entre la invisibilidad y la igualdad formal definitivo

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1 Citar como: Platero, Raquel (2007). Entre la invisibilidad y la igualdad formal: perspectivas feministas ante la representación del lesbianismo en el matrimonio homosexual. En Angie Simonis (Eds.). Cultura, Homosexualidad y Homofobia. Vol II. Amazonia: retos de visibilidad lesbiana. Madrid: Laertes. 85-106. ‘Entre la invisibilidad y la igualdad formal: perspectivas feministas ante la representación del lesbianismo en el matrimonio homosexual’ 1 Raquel Platero Méndez Universidad Complutense de Madrid. Psicóloga, activista lgtb e investigadora en políticas de igualdad de género, actualmente me dedico a partes iguales a la docencia en educación secundaria y mi tesis doctoral sobre la interseccionalidad de género y sexualidad en las políticas públicas. Mi trayectoria vital está ligada a los movimientos sociales, desde las organizaciones juveniles en los ochenta, al movimiento feminista en los noventa, donde tuve el placer de compartir activismo con mujeres como Empar, Pilar, Maje y tantas otras en el CFLM. Al tiempo, en la Universidad Complutense he tenido la fortuna de militar con Carmen en la Asamblea Feminista, para más tarde fundar RQTR, la primera organización lgtb universitaria, compartiendo tiempo y activismo con Sandra, Cristina, Antonio y tantos otr@s. He participado en la investigación de las mujeres sordas en la Comunidad de Madrid y gracias al doctorado de Perspectiva de Género en las Ciencias Sociales, he orientado mi interés a la interseccionalidad y la ciencia política. Durante los últimos cuatro años he estado vinculada a la investigación de las políticas de igualdad en el equipo de María Bustelo, con los proyectos europeos MAGEEQ y QUING, donde el activismo y la investigación convergen para generar cambio social. Impartimos docencia en varios cursos de máster y expertos de género, dentro y fuera de la Complutense; y recientemente hemos obtenido II Premio Maria Angeles Durán de Investigación e innovación científica en el Estudio de las Mujeres y del Género del IUEM (Universidad Autónoma de Madrid) del que nos sentimos muy orgullosas. Me interesan especialmente el estudio de la masculinidad femenina y todos aquellos espacios mestizos en los que se reinventan los límites y fronteras las desigualdades múltiples, como parte de la Comunidad Sorda y usuaria de Lengua de Signos Española, feminista, queer, drag king e investigadora. Mis textos más recientes en castellano son: Platero, R. y Gómez E. (2007) “Herramientas para Combatir el Bullying Homofóbico”. Madrid: Talasa; Platero, R. (ed.) (2007). “Lesbianas: representación y construcción de las identidades de las mujeres que aman a mujeres en el Estado Español”. Barcelona: Melusina. Y Platero, R. (2007). “Más allá del matrimonio homosexual”, en María Bustelo y Emanuela Lombardo. “Debajo de la alfombra de las políticas de igualdad. Un análisis de marcos. Madrid: Cátedra, Feminismos. Introducción Una de las grandes transformaciones sociales más relevantes a las que hemos asistido recientemente es la aprobación del matrimonio homosexual 2 . La prensa internacional se ha hecho eco de este evento, que nos sitúa en un club selecto de países –hasta ahora compuesto por Holanda, Bélgica, Canadá y Sudáfrica- en los que la igualdad formal para gays y lesbianas se reconocen con la fórmula jurídica 1 Una versión anterior de este texto apareció en: Platero, R. (2006). ¿Invisibiliza el matrimonio homosexual a las lesbianas? Orientaciones 10. Madrid: Fundación Triángulo. 103-120. 2 El uso del término ‘matrimonio homosexual’ es intencional, pues este texto argumenta que la representación de los problemas lgtb, así como la reivindicación concreta del matrimonio para personas del mismo sexo, aparece como un problema de varones homosexuales.

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Citar como: Platero, Raquel (2007). Entre la invisibilidad y la igualdad formal: perspectivas feministas ante la representación del lesbianismo en el matrimonio homosexual. En Angie Simonis (Eds.). Cultura, Homosexualidad y Homofobia. Vol II. Amazonia: retos de visibilidad lesbiana. Madrid: Laertes. 85-106.

‘Entre la invisibilidad y la igualdad formal: perspectivas feministas ante la representación del lesbianismo en el matrimonio homosexual’1

Raquel Platero Méndez

Universidad Complutense de Madrid. Psicóloga, activista lgtb e investigadora en políticas de igualdad de género, actualmente me dedico a partes iguales a la docencia en educación secundaria y mi tesis doctoral sobre la interseccionalidad de género y sexualidad en las políticas públicas. Mi trayectoria vital está ligada a los movimientos sociales, desde las organizaciones juveniles en los ochenta, al movimiento feminista en los noventa, donde tuve el placer de compartir activismo con mujeres como Empar, Pilar, Maje y tantas otras en el CFLM. Al tiempo, en la Universidad Complutense he tenido la fortuna de militar con Carmen en la Asamblea Feminista, para más tarde fundar RQTR, la primera

organización lgtb universitaria, compartiendo tiempo y activismo con Sandra, Cristina, Antonio y tantos otr@s. He participado en la investigación de las mujeres sordas en la Comunidad de Madrid y gracias al doctorado de Perspectiva de Género en las Ciencias Sociales, he orientado mi interés a la interseccionalidad y la ciencia política. Durante los últimos cuatro años he estado vinculada a la investigación de las políticas de igualdad en el equipo de María Bustelo, con los proyectos europeos MAGEEQ y QUING, donde el activismo y la investigación convergen para generar cambio social. Impartimos docencia en varios cursos de máster y expertos de género, dentro y fuera de la Complutense; y recientemente hemos obtenido II Premio Maria Angeles Durán de Investigación e innovación científica en el Estudio de las Mujeres y del Género del IUEM (Universidad Autónoma de Madrid) del que nos sentimos muy orgullosas. Me interesan especialmente el estudio de la masculinidad femenina y todos aquellos espacios mestizos en los que se reinventan los límites y fronteras las desigualdades múltiples, como parte de la Comunidad Sorda y usuaria de Lengua de Signos Española, feminista, queer, drag king e investigadora. Mis textos más recientes en castellano son: Platero, R. y Gómez E. (2007) “Herramientas para Combatir el Bullying Homofóbico”. Madrid: Talasa; Platero, R. (ed.) (2007). “Lesbianas: representación y construcción de las identidades de las mujeres que aman a mujeres en el Estado Español”. Barcelona: Melusina. Y Platero, R. (2007). “Más allá del matrimonio homosexual”, en María Bustelo y Emanuela Lombardo. “Debajo de la alfombra de las políticas de igualdad. Un análisis de marcos. Madrid: Cátedra, Feminismos. Introducción Una de las grandes transformaciones sociales más relevantes a las que hemos asistido recientemente es la aprobación del matrimonio homosexual2. La prensa internacional se ha hecho eco de este evento, que nos sitúa en un club selecto de países –hasta ahora compuesto por Holanda, Bélgica, Canadá y Sudáfrica- en los que la igualdad formal para gays y lesbianas se reconocen con la fórmula jurídica

1 Una versión anterior de este texto apareció en: Platero, R. (2006). ¿Invisibiliza el matrimonio homosexual a las lesbianas? Orientaciones 10. Madrid: Fundación Triángulo. 103-120. 2 El uso del término ‘matrimonio homosexual’ es intencional, pues este texto argumenta que la representación de los problemas lgtb, así como la reivindicación concreta del matrimonio para personas del mismo sexo, aparece como un problema de varones homosexuales.

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del matrimonio. Éste no es un hecho aislado, ni que surge abruptamente, sino que es parte de una trayectoria de demandas de movimientos sociales, y debate en el espacio político, en el que participan entre otros los partidos políticos, sindicatos, y otros agentes sociales. El gobierno socialista ha hecho una particular definición de la ‘igualdad’, materializando con su propia construcción política algunas de las demandas de los movimientos sociales. Algunas de estas demandas son las lideradas por el movimiento feminista con la Ley Integral de Violencia de Género3 (ley 1/2004); organizaciones de personas con discapacidad y otros grupos afines (cambio en la terminología para referirse a las personas con discapacidad, ley de dependencia4, proyecto para la aprobación de la Lengua de Signos5 como lengua oficial) y de las organizaciones de LGTB6 (con la ley que permite matrimonio entre personas del mismo sexo 13/20057, y el Proyecto de Ley de Identidad de Género8). De este modo, se conforma una visión de la ciudadanía y democracia, donde los partidos de izquierdas tienen un mayor compromiso con los movimientos sociales (Calvo, 2005: 33).

Este texto quiero problematizar la polaridad del debate sobre el matrimonio homosexual, donde las principales aportaciones tanto en el espacio público como por parte de los propios activistas LGTB carecen de un cuestionamiento del impacto de género de esta forma política. A continuación, se debate la representación de las mujeres y homosexuales como minorías y grupos de interés que compiten por el acceso a la igualdad formal, de modo que el matrimonio homosexual conforma una manera de expresión de ciudadanía. En el siguiente apartado se presentan las principales bases teóricas sobre las que se fundamenta este texto, los marcos interpretativos de política y la teoría de la representación; en él se muestra cómo el matrimonio homosexual se construye como un problema de varones pertenecientes a la clase media, de etnia caucásica, etc. Seguidamente se muestra una pequeña reflexión feminista sobre el matrimonio homosexual, así como una serie de preguntas que pueden facilitar la inclusión de las lesbianas en el debate sobre los derechos lgtb. Por último, expongo unas breves conclusiones. Debates y discusiones sobre el matrimonio Si acudimos a los artículos publicados en la prensa9 y páginas ‘web’, encontramos que durante el último año hemos asistido casi diariamente a acalorados debates con posturas muy polarizadas respecto al matrimonio entre personas del mismo

3 Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, Boletín Oficial del Estado de 29 de Diciembre de 2004, nº 313. 4 El anteproyecto de Ley de Dependencia fue aprobado por el Consejo de Ministros del 23 de diciembre de 2005. 5 El Consejo de Ministros ha aprobado el proyecto de ley que reconoce legalmente la Lengua de Signos, el 13 de Enero de 2006. 6 LGTB: acrónimo de ‘lesbianas, gays, bisexuales y transexuales’. 7 Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio, BOE de 2 de Julio de 2005, nº 157. 8 El proyecto de ley se encuentra en trámite parlamentario en la actualidad, y permitirá cambios registrales sin la obligatoriedad de cirugía. 9 En una búsqueda realizada el 30 de octubre 2005 utilizando el descriptor “matrimonio gay”, en el periodo comprendido entre el 1 de Enero de 2004 y la fecha de hoy aparecen 3.971 resultados en El País, 4.354 en El Mundo y 400 en el ABC.

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sexo. La mayor parte de las noticias se pueden dividir entre aquellas posturas ‘liberales’ que defienden el matrimonio como igualdad formal y acceso a la ciudadanía plena, enfrentadas a las opiniones más ‘conservadoras’ que defienden la construcción del sujeto gay como “diferente” y por tanto con necesidad de una legislación distinta y que no usurpe los derechos naturales de la familia. De este modo, el debate ha consistido en responder a los sectores más reaccionarios, que tildaban a los gays y lesbianas de ‘lobby gay’10, ‘peras o manzanas’11, etc. reforzando el carácter normativo de la familia heterosexual como unidad básica de la sociedad.

En este sentido, llama poderosamente la atención que a pesar de su importancia mediática e impacto internacional que supone la aprobación del matrimonio homosexual, no se ha producido un intercambio y reflexión sobre el calado de estas medidas sobre las lesbianas. Se construye la demanda y las propuestas de matrimonio homosexual como el ‘principal problema público’ de gays y lesbianas. En este contexto, la ‘igualdad’ se expresa como acceso a la igualdad formal, en forma de cambios en el Código Civil que permiten el matrimonio a personas del mismo sexo. Esto se produce en un contexto donde ya se han aprobado tanto el regreso de las tropas de Irak, la largamente demandada -y algo descafeinada- ley integral para combatir la violencia de género, y mas tarde se produce la entrada en agenda política de las demandas del colectivo transexual. Consistentemente, las representaciones de cuáles son los principales problemas del colectivo lgtb y sus soluciones aparecen como creadoras de movilización colectiva, generando lo que aparece como un gran consenso social. El matrimonio homosexual se construye como la solución a los problemas de los ‘gays y lesbianas’, de modo que una vez conseguido, agota el debate sobre los problemas de gays y lesbianas.

La distancia entre la igualdad de jure que representa el matrimonio

homosexual y la igualdad de facto, que supone no sólo la ausencia de discriminación sino modelos ciudadanos bien distintos a los identitarios o cuasi-etnicos, que en este tránsito requieren de una serie de medidas, como son las políticas de acción positiva y de ‘mainstreaming’. Las políticas de igualdad de género nos han enseñado que la igualdad no se consigue de forma ecológica (ya llegará con el relevo generacional o como consecuencia de las nuevas leyes), sino que requieren algo más que acciones sobre el colectivo diana (‘las mujeres’ o ‘gays y lesbianas’) para conseguir una ciudadanía plena.

Observando las políticas “sectoriales”, vemos que aparecen como si los problemas sociales estuvieran localizados en sujetos concretos (mujeres, homosexuales, discapacitados, inmigrantes, etc.) cuyas vivencias son únicas y homogéneas, careciendo de interseccionalidad. Nos podemos preguntar: ¿qué comprensión existe de las diferentes experiencias de género, clase, sexualidad, 10 Ver la Pastoral Familiar de la Iglesia Católica de 21 de Noviembre de 2003, publicada en Febrero de 2004. 11 Ana Botella realizó las siguientes declaraciones en Octubre de 2005: “El matrimonio entre homosexuales es tratar de la misma manera lo que es diferente. Si se suman dos manzanas, pues da dos manzanas. Y se suman una manzana y una pera nunca puede dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta”.

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(dis)capacidad, etnia, etc. que vive una misma persona?, ¿hasta qué punto estas desigualdades estructurales están interrelacionadas y cómo las abordamos políticamente?, ¿qué iniciativas proponen los diferentes agentes sociales cuando hablamos de las lesbianas? Feminismo, ciudadanía y matrimonio homosexual Mujeres, gays y lesbianas tenemos en común que somos vistos como minorías en el contexto de las políticas públicas y los movimientos sociales. La definición como minoría o grupo minoritario no tienen tanto que ver con el tamaño relativo de estos grupos, sino con el acceso al poder, ya sea éste entendido como poder económico, jurídico, político, etc. (Osborne, 1997:66 citando a Collete Guillaumin, 1992:219). Tradicionalmente, el estudio sobre las minorías comenzó con los judíos, inmigrantes y negros, para pasar a las aproximaciones sociológicas del estudio de las mujeres y las minorías étnicas. Ya no sólo se produce la discriminación, sino que aparece la conciencia de su existencia. De éste modo las mujeres, gays y lesbianas, no sólo han vivido discriminación sino que han sido conscientes de forma creciente de estas vivencias, que permite la movilización que es capaz de generar movimientos sociales propios, impulsar cambios sociales, etc. (Osborne, 1997:67).

Como consecuencia, tanto las mujeres como el colectivo LGTB son percibidos socialmente como grupos de interés y movimientos sociales, estatus que comparten con otros colectivos nombrados como minorías (personas migradas, mayores, con discapacidad, etc.). Todos ellos compiten por introducir sus demandas en la agenda política, obtener derechos civiles, tener acceso a derechos, conseguir representación política, etc. Estos grupos de interés también comparten un lenguaje y unos discursos sobre la igualdad, en un proceso de negociación con el Estado y el sistema de bienestar sobre la (ex)inclusión de sus derechos.

Los derechos de mujeres, gays y lesbianas están presentes en el debate mismo sobre la ciudadanía, concepto del cual son parte inherente la heterosexualidad y el orden de género12. El Estado construye la heterosexualidad como un prerrequisito para la ciudadanía, como una norma no escrita de pertenencia que incluye un orden de género y sexualidad determinados.

Carole Pateman (1988) señala que la ciudadanía de los varones y su participación en la esfera pública dependen del presupuesto de que un varón cuenta con una esposa e hijos que permanecen en la esfera privada, los cuales le proporcionan sustento, cuidado y legitimación. Los varones tienen un estatus determinado gracias al matrimonio, garantizado por el cuidado no remunerado de 12 “Orden de género hace referencia a un sistema de normas, principios y políticas que son socialmente compartidas y que asignan el acceso a derechos, tareas y oportunidades a ambos sexos. La división de roles entre quienes desempeñan trabajos remunerados y quienes participan de trabajos no remunerados de cuidado son parte de un sistema social complejo de subordinación. Una de las principales normas del orden de género es la designación de quién debe ser el proveedor principal y la cuidadora primaria” (Ostner y Lewis, 1995). Lombardo, Emanuela (2003) “EU Gender Policy: trapped in the Wollstonecraft Dilemma?”, en The European Journal of Women's Studies, 10(2):168.

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las mujeres y que les permite este acceso al ámbito público. Las mujeres suben de estatus social con el matrimonio frente a las mujeres solteras, con lo que conforman un rol ligado a la vida privada y de la ética del cuidado. De esta forma, el contrato social se basa en el ‘contrato sexual’.

La noción de ciudadanía se apoya en las nociones de independencia, de ser dueño de sí mismo y del trabajo propio. Los derechos de las mujeres se han vinculado históricamente al estatus marital, y su identidad como mujeres ha estado basada en el estatus económico, social y étnico –entre otras características– de sus maridos. El Estado establece los términos de la ciudadanía, que se expresa como heterosexualidad, matrimonio, reproducción, etnia caucásica, ausencia de discapacidad … como oposición a la no heterosexualidad, la no-reproducción, las etnias no caucásicas, la práctica del sexo por placer, etc. (Jacqui Alexander, 1994; Brandzel, 2005, 172-7).

De esta manera, el acceso al matrimonio es un signo del estatus de los grupos minoritarios en cada sociedad (o de su exclusión), constituyéndose en una expresión de ciudadanía. En el caso de Francia, los conceptos de ciudadanía, matrimonio y república están vinculados, de tal manera que el acceso al matrimonio ha sido crucial y simbólico para los grupos excluidos y considerados como de segunda clase, como han sido los esclavos y los homosexuales (Stychin, 2001).

En una descripción de los momentos que llevan a la consecución de la

igualdad formal, parece que existe una tendencia global, que se va repitiendo con matices en diferentes contextos. Según este patrón, el proceso parte de una situación en la que se lucha por descriminalizar la homosexualidad, tras lo cual aparece una segunda fase de reivindicación de legislación antidiscriminatoria; sigue más tarde un momento de reconocimiento legal de las relaciones de gays y lesbianas, y se llega finalmente a un estadio donde se amplía la institución del matrimonio (Stychin, 2001, 347). En el Estado español, parece que se va cumpliendo paso a paso este proceso (ver tabla a continuación), partiendo de la descriminalización de la homosexualidad y el lesbianismo, que se produce con la derogación de la Ley de Peligrosidad Social (LPRS) en 1978 y la supresión de la figura de Escándalo Público en el Código Penal, que data de 1988. La legislación antidiscriminatoria se promulga con la aparición del nuevo Código Penal que protege la libre orientación sexual de los ciudadanos (Artículos 510, 511, 512).

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Tabla 1. Fechas, estrategias –globales- de igualdad para gays y lesbianas, Marcos Interpretativos de Política en el Estado español

1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 Sucesivas reformas para la

eliminación de discriminación formal en la ley

Lucha por una legislación antidiscriminatoria

Reconocimiento de derechos de gays y lesbianas: las parejas de hecho Es

trat

egia

s Es

trat

egia

s

Persecución de homosexuales, lesbianas, transexuales y

travesties

Matrimonio homosexual

Hec

hos

más

rele

vant

es

- Ley de Peligrosidad

y Rehabilitació

n Social (1970)

- Grupos clandestinos

de gays y lesbianas que luchan contra

la LPRS.

- Ley de escándalo

público, 1978

Constitución (1978) Art. 14,

sobre no discriminaci

ón - Primera

manifesta- ción

homosexual, Cataluña

(1977)

- Surgen grupos de feministas lesbianas en todo el

Estado. Los varones se organizan en grupos

gays. - Jornadas Feministas

sobre Sexualidad,

1983. -

Legalización de las

organizaciones de gays y lesbianas

(1980)

- Supresión del

escándalo público en el Código

Penal (1988)

- Manifesta-ciones por legislación antidiscri-minatoria

- Entrada de España en

la Unión Europea (1986)

- Primeras Jornadas de Lesbianas

(1988)

- Primeras propuestas de ley sobre parejas de

hecho (1993)

- Creación del primer registro de parejas de hecho en

Vitoria (1994)

- Prohibición de incluir la orientación sexual en

los informes policiales

(1992)

- Registros policiales con

datos relativos a la sexualidad

(utilizados hasta 1995)

- Creación de 13 registros de

parejas - Diferentes

partidos proponen leyes de parejas de

hecho - Petición por las

organizaciones de una ley de parejas

de hecho. - Andalucía incluye

la asistencia a transexuales en el

catálogo de prestaciones

- Cambios en el Código Penal para proteger y respetar

la orientación sexual (1995)

- IV Conferencia de las Mujeres en Beijing: España

apoya los derechos sexuales y

reproductivos de las mujeres.

-Andalucía incluye en el catálogo de la seguridad social el tratamiento de la transexualidad

- Demanda por las organizaciones de una ley de parejas

de hecho. - Rechazo de las cuatro propuestas

de ley en el Parlamento

- Se crea en Vitoria el primer servicio

público de asistencia a

homosexuales gays y lesbianas - Aparece el III

Plan de Igualdad Vasco que incluye a las lesbianas y la

lesbofobia entre sus acciones.

- La mayoría de los partidos incluyen

ofertas electorales de derechos a parejas de hecho y algunas de matrimonio gay

(Marzo 2004) - El presidente

socialista Zapatero promete el matrimonio

homosexual en la VIIIª legislatura (Abril

2004) - Demanda por las organizaciones lgtb

del matrimonio homosexual

- Servicios públicos para la población lgtb

en Madrid, País Vasco y Cataluña. - Manifestación del Foro de la Familia

contra el matrimonio homosexual (Junio

2005). - Cambios en el Código Civil que

permiten el matrimonio entre

personas del mismo sexo (Junio 2005)

- Proyecto de ley de Identidad de Género.

El comienzo del reconocimiento de los derechos de las parejas gays y

lesbianas está identificado por los primeros fallos judiciales, la creación de los Registros de Parejas y las leyes de parejas de hecho autonómicas que se van promoviendo desde los años noventa. En esta década y primeros años de la sucesiva nos encontramos con una situación de desequilibrio político entre las esferas central, autonómica y local. Frente a la carencia de regulación de ámbito estatal sobre las uniones gays y lesbianas, en la política central, se promueven doce leyes autonómicas de parejas de hecho, y se desarrollan políticas locales

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con iniciativas interseccionales13 de género y orientación sexual. Este desequilibrio cambia con el último paso de este proceso hacia la igualdad formal para gays y lesbianas, la aprobación del matrimonio homosexual, a través de los cambios en el Código Civil recogidos en la Ley 13/2005. (Ver tabla 1)

El matrimonio homosexual es un avance y un paso inevitable en la lucha por los derechos civiles (Auchmuty, 2004, 103; Platero 2004a). Sin embargo, es cuestionable que este proceso se presente como lineal, globalizado y carente de una especificidad cultural e histórica. La descripción de este proceso se sirve del argumento de la modernidad y la pertenencia al marco cultural occidental. Una vez conseguido el matrimonio, no existe otro objetivo político que suscite una movilización similar de la agenda política. Al mismo tiempo, esta situación hace que la sociedad entienda que ‘este asunto gay’ está concluido, y por tanto, que se nos pregunte con hastío: “Y ahora, ¿qué más queréis?”

Si volvemos la vista atrás, el debate que se produjo en los años noventa alrededor de las parejas de hecho incluía un análisis de cómo afectaba el matrimonio a las mujeres y retomaba la discusión del matrimonio como contrato social que coloca a las mujeres en una situación de disponibilidad económica, sexual y afectiva respecto de los varones, así como un análisis de los cambios sociológicos de las nuevas formas de familia, y del derecho a no casarse de las personas heterosexuales. Y proponía la fórmula de la pareja de hecho14 como posible solución para aquellos gays y lesbianas que deseasen disfrutar de algunos derechos de forma análoga al matrimonio.

Cuando se dieron las condiciones propicias, la reivindicación de las parejas de hecho, que había sido la demanda dominante entre los años noventa y el 2002, pasó a ser sustituida por la demanda del matrimonio gay. De este modo, la reivindicación de las parejas de hecho aparece como una estrategia ‘de usar y tirar’, de mero prerrequisito para el matrimonio homosexual. Las variables que han facilitado este cambio pueden ser, entre otras, la existencia de partidos políticos 13 El termino ‘interseccionalidad’ es cada vez mas frecuente en los estudios de género y sociología y hace referencia a las desigualdades múltiples y las posibles relaciones entre género, raza, etnia, sexualidad, discapacidad, clase, etc. En términos políticos, se traslada a las expresiones “discriminaciones múltiples” o “desigualdades múltiples”, que si bien son de más fácil uso que el término “interseccionalidad”. Además estas expresiones obvian las múltiples interacciones entre estas variables. Las vivencias de las lesbianas no se limitan a una doble identidad “lésbica” y por otra parte “de mujer”, sino que su interacción tiene como fruto un impacto mas complejo y que requiere un análisis en mayor profundidad dadas las interacciones y ampliaciones mutuas que suponen estas desigualdades. Crenshaw introduce el concepto de interseccionalidad en 1989 como manera de escapar de las políticas identitarias, para “denotar las formas varias en las que la raza y el género interactúan para dar forma a las dimensiones múltiples de las experiencias laborales de las mujeres negras”. Distingue entre interseccionalidad estructural y política. La interseccionalidad estructural se refiere a que las desigualdades y sus intersecciones son relevantes para comprender las experiencias de las personas en la sociedad. Puede concebir que una mujer negra no consiga un trabajo por ser negra, y que una “empleada normal” sea una mujer blanca, ya que ella no puede conseguir otro trabajo, porque lo apropiado para las personas negras en ese contexto son empleos predominantemente masculinos. Aborda el hecho de que la heteronormatividad es parte de la desigualdad de género; de esta forma, la situación de las lesbianas es muy distinta de la situación de las mujeres heterosexuales (Verloo 2005, 2). 14 No es determinante el hecho de que se elija la figura de “matrimonio” o de “pareja de hecho” para el acceso a los mismos derechos que las parejas heterosexuales casadas, siendo “leyes de máximos”, ya que también existen leyes de matrimonio con limitaciones para parejas del mismo sexo (Calvo, 2005).

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con activistas gays y lesbianas que lideran la reivindicación del matrimonio homosexual; el peso y presencia mediática de las organizaciones que defienden la estrategia del matrimonio frente a otras demandas; el planteamiento del debate sobre el matrimonio como fuente de polaridad política; la co-optacion de los discursos de los movimientos sociales por parte de algunos partidos políticos; la legitimación de los derechos de homosexuales y lesbianas en algunos puntos del entorno europeo e internacional, etc.

La dominancia de los discursos sobre el matrimonio homosexual ha oscurecido las diferentes visiones de lo que supone el matrimonio para las mujeres y para las lesbianas. El debate sobre el matrimonio homosexual no ha incorporado las críticas feministas de los años ochenta y noventa a ésta institución. Paradójicamente, numerosos actores políticos –entre ellos, las feministas militantes desde la transición– han respaldado firmemente la demanda del matrimonio homosexual, legitimando esta reivindicación como sinónimo de igualdad formal. No sólo no se han incorporado las críticas al matrimonio como institución, sino que se ha apoyado públicamente esta demanda expresa del colectivo lgtb, aún con excepciones notables como son el Grupo de Feministas Lesbianas de Cataluña15 y otros.

Para la mayoría de los actores políticos, un enfoque liberal de la igualdad tiene por objetivo la igualdad formal, que aparece como un fin en sí misma. Incluso aquéllos que han reaccionado virulentamente en contra del cambio del Código Civil admiten que los homosexuales son ciudadanos cuyas uniones familiares deben recibir algún tipo de reconocimiento16, aunque distinto al de la mayoría heterosexual. El discurso conservador utiliza la lógica de la igualdad, por la que existen unos derechos mayoritarios para quienes son iguales entre sí –la mayoría heterosexual o, en palabras de Ana Botella, “manzanas”–; los homosexuales de la minoría –“peras”–, son ‘distintos’, por lo que sus derechos han de ser regulados de forma diferente, con medidas específicas. Encierra una visión perversa de las políticas identitarias, según la cual el sujeto político gay requiere medidas específicas, como grupo cuasi-étnico, al estilo de otras ‘minorías’ como las mujeres, las personas con discapacidad, los inmigrantes, etc., de modo que no cuestionen el status quo heteronormativo.

Para muchos de los activistas que han luchado por los derechos lgtb en el Estado desde los años noventa, es evidente que la demanda del matrimonio homosexual no ha sido nunca unánime. Sin embargo, esta reivindicación de los llamados colectivos lgtb ha sido representada como universal y monolítica, e incluida en la agenda de los partidos políticos que participan en la construcción de este problema como dominante e invisibilizador de otras demandas. Las principales críticas al matrimonio provienen de personas y colectivos queer y

15 La postura del ’Grup de Lesbianes Feministes de Catalunya’ frente al matrimonio se explicita en el manifiesto que publican en 2004, titulado: “Més enllà del matrimoni” (accesible en su web www.lesbifem.org/textos/matrimoni/matrimoni.html consultado el 15 de Diciembre de 2005). 16 Ver, por ejemplo, el discurso de la diputada popular Ana Torme Pardo durante el debate final sobre ‘Proyecto de Ley por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio’ celebrado en el Congreso el 30 de Junio de 2005.

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feministas, que consideran el matrimonio homosexual como un objetivo poco atractivo; sin embargo, han tenido poco impacto a la hora de desafiar el matrimonio como una demanda unánime del colectivo LGTB, sin ser capaces de generar una movilización similar que la ha generado el matrimonio homosexual.

Ninguno de estos grupos sociales –con las consabidas excepciones de la Iglesia Católica y los sectores más conservadores de la sociedad– se ha declarado realmente en contra del reconocimiento de las uniones de lesbianas y gays; sin embargo, no existe un consenso acerca de la relevancia que tenga dicho reconocimiento para la transformación de la sociedad, o la generación de modelos alternativos a la heterosexualidad obligatoria. Diagnóstico, definición y representación del matrimonio homosexual. Los dos grandes enfoques teóricos que guían este artículo son los marcos interpretativos y la teoría de la representación. Utilizo el concepto de marcos interpretativos de política, tal y como lo conciben Martin Rein y Donald A. Schön (1993, 146): “una forma de selección, organización, interpretación y forma de conferir sentido a una realidad compleja para poder tener una guía para saber, analizar, persuadir y actuar”. Los procesos enmarcadores suceden en todos los niveles de la vida, tanto públicos como privados. Rein y Schön (1993, 198-199) usan el término “enmarcar” (o conferir significado), afirmando que supone la interpretación de sucesos relevantes, de tal forma que facilita la movilización. Así, el proceso enmarcador incluye tres elementos: el diagnóstico de una situación problemática, una/s solución/es al problema, y una llamada a la acción.

El proyecto europeo de investigación MAGEEQ17 define los marcos interpretativos de política como “un principio organizador que transforma fragmentos o partes incidentales en problemas estructurados y significativos, en los cuales la solución está incluida implícita o explícitamente. No es una descripción, sino una construcción o representación que confiere significado a la realidad, moldeando nuestra comprensión de la realidad” (Verloo, 2004). Así, los elementos cruciales del análisis de marcos son la definición del problema y su representación, su localización (intimidad, ciudadanía y trabajo), y la identificación de quién es responsable del problema, de quién lo define y de quién puede sugerir acciones para resolverlo.

De todos los problemas de gays y lesbianas recogidos en la agenda política desde los años noventa, el principal es el matrimonio homosexual –y anteriormente, la reivindicación de las parejas de hecho. Esta representación dominante determina una visión muy estrecha de los problemas lgtb y sus soluciones. Genera una movilización ligada a estas definiciones, en la que participan diferentes actores políticos. Los derechos de lesbianas, homosexuales y mujeres, no se pueden entender en los términos habituales que separan los 7 El acrónimo ‘MAGEEQ’ significa: ‘Marcos de política y problemas de implementación: el caso del Mainstreaming de Género’. Para saber más sobre el proyecto europeo MAGEEQ, ver la web: www.mageeq.net y en castellano la web: www.proyectomageeq.org

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hechos, valores, teorías e intereses, como si estos derechos existieran de forma objetiva e independiente de su interpretación. En este sentido, son muy interesantes las teorías de la representación de Carol Bacchi (What´s the problem aproach, 1999), ya que su análisis se centra en la representación de los problemas y soluciones como construcciones estratégicas, y en su relación con el género. Las representaciones estratégicas se basan en ideas previas que están insertas en todos los discursos políticos.

Además, Bacchi (1999, 36) llama nuestra atención sobre aquellos problemas que no llegan a formar parte de la agenda política, de modo que se señalen y estudien las ausencias. En especial, aquellos problemas en los que se manifiestan “las ausencias en relación al poder y las relaciones de género” (ibidem, 60). Uno de los elementos clave de este modelo es que parte del uso del lenguaje –no existe una realidad más allá de su representación. De esta forma, el lenguaje que se utiliza media entre la comprensión y representación de los problemas públicos. El hecho de que la expresión dominante es ‘matrimonio gay’ o ‘matrimonio homosexual’ en lugar de ‘matrimonio entre personas del mismo sexo’ o ‘matrimonio lesbigay’, por ejemplo, encierra una visión determinada del problema, con una representación clara del sujeto político a quien va dirigido. El uso de esta terminología muestra, en el mismo hecho de nombrar, tanto un marco interpretativo específico como una construcción del problema.

En esta sección quiero exponer que la cuestión del matrimonio homosexual aparece representada como el problema dominante de la agenda política española y que, además, su reivindicación tiene ‘cara de varón’. Es decir, que el matrimonio es representado y construido como un problema de varones –homosexuales, pero varones. Ello es congruente con la construcción de la ciudadanía, donde el sujeto político se refiere, por definición, al mismo patrón del varón. Esta construcción masculina del matrimonio homosexual conlleva una legitimidad específica propia de ‘la mayoría’, pero diluye la presencia e impacto sobre las mujeres, en tanto cuanto aparece como un sujeto complementario, apareciendo como ‘una versión femenina’ del varón homosexual.

De esta forma, la falta de debate crítico dentro de las organizaciones LGTB y los espacios políticos sobre qué supone el matrimonio, así como la no inclusión en la agenda de las demandas de las lesbianas, construyen una visión determinada de cuál es el problema al que nos enfrentamos y sobre qué solución estamos demandando. Así, las reivindicaciones del matrimonio homosexual pueden estar mostrando ceguera al impacto que tiene esta institución sobre las mujeres y las lesbianas. Como consecuencia, cierran el debate sobre las parejas de hecho, e invisibilizan otros problemas que compiten en la esfera política por obtener atención (como pueden ser la homofobia en los espacios escolares, la discriminación laboral, los crímenes de odio, etc.).

El matrimonio homosexual incluye una serie de complejos debates sobre la igualdad formal, la protección de los derechos de gays y lesbianas, y sobre qué es el amor y las nuevas formas de familia (Peel y Harding, 2004). En todos estos

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debates, las mujeres lesbianas estamos situadas diferencialmente frente a los varones –homosexuales o no. Tenemos puntos de partida distintos: la construcción heterosexista de nuestra sociedad trata de asegurar el acceso de los varones a las mujeres, a través del contrato matrimonial y la construcción de la familia, permitiéndoles disponer de nuestra fuerza de trabajo, cuidado, amor y sexualidad.

Desde la misma percepción social de las lesbianas y la construcción diferencial de la lesbofobia, las lesbianas representamos la encrucijada del género y la orientación del deseo, condición que conlleva unas determinadas vivencias de clase y exclusiones sociales. Las lesbianas podemos simbolizar las sexualidades no normativas, o la cara menos popular del cambio social que acepta mejor a los ‘mariquitas’ televisivos y famosos, que han

hecho de su homosexualidad parte de su éxito mediático. Al mismo tiempo, las bolleras masculinas tratan de tener sus minutos en ‘prime time’, siendo representadas como no-mujeres de clase baja, desconectadas del mundo del ‘glamour’ gay masculino –valga como ejemplo el espectáculo mediático de Raquel-Noemí-Judd en Salsa Rosa, y similares, durante los dos últimos años. Todos y todas podemos nombrar políticos, actores, empresarios, profesionales homosexuales, mientras que no es tan fácil pensar en sus equivalentes lesbianas.

La invisibilidad de las lesbianas es consecuencia de este orden heterosexista y normativo. El estigma y la percepción social que rodean el hecho identitario de nombrarse como ‘gay’ o como ‘lesbiana’ son bien diferentes. En este sentido, cuando hablamos de ‘gays y lesbianas’, la representación mayoritaria es la masculina. Por ejemplo, en todas las noticias aparecidas en los medios de comunicación referentes al matrimonio homosexual y las bodas que se celebran desde julio de 2005, llama poderosamente la atención la escasa presencia de parejas lesbianas. Cuando aparecen, las noticias se refieren principalmente a uniones entre mujeres activistas de colectivos lgtb en diferentes comunidades autónomas, con más o menos impacto mediático. La única “otra” noticia que ha aparecido recientemente es la historia de dos reclusas18 que se han casado para poder permanecer juntas en la misma institución. Perspectivas feministas ante el matrimonio homosexual Sin ser exhaustiva en todas las posibles e interesantes críticas sobre el matrimonio gay, discutiré algunas reflexiones sobre el impacto del matrimonio homosexual en las lesbianas.

Los aspectos más positivos del matrimonio sobre las lesbianas se centran principalmente en el reconocimiento social y legal de sus relaciones a efectos

18 de Miguel, Carlos. “Para que la justicia no las separe”. El País,Ávila. 26-11-2005. Gente

Foto: Raquel Platero. Tomada en Tarragona, carrer de Compte de Rius, 10 de Diciembre de 2006.

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patrimoniales, de protección de la pareja –y de los hijos e hijas si los hubiera–, así como en la oportunidad, para las lesbianas sin papeles, de legalizar su situación. Simbólicamente, supone un gran paso el poder legitimar la existencia lesbiana como una ciudadanía situada en los márgenes de la normalidad, a estar situada dentro de una de las instituciones más conservadoras y tradicionales.

Con una mirada crítica, vemos que la ley de matrimonio refuerza los principios de monogamia, cohabitación y economía compartida con el artículo 68 del Código Civil, que muchas lesbianas desafían con sus vivencias cotidianas. En el debate político, vemos que la única propuesta específica sobre las lesbianas hecha durante el debate de la ley 13/2005 corresponde a Esquerra Republicana de Cataluña19, con su propuesta de cambio en el Registro Civil, de modo que dos mujeres, casadas o no, pueden inscribirse como madres. También nos afecta específicamente el acceso a las pensiones de viudedad, en las mismas condiciones que el resto de matrimonios, dada la longevidad de las mujeres y la situación particular de especial precariedad.

Además, contrariamente al espíritu igualitario de la ley 13/2005, las madres no son reconocidas automáticamente como madres, a diferencia del matrimonio heterosexual, teniendo que iniciar un proceso de adopción para la madre no biológica. La falta de perspectiva sobre la situación específica de las lesbianas hace que leyes generalistas, con la intención de ser neutrales, sean de hecho discriminatorias. Así se ha pronunciado que esta desigualdad se va a abordar dentro de las reformas de la ley de reproducción asistida20, que se han previsto dentro del Proyecto de Ley de Identidad de Género21, y que de hecho, ya han recibido atención a través de procesos judiciales como el del Juzgado 4 de Algeciras (Platero, 2007).

En una perspectiva global y pensando en la situación de las mujeres en general, sabemos que estamos situadas en un punto de partida distinto al de los varones en todos los ámbitos sociales, políticos, económicos, educativos, etc. De esta forma es relevante observar que las lesbianas vivimos una discriminación de efectos interseccionales que van más allá de la suma del hecho de género y de la orientación sexual. Aparece una vulnerabilidad diferente ante factores de exclusión social, cuya manifestación es cada vez más sutil.

Mujeres y hombres estamos situados de forma diferencial en esta concepción de la ciudadanía (Fraser y Gordon, 1992): las mujeres estamos ligadas a la ciudadanía social, donde nuestras aportaciones y las prestaciones recibidas del Estado de Bienestar están ligadas al trabajo no remunerado en el ámbito doméstico y privado, bajo la ética del cuidado. Los varones, por el contrario, estarían ligados a la ciudadanía civil, donde se establece el contrato

19 Ver el discurso de Rosa M. Bonás Pahisa. DIARIO DE SESIONES DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS. Sesión plenaria núm. 98 celebrada el jueves, 30 de junio de 2005 sobre el Proyecto de ley por la que se modifica el código civil en materia de derecho a contraer matrimonio 20 De Cozar, Álvaro. El Gobierno revisará la discriminación de las lesbianas con los bebés ‘in vitro’. (El País, 18/10/2006 p.41) 21 Nota de prensa, FELGT, 8 de Noviembre 2006.

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entre iguales en el espacio público. El varón aparece como el proveedor –o ganapán- principal frente a las mujeres cuyo trabajo no es monetarizado. En este sentido, se podría interpretar que los varones gays están en el mismo espacio económico que los varones heterosexuales – dos varones con dos sueldos de profesiones liberales (DINK)-. Mientras que las mujeres, lesbianas o no, estamos en el espacio económico de la ética del cuidado y del espacio económico secundario. Las mujeres y en especial las lesbianas, no estamos en el mismo plano social y económico que los varones y los gays, por lo que es relevante realizar un análisis de género.

La pareja lésbica rompe con la idea de pareja sin hijos que cuenta con dos

sueldos procedentes de ocupaciones liberales, que es la principal representación de la pareja gay urbana (DINK). En este sentido, es positiva la protección del patrimonio e hijos comunes –si los hay– que el matrimonio puede ofrecer a una lesbiana en pareja. Sin embargo, para la mayoría de las lesbianas, no existe el ‘glamour gay’ del papel couché, que presenta una vida gay envuelta en ropa de lujo, fiestas y sexo. Lo que encontramos son mujeres que se enfrentan a un mercado laboral y unas relaciones sociales donde tienen que esforzarse por ser no sólo mejores que sus compañeros varones, sino también más ‘presentables’ que sus compañeras heterosexuales. De alguna forma, se pide que ‘superen su género’22 y se asemejen a los modelos dominantes normativos, además de poder superar la representación del lesbianismo (especialmente quienes muestran una apariencia más masculina) como pertenencia a una clase social baja.

De forma especialmente intensa, se cuestiona el estilo de vida de las lesbianas, y se las presiona para que ‘pertenezcan’ y formen parte de la(s) norma(s). Las experiencias lésbicas muestran no sólo la posibilidad de vivir relaciones afectivo-sexuales sin hombres, sino también una ruptura con los roles tradicionales de género –lo que es más interesante.

Si volvemos al debate principal sobre el matrimonio homosexual, vemos que se ha centrado sobre los términos más conservadores y familistas23: se ha desplazado el derecho individual del ciudadano y ciudadana a formar una pareja, y a obtener su reconocimiento por parte del Estado, sustituyéndolo por el interés en su capacidad de ser buenos progenitores24. En lugar de discutir la restricción de derechos de la ciudadanía, se ha puesto un especial énfasis en la adopción como piedra angular. Este debate nos sitúa en el estereotipo del varón gay pederasta, y nos obliga a invertir nuestras energías en rebatirlo. Los discursos de este debate 22 Debate con Silvia López –investigadora en la UCM- 20 de Enero de 2006. 23 Con el término ‘familista’ quiero señalar el sesgo e interés en interpretar el problema del matrimonio homosexual como una cuestión ligada a la concepción de familia, de modo que ‘convertirse en’ familia es una forma de normalización y asimilación. Este sesgo ignora las uniones familiares conformadas por lesbianas y gay, que no siempre son monógamas o exclusivamente en pareja, como muestran las redes sociales que sirvieron para responder ante la pandemia del SIDA en los años noventa, y la existencia de familias distintas a la pareja como son los tríos, familias extensas lgtb, etc. Asimismo desplaza el debate sobre los derechos individuales de la ciudadanía gay y lesbiana hacia cuestiones como pueden ser su idoneidad como progenitores, la adopción, el requisito de modelos masculinos y femeninos, y la dificultad de representar un patrón de género tradicional y heterosexista, etc. 24 Sobre esta cuestión es muy interesante el artículo de Judith Butler (2002) “Is kinship always already heterosexual?”, en Differences: A Journal of Feminist Cultural Studies 13(1): 14-41.

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representan las parejas como si estuvieran casi exclusivamente formadas por varones, y están caracterizados por el uso que se hace de la masculinidad ‘defectuosa’ de los gays, de la pederastia, de la fragilidad de las parejas gays y de su infidelidad, del VIH/SIDA, etc.

En este sentido, pensemos en el papel que tienen las mujeres y las lesbianas en la institución familiar. El reconocimiento de las lesbianas como madres y esposas no conlleva grandes cambios en los papeles tradicionalmente asignados a las mujeres: además de madres y esposas, enfrentarnos al ‘síndrome de la superwoman’. Sin embargo, podríamos argumentar que el matrimonio homosexual implica para nosotras una protección de situaciones de menores carentes de derechos, de personas de edad avanzada que desean transmitir propiedades a sus parejas, etc. Encontramos que muchas lesbianas siguen siendo, a los ojos de la sociedad, mujeres disponibles para tareas no remuneradas de cuidado de personas dependientes. No se otorga a las relaciones lésbicas la misma legitimidad y reconocimiento que a las uniones heterosexuales, por lo que su representación incluye una imagen de transitoriedad e inestabilidad.

A menudo, el lesbianismo ha simbolizado una de las sexualidades no normativas, que presenta rupturas específicas con los patrones y roles de género tradicionales. Las lesbianas unidas en matrimonio homosexual pasamos de ser ejemplo de una sexualidad disruptiva a conformar los mismos roles sociales de siempre, poco relevantes, que relegan a las mujeres a un espacio secundario. Estas representaciones desexualizan las relaciones lésbicas, donde el deseo está menos presente que en los roles sociales al uso.

La entrada de las lesbianas en el matrimonio homosexual no implica una gran transformación social de los valores dominantes, donde la heterosexualidad y lo ‘gay’ (masculino) reproducen sus normas en todas las esferas políticas, económicas y sociales. Podríamos añadir que estos valores dominantes contienen un posicionamiento determinado frente a la diversidad étnica, religiosa, cultural, etc. Los discursos de los años noventa y de esta década han estado presentando al matrimonio homosexual como transformación social; sin embargo, su capacidad de incluir y beneficiar a las lesbianas no está todavía clara. El matrimonio homosexual contiene una serie de condicionantes, compartidos con el matrimonio tradicional, los cuales privilegian a las clases sociales medias, quienes tienen propiedades y transmiten herencias, poseen ciertos órdenes de género, etnicidad y deseabilidad social, etc.

No están claros cuáles serán los efectos económicos sobre las lesbianas si el Estado las percibe como unión familiar y de cuidado recíproco, siendo al mismo tiempo sujetos potenciales de exclusión económica: en el Reino Unido ya se habla de los efectos del sistema de impuestos sobre las lesbianas. La declaración conjunta –obligatoria para los matrimonios (heterosexuales) y para las parejas de hecho (gays y lésbicas) británicas– es menos beneficiosa que una declaración individual, y puede traducirse en un impacto negativo de unas cincuenta libras

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esterlinas por semana (Auchmuty25 citando datos de The Sunday, 2005). Dicho impacto es especialmente perjudicial para las lesbianas, quienes por lo general tienen ingresos menores que los varones gays.

En países como Canadá se atisba un sesgo del matrimonio hacia los varones de clase media, sin discapacidad, de etnia caucasiana, etc. En este sentido, también está surgiendo un debate similar sobre el papel que juega el Estado del bienestar, al percibir a las lesbianas ya como individuos, ya como parejas, candidatas a pensiones y otras ayudas, pues éstas son más cuantiosas para las personas que no están en pareja. Encontraríamos que las lesbianas casadas de clase más baja pasarían a estar en peor situación económica que las solteras. Esta información económica nos llevaría a pensar que el matrimonio homosexual está diseñado para beneficiar a las clases medias (con propiedades, hijos e hijas, etc.).

Aunque aún es pronto para saber cuál es el perfil de quienes optan por esta forma legal de unión, con los datos disponibles a 20 de noviembre de 2005 vemos que se han casado unas 440 parejas26, de las que un 78,4% son de varones (Europa Press). Lo que la prensa informa sobre las mujeres que se han casado es que pertenecen a colectivos lgtb. El sesgo masculino del matrimonio del mismo sexo era algo que intuíamos, y que los datos nos están confirmando en todos y cada uno de los países donde ha llegado.

El matrimonio homosexual tiene apariencia de medida neutra, ya que aparentemente no es relevante el hecho de que los cónyuges sean mujeres o varones. Ahora bien, bajo la lupa de la perspectiva de género se revela como una acción invisibilizadora de las lesbianas, en tanto en cuanto nos homogeneiza como ‘homosexuales femeninas’, y nos relega a un segundo plano de un orden económico y social donde es distinto nuestro punto de partida como mujeres, lesbianas, trabajadoras precarias, cuidadoras sin remuneración ni reconocimiento, etc. Esta cuestión pasa desapercibida para la mayoría que, desde la óptica liberal de la igualdad, concibe como suficiente la igualdad (formal) de oportunidades para todos los colectivos, sin optar por acciones correctoras y reparadoras de la desigualdad. Así, no se reconoce la exclusión social e interseccional que viven las lesbianas.

El matrimonio es una manifestación pública de un compromiso, pero también es un sacramento religioso, un estatus social y legal, que contiene una dimensión psicológica y moral. Según Catherine Donovan (2004; 25), el matrimonio es un contrato que confiere un estatus económico y legal privilegiado, que refuerza las desigualdades entre individuos, basándose en la forma de organización de sus vidas personales ante el Estado. Es una institución que ha tenido una historia tan problemática y violenta que debe inspirarnos cautela, y un cuestionamiento

25 Conversación con Rosemary Auchmuty, 8 de Diciembre de 2005. Equivale a unos 34 €. 26 Datos difundidos por Europa Press el día 20 de Noviembre de 2005 y que recoge el artículo de El País - Sociedad el día 4 de Diciembre de 2005.

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incesante. Representa un tipo de amor ideal que contiene muchos riesgos potenciales para las mujeres.

El concepto de ‘amor’ ha desplazado a valores tan trascendentes como la religión, la moral o las tradiciones, de modo que se apela al amor cuando se justifica el papel de cuidado y subordinación de las mujeres dentro de la familia. Ya no “se sirve al marido”, sino que por amor, se cuida a los hijos como forma de realización de la “mística de la feminidad” (Molina 2003, Jónasdóttir 1993). En este sentido, este amor romántico está enmascarando la violencia simbólica e implícita propia del ‘patriarcado por consentimiento’ –opuesto al ‘patriarcado por coerción’ donde la violencia es física y es un modelo que está quedando cada vez más superado en Occidente- (Molina, 2003). La maternidad y la representación de las lesbianas como madres las convierte en mujeres adecuadas, ajustadas y parte de la ‘normalidad’.

Yendo más allá de estas consideraciones, el hecho de que los matrimonios homosexual y heterosexual tengan el mismo estatus legal no conlleva que la discriminación contra las personas LGTB acabe, ni que se considere socialmente a gays y lesbianas como ciudadanos de primera. Subsisten la posible diferencia entre gays de primera y de segunda, la eterna situación de las lesbianas como invisibles y segundonas, el olvido de las personas transexuales y la inexistencia de los bisexuales a los ojos del movimiento LGTB, etc. Es decir, el matrimonio homosexual se configura como un instrumento de consecución de la igualdad formal, que contiene un sesgo de género (y de otros tipos, como de clase social, etc.) que no está siendo analizado por el momento.

Tras la aprobación del matrimonio homosexual, podemos plantearnos una serie de cuestiones que nos ayuden a realizar un análisis de género, y que profundicen en la situación de las sexualidades no normativas ante el Estado. Además de analizar si posee un impacto diferencial sobre varones y mujeres, podemos preguntarnos si existe además un sesgo en el matrimonio homosexual que favorezca a los varones de clase media, de etnia caucásica, sin discapacidad, residentes en espacios urbanos, con nacionalidad española, etc. En este sentido, es necesario explicitar si existen unas necesidades específicas de las lesbianas, y porqué son distintas las demandas de las lesbianas de aquéllas planteadas por los homosexuales, bisexuales y transexuales. Asimismo, es vital señalar en qué foros de discusión se explicitan estas necesidades de las lesbianas, y hasta qué punto el movimiento lgtb está dando acogida a estas demandas. Finalmente, hemos de plantearnos si el movimiento lgtb tiene capacidad y voluntad para aprender de las experiencias y buenas prácticas de los movimientos de mujeres y feministas.

Mi hipótesis es que existe un impacto diferencial sobre las lesbianas, en cuanto mujeres situadas social y económicamente en un espacio diferente. Sin embargo, para poder demostrar esta premisa se impone la necesidad de seguir investigando, de activar los debates dentro de los distintos movimientos sociales, y de generar foros de discusión en los que se identifiquen algunas de estas cuestiones.

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Conclusiones El debate sobre el matrimonio homosexual se ha definido como un problema de varones gays, que ni visibiliza a las lesbianas como colectivo específico ni reconoce su situación de especial exclusión y constante ausencia. El matrimonio homosexual aparece como un cambio legal que es neutro, ya que trata por igual a ciudadanos y ciudadanas, y sin embargo está manteniendo la situación actual de orden de género y heterosexista que relega las mujeres a los márgenes.

La representación del matrimonio homosexual como demanda unánime y necesaria para la consecución de los derechos del colectivo LGTB ha ensombrecido otras posibles demandas y problemas de las personas LGTB. Esta representación del mismo como problema dominante ha eliminado de la agenda política el debate sobre la inclusión de otras formas de uniones y redes familiares que sí hacían, por el contrario, una lectura crítica de los roles tradicionales asignados a mujeres y varones. La posible discusión crítica del matrimonio y de su efecto sobre las mujeres, así como de la necesidad de crear uniones familiares que transformen el patrón heterosexista existente en nuestro entorno, se produce durante el periodo en el que se demanda la pareja de hecho (años noventa hasta el 2002, aproximadamente). En un período sucesivo, el debate se centra en responder a los sectores más reaccionarios de la derecha y de la Iglesia. En este esfuerzo, donde parte del feminismo más visible y otros movimientos sociales apoyan las demandas lgtb mayoritarias, desaparecen las voces más críticas hacia el matrimonio, favorables a la creación de nuevas uniones familiares.

Podríamos preguntarnos si el Estado no está reproduciendo formas específicas de exclusión, a través de distintos mecanismos, que van cambiando y transformándose para adaptarse a cada momento dentro de un marco interpretativo heterosexista. Así, el matrimonio homosexual funciona como una institución más, con las mismas formas de exclusión e invisibilización heterosexista. Si el matrimonio homosexual ha pasado de ser una revolución transformadora a ser una forma de asimilación y normalización, corremos el peligro de ser absorbidos por los mismos mecanismos que producen discriminación. En la visión actual de los problemas de lesbianas y gays, el sexismo y la homofobia no están siendo entendidos como formas de discriminación que tienen un mismo origen.

Bajo el prisma actual tenemos la doble representación de las lesbianas como sexualidades políticas disruptivas, y al mismo tiempo, una representación dominante de las lesbianas como madres y esposas que buscan un reconocimiento ante el Estado. Nos podríamos preguntar si son compatibles políticamente estas representaciones, dentro y fuera de la normatividad, o muestran una transformación limitada de los patrones dominantes.

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Necesitamos realizar un análisis integral de la situación de las lesbianas en todas las esferas sociales, económicas y políticas, que muestre los mecanismos existentes en la discriminación específica y sistemática de las lesbianas, como lesbianas y como mujeres, que las invisibilizan mediante formas de exclusión concretas. El matrimonio forma parte de las instituciones que mantienen a las mujeres y a las lesbianas en el rol tradicional de género, sin transformar ni cambiar el orden social establecido, heterosexista y lesbófobo. Agradecimientos: Este texto se beneficia de los comentarios y generosa lectura de Victoria Rosa Sturling, así como de los debates teóricos feministas entusiastas que me ha facilitado Silvia López. Bibliografía Alexander M. Jacqui (1994). “Not Just Anybody Can Be A Citizen: The Politics of Law, Sexuality and Postcoloniality”, en Trinidad and Tobago and the Bahamas. Feminist Review 48, 5-23. Auchmuty, Rosemary (2004). “Same-Sex Marriage Revived: Feminist Critique and Legal Strategy”, en Feminism & Psychology, Vol. 14 (1), 101-126. Bacchi, Carol L. (1999). Women, Policy and Politics. The Construction of Policy Problems, London: Sage. Brandzel, Amy L. (2005). “Queering Citizenship? Same sex marriage and the State”, en GLQ: A Journal of Lesbian and Gay Studies 11(2): 171-204. Calvo, Kerman (2005). “Matrimonio homosexual y ciudadanía”. Claves de la razón práctica 154: 32-40. Donovan, Catherine (2004). “Why Reach for the Moon? Because the Stars aren’t Enough”, Feminism & Psychology, Vol. 14(1): 24-29. Fraser, Nancy y Gordon, Linda, (1992). Contrato versus caridad. Una reconsideración de la relación entre ciudadanía civil y ciudadanía social. Isegoría 6:65-82. Guillaumin, Collete (1992). Sexe, Race et Praeique du Pouvoir. Paris : Coté-femms. Jónasdóttir, Anna (1993). El poder del amor: ¿Le importa el sexo a la democracia?, Madrid: Cátedra. Molina, Cristina (2003). Género y poder desde sus metáforas. Apunts para una topografía del patriarcado. En Tuber, Silvia (ed): Del sexo al género: los equívocos de un concepto. Madrid: Cátedra. Colección Feminismos. Osborne, Raquel (1997). Grupos Minoritarios y acción positiva: las mujeres y las políticas de igualdad. Papers, 53: 65-76. Pateman, Carole (1988). The Sexual Contract. Stanford: Stanford University Press. Peel, Elizabeth & Harding, Rosie (2004). “Divorcing Romance, Rights, and Radicalism: Beyond pro and anti in the lesbian and gay marriage debate”, Feminism & Psychology, 14(4). Platero, Raquel (2004). Los Marcos de Política y Representación de los Problemas Públicos de Lesbianas y Gays en las Políticas Centrales y Autonómicas (1995-2004): Las Parejas de Hecho, Departamento de Métodos de Investigación y Teoría de la Investigación, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Platero, Raquel (2005a). Linking gender equality and sexual orientation policies. An analysis of local, regional and national equality policies, ECPR Joint Sessions, Granada. Platero, Raquel (2005b). Are lesbians considered women by Spanish femocrats? The representation of non-normative sexualities in the national and regional equality policies.

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