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c T ENTA A OT X ACOBIPARAR a1 doctor Aquinas Ried en su jira turistica por el sur de Chile del aiio 1847. Tengo en mis manos el “Diario del Viaje”, publicado por su nieto Albert0 Ried, y en el texto me entrego con deleite a evocar las etapas que el doctor ilustra con origi- nales apuntes, en 10s que siempre gana el color tan pereonal de ver nuestras cosas chilenas. El doctor Ried tiene una inquietud de estudioso y de eKplorador. Lleva tres afios de readencia en Chile 10s que, para a1 antimonarquico universitario de Miinich, han servido de reposo para exaltar sus facultades artisticas. Ha compuesto en la hacienda de San Isidro, de don Jorge Waddington, en las cer- canias de Quillota, una opera patridtica “TelBsfora”, en tres actos, escrita en espaiiol y dedicada a la na- cion chilena. El rebelde estudiante de la Universidad Ludovica Maximiliana siente vibrar en su alma las voces de emancipacidn del pais, que aun no termina de entonar sus canticos de gloria a la epopeya, y junta. por ese deseo profundo de su espiritu, la bi- soiia voz “a1 cor0 nacional, en alabanza de 10s h6- roes vivos como muertos, a cuyos connatos este pais favorecido, debe aquel tesoro sin igual: la likrtad”. Nadie puede decir que el doctor aleman es un extrafio a nuestra vida nacional. Chile empieza a participarle sus felkidades y zozobras. Y, en esta eK- pedicion que realiza desde Valparaiso hasta el lago Llanquihue, intervienen con su sensibilidad artisti- ca y su inquietud cientifica 10s domesticos porme- nores de un viaje penoso’y lleno de dificultades. EN LA PRLMERA ETAPA DEL 1 7 m m A z SANTIAGO Sale de Limache a las 10 de la mafiana del 7 de Febrero de 1847. Ha. abandonado el pueblo a Se hacen tecuerdos de la salida de Li- mache del doctor Aquinas Ried el 7.de febrero de 1847, hasta el lago Llanqui- hue, tornados de su “Diario de Viaje’’ con SUR apiiiites originales. caballo acompafiado de su mozo Antonio. Pero. en la “Cuesta de la Dormida”, W e se le separa y que- da solo. A1 pasar por un villorrio pregunta por el camino o por un buen baqueano y, con sorpresa, el mismo a quien se dirige le ofrece sus servicios de guia. Para el doctor Ried su preocupacion es la tra- vesia por la famosa Cuesta de Lo Prado que tiene una historia de asaltos que se repiten con frecuen- cia. Ha subido la larga y escarpada cuesta rece- loso de su guia, y como medida de prudencia y de estrategia deja a este la delantgra para el cas0 de que pudiera ser sorprendido por salteadores. Llega- ron a un paso estrecho y brusco que denominan el “Paso de las Animas”. El baqueano aprovecha una paradilla para relatarle un episodio sucedido all1 y que no le inquieta. Siguieron la ascensih. AI He- gar a la cima de la cuesta la temperatura cambia, sintiendose frio. La humedad y 10s vapores de la neblina 10s hacen invisibles. La bajada es peor adm que la subida. Ha tenido que desensillar su caballo para colocar una cincha mas hacia atrks y preve- nir de este modo que la montura saliese por la ca- beza de “su rocinante”. A1 otro lado de esta montaiia 10s valles, muy quebrados, forman terrenos de gran declive. Se rompe por un instante la densa neblina y pueden ver la cumbre de una colina sembrada de antiguas niinas que se llama “El Asiento Viejo”. A la puesta de sol llega a una casa conforta- We. donde pide alojamiento y s610 se le concede des- pu6s de veneer muchas dificultades. El jefe de familia es un hombre anciano. eden- tado, algo extrafio en sus modales. Orgulloso de 10s bienes de fortuna adquiridos por su hijo mayor tie- ne, ademas, ocho hijos vsrones; parece que se en- cuentra en situaci6n holgada. Cuenta historias fan- tasticas de hechos de sangre que tuvieron por es- CATEDRAL 1221 - SANTIAGO IREEMBOLS OS

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c T ENTA A

O T X ACOBIPARAR a1 doctor Aquinas Ried en su jira turistica por el sur de Chile del aiio 1847. Tengo en mis manos el “Diario del Viaje”, publicado por su nieto Albert0 Ried, y en el texto me entrego con deleite

a evocar las etapas que el doctor ilustra con origi- nales apuntes, en 10s que siempre gana el color tan pereonal de ver nuestras cosas chilenas.

El doctor Ried tiene una inquietud de estudioso y de eKplorador. Lleva tres afios de readencia en Chile 10s que, para a1 antimonarquico universitario de Miinich, han servido de reposo para exaltar sus facultades artisticas. Ha compuesto en la hacienda de San Isidro, de don Jorge Waddington, en las cer- canias de Quillota, una opera patridtica “TelBsfora”, en tres actos, escrita en espaiiol y dedicada a la na- cion chilena. El rebelde estudiante de la Universidad Ludovica Maximiliana siente vibrar en su alma las voces de emancipacidn del pais, que aun no termina de entonar sus canticos de gloria a la epopeya, y junta. por ese deseo profundo de su espiritu, la bi- soiia voz “a1 cor0 nacional, en alabanza de 10s h6- roes vivos como muertos, a cuyos connatos este pais favorecido, debe aquel tesoro sin igual: la likrtad”.

Nadie puede decir que el doctor aleman es un extrafio a nuestra vida nacional. Chile empieza a participarle sus felkidades y zozobras. Y, en esta eK- pedicion que realiza desde Valparaiso hasta el lago Llanquihue, intervienen con su sensibilidad artisti- ca y su inquietud cientifica 10s domesticos porme- nores de un viaje penoso’y lleno de dificultades.

E N LA PRLMERA ETAPA DEL 1 7 m m A z

SANTIAGO

Sale de Limache a las 10 de la mafiana del 7 de Febrero de 1847. Ha. abandonado el pueblo a

Se hacen tecuerdos de la salida de Li- mache del doctor Aquinas Ried el 7.de febrero de 1847, hasta el lago Llanqui- hue, tornados de su “Diario de Viaje’’ con SUR apiiiites originales.

caballo acompafiado de su mozo Antonio. Pero. en la “Cuesta de la Dormida”, W e se le separa y que- da solo. A1 pasar por un villorrio pregunta por el camino o por un buen baqueano y, con sorpresa, el mismo a quien se dirige le ofrece sus servicios de guia. Para el doctor Ried su preocupacion es la tra- vesia por la famosa Cuesta de Lo Prado que tiene una historia de asaltos que se repiten con frecuen- cia. Ha subido la larga y escarpada cuesta rece- loso de su guia, y como medida de prudencia y de estrategia deja a este la delantgra para el cas0 de que pudiera ser sorprendido por salteadores. Llega- ron a un paso estrecho y brusco que denominan el “Paso de las Animas”. El baqueano aprovecha una paradilla para relatarle un episodio sucedido all1 y que no le inquieta. Siguieron la ascensih. AI He- gar a la cima de la cuesta la temperatura cambia, sintiendose frio. La humedad y 10s vapores de la neblina 10s hacen invisibles. La bajada es peor adm que la subida. Ha tenido que desensillar su caballo para colocar una cincha mas hacia atrks y preve- nir de este modo que la montura saliese por la ca- beza de “su rocinante”.

A1 otro lado de esta montaiia 10s valles, muy quebrados, forman terrenos de gran declive. Se rompe por un instante la densa neblina y pueden ver la cumbre de una colina sembrada de antiguas niinas que se llama “El Asiento Viejo”.

A la puesta de sol llega a una casa conforta- We. donde pide alojamiento y s610 se le concede des- pu6s de veneer muchas dificultades.

El jefe de familia es un hombre anciano. eden- tado, algo extrafio en sus modales. Orgulloso de 10s bienes de fortuna adquiridos por su hijo mayor tie- ne, ademas, ocho hijos vsrones; parece que se en- cuentra en situaci6n holgada. Cuenta historias fan- tasticas de hechos de sangre que tuvieron por es-

CATEDRAL 1221 - SANTIAGO

I R E E M B O L S O S

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cenario la Cuesta . Pero , en s u conversacidn, no cesa de a d m i r a r el c inturdn de viaje del doctor .

E n un momento en que s e hal la solo, el t u r i s t a se cerciora del buen funcionamiento de sus a r m a s de fuego. Despues cen& con abundanc‘a y, por fin, s e duerme sin o t r a presencia mar t i r i zadora que la de las pu lgas .

A1 a m a n e c e r cont inda el viaje y deja a t r & s l a p r imera posada que l laman “Capilla de las Animas” , nombre que parece m u y poco apropiado p a r a p a s a r u n a noche de descanso. A una ho ra d e m a r c h a llelga a Tiltil, y a las ocho de aquella mafiana a t r av ie sa l a hac ienda de Polpaico, que e s seguida por un l lano esteri l y polvoriento. E n t r a a un bosquecillo de ma- tor ra les y espinos; desciende por l a b a r r a n c a de un cerro desde donde divisa por p r imera vez 10s l lanos de Maipd .

Son las nueve de la noche. “Cansados y h a m - brientos, yo y mi mozo, nos hemos empefiado indtil- m e n t e en conseguir a lgo que comer . Ni a g u a s e puede obtener en este desamparo , a excepcidn de un a g u a de acequia inmunda y del peor aspecto. E n un pobre r ancho s e nos h a dado a lg im maiz p a r a nues- tra. cabalgaduras , huevos fr i tos , y p a n p a r a mi y mi acompafiante , todo est0 por un real. Proseguido niiestro camino, de mafiana, hemos estado a la v is ta de San t i ago hacia el mediodia. A n u e s t r a l legada hemos encont rado un g r a n n u m e r o de c a r r e t a s que vuelven de: mercado a donde l levaron melones, la principal fruta de e s t a epoca”.

AI doctor Aquinas Ried l a s inmediaciones y a u n la misma e n t r a d a a la capi ta l le recuerdan a Qui- Ilota. No le emoc;ona la vis ta del Puen te de Cali-

can to ni sus once’ ojos cicldpeos. L o describe como “un puente ve tus to de ladrillos y piedras , con ga- r i t a s p a r a la defensa”. AI te rmino del puente , don- de s,e hal la la Aduana , le l l ama l a a tenci6n el des- aseo de la g u a r d i a ; luego desemboca en u n a calle en la que h a y b a s t a n t e movimiento. E s la calle del Puen te .

H a sido el doctor alojado en l a casa de su ami - g o don Francisco Arr iagada,La construccidn que lo a lbe rga e s espaciosa, con l a r g a s corr idas de apo- sentos provis tos de valioso mueblaje; fu6 p a r a 61 un halfazgo la presencia de dos ricos pianos por 10s cuales deslizo, p a r a probar sus voces, unas melo- dias de su “TelBsfora”. No s e fa t igo de a d m i r a r el pat io , donde c u a t r o es ta tuas , s e dis t r ibuian en el medio de f lores y a rbus tos de escogidos ejemplares .

Sale a la calle y as i , como en Munich o en Val- paraiso, FC halla de pronto con u n amigo, don CB- s a r Maas , que e s t 5 alojado en la “Fonda Inglesa”, donde a lmuerzan juntos . “ E s es to que l laman ho- tel , un pohre establecimiento, pes imamente admi- nis t rado, a pesar de ser el mejor de la ciudad”.

Quiere eonocer la ciudad y lo l levan a ver el Palacio cle L a Moneda que 61 describe como “un

conjunto extenso de muros de ladrillos m u y poco ca- racterist ico. F a l t o de estilo determinado, f a l to d e comodidades, fa l to de elegancia”.

Los hdsa res que m o n t a n g u a r d i a en la p u e r t a del palacio son p a r a el doctor u n a pobre imitaci6n de un pobre or iginal : el hdsa r f rances . L a Ca ted ra l que le h a n ponderado tan to , le produce tambi6n u n a desilusidn: e s t a inconclusa. Y se horror iza a1 pen- s a r que una fabr ica cattrlica, de la capi ta l de un pa is cattrlico, h a y a sido construida por dos herejes ingle- ses y un infiel, un pobre e i gnoran te indigena.

“El ocio, la indolencia, las in t r igas , el vicio de fumar , el del juego y otros menos finos, dan u n a idea de 10s hab i t an te s de Sant iago. F a l t a n las indus- t r ias . E l t raf ico escasea. E l m a t e , la toilette, l a m i s a y las aven tu ras amorosas ocupan a e s t a s mujeres , porque 10s hombres parece que a u n t ienen menos quehaceres. Abundan 10s f r anceses y las m a n e r a s y las ideas de toda e s t a g e n t e son afrancesadas. lo q u e no const i tuye u n a ven ta j a p a r a ella”.

E l doctor olvidaba que s e e s t a b a en pleno ro- mant ic i smo y que 10s hombres e r a n girondinos y l a s mujeres Eloisas .

EX L.4 SEGUNDA ETAPA DEL VIAJE A TALCA

Antes de emprender s u segunda e tapa , el doctor Ried h a id0 a T a n g o donde se encuen t r a el fundo d e su a m i g o don Franc isco Ar r i agada , que a b a r c a u n a s dos mil cuadras de t i e r r a p a r a t r igos y produce anualmente diez mil f a n e g a s .

“De t ra s de la caEa de Ar r i agada h a y u n a co- i ina con dos cumbres que parecen dos cabezas; un.

hilo de a g u a come en de r redor . Es tos cer r i tos 10s l l aman Charamavlda . Le he propues to que aprove- che lo pintoresco y fer t i l de e s t a s colinas y p lan te en cada u n a un vifiedo y que se sumin i s t r e a g u a por rnedio de u n a bomba de presidn; as imismo le he ha- blado de construir un molino e n t r e los dos picos. X i proposicion le h a ag radado al agricul tor , pero pro- bablemente nunca la l levara a la p r b t i c a ” .

A h o r a el doctor h a c e u n estudio del car&cter de su amigo: “Es un hombre que vive en f o r m a b a s t a n t e cur iosa y que yo consider0 un t a n t o puer- c a . Es casado y no casado. F r e n t e a su propia c a s a h a y o t r a t a n pr imit iva como l a suya , y en donde habi ta su ‘duefia, que es a1 mismo t iempo la duefia de Tango, acompaf iada d e su h i j a . E s t a u l t ima pa - sa por esposa de Ar r i agada , y 61, cosa extrafia, no permi te que j a m a s nadie vea a ia joven . . . El hom- bre me hace d i fe ren tes insinuaciones industr ia les .

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pr imer0 m e hab la de ins ta la r u n a fabr ica de ladr i - 110s. DespuBs de establecer u n a mantequi l ler ia y queseria, m a s t a r d e de m o n t a r un molino y una cer- vecer ia . Todo esto, de u n modo t a n vag0 e incom- prensivo, que se ve a todas luces que 81 mismo no sabe lo que quiere, y que j a m a s podrb l levar a cab0 t a n t o proyecto” .

L a hacienda de Ar r i agada l lega h a s t a el puen- t e sobre el rio Maipo, y el doctor h a ido a visitarlo.

“Es te puente , de mater ia les toscos, no de ja de se r ingenioso. Cuero sin cu r t i r , cor tado en t i r a s y enros- cad0 en r a m a s delgadas y horizontalmente coloca- das, const i tuye lo que l l amar i amos la ca lzada ; el conjunto pa rece una p u r a invenci6n indigena. El afio filtimo es te mismo viaduct0 se tumb6; 10s cables matr ices e ran de caiiamo en b r u t o y a s i hab ian prestado servicios d u r a n t e mucho tiempo. Trece hom- bres fueron encargados d e componerlo; m i e n t r a s e s t aban en e s t a f aena , el puen te cedi6 y se ahoga - ron once. E n la actual idad t iene mucho t r h s i t o y debe a p o r t a r buena uti l idad, y a que cada m u l a ca r - gada p a g a un medio. L a s mulas desca rgadas y 10s caballos ensillados no pagan , siendo Bsta una dispo- sicion bien extrai ia , que hace recaer todo el peso de la t a s a sobre la g e n t e pobre” .

El 18 de febrero prosigue e’l doctor Ried su viaje a1 sur. Componen su c a b a l g a t a Mister Griihn, u n an t iguo mar iner0 de la “Catal ina”, el barco que t r a jo a Valdivia el afio an ter ior 10s primeros colo- nos alemanes, el gr ingo Kindermann, don CBsar M a a s y t r e s sirvientes a c a r g o de seis caballos d e repuesto y una mula de carga . Hombre previsor, h a comprado p a r a 61 o t r a mula a lazana , de mon tu ra , p a r a subir cuestas . Sus dos caballos de r emuda se l laman “E le fan te” y “Miope”.

A las c u a t r o de la t a r d e a t rav iesan el rio Mai- PO, que se precipi ta correntoso por su cauce lleno d e piedras. El doctor s a c a su l ibre ta de apun tes y cliseiia un croquis del puente . A1 anochecer a r r i b a a la hacienda de Lo Aguila , que per tenece a don Domingo Toro. “ E n el camino hemos encontrado par t idas de sefioritas que v ia jan en coche”. A1 lle- g a r a la hacienda se encuen t r a con u n a g r a n reuni6n. Lo recibe don Domingo con su proverbial gentileza. “ E s u n hombre pequeiio, a legre , de m u y buenos modales; domina bien el f r anc&, el ingl6s y un poco el a l eman” . Le l l ama la atenci6n ver en el parque un hermoso ejemplar de la p a l m a chile- na que, por su tamafio, denota var ios siglos de vida.

Con l a s p r imeras luce? del d ia s iguiente con- t inua su viaje. L a s m o n t z h a s van estrechando el v a - Ile. hasta reducirlo a un paso que l l aman d e l a An- g o s t u r a . E l an t iguo camino se h a obstruido y hace u n rodeo p a r a seguir ade lan te , vadeando repe t idas veces un arrollo que se rpen tea gracioso. E n uno de

10s recodos encuen t r a a una chiquilla robus t a y sim- pa t ica que se l a v a 10s pies. “De propia iniciativa - dice el doctor - nos indica sonriente el camino que debemos seguir. ;No es e s t a la ve rdade ra cor tes ia? iY cuan poco- de tal politica espontbnea suele en- cont ra rse !”

Duran te un r a t o se entret ienen en hace r a lgu- nos ejercicios de equitaci6n o maniobras de caballe- ria. E x c l a m a orgulloso el doctor : “Me convenzo de que mis compafieros per tenecen a l a r e t a g u a r - d i a . . . ”

Ahora viene c a u t i v h d o l o un cerro, de 10s que con frecuencia exis ten ais lados en el pais. Es el P a n de Azucar . La dis tancia que lo s e p a r a de 61 es engafiosa: llevan y a t r e s ho ras de viaje y s iempre se conserva e a el mismo sitio.

P a s a n por la a n t i g u a hacienda de la Cornpailia de Jesos, y que ahora per tenece a la fami l ia Correa. “Tiene muchas l eguas de ancho ’y se ext iende des- de el m a r h a s t a 10s Andes. Produce m b s de 30.000 fanegas de t r igo anua lmen te y podria rendir diez veces m8s” .

L a l lanura s igue llena de encantos p a r a el doc- to r Ried. Todo se hal la verde. L a s a l amedas yer- guen sus penachos de f r e scu ra . . .

Arr iba a R a n c a g u a a1 mediodia. Compara a la a ldea con Quillota. L a c a b a l g a t a c ruza un paseo publico en busca de alojamiento. El ige el doctor l a “Posada del Recreo”, a mano izquierda de la Ala- meda Real. Es tos nombres a l t i sonantes a sus ojos de viajero agudo le parece que c o n t r a s t a n dema- s iado con la realidad. Pe ro se olvida p ron to viendo l a obscuridad con que lo recibe el posadero.

“Su muje r se, encuen t r a t r a s t o r n a d a y, ,segrin dicen, poseida del “demonio chacharrero”. D a vuel- tas en derredor de la c a s a d u r a n t e todo el dia, ha - blando sin pa ra r . L a hospederia es t& repleta. Mien- t r a s contempIo lo ab iga r rado de la concurrencia , l legan dos birlochos, de 10s cuales desciende u n a sefiora m u y anc iana , acompai iada de su servidum- bre. Todos la miran. E l pa t io contiene cerca de t r e in t a caballos, y m a y o r niimero de hombres, mu- je res y nifios, per ros y g a t o s en buena cant idad, y piojos, Dios sabe cuantos.”

“El conjunto de t r a j e s es t ra fa la r ios , el cont ras - t e de 10s distintos t ipos humanos m e in te resan alta- mente. Todo esto me recuerda u n a descripci6n que hace S i r Wal t e r Scot t de una a n t i g u a posada in- glesa.”

“Por f in , en medio de es te revoltijo babilonico, leo “Enr ique VI” de Shakespeare. Duermo bien, m e levanto aun noche, y a1 p a g a r la cuen ta del hos- pedaje me asombro de lo b a r a t a que cues t a l a al- falfa.”

L a caba lga ta ahora a t r av ie sa , con 10s prime- ros r ayos del sol, el lecho del rio Cachapoal , di- vidido en diversos brazos que a b a r c a n una ex- tension de m a s o menos dos leguas. Empiezan a cru- z a r 10s primeros brazos, profundos y correntosos. E l espectaculo les produce vBrtigo. M a a s lo h a m con la nar iz dirigida hac ia el cielo y 10s ojos cerrados. P o r el b razo-pr inc ipa l pasa un puen te muy pare- cido a1 que existe sobre el Maipo. “ P a r a poderlo aprovechar tuv imos una espera de m a s de una hora, pues, es tando a h frescos 10s cueros con que lo h a n cosido, con el t r ans i t0 diario el puen te se es t i ra . Cua t ro hombres provis tos de g u a n t e s apr ie tan 10s

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:atigos. Mien t r a s esperamos. por descuido del sir- viente de Maas , el rio s e lleva a mi caballo “Ele- €an te” y a un caballo viejo per teneciente a don J u a n Renous, que casi se ahogan . L a corr iente es por de- m a s peligrosa. E l ruido que producen l a s g l a n d e s piedras a1 roda r a r r a s t r a d a s por las aguas , s eme ja a truenos. No concibo como han podido salvarse 10s caballos”.

A l a media ta rde , l a caba lga ta cruza la hacien- d a de las Cafiadillas, donde pernoctan. E n la mafia- n a del domingo van a pasear a S a n Fernando. De regreso, en l a s a fue ras del pueblo, ven f lamear en el cogollo de un arbol u n a bande ra chilena. Se ha - l lan en la hacienda de Los Rulos, en u n a planicie concurr ida de gen te del pueblo. Por todas p a r t e s r a sguean las g u i t a r r a s , s e oyen canciones y a l g a r a - bia de fiesta. E l doctor admi ra un r a t o la g rac i a del baile popular.

L a pues t a de sol h a sido maravi l losa y el doc- t o r se h a quedado abs t r a ido en su contemplaci6n. A1 r eg resa r a las casas del fundo don Alejo Lemus , su adminis t rador , a b r e champafia d u r a n t e la cena p a r a fes te ja r a sus huespedes. DespuCs de la me- dianoche, s e l evan tan p a r a cont inuar el viaje y don Alejo 10s a g u a r d a , ofreciendoles diner 0. “Le hemos comprado un caballo p a r a Kindermann, uno p a r a Maas y u n a mula p a r a todos. TendrC que correspon- der a t a n t a amabilidad en cuanto pueda”.

E l 23 de febrero la comitiva llega a las orillas del Tinguir i r ica y alli espera nuevamente que a r r e - glen un puente colgante. que pende en m a l estado. El t e r r eno aspero y pedregoso hace perder las he- r r a d u r a s a 10s caballos Alcanzan a un caserio que l l aman Calle de la Obra donde, en una pequefia pul- per ia , se reconfortan con mate . E s t a n en el in te r ior de la hac ienda del sefior de l a Fuen te , que h a he- cho c e r r a r el camino, lo que les obliga a d a r un g r a n rodeo p a r a poder cont inuar el viaje.

L a caba lga ta m a r c h a por un camino cubierto de colinas de f o r m a conica. Son 10s l lamados cerri- 110s de Teno. Sobre u n a roca sol i tar ia y m u y negra h a y un nido de c6ndores.

Cruzan el Teno. Sus a g u a s son correntosas y blancas como la leche. Siguen un esteri l llano con huel las de esteros secos, y a l a una de la t a rde a r r i - ban a1 pueblo de Curic6, d i s tan te 18 leguas de S a n Fernando.

“ E s u n a aldea pobrisima y abandonada , en don- de exis te una posada de lo peor. EncontrC a un i ta l iano de apellido Moriani y a1 hijo de un inglks de apellido Bruce. E s t e ult imo vendi6 a Kindermann un caballo, bueno a1 parecer , per0 que en verdad, re- su l t6 no valer u n peso No se encontr6 n ingun he- r re ro y hast iados y f a t igados nos recogimos en u n a pieza miserable. Deljajo del corredor vecino, duer- men, en comun. u n a par t :da de cinco mujeres y de t r e s hombres. Descansamos el d ia entero, pues he- mos resuelto v ia ja r de noche”.

Dice el doctor Ried en sus memor ias : “Hoy, 24 de febrero, hace 17 dias que venimos

viajando. De acuerdo con nues t ro nuevo plan, sali- mos a las 4 y media de la t a r d e y comenzamos a recorrer u n a comarca m u y p lana y monotona, en medio de u n a t a r d e maravi l losa; m u y luego l a pues- ta de sol parece engrandecer la escena y yo es- cribo un poema mien t r a s caba lgamos” .

Los viajeros no tieneii gu ia a1 c ruza r u n a p a m -

pa dividida en m u c h a s sendas, por lo cual s e ven oljligados a reca lar a las 9 y media de la noche en una casa soli taria, donde encuen t r an u n a famil ia , to- mando el fresco, bajo el ampl io corredor. H a y una seiiora de edad acompafiada de s ie te h i jas j6venes.

--“Desm6ntense, caballeros.” “No nos hemos apeado, p a r a avanza r a lgo m a s

aquel la misma noche No h a y ni a g q a ni arboles en es te p a r a m o y la luz de la l una es t& encantadora. A medianoche todos e s t amos rendidos y resolvemos acostarnos en u n a e r a que encont ramos jun to a1 camino”.

L a jo rnada s iguiente la inician a las cua t ro de la madrugada , y recorren en el dia, 19 leguas. A t r a - viesan el rio Li rcay y l legan a Ta lca al anochecer. Aqui 10s t e r r enos son pobres y ar idos, y l a cordillera queda m u y dis tante .

P a r a e n t r a r a la ciudad de Ta lca - cuyo nom- bre significa t rueno, en el idioma nat ivo -- reco- r r en una l a r g a Alameda. Luego s e admi ran del hen- moso golpe de vis ta que Csta p resen ta desde lejos, aunque pronto, y a m a s en contact0 con l a realidad, va r i a un t a n t o su opini6n.

“La pr imera calle. por el nor te , es m u y es t re - cha y sucia, mejorando un poco l a s m a s centrales . Nos a lo jamos en la “ F o n d a I ta l iana” . conocida con el nombre m a s vulgar de P icanter ia ; el duefio no es a t e n t o y me mi ra con una c a r a a g r i a d a . Des- puCs de reponemrnos, durmiendo va r i a s horas , mi pri- m e r a vis i ta ha sido p a r a el Mayor Sut ike , un an t i - guo soldado a leman, ( a n old g e r m a n mous tache ) un viejo mostacho a leman HCroe de las campaf ias de 1812, 13 y 14, deepues de f i rmada la paz tuvo un duelo y se vino a Amer ica , a1 servicio de Chile. Acompafio a S a n Mar t in a1 Pe rd , recibiendo un ba- lazo en la cadera, que lo dejo cojo y con la salud uii t a n t o quebrantada . E s un viejo y caballeroso sol- dado, de buen c o r a z h , pero no un genio sobresa- l i en t e . . . Se alegrd mucho de encon t ra r en mi a un soldado hermano, “k r i egscamarad” , como le g u s t a decirme. Su mujer es hi la del pais, una chilena de la.- mejor educadas que he conocido. G r a n admi ra - dora y a m i g a personal del pintor Rugeadas , posee una buena cant idad de dibujos y un a lbum con nu- merosos t r aba jos originales de es te a r t i e t a ( E l ape- llido del Mayor Sut ike , pronunciado a la inglesa, h a hecho pensar a su nieto Alber to Ried en la posi- bilidad de que h a y a dado or igen a la pa l ab ra chi- lena sifitico, cuya etimologia no es t& bien expli- c a d a ) .

“Hemos a lmorzado en casa de Sut ike. Nos ofre- ce con toda ga lan te r i a vinos de m a r c a de la casa, una imitaci6n de 10s vinos europeos; a lgunos de ellos son “sin dUda a lguna , pur0 veneno. L a noche se h a pasado bas t an te entretenida, hemos can tado himnos alemanes, a legrando de e s t a suer te a1 an- ciano mil i tar , que hacia mucho t iempo que no oia n a d a de es tas cosas”.

“ E n la plaza la banda de musicos toca bas t an - t e mal , pero no t a n t o como yo me lo hab ia ima- ginado. L a t a r e a dt: hsce r se c o r t a r el pelo es en Talca algo increible. E n t r e 10s diarios de la locali- dad se destaca “E l A lpha” . . . “La estCtica no est& lo suf ic ientemente desarrol iada j~ ccmo u n a prue- b a de ello copio u n a fuen te publica”.

Se imagina el’ doctor Ried que Talca ofrece mayores expectat ivas de ade lan to que o t r a s ciu-

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E n rengl6n a p a r t e , exc lama: “Vi el batall6n de 10s “Invencibles” de Carampangue . i Habia que verlos ! ”

Sube con don Manuel u n a s colinas que h a y a la espa lda de Concepci6n y encuent ra en uno de 10s montes un fue r t e espafiol ubicado en un si t io des- de el que, seguramente , no pudo hacer nunca ma l a nadie. . .”

Hace poco ha habido u n te r remoto y p a r t e de l a c iudad e s t& cubier ta de escombros. Vis i ta a1 an - ciano obispo que le r ega la u n caballo.

“Fui a bordo de u n ballenero de Hamburgo . E l cap i t an e s un bruto. Hab la u n cua r to de a leman, u n cua r to de ingl6s, dos cuar tos tornados de cinco idiomas que me son desconocidos; menea cont inua- men te su cuerpo como si es tuviera acechando u n a ballena. Con buen vino y buena comida quedamos, a p e s a r de todo, satisfechos. Nos sirvi6 vino del valle de Coyanco, de dieciocho afios de edad, y m u y se- m e j a n t e a 10s vinos de Malaga”.

E N LA CUARTA ETAPA HACIA

LLANQUIHUE

“Un lunes par t imos de nuevo repues tos y bien provistos, llevando a d e m a s una c a r t a del intenden- t e don Guillermo Cruz, un caballero m u y politico y b a s t a n t e laborioso, quien nos mos t r6 u n manuscr i - to re feren te a u n viaje efectuado por su padre , atra- vesando l a cordil lera a u s t r a l y siguiendo h a s t a Bue- nos Airks.” ( * )

“Los bordes del Bio- Bio por el sur son bien dis t intos de 10s que habiamos vis to lhas t a ahora . Grandes Brboles indigenas ext ienden sus r amudos brazos sobre el camino; las lomas son m u y verdes, y el rio, a p e s a r de lo avanzado de la estaci6n esti- Val , man t i ene su caudal de aguas , que ocupan un ancho lecho y s e mueven len tamente hac ia el oeste. Tiene semejanzas con 10s rios “ a t home”.

“Nos hemos detenido ba jo el p r imer bosqueci- 110 de peros y manzanas si lvestres. Nues t ro guia , Burgos, es u n indigena pequefio y t rav ieso que mon- ta sobre’ un caballo que s e parece a 61. Despu6s de u n cor to descanso, seguimos avanzando a h o r a por cues tas en que todo h a cambiado y que ponen es- p a n t o en el a lma. Son a b r u p t a s y m a s pendientes a u n que las que hemos a t r a v e s a d o a n t e s de l legar a C o n c e p c i h . El Bio-Bio queda, por fin, t r a s unos montes , y e s t ampamos nues t ros nombres en l a cor- t e z a de un Brbol secular . . .”

“A1 l legar a una zona cubier ta de espesos m a - torrales , nos sorprende la obscuridad y detuvimos la marcha . Los caballos cansados obedecen a duras p e nas. De improviso el tafiido de una c a m p a n a de to- nalidades solemnes l lena el espacio. Los j inetes y 10s caballos cobran nuevos Animos y en mi a l m a e s to hace u n efecto mhgico. E r a n l a s c a m p a n a s de Rere , que, s e g ~ n tradicibn, t ienen este s ingular tafiido a causa de haber sido fundidas con u n a buena cant i - d a q de oro. E s t e pueblo s e hal la s i tuado a 18 le-

(*) Se refiere al viaje de don Luis de la Cruz Goyeneche que di6 por resultado el descubrimiento de un camino entre Conception y Buenos Aires, sobre el cnal escribio Pedro de Angelis dos interesantes volumenes, publicados en 1835.

g u a s de Concepci6n y no es o t r a cos8 que una a ldea grande” . El doctor Ried presenta a Narc iso Lena- r e s una c a r t a de don Manuel Ser rano . Es u n caba- llero de edad, edentado, que l a m i r a y l a coloca e n e.1 bolsillo. Es reservado en su t r a t o y lo de ja puer- ta afuera . “ E s t o y a no m e sorprende, dice el doc- tor . Despu6s de u n a h o r a nos invi ta a t o m a r una t a z a de t6. E n el en t r e t an to debe haber leido la car-

ta mencionada y qui6n sabe si por eso nos comienza a t r a t a r con m a y s r deferencia. Nos hace servir lue- g o una suculen ta cena. Yo le toco la g u i t a r r a , acom- pafiandome con cantos de mi propia cosecha. El nos devuelve la m a n o con mos tos a d i s c r e c i h . . .”

“A1 levantarnos a1 d ia siguiente, el ca t r e de Maas, cediendo con g r a n estr6pito, sepul ta vivo a mi amigo en t r e sus ru inas . . .”

L a caba lga ta s igue el camino que v a a d a r a1 puente del La ja . T r a s una loma aparece a1 orien- t e el volcan Antuco. “Es celebre en l a his tor ia cien- t i f ica por s e r el fmico volcan conocido, cuyo c r a t e r s e ha fo rmado por hiedos que no s e der r i ten cuando la b lanca chimenea vomita sus m a s a s incandescen- tes.”

“Hemos encontrado u n a pequefia c a r r e t a m u y peculiar c a r g a d a de uvas. Van u n hombre y su mu- jer. E s t a nos ofrece u n r ac imo con la g rac i a de una reina. jOh, bello gesto!”

A1 caer la t a rde l lega l a c a r a v a n a a1 puente del La ja , ideado y construido por don Narciso Lenares . E l doctor h a sacado su l ibreta de a p u n t e s p a r a re- producirlo. “El puente t endra uno 60 pies de eleva-

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47 &n Dioje

ci6n sobre el nivel de las aguas , y med i ra de l a rgo unos t r e i n t a pasos. De c o n s t r u c c i h curiosa, per0 sencilla, es o b r a exclusiva de don Narci3o. E l Go- bierno no es capaz de cons t ru i r un puente sobre el Maipo, ni sobre rio a lguno de e s t e pais, donde son rea lmente indispensables. Agui un hacendado pobre

“A pie nos hemos pues to en m a r c h a hac ia las famosas c a t a r a t a s del La ja , r io que naces del An- tuco. Sus aguas , n e g r a s cpmo la t i n t a , cor ren m u y encajonadas, s e precipitan luego, formando va r i a s cascadas que caen sobre 10s cont rafuer tes rocosos”.

De alli h a s t a Los Angeles h a y ocho leguas. “He aqui - exc lama - una villa t remenda . L a calle principal l a f o r m a n u n a docena de pequefias t ien- das, en cuyas pue r t a s c a d a una os t en ta u n a bande- ra chilena. L a poblaci6n ha es tado a menudo expues- ta a 10s a taques a raucanos . Dos veces h a sido in- cendiada por 10s indios y o t r a des t ru ida pos un te- r remoto. Rejconstruida, comprenderk a h o r a u n a s cin- co mil a lmas . L a p l an ta del pueblo es i r regular .”

Los v ia je ros son recibidos por u n f r a n c & lla- mado Monsieur Descat . “ H a y u n a t ienda en que s e comercia a1 estilo primitivo : 10s clientes e n t r e g a n animales, cereales y t o d a clase de productos y 10s comerciantes lets devuelven mercader ias f ac tu radas” .

A n t e el doctor Ried desfila una banda de musi- cos que per tenece a un cuerpo de cazadores a caba- 110. S e organizan p a r a tocar una re t re ta . Poseen s610 ocho ins t rumentos . E l g r a n maes t ro , a u t o r de “Te- 16sfora” v a a h o r a a escucharlos. i Que i r a n a toca r ? “Weber. jAh, pobre Weber! J a m a s habr i a de ima- g inarse que su liltimo vals hubiera de s e r mut i la - do y es t ropeado con t a n t a crueldad en u n luga r per- dido en la semic iv i l i zac ih “iQu6 impresi6n rara m e produce e s t a mlisica y que efecto de profunda ale- g r ik s e apodera de m i a1 escuchar las t i l t imas no- tas agonizando en el a i r e obscurecido por el m a n t o de l a noche s iempre h e r m o s a . . .”

Poco m a s ca rac t e r i za a Los Angeles. “Una ba- r r a c a que e s a1 mismo t iempo un fuer te , y que no e s o t r a cosa que u n reducto cuadrangular , rodeado d e fosos y f lanqueado por to r r e s desmoronadas. HA- l lanse emplazados aqui dos cafiones de campafia y uno d e 24 libras”.

“Aparecen 10s pr imeros indigenas. Tienen as-

le da u n hermoso ejemplo. . .”

pecto b a r b a r o y m i r a d a penet ran te . E s t a m o s a 12 de Marzo”.

E1 13 prosiguen su viaje por t i e r r a s p l anas Y resecas. E n el horizonte aparece el volcan Villarri- ca. Sorprende la grata visi6n de un bosquem de man- zanos si lvestres. Se h a c e agradable el camino a 1aS ori l las del rio Vergara , a f luente del Bio-Bio; lo atra- viesan en u n a l a n c h a en la p a r t e m a s anchurosa. L legan a Nacimiento a las cua t ro de l a t a rde . “ L a ubicaci6n topograf ica d e este poblado no puede se r m a s p in toresca : rodeado de u n vas to y hermoso pa- n o r a m a , domina el valle de 10s dos rios. Tiene todo el aspec t0 de u n a ciudad f ron te r i za de indiadas. H a y u n f u e r t e con todas las ca rac t e r i s t i ca s de 10s for - t i nes espafioles. H a c i a t r e s lados: fosos; hac ia el cua r to : u n bar ranco . Defendido por u n a pieza d e campafia y por una compafiia de’ i n fan te r i a . . . ”

El doctor recibe l a vis i ta de don Rosario Diaz, a g e n t e de Ser rano . “Es u n buen hombre a tormen- t a d 0 por dolores de muelas . “Debo p resen ta r m i c a r t a de recomendaci6n del Gobiecrno a1 Gobernador p a r a poder conseguir pasapor te , y a q u e segun 10s reg lamentos en vigor, n inguna persona puede pe- n e t r a r en el terr i tor io indigena s:n e s t e requisite especial”.

“En la casa de las misiones, encuent ro u n 6r- g a n o Seraphine d e Berlin. Toco a lgo en 61. iQU6 sensaci6n produce en mi a l m a e s t e descubrimiento! iHal la r aqui en la li l t ima f ron te ra de 10s indios t a l tes t imonio de civilizaci6n! ... ”

“Visi tamos a1 Gobernador. Es un caballero m u y desprendido, que se es fuerza por d a m e u n a i r e mar -

6 6 ? ?

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48 En 1Sioie

cial. Lo encon t ramos lavhndose las manos. T o m a m a n d a n t e de l a P l a z a de Armas” . Abre la c a r t a y nues t r a c a r t a m i e n t r a s conversa con nosotros, es- repi te susp icazmente las pa lab ras “A1 Goberna- t a n d o de pie; se s i en ta y lee lo escr i to en l a c a r a d o r . . .” a r r o j a luego el papel diciendo con pe tu lan- del sobre. “AI Gobesrnador, o en su ausencia, a1 Co- c ia : “Es u n a s u n t o p u r a m e n t e mili tar. SU orgull0

m e parece e s t a r ofendido. L a expresi6n de su boca m e lo h a hecho comprender”.

“Nues t ro hospedero su f re de a t roces dolores de muelas , man- d a buscar una t e n a z a a casa de uno que dice l lamarse “doctor”. E s t e responde en f o r m a lac6ni- c a diciendo “que 61 no p res t a sus ins t rumentos quirt irgicos a n i n m n bruto”.

ci6n s e ha l la haciendo ejerci- cios; el oficial ins t ruc tor pare- ce e s t a r mhs acos tumbrado a1 lomo del caballo que a1 paso de pa rada , y a1 ver que uno de sus vis i tantes t iene bas t an te a i r e mil i tar quiere 61 lucir sus galas y m a r c h a a traw5s del pat io , moviendo sus p ie rnas que seme- j a n semicirculo y t o m a n u n ca- r ac t e r severamente mil i tar . . .”

El doming0 14 de marzo pa r - t i r h la ca ravana , por fin, a1 pa i s des 10s araucanos .

A la cabeza, K inde rmann y Maas. T r a s ellos un guia. Vie- nen en seguida 10s s i rvientes con dos mulas cargadas , de t iro, dos de repuesto, ocho caballos. A l a r e t agua rd ia m a r c h a el doctor Aqu inas Ried y Mister Griihn.

P r o n t o e s t a rhn e n l a s ru inas de Colin, en pleno t r a t o con 10s a raucanos , camino de Valdi- ’

v i a . . .

Vis i ta el fuer te . La gua rn i - 8

L a Oltima e t a p a del viaje que- d a t runca . L a s hojas que corres- ponden a ella es thn ausentes de l a l ibreta de apuntes . N a d a sa- bemos de sus a v e n t u r a s en e l misterioso pa is de 10s lagos . . . P e r o ningtin pueblo s e olvida y a de que por alli h a pasado u n a l emhn de mostachos fuer tes , mi rada viva y burlona, fhcil pa- r a en ternecerse y genelroso pa- ra d a r cuando halla compren- si6n en l a s a lmas .