ensayo paredes kosok

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Introducción La pretensión de este ensayo es concatenar las ideas que sirvieron de justificación ideológica al proceso independentista, y la posterior construcción del Estado nacional chileno. Es por ello que obligadamente tendremos que situarnos en el plano abstracto de una idea o conjunto de ellas, lo que quizás tenga más de “realidad objetiva” que el plano de lo fáctico ¿El hecho es en sí mismo? Las ideas, por ser ellas mismas una abstracción que se dejan ver a través de los medios de difusión, su divulgación es una huella en sí misma, que requiere de otra abstracción, el análisis, para su aprehensión, contextualización e interpretación. El hecho en cambio, requiere “algo” fuera de sí para constituirse en acontecimiento digno de ser recordado, ese algo es la valoración del que interpreta y construye un relato histórico, sujeto a las decisiones políticas de quien construye el relato. Ni uno ni el otro modelo de conocimiento bastan para acercar una construcción de nuestro pasado, pero el juego complementario entre ambos nos puede acercar a este relato, no sin dificultades en el camino ¿Qué es más relevante, el hecho o la idea? ¿Qué preconfigura qué? Como no existe respuesta teleológica a ellas, ya que ninguna aproximación de respuesta se puede presentar como verdadera en todo espacio y tiempo, si puede aproximarse una respuesta con ciertas trazas de relativismo: en algunos casos las ideas construyen hechos o viceversa. Para evitar este relativismo diremos, de manera más 1

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Historia de las revoluciones hispanoamericanas

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Page 1: Ensayo Paredes Kosok

Introducción

La pretensión de este ensayo es concatenar las ideas que sirvieron de justificación ideológica al

proceso independentista, y la posterior construcción del Estado nacional chileno. Es por ello que

obligadamente tendremos que situarnos en el plano abstracto de una idea o conjunto de ellas, lo que

quizás tenga más de “realidad objetiva” que el plano de lo fáctico ¿El hecho es en sí mismo? Las ideas,

por ser ellas mismas una abstracción que se dejan ver a través de los medios de difusión, su

divulgación es una huella en sí misma, que requiere de otra abstracción, el análisis, para su

aprehensión, contextualización e interpretación. El hecho en cambio, requiere “algo” fuera de sí para

constituirse en acontecimiento digno de ser recordado, ese algo es la valoración del que interpreta y

construye un relato histórico, sujeto a las decisiones políticas de quien construye el relato.

Ni uno ni el otro modelo de conocimiento bastan para acercar una construcción de nuestro

pasado, pero el juego complementario entre ambos nos puede acercar a este relato, no sin dificultades

en el camino ¿Qué es más relevante, el hecho o la idea? ¿Qué preconfigura qué? Como no existe

respuesta teleológica a ellas, ya que ninguna aproximación de respuesta se puede presentar como

verdadera en todo espacio y tiempo, si puede aproximarse una respuesta con ciertas trazas de

relativismo: en algunos casos las ideas construyen hechos o viceversa. Para evitar este relativismo

diremos, de manera más taxativa, es el juego de relaciones entre hechos e ideas es el que va

construyendo la realidad que forma el marco que dota de sentido a las nociones de los

hechos/acontecimientos.

Ahora bien, reconocer los conceptos que se dan cita en el acto fundante de una república,

implica reconocer en cierta manera cuáles son los valores que asociados a ella, y en mayor o menor

grado, constituyen el eje sobre el cual se estructura la discusión política posterior. De ahí que el

establecer las ideas y/o actores y sus actuaciones dentro de este proceso originario, se constituya en una

batalla que subyace a los idearios de las ciencias sociales en general y a la historia en particular,

articulándose discursos ideológicos tras la determinación de roles de las clases sociales e ideas que

cada una juega en este proceso fundante, a su vez, en el juego relacional idea-hecho. Es por ello que

para una perspectiva tradicional-burguesa el actor relevante serán los poseedores de los medios de

producción, justificando con ello el dominio político de estos sobre los no-poseedores. En su

contracara, una perspectiva contestaria, buscará las articulaciones discursivas y acciones que levanta el 1

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bajo pueblo, ya sea esta en su reacción más visceral, como lo son los estallidos de violencia o en las

articulaciones autonómicas frente al dominio oligarca, entrando a su vez en el juego ideal-hecho, ahora

no como justificación del orden de cosas, si no como lo contrario, como parte de un discurso que

subvierta dicho orden.

Entonces, a lo que pretende llegar este trabajo, es a establecer cómo las ideas se van

transformando en realidades, en sus manifestaciones concretas, en el caso que esto sea posible. Ya que

inevitablemente existen pensamientos que no son símbolos que se puedan llevar a la práctica, o de

llevarse, sus manifestaciones son a través de lo tangencial.

Modernización tradicional

Frente al problema planteado de identificar y caracterizar las ideas que inspiran el proceso de

independencia y las luchas por la construcción del Estado, pareciera que hay una idea-fuerza contenida

en todo el proceso, no por ello exento de conflictividad dentro del grupo social dominante, que es quien

lleva a cabo la construcción del aparato estatal, y es que, la idea no consciente de modernización de

nuestro devenir histórico, está alojada en las mentes de nuestros “ilustres” que dieron sustento

ideológico a las luchas políticas fundantes. Desde Camilo Henríquez, pasando por Mariano Egaña y

patéticamente personificado por Diego Portales, está presente el binomio capitalismo-progreso, tanto

en la ruptura con la Corona como en la consolidación del Estado-nación, tal como se señala,

inaugurando las relaciones de mercado a todo nivel de las relaciones sociales, económicas, políticas y

culturales, que comienzan a decantar. No se quiere decir con ello que la modernidad haya comenzando

en la independencia, sino que, el grupo social dominante, comienza a dibujar a su imagen y semejanza

el marco político que ella estima conveniente a sus intereses como grupo social y económicamente

dominante.

Tal como se señaló más arriba, este proceso ideal entra en conflicto con la realidad, ya que, los

planteamientos “progresista-democráticos” a juicio de parte de la elite pre-nacional son impracticables

dada la ignorancia y vicios de buena parte de sus ciudadanos, quien mejor expresa este conflicto es la

figura de Portales, refrendado el carácter peculiar de la modernización criolla, dando origen a un

híbrido moderno-tradicional, moderno en sus aspiraciones y discursos políticos, y tradicional en sus

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juicios valóricos, cuan Saint Just de la construcción del Estado-nación chileno, reafirmado ello en lo

gravitante de lo religioso en la vida política del país1.

En la misma línea de lo anterior, los ensayos constitucionales, organizan otra arista del conflicto

modernidad-tradición, por cuanto en un espacio relativamente corto de tiempo, se experimentan cartas

fundamentales inspiradas por valores casi contradictorios, y es que en la “crisis de descolonización”,

inaugura la apertura del espacio político, no en sentido de debate de ideas, sino, en el plano de la

decisión. Las contradicciones ideológicas de los diferentes cuerpos legales que se instauran nos hablan

de ese flujo de ideas ilustradas que dan cuerpo al debate, lejos de la opinión tradicional, de visualizar el

período de ensayos constitucionales como un período de aprendizaje político, a nuestro juicio, lo que

está en el fondo de este proceso son los acomodos necesarios a los intereses de clase que diera cuenta

del consenso necesario y de esta manera representar o satisfacer todos los intereses de las fuerzas

sociales en pugna, proceso que decanta en este hibridismo entre las fuerzas iluministas y las fuerzas

conservadoras, representado en la figura de Portales, siendo lo relevante no la figura, sino, la orden

político salido de su pluma.

Pero quizás el elemento modernizante de mayor trascendencia, es la proceso consciente de

disciplinamiento del bajo pueblo en función de la estructura capitalista que se quiere organizar,

ahogando de manera creciente los espacios de socialización y autonomía de la plebe, ello motivado

como una reacción preventiva frente a hipotéticos y a la vez reales, alzamientos en contra de la

oligarquía2. Inaugurando la “doctrina de la seguridad ciudadana” como cohesionador social, esta vez,

circunscrito a la élite del país, y como elemento esencial de la lucha por la perpetuación en el poder y

los privilegios socioeconómicos que gozaba el patriciado nacional, en detrimento de la plebe. A ello se

suma distintos dispositivos, que complementan esta idea, por ejemplo, la idea que la educación ayudará

a civilizar a esa plebe que se resiste a ser disciplinada, destrozando de esta forma las tradicionales

1 Salazar, Gabriel. “Introducción crítica a la memoria política oficial” (Capítulo I) en la Construcción del Estado en Chile, 1800-1830. (Santiago, Chile: Taurus, 2005); Stuven, Ana María. “La clase dirigente chilena; El consenso social como sustrato de continuidad y cambio” (Capítulo I) en La seducción de un orden: las elites y la construcción de Chile en las polémicas culturales y políticas del siglo XIX. (Santiago, Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2000).

2 León, Leonardo. “La plebe durante la patria vieja: 1810-1814” (Capítulo I) en Ni patriotas ni realistas: el bajo pueblo durante la Guerra de Independencia en Chile. (Santiago, Chile: Manuscrito, 2010); Salazar, Gabriel. “FALTA INFORMACIÓN!!!” en la Construcción del Estado en Chile, 1800-1830. (Santiago, Chile: Taurus, 2005).

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formas de religiosidad y sistemas de relaciones sociales propias del bajo pueblo, funcioanalizandolo a

la lógica de la monetarización.

Por todo lo anterior, es que el establecimiento del Estado moderno burgués acorde a las

necesidades de la oligarquía organiza la discusión política de la época, ya que en el se plasmarán las

perspectivas de crecimiento para las pretensiones de la incipiente burguesía pre nacional.

Soberanía popular como justificación independentista

Conviene ahora establecer los lineamientos que organizarán el resto de la lectura. La narración

estará enmarcada en torno a conceptos clave que se desprenden de la bibliografía, estas nociones

constituyen el núcleo de pensamiento sobre el cual se sustenta y justifica la independencia y

posteriormente, como corolario de esta, la construcción a imagen y semejanza de la oligarquía del

Estado-nación. En este universo conceptual es importante relevar aquellas ideas que tienen

preponderancia desde dos perspectivas, la primera es por la continuidad, del concepto en cuestión,

aunque redefinido dentro de la discusión con nociones que estarán presentes en el desarrollo de la

discusión política de la república a lo largo de su devenir histórico; la segunda, dada por la importancia

dentro del contexto de producción de dicha conceptualización.

Ahora cabe la cuestión sobre el origen de las ideas que se dan cita en nuestro proceso de

independencia y posterior construcción del Estado-nación, en ese sentido y de manera más general,

cabe preguntarse si ambos proceso responden a un desarrollo autónomo o es el simple derrotero de

ideas y conflictos-acontecimientos foráneos. De manera muy sintética, se puede plantear que no es un

modelo de explicación histórica en particular, por el contrario, ya que para que una idea o

acontecimientos ocurridos fuera del contexto geo-histórico tenga algún asidero dentro de esa particular

realidad geo-histórica, son necesarias ciertas condiciones, sin las cuales sería imposible que estas

calaran dentro de las estructuras de pensamiento criollo. Es por ello que lo eventos y explosión de ideas

políticas emanadas de los proceso revolucionarios de Estados Unidos y Francia, encuentran las

condiciones estructurales fundamentales para su desarrollo en nuestro país.

En el sentido anterior, se vienen configurando y reconfigurando ciertos conceptos que dan

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sentido a las aspiraciones de la clase dominante, y es que la “soberanía popular” se levanta como uno

de las ideas fuerza más importante del proceso independentista y la posterior discusión sobre el matiz

que debía tomar la organización de la república, ya que, justifica en gran medida el actuar de la

oligarquía criolla frente a los acontecimientos de la lejana metrópoli y el cercano Buenos Aires. La idea

de soberanía popular la podemos encontrar ampliamente abordada en nuestra historiografía, pero claro,

son las diferentes interpretaciones las que le dan un matiz diferenciador a la noción de esta y como esta

noción ayuda a constituir el ansiado orden social, entendiendo por orden no solo la disciplina social,

sino que más amplio, el lugar de cada cual dentro de la sociedad nacional. Es la soberanía popular la

que sirve de justificación para la instalación de la Junta Nacional de Gobierno de 1810, en nombre de la

soberanía delegada en la persona del rey, preso este, el derecho de gobernar vuelve a los súbditos.

Un nudo de problema, relacionado con la soberanía popular está ligado a la cuestión de “quién”

es pueblo, en perspectiva del contexto histórico, esta definición queda equiparada a la idea de “vecino”,

siendo ellos los que pueden participar de los procesos e instancias de toma de decisiones, fraguando

aquí, el conjunto de medidas que se tomarán en contra del “no vecino”, es decir, de aquellos que no

cumplen con los requisitos materiales y educacionales para ser considerados como tal, cuestión que se

repite al establecerse los requisitos necesarios para ser votantes, aún cuando la base demográfica se

amplia, claramente las restricciones a las instancias de construcción de la república se restringen de

manera tal que sean solo miembros de la oligarquía quienes accedan a los proceso de toma de

decisiones.

Hacia la construcción del Estado nación en Chile

Si bien el proceso de gestación y consolidación del Estado en Chile puede definirse en términos

de modernismo, hay una fuerte contradicción en cómo éste fue instalado y las ideas políticas que le

dieron cuerpo al mismo. En el discurso ideológico existen posicionamientos desde la ilustración y la

modernidad, pero en realidad las medidas tomadas, sustentadas por dichos discursos, correspondían

más bien a instrumentos de coerción y disciplinamiento de la masa popular, en la necesidad de

subordinarlos y “volverlos útiles” dentro de la ya instalada lógica capitalista, que a formas reales de

mejora de las condiciones de vida del sujeto popular.

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El ideal político base dentro del proceso de Emancipación es el “progreso”, pero es necesario

advertir el desface producido, frente a esta noción, en el campo de las ideas y en la “realidad”, ya que

se encuentran en planos separados, superpuestos si se quiere, pero no compenetrados. En este sentido,

es generalizada la opinión, sobre todo de la mesohistoria, que plantea que las ideas que tenía un grupo

minoritario al momento de la primera Junta Nacional, de que era la aristocracia quien debía guiar al

bajo pueblo hacia el progreso material de la mano de la educación, se mantuvieron en el “campo de las

ideas”. Este planteamiento pretendía el progreso del Estado hacia la 'modernidad' a través de la entrada

del pueblo a los aparatos de producción. Para ello era necesario su educación y la toma de conciencia

de sí mismos de su condición de 'pobre' y la necesidad, por ende, de superarse.

El concepto de Constitución ilustra dicho proceso. Hay un tránsito de dicho concepto, que

desemboca en la reinstauración de la monarquía como modelo, con la Constitución portaliana de 1833,

donde al instalar una figura reactualizada del monarca, se pone fin al proceso que venía gestándose

desde Camilo Henríquez. Haciendo una revisión de todas las Constituciones y ensayos, en una

“historia del derecho”, donde se ilustra cómo las ideas van permeando en la realidad con la

construcción de constituciones que den ciertas garantías, pero que dicho proceso de “evolución” es

frenado e invertido con la constitución portaliana, donde el retorno a la figura monárquica es la manera

en que se le dio estabilidad al país. En ese sentido, el retorno a la figura del monarca da cuenta del

desface entre el mundo de las ideas y la realidad al momento de gobernar, donde dichas ideas no

pudieron ser aterrizadas, y para lograr la estabilidad fue necesario imponerse como un Estado-Rey, y

todas las ideas plasmadas en la evolución del concepto de constitución no lograron arraigar en el plano

de la realidad3.

Existe una construcción de realidad a través de las leyes, pero no hay correspondencia entre

ambas. El Estado crea un marco legal que regula moralmente la vida de las personas, para “salir de la

barbarie”. Se considera al bajo pueblo como “a medio camino”, entre la barbarie y la civilización, pero

éste no logra 'enmarcarse' en el proyecto, porque no se reconoce en él. Se le impone desde arriba la

sanción moralizante, en reemplazo del castigo corporal usado antaño, bajo la premisa de que es la

educación y la reforma lo que salvará al bajo pueblo de los hábitos que arrastra desde la Colonia.

3 Salazar, Gabriel. “El derecho de los “pueblos” y el derecho de dominación” (Capítulo II) en la Construcción del Estado en Chile, 1800-1830. (Santiago, Chile: Taurus, 2005).

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Conclusiones

El relato del proceso de Independencia de Chile ha sido abordado desde diversos ángulos por

las distintas escuelas historiográficas que ha habido en nuestro país. Habiendo miradas y enfoques

distintos, incluso antagónicos, que intentan construir, desde su perspectiva, el relato del proceso

emancipador. A pesar de la aparente confrontación o diferencia entre los tres historiadores y las

diferencias de enfoque, interpretación y conclusiones que tienen entre sí, cabe señalar la

invisibilización del bajo pueblo como sujeto activo y determinante del proceso de construcción del

país. En ello los tres coinciden, y es que, a nuestro juicio, se busca justificar la instauración del Estado

nacional, ya sea desde un punto de vista conservador o incluso desde el marxismo clásico.

¿Por qué incluir a un ‘bajo pueblo’ ignorante, ajeno y marginal en el relato de la construcción

del Estado nacional? Todo relato busca ser “la verdad”, fundándose en fuentes, aparentemente

objetivas, que sostienen sus tesis, y. claro, ningún historiador miente, si, al fin y al cabo, el uso de los

documentos siempre es arbitrario, antojadizo, manipulado, con el fin de dar sustento a los

planteamientos ideológicos de cada historiador. Por tanto, ¿cuánto tiene de objetivo el relato histórico?

¿Cuál es la validez real de la fuente, del dato, si es utilizado deliberadamente de una manera arbitraria?

La rebeldía y la subsistencia paralela, al margen de la ley dan cuenta de la incapacidad del

Estado de imponerse de hecho en el total de la población, habiendo formas de vida que evidencian la

poca adhesión al proceso de independencia. ¿Por qué las capas bajas se mantienen ajenas al proceso

emancipador? Silenciar dichos actores y ocultar los procesos puede deberse a la poca existencia de un

‘sentimiento patrio’ fuera de la aristocracia, y es que, ¿cómo podría el oprimido ver con buenos ojos el

proyecto político de quienes lo subyugan? Más bien es la Independencia un proceso ajeno, que no

modifica sus patrones de vida, sino al contrario, remueve su piso ideológico, más apegado a la

monarquía y a la tradición que impera desde la conquista, que a conceptos abstractos importados por la

élite.

La insistente adhesión al sistema monárquico da cuenta de que en el común de la población no

había una necesidad de un Estado nacional, habiendo incluso modos de subsistencia paralelos, que

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desbaratan la idea de que se buscaba su instauración, que era una necesidad. Callando, para ello,

cualquier grito que da cuenta de resistencia, autogobierno, falta de interés de desligarse de la metrópoli,

incluso anarquía, tildando de delincuencia sus exponentes, negando con ellos su participación en el

proceso, haya sido manteniéndose fuera, desligándose o atacando, incorporándose a las fuerzas

realistas.

Si los acontecimientos y las fuentes son recortados y pegados en un collage interpretativo, solo

obtenemos fotografías de instantes, de percepciones, no una totalidad. Y entonces, ¿cómo puede la

disciplina histórica validarse como ciencia objetiva si la construcción de una realidad total histórica no

puede ser factible? Si el hecho histórico es construido desde el interior de la disciplina, a priori hay una

subjetivación de lo qué es relevante y digno de estudiar o no, por ende se invisibiliza todo aquello que

está fuera del interés del historiador.

¿Cómo plantearse entonces, desde una nueva historia, para el rescate de todo actor social, y

construir un relato metahistoriográfico? ¿Hay cabida para ello, si no hay disponibilidad de un universo

total de recursos de testimonios a los que apelar? Hay sujetos, lugares y acontecimientos callados desde

antes, borrados de los archivos, si ya ha habido, o una extirpación de su legado o una omisión desde el

comienzo.

En relación al debate historiográfico en torno al proceso de Independencia, ya sean marxistas,

tradicionales, nacionalistas o mesohistóricas, se articulan bajo la noción de Estado y la justificación del

mismo. En todas estas visiones la construcción del discurso justifica la creación de un Estado, han

silenciado o rescatado ciertos ejes, ponderando o bien acallando a ciertos sectores o movimientos que

se mantienen al margen del Estado y su construcción o que, derechamente, atentan contra él o dan

cuenta de su incapacidad de imponerse homogéneamente. Por ello es necesario exponer,

primeramente, que el relato de la Independencia, es el de una elite criolla que se impuso a los intereses

de un 'bajo pueblo', que mediante su discurso historiográfico busca obtener su 'relato mítico' o

fundacional, por lo que sólo da cuenta de acciones y sujetos articulados en torno y en función de esa

necesidad.

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Todo hecho histórico es creado por el historiador, no existe previo a la problematización de la

que se quiere dar cuenta, está enmarcado en un 'marco teórico' que se define a priori, por lo que el

relato emanado de él está impregnado de su relator, todos los relatos estudiados, son relatos del y para

el Estado. Por lo que no dan cuenta de la subalternidad que, o permanece al margen, o bien, acomete

contra la idea de la necesidad justificada del Estado como tal.

Por tanto, el relato historiográfico, como discurso, está articulado en ese sentido, silenciando o

privilegiando actores y sucesos, por lo que cabe cuestionarse de qué manera puede, entonces, tener

validez el mismo, si previamente ha acallado sectores en beneficio del relato que debe estructurar. En

esta misma línea, entonces, la pregunta debiera más bien ir por el cuestionamiento del relato histórico

que se piensa objetivo o factual, porque la problemática está precisamente en ello, en dónde reside su

validez, porque si sólo existe el 'hecho' al ser 'invocado' por el historiador, ¿cuántos hechos no han sido

considerados? Y por otro lado, ¿cómo es posible interrogar al pasado, si éste ha sido intervenido desde

antes?

Por ello es necesario preguntarse cómo debiera interrogarse al pasado, en una búsqueda por

devolverle la voz a los silenciados, en un discurso que ha escrito siempre desde el poder. Porque ya

sean de derecha, izquierda, marxistas,... el relato se construye con la misma lógica, de una elite

dominante o un 'bajo pueblo' contrapuesto al otro concepto, donde las fuentes de las que se bebe suelen

ser siempre las mismas, y de las que debiera haber una relectura.

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