ensayo introducción a la etnografía

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Problematizando la etnografía: Un acercamiento desde la interseccionalidad y el cuerpo como lugar de experiencia Introducción El contacto entre dos o mas culturas distintas, corporeizado a través de representantes de estas, es un fenómeno que se ha presentado como una constante de la historia del ser humano, entendiendo esta como toda acción humana registrada en un archivo, entendido en un sentido amplio, al que podamos acceder. Aún así, el enunciado anterior contiene una serie de supuestos que modelan, desde un primer acercamiento, la realidad social ¿Cuál es el límite entre una cultura y otra? ¿Qué es lo que define a los sujetos que convergen? ¿Cómo y cuándo podemos hablar, efectivamente, de un contacto? ¿Cómo entendemos este contacto, y las identidades que participan de el, a través de la Antropología? En este ensayo intentaré tratar estas y otras preguntas considerando el desarrollo histórico de la antropología y el devenir de los conceptos de alteridad y otredad a través del análisis del quehacer etnográfico, abordado principalmente como oficio y epistemología, introduciendo elementos que no se suelen considerar en este debate tales como las teorías de la interseccionalidad y del cuerpo como lugar de la experiencia. Historia y texto Por lo general, el inicio de la Antropología se sitúa a mediados del siglo XlX, en pleno contexto colonial, con los estudiosos de distintas áreas que trabajaban con las grandes Universidad de Chile Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología Introducción a la

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Para el ramo "introducción a la etnografía", segundo año Antropología.

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Page 1: Ensayo Introducción a La Etnografía

Problematizando la etnografía: Un acercamiento desde la interseccionalidad y el cuerpo como lugar de experiencia

Introducción

El contacto entre dos o mas culturas distintas, corporeizado a través de representantes de estas, es un fenómeno que se ha presentado como una constante de la historia del ser humano, entendiendo esta como toda acción humana registrada en un archivo, entendido en un sentido amplio, al que podamos acceder. Aún así, el enunciado anterior contiene una serie de supuestos que modelan, desde un primer acercamiento, la realidad social ¿Cuál es el límite entre una cultura y otra? ¿Qué es lo que define a los sujetos que convergen? ¿Cómo y cuándo podemos hablar, efectivamente, de un contacto? ¿Cómo entendemos este contacto, y las identidades que participan de el, a través de la Antropología? En este ensayo intentaré tratar estas y otras preguntas considerando el desarrollo histórico de la antropología y el devenir de los conceptos de alteridad y otredad a través del análisis del quehacer etnográfico, abordado principalmente como oficio y epistemología, introduciendo elementos que no se suelen considerar en este debate tales como las teorías de la interseccionalidad y del cuerpo como lugar de la experiencia.

Historia y texto

Por lo general, el inicio de la Antropología se sitúa a mediados del siglo XlX, en pleno contexto colonial, con los estudiosos de distintas áreas que trabajaban con las grandes colecciones acumuladas en distintas partes de Europa, además de recurrir a los relatos de viajeros, comerciantes, entre otros. Es a principios del siglo XX que la disciplina se transforma con el surgimiento de la necesidad de realizar trabajo de campo; un trabajo en el cual los y las antropólogas debían situarse físicamente junto a las sociedades estudiadas durante el tiempo que fuese necesario para captar todos los detalles de estas. Para lograr una producción de conocimiento adecuada para la ciencia moderna, se consideraba necesaria “la superación del etnocentrismo y la adopción de una mirada menos prejuiciosa, mas objetiva y científica” (Gubber, 2005: 20), lo que llevó a la antropología como disciplina a creer que, mediante la empatía y la convivencia, era posible lograr captar la realidad social sin sesgos. A grandes rasgos, el objetivo de este ejercicio era

Universidad de ChileFacultad de Ciencias SocialesDepartamento de AntropologíaIntroducción a la EtnografíaProfesor: Héctor MoralesAutor: Luciano Correa

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aprehender al otro, y por lo tanto a su cultura, sin convertirlo en una proyección del mismo, entendido como la conjunción del investigador y su propia cultura.

Este primer acercamiento al trabajo de campo ya ha sido ampliamente analizado y cuestionado; un ejemplo es el caso de las “posturas interpretativistas” (Gubber, 2005: 24) y su acercamiento contextual a los hechos humanos, centrado en las significaciones que las personas le asignan a los elementos de la realidad. Si bien el desarrollo de estas posturas tiene serias discordancias entre lo teórico y lo que realmente sucede en el trabajo de campo, introduce ciertos elementos que nos interesan para los efectos de este trabajo: En primer lugar, aún cuando sigue con la idea de captar la realidad de forma objetiva y total, incorpora las herramientas subjetivas del investigador como una forma valida de conocer, lo que nos acerca, aunque muy someramente, a la inclusión explícita de este en la producción de la antropología, tema que será tratado en profundidad mas adelante.

El desarrollo posterior de la etnografía, el cual continua hoy en día, generó una profundización en las reflexiones sobre el lugar de esta en la producción de conocimiento, y cómo el o la antropóloga puede abordar su complejidad. Para entender los distintos usos de la etnografía y su profundidad, podemos dividirla en tres niveles: Método, oficio y episteme1. El primer nivel sería el más superficial, pues comprende la producción de datos etnográficos, y por lo tanto en este nivel la etnografía se considera una herramienta para relevar elementos de la realidad social. En el segundo nivel se ubica el oficio, que es entendido como un quehacer particular, una experiencia del investigador. Aquí se considera la producción de un texto2que incorpora la subjetividad de quien lo enuncia, por lo tanto va más allá del momento de producción de este. El tercer y último nivel es la etnografía como epistemología, lo que comprende una reflexión sobre la construcción de la otredad a través de la puesta en práctica de esta.

Mas cercano a este último nivel, Clifford Geertz (1989) plantea una visión crítica de la producción de textos etnográficos, relevando la necesidad que tiene la antropología de validar su producción con una verosimilitud que certifique el “haber estado allí”, lo que acerca estos relatos al ámbito literario por sobre el científico. La constante pugna entre autoría biográfica y objetividad científica preocupa a Geertz en cuanto estos extremos perjudican lo que el considera la correcta producción del conocimiento. Para el autor:

“El discurso antropológico sigue siendo un discurso oscilante, híbrido, entre ambos. La incertidumbre que se manifiesta en términos de firma sobre hasta qué

1 Apuntes de clases 21 de septiembre, 2015.2 Para los efectos del análisis de la etnografía entenderemos texto como toda producción cuyo objetivo sea sistematizar la información obtenida a través del trabajo de campo.

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punto y de qué manera invadir el propio texto se manifiesta en términos de discurso sobre hasta qué punto y de qué manera componerlo imaginativamente” (Geertz, 1989: 30)

En este sentido, Geertz identifica claramente un problema presente desde los inicios de la antropología como disciplina y postula un mayor acercamiento a la dimensión epistemológica de la etnografía, junto con una profundización del oficio de esta, lo que conlleva una preocupación por la producción de un texto. Esta preocupación, junto a la crítica que realiza Geertz, significa necesariamente una explicitación de la construcción del texto dentro de este mismo: El hecho de que dos antropólogos puedan dar versiones distintas de una misma realidad social en un tiempo acotado hace necesario que ambos expliciten desde donde hablan, sin aparentar un falso abandono del etnocentrismo en pos de una visión objetiva, la cual, en la práctica, no existe.

Cultura e interseccionalidad

En su texto Alteridad y pregunta antropológica, Esteban Krotz plantea que el fenómeno de la alteridad produce que el otro “no sea considerado con respecto a sus particularidades altamente individuales y mucho menos con respecto a sus propiedades naturales como tal, sino como miembro de una sociedad, como portador de una cultura” (Krotz, 1994: 20). Aquí podemos observar claramente una noción estática de las identidades; si bien se plantea una acabada reflexión de la alteridad como la posibilidad de conocer y construir otro, en el contacto este se presentaría como un “representante de su cultura”, lo que cercena las posibles identidades contextuales que este presenta dentro de si: Género, clase, color de piel, integración, entre otros, son factores que intervienen en la experiencia de la cultura. En este sentido, no podríamos hablar de portadores, representantes o herederos de una tradición determinada, ya que esta se ve profundamente modificada por los factores antes mencionados. La necesidad de buscar un otro a través de la alteridad elimina la identidad particular del sujeto, lo que a la vez asesina la complejidad de la realidad, reduciéndola al vocabulario históricamente construido por la antropología, para así lograr un conocimiento sesgado en favor de los términos ya interiorizados.

El problema mencionado mas arriba constituye, desde mi punto de vista, una de las trabas mas importantes de la Antropología, por lo menos en el contexto de Chile, incluso en la actualidad; La necesidad de reducir la realidad para poder explicarla termina generando un conocimiento demasiado sesgado, o cuyo potencial se ve opacado por la necesidad de construir un relato sea verosímil y que encaje dentro de los estándares creados por la antropología clásica. Frente a esta situación, me parece pertinente comparar esta situación con el fenómeno de la cuarta dimensión, estudiado extensamente por la física teórica y explicado de manera muy ilustrativa por Carl Sagan (1980). En resumen, existiría

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una cuarta dimensión a la cual no podemos acceder desde la que nos encontramos, pues posee un movimiento que nos es imposible dentro de nuestras posibilidades, así como también nuestra dimensión es inaccesible para un objeto que teóricamente se ubique en la segunda dimensión. De todas formas, es posible representar la cuarta dimensión en nuestros términos mediante la construcción de un objeto que simule lo que teóricamente entendemos de esta, así como también es posible representar objetos de la tercera dimensión en la segunda, mediante el dibujo de los cuerpos geométricos. Lo que sucede con la antropología es que esta construye un relato en base a la parte que conoce y comprende de la realidad social; esta es una situación esperable en cualquier disciplina considerando la segmentación del conocimiento en la actualidad. El problema reside en que esta imagen limitada de la cultura y sus articulaciones es vista, muchas veces, como una totalidad. Esta situación no se produce, necesariamente, por la explicitación de esta postura. Todo lo contrario; el no referirse a esta situación desde una situación de autoridad, que es la que posee el académico de las ciencias sociales, genera la reproducción de un relato como verdadero y permanente.

Aún así, cultura, como categoría de análisis y concepto articulador, es indispensable para el quehacer de las ciencias sociales; el problema radica en que esta debe cruzarse con los privilegios, vulnerabilidades y diferencias de los grupos que se consideran dentro de ella. Incluso, podría ocurrir que yo, como miembro de una sociedad determinada, y el otro con el que me encuentro, miembro de una sociedad substancialmente diferente a la mía, compartamos una serie de características que nos hacen reconocernos como mismos.

Para esto resulta interesante remitirnos a los estudios sobre interseccionalidad, un término acuñado por Kimberlé Crenshaw para explicar las identidades complejas desarrolladas en las multiples relaciones de opresión presentes en las mujeres de piel oscura en Estados Unidos. Diversas corrientes del feminismo han profundizado sobre el concepto, destacando la riqueza de análisis que este otorga. Desde una perspectiva interseccional, los individuos contienen diversas identidades dentro de si mismos, sin que estas sean un agregado de elementos, si no que se construyen en conjunto mediante la interacción de la discriminación que estas otorgan, sea esta positiva o negativa. Esto contempla, además, un potente factor contextual en el cual las distintas identidades se desenvuelven: En ciertas situaciones soy pobre, lo que conlleva una profunda vulnerabilidad, en otras, antropólogo, lo que me otorga prestigio y por lo tanto privilegio, mientras que en determinado contexto, con determinados sujetos, me desenvuelvo como ambos. Además, en ningún momento dejo de ser ninguna de las otras identidades que se cruzan en mi.

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Autoría: Cuerpos en cultura

La interseccionalidad, si bien nace para tratar la discriminación desde una perspectiva feminista, posee un gran potencial para ser aplicado al análisis antropológico y a la reflexión de la etnografía en particular. La cultura, además de poseer las características que comúnmente se le atribuyen, podría ser el factor principal para explicar por qué ciertas identidades intersectan a sujetos determinados de la sociedad, cómo se relacionan unas con otras, qué tensiones existen, cómo se subdividen y se manifiestan, entre otras preguntas que nacen al introducir estos conceptos.

Ahora, con esto un poco mas claro, es necesario volver a la discusión planteada por Geertz (1989) sobre la autoría de la etnografía. En primer lugar, sabemos que para que exista etnografía, necesariamente debe existir un etnógrafo que se sitúe físicamente en el lugar, que experimente una cercanía con el grupo determinado que ha de estudiar y todo lo que esto conlleva. Para entender esta relación con la experiencia concreta que otorga y necesita la etnografía debemos entender la relación con esta como un ser-en-el-mundo, o sea, una existencia que considera subjetividad y experiencia física como un único fenómeno (Merleau-Ponty, 1985) en el cual el cuerpo se presenta como la condición de posibilidad en el espacio geográfico que entrega la etnografía. Desde esta perspectiva, no existe nada parecido al dato científico objetivo, lo que deja la producción de conocimiento etnográfico en manos de cuerpos individuados, los cuales estarían, al igual que los sujetos que intentan conocer y comprender, insertos en una intersección de identidades al alero de una cultura determinada. Entonces, la experiencia del trabajo de campo antropológico es, en esencia, subjetivo.

Ahora, la pregunta que debemos plantearnos es ¿Cómo conocemos entonces, la realidad social y la diversidad cultural? No pretendo dar solución a una pregunta tan compleja como la que acabo de formular, sin embargo, según los conceptos revisados hasta ahora podemos acercarnos a uno de los posibles puntos de vita sobre el tema.

En primer lugar, sobre las nociones de alteridad y otredad, hay que tener presente que “los contactos culturales nunca se dan en el espacio vacio, o sea, que no pueden aislarse de la dinámica de la historia universal de los pueblos que comprende” (Krotz, 1994: 20). Sin embargo, debemos ir mas allá de este precepto y considerar, además, la posibilidad de encontrar un mismo dentro de la otredad; esto significa considerar a los sujetos como una realidad profundamente compleja que supera la posibilidad de encerrarlos dentro de categorías estáticas, y que por lo tanto pueden comprender múltiples identidades que modifican su experiencia ante la, o las culturas de las que participan.

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El encuentro con el otro, y por lo tanto el fenómeno de la alteridad, está mediado por la experiencia de los cuerpos-en-cultura que representan el investigador y el investigado. La diferencia, por lo menos en el caso de la etnografía, es que el investigador recopila y produce conocimiento sobre una realidad social específica, la cual nombra y describe de cierta manera. Este ejercicio representa una mutilación de los sujetos y sus relaciones, sin embargo es un paso necesario para poder abarcar parte de estos fenómenos. En este sentido, se vuelve fundamental que el autor proceda a la “activa explicitación” de “los presupuestos teóricos y metodológicos, incluso afectivos y culturales” (Goebber, 2005 :27) que generan este sesgo, e incluso agregaría, desde una mirada interseccional, la explicitación de los privilegios y vulnerabilidades que el antropólogo o antropóloga posee y experimenta frente los sujetos con los que trabaja.

Conclusiones

Como dije anteriormente, no pretendo encontrar la solución a ninguno de los problemas planteados; si es que esta existe, probablemente no sea única. La realidad social cambia y se transforma, lo que genera la necesidad de nutrir y actualizar constantemente las discusiones epistemológicas que guían el quehacer de la antropología.

Es importante además, relevar la necesidad de complementar estas discusiones con planteamientos de otras disciplinas, distintas áreas del conocimiento y movimientos políticos, ya que, el aceptar que nuestra disciplina en particular necesita de constante debate nos obliga a considerar la mayor cantidad de puntos de vista y planteamientos teóricos posibles, cuando estos sean pertinentes; cuidando siempre no caer en una relación de dependencia ante otro tipo de producción de conocimiento. Es este el caso del concepto de Interseccionalidad, el que se construye como una teoría crítica para abordar temas de género, y que definitivamente es pertinente para el análisis antropológico.

El ejercicio de la antropología, en particular la puesta en práctica de la etnografía, se presenta entonces como una tarea que requiere un cuestionamiento constante de la labor misma, para lo que es necesario tener plena conciencia de lo que se está haciendo (Método), para qué y cómo se está haciendo (Oficio) y cuáles son las implicancias de su desarrollo y cómo esta construye y/o destruye los elementos de la realidad social que identifica y trabaja. Esta auto conciencia disciplinar, de la forma en que se ha descrito en este trabajo, debe llevarnos también a una conciencia de las tensiones y conflictos al interior de las sociedades que vulneran a los sujetos, otros y mismos, en su vida cotidiana. La antropología tiene mucho que decir frente a estas situaciones; el desarrollo de una disciplina crítica y abierta a los aportes externos es un paso necesario, pero en ningún caso el objetivo final de la antropología: Es necesario construir conocimiento junto con las

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vulnerabilidades, dejar de lado los resabios del positivismo y generar aportes concretos para subvertir las lógicas de opresión y coerción de los sujetos.

Bibliografía

Andorfer, G; McCain, R. (Productores). (1980). Cosmos: Una aventura personal [serie de televisión]. Hollywood, EU. KCET

Crenshaw, K.(1989) Demarginalizing the intersection of race and sex: a black feminist critique ofantidiscrimination doctrine, feminist theory, and antiracist politics. University of Chicago Legal Forum, 139.

Geertz, C. El antropólogo como autor. Buenos Aires: Paidós.

Guber, R. (2009). El Salvaje metropolitano. Reconstrucción Del conocimiento social en el trabajo de campo. Buenos Aires: Paidós

Krotz, E (2006). Alteridad y Pregunta antropológica. En Boivin, M; Rosano, A; Arribas, V. Constructores de otreda: Una introducción a la Antropología Social y Cultural, (pp 16-21). Barcelona: Antropofágia.

Merleau-Ponty, M. (1985). Fenomenología de la Percepción, Primera Parte: “El cuerpo”. Barcelona: Planeta Angostini.