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39 Enl@ce: Revista Venezolana de Información, Tecnología y Conocimiento ISSN: 1690-7515 Depósito legal pp 200402ZU1624  Año 4: No. 1, Enero-Abril 2007, pp. 39-53 1 Licenciada en Comunicación Social de la Universidad Nacional del Comahue, Especialista en Filosofía y Crítica de la Cultura. Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba. Profesora de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Cientícas y Técnicas (CONICET). Correo electrónico: [email protected] ; [email protected] Recibido: 15-07-06 Aceptado: 10-11-06 La domesticación de los cuerpos Vanina Papalini 1 “«Yo soy cuerpo y alma», a  firma el niño. ¿Por qué razón no hemos de hablar como los niños?  Mas el ya desp ierto, el sab io, dice: «Todo m i yo es cuerpo, y el alma no es sino e l nombre de algo del propio cuerpo».”  Friedrich Nietzche, (1885) “De los despreciadore s del cuerpo”. En: Así habló  Zarathust ra. Resumen El presente trabajo establece un análisis que compara las prácticas y técnicas de algunas sectas griegas del período helénico con las que se proponen en los libros de autoayuda, entendidas como “tecnologías del yo”. La interpretación del corpus textual adquiere signicación a la luz del contexto social y cultural del capitalismo contemporáneo y revela el grado de implicación de los cuerpos en una maquinaria productiva que los sujeta y oprime. Palabras clave: control, cuerpos, literatura de autoayuda, tecnologías del yo

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Enl@ce: Revista Venezolana de Información,

Tecnología y ConocimientoISSN: 1690-7515Depósito legal pp 200402ZU1624 Año 4: No. 1, Enero-Abril 2007, pp. 39-53

1 Licenciada en Comunicación Social de la Universidad Nacional del Comahue, Especialista en Filosofía y Crítica de la Cultura.Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba.

Profesora de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Investigadora del Consejo Nacional deInvestigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Correo electrónico: [email protected] ; [email protected]

Recibido: 15-07-06 Aceptado: 10-11-06

La domesticación de los cuerpos

Vanina Papalini1

“«Yo soy cuerpo y alma», a firma el niño. ¿Por qué razón no hemos de hablarcomo los niños?  Mas el ya despierto, el sabio, dice: «Todo mi yo es cuerpo, y el alma no es sino el nombre de algo del propio cuerpo».”  Friedrich Nietzche, (1885) “De los despreciadores del cuerpo”. En: Así habló Zarathustra.

Resumen

El presente trabajo establece un análisis que compara las prácticas y técnicas de algunas sectas griegas del períodohelénico con las que se proponen en los libros de autoayuda, entendidas como “tecnologías del yo”. La interpretacióndel corpus textual adquiere significación a la luz del contexto social y cultural del capitalismo contemporáneo y revelael grado de implicación de los cuerpos en una maquinaria productiva que los sujeta y oprime.

Palabras clave: control, cuerpos, literatura de autoayuda, tecnologías del yo

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The Domestication of the Bodies Abstract

The aim of this article is to analyse the practices and techniques of Greek schools from de Hellenistic period,in comparison with the ones proposed by the self-help literature. This genre of books is treated as a “technology of theself”. The linguistic interpretation of the corpus assumes his meaning by considering the social and cultural contextof contemporary capitalism. It also reveals the level of body implication in a productive machine that tightens andoppresses them.

Key words: bodies, control,self-help literature, technology of the self 

Introducción

La finitud del cuerpo es la manera de nom- brar lo humano frente a su alter ego maquínico. Alcuerpo se le reclama lo que la tecnología encarnacomo figuración de lo valioso en esta sociedad: la

eterna juventud (incorruptibilidad de los cuerposfrente al paso del tiempo); la ausencia de necesida-desfisiológicas (pretendida inmaterialidad del ser);la presteza para responder a cualquier requerimien-to (velocidad y automatismo); la eliminación de laconflictiva subjetividad que se manifiesta como unaconfusa y perturbadora noción de “eso” abismal quees el sí-mismo. La concepción heredada del cuerpo

lo representa desgajado de lo que sería la sustanciahumana inmortal: el alma. El cuerpo caduca, se vuelve envoltorio mustio, pero la simiente que re-cubre germina en obras y trasciende el tiempo. Ladeplorada degradación del cuerpo –u cansancio,sus exigencias fisiológicas, su inevitable vejez– semira en el espejo impertérrito de la pretendidainmaterialidad de la esencia humana.

La civilización occidental ha construidoréplicas de humanidad, no en los clones -vida

insuflada a la arcaica cáscara biológica del cuerpohumano- sino en la inteligencia artificial. La imita-ción no refleja lo que de material tiene la existencia;es su imagen ideal la que se reproduce, una imagenanáloga a su espíritu, invisible a los ojos e inasible

por medio de los sentidos. En la Modernidad, lo quees Bueno, Bello y Justo es lo que supera al tiempo.La velocidad es así una de las coartadas capaz degenerar la ilusoria sensación de “alargamiento” dela vida. Será tarea de la medicina anestesiar el dolor.La cosmetología enmascarará la decrepitud de lo visible. La memoria –¡en tan frágil atributo recaela acumulación del saber!– será sostenida por lastécnicas que van de la escritura a la informática. Elcuerpo no es confiable. El cuerpo es la constatacióndecepcionante de la imposibilidad de ser eternos.

Subsiste, sin embargo, el problema de mol-dear los cuerpos para asemejarlos lo más posible alinfatigable deseo. Como pequeños pies amortajadose imposibilitados de crecer, la materialidad físicahumana debía configurarse de manera tal que en su

forma se reconozca la idea. Cada época constituyómodelos que la encarnaran y cada época enfrentó

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tiene el inmenso mérito de ser homogéneo con el

mercado, y del cual, además, todos los términos de-signan una rúbrica de la representación mercante,es el recubrimiento nominal moderno del sistemaarte-ciencia-política-amor (...)”.Tanto cultura (alu-diendo a la cultura masiva), como técnica, gestióno sexualidad, son nombres diversos de “tecnología” y, sin dudas, de las tecnologías más desarrolladasen las últimas tres décadas. Son tecnologías que

normativizan las experiencias y legislan la imagi-nación, allí donde la actividad humana hace emer-ger el acontecimiento capaz de destituir un ordenestablecido. Aparecen, pues, las tecnologías, comoclaves para entender la sociedad contemporánea,que en su faz cultural denominamos “posmoderna” y en su faz económico-política llamamos “globali-zada”. Las tecnologías, entonces, han de tener porfunción fundamental, no el poder de intervenir sobre los cuerpos, sino aquel que permita un controlsupraterritorial, que exceda los límites rígidos de losespacios cerrados para acompañar la movilidad delsujeto y que actúe como esclusa intermitente másque como un cerrojo definitivo. Un control que ope-re “modulaciones”, como indica Deleuze (en Ferrer,1990), más que aquel que se establece como modeloo que se fi ja como molde. Un control que permee

toda la superficie social, en vez de aquel emplazadoen delimitaciones territoriales precisas que se iden-tifican nítidamente, irguiéndose sobre las prácticascotidianas como sus torres de vigilancia.

 Así exigidas, las tecnologías de poder –entérminos de Foucault, aquellas que refieren a lasdeterminaciones a las que son sometidos los suje-

tos– buscan nuevos dispositivos que se caractericenpor la sutileza (Foucault, 1990). Si han de controlar

los “espíritus” expurgados de los cuerpos, deben

adquirir su misma consistencia etérea. Pensadascomo modulaciones, las tecnologías de poder hande instalarse en la esfera de la subjetividad, demanera que cada uno se apropie de ellas volunta-riamente. Han de ser aquellas que orienten imper-ceptiblemente el deseo, que domestiquen la fuerzaincontrolable del “ello” y dirijan los cuerpos desdela conciencia cotidiana. Pero esta dirección no está

predeterminada. Dado que estas modalizacionesno son “obligatorias”, sino que requieren ser auto-administradas, estas tecnologías conformadorasde la subjetividad abren un espacio no totalmentedeterminado en donde es posible disputar la liber-tad del ser: de adopción o distanciamiento de laspautas de domesticación exigidas. En esa esferase juega la apuesta por la autonomía, se prestaacuerdo y se asume la integración a-conflictivaal mundo heredado, al que se está compelido porlas fuerzas mayoritarias, o se lo niega y se actúaa contracorriente. La crítica, como alerta para elpensamiento, regresa sobre los problemas subjeti- vos para desnudar los mecanismos de control allídonde es posible evadirlos. Aunque la sensación detomar decisiones no condicionadas ni impuestascolectivamente es ilusoria, se genera un intersticio

de potencial emancipación. Las interpelaciones sonpersonales y las respuestas también lo son.

 Autonomía y cuidado de sí

 Epimeleia heautou designa al precepto de“ocuparse de uno mismo”, que era, para la Grecia

antigua, uno de los principios fundamentales de la vida ciudadana, que al mismo tiempo regulaba la

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conducta social y personal y constituía un precepto

de vida, un “arte” del vivir. El poder de gobernarse auno mismo hace al gobierno de los hombres. En laacepción clásica, el cuidado de sí no debe ser enten-dido como un consejo abstracto, o como una meraactitud, sino como una red extensa de obligaciones y servicios regulados que hacen al individuo en sí y en tanto parte de un colectivo del que participa y sobre el que se vuelve responsable.

Se trata de una orientación de las prácticasen relación con el “arte del vivir”. La modernidadreconstruye esta orientación para la vida sobreotros principios y necesidades: se intenta a tra- vés de ella lograr el control de las poblaciones, y la regulación de los individuos mediante un lazosocial de coerciones difusas. Ya no se trata de un“arte” sino de una “ciencia” que permita “sujetar”,

más que liberar. Garantizar la efectividad de este vínculo implica, fundamentalmente, una educa-ción de los cuerpos, –la formación de hábitos, lasrutinas cotidianas– bajo prescripciones prácticassocializadas en la cultura. Éste ha sido un papeldelegado tradicionalmente en las unidades desocialización y reproducción social elementalesde la sociedad moderna: la familia y la escuela. La

formación del sujeto requiere el aprendizaje de unmodo de existencia, que se funda en la apropiación y automatización de las conductas “saludables” y los“buenos pensamientos”, que educa al mismo tiempo

en los valores propios de una sociedad internalizán-

dolos como comportamientos “adecuados”. Tantolos teóricos del interaccionismo simbólico comoFoucault y sus seguidores han producido aportesinnegables a esta reflexión, analizando agenciasdisciplinadoras que edifican la subjetividad. Lostextos del interaccionismo simbólico describen la“etiqueta del cuerpo” y los rituales de la actividadsocial en sus manifestaciones “convenientes” e

“inconvenientes”, subrayando el lugar del cuerpoen la interacción2. Foucault, en cambio, interpretaestos dispositivos como tecnologías que conducena la constitución del yo en consonancia con laslógicas del poder3. En sus textos distingue “tecno-logías de poder”, de “tecnologías del yo”: si bien lasprimeras implican a las determinaciones a las quese somete a los sujetos, las segundas conciernen alas operaciones que éstos realizan sobre sí mismos–sobre sus cuerpos, pensamientos, prácticas– conel fin de alcanzar la dicha. En el examen que prac-tica del estoicismo, analiza un “cuidado de sí” queconduce a la autonomía del yo. Toda una serie detécnicas se utilizan para ese logro, apuntando a lamemorización, la escucha atenta, la introspección y el autoexamen, la ponderación adecuada de lasexperiencias negativas, la abstinencia o privación

física y el control de las representaciones mentales.Se trata de “ligar sujeto y verdad”, de proveerlo dealgo que no conocía y conseguir que progresiva-mente reine sobre él (Foucault, 2002). La verdad es

2 Es muy amplia y variada la producción de esta escuela. Son de especial interés los textos de Goffman, Bateson, Birdwhistell y  Watzlawick. Para un resumen de sus aportes, véase Le Breton, David (1999): Las pasiones ordinarias. Nueva Visión, Buenos Aires y Le Breton, David (2002): La sociología del cuerpo. Nueva Visión, Buenos Aires.

3 Sobre este tema, véanse especialmente los textos: Foucault, Michel (1976): “Las redes del poder”, en: Ferrer, Christian (comp.),op.

cit.; también Foucault, Michel (1982): “El Sujeto y el Poder”, en: Dreyfus, Hubert y Rabinow, Paul, Michel Foucault: más allá delestructuralismo y la hermenéutica, Nueva Visión, Buenos Aires, 2001.

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así un modo de existencia; no es un régimen que se

impone, exterior al sujeto mismo, sino que se realizaen él. Podríamos pensarlo, al modo deleuziano,como un enrarecimiento de esa área escamoteadaal afuera a través de un trabajo sobre el sí-mismo,cuya densificación marca la diferencia con el mundoconfigurado por las tecnologías de poder.

Cuerpo y mente quedan en pie de igualdadtanto en la formación de la subjetividad heterónoma

como en su reconfiguración autónoma, ya que noes solamente una condición de la conciencia: porel contrario, el aprendizaje de los hábitos tiene una base física centrada en la repetición de conductas,sin mediación racional. Los ejercicios son el aspectofundamental de la constitución del sujeto; una seriede rutinas que arraigan los principios de la vida so-cial. El acceso a la verdad no se produce únicamente

a través de las enseñanzas de los maestros. Tambiénel dominio sobre sí mismo (askesis) es un principiode acción permanente.

La actividad vigilante sobre el sí-mismoha sido una práctica frecuente en los procesos dere-socialización, fueran éstos religiosos, políticoso culturales, puesto que implica una reconversiónque involucra la totalidad de la vida. Para eso se

desarrollan técnicas precisas que se inscriben enlos cuerpos, generando nuevos hábitos y modosde acción. Toda conversión implica abrazar unanueva ética que dará sentido al doloroso procesode transformación. Lo que ha de cambiar es lamanera de ver/representar el mundo y de actuarsobre él.

Estas prácticas de reeducación son suma-

mente antiguas. Foucault describe las tecnologíasdel yo orientadas al “cuidado de sí” en la Grecia de

los siglos II y III AC, deteniéndose especialmente en

las características que esta preocupación toma enel estoicismo (Foucault, 2002). El escenario clásicomuestra perspectivas que convergen al prescribirque la vida debe ser armónica con la naturaleza; losobjetos individuales no son más que localizacionesde la materia continua. El mundo es consideradoun ser vivo inteligente en el cual la humanidad seintegra. Para las sectas estoicas, epicúreas y pitagó-

ricas, la inquietud de sí se plasma en una serie deactividades y prescripciones que tienden al controlde las representaciones, la automatización de lasconductas y un conjunto de preceptos que guíen la vida, tendientes a la “dicha” que implica el equilibriocon las cosas.

En estas sectas, el “vivir bien” es un arte queexige un método de perfeccionamiento espiritual.

La ascesis requiere unos saberes, los dogmata,principios que rigen el mundo, las leyes de la vida y la muerte; un modo de existencia apropiado,que sea manifestación de estas verdades interio-rizadas por el sujeto y desplegadas en la acción y el pensamiento; y la realización sistemática deun conjunto de ejercicios que deben practicarsesistemáticamente para la consecución de estos lo-

gros. Estas técnicas se basan en un trabajo sobre elcuerpo y la mente. En el caso del estoicismo, parala educación del cuerpo se recurre a ejercicios deresistencia y abstinencia, que permitan afianzarla independencia respecto del mundo externo, y se reglamenta la actitud física, que debe tender al“estar atento”, como disposición de escucha per-manente. En el caso de la mente, se trata de ejercer

la vigilancia sobre los pensamientos y practicar unautoexamen basado en la escritura personal como

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registro de la vivencia y la reflexión que permita

un trabajo sobre la interioridad. El control de lasrepresentaciones tiende a anular la angustia del por- venir y de la muerte, y la relativización de los malespresentes, para subrayar la plenitud del presente.Los exámenes retrospectivos alfinalizar la jornada,la imaginación de males extremos, el “ejercicio dela muerte”, tienden a naturalizar las vicisitudes dela vida y aceptar la muerte como la culminación

natural del ciclo vital, que tendrá sentido en tantoque “bien vivido”. El horizonte de estas filosofías,tanto el estoicismo como el epicureísmo, es la dicha,que se alcanza a través de la autonomía del sujeto y el ejercicio de la libertad. Este camino comprometeuna relación con los otros partiendo de un trabajosobre sí (el autogobierno como primera forma delgobierno), implica una interacción armónica con lanaturaleza y se realiza en el presente bajo la acepta-ción de la muerte como destino final de la vida. El“buen vivir” es un arte que requiere del cuidado desí, es decir, de un trabajo, una techné de dominiode sí a través de la cual se logra el estado psicofísicode plena conciencia y la realización de la vida. Detodas las inquietudes que agitan la existencia, laúnica legítima es la inquietud de sí.

La actividad del “cuidado de sí” comprometeno sólo a la persona individual sino al conjuntode sus relaciones. Sócrates, con quien comienzala genealogía de Foucault, sostenía que era útil ala ciudad ya que enseñaba a los ciudadanos unapreocupación y actividad de constante celo porcuestiones que excedían lo estrictamente material(ya fuese en términos de bienes personales como deprosperidad de la polis). En la vida adulta, es decir,

una vez completada la etapa de formación, estas

prácticas cumplían funciones de crítica (deshacer-

se de las opiniones falsas, los malos maestros), delucha (obtener las armas para combatir en la vida) y de terapia (tanto de las pasiones del alma como de laenfermedad). En esta relación consigo mismo, hastalos siglos I y II dc, sigue estimándose necesaria lapresencia de un maestro. Para estoicos y epicúreos,su sabiduría está relacionada fundamentalmentecon la experiencia, más que con saberes letrados.

Si bien estas prácticas requieren de conocimientos,éstos han de ser principios teóricos que completenlas prescripciones prácticas. No se trata de adquirirsaberes especulativos sino referidos a la relación conel mundo social y el orden natural.

Resumiendo: las tecnologías de poder han variado. De la vigilancia y modelación de los cuerposhan mutado a formas de control que operan como

modulaciones. Estas modulaciones, por definición,deben ser flexibles, ubicuas e imperceptibles. Elparadigma tecnológico en el que se fundan cambiade la máquina a la red. Lejos de localizarse de unmodo tal que resulten identificables y amenazan-tes, disimulan el dispositivo y se presentan con elrostro de lo agradable. De manera significativa,las tecnologías del yo propias del estocismo y elepicureísmo, que tendían a la autonomía del yo(cuerpo/alma) bajo la premisa de la unicidad dela vida (hombre/mundo), aparecen anudadas a lasconcepciones dualistas de cuerpo y alma que sos-tienen las tecnologías de poder, en un dispositivonovedoso que constituye una de las formas másextendidas de la cultura contemporánea: la lite-ratura de autoayuda. Ésta se convierte en un casode especial interés para analizar la formación de la

subjetividad contemporánea.

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Subjetividad heterónoma

La aparición de manuales y técnicas deautogestión no es nueva. Podría conjeturarse que,desde la Reforma Protestante, los hombres primero y las mujeres después, desembarazándose de lassujeciones e intermediaciones pastorales, se aven-turaron a “hacer” y “pensar” por sí mismos. Estalógica del individuo proteico, que evoluciona en

cada cambio, coincide con la teleología civilizatoriacuya utopía, “motorizada” por el progreso, perfilaun horizonte de ilimitadas posibilidades. Pero, juntocon lafiguración utópica que impulsó el proyecto deautonomía de la modernidad (ciencia, política, arte,como afirmación de un destino imaginado y forjadopor los hombres), también creció un proyecto dedominio racional, atado a un orden de relacionesde instrumentalidad pura y bajo la lógica de cos-tos-beneficios4, cuya institución emblemática es laempresa capitalista y su sujeto típico el “empresarioemprendedor”.

Éste es el proyecto que la literatura deautoayuda hace suyo. Al igual que las prácticasdel cuidado de sí, la autoayuda se presenta comoun conjunto de prescripciones y reglas prácticasque tienden a alcanzar la felicidad. Se centran enejercicios físicos y mentales que requieren de unospocos principios básicos en los que está contenidoel conocimiento científico sobre el yo. Para que estas“verdades” se desplieguen en forma automática enla vida diaria, los ejercicios apuntan a su interioriza-ción. La felicidad es planteada como la consecuencianatural de la obtención del “éxito”.

 A diferencia de las sectas griegas, en las que

la iniciación en el cuidado de sí solicitaba un maes-tro, la autoayuda necesita de textos. Se trata, comodice Abrahám (2000), de una “biblioterapia”. Enuno y otro caso, se apela a la experiencia, aunque enel caso de la autoayuda, la guía ofrecida –basada entestimonios y relatos de experiencias privadas– esimpersonal e indiferenciada; esta literatura se ofre-ce para el conjunto de la sociedad como una regla

de aplicación general, instalándose de esta maneraen el ámbito de la cultura de masas y en el mercado ya que, como libro, circula bajo las mismas reglasque cualquier mercancía.

El tono de los textos incluye una incorpora-ción sui géneris de la New Age, la psicología de Jung y la teoría sistémica, junto con una aceptación acrí-tica de las significaciones sociales sostenidas por el

capitalismo global. En su simplicidad, naturalidad,asistematicidad y contradicción interna se corres-ponde con las formaciones de sentido común. Estamixtura provee los elementos con los que se elaboraun modelo adaptativo que sostiene la primacía dela mente sobre el cuerpo, prometiendo elevar lasposibilidades del yo a un dominio omnipotentesobre sí y generando automatismos de la conductaque proporcionen estrategias de evasión y evitaciónde conflictos.

“La mente se impone a la materia”: con estaaseveración radical se plantea la separación cuerpo-alma (Peiffer, 1998, p. 19). Las consecuencias sonfundamentales: controlando la mente (ideas, repre-sentaciones, recuerdos) se controla el cuerpo y sus

4 Véase CASTORIADIS, Cornelius (2001). Figuras de lo pensable. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, pp. 101-107.

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manifestaciones: acciones, síntomas, malestares,

necesidades, deseos. Así, el cansancio resultantede una jornada de trabajo puede ser morigerado através del ejercicio de la imaginación, en una fan-tasía de ensoñación que proporciona la sensaciónde un viaje cuyas imágenes se pueblan con cuerposespectrales.

El grueso de la literatura de autoayuda ubicaen la mente la solución a los problemas: “la calidad

de sus pensamientos determina la calidad de su vida” (Pfeiffer, 1998, p. 24). La materialidad de laexistencia se disuelve en sus representaciones y éstas son pasibles de transformación. Aunque larealidad no cambie, las técnicas de autopersuasiónsefi jan el objetivo de reiterar que se vive en el mejorde los mundos posibles, porque se vive: estrictopresente que cancela tanto la memoria como el

futuro; preeminencia del yo que niega el mundoexterior y las relaciones con otros y, con ello, evacúatoda ética que no sea individual y egocéntrica. Laliteratura de autoayuda se presenta como aliada enla competencia, es decir, proporciona una ventajacomparativa contra los otros. La armonía del yo selogra por la suspensión de la valoración ajena y laanulación del entorno hostil. Educa en la despreo-cupación de la mirada externa.

La autoayuda se ofrece como una tecnologíadirigida a disolver los síntomas del malestar coti-diano sin preocuparse por la modificación de suscausas. Se presenta como una solución rápida aproblemas cuyo origen identifica en el individuo y cuya solución depende igualmente y en su totalidadde acciones personales, dejando fuera de consi-deración los condicionamientos socioculturales y económicos en los que estas situaciones pudieran

inscribirse. El sujeto es llamado a “tomar el destino

en sus manos”, un destino prefigurado socialmente y que deberá modificar con los siempre insuficientesrecursos individuales. Los problemas sociales son vividos como privados.

Su característica central es la instrumentali-dad; aparece como un manual de reglas prácticas,de técnicas terapéuticas y de modos de conducir lapropia vida de manera tal que se acceda a la felicidad

 y se supere el dolor, la frustración, la depresión y lafatiga. En cuanto a estas reglas prácticas, suponenla aceptación de los valores y significaciones de lasociedad contemporánea. Sus consejos se orientana lograr un mejor ajuste a los requerimientos delas rutinas diarias. Por esto, se puede hablar dela literatura de autoayuda como un dispositivoideológico que naturaliza las pautas sociales y los

principios rectores de la sociedad capitalista tardía y que ofrece, en consonancia con la clave resolutivageneral de esta sociedad, una tecnología como sali-da a los problemas planteados. Esta característicatecnológica se muestra en que, a pesar de sostenersesobre un texto, la literatura de autoayuda trabaja apartir de un conjunto de instrucciones que operanfundamentalmente a nivel del cuerpo (indica cómodominar las sensaciones, eliminar la angustia, con-trolar los gestos). Para lograrlo, procura tender alcontrol de las representaciones, enfocándose sobrelos “síntomas” o manifestaciones del conflicto y negándolos a partir de la premisa del “pensamientopositivo”.

Una parte de la literatura de autoayudaresponde a lo que se denomina “ProgramaciónNeurolingüística”. Esta corriente enseña a modi-ficar respuesta inconscientes a través de técnicas

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que conducen, de la conciencia “normal” a otros

niveles de conciencia (“grado alfa”, inconsciente osubconciencia) en los que se puede trabajar sobrelos automatismos de la conducta. Con este tipo deentrenamiento, no se espera obtener un conoci-miento más profundo del sí-mismo buceando en losdeseos y represiones ligados a imágenes de infanciao hechos del pasado, como propone el psicoanálisis,sino generar respuestas reflejas en situaciones de

tensión, que se activen de la misma manera en quelo hacen las máquinas. En los textos, se lo explicitasin rodeos: Guilane-Nachez asevera que con estemétodo “aprenderá que tiene un «radar» en sumente, una especie de «espíritu-sirviente» al que espreferible decir conscientemente lo que debe hacerpor usted en vez de dejarle que tome las riendas y haga cualquier otra cosa” (Guilane-Nachez, 1998,p. 67). La idea de un control sobre el inconsciente–los deseos, que tienden a “hacer cualquier otracosa” que lo que se “debe”– muestra de manera pal-maria la finalidad de la autoayuda: una tecnologíadel yo que construye la subjetividad modulando elejercicio del control del Sí-Mismo a través de unaelección voluntaria y consciente del sujeto sobre sí.Una tecnología capaz de domesticar los cuerpos sinmolde, de controlar lo informe.

La “tabla de salvación” que proporciona laliteratura de autoayuda viene a ocupar parcialmen-te los vacíos dejados por otras formas de sujeciónpropias de la modernidad. En este reemplazo rever- beran los ecos de la transformación epocal y se hace visible un cambio en la configuración imaginariasocial. En relación con ella, se revela una forma deconformar la subjetividad que enmascara o diluyelos conflictos que podrían obrar como instancia

de impugnación. Su preeminencia se debe al de-

 bilitamiento de otras tecnologías de dominación,cuyos dispositivos normativos se flexibilizaron odescentralizaron. La disolución de los lazos quesujetaban a los individuos de una organizaciónsocial son reemplazados parcialmente por estasnuevas formas de gobierno que se traducen en“autogobierno” y que insiste en las significacionesimaginarias instituidas: éxito, poder, eficiencia,

optimismo, salud.La modernidad proveyó de rutinas que

constituían la subjetividad a través de la repeti-ción. Las características de la posmodernidad, encambio, son la flexibilidad y el cambio constante,la desterritorialización del trabajo y de la vida, lapérdida de la socialidad que articulaba al uno conel grupo, la competencia y evaluación permanente.

Richard Sennet describe con agudeza la forma enque las transformaciones en el trabajo repercutende manera subjetiva, ya que la ausencia de una pau-ta prefi jada para la acción y la asunción solitaria deriesgos genera la ansiedad de no saber qué caminosseguir ni las consecuencias que tendrán las eleccio-nes individuales a las que debe someterse el sujetoen cada encrucijada. Esta aparente mayor autono-

mía encubre mecanismos complejos, que tiendena distribuir democráticamente los perjuicios de los“caminos erróneos” con la consecuente distribucióndel fracaso, y a concentrar en unos pocos los benefi-cios del éxito. La tendencia fuertemente monopólicadel capitalismo tardío avala la idea de que sólo losque ya cuentan con respaldo y estructura se bene-fician, absorbiendo a los que lograron incipientes beneficios y haciendo propia esa línea de actividad.Por el contrario, una empresa que quiebra o reduce

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sus dimensiones reparte los costos del fracaso. En

el juego de este raro azar, sólo hay dos opciones:“Toma todo” o “Todos pierden”.

Durante la modernidad, el sentido de la ac-ción estaba garantizado por las mismas tecnologíasde poder que orientaban férreamente las existen-cias individuales. El acceso a los placeres estabarelacionado al consumo y éste al trabajo. Giddenssugiere que la posmodernidad vuelve a los placeres,

adicciones: repetición compulsiva del gesto, en el vacío de sentido. Se puede ser adicto al trabajo,a las drogas, a los deportes, al ejercicio físico, alcine, al café, a las dietas (Giddens, 1997, p. 22). Lospoderes ya no deciden sobre las instancias trivialesde la existencia de las poblaciones: se debe elegira cada momento cómo ser y cómo actuar, sobreun trasfondo de decisiones tomadas previamente

 y sin el concurso de las mayorías, y en ausenciade un horizonte histórico-social que dé sentido alas trayectorias. Esta situación de aparente mayorlibertad demanda una gran autonomía emocional,puesto que toda decisión depende de uno mismo.Toda organización, estructura o norma se hace“flexibles. Como señala Sennet, “en la actualidad, eltérminoflexibilidad se usa para suavizar la opresiónque ejerce el capitalismo. Al atacar la burocraciarígida y hacer hincapié en el riesgo se afirma que laflexibilidad da a la gente más libertad para moldearsu vida. De hecho, más que abolir las reglas delpasado, el nuevo orden implanta nuevos controles,pero éstos tampoco son fáciles de comprender. Elnuevo capitalismo es, con frecuencia, un régimende poder ilegible” (Sennet, 2000, p. 10).

Las prácticas terapéuticas tienden a mejorarla adaptación del sujeto a sus condiciones de exis-

tencia, en consonancia con el universo de creencias

 y valores que caracterizan al capitalismo tardío.En este sentido se puede pensar a la literatura deautoayuda como un dispositivo de regulación socialestrechamente articulado con otros rasgos de lacultura masiva que buscan soluciones inmediatasa problemas cuya manifestación se identifica sóloen el plano individual, actuando como válvulas deescape. La pauta vital que propone la autoayuda

tiene unafi

nalidad hedonista: evitar el dolor. Éstedeviene de males tanto físicos como psíquicos,tales como el fracaso, la fatiga, el stress, el vacío, laangustia. No pretende indagar en sus motivos, sinoapartar todo lo que pueda poner en cuestión estadudosa armonía para permitir la prosecución de laactividad productiva a través de la cual se obtendránlos logros ambicionados.

La amplitud del suceso de la autoayuda enlas capas medias de la sociedad llama la atenciónsobre el tipo de presiones que recibe este sector y,sobre todo, de las recientes transformaciones quealteraron sustantivamente el trabajo. Los cambiossuscitados en el mundo laboral tienen repercusio-nes en la vida cotidiana. La precaria localización deltrabajador en escenarios en permanente cambio,en un estado de desprotección casi total, libradoa sí mismo, lo hacen presa de la angustia que seacrecienta por la ausencia de horizontes de sentidocolectivos. La incertidumbre campea en un mundomóvil en el cual se está compelido a saltar sin red.El péndulo se mueve entre el sobretrabajo y ladesocupación, al ritmo acuciante de la competen-cia. Sostener con algún grado de salud mental estaescalada psicofísica, sin desatar el nudo opresor,

requiere estrategias de toda índole.

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Se señalaba antes que la disolución de las

instituciones fuertes como instancias constituti- vas de la subjetividad –liberación que se producetambién a nivel de los cuerpos– y la carencia desentido que deja al individuo a la deriva, libradoa sí mismo y en una situación de angustia exis-tencial. También se caracterizaron las formas decontrol basadas en la competencia y la evaluaciónpermanente: en la soledad, el individuo contra sí

mismo se convierte en “dividuo”. La presencia dela muerte es entonces el momento de ensimismarsepara descubrir con espanto elfin de una existencia vacua. Por esa razón debe ser alejada tanto comosea posible, en la afirmación de la vida y de laperpetua juventud. No hay un “más allá” –unapromesa de trascendencia y felicidad–, no hay nisiquiera un destino colectivo al que sumarse y alque la existencia individual se agregue en el proce-so de su despliegue –ni Revolución ni Progreso. Elestricto presente no es tampoco plenitud de la vidasino apenas una vida en minúsculas que pasará sindejar marca. Es poco, pero es todo lo que se tiene. Y lo que se tiene está acosado por el vacío que parecequerer tragarlo todo.

 Autoayuda

Puesto que la realización de la existenciadepende de un criterio de éxito que se mide enrelación a objetivos señalados desde el “afuera”,la seguridad subjetiva está excentrada, depositadaen otro lugar, “enajenada”. Parece ser la situaciónexactamente inversa a la que plantea el estoicismo.

Paradójicamente, en numerosos círculos se vuelve a

revisar lafilosofía antigua en general y el estoicismoen particular. Vuelve como filosofía del buen vivir,como un conjunto de preceptos y prácticas capacesde orientar la vida cotidiana de personas corrientes,en el espacio cultural que ocupó el psicoanálisishasta hace muy poco5.

La pregunta que acicatea la reflexión essaber por qué, cuál es la situación del presente que

amerita una revisita a la filosofía estoica, y de quémanera se la reinstala en esta nueva constelaciónhistórica. Las respuestas deben buscarse en tornoa las condiciones de posibilidad, a los regímenesde poder y de necesidad sobre los que se funda laapelación al estoicismo.

Los interrogantes comienzan a encontrarcontestación cuando se confrontan con el retrato

–aunque sólo fuese sucinto– de los padecimientossubjetivos de los hombres y mujeres contempo-ráneos. Los preceptos estoicos de control de lasrepresentaciones y educación del cuerpo en basea ejercicios y habituación de conductas tomadosdel estoicismo son la base de toda la literatura deautoayuda, que aparece como terapia de la angustiafrente al riesgo y el cambio permanente, a las exi-

gencias de la sobreactividad laboral y salida frenteal fracaso.

Ciertamente pueden encontrarse diferenciasen la apropiación contemporánea de las técnicasestoicas. La denegación del mundo, basada en laautonomía del yo, existe en el estoicismo, perono a la manera de la omnipotencia del ego que se

5

Véase, como ejemplo, el libro Más Platón y menos Prozac, de Lou Marinoff (2000), pionero del movimiento de filosofía prácticaen Estados Unidos, en donde se presenta la curiosafigura del consejero filosófico.

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observa en la autoayuda. En ésta, la mitigación del

dolor y la angustia se produce merced a un mágico“yo puedo” –y “yo puedo, solo”— reiterado comoinvocación del individualismo capitalista. Pero tal vez la distancia más marcada es la actitud ante lamuerte, que nunca se enuncia en el horizonte dela autoayuda –que insiste en el presente– y que encambio era para el estoicismo la culminación de la vida, bajo cuya luz podía reubicarse la trayectoria

pasada, asignándoles a los problemas su justo valor.Para esta secta griega, el futuro no tenía sentidosalvo como imaginación de males peores. En laautoayuda, en cambio, el futuro es una miríada depresentes sucesivos, cada uno de los cuales fue elinicio de una nueva vida. Una promesa revitalizadaque se repite, sin configurar un “más allá” trascen-dente. La felicidad es hoy, y se alcanza mediante larepetición del decirse feliz.

 Además de una actividad orientada al con-trol de las representaciones, donde la imaginacióncumple un papel central en la evasión, la denegacióndel mundo y de sus circunstancias, la tarea tambiénconsiste en aliviar el cansancio provocado por lapresión laboral y permitir el sobretrabajo, queavanza sobre el tiempo de ocio. Para esto se recurrea ejercicios de respiración y relajación y una “pre-

paración física” para el “éxito”. Señala Veyne que“el [actual] estoicismo es, en el sentido biológico deltérmino, un «sistema inmunitario»: el individuosólo puede apoyarse en sí mismo para defendersede un mundo que (a diferencia del mundo visto porel estoico optimista) no fue hecho para él” (Veyne,1996, pp. 13-14).

La literatura de autoayuda constituye, en

el pleno sentido del término, una tecnología del

 yo, es decir, que el sujeto se da a sí mismo en un

ejercicio de autonomía. La perplejidad se suscitacuando puede ser pensada, al mismo tiempo, comouna tecnología de poder, como una instancia deobjetivación que permite una mejor adecuación alas relaciones de poder existentes, abdicando frentea ellos. La astucia del poder es presentarse con unrostro cotidiano, como una solución al alcance dela mano que aparente ser incluso una “elección

personal”. Lejos de constituir un dispositivo quepermita independizar la dinámica de la subjetividadde los reclamos del afuera, la literatura de autoayu-da actúa en consonancia con él y funciona comoespacio normalizador, siendo apropiada inclusivepor instancias regulativas institucionales que sepreocupan por cuestiones tales como la autoesti-ma, la imagen de sí, la psicología del yo. La nuevamodalidad de control está regulada por los propiossujetos que recurren a redes de ayuda por su propiadecisión. Tomás Abraham (en Ferrer, 1990, p. 203),llama a esta nueva regulación “estado terapéutico”:“El estado terapéutico –señala– no se refiere a unainstitución determinada ni a un conjunto institucio-nal administrado por un poder central. Tampoco esla encarnación de un sueño social ni de una utopíahigiénica de un grupo de expertos. Es la manifesta-

ción del poder real de un conjunto de especialistasde la modernidad enlazados en una red de poderesparamédicos”. Cuando los estados y las empresasse preocupan de la motivación o la depresión, esque estos sentimientos personales atañen a la vidaeconómica y política de la sociedad.

La autoayuda se complementa con una am-plia industria farmacéutica que provee de pastillasenergizantes y tranquilizantes, para desencadenar

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el sueño o el sexo, para la belleza y el buen humor,

la memoria o la despreocupación. Las drogas decurso legal se completan con las que se traficanclandestinamente. El síntoma de la época parece serel abuso de las drogas “productivas” que permitenestar despierto más horas y mayor intensidad enlas actividades realizadas. En el otro extremo, lasdrogas evasivas abren una salida de emergencia porla que se cuelan los rebeldes, los sensibles o los con-

fundidos; todos aquellos que asumen que no tienenlugar en este mundo, sino que fue hecho para losoptimistas, los fuertes y los triunfadores.

La existencia se realiza, de este modo, con uncuidado de sí terapéutico que sana las heridas dela competencia y sostiene la subjetividad en crisis,para que no sucumba, hasta el final del camino. Nodolor ni felicidad: persigue el efecto de anestesiarlo

todo. Su actividad es claramente reproductiva y deningún modo emancipatoria. Frente a este caso, vuelve insistentemente la pregunta sobre la libertadcomo posibilidad de elegir también, voluntaria oingenuamente, la servidumbre y se ponen de relievelos lugares en donde cada uno, individualmente,aprehende en sí y es capturado por las lógicas delpoder dominante.

Sin embargo, frente a las etéreas mallas dered que envuelven las representaciones del sí-mis-mo y del mundo, retorna como dato contundentela indivisibilidad del ser. A la niebla que todo loconfunde, se opone nítida la indomeñable presenciade los cuerpos que exigen y son exigidos. La dimen-sión creativa del ser –su punto de fuga de las lógicasreproductivas– se funda en la dimensión de la ex-periencia no normada, que escapa a la repetición.La cultura masiva tiene por cometido fundamental

ajustar el magma de los cuerpos a pautas seguras.

Todo tiempo libre debe ser cautivado por planes se-riados de actividad o reposo. Los poderes hegemó-nicos se esfuerzan –aunque este esfuerzo siempreresulta insuficiente e incompleto– por clausurar laspuertas de otros modos de existir.

La potencial subversión existe en las aper-turas hacia lo otro, hacia aquello capaz de desen-cadenar procesos inéditos. No requiere una heroi-

cidad diferente a compartir la vida con los demás,negándose a ajustarse a la matriz del Uno. Entreel individualismo y la competencia que campean victoriosos por la escena contemporánea, subsis-ten, como un mandato irrenunciable que desdetiempos inmemoriales han aprendido los cuerpos,los lugares gratuitos y no garantizados a priori: eldiálogo, lafiesta, la acción, la discusión apasionada,

el amor y el dolor, la victoria y el fracaso; espacios delucha agonística con el otro en donde el encuentrocimienta la experiencia frustrante o feliz. Formasque son, en definitiva, la curiosa manera en la quehemos sabido ser humanos.

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