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legitimidad apoyo y poder político ensayo de tipología CARLOS REAL DE AZUA

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legitimidad apoyo ypoder político

ensayo de tipología

CARLOS REAL DE AZUA

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PíSfMiíiI S i É i r t i H I i iS w l a S s =i s é. H I i SSÉ | |

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3 I S U Q T H C A .I11IRB Et lODlilEZ T

Carlos Real De Azüa

LEGITIMIDAD, APOYO Y PODER POLITICO

ENSAYO DE TIPOLOGIA

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Pag.

PRELIMINAR ............................ ........ 11 - COHESION Y CONSENSO ,..................... 32 - OBEDIENCIA Y LEGITIMIDAD ............*..... 63 - DIMENSION DE LA LEGITIMIDAD ............ ... 94 - LA TIPOLOGIA DE MAX W E B E R ................ 165 - LATITUD DE LO "TRADICIONAL” .............. 185 - LA LEGITIMIDAD "RACIONAL-LEGAL" .......... 217 - AMBIGÜEDAD DE LO "CARISMATICO” __ *....... 268 - FORMAS HISTORICAS CONCRETAS .............. 309 - LATITUD DEL PLANTEO WEBERIANO ............ 34

10 - EASTON: UNA TRIADA DE REEMPLAZO ......... . 4211 - LA PROPOSICION DE STERNBERGER............ . 4512 - TRANSICION A UNA TIPOLOGIA DIFERENTE ..... 4813 - TRES FORMAS DE LEGITIMIDAD Y SUS FUENTES .. 51

a) Legitimación consuetudinaria ..... ..... 51b) Legitimación retributiva ............... 51c) Legitimación numinosa ............... 57

14 - LOS DOS MODOS MAYORES: LEGITIMIDAD PERSONALY LEGITIMIDAD IDEOLOGICA ............. 59

15 - LOS OBJETOS DE LEGITIMACION ....... 6416 - MODOS DE EFECTIVACION DE LA LEGITIMIDAD ... 7217 - LA DINAMICA DE LA LEGITIMIDAD ............. 7618 - UN MODELO CONTEMPORANEO: EL "PODER PERSONA­

LIZADO" ................................. 8119 - UNA HIPOTESIS: EL "CARISMAS PARTIDARIO" ... 8620 - UN MODELO CONTEMPORANEO: ¿LAS "RELIGIONES -

POLITICAS"? .......... 91

INDICE

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Pag»

21 - DINAMICA DE LA LEGITIMIDAD. UN EJEMPLO: LACOMBINACION DE LOS TIPOS EN W E B E R ........ 102

22 - EL CAUDILLAJE RIOPLATENSE: PRESTIGIO Y LE­GITIMACION ............ .................. . . 108

23 - LEGITIMIDAD: COMPLEJA, NECESARIA, FRAGIL.» 126

ESQUEMA DE LA LEGITIMIDAD................. 133

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PRELIMINAR

De si existen otros motives-que la mera intimida— cion, que la compulsión de la fuerza, para que la gran mayoría de las sociedades soporten los gobiernos que - los rigen, representa uno de los problemas que atrajo - desde más temprano el interes de la reflexión metódica sobre los fenómenos políticos. Una reflexión que, predo_ minantemente normativa primero, esencialmente descriptd va y explicativa más tarde, comenzó siendo "filosofía - política" para ser "ciencia" o "teoría política” en la actualidad.

Las páginas que siguen aúnan una exposición estrie tamente pedagógica del tema con un examen e intento de revisión de las tipologías vigentes de la legitimidad? en especial la muy difundida de Max Weber, Pero también colacionan algunas modalidades presentes del poder que permiten la verificación con las conclusiones a que es­te planteo accede y ponen la cuestión en el centro mis­mo de nuestra circunstancia nacional y latinoamericana* Un sintético esbozo del caudillaje rioplatense a la luz de esas conclusiones aspira a revisar algunos lugares - comunes sobre un punto muy debatido.

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2Labor de reflexión y replanteo que querría ser

constructiva, no creemos que le quepa el rotulo de Min­vestigación” como con cierto abuso semántico tiende a - rotularse a nivel universitario todo trabajo vinculado a cátedras y disciplinas. Cierto es que cabría la'inves^ tigacion estricta sobre el tema, ya sea por la vía del análisis de los sondeos de opinión y las encuestas en - lo que ambos tuvieran de relevancia para el punto, ya - por el expurgo y la indagación de todo el material es— crito sobre el asunto en otros países, De la primera ** posibilidad hay que decir que el material nacional es - pobre y poco confiable, por no decir inexistente. De la segunda repetiremos la advertencia de un colega en la - reciente presentación de su tesis, apuntando que- el cau da! bibliográfico con que había contado era el muy - parco.e.incompleto que obra en nuestras hoy despobladas o incompletas bibliotecas, En materia de ciencias histo ricas y sociales que son de las que podemos opinar con algún conocimiento, la hasta ayer crgullósa Atenas-del Plata debe' estar situada en uno de. los niveles más ba— jos de Latinoamérica en todo lo que tiene que ver- con - sus.repositorios de libros y revistas extranjeras. El - despreció- a la'cultura'que profésa un regimén político- social-que Asfixia económicamente sus manifestaciones, tiene estas' consecuencias, indirectas que a todos- nos in volucranv El estudioso uruguayo, consciente de los enojr mes vacíos -de su bibliografía, ha de hacer cada'-afirma cíen bajo, la incomoda sospecha de que otros dijeron me­jor, más rotundamente y, sobre todo, antes, lo que el - balbucea en. un momento dado* Pero como las alternativas que representan escribir solamente sobre algunos temas estrictamente locales u optar por la profesión de beca­do.^ son siempre factiblés, debe tenerse el valor de - pens:ar sobre las realidades del mundo én tan difícil ejn clave como el Uruguay de hoy y confiar que los que ven­gan tras de nosotros y en tiempos mejores, sabrán'dis­culparnos, ; V- :

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31.- COHESION Y CONSENSO

Partimos de la evidencia de que una sociedad huma­na -espesa, inextricable red de interacciones cuando lo es de modo pleno- necesita alcanzar cierto grado de co­hesión, sin el cual dejaría de existir como tal. Y d e ­que esta, cohesión ha de menester un mínimo de acuerdo - entre sus componentes1 sobre los propios fundamentos de la convivencia, sobre las metas comunes que toda socie­dad, más allá de sus tensiones y, a veces, a través de ellas, prestigia. "Integración” y "consenso” denomina - el lenguaje científico-social en su mayoría a estas dos condiciones mínimas de todo conjunto social y es tal — vez la teoría funcionalista anglosajone del^"sistema sjo cial” (al margen de las reservas que sus fundamentos - susciten) la que los sitúa más idóneamente en el cuadro total de las interacciones. De acuerdo a ello, hace de una la "función" y el."sistema" (o "subsistema") "ínte- grativo"; del otro la "función" y "sistema" (o "subsis­tema") de "latencia" (1).

Importa, de cualquier manera, más acá de toda di— . vergencia teórica, subrayar la significación decisiva - de esa trabazón interna mínima que todo conjunto humano comporta y de ese acuerdo colectivo en torno a las jus­tificaciones, los premios y los costos de ella. Su rea­lidad, la corriente emocional que lo fortalece es lo — que el pensamiento clásico designaba con el hermoso nom bre de "concordia".

(1) La "función integrativa" y el sub-sistema con que - se instrumenta buscan que las acciones de las unidades, los roles sociales diferenciados pero interdependientes sean suficientemente concurrentes. La "función de latein cia" y el sub-sistema correspondiente buscan mantener - las pautas que aseguran la estructura social. Además de la amplia bibliografía anglosajona sobre el punto, se - debe mencionar.el trabajo, inédito hasta el momento, - del sociólogo compatriota Néstor Campiglia: "Los grupos de presión y el sistema legislativo en el Uruguay", Mon tevideo, 196?.

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'4El consenso nace así de fines comuríes, del acuerdo

existente en e l seno de una sociedad en lo tocante, a — los: volotees* que ptieAlden e l gobierno de los hotnbties, h.e_ cogiendo esteacjiejtdo a Id vez loó concepciones de la - auto tildad y tos objetivos que justifican su empleo (2) , Acuetido S'obtie- los fundojnentos ("agreement on fundamen— tais”') lo' llama David Es:- ton (3) y de las consecuencias de su establecimiento ha podido calificar Bertrand de - Jouvenel ial estado social corno la liiStltuclonallzaclón de■ la confianza: (4). ' • : ;

Pero todo planteo del tema qué aspire a ser media-' namente perceptivo de la realidad socio-política de — nuestro tiempo tiene que escapar a las falacias de esta tismo e idealización a que convocan estas definiciones* Unas falacias que, con entera razón, se enrrostran a — las posiciones de la sociología-política estadounidense en esta central, decisiva cuestión, Contemplar la soci^e dad desde un punto ideal de equilibrio, dotada* de una capacidad de cancelar siempre exitosamente toda tenden­cia a la desintegración y al disenso, implica, en grado eminente,:manejarcomo instrumento neutral; de compren­sión, una categoría- qué lleva- implícitas peligrosas la tencias de valor.-Importa, en especial, exponernos a no juzgar mas que:como un fenómeno patológico lo que, en - verdad, constituye la norma -de sociedades cambiantes. r>. La realidad de colectividades que, como las latinoameri_ canas, engloban grandes masas marginalizadas y aun mino rí-as altamente articuladas, pero desprovistas de todo - peso y participación tanto en la fijación de metas como en la adopción de decisiones, precave contra toda ineli nación a buscar el "consenso” a cualquier nivel social

(2) J. Meynaud: "Aspectos ideológicos del siglo XX”, — Barcelona, "Ariel”, 1964, pág. 94,(3) D, Easton:- nA systems analysis of Political Life", New York, John V?iley 6 Sons, 1967, pág» 106. ■(4) Bertrand de'Jóúvenél: "La.soberanía”, Madrid, Rialp, 1957, pág. 213.'

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5y en cualquier tipo de sociedad(5).No representa,en cara bio,el mismo riesgo,la tarea de precisar y deslindar — conceptos como el deMintegracion,,y,íconsenso,,y algún otro que,como el de"legitimidadn,con ellos se imbrica.Aun sa biendo que esos ajustes se practican en plano de abs- — tracción y que su plena vigencia se da solo en un punto fugaz del proceso de la vida social.Aun a conciencia de que todos se hallan sometidos tanto a una incesante la­bor erosiva como a una oscura,creadora corriente de reja tituciones.

(5) Esto no-quiere decir que no se acepte la existencia de un estado modestado de. con {lic to , como condición de - una democracia legítima, según la afirmación de Seymour M. Lipset, muy representativo teórico de esta postura - ("El hombre político", Buenos Aires, Éudeba, 1963, pág. 63). En general, empero, es aplicable lo que contra la escuela de Lipset y su insistencia en la cohesión so- - cial y el consenso subraya Fierre Duelos; esto es, que el consenso casi nunca es puro y que está hecho, en bue^ na parte,de miedo, de intimidación a las represalias si no nos ajustamos a las pautas establecidas ("Revue Fran_ caise de Science Politique", 1962,'págs. 409-410). Bas­ten (en op.cit., págs. 106-107) si bien acepta que los ingredientes del consenso no necesitan Ser inaccesibles a la disputa y discusión pues, s i asi {uera, un ¿eterna estatua contenido dentro de un molde permanente y admi­te, que, además, puede darse posi establecido que pos i — btómente no hay sistema en e l cual exista completo con­senso respecto a qué valores deben ser cotisiderados co­mo centrales, insiste fundamentalmente en que a menos - que una sociedad sea tomada en las tensiones del cmbio rápido, pódenos aceptar como una hipótesis operativa, - la idea de que sus miembros buscarán protegerse de aqué_ líos que querrían destruir persistentmente los {unda- - me>vtos de esa sociedad (...) Ca.da sociedad tiene sus to_ tems y sus tabúes, sus {¡ines y actitudes que considera sacrosantas e inviolables. Normalmente ellas estarán ra del dominio de lo disputable. Aunque es cierto que - las sociedades tomadas en las tensiones de un cambio ra pido constituyen la mayor parte de las existentes hoy.

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62.- OBEDIENCIA Y LEGITIMIDAD

El doble plano da integración y consenso presenta - una ostensible correspondencia con otro. Es el que intje gran obediencia y legitimidad. Pues la obediencia, al - nivel que desde ahora nos importará, hace factible la - función integradora de la autoridad estatal, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que esta tenga el monopo­lio de su implementación* La legitimidad, a su vez, es una forma particular del consenso en torno a un-?unto tan fundamental como el derecho de la autoridad al de— s'-mpeño del rol que el acuerdo colectivo le asigna. Pe­ro, en verdad,obediencia y legitimidad son,ambas,formas decisivas particulares del consenso:por un?, conformamos nuestra conducta externa:por le otra,internalizamos núes tras pautas de comportamiento,concluimos sobre el dere-' che» d--** ciertos titulares a. mandar y sobre la necesidad A'- obedecer,’Velación política"por antonomasia,según — Georges Burdeau (6),

En suma: se obedece y se tiene derecho a mandar y . hacerse obedecer; se ofertan -en forma de valores o re­presentaciones sociales- razones para elle y estas son aceptadas. Hay una conducta de acuerdo a normas y una - motivación estable para la admisión de esas normas. Así suele distinguirse entre vigencia y validez (7) o, en - el caso de Max Weber, el "contenido de sentido de una - acción social" se desglosa en un oAden y en la validez de1 el (8),

(6) En "Método de la Ciencia Política", Buenos Aires, - DePalma, 1964, pág. 219 y ss,(7) Por ej. Helio Jaguaribe, en "Desarrollo económico y desarrollo político", Buenos Aires, Eudeba, 1964,pág.71.(8) En "Economía y Sociedad", México, Fondo de Cultura Económica, 1944, t. I, págs. 24 y 26 y ss. Weber brinda la noción dé ¡¿elación ¿oclai corno conductiX plural de va rios, orientada por la reciprocidad (aunque tenga sentí do diverso para todos y vaJtladlzljW coivtenldc) pero en la que debe evJJátlx le, ne{¡ exancle. mutua da la¿> accionan. El ”contenido da ¿anlído" de la relación social puede - estar {¡omuiado an meteúna.5, puede ser pactada poK decla_

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7En este punto, empero, vale la pena realizar una -

precisión. La visible dualidad de una "vigencia*1 fácti- ca y una "validez" espiritual puede importar el escamo­teo de su verdadera posición que no es la de una bipola. ridad sin transiciones sino, por el contrario, su colo­cación en los extremos de un espectro, de un "continuo" cuyo centro registra la inestable conmixtión de las dos dimensiones.

En una famosa conferencia de 1919, Weber decía que en nealldad ¿e entiende que la obediencia está detenml-. nada pon motivos muy fuentes de. toman, y e¿penanza-tmon' a la venganza de poden.es máglco¿ o de quien detenta e l poden.; espenxmza de necompensa en estlmulo¿ o en e l md& alia.- y admá¿ pon. Inteneses de la especie má¿ dlvensa(9). La mirada más distraída en nuestro entorno no pue­de dejar de percibir que sobre toda obediencia regular pesa un elevado ingrediente de coercitividad bruta, de temor y de renuencia que poco tiene que ver con ninguna noción de "legitimidad** y perfecta validez (10). Y en -

nación neclpnoca y cada parte descuenta así que la otra orientará su acción de acuendo a la pnomesa, Al ”conte­nido de ¿entldo de una aeclón ¿oalai (p. 30) le llama-- mo¿ "anden” cuando la acción ¿e onlenta pon máximas que pueden ¿en ¿eñaladas y ¿e habla de la ”validez” de este onden cuando la onlentaclón de hecho pon o.qudla¿ máxi­mas tiene lugan ponqué en algún gnado s ign ifica tivo apa necen válidas pana la acción, e¿ decln, como oblígalo— nías o como modelo¿ de conducta. La onlentaclón de la - acción pon "un onden” obedece a muy dlstlnto¿ motivosf pesio acneclenta la po¿lbltldad de que la acción ¿e - - onlente asi e l que pana lo¿ actone¿ apanezca ese onden como ”ob.tlgato>lo” , o "modelo” , o ”algo que debe ¿en”.(9) "La política como vocación", en Max Weber: "El sa— bio y la política", Córdoba, Eudecor, 1967, pág. 4.1.(10) Y aun podría sostenerse' que sólo la legitimidad se hace patente allá donde se reclaman comportamientos ab­solutamente pasivos, que se perfecciona frente a aque— lias decisiones de los centros de autoridad en las que el ciudadano nada "tiene" inmediatamente que hacer ni -

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8verdad, si se rastrean las motivaciones de la obedien— cia social desde las mas frecuentes, mas ordinarias,nos encontramos con una serie que va desde lo fáctico hasta la iiltemacionalizacion espiritual y que podría ordenar^ se así: a) miedo, comodidad, falta de alternativas; b)habito, rutina, imitación; c) sentimiento de retribu---cion material o emocional; d) convencimiento sobre la - necesidad de esa obediencia (11) ,

Las precedentes reservas y el esfuerzo de matiza— clon que conllevan no importa la suposición, ni mucho - menos, de que el problema de la legitimidad admita ser cancelado: son justamente estas u otras dificultades — las que le dan henchido de un magno Ínteres,

A este proposito puede señalarse como ejamp!nr e l . error de León Duguit en su planteo del tema* Duguit pa_r tía de la creencia que la cuestión del "origen del estja do" equivalía a la de la legitimidad de la potencia po­lítica, fundada por las distintas doctrinas de la sobe­ranía en su intento de justificar la "diferenciación de gobernantes y gobernados"* Y coherente con ello, afirmo la Inanidad da la¿ dcctsxina¿, cjialaqüiena qaa ¿ean,que qdenen dan ana iu¿ ti{iead d n íilo¿d¿ica a la potencia p o lít ic a* La vendad e¿ que la potencia p o lít ica a un - hedió que no tiene en. ¿ i ninguna candcten de le g it im i— dad o de ileg itbddad (...) e l producto de una evolu- - don ¿acial (.*.) de un hecho que e¿ la d in tindón po¿i tiva de gobernanta y gobennado¿ (*..} la po¿ibilidadt pana alguno¿f de dan ¿sedeña ¿andanada pon la coac- -

nada "puede" inmediatamente hacer por medios regulares. Lo que es lo mismo que.localizarla en situaciones en — que no puede desviartuarse pero tampoco verificarse,(11) Cabe decir que, desde este nivel, se perfilan, pre vios a tede proceso de formalizacion, los modos posi- - bles de legitimidad: desde b) la tradicional; desde c) la funcional o retributiva; desde d) la .ideológica*

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9clón material monopolizada pofi un cierto grupo socia l - (...) la fuerza de los mdó fuertes dominayxdo la d eb ili­dad de loó más débiles (12).

. Representa así el de Duguit el planteo positivista típico. Un planteo, según el cual, como no hay manera - de ponerse de acuerdo, .a nivel científico, sobre los — criterios de sustento axiologico del derecho a mandar, se niega la entidad, variable históricamente en sus con­tenidos. de el, y se identifica "realidad*1 con mera "ex­terioridad", estricta "factieidad". .

3.- DIMENSION D E L A LEGITIMIDAD

No conviene seguirlo. No es.escamoteáble entre las variables más decisivas de un sistema político la apre­ciación de los gobernanta y de sus actividades desde - e l punto de vlóta de algunos valoreó comuneó de la so­ciedad y la designación de loó gobernantes apropiados - (13).

Max Weber, sobre quien es inevitable centrar la — historia de la elaboración del concepto en su etapa — científica, llego a ella desde las nociones de "domina­ción" y "dominio", La primera representaba para el la - posibilidad de encontrar obediencia a un mandato de de-(12) León Duguit: "Manuel de Droit Constitutionnel", Pa rís, Boceará, 1923, págs. 23 y 25,(13) S.N. Eisenstadt: "Los sistemas políticos de los Im perios", Madrid, Revista de Occidente, 1966, pág. 36; - R.A. Schermerhorn -en "El poder y la sociedad", Buenos Aires, Paidos, 1963, pág, 55- define al "poder legíti— mo" como aquel que óe e je rc ita en cuanto Ranclón de — loó valoreó y nonnaó aceptables para la óocledad. Y Lip set (op.cit., pág. 57), sostiene qiie la legitimidad im­p lica la capacidad del sistema para engendrar y mante-- ner la creencia de que loó instituciones polltlcaó exls_ tanteó óon loó máó apropiadas para la sociedad.

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10toJminadocontenido entsic pestsonas dadas (14); el según do un es tado.de (LO-6ct6 posv e l cual ana voluntad ta (mandato) del domlnadost o domlnadókes Influye ¿obste - los actos de otaos, de ta l satóte que en un gsiado ¿o— ocalmente relevante, estos actos tienen lugaa v como s i ” los dominador hublenan adoptado poa s i m¿6mo¿ e l conte­nido del mandato ( 15). Pero esta calidad de-"como si” - implica que,, desdé el punto de vista psicológico, un — mandato puede ejercer su acción mediante compenetaaclón o endopatla, persuasión nacional o Inspiración (15), — desplegarse d.esde la habituación Inconsciente hasta lo que son consideraciones pimíamente succiónales ton arreglo a fines (17). Se bifurca desde aquí el tipo, y junto a la dominación "por constelación de intereses’- se inserí be la dominación ;,por autoridad", fundada en e l pódese ~ de mando y e l debesi de obediencia (18). -Pero si para la obediencia en lo cotidiano domina la ” costumbre” y con e lla Intereses materiales, u t ilita r io s (.-¿Vi la costm - bste y la ”situación de Intereses”, no menos que los mo­tivos pusiamente afectivos y de valor no pueden represen tosí los fundamentos en que la dominación confia. Mostmal mente se le añade otsio valosi: la csieencla en la ”t e g l t l mldad” (19), La acción -y la sielaclón socia l- , pueden - orientarse por e l lado de sus participes en.la ”repre-~ sentaclón" de la existencia de un ”orden legitim o” , La posibilidad de que esto ocurra se llama ”validez” del - osiden en cuestión (20). ' i; ::

La existencia de sociedades estructuradas sobré — abruptos desniveles de poder bastaría, por sí, para ha­cer sospechar de la .espontaneidad, o naturalidad o -tal vez- "inocencia" del fenómeno. Para el enfoque .marxiste

(14) V/eber, op.cit., t. X, pág. 53.(15) Idem, t. IV, pág. 14.(16) Idem, t* IV, pág» 25.(17) Idem, t. I, pág. 221.(18) Idem, t, IV, pág, 11.(19) Idem, t. I, págs, 221-222.(20) Idem, t. I, pág. 29.

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11-desde el que no conocemos ningún planteo especial del punto (lo que, és posible, importe algo mas que una sim pie casualidad)- la clase dominante de cada período eco nomico-social impone su ideología y es a través de ella que cohonesta v prestigia el orden conveniente,Pero aun desde otra perspectiva y golpeando sobre el término pías exacto,el eminente historiador italiano .Guglielmo Perrero cfir^o, T'?c-' cuarto de «i1?1 o, que lob pnlnclplob de legitimidad ¿on jubtlflcacloneb del poden -eb decln, - - del denecho a mandan- y pana lob otnob de la obligación de obedecen (21), Weber, metódicamente adverso a todos los plantaos marxistas, ya había sostenido que el funda meyito de toda dominación es ana "cncenda" en e l pnebtl glo de lob que mandan (22)* Pero, en forma todavía mas incisiva, en la autojú6Ubicación que apela a pninciplob de legitimidad destaco los dos elementos imbricados que son el méñlto del que domina y la culpa del que ebtd - - abajo (23), ambos expresión de la necesidad que tienen lab cabían pnivllegladab pon la onganlzación po lítica y boclal oxlbtente de "legitiman” bu bltúación boclal y - económica, de b en conbagnado y tnanb {¡ornado en ebtado - dominante pu/uunente ¿¡zatico en un cobmob de denechob ad_ qulnldob (24). Un weberiano como W.G. Runciman reconoce que, aunque debe ser adecuadamente reconocida como legí^ tima para poder funcionar, toda autonldad política deb~ canba en definitiva bobne la fuenza (25). Y aun dentro del funcionalismo conservador estadounidense, afirma — Easton que lab fuenteb que alimentan y fontiflcan lob ~ bentlmlentob de legitimidad pueden también ben Intenpne tadab como antlflclob ¡devlceb) a tnavéb de lob cualeb lob mlembaob de un blbtma bubcan bub citan o.mantenen un minino de apoyo (26).

(21) G .Ferrero:”E1 Poder”,Bs.As.,Inter-América,1943,p*35.(22) Weber,op.cit., t. I, pag. 276.(23) Idem, t. IV, págs. 21-23.(24) Idem, t. IV, pag. 81.(25) W, G, Runciman: "Ensayos*, sociología y política”, México, Fondo de Cultura Económica, 1966, pág. 77.(26) Easton, op.cit., pég. 289,

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: 12Sean cuales fueren las motivaciones conretas, esta

exigenciade legitimación del mando, este.requerimiento de un dado "quantum’* de lealtad sin las cuales se supo­ne que una sociedad se desagrega, parecen identificar - una función.específica -entre todas las que ha de cum— plir un sistema-político en forma- dedicada a regular - tan exigidles .aportes-(27) ♦ Dolf Stemberger subraya la necesidad de reconocimiento y asentimiento que experi­menta todo regimen político-social, en especial cuando no tiene la seguridad de contar con ellos, Y como ejem­plo de su aserto recuerdajunto a los casos de los ti­ranos del Renacimiento y de Hitler el tan relevante deNapoleón, un gobernante capaz de invocar la legitimi---dad, ambientada en el clasicismo antiguo, del Consulado romano, pero también la religiosa y medioeval del Sacro Imperio, traducida en su coronación por el Papa, así co mo la legitimidad dinástica, moderna, a través de su en lace con princesa austríaca, y la democratico-plebisci­taría de la "volonté genérale” (28) , - •'

David Easton, desarrollando en su teoría dél siste ma político la noción del ,*apoyo,, (support) como una de las formas del "insumo" (input) que lo alimenta, apunta la general carencia que tendrá que enfrentar un sistema que descanse solamente en el "apoyo específico", esto - es, en el generado concretamente por la satisfacción de las "demandas" a través de los "productos" (outputs) de ese sistema (29). La satisfacción, habitualmente par---

(27) N. Campiglia así la concibe en su trabajo inéditocit, •T(28) Dolf Sternberger: "Fundamento y abismo del poder",Buenos Aires, Sur, pág, 11-12, ........(29) Con la máxima comperdiosidad podría decirse que — Easton concibe el "sistema político" como una estructu­ra coherente, alimentada por "demandas" y "apoyos" en - calidad de "inputs" (insumos) y emitiendo "outputs’Kpro ductos) en forma de decisiones legales y otros modos — conexos, los que a su vez influyen sobre los insumos -y también comunican información- por medio del "feed back" y el "feed back loop" (retroacción o causación circu.- -

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13cial, de las demandas sociales que da el poder político, la postergación de beneficios que..llega a. veces -en si­tuaciones revolucionarias- al sacrificio de las expectja tivas de una generación entera de hombres, hacen que — ese sistema y el "regimen" en que se modula, no puedan ser viables sin determinadas "reservas dé apoyo", sin — una adhesión gznzAat y difusa al régimen y a la comuni­dad no condicionada al toma y daca entre reclamos detejr minados y decisiones del sistema que los contemplen(30). la Inculcación dz un sentido dz legitimidad z¿ pnobable mzvitz e l más efectivo dz todos los. pnaczdmlmtospasta' nzgutan la fluencia dz apoyo dl£uso, tanto zn beneficio dz las autonldadzs zomo dzt Aéglmzn (»,.). , El apoyo más estable dznívand dz la eonvIcelon pon ponte dzt exudada no dz quz es connecto y convatlejvtz pata ££, obedecen a las autonldadzs y conszntlA a los nzquzJilmlzntos dzt Ají glmzn. La fuerza del principio de. legitimidad es así — •' que no deAlva dz nzcompznsas específicas sino dz un en­tona convicción zn la validez monat dz las autonldadzs o dzt Aógltnzn. Y, en verdad, ningún SIstma puzdz duAan, pon lo me»tos longo tiempo, sin ta pnzs encía dz clznta - modenada cnzzncla zn su legitimidad (31). Lo que lleva a Easton -aserto verificado- a preguntarse ¿pon quÚ ha habido esta necesidad o tendencia a descansan, m te, ~ cnezncla zn ta legitimidad? Comprueba entonces que se - han dado respuestas de tipo filosofico-moral pero, en - el plano empírico, descriptivo, se le ha prestado al te

lar). Para una exposición abreviada de lá'teoría;. "An - approach to the analysis of Political Systems", en - "World Politics", W9 9, 1957, artículo recogido, entre otras selecciones, por la de Roy C. Macridis y Bernard £. Brown: "Comparative Politics", The Dorsey Press, Ho- mewood, Illinois, (Revised edition), 196*f, págs. 89-102.(30) Easton, op.cit., págs. 269-272.(31) Idem, pág. 278.

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14ma una atención sorprendentemente escasa (32). Uno de - los puntos qué para este autor la merecen es el qué ex- te.nitón un sistema requiere para mantener un adecuado - nivel de apoyo, esta creencia universal en la leg itim i­dad!

(32)...Idem, pág. 279« Agrega Easton que <LS importante es_ ta b ilizg r las relaciones entre aquellos que son respon'1' sables para las actividades cotidianas en nombre del — sistema, esto es: las autoridades y la ciudadanía (mem- benshlp), SI la amenaza constante de v iv ir en e l preci­p icio del desorden debe ser evitada, hay un mínimo de - seguridad que requieren las autoridades. Dentro de los lim ites establecidos dentro del sistema p o lít ico - l im i­tes que he estado llamando "régimen”- ellas pueden es pe rar regularmente lograr sumisión respecto a la adopción o instrumentación de los productos {outputs) y la. re a li zaclón de las tareas necesarias. La creencia en la le - gimldad de las autoridades y e l régimen proporciona - - ta l estable conexión (,.*).• Indíferentmente de lo que los miembros puedan sentir acerca de la sapiencia de la acción de las autoridades, la obediencia puede originar se en algunas convicciones rudimentarias acerca de la - pertinencia {apropriat enes s} del orden p o lít ic o de co~- sas (pág. 279)» Podría ser argüido que este estado de espíritu puede ¿ lu ir desde la convicción que los n im ­baos integrantes que e l orden y los procecinlentos esta blecldos Son mejores que e l caos y que preferirán obede ccr una ley mal remolda que destruir las bases de todo orden. Pero es altamente dudoso que los nimbaos de luí sis tena abriguen tan racional interpretación o motiva­ción (pág. 2SO) 4 El sentido de la legitimidad es quien provee así una fuerte base moral paro, la aceptación de les procedinientcs que procesan las demandas en produc­tos (outputs)4 Y esto también explica que la autoridad Se describa como la relación de. poder que existe sólo -.. cuando hay uj-ia creencia en la leg itirid ad de aquellos - que ejercen e l poder (Cf» David Selznick: "The organiza uional v?eapon"j New York, Mac-Graw Hill, 1952, pág, 242) (págs. 284-285),

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15La respuesta,obviamente,no es fácil,ni Easton la -

da»sosteniéndose en la evidente diferencia entre légitjl midad y’Voder desnudo"(naked power)y subrayando qtie¿fra¿ pasada la etapa del parentesco(VinsM.p stage),la expe— rienda muestra que todos- los sistemas maduros buscan la legitimidad como necesaria a su apoyo.Lo que es correla­tivo a la suposición de que si para-la efectividad de ea da"producto"que implica una decisión publica debiera.eon tarse 'con el dictamen afirmativo de todos los afecta— dos por ella sobre su conveniencia o útilidad (expediex> cy)» esto sólo podría ser tolerado en sisteman en l os ~ cuales e l ritmo de. vida es len to , e l cambio Inírecuente y débil la Interdependencia general (33).

Fenómeno y problema "universal" y "necesario" apa­rece así el de la legitimidad, dos características que no son óbice sino, por el contrario, promueven, la per­turbadora riqueza de su acervo argumental de contenidos y justificaciones, es pluralidad y movilidad Inquietan­tes (34) que desalentaron el enfrentamiento de León Du- guit. Unas justificaciones, agreguemos, que son fuertes cuando son tacitas, cuando no se invocan ni verbalizan(35) y tanto mas débiles cuando ocurra lo contrario, o cuando mas ostensible sea su esqueleto racional (36), o

(33) Idem, págs. 281-286.(34) Sternberger, op.cit., págs. 13-14.(35) En "El protestantismo comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea" (1844) - decía de la legitimidad el apologista español Jaime — Balmes; todo poder la busca;la paiabra ”hechon no Sale de ¿us labios: e l Instinto de su propia conservación le está diciendo que no puede emplearla. También sobre el carácter implícito de la legitimidad: F. Bourricaud: — "Poder y sociedad en el Perú contemporáneo", Buenos Ai­res, Sur, 1967, pág. 8.(36) Weber, en op.cit., t, I, pág. 30 subraya la fragi­lidad de toda fundamentacion de un "orden" que descanse solo en motivos racionales.

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16cuando la presión de los hechos obligue a forzarlas , o impostarlas más allá de su ámbito específico (37).

4.- LA TIPOLOGIA DE MAX WEBER

Aunque elaborados como "tipos de dominación" desde el punto de partida ya considerado, al margen de este - servicio a un concepto estrictamente weberiano, el tri­duo que componen le "tradicional", lo "carismático" y - lo "racional-legal" ha servido, desde su .difusión, y - de modo prácticamente unánime, como sistema clasificatjo rio de la legitimidad. Esta que alguien llamo la tan — nialtnatada (38), juzgando de tal manera su destino de - haber pasado al nivel más impreciso del lenguaje políti co, Weber la desarrollo en su conferencia sobre "La po­lítica como vocación" y la amplio y preciso en "Econo— mía y Sociedad" (39). Desde aquella memorable lección - de 1919 iniciaron su carrera la "legitimidad tradicio— nal" basada en la validez de lo que. ¿¿empate. ex is tió y - en et casiÁoten ¿agnado de las tnadiciones , la "legitimi da.d" racional-legal fundada en la validez de lo estatuí^ do positivamente y en las competencias funcionales basa

(37) G. Ferrero, en op.cit., pág. 38, sostiene que to— dos los pdjicip ios de la legitimidad son instnmentcs - de la nazón, de los cuales pueden scnvist*>e los hembnes pana anease un ondea eficaz, s i lo desea*i. 'Agrega: todos son pandalmente nacionales: pueden haccsise isüiaciona— les al Sén aplicados* Pero Ferrero -como más adelante - se destacará- habla únicamente de les principios de le­gitimidad al nivel de su efactivación concreta; por tal circunstancia su aserto sobre la racionalidad tiene sen tido;..de lo contrario sería muy discutible,(38) Easton. op.cit., pág. 301, que señala también sus vados defectos (several shortcomings)»(39) En op.cit., t. I, cap.- I, Nos. 2-7 y cap. III* en t. IV, caps. V, IX y X.

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17das e.n. ke.glaS cJie.adas nacionalmente y la; "legitimidad - carismática" que descansa en Id autoridad. del don de. — guíela. extfuwfidlnanlo y peJisonal, en la. n.evelael6n, el keAolsm a othas cualidades Individual^ ,

Concebidos como instrumentos, de comprensión socio­lógica, su autor subrayo explícitamente su neutralidad valorativa (40), aunque bien puede plantearse si esta - neutralidad es lograda y, en especial, si de los tres, el termino "carisma" y sus derivados no arrastra un fuerte acento axiologico. Ideados para la intelección- de lo concreto, .también es obvio que aspiraron a poseer el más vasto, ilimitado valor indagatorio. Si esa ambi­ción necesitara confirmarse bastaría ver que ejemplario espigo la formidable, .erudición histórica de Weber, des­dé las sociedades primitivas europeas y extraeuropeas - hasta el presente. ; . ■

Como se habitual igualmente, no le es imposible — tampoco al más informal enfoque de sociología del cono­cimiento advertir entre .que condicionamientos se mpvio la invención weberiana,. Surgida en el transite dé la li quidacion del imperio kaiserianc al difícil nacimiénto de la república de Weimar, es advertíbie en ella la mar ca de determinadas .evidencias que a la despierta percej^ cion de Weber no podían escapar. La perfección burocrá­tica que habían alcanzado las instituciones gubernamen­tales y extragubernativas alemanas es una de ellas. Es otra la de los prontos reflejos -secularmente entrena— - dos- de disciplinada obediencia con que vastos sectores de la sociedad alemana iban a ajustarse -estaban ajus— tándose- al regimen que nacía, como se hubieran ajusta-

(qo) En ídem, t. IV, págs. 252-253, subraya su falta de significación axiológica, 'puesto que la. Sociología, no ~ establece v alo melones. El je ie de. los moxmones, lo meó mo que. los mencionados" kOio es" y "magos" se. coh/toboKan ante, sus pantídanlos^ccmo personas dotadas de. un caAls- ma.

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18do a cualquier otro y lo harían al que siguió tres lus­tros más tarde (1933), a poco que cualquiera de ellos - cuajara en una ordenación legal incontrastable y formal, mente coherente.

El débil sosten ideológico del weimarismo y de una república hija del compromiso entre una pluralidad de - fuerzas de muy distinto origen, de partidos portadores de hostiles, irreductibles "concepciones del mundo" re­presenta una tercera evidencia. Y una ultima, de índole personal, fue la esperanza en el personaje mesiánieo, - en el Sigfrido redentor capaz de vencer la anquilosís e impersonalidad burocráticas, de compensar, a fuerza de irradiante fascinación humana, la inexorable "racional!^ zacion" de la sociedad, el fatal "desencantamiento" del mundo» La veta nietzchiana del superhombre, nunca canee lada en Weber, vale entonces como el postrero y tal vez como el más decisivo de esos condicionamientos socio- - culturales.

De los que bien se puede aseverar que los dos pri­meros ayudan a comprender el diagnostico de las legiti­maciones tradicional y racional-legal, el tercero su — inadvertencia de una factible legitimación ideológica y el cuarto;la extraordinaria importancia de lo carisroáti_ có y la discutible caracterización del tipo,

5.- LATITUD DE LO TRADICIONAL

En el reconocimiento de la tradicional, la primera de sus formas de legitimidad, la rica erudición histori ca de Weber y su perspicacia para los fenómenos socia— les de su entorno concurrieron espontáneamente, Con to­do, es de advertir;, el manifiesto el iva je que la catego­ría "legitimidad tradicional" arrastra, según la presen ta, al menos, el autor de "Economía y Sociedad". Y es - que si se registran las instancias y los modos en que -

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19Weber la acuño (41), se percibe que encubre dos acepcijq nes que otrora fueron a menudo convergentes pero pare— cen inocultablemente, de distinto origen y aun diferen­te jerarquía, entidad’, y. fuerza legitímizadora.

(41) En "La política como vocación" Cedic.cit., pág. 61) la primera de las tres ju¿ti{icacione¿ internas, de las ttoes ju¿ti{icacicne¿ bd¿ica¿ del dominio es la au tori-- dad del "posado", de tai, co¿tambres ¿anti{icada¿ por - uncí validez im m o r la l y pon. la orinetación habitual a ¿omctetoSe, representadas entre otros casos, por el pa— triarca y por el principe tradicional de antaño. En "Economía, y Sociedad" (t. I, págs. 35-36) la configura como la legitimidad en míhito de. la tradición, de la va lidez de lo que ¿iemptoe ex is tió ; en mórito del cxxrActer ¿agnado de la ¿Audición entendida como la {¡otoña md¿ uni versal y prim itiva, fundada en trabas póiquicaA y en el tmoto a detetoninado¿ penjuicio¿. En ídem, t, I, págs. - 224-225,la dominación tradicional descansa en la creen­cia cotidiana en la ¿antidad de la¿ tradiciones que r i ­gen de¿ de tiempos lejano.& y en la legitimidad de ¿os ¿e- ñalado¿ por esa tradición pana ejorcen la autoridad f...) Se obedece a la "persona" del ¿eñoto llamado por la tra ­dición y vinculado por e lla por motivoÁ de piedad en e l circu lo de lo que e¿ com uetudim rio. En idem, t. i, — pág. 235: debe entenderle que una domin-ación e¿ tnadi— d o nal cuando ¿u legitimidad de¿can¿a en la ¿antidad de ordenaciones y poderos de mando keredado¿ de tiempos le_, jano¿ , desde tiempo imnmorial creyéndose en ello¿ . en -; méritos de esa ¿aivtídad (*..}. La asociación de domina­ción, en e l caso más ¿ e n d ito , es prinariameivte una -- "asociación de piedadH, En idem, t. IV, págs. 21 y ss., la autoridad tradicional, patriarcalista es la forma - personal basada en la ¿antidad de la tradición y, por - tanto, de lo acostumbrada, de lo que ha ¿ido ¿iempre de un modo determinado, lo cual prescribe obediencia a de­terminadas personas. Es claro que algunas de estas va— : riaciones pueden ser debidas a la traducción castellana, no siempre intachable de "Economía y Sociedad", de José Ferrater Mora.

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20Pues en el caso que para Weber, si a sus formulas

nos atenemos, lo tradicional es, por un lado, lo habi-~ tuai, lo acostumbrado, lo consuetudinario; en suma: una pauta de conducta psico-social que solo.por insensibles transiciones se desglosa de esa estricta facticidad que importa la aceptación material de un orden no interior­mente legitimado. Pero por el otro extraño de la nocion, lo tradicional es la "santidad”, la "santificación","el arraigo duradero", la "validez inmemorial" de un orden establecido y como tal respetado, con aura sacral* Esto es, rodeado de sentimientos y emociones de devoción, — piedad, intangibilidad que lo fundamentan poderosamente. Con lo que también, obsérvese, si la categoría se desljL za por una de sus vertientes hacia lo factual, se orían ta desde la otra hacia esa región de "lo numinoso", de *Mo divino" que, como pronto se vera, sostiene en su — única versión legítima, la emergencia de lo "carismatirr-co" (4 2 ). • • •

02) Véase la confluencia de las dos acepciones en la - configuración que Maqüiavelo realiza en "El Principe"de lo¿> pnincipado¿ hen.edlXiVUoS: Empiezo declaAxmdo que, - en lo¿ Estado* kenedltanlos, habituados a la d in a s tia - de sus pninclpes, -ion mucho menon.es las dificultades pa na consentíanlos que en los nuevos: basta sólo nespetan la onganizaclón establecida pon los pnedeceson.es y con- tmponizan con los acoivteclmientos, de ¿ucnte que, s i - e l pnincipe tizne mediana habilidad, nSginá. siempne su Sitado, a no impedios elo extnaondinanla y excesiva fuen za) y aun cu,i desposeído, lo ñeco bnand a l palmen, contna tiempo que ¿dina e l LUunpadon, etc. (Maqüiavelo "Obras políticas", Buenos Aires, Editorial Poseidon, 19M-3, pág» 460).

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216*- LA LEGITIMIDAD RACIONAL-LEGAL

La más abstracta y, de seguro, la menos evidente, la categoría "racional-legal" ocupa un lugar céntrico - en el pensamiento de Weber si se tienen en cuenta sus - vínculos con las nociones de "ruiujiiz ación" y burocra­cia como elementos capaces de caracterizar la realidad político-social contemporánea*

La enunciación de este concepto weberiano es, pese a lo inicialmente afirmado, la más unívoca, coherente - de las tres fundamentales (43). La duda-que se suscita

(43) En "La política cómo vocación” (edic-cit., p. 41): e l dominio en vlntud de. la "legalidad", merced a ¿a' — creencia en la validez de lo estatuido legalmente y en la "competencia” púnelo nal basada eñ regías cacadas ra- cionúblente. En este caso, la obediencia se espera por e l cumplimiento dé las obligaciones estatulciás. Este es e l dominio ejercido por e l moderno "servidor del Estan­do” , Ln "Economía.y Sociedad", t. I p á g s . 35?37 se de­fine como legitimidad en valor de lo estatuido positiva mente, en cuya legalidad se cn.ee, legalidad:qae puede - valen como legitima a) en vlntud de un pacto de los Id - tenes ados j b) en vlntud del otorganiento de una autori­dad considerada como legitim a (p. 35). Es larras co- -- m iente, la legalidad de obediencia a preceptos ju r id l- cos positivos estatuidos según el procedimiento usual y jornalmente coméelos. La contraposición enhe ordena— clones "pactadas" y " otorgadas" es sólo re la tiva; La on denación pactada se hace o tongada pata la minoría dls— crepante o pana la mayoría nenuente avasallada a tnavós de una votación.(p, 36). En idem, t. I, págs. 224-225:' en el caso de :1a legitimación racional-legal se descan­sa en la creencia.-en la legalidad de ondenaciones esta­tuidas y de los derechos de mando de los llamados por - esas ondenaciones a ejercen la autoridad; se obedecen - las "ordenaciones Impersonales y objetivas” legalmente estatuidas y las personas por ellas "designadas", en m£_ r i to de la legalidad jornal de sus disposiciones en e£~ circulo de su competencia. En idem, t. IV, págs, 21-33 la define como nomos nacionales estatuidas {pactadas u

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22con la nocion (y se suscita;vehementemente) es,, en cam­bio, sobre su posible homogeneidad de naturaleza con ~ las otr¿s dos-ya analizadas. 0, dicho en otros' términos: la cuestión de-si ese dominio basado en la "legalidad";,, en la creencia en la validez de lo estatuido legalmente, y en la competencia funcional de. los investidos de . -- acuerdo a reglas racionales es tan "original":, tan "ra-. dical" como los otros dos que Weber ha configurado ; jun to a el.

Si en la legitimidad tradicional se inviscéra, cor mo se señalo, la que nace de la habitualidad, de la con formación con un orden por el hecho nudo de su existen­cia, no se ve muy bien si otro tipo de legitimidad pue­da dibujarse por el hecho de que esta aceptación'.verifi que un satisfactorio cumplimiento de reglas y un adecúa do desempeño de roles. No se ve muy bien lo anterior, - agreguemos, sino hacemos intervenir una nueva." variable. Un nuevo factor representado por algún tipo de convic­ción sobre la necesidad de ese sistema legal y de esa - red de roles previamente definidos y fielmente cumplí— dos. Queremos decir, así, que es difícil concebir esta legitimación como distinta a la consuetudinaria sino se supone un previo elemento, un fundamento de tipo espiri tual o ideológico, con lo cual, por tanto, la "legitími dad racional-legal" (o la "estructural" con la que se - ha intentado reemplazarla) actúan a otro nivel -un ni— vel mas bajo de concreción, de efectivacion- que aque— lias que Weber, como ya se ha visto, denomino tradicio­nal y carismatica.

Nuestra tesis en este punto es, pues, que legitimi dad "racional-legal" o "estructural” son derivadas de - una base ideológica y pertenecen al orden de implementos

otorgadas} que encuentran obecUencia en tanto que. non.-- rra¿ gene/ialmente obtigatodaó cuando las ¿nooca quien - puede, hacerlo en virtud de esas nomai.

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23cion de los modos originarios de legitimidad. A la mis­ma altura, para.poner ejemplos bien concretos, que ,1a "herencia”, o la "elección" o el "reconocimiento". Con.. la diferencia, sí, de que estos atañen a la efectiva** - cion del gobierno, del lote de autoridades y la "estruc tura" o el conjunto racional de. normas y de roles apun-r tan a una..realidad impersonal que■es el "régimen" en. que se modulan los sistemas políticos y, solo "desde él”,.- refluye sobre las autoridades.. (Con lo que, puede agre­garse, el anterior distingo permite otear.la pluralidad de objetos .a legitimar, un punto .sobre el que volverá este planteo), . . "... .

Aspecto, y de seguro el principal, del;proceso de "rutinizacion" (veraltaglichung) de los modos surgentes y originales, seña.de los fenómenos de racionalización, abstracción e institucionalizacíon de:las diversas, fuen tes, es comprensible que por su iluminador contraste — con el origen más irracional y espontáneo, Weber haya - preferido estudiarlo en el caso especial del "carisma"» Pero esto no quiere decir que no sea posible advertirlo en las dos restantes formas legitimadas de dominio. Es claro, sí,, que la categoría "racional-legal" cobra su - mayor consistencia,' mayor estabilidad cuando la fuente es ideológica, puesto que en esta situación es cuando - preceden con mayor fuerza de presencia los componentes racionales e impersonales característicos, tanto de la categoría "originaría” como de la que aquí denominamos "derivada". Pero esta afinidad o simpatía no impide ver que tampoco falta el plano racional-legal o estructural cuando la fuente son la tradición o el "carisma" perso­nal, nacidos de la habitualídad, o del reconocimiento - del origen numinoso de las excelencias de un sujeto hu­mano determinado. Esto, por más que en un caso opere en una instancia más postrera y en el otro carezca de la - necesaria estabilidad, así como que en los dos sea re­gularmente visible la acción , del intermediario ideologjl co.

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24Se ha hablado hasta aquí de un origen ideológico -

genérico, A la-altura a que Weber elaboro sus tipos re­sulta explicable que su legitimidad racional;-legal (y - esto puede extenderse a la ,estructural* de Easton) pa­reciera identificada -inseparablemente con el doctrina— rismo constitucionalista liberal-democratico, En reali­dad, derivada de él, lo: concretaba, y las mismas preci­siones que Weber hizo sobre- el origen de su sistema de normasv z t pacto, c í otüKQamiento, así lo señalan» Pri­vilegiando este origen, Weber soslayo de tal manera,la índole relativamente inevitable de este nivel de legitjí macion-racional, legal, estructural- si es que se tie— nén en cuenta "todas” las formas da legitimidad, ya sea en su despliegue efectivo ya en su posibilidad teórica. Introdujo de este modo, en suma, un elemento histérico- concreto dentro del presunto tipo puro y lo identifico enteramente con él.

Pero aun podría pbseryarse que lo que Weber califi co de "racional" es mas bien lo "ya” racionalizado o lo "potencialmente" racionalizable, y que su consonancia - con el orden legal es mera exteriorizacion, ya que la - obediencia a la ley descansa, o en la coacción inminen­te y difusa o en una legitimación del orden jurídico to_ tal que es "menesterosa", por no., tener su fuente en- sí misma, por teenr que retraerse aun. una instancia para - encontrar firme sostén.Puede admitirse, empero, que -el gran soeiolo'go é historiador aleman testimonio, con la categoría que examinamos, una etapa muy peculiar de la existencia de las sociedades occidentales, en la que — grandes masas humanas, alienadas radicalmente a todas - las fuerzas efectivas que modelan los sistemas sociales, aceptaron la ordenación dé sus vidas por medio de una - regulación'formal da pulcra apariencia, con una suerte de "amor fati" capaz de sustituir toda creencia solida (y ya por "entonces muy frágil, muy evanescente) en uri - orbe de valores ético-políticos aptos para legitimarla.

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. .. ... Se. deja para teas adelante la crítica de la tan afin "legitimación estructural" de Easton* .que nos parece — sos tenerse-tan poco como, la que, tras .perspicaces abse_r vaciones , ;• el - teórico estadounidense (44) pretende reem-

(44) Dice Easton.(op.cit., pags,..-301-302 n v) en tren de su tercera/crítica a la tipología weberiana, que la ra­cional-legal es una cateognZa muy mezclada y si bien ha sido útil para explicar la naturaleza de la burocracia, da como demasiado indiferenciada conceptualmente la — creencia en la legalidad de las pautas normativas y las que atañen a aquéllos elevados a la autoridad. Este: el denccho de aquéllos elevados a la autoridad bajo tales neglas a emilOi mandatos , puede,. según • Easton, signifi­car dos cosas. Puede.estar proponiendo que las autorida des-son aceptadas bajo las mismas-premisas ideológicas, que las normas ¿o que significa Insinúan nedondamonte - que una cae ancua en la validez de tas pautas nomatlvas e¿> en s i misma suéldente pana legitiman a las autonlda des, lndl¿enentemen£e a la entidad de las tazones que - hacen que -estas nomos puedan sen aceptadas, Solo aquí, según Bastón, toca Haber el punto de la legitimación es_ tructural como fuente de apoyo, pero-, en .general, pien­sa que. esta categoría, aceptada comúnmente por los teó­ricos, oscurece, más -bien que aclara, la cuestión, Eas­ton, como se ve, endereza su crítica a.lo que cabe lla­mar el "objeto legitimado" de lá noción weberiana, pero no. se preoocupa,.aparentemente, por su índole origina— ría o derivada., por lo que su ^legitimación estructu- - ral" de reemplazo es pasible de la misma objeción. Esto nc significa que la dinámica interna entre los objetos de legitimación no sea muy importante y que las críti— cas de Easton, en esta esfera, no sean acertadas.

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plazar. Importa señalar, en cambio, que en ciertos pasa, jes, Weber mismo fue consciente de la índole estricta— mente limitada e histórica "corolaria" se podría llamar la dé su categoría (45), así como su reconocimiento, que es lastima no haya llevado al extremo de reflexión,-de que casi todos los tipos de legitimidad racional-legal, a la altura de la validación de dirigentes, se dan "im­puros", viendo a éstos reforzados por otros tipos de — • sustentación (46),

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7,- AMBIGÜEDAD DE LO CARISMATICO

En las varias ocasiones en que Weber realizo la - formulación de la legitimidad "carismatica" es dable ad vertir la peligrosa amplitud que le dio al concepto. Pa recería, incluso, que el impulso emocional a que se ha hecho referencia y que también es responsable de la fuerte carga valorativa de la noción, le hubiese arraj3

(^5) Cabe señalar que el mismo Weber reconoció, en purji dad, el carácter histórico y concreto del tipo cuando - identifica ("Economía y Sociedad", t. IV, pág. 28) la - del oAdenamtoMto juaI cLíco, gcvuuxtízcLdo po/i <¿Z poden. po~ tCtíco, como la legitimidad específica de las comunida­des evolucionadas, deóOAAo-tíada a. de un tentó —p/iOG.eÁOt Esto era especialmente verdad para los años an teriores a~la.primera guerra mundial, en los que el ins trumental de conceptos de su obra comenzó seguramente a esbozarse»(H6) Así Weber (op.cit., t, I, págs, 228-229) distingue la dominación racional-legal imbricada en tipos en que el dirigente se adscribe a la legitimación carismático- hereditaria (monarquía hereditaria) o carismático-pie— biscitaria (presidente)* Otros son, según Weber mate.- - ¡Udmente nadonate6 pero construidos sobre tipos ínter medios entre la burocracia y lo carismático (gobierno - de gabinete); otros eátan ccnduddoA por lo¿ dOUgenteb buJioenáticoA o canXAmtticoé de otras asociaciones, como es el caso de los "ministerios de partido".

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27trado a ello;"Pero ahora importa más apuntar, la doble - consecuencia que esa amplificación conlleva. La primera, y casi inevitable, es la equivocidad que deriva de que una categoría se haga muy abarcadora sin estar previa y rigurosamente acuñada» La segunda, y. especial de este — caso, puesto que concreta la anterior, es la ostensible dualidad que se abriga tras.el rotulo unificador.

Lo precedente np<'e,s-difícil, de verificar cuando se repasan esas formulaciones (47) v se ve aue ellas. .tien-

(47) En "La política como vocación” (edic.cit., pág»41) la auto tildad del. "don do. grada" extraordinario y perscg nal ["carlsma"), la confianza y devoción absolutamente personal en la revelación, e l heroísmo u otras cualida­des de dirección Individual, En "Economía y Sociedad", t. I, págs* 224-225, la legitimidad de carddd CXÚüS)nd Ile o (»»,»} des cansa en la entrega extracotldlana a la - . santidad, heroísmo o ejemplarldad de una persona y las ordenaciones por ellos creadas o reveladas {.. ♦) en e l caso de la autoridad carlsmátlca se obedece a l "candi— l i o " carlsmátlcmente calificado por razones de confian za personal en la revelaciónf heroicidad o ejemplarldaE, dentro del c ircu lo en que la fe en Su carlsma tiene va­lidez, En ídem, t» I, págs» 252-253: la dominación ca— rlSmdtlca es la basada en e l carlsma: la cualidad que - pasa por extraordinaria (condicionada mágicamente en su origen -caso de profetas, hechiceros, árbitrosr jefes - de cacería o caudillos m ilitares) de una personalidad por cuya virtud se le considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumana* -o por lo menos especifica mente extracotldlanas y no asequibles a cualquier otro, o como enviado del dios o como ejemplar y, en consecuen d a , je fe , caudillo, gula o HdeA, En idem, t. IV, pág. 23, deslinda entre las posibles fuentes de autoridad — personal aquella que puede basarse en la consagración a lo exlraoralnarlo, en la creencia en un "carlsma", es ~ decir, en l a efectiva revelación o gracia concedida a - ciertas personas en tanto que redentores, profetas o h£ roes de toda clase. En Idem, t. IV, pág. 82 alude a las potencias sobrenaturales que {...} fundan la autoridad

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den a ordenarse en una."verificación del origen" de - -ciertos poderes personales y una "verificación de cali­dades" que en esos poderes esplenden e irradian.

carlsmátlca, y en su desarrollo roas extenso* Ídem, t* - IV, pág. 252-261, parte de sostener que la Satisfacción de, todas las necesidades situadas "más allá,” de las exl gencías planteadas pon, la eotldlaneldad económica es, - en princip io , entecamente heterogénea (...) es decir, - esta fandada "carl&mdticamente”. Esto s ign ifica que los jeiés nnaturales" en caso de ^dificultades11 psíquicas,' iIs leos , económicas, éticas, religiosas o p o lítica s , na ^ran personasque ocupaban un cargo n i gentes que desem_ penaban una "procesión” (...) sino portadores de dones especiales, del cuerpo y del espíritu estimados como so­brenaturales, en e l sentido de no ser accesibles a to— dos (pág. 252). Mientras burocracia y patriarcalismo — tradicional implican estabilidad, el carisma importa — siempre excepclonalldad (pág. 252-253). El recanocánien tú' puramente fáctico , más activo 'o más pasivo, de Su - misión personal por los dominados en los cuales se apo­ya e l poder del je fe carlsmátlco, tiene su origen en la f¿e l consagración a lo extraordinario e Inaudito, ajeno a toda nema de tradición, con e llo , en virtud de pro ce der de la Indigencia y e l entusiasmo, a lo estimado co­mo divino (pág. 256). El carisma es la creencia en la - revelación y. en los héroes, en la convicción etmiiva de la importancia y del valor poseídos por una manijesta— clón de tipo re lig ioso , é tico , a r t ís t ic o , c ie n tíf ic o , - p o lít ic o o de otra especie, del heroísmo -tanto guerre­ro, como ascético- de la sabiduría ju d ic ia l, de los do­nes mágicos c de cualquier otra CiastMpág. 2 6 0 ). Mien­tras la racionalización burocrática revoluciona por dios té o lc o s , el carisma es creencia que transforma — desde dentro (pág.. 260-261). La presentación conjunta - de las fórmulas, no. deja, dentro de su convergencia — esencial, de registrar oscilaciones; és dable advertir también que Weber entiende por "carisma", casi indife­rentemente, la "fuente" del don, la "unción" de ese.don y el "reconocimiento" de’él. Parecería razonable hablar sólo de "carisma" en eí segundo caso y así se hará aquí, salvo cuando se expongan posiciones ajenas.

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Tomado dé la Primera Epístola del. -apóstol San Pa— blo a los Corintios (Cap, XIII, versículos l y ss.), el "carisma" (del.griego "jarismas") menta un don de Dios, gracias extraordinarias del Espíritu; Santo a ciertos — hombres, capaces de concederles determinadas, inusuales facultades. Laicizado y generalizado; es decir:funciona lizadp ia .un tipo coherente de legitimación,-solo puede significar el origen sobre o extranatural, numinoso di­vino, mágico de. ciertos.alcances del ser humano, solo - puede referirse a la condición de enviado de Dios de — quien los posea, sin una necesaria -y aun mínima- con— crecion de cuáles esos poderes sean. (Como es obvio, la neutralidad científica solo tiene que establecer lá — efectiva convicción de un círculo o grupo social en tojr no a la verdad;de esa.provenencia),

Interpretado* en- cambio, en,la segunda dirección, el "carisma" representa solo un-,haz de cualidades perso^ nales extraordinarias, o desacostumbradas, inusuales, - extra-cotidianas,-. no', comunes:•Vejemplaridad", "heroís— mo". Fueron precisadas alguna vez por Weber~en la for— ma, más bien tautológica y vaga, de no 4CA dá<íqiu.btz¿ r cuciíqiLLQA o&io, no 62A ao.£&>¿b¿eA a todo¿ (48),

Muy posible, es, sin duda, sostener que en, prácti­camente, todas las culturas históricas, la presencia pa tente de dones personales de índole excepcional no es - aislable de la convicción -más o menos explícita, más- o-' menos consciente- de qué estos dones se generan en hon tañares más hondos, menos rastreables de los.que pue­den ser rastreados en la mera estructura personal, Pero aun si advirtiéramos que la continuidad de un "espectro" responde mejor a la realidad que la imagen de.una "pola rizacion" sin planos intermedios, ello no autoriza a su poner que en una cultura racionalizada, como la de la - Modernidad, en el tránsito del "desencantamiento del —

(48) Lo que, en verdad, es predicable de casi todas las peculiaridades individuales que, justamente, por esa — causa, lo son.

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30mundo”» el reconocimiento de la personalidad conspicua en el plano político o en cualquier otro (salvo, es clj3 ro, el religioso) sea inconcebible sin una estricta li­gazón a la fuente divina, numinosa.

No somos, por supuesto, los primeros en advertir - la endeblez de la categoría "carismática” de legitima— cion (49), pese a lo cual esta siga siendo la mas popu­lar y la mas manejada de las tres que acuné Max Weber.

8.- FORMAS HISTORICAS CONCRETAS

Con la ya aludida distinción entre sistemas naci— dos del "otorgamiento” y sistemas nacidos del "pacto” y con su memorable tipología de la burocracia, Weber cre­yó cumplir, es casi seguro, con las modalidades efecti­vas, realmente relevantes de ese tipo básicamente moder­no de las formas de dominación que el entendía era el - "racional-legal”♦

(49) David Easton, en op.cft., pág. 299-302, conceptúa excesiva la calificación carismafica y prefiere hablar de "legitimación personal”, aunque si distingue bajo el rotulo un "carisma espúreo" y uno "auténtico". Luis Sán chez Agesta» en "Teoría Política", Madrid, Editora Na— cional, 1966» pág. 360, juzga que la calificación caris mática parece impropia poft aZudíA ¿Óto a uno de ¿tU¡ ca- Aacteaei, Za ¿ubZZmación deZ pfic&tigio, y con un oaZoh. fteZZgioho que paAece -inadecuado ¿ i ¿e toma en ¿u ¿ente- do genuino. Sostiene la mayor conveniencia de los térmi nos "caudillaje", usado por su compatriota Francisco Ja vier Conde o "poder personal", empleado por Georges Bur deau.

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Otra cosa ocurrid con las modalidades desautoridad política legitimadas tradicional o carismáticamente.

En la dominación tradicional, destaco entre los t i pos oniginanios, es decir, en los casos en que no ex¿$- tCa. un cuadno admiyUstnativo penAonaZ deZ impenante, el de la geaontocAacia y el del patniancaZÍSmo, El. primero es aquel en que, en Za medida en que existe ano. autoni- dad en la asociación, Zsta se e jen.ee pon. los más v ie jos en cuanto son los mejon.es conocedon.es de la ¿agnado, tna dZcíón* €Z patniancaZÍSmo se configura como la Sitúa- - ción en qae detvtno de una asociación, pninianiameiite I oa más de Zas. ueceó económica o icünClian., ejen.ce Za domina ción [nomaZmente) una. Aola peJisona de acuendo con de— temninadas aegZas heneditanias l i ja s .

Con la aparición del cuadro administrativo y mili­tar al servicio del señor se da la dominación patJumo-- nZaZ, que es aquella pnimaniamente.ordenada pon. Za tna~ clición, peno ejercida en vintud de un dcnecho p/iopio. - Su forma derivada y espúrea es la dominación "SüZtaytiS- ta " , una dominación patnimoniaZ que se mueve, en Za ion ma de su adninistnación, dentno de Za eó-fiena deZ aAb¿~- tni.o ZZbne, desvinculada de Za tnadición* V damimción estamental eA aquella lonma de dominación patnimoniaZ'en que detcnmimdoA podenes de mando y aua coñacs pondien-- tes posibilidades económicas están apnapiados pon. e l - cuadna aáninUiJxativo (50),

La dominación canismática supone un proceso de coma nización de canÁcten. amplio; implica que no hay jenan.— qu£x, sino solo intervenciones personales del jefe: no existen ni junisdicción ni competencia. Su mayor poder estílen el subvertir el pasado, en operar como gran fuerza revolucionaria en las épocas dominadas por la tradición pero también en aquellas en que preside un or

(50) Op.cit.., t, I, págs, 2^0-242»

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32den racional-legal. Y le posibilita el hacerlo -hay que suponerlo— justamente el que sea irracional su índole y extrarracionales los vínculos entre el dominador y los dominados, que, en la relación carismatica se llaman — adeptob* El vínculo jefe-adeptos, se nutre en la reía- - cion carismatica con sentimientos de confianza y devo— dón abbolutab; obra, desde el jefe, por h.eveladón y, desde los secuentes, decide de su valor e l beto no clmlen te nacido de la entbega a ¿a bevetaclón, de la beveben- d a pon. e l kéboe, de la confianza en e l je fe , pob paAte de lo b dominadob; reconocimiento que be mantiene pob — ”cobbobobadónn de lab bupuebtab cualldadeb canlbmátl— ca¿ -blmpbe oblglnablamente pob medio del prodigio. — Mío ha bien: e l becono clr,lento (en e l cahlbma genuino) , no eb e l fundamento de la legitimidad bino un debeb de lob Hamadob, en mÓAlto de la vocación y cobbobobadón, a heconocen, eba cualidad. E*>teubecondcimienton eb, pbl- calógicamente, una entnega plenamente pehbonal y llena de fe, buhglda del entublabmo o de la Indigencia y la - eópenanza. Incluso en el sucesor del jefe carismatico - no procede elección sino becono cimiento. Pues lo normal es que no exista nombbamlento, ni cabbeba, ni bubtltu— dón reglada. El jefe carismatico exige obedlenda y — adheblón en virtud de su mlblón; el éxito decide del — destino de esta exigencia.

Desde estos supuestos, es comprensible que la eco­nomía canlbmdtlca se aparte de todas las formas raciona les y tradicionales, que conlleve la relevancia más de­cisiva del botín y el uso más informal imaginable de — lob rnedlob matehlaleb pana aflmxzab e l pbebtlglo. Lab - fohmab tlplcab de la cobentuba de necebldadeb -dice We- ber- bon, de un lado, lab mecenlbtlcab (...) y lab men- dlcanteb y, de o too, e l botín y la extobblÓn violenta o \ fonmalmente) pacifica.

Pero la variedad genérica de Iso dominantes caris- máticos: je fe , caudillo, gula, llden, hOioe& y bedento- beb se despliega en un ancho abanico histórico desde t i pos originales como e l pbofeta o e l je fe gueAAebo elec­to hasta formas modernas -carismáticamente puras o mix-

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tas— representadas'por e l gobeAnante pofi p lebiscito , e l /e¿e cíe un paatidb■pdWXco, e l gmn demagogo o e l: g o ~ be/cnante AevolucZona/Uo .

Tal amplitud permite desde ya la inferencia de que Weber conté coii ün dinamismo, una dialéctica internas - del tipo carismático, concibiendo para explanarlas, mo- . dalidades y procesos diferentes, entre los que el de Mt tin ización es el mas conocido aunque no agote la latí, tu.d muy grande del fenómeno. Entre las formas históricas ya cqnsolidades, Weber subrayo como el gobernante caris_ mati'co se descarga de la responsabilidad de los actos - impopulares en tüi gOan oiSÁJt o SubgobeAíta}ite (511, en — la formula e l aey aeina peko no gobierna, én eZ Repten- do de un Yiiíníó-ÜLO y la responsabilidad ministeaiai, Pe­ro también mostro como las modalidades - tódavra vigentes nacen de una transformación compleja del principio ca risroatico. Como el carisma, por ejémplój sobrevive a través de la elección democrática de tipo cesarista-ple^ biscitario e incluso, del procesó electoral común, en — el que eZ dinero tf la palabra son los elementos aboca— dos a dispensar luz sobre un carisma todavía no eviden­te, Señalo, así mismo, la linea de continuidad que exis­te desde el "principado" romano hasta las "maquinas" mo demás ‘de los partidos, estas son siempre, inevitable­mente hostiles al jete carismatico aunque descansen en su arrastre multitudinario y se vean compelidas a utilr zar lo. La dictadura revolucionarla f cariematica según - Weber, ignora la legitimidad tradicional y la racional- legal mientras la democracia p leb iscitaria es una espe­cie de dominación carismática oculta bajo la ¿arma de -

(51) En "El Príncipe" de Haquiavelo, el relato del cas­tigo de Ramiro del Orco por César Borgia, representa un ejemplo valioso de la afirmación weberiana sobre el des_ cargo de las gestiones odiosas en un "sub-gobernante" - por parte del jefe carismático (en op.cit., pág. ^81),

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34ana legitimidad derivada de la voluntad de loé domina— do6 y pon, e lla pe/idukable. En este caso» y tal vez en - otros» lo que ha ocurrido es una t/ianéfioamación antiau- tokitakia del eakiéma, un pkoceéo pori e l que la cokkobo nación, de conéecuencia ée hace "cama” ~y e l j e í e car- kiémdtico ée tkané$OAma en Impértante port ghacia de loé domimdoé que áétoé, pok un akbitkío libke eligen- "de­nominación plebi&citania" - que ée hace aéi " le g c l” . De este modo, e l pkincipio de elección( aplicado a loé im- pekanteé ¿e hace "keintenpketación" del carUéma.

También, ultimo avatar, el carisma es susceptible de objetivación como trtané^ekencia [lazo de éangke) ad- qaOUble o vinculado a la tvtulakidad de un cakgo y no a la pe/iéona» Una forma de ella» de sustancial importan­cia histórica es, según Weber, la thaémiéibilidad akti- Ricia l, mágica que ofrece el ejemplo de la Iglesia Catcí lica, desde el origen carismático de la investidura pon tificia hasta el plano bukocAático e intelectualizado - de la organización, procediendo, incluso, a la separa— cion entre las potestades del cargo -la palabra "ex-ca- thedra"- y la condición privada (52).

9 LATITUD DEL PLANTEO WEBERIANO

En ese denso y no siempre muy organizado cosmos - que es "Economía y Sociedad", Weber entremezclo -es la expresión más cabal- con su tipología tripartita de las formas de dominación y legitimación políticas, otra u - otras, de la "acción social" y de la validez legítima - de ordenes más amplios que el de la dominación. Para — ellas se ajusto, de modo regular, a una distribución —

(52) En op.cit.» t. I, págs. 253-281; t, IV, págs. 82- 83, 268 y 279-289.

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cuatripartita (y a veces más numerosa) de elementos(53).

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(53) En "Economía y Sociedad”, t» I, págs. 22-23, desa­rrolla Weber la nocion de acción So d a l y afirma que es ta puede ser: 1) racional con arreglo a {Ines, determi­nada pon, expectativas en e l comportamiento (...) de otros hombres y utilizando esas expectativas corno " con­diciones" o "medios" pana e l logno de sus propios fenes so sopesados y perseguidos; 2] nació nal con arreglo de va­lones, detojimínada pon la creencia en e l valor pnoplo y absoluto de determinada conducta sin re ladón alguna con e l nos altado; 3) afectiva, especialmente em£ t lv a t determinada pon afectos y citados sentimentales - actuales; 4) tradicional: determinada pon ana costumbne arraigada y que está en la feontera, y mucho mása llá a veces, , de lo que puede llamarse una acción con - sentido A menudo no .es más que una os cuna neacclán a - estímulos habituales, que se desliza en la dirección de una actitud annalgada. La masa de todas las acciones há bltualeáf cotidianas, se aproxima a este tipo La3), afectiva no sólo suele estar en la {rodera sino — más a llá de toda acción con sentido: Implica una subli­mación cuando la. acción em tlvm entc condicionada apare ce como descarga consciente de un estado sentimental. - En estos casos puede encontrarse en e l camino hacía la racionalización axlológlca o hacia la acción con arre-- glo a fenes o a ambas a la vez (p. 22). La acción rado_ nal con arreglo a valores y la afectiva se distinguen - entre s i por la elaboración consciente, en la primera, de los propósitos (litamos de la acción. Tienen de común entre ambas en que e l "sentido de la acción" no se pone en e l resultado (,...} Sino en la acción misma, en su pe cullarldad p. 23). La acción con arreglo a { Ines es la de quien orienta su acción por e l {In , medios y conse­cuencias Implicadas en e lla y para lo cual sopesa radon nalmente losmedios con los fenes, los {¡Inés con las con secuencias triplicadas y los distintos fenes entre s i. - Quien actúa con arreglo a {lie s no actúa enoclonalnente ni t/Ladidonabrtznie. La oleadon entre tos áltanos fe --

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36Tal pluralidad de desarrollos -y anótese esto sin

ánimo de enrrostrarlo como una inconsecuencia, puesto -

neS y consecuencias puede ser "xadonal c.on aXAeglo a ~ valoAes" en cuyo caso sólo es hado nal con ahxeglo a nes ¿ólo en los medios. La acción con "ahAeglo a valo— Aes" paAece "lAhadonal" desde la poA¿pcctíva de,la. ac­ción ”con ahAeglo a ¿Ines", acentuándose este ju ld o la medida que e l valo A se hace un absoluto ( * , * ) . La ¿lasi ficación cuatrdpartita anterior representa puAoS tipos'"' conceptúala constituidos paxa la Investigación; muy- tía-' has veces la acción socia l está oAlentada poA uno u - - otAo de estos tipos (p. 24). Se pueden obsexvaA en la - acción socia l Aegulaxidades de hecho { . * . } tipos de de- saAAollo de la acción de los que la sociología se ocupa. Poa "uso" debe entendexse la pao habilidad de una "Aegu~ laxidad1*. en la conducta, cuando y en la rnedlda que esa pAo habilidad,dentho de un cOiculo de hombaes, esté dada "únicamente11 poA e l e je x d d o de h e c h o E£ uso debe l ia maAóe "costumbAe” cuando e l e jeA d d o de hecho descansa en un axnalgo du/iadeno. Poa e l contAahlo, debe decíase que ese uso está detehminado poA una 11 situación de in te Aeses ( . . . ) cuando y ai la medida en que la existencia m plxica de su pAobabllídad descanse únicamente1* en e l hecho de que. los Individuos oxienten su acdón con ax\e- gto a ¿lies poA "expectativas” similaAes (p. 27), Un oA- den sostenido sólo poA motivos Acciónales de ¿In es, en genehal, mucho más ¿Aágil que otAo que pAovenga de una - o Alentado n hada é l mantenida únlcmente poA la ¿ueAza de la castttmbAe, póA e l ahxaigo de una conducta -Pexo todavía es mucho más ¿Aágil compahado con aquel oA- den que apaxezca con e l pAestlglo de seX oblígatoxio y - modelo, es declA, con e l pAestlglo de la legitim idad , El tránsito entre la orientación InSplAada en motivos Aado_ nales de ¿Ines o simplemente tAadidonales a la cAeenda en su legitimidad es en la Aealidad completamente ¿luido (p. 30). También puede verse un orden cuatripartito en - la aseveración weberiana (ídem, t. I, pág. 32) de que la legitimidad de un o Aden puede estaA gaAantlzada: 1 - de

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que otros son los objetos de indagación -autoriza, sin embargo, a rastrear si en ellos- es decir, en la propia obra de Weber- no operan los criterios que coadyuven cq

manera puramente intóna: 1} patamente a¿ectlva, por en­trega sentúnental; 2) racional con arreglo ol valores; - por la creencia en Su validez absoluta en cuanto expre­sión de valoneó supremos generadores de deberes; 3) re­ligiosa -por la creencia que de su observancia depende la ex,istencla de un bien de salvación; 11 - también {c salómente) por la expectativa de determinadas coniecuen das externas, o sea, por una ilinación de Intereses, - pena por expectativa de un determinado género* Y poco - más adelante (ídem, t. I, pág. 35) asevera que loA que actúan Acclalmente pueden atribuir validez legitima a - un orden determinado: a). en méritos de la tradición -va lldez de lo que siempre existió; 6) en virtud de una — creencia'afectiva [emotiva especialemnte], validez de - lo nuevo, revelado o ejemplar; c) en virtud de una cre­encia racional "con arreglo a valoreA" -vigencia de lo que a e tiene como abA o latamente, vallo ao ; d) en mérito a de lo "estatuido positivamente", en cuya legalidad se - cree; esta legalidad puede valer, como legitima: *j en - vviiud de un pacto de lo A Inter eA ado A; *) en v.irtud del otorgamiento de cuta autoridad considerada como legitima y del sometimiento correspondiei'ite* Agrega Weber (Idem, t. I, pág* 36) que loA creaciones comdentes de uñ or­den nuevo, frieron debidas a oráculos pro ¿éticos o, por lo menos, Áe presentaron como revelaciones consagradas pro ¿éticamente y tenidas, portado, como santas En las épocas dominadas por un riguroso tradicionalismo, la ¿ormación de órdenes "nuevos" era posible s i se de-' mostraba que hablan sido válidos desde siempre, pero no bien conocidos o habían estado oscurecidos ♦ Y también - sostiene que el. tipo más puro de la creencia racional - con arreglo d valores* esta representado por e l "derecho natural" y que cualquiera 'haya sido Su licitación ¿ren­te a sus pretensiones Ideales hay que considerar el ln - ¿lujo e¿ectlvo y no lnslgnl¿lcante de sus preceptos, que hay que separar de los otros, revelados, estatuidos, de rlvados del derecho tradicional (idem, t. I, pág. 36).

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rrectivamente a la elaboración de una tipología roas ajus tada a las críticas que la weberiana ha sido o puede ser objeto y a la misma experiencia política mundial de más de cuatro décadas con las lecciones que de ella se des— prenden*

Antes de pasar adelante, apúntese que la eventual y exigible coherencia que con la legitimación del dominio los dos ordenes enunciados podrían mantener es desigual:la acción ¿ocÁJlt, cubre de manera.ostensible comporta--mientes eminentemente activos, mientras la "legitima- — cion" se inscribe mucho mejor en el plano de las "actitu^ des" y del carácter mucho más estático que las peculiari^ zan. En cambio, entre la legitimación de distintas esfe­ras de la acción humana y la específica del "dominio" es posible sospechar relaciones mucho más íntimas e intrin­cadas : es posible barruntar igualmente que Weber paso sc> bre el punto sin sentir la necesidad de su estricta ade­cuación.

. Puede observarse, para entrar en materia, que en al gunos tipos, bajo la diversidad terminológica, la coinci dencia- y aun la identidad son visibles. Es el caso de la que es dable establecer entre la legitimación del dominio que el autor llamo tradicional y la "acción tradicional',* las "regularidades de hecho" de la acción, determinadas por el "uso", la "costumbre" o la "validez legítima" de un orden en mérito a su tradición. Y es especialmente - destacable que, en estos.pasajes, el autor de "Economía y Sociedad" distingue con perfecta claridad la ya referí da dualidad que comporta su uso del término "tradición". Esta dualidad se pone aquí en evidencia a través de las expresiones £jQA.clcÁ.0 de k&cho y oMjllqo duAadQAo> dos - formulas que no solo despliegan la doble vertiente de lo fáctico y lo- santificado por el tiempo, lo inserto en lo "numinoso" por aparente perennidad, sino también -puede defenderse- el plano de paso entre la conducta externa - de conformación física, no internalizada y el verdadero

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orden de la legitimidad en sus dimensiones de "represen tacion psíquica y acento valorativo.

Parece razonable también la conexión entre la ac­ción de base áfectivo-emotiva y la creencia afectiva en la "validez legítima" de un orden dado, con lo que We— ber, a proposito de la dominación? llamo con tanto éxi­to la legitimidad carismatica, personal. Pero también la acción "conforme a valores" y la "validez legítima" de uná esfera fundada en ellos, puede concurrir a funda mentar la misma legitimidad carismatica, sí bien su po­der de sustentación -como enseguida se postulará- ni se agote ni se circunscriba a ella. Al margen de este ma— tiz, es obvia la adscripción al ámbito axiologico, de - los valores dé lo "numinoso" o de los de la ejemplaridad y el heroísmo personales.

Es igualmente aceptable pensar, creemos, que la — "acción conforme a fines" y el prestigio de "lo estatuí do positivamente" cómo "validez legítima" de un orden - no son ajenos a la legitimidad "racional-legal" que We ber tan discutiblemente tipifico: se trata -puede soste nerse- de los fines inmanentes a las pautas de conducta que un orden jurídico no solo habilita sino que también -a través de su sustento ideológico- prohija y hasta e_s timula. Bigamos, sin embargo, que, ni en esta instancia ni en la anteriormente analizada, Weber consiguió bo- - rrar su carácter derivado; digamos también que esta "ac, cíon conforme a fines" encuentra su afinidad más cabal con otro tipo de legitimación -la que llamaremos "retri butiva"- que Weber no tuvo en cuenta.

Por ultimo, y en forma más unívoca, la fundamenta- cion "religiosa" de la validez legítima de un orden tie ne bu referencia muy factible al origen "numinoso" o -— "sagrado" que pueden legitimar tanto un régimen o siste ma políticos como una personalidad de poderes estricta­mente carismáticos.

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40Pero esta tarea de redistribución y desglose de -

los que Weber sostenía ser los cuatro tipos "puros” de acción social no tiene por que detenerse en el examen - de sus vínculos con los que, poco mas adelante, estruc­turo para el fenómeno de la dominación. Habla Weber, eo mo ya se dijo, de la acción social racional ”con arre— glo a valores" y de la creencia en su "validez absolu­ta", Se dijo también que ellas son aptas para fundar la legitimidad personal-carismatica pero que, como otros - tipos, su poder no se agota en esa labor, A la .altura de la Modernidad, el destino obvio de una creencia en - valores, y esto especialmente si ella opera en el ámbi­to de. la representación de las relaciones sociales, del poder político y económico y de las concepciones del mundo que las entornan, es el de estructurarse en "ideó logias", en sistema cognitivo-expresivo (para usar los términos de Parsons) de comprensión y justificación, — Aunque Weber en su enumeración de valores no mencione - los políticos (53 bis), es extremadamente significativo que ponga como ejemplo de "creencia racional conforme a valores" ¿1 "derecho natural", estructura normativa qué, desde el estoicismo greco-latino'hasta la Revolución de 1789 constituyo instrumento doctrinario potente de limi­tación dél poder y de promoción de la autonomía grupal: e individual: sobre él cabalgo la ideología liberal-de- mocratica hasta bien entrado el siglo XIX.

La "acción racional conforme a fines" y basada en "expectativas" franquea el paso a su turno -no decimos que lleve a ella- a concebir una forma de legitimación del dominio que Weber no considero aunque sí llego a vi

(53 bis) Weber no se refiere (op.cit., t, I, pág, 23) a valores políticos, aunque su enumeración no es taxati— va: £tícoá, z¿t££¿co-6, sidtíg¿o¿o¿ o d<¿ auaI.qiU.eJi oJJia. - £o/unci cono ¿z L<¿ ¿nteJip^cte. (el valor). Cierto es que, refinando el análisis, puede debatirse si existen valo­res estrictamente políticos o si son ético-sociales los primeros que cualquier recapitulación recuerda: liber— tad, justicia, paz, igualdad, poder, bienestar, efica— cia, etc.

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41sualizar al nivel de la llana facticidad. Se ha aludido a ella hace poco tiempo y habrá que expedirse de nuevo con menor brevedad sobre la "legitimidad retributiva". Dígase .solo ahora que es la legitimación basada no ep. - la "fuente" o ¿1’ "origen" de un sistema de poder sino - en lo que los individuos y. .grupos sociales reciben de - el y por el son tratados.

También registro Web-ar un proceso sobremanera im­portante en la compleja dinámica de la legitimidad aun­que, -como en otros puntos de su desarrolló cuatriparti- to, nc pareció interesarle el proseguirlo. Es..cuando — marca el paso da la acción social y la creencia en la - .valides legítima de bases "afectivo-emotivas" a tipos - de acción racional "conforma a fines" y "conforme a va­lores". Tres tipos de acción social -también tres tipos de validación legítima si se transfieren a la esfera — del dominio y se traducen la forma-que.anteriormente se ha postulado- permiten, en la relación en que el autor las coloca, señalar un tránsito muy típico en las comu­nidades políticas modernas y, en .especial, en las llama das marginales o sub-desarro.lladas. Este tránsito es .el de la legitimación personal a la legitimación retribuir va con la que aquella tiene regularmente que-..fortalecer se y, desde ambas, a la legitimación ideológica (Que — también tiende habitualmer.te a pretender y aun, si se - tienen en cuenta les sociedades de hoy, deba lograr).

Apúntese, para cerra' señalando distintos canal ció dejar el valor de la'

r esta indaga es. de iagiiim. tradición (si

.cíon lateral que, tí dad, Weber pare- . es que-otra sino

nimia no tien go de la cond

"la fuerza de la costumbre", "el arrai- ta") al margen de estos canales. Por lo

menos de los que llevan a una legitimidad a la que, en esa circunstancia, definió con la función- da validar el psi&S.tígZo dz hoj'i chtígoXofvLo y moázio (54) .

(54) V. nota 53, transcripción de pág. 30

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4210.- BASTON: UNA TRIABA BE REEMPLAZO*

Para David Easton et apoyo movZtízado a. £cl\jo¿i dz - ¿cu auto sudada y oJt AzgÁmon pazdz doAÁvcJi d<¿ dí£eA<tn-~ ZOA £uZ¡'VtQA (55). Crítico de la tipología weberiana, c£ too ya se ha visto, ensaya una nueva que, cotoo es obvio, considera mas idónea para el procesamiento e intelec- - cion de un muy enredado material empírico. Descartando todo tipo de legitimación tradicional o habitual, se ce ñirá (como si, pese a innovaciones quisiese mantener la estructura tripartita) a las que él llama ■tzgZZZmacíón ¿dzológloa, IzgZtúmclón oAtAixcXuJvaí y IzgZZmaclÓYL poA ¿onat*

La primera responde, a su entender, a ¿ubyaccntOA pAlncípJoA ¿daológlaol; la segunda deriva de una adhe.— UÓYi a ¿a OA&jiaZuAa dzt AÓgZinen} en cuanto a la terce­ra se funda en la dzvoUón a leu aaZoUdadeA oxÁAtexitzA iníbmtu en ¿tazón de. 4 ai cuatídadoA p&uonaZeA (56).

Volverá el presente planteo con cierta amplitud s£ bre la "legitimidad ideológica", la gran olvidada de Wé ber y que, a nuestro juicio, el autor norteamericano, - con pleno acierto, entroniza. Como se ha visto, igual— mente objeta el uso doAYWiZvJvaJU.za.do y vvlga/Uzado de la denominación "carismatica" (57) para cualquier tipo de dominio personalizado, distinguiendo entre un CflA¿áma - genuino y un cwJÚAwa. ZipilAZO, con lo que, como es fácil, mente advertible, introduce en el asunto un inocultable criterio de valor. Tal criterio, podríase agregar, no - solo parece de entidad heterogénea a las pautas de neu­tralidad científica con las que su indagación se cumple, sino también inapto para señalar el divaje entre las - dos direcciones que quedaban cubiertas por la "legitimjt dad carismatica" tal como Weber la comprendió. Y que no son, como ya se ha insinuado, las que se originan en la calidad o autenticidad del "carisma" sino en la cues---

(55) Op,cit., pág. 287(56) Idem, pag, 287(57) V. nota ^9.

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43tión algo diferente de ser el prestigio estrictamente - ncarismáticqu' (mejor dicho: de ser considerado) don o - gracia recibida de un núcleo numinoso o ultramundsdo o -es la alternativa- representar un núcleo irradiante de valores personales, un centro de ejemplaridad o encelen cia humanas, según el juicio da un círculo social más o menos amplio. Ambas modalidades, entonces, diferentes ~ por su origen y fuente y no por los medios, empírica— mente variables y áticamente muy diversos que empleen.

Más polemizable es la l<l'.gltlmadón estnuctvJuxl con la que, creemos, Easton incurrió en la misma falacia de derivación que Weber con la "racional-legal”, aun mejo­rando el tipo. Cada ¿.(¿tema tízne, Jwles a üiavís do, los cu oles la ruto tildad es e j endda y alguiias neg.Caó que 5 0 btvinan e l u,5o y e l e jen d d o de este poden po litizo* - El ke.ojio de ocupan. estos fióles y permanecen en ellos, - de aeaendo a loó neglas que les son aplicables, coto ca­ñé pon s i mismo un se llo de apnobadán menal sobne las cutoniáadss. Podones llona/i pon esto a esta base de le ­g itím elo ',! "legitimidad estnaciunal". La validez de la autonidad deniva de la aceptación de la leg.itórldad del nal que un miembno asume en la estiuctouia de autonidad y su coníjonnidad con las no Juras que definen los dele- - chos y ob-ligadanes de esa posldán (53).

Verosímilmente, Easton entendió que tal categoría, puesto que implica la aceptación de un sistema y de lasautoridades que ti inviste •ole da modo suficiente -con los elementos de conformidad y hábito que actúan — dentro del molde weberiano de. la legitimación "tradício nal". Y muy bien puede estarse de acuerdo con ello, si es que la noción se elabora para la estricta comprensión ¿e las realidades contemporáneas,

Pero Easton no tuvo, obviamente, ten cortos fines, en su proposición de la. "legitimidad estructural". Más

(58) Easton, op.cit., pág. 299,

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bien debe entenderse que le movio su convicción de que In d li erent&nente a cómo ¿urja la creencia en la le g i t i ­midad de un régimen, una'vez que ¿¿te ¿e da como hecho establecido, producirá efectos Independientes en lo que tiene que ver con la aceptabilidad de loó autoridades - (59). Es decir: que existe un efecto independiente y - acumulativo de la legitimidad del regimen sobre la 2eg,i timidad -o tal vez mejor la "legalidad"- de las autori­dades y sus actos. Puede suponerse empero que, con tal constancia, Bastón acertó a subrayar uno de los fenóme­nos -y aun el más importante- que produce la variedad - de los "objetos" de legitimación. Bastón, entre ellos * destaco dos, sino todos, pero dos tan considerables co­mo son el "regimen" y las "autoridades" y la relación - compleja, interactiva, que se establece entre esos obje. tes. Objetos, hay que destacarlo: no "fuentes". Por lo que debe concluirse que la "legitimidad estructural" es lá "racional-legal" de Weber pero endosada a donde debe serlo, sí bien dejando en blanco por que medios, desde que origen se legitima ese "régimen", ese sistema de - normas capaz de validar a las autoridades. Si Easton hju biera llevado su reflexión hasta el extremo deseable,se hubiera encontrado con que esa estructura legitimante - requiere a su vez ese otro sosten legitimador que cum— pie regularmente una "ideología", cualquiera que sea, - explícita o difusa, remanente o dinámica* Esto, al mar­gen de lo que sea capaz de legitimar el hábito, la cos­tumbre, la conformidad pasiva en dosis mucho más impor­tantes que las que el, aparentemente, desdeña.

Señálese, sin embargo, la perspicacia de Easton en destacar la permanencia y entidad del problema de la Ija gitimidad no solo en sistemas políticos nuevos sino, in cluso, en los regímenes mejor establecidos, en los de - más antigua data, y el fenómeno casi neinexorable, uni-

(59) Idem, pág. 298.

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45versal, de la- rápida disipación de las esencias de la - legitimidad (61).

11.- LA PROPOSICION DE STERNBERGER

En un breve, provocativo planteo del tema, el poljL ticologo alemán Dolf Sternberger, a quien ya se ha he— cho referencia, propone una..tipificación -también tri— pie- de modos nuniínos os, modos pragmáticos o SociaZtS y Icg.ítúnídad ctv tí o himayUsta,

Distingue Sternberger entre los modos nurainosos — una legitimidad por ÁMStitiLCtón div¿na y una legitime!— dad por. divÁjía tnóptractón* La primera es la que p riv i­legia al gobernante -que pudo ser el Dalai-Lama tibeta- no, que pudo ser.Carlomagno- con una implantación de — tal jerarquía; la segunda, que. opera revolucionariamen­te frente a la primera y a los regíemenes-monárquicos - de tipo tradicional de ella derivados, responde a la — que Weber llamo "carisraática", un calificativo que aquí se .restituye a su acepción más autentica (62).

Los "modos pragmáticos o sociales" se efectivan ba jo la forma de leyes de sucesión o de principios electjL vos, fundando cada uno con peculiares poderes la certe­za de un orden que frena la concurrencia de los preten­dientes y ordena sus reclamos, como única alternativa a la revuelta permanente, al asesinato y, al "sultanismo" (63).

Pero estos "modos" aun siguen manteniendo.un víncu lo muy estrecho con los originarios "modos numinosos". El proceso de elección -por ejemplo, para la corona del Sacro Imperio- era entendido como una determinación de

(61) Op.cit., págs. 306-308..(62) Sternberger, op.cit., págs. 14-15.(63) Idem, págs. 16-20; sobre el "sultanismo" (Weber), v. secc, 8.

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Dios, que Instituye la {¡unción y ¿mata la peMorn pana e l caAgo; la elección es un acto de descubrimiento , de ejecución de la divina voluntad. Tras ella, la unción - religiosa solo robustece, y la elección, a su vez, no - crea el derecho sino solo legitima la ocupación, solo - determina quien ha de'ocupar el cargo, €1 a{lebradóle- g tvrrUÁtno (posterior a la Revolución Francesa y ostens¿ ble reacción contra ella) que hizo de ciertas familias la encarnación misma de la legitimidad tj gloHl&lcó e l - principio pragmático como lo nmlnoso m ism oses ;un en­gendro inconfundible del romanticismo, con muy poco dé verdaderamente medioeval (64),

Muy otro carácter -dice Stemberger- tiene la vali dación legitimadora cuando la autoridad publica -trono, cargo, corona, gobierno- surgen de un acucado humano y se fundan sobre e l OÁCntániento c i v i l»

Para la:-'emergencia de esta legitimidad c iv i l o hu­manista fué más importante "la gloriosa" de 1713 -la re volucion inglesa -que sustituyo a les Estuardo por la djL ñastía de los Kanover- que las revoluciones cromwelliana o francesa. Las ideas de 1713, afirma el autor, pueden no haber sido ajenas (y ciertamente no lo son) al mundo mental del medioevo y, aun, admitir al precedente de — Aristóteles-; sabido era entonces ya que el gobierno ne­cesita del asentimiento del pueblo, que ha de someterse a la norma estable de las leyes, que es necesario que - su autoridad emane de su conformidad con la regla jurí­dica, Pero fue la originalidad, la invención de "la Glo riosa” -y ello tiene mucho que ver con la contribución decisiva de Locke- la idea de que no solo la persona sjí no también e l cargo aparezcan como instituidos por la - sociedad. El acuerdo (The Covenant) es el acontecimien­to que sucede al Citado de naturaleza, pero al princí— pió de. la "divina autorictas" no desaparece por ello si. no -más bien- es incorporado al nuevo proceso legitima-

(ORKldem, pág, 20-21.

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47dor. Un proceso que, paradójicamente -cree Sternberger- ha sido mucho menos subrayado que los otros, por lo mis mo que, en teoría al menos, se ha impuesto tan nniver— salmeóte (65),

Señalé’el autor que esta universalidad.-no ya de - la precedente forma sino del fenómeno legitimador mis— mo- deriva de la pluralidad de principios que lo fun- - dan, de las fuentes sustentadoras. También apunta que - la universalidad formal del concepto, su heterogéneo - contenido y su patente normatividad parecen contradecir se (66), aunque esta contradicción no lo haga caer, co­mo a Duguit en la trampa de- negar el problema* viciando las bases de su perspicaz construcción jurídico/-políti- ca, "7.,: ...

Sometida a :un examen somero, parece casi seguro que ~ es Sternberger el'.que ha manejado hasta ahora de modo - más idoneo el factor sacral de lo "numinoso” como fuer­za legitimadora, lo ¡que le permite sobreseer la desmone tizable, ya incomoda categoría weberiana del carismas y

i'lo carismático. Puede pensarse también que a3 colocar - en segundo termino, el "modo pragmático o social” (si - bien ello represente la manera en que nació concreta, - históricamente, Lla secuencia de los modos de legitími— dad) , erige:en- .fuente” de todo el proceso legitimante

• lo q.úe és soló un mero modo de concreción y efectiva- - cion. Un modo que, .por ello, es menesteroso de una legjí timacion más radical. Una legitimación, en Sternberger, dejada elíptica. La "legitimación civil y humana", tan convincentemente presentada, señala del fondo de acuer­do, de consenso y asentimiento que existe -de seguro- - en toda ideología vigente y dotada de poder legitimador. Delimitada en la forma en que el lo hace, privilegia — -también es seguro- la verison liberal de ese. acuerdo, lo que implica descartar (no se sabe si indeliberadamen te) otros acuerdos ideológicos no-liberales y muy capa­ces de legitimar determinados regímenes pol.í15.co-sdcirios.(65) Idem, págs» 22-25, V ‘\(66) Idem, pág. 26

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4812.- TRANSICION A UNA TIPOLOGIA DIFERENTE

En el curso de las precedentes reflexiones se han ido apuntando, en función crítica, los aspectos que pa­recen insatisfactorios de las tipologías de la legitimjL dad ya elaboradas. También, y correlativamente, se han planteado algunos criterios que pudieran conducirnos a la formulación de otra tal vez más aceptable.

Se ha destacado, por ejemplo, como en la nocion "Efe beriana de "legitimidad tradicional" se hacen presentes dos elementos: une "numinaso" o "sacral" -cuyo destino parece ser otro posible rubro de la clasificación- y un ingrediente consuetudinario, de llana habitualidad, dé rutinaria aceptación que vale por legitimación en tan— tas-! y que enorme caudal!- de circunstancias.Ese ele— mentó a la vez marca el plano de paso-pues no hay quié­bralo' vacío,© discontinuo-entre el plano ’de conformación externa,factica de comportamientos y el otro,-internali­zado, espiritual de la legitimidad, •.

Junto a esta primera,que desde:ahora llamaremos”cqn suetudinaria"se ha señalado tambien-aunque más tenuemen te-otra modalidad legitimadora.Ahora procede su mención pues constituye con Ja anterior los dos"tipos mxnimpsr,:de legitimidad.No existe para ella designación demasiado ~ precisa,pero debe entrarse en su caracterización indi— cando que resulta del”spoyo difuso" (para ^pXaar al — termino de Easton'* que un regimen y unos gobernantes lo gran, en función de lo ya recibido o de lo que se espe­ra' recibir de ellos, por parte de los grupos 'sociales - y de los individuos. De "funcional", podría designárse­le, en cuanto la legitimidad concedida es variable dé— pendiente de beneficios recibidos y percibidos. De ”in£ frumental", en cuanto es medio y útil de designios y me tas racionales. De "pragmática”,si Sternberger no usara' este termino, en diverso sentido., lo que debilitaría su necesaria univocidad. De "conmutativa",, de aucerdo a un vocablp de manejo en. el derecho privado-, puesto que se . suponen dos corrientes de prestaciones y esas dos co- - rrientes de volumen c entidad parejas. De legitimidad -

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49"retributiva" parece mas sensato hablar, por mayor sen­cillez del vocablo y por indicar con adecuada fuerza su modo de surgimiento y operación.

Como también reiteradamente se ha sostenido, el — uso que Weber hizo del termino "carisma" y de sus deri­vados tiende a confundir riesgosamente acepciones tan - . distinguibles como la concepción nurainosa, sacra, del - origen de los dones, el prestigio personal autofundamen tado, el prestigio personal con base retributix*a, el 'fe nomeno (sobre el que se volverá^ de la "personalización del poder" y aun el hecho general de la importancia del liderazgo a todos los niveles y en todos los ámbitos se* ciales. Si se tiene en cuenta esa multiplicidad, parece entonces mas razonable rotular el tipo como "legitima— dad personal", desglosándolo del origen sagrado, numino so, de los dones del "carisma". Pero esto no significa que, si se quiere lograr una tipología capaz de Inter— pretar los fenómenos pasados, no se tengan en cuenta-— esos procesos de sacralizacion, ya sea por "inspiración divina" o por "institución divina” -como Stemberger acertadamente distingue- erigiendo lo "numinoso" en — fundamento de una legitimidad específica. Una legitimi­dad que puede verterse, ya sobre el sistema, ya sobre - la persona mandataria.

La necesidad de aceptar una "legitimación ideologji ca", de particularísima fuerza en los dos últimos siglos de Occidente, nos resultaba también evidente.- Mal asumí da por la categoría "racional’legal" de Weber, demasia­do especificada por 1a. "legitimidad civil y humanista" de Sternberger, es el atributo de "ideológica" el que - la da la amplitud requerida, al mismo tiempo capaz de - cubrir toda la variedad doctrinal del ochocientos y el - novecientos y no proyectarse -indebidamente, innecesa— riamente- a tiempos y civilizaciones en las que la ra— cionalízaeion del mundo y de la vida eran demasiado in­cipientes como para otorgarle sentido.

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En el antecedente desarrollo se ha sostenido tam­bién, siempre que los términos se trajeron á colación, que la legitimidad "racional1 legal" de Weber y la "es— tructural" de Easton representan, arabas', versiones -y - ello quiere decir igualmente: derivaciones- dé fuentes originarias de legitimación que les trascienden, Estas fuentes de.-legitimeclon -y la ideológica en primara fi­la-resultarían en una validez especial de la estructu­ra o del sistema jurídico cuando, en circunstancias his tdricas como las que se dieron en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, el dinamismo interno de los procesos de legitimidad procede desde el regimen o sistema a las autoridades, desde el complejo normativo a los investidos de mando de acuerdo a el. En ese con— texto, sí, puede asumir razonable consistencia la forma lizacion de normas que se sitúa entre las fuentes de au toridad y los sujetos legitimadores de ellas. Pero for­mas dependientes, como se decía, no parece acertado po­nerlas en el mismo - plano- que las sustanciales, radica­les fuerzas de legitimidad: solo"la índole tacita de la presencia de estas, su estado dé "invisibilídad" y "di- fusividad", cabría decir, en determinadas circunstan- - cias, puede cohonestar la confusión (67).

(67) David E, Apter en "Political religión in the new - nations", en n01d Societies and New States", the quest for modernity in Asia and Africa", ádited by Cüfford - Geertz, Free Press of Glencoe-MacMillan, 1963, pág. 76 sostiene que lo que hay de 4agnado en lo¿ gobiernos ¿>e~ culanlzad.o¿ 24 la eótnuetuAa (puxneLtiC'Lk) intóma* Toda¿ - la.6 Ideologías han deetínado. Una e¿&aiet(jAa conótltuclo nal, aunque pueda no 4QJi heno lea, le da a lo 4 herrines ~ la oportunidad de hacen, lo que eíloé oaLcnan dentro de la eíi/íuetüAo. de lo. ley. Se advierte en esta cita el ca rácter ideológico militante que en las formulaciones li beral-burguesas asumen'estas versiones del principio ra_ eional-legal weberiano, el énfasis con que se encomia - la supremacía de una ley que trata de modelan, lo6 fwpof 404 hwmnoA 4 in deAtmOil0 4.

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51Este error, con todo, contribuyo a la percepción -

de esa gran área descuidada hasta entonces del problema de la legitimidad que es la de los "objetos de legitima clon" y la compleja relación existente entre ellos, Y - aun habrá que fijar todavía la atención sobre los proce dimientos efectivos de establecimiento o verificación - de legitimidad, que no pueden ser confundidos, pese a - la posición de Guglielmo Ferrero, ni con sus fuentes ni con sus objetos.

13.- TRES FORMAS DE LEGITIMIDAD Y SUS FUENTES

a) Legitimación consuetudinaria

No hay, se decía, una ruptura, una solución de corx tinuidad demasiado visible entre el nivel de los compojr tamientos que tratan de adecuarse a las pautas dominan­tes en la sociedad global y la admisión de esa conducta

* como "la debida"¿al nivel psicológico de representacio­nes y actitudes. Este abandono, esta pasividad, asa adja cuacion a lo meramente debido, en los que se conforma - buena parte del magno fenómeno de la alienación políti­ca y social en las sociedades contemporáneas, puede aseja tarse en una multiplicidad de motivaciones. El temor, - el hábito, la conveniencia,la imitación juegan eventual mente entre ellos. Resultan, sin embargo, capaces de — fundar una primera forma de legitimidad que es la Zzg¿- tÁmi.daÁ C0Mue¿ud¿nasUa. Dígase: un modo de validación del poder cuya fuerte opérasela, cuya extrema difusión en muchas colectividades actuales del mundo las tecni— cas de investigación psico-social, pensamos, podrían — ser muy capaces de relevar.

b) Legitimación retributiva

En las sociedades que han pasado el umbral de for­mas muy incipientes de desarrollo y, especialmente, en aquellas en las que la movilización y participación po­líticas han adquirido relativo volumen, una segunda forj

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52ma de validación de la autoridad se hace presente. La - que hemos calif icado de le.gltli77acíán netMÁbvotixia* Es la que individuos y grupee en la sociedad global o esta, - en una ideal agregación, conceden a las autoridades y - al régimen, según y a la medida que el comportamiento - de estos, en términos de beneficios o ventajas,1 parezca merecerla. 0, para decirlo de otra manera: aun.si acep­táramos el distingo de Lipset entre leglZlrldad y e -íta_ C-id como las dos condiciones básicas para la viabilidad de un regimen político e 5 igualmente, su aserto de que mlentnaó la e.¿¿cacica e¿ ¿undaffi&vtajfamnte Inntnmmvtal, la lagUúnldad &¿ valo nativa (68), todavía podría agre­garse que la eficacia también es -complementariamente- valorativa, este es-, legitimadora.

El de la "justificación del poder" por los "fines" o "funciones" que cumple es un- ilustre tema de. la filo­sofía política clásica e igualmente de su cepa el dis— tingo entre "legitimidad de origen" y "legitimidad de - ejercicio", definida esta segunda como la situación en que ente. Ktguiado pon lo. nema, legltóna el £út do la aa tonidad (...) miowEMuó -62. emplea pana el bien com(¿;i(69T. En tanto las otras formas que. se han recapitulado cons­tituirían modos de la "legitimidad de origen", :.la que - al presente se .explana-representarla, por excelencia,la otra alternativa. ‘

Ya se ha hecho notar también (70) que con sus con. ceptos de "acción racional con arreglo a fines" y "por situación de intereses" capaces de determinar (salvo en ordenaciones nuevas) la adíieJ>lón a ún onden (71), Weber franqueaba-el paso, da modo inequívoco, ¿ 'la legitime-- cion retributiva, Mayor significación posee, sin embar­go, su insistencia en que los modos qvc el llama caris-

(68) Lipset, op.cit., pág. 57.(69) A, de Castro Albarrán: "El derecho a la rebeldía", Madrid, Ediciones FcuC -v 1934, pág. 105.(70) V. Secc. 9 . . - -•••-; ..(71) "Economía y Sociedad", t. I, pág. 37.

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máticos de legitimidad solo se sostienen y sobreviven - por e l éxito, y un éxito que tiende a medirse y concre­tarse en satisfacciones psíquicas y materiales para la masa de devotos y seguidores» El ¿omento de ¿U bteneó— tah. material, los logros que se obtengan tras ¿egulT a l que Promete m¿t6 en las democracias de caudillaje son — los que ofician de corroboración de toó excelencias del COAlsma (72). En la economía carism^tica el despliegue - de los modos históricos que manifiestan el tipo* ya sea la relación feudal o las democracias plebiscitarias de los dos Napoleones,.nunca dejo Weber de subrayar la ín­dole imprescindible de la variable "beneficios”, por — múltiplej diversas que haya sido la forma de su concre­ción (73).

Pero es tal vez Easton -cuya posición," junto con - la-;.de Weber, se sigue en estas reflexiones con especial cuidado- quien, aun sin erigir ninguna relación retribu fciva o funcional en criterio legitimante, de mas aside­ro a su transformación en tal. Porque, en puridad, solo exige una modificación terminológica convertir en ella a una de las- dos formas de apoyo: "apoyo difuso” (diffu se support) que el politicologo estadounidense postula. Simplificando un poco sus ideas, señalaremos que Easton coincibe este "apoyo difuso" como una especie de reser­va o capital de apoyo que el sistema político puede ir acumulando merced a los.resultados de sus medidas o de cisiones (outputs).anteriores. Estas decisiones habrían ido suscitando "apoyos específicos" (specífic support) que, simplemente, puede no haber sido consumido, ya que también-su gasto, su dilapidación es dable de ocurrir.

(72) Idem, t. I, págs» 253 y 282. Sánchez Agesta (op, - cit., págs. 358-361) precisa: e l mito e¿ aquí la. ¿upe— rlorldad de un hombre, mito que va unido a la creencia de que en la persona del je¿e se concreta un designio - providencial, pero esta ¿e no obsta para que se pida — una 11 revalidación actual" de esa calidad a que la votan tad se ¿omete: e l éxito es una condición, del éxito es­tá pendiente Su autoridad.(73) Op.cit., t. I, págs. 246, 255-256, 283.

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■ Se caracterizaba poco mas arriba la legitimación - retributiva como aquella que se funda en lo que se ha - recibido, en lo que (y sobre todo de acuerdo a lo .ante­rior) se espera recibir. Para decirlo en otros términos ‘'gratitudes." o tal vez “conformidades" y "expectativas" No,- nótese, en "lo que se está recibiendo", paréntesis de.lo actual que responde bien a la nocion de "apoyo - específico". Ha es, entonces, el acuerdo basado en el - .toma y daca, del que Easton dice que. solo podría susti­tuir la carencia de legitimidad en sociedades y síste— mas tradicionales de muy lento ritmo (74), De modo que, si bien en el caso de existir legitimidad ella será me­nos estable (75) lo que parecería poder fijar el umbral de su vigencia, sería una cuestión de duración, de mag­nitud temporal: estrechándose el espectro hacia un cen­tro de. estricta cotidianeidad, solo existiría toma y da ca y apoyo específico y no legitimación; ensanchándose hacia.el pasado y hacia el futuro (expectativas), nos - encontraríamos con esa legitimación retributiva que Eas. ton prefiere llamar "apoyo difuso" (76).

\ : Llegados a este punto, corresponde hacer la salve­dad que en un sistema político sano no siempre lo que - se.retribuye son ventajas individuales o individualiza- bles. -Este modo legitimador tiene también un componente menos utilitario e inraediatista que la vieja nocion de' "bien común" subrayaba idealmente. Esto se hace aspe- - cialmente visible cuando se retribuyen con apoyo y légi tímidad ciertas funciones de la autoridad que una extejn dida percepción colectiva juzga cumplidas eficazmente. Es la sociedad global, la comunidad a quien se ve como

(74) Bastón¿ op.cit., pe.g, 286,(75) Idem, pág, 281’n.(76) "Configent support" le llamo anteriormente Easton en "Some highlights in General Thoory of-Action" (en R. Young (editor)í “Approaches to the study of Politics", Evanston, Illinois, Northwestern University Press, 1958 págs. 282-304,

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55beneficiarla de esa acepción y aunque individuos, cía— ses y grupos no "ab-neguen" sus intereses en ella, obran, de cualquier manera, consideraciones más totali­zadoras, menos inmediatistás que en la situación ánté-- rior* Tal vez sea el "proyecto*1 o la "empresa", es áerr cir, la movilización total de las energías colectivas - hacia metas prefijadas y conocidas, que el poder impone y prestigia y la sociedad acepta y valora, la forma por excelencia en que esta retribución global se da en las sociedades contemporáneas y aun, podría aceptarse, el cimiento más firme de toda legitimidad efectiva (cop­la excepción posible de algunos sistemas políticos del área nor-atlántica)»

No es proposito de este planteo, a esta altura dé su desarrollo, argumentar con ejemplos sobre lá efecti­vidad histórica de cada tipo» Pero no es ocioso adver— tir que, en el caso del retributivo, ellos se ofrecen ~ con regularidad, desde el sistema político del!'Imperio chino (77) hasta los regímenes latinoamericanos contem­poráneos (78). Y por si los precedentes ya acuñados ca-

(77) S.N» Eisenstadt, en op.cit», págs. 301 y 308 habla de legitimación pose el logseo dz objetivo*, por la capa­cidad de resolver los problemas, en el caso de los empe^ radores chinos. .Una versión clásica de la "legitimación retributiva" la de "El Príncipe" de Maquiavélo, en el - pasaje en que se narra como Cesar Borgia se gano la bue na voluntad.de las poblaciones de Romania y del ducado de Urbino brindándoles un gobierno de eficiencia supe— rior a todos los que hasta entonces habían conocido (en op.cit., págs. U80~é81),(78) Francois Bourficaud, en op.cit. (n. 35) observa en el caso del Perú que la legitimación dzl podve id en~ - cuentna e l je£e politizo en *u capacidad pcvui hacen o i­go nuevo* Esta aptitud pasta innovase o pasta siznovasi pue­de szse considerada como el poden, dz hacen cesase in justi da* muy antigua* -devolver la tierna a lo* que iuznon. despojado* dz ella- o coma el golpe dz vista del técni­co inSpiSiado. La afirmación confirma el tipo que esta— mos perfilando, si bien se marque también en ella el —

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recieran de poder de convicción, piénses-e en los cam- - bios de actitud de algunos sectores y clases sociales - -las altas, sobre todo- ante movimientos políticos de - índole ambigua, o cautelosa, o indefinida -tal el golpe militar argentino de 1966- una vez que van descubriendo, o encontrando, su juego y precisando los intereses y p£ deres sociales a los que sirven.

La legitimidad consuetudinaria y la legitimidad re tributiva conllevan un rasgo conun.Se ha sostenido en - dos pasajes de este planteo (79) , la existencia de un "continuo” entre la aceptación factica de un orden poli tico y su legitimación. Se han observado también las va cilaciones de Weber en tomo a ciertas formas de compo^r tamiento,. tradicionales o consuetudinarias, basadas en conveniencias o intereses o movidas por motivaciones ra clónales o afectivas,. Una ,vacilación comprensible si se atiende a su juicio-que la distinción .entre todas ellas y- el plano de la legitimidad es mpidiicoriente gtiadtiaJL - . (80). El problema se plantea entonces de en donde mar—

elemento ”proyectivo,r que es característico del poder - personal en los países marginales del mundo. Por otra - parte el Perú político de los últimos años, marca con ejs pecial nitidez el recurso a tres tipos distintos de le­gitimación en sus tres grupos partidarios fundamentales: La "Union Nacional Odrista" al prestigio personal' de un "carisma" más bien espúreo; el Aprismo a una legitima— cion ideológica aunque con fuerte ingrediente personal; la "Acción Popular" del ex-Presidente Belaünde a una le gitimación esencialmente proyectiva y retributiva.(79) V. Secc. 2, 5 y 9,(80) Op.cit., t. I, págs. 30 y 221-222 y "El sabio y elpolítico", pág. . También afirma Weber (op.cit., t.I, pág. 223) que la .legitimidad puede ¿imulaJtse, por gAxt-r- P04 po/l ilvtOJlQS OS mateJUAloS psuopZoé, como o i­go ihn.medJja.ble en v/Jiiud de. debilidades individuales o de de,i valimiento, Easton, en op.cit., pág. 281 n., des­taca .también que Weber reconoce la existencia de "órde­nes" basados en otros valores que los de la legitimi- - dad. Pero de la traducción inglesa de "Economía y Socie

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57car el "umbral” de la legitimidad, el punto de ese pro­ceso sin costuras que va desde el hecho externo basta - la internalizacion. Es posible-suponer que con la legi­timidad consuetudinaria y la retributiva se-r dan esos — dos tipos mínimos que permiten, por lo menos, localizar aproximadamente ese umbral. Pero un distingo se impone* Si la legitimación consuetudinaria es tipo mínimo por - endeblez de internalizacion, la legitimación retributi­va lo es por carencia de fijeza, de estabilidad, por — precariedad, en suma. ' •

c) Legitimación numinosa

Podría defenderse todavía la utilización del térmjl no-"carisma" y sus derivados para denotar la legitima­ción* de. origen ultramundano. Su boga, como se ha dicho, es muy grande y admite (ademas) él reajuste de su 'siguí ficado (81). Pero si al lado de ella hay que mantener - esa "legitimidad personal" con que corrientemente se lé identifica, cualquier tipificación se hace insánablemen te confusa. Resulta por ello conveniente -siguiente a - Steraberger, cuya conceptuación creemos definitiva en - este punto- el uso del óerraino "numinoso", impuesta co­mo categoría de lo divino por Rudolf Otto, filosofo de~; la religión (82). La expresión (loque no pasa, por —

dad" realizada por Parsons, resulta para Easton qué Ve- ber dejo fuera de ella, no sólo la tradicional sino la que aquí llamamos "retributiva" y que puede estar aludí da por el termino "expediency" (comodidad, utilidad, con_ veniencia). Aunque Weber, dice Easton, hizo poco con la idea y esto también ka ¿¿do mta/uone.ntd ¿gnonado pon. — othD¿ JP.-281 n.).(81) V. n. '53.(82) La categoría de'"ío numinoso" o "lo santo" aúna pa_ ra Rudolf Otto (en "Das Heilige" (1917), traducción "Lo Santo", Madrid, Revista de Occidente, 1925) los elemen­tos de temor, fascinación, misterio, solemnidaddesme­sura, sublimidad, enormidad, absoluto, majestuosidad,ca rácter venerable, etc. También se destace un el prece— dente planteo -Secc. 5- la inadecuada invisceración de

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58cierto, con "carisma" ni "carismático") presenta ademas la ventaja de referirse indiferentemente al gobernante sacralizado o al orden institucional dentro del cual se halla investido*

Como ya se decía (83), Stemberger distingue entre legitimación y tzQitiraidíid ftiúninoAci como iyU>titacién di vina del gobernante y el sistema, y Z&gitiwidad nuwinoAa como inApitáción divina en este caso solo del gobernan­te, jefe o caudillo que se supone gratificado por ella* (La legitimidad estricta, auténticamente "cárismatics" de que habla Weber). En un largo desarrollo doctrinal - que, sin embargo, únicamente en su ultimo tramo es re— ductible a su racionalización en "ideología” •(84), el - despliegue es, en verdad, menos dual, pues tal vez son cuatro los grados que conducen desde la forma inicial - hasta la absoluta secularización de los atributos orig^i narios. El "rey-dios" constituye un tipo diferente del rey "Hijo del Cielo", descendiente divino* Y ambos son inasimilables al esquema ..conceptual dé la monarquía o - el principado como "institución divina", con todas las variantes ideológicas qué ya aquí caben y los distingos posibles, incluso en términos de sacralidad, entre la -

lo sagrado que practica-Weber. en su tipo de "lo tradi— cional"* esto es, connotando con origen trascendente,'- con calidad de incorporado a-un orden inmutable del uní -verso, con atributos de piedad, respetabilidad, intocabi^ lidad tanto Za ^nojizci koJtoica como zt ccUtdaiQA (.♦*}- do. ZaA isiadizíono^ . Un caso de la ambigüedad a que lleva el empleo del lenguaje.weberiano me parece que se da en El serrtndt -*op .citp.ág.* 305- cu unco se refiere a la ín­dole carismítíca de la legitimidad de los emperadores - chinos, no consagrados tradicionalmente ni por trasmi— sion hereditaria sino por su calidad de "Hijos del Cie­lo", del que recibían su imperio,(83) V. Secc. 11* ' .. '(84) V. la obra clasica de John Ne.ville Figgis: "El de­recho divino de los reyes" (la* edic. española: México, Fondo de Cultura Económica, 1942).

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59institución misma y el titular investido de ella, Y los tres anteriores» por fin» del mando logrado» u ornado o asesorado por "inspiración divina", caso límite, ya» de las formas de legitimación estrictamente personales(85).

14.- LOS DOS MODOS MAYORES: LEGITIMIDAD PERSONAL Y LEGITIMIDAD IDEOLOGICA,: “

Del'impacto legitimador de la personalidad políti­ca y a ;se ha hecho precedente y hasta abundante referen­cia, En.la inacabable secuencia de prestigios persona— les políticamente decisivos» ya en la historia» ya en — el presente» múltiples trazos individuales lo han mani­festado y hecho viable. Todos ellos, empero, podrían ce ñirse en.esos dos rubros generales que son el de la — "ejemplaridad", que subraye Weber (86) y el de la "re— presentatividad" si bien» asimismo» la fusión de ambas calidades que intuía Walter Bagheot cuando definió al líder como, "a uncommon man of common opínions" (87).

Planteada como "legitimidad personal", según se de cía, tal forma de enunciación evita el distingo de or— den axiológico entre "carísma genuino" y "carisma espú­reo" o "fraudulento", discriminables según se hagan o - no^presentes un autentico sentido de "dedicación y voca. cion" (callíng), según lo concibe Easton(88), Ello,sin perjuicio de tener en cuenta tal diferencia dentro de - las variantes de la legitimación personal, lo que tam— bien ocurre .con el otro posible diva je entre "carisma estable" y "personalidades efímero-carismáticas", según

(85) Se tratará más adelante -Secc. 20- el tema de la - "teocracia" y la "religión política", a las que alguna corriente ideológico-política trata de vincular con el punto presente. ; /(86) V. .Secc, 7, •(87) Un hombftz cxccpcionaZ con opxníoncó comunes,'(88) V. Secc. 10.

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60se ha caracterizado a bandidos u hombres sin.ley^ del- tipo del. legendario Robín Hood o del cervantino'Roque - Guiñart (89).

Pese al anterior reparo, ha sido Easton quien ha - fundado mejor este modo específico de legitimidad (90},

(89) Eisenstadt, ó p . c i t :pág. 283*(90) Afirma Easton (op*cÍt*9 págs* 302-303), hablando - de la* bcue* petsonale* de la legitimidad que si leu au tonldade* de un MUtcm puede, o no * qa con&ldchada* ge­nuino* y adecuada* {hlght and ptopet) puede dependet, - no de *u con^ohmldad con un héglmen aceptado * ¿no de la amptitúd con que lo* ¡ñlembho* del *1* tenia ven a lo * o cu panto* de lo* tote* de autoridad como pét* analmente me- tecedote* -pot *u conducta y *lmboll*mo(a)~ metecedote* de apto badén ¡notcil (,*.}. &xt*ta- ya un pao ce* o de de* ~ plazdmlento, lde¡itxílcaclónp *ú*tltuclón f elección ha— otoñal, electo del catLma. y magnetismo peatonal. dema­gogia o convocación (appeal} la cteencla te*ultante e* (de cualquier manera) la aceptadon de la* po*lcione* y acdones de la* autotídada *o*tei/u,da* en e llo . Si los 'miembros.del sistema ven a las’ autoridades cüwo digna* de caedito, e l apoyo llulhd rncl* bien de la eitlmaclón - del mOUto pchsonat y det Oalot de la* autotídade* que de {*6 lo) *u po*ldén en e l *lí,tema o de Mi compatlblll dad con la* pt&níía* ■ Ideológica* de *u* mleinbto* * Y' tra za después (pág. 303-309) la distinción, esencialmente ideológica, entre dos niveles o formas de legitimación personal-carismática, subrayando que tal como Weber lo describe, el carisma importa una telaclón muy eStteeha entre el' líder y los" seguidores, en la que el líder po­see una genuina capacidad de arrastre (calling) y .los - seguidores siguen pot convicción en e l cghactet ejew- plat del IXdeA. Pero-él carisma definido por tal reía— ción.sólo representa una clase de él, que se encuentra frecuentemente cuando el líder dirige vastos séquitos - por períodos considerables * Muchos líderes poderosos despliegan un c.ahlbma* C&pu/teo,' con el que ganan fraudu lentamente la lealtad de grandes secuencias, pero en el que falta un auténtico * cutido de attastte q dedicación.

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el cual, de naturaleza esencialmente inestable, se re­fuerza en ocasiones (y esto vale, sobre todo, para el - pasado) por una insistente legitimación numinosa, Tam— bien, y ello es fundamental, se valida retributivamente por una corriente de.servicios a la masa seguidora y de cae y hasta cesa..cuando esta corriente se detiene (91),

En general, la validación que descansa en las exce léñelas de la persona.tiene un carácter acentuadamente temporario, un calificativo bajo el cual se puede aunar el trazo negativo de lainestabilidad, el más neutro de la intrasmisibilidad y el positivo de ser dinámico. Co­mo se ha aventurado, es Za paAtíetpactón en una tnC&ma. - empSLC¿c¿ (92), lo que profundiza y. consolida la valida— • clon personal. Esto (dicho sea de paso) es una de las ~ razones que ayudan a comprender la inquebrantada firme­za de esta legitimación en un mundo tan sujeto a fuer— zas de racionalización.e impersonalidad, que serían pro elives a obstaculizarla, pero también, y este es el-£ac

Piensa, por ello, Easton, que tales formas no caben den tro del tipo weberiano o no comparten el carísima como - CuaZtdad. Y si queremos usar el.término para líderes de claze tan manlpuZatÁva (manipulative kind). no poduXcunct evitan. de¿\vxtixnaZtzojiZo y vuZgantzanto» Esto es lo que ha ocurrido, .según el autor, y tal vez sea..tarde* pien­sa, para volver a un empleo purista, estricto., del voca blo, También subraya la importancia que la. inducción de un. sentido personal de la legitimidad tiene* en. la* soci-a lizacion política del niño (concretamente en su' país en el Presidente de .los Estados Unidos) de_modo,de poder - ser transferido posteriormente al sistema e institucio­nes.(a ) Se refiere Easton a la capacidad de simbolización - de valores humanos y sociales que poseen ciertos indi vi dúos y ciertos roles..(91) V. Secc.10, 11 y 13, Respecto a esta detención de la corriente retributiva cuando cesa la contraprestación debe notarse, si, que para el que se ha legitimado por. ese medio le sera más fácil restaurarla de lo que puede resultarle a una personalidad desconocida.

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tor realmente considerable, al creciente carácter pro»— yectivo y coherente de toda acción política socialmente legitimada.

Se dirá, sí, que "el partido'1 (y habrá que volver sobre este punto), puede áér el instrumento de esa moví lizacion en aquellos casos en que faltar a- un líder pres tigioso. No hay muchas pruebas -ni siquiera en el siste ma soviético- que certifiquen tal posibilidad. Y si se~~ supone, según Weber lo hacía, la distinción entre "fuejn te" y "reconocimiento" en este modo de legitimidad (93), faltaría en este u otros casos, la corriente de confian za, entrega y fe.que peculiarizan al seeuente, los pro­cesos de "proyección", "identificación" o "acción vica­ria" que se dan regularmente en las formas cabales de - liderazgo y secuencia.

Solo un párrafo sobre el ultimo tipo. Destacábase en la tipología de Weber la ausencia de un modo de legi timidad cuya Operación resulta evidente desde cualquier^ análisis de las sociedades contemporáneas» Sin embargo, y sin perjuicio de marcar que el propio Weber, fugaz pe_ . ro concretamente lo admitió (94), es posible sostener -

(92) Sánchez Agesta, op.cit., pág. 358 y V. Secc. 12.(93) Op.cit., t. I, pág. 253;"Claro que esta distinciónentre "fuente" y "reconocimiento" puede hacerse (con la posible excepción de la consuetudinaria) en otros tipos de legitimidad, si bien por distintas modalidades. En - la legitimidad personal existiría una inmediatez y una indeliberación que permitirían llamarla "patente" o "pa tencial". “(94) En op.cit., t. I, pág. 278 menciona el caso de. que el cuadro administrativo, tal como ocurrió en la Alema­nia de 1918, puede romper con "el señor" ,11pvsdo por tz les motivos de fundamento etico-doctrinal como atender a las necesidades impostergables de abastecimiento de - la población. Más adelante (t. IV, pags. 260-261) pre­senta a ¿aí> Idoat* político-sociales naciendo cfeóde de.n- tJio de la conversión carismática como valo/lacló n ¿tibjd- 'tíva a l 4 (¿Avido do. la ¿poca, que a uno A ¿iccotrlcnda e l - " zntmdlxrldivto" y á- o&wi> la "In tu ición".

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63-como poco más arriba se hizo (95)- que su legitimidad "racional-legal” encubre, y proyectada sobre el sistema jurídico, una legitimación habitualmente ideológica. — Stemberger, con su "legitimidad civil o humanista" pri ma a su vez, mediante las notas de acuerdo, consentí-,- miento y representación, una forma especial de legitimi dad. ideológica que es la democrático-liberal (96). Eas- ton, en cambio, incluye en su tipología el modo adecua­do de una legitimación ideológlcii, genérica, ampliamen­te entendida (97).

(95) V, sección 12 "in fine".'(96) V. sección 11.(97) Easton -en op.cit», págs. 293-297- caracteriza e l po ten d a l movlLizador de las Ideologías de este modo: - la capacidad de las ideologías legitimado has para movi­lizan napoyo difuso” varía con dos factores: 4ti fíela- - cíón perdblda con realizaciones y su apelación a an- - ckoS eSth.aX.oS psicológicos. Respecto a lo primero, si ­se percibe que la ideología fija metas y éstas son al— cansadas, esto creará un continuo "insumo" (inputj^ de - apoyo. Pero también ana ideología proporciona una Imagen de los propósitos, organización y operación de un slste maf en términos de la cual, la obediencia a las autori­dades y la aceptación del régimen puede ser considerada genuino y adecuada y, por e llo , moralmenté. obligatoria. Condición de la legitimación ideológica es que capture la' imaginación d'é'- ló's miembros de un sistema (págs.293- 294).' Las' ideologías legitimadoras presentan así aspec­tos expresivos, en 'los que se dan las aspiraciones y — creencias de los gobernados (págs. 296-297). y aspectos instrumentales, de acuerdo a los cuales la ideología — funciona como lustruínentó f cómo potencial w\anlpulatA.vo en manos de la "elite", y se cuenta entre SuS medios de control y regulación' (págs. 296-297). Pero las ídeolo-- gías raras veces actúan monopolíáticamente y se plantea el problema de las ideologías competidoras (págs. 296- 298), y aun cuando una de ellas tenga relativa preemi­nencia, no hay que suponer (como ocurre en los Estados Unidos, según Easton) que la estructura legitimadora de los principios básicos de la sociedad sea unívoca. Des-

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15.- LOS OBJETOS DE LEGITIMACION

- También repetidas veces se ha sostenido en el cur­so de la presente exposición, que los factores legítima^ dores validan, directa o indirectamente, distintos bbj_e tos de legitimación (98).. Se ha hecho, en realidad, so­

de e l punto de v l*ta : de la per*lrtenda de un régimen - neceiltarCamo* raber qué grado ddnconrí*tenda y diren^ *o entre lar díver&a* Ideología* legitimadora*^ e* pern¿_ * lb le que exi&ta. Hecerltaríamo* temblón In q u ir ir en - la la titud de v arlado n fa c tib le en la interpretación de una Ideología pon. pa rtí del non junto de. lo* miembro* de un *l*tema que *e ve a *1 mírmo como *u*cribíench a un anidó y inirmo Zote de eree^ida* legitimadora* (pag* 298 n.). Cada r lrtrn a bu*ca forta lecer lazo* de l e g i t i ­midad a travé* de Za propagación de Ideología* apropia­daA. Tale* re*pue*ta* *imbólícaó ron lnten*lfleada* a. - travé* de concretar exprerlone* en rítual.c* y cerm o- - nía* (pág. 308). Easton anota más adelante ciertas for­mas que podríamos catalogas como mixtas-ideologico-re tributivas- tal una creencia en eZ ínterér general que re verifica rla cotidianamente en e l ju ic io de una *odeL dad robre la labor de ¿a gobierno (págs. 311-S12). s.N, Eisenstadt, en op.cit., subraya agudamente la^presencia de este tipo de legitimidad en los Imperios historíeos burocráticos bajo la forma de un tipo de legitüTiadón recular o racional bar ado en tor rlmbolo* o valore* de alguno* 'grupo* rocía ler o unlverralirtar (pág. 2 1 2 ), de tnlrloher culturóle* erpedíale* (pág. 2 0 1 ), de una moral (pág. 207), líneas que le permiten marcar el fenómeno - general de la Influencia de Za* orientadone* y lo* ob­je tivo * culturóle* ■ en Za* pauta* de legltánadón de lo* gobernante* (pág. 305-308). Pero también cree más facti_ ble hacer otro camino: e l mejor punto de partido para analizar e l procero p o lít ic o de un r I r tema culturatmcn- te orientado er e l examen de la naturaleza de la legltuL madón de rúr gobernante* (pág. 305).(98) "Agentes”, o "instrumentos” o "medios” (ageney •— agencies) les llama Irving L. Horowitz en op.cit.

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lo mención de dos: autoridades o gobernantes y regimen o sistema político, E igualmente es, eii este punto, Eajs ton quien, mejor que otros teóricos de nuestro conocí— miento, ha marcado la interacción activa de estos .dos - objetos y la muy diversa incidencia de los varios tipos de legitimidad sobre ellos. En la legitimidad personal o carismática resultan validados: primero las autorida- des 6,"‘ en “singular, el jefe-gobernante y tal validación arrastra la del sistema que este urde y en el que se - apoya. La legitimación ideológica y la estructural val! dan ante todo -la primera regularmente y la segunda ne­cesariamente- el sistema o régimen; solo tras el,.por - concreción, accesión o ("desborde”, a las autoridades ín vestidas de los roles o funciones gubernativas (99), El refinamiento del análisis de Bastón respecto al de Ve— ber resulta evidente, ya que el sociologo alemán, como bien dice Easton mismo (100) no distingue entre los dos objetos de legitimación. (Aunque mas discutible es el - aserto de su crítico de que sus principios solo resul— ten capaces de validar a las autoridades) (101),

(99) Easton, op.cit,, págs. 288 y 293-299.'(100) Idem, págs. 301-302 n. .(101) Creemos que esto podrá sostenerse para la legitima oicn personal-carismática; en'cambio, la legitimación - tradicional puede valer para los dos objetos y la ráelo nal-legal, aunque Waber no lo haya concebido así, vale primordialmente por una' legitimación del sistema» Inte­resante es la hipótesis de Easton de que un mandatarioo autoridad investido de acuerdo a las reglas de un ré­gimen dado, pueda mantener su legitimidad mientras la - pierde el régimen que lo invistió, como habría sido el caso de De Gaulle y su elección de 1958 como jefe de go bierno francés de acuerdo a las normas constitucionales* de la IV República, que poco después cayo» Pero la coe­xistencia de tal autoridad y tal régimen, debe agregar­se, era precarísima y puramente' formal si bien, segura­mente menos que.la de Hitler Canciller del Reich y la - República de -Weim'ar.

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Régimen y autoridades representan inequívocamente los dos principales objetos y, beneficiarios de las fuer* tes de legitimación, pero un. recuento podría enumerar - -lo que haremos brevísimament,e-*; seis posibles entidades legitimables:

1 ®) Lo¿ goboAnanto¿ o auto>Udade¿ MxpoJiíohQA, in— vestidas en los roles decisivos del sistema político — (102). ‘ ;

2 ! ) La p o lític a o poLCLCcaó do lo¿ gobcunantoó, — susceptible de legitimación independiente de acuerdo a la noción tradicional ya recordada de "legitimidad de - ejercicio" y al concepto de "legitimación retributiva", de tipo funcional, que .se esbozo (103). .;

3®) EZ /tégZmen o ¿¿¿torna, concebido como; la es trun tura de normas, roles y valores que ordenan la organiza ción, uso y fines del poder político (104).

(102) Es cuestión polemizable si los demás funcionarios, dependientes de ellas son legitimados (hablando en tér­minos psico-sociales, claro está) por "efusión deseen— dente" o desborde de la legitimidad que posee la cima - o, por el contrario, de acuerdo al modo estructural o - racional-legal, por las reglas del sistema mismo* Es ca si seguro que se den ambas posibilidades según el go- - bierno sea regular o irregular, los modos de legitima-- ción ideológicos, consuetudinarios, retributivos, etc.(103) Eisenstadt (op.cit., pág. 398) distingue entre la legitimación básica de los gobernantes y la de Za p o lí­tic a concAota do ¿¿toó tf do lo¿ d t¿tin to¿ d/tganoó do go_ bic/üio.(10h) Hacemos gracia al eventual lector de la posible - larga lista de definiciones de las dos nociones y de su seguro distingo, con precisiones que a nuestros efectos no tienen mayor relevancia. Basta la nocion somera que un "régimen” es la configuración concreta, histórica, - peculiar de esa entidad resultado de una abstracción de elementos que es un "sistema político" y, en especial, de "los límites" de su inserción en el sistema social.-

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674°) La- comunidad política. nacional, la sociedad —

global organizada comunmente en Estado* con pérsonali— dad internacional, titular de derechos y obligaciones -(105), Parece claro que esta constituye un objeto de le gitimacion diferente de los anteriores y, en especial, de cualquier regimen o sistema político concretos* En - otras palabras: que puede considerarse legítima, valida una comunidad nacional diferenciada por mucho que se re chace el régimen o sistema político-social que la rigen,- Es una distinción de planos que -debe reconocerse- es - susceptible de esfumarse en el caso de las conductas 1- llamadas de "traición”, Pero aun en las tan sonadas en años recientes a proposito de la revelación de secretos atómicos o diplomáticos en las grandes potencias del hje

Hay que destacar, sí, que las fuerzas de legitimación - no tienen por qué incidir con igual intensidad sobre - "todo” el régimen, Easton (op,cit., págs. 299-300) des­taca el caso de ciertas partes de la estructura políti­ca dotadas de una eópeclal cantidad, como ocurre en los Estados Unidos todo lo que tiene que ver con la consti­tución y su reforma. Subraya igualmente (idem, pág,301) el .efecto- independiente de la legitimación estructural sobre las autoridades; de aquí láó- medldaó tomadaó pana Inveótlnílaó} con la máó gnande validez, ponqué óu con- ¿omidad con elnéglmen ¿envina pana Incnmentan en ¿u beneficio e l ln¿mo de apoyo dliuóo* Eisenstadt, por se parte (op.cit,, pág. 478) sostiene que en los sistemas modernos la Intendependencla del óubólótema p o lít ico de otno¿, puede deóvlan la¿ pautaó de legitimidad hacia — clento¿ gnupo¿ po lltlcoé e Inótltudoneó que pueden Iza- cenó e la¿ expne¿lone¿ dlnectai de lo¿ valoneó y h ó ln¿_ tltucloneó p o llt lca ó,(105) Rastreando la concepción de "comunidad nacional" en el importante libro de Ernst B. Haas: "Partidos poljí ticos y grupos de presión en la integración europea" - (traducción española: Buenos Aires, B,I.D.-I,N.T.A,Í>., 1967) apunta Stanley Hoffmann que Haaó define la comunl dad p o lít ica no pon la auó encía de violencia ólno " como una ¿Ituadón en la cual loó gnupoó e Indlvlduoó deten- nlnadoó nlnden fidelidad a Inótltudoneó po lltlcaó cen- tnaíeó máó bien que a toda otna autonldaa p o lít ica du— nojvte un pentodo y en un eópado detennínado.

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68misferio norte (106), es dable suponer que el sabio o - el funcionario que divulga material reservado a los res ponsables de una potencia event.ualmente enemiga y osteiv siblemente rival suele operar un decisivo supuesto* Es el de que no existe -en verdad, últimamente- conflicto entre los mejores intereses del propio país y los pre— sentes y futuros de la nación en beneficio de la cual - traicionan. Es una armonización que descansa, por lo ha. bitual, sobre la base de una ideología universalista — del tipo del marxismo.

En situaciones como las de las sociedades latinoa­mericanas de principios del siglo XIX o las africanas o surasiáticas de hoy es, inversamente, la cohonestacioit ideológica de un nacionalismo nutrido por las fuerzas - emocionales del localismo la que decide. Y falla enton­ces sobre la índole legítima o ilegítima de las autori­dades efectivas del país según estas se conscriban en— tre la población nativa o no,.la representen o no, sean consentidas por ella u ocurra lo contrario, posean un - margen sustancial de decisión autónoma o no lo tengan. Sobre todas estas cuestiones en que se desglosa el lema tan mitificado de la "independencia”, es el sentimiento nacional y la ideología nacionalista particularizada - (no siempre demasiado) en la ideología de "unnaciona­lismo dado, las que elaboran las pautas que permiten - discriminar entre un poder político "genuino", "autentí co”, "no usurpado” y otro "extranjero” e "impuesto”, To do esto previamente a cualquier dictamen, traducido en corriente de legitimación o no, sobre el regimen polxti co y social que tras la partida de los intrusos se ins­taure, aunque, como es obvio, .este corte, claro en la - formulación, no lo es similarmente. en los hechos.'

(106) Es el caso de los famosos asuntos Mac-Lean-Bur- - guess,- Pontecorvo, etc.

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De cualquier .manera, lo que importa, dejar estable­cido es que la comunidad política nacional es tan sus­ceptible de apoyo y legitimación independientes como -— los otros objetos ya mencionados (107).

5 La ¿ocíe.dad o vtQAndCAjonaZ representauna mención ineludible en una lista de objetos de legi­timación. Aunque es evidente que en el caso de ella na operan varias fuerzas de legitimación -la personal, - la numinosa- y muy débilmente la consuetudinaria, mien­tras lo hacen en grado perceptible pero nunca impresio­nante, la retributiva y la ideológica. Se ha apuntado, por ello, el nivel extremadamente bajo de la. legititni— dad del sistema internacional, ya que sus reglas solo - son aceptadas (108) en el caso de que coincidan con el propio interes -así percibido- de cada miembro nacional integrante del.sistema o de que los riesgos de no hacerlo sean mucho mayores que cualquier premio a la desobedieri cía. Lo que significa, expresado de otro modo, que solo cierta medida de legitimidad retributiva actúa por lo - general en el sistema internacional y que, incluso, es­ta corriente de legitimación fluye mas esporádica, menos acumulativamente que en todos los casos anteriores.

. 6?) La c¿v¿¿¿zacUón representa frente al anterior un obj eto a la vez mas'reducido y más amplio. Has am- - pl-io, porque si entendemos hablar de una civilización - mundial, el :,sistema internacional" queda claramente in_ cluído en ella. Más reducido en razón dé que, por mucho que se haya unlversalizado la civilización blanco-occi­dental, de cualquier manera esta permanece enfeudada a numerosos trazos derivados de su origen, por lo cual un "sistema internacional" realmente comprensivo es, si — bien con elementes esencialmente formales, más compren­sivo que ella, Y el mismo carácter localizado, circuns­cripto poseen los sistemas que se designan como "civili zacion occidental" o "cristiana” o "capitalista", o "so_ ciedad de masas" o "industrial".

(107) Easton, op.cit., págs, 171-189.(108) Idem, págs. 294-295.

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70Cualquiera, empero, que fuere la relación entre es

tas dos ultimas entidades, creemos que la "revolución - universitaria" francesa de mayor de 1968 y otros fenomjs nos conexos con ella acaecidos en distintas naciones — del mundo autorizan la inferencia de que también una ci vilizacion representa un "supersistema", para emplear - el termino de Sorokin, que requiere legitimación, la re cibe habitualmente y (además) puede perderla. Esta even­tualidad, tan improbable hace un cuarto de milenio, es de suponer que se posibilitó desde que el hombre moder­no, dotado de un creciente sentido de la relatividad de su implantación espacio-temporal, conoció que la civili zación suya, como las otras, según el famoso aforismo de Valery "puede ser mortal" y estuvo en el caso de com parar sus excelencias y sus vacíos con las pasadas, con las distintes y con las posibles. Pero a los efectos de este planteo, importa subrayar la naturaleza inclusiva de cualquier civilización y la posibilidad de que deca­yendo su legitimidad decaiga también la pluralidad de - elementos: regímenes, políticas, autoridades, comunida­des nacionales inviscerada en ella, y esto sin distin­gos de especie alguna. Pero sin distingos, hay que agre gar, en cuanto se vean adscriptos, por debajo de su apa renta condición competitiva a ese supersistema que se - rechazó como inválido, Lo que no suele ser,, por lo me— nos de lleno, de algunas de las alternativas o de algu­nos de esos objetos (comunidad nacional o sociedad ín— ternacional, por ejemplo).

Con todo, resulta importante señalar la existencia de este objeto de legitimación que hace tan poco tiempo la fluencia de 1a. vida histórica nos ha dejado percibir, A este respecto, puede considerarse que han cumplido — una función pionera las reflexiones de Andre Malraux so_ bre los disturbios universitarios de París (109).

(109) En "El principio del drama", en "Cuadernos de MA_R CHA", N? 15; "Los estudiantes", 15/VII/68, págs. 111-. r 112,

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71Delimitados estos seis objetos de legitimación, d<e

be marcarse que los ámbitos que ellos representan pue— den intérferir y entrar en conflicto: una casuística de ellos, tema por cierto muy sugestivo, no puede siquiera ser rozado aquí (110),

Cabe aceptar, en cambio, llanamente, que el punto, más que ningún otro de los atenederos a la legitimidad, queda abierto a cualquier debate. Pues el hecho es -su­ponemos- que a medida que se asciende en esta escala de objetos de legitimación (una escala ordenada de.acuerdo a una creciente amplitud)5 la verificación por crite- - rios fijos, preestablecidos se hace más difícil. Si re­lativamente seguros los preceptuados para las autorida­des (críticas a los procedimientos eleccionarios apar— te), si mas tenuemente fijables los que validan regimen y políticas (plebiscitos, en primer termino), cuando se pasa de ellos a la constelación efectiva del poder, a - la "comunidad nacional" y a la "civilización" los obje­tos son cada vez más envolventes, Lo que equivale a de­cir que incluyen cada vez más los propios supuestos le­gitimantes y Iso hacen, por ello, más trabajosos de '— identificar.

(110) Anótese, empero, que entre los conflictos más rei­terados ésta el de la legitimidad ideológica del régi­men concretado en la "legalidad mayoritaria" y los desa fxos qué asta es susceptible de sufrir en nombre de un^ objeto de legitimación más alto,como es el de la comuni dad nacional o el de los valores éticos* adscriptibles a la esencia misma de una civilización o una cultura.Es el caso de las objeciones morales a la IV República origi­nadas en las guerras de Indochina y de Argelia-en Fran­cia o las provocadas por la intervención en Vietnam de los EE.UU. Pero también la legalidad mayoritaria pue— de ser jaqueada en nombre de la autenticidad de la aplic cación del propio principio, como cuando se alega la e- existencia de la voluntad verdadera pero inarticulada - del "país real" contra el "país legal" y sus mayorías - expresadas a través del juego electoral institucionali­zado. Cf. Francois Goguel y Alfred Grosser: "La politi-

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7216,- MODOS DE EFECTIVACION DE LA LEGITIMIDAD

De los tipos de legitimidad de Weber o de Easton - al funciónamiento concreto del regimen o a la actuación de las autoridades no se pasa sin transiciones* Con ra­zón distingue Aron entre "tipos de motivación", como — llama a los nombrados y '.'tipos de legitimidad histori— ca" que los concreten (111), Pero esas mismas formas — históricas dé legitimidad se caracterizan por modos pe­culiares de instauración, por vías específicas de hacer se efectivas. Son el medio por el que se hace verdad la afirmación de Weber: toda {orna de. dominación le maní— {ie iia y {¡andona en {orna de gobierno ( 112).

A proposito de la que Stemberger llama legitima— cion "pragmática o social"- se ha apuntado ya este nivel del problema de-la legitimidad (113), También se desta­co que es en el que Perrero desarrollo su concepción — del tema (114), El gran historiador italiano llamo lo l cuatro p rin d p io i de la legitimidad t razonables y jai— t o i f a los que con muy relativa claridad enumera como: a) el principio electivo y b) el principio democratíco- ccnbínados; c) el principio aristocrático y d) el prin­cipio monárquico -también combinados sobre el común in­grediente hereditario. Según estos últimos, se da una - familia, de padres a hijos, a la que se considera con - derecho a ejercer el gobierno o, según ocurre en las — "repúblicas aristocráticas", un grupo de familias, Im— plican así, ambos casos, el supuesto de ana lu p e rio ri— ddd md6 o menoi de{inida o comprobable de una y de — otras y, admitida esta, la herencia del poder ¿e con— v ierte en la con{irnadón' de&iiutiva de' esa superiori— • dad * 111que en France", París, Armand Colin, 1964, págs. 243- - 245, quienes también afirman que las disputas ("contes- ' tations") sobre la legitimidad son siempre inseparables de los conflictos sobre fines,(111) Raymond Arnn, en "Revue Francaise de Science Poli tique", 1962, pág. 22.(112) Op.cit., t. IV, pág. 16,(113> V. Secc. 11.(114) V*. n. 37. v

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73Los cuatro principios se intrincaron, según Ferre-

ro, en el curso de los siglos, reforzandose, en. algunos casos, entre sí. El principio aristocrático-monárquico ha sido inseparable del principio hereditario, al tiem­po que el democrático es inconciliable con este. El — principio electivo, en cambio, aunque se auné más natu­ralmente al democrático, fue aplicado por las monar----quías -como en el caso conspicuo del Sacro. Imperio-, ~ por las aristocracias -la magistratura deí MDuxH vene— ciano- y por la Iglesia Católica para la selección del Sumo Pontífice. Los procedentes principios, según el, - están dí&pSLOVÍAtoA de toda t/ia&cmdzncÁa. Son jÚAtOA y AacíonalzA haAta QÁVito pantof es decir, en cteAtaA con díctonZá, pero pueden hacerse ab¿uAdo¿ si ellas faltan. En puridad, el derecho a mandar solo podría justificar­se por una superioridad reconocida y manifiesta. Subsi­diariamente a esta, la voluntad de la mayoría no garan­tiza ningún acierto específico. La genealogía tampoco - garantiza nada, ya que las calidades y los defectos pus den o no trasmitirse. El principio aristocrático-monár- quico sería bueno -at me.nc¿ en paKtc- solo cuando. asegti rara una preparación dilatada e intensiva de las nejo— res capacidades (115). Pero agregúese que, sin negar la pasajera actualización de tal posibilidad (la trayec­toria política de Inglaterra ofrece ejemplos de ello)', puede afirmarse que la historia proporciona suficiente material inductivo como para concluir sobre la índole - meramente ;tjustificativa15 de la hipótesis.

Desde su perspectiva ideológica de liberal antito­talitario y eii las circunstancias (Segunda Guerra Mun— dial) en que Ferrero compuso la obra, esta no podía ad­mitir, y efectivamente no lo hizo, un tercer mecanismo pragmático de implantación del mando -junto al de la he_ reacia y al de la elección. Es el de la auto-postula- - cion, müy presente siempre en las formas cabales del li derazgo "carismático", por. mas que esta auto-postula- -

(115) Op.cit., págs. 33-40.

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74cion solo se complete en realidad dual de dirección po­lítica personal y masa de.secuentes cuando procede un - acto de "reconocimiento"« Ferrero exponía las formas de "legitimidad" y con los ejemplos de Hitler, Franco y — Mussolini a la vista no pudo menos que decretar la ine­xistencia de toda modalidad de legitimación personal au to-postulada. Tal vez si su ángulo de visión hubiera,si_ do más ancho, si el apremio de la militancia.no lo bu— biera constreñido tanto su concepción pudo ser más com­pleta. Todo esto, aun reconociendo que los modos'de le­gitimidad personal son generalmente menos estables, me­nos firmes que algunos otros posibles.

De cualquier manera, con la forma de efectivacion que representa la autopostulacion y el reconocimiento - se tienen sustancialmente completos los tres tipos básl eos de procedimiento. Lo anterior sin perjuicio de rece nocer que herencia, elección y autopostulacion como — vías de implantación de autoridades admiten variantes y formas mixtas (116). ; •

Si se ha mencionado el reconocimiento, correlativo a una auto-postulacion debe decirse que también cierto tipo de reconocimiento opera en la efectivacion de las demás formas de legitimación. Pues no solo ellos presen tan diferencias en el grado de internalizacion (mayor — en la ideológica y en la personal y -de existir- en la numinosa; menor en la consuetudinaria y en la retributi va): también sus eventuales modalidades difieren drásti camente. La verificación de la consonancia o coherencia entre la teoría y la aplicación que alimenta a la ideo­lógica nada tiene de común con la nuda aceptación de la consuetudinaria; los actos de entrega y proyección que pautan la legitimación personal tampoco son confundí- - bles -aunque admitan cierta superposición- con las ope-

(116) El plebiscito, y las posibilidades de opcion que ofrece respecto a algunas decisiones políticas básicas o al régimen entero es, psico-socialmente hablando, al­go así como una "elección impersonal". Pero suele perso nalizarse fuertemente en la propaganda previa y en los móviles del sufragio.

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75raciones de cálculo y gratitud que fundan la retributi­va.

También los otros objetos de legitimación y, en ee pecial el regimen o sistema político requieren, en prin cipio, procedimientos de efectivacion. Aunque, como se apunto, tenga gran volumen el trámite racionalizado del plebiscito (117), históricamente, y el proceso es cía— ro, el medio de proporcionárselos ha sido menos la, idea; cion de nuevas prácticas que 1.a . instrumentación, de, los validadores de autoridades. Tal es uno de los significa dos del llamado "constitucionalismo" y, aun.más precisa: mente, de la "nomocracía” (118). . V .

Empero, debe recordarse la circunstancia poco más. arriba apuntada y que es la de que a mayor amplitud de objeto de legitimación más evanescentes, menos concre— tas son las normas de efectivacion que los validan..

(117) Puede mencionarse como uno de ellos el tipo histio rico de la selección del sucesor por "revelación" o — "descubrimiento", como es el caso del tradicional Dalai- Lama del Tibet, buscado entre gran numero de seres huma nos de acuerdo a cualidades consideradas objetivas (We~ ber, op.cit., t. I, pág» 258). Aunque también este pro-*' cedimiento pudiera reiterarse en el futuro si la selec­ción del personal se realizara por mecanismos electronjL eos, del tipo del empleado humorísticamente en "Goldfin ger" para la elección del agente perfecto.(118) Sobre la "nomocracia" y el "constitucionalismo" - dice Sánchez Agesta (op.cit», págs. 357-358) que tanto en la monarquía como en la república la motivación psi­cológica tiende a racionaliza/ise tj la ”herencian y la - "elección” pierden ¿a carácter orig ina l para ser simple mente un procedimiento lega l para la elección de "auto­ridades ”» El poder de autoridad se transiorm en una — competencia asignada por e l orden constitucional. Bajo la autoridad del derecho pos itivo, el derecho al poder se hace impersonal; la competencia se presta a la orden dada dentro de la competencia leg a l.

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17.- LA DINAMICA DE LA LEGITIMIDAD

Ya se ha avanzado en este planteo una inferencia - que ahora procede subrayar. Es la de que en cada punto temporal de un sistema dado la realidad efectiva de la (o .las) legitimaciones se halla regularmente en un equi íibrio inestable. Un equilibrio al que la relación com­pleja entre los objetos de legitimación, la relación in terna entre los tipos de legitimidad y. la que se teje -urdimbre a veces inextricable y siempre móvil- entro sm ba/.? ísferc.Syííranaza desde.deir.asir.de ángulos.^Téler apunto con agudeza,aunque r.j.t: entrar en ella,la influencia del tipo de legitimidad sobre el tipo de obediencia,el .cua­dro administrativo destinaco a «:arantizaria,el carácter que adopta la. forrea de dominación y sus efectos{ l l cy tTre_ ro -este,con todo,no es mas que un hilo a seguir en la ur dimbre a que nos referíamos. Muchos otros caben, aunque la abundancia desorientadora a que daría lugar la comM nación de once, variables distribuidas en dos series in- cluría, como es inevitable, muchos tipos vacíos o irrea les (120).

La forma que cabría llamar elemental de estos dina mismos, puesto que sigue la vía mas simple de transfe— rencia, se ha mencionado mas de una vez en estas refle­xiones. Es la que fluye de las autoridades al sistema - o, inversamente, del sistema a las autoridades. En la - primer dirección, sobre todo en el caso de la legitima­ción personal y, más tenuemente, en el de la retributi­va; en la segunda, en el de la legitimación ideológica y, por lo general, el de la consuetudinaria.

(11S) .Op.cit., t. I, pág. 22.(120) Ya se hizo preferencia -Secc. 17- a la serie de - combinaciones que.resultaría de relacionar los cinco ti pos básicos de..-legitimidad y los seis objetos de ella y, posteriormente la coordinación múltiple de ambas series. A ello podría- agregarse, todavía, la correlación con — los modos; de efectivación y en especial con la estructu' ra. legal, y. la • burocracia, ambas irán susceptibles de in­dependizarse de sus orígenes y desempeñar un papel pro­pio en los juegos de la legitimidad^.

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77Pero es sobre todo la primera modalidad, de las ati

toridades al sistema, la que atrae más la atención en - el presente, pues ella asume enorme importancia en las nuevas naciones de Africa y Asica, como ha sido subraya do, entre otros, por David Apter en dos densos planteos sobre nuevos estados (121). Easton supone que,sea "ge— nuino" o "espúreo" el carisma personal de un jefe (Su~- karno, Ho-Chi-Minh, Toure, Bourghiba, Nkrumah .,,) este ayuda siempre -a trasladar la legitimidad desde el régi­men antiguo y sus .autoridades a otro nuevo y sus corre^s pondientes mandos (122), Pero aun en los sistemas más -

(121) David E. Apter: "Gcld Coást in transition",' Fría- ceton, Princeton University Press, 1955 y "Ghana in — transition", New York, .Atheneum, 1963, Ambos destacan - el elemento de "ritualización" -conversión de fines a - medios__ que este tránsito conlleva,(122) Easton. op.cit,, págs. 304-307, Irving Louis Horo witz (en "Party Carisma: a comparativa analysis on the practicas and political principies in the Third World - nations", edición mimeográfica del Instituto Siam-Di - Telia, Buenos.Aires, de las reuniones realizadas en — agosto-de 1964 (7 al 16) de la Conferencia Internacio­nal sobre la investigación social comparativa en los •— países en desarrollo (publicado más tarde en "América - Latina", Río de Janeiro, 1965, año VIII, N? l,.págs-, — 77-100) examina el. personalismo y el constitucionalismo como las dos formas de legitimación heredadas del pasa­do en las nuevas naciones y sostiene (p. 19) que son- -*-■ históricas y estructurales al mismo tiempo. Es decir: que el carisma personal como elemento de transición des de el coloniaje, a la independencia no es algo que sea - "sustituido" por la autoridad racional. Y-agrega que — aunque ese carisma personal puede ser inestable, con un líder debiendo, optar entre el "despotismo.benevolente" y la "dictadura absoluta", aun así, sigue siendo una — fuerza actuante mucho tiempo después que una autoridad racional ha sido establecida. Es lo que permite "la — cristalización de facciones' opuestas-’ que pueden debatir el carácter del sistema legal, Claro que los politicólo_ gos norteamericanos y d¿ acuerdo a su descolocada pre—

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estables del mundo nor-atlántico esta transferencia de sentimientos puede requerirse y el afecto personal ser esencial para ella (123).

En la descripción de estos procesos subyace una — imagen de estabilización, de sedimentación. Admite apro ximaciones, Entre los logros mas difundidos y prestigio sos de su obra mayor, se halla el concepto de "rutinizja cíon" (veralltaglichung) de Weber. Conexo, y a veces in sumiendo las otras nociones de "tradicionalizacion" y - "racionalización" (124) su concurrencia enmarca el feno meno cuyo estudio -nos referimos a la burocracia- es — tal vez el punto más alto de "Economía y Sociedad". We­ber estudio los procesos de rutinizacion como degrada— clon (el matiz cualitativo se impone aquí) del carisma (125) pero queda abierta la interrogación -y su contes­tación es factible- de si habitualidad o tradicionaliza cion (validez de lo que siempre existió) como etapa ha­cia esa rutinizacion no constituye secuencia inexorable de todas las formas de legitimidad (126). También puede dudarse de si ambas nc preparan y condicionan el domi— nio del "aparato", la Organización, el cuadro adminis— trativo (127). La vinculación que Weber estableció en—

tensión dé que las nuevas naciones se modernicen de — acuerdo' al patrón para ellos indiscutible de los Estados Unidos, registran con disgusto y perplejidad que esa le gitimidad personal no se resigne a ceder el paso hacia la meta que conceptúan ideal y decida consolidarse en - el centro de sistemas originales, muy distintos a los - de las democracias pluralistas y capitalistas de Occi— dente (un proposito que, por lo regular, ni siquiera — los movimientos militares que han derribado a algunos - de estos "líderes carismáticos" parecen dispuestos a — cancelar).(123) Easton, op.cit., pags. 306-307.(124) Weber, op.cit., t. I, pág. 257,(125) Idem, t. I, págs. 257-266.(126) Weber reconoce -op.cit., t. I, pág. 276- que tam­bién lo que llama "dominación racional-legal” se hace -

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79tre la burocracia y su dominación "racional-legal” es - justa. Los dos fenómenos se mueven en la gran corriente histórica de racionalización y "desencantamiento del — mundo" pero, por heterogéneos que sean los trazos origi^ nales de las burocracias tradicionales, carismáticas y racionales, es defendible verlas en perspectiva como un todo único, como el resultado de una misma función y - un mismo proceso. 0, postulado de otra manera: es proba ble que sea a la altura histórica en que se hace viable una ordenación legal aparentemente autosostenida e in— condicionada, que el fenómeno burocrático, entendido eo mo rutinización y habitualización de todas las legitima ciones, adquiera su plena figura. Devenga, por así de— cirio, una variable independiente da todos los sistemas- políticos, un compuesto dotado de gran resistencia a -~ los efectos distorsionantes que pueden significar las - siempre posibles olas carismático-personales que sobre el incidan. Será entonces que adquiera su plena verdad; la afirmación weberiana: e l -tipo do, la ad?ílnl6traclón legal y raaLonal ei> Mi¿ceptlbZe de aplicación vutiven.— ¿al, y Zo Importante en la vida cotidiana. Pue6 pana Za oído, cotidiana dominación et> primariamente aánlnlA— traclón (128).

habito y tradición. Pero asimismo debe admitirse que ha blar. de una "rutinización" de la legitimidad consuetud!: naria tiene bastante de pleonástico»(127) Weber, op.cit., t. I, págs. 277-278; Sánchez Ages_ta -op.cit.,, pág» 359- dice que la evolución nomnaZ — (del carisma) es l\i¿tltuclowJLizar¿e. '• • -(128) Weber, op.cit., t. I. pag. 229. Y más adelanté-— -ícem, págs. 277-278: En t-jáaA Zas {¡ornas de dominación es v ita l e l cuadre ad^lnlstratlvo y ¿a acción continua -la "organización”- y quien quiera romper la estructura de dominación también necesita su propio cuadro adminis trativo e, igualmente es regular la lucha entre el cua­dro administrativo y el señor.

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80Junto a este proceso de rutinización y. habitualizja

clon resulta posible apuntar otro. Es el .determinado - por la tendencia da todas las legitimaciones a hacerse ideológicas, a justificar un sistema de dominación por un ensamble coherente de convicciones racionalizadas — (129).

La tendencia a la ideologizacion parece abarcar to_ das las modalidades posibles -aunque mas débilmente la retributiva- cuando, tras su consolidación, todos los - sistemas de poder se racionalizan, se cohonestan inte— lectualmente y se vierten en un sistema, estricto o la­xo, de normas. Así la legitimación nurainoso-consuetudi- naria de la monarquía se hace ideológica cuando, tras - la revolución de 1739 (justamente entonces) se la ve Z£i pada'-y discutida. Desde allí se asistirá al desarrollo del "iegitimismo" y del pensamiento contrarrevoluciona­rio-desde Burke hasta Adam Muller- dándole a la histo­ria y a la sanción del tiempo un valor determinado su— premo que es difícil no calificar de "ideológico". Así también, los modos de legitimación personal se hacen — ideológicos, no sólo a través de la fundamentacicn poli tico-proye'ctiva o político-misional sino, asimismo, a - través de una concepción igualmente ideológica del va— lor del heroe, del jefe o conductor. Una concepción, na turalmente, aplicable al mandatario efectivo y funcioru* lizada a su persona. Así ocurre siempre en los procesos e ideologías cesaro-bonapartistas y caudillescas.

(129) Idem, t. I, págs. 279-280., Conviene anotar que We ber, que incluyo "racionalización" junto con "tradicio- nalización" en el proceso de "rutinizacion”, entendió - que lo que el llamara la KQÁiit&ipSiQXaclón fUa. d<¿¿ canÁJ>ma reposa en una variante ideológica que - se introduce en el fenómeno*

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8118.- UN MODELO CONTEMPORANEO: EL “PODER PERSONALIZADO" .

Tal vez haya sido tras el derrumbe -a raíz del de­senlace de la Segunda Guerra Mundial- de los sistemas - políticos de poder ostensiblemente "personal”, que se - abrió canino hacia la atención teórica una inesperada - variante. La Presidencia de los Estados Unidos y el car go de Primer Ministro de la Gran Bretaña, ambos de tan­to arraigo tradicional y tanta influencia, fueron in---cluídos dentro de esta nueva perspectiva, como roles po líticos precursores de un tipo de autoridad que a par— tir de los años de la segunda postguerra se concreto en los casos de Konrad ¿Idenauer y su "kanzler-rdemokratie", de Alcide De Gasperi, entre 1945 y 1953, del general De Gaulle en dos instancias -la segunda de las cuales lle­ga hasta hoy- y también ¿por que no? del mando soviéti­co de, Nikita Jruschov. Los analistas franceses del feno meno suman a estos nombres, conspicuos a nivel interna­cional las formas del liderazgo partidario de Pierre — Mendes-France y Antoine Pinay en la decada del cincuen­ta, recurriendo- a la práctica, desusada en Francia hasta entonces, de una apelación directa ante la opinión pu-— blica, de una percusión constante de su imagen personal sobre la ciudadanía. Pero fueron sobre todo las modali­dades organizativas que asumieron las nuevas naciones - surgidas del proceso de descolonización las que le die­ron a las nuevas corrientes una significación que tras­cendía iodo lo que hubiera podido circunscribirle una - estricta versión europea o nor-atlántica. La jefatura - de Sukarno en Indonesia, la del Pandit Nehru en la In— dia, la de los africanos Broughiba, Kwame Nkrumah y Se- kou Toure, para citar solo los nombres más alegados, - dieron lacance mundial a la que se llamo "personaliza­ción del poder" o "poder personalizado", sobre lá que - ha vertido ya cierto caudal de estudio metódico y fre— - cuentemente perspicaz (130).

(130) Albert Mabileau: "La personnalisation du pouvoir" (en "Revue Francaise de Science Politique", 1960, págs.. 39-65;;..Albert Mabileau y Leo Hamon: "La personnalisa- 1 tion du pouvoir”, Paris, Presses Universitaires de Fran

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En tanto la derrota de los fascismos parecía anun­ciar la formalización de sistemas gubernativos cuidado­samente prevenidos contra toda eminencia personal, lo - ocurrido desalentó toda previsión. Pues tanto en las na clones consideradas tradicionalmente democráticas como en las que nunca lo habían sido, así como en las recien temante erigidas, todo el sistema gubernativo, toda la luz que se.*.vierte sobre la vida política parece incidir concentradamente sobre la figura, los proyectos-‘y-las - decisiones :de un hombre. Afirman algunos,• caso de Ber— trand de Jouvenel, que el poder siempre ha estado ''per­sonalizado", citando para corroborarlo, el caso de la - monarquía francesa y de su ápice, el "Rey Sol" (131), - Pero es posible que en ninguna otra época de la histo— ría haya sido más percibida esta "visibilidad" ni tan - crecida su incidencia en el orden político global(132).

ce, 1964; Bertrand de Jouvenel: "Du Principat" (en "Re- vue .Francaise .de Science Politique", 1964, págs. 1153- 1186; Fr,..Goguel y Alfred Grosser en op.cit., n, 110, - etc. Anotemos que es explicable la atención que le ded_i can al tema los politicólogos franceses, si se atiende a la importancia del "fenómeno De Gaulle" y su ambiguo carácter•entre el "poder personal" y el "poder persona­lizado" , Sobre la forma latinoamericana que representa la institución del f?Señor Presidente" aun en regímenes regulares, también el penetrante estudio de Jacques Lam bert (en "Revue Francaise de Science Politique", 1963, págs, 577-6Q0., incluido más tarde en "Amerique Latine: structures sociales et institutions politiques", Paris, Presses Universitaires de France, 1963 (hay traducción castellana).(131) . Art, cit., págs. 1184-1185 (lo que no quiere de— cir que en estos casos, sostiene Jouvenel, haya sido — personal'ni absoluta, ya que esta monarquía fue incapaz de establecer un sistema de conscripción militar--o, en el período cenital de Luis XIV, de aplastar el jansenis_ mo, apoyado por la "elite" cultural y social del reino.(132) F, Goguel, en "Le probleme des institutions poli- tiques de la France" (en "Revue Francaise de Science Po_

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83Pero subráyese, antes de pasar adelante, que "po— .

der personalizado" no es lo misino que "poder personal",/, aunque sea aceptable que, según dice Francoia Goguel(133), existan casos Imites en los que resulta trabajo: so aplicar el distingo* Be cualquier manera, en los ca~, sos notorios de "poder personal" toda la estructura ins titucional está mediatizada al querer del gobernante; 4 : toda la estructura,-por decirlo así, se "sumerge ;desde"- este» Con precaria institucionalización o sin:ella* el. poder presenta siempre las características de no estar, constrñido por reglas que no se puedan infringir con fa ciliddad, ni por límites preestablecidos ni por control regular. El mando de Kitler parece acercarse al tipo pii ro de esta modalidad y es solo de bastante lejos que el mussoliniano o el de Stalin de los últimos años de su víd¿:(tras haber avasallado muchas resistencias) pueden acercársele.

El "poder personalizado", por el contrario, supone una estructura gubernativa que no depende de su exclusjl vo querer, y menos de un tipo de querer inmediato y ar­bitrario» Tampoco excluye la instancia colegiada de — ciertos cuerpos ni sustanciales.(aunque a veces modes— tos) controles, en. especial los parlamentarios. Si en - la forma opuesta,' decíamos, la estructura se "sumerge - desde" el líder, en esta forma podemos decir que es el líder quien .emerge desde" las instituciones. Visuali­zando, encarnando, concretando, centraliza en sí mismo todo el aparato del poder pero no lo resume en sí ni lo mediatiza enteramente a sí»

Todo esto no implica, como destacan Goguel y Gros- ser (134), que ese poder personalizado sea ejercido

Ubique", 1964, pág. 7) menciona el caso de Paul Descha nel, Presidente de la República Francesa en 1920,quien caído del.ferrocarril en que viajaba no fue individual! zado por el guardabarrera cercano a quien pidió auxilio».(133) Idem, pag» 10(134) Goguel y Grosser, op.cit., págs, 209-210»

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realmente por quien aparece haciéndolo ante los ojos - del publico, cómo,'.'es seguramente el caso conspicuo de/ muchos presidentes, norteamericanos y, sobre todo, fue - el de Dwight Eisehhower (1952-1960), personero amable y dócil de los grandes grupos de capital. Tampoco signifji ca que sin "la organización" ninguno de los beneficia--^ rios de la personalización del poder -así se llamaran- Roosevelt, Adenauer o.Kennedy- hubiesen podido llegar a la cima (135), pero ésta observación de los politicolo- gos franceses es también probablemente válida para las formas más crudas de poder estrictamente personal.

Otros aspectos más podrían apuntarse de este tan - presente fenómeno que asume en los países europeos una significación de las llamadas comunmente de "derecha" y una más neutra en los anglosajones, mientras más allá - de Europa vehicula o mueve procesos socio-políticos c_a raeterísticamente progresivos o revolucionarios (no sin que algunos analistas norteamericanos dejen de endosar­les, malévolamente casi siempre, rasgos comunes con los movimientos de índole fascista) (136),

En una u otra área de su desenvolvimiento, la co— rriente del poder personalizado manifiesta descansar. so_ bre solidos cimientos.psico-socíales y políticos. En — : las naciones africanas o asiáticas se hace ostensible - la eficacia del líder carismáticamente prestigiado para oficiar como plano de paso entre las fidelidades que — suscita -la sociedad tradicional en remoción y las que - debe promover una sociedad modernizada. En todas ellas no importan solo jsutíficacioñes "ex-post-facto" del — apetito de poder,destacar su necesidad frente a la inma durez y pasividad política, de las masas y a los peligros

(135) Idem.(136) Aunque debe señalarse que casi todos ellos, y congeneral sinceridad, tienen a la democracia como /objeti­vo final. ; í-

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del acecho neo-colonialista, dispuesto a valerse con djt ligencia de todas las facilidades que le presta la im— plantación de un sistema "pluralista” y su inevitable - secuela de desorientación, divisiones y corrupción. En Europa se ha destacado, en especial, el impacto de los nuevos medios de comunicación de masas -sobre todo la - televisión- posibilitando .el hecho, absolutamente nuevo, de que la faz del gobernante y de otras figuras políti­cas mayores, su expresión, su palabra, lleguen con regii laridad, y en intercambio casi íntimo, a la mayoría de los hogares de un país. Pero también, a plano más pro— fundo, se apunta -y es clásico el diagnostico de Fromm en "El.miedo a la libertad”- la soledad y alienación — del hombre del presente frente al ''monstruo anónimo”, a la organización social ubicua e impersonal. La urgencia de una personalización humanizadora por parte de un ser humano así situado, la abundancia a veces insospechada de aquellos a quienes llamaba Alain Cl&nqu<¿ no ¿aben übedeceA ornan serían -a nivel de las - sociedades industriales- las responsables de este fenó­meno. Un fenómeno (en verdad) contrapuntístico de algu­nas de las tendencias más radicales, más duraderas de - la civilización ¿ .-contemporánea.

Así entendido, y desde nuestro ángulo de estudio, el — "poder personalizado" aparece como una forma de legiti­midad personal condicionada por la legitimidad -subordi^ nada a su vez a la de una ideología- de la estructura c sistema político- Pero la legitimidad personal posee, - empero, un "efecto de retroacción” sobre esa estructura o sistema que, a su vez, puede estar legitimado, no so­lo ideológica, sino también retributiva o consuetudina­riamente. Y aun habría que decir que, desde tal punto - de vista, ese efecto de retroacción -no importa su cuan tía- es el que marca la existencia de ese poder persona lízado y permite establecer la diferencia con aquellas otras formas de autoridad solo legitimadas a través de la estructura legal que implanta su rol.

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19.- UNA HIPOTESIS: EL "CARISMA PARTIDARIO" '

Una modalidad de lo que Weber llamo "rutinizacion del carisma" ha sido Irving Louis Horowitz quien la ha enfocado en un trabajo reciente (137). Llamando la aterí cion sobre lo evidente» esto es» que Wéber» con toda su excepcional lucidez no estuvo en el caso de agotar las múltiples posibilidades de la' rutinizacion, Horowitz - subraya como para el sociologo alemán no existía, al par recer, otra elección que la que es posible realizar en­tre el “ hombre carismático" y la súpraordehacíon de las instituciones. Ello se debió, conviene ..aclararlo» a ha­ber registrado el fenómeno en una época y en un contexto social en los que la rutinizacion de los sistemas poli ticos solo se traducía (y aun solo podía traducirse) en racionalización y regulación burocráticas (138).

En cambio, y brevemente compendiada» la tesis de - Horowitz es que hacxa nuestra latura histórica "discí— plina" y "carisma", autoridad racional y atracción per­sonal se funden en el partido político del tipo de los que dominan en las nuevas naciones de A.frica, de Asia o de algunas experiencias revolucionarias de Latinoaméri­ca. Y como refuerzo de esta posibilidad, hace notar el autor con que atención mostro Weber el esfuerzo de la - Iglesia Católica por "institucionalizar" y resguardar - el carisma original dispensado al Aposto! Pedro (139), Han sido, empero, las observaciones hechas en Sudameri- ca, el determinante principal de la elaboración de Horo witz. La larga prorroga del prestigio brasileño de Getu lio Vargas (su conmovedor testamente político se ha con vertido, incluso, en un texto sagrado para todo latinoa mericano), la tenaz persistencia de la mística peronis­ta por encima de todas las persecuciones en la Argenti­na son los fenómenos que mas parecen haber atraído la -

(137) Irving Louis Horowitz, en op.cit., en n. 122.(138) Idem, pág. 2.(139) Idem» págs. 2-5.

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87reflexión del sociólogo estadounidense sobre la supervi vencia de una configuración;carismático-personal en muy especiales y hasta adversas condiciones (140), Teniendo en cuenta las funciones que la sociología de su país le asigna por lo común -y casi siempre malhumoradamente- a los liderazgos carismaticos de las nuevas naciones (141) ello le lleva' a sostener que la "mística del carisma" -

(140) Idem, pág. 6,(141) Entre las razones del peso del principio carismá-tico (o personal y/o numinoso según este planteo) en — las nuevas naciones, da Horowitz las de cumplir las' fun ciones de satisfacer la necesidad de orden, integrar los antagonismos regionales y de clase, salvar la perso_ nalidad individual de la desintegración psico-emocional a que se ve expuesta en los procesos sociales acelera— dos, sobrellevándola a un "alto agotisroo nacional", ac­tuar como freno al cambio político o social excesivo — (págs. 6-7). Preguntándose por que las nuevas naciones de Africa necesitan más el tipo de autoridad carismáti- ca que'la que Weber llamó-racional-legal'(pág. 14), —afirma, que tres diferentes respuestas son-posibles:- - la*): la existencia de poca gente educada cotí'■Habilida­des técnicas; la.): la frustración generalizada anté-— los retardos1 del desarrollo; 3a.): la existencia de-una dilatada tradición social que promueve en'esos estados la pronta y positiva aceptación de los mandamientos del , poder desnudo y hace que las líneas de supraordenación y subordinación sean claras y mutuamente aceptadas. Las mismas razones, observémoslo, valen para la comprensión del fenómeno anteriormente aludido de "la personaliza— ción del poder" (Secc. 17). Tienen interes también las aseveraciones del autor sobre las razones del fenómeno inverso, esto es, las de .la inexistencia o la inoperan- cia del prestigio carismático.; Preguntándose (pág. 15) por que no ha existido "carisma partidario" en la URSS, lo explica por la supervivencia de la elaborada burocra cia zarista, de proceder racionalista y por el influjo del principio leninista de deslinde entre el Estado y - el Partido. Más decisiva nos parece su afirmación (pág. 10) que lo que pone los fundamentos para una autoridad

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88se nutre en ellas mucho mas en el cargo e Investidura - que en la persona misma del investido £142),

Pero esto representa solo una parte de los hechos, Harto mas importante es que la unción y el prestigio, - ya sean del cargo ya de la persona, puedan transferirse al partido político y que el liderazgo, incluso, en es­ta situación, llegue a transformarse en un instrumento suyo. Lo que sucede, anota, mucho mas en Africa que en Latinoamérica, en la que el partido ha sido, en 16 sus­tancial, un mecanismo para ganar y conservar el poder - (143).

Horiwitz procesa el material inductivo que propor-~ clonan para la transferencia del prestigio carismatico del líder al partido (o lo que el supone tal) los nue­vos estados de Africa, Cuba socialista, la Argentina p_e ronista, el Partido Trabalhista brasileño y el Aprismo peruano. Parece advertir, sobre todo, muy claramente, - la"funcion custodio" del prestigio personal en el apara to del partido, en el caso peronista. Tradujo, según el, la aspiración a fijar el "telos" o fin de la vida nació nal y a convertirse en un mediador entre el pueblo y el Estado (144).

racicnal-legal es el control de un sector económico bien definido sobre les otros -caso de la burguesía yanki o del proletariado soviético- el cual, al lograr una uni­dad homogénea en el desarrollo económico, le da una for ma racional-legal a sus sociedades y hace superfluo- el' carisma. La clase, parece pensar Horowitz, es la prota­gonista racional de la historia.(142) Idem, págs. 7 y 10,(143) Es, por otra parte, la tesis de Jacques Lambert sobre las presidencias latinoamericanas (v. n. 130),144) Idem, págs. 8-9 y 11-12,

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89Las ventajas que, en términos políticos, represen**,

ta el rol del partido como deposito carismático son pa­ra Horowitz bastante variadas. Puede .atenuar el peligro de degeneración despótica implícito en el carisma perso; nal, el que casi siempre comporta una enérgica fe en — los "fines” respecto a los “medios” (145) (lo que repr£ sentaría, digámoslo por nuestra parte, una amortigua- - cion o atenuación por “ritualizacion”). Al separar la - “fuente” de los portadores (u objetos) del carisma, in­muniza a -estos de las gravosas consecuencias que aca- - rrean los fracasos, inevitables en cualquier política, un descargo que tanto puede beneficiar al líder perso— nalmente prestigioso como a la máquina partidaria (146). También el "carisma del Partido" permitiría combinar - la máxima eficiencia organizacional con la mas grande - movilización de masas, lo que lo haría un instrumento - predilecto para acelerar los procesos de nacionaliza- - cion y modernización (147). Disimulando, en suma, el cá:

(145) Idem, pág. 7(46) Idem, págs. 11-12. El autor no es demasiado expll^ cito en este punto y no presenta en forma similar la — ■ dual posibilidad. Traza, así, el paralelo con la Igle­sia que, al institucionalizar el carisma, se juzga incc^ rruptible á todas las imperfecciones, que son traspasa­das, cuando las hay y se perciben, a la falibilidad de los dirigentes individuales. Pero a nivel político y en los casos que analiza Horowitz (no en los regímenes de partido único comunista) la eventualidad es altamente - hipotética: no es fácil de concebir sin Perón y sobrevi viente a la desaparición eventual de su prestigio, un - prestigio del Partido Peronista como máquina política - (otra significación tiene, e interesantísima pero no ex planable aquí, en "peronismo sin Perón"). Pero si impro­bable es el tránsito en el caso que el prestigio se ha­ya originado en el líder, mucho más factible, en„cambio, es el otro, esto es: que el líder se descargue de fraca sos y de errores en el séquito y los consejeros (lo-que ya, como se dijo, fue señalado por Weberen op.cit,, t. IV, págs. 82-83).(-147) Horowitz, op.cit., pág. 14,

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risma, dentro de una estructura dinámica, el.partido se mostraría capaz de limitar los efectos disruptivos del "carisma puro" pe.ro, al mismo tiempo, de conservar y.~~ utilizar sus ventajas (148).. - :

Al margen de las reservas que la propia concepción puede suscitar, el mismo Horowitz acepta la dificultad básica de s.ü modelo, esto es: lo muy improbable, lo tan difícil,, de que. el prestigio o carisma. personal de - un líder de alto.bordo -sea un Perón o un Vargas- pueda ser trasladado a organizaciones partidarias que, por lo regular, se han revelado más u^a desventaja que un .ido- neo instrumento (149), ,

Objeciones más sustanciales levanta el planteo^en­tero, Pues hay que preguntarse si todo el no..se ceñirxa más ajustadamente, apuntando que el fenómeno enfocado por Horoxtfitz no es otra cosa que la interacción, gene-- raímente inestable, entre legitimación personal y legi­timación ideológica. Un equilibrio de está índole carac_ teriza a todos los procesos revolucionarios, poco propl cios a ser fijados en una formula unívoca y monodirec cional como la que Horowitz propone» Parecerxa que él -■ "party carisma*' representara, mas bien, un ejemplo de - la prolongación dinámica de una legitimidad (ya perso-- nal, ya ideológica y, frecuentemente,, resultado del en- tremez demiento de ambas) de la autoridad y el régimen sobre la estructura partidaria burócratizada. Es una proyección casi inevitable -dígase de paso- si se tie- ne en cuenta que la etiología de los procesos revolucio naríos o de cambio acelerado registra regularmente la - situación de un partido que dinamiza y un Estado induci do-'por el. Parecería igualmente, pero creemos^que este caso no posee un valor sustancial, que el fenómeno es - susceptible de dibujarse en las situaciones en que el -

(148) Idem, pág» 16.(149) Idem, pág. 9; más un handícan que un hanántudm.,

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91Estado ha caído en manos de la contrarrevolución, como en la Argentina despees de 1955 y, entonces, el partido asume precariamente la.personería del jefe muerto o au­sente. También, claro está, puede importar el fenómeno la conversión del prestigio personal en ideológico y, - desde el, a su institucionalizacicn. Aunque en este ca­so con mucho menos fuerza de la que esta posbilidad tie ne en el seno de la Iglesia, en la que la objetividad - y verdad de la. fuente numinoso-carismática se halla san_ cionada por una tradición milenaria y sólidamente inter^ nalizada. *.

20,- UN MODELO CONTEMPORANEO: ¿"RELIGIONES POLITICAS"?

La denominación de "religiones políticas” pertene­ce, según creemos, a David E. Apter, en un trabajo de - 1963 (150), pero la nocion ronda el pensamiento angloa­mericano desde años antes (151) y tiene ostensibles pre* cedentes en acentos doctrinarios de signo nacionalista, fascista y nacional-socialista (152) y aun en pensado-- res de orientación liberal (153), Difiere en todos los casos, claro está, el temple de ánimo, aprobatorio u — . hostil con que han enfrentado el fenómeno las diversas corrientes, así como el diagnostico y el prospecto de - el.

David E. Apter, cuya concepción puede seguirse co­mo suficientemente comprensiva y coherente,, califica de "religiones políticas" a muchas de las ideologías domi-

(1 5 0 ) V. n. 67.(151) C, Northcote Parkinson: "L’evolutión de la penséepolitique: 1", Paris.Gallinard-N.R.F., Coll, Idees, — ■ 1969, págs» 330-335 (la. edición inglesa: "Evolution of political thought", London, London Universxty Press, — 1958. '(152) Cari Schmitt: "Politische Theologie"-, 19-22. -(153) Jesn Grenier: "Éssai sur l'esprit d’orthodoxie", Paris, Gallimard, 1938,

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92nantes en las nuevas naciones de Africa .y'Asia asi como en China y en la tf.R.S.S. Son, según su exposición, ideologías dogmáticas y totalitarias, cuya indiscutibi­lidad se rodea sde sanciones eficaces y cuyos alcances desbordan la ordenación de la órbita de lo político-so­cial y económico para abarcar zonas habitualmente ccns_i deradas trascendentes a ella: la vida personal, el' des­tino individual., las relaciones del hombre con el uni- verso. Pero no solo, tienen de. común con las religiones tradicionales este característico interes: la semejanza se profundiza hasta la identidad si el análisis funcio­nal muestra, como cree posible que este lo haga, que —— las "religiones políticas" satisfacen las mismas necesi^ dades que las religiones tradicionales» Proveer aljhom- bre de los sentidos de."continuidad”, "significación"¿ "proposito" e "identidad" (154) o, para decirlo con pa­labras tal vez más llevaderas, proporcionarle.significa do a su relación con sus semejantes, darle-, una .final!— dad a su existencia, asignarle sentido a- las cosas, exorcisar la angustia de la temporalidad, la finitud, — la muerte-.. Serían capaces de cumplirlo- tanto unas como otras. Para completar la identificación,'también;las -- "religiones políticas" poseen profetas- de tipo-: carismá- tico, misioneros, cuerpo sacerdotal, ritual, santos y - villanos., .excomuniones. Cuentan, sobre todo -y esto es una consecuencia de lo anterior- con Q-t podcA dt C0G.C~~ cÁón piX.qa¿Cd que representa el ser capaz de conceder o negar d<1 ¿aZva&íón, para decirlo con palabrasde Max Webar (155), a cuya teoría de la "asociación hie rocrática" Apter, curiosamente, ni siquiera-alude. Ta-- les religiones conllevan un inequívoco "mesianismo poli tico" que anuncia un reino futuro de bienaventuranza y liberación identificado con el movimiento mismo*de l a - historia, po¿£uZa un-pA&oAdunado, a/üno¡u.o¿o y ptA&zctQ dz¿¿gyiío de. íau6 co4 &6 , a t cuaí hombAZó c^tdn Vüu¿~-

(154) "Continuity", "menning", "identity", "purpose"; Apter, op.cit., págs. 59, 61, 89-91.(155) Op.cit., t. I, pág. 54; t. IV, cap. XI, págs. 294 y ss.

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93¿ibtibZmeiVte ajiAa¿tiado¿ y abocados a llegan (156). Po litigan todos los aspectos de la,vida y, en espéuí&l, ;7~ todos los de la existencia social pero, al mismo tiem— po, llevan lo político y lo "secular", el Estado y el - régimen al dominio de lo sagrado (respeto, piedad, in— tangibilidad, misterio) hasta confundirlo con él. Así - sacralizadas, las metas de la sociedad se convierten en. metas unánimes, a cuyo servicio se pone tana población - movilizada enérgicamente y macerada sin pausa por una'- percutida ideología. Colaborar en el cumplimiento de — esas metas, incorporarse a esa movilización, represen— tan la realización del destino personal en sus más radi cales dimensiones de "finalidad" y "renacimiento"; no ~ cabe, en cambio, la disidencia manifiesta y aun el retí cente y el pasivo son blanco de una desconfianza que termina por expelerlos del sistema (157)* Mezclando los nuevos y los viemos roles en el contexto de los tipos — dé régimen que Apter llama "autocracia modernizadora" y "sistema de movilización", es a'través de los' Valores expresados en las "religiones políticas" que se consi-- gue regularles e integrarles., • -v;

Pero no son éstas, de seguro, las funcionéis más im portantes de tales religiones en lo que a húe.strO' pro-- ble^a se refiere. Decisiva en su .contribución:en cuanto a fundar un nuevo sentido de legitimidad y a 'apuntalar fuertemente les roles de autoridad (158) ¿ 'ICdeAÚ po

Ztttco¿ modernos llegan a neconocen nópidmmvte 'que n¿n- guna Ideología cndlnania puede prevalecen Zango tiempo - inente a obvicu> du cnepancias entne Zcl teoría y Za prac­tica . Una fuerza simbólica md¿ poderosa, meno¿ nacional -aunque pueda Incluln ilne¿> racionales- leé parece nece- ¿asUa. A este fuerza le, líamamos Religión Política (159), La mención a. discrepancias, entre teoría y práctica viene

(15?) Idem, págs, 11 y 82.(158) Idem,-pág> ¿9.(159) Idem, pág. 61, . .

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de que Apter supone que su ambigua función es la de sus tituir a una modernización efectiva aunque* al mismo — tiempo, estimularla, movilizando a la comunidad hacia - i'¿ ZC llta / u iÁ baje el espoleo de la aspiración a KZk aond¿CA.one¿ d& \}¿da. (160). También, en términos ps¿ cosociales' tiende a amortizar y aun hacer desaparecer - una extensa gama de sentimientos y actitudes: el de alienación, la de crónica insatisfacción, el clima de - desorientación que provoca la modernización en • pocie da­dos inestables (161)'. Una compensación,'claro'esta, que -obvia'observación' liberal- suele pagarse en 'términos - de opresión, temor rigidez social y desconfianza.

No es clara ni unívoca la relación que Apter esta­blece entre tales religiones y dos de los tres tipos — concebidos por él;para la comprensión de los regímenes políticos del Tercer Hundo (162). Entre "teocracias”, con las que, sin embargo, en algún pasaje las asimila -(163) y "sistemas de reconciliación”, a los que son — frontalmente hostiles, las "religiones políticas” pue— den sér instrumento y correlación, tanto da las "auto— cracias modernizadoras” como de los "sistemas de movilí_ zacion". Y'aunque sea mas congenial su correspondencia con estos últimos, Apter no desecha-la posibilidad de - que tales sistemas pudieran convertirse -al crecer en - rigidez y perder su dinamismo- en "autocracias moderni­zadoras" suplementariamente fortalecidas por tales reli giones (164) , •

(150) Idem, págs» 62 y 77.»(161) Idem, pág. .68.(162) V. David É,. Apter: "Systems, process and politics of■economic'deyélppment", en "Industrialization and So- ciety",•edited 5y Bert F. Hoselitz and Wilbert E» Moore, París, Unesco-Houton, 1963, págs. 135-158 y la penetran te revisión de Jorge Graciarena: "Presiones• iiiternas, - inestabilidad política y desarrollo económico", en "Po­der y clases sociales en el desarrollo de América Lati­na", Buenos Aires, Paidos,1967, págs. 71-106.(163) Apter, op.cit., págs. 163 y ss.(164) Idem, pág. 98.

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En unos como en otros casos, y a los efectos de la legitimidad' ópürre algo común: el "carisraa" se rutini- za y ritualiza (hace de los medios fines); el rol del - líder es institucionalizado y los hábitos exigidos- a la masa se convierten en compulsivos; la sacralizacion del orden político provee al grupo de "ultimas bases" para coexistir y‘ pervivir; .regimen y autoridad, se' legitiman poderosamente. ' r. .... ....

Expuesto lo anterior, parecería claro que subyace en todo el asunto una ardua cuestión.terminológica o — "semántica", como hoy prefiere llamárseles a las de es­ta índole* Úna cuestión que se presta, como lo preceden; te ya lo deja inferir, a una tendenciosa modulación do_c trinal*

Creemos, básicamente, que lo que Apter configura - -con el apoyo documentarlo de una enfática literatura - oficial- es ese tipo peculiar de ideologías que repre— sentan las ideologías que promueven el cambio abrupto o revolucionario. Y si de esto cupiera duda, la perpleji­dad inicial de su trabajo entre la expresión por lá que opta y la de "democracia totalitaria" sería muy capaz - de disiparla. El ultimo calificativo, remozado por J.L. Talmon en un largo estudio histórico-ideológico, ha si­do aplicado reiteradamente al sistema político de la Ite volucion Francesa y a los "jacobinismos" inspirados por ¡su éjémpló. Con todo, y sin perjuicio de volver sobre - ello, aventuremos que las ideologías revolucionarias no son formas ideológicas menos típicas sino, probablemen­te, más típicas, que la pluralista y relativista de la democracia liberal-burguesa que el autor parece tomar - como prototipo’. Lo que quiere también decir que es ca— racterística común de las ideologías, y sobre todo de - las ideologías nacientes, su ensanchamiento hasta una - "cosmovision, de implícito sello totalista y su formali. zacion -y hasta su endurecimiento- en un sistema presi­dido por valores objetivados y transpersonales. Si esto es así, es inevitable que ideologías de este jaez aludan

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a un orden total del mundo,® incluyente , por ello di»' na tu raleza y comunidad humana.Mediante tales alcances;áiíqui riran- cíe modo, casi inevitable,úna fueran religantk¿^re­ligiosa”, que por lalmei^os durante un período,será apta para dar designio y meta a'Xa acción humana,significación a la existencia y esperanza a una supervivencia ya no in dividual aunque sí específica (165), Es probable- que- ter no alcance a. percibir tan evidente verdad por vivir en el bastión central, de Occidente y pertenecer:emocio- nalmente a el, experimentando,- al mismo tiempo, la dete riorada vigencia de su ideología liberar-capitalista y la declinación ostensible del poder de las religiones - tradicionales, ambas dentro de un sistema social onoclo yiabnzntz hambaízato y pzZignaimzntz onfálico a pz¿>aA dz ■óu .atta taso dz logn.o¿ niadz/UalzA (166).

Ideologías e ideológicas parecen pues, sin vuelta, las "religiones políticas", aunque no del tipo "democra tico y occidental" (167), si bien sea aceptable que po­seen rasgos de las religiones, ya que unas y otras tien. den a encontrarse, desde distintas direcciones, al ni—

(165) A l ,finry...al. cabo, en el "Ariel" de Rodo, bajo el influjo directo., de ..Renán y el más lejano de Hegel y an­tes, de la ola de. las', ortodoxias de nuestro siglo, obra el conocido pasaje que comienza: Lo ¿zgüAldad dz nuz¿— pía ¿niQ/LV.zn&LÓn zn ana chao qaz hoya dz zobnzvlvPmoi, inucti&lcando zn lo¿ bznz¿Caio¿ del íutuAo, Aizalza nuz¿_ P ul dignidad humana, y prosigue: SI, pon. desdicha, la ha monedad,.¡labézna dz dz¿ espolian. dzihvUJpmoyitz dz la ln~ moPtatídod dz la conciencia individual, zt ¿entúrUehto mas h,zligio¿o con qaz pódela ¿lUtituinía. c¿> zt qaz yia.cz dzpztuan qaz, cuín. dzApu&s dz dUuz&ta nuoAtna olmo zn zt ézno dz loó. -.G04.O6, pzesiAtüiía zn lo hznzncia qaz ¿z Piasmctzii_las generadoñas íitwumA, etc.’(166) Apter, op.cit., pág.,95, La misma idea en el dis­curso de inauguración presidencial de Richard ílixon - - (1/69). : ’ V-(167) El mismo Apter -op.cit., págs. 92-93-reconoce que se hacen ideológicas, lo que equivale a admitir que a cierta altura de su trayectoria lo son.

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97vel de las concepciones del mundo (168) y aun que sean agcñZeó' doJL irtiAmo ¿cnáncno ¿undamentat (169). Y si vol­vemos a la nota que Weber le presta a la "asociación — hierocratica",. esto. es, el uso de la coacción p&Áqu¿ca concediendo' o Achinando bicnoA de salvación (170), pue­de afirmarse, que todo sistema social, todo proceso de - socialización, y. .toda ideología en forma importan el em­pleo de esa "coacción.psíquica", quedando entonces a — despejar.el. concreto: sentido que deba dársele a.esos — "bienes de salvación", Entendida-la expresión como el - logro de la bienaventuranza ultramundana y personal, pa_ rece claro que solo las-,religiones, estricta, histórica mente entendidas, les conceden; entendida, en cambio, - como realización humana,■como complexión, remate del - destino de cada uno. resulta inversamente factible qué - ideologías de índole mesiónica, .universal, esten en con dicion de proporcionarlos;-De cualquier manera, si se -• atiende a la naturaleza da las. recompensas que religio­nes eclesiásticas y religiones políticas prometen; s i ­se repara en su contexto cultural y su sentido, la - iden tificacicn de ambas, prorrogada hasta lo terminológico, resulta obviamente, forzada, Racionalistas, "áquaadis- - tas", cientifícistas, pragmáticas sino teóricamente ma­terialistas (171), por mas que las religiones políticas levanten todos sus fines al nivel.de la intangibilidad y conclusividad de lo sagrado, el rotulo les va mucho - peor que el de ideologías de un precise tipo (172),

(158) Las "civilizaciones" "encarnándose", histórica- - culturalmente, en "modo de especificación"; las ideolo­gías remitiéndose a ellas, en "modo de referencia",(160) Aptcr, op.cit., págv 87.(170) V. n.•139„(171) Apter, op.rit,, págs. 64, 67, 81 y 87,(172) En ellas incluso lió de filiación fascista, nació nal-socialista y falangista; según expuso Luis Legas y~ Lacambr,a, continuando una -'linea de pensamiento que ini­ció su compatriota Juan Donoso Cortes y prolongó el ale' man Cari Schmitt (v. n, 152)-, en "Instroducción a la teoría del Estado fscional-Sindicalista", Barcelona, — Bosch, 1940, págs. 100-103 y 135-141, mostrando allí ~~

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98La demasía de Apter se esclarece bastante en sus -

móviles, creemos, si se atiende a que buena parte de la tarea de la sociología política estadounidense parece - ser la de exorcisar con categorías conceptuales presen-t amen te neutrales y exteriorícente técnicas ("teocra----cías", "sistemas de movilización", la presente), el tan temido y evitado tipo "revolución". Perceptible es tam­bién -y Apter ilustra perfectamente tal método- con que enganoso abstraccionismo se juzga el rumbo político de las naciones del Tercer Mundo.

Simplificándolo en un modestísimo modelo, recorde­mos que tras de darle a las revoluciones el aséptico -- sentido de una elección irrevocable de metas de modemji zacion técnica y social, se sitúa, ya explícita, ya im- plíticamente, una especie de deliberación respecto a qué sistemas políticos y sociales se esta en, el .caso de optar, a que inconvenientes y ventajas representa cada uno. Pero al hacerlo,postulase prácticamente en todos - los casos un idea) i supuesto punto de neutralización, a partir del cual se supone que todas las terapéuticas fueran posibles, todas las vías igualmente transitables. 0 dicho en otras palabras: como si todo respondiera, en suma, a un calculo intelectual de medios y de fines, de costos y de logros. No, entonces, a situaciones ya gra­vosamente configuradas, a irresistibles procesos socia-

una distinta modulación, encomiástica, de la "teología política" y del "Estado-Iglesia". Sobre el efectivo in­grediente religioso contenido en los movimientos nacio­nalistas europeos de matiz pre-fascista, dice Raoul Gi- rardet, después de recapitular antecedentes desde Miche let que ¿le\ite uno tentado a AC.conoc.eA. en ello i lo ~existencia, de un fenómeno de. tnans ienmela: tnansienen- cla en las pnoiundldadeó de lo mentalidad colectiva de lo 4 agnado del plano 4obnenatunal a l plano tempo nal, del ulano de lo divino al de la ciudad y las patnlas ha manai (en "Revue Francaise de Science Politique”,1958, págs. 524-525.

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99les e ideológicos cumplidos bajo presiones de significa do unívoco. Desde esta ultima y mucho mas real perspec-. tiva, Apter podría ver sus presuntas religiones ppiíti-. cas como ádeñsámientos ideológicos de especial..consis-- tencia, enderezados a cohonestar, a justificar los..eos-. tos,siempre muy crecidos, que devenga el período:que.po rre entre el detonar del proceso y sus primeros logros distribuihles, (La insistencia en el tema de la austeri­dad, que en ellos se da, no es -como suele serlo en.i — otras condiciones- una mera añagaza para movilizar pa-r-?. ciéhcia. Existe en estos casos un esfuerzo autentico,si bien de magnitud desigual según las naciones, por repar; tir equitativamente la carga de estos costos. Se quiere escapar al otro extremo de alternativa qué es, según lo ocurrid? en los procesos de desarrollo del,'copit aliso mo occidental, que ese costo recaiga sobre.los mas debí les, les menps articulados socinlmentc,' aquellos’a ’quie . nes ni siquiera hay nada' que predicarles) (173),

Acorde con su punto de vista, es perceptible el ca ráster regular, metódico, ccn que Apter enjuicia todos les aspectos de sus sedicentes religiones políticas, co locándolas en contraste con esa gran "eslcaton", con ese presunto modelo de perfecta modernidad y cenital culmi­nación de la historia, que sen los,Estados Unidos, No — hay para el (y no lá hay como si ello derivara de una - conclusión científica y no de una elección doctrinal), sociedad satisfactoria'que no reúna los rasgos de flexji bilidad, ccmpetitividad y pluralismo; no hay ideología positiva que no' sea secular y relativista; no hay siste

(173) También es posible suponer que no comprende Apter el sustancial rechazo que experimentan casi todas las - minorías dirigentes del mundo (y en especial las de ti­po político-intelectual) surgidas en sociedades hereden- ras de grandes tradiciones de culturas orgánicas, por - los trazos dominantes de la sociedad norteamericana, su masifícación conformista, su religión deí consumo, su - inhumana competítividad, Esto, sin despreciar -sino al contrarió, 'y m. importa contradicción- sus altos logros materiales y su aspiración a implantarlos en sus propias comunidades.

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100ma político bueno que no consagre la primacxa del orden constitucional y de la ley según.el entendimiento ñor teamericano; no bay régimen estable que no sea el que - él llama de "reconciliación”, esto es, aquel que supone la existencia de distintos centros de poder equivalente que deben, para llegarse a las grandes decisiones, ser contemplados y armonizados, Pero no hay tampoco en es­pecial (si bien, menos explícitamente) ninguno de estos positivos trazos o valores que no se identifique con los Estadas Unidos ni tampoco--lo que no es lo mismo otras vías para llegar a ellos.que aquellas que los Es­tados Unidos siguieron (174),

Otros teorices políticos, caso de €* Hortheote Pajr kinson, prefieren hablar de "teocnracia” cuando advier ten un sistema ideológico fundado en una constelación - de valores objetivados y transpersonales, ya se recia men de un origen religioso, ya no lo hagan (175)» Pero

(17^) "Puede alegarse, si, que Apter y otros sociólogos políticos de su línea, aepetan en cierto grado y en for ma casi prologa!- -la funcionalidad de los regímenes de movilización en el tramo inicial del proceso de desaíro^ lio modernizador, pero sus criticas y protestas comien­zan cuando consideran prolongada mas de lo debido esta instancia y no adoptadas, lo más rápidamente posible, - las pautas políticas de las sociedades capitalistas y, en especial, de la estadounidense* Bigamos, para cerrar -esta digresión, que todo el material por el elaborado el cuantioso de sus colegas no resiste la elementalxsi- ma prueba de demostrar que algún “sistema de reconcilia^ eion” can diversidad de centros de poder haya soportado el embate del neo-colonialismo y logrado un desarrollo económico-social sustancial, efectivo* 0 , inversamente, que cualquier otro tipo político que el que él denomina "movilización” haya sido apto para lograr alguno de es­tos objetivos.(175) Por ej. C. Northocote Parkinson, op*cit., pág» 335,"quien denomina “teocráticos”,.todos los Estados que /uipoéan óobfid una tvz-tigtón íiouoZada y no éobtte toé da toé do. ¿a ttazón y califica de religiones reveladas todas

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101igualmente es de destacar que aunque Apter deslinde sus "religiones políticas" de estas ”teocraciassu desglo se no es completo (176). Una teocracia supone.legitimi­dad numxnosa o divina originaria, una unción "carismati ca” sobre un cuerpo sacerdotal y/o un rey (177), dota—

las ideologías afirmativas y globalizadoras y, en espe­cial, al marxismo. Tal posición despierta la duda de — qué calificación merecen, en tal perspectiva, las co- - rrientes políticas de filiación católica o protestante„ que también profesan un orden de valores objetivados de- perceptible origen religioso, una especie de "jusnatura lismon político,(176) Gp.cit,, pags. 69-72. Apter acepta llamar teocJiár £¿ca. la concepción del Estado de los griegos, según la cual éste existe para lograr el desarrollo moral y el - perfeccionamiento de los miembros individuales, subra— yando que esta nocion es común con la que peculiariza los sistemas políticos de la URSS y China Popular, pues en ellas, aunque se considere el elemento estrictamente religioso como pAeclen£C£lco, también el; Estado provee de imágenes de "virtud" y "finalidad” (purpose) al indi, viduo.Asimismo (ídem„ pág, 69) califica de teocráticasa las "autocracias raoaemizadoras” -de los países del — Tercer Mundo que Itnan la modennlzaclón a través de - Inst/vumentos tnadlclonatutas,(177) Weher (op.cit., t, IV, pág, 296) ciñe de la si- -guiente manera el concepto de "teocracia" : La netaclÓn dntAz e l poden político y el poden eclesiástico es muy dl^enente en los casos siguientes • 1) en el sobenano te granado pon e l sacendocio, sea como ana encannaclón de Vlo¿> o bien como un sen quenado pon. Vio*; 2) en el sa­cándote sobenano y, pon consiguiente, en el que desrnpe ña también en calidad de sacerdote ta l funciones Acales y, ademas de eos s dos casos de ,fklenocnaclau, 3) en e l sobenanú tempanal, césano-papista, es decln, en e l que posee pon denecho pnopla e l sumo poden en tos asuntos - neltgiosos. En este sentido la "teocnacia” p;top,ótmente dicha sólo es nepnesevitada pon el segundo caso.

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dos de la ya descrita a n a hierocrática de la coacción, psíquica que implica la concesión o la negativa de "bi<e nes de salvación" (178). Pero ninguna asimilación es im posible para un arriesgado pensamiento analógico capaz de ver.un sanhendrín en un comité central y un faraón1- en un secretario del partido.

21.-DINAMICA DE LA LEGITIMIDAD; UN EJEMPLO: LA COMBINACION DE LOS TIPOS EN WEBER,

Fue una especial insistencia de Weber la del cará¿ ter teóricot "construido" de sus tiposs único nivel en que resultan aislables y descrxbibles en condición de - pureza (179). Por el contrario, la realidad histórico- social empírica los da a tan frecuente y alto grado de conmixtión que un registro de esas combinaciones resul­taría tarea agobiante y siempre incompleta (180). Pero

(178) V, n. 155.(179) Weber: "El sabio y el. político", pág. W ; "Econo­mía y Sociedad", t, I, pág. 275: Zo¿ Upo¿ puAo¿ ¿on m jto¿ en externo; eZ ¿andamento de toda dominación Z6 mía creencia en eZ prestigio deZ. que o Zo¿> que mandan; <Uta creencia oz Kakimente unívoca*(180) No nos referimos ya á las teóricas (V. n. 1 2 0 ) s_i no a las efectivamente dadas. Dice Horowitz -op.cit., - pág. 18- que the time honoked diZtLnotionZ de Weber — tienden a fijar las normas de legitimar la autoridad — más firmemente en la teoría que en la práctica y que -- los nuevos estados de Asia y Africa muestran una coexis^ tencia -sino una coalescencia- de los tipos. Weber, en op.cit., t» I, pág. 276, realiza un esbozo básico de — esas coalescencias, sosteniendo: a) que la dominación - tradicional nunca es duradera y lo mismo la burocrática sin una cima c/VtizmaX^co-hekeditakAa o cakAZMat¿.co~obje tivada; b) que las dominaciones carismáticas (o carasmá tico-hereditarias) son igualmente raras e inestables y que una dominación carismática -del tipo de la de Napo­león- puede derivar a mi QZtXícto bukOCkatc&MO o a OKga

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103ese reconocimiento no cancela la aspiración a que esa - tipología posea la mayor capacidad posible de esclare­cimiento (es intención común de sus "tipos ideales"), - de modo que, por lo menos, las modalidades concretas — sean inteligibles mediante una combinación lo mas redu­cida posible de categorías (181)*

Si tal es el proposito, es perceptible, por ejem— pío, que el descarte weberiano de la legitimación ideo­lógica deja sin explicación valida los contenidos de la legitimidad en la considerable porción de la tierra en la que el sistema conceptual del marxismo hace las ve­ces de tales» En cuanto a la emergencia creciente de — las "legitimidades revolucionarias" frente a las "legi­timidades tradicionales" (182), si bien es de destacar que Weber tuvo en cuenta dZ podeA ^idvoZuclonahlo elpzct lid manto, cAZ&do/L dd Zcl hlbtoHÁA del carisma (183), no se hace presente en su obra, abarcada en su mayor anchu ra, ese quiebre decisivo del curso histórico que las re

nlzaclonzé p/LdbendaAícu y í<£udaZ<¿¿; c) que la domina— clon legal es raramente solo legal y tiende a hacerse - habito, siendo además carismática en sentido negativo, pues los fracasos la descomponen y quiebran óu pAottl— glo: poAa Zah monaAqulaA ¿on pdtlgAo¿a¿ Za¿ gueAAa¿> peA dldaÁ y pam Za¿> fidpdbZlcju Zo ¿on [leu) guoAAaA tAían” laZoA, capaces de llevar al solio del poder a cualquier vencedor prestigioso.(181) Easton, en op.cit., págs. 295 y 301 n., enumera - formas que Weber no explica con su trilogía tipológica. Se trata de casos de casos de legitimación ideológica, por lo menos en su mayoría: derecho divino de los reyes; por regla hereditaria, por "elite" religiosa; por "re­presentación virtual", por contrato social, por consen­timiento a través de la representación popular, gobier­no por la tradición, "gobierno por los sabios", etc.(182) F. Bourricaud, op.cit., pág. 137.(183) Op.cit., t, IV, pág. 261.

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voluciones representan. Máxime cuando la serie que indi ca el cambio exterior y la que representa la legitimi­dad justifican las palabras de Lipset de que una cJií*Í* de iegiXimidad es siempre una cJiLhi* de cambio bociaJL -" <184).. ' .

El fenómeno del fascismo no estuvo Weber en condi­ciones de conocerlo más que en sus muy primeros pasos, pero son significativos los atisbos que' se dan de el sn su obra mayor. Así, por ejemplo, posee valor, analógico pero cierto,su concepción de una realeza de origen ca— rismático que' se apoya en un séquito guerrero para impt> nerse mediante el *obste ma*a* tAühajoÁOKa* o ÓíAhwta- - hÁa* (185) . Estilización premonitaria y excesiva, se dji rá, del hitlerismo y más modesta pero más válida es su hipótesis sobre- que la posible con^Zuencia de Zo* do* - ppden.e* que aparecen en *u tiaZz como ajeno* y enemigo* ~eZ cojbUma. y.Zn.- tnadiiúón- coyutitaye un fenómeno siega ZaA (186). Y en verdad, todo el cuadro de la degradac­i ó n del carisraa, su manejo como justificación, el paso de la alharaca revolucionaria a lo tradicional, la trans formación de un dinamismo inicial' 'en dogma y reglamen— to, la efectiva imbricación de racionalización y tradi­cionalismo (187), sus atisbos sobre la "dominación-b uÍ-* tanista" y la "dominación estamental" constituyen pis­tas ideóneas para la exploración de estructuras políti­cas de- explicación aun no agotada. En cuanto pueden- sus citar reservas de legitimidad, los fascismos aúnan una perceptible legitimación carismátíca, una validez ideo­lógica generalmente tenue y sólo efectiva cuando aciejr ta a percutir sobre ciertos mitos (188) y la legitima— ción retributiva no siempre estable que le conceden por lo habitual la mayaría de los sectores de la clase alta y algunos (y a veces muy considerables)de las clases raja dias.

(184) Lipset, op.cit., pág. 58.(185) Weber, op.cit., t. IV, pág. 259.(186) Idem, t. IV, pág. 267.(187) Idem, t. IV, págs. 263 y*ss.(188) V. el excelente planteo de Manuel García Pelayo: "Mitos y símbolos políticos", Madrid, Taurus, 1964.

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105En cambio tuvo Weber plazo sobrado para poder -

apreciar algunas modalidades de poder que-ha sido — usual considerar precursoras de las configuraclones fascistas y, en verdad, pueden serlo* Sobre todo si, en el variado repertorio de los regímenés políticos concretos, acercamos sistemas por sus coincidencias externas y prescindimos del contexto histórico-cultu ral en el que se inscriben, los grupos sociales en - que se sostienen y a los que benefician y sus objeti vos a coTto, mediano o largo plazo (189). Se hace re ferencia, claro está, a las formas cesaro.-democráti^ cas o caudillistas o,.con sentido mas preciso, "bona partistas" (190),que Weber fue capaz de peculiarizar agudamente.desde su especial horizonte ideológico, -

(189) Puede considerarse hoy superada la etapa en.-.- que fue habitual rotular corno "fascistas” los. moví— • mientos populistas-cáudillistas y nacionalistas de. Latinoamérica, en base al subrayado de algunas seme­janzas puramente externas y ciertas.-ambigüedades •— ideológicas de su período inicial ,-co incidente por lo general con la voga de los totalitarismos europeos,Y a su vez soslayando la profunda, radical diferencia con éstos, de su contexto económico-social, sus sec-~ tores sociales de apoyo y la habitual dificultad de extrapolación existente entre las expresiones políti cas de sociedades maduras y las del mundo marginal.En esta asimilación, por lo general malévola, que tiu vo sus portavoces en el colombiano Germán Arciniegas y algunos sociólogos y periodistas yankis que se in­teresaron en Argentina y Brasil (Alexander, Blanis— ten, etc.) sólo'era dejado de lado el Aprismo, niña- de los ojos de la sociología política mas o menos .** "fundacionista", desde Kantor, hasta Lqis-Mercier .Ve ga, Y es justamente el Aprismo, sobro, todo en cier.~~ tos rasgos (prudentemente archivados algunos tras— 19^5): saludos, culto del ”Jefe”, rituales necrológi eos, grupos de choque (los famosos .."búfalos" apris— tas), conciencia de secta o "ingro.up" acorazada con­tra la crítica externa, el que más semejanza tuvo —

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Así distinguió la- donocAacta de. caudillaje, peculiariza, da por el carácter m otivo, espontáneo de la entrega'y la Constanza en e l líder, por la In c lim c ioñ a s egulr - como ta l a l qu.e aparece como' extraordinario, al'que pro_ mete, más, a l que acida con medios más • inteyisainente ~ - atractivos- (191) , una relación, en suma, de llamado y - respuesta que suele- rebrotar a veces dentro de cuadros legales y racionales ‘con motivo de elecciones con sufra gic- amplio y en imprevistas mociones de masas (192) ,

La variedad de prestigios personales (o carismáti- cos en su terminología) puede ser- considerable; entre - la "pluralidad de encumbrados1 e s t a ñ e ! j'^C m ilitar, él imperante plebiscitario, el presidente caJitsmático-ple­biscitarlo y el jc{¡e carlsmátlcc de partido (193).,. To— dos ellos y otros todavía representan ostensibles entro nizaciones, no solo de la legitimidad personal sino tam bien de la retributiva: su validez subsiste solo en — cuanto-sean capaces'de presidir una empresa política — concreta y que esa empresa política brinde alicientes, tanto al intéres directo de individuos., grupos y cla~ - ses, como a una imagen mas desinteresada, menos inmedia ta, de la sociedad global,

con el fascismo entre todos los movimientos populares - latinoamericanos,(190) Se conciben como "bonapartistas", desde los plan­teos de Marx en "El XVIII Bromarlo de Luis Bonaparte" - (1852), de Michels, etc,, los regímenes de poder perso­nal que se consideran emanados directamente del pueblo y condicionados a su apoyo, al tiempo que; emplean (o e_s tan en el caso ^a hacerlo) *una autoridad absoluta con— tra los grupos mas poderosos de la sociedad con el pro­posito habitual de fijar el sistema de relaciones socia les y ejercer un efectivo poder de arbitraje sobre - - ellas,(191) Weber, op.cit,, t. .1, pág. 286.(192) Idem* t. IV, pág, 81.(193) Idem, t, I, págs. 228 y 256,

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Cierto es que, según Weber, ía inestabilidad de to' dos los tipos precedentes se amortiza con el ingredien­te y la formalizacion burocráticas, pero los resultan— tes -los gobicAnoi cíe gabinetef burocratico-carísmáti:— eos, los gobi eAiiú S de paAtido /burocrático- car i smá t i- - eos-partidarios.: (194)- parecen demasiado cerca da una - neutralización de sus elementos básicos; el personal y; el ideologico-estructura.1, Una neutralización que nb -- promete una consistencia excepcional como la experien— cia contemporánea -con la excepción de Gran Bretaña- lo ha confirmado, ‘

Era un factor dé fortaleza, en el'que Weber no re­paro, el hecho de que, como ocurre regularmente eñ la - época presente, las formas eaudillescos-populares casi nunca carezcan de un margen de legitimación ideológica que.suele, tener mayor entidad de lo que ciertos doctri- narismos-más empinados suelen suponer. Lo que algunos llaman "legitimación populista" puede por io'menos co— brar suficiente.fuerza ante las masas con el más’ prima­rio, análisis de la falta. de idoneidad de los mecanis­mos representativos para poner en comunicación las de­mandas de.las mayorías y las estructuras de autoridad - (195). ;•

(194) Idem, t. I, pags. 228,(195) La legitimación populista está basada en la con-- vi ación cíe: que e i gobieAno debe acs pondeA en ¿oAma di~- Aecta, Áí no inmediata, cata va ¿untad popuíaA y oponían dose a ¿a d&YiocAac-ia Aep.idSdntaiiva, que tiene una in~- ^AaeAtUictuAa po¿Otica que"se inteApone ent/ie el senti­miento y ¿a demanda públicos y ¿a Adacción gubcAncumi— ta í (Xenneth N, ttalker: "La socialización política e n - las universidades latinoamericanas", en S.M» Lipset y - Aldo Solari: "Elites y desarrollo en America Latina", - Buenos Aires, Paidos, 1967, pág. 476.

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10822.- EL...CAUDILLAJE RIOPLATENSE: PRESTIGIO Y LEGITIMA

... CIOÍ'I.

Desde mediados del siglo pasado, la presencia - del caudillo, su proliferación en el fenómeno del — "caudillismo", atrajo la atención preocupada de nuejs tros "hombres de pensamiento” . En función informal - de pre-sociologos, de historiadores, de polemistas, de estadistas.enfrentados a la responsabilidad del - ejercicio del poder, todos ellos se vieron llevados quieras que no, a esbozar interpretaciones de esa — contundente "variable personal". Una variable, que - una vez-, sí y otra también, se mostraba capaz de que­brar todos les prospectos de.-gobierno regular, que - esos' hombres tenían como meta,

• -Mucho material se fue acumulando .de esta mane— * ra, desde la generación de Sarmiento y Albordi has­ta la de Ingenieros y Lucas Ayarragaray en la Argen­tina; desde la de Berro y ;Lamas hasta la de Blanco . Acevedo y Azaróla Gil en el Uruguay. Y tras ellas, - todavía, seguirían sumándose las hipótesis, las. "re­ducciones” sociológicas, psicológicas o económicas, los análisis más o menos "espectrales". Ni entrar en tal maraña sino, cuando más, circuir su área temáti­ca.

En su anhelo de reemplazar el "gobierno de los hombres" por.el "gobierno de la ley", el dominio per; sonal por la "administración de las cosas" (como una precoz formula socialista-utopica preconizo entre n<3 sotros) aquellos hombres de pensamiento tocaron, aun que poco supieran que lo estaban haciendo, el punto neurálgico de la legitimidad, ¿Por que la agitación incesante de.las facciones, la indisciplina:de arri­ba y da abajo, la conspiración sin pausas .contra to­da autoridad regular, la institucionalizaron de la discordia, el desprecio de todas y cada una de las - normas previstas para enfrentar el desbocamiento del capricho?

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109Una adecuada conceptuación de los tipos de legi^

timidad les.hubiera permitido ver lo que hoy es tan fácil ver. Esto es: que de todos los modos de legiti midad existentes, los únicos parcial, tenuemente fa_c tibies" 'de concreción eren los que .menos tenían que - ver, menos'.podían reforzar las características del - sistema político que.ellos -los letrados, los hurgue :ses.los urbanos, los •liberales- tenían como propos^i to... . .. .

Si la Revolución había destruido los débiles, - incipientes tejidos de una sociedad colonial disper­sa sobra el vacío territorial y había roto la conti­nuidad de una “tradición” que,, por la relativa tar— danza en la constitución del virreinato-era aun mas enteca que en el resto de Hispanoamérica, poco podía dar de sí cualquier "legitimación consuetudinaria"^ -• cualquier hábito de obediencia aceptablemente vigora ■ so. La ausencia (c inopereacia) de la forma más pri- . ■ mitiva de legitimación es algo más complicada de ar­gumentar. Pero so puede sc-etener que si esa misma - Revolución y.antes que.ella el período borbónico de la monarquía española se habían desarrollado bajo -el : signe secuiarianlor da la Ilustración (196), escasa ■.:; o ninguna fuerza podía poseer ya el principio "numi- \ . noso". Pero si tal correlación no pareciera decisiva • -y es probable que.así sea— hay que recordar que ese •. principio da saaralizacicn del poder tendría'que ha­ber incidido en una porción de Ama rica en la que la,,;,;

(196) Sobre la resis dei'P. Furlcng.y sus discípulos, de la raíz tomista-suaristr. do la corriente ideolcg_i ca del independe rvtismo (que es sustancialmente, una exageración de un elemento y una simplificación de - su inevitable complejidad y hasta ambigüedad). V, Tu lio Halperin Bonghi; "Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo", Buenos Aires, Eu- deba, 1961. .

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Iglesia había conocido también una implantación bastan­te tardía. Aunque no solo tardía sino también disconti­nua* si se piensa en la enorme zona platense y sus oca'- sionales, pequeñas ciudades envueltas en el enorme va— cío ganadero, un cuadro social en el que la "parroquia” forma básica de socialización religiosa tenía casi siem pre existencia nominal y la esporádica técnica de "la - misión" era el único modo, precarísimo, de evangeliza— cion. Y si se observara que en otras culturas la fuente "numincsa" había desbordado por diferentes vías sobre - la autoridad suprema (caso de las civilizaciones de — Oriente), ello no ocurría en Xa sociedad occidental tra dicional y sus ilglesias enérgicamente mediadoras entre el hombre y lo divino, Lo que quiere decir que los debx- les remanentes de cualquier legitimación "numinosa" era a través de la Iglesia y de la "sanción hierocrática" — que debían actuar. Postulado esto, y aunque la realidad psico-social del Alto Perú y sus grandes masas indíge— ñas (por ejemplo) fuera diferente, parece claro que nin gun tipo de legitimación por lo sagrado era viable en - el Río de la Plata hacia las primeras decadas del siglo XIX, Y si durante algún lapso y en algún grupo, pudo te ner arraigo relativo, no es difícil inferir que la Revo lucion lo dejo sin objeto legitimador ni tampoco por — que razones lo hizo. La primera es el carácter "secular" de que -pese a la acción de refuerzo de algunos teolo— gos independentistas, pese a las invocaciones rituales de los preámbulos-, se reclamo la autoridad revoluciona ria. La segunda es la dificultad de transferencia de — tal tipo de legitimidad de un sistema de autoridades a otro, un pasaje no imposible pero que requiere una masa social más pasiva de lo que era, por cierto, la platen­se (197),

(197) Habría que estudiar menudamente este repentino — proceso de volatilización de la legitimidad monárquica tradicional y su reemplazo por una diversa y antagónica, en relación con ese quiebre abrupto de generaciones den_ tro de las mismas clases o sectores sociales, que se — dio en el Río de la Plata hacia fines de la primera de­cada del 800, Es el fenómeno a que apuntan reveladoras

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111.Una sociedad de carácter transicional y complejo -

como la que ocupaba nuestro ámbito a principios del si~ glo XXX, soporta tan mal los modos más antiguos de legji tirria clon como admite poco, todavía, el más característ¿ camente moderno» Secularizada, sí, pero con un proceso de racionalización muy incipiente y circuido a pequeños núcleos, básicamente tradicional todavía en sus pautas mayoritarias de conducta -"adscriptivas", "emotivas", - "particularistas"- cualquier tipo de'"legitimación idejq lógica" será irreal hasta muy avanzado el siglo pasado y aun sería tema, rdebatible si esa imposibilidad (o esa dificultad) se detiene a aquella altura.

¿Que tipos dé legitimidad .quedaban como factibles, viables? Quedaban la personal y la retributiva, 'las dos muy inestables'y la segunda la de más débil, corto po— • der de legitimación tanto en intensidad como en tiempo» Pero de su combinación naca la fuerza del fenómeno cau-diilistá.en tursinos de legitimación. Y conste, como se vera, que aquí le damos a está estructura.dé dominio•su sentido mas general .y analizamos sólo st¿ aspecto, funeío nal'» Juzgar un fenómeno- político no os ‘fallar. sobre su índole inexorable a través del principio'generativo que suele calificarse "por función requerida". No es -tampo ce- desplazar con este enfoque el muy estudiado tema de su origen y los factores causales que lo promovieron — (1*3).

anécdotas, como la de los hijos montevideanos de Don íto que Gómez, preparándose "para matar godos" o el valioso testimonio de las memorias de José Encarnación de Zas -• (en VRevista Histórica", del Museo Histórico Nacional, Montevideo, 1951, t, XVII, Nos. 49-50, págs. 123-125).,. etc. Se trata de un cambio que presenta ostensibles se­mejanzas con el que vemos producirse en las nuevas gene raciones de las sociedades occidentales contemporáneas y que se expide en el convulso trámite de su vida uni— versitaria y en otras manifestaciones.(198) Sobre la explicación en términos de "función cum­plida”: Vernon Van Byke: "Ciencia Política: un análisis filosófico", Madrid, Tecnos, 1962, págs. 44-47; una de-

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112Como titular da una estructura dé dominación de -

fundamento personal y retributivo, su estudio -aun tan somero como el que.aquí procede- impone subrayar los de_ terminantes de lo que aquí, por necesidad de deslinde, llamaremos su "prestigio autoalimentado”. Las modalida­des de su ejemplaridad o su representatividad han mere­cido abundantemente la atención de historiadores y.de - biógrafos. Todos han insistido en la presencia de euali^ dades conspicuas que la inmensa mayoría admira. Un da— to, debe decirse, en el que se aúnan ejemplaridad y re- présentatividad, porque esas cualidades son las que es- tan en el campo de percepción de su secuencia, pero im­portan, a su vez, una sobrelevación, una versión magni­ficada de los valores comunes del grupo social» Lo que significa que poseen el doble rasgo de.hallarse, en pajr te pero" efectivamente,difusivamente,encarnados y,en pa_r te,el de ser ideales,prospectivos.Fortuna,coraje,haMli dad desusada en el cumplimiento de las faenas que impo­ne el medio,simpatía y calidez humanas,señorial voca- - cion de proteger,sagacidad a veces sin escrúpulos,apti­tud para la adopción de peligrosas decisiones,capacidad de congregación y de arrastra nutrida en admiraciones, devociones,fidelidades da variado quilate nutren el lo- te de atributos,

fensa del enfoque explicativo-causalista frente al fun- cionalista: en W.G. Runciman, en op.cit,, cap» VI .• Pero creemos, y algo argumentaremos en tal sentido, que el - caudillismo es uno de los fenómenos de. nuestra historia que mejor abona la primacía de un enfoque funcional, so-, bre los criterios puramente genéticos. Un planteo pene­trante de los orígenes del caudillismo con presencia de elementos funcionalistas, • en Tullo Halperin Donghi: "El surgimiento de los caudillos en el marco de la socie— . dad rioplatense postrevolucionaria",, en "Estudios de.— Historia social", año I, N? 1, Buenos' Aires., 1965, págs. 121-149. También es acertado el estudio-de Daniel Vi- - dart: "Sociología del caudillismo", en "La vida rural - Uruguaya", Montevideo., Ministerio de Ganadería y Agri— cultura, 1955, págs..129-134. ' ..

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113Procede observar que tales trazos de la etopeya—

del caudillo han sido, sobre todo, subrayados en la es­pecie de los caudillos populares de ámbito campesino, - sin duda la más representativa y la más típica, aunque no la única, de las posibles» También hay que afirmar - que, pese a la habitual aserción de una historiografía bastante ingenua, representan algxmos.de los rubros — esenciales de tal fisonomía -caso de "fortuna1’, de "de­cisión", de "capacidad de arrastre"- el fenómeno univejt sal del liderazgo político, al tiempo que varias otras características -en especial "simpatía y calidez huma— ñas" y hasta "coraje"- han solido faltar más de lo sos­pechado, si es que repasamos un rol completo de núes- - tros caudillos del XIX y de su personalidad mejor esta­blecida.

Pertenece asimismo al tipo esencial del liderazgo un elemento que, sin embargo, adquirió en nuestros cau­dillos paisanos una relevancia muy crecida. Es la que - cabría calificar de "representatividad por asimilación" y aun "mimetismo", un mimetismo mucho más deliberado — del que es habitual en toda conducta. Su percepción — vuelve muy a menudo en los grandes cuerpos memorialísti eos en los que militares cultos de especial perspicacia -Iriarte, Paz, entre otros- registraron su experiencia(199)* El tan alegado carácter democrático del caudi- -

(199) Refiriéndose a los jefes Militares con pretensio­nes caudillescas, decía José María Paz que, durante las campañas de la Independencia Wo paitan o {leíales que OS plnan a l nenombne de "buena*" pon. la tolejiancia de I oá~ {altas y aun de. los enónenes; hay ataos que pretenden - que se tenga de ellos esta opinión, ¿obteniendo un tna- to dmaslado {omllávi, y aun Indecente, con lab clases ln{enconeS ("Memorias postumas", Primera Parte, Buenos Aires;, Anaconda, s.a., pág. 173), Y haceádo el retrato - del General Lamadrid dice: la plebe, con quien Se noza pon demás e l genenal La Madnid, le pno{esa afecto, peno no ese sentimiento de estimación y nespeto que atnae y subyuga, a l mismo tiempo, que sólo puede Insplnan un — gnan cahdcten ... (Idem, Segunda Parte, pág. 7). cf, to

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114llismo tiene que ver mucho con este ingrediente de la - legitimación personal: el líder busca -y lo consigue- -

do el pasaje dedicado a Lavalle (ídem, págs. 405 y ss.) ilustrando lo que Paz llamaba la licenc ia gauche-dcmago_ ga (Ídem, págs. 291-292);/ Y: en una reflexión sobre Ro­sas estampa: Ro-óoi, aunque (¿Algido en un tútano, no ha dejado de ser e l Aepresentante de la barbarle y gauche- Alo. Loó ventajas que ha obtenido y sus v ictorias, ta l debe a la habilidad con que ha sabido servirse de es e - prestig io , que adquirió entre la multitud, pata organi­zar sus e jO íd les y hacen, soldados, mientras nosotros, queriendo dmocratizar, hemos hecho todo lo contrarío. Causa admiración e l recordar a algunos je£es nuestros - nacidos y criados en .las dudades, haciendo una rid icu ­la oStentadón de los atavíos y modales gauchescost que tan mal Saben Imitar; ( Idem* Tercera Parte, pág.^232). Y más allá de esta democratización "por asimilación" 3 .un agudo pasaje del general Tomas de Triarte traza, en el caso del mismo Juan Manuel de Rosas, el proceso de as­censión de un prestigio "carismáticc": los hábitos y e je rd d os de la vida nómada, para la quédenla ta mas, brillan te dtsposldón personal, pues su fís ico era ro­busto y privilegiado, lo h lderon muy pfiante expectable entre los cmpeslnos, porque é l sabia domar un potro, - jugar al pato y pelear como e l más diestro; y estas ven tajas, unidas a una úvteligenda natural aperas cultiva da, pero muy superior a la d.e los gauchos s&nibárbaros que lo rodeaban, constituyeron muy pronto un hombre ex­pectante tj popular entre aquellas gentes: era una espe- d e de señor feudal i Establedó reglamentos extravagan­tes y crueles, a los que £1 mismo quiso sujetarse, y — asi gradualmente iue ascendiendo en consideradon y - - prestigio entre los habitantes de la campaña del Sur — ("Memorias: La independencia y la anarquía", Buenos Ai­res, Ediciones Argentinas, S.X.A., 1946, pág. 388), Coincidencia espontánea o deliberación o -más probable­mente- ambas cosas, el caudillo se ve así,.cómo, un refle jo magnificado de su sáquito, nocion en la-, que. se au- - nan3 s.e decía, "representatividad" y "ejemplaridad". Pe

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hacerse representativo de las modalidades y propensio— nes de sus dirigidos» y encuentra en ello una de sus — fuentes seguras de poder. Lo que no quiere decir, ni mu cho menos,-clero eeta-que los caudillos -aunque en esta dominante obren tan relevantes excepciones como Arti- - gas- hayan sido "demócratas” en la acepción más valede­ra del termino (200), Pues en este, como en otros pun—

ro^tambien registra Xriarte las actitudes de asimila-^ ción mimetica» En Entre Ríos, en 1825 y en un campamen­to montonero observa que oxUi todo¿ tetaban dtecconlba-- do¿, mlcíoa, andAajo¿o¿ f pa/iecXa rnU que, una ¿uteza ar­mada una h.euni.6n de ¿alteado site : lo¿ jefate pAlnclpalte lópzz Uokddn.} f GaAtía {de: ItifUga) y e l ¿ecAetanlo de - &>té, EcRanctid, tenían un tra je análogo, bten que tea - man¿i¿teto que en e llo tenían por ¿ÍÁtema uníúomwue - eo» la. multitud como un medio de eon&teva/L popularidad (Idem, "Rivadavia, Monroe y-la guerra argentino-brasile ña”, Bueno.s Aires, Ediciones Argentinas, S;í.A., 1945,~ pág. 297), .Y todo el largo desarrollo sobre. Layalle, a quien acompaño en buena parte de su desgraciada incur— sion^en la Argentina, subraya tal actitud ("Historia — trágica de la campaña; libertadora de Juan La valle”-, Búe nos Aires, Ediciones Argentinas, S.I.A., 1949), ' ' '■ - ^(200) Digamos; en el de promover la institucionaliza- - cion de formas adecuadas para la articulación de los in tereses del pueblo, o en la prospección de políticas díe mejoramiento de la masa paisana» Es sostenible que, en general y aun sin afirmar explícitamente lo que aquí ne gamos, la historiografía revisionista y aun la oficial”* participan, variable pero sólidamente, en este subraya­do de la índole popular del caudillismo,tan confundible ( y a veces tan confundida) con su carácter democrático. En este punto son representativos de las dos corrientes el "Rivera” y "años de forja: Venancio Flores",de Alfre do Lepro, el "Máximo Perez" y "Vida de dos caudillos: ~ los Galarza", de Washington Lockhart y aun la "Historia de los partidos y las ideas políticas en el Uruguay" de Pivel Devoto, libros muy diversos en alcance y calidad pero coincidentes en sostener tanto este populismo o de mocratismo del caudillo como el aura fascinante y "ca-- *

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tQiiSj» debe comprenderse que el caudillo participa de la mismgi,actitud que sus sectientes: esto es, defender la - mayor estabilidad de las estructuras sociales tradicio­nales y encarar adversamente todos-los factores de cam­bio. Unos y otros:partieron del supuesto de que esos factores serían, (como en realidad buenamente -y sobre - todo inmediatamente- lo eran) fuerzas hostiles a su muja dio .Un mundo que pese a sus increíbles carenci.as, a su parvedad, les resultaba emocional y vitalmente satisfajc torio o por lo menos aceptable. Una intensa moviliza- - cion, digámoslo con el término de Karl Bautsch, para — mantener el inmovilismo; '(2 0 1) .

La primacía de un prestigio autoalimentado y refor^ zado funcionalmentey-■qqmo. enseguida se vera, rió-, debe ha cer. pasar por alto> la operancia de ciertos rezagos de — legitimación sacra!, o numinosa que, en algunos caudi líos, - pareció desplegarse. podeA de. ^a^etnacíoyi que, según;. José.María Paz.,.. ejercía un caudillo', culto..y cati- linario:. como José Miguel Carrera (202) pudo nutrirse, -

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rismática".- que lo rodearía . Por ello parece llegada la hora de recortar en términos estrictos el- fenómenoa sin recaer,-con eso en la incomprensión con que la historio­grafía .doctoral y ,principasta del pasado solía encarar­lo, con -su habito de desconocer el hecho universal del 1-iderazga.y aun negar el ingrediente "personal” de-toda política. Especialmente en-los- casos en que por ésta se expidieran (si fuera- fiel-o.-infielmente) los intereses e impulsos de los. estratos .socialmente inferioras.: (Una .propensión, agreguemos', a la; que las- historiografías de ■filiación oligárquica son casi- ¡siempre fieles)(201) Faz -op.cit., Segunda Parte, pág. 229- refiere— del ex-secretario de Estanislao- López-, Manuel Lelva, la contestación del caudillo a una proposición de reformas para la provincia.: Me. ¡tie, kctbte. u&tad de. we.j j pAüA&L tute, e.nc.0ntsi£ ta. p.wvtííc¿a.- y pfw &titata. ta he, de. dzjo Ji♦

(202) Paz -op.cit. Primera Parte, pág. 279- aunque ne­gándolo ejercido sobre sí, y refiriéndose a José Miguel Carrera habla de. eóe ejote, de. ganan.' a hombsteÁ, £ó£ ~

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117en primer termino y en beneficio de la mayoría de los - líderes caudillescos, por ese “continuo11 que entre los extremos de lo numinoso y lo autogenerado tuvo que dar­se en una mentalidad colectiva en la que obraban osten­sibles, cuantiosos elementos extrarraeionales y magi- - eos. En algunos casos especiales, ademas, la legitima— cion sacral tuvo, sin discusión, poderoso impacto, como lo registraron Sarmiento y Paz en la carrera de Juan % cundo Quiroga (203) y Vicente Fidel López en la de Fruc

poder de. £aAclnaclón (...) cAa fuerza de, atracción que, decían Irrealó tibie.(203).Sobra la índole numinoso-carismatica.. de la fuente de prestigio que reforzó el muy evidente -en el plano - personal- de Juan Facundo Quiroga, son muy! conocidas — las^menciones de Sarmiento sobre cierta tintura de Aabl danta AalomÓnlca que adornaba. al caudlllo en e l co«cepr to de la plebe y éa reputación mírlenloAa enfrie loA hom brer groAeroA que HegaAon a atribu irle doncA Aobrenatu naleA (“Facundo", Buenos Aires, Editorial Losada, 1942, págs. 94 y 96). Mas ricas, mas sustanciosas son las — apuntaciones del general Paz (op.cit,, Segunda Parte, - pag. 120, y ss.): Quiroga era tenido pon un hombre Inr- plrado; tenía eóplritur ^amillarer que penetraban pon - todaA parteó y obedecían Aur mandatoaj tenía un célebre caballo mono (...) que a Ame jama de la cierva de Sen- tonto s le revelaba leu coóar mar oeuítoA y te daba lo a

ma¿ Aaludabler cornejo A; tenía. eA cuadro neó de hombreó - que cuando lo a ordenaba ¿e convertían en iterar y otro A mil aba urdo A de eAte género (pág. Í20). Fácil er ccm- - prender cuanto Ae hubiera nobuAtecldo e l pnertiglo de - eAte hombre no común Al kubleAe Aldo vencedor en La Ta­bladot. Loa creencia6 vulgarer Ae hubieran fo rtificad o - tiarta ta l punte, que hubiera podido erlglAAe en un Aec- tajvto, a en un nuevo Mahoma, y en unoA paireó tan ca tó ll c o a a en e l fundador de una nueva relig ión o abolir la ~ que proseó amo A. A tanto AIn duda hubiera llegado Au po~ den, porque ya fundado con e l terror, cimentado Aobre - la Ignorancia erara de la r maroA y nobuAtecldo con la - AupeAAtlclón, una o do a victo r l a A mdó y e&e poder era -

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118tuoso Rivera (204).

Pero también el especial cuidado que pusieron les caudillos (sobre todo los argentinos) en el ceremonial litúrgico que acompañaba las grandes pompas y aconteci­mientos civiles muestra que, consciente o inconsciente­mente, la fuerza legitimadora de la unción sacra del po_ der no les fue ajena (205).

Tales modalidades siguió, creemos, el tipo de la - legitimidad estrictamente personal en el caso de los caudillos, y su no infrecuente refuerzo numinoso-cariso­mático -en forma de "inspiración” más que de "institu clon"-, divina del poder (recuérdese el distinto de Stern berger).-. Amelios obedeció el fenómeno de séquitos cerca nos y fieles,-en el Uruguay tuvo una excepcional consis^ tencía "el que acompaño a Rivera- y cortejos más inesta­bles tras esos séquitos, pero también dotados de alto - grado- de plasticidad.(2Q6)« Esto, sobre todo, cuando

omiiipotmtz, InA ié lé tíbh (pág. 124). Pero el "carisma" difícilmente resiste a la derrota: Cuando volvlo otAú. - vez-' paAaié.QA d&üiotado an Oncxvtívo, ya no é l habló mdé dcll'caballo moAo” ni di léplAÍXaé {(míllaAaA ; plitiéc - tmblémqui loé JugadoAeé y i l bollo éixo pudloAon caí- OAéi á:cubla/Uo di ¿a lAA<¿élétibli podeA (pág. 125).^(204). Vicente Fidel López aseguraba de Rivera que a es­té le gustaba aéumíx ¿ l papal di kombfia mlétoAíoéo^ In- diécliAabh, con qui é i aéiguAaba un Influ jo diclélvo - ¿obai--laé meu>cu> Incultaé y apaélonadaé ("Los caudillos orientales", en "Pro-Patria", Buenos Aires,-s.a.,págs. 22&r229). Corrieron leyendas a su respecto, igualmente, de que?poseía animales que le indicaban el camino y le ^asesoraban con acierto.(2.0-5) Un. atisbo de la función legitimante del esplendor litúrgico en las ceremonias eclesiásticas, en Paz, op* cif. 5-.Segunda Parte, pág. 1 2 0 .(2 Ó6 ); El g iiiv io l Lavalli ¿ i manl&c¿tó muy adido a loé claéié dol pueblo, paAllculaAnivvti del pueblo paAtoa, - loé qui vulgcuwioi'iíi é i llaman "gaucfioé11♦. Simpatizaba mu cJio, dada, con aéta c laéi d i g in tié posiqui oé minaé co

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1X9una corriente de "legitimación retributiva" se hacía pre sente con la necesaria intensidad.

El estudio de cualquier carrera caudillesca penal— te, empero, la inferencia (y la de múltiples casos puede después subrayarla) que el caudillo representa en su ace¿ tacion én la masa una forma esencialmente mixta de legi­timación nacida de dos fuentes: el prestigio personal y el cumplimiento de funciones que lo validan retributiva­mente. Sin la hipótesis de la segunda, no serían compren sibles -como alguna vez lo hemos aventurado- los formida. bles altibajos que presentan las trayectorias de algunos caudillos uruguayos de manifiesta atracción personal. — Los que se marcan en la vida de Rivera entre 1825 y 1828, 1836 a 1838, 1843 a 1851 o el muy evidente en la carrera dé Venancio Flores entre 1856 y 1865, permiten apuntar - que cuando el caudillo tiene poco que dar -inmediamente- o no esta investido con algún rol legal, su poder de — atracciSn baja sustancialmente, aunque los vuelcos de la fortuna (y es a ellos que juega sus cartas el caudillo) pueda alterar en un soplo tal cuadro de carencias. La — inestabilidad del carisma, tan subrayada por Weber y sus seguidores, por poco que se escudriñe en ellas, se rati­fica en estas vidas.

Llegados a este punto, conviene, sin embargo,: hacerun distingo, Y es que, por una parte, el caudillo cum---plía funciones que lo implantaban sólidamente en el me— dio, las cuales, sin legitimarlo retributivamente ante - seguidores incondicionales, implicaban, empero, la condji clon del desempeño de otras que, sí, lo lograban,

hJwmplda; e-6 enfrie (M oa que tizno, ¿u ablento la vo/idadti na domo chacta do moAfrto pcúA, 6 e hace do M oa lo que - ¿e quloJie cuando Ae l<¿¿> habla en ¿u Idioma y Ae contompo d za con AtiA hdbltoA y pheo capado neA (Tomás de Iriarte: "Memorias: Luchas de unitarios, federales y mazorqueros en el Río de la Plata", Buenos Aires, Ediciones Argenti­nas, S.I.A., 19^?, págs. 309-310),

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La primera y.sustancial de estas funciones condi— donantes era la que le permitió suplir pragmáticamente las deficiencias de un marco socio-político caracteriza do por una radical discontinuidad entre la concentraciónhumana y económica- de cada capital y el campo semxde---sierto de la ganadería extensiva o los precarísimos puj£ blos. Un marco peculiarizado por la falta de toda textil ra institucional de sosten y por el primitivismo áspero de las pautas de conducta, de esa inmensa mayoría que, - como se decía, poco tiempo había tenido de consentir a formas consuetudinarias internalizadas de autoridad y - estaba todavía muy lejos, de cualquier admisión r.acio- - nal, legal o ideológica de ella. Con un Estado desarbo­lado j carente, de instrumentos idóneos de imposición mas .allá, de ios arrabales de cada capital, sin formas de aje ticulacion y agregación regulares de intereses y volun­tades., la realidad promovio, al margen de los esquemas, constitucionales, otra estructura* La suplencia caudí— llesca se mostró capaz de urdir, ya no su sustitución» sino una compleja y casi siempre confusa duplicación.’- Fuerza muy grande le dio al sistema de caudillos cum- - plir una. especie de "función pontifical" entre el nu- - cleo urbano y el ámbito agrario, entre el estrato direc_ tor económico y letrado y las masas p.equeño-propieta- - rias o peonales, entre las clases poseedoras y las des­poseídas. De algún modo asumiendo dentro de sí, como me sa de compromiso, como campo de arbitraje, las imágenes hostiles que cada extremo del par se hacía del otro, — tal:; asunción explica, en buen porcentaje, la frecuente inestabilidad e impredecibilidad de la conducta caudi— llesca. Representando una manera básicamente informal, pero manera al fin, de cumplir las funciones que el apja rato estatal, tan endeble, sumarie, no estaba en condi­ciones de llenar, actuando como un centro de congrega­ción “social y política en un medio que no tenía expe- - riencia de otros modos de lograrla, el- caudillo dio -de este modo- prueba de su aptitud para abreviar, sino caja celar, las distancias físicas y sociales, paliar la si­tuación de total margínalidad de ciertos sectores e in­tegrar, a veces mínimamente pero siempre en algún gra— do, una sociedad determinada.

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121Súmese a esto3 cuando» especialmente» se movía en

el más alto peldaño de la escala, la natural aptitud-- del caudillo para personalizar el poder, aun aquel que poseyera su cuota, que nunca era crecida, de institucio nalidad y legalidad. Si esta exigencia presiona en la - actualidad en sociedades desarrolladas es comprensible que lo hiciera con tanta mas fuerza en colectividades - cuyos comportamientos políticos racionales o coasuetud_i narios estaban cerca de lo mínimo.

Resulta evidente que cuando lograban cumplir-¡este lote de desempeños, los caudillos ganaban gracias-a el cierta cuantía de legitimidad retributiva con esos gru­pos" dirigentes capaces da advertir tanto su impotencia para actuar por sí mismos como que, sin aquellos, por - poco que les gustaran, ningún regimen estable era posi­ble. Esta convicción contribuyo a nutrir de clase supe­rior los séquitos que a ningún caudillo le faltaron y - cuyo índice de fidelidad-vario, es probable," según pre­dominaran las afinidades de clase (que debían tender a hacerle ver su conscripción al caudillo un sacrificio - en aras de todos "los cuyos") y las ambiciones persona­les que una carrera, cumplida a la sombra de la del lí­der y su a veces abrupta fortuna, fuera capaz de promo­ver (207).

Parece claro, también, que en tal contexto social, el fenómeno de congregación caudillista-pudiera operar a todos los niveles y que todos los grupos sociales hayan promovido el liderazgo.'Esto contra la frecuente sitnpli ficación que significa centrar la atención en forma ex­clusiva sobre el caudillaje agrario o montonero» Siem— pre que-los desafíos de la-situación y ciertas calida—

(207) La relación de Rivera con la clase alta, entre — 1828 y 1843 es rica en estas duplicidades (Cf. nuestro ensayo "El Patriciado Uruguayo", Montevideo, Asir,1961s págsV 90 y ss.).

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122des personales imprescindibles se hicieran presentes, - así ocurrid* Pues si al caso del Uruguay nos concreta mos, junto al núcleo del caudillo -mayor,político- mili tar, agrario y urbano, del tipo de Rivera, Oribe, Fio res, se dio el "caudillo doctoral1*, como lo fue hasta - cierto punto José María Muñoz, y, sobre todo, los caudi líos estrictamente militares que representaron Melchor Pacheco y Obes y Máximo Santos (208).

Caudillos político-militares, militares y aun civi les estaban condicionados a una función distributiva^ - que completa la órbita de los factores de legitimación con la que hemos llamado "legitimidad retributiva". La historiografía uruguaya abona con una presente, verdade ra exuberancia de materiales la acción de Fructuoso Ri­vera en tal función distributiva (209), pero todos(210)

(208) No lo eran, por sí, los dictadores militares, comomuy acertadamente, en 1880, lo apunto Santos en un comu nicado a Latorre, recientemente caído (Eduardo Aceveác: "Anales historíeos",-Montevideo, Barreiro y Ramos,1934, tV IV, pag. 159)* ' -(209) Nos referimos, en especial, a la vasta■investiga­ción que tienen en curso sobre lahistoria de la.Ltierra (solo parcialmente publicada), Julio Carlos Rodríguez, Lucía S, de Touron y N. de la Torre* :-(210) Manuel Oribe es un caso- atípico. Ordenancista, parco, riguroso, dotado de un inusitado sentido de la generalidad y la impersonalidad de la iéy, comienza siendo un jefe militar y un gobernante de débil ac^-to caudillista, mas allá del escaso que pudieran prestarle sus investigaduras legales (aptas para reforzar pero no para generar). Es cierto que, de algún modo, actúa como- caudillo de la clase alta, patricia, es decir, de La ­clase que rechaza y detesta a los caudillos de asiento paisano. Pero fue, sobre todo, su defenestración del po der en 1838 y los trece años que corrieron desde enton­ces hasta la paz del 8 de octubre de 1851, los que aceii tuaron en él los modos caudillescos y la utilización de los medios correlativos. Un poco, tal vez, por entrega -entre resignada y resentida- al vértigo de la lucha y

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123en mayor ounqnor grado se adscriben al tipo de "econo_mía carismatica” que acuño Weber, basada en la prebenda y el botín (211), Siempre .la, legitimación personal se - refuerza con esta legitimación retributiva, aunque tam­bién incida en tener con que alimentarla: Un.caudal de distribución -que. se engrosaba con tierras libras y — otras a veces ocupadas pero desalojabíes, grados milita res y empleos civiles, premios y compensaciones mas o menos arrancadas a las legislaturas, dóciles, concesio­nes para recaudación de impuestos o para otras expío tenciones, subvenciones a repartir, onzas sonantes dona­das "brovi .-manu", ganados en cantidades sustanciales y au'a otras formas de acarreo- solía pasar, pero solo pa­ra salir, por las manos próvidas del caudillo, cuyo ,Tca-

tan hipotético en ocasiones, necesitaba a cadamomento este oneroso refuerzo *

. ¿V tocia esta serie, que: beneficiaba principalmente a los niveles altos y medios de las secuencias (letra— dos-,. secretarios, burgueses, j^rc-veedores, oficialee)hay que agregar las funciones de protección y esporádica be nevoleneia, retribuidas por comportamientos de servicio y fidelidad generalmente firme» que configuran el rasgo

la revancha, y otro poco por las exigencias de "persona lizacion del poder” que planteaba el país uruguayo, al~~ que goberné, con la excepción de Montevideo, durante — mes de ocho años. Por ello, Oribe bien puedo pasar como el dechado del rol caudillesco asumido por reclamos fun cionales, contra la manifiesta vocación y las ostensi­bles cualidades del personajes que lo inviste,(211) El general Santos constituye, probablemente, el - modelo de este ejercicio económico prebendario que bus­co sostener la fidelidad dé los jefes militares y una - máquina partidaria bastante corrupta, pero también re— forzar el apoyo de algunos sectores muy necesitados por pequeños dones dados por propia mano en sustitución de los sueldso y pensiones que el Estado no abonaba.

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más feudal (analógicamente feudal pero evidente) de la relación caudillo-pueblo. Ese caudal humano, integrado por- una diversidad de grupos que van desde el soldado - montonero hasta el estrato popular marginado de donde solían provenir este, represento justamente la verdade­ra masa de maniobra con que contó el caudillo para to— dos los emprendimientos del poder.

Cabe dudar de que, sin este ejercicio distributivo retribuido legitimariamente, el prestigio de los caudi­llos hubiera contado con efectos acumulativos de gran - radio da alcance. También cabe dudar que los hubiera por seídc si se hubieran hallado privados -lo que casi nun­ca ocurrió- de alguna investidura o papel instituciona­lizado. A este respecto, nuestra historia despliega una extensa gama de estes roles característicamente aptos - para la implantación y el sosten catidillesco» Integra - la lista, como es obvio, la presidencia de la republi— ca, con toda la variedad de medios que ella implicaba, Pero asimismo forman parte de ella las jefaturas politi cas y de policía, de tan variado alcance en nuestro país y cuyos destinatarios predilectos eran loscaudi— líos departamentales del partido en el poder; las jefa­turas de batallón, que asumieron creciente importancia entre 1870 y 1900 (212) y aun otros cargos menores, ap­tos para apuntalar la estructura jerárquica del caudi­llaje desde su cima nacional hasta su base comarcal del cacique y el comisario, Pero posee, especialmente, un - valor casi arquetípico el cargo de "Comandante General de Campaña", sobre el que se irguió el poder de Rosas en Buenos Aires <2Í3>. En nuestro país configura—

(212) En W, Lockhart: "Vida de los caudillosr los Gala£ za", Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1968, se destaca la importante función de las jefaturas de ba_ tallón entre 1875 y 1910.(213) Sobre este tema, las reflexiones de Iriarte en — "Memorias: ROsas y la desorganización nacional", Buenos Aires, Ediciones Argentinas S.I.A., 1946, págs, 294-295,

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ba una especié de poder ejecutivo dual durante primeras y segunda presidencias constitucionales, motivando la - ruptura entre Rivera y Oribe en 1836» Pero aun a todos los anteriores habría que agregar ciertos roles extraía gales sobre los que se alzaron algunos prestigios caudi_ líeseos. Es de creer que poseyeron especial relevancia el de instrumento de una intervención extranjera, como es el caso de Rivera, Oribe y Floreó a determinada al’tu ra de sus carreras. 0 de la jefatura militar de una pro testa armada partidaria cuando los partidos llegaron a poseer cierta consistencia organizativa. Fue el Caso, relativamente discutible, de Timoteo Aparicio pero, so­bre todo, él de Aparicio Saravia, aunque en este ultimo la fuerza de su arrastre parece generada en otras fuen­tes de prestigio menos funcionales, menos transferibles.

!S1 caudillaje y los caudillos aparecen así sosten! dos por la legitimidad personal (nimbada a veces numino sament-e) y por la legitimidad retributiva (214), ambas reforzadas casi siempre en sus alcances por una investi dura institucional. Una investidura que, sin embargo y salvo pequeños núcleos, no parece heber actuado a lo —

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(2110 Es inevitable la reflexión general que si los cau dillos asumieron los roles y desempeñaron las funciones que el medio reclamaba -una evidencia que solio ignorar sistemáticamente su crítica doctoral- también es cierto que contribuyeron a prolongar el "statu quo" que plan­teaba esos reclamos y que, hasta donde alcanzaron a ha­cer estado dé ocnciencia de sus intereses, contemplaron con hostilidad los cambios sociales que hicieron innece sarios .esos reclamos. Una situación similar a la que — compele a nuestros partidos de hoy a cumplir las llama­das "funciones latentes" de intermediación y servicio - entre la ciudadanía y el sistema estatal pero, al mismo tiempo, velan celosamente porque permanezca incambiado un cuadro social que habilita una fluencia de apoyo que es una de las fuentes de su supervivencia.

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126largo de buena parte de nuestra historia como fuente au tonoma de legitimación» ya sea derivada» ya fuera refe­rida a su fuente ideológica originaria (215)«

23.- LEGITIMIDAD: COMPLEJA, NECESARIA, FRAGIL

Si alguna conclusión se puede desprender del prece dente examen es la de la tremenda importancia de los — procesos de legitimación en la estabilidad de losaseste mas políticos. Lo que también, na contrario sensu". ~~ quiere decir la función relevante que,asumen en sus cri sis y sustituciones.

De la ^nagtttdad y 'mágico podoA d.t la legitimación hablo Terrero en el ensayo ya recordado (216). Tres de-

(215) Una legitimación ideológica que, a la altura de - las sociedades rioplatenses del siglo XIX, era la repu­blicano -representat iva-democrática. Debe marcarse» sin embargo, la excepción de Artigas, legitimado por una ideología republicano-democrático bastante coherente (y reforzando con ello su legitimidad personal y funcional) y'Juan Manuel de Rosas, que también sumó a estas ;dos ül timas, cierta cohonestación ideológica (poco articula da, pero ello no es inconveniente, mayor), de índole -con servadora y tradicionalista. Lo que no implica^ empero, hacerlo, como lo hacía Ingenieros (en "Evolución de las Ideas Argentinas") un. eco puntual del pensamiento con trarr.evolucionario europeo.(216) ' Perrero, optcif. ,..págs, 39-^0-V. Secc. 3 "in fi— . ne". Asevera Easton -op..cit., págs. 309- que la CACZn da legltcmadcna puede v taA tan zngnanada en alguno* - *l¿£ma* qw¿ poá&nc* pzn*aA que da onlgzn a una n<zce*l- dad p¿ teológica d/z zncoívVtaJL alguno* UdojiZis y <¿*£nu.du

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127cadas más tarde los calificativos continúan siendo aceir tados; si alguna inferencia se desprende del abrupto ci cío de las guerras, revoluciones y restauraciones con— temporáneas es el de que la legitimidad de un régimen - nunca es un dato estable (217) ni siquiera un dato "tout court"; también tiene razón Stemberger al recor dar que entre la perfecta legitimidad y la absoluta ilje gitimidad suelen situarse casi todas las legitimaciones concretas de los sistemas políticos actuales.

Quien haya recorrido este planteo podrá contrastar la posición implícita en el -que nos parece la que cb— rresponde a la configuración presente del problema- con otras -la de Guglielmo Perrero, por ejemplo- que aquí - se exponen» Mientras antes parecían considerarse legiti midad e ilegitimidad dos "statúa,r perfectamente deslin­dados e imponerse al primero pautas muy exigentes, muy altas de firmeza e ínequivocidad, cualquier postura de hoy se inclinará por un temperamente antagónico. Lo que

(217) . Dice Bastón -op.cit., pág. 280- que en sistemas - de r¿ tien te desarrollo, antes que una nueva geneAOjdjSn pueda seA socializada en hábitos de. cvaripllmlento ática­mente apAobados, e l pAoplo Inteaás y notables peASonall dados en calidad de, "modelos M pueden ser decisivas jjuen tos adicionales. Pero también (ídem, pág. 306) aunque - lo olvidemos, los regímenes viejos y establecidos están encentando constantemente pAoblmas de leg ltóm clón íes pectalmente a l n ive l de las nuevas generaciones que se IncoApoAan a la vida soc ia l) . en regímenes estables no hay que KeioAzaA constantemente los s entóntenlos de le ­gitimidad de los miembros imduAos, pesio s i los de los ni ños, aunque no Solo ellos sino tm blen, Incluso, adui— tos bien otAtnckeAados en e l rágimen. En general: los - sistemas dan la ImpAeslón de que los sentimientos de le tlmldad no pueden sqa prontamente almacenados y mismo - s i esto se consigue, cualquier reserva puede ser rápida mente disipada.(218) Sternberger, op.cit., pág. 13.

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quiere decir que se contentará» por ello» con relevar - diversos sistemas de legitimación mucho mas borrosos» - más fluidos, más acechados en inssBperádoe planos de pa­so por. recaídas en cualquier forma de. ilegitimidad la— tente o manifiesta.

Junto a la degradación dé todas las modalidades — "puras" de legitimidad, la tendencia a la imbricación - de las parcialmente operantes parece otra generaliza- - clon susceptible de convertirse, a través de una cómoda verificación, en un segundo "principio" cabal del proce so. Pues si se indaga en los comportamientos que conile va la realidad político-social de nuestros días, no re­sulta una aserción excesiva subrayar que con él ingre— diente efectivamente "tradicional" de la legitimación - consuetudiriaria destruido per la progresiva masifiea- - ción y racionalización de las sociedades; con la inesta bilidad consustancial de las legitimaciones de tipo pejr sonal y retributivo, la ostensible crisis de las legiti mociones ideológicas asume una importancia fundamental* Esa crisis podría ser paliada por las "religiones polí­ticas" (o lo que pasa por tales)- en las nuevas nació- - nes, pero en las comunidades macuras y desarrolladas no parecería menos -comprobable en el sector socialista que en el democratice-capitalista o en este que én aquel —(219), En aparente función compensatoria» la "rutiniza-

(219) Los recientes acontecimientos de Checoeslovaquia -setiembre de 1968- muestran que frágil puede resultar un sistema ideológico tan coherente y hondamente implan tado como’ el marxismo cuando se recurre a el como punto de entente para discutir desde allí, entre dos parte, - la legitimidad efectiva de un régimen. En cuanto’ á los países occidentales, la legitimación ideológica ’demo-li béral no muestra mayor consistencia si hacemos excep- - ción de Inglaterra, con su peculiar tradición política. Dice A.C. Haclntyre' en el epílogo a una obra sobre las ideas políticas:’ AháSe oJi dato d e q ue taÁ do¿ mayoXCA exedadeó dai ñauído ¿teiian cunbcu, cada una poJt ¿a ¿ado, da ¿ag¿tára/Ló a y júi>¿Z{¿c.cJu^a anaZtaalmdo una taohXa

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129cion, verdadera ley histórica de la legitimidad con va­lidez mas amplia que la de una mera continuación de los fenómenos "carismaticos", acentúa en las sociedades sa­tisfechas la fuerza de la legitimación estrictamente __consuetudinaria y el rol del objeto "sistema jurídico" respecto a linas ya poco generosas fuentes. Pero la San­tidad de la estructura, contrariamente a las afirmacio­nes de Apter, no se traduce en un culto lo suficiente— mente respetable como para enjugar las disfunciones del sistema y las olas de reclamos por cambios sustanciales nutridos en fuentes de legitimidad distinta,

p o litiza de. cuya aplicación resultaría en realidad que 4U4 • pretensiones como ¿osuna, de. gobierno serían i l e g i t í - woó e Injusti¿lcabl<¿¿>, tenemos* que preguntarnos cómo se consigue, pallan, tan posi completo esta situación en e l - proceso p o lítcco. ¿Es que sucede verdaderamente asi? — ¿Se Sienten, en efecto, privados del poder por sus nel¿ tesu e l ciudadano corriente de Rusia o de Estados Uni-^ dos? V, s i se sienten privados ¿qu& piensan de ello? 0, s i no tienen conciencia de ta l cosa ¿cómo se logsia que no la tengan? El responder a estas cuestiones más plena mente de lo que hasta ahora se ha hecho esclarecerla hasta qu£ punto y cómo usan los. gobiernos las teorías - como aninas contra sus propios subditos (en David Thom— son, edit,."Las ideas políticas", Barcelona, Editorial Labor, 1967, pág. 196), Las precedentes reflexiones no entran y menos coinciden, con -la tan transitada trocha de "la.decadencia" o "el fin de las ideologías" que, co mo se sabe, es un mero estereotipo en manos de quienes” tienen buenas razones para disimular las suyas» Nos re­ferimos sí, a las ideologías tradicionales en sus proce sos de desgaste y rutinizacion eñ'las sociedades desa~” rrolladas y a su exhibición de una muy escasa sensibili dad a nuevos procesos y realidades. No a las del resto” del mundo, en el que las ideologías liberadoras están - bien vivas y aun a nuevas y minoritarias modulaciones - ideológicas que carecen, por la índole de tales, de.J— fuerza legitimadora extendida»

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130Una pluAatidad de Cuenteó de poden. £onma ana eutnitc

tana md¿ entable que. ana ¿ota fuente (220), El alto ín­dice de dificultad que importa la verificación de tipos puros como explanación de cualquier sistema de legitiuú dad concreto, remite, naturalmente, a la aceptación de su pluralidad según un determinado modelo. Un modelo en el que el ingrediente ideológico hace regularmente acto de presencia a través de la nocion -no demasiado unívo­ca- del "consentimiento” o la "representación" como va lidadoras de la legitimidad del sistema político, sin - absoluta necesidad de que esta exigencia se halle con— cretada a través de un mecanismo constitucional dado —(221), Pero mas alia de este requerimiento, la degrada­ción de lo ideológico se marca, justamente, en la signi ficacion asumida por una estructura legal apta para pro_ mover un dado consenso cotidiano, un:cierto nivel de va lidacion consuetudinaria pero demasiado frágil para se_r vir de vehículo a la. voluntad social , en las grandes cri sis» Inversamente, la modalidad re.trlbutivo-funcional - parecería hoy imprescindible para consolidar cualquier sistema medianamente viable de legitimación del poder. La "legitimidad de ejercicio" asume así prioridad visi­ble en nuestro tiempo, neutralizando en cierta manera - un escepticismo bastante generalizado sobre las legíti- midadé's de origen (222), Finalmente, y como expresión r* de profundos factores psico-sociáles y culturales que - actúan en nuestro mundo, la posibilidad de personaliza?- cion del poder, como ya se ha visto (223), se ha mostra do apta para reforzar con eficacia toda confluencia de fuentes legitimadoras.

(220) Schermerhom, op.cit», pag. 57.(221) Eisenstadt (en op.cit., pág» M4) dice que en los ¿tUtrnaU modennot, la pretensión de la "elite" ¿e baba en que ¿uu mímbn.o¿ nepne¿entan lo¿ &L&enente¿ gn.upo¿ - de la ¿oeledad, ¿u¿ valon.e¿ y ¿tu ontentacloneu.(222) El "desarrollo", en los países marginales y atra­sados simboliza eficazmente esta legitimidad de ejerci­cio, por lo menos en calidad de señuelo.(223) V. Secc. 18.

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131En términos más generales todavía, se puede soste­

ner -aun reconociendo la falta de relación entre la bre vedad del^aserto y lo drástico de su contenido- que, en a cuestión de la legitimidad, el interior de las socijs

dades contemporáneas (desde un cierto nivel de desarro­llo hacia arriba) registra tres sectores de posible i— identificación. Una minoría dirigente de clase decide - su actitud legitimadora por rcriterios retributivos* — Una gran mayoría de clase media y obrera aparece movida por modalidades de legitimación consuetudinaria esen— - ^ialmente pasiva y alienada* Otra minoría, más o menos considerable, pero esta disidente, o "contrasociedad", sobre pautas esencialmente ideológicas, niega la vali— dez o legitimidad de todo el sistema, del que propone - la sustitución. (224)

Pero son, más en junto, el reclamo -a veces desa­fiante- de las funciones no idóneamente cumplidas, la ~ presión de nuevas necesidades, la irrupción de persona­lidades de atracción subyugante, la emergencia de reno­vadas constelaciones ideológicas frente al parcial pero indudable desdibujamiento de las tradicionales y buró— cratizadas, las variables con posible fuerza de inciden cia en el siempre inestable cuadro de las legitimado— nes político-sociales. (225)

(224) El Uruguay de hoy permite registrar una evidente aunque también debilitada legitimidad ideológica, de fi liación democrático-representativa en los estratos me­dios de la sociedad. Asimismo, la emergencia extremada­mente fuerte de criterios retributivos de legitimidad - en las clases de altos ingresos y en los grupos socia— les burocráticos y obreros mejor organizados. Lo que — igualmente significa que, a dos puntas, se sobreponen - tales criterios en la práctica y más allá del periodo - electoral, a toda firme, estable validación "por origen” También una legitimidad ideológica (o "contra-ideológi­ca”, pues falla de modo drástico la ilegitimidad del po der político central) es más perceptible que hasta hace” pocos años, si bien está centrada en ciertos sectores - de una pequeña clase media desigual pero efectivamente

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radicalizada, -la juventud y. el estrato- intelectual, .A.. - raíz de la muerte de.los últimos caudillos, políticos de volumen (Luis Alberto de Herrera-, Luis Batlle Berres, Be_ nito Nardone) un elemente complementario fue tentado en la nueva constitución aprobada-en ,1965, Es. la efectivi­dad de un "poder personalizado" (y aun "personal") a tra ves de una presidencia de la República dotada de grandes facultades (Cf. nuestro artículo: "Los dos ejes del plan reformista:' neo-caudillaje y -planificación", en "Epoca",8 de'diciembre de 1964). El breve, período que cumplió el General Gestido hasta 1967 no permite dictar ;fallo sobre la viabilidad de la tentativa, siempre que se encuentre investido del rol ejecutivo presidencial una personalidad dotada con ese mínimo de condiciones desde el cual pueda empezar1 a actuar el refuerzo institucional, Del suplente electo' en noviembre de 1966 sólo cabe aseverar que no — llega- a ese mínimo y, en un trabajo de esta índole, re— presentaría tarea-tan innecesaria como disonante enume— rar todos los motivos.para que ello ocurra así,(225) Valdrá la pena, en otpa oportunidad, registrar las inferencias que para.el tema de la legitimidad se des- - prenden de los planteos de Herbert Mar cuse., especialmen­te en "El hombre unidimensional" (México, Joaquín Mor- - tiz, 1S68) sobre todo en su Cap. II. Asimismo su provoca- tivo planteo sobre "la sociedad sin padre" y la sustitu­ción del líder en su ensayo "El envejecimiento del psi— coanálisis" (en "Sexualidad y represión" - Buenos Aires, Editorial Escuela, 1968), págs. 13-23.

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Fundación de Cultura Universitaria

■ la. Edición - Marzo de 1969.

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