ensayo borges 1

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La necesidad de una invención: la eternidad. La necesidad de Borges: el tiempo. “El circulo de Viena sostuvo que la metafísica es una rama de la literatura fantástica y este aforismo que enfureció a los filósofos se convirtió en la plataforma literaria de Borges.” Ernesto Sábato El tópico del tiempo para Borges es de gran envergadura, mucho más, quizás que para los grandes metafísicos el tópico del Ser. El tiempo atraviesa todos sus cuentos, como un fluido, un hálito que le da la misma literalidad a sus palabras (pues el lenguaje se desenvuelve en el tiempo) hasta la última palabra desorbitante e impactante de muchos de sus escritos (como el fuego que trata de consumir al soñador, tratandole de dar finalización a su tiempo de vida, pero todo eso es fallido, pues él mismo es un sueño, él mismo es fuego). Como el mismo Borges escribe en sus ensayos, el tiempo tiene su correlato, la eternidad. Al menos nosotros en éste escrito lo tomaremos como un correlato. Borges se permite hacer una historia de la eternidad, un oximoron si nos atendemos a los conceptos en sí mismos, pero a lo largo de la historia humana tanto el tiempo como la eternidad se dijeron de muchas maneras. [1]

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Borges y el tiempo

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Page 1: Ensayo Borges 1

La necesidad de una invención: la eternidad. La necesidad de Borges:

el tiempo.

“El circulo de Viena sostuvo que la metafísica es una rama de la literatura fantástica y

este aforismo que enfureció a los filósofos se convirtió en la plataforma literaria de

Borges.”

Ernesto Sábato

El tópico del tiempo para Borges es de gran envergadura, mucho más, quizás que para

los grandes metafísicos el tópico del Ser. El tiempo atraviesa todos sus cuentos, como

un fluido, un hálito que le da la misma literalidad a sus palabras (pues el lenguaje se

desenvuelve en el tiempo) hasta la última palabra desorbitante e impactante de muchos

de sus escritos (como el fuego que trata de consumir al soñador, tratandole de dar

finalización a su tiempo de vida, pero todo eso es fallido, pues él mismo es un sueño, él

mismo es fuego).

Como el mismo Borges escribe en sus ensayos, el tiempo tiene su correlato, la

eternidad. Al menos nosotros en éste escrito lo tomaremos como un correlato. Borges se

permite hacer una historia de la eternidad, un oximoron si nos atendemos a los

conceptos en sí mismos, pero a lo largo de la historia humana tanto el tiempo como la

eternidad se dijeron de muchas maneras.

En Borges en diferencia de muchos filósofos existe la necesidad del tiempo, no así la de

la eternidad. La eternidad puede ser pensada, pero si esta se lleva a cabo en la realidad,

o al menos unos de los atributos de la realidad, toma tal peso que ésta se transforma en

angustia invasora hasta para el lector mismo y no tan sólo a los personajes de sus

relatos. El consentimiento al pensamiento borgeano acerca de la eternidad lleva a que

los mismos pensamientos se vuelvan pesados materialmente, nuestra cabeza sólo

busque una almohada para descansar ante lo exhaustivo de esas palabras, como también

nuestros ojos busquen párrafos que den por concluido la ficción que se tiene en frente.

Borges escribe en la Historia de la Eternidad que el hombre necesita de la eternidad

para poder vivir entre tantos hechos fugaces, que ninguna cosa, suceso pueda

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permanecer igual tan sólo por un instante. Ni siquiera, como observa San Agustín,

podemos apresar el presente, pues cuando hacemos referencia a éste ya es pasado. Tal

necesidad no sólo es funcional a nuestra vida, sino también la eternidad funciona para

poder armar sistemas cosmológicos explicativos del mundo (como podemos ver en el

Timeo de Platón o en Plotino). Por último esta eternidad se vuelve el anhelo para

muchos hombres, tratar de conquistarla se vuelve también una necesidad. Todos los

intentos, como muestra la historia, han sido fracasos. Borges juega con esa posibilidad

de tener ciertos atributos de la eternidad en un mundo como el nuestro, sucesivo y

perecedero.

El relato al cual me remito es “El Inmortal”, allí la manifestación de la inmortalidad en

los hombres nos muestra un lado siniestro de la posibilidad de ser un pocos eternos. El

protagonista del relato, nos narra, al principio, cuando llega, luego de una intensa

búsqueda, a las afueras Cuidad de los Inmortales cómo es la vida de unos “trogloditas”

(que luego descubre que en realidad, ellos son los inmortales); “no me maravillé –nos

dice le narrador– de que no hablaran y de que devoraran serpientes”, seres

completamente simples y hasta en ese momento el protagonista del relato los considera

irracionales. Luego de pasar por un laberinto, en el cual hay que destacar que aunque en

la narración el paso por el mismo se muestre fugazmente, implicaba una cantidad de

tiempo considerable: “ignoro el tiempo que debí caminar bajo tierra; sé que alguna vez

confundí, en la misma nostalgia, la atroz aldea de los bárbaros y mi ciudad natal, entre

los racimos.” Cuando se adentró a la Cuidad de los Inmortales se dio cuenta que los

únicos arquitectos y constructores de la cuidad se los debía considerar dioses, una

cuidad “que su mera existencia y perduración, contamina el pasado y el porvenir y de

algún modo compromete a los astros. Mientras perdure, nadie en el mundo podrá ser

valeroso o feliz.” Esta obra realizada por las manos de los Inmortales aterra a quien la

ve, no es algo que cualquier ser finito pueda comprender o vivir en ella. Hasta es más,

luego se ser vista no se puede vivir de la misma manera, es toda una revelación, que

como toda revelación tiene mucho de misterio. Tal es la angustia que produce que

contamina todos los hechos anteriores a ella y posteriores a ella, está siempre presente,

en este sentido será eterna entre los tiempos.

Cuando el narrador, luego de salir de la Ciudad y convivir con los trogloditas, luego de

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que un acontecimiento tan ínfimo, la lluvia, le revelase que los trogloditas y él mismo es

inmortal (pues bebió de las aguas del río de la inmortalidad) se da cuenta de lo vano de

la empresa de la construcción de esa ciudad y más aun, de toda obra que emprendan los

inmortales, “ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues

ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal”; “nadie

es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agrippa, soy

dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio, soy mundo, lo cual es la fatigosa manera de

decir que no soy.” “Entre los Inmortales cada acto (y cada pensamiento) es el eco de

otros que en el pasado lo acontecieron, sin principio visible.” Tal caracterización de los

inmortales, tal que era posible encontrar a un inmortal en el cual “un pájaro anidaba en

su pecho”, en un sentido decir que la inmortalidad concede también una indiferencia

con uno mismo y con el mundo con el que lo rodea. El poder transitar por cualquier

porvenir en el mundo, no es tomado con entusiasmo, sino indiferentemente. Todo hecho

sucede, el Inmortal, prevalece. Él es mundo, pero no es mundo de sucesiones que

contengan sentido, sino de puras sucesiones de hechos y objetos sin brillo alguno, pues

todos perecen ecos de lo que acontece.

Lo único que da sentido a la vida de los Inmortales es la búsqueda del rio de la

mortalidad, es por ello que luego de siglos de búsqueda, nuestro narrador por costumbre

de tomar de todo rio que se le cruzase en su vida ilimitada, se reapropia de la

mortalidad, se siente vivo de nuevo. Es la muerta la que les da sentido a nuestra vida en

última instancia, es la que hace que todo lo que haya y hagamos tenga forma y sentido

para nosotros.

También podemos encontrar esta necesidad del tiempo, de lo fugaz, de la perdida en el

poema “Posesión del ayer” del libro de Los Conjurados. Es aquí, donde considero

donde mi tesis toma mayor fuerza, es el ejemplo más claro y rotundo.

El poema dice así:

“Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas

perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y

el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que

ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero

escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el

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Page 4: Ensayo Borges 1

que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que perdimos. Ilión fue,

pero Ilión perdura en el hexámetro que la plañe. Israel fue cuando era

una antigua nostalgia. Todo poema, con el tiempo, es una elegía.

Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera,

que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros

paraísos que los paraísos perdidos.”

Escrito ya en su vejez, Los conjurados data de 1985 y Borges muere al año siguiente,

podemos ver la fuerza que tiene la perdida y el tiempo mismo en la constitución de

Borges como Borges mismo. Las perdiciones de uno, nos dice Borges, son lo más

propio de nosotros, porque ya no pueden cambiar ya no esta esa posibilidad de que

sigan otro camino distinto al nuestro, están en nosotros, en nuestra memoria. Sólo

podemos tener memoria si las cosas y los hechos son fugaces, podemos constituirnos

como un “Yo” si tenemos memoria de las cosas y sucesos que nos pasaron a lo largo de

nuestra vida. Cuando “fue” y no “es”, no esta sujeta ni a la zozobra, ni a las alarmas ni a

los terrores de la esperanza. Así como el Doctor Yu Tsun, en “El jardín de senderos que

se bifurcan” cuando habla con el sinologo Albert y éste le revela el secreto de su

antepasado, la concepción del tiempo según su antepasado Ts'ui Pen: “Creía en infinitas

series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes,

convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan

o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades.” Bajo esta perspectiva

cada cosa en el mundo y hasta nosotros mismos comenzamos a bordear a la nada misma

ya que cualquier posible hecho es co-posible con otro por más que ambos sean

completamente contradictorios.

Si existiesen cosas eternas, o si nosotros fuésemos eternos la eternidad; en el primero de

los casos nunca podríamos adueñarnos de ello y de lo segundo, terminaríamos siendo

nadie como ya hemos mostrado en “El Inmortal”.

Se podría refutar la tesis expuesta aquí con otros escritos de Borges como es Sentirse en

muerte expuesta en Historia de la eternidad que explaya quizás, su propia

consideración de la eternidad: “Esa pura representación de hechos homogéneos […] no

es meramente idéntica a la que hubo en esa esquina hace tantos años; es, sin parecidos

ni repeticiones, la misma. El tiempo si podemos intuir esa identidad, es una delusión.”

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Aun dicho esto, para el mismo Borges esa experiencia que tuvo una sola vez en la vida,

es una “anécdota emocional.” La eternidad queda supedita a un suceso más del hombre

mismo.

Haciendo referencia a la cita de Sábato con la que comienza este ensayo, el tiempo es

considerado por Bergson como el gran problema metafísico, toda la metafísica gira

alrededor de poder explicar al tiempo. Lo que nos dice Borges, de diversas maneras, es

que para resolver ese problema hay que hacer literatura, desde allí quizás encontremos

la forma de poder convivir con el tiempo, si que haya una verdadera necesidad de un

correlato estable y permanente como la eternidad.

Bibliografía:

Borges, Jorge Luis, El Aleph en Obras Completas, Emecé Editores, Bs. As., 1984.

-----------------------, Ficciones en Obras Completas, Emecé Editores, Bs. As., 1984.

-----------------------, Historia de la eternidad en Obras Completas, Emecé Editores, Bs.

As., 1984.

-----------------------, Los Conjurados en Obras Completas **, Emecé Editores, Bs. As.,

1989.

Sábato, Ernesto, El escritor y sus fantasmas, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C/ Six

Barral, Bs. As., 2006.

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