enrtq e leonid el tndicalismo - ricardo flores...

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114 ENRTQ E LEONID sus preYisiones. El ritmo dialectico que situ6 en el sistema filos6fico del coloso de Stoccarda, desconocido del ph\cido evolucionismo que «se ali- menta de sonoros cuentos», resalta mas eficaz- mente en el evolucionndo y ya maduro de nuestros dias, que no en el capitalismo primi- tiYo aun de los tiempos en que el pensador traba· jaba en su Capital, del cual se puede seriamente decir, a pesar de las correccioues te6ricas y los complementos doctrinales que espera de una es- cuela menos perezosa y seca, que es el oraciano aere perennius. Hoy mas que nunca beneficio y sa- lario, capital y fuerza de trabajo se afirman )r se niegan reciprocamente en esta viva dialectica de la huelga moderna, que ha transformado el campo de producci6n en un napole6nico campo de bata- lla. Ni siquiera faltan, por obra de fos gobiernos que mas se encarnizan en denunciar, horroriza- dos, la predicaci6n de la violencia obrera, ni el nutrido fuego de fusileria de los Wetterly de repe· tici6n, ni el boletin de las victimas y de los heri· dos. En estos momentos tal vez, mejor que en la epoca en que Marx y Engels redactaban las famo· sas circulares de Marzo y Junio de 1851-repro- ducidas en las ediciones modernas de las Reve- laciones sobre el proceso de los comuni ·tas- , es verdad aquella que ellos llamaron «la revoluci6n permanente». No es la romantica 1·evoluci6n de las barricadas: es la que se manifiesta sobre el mismo terreno de las fuerzas de producci6n, y por esto .. EL TNDICALISMO 115 ataca la misma base econ6mica de la sociedad. Engels habia escrito que las revoluciones en Euro- pa, en la ectad moderna, tienen su curso peri6dico de quince a diez y ocho alios: la historia la observaci6n s61o formalmente, porque en subs· tancia esta lucha revolucionaria invade todos loa poros de la sociedad cada dia, brotando del mer- cado del trabajo y batallada con el arma de la huelga. El reformismo no tiene ojos para ver: cree muerta la letra del marxismo y lo abandona: para trocarlo por la democracia y por el evolucionismo burgues. El sindicalismo, al contrario, como hizo observar Sorel, es, sobre todo, «un retorno bacia Marx». * * * Evolttcionismo y proceso social de antltesis: he las dos concepciones sociales que hoy man- tienen dividido el campo del pensamiento. Son las dos formas te6ricas que responden a las especificas exigencias de clase una del mundo . ' burgues, la otra del nuevo mundo obrero. La concepci6n evolucionistica se figura que en el desarrollo hist6rico prevalece el interes colec· tivo sobre el interes de clase. De ahi deriva la nueva proposici6n tactica de la colaboraci6n de las varias clases alrededor de un comtin interes ' n_o menos fuerte del especifico de la clase, y que t1ende a afirmarse de manera preeminente.

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114 ENRTQ E LEONID

sus preYisiones. El ritmo dialectico que ~Iarx situ6 en el sistema filos6fico del coloso de Stoccarda, desconocido del ph\cido evolucionismo que «se ali­menta de sonoros cuentos », resalta mas eficaz­mente en el capi~alismo evolucionndo y ya maduro de nuestros dias, que no en el capitalismo primi­tiYo aun de los tiempos en que el pensador traba· jaba en su Capital, del cual se puede seriamente decir, a pesar de las correccioues te6ricas y los complementos doctrinales que espera de una es­cuela menos perezosa y seca, que es el oraciano aere perennius. Hoy mas que nunca beneficio y sa­lario, capital y fuerza de trabajo se afirman )r se niegan reciprocamente en esta viva dialectica de la huelga moderna, que ha transformado el campo de producci6n en un napole6nico campo de bata­lla. Ni siquiera faltan, por obra de fos gobiernos que mas se encarnizan en denunciar, horroriza­dos, la predicaci6n de la violencia obrera, ni el nutrido fuego de fusileria de los Wetterly de repe· tici6n, ni el boletin de las victimas y de los heri· dos. En estos momentos tal vez, mejor que en la epoca en que Marx y Engels redactaban las famo· sas circulares de Marzo y Junio de 1851-repro­ducidas en las ediciones modernas de las Reve­laciones sobre el proceso de los comuni ·tas-, es verdad aquella que ellos llamaron «la revoluci6n permanente». No es la romantica 1·evoluci6n de las barricadas: es la que se manifiesta sobre el mismo terreno de las fuerzas de producci6n, y por esto

..

EL TNDICALISMO 115

ataca la misma base econ6mica de la sociedad. Engels habia escrito que las revoluciones en Euro­pa, en la ectad moderna, tienen su curso peri6dico de quince a diez y ocho alios: la historia desmient~ la observaci6n s61o formalmente, porque en subs· tancia esta lucha revolucionaria invade todos loa poros de la sociedad cada dia, brotando del mer­cado del trabajo y batallada con el arma de la huelga.

El reformismo no tiene ojos para ver: cree muerta la letra del marxismo y lo abandona: para trocarlo por la democracia y por el evolucionismo burgues. El sindicalismo, al contrario, como hizo observar Sorel, es, sobre todo, «un retorno bacia Marx».

* * * Evolttcionismo y proceso social de antltesis: he

~qui las dos concepciones sociales que hoy man­tienen dividido el campo del pensamiento.

Son las dos formas te6ricas que responden a las especificas exigencias de clase una del mundo . ' burgues, la otra del nuevo mundo obrero.

La concepci6n evolucionistica se figura que en el desarrollo hist6rico prevalece el interes colec· tivo sobre el interes de clase. De ahi deriva la nueva proposici6n tactica de la colaboraci6n de las varias clases alrededor de un comtin interes

' n_o menos fuerte del especifico de la clase, y que t1ende a afirmarse de manera preeminente.

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116 ENRIQUE LEON!ll

Esta ideologia, tan repugnante al sistema de las ideas socialistas, asi como se fue desarrollando tan pronto como sc cerr6 el extrano parentesis de de los extrai1os utopistas del socialismo (y el mar· xismo escribi6 su epicedio basta demasiado elogia­tivo), ha venido insinm\ndose como un aporte de los intelectuales, introducidos en las filas del mo­viruiento proletario, y que en lugar de permanecer en elias, como los voluntarios en las batallas de la Independencia, dispuestos al sacrificio, quisieron y pretendieron los galones de las jefaturas.

El mismo Carlos Kautsky, el ortodoxo sacer­dote aleman del marxismo, ha puesto el dedo en la llaga indagando ei origen materialistico de esta corrupci6n del pensamiento socialista que preco· niza la superioridad del «interes colectivo>>-esta nueva pretendida alma que va impregnando cada vez m~\s el Estado moderno-. «No estando empu· jados por intereses de clase netamente de:finidos, obrando a menudo conforme al conocimiento tm\s profundo que tienen de los fen6menos sociales, estos intelectuales se sienten a menudo represen· tantes del interes general frente a los intereses de clase, representantes de ideas independientes de los factores econ6micos. El numero de los intelec· tuales va creciendo siempre, y con estos parece ir progresando el interes colectivo frente al interes de clase.,. Conciben simpatias ideates por el prole-_ tariado, y su condici6n social les lleva al socialis­mo mas de lo que el mismo Kautsky cree.

EL SINDICALISMO 117

Como los dioses de Epicuro, que VIVlan en los espacios vacios del uni verso, los intelectuales pue­den darsc cuenta del peso de su dependencia a las clases burguesas y procurar emanciparse, pero se quedan siempre en esta posici6n intermedia en

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el espacio vacio entre el mundo obrero y el mundo capitalist.a. «Nada de extrailo tiene, pues, que sientan el escalofrio del miedo en presencia de las grandcs luchas decisivas que se preparan entre el mundo capitalista y el mundo proletario. Como las sabinas raptadas a sus padres, se arrojan entre los combatientes y les conjuran para que hagan las paces, 6 por lo menos que empleen armas de lucha que no ha,gan gran dailo. »

Asi se originan los dos socialismos que, como dijimos, bajo un mismo nombre esconden dos ten. dencias radicalmente contrarias.

*** No nos atreveremos a decir que esta linea de

distinci6n profunda sea clara en el espiritu de los te6ricos de las dos corrientes del socialismo moder­no. Conocido es el espiritu eclectico que domina en la revisi6n reformista de Bernstein. Seducido por la idea de que la dcmocracia es la palestra po­litica nccesaria para la preliminar formaci6n de las condiciones necesarias para la realizaci6n so­eialista, procUl·a desacreditar el principio de que la conquista revolucionaria del poder politico pue-

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118 ENRI UE LEONE

da por si mismo producir la transformaci6n en sen· tido socialista de las actuales relaciones de propie­dad y de sujeci6n.

E te modo de ver de Bernstein, por mas que formalmente coincida con el modo de ver del sin· dicalismo, difer nciase de este profundamente por el papcl que desempeila en el conjunto de su siste· rna. l\Iejor que conducir ~'1. 1:-~s consecuencias de reforzar el principio de la lncha d clase, se enca­mina ~\ abrir ante los ojos de la clase trabajadora la oportunidad de pensar en construirse organis· mos preferentemente mutualisticos, que la e:s:pe· riencia ha demostrado son una peligrosa desvia­ci6n proletaria de sus fines de clase.

Por lo demas, no debemos uosotros preocupar· nos de las incongruencias de tal 6 cual critico; si asi hicieramos, tendriamos mucho que reirnos a costa de muchos cremendones sociales», como les apodaba Engels, que creen ser todavia puros mar· xistas.

Queda clara y limpida esta distinci6n: el socia· lismo de la Evoluci6n organica, que es, en su espi· ritu, el producto mas avanzado de la ideologia progresista, al apartarse del socialismo mar ista tradicional, atenuando el factor material de la lucha de clase y asignando una mayor importan· cia a los factores politico-morales (democracia) ai modo del socialismo de catedra, reconoce implici·

EL SlNDICALI MO 110

tamente la creciente y m~\s vasta influencia del Estado como corrector gradual de los diarios des· equilibrios sociales. .

Toda la politica del reforn;nsmo presupone, a pesar suyo, esta concepci6n. Este tiende, a pe~~r de las q ueridas diferencias, conservadas en per.)Ul· cio de la l6gica, e;\ coincidir con los habitos y Ia mentalidad del viejo socialismo de Estado. Y como el socialismo de Estado fue el real in vento burgues para cerrar el paso al socialismo del prolctar~a~o, si el nuevo eYolucionismo 6 democrattsmo soctalls­ta q uiere desarrollar hasta la ultima consecuencia su apropiada 16gica y su intimo contenido, debe· n\ asimismo resolverse en un factor de deten· ci6n del socialismo obrero. La superstici6n en la omnipotencia del Estado desciende inevitablemen­te de la predicaci6n de estos principios. El Estado, que con eficacia escult6rea Prouhdon llamaba «el gran indio-ente» este harapiento aque vive de den·

0 ' d' das y de impuestos», este monstruo, qu~ como 1ce Nietszche .. muerde con dientes robados», no puede ' . tener la potencia econ6mica de suministrar el pnn· cipio directivo de la organizaci6n solidaria Y so­cietaria de la producci6n y de la distribuci6n de las riquezas.

La clasica economia politica, que ha engendra­do el libel'ismo, concuerda en esto plenamente con el moderno sindicalismo: el Estado es un 6rga­no de destrucci6n y no de creaci6n econ6mica; es un estorbo no un elemento efecti"Vo del desarrollo

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120 E~RIQUID LRO\'E

de las riqueza La gesti6n parcial que efect(ta de algunos servicios pitblicos modernos, como hace notar Ro()'ers eu sus ensayos de illtCI'p1·etaci6n eco. n6mica de la histo1·ia, estc\. inspirada en un verda­dero criterio de cotweniencia admini trativa. Por esto Pareto, el mas ilustre representante de la nueva escuela» matenu\tica, puede, como \Val·

ras, darnos como uno de los principios mejor basa­dos de Ia E onomia «que la producci6n del Esta­do, caltel'is pa ribn , es nu\s dispendiosa y menos perfecta que la privada».

Conocida es la actitud del liberismo frente a Ia acci6n econ6mica del Estado. Elliberismo nieg-a que I a in tervenci6n de este en las relaciones eco­n6micas pueda tener otro efecto que el de una dispersi6n de riqueza y de una alteraci6u del ma­ximum edonistico colectivo en sentido ventajoso para una sola clase de favoritos.

El liberismo basta procura an·o,iar el ridiculo a manos llenas sobre esta enfermedad moderna, como es la pretensi6n de la omnipotencia legislati­va, mediante la cual, por ejemplo, se ha establecido el coeficiente de cal6rico maximo de las calde­ras de vapory se ha establecido su grueso, pre­cisamente mientras las leyes de la tecnica me­canica se encargaban e:\ rcngl6n seguido de cambiar de sitio los c{dculos del legislador; se ha esta­blecido la calidad de las ruedas del ferrocarril, y Ia ley aun no se habia promulgado cuando ya los descubrimientos de la tccnica aconsejaban mas

EL SINDICA LISMO 121

{ttilmente Ia aplicaci6n de rodajes diversos de los legales.

El sindicalismo moderno tiene alguna conver­gencia de efectos generales con elliberismo.

El liberismo, en sus mas iluminados dcfenso­rcs, fu6 en alg(m modo la negaci6n de la economia de clase, de aquella vulgar apologctica que, segun Marx, tenia por objcto no descubrir otras leyes y no formular otros axiomas que no fuesen c\ gusto de la policia.

Es propia de los periodos revolucionarios esta caracteristica de hacer nacer formas de pensamien­to atrevidas, que saltan los cstrechos confines de clase, y que rompiendo las ataduras, se acercan a la verdad cientffica.

El liberismo puede llamarse el producto cul· mina nte de estos momentos revolucionarios de la burguesia.

Nada maravilloso es, pues, si elliberismo doc­trinario, orgtmica e integralmente concebido, re­macha e ilustra aq ueilas mismas leyes econ6micas y aqucllos mismos datos sobre los cuales se funda positivamente el siudicalismo.

Es comun a entrambos la noci6n cientifica, que la actividad econ6mica osta gobernada por leyes propias; que no hade confundirse la esfera politica con la zona econ6mica; que los procesos de la vida material no tienen que ver nada con los procesos de la vida del Estado, siempre g·uardia civil arma­do de la raz6n de los fuertes contra los dcbiles,

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1-~~ -- W RIQ 'Ill LEO. 'E

lobo con las on•jas y oYeja con los lo bos capita­listas.

En cambio, en el seno d lmoYimiento socialis· ta formnda. Ia tradicional consideracion realistic

I

del proce o ocial, ba vegctado una literatura ig-norantc, amant de formulnr el sociali mo como la an tite is plena del li beralismo. Fn rte con e ta di­ferencia e pecifica, que a1 oyaba orgullosamente sobre va1 ios textos cl<.\ icos del sociaJi mo interua· cional, adquirio atrevimicllto teorico el prejuicio e tadisfa bacia el cual e taba empuj, do y solicitn­do el sociali mo a medida que le faltabanlas bases purament obreras de sus origencs.

Y no obstante, ie tan evidente en l\Iar.· la afirmaci6n de la iucapacidad del E tado para pro­ducir lo cambios ecou6micos! Cuando leemos en J aure , en Bern tein, ha blar de so cia Jizaci6n a prop6sito del traslado d al«unas industrias alba· lance del E tado, no comprendemos c6mo es posi­ble que el absurdo pueda efiorearse de mentes tan abiertas y talentudas. Pase por Jaur , cuya igno· rancia de las fu ntes del marxismo es tan mani­fiesta, que ba discutido con D chanel en plena Cit­mara francesa sobre una ley del valor de ~Iarx postiza y ap6crifa, al punto de causar extraileza ha ta a los ujieres que le e cuchaban. Pero ;.\ Bernstein, que ha tenido la reputaci6n de su con­tracritieo Kautsky, que le ba defendido contra l,

ElL l~DJC.\LJS)!O 123

acusaci6n de Bcbcl y de Liebknecht como «uno ~e

1 mejores campcones del marxismo", <,yue pasaJe d:s Marx le autoriza para bacer una confusion tan deplorable ntrc socializaci6n y estati~a~i6n'? En sentido 'preciso, estas dos formas de act1v1dad cco­n6mica son como el negro y el blanco: son como dos caminos diametralm nte opuestos. La estatiza­ci6n de una actividnd ccon6mica es cl pasaje de la industria dcsde la actividad individual de los ca­pitalistas a la gesti6n de la clasc capitalista como entidnd colectiva. La estatizaci6n es como un ca­pitalismo de sco·undo "Tado. Porque el criterio de la esta tizaci6n es el beneficia de un presupuestot el beneficio de Estado, mediante ~a fijaci6n legal del can\ctcr de monopolio otorgado a una deter­minada actividad industrial, y esto, como el libe­rismo econ6mico prucba documentalmente. pucde ser frecuentementc una mala aplicaci6n de la ley del minimo medio. A menudo tambien, como suce· de con el tele.,.rafo y el telefono, la medida econ6· mica coincide

0

con nna t<.icita medida de policia. De toda esta nueva serie de relaciones que al

reforzar el Estado r fuerzan la base misma del do· minio burgues, los socialistas de la Evoluci6n or· gtinica sc muestran contentos, porque ven en ellas el encaminamiento y la actividad bacia la sociali· zaci6n de los medios de trabajo.

A esto debia inevitablemente conducirnos el socialismo d0 p, rtido, el cual, desarrollando una actividad prevalentcmente electoral sobrc el terre-

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l:?J/ EXRIQUE LEONE

no del Estado, debia acabar hiperbolizando toda reforma de democracia y presentar el socialismo de Ja producci6n como la suma y el resul tado gra­dual de esta metamorfosis del Estado moderno. La ampliaci6n de los poderes del Estado sc rcsuelve, como ya dijin1os, remachando las cadenas al pie del proletadado oprimido. El paso de la industria al Estado significa, como ya hizo obsenTar 4\.nto­nio Labriola, reforzar en las manos de los domina­dores los medios econ6micos de opresi6n. «Hay cri· terios de valor-explica 'ax-por los cuales {t. veces es n1<is con \"eniente satisfacer una necesidad por medio del Estado, mediante cl impuesto, antes que por medios privados, mediante la compra ordina­ria de mercado."

Aparte la intenci6n apologetica del impuesto que lleva ;;\ ax <i imaginar una «hacienda pura•, en la cual cada contribuyente paga voluntaria· mente cl impuesto como coste de una mayor ven­taja que le presta el Estado, es probable y es presumible que hasta en el socialismo algunos ser­vicios correspondientes a necesidades sociales in­distintas y no individualizables los gestione la colectividad, mediante un impuesto sobre la cuota de las entradas de cada uno 6 mediante impuestos indistintos sobre el producto social neto. Pero se· mejante principio tiene un valor diferente segun que funcione en la economia de Estado 6 en la eco · nomia socialista. Aqui este se complica con fen6-menos financieros de clase; en el socialismo actua-

EL SINOICALISMO 125

riase de una manera m{ts espontanea, segun las leyes de valor, claras por la organizaci6n aut6no­ma de la producci6n, libre ya de toda ingerencia exterior. Presentar, pues, los criterios de la mo­derna estatizaci6n como la nueva J'egla de Ia pro­ducci6n socialistica, significa adherir~e a una con­cepcion filistea del socialismo, que bien puede ocultar el prop6sito de reencarnar el capitalismo, con sus apanajes de beneficio, de renta, de trabaj(} no pagado, debajo de las brillantes vestiduras de la igualdad formal y de la unidad colectiva.

***

No es, por consiguiente, alegrandose de las atribuciones del Estado moderno, ampliandolas, transformt:\ndolas y recomponiendolas, como el proletariado, 6 mejor el partido politico que se arroo·a hablar en su nombre, podra traducir la

b

realidad socialista. Pero lo absurdo de semejante tentativa, 6 sea

servirse del poder publico por si mismo como centro de la reorganizaci6n social sobre la base unitaria e igualitaria, esta concepci6n de sicofan­tes ha acabado siendo el espejismo de los· partidos socialistas.

De aqui aquel desprecio que siempre han pro­digado a la actividad corporativistica de las orga­nizaciones de oficio, por ellos consideradas como un fen6meno espi1reo y accidental de la actual fase

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126 ENRIQUE LEONE

eapitalista, mientras la experiencia hist6rica va demostrando cad a dia m{t.s que son la base, la real subestructura econ611].ica sobre la cual se erigir{m las nue\'as relaciones de la vida socialista.

Los neosocialistas de Estado, producto hibrido de la defectuosa constitucci6n del socialismo en partido, creen 6 se ilusionan creer que pueden per­manecer, a pesar de este prejuicio estadista, sobre el terreno de la lucha de clase. Aqui es donde esta fuerza real del mundo moderno resulta para ellos una frase, un juguete 16gico, que pueden manejar a su antojo y cuyo curso pueden indicar, es decir, lo que debe hacer cum gl'ano salis, y .sobre todo lo que no debe hacer.

El prejuicio del socialismo de Estado renace en el seno de estos intelectuales del socialismo de partido. cEs costumbre del socialismo cientifico - ad~ierte Engels- considerar el proletariado como la t:mica clase llamada a obrar, mientras sus te6ricos deben limitarse a presentar clara a los proletarios la naturaleza y el objeto de su acci6n.» Actualmente la concepci6n politicante del socialis­mo cree poder prescindir de Hamar al proletariado a obrar. Bastara que obre la 1·use politicante en el seno de los Parlamentos burgueses para que se haga la historia sin inutiles dispendios de fuerza. De todos los in ventos modernos, este es el mas im­portante; a partir del telegrafo sin hilos, los politi­cos han inventado la revoluci6n sin la acci6n di­recta de los interesados. Como en el feliz reino de

EL SJNDICALIS:ItO 127

Bengoda, de que nos habla Boccacio, dcsde lo alto de la montaiia de queso del Parlamento la nueva clique intelectual del socialismo guisara la comida socialista, que los proletarios, sin molestarse, po­dran engullir desde abajo.

La insultada Providencia celestial halla su sus­tituto en la Providencia del Estado. Y si bien la nuevl! es tan sorda como la antigua, los caudillos de la demagogia proletaria tienen demasiada con­fianza en su savoir (ai1·e para que no la induzcan poco a poco a plegarse a sus quereres e imposi-

ciones. Ni siquiera bay contradicci6n entre este ideal

de progresi v a evoluci6n estatal bacia el socia­lismo y la denegada concentraci6n de las indus-

trias. Bernstein, cual nuevo Alejandro, ha cortado el

nudo. No se necesita la concentraci6n cada vez mas extensa de la industria para que el Estado Y el municipio socialicen la empresa; ya hay unos critcrios de utilidad social que proveen; «basta pa­rece-agrega el critico berlincs-que la socializa­cion (siempre en su sentido macarr6nicamente burgues) estc\ en sentido inverso del grado de con­centraci6n ».

No se necesita gastar mucba saliva para de­mostrar que los adversarios del socialismo no han sabido figurarse la socializacion sino almodo esta­tal de los actuales evolucionistas organicos. Hasta podria decirse que estos ultimos fueron ala escuela

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1:38 ENI\ll) t,;E LEO, E

de los primeros para confundir el socialismo tan peregrinamente con el estadismo. De Leroy-Beau­lien {1. Pareto, de LaYeley a . 'cbtiffle, de Proudhon :.'1. Boccardo, la critica al socia lismo es la critica al estadismo.

El sindicalismo no es mcnos severo que el libe­rismo contra la concepci6n esta dista de la pro­ducci6n. No la cree actua.ble. Faltarian las leyes automaticas, t:wicas que hacen sea posible el des­arrollo del organismo econ6rnico. El conato de tra­ducirlo en acto deberia desarrollarse a traves de una serie de providencias, de rigurosas coercio­nes, de sanciones, de disciplinas autoritarias, en cuyas bases nadie puede calcular siquiera aproxi­madameute el despilfai'I'O de las fuerzas y de las riquezas; I a di vergencia de Ja efecti va com bin a· ci6n de los coeficientes de producci6n con la com­binaci6n naturalmente necesaria para producir el maximo tltil para todos; la serie de errores en el establecirniento del preven ti\·o necesario; la res­tricci6n del producto t\ continuaci6n de la dismi­nuida elasticidad de iuiciativa del grupo de pro· ducci6n ...

El Estado, 6rgano de naturaleza politica, en la absurda bip6tesis por nosotros considerada con el solo objeto de polemica, pero sin desconocer su irrealidad practica, atentaria contra las mismas fuentes de la vida. Pero afortunadamente esta con· cepci6n es una utopia que la realidad de la lucba de clase obrera desbaratara inevitablemente. No

El. SL'Drt:ALIS)IU 129

tenemos, pucs, necesidad· de repetir la lirica de­precaci6n nietszcheana:

·E~tatlo se llama el mas frio de todos los monstruos . E frio en el mentir, y solo mentiras saleu de su boca. -En Jo. tierra natlie es mas grande q ne ) o, yo soy el de<lo regnlndor tle Dios-rnge el monstrno. Y no ~olamente lo::; ore.imlos y lo;~ miopes caen de rodill as ; basta en Ia. almas sublimes in ·imia su embnstes .»

Esta mentira estat6la tra , que se ha filtrado su­brepticiamentc en las «almas sublimes» del socia· lismo, es inocua como fina lidad, porque no puede realizarse, pero puede ser peligrosa si con sus ilu· siones fascinadora,s distrae el movimiento socia­lista de su efectivo camino.

* * * El Estado es el 6rgano politico de dominio de

la cla se burguesa. La incapacida d del poder politico para deter·

minar una transformaci6n econ6mica la ad virti6 tambi6n Loria, diciendo que era un directo coro­lario de la admisi6n del materialismo hist6rico. Loria hace notar quo los aparatos politicos, juri­dicos y morales facilitan t\ la clasc dominante el poder evitar, no ya el peligro de ver cambiada la forma hist6rica de producci6n, que no estt. en el poder de ninguna insurrecci6n en si misma efec­tuarla, sino para. dificultar cl pcligro «de un cam· bio de personas propietarias». De nuestras criticas

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130 E "IUQUill LEO<lll

de la corriente del neosocialismo de Estado pode­mos sacar dos conclusiones: que si cste pudiese triunl'<lr actunria nna forma de sociedad que no seria la de ln eliminaci6n de las clases, y qne en si llen1 la incnpacidad inuata para convertirse en una rcalidad :No es peligroso por sus fines lejanos, sino por las dispersiones inmediatas de fuerzas \ivas que puede ocasionar con su quimera.

El socialismo, la instauraci6n de la futura so­ciedad de los Iguales, no la piensa, pues, el sindi­calismo tal como la comprendia Owen, figurc\n­dose su nue,-o muudo de fraternidad, que podria entrar de golpe en la historia «como un ladr6n nocturno .

Owen, en los ultimos ai1os de su vida, habiendo muerto en 1836, tuvo la desilusi6n amarga de ver todo el absurdo de su concepci6n utopistica, mien­tras que Saint·Sim6n y Fourier habian muerto ya cuando, con el Jlfanifiesto de los Comunistas, se iniciaba la nueva {o1·nw mentis del socialismo.

BaJo muchos aspectos, la corriente del revisio­nismo reformi ta es un regreso al utopismo: es por esto por lo que mientras profesa una mira evolu· cionista de la sociedad, en realidad es menos apto que el sindicalismo para comprender el necesario preliminar grado de madurez econ6mica precisa para Ia rea lizaci6n de la nueva producci6n socia­listic a.

La frase "conquista del poder publico» ha ad· quirido un ntlor extraordinario en las mentes in-

ElL SlNDlCALlS.MO 181

~ultas de las masas electorates. Se ha creido en una facilidad del proceso de formaci6n del socialismo que esti bastante distante de la realidad. Piensen lo que piensen de la multitud del movimiento los capita.nes de la fracci6n democratico-social, es dcrto, sin embargo, que la persuasi6n de la proxi­midad del :Milenio socialista ba sido viva en las masas precisamente por la unilateralidad politica del movimiento socialista y por la infatuaci6n de la conquista del poder mediante la papeleta elec. toral, como medio suficiente para la transformaci6n socialista. Al proclamar el siudicalismo la insu:fi­ciencia de esta vieja tactica, al formular el prin­cipia de que el gradimetro de los progTesos socialis­tas no es el sufragio, sino la base de organizaci6n puramente obrera, relaja el ritmo del proceso so­~ialista sin negar su forma antitetica.

* * * Se ha querido sacar partido de la declaraci6n

de Engels en el prefacio aleman de las Luchas de clase en Fl'ancia, como una abjuraci6n del marxis· rno de su vieja concepci6n revolucionaria. Este error, tan colosal, ha hecbo presa en la concieucia popular. Si el mismo Engels, se ha dicho, conviene en que el mundo anhelado de la socializaci6n esta lejos, se impone una Ut.ctica nueva: tt\ctica de adap­taci6n y de transici6n.

c,Pero que tiene que ver el elemento tiempo con

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13:3 ENRIQUE LEONE

la forma del proceso social? Nada tan dificil como la previsi6n en las ciencias sociales. El error de valuaci6n cs en estas inevitable.

Si :Marx observa el recobro de las clases bur­gucsas de Europa como contragolpe de !a guerra de la Iudcpendencia americana del siglo XVIII e infiere la prevision de que e:\ la guerra ci Yi! america­na del siglo XIX debe seguir otro contragolpe em·opeo de indole proletaria, es un procedimiento cientifico vicioso, cuya responsabilidad cac sobre el. Es simplcmente una mala y facilistica aplica· ci6n del metoda de observaci6n, que no perjudica la concepci6n general que se habia formado de la sociedad, que contintla siendo exacta {t. pesar del abuso de Ia prevision. Ni hay que olvidar tampoco que este error de previsi6n de Marx y de Engels era subjetivamente inevitable: su alma de fuego, encendida por las llamaradas revolucionarias de su tiempo, debia aumentar los latidos de su cora­z6n v hacerle ver, por un error de 6ptica, que era inmi~ente la catt\strofe social, y por un error de act:1stica bacerle oir el canto del galla 1'ojo de la viailante aurora revolucionaria. 0

Y aqui esta el absnrdo en que caen los sostene· dores de la crisis del espiritu mar -ista: los crrores de previsi6n de este 6 aq uel escritor, aunq ue sean de los mismos autorcs de una doctrina, no en ucian la concepcion, asi como el caminar lento 6 apresu· rado no nos dice si estamos en el buen camino.

El sindicalismo, en su posici6n de revisionismo

EL SI~DICALTSMO 133

socialista, aporta el nuevo dato de la integraci6n delmovimiento socialista, fundado en la base rna· terialistica y econ6mica de los nuevos 6rganos de los trabajadores asociados, y por esto impide las exageraciones excesi vas.

Un partido socialista maduro para el poder, que tiene la mayoria de los sufragios, que ba en· trado en posesi6n legal del poder ejecutivo, no es capaz de transformar la sociedad sobre las nuevas bases de producci6n.

Un partido que siente y preve que puede, sobre el tablero puramente politico, derrotar voluntaria­mente a todos los demas partidos, no tiene por esto mismo la eficiencia de actuar la nueva orga­nizaci6n social.

i~Iuy al contrario! Si de repente entra en pose­si6n del poder-con un golpe de mano afortunado y Yictorioso-, no conseguira el objetivo y fraca· sara el mismo, indcpendientemente de la buena voluntad de sus jefes, si la clase ob1·era, como ca· tegoria econ6mica de producci6n, no esta bastante madura para encargarse de la producci6n de modo aut6nomo de las riquezas sociales y para formarse el libre plan de inteligenciaci6n, de federaci6n entre los varios grupos productivos bajo la egida del Sindicato. El socialismo no es el producto poli· tico de un partido que entra en posesi6n del Esta­do, que con su arbitraria ingerencia autoritaria organiza el trabajo: es, al contrario, el producto de la acci6n directa del trabajo ya potencial mente

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131 ENRIQUEl LF:O~E

organizado en sus sindicatos de oficio, sobre el terreno natural de los intereses, y por esto capaz ya de transferir el poder directivo do la. sociedad, del actual aparato politico del Estado al nuevo apa­rato que va elaborando ...

Dijo Engels que el socia lismo es el pasaje del reino de Ia neccsidad al reino de la libertad. Por esto el socialismo no es el producto de una serie de actos coercitivos externos t\ la clase traba­jadora, sino la afirmaci6n del nuevo contenid() aut6nomo del mundo obrcro en vias de organi­zaci6n.

El movimiento socialista e~ta en esta capacidad de fuerza obrera: capacidad econ6mica, consisten­te en el amaestramiento, en el contacto de todos los trabajadores para dirigir la masa de los medios de producci6n comunisticamente, y capacidad po· litica, manifestada diariamente, sea por el camino positivo de una acci6n parlamentaria, que siga como la sombra al cuerpo, a Ia capacidad econ6-mica de la clase trabajadora, 6 sea mediante una acci6n negativa, de presi6n sindical (incluso la concertada abstenci6n del trnbajo) para defender la autonomia de su desarrollo.

Toda actividad, toda manifestaci6n politica del indicato con respecto al Estado debe consio-uien-

' b

temente espejarse en la f6rmula feliz de Sorel~

cDespojar al Estado de sus funciones para enriqne· cer la potencia del sindicato de oficio.,.

De estc modo el socialismo se coloca de nuevo

EL SINDICALJS:\10 155

sobrc bases originarias: se convierte en un pi·oble­ma de fuel'za.

Una itcci6n no congrua a esta fuerza es csteril, t\ pesar de las aparieucia.s.

La llamada lcgis1aci6n social, si noes el efccto, el contrngolpe, el rellejo, la sanci6n de la preceden­te manifiesta costumbre obrera y de la presi6n de las necesida.des de los obreros organizados, sere­suelve a. mcnudo en un obstaculo al proceso econ6-mico y politico de la lucha de clase.

Cuando se dice, como Turati en el Congreso de Bolonia, que las reformas que vienen de lo alto SOU utiles igual que las que YienCU impuestas desde abajo, se cae en uu desalifiado lega.litarismo que repugna a los mits elementales principios del rea· lismo hist6rico. :Merlino dice mny bien: la ley debe seguir y no debe preceder la costumbre y la fl\erza obrera, y aun asi, agregamos nosotros, la ley vale, no porquc sea coerci6n estatal, sino solamentc por­que es rcftcjo de un nuevo grado del desarrollo de las capacidades, un nuevo estadio de la fuerza de clase obrera.

i,El socialismo-reduciclo t't uu problema de fuerza-rcsulta acaso prosa <'trida, dejando de ser haz de luz inspiradora de heroismos y de tenaces as pi raciones?

No; porque nace, como refl.ejo de esta formaci6n de fuerzas proletarias, una nue\·a ideologia, una nueva conciencia, una nueva moral.

El boicotage, el sabotaje, ellabel, son formas de

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136 E.'RlQUEl Lli:O, ·m

lucha obrern que repugnan al com(tn y c0nsolidado preccpto de moral. Entl:'etanto estas, {t tra-ves de la negaci6n de la moral presente, que intenta crear conceptos de oblig·aci6n entre personas de varias clases, crean, en el seno de una sola clase una

• I

moral de solidaridad que comicnza a conocer las m<\s sublimes ele\·aciones del sacrificio.

Pero <'t Io que debe hacerse atenci6n-y en este punto no coincido con Sorel-es que el proccso etico del soda!i~mo es el consiguiente y no elan­tecedente de las fuerzas y de la capacidad tecnico­economica de los obreros organizados.

Yaqui esta el irresistible, el irreductible arrojo del socialismo moclerno: si este fuese un ideal eti· co, en lugar de ser expresi6n de una relacion de fuerzas economicas, toda nuestra prevision sobre su suerte futura coincidiria con un puro acto de confianza, no con una persuasion hija del desarro· llo real de los hechos hist6ricos, sociales y econo· micos.

Hemos Yisto ya como el materialismo historico se con\·ierte en una colision, personalizada ~n la iustituci6n burguesa (el Estado) y en la nueva ins­titucion proletaria (el Siudicato). E-3to es la lucha de clase: manifesta,cion politica.

En el inmeuiato campo economico se desarro· llan las fuerzas, del cual brota como el rio de la fuento cl proceso de la lucha de clase.

Hcmos hablado ya de la analogia indirecta que intercede entre el socialismo y elliberismo: nada

EL Sl~DlCALJS)lO 137

de extraiio tienr> si en traml~os nose colo can en una actitud hostil bacia la actual invcstigacion cienti­fica de economia.

La clase, subjetivamente obrando, presa asi por la p1·a.L·is del sindicalismo, no pucdc ser mas que el resultado de intueses homogeneos. Ahora bien; (,que es-economicamente hablando-el inte·

1·es de clase del trabajador que le une a otro tra­bajador en un solo organismo de oficio en lucha contra los coruunes ad versarios?

La economia cdonistica moderna nos da a este respecto prcciosas enseiianzas que no me es posible indicar aq ui.

* * * Bastara recordar que, como Marx intuyo, aun-

q ue vao·amente el sindicato de oficio es la uni6n 0 I

de los trabajadores para hacer la competencia al capital.

Conforme al postulado edonistico, fiodo agente economico tiencle a conseguir una suma de satis· facciones (expresada en bienes) iguales a la de cualquier otro. Alii donde, en efecto, segim la ley de competencia (la cual <i su vez es una consecuen­cia de las leyes gorscnianas de la maxima edonisti· ca), un agente ccon6mico A percibe un beneficio ma'-·or deB el seo·undo tended, a transferir su ac-

J I 0

tiviclad en las mismas formas y en el campo de empleo del primero. Simbolizando ahora en Ala

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13S E:'Jtllll'bl LEO. 'F.

cntegorin economica del capit. li t.1 . · en B la. del proletario, B tendera :\ comp tir con A. El efe~to seria igunlar ambos ucncficio~; pero estc cfecto Io impiden las fayoraules circunst. ncias en que se cncuentra A pan. poseer los medios c ·tcrnos del trabajo deB, micntras que B queda despojtldo de aquclla . Pero el capital apropi. do do.\.. noes mas que un oust;\culo· no e una fuerza destructora del egoi mode B, que lo cmpuja :\ competir con A. De donde I3 y todos los que se encuentran en id€mticas condicionc su~·as, ejcrcen pre::i6n contra el ob . tt\culo para climinarlo. Asi que Ia lucba. de las agrupacion0s de B en sindica to est{t engendrada por una fnerza idenfica en cnda ramo de oficio. Y

sta idcntidad es lo quo facilita al 'indic, to poder traduc-ir comph•tamentc en acto las fuerzas de Ia luch de clase: en esta idcntidad homogonea de e ta fuerza concurrente-la cun l es el alma econ6· mica del .'indicato-re ide Ia causa inevitable de la formaci6n del proletariado en unidad como . )

pa~a]e de In COJ'j_Jo,·acion de al'fe :\ la conciencia politica y nwl'al de clase autonoma.

Los politicos, en camuio, atriuuyen al indica· lismo el defecto de querer estane, r ~ l sociali moen lOB C"'OlStllOS C01'J>OI'af il:isf ico. · de }a cia SO 0 Ul' ra.

Pero preci amente el mismo Bernstein en pe1:so· na se ha leYanta.do contra la cr encia tan comt'm de que el sindiealiamo st>a l natural t boratorio del espirifu co1·po,·ati1:o. f:ste no e encuentra en cl sin ieato; en este es donde l< e.·periencia. y

El, SI.'OlCA 1.1 \tO 139

los hrchos lo tcmplan y trans[orman en tcrsa e in­flexible hoja de solidaridad y de lucha do clase.

Nuestra e. plicacion permite comprender, desde el pnnto de vista ccon6mico, por que las circuns· tancias tecnicaa heterogeneas y las dil'erentes po­siciones 1t1ateriales de las varina clases obreras que se organizan en ramos de industria no impi­den de ningt'm modo la acci6n concertada (le clase, antes mejor la solicitan y la fecundan.

En efecto, elmomento de origen de la fundaci6n do cnda sindicato est<\ en una fuerza com\m e igual, como lo cs la ley de atracci6n; y asi como esta ley no vari<t con el varia.r de los objctos que la sufren, de igualmodo ln. fuuza concw·!'ente que empujn. :\los obreros <\ organizarse uo varia con la

especificaci6n de los oficios. El proletariado es uno y homogeneo econ6mica·

mente, , tan s6lo por csto puedc adquirir la cons· ciencia de comUilCS superiorcs interese do clase.

.\. Ia luz de estos principios no es dificil dcacm­barazarse d las objeciones que la sofistica de los adversarios va pacientemente acumulando contra nosotros, y que aqui ni siquiera. podemos tenerlos en con identci6n. 'i Ia fuel'za de conczu'l'encia de la cate(J'oria. econ6mica del salariado impulsa al

0

proletariado, como clasc y como agrupaci6n do fucrzns eo·oisticas al rcmovimiento del capital, ' .

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140 ENRIQUE LEO.'E

quiere decir que el sindicato de o(icio es re""ol · • , · v UClO·

nano por mdole y en una mancra independiente del fin que se representa y que es capaz de fi u­rar~e. Las lucha.s iutermedias que combaten pol~ Ia meJora ~el ~alar.w,. por la disciplina de los talleres, por .la dtsm1uuc16n de horario, etc., son· todos epi­sodlOS que refuerzan esta fuerza concurrente sindi­cal. Pero como enseiia la ciencia ecou6mica l

t . ' a

compe enCla entre los servicios econ6micos , en nu~stro caso la competencia entre el servicio tra­baJo y el.servicio capital, no se detiene sino alli donde se Igualan las utilidades couseO'uidas Ah

• j.

1 o . ora,

mten'~>ras os proletarios se vean impedidos de en-contrarse en las mismas condiciones de posesi6n d~ los medios ex.ternos de trabajo, ser~\. siempre Yl va en el.los la energia egoistica para recuperar estos medlos. y la asociaci6n ex.clusivamente obre­ra crea esta posibilidad trasladando las condicio­nes ~x.te_rnas del producir a la posesi6n colectiva del smdlcato. La experiencia comienza a enseilar que s6lo en esta forma social se sosieO'a la fuerza concunente. Las huelgas son aproxfmaciones a este estadio econ6mico; aplicando aquellas esta fuerza concw'l'ente, crean la conciencia de sure­su:~a.do inevitable "':i enseilan el camino que debe seo mrse para resoh·er el confl.icto: la ex.propiaci6n de A a beneficio de la colectiYidad de B.

De es~as observaciones se desprend~ la indole morfol6gtca efecti \Ta del sindicato de oficio el cual no es una a · · ' panene1a de asociaci6n democratica ,

l

\

EL SlNDIOALISMO 141

sino una instituci6n nacida de las leyes ecou6micas capitalisticns que deben cngendrar en si la osa­menta de la nueva sociedad. Del sindicalismo puede decirse en un modo mas preciso q'!le de todas las detmis formas te6ricas: el socialisnw deviene.

Esta concordia del movimienio de clase con el postulado -edonistico de la Economia modern:-1, nos da el derecho de proclamar que-gracias~\. la Yi­si6n sindicalista-aun desvanecido el proceso de concentraci6n de las fortunas, el socialismo tiene una base mate1 ial de necesidad.

Esta necesidad surge del interes, de la volun­tad necesa1·iamente infl.uida para traducir la fuer­za concurrente, bajo el empuje de la ley del egoismo (valor). De este modo el sindicalismo se nos presenta como la manifestaci6n necesaria de la profunda ley de la competencia, y el socia· lismo como la actuaci6n de las necesarias leyes del valor econ6mico. Bajo este aspecto, el sindica­lismo, como dijo el mismo Bernstein, es uu libe1·is·

mo 01'ganizadol'. Pero porque el socialismo sea y continue siendo

una mec;;\.nica de los interescs, (.acaso no conserva. como talla fuerza creadora de los impetus del en-

tusiasmo? En las superiores esferas de las colisiones socia-

les y politicas-por mfts que en el fondo haya este prosaico mundo econ6mico, como el fermento del estiercol debajo del verde cespcd de las fiores-, el drama de la vida hist6rica se colorea y embelle-

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ENlUQUE LEO• E

ce con el choque de las grandcs pasiones, de los ctllidos ideales, del impetu heroico, sea en las obs­cura- tragedias del trabajo 6 en los salientes y cul­minantcs sucesos de la historia.

Pero <\ nadie se le ocurrin\ rechazar esta con· cepci6n rudamente econ6mica del socialismo, como si fuese una blasfemia a la luz de las verdades idealcs. Estas aspiraciones ideales son sueiios qui­mericos, csbeltus mariposas volando por este som· brio bosque del Diablo de la vida moderna, donde luchan entre si lo seres destrozandose.

La vida se muestra rebelde a ser idealizada. El socialismo, que sale de las mismas entra.iias de la Yida social, de la clase proletaria, no es por esto un ideal, sino una lucha de clase. El ideal de la absoluta felicidad humana ui siquiera es formu· lable.

La humanidad, mas pronto 6 mas tarde, segun las hip6tesis de Kant y de Laplace, esta destinada A disolverse junto con el sistema solar. Todo nos inYita a creer que el proceso de disoluci6n de la Yida humana sera doloroso; el enfriamiento de la costra tcrrestre, el rebajamiento de la temperatu· ra, etc., ejerceran una alteraci6n en toda la eco­nomia huruana.

c:Podn\.n los venideros , unidos, como aconsejaba Leopardi, «Cn social cadena », luchar victoriosos contra las nuevas condiciones de naturaleza que nacen\n de la decadencia de nuestro sistema pla­netario? La hip6tesis parece completamente ab·

:m .. SINDICALISMO 143

urda: cuando el ambiente resulta un complejo de condiciones declinantes, el hombre no puede esca· par a esta declinaci6n. Tan ligado estuvo basta aqni al hunms, al "alma tierra», que no podra dejar de seo·uir su suerte.

L~ quimica podra libertarle de la necesidad de la ·ida econ6mica, procurandole el alimento di· recto por vias atmosfericas, tan ricas en alimentos nutritivos; pero si debajo de sus pies le falta el te· rreno, carecen\ de trono. El hombre queda fuera de sitio. Es una particula inseparable del globo, y morin\ con este. La humanidad, como fen6meno limite de su avance, no tiene la cumbre y los faus­tos del progreso, sino la disoluci6n, y acaso la lucha mas brutal, como manifestaci6n de la disolu· ci6n de la civilizaci6n, como consecuencia de los oTandes trastornos en las condiciones fisicas gene­t:>

rales de la vida. El hombre tiene que respirar para poder vi vir:

la atm6sfera en que vive esta adberida, como la camisa de Nesso, ala tierra. Una mente fantasea · dora como la de Quinet, este utopista de la Natu­raleza 6 de Flammari6n, este novelista de las cien­cias ~aturales, 6 de Figuier, el mistico de los llaturalistas, podria temerariamentc aventurarse en la hip6tesis de que el hombre pueda des_pren· derse, ba jo la iufluencia del cambiado a~b1e~te , de su actual estruc tura anat6mica Y fis10l6g1 ca. Respira porque tiene pulmones; pero estos 6rganos pueden transformarse 6 ser sustituidos Y atrofiarse

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141 ENRIQUE LEO~Iil

sin que lc sea imposible la vida. Su ~ida adquirir;i otro aspecto: su ambientc seria el espacio, dado que en este no hubiese una ley de gmvedad que le obligase <1 caer en el vacio. Pero esta hip6tesis fant<\stica de evoluci6n extragcol6gica del hombre es de to dos modos la reconfirmaci6n de que cl hombre no podra en el porvenir conservar cl pa­trimonio de la civiliznci6n sin renunciar a ella; no podrc\ conservarse el mismo si no troc<\nclose en un ser difcrente de si mismo, 6 sea muriendo como homo sapiens , para convertirse en un ser vi\·ientc en los espacios interplanetarios.

* * * ~.Pero qu i€m piensa en el fragor del combate en

csta preYisi6n pesimista del futuro? La humanidad est;\ toda Yia en su in fan cia y no tiene por que prc­ocuparse de su fin, que ta n lejano parece ...

Es verdad que no ban faltado quienes propu· sieren 110 ocuparsc del socialismo- Stecchetti entre otros-, porque el sombrio porvcnir d la tierra es su aniquilamiento. Pero los trabajadores-empuja· dos ti obrar por una (ue1·za concun·ente que noes menos energica que las otras leyes que regulan la salida y el oc<lso del sol, 1·1 vclocidad de la luz y la revoluci6n copernicana de la tierra alrededor del sol-no ticnen por que cntretenerse en cstas me· lancolias del decadentismo Iitcrario y filos6fico burgues. l\lientras la tierra e.xista, nadie, como

L SJNDICALI }10 145

Zola invocaba para el tormento de Dreyfus, podra bacer remontar los rios hacia su fuente; mientras e:xista la tierra, el socialismo proseguira majestuoso su curso.

La humanidad, deciamos, balbueea todavia y tLE ne ante si ticmpo de sobra para ir de victoria en vietoria contra las adversas fucrzas de laNa­turaleza. La historia de la humanidad es reciente.

La que llamamos l11storia antigua esta como , ui en dice ante nuestros ojos todavia. Pascamos 1

y.or Roma a l !ado dd Foro, donde tron6 la voz de Ctc ro n, y a llado d l Coliseo de Tito, doncle el alma p, _, na bacia ostentnci6n cle crueldad adrnirando e, b llo rnorit, de los gladiadores; en Atenas con­t mpl amos todaYia la Acropolis de la edad hele· nic,; en el Cairo tenemos que e.·clamar, como ~ apolet'lll: «Cuarenta sigios de bistoria nos con­tt 1 plan dcsde lo alto de estas pini.rnidcs.»

P.ml que todo el mundo comprenda que Ia hu­nnm idaJ cs dema indo joven, basta imaginarse un ho,nbre cen tenario sucesi va mente basta nuestros uta , desdc el prineipio de la era cristlana, para 'er que diez y nueve hombres puestos en fila rcpre­sentan la historia medio val y moderna y ochenta todu la bistoria escrita. iOchenta hombres, puestos en orden de succsi6n, son testimonios de toda es ta famosa historia del genero bumano, tan llena de u·ucrras de acontecimientos, de dolores y de

b ' triunfos!

lQuien se atrevera a desesperar por el fin de la

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1-!G E. R l ,UE LEONE

bumanidad, cuando todavia estamos en los albores de la hi toria?

* * * Marx dijo que con la lucha de las clases se ce­

rrn.rA la prehistoria de la humanidad. Por primera v z el hombre sera duel1o de su proceso de pro· ducci6n.

Hoy la clase obrera-con la espontaneidad de las leyes econ6micas-construye los primeros nu­cleo de la futura sociedad de los Iguales en estas asociaciones de oficios, que deberan orgauizar y disciplinar la producci6n, libre ya de toda hege­mouia del fuerte sobre el debil, aut6noma de todo superior poder humano.

Y si la fuerza que le empuja bacia esta tarea es ine\·itable, inevitable sen\ tambicn el exito, inevitable tambi(m su objeto.

PodrA el movimiento obrero expresarse a veces en formas te6ricas y en ideologias err6neas: pero llcva en si la fuerza incomprimible que, como an­torcha misteriosa, ilumina su camino.

Porque aqui esta la superioridad doctrinal del sindicalismo. No proyecta a capricho un nuevo sistema social, pero parte del movimiento obrero, como realidad aut6noma y distinta, y en este ve el fecundo surco del cual, como fruto del propio arbol, surgira un mundo nuevo.

Este mundo, el proletariado, como nuevo At· lante, lo lleva sobre sus espaldas. Ni tiene necesi·

EL SINDTCALISMO 147

<lad de que le ayuden. Sus hombros de acero no sc <l.oblan. El canto seductor de la Sl1·ena legalitaria, parlamentaristica y burguesa, no le detiene.

Camina. Y se detendra solamente en la cum­bre, cuando el triste presente se haya convertido en horrendo pasado, sepultado en el olvido y re­eyocado entre estremecimientos de una compasi6n turdia .

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lY

La economia del trabajo

La reconqui ta-por otro camino-de la se"'LJ· 1 iuau y de Ia iue\Titabitiuad del oC'ialismo, serA el "ran rnerito de Ia doctriua in<licnli ta. ~.!uando epa e ·plicar e~t' fcuomE'no, iempre m;\::; ~rraude, d Ia 11ueva economi. ~indica! con la I yes a e;;urada de !1 econoruia y del valor. En 1 rnomento en que

.treci, del>ia uaurr.lgar en nuestra conciencia • qu lla embri g·< do1 a previ ion de un socialismo fatal por las leyes inco rcibles de la hi~toria, en el mornento en que Ia duda y el cscer tici mo pare cian insinuarse, 1 estutlio tiel fenomeno sindical

evuelve al sociali mo el couocimiento po itivo de Ia propi. uecesitlad.

En el sistema mar. i ta, I a ley d I a lucha de clase fi"'ura como un principia, como un dato de obser ·aci6n sacado de las precctlentes epocas de Ia bistoria. Esta historia se dramatiza: es el choque, el choq ue final.

Reponiendola sobre las bases puramente eco· u6micas, haciendo de ella la necesaria extrinseca-

ET, ST,'DlCA!,JS~tO 14.9

d6n de Ia ley econ6mica del e~oismo, la lucha de cla e cesa tic ser para el indicalismo un momento nu\ 6 meno culminante del desenvolvimiento his­t6rico para cleveni1· una manifestaci6n continutiva

' i bien con intensidad y con actitudes varias y cambiantcs, de la presente vida social.

Es inmanente a las leyc de equilibria de Ia presente economia. El metodo reformista estaha en cierto modo autorizado por esta concepcion abstractamente sociol6gica de ln. luch·a de clase, .como e cncuentra en el Jllanifie ·toy de pues en El Capital, uponiendo que Ia manifestaci6n plena y madura de esta Iucha fucse como el fenomeno limi­te de I a socicdad ca pi talista, como el excl usi vo pt>riodo c1·itico dC'l paso y del trasP.aso de la pre­sente forma social a Ia nne •a que lleva en su scno. Dicbo metodo reformista-conforme al ha.bi· to def ctuoso del marxismo-tomaba un momento de Ia lucha, no Ia lucha como proceso: miraba so­lamente, di pen escnos Ia humildad del parang6n, el punto en el cualla acumulaci6n del vapor hace altar Ia cubierta de la caldera, olvidando 6 des­

cuidando considerar que los movimientos prece­centes son la extrinsecaci6n de la misma fuerza, que luego ll ga al grado de densidad neccsaria para el estallido.

El reformismo, en el fondo, comenz6 propo· niendo timidamente un emplazamiento de la lucha. Conforme a su espiritu excesivamente parlamenta­ristico, propuso una perjttdicial a la bistoria, tro-

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cando Ia realida.d social por una se i6n de 1 Amara legi lati va.

Todo s~1 t jido doctrinal, antes de atreverse a romper abwrtamente con la concepcion marxista lo cornponian los delgadisimos hilos de este racio: cinio: el proletariado no estA todavia. maduro ni adie trado para la contienda social de ln. cual de­bert\ alir, como Ia chi pa al choque del pedernal I a oci dad colecti vista. '

En ~ste parente is preliminar de e pera, el proletanado, en lug·ar de hacer frente en ennemi al domiuio burgue , debe efcctuar una obra de ex· plo.ta~i6u y ~e ate oramiento de las fuerz s capi­tal! tlcas, alu\.ndose con los grupo uu\s avanzados de Ia burgue ia, apo~ ando A aquellos ministerios parlamentario que nnuncien o prometan alguua reforma. que cduque, au. ilie v corrobore Ia c ·is­t~ncia material, moral 6 intelectual del prolcta­nado.

. El reformismo d la fase primiti\·a y el refor­mi mo de la a tucia demag6·~ica formularon de . sto modo su propio pen amicnto en un enunciado llllUI< dor; us epig-onos quisieron continuar siendo

rnarxista.s, pero con una condici6n ... suspensiva.

* ·:~ *

La lucha de clase no es el epiloo-o del moderno­drama social: es toda I a acci6n. El proletariado no debe figurar en ella, como el desfile en las tr, ge-

I< t, INDIC'A 1.1 ~10 151

dias gricgas, en los intcrvalos y en los pasajes es­cen icos, pero de be ser su actor vivo y directo.

El conocimiento de que el sindicalismo pro­cede de Ia lucha, de clase, esti verdaderamente preiindo de e piritu positivo. Noes un priucipio, sino una acci6n; noes un especial periodo agudo de los antagonismos de clasc, que entran en coli· si6n y en guerra campal, sino l:l. explicaci6n asi­dna 6 ineYitable de la normal y permancnte exis· tencia de estos antagoni mos.

Nose debe espcrar nada, sino actnarlo todo.

* * ·~

L·1 lucha de cla e e t<i instruida de la manera que hemos vi to, 6 sea como la fuerza necesaria 6 incomprimible de ln. competencia del trabajo con el capital, que tienc por cfecto de su explic, ci6n una mejora de I,ts condic iones" nericas de los produc­tore trabajadores y un detcrioramiento de las con dicion s de la rcnta de los capitalistas .

En realidnu, Ia lucha del sindicato, cs decir, de lo grnpos organizados, entendidos en su raiz de fuerz;a concnrrente, tiende a colocar el trabajador en ig·uales condiciones del capitalista, a restituirle la posesi6n de los medios de producci6n.

Pero como la fuerza de concurrencia por parte del tra bajador sino-ular bacia el capitalista-por causa de las presentcs condiciones oro-inicas de la economia, las cuales ponen una rna sa de obreros,

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,E, 'RIQ{'E LEONID

{t. veces desmesurada, en depcndencia de una sola empresa, que solidariza los intercses de esta masa-no es practicamente posiblc sino mediante la coalici6n, el acu rdo, la e table ~, mutua inteli­gencia, la esfera de la actividacl individual va que­dando cada vez mas absorbida por una esfera practica de actividad colcctiva obrera, a traves de la cual comienzan n elaborarse principios de con· ducta econ6mica del todo nucvos en las masas tra· hajadoras. La recuperaci6n del poscso individual y particular de los medios de laboraci6n \-a quedan · do de hecllo sustituida-por Ia misma evoluci6n material de las cosas y de Ia sociedad-por Ia re­cuperaci6n de los medios del trabajo por parte de las libres asociaciones de trabajadores. La noci6n de la propiedad individual-con los consiguientes principios econ6micos, juridicos, eticos de conduc· ta-va siendo critica y cspontaneamente superada por Ia conciencia obrera, en la cual comienza a a brirse camino la noci6n opuesta de la posesi6n en comt'w.

Dos sistemas opuestos de ideas y de inclinacio· nes econ6micas juridicas, morales, se delinean y desarra.igan, prod uciendo y profundizando cad a dia mas un abismo infranqueable entre las clases detentadoras de la renta y del poder y las clases sujetas.

De este modo el sindicato de oticio deri van do I

en modo necesario del hecho fundamental de la economia, no por medio de taumaturgico efecto de

El~ SJ ,' DIC1ALIS~f0 153

ideas cxcogitadas sobre la mesa de un utopista 6 de un ap6stol social cualquiera, conviertese en cri­sol de Ia concicncia de clase. Esta conciencia, que plasma y Jirige la participante voluntad de los obreros asociados hacia la sociedad de los iguales, no es uu contagio idealistico, no es la difusi6n verbalmente operada de las ideas de algunos vi­dentes y previdentes, sino que es propiamente hija de Ia obra, de la acci6n, de la prActica sindical. Este espiritu de practicidad de Ia lucha de cia c la salva de las adulteraciones y de los obstt\culos que en vano intentarian frenarla en su curso diario.

Esta lucha de clase, -vasta e inagotable como cl Oceano, tiene como 6ste sus bonanzas, sus altas y bajas mareas, sus tempestades impetuosas, segun las costas que bate y las corricntes que lo atravie­san, pero existe siempre incansable: es como la extrinsecaci6n normal de Ia vida capitalistica.

Las victorias obtenidas en este campo-modifi­caciones de horario, elevaci6n de los salarios, me· joras de los contratos de trabajo, etc. -son las seiialcs, las buellas de su paso; son los puntos in­termedios de esta fuerza de concurrencia que tiende ~\ desembocar, como su conseg·uimiento tlltimo, al rescate colectivo de los medios de producci6n, de las condiciones externas de la producci6n mono· polizadas por el capitalismo, lo cual implica preci­samente la supresi6n de las bases materiales de existencia del capitalismo. De este modo el oficio revolucionario se extrinseca a traves de estas in·

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15!

mediatas Ycntaja~. D Ia follu nubc-si se me per mite c ·pre anne a i-de los ciegos intereses que 'Ill puja n ;_\. Ia s ma as tra bajadoras c't mejorar la ontlicion s tiel YiYir, brota mi1s tarde Ia luz de la

coneiencia de clase, no ;\ pc nr de lo eg·o1smos in· mcdiat s y particularcs de los tra bajadores, sino ~'1.

traYcs de u e.xplicaeion y ;\can a de su afirmaci6n dentro de Ia forma incYit<t ble tle la confraternidad del oficio.

E comim ;_\ mudws ociali ta esta mancra impli~ta de tazonar: In ligas de ~·e . ..;i..,fencia son cl recto y Ia e.xtrin ecaci6n del goi mo; por esto on

ineapacc de c. pre ar las fucrza socialistas que c forman y e elaboran n Ia e fcra superior do

p< rtido. Pcro 'i cl croi mo e' una manifestacion de de 1,1 cia, obrera, quier d cir que es una fuerza que tiene raices n su cspiritu, y e e\·idente que d he tcner'e en cuent . , i el o ·iali mo fue~e el r ultado Lie nn procc o tend nte {t e cluir el egois· mo humano, tal como e c. plica en modo inme· diato en lase pontc'tne s y directa orn·anizaciones de oticio, se traduciria en un e terilisimo conato de dar Yuelta al obstaculo: el egoismo, como fuerza de conducta, empollt r1a siempr en el seno de la. rna a trabajadora, yen el momento de la actuaci6n del plan socialista, reaccionaria en 'rgicamente contra cualquier sistema e.·terno, nu\s 6 menos coercitivo, que se impusiese ala producci6n.

155'

Pero estc raciocinio que enuosa al partido una e peci ~de misi6n ideal de amortiguar y mata.r el espiritu egoistico (6 corporativistico) que se anida en las li~as economicas, elcvando los oureros de Itt csfcra de las materiales lul!has de los intercses ;,\ Ia superior esfera de las ideas, es un prejui~io que contrasta con Ia espontanca sucesi6n de los hccbos y con Ia. ori<Yinaria y geuuina concepci6n del proceso soeialista. La solidaridad de clase debe ser Ia resnltante arm6nica de los varios grupos de interescs beterogcneos que componen la jerarquia tccnica de los otido~; no puetle ser el proclucto de un salto brusco de la esfera material <'t la esfera de las iueas, del mundo econ6mico al politico, sin caer en el error de querer construir un edificio al· ti\'o sobre mo\·ecli;;a arena. Et odalismo cs pro· ceso ccon6mico y no predi aci6n politica. ::-:ii Ia fase cp;oistka y corpomti \·istica mat ca algunos pe· riodos de la vida del organismo sindical, quiere de­cirque 'sta. es nn tL•rmino de pasaje necc ario ha.cia, la ,·eal y no ilu oria y postiza solidaridau de clase.

No deja d scr algo c6mico el desd6n con que al<runos miran los organismos de oficio, conside· randolos omo dai1osos coeficientes y pod roso& impedimentos al espiritu unitario de la luella de clase.

* * * En esta dcfensa que el sindicalismo tom6 ;,\ su

cargo de dar Ia precedencia-en la formaci6n de la

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156 E .' RIQ l 'E LEu.· El

clase-al egoistico organismo de oficio, se ha que ­:rido yer una conciliacion con el individualismo.

El anatcma m;\s pnnzante y m<\s rudo que hemos o1do silbamos en las orejas, ha d0rivado precisamente de este can\ctcr de individualismo

ue marca la concepci6u sindicalista del soc ia ­lismo.

La acusaci6n es un honor. , olamente el terco mi oneismo de la !rase; solamente los retardados delpensamicnto y del progre o cientifico, desco· nocedores de la ~a turalcza estttpida mente formal de Ia yieja, e tablecida y sacramental oposicion entre indiYidualismo y ocialismo, pueden fruncir las ceja ante e te soberbio encuentro, en la pn\c­tica, de la tendencia de la individualidad obrcra con la tendencia general de clasc.

En sociologia, (,que es lo que e contrapone al individuo? l) el Estado 6 la colectividad: he aqui el termino antinomico de csta sola y con creta fuer­za realllamada el indi>iduo.

La clase es la agrupacion -a traves de un pro­ceso de identificaci6n de los intereses particula­res-de indiYiduos que representan una misma fundamental categoria economica que nosotros ele­>amos ~\ crituium divisionis. Cuanto mas Ia clase responde objetivamente a una realidad eoncreta de la vida social, tanto mas Ia teoria y la practica haran uno en la explicacion de Ia lucha de esta ..clase.

Procediendo, pues, de Ia realidad individual, el

EL I'INOICALJ. MO 157

sindicalismo hace que sea actuable la ley de Ia Jucba de clase que de aquella procede.

El sindicali.smo ha por esto encontrado este cl'iterium diuhionis <>n el monopolio de los medios de produccion, y de este modo ha significado la sociedad en dos clases: tt·abajn,clores y capitalistas, con su cortejo de improductivos.

Arrauc.:audo, en cambio, del traslaticio sociol6 -gico de Ia colectivid:td-quc tiene su equivalente en los terminos que elmnterinlisruo historico ha dC'spo­seido y puesto [nera de rnoua, lle Pueblo, de Huma­uidad y similares-, a menudo cretinoiclamc~1te concebida como un ser dotado de una voluntad colectiva de un cerebro colectivo, de un estomngo colecti \·o' y de otras tantas fantasticas atribudo­ues org<\nicas, el socialismo se alejn, del ter~eno conaeto de ln. lncha de clases. Entonces los mte­reses de la. sociednd, timidos al principio, acaban preYalecieudo sobre cl intcrcs de clas~. ~~. entc colecti vo que es la justa adiciun de los l!ldlVHluos

' d ·b 'ento del concretos, acaba siendo, con Utl ern ann proceso realistico, la condicional preliminar de la conducta individual y de la. consiguiente lucha ue

las chtses. Este vicioso h<ibito mental, en nombre del cual

se quiere librar la batalla a.l espirit~ i~div.idualis­tico de la acci6n y de la doctrina smd1Cahst~ P?r los adoradores de la letra y de las silabas soc1alls· tas, es precisamente-si no andamos equivoca­dos-el rebote de la serie de intereses no obreros,

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15S

.que en el moYimiento socialista obran, como vi ­mos, como realcs fuerzas de perturbaci6n y de pa­ralizaci6n de la lucha de clase del proletariado.

l\Iillerand-el colega delministerio del autor de la matanza de comunistas, Gallifet-hizo valer­por primera vez en modo e.·plicito en el famoso progTama de Saint-Jfande-este principio de la colecti\'idad y del interes colccti\·o por encima de los intereses de la lucha de clase Y el congreso de 1'ours sancionaba esta hercjia. El socialismo debia rendir homenaje it los iutereses de la civilizaci6n en sentido absoluto, la cual en realidad coincidia con la espccifica y relativa civilizaci6n burguesa. El socialismo debia hacer contemporizar las exi· gencias de la lncha con aquellas mas cle,·adas de la colectiYidad, la cual no puede ser m<'l.s que un fraude y un embuste cuando la ociedad estc\. lace· rada por la existencia de clases opuestas y cnemi­gas, cnaudo el cuchillo afila en la sombra sus tra i­doras hazafias de sangre, cuando la miseria de los mas destaca de la opulencia de los menos, cuan­do, ~omo dijo muy bien Loria, una parte vive sin trabajar y la otra trabaja sin vi vir.

Pero la l6gica impone sus derechos. Y asi es e omo a los creyentes en el interes de la colectivi­dad, en las necesidades superiores de la civiliza­ci6n, a las cuales deben subordinarse las de la

EL SJNDICA!.ISMO 159

clase, les ha sucedido el extrailo caso de concebir el socialismo-en teoria y en politica-no ya como la expropiaci6n de la clase capitalista por obra de la clase obrera cuando se haya vuelto la nu\s fucrte, sino como la tendencial uni6n de las clases .

El prejuicio societario ha alimentado el es· tat6latro. El prejnicio estat6latro ha dado vida al prejuicio nacioualistico. La concadenaci6n de ideas, formalmente socialistas y escncialmente an­tiproletarias, se ha ido remachando de eslab6n en estab6n en el yunque de la democracia, presen tada como comunismo politico .

El proletariado tendria una aerie de intereses comuncs que, s~gtm las deducciones del principio societario, lo ligan a las demas clases sociates ante las comuncs necesidades de la prosperidad, ante las comunes exigencias de la defensa nacio­nal del asalto enemigo. Y de este modo el socialis· mo exclusivamente politico de partido-aquel f} Ue

mira con desden el espiritu corporativistico 6 indi­vidualistico, animado por las ligas de oficio-re· vela poco a poco su in timo e inconsciente ser con· servador.

La acusaci6n de individualismo que lanza con· tra el sindicalismo, para desacreditar su valor revolucionario, es una frase muy poco afortunada. Que el socialismo de la lucha de clase tenga sus raices en las fuerzas concretas de la individualidad Qbrera en lucha contra todo el aparato ecou6mico­politico de la civilizaci6n (burguesa) y de la colec·

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tividad (burguesa) es una prueba V'iYa y frese a de su, italidad, de sue tauo de futuro desarrollo fisio J6gil o ~ orgAnico bien fundado, de su corre pon· u<'ncia con las !eyes ~- con las t ndcncias de lo brutos intereses ~~ de los primordi.tl<'s in tintos obr ro~.

En el fonclo e ta base indit:idualhdica, que co· loca el oc ialismo fuera de lo org-a.nos de funci6n colecth·a, fundanuolo 'ohre el • iudicato, 6rgano tipico de cln e, crca Ia necc aria soluci6n de con ­tinuidad de los nue ·o org-. ni tll03 econ6micos en form i6n con cl \ iejo ..,istema que e tos de be n uisol er, hered, ndo y conscn·. ndo sot mente u pot 'lll'Ja .• Ia ·onqnista:; t cnicns y producti\'as.

E t tumino a mira mo lerna ahuyenta y des­bar, t.t triunfalmento los ohstinado prejn ic ios qu e 'ombreab,ut el soci, li 1110 teorico . Lo actuates ~~ r­"'a nos d funciun co lee tt Ya, entre todos e l m 1s p riucip, l el E tado, ubordiun n hoy lo fin es dl la colectiYidad <i la persi tcncia del dominio de c lase.

La fra eologia de un neosocjaJismo de ]1arodia quisier, irwertir es tas i n timas y uec sarias de pen­dencias -ubordinando los inter eses de clase ~ los de Ia bstracta colccti viuad. Las fLmcioues socia­les del poder moderno sou Ins indi pensables in· cumbencias de que uo puedc prescindir sin pcrju· dicarse la clase que lo detenta. La sociedad tieno un suma de necesidades elementales a satisfacer, indispensables a la humana convivencia (alum-

"'· l'J.'niC'\1.1 '\YO llil

hrado, hi .. icne pt'thlica, etc.), pcro estns no son el(t ticn al inlinito.

1\ i c•omo 1.1 indn tria estit limitada por el capi­tal, In funcionc~ sodalc>s desempeiladas por los pocll>rc:l o(il'i:,tes csti'tn limitlldns y condic ionadas l•or lo litH's uc coust>rvacion del prcst•ntc orden ct:on6mico. Bsp r.tr una ext nsiun de las func iones soeiulmente lttile del I~ t:.Juo hn~ta el punto de conv rtirlas, como invocaba O.ioherti, en mw gr.m tuteln social para tollos, ignirica ol d<.l.u· 6 i3uo­, a1 Ia lunci6n origin, ria de cia ·e, cu .t e.·istencia geneutl if,·nilica pretender qu • su principal fun­cion polttica q•lctl • ab orbida por su secundalia y ~nbordinad, funci6n so<:ial. La socicrlad es sicm­we cl ambic1ate <'Oncreto en cl cual la bnrg uesia , yen ... 'ncral una cia e dom inante, ejcrce el propio • 0

dominio de cit se. 'atisface r las m ras nccesidau l'S colecth ,1s de aqnt> ll a 'ocieda d es una pre limina r condicion tccni ·o a dmini trati Ya par a poder con­~en·ar el domi nio poli tico y econ6mico sobre ella. ('u, ndo los sociC'tario , ea dec ir, los que no tienen ftccha cnvcncnatlas bastantcs qu e arrojar contra cl mcliciduali:mw sind ica lis ta , se poncn A considemr las uccesida des J c la cl, se trabaja uora ~ las de 1a lucha de c la::m prolc taria , p:ntiendo de cste grupo d interescs colecti\•os, se colocan en una posici6n rien tific amcnte cquiYocada, es decir, en la posicion del que quisiera seguir el movimiento de los astros min ndolos con el telescopio al reves.

El sindicato: he aqui el verdadero observatorio

11

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para poder contempl<u con vista clara los fen6me ­nos deJa vida social, despojados de todo velo, des­nudos de todo engailo.

Toda la .,.. ida "' vicisitude de estc tipico instrn. meuto de clase es una ilustraci6n de Ia natnmlcza. del Estaclo, el cual, segun la celebre rrnse de Saint· Sim6n, est{l. siempre «con los que poseen · en con­trl de los qnc trabajau•, es dccir, con los podero· sos rontra los debiles.

El acto de bautismo de todo los organismos sindicales cs antie tatal; est{t marcado por cl con· trt~ste entre la potencia constituitla del Estado y lt nu va fuerz ri\·al que estes intentan desplega r sobre Ia esccna de la bistoria.

En Inglaterra la funci6n de rcsistencia empez6 como violnci6n de la legalidad estatal, que con las leye de 1779 0 entrega ba c.\ los jueces de paz; !t todos los p1 omotore de coaliciones contm los patronos para mejoramiento de horario 6 de sal:Hio. Perot\ traves del martirio, de la contin ua carcel, de las per ecuciones mbs arbitrarias y de las con­dena ~-m~\s absurdas de los jueces de paz; c.\ t1 a n~s de las scis famosas ley prohibitivas y punitiv s del ailo 1 19, hnsta el primer ensayo de enmienda y Ia prim era confesi6n de i mpotencia que la bur· guesi, se vi6 obligada a suscribir con el Humes Bill, el principio de la organizaci6n sindical hizo, a pesar de los ilusos politicos ingleses que querian aho('J'arlo al nacer, su camino, a menudo obligando :\ la ley a ser letra muerta e inutil ante el hecbo

ICL • I~DICAI.IS~!O 1G3

~onsumado de la coalici6n secreta y de la huelga -esta !lando de improvise.

Yen la gran Revoluci6n de Francia, las coali· ciones obrera.s, esta primiti va funci6n embrionaria del sindicato de oficio, fue rechaz,lda, primer acto de la burguesitt al apodcrarsc del poder, entre Ia elo~uente protcsta de Desmoulins, y amenazados con penas scYeras los promovedores de li o·as de oficio. En Italia, el Estado ba intervenido c~n dos diso~ucion s de las ligas y los circulos de aquel parttdo obrero que reaccionando contra el movi· miento mutualista hizo de la democrecia radical pl'cludi6 la constituci6n de las Camaras del Traba~ jo, las cua.les en el !l± sufrieron los golpes de la reacci6n de Crispi.

El sindicato de oficio, que en todas partes ha g-anado con la lucha contra el Estado sn derecho a c.·istir, si se toma como punto de observaci6n so­cial desembaraza de nubes el horizonte y aclara la visi6n. Facilita !t las clases trabajadoras organl­zadas cl e tudio de las cuestiones inmediatas y pr:i.cticas, sea de sus relaciones con los patro­nos, sea con la colectividad politica de estos, ei Estado, desde un punto de vista riguro amente de clase.

De este modo la reanuda.ci6n -del socialismo a las fuerza s vivas de la individualidad obrera ex­presadas en sociedades de oficio, que a su vez se expresan en federaciones nacionales e intcrnacio­nales, y localmente se agrupan en Gtimaras del

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lG! E::-;RJOUFl T,EO:\'ID

Trnbnjo en Italia, en Bolsas del Trabajo en Fran­l'ia, en T,·ades· Cnions en lnt:la terra, en Ca1·telltr en ~\lemania, en Casag del pueblo en Belgica, per­mite sepnrar un mo\ imicnto c. clusi varnente obre ro-que tienc por base la homop:eueidad de los intcreses- dis tin to por fisonomia, por indole y por principia iuformatiyo de todo los lllO\'imientos :-socialcs prcccdrntes : comcdioeYalc•s, qne tiende •\ haccr permanecer tlistaute y tlistinta la clase trn.­bajadora del ejercicio y tlrl reju\·enecimiento de toclas las t'uerzas de persisteneia de la actual forma de produccion, y con Yaria intensidarl, Sl'gtm las rircunstanci<lS nacionn les y el grado Je desarroll o capitnlistico, tientle, cspecialmente con Ia acci6n de Ja huelga, it asegurar los derechos del trabajo con· tra la arbitrariedad y Ia supremacia del capital.

·::

* * Toda estas orp:anizacion es, basadas en la fu·

si6n de la resistencia, efecttw.n obra de lucha de clase, no solamente en los dias clamoro os de las manifestaciones callcjeras 6 en los choques fre­euentes de la huelga, sino tambicn con la inscrip· ci6n de nuevas reclutas, con cualquier perfecciona.· miento de los propios 6rganos, con el rcfinamiento de la propia experiencia y de la habilidad de las juntas, con la di vulgaci6n de la satisfacci6n ego is· tica de los socios y con el sentimiento de solida· ridad que este egoismo ocasiona y despues trans·

EL SINDIUALI )!Q 165

forma, mediante el estado pasional y la llama del ntusinsmo, en gencroso impulso illeal. Todo este

trnbajo diario, pa.ciente, tranqnilo, tenaz, de orga­nizaci6n, den fuerzo, de nuevas iniciativas ccon6 -micas, l'S lncha <le d<tsc. Cada piedra anaclida ,\ cstc cdificio qneda su.straida <t las basc•s mi mas en que se asicnta elmundo presente. De este modo Ia lucha de clasc no <lestila las tn\gicas gotas de san· ~Te de Ia rentelta-como unilateral ~· puerilmen· tr algunos J,t repres<>ntnn-, sino que la teje el paciente trabajo de rcconstrucci6n de la nueva so· cit•dad, que precisameute el sindicato desarrolla potencialmente en su seno.

llemos trazado cl ol'igen econ6mico del sindica· to de oficio. l~ste debe, como en Inglate rr;l, como en los Estados Uuidos, como en Alem, nia, etc., ir numcntando sus H trihllcionc,', e.-tendiendo su con­tenido econ6mico c;De d6tlde sacn. las llllC\'as ener­~ws necesaria ~ para estos procesos de su porlcrio? ~nue funciones econ6micas de clase se a.boca?

* * * :M(llLiples y vn.riadas son las atribuciones econ6-

tHicas que el sindicalismo ha ganado, y que cada vez mAs ha de tender a ganar, con su directa ac· ci6n de clase.

Las funciones mutualistas-cuando se ejercie­ron como unico y e yclusivo contenido econ6mico <le los primeros n(tcleos obreros (en Italia se llama·

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loo ENIHQUE LEO> E

ban ...,ociedades de Soc:OI'J'O Mutuo)-no lograbau otra cosa que dcsviar las cnergias proletarias del terreno de IR lucha. ~L'ts tarde, hijo de la necesi­dad, el sindicato ha comenzado <\ senir en algun punto de centro de atraccion para. estas formas mutualistas, suborditH\ndolas a la principal y fun­damental de Ia resistencia. No so pueden estable­cer de modo te6rico las relaciones del mutualismo con Ins funciones sindicales: la c:xperiencia las in\ sugiriendo, integn\ndolas sobre un mismo plan de clase. De Ia caja para Ia propaganda a los fondos subsidios para las huelgas, de los gastos para los pleitos de los varios grupos obrcros ti los socorros <'1. lo~ perscguidos, a los asociadas de paso en busca de t~· •. bajo, a los invaliflutlos, a los enfermos, <\las fan11has 011 casos de defuncion, <i las oficinas de colocaci6n, A Ins bibliotecas obreras ... son otrDs t~~1tas funciones y atributos con que va. enriquc-

tcndosc el sindieato, coil\ irtiendo e en fortaleza del oprimiJo eontra el opresor, en ntleleo de iutc· ligem:iaci6n, de fratcmizaeion, Jc mutuo apoyo­para todos los asalariados.

Lo mi mo puede decirso de Ia cooperaci6n . Una secula~· experiencia lta demostrado ya que la co· operat1Ya de producci6n, mt\s pronto 6 mas tarde, COUJO Saturno devorando t'l. sus hijos, marca. a sus promovedores con el scllo de capitalistas.

La cooperaci6n de consumo es tm mero medio econ6rnico de ahorrar en los gastos de compra, y nn poderoso rnedio indirecto para ma.ntener alta la.

EL SJNDIC.ALJS).10 1G7

eapacidaJ de adquisiei6n, es decir, el ya.lor del sa.­lario obrero.

Eqnivocariase el que a.presurandose t't sac:ar una conclnsi6n, considcrase con indiferencia 6 des­precio Ia ohra. coopcra.tivista, encaminada a la emancipaci6n obrera. Ante todo, es fen6meno de­masiatlo colosal y vasto, en Inglaterra como en Alemania, para no ver que denota., con el esplritu de solid, ritlaJ econ6mica que prornulga, nn fuerte fermento de <.lisolud6n de los principios capitalis­ticos. E.·perimentalrncnte suministra la prucba. de hecho de la falsedatl de la economia apologetica que proclama la. necesidad y eternidad del sistema patronal.

Un trnbujo saga.z de organizaci6n sinclical que supiese combinar org:inicamente en torno de la funci6n csencial de la. resistencia unos ruertes y bien imaginados sistemas de mutualismo y de co­operativismo, haria a.umentar la. aptitud econ6mica del proletariado para gestear colectiva.mente la producci6n de la sociedad futura.

La.s coopera.tiyas de clase que minan los intere­ses tl los tenderos, son otra. causa. sindica.lista de la. reducci6n dol socialismo a movimiento exclusi­vamente proleta.rio, hasta sobre ol terreno elec· tora.l.

El sindicalismo estc.i sediento de acci6u, tiene hambre de obms y de iniciativas practicas. Los partidos socialistas alimcntan la holgazaneria: no piensan sino en conquistar el convcncimiento de

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1G:3 E~RHllll~ LElh'ID

In mnyoria, ~· distrnen de la obra de rcorgnn iza­ci6n y de reconstrucci6n economicn que, si se ins­pira en pri{lcipios de clase, con un espiritu pura­meute nntiburgues, y si sc desarrolla sobre un plan pnramente sindical, sc resnclve en un ariete formidable contra los resistcntes muros u0l haluar te capitalista.

El principio obrero del ahoJ·ro colectico ( cuotas siudicn lcs) cs una (uuza econom ica reyolucionaria en un cierto e tadio maduro de Ia \'ida sindical. Es absur<lo sngerir el ahorro-como hace el mutualis· mo burgucs 6 peq uefio burgues- cua ndo el ni vel del salario es tan bajo que no consiente un ele,·ado tenor d8 Yida al organismo. Entonces el ahorro es una irrision, porque lo que conviene es pensar en la vidn, en la integridad del organismo, gastando y consumicndo lo mAs posible . .~.Ting(m morolista podria en este ca.so tachar al obrero de pr6digo.

La primera fase de la resistene;ia, en los paises que acabau de nacer al movimieuto sindical, debe estar encaminada a elevar las cond iciones de vida material ~- espiritual del obrero. Si la resistencia obrera no hubiese reaccionado, la. sociedad capita· lista habria sumido en Ja miseria intelectual y or· ganica nu\.s profunda ala clase trabajadora.

De Quetelet <'t. Niceforo abundan los datos esta· disticos que comprueban una estatura mas baja, una menor capacidad craneana, una menor sensi· bilidad, etc., en el organismo de las clases pobres, a causa de insuficiencia de nutrici6n. El anarquista

16()

1\Ialato, en el Diceni,·e sociale, no fu6 comple La­mcnte Yictima de la paradoja cuando sostuvo q'ue .t Ia lnrga esta divisi6n fisiol63·icn de las dos clases podria conducir 1\ una verdadera eRpecificaci6n zool6gica, entre rico y pobre. El automatismo de la Economia capitalista, sino existicse la volunturie dad de la rcacci6n sindical, tendcr•ia prccisamente !t snmir lns clases trabajadoras en el espnntoso inlierno del pauperismo. La organizaci6n sindical sal\·a de la degcncraci6n it la clase ohrera con la luella, con Ia resistcncia. para obtcner un ::llario nlto. Los emprcsarios-en uu sistema pre .. a de las ciegas fucrr.as de la competencia industrial y co· mercial-se \Ten llevados t\ confuudir el coste del trabajo con el precio 6 salario. l\IAs tarde l a eco­nomia cientitica demostran\ que, dentro do limitea hastante vastos, el salario nu\s alto rebaja el eostc del tra.bajo, y por estc el coste de producci6n. Asi que en todo movimicnto siudical hay una fase pri· mitiva que no ataca el orden capitalistico de la riqueza, pero mejorando los llamados cocticientes de producci6n, no perjudica ui biere el beneficio. Otra suposici6n antisindicalista: que el V'ig·or de la lucha del sindicato de oficio se vaya gradualmente extin guiendo con el ejercicio de la lucha de clase. lHt\.s biel! es despucs de esta primiti va fase de con­quista que comienza la lucha por la erosion del si tema capitalista, que se aguza la lucha sindical eon el choquc revoluciouario de clase. La fnerza de competencia del trabajo con el capital, de donde

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170 E.'RlQI E LEO, E

derh·a el indicato, nose deticne, sino que la esti­mulan los benefidos intcrmedios conseguido , que son otro tantos t;. itos apuntados, upro. imaciones al efecto de cualquier competencia, la, paridad de las condiciones econ6wicas, y por abi la desapari­ci6n de las clases. La elevada capacidad obrera, con:siguientc et'ecto de las primeras victorias sin· di ·::de , hauilita mejor la clase trabajadora p, ra comprender los interescs leja nos.

Pero una vez ya en este estauio ulterior, la lu­clh sindical se \a gencralizando. La lucha del ~indicato aislado, con la hnelga aislada, deja el siLio t\ In lucha de la clase organizada. En este pe­riodo es cu,uHJo se Ye mlts claro que toda lucha ec:on6miea es una lucha poli tie a.

El concepto de- la e.·propiaci6n capitalistica urge como una pluutn del propio torreno de cul­

tura, y reforz· do y c.·trinsecado con la fuerza de competeucia sindical, comienzn ~\ colorear toda la acci6n sindical. Cuando lleo·a <i este punto, cada. cat golia de trabajadores organizada sabe que de­fi ndc un intere comun {t todo el moYimiento pro­letario general. Y de este modo la llamada «cons· ciencia ocialista» noes ln. causa, sino el efecto de un largo y claborado proce ode intereses de clase. Como <t tal uo debe ni pnede consti.tuir el principio informati\·o de la acci6n inicial de las clases tra­bajadoras agrupadas en los propios 6rganos de oficio.

* * *

EL :>i.'DICALISMO 171

El sindicato-basado en el intercs y no en la ideas y en las corrientes politicas-debe aceptar en sus filas {1. todos aC]_uellos que, viviendo en las o·ene~·icas condiciones de las clases trabajadorasr b

quieren librar bata.lla al patronato. . Igual intenci6n inspir6 !a fundac16n de la In·

ternarional de lo · 1'1'abajadoJ·es, que vivi6 de 1864 it 1~73, de vida fecunda y prcparadora de futurae enert;;ias, diseminadas por el mundo como los ger­mencs que los vicntos arrastran con el polen Yes· parcen por todus p:utcs. Con atrevida mirada de it·'·nila. que abt\rcalo todo desde gran altura, l\Iarx t1~1 z6 las lineas de aquella Di.,·ecci6n inaugural elf!' de la Jntenwrionul, en la que seve la superior efi· cacia l1uc asigna. al iutere3 de clase, como .incuba· dor de idoa3 y de coucieucias. La Intcrnac10nal na proclam6 otro principio que Ia. comunidad de ~os intereses obrero , abtiendo, internaeional Y n:odla· tamente sus puet tas al tn.tdcunionismo wgles como it ios proudbonianoa franceses, italianos, es· paiiolcs y belg,ts, a los anarqui tas como a lo~ co· loctivistas <\los lassallanos como <\los marx1stas • :'1. los ma

1

zzinianos. El desarrollo intelcctual que brotaria de la acci6n combinada de la organizaci6n bast<tria para plaswar la adecuada unita.ri~ cons· ciencia de clase. Y no sc crea que el expenmento de la Internacional depone en pro do la bancarrota de semejante tent.ativa de eclecticis~o de clas~. ~l que crea que la Internacional mun6. por las mtl· mas discordias de ideas, se engafia lastlmosamente ..

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li:! E. "lth~l E l.lWr\E

Dej6 de Yirir cnando hnbo realizado sn misi6n., u funci6n tltil debia ser Ia de crcnr uu primer fecnn­do coutacto entre los obreros de dif rentes pai;;es para a brit· paso cle comt'm acnerdo a una acci6n unica en los fines y en los medios en sus respecti Yas naciones. Engel', en el prcl'acio del l.'' do l\Iayo de 1 '!lO que puso A la reedici6n del .Manifies­fo de loR comuni.-da~, da por feliz;~· afortunada ten­tatinl e'ta uni6n de las mLtltiplcs cs ·nclas politicas sobre un tmic) terre no de lnch,l ourera. «La clas trabajadora de 1. 1±, cuando se di'olYi6 la Inter­nacional, era muy otra de la de 1:--ti1, cuando se fund6. El proudhonhno en los pnise Iatinos ~· el la:n1llismo en ~\.lemania e taban .:1!;'0niz:ando, y las mismas Tmdes-l~nions, antes tan archiconscn·a· doras, sc acercaban poco;\. poco 1\ nquel mornento en que, en J '7, el presidente Jc un Cong-resosuyo, .celebrado <'n '" ansea, pudo decir en su nomhre: eEl socialismo continental ha dcjatlo de s r un espantajo para no~otros.:o Lo principio' del Jlani­fiesto resaltn.ron en la concienria por la espontt\· nca fucnte de los hechos y de la comun acei6n obrera.

He aqui por que la prc\cti ·a sindicalista no sc encierra en los canceles del e pecial programa de esta o aquella escuela, partido 6 fracci6n proleta· ria. Q uicre reconstituir la clase como person ali· dad aut6noma y distinta de las clases que viven del beneficio capitalistico, y sabe que este resulta­.do noes la abstracta afirmaci6n de principios idea-

Rr. ST. DIC~LTS~!O 173

les, sino la resn!ta11te de las fuerzas proletarias­homogcnca mente orga nizadas.

Est:~ couformc cou el espi1·itu del mar.·ismo dis· tino·nie In nod6n de ln. lucha de clase tendente {t

la :uprcsion cle la. explotnci6n cnpitalistica, este tipico ~.:onccpto central y com(m a t~das l~s con· ccpcioncs socialisticas, de las e~pectalcs !orma~ teorcticas tl. travcs de las cuales vtene acogtda por las yarias e.~c:uela.q, n.si como por los varios progra­mas de partido (1ne, :.'1. tenor de las circunstancias­nacionales, formulan su necesidad.

El socialismo cientlfico, tal como fue pensado por sus o·ralllles iniciadores, huye de toda f6rmula de espe;ificada representaci6n de la sociedacl fu­tura. Bsta es la resultante de un proceso, noel re­sultado de abstractas e:s.cogitaciones realizadas con prop6sito deliberado. . .

El sindicalismo ordena un::t sintes1s prc\cttea ~e estas varias escuelas que han teorizado elmovt­miento proletario, reconociendo que en el fond~ de cada una de ellas hay uu lado de la compleJa Y prismatica rcalidad de la lucba de clase. Pero ca.da. una de estas escuelas, desde el anarquismo clfts~co y ortodo.·o al republicanismo antiburgues y social, sobre el terreno de la lucha de clase sindical, a la laro·a se modela sobre una acci6n uniforme Y co­rnu~ a todas las cl<>mas, de la cual necesariamente

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(!eben\ brotar un conocimiento prftctico y te6rico ~omun del e,·ento futuro. Y este fen6meno nos in· duce :\ creer que el sindicato, en In madurez com­pleta de u desarrollo, observant los elementos obreros, ahora en desacuerdo, de todos aquellos partidos que hablan y obran en nombre del prole­tariado.

El inmenso progreso que deriv::m'l. de esta de· seabl ab orci6n e presenta claro en la mente de todos tan pronto como so picn a que tiene por erec · to englobar l'tterzas discordes, qnc producen disen­.siones y di persiones de encrg-ia, rccomponiendolas en unidad.

En e ta aproximaci6n tendencial :\ la unidad del proletariado estc\ la previsi6n del fin de los par· tidos prolctarios y de la constituci6n de la unidacl sindical obre su ruina.

* * Aqui es prcciso asestar un huen bastonazo :'1.

las piernas de este enl'ermizo y mezquino caballo de batalla sobrc el cual cabalgan con frecuencia los t radicionalistas d ~1 socia lismo para hacer la guerra al sintlicalismo: queremos decir la •con­quieta del podeP. Como que no toda las scuelas que se agrupan sobre el terreno indica! abrazan esta Yista, se ha creido necesario tener apartado el partido socialista, que q uiere inspirarse en a.q ue­lla tactica, de la politica directa de los sindicatos.

.t.:L StNDJCA l.l81l0 175

La primera [ormulaci6n del pensamiento mar­:xista fue lade que la clase proletaria conquistase el poder politico. El sindicalismo _doctrinal pro[u~· diza el significado de esta conquLsfa y da la expll­caci6n mtl.s fi 1 y m:\s conforme con su significado literal. El partido socialista-con su actividad unilateralmente eleccionistica-ha mutilado el ori · uinario valor pritctico del metodo de la conquista del podcr. Este sc ha confundido con el Est~do constituido de la burgncsia, es dec.ir, con el CJer­cicio de las iuslituciones de la burgu('sin.

Esta falaz interpretaci6n ha servido para coho­nestar las dcsviacioncs mas evidentes del espiritu de Ia lucha de clase. La conquista del poder poli­tico en toda la literatura marxista quiere sig·nificar constituci6n de la elase obrera en potler politico pro\'isorio de la sociedad para actuar las n:c~sa-·as transrormaciones ecou6micas de la soctahza-

u A . J)"l ci6n. «El Estado-escribe Engels en su ntt- tttl·

i'ing-es la orgauizaci6n de Ia s~ciedad bn.r~uesa ptlra mantener en pie las exte1:10rPs c?nd.tewn~s o·enerales del sistema de producct6n cap1taTtsta. El 0 •

Estado moderno, hasta por su forma, es una rna-quina esencialmente capitatistica; el E~ta~o de los capitalistas, el ideal del comun ca~ttahsta.» Y agrega: "Cuantas mas f'uel'zas product was se ap.I'O­pia masse conviute realmente en un 6l'gano cap£ta­list~ nu.rs E tado bul'iJ1.US es., (,Estt\ claro'? No es, por 'to tanto, una fracci6n socialista mas 6 monos numerosa, un partido socialista mas 6 menos revo-

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17G E . 'RJQI•EJ I, EO. 'E

lucionario que se apodera de las instituciones del Est~Jdo y Ins utiliza en el sentido de transferirles la direcci6n «de las fucrzas producti\'US». La con· quista, 6 mcjor dicbo, la adqnisici6n del poder politico por parte del prolctariado, eousiste en eri­g irsc Cste directamente Cll poder uirector de Ja producci6n durante el pcriodo re\'Oiucionario, du· nmte cl tnimit0 del prese]Jtt' al futuro . De es te modo Ja reYolncion socialmarca cl cambio de sitio del eje social, de la direccion politica del Estarlo a l poder central del proletariado, l' decir, al poder prolctario que nace como mecani Jllo iuterno de la espontitnea fcdcracion do sn:l 6rganos naturales los sindicatos. '

Por es to el f:ii ndicato ebbor::t en su seno-den­tro de los mismos cuadros econ6micos de Ia pro­ducci6n-el poder politico real, que , absorbiendo primero, rompicndo despues Ia lc<raJidad y las atri-o • buciones del poder rival del Estado, deberc\ gober· nar el traspaso del capitalismo al ocialismo con

. I

su llltcrvenci6n en todas las relacioues de la pro­piedad.

El conseguimiento del poder-por parte del pro­l~ta~iado-se sefiala a su vez por el ritmo asiduo y dtano de la lucba de clase, tal como la hemos ob­servado dentro de las filas sindicales. Todos los medios_"que tiendan a robustecer sus atribuciones, vengan del campo de la vida real que sea, son otros tantos jalones de la ascensi6n proletaria.

Aqui reside la inconcusa necesidad de la accion

EL SINDICALISMO 177

di1·ecta del proletariado. La posibilidad de la trans­forroaci6n socialista depende enteramente de la ac­tividad del proletariado en la v ida econ6mica como en la vida politica. Es la palanca que levantara el nuevo roundo .

* * * La acci6n di1·ecta del proletariado se desen·

' vuelYe, pues, de modo continuativo en la lenta reconstrucci6n econ6mica potencial del sindicato y en la gradual formaci6n del nuevo espiritu de solidaridad.

Esta no debe estar sujeta, conforme cvn el es· piritu sintetico del sindicalismo, enemigo de toda unilateral interpretaci6n de escuela y de ideologia, a restricciones sugeridas por el programa politico particular de tal 6 cual fracci6n proletaria.

La acci6n del proletariado, ejercida por el di­rectaroente, se desarrollara con aquellas formas y aquellos medios que la interpretaci6n autentica de los propios intereses de clasc le sugerira en las particulares condiciones bist6ricas en que actue.

Y ante todo el sindicalismo que quiere inspi· rarse en la realidad de los hecbos y buir de los apriorismos de las f6rmulas, consciente como es de que las ideologias nacen de las necesidadcs y no el curso de estas de las ideologias, debe combatir las interpretaciones unilaterales y viciosas que de la acci6n directa ha dado alguna escuela socialista, principalmentc la escuela anarquica. Esta ha con-

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178 ENRIQUE LEONE

fundido la accion di1·eda con una cspecie de inde­legabilidad del maudato, conforme con los propios preceptos metafisicos del antiau tori tarismo li bcr­tario.

Semcjante interpretacion idealistica de la ac­cion di1·ecta la desmientc diariamentc la practica sindical. Cn da siudica to tiene u n co mite que admi­nistra los asuntos, cuyos miembros son precisa­mentc mandatarios. Toda Ia fun cion ejecutiva local y central de las organizaciones se confia a comites, generalmente elegidos por delegacion por la masa sindical.

La accion directa, tal como se la figura la espe­cial escuela anfl.rquica, es un hipo·tasis de su doc· trina. El mcrito positi yo del sindicalismo, como dijimos antes, consiste en desprenderse de los lazos ideol6gicos de toda particular escuela: sobre todo renuncia a Ia pretension de querer sustituir las ideas a las cosas. Con esto no quiere decirse que bajo la sugestion y la valutacion directa de los propios intcreses no pueda el proletariado caer en error y desviarse de su real ca miuo.

Pero como que la lucha de clase es una fuerza real del mundo presen te q uc o bra con la indeteni­bilidad del torrentc, estos desvlos provisorios del moYimient:> proletario de su camino no tardan en ser corregidos por Ia fuerza ciega de las cosas, re· conduciendo al proletariado por el buen camino.

Sin embargo, con todo esto no qucremos decir que el siudicalismo tenga que renunciar, como

IDL SINDICALTS:\10 179

metodo y como pedagogia obrera, a la direcci6n que la e:s::periencia acumulada y el conocimiento mc.\s general de las !eyes que rigen el mundo eco­n6mico presente indiquen como m{ts directamente beneficiosas c.\ su acci6n. Los astr6nomos estudian el mundo sideral y trazan sus leyes sin poder sacar de estas normas pnicticas que influian sobre los fen6menos celestes. Los observadores sociales, los economistas, se hallan en una posicion diferente: las !eyes sacadas de la observaci6n social son de naturaleza pragmatica: el hombre no solamente las observa, sino que influye para formarlas, para cambiarlas de lugar, para traducirlas en acto. Dice Dante en su Polltica, un libro saturado de auras de verdadera modernidad: <<Hay ciencias, como las matematicas, la fisica y la divina, que no estando sornetidas c.\ nuestra potestad podemos solamente especular con elias; pero hay otras, como la politica, que estan sometidas a nuestra potestad, y en estas disciplinas podemos, no hacer la operaci6n para la especulaci6n, sino la especu­laci6n para la acci6n» (in iis non operatio p1·opte1· specu.lationem, sed haec p1·opte1' illam absurnitu1•).

El pensamiento sindicalista correra el riesgo de perder todo el contenido practico que lo anima si no opusiese tambien una pragrutttica a las varias corrientes particularistas que se agitan en el seno del movimiento socialista y sindical. La lucha con­tra las tcndencias reformisticas como contra la unilateralidad de las escuclas an:irq uicas, socialis-

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180 E~RJQUEl LEONE

ticas, liberistica,· obrera, se efectua precisamente con esta voluntad de querer referirse al hecho de la acci6n combinada del sindicato con este su constante esfuerzo hacia Ia unidad efcctiva de in­tercscs del prolctariado, como clase (mica e inde­pendicnte de todas las dem~\s clases que viven directa 6 indirectamento con la expoliaci6n del producto.

Pero fuera de estas vastas lineas de su metodo prng.lm\tico, se niega a formular prejuicios e ideo­logias particulares qne quicran imponerse por la fucrza de imperio 16gico y por medio de precon­ceptuado plan exterior al desarrollo complejo y m(tltiple del movimiento proletario.

Por esto rechaza la limitaci6n dictada por un prejuicio meramente abstracto que el anarquism() tradicional formula sobre la acci6n di1·ecta enten­dit~ndola como la antitesis, el sustituto, lo diame­tralmente opuesto de la acci6n parlamentaria. Es la clase obrera la que debe decidir sobre Ia conve­niencia de sus intereses de clase y desarrollar 6 no esta acci6n.

Acci6n directa quiere indicar la restituci6n de la politica proletaria a la clase directamente orga­nizada. Esta acci6n, por medio del inevitable man· dato de delegaci6n, no deja de ser dil·ecta mientras tonga su raiz en la clase organizada y esta la re­glamente, la guie, la apoye y presida.

ElL SINOICALIS:\10 181

EL sindicato ob1·ero, como 6rgano rival del Esta­do destinado, como dice Sorel, a dejarle sus atribu­ciones, no puede en la realidad hist6rica dejar de entrar en relaciones concretas con este, precisa­mente para ejercer sobre el aquella serie de in­fiuencias y de presiones que engendran la colisi6n, el antagonismo entre ambas instituciones.

Si el movimiento sindical no tuviese necesidad de debilitar, frenar, quebrantar toda la serie de factores politicos, juridicos, de fuerza y de derecho, que se interpone en el desarr()llo de la nueva eco­nomia del trabajo, no seria antiestatal, sino extm­€statal. EL antiestatismo sindicalista que nosotros hemos deducido del aspecto practico del movimien­to sindical y de las analogias hist6ricas de los pre-. ceden tes desarrollos sociales, no puede ser una f6rmula declarada que luego hade dejarse dormir, sino que debe actuarse en el campo de la realidad.

Indica la direcci6n que la actividad y la prac­tica sindical deben seguir, que es centrifuga y no centripeta respecto del Estado. Pero si Ia expresi6n sintetica de los intereses de los capitalistas-contra los cuales se basa el sindicato con alternadas vici­situdes a traves de la resistencia, de la coopera­ci6n de clase, etc.-se concentra y se cristaliza en este supremo 6rgano defensor de la burguesia que tiene por nombre Estado moderno, el movimiento sindical universaliza a su vez la propia acci6n tan pronto como la dirige a hacer frente a la burguesia en su general expresi6n politica: el Estado. Y uno

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1 J E. RIOUE LEONE

de los medios eficaccs estriba en penetrar en las rni mas trincheras del E tado. La lucha de clase g·ana entonces aqncl carActer de complctn "'cnera· lidad por el cual todo efecto de la acci6n sindical repcrcute de manera simult<inea en to las las ramas de producci6n, en todas las ca tegorias de oficio.

* :;: *

Nuestra posici6n fr<'ntc a la actividad cstatal ' especialmente por lo que refleja Ia legislacion social,

no tiene nccesidad de derivnt: de la concepci6n marxista, rigidamente antiestatal.

En El Capital, :Jiarx hn consiclerado la legisln· ci6n de las f<\bricas como «Ia primera re. cci6n con ciE>nte y metOdica de la sociedad contra l propio org. ni mo,, es decir contra las propias ciegas formns de produccion. Pero se mantuvo lejos de ln uper tici6n estatal, sacando bien <i Ia luz las siguientes cosas importantisima : 1." La lc­O'i laci6n de las fabricas, mientras es un fruto cs­pontl'meo de la grande industria, e promuJn·a bajo la presi6n de las clase trabajadoras. 2.a Una le· gislaci6n social promulgada antes que la clase tra­bajadora e te madura para recibirla es decir I I

antes que advierta su necesidad, 6 cs daiiosa 6 queda letra m nerta. 3. n , emejn n tes !eyes hn n de­mostrado-son palabrns textuales de .Mnrx-cqne mas alia de cierto punto el sistema capitalista es incompatible con cualquier racional mejora•. Los

EL SI.'I>ICALIS)IQ 183

estupendos capitulos sobro el maquinismo y la grande indu tria, en cl libro de El Capital, yen varios pin-rafos del Yolumen III, son una ilustra· cion elicacisima de estos po~:;.ulados.

Por consiguicntc, el 6r;:;·ano de eficicncia crea­dora de la nuc\'U. socicdad uo pucde scr un meca­nismo legal, parido de las entrailas poderosas de estc Estado gigantesco moderno. :Jlejor es el tras­paso de Ia soberania y de las fuerzas del Estado al Sindicato en algunas atribuciones de pertinencia obrera.

La ley defendida por el partido guesdista refe- • rente <\ hacer que sean obligatoria las decisiones de!. masa sindicnl para todos los obreros, aunque no esten organizados en cuerpos de oficios, ha sido citada coruo un ejemplo tipico de una legislaciou social con direcci6n untie tatal y sindicalista. Toda la serie de actos legislativos, conqnistados directa· mente por Ia presi6n proletaria y por la acci6u de una propia J'epi·esentacion ob1·ua, que esten en tal dirccri6n, son gran des sombras proyectadas sobre el circo de Ia rcvoluci6n proletaria. La cxperiencia social din\ dentro de 11uc limites y con que Yastidad es posible semejnnte legislaci6n, que aminora el poder estatal a bencficio de las instituciones prole· tarias. ·

Los cjemplos no faltan. Los tribunates del tra­bajo elegidos por la clase obrera en las diferencias de los contratos con los patronos, los comites de los probidri, en los cuales esU\n tambien repre-

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1 1 FVRIQUE J,!• U. ·rn

entndos lo obrero en Ins difer ncias particula­res, el prevalecer de la jurisprudencia arbitrnmen­tal en todos los confl.ictos ci\·i!cs entre asa.lariados y empresnrios, indicnn nu fedivo pnsaje de Ia juri dicci6n de clase bmo·uesn -cuyo mono polio deberia tener-<.\ In cia e tra bajadora.

na ley semejante que hiciere {trbitro a! Sindi­cato pnra dictar disposiciones contra los krumil'i (rompe hueJo·as), 6 que facilitare Ia constituci6n la

' libre ge tiun de las \"arias instituciones econ6micas anted ichas apropiadas <.\ 1, extensi6n de la activi­dad sindical, serian verdad ras conqu i tas proleta­r ia".

Yo mismo en Ita lia def ndi una ley pam la obligatoriedad de la huelga para las minorias y pa ra la probibici6n de los rompe-huelgas (e qui­rOls), lo q ue me vali6 el idiota asombro de los ore­judo del socialismo.

De las tres fuentes de donde puede brotar una leo-islaci6n social, cs decir, del patronato, del Es­tado 6 de la iniciativa sindical, la unica verdadera e infaliblemente ventajosa para los fines ultimos del movimiento, es la fuente sindical. Pero la acti· vidad del Estado, uando se la cstimula, se la apre­sura e impone la misma iniciati ,-a sindical borra

1

todo carActer velada y simuladamente rcacciona· rio de la leo·islaci6n. Las reformas imaginadas por e1 patrono ~- muchas de las que promueve el Esta­do, fucra de la iniciativa sindical son reformas

' amarilla . . Llevan consigo, no siempre visible y

EL !;L ' Dl\ .. \.LlS)tO 185

claro al primer vistnzo, el prop6sito constante de anmentar la ingerencia, el poder del Estado sobre las instituciones proletarias y dismi nuir la libertad y la ocasi6n de la lueha de clase. Reformas amari­lla.~ son en este campo estata l y patronal, por ejem­plo, la pariicipaci6n en los beneficios, la escala m6vil uc los salarios, los contratos col ctivos par­tidarios, los pri vilegios corporativos 6 sujeci6n de las coopcrati yas <l las !eyes ordinarius del C6digo de Comer io, y t\ menudo tambien aquellas refor· mas de beneficencia ptlblica (dormitorios ptlblicos, cconoma.tos, restaurants populares, montes de pie­dad, anticipos, co partnel'-shipu, etc.), que ticnden a crear un ambiente donde sea menos urgente en e l obrero la necesidad de resistil' por el aumento de salario.

rna legislaci6n obrera eficaz-aun dentro de los angostos limites que le asign6 :Marx-debe salir siempre de la iniciativa. de los interesados, de la acci6n de la clase organizada. Aqui, mas que en cualquier otro campo, es ,·erdad la m;\xima de que la ley, como dijo Marx en llfisuia, cdebe vubali­za r , exprcsar la voluntad de las relaciones econ6-micas».

Los partidos socialistas-que han perdido de vista su pu nto real de lie gada: el sindicato de ofi­cio-, di pers<.\.ndose en ellal>erinto de la actividad meramente estatal, han contribuido a crear refor­ma amal'illas cada vez que hanlegislado de acuer­do con la burguesia, para disminuir las causas de

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la huclgn , con los arbitrnjcs oblign torios, con la prohihici6n de las huelgas en lo scn·icios pt'tbli­cos, con Ia u tituci6n del pod r del Esta1.lo ;'t Ia~ inicinti\·as indicates (cnja~ d socorro adminis· trndas por el E~tndo, de dif rcntes formn ). El cri­terio di tinth·o de una l<'gi laeion que facilite 6 procnre el desarrollo de Ia clasc trabajadorn, esb't en que esta transfiera una parte de Ia potrncia eco­n6mien del Estado, una p, rtr de los ingreso en las cajas inclicnles, y que Ia in titncioncs qne crea esten b, jo Ia inspecci6n dirccta de los obreros.

Lo ing;re o de Ia haci nd, del Estado consti­tuyen una pnrte del producto ncto, el cual-en Ia rcpr entacion m:w.-ista-es una representaci6n del plus\·alor. Couseg;uir este plu \·alor de lo~ me­dio finnncieros que sirYnn para Ia eclucaci6n ma­terial y de in trucci6n de Ia clase ohrera 110 sig-ni­fica, n lin a de Im\_·im., ino aumcnt:u cl snlario, los mrdios d ~ ndqui icion de los bicnes por p rte del obrero. Consid rando cl problem de de mr punto de Yi ta ccon6mico, no bay nin"'tlll efecto de la legi 1 ci6n ocial que no pu da obtenerse direc­tament mediante la iniciatiYa sindical. De todos modos, Ia cxp1 e i6n O'ene1-. l de Ia ley, conseguida con la acci6n politica que hunde su raiz en el in· dicato de oficio, (lido ya de la rase primordial del particulari mo corporatiYista y cntrado en 1, re­prcsentacion de los intereses d Ia totalitlad de los trabajatlore , consiente ti menudo u11a abreviaci61 del camino y un ahorro de energias combativas.

EL Sl. 'DlCALIS~!O lb7

Por lo derut\s, el Estado, orga.no prndcnte de clase, haec una yaloraci6n nu\s sensible de los in­tereses de la conservaci6n social: procura la. de­fensa de toda la cia e capitalistica en su totalidad, y por esto fl. Ia obstinada. 6 individualistica resis­tencia del priva.do y pacticular empresario opone los intoreses de la totalidad del capitalismo, com­prendiendo mejor la neccsidad de defensa social, obedeciendo t\ las exigencias, {t las presiones, a la acci6n directa an tica pitalistica del proletariado organizado.

~

* * No cs posihle practica.mentc distinguir la acci6n

directa sindical en cuanto se dirige <t los empresa­rios de Ja acci6n directa en cuanto tiende it hacer

' presi6n sobre el capitalista colectivo por e.·celen-cia, el Estado. Cuanto mt\s generalizada estti una acci6n directa en yarias ramas de oficio, tanto mfl.s reviste incvitablemente un canicter politico. El Estado snfre la influencia de est acci6n Y no puede dejar de intervenir. .

En Ilungria, durante Ia huelga de lo m111eros, el Estado intervino, ante las amenazas de una total parnlizaci6n de la vida econ6mica, para obli­gar <i los empresarios <t ceder. Este episodio nos explica por que ol Estado tiene in teres ~n ~u~ le­gislaci6n social que frene <t tiempo el eJerclClO de unn. acci6n proletaria daflosa a los fines de la con-

servaci6n social.

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ISS ENRl(.'UEl LEONE

Ellirnite de las concesiones del Estado es, no obstante, restringido. Basta fija.rse on el origen de su fuuci6n, tanto politica como financiera. Politica­mente el Estado sera siempre un 6rgano de persis­tencia. del sistema econ6mico: los limites contmlos cuales su fuerza puede ser transferida ;_\. la clase obrera sujeta, esttm rigurosamente trazados por su misma naturaleza. AI propio tiempo, los medios financieros que el Estado es capaz de emplear para la actuaci6n de una verdadera legislacion social ventajosa para los intereses progresi \·os del prole· tariado, estan circunscritos por la naturaleza de clase de su hacienda. Las contribuciones del Esta­do, si bien indirectamente se resuelven en fraccio­nes de riqueza producidas por los operarios mate­riales, estan reglamentadas por la escala de las necesidades colectivas, escala formada por los in· tereses de la clase que detenta el poder; es por esto ut6pico pensar que esta pueda extenderse ilimita­damente basta el punto de subvertir el orden de intensidad de las necesidades colectivas conforme a los intereses proletarios. El oficio del Estado es­triba en desarrollar, en crear una serie de servi­cios improductivos, que declaradamente, como es el caso del ejercito, y automi.Uicamente, como es el caso de la burocracia civil, se resuelven en un freno <.le conteuci6n del proletariado, en una causa de disminuci6n de salario para las clases produc­tivas. Ahora bien; cl sindicalismo reivindica pre­cisamente la necesidad de extender la lucha de

EL Slli!DICALTS~tO 189

clase, no solamente it la minoria plutocratica de los empresarios capitalistas, sino a todas las clases que viven de los beneficios de estos, porque en esto estc.'t l:l condici6n esencial para poder conseguir una sociedad igualitaria de productorc_s en que el hombre cese de ser cl explotador de su semejante. He aqui por que no se mantiene en pie la interpre­taci6n que se da del antiestatismo, como una pre­misa que deba distraer al proletariado de dirigir tambien su inftuencia sobre el aparato del Estado. Para que la lucha de clase sea cornpleta y actuada en el vasto sentido que la presenta el sindicalismo, la influencia de la acci6n directa debe absoluta· mente ejercerse sobre los grupos de los ernpresarios y de los propictarios y sobre la «casta de los im· productivos,, sobre el Estado, obstaculizando su tendencia a la cxtensi6n, frenando sus veleidades militaristas, procurando, dentro de los limites de lo posible, rcstituir alguna parte de sus bienes, en forma de legislaci6n social, ~'t las clascs trabajado­ras que los producen y it quienes se arrcbatan.

En esta actitud practica de actividad antiesta­tal que se propone desarrollar el sindicalismo, re· side la raz6n del por que no repudia el medio par· lamentario, del cual quiere servirse con prop6sitos sobre todo aO'itadores para hacer frente al poder

t> ' • ejecutivo de la burguesia, cuya fuerza quiere d1s·

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-E.'RII~UE Lll:O 'E

minuir, :para que e vean lo eonftictos de las dos ch·i!izaciones litigantcs que la sociedau e:sconde en su ~.:no, para que fermenten y consoliuen en la conciencia general del vi vir colecti \·o las dos cons­ciencias juridicas y mora lea, la burguesa y la pro­letaria.

Y en e_te punto es donde se evidencia la ver­dad completa ue que toda lucha econ6mica sere­suel ve en lucba politica.

Al(l"tm superficial glosador del sindicalismo ba querido deducir de su analogia con el liberi mo la ina nidad de toda rei vindicaci6n en el campo de la legi laci6n social. Pero el liberismo sindicalista se distingue del otro precisamente porque es libe­rismo proletario, liberismo de clase. Este, bajo la presi6n de la fuerza de competcncia del trabajo con el capital, se ve conducido a eliminar todo factor de e torbo, todo inten·encionisrno estatal en la aplicaci6n de esta especial forma de compe­ten<.:ia econ6mica, de donde deriva la lucha de clase. Pero preci amente por esto no puede desin­tere arse de una legislaci6n que rehnga t'l. contra­sentido l camino intervenciouistico, jcrarquico, prohihitivo y proteccionistico que ya ha rccorrido el Estado moderno. El deja~· lzacer, dejar pasai' del liberismo corriente era una f6rmula revolucionaria cuando la pronunci6 Gournay y la adoptaron los economistas ch\sicos posteriorcs en cl periodo do formaci6n precisamente del Estado; pero hoy que e te se ba constituido y consolidado como baluarte

191

y 6r!:.:ano de defensa e.·clusiva de la clase domi­nante, 1 dejai' hace1·, deja1· pasar respecto al Esta­do resulta una f6rmula reaccionaria, un precepto de conscn·aci6n burgut>sa, una norma de laxitud que se debe rechazar en nombre de la clase oprimida.

Predsamente porque cl libcrismo sindicalista quie~e la libertad de competencia entre los servi­cios proclucti,·os, entre el trabajo y el capital, debe deshacer y disolyer el poder politico que obstacu­liza esta compctencia; debe exigir que una parte de los meclios que el Estado emplca para rcforzar elmonopolio' capitalistico, se cmplecn en reforzar los 6rganos de competencia del trabajo contra el capital, iL traves de una legislaci6n antiproteccio· nistica, en el sentido mas vasto de su significado.

Nuestro liberismo se vuelve revoluciooario, por­que, reforzado por los intere ~s de clase de l~s cuales deriva, se propone dernba.r el nronopoho del capital, combatiendo prc\cticameute todos los facto res in hi biti vo , de los cuales el nH\s principal es el Estado, y del cual por esto el neoliberismo proletario no puede desinteresarsc s~n t~aiciouar su oticio rcvoluciouario. Cuando el hbensmo co­rrien te ·e en las medidas solicitadas por elmo vi· mien to obrero una nueva fase de proteccionismo de clase confic a su indole burguesa y demucstra que s6lo ~uiere enriqu •ccr los 6rgano sindicales de nueva pot ncia, siO'nifica ateuuar <'1 grado ue mo· nopolio que el agcnte de producci6n por c_-celen­cia, el trabajo, sufrc de parte del cap1tal.

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192 ENRTQUID LEO. ' E

emejantes al ine:s:perto estudiante del barrio Latino, los liberistas burgueses crern abrazar una purisima virgen y no haceu mt\s que ceder {t la.:~

carici:1s de lamas trivial mujerzuela. Defienden el monopolio en nombre de la libertad.

* * :!<,

La influencia que el sintlicalismo viene apli· cando sobre los poderes del Estado estt\ toda enca­minada <i robusteccr la vida del organismo obrero en su dafio. El proceso es morfologico. En esta antitesis de formaci6n y descomposici6n simulta­nea esbi la raz6n de la necesaria perduraci6n de la lucba de clase sobre el tcrreno politico. El Es· tado puede ganar en fuerza y potencia de modo absoluto, consiguiendo nuevos meclios materiales de e:xistencia entre las clascs burguesas; pero lo que contradistingue elmovimiento hist6rico es Ja disminuci6n de su potencia J'elativa en relaci6n con la {ue1·za crecicnte del sindicato de ofi<.:io.

Notoria es la infl.uencia que este 6rgano co· mienza a ejercer sobre las masas obreras: sus deli­beraciones se tienen ya en consideraci6n, las tari· fas que establece se imponen ala clase obrera. Ni siquiera faltan las sanciones a esta especie de nue· va soberania politica del sindicato. Las grandes federaciones obreras de la America del Norte, con ellabel comienzan a que se las tenga en cuenta en elmercado. A los industriales que no aceptan

EL SI:s'DlCALISMO 193

las tarifas establecidas por los sindicatos se les boicotean las mercancias: a los que las aceptan r~­ciben la rna1·ca sindical (label), que se fija en las mercancias. Los obreros smdicados se empefian en no consumir mercancias que no lleven la marca sindical. Los sindicatos norteamericanos tratan de potencia <.\ potencia con los industriales, y envian sus ultimatums para que se cumplan los acuerdos sindicales, so pena de boicotage. Los sto1·es que ad­miten en su servicio <i camareros, mt1sicos, etc., que no esteu asociados, seven privados de la asistencia del publico obrero.

Por mas que la clase obrera tenga un consumo mas restringido que las clases ricas-a causa de la limitaci6n pro.ductiva y del fen6meno del subcon­sumo, que es el azote mas agudo del sistema capi­talista-, es la mayoria de la poblaci6n, y la produc­ci6n uacional tiene en ella el mercado mayor. El aumento de la solidaridad econ6mica de los traba­jadores podra gradualmente irse sirviendo de tales sanciones para aumentar el poder de soberania de los sindicatos y su infiuencia sobre el curso de la vida econ6mica.

La eficacia creciente de los sindicatos en las determinaciones de las condiciones del mercado de trabajo, la reconoce ya el mismo ... estor de la Eco· nomia liberal: Guillermo De Molinari.

. * .. ~ ::::

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19~ ENRIQUE J;EONE

Esta formaci6n positiYa y concreta de la {tw·za prolctaria desembaraza el pensamieuto socialista de todos los residuos ideol6gicos de los concep1los metapoliticos, como por ejemplo, el de la violencia .

Entre fuerza y violencia hay en cierto sentido una relaci6n de antitesis . Cuando mas se desarro­lla y se elabora la fuerza de clase en el seno de las instituciones proletarias, menor importancia asu ­me en las transformacioncs sociales el factor vio -

lencia. El sindicalismo, con el gran espiritu pnictico

que le distingue de todas las precedentes formas de la teorizaci6n socialista, es doctrina actuante que huye de los esquemas de las soberbias abstrac­ciones, es estimulo de voluntaria y disciplinada acci6n. La violencia es un factor hist6rico invo­luntario, no eliminable a capricho de los hombres.

El mar:xismo se ha distinguido en esto del blan­quismo bastante claramente: ha fustigado siempre a los fabricantes de revneltas al minuto y de revo­luciones menudas. Basta recordar sus rudas bata­llas con el bakuninismo insurreccional. La (ue1·za es el estimulo asiduo de la acci6n organizadora, esta se apoya y substancia en la creciente solidari­dad de clase, en la formaci6n de la unidad psico­l6gica del proletariado, en el desarrollo paciente de las condiciones econ6micas y de la acrecentada capacidad politica de la organizaci6n sindical. Es el resultado de un yerdadero proceso morfol6gico que no se improvisa como una pieza para piano·

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El proletariado puede desarrollar aquel grado de fuerza que le permita el grado de organizaci6n alcanzado.

La violencia noes un factor creador en ]a his­toria. Esta marc6 siempre el epilogo del drama so­cial, fuc la ultima palabra de un largo y diuturno discl:>lrso; fue el episodio conclusivo de un largo proceso; fue la forma a traves de la cual se afirm6 la fuerza hist6rica, lentarnente madurada, de la clase que subia al poder.

Carlos Kautsky, en Die Sociale Revolution cita ' varios episodios hist6ricos en los cuales las luchas

por las reforrnas inmediatas fueron acompafl.adas de conflictos de sangre, mientras bubo grandiosas revoluciones que se produjeron en el orden de la sociedad sin lucha aFmada y sin insurrecciones jacobinas.

Todo sistema social puede persistir solarnente a condici6n de prescindir de la rnolencia y de ba­sar la propia constituci6n politica sobr~ el meca­nisrno automatico de la vida material y econ6mica. El mismo sisterpa capitalista no se apoya en las bayonetas, sino en la inmadurez econ6mica del proletariado. Cuando la fuerza de la clase obrera sea adulta, las armas se romperan en el pufl.o de la burguesia. Unicamente el ingenuo Duhring pudo forjarse la ilusi6n de que la violencia armada del poder fuese la causa que mantiene en pie ala socie­dad burguesa. La daga con la cual Robins6n subyu­ga a Viernes seria un arma completamente impoten-

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lflG ENRIQl' P.: LEONE

te para ~rear el fen6meno de la opresi6n del primero sobre el segundo, sino existiese la C'ondici6n mate­rial econ6mica por la que \'iernes puede producir, ademAs de los medios necesarios para su sosteni­miento, los que necesita Robins6n con una parte de u producto.

'i cs verdad esta tesis mar.s:ista de la incapaci­dad crcaclora de la violencia, tan hellisimamente dilucidada por Federico Engels en su Economie und Gewalt, Yano es esperar que el socialismo pueda instaurarse por obra insurrcccional 6 por irnposi­ci6n Yiolenta, sin que precedentemente se hayan desarrollado en el seno mismo del sistema capita­listico las nuevas fuerzas ccon6micas del proleta­riado, que debenin reponer la producci6ri y la dis­tribuci6n sobre las bases automaticas de la igualdad y de 1a libertad, apareadora de la compensaci6n con relaci6n a los esfuerzos.

El indicalismo es, por lo tanto, un problema de f'uuza. Reconduce el proceso proletario a la realidad de su devenir. Jorge "orel consider6 basta 1 9 como un peligro para la ci vilizaci6n el desen· cadenamiento de la tempestad social antes que el grado de fuerza, de consciencia, de autonomia de la clase revolucionaria, el proletariado, sea sufi · ciente para la gesti6n directa. de la producci6n, se­gun un libre plan colectivo de la clistribuci6n y de los cambios.

1\Iar.s: y Engels han visto en el terrorismo de la Revoluci6n francesa la dictadura de las clases des-

EL SINDlUALlSM:O 197

poseidas. El horror sembrado a manos llenas la I

tranquilidad desaparecida de todos los animas el I

luto de tantas familias y la macabra obra de la guillotina, han hecho de aquellas paginas revolu­cionarias cl documento espantoso de que debajo de la costra del espiritu humano dormita todavia la vieja sal vaje fiera de los origenes animates. Pero la critica hist6rica rn<\s caprichosa y m~:\s idealisti­ca no podria cicrtamente decir que aquel huracan de violencia devastaclora fue necesario para. con. servar la obra de la Revoluci6n: fue un episodio convulsionario de la cirna, cuando ya las revolu­ciones del fondo estaban consolidadas c intangi­bles. Aun sin querer negar el carttcter necesaria­mente deterministico de aquel periodo del Terror, pueito que nada hay que sea inmotivado en los gran des sucesos humanos, la serena in \'estigaci6n nos ConduC'C ~\ negarnos ;;\ creer que la obra de transformaci6n profunda y secular de las relacio­nes econ6micas llel feudalismo, que crc6 el genesis burgues, pudiese ser rehecha al reves por las ar­mas conjuradas de la rcacci6n europea. Esto sig­nificaria trocar la historia de la economia por la politica, creer en la Yiolencia del poder y no en la fuerza econ6mica. Aquella «prirnera. dictadura pro· letaria», de aceptar la hip6tesis de Marx, combati­da por muchisimos historiadores, prueba de todos modos que la violencia no sine~\ las elases que la emplea.n para obtener la hegemonia social, si esta no tiene ya en su base la estructura ecou6rnica,

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U!S

unico real motor de su fucrza historica. Asi, t't. pe­sar del uimbo de sangre del Terror proletario, la Revoluciou no pndo ni supo ser otra cosa que revo­luci6n burguesa. Y este concepto de la incficacia revolucionaria de la Yiolencia, alli donde no esta apoyada por la madum fucrza econ6mica, ba sido remachado en la historia del proletariado por las reYoluciones francesas de 18-:1:8 y de 1871. El movi­miento blanquista en las jornadas de Febrero y de Junio, tuyo un caracter cxclush·amente obrero·

' pero esic, a pesar del intrepido hcroismo de sus directores, expcrtos estrategicos de las barricadas

' no logr6 otra cosa que desarrollar un oficio auxiliar de Ia ascensi6n de la burgucsia industrial al poder

. d ' v1en o sumergir todos los inmediatos objetivos de clase que oso esperar y que esperanzo actuar con la imposici6n del propio heroismo. La Communa fue ellapidario epitafio de la Yieja t<\ctica blan­quista: aquel glorioso episodio de la revoluci6n proletaria, hizo penetrar al fin en las mentes hasta de los mas id6Iatras creyentes en la fuerza creado­ra del poder politico la conviccion de la inanidad de cualquiera revolucion exclusivamentc politica, es decir, de cualquiera revoluci6n que no sea la ex· presion de una precedente elaboraci6n de la capa­cidad tenico-econ6mica de la clase sujeta para dirigir las fuerzas de la producci6n.

* * *

EL SINDICALISMO 199

El retorno del socialismo a su fundamental no­cion economica, gracias al sindicalismo, desemba­ra.za cl movimiento obrero de ilusiones runestas y de peligrosos prejuicios.

Aqui resulta tambien claro el por que muchos partidarios de las dos corrientes del «socialismo politico», del socialismo que cree que el partido es el 6rgano definitive de transformaci6n revolucio­naria, es decir, Ia reformista y la revolucionaria tradicional, conceden una exagerada importancia al factor de la violencia. Se hacen la ilusi6n de que el partido que se apodera del poder puede aplicar una serie de ingerencias coercitivas tan eficaces en el proceso de la vida social, que lo plie· gue a las exigencias de la «raz6n de Estado».

El sindicalismo, en cambio, reponiendo todo su advenimiento futuro sobre las fuerzas econ6micas, psicologicas, eticas y politicas del proletariado desarrolladas en una instituci6n suya tipica de clase, hace pedazos la idolatria centenaria de la «raz6n de Estado», y asi renuncia tt la ilusi6n de poder, a golpes mag·icos dispositivos y de coarta­ciones violentas, readaptar, conforme a un nue-vo plan social, la producci6n de las riquezas y la po· sesi6n de los instrumentos de trabajo.

Si los partidos socialistas subicsen al poder, durante este periodo de presente inmaclurez de la organizacion economica del proletariado, produci­rian una aerie de con vulsiones tremendas; pero aunque tuviesen la capacidad para mantener los

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:!00 E RIQUE LEONF.

compromi os politicos y para hacerse interpretes de los verdaderos interescs proletarios-hip6tesis inverosimil a causa de su interna hibrida composi­ci6n y de la serie de intluencias cxternas que su­fren-, es bastante dificil que sin la precedente robusta trinchera de los sindicatos obreros, dis­puestos ya a encargarse de la gcsti6n colecti va de la riqueza, consiguiesen evitar la bancarrota de la emprcsa.

***

Estando toda la actividad pn.l.ctica del sindica­lismo encaminada fl. crear la separaci6n cada vez mas aguda entre el mundo del privilegio y el de los oprimidos, debe apoyarse en los mcros factores que la extrinsecan como efecto de la conducta vo­luntaria de los organizados segt'm las valoraciones expertas de los comites sindicales de acci6n, de ejecuci6n ~T de direcci6n. La violencia no entra en estos factores, porque es propia de los momentos culminantes de la historia. De aqui la inanidad de querer fundar toda distinci6n de las escuelas so­cialistas en torno de la preferencia a las inclina-ciones hacia cl uso de Ja violencia. .

El sindicalismo-desde su terreno realistico y materialistico-no pretende ciertamente coi'J'egir la historia ni moralizar la lucha de clase. Pero comprueba que si no hubiese otra actividad de separaci6n del mundo presente que la violencia -como pretenden anarq uistas y revolucionarios

EL SINOlCALI \10 201

tradicionales-, nada. seria tan imposible como po­ner de acuerdo la doctrina socialista con una prac­tica diaria revolucionaria.

Esta concepci6n descabelladamente jacobina pertenece a los desconocedores de las leyes de la bistoria y de las dificultades de sus procesos.

El sindicato es un diario instrurnento de rebe­li6n obrera, aun sin ser violento. Todos los medios de lucha de que es capaz son el resultado ultimo de la fu,erza de ot;ganizaci6n y de solidaridad de las agrupaciones obreras que en fuerza de pacien­cia y de asiduidad ha conseg·uido formar. Ha en­contrado el anna formidable de la huelga general, como arrna de defensa y de ataque contra las clases dominantcs. Este verdadero sustituto de las algara­das y de las barricadas-al que la poderosa con­centraci6n de los ejercitos modernos arreba.t6 su viejo prestigio-resuelve el problema de armar y presidir las organizaciones prolctarias con una fuerza voluntaria desconocida de las precedentes revoluciones. El municipio tuvo nccesidad de las alabardas para armarse. El Estado se rodea de fu · sile&, de canones y de 8Corazados formidables . El sindicato obrero tiene tambien s~s arrnas y su arsenal en las mismas fuerzas del trabajo que sus adeptos aplican para rnantener en vida la so· ciedad. I •

El descubrimiento espontt\neo de la huelga ge-neral engendrado por la influencia de los hechos Y por el crecientc an tagonismo de las dos clases fun-

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damentales, indica la forma rigurosamcnte econ6-mica de la reYoluci6n proletaria.

La reYoluci6n socialista, revoluci6n de mayoria por la rnayoria de la socicdad, no tendd nada que la asemoje c.t las precedentes revoluciones de la historia de la humanidad.

Con la manifestaci6n de la huelg·a general-real indicio de la omnipotencia de la clase trabajado­ra-se puede decir que va a su ocaso la epoca de las revoluciones puramente politicas que tienen su centro en el Estado. En lo sucesivo la revoluci6n tendra su centro en la insti tuei6n proletaria por excelencia: el sindicato de oficio.

La hnclga general es la aplicaci6n de la fuerza econ6mica que el proletario este en grado de evi­denciar. Todos los episodios de huelga general que han teuido adversa 6 propicia suerte, fueron en realida.d solamente el conato aproxirnativo de la paralizacion simult£inea de todo:,; los ramos de la produccion. Su eficacia de presi6n es indudable­mente bastante grande y reside, no en los episo· dios secundarios y tal vez evitables del derrama­miento de sangre y de los conflictos en la calle, sino en el contenido inthnamente economico de la abstenci6n del trabajo, en la paralizaci6n que oca­siona en las principales fuentes de la vida.

Los resultados de las huelgas generales-estos episodios de guerra de clase-no ban de mirarse con ellente superficial de los politicos que creen que en la historia el efecto sigue inmediatamente a

EL SINDICALIS~tO 203

la causa. Las grandes manifestaciones callcjeras del cartismo-de juzgarlas epis6dicamente-fraca­saron. Pero Ia promulgaci6n del sufragio universal ingles, en 18;)1, cuando ya el movirniento cartista parecia extinguido un trienio bacia, encontr6 en el ambiente yen el espiritu publico, preparado por veinte a.i1os de aquel movimiento, el empuj6n nece­sario y predeterminador. «Los hombres derrotados por la re\-oluci6n de 18±8-observa Engels-fueron mt'ts tarde sus ejecutores testamentarios.,

En los fen6menos de la historia hay «lo que se ve y lo que no se ve». Debajo de las inmediatas y aparentes derrotas hay los gerrnenes de la~ t~ans­forma.cioncs en nombre de los cuales el movtmtento luchaba.. Con el mismo lente de rigurosidad hist6-rica· ban de observarse en sus exitos los experi­mentos crecirntes de Ia acci6n sindical, de la cual la forma mAs culminante es Ia huelga general.

Los politicos, al contrario, pervertidos por el modo de funcionar de los conveuios parlamenta­rios forman en seo-uida inventarios del pa.sivo de esta

1

s bnelgas, por~ue <1 sus p-;:oposiciones no sigue la ap1·obaci6n del Parlamento. jExtrallo modo de juzo-ar las manifestaciones de clase! Ante todo, la huelga general que lucba por una reivindicaci6n inmediata no se encamina <i influir sobre el Parla­mento aisladamente considerado, sino sobre todo el apa~ato del Estado; no obsen•a el procedim~ento parlamentario, y por esto no .pr~sur~e ver codtfica­da en ley inmediata Ia reivmdteact6n por la cual

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:20!

combatc: forma la co tumbre nnevn., y los cfectos sobre cl conjunto ocial no son por esto inmcdiata­mentc \'i ibl s, como las proyccciones obre el cua­dro cincmatogrAfico. La hi toria hay que saberla explicar. En c ta los minutos de nuestras impa­ciencia rcsultau afios. El reloj de la hi toria es mucho m:.ls ll;nto del que llenunos en el bolsillo. (,Hay nada tan clkto o como aquellos politicos que al dia iguiente de una huclg·a g·encral seiialan el Parlamento y gritan: •(Ilabeis vi to? ... csta gente no cede"? La proposicion, claro stA, no ha pasado, pero l proletariado Y nci6 ~·a, porqne ba marcado nna nueya eparad6n d lmnndo burgues, 6 sea Ull paso nu\" en su propio camino.

E to 0 Tandes epi odio hist6rico de Ia huelga "'encral on la indicacion precisa del nuevo camino que igue el ociali mo. E t camino no conduce ·a al Estado como instrumento coordinador de la

nueva sociedad, pero rc\·ela las fu rzas trabajado­ra del conjunto del mundo moderno, encamin<\n­dolo bacia una antite is conci a con todas las ins­titucioncs bur •ue as.

El hccho de la huelga g·eneral cs cl xpcrimento ocial que nos da cnent<) de Ia efectiva naturaleza

del sindieato de oficio. Como n fi ica 6 en ciencias mec<l.nicas, en economia los f nomedos se cstudia.n suponieudo de hechas todas las enero·ia que en·

205

cierran y eliminados todos los factores que la obs­taculizan: a i cl fen6mcno de la organizaci6n sin­dical c sorprendc en su efectiYa naturale;~;a tipica, en el fen6meno culminante de la huelga general.

Ahora bien; aqui cs donde se ve de modo evi· dente e innegablc que la actividad sindical es de naturaleza centriruga con respecto al Estado: no mira <\ pose ionarae de sus atribuciones, sino a pa· ralizar su ficacia; nose conccntra en el poder, tal como est<i hoy constituido, sino en un poder que reune en torno suyo todas las fuerzas revoluciona­rias para minar y d isol ver el poder politico exis­tentc.

Durante estas cl'isis hist6ricas, las clases traba· jadoras no rcspetan las autoridades sociales. ofi~ia· les. Las Camaras del trabajo, los grupos stnd1Ca· les se convierten en ntteleos, en centros nerviosos

l

de la acci6n proletaria. El anna de Ia huclga general es evidentemente

peligrosa: si csta hace pasar un soplo de rouerte sobre tocla la sociedad, si-Jehova al reves-de· tiene con un soplo la rueda de la vida, debe ser manejada con babilidad y ojo sag·az por la c~a~e que la emplea. El sindicalismo no quiere bu~tstl­camente sumir la sociedad en el Nirvana: la mer· cia no es su ultima palabra, sino la actividad fe· cunda y feraz, la completa actividad de todas las virtudes de la bclleza, de la fuerza Y del saber; es la exaltaci6n de la vida, de la felicidad, del ·oc~. El elemento pasivo en la huelga general debe Ir

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206

adquiriendo canicter sccundario ante su elcmento activo de tran formaci6n social. Hoy que la huclg-a general es toda\"ia un fragmentario conato de la paralizaci6n general de la civilizaci6n burguesa, tiene necesidad de ganar su propia eficacia con el dauo producido obre el conjunto de las presentes relaciones ccon6micas.

Pero cuando sea expresi6n consciente e ilumi­nada del universal mundo del Trabajo que por en­cima de las fronteras se levanta contra el mundo del Capital, entonces la obra de expropiaci6n ca­pitalistica- outragolpe activo de la abstenci6u universal del trabajo-sera el inevitable pluto de la huelga general.

En este periodo, la socializaci6n sera ya inme· diatamcnte posible a traves de la disciplinaci6n meramente tecnico-<>con6mica de los 6rganos de oficio. Cuando eutonces la burguesia quiera defen· der e, la nueva consciencia juridica formada en el mundo obrero, e:xpresi6n de la mayoria de los oprimidos, despojan\ de toda cohonestaci6u de de· recho la defensa de las viejas relaciones de propic­dad. La burgue ia se encontrara incapacitada frente a la consciencia de la nueva sociedad. El viejo sistema de distribuci6n de los bienes quedara de becho, con sus relaciones de poscsi6n privada, abo lido por el poder directi vo del , indica to. La huelga general del cuartel respondera a la buelga general de los talleres y fabricas. El principal obs· taculo contra el cual se estrellaron los viejos g·ol-

EL SlNDIOAI.J MO 207

pes de mano, quedara asi eliminado por la nueva forma de revoluci6n que el sindicalismo contiene en la indole de su acti vidad. El Estado burgues se vera privado de todo poder, de toda sanci6n contra el nuevo poder proletario, que habra tornado el caracter de 6rgano politico durante el traspaso re­volucionario. De este modo se verificara lo dicho por Engels: «En la revoluci6n socialista no ten­dremos necesidad de disparar. Los burgueses dis­pararan primero.,

<,Pero que armas podra emplear la burg-uesia contra esta revoluci6n que se habra efectuado fuera de su recinto de defensa, el Estado? La revo­luci6n estara ya al par de todas las precedentes transformaciones radicales de la producci6n reali­zada de hecho; la posesi6n colectiva de la fabrica habra comeuzado ya a funcionar; el mercado habra ya cedido el puesto ala reg'lamentaci6n de las relaciones sindicales de cambio; la renta y los beneficios no entraran ya semanal, mensual 6 anualmente en las cajas patronales; la separaci6n entre el producto y el productor habrA sido ya abolida por el grupo sindical que se habra ya en­cargado de la gesti6n colectiva de la producci6n: el mundo, en una palabra, habra cambiado econ6-micamente cuando la burguesia quiera intentar la ultima y vana obra de defensa con las residuas Y extremadas fuerzas politicas y estatales que le queden, concentrandolas tal vez en un desesperado esfuerzo de voluntad y de reacci6n.

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208 ENR!Ql'Fl LRONJ>;

El contragolp_e dialectico-gracias <t la huelga eneral-lln vemdo. El proletario efectt:1a primero

su revolu i6n econ6mica <t los hechos; solamente despues del hecllo realizado vendr<.\ obligado a de­fenderla en el campo politico contra las ultimas sobrevivicntes resistencias de un mundo incapaz ya de contencr en los viejos sistemas las nuevas desarrolladas fuerzas de producci6n que el Sindi­cato ~'a dcsde luego va socializando. De este modo las organicas leyes de la historia-tal como descu­bri6las el materialismo hist6rico-robustecen el presagio socialista. De este modo el sindicalismo da una concepci6n de la transformaci6n del capi­talismo que est;.\. de acuerdo con la fundamental mira mar. ista sacada de los ejemplos de la bis­toria.

El sindicalismo, en efecto, tiene en cuenta rio-u­o rosamente que las transformaciones del oro-anismo

• b econ6mtco forman la base de las revoluciones so-ciales-politic as.

El socialismo, democnUico, al contrario, agru­pando todas las fuerzas de la revoluci6n alrededor del ente Estado, se coloca fuera de la realidad hist6rica, porque contravirtiendo las leyes de la bistoriografia marxista eleva el hecho politico a causa de Ia mas profunda de las revoluciones eco­n6micas que jam{ts mudaron la faz de la sociedad.

No bay ningun elemento de que consta la revo­luci6n proletaria que no estc ya en acto. La hueiga general-la nueva alma de la revoluci6n futura-

Rl. Sl:SDTCALTS~!O 200

ha hecho ya sus primeras pruebas en los hechos; su nocion tanto como 1a pnictica se extiende en los amhientcs obreros, se convierte en concepto general que funciona como muro di visorio entre los productorcs y cl munijo burgues en todas sus gradaciones.

Amrnaza todo el bloquc de los intcreses de Ja burgucsia, y por esto obra como reactivo disol­vente de toda. posibilidad de inteligenciaci6n entre las fracciones proletarias y las fracciones burgue· ~as. Parecc un absurdo-porque cs arma que hiere al primero que la. cmplea-, yes de hecho un gran absurdo, pero Ia. realidad social busc6 basta aqui su explicaci6n de las incongruencias como su at­m6sfcra neceseria de desarrollo. La historia ha sido magistralmente definida como una cadcna de errorcs y de a.bsnrdos. La historia no teje sus be­chos con los hilo sutiles del silogismo, ni jam~\s pudo ser la. 16gica su consejera preferida.

Un mundo de inconsecucncias y de contrastes no podia tener por epilogo disolutivo sino un colo­sal absurdo, debajo del cual debe quedar aplasta­do, para abrir el camino a la (mica sociedad que puede reinstaurar Ia raz6u en las eosas de Ia vida human a.

La buelga generallevanta la clase trabajadora del sopor en que estuvo sumida durante el secu­lar dominio de esclavitud, y rompiendo en los labios de los demagogos las adulaciones embuste· Ias y las promesas mentira, le dice que su sal\'a-

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E. R!Ql 1': !.FO. b

cion c tit solamente en sus fucrz, s, solament en su rcbelJc eapacidad.

La huelga r.·encrn 1-oca o om brio 1lc lo siglos qnP Yicron como cl hombre per en-uia: c.·plotaha al hombre, int'.·orablemcntc,, Ibn ratliantC' de llliC-

•o ig-lo que vcn\n cl nmor, Ia fratrrual fclici­tl.a l cmbcllecicndo la Yitla, Ruacit. dor.l de lllll'\",13

<:onqui t:-~s-es como Ia e, pada ren y afilatla q 10

vieue l\ cortar !, enyolturil de mL 'rias ~- de do lor s d 1. dominante di'cordia de cl< SP, )ar ·r ,u· d _nuda d mentira, Ia H'rJ" dNa oeied< rl

human a. La huelga gene1 al-aha:u1t, ndo : a tc · n ando el J>.l ado-barre l camino del pon·enir Es cl nnifJuilamiento (1, Ia ci\'ilizacion, pcro d, un< ci\'ilizaci6n cmbustcra, :\ l,l C]UC asedia con Ia c r ~tin, {t !a cual di puta el derecho de Yida, ;\ tt cu.1\ arn.'bata totla vitu. lla, m. rcantlo obr HI

frcntc !.1 coitd'na infte.·ibl y u"finitiva . • \ r ta oci d, d In huel~.l ' ener. 1 a p<u"ce como

,! e.pectro s· lYaje de Ia m;\ borracha y cstulta de las tlev, taciones, como la r vocaci6n dt ln ruua barbaric. Parecele que <:StA blandienuo Ia guatlafi .. destrudora y maca bra. tle la muertc. P<­r;ccle que debajo de las hnell, do su paso sobre 1, tierrn, herida por la maldici6n, no puede ya brota r 1, hierba y madurar las mic es.

Pero hay t, mbieu otra sociedad, una nueva ociedad que Ia juzga: la sociedad de los tra baja­

dores. Para esta tiene sonrisas prometedoras de Yictorias, no tiene nada de sombrio en su objetivo,

h •• IS[)J('ALI ~I ~1 L

wtla siniestro en sus prop6stos, r entre sus manos uo tieHe c1 sinie~tro fulgor de la. guadai1a. morti· fer,\ sino ln. bantlcra blanca cle la paz humana. La ctase trahaj<tdora sa be que en nombre suyo no marcha hacia la de:otrucci6n, sino bacia la. vida: no ,11 nbismo, sino ala cumbre de la historia hu­m 1U1. Ill a! que persigue, anhela y pre para con todos sus nsirluos c fucrzos humanos, porque en eL

• (1!0 en 1 est:\ Ia sal \'aci6n. E-pc>ctJ o opresor para la clttse que ya A su oca­

o, ,~ nr~.::\n,...t•1 Iibert, rlor para 1a clasc que naco, •ilipendindo ·, in\·ocado, tcmido y esperatlo, pre· entc e ind tructiblc ~·a en Ia vida, de nuestros

ticmpos, con ciucladania hist6rica, habiendo ya nfirmnrlo aqui 6 acnll{t algitn testimonio, incierto ~ p .. ilido, de u futuro poderio.

<,Quien podr:'t detener sus paso~;'? c.Qnicn pudo dctencr el raYo amen zador que cruza. el firma­lllPII to"(

Fl DE «EL I;{OICALl":llO»

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APEN DICE

Desde el momC\nto CJ.UC IH'n os int ntarlo bas, r 1U<' tl'<l. ob crvacionc en el mun!lo real yen el hL~cho ~indical tal cual e , ~·no sobre tipos de or­t"lanizaei6n pelLado y f;tntnse, dos Sr'"'tlll abstrac· t s modo de cr te6rico , n'nimo obli~ados :\ anadir en nuestro C'Scrito una dohlc ad· rtcncia:

1 La organiza<'i6n de Jo ~iwlic.Ho d oticio f n6nwno d' natut" czn intern eiona.!, CJ.Il i!..;'n ·

·omo 111 ·oml)ra al C'IL'rpo cl dP arrollo del istenn capit :1 'tico -no puede ervir por i ola paril. dar­nos Ia ])I'Ut!b r po itiva, ':i dirPmos experimental, d la concepei6n sindicali 'ta. I~ ta halla u ba po~i· ti\·, en l movimicnto sociali ta con idcrado en s11 doblr forma: de partido socinli t y de oro·ani mo indica!. Las scnns clc cada uno de estos do ludo1 el mo\·imicnto las hcmos dibujado cu, l sc re\•ela­

rian allimite de su desarrollo. El partido socialis ­ta-encerrndo en Ja ba"e unilatcrnlmente politic:t ' lcccionistic:t para desarrollar una acci6n en el

terrcno cstatal-lleYa en silas condiciones org<ini-

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APE.'DICE

cas que. lo condur.en_ hacia aquclla tlcsviaci6n y corrupc16n del socw.llsmo de que hemos bablatlo.

Pcro den tro de el 0 bran I por parte de los ele­mentos obrero , fuerzas iuhibicloras que tienclen it atraerlo cadn. vez llHts en ln 6rbita de ln. clasc, que le constriflen t\ ser menos partitlo y 1t1<.'t.s fracci6n orgnnizacla de Ia clase obrera, t\ entrar en cl cir· culo indica!, obligando <.\ los intercses e:s:traiios de las clnses prof~sional.? , improtluctinls, pequeiio burgnc es que se introclujeron en '•1, <t constituir cl ~ropio partido dcmocr<ltico tie rcformas sociale . A u vez el movimieuto iuclkal, tipieo, cl de las 'l'rades- Cnzon~ y de las Ge,ced;.sclwj'ten aleman as -bajo Ia influencia de los ft ctores e tremos de una fase partieular de Ia Econorni, nacional y por efccto de In actiYidatl politica proletaria concen­t:ada y absorbicla en Ia defcctnosa : unilatera l forma de partido- lm pN' ido procisoriame nfe aq uel C<lr:'tcter de conciencia Je ch1s qne nosotros hemos deri vado del moYimiento indi ·ali ta drs­\ h\ndose u el e tancnmicnto de un dem:lsiudo mereantil rnu tualismo.

Pero stas observaciones no quitn n ln hnse so· cinl real sobre la que sc funda 1 ~i ndicalislll o. En c fe cto, por lo q ue r espcc ta al tradeunioni mo in· gh~s, su fase corpora ti tica y apoliti ca debi6se it Ia :~ons~elaci6n econ6mica• ing lc a de 1 ':'>0 ,_i 1 0,

penodo de las grandcs e.-x:plota cione;; coloniales. Bajo csta iufluencia, los elevados beneficios los

salarios altos, la gran productividad -libre1

de

APE ' DI CE :!15

toda trrtba aduanera.- , crearon una elasti cidad en las r~'-'laciones entre los empresarios y los obreros, que (JUit0 el vigor revolucionario y hostilmente an­ticapitnli..tR. al tradeun ionismo, continuando sien­do, no obstante, una r eal fuerza tra nsformadorn.

Aun hoy se opone habitualmcnte el ejemplo del tradcunioni mo como un desmentir a Ia con cep · dun sindkali stn. La a firmaci6n es err6nea por eomplcto . P, rte de una uoci6n del sindicalisrno no I

entcndi :lo al modo como lo hemos cxpuesto no R olro~, c decir, como p roceso, como p l'as.s i de Ia. realidatl ccon6mica , sino como el subjetivistico conato de orga ni zar las masas trabajadoras en viRta de l inmP-di a to derrumbe del orden capitalis · tico y del Estado burg ucs.

.A.llCP1<1s, csta pr ueba ncga tiva del tracleunio · J,i mo flUe c ucle aducir contra el Sindicalismo c't<t funclad< sobr' uu error de hecho, sobre un Y(:'rd.1dero anacronismo. t-i e habla de un trade­unionsmo que ya cst<.t superado, de nn tradcunio· n is110 limitt tlo t\ la fa.se transitoria de un lctargo d la l ncha, que por otro lado cstuvo acompaflada. de nn des<llTollo vastisimo de sn proceso formativo. Una n.ntorida d nada sospechosa, el profesor :om· bar t, de In Universidad de Breslan, es de nuestro parccer cuaudo escribe en su oc:ialismus and o· c: iale DeN egnng (Socialismo y a·gitacion social, ::)an·

drou, cJitor, Palermo): «Si los indicios no nos engai1an, lapaz social ha durado dema.siado tiem· po en lngl<'terra. Con el ocaso de la supremacia

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inglesa sobre el mercado mundial, con la elevacj6 de los rnt\.s ba.jos fondos socia lcs obreros, va a s gir de nuevo el movimiento social, despierta sentimiento proletario de solidaridad, y con scntimiento la. lucba de clas . Se discute ya Ia p litica obrera independiente en los congresos co porativistas; los postulados y las teoria socialistas penetran ya solemnemente entre las masas de I Trades· D'nions.,. Tocante a las Gewerl.:schaften, caracter mutualistico y neutt·a!istico es el de Ia. existencia de una democmcia socialista, s.e parada del movimiento siudical, y que a'"""'~"'n toda la parte proletaria mas avanzada en Ia ciencia del interes general de clase-y que "n'Y,J.j~~ dos veces eu el movimiento bajo aspecto neutralista sobre- el terreno sindical revolu ria eobre el terl'eno politico-. La conflu.,,~"'~"" ·"~""' estos doa movimientos-es deeir, la sfntesis estos dos unilateralismos artifieiosos-no podra rar largo tiempo en Alemania, donde el socialista pronto quedara advertido por sus

demaeiado rapidos progresos eleetorales d . ~••~u•:~u·~ de poder instaurar la producci6n

......... ;& .. ,,D parJamentarios 6 .uu~~a.a.J :·~i~;~~#~~l y se darJi cuanta -u ... •.a·•

pre.parar Ia m.a•;::abl tatcott.mllem Bt!IJP&eidad. ·~~~niCJio~~~~l&i~!dt>l

I

Ni faltan las prhner.&$ il.O~iiEl~··tiu"m·1m."'P..Uilli democracia socialista y del IDC)VImt•ehl;lJ

que comienza a hablar seme' nte .. 'UUlfi~•J<>o 2. n. Se afirma que las Npdtesis

formuladas por el siq.dicalis hechos y que el sindicato de considerado como una fuer~a P6lilo.:Jll

miento social tan yasto y tan Pl'O~illli.!J proletario. La obsetvaeion ·obJ.etltva nos modernos de la .su«~l~ll,.ll nos convence de q,_ue .el fell1'61l:reno·~;',t

generalizado y masU~)iCtlmilatt~"/f4~ do presente, es el mc•viqljJ&UI;()i~ljj

He aq ui un cuadro obreras de Europa ex.eluaivamente pl-.tl;l~~"'JLo;;

estan sac~das de

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'218 APitJNIHC~

~t!mero EST ADOS de lo:; ohreroi'l

Ing·la terra. .. All' mania. Francia. Italia. Austria .. Dinamarca. :-1uceia .. ~spa1in . . IIungria . Torurga.

Bclgica .. Ilolanda.. Ser\'ia. Suiza.

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Total.

sintlicarlo:,;.

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.J:.i:Hili.lll

d. Estas ci:ras-inferiores poi' defecto de Ia reali· .td-nos <llccn ,.a h .~ , " que ay una poblaci6n sintlical

ffit1.S 'asta que aJo-u11o · - o s remos de Euror)" nl).S O'f'lndc I "' <t o. '·) ~ . que a poblaci6n de Grccia, que cuen· t,t -A3i3 .000 habitantes· de B I . 3 ~:1 ' u garw,, que posee

. '· ·:1:.000; de Servia, que tiene 2.429.000· de Norue· o·a •) '>3· q ooo· . . ' 0 ' ~ . - ·- · ' de Dmamarca 9 •r 1 000 C f d · ' "'· - 0 • , etc. La ~n e. eraci6n Suiza ha servido como campo de

expenmento y d fi. . .. . e con 1 mac16n postttva a todas las construcc10nes te6r' d 1 teas e a democracia moderna.

Ahorn bien; la bnsc de cxpclimen to de csta- te:orias es mu t.: ho tn.'ts rcstriugiJa de l<t q11c sirvo de base a las illlluccioncs del sinclicali,mo: el pueulo suizo cst(t compuesw por u.:31.-).-±13lut1Jitantes, cifra muy · in[erior t't los •1.i3!)G.OOO uel nuevo mundo obrero que surge oponicndosc a! actual mundo capitalistico.

Estamos muy lejos todavia de la neccsa1 ia mag· nitud Jcl Icn6Jueno sinclical; con todo, no puede negurse que el sindicalismo tiene ya una s6liua. bas~ de obscrYacion. Es IJastante atrevido sostcner que los 6rganos econ6micos actun.dos por esta nueva poblad6n del trabajo, pucdcn ser el produc· to mcteorico de un movimicnto de.stinado a scr rc­absorbido por el capita.lisrno, mcjor que destinados :\ scrvir ue nL1Cleos de nDr\·as c;;;:tcnsiones de estc ambientc obrero cspccitico, en cl cual, por ley de las cosas, surgcn sistemas de ideas, couceptos mo :-­ralcs, modos ue ver juridicos en oposici6n al vi­gente en el mundQ capitalistico. Detn\s de cada obrero 8indicado hay Ia familia ohrera, que sufrc la intlucncia de este arnbiente moral y clabora Ia Hncyn costumbrc sodalista. La illfluencia del Hin­dicato sc manifiesta, por lo bt~to, sobre una cscala. rnas grande. Los mismos obreros desorganiza.dos· entran en la 6rbita de inftueucia del Sindicato en los pcriodos de lucha y de huelga. De sus atribu·. cioncs sociales se sacan las cfectivas tendcncias de toda la masa trabajadora.

* * *

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·.2~0 A!'f.;_\DICE

IIemos acl,·crtiuo t')_ue el anterior cuadro de las fuerza.s sintliealcs era distantc de la. rcalidad po1· defecto tle Stl cl'eeti\.·o IJuntcro. El siguientc, saeado de tlll<l documcuto olieinl de El 8er·1·efariado Socia­!hda JnteJ'JWdonal} tle Brnscla.s ( L~lO->), es algo mitJ complcto. E'tt'ln incluidas las fn rzas sinrlica Ic de los Esta.dos C'niJos y de Austr;llia: faltan las de las rep(tblicas smhmerie,tna~, rlonde, espedal meute en Ia Argentina, el mo,·imiento · sin.Jica l se ayeeina al csqnema tipieo de politica tlirrc{;t :llltic tatal, t.ll cual reRulta de Ia doctrina siudi­c.tli 'ta t'.·puesta por JIOSotro en las p;'tginas pre­ceuentcs.

l'l(l;; Alemania

l~lO!

1~101 J'rancin 1~0~ Italia

I 1901 1 Ing laterra

1 (j,luni. Uh c ntntlt>~ . C llie:ne lo.., lie.

Tu!Jl p1·o ··im,ttliJ. 2) Siu1li"ut Hirst·h l>uukf'r. .. I d . ~n tiauo,; .. .. -J) I d. u~u tros.

Total. .

'fotal oLreros iutlica,lofl. 1) Organizacioue· centra le

2. 700, y 1wccione::; locales, 2 7G8.

:!) }'~demcion Kacional de lo Ua mpebi oos. .

1) Gru pos tradeunionista . . I 2) General l'ederabion , F . T. U .

0"-~7 fie, ..,

J (' ;,7(

I.( )1):1 I)~)

110 21.)

1!1:.! !i07

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·BO.Ii'\J

120.0!)0

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J

1 \lCJl Belgica

1fl0:1 1 !lO l J)iuamarca

1\100 f'uecia

]!IOl

H'U-1- ~-ornega

1 ~10;1 Rolanda 1!!0:2 Suiza

1!10:2 A ustria

APE~DlCB

Ocganismo'

1) Sindicatos socialista!':, 201.

:..>) F~·leraci.'m min eros .. · Segt'w Ia comisi6n sindtc,al..

1) -17 asociaciones ~ou_ 9()1 suh­divisiones .Y 11 wdtcalos Jo­·l _ ( -,;; 1,0r 100 de ol1re C<l e::. v

ros). . · · · · · · · · :!) JO a.'ociaciones y 11 siudica-

tos no federado:;.. · · · · :2:2 federarwues, con 171 sindi-

cato . · · · :33 federacione con J .050 sindi-

catos .. · · · · · · · :3:3 fedt:lraciones con 1.300 .. indi-

catos. De ,'O.OvO oLrero e tim iudi­

cados. Asociadas en las comisiones in·

clicale . . Obreros ·indicado · · · · · 51.2\H sindicatos Y 1.6;>5 obre-

ros . .

2:21

)[iembroe

24.419 40.000

10l.41i0

23.-117

46.0('0

63.000

HO.OOO

20.000

8055 46.000

-' 2.370 uniones sociales , de Ia

cuales afiliadas a! partido so-164.488

1904 Hung ria l ~l04 E~paila

Hl03 Bulgaria 1 ~0-! Est . Unidos

cialis ta. · ·I 3.222

I 99 l sindica tos. · · · · · 'I .., ni6n General de los Trabaja-

jadores ..

24 sindicatos. · · · · · · 4 fedE!raciones nacionales. a) Fe-

deracion del Trabajo; b) Ca- ;

56.900 1.656

balleros del Trabajo; c) Unio- "' . a· t 1 2 431.09...-nes; d) otros sm Ica os. . . .

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AI'E. DICE

.A flO. I < >rgnni ·mos Miemhros

HtOl Est. Uniuo::; Organiza('ibn nacional de los

ferrocarriles. . . . . 600.000 l~lO! Allstralia Trudr·.·- l'11ions.. . . . 21i0 000

Total de (rabajadorPs sindicados ( 1 . . 7 528.:)00

Tenemos que la poblaci0n sindical es m{ts Ya'ta. {Jll<:' In que con titnye cl reino de Portugal(.) millo­llt>S ic:28.000), de Humania. (li.~ltn.OOO) , del imperio turco europeo (11.W8.+:1:0 ~- de Belgica (G.G3i3 000). Calculando que cada. obrero sindicado tiene una. familia media de cuatro personas, se pucde decir que cl mundo obrcro tiene ya en si una. esfera de vida propia, aut6nomu, scparada del mundo bur­g-ues, Ia cunl comprende un radio de mas de 22 mi lloues de personas. La vida espiritual de e~ te mnndo obrero Ya sieudo carla vez nu\s intensa como demuestranlo las publicaciones sindicnles: que lleYa n el sello de un gran espiritu prActico y de un espontftneo sentido proletario de oposici6n ;\ los si temas morales y politicos de la presentc viJa. hurguesa. Eu Alemania se publican 36 diarios sin. dic~les (53 no salcn los dorningos), 7 trisemanales, 4 b1semanales, etc. En Inglaterra son numerosisi­~os los per~6dicos sindicales; en Belgica, 11 peri6-diCos; en Dmamarca, 32, con una tirada de 73.000

(1) Fnltan citar ndemns Ins fnerzas obreras aindicn.dn existentes en el Hruu Ducndo de Luxemburgo, de In Polonia, etc.

j

22:3

ejemplarcs; en Succia, 20; en Noruega, 11; en Ilo­landa, -10; en Austria, 33 6rganos en alemfLll, con una ti rada de 10:2.000; 2 en lengua pola.ca ( "Ul30); 1!J en lengua tcheque (35.000); 1 en italiano (1 .633); en IIungria,, 8 peri6dicos; en Bohemia, Hl: en Fin landia., 3: en los Estados Unidos, 13. En total, se eucnta.n 283 6rganos sindicales, todos con el sello de una a\'ersi6n sistemtiliea ~'t la aetuc 1 forma de producci6n y de salariado, y que, escritos po.r tra­hajadorcs, contri buycn ft educar las masas obrcras con miras de clasc, ann it. tra ves del especial pun to de vista del interes de oficio.

FIN

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IN DICE

_!'n~ .

PREFACIO. • . . • . . . . , . . • , , . V

I.-La soluciou sindtcalisla de Ia crisi" del socialismo. lCJ

II.-Lo que e el sindicalismo. . . . . . 5>~

111.-EI daenir ocial segtm el sinllicali mo. . 9t>

IV.-La economia del trabsjo. . 14

AP.il:.'DICE.. . . . . • . . 2 l3

ENRIQUE LEONE

El 1 Sindicalismo

CUATRO REALES I

P. SBMPBRB Y COMPA~lA, BDITORBS

Calle del Palomar, ntimero tO II VALENCIA

Sucorsal: lesonero Romeos, 'i MADRID