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1 UIVERSIDAD ACIOAL DE CUYO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS “Enfermedad mental y personalidad” origen de un pensamiento crítico Cátedra “Historia de las ideas políticas II: moderna y contemporánea” Alumno: Gustavo Sebastián Figueroa Directora: Dra. Eugenia Molina ro. de Registro: 16.251

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U�IVERSIDAD �ACIO�AL DE CUYO

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

“Enfermedad mental y personalidad” origen de un pensamiento crítico

Cátedra “Historia de las ideas políticas II: moderna y contemporánea”

Alumno: Gustavo Sebastián Figueroa

Directora: Dra. Eugenia Molina

�ro. de Registro: 16.251

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�DICE:

• Introducción------------------------------------------------------------------------------- 3

• Enfermedad mental y personalidad: el interrogante epistemológico----7

� El saber como obstáculo: La metapatología---------------------------------- 8

� Incompatibilidad entre medicina somática y medicina mental------------- 9

� La enfermedad desde dentro----------------------------------------------------- 10

� La enfermedad y el afuera------------------------------------------------------- 14

� Una Cultura alienante------------------------------------------------------------ 16

� Crítica sistémica------------------------------------------------------------------- 18

� Un nuevo comienzo---------------------------------------------------------------- 21

• Conclusiones------------------------------------------------------------------------------ 24

� Metodologías----------------------------------------------------------------------- 25

� Lineamientos teóricos------------------------------------------------------------- 25

� Problemáticas----------------------------------------------------------------------- 27

• Bibliografía-------------------------------------------------------------------------------- 30

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3

I�TRODUCCIO�

Michel Foucault, es reconocido como un soberbio pensador del “afuera”. Sus

obras “El nacimiento de la clínica”, “Historia de la locura” o “Vigilar y Castigar”,

nos muestran al “otro” cultural creado por códigos, ciencias e instituciones, saberes y

visibilidades. Nos muestra a medida que desactiva, un dispositivo sistémico-cultural que

ha dado forma a un “afuera artificial”, creado por una superestructura determinada, que

ha configurado las estructuras de pensamiento, discurso y vida de las sociedades

occidentales, creando la figura del enfermo, del loco, del convicto, cargadas con el

estigma de la “otredad”, la anormalidad, la inadaptación.

En los 30 años que separan la aparición de su primer libro “Enfermedad mental

y personalidad”1 (en 1954) y su muerte (en 1984), Foucault se encargó de diseñar una

detallada metodología que permite el análisis del problema de un “afuera” cada día más

amplio (minorías religiosas, étnicas, homosexualidad, adicciones, etc.). Este primer

método, al que llamó método arqueológico, se completa con aquel que diseñó siguiendo

las premisas de Nietzche para establecer las relaciones de poder que suscitan la

existencia de ese “afuera”, el método genealógico. Sin embargo, y pese a la metodología

que el propio Foucault legó, su obra deja latente y a modo desafiante la propuesta de

ubicarse en el “afuera del afuera”, ese lugar que el mismo Foucault encontró para

realizar sus análisis al margen de los dispositivos epistemológicos en que todos estamos

constreñidos y que le valió la crítica de no pocos pensadores (Morey, 1983, pág. 20).

Este peculiar posicionamiento discursivo, desde donde se escucha su “risa

filosófica” (Morey, 1983, pág. 22), lo mueve a desligarse de las tradiciones de

pensamiento clásicas y a rechazar la herencia epistemológica de la filosofía y la ciencia.

Roger Chartier, en su obra “Escribir las prácticas: Foucault, de Certau,

Marin”, echa un poco de luz al dilema de los “linajes” de parentesco de la obra de

Foucault. El reconocerá tres: el primero de una familia de escritores (Blanchot, Bataille,

Klossowski, Artaud), los “escritores del límite”, de los cuales Foucault tendrá en común

la búsqueda de arrancar al sujeto de sí mismo, la búsqueda de una “desubjetivación”

fundamental que permita sustituir al sujeto único de la filosofía idealista por “la

1 Foucault Michel, “Enfermedad mental y personalidad”, Paidós, Buenos Aires, 2008. 2° reimpresión, traducción de Emma Kestelboim.

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multiplicación teatral y demente del yo” (Chartier, 2006, pág.108). El segundo linaje es

el de la historia de las ciencias, en donde se acerca a Koyré, Bachelard, Cavaillés y

Canguilhem. Con ellos tendrá en común la filosofía del saber, de la racionalidad y del

concepto como oposición a la filosofía de la experiencia, del sentido y del sujeto: “La

historia de las ciencias en su definición francesa buscará poner en evidencia la

historicidad del pensamiento de lo universal, oponer a la razón entendida como una

variante antropológica, la discontinuidad de las formas de racionalidad” (Chartier,

2006, pág. 112); sin duda, esta será una de las premisas principales a lo largo la obra

foucaultiana. Por último, reconoce como tercera influencia (quizás la más renombrada)

la formada por “los estructuralistas que no lo eran” (Chartier, 2006, pág. 113): Lacan,

Levy-Strauss y Althusser. El punto común entre la obra de Foucault y la de los

estructuralistas es el cuestionamiento de la teoría del sujeto y la puesta en evidencia del

juego automático de las estructuras allí donde el idealismo encontraba “la invención

creadora” (Chartier, 2006, pág. 113). El resultado de estas influencias, sumada a la

influencia primaria de Nietzche, será una formulación original de la cuestión del sujeto,

el cual es despojado de los poderes y atributos que le permitían dar sentido al mundo y

fundar la experiencia y el conocimiento.

La obra de Chartier ayuda a la comprensión del derrotero epistemológico de

Michel Foucault pero no agota las particularidades discursivas de un pensador cuya obra

está dedicada, precisamente, a descubrir un escape de las categorizaciones en que

nuestra propia epistemología busca encauzar el saber.

“Enfermedad mental y personalidad”, publicado en 1954, se presenta como una

fuente relevante para comprender el punto de partida de este pensamiento del “afuera”.

En primer lugar, la obra es anterior a las periodizaciones metodológicas en que se divide

la obra de Foucault: arqueológica, genealógica, ético-estética (Colombani, 2008, pág.

17). De esta particularidad, a su vez, surgen dos aspectos a tener en cuenta. Por un lado,

“Enfermedad mental y personalidad” puede tomarse como un ensayo de las prácticas

metodológicas que Foucault pondrá en ejercicio a partir de “Historia de la locura en la

época clásica”. De esta manera, estamos ante un ensayo discursivo en el que el mismo

autor va probando distintos modos de acercamiento al problema que busca solucionar,

el cual no se presenta del todo claro y del cual Enfermedad mental y personalidad será

solo el primer intento por resolverlo. En este sentido, Morey menciona que sólo a partir

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de esta obra Foucault alcanza las condiciones de enunciación necesarias para poner en

práctica su proyecto metodológico (Morey, 1983, pág. 33).

El segundo aspecto a considerar resulta de este particular planteamiento del problema.

Enfermedad mental y personalidad se presenta como una obra científica, bastante

alejada de los planteos que en el futuro el francés pondrá en práctica. La problemática se

plantea desde un sesgo no foucaultiano. Es un texto que aborda una problemática de la

ciencia psiquiátrica. Es una crítica pero desde “dentro”, es la búsqueda de la

reorganización de un saber y no la deconstrucción del saber psiquiátrico. Es mas una

obra de “filosofía adjetiva” que de “filosofía sustantiva” (Morey, 1983, pág. 15). Esta

particularidad ha sido de gran relevancia a lo largo de los años desde su publicación

hasta nuestros días. A partir de la comparación entre este primer texto y los sucesivos

escritos de Foucault, los críticos han observado una contradicción que se ha convertido

en el talón de Aquiles de la teoría foucaultiana. Se ha instaurado, así, la idea de un

Foucault humanista y cientificista cuyos planteos chocan con el antihumanista, el

tecnócrata, incluso el neoconservador, posterior a Historia de la locura. La tendencia a

silenciar este texto por parte de Foucault, mas allá de la revisión llevada a cabo en 1966

que se publicó bajo el título de “Enfermedad mental y psicología”, parece dar lugar a

estas críticas.

Nuestra hipótesis de trabajo apunta a desmitificar la idea de dos Foucault

enfrentados en distintos momentos de su obra. Creemos que las diferencias existentes

entre “Enfermedad Mental y Personalidad” y los trabajos posteriores resultan de la

búsqueda de las técnicas discursivas necesarias para llevar adelante su crítica y no a un

cambio de ideas en la mente del autor. Veremos a lo largo del análisis del texto que

muchas de los conceptos primordiales de Foucault (locura, medicalización de la

sociedad, exclusión como estrategia, territorialización de la sociedad, anormalidad) se

hallan ya presentes en el escrito, incluso, veinte años antes de que el francés las

desarrolle en profundidad. Es por ello que creemos poder encontrar en “Enfermedad

mental y personalidad” el punto de partida necesario para comprender ese “afuera del

afuera”.

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E/FERMEDAD ME/TAL Y PERSO/ALIDAD: EL INTERROGANTE

EPISTEMOLÓGICO

“Enfermedad mental y personalidad” se publica en 1954 y es la primera obra

édita de Foucault. Tiene varias particularidades que la hacen llamativa, no tanto en sí

misma o por su contenido, sino para comprender cómo comienzan a gestarse en la

mente de Foucault los lineamientos del pensamiento que, más adelante, lo convertirán

en uno de los principales pensadores críticos del siglo XX.

Antes de entrar en el análisis, es importante tener en cuenta que Foucault

siempre encaró su obra como el “relato de un aprendizaje nunca finalizado” (Morey,

1983, pág. 30), por eso es necesario tener en consideración una mirada general de su

obra para comprender los giros, retornos y replanteos que va generando la evolución de

su pensamiento sin caer en la tentación de buscar contradicciones en su discurso.

“Enfermedad mental y personalidad”2 comienza con una introducción que

plantea como horizonte conflictivo la dificultad existente en definir la enfermedad o la

salud mental. Foucault plantea la hipótesis de que esto proviene del vano intento de

aplicar a la psiquiatría metodologías, abstracciones, postulados y conceptos destinados

a la medicina somática. Sostiene que sobre la medicina orgánica y la medicina mental se

ha establecido un paradigma que el llama “metapatología”, del cual la medicina mental

debe liberarse “para llegar a ser rigurosamente científica” (Foucault, 2008, pág. 10).

Sin embargo, a lo largo de la obra este objetivo inicial va cambiando y comienza a

transformarse en una interrogación integral sobre la función de las ciencias Psi, el modo

que tienen de abordar su objeto de estudio, así como la finalidad que persiguen, pero eso

lo iremos desentrañando a lo largo del análisis de la obra.

1- El saber como obstáculo: la metapatología

El primer capítulo, “Medicina mental y medicina orgánica” aborda la

problemática de la patología mental. Esta patología se ha planteado a lo largo del

tiempo dos problemas básicos: en qué condiciones podemos hablar de enfermedad en el

2 En adelante EMyP.

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campo psicológico, y qué relaciones se pueden establecer entre los hechos de la

patología mental y la patología orgánica. Este conflicto ha atrapado a la medicina

mental en un círculo sin salida, el debate entre organogénesis y psicogénesis se ha

convertido en un problema similar al del huevo y la gallina (¿quién estuvo primero?).

¿Se deben buscar las causas psicológicas de los dilemas físicos o a partir de los dilemas

físicos encontrar un sustento psicológico? Foucault esquiva esta problemática, que ya

considera fastidiosa, y su pregunta apunta a saber si de hecho la dificultad existente en

materia de patología mental para definir salud o enfermedad, no provienen del hecho de

que la patología mental se halla encadenada a los supuestos básicos de la patología

orgánica.

Resulta evidente que ha existido un paralelismo entre ambas, dado por un

concepto unitario del hombre por el cual se lo considera individuo en tanto totalidad

psicológica y fisiológica. Sin embargo, este concepto de totalidad ha borrado las

características propias de la enfermedad mental, ya que bajo un concepto de unidad cabe

esperar que sirvan los mismos procedimientos para ambas patologías (mentales o

físicas). Pero ¿por que sería tan importante para las ciencias de la salud mental que la

enfermedad mantuviera un status propio? La respuesta se encuentra en el hecho de que

en la medida que se considere como un todo la unidad del ser, más se disipan las

características de la enfermedad en su originalidad y más se impone la descripción de un

individuo reaccionando de un “modo patológico”. Lo morboso de la enfermedad se

traslada al individuo, transformándose en alguien que actúa de “modo patológico” con

las consecuencias que esto trae y que más adelante abordaremos. Pero la pregunta que

surge inmediatamente es: ¿Acaso no se refieren ambas (patologías)3, por vías diferentes

al mismo individuo humano en su realidad? (…) ¿no convergen por la identidad de sus

métodos y la unidad de su objeto? (Foucault, 2008, pág. 18). La respuesta es no. Esta

“metapatología” que se impone por sobre la patología orgánica y mental no es

compatible con la medicina mental en al menos tres puntos:

1.1-Incompatibilidad entre medicina somática y medicina mental.

3 La negrita es nuestra

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Medicina Somática Medicina Mental

La abstracción: Fisiología y anatomía permiten,

por la solidaridad de un fenómeno fragmentario

con la totalidad del organismo, abstracciones en

medicina somática.

La psicología nunca ha podido ofrecer a la

psiquiatría el análisis de cómo encarar la relación

funcional entre la enfermedad y el conjunto de la

personalidad. La abstracción se hace imposible.

Lo normal y lo patológico: Los cuadros

clínicos no son una colección de hechos

“anormales” sino que están constituidos por

mecanismos normales y adaptativos de un

organismo normal.

En psiquiatría el concepto de personalidad hace difícil la

distinción entre lo normal y lo patológico. El paso de las

reacciones normales a las formas mórbidas solo permite

una apreciación cualitativa que autoriza todas las

confusiones.

El enfermo y el medio: La totalidad orgánica

hace resaltar la individualidad del sujeto

enfermo, aislarlo en su originalidad mórbida y

determinar el carácter propio de sus reacciones

patológicas.

En patología mental la realidad del enfermo no permite

dicha abstracción y cada individualidad mórbida debe

ser atendida a través de las actitudes del medio a su

respecto.

Fuente: Elaboración propia sobre datos tomados de Michel Foucault, “Enfermedad mental y

personalidad”, pág. 20-25. Paidós, Buenos Aires, 2008.

Los tres puntos expuestos en el cuadro anterior expresan la realidad de una rama

de la ciencia psiquiátrica, la cual no puede seguir atada a una metodología que no es

propia a riesgo de cometer errores graves. La patología mental debe liberarse de estos

postulados abstractos y ajenos: “Es necesario dar crédito al hombre mismo y no a las

abstracciones sobre la enfermedad” (Foucault, 2008, pág. 25). Se deben buscar las

causas de la enfermedad en el hombre real y no en una abstracción sobre el hombre:

“Analizar la especificidad de la enfermedad mental, encontrar las formas concretas

que puede tomar en la vida psicológica de un individuo y luego determinar las

condiciones que han hecho posible esos diversos aspectos y restituir el conjunto del

sistema causal que los ha fundamentado” (Foucault, 2008, pág. 25). Para lograr este

cometido será necesario indagar en las dimensiones psicológicas y las condiciones

reales de la enfermedad.

2-La enfermedad desde dentro

La primera parte del ensayo, titulada “Las dimensiones psicológicas de la

enfermedad”, comienza con el capítulo II “La enfermedad y la evolución”. La

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manera de Foucault de encarar la problemática será planteando diversos aspectos de

abordaje al fenómeno morboso que las ciencias psiquiátricas han utilizado, y

descubriendo en ellos algunas grietas que propician el surgimiento de nuevos

interrogantes. En este primer capítulo aborda el concepto de evolucionismo en

psicopatología.

En efecto, la psicología del siglo XIX se limitaba a describir funciones abolidas, los

recuerdos perdidos de la amnesia, los desdoblamientos de la personalidad, “invitaba a

una descripción puramente negativa de la enfermedad” (Foucault, 2008, pág. 30). J. H.

Jackson establecía que “en toda locura existe un ataque mórbido a un número más o

menos grande de centros cerebrales superiores, o lo que es lo mismo, de un nivel de

evolución mas elevado de la infraestructura cerebral. Una gran parte de los centros

cerebrales superiores está fuera de funcionamiento en forma temporaria o permanente,

por algún proceso patológico” (Foucault, 2008, pág. 33). Así, el grado de enfermedad

podía ser definido por el momento en que se detenía el proceso regresivo y sustractivo

de la personalidad. La obra de Jackson daba base teórica al evolucionismo en neuro y

psicopatología y, desde entonces, la evolución fue una de las dimensiones de acceso a la

enfermedad.

La tesis de la libido de Freud vino a completar el panorama evolutivo. En el

postulado freudiano las distintas fases de la evolución libidinal de una personalidad

representaban una “recopilación de las posibilidades patológicas del individuo”

(Foucault, 2008, pág. 33). Con este punto de partida, el psicoanálisis creía poder

describir una psicología del niño partiendo de la patología de un adulto. Janet

completaría este esquema, teórico (Jackson) y psicológico (Freud), con una dimensión

evolutiva social que implicaba que la enfermedad hacía imposible las conductas

complejas adquiridas en el curso de la evolución social, permitiendo que aflorasen en el

enfermo “comportamientos sociales primitivos y hasta reacciones presociales”

(Foucault, 2008, pág. 37).

El problema del evolucionismo era, como planteamos más arriba, que sólo se

centraba en las características negativas de la enfermedad, sin tener en cuenta que del

mismo modo que la enfermedad suprime determinadas acciones o conductas, exalta

otras. Es exacto decir, desde un punto de vista descriptivo, que el enfermo mental

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manifiesta conductas de etapas anteriores de su evolución o propias de otras culturas,

pero es erróneo asumir que esto es una retracción en su grado evolutivo. La regresión no

se limita a suprimir y liberar sino que reorganiza, redirecciona y reconfigura la

personalidad. El sujeto enfermo bajo estas tres categorías de análisis se convierte

¿según Foucault, en un ser:

• Deficiente: bajo la perspectiva jacksoniana la personalidad está abolida.

• Anormal: en la óptica del psicoanálisis presentaba rasgos evolutivos anteriores a

su realidad temporal.

• Inadaptado: con conductas presociales y primitivas bajo los postulados de Janet.

En el mejor de los casos estas apreciaciones evolutivas delimitaban al enfermo en su

realidad (no muy cómoda por cierto), pero no definían un origen ni daban características

sui generis a la enfermedad. Eran insuficientes para determinar las particularidades de

los procesos mórbidos. La regresión sólo podía ser tomada como un aspecto descriptivo

de la enfermedad. En términos estrictamente evolutivos, descuidaba la organización de

las personalidades morbosas, las cuales siguen existiendo por poco coherentes que

resulten: “La patología mental sólo puede ser la ciencia de la personalidad enferma”

(Foucault, 2008, pág. 44), dice Foucault, denunciando el silencio que se imponía a la

enfermedad, así como la forma en que se intentaba ocultarla tras epítetos como

“personalidad abolida” o “arcaica”.

Sin embargo, Foucault no niega que las regresiones existan, en tanto señala que si

bien la perspectiva evolucionista no es errónea, es al menos incompleta. Es necesario en

la óptica del autor completar esta visión de la enfermedad acoplando a las características

evolutivas, las características de la historia personal del individuo (tarea a la que se han

abocado las psicologías genéticas), para así intentar dar a la enfermedad una dimensión

significativa e histórica.

El capítulo III “La enfermedad y la historia individual” aparece, entonces,

como respuesta al dilema. El psicoanálisis sobrepasó pronto el horizonte evolucionista

para dar cabida a una dimensión histórica del psiquismo humano. En términos

evolutivos, el pasado promueve el presente y lo hace posible. En términos históricos, el

presente se destaca del pasado y le brinda un sentido.

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Esta aparición de una dimensión de historia personal, permite ir un poco más

allá en el rastreo de las causas de la enfermedad mental. La enfermedad no es una

simple regresión producida por alguna “virtualidad” latente en el hombre, sino que esa

regresión responde a problemas específicos de la realidad del enfermo. La regresión

como síntoma de la patología mental es la búsqueda morbosa de solución al presente, un

escape a otra realidad pasada en que el conflicto se ha cristalizado: en otras palabras, la

regresión busca reemplazar un presente conflictivo y se presenta como una

yuxtaposición de realidades en la mente del enfermo.

La existencia de un presente conflictivo en la cual el enfermo no logra

reconocerse, resulta ser la segunda y principal línea argumentativa4 que Foucault busca

aclarar en este ensayo: si la enfermedad no es otra cosa que una reacción difusa de

defensa ante las contradicciones de un presente en que el enfermo no se reconoce, la

existencia del sujeto se vuelve algo crucial. Pues en él están involucrados procesos de

historia individual, de evolución de la personalidad pero también (aquí el punto nodal),

las condiciones de existencia del individuo. De ello se encarga Foucault en el próximo

capítulo de esta primera parte.

El capítulo que cierra este apartado dedicado a las dimensiones psicológicas de

la enfermedad es “La enfermedad y la existencia”. Es también el más importante de

esta primera parte en tanto comienza a tratar la relación médico-paciente y la

transformación que la torna en una relación saber-objeto. El punto de partida que

Foucault toma para intentar solucionar este dilema son las premisas de la psicología

fenomenológica. Las principales tesis de esta rama de la psicología plantean que es una

falsedad creer que el enfermo no sea conciente de su propia enfermedad, pues “La

enfermedad mental, implica siempre una conciencia de enfermedad; el universo

morboso no es un absoluto en el que se anulan las referencias a lo normal; por el

contrario, la conciencia enferma se desarrolla siempre con una doble referencia para sí

misma: lo normal y lo patológico” (Foucault, 2008, pág. 70). De esta forma, que se

asuma desde la postura médica una posición semejante lleva a una objetivación del

enfermo transformándolo en un paciente-objeto. Por lo tanto, el objetivo foucaultiano

consiste en poner límite a los postulados de la medicina moderna que han colocado al

4 La primera es la relacionada con la metapatología, la cual tendrá su cierre en los capítulos subsiguientes.

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médico como quien detenta todo el saber sobre la enfermedad, y al enfermo como quien

que ignora todo sobre la enfermedad. Es necesario encontrar un campo de

intersubjetividad con el enfermo y no de objetividad naturalista frente al fenómeno

morboso, comprendiendo el “universo patológico” que pugna con el “universo real” en

la conciencia del enfermo.

La enfermedad se convierte, así, en la existencia de dos mundos paralelos pero

reconocibles en la mente del afectado. El proceso patológico lleva al enfermo a la

elección de ese mundo morboso, del ζδίον χοσµον al encierro en un universo privado

abandonándose a él. Se transforma un “retiro a la peor de las subjetividades y caída en

la peor de las objetividades” (Foucault, 2008, pág. 79): la subjetividad del enfermo y la

objetividad médica.

Retroceso evolutivo, contracción de la libido, caída de las fuerzas psíquicas,

escape al pasado y finalmente retiro a un mundo subjetivo e interno. La enfermedad

resulta un escape, una huída, bajo cualquiera de las formas de análisis a las que se

someta pero ¿un escape de qué? Y lo más importante ¿por qué? Las dimensiones

psicológicas de la enfermedad se han agotado sin dar respuesta a este interrogante, pero

han abierto un camino: “si la subjetividad del insano es vocación y abandono del

mundo ¿/o es acaso al mundo mismo a quien debemos interrogar acerca del secreto de

esta subjetividad enigmática? Después de haber explorado las dimensiones interiores

¿no hemos sido obligatoriamente llevados a considerar sus condiciones exteriores y

objetivas?” (Foucault, 2008, pág. 79).

3-La Enfermedad y el afuera

“Las condiciones de la enfermedad” es el título de la segunda parte de EMyP.

Esta mitad resulta la más relevante para nuestro objetivo inicial de rastrear las ideas

motrices de la crítica foucaultiana. Aquí comienza la duda epistemológica en cuanto a la

finalidad última de las ciencias humanas. Si bien en la primera parte hemos recolectado

algunos datos importantes en relación a esta sospecha, ahora inicia un análisis del modo

en que las condiciones de posibilidad y surgimiento de muchas de las enfermedades

mentales se encuentran en directa relación con el sistema socio-cultural occidental.

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Si en una encuesta se preguntara qué es la enfermedad mental, con seguridad un

alto porcentaje de los encuestados diría que es una anormalidad, una eventualidad

humana que surge en algunos individuos. Es decir, que tanto en el imaginario popular

como entre los círculos científicos, la locura sería una desviación de la norma. Esta idea

responde a los modelos creados por la sociología de Durkheim y las escuelas

psicológicas norteamericanas, para quienes desde una postura evolucionista, “se

consideran patológicos los fenómenos que al alejarse de la media, señalan las etapas

superadas de una evolución anterior.(…) Un hecho social no puede ser llamado normal

por una sociedad determinada más que en relación a una fase igualmente determinada

de su desarrollo (Reglas del método sociológico)” (Foucault, 2008, pág. 84) En otras

palabras, podemos decir que según la concepción del sociólogo francés, en toda

sociedad existe una norma, un pattern que establece implícitamente aquello que es

“normal”. Quien se encuentre por encima o por debajo de esta norma, puede ser

considerado enfermo mental. Es una concepción acotada de la enfermedad que deja de

lado lo que Foucault llama los efectos positivos de la enfermedad. Bajo este horizonte

epistemológico, la enfermedad es virtual, es decir, no existe el hecho patológico, sino

distintos grados de evolución personal (tanto más evolucionados como menos

evolucionados) que si no se ajustan al grado de evolución que la sociedad comparte

quedan por fuera de esta. Los psicólogos norteamericanos no se han alejado mucho de

esta idea y acaso le han dado un giro que la torna más propensa a la crítica de Foucault.

Para ellos, cada cultura “elige” implícitamente una serie de virtualidades humanas que

toma como parámetro, las virtuales capacidades o acciones que quedan por fuera de las

primeras suelen pasar al plano de la enfermedad mental. Ambas concepciones

(evolucionista o virtualista) coinciden en el hecho de que “la enfermedad no tiene

realidad y valor más que en una cultura que la reconoce como tal” (Foucault, 2008,

pág. 83).

Estas dos visiones del fenómeno morboso son insuficientes desde muchos

puntos de vista. Para empezar deja de lado los efectos positivos de la enfermedad. En

efecto, dirá Foucault, existen enfermedades que, reconocidas como tales, sin embargo

tienen un status y un rol dentro de un grupo. Como ejemplo nombra algunas prácticas

de tribus primitivas (Zulúes, Berdaches) que demuestran que ciertos individuos con

características reconocidas como morbosas, pueden formar parte del ordenamiento

social sin necesidad de ser excluidos. Se demuestra aquí que es nuestra sociedad y

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nuestra cultura las que han dado al enfermo un sentido de la desviación que lo excluye.

Foucault se pregunta la razón de esto: ¿Cómo ha llegado nuestra cultura a dar a la

enfermedad el sentido de la desviación y al enfermo un estatuto que lo excluye? Y

¿Cómo a pesar de esto, nuestra sociedad se expresa en estas formas mórbidas en las

que se niega a reconocerse? (Morey, 1983 pág. 29).

3.1-Una cultura alienante

El enfermo es un alienado. Esta ha sido una de las denuncias que Foucault ha

planteado ya durante el análisis de las condiciones psicológicas de la enfermedad. Sin

embargo, ¿qué significa la alienación en el mundo moderno? ¿cuál es el sentido

histórico de la alienación mental? Es preciso analizar el pasado para comprender qué es

lo que ha sucedido. A lo largo de la historia, el energoumenos, el mente captus, se había

asumido como “aquel en quien actúa o se debate una fuerza venida de no se sabe

donde” (Foucault, 2008, pág. 88). Fuerza que el cristianismo atribuyó a la posesión

demoníaca.

En ese sentido, Santo Tomás afirmaba que la libertad del hombre es anterior a la

alienación por el demonio, y esta libertad permanece irreductible. Sólo el cuerpo es

afectado y condenado, pero una vez que se purifica (a través de las llamas) devuelve al

alma su pureza. Esta posición asumida por la escolástica, arranca al individuo del

mundo de los hombres pero lo mantiene dentro de la cosmogonía cristiana puesto que el

alma se encuentra en el cuerpo, atrapada, alienada, por el demonio que no le permite ser

libre, pero no abolida.

En los albores del racionalismo, el renacimiento dio un nuevo giro a la visión

escolástica del poseso. El antropocentrismo y el naturalismo propio de la época

reconfiguraron el discurso pero no tenían todavía la osadía de despojarlo por completo

de aquella visión cristiana. Para los renacentistas, la posesión demoníaca afectaba al

espíritu, pero el cuerpo como creación de la naturaleza (naturaleza divina) se

conservaba a pesar de la locura. Es la naturaleza del hombre la que impedía la acción

del alma corrupta. La enfermedad había caído, así, dentro de la esfera de lo humano, es

lo natural lo que detenía los efectos nocivos de lo sobrenatural, a la inversa de lo que el

medioevo proponía; con esta concepción, comenzaban las prácticas hospitalarias en los

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albores de la edad moderna (lo que luego Foucault definirá como época clásica)

buscando no un castigo para el alienado, sino una salvaguarda. Era el primer paso que

alejaba al enfermo del mundo de los hombres.

Hasta aquí la puja de dos órdenes, el natural y el sobrenatural sobre el campo de

batalla humano. El loco era un poseído, alguien con una misteriosa verdad que el

hombre no alcanzaba a comprender del todo, “es alguien que mantiene algún contacto

con lo sobrenatural, con la esfera de lo sagrado, y para con quien el resto de la

comunidad se comporta de acuerdo con ello: trenzando todas las figuras de la

ambivalencia: amor-odio, atracción-repulsión….el loco inspira temor y fascinación;

piedad y respeto.” (Morey, 1983, pág. 34), pues con la modernidad, esto se acaba.

Durante los siglos XVII y XVIII la razón destruyó todo orden fuera del propio. El loco,

el poseído, ya no representaba a ese “hombre-campo de batalla”, porque ya no había

batalla entre órdenes, en cuanto sólo existía un orden: el de la razón y quien no se

amoldase a él ya no era un poseído sino un desposeído (“la locura no es más que

privación” dirá la Enciclopedia): “Desde entonces la locura forma parte de todas las

debilidades humanas y la demencia es solo una variación sobre el tema de los errores

del hombre” (Foucault, 2008, pág. 91).

Pero si el loco es un desposeído, ¿qué facultad perdió? La respuesta parece

obvia, y en ella se evidencia aquel “juego automático de las estructuras” de las que nos

habla Chartier (2006, pág.113). El loco ha perdido la razón. Pero el autor ya ha dado

una pista de que esto no es así. En el análisis de las dimensiones psicológicas de la

enfermedad, cuando leíamos sobre “La enfermedad y la existencia” Foucault decía

que el enfermo siempre tiene conciencia de su enfermedad, que el retiro a un mundo

privado representaba un escape. Pero si el enfermo tiene conciencia de su enfermedad

evidentemente no es la razón la facultad que ha perdido. Entonces, ¿cuál es la facultad

de la que es desposeído por la enfermedad? La facultad más alta del hombre, aquella por

la cual se ha definido su humanidad: la libertad.

Las libertades jurídicas, civiles que se garantizaban a todos los hombres por la

declaración universal de los derechos, son perdidas por el enfermo. Toda una serie de

artificios jurídicos surgirán en estos primeros siglos de la modernidad para dar lugar a

esta extraña humanidad abstracta en la que son colocados los enfermos. Las

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interdicciones judiciales traspasan a algún familiar aquellos derechos supuestamente

inalienables, “para evitar una alienación de hecho se la sustituye por una alienación de

derecho” (Foucault, 2008, pág. 92). Extraña paradoja que ubica a un hombre fuera de la

categoría de los hombres, y que ahora debe ocupar un lugar reservado a su carácter de

hombre abstracto, el espacio mismo de la abstracción: la internación hospitalaria.

Esta alienación marcará todas sus relaciones, experiencias y condiciones de

existencia “su libertad se transforma en el nudo de las coacciones que sufre”

(Foucault, 2008, pág. 94), por lo tanto la alienación es mucho más que sólo un status

jurídico: se convierte en una experiencia real que da a la enfermedad características

propias originadas en este particular trato que la modernidad da a la locura. En la

antigüedad y el medioevo la idea de posesión constituía parte fundamental de los

delirios demoníacos. Hoy, las prácticas que cristalizan en torno a la alienación

desarrollan las formas sintomáticas de las esquizofrenias, la psicastenia, la psicosis y

neurosis: “Podemos suponer que el día en que el enfermo no sufra más el sino de la

alienación, será más posible encarar la dialéctica de la enfermedad en una

personalidad que sigue siendo humana” (Foucault, 2008, pág. 95).

3.2-Crítica sistémica

En el párrafo anterior quedó respondida la pregunta de cómo ha dado la sociedad

al enfermo un status de exclusión. Sin embargo, queda pendiente la segunda: ¿cómo se

expresa esta sociedad en el enfermo que ella denuncia como extranjero? Allí la

paradoja, dirá Foucault, de una sociedad que excluye al enfermo de su seno pero al cual

no consigue explicar sino aludiendo permanentemente a estructuras sociales. Teniendo

en cuenta esto, será necesario repensar las dimensiones psicológicas de la enfermedad

abordadas en la primera parte, y ponerlas en relación con esta realidad social del

hombre, con su historia y con la condición de posibilidad del surgimiento de dichas

estructuras o dimensiones mentales.

• El evolucionismo, con sus regresiones, sólo tenía su condición de

posibilidad en una cultura que “integra el pasado obligándolo a

desaparecer” (Foucault, 2008, pág. 96). Esta condición fue creada

cuando en el siglo XVIII se constituyó un mundo a la medida del niño

con reglas pedagógicas que creaban un mundo ideal desligado de la

realidad que como adulto debería enfrentar. La base de ese tipo de

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patologías (regresivas) se comprendía en el seno de una sociedad que

brindaba unas formas de educación pedagógicas en las que ocultaba sus

sueños; y las condiciones que esa misma sociedad brindaba a los adultos

donde se encontraba “su presente real, sus miserias” (Foucault, 2008,

pág. 97), un presente que no cumplía con las expectativas de aquel

pasado infantil que sólo debía existir mientras se era niño. El pasado es

obligado a desaparecer.

Lo mismo puede decirse para la evolución social y las tesis de Janet, en

tanto el fundamento de las regresiones psicológicas no son, por lo tanto,

ni un retroceso de la libido (Freud), ni una caída de las energías

psicológicas (Janet), sino un conflicto de las estructuras sociales.

• La historia individual, otra de las dimensiones psicológicas que se

habían abordado, obedece al mismo patrón. Si la enfermedad logra

expresarse a través del entrelazamiento de conductas contradictorias, no

es porque los elementos de la contradicción se yuxtaponen como algo

ajeno al inconsciente humano, sino porque el hombre hace una

experiencia contradictoria del hombre: “Las relaciones sociales que

determina la economía actual bajo las formas de la competencia, de

explotación, de guerras imperialistas y de lucha de clases ofrecen al

hombre una experiencia de su medio humano acosada sin cesar por la

contradicción” (Foucault, 2008, pág. 98), los mismos lazos que lo unen

socialmente, lo alejan y lo ubican en una posición ambivalente, los

psicólogos ven allí un conflicto de instintos, cuando en realidad su origen

es la misma contradicción de las relaciones sociales.

• Lo mismo podrá decirse del mundo patológico, ese “mundo privado” al

que el enfermo se retiraba, aquella subjetividad en la que caía resulta

secundaria en comparación con la contradicción real que la suscita. Al

transformar al hombre en un alienado, que no logra reconocerse en su

propia técnica ni en su porvenir; “cuando las determinaciones

económicas y sociales lo oprimen sin que pueda encontrar su patria en

ese mundo, entonces vive un conflicto que hace posible el síndrome

esquizofrénico” (Foucault, 2008, pág. 10,1)

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En definitiva, las dimensiones psicológicas de la enfermedad no pueden ser

encaradas como autónomas abstrayéndose de las condiciones reales que las han

propiciado. Así, el capítulo concluye afirmando que “sólo en la historia podemos

descubrir las condiciones de posibilidad de las estructuras psicológicas (…) la

enfermedad implica en la actualidad aspectos regresivos porque nuestra sociedad ya no

sabe reconocerse en su propio pasado, aspectos de ambivalencia conflictual, porque no

se puede reconocer en su presente; que implica, finalmente, la eclosión de los mundos

patológicos, porque aún no puede reconocer el sentido de su actividad, de su porvenir”

(Foucault, 2008, pág. 102).

La psicología no está equivocada en algunos aspectos, sino que parte de

supuestos enteramente erróneos, según Foucault. La idea de la enfermedad como algo

inserto en una naturaleza humana conflictiva y contradictoria, en realidad es una

construcción cultural, una parte más de una superestructura alienante con un origen

concreto. No es la naturaleza humana la conflictiva y contradictoria, sino la sociedad y

la cultura surgida del orden burgués. El hombre sólo revela esas contradicciones a través

de reacciones de defensa, de regresiones, de mundos patológicos que son la imagen de

lo que la sociedad representa. Lo manifiesta a través de la enfermedad, y ese mismo

orden que ha hecho del hombre un enfermo, lo expulsa, lo recluye y le quita la libertad

abstracta que en un primer momento le entregó. Pero si la enfermedad es posible en

base a una realidad sociocultural, el punto débil de la proposición foucaultiana sería el

explicar la existencia mayoritaria de individuos que forman parte de dichas estructuras y

que sin embargo permanecen ajenos a la enfermedad. ¿Cómo se explica que existan

individuos que participan de esas realidades contradictorias y no enfermen?

Cabe hacer aquí un pequeño paréntesis en el análisis de la obra para tomar

distancia del problema y verlo desde la posición que el autor mismo ha tomado para

abordarlo: “En Maladie mental et personalité5 su discurso -el de Foucault-6

es el

discurso de un psicólogo que, en nombre del hombre concreto, exige una reordenación

de la psicología con objeto de que cumpla el cometido social a que esta llamada:

reimplicar expresión y reconocimiento – desalienar al hombre-” (Morey, 1983, pág.

5 “Enfermedad mental y personalidad”. Hemos respetado el idioma original en que aparece en el texto de Morey. 6 La negrita es nuestra

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31). No cabe esperar aquí una crítica destructiva que llevaría a Foucault a caer en una

contradicción con su propio discurso, sino constructiva, en la cual lo que busca desde su

“función-autor”7 es desembarazar a la psicología de ciertas abstracciones que la llevan

por caminos inadecuados para lograr su cometido, pero sin abandonar lo que funciona

correctamente. Por ello no se preocupa en seguir postulados materialistas. La respuesta

que dará a la pregunta planteada párrafo arriba será siguiendo preconceptos psicológicos

básicos. Para que exista enfermedad se requiere no sólo de las condiciones sociales e

históricas que fundamenten los conflictos, sino también de las condiciones psicológicas

propias del individuo que transformen el contenido conflictual de la experiencia en

forma de conflicto de la reacción.

3.3 Un nuevo comienzo

En el último capítulo del ensayo, previo a las conclusiones, aborda la

redefinición de enfermedad mental. El capítulo titulado “Psicología del conflicto” está

dedicado casi por entero a las observaciones realizadas por la reflexología pavloviana en

torno de las reacciones neurológicas de animales de prueba ante distintos estímulos.

Explicar cada uno de los experimentos realizados por el reflexólogo soviético sería algo

que excede los objetivos de este trabajo, es por ello que hemos decidido sólo referirnos

a las principales líneas motrices de este capítulo, y a sus conclusiones:

• La reconceptualización de la enfermedad como una reacción de defensa.

• La desestimación de la anormalidad como punto de partida del fenómeno

patológico.

Las dimensiones psicológicas de la enfermedad apuntaban a una huída, a un

escape de una realidad que resultaba conflictiva. Tras el análisis de las condiciones de la

enfermedad y el afuera, se establece que es el escape de un presente contradictorio en

que el hombre no se reconoce. En este último capítulo, no obstante, se da un último giro

a esa idea motriz que ha guiado el avance del ensayo estableciendo finalmente que la

enfermedad es un mecanismo de defensa ante esta realidad. Sin embargo, hay que

establecer cuándo esa defensa se transforma en algo patológico, puesto que no toda

situación de conflicto suscita una defensa patológica. La diferencia radica en la

7 Para una clara explicación de esta frase ver, Foucault, Michel El orden del discurso, ediciones La piqueta, Madrid, 1996.

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adaptación de la dialéctica psicológica a la dialéctica del medio. En palabras de

Foucault, “cuando el conflicto se presenta con un carácter de contradicción tan

absoluta, o cuando las posibilidades del individuo están tan restringidas que la

diferenciación no se puede efectuar, el individuo no puede defenderse mas que

colocándose fuera de circuito, respondiendo con una inhibición generalizada”

(Foucault, 2008, pág. 114). Cuando el individuo no pueda gobernar las contradicciones

de su medio, ni pueda reconocer en la dialéctica de ese medio su propia dialéctica

psicológica, surge la enfermedad. Bajo estas condiciones, el enfermo queda a la zaga de

una humanidad abstracta en la cual ya no logra reconocerse, se transforma en un

alienado.

Si esto es correcto corresponderá entonces el replanteo de la anormalidad en el

ámbito de la patología mental, puesto que esta ha admitido de buen grado que el primer

hecho se encuentra en el anormal en estado puro, en torno del cual se cristalizan las

conductas patológicas que dan forma a la enfermedad, y la alteración en la personalidad

que esta genera da lugar a la alienación.

La patología tradicional se amolda a un esquema similar al siguiente

Social

· Anormal Enfermedad Alienación

Jurídica

Siguiendo lo planteado en el ensayo, el orden correcto de estas categorías sería

el siguiente:

Alienación Psicológica (Hospitalización) · Alienación Histórica Enfermedad (Social) Alienación jurídica

La alienación histórica es la condición primera de la enfermedad y no

consecuencia de un individuo “anormal”. De hecho, la categoría “anormal” desaparece

en el segundo esquema. La anormalidad se diluye en los mecanismos propios de la

enfermedad, los cuales, como se demuestra en el capítulo V funcionan de la misma

manera que los mecanismos normales: “Es imposible examinar los procesos

patológicos separadamente de los procesos normales, cuyos mecanismos básicos son

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los mismos, lo anormal, lejos de ser el núcleo elemental, es una consecuencia de lo

patológico (...) Por lo tanto, tratar de definir la enfermedad a partir de una distinción

de lo normal y lo anormal es invertir los términos del problema: es hacer una condición

de una consecuencia, con la finalidad sin duda implícita de ocultar la alienación como

verdadera condición de la enfermedad” (Foucault, 2008. pág. 117, 118).

El camino para el verdadero funcionamiento de la psicología debe ser re

implicar reconocimiento entre el enfermo y su medio, realizar un trabajo de

readaptación, de reinterpretación de las condiciones reales del enfermo. Desembarazarse

del psicologismo que crea un medio artificial médico-paciente, y trata de dar al enfermo

el sentido de conflictos psicológicos a problemas inherentes a su existencia real “solo es

curación la que produce nuevas relaciones con el medio” (Foucault, 2008, pág. 122).

Quizás la conclusión más relevante, y la que deja de cara a buena parte de la que

será toda su obra es la que se plantea en forma de duda en el último párrafo del ensayo

“la verdadera psicología debe desembarazarse de ese psicologismo, si es verdad que

como toda ciencia del hombre, debe tener por finalidad desalienarlo8” (Foucault,

2008, pág. 122).

8 La negrita es nuestra.

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CO/CLUSIO/ES

En busca de alcanzar los objetivos iniciales de nuestro trabajo, hemos decidido

estructurar nuestras conclusiones en torno a tres ejes básicos en los que podremos

observar recurrencias y abandonos por parte del autor en sus sucesivas obras.

Concluiremos el análisis de EMyP a la luz de: la metodología utilizada, los lineamientos

teóricos y la problemática planteada.

1. Metodologías: La metodología que Foucault utiliza en esas líneas será un punto de

partida que el autor no volverá a repetir. El llevar adelante una crítica que plantee un

cambio de paradigma epistemológico desde dentro de los parámetros discursivos, y

metodológicos de un dispositivo científico, resulta un trabajo infructuoso. Al menos

si se apunta a un cambio tan profundo como al que aspira el autor.

1.1. ) En algún sentido, el interrogante planteado en el último párrafo del ensayo,

que abre una duda en torno a la finalidad de las ciencias humanas lo demuestra:

“Enfermedad mental y personalidad” no ha alcanzado para determinar si el

objetivo de las ciencias psi es, o no, desalienar al hombre. En adelante, Foucault

se dedicará a atacar la raíz del problema. Pero para alcanzar el andamiaje

discursivo necesario para ubicarse en una posición por fuera de las

constricciones epistemológicas, “Enfermedad mental y personalidad”

representa el punto de partida necesario para lograr este objetivo. Puesto que si

bien no ha resuelto la problemática a la que estaba orientado, ha logrado poner

en evidencia las prácticas discursivas neutralizadoras presentes en el discurso

científico. En términos foucaultianos, “Enfermedad mental y personalidad”

será condición de posibilidad del método arqueológico.

2. Lineamientos teóricos: Otra característica de este texto, que no volverá a

presentarse en la obra de Michel Foucault, se relaciona con la postura teórica del

autor. Como ya explicamos en la introducción a este trabajo, el encuadramiento de

Foucault dentro de una posición teórica, resulta siempre ambivalente. Sin embargo,

en EMyP, la postura del autor resulta mucho más decidida a favor del materialismo

histórico. En reiteradas oportunidades la presencia de ideas marxistas se hace

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evidente. En ocasiones se presentan de manera solapada mientras que en otras son

presentadas abiertamente. El capítulo V titulado “el sentido histórico de la

alienación mental” es demostrativo al respecto (páginas 98, 99, 100, 101) De

hecho, en el último capítulo del escrito menciona que el materialismo debe alejarse

de algunos errores en psicopatología (Foucault, 2008, pág. 118).

2.1. ) “Enfermedad Mental y personalidad” quizás sea la única obra de Foucault

que se amolda casi sin fisuras al panorama marxista de su época. Para el

momento de la publicación de la obra (en 1954), Foucault de 28 años, tiene aun

presentes las clases de Maurice Merleau-Ponty (quien junto con Sartre

monopolizaron el escenario intelectual marxista entre la década del cuarenta y

el cincuenta en Francia), así, como su reciente experiencia como militante del

PCF9 del cual fue miembro desde 1950 hasta 1953, cuando por motivos

personales, relacionados con su condición sexual se vio obligado ha abandonar.

De allí en adelante, la relación del filósofo francés con las corrientes marxistas

de su época iban a ser cuando menos tensas10 a partir de “Historia de la locura

en la época clásica”, y principalmente, tras la publicación de “Las palabras y

las cosas”, descripta por Sartre como “la última carta de la burguesía contra el

marxismo” (Tarcus, 1993, pág. 9). Si bien EMyP mantiene al sujeto en una

posición relevante dentro del discurso, forma propia del marxismo-

existencialista sartreano, la idea de desplazarlo de ese centro ya comienza a

surgir. Si bien ha sido necesario el transitar las dimensiones psicológicas, las

condiciones de existencia y la historia del individuo, el objetivo de la obra no es

hablar del enfermo, sino de la enfermedad y de la manera en que ésta ha sido

construida por el discurso psiquiátrico. Es una prefiguración de la

descentralización del sujeto que Foucault buscará llevar a cabo en su obra

posterior. Esta postura demuestra a las claras que, a diferencia de lo que algunos

críticos suponen, el antihumanismo de Foucault no responde a una coyuntura

que le era favorable, sino que de manera solapada se encontraba ya presente en

sus ideas aquella necesidad de sacar al sujeto de esa posición central en que el

9 Partido comunista francés 10 Cfr. Tarcus, Horacio (comp.) “Disparen sobre Foucault”, Ediciones El cielo por asalto, Buenos Aires, 1993.

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“humanismo”11 moderno había colocado al hombre, como único modo de crear

un hombre nuevo. El antihumanismo foucaultiano que se consagrará en “Las

palabras y las cosas” con la renombrada “muerte del hombre”, comienza a

tomar forma en su pensamiento.

3. Problemática:

Una de las cosas que Foucault no abandonará será su preocupación por la

problemática planteada. En cada capítulo de EMyP podemos encontrar en filigrana

expuestos algunos de los temas que abordará en obras posteriores. Ciertos tópicos serán

recurrentes y conformarán el sustrato y línea de cohesión de la obra. Otros se presentan

con menos fuerza pero dejan abierta la posibilidad de indagación:

3.1 ) La locura como andamiaje discursivo inicial de la obra de Foucault, toma forma

sólida en este primer ensayo. En este texto la locura es abordada desde una

perspectiva científica, perspectiva que es agotada tras repasar las condiciones

internas, histórico-evolutivas, y existenciales del enfermo en el esfuerzo de

determinar las características de aquella eventualidad, y que sin embargo no otorga

resultados contundentes. Aquí encontramos el comienzo del divorcio entre Foucault

y la postura cientificista. La ciencia médica-psiquiátrica-psicológica no ha podido

otorgar las respuestas que él buscaba, y surge una duda que será motor de su obra.

Esta incapacidad ¿es propia de una rama de la ciencia relativamente nueva cuyos

métodos aun se están construyendo, o es una incapacidad prevista que persigue un

fin determinado? En el ensayo da una respuesta cuando afirma “definir la

enfermedad a partir de una distinción de lo normal y lo anormal es invertir los

términos del problema: es hacer una condición de una consecuencia, con la

finalidad, sin duda implícita, de ocultar la alienación como verdadera condición

de la enfermedad12” (Foucault, 2008, pág. 117, 118). La búsqueda de esta

“finalidad implícita” quedará reservada para su siguiente obra en donde la locura

será retomada, pero ya no como simple significado de una eventualidad humana

sino en su valor de significante y en las implicancias que esto tiene en los

reordenamientos discursivos surgidos en los inicios de la modernidad. “Historia de

11 Para un mejor comprensión de la consideración foucaultiana de “humanismo” cfr. “Microfísica del

poder”, Ediciones la piqueta, Madrid, 1992, pág.33, 34 12 La negrita es nuestra

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la locura, en la época clásica” será, ya desde otras coordenadas teóricas, el texto

que complete las teorías plasmadas inicialmente en EMyP.

3.2 ) Cuando en la introducción se plantea el dilema de la metapatología actuando como

punto de partida para establecer la patología orgánica y mental, está denunciando la

existencia de un saber general (saber médico) que a través de sus dispositivos

discursivos impide el acceso de un saber particular (psicología-psiquiatría) a su

auténtico objeto de estudio: el hombre real. Si bien la obra no discurrirá a través de

esta problemática como centro, la misma se puede rastrear a lo largo del texto.

Cuando en el capitulo V “El sentido histórico de la alienación mental” exponga el

surgimiento de la razón como fundamento primero de la alienación del enfermo, así

como el párrafo de cierre del ensayo donde queda planteada la finalidad de la

psicología, queda formulado el interrogante epistemológico que lo llevará a abordar,

en lo sucesivo, la relación del saber con el hombre. Cuando en “Las palabras y las

cosas” plantee el surgimiento de las ciencias humanas como momento específico

que permite plantear un nuevo objeto de conocimiento: el hombre, al precio de que

este sea desposeído de su lugar como medio de conocimiento13 quedará resuelto este

primer interrogante.

3.3 ) Hemos elegido a modo arbitrario como última referencia de la recurrencia

problemática en la obra de Foucault, la relación médico-paciente, mencionada en el

capítulo IV del ensayo. Esta relación que coloca al médico como “aquel que detenta

todo el saber sobre la enfermedad” y el enfermo” como aquel que ignora todo sobre

la enfermedad”, será de gran importancia para el desarrollo de los análisis del poder.

Si bien abordará esta problemática en su etapa arqueológica (“Historia de la locura

en la época clásica”, “El nacimiento de la clínica”) como demostración del sujeto-

objeto de estudio por parte del saber, en manicomios y clínicas, será a partir de la

serie de conferencias dictadas en Rio de Janeiro contenidas en “La verdad y las

formas jurídicas” y “La vida de los hombres infames” donde la objetivación del

sujeto pasará a formar parte relevante de los estudios del poder. Esta relevancia

quedará de manifiesto cuando se desarrolle en las tesis sobre el panoptismo, en

13 Cfr. Miguel Morey, “Lectura de Foucault”, Taurus, Madrid, 1983, Pag. 113

Comentario: Aca me estoy citando a mi mismo...¿que pongo?

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“Vigilar y castigar”, y tendrá su aplicación más acabada como uno de los pilares

que darán sustento a la tesis foucaultiana de sociedad disciplinaria.

Si bien la obra de Foucault se aborda como un corpus interconectado, EMyP suele

quedar relegado y en ocasiones ni siquiera se menciona su existencia o, si se hace, suele

ser de manera errónea mencionando la reedición de 1966 (“Enfermedad mental y

psicología”). Nuestro principal objetivo a lo largo del presente trabajo, ha sido

establecer este ensayo como una condición de posibilidad necesaria para el surgimiento

de la problemática que el francés abordará a lo largo de su obra. El implicar

reconocimiento a EMyP como obra fundante del pensamiento foucaultiano tiene como

consecuencia el comprender de una manera más acabada la difícil relación que el autor

tuvo con la epistemología e ideología de su tiempo, condición sine qua non si buscamos

alcanzar (o al menos entender) la realidad de aquel “afuera del afuera” desde donde

escribió. EMyP es un texto escrito “por un psicólogo que en nombre del hombre

concreto exige una reordenación de la psicología con objeto de que cumpla el cometido

social al que está llamada” (Morey, 1983, pág. 31), obra de un Foucault más

humanista, menos despiadado, permite acercarse al modo en que sus ideas fueron

madurando, tras no pocos avances y retrocesos, y comprender que con el debido

esfuerzo “intelectual y moral” (Ferrer, 1996), el proyecto foucaultiano de dar vida a un

“nuevo hombre” es posible.

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Bibliografía

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