enciclopedia uruguaya 57 el mensaje de los jovenes

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  • 7/29/2019 Enciclopedia Uruguaya 57 El Mensaje de Los Jovenes

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    El mensaje de los jvenesGaleano - Ruffinelli - Rodrguez Villamil

    Eduardo Galeano

    EL DESAFIOFines de 1969. En las paglllas de un vespert ino a

    del gobierno, se cuela, por casualidad, una carta revelad"Soy un joven uruguayo tpico, 24 aos, soltero, empleadoficina de una empresa a punto de dar quiebra... Pertivas de futuro: absolutamente ninguna . . , Quitando horsueo y con ingentes sacrificios, cumpl con xito los cnecesarios para recibirme de tcnico de programacin yracin de computadoras electrnicas (rimbombante, no?no me sirve de nada... las pocas plazas existentes ecubiertas por dems. . . Debo quedarme en mi trabajo amientras dure, y esperar cruzado de brazos sabe Diosechando por la borda todas mis aspiraciones? O debo pesos mismos brazos en posicin de ataque y, juntO conmuchos de mi misma situacin, dedicarme a ti rar piedrromper vidrios en son de protesta? Seor: soy uruguayo. Qro quedarme en mi pas. . . Pero no puedo. . . Qu hTiro la primera piedra? O qu?"En s, esta carta, perdida entre tantas otras, nomayor importancia. Pero forma parte de una realidad quconfi rma de mlt iples maneras y a cada instante: ocurreste es el Uruguaya la hora de la descomposicin y la cLa crisis es una empresa de demoliciones. Ya no resulta nsario que los profetas, certeros y sombros, revelen los sique anuncian el derrumbamiento. El derrumbamientoaqu, en torno a nosotros y en nosotros mismos, que sosus protagonistas. Esta es la derroca del pas, o la derdel sistema que lo rige? Los dueos del sistema sientesuelo abrirse bajo los pies y confunden sus crujidos codefinit iva hecatombe nacional. Han deshecho la patr iaabrazan a la bandera. Se hace ms intenso que nunca,disposicin oficial, el culto de los smbolos de la nacionalicomo si con himnos y con enseas pudiera cubrirse el hovaco cavado hasta las entraas de la nacionalidad miPorque si el pas ha sido condenado, sin apelacin ni sacin posibles, todo est permi tido: la catstrofe enciendcodicia y abate los escrpulos y los frenos; la bandera ocentre sus pliegues, las mercaderas robadas. Cuanto ms ages una crisis, ms lucrativa resulta.El pas no se acaba, sin embargo, al borde de los ireses de sus clases dominantes. Este sistema en ruinasnuestra penitencia, no nuestro destino. Y est demostradola fuga no es la nica alternativa posible para los uruguajvenes.

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    La ciudad niega trabajo a la mano deinvicto, segrega. que el latifundio,

    En el Brasil, pongamos por caso, uno de cada dos hatantes tiene menos de quince aos de edad. En el Urugupas nuevo habitado por viejos, la proporcin es casi dea cuatro. Nacen pocos uruguayos; y de los pocos que nacmuchos, expulsados por la crisis, se van. Son largas las cante la oficina de pasaportes de la cancillera, gent que ha Estados Unidos, Venezuela, Canad, o la remota Austrapara viajar a Buenos Aires o al sur del Brasil alcanza, cose sabe, con la cdula de identidad. No slo se marchannicos universitarios y operarios calificados; tambin albay mucamas, peones sin trabajo. La poblacin, envejecidescasa, exporta sus tensiones: son jvenes, en su mayora,que emigran, obligados, en busca de mejores horizontes.no ofrecemos una quimera del oro para europeos peregriy desesperados; ni siquiera nuestra propia poblacin natencuentra, dentro de fronteras la oportunidad de vivir digmente. De aqu a no mucho tiempo habr, fuera de fronteun Uruguay entero. Son simples desertores, estos muchacque cambian de suelo y de cielo? En todo caso, hay mucque, a pesar de todo, deciden quedarse. No niegan el pque heredaron, medio muerto, de sus mayores, pero hanquirido la conciencia de que, para que su resurreccinposible, hay que cambiarlo todo. Luchar y cambiarlo toDentro del Uruguay mismo, la poblacin se desplaza.puerto de Montevideo, bullicioso centro de operacionesmercaderes, prestamistas, leguleyos y polticos tramposos, vesiendo desde largo tiempo atrs una creciente cabeza de ena"la desproporcin entre el pas y la ciudad se ha acentuaen estos ltimos aos de crisis aguda y la cabeza ya casitiene, debajo, cuerpo alguno. Haba 454 mil personas ocudas en tareas agropecuarias en 1951; en el 66, slo quedabsegn el censo, 370 mil. La ciudad niega trabajo a la made obra que el latifundio, invicto, segrega. El xodo rusuma desocupados a los desocupados provenientes de la ppia capital. Si en Montevideo queda condenada a la marnacin buena parte de la poblacin antes integrada enactividades productivas locales, qu suerte puede aguardalos habitantes del desierto que, sin ocupacin en el cambajan a golpear a las puertas de la capital? Los obrerostrabajo viven de changas, como pueden: la paraltica y mherida industria nacional produce vendedores ambulantes, pocas y mendigos, ms que mercancas.

    La poblacin no crece, pero menos crece la producciEn 1960, la renta por habitante de los uruguayos rozabasetecientos dlares anuales; en el 68 se habia reducido a 63y es importante advertir que el promedio oculta un deseqlibrio que se ha hecho mucho ms agudo entre los ingresde los pocos ricos y los ingresos de los muchos pobres.crisis del sistema productivo empuja, en definitiva, en la mma direccin a los hombres y a los capitales: las investgciones ms recentes han demostrado, en forma concluyenque tambin el excedente econmico nacional se fuga lejoLas rentas y las ganancias de los capitalistas ganaderos sumno menos de 75 millones de dlares por ao; los latifundide ms de 2,500 hectreas reciben, en su conjunto, 35 millnes de dlares anuales. Esta inmensa masa de capitales noreinvierte en las actividades ganaderas, que siguen libradasla buena voluntad de las lluvas y a la pasn de los tor

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    y los carneros. En las pocas del auge de la industria nacional, fuertemente subsidiada y protegida por el Estado, buenaparte de las ganancias del campo deriv hacia las fbricasnacientes. Cuando la industria entr en su agnico ciclo decrisis, los excedentes de capital de la ganadera se volcaronen otras direcciones. Las ms intiles y lujosas mansiones dePunta del Este brotaron de la desgracia nacional; la especulacin financiera desat, despus, la fiebre de los pescadoresen el ro revuelto de la inflacin. Pero, sobre todo, los capitales huyeron: los capitales y las ganancias que, ao tras ao,el pas produce. En estos ltimos tiempos, trescientos millonesde dlares han escapado del Uruguay rumbo a los segurosbancos de Suiza v Estados Unidos. Tambin los hombres, loshombres jvenes, 'bajaron del campo a la ciudad, hace veinteaos, a ofrecer sus .brazos a la indust ria en desarrollo, y hoyse marchan, por t ierra o por mar, rumbo al extranjero. Claroest, su suerte es distinta. Los capitales son recibidos con losbrazos abiertos; a los hombres, les aguarda un destino difcil,el desarraigo y la intemperie, la aventura incierta.El capital no tiene patr ia, aunque sus dueos se proclamen patriotas. Las mayores ganancias de los terratenientes nose traducen en mayor produccin y ningn homenaje a labandera podra dis imular la obediencia de los capitalistas alas leyes del capitalismo, que rigen sin fronteras: el capitalresponde a las seductoras voces del lucro, de la ganancia mxima. Nuestro Uruguay empobrecido se da el lujo de enviaral extranjero la riqueza que sus campos generan. Tenemosmenos vacas y menos ovejas que en 1908, segn las cifrasdel censo de 1966. Simblicamente, slo ha crecido la produccin de cerdos.

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    La nueva generaclOn, marcada en la frente por la inmlacin del Che Guevara, se asoma a un pas roto. Y encutra que la crisis ha disipado muchas de las neblinas queinterponan ante los ojos de las generaciones anteriores. Etiempos duros traen consigo vientos terribles pero, en deftiva, tiles, por toda la mitologa que despejan a su pavasallante. El Uruguay se est redescubriendo a s mismotravs de la mirada rabiosa de la generacin de la crisis:muchachos que se quedan, y aqu encarnan la crisis, la sufy la actan. No slo los humillados ni, por cierto, todos eldel seno de la propia clase opresora provienen muchoslos militantes ms audaces y decididos de la nueva horasobre todo es la clase media, clase-fln, blanda y vacilante,que ya no reconoce a muchos de sus herederos, a quienesbastan, ya, la seguridad ni la nostalgia de la seguridad perda. El Uruguay cambi y empiezan a ser diferentes, aholos uruguayos que el Uruguay produce. Leemos con estulos testimonios escritos sobre el pas hace apenas quinceveinte aos: de aquel paraso pequeoburgus, bien-pensay gordito, resta poco ms que la inercia de las imgenformas y colores sobrevivientes en la memoria de la mayode la poblacin. Una mayora, es cierto, adulta, todava cformista y detenida en la contemplacin del Uruguay que fLas claves de la crisis estn, ahora ::t la vista. Resumucho ms fcil, para los jvenes, una vez abatidas las mcaras del sistema, conocer el verdadero rostro del enemi

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    Es el Rey Sol de nuestro pequeo sistema de inquisidores,verdugos, estafadores y proxenetas de la desdicha nacional:la oligarqua cuyos intereses se oponen, cada vez ms, a losintereses del pas. La productividad es baja porque convieneque lo sea; la ley de la ganancia puede mucho ms que todaslas leyes que e! Parlamento promulga; lo que es absurdo paratodos resulta sensato para los pocos que tienen, en sus manos,e! poder; e! alimento de seiscientas familias se convierte enel veneno de todas las dems. Se recompensa la especulaciny se desalienta la produccin: la iniciativa privada ha agotadosu ciclo creador. Pero el Estado, este g igante ciego y paraltico, est art iculado por las mismas fuerzas y a su servicio.No sern los lat ifundistas quienes pongan fin al reinado de!latifundio y su muy lucrativa produccin extensiva, ni sernlos banqueros quienes, de puro filntropos, dejen de jugar ala ruleta rusa con las finanzas del pas; brilla por su ausencia, en los grandes industriales, la voluntad de dinamizar laproduccin mediante nuevas inversiones riesgosas y d ampliar, en extensin y en profundidad, los mezquinos lmitesde nuestro mercado interno. Todos funcionan para el pas talcual est, y en contra de su futuro. Todos provienen de! mismovientre: un vientre ya estril. No hay, entre ellos, contradicciones esenciales. Ponen e! gito en e! cielo por la disciplinaen quiebra, e! descaecimiento de! principio de autoridad, eldesconocimiento de las jerarquas y la falta de respeto a lapropiedad privada, al tiempo que, con ambas manos, drenanlas ganancias que todos los uruguayos producen y las viertenen sus lejanas cuentas bancarias extranjeras, muy privadas, disciplinadas y seguras. Slo si cambiaran de manos, podranesas ganancias reinvertirse en el renacimiento nacional. La

    cnsls de los valores establecidos, que tanto preocupa acaballeros, no es, en definitiva, ms que el homenajemerece la crisis del sistema en su totalidad. La moral burgurinde plusvala a Tartufo, y Tartufo llora sobre su cad"Jams llegar a nada a menos que me haga jodedor", ctesta un joven obrero a la encuesta del semanario 'El OrientSabemos, tambin, que este Rey Sol carece de luz proaunque irradie reflejos tan diversos. Despus de tantas cade intenciones ante e! Fondo Monetario Internacional, y cudo al bajo precio de la necesidad se ha hipotecado la sorana ante el Banco Mundial, e! Banco Interamericano ybanca privada extranjera, podr alguin suponer que el imrialismo es un tema extico en este pas? Nos rige una cdominante dominada. Las grandes corporaciones internacioles han controlado desde siempre la comercializacin extede nuestros productoS, y buena parte de la intermediacinterna tambin les pertenece. Y qu ocurre con las bancacon las principales fbricas? Cuntos dueos nacionalesse han reducido, gozosos, al papel de socios menores o gertes? Y acaso el conjunto de nuestra estructura producno fue modelado, desde el pique, de acuerdo con las necdades de los mercados extranjeros poderosos, y en funcinsus exigencias?

    Los jvenes escuchan: qu les ofrece la voz de! sima? El sistema habla un lenguaje surrealista. Cuando invla "paz social", encierra ms de 5.600 ciudadanos encuarteles: es un delito la militancia gremial, y son de!incutes quienes la practican. La crcel y la tortura se abaten socualquiera, en cualquier instante: e! "estado de derecho" een vigencia. Se obl iga a los obreros a trabajar con la baneta en la espalda en nombre de la "libertad de trabajoson "revoltosos" y "subersivos" los hombres condenados,proceso ni garantas, por defender e! pan y la dignidad psus compaeros; la lucha de clases no existe, se decreta, mque por culpa de quienes incitan a ella, pero en cambio eten las clases sociales y a la opresin de unas por otrasla denomina "nuestro estilo de vida". El martilleo no cLa letra impresa, los mensajes por radio, las imgenes detelevisin: quiere usted conocer la mediocridad y la cascin de la "cultura de masas"? Asmese. Descubrir quecensura, la auto-censura y los intereses creados, son capade fabricar un Uruguay de pape!, ter y luz que nada tique ver con el pas real. No hay alimento suficiente plos estmagos, pero las conciencias no se pueden quejar:nos br inda a todos la posibilidad de! sueo.No slo en la propaganda sobrevive e! U r u ~ u a y libeCuando una persona pierde una pierna o un brazo, la sencin persiste: la persona "siente", durante largo tiempo,todava tiene la pierna o e! brazo amputados. Es lo que

    mdicos llaman "el mi.embro fantasma". Continan vibralos mrmoles de! Palacio Legislativo, cuando en su senopronuncian sonoros discursos y se plantean enrgicas interlaciones y se adoptan (mucho menos frecuentemente) reluciones categricas. La democracia acta "como si" existiee! honor queda a salvo, aunque n i los discursos, ni las inpelaciones ni las resoluciones tienen la menor incidencia sola marcha real de los acontecimientos. Se derraman lgrimy resuenan protestas dentro de las propias filas polticas tracionales. No se puede estar con el sistema, sin embargo,aceptar, tambin, sus consecuencias. lo que algunos llam

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    "excesos" y "arbitrariedades" no son ms que manifestacionesnormales de un sistema anormal: la racionalidad salvaje deun sistema irracional. Su subdesarrollo capitalista acosado porla crisis, se convierte en un engranaje diablico. Cumple sufuncin: este subdesarrollo es, como el de todos los subur-bios del mundo, efecto y condicin del desarrollo de los pasesricos y, tambin, efecto y condicin del desarrollo de losricos dentro de nuestro propio pas. A la hora de la desespe-racin, el sistema niega el liberalismo y oficializa la violencia.Salvo contadas excepciones, el movimientO sindical acta

    tambin, todava, en un pas ilusorio. Pero el rgimen nopuede darse el lujo del paternalismo y es sincero cuando em-plea, contra los trabajadores, el garrote. En los tiempos delas vacas gordas sobraban achuras para todos; ahora, no hayotra "poltica distributiva" que ia congelacin, y en once aoslos salarios reales se han reducido, segn cifras oficiales, flla mitad de su valor.

    El bajo crecimiento demogrfico y la emigracin de manode obra joven, dos caractersticaS nacionales, alivian las ten-siones y demoran el estallido. El Uruguay pierde energas quele son imprescindibles para nacer de nuevo. La voluntad com-bativa y creadora de muchos de los uruguayos que se quedanha sido suficiente, sin embargo, para que las estructuras vigen.tes en el pas sufrieran, en estos ltimos aos, varias sacudidasbravas. En todos los planos, la rebelin se manifiesta y empieza a ser, al menos, casi tan usual como el conformismo yla apata --otras dos caractersticas nacionales desafiadas porla crisis.Hace cuarenta aos, la poblacin joven constitua lamitad del electorado. Hoy, es apenas la tercera parte. De esatercera parte, cuntos creen todava que el ejercicio de lademocracia autntica se reduce, simplemente, a hacer uso delderecho de voto? Son mltiples las vas posibles para la expre-sin del rechazo al sistema, y el poder de seduccin del aparatopoltico tradicional se deteriora junto con el sistema mismo.Los ilusionistas ofrecen, ley de lemas mediante, una trampade espejos que devuelve a cada uno la imagen que cada unobusca a la hora de las urnas. Pero la distancia que separalas promesas de las realidades, crece con la crisis. Del llanoal poder, los hombres y los partidos pegan un salto de circo:se rompen los espejos, el generoso mago extrae el ltigo dela galera. La hora de la verdad dura seis aos y luego lafuncin recomienza. Los jvenes a quienes hondamente dueleel pas, no se resignan a la aceptacin ni a la espera; em

    piezan a romperse las costuras de los moldes polticos tradicionales, convertidos en chalecos de fuerza. Est todo prohi-bido, salvo cruzarse de brazos? En el Uruguay de estos lt imos tiempos tormentosos, que est produciendo violencia tannaturalmente como carne y lana, la accin poltica se ha hechoimperativa y diversa. Ya la libertad no viene regalada: hayque conquistarla. Y el sistema -este reino de la necesidadno puede aceptar una libertad sin injusticia ni impostura quesera su negacin y su suicidio.p

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    An no hemos salido de esta dcada del sesenta y yaintentamos pasarla a los anales; an es presente y ya preten-demos verla con la perspectiva que slo dan los aos trans-curridos. La tarea es necesaria, pues intuimos o sabemos quealgo ha cambiado en la literatura nacional, siquiera por nue-vas presencias y aportes; de ah la contradiccin insalvableque por lo menos debe tenerse en cuenta: al repasar estapequea historia de! presente. Uno de sus problemas iniciales,en consecuencia, es determinar y def inir el campo de estudio.Ya muchos se han adelantado a recibir a una "nueva gene-racin" y a determinar incluso los aos de comienzo: el 55o el 58, o e! 60, o los fenmenos histricos que parecenestar en su raz para separar ambas corrientes: la que existay la que ahora comienza a verse. Pero cmo debe llamrselos sin caer en tautologas?: los nuevos? los jvenes? lageneracin de la crisis? Y cul es e! momento original quelos caracteriza? La Revolucin Cubana? Las elecciones del58? Ni Pe tersen ni Pinder ni Ortega ni Maras pueden pro veer la certeza de una solucin, o un esquema con que ajustare! conflicto. Porque, en rigor, los intentos de caracterizacingeneracional son a la vez ciertos y falsos, naturales y art ifi-ciales. Quizs el hipercriticismo propio de la generacin autollamada "del 45" (los que a su vez pegaron e! rtulo a que.nes venan a trs) sea el prncipio de este error, de este dog-matismo. Influidos por la cultura europea que gest la ideade las generacones literarias, trataron de entender histrica-mente e! proceso cultural del pas en base a esos recursos.Y la idea era excelente: nada mejor que poner en claro losamplios y confusos sectores que van renovando la his toria atravs de los aos. Pero donde e! esquema parece fallar y

    LA DECADA LITERARIAconvertirse en bizantinismo es cuando se quiere llegar afecha exacta de comienzo, a un fenmeno nico de arrancomo si eso existiera objetivamente a modo de unahistrica.Para comenzar con un acuerdo sobre lo que se hpartamos s de esa "generacin" de escritores surgidosdedor de 1960, cuya obra se diferenciar de la de susdres". Es una generacin que viene a sustituir a otramismo modo que ser luego sus ti tu ida), y en e! procesoalgo de cruel. Los jvenes debern batallar por un lugalucha, desde el cual comenzar a corregir la administrvetusta o superada de sus antecesores; y de parte dea su vez, habr una defensa cerrada de sus posicioneprivilegio, aunque educadamente comenzarn a ceder paslas brechas que dejan. En lo posible, las dos (o tres ogeneraciones simultneas lucharn juntas y a la par,siempre en la direccin de los ms nuevos, cosa que deder no de stos sino de la capacidad de renovacintengan las generaciones precedentes.Esta promocin aparecida en la palestra desde 1960,do se inici e! auge editorial y la l iteratura nacional cozaba a valorarse sin provincianismos como una literms, coincidi con dos hechos ya anotados que en altodo la determinaron: en lo nacional, el triunfo blanclas elecciones de 1958; en lo internacional, la Revolucinbana. Lo primero influy escasamente de modo directo;bien podra decirse que influy en la marcha misma de!En cambio la Revolucin Cubana fue el impacto que agllas fuerzas, alineando a todos estos escritores en la izquya despierta su conciencia poltica por e! fenmeno revolnario. Este aspecto es importante por e! singular procesoen base a l tendr la obra literaria. Porque ese impactocial de Cuba, que era admiracin y apoyo a un pas debarazado heroicamente de! imperialismo en los ltimosha permi tido que la conciencia poltica se dirigiera hacpas propio, hacia este Uruguay desnudo de todas sus leyde modelo y democracia, que ha asumido su condicin laamericana.

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    Sylvia Lans jvenes de la promocin. En 1969 dos volmenes suyJan la pauta de una nueva esttica que ha logrado casar'compromiso" (auserite en las obras esteticistas), y un hllrtstico (ausente en el realismo y en el panfleto); en efecos museos abandonados y El libro de mis primos pareccantar ya el rquiem por un mundo desmoronado y al mismtiempo la victoria de tiempos nuevos que se avecinan.En todo este sinuoso proceso los nuevos escritores comzaron como un epigonismo de las tcnicas realistas de la genracin anterior, y hoy se orientan hacia una vanguardia qlos reclama no slo en su obra (que es una forma de accisino en la accin directa. Esto permite a la vez advertir cse entronca muchas veces la obra con la actividad cotidiaAlgunos como Galeano son periodistas polticos; otros, coJuan Carlos Somma, unen los extremos de la obra literacon la actividad soCial. Somma public tempranamente,1961, su novela Clonis, sobre un problema de fe religioSeis aos despus, con Forma de piel la religin sigue sienel eje narrativo, pero ahora el libro es un comentario socpoltico al enfrentamiento de las iglesias pre y posconciliarDe ah que Somma sea un ejemplo del escritor cuya omarcha pareja a los problemas de la hora como un ndalerta y desmitificador.He tomado algunos autores como ejemplos de tendencide lneas presentes. Pero habra que completar tambin cierrasgos que agrupan a stos y a otros escritores, y que vdefiniendo una fisonoma tornasolada a la nueva generaciUna de las caractersticas de los jvenes es el realismo.en 1963 Rama seala la "ausencia de afn experimentad

    En 1963 Marcha dio la "Bienvenida a los jvenes". Enun suplemento de fin de ao, varios escritores y crticos yade las nuevas horneadas como de la anterior, hicieron de estaverde y recin comenzada plyade tema de opinin. Por cierto,en los primeros aos del sesenta la nueva literatura se presen-taba con un cariz decadentista y hastiado. Se hablaba de Pavesey Antonioni y Carson McCullers como influencias determi-nantes en las novelas que surgan, aunque ya entonces sedenunciara la superficialidad con que presuntamente esos crea-dores haban sido imitados. En realidad Pavese sigui siendoun desconocido, y de su literatura slo se tom la atmsferadesencantada en que transcurran historias y personajes. Enese mismo suplemento Benedetti deca de la nueva promo-cin: "traslucen un desnimo que a veces es legitimo, y aveces imitado y superficial". Y Angel Rama: "Sus obras sonrecorridas todava por corrientes desalentadoras, por melancolias y escepticismos". En este momento la diagnosis es cierta,por lo menos hasta cierto punto. Pero prueba involuntaria-mente cmo una generacin nueva viene con suficiente vitalidad como para transformarse en el curso de poqusimos aoshasta negar, aparentemente, su imagen primera. En 1962 SylviaLago haba publicado Trajano, una novelita "desencantada",visin asustadiza y tmida de la vida a travs de un despertaradolescente. La belleza de su ejecucin, el hecho de ser unaprimera novela y estar muy bien escrita no compensaba sinembargo el sentido final de la historia, con su miedo a en-frentar la realidad y esa rpida huida del personaje a lacerrada clula familiar. Ms .desmaado, Eduardo Galeano dioa conocer tambin Los das siguientes (1963), otra historia detedio y frustracin, carente de nervio; aunque escrita conmucha correccin. Casi lo mismo podra decirse de Nos ser-van como de muro (1962) de Mario Csar Fernndez, de'Sin horizontes y Los amigos (1963) de Claudio Trobo, ode Cristina Peri Rossi, quien en Viviendo (1963) se adscri-ba tempranamente a un realismo cotidiano con personajesfrustrados y tristes. Esta breve e incompleta revisin de auto-res sirve para confirmar un diagnstico inicial que hoy, pesea las apariencias de alegra con que se reciba a los jvenes,se muestra indudablemente sombro. As tambin, si sirve deconfirmacin, habra que recordar que en el mismo suple-mento citado, Cotelo adverta, de igual modo, "un recientetipo veinteaero, reconocible por su lenguaje monosilbico, porsu aspecto taciturno, en pose de duro pero ntimamente desam-parado, un adolescente fuera de edad . . , etc.".Si retomamos hoy, 1969, la obra y la actitud personalde estos jvenes escritores, se ver con asombro que la ima-gen que se desprende de ellos es muy diferente, casi antit-tica, y que los veredictos, las presunciones, los diagnsticos de1963 ya han perdido totalmente su vigencia. A partir de unrelato publicado en 1965, "Das dorados de la seora Pielde-diamante", Sylvia Lago se ha convertido a una litertura deiracundia social y poltica. En sus libros ms recientes campeaas la visin vitrilica de la fauna uruguaya que nos gobierna(Detrs del rojo, 1967), de una generacin de actitudes supe-radas (hay alusiones al "45" en La ltima razn) y hastadel ms cercano presente, este hoy lleno de rebelda juvenily de represin policaca. De Eduardo Galeano podra decirsealgo similar si tomamos en cuenta su segundo libro: Los fan-tasmas del da del len (1967), cuyo cuento mayor precisa-mente recrea la historia de un encarnizamiento policial, sinto-mtico de la violencia vesnica entronizada en un institutocada vez ms salvaje y brutal. Pero tal vez donde el procesose v.::a ms claramente sea en Cristina Peri Rossi, una de las

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    y la adhesin t ranqui la a los regmenes realistas de narraClOn.A esto hay que sumar el descubrimiento de la li te ratura ur-bana que tuvO como iniciadores a Juan Carlos Onetti y fuegoel montevideanismo y popul ismo de Maggi y Benedeni, for-mas stas de acceso a la realidad que no ofrecan demasiadasdificultades para seguirlas. Lo nacional, descubierto a travsde lo europeo, en la generacin anterior, en sta se dio deplano, desde el comienzo, y esto trajo como desventaja elhecho de no haber pasado por el tan necesario perodo deaprendizaje y de copia. Mario Csar Fernndez, Alberto Paga-nini, Hiber Conteris, Claudio Trobo, Eduardo Galeano, SylviaLago, Fernando Ansa, Jorge Sclavo, Juan Carlos Somma, JorgeMusto, etc., podran contarse entre los "realistas". Su nece-sidad de actuar sobre la realidad nacional le oblig a trazarantes que nada el diagrama, el plano, del campo de batalla.De ah que sus primeros personajes sean jvenes (como ellos),sueltos, trasnochadores, hastiados, que recorren la ciudad: esque estn reconocindola. Industria nacional (Fernndez) re-corre las barriadas montevideanas y recrea el lenguaje (valiosoaspecto de su literatura) para descubrir a la ciudad desdedentro del mismo. Fernando Ansa, de modo semejante y atravs de sus tres libros: El testigo, En la orilla y Con ciertoasombro, tiene el propsito de calar lo nacional y popular,aunque en la novela de 1968 se intelectualice y elija otrasclaves sociales para su narracin. Alberto Paganini gusta asi-mismo de recorrer su ciudad, a lo largo de esas Calles quedan al mar (1969) donde hay un Montevideo muy recono-cible, e incluso un escritor importado, el espaol Jess C.Guiral, despus de una novela de tema no nacional, en su

    6LEY EYHERABIDE

    El otro equilibristay veintisiete ms

    segundo libro Las abejas y las sombras toma concientemelos rasgos de la literatura nueva para desarrollarlos y crcarlos desde dentro. Entre los ms jvenes, Julio Nosig(Agresin y Accin de gracias j y Teresa Porzekansky (El actijo) se adhieren en este enfrentamiento a las experiencde la realidad.

    A fines de 1967, sin embargo, la veta de imaginacide experimentalismo, es decir aquella aventura necesaria qya a esta hora deba correr la generacin, se hizo presea travs de algunos escritores: Gley Eyherabide publicotro equilibrista, un volumen de curiosos cuentos en una lestilstica sumamente original y propia. El rgimen fantsthaba penet rado para ofrecerse en su riqusima canteraprocedimientos, y especialmente con su principio de liberimaginativa. Tambin Mercedes Rein y su Zoologismos demtr el desenfado creativo y la comodidad de transitar porlneas del absurdo. Jorge Oneni , quien escriba desde 19perteneciendo entonces a la Argentina, gan el premio cuede Casa de las Amricas con su volumen Cualquiercosa( 1965), en el cual la invencin es esencialmente verCuatro aos despus, Contramutis (1969) lo pone a la cabde la generacin con una obra plena y madura que ha logrencontrar un estilo original para recrear e interpretar el psente. Preciso es mencionar de todos modos que en ciecuentos de Paganini (en Confesiones de un adolescenteen algunos momentos de su novela, lo fantstico se retosin temor y da como resultado el hallazgo expresivo.

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    Jorge Onetti

    8eix Barral/NuevaNarrativa HispnicaJorge Onetti

    En la zona poetlca, esta misma generaclOn no demostrdiferencias muy marcadas respectivo a sus antecesores. Por e!contrario, dos vertientes -una que se ha dado en llamar ma-chadiana, de poesa directa y despojada, y o tra de estructurasms hermricas y simbolistas-, existan tambin en la poesaanterior, y figuras como Idea Vilario , Ida Vitale y AmandaBerenguer gravitan sobre el presente con tanto peso y moder-nidad como los jvenes poetas. Las experiencias de! mundomoderno -vale decir lucha contra el imperialismo, Vietnam,tecnocracia y crisis institucional-, que pasarn a convertirseen temas, modificando a su vez las formas poticas, son msaptos para la modernizacin, para correr al r itmo de! presente,que , digamos, las estructuras de la novela, donde e! escritorest ms sujeto al tiempo de su formacin juvenil y a lanutricin intelectual realizada en su entonces.

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    Alberto PagEl antiintelectualismo caractenstlco de los jvenesdores tiene su equivalencia en una completa lnea de pSal Ibargoyen, Wshingron Benavides, Nancy Bacelo,Maia, Walter Ort iz y Ayala exploran a sus respectivos mlas experiencias inmediatas, cotidianas, extrayendo lapotica de los hechos y acaeceres del contorno. Ibargoyentiza la ciudad con un montevideanismo puesto a puntBenedetti; Benavides capta la naturaleza, aunque no lagica sino la real, palpable, del campo nuestro; Bace!o secentra mayormente en s misma, en la subjetividad;roma los motivos pequeos y humildes para descubrir enlas notas ms inadvertidas; y Ortiz y Ayala recoge yatamente la tradicin machadiana volcando su mirada pa los pueblos del interior. A estos poetas se suman otroschos: Enrique Estrzulas y su buceo en lo popular arrabdonde se esconden los mitos del tango; Ruben Yakovsky,lio Pea, Jorge Medina Vidal, Esteban Otero, Ivn KEnr ique Fierro, Diego Prez Pintos, Enrique Elissalde,nardo Milla, Nelson Marra, etc., son nombres a tener m

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    TERESA PORZEKANSKI

    En todos ellos, el factor de modernidad y juventudplena vigencia, estriba en ese reflejo permanente de las cociones del mundo real, del mundo siglo veinte, que pressu poesa. Hoy ms que nunca la poesa pierde su coto cery autosuficiente yse convierte en un arma de lucha. Dmentar y a ~ u d i r constantemente a los sucesos del presentecomprometerse as; hacindose "poltica"- porque estos ssos son los que inciden con mayor profundidad en su sbi lidad humana. Prcticamente ninguno de estos poetasdejado de sealar las circunstancias horrendas de un muque heredan, que no han elegido y que deben cambiar.

    Teresa Porzekanpoetas: pareciera que no quieren perder tiempo --e l tieque no t ienen- en aprendizajes y tanteos, para lanzarse ddadamente a la captura de su objeto. Otros poetas jvenpromisorios como Hugo Achugar, Cristina Carneiro, AlbMediza, Jorge Arbeleche y Cristina Peri Rossi apuntanmismo con bro hacia un estilo y universos propios, aun cdo estn de alguna manera probndose a s mismos.

    cuenta, incluso para advertir cmo se multiplicaron los poetasa lo largo de esta dcada y cul fue la abundancia de poesaque caracteriz por lo menos los primeros aos del sesenta.Pero "aquella "ausencia de afn experimentador" que acu-saban los narradores realistas no es tan observable en lospoetas, por lo menos en cierto sector de avanzada. MiltonSchinca, as, a travs de sus cuatro libros se ha puesto en unprimer lugar en la poesa uruguaya contempornea en virtudde su originalidad de" innegable valor. La suya es una poesaque surge madura, sin los, tanteos tpicos de la adolescencialiteraria, y de ah el impacto que ha causado.

    En los aos ms prximos varios poetas se suman a lacaravana, y no cabe duda de que nacen con una madurez yun rigor ipsospechal:iles por su juventud, aunque puedan no-tarse los sobresaltos de una temprana edad. Salvador Puig yRoberto Echavarren Welker, por ejemplo, dieron muestra, msall de sus influencias, de poseer un agudo sentido de la poe-sa; de ser poetas y no versificadores. Esa seriedad para enca-rar la poesa es un rasgo muy particular de estos jvenes

    Eduardo Galeano

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    Silvia Rodrguez Viilamil

    NUESTRA HISTORIA Y LOSJOVENES

    l'Or.

    EL GENERAL

    ANTE LA HISTO

    ANTONIO PER

    :\.tO:":l';';,\41DEOI t n p r c : : . ~ di: l..1 UZ.'IOCIU:I.'.., =Ile d

    U 'U

    de los jvenesbicacinCmo concebimos los jvenes la investigacin histrica?Desde qu perspectiva y con qu objetivo la encaramos? Paraaclarar este punto correspondera trazar un brevsimo pano-rama de nuestra historiografa, ubicando en ella los ' aportesrecientes y los puntos que son compartidos por los ms jve-nes, as como las diferencias que ya se van perfi lando. Perodado que sera imposible analizar aqu la historiografa nacio-nal en todos sus aspectos, nos limitaremos a los que en estecaso ms nos interesan: cul era e l objeto del conocimient0histrico para nuestros predecesores? qu supuestos estabanen la base de su trea como investigadores?Aunque aun no dispongamos de una his toria de nuestrahistoriografa realizada en forma sistemtica y de acuerdo connuestros patrones actuales de valoracin, podemos aventuraralgunas grandes lneas sobre el tema. Partimos de la base deque el estado de una sociedad y las preocupaciones ms acuciantes de cada etapa, determinan la orientacin y el conceptomismo de la Historia, que vara por eso segn las pocas.

    Recin en la segunda mitad del siglo pasado - y e n especial en las dos ltimas dcadas- empieza a manifestarse cabalmente nuestra historiografa propiamente dicha. Oddone hasealado que ella se desarrolla inicialmente siguiendo dosgrandes vertientes: . . . "la tendencia filosofante, propicia alensayo interpretativo y a la fundamentacin causal; y la corriente erudita, que tendi a la construccin historiogrficaintegrada con el aporte documental y la depuracin crtica".2En muchos casos el deslinde entre ambas corrientes es difcil;existiendo autores como Lamas o Bauz que participan de lascaractersticas de ambas. A los efectos que aqu nos interesadestacar, adems, las diferencias entre las dos tendencias eranmenores: ya que coincidan eh su concepcin de los fines quedeba perseguir el historiador con su obra.Conviene tener presente que en un perodo comprendidoaproximadamenre en tre 1879 y 1885, en nuestro pas se cretodo un clima de afirmacin nacionalista, que alcanz --entreotros- el terreno de las artes plsticas y el de las letras, yfue impulsado y respaldado por medidas oficiales. En esemismo perodo se consolid definitivamente una orientacinhistoriogrfica destinada a perdurar en forma casi indiscutidahasta mediados de este siglo. Tomando en el aspecto metodo-lgico los aportes de la corriente erudita, se plante comoobjetivo fundamental -asumido con total lucidez y en formasistemtica- el consolidar (o crear, como llegan a admi tiralgunos) una conciencia nacional, fundamentando exhaustivamente la necesidad de la existencia del Uruguay como estadoindependiente.

    Sobre los fundamentos y las motivaciones profundas desta tendencia, slo podemos opinar en forma de hiptesiya que su mayor clarificacin resultar nicamente de uninvestigacin comprensiva del perodo. Y sin embargo npodemos eludir la mencin de algunas circunstancias que noparecen ' muy vinculadas con el movimiento historiogrficcitado. Parece 'obvio destacar el inters demostrado por nuetras clases dominantes, en fomentar el sentimiento nacionallegitimar'la existencia del Uruguay como. estado independienty bien por qu ese fervor nacionalista justo en el momenten que el pas consolidaba su definitiva insercin en el mecado capitalista internacional, y por ende la fatal dependenccon respecto a sus centros de poder, especialmente InglaterraAparentemente, tanto patriotismo era necesario a nuestrclase dir igente para cumplir con sus objetivos en varios terrenos. Una investigacin actualmente en curso; tiende a destcar que es justamente a par ti r de esta fecha (1880) quesector dominante de nuestra economa - e l alto comerciose vio compelido a crear un mercado interno, un mercad"nacional" a toda COSta, o desaparecer; dada la disminucicreciente del comercio de trnsito, que era su principal fuende ingresos, ante las barreras aduaneras erigidas por el Brasy la Argentina. En otras palabras, un pas que hasta entoncehaba funcionado muy integrado econmicamente a roda unregin, se ve reducido repentinamente a sus propios marconacionales para subsistir; lo cual da lugar a una serie de tranformaciones internas de diversa ndole. Desde otrO ngulo,fundamentar la nacionalidad comenz a interesar a toda unoligarqua consolidada antes de sufrir el impacto de las ltmas oleadas inmigratorias de la segunda mitad del siglo XIXy para la cual e l creciente cosmopolitismo de la poblaciconstitua una amenaza.El rasgo dominante de la historiografa surgida en estcircunstancias fue pues, su esfuerzo por demostrar - aun

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    Jm ZJ!RRJLLl DE S

    r O ~ l o

    l j l ~ T t : \ H

    I ~ l l l l

    riesgo de falsear la realidad- la temprana vocaclOn indepen.dentista del Uruguay, marcado por una especie de "predestinacin" para la existencia autnoma. Bauz llega a plantearla preexistencia de la nacin en la Colonia, y aun antes, cone! establecimiento de los charras en el terri torio. Su obra esun modelo de coherencia, en e! sentido de que toda ella estconcebida al servicio de aquella idea dominante. Pero en elafn probatorio de sus tesis, hace afirmaciones que hoy sonenteramente discutibles.

    Si del tema colonial pasamos a los de la revolucin y laindependencia, encontramos en otros historiadores numerosasdeformaciones por el estilo. Especialmente significativo es loocurrido en esta etapa con la valoracin de Arrigas. El propioPivel Devoto ha sealado que nuestra lite culta haba sidoeducada en una escuela contraria a la tradicin de los caudillos; y que solamente cuando comprendieron que al sent imiento de nacionalidad haba que darle un contenido histrico,se volvieron hacia la figura de Artigas --con la cual se reconciliaron definitivamente al descubrir la adhesin de! caudilloal sistema democrtico y representativo, que cierras documentos demostraron.4 O sea que el descubrimiento de Arrigascomo defensor de las instituciones lo volvi apto --del puntode vista poltico-- para convertirse en el mito unificador delos orientales, que la clase alta necesitaba.. Pero para ello fuepreciso adems soslayar buena parre del ideario arriguista:e! federalismo, las concepciones igualitarias en materia social,y en especial su poltica con respecto a la propiedad de latierra. De ah que en este perodo se exaltara en Arrigasnicamente el carcter de "fundador" de la nacionalidad (tandiscut ible) o en todo caso el de "precursor" de la misma. Deigual modo se quiere hacer surgir la voluntad independentista de las declaraciones de la Asamblea de la Florida; relegando al olvido que esa Asamblea decidi adems la incorporacin a las Provincias Unidas.

    Hasta tal punto lleg este afn por demostrar lasidad de nuestra independencia, y por consolidarla exaltun pasado heroico; que bien podemos concluir que enetapa el conocimiento en s de la realidad histrica noe! objetivo que ms interesaba al historiador.Por otra parre la propia realidad pareci confirmnuestros antecesores la opcin que haban realizado. La vlidad de una Repblica Oriental del Uruguay independde sus vecinas fue un hecho de 1880 a 1945 por lo mPor ende el tratar de consolidar esa situacin no puedcharse hoy de idea inconsistente o antojadiza, sino quemuy realista en esas circunstancias, con todo un fundameconmico, social y poltico detrs. Si podemos decir qufilo del 80, todava esa repblica independiente no erhecho totalmente consolidado, llegara a serlo poco mslante, en el perodo batllista; y su viabilidad segua siaun sostenible hasta mediados del siglo XX. La "SuizAmrica" realmente existi por cierto tiempo.

    En toda esa larga etapa, al no producirse ninguna ditinuidad brusca en la realidad que le serva de base, tamlas hubo en la orientacin de' nuestra historiografa. Pelos fundadores de la misma saban cabalmente que lopuestos que .intentaran demostrar haban sido inicialmdiscutibles - que lo nacional no haba estado siempre clidado, por ejemplo-- sus continuadores inmediatos no fa veces conscientes de ello. Simplemente, sobre esos suputomados como puntos de parrida indiscutidos, sigui erndose nuestra Historia. Veamos cules eran los rasgosen ella dominaban al llegar al Centenario (193O) .En primer lugar -y dadas las premisas de que paresult una Historia limitada al estrecho marco de lasteras nacionales, s in nocin de las magnitudes relativasasuman los fenmenos internos con respecto a los que tlugar en el resto del mundo. Se trataba adems de una H

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    ria superestructural, que relegaba el estudio de problemasbsicos. El desconocimiento de los fundamentos econmicos ysociales de los acontecimientos que describia, proporcionabauna imagen convencional y en el fondo ficticia del pasado.Interesaban sobre todo los aspectos polticos y militares, ytambin los argumentos jurdicos y el estudio de las institu-ciones. Todo el enfoque revelaba la influencia de la escuelapositivista. El historiador trabajaba ms con ideas que conrealidades, basndose exclusivamente en el anlisis de deter-minados textos escritos, y reduciendo a un mnimo la elabo-racin de! material. No se conceba una reconstruccin de!pasado histrico en su totalidad; la realidad conocible era tansolo e! contenido de cada documento en particular, o sea,aquello que determinados hombres haban pensado acerca dedeterminados hechos. Por eso la Historia no sala de lo fctico,de la enumeracin de datos, y se analizaban siempre aconte-cimientos aislados de corta duracin.Un rasgo inseparable de los ya citados era la escasaelaboracin conceptual e inquietud terica, y el empleo deuna metodologa muy elemental, marcada por la obsesin delos "orgenes" y por la idolatr a de! "documento", concebidoen forma muy limitada.Otra caracterstica de nuestra historiografa era una mar-cada pobreza temtica. Una ausencia casi total de enfoquesgenerales, la insistencia en el estudio de la etapa colonial yde la emancipacin (centrada en la figura de Ar tiga s) ; die-ron lugar a la existencia de verde.deros "vacos" en determi-nadas zonas de nuestra Historia. Adems, las etapas posterio-res a la Independencia, se encaraban en general con una pticapartidaria y pasional, posibil itada por el temprano origen denuestros partidos polticos "tradicionales".Agreguemos que e! lento e insuficiente desarrollo de lacrtica contribuy a la perduracin de estos enfoques, quesiguieron vigentes entre nosotros por un buen tiempo. Cabedestacar asimismo que la mayora de los rasgos mencionadosno eran exclusivamente de nuestra historiografa, sino que sedaban en toda Amrica Latina.5 Se trataba de los criteriosvigentes en la historiografa francesa de comienzos de siglo,que haba sido el modelo adoptado en estos pases. Esta moda-lidad permita adems una perfecta adaptacin a las exigen-cias de! poder pblico y de las clases dominantes, con res-pecto a la funcin de la Historia, convirtindola en un instru-mento de control ideolgico.

    A partir de 1940 aproximadamente, asistimos a un nuevoflorecimiento de la corriente erudita tradicional, volcado haciala docencia y la investigacin documental. Se caracteriz - e ncuanto a su orientacin- por corregir varios excesos en quehaba incurrido la historiografa anterior (el carcter patri-tico, ce!ebratorio, o e! partidismo, por ejemplo); no obstantelo cual continu trabajando sobre los supuestos bsicos quenutran a aquella, e insisriendo en el estudio del perodo inde-pendentista, en sus aspectos jurdicos y polticos. Esto es expli-cable dada la vigencia de lo que se ha llamado "la postdatabatllista", que prolong una imagen optimista y satisfecha delUruguay, facili tando as la ausencia de quiebres violentos enla historiografa, y permitiendo una perfecta insercin de lainfluencia de la Nueva Escue!a Histrica Argentina, a travsde la labor de Ravignani.Por la misma poca se destac -como nica excepcina las orientaciones dominantes en cuanto a los fines de lainvestigacin histrica- la labor solitar ia de Francisco Pin-tos; por ms limitaciones que podamos sealar hoy a su obraen concreto. Pero es recin cuando comienzan a hacerse noto-rios los primeros sntomas de la crisis que hoy sacude al pas,que surgen en forma ms notoria concepciones de la Historiaque marcan rupturas con respecto al esquema tradicional.

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    MONTEVIDEO URUG

    ]. A. Oddone

    A princlplOs de la dcada del 50, comienzan a maniftarse las distintas modalidades de la corriente denomin"revisionista". A pesar de su heterogeneidad, podemos deque su ncleo ms activo se caracteriz por introducirnuestro medio la preocupacin por conocer directamenterealidad histrica en su totalidad. Fueron los iniciadoresuna Histor ia ms viva, ms real e inteligible; tal vez porhecho mismo de que no negaron la profunda conexin etente entre el pasado y sus preocupaciones como hombrespresente. Rompiendo con el enfoque vigente hasta entoncpusieron en primer plano la necesidad de la elaboracinparte de! historiador; as como la urgencia por conocer nutrO pasado en todas sus facetas, aun en aquellos aspectospocas para los cuales no existieran "documentos" del tclsico. Es obvio que as quedaban destruidas las bases de"objetividad" tradicional del historiador. Otra caractersticaeste grupo es su insercin en una corriente historiogrficaamplitud rioplatense y aun latinoamericana; y la atencin prtada a determinados factores internacionales, como el impelismo. Intentan especialmente valorar lo aurctono, y plantlos problemas con una ptica no europea; todo lo cualrefleja en su replanteo del problema de la "modernizaciHoy podramos objetar, sobre todo a algn sector de ecorriente, que su actitud vital no tuviese en muchos casosdebido respaldo en un efectivo y profundo anlisis del mterial emprico. Por OtrO lado su "latinoamericanismo"

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    Roque Faraonesido hasra ahora ms que nada un postulado teonco, sin elconsiguiente reflejo en su enfoque y su metodologa para' elestudio de nuestro pasado.Recin a mediados de la dcada del 60 se manifiestacon claridad la tendencia que se ha denominado "Nueva Historia", en obras de Gustavo Beyhaut, Barrn y Nahum, ]. A.Oddone, Luis C. Benvenuto, Roque Fara?ne, y --en la vertiente marxista- Julio C. Rodrguez, Luca Sala de Tourony Nelson De la Torre. No parece casual el surgimiento deesta corriente en un momento en que la crisis que afecta alpas se haca visible en forma inocultable en todos los planos; ya que la caracteriza una preocupacin profunda por laproblemtica concreta del presente, dando como resultado unenfoque que implica una reaccin contra la Historia tradicional y acadmica. Desde nuestro puntO de vista se consolidentonces una autntica renovacin en la orientacin de nuestra historiografa; pues el verdadero his toriador resulta seraquel siempre inquieto por los problemas de la poca en quevive. Y en este grupo se manifiesta, con diversos grados ymatices, una voluntad expresa de esclarecimiento del pasadocon la finalidad de comprender mejor el presente, y contr ibuira su transformacin.Este punto de partida implicaba una necesaria renovacin tambin en cuanto a los temas y los mtodos empleadospara abordarlos. Se dio' preferencia al estudio -tanto tiempo relegado-- de los fenmenos econmicos y sociales; buscando llegar 11 las bases, al sustento estructural de nuestroproceso histrico. As tuvieron entrada en nuestra historiografa varios ncleos de problemas que afectan al Uruguay ac-tual: la propiedad de la tierra, la productividad rural en relacin con el proceso global de modernizacin que sell nuestradefinitiva insercin en los engranajes del sistema capitalista in-

    Barrn y Nahternacional, y que estn en la base de muchos problemascandentes. Se supera adems una deformacin ya tradicioabandonando la ptica exclusivamente montevideana, ciudana, de nuestra Historia nacional. Y aparecen tambinprimeros intentos de analizar con una nueva prica las etams cercanas al presente, incursionando ya en el siglo XOtra caracterstica de la Nueva Historia es su preocucin por el rigor metodolgico; fruto de la correcta asimcin de las ms aprovechables lecciones de la corrientedita; y del conocimiento sobre los avances que -internacnalmente-- se iban dando en la disciplina en este aspeSe basa en un atento y cuidadoso manejo de fuentes, extando no slo las ya tradicionales sino otras, como los relde viajeros, informes diplomticos y consulares, material edstico del siglo pasado, documentos comerciales, correspdencias y papeleras privadas, prensa peridica, etc.Como seala Real de Aza,'l es tpico de esta tendeel equilibrio logrado entre fueotes y categoras conceptucon que procesarlas e inteligirlas; que hasta ahora no se hdado en ese grado en nuestra historiografa. Ello a suexplica la presencia tanto de planteas monogrficos comopanoramas generales o esfuerzos de sntesis, que se dan eestos historiadores. Tambin ha sealado Real de Azasuscitacin europea de la tendencia citada - po r su vinculaccon el movimiento que arranca de la r e g i s t ~ "Annales" yhistoriadores como Bloch, Braudel y Febvre-- y sus conenes actuales con ncleos de orientacin similar en EuropAmrica Latina. Esto es indudable, pero pensamos quesimple influencia terica del exterior. nunca hubiera dadotos fecundos, de no haber existido una realidad local que eba planteando urgentemente al historiador la necesidad deinstrumentos y los enfoques que pudieran hacerla inteligi

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    Nos hemos extendido en la consideracin de la "Historia" ya que --en mayor o menor grado- loshemos tomado su labor como ejemplo y modelo. Y ade las discrepancias o las variantes que pueda introdnueva promocin, de algn modo nos sentimos integranuna misma corriente. Por ot ra parte bajo el rtulo deHistoria se engloban una sucesin de historiadores convariedad en cuanto a su formacin, su metodologa, etmuchos de ellos no existen casi diferencias, ni en lasni en los enfoques. E incluso en los casos en que posealar algunas discrepancias, sabemos que no tienen unter necesariamente inmutable. Sera absurdo pretendergelar" a una tendencia que est muy viva y en plenarez, produciendo y transformndose a su vez, como partir sobre ella juicios definitivos.Por otra parte, somos conscientes de que prccictodo lo que reivindican los jvenes que hoy se estn fdo, ya ha sido sealado con mayor o menor nfasis phistoriadores del 45 en adelante. La diferencia radicamente en que los que fueron hasta ahora postulados tavanzados, surgen hoy como imposiciones de la propia rLa preocupacin por el presente es ya de una uineludible y anterior a todo planteo de tipo intelectualdo hay jvenes que estn pagando con sus vidas sucin por construir un orden social ms. justo. Ha llegmomento .-:-tantas veces anunciado- en que el Urugve sacudido por los mismos problemas que los restantesde Amrica Latina, y sale a la fuerza de su aislamieha sealado que en esta etapa hay un resurgimientoinvestigaciones histricas a escala continental, y elcoincide con el planteo de una formidable lucha por lalonizacin.' As n el nuestro, como en otros .pases, la

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    orientaclOn del anlisis histrico no obedece a motivacionesexclusivamente tericas y racionales; sino a una toma de conciencia por parte de los jvenes del estado en que vivennuestros pueblos, y de quines son los responsables de esasituacin. Miseria creciente, subdesarrollo, regmenes de fuerzams o menos descarados para consolidar la dependencia externa, y la injusta estructura de clases en lo "interno, son denominadores comunes en Amrica Latina. Al tomar concienciade esta realidad, porque ella ya rompe los ojos, surge la decisin inequvoca de modificar la situacin existente.y en este pUntO aparece un rasgo caracterstico de losjvenes como historiadores: si bien hay un deseo de incidirsobre la realidad, y se tiene conciencia de que todo anlisishistrico parte de una perspectiva ideolgica forjada -en elpresente, se pone un especial cuidado en no deformar loshechos segn nuestra voluntad. Hay una marcada preocupacin por conocer directamente la realidad; para nosotros elobjetivo primordial de la Historia es el conocimiento, es hacerinteligible nuestro pasado, y no forzarlo para lograr la demostracin de alguna tesis que a priori consideremos positiva. Enel fondo pensamos que "la verdad es siempre revolucionaria";y de all surge un creciente imperativo de rigor y objetividaden el manejo de nuestro material.Si aspiramos a romper las cadenas de una dependenciaque es econmica y es cultural, y de una injustcia social larga

    mente soportada, debemos conocer a fondo el proceso quellev a esta situacin. El correcto conocimiento de nuestrahistoria, posibilitar la elaboracin de una estrategia polticams ajustada para el futuro. Y este es el rol ineludible de laHistoria en todos los procesos de liberacin contemporneos.De ah que en la actualidad todo nos lleve a ampliar elhorizonte de nuestras investigaciones histricas. Ya no tendra sentido analizar aisladamente el caso uruguayo, cuandosabemos que hubo un proceso comn sufrido por todos lospases coloniales, que nos permite generalizar ciertas caractersticas propias de la situacin de dependencia de la periferia.

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    Por otro lado la aCClOn poltica concreta en cada pas, exiel conocimiento prolijo de cada situacin particular.Por eso a nosotros nos toca esclarecer cmo se dio aqla expansin colonial, qu papel jug Gran Bretaa, y a parde qu momento predominaron los EE. VV., que nos somethoy. Calibrando las influencias directas de esas potenciaslas que se dieron a travs de los pases vecinos, debemos esblecer las variaciones concomitantes de nuestro proceso intno: la evolucin de nuestras clases dominantes, sus contradciones internas, y el rol que jugaron en cada etapa; los procesde penetracin ideolgica y cultural y las particulares formde injusticia y explotacin que ha conocido nuestra sociedaasi como las resistencias populares, sus alcances, sus formde expresin, sus resultados, y sobre todo aquellas manifetaciones que pudieran contener las formas embrionariasuna nueva sociedad.Los que nos interesan, pues, ya no son slo hechos pticulares, de corra duracin. S;>u fenmenos de orden estrutural, son comportamientos masivos, o bien procesos quese desarrollan en su totalidad dentro de nuestras fronterPara estudiarlos no tenemos antecedentes, por el hecho mismde que nuestros objetivos difieren de los que se haba plateado la historiografa tradicional. Hoy sentimos vivamentenecesidad de hacer conscientes y someter a crtica, todossupuestos en que se basaba aquella historiografa. De loelaborado, no podemos dar nada por sentado a priori; ya qsus autores estaban consustanciados con todo un ordencosas, y nosotros aspiramos a construir otro. A pesar de toel impulso renovador ms reciente entre nuestros histordores, creemos que aun no se ha llevado a fondo esa revsin, y se sigue haciendo Historia sobre la base de supuestque no sQn ideolgicamente neutros. Aunque no podempretender ya una visin totalmente clara en este terreno, cremos percibir algunos aspectos del mismo a tener en cuenpor los investigadores. (Reconocemos que para este plantemiento de determinados problemas tericos contamos con algnas ventajas de que carecieron nuestros antecesores, derivadde una formacin ms sistemtica - po r ms limitaciones qpodamos sealar a nuestros actuales planes de estudios).Tal vez el ms notorio de los supuestos heredadosla Historia Nacional tradicional, sea el ope,ar sobre la baindiscutida de la viabilidad de un Uruguay totalmente indpendiente; lo cual lleva a explicar todo acontecer primordiamente por causas internas. Se comprende lo mutilado de uexplicacin en la cual la incidencia de factores internacionalapenas se analiza, lo mismo que los nexos con los pases vecnos. Y sobre todo, se estudia cada fenmeno acaecido en nuetro pas como si fuese absolutamente original e indito; sreparar en las ventajas de la Historia comparada, tan til pala comprensin de una serie de procesos que no se inventaraqu, sino que son comunes a toda Amrica Latina, po rmenos. Hoy una autntica Historia Nacional no puede reducse a nuestras fronteras, no slo porque as nunca lograramcomprender una serie de fenmenos; sino adems porquems sabremos qu es lo verdaderamente nuestro, lo originlo que nos caracteriza, si no hacemos Historia comparadEs preciso sealar que la alarma' de ciertos historiadorante estos planteos - s u encendida defensa de una "nacionlidad" que creen as amenazada, su negacin a priori denocin de "patria grande" representan en realidad una veladefensa del statu qua. La exigencia de restringir nuestra visial marco de nuestras fronteras, si hemos de ser patriotas, encbre -hoy s - una mistificacin; cuando es obvio que nuetro pas vive en la actualidad enteramente dependiente dfactores internacionales. Acaso se pretende as esconderrealidad de la entrega descarada 4e tlUestros recursos a int

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    reses extranjeros, o la necesidad de una autntica integracineconmica regional? En el fondo, hay en estos historiadoresun tremendo temor al cambio; y por el hecho mismo de estartan consustanciados con e! orden actual, identif ican e! f in delmismo con la muerte o la desap:uicin - s in ms - de nuestra sociedad. Esta visin pesimista les lleva a encerrarse enposiciones reaccionarias, y a sostener aun la vigencia de unnacionalismo vaco. Por el contrario, quien vislumbra ya enla crisis actual e! nacimiento de un nuevo orden no puedeser sino opt imis ta ante la perspectiva de futuras transformaciones. Tambin propician la inmovilidad aquellos que siguenrefugindose hoy da en el estudio de los "orgenes"; cuandoa las nuevas corrientes les interesa ms que nada analizarlos procesos de cam1:;io, que estn a la orden del da ennuestro presente.Tambin debemos revisar a fondo e! mtodo, ya quenecesariamente debe de estar imbuido del enfoque anterior,y de sus presupuestos. No t iene sentido pensar que una metodologa determinada pueda ser neut ra o de validez unversal.Siempre est al servicio de determinada concepcin de laHistoria dentro de la cual funciona con eficacia. Si cambamas el ~ n f o q u e y seguimos con los antiguos mtodos, nuestravisin ser solo parcialmente renovadora. De ah la necesidadde innovar tambin en este campo, recurriendo a las tcnicasms variadas para descubrir o inventar aquellas pautas metodolgicas que ms se adapten a nuestras actuales necesidades.Como e! objeto de nuestro conocimiento es ms complejo que e! que se proponan nuestros antecesores, debemosmanejarnos forzosamente con mucho menos seguridad queellos. Por eso nuestro punto de partida es e! trabajo en basea hiptesis, y a la construccin de modelos. Ello est determinado por la necesidad de aprehender una realidad vasta ymultifactica, que no es inteligible directamente, sino porsucesivas aproximaciones. Hoy tenemos conciencia del carcterprovisorio de muchos de nuestros actuales conocimientos: yaque nuevos enfoques pueden hacerlo variar en cualquier momento, constituyendo nuevas etapas de acercamiento a la verdad.Por eso nunca podr amos asegurar que hemos aprehendido la"realidad" histrica en s misma, en e! sentido de agotar elconocimiento posible sobre un tema determinado. Es ste unpuntO que c r ~ e m o s no est claro ent re los historiadores msrecientes. Para conocer la realidad recurren a descripciones subjetivas de la misma, o a estadst icas igualmente subjetivas, quedeben elaborar pero pret enden seguir manejndose ante unobjeto mucho ms complejo con la misma seguridad que elhistoriador positivista en sus afirmaciones. El carcter hipotticodel c o n o c i ~ i e n t o no empapa, como debiera, muchos de losnlanteos que se formulan.. D e s d ~ otro ngulo, no se concibe ya que un investigadorcomience su tarea sin alguna hiptesis previa que le sirva dehilo conductor de sus bsquedas; ya que la investigacinemprica, si no est guiada por una elaboracin conceptual,es ciega. El conocimiento surge nicamente de la continuainterrelacin entre teora y dato emprico. De ah la necesidad de confrontar permanentemente hiptesis y modelos conlos datos de la realidad. Se comprende que en todo este proceso es fundamental la tarea de elaboracin que debe llevara cabo el historiador; lo cual seala ot ra diferencia con lametodologa tradicional.Adems el procedimiento mencionado implica que lasinvestigaciones se desarrollen ahora en torno al planteo deproblemas determinados, s in prefi ja rles lmi tes de t iempo ode lugar. Las sucesivas interrogantes planteadas y a develarson las que van determinando el curso de la indagacin. Deah la importancia de plantearse correctamente los problemas, y de formular al material histrico interrogantes quesean significativas; lo cual subraya nuevamente el importanterol que juega la capacidad de! investigador. En nuestro medietenemos ya algunos ejemplos de esta forma de proceder.

    EL MENSAJE DE LOS JOVENES

    Otras exigencias metodolgicas se derivan de nuestra aracin de alcanzar la mayor objetividad posible. Creemosello muchas veces no resulta de la eliminacin de los juide valor, s ino justamente de su formulacin en forma excita. Debemos hacer plenamente conscientes los supuestosque partimos. A veces por no hacer la crt ica de ciertos ptoS de partida, considerados obvios, se ha cado, por ejemen el empleo de escalas de valores que son heredadas de ohistoriadores, y propias de los intereses de la clase sociaque estos pertenecan.La metodologa a emplear debe posibilitar tambinincorporacin de los resultados alcanzados al cuerpo de cocimientos que const ituyen el pa tr imonio comn de la diplina; dando las pautas para que lo investigado puedaverificado y continuado por otros historiadores, y planteapuntos de vista y problemas nuevos que abran ulteriores val conocimiento.Observamos adems que en la actualidad la propia temtica suele imponer al investigador la adopcin de mtodeterminados. As el planteo de problemas econmico-sociao el anlisis de situaciones muy ligadas a l presente, dan lua enriquecimientos continuos en este campo: es necesarioaporte de la estadstica y de las matemticas, y la creacde todo un ins trumental para el manejo de una documencin masiva, referida a temas muy dismiles. Es fundamenpara la investigacin histrica, no slo el aporte de las cicias auxiliares tradicionales, sino adems el contacto fecdante con otras disciplinas como la Economa, SocioloPsicologa, Antropologa, Lingstica, Geografa, etc. Cvez ms concebimos estos contactos bajo la forma detrabajo en equipo, interdisciplinario. La investigacin ctrada en torno a problemas, facili tar a por ot ra parte elabor cuya necesidad se siente ms agudamente cada dPues' nue;tra conclusin ltima es que no creemos ya enexistencia de barreras o lmites fijos que separen las dist inciencias humanas.

    NOTAS1 Los planteas expuestos en este trabajo son el frutointercambio de ideas realizado con un grupo de compaeros (cientes egresados o alumnos de la Facultad de Humanidadesdel Instituto de Profesores "Artigas") en especial Oscar Mouy Ral Jacob. Para ubicar al grupo ante el lector, a pesar derelativa heterogeneidad en cuanto a edades y grados de madurdebemos decir que reconoce como antecesores inmediatos a Bary Nahum.2 ODDONE, Juan A. - "La historiografa uruguaya ensiglo XIX", en Revista Histrica de la Universidad, poN9 1. Montevideo, 1959." Me refiero a las indagaciones de Oscar IvIourat sobre "crisis del viejo Uruguay" en el lapso 1880-1914.4 PIVEL DEVOTO, J. E. - "De la leyenda negra al cuartiguista", Semanario "Marcha", Montevideo, diciembre 8 1?,; Vase por ejemplo: CARRERAS DAMAS, German. Cractersticas de la historiografa venezolana", Fac. de Humanidady Ciencias, Historia de la Cultura, Estudios Monogrficos N9Montevideo, 1963.G REAL DE AZUA, Carlos. - 'El Uruguay como refxin (II) ", Montevideo, 1969, Captulo Oriental N9 37.7 CARDENAS, Gonzalo H. - "Las luchas nacionales cotra la dependencia, Historia Social Argentina", Tomo I, BuenAires, 1969, Ed. Galerna.

  • 7/29/2019 Enciclopedia Uruguaya 57 El Mensaje de Los Jovenes

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