en torno a los estudios culturales

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Alejandro Grimson Sergio Caggiano Gonzalo Portocarrero Víctor Vich Mareia Quintero Rivera Juan Ricardo Aparicio Alcira Saavedra Gregory Lobo Camilo Quintana Nelly Richard Víctor Silva Echeto Catherine Walsh Eduardo Restrepo Néstor García Canclini Jesús Martin Barbero Los estudios sobre cultura, con toda la polisemia del término, sobre el poder y las políticas públicas tienen una extensa tradición que, en su diversidad, se torna más necesaria en las encrucijadas del mundo con- temporáneo. La Red de Estudios y Políticas Culturales surgió con el obje- tivo de articular y proyectar actividades académicas con capacidad para multiplicar y dinamizar la formación de posgrado y la investigación en estas áreas. La iniciativa fue conjuntamente organizada por el Centro de Altos Estudios Universitarios de la Organización de Estados Iberoameri- canos (OEI) y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). La iniciativa de este libro surgió en el marco de la primera reunión de la Red Iberoamericana de Posgrados en Estudios y Políticas Cultu- rales que se realizó en Buenos Aires en abril de 2009. A todos los que participamos de esta reunión inaugural, nos pareció valioso articular un conjunto de reflexiones elaboradas principalmente desde América Latina por quienes se dedican a la práctica académica de los Estudios Culturales en distintas latitudes geográficas y contextos universitarios (Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, México, Perú, Puerto Rico), para contribuir así a corregir ciertas asimetrías de la producción editorial del mercado académico internacional que suele privilegiar los nombres y textos “en inglés” . Alejandro Grimson y Nelly Richard Colección ARCIS/CLACSO Memoria y Derechos Humanos: ¿prácticas de dominación y resistencia? Isabel Piper, editora (2005) La Fortaleza Americana Militarización de la política en la Región Andina Héctor Vega (2009) Temas y Procesos de la Historia Reciente en América Latina Margarita López, Carlos Figueroa y Beatriz Rajland, editores (2010) Alejandro Grimson (Argentina), Sergio Caggiano (Argentina), Gonzalo Portocarrero (Perú), Víctor Vich (Perú), Mareia Quintero Rivera (Puerto Rico), Juan Ricardo Aparicio (Colombia), Alcira Saavedra (Colombia), Gregory Lobo (Colombia) , Camilo Quintana (Colombia), Nelly Richard (Chile), Víctor Silva Echeto (Chile), Catherine Walsh (Ecuador), Eduardo Restrepo (Colombia), Néstor García Canclini (México), Jesús Martin Barbero (Colombia). TEORIAS CRITICAS - CULTURA, PODER Y HEGEMONÍA – ARTE Y POLITICA – GENERO Y FEMINISMO(S) – SUBALTERNIDAD Y POSTCOLONIALIDAD – NEOLIBERALISMO – MUSICA POPULAR – MARXISMO Y POSTMARXISMO – SUBJETIVIDAD, DISCURSO Y REPRESENTACIÓN – POLITICAS CULTURALES, MERCADO E INDUSTRIAS CULTURALES – FRONTERAS Y GLOBALIZACION – LOCALIDADES Y COMUNIDADES – GESTIÓN Y AUTOGESTIÓN – CAPITA- LISMO MEDIATICO – UNIVERSIDAD, SABERES Y DISCIPLINAS – SOCIOLOGIA DE LA CULTURA – MEDIOS Y COMUNICACIONES – INTERCULTURALIDAD Y MULTICULTURALISMO – CIUDADANIA Y ESFERA PUBLICA – LATINOAMERI- CA – NARRATIVIDAD, MEMORIA Y TESTIMONIO – PROCESOS DE IDENTIDAD SOCIAL Y ANTROPOLOGIA DE LA EXCLUSION – INTELECTUALES, POLITICA Y SOCIEDAD – TEORIA QUEER – ESTUDIOS DE LA CULTURA VISUAL - TEORIAS CRITICAS – CULTURA, PODER Y HEGEMONÍA – ARTE Y POLITICA – GENERO Y FEMINISMO(S) – SUBALTERNIDAD Y POSTCOLONIALIDAD – NEOLIBERALIS- MO – MUSICA POPULAR – MARXISMO Y POSTMARXISMO – SUBJETIVIDAD, DISCURSO Y REPRESENTACIÓN – POLITICAS CULTURALES, MERCADO E INDUSTRIAS CULTURALES – FRONTERAS Y GLOBALIZACION – LOCALI- DADES Y COMUNIDADES – GESTIÓN Y AUTOGESTIÓN – CAPITALISMO MEDIATICO – UNIVERSIDAD, SABERES Y DISCIPLINAS – SOCIOLOGIA DE LA CULTURA – MEDIOS Y COMUNICACIONES – INTERCULTURALIDAD Y MUL- TICULTURALISMO – CIUDADANIA Y ESFERA PUBLICA – LATINOAMERICA – NARRATIVIDAD, MEMORIA Y TESTIMONIO – PROCESOS DE IDENTIDAD SOCIAL Y ANTROPOLOGIA DE LA EXCLUSION – INTELECTUALES, POLITICA Y SOCIEDAD – TEORIA QUEER – ESTUDIOS DE LA CULTURA VISUAL – TEORIAS CRITICAS – CULTURA, PODER Y HEGEMONÍA – ARTE Y POLITICA – GENERO Y EN TORNO A LOS ESTUDIOS CULTURALES LOCALIDADES, TRAYECTORIAS Y DISPUTAS Nelly Richard (editora) EN TORNO A LOS ESTUDIOS CULTURALES LOCALIDADES, TRAYECTORIAS Y DISPUTAS Nelly Richard (editora)

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Page 1: En Torno a Los Estudios Culturales

Alejandro Grimson

Sergio Caggiano

Gonzalo Portocarrero

Víctor Vich

Mareia Quintero Rivera

Juan Ricardo Aparicio

Alcira Saavedra

Gregory Lobo

Camilo Quintana

Nelly Richard

Víctor Silva Echeto

Catherine Walsh

Eduardo Restrepo

Néstor García Canclini

Jesús Martin Barbero

Los estudios sobre cultura, con toda la polisemia del término, sobre el poder y las políticas públicas tienen una extensa tradición que, en su diversidad, se torna más necesaria en las encrucijadas del mundo con-temporáneo. La Red de Estudios y Políticas Culturales surgió con el obje-tivo de articular y proyectar actividades académicas con capacidad para multiplicar y dinamizar la formación de posgrado y la investigación en estas áreas. La iniciativa fue conjuntamente organizada por el Centro de Altos Estudios Universitarios de la Organización de Estados Iberoameri-canos (OEI) y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).

La iniciativa de este libro surgió en el marco de la primera reunión de la Red Iberoamericana de Posgrados en Estudios y Políticas Cultu-rales que se realizó en Buenos Aires en abril de 2009. A todos los que participamos de esta reunión inaugural, nos pareció valioso articular un conjunto de reflexiones elaboradas principalmente desde América Latina por quienes se dedican a la práctica académica de los Estudios Culturales en distintas latitudes geográficas y contextos universitarios (Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, México, Perú, Puerto Rico), para contribuir así a corregir ciertas asimetrías de la producción editorial del mercado académico internacional que suele privilegiar los nombres y textos “en inglés”.

Alejandro Grimson y Nelly Richard

Colección ARCIS/CLACSO

Memoria y Derechos Humanos:¿prácticas de dominación y resistencia?Isabel Piper, editora (2005)

La Fortaleza AmericanaMilitarización de la política en la Región AndinaHéctor Vega (2009)

Temas y Procesos de la Historia Reciente en América LatinaMargarita López, Carlos Figueroa y Beatriz Rajland, editores (2010)

Alejandro Grimson (Argentina), Sergio Caggiano (Argentina), Gonzalo

Portocarrero (Perú), Víctor Vich (Perú), Mareia Quintero Rivera (Puerto Rico),

Juan Ricardo Aparicio (Colombia), Alcira Saavedra (Colombia), Gregory

Lobo (Colombia) , Camilo Quintana (Colombia), Nelly Richard (Chile),

Víctor Silva Echeto (Chile), Catherine Walsh (Ecuador), Eduardo Restrepo

(Colombia), Néstor García Canclini (México), Jesús Martin Barbero (Colombia).

TEORIAS CRITICAS - CULTURA, PODER Y HEGEMONÍA – ARTE Y POLITICA – GENERO Y FEMINISMO(S) – SUBALTERNIDAD Y POSTCOLONIALIDAD – NEOLIBERALISMO – MUSICA POPULAR – MARXISMO Y POSTMARXISMO – SUBJETIVIDAD, DISCURSO Y REPRESENTACIÓN – POLITICAS CULTURALES, MERCADO E INDUSTRIAS CULTURALES – FRONTERAS Y GLOBALIZACION – LOCALIDADES Y COMUNIDADES – GESTIÓN Y AUTOGESTIÓN – CAPITA-LISMO MEDIATICO – UNIVERSIDAD, SABERES Y DISCIPLINAS – SOCIOLOGIA DE LA CULTURA – MEDIOS Y COMUNICACIONES – INTERCULTURALIDAD Y MULTICULTURALISMO – CIUDADANIA Y ESFERA PUBLICA – LATINOAMERI-CA – NARRATIVIDAD, MEMORIA Y TESTIMONIO – PROCESOS DE IDENTIDAD SOCIAL Y ANTROPOLOGIA DE LA EXCLUSION – INTELECTUALES, POLITICA Y SOCIEDAD – TEORIA QUEER – ESTUDIOS DE LA CULTURA VISUAL - TEORIAS CRITICAS – CULTURA, PODER Y HEGEMONÍA – ARTE Y POLITICA – GENERO Y FEMINISMO(S) – SUBALTERNIDAD Y POSTCOLONIALIDAD – NEOLIBERALIS-MO – MUSICA POPULAR – MARXISMO Y POSTMARXISMO – SUBJETIVIDAD, DISCURSO Y REPRESENTACIÓN – POLITICAS CULTURALES, MERCADO E INDUSTRIAS CULTURALES – FRONTERAS Y GLOBALIZACION – LOCALI-DADES Y COMUNIDADES – GESTIÓN Y AUTOGESTIÓN – CAPITALISMO MEDIATICO – UNIVERSIDAD, SABERES Y DISCIPLINAS – SOCIOLOGIA DE LA CULTURA – MEDIOS Y COMUNICACIONES – INTERCULTURALIDAD Y MUL-TICULTURALISMO – CIUDADANIA Y ESFERA PUBLICA – LATINOAMERICA – NARRATIVIDAD, MEMORIA Y TESTIMONIO – PROCESOS DE IDENTIDAD SOCIAL Y ANTROPOLOGIA DE LA EXCLUSION – INTELECTUALES, POLITICA Y SOCIEDAD – TEORIA QUEER – ESTUDIOS DE LA CULTURA VISUAL – TEORIAS CRITICAS – CULTURA, PODER Y HEGEMONÍA – ARTE Y POLITICA – GENERO Y

EN TORNO A LOS ESTUDIOS CULTURALESLOCALIDADES, TRAYECTORIAS Y DISPUTAS

Nelly Richard (editora)

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Editor Responsable: Emir Sader – Secretario Ejecutivo de CLACSOCoordinador Académico: Pablo Gentili - Secretario Ejecutivo Adjunto deCLACSO

Red de Estudios y Políticas CulturalesCoordinador: Alejandro Grimson

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Santiago de Chile, agosto 2010

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EN TORNO A LOSESTUDIOS CULTURALESLOCALIDADES, TRAYECTORIASY DISPUTAS

Nelly Richard (editora)

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Índice

PresentaciónAlejandro Grimson 7

IntroducciónNelly Richard 9

Respuestas a un Cuestionario:posiciones y situaciones 15

Alejandro Grimson y Sergio Caggiano 17

Gonzalo Portocarrero y Víctor Vich 31

Mareia Quintero Rivera 39

Juan Ricardo Aparicio, Alcira Saavedra,Gregory Lobo, Camilo Quintana 57

Nelly Richard 67

Víctor Silva Echeto 83

Catherine Walsh 93

Eduardo Restrepo 107

Diccionarios y genealogías 121

Estudios Culturales: ¿Un saber enestado de diccionario?Néstor García Canclini 123

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6

Notas para hacer memoria de lainvestigación cultural en LatinoaméricaJesús Martin Barbero 133

Un debate en curso 143

Desde Lima: una conversación (inconclusa)sobre Estudios CulturalesAlejandro Grimson, Mareia Quintero Rivera,Gonzalo Portocarrero, Eduardo Restrepo,Nelly Richard, Víctor Vich 145

Selección bibliográfica 181

Autores 189

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Presentación

Los estudios sobre cultura, con toda la polisemia deltérmino, sobre el poder y las políticas públicas tienen unaextensa tradición que, en su diversidad, se torna más necesariaen las encrucijadas del mundo contemporáneo.

La Red de Estudios y Políticas Culturales surgió con elobjetivo de articular y proyectar actividades académicas concapacidad para multiplicar y dinamizar la formación de pos-grado y la investigación en estas áreas. La iniciativa fue con-juntamente organizada por el Centro de Altos Estudios Uni-versitarios de la Organización de Estados Iberoamericanos yel Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Se realiza-ron reuniones y actividades públicas en Buenos Aires y enLima, generando un convenio multilateral del que hasta ahoraparticipan la Universidad Nacional de San Martín (Argenti-na), la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Universi-dad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa (México), la Uni-versidad ARCIS (Chile), la Universidad Javeriana (Colom-bia) y la Universidad de Puerto Rico. Esperamos en el futurocercano que otras instituciones puedan sumarse a este es-fuerzo de cooperación.

La Red de Estudios y Políticas Culturales promoverá lamovilidad de docentes y estudiantes entre programas, investi-gaciones colaborativas sobre cultura y políticas, intercambiode publicaciones, y se realizarán simposios periódicos. Cierta-mente, el alcance con que estas ilusiones puedan concretarsedependerá en gran medida de los apoyos que la red puedamultiplicar y sostener. Estamos convencidos que emprendereste proyecto de articulación es un nuevo capítulo de la cons-

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trucción de un pensamiento crítico en el diálogo interdisci-plinario e internacional.

Alejandro GrimsonCoordinador Red de Estudios y Políticas Culturales

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Introducción

La iniciativa de este libro surgió en el marco de la primerareunión de la Red de Estudios y Políticas Culturales que se realizóen Buenos Aires en abril de 2009. A todos los que participamos deesta reunión inaugural, nos pareció valioso articular un conjuntode reflexiones elaboradas principalmente desde América Latina porquienes se dedican a la práctica académica de los Estudios Cultura-les en distintas latitudes geográficas y contextos universitarios (Ar-gentina, Colombia, Chile, Ecuador, México, Perú, Puerto Rico),para contribuir así a corregir ciertas asimetrías de la produccióneditorial del mercado académico internacional que suele privilegiarlos nombres y textos “en inglés”.

Bien sabemos que las relaciones entre localidades geopolí-ticas (Estados Unidos; América Latina; el Caribe), ubicacionesinstitucionales (la academia norteamericana; los campos intelec-tuales y las redes sociales, artísticas y culturales latinoamericanas)y coyunturas de enunciación (hablar “desde”, “sobre” o “como”)son relaciones construidas y mediadas por diversos flujos de in-tercambios que les dan movilidad y heterogeneidad a las intersec-ciones de voces y prácticas que cruzan las redes locales con eldispositivo transnacional. Pese a la diversidad cada vez mayor deestos flujos de intercambios, la academia norteamericana siguesiendo la principal agencia intermediadora que vincula y traducelos materiales críticos que universidades y fundaciones organizanen series para facilitar su reproducción globalizada1. El primer

1 Dice G. Yúdice: “Hay más programas de estudios latinoamericanos en EstadosUnidos que en todos los países latinoamericanos juntos. Y más apoyo para lainvestigación en Estados Unidos que en América Latina, lo cual implica que lostemas establecidos por universidades y fundaciones estadounidenses se impongan”.

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interés de este libro radica en que no todos los nombres de auto-res que lo integran forman parte del mismo repertorio de citasque estandarizan las bibliografías de la academia internacional yque, además, estos nombres de autores –que configuran un mapamenos previsible que los habitualmente trazados sobre EstudiosCulturales latinoamericanos al mezclar diversas afiliaciones disci-plinarias– comparten por primera vez, horizontalmente, las mis-mas páginas de una publicación en español editada desde el sur-sur (Argentina (CLACSO) / Chile (ARCIS). Este libro hace unprimer gesto de territorialización que consiste en señalar localida-des diversificadas cuyas geografías del saber y del pensar mues-tran sitios, fronteras de actuación, que descolocan el eje norte/surcon las estratificaciones de paisajes académicos y críticos no siem-pre conocidos o reconocidos en la particularidad matizada de susángulos de visión.

El segundo interés que presenta este libro es que, al reunira académicos vinculados a programas de posgrado en AméricaLatina y el Caribe, genera una discusión sobre Estudios Cultura-les que se vincula quizás por primera vez a “un ámbito de interven-ción institucional que nos convoca y que va más allá de nuestro propiotrabajo de investigación” (Mareia Quintero)2.

Al hacer visibles los contornos de sus respectivos “ámbitosde intervención institucional”, las voces de los actores que inte-gran estos programas de posgrados (en estudios culturales o estu-dios socioculturales, en sociología de la cultura y el análisis cultu-ral, en gestión y políticas culturales, etc.) explicitan las distintassuperficies de operación –bordes, pliegues y zonas de choque– enlas que inscriben sus prácticas universitarias, siempre en tensióncrítica con una materialidad política y social cuyos relieves y acci-dentes quedan generalmente borrados por la lisa síntesis metro-politana del mercado académico globalizado. Si varios de los au-tores aquí presentes comparten con Eduardo Restrepo la postura

George Yúdice, “La globalización y el expediente de la cultura”, Revista Relea. N.10, Carácas, 2010. Pp. 25.2 En este sentido, la Red que sostiene esta publicación tendería a suplir una de lasdeficiencias que se les atribuye a los Estudios Culturales en América Latina: la deexistir en la región “más como práctica individual que como práctica institucional”debido a “la escasez de posgrados en este campo”, tal como lo recoge N. GarcíaCanclini de una cita de Szurmuk y Mc Kee Irwin en este mismo libro. P. 127.

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de que el “contextualismo radical” es uno de los rasgos que carac-terizan a los Estudios Culturales en tanto identifica su voluntad–situacional– de responder a diagramas de fuerzas microdiferen-ciadas, este libro debería ser un primer aporte a la comprensiónde los disímiles contextos académico-universitarios y sociopolíti-cos que especifican los modos de practicar los Estudios Culturalesen América Latina y el Caribe: unos modos que se registran en losdistintos usos de la teoría que animan el debate de las ideas; en lasapropiaciones-resignificaciones de las “ideas fuera de lugar” (Ro-berto Schwarz) que se inscriben en variadas trayectorias de lectu-ras según las regiones; en la vitalidad polémica de ciertas disputasentre disciplinas que responden a particulares formaciones acadé-micas, a la genealogía de los campos intelectuales y al estado delas relaciones entre conocimiento y sociedad que marcan cadapresente –unos presentes alineados por las gramáticas neolibera-les o bien sacudidos por diversas pulsiones de cambio–.

Durante los años noventa se sucedieron coloquios y publica-ciones destinados a tratar de precisar el significado de lo que enAmérica Latina se da a entender como Estudios Culturales hasta quela multiplicidad de variantes discursivas que se cruzaban en escena-rios como los de LASA (Latin American Studies Association) condu-jera a “una cierta implosión del campo por sobresaturación metateó-rica y metacrítica, lo que explicaría el actual sentimiento generaliza-do de incertidumbre, fatiga y desorientación”3. Los conflictos inhe-rentes a toda “política de nombrar” (Catherine Walsh) son parte delas luchas interpretativas que agitan los campos teóricos y culturales,ya que nombrar es siempre una forma de categorizar y las categoriza-ciones dominantes sacan ventajas de los abusos del poder represen-tacional que administra la relación entre inclusión y exclusión, cen-tralidad y márgenes. Pero si bien en este libro se expresan reticenciasy suspicacias respecto de la definición serializadora de los EstudiosCulturales que la globalización académica reproduce como produc-to de mercado, las reflexiones y conversaciones aquí publicadas pier-den menos tiempo en discutir la cuestión del “nombre”, es decir, en“hacer Estudios Culturales sobre la escritura acerca de qué son los Estu-

3 Presentación de Abril Trigo, Ana Del Sarto y Alicia Ríos de: “Los estudios cultu-rales latinoamericanos hacia el siglo XXI”, Revista Iberoamericana, N. 23, abril-juntio 2003. University of Pittsburgh. P. 327.

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dios Culturales” (Alejandro Grimson), que en acentuar los nudos deproblematización teórico-académico-intelectuales y político-socialesde los que se hacen cargo la existencia de estos programas universita-rios. Algunos de los autores aquí reunidos sienten como propio elnombre de los Estudios Culturales mientras que otros lo adoptantácticamente como un nombre prestado. Pero todos ellos entienden“lo cultural” como una zona de atravesamientos entre discurso, sig-nificación, identidades, poder, hegemonía, subjetividad e imagina-rios que le permite a este libro fortalecer aperturas –académicas yextra-académicas– hacia nuevos objetos y sujetos en construcción(varios de ellos marginalizados por las disciplinas tradicionales) quepodrán reanimar transversalmente la discusión entre ciencias socia-les, arte y humanidades en América Latina.

Néstor García Ganclini y Jesús Martín Barbero –ambos con-siderados generalmente como paradigmas de los Estudios Cul-turales latinoamericanos– fueron invitados a armar un pequeñobalance del estado de los Estudios Culturales en América Latina.N. García Canclini lo hace revisando los “diccionarios”, sin dejarde relevar lo inestable de definiciones y pertenencias ambiguasque complican sus afanes de sistematización. J. Martín Barberorecurre al trayecto intersubjetivo del “hacer memoria” para darlescarácter de experiencia y testimonio a sus notas sobre Investiga-ción cultural en Latinoamérica. Los otros autores del libro (Ale-jandro Grimson y Sergio Caggiano; Víctor Vich y Gonzalo Porto-carrero; Mareia Quintero; Juan Ricardo Apparicio, Alcira Saave-dra, Gregory Lobo, Camilo Quintana; Nelly Richard, Víctor Sil-va Echeto; Catherine Walsh; Eduardo Restrepo) cursan sus re-flexiones sobre Estudios Culturales respondiendo un Cuestiona-rio4 y participando de una conversación. Ajeno a la normalización

4 El Cuestionario fue elaborado a partir de las inquietudes teóricas y críticas entorno a los Estudios Culturales que expresaron en la primera reunión de la RedIberoamericana de Posgrados en Estudios y Políticas Culturales (Buenos Aires, 28-29 de abril de 2009), coordinada por Alejandro Grimson, los representantes acadé-micos de 6 programas de posgrados: Eduardo Restrepo (Pontificia UniversidadJaveriana, Colombia); Víctor Vich (Pontificia Universidad Católica, Perú); Federi-co Besserer (Universidad Autónoma Metropolitana, Delegación Iztapalapa, Méxi-co); Diana Marre (Universidad Autónoma de Madrid, España); Alejandro Grimson(Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), Argentina); Nelly Richard (U.ARCIS, Chile). Para los efectos editoriales de este libro, fueron invitados, además,

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de saberes de la industria del paper, el formato abierto y dialógico deeste libro pretende dar cuenta sueltamente de campos de estudiosaun precarios en sus respectivos contextos y de prácticas, difusas yramificadas, que sólo admiten categorizaciones inconclusas.

Nelly RichardAgosto 2010.

a responder este mismo Cuestionario, por sugerencia de los integrantes de la Red:Catherine Walsh (Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador); Víctor Silva Eche-to (U. ARCIS, Chile); Mareia Quintero Rivera (Universidad de Puerto Rico); JuanRicardo Aparicio, Gregory Lobo, Camilo Quintana, Alcira Saavedra (Universidadde los Andes, Colombia).

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Respuestas a un cuestionario:posiciones y situaciones

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Alejandro Grimson y Sergio CaggianoInstituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidadde San Martín (UNSAM), Buenos Aires, Argentina.

Si tuvieran que formular una definición de los Estudios Cultu-rales como campo de estudio, ¿cuáles son los rasgos específicos y distin-tivos que ustedes señalarían como constitutivos de su proyecto y visión?

La formulación “Estudios Culturales” no se utiliza institu-cionalmente en Argentina para referir a carreras o departamentos.Las maestrías en áreas análogas se denominan en “comunicación ycultura”, “sociología de la cultura” o similares. Cuando muchosde nosotros estamos dispuestos a decir que “hacemos EstudiosCulturales”, nos referimos a un proceso de traducción internacio-nal, que alude a la tradición de Birmingham y a una realidadinternacional. Pero cuando aclaramos que para bien o para malaquí el término no se usa, expresamos una persistente reserva res-pecto de las otras dinámicas posibles en la institucionalización delos Estudios Culturales, especialmente de los riesgos de su despo-litización y de su sacrificio en las modas académicas.

Nosotros dos estudiamos como primera carrera “comunica-ción” en un país donde ese término no significa “periodismo” y enun contexto en el cual esas carreras fueron la principal puerta deentrada masiva para los Estudios Culturales ingleses, la teoría críti-ca y la propia sociología de la comunicación. En ese marco, losEstudios Culturales no son una disciplina, ni una carrera, ni undepartamento. Históricamente, son una perspectiva teórica queconstruye nuevos objetos y modos de abordaje. Contemporánea-mente, es un campo de convergencias de disciplinas y perspectivasteóricas, donde la propia politicidad se encuentra en cuestión.

La expansión de los Estudios Culturales a través de distintasregiones, contextos institucionales y políticos en todo el mundo hahecho que “su proyecto y visión” se diversificaran enormemente y,

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en ocasiones, como producto de esta diversificación, se vieran desdi-bujados sus límites y sus alcances. Algunos rasgos de la propuesta deBirmingham persisten o reaparecen, sin embargo, ajustados a sus con-diciones específicas de emergencia, en este vasto campo de estudiosagrupados bajo el paraguas de “Estudios Culturales”, y parecen cifraraspectos constitutivos de aquel proyecto:

1) La politicidad de la cultura en clave de “hegemonía”. Estosignifica colocar la pregunta acerca de las relaciones de poder en elcentro de las preocupaciones por los modos en que los grupos so-ciales organizan simbólicamente la vida en común. Los valores y lascreencias, el sentido de las prácticas, las formas de concebir lo pro-pio y lo extraño, lo semejante y lo diferente, y de definir las catego-rías que procuran ordenar el mapa social son interrogados en suarticulación con procesos de construcción, validación o desafío delo legítimo y lo subalterno, de relaciones de jerarquía o de desigual-dad, de mecanismos de inclusión y exclusión. Este punto de parti-da epistemológico de los Estudios Culturales implica que el poderno es externo a la cultura y, además, implica que este no tiene unaesencia propia. En términos ontológicos, el poder no es sino ejerci-cio y relación. Retomando aportes foucaultianos, posmarxistas oambos, los Estudios Culturales parten de concepciones “no sustan-ciales” del poder y apuntan sus interrogantes hacia el ejercicio delpoder en su carácter polimórfico y dinámico (Foucault, Laclau,Zizek). Se trata, en consecuencia, de poner el énfasis sobre las rela-ciones sociales en tanto que relaciones desniveladas, que resultan enfiguraciones con equilibrios inestables (Foucault, Elias). La centra-lidad de las relaciones de poder así entendidas en el estudio de lacultura tiene importantes consecuencias. Una de las más relevanteses que no deja lugar a nociones de “cultura” como “sistemas” cerra-dos y coherentes (Hannerz). Lo que procura el estudio de la culturaes comprender la intersección de mundos diferentes (Abu Lug-hod), los modos en que las personas participan en discursos múlti-ples, más o menos discrepantes (Barth), así como las sedimentacio-nes históricas que pueden producir clausuras culturales reales oimaginarias.

2) El estatuto que numerosos “objetos menores” adquieren comoobjetos de investigación científica o de reflexión intelectual. Los pro-yectos pioneros llevados adelante desde el Centre for Contempo-

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rary Cultural Studies supusieron la preocupación por procesos yobjetos que habían sido relativamente descuidados hasta enton-ces. Por un lado, se potenciaron las preguntas que venían formu-lándose en otros ámbitos acerca de la “cultura masiva” y la in-dustria cultural, desde los best seller hasta la publicidad comer-cial. Por otro, al tiempo que inquietudes similares y relacionadaseran desarrolladas desde la historia y la antropología, se formula-ron preguntas sobre la “cultura popular” que implicaban explo-rar desde el humor y el lenguaje populares hasta las decoracionesdel hogar de las familias obreras, sólo por recordar The Uses ofLiteracy, de Richard Hoggart. En rigor, lo que comenzaban a hacerestos proyectos era repensar y revisar tal distinción entre culturamasiva y cultura popular que solía entonces (o suele aún, en al-gunas disciplinas) asumirse sin problematización.

3) La transdisciplinariedad como punto de partida de los proyec-tos de los Estudios Culturales o como horizonte hacia el cual dirigirlos.Las preocupaciones políticas, que no acostumbran ser disciplinares,acaso expliquen en parte esta característica de la Escuela de Birming-ham. Siguiendo a Gramsci, un propósito prioritario del estudio de lacultura era (y es) dar cuenta de la conformación de un sentido co-mún y de las relaciones de poder implicadas en ello, y para eso erapreciso atender desde el canon de una literatura nacional hasta losnombres de las calles y plazas en una ciudad, como señalara el pro-pio Gramsci. Los autores de la Escuela de Birmingham nunca seajustaron a repertorios cerrados de objetos y metodologías. La men-cionada renovación que generaron en los modos de interrogar lacultura tiene mucho que ver con la búsqueda de quebrar los marcosque las disciplinas pueden y suelen colocar.

¿Cuál es el legado de la Escuela de Birmingham que ustedesincorporan a su proyecto de Estudios Culturales? ¿Cuáles son los auto-res y posturas que hoy, dentro del actual campo de los Estudios Cultu-rales, les parecen más significativos y estimulantes?

El carácter político y conflictivo de la cultura, así como elcarácter culturalmente constitutivo de la política y la economía,son puntos de partida desde los cuales otras tradiciones son leí-das, interpretadas y parcialmente incorporadas. Cualquiera denosotros podría ser acusado de ecléctico por aquellos que creen en la

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irreductibilidad de los paradigmas, pero a la vez esa antropofagiateórica es practicada desde el arraigo en la noción de hegemonía (yen sus problematizaciones).

La introducción y difusión temprana del pensamiento deGramsci que realizara el grupo de la revista Pasado y Presente enArgentina en los primeros años de la década de 1960 generaronun campo propicio para la recepción del proyecto de Birming-ham, al menos en cuanto al peso fundamental que tuviera en élla recuperación y revitalización de los aportes del intelectualitaliano. Acaso uno de los rasgos del legado del proyecto de losEstudios Culturales británicos en el contexto local, alentado através de traducciones, entrevistas y artículos desde Punto deVista, sea precisamente el de una interrogación gramsciana de lacultura. Esta construcción temprana de una buena disposiciónpara este tipo de preocupaciones en las ciencias sociales y hu-manas argentinas parece producir tanto la incorporación y bue-na acogida de los Estudios Culturales como su visibilizaciónambivalente. En otros términos, la sociología, la antropología yla ciencia política, la crítica literaria y lo que un poco más tardeconfiguraría los estudios en comunicación integraron a sus pro-yectos, sus inquietudes y sus enfoques las propuestas de la Es-cuela de Birmingham al mismo tiempo que no se generaronprogramas específicos que se autodefinieran o presentaran conel título de “Estudios Culturales”.

En términos de tradiciones nacionales, algo semejante po-dría decirse de la influencia de algunos autores franceses tomadosen la segunda generación de Birmingham e integrados a los Estu-dios Culturales. El estructuralismo y el postestructuralismo tu-vieron un pronto impacto en la crítica literaria y en la teoría socialargentinas. El psicoanálisis europeo, por su parte, ha tenido, almenos en las más grandes ciudades del país, un grado de desarro-llo relevante a nivel mundial. Muchas de las inquietudes, concep-tos y problemas que serían retomados y articulados de maneranovedosa por los Estudios Culturales tenían una presencia, enciernes y dispersa, en algunas zonas de la academia local. Comosucediera con Gramsci, tras la acogida más o menos explícita delos autores de Birmingham, muchos autores franceses ya difundi-dos localmente (Foucault, por ejemplo) fueron leídos o releídos de

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manera original e innovadora. En este caso también el legado de losEstudios Culturales parece indiscutible pero a la vez no plenamentereconocido.

En cuanto a los autores, para nosotros Raymond Williams yStuart Hall continúan estando entre los más estimulantes. La pro-ducción teórica de Williams, su lectura regenerativa de conceptos ycategorías así como sus análisis empíricos, ha resultado en una delas revisiones y propuestas más fructíferas de la tradición marxistapara pensar y estudiar la cultura. De Stuart Hall, por otra parte, esinsoslayable la articulación de esta tradición y sus problemáticascon temas y conceptos ligados a otras líneas de estudio de la ideolo-gía, el análisis del discurso y la semiología. Sus producciones conti-núan siendo la inspiración para trabajos que reavivan los aspectosconstitutivos del proyecto de Birmingham.

También, si pensamos en corrientes y autores, podemosseñalar: momentos de virajes en las obras de Jesús Martín Barberoy García Canclini, las renovaciones de los estudios subalternos,así como de los debates sobre la colonialidad y el poscolonialis-mo. Es difícil imaginar un contexto más cosmopolita que el ac-tual en el debate teórico, donde no sólo dialogamos con las prin-cipales corrientes de Europa y Estados Unidos, sino también conla India, el este Europeo y otras regiones. Al mismo tiempo, para-dójicamente, hay una intensidad latinoamericana que tambiéntiene otras características que en las épocas de los exilios.

¿Cómo definirían el lugar político de la cultura hoy? ¿De quémodo los Estudios Culturales pueden ayudar a pensar mejor las tensio-nes entre cultura, economía y política?

Consideramos que la mejor manera en que los EstudiosCulturales ayudan a pensar la relación y las eventuales tensionesentre cultura, economía y política está en el énfasis que llaman aponer en la constitución histórica de estas esferas o áreas de lavida social en tanto tales. Es decir, como paso previo a analizar lascomplejas relaciones entre ellas, los Estudios Culturales han en-señado a ver que las mismas no existen sino como constructoshistóricos, resultados de procesos sociales (que involucran, desdeluego, pugnas y conflictos de poder). ¿Cómo, en una sociedad, sedefine qué es lo que conforma algo como “la economía”, “la políti-

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ca” o “la cultura”? ¿Qué tipo de objetos, de acciones, de actores y derelaciones corresponden a una u otra “esfera”? Estas son, entonces,preguntas inaugurales, o bien una advertencia permanente para cual-quier análisis social.

Las retóricas desplegadas en estos procesos permanentesde (re)definición y (re)delimitación de estas “esferas” pueden seruna puerta de entrada para tales análisis y, en lo inmediato, nospermiten brindar imágenes concretas para explicarnos mejor. Pen-semos, por ejemplo, en la fuerza que cierta forma de economicis-mo neoliberal tomó luego del Consenso de Washington en Amé-rica Latina. ¿Quién tenía autoridad para hablar de “la econo-mía”?, ¿cómo podían ser entendidas sus “leyes”?, ¿cuáles eranmaterias propiamente económicas y cuáles eran expulsadas porsus efectos (“políticos”) contaminantes? Encontramos un segun-do ejemplo en la forma en que más recientemente “la política”ha ganado terreno en el discurso de las cúpulas dirigentes de losEstados de varios países de la región: el tiempo de la políticaparece haber llegado o recuperado terreno, lo cual es común-mente presentado como una suerte de respuesta al economicis-mo anterior. Por otro lado, vale recordar con un tercer ejemplocómo “la cultura” ha vivido también un período de inflación yexpansión: desde mediados de la década de 1980 y creciente-mente hasta estos días, el movimiento indígena en varias zonasde América Latina ha incorporado y perfeccionado un discurso yunas estrategias de intervención en los cuales ocupa un lugar ca-pital “la cultura” (su reivindicación, su defensa, su promoción).El proceso ha sido acompañado y fomentado por numerosas or-ganizaciones no gubernamentales y organismos internacionalesy, en la actualidad, en casi todos los Estados “la cultura” de lospueblos originarios (la diversidad, la interculturalidad) se presentacomo el motivo y el objetivo de muchos programas y planes socia-les, educativos, “culturales”. Los ejemplos podrían multiplicarse, ypreguntas semejantes a las formuladas acerca de “laeconomía”podrían plantearse para “la política” o para “la cultura”.¿Quiénes están interesados en que una u otra “esfera” opere comotal? ¿Quiénes tienen la capacidad para hacer que así sea? ¿Cuálesson las operaciones que sostienen esta separación de “áreas” de lavida? ¿Qué mecanismos de regulación social las acompañan?

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Lo anterior es suficiente para mostrar que la separación entreestas “esferas”, sus componentes y factores internos, sus lógicas pro-pias, etc. están en permanente elaboración, y que los límites entre ellascorren a cada paso el peligro de ser subvertidos. Que el economicismoneoliberal fue un fenómeno político e implicó un sinnúmero de políti-cas concretas no es una afirmación que requiera fundamentación. Tam-bién se trata de un fenómeno cultural, no sólo en tanto afectó las for-mas de producción, circulación y consumo de “productos culturales”,sino en el sentido amplio de haber sembrado algunas ideas en el senti-do común local (sobre “el trabajo”, “las inversiones extranjeras”, “elgasto público”) que no dejan de germinar. Por otro lado, cuando sereclama o se proclama “el tiempo de la política” no se oculta que setrata de hacer, entre otras cosas, política económica. Vale añadir queestas proclamas van de la mano de cierto modo de ejercicio del podery la gestión política que es producto y a la vez consagración de crucia-les aspectos culturales: los modos de comprender la autoridad, la ten-sión entre deliberación y ejecución, la idea misma de la representa-ción, etc. En tercer lugar, es evidente que lo que los movimientos indí-genas y las comunidades originarias hacen en nombre de “la cultura”es política, que puede dirigirse a propósitos bien diversos y hasta en-contrados. Además, en torno de “la cultura” en estas contiendas tam-bién se ponen en juego recursos materiales de diverso tipo: junto con ladefensa de la cultura suele ir la demanda de restitución de territoriosancestrales y de tierras, por ejemplo.

Varios autores clave (Williams, Hall, Dumont) han insistidoexplícitamente en la problematización de la separación entre “esfe-ras” y han rechazado la reificación de esta separación. Ante pregun-tas puntuales acerca de la determinación o la preeminencia de unasobre las otras (que si la economía, que si la política o si la cultura)la respuesta más recurrente ha sido “depende” (Hoggart). Claroque en sociedades concretas el analista podrá reconocer, por ponerun caso, el predominio de (cierta forma de) la economía y su lógicaextendiéndose e impregnando el resto de la vida. De igual manera,podrá reconocer que el predominio de determinado ordenamientoreligioso de la vida común permita y/o impida el desenvolvimientode relaciones económicas específicas en otra sociedad concreta. Loimportante es que las eventuales respuestas acerca de esos predomi-nios apenas pueden ser precisamente eso: respuestas situadas, y no

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un punto de partida a priori. De acuerdo con estos autores, renovar eldesafío de la pregunta acerca de las relaciones entre cultura, política,economía constituye uno de los primeros pasos para intentar echar luzsobre las formas específicas en que se regula la relación entre diferen-cias y desigualdades.

En ese sentido, sin embargo, en algunas ocasiones pare-ciera que paradójicamente los Estudios Culturales no asumenplenamente esta perspectiva para sí mismos. La edificación de la“cultura” como sector específico por el Estado o por organismosinternacionales es performativa, coacciona a los “culturalistas” aaceptar límites tradicionales y muchas veces lo consigue. LosEstudios Culturales, como parte de nuestras sociedades, soninterpelados como “esfera”, son coaccionados a actuar como taly muchas veces (en algunos contextos casi siempre) trabajan so-bre las artes altas y bajas, los medios, la raza y el género acompa-ñados de algún comentario político, que da cuenta de las inten-ciones, pero no da cuenta de la imbricación ontológica de cul-tura-economía-política ni de la política que podríamos llamarantiesférica de los Estudios Culturales.

¿Qué se gana con la defensa de la “transdisciplinariedad” quepractican los Estudios Culturales? ¿Consideran ustedes que dicha fór-mula conlleva determinados riesgos, y cuáles? ¿Cuál es el balance quehacen del modo en que, en su propia universidad, se comporta lalógica académica de las disciplinas formalmente instituidas frente alos programas de Estudios Culturales?

La transdisciplinariedad se construye desde cierta tradi-ción. En Argentina (y no sólo aquí) la principal vertiente queenriquece los estudios de la cultura proviene de intelectualesformados en letras (como Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, Aní-bal Ford, Susana Romano, Héctor Schmucler y tantos otros)que desde esa formación y un fuerte compromiso político abor-daron, sin prejuicios academicistas, la producción cultural his-tórica y contemporánea, haciendo uso de herramientas meto-dológicas múltiples.

Ahora, una vez abierto el campo, los términos “correctos”son enunciados desde los lugares más diversos. La crítica crucial

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a todo monoteísmo metodológico, no siempre conlleva un usoapropiado de los diferentes conceptos y herramientas disponibles.Para tomar un caso muy vigente, el uso de la etnografía ha provo-cado algunas airadas críticas de los antropólogos que pueden irdesde reacciones corporativas en algunos casos hasta motivos muyfundados en otros. No es tan difícil ser un buen semiólogo entreetnógrafos, ni ser un buen etnógrafo entre críticos literarios, peronociones y métodos no siempre sostienen su validez en los crucesfronterizos que promovemos.

Hay más que un riesgo, un problema: la transdisciplinarie-dad como construcción no es la sumatoria de tradiciones distin-tas, sino una (contingente) combinatoria interpretativa útil ypolíticamente relevante. Se trata de un entretejido dificultoso, enel sentido de que exige eficencia en campos muy diversos y que sepresta a interpretaciones algo ligeras y poco fecundas.

Con la transdisciplinariedad como horizonte parece ha-ber todo por ganar si se parte de asumir que esta presupone dealguna manera a las disciplinas. Los trabajos más instigadoresen este sentido no resultan de una ignorancia de las discipli-nas (en ocasiones resultan de un desconocimiento no ingenuo,es decir, de una impugnación de las mismas, lo cual es algomuy diferente a la ignorancia). La transdisciplinariedad, comolos Estudios Culturales la han promovido, resulta de conexio-nes y diálogos que procuran ser, en lo posible, incomodantes ydescolocadores, que provocan a las seguridades disciplinares(y disciplinarias) y que pueden abrir las preguntas y renovar-las. Al confrontar la cortedad de la historia de las disciplinascon la historia general de los saberes, los fetichismos episte-mológicos, teóricos y metodológicos a los que conducen mu-chas enseñanzas disciplinares se muestran endebles. Pero almismo tiempo, la fortaleza y la capacidad que las disciplinashan conseguido para “ordenar los discursos” (Foucault), así comolas destrezas y capacidades desarrolladas por algunos de susmejores representantes y por la experiencia común acumula-da, advierten sobre una relevancia de las mismas que no puedesimplemente desoírse. Parece necesario que el proyecto trans-disciplinar asuma ambos puntos en su búsqueda de renovar lacomprensión de lo social.

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Un riesgo se detecta, consecuentemente, en lo que pareceser la elaboración de proyectos pretendidamente “transdiscipli-nares” que desconocen las tradiciones bibliográficas, los modosde formular problemas y de ensayar resoluciones que se han dadolas disciplinas en sus historias respectivas. Tales proyectos no pue-den ni aprovecharse de los aportes de las disciplinas ni retar ohacer frente a las constricciones del disciplinamiento. Por el con-trario, incluso a veces asistimos a la institucionalización de pro-gramas académicos que parecen postular un “más allá” de las dis-ciplinas que no tiene (ni ha tenido) “más acá”. Eso aconteció enArgentina con algunas carreras de comunicación social que cons-tituyeron, desde mediados de los años ochenta, un espacio clavede recepción de los Estudios Culturales. A pesar de las numero-sas rupturas logradas, y a pesar de que existen valiosas excepcio-nes, la potencia primera de las búsquedas transdisciplinares deestas carreras pareció agotarse en un nuevo encierro cuasi disci-plinar. De esta manera, el mainstream en la enseñanza y la inves-tigación en ellas desemboca (una vez más) en el mundo de lasindustrias culturales y de los medios.

Por otra parte, como se mencionó en la respuesta a la se-gunda pregunta, en Argentina los Estudios Culturales han en-contrado su lugar más o menos visible, más o menos influyente,dentro de las disciplinas tradicionales, y no existen programas deEstudios Culturales con ese título. Principalmente, pueden ha-llarse áreas, equipos de investigación o cátedras que se dedican alos Estudios Culturales en instituciones dedicadas a alguna de lasciencias sociales o de las humanidades “tradicionales”.

Los Estudios Culturales plantean el valor contextual y situacionalde los usos de la teoría y del saber. ¿Cuáles son las problemáticas regio-nales y locales que les parecen más urgentes de ser analizadas por losEstudios Culturales desde el lugar en el que se inscribe su trabajo aca-démico y crítico?

Como en otras regiones, los Estudios Culturales se desple-garon en Argentina en buena medida en relación con preocupa-ciones vinculadas con los medios de comunicación y las culturaspopulares. Los aportes de los últimos años, sin embargo, tienden

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crecientemente a abandonar las preguntas acerca de las influen-cias y la recepción de los medios, para pensar a estos como partecrucial de flujos de sentidos sociales que los trascienden y losincluyen. Así, desde las preguntas acerca de cómo los medios(como epicentro de lo simbólico) moldean lo social, se percibeun desplazamiento que conlleva el problematizar también el lu-gar de los medios. Esto no implicó, como en cierto recepcionis-mo noventista, relegar la pregunta por la hegemonía, sino másbien sofisticarla, abandonando previas reificaciones de los pro-cesos productivos mediáticos y cierta sustancialización de las tra-diciones narrativas de los sectores populares.

Una problemática clave es la de las migraciones y la circula-ción de personas en un contexto general de aceleramiento de flu-jos financieros y de capitales de distinto tipo a escala regional yglobal. Las migraciones contemporáneas actualizan cuestiones deciudadanía así como de definición y redefinición de fronteras físi-cas y simbólicas. Como algunos/as autores/as han señalado estaproblemática específica puede ayudarnos a echar luz sobre algu-nos de los temas generales que los Estudios Culturales abordan:la nación, la historicidad de las nacionalidades y la formación decampos sociales transnacionales, la relación entre etnia y nación(en los casos de migración indígena, por ejemplo), cuestiones degénero (a propósito de lo que los estudios migratorios llaman “fe-minización” de las migraciones), etc. En Argentina, a la impor-tante tradición de estudios migratorios, principalmente históri-cos, concentrados en la inmigración ultramarina, se agregó en losúltimos quince años una serie de trabajos sobre migraciones re-gionales que introdujeron interrogantes encuadrados en aquellostemas generales, así como modos de abordaje que echan mano deaportes epistemológicos y metodológicos de los Estudios Cultu-rales y de la antropología.

Por otra parte, los Estudios Culturales han restituido crea-tivamente las preguntas (y los modos de preguntar) acerca de la“raza” y los procesos de racialización, generalmente en su articu-lación con la nacionalidad, la clase social y el género. En la Ar-gentina de los últimos años algunas de estas preguntas comien-zan a ganar importancia en los estudios académicos y en proyec-tos que procuran vincularse con las recientes o reanimadas orga-

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nizaciones de “negros” afrodescendientes o inmigrantes. En unpaís en que la academia, como otras fuentes de discursos públi-cos institucionalizados, en términos generales no ha hablado ellenguaje de la “raza”, estas preguntas colocan desafíos teóricos ypolíticos de trascendencia.

Acaso sin conformar estrictamente problemáticas, pero cons-tituyendo estrategias de problematización de cualquier fenóme-no o proceso, resultan sumamente relevantes, por un lado, la pre-gunta sobre la historicidad de las categorías de clasificación socialy su vínculo con estructuras y relaciones específicas y, por otro, lapregunta sobre la intersección de dimensiones de la diferencia yla desigualdad (clase, género, etnia, etc.). En este sentido valerecuperar no sólo los aportes de la perspectiva poscolonial sinotambién los desafíos que han colocado sobre la materia los estu-dios sobre sexualidades y los estudios queer.

Como señalamos antes, quizá uno de los principales desa-fíos consiste en que los Estudios Culturales desplieguen más ple-namente su programa y dejen de pensarse a sí mismos como es-pecialistas en “cultura”. Es poco lo que se ha contribuido a lacomprensión cultural de la economía y las prácticas económicas,a los procesos de institucionalización y a las prácticas políticas.Los Estudios Culturales deberían lograr tornar sus problemas yaclásicos (lo popular, la diferencia, los medios) en los grandes pro-blemas sociales, así como lograr que se abordara más sistemática-mente los grandes “problemas sociales” (la pobreza, la economía,las crisis, la gran política) desde los Estudios Culturales.

Los Estudios Culturales subrayan la categoría de “intervención”.¿Qué importancia y significado le dan ustedes a esta categoría?

En las tradiciones militantes locales usualmente se repro-duce una separación entre el trabajo teórico y la práctica políti-ca. En las tradiciones académicas todavía se entremezclan nocio-nes de prescindencia o neutralidad con otras que imaginan eltrabajo intelectual con una instrumentalidad muchas veces naifrespecto de la práctica política. Desde nuestra perspectiva, laconstrucción de un problema de investigación, su estudio sinprejuicios políticos pero desde ciertas perspectivas ético-políti-cas, la preocupación genuina acerca de la relación entre conoci-

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miento social y procesos políticos, hacen a las condiciones deuna intervención vinculada a la vida social extraacadémica. Noshemos desprendido de los compromisos con sujetos abstractos(“históricos”), pero no vamos a desprendernos del compromisocon la multiplicidad de subalternidades muy reales. Estudiar he-terogeneidad y racialización en un país que aún vive en un ima-ginario europeísta es en sí misma una intervención, siempre ycuando los resultados de ese trabajo no pretendan ser meramen-te una acumulación de puntajes academicistas. Estudiar relacio-nes entre el fútbol y la nación, formas de estigmatización, for-mas de protesta, clientelismos emergentes, y muchas otras cues-tiones, permite pensar la práctica intelectual en su imbricaciónsociopolítica, interviniendo en escenarios educativos, organiza-cionales, mediáticos, estatales o muchos otros. En el contextoactual, pensar la producción de conocimiento como separable dela vida social es ignorar el dato de que los actores sociales inter-pretan y usan esos conocimientos. Pero el proyecto no consisteen intervenir por default, ni intervenir como fundamento de lono problematizado, sino en reponer las contingencias de losmodos de imaginar, sentir, significar y actuar, para poder, juntocon otros, evaluar las estrategias que apuntalen las tendenciascorrosivas respectivo de la consolidación de la hegemonía.

¿Qué relación establecen entre “Estudios Culturales” y “políti-cas culturales? ¿Cómo se cruzan ambos con la “gestión y la autogestiónculturales”?

Nuevamente, la relación entre políticas públicas y culturapuede ser pensada desde dos matrices que hoy conviven. La co-rriente principal considera, con suerte, a los Estudios Culturalescomo un insumo relevante para la formulación de políticas artís-ticas, de promoción cultural, de acceso a la cultura, de construc-ción de ciudadanía desde la cultura, de democratización del reco-nocimiento y, excepcionalmente, en la definición de políticas so-bre medios e industrias culturales. Excepcionalmente, porquemientras se han formulado estrategias hegemónicas complejas paradar con la cultura aquello que se quita con la economía, propo-niendo un pacto de reconocimiento de las particularidades queno intervengan sobre generalidades (y el multiculturalismo neoli-

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beral es el ejemplo más elocuente), ya cuando se habla de mediosempieza a hablarse de empleos, producción, sindicatos, elecciones,exportación, soberanía y cosas por el estilo. En esa tensión se deba-ten los límites de la “gestión y autogestión cultural”, donde unosplantean el recorte al sector cultural del Estado y los centros cultura-les barriales, y otros los extienden a los grandes medios e industriasculturales, afectando otros intereses. Nos gustaría enfatizar, todavía,una segunda matriz, que nos quita del sector cultural: el problemade la cultura de la gestión y la autogestión, el problema de las dimen-siones culturales de los planes económicos, de las políticas alimenta-rias y de vivienda, de los planes de empleo y los subsidios a la indi-gencia, el problema de la cultura de la autogestión de las organiza-ciones no (explícitamente) culturales. La cultura no tiene un lugar,ni un sector, ni una esfera. Es el lugar de la desesferización porque,nos guste o no, cuando un sindicato reclama restricción de la inmi-gración por el aumento del desempleo, cuando se instituye comoevidente una noción de desarrollo o de ciudadanía, se debate acercade las relaciones entre cultura y hegemonía.

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Gonzalo Portocarrero y Víctor VichMaestría de Estudios CulturalesPontificia Universidad Católica del PerúLima, Perú.

Si tuvieran que formular una definición de los Estudios Cultura-les como un campo de estudio, ¿cuáles son los rasgos específicos y distinti-vos que ustedes señalarían como constitutivos de su proyecto y visión?

Hay tres ideas que definen nuestra visión sobre los Estu-dios Culturales: opción interdisciplinaria, pregunta sobre el ejer-cicio de poder y voluntad de articulación política.

En nuestro programa nos preguntamos por el rol que lacultura está jugando en la sociedad contemporánea, vale decir,por la centralidad que esta ha adquirido en un momento de lahistoria en que las representaciones son consustanciales a la re-producción del sistema y a la producción de valor. El axioma es elsiguiente: la cultura no solo “refleja” a la sociedad sino que tam-bién la crea y la constituye y por tanto debe ser estudiada por lo queproduce, vale decir, por sus efectos en la realidad.

Definimos entonces a los Estudios Culturales como un pro-yecto que no se atrinchera en las disciplinas tradicionales, que vasiempre en busca de nuevos objetos de estudio, que se ha pro-puesto renovar las visiones de los objetos tradicionales y que haoptado por un tipo de crítica cultural donde resulta trascendentearticular lo simbólico, lo económico y lo político.

En suma: entendemos la cultura como un terreno de lu-cha por la hegemonía. Seguimos observando sociedades desigua-les y cada vez más fragmentadas. Por lo mismo, nos interesaentender a la cultura como un lugar central donde aquellas des-igualdades y jerarquizaciones son establecidas y se legitiman perotambién donde pueden ser interrumpidas o cuestionadas desdemúltiples estrategias.

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¿Cuál es el legado de la Escuela de Birmingham que ustedesincorporan a su proyecto de Estudios Culturales? ¿Cuáles son los auto-res y posturas que hoy, dentro del actual campo de los Estudios Cultu-rales, les parecen más significativos y estimulantes?

La Escuela de Birmingham, así como la herencia francesavía Roland Barthes, ha llegado a nosotros de diversas maneras. Enalgunos casos directamente pero también mediatizada por losautores latinoamericanos que han venido haciendo Estudios Cul-turales en las últimas tres o cuatro décadas. Para nosotros ha sidomuy importante el trabajo de Jesús Martín Barbero, Néstor Gar-cía Canclini y Beatriz Sarlo, entre otros.

Hoy en día nuestras opciones teóricas se constituyen, sobretodo, desde la opción por construir una “caja de herramientas” yno tanto desde una escuela particular o desde una postura acadé-mica autosuficiente. La deconstrucción, los posmarxismos actua-les, la crítica poscolonial, los estudios subalternos, la herencia deFreud y Lacan, las perspectivas de género y la voluntad hacia eltrabajo etnográfico constituyen buena parte de nuestro bagajeconceptual.

¿Cómo definirían el lugar político de la cultura hoy? ¿De quémodo los Estudios Culturales pueden ayudar a pensar mejor las tensio-nes entre cultura, economía y política?

La cultura no es un entretenimiento evasivo, ni tampocouna sofisticación de las elites. Es, ante todo, una dimensióninsoslayable de lo social. Desde ahí partimos por cuestionarque la economía y el mercado sean el centro del mundo social.Constatamos que esta pretensión es ideológica en tanto escon-de o naturaliza relaciones de poder. Es decir, sostenemos queel economicismo actualmente instalado es un hecho culturalen tanto implica la hegemonía de una virtualidad que haceinvisibles otras posibilidades. Por ejemplo, el hecho decisivode que el neoliberalismo suponga una subjetividad definidapor el deseo de acumulación y por el cálculo costo-beneficio esun supuesto producido desde la cultura mediante la educa-ción. Y sin esta organización de los deseos sería imposible quela economía tendiera hacia la acumulación indefinida en basea la expectativa de rentabilidad.

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Sostenemos que hemos comenzado a experimentar un pe-ríodo de crisis del economicismo y, correlativamente, una cre-ciente toma de conciencia en torno a la importancia de lo cultu-ral. Los síntomas abundan: muchos consumidores optan pormercancías certificadas de salarios justos. De otro lado, crece elconsenso ciudadano en torno a la necesidad de frenar, o regular, elansia especulativa que es la raíz de las burbujas financieras y lascrisis. Y, más decisivamente, la idea de un crecimiento indefini-do, basado en el consumismo y la creación de necesidades, co-mienza a ser cuestionada como insensata y potencialmente catas-trófica en términos del equilibrio ecológico del planeta. Y tam-bién se apela a la cultura y los valores como medio para frenar lacorrupción. Por último, la idea de cultura como desarrollo huma-no emerge como posibilidad para llenar la insatisfacción a la queel consumidor está condenado. En ese sentido, todo hace pensarque el papel de la cultura irá creciendo en importancia en lospróximos años. La crisis económica actual podría iniciar la des-composición de la subjetividad consumista que está en su base.En este contexto se impone con urgencia una reflexión sobre elrol que la cultura juega en este cambio de época que hemos co-menzado a experimentar.

¿Qué se gana con la defensa de la “transdisciplinariedad” quepractican los Estudios Culturales? ¿Consideran ustedes que dicha fór-mula conlleva determinados riesgos, y cuáles? ¿Cuál es el balance quehacen del modo en que, en su propia universidad, se comporta lalógica académica de las disciplinas formalmente instituidas frente alos programas de Estudios Culturales?

Nosotros partimos por localizar nuestra herencia en la tra-dición ensayística peruana, especialmente en Mariátegui quienen sus 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, consiguióproducir notables articulaciones entre reflexiones políticas, eco-nómicas y culturales: si su primer ensayo se titula “Esquema so-bre la evolución económica”, el último refiere al “Carácter de laliteratura del Perú independiente” lo cual da cuenta de un astutoproyecto interdisciplinario del que nos sentimos parte.

Lo que queremos decir es que siempre existió en el Perúuna importante tradición de estudios de la cultura. Más allá de

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que ya no podamos compartir muchos de los presupuestos teóri-cos con lo que trabajaron, lo cierto es que si quisiéramos fijar uncanon de herencias, tendríamos que mencionar a nombres comoManuel Gonzáles Prada, José de la Riva Agüero, Víctor AndrésBelaúnde, Jorge Basadre y José María Arguedas. Más reciente-mente, el trabajo de Alberto Flores Galindo tuvo un impacto sig-nificativo en nosotros por su opción de articular los sueños priva-dos y el funcionamiento del poder político. Los libros de AntonioCornejo Polar y su idea última de la “heterogeneidad no dialécti-ca” han sido centrales para pensar el proceso actual de la culturaperuana.

En suma: todas estas personalidades intervinieron desde laopción por integrar diversos saberes y contribuir a cambiar la rea-lidad. Casi todos escribieron desde una urgencia que no estuvonecesariamente enmarcada en una disciplina académica. Es decir,sus principales textos hoy corresponden al “ensayo de ideas”, ca-racterizado por una vocación de síntesis y una enunciación perso-nal pero, sobre todo, por una impronta política en el sentido másamplio de la palabra. En nuestra opinión, sus obras han sido de-cisivas en la definición de las maneras en que los peruanos pensa-mos nuestra realidad social.

Pensamos que el peligro actual de los Estudios Culturalestiene que ver, hasta cierto punto, con el reverso de su potencia.En efecto, la interdisciplinariedad puede llevar a la apertura hacianuevos horizontes de inteligibilidad pero también al diletantis-mo. En el mismo sentido, su énfasis en los nexos para construirsus objetos de estudio implica el regreso a una perspectiva totali-zante cuya fecundidad exige también la erudición pues de otramanera se arriesga la descontextualización y el exotismo.

Los Estudios Culturales plantean el valor contextual y situacionalde los usos de la teoría y del saber. ¿Cuáles son las problemáticas regio-nales y locales que les parecen más urgentes de ser analizadas por losEstudios Culturales desde el lugar en el que se inscribe su trabajo aca-démico y crítico?

En el Perú, uno de nuestros temas principales ha sido lavigencia del autoritarismo que reafirma el principio de que no to-dos tenemos iguales derechos. En muchos sentidos seguimos siendo

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una sociedad estructurada por el vínculo colonial. Pero desde lue-go las cosas siguen siendo mucho más complicadas: la democrati-zación de las últimas décadas ha hecho grandes progresos, el ra-cismo está arrinconado y el sentimiento de igualdad adquiere cadavez más fuerza pero también es cierto que la toma de concienciade “tener derechos” no ha llevado a una democratización de lasoportunidades, ni menos aún a una redistribución efectiva delingreso. Tampoco a un mayor compromiso con los deberes ciuda-danos. De allí el malestar social, el permanente sentimiento deexclusión de muchos y la lógica violentista de varios de los nuevosmovimientos sociales. Más allá que efectivamente sea un legadohistórico, definimos al autoritarismo como la manera con la quese trata de suplir la falta de un verdadero orden democrático.

La corrupción es otro de los temas que hemos venido discu-tiendo más allá del criterio moral. La corrupción, que es una ma-nera que tienen los gobernantes y ciudadanos de relacionarse conla ley, está profundamente entretejida en la cultura política pe-ruana y casi podríamos decir que se trata del “aceite” que “lubri-ca” la maquinaria de las instituciones públicas en el Perú. Se havuelto sin duda una de las condiciones que hacen posible la débilgobernabilidad que hemos alcanzado como país. La corrupción,en suma, implica la privatización de lo público y la construcciónde un vínculo clientelista, con el consiguiente rebajamiento delciudadano a la condición de súbdito y cómplice.

Otro tema de nuestro interés ha sido la actual hegemoníadel neoliberalismo en el Perú. Notamos que el advenimiento deesta nueva versión del laissez faire no ha traído consigo una ruptu-ra con la corrupción ni tampoco con la tradición autoritaria. Porel contrario, no sólo no ha habido época más corrupta en el paísque cuando se instauró el neoliberalismo sino que, además, élparece traer consigo una actitud autoritaria que pretende conver-tirse en el único fundamento de la gobernabilidad. Aunque elcrecimiento económico de los últimos años implica una capitali-zación sin precedentes en la historia peruana, es un hecho que laexclusión de vastos sectores sociales permanece. Sostenemos quela hegemonía neoliberal significa sobre todo tres procesos: la sub-ordinación de la política a la administración, del desarrollo hu-mano a la acumulación de capital y de la justicia social al creci-miento económico.

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En ese sentido, la pregunta por las industrias culturales hasido muy recurrente en nuestras investigaciones. Las entendemoscomo dispositivos de producción de subjetividades y como agen-tes centrales en la reproducción social. Es de notar que el sujetocontemporáneo ya no se forma ni en la familia ni en la escuelasino, fundamentalmente, a partir de las industria culturales, esdecir, se constituye viendo televisión, escuchando música, yendoal cine, decodificando los anuncios de publicidad y leyendo revis-tas o periódicos. Más allá de la agencia en la recepción y de lasmúltiples negociaciones que los ciudadanos activan frente a ellas,es ahí donde hoy en día se produce la “educación sentimental” delas subjetividades y donde se moldean los valores y las ideologíassociales. Es decir, las industrias culturales definen buena parte delos sentidos comunes existentes y pueden entenderse como gran-des maquinarias encargadas de “producir” deseos acordes al espa-cio significativo de valorización del capital.

En ese sentido, un tema de interés para nosotros ha sido elproblema de la interculturalidad pues en el Perú existe un tiempodenso marcado por la coexistencia de lo que en otras realidades hasido más bien lineal y sucesivo. Acá observamos la articulaciónconflictiva entre diversas epistemologías culturales. En el Perú eldiscurso intercultural reivindica espacios de reconocimiento parael mundo andino, para las culturas de la selva y para sus prolon-gaciones urbano-populares. Este discurso pretende la igualdaden la diferencia y llama la atención sobre la importancia los pro-cesos contemporáneos de hibridaciones culturales.

Los Estudios Culturales subrayan la categoría de “intervención”.¿Qué importancia y significado le dan ustedes a esta categoría?

No hay Estudios Culturales sin vocación política: la mismaproducción de conocimiento reclama intervenir en la realidad parademocratizarla. Desde ahí, nos interesa diferenciar diferentes ti-pos de intervenciones en las que nos sentimos comprometidos. Laprimera es una intervención académica, vale decir, una apuesta porcomenzar a reorganizar la universidad desde opciones interdisci-plinarias más involucradas con el análisis del funcionamiento delpoder en la sociedad. La segunda es una intervención educativaconcentrada en la formación de nuevos profesionales y en el apor-

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te de investigaciones inéditas sobre la realidad social. La tercera esuna intervención pública pues nos interesa trascender el espacio dela universidad e involucrarnos con distintos actores sociales: elperiodismo, el artículo de opinión, las ONG, los proyectos dedesarrollo, los movimientos sociales, la función pública, la propiaactividad política.

¿Qué relación establecen entre “Estudios Culturales” y “políti-cas culturales”? ¿Cómo se cruzan ambos con la “gestión y la autogestiónculturales”?

Una buena gestión cultural, un buen proyecto de políticacultural es aquel que tiene un conjunto de presupuestos teóricosacerca de cómo y desde dónde intervenir. Zizek lo ha explicado así:

Esto da la clave de cómo debe conducirse una verdadera “revo-lución cultural”: no apuntando directamente a los individuos,intentando “reeducarlos,” “cambiar sus actitudes reaccionarias”sino más bien privar a los individuos del apoyo en el “granotro”, en el orden simbólico institucional1.

Cualquier proyecto de política cultural debe, por tanto,asentarse sobre la centralidad de lo simbólico en la estructuraciónde las relaciones sociales para realizar desde ahí sus más firmesapuestas: la crítica al neoliberalismo, la denuncia de las segmen-taciones clasistas, raciales y sexuales existentes, la deconstrucciónde la cultura autoritaria, la opción intercultural y la crítica de ladesigualdad económica. En ese sentido, pensamos que los Estu-dios Culturales tienen, como reto central, la elaboración –cadavez más incisiva– de políticas culturales que son, en última ins-tancia, nuevos proyectos políticos en el sentido más general.

1 Zizek, Slavoj. A propósito de Lenin. Política y subjetividad en el capitalismo tardío.Buenos Aires: Atuel, 2003: 147.

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Mareia Quintero RiveraMaestría en Gestión y Administración Cultural,Universidad de Puerto Rico, Puerto Rico.

Si tuviera que formular una definición de los Estudios Cul-turales como un campo de estudio, ¿cuáles son los rasgos específicos ydistintivos que usted señalaría como constitutivos de su proyecto yvisión?

Me parece más interesante pensar los Estudios Cultura-les como proyecto o tradición intelectual que como campo deestudio, aunque puedo ver la importancia estratégica de defi-nirlos como tal en el marco de ciertas coyunturas o contextosinstitucionales. De hecho, creo que en el momento actual don-de se plantean opciones bastante contrapuestas de hacia dóndedeben dirigirse las universidades, particularmente las públicas,los Estudios Culturales pueden ser un lugar desde donde pro-poner nuevos modos de producción del conocimiento, repen-sar las relaciones entre academia y sociedad, provocar el diálo-go entre saberes diversos, entre teoría y práctica social. Creoque la reflexividad es una de las características más valiosas delos Estudios Culturales y nos permite concebirlos como un pro-yecto siempre abierto. Los Estudios Culturales se han pensadocomo tal a partir de la reflexión continua sobre la propia prác-tica académica, sobre la investigación, sobre el debate, sobre larenovación conceptual y epistemológica. No parten de una tra-dición de tesis, dogmas o manifiestos. Aunque los haya habido,me parece que de alguna manera le son ajenos. En ese sentido,creo que los Estudios Culturales han servido como un espaciointelectual polifónico desde donde explorar lo social a partir dela complejidad, incluyendo la relación a veces tensa entre pro-ducción de conocimiento, posicionamientos políticos, prácticasocial y vida cotidiana.

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Entre las múltiples definiciones que se han dado de losEstudios Culturales, me gusta una que articula Néstor GarcíaCanclini aludiendo a su proyecto inicial como “lecturas trans-disciplinarias sobre los compromisos ocultos entre cultura, eco-nomía y poder”. Creo que esa frase condensa gran parte de losconsensos en torno a los Estudios Culturales y a su intento deprovocar miradas transversales de la realidad social en las cua-les lo cultural se presenta como un elemento constitutivo y nomeramente como un ámbito autónomo o como un reflejo delas estructuras sociales. Esta noción de cultura –tan bien arti-culada en los escritos de Raymond Williams como el ámbito delas significaciones en la vida social– plantea a su vez un posi-cionamiento de los Estudios Culturales, por un lado frente a latradición humanística y, por otro, frente al marxismo y su im-pronta fundamental en las ciencias sociales. La transdisciplina-riedad de los Estudios Culturales se concibe a partir de unamirada crítica a las limitaciones conceptuales de las disciplinas,más que como mera incorporación de estrategias metodológi-cas diversas. Vista como un desplazamiento de las tradicionesdisciplinares, como una mirada a sus fisuras, a sus resquicios,la transdisciplinariedad también sería una característica consti-tutiva de los Estudios Culturales.

Si circunscribiésemos los referentes teóricos del campo delos Estudios Culturales a aquellos autores que han definido sutrabajo dentro del mismo estaríamos ante un panorama no sólolimitado sino posiblemente falto de coherencia. De hecho, creoque uno de los aspectos que proporcionó consistencia al proyectoinicial de los Estudios Culturales (me refiero aquí a la Escuela deBirmingham) fue la revisión e incorporación de conceptos y plan-teamientos de pensadores que les precedieron –como Gramsci–y, posteriormente, la porosidad para incorporar las propuestas deintelectuales coetáneos que no necesariamente elaboraron sus plan-teamientos adscribiéndose el mote de Estudios Culturales. Pen-sando desde el Caribe y América Latina, creo que valdría la penaalargar las genealogías teóricas de nuestros Estudios Culturales.Me parece que hay matrices de pensamiento social, político, cul-tural que pueden hacer aportes sustantivos a la comprensión delos dilemas del siglo XXI. Sin embargo, recuperar tales matrices

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para los Estudios Culturales requiere un diálogo profundo conlas mismas, el cual entiendo se ha visto condicionado por el mar-cado eurocentrismo de nuestra academia. No basta con incluir aFrantz Fanon o a Fernando Ortiz en nuestras antologías. Másque reiterar sus certezas o puntualizar sus lagunas, entiendo quese trata de “entender a qué pasiones corresponden los enuncia-dos”, como ha dicho el crítico puertorriqueño Arcadio Díaz Qui-ñones. Con esto quiero decir que me parece crucial indagar enlos dilemas a partir de los cuales Fanon, Ortiz, la puertorriqueñaNilita Vientós y muchos otros intelectuales de la región han con-cebido sus planteamientos sobre el lugar de la cultura en nuestrassociedades, así como examinar los desplazamientos conceptualesque emprendieron frente a coyunturas de profundas transforma-ciones sociales e ideológicas.

Si he hecho hincapié en la posibilidad de profundizar lainterlocución con matrices del pensamiento cultural de la re-gión, es porque concibo los Estudios Culturales como un pro-yecto intelectual que requiere del pensar en colectivo. Una em-presa que no sólo necesita del intercambio con los contempo-ráneos sino que podría enriquecerse tremendamente de la con-versación con la historia intelectual de la región. Vista en elcontexto actual, esta porosidad de los Estudios Culturales, comotradición abierta, tendría que extenderse más allá de la acade-mia, a saberes y lógicas de pensamiento inscritas en diversasprácticas culturales y enunciados a través de una multiplici-dad de lenguajes expresivos. En ese sentido me parece intere-sante la ecología de saberes que propone Boaventura de SousaSantos a partir del reconocimiento de la diversidad epistemo-lógica del mundo y de la urgencia de crear inteligibilidad enla pluralidad. La porosidad de los Estudios Culturales comouna característica que me ha parecido importante acentuar deninguna manera debe interpretarse como un llamado al eclec-ticismo. Pues esta se da sobre la base de un sustrato común,que es la preocupación por entender cómo se articula, dóndese inscribe, con qué rostros se encubre, por qué rutas transita ycómo se moviliza el poder en las tramas sociales, así como laincomodidad con tal estado de situación y el deseo de trans-formarlo.

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¿Cuál es el legado de la Escuela de Birmingham que usted incor-pora a su proyecto de Estudios Culturales? ¿Cuáles son los autores y pos-turas que hoy, dentro del actual campo de los Estudios Culturales, leparecen más significativos y estimulantes?

El hecho de haberse forjado en el corazón industrial deEuropa al calor del torbellino de las profundas transformacio-nes sociales y culturales que estaban en marcha, permitió a losfundadores de la Escuela de Birmingham observar procesosemergentes en los que luego nuestras sociedades podrían de al-guna manera reconocerse, a pesar de las diferencias fundamen-tales en los modos en que se instaló la llamada modernizaciónen América Latina. El rigor de sus observaciones, fundamenta-das en investigaciones abarcadoras, así como una actitud osadaa la hora de producir formulaciones teóricas, generaron un cuer-po conceptual que casi a medio siglo de distancia continúa pro-vocando reflexiones fecundas. Como historiadora, uno de loselementos que más me seduce de esta tradición es su modo deservirse de profusas indagaciones históricas para responder apreguntas sobre dilemas culturales contemporáneos. Ya en laprimera pregunta hice referencia a otros aspectos de ese legadoque entiendo tienen una gran vigencia, como la recuperaciónde Gramsci y la porosidad para incorporar dispositivos concep-tuales que se fueron gestando en paralelo o posteriormente,como los que se desprenden de los trabajos de Bourdieu,Foucault y Said, entre muchos otros; los vínculos con la prácti-ca social y la contestación política; y el sentido de incomodi-dad con la rigidez y ensimismamiento de la academia. Men-ción aparte merece el legado específico de Stuart Hall y su in-corporación del colonialismo y del racismo como ejes funda-mentales de reflexión. En buena medida, Hall ha sido un puenteentre los Estudios Culturales y otras configuraciones del pen-samiento crítico contemporáneo en torno a las relaciones entrecultura y poder, como lo son la crítica postcolonial, los estu-dios de la subalternidad y de la colonialidad.

En el interés de comprender las matrices ideológicas yconceptuales de las políticas culturales en el mundo caribeño-brasilero, durante varios años me dediqué a investigar los escri-tos sobre música de Alejo Carpentier y Mário de Andrade, dos

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figuras marcantes en la conformación de imaginarios naciona-les en Cuba y Brasil, respectivamente. Las concepciones de Hallen torno a la identidad como posicionamiento y su mirada hacialas rutas identitarias –más que hacia las raíces– en el análisis dela experiencia diaspórica de los afrodescendientes, me ayuda-ron a dirigir mi investigación hacia los desplazamientos de lossentidos de cubanidad y brasileñidad. La consolidación de vi-siones hegemónicas de lo nacional que proyectasen el tránsito ala modernidad en el Caribe y Brasil pasó por una rearticulaciónde los discursos y prácticas de interrelación social y cultural entorno a lo que he llamado el Otro interior. En alusión a la expe-riencia colonial, particularmente caribeña, Hall argumenta queparte de su carácter traumático radica en que los regímenes co-loniales tuvieron el poder de hacernos mirar y vivenciar a noso-tros mismos como Otros. Esta idea me llevó a explorar nuevasdimensiones de ese Otro interior, ya no sólo como aquellas arti-culadas por los letrados frente a grupos sociales que no encaja-ban bien en sus concepciones de modernidad, sino tambiéncomo esa compulsión interna de la que habla Hall y que intelec-tuales como Carpentier y Andrade se esforzaron por descifrar ymetaforizar en su obra creativa.

Los trabajos del crítico puertorriqueño Arcadio Díaz Qui-ñones y del cubano Rafael Rojas me parecen particularmente es-timulantes por sus finas lecturas de las tradiciones intelectualescaribeñas y su lugar en las configuraciones culturales y políticasde la región. En el caso de Díaz Quiñones, su temprano diálogocon los escritos de Edward Said, Partha Chaterjee y Ashis Nan-dy, entre otros, proveyó una importante esfera de interlocuciónentre las problemáticas del Caribe hispano y las elaboracionesteóricas de la llamada crítica postcolonial, contribuyendo no sóloa la transdisciplinariedad de los Estudios Culturales de la región,sino a cimentar avenidas de conversación transcontinental. Sha-lini Puri ha aportado sugestivos abordajes a las relaciones entreel pensamiento cultural, las configuraciones de lo nacional y losdesafíos de la desigualdad social en el Caribe, proponiendo unaarticulación necesaria entre las poéticas de la hibridez y las polí-ticas de la equidad. En cuanto a la teorización de lo nacional, meparece interesante la perspectiva que Alejandro Grimson llama

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de experiencialista, proponiendo indagar en las sedimentacionesde la experiencia histórica que generan sentidos de lo colectivo.En una coyuntura marcada por la polaridad entre discursos nacio-nalistas que obliteran la complejidad de las formas de vivenciar lanación y una postura no menos simplista que descarta lo nacionalcomo elemento estructurante de la experiencia colectiva contem-poránea, los autores antes citados parecen compartir la urgenciapor comprender los dispositivos que configuran la nación en elinterés de abrir avenidas hacia nuevas políticas de ciudadanía.

Otro de los desafíos que me parecen prioritarios para losEstudios Culturales desde América Latina es el de profundizaren la reflexión en torno a sus propios acercamientos epistemoló-gicos y el legado del eurocentrismo. A partir del concepto decolonialidad, acuñado por Aníbal Quijano, se vienen produciendoestimulantes análisis de las formas en que se inscriben las pers-pectivas eurocéntricas en los saberes con los cuales se ha preten-dido explicar la experiencia social. Las prácticas musicales cons-tituyen uno de los ámbitos en que se han generado sugerenteslecturas del universo de relaciones materiales e intersubjetivas pro-ducidas, según Quijano, con la constitución de América y deun nuevo patrón de poder mundial. Los trabajos de Ángel G.Quintero Rivera, Rafael J. de Menezes Bastos, Paul Gilroy yAna María Ochoa, entre otros, exploran las tramas musicales dela conformación de sociabilidades inscritas en el diálogo de lasculturas latinoamericanas con la modernidad occidental. LosEstudios Culturales se enriquecen con el análisis de otros len-guajes en que dimensiones como la estética y la emocional par-ticipan significativamente en la configuración de identidades.Estos trabajos apuntan a cómo la propia música de tradiciónoccidental, la llamada música clásica, contruye su ethos racionali-zador por contraste a músicas otras. En el examen de los modosde producción del poder y del saber desde el lenguaje y las prác-ticas musicales, la noción de colonialidad puede expandirse aotros registros de las relaciones sociales, como la sexualidad y lasrelaciones entre géneros. En el trabajo de Susan McClary, laindagación de las construcciones de género en la música clásicase vincula a la reflexión en torno a las subjetividades occidenta-les fundadas en el colonialismo.

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He limitado estos comentarios a algunos de los autoresque exploran los dominios que han guiado mis propias investi-gaciones, como las configuraciones identitarias y las relacionesentre la música y lo social. Sin embargo, considero que hay apor-taciones muy estimulantes dentro de los Estudios Culturales con-temporáneos en torno a asuntos de enorme relevancia como lastransformaciones en el espacio público, los desafíos de la demo-cracia, los flujos comunicacionales, las migraciones y la intercul-turalidad, entre otros.

¿Cómo definiría el lugar político de la cultura hoy? ¿De quémodo los Estudios Culturales pueden ayudar a pensar mejor las tensio-nes entre cultura, economía y política?

Creo que el lugar de la cultura siempre ha sido un lugar polí-tico, aunque se hayan operado cambios profundos en los modos ylos medios a través de los cuales se estructura esa relación. Creo quepara entender tales articulaciones en la contemporaneidad es precisono perder de vista los procesos de larga duración. Esa paradoja de locultural como una zona donde ciertos trazos pueden ser tan podero-sos y duraderos que parecen permanentes y, por otro lado, como unámbito de cambios vertiginosos, me parece siempre un desafío teóri-co. En ese sentido, pienso que una de las tareas de los Estudios Cul-turales es su contribución a desnaturalizar ciertos imaginarios sim-bólicos cimentados en procesos sociales de larga duración y que si-guen teniendo un peso sustantivo en las formas en que se configuranno sólo las relaciones sociales, sino nuestro trato con la naturaleza. Elproyecto neoliberal funda su hegemonía sobre la base de la legitima-ción de diversas modalidades de desigualdad, en su mayoría ancla-das en esos imaginarios de larga duración. Me parece que no sólo escrucial detectarlos, sino comprender más allá de sus estrategias dis-cursivas, cómo se inscriben en la práctica social, cómo se relacionancon los movimientos del capital y finalmente cómo podemos pro-veer criterios alternos que nos permitan como colectividades inter-pretar nuestra experiencia social de otras maneras y, en base a ellas,cimentar prácticas más empáticas y solidarias.

En el Caribe existe una consistente tradición intelectualque ha leído la resistencia en clave cultural. Creo que el interéstemprano de los Estudios Culturales en las prácticas cotidianas

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como espacio de configuraciones culturales contestatarias –pre-sente, por ejemplo, en los trabajos de Raymond Williams– haservido de referente en el examen de los grupos subalternos y enla valoración de lo que hoy llamamos su agencia social. A pesarde que la impronta de lo cultural es evidente y ha sido reconoci-da en el análisis de las diversas modalidades de resistencia –desdela rebeldía esclava, pasando por las luchas obreras, los movimien-tos feministas y la resistencia anticolonial, hasta los nuevos mo-vimientos sociales, ambientalistas, comunitarios, por la diversi-dad sexual, antineoliberal, entre otros– me parece que todavíano se le ha prestado suficiente atención al lugar de la estética yde lo simbólico en la conformación de imaginarios alternos. Enla coyuntura actual, cuando el desgaste del modelo de desarrolloen el Caribe colonial está provocando una crisis social sin prece-dentes –de la cual la huelga general en Guadalupe a inicios delaño 2009 y la intensificación de la protesta ciudadana en PuertoRico son manifestaciones palpables– me parece vital investigarel campo de posibilidades que se abre a nuevas configuracionesde cultura política y el lugar de lo estético en el desplazamientohacia formas más democráticas y plurales de contestación social.

¿Qué se gana con la defensa de la “transdisciplinariedad” quepractican los Estudios Culturales? ¿Considera usted que dicha fórmulaconlleva determinados riesgos, y cuáles? ¿Cuál es el balance que hacedel modo en que, en su propia universidad, se comporta la lógicaacadémica de las disciplinas formalmente instituidas frente a los pro-gramas de Estudios Culturales?

El valor que aún veo en las disciplinas radica en las genealo-gías teóricas que las han conformado y en el hecho de que consti-tuyen campos de interlocución en los cuales las problemáticaspueden ser discutidas a partir de un lenguaje común. Además,desde las disciplinas, se desarrollaron y refinaron estrategias me-todológicas que han producido formas muy elaboradas de rela-cionamiento crítico con los procesos sociales y culturales. La in-vestigación histórica, la etnografía, el análisis textual, por ejem-plo, constituyen abordajes extremamente valiosos que se nutrende una extraordinaria historia intelectual generada en buena me-dida dentro del ámbito de las disciplinas.

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Dicho esto, creo que las disciplinas son también responsa-bles, en parte, del sentido de intrascendencia que se ha instaladoen la cultura académica. La departamentalización de los saberesha generado, en algunos casos, un ensimismamiento teórico to-talmente nocivo frente a la necesidad de responder a los enormesdesafíos que presenta la contemporaneidad. Por otro lado, la ideade que el conocimiento debe producirse ordenadamente y den-tro de unos marcos de autocontrol o de disciplinamiento del pen-sar responde a una racionalidad occidentalista que ha negado con-sistentemente la subjetividad y las emociones en la produccióndel conocimiento. Es interesante constatar cómo la buena crea-ción literaria y artística, validando la intuición, logra elaborar ytransmitir lecturas muy finas y sugerentes de la realidad, mien-tras la investigación social tiende a limitar el horizonte de suspreguntas. Con esto no quiero sugerir la intrascendencia de lainvestigación o la renuncia a sus métodos. Al contrario, me pare-ce necesario revalidar su pertinencia y valorar no sólo las afirma-ciones que logre apuntalar, sino también las sospechas que pue-da aventurarse a enunciar.

Entiendo la transdisciplinariedad como un primer paso ha-cia quebrar la circularidad del conocimiento académico. Un im-pulso que debe ir de la mano de la búsqueda por generar diálo-gos translingüísticos, transculturales, transcontinentales, así comocon diversas lógicas comunitarias del saber. Los riesgos que com-porta me parece que van en dos direcciones. Por un lado, el con-siderarla como un valor en sí mismo y pretender hacer tábularasa con las disciplinas me parece una equivocación de grandesproporciones. El sentido de la transdisciplinariedad está en elu-cidar problemáticas que se escapan del ojo disciplinario, ilumi-nar sus fisuras, o proponer nuevas interrogantes. En modo algu-no debe verse como un catálogo de herramientas metodológicasa usar indiscriminadamente. El otro riesgo que veo en la trans-disciplinariedad es su posible institucionalización como un ni-cho adicional dentro de la academia, creando una especie de zonade confort que debilite el cuestionamiento necesario a la departa-mentalización de los saberes y estanque las posibilidades de trans-formaciones de mayor envergadura en nuestra relación con laproducción de conocimientos.

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En la Universidad de Puerto Rico, a pesar del compromi-so expreso en documentos institucionales recientes con estimu-lar la interdisciplinariedad, la realidad administrativa constituyeun obstáculo continuo a la consecución de tales objetivos. Lainterdisciplinariedad en nuestra institución se concibe principal-mente como un espacio para el tránsito de los estudiantes pordiversos campos del saber. En ese sentido el currículo académicopropende bastante a esa movilidad. Sin embargo, la adscripciónde los docentes a departamentos que responden a las divisionesdisciplinarias exige una lealtad laboral que acaba siendo onerosapara aquellos que buscan la transdisciplinariedad en su labordocente e investigativa. En ese sentido programas transdiscipli-narios como la Maestría en Gestión y Administración Culturalse sostienen a partir del interés y el compromiso de un profeso-rado que está dispuesto a asumir cargas adicionales en el marcode sus responsabilidades universitarias. Ante la severa crisis fi-nanciera que se avecina en nuestra universidad pública, estarápor verse cuáles son los nuevos acomodos para los Estudios Cul-turales y para la transdisciplinariedad en una cultura institucio-nal que ha probado ser extremamente resistente al cambio peroque irrevocablemente está llamada a asumirlo.

Los Estudios Culturales plantean el valor contextual y situacionalde los usos de la teoría y del saber. ¿Cuáles son las problemáticas regio-nales y locales que le parecen más urgentes de ser analizadas por losEstudios Culturales desde el lugar en el que se inscribe su trabajo aca-démico y crítico?

Esta es una pregunta crucial en la reflexión no sólo de losEstudios Culturales sino del sentido mismo de la teoría. Quierocomenzar sugiriendo que los modos en que teoría y práctica so-cial pueden retroalimentarse son múltiples y debemos valorarlosen su diversidad. Incluso porque los propios actores no somosunívocos. A partir de mi experiencia tanto en Puerto Rico comoen Brasil, observo en el sector cultural una gran polivalencia depersonas que transitan entre la creación, la gestión, la investiga-ción, el activismo, la educación popular o al menos entre algu-nos de dichos ámbitos. No quiero decir con esto que tal praxisno pueda llegar a ser problemática o que no genere impasses po-

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líticos o conceptuales. Pero, de modo general, contribuye a crearesferas de permeabilidad entre teoría y práctica, las cuales sonimprescindibles para trascender las fronteras de la crítica y laprotesta. Creo que tanto a nivel local como global estamos enuna coyuntura en que, éticamente, resulta apremiante tomar enserio el imperativo de construir alternativas.

Antes he aludido a la urgencia de desnaturalizar ciertos ima-ginarios anclados en la experiencia colonial y desvendar las múlti-ples formas de opresión, evidentes o solapadas, que operan en nues-tra sociedad sustentadas por dinámicas institucionalizadas de re-producción de las desigualdades. Quiero aprovechar esta preguntapara destacar la importancia de que dicho esfuerzo analítico setraduzca en un lenguaje público. Esto requiere de la movilizaciónde competencias que no son estrictamente las académicas y en esamedida exige de un trabajo colaborativo. Poner a circular criteriosalternos a los que sustentan las hegemonías vigentes no es tareafácil en el marco del empobrecimiento de los medios informativosy el achicamiento de la esfera pública. Sobre todo cuando institu-cionalmente se niega consistentemente la existencia del problema,como es el caso del racismo, uno de los comportamientos socialesque ha probado ser más resistente al cambio histórico. En el Cari-be, zona intensamente marcada por las migraciones intrarregiona-les, el racismo además se articula con la xenofobia, generando alar-mantes prácticas de atropello institucional, violación de derechosy afianzamiento de prejuicios en el sentido común. El desenmara-ñamiento de prácticas discriminatorias y autoritarias a veces nosólo enfrenta el silenciamiento institucional, sino que frecuente-mente resulta incómodo para muchos de los movimientos, sindi-catos y la izquierda tradicional. En el contexto puertorriqueño hayun abismo bastante penoso entre el vocabulario de los EstudiosCulturales y el debate público sobre la cultura. En ese sentido,creo que es indispensable participar en distintas esferas de diálogosocial, siendo concientes de que la urgencia política no puede ha-cernos resbalar en categorías reduccionistas.

Otra instancia importante para la articulación de teoría ypráctica social se da en el seno de procesos comunitarios dondese generan desplazamientos conceptuales de los paradigmas conque tradicionalmente se responde a problemáticas como la vio-

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lencia, la drogadicción, la dependencia económica, la deserciónescolar o la desintegración del tejido comunitario, entre otras.En ese contexto, el análisis cultural en su transversalidad y poro-sidad para con otros saberes profesionales y comunitarios puedecontribuir a gestar procesos participativos de formulación de al-ternativas concretas, que a su vez sirvan de ejemplo en el diseñode políticas públicas innovadoras. En Puerto Rico, a pesar de lapoca resonancia que han tenido estos esfuerzos en las adminis-traciones gubernamentales recientes, hay experiencias esperan-zadoras donde la articulación de saberes y voluntades ha operadoen función de modelos que tienen un valioso potencial de im-pactar positivamente la calidad de vida de la gente. Un ejemplode esto lo fue la creación del Fideicomiso de la Tierra del CañoMartín Peña en 2004, experiencia en la cual se logró trascenderconceptos culturalmente arraigados, como el derecho propieta-rio, para elaborar un instrumento jurídico que evitase el despla-zamiento de ocho comunidades marginadas y sentase las basespara su desarrollo integral. La inserción de los Estudios Cultura-les en procesos participativos de construcción de alternativas nosólo puede vigorizar la acción social o comunitaria, sino que tam-bién tiene el potencial de nutrir la propia formulación teórica yla producción académica. Las investigaciones sobre música y vio-lencia generadas por el laboratorio de etnomusicología partici-pativa que conduce Samuel Araújo en la favela de Maré en Ríode Janeiro, junto a jóvenes de secundaria, universitarios y pos-graduandos de la Universidad Federal de Río de Janeiro, es unabuena muestra de ello.

El análisis cultural puede contribuir de muchas maneras alentendimiento de los desafíos contemporáneos, iluminando lasrelaciones entre procesos que operan a escala diversa. Ante lostiempos descalabrados que vivimos en el Puerto Rico del sigloXXI, me parece urgente documentar la afronta material y simbó-lica a los sentidos de lo público puesta en marcha por el gobiernode turno. Como también las estrategias de la gente –en su diver-sidad, en su dispersión, en sus intentos de concertación– por bre-gar con la crisis y resistirse a convenir con la sentencia que simbo-liza el credo del gobierno de que mejor es resignarse porque así esla vida, such is life.

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Los Estudios Culturales subrayan la categoría de “intervención”.¿Qué importancia y significado le da usted a esta categoría?

Tal vez la carga teatral de la categoría de “intervención”pueda resultar seductora y movilizadora. Sin embargo, en el fon-do, me parece una noción que merecería ser repensada. Comopuertorriqueña, la palabra intervención inevitablemente me re-mite a 1898 y a la invasión norteamericana, momento que signala consolidación de la hegemonía militar estadounidense y quefunda su política intervencionista, la cual desafortunadamente con-tinúa vigente. Me parece riesgoso trabajar con una categoría quecontiene un lastre tan marcado de autoritarismo y violencia. Porotro lado, si pensamos la sociedad como un cuerpo, la noción deintervención alude a la práctica quirúrgica que parte de una vi-sión de la enfermedad como un mal localizado que se puede ex-tirpar a partir de una intervención externa. Creo que es necesariopensar en otro tipo de paradigma y de metáfora que trascienda ladualidad tan problemática del adentro y afuera. En términos dela producción del conocimiento esto implica repensar las ideasde objetividad y neutralidad, de la separación entre el sujeto pen-sante y la realidad. Finalmente, en términos de política pública,creo que referirse a la gestión del Estado en cuanto intervencióntambién resulta discutible pues presupone una falsa separaciónentre Estado y sociedad que, en alguna medida, acaba por natu-ralizar los presupuestos del liberalismo.

En contextos donde los márgenes de acción ciudadana es-tán severamente circunscritos puedo ver la intervención comoun recurso necesario, tal vez el único, para corroer los dispositi-vos de opresión. La acción simbólica, como forma de interven-ción ha sido un recurso extraordinario para visibilizar situacio-nes silenciadas y exigir una participación en igualdad de condi-ciones. Creo que en la pregunta anterior he dejado claro la im-portancia que reviste para mi la retroalimentación entre la re-flexión teórica y la acción social. Sin embargo, no concibo esarelación como una intervención de la teoría en la práctica o vice-versa, a no ser que se le adscriba a la categoría de intervención elsentido de la mediación. Por lo tanto, prefiero pensar en ámbitosde participación, o en instancias de enunciación.

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¿Qué relación establece entre “Estudios Culturales” y “políticasculturales? ¿Cómo se cruzan ambos con la “gestión y la autogestión cul-turales”?

Idealmente los Estudios Culturales deben proporcionar los fun-damentos conceptuales y las interpretaciones de las dinámicas con-temporáneas sobre las cuales han de articularse las políticas cul-turales. Evidentemente la formulación de políticas es mucho más queun ejercicio de traducción de principios teóricos en acciones. Implica,según observa Eduardo Nivón Bolán “un conjunto necesariamenteheterogéneo de actores, discursos, presupuestos y prácticas adminis-trativas”. Además de un entendimiento de los procesos culturales, re-quiere de unos principios de acción política.

Es preciso tener en cuenta, como advierte Ana MaríaOchoa, que la noción de políticas culturales comporta variasacepciones. En casi todas ellas, volviendo a la pregunta anterior,la categoría de intervención aparece como un elemento definito-rio. Néstor García Canclini, por ejemplo, se refiere a las “inter-venciones realizadas por el Estado, las instituciones civiles y losgrupos comunitarios organizados a fin de orientar el desarrollosimbólico, satisfacer las necesidades culturales de la población yobtener consenso para un tipo de orden o transformación so-cial”. Por otra parte, desde una acepción que destaca el rol de losmovimientos sociales, Álvarez, Dagnino y Escobar señalan: “cul-tural politics are also enacted when movements intervene in policydebates, attempt to resignify dominant cultural interpretations ofpolitics, or challenge prevailing political practices”. Me pregunto siel acento en la noción de intervención no contribuye a la sospe-cha con que algunos miran las políticas culturales, como instan-cias que interfieren en el desarrollo “libre” del ámbito de la cul-tura. Ciertamente las contribuciones teóricas de los EstudiosCulturales ayudan a poner en perspectiva esa idealización deuna esfera cultural autónoma. Sin embargo, no debemos pasarpor alto las implicancias de los conceptos, por lo que me pareceoportuno pensar la política cultural, como lo hace Ana MaríaOchoa, en cuanto movilización de lo cultural:

Defino como política cultural la movilización de la cultura lle-vada a cabo por diferentes tipos de agentes –el Estado, los

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movimientos sociales, las industrias culturales, institucionestales como museos u organizaciones turísticas, asociacionesde artistas y otros– con fines de transformación estética, or-ganizacional, política, económica y/o social1.

La aportación de los Estudios Culturales a las políticas cul-turales me parece indispensable. De otra manera, estas puedenconvertirse en acciones cosméticas sin relevancia social o en agen-tes acríticos de los gobiernos, empresas o movimientos que lasformulen. Las políticas culturales están cimentadas sobre visio-nes de las identidades nacionales, étnicas, de género, entre otras,ya sea de forma explícita u oblicua. Pueden contribuir a la valo-ración de la diversidad como pueden, a veces sin quererlo, refor-zar visiones problemáticas de las identidades. Isar P. Godreau hamostrado, por ejemplo, cómo algunas prácticas institucionaliza-das para celebrar la negritud en Puerto Rico están atravesadaspor estereotipos que reproducen los prejuicios hacia la pobla-ción afrodescendiente. Por otra parte, los debates en torno a unareciente ley de protección y fomento a la música tradicional re-velan cómo la articulación de políticas puede entramparse enimpasses conceptuales al no reconocer asimetrías históricas. Sinun examen de los complejos procesos de sedimentación de re-presentaciones sociales en la música del país, las posturas anta-gónicas que se enuncian podrían leerse como meras opiniones,cuando en el fondo se relacionan con asuntos sensitivos en lasociedad puertorriqueña contemporánea, como lo son el prejui-cio racial, la desigualdad social y la subordinación política. Estaes apenas una instancia de un amplio ámbito de las políticas cul-turales que tiene que ver con lo que Manuel Antonio Garretónha llamado los temas valóricos, en el cual la reflexión teórica re-sulta esencial.

Hay muchos otros dominios en que los Estudios Culturaleshan de servir de faro a las políticas, como lo son la comprensión delos procesos de producción, circulación y consumo cultural, o el es-tudio del derecho como configurador de categorías culturales, entretantos otros. Como he sugerido antes, las políticas culturales requie-

1 Ana María Ochoa, Entre los deseos y los derechos. Un ensayo crítico sobre políticasculturales. Bogotá, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, 2003, p. 20.

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ren de unos principios de acción política, los cuales también son unámbito importante de reflexión. En el caso puertorriqueño, la arti-culación de políticas públicas está marcada por una cultura políticapartidista que desconsidera la participación ciudadana en la formu-lación de propuestas y cuando hace algún acercamiento a los “exper-tos”, en general busca “lavarse las manos” de problemas que generanpasiones. En la coyuntura actual, ante el desbaratamiento políticode las instituciones que por décadas han sustentado la política cultu-ral de Estado, como el Instituto de Cultura Puertorriqueña, la Cor-poración para la Difusión Pública y la Escuela de Artes Plásticas, pormencionar algunas, cabe la difícil tarea de articular posiciones quedimensionen la importancia de la institucionalidad pública, sin me-noscabar las visiones problemáticas de lo cultural y las inercias admi-nistrativas por las cuales algunas de estas agencias se han caracteriza-do. En todo caso, la mirada a la cotidianidad de la articulación eimplementación de políticas, como nos ha mostrado Ana MaríaOchoa, resulta fundamental a la hora de poner en perspectiva losdiscursos.

La inserción de la gestión cultural en el ámbito académicoha contribuido a generar un espacio de confluencia entre la re-flexión teórica y la práctica. La gestión cultural trae a la universi-dad una densa trayectoria de saberes y modos de proveer espaciosocial al arte, a las celebraciones colectivas y prácticas simbólicas.Por otro lado, al convocar el conocimiento académico transdisci-plinario la universidad ofrece a la gestión cultural un apoyo clavepara ensanchar y profundizar su esfera de actuación. Siguiendo latradición de los Estudios Culturales, la academia debe proveer ala gestión un espacio de reflexividad que contribuya a una prácti-ca anclada en un conocimiento contextual y transversal de losprocesos contemporáneos. Me parece que es menester mantenervivo ese diálogo entre saberes para que la gestión cultural no seconvierta en un manual operativo.

La noción de autogestión cultural es de uso frecuente en elcontexto puertorriqueño contemporáneo, tal vez porque la faltade institucionalidad cultural ha creado un ámbito donde gene-ralmente son los propios creadores los que asumen la tarea degestionar su trabajo. Es interesante observar que la categoría deproductor en nuestro medio tiende a asociarse a lo comercial. La

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reciente aprobación de una ley que profesionaliza y regula la produc-ción cultural acentúa el abismo entre una práctica que puede generaraltos lucros y que se inserta en los flujos globales de la industriacultural y una esfera principalmente autogestionada, donde vivir dela cultura resulta ser un arte. Creo que la participación de los gesto-res culturales en la formulación de políticas, informadas por la re-flexión teórica de los Estudios Culturales, es crucial para desarrollaresferas más democráticas y sustentables de gestión de la cultura, quedimensionen el valor de la experiencia estética en nuestro tránsitopor la vida.

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Juan Ricardo Aparicio, Alcira Saavedra,Gregory Lobo, Camilo QuintanaDepartamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales,Comité Estudios Socioculturales e Interculturales,Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

Si tuvieran que formular una definición de los Estudios Cultu-rales como campo de estudio, ¿cuáles son los rasgos específicos y distin-tivos que ustedes señalarían como constitutivos de su proyecto y visión?

Dentro del marco conceptual de nuestra unidad acadé-mica, proponemos que los Estudios Culturales analizan las com-plejas interrelaciones entre el poder y la cultura dentro de for-maciones históricas específicas. Los comprendemos como unproyecto intelectual y político que busca, por un lado analizardichas interrelaciones con el objetivo de trazar y desnaturalizarlos regímenes de poder encargados de la producción de des-igualdades y jerarquías para así contribuir a la transformaciónde los mismos; pero por el otro, buscan cartografiar los intersti-cios, los flujos, lo residual y la misma diferencia como depósitosde articulaciones novedosas que escapan a estos mismos regíme-nes. También entendemos que las preguntas y metodologías deinvestigación de los Estudios Culturales siempre se definen deacuerdo a los mismos contextos que construyen con el propósitode diagnosticar mejor las complejas relaciones entre la cultura yel poder. Por lo tanto, son necesariamente transdisciplinarios,pues su misma concepción de “lo cultural” atraviesa las distin-tas dimensiones de la vida humana que habían sido divididas endisciplinas discretas bajo la modernidad. Nuestra postura sefunda en las siguientes perspectivas analíticas, entre otras: elmarxismo y el posmarxismo, el feminismo, las teorías críticas dela sexualidad, la teoría social moderna y sus tensiones con lasteorías postmodernas y postestructuralistas, y las teorías críticaslatinoamericanas. En medio de todo esto, enfatizamos la natu-

Juan Ricardo Aparicio, Alcira Saavedra,Gregory Lobo, Camilo QuintanaDepartamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales,Comité Estudios Socioculturales e Interculturales,Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia.

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raleza discursiva de los conflictos sociales como rasgo distintivo denuestra comprensión de este campo de estudio, lo cual lleva a quenuestro currículo asuma el hecho del lenguaje y de las lenguas comopráctica social productora de sentido. Por estas mimas razones esque nos posicionamos intelectualmente dentro de una Facultad deCiencias Sociales como un Departamento de Lenguajes y EstudiosSocioculturales que ofrece programas académicos de pregrado yposgrado.

¿Cuál es el legado de la Escuela de Birmingham que ustedesincorporan a su proyecto de Estudios Culturales? ¿Cuáles son los auto-res y posturas que hoy, dentro del actual campo de los Estudios Cultu-rales, les parecen más significativos y estimulantes?

El legado de Birmingham aparece como uno de los vecto-res más relevantes (mas no el único) dentro de nuestra concep-ción de los Estudios Culturales. En particular, nos posicionamosdentro de un proyecto inspirado por las teorías marxistas y neo-marxistas las cuales han constituido un valiosísimo andamiaje teó-rico alrededor del poder, la relacionalidad, el problema todavíairresuelto de la determinación y su relación con “lo cultural”.Seguimos su estilo de trabajo intelectual de siempre estar traba-jando en y sobre formaciones sociales específicas atravesadas porjerarquías raciales, sexuales, geopolíticas y epistémicas, entre otros.De esta manera, nuestro análisis sobre la raza, la nación, la etnia,la violencia y el cuerpo siempre remite a una historización y con-textualización donde podamos entender el poder de “la cultura”y la “cultura” del poder en coyunturas específicas. También incor-poramos dentro de este legado las vertientes de pedagogía críticaque no sólo conforman un área definida dentro del Departamen-to fuera de las de lenguajes y Estudios Culturales, sino que seconvierte en uno de los nodos de intervención más definitivos quetiene nuestra Unidad. De igual manera, siguiendo dentro de estamisma corriente neomarxista, Gramsci y los posteriores trabajosde Laclau y Mouffe nos resultan fundamentales para nuestro en-tendimiento de la hegemonía, las luchas hegemónicas y la conso-lidación (nunca completa) de los bloques hegemónicos. Necesa-riamente, aquí el vector de Birmingham se une con otras corrien-tes de pensamiento que produjeron rupturas fundamentales para

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la teoría social contemporánea, tales como las de Saussure y supreocupación central alrededor del lenguaje, la cultura y el po-der. También destacamos el legado de otros pensadores francesescomo Barthes y Derrida dentro de esta exploración por su poten-cial para desestabilizar las mismas categorías de pensamiento ymostrar su articulación con las hegemonías. Igualmente, nos nu-trimos de la obra de Foucault y su preocupación por la produc-ción de sociedades normalizadas y normalizantes, su relación conlos saberes y con los mismos procesos de subjetivación. Corrien-tes propias de autores latinoamericanos tales como las de AníbalQuijano, Enrique Dussel, Arturo Escobar, Walter Mignolo y NellyRichard; sin dejar de incorporar a autores representativos de unalínea periférica de pensamiento sociocultural que proviene delAtlántico y el Caribe, la cual se encuentra mejor representada porintelectuales como Franz Fanon. Todos los anteriores autores seconvierten en referencias fundamentales para entender la produc-ción y reproducción histórica de estas jerarquías desde la coloniahasta nuestros tiempos en el contexto actual.

A partir de tal legado epistemológico y metodológico, el pro-yecto de Estudios Culturales de nuestro Departamento proponeun programa de formación académica que se cimenta en el currícu-lo y las líneas de investigación que se exponen a continuación:

Currículo• Paradigmas de los Estudios Culturales: conocer y entenderlos paradigmas a través de los cuales se estudia la “culturi-zación de las relaciones de poder”. Lo anterior, examinandolos procesos sociales mediante los cuales las relaciones depoder toman forma y se hacen evidentes culturalmente.• Teorías de la Subjetividad: el estudio de las teorías de cons-trucción del sujeto, enfatizando los procesos de diferencia-ción de las subjetividades y sus múltiples posiciones, pres-tando especial atención a las dinámicas que conducen a laproducción de identidades y aquellas que las regulan, je-rarquizan y normalizan.• América Latina y los Estudios Culturales: investigar y re-flexionar acerca de las diferentes visiones y versiones queconstituyen el campo de los Estudios Culturales en Améri-

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ca Latina, resaltando la necesidad de repensar la noción de“América Latina” a partir de los paradigmas de los EstudiosCulturales.• Políticas de la Representación: Examinar el papel del poderen la producción, circulación y consumo de las representa-ciones culturales y en la reproducción de diversos órdenessociales y políticos.

Líneas de investigación• Políticas de la Representación: en la que se investiga la arti-culación y distribución de las identidades sociales tantoresistentes como dominantes.• Análisis del Discurso Sociopolítico: en la que se estudian losdiscursos contemporáneos que pretenden articular los va-rios elementos sociales en narrativas sociales significantes.• Lenguaje, Cultura y Poder: en la que se estudian las diná-micas mutuas entre las relaciones sociales de poder el usodel lenguaje, y la estructura de la cultura.• Sexualidad y Género: en la que se investigan los procesosde naturalización y resistencia de las identidades e identifi-caciones de género y sexualidad normativas y binarias.

¿Cómo definirían el lugar político de la cultura hoy? ¿De quémodo los Estudios Culturales pueden ayudar a pensar mejor las tensio-nes entre cultura, economía y política?

Con seguridad, los Estudios Culturales tienen mucho quedecir alrededor de las tensiones entre la cultura, la economía y lapolítica al encuadrarlas dentro de su preocupación por la relaciónentre la cultura y el poder. Así, no sólo lo que consideramos como“lo económico” o “lo político” se problematiza desde una interro-gación sobre sus mismas condiciones de posibilidad y significa-ciones particulares (“lo cultural”), sino que las mismas disputassobre los significados movilizados por lo que se entienda por “laeconomía” y “la política” se vislumbran como verdaderas batallasculturales por codificar y descodificar. De esta manera, bajo laconocida expresión de “todo es cultura y la cultura lo es todo”,entendemos que lo más naturalizado y dado de antemano, talcomo se desprende de las acepciones más usuales de “la econo-

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mía”, encierran en sí mismos relaciones sociales y procesos históricosfundamentales para su reificación actual. Sin duda alguna, la necesi-dad de intervenir sobre la economización del conocimiento y delsaber académico al cual nos vemos enfrentados nos anima a iniciaragendas investigativas que permitan analizar las racionalidades, sub-jetividades y técnicas de poder movilizadas por un proyecto cultural,que influencia de manera determinante el quehacer académico en laactualidad. Desde esta óptica, aquello que consideramos alejado detoda relación social como buena parte de los enunciados, las racio-nalidades y axiomáticas que caracterizan el discurso hegemónico dela economía liberal y neoliberal se convierten en puntos estratégicosde nuestras mismas intervenciones intelectuales para desnaturalizary problematizar sus mismos sentidos comunes. De la misma mane-ra, para seguir sus efectos materiales alrededor de las nuevas formasde control y de producción de las subjetividades que conllevan yproducen.

¿Qué se gana con la defensa de la “transdisciplinariedad” quepractican los Estudios Culturales? ¿Consideran ustedes que dicha fór-mula conlleva determinados riesgos, y cuáles? ¿Cuál es el balance quehacen del modo en que, en su propia universidad, se comporta lalógica académica de las disciplinas formalmente instituidas frente alos programas de Estudios Culturales?

En buena medida, nuestro mismo proyecto de los Estu-dios Culturales está definido por las muy variadas trayectoriasdisciplinarias, intelectuales y personales de nuestro cuerpo do-cente. No hacemos parte de la misma disciplina aun cuandopertenecemos a un Departamento de Lenguajes y Estudios So-cioculturales que resulta ser el único en el país que ofrece simul-táneamente un programa de pregrado y de posgrado en Estu-dios Culturales. Por ser un departamento nuevo con un trabajointelectual que justamente se localiza en las fronteras discipli-narias, hemos tenido que irnos ganando un espacio de reconoci-miento dentro de los prejuicios, justificados o no, de cierta ver-sión neocolonialista y relativista del proyecto de los EstudiosCulturales por parte de otros departamentos dentro de la Facul-tad de Ciencias Sociales. No ha sido un trabajo fácil, pues porun lado los legados modernos de la separación de las distintas

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disciplinas y sus respectivas áreas han sido y serán un inocultablefreno a una interrogación compleja sobre la profunda relacionali-dad de la misma vida social. También por la misma competenciapor estudiantes y recursos entre programas y departamentos que,en tiempos de crisis como los que vivimos actualmente, tienden aaumentar la lucha por estímulos. Pero aún así, consideramos quela gran fortaleza de la transdisciplinariedad es la de ubicar nuestrasmismas interrogaciones en un terreno complejo que atraviesa lasmismas disciplinas y nos obliga a cartografiar los efectos de las re-laciones entre cultura y poder, a través del campo social en general(transdisciplinar). De esta manera, es importante recalcar que tan-to la Facultad de Ciencias Sociales como la Universidad de los Andesson entidades que se fundaron sobre filosofías que protegen, fo-mentan y promueven el libre pensamiento y el eclecticismo críticoen todos sus programas de estudio. Por lo tanto, su lógica ante lalínea de estudio e investigación sociocultural ha sido abiertamentefacilitadora, comprensiva y promotora del diálogo académico detales temas. Las debilidades justamente se deben a la alta exigenciaque dicha perspectiva conlleva y que muchas veces no se cumple ose reduce simplemente a aproximaciones diferentes, pero configu-radas desde distintas disciplinas (interdisciplinar).

Tal característica de “transdisciplinariedad”, fuera de fo-mentar múltiples metodologías de análisis, también promue-ve la comprensión de cómo estas metodologías deben situarsecon respecto a las demás metodologías de análisis económico,político y social para brindar un entendimiento más integral ycomprensivo de estos fenómenos. Finalmente, consideramosque el principal riesgo de esta postura de acentuado eclecticis-mo es que no sea reflexiva, es decir, que en su búsqueda de laintegración transdisciplinar no pierda ni su identidad autóno-ma, ni su naturaleza inquisitiva.

Los Estudios Culturales plantean el valor contextual y situacionalde los usos de la teoría y del saber. ¿Cuáles son las problemáticas regio-nales y locales que les parecen más urgentes de ser analizadas por losEstudios Culturales desde el lugar en el que se inscribe su trabajo aca-démico y crítico?

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Las investigaciones y las preguntas de sus proyectos ade-lantadas por nuestros profesores e investigadores surgen de con-textos específicos y responden a problemas urgentes y relevan-tes de confrontar en el caso colombiano. En sí, la definición denuestro proyecto depende de los problemas que estamos en-frentando y las herramientas teóricas y metodológicas que te-nemos a nuestra disposición. En consecuencia, nos ubicamosjustamente en el análisis de coyunturas. En particular, algunosproyectos de nuestro cuerpo docente se inscriben en las proble-máticas raciales y sexuales alrededor de la construcción discur-siva de la nación, buscando entender los procesos de exclusióne inclusión que gravitan alrededor de estos relatos y determinarsus consecuencias materiales en el actual contexto colombiano.Otros proyectos buscan aproximarse hacia el fenómeno de laviolencia y los distintos tipos de respuesta que agencias inter-nacionales, ONG, el Estado colombiano, y las mismas organi-zaciones de víctimas movilizan para la protección de la vida enestas locaciones marginales que caracterizan la geografía políti-ca y social en Colombia. Así, la actual coyuntura colombianadonde surgen todo tipo de propuestas y políticas para la pro-tección y reparación de las víctimas está siendo analizada comoun espacio de lucha, precisamente, por sedimentar significadosy orientar prácticas sociales. Fuera de lo anterior, los primerostrabajos de grado de nuestra maestría en Estudios Culturalesemergen desde las mismas trayectorias y problemáticas concre-tas y relevantes para el contexto contemporáneo que guían suspreguntas de investigación, como lo son: el problema de la raza,la violencia, los retos y problemáticas de la educación en con-textos interculturales, etc. En definitiva, en nuestro Departa-mento de Lenguajes y Estudios Socioculturales buscamos quetodos sus actores se aproximen a sus propias preocupaciones ytrayectorias personales e intelectuales como fundamentos de susmismos intereses académicos.

Los Estudios Culturales subrayan la categoría de “intervención”.¿Qué importancia y significado le dan ustedes a esta categoría?

La importancia y el significado de la categoría de “inter-vención” es motivo de arduo debate dentro de nuestro progra-

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ma. Es claro que tanto nuestras agendas investigativas, así comonuestros deseos están impulsadas por el proyecto de transfor-mación de formaciones cimentadas en relaciones desiguales depoder. Es aquí donde inscribimos nuestra politización de la teo-ría, la cual busca estratégicamente analizar estas mismas forma-ciones y efectos materiales de dominación, jerarquización y mar-ginalización. La teoría siempre es un desvío para luego volver aindagar sobre la capacidad de transformación de esos regíme-nes. Simultáneamente, concebimos que la teorización de la po-lítica genera un amplio espectro de prácticas de intervenciónposibles desde nuestra unidad académica. Como práctica depedagogía crítica, en el Departamento le damos un enorme va-lor a la posibilidad de intervenir y desestabilizar significadoshegemónicos responsables de una miríada de efectos materialesque, a su vez, podemos rastrear en nuestra misma cotidianidad.Tanto en el salón de clases como a través de nuestras publica-ciones y proyectos de investigación, la intervención en esas for-maciones no busca dictaminar respuestas absolutas ni certeraspara seguir. Se tratan, más bien, de prescripciones estratégicas,flexibles y coyunturales.

¿Qué relación establecen entre “Estudios Culturales” y “políti-cas culturales? ¿Cómo se cruzan ambos con la “gestión y la autogestiónculturales”?

Precisamente, por ser posibles desde la naturalización designificados es que las políticas culturales se convierten en unode los blancos más urgentes de analizar e intervenir desde nues-tro entendimiento de los Estudios Culturales. Concebimos quetoda política o gestión es necesariamente “cultural” y “política”y, por lo tanto, abierta a una indagación sobre sus mismas condi-ciones de posibilidad, sus efectos materiales, y su correspondien-te marginalización u ocultamiento de otros significados alterna-tivos. Es en este mismo nivel donde indagamos por la relaciónentre lo popular y el bloque de poder, el Estado y los movimien-tos sociales, entre otros, como espacios de tensión, articulación einterpelación complejos y nunca unilineales por la codificacióny descodificación de significados. Concebimos la tensión entrela política cultural y la cultura política como una inagotable lu-

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cha por los significados de ser mujer, hombre, la democracia, lopúblico, lo político, lo privado, etc. Parafraseando a Stuart Hall,es por eso que la cultura nos importa: porque es justamente des-de ahí donde se configuran y se sedimentan significados que, asu vez, orientan nuestras mismas formas de ver y habitar el mun-do y relacionarnos con el otro.

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Nelly RichardMagíster en Estudios Culturales,Universidad ARCIS, Santiago de Chile.

Si tuviera que formular una definición de los Estudios Cultura-les como un campo de estudio, ¿cuáles son los rasgos específicos y distin-tivos que usted señalaría como constitutivos de su proyecto y visión?

Si hablamos de Estudios Culturales propiamente tales, en elsentido que les confiere a este rótulo la profesionalización acadé-mica de un campo que se sustenta en programas de estudios,congresos y series editoriales, deberíamos rastrear la genealogía deeste campo señalando quizás dos etapas o momentos que marcansu itinerario: 1) la formación en la Inglaterra de los años sesenta yel posterior desarrollo del Center for Contemporary Cultural Stu-dies de Birmingham, cuya serie de autores (Hoggart, Thomson,Williams, Hall) arma un legado cuya productividad teórica le daun espesor histórico a los Estudios Culturales; 2) la instituciona-lización de cursos y departamentos según un modelo globalizadode Estudios Culturales que se instala en la academia internacio-nal, sobre todo en Estados Unidos en los años ochenta, señalandouna doble articulación de los Estudios Culturales orientados al-gunos principalmente hacia la cultura popular (masiva-popular)y otros hacia los estudios postcoloniales y de la subalternidad. Yoagregaría un tercer momento que es más de debates que de repro-ducción de saberes: en los noventa en América Latina cuando,junto con la creación de algunos escasos programas de EstudiosCulturales en las universidades latinoamericanas, se producenactivos debates en torno a los Estudios Culturales o incluso encontra de la versión metropolitana de los Estudios Culturales (unosdebates ellos mismos facilitados por la circulación de académicosy críticos latinoamericanos por las redes de congresos y publica-ciones de la academia norteamericana) que también abastecen el

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campo de discusión teórica de los Estudios Culturales en AméricaLatina aunque sea contrastando posturas y profundizando contra-dicciones con sus orientaciones dominantes. Estos debates cruzadoshan ayudado a explicitar los distintos proyectos que combinan losEstudios Culturales en su dimensión más emancipadora pero, tam-bién, a evidenciarlos como el síntoma de una vasta crisis de las con-diciones de producción del saber en el actual paisaje universitario:un paisaje universitario sometido, sobre todo en América Latina, aprocesos de tecnocratización y neoliberalización del conocimientoque afecta con mayor dureza lo que antes se llamaba las “humanida-des”.

Me parece que los Estudios Culturales no pueden ni debenser objeto de una definición unitaria. Lo que agrupa la actual no-menclatura de “Estudios Culturales” (con su tendencia a clasificardistintas orientaciones bajo una misma marca etiquetadora para lacomodidad del mercado académico internacional) no designa uncampo homogéneo de aplicaciones, al menos en América Latina,sino un conjunto plural de prácticas cuyo significado y posición–en lo teórico, en lo crítico-disciplinario y en lo político-institucio-nal– varían según sus contextos de inscripción tanto sociohistóricoscomo universitarios. Varias líneas de trabajo cuyos tránsitos no seidentifican programáticamente como “Estudios Culturales”, peroque entrecruzan las fronteras de la sociología, de la literatura y de lacultura, de la antropología, de la literatura, del arte y la sociedad,de la teoría de las comunicaciones, de la crítica cultural, etc., con-vergen en una zona transdisciplinaria de estudios sobre cultura,poder y hegemonía que puede ser una de las definiciones ampliasque se les da a los Estudios Culturales. Esto supone considerar a locultural como un universo de sentidos regulado por sistemas devaloración y atravesado por conflictos de representación que se en-cuentran siempre vinculado a lo que Pierre Bourdieu llamó la “vio-lencia simbólica”, en contra de la visión idealista y contemplativa(aristrocratizante) de la cultura que, en la tradición burguesa, de-signaba una esfera desinteresada.

Pese a las diferencias entre proyectos no homologables, creoque lo que se reconoce como Estudios Culturales se caracteriza apartir de algunos rasgos que apelan a la movilidad de lo “trans”(cruces, hibridez, travesías) para:

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1) desplazar las fronteras de las disciplinas y los saberes canó-nicos, cuestionando las exclusiones y descalificaciones que sepractican en nombre del “conocimiento verdadero” (superior)y liberando el ingreso a la universidad de los conocimientoslocales, subordinados, periféricos, minoritarios, que habíansido marginalizados por distintos sistemas de convencionesacadémicas;2) ampliar la categoría de “texto” a múltiples prácticas so-ciales y artefactos culturales, antes desatendidas por las hu-manidades que se resistían a traspasar las fonteras de la “ciu-dad letrada” (Angel Rama) y cuyos dispositivos significan-tes pasan hoy a convertirse en objetos de análisis crítico;3) superar las divisiones jerárquicas entre lo “culto” y lo“popular” para reflexionar, por ejemplo, sobre cómo semodulan las subjetividades cotidianas por las vías del con-sumo (apropiación, resignificación) en tiempos de capita-lismo mediático, de tecnologías audiovisuales y de indus-trias del espectáculo;4) politizar la cuestión del saber/de los saberes en contra dela ficción purista de la autonomía del conocimiento (tras-cendente y universal) y desbordar los límites de autorrefe-rencialidad del discurso académico para vincular el adentrode la universidad con el afuera de la exterioridad social ypolítica.

¿Cuál es el legado de la Escuela de Birmingham que usted in-corpora a su proyecto de Estudios Culturales?

La principal herencia de los textos de R. Williams y otrosautores de Birmingham es, a mi entender, el dimensionamientodel rol activo –no subordinado– que desempeña la cultura en losprocesos sociales a partir de su crítica al reduccionismo econo-micista del marxismo clásico que, a través del esquema base/su-perestructura, planteaba una determinación lineal entre lo real-social y lo ideológico-cultural como si lo simbólico y lo expresi-vo sólo reflejaran los conflictos de intereses político-económicosy las luchas sociales en lugar de articularse como dimensionesconstitutivas de las prácticas y las identidades. La Escuela de Bir-mingham aborda la cultura en una interrelación dinámica con la

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política, la economía, la historia y la sociedad. Las fluctuacionesde Raymond Williams entre la literatura –como sistema diferen-ciado– y la cultura como trama socioideológico-política (como“conjunto de prácticas sociales”) permite un juego de desplaza-mientos entre la autonomía y la heteronomía de las formas; unjuego que nos sirve para no divorciar la textualidad de lo artísti-co y lo literario de la heterogeneidad de lo social, sin tener querenunciar tampoco a la especificidad de lenguaje de las produc-ciones estéticas que entran en la batalla del “valor” en el interior–o en los bordes– de campos especializados de legitimación ar-tística y cultural. A la vez Williams ofrece una reelaboración muysugerente de la “hegemonía” gramsciana, complejizada por lasinterrelaciones móviles entre los distintos estratos de formacióncultural de lo “emergente”, lo “dominante” y lo “residual” quearticulan dinámicamente las luchas de sentido. Desde la heren-cia de Williams y de los otros autores de Birminghmam, lo “po-pular” es el campo donde se redefinen las relaciones entre lo he-gemónico y lo subalterno ya no pensados como categorías ho-mogéneas ni posiciones fijas –opuestas entre sí porque un sectorde la sociedad ejerce la dominación sobre el otro que la sufrepasivamente, según un esquema maniqueo– sino como términosmóviles y relacionales que operan a través de sometimientos yresistencias pero también de subyugaciones, negociaciones y con-sensos.

También es relevante el modo en que los Estudios Culturalesbritánicos rechazaron la visión jerarquizante de la alta cultura (latradición de privilegios connotada por la distinción de clase de lasbellas-artes) que descalifica a la cultura popular (los subgéneros de laindustria de masas y las estéticas cotidianas), y se interesaron en leerla cotidianidad social en un paisaje ya drásticamente transformadopor los medios de comunicación.

Aprecio mucho el trabajo de Stuart Hall no sólo por sucapacidad enérgica de mantener un diálogo crítico con el marxis-mo desde lo que el marxismo excluyó (lo simbólico y lo cultural; ellenguaje, el discurso, el inconsciente, la subjetividad), lo que lesignificó reconocer la importancia del feminismo y sus perspecti-vas de género como un eje de deconstrucción (discursivo, repre-sentacional, ideológico-cultural) de las identidades sexuales. Aprecio

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mucho además la figura de Stuart Hall porque nunca ha dejado decomprometerse con “la política del trabajo intelectual”1.

¿Cuáles son los autores y posturas que hoy, dentro del actualcampo de los Estudios Culturales, le parecen más significativos y esti-mulantes?

Quizás, más que “autores” habría que hablar de referen-cias, marcas, posiciones y debates, ya que las intervenciones delos textos despliegan su capacidad de replanteamiento teórico ysu vigor polémico en un determinado momento y lugar, en diá-logo y réplica con otros textos. Para responder con un desvío a lapregunta y hacerlo desde un trayecto muy circunscrito, voy arecordar algunos fragmentos de un recorrido editorial que tuvi-mos la oportunidad de armar en la Revista de Crítica Cultural 2:una revista que estableció un diálogo –a veces polémico– entre lacrítica cultural y los Estudios Culturales3. No se puede abordareste recorrido editorial sin mencionar a dos autores a los quepublicamos más de una vez: Néstor García Canclini y Jesús Mar-tín Barbero. Ambos autores –catalogados hoy como los máximos

1 A propósito de tres libros –Uses of Literacy de Hoggart, Culture and Society deWilliams y Making of The English Working Class de E.P. Thomson–, S. Hall anotalo siguiente: “No sólo estos libros tomaron “la cultura” en serio –como una dimen-sión sin la cual las transformaciones históricas, pasadas y presentes–, simplementeno podían ser adecuadamente pensadas. Sino que fueron en sí mismos “culturales”,en el sentido de Culture and Society. Obligaron a sus lectores a prestar atención alhecho de que “concentrados en la palabra cultura hay ausuntos directamente plan-teados por los grandes cambios históricos que las transformaciones en la industria,la democracia y la clase, cada una a su modo, representan y frente a las cuales loscambios artísticos resultan respuestas estrechamente relacionadas” (p. 16). Este erael asunto en los años 60 y 70. Y acaso este sea el momento para hacer notar que estalínea de pensamiento más o menos coincide con lo que ha sido llamada la “agenda”de la temprana New Left, a la cual, en un sentido u otro, estos autores pertenecían,y cuyos textos eran estos. Esta conexión desde un principio colocó la “política del trabajointelectual” en el centro de los Estudios Culturales, preocupación de la cual, afortunada-mente, jamás han podido ni podrán liberarse”. Stuart Hall, “Estudios Culturales: dosparadigmas” en revista Hueso Húmero. Nº 19, Lima, octubre-diciembre 1984. Pp.71-72.2 Para revisar el itinerario de la Revista de Crítica Cultural, ver: Debates críticos enAmérica latina I, II y III: 36 Ns de la Revista de Crítica Cultural (1990-2008). Editora:Nelly Richard. Editorial ARCIS/Editorial Cuarto Propio/Revista de Crítica Cultu-ral. 2008-2009. Santiago de Chile.3 Remito al capítulo “Antidisciplina, transdisciplina y redisciplinamientos” de: Ne-lly Richard, Residuos y metáforas. Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la transi-ción. Santiago, Cuarto Propio, 1998.

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representantes de los Estudios Culturales latinomericanos– leimprimieron un decisivo giro antisustancialista a la teoría cultu-ral latinoamericana de los ochenta al mostrar que el imaginariomultilocalizado del capitalismo global, al cruzar identidades cul-turales y redes mediáticas, se formula desde la hibridez de lasintersecciones entre los repertorios discontinuos de lo tradicio-nal, lo folclórico, lo patrimonial, lo culto, lo popular, lo masivo,etc. Como uno de los tantos debates que cruzaron las páginas dela Revista de Crítica Cultural, al texto “El debate sobre la hibrida-ción” de N. García Canclini en el que el autor reivindicaba “lalegitimidad epistemológica y la fecundidad metodológica de lanoción de culturas híbridas… en medio de la radical recomposi-ción de los mercados y las fronteras culturales”4) respondió Ma-bel Moraña en “El boom del subalterno” diciendo: “En el con-texto de la globalización, la hibridez es el dispositivo que incor-pora el particularismo a la nueva universalidad del capitalismotransnacionalizado. La hibridez aparece en García Canclini comofórmula de conciliación y negociación ideológica entre los gran-des centros del capitalismo mundial, los Estados nacionales y losdistintos sectores que componen la sociedad civil en AméricaLatina, cada uno desde su determinada adscripción económica ycultural”5.

La Revista de Crítica Cultural se valió de algunas junturascómplices entre investigadores de la cultura en América Latina ypracticantes de los Estudios Culturales Latinoamericanos en Es-tados Unidos, para publicar algunos textos marcadores: el textode George Yúdice “Estudios Culturales y sociedad civil” que seconstituyó como “Informe sobre el Primer Encuentro de la RedInteramericana de Estudios Culturales” reunida en la Universi-dad Autónoma Metropolitana, Izatapalapa, México (1993) nosdecía que: “A pesar de la gran diversidad de temas abordados, elfoco de interés y de debate giró alrededor de los problemas queenfrenta cualquier proyecto de fortalecimiento de la sociedad ci-vil, especialmente a partir de los cambios ocurridos en los años

4 Néstor García Canclini, “El debate sobre la hibridación” en Revista de CríticaCultural, Nº 15, noviembre de 1997. Santiago de Chile.5 Mabel Moraña, “El boom del subalterno” en Revista de Crítica Cultural, Nº 15,noviembre de 1997. Santiago de Chile.

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ochenta y noventa: la implantación de la política económica neo-liberal y consiguientemente el abandono estatal del sector públi-co; la crisis de identidades nacionales y la concomitante consti-tución de nuevas identidades grupales; la permeación de lo pú-blico por las comunicaciones mediáticas”6. Otro texto vigorosofue el de John Beverley sobre “Estudios Culturales y vocaciónpolítica” en el que anotaba “lo paradójico de la historia tempra-na de los Estudios Culturales en el mundo anglosajón que pudollegar a un nivel casi hegemónico dentro de la academia comoun programa vinculado más o menos directamente con la mili-tancia política de los sesenta –la Nueva Izquierda, el marxismoalthusseriano o neogramsciano, la teoría feminista y el movimien-to de mujeres, el movimiento de derechos civiles, la resistenciacontra las guerras coloniales o imperiales, la deconstrucción– enmedio de una época políticamente muy reaccionaria como fue lade Reagan y Thatcher”7. El texto de Beverley fue seguido de unaaguda réplica de Federico Galende quien hacía ver que no existíatal paradoja: “Le sorprende a Beverley que las universidades sehayan abierto a prácticas intelectuales vinculadas a los años se-senta cuando su trabajo explica por qué los que participaron deestas prácticas ya no son los mismos. Inferimos, después, que notienen por qué incomodar a la universidad; al fin y al cabo, sonparte de una generación que ha cambiado la consigna de pedir loimposible por la de ajustarse a la realidad”8. Alberto Moreiras, asu vez, reflexionaba en “Irrupción y conservación en las guerrasculturales” sobre una agitada reunión de ABRALIC (AsociaciónBrasileña de Literatura Comparada) que tuvo lugar en 1996, enla que la “literatura” y los “Estudios Culturales” dieron una desus tantas batallas, complejizando saludablemente los términosde la confrontación: “El aparato académico denominado Estu-dios Culturales sustituye tendencialmente en la articulación ideo-lógica del presente el aparato de los estudios literarios que ocu-

6 George Yúdice, “Estudios culturales y sociedad civil” en Revista de Crítica Cultural,Nº 8, mayo de 1994. Santiago de Chile.7 John Beverley, “Estudios culturales y vocación política” en Revista de Crítica Cul-tural, Nº 12, julio de 1996. Santiago de Chile.8 Federico Galende, “Un desmemoriado espíritu de época. Tribulaciones y desdi-chas en torno a los estudios culturales” en Revista de Crítica Cultural, Nº 13,noviembre de 1996. Santiago de Chile.

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parían a partir de ahora una posición subalterna. Este procesono se produce, claro es, sin problemas, sino que implica una re-estructuración del poder académico y la consiguiente redistribu-ción de capital cultural. Las disputas interpretativas son, por lotanto, inevitables. Pero son también hasta cierto punto inútilessi lo que se persigue primariamente es no entender por qué ycómo el aparato de Estudios Culturales debe sustituir al aparatoliterario previo, y bajo qué condiciones puede y debe procedersea una crítica del nuevo aparato, por lo cual ciertos elementoscríticos desarrollados dentro del aparato de los estudios literariossiguen siendo indispensables”9. Habría que recordar también elexcelente texto de Julio Ramos sobre “El proceso de Alberto Men-doza: poesía y subjetivación” como respuesta a una pregunta so-bre “el futuro de los estudios literarios” en un paisaje posthuma-nista en el que el autor enfatizaba el nuevo giro, dado desde losEstudios Culturales, con “la proliferación de estudios sobre losmárgenes de la institución literaria y sus mecanismos de canoni-zación (nacional), es decir, sobre los procesos de marginación uoclusión de sujetos y prácticas culturales que pasan ahora al cen-tro de la discusión contemporánea sobre el género y la sexuali-dad y la reflexión sobre la emergencia de sujetos “nuevos” o sub-alternos en trabajos que cada vez con más frecuencia rebasan elconcepto mismo de literatura”10. Mención aparte merece el pro-vocativo texto de Beatriz Sarlo “Los Estudios Culturales y la crí-tica literaria en la encrucijada valorativa” que, junto con explicarel éxito de los Estudios Culturales advierte de su discutible re-nuncia a algunas de las cuestiones decisivas que animan las apues-tas del debate crítico-estético que, según ella, no pueden quedareliminadas: “Movimientos sociales y Estudios Culturales fueroncompañeros de ruta extremadamente funcionales a la transicióndemocrática, por una parte y al naufragio de las totalizacionesmodernas, por la otra. Además, a medida que la crítica literariaculminó un proceso de tecnificación y perdió su impacto sobreel público (para quien se ha vuelto francamente jeroglífica), los

9 Alberto Moreiras, “Irrupción y conservación en las guerras culturales” en Revistade Crítica Cultural, Nº 17, noviembre de 1998. Santiago de Chile.10 Julio Ramos, “El proceso de Alberto Mendoza: poesía y subjetivación” en Revistade Crítica Cultural, Nº 13, noviembre de 1996. Santiago de Chile.

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Estudios Culturales se ofrecieron para remediar esta doble im-passe: ganar algún espacio a la luz pública y presentar un discur-so menos hermético que el de la crítica… El lugar de la literaturaestá cambiando. La popularidad creciente de los Estudios Cultu-rales, que dan trabajo a cientos de críticos reciclados, es una res-puesta a estos cambios. Sin embargo, hay algo que la crítica lite-raria no puede distribuir blandamente entre otras disciplinas. Setrata de la cuestión de los valores estéticos, de las cualidades es-pecíficas del texto literario”11.

Mezclo estas citas para subrayar que el tema de los Estu-dios Culturales y las distintas controversias en torno a sus aper-turas y limitaciones, sus fortalezas y debilidades, imposibilitael querer trazar un mapa ordenado de lineamientos programá-ticos. Algunas de las disputas en torno a los Estudios Cultura-les en América Latina han resultado, en sus intersecciones ybifurcaciones críticas, más interesantes que el relevamiento ca-nónico de sus definiciones de contenidos obsesionadas con laestandarización académica.

¿Cómo definiría el lugar político de la cultura hoy? ¿De quémodo los Estudios Culturales pueden ayudar a pensar mejor las tensio-nes entre cultura, economía y política?

Bien sabemos que la globalización capitalista opera unatransformación de las sociedades postindustriales en las que lasformas de dominación ya no sólo ocupan las estructuras políti-cas y económicas sino, también, los mecanismos de subjetiva-ción. El inconsciente social (gustos, fantasías, deseos, pulsiones,etc.) va modelando identidades a través de los medios de consu-mo y las tecnologías de la información. Lo “político” no puededesligarse de lo “cultural”, ya que las imágenes producen imagi-narios y que estos, a su vez, activan o bien desactivan la imagina-ción crítica para anticipar cambios o deconstruir hegemonías.Explorar la esfera de lo “cultural” es indispensable para desentra-ñar el modo en que un determinado régimen de signos, valores y

11 Beatriz Sarlo, “Los estudios culturales y la crítica literaria en la encrucijadavalorativa” en Revista de Crítica Cultural, Nº 17, noviembre de 1997. Santiago deChile.

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representaciones pone en discurso y en imágenes las visiones demundo, las creaciones y los pensamientos que refuerzan el ordensocial o que lo desajustan.

Pero, además, creo que el análisis cultural, la crítica cultu-ral y los Estudios Culturales, tienen la capacidad de explorar losmárgenes de lo que las racionalizaciones científicas de lo social ylo político suelen desechar como restos o excedentes de un senti-do no integrable: lo simbólico-cultural y lo crítico-estético sondimensiones valiosas para rastrear aquellas zonas más fracturadasy oscurecidas de los discursos de la comunicabilidad dominante.Sus lenguajes oblicuos y sus figuraciones indirectas nos ayudan avislumbrar las opacidades de lo que la razón social y política des-carta como materiales refractarios a una operatividad del ordenque se lleva mal con lo trágico o lo utópico.

¿Qué se gana con la defensa de la “transdisciplinariedad” quepractican los Estudios Culturales? ¿Considera usted que dicha fórmulaconlleva determinados riesgos, y cuáles? ¿Cuál es el balance que hacedel modo en que, en su propia universidad, se comporta la lógicaacadémica de las disciplinas formalmente instituidas frente a los pro-gramas de Estudios Culturales?

Las disciplinas son algo más que una forma de organizarel conocimiento en torno a la especialización de ciertos obje-tos de estudio. Son también mecanismos de control, es decir,de inclusión y exclusión, encargadas de salvaguardar la purezae integridad de los corpus que la institución universitaria de-clara legítimos y autorizados. Cuestionar los dispositivos deautoridad de las disciplinas y los mecanismos de ritualizaciónde su saber tal como lo hacen la teoría feminista o la teoríapostcolonial y reivindicar saberes marginados por el canon delo universal, les da un potencial emancipatorio a los EstudiosCulturales.

Me parece útil enfocar los Estudios Culturales no comoalgo que reemplaza a los saberes especializados de las antiguasdisciplinas sino como algo que las desplaza y las emplaza a res-ponder por el trazado de sus fronteras y por sus criterios de repar-to y selección del valor. Los Estudios Culturales tampoco son unanueva “disciplina” sino “un proceso crítico y transformador que tra-

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baja en los espacios que existen entre las diferentes disciplinas y tam-bién en la relación entre las universidades con otros lugares políti-cos” (Richard Johnson)12.

Sin embargo, creo que ciertas aplicaciones de lo transdis-ciplinario banalizadas por los Estudios Culturales resultan pro-blemáticas, sobre todo cuando se entienden –simplificadoramen-te– como una mera combinación de saberes híbridos que, paradiversificar y flexibilizar el conocimiento, toman la forma de unayuxtaposición de fragmentos cuya suma horizontal –plana– bo-rra la historicidad de las tradiciones disciplinarias y de sus for-maciones de saber junto con las polémicas intelectuales en tornoa los conflictos de inscripción y legitimación de estas disciplinasen sus respectivos contextos político-académicos y teórico-inte-lectuales. Frente al exagerado relajo de las fronteras entre disci-plinas y saberes cuyas conexiones pragmáticas se ajustan dema-siado bien al mercado flexible de la diversidad que promueve laglobalización capitalista, es interesante reinstalar la tensión del“marco” (William Rowe)13 como algo que separa y delimita, parademostrar que no todos los préstamos disciplinarios se puedenreconciliar por simple añadidura.

En cualquier caso, vale la pena, en América Latina, seguirdesordenando y reinventando nuevas intersecciones entre “cien-cias sociales”, “arte” y “humanidades”. Estas intersecciones pue-den tomar prestado el nombre de los Estudios Culturales. En elinterior de mi universidad, los Estudios Culturales sirven comouna provocación táctica para nombrar algo distinto a lo que re-conocen como “propio” y “exclusivo” las disciplinas tradiciona-les: literatura, arte, sociología, economía, historia, antropología,etc. Por el momento, en una fase que es todavía de emergencia yno de consolidación, permiten designar una zona de problemáti-cas que atraviesa los bordes y las fronteras de los saberes estable-cidos, interrogando las convenciones académicas de pertinencia-

12 Richard Jonson (“Reinventing Cultural Studies”) citado en: Carlos Reynoso,Apogeo y decadencia de los estudios culturales, Barcelona, Gedisa, 2000. P. 48.13 Efectivamente, nos dice William Rowe, “la crítica literaria, la antropología, elanálisis de los discursos, la historiografía, la sociología, nos proponen diferenteslecturas, recortan el espacio social de modos diferentes y (por lo mismo) no puedenreconciliarse por simple añadidura”. William Rowe, Hacia una poética radical; ensa-yos de hermenéutica cultural, Rosario, Beatriz Viterbo editora, 1996. P. 26.

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pertenencia disciplinarias y favoreciendo la convergencia de cuer-pos teóricos que habitualmente no se mezclan en los programasde estudio tradicionales: teoría crítica, psicoanálisis, deconstruc-ción, postestructuralismo, análisis de discurso, marxismo y post-marxismo, teoría feminista, teoría poscolonial, etc.

El solo hecho de que los Estudios Culturales sirvan parasubrayar que lo “cultural”, al tener que ver con discurso, subjeti-vidad, representación, poder y hegemonía, contienen una dimen-sión de politicidad que no puede ser omitida al tener que pensarsobre lo social y lo económico, es una provocación que vale lapena mantener vigente porque desafía el pensamiento de la iz-quierda tradicional y las orientaciones dominantes del campo delas ciencias sociales que suelen mirar a la cultura como un suple-mento decorativo.

Los Estudios Culturales plantean el valor contextual y situacionalde los usos de la teoría y del saber. ¿Cuáles son las problemáticas regio-nales y locales que le parecen más urgentes de ser analizadas por losEstudios Culturales desde el lugar en el que se inscribe su trabajo aca-démico y crítico?

En Chile, los gobiernos de la transición armaron un pactoentre redemocratización y neoliberalismo que dejó fuera de laescena política y comunicativa a la problemática de la memoria ydel duelo en postdictadura. El sociologismo oficial en Chile seadaptó –normalizadoramente– al programa de la “democracia delos acuerdos” que trabajó a favor del consenso y del mercado,desde saberes ejecutivos que contribuyeron a eliminar las huellasdel pasado traumático suscribiendo el pacto de gobernabilidadque desactivó los conflictos de representación en torno a los liti-gios del pasado. El trabajo crítico sobre las simbolizaciones de lamemoria sólo se abrió huecos desde la crítica cultural y la re-flexión artística.

Me parece que algo así como los Estudios Culturales, siem-pre cuando incorporen a su zona de transdisciplinariedad las ela-boraciones de la teoría del arte, del análisis literario y de la críticacultural, podrían hacer confluir en la universidad reflexiones so-bre los usos simbólicos y públicos de la memoria que cruzan dife-rentes líneas de estudios (la literatura, la sociología, la antropolo-

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gía social, el psicoanálisis, la arquitectura y el urbanismo, el cine, etc.) en torno a objetos y problemas tales como: archivos, documentos ymonumentos: la producción testimonial; las estrategias conmemo-rativas y los sitios de la memoria; el mercado de las confesiones; lasarticulaciones entre derechos humanos, estado y ciudadanía; las na-rrativas del pasado y el debate historiográfico; etc. Esta es una de laslíneas de trabajo nuestro, la de la memoria, que permanece hoy muydifusa en las universidades chilenas.

La otra línea de trabajo que me parece clave es la que tieneque ver con teoría feminista, estudios de género y teoría queer. Laincorporación del feminismo a los estudios académicos se relacionacon la pregunta que se hacía M. Foucault: “¿Cómo hacer entrar enjuego los saberes locales, discontinuos, descalificados, no legitima-dos, contra la instancia teórica unitaria que pretende filtrarlos, je-rarquizarlos, ordenarlos en nombre del conocimiento verdadero?”14.La teoría feminista ha demostrado que el saber trascendente –su-puestamente neutro y desinteresado– de la ciencia y la filosofíahace que lo masculino-dominante se ampare en el subterfugio de loneutro (de lo imparcial) para postular la objetividad del conoci-miento. El feminismo formula un cuestionamiento político a laepistemología del conocimiento. Además, las orientaciones del post-feminismo que conjugan el feminismo en su dimensión de movi-miento social y a la vez de cuerpo teórico, son capaces de darle unavitalidad político-deconstructiva a la tensión entre políticas del su-jeto (el momento –afirmativo– del gesto emancipatorio de querermovilizar fuerzas de cambio generando nuevas dinámicas de subje-tivación social) y crítica de la representación (el momento –suspen-sivo– de sospechar de cualquier cristalización del significado y de laidentidad abriendo líneas de fuga en los bloques de representaciónhomogénea de las identidades binarias).

Los Estudios Culturales subrayan la categoría de “intervención”.¿Qué importancia y significado le da usted a esta categoría?

La palabra “intervención” tiene múltiples significados yalcances: políticos, sociales, académico-institucionales, etc. Porlo general, la palabra “intervención” tiende a señalar la voluntad

14 Michel Foucault, El orden del discurso, Barcelona, Turquets, 1973. P. 57.

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de que el trabajo académico rompa con lo que Edward Said lla-maba el “principio de no-interferencia” que divorcia la reflexiónuniversitaria de las materias a discutir en la esfera pública y lasociedad civil.

Para mí, la categoría de “intervención” va sobre todo ligadaa una defensa de la teoría en su dimensión “coyuntural” (S. Hall):una defensa localizada y situacional de los usos de la teoría queentrelaza siempre su potencial de apertura y transformación conuna especificidad de contextos microdiferenciados. Una teoría enacto y en situación. Hablar de “intervención” es hablar de unaparticipación activa en un determinado campo de relaciones me-diante un diseño táctico que busca modificar sus reglas. Es hablar,entonces, de decisión (“tomar parte”) y de territorios (mapas defuerzas). Para que un trabajo crítico tenga fuerza de “interven-ción”, no creo que sea necesario apelar a la otredad absoluta de unafuera radical de la universidad: las luchas poblacionales, los mo-vimientos indígenas, etc. En rigor, tiene carácter de “intervención”cualquier corte transformador que se practique en las superficiesde conocimientos normalizados si es que obedece a un impulsocrítico y libertario. Son muchos los “escenarios ambulantes” (Said)que le sirven a la teoría crítica y a la crítica teórica para descentrare inestabilizar los soportes convencionales del academicismo: lasrevistas independientes son, por ejemplo, uno de estos “escenariosambulantes” que, sobre todo en América Latina, se configurancomo zonas de intervención. Obviamente, hay prácticas de inter-vención muy valiosas que mezclan el trabajo universitario con lasdinámicas de actores y luchas sociales (entiendo que estas son lasque tiende a hacer prevalecer Daniel Mato cuando habla de susti-tuir el nombre de “Estudios Culturales” por el nombre de “estu-dios y otras prácticas intelectuales latinoamericanas en cultura ypoder”). Pero hay que cuidarse de “romantizar la heterogeneidadde lo totalmente-otro” (Spivak) como si las instituciones no fue-sen, en sí mismas, microterritorios de lo político que pueden ser“intervenidas” en sus políticas de los espacios para desajustar loque rige en ellos como hegemonía de saberes y prácticas. La defen-sa de las minorías y de las periferias representadas por agentes ex-ternos con cuya voz solidarizan los Estudios Culturales, no debe-ría impedirnos de rescatar las potencialidades divergentes de lo

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minoritario y lo periférico que se alojan en nuestros propios uni-versos de referencias y trabajo universitario.

En este sentido, aunque no se la identifique con el corpus delos Estudios Culturales, me parece que la gran revista mexicana diri-gida por Marta Lamas, debate feminista, innova en la cartografía delos saberes establecidos al ofrecer reflexiones críticas que van desde elarte a la vida cotidiana pasando por las traducciones académicas, lasmilitancias ciudadanas, las intervenciones estatales y las pasiones teó-ricas. Es una revista de “intervención” cuyo gesto –en su transversa-lidad– me parece ejemplar, aunque lamentablemente no aparece casinunca incluida en las bibliografías de los Estudios Culturales lati-noamericanos.

¿Qué relación establece entre “Estudios Culturales” y “políticasculturales? ¿Cómo se cruzan ambos con la “gestión y la autogestiónculturales”?

Me parece que N. García Canclini establece una vincula-ción clara y eficiente entre el diseño de políticas culturales y losEstudios Culturales pensados “como correa de transmisión” entrela sociedad civil, el estado, las corporaciones transnacionales, lasONG, las fundaciones y la academia”15 que ayuda a pensar lautilidad de esta conexión para quienes están directamente involu-crados en el tema de las políticas culturales. Debo confesar que,en Chile, desde el espacio de la “crítica cultural” en el que medesenvolví (a través de la Revista de Crítica Cultural y de un Semi-nario en Crítica Cultural en U. ARCIS, anterior al Magíster deEstudios Culturales), expresábamos varias desconfianzas hacia elobjeto de las políticas culturales: hacia la cultura entendida comobien o servicio que forma parte de un vocabulario liso de la plani-ficación y la gestión que sólo se ocupa de lo administrable enmateria de mercados culturales y de industrias culturales. En elcaso de mi trabajo crítico, me interesa más pensar que la vocaciónpolítica de los Estudios Culturales va por el lado de lo “político-cultural” (que asume la cultura como un espacio de luchas entrepoder, representaciones, valores y significaciones) que por el ladode las “políticas culturales” en tanto mecanismos de políticas públi-

15 J. Beverley. Op. cit.

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cas que se expresan en una dimensión simplemente organizacional odistributiva de las artes y del patrimonio.

La “autogestión” la entendería en su capacidad móvil degenerar agenciamientos de microcircuitos independientes que sir-ven para activar las relaciones entre movimientos o prácticas comu-nitarias por un lado y, por otro, redes de expresividad socio-cultura-les y artísticas que estimulan la producción de nuevas identidadesterritorializadas.

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Víctor Silva EchetoMagíster en Estudios Culturales,Universidad ARCIS, Santiago de Chile.

Si tuviera que formular una definición de los Estudios Cultura-les como un campo de estudio, ¿cuáles son los rasgos específicos y distin-tivos que usted señalaría como constitutivos de su proyecto y visión?

En las últimas cuatro décadas no hay acuerdo en una defi-nición de los Estudios Culturales. Los Estudios Culturales son dedifícil definición y cuestionan la estructuración de un campo deestudios disciplinado. Esa paradójica situación lleva a los Estu-dios Culturales, desde sus inicios, a encontrarse con las fortalezasde ser archipiélagos de saberes no estructurados, heterogéneos,pero esto a la vez los debilita frente a las estructuras de poderdisciplinario y de investigación que dominan en las estructurasuniversitarias.

En América Latina, la tardía consolidación de las CienciasSociales, las Humanidades y las Artes lleva a encerrar los saberes ylas prácticas, epistemológicamente, en disciplinas separadas, im-posibilitando así la consolidación de los Estudios Culturales. Así,los Estudios Culturales –en países como Brasil, Argentina y Uru-guay– van a ingresar lateralmente a los estudios literarios, antro-pológicos y de la comunicación, en los tardíos años ochenta cuan-do en Inglaterra ya existen desde los años sesenta. A esto hay quesumar la tardía incorporación en ciertos medios universitarios deteóricos, críticos y pensadores transversales con quienes dialoganlos Estudios Culturales como Mijail Bajtin, Walter Benjamin,Michel Foucault, Jacques Derrida, Gilles Deleuze, Julia Kristeva,Fredric Jameson, Donna Haraway, entre otros/otras.

Los Estudios Culturales se formulan a partir de los ejes ideo-logía, política, poder y cultura que cuestionan los modos en los queestas mismas categorías eran analizadas, en los años sesenta y pri-

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meros setenta, lineal y mecánicamente en América Latina, a partirde una mezcla de marxismo, teoría del desarrollo –o desarrollismo–,antiimperialismo, y, en algunos casos, con agregados muy particu-lares de interpretaciones de la Teoría Crítica –fundamentalmentelas lecturas de las industrias culturales de Horkheimer y Adorno– yde althusserianismo. Al respecto, son recordados los debates en elcampo de la comunicación al interior de Asociación Latinoamerica-na de Investigadores en Comunicación (ALAIC) y en los estudiosliterarios (las polémicas, por ejemplo, entre Ángel Rama y EmirRodríguez Monegal), que mostraban la separación entre alta cultu-ra (cultura de élite), representados por algunos paradigmas de losestudios literarios, y baja cultura o cultura popular, representadospor los estudios de la comunicación. Al interior de los estudiosliterarios, el debate entre Rama y Rodríguez Monegal, justamentese refería a cómo la crítica literaria se colocaba en un marco de“pureza” simbólica que se sentía “contaminado” por lo ideológico,lo económico y lo sociocultural.

Los Estudios Culturales se oponen a esta separación entrealta y baja cultura y plantean la construcción de teorías de lasculturas que se ubican en las fronteras, en los intersticios y en losdesajustes de la mirada binaria, lineal y mecánica de los estudiosde la comunicación.

Nociones como hegemonía, desterritorialización del poder,violencia simbólica, poder simbólico, textos y discursos, signifi-cantes, identidades, diferencias culturales, género y feminismos,contracultura, cultura popular y cultura de masas, no ingresabanen las categorías predefinidas del saber instituido. Se diría, que enlos años ochenta, los Estudios Culturales entran, sin pedir autori-zación, por las líneas transversales y las fronteras de los estudiosque mezclaban la comunicación, la literatura, la antropología y lasociología de la cultura. Para los Estudios Culturales, sigue sien-do estratégico lo cultural como espacio de cruce y encrucijadasentre lo político, lo económico y lo simbólico.

No me parece adecuado convertir a los Estudios Culturalesen una nueva disciplina o en una cerrada teoría de la cultura. Siello ocurriera (y en algunos sitios ha pasado y está pasando) seperdería ese componente liberador, dinámico, abierto y transver-sal que los caracteriza.

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¿Cuál es el legado de la Escuela de Birmingham que usted in-corpora a su proyecto de Estudios Culturales? ¿Cuáles son los autores yposturas que hoy, dentro del actual campo de los Estudios Culturales,le parecen más significativos y estimulantes?

Para analizar el legado de la Escuela de Birmingham, enprimer lugar, hay que tener presente que no es sólo por el impul-so de ella que surgen los Estudios Culturales, sino que detrás desu extensa historia se encuentran las transformaciones que se ve-nían produciendo en los estudios literarios, históricos, sociológi-cos, filosóficos y económicos, desde finales del siglo XIX. Es de-cir, Birmingham fue una de las consecuencias de los cambios quese generaron en esos años y de la crítica a la modernidad (y a lasmodernidades). Birmingham, pero, también, Cambridge –don-de se encontraba un solitario Raymond Williams– consolidarony radicalizaron un proceso que ya había comenzado a finales delsiglo XIX. La formación de los Estudios Culturales se asocia conla educación para adultos y las universidades libres en Inglaterra;la reforma de las universidades en Francia y en América Latina.Un aspecto fundamental de la Escuela de Birmingham fue el cues-tionamiento de la alta cultura, de la cultura de élite, y una de-construcción de las culturas y las contraculturas, como eje de ten-sión y disenso entre el saber y su puesta en valor. Los debatessobre el marxismo –por ejemplo entre Thompson y Williams–;las investigaciones que desajustaban los estatutos disciplinariosdominantes en la historia, la antropología, la literatura, la econo-mía y la sociología, ponían en crisis los macrotemas de investiga-ción utilizando herramientas teórico-metodológicas flexibles ynovedosas que se preguntaban por todo aquello que los grandescentros de investigación marginaban.

La Escuela de Birmingham desafió algunos de los principa-les estatutos del saber universitario, entre otros: el cierre del saberen las disciplinas; la separación entre arte, cultura, economía ysociedad –considerando al primero como un espacio de distin-ción–; la mirada displicente hacia la cultura popular y la culturade masas; el negarse a tratar ciertos temas en las universidades porconsiderarlos no dignos de ser investigados, ni temática ni meto-dológicamente. Los Estudios Culturales fueron capaces despuésde integrar diversas tradiciones teóricas (desde el marxismo pa-

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sando por el estructuralismo, el psicoanálisis, la fenomenología,el constructivismo) que permitieron abrir el texto literario a losdebates en torno al marxismo, la ideología y también a los nuevossujetos emergentes y a las subjetividades sexuales (desde el femi-nismo y los estudios de género), sin abandonar la discusión sobrela historia y los cruces entre cultura, política y economía.

Diversos/as autores/as, en ese contexto, son estimulantes ysiguen siendo válidos en la discusión contemporánea. De la pri-mera generación, son destacables los cruces entre literatura y co-municación de Raymond Williams, sus debates con E.P. Thomp-son sobre cultura y conflicto social, la mirada crítica sobre esaprimera generación de Stuart Hall –y sus polémicas sobre el mar-xismo y el culturalismo–. De las generaciones posteriores, hayque mencionar los primeros intentos de Fredric Jameson de con-jugar una amplia teoría interpretativa de la cultura, la política yla economía, sus posteriores debates con la postmodernidad y elcapitalismo tardío y sus últimos ensayos sobre “la ontología delpresente”. A estos hay que sumarles, los tempranos análisis enEspaña de las culturas pop (y del rock en un sentido amplio) quedeslegitiman el discurso cerrado de la semiótica en la obra deJenaro Talens; el llamado al trabajo de la imaginación propuestodesde la modernidad desbordada por Arjun Appadurai; la críticaa las agencias escritas desde Occidente, planteadas, inicialmentepor Edward Said y continuada por los estudios subalternos; loscruces entre antropología de la cultura, arte y economía de lacultura en los trabajos de investigación de Néstor García Cancliniy George Yúdice. En América del Sur, hay que sumar, la puestaen tensión del arte y la política, la lectura descentrada sobre géne-ro y feminismo en los diversos textos de Nelly Richard; la apertu-ra disciplinaria del discurso de las ciencias sociales en Renato Ortiz;los cruces entre cultura y poscolonialismo en Santiago Castro-Gómez, así como el ensayismo a contracorriente de la moderni-dad periférica de Hugo Achugar. Son sólo algunos/as teóricos/as ycríticos/as culturales que permiten poner en tensión las relacionesentre lo social, lo cultural, lo político y lo económico. Y, final-mente, el necesario y fecundo diálogo de los Estudios Culturalescon todo el giro crítico iniciado a fines de los años cincuenta yaños sesenta por Michel Foucault; Jacques Derrida; Gilles Deleu-

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ze y Félix Guattari, así como las lecturas interpretativas y contra-interpretativas contemporáneas de Giorgio Agamben, Jean Luc-Nancy, Paco Vidarte, Toni Negri, Alain Badiou, Martin Jay ySlavoj Zizek, entre otros/as.

¿Cómo definiría el lugar político de la cultura hoy? ¿De quémodo los Estudios Culturales pueden ayudar a pensar mejor las tensio-nes entre cultura, economía y política?

El capitalismo tardío coloca en un lugar central a la cultu-ra. La idea de que esta puede ser gestionada y administrada sirvepara limitar sus alcances políticos y económicos. Los EstudiosCulturales pueden ayudar a pensar las tensiones entre cultura,economía y política, en primer lugar asumiendo lo político comoun espacio de disensos, de líneas de fuerza que tensionan lo repre-sentable e irrepresentable; deconstruyendo las narraciones sobrela nación, la identidad sexual y de género; poniendo en crisis laidea de identidad y de alteridad, es decir, de ese mismo y ese otroconstruido binariamente desde la identidad jerarquizada e insti-tuida; descentrando las memorias y las temporalidades.

Paralelamente, para pensar las tensiones entre cultura, eco-nomía y política, los Estudios Culturales no deben separarlas comoautonomías cerradas sino considerarlas a través de las fronterasque las cruzan.

¿Qué se gana con la defensa de la “transdisciplinariedad” quepractican los Estudios Culturales? ¿Considera usted que dicha fórmulaconlleva determinados riesgos, y cuáles? ¿Cuál es el balance que hacedel modo en que, en su propia universidad, se comporta la lógicaacadémica de las disciplinas formalmente instituidas frente a los pro-gramas de Estudios Culturales?

Los Estudios Culturales deberían potenciar la práctica trans-versal, el cruce archipiélago, los espacios entre e intersticiales queagujerean las fronteras de las disciplinas y colocan brechas en elsaber instituido. La transversalidad –transdisciplinaria– permitela apertura del conocimiento y de la práctica de investigación; latoma de posición política y su compromiso crítico; la permanen-te alerta para analizar aquellos temas que emergen fluidamente en

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las sociedades actuales; la desjerarquización de los saberes y ladesterritorialización de las prácticas académicas.

El balance del modo en que en las universidades en Chile–con notorias y escasas excepciones– se comporta la lógica aca-démica de las disciplinas formalmente instituidas frente a losprogramas de Estudios Culturales, es negativo. Siguen siendodeficientes los programas interdisciplinarios, transdisciplinariosy transversales, llamémosles Estudios Culturales o Estudios degénero, Estudios Latinoamericanos, Estudios Poscoloniales, Es-tudios Visuales, entre otros. La lógica de las disciplinas cerradassigue siendo la que valida los programas curriculares de pregra-do, graduación y postgrados, pero, también, la investigaciónsistemática que fomenta –con sus diversos fondos– el Consejode Investigación Científico y Tecnológico (Conicyt) de Chile,donde es notoria la separación entre comunicación (consideradauna ciencia social aplicada), las humanidades (literatura, filoso-fía, antropología) y las artes. De esa forma, no hay espacio parala presentación de un proyecto de investigación transversal en-tre comunicación, antropología, literatura, economía y políticay, menos aún, para desarrollar equipos de investigaciones trans-versales y transdisciplinarios. La reacción de las disciplinas for-malmente instituidas frente a los Estudios Culturales es la decerrarse y rechazarlos por considerarlos poco rigurosos en lo teó-rico y lo metodológico.

Los Estudios Culturales tienen un prolífico espacio paramoverse en investigaciones sobre la construcción del poder, lacultura y la economía. Pero sus modos de abordar estos temasno entran en los programas de investigación disciplinarios quese desarrollan en la mayor parte de las universidades. Las escasasexcepciones se encuentran en departamentos e institutos de co-municación y literatura, en postgrados en comunicación, litera-tura, arte, estudios de género y culturales (Universidad Australde Chile, Universidad de Playa Ancha, Universidad ARCIS yUniversidad de Chile), en centros de estudios y en proyectosindividuales de investigación.

Los Estudios Culturales plantean el valor contextual ysituacional de los usos de la teoría y del saber. ¿Cuáles son las proble-

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máticas regionales y locales que le parecen más urgentes de ser ana-lizadas por los Estudios Culturales desde el lugar en el que se inscribesu trabajo académico y crítico?

Creo que las problemáticas más urgentes de ser analizadastransversalmente por los Estudios Culturales son las siguientes:

1) Las performances de las memorias y las políticas de lasmemorias. Con referencia a este primer eje de investiga-ción, hay que tener presente que las memorias de lapostdictadura en América del Sur activan debates sobrela representación y la violencia simbólico-política y es-tablecen paradójicas relaciones entre las memorias críti-cas y la política oficial del consenso y de los acuerdos. Lareflexión sobre la memoria cruza el arte, la comunica-ción, la política y lo político, la filosofía y las cienciassociales.2) Los estudios de género, los feminismos y las sexualidadesdiferentes. Los cuerpos sin órganos (usando la expresiónde Artaud), al actuar desde la ambigüedad y la parado-ja, emergen y ponen en cuestionamiento el orden sim-bólico, la construcción del significante de autoridad, laidea de que el cuerpo comienza y termina en la piel. Sonmaterialidades, territorios, economías del cuerpo y polí-ticas activas.3) Los temas de las violencias, los miedos, las seguridades yla paralegalidad. Múltiples narrativas actuales (políticas,mediáticas, de las ciencias sociales) insisten en un dis-curso y en unas imágenes sobre la violencia cargadas deuna connotación moral, instalando la idea de que hayviolencias aceptables y violencias no aceptables. La polí-tica, cada vez más, con ese discurso sobre la seguridad,el territorio y la población, se transforma en biopolíticay esta en política de la policía. Es decir, política de con-trol del cuerpo, tanto individual como social.4) Los temas de la heterotopía y de la violencia de/en la mira-da en el contexto de los Estudios Visuales. Se podría discutirsi los Estudios Visuales nacen al interior de los EstudiosCulturales o si son, en definitiva, un eje paralelo de análi-sis que cruza por el arte, la filosofía estética y los estudios

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en comunicación. El temprano interés de RaymondWilliams1 por la cultura de masas, la televisión y la tecno-logía, permiten fortalecer la primera hipótesis.Los Estudios Visuales ponen en cuestionamiento el con-

cepto de imagen, propiciando, un estudio desde la subjetividad(mirada) de las llamadas “máquinas de visión” y las máquinas post-mediáticas de adormecimiento y sedación visual. En Chile, lasteorías de la imagen y los Estudios Visuales, también, comienzana transformarse en un campo interesante de investigación, en elque se construyen puentes entre el arte, la filosofía, la comunica-ción y la antropología.

Los Estudios Culturales subrayan la categoría de “intervención”.¿Qué importancia y significado le da usted a esta categoría?

La intervención implica un trabajo crítico sobre la cultura,y una toma de posición política sobre las escrituras, los textos, losdiscursos y las prácticas que cruzan transversalmente por entre locultural, lo político y lo económico. Es decir, esa toma de posi-ción no implica mirar imparcialmente las prácticas culturales, sinoconsiderarlas como encrucijadas en el modo de hacer y en la for-ma de actuar, es decir, en la práctica que interviene teórica, prác-tica y discursivamente. La teoría, en ese sentido, no se “totaliza”,“se multiplica y multiplica” (Deleuze). La intervención es un pro-blema local, micropolítico, situado. Desconfía del poder, es unespacio de contrapoder y contrahegemonía. Intervenir es tensio-nar los discursos y deslegitimar la autoridad del autor. La inter-vención examina los pliegues político-institucionales y los des-pliega en conexiones específicas (locales). Es la teoría y la prácticacomo sospecha, la puesta en crisis de la hermenéutica como tota-lidad interpretativa. Es la deconstrucción desde los márgenes delos signos postpatriarcales, capitalistas, o, también, dicho en otros

1 Fredric Jameson comenta una anécdota sobre el interés temprano que tenía Ray-mond Williams por la televisión. Indica que, en un encuentro sobre el tema orga-nizado por The Kitchen en octubre de 1980, mientras los participantes “desfilaronen tropel hacia el podio sólo para quejarse de que no podían comprender por quése les había invitado, ya que carecían de opiniones concretas sobre la televisión (quealgunos admitían ver); muchos añadieron, como si se tratase de una ocurrenciaposterior, que entre los conceptos que sobre la televisión se habían ‘producido’ sólouno tenía cierta viabilidad: el ‘flujo total’ de Raymond Williams”.

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términos, son las entrelíneas rebeldes de las culturas (y contracul-turas) que entran en disputa con los legitimados relatos de laautoridad estética, política, económica y cultural. Pone en cues-tionamiento las posiciones binarias de la cultura e interviene en-tre ellas para emerger con las múltiples diferencias de género,sexuales, juveniles, infantiles y obreras, que no tienen un lugar enel capitalismo tardío.

Por todo ello, la intervención sigue siendo una potentemáquina de subversión de la cultura y una lectura en reversa–deconstructiva– de los textos de las culturas.

¿Qué relación establece entre “Estudios Culturales” y “políticasculturales? ¿Cómo se cruzan ambos con la “gestión y la autogestiónculturales”?

La relación entre Estudios Culturales y políticas culturalesy la disminución de esta última a “gestión de la cultural”, es unareducción y una limitación del componente político de lo cultu-ral. La “gestión cultural” se vincula a la idea de que la culturapuede ser administrada o gestionada. Se presenta un conflictoentre la perspectiva funcionalista de “gestionar” a la cultura y lo“cultural”, ya que “‘gestionar’ significa limitar la libertad de losgestionados”. A la esencia misma del concepto de “cultura” sub-yace una premonición o una aceptación tácita de una relaciónsocial desigual, asimétrica, entre los conocedores y los ignorantes,entre los refinados y los primitivos.

La gestión cultural delata un enfoque administrativo cuyaúnica tarea, concebida desde lo alto, es la de reunir, distribuir, eva-luar y organizar. La autogestión aparece como forma de subvertir yponer en crisis a la gestión diseñada jerárquicamente desde el exte-rior: sea por parte del Estado o de los privados Esa tensión entregestión y autogestión es la que debe ser pensada actualmente.

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Catherine WalshDoctorado en Estudios Culturales Latinoamericanos,Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.

“No es que hay una política inscrita en él; sino que hay algo enjuego en los estudios culturales, […] que no es exactamenteigual en muchas otras importantes prácticas intelectuales ycríticas”1.

Si tuviera que formular una definición de los Estudios Cultura-les como campo de estudio, ¿cuáles son los rasgos específicos y distintivosque usted señalaría como constitutivos de su proyecto y visión?

Las políticas de nombrar siempre han tenido significadoprofundo en América Latina, parte de raigambre y tradición im-perial-colonial y la hegemonía política y cultural en estas tierrasinvadidas por foráneos, que subordinaron las diferencias a carto-grafiar una imagen en su código heurístico del nombramiento2.Los “Estudios Culturales” en América Latina también tienen yforman parte de una política de nombrar; ciertamente sin la mis-ma carga y horizonte históricos, pero sí inscritos en legados ycartografiados frecuentemente como totalidad, ocultando o de-jando pasar por alto las diferencias a su interior.

A propósito de estas diferencias, muchas veces –y particu-larmente con la reciente emergencia en la región de un creciente

1 Stuart Hall, “Cultural Studies and its Theoretical Legacies”, en Lawrence Grossberg,Carry Nelson y Paula Treichler (eds.), Cultural Studies. Londres: Routledge, 1992,p.278. Traducción en E. Restrepo, C. Walsh y V. Vich (eds.), Sin garantías. Trayec-torias y problemáticas en estudios culturales. Stuart Hall, Universidad Andina SimónBolívar, Pontificia Universidad Javeriana, Instituto de Estudios Peruanos, 2010, enprensa.2 Ver Iris Zavala, “El nominalismo imperial y sus monstruos en el Nuevo Mundo,”en Discursos sobre la ‘invención’ de América, I. Zavala (coord.), Amsterdam/Atlanta:Rodopi, 1992.

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número de programas de Estudios Culturales– he cuestionado sieste nombramiento es lo más apropiado para el proyecto en quehe estado envuelto durante los últimos 12 años en la UniversidadAndina Simón Bolívar en Ecuador, proyecto que ahora con susegresados y graduados tiene circulación y resonancia en otras par-tes de la región. No obstante y como argumentaré a continua-ción, los Estudios Culturales siguen siendo uno de los muy pocoscampos nombrados y reconocidos en el mundo académico comotal, que permite transgredir la hegemonía disciplinar y abierta-mente afianzar –por lo político de lo cultural y los enredados deambos con lo económico– los asuntos de poder, las luchas deenfrentamiento simbólico y por el control de sentidos. Nombrartambién es luchar. Es con este afán que comparto mis reflexionesen torno al cuestionario enviado.

Más que campo de “estudio”, entiendo los Estudios Cultu-rales ampliamente como formación, como campo de posibilidady articulación, como espacio de encuentro entre disciplinas y pro-yectos intelectuales, políticos y éticos que provienen de distintosmomentos históricos y de distintos lugares epistemológicos, quetiene como objetivo confrontar lo que Alberto Moreiras llamó elempobrecimiento de pensamiento impulsado por las divisiones(disciplinarias, epistemológicas, geográficas, etc.) y la fragmenta-ción social-política-cultural que cada vez más hace que la inter-vención y el cambio social aparezcan como proyectos de fuerzasdivididas3.

Los Estudios Culturales serían un campo dirigido al pensa-miento crítico plural, inter, trans e indisciplinar; las relacionesíntimas entre cultura, saber, política y economía, las problemáti-cas a la vez locales y globales y la búsqueda de formas de pensar,conocer, comprender, sentir y actuar que permiten incidir e in-tervenir. Un campo que posibilita la convergencia y articulación,particularmente entre esfuerzos, prácticas, conocimientos y pro-yectos que se preocupan por mundos más justos, por las diferen-cias (epistémicas, ontológica-existenciales, de género, etnicidad,

3 Ver Catherine Walsh, “¿Qué saber, qué hacer y cómo ver? Los desafíos, predica-mentos disciplinares, político y éticos de los estudios (inter)culturales desde Améri-ca Andina”, en Estudios culturales latinoamericanos. Retos desde y sobre la región andi-na, C. Walsh (ed.), Quito: Universidad Andina Simón Bolívar/Abya Yala, 2003.

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clase, raza, nación, entre otras) construidas como desigualdaddentro del marco de capitalismo neoliberal, y por la necesidad delevantar respuestas y propuestas.

De manera específica y con relación al proyecto del Docto-rado en Estudios Culturales Latinoamericanos de la UniversidadAndina Simón Bolívar, esta descripción-definición amplia va to-mando rastros concretos. Al respecto, podemos identificar tresque sobresaltan como distintivos:

1) Lo intercultural ha sido –y aún es– eje céntrico de losprocesos y luchas de cambio social en la región Andina.Planteado a finales de los años 80 por el movimiento indí-gena ecuatoriano como principio ideológico de su proyectopolítico y con relación a la transformación de las estructu-ras, instituciones y relaciones de la sociedad, no sólo paralos pueblos indígenas sino para el conjunto social, la inter-culturalidad ha venido apuntando a lo largo de estos años aun proyecto y proceso social, político, ético y también epis-témico. Un proyecto y proceso con miras hacia la refunda-ción de las bases de la nación y cultura nacional –entendi-das como homogéneas y monoculturalmente– para no sim-plemente sumar la diversidad a lo establecido, sino repen-sar y reconstruir haciendo que lo intercultural –y el trabajode interculturalizar– sean eje y tarea centrales. Es en estesentido que asumimos lo intercultural nombrando nuestroproyecto estudios (inter)culturales, así pensando desde estaregión, desde las luchas, prácticas y procesos que cuestio-nan los legados eurocéntricos, coloniales e imperiales y pre-tenden transformar y construir condiciones radicalmentedistintas de pensar, conocer, ser, estar y con-vivir.2) De manera similar, lo interepistémico apuntala la necesi-dad de cuestionar, interrumpir y transgredir los marcos epis-temológicos euro-usa-céntricos que organizan y orientanlas universidades latinoamericanas e inclusive algunos pro-gramas de Estudios Culturales. Pensar con los conocimien-tos producidos en América Latina y el Caribe (como tam-bién en los otros “Sures”, incluyendo los que se sitúan den-tro del Norte) y por intelectuales no sólo provenientes dela academia sino también de movimientos y comunidades,

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es paso necesario y esencial tanto en la descolonización comoen la construcción de otras condiciones de saber. Por tanto,nuestro proyecto se interesa en la tarea de invertir la geopo-lítica del conocimiento; en dar atención a la pluralidad deconocimientos, lógicas y racionalidades presentes históri-camente subyugadas y negadas, y en el esfuerzo político-intelectual de crear relaciones, articulaciones y convergen-cias entre ellos.3) Lo decolonial está íntimamente relacionado con los dosrastros anteriores. Aquí nuestro interés es, por un lado, evi-denciar los pensamientos, prácticas y experiencias que tan-to en el pasado como en el presente, han esforzado pordesafiar la matriz colonial de poder y dominación, por exis-tir a pesar de ella, en sus afueras y hasta en su interior. Y,por el otro lado, es alentar metodologías y pedagogías que,por usar las palabras de Jacqui Alexander4, cruzan las fron-teras ficticias de exclusión y marginalización para así con-tribuir a la configuración de nuevas maneras de ser y cono-cer enraizadas no en la alteridad en sí, sino en los princi-pios de relacionalidad, complementariedad, compromiso.

¿Cuál es el legado de la Escuela de Birmingham que usted in-corpora a su proyecto de Estudios Culturales? ¿Cuáles son los autores yposturas que hoy, dentro del actual campo de los Estudios Culturales,le parecen más significativos y estimulantes?

El legado del proyecto de Estudios Culturales de Birming-ham sigue siendo importante para nuestro proyecto por dos razo-nes principales. La primera es por el repensar político que hizocon relación a la cultura. Me refiero a las proposiciones de E.P.Thompson, Richard Hoggart y Raymond Williams, enraizadasen el afán de repensar el marxismo con relación a lo cultural, asíresaltando cuatro perspectivas centrales:

– La clase es una formación social y cultural, y la culturanada más que experiencia vivida;– El estudio de la cultura como actividad humana da ele-mentos para el cambio social;

4 M. Jacqui Alexander, Pedagogies of Crossing. Meditations on Feminism, Sexual Poli-tics, Memory, and the Sacred, Durham, NC: Duke University Press, 2005.

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– La cultura es uno de los lugares centrales de la lucha porla hegemonía;– La vindicación de elementos orgánicos y emancipatoriosde culturas populares e identificar con clases/grupos opri-midos, son bases para un proyecto educativo político dis-tinto.La segunda razón de la importancia del proyecto de Bir-

mingham y la perspectiva llevada por Stuart Hall está claramenteenmarcada en la vocación política de los Estudios Culturales, laque mantenemos como fundante. En este proyecto y perspectivade Hall, encontramos cuatro ejes particularmente pertinentes:

– La tensión entre políticas y teorías;– La relación histórica y aun colonial entre cultura, raza ypoder;– El régimen de representación;– El concepto, práctica y posibilidad de articulación.Tanto en la obra de Hall como en su trabajo dentro del

proyecto de Birmingham, la tensión entre política y teoría, o po-líticas y teorías, ha sido consideración permanente.

“Me devuelvo a la seriedad fatal del trabajo intelectual. Es unasunto fatalmente serio. Me regreso a la distinción crítica entretrabajo intelectual y académico; se superponen, son adyacentes,se alimenta el uno del otro, el uno le suministra los medios al otro.Pero no son la misma cosa. Me devuelvo a la dificultad de insti-tuir una práctica crítica y cultural genuina cuya intención esproducir alguna especie de trabajo político intelectual orgánicoque no trate de inscribirse en la metanarrativa paradigmática deconocimientos logrados dentro de las instituciones. Me devuelvoa la teoría y a la política, la política de la teoría. No la teoría comola voluntad de verdad sino la teoría como un conjunto de cono-cimientos disputados, localizados, coyunturales que tienen quedebatirse en una forma dialógica. Sino también como prácticaque siempre piensa acerca de sus intervenciones en un mundo enque haría alguna diferencia, en el que tendría algún efecto. Final-mente, una práctica que entienda la necesidad de modestia inte-lectual. Pienso que allí se encuentra toda la diferencia en el mun-do entre entender la política del trabajo intelectual y substituir eltrabajo intelectual por la política”5.

5 Stuart Hall, “Cultural Studies and its Theoretical Legacies”, en Lawrence Grossberg,Carry Nelson y Paula Treichler (eds.), Cultural Studies. Londres: Routledge,

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Su proclama que “los movimientos políticos provocan mo-vimientos teóricos y coyunturas históricas que insisten sobre lasteorías”6, ayudó a la comprensión de un proyecto de EstudiosCulturales concebido no desde la teoría en sí, sino con relacióna la teorización desde las prácticas y luchas políticas. Además alsostener que “la única teoría que vale la pena tener es aquellacon la que uno tiene que luchar, no aquella de la que uno hablacon una fluidez profunda”7, Hall abre una metodología reflexivaque nos hace críticamente preguntar: ¿qué teoría buscamos? ¿Dequién(es) y para quién(es)? y ¿Cuál es la relación entre la opciónteórica y las luchas sociales, culturales y epistémicas?

Como he argumentado en otro lugar,

“En la actual coyuntura latinoamericana donde se han reins-talado las perspectivas eurocéntricas y disciplinares del saber,muchas de ellas ligadas a la globalización neoliberal, el borra-miento del lugar (incluyendo la importancia de las experien-cias basadas-en-lugar), y la posición de “no involucramiento”,tales preguntas son realmente relevantes. Ellas hacen visiblesla reinstalación de una autoridad que pretende vigilar la teo-ría, la creciente distancia entre la academia y la sociedad, y ladesmembración por concebir y posicionar el trabajo intelec-tual como práctica política”8.

Para nosotros en la región andina, como también en otraspartes de Abya Yala-América Latina, esta perspectiva es clave.Reconocer que los movimientos ancestrales político-sociales,particularmente los movimientos indígenas y afrodescendien-tes, también producen teoría –siendo así lo que he llamado enotros lugares como movimientos político-epistémicos– es darla vuelta de su consideración dentro de la academia como pocomás que objetos de estudio. Dialogar con Hall en este sentidoes útil.

1992, p.286. Traducción en E. Restrepo, C. Walsh y V. Vich (eds.), ob.cit., enprensa.6 Ibíd., p. 283.7 Ibíd., p. 280.8 Eduardo Restrepo, Catherine Walsh y Víctor Vich, “Introducción. Práctica críti-ca y vocación política: Pertinencia de Stuart Hall en los estudios culturales latinoa-mericanos”, en E. Restrepo, C. Walsh y V. Vich (eds.), ob. cit., en prensa.

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El segundo eje de Hall –la relación histórica y aun colonialentre cultura, raza y poder– nos da otras pistas con que dialogar.Hall, en su trabajo en Birmingham, empezó a marcar temprana-mente su diferencia con Thompson, Hoggart y Williams, al enca-minarse hacia posturas arraigadas no sólo en la crítica marxista(incluyendo sus raíces eurocéntricas), sino también en el recono-cimiento de subjetividades históricamente subordinadas por es-tructuras de poder, especialmente las de género y racialización,Hall abrió el proyecto de Estudios Culturales a luchas hasta en-tonces ocultadas o negadas, luchando él mismo –como fue el casocon la mujeres y el feminismo–, o enfrentando, en su propio caso,la problemática de raza, racialización y racismo y sus horizontescoloniales vividos, la que forma parte de su “política de ubica-ción” o “localización” desde donde piensa9. Como decía,

“Siendo preparado por la educación colonial, conocí Ingla-terra desde adentro. Pero no soy y nunca seré ‘inglés’. Co-nozco íntimamente los dos lugares, pero no soy completa-mente de ninguno […] De manera curiosa, la poscoloniali-dad me preparó para vivir en […] una relación diaspórica ala identidad”10.

El trabajo de Hall en el campo de representación ofreceotro eje con que podemos dialogar. Al hacer evidente la maneraque las prácticas de representación construyen y contribuyen a laestereotipación y la continua subalternización de afrodescendien-tes, por ejemplo, y dentro de una estructura o régimen de su-puesta naturalización y verdad, Hall permite sobrepasar el dis-curso de Barthes y Foucault al poner la racialización como unproblema céntrico a las estructuras de poder y al entender la re-presentación como parte misma de tales estructuras11.

9 Ver Stuart Hall, “Epilogue: through the prism of an intellectual life”. Brian Meeks(ed.), Culture, Politics, Race and Diaspora. pp. 269-291. Kingston: Ian Randle Pu-blishers.10 Chen, Kuan-Hsing, “The formation of a diasporic intellectual: An interview withStuart Hall” En: David Morley y Kuan-Hsing Chen (eds.), Stuart Hall. CriticalDialogues in Cultural Studies, London: Routledge, 1996, p.492.11 Ver particularmente “El trabajo de la representación” y “El espectáculo del“Otro”, en Stuart Hall (ed.), Representation: Cultural Representations and SignifyingPractices. London, Sage Publications, 1997. Traducción en E. Restrepo, C. Walsh yV. Vich (eds.), ob.cit., en prensa.

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Finalmente, la “articulación” concebida por Hall nos pare-ce significativa. Sin entrar en el análisis del concepto complejo yla práctica enmarcada en él, resaltamos aquí el distanciamientoimportante que señala con los postulados del posmodernismo ysu discurso antiesencialista. Asumir la articulación como esfuerzopolítico-intelectual y también epistémico es construir y concebiralianzas y puntos (aunque tensionados) de convergencia y en-cuentro; es encaminar hacia lo que la feminista María Lugones hareferido recientemente –y en conversación con otras mujeres “decolor”–, como “interseccionalidad”12.

¿Cómo definiría el lugar político de la cultura hoy? ¿De quémodo los Estudios Culturales pueden ayudar a pensar mejor las tensio-nes entre cultura, economía y política?

La cultura siempre ha sido un concepto enredado y resba-loso. Hoy también es un término de moda. Como eje céntrico deUNESCO y su política de patrimonio, criterio clave en las políti-cas del Banco Mundial, el Banco Internacional de Desarrollo-BID y el Proyecto de Naciones Unidos de Desarrollo-PNUD yelemento orientador de constituciones políticas y políticas degobierno, la cultura parece estar en todas las partes sin mayorsignificación. La nueva lógica multicultural del capitalismo mul-tinacional de la que hablaron Zizek, Jameson y otros a principiosde los 90 ha logrado, sin duda, consolidarse en el mundo, inclu-yendo en América Latina donde el referente cada vez más fre-cuente es el intercultural: lo que el peruano Fidel Tubino refierecomo “interculturalismo funcional” para contrastarlo con el in-terculturalismo crítico. Mientras el primero pretende incorporarla diferencia cultural dentro de lo establecido haciéndola utilita-ria o funcional al sistema, el segundo –principio céntrico de lalucha del movimiento indígena, particularmente en el Ecuador–apunta a la transformación social, política y económica13.

12 Ver María Lugones en Tabula Rasa (Bogotá), No. 9, julio-dic. 2008.13 Ver Fidel Tubino, “La interculturalidad crítica como proyecto ético-político”,Encuentro continental de educadores agustinos, Lima, enero 24-28, 2005. http://oala.villanova.edu/congresos/educación/lima-ponen-02.html; Catherine Walsh, In-terculturalidad crítica y educación intercultural”, en Segundo Seminario Internacio-nal de Investigación Educativa, Interculturalidad y Educación Intercultural. La Paz/

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Es en este contexto que se entreteje la cultura, la economíay la política, o más bien lo cultural, lo económico y lo políticopara no quedar en la noción de entidades singulares, estáticas ypreestablecidas. Para nuestro proyecto este entreteje es eje funda-mental. No nos preocupamos de la cultura en sí sino de la mane-ra que el capitalismo ha sido –y aún sigue siendo– el corazón deuna matriz colonial que pretende controlar, definir y dominar apartir de un marco eurocéntrico y occidental, las identidades so-ciales, el conocimiento y el ser, como también la madre naturale-za, es decir las cosmovisiones, espiritualidad, territorialidad y prác-ticas vivenciales culturales de la gente. Nos preocupa mantener-nos alertas a la operación compleja del sistema-mundo-moderno-colonial del capital; el entrelazamiento de lo cultural con la eco-nomía política y la persistencia de una matriz colonial que cruceprácticamente todas las esferas de la vida, es llevar una práctica deEstudios Culturales tal vez muy particular; una práctica crítica,política y con miras hacia lo decolonial. Me refiero a una prácticainteresada en comprender la complejidad de este sistema y hacerver tanto su operación como las prácticas, vivencias y modos deexistencia que aparten de, enfrentan, transgreden o resisten a ello,incluyendo las prácticas actuales que se dirigen hacia la refunda-ción tanto del Estado como de la sociedad, reinvirtiendo sus pro-pósitos y sentidos históricamente homogéneos, excluyentes y deorientación uninacional y monocultural.

¿Qué se gana con la defensa de la “transdisciplinariedad” quepractican los Estudios Culturales? ¿Considera usted que dicha fórmulaconlleva determinados riesgos, y cuáles? ¿Cuál es el balance que hacedel modo en que, en su propia universidad, se comporta la lógicaacadémica de las disciplinas formalmente instituidas frente a los pro-gramas de Estudios Culturales?

La transdisciplinariedad es práctica y postura fundamen-tal en nuestro proyecto. El hecho de que los doctorandos pro-vienen no sólo de las ciencias sociales y humanidades, sino tam-bién de las artes, la comunicación, la educación, la historia, la

Bogotá, Editorial IIICAB, 2009 e Interculturalidad, Estado, Sociedad: Luchas(de)coloniales de nuestra época, Quito: UASB/Abya Yala, 2009.

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filosofía y hasta el derecho da una pluralidad que, en la prácticametodológica-pedagógica, se convierte en el desafío de pensarcolectivamente cruzando formaciones disciplinares y creandoposturas y perspectivas nuevas, transconcebidas y transcorpora-lizadas. Los cursos, seminarios y docentes, en su gran mayoría,también asumen este desafío como necesario en el mundo dehoy cuando ninguna disciplina sola –o ningún intelectual solo–es suficiente para analizar y comprender la realidad social o ac-tuar dentro de ella.

No obstante, en el globo en general y en América Latina enparticular, la ganancia de la transdisciplinariedad siempre ha sidopunto de crítica y contención; un punto aun más dificultoso antela tendencia actual de redisciplinar las universidades latinoameri-canas. Tal tendencia, como ha argumentado Edgardo Lander14, esreflejo de la neoliberalización de la educación superior como tam-bién del creciente conservadorismo de intelectuales, incluyendolos que se identificaban (o aun se identifiquen) como progresistasy/o de la izquierda. Sustentarse en la disciplina y asumir la verdaddesde ella, práctica común hoy en día, es reinstalar la geopolíticadel saber, haciendo que el euro-“usa”-centrismo se fortalezca como“el lugar” de teoría y conocimiento. Por lo tanto, el problema dedisputa no es sólo con la transdisciplinariedad de los EstudiosCulturales sino también con su “indisciplinamiento”; aquí merefiero al esfuerzo –céntrico en nuestro proyecto– de dar presen-cia a perspectivas de conocimiento provenientes de América Lati-na y de pensadores no siempre ligados a la academia15.

Frente a ambas posturas –de transciplinariedad e indisci-plinamiento–, la crítica y cuestionamiento dentro del país a nuestroproyecto vienen de dos lados. Un lado es de la disciplina de lasLetras y su posicionamiento alrededor de los “estudios de la cul-tura”, entendido en mayor parte como el estudio sobre la cultura–como objeto de estudio– y sus manifestaciones principalmenteen la literatura pero con extensiones a otras disciplinas “cultura-

14 Edgardo Lander, “Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos”, en E.Lander (comp.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivaslatinoamericanas. Buenos Aires: CLACSO, 2000.15 Ver C. Walsh, F. Schiwy y S. Castro-Gómez (ed.), Indisciplinar las ciencias sociales:Geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. Perspectivas desde lo andino.Quito: Abya Yala/Universidad Andina Simón Bolívar, 2002.

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les” como también al patrimonio como política cultural16. Desdeestas posturas, la critica a nuestro proyecto y a su apuesta políti-ca-social, intercultural, interepistémica y de orientación decolo-nial se hace muchas veces argumentando que la “Cultura” es pilarde América Latina y que debe ser estudiada en sí y no como espa-cio de conflictos y de luchas por significados en contextos dondeel poder siempre está presente. Al parecer, la ruta preferencial esla de disciplinar, despolitizar y dessubjetivar para volver a la “van-guardia” de la Cultura como patrimonio para salvaguardar. Paranosotros, el problema no es con esta postura y perspectiva en sí–la que es respetable, entendible y con derecho de existir; másbien es cuando ella pretende deslegitimar y desacreditar nuestroproyecto.

El otro lado de la crítica no es tan distinto. Aquí su baseviene de las ciencias políticas y sociales, del argumento tambiéndisciplinado de la neutralidad, seriedad y objetividad académica.En ambos casos la atención a grupos, prácticas y conocimientoshistóricamente subalternizados no tiene mayor relevancia; tam-poco tiene centralidad el entrelazamiento de raza, etnicidad, gé-nero y sexualidades con las estructuras y patrones de poder y co-nocimiento o con las luchas pasadas y presentes en América Lati-na que dan sustento a los argumentos de la heterogeneidad, lainterculturalidad y la colonialidad.

Todo eso sirve para resaltar la doble problemática que,para nuestro proyecto, está en juego. Por una parte está el signi-ficado negativo asociado hoy en día con la transdiciplinariedady los supuestos académicos que la van acompañando, particu-larmente con relación a la investigación, lo que implica que nues-tras tesis tienen que ser doblemente rigurosas. Por la otra parte,está la limitación geopolítica no solo de las disciplinas en sí sinotambién del disciplinamiento académico. Argumentar, como no-

16 Puesto en escena también es el significado de “políticas culturales”. Sin elaboraraquí una respuesta a esta parte del Cuestionario, vale la pena señalar la distinciónentre política cultural entendida como lo político de lo cultural y lo cultural de lopolítico –perspectiva claramente introducida por Arturo Escobar, Sonia Álvarez yEvelina Dagnino y la que nos orienta en nuestro proyecto–, y política cultural comogestión desde las instituciones estatales y (trans)nacionales. Aquí me refiero al textoPolítica cultural y cultura política. Una nueva mirada sobre los movimientos socialeslatinoamericanos, Bogotá: Tauro, 2001.

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sotros hacemos, que el conocimiento y el pensamiento estánproducidos también fuera de la universidad y así en diálogo conHall, que los movimientos políticos también producen y provo-can momentos y movimientos teóricos, es cuestionar y desafiar lalógica académica y la autoridad de una razón –y ciencia– universaly única. Tal desafío y cuestionamiento nos ponen en un lugar siem-pre marginal, en los bordes y siempre en disputa.

Los Estudios Culturales plantean el valor contextual ysituacional de los usos de la teoría y del saber. ¿Cuáles son las proble-máticas regionales y locales que le parecen más urgentes de ser ana-lizadas por los Estudios Culturales desde el lugar en el que se inscribesu trabajo académico y crítico?

Las problemáticas regionales y locales más urgentes en lasque se inscribe nuestro trabajo son las que se relacionan particu-larmente con la comprensión de los dispositivos, estructuras yprácticas de dominación, subordinación y exclusión, y con elseñalamiento de caminos, construcciones, sentidos y prácticashacia mundos y vidas distintas, especialmente las que no se aís-lan en la diferencia en sí. Entre las muchas problemáticas y te-máticas importantes, podemos señalar las siguientes:

– Las transformaciones emergentes en la región que estándando vueltas el significado, la estructura y práctica delEstado y de la sociedad latinoamericanos, y por extensiónla propia “uni”versidad. Me refiero a transformaciones quecríticamente indagan sobre los largos horizontes colonia-les, que parten de lo plural e intercultural y apuntan a lógi-cas y racionalidades distintas a las eurocéntricas. Transfor-maciones y construcciones que también pueden alentarcontralecturas a las celebraciones bicentenarias actualmen-te en boga.– Sentidos, pensamientos, prácticas y experiencias presen-tes y emergentes en la región que conciben modos distin-tos de vivir (tanto en el campo como la ciudad, incluyendola relación con la naturaleza) que se distancian del capita-lismo y su proyecto neoliberal, y que permiten nuevas arti-culaciones y consideraciones en torno a lo cultural, econó-mico y político, sus tensiones y entrecruces.

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– Indagaciones en torno a la racialización, genero-iza-ción, sexualización, etc.: representaciones, re-presenta-ciones y nuevas presentaciones; consideraciones en tor-no a las luchas, estrategias, manifestaciones, resistenciase insurgencias sociales, políticas y epistémicas que se re-fieran a ellas, pensándose con relación a alianzas y arti-culaciones.– Circunspecciones con relación al campo de la educa-ción, desde las escuelas hasta las universidades, especial-mente los que trabajan desde el problema de las geopolí-ticas del conocimiento y hacia prácticas y posibilidadesinterepistémicas.– Estéticas otras que ponen en escena y consideración mi-radas, escuchas, prácticas, producciones y construccionesdesde lo visual, lo sonoro, lo performativo, lo literario, lasmúsicas, las artes plásticas, etc., que cuestionan, interrum-pen y transgreden los marcos elitistas y dominantes de la“Cultura” y abren y/o señalen caminos distintos.

Los Estudios Culturales subrayan la categoría de “intervención”.¿Qué importancia y significado le da usted a esta categoría?

Entiendo –y entendemos– en nuestro proyecto la inter-vención de manera similar a Stuart Hall, como la voluntad deintervención y transformación sobre el mundo, intervención queno sólo se piensa con relación a los campos y contextos sociales ypolíticos sino también en lo epistémico y teórico, para interveniren y transformar nuestros marcos y lógicas de pensar, conocer ycomprender. A comprometerse en mente, cuerpo y alma, comoargumentaba Frantz Fanon.

Considerar los Estudios Culturales hoy en día como pro-yecto de vocación política y de intervención, es posicionar –y a lavez construir– nuestro trabajo en los bordes entre universidad ysociedad. Es reflexionar con seriedad sobre quiénes leemos y conquiénes queremos y/o necesitamos pensar y dialogar, para así re-conocer las propias limitaciones de nuestro conocimiento. Y poreso mismo, es actuar sobre nuestra propia situación, establecien-do encuentros e intercambios de distinto índole con el afán peda-gógico-metodológico de pensar desde y pensar con, lo que he nom-

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brado en otros lugares como parte de una interculturalidad críti-ca y pedagogía decolonial17.

En universidades y sociedades cada vez más caracterizadaspor la no intervención, la complacencia y el individualismo, laintervención señala, sugiere e impulsa una postura y práctica deinvolucramiento, actuación y complicidad. Asumir tal postura ypráctica como integrales a nuestro proyecto político-intelectual,es dar no sólo un sentido ético al trabajo sobre cultura y poder,sino también darlo algo de corazón, es decir dirigirlo a la necesi-dad y urgencia cada vez mayor de vida. Llamar eso Estudios Cul-turales o estudios (inter)culturales críticos es sólo una opción,parte de la política de nombramiento.

17 Catherine Walsh, “Interculturalidade crítica e pedagogía de-colonial: In-surgir,re-existir y re-viver”, en Educação Intercultural hoje en América latina: concepções,tensões e propostas, Vera Candau (Edit.), Río de Janeiro: Editira 7 Letras, 2009.

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Eduardo RestrepoInstituto de Estudios Sociales y Culturales,Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.

Si tuviera que formular una definición de los Estudios Cultura-les como un campo de estudio, ¿cuáles son los rasgos específicos y distin-tivos que usted señalaría como constitutivos de su proyecto y visión?

Desde una perspectiva antropológica, uno estaría tentadode zanjar las a veces interminables disputas por la especificidadde los estudios culturales con un argumento de corte etnográfico.Esto es, los estudios culturales serían lo que hacen en su nombrequienes se reconocen como sus practicantes, así como lo que les esatribuido por parte de académicos que no se consideran ellos mis-mos haciendo estudios culturales. Desde esta perspectiva, los Es-tudios Culturales serían función de juegos de discursos y prácti-cas situados, que definen institucional y socialmente los contor-nos de un campo que pueden ser objeto de unas etnografías ehistorizaciones específicas. Esta manera de abordar la especifici-dad de los Estudios Culturales tiene grandes ventajas, pero tam-bién algunas desventajas.

Una de las ventajas es escapar a lo que podríamos denomi-nar el chantaje fundacionalista de que hay una especie de identi-dad compartida que definiría cuasi transhistóricamente y másallá de los contextos concretos, de una vez y para siempre, loque los Estudios Culturales serían y lo que definitivamente noserían. Se evitaría así el trazado de muros insalvables y de adua-nas de autenticidad, donde las posiciones policiales y autorita-rias florecen fácilmente. Ninguna entidad metafísica, cuasi esen-cial, sería garante último de lo que serían o no los Estudios Cul-turales. Otra ventaja de esta perspectiva es tomar seriamente enconsideración las representaciones y las prácticas institucional-mente articuladas de los actores mismos, lo que permitiría un

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abordaje contextualmente específico y en su densidad de lo que enun lugar y momento dados pueden constituirse (o no) como Estu-dios Culturales.

Dos son las principales desventajas de este abordaje. Pri-mero, el nominalismo que implica. Esto es, se considera que laetiqueta de Estudios Culturales, la palabra, es criterio necesario ysuficiente para que estos existan. Por tanto, no sólo cabe cualquiercosa con tal de que quien la haga considere que eso es EstudiosCulturales, o alguien distinto lo considere así, sino que trabajosque nadie reivindica como Estudios Culturales no lo serían poresta sola razón. Segundo, que una posición tal abandona los Estu-dios Culturales (o cualquier otro campo intelectual) al relativis-mo epistémico y a su apropiación por parte de agendas grises, depersonajes interpelados por sus carreras académicas y micropres-tigios. Finalmente, está el hecho de que algunos personajes (quese imaginan dentro o fuera del campo) definan el trabajo de otroscomo Estudios Culturales, como ha sucedido con aquellos quedesde sus posiciones profesorales en los Estados Unidos embutenen la categoría de Latin Amerian Cultural Studies cualquier traba-jo o autor latinoamericano de su parecer desde el siglo XIX hastahoy. Jesús Martín Barbero, Daniel Mato y Nelly Richard, entreotros, han señalado diferentes implicaciones de esta violencia epis-témica apuntalada en una geopolítica del conocimiento que atra-viesa las relaciones entre el establecimiento académico estadouni-dense y las prácticas intelectuales en los distintos países latinoa-mericanos1.

Aunque los Estudios Culturales deben considerase comoun campo plural en el que múltiples vertientes y disputas sonconstitutivas, esto no significa que no pueda establecerse su espe-cificidad. Y la definición de esta especificidad es un asunto dedisputa política en el terreno mismo de los Estudios Culturales.Implica un cerramiento arbitrario, aunque provisional, de lo quepueden significar en un momento y lugar determinado. A dife-

1 Esta pertinente preocupación por las prácticas de colonialismo intelectual quepueden asociarse a ciertas apropiaciones de los Estudios Culturales, no significa quese considere relevante apelar a un (auto) orientalismo latinoamericanista o a unprovincialismo nativista para rechazar en bloque los debates, los retos e incomodi-dades que suscitan los Estudios Culturales en contextos intelectuales como losnuestros.

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rencia de las disciplinas académicas, la especificidad de los Estu-dios Culturales no se plantearía en términos epistemológicos, teó-ricos o metodológicos. La especificidad de los Estudios Cultura-les es una preocupación política, pero una preocupación que nosignifica la cancelación de la labor teórica en nombre de un sujetopolítico o moral determinado de antemano.

Recogiendo una expresión de Lawrence Grossberg, los Es-tudios Culturales serían una permanente politización de la teoríay una teorización de lo político. La politización de la teoría noconsiste en reemplazar el ejercicio teórico (el forcejeo con las cate-gorías, autores e investigaciones de lo concreto), por reproduciruna serie de enunciados osificados y moralizantes derivados de la“posición política correcta”. La politización de la teoría supone,al contrario, que el conocimiento tiene sentido en tanto es impul-sado por una voluntad de intervención y transformación sobre elmundo. La teorización de lo político refiere, a su vez, a que eltrabajo intelectual serio examine permanentemente los bemolesde la actividad política en aras de entender mejor sus articulacio-nes y limitaciones. En esta manera de entender el trabajo intelec-tual se puede percibir la inspiración gramsciana del “pesimismodel intelecto” y del “optimismo de la voluntad”.

Su apuesta por la pluralidad, las tensiones y disputas, comocriterio de vitalidad intelectual, no significa que todo cabe dentrode los Estudios Culturales. Si los Estudios Culturales pueden sercaracterizados como antireduccionistas, como un pensamiento singarantías para retomar la sugerente y acertada formulación de Hall,es porque no caben posiciones reduccionistas independientementede la autoridad que las predique. Unos estudios que no se pre-guntan por su relevancia e implicaciones políticas a la vieja usan-za del positivismo o a la más reciente del nihilismo postmoder-nista, no sólo están lejanos sino que son antagónicos con la ideade la necesaria voluntad política en el proyecto de los EstudiosCulturales. La flexibilidad y pluralidad no es lo mismo que cele-brar una ausencia de criterio sobre su propia especificidad. Tam-poco es falta de perfilamiento de un proyecto intelectual que, poramplio que sea, no puede ni pretende incluirlo todo.

De manera general, la apuesta que orienta mi disputa porla especificidad de los Estudios Culturales se podría formular de

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la siguiente manera: los Estudios Culturales refieren a ese campotransdisciplinario que busca comprender e intervenir, desde un en-foque contextual, cierto tipo de articulaciones concretas entre locultural y lo político. Campo transdisciplinario en el sentido deque los Estudios Culturales son necesariamente antireduccionis-tas, es decir, sus explicaciones no son reducidas a una dimensióno variable definida de antemano ya sea esta el discurso, el sujeto,la cultura, la sociedad o la economía. Sus abordajes suponen po-ner en juego no sólo un pluralismo metodológico, sino enfoquesconceptuales anclados a diversas tradiciones disciplinarias. Com-prender e intervenir porque los Estudios Culturales no operancomo conocimiento ostentoso, cuyo único fin sería el atesoramientode conocimiento sin mayor razón que la satisfacción de la curiosi-dad intelectual o el engrosamiento de las carreras académicas desus practicantes. Comprender e intervenir significa que los Estu-dios Culturales se imaginan como un conocimiento-herramienta,situado y puntual en el forcejeo teórico y empírico por evidenciary transformar condiciones concretas de explotación, dominacióny sujeción.

Los Estudios Culturales no son una disquisición eminenteo predominantemente teorética sobre el mundo desde genialida-des que tratan de explicarlo en su coherencia de sistema, sinoestudios de lo concreto: de elementos, de amarres, de relacionesentre cultura y poder concretas. De ahí que los Estudios Cultura-les sean situados, es decir, que adquieren determinadas caracterís-ticas e inflexiones dependiendo de los contextos intelectuales ypolíticos en los que se articulan.

Enfoque contextual porque los Estudios Culturales no sonsolipsismo ni especulación de carácter metafísico, sino estudiosempíricamente orientados sobre amarres concretos de cultura-como-poder pero también de poder-como-cultura en el mundohistóricamente existente. Los Estudios Culturales son contextua-les teóricamente porque no están garantizados por la citación deciertos autores, ni se derivan mecánicamente de la utilización deunas teorías sobre la cultura y el poder. Son contextuales política-mente ya que lo que en un contexto determinado puede ser polí-ticamente progresista, en otro puede ser abiertamente reacciona-rio (o, tal vez más fácilmente encontrable, mezclas de ambas al

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tiempo), por lo que hay que hacer el trabajo de investigar los ensam-blajes de fuerzas concretas en aras de orientar las intervenciones políti-cas relevantes. Esto no significa que los Estudios Culturales sean laúnica forma de articular voluntad política en la academia, como tam-poco significa que sea necesariamente la mejor.

Cierto tipo de articulaciones concretas entre lo cultural ylo político, en tanto la problemática de los Estudios Culturales seconstituye en las intersecciones entre la significación y las relacio-nes de poder expresadas en socialidades, corporalidades, subjeti-vidades, espacialidades y tecnicidades concretas. De esta manera,la intersección, el cruce, la sutura entre cultura y poder, es ellugar específico donde los Estudios Culturales encuentran un con-cepto de cultura y un concepto de poder que definen su problemá-tica. En los Estudios Culturales, la cultura es pensada como unterreno de luchas por significados y esos significados constituyen elmundo, no son significados que están en el nivel de la superestruc-tura o de la ideología, sino que producen materialidades.

¿Cuál es el legado de la Escuela de Birmingham que usted in-corpora a su proyecto de Estudios Culturales? ¿Cuáles son los autores yposturas que hoy, dentro del actual campo de los Estudios Culturales,le parecen más significativos y estimulantes?

Para mi concepción y práctica de los Estudios Culturales,lo más inspirador de Birmingham se encuentra en el trabajo deStuart Hall. Concretamente, me identifico con sus elaboracionessobre el proyecto de los Estudios Culturales como una prácticaintelectual con una irrenunciable vocación política anclada en lacomprensión de lo concreto. Sus planteamientos sobre la teoríacomo un “forcejeo con los ángeles”, sin ningún tipo de garantíasni atajos, son oxigenantes en un momento donde impera ciertabanalización de lo teórico en ejercicios de citaciones de nombresde autores, fórmulas estereotipadas y títulos de libros con los quese tiene una relación superficial y fetichista.

Me identifico también con la insistencia de Hall en que eltrabajo intelectual serio importa, sin caer en la reificación de lateoría ni en el antiteoricismo o antiacademicismo de cierto tipode activismos. Activismos facilistas que tienden a la cancelaciónde la labor intelectual. De ahí la relevancia de su convicción

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gramsciana de que el “pesimismo del intelecto” desestabiliza las cer-tezas autocomplacientes y las inercias de la imaginación política enlas que tendemos a reposar (sobre todo cuando nos sentimos dellado de los justos); pesimismo que debe complementarse con “eloptimismo de la voluntad” para que no se convierta en arroganciailustrada o autoritarismo de los expertos. Finalmente, pero no porello menos relevantes, debo indicar que los aportes de Hall sobrerepresentación, hegemonía, etnicidad-raza y diáspora son los que máshe utilizado en mis propios trabajos.

También me identifico hoy con las contribuciones deLawrence Grossberg en los Estados Unidos. Por sus planteamien-tos sobre el proyecto de los Estudios Culturales y sus disputascon las vertientes textualistas y trivializantes de los Estudios Cul-turales; por sus esfuerzos para generar condiciones de conversabi-lidad entre unos Estudios Culturales desde diferentes lugares delmundo y por sus estudios concretos sobre modernidad y hege-monía en los Estados Unidos, Grossberg constituye un claro refe-rente de por qué los Estudios Culturales pueden ser relevantes.En América Latina, aunque con más dificultades de identificarloexclusivamente como Estudios Culturales, ya que es una etiquetacon la que se siente incómoda, el trabajo de Claudia Briones enArgentina es bastante inspirador. Sus planteamientos sobre laaboriginalidad, la identidad, la etnicidad y las formaciones nacio-nales de alteridad, así como su sostenido y largo trabajo con losmapuche, hacen de Briones un aporte significativo y estimulante.

En suma, en las actuales posturas de los Estudios Cultura-les, las que considero más interesantes y por las que merecen sertomados en consideración son las que mantienen su vocación po-lítica, distanciándose de un sinnúmero de personajes que los con-funden con estudios sobre la cultura y cuya política se reduce a labanalización textualista de considerar que hablar sobre el poder ohacer análisis cultural es suficiente.

¿Cómo definiría el lugar político de la cultura hoy? ¿De quémodo los Estudios Culturales pueden ayudar a pensar mejor las tensio-nes entre cultura, economía y política?

Estamos asistiendo a una época donde la cultura en gene-ral y la diferencia cultural en particular constituyen los términos

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de inteligibilidad e interpelación de un creciente número de per-sonas (no sólo de expertos, funcionarios, políticos y activistas)así como el campo de una serie de tecnologías de gubernamenta-lización y mercantilización de la existencia. La cultura y la dife-rencia cultural han devenido en el terreno desde donde se articu-lan normalizaciones y se producen poblaciones, pero tambiénhan constituido el diagrama de poder desde donde ciertas subal-ternidades (a veces configuradas como tales por la visibilidadmisma del dispositivo culturalista) establecen sus resistencias.Igualmente, la cultura y la diferencia cultural son el anclaje y lafuente de operación del capital no sólo con la producción demercancías e imaginarios, sino también con la apropiación delanálisis cultural en la racionalidad empresarial y de mercados.

¿Qué se gana con la defensa de la “transdisciplinariedad” quepractican los Estudios Culturales? ¿Considera usted que dicha fórmulaconlleva determinados riesgos, y cuáles? ¿Cuál es el balance que hacedel modo en que, en su propia universidad, se comporta la lógicaacadémica de las disciplinas formalmente instituidas frente a los pro-gramas de Estudios Culturales?

La transdisciplinariedad (la interdisciplinariedad o la nodisciplinariedad, dependiendo de las inflexiones teóricas de quienargumente) es cada vez más un lugar común en las retóricas de lospracticantes de los Estudios Culturales, pero es algo sobre lo queno se tiene mayor claridad. No pocos de los que se dicen suspracticantes se limitan a imaginar los Estudios Culturales comoun más allá, como una superación de las disciplinas, muchas ve-ces con el argumento del realismo de que ante un mundo tancomplejo y globalizado, los objetos de las disciplinas son dema-siado parciales. Se confunden los objetos disciplinarios con unaparcela de la realidad e imaginan, entonces, la transdisciplinarie-dad como una perspectiva más abarcadora porque “incluye” o“articula” diferentes objetos. Esta candidez epistémica, a menu-do va de la mano con una arrogancia y desconocimiento de lasdisciplinas que dicen superar (y que mandan a recoger de un plu-mazo), así como de un cerramiento disciplinante de los EstudiosCulturales centrado en unos autores, temáticas y retóricas quedevienen en cánones. Por tanto, la transdisciplinariedad en los

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Estudios Culturales no la entiendo como una mera yuxtaposiciónmecánica de dos o más disciplinas en una especie de simple sumato-ria que, en últimas instancias, mantendría incólume la identidad decada una de ellas.

Uno de los elementos retóricos que uno encuentra fuerte-mente en distintos practicantes de los Estudios Culturales en Co-lombia es un marcado discurso antidisciplinario, sobre todo enalgunos estudiantes y profesores. El reto de la transdisciplinarie-dad (o interdisciplinariedad) no es la negación de las disciplinas,sino tratar de problematizar los reduccionismos disciplinarios ono disciplinarios en los abordajes de las problemáticas que lesinteresan a los Estudios Culturales. El cuestionamiento radical alreduccionismo no significa que todo lo relacionado con las disci-plinas es obsoleto e irrelevante, algo que pertenecería al museo deantigüedades y curiosidades intelectuales. La formación discipli-naria es un momento y un lugar muy importante para hacer Es-tudios Culturales, aunque por supuesto no lo puede hacer man-teniendo impune su formación disciplinaria.

Independientemente de lo que a uno le guste o no, en elcontexto de institucionalización de los Estudios Culturales en elpaís se corre el riesgo de que sean cada vez más disciplinarios. Estacreciente disciplinarización se daría paradójicamente al mismotiempo que sus practicantes predican enfáticamente la transdisci-plinariedad y no pocos de ellos asumen posiciones antidisciplina-res con respecto a la antropología, la filosofía, etc. Cuando hablode disciplinación, estoy entendiendo el concepto en un sentidomás antropológico y sociológico (siguiendo en esto algunos de losaportes de Bourdieu, Foucault y Wallerstein) que estrechamenteepistemológico. Las disciplinas no son sólo un campo epistémica-mente constituido de objetos, métodos y problemas que permitecierto tipo de comprensión-producción del mundo. Las discipli-nas también están constituidas por una serie de prácticas institu-cionalizadas y de procesos de subjetivación que normalizan lascondiciones de lo pensable y de lo realizable desde una discipli-na, a veces en franca contraposición con las representaciones quesus practicantes tienen y enuncian sobre ella. Estoy pensando enla disciplina como disciplinación, como fijación de cánones, comoestablecimiento de jergas compartidas, como interpelaciones in-

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dividuales y colectivas. En este sentido, se puede apreciar cómo loque se hace en nombre de los Estudios Culturales en Colombia seha ido progresivamente disciplinando, aunque uno de los rasgosde esta disciplinación suponga compartir de forma generalmenteacrítica una narrativa de autocelebración donde la transdiscipli-nariedad ocupa un lugar central.

En la Universidad Javeriana en Bogotá la reacción del grue-so de los practicantes de las disciplinas (pero sobre todo de losantropólogos y los sociólogos) que pertenecen a la Facultad deCiencias Sociales, ha sido la de una marcada angustia defensiva yun rechazo frontal u oblicuo a los Estudios Culturales. Abierta-mente conservadores no sólo sobre la puridad disciplinaria sinotambién en términos políticos, varios antropólogos, sociólogos,historiadores y literatos de la facultad en la cual se creó el progra-ma trataron de suprimir primero y ahora de reducir al máximo lapresencia de los incómodos Estudios Culturales. En general ar-mados de la única lectura que conocen sobre Estudios Culturales(el libro de Carlos Reynoso, Apogeo y decadencia de los EstudiosCulturales), reproduciendo los estereotipos y lugares comunes, ysiendo muchos de ellos en sus propias disciplinas unos practican-tes menores que no tienen mayor producción ni visibilidad, per-ciben con pánico el posicionamiento en la Facultad de los Estu-dios Culturales.

La relación con los Estudios Culturales también tiene otrahistoria en la Universidad Javeriana: la de un instituto de investi-gación anómalo, el Instituto de Estudios Sociales y CulturalesPensar, que no pertenece a ninguna facultad y que ha sido el ni-cho del posicionamiento de los Estudios Culturales con el abiertoaval del grueso del equipo y de sus directivas. Es desde este insti-tuto que nació el programa de Estudios Culturales que se adelan-ta conjuntamente con la Facultad de Ciencias Sociales. Un par deseminarios internacionales, un diplomado y dos libros son la ex-presión de lo que, para finales de los años noventa, estaba gestán-dose en el contexto del Instituto Pensar y que de alguna manera sesigue adelantando hasta hoy.

Por su parte, para las autoridades administrativas de la uni-versidad, incluyendo los dos decanos que han estado a cargo de lafacultad, los Estudios Culturales se piensan como un programa

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rentable en términos de visibilidad institucional y de ingresos pormatriculas, sin tener necesariamente idea de lo que significan másallá de nociones generales como que implican una posición crítica einterdisciplinaria.

Los Estudios Culturales plantean el valor contextual y situacionalde los usos de la teoría y del saber. ¿Cuáles son las problemáticas regio-nales y locales que le parecen más urgentes de ser analizadas por losEstudios Culturales desde el lugar en el que se inscribe su trabajo aca-démico y crítico?

Las problemáticas locales más relevantes para ser abordadasdesde los Estudios Culturales se refieren a la paramilitarizacióndel imaginario colectivo en Colombia y su articulación a la hege-monía (en el sentido gramsciano) de la nueva derecha. En térmi-nos regionales, dos de las problemáticas que deben ser pensadascríticamente desde los Estudios Culturales son: el giro multicul-tural y las políticas de la identidad, así como el corrimiento a laizquierda y la descolonización. Igualmente importante en térmi-nos regionales es la transformación del sentido común y del esta-blecimiento académico, naturalizando prácticas y criterios supues-tamente de internacionalización, pero que en últimas instancias,se encuentra posicionando ciertas geopolíticas del conocimiento.

Los Estudios Culturales subrayan la categoría de “intervención”.¿Qué importancia y significado le da usted a esta categoría?

La intervención es el rasgo distintivo más importante de losEstudios Culturales. No pueden existir Estudios Culturales sinintervención ya que es en esta que se materializa su voluntad po-lítica. Ahora bien, “intervención” no es reemplazar el ejerciciointelectual consistente por un activismo celebratorio de las már-genes y las subalternizaciones. No es populismo académico, nidiluir la especificidad y la importancia de la teoría en un relativis-mo epistémico del “todo vale”.

La intervención la entiendo como praxis, esto es, una prác-tica orientada teóricamente hacia la transformación. Esta trans-formación, sin embargo, no es la de la Revolución (con mayúscu-la inicial), no es la de una teorización totalitaria del lugar de lavanguardia o del profeta.

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La intervención puede operar en tres planos, y a veces envarios de ellos al tiempo. Un primer plano es el de la interrupciónde ciertos amarres concretos del sentido común y de los imagina-rios colectivos referidos a la intercepción entre las prácticas signi-ficativas y las relaciones de poder. Interrumpir, entonces, las arti-culaciones de la explotación, dominación y sujeción, que se natu-ralizan y que operan como no pensables pero que son los lugaresdesde donde se piensa. Un segundo plano, son las intervenciones,como acciones derivadas de investigaciones concretas sobre lasrelaciones de poder localizadas, que lo involucran a uno mismocomo sujeto, pero que no se limitan a la subjetividad individualni se quedan necesariamente en lo local. En este plano, no es unaintervención en nombre de otros irreductibles y distantes (margi-nalizados, subalternizados) sino desde las molestias existencialesdel sí en relación con otros significativos, esto es, con quienes unose identifica con sus proyectos políticos en tanto confluyen conlos propios. Finalmente, intervención en el sentido de propiciarlos insumos teóricos contextualmente basados para las transfor-maciones estructurales y las luchas anticapitalistas. Así entendi-da, la intervención se refiere a las acciones que se adelantan expli-cita y reflexivamente para mantener o transformar las condicionesde existencia de determinadas colectividades.

Esta concepción de intervención se distancia de las diferen-tes modalidades del asistencialismo social. El rasgo fundamentaldel asistencialismo consiste en despolitizar y descontextualizar los“problemas sociales” tratándolos como anomias o disfuncionesque pueden ser “solucionadas” apelando a la tecnología o la pla-neación. En la práctica, este asistencialismo apuntala las relacio-nes de poder que garantizan subalternización y marginalizaciónde amplios sectores de la población.

¿Qué relación establece entre “Estudios Culturales” y “políticasculturales? ¿Cómo se cruzan ambos con la “gestión y la autogestiónculturales”?

Soy consciente de que para la mayoría de personas involucra-das con los Estudios Culturales en América Latina, la noción de ges-tión cultural tiende a ser equivalente a la de intervención, sobre todocuando tal gestión es adelantada por (o en nombre de) la “gente”.

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En Colombia también se encuentran quienes consideran quelos Estudios Culturales y la gestión cultural son equiparables, ar-gumentando que la gestión cultural sería ese aspecto de los Estu-dios Culturales que implicaría una intervención más allá de la aca-demia, con las “comunidades”, en sus procesos de posicionamientoa través de sus “expresiones culturales” o desde el diseño e instru-mentalización de políticas estatales sobre la “cultura”.

Independientemente de la genealogía que amerita la cate-goría de “gestión cultural”, asociada al posicionamiento de agen-das y conceptualizaciones neoliberales en la región, mi posiciónes que nada más opuesto a los Estudios Culturales que la gestióncultural. Desde mi perspectiva, los Estudios Culturales no se pue-den confundir con gestión cultural y menos cuando esta últimase colapsa con políticas culturales que operan como medidas degobierno sobre la “cultura”. No es que desconozca la potenciali-dad de subversión y los procesos de agencia que las “comunida-des” puedan desplegar en torno a eso que se llama la “cultura” o“lo cultural”. Tampoco se puede negar que desde el Estado (o,más concretamente, desde políticas de gobierno específicas) sepueda adelantar procesos interesantes que en ciertos puntos cues-tionen relaciones de poder y permitan ciertas formas de posicio-namiento de sectores subalternizados.

No obstante, la gestión cultural supone una gubernamenta-lización (a la Foucault) del mundo de la vida, una modalidad degobierno de los otros y de sí mismos en nombre de la cultura o delo cultural. Esta gubernamentalización en torno a la cultura o locultural produce subjetividades, constituye agenciamientos, definenuestra historicidad. No son tecnologías de dominación, entendi-da como imposición, sino que son tecnologías de gobierno queoperan desde la constitución de ciertos tipos de imaginarios políti-cos y teóricos, la producción de unos términos y principios de inte-ligibilidad, unas modalidades de subjetividad, que establecen con-diciones de confrontación, organización, resistencia.

Estamos asistiendo a una época en que la cultura en gene-ral y la diferencia cultural en particular constituyen los términosde inteligibilidad e interpelación de creciente número de perso-nas (no sólo de expertos, funcionarios, políticos y activistas), asícomo el campo de una serie de tecnologías de gubernamentaliza-

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ción y mercantilización de la existencia. La cultura y la diferenciacultural han devenido en el terreno desde donde se articulan nor-malizaciones y se producen poblaciones, pero también han cons-tituido el diagrama de poder desde donde ciertas subalternidades(a veces configuradas como tales por la visibilidad misma del dis-positivo culturalista) establecen sus resistencias. Igualmente, lacultura y la diferencia cultural son el anclaje y la fuente de opera-ción del capital no sólo con la producción de mercancías e imagi-narios, sino también con la apropiación del análisis cultural en laracionalidad empresarial y de mercados.

Mi punto es que los Estudios Culturales no pueden serentendidos como gestión cultural. Al contrario, los Estudios Cul-turales suponen una problematización de la gestión cultural, em-pezando por los discursos celebratorios de la misma (indepen-dientemente de que sean enunciados en nombre de las “comuni-dades”, “la gente”, “los excluidos” o “los marginados”) que la con-sideran como un escenario ideal de la “(anti)política” contempo-ránea. Por tanto, el lugar relevante para los Estudios Culturales esel de evidenciar desde estudios e intervenciones concretas cómolos discursos expertos sobre la cultura, las tecnologías de normali-zación y las subjetividades asociadas suponen modalidades de su-jeción y de disputa. Uno de los riesgos más preocupantes que seenfrentan en los Estudios Culturales en Colombia, aunque pare-ce que no sólo en este país, es la burocratización de los EstudiosCulturales en las agencias estatales o en los sectores oenegizados(de las ONG) en nombre del impulso, promoción, mejoramien-to, conservación o diversificación de la “cultura” o “lo cultural”,sobre todo cuando se hace en nombre de las “comunidades” o afavor de la “inclusión”.

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Diccionarios y genealogías

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Estudios Culturales: ¿Un saber enestado de diccionario?

Néstor García Canclini

Aunque hace décadas que se desacreditaron las generacio-nes y las vanguardias como claves para entender los cambios deépocas, esas nociones siguen usándose en la crítica. Se agrupa aescritores o artistas sin muchas afinidades para diferenciar a losque vienen después de Borges o del boom literario de los setenta,a quienes ya no pintan y sólo hacen instalaciones, performances ovideos. No me convencen estos cortes en las prácticas creativas,pero se me presentan a veces al percibir lo que ocurre en el diseñode los diccionarios.

La duda crónica sobre qué son los Estudios Culturales esuna pregunta para diccionarios. Hace quince años no había res-puestas categóricas ni un ordenamiento internacional de lo queen diversas regiones recibía ese nombre. Existían trabajos funda-cionales británicos, latinoamericanos (aunque pocos de esta re-gión se identificaran con esa marca) y varias líneas estadouniden-ses, europeas y asiáticas con énfasis no siempre compatibles: au-torreferidas a países centrales o periféricos, subalternistas, posco-loniales o de género. Se diferenciaban al recortar su objeto deestudio, vincularse preferentemente con las humanidades o lasciencias sociales y elegir sus estrategias metodológicas centradasen los discursos o atentas al contexto.

¿Qué sucedió para que en poco más de una década apa-rezcan una decena de diccionarios sobre el estudio de la cultu-ra? Podría usarse la explicación que los justifica en cualquierárea o disciplina: a) una acumulación de conocimientos en uncampo de saber; b) la necesidad de organizar esos conocimien-tos y darles rigor precisando el sentido de los conceptos em-pleados; c) la incertidumbre sobre el sentido de muchos con-

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ceptos por la disputa entre diversas orientaciones y la innova-ción o cruce de posiciones.

Además de estas razones, estimularon a la mayoría de estosdiccionarios los diálogos entre regiones geográficas y la necesidadde precisar el arco de sentidos dados a la noción de cultura y aotras conexas. También volvieron necesarios este tipo de instru-mentos los corredores existentes entre las disciplinas donde seabastecen los Estudios Culturales y con las cuales conversan: an-tropología, sociología, literatura, lingüística, semiótica, estudioscomunicacionales, psicoanálisis y, en muy pocos casos, economíade la cultura.

Entre disciplinas y lenguas

Algunos diccionarios sobre la cultura priorizan una de es-tas disciplinas, como el de Términos críticos de la sociología de lacultura, coordinado por Carlos Altamirano, aunque su vocabula-rio y las profesiones de los autores de artículos remiten a casitodas las disciplinas citadas. Aun los sociólogos muestran en sustextos que han leído obras fuera de su especialidad. También essignificativo que citen muchas referencias de los cultural studies yde especialistas en Estudios Culturales de América Latina. La obraincluye a autores de distintas generaciones con trayectorias con-solidadas en historia de la cultura y del arte, comunicación, so-ciología, política, filosofía, antropología, urbanismo, semiótica ycrítica literaria. ¿Por qué llamarlo diccionario de sociología? Se-gún Altamirano porque esta ciencia ha reformulado su proyectoclásico siendo muy permeable a los préstamos y reformulacionesde otras disciplinas, y principalmente por su “esfuerzo por inter-pretar el significado de las transformaciones de la sociedad con-temporánea (el debate entre “apocalípticos” e “integrados” entorno de la llamada cultura de masas, así como el más recientesobre la modernidad y la condición postmoderna, son indisocia-bles de ese esfuerzo) o del desafío radical de algunos movimientoscívicos y culturales, como el que alimenta los estudios feministasy los estudios étnicos, han planteado a las categorías más consoli-dadas del pensamiento social” (Altamirano, 2002: XIII).

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El Diccionario crítico de política cultural, escrito por TeixeiraCoelho en portugués, con un equipo que tiene ya dos edicionesen castellano, una en México, agotada, y otra reciente en España,organiza los conocimientos en función de los recursos más utili-zados para la política y la gestión cultural. Pero su visión ampliadel campo ha favorecido el uso académico en diversas carrerascientíficas y artísticas. Teixeira Coelho escribió en la introducciónque la política cultural debe concebirse como “una ciencia de laorganización de las estructuras culturales” y explica que la investi-gación para hacer el diccionario abarcó tratados de las disciplinaspertinentes, informes técnicos de organismos culturales, leyes, tesisy actas de congresos. Su valor radica en organizar una informa-ción tan dispersa y reconocer que la redefinición de lo cultural nose hace sólo en libros de expertos. Coelho aprecia la forma diccio-nario porque no insiste en explicaciones lineales, sino que haceaccesible el conocimiento por múltiples entradas.

En inglés, donde el precursor A Vocabulary of Culture andSociety (1983), de Raymond Williams, estuvo casi solo durantelargo tiempo –y fue traducido al castellano apenas en el 2000– laúltima década vio una explosión de diccionarios, antologías y rea-ders con vocación de sistematizar los aportes.

Los diccionarios, como los ya citados, suelen advertir sobresus limitaciones. En cambio, el coordinado por Michael Payne,Diccionario de teoría crítica y Estudios Culturales, publicado en in-glés en 1996 y traducido en 2002 al castellano, asegura en suprefacio ser exhaustivo. Sin embargo, esa ambición se ve restringi-da porque desconoce la producción latinoamericana. Aun al ocu-parse de términos generados en esta región, como “ciudad letra-da” y “transculturación”, los autores parecen no haberse enteradode la existencia de Ángel Rama y Fernando Ortiz. Ni siquiera enel artículo sobre “estudios caribeños” logró infiltrarse algún his-panohablante. El único artículo que enumera rápido a novelistas,poetas y pintores latinoamericanos dice que “los intelectuales la-tinoamericanos se han ocupado de su arte y literatura más que dela teorización acerca de la cultura, la literatura y el arte en sussentido universal” (Alice J. Poust, en Payne, 2002:240).

Una visión igualmente sesgada se ostentaba en Cultural Stu-dies, la antología editada en 1992 por Lawrence Grossberg, Cary

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Nelson y Paula Treichler, con casi todos los autores angloparlantessobresalientes en aquel momento: por ejemplo, Tony Bennett, HomiK. Bhabha, James Clifford, Simon Frith, Paul Gilroy, Stuart Hall,Andrew Ross y Angela McRobbie. Pese al propósito declarado enla introducción de captar el “boom internacional sin precedentes”de los Estudios Culturales, no se convocó a ningún latinoamerica-no y la producción de esta región casi no tenía referencias. Algosemejante ocurre con The Cultural Studies Reader, el volumen en elque Simon During reunió 39 ensayos de autores de habla inglesa,francesa y alemana. Su intención de ocuparse de “Estudios Cultu-rales transnacionales” se dirige a Bangladesh, Hong Kong, Irán yTurquía, y sus noticias ocasionales de latinoamericanos no pasan deJosé Carlos Mariátegui y Gabriel García Márquez.

En contraste, hallamos obras colectivas como la editada porDirham y Kellners, Media and Cultural Studies: Keywords, contextos de Ariel Dorfman, Néstor García Canclini, Jesús MartínBarbero y Celeste Olalquiaga. El libro más audaz y plural en sutemática, A Companion to Cultural Studies, que compiló TobyMiller, incluye artículos de las figuras anglosajonas más represen-tativas de su momento (2001), textos sobre los Estudios Cultura-les chinos, europeos, “Australasia”, un artículo de Ana María Ochoasobre cultura y poder en Colombia, otro de George Yúdice quecompara las “tradiciones de Estudios Culturales” en América La-tina y Estados Unidos, y una aguda problematización de JorgeMariscal titulada “Can cultural studies speak Spanish?”.

¿Qué abarcan hoy los estudiosculturales latinoamericanos?

Las polémicas sobre la existencia de esta noción, e inclusosobre la dificultad de definir América Latina, se hallan tratadaspor primera vez con un enfoque más representativo de su diversi-dad y complejidad en el Diccionario de Estudios Culturales latinoa-mericanos coordinado por Mónica Szurmuk y Robert McKeeIrwin, publicado en 2009.

¿Se puede denominar diccionario latinoamericano a un vo-lumen en el cual de los 53 autores 26 son estadounidenses o

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enseñan en universidades de Estados Unidos y Canadá? En de-fensa de esta distribución geográfica de la redacción puede decir-se que expresa, ante todo, un desarrollo demográfico, debido a lasmigraciones, por el cual aproximadamente 10% de los latinoa-mericanos no viven en la región que lleva este nombre (entre 15 y20% de ecuatorianos, mexicanos, salvadoreños y uruguayos).Desde luego, hay que considerar también la presencia de acadé-micos latinoamericanos en las universidades estadounidenses.

La introducción, más extensa que la de los demás dicciona-rios citados, documenta los orígenes de los Estudios Culturaleslatinoamericanos, antes de que se llamaran así, en la tradiciónensayística, la recepción peculiar de la Escuela de Frankfurt, delCentro para Estudios Culturales Contemporáneos de Birming-han y del postestructuralismo francés y valora “el desarrollo deuna agenda de investigación en Estudios Culturales latinoameri-canos en Estados Unidos”, así como el lugar creciente de profeso-res e investigadores de América Latina en universidades, congre-sos y revistas en la academia estadounidense.

Muchos artículos analizan los movimientos de circulacióndel saber entre norte y sur de las Américas, donde se constituye loque Juan Poblete denomina una nueva cartografía de lo latino-americano. De los 48 términos trabajados, varios se dedican aexplicar esta reconfiguración (desterritorialización, diáspora, fron-tera, imperialismo cultural, latinoamericanismo, poscolonialismo). Enotros vocablos se registra cómo han intervenido en su actual perfilautores estadounidenses y latinoamericanos.

Los autores de la introducción y coordinadores del diccio-nario consideran las instituciones y las relaciones intelectuales queenlazan la producción del norte y del sur, así como la mayor po-tencia del sistema universitario y editorial estadounidense. Encontraste, se interrogan sobre el deficiente desarrollo de la inves-tigación referida a cultura en América Latina y lo explican porquelos Estudios Culturales existen en esta región “más como prácticaindividual que como práctica institucional” (Szurmuk y McKeeIrwin, 2009:24): se refieren específicamente a la escasez de pos-grados en este campo.

La lectura detallada de los artículos muestra la fecundidadde este enfoque intercontinental. Siendo un volumen con menos

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páginas que los anglosajones (332), logra representar mayor di-versidad de perspectivas. En el diccionario de Szurmuk y McKeeIrwin hallamos términos de distintas tradiciones:

a) de las primeras teorías sobre la cultura (alteridad, estética,identidad, ideología).b) un alto porcentaje de entradas cuya elaboración se desa-rrolló preferentemente en los Cultural Studies (canon, géne-ro, multiculturalismo, performance, poscolonialismo, posnacio-nalismo, subalternismo, teoría queer).c) hay también conceptos que alcanzaron su mayor consis-tencia teórica en el pensamiento europeo y luego fueronreformulados a escala global (campo cultural, crítica cultu-ral, discurso, esfera pública, hegemonía, industria cultural, mo-dernidad, nación, poder).Un mérito de este diccionario es seguir, a propósito de

muchos términos, las condiciones sociales distintas de produc-ción intelectual en Estados Unidos y América Latina. Así, porejemplo, examina el pensamiento cultural en el marco de las dic-taduras latinoamericanas y los procesos de democratización abiertosa mediados de los ochenta. Si bien registra más el panorama mexi-cano, ofrece una visión diversificada mostrando la importanciadel contexto social en el análisis de la cultura realizado por HugoAchugar, Roger Bartra, José Joaquim Brunner, Martín Hopenhayn,Jesús Martín Barbero, Carlos Monsiváis, Eduardo Nivón, RenatoOrtiz, Rossana Reguillo y Silviano Santiago. Muestra cómo re-plantearon la práctica de investigación, la reflexión sobre loslugares sociales del arte y los vínculos y desencuentros entre cam-pos artísticos, culturales, instituciones y movimientos sociales.Coloco aparte a tres protagonistas de este proceso –Marta Lamas,Nelly Richard y Beatriz Sarlo–, en primer lugar porque dirigie-ron tres revistas que han reunido pluralmente artículos de re-flexión y reseñas críticas que expresan esta renovación (debate fe-minista desde México, Revista de Crítica Cultural desde Santiagode Chile y Punto de vista desde Buenos Aires). Además, generaroninnovaciones conceptuales, que representan el papel mayor dealgunas mujeres en el liderazgo cultural y artístico, así como en lareelaboración teórica. En América Latina esta reorientación de lateoría del arte y la crítica cultural, en discusión con el pensamien-

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to europeo y estadounidense, así como siguiendo las nuevas prác-ticas de artistas, escritores, movimientos e instituciones, fue tanradical como el giro lingüístico o semiótico del análisis cultural.Hasta donde sé este diccionario es la primera obra panorámicaque destaca en varios artículos y en el conjunto de citas acumula-das el lugar de las tres autoras.

Las interrelaciones pendientes

Un diccionario es un libro para hacerle preguntas. No sóloqué significa tal o cual palabra, sino por qué están unas y faltanotras, cómo se relacionan las presencias con las ausencias.

El diccionario de Szurmuk y McKee Irwin registra conamplitud, como dije, las fuentes y las líneas de desarrollo de losestudios sobre cultura en América Latina. Sin embargo, la intro-ducción no considera entre los insumos del pensamiento culturalde esta región al marxismo italiano ni al francés. Althusser y otrosautores franceses nutrieron muchas investigaciones y debates.Gramsci, traducido desde los años cincuenta al castellano, indujoen América Latina estudios sobre subalternidad antes que en Asiay en Estados Unidos. Es curiosa esta omisión del texto introduc-torio porque en los artículos del mismo diccionario Althusser suma12 citas y Gramsci 23.

Cabe señalar, asimismo, el predominio de la orientaciónhumanística y la menor atención de este diccionario a las investi-gaciones sobre cultura procedentes de las ciencias sociales. Esta-mos tratados Jesús Martín Barbero, Renato Ortiz, José JoaquínBrunner y el autor de esta nota entre los latinoamericanos, se citaa Benedict y Perry Anderson, Arjun Appadurai y Ulf Hannerz.Pero quizás una diferencia que habría que mirar más en el futuroentre los Cultural Studies y los llamados Estudios Culturales enAmérica Latina (captada por George Yúdice) es el mayor peso delas ciencias sociales y los análisis empíricos en estos últimos frentea la preferencia de los estadounidenses por los textos.

En relación con el énfasis humanístico del diccionario deSzurmuk y McKee Irwin, observo la ausencia de algunos térmi-nos clave hoy en los estudios, polémicas y políticas de la cultura

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postletrada: audiencia, convergencia tecnológica, cultura digital,interactividad, red. En general, se ven poco en los otros dicciona-rios mencionados: el que coordinó Altamirano incluye comunica-ción, cultura de masas, industrias culturales, medios de comunicaciónde masas y recepción; el de T. Coelho industria cultural, público ytelevisión pública. Los vocablos representativos de la reconfigura-ción tecnológica de la cultura y de sus usos hay que ir a buscarlosen diccionarios de comunicación, algo indicativo de la escisiónque persiste en la conceptualización y teorización de la culturaentre estudios de la producción letrada y la mediático-digital.

Donde he encontrado más hospitalidad para términos deesta última corriente es en el Diccionario de relaciones intercultura-les, coordinado por Ascensión Barañano, José Luis Garcías, MaríaCátedra y Marie J. Devillard (Editorial Complutense, 2007). Entresus muchos méritos, como la calidad de sus textos, el haber pedi-do artículos a varios autores latinoamericanos y referir estudios deesta región en una medida no frecuente en publicaciones de Es-paña, se hallan voces como información, sociedad de la informacióny del conocimiento, espacio de los flujos y espacios red. Va contra losestereotipos disciplinarios que el diccionario de cultura que pres-ta más atención a lo comunicacional esté dirigido por cuatro an-tropólogos y tengan esa profesión la mayoría de los autores.

Coda

No sólo es para celebrar la profusión de diccionarios. Esterecorrido comparativo entre los de hace una década o más y losrecientes muestra la consolidación de investigaciones cada vez másinternacionalizadas, la tendencia a salir de la oposición entre nor-te autorreferido y latinoamericanistas que leen a los otros pero noson leídos.

Mientras esperamos estudios comparativos de la actuali-dad más allá de los diccionarios, me arriesgo a suponer que en lasgeneraciones menores a cincuenta años ha aumentado una dobleversatilidad: se mueven con mucha soltura entre norte y sur, asícomo entre disciplinas diferentes. Estoy pensando en el incre-mento de latinoamericanos que se doctoran en Estados Unidos y

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Europa o en universidades latinoamericanas fuera de su país deorigen, que emprenden investigaciones transnacionales –como eldiccionario de Szurmuk y McKee Irwin–. En cuanto a la forma-ción de la práctica interdisciplinaria, recuerdo la dificultad dedefinir por una sola disciplina a autores de las generaciones jóve-nes o intermedias: ¿son antropólogos, sociólogos o comunicólo-gos Alejandro Grimson, Rossana Reguillo y Rosalía Winocur?Menciono sólo tres nombres para quitar vaguedad a la larga listade investigadores de procesos culturales que hacen su licenciaturaen una disciplina y se doctoran en otra, transitan cómodos porbibliografías que “confunden” las secciones de las bibliotecas. Estadoble movilidad –geocultural y disciplinaria– es uno de los ali-cientes mayores para imaginar que los Estudios Culturales no sonidénticos a lo que se llamaba así en el siglo pasado.

Ciudad de México, enero de 2010

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Bibliografía básica

Altamirano, Carlos (dir.), 2002, Términos críticos de sociología dela cultura, Paidós, Buenos Aires.

Barañano, Ascensión; García, José Luis; Cátedra, María y Devi-llard, Marie J. (coords.), 2007, Diccionario de las relacionesinterculturales, diversidad y globalización, UCM EditorialComplutense, Madrid.

Coelho, Teixeira, 2000, Diccionario crítico de política cultural: cul-tura e imaginario, CONACULTA & ITESO & Secretaríade Cultura del Gobierno de Jalisco, Guadalajara. Segundaedición: 2009, Gedisa, Barcelona.

Grossberg, Lawrence; Nelson, Cary y Treichler, Paula (eds.), 1992,Cultural Studies, Routledge, London.

Miller, Toby (ed.), 2001, A Companion to Cultural Studies, Blac-kwell, Oxford.

Payne, Michael (comp.), 2002, Diccionario de teoría crítica y Estu-dios Culturales, Paidós, Buenos Aires.

Szurmuk, Mónica y McKee Irwin, Robert (coords.), 2009, Dic-cionario de Estudios Culturales latinoamericanos, InstitutoMora & Siglo XXI, México DF.

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Notas para hacer memoria de lainvestigación cultural en Latinoamérica

Jesús Martín Barbero

Hacer memoria de los Estudios Culturales en América La-tina significa aquí recordar intersubjetivamente, esto es asumien-do la parte del testimonio de quien recuerda, lo que comienza aser indispensable para las jóvenes generaciones frente al cuentoque repetidamente confunde lo que en nuestros países se hacecon unos Estudios Culturales que, aunque hablan de AméricaLatina, tienen poco que ver con la cotidianidad de sus sociedades,sean sus inercias o sus terremotos. Esto que sigue reproduciendoun viejo malentendido: una versión que utiliza como aderezo doso tres nombres latinoamericanos acaba reduciendo la densa y ten-sa investigación que aquí se hace a lo que se hace en EE.UU o enEuropa. Tuve la suerte de poder enfrentar ese malentendido ya acomienzos de los años 90s cuando una periodista alemana meentrevistó para una revista de Berlín, a la que respondí que “enAmérica Latina hacíamos Estudios Culturales mucho antes deque otra gente les pusiera la etiqueta”. Debemos mucho, tanto alos investigadores del Norte como los del Sur –la India o Sudáfri-ca– pero eso no nos convierte en meros imitadores como sugiereun panfleto parisino. Nos hemos alimentado de los trabajos de laEscuela de Birmingham, de los E. P. Thompson, Richard Ho-ggart, Raymond Williams y Suart Hall, como de los norteameri-canos Jean Franco, Frederic Jameson, Richard Sennet y ArjunAppaduray. Pero hemos ido construyendo nuestros propios refe-rentes teóricos al son y al ritmo de los procesos que atraviesannuestros países. Y es acerca de ellos pero en sus trazos más grue-sos, y “de memoria”, que escribo estas notas.

Notas para hacer memoria de lainvestigación cultural en LatinoaméricaJesús Martín Barbero

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1. Los cimientos

Hubo un tiempo primero que yo llamo de los cimientos, yque cubre el periodo que va de los años treinta a los cincuenta delsiglo XX, en los que tres grandes nombres nos abrieron pistasdecisivas. El mexicano Alfonso Reyes, para algunos un mero críti-co de la literatura aunque escribiera Notas sobre la inteligenciaamericana, constituye uno de los cimientos de nuestros EstudiosCulturales, pues fue el primero en plantearse que las transforma-ciones de lo que somos pasan por las transformaciones de la len-gua, de sus oralidades y de sus escrituras. Borges le reconoció aAlfonso Reyes la originalidad desde la que observó las profundasrelaciones entre las hablas y los saberes, una especial racionabili-dad para los intercambios y los tránsitos, las contaminaciones ylos deslindes que permite indagar –en la cultura literaria– el em-borronamiento de la oposición tajante entre lo positivo y lo nega-tivo y abordar el lado derecho desde el de su revés. Pues en estastierras no son acabados ni definitivos las lindes o los bordes ya seanlos de los territorios o de los saberes, no porque no los haya o nosean reconocidos sino porque la vida social, política y culturalestá continuamente desbordándolos.

También trabajó en los cimientos de nuestra vida culturalel cubano Fernando Ortiz, en varios de cuyos trabajos de antro-pólogo/historiador, y especialmente en El contrapunteo cubano deltabaco y del azúcar, encontramos el estudio pionero acerca de lasedimentación de los modos de sentir –eso a lo que mucho des-pués R.Williams llamó las “estructuras del sentimiento”– inda-gando de qué olores, texturas, colores y sabores se hallan amasa-das nuestras sensibilidades, nuestras estéticas caribeño/ latinoa-mericanas. Tenía que ser un cubano, del trópico más caliente, quiennos pusiera a pensar juntas la cultura y la economía, reconstru-yendo –a lo Baktin pensando el mundo desde el cuerpo– esa otraeconomía que tejen y ponen a circular los sentidos del tacto, elolfato y el gusto, y tan oportuna ahora que los desodorantes y lasecualizaciones amenazan tan sofisticadamente nuestros modos desentir, nuestros sentidos, que son la mediación básica de los mo-dos como nos comunicamos entre nosotros y con el mundo de losmuchos otros.

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El tercer cimiento lo puso el peruano José Carlos Mariáte-gui –7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Temas denuestra América– el primero en atreverse a preguntar, no folclori-za sino sociopolíticamente, de qué mitos comunes estamos he-chos los indoamericanos. Mariátegui fue un marxista que no letenía pereza ni asco a pensar la dimensiones más desconcertantesde lo simbólico, de la cultura, como son los mitos. Y por eso fueque trabajó en una mitología de la que hacen parte no sólo lasindígenas sino también las mitologías mestizas que se engendrancon la modernidad, y a partir de las cuales se funden las memo-rias de pueblos antiguos con las utopías de pueblos modernos.Fue justamente esa contradicción fundante de los mitos la quemás interesó a Mariátegui: pues lo que los mitos tienen de origi-nario y fundante es la otra cara de lo que tienen de invención ycreatividad. Poca gente nos ha dicho tan claro como Mariáteguique ¡o inventamos o nos inventan!

2. Los procesos

Al segundo tiempo –que va de los años cincuenta a lossetenta– lo denomino el de los procesos y lo veo configurado tam-bién por una tríada. El primer nombre es el del historiador ar-gentino José Luis Romero, el autor de esa primera historia cultu-ral de América Latina que es su libro Latinoamérica, las ciudadesy las ideas. En ese estudio José Luis Romero, al igual que Mariá-tegui, no se queda sólo en análisis de las cosas y los hechos sinoque analiza las ciudades contadas por los cronistas y los novelis-tas. Desde Bases para una morfología de los contactos culturales(1944) hasta Las ciudades y las ideas (publicado en 1976, un añoantes de morir), Romero trazó la ruta para un tipo de investiga-ción cultural que, elaborando una tipología histórica de las ciu-dades [patricias, burguesas, masificadas, etc.] posibilita establecerrelaciones de fondo entre la cultura, la política y la economía. Esnada menos que los modos en que nuestras sociedades se incor-poran a la modernidad, y el papel estratégico jugado por los po-pulismos, los que Romero analiza a la vez en sus procesos-macroy en las transformaciones de los mundos de vida. Ahí está su

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estudio de la cultura de las masas (tango+fútbol+cine) –a la queél llamó “folklore aluvial”– para dar cuenta de los rápidos y brus-cos mestizajes que convirtieron en urbana y masiva a la culturapopular.

El segundo hito nombra una extraña y potente aleación,la de un pensador libertario con un movimiento a la vez del pen-samiento y la política. Me refiero a Paulo Freire y la teoría de ladependencia. Sabemos que varios de los que inventaron la teoríade la dependencia fueron brasileños, junto con chilenos y argen-tinos. Pues, Pablo Freire construyó el método con el que hacerllegar el meollo de esa teoría emancipatoria al mundo de vida delos analfabetos de por vida. Y lo hizo mostrando que la otra carade la teoría socioeconómica de la dependencia era la sociocultu-ral, la que daba cuenta de las culturas mudas de América Latina,esas culturas del silencio y la sumisión reproduciéndose tenaz-mente entre la gente que no sabe escribir su propia historia. Puesla alfabetización les enseñaba a leer, o a deletrear, pero no a escri-bir pues la escritura remite al derecho a la palabra propia y laausencia de ese derecho y esa palabra hace parte de las estructu-ras de dependencia. Freire nos alertó como nadie antes sobre lascontradicciones de “una lengua sin pueblo”, pero también de lafuerza performativa que contiene las palabras generadoras. Y sincitas a Austin ni a Chomski, Freire nos puso a investigar la hon-dura de la incomunicación en unas sociedades que empezabanpoblarse de “medios” dedicados no a poner a comunicar a susgentes sino a ¡“hacer comunicados”!

Seguramente que resulta muy extraño poner en la genea-logía latinoamericana de los Estudios Culturales a la teoría dela dependencia –cuyos principales representantes fueron Teuto-nio Dos Santos, Osvaldo Sunquel, Fernando E. Cardoso, EnzoFalleto– pero es que ella ha sido nuestra primera teoría social,la que trató de elaborar una idea de desarrollo que posibilitaraa los latinoamericanos reconocerse no en el subdesarrollo –queera desde nos miraban los países y las empresas modernas delNorte– sino desde el adentro de nuestras complicidades con ladominación.

Y fue por tanto la que develó los mecanismos de la trampadesarrollista del “primero crecimiento económico” y sólo después,

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algún lejano día, podríamos redistribuir. Como si se pudiera acumu-lar sin reproducir y aumentar la desigualdad social. Y la desigualdadsocial no fue ni es –como nos enseñaba Freire– un mero dato econó-mico sino algo estructuralmente imbricado en nuestra diferencia cul-tural. De manera que lo que esa teoría nos dejó planteado fue: ¿cómose pueden pensar nuestras culturas sin pensar sus contradicciones,cómo pensar sus modos de resistencia y creatividad sin meter ennuestros “Estudios Culturales” las condiciones de exclusión en laque viven las mayorías de los habitantes de esas culturas en nuestrospaíses? El aporte estratégico que Paulo Freire le hizo a nuestros Estu-dios Culturales incluye el haber insertado el proceso de educaciónen la apuesta por una comunicación capaz de transformar la vidacultural de las mayorías.

Ángel Rama nos hizo dos aportes básicos: una historia de laciudad letrada y el despliegue de la idea de transculturación. “Ciu-dad letrada” nombra, en la sociedad colonial, no sólo el privile-giado lugar de los letrados sino un orden de los signos mediante elcual todos los ámbitos de la vida social reflejaban la colocación detodas las cosas en el lugar que les correspondía. Pues el tejido delas escrituras es el que ordena y estabiliza una sociedad inculcan-do el sometimiento al poder del amenazante mundo de la oralidadplebeya y mayoritaria. Ciudad dentro de la ciudad, no menosamurallada que la otra, y que subsistirá después de la indepen-dencia transformándose en una suerte de religión secundaria queocupa el lugar de las religiones cuando estas comienzan su declinaciónen el siglo XIX. Se entiende así la reverencia por la escritura queinculcaron todas las instituciones educativas tanto religiosas comolaicas. Pero se entiende así también el hecho de que al acatamien-to de la letra/ley correspondiera el no cumplimiento, la ladinaresistencia de los analfabetos a la minuciosidad prescriptiva de losescritos deslegitimando así, en la práctica cotidiana, aquel pre-tendidamente omnímodo poder de la letra.

Proveniente de Fernando Ortiz, el término transculturación,es reelaborado por Rama en su búsqueda de comprensión de latotalidad creadora de la cultura literaria hispanoamericana desde ladiscontinua realidad de sus procesos, estudiando las secuenciaspero también las desconexiones, pues por ambas pasa y entre ellostoma forma la relación entre literatura/cultura y sociedad.

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3. Las prácticas

Al tercero lo llamo el tiempo de las prácticas, que es el de losúltimos veinte años del siglo XX. Tiempo en el que la originali-dad de América Latina sigue hallándose en la capacidad de pensarjuntas la diferencia cultural –hoy transformada en diversidad+interculturalidad– y la desigualdad social. Y ello desde un pro-yecto que avanza al reconocer el decisivo lugar de la cultura en losprocesos de desarrollo social y de participación ciudadana. Ma-peo este último tiempo desde dos momentos que corresponden ados encuentros de investigadores que a la vez rehacen el campo dela cultura y abren caminos nuevos a su estudio.

El primero fue el encuentro organizado por el Consejo La-tinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en Buenos Ai-res, octubre de 1983, fuertemente marcado por la campaña elec-toral que devuelve Argentina a la democracia y por la vuelta demuchos investigadores sociales que regresaban del exilio. Con laparticipación de brasileños, mexicanos, chilenos, colombianos,peruanos, venezolanos y argentinos. Lo que allí hubo fue el en-cuentro de tres ámbitos de estudio hasta entonces muy desco-nectados: el de sociólogos, politólogos e historiadores, el de losinvestigadores de comunicación y el de la “crítica cultural”. Fueun encuentro entre decisivo y mágico: por los derroteros que sealcanzaron a marcar y por los muy fuertes “chispazos” con que seiluminaron algunas de las zonas más opacas de los territoriosapenas avizorados y, muy especialmente, por “la comunidad in-vestigativa” que se gestó y a la que no tardaría en entrar tambiénotros investigadores como Renato Ortiz, Norbert Lechner, NellyRichard o Hugo Achugar.

Así lo que produjo la presencia de lo más renovador delpensamiento político argentino –Carlos Altamirano, Oscar Lan-di– ensanchando el campo al colocar en él las culturas políticas, yavizorando el nuevo sentido de lo político para unas izquierdas queempezaban a tomarse en serio la democracia, pues ya no consti-tuía un mero instrumento para llegar al poder sino una dimen-sión radical de una sociedad verdaderamente justa. O la nuevasignificación que adquiría la idea de culturas populares cuando suinvestigación entrelazaba el análisis de las culturas indígenas [N.García

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Canclini, Las culturas populares en el capitalismo], el de las culturasobreras en las lecturas populares femeninas del Buenos Aires de co-mienzos del siglo XX [Beatriz Sarlo, El imperio de los sentimientos] yel del denso papel cultural del circo en las fiestas de barrio del SaoPaulo contemporáneo [J.G.Cantor Magnani, Festa no pedaco].

Lo que vemos empezar a cobrar relieve son las prácticas cultu-rales inmersas en mundos de vida diferentes –religiosos, estéticos, deconsumo, etc.– y atravesadas por dimensiones que remiten a situa-ciones y escenarios económicos, políticos, sociales cuyo estudio mo-viliza saberes y métodos de muy diversas disciplinas, y lenguajes ex-positivos muy diferentes también.

Es en ese doble cruce donde se va a insertar el estudio de lasprácticas de comunicación, que desde los años setenta habían co-menzado a ser focalizadas como un eje de análisis cuestionadordel lugar y el poder de los medios en la sociedad, ya que en lasprácticas emergían los sujetos de la comunicación y sus culturas,su vida cultural cotidiana: costumbres y fiestas y religiosas, ritua-lidades profanas, aficiones y formas de entretenimiento, modosde oír la radio o ver la televisión. Son los ochenta, la llamada“década perdida”, los años del mayor desarrollo de los grandesmedios: expansión de la radio FM y primeras especializaciones delas emisoras, expansión del número de canales TV y crecimientode las conexiones vía satélite, inicios de la televisión por cableacrecentado el tiempo de programación y empujando una de-manda intensiva de programas que abrieron como nunca el mer-cado internacional a esa producción latinoamericana por excelen-cia: la telenovela. Y el espesamiento de la mediatización de larelación social y de la política vendrá a meter en el campo de lacomunicación nuevas cuestiones como las de la memoria y lasidentidades, los nuevos movimientos de resistencia y reapropia-ción de las “nuevas tecnologías” que, sí exigían nuevas herramien-tas para analizar la experiencia del mercado en rentabilizar la dife-rencia cultural también exigían cambios de fondo en los modosde estudio de los consumos y los usos sociales de los nuevos me-dios o de sus nuevas formas de presencia en la vida de la gente.

El segundo momento es otro encuentro celebrado diez añosdespués, en mayo de 1993, que juntó por primera vez a un buennúmero de investigadores latinoamericanos y norteamericanos, con-

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vocado por N. García Canclini y Frederic Jameson en la Universi-dad Metropolitana Iztapalapa, de Ciudad de México. Como recuer-da García Canclini en su introducción al número de la revista Alteri-dades, en el que se recogieron varias de las ponencias presentadas: enespañol, en inglés, en portugués, y en combinaciones de las tres lenguas,45 estudiosos de esta multiculturalidad experimentamos las dificultadesde vivir con ella.

Situado ya en el nuevo horizonte de contradicciones socio-económicas y tensiones políticas abiertas por la globalización, eseencuentro nos permitió a los latinoamericanos, en primer lugar,un acercamiento a la vastedad del campo temático de esos estu-dios en los EE.UU, vastedad que sin embargo estaba atravesadapor una apuesta metodológica compartida: la de reconstruir elcampo de lo cultural trandisciplinariamente, con todo lo que esaapuesta implicaba no sólo en términos cognitivos sino académi-cos, de política académica, como lo evidenció el campo académicode “las humanidades” en no pocas universidades norteamericanasdespués de los acontecimientos del 11s. De ahí que aunque lastemáticas no coincidieran en muchos casos con las nuestras evi-denciaban entrecruces que, en forma visible o subterránea, conec-taban algunas de nuestras búsquedas con las de otros colegas nor-teamericanos.

Pero el encuentro evidenció también los muy diversos tiposde tensiones que atravesaban ya –antes del 11s– las relacionesNorte/Sur. Se trata lo que significaba el que ese encuentro se hi-ciera en el país del que procedían cerca de 18 millones de migran-tes en los EE.UU., y justo cuando la metáfora propuesta por Ja-mes Clifford transformaba la idea de emigración en clave de lasrelaciones entre las disciplinas que estudian la cultura. O las asi-metrías que estallaban cada vez que cultura popular pasaba delcastellano al inglés o viceversa, como en las voces de dos investiga-doras de la talla de Jean Franco y Rosa María Alfaro. O la cons-tante distancia que, del vocabulario a las bibliografías, introducíala diferencia entre la proveniencia mayoritaria de formación delos investigadores: letras y artes entre los norteamericanos y cien-cias sociales entre los latinoamericanos.

Dos notas distintivas, dos énfasis estratégicos se hicieronnotorios cada uno desde un lado. La fuerza y fecundidad de la

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lectura de género en las investigaciones norteamericanas ensanchan-do la idea y los actores de la dominación, eso que Foucault habíadenominado “diseminación del poder”, y que había encontrado uncampo estratégico de aplicación analítica en el feminismo: una pers-pectiva radicalmente nueva que, frente al esencialismo identitario detodo cuño, vino a afirmar una identidad construida no a partir depostulados teóricos sino como resultado de la exploración de la pro-pia experiencia de la opresión histórica de la mujer. Y no he podidoolvidar que unos pocos años después, en 1996, en un encuentro enSterling (Escocia) de investigadores europeos y latinoamericanos,Stuart Hall nos llamó la atención por la aún escasa lectura de géneroen nuestras investigaciones.

Del otro lado, se hizo notoria también otra nota distintiva,el enlace que en nuestros países tenia ya buena parte de la inves-tigación con el diseño de políticas culturales tanto en el plano na-cional como local. Y ello ligado, de una parte, a la explicitaciónentre diferencia cultural y desigualdad social; y de otra a la nece-sidad de vincular lo cultural a los procesos de desarrollo: los pro-cesos culturales en cuanto dinámicas de inclusión y cohesión so-cial, de participación ciudadana y potenciación del capital cultu-ral de las comunidades. Lo que a su vez venía a significar que si losfactores culturales hacían hoy parte constitutiva del bienestar so-cial, es la recreación del sentido de lo público la permitiría hacer delas culturas, de sus prácticas y sus derechos, el motor de la inclu-sión social y la participación ciudadana.

Bogotá, junio de 2010

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Un debate en curso

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Desde Lima: una conversación(inconclusa) sobre EstudiosCulturales*

Alejandro Grimson, Mareia Quintero Rivera,Gonzalo Portocarrero, Eduardo Restrepo,

Nelly Richard, Víctor Vich

NELLY RICHARD: Me parece que, al revisar el conjunto de lasrespuestas al Cuestionario que enviaron los distintos participan-tes, saltan a la vista ciertas zonas de convergencias y afinidadesmuy claras entre diversos enfoques nuestros sobre “Estudios Cul-turales”, más allá de las especificidades disciplinarias de cada uno,de las corrientes teóricas en las que mejor se reconoce, de la situa-ción universitaria en la que está involucrada, más allá incluso delas comodidades o bien sospechas que cada uno siente y resientefrente a la denominación que, internacionalmente, rotula a losEstudios Culturales según fórmulas académicas trazadas desdeun paradigma angloamericano.

Creo que una primera dimensión compartida por todosnosotros es la que subraya la importancia crucial de la noción decultura, de “lo cultural”, en el análisis de los procesos sociales.Pareciera que todas las respuestas al Cuestionario están de acuer-do teóricamente en hacer del entrecruzamiento entre lo simbóli-co, lo político y lo económico uno de los rasgos articuladores delproyecto de los Estudios Culturales. Lo mismo pasa con la re-flexión sobre poder y hegemonía, como otro de los núcleos cons-titutivos de la dimensión de lo cultural que se trabaja en los Estu-dios Culturales. Aparece insinuada en varias respuestas la idea dela cultura como un sistema de regulaciones simbólicas que esta-

* Esta conversación –transcrita y editada por Eduardo Restrepo– tuvo lugar entre el29 y 30 de octubre 2009, en la Pontificia Universidad Católica del Perú, en el marcode la reunión del segundo Encuentro de la Red, convocada por la Maestría enEstudios Culturales PUCP y auspiciada por la Organización de Estados Iberoame-ricanos para la Ciencia, la Educación y la Cultura (OEI) y la Pontificia UniversidadCatólica del Perú. Estuvieron también presentes en esta reunión José Ignacio LópezSoria (Coordinador Regional del Centro de Altos Estudios Universitarios CAEU,OEI) y Fernanda Saforcada (Red CLACSO de Posgrados en Ciencias Sociales).

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blecen las hegemonías pero que, a la vez, puede verse interrumpi-do, cuestionado o desafiado por la cultura a través de las luchasentre dominancia y subalternidad. Lo “cultural” se define a partirde la articulación entre los circuitos económicos, las redes de po-der político, la producción libidinal de universos simbólicos y laorganización de los deseos, con todas las repercusiones que estotiene en la configuración de las identidades, en el agenciamientode subjetividades o bien dóciles o bien rebeldes frente a la hege-monía neoliberal. Desde las respuestas de Argentina, Perú y Chi-le, la politicidad de la cultura en los Estudios Culturales tendríaque ver con el análisis de los conflictos de fuerzas que median enlos procesos de construcción, validación o refutación de lo legíti-mo y de sus modos de forjar relaciones de jerarquías y desigualda-des, de dominancia y subalternidad, de inclusión y exclusión,etc… También desde Colombia, la cultura es el campo que movi-liza transformaciones de las condiciones de explotación, domina-ción y sujeción; la cultura como poder y el poder como cultura.Creo que en todas nuestras respuestas aparece la cultura comozona de intersección entre las prácticas significantes y las lógicasde poder tal como se expresan en corporalidades, subjetividades,tecnicidades, etc. Y también, desde Puerto Rico, se subraya laimportancia de lecturas transdisciplinarias sobre los compromi-sos ocultos entre cultura, economía y poder; el interés de sabercómo se moviliza el poder en las tramas sociales pero, también, deexplorar lo estético y lo simbólico como zonas de desborde de losimaginarios que abren las subjetividades a lo excluido, lo margi-nado, transgrediendo así los sistemas rígidos de categorización eidentificación. Y también, desde Chile, aparece puesto el acentoen la cultura como producción de universos simbólicos que ope-ran a través de ciertos mecanismos de subjetivación; la relaciónentre las imágenes y los imaginarios y cómo esta relación, en lassociedades de consumo, puede bloquear la imaginación crítica obien, al revés, potenciarla para que se disemine a través de lo mi-noritario y lo divergente, lo nointegrado, etc.

Entonces me parece que las respuestas al Cuestionario tra-zan un primer mapa de las convergencias nuestras en torno a unadefinición de “Estudios Culturales” en la que es clave la articula-ción entre cultura, poder y hegemonía para analizar las regulacio-

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nes simbólicas que, a través de jerarquías y exclusiones, fabricandesigualdades pero, también, para explorar las líneas de fuga quedescentran la hegemonía neoliberal recurriendo a lo que llama-mos lo subalterno, lo postcolonial, lo feminista, etc. Hay muchasotras convergencias más, como por ejemplo, el tema de la inter-disciplinaridad o transdisciplinariedad en los enfoques nues-tros sobre Estudios Culturales, pero lo dejaría hasta ahí por elmomento...

ALEJANDRO GRIMSON: Pues una cosa que estaba pensandocuando leía los textos preparados para esta reunión es que no haynadie que esté muy cómodo con los Estudios Culturales. Perohay un matiz entre quienes prefieren vivir en la incomodidad den-tro de los Estudios Culturales y quienes prefieren vivir en la inco-modidad sin un nombre. Nuestro amigo Daniel Mato hizo unapropuesta de nombre: “Estudios y otras prácticas intelectualeslatinoamericanas en cultura y poder”. Pero entiendo que él buscóy consiguió intervenir más sobre el significado del campo (y susfronteras) que sobre el significante. Este último, en las respuestasnuestras al Cuestionario, no tuvo repercusión. Todos tenemos unanarrativa acerca de que los Estudios Culturales nacieron en Ingla-terra, como estudios críticos vinculados a la idea de poder y hege-monía, y después se institucionalizaron en Estados Unidos. To-dos nosotros nos llevamos bastante bien con esa tradición inglesacrítica, más allá de que a algunos nos guste más o podemos tenermatices respecto de qué peso tiene esa tradición. Pero tenemosciertas referencias como Stuart Hall que son compartidas. Al ins-titucionalizarse en Estados Unidos, los Estudios Culturales des-pués pierden la cuestión del poder y de la hegemonía. En Améri-ca Latina, se convierten en una cosa de marketing de universida-des privadas, que se llenan de estudiantes, haciendo una cosa va-cua sobre cultura en general, pero no sobre cultura vinculada alos procesos de construcción de subjetividad, poder y hegemonía.Entonces, ¿qué hacemos nosotros?, ¿hacemos antropología?, ¿ha-cemos sociología de la cultura?, ¿hacemos historia cultural? Osea, frente a eso volvemos a las viejas disciplinas o los EstudiosCulturales justamente vienen a romper la idea de la fronteras delas disciplinas. Una opción es decir, nosotros hacemos EstudiosCulturales y lo que vamos hacer es volver a intervenir sobre una

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lucha en el sentido de qué quiere decir “Estudios Culturales”. Esdecir, no voy aceptar un sentido impuesto por los Estados Unidossobre Estudios Culturales. Crear un postgrado en Estudios Cul-turales desde Perú, o desde Chile o desde Colombia, es una inter-vención política sobre la disputa de sentido.

EDUARDO RESTREPO: Pero ya tenemos varias cosas para dis-cutir. Nelly plantea dos grandes problemas o dos puntos de dis-cusión. Uno con respecto a lo cultural donde hay confluencias. Elotro punto es la transdisciplinariedad. Me sorprendió gratamen-te que todos concluyéramos que transdisciplinariedad no era esaarrogancia de “nosotros tenemos que eliminar las disciplinas yaque estamos en un lugar privilegiado”. Pero queda la pregunta decómo se articula la transdisciplinariedad. A esto habría que agre-gar lo que dice Alejandro con respecto a cómo tratamos las genea-logías y cómo nos referimos o somos interpelados por las etique-tas. En Colombia, yo no puedo decidir si eso se llama “EstudiosCulturales” o no. Eso ya se llama así, se ha institucionalizado enesos términos, gústeme o no. El problema es cómo dejamos queciertas cosas operen o no bajo esa etiqueta, cómo nos disputamosel proyecto y el contenido de lo que opera bajo la rúbrica de losEstudios Culturales.

No creo que hay que subsumir, y ahí estoy totalmente deacuerdo con Daniel Mato, lo que se hace o hizo en América Lati-na desde esta problematización de cultura y poder con los Estu-dios Culturales definidos desde fuera. Eso significa un doble ries-go de desconocer la especificidad de los Estudios Culturales comoproyecto político intelectual tal como opera en tradiciones comola de Birmingham, que es la que me interpela. Ese proyecto esmuy singular no sólo por su particular articulación de lo políticoy lo cultural sino porque hay unas especificidades de enfoque ahíque vale la pena resaltar. Y el otro riesgo de dejarnos interpelarpor la rúbrica de Estudios Culturales se refiere a la pregunta quehace Daniel Mato: ¿Qué invisibilidades produce el subordinar loque se hace en América Latina a esta rúbrica de Cultural Studies?

MAREIA QUINTERO: Me parece que un aspecto que debemostomar en consideración aquí en esta reunión, que tal vez no hayaestado presente en los debates anteriores alrededor de la propues-ta de Daniel Mato, es nuestra relación con los posgrados. Si algo

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me atrae de usar la etiqueta de los Estudios Culturales es la posi-bilidad de que ella provea un campo de interlocución, el cual seamplía cuando incorporamos a esta discusión el espacio de losprogramas académicos en los que trabajamos. Por eso pienso quemás allá del asunto de dilucidar hasta qué punto personalmentenos identificamos o no con el término, o cuánta incomodidad nosproducen ciertos usos del mismo, sería importante no perder devista el carácter de este grupo en el sentido de que hay un ámbitode intervención institucional que nos convoca y que va más alláde nuestro propio trabajo de investigación.

Cuando me refiero a la posibilidad de abrir espacios deinterlocución estoy pensando en dos aspectos. Uno refiere a lanecesidad de no sólo poner a dialogar nuestras perspectivas y pro-yectos actuales –algo que en mayor o menor grado los que esta-mos aquí ya hacemos independientemente de las etiquetas– sinode que nuestros estudiantes puedan nutrirse y participar de esediálogo. Digo esto tal vez pensando en mi contexto personal en laUniversidad de Puerto Rico donde la posibilidad de que los estu-diantes entren en contacto con la producción intelectual latinoa-mericana en el campo de los Estudios Culturales es limitada. Porotro lado, pienso en la interlocución con esas genealogías intelec-tuales de las cuales venimos hablando. Si el rótulo de EstudiosCulturales abre un espacio para crear cursos donde se pueda revi-sitar autores caribeños y latinoamericanos que han pensado lacultura en sus vínculos con lo político, autores que han estado decierta forma olvidados porque su obra no encaja en los lineamien-tos de las disciplinas tradicionales, entonces esto me parece quepuede ser una forma de darle densidad a nuestros análisis, deampliar el registro. Esto no quiere decir que le vamos a asignar elrótulo de Estudios Culturales a lo que ellos hicieron, porque es-toy de acuerdo en que eso sería un anacronismo. Ahora bien, sícreo que los Estudios Culturales, según los pensamos hoy, nosayudan a recuperarlos.

VÍCTOR VICH: Yo había pensado, no sé si les parece, que tra-bajemos pregunta por pregunta, es decir, discutamos la primerapregunta, que es la definición de Estudios Culturales, lo que se hatrabajado en cada país, y entonces cada uno expone su respuesta ymás o menos armamos una discusión, y cuando sentimos que esa

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discusión va llegando a buen término pasamos a la pregunta si-guiente y así vamos avanzando hasta donde lleguemos.

MAREIA QUINTERO: Yo tengo una pregunta, que tal vez notenemos que responder inmediatamente, pero sí me gustaría de-jar abierta, y es que no me queda muy claro por qué justamenteahora estamos queriendo volver sobre estas definiciones de losEstudios Culturales, según se plantean en el cuestionario. ¿Cuáles la coyuntura, más allá de la constitución de la red, que nosconvoca de manera colectiva a discutir estas cuestiones fundado-ras que se han planteado en otros momentos –incluso también através de cuestionarios– y no sé cómo vemos nuestra relación conesas otras miradas que se han hecho años atrás?

NELLY RICHARD: Por un lado, me acuerdo que en la prime-ra reunión de la Red en Buenos Aires cuando se planteó el pro-yecto del libro, habíamos conversado sobre la necesidad de po-ner a circular una discusión sobre Estudios Culturales que des-bordara y cuestionara a la vez el tipo de lecturas que suelengenerarse a partir del libro de Carlos Reynoso. Ese polémicolibro Apogeo y decadencia de los Estudios Culturales es quizás elmás citado –al menos por los detractores de los Estudios Cultu-rales– en América Latina y nos parecía importante que hubieraalgún otro material que representara otras visiones y agruparauna diversidad de voces, involucradas no sólo en reflexiones tex-tuales sino en prácticas académicas de Estudios Culturales endiversas latitudes universitarias, para que sus distintos acentoscríticos corrigieran en algo ciertos esquematismos con los queReynoso retrata a los Estudios Culturales. Por otro lado, está eltema de la academia internacional y de la globalización univer-sitaria mediada por la academia norteamericana que tienden acatalogar y homologar lo que debe o no entenderse por “Estu-dios Culturales” en América Latina. Es cierto que varios de no-sotros, la mayoría, participa regularmente de seminarios y colo-quios sobre Estudios Culturales latinoamericanos organizadossobre todo en Estados Unidos y, a la vez, es cierto también quehemos sido publicados en libros y revistas de la academia norte-americana sobre Estudios Culturales latinoamericanos. Sin em-bargo, no necesariamente hemos compartido, entre nosotrosmismos, las páginas de una misma publicación como sería el

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caso en este libro, concebido y elaborado desde América Latina,a cargo de teóricos y académicos que autoreflexionan sobre suspropias inserciones de contextos. Creemos que esto podría mar-car una diferencia significativa respecto del patrón de la repro-ducción universitaria estandarizada por los Estados Unidos. Creoque es bueno invertir el gesto: que esta vez debatamos nosotrossobre qué entendemos por Estudios Culturales “en” América La-tina y “desde” América Latina, y no desde las clasificaciones dela academia internacional aunque, por supuesto, la circulaciónde nuestros trabajos es mediada por ella. Que seamos nosotrosmismos los que tracemos el corpus de autores –por tentativo eincompleto que sea– vinculados con prácticas de Estudios Cul-turales en América Latina y que lo reagrupemos en torno a pre-guntas y respuestas que nosotros consideremos pertinentes enfunción de los contextos universitarios en los que nos desempe-ñamos y en medio de los escenarios político-intelectuales quenos involucran. El libro sería también la oportunidad de visibi-lizar un mapa, por fragmentario que sea, de ciertas localizacio-nes institucionales que están siendo conectadas entre sí por pri-mera vez gracias, en el caso de CLACSO, a una red muy recono-cida en el campo de las ciencias sociales y que, a su vez, resolvióvincularse con lo cultural, lo que marcaría otra nueva contin-gencia y apertura. ¿No sé si esto responde a tu curiosidad?

MAREIA QUINTERO: Sí, bastante

VÍCTOR VICH: Yo creo que podríamos trabajar las dos pri-meras preguntas del Cuestionario juntas. La primera preguntaes cuál es la concepción de los Estudios Culturales que maneja-mos en cada uno de nuestros programas, y con Gonzalo Porto-carrero pensamos en la siguiente respuesta: nosotros entende-mos que los Estudios Culturales tendrían que definirse a partirde tres palabras claves, o tres categorías centrales. La primera esuna opción interdisciplinaria. La segunda es la necesidad deanálisis sobre el ejercicio del poder y de la dominación social, yla tercera es una voluntad de articulación política. Desde lo pri-mero, entendemos a los Estudios Culturales como un proyectoque no se atrinchera en las disciplinas tradicionales, que va enbusca de nuevos objetos de estudio, objetos que no han sidotradicionalmente considerados como académicos o como una

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opción que quiere renovar el estudio de objetos tradicionales.La opción interdisciplinaria o transdisciplinaria sostendría quelos Estudios Culturales son un tipo de crítica cultural basada enla articulación de lo simbólico, lo económico y lo político. Estecruce nos parece central e indispensable.

Para nosotros, los Estudios Culturales responden a un mo-mento de la historia (que es este momento postmoderno, si quie-ren) que es cuando lo simbólico, las representaciones simbólicas,han adquirido un rol central tanto en la producción de valor comoen la reproducción del sistema y en la construcción de las subje-tividades hegemónicas. Y ahí tendríamos dos axiomas. El prime-ro es que la cultura no sólo refleja a la sociedad, es decir, que no essólo expresión de ella, sino que la cultura crea o constituye a larealidad. Es en ese sentido que nos interesa mucho más lo que lacultura “produce” que lo que la cultura representa. Y el segundoaxioma se refiere a la construcción de sujetos, al mecanismo deconstrucción de subjetividades. Nosotros partimos subrayandoque el inconsciente no existe “antes” de los textos, sino que son lostextos los que van formando al inconsciente.

Por último, la pregunta sobre el funcionamiento del podertiene que ver con el hecho de que sostenemos que la cultura es unterreno de lucha por la hegemonía al interior de sociedades des-iguales y fragmentadas como las nuestras. Nos interesa entendercómo la cultura instaura una regulación específica de los vínculoshumanos, pero al mismo tiempo cómo la cultura es también unlugar para interrumpir todo eso; cómo la cultura puede cuestio-nar y deconstruir el sentido común hegemónico. Esa sería la res-puesta a la primera pregunta.

Respecto a la segunda pregunta, nuestra respuesta apuntaa que efectivamente nosotros nos sentimos parte de la herencia deBirmingham y también de la herencia latinoamericana en los tra-bajos fundadores de Jesús Martín Barbero y de Néstor GarcíaCanclini, por ejemplo. Pero sobre todo, nuestras opciones teóri-cas son entendidas ahora a partir de la opción por construir una“caja de herramientas”. Se trata de una caja de herramientas quemuchas veces es contradictoria, muchas veces es antagónica peronosotros vamos encontrando la manera de maniobrar con todoeso de acuerdo a lo que los propios objetos de estudio vayan nece-

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sitando o exigiendo. A nosotros nos interesa mucho la decons-trucción, pero al mismo tiempo nos sigue interesando el marxis-mo, utilizamos mucho la crítica postcolonial, pero a la vez somoslectores de Lacan y todo eso intentamos leerlo desde la propiaproducción latinoamericana. Entonces, respecto a las herencias ala tradición, digamos, que es una herencia porosa, muy abierta,fundamentalmente basada en la idea de que cada herramientasirve para distintos objetos y así estamos muy lejos de una viejanoción de totalidad teórica, de un sistema cerrado. Esa es nuestrarespuesta.

ALEJANDRO GRIMSON: Creo que lo que dijo Víctor es com-partido en varias de las respuestas que hemos planteado. Enton-ces cada uno puede agregar, especificar el matiz.

EDUARDO RESTREPO: Yo entiendo de manera distinta losEstudios Culturales. Para mí la especificidad de los Estudios Cul-turales no es la interdisciplinariedad o transdisciplinariedad, por-que hay otros estudios interdisciplinarios o transdisciplinarios di-ferentes de los Estudios Culturales; no es la preocupación por elpoder, porque de hecho los estudios de género, la teoría feministase preocupan también por él; y tampoco es la articulación políti-ca. Para mí estos tres criterios o elementos están en los EstudiosCulturales y son indispensables en su proyecto, pero no son loque define la especificidad de los Estudios Culturales. La especi-ficidad de los Estudios Culturales, a mi manera de ver, se refiere aque es un proyecto contextual. Esto significa que se pregunta, entérminos de lo concreto, por las relaciones constitutivas y por losamarres de lo cultural y lo político. Me explico. Cuando StuartHall dice que cuando hicieron Policing the crisis, estudiaron elracismo pero lo hicieron de una manera muy distinta a como sehace desde un texto de estudios negros porque no se quedaron enel estudio del racismo en cuanto tal, sino que se concibió el racis-mo ligado al surgimiento de un pánico moral que, a su vez, searticula con el posicionamiento del Tatcherismo. Entonces, es lanoción de articulación y el contextualismo radical lo que, me pare-ce, define la especificidad de los Estudios Culturales. Eso del con-textualismo hace de los Estudios Culturales un antirreduccionis-mo, un “pensamiento sin garantías” como decía Hall. Eso es loque define la especificidad del proyecto de los Estudios Cultura-

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les. Y ese contextualismo se amarra con otro aspecto que diferen-cia a los Estudios Culturales, pienso yo, de modalidades de pen-samiento crítico como puede ser el ensayismo latinoamericano ola teoría crítica en la versión encarnada por la Escuela de Frankfurt.Los Estudios Culturales operan desde lo concreto en el sentidogramsciano. Y están operando desde lo concreto porque los Estu-dios Culturales no se imaginan como una acumulación de cono-cimientos abstractos y universales, como la acumulación de eru-dición, sino que su apuesta está en la transformación de relacio-nes de poder concretas. La teoría importa porque la teoría es fun-damental para hacer intervenciones, incluso en la teoría misma.Por lo tanto, no puede ser “teorrea” (diarrea teórica). Y esas son laspeleas con respecto a lo que se hace en Colombia a nombre de losEstudios Culturales.

Hay muchos otros elementos que me gustaría discutir. Losmenciono de pasada para que después los conversemos. Me pare-ce que hay que desempacar la relación entre cultura y hegemonía.¿Es la cultura hegemonía? ¿Cómo se relaciona la cultura con lahegemonía? Lo otro: estoy de acuerdo con que lo cultural es cons-titutivo del mundo. Pero recordemos que una problemática fun-damental de esta escuela en Estudios Culturales es: por supuestoque lo cultural no es reflejo, por supuesto que lo cultural consti-tuye el mundo, pero hay una materialidad del mundo que nosdistancia del postmodernismo. Los Estudios Culturales que a míme seducen, esos del contextualismo y de la voluntad política queopera desde lo concreto, no pueden ser por ningún lado postmo-dernos. Habría que diferenciar además entre postmodernismo ypostestructuralismo.

GONZALO PORTOCARRERO: Una pregunta, Eduardo. Tú dicesque lo que define a los Estudios Culturales sería el “contextualis-mo” que es como una suerte de antireduccionismo, lo que implica-ría una actitud de apertura a diferentes corrientes y a diferentespropuestas. Pero, al mismo tiempo, dices que “lo material” seguiríaconservando una suerte de privilegio ontológico sobre lo cultural.Yo creo que esas dos afirmaciones son difíciles de conciliar.

NELLY RICHARD: Lo que yo tiendo a considerar problemáti-co es querer establecer definiciones programáticas de lo que son odeben ser los Estudios Culturales. Creo que es bueno no perder

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de vista la heterogeneidad y disimilitud de las orientaciones de loque, entre nosotros mismos, llamamos “Estudios Culturales”. Re-leyendo la respuesta de Mareia, creo que también habría que dis-tinguir entre la formalización universitaria del campo académicollamado “Estudios Culturales” y una dimensión más libre e infor-mal de la discusión teórico-política en América Latina que se inspi-ra en ciertas problemáticas y discusiones de los Estudios Culturales(género, subalternidad, postcolonialismo, etc.) aunque no necesa-riamente se reconoce literalmente como Estudios Culturales. Cadaproyecto nuestro reinterpreta de distintas maneras el cruce de lasdisciplinas y coloca distintos énfasis en las problemáticas que abor-damos: memoria, estética, política, interculturalidad, globalización,etc. No podemos nosotros mismos clasificar a los Estudios Cultu-rales sólo en función de los programas de estudio, de los congresosy de las series editoriales que se producen y se reproducen bajo eserótulo. Quizás debamos ser menos estrictos.

GONZALO PORTOCARRERO: Se podría usar quizás no una de-finición conceptual, sino una definición más social sobre los Es-tudios Culturales. En mi opinión, ellos son una especie de refu-gio del espíritu crítico en una sociedad como la actual donde eseespíritu critico ya no existe. La primera pregunta que mucha gen-te te hace, inclusive dentro de la propia academia es: ¿eso paraqué sirve? Y si tú no tienes una respuesta precisa, eso no sirve paranada y por lo tanto no debe existir. Entonces, yo creo que quienesproblematizamos esa pregunta somos los que encontramos refu-gio en ese rótulo en general que hoy se llama Estudios Culturalesy que quizás no tenga una significación demasiado precisa, perohay entre nosotros ese espíritu de reivindicar la crítica, aparen-temente inútil, pero que en realidad abre posibilidades. Esa esnuestra apuesta.

NELLY RICHARD: Esto, lo del refugio del espíritu crítico enun mundo moderno, caracterizaría de igual modo el rol que handesempeñado las humanidades frente a la racionalidad científico-social. Quizás haga falta avanzar en distinguir más a los EstudiosCulturales de las humanidades porque no solamente no son lomismo sino que, como bien sabemos, mantienen una relación debastantes roces y fricciones. Por un lado, los Estudios Culturalesmanifiestan el deseo de ampliar las restringidas fronteras de la

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“ciudad letrada” abarcando distintos tipos de artefactos culturalesque, en su versión aristocrática, rechazaban las humanidades y lasbellas artes. Por otro lado, los Estudios Culturales quieren traspa-sar los límites de la universidad, cruzar el adentro y el afuera de lacultura académica, mientras que las humanidades se resistieronlargamente a cuestionar el principio de autonomía y de “nointer-ferencia”, como decía Edward Said, que mantiene a las disciplinasseparadas de la exterioridad social y política.

GONZALO PORTOCARRERO: Los departamentos de humani-dades a veces están tan encerrados en sí mismos que la erudiciónpor sí misma es legítima. En los Estudios Culturales, existe elmandato de tener cierta proyección política y es por eso que pue-dan parecerse al proyecto de la escuela de Frankfurt en un mo-mento como el actual, donde las ideologías han caído. Es un lu-gar de reagrupamiento, un lugar de búsqueda.

ALEJANDRO GRIMSON: Yo quisiera decir que me genera te-mor cuando nos veo tratando de hacer Estudios Culturales acercade qué son los Estudios Culturales, y embarcarnos en un proyec-to eminentemente corporativo de los Estudios Culturales. Yo, laverdad, es que veo economistas que son muy críticos de la econo-mía y de las teorías económicas; veo politólogos que están total-mente en contra del mainstream politológico, etc. No me sientomuy identificado cuando vamos contra todas las disciplinas tra-dicionales. Encuentro antropólogos comprometidos con movi-mientos sociales, tratando de deconstruir esencialismos naciona-les o identidades étnicas esencializadas. O sea, ahí ya hay un pro-blema. El otro problema sería el anacronismo de decir que ÁngelRama hizo Estudios Culturales. Y yo, como soy antropólogo, meparece importante la cuestión de la autoafiliación. Yo digo, ¿todala gente que ha hecho crítica cultural en la historia del universohizo Estudios Culturales? Eso puede servir en una lucha institu-cional para legitimar un proyecto corporativo y contextualmentepuede ser muy útil, pero no me lo voy a creer. Hay algo que sellama el “esencialismo estratégico” cuando los indígenas saben queno son una esencia pero utilizan retóricas esencialistas del origenpara reclamar que el territorio era de ellos. Para mí los EstudiosCulturales son una categoría de identificación: hay gente que seidentifica y gente que no. Por eso el texto nuestro empieza dicien-

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do, bueno en la Argentina nadie se identifica con los EstudiosCulturales. Si alguien organiza un postgrado de Estudios Cultu-rales en la Argentina, es probable que se llene de gente porque esmarketinero pero también es resistido. Me gustaría que seamosfrancos con nosotros mismos y nos preguntáramos qué es lo quenos diferencia del economista crítico, del politólogo crítico, delantropólogo crítico. Ahora la cuestión de no ser reduccionista yser contextualista, sí me parece que es relevante.

Una cosa más que no es menor, por lo menos para mí. Yomás bien me asumo como un williamsiano, estoy muy influidopor él, sobre todo por Marxismo y literatura: más por lo que pro-mete que por lo que hace, porque hay muchos lugares donde notermina de cuajar pero sí me importa el proyecto de que no exis-ten las esferas. Ese es el problema ontológico crucial. No hay esfe-ras, no existe la cultura como una esfera separada de la economía.Y el problema es que la historia epistemológica de Occidente esuna historia de la esferización del mundo con, por ejemplo, laseparación de la economía como un universo de expertos dondenadie puede opinar desde fuera. El problema es que no existe laeconomía sin la cultura. Yo siento que no estamos del todo con-vencidos de esto, o sea, que no hemos asumido que no hay ningu-na práctica económica que no sea una práctica de significación.No existen las relaciones de producción sin significados. No haymedios de producción o tecnologías sin significados, no hay mer-cancías sin significado. Siempre hay excedente de sentido en todo,en todas las prácticas humanas. No hay una práctica humana queno sea una práctica de significación y eso implica que las esferasson construcciones contingentes epistemológicas que se han crea-do en una fase de la historia teórica pero que es una creación quelleva a una incomprensión radical del mundo. Me parece que ahíes donde hay una distinción que puede llamarse Estudios Cultu-rales o puede ser historia cultural a veces, pero que esa es la únicadistinción que a mí realmente me convence de manera total: queno hay ontología esferizada y que la esferización es una construc-ción contingente de estos últimos siglos de la modernidad. Soyun antipostmoderno radical pero tampoco soy un moderno, noencuentro realmente un lugar ahí. Pero sí estoy convencido deque la cultura es la hegemonía. La cultura es la sedimentación dela historia de los procesos hegemónicos.

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EDUARDO RESTREPO: Siento que las discusiones sobre laespecificidad de los Estudios Culturales no es una preocupaciónexclusiva de estos. En antropología, por ejemplo, no hay unconsenso entre los antropólogos de qué es o qué no es la antro-pología. Hay múltiples disputas y lo que aparece como antro-pología es el equilibrio inestable en un momento determinadode una serie de posiciones que se visibilizan y se constituyencomo canon. Ahora, frente a la cuestión de saber si tratar deestablecer la especificidad de los Estudios Culturales significa ono un cerramiento, hay dos tipos de acercamientos. Un acerca-miento etnográfico y un acercamiento político. El acercamientoetnográfico es el que estaba planteando Alejandro, es decir, hayuna gente que se reconoce interpelada por esa categoría y otragente que no. Por tanto, los Estudios Culturales serían lo quehace en su nombre esta gente que se reconoce haciendo Estu-dios Culturales. A pesar de que entiendo la relevancia de esteenfoque, no me parece que sea viable si lo que está en juego es ladisputa por el proyecto de unos Estudios Culturales que impor-ten en términos políticos. En Estados Unidos, por ejemplo, haymucha gente haciendo gran cantidad de estudios en nombre delos Estudios Culturales que, en mi concepto, son profundamentebanales y con los que no me identifico. El punto lo planteabaStuart Hall en su conferencia “Los Estudios Culturales y suslegados teóricos”. El hecho de que los Estudios Culturales seanplurales y variados no significa que todo quepa en los EstudiosCulturales. La pregunta por la especificidad de los EstudiosCulturales es un asunto político. Y en la práctica creo que com-partimos que hay unos rasgos que necesariamente deben conte-ner los Estudios Culturales como una modalidad de teoría críti-ca. Por lo menos ese acuerdo lo tenemos, que los Estudios Cul-turales son teoría crítica o no son. Ahora yo no puedo hacer unaequivalencia entre teoría crítica y Estudios Culturales por el res-peto a la teoría crítica y por la especificidad y la potencia delproyecto de Estudios Culturales que se pierde cuando lo con-fundo con la teoría crítica en general. Y no es porque piense quelos Estudios Culturales son “de mejor familia”, pero creo queconfundir o equiparar los Estudios Culturales con la teoría crí-tica o incluso confundir los Estudios Culturales con la teoría

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crítica sobre la cultura, me parece que antes que una herramien-ta clarificadora es una traba para entender la especificidad ypotencialidad de los Estudios Culturales. Con respecto al pro-yecto político es muy importante pensar a los Estudios Cultu-rales en las disputas situadas de lo que eso significa en concretoen donde nosotros estamos parados. Para mí es muy importanteque los Estudios Culturales no signifiquen una banalización dela teoría y de su vocación política. Es común que estudiantes yalgunos docentes en Bogotá consideren que hacer Estudios Cul-turales es citar a Lacan o a Deleuze o hablar de globalización. Esfrente a eso mi discusión en Colombia y por lo que consideromuy importante que lo de la especificidad no se diluya en lanarrativa liberal puñetera de que como somos plurales, todo cabe.

También estaríamos de acuerdo en que los Estudios Cultu-rales son un proyecto intelectual y político profundamente anti-rreduccionista. No son ni economicistas, es decir, no explican lavida social y lo cultural en términos exclusivamente económicos.No son culturalismo, es decir, no explican la cultura o lo social entérminos exclusivamente culturales. El pensamiento reduccionis-ta es aquel que desde una variable (la economía, el discurso, lacultura, etc.) explica no sólo su propio ámbito sino todo lo de-más. Los Estudios Culturales son antireduccionistas, pero eso nosignifica que desconozcan, y esto es de pronto lo que Gonzalodecía ahora, la materialidad del mundo. Y una cosa es materiali-dad y otra el materialismo. Pienso que los Estudios Culturales sedistancian del postmodernismo precisamente en que el postmo-dernismo plantea la heterogeneidad y el descentramiento, perouna heterogeneidad y descentramiento que no tienen densidadhistórica ni anclajes políticos concretos. Stuart Hall habla de esen-cialismo como la epistemología de la modernidad, pero tambiénhabla del gesto antiesencialista en su negatividad como la episte-mología de la postmodernidad. La postmodernidad nos puedellevar a una posición donde todo vale, por lo tanto nada realmen-te importa. El postmodernismo sería una suerte de antiesencialis-mo esencialista, y esto tiene un montón de problemas no sólo entérminos intelectuales sino también políticos. Es por eso que Hallpropone pensar los Estudios Culturales desde el anti-anti-esen-cialismo, esto es, el de un pensamiento no esencialista que histo-

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riza los esencialismos. Es a eso que se está refiriendo cuando hablade que los Estudios Culturales son un pensamiento y una políticasin garantías fundacionales de ninguna naturaleza. Por eso, la apues-ta política y epistemológica de los Estudios Culturales tiene quever más con el postestructuralismo que con el postmodernismo.El hecho de que abramos la diferencia, no significa pensar solo entérminos culturalistas o de significado, sino que tiene que ver conhistoricidades inscritas en cuerpos, espacios, subjetividades, enmaterialidades de diversa índole.

NELLY RICHARD: Yo creo que una cosa es trazar el mapa de losEstudios Culturales tal como se materializan académicamente através de distintos proyectos y programas y otra cosa es evocar loque Federic Jameson nombraba “el deseo llamado Estudios Cultu-rales” como algo mucho más difuso que recorre, pero también, des-borda los formatos conocidos y reconocidos de realización acadé-mica de los mismos programas. Para mí, ese “deseo llamado Estu-dios Culturales” tiene un impulso democratizador y emancipadorque nos sirve para desafiar las limitaciones, jerarquías y exclusionesdel canon universitario. Pero, al mismo tiempo, existe una versióndominante de los Estudios Culturales que se deja funcionalizar porla máquina de reproducción y estandarización universitaria y quedista mucho de la pulsión alteradora contenida en el “deseo” de laantidisciplina o de la transdisciplina que inspiró la versión más crí-tica de los Estudios Culturales. Otra cosa: para mí, “el deseo llama-do Estudios Culturales” pasa necesariamente por la incorporaciónde la teoría feminista como una dimensión clave de la crítica delsaber, de la politización del conocimiento desde el lugar “situado”de la diferencia. Y no necesariamente los Estudios Culturales lati-noamericanos, o lo que se reconoce como tal, incorporan la pers-pectiva teórica del feminismo como un modelo de conocimiento“insurrecto” que se rebela contra las bases autoritarias del conoci-miento trascendente y universal.

ALEJANDRO GRIMSON: Me parece que esta es una red paradiscutir eso. No para resolverlo. Pero sí me parece que estamosdiscutiendo lo que nos apasiona. Quiero aludir a una historiapara proponer también ir avanzando con otras preguntas. Me pareceque hay una historia que tiene que ver con la crítica literaria, losestudios del arte, que son muy importantes no sólo en la historia

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de los Estudios Culturales sino de los estudios latinoamericanosque tiene que ver con la fase en la que empiezan los nuevos obje-tos, que es la misma historia de Hoggart que todos conocemos:los objetos ilegítimos. Para decirlo de manera brutal: la jerarquíadel autor es directamente proporcional a la jerarquía estética desu objeto regida por la normatividad estética occidental. Por lotanto, alguien que pretenda ser un gran autor de algo no puedeestudiar objetos menores u objetos desdeñables u objetos popu-lares. Entonces digo eso fue una disputa. Que se convirtieran enobjetos legítimos fue un triunfo importante que se logró.

EDUARDO RESTREPO: Lo que llamo el “proyecto” es lo queNelly ubica como el “deseo” de los Estudios Culturales. Ahora, sinosotros aplicamos a nosotros mismos la teoría que tenemos so-bre el deseo, sabemos que el deseo es un asunto de este mundo yque tiene que ver con relaciones de poder que se materializan endisputas concretas. Entonces, pienso que es muy importante quetengamos claro que el hecho de la multiplicidad y la heterogenei-dad, como la entendemos, no nos lleva al relativismo que es unaposición política absolutamente cuestionable. O sea, el hecho deque los Estudios Culturales sean plurales no significa que todoquepa en ellos. Es decir, no creo que aquí nadie defienda la posi-ción que un análisis de la cultura desde la derecha o desde unaposición que reifica la cultura, por ejemplo. Es un asunto enton-ces de cómo entendemos la vocación política de los Estudios Cul-turales, pero de una forma situada y contextual.

Otro elemento a considerar es que no podemos confundirdistinciones analíticas con divisiones ontológicas. El hecho de queno hayan divisiones ontológicas, no significa que las distincionesanalíticas no sean relevantes. Porque si pensamos que una distin-ción analítica es una división en el mundo estamos confundiendodos planos muy distintos. Por eso estoy totalmente de acuerdocon Alejandro en que esa esferización tiene que ver con una cosi-ficación de las distinciones analíticas, pero eso no significa enton-ces que haya que abandonar las distinciones analíticas o que noson relevantes esas distinciones analíticas, sino que hay que re-pensarlas y problematizarlas.

NELLY RICHARD: Yo quisiera compartir con ustedes tres ras-gos que, para mí, caracterizan a lo más interesante de los Estudios

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Culturales para saber si están de acuerdo o no con este resumen.Señalaría un primer movimiento que tiene que ver con desplazary emplazar las fronteras de las disciplinas establecidas y de lossaberes canónicos; con transgredir el dogma de la “pureza” delcorpus y con el ánimo de liberar el ingreso a la academia de cono-cimientos locales y subordinados que van a contaminar esa pure-za academicista. Segundo, mencionaría la voluntad de politizar lacuestión del saber y de desbordar los limites de autoreferenciali-dad del discurso académico vinculando el adentro de la universi-dad con el afuera de la realidad social y política mediante diversasestrategias de intervención. Tercero, remarcaría el deseo de abolirla división jerárquica entre lo culto y lo popular para extender elanálisis de lo simbólico-cultural tanto a los artefactos que circu-lan por las redes del mercado como a la performatividad del gestoy del habla que se juegan en la configuración de las identidades ysubjetividades alternativas. ¿No sé si se sienten representados poreste señalamiento de rasgos transversales?

ALEJANDRO GRIMSON: Yo te diría que bastante, pero agregaríaal adjetivo de los procesos hegemónicos debido que la palabra hege-monía sí apareció como una palabra clave en el consenso nuestro.

GONZALO PORTOCARRERO: La fórmula de desplazar fronterasme parece más adecuada que la de relativizar las separaciones delos saberes en función de esta crítica de la idea de esfera. Creo quela idea de la crítica de esfera está en el concepto de “sobredetermi-nación” y en toda la crítica derrideana deconstructiva, es decir, lascosas no son iguales pero tampoco son diferentes, la economíaestá en la política y la política está dentro de la economía. No sonlo mismo pero tampoco son tan diferentes, es decir, están inter-penetradas. Esa interpenetración es la que valida la necesidad deun enfoque totalizante, de otra manera si no hay este enfoque estainterpenetración dejaría de ser tematizada. Y justamente una delas fuerzas de los Estudios Culturales es tratar de concentrarse, eslo que se ha dicho en toda la reunión, en las articulaciones entrelo económico, lo político y lo cultural. Entonces desplazar lasfronteras creo que alude a lo mismo que sería esta relativizaciónde los saberes cerrados, una apertura de los saberes, una interpe-netración entre todos ellos.

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ALEJANDRO GRIMSON: Yo abordaría, como otro punto, la dis-tinción entre lo decolonial, lo postcolonial, lo subalterno. Eso esuna cuestión que está distribuida de maneras distintas. Ahora, aveces me pregunto si no hay una división en Sudamérica donde enBolivia, Perú, Ecuador y Colombia ha habido una permeabilidadmayor a las tres categorías en general. Mientras que el extremoCono Sur y Brasil tienen menos permeabilidad a los tres. Dichoeso, hay que hilar más fino, por ejemplo, te vas a encontrar con queen Buenos Aires hay una permeabilidad mayor de lo subalterno yde lo postcolonial que de lo decolonial. Hay grupos con distintonivel de importancia y peso que leen seriamente a los historiadoresindios y el subalternismo, también como una relectura de Gramscique sí tuvo mucho peso en Argentina. Con la colonialidad del saberexiste el riesgo de creer que en los países donde sus ideas no tienenmucho peso es porque están mucho más colonizados teóricamenteque los otros. Suerte de círculo vicioso autoexplicativo, descontex-tualizado. Pero creo que hay un punto muy interesante a pensar entérminos de cómo se configuran, como son contemporáneos losprocesos culturales en los países andinos que tiene que ver con lacuestión indígena, la cuestión afro, el propio peso de los imagina-rios nacionales. O sea, en Chile, en Argentina, en Uruguay, eviden-temente esas cuestiones están muy desplazadas en el imaginario,más allá del peso demográfico de lo indígena que es otro tema.Mientras que en Brasil hay otra historia donde eso fue incorporadoen el imaginario nacional de una manera completamente opuesta aBolivia. Bolivia fue un estado de la minoría blanca en contra del90% de la población y Brasil incorpora el carnaval y lo afro enciertos imaginarios nacionales, la fábula de las tres razas. Entoncestambién les cuesta más entrar porque la cuestión “raza” no aparececomo la cuestión. Habría que ver si el contexto o la variable paramedir el peso de ciertas lecturas tiene que ver con una hermenéuti-ca situacional.

EDUARDO RESTREPO: Pienso que es muy importante dife-renciar la teoría postcolonial de la decolonial. De manera esque-mática, plantearía las diferencias en los siguientes términos. Losdistintos teóricos del postcolonialismo están preocupados por cómoel colonialismo constituye aún hoy nuestro presente. Desde ahíel punto tiene que ver con poner en evidencia los silenciamientos

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y los tipos de borraduras que constituyen el presente, y cómo estose articula en las subjetividades tanto de los excolonizados comode los ex-colonizadores. En la genealogía de la teoría postcolonialSaid, Bhabha y Spivak son algunos de sus referentes, y el estable-cimiento desde el que hablan es principalmente anglófono. Encontraste, el problema del proyecto decolonial es la modernidad,pero entendida como una visibilización y una celebración queimplica un lado oscuro: la colonialidad. Y eso ya remite a unadiscusión más de orden ontológico, aunque obviamente esa dife-rencia colonial no es un afuera ontológico sino una exterioridadconstitutiva de la modernidad. La decolonialidad tiene que vercon la problematización de las diversas dimensiones del eurocen-trismo. Me parece, entonces, que hay una diferencia de genealo-gía, problemática, autores y de proyecto entre los dos, aunqueobviamente esto no significa que haya que desconocer sus cerca-nías y comunalidades. Por otro lado, los estudios de la subalterni-dad tiene que ver con otra problemática que es la reescritura de lahistoria, de una historia elitista y que tiene que ver con las políti-cas de la representación del subalterno. Ese es como su núcleoproblemático. Estos son más historiadores y están pensando des-de la India, versus teoría postcolonial que son más literatos y es-tán pensando desde el establecimiento anglosajón metropolita-no, aunque algunos provengan de las excolonias. El proyecto de-colonial es hecho por latinoamericanos, aunque sin desconocerlas claves e influencias del establecimiento estadounidense dondealgunos de ellos han sido formados y son profesores desde hacemuchos años. Ese es mi mapa del asunto. Y, como he insistido,para mí los Estudios Culturales responde no sólo a otra genealo-gía sino a otra problemática y proyecto intelectual y político.

MAREIA QUINTERO: Yo creo que ahí hay un mapa que da unosindicios de las especificidades de cada proyecto, pero me parece quehay mucha más porosidad. O al menos creo que es más interesantepensar en el fondo común que hay entre ellos que encajonarlos enunas generalizaciones que ocultan demasiados matices y perspectivasvariadas al interior de estas categorías. Lo contrario me parece que esignorar las propias tensiones que producen esos rótulos. El énfasis enla cuestión de la modernidad en el proyecto decolonial respondeevidentemente al análisis que se hace de la relación entre colonialis-

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mo y modernidad, y esa es una contribución muy latinoamericana aldebate. Reducirla a Mignolo y a la academia norteamericana meparece que es minimizar el desarrollo de esa discusión como se hadado desde América Latina con Quijano y otros.

EDUARDO RESTREPO: Pienso que la diferencia entre colonia-lismo y colonialidad es una diferencia fundamental.

MAREIA QUINTERO: ¿Qué quieres decir?

EDUARDO RESTREPO: Tiene que ver precisamente en cómo seubica la teoría postcolonial versus el proyecto decolonial. Esa ca-tegoría que la toman de una lectura de Quijano y que le dan unadimensión a través de Dussel y toda la elaboración de la colonia-lidad del saber, la colonialidad del ser y la colonialidad del poder,es una categoría que no se puede reducir a la de colonialismo. Enese sentido…

MAREIA QUINTERO: Pero tú no crees que los estudios postco-loniales producen también una deconstrucción del eurocentrismo.

EDUARDO RESTREPO: Sí. Pero es una crítica distinta. O sea,mira los autores y los lugares teóricos y políticos desde los cualestrabajan. La noción de colonialidad se constituye por distincióncon el colonialismo. El colonialismo es una expresión particularde la colonialidad, pero la colonialidad es un asunto que trascien-de y es más profunda que el colonialismo.

MAREIA QUINTERO: La colonialidad es un producto del co-lonialismo. No me parece que este sea una expresión de aquella.

EDUARDO RESTREPO: Lo que constituye la colonialidad es lamodernidad. La problemática que ellos tienen en la cabeza escómo se conecta el eurocentrismo con la modernidad y cómo esoproduce una diferencia colonial, que es una diferencia ontológicay sistémica en términos de sistema-mundo. Estos personajes es-tán atravesados por una reelaboración de Wallerstein. La nociónde sistema mundo moderno/colonial es una relectura de sistemamundo moderno. Bueno, pero yo sí creo que la problemática decómo se articula la decolonialidad es muy distinta a cómo se arti-cula la teoría postcolonial. No es solamente de que allá se estáhablando del colonialismo inglés hasta el siglo XX versus acá quese está hablando del colonialismo hispano lusitano que ya para el

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XIX estaba en su agonía. Creo que la diferencia va más en profun-didad. Ahora bien, en América Latina desde mucho tiempo atrásha habido problematizaciones del eurocentrismo de múltiples ex-presiones. Cuando uno lee a Fals Borda, encuentra que buenaparte de su propuesta refiere a la necesidad de producir una so-ciología propia, de conocimiento propio, de colonialismo intelec-tual: ahí hay una crítica a ciertas expresiones en la academia deleurocentrismo. Pienso que la tensión de amor y de odio de unaparte del pensamiento crítico de América Latina con Europa esfundamental, pero esto no nos puede cegar ante el hecho de quela particular conceptualización y los énfasis planteados por el pro-yecto decolonial tienen mucho que ver con el establecimientoestadounidense. Está muy en su lenguaje, responde a sus proble-máticas y tiene mucho que ver con una adopción, no de unaspolíticas de la identidad, sino de la identidad en la política. Elsobreénfasis de la raza, incluso en la lectura anacrónica de llevar laraza al siglo XVI, es un asunto que se explica más fácilmente des-de el sentido común estadounidense que desde las articulacionesen América Latina.

MAREIA QUINTERO: Yo creo que una cosa tal vez es el matizque toma y las repercusiones que genera el proyecto desde la aca-demia norteamericana, con un vocabulario específico que se vaasentando y unos énfasis particulares. Pero la colonialidad comoconcepto para mí tiene una raíz en el debate latinoamericano conQuijano, y luego con Lander en el asunto de la colonialidad delsaber, descontando que el cuestionamiento al eurocentrismo evi-dentemente no es algo nuevo.

EDUARDO RESTREPO: Pero Lander hace parte de la red y élpublica su libro con base en las ponencias de un simposio quecoordinó en un congreso internacional de sociología en Montreal.Y desde América Latina se han dado reacciones como la de SilviaRivera Cusicanqui que plantea que lo del proyecto decolonial espuro colonialismo intelectual. Yo no pienso que sea simplementeeso, pero sí creo que circula y que da cuenta de un tipo de proble-máticas muy particulares atravesadas por los mapas de interés delestablecimiento estadounidense. Eso no surgió en Perú, eso nosurgió en Colombia, sino que es una lectura de peruanos, de bo-ricuas, de argentinos, colombianos y otros latinoamericanos en

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los Estados Unidos haciendo énfasis en autores y reivindicandotradiciones latinoamericanas. Decir que el proyecto decolonial esla expresión de las críticas desde el margen al sistema eurocentra-do no es tan acertado, no se puede establecer esa equivalencia.Cuando Evo Morales se refiere al colonialismo, ese enunciado noes la expresión del proyecto decolonial aunque sea descolonial (yaquí la letra “ese” no es gratuita). Para mí el proyecto decoloniales una articulación profundamente académica, en una jerga paramuchos críptica, ligada a unos personajes ubicados en lugaresprivilegiados como Berkeley y Duke, por ejemplo, y pensando enuna clave que a mi manera de ver aporta cosas muy importantes,pero tienden a dejar de lado asuntos cruciales como la clase social.Además, algunos de ellos desdeñan con facilidad pasmosa las crí-ticas de la izquierda y del marxismo. Y también hay que entenderlas matices y diferencias entre los distintos autores. Una cosa es larelación de Aníbal Quijano con Marx y la izquierda, y otra esMignolo. Quijano está pensando el problema del capitalismo,Mignolo más el de la modernidad/colonialidad. Y Mignolo mis-mo, por ejemplo, establece la diferencia con el postcolonialismo,entre otras cosas por su crítica a los fundamentos postestructura-listas de la teoría postcolonial. Walter Mignolo parece descartar elpostestructuralismo por eurocentrista, cosa que otros autores comoArturo Escobar no hacen tan fácilmente. Entonces sí creo que haydiferencias en tradiciones y anclajes entre la teoría postcolonial yel proyecto decolonial.

ALEJANDRO GRIMSON: Me parece que en lo que está diciendoMareia, hay una parte que se contrapone y otra que no a lo que diceEduardo. Básicamente porque hay una serie de autores que los de-coloniales vienen a rescatar, latinoamericanos que vivieron en Amé-rica Latina, que como mínimo habían sido condenados por esen-cialistas y ya habían sido juzgados y estaban sufriendo pena demuerte y silla eléctrica en muchos de nuestros países. En mi paíslos decoloniales vienen a rescatar autores que ya habían salido delcanon académico como Kusch, bajo condena de esencialismo. Meparece que ahí hay una distancia entre esos autores sobre los cualeshay que volver a hacer un juicio y que no puede ser el juicio delpostmodernismo, del esencialismo antiesencialista. Otra cosa sonlos autores que viven en Estados Unidos y que hablan desde Esta-

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dos Unidos y que están trabajando allá. Para mí eso hay que contex-tualizarlo en las lógicas del mercado académico norteamericano.Porque decir que en América Latina hay un problema que es la raza,y decir que quien no quiera asumir ese problema desde la colonia-lidad del saber y del poder, es porque está totalmente colonizado,es una afirmación totalmente anticontextual y anti-histórico. Paramí el problema no es nunca ni la raza, ni la clase, ni la etnia, ni elgénero. El clivaje latinoamericano es contextual al proceso históriconacional. Tengo que analizar el proceso histórico de cada país parasaber cómo son los clivajes locales o nacionales.

EDUARDO RESTREPO: Eso es muy cierto, además porque haymatices al interior de quienes se imaginan trabajando desde elproyecto decolonial. Están marcados por trayectorias y discipli-nas distintas. Por ejemplo Arturo Escobar con respecto a la antro-pología tiene una posición crítica pero la rescata en el sentido deque es un terreno por disputarse mientras, para otros, la antropo-logía no es nada más que una disciplina colonial que está manda-da a recoger. El trabajo de Arturo Escobar es impensable sin elpostestructuralismo. Pero Walter Mignolo ha escrito en variaspartes que el proyecto decolonial es algo muy distinto del postes-tructuralismo al que rechaza por ser nada más que un productoeurocéntrico. Eso es lo que dice, otro asunto sería examinar hastadonde muchos de sus análisis anteriores y actuales tienen comocondición de posibilidad al postestructuralismo o contribucionespostestructuralistas. Ahora bien, dicho lo anterior, eso no quieredecir que el proyecto decolonial no sirva y que haya que tirarlo altarro de la basura. Yo creo que es un proyecto muy interesanteque tiene aportes muy valiosos, pero también hay que asumirlode una manera crítica.

VÍCTOR VICH: Me parece que ha salido un enunciado muyinteresante sobre la colonialidad del poder, el colonialismo y el pro-yecto decolonial, eso está muy bien, pero nos hemos alejado comple-tamente del Cuestionario, por lo que hay que retomarlo y volver.

MAREIA QUINTERO: A mí lo que me interesa rescatar es quelos Estudios Culturales, hasta hace unos años, no habían dado mu-cha atención a la cuestión colonial, a pesar de la figura de Hall. Y lacrítica postcolonial tiene el mérito de haber hecho un llamado de

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atención en torno a la densidad de la experiencia colonial y la im-portancia de ampliar los análisis estrictamente políticos o económi-cos del colonialismo. Es verdad que el recorte que hace la críticapostcolonial está fuertemente marcado por la experiencia anglo-sajona, pero eso no quiere decir que sus aportes no puedan ilumi-nar algunos procesos del ámbito latinoamericano. Para mí en elcontexto caribeño, por ejemplo, esto es evidente. Incluso pienso,de nuevo remitiéndonos a la discusión sobre las genealogías, queese llamado de atención ha servido para revisitar la problemáticadel colonialismo interno, idea que en los años ochenta y noventame parece que estaba prácticamente fuera de circulación.

Luego los estudios de la subalternidad tienen muchas cosasen común con la nueva historia que se hizo en nuestros países, almenos es lo que veo si comparo con la producción que se generóen Puerto Rico a partir de la década de 1970 principalmente.Pero me parece que su aporte trasciende el campo de la historio-grafía. Eso de decir que los postcoloniales son más literatos y lossubalternos más historiadores yo lo tomaría con pinzas, no sóloporque hay figuras marcantes que no se encajarían en esa división,sino porque si algo comparten esos proyectos con los EstudiosCulturales es que también rebasan fronteras disciplinarias, al me-nos en sus mejores versiones y no en aquellas producto de la modaacadémica. Entonces, resumiendo, creo que decir que los estu-dios de la postcolonialidad, de la subalternidad o decoloniales notienen nada que ver con los Estudios Culturales es como clausu-rar las vías de interlocución, que a mi sí me parecen importantes.Lo que sucede es que al igual que el rótulo Estudios Culturales,estos proyectos en sus distintos modos de insertarse o consolidar-se en la academia norteamericana a veces dejan de ser proyectopara convertirse en programa, con una propensión a lo reiterati-vo, y yo creo que eso es lo que uno rechaza. Pero me parece impor-tante rescatar el diálogo con la producción en sí misma. Al menosen el caso de algunas de las problemáticas que considero crucialesen Puerto Rico y el Caribe, se me haría difícil pensar en EstudiosCulturales hoy pasando por alto los aportes de Said o Chaterjee,por citar dos nombres conocidos.

EDUARDO RESTREPO: Quisiera anotar que sería interesantepensar en la idea de abandonar la cultura, para hacer una inter-

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vención desestabilizadora sobre el sentido común de nuestra his-toricidad que es puro culturalismo. El sentido común de nuestraépoca es un culturalismo light y en los Estudios Culturales tene-mos que abordar de frente otra noción de cultura.

ALEJANDRO GRIMSON: Me llama la atención la poca presen-cia aquí de las tesis de Jameson, en el sentido de por qué es rele-vante lo cultural y su relación con la lógica del capitalismo pos-fordista, el consumo, la fetichización de la mercancía. O en otrosplanteos, la cuestión de la cultura utilizada por los actores socia-les, los reencantamientos del mundo y los nuevos fundamentalis-mos culturales, la racialización también de las identidades. Po-dríamos haber contrastado la oposición de la guerra fría que erade carácter ideológica con las cartografías civilizatorias o cultura-les que se diagraman hoy. Pasamos de las ideologías a la culturacomo formato estructurante de clivajes globales. Todos reconoce-mos estos temas, pero no está tan explícito.

EDUARDO RESTREPO: Yo pienso que es una gubernamentali-dad, en el sentido foucaultiano. Estamos asistiendo a una épocadonde la cultura en general y la diferencia cultural en particularconstituyen los términos de inteligibilidad e interpelación de uncreciente número de personas (no sólo de expertos, funcionarios,políticos y activistas) así como el campo de una serie de tecnolo-gías de gubernamentalización y mercantilización de la existencia.La cultura y la diferencia cultural han devenido en el terreno des-de donde se articulan normalizaciones y se producen poblacio-nes, pero también han constituido el diagrama de poder desdedonde ciertas subalternidades (a veces configuradas como talespor la visibilidad misma del dispositivo culturalista) establecensus resistencias. Igualmente, la cultura y la diferencia cultural sonel anclaje y la fuente de operación del capital no sólo con la pro-ducción de mercancías e imaginarios, sino también con la apro-piación del análisis cultural en la racionalidad empresarial y demercados. Por eso hay que abandonar la cultura.

ALEJANDRO GRIMSON: Eso de que hay que abandonar la cul-tura me parece una fórmula de marketing. No me seduce.

VÍCTOR VICH: Digamos mejor, “desculturalizar la cultu-ra”; quitarle el aura. Nosotros respondimos a la pregunta del

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“hoy” entendiendo ese “hoy” a partir de la crisis financiera delaño pasado. Se trata quizá de un momento que poco a poco iráteniendo una repercusión muy fuerte, un momento final delConsenso de Washington y, por lo tanto, de la centralidad deleconomicismo neoliberal como eje articulador, organizador deltodo social. Lo que nosotros hemos visto es que este es un mo-mento de crisis del economicismo y que, en ese sentido, surge laposibilidad de posicionar a la cultura en lugares más estratégi-cos: por ejemplo, desde la cuestión de los consumidores, desdela cuestión ecológica, desde la cuestión de activar nuevamentela imaginación para crear algo nuevo. Entonces ese “hoy”, ennuestro caso, está limitado a una coyuntura muy específica. Lacrisis financiera del año pasado permitiría pensar que entramosa una nueva fase del capitalismo, a una nueva fase donde tieneque reconfigurarse.

ALEJANDRO GRIMSON: Quisiera hacer una propuesta en laque podemos estar de acuerdo. Primero hay una dimensión onto-lógica que tiene que ver con esta cuestión de las esferas. Y si lacultura deja de tener ese lugar específico en el contexto actual,igual eso no significa que tenga que llegar el fin de los EstudiosCulturales. Pero eso no es un proyecto a corto plazo, es una con-cepción sobre lo social, donde hay una dimensión ontológica ydespués con los procesos de larga duración y después con el ciclocapitalista, y sí después con las crisis. Pero hay una parte queescapa a la temporalidad que tiene que ver con cómo pensamos losocial, que no lo pensamos como un campo de estructura/super-estructura, sino que lo simbólico es constitutivo. Por más quepara nosotros eso sea evidente no lo es para todo el mundo. Cuan-do se describe al ser humano con hardware y software es porquehay una base sobre la cual eso se imprime y se impacta. O seahabría un cuerpo humano, un cuerpo biológico del ser humanosin cultura. En mi concepción eso no existe.

VÍCTOR VICH: Eso es lo que dice Judith Butler de la diferen-cia entre sexo y género. Es decir que el género no puede interpre-tarse como la interpretación cultural del sexo porque ya la catego-ría de sexo, todo lo que utilizamos para hablar de sexo, está cultu-ralizado. Por lo tanto, a esa materialidad sólo llegamos a través delo discursivo y de lo que ya está cargado.

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EDUARDO RESTREPO: Hay un matiz muy interesante aquí.Una cosa es plantear que lo real o lo social son discursivamenteconstituidos y otra cosa es decir que lo social y lo real son sólodiscurso. Siempre hay un algo que es una materialidad que nopuede ser circunscrita a lo discursivo o a lo cultural; siempre esun exceso, constreñimiento y anclaje.

ALEJANDRO GRIMSON: Estoy diciendo que lo cultural es elser. No hay seres humanos que no sean culturales.

NELLY RICHARD: Desplazándonos de lo cultural al tema delas “políticas culturales”, quizás sería interesante que nos pregun-táramos si todos estamos de acuerdo con las definiciones que daGeorges Yúdice en sus textos más recientes donde la cultura, entiempos globalizados, aparece principalmente como bien, servi-cio, mercancía, recurso, expediente, etc.: es decir, algo finalmentesubordinado a lógicas de planificación y organización, de distri-bución, circulación y consumo. Habría que preguntarse, creo,cuáles son los márgenes que dejan los vocabularios dominantes dela gestión para una dimensión de lo cultural que se abre a ladisputa entre lo hegemónico y lo contestatario pero que, además,tiene una fuerza simbólico-expresiva y performativa que desbordala simple acción político-cultural.

ALEJANDRO GRIMSON: Con el libro de Yúdice me pasaron doscosas. La primera es que me quedé anonadado de que alguien escribaun libro de quinientas páginas sobre la cultura sin citar un antropó-logo. O sea con Williams también me pasaba, pero digamos que eramás disculpable porque escribió hasta los ochenta y los antropólogosbritánicos siempre fueron anticulturalistas. Yúdice dice una cosa queme parece que es cierta y es que la cultura es un expediente paraalgunos, pero no es que él crea que es eso solamente. ¿O no?

NELLY RICHARD: Yo siento que cada vez mas él tiende a adhe-rir a un análisis de lo cultural como una dimensión subordinadaa lógicas que, si bien es cierto que no sólo son de consumo sinotambién de configuración de identidades, relativizan la impor-tancia de la “autonomía estratégica” del arte, como dice Hal Fos-ter, y de lo estético como un régimen de opacidad del sentido queapuesta en contra de lo organizativo y lo funcional.

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ALEJANDRO GRIMSON: ¿Él no lo dice críticamente que la cul-tura es un expediente?

NELLY RICHARD: Quizás lo complicado con el vocabulariodel mercado cultural y de las políticas culturales, un vocabulariomás o menos saturado de tecnomediaciones y de operatividad, esque tiende a dejar fuera lo que Nicolás Casullo, desde lo crítico-estético, reclamaba como la huella de “lo trágico, lo utópico y locontestatario”. ¿Cómo proteger esta sombra de lo trágico, lo utó-pico y lo contestatario en el universo de las políticas y la gestiónculturales en donde todo parecería rendirse a las exigencias delconsumo o del simple intercambio comunicativo? Sé que esto nospreocupa más a los que venimos del mundo de las humanidades,del arte o de la literatura, pero estoy de acuerdo con Beatriz Sarloen que no puede desaparecer del todo la pregunta por la “densi-dad formal y semántica” que caracteriza la tensión de lo estético.Los Estudios Culturales, lamentablemente, tienden a considerarque esta pregunta por lo estético está revestida de nostalgia con-servadora pero no podemos resignarnos a que desaparezca com-pletamente el interés crítico por la experimentación con los len-guajes que marca la creación artística.

ALEJANDRO GRIMSON: Las preocupaciones sobre la culturaen el linaje teórico en el que me inscribo nacieron por razonespolíticas. O sea, que lo que querían era cambiar la sociedad y eneso se dieron cuenta que había una cuestión crucial que era lacultura que no habían tenido en cuenta. Gramsci se pregunta porqué se derrota la revolución del veinte en Europa, y ahí encuentrala cultura nada más ni nada menos. O sea, la preocupación por lapolítica es de origen. En los Estudios Culturales en realidad lapreocupación es por el cambio social o la transformación, depen-de de los lenguajes de época. Pero en realidad nace de ahí. Eso esuna cosa. La otra cosa es que yo tengo un temor, que para míaparece en algunos textos, que para constituirnos como identidadnecesitamos inventar otros. Para decir “nosotros somos los Estu-dios Culturales” en este mundo, creamos alteridades. Y aparecendos alteridades que a mí me preocupan. Las disciplinas aparecencomo una alteridad, y yo no estoy tan seguro. O sea para mí no loes. El contextualismo radical lleva a tratar de entender cómo dis-

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tintas personas desarrollaron distintas batallas por comprender losocial en contextos múltiples. Entonces, si eso es desechable o nolo es, depende mucho de los contextos. O sea, no puede ser unjuicio sumario. Primer punto. Yo no puedo decir la antropologíaes colonial o decir que la sociología es una tecnología para el con-trol de las sociedades industriales, y ya todo quedó clausurado.Me ahorro el contexto y los autores y las diversidades y los con-flictos al interior de la sociología. Eso es un punto. O sea, que nohay alteridades tan cosificadas. Y hay otra alteridad que aparececon el tema de la gestión que me parece un poco problemáticaporque recibe una condena también sumaria cuando, en reali-dad, según los contextos, hay distintas concepciones de la gestiónque tienen implicancias completamente diferentes para la vida delas personas. Entonces si yo la cosifico, no aplico los EstudiosCulturales para pensar las alteridades de los Estudios Culturales.Yo tenía también ganas de escuchar a Mareia sobre la cuestión dela gestión cultural como otra alteridad.

MAREIA QUINTERO: Yo de ninguna manera plantearía a lagestión como una alteridad de los Estudios Culturales, al contrarioa mí me parecen complementarios. Pero bueno, esto depende decómo se conciba la gestión. Desde mi punto de vista es un campode acción, atravesado ciertamente por disputas de poder y en elcual se juegan cosas que a mí me son relevantes. Me parece que suinserción en la academia es variable, pero puede ser una forma deoxigenar los Estudios Culturales, en la medida en que aporta a lareflexión teórica la experiencia de la práctica. A la vez, pienso quepara la gestión los Estudios Culturales son imprescindibles. Justa-mente para que no se convierta en algo osificado que responda arecetas de eficiencia. Yo creo que el otro de los Estudios Culturaleses el pensamiento reduccionista, o el pensamiento apolítico. Paramí esos serían los otros de los Estudios Culturales.

EDUARDO RESTREPO: Hay varias cosas en lo que decía Ale-jandro que son interesantes. Me llama mucho la atención y estoytotalmente de acuerdo con el asunto del linaje. Un linaje en don-de la cultura emerge en tanto un lugar o un espacio para entenderpor qué se dan o no transformaciones políticas. En eso estamosabsolutamente de acuerdo. La pregunta es por qué llamar a eso“cultura” y no ideología o hegemonía. Si es lo simbólico que está

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anudado a ciertas relaciones de poder, ¿por qué llamarlo cultura yno ideología o hegemonía?

ALEJANDRO GRIMSON: La respuesta la da Williams. Lo quepasa es que la ideología, significa eso en cualquier acepción. Ideolo-gía implica ideas claras, fuertes, seguras, consolidadas, aunque nonecesariamente como sistema. Cultura es mucho más corporal, esmucho más inconsciente. La ideología no puede ser inconsciente.La cultura sí. La cultura es inconsciente hecho cuerpo, es senti-miento de pánico que no puedo explicar, es miedos a otros o invisi-bilidades. La imposibilidad de reconocer la heterogeneidad de losocial, por ejemplo, no surge de una ideología que se propone ne-garla, sino que es la cultura que inconscientemente no puede perci-birla. Esa es la diferencia. Cultura porque es sentido común. Y esoestá en Gramsci. Es sentido común no es ideología.

EDUARDO RESTREPO: No quisiera que abriéramos esa caja dePandora ahora. No creo que es algo solucionado y tan claro comolo estás planteando, entre otras cosas porque sentido común enGramsci es la sedimentación de diferentes ideologías, e ideologíay pensamiento en Gramsci es también práctica, no es solamentereflexividad. No creo que el asunto entre ideología, hegemonía ycultura está solucionado, pero ese no es el problema que quieroseñalar ahora. Lo que quiero señalar es eso que estabas indicandode cómo estamos construyendo otros fantasmas de otredad paradefinirnos a nosotros. Y yo quisiera defender un fantasma, y es elfantasma de la gestión. En Colombia es muy claro, no sé en otroslados, y gestión significa tecnología de gobierno y no significa lacultura en aras de la transformación, sino la cultura como instru-mento de producción, inscripción y osificación de relaciones depoder y de mercado. Entonces cuando pienso en gestión, piensoen instituciones gubernamentales como el Ministerio de Cultu-ra, pienso en todos los programas que se hacen a nombre de lagestión. Y ahí no hay mayor posibilidad de crítica, empezandoporque la cultura es objetivada. En ese sentido, el lugar de losEstudios Culturales sería el de la disrupción, el de la interrup-ción, el de la problematización. Porque para mí es importantediferenciar entre gestión e intervención, y eso nos mete al proble-ma que tú nos traes. Porque yo sí pienso que la intervención es unelemento de esa genealogía, de ese linaje. La noción de praxis del

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marxismo es una que indica una intervención fundamentada teó-ricamente y orientada hacia la transformación. Y también estoyde acuerdo con los otros dos fantasmas de exterioridad que plan-teaba Mareia. Es una exterioridad de los Estudios Culturales cual-quier conocimiento que se imagina apolítico. Y también el pensa-miento reduccionista. Y “gestión” tiene mucho de ambos fantas-mas, se imagina como apolítica y muchas veces encarna un pensa-miento reduccionista, un culturalismo.

MAREIA QUINTERO: A mí me parece que esa es una visiónparcial y muy desde afuera de lo que es la gestión. Por un lado,creo que es limitante ver la gestión estrictamente como lo institu-cionalizado, cuando se hace gestión desde muchísimos otros ám-bitos. Por otro, también me parece que hay un cierto reduccionis-mo en esa descripción de la gestión, incluso la institucional, quetampoco es homogénea y sí digamos muy contextual.

ALEJANDRO GRIMSON: Yo veo un problema. A mí se me hizopresente cuando leí la respuesta de Mareia sobre intervención.Para todos nosotros la intervención es nuestro superyó, digamos.Debemos intervenir por un mandato moral. Mientras que en uncontexto nacional, intervención aparece como la intervenciónimperial y está nublada por ese significado. Eduardo trae otroejemplo que es el significado de la gestión en Colombia y yo digo,bueno, yo estuve rodeado, en Buenos Aires, de fábricas recupera-das que la gestionan los propios trabajadores. Es la manera quelos obreros hablan de lo que ellos hacen. Lo que quiero decir conesto es que datos etnográficos sobre los usos del término “gestión”tienen que ver con el contextualismo radical que vos propusiste yla polisemia del término es infinita. Entonces tenemos esa para-doja, y lo que vos estás proponiendo es que, como en Colombiaestá bastante sedimentado un significado unívoco, entonces bo-rremos la polisemia que existe sobre el término en el continente.Pero eso es un problema.

MAREIA QUINTERO: Me parece muy interesante esa obser-vación, pero no estoy tan convencida de que las diferencias queestamos discutiendo en torno a la gestión se deban simplemen-te a la forma en que se haya sedimentado ese término en Colom-bia. En el caso de la noción de intervención yo tuve una reac-

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ción inmediata, que responde a las sedimentaciones de las quehabla Alejandro, pero pensándolo un poquito más me reafirmoen que es un concepto que sería interesante replantear. A mí meincomoda la idea de intervención porque creo que reitera undualismo entre teoría y praxis que yo creo que hace falta repen-sar: como si la teoría se produjese en un afuera y sólo la inter-vención nos colocase en un adentro. En lugar de intervenciónyo prefiero pensar en participación o tal vez en instancias deenunciación.

EDUARDO RESTREPO: Alejandro tiene razón en decir que nopuedo usar un particularismo para generalizarlo, si es que tal par-ticularismo existe también. Independientemente de eso, mi ar-gumento va más allá del punto concreto de Colombia. Siguiendoa Foucault uno puede decir que existen tecnologías de gobierno,gubernamentalidades, para gobernar a otros y gobernarse a símismo en nombre de la cultura. Y eso está más allá de la nociónde gestión. Y esas tecnologías de gobierno no solamente son esta-tales, van mucho más allá del Estado y en eso radica parte de supoder. Y es por eso que un carnaval puede ser articulado comogubernamentalidad, aunque las instituciones estatales como elMinisterio de Cultura no estén metidas ahí. Mi lectura es que sila genealogía que a nosotros nos interpela de los Estudios Cultu-rales es la transformación social, eso se opone con reproducir lagubernamentalidad y, por lo tanto, lo que pueden hacer los Estu-dios Culturales es interrumpir, problematizar, socavar las practi-cas y los vocabularios, las subjetividades y los deseos asociados aesas tecnologías de gobierno.

ALEJANDRO GRIMSON: Una pregunta ahí, respecto de unaexperiencia en Medellín. No sé si conocen a Alonso que es elautor de un libro fabuloso que se llama No nacimos p’ semilla. Esun intelectual que está a cargo del gobierno. Por lo que me conta-ron, en medio de los morros, en medio de las comunas en una delas zonas más pobres de Medellín enclavó un centro cultural ex-traordinario que transformó la vida pública de toda esa zona, ge-nerando un espacio público allí, no en el centro de la ciudad sinoen el centro de la miseria, en el medio del narcotráfico. ¿Por quéeso sería terrible? Explícame por qué eso es un dominio de laspersonas, porque no es una acción del Estado fabulosa.

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EDUARDO RESTREPO: Ahí puede empezar a ser sedimentadasciertas formas de dominación en nombre de la cultura desplazan-do otro tipo de problemáticas y puede operar, entonces, comomáquina antipolítica. Ese ejemplo en concreto habría que enten-der su complejidad puesto que no lo conozco etnográficamente.

ALEJANDRO GRIMSON: La pregunta mía es: supongamos quecon el asesoramiento de todos ustedes un gobierno local realice unaintervención ideal. ¿Por qué tendríamos que aceptar el postuladode Eduardo de que toda gestión cultural debería ser interrumpida?

NELLY RICHARD: Porque creo que se refiere a la gramáticadominante de lo que el neoliberalismo entiende por gestión.

ALEJANDRO GRIMSON: Pero para él no hay gestión fuera de lagramática dominante. Eso es lo que él está diciendo.

EDUARDO RESTREPO: Para volver a tu pregunta, esas comunasen Medellín son la expresión de una desigual distribución de lariqueza. Y las acciones como las del Centro que estás mencionando,aunque, toca ver eso etnográficamente insisto, podrían tender alegitimar no sólo al gobernante de turno, sino al Estado mismo y alestado de cosas existente. Esas acciones “buenas”, como todo elaparataje del “desarrollo”, tienden a socavar las condiciones de po-sibilidad de articulación política de sujetos que busquen transfor-maciones radicales. Por supuesto que también pueden tener efectoscontrarios, pero eso no está garantizado.

ALEJANDRO: Tenemos visiones políticas muy distintas.

MAREIA QUINTERO: Si entiendo lo que estás diciendo,Eduardo, me parece que estás esencializando el propio Estado yeso lo que produce es parálisis. Es como si ni tú, ni la gente dela comuna de Medellín pudiesen actuar, interpelar al Estado.Yo creo que hace falta mucha más etnografía de la gestión cultu-ral para desarmar esa idea de que todo responde a una guberna-mentalidad, o de que todos estamos cooptados a pesar de nues-tras buenas intenciones. Si la gente asume la etiqueta de la ges-tión para legitimar saberes y prácticas que vienen haciendo hacemucho tiempo, o que se acaban de inventar, y si eso les sirvepara interpelar al Estado, a las empresas, o a sus propias comu-nidades, a mí eso me parece que puede ser transformador.

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EDUARDO RESTREPO: Para mí la gestión es gubernamentali-dad. Consiste en usar ciertos objetos, ciertos discursos, ciertossaberes para mantener las cosas tal cual.

GONZALO PORTOCARRERO: La palabra gestión puede ser poli-sémica, pero no se puede hacer nada sin gestión en el sentido am-plio de la palabra. Todo pasa por gestionarse. Y me gustaría referirun ejemplo concreto, etnográfico, que es el Festival de teatro de lascalles abiertas. Es un festival muy importante que se hace en unbarrio popular. Y nace sobre todo del mundo popular ilustrado.Son unos inmigrantes que logran acceso a la educación universita-ria, desarrollan una perspectiva artística y se animan a tratar deconvocar a gente de clase media, a las ONG. Sin embargo, estegrupo, que son cuatro personas, no tienen una capacidad de ges-tión, no tienen la capacidad de coordinar las situaciones, de plani-ficar, de convocar, etc. En la práctica, las personas que llevaron acabo el aspecto de gestión de este Festival internacional fueron gen-te de clase media y especialmente gente de la Universidad Católica.Esta dimensión práctica del quehacer cultural es necesaria. Sin esadimensión práctica no se hace nada y qué mentalidad sería esa deno hacer nada. Y lo de la gubernamentalidad. Para Foucault la gu-bernamentalidad y el poder no tienen una connotación negativa,de inmovilizar, sino que tienen una connotación de fecundidad.Sin gubernamentalidad, sin poder no se hace nada. Entonces no séde qué estamos hablando realmente. La gestión es algo básico decualquier actividad cultural, que no sea simplemente escribir unlibro o un artículo, sino ir mas allá: hay que pensar la dimensión degestión. Y eso es un reto y por lo general es un asunto complicado.Pero de ahí a decir que eso es consustancialmente cooptativo y asi-milador, desmovilizador, creo que hay una distancia.

NELLY RICHARD: Una pregunta no más a Eduardo: y sicambiáramos la palabra “gestión”, quizás demasiado cautiva deun cierto lenguaje neoliberal, por la palabra “agenciamiento”,¿habría diferencia para ti?

EDUARDO RESTREPO: Si la agencia es una praxis emancipato-ria, por supuesto que estoy de acuerdo. La gestión la entiendocomo una acción orientada hacia la dominación. Eso la hace dis-tinta de los agenciamientos. Como lo sabemos con Foucault y

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con Gramsci la dominación pasa por la producción de subjetivi-dades, corporalidades. La dominación es productiva. Y desdeGramsci sabemos que la dominación va mucho más allá de lacoerción o incluso del consenso, ya que tiene que ver más con elconsentimiento que se refiere a las disputas en el terreno de lasociedad civil donde se produce un liderazgo moral, político, edu-cativo y económico. Y en ese sentido, la gestión cultural en Co-lombia, entendida como política de Estado, ligado al denomina-do “sector cultural” que opera con recursos de las ONG, tieneefectos antipolíticos que hay que examinar y que no se debensimplemente tomar por sentado. En muchos casos tienen efectosdesmovilizadores y consolidadores de la hegemonía conservadora.

ALEJANDRO GRIMSON: Me parece que no nos vamos a ponerde acuerdo. Lo que sí es claro es que vos tenés una definición degestión como un dispositivo para la dominación y que en Améri-ca Latina hay acciones, hay praxis que se llevan adelante utilizan-do el término gestión y que no son catalogables de esa manera.

EDUARDO RESTREPO: De acuerdo.

ALEJANDRO GRIMSON: Lo que vos estás planteando es unadefinición conceptual. Pero lo más interesante que pasó en Co-chabamba, en la reciente Asamblea de CLACSO, fue lo que dijoGarcía Linera. García Linera dijo un montón de cosas pero quierodetenerme en una, que nosotros ya la sabíamos, pero no es lomismo que la diga García Linera: el Estado es un espacio dedisputa. ¿Por qué? Porque los indígenas están gestionando, ges-tionando municipios, gestionando relaciones internacionales, ges-tionando salud, gestionando fuerzas armadas. O sea, detrás de élhabía un aimara con cantidades de medallas y con armas, un mi-litar aimara, por si alguien le disparaba al Vicepresidente. Estabagestionando la seguridad del Vicepresidente mestizo o del Presi-dente indígena, de lo que ustedes quieran. O sea, en el uso nati-vo, el término gestión se usa para todas esas cosas. Hay términosque pone el neoliberalismo y que, después, pasan a ser parte delas disputas y las personas se los reapropian. Lo que podemosdecir es que lo que nos une a todos es la idea de práctica cultural,agencia cultural, pero eso es un nivel muy teórico. O sea que a unnivel práctico, la Maestría que dirige Mareia se llama en Gestión

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cultural y la especialización que hay en el Instituto nuestro estambién de Gestión cultural. La UAM de Iztapalapa donde estáGarcía Canclini también tiene un Posgrado de Gestión cultural.Lo que quiero decir es que esa polisemia nativa está acá entrenosotros. Porque también lo que es parte de la cuestión es quepuede haber enfoques políticos con matices distintos. Es decirvisiones si se quiere más partidocráticas, más movimientistas, másanarquistas, más estatalistas, más antiestatalistas, que seguramen-te las habrá entre nosotros y por suerte.

VÍCTOR VICH: Siento que “sin querer queriendo” hemos ter-minado discutiendo cómo definimos la categoría de “interven-ción”, es decir, cómo definimos el vínculo de los Estudios Cultu-rales con la gestión y la política culturales.

NELLY RICHARD: Yo quisiera plantear algo, en el marco de ladiscusión, que puede resultar polémico pero no me sentiría con-forme si no lo planteo. Hay una exaltación de la dimensión sub-alternista en los Estudios Culturales que a mí me perturba cuan-do se confunde con una cierta idealización de la otredad siemprepensada como una exterioridad radical, la de las luchas comuni-tarias, del movimiento indígena, de las protestas de mujeres, etc.,respecto de la universidad misma. Yo pienso que la universidad estambién un territorio político, y que alterar las cartografías delsaber es un gesto político en sí mismo. La otredad no se encuen-tra exclusivamente en el extramuro, en la selva o en la calle. Haydobleces y pliegues de otredad en cualquiera de los territorios quehabitamos, incluyendo el académico, y liberarlos o potenciar es-tos dobleces y pliegues en función de un determinado contextopolítico-intelectual va en una dirección emancipatoria. En estesentido, no estoy para nada de acuerdo con el último texto deJohn Beverley en el que califica de neoconservadurismo de dere-cha al interés demostrado por Beatriz Sarlo en su libro Tiempopresente de someter a vigilancia crítica el género del testimoniocomo un género que representa “auténticamente” al subalterno oa la víctima. Me parece teóricamente saludable desconfiar de ladefensa subalternista del testimonio que pretende ver en él la ex-presión de una “otredad” que habla en vivo y en directo, sin me-diaciones, y que le confiere a la palabra del marginado, del subor-dinado o de la víctima el privilegio epistemológico de representar

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un saber verdadero y una conciencia política superior que haceque esa palabra deba quedar eximida de toda vigilancia crítica.

EDUARDO: Totalmente de acuerdo.

ALEJANDRO GRIMSON: Sí, estamos de acuerdo. Con Eduardoen el auto veníamos justamente conversando eso. En Argentinahubo una idealización muy grande de los movimientos piquete-ros. Entonces tuvimos una conversación con Arturo Escobar. Ar-turo Escobar me objetaba que yo planteara una crítica al roman-ticismo. El planteaba el romanticismo vinculado al compromisoy la utopía, en oposición al realismo escéptico y academicista.Entonces, la pregunta sería: ¿cómo ser utópico sin ser románticode los movimientos populares? También hay que encontrar cuálesson las contradicciones, las tensiones, los dilemas. Para mí es unapolémica al interior de los Estudios Culturales.

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1 Esta Selección Bibliográfica fue confeccionada en base a los aportes de cada uno delos participantes de este libro, con especial énfasis en los materiales de produccióny circulación locales o regionales que habitualmente no son parte de las bibliogra-fías internacionales sobre Estudios Culturales latinoamericanos.

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Autores

ALEJANDRO GRIMSON: Doctor en Antropología (Universidad deBrasilia) y Licenciado en Ciencias de la Comunicación (Universidadde Buenos Aires). Como antropólogo, ha realizado trabajo de campoen Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay. Ha sido profesor invitado auniversidades de Estados Unidos, México, Chile, Puerto Rico, Co-lombia y otros países. Entre sus principales libros se encuentran: Rela-tos de la diferencia y la igualdad (1999), Audiencia, cultura y poder (1999),Fronteras, naciones e identidades (2000), Interculturalidad y comunica-ción (2000), El otro lado del río (2002), La nación en sus límites (2004).Director de la Maestría en Sociología de la Cultura del Instituto deAltos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de SanMartín (UNSAM).

SERGIO CAGGIANO: Doctor en Ciencias Sociales (UniversidadNacional de General Sarmiento e Instituto de Desarrollo Económi-co y Social - IDES), Magíster en Sociología de la Cultura y AnálisisCultural (Universidad Nacional de San Martín -UNSAM) y Licen-ciado en Comunicación Social (Universidad Nacional de La Plata -UNLP). Se desempeña como Coordinador Académico de la Maes-tría en Sociología de la Cultura del Instituto de Altos Estudios So-ciales (IDAES) de la UNSAM, donde dicta cursos de posgrado. ComoInvestigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas yTécnicas (CONICET) en el IDAES, se especializa en migraciones,interculturalidad, procesos identitarios y discriminación. Integra elGrupo de Trabajo “Migración, Cultura y Políticas” de CLACSO.Trabajó también sobre imágenes visuales, imaginarios y disputas cul-turales. Es autor de los libros Lo que no entra en el crisol. Inmigraciónboliviana, comunicación intercultural y procesos identitarios (2005) yde Lecturas desviadas sobre Cultura y Comunicación (2007).

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VÍCTOR VICH. Doctor en Literatura hispanoamericana porGeorgetown University, EEUU. Ha publicado varios libros comoautor y otros como editor, entre los que destacan: El discurso de lacalle (2001) y Contra el sueño de los justos: la literatura peruana ante laviolencia política (2009). Ha sido profesor invitado en Harvard Uni-versity y en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga.Actualmente, es coordinador de la Maestría en Estudios Culturalesen la Pontificia Universidad Católica del Perú e investigador princi-pal del Instituto de Estudios Peruanos (IEP).

GONZALO PORTOCARRERO. Profesor principal del Departamen-to de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú.Doctor en Sociología por la universidad de Essex en el Reino Unido.Ha sido profesor visitante en universidades de Estados Unidos, Méxi-co, Japón, Venezuela. Autor de numerosas publicaciones, entre lasque destacan: Rostros criollos del mal (Red, 2004), Razones de sangre(1998) y Racismo y Mestizaje (1993).

MAREIA QUINTERO RIVERA. Doctora en Historia Social por laUniversidad de São Paulo, Brasil. Es profesora de la Facultad deHumanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de RíoPiedras, donde actualmente dirige el programa de Maestría en Ges-tión y Administración Cultural. Es autora del libro A cor e o Som daNação: A idéia de mestiçagem na crítica musical do Caribe Hispânico eo Brasil (2000), así como de artículos y ensayos sobre historia cultu-ral y políticas culturales.

JUAN RICARDO APARICIO. Doctor y Magíster en Antropologíade la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. Especialistaen Estudios Culturales, Pontificia Universidad Javeriana. Antropó-logo, Universidad de los Andes. Profesor Asistente del Departamen-to de Lenguajes y Estudios Socioculturales de la Universidad de losAndes. Ha publicado en inglés y español, en revistas nacionales erevistas internacionales, sobre la circulación de prácticas, objetos ydiscursos movilizados alrededor del desplazamiento interno comoun nuevo problema global característico de la Posguerra Fría. Ac-tualmente, está interesado en analizar críticamente el conjunto deiniciativas que surgen después de las masacres, los desplazamientos,las desapariciones y las ejecuciones extrajudiciales.

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ALCIRA SAAVEDRA: Doctora en Filología, Universidad Com-plutense de Madrid, España. Trabaja temas relacionados con el len-guaje y el sentido; Jacques Derrida y la desconstrucción; análisis deldiscurso, Estudios Culturales, literatura francesa. Entre sus publica-ciones: “Jacques Derrida: el duelo de la amiga en Politiques de l’amitié.Ecos de una queja” en Hacer visible lo invisible: lo privado y lo público(2005); Los colombianos en Estados Unidos y la creación de una comu-nidad transnacional. Por una nueva política de la lengua en Colombia(2004); Lorca/Derrida: le pas de sens ou le dire en réalité en colabora-ción con Danielle Reggiori (2001).

GREGORY LOBO. Enseña, investiga y escribe sobre la relaciónentre cultura y poder. Se doctoró en la Universidad de California en2002 y actualmente es profesor asociado en el Departamento deLenguajes y Estudios Socioculturales de la Universidad de los An-des, Bogotá, Colombia. Ha publicado en inglés y español en revistasinternacionales y su primer libro es Colombia: algo diferente de unanación (2009).

CAMILO QUINTANA. Graduado en Filosofía de la Universidadde los Andes (2003) y Magíster en Educación de la misma institu-ción (2010). Su campo de investigación actual se concentra en elanálisis de los conceptos de autonomía, pensamiento crítico e inter-culturalidad como posibles maneras de entender y expresar los ele-mentos primordiales de cualquier proceso educativo (con énfasis enla búsqueda de métodos que fomenten la comprensión, produccióny difusión del conocimiento, a través de relaciones de enseñanza-aprendizaje).

NELLY RICHARD. Crítica y ensayista. Fundadora y directora dela Revista de Crítica Cultural (Santiago, 1990-2008). Autora, entrenumerosas publicaciones nacionales e internacionales, de los siguien-tes libros: Crítica de la memoria: 1990-2010 (Santiago, 2010), Femi-nismo, género y diferencia(s) (Santiago, 2008), Fracturas de la memo-ria. Arte y pensamiento crítico (Buenos Aires, 2007), Residuos y metá-foras. Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la transición (Santia-go, 1998), Márgenes e instituciones; arte en Chile desde 1973 (Mel-bourne / Santiago, 2008). Dirige actualmente el Magíster en EstudiosCulturales de la Escuela Latinoamericana de Postgrados (ELAP) de

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la Universidad ARCIS, y se desempeña como Vicerrectora de Exten-sión, Comunicaciones y Publicaciones de la misma Universidad.

VÍCTOR SILVA ECHETO. Doctor en Estudios Culturales por laUniversidad de Sevilla (España), investigador postdoctoral de lasUniversidades de Ginebra (Suiza) y de la Pontificia Universidad Ca-tólica de Sao Paulo (Brasil), Magíster en Comunicación Audiovisualpor la Universidad Internacional de Andalucía (España) y Licencia-do en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de la Repú-blica (Uruguay). Es autor de Comunicación e Información Intercultu-ral (2003) y, en coautoría con Rodrigo Browne Sartori, de Escriturashíbridas y rizomáticas (2005), y de Antropofagias: Las indisciplinas dela comunicación, (2008). Ha publicado artículos y ensayos en revis-tas y libros de literatura, comunicación, arte, filosofía, sociología dela cultura y antropología. Actualmente es investigador de la Comi-sión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile(CONICYT); profesor e investigador de la Universidad de PlayaAncha (Chile) y profesor del Magíster en Estudios Culturales de laUniversidad ARCIS.

CATHERINE WALSH. Profesora principal y directora del Doc-torado en Estudios Culturales Latinoamericanos de la UniversidadAndina Simón Bolívar, Sede Ecuador, donde también dirige el TallerIntercultural y el Fondo Documental Afro Andino. Tiene una tra-yectoria larga de acompañamiento a los procesos de los movimien-tos indígenas y afrodescendientes en América Latina y la región an-dina. Su trabajo ha sido principalmente enfocado en el proyectopolítico, epistémico y ético de la interculturalidad crítica y en asun-tos de la decolonialidad, incluyendo y relacionado al conocimiento,la ancestralidad, la educación, el derecho, el refundar del Estado, elpensamiento y la pedagogía decoloniales. Entre sus publicacionesmás recientes se encuentran: Interculturalidad, Estado, Sociedad: Lu-chas (de)coloniales de nuestra época (2009), Temas de interculturalidadcrítica desde Abya Yala (2009), Raza, mestizaje y poder: Horizontescoloniales pasados y presentes (2010) y Estudios (inter)culturales en cla-ve decolonial (2010).

EDUARDO RESTREPO. Investigador del Instituto de EstudiosSociales y Culturales, Pensar, de la Pontificia Universidad Javeriana y

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se desempeña como profesor de la Maestría de Estudios Culturalesde la misma universidad. Sus temas de interés incluyen teoría socialy cultural contemporánea, poblaciones afrodescendientes, políticasde la etnicidad, historización de la raza y genealogías de la colombia-nidad. Entre otras publicaciones, es autor de Políticas de la teoría ydilemas de las colombias negras (2005).

NÉSTOR GARCÍA CANCLINI. Desde 1990, es profesor e investi-gador de la Universidad Nacional Autónoma de México, UnidadIztapalapa, donde dirige el Programa de Estudios sobre Cultura. Entresus libros, traducidos a diversas lenguas, se encuentra: Arte popular ysociedad en América Latina (México, 1977); La producción simbólica.Teoría y método en sociología del arte (México, 1979); Las culturaspopulares en el capitalismo (1982); ¿De qué estamos hablando cuandohablamos de lo popular? (1986); Culturas híbridas. Estrategias paraentrar y salir de la modernidad (México, 1990); La globalización ima-ginada (Barcelona, 1999); Imaginarios Urbanos (1999); Consumido-res e cidadaos. Conflitos multiculturais da globalizacao (Rio de Janei-ro, 1999); Latinoamericanos buscando lugar en este siglo (Buenos Ai-res, 2002).

JESÚS MARTÍN-BARBERO. Nació en Ávila (España) y reside enColombia desde 1963, con nacionalidad colombiana desde 2004.Es Doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina, y postdocto-rado en Antropología y Semiótica en París. Fundó el Departamentode Ciencias de la Comunicación en la Universidad del Valle, Cali(1975), del que fue profesor hasta 1997. Ha sido presidente de ALAIC(Asociación Latinoamericana de Investigadores de Comunicación).Ha publicado Comunicación masiva: discurso y poder (1978); De losmedios a las mediaciones (1987) traducido al inglés, al francés y alportugués; Televisión y melodrama (1992); Los ejercicios del ver, conG. Rey (1999); Al sur de la modernidad (2001); Oficio de cartógrafo:travesías latinoamericanas de la comunicación en la cultura (2002).

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