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EN PLENA REFORMA GREGORIANA El siglo XI (1071-1080) FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

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EN PLENA REFORMA GREGORIANA El siglo XI (1071-1080)

FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

~ 1 ~

Francisco Suárez Salguero ha compuesto estos escritos esmerándose en

ofrecer la crónica cronológica que el lector podrá aprovechar y disfrutar.

Lo ha hecho valiéndose de cuantas fuentes ha tenido a mano o por medio

de la red informática. Agradece las aportaciones a cuantas personas le

documentaron a través de cualquier medio, teniendo en cuenta que actúa

como editor en el caso de algún texto conseguido por las vías mencio-

nadas. Y para no causar ningún perjuicio, ni propio ni ajeno, queda prohi-

bida la reproducción total o parcial de este libro, así como su tratamiento

o transmisión informática, no debiendo utilizarse ni manipularse su con-

tenido por ningún registro o medio que no sea legal, ni se reproduzcan in-

debidamente dichos contenidos, ni por fotografía ni por fotocopia, etc.

~ 2 ~

~ 3 ~

A MODO DE PRÓLOGO

LA LITURGIA HISPANA MOZÁRABE EN NUESTROS DÍAS

La liturgia hispana mozárabe es bastante central en la temática histórica en que nos

adentramos (el siglo XI, años 1071-1080). Por eso parece oportuno este a modo de pró-

logo sobre dicha liturgia en nuestros días.1

En enero de 1990 aparecía la edición del primer volumen de la nueva edición latina

del Misal que lleva por título Missale Hispano-Mozarabicum, que contiene el Propio del

Tiempo, al que acompañaba el Leccionario o Liber Commicus, y que eran los primeros

resultados del trabajo de la comisión creada por el Arzobispo de Toledo, Cardenal Mar-

celo González Martín. En 1994, aparecían el segundo volumen del Misal, con los textos

del Santoral, y el segundo volumen del Liber Commicus. Ha transcurrido ya bastante

tiempo desde entonces y no está de más reflexionar sobre el significado y el valor de

aquellas publicaciones.

En primer lugar es de justicia reconocer la importancia del enorme trabajo llevado a

cabo por la Comisión creada por el Cardenal Arzobispo de Toledo. Por los años ochenta

del siglo XX, la Congregación para el Culto Divino recibía a menudo peticiones para

poder celebrar la Eucaristía según los libros litúrgicos del antiguo y venerable Rito His-

pánico o Hispano-Mozárabe. Junto con el permiso solicitado se acostumbraba a ofrecer

fotocopias de los textos litúrgicos según aparecían en las ediciones existentes, publi-

cadas desde hacía siglos, solución en verdad nada ejemplar.

Por esta razón, los responsables de la Congregación Romana invitaron a la Conferen-

cia Episcopal Española a aplicar la Constitución sobre la Liturgia, Sacrosanctum Conci-

lium, que en su nº 4 recomienda la revisión de los libros litúrgicos de los diversos ritos

y liturgias católicas. Recogiendo esta sugerencia se creó la Comisión que ha llevado a

cabo esta obra de notable e indudable valor. Así, después de las ediciones promovidas

por los Arzobispos de Toledo, Cardenales Francisco Jiménez de Cisneros (1507) y

Francisco Antonio de Lorenzana (1770-1774), aparecía una nueva edición del Misal de

1 Habiendo leído esta aportación en el blog (o web) de Lex Orandi según Jorge Gibert Tarruell (25 de

febrero de 2010 y 28 de febrero de 2011).

El Catecismo de la Iglesia Católica (nº 1124) hace referencia a la lex orandi cuando dice que la fe de la

Iglesia es anterior a la fe del fiel, el cual es invitado a adherirse a ella. Cuando la Iglesia celebra los sa-

cramentos confiesa la fe recibida de los Apóstoles, de ahí el antiguo adagio: “lex orandi, lex credendi”

(“la ley de la oración es la ley de la fe”), o bien: “legem credendi lex statuat supplicandi” (“la ley de la

oración determina la ley de la fe”), según Próspero de Aquitania, Ep. 217, siglo V. La ley de la oración es

la ley de la fe, la Iglesia cree como ora. La Liturgia es un elemento constitutivo de la Tradición santa y

viva (cf. DV 8). Y en el nº 1126 del Catecismo leemos que, puesto que los sacramentos expresan y

desarrollan la comunión de fe en la Iglesia, la lex orandi es uno de los criterios esenciales del diálogo que

intenta restaurar la unidad de los cristianos (cf UR 2 y 15). Todo ello en el contexto de que ningún rito

sacramental puede ser modificado o manipulado a voluntad del ministro o de la comunidad. Incluso la

suprema autoridad de la Iglesia no puede cambiar la liturgia a su arbitrio, sino solamente en virtud del

servicio de la fe y en el respeto religioso al misterio de la liturgia (nº 1125).

~ 4 ~

la venerable liturgia Hispánica, esta vez bajo la dirección del Arzobispo de Toledo, Car-

denal Marcelo González Martín.

La Iglesia de España se encuentra pues en posesión de un tesoro litúrgico de enorme

valor, como es la tradición que, desde los albores del cristianismo hasta el siglo XI, fue

plasmando la vida del pueblo cristiano que peregrinaba por tierras hispánicas, y que lo

ha sostenido sobre todo en los momentos de prueba y persecución. Esta herencia, con la

nueva publicación del Misal Hispano-Mozárabe, ha recibido un instrumento sumamente

útil y que conviene usar de modo inteligente.

En primer lugar cabe preguntarse acerca de los destinatarios de la nueva edición de

estos libros litúrgicos. Los números 158-160 de los Prenotandos del Misal lo establecen

de modo preciso y conviene examinar con detalle estas normas. Reproducimos el texto

de dichos números, para resumir a continuación su contenido.

158. El Misal Hispano Mozárabe está destinado, en primer lugar, a la celebra-

ción ordinaria y cotidiana en la capilla mozárabe de la catedral de Toledo; tam-

bién a la celebración ordinaria en las parroquias mozárabes, en otras iglesias o

capillas que gozan o gocen en el futuro de tal privilegio; a los obispos y sacer-

dotes que hayan recibido la facultad de celebrar la Misa en rito hispano-mozá-

rabe, a titulo personal (cf. nº 167).

159. Celebraciones extraordinarias de la Misa en rito hispano-mozárabe podrán

tener lugar con ocasión de fiestas conmemorativas, congresos o cursos que de al-

gún modo puedan relacionarse con la liturgia hispano-mozárabe; con ocasión de

la restauración o restitución al culto de iglesias o capillas, situadas dentro del te-

rritorio español, de la época romana, visigótica o mozárabe; en fiestas en honor

de santos que figuran en el calendario hispano-mozárabe y que gocen de particu-

lar veneración en la ciudad, en la diócesis o en la región.

160. Dentro del ámbito jurisdiccional de la Conferencia Episcopal Española,

para obtener el permiso para la celebración extraordinaria de la Misa en rito his-

pano-mozárabe, se tendrá que recurrir al Ordinario del lugar en que deba efec-

tuarse tal celebración. Antes de conceder dicho permiso, el ordinario del lugar

comprobará que quede garantizada la observancia de las normas establecidas en

los números 161-166, 168-170 y someterá la documentación correspondiente a

la aprobación del arzobispo de Toledo.

Fuera del Estado Español, el permiso tendrá que ser requerido a la Congrega-

ción para el Culto Divino.

Tratando de resumir el contenido de estos números, encontramos lo siguiente:

1) Lugares para los que está destinado el Rito:

a) La Capilla Mozárabe del Corpus Christi de la Catedral Toledana.

~ 5 ~

b) Las parroquias mozárabes de Toledo.

c) Otras Iglesias o capillas que gozan o gocen en el futuro de tal privilegio.

2) Personas a las que se reconoce el derecho del Rito.

a) Obispos que hayan recibido la facultad a titulo personal.

b) Sacerdotes que hayan recibido la facultad a titulo personal.

3) Celebraciones extraordinarias.

a) Fiestas conmemorativas relacionadas con la Liturgia Hispánica.

b) Congresos relacionados con la Liturgia Hispánica.

c) Cursos relacionados con la Liturgia Hispánica.

Esta enumeración deja claro que en la restauración de la Liturgia Hispánica se han se-

guido criterios distintos de los que han presidido la restauración del Rito o Liturgia lla-

mada Ambrosiana o Milanesa. En efecto, en este caso se trata de una liturgia que es ce-

lebrada por la gran mayoría de los fieles de la diócesis de Milán, es decir tiene una di-

mensión pastoral de gran envergadura y vitalidad.

En el caso de la Liturgia Hispánica podría decirse que se ha hecho una restauración

para mantener en vida el antiguo rito, restringido a unos grupos muy particulares y con-

cretos, como son la Capilla de la Catedral de Toledo y las pocas parroquias mozárabes

aún existentes en la misma ciudad de Toledo. Al margen de estas pequeñas comuni-

dades, el Rito puede ser utilizado en algunas efemérides como algo extraordinario. Pue-

de afirmarse en resumen que en la nueva edición se han tenido en cuenta criterios más

bien de tipo litúrgico-arqueológico que de tipo pastoral.

Pero la realidad enseña que en el ámbito de la Iglesia española hay un interés creciente

a favor de la Liturgia Hispánica y son muchos los lugares y las personas que se preocu-

pan en organizar celebraciones en dicho rito. Esta realidad ha de hacernos conscientes

de la dimensión pastoral que convendría reconocer a nuestra antigua y venerable litur-

gia.

¿Cuáles son las características de los nuevos libros litúrgicos del denominado rito his-

pano mozárabe y en concreto en lo referente al Misal?

Se ha tratado de hacer una revisión crítica de los textos litúrgicos tal como aparecen

en los documentos antiguos, pero manteniendo la estructura que la liturgia hispánica te-

nía en los siglos X y XI, precisamente cuando, por la reforma gregoriana, “una revolu-

ción desde arriba”, fue suprimida en los reinos hispanos.

Solamente el Ordinario de la Misa ha sufrido una renovación profunda, procurando

recuperar en la medida de lo posible el esquema primitivo y dejando todas los añadidos

que había recibido a lo largo de los siglos, sobre todo en la reforma cisneriana, en la

~ 6 ~

que, siguiendo los criterios entonces vigentes, se trató de reducir al mínimo las diferen-

cias existentes entre el rito hispano y el rito romano vigente en Occidente.

Esta realidad supone que una comunidad que quiera utilizar hoy diariamente el Misal

hispano se ve obligada a constantes repeticiones, de modo parecido a como sucedía con

el Misal Romano antes de la reforma querida por el Concilio Vaticano II. En efecto, esta

reforma ha supuesto un enriquecimiento de textos tanto eucológicos,2 como bíblicos,

para asegurar una mayor y más fructuosa participación de los fieles en las celebraciones.

En el caso de una eventual comunidad que quiera ser fiel a la liturgia hispana, y para

obviar el problema de las repeticiones, existe el peligro de querer completar los textos

que impone el nuevo Misal introduciendo elementos procedentes del rito romano. Puede

decirse que conviene evitar este peligro, pues se trata de dos ritos distintos y ahora no

existe tanto la preocupación eclesial por romanizar las liturgias sino por respetarlas, evi-

dentemente como riqueza en la comunión.

Las limitaciones que supone actualmente el Misal hispano no son imaginarias sino

reales, y han de ser planteadas con seriedad, de modo que se puedan encontrar solu-

ciones en un esfuerzo creador, para dotar al Misal actual de elementos complementarios,

que permitan suplir las deficiencias actuales. Por ejemplo, preparar un leccionario ferial

propio, como lo posee la Liturgia Romana actual. Sería ésta una labor que debería llevar

a cabo una eventual Comisión de Seguimiento del Rito Hispánico, instituida de modo

permanente para asesorar al Arzobispo de Toledo, en su condición de “cabeza o res-

ponsable del Rito”.

La nueva edición del Missale Hispano-Mozarabicum presenta unos interesantes Pre-

notandos, la primera parte de los cuales (nn. 1-142) es un detallado estudio del Rito His-

pano, tanto desde su evolución histórica como en su contenido teológico-litúrgico, que

puede prestar un servicio de gran valor a quienes desean celebrar la Eucaristía según

esta Liturgia.

Los nn. 143-157 del texto de los Prenotandos se ocupan de describir las características

del nuevo Misal, así como de los tiempos litúrgicos. Finalmente, los nn. 158-170 pro-

ponen las normas de aplicación del Misal.

Una lectura atenta tanto del Misal como de los Prenotandos permite constatar que los

responsables de la nueva edición han sido sumamente parcos en establecer rúbricas con-

2 El término eucología es un neologismo proveniente del griego euché (oración) y lógos (discurso), sig-

nificando propiamente la ciencia que estudia las oraciones y las leyes que rigen su formulación. En un

sentido menos propio, pero ya de uso corriente, la eucología es el conjunto de oraciones contenidas en un

formulario litúrgico, en un libro o, en general, en los libros de una tradición litúrgica. El conjunto de los

textos eucológicos se llama también depósito eucológico. Aquí nos referimos a las fórmulas de oración

litúrgica en sentido estricto, no a las fórmulas litúrgicas en general (himnos, antífonas, responsorios, etc.).

En la liturgia se encuentra un conjunto de textos muy diversificados por origen, género literario y también

por el tipo de uso que de ellos hace la liturgia. Por lo mismo, en los textos litúrgicos hay que distinguir

ante todo sus diversos géneros literarios. Podemos hacer una primera división en dos grandes grupos,

según se trate de textos que la iglesia toma directamente de la Biblia o de fórmulas que ella crea expre-

samente para su culto. Al primer grupo pertenecen las lecturas escriturísticas y los cantos bíblicos; al

segundo, todas las demás fórmulas compuestas por la Iglesia, tanto si se trata de textos eucológicos o poé-

ticos.

~ 7 ~

cretas. Probablemente han querido respetar la costumbre de los antiguos documentos

hispanos que reproducen los textos litúrgicos, pero no se entretienen en explicar cómo

se desarrollaban concretamente las celebraciones.

¿Sería posible reconstruir el ceremonial de la Corte Regia visigótica a partir de los do-

cumentos de la liturgia hispana, de modo parecido a como se ha podido establecer el ce-

remonial de la Corte de Constantinopla a partir de la celebración actual de la liturgia

greco-bizantina? Parece ser que no, si consideramos lo destacadamente distinto de cada

situación.

Pudiera ser que no estuviera de más insistir en que la autoridad competente, es decir el

Arzobispo de Toledo en su condición de “cabeza o responsable del Rito”, estuviera

asesorado, como dijimos, por una permanente Comisión de Seguimiento del Rito His-

pano, la cual tratase de completar el contenido del Misal, indicando posibles rúbricas o

formas de celebración según las circunstancias. Por ejemplo no estaría de más precisar

aspectos concretos, como pueden ser el modo de la colocación de los brazos y de las

manos, el rito de la incensación, etc. Puede encerrar un cierto peligro dejar espacios po-

co determinados que pueden permitir soluciones particulares y espontáneas que, a la lar-

ga, podrían dañar de alguna manera la misma esencia de la Liturgia hispana mozárabe.

Uno de los ejemplos al respecto es el de lor ornamentos. En el nº 165 de los Preno-

tandos se puede leer: “Pueden utilizarse los ornamentos del rito romano o del rito del

lugar. Sin embargo, téngase presente que, en los períodos visigótico y mozárabe, el diá-

cono vestía sólo alba y estola”.

Hay que tener en cuenta que en esta cuestión se deja entrever una cierta ligereza en los

que trabajaron en la preparación de los Prenotandos del Misal hispano. En efecto, se

estaba tratando de promulgar una nueva edición del Misal de una antigua y venerable

liturgia que había superado con grandes dificultades el peligro de su extinción, y la

cuestión de los ornamentos a usar no era una cuestión marginal. El sentido común lle-

varía a pensar que debería haber sido conveniente proceder ante todo a un estudio de la

documentación existente, para tratar de establecer qué ornamentos eran utilizados y sus

características, de modo que se propusieran soluciones concretas para la actualidad.

En cambio se adoptó sin más la solución sumamente fácil de acogerse a las soluciones

que ofrecía la realidad del rito romano. Pero además está la expresión “o del rito del

lugar”. ¿A qué rito se refiere? ¿Cuál es la intención de quienes redactaron esta expre-

sión? Sin duda será conveniente precisar estos aspectos de esta interesante cuestión.

Los Prenotandos no se preocupan en absoluto de hablar de los colores litúrgicos de los

ornamentos. De este tema se ocupó muy bien Adolfo Ivorra3 en el Calendario Litúrgi-

3 Adolfo Ivorra, presbítero, profesor de metodología de investigación y de libros litúrgicos modernos del

Centro Superior de Estudios Teológicos de León, hizo y publicó su tesis doctoral (en la Universidad

Eclesiástica San Dámaso de Madrid) sobre Las anáforas de Cotidiano del Missale Hispano-Mozarabicum

Es autor de varios libros: Compendio de Liturgia Fundamental, Los sentidos de la liturgia de Amalario

de Metz, Los sacramentales, etc. Junto con F. M. Arocena y A. Toniolo es autor también de Concor-

dantia Missalis Hispano-Mozarabici y publica cada año el Calendario litúrgico del rito Hizpano-mozá-

rabe. Es administrador y cofundador de la web Lex Orandi.

~ 8 ~

co del Rito Hispano-Mozárabe del año 2008-2009. Vale la pena tener constancia de sus

propuestas.

Nos limitamos a recordar estos aspectos de nuestra Liturgia, que están reclamando un

esfuerzo para completar la importante labor que se ha llevado a cabo, en vistas a con-

servar nuestra rica herencia litúrgica de Hispania.

La edición del Missale Hispano-Mozarabicum, con toda la importancia que le corres-

ponde, no puede ser considerada sin más como “restauración del Rito o Liturgia hispá-

nica”. Una familia litúrgica no puede quedar reducida a la celebración de la Eucaristía,

por muy importante que ésta sea.

Para poder hablar de una restauración o recuperación de la antigua Liturgia Hispánica

habrá que abordar la preparación de los Rituales de los diversos Sacramentos, que

tienen su importancia en la vida cristiana de las comunidades. En estos últimos años,

entre los siglos XX-XXI, se han publicado numerosos estudios acerca de los diversos

Sacramentos en el ámbito de la Iglesia hispánica, así como intentos de preparación de

Rituales. Esta tarea la había empezado a estudiar la primera Comisión del Rito, pero no

llegó a llevarla a término.

Y junto a los Sacramentos, se presenta como una urgencia el tema de la Liturgia de las

Horas. Existe el Breviarium Gothicum, publicado primero por Cisneros y reeditado por

Lorenzana, y que está actualmente en uso en la correspondiente Capilla de la Catedral

toledana. Sin duda se trata de una realidad de valor incalculable, pero que reclama una

revisión, de modo que sea más fácil su uso por quienes se interesen en este tema. Adol-

fo Ivorra, en la importante publicación del Calendario Litúrgico del Rito Hispano-Mo-

zárabe hace notar la urgencia de esta revisión, como complemento del Misal y del

Leccionario.

Para todo ello, se puede insistir en la conveniencia necesaria de la que ya se ha men-

cionado como permanente Comisión de Seguimiento del Rito Hispánico, a modo de una

Congregación para el Culto Divino que bajo la dirección del Arzobispo de Toledo,

asegure en lo posible la plena recuperación del legado que hemos recibido de nuestros

antepasados, la venerable Liturgia Hispánica, o Hispano-Mozárabe.

Sin duda alguna, cada Arzobispo de Toledo podría encontrar fácilmente personas pre-

paradas y contar con ellas para colaborar en esta tarea de envergadura, avanzando en

buena dirección y manteniendo viva la sensibilidad al respecto.

~ 9 ~

AÑO 1071

~ 10 ~

CONDADO DE PORTUCALE

En el condado de Portucale, el 18 de enero, enfrentado y peleando contra el rey García

de Galicia, en el lugar conocido como Pedroso,4 murió el conde Nuño Méndez, hijo de

Menendo Núñez, descendiente de la familia de Vimara Pérez.5 Con la muerte de Nuño

Méndez, que provocó el ataque de García de Galicia reclamando prácticamente su inde-

pendencia, queda el condado sin su autonomía y anexionado al reino de Galicia, frus-

trándose así toda aspiración a reinar por parte de la nobleza portucalense. García de Ga-

licia salió victorioso y dio en llamarse rey de Galicia y Portucale.6 Trataremos ense-

guida, en este mismo año, cómo el éxito de García le duró bien poco, resultándole muy

efímero su reinado.

4 Pedroso es actualmente la localidad portuguesa de Vila Nova de Gaia, no lejos de Oporto.

5 A Vimara Pérez, de la segunda mitad del siglo IX, podemos recordarlo como primer conde de Portu-

cale. Fue vasallo del reino de Asturias, siendo enviado por el rey Alfonso III al sur del Miño para que do-

minara el valle del Duero hacia su desembocadura y echara de allí a los moros. Esos dominios fueron fun-

damentales para la defensa fronteriza del reino asturiano, que dominaba entonces Galicia.

Vimara repobló el territorio reconquistado e hizo de la ciudad de Oporto un enclave de importancia.

Cerca de Braga, con su propio nombre, fundó la localidad fortificada de Vimaranis, la futura Guimarães,

la que los portugueses consideran ser la “Cuna de Portugal”, el núcleo fundacional de su nación, que será

conocida como Portugal.

6 El condado Portucalense permanecerá totalmente anexionado a Galicia hasta casi finales del siglo XI,

siendo lograda a partir de este año la independencia portuguesa bajo Enrique de Borgoña, del que ya ha-

blaremos en su momento.

~ 11 ~

DIÓCESIS DE LUGO

A raíz de la reciente restauración o segundo restablecimiento de la diócesis de Braga,

recuperando ésta su rango de metropolitana, y siendo Pedro el arzobispo del lugar, tal

como referíamos en su momento, queda como sufragánea de la misma la diócesis de

Lugo, la misma que perdió ahora esa condición de metropolitana de la que gozaba.7 El

obispo de Lugo en estos momentos es Vistrario.

7 La diócesis de Lugo será sufragánea de Braga hasta el año 1120.

~ 12 ~

REINO DE GALICIA

Aliados y puestos de acuerdo Sancho II de Castilla y su hermano Alfonso VI de León,

a pesar de sus tensiones y recelos mutuos, acabaron arrebatándole el reino gallego a su

otro hermano, a García. Éste fue apresado por Sancho II en Santarem, como enseguida

relatamos, dejándolo en libertad, tras ser encarcelado en Burgos, sólo para que se exilie.

García, que tuvo que rendir pelitesía a sus hermanos, decidió irse a Sevilla.8

No está de más que resumamos cuanto concierne al reino de Galicia, al menos desde

los antecedentes que se remontan al siglo X.

Alfonso III el Magno (866-910) determinó que sus hijos (de él y de Jimena de Astu-

rias) gobernaran los varios territorios de su reino. De ese modo, García, su primogénito,

recibió las tierras de León fronterizas hacia el este con el condado de Castilla; Ordoño

gobernó en Galicia y Fruela fue rey en Asturias. Ya contábamos en su momento los líos

y conspiraciones que hubo entre ellos y contra su padre, de modo que, antes de su

muerte, abdicó de su trono Alfonso III. Todo acabó, a la muerte del rey, en el año 910,

tal como señalamos, como sigue: el reino de León correspondió al primogénito, que

reinó como García I (910-914), el reino de Galicia fue para Ordoño9 y el de Asturias

para Fruela,10

pero los reinos de Asturias y de Galicia fueron subordinados de León.

Vemos todo esto en los recuadros adjuntos a este epígrafe.

García falleció en el año 914, dejando a Ordoño el trono leonés, acabando así con el

primer reino de Galicia, que quedó asumido en el de León al que en todo momento ha-

bía estado subordinado. El reino de Galicia, como tal y con independencia no lo sería

tampoco bajo el reinado de Sancho Ordóñez (926-929)11

ni bajo el de Bermudo II (982-

984).12

8 Lo cual se efectuó ya en el año 1072.

9 Que reinó en León, como Ordoño II (914- 924), sucediendo a García I, que murió sin descendencia.

10

Que reinó en León, como Fruela II (924-925), sucediendo a su hermano Ordoño II.

11

Sancho Ordóñez fue rey de Galicia subordinado a León. Era hijo primogénito de Ordoño II de León y

de la gallega Elvira Menéndez. En el año 926, Sancho Ordóñez y sus hermanos Alfonso y Ramiro con-

siguieron expulsar del trono leonés a su primo Alfonso Froilaz. Repartido entonces el reino leonés,

Sancho Ordóñez reinó en Galicia.

Había pasado que, en el año 924, cuando murió Ordoño II de León, su hermano Fruela ocupó el trono

leonés como Fruela II, el cual murió en el año 925. Entonces, el hijo de Fruela II, Alfonso Froilaz, ocupó

el trono de León, iniciándose así el enfrentamiento de los primos contra él. De este modo, en el año 926,

los hijos del difunto Ordoño II de León, con la ayuda del rey Sancho I Garcés de Pamplona, lograron

expulsar de León a Alfonso Froilaz, el cual se refugió como pudo primero en Galicia y finalmente en

Asturias.

Sancho Ordóñez, que en cuanto primogénito tendría que haber reinado en León, renunció al trono

leonés cediéndoselo a su hermano Alfonso, que reinó como Alfonso IV, siendo coronado el 12 de febrero

del año 926. El reino gallego de Sancho Ordóñez, que se casó con la dama gallega Goto, se extendía

desde el Cantábrico hasta el Miño. El territorio portucalense, con capital en Viseo, fue para Ramiro, el

~ 13 ~

A la muerte del rey Fernando I de León (año 1065), fue rey de Galicia su hijo menor,

García, el cual, como queda contado, acabó depuesto por sus hermanos Sancho II de

Castilla y Alfonso VI de León, quedando integrado el reino de Galicia al de León, aun-

que tan sólo los territorios del condado de Portucale, pues Galicia como tal pasa a ser

castellana. Seguiremos contando los hechos según se vayan sucediendo.

De momento, Sancho II acometió una repoblación de Orense, muy disminuida de

gente desde los tiempos invasores de Almanzor. Como diócesis, Orense se restablece

por segunda vez en su historia, siendo Ederonio su obispo en estos momentos.13

hermano menor. Tanto Sancho Ordóñez como Ramiro reinaron gustosamente subordinados a su hermano

Alfonso IV de León. Los tres hermanos mantuvieron muy buenas relaciones.

Sancho Ordóñez falleció en el verano del año 929, dejando viuda a la reina Goto y sin haber tenido

descendencia. De este modo, el reino de Galicia, sin altercado alguno, pasó a formar parte del reino de

León. Sancho Ordóñez recibió sepultura en el monasterio de Castrelo de Miño (Orense), en el que, siendo

monasterio dúplice, profesó como monja la reina Goto, llegando a ser abadesa del cenobio.

Puede leerse la novela histórica El camino mozárabe del escritor Jesús Sánchez Adalid.

12

Bermudo II, de apodo o sobrenombre el Gotoso, reinó en León desde el año 985 hasta su muerte, en el

año 999. Previamente, en el año 981, había sido proclamado rey por un grupo de nobles gallegos y por-

tugueses sublevados contra Ramiro III de León, sucesor de Sancho I cuando tenía 5 años de edad (su

padre Sancho I había sido asesinado por unos gallegos en el año 966). Bermudo II fue coronado rey en

Santiago de Compostela (año 982). Cuando murió Ramiro III (año 985), Bermudo II reinó en León.

13

No resulta fácil a los historiadores precisar la fecha de origen de esta antigua diócesis, aunque suele se-

ñalarse bastante el año 433, cuando en Lugo fue ordenado un obispo destinado a esta sede.

La diócesis se denomina auriensis, nombre que proviene del romanizado que tuvo la ciudad como

Auria, de origen celta.

Del año 572 hay noticias de la participación del obispo auriense Witimiro en el II Concilio de Braga.

Posteriormente hay constancia de la asistencia de representantes de la diócesis de Orense en el III Con-

cilio de Toledo (el arcipreste auriense Hildemiro, en el año 589, siendo Lupato el obispo de Orense) y en

el IV Concilio de Toledo (el presbítero auriense Marcos, en el año 633).

La diócesis de Orense se descalabró como tal cuando la invadieron los musulmanes allá por el año 716,

no siendo restablecida hasta los tiempos de Alfonso I el Casto, cuando dominó en Galicia y norte de

Portugal entre los años 750-757. Alfonso III el Magno la consolidó bastante entre los años 866-910, pues

este rey restauró además otras diócesis. Con todo, parece ser que su definitiva restauración es la del año

1071, siendo hasta el momento su episcopologio el siguiente: Witimiro (año 570), Lupato (año 589),

Teodoro (año 610), David (633-638), Gaudisteo (646 y 650), Somna (653-655), Alario o Hilario (675-

683), Fructuoso (688-693), Maydo (hacia el año 802), Adulfo (año 820), Sebastián (877-881), Genserico

(año 884), Sumna (886-890), Egila (año 900. Habla de él la Crónica de Sampiro, que lo menciona junto

al rey Alfonso III cuando se consagró la catedral de Santiago de Compostela y asistiendo al concilio de

Oviedo, siendo entonces metropolitana esta sede ovetense, sin que estén claras las fechas al respecto de

estos hechos, que pueden ser los años 899 ó bien 872, más o menos), Esteban (año 905), Ansurio (San

Ansurio, monje, pero obispo de Orense probablemente entre los años 915-922), Diego I (942-958),

Freduífo (año 962), Gonzalo (año 964), Diego II (974-977), Vimarano (año 986) y Ederonio (1071-1088).

~ 14 ~

~ 15 ~

MONASTERIO DE SAN

JUAN DE LA PEÑA

El rey Sancho Ramírez de Aragón acordó con el abad Aquilino del monasterio de San

Juan de la Peña14

que éste se dirigiera a Roma a entrevistarse con el Papa Alejandro II

con el fin de ofrecer la jurisdicción y custodia de dicho monasterio bajo la autoridad di-

recta de la Santa Sede. El abad logró su objetivo y se volvió luego al monasterio, pro-

siguiendo allí su tarea propiamente monástica y de mucha influencia en el reino arago-

nés.

El 22 de marzo se inició en el mencionado monasterio la implantación litúrgica del

rito romano que sustituye al hasta ahora rito hispano o visigodo toledano, conocido tam-

bién como rito mozárabe. Este ha sido así el primero de los lugares de la Península Ibé-

rica en adoptar plenamente el rito romano, aunque se va implantando poco a poco. De

momento, los monjes de San Juan de la Peña siguen el rito mozárabe por la mañana y

en los oficios de prima y tercia, pasando al rito romano por la tarde al cantar la hora sex-

ta y en adelante.

La relevancia del monasterio de San Juan de la Peña se incrementa también porque

asume como dependientes del mismo a otros monasterios oscenses, como el de San

Martín de Ciella (en el valle de Ansó) y el de San Martín de Cercito.

Después de haberse sometido directamente a la Santa Sede el monasterio de San Juan

de la Peña, lo hizo también el de San Victorián o Victoriano de Sobrarbe.

En Aragón debió iniciarse el tránsito del ascetismo eremítico al monacato cenobítico a

principios del siglo VI, teniendo mucho protagonismo en ello el abad San Victorián,

autor de una Regla monástica.15

El monasterio de San Victorián, emplazado en las in-

mediaciones de Montearagón, fue fundado entre los años 507-511, derivando luego en

conjunto abacial con castillo. Hubo por la zona otros varios monasterios primitivos que

proliferaron tanto masculinos como femeninos. Uno de ellos fue regido por la abadesa

Pomponia, una hermana del obispo San Braulio de Zaragoza. También ingresó allí y

profesó como monja otra hermana de ambos, llamada Basila, cuando enviudó. La zona

es muy interesante como ruta monástica de antigüedad. San Victorián impuso su estilo

arquitectónico propio, propiciando una iglesia para el culto y celdas individuales para

los monjes, de modo que se logró una síntesis de vida eremítica y cenobítica, teniendo

todo ello mucha influencia franca, cuando los francos se empleaban bien en fortificar

defensivamente todas las comarcas pirenaicas, por Sobrarbe, Ribagorza, Aragón, etc.

14

Situado en el municipio de Santa Cruz de la Serós (Huesca), que se encuentra en el valle del río Ara-

gón, al sur de su lecho, frente a los Pirineos, al pie de la sierra de San Juan de la Peña, que es donde se le-

vantó el monasterio.

15

Una Regla que actualmente no se conserva y se da por perdida.

~ 16 ~

Allá por el año 860, el rey García Íñiguez de Pamplona, el obispo Wilesindo de

Pamplona y el abad Fortuño de Leyre, erigieron en Salvatierra de Escá el monasterio de

Santa María de Fuenfría y posteriormente fue fundado el monaterio de Santa María de

Obarra, en el ribagorzano valle de Isábena. Otro rey de Pamplona, Sancho I Garcés

fundó el monasterio de San Juan de Maltray, en Ruesta, durante los años 911-920.

Galindo Aznárez, conde aragonés, fundó, entre otros, los monasterios de San Adrián

de Sasau, en el valle de Borau, y de los Santos Julián y Basilisa, siendo éste el que deri-

vó en San Juan de la Peña. Galindo Aznárez fue conquistando y poblando así la cuenca

alta del río Aragón.

Toda esta zona monástica fue muy receptiva respecto de los mozárabes que acudían

desde el sur peninsular cuando se tuvieron que dispersar tras la caída del califato de

Córdoba y por las caóticas circunstancias que obligaron a ello en los reinos de taifas.

Por eso convergía la diversidad de ritos en la zona, aunque se imponía el romano-clu-

niacense sobre el hispano-mozárabe. Así va acabándose también la historia mozárabe

hispana. Arquitectónicamente hablando, el monasterio de San Juan de la Peña se va

constituyendo o conformando como plenamente románico.

Cabe señalar que los orígenes del monasterio de San Juan de la Peña se nos pierden ya

en el tiempo, resultándonos lejana su fundación, la cual la hemos fuimos contando des-

de sus inicios. Sí sabemos que surgió todo a partir de refugiarse en el lugar un buen nú-

mero de eremitas en torno al centro monástico dedicado a San Juan Bautista, resultando

ya bien perceptible todo ello en el siglo X.

Aquello tuvo su declive, pero no tardó en refundar el monasterio, como San Juan de la

Peña, el rey Sancho III el Mayor de Pamplona, recobrándose allí la vitalidad monástica

en el primer tercio del siglo XI. Entonces se introdujo allí, como fundamental, la Regla

benedictina que imperaba por toda Europa. Luego, a lo largo de todo este siglo, San

Juan de la Peña vino a ser muy importante en la consolidación de Aragón como reino,

también como enclave del Camino de Santiago, lo mismo que Jaca.16

En realidad, esas remotas montañas pirenaicas se habitaron poco después de la entrada

de los musulmanes en la Península Ibérica, siendo construido allí el oscense castillo de

Pano, en el año 734. De este modo, el origen legendario del reino de Aragón tiene mu-

cho que ver con el primitivo monasterio-cueva de San Juan de la Peña. Allí, según se

cuenta, se reunieron los guerreros cristianos junto a los Santos Voto y Félix, los ere-

mitas fundacionales, y decidieron nombrar por aclamación al caudillo Garcí Ximénez

16

La atracción de peregrinos dirigiéndose a Santiago de Compostela, aumentó cuando se difundió que la

sagrada reliquia del Santo Grial se hallaba en la catedral de Jaca, cosa que se sostuvo con verosimilitud.

Más tarde, en el año 1399, el rey Martín I de Aragón se llevó el Santo Grial a su palacio de la Aljafería en

Zaragoza. Allí permaneció durante más de veinte años, aunque por un breve tiempo estuvo en Barcelona,

porque allí se lo llevó consigo el mencionado rey aragonés. Finalmente, el Santo Grial, según todos los

indicios y tradiciones de que disponemos, se encuentra en la catedral de Valencia. De todos modos, sin

perdernos en lo exotérico a lo Dan Brown, en algún momento podríamos extendernos más sobre el parti-

cular.

~ 17 ~

para reconquistar las tierras de Jaca y Aínsa, lugar éste donde se produjo el milagro de

la cruz de fuego sobre la carrasca de Sobrarbe.17

17

Garcí Ximénez o García Ximénez (siglo VIII) está (legendariamente) considerado como el primer rey

de Sobrarbe (Huesca). Como la mayoría de los primeros reyes cristianos de Sobrarbe y Ribagorza, su

historia se confunde con lo legendario. En este caso no hay fundamentos históricos claros, a excepción de

una inscripción en el dintel de la puerta principal de la ermita navarra de San Pedro de Alsasua en la que

se proclama la coronación de García Ximénez como primer rey de Navarra (la fecha indicada es 20 de

enero del año 717). García Ximénez forma parte de los llamados siete reyes legendarios de Sobrarbe, mu-

chos de los cuales lo son al mismo tiempo del reino de Pamplona, que derivará posteriormente en reino de

Navarra. Existe la hipótesis de que Garcí Ximénez e Íñigo Arista de Pamplona, considerado el primer rey

navarro, son la misma persona, aunque por otra parte se considere que García Íñiguez I fuera el sucesor

de Garcí. Según la leyenda, conquistó Aínsa a los musulmanes, tras una dura lucha en la cual, cuando los

cristianos ya casi habían sido vencidos, apareció una cruz de fuego encima de una carrasca, el míti-

co árbol de Sobrarbe, que dio fuerzas a los ejércitos cristianos para ganar la batalla. La elección de Garcí

Ximénez como caudillo de los aragoneses también tiene origen mítico. Se dice que trescientos hombres

que estaban reunidos en el monasterio de San Juan de la Peña lo aclamaron de pronto al unísono sin

haberlo acordado previamente. En la Crónica de San Juan de la Peña, Garcí Ximénez aparece sin otra

referencia genealógica que la de ser un hombre de la montaña.

En cuanto a la famosa carrasca de Sobrarbe, podemos contar, según la leyenda, que la milagrosa apari-

ción de una cruz de fuego sobre la misma motivó a los cristianos de tal manera que derrotaron en combate

a los musulmanes. Se fundó así el reino de Sobrarbe, del que derivaron luego los reinos de Navarra y de

Aragón.

Este símbolo forma parte actualmente del escudo de Aragón y puede visitarse la Cruz Cubierta que se

halla cerca del castillo de Aínsa.

~ 18 ~

AGER

En Ager,18

murió y fue sepultado el caballero Arnau (o Arnal) Mir de Tost,19

señor de

Llordá20

y vizconde de Ager, del condado de Urgel.

Con el conde Ermengol III de Urgel participó como adalid en la conquista cristiana de

Barbastro (1063) propiciada por el rey Sancho Ramírez de Aragón. También conquistó

Camarasa y Cubells21

para el condado de Barcelona.

De su esposa Arsendis, Arnau Mir de Tost, tuvo tres hijos varones (Arnau y dos que

se murieron prematuramente llamándose, ambos Guillermo) y dos hijas (Ledgarda y

Valencia o Valença).22

18

Provincia de Lérida, en la comarca de la Noguera. Donde murió Arnau Mir de Tost, conocido como el

Cid de las tierras leridanas.

19

Tost se corresponde actualmente con la localidad leridana de Ribera de Urgellet, que incluye en su

entorno otros núcleos de población que muestran sus vestigios románicos, entre ellos los de Tost, donde

se encuentra la iglesia parroquial dedicada a San Martín y San Ponce. Es un edificio románico que se fue

modificando en momentos diversos. Del recinto original se conserva una portalada con dovelas y uno de

los muros. La iglesia fue consagrada en el año 1040. En el Museo de Arte de Cataluña se conserva parte

del altar; otra parte, así como diversos documentos relacionados con esta iglesia, se encuentran en el Mu-

seo Diocesano de Vich. Puede verse, por ejemplo, Tomás Bonell, J. (1994): Descobrir Catalunya, poble a

poble, Barcelona, Prensa Catalana.

20

Castillo de ese nombre en Isona y Conca Dellá (Lérida).

21

Ambas en la provincia de Lérida.

22

Ledgarda se casó con el vizconde Ponce I de Cabera, siendo ambos los padres de Guerau II de Cabrera,

a quien Arnau Mir de Tost dejó en testamento el dominio de Ager. Valencia se casó con Arnau Ramón,

conde de Pallars Jusá.

~ 19 ~

MANZIKERT

En Manzikert,23

el 26 de agosto, los turcos selyúcidas causaron una tremenda derrota a

los bizantinos, cuando impera sobre ellos el soberano o basileus Romano IV Dióge-

nes.24

La campaña de los bizantinos contra las selyúcidas, iniciada en marzo, se emprendió

con un ejército de 60.000 hombres.25

El emperador bizantino dejó la mayor parte de

ellos a las órdenes de su general José Tarcaniotes, mientras él y sus tropas se apoderaron

de la fortaleza de Manzikert. Poco después se enfrentó con el ejército selyúcida, man-

dado por Alp Arslan. Pero ocurrió que Tarcaniotes, comportándose como traidor y co-

barde, abandonó la empresa combativa y no auxilió a su emperador. Romano IV Dióge-

nes fue vencido y hecho prisionero.

El derrotado emperador fue llevado a presencia de Alp Arslan, que le obligó a besar el

suelo a sus pies. Alp le colocó un pie sobre el cuello mostrando así que lo tenía some-

tido. Sin embargo, pronto le dio a entender que aquel gesto fue sobre todo simbólico, de

modo que enseguida le trató como huésped de honor, aunque obligado a firmar un

acuerdo de paz. Entonces pasaron a control y dominio selyúcida las ciudades de Manzi-

kert, Hierópolis, Edesa y Antioquía. Además, en adelante, Bizancio quedaba obligado al

pago de un fuerte tributo a los vencedores. Firmado todo esto, Romano IV Diógenes fue

puesto en libertad.

Mientras tanto, en Constantinopla prosperaba una conspiración mediante la cual era

entronizado como emperador Miguel (21 años de edad),26

hijo de Constantino X Ducas

y de Eudoxia. Aunque Romano trato de rehacerse militarmente con tropas a su favor,

fue derrotado por los conspiradores, dirigidos militarmente por el general Andrónico

Ducas. Romano fue obligado a abdicar, poniendo para ello la condición de que se le res-

petaría y no se le mataría sino que se le dejaría retirarse a un monasterio. Se lo prome-

tieron pero luego no lo cumplieron. Romano fue cegado y paseado en una mula por

Constantinopla durante varios días. Romano fue finalmente recluido en el monasterio

insular de Proti, que él mismo había mandado construir.

23

Actual Malazgirt, en Turquía.

24

Este emperador, perteneciente a una distinguida familia capadocia, destacado militar, accedió al trono

bizantino al casarse con Eudoxia, viuda de Constantino X Ducas (1059-1067). Fue coronado emperador

el 1 de enero del año 1068, tras lo cual dirigió victoriosas expediciones militares contra los selyúcidas, a

los que desplazó hasta la región del Éufrates.

En marzo de este año 1071 emprendió nueva campaña, la que estamos relatando, resultando de la mis-

ma la derrota bizantina.

25

Tal vez 70.000, pero todo ello del valor que le demos a las fuentes cronísticas.

26

Miguel VII Ducas, sucesor de Romano IV Diógenes.

~ 20 ~

Desde que los bizantinos perdieron Siria y Egipto, desde el siglo VII se reducía el

Imperio a dos regiones, la de los Balcanes y la de Anatolia, siendo ésta última la más

abastecedora de recursos alimenticios y de soldados. Durante la época de Basilio II

(976-1025), todo ese territorio se había consolidado, teniendo al este la frontera musul-

mana de los territorios comprendidos entre Antioquía y Armenia. La defensa de esta

frontera estaba encargada a hombres libres reclutados en la región.

Con la crisis que siguió al fin de la dinastía macedonia (que se prolongó desde el siglo

IX al XI), se produjo un enfrentamiento entre dos bandos, el de los militares y el de los

funcionarios civiles. La llegada al trono de uno de éstos (Constantino X Ducas, 1059-

1067) provocó la reducción en el número de efectivos y el desmantelamiento de parte de

las defensas de la frontera oriental, que quedó abierta a las incursiones de los tur-

cos selyúcidas, comandados por Alp Arslan, que conquistaron Armenia.

La subida al trono del militar Romano IV Diógenes supuso la reorganización militar

con decenas de miles de hombres dispuestos a reconquistar el terreno conseguido por

los turcos selyúcidas, mientras se descuidaban los territorios italianos.

En este mismo año 1071, el normando Roberto Guiscardo conquistó la ciudad de Bari,

el último reducto bizantino en Italia. Resulta que a Romano IV no le importó dema-

siado, pues ya había dado por perdida la dominación bizantina en Italia. Se conformaba

o no aspiraba a otra cosa que a derrotar a los turcos selyúcidas. Así, como ya hemos

dicho, emprendió la campaña militar que acabó derrotada en la batalla de Manzikert.

Romano IV partió con 60.000 soldados, entre ellos los de caballería pesada o cata-

fractos, además de mucha infantería, siendo sólo la mitad de ésta compuesta por bizan-

tinos, pues la otra mitad estaba formada por mercenarios de procedencia turca y nor-

manda. Estratégicamente hablando, como queda señalado, no era un ejército ni muy

unido ni muy compactado.

Hecha la travesía por Anatolia y asegurando fortalezas por el camino, pasó lo que

pasó, como queda contado. Él avanzó con determinadas tropas pero el grueso del ejér-

cito prácticamente desertó. De la mayoría de los mercenarios ni siquiera se sabe ya qué

fue de ellos o por dónde andan.

Hay que contar que, aunque numeroso, el ejército bizantino estaba compuesto por

muchos soldados inexpertos, dirigidos además por generales de dudosa lealtad. Y resul-

tó lo que contamos.

Alp Arslan, que acudió desde Siria a Manzikert, provisto en su ejército de caballería

ligera y ágil, se enfrentó a los bizantinos sin demasiadas dificultades, incluso teniendo

en cuenta que el emperador bizantino (Romano IV) cometió un error o infracción de

guerra: enviar un ataque de caballería pesada contra la caballería ligera enemiga (esto

contradice la normativa militar básica de Bizancio que permite ese tipo de ataque sólo

en caso de emboscada o acorralamiento). Tales persecuciones sólo agotan a los caballos

y los vuelven vulnerables ante un contraataque. Eso fue lo que sucedió. Los turcos hu-

yeron con la pericia necesaria para no dejarse acorralar y hostigaron con flechas desde

lejos. El emperador vio que sus tropas se estaban agotando y ordenó la retirada. Caída la

noche mientras las tropas bizantinas trataban de instalarse en un campamento, los turcos

atacaron por todas partes mediante una formidable maniobra de pinzas. Durante la ba-

talla, en la que Romano comandaba la vanguardia, los mercenarios normando decidie-

~ 21 ~

ron no intervenir, mientras que la retaguardia, dirigida por Andrónico Ducas, igual que

por el general José Tarcaniotes, se dio a la fuga dejando desamparado al emperador,

volviéndose a Constantinopla para perseguir, conspirando, cada cual según sus propios

intereses políticos.

La falta de organización, sumada a la gran pericia de Alp Arslan, hizo el resto. Los

turcos pudieron permitirse derrotar del todo a los bizantinos y hacer prisionero al mismo

emperador. Nunca antes habían sido vencidos de manera tan contundente los bizantinos.

El desastre bizantino de la batalla de Manzikert no augura otra cosa que el declive mili-

tar bizantino en adelante.27

27

En un principio, como suele pasar, no se midieron como excesivamente dramáticas las consecuencias

de la derrota bizantina de Manzikert, pero sí lo fueron según se sucedieron los hechos, como ya veremos.

Romano IV resultó depuesto de su trono en Constantinopla debido a las maniobras y conspiraciones de

los Ducas. Acabará cegado, torturado y abandonado. Como su sucesor, Miguel VII, se desentendió de los

compromisos de Romano con los selyúcidas; éstos también se desentendieron de todo lo acordado, pac-

tado y firmado. La paz estaba completamente rota.

A partir del año 1073, en ese estado de cosas, los selyúcidas comenzarán a invadir Anatolia sin ningún

reparo. En pocos años formaron el nuevo sultanato de Rüm (es decir de Roma o Bizancio) en la misma

Anatolia. Los bizantinos no dominarán más que las costas turcas o de Asia Menor occidental. La con-

secuencia de todo ello fue de trascendencia económica y militar o logística. El Imperio Bizantino había

perdido la mitad de su tierra cultivable y de sus recursos humanos, y la nueva frontera era absolutamente

indefendible. Por todo eso, los cronistas bizantinos siempre refieren la batalla de Manzikert como aquel

día terrible.

Así, la gran potencia militar que había sido durante siglos el Imperio Bizantino pasó a la defensiva,

constituyendo aún una fuerza significativa hasta la batalla de Miriocéfalo (siglo XII), sin poder contener

ya por más tiempo el avance islámico. Por eso nos explicaremos la petición de ayuda que formulará el

emperador Alejo Comneno al Papa Urbano II (año 1095) para que le envíe mercenarios con el fin de

reconquistar el territorio perdido. Es lo que, desde Bizancio, dará origen a la Primera Cruzada.

~ 22 ~

BARCELONA

Pedro Ramón, ahora con 31 años de edad, hijo primogénito y heredero legítimo del

conde Ramón Berenguer I, que lo tuvo de Isabel de Nimes, su primera esposa,28

mató a

su madrastra Almodis, esposa (la tercera) de su padre. El hecho se perpetró el día 16 de

noviembre.29

Todo porque Ramón Berenguer I, tras el nacimiento de sus dos hijos ge-

melos tenidos de Almodis, decidió desheredar a Pedro Ramón.

Además de heredero del condado de Barcelona, Pedro Ramón ostenta también el título

de vizconde de Béziers. Está casado con Rangarde, hija de Guillermo III Tallaferro,

conde de Toulouse, y de Emma de Venaissin.

El hecho de asesinar a Almodis parece deberse a que ésta quería la sucesión del con-

dado de Barcelona para sus hijos (y del mismo Ramón Berenguer I) Ramón Beren-

guer30

y Berenguer Ramón, que son gemelos y tienen ahora 18 años de edad.

Almodis de la Marca, la condesa vengativamente asesinada, había nacido en 1020, de

modo que tenía 51 años de edad. Era hija del occitano conde Bernardo I de la Marca

(cuyos padres eran descendientes de Carlomagno) y de Amelia de Rasés.

En 1038 se había casado con Hugo V de Lusignan,31

de quien tuvo a su hijo Hugo VI

de Lusignan, nacido en 1039. Pero el matrimonio entre Hugo y Almodis fue anulado

por motivos de consanguinidad. Almodis, entonces, se volvió a casar, en 1040, siendo

éstas sus segundas nupcias con el conde Ponce III de Toulouse. De este matrimonio na-

cieron tres hijos y una hija: Guillermo,32

Raimundo,33

Hugo34

y Almodis.35

Llevaba diez años casada Almodis con Ponce cuando, en el año 1050, el conde Ra-

món Berenguer I de Barcelona se la arrebató secuestrándola.36

En el año 1052 se casa-

28

De la que Ramón Berenguer I enviudó.

29

Como fecha probable, pues también pudo ser es 16 de octubre.

30

Que será Ramón Berenguer II, de sobrenombre Cabeza de Estopa.

31

Lusignan es aún una de las mayores fortalezas de Francia, cerca de Poitiers.

32

Guillermo IV de Toulouse (1060-1094).

33

Raimundo IV de Toulouse (1094-1105).

34

Abad de Saint-Guilles.

35

Casada en 1066 con el conde Pedro I de Melgueil.

36

Se cuenta, con apoyo cronístico, que Ramón Berenguer I y Almodis se conocieron cuando el conde

barcelonés se disponía a peregrinar a Tierra Santa e hizo una parada en Narbona, hospedándose en casa

de ella (y de su marido Ponce, que se portó muy bien como anfitrión). Ramón Berenguer I y Almodis

quedaron prendados y muy enamorados entre sí. El caso fue que, al regresar el conde de Barcelona de

Tierra Santa, se profesaron mutuo amor y la cosa acabó con Almodis yéndose con Ramón Berenguer.

~ 23 ~

ron Ramón Berenguer I y Almodis de la Marca, todo ello tras haber repudiado Ramón

Berenguer I a su segunda esposa, la condesa Blanca de Narbona, con la que se había

casado en 1051 y de la que no tuvo descendencia. Blanca apeló al Papa Víctor II y dicha

apelación contó con el apoyo de la abuela de Ramón Berenguer I, la condesa Emer-

senda. El Papa excomulgó tanto a Ramón Berenguer I como a su nueva esposa Almo-

dis. En todo el lío que se formó (también simoníaco), Pedro Ramón, el hijo primogénito

de Ramón Berenguer I no tuvo ya sino mucha animadversión y enemistad con Almodis.

El matrimonio de Ramón Berenguer I y Almodis fue ciertamente muy interesado para

ambos como reafirmación de territorios y aportación de derechos sobre el Languedoc

francés.37

La irregularidad canónica del matrimonio se resolvió a finales de 1057, en el

pontificado del Papa Esteban IX. Pero todo parce indicar que el matrimonio entre Ra-

món Berenguer I y Almodis fue en definitiva por amor, inusualmente por amor para los

tiempos que corren, aunque tanto él como ella era la tercera vez que se casaban.

Además de los hijos gemelos (Ramón Berenguer y Berenguer Ramón), Ramón Beren-

guer I y Almodis tuvieron también dos hijas: Inés y Sancha.38

Almodis, mujer madura y hermosa, culta y políticamente muy capaz, era muy amada

de Ramón Berenguer I, el cual aprovechó bien el haberla tenido muy asociada a su go-

bierno. Ella cooperó muy bien con él en la compra y adquisición de los derechos sobre

los condados de Carcasona y Rasés. Efectivamente podemos valorar el carácter excep-

cional de Almodis de la Marca.

Ramón Berenguer I supo convertirla en gran señora feudal desde que como regalo de

boda la obsequió con muchas tierras, lo cual fue posible por la vigencia en Cataluña de

la Lex Visigotorum permitiendo que las mujeres puedan ser herederas y dueñas de terri-

torios y dominios.

A partir del Liber Iudiciorum o Lex Visigotorum vigente en Cataluña, los condes de

Barcelona fueron elaborando actualizaciones jurídicas muy oportunas, resultando así la

redacción legal de los Usatges de Barcelona (a los que ya nos hemos referido anterior-

mente).

A partir de ese momento comenzaron los líos y vericuetos para el logro de las anulaciones matrimo-

niales precedentes. Argumentar que se habían enamorado no servía de nada en esos tiempos, como tam-

poco servían así como así las razones de tipo político sobre otras razones que también eran de ese tipo. La

estrategia que emplearon fue la de apelar a motivos de consanguinidad, buscándolas y rebuscándolas por

doquier en relación a sus respectivos cónyuges. Hubo de afrontarse la excomunión, muy propiciada por la

condesa Emersenda de Carcasona, abuela de Ramón Berenguer I. Finalmente, Ramón Berenguer I y Al-

modis acabaron casándose con reconocimiento de legitimidad.

37

El sureste occitano del sur de Francia.

38

Inés se casó con el conde Guigues II de Albon y Sancha con el conde Guillermo Ramón I de Cerdaña.

~ 24 ~

~ 25 ~

JÁTIVA

Muy anciano, con 93 años de edad, murió en Játiva39

durante este año Yusuf ibn Abd

al-Barr,40

prestigioso jurista andalusí, que había nacido en Córdoba (año 978). Además

del derecho dominó otros conocimientos, muy destacadamente los de genealogía e his-

toria.

Su trayectoria como jurista podemos clasificarla por etapas, siendo la primera de ellas

de cariz zahirita (privilegiando la interpretación literal del Corán y sin aceptar la analo-

gía como principio analítico). En una segunda etapa de su vida ya se decantó por el ma-

likismo, más adaptativo legal y jurídicamente hablando. Ha sido un gran erudito musul-

mán.

39

Provincia de Valencia (Shatiba en árabe).

40

No ha de confundirse con aquel Abd al-Barr que por supuesta conspiración mandó ejecutar Abderra-

mán III en Córdoba (año 950).

~ 26 ~

~ 27 ~

AÑO 1072

~ 28 ~

ISLA DE PROTI

En su reclusión monástica de la isla de Proti, no lejos de Constantinopla, murió con

mucha fiebre el depuesto emperador bizantino Romano IV Diógenes, el 29 de junio.41

Antes de su muerte tuvo que escuchar la lectura de la carta que, muy cruelmente escrita,

le había hecho llegar su enemigo el cronista y cortesano Miguel Psellos. Le felicitaba

por haber sido cegado y diciéndole que seguramente Dios le había encontrado digno de

una luz superior.

41

A causa de mucha infección.

~ 29 ~

PEDRAFITA DO CEBREIRO

Pedrafita (o Piedrafita) do Cebreiro es un lugar gallego42

muy cuidado ahora por los

franceses, concretamente por monjes benedictinos venidos de Aurillac (Auvernia), que

han instalado allí un hospital de peregrinos y atienden la iglesia de Santa María, que es

la iglesia más antigua del Camino de Santiago, habiéndose construido a mediados del

siglo IX.43

42

Preciosa aldea prerrománica, con sus típicas construcciones de viviendas llamadas pallozas, muy co-

munes en la zona y en toda la comarca de los Ancares. Se produce aquí un queso excelente y único, con

denominación de origen.

43

A pesar de las diversas reformas, esta iglesia conserva aún parte de su construcción original, con planta

basilical de tres naves con cubiertas de madera que finalizan en ábsides rectangulares. En el exterior, des-

taca la torre y los muros de granito con lajas de pizarra.

En su interior tuvo lugar el famoso Milagro Eucarístico que gozó de amplia difusión por toda Europa

mediante los numerosos peregrinos compostelanos. Según la tradición (de principios del siglo XIV), vivía

en la aldea de Barxamaior, a varios kilómetros de Cebreiro, un devoto campesino llamado Juan Santín, el

cual iba diariamente a la Misa que celebraban los benedictinos en esta iglesia aneja al hospital de pere-

grinos.

Un día de mucha tempestad y nieve, en el siglo XII, se acercó también a Misa el referido campesino.

Llegó a la iglesia poco antes de la consagración, cuando el incrédulo monje que celebraba, al verlo entrar,

pensó para sí: “otro que viene de lejos, en medio de tan gran tempestad y todo fatigado para ver un poco

de pan y vino”. En ese momento, el pan que sostenía cuando lo consagraba se transformó en la realidad

de Carne, del Cuerpo de Cristo, pasando lo mismo con el vino, convertido visiblemente en la Sangre de

Cristo. Ni que decir tiene que para aquel monje incrédulo fue un día de conversión.

Cuando los Reyes Católicos peregrinaron a Santiago de Compostela en el año 1486, hicieron parada en

la iglesia de Santa María de Piedrafita do Cebreiro y dejaron un relicario para guardar el testimonio de

aquel milagro. Podemos contemplarlo en la capilla dedicada al prodigio, junto a la patena y al cáliz,

piezas románicas del siglo XII. Ése cáliz y esa patena son desde entonces símbolos de Galicia y así

figuran en el escudo de la región. También están en dicha capilla los enterramientos de los protagonistas

del milagro, destacando sobre todo el conjunto una talla románica de la Virgen María (del siglo XII).

~ 30 ~

CAMPOS DE GOLPEJERA

En los campos conocidos como de Golpejera,44

el 12 de enero, Sancho II de Castilla

derrotó a su hermano Alfonso VI de León. Lo hizo su prisionero y se lo llevó a Burgos,

donde lo encarceló, si bien Alfonso logró escaparse y fue a refugiarse a Toledo, donde

el rey moro Al-Mamún es su vasallo.45

Se fue con él su fiel y leal Pedro Ansúrez, conde

de Liébana, Saldaña y Carrión.

Después, durante todo el verano,46

Sancho II tuvo sitiada la ciudad de Zamora, rei-

nando aquí como gran señora feudal su hermana Urraca. Pero pasó, al final del sitio, que

Sancho II un día se apostó cerca de las murallas de la ciudad para hacer sus necesida-

des.47

Fue el momento que aprovechó el caballero zamorano Wellido Dolfos48

para lan-

zarse sobre el rey castellano matándolo.

Muerto Sancho II, se formó enseguida una comisión castellana presidida por Álvar

Fáñez49

y compuesta, entre otros, por el rico judío Elifaz y por el cadí moro de Barbas-

tro,50

ofreciendo que Rodrigo Díaz de Vivar sucediera en el trono de Castilla a Sancho

II, pero Rodrigo rehusó la propuesta, alegando que no lo permite la partida XII de la Lex

Visigotorum. Lo que sí consideró su deber Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid,51

fue tomarle

juramento al rey Alfonso VI acerca de no haber tenido nada que ver con la muerte de su

hermano Sancho para rendirle vasallaje.52

44

Cerca de Carrión de los Condes (Palencia). Estudios recientes indican que la batalla de Golpejera se

libró en pagos de Villamentero de Campos (Palencia), a 10 kilómetros de Carrión de los Condes. Además

de Golpejera hay lugares allí que aún se denominan con nombres evocadores (La matanza o Las Tiendas).

45

En realidad, más que escaparse, lo que pasó fue que, accediendo a los ruegos de Urraca de Zamora,

Sancho lo dejó en libertad para que se exiliara.

46

Del 4 de marzo al 6 de octubre.

47

O para dormir una siesta, según otras fuentes.

48

Amante de la reina Urraca, dándose la coincidencia, según las fuentes y la tradición de que su enemigo

el Cid Campeador, que se lamentará de no haber protegido bien a su rey castellano, también era amante

de doña Urraca.

49

Primo hermano o sobrino del Cid.

50

Provincia de Huesca.

51

Del árabe sidi, que significa señor.

52

El episodio pasó a ser conocido como el de la Jura en la iglesia burgalesa de Santa Gadea (Santa

Águeda), algo que no tiene nada de histórico.

La Jura de Santa Gadea es una leyenda medieval de romancero que narra el juramento que supuesta-

mente hubo de prestar el rey Alfonso VI en aquel lugar a finales del año 1072, para exculparse de haber

tomado parte en el asesinato de su hermano Sancho II de Castilla.

~ 31 ~

El resultado de todo es que Alfonso VI se hace con todo el reino unificado de León y

de Castilla, además de dominar también sobre Zamora y Toro.53

Con todo esto, otro he-

cho ocurrido fue que el destronado rey gallego García, regresando de Sevilla, recuperó

su reino de Galicia.54

Doña Urraca prosiguió en León la construcción de la gran basílica románica y cole-

giata de San Isidoro, haciendo considerables donaciones a la misma y esmerándose en el

Panteón Real del lugar.

El 17 de diciembre, el rey Alfonso VI, mediante Cédula Real, eximió a los peregrinos

compostelanos del portazgo que hasta el momento exigía el castillo de Santa María de

Antares.55

El señorío de Valladolid fue concedido al conde Pedro Ansúrez de Saldaña y Ca-

rrión.56

La historiografía y los estudios literarios afirman conclusivamente en que el hecho no fue histórico sino

un mito del siglo XIII, de hacia el año 1236, tras la definitiva unión de los reinos de Castilla y León en la

persona de Fernando III el Santo (1217-1252), hijo de Alfonso IX de León (1188-1230).

Por tanto, no hubo Juramento de Santa Gadea, ni enemistad del rey Alfonso VI, ni destierro que él or-

denara entonces. Se trata de leyendas surgidas posteriormente a esos momentos. Al contrario, el Cid gozó

de la amistad y del favor del rey, de manera más destacada que ningún otro noble o cortesano, con mucho

protagonismo y desempeñando tareas que el rey le encomendó.

53

Alfonso VI –si hacemos caso al mito– destituirá a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, por

hacerle jurar (el juramento en Santa Gadea de Burgos), siendo sustituido para alférez del rey García Or-

dóñez. El Cid se retirará entonces al monasterio de San Pedro de Cardeña, donde conocerá a Jimena Díaz

(Eximina) y se casará con ella.

54

Sólo que será una recuperación efímera, hasta el año 1073.

55

Cerca de Villafranca del Bierzo (León).

56 Descendiente de los Banu Gómez, documentados desde el siglo X en el norte de la actual provincia de

Palencia y en Liébana. Era hijo de Ansur Díaz y de Justa Fernández. Se casó dos veces, primero con Eylo

Alfonso, hija del conde Alfonso Muñoz (le reportó muchas tierras este matrimonio, como las del valle de

Trigueros o Trigueros del Valle, provincia de Valladolid) y luego con Elvira Sánchez.

Fue uno de los nobles más cercanos al rey Alfonso VI, a quien acompañó a su destierro en Toledo.

Contribuyó absolutamente al desarrollo de Valladolid como ciudad. Hizo construir allí un palacio fami-

liar, aunque actualmente no se conserva. También erigió un hospital, un puente sobre el Pisuerga e igle-

sias.

Al enviudar su hija María de su marido el conde Ermengol V de Urgel, Pedro Ansúrez se trasladó a

Urgel para proteger a su joven nieto Ermengol VI. Allí permaneció entre los años 1102-1108 y participó

en la conquista de Balaguer junto a Ramón Berenguer III de Barcelona.

Pedro Ansúrez tuvo estos hijos (de su muejer Aylo): Mayor (la primogénita, casada en primeras nupcias

con Álvar Fáñez, compañero del Cid, y en segundas nupcias con Martín Pérez de Tordesillas), María

(casada con Ermengol V de Urgel y madre de Ermengol VI), Urraca (casada en primeras nupcias con el

conde gallego Sancho Pérez, uno de los hijos de Pedro Froilaz, tutor de Alfonso VII y gran colaborador

del que será famoso arzobispo compostelano Gelmírez, y en segundas nupcias con Lope López de Ca-

rrión), Alfonso (que murió prematuramente) y Fernando (que se casó con Eylo Rodríguez).

Puede leerse al respecto: Torres Sevilla, M. (1985): Linajes nobiliarios de León y Castilla, Salamanca,

Junta de Castilla y León; Rodríguez Fernández, J. (1966): Pedro Ansúrez, León, Diputación Provincial de

~ 32 ~

ZARAGOZA

Enterado de la muerte de Sancho II de Castilla y del fortalecimiento regio de Alfonso

VI, el rey Al-Muqtadir de Zaragoza decidió unirse a Sancho IV de Pamplona y hacerse

tributario de él, sin que sepamos más acerca de sus intenciones, pero sin duda que una

de ellas es impedir la expansión del reino de Aragón.

León; Martínez Sopena, P. (2008): Una historia de Valladolid. El Valladolid medieval, Valladolid,

Ayuntamiento de Valladolid.

~ 33 ~

ÁLAVA

El obispo Fortunio de Armentia y Valpuesta57

viajó a Roma para hacer valer ante el

Papa Alejandro II la permanencia y validez del rito hispano o mozárabe al menos en su

diócesis.

57

Correspondiéndose actualmente con Álava o diócesis de Vitoria. Como consecuencia de la invasión

musulmana del Valle del Ebro, hacia la mitad del siglo IX hubo mucho desplazamiento de gente desde las

tierras de Calahorra hasta las alavesas, dependientes entonces de la soberanía astur-leonesa. Las tierras

alavesas dependerán luego de la soberanía navarra y finalmente de la castellana. Fueron tierras que man-

tenían una prolongada tradición cristiana, desde la fundación de la diócesis de Valpuesta y su primer

obispo Juan, que en el año 804 dice: “encontré allí iglesias antiguas: de los Santos Cosme y Damián, de

San Esteban, San Cipriano, San Juan, San Pedro y San Pablo y San Caprasio”. Surgió entonces en el

centro de las tierras alavesas el obispado de Armentia, en relación al cual, entre los siglos IX-XI, aparecen

nombrados unos diez obispos.

Don Fortunio es el último de esa lista de obispos, siendo el más conocido de ellos. Provenía del mo-

nasterio de Leyre y siempre permaneció muy vinculado al reino de Pamplona. Efectivamente fue a Roma

en el año 1072 para defender ante el Papa Alejandro II la validez del rito hispánico mozárabe. Murió ha-

cia 1087 y con él desapareció, no sin tensiones, el obispado de Álava, absorbido entonces por el de Cala-

horra, siendo desplazada la liturgia hispana mozárabe por la romana. Pero aún quedan muchos vestigios

prerrománicos en las tierras alavesas.

Similar fue el origen y desarrollo del obispado de Valpuesta en el nordeste de Burgos y en el occidente

de Álava. Quizás Valpuesta fue también continuación de la antigua diócesis de Calahorra o de la de Oca.

En Valpuesta se documentan hasta 21 obispos entre los siglos IX-XI.

~ 34 ~

REINO DE ARAGÓN

En Jaca su ultimaron las obras de cobertura del crucero de su catedral románica,

siendo la obra de factura mozárabe.

En Iguácel,58

el conde Sancho Galíndez y su esposa Urraca, ordenaron al maestro es-

cultor Galindo Garcés59

que restaure y complete la iglesia románica de Santa María, si-

tuada en el valle de la Garcipollera, habitando allí monjes benedictinos.60

Iglesia y planta de Santa María de Iguácel

58

Provincia de Huesca.

59

No debe confundirse con el conde Galindo Garcés de Aragón, que lo fue desde el año 833 hasta su

muerte en el año 844.

60

Santa María de Iguácel fue propiedad del conde Sancho Galíndez, el cual había sido consejero del rey

Ramiro I de Aragón y tutor o ayo de Sancho Ramírez. Sancho Galíndez heredó estas tierras de su padre el

conde Galindo.

La fábrica primitiva de la iglesia se componía de una nave de gran altura, con tejado de madera, aca-

bada en ábside semicircular con tres ventanales de arco de medio punto. Tres puertas facilitaban el acceso

al interior del recinto: Una a poniente, y otra en cada uno de los otros dos muros. Su decoración era es-

cueta, contando apenas con unas pilastras en el ábside, a modo de lesenas –dos mediales y dos margi-

nales– hasta la cornisa, y una original moldura escalonada en el muro sur enmarcando sus ventanales.

En el año 1072, en el que ahora estamos, siguiendo los gustos cortesanos de Jaca, fue remodelada esta

iglesia, sustituyendo la puerta occidental por un pórtico románico típicamente jaqués, con tejaroz soste-

nido por canecillos y una importante inscripción bajo ellos que data la iglesia y a sus artífices. Se aña-

dieron pares de columnas rematadas en capiteles en todas las ventanas; y el interior del ábside se decoró

con arquería ciega de cinco elementos, que dejó sin función a los ventanales originales.

La reja románica de forja y la Virgen titular que había en la iglesia a comienzos del siglo XII, se con-

servan actualmente en el Museo Diocesano de Jaca.

~ 35 ~

CONDADOS DE PALLARS

Mediante una concordia jurídica (convenientiae), los condes de Pallars Jussá y Pallars

Sobirá,61

Ramón IV y Artau o Artal I respectivamente, primos hermanos entre sí, dieron

por terminadas las luchas que les enfrentaban. Por el acuerdo firmado admiten que Are-

ny de Noguera (en la Baja Ribagorza) y Orrit (en Pallars Jussá) se integren en el conda-

do de Pallars Jussá.62

61

Jussá significa alto y Sobirá bajo.

62

El condado de Pallars Jussá surgió como resultado de la división del condado de Pallars entre los hijos

del conde Suñer I de Pallars, fallecido en el año 1011. Los mencionados hijos fueron Ramón III de Pallars

Jussá (1011-1047) y Guillermo II de Pallars Sobirá (1011-1035).

El condado de Pallars Jussá comprendía el valle del Flamisell, la ribera izquierda de la Noguera Riba-

gorzana y la comarca leridana de Puebla de Segur, fronteriza con el territorio musulmán de la Cuenca de

Tremp.

Hacia el año 1000, el centro económico y social del Pallars se había desplazado al Pallars Jussá, con-

centrándose especialmente en Puebla de Segur y Tremp. Era una zona rica, que podía expandirse por el

Montsec, en la frontera musulmana. Pero su conde Ramón III no hizo nada al respecto, como sí lo hizo

desde Urgel el señor feudal Arnau o Arnal Mir de Tost.

Ramón IV, hijo y sucesor de Ramón III, quedó encerrado entre los condados de Pallars Sobirá, Riba-

gorza y Urgel, sin poder hacer frente a los ataques de su primo Artau I de Sobirá o a los del condado de

Urgel y de los señores nobles de Vallferrera.

Pallars Sobirá, la parte más pobre (la parte alta de la Noguera), atacaba a Pallars Jussá, la más rica, don-

de se llevaba a cabo algún pillaje de vez en cuando, con no poco atropello de derechos.

En el año 1055, Ramón IV decidió casarse con Valença, hija de Arnau Mir de Tost, la cual aportó como

dote al matrimonio el dominio de toda la Cuenca de Tremp. Sus hijos tuvieron después mucha partici-

pación e importancia en la reconquista cristiana sobre los territorios musulmanes leridanos y sobe la mis-

ma ciudad de Lérida.

A Guillermo II de Pallars Sobirá le sucedieron sus hijos Bernardo I de Pallars Sobirá (1035-1049) y

Artau I (1049-1081). Éste estaba casado con Lucía de la Marca, una hermana de la condesa Almodis, la

que fue esposa del conde Ramón Berenguer I de Barcelona, de quien Artau I era feudatario. Lo más

sobresaliente del reinado de Artau I fueron las luchas frente a su primo hermano Ramón IV de Pallars

Jussá.

Como ya hemos indicado, el condado de Pallars Sobirá era un pequeño y aislado reducto montañés de

los Pirineos.

~ 36 ~

~ 37 ~

BADAJOZ

En Badajoz, habiendo fallecido de manera repentina en este año el rey Yahya (que se

tituló Al-Mansur bi-Allah), ocupa el trono de la taifa su hermano Omar (o Umar), adop-

tando el título de Al-Mutawakkil (“El que sólo confía en Dios”), cediendo el gobierno

de Évora a su hijo Al-Abbas y atrayendo a la Corte de Badajoz a algunos de los mejores

poetas y representantes de la literatura andalusí del momento.

~ 38 ~

FAENZA: MONASTERIO DE

SANTA MARÍA DE LOS

ÁNGELES

Aquejado de muy molestas fiebres, en una noche de finales de febrero, murió en el

monasterio benedictino de Santa María de los Ángeles de Faenza,63

el destacado Pedro

Damiano.64

Tenía 65 años de edad.

Sintiéndose llamado a la vida retirada y ascética, empezó a dedicarse a la vida con-

templativa en soledad. Recibió las sagradas órdenes del sacerdocio en su ciudad natal

(Rávena) y se retiró a Fonte Avellana (año 1035, con 37 años de edad).65

En este retiro

anduvieron juntos varios ermitaños, todos ellos llevando vida anacoreta y ascética.

Tan rigurosa fue la vida ascética que llevó Pedro Damiano que se resintió su salud,

por lo cual se mitigó un tanto en aquellas prácticas y se entregó de nuevo al estudio. De

este modo, en el año 1043, siendo elegido prior, remodeló la vida religiosa en Fonte

Avellana. Desde entonces, se llevó allí una existencia monástica que conjuntó la vida

contemplativa (no exenta de soledad y de rigor penitencial) con la vida comunitaria. Era

una forma de vida que ya anteriormente habían emprendido otros monjes de vida muy

devota y santa.66

63

Entonces era ciudad de Sacro Imperio Romano Germánico y actualmente es una urbe italiana próxima

a Rávena.

64

San Pedro Damiano (o San Pedro Damián). Se conmemora el 21 de febrero. Fue obispo de Ostia y car-

denal benedictino, muy unido con el monje Hildebrando (luego Papa San Gregorio VII) en las tareas re-

formadoras de la Iglesia.

De entre las pocas noticias con que contamos acerca de su niñez o de los primeros años de su vida, tal

vez como huérfano, podemos destacar las que nos hablan de los malos tratos que recibió por parte de un

hermano suyo mayor que él, a la vez que existen noticias acerca de lo bien que lo trató otro de sus her-

manos, que se llamaba Damiano (Damián). Agradecido a él se añadió Pedro el nombre de Damián. Fue

Damián quien hizo de padre con Pedro Damián. Le procuró una buena educación y que se formara de ma-

nera excelente entre los monjes benedictinos de Rávena, Faenza y Parma. Tenía 25 años de edad cuando

ya era maestro en Parma, siéndolo posteriormente en Rávena.

65

Fonte Avellana era entonces un lugar eremítico. Actualmente sigue habiendo allí un monasterio con

mucha historia.

66

De entre esos monjes destacaron San Romualdo y sus monjes camaldulenses y San Juan Gualberto con

sus monjes benedictinos de Vallombrosa. Este tipo de vida, con mucho de eremítica, fruto providencial de

la reforma promovida por los cluniacenses, reforma necesitada de no perderse entre asuntos que alejan de

los ideales propiamente evangélicos, contribuyó eficazmente a disponer la gran reforma gregoriana.

San Romualdo, que se conmemora el 19 de junio (murió en ese día del año 1027), fue el fundador de la

orden de los camaldulenses (los monjes de Camalduli, en la zona alta del valle del Arno, en la Toscana de

~ 39 ~

Pedro Damiano influyó mucho en la vida eremítica y monacal de su tiempo e incluso

en mucha gente de índole secular pero relevante en muchos ámbitos de la vida y de la

sociedad de la época. Por todas partes incentivó la vida cristiana, necesitada de perfec-

ción y de santa reforma. Así pues, en Pedro Damiano tenemos a alguien que, mediante

cartas y escritos, aunque sobre todo con su ejemplo, supo promover la necesaria reforma

en la Iglesia. Nada de ello pasó desapercibido a la Santa Sede, en la que Pedro prestó su

colaboración cada vez más destacada, cuando el cardenal Hildebrando era ya la figura

indiscutible y más señera del reformismo.

Pedro Damiano, aunque apartado del mundo en su retiro de Fonte Avellana, conocía

perfectamente la caótica situación de la Iglesia durante demasiados pontificados roma-

nos, incluidos los inmediatamente precedentes.

El emperador Enrique III, tan empeñado en la reforma eclesiástica a su manera, ya lo

atrajo para que influyera al respecto, sobre todo durante el pontificado de Clemente II

(1046-1047). Pero fue el Papa San León IX (1048-1054) quien contó definitivamente

con él y lo sacó de su retiro.

De ese tiempo es la composición de los dos principales libros de Pedro Damiano: Li-

bro Gratísimo y Libro Gomorriano, flagelando en este último los dos vicios más censu-

rables y nefandos de la época en el clero: el de la simonía y el que pasaría a conocerse

como nicolaísmo (concubinato del clero).67

Contra su voluntad tuvo que aceptar su elección como cardenal, lo que conllevó que

tuviera que dedicarse a las relaciones diplomáticas. Mediante escritos, legaciones y

otros trabajos, se empeñó fervientemente en llevar a buen cumplimiento su cardenalato.

Durante los años 1050 y 1060, medió acertadamente en el conflicto del arzobispado mi-

Italia), destacó santamente en el ascetismo eremítico del siglo XI. De él escribió su Vita San Pedro Da-

miano, a tan sólo unos años de su muerte.

San Romualdo nació en Rávena, de la familia aristocrática de los Onesti. Su juventud fue disipada,

placentera y pecadora. Después de ver a su padre, Sergius, matar a un oponente en un duelo, Romualdo,

que tenía entonces 20 años de edad, quedó profundamente afectado y entró en conversión, yéndose a la

basílica de San Apolinar. Tras dudarlo al principio, Romualdo se decidió finalmente a hacerse monje.

Cuando lo fue deseó llevar una vida religiosa más observante y estricta, por lo que se hizo ermitaño ais-

lándose y contando con la sola compañía de otro monje. Éste era ya de más edad y se llamaba Marinus.

La vida eremítica de San Romualdo, que pronto alcanzó fama de santo y buen consejero, y de su com-

pañero Marinus, fue muy intensa y variada, pues se desplazaron por varios lugares, incluidos algunos

sitios de la Cataluña Hispana. Con ese trasiego y bagaje contribuyeron a enriquecer la vida monástica con

aportaciones de varias tradiciones, las cuales se sintetizaron todas en la espiritualidad propiamente camal-

dulense.

Parecido mérito al de San Romualdo es el de San Juan Gualberto, fundador de la Orden Benedictina de

Vallombrosa.

San Juan (Giovanni) Gualberto era de familia aristocrática florentina (los Visdomini). Con toda su fami-

lia en contra, entró en la vida monacal benedictina de San Miniato al Monte. Murió en el año 1073 y fue

canonizado en 1193 por el Papa Celestino III.

También podemos citar a San Nilo de Rossano (Calabria), fundador de la abadía de Grottaferrata, que

vivió entre los años 910-1004. Se conmemora el 26 de septiembre.

67

Por las obras citadas y por todo cuanto escribió e hizo, el Papa León XIII nombró a San Pedro Damiano

Doctor de la Iglesia (el 27 de septiembre del año 1828).

~ 40 ~

lanés y los patarinos, al mismo tiempo que aseguraba la autoridad y el prestigio ponti-

ficio de Roma en Milán. En los años 1061-1064 luchó con semejante acierto contra el

antipapa Honorio II. En 1069 tuvo que presentarse en Maguncia y disuadir al emperador

Enrique IV acerca de su proyectado divorcio. Finalmente, ocupado en reconciliar y es-

trechar lazos de la ciudad de Rávena con la Santa Sede, le llegó la hora de su muerte.

~ 41 ~

AÑO 1073

~ 42 ~

ROMA

El 21 de abril murió en Roma el Papa Alejandro II, en el año duodécimo de su ponti-

ficado.68

A la muerte de Nicolás II, su predecesor, la nobleza romana y los obispos lombardos

se dirigieron al emperador Enrique IV para que contribuyera a la elección del nuevo

Papa según lo habitual y los reconocidos derechos imperiales al respecto por el momen-

to. Enrique IV tenía entonces 11 años de edad.

Pero el cardenal Hildebrando, que es quien ahora resulta ser el nuevo Papa, tomando

el nombre de Gregorio VII, propuso que no se tuviera en cuenta ningún derecho impe-

rial sino que había que atenerse a lo decretado (In Nomine Domini) sobre elección del

Papa en el sínodo de Melfi del año 1059. Así fue como, imponiéndose por convenci-

miento el criterio de Hildebrando, resultó elegido Anselmo de Baggio, obispo de Luc-

ca, que adoptó el nombre de Alejandro II.

Los consejeros del emperador Enrique IV, considerando que, según lo establecido en

la Constitutio Lotharii y en el Privilegium Ottonianum, el emperador tenía derecho a

que toda elección papal contara con su aprobación, se opusieron al nombramiento de

Gregorio VII y nombraron Papa (antipapa) a Pietro Cadalus, obispo de Parma, que

aceptó y tomó el nombre de Honorio II. Con todo, esta elección de Cadalus no tuvo

apenas respaldo ni cardenalicio ni eclesiástico en general, ni siquiera en Alemania. Eso

produjo, en el año 1062, nada menos que un golpe de estado en el Imperio, en Kay-

sersberg,69

siendo relegada de su autoridad como regente la madre de Enrique IV, pa-

sando la regencia a manos de los arzobispos Anno de Colonia y Adalberto de Bremen.

Respaldando éstos al Papa Alejandro II como legítimo, lograron destituir y excomulgar

a Honorio II, en el sínodo que a tal fin se celebró en Mantua en el año 1064.

Cadalus se retiró a Parma y allí murió recientemente (año 1072). Y el pontificado de

Alejandro II se desenvolvió como hemos venido contando, aunque podemos recontarlo

de nuevo y retomar las claves del mismo.

Cuando murió el Papa Esteban IX, en marzo del año 1058, en Florencia, los nobles

Tusculanos, queriendo persistir en su dominio romano, hicieron elegir como Papa al

obispo Juan de Velletri, pariente tusculano, que tomó el nombre de Benedicto X. Este

insulso antipapa no contó con ningún apoyo fuera del de su familia. La monarquía im-

perial germana no había participado en esa elección e hizo caso a Pedro Damiano. Éste,

como obispo de Ostia, y también como cardenal, era el encargado de la entronización de

un nuevo pontífice. Pedro Damiano se negó a ello. Benedicto X fue entronizado por un

simple sacerdote, sin intervenir para nada ninguna otra jerarquía eclesiástica. Fue una

tristísima e ilegítima entronización papal (antipapal).

68

Sin que sepamos su edad, pues se desconoce el año de su nacimiento.

69

Actualmente es una ciudad francesa, en Alsacia.

~ 43 ~

Mientras tanto, los cardenales, reunidos en Siena y sostenidos por los ideales de los

reformadores, eligieron al legítimo Papa, al borgoñés Gerardo, obispo de Florencia, que

tomó el nombre de Nicolás II. Este pontificado se perpetuó durante los años 1059-1061.

Tal vez tomó el nombre por coincidencia con el santo del día en el que fue elegido (San

Nicolás, el 6 de diciembre), pero pudo pesar en adoptar ese nombre el hecho evocador

de Nicolás I, que en el siglo IX había sido enérgico en afirmar la primacía jurisdiccional

del Papa.

Para que Nicolás II entrara en Roma fue de primera importancia que el duque Godo-

fredo de Toscana (apodado el Barbudo), que era de su familia, lograra el consentimiento

imperial germano y acompañara con tropas al nuevo Papa. Nicolás II entró en Roma en

enero del año 1059. El antipapa Benedicto X se quitó del medio a toda prisa y abandonó

la ciudad.

El pontificado de Nicolás II, aunque breve, dejó mucha huella y trazas necesarias para

la Iglesia en el futuro, sobre todo a partir del sínodo que enseguida se celebró en Roma,

en ese año 1059. El sínodo (o concilio) versó sobre dos cuestiones de mucha impor-

tancia: la simonía y la elección del Papa en el futuro. El comienzo mismo del pontifi-

cado de Nicolás II supuso también un cambio en la política de la Santa Sede respecto a

las relaciones con los normandos.70

El decisivo programa del Papa Nicolás II se recogió en su encíclica Vigilantia univer-

salis, muy vinculada al decreto sinodal sobre la elección de los romanos pontífices en el

futuro. La encíclica tiene (dos) decisiones muy importantes: en primer lugar la lucha

contra el concubinato del clero (que desde entonces se reconoce como nicolaísmo). Esto

se formuló canónicamente de una manera inconfundible. Se pidió que nadie fuera a Mi-

sa celebrada por un casado, considerado ya de por sí en situación de concubinato. Ade-

más, el decreto sinodal recomendó que el clero se agrupara y llevara vida de equipo o

fuertemente comunitaria. Las medidas sinodales decretadas, vertidas en la encíclica, se

expresaron así: "Ninguno oirá la misa celebrada por un sacerdote del que se sabe que

convive con una concubina o una mujer clandestina. El santo concilio, en efecto, bajo

70

Hasta el momento, los Papas se habían mostrado antinormandos. Podemos recordar que el Papa San

León IX había sido derrotado y hasta capturado por los normandos. Pasó luego que, tras la muerte del

emperador Enrique III, los Papas se percataron acerca de no tener protectores frente a los normandos, ni

por parte germana ni por parte bizantina. Nicolás II decidió por eso concluir el tratado de paz con los

normandos, coincidiendo con que eso era lo que ellos deseaban. Su política sobre los Papas era también

una presión sobre ellos para que hicieran pactos.

Nicolás II necesitó también a los normandos en su lucha contra el antipapa Benedicto X y para reafir-

marse en su autoridad tanto pontificia como estatal. Jugó en ello un papel importantísimo el cardenal Hil-

debrando.

Corría como justificante el hecho de la conocida como Donación de Constantino (que el emperador

Constantino I el Grande, en el siglo IV, supuestamente había regalado el Papa Silvestre II las tierras ita-

lianas y grandes posesiones sobre todo en torno a Roma y al sur de Italia). Para los normandos era muy

importante y ventajoso pasar a ser vasallos del Papa, pues eso los legitimaba al sur de Italia. Al Papa les

convino la protección normanda por el sur, igual que le convenía la protección señorial de Toscana por el

norte, donde Godofredo el Barbudo no sólo era protector del Papa sino también amigo. Ni que decir tiene

que el cambio político de la Santa Sede respecto de los normandos no sentó bien al Sacro Imperio Ro-

mano Germánico (ni tampoco al Bizantino).

~ 44 ~

pena de excomunión, ha decidido en modo concreto sobre la castidad de los sacerdotes

(del Papa León IX, de grata memoria), que todo sacerdote, diácono, subdiácono, que

tome públicamente una concubina o no abandone a aquella con la que vive, no pueda

por voluntad de Dios, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y por nuestra orden for-

mal, ni cantar en la misa, ni leer el evangelio ni la epístola, ni asistir al coro para el

oficio divino…”.

Y sobre la simonía, desde el canon 6, quedaba establecido que “ningún clérigo sa-

cerdote puede recibir de ningún modo de parte de los laicos una iglesia, ni gratuita-

mente, ni habiendo pagado”. Como puede apreciarse, en el citado canon aparece una

extensión del concepto de simonía: “Ni siquiera gratuitamente”. Esto produjo mucho

debate y se vio necesitado de aclaraciones.

En cuanto a lo decretado sobre la elección del Papa, podemos resaltar que hay seis

puntos a considerar:

1.- La elección del Papa habrá de estar garantizada por la libertad de los electores,

libertad de toda interferencia de órganos externos o de personas ajenas al colegio carde-

nalicio.71

71

En el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra cardenal (del latín cardinalis, que significa

fundamental) se refiere a cada uno de los prelados que componen el colegio consultivo del Papa y forman

el cónclave para su elección. La palabra cardenal ha ido interpretándose progresiva y variadamente a los

largo de la historia. Es una palabra canónicamente atributiva: es un atributo para los obispos, sacerdotes y

diáconos que prestan servicio en una iglesia a la cual han sido asignados, incardinados, sin que no obs-

tante hayan sido ordenados para ella. Hay quien afirma que el título se refiere a quienes prestan servicio

en una iglesia catedral, como en el caso de la catedral de Santiago de Compostela, en la que cardenales

son cada uno de los siete canónigos de la iglesia compostelana, que tienen este título y algunas preemi-

nencias exclusivamente suyas. Así pues, documentados, hay clérigos con este título de cardenales tam-

bién fuera de Roma (por Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, etc.) y relacionados con la liturgia catedra-

licia.

En los tiempos de la reforma gregoriana (siglo XI), desde el pontificado de San León IX, la función de

los cardenales no era particular o exclusivamente de naturaleza litúrgica, sino de servicio al Papa en ge-

neral. Los tres órdenes de cardenales que observamos entonces son considerados como representantes del

episcopado universal. La evolución del cardenalato terminó con Alejandro II (1061-1073): cardenales

obispos, cardenales sacerdotes y cardenales diáconos. Los cardenales obispos, existentes ya anteriormente

a la primera mitad del siglo XI (en los sínodos provinciales romanos, eran el grupo más importante), eran

los obispos de las siete (luego seis) diócesis del entorno de Roma, conocidas como diócesis suburvicarias:

Ostia, Albano, Palestrina, Porto, Silva Cándida, Túsculo y Velletri (más tarde Sabina). Los cardenales

presbíteros originalmente oficiaban en las cuatro basílicas patriarcales: San Pedro, San Lorenzo (extra-

muros), San Pablo (extramuros) y Santa María la Mayor.

Hacia el año 1100, el número que componga el colegio cardenalicio será de 28 cardenales, a razón de 7

por cada una de las basílicas romanas. Los cardenales diáconos tendrán igualmente tareas litúrgicas, entre

otras, en dichas basílicas, sobre todo en la del Laterano. Los cardenales obispos tendrán con esta basílica

una relación especial. Podemos recordar que los cardenales diáconos, en la iglesia antigua o desde los al-

bores de la vida eclesiástica, tenían sobre todo cargos serviciales y de caridad. Posteriormente esos cargos

fueron relegados y reduciéndose sólo a tareas litúrgicas. E1 número compresivo de los cardenales fue fija-

do entre los años 1100-1118 y prosiguió su internacionalización. Sin deshacer el orden establecido, ya el

Papa León IX llamó a extranjeros, por ejemplo a Humberto de Silva Cándida, para que encabezara el

cuerpo cardenalicio (y diplomático) de las diócesis suburbicarias.

~ 45 ~

2.- Indirecta o implícitamente, queda abolida aquella prohibición que se había dado

anteriormente sobre transferir la Sede Romana a cualquier obispo.72

3.- En la elección del nuevo Papa, la primera voz la tienen los cardenales obispos.

Sólo después de ellos se pronunciarán y votarán los otros cardenales, pero siempre sólo

los cardenales.

4.- Así quedó redimensionada la influencia externa tanto de la nobleza como del clero

romano, permitiéndose solamente la aclamación como aceptación. Y también quedó

despejada la vía para considerar como universal la autoridad del Papa de Roma, algo

muy pretendido por los reformadores. Quedan claras dos cosas: que el Papa es ante todo

el obispo de Roma y además es universal su pastoreo o ministerio petrino.

5.- Se redefine el papel o la función propia del emperador, sin desarrollar de un modo

demasiado explícito esta cuestión: “Salvo queda el debido honor y la reverencia hacia

nuestro querido hijo Enrique, ora rey, y que se espera con la ayuda de Dios, futuro em-

perador como le hemos concedido. Y hacia los sucesores de él que personalmente invo-

carán el mismo privilegio [hoc jus] a esta sede apostólica”.73

6.- Si en Roma la libertad de los cardenales electores era limitada, ellos podían pro-

ceder a una elección fuera de Roma, pues “donde están los cardenales allí está la Igle-

sia”. El Papa así elegido y entronizado por ellos llegaba a ser inmediatamente el sucesor

de San Pedro. Era un punto importantísimo porque en el medievo muchos Papas fueron

elegidos fuera de Roma. Este decreto de 1059 es un paso decisivo hacia una reestruc-

turación y revalorización del colegio cardenalicio como cuerpo encargado específica-

mente de la elección del Papa. Siguiendo el ejemplo de la Corte Imperial de Constanti-

nopla, las reuniones oficiales del Papa y de los cardenales comienzan a ser llamadas

consistorios. El colegio cardenalicio es como el senado del Papa, con semejanzas de

aquel que fue el senado romano. Esto conllevó también una semejanza del Papa como si

fuera de algún modo un revivido emperador romano.

Pasando el tiempo, como tendremos ocasión de ir viendo, se impondrá la forma de cónclave a la hora de

elegir Papa.

72

Podemos recordar al respecto la que se lió cuando el pontificado del Papa Formoso (891-896).

73

Esta famosa frase, conocida como parágrafo del rey, fue de discutida y difícil interpretación. Es cierto

que Nicolás II no quiso, o no pudo, olvidar derechos del soberano alemán en lo concerniente a la elección

papal, que ya era una multisecular costumbre. No es mencionado que el soberano germano tenga el dere-

cho de designar. El texto permitía la continuación de la tradición anterior pero permitía un cambio. En fin,

el famoso parágrafo daba en parte alguna expectativa a Enrique IV en cuanto a su dignidad imperial,

pues se habla en el texto de una esperanza de llegar a ser emperador. Pero en cuanto a que participe algo

en lo que a elección del Papa se refiere queda sobreentendido que será por pura concesión del Papa, como

condescendencia (no obligada) de la Santa Sede.

~ 46 ~

Con Alejandro II, sucesor de Nicolás II, el papado hizo sentir aún más su importante

influencia más allá de Italia, en toda Europa y rebasando los dominios propiamente im-

periales de Alemania. Lo hemos visto, por ejemplo, en relación al reino de Aragón, por

donde empezó a imponerse la liturgia romana sobre la hispana mozárabe. Se consolidó

el vasallaje (tributario) del reino aragonés hacia el Papa. En esto, el rey Sancho Ramírez

de Aragón siguió a los normandos. Al rey aragonés le trajo cuenta, porque, aunque era

vasallo, lo era del Papa y contaba con su apoyo y reforzada legitimación.

El cambio o paso de la iglesia aragonesa del rito mozárabe al rito romano empezó a

hacerse efectivo a partir del año 1071. El rito romano, incluyendo toda España, se fue

imponiendo luego por toda Europa, con importante repercusión en Inglaterra, Francia,

etc.

A partir del pontificado de San León IX, en el que ya se hacía sentir el importante

influjo de los reformadores, entre ellos Hildebrando, empezó a darse como en unidad in-

disoluble la tarea del Papa absolutamente unida a la de sus colaboradores más directos

(y viceversa). Quedó reforzada la Curia en la Santa Sede, de un modo muy particular en

la institución renovada del cardenalato.

El Papa no era ya alguien aislado o quien actuaba por su cuenta (o sometido a mani-

pulaciones). Su autoridad empezó a ser sostenida por el colegio cardenalicio, viéndose

libre de los nefastos influjos de las facciones romanas o provenientes del emperador de

turno. Todo ello sirvió para un florecimiento muy importante del derecho canónico.

Al morir el Papa Alejandro II, los fundamentos de la tradición canónica de la Iglesia,

y del Papa como su custodio, quedan ya consolidados y plenamente reconocidos, inclu-

so como universales.

Ahora es cuando de verdad empieza el papado a ejercer su influjo, como nunca antes

se había hecho sentir, por mucho que las legaciones pontificias hubieran existido y fun-

cionado de siempre. Antes, dichas legaciones representaban al Papa y desde ahora re-

presentan más a la Santa Sede. Al evolucionar el papado hasta el punto en que nos en-

contramos, cambiaron muchas cosas, consideradas tanto política como históricamente.

Al comenzar su pontificado, el Papa Gregorio VII tiene 51 años de edad.74

Nació en la

localidad toscana de Sovana, de una familia socialmente muy normal, y luego fue con-

fiado a un tío suyo, abad del monasterio benedictino de Santa María en el Aventino,

donde profesó como monje.

El Papa Gregorio VI (1045-1046) lo hizo su secretario (año 1045). Con el pontífice

compartió destierro a Colonia en 1046. Gregorio VI, acusado de simonía, fue depuesto

en el concilio de Sutri que se celebró entonces.

Cuando murió Gregorio VI, Hildebrando ingresó como monje en Cluny. Fue aquí

donde más se impregnó de los planes reformistas que habrían de imponerse en la Igle-

sia.

En el año 1049, Hildebrando fue requerido por el Papa León IX para que le prestara

servicio como legado pontificio. Al cumplir con sus encargos, Hildebrando tuvo la oca-

sión de conocer de primera mano la situación de la Iglesia (y de la política) en nume-

74

Probablemente, si nació en el año 1020.

~ 47 ~

rosos lugares, sobre todo en los grandes centros de poder europeos. De 1056 fue se lega-

ción a la corte imperial alemana para informar de la elección de Víctor II como Papa. Al

morir este Papa (año 1057), se opuso enérgicamente a la elección del antipapa Bene-

dicto X, logrando que se eligiera legítimamente a Nicolás II. Al emperador alemán se le

acabó ya, poco a poco, aquella función que venía ejerciendo como verdadero dispensa-

dor de cargos y nombramientos eclesiásticos. Por toda la cristiandad se reivindicaba

cada vez más la libertad de la Iglesia, particularmente en lo referente a los nombra-

mientos y a las designaciones. Empezaba a aumentar la autoridad de los Papas y a dis-

minuir la de los Emperadores.

Hildebrando, por unanimidad cardenalicia y por aclamación, ha sido elegido Papa, el

22 de abril de este año 1073. Tomó el nombre de Gregorio VII.75

Pero la unanimidad

cardenalicia fue posterior a la aclamación, lo cual supone una transgresión de cuanto

quedó establecido en el concilio o Melfi,76

que legisló acerca del exclusivo papel del

colegio cardenalicio en la elección de un Papa. El comienzo oficial del Papa Gregorio

VII fue el 30 de junio de este año 1073.

Una de las primeras medidas de su pontificado fue la de excomulgar a Pedro Ramón

de Barcelona, asesino de su madrastra Almodis. Pedro Ramón resultó, además de exco-

mulgado (por 12 años), condenado al destierro. La exagerada sentencia fue: 24 años de

exilio en Jerusalén, con prohibición expresa de portar armas. El resultado de esto fue el

siguiente: que los hijos de Ramón Berenguer I y de Almodis (Ramón Berenguer y Be-

renguer Ramón) quedan como herederos de sus dominios correspondientes al condado

de Barcelona u otros. Resultó también que Pedro Ramón, enfrentado en combate a los

musulmanes que le atacaron, acabó muerto, en las tierras andalusíes próximas a Catalu-

ña.

También podemos contar que el Papa Gregorio VII apoyó pronto al reino de Aragón

en la reconquista cristiana de territorios musulmanes, catalogándose dicha reconquista

de cruzada. Tuvo intervención y ayuda al respecto el conde Eblo II de Roucy con nor-

mandos a sus órdenes, pero en realidad dicha cruzada no se llevó a cabo de momento. Sí

pasó que bastantes normandos se quedaron a vivir en el reino de Aragón.

Mientras tanto, el rey aragonés Sancho Ramírez contrajo matrimonio en segundas

nupcias con Felicia de Roucy, hermana del mencionado conde de Roucy y biznieta del

rey Roberto II el Piadoso de Francia, que reinó durante los años 996-1031.77

75

San Gregorio VII. Fue canonizado por el Papa Gregorio III en el año 1726. Se conmemora el 25 de

mayo.

76

Al sur de Italia, en la región de Basilicata, la histórica región de Lucania.

77

Sancho Ramírez se había casado en primeras nupcias con Isabel de Urgel, hija del conde Ermengol III

de Urgel, habiéndose celebrado esa boda en el año 1062 (o tal vez en el año 1063). Parece ser que por re-

pudio se deshizo este matrimonio en el año 1068. De Sancho Ramírez e Isabel de Urgel nació el que será

Pedro I el Católico, rey de Pamplona y Aragón (1094-1104).

En cuanto a Felicia de Roucy, hija de Hilduino III de Roucy y hermana de Eblo II de Roucy, pude de-

cirse que Sancho Ramírez parece ser que la conoció en su viaje a Roma en el año 1068, a partir de lo cual

se concertó la boda.

~ 48 ~

El Papa Alejandro II

~ 49 ~

CASTILLO DE LUNA

El 13 de febrero de este año, el rey Alfonso VI, a la vista de las revueltas de la nobleza

gallega contra él, para dominar la situación y aconsejado por su hermana Urraca, hizo

prisionero a su hermano el rey García II de Galicia y lo encerró en el castillo de Luna,78

con la intención de retenerlo allí de por vida.79

La excusa de todo fue la mala acción de

gobierno que llevaba a cago el rey gallego, puesto todo ello de manifiesto en las revuel-

tas y conspiraciones del conde de Lugo Rodrigo Ovéquiz, juntamente con sus hermanos

Pedro y Bermudo contra Alfonso VI. También estuvo de parte de los conspiradores el

intrigante Diego Páez.80

Lo cierto es que este hijo de Fernando I pasará a la historia como el rey traicionado y

sucesivamente encarcelado por sus hermanos (Sancho II de Castilla y Alfonso VI de

León, que acabó anexionándose Castilla y Galicia) e incluso por su hermana Urraca, los

cuales lucharon todos fratricidamente entre sí por adquirir poder y territorios.

78

Cerca de la localidad leonesa de Los Barrios de Luna, a 45 kilómetros al norte de León. Sólo se con-

servan vestigios ruinosos de dicho castillo.

79

En la captura del rey García de Galicia tuvo mucho que ver la actuación al respecto del Cid Campea-

dor.

80

Diego Páez (o Peláez) será obispo de Iria Flavia y Santiago de Compostela en dos ocasiones (1075-

1088 y 1090-1094).

~ 50 ~

MONASTERIO DE SAN

JUAN BAUTISTA DE CORIAS

(ASTURIAS)

El abad Arias Cromaz, del monasterio asturiano (benedictino) de San Juan Bautista de

Corias,81

a instancias del rey Alfonso VI, tuvo que aceptar convertirse en obispo de

Oviedo, muy a su pesar.82

El monasterio de San Juan Bautista de Corias está situado en la margen derecha del

río Narcea. Fue fundado en el año 1032, por monjes benedictinos bajo el patrocinio o

ayuda de los muy ricos condes Piniolo Jiménez y Aldonza Muñoz.

Los mencionados condes, que tenían muchas tierras pero no contaban con descenden-

cia, según una legendaria historia hicieron una promesa. La contamos. Cargaron de oro

un burro, decidiendo que allí donde se parase construirían un monasterio en el que se

rezara para que Dios les diese un hijo, pero parece ser que no lo tuvieron.83

El el abad

Arias Cromaz era de la familia.84

81

Actualmente Parador Nacional de Turismo (lo inauguró como tal la reina doña Sofía en 2013).

82

De hecho, en el año 1094, abdicará y volverá al monasterio.

83

Esta leyenda se reflejó en los bajos del altar mayor.

84

El monasterio benedictino de Corias alcanzará el máximo de su esplendor durante los siglos XII y

XIII, poseyendo mucho territorio en Asturias y en León.

~ 51 ~

MONASTERIOS

DE SAN ISIDRO DE DUEÑAS

Y DE SILOS

También ordenó el rey Alfonso VI la incorporación del monasterio de San Isidro de

Dueñas85

a la Orden de Cluny. Entra así en el lugar la liturgia romana que sustituye a la

hispana mozárabe.

Mientras tanto, murió en Silos86

el abad Domingo, el viernes 20 de diciembre.87

Tenía

73 años de edad y fama de santidad. Había tenido una aparición de la Virgen María, de

85

En la provincia de Palencia.

86

Provincia de Burgos.

87

Santo Domingo de Silos (se conmemora el 20 de diciembre), que da nombre al monasterio, antes dedi-

cado a San Sebastián, desde que se fundara en el año 954.

Cuenta la tradición que Santo Domingo nació Cañas (La Rioja), de buena familia. Fue siempre muy

bueno y piadoso, habiéndose dedicado de niño al pastoreo. Como mostró deseos de servir a Dios siendo

monje, sus padres le ayudaron a ello. Domingo empezó sirviendo a Dios junto a su párroco y bajo sus

enseñanzas aprendió todo cuanto supo como joven bien formado cristianamente y en lo que a liturgia se

refiere. Había entonces parroquias que normalmente hacían las funciones de seminarios vocacionales o

preparatorios para el sacerdocio. Luego completó sus estudios en Nájera. Era entonces obispo de Nájera

Don Sancho y fue él quien confirió las sagradas órdenes a Domingo, que entonces tenía 26 años de edad.

Recién ordenado, Domingo llevó vida eremítica durante unos años, hasta 1030, que fue cuando decidió

ingresar en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla. Completó allí mucho su formación

moviéndose por la magnífica biblioteca monástica. Fue pronto maestro de novicios.

Siendo bueno, destacado intelectualmente y adquiriendo fama de santo, hubo más de un monje receloso

respecto a él. Le encomendaron entonces tareas difíciles, pero Domingo se desenvolvió a la perfección en

todas ellas.

El abad García de San Millán de la Cogolla, que le tenía mucho aprecio, lo tuvo como prior y hombre

de confianza, pero García murió pronto y en vez de elegir a Domingo como abad, los monjes se decidie-

ron por otro, el que se llamaba Gomesano.

Reinaba entonces García Sánchez III (el de Nájera), el cual, alegando necesitar dineros, fue a pedirlos a

San Millán de la Cogolla, pensando de Gomesano se los daría (año 1040). Domingo, sin embargo, en cali-

dad de prior (administrador) respondió al rey, respetuosamente pero con rotundidad, que se dejara de

argumentar sobre derechos reales ni otras exigencias. Que no había dinero para lo que el soberano quería,

que más que nada era para guerrear.

La respuesta de Domingo exasperó al monarca, el cual se dirigió al abad y le ordenó que desterrara a

Domingo. El destituido prior, tras varias vicisitudes y no pocas aventuras, se dirigió a Castilla, donde

Fernando I le recibió muy bien, protegiéndolo y hospedándolo en su propio palacio, aunque Domingo

renunció a ello y, con el permiso de Fernando, se retiró a una ermita de la Virgen María.

Corría el año 1041. El monasterio de Silos (dedicado entonces a San Sebastián) andaba maltrecho,

prácticamente abandonado, sin prestigio ni patrimonio, con un grupo muy reducido y empobrecido de

monjes. Entonces, Fernando I, siguiendo los consejos del padre de Rodrigo Díaz de Vivar, que tenía por

~ 52 ~

la que Domingo dejó este relato, contado a sus monjes: “Pasé toda la noche con la Rei-

na de los Ángeles; me ha invitado a estar cerca de Ella; dentro de tres días iré muy

pronto al Celestial Festín donde ella me convida”.

allí sus posesiones, encomendó a Domingo que se hiciera cargo del ruinoso monasterio y lo restaurara.

Para ello lo nombró abad. En una invernal mañana empezó todo. Domingo, como abad y totalmente labo-

rioso, acompañado por el obispo y por varios nobles, emprendió la restauración del monasterio.

Dicha restauración comenzó por la iglesia, que llegó a ser una de las más bellas construcciones del ro-

mánico español, parecida a la catedral vieja de Salamanca. Hacia el año 1056 se iniciaron las construc-

ciones de la sala capitular (en el sitio que actualmente se conoce como el gallinero del Santo) y del ma-

ravilloso claustro románico, que es la joya más original en su estilo y que eternizará en la historia del arte

el nombre de Santo Domingo de Silos. Parejo a lo material iba también, con más empeño aún, lo espiri-

tual.

~ 53 ~

MONASTERIO DE SAN

PEDRO DE ARLANZA

El 25 de noviembre murió el abad García88

del monasterio de San Pedro de Arlanza.89

Se cuentan de él muchos milagros, sobre todo resolviendo problemas en situaciones de

hambruna o carestía. Se fió absolutamente de la divina providencia. Llevó una vida aus-

tera y penitente, muy edificante para todos. Fue consejero de Fernando I, a quien acom-

pañó en la batalla de Atapuerca (año 1054), y de Sancho II de Castilla. Se relacionó con

los más preclaros personajes de su tiempo.90

88

San García abad. Se conmemora el 25 de noviembre.

89

En la provincia de Burgos.

90

Hay documentos con su firma junto a la de Rodrigo Díaz de Vivar el Cid Campeador.

~ 54 ~

GRANADA Y MÁLAGA

El 30 de junio murió en Granada su rey zirí Badis al-Nasir wa al-Muzzafar, sucedién-

dole su nieto Abd Allah ibn Buluggin ibn Badis.91

Descartado como sucesor Marksan, hijo de Badis y padre de Abd Allah, éste y su her-

mano mayor Tamim fueron los candidatos al trono, todo ello porque Tamim residía en-

tonces en Málaga, habiéndose proclamado allí rey de aquella taifa, y porque Abd Allah

era más manejable para el visir granadino que su padre Marksan.

Granada no lo tiene fácil en estos momentos, pues es un reino muy presionado desde

otros reinos (Málaga y Sevilla en cuanto moros y Castilla-León en cuanto reino de Al-

fonso VI). Al-Mutamid de Sevilla presionó en el reino de Granada para que le pagara

parias que él a su vez tenía que pagar a Alfonso VI. Ya iremos contando cómo se desen-

vuelva todo.

91

Éste será el último de los reyes ziríes de la taifa de Granada, que terminará su reinado en las invasiones

de los almorávides, hacia finales de este siglo.

~ 55 ~

AÑO 1074

~ 56 ~

PALENCIA: HOSPITAL DE

SAN LÁZARO

El 19 de julio, en la iglesia del palentino Hospital de San Lázaro,92

se celebró la boda

de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, con doña Jimena Díaz,93

siendo ésta de

mucha mayor alcurnia que él, pues es hija del conde asturiano Diego Rodríguez, cono-

cido como conde de Oviedo,94

y bisnieta por línea materna bastarda de Alfonso V de

León.95

Asistió y bendijo este matrimonio el obispo Bernardo II de Palencia.96

Como Rodrigo Díaz de Vivar es vasallo del rey Alfonso VI, precisó la autorización

del soberano para casarse,97

mucho más teniendo en cuenta que la novia es de estirpe re-

gia, sobrina de Alfonso VI.98

El rey dio su autorización.99

92

Precisamente fundación del Cid por estos tiempos muy particularmente para atención de leprosos.

93

Él tendría unos 30 años de edad y ella no llegaría a sus 25 años.

94

Hay quienes sostienen que este conde es Diego Fernández y no Diego Rodríguez.

95

Cristina, la madre de doña Jimena, era prima hermana del rey Alfonso VI, siendo su tía Sancha la ma-

dre de éste. Detallamos más en siguientes notas.

96

Cuyo pontificado fue entre los años 1063-1085. Podemos destacar de estos tiempos que hay muchos

pueblos palentinos con historia en el contexto de cada respectivo alfoz o comarca. Por ejemplo, podemos

resaltar la concesión de fuero a Palenzuela por parte de Alfonso VI.

97

Los reyes tenían la obligación de proporcionar buenas esposas a sus vasallos solteros.

98

Contamos los hechos según la conocida como Historia Roderici, una crónica biográfica, historiográfi-

camente importante, de Rodrigo Díaz de Vivar escrita en latín de estilo sencillo del siglo XII, proba-

blemente entre los años 1188-1190, siendo su autor alguien de Nájera o en todo caso de La Rioja. Es la

obra o fuente más antigua que se conserva acerca del Cid Campeador, siendo así la base o referente pri-

mordial que tenemos sobre él.

Los primeros seis capítulos de la Historia Roderici relatan de manera resumida los primeros treinta años

de la vida de Rodrigo hasta su boda con Jimena Díaz en este año 1074. En los capítulos 7-24 se por-

menorizan las proezas del Cid hasta su primer destierro y su servicio al rey Al-Mutamán de Zaragoza,

sucesor de Al-Muqtadir durante los años 1081-1086. Los tres capítulos siguientes (25-27) relatan con

brevedad los sucesos ocurridos entre 1086 y 1088: el regreso del Cid a Castilla y la reconciliación con

Alfonso VI, su rey. Los capítulos 28-64 narran hazañas del segundo destierro del Cid desde 1089 hasta la

conquista de Valencia en 1094. A continuación el hilo de la crónica se interrumpe en una laguna que afec-

ta a los años 1095-1096. Por fin, los capítulos 65-75 refieren los acontecimientos sucedidos entre los años

1097-1099, siendo este último el año de la muerte del Cid Campeador. La obra concluye, a modo de

epílogo, en los capítulos 76-77, que relatan de manera prolongada el relato hasta la conquista de Valencia

por los almorávides (año 1102).

Actualmente, los manuscritos de la Historia Roderici se encuentran en lugares como la Real Academia

Española de la Historia, en la Colegiata de San Isidoro de León y en otros lugares o procedentes de los

mismos, como consta en las diversas ediciones con que se cuenta.

~ 57 ~

A Rodrigo Díaz de Vivar le resulta esta boda suya muy ventajosa, pues significa su

ascenso y su prestigio político y social, su relevancia en la vida cortesana de Alfonso

VI, descartándose así, o disipándose, cualquier desavenencia ante el rey. También sirve

esta boda para reforzar los intereses de Castilla, pues hace valer ante los castellanos la

fama del Cid arraigándola con los poderes provenientes de León. Queda así reforzada la

unión entre Castilla y León con la vieja tradición asturiana.

En la carta de arras100

que otorga El Cid aparecen sus posesiones, incluidas algunas

en Vivar101

y varias villas o aldeas. Rodrigo, muy generoso, hizo gala de su gran caba-

llerosidad en su entrega de arras.102

Como autores que se han dedicado al particular podemos nombrar, por ejemplo, a Gonzalo Martínez

Díez y a Alberto Montaner Frutos.

99

La identidad histórica de doña Jimena está documentalmente clara: hija del conde de Oviedo y sobrina

de Alfonso VI. No obstante, los juglares inventaron a una doña Jimena Gómez, hija de un imaginario

conde de Gormaz al que el Cid dio muerte en un duelo. Es la versión que recoge Anthony Mann en su

película El Cid (1961), donde se recoge el momento épico pero nada histórico en el que Rodrigo mata a

su suegro por haber ofendido a su padre.

La Historia Roderici tampoco dice que doña Jimena fuera sobrina carnal del rey Alfonso, ya que el

parentesco que tenía con el monarca era el de ser hija de una prima carnal suya.

El nombre de Jimena procedía de la madre de la reina navarra de Sancho III el Mayor de Pamplona,

nombre que se transmitió de abuela a nieta durante seis generaciones.

Por línea materna, a través de su madre doña Cristina, doña Jimena llevaba sangre regia leonesa y na-

varra. Por parte paterna procedía de una estirpe asturiana de varias generaciones condales. El padre de

Cristina fue el conde Fernando Gundemáriz, hijo de Gundemaro y Mumadona, apadrinado por la reina

Velasquita, primera esposa de Bermudo III. Fernando Gundemáriz contrajo matrimonio con Jimena Al-

fonso, hija de Alfonso V y abuela de doña Jimena Díaz, la que se casa con el Cid. Pero hay historiadores

que sostienen que con quien se casó Fernando Gundemáriz fue con Sancha Ordóñez. En todo caso, por

parte de padre, Jimena Díaz era una de las hermanas de entre los hijos de su padre el conde de Asturias o

de Oviedo. El hermano mayor, igual que el Cid, se llamaba Rodrigo Díaz. Parece ser que murió en la

batalla de Sagrajas (año 1086).

100

Se conserva en el archivo catedralicio de Burgos. 101

Hay que observar que, siendo Vivar la posesión más oriental del los dominios o propiedades del Cid,

parece lógico dudar que fuera ése el lugar de su nacimiento, pero no hay por qué descartarlo del todo.

102

Hay que tener en cuenta las costumbres jurídicas del momento. Según las costumbres del fuero caste-

llano se exigía un 10 % de arras, pero según las costumbres leonesas el 50 %. Como Jimena provenía de

León, el Cid hubo de aportar (voluntariamente) según la costumbre leonesa. Así se observa en la carta de

arras. Se enumeran 39 villas, por lo que hay que deducir que el Cid poseía alrededor de 80, conclu-

yéndose al respecto que no era pobretón sino personaje principal de Castilla.

~ 58 ~

Carta de arras del Cid Campeador

~ 59 ~

LA RIOJA

Por las tierras riojanas cabe que destaquemos el intento de invadirlas por parte del rey

Alfonso VI, preocupado por el cambio de vasallaje prestado ahora por Al-Muqtadir de

Zaragoza al rey de Pamplona Sancho IV. Al-Muqtadir, viendo muy fortalecido el reino

de Castilla y León unidos, desvinculándose de Castilla, decidió fortalecer aún más su

reiterada vinculación a Pamplona, con pago de parias, también para fortalecerse res-

pecto al poderío creciente del reino de Aragón.103

103

Precisamente en este año nació el que será Pedro I de Aragón y Navarra, hijo de Sancho Ramírez de

Aragón y Felicia de Roucy. Por la vinculación del reino de Aragón a la Santa Sede fue por lo que al niño

le pusieron de nombre Pedro.

~ 60 ~

CONDADO DE ROSELLÓN

El conde Gaufred II (Guasfredo II) de Rosselló (o Rosellón) murió en este año, siendo

sucedido por su hijo Gilabert II (Guislaberto II).

Tanto Gaufred como su hijo Gilabert se dedicaron mucho, desde el año 1020, al sa-

queo y al pillaje sobre el condado de Ampurias (comarca del Ampurdán), regido por el

conde Ponce I. Desde ahora parece que se firmarán acuerdos de paz.

Perpiñan, la capital del condado de Rosellón, prospera en relación a la sede episcopal

de Elna y en detrimento de ésta.

Los Pirineos Orientales y sus comarcas

~ 61 ~

REINO TAIFA DE JAÉN

El reino de taifa de Jaén fue conquistado en este año por Al-Mutamid de Sevilla. El

rey o emir de Jaén, Maksan ibn Badis, hijo del asesinado Badis ibn Habús de Granada

(1038-1073), duró poco como rey independiente jiennense. Huyó a refugiarse a Toledo.

~ 62 ~

TOLEDO

En Toledo murió el médico y botánico musulmán del lugar104

Ibn Wafid, conocido

por los cristianos como Abenguefit. Tenía 66 años de edad. Escribió un tratado de oftal-

mología y un libro sobre las substancias medicinales más simples, basándose en Dioscó-

rides105

y Galeno (siglo II).

De todos modos, aunque ocupó cargos políticos al servicio de Al-Mamún, Ibn Wafid

se dedicó sobre todo a la ciencia, como tratadista médico, siendo tan filósofo como

práctico, ciertamente en línea aristotélica. En su labor de médico procuró siempre em-

plear el método más fácil y más directo en el tratamiento de las enfermedades, con pre-

ferencia por los remedios simples. Sus éxitos en la curación de enfermedades graves

fueron numerosos.

De sus obras escritas cabe que destaquemos las siguientes:106

su terapéutico Libro de

los medicamentos simples, su farmacológico y recetario Libro de la almohada y Suma

de agricultura.

Por orden al rey toledano Al-Mamún creó el jardín botánico de Toledo, conocido co-

mo Huerta del Rey, donde experimentó particularmente sobre aclimatación y fecunda-

ción artificial de las plantas. Obtuvo muchos logros al respecto, de importancia para la

agricultura y para la farmacopea. En otros jardines andalusíes ocurrió otro tanto.

104

Aunque recibió formación en Córdoba, fue en Toledo, su ciudad natal, donde vivió y trabajó hasta su

muerte.

105

Célebre médico, farmacólogo y botánico griego del siglo I.

106

Las tres obras escritas que se conservan, aunque también suele atribuírsele De balneis sermo, sobre

los baños (sólo se conservan citas en latín de ese libro que se supone perdido en su original escrito en

árabe).

~ 63 ~

AÑO 1075

~ 64 ~

Santiago de

Compostela

Siendo el reinado de Alfonso VI, comenzó en este año a construirse la catedral romá-

nica de Santiago de Compostela,107

dirigiendo la obra el arquitecto Bernardo,108

con-

tando con un maestro cantero llamado Roberto que está al frente de 50 canteros muy la-

boriosos. La construcción, a base de granito, fue ordenada por el obispo Diego Pe-

láez,109

el cual, en línea absoluta de reforma gregoriana, la que con tanta vehemencia

está haciendo valer y extendiendo el Papa Gregorio VII, mandó derribar las modestas

107

Será la mayor iglesia románica del mundo. Para su construcción se siguió inicialmente el mismo plano

que la iglesia de ladrillo del monasterio de San Sernín (Saturnino) de Toulouse (probablemente entonces

el mayor de los edificios románicos de Francia, al menos si hacemos excepción de la abadía de Cluny).

La iglesia monástica de San Sernín (o San Saturnino) se construyó para albergar la tumba del mencio-

nado Santo, que fue obispo y mártir de Toulouse a mediados del siglo III. El martirio de San Sernín fue

por arrastre del obispo atado a un toro salvaje.

La construcción de la iglesia de San Sernín fue desarrollándose durante el siglo XI, sobre la capilla

construida en el siglo V, que se hizo pequeña para la concurrencia de fieles que allí acudían. La iglesia, ya

basílica, era colegial, con canónigos regidos por un abad. Éste se oponía frecuentemente al obispo de

Toulouse, cuya iglesia catedral (dedicada a San Esteban) era menos espléndida y más pequeña que la de

San Sernín. Por Toulouse pasaban muchos peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela, pero an-

tes veneraban también las reliquias de Sen Sernín o Saturnino.

108

Citado como Bernardo el Viejo en el Códice Calixtino (mediados del siglo XII).

109

Diego Peláez contribuyó mucho al engrandecimiento compostelano y al incremento de la riqueza de

su diócesis. Comenzó su pontificado poco después de la captura del rey García de Galicia por su hermano

el rey Alfonso VI, el cual siempre sospechó en su contra o dudó de su lealtad.

Diego Peláez prosiguió los proyectos de fortificación de la ciudad compostelana y de muchos de sus

ampliados territorios. Llegó incluso a acuñar moneda propia e impulsó la actividad comercial. Fue un

obispo que llamó bastante la atención a su relajado clero e intentó disciplinarlo. Negoció y controló

cuanto pudo respecto de los monasterios de su entorno, por ejemplo limitando la expansión del de San

Martín Pinario (situado frente a la fachada de la Azabachería de la catedral compostelana). Por supuesto,

incentivó el fenómeno de la peregrinación compostelana. El Camino de Santiago era en su tiempo abso-

lutamente continental europeo.

En conflicto con Alfonso VI, sobre todo a partir de la conquista de Toledo (año 1085), hará cuanto

pueda por neutralizar la pretensión de hacer de nuevo la sede metropolitana de Toledo cabecera ecle-

siástica y política de los reinos cristianos españoles, como correspondía a su pasado visigodo. Diego Pe-

láez no hizo sino “llevar el agua a su molino”, Santiago de Compostela en menoscabo de Toledo. Ni que

decir tiene que la sede de Toledo, igual que la de Braga, no consentirán que una diócesis de más reciente

historia, pretendiera lo que pretendía: hacerse cabeza primada de España por ser Sede Apostólica y centro

de la peregrinante cristiandad jacobea. Lo mismo hará más tarde su sucesor Diego Gelmírez, sobre todo

respecto a Mérida, “removiendo Roma con Santiago”. Ya lo iremos viendo.

También tuvo que vérselas Diego Peláez con revueltas y oposiciones nobiliarias gallegas contra él. To-

do ello empleó por bastante tiempo al rey Alfonso VI. Reiteramos, una vez más, que ya lo iremos viendo.

~ 65 ~

construcciones anteriores que habían levantado sus predecesores. Recordemos que Pe-

dro de Mezonzo (986-1003)110

tuvo que reconstruir todo después de la total destrucción

(excepto la tumba del Apóstol) que causó Almanzor (año 997). También el obispo Cres-

conio (1048-1066) llevó a cabo bastante de la construcción que ahora fue necesario de-

rribar.

La construcción está ahora en su etapa inicial, previéndose que será bastante prolon-

gada y que tendrá posiblemente sus parones.111

Planta románica de la catedral de Santiago de Compostela

110

San Pedro de Mezonzo. Se conmemora el 10 de septiembre.

111

Fue así efectivamente, hasta que la obra tomó nuevo impulso en el pontificado del célebre arzobispo

Diego Gelmírez (siglo XII). Ya lo veremos.

Aunque habrá de conservarse la forma o estructura fundamentalmente medievales, a lo largo de los si-

glos, hasta nuestros días, irá remodelándose con diversas actuaciones y con variados estilos, como la

construcción del claustro renacentista y obras de estilo barroco (la capilla mayor, los órganos, el cierre de

la cabecera y la fachada del Obradoiro). La fachada de la Azabachería será de estilo neoclásico.

~ 66 ~

OVIEDO

El rey Alfonso VI, con una comitiva en la que también va Rodrigo Díaz de Vivar,

visitando Oviedo, otorgó el primer Fuero de la ciudad112

e hizo importantes donaciones

a la iglesia catedralicia de San Salvador, entre ellas la jurisdicción de Langreo113

Con la firma y entrega del documento foral ovetense, el monarca procedió a la aper-

tura del Arca Santa que se custodia en la catedral.114

Doña Urraca, hermana del rey Al-

fonso VI, ordenó que el Arca Santa fuera recubierta de plata.115

Poner de relieve la existencia del Arca Santa se motiva para que los que peregrinan a

Santiago puedan pasar también por Oviedo para venerarla, aunque se desvíen un tanto

del camino ya trazado, teniendo en cuenta que las primeras peregrinaciones a Santiago

de Compostela se emprendieron desde Asturias y también concretamente desde Oviedo.

En cuanto al fuero de Oviedo, podemos destacar su ordenación de carácter político y

organizativo, así como de derecho civil.

En lo organizativo se indica, por ejemplo: que el cargo de merino116

recaiga siempre

en un vecino de la ciudad, no siendo obligatorio y teniendo únicamente el rey la po-

112

El escrito original no se conserva actualmente, pero existen las referencias al mismo en un documento

de Fernando IV (1295-1312) fechado en 1295 en el que ve a su vez va inscrito el Fuero otorgado por

Alfonso VII (1126-1157) en 1145 confirmando el anterior de Alfonso VI.

113

Con el actual término de San Martín del Rey Aurelio.

114

En otros momentos ya hicimos referencia a ella. El Arca Santa contiene tesoros y reliquias de gran va-

lor. Es un Arca que data de estos tiempos del siglo XI, siendo tal vez posteriores algunos de sus conte-

nidos.

Se cuenta legendariamente que los orígenes del Arca Santa se remontan a otra Arca más antigua, de

cedro, que ya en Jerusalén contenía reliquias u objetos que pertenecieron a Cristo y a la Virgen María.

Tras la invasión de los persas de Cosroes II (año 614), los cristianos de Tierra Santa pusieron el Arca a

buen recaudo, lo mismo que el Santo Sudario de Cristo (la Sábana Santa que se conserva actualmente en

Turín) y otras reliquias. Un presbítero llamado Filipo lo llevó todo a Alejandría. Posteriores invasiones de

los persas, avanzando por África, hicieron que el Arca Santa llegara finalmente a España, entrando por

Cartagena. El obispo San Fulgencio de Écija se hizo cargo de ella y al envió a su obispo metropolitano de

Sevilla, que era su hermano San Leandro.

San Isidoro de Sevilla, sucesor de su hermano San Leandro, hizo que el Arca Santa, ahora renovada en

otra de madera de roble, recalara en Toledo (siglo VIII) y luego, para seguir resguardándola de la invasión

musulmana, tras haber sido ocultada en la cueva asturiana de Santo Toribio en el Monsacro, donde

permaneció durante 80 años escondida, fue llevada a Oviedo (entre los años 812-842), siendo custodiada

por Alfonso II el Casto (791-842).

Se cuenta que en el año 1035, el obispo ovetense y palentino Ponce, acompañado de abades y clérigos

principales, abrió el Arca Santa para ver su contenido, resultando que quedaron deslumbrados al verlo.

115

También podemos contar que doña Urraca se sigue empleando a fondo en las construcciones de igle-

sias en León y en dotarlas de tesoros y de cuanto necesitan.

~ 67 ~

testad de deponerlo; que los habitantes de la ciudad sean sólo vasallos del rey, siendo

libre todo siervo del fisco real que se acoja al fuero; la inviolabilidad del domicilio; la

exención de la fonsadera117

excepto cuando estando movilizados todos los hombres de

armas de los demás concejos, el rey estuviese cercado o requiriese auxilio en combate;

la igualdad ante la ley de magnates y vecinos llanos; la exención del servicio personal al

que obligaba la posesión de tierras.

En cuanto a derecho civil se indica que los propietarios de tierras sean libres de ven-

derlas aun cuando abandonen la ciudad y que puedan testar siempre y cuando no priven

por completo de herencia a los hijos.

El incumplimiento del derecho conlleva multa y ello se formula así: Castigándose el

falso testimonio y el allanamiento de morada y considerándose eximente del cargo por

agresión el haber sido injuriado por el agredido con los calificativos de cornudo, sodo-

mita, traidor o similares. Se prohíbe el procedimiento del embargo cuando el deman-

dado presta fianza, se establece la obligatoriedad de prestar declaración y se instituye la

prueba caldaria118

y la prueba del duelo.119

El texto foral se completa con disposiciones por las que se permite el comercio libre

de sidra y pan y sobre los castigos a los comerciantes que engañen en pesos y medidas.

116

Merino o maiorinus significa intendente o mayordomo de un dominio territorial del rey, de una iglesia

o monasterio o de un magnate laico que llegó a ser en el curso del siglo XI un oficial público en los dis-

tritos regios castellano-leoneses.

Inicialmente, entre el siglo X y comienzos del XI, fueron administradores y recaudadores de tributos y

jueces de causas menores. Se encontraban bajo las órdenes de los comites. Con el tiempo la voz pasaría a

designar a los funcionarios reales de las merindades o distritos administrativos de la Corona y estuvieron

investidos de amplias atribuciones administrativas, económicas, fiscales, militares y judiciales. En algu-

nos casos dirigían las repoblaciones, siendo investidos de la potestas populandi, es decir el otorgar la

libertad para censar, conceder y delimitar tierras.

117

Servicio personal en la guerra, que se prestaba antiguamente. Tributo que se pagaba para atender a los

gastos de la guerra.

118

Una de las ordalías, consistente en meter la mano en agua hirviendo o agarrando un hierro candente.

Sobre las ordalías ver en este libro el Epílogo I.

119

El duelo, como jucio de Dios, en España se practicó sobre todo como peculiar combate denomindo

desafío.

~ 68 ~

DIÓCESIS DE URGEL

La rivalidad feudal y entre las familias nobles es un hecho habitual en muchas partes y

así se desencadenan muchas violencias. Una de ellas, ocurrida en Urgel, ha sido la del

asesinato del obispo del lugar Guillem Guifredo, de la familia condal de Cerdaña, que

accedió a la sede episcopal mediante simonía, habiendo pagado (2.000 onzas de oro) al

arzobispo de Narbona, un hermano suyo de nombre Guifredo. Su padre, Guifredo II de

Cerdaña, le compró el arzobispado de Narbona y ocupó esta sede con tan solo 10 años

de edad. Otro hijo del conde de Cerdaña, Berenguer, ocupó también simoníacamente el

obispado de Elna. El desbarajuste eclesiástico es más que llamativo. Con razón hay ne-

cesidad de conversión y de reforma en muchos aspectos.

Guillem Guifredo ha sido un mal obispo, opresivo y rapaz en sus relaciones con los

payeses o campesinos de la zona que han acabado con él. La violencia que causó su

muerte tiene también mucho que ver con la guerra que le tienen declarada los Cardona

al condado de Urgel por cuestión de tierras.

En la diócesis de Urgel rige ahora como obispo Bernat Guillem, como sucesor de Gui-

llem Guifredo.

Otro hecho violento fue el que perpetraron los soldados del conde Guillem Ramón de

Cerdaña, que irrumpieron violentamente en el monasterio de Cuixá (Conflent) echando

de allí por la fuerza al conde Gilabert de Rosellón

Otros hechos de semejante calado agresivo se sucedieron por Cataluña, en medio de

compras y ventas de castillos y tejemanejes sobre tierras y territorios.

~ 69 ~

CORDOBA

Es muy notable desde hace tiempo la aspiración de toledanos y sevillanos compi-

tiendo por anexionarse a sus dominios el reino taifa de Córdoba, que más que reino es

un alfoz. El rey Al-Mamún de Toledo no ceja en querer arrebatarle Córdoba al rey Al-

Mutamid de Sevilla. La que fue capital califal es gobernada por un hijo de Al-Mutamid.

En todo esto, Alfonso VI de León y de Castilla, para su ventaja, sigue una política con-

sistente en alimentar las tensiones y las aspiraciones de todos contra todos, apoyando

unas veces a unos y otras veces a otros. Así fue como ayudó a Al-Mutamid de Sevilla

para que éste derrotara al granadino Abd Allah y le obligara a pagar parias (año 1074).

A su vez, Alfonso VI apoyaba a Al-Mamún de Toledo para que ocupara la taifa cordo-

besa y se la arrebatara a Al-Mutamid. Esta ocupación de Córdoba por parte de Al-Ma-

mún, después de haber conquistado Úbeda120

con la ayuda de Alfonso VI, se llevó a ca-

bo en este año 1075, ya entre los meses de enero y febrero.

El rey Al-Mamún de Toledo, en su ocupación de Córdoba, logró matar a su goberna-

dor, el hijo de Al-Mutamid, tras lo cual Al-Mutamid se encargó de la muerte de Al-Ma-

mún por envenenamiento. Ocurrió en junio. Pero Córdoba pasó a ser de Toledo.121

Tuvo

mucho que ver en todo ello, al servicio de Al-Mamún, el aventurero Ibn Ukkasha.

Ahora, el rey de Toledo, y de su anexionado reino de Valencia, es Al-Qadir (Yahya

ibn Ismail ibn Yahya al-Qadir), nieto de Al-Mamún.122

Pero el reino de Valencia apro-

vechó este momento sucesorio y, ayudado por Alfonso VI, pudo declararse de nuevo in-

dependiente, siendo gobernado por el toledano Abu Bakr ibn Abdalaziz, hermano del

que fue rey valenciano Abdalmalik.123

120

Provincia de Jaén.

121

Al-Mutamid tratará por todos los medios de recuperar Córdoba. Habrá de lograrlo en el año 1078,

arrebatándole a Toledo todos los territorios comprendidos entre los ríos Guadiana y Guadalquivir.

122

El hijo de Al-Mamún y padre de Al-Qadir, según las fuentes de que disponemos, ya había muerto, y

parece ser que en condición de cristiano.

123

Al-Qadir, en un primer momento, se consideró suficientemente fuerte y capaz para dominar Toledo,

Córdoba y Valencia, queriendo romper con la ayuda de Alfonso VI. Expulsó de Toledo a los partidarios

de la alianza con los cristiano y esa fue su perdición, porque éstos fueron los que provocaron revueltas en

Valencia para lograr de nuevo la independencia del reino valenciano. En el año 1077, sin el apoyo de

Alfonso VI, perderá también las conseguidas tierras cordobesas y se verá atacado en Toledo por el rey Al-

Mutawakkil de la taifa de Badajoz. Ya iremos viendo más acerca de todo ello en cada momento.

~ 70 ~

SEVILLA

Al-Mutamid de Sevilla, viéndose amenazado por Alfonso VI, anda pidiendo ayuda al

almorávide africano Yusuf ibn Tasufin, que conquistó Fez y anda en el empeño de con-

quistar Tánger y Ceuta. Por eso rehúsa acudir a la ayuda que Al-Mutamid le solicita.

También Al-Mutawakkli de Badajoz anda en ello, solicitando la ayuda de Yusuf ibn

Tasufin. Tanto Sevilla como Badajoz siguen pagando parias al rey Alfonso VI y desea-

rían dejar de hacerlo.

Palacio de Galiana en Toledo124

124

Acutalmente está en la Huerta del Rey, a las afueras de la ciudad, sobre el que fue palacio de recreo de

Al-Mamún. Se cuenta que aquí se alojó Alfonso VI cuando se vio obligado a exiliarse a la fuerza por el

rechazo de su hermano Sancho II.

~ 71 ~

AÑO 1076

~ 72 ~

La Península Ibérica a comienzos del año 1076 (se irá transformando)

~ 73 ~

SEPÚLVEDA

El rey Alfonso VI confirmó en este año el Fuero de Sepúlveda125

que ya le había otor-

gado a esta villa el conde Sancho García de Castilla (que pasó a la historia como el de

los Buenos Fueros).126

Tras la derrota de Abderramán III en la batalla de Simancas (año 939), las tropas cris-

tianas lograron un considerable avance hacia el sur del Duero, donde se sitúa Sepúlveda,

conquistada en 940 (y repoblada) por el conde Fernán González de Castilla (indepen-

dentista respecto a León). Para apoderarse de Sepúlveda, el conde castellano tuvo que

enfrentarse duramente al paladín musulmán Alubab hasta vencerlo.127

No tardó mucho, a mediados del siglo X, en ser de nuevo conquistada Sepúlveda por

los musulmanes. Vinieron los tiempos de Almanzor y la expansión castellana-leonesa

quedó frenada.

Por eso le correspondió a Sancho García, nieto de Fernán González, la reconquista

otra vez cristiana de Sepúlveda, en el año 1010, cuando el califato de Córdoba daba ya

señales bastante inequívocas de desintegración.

Sancho García intervino bastante y directamente en los asuntos propiamente andalu-

síes, sobre todo apoyando al bereber Sulaymán al-Mustain, enfrentado a los eslavos de

Al-Mahdi, a quien apoyaba el condado de Barcelona. En aquel contexto, Sancho García

125

Provincia de Segovia, junto al río Duratón. Sepúlveda fue decisiva en la Edad Media castellana, sien-

do una población fronteriza, dominada unas veces por los cristianos y otras veces por los musulmanes.

Fue gozando de fuero propio a medida que se repoblaba con cristianos y ese fuero tuvo su importancia

como referente para otras poblaciones que se reconquistaban en el avance cristiano hacia el sur peninsular

antes constituido como Al-Ándalus.

126

Fue conde de Castilla entre los años 995-1017, hijo de García Fernández y de Ava de Ribagorza, y

nieto de Fernán González, conde de Castilla y de Álava. Al morir su padre le sucedió en el condado

castellano. Podemos recordar que antes, con la ayuda de Almanzor, se había sublevado contra él.

En el año 1000 Almanzor perpetró ataques contra Castilla y Sancho García fue derrotado en la batalla

de Cervera (29 de julio del año 1000). Luego, junto a Garcés III de Pamplona y a Alfonso V de León, par-

ticipó en la primera derrota importante de Almanzor (la supuesta batalla de Calatañazor, en julio de

1002).

También podemos recordar el apoyo de este conde castellano al califa cordobés Sulaymán al-Mustain,

recibiendo a cambio varias plazas en la línea fronteriza del Duero, entre ellas Sepúlveda, además de Os-

ma, San Esteban de Gormaz, Clunia, Berlanga de Duero y Peñafiel.

Estuvo casado con Urraca Gómez, de la familia condal de Saldaña, los Banu Gómez. Tuvieron estos hi-

jos: García Sánchez (sucediéndole como conde de Castilla entre los años 1010-1028), Muniadona de

Castilla (condesa de Ribagorza y Castilla, casada con Sancho Garcés III o Sancho III el Mayor de Pam-

plona), Sancha (casada con el conde Berenguer Ramón I de Barcelona), Tigridia Sánchez (abadesa del

monasterio de San Salvador de Oña, que fundó Sancho García en el año 1011 y donde fue enterrado) y

Urraca Sánchez (casada con Sancho Guillermo, duque de Gascuña y conde de Burdeos).

127

Cuentan las crónicas antiguas que Fernán González dio la orden de que la gente musulmana de Sepúl-

veda fuera degollada o fuera apresada como cautiva. La villa fue saqueada e incendiada.

~ 74 ~

obtuvo buenas ventajas y recuperó bastante terreno, contribuyendo a su repoblación y a

su desarrollo.128

Ahora, reinado Alfonso VI, Sepúlveda puede darse por definitivamente reconquistada,

siendo así que necesita consolidarse en sus fueros y privilegios, sin los cuales será difí-

cil que se repobueble adecuadamente. Los privilegios hacen referencia sobre todo a la

exención de ciertos pagos o impuestos y a la igualdad de todos los vecinos ante la ley,

de modo que se garantice el perdón o la clemencia para los delitos de la gente que los

hubiera cometido antes de instalarse en Sepúlveda o en su entorno.129

Así se regula de

manera detallada la vida jurídica de los pobladores en sus relaciones de convivencia y

comerciales, a la vez que con el monarca. Dicha regulación es importante también para

la eficaz defensa de la zona, que sigue siendo fronteriza o se caracteriza en cuanto

Extremadura (en los extremos del Duero).

Sepúlveda se estructura como señorío dirigido nominalmente por un representante del

rey, si bien su mandato no conlleva sino intervenciones excepcionales, ya que son los

propios vecinos reunidos en Consejo o Concejo, representados por alcaldes130

y jueces

los que realmente administran y gobiernan, no sólo sobre Sepúlveda sino también sobre

su entorno o mancomunidad. El Consejo de vecinos asume así funciones judiciales,

mercantiles, agropecuarias y militares.

He aquí el texto del Fuero de Sepúlveda:131

En el nombre de la Santa e Indivisa Trinidad, es decir, Padre, Hijo y Espíritu

Santo, amén. Yo Alfonso, rey y mi mujer Inés, nos place y conviene, no por nin-

gún mandato de gentes ni por ningún artículo de amonestamiento, sino por nues-

tra libre voluntad, confirmar a Sepúlveda su fuero, que tuvo en tiempo antiguo

de mi abuelo y en tiempo de los condes Fernán González y del conde Garci Fer-

nández y del conde don Sancho [García], de sus términos y de sus juicios y de

sus pleitos y de sus prendas y de sus pobladores y de todos sus fueros que exis-

128

Sepúlveda tenía entonces más habitantes que ahora, llegando incluso a ser obispado. Su pujanza puede

observarse aún en la cantidad de iglesias románicas con que cuenta la población.

129

“Tod omne que oviere casas en la villa e las toviere pobladas, non peche ninguna cosa, fuera en los

muros e en torres de vuestro término... Si algunos ricos omnes, condes o potestades, cavalleros o infan-

çones de mio regno o d´otro, vinieren poblar a Sepúlvega, tales calonnas ayan quales los otros po-

bladores, de muerte e de vida... Otrossi, vezino de Sepúlvega non dé montadgo en ningún lugar aquende

Taio. Esta meioría otorgo a todos los pobladores de Sepúlvega: que cualquiere que viniere de creencia,

quier sea christiano o moro o judío, yengo o siervo, venga seguramientre e non responda por enemistad

nin por depda ni por fiadura nin por creencia nin por mayordomía nin por merindadgo nin por otra cosa

ninguna que fizo ante que Sepúlvega se poblasse...”.

130

Los alcaldes eran los asistentes de los jueces, habiendo tantos como parroquias, siendo sus funciones

prevenir los delitos, detener a los delincuentes y atender en sus juicios. Era recompensados por sus

funciones y podían obtener el importe de determinadas multas. Las parroquias se conjuntaban formando

arciprestazgos, rigiendo entre ellas el correspondiente arcipreste.

131

Da comienzo con el Crismón.

~ 75 ~

tieron antes, en el tiempo de mi abuelo y de los condes aquí nombrados. Yo don

Alfonso rey y mi mujer doña Inés confirmamos lo que aquí oímos de este fuero,

así como fue antes de mí.

1. Y estos son sus términos: desde Pirón132

hasta el Soto de Salcedón, y del re-

quejo de la Moma hasta el castro de Frades y de Fuente Tejuela como tiene

con Serrezuela133

hasta el Linar del Conde y como tiene el río de Aza hasta

Aillón derecho a la sierra.134

132

El río Pirón es un afluente izquierdo del río Cega, que discurre por las provincias de Segovia y Va-

lladolid. Nace en la sierra de Guadarrama al pie del puerto de Malagasto, en la Fuente del Mojón (Se-

govia), y desemboca en el Cega en el término municipal de Gogeces de Íscar (Valladolid).

133

Actual Aldeanueva de la Serrezuela (Segovia).

134

Así pues, desde el año 1076, cuando Alfonso VI confirmó los Fueros de Sepúlveda, conocemos el

territorio de la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda y la jurisdicción de la Villa sobre sus aldeas. La

Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda abarcaba desde el río Pirón hasta el soto de Salcedón; seguía

por el requejo de la Moma o Moina hasta el castro de Frades, la Fuente Tejuela en la Serrezuela, hasta el

linar del conde, continuando por el río Riaza hasta Ayllón, directamente a la sierra. Para ordenar y con-

trolar la repoblación y colonización, la Tierra de Sepúlveda fue dividida en ocho zonas con el nombre de

ochavos. El ochavo fue, pues, un distrito territorial con función estabilizadora ante los cambios originados

por el avance de los repobladores. A finales del siglo XII, por ejemplo, ya había finalizado la repoblación

del ochavo de Cantalejo. Por los tributos que pagaban al cabildo catedralicio y al obispo de Segovia el

año 1247, conocemos los núcleos de población más notables del siglo XIII. Entre otros, Cantalejo pagaba

31 maravedís menos 3 sueldos, Fuenterrebollo pagaba 3 maravedís y 9 sueldos.

El 5 de marzo de 1492, las Comunidades de Cuéllar y de Sepúlveda otorgaron unas ordenanzas sobre

Los Comunes ante Juan Martínez, escribano público de Cuéllar. Mandaron poner, cuatro guardas cada

año, dos para cada una de las Villas, para que a pie o a caballo custodiasen los pinares comunes. Los

guardas de Sepúlveda depositarían en Fuenterrebollo, Navalilla y Cantalejo las prendas que tomaren a los

vecinos de la Comunidad de Cuéllar.

Las aldeas sepulvedanas tenían cada una su Concejo con un alcalde pedáneo y ciertos oficiales, que

administraban su divisa o término y rendían cuentas de su gestión a las Autoridades de la Villa. Las

competencias jurídicas de los Concejos aldeanos no existían; había que acudir a Sepúlveda para los más

mínimos litigios. Estas molestias fueron expuestas a los Reyes Católicos. Éstos, el 12 de junio de 1493,

en Barcelona, concedieron a las aldeas sepulvedanas de doce o más vecinos licencia para nombrar un al-

calde con facultad de juzgar en pleitos de cuantía no superior a 60 maravedís. El alcade pedáneo de

Fuenterrebollo tenía esta facultad.

La Comunidad de Sepúlveda no cesó en la defensa de sus bosques. El 9 de diciembre de 1519, justicia,

regimiento, procuradores y ochaveros de Villa y Tierra de Sepúlveda redactaron unas ordenanzas; el mo-

tivo principal fue haber talado más de una lengua de bosque en el ochavo de Cantalejo; donde crecían

“pinos, robles, encinas, enebros y otros árboles”. Solamente se opuso y no aprobó estas ordenanzas Pe-

dro de Miguel Pérez, ochavero de Cantalejo y vecino de Aldealcorvo.

Mientras Fuenterrebollo, Cabezuela y otras aldeas exigían tributos a los inmigrantes por avecindarse,

Cantalejo, más acogedor, permaneció abierto a los nuevos vecinos sin reclamarles tales impuestos. Esta

política influyó, sin duda, en el aumento de la población.

A finales del siglo XV los ocho ochavos fueron Cantalejo, Prádena, Bercimuel, La Sierra, Navares y las

Predizas, pero se desconoce cuál era el octavo ochavo.

~ 76 ~

2. Y los hombres que demanden juicio contra ellos, o ellos contra otros, hayan

medianedo135

en Ribiella Consuegra tal y como fue antes.

3. Yo el rey Alfonso otorgo y doy a los hombres de Sepúlveda este término:

de Lozoya136

hasta aquí cuanto tuvo Buitrago137

bajo su poder, les doy todo,

lo corroboro y lo confirmo para siempre.

Testigos: Albar Hannez, Ferrando Garcíez, Albar Díaz de Céspede, Ferran-

do Garcíez.

4. Y todo hombre que tenga juicio con uno de Sepúlveda, firme el de Sepúlve-

da sobre infanzones o sobre villanos, a no ser que sea vasallo del rey.

5. Y los hombres que quisieran tomar prenda en requa o en otra parte antes de

ir y tomarla delante de su juez, paguen 60 sueldos de multa y dupliquen

aquella prenda.

6. Y ningún hombre sea osado de prendar en sus aldeas, y si pignorase por

tuerto o por derecho, duplique aquella prenda y pague 60 sueldos.

7. Y tengan sus cuatro alkazavias138

y sus cuatro kinnerias y sus cuatro retro-

vatidas y sus cuatro vigilias;139

y de sus quintos140

y de todas sus caloñas141

la séptima parte.

8. Y no paguen portazgo en ningún mercado.142

135

Línea donde se pone el mojón divisorio de un término.

136

Provincia de Madrid.

137

Buitrago del Lozoya (Madrid).

138

Expediciones militares encaminadas a efectuar talas forestales.

139

Las partes de la noche en las guardias del ejército.

140

El quinto del botín que desde siempre y mucho en la práctica musulmana correspondía siempre al rey.

141

Caloñas viene a significar calumnias, incluyendo en este significado las penas pecuniarias o multas

que se extendían a cualquier delito de sangre, de abusos o violaciones, incluidas las de delito sexual y to-

do lo referido a daños por heridas.

142

Los de portazgo eran impuestos indirectos mercantiles (portaticum o teloneum) y de los productos

varios con los que se comerciaba. También se designan así a los que se recaudaban en tiendas, alhón-

digas, hosterías, baños, hornos, molinos, barcas, etc.

~ 77 ~

9. Si algún hombre quisiera ir a Sepúlveda, antes de un mes ningún hombre sea

osado de tocar su casa.

10. Y si algún hombre de Sepúlveda matara a un hombre de otra parte de Casti-

lla, pague la octava parte.

11. Y si algún hombre de Castilla matara a un hombre de Sepúlveda, pague cada

uno según su fuero.

12. El que matare merino,143

el concejo no pague sino dos pieles de conejo.

13. Y si algún hombre de Sepúlveda matara a otro de Castilla y huyera más allá

del Duero, ningún hombre lo persiga.

14. La calonia por hurto se pague hasta el total.

15. Quien quiera registrar una casa a causa de un hurto, vaya al juez y reclame

al sayón144

del concejo y registre, y si lo hallara allí y si no le es permitido el

registro, hágalo pechar por hurto y las novenas a palacio;145

y si nada encon-

trara, aquellos de la casa no hagan ningún juicio más.

143

Hombre con jurisdicción a su cargo.

144

Los sayones eran oficiales inferiores de la administración de justicia. A ellos competía pregonar el

llamamiento a las armas y la convocatoria a las juntas públicas y asambleas judiciales, citar los litigantes

a juicio, prender a los malhechores y ejecutar las penas corporales, acudir a tomar prendas o garantías y

recaudar las penas pecuniarias o caloñas. También intervinieron en la recaudación de rentas y tributos.

Debido a lo incómodo de su función, su vida estaba protegida por una indemnización de 500 sueldos,

idéntica a la que había de satisfacerse por el homicidio de un noble.

El sayón está al servicio del infanzón o señor de una villa (dominus villae o senior civitatis), que es un

representante del poder real en un municipio. Sabemos que no era constante su permanencia en la villa

asignada y que el disfrute del cargo era temporal. Su procedencia social estaba en concordancia con la

calidad de la villa asignada. El fuero de Sepúlveda y Palenzuela alude a la infanzonía del funcionario en

cuestión. Encontramos el cargo desempeñado por condes, alféreces y mayordomos reales. A finales del

siglo XI la voz pasaría a designar a cualquier funcionario de la villa. En todas las compilaciones forales

(Sepúlveda, Logroño, Miranda de Ebro...) hallamos la prohibición de fuerza o violencia ejercida por el

senior, su merino o su sayón, para evitar arbitrariedades contra un vecino de la villa. En Sepúlveda, por

ejemplo, se le prohíbe al dominus testificar contra un vecino.

Las leyes municipales protegían esta figura contra toda violencia de que pudiera hacerle objeto un

poblador. Los beneficios obtenidos por su función variaban de una villa a otra, desde darle yantar a

participar en los botines o cobrar impuestos de la propiedad inmueble o en las penas por homicidios.

145

Pechas y novenas eran impuestos que se pagaban en noviembre, en torno a la fiesta de San Martín, el

día 11.

~ 78 ~

16. Si alguna mujer abandona a su marido, pague 3.000 sueldos, y si algún hom-

bre abandona a su mujer, pague arienzo.146

17. Y su algún hombre trajera de otra parte mujer ajena, o hija ajena, o alguna

cosa de sus correrías y las introdujera en Sepúlveda, nadie se las reclame.

18. Si algún hombre del modo que aquí nombramos quisiera perseguir a un ho-

micida y lo matara antes de llegar al Duero, pague 300 sueldos y sea homi-

cida.

19. Todo infanzón que deshonre a un hombre de Sepúlveda, menos el rey o el

señor, el mismo repare el daño y si no sea declarado enemigo.

20. Quien encuentre algo enterrado, no entregue nada al rey o al señor.

21. Si el señor hiciera un agravio a alguien y el concejo no le ayudara a recupe-

rar su derecho, lo pague el concejo.

22. Y si el señor reclamara algo a un hombre del concejo, éste no responda a na-

die sino al juez o a un excusado en representación del señor.

23. El señor no firme a ningún hombre de Sepúlveda ni le dé lidiador.

24. Alcalde ni merino ni arcipreste no sea sino de la villa, y el juez sea de la vi-

lla, anual y por las parroquias, y de cada homicidio reciba 5 sueldos.

25. Y cuando el señor esté en la villa, el juez coma en palacio y nunca pague, y

mientras sea juez su excusado no pague.

26. Todas las villas que están en el término de Sepúlveda, así del rey como de

infanzones, sean pobladas al uso de Sepúlveda y vayan en su fonsado [hues-

te] y su apellido [expedición militar]; y la villa que no vaya que pague 60

sueldos; y si tuvieran que prendar por los 60 sueldos, coman la asadura de

dos vacas o de doce carneros; y pechen en la infurción del rey.147

27. Y si algún hombre quisiera prendar al señor que mandase en Sepúlveda, per-

maneciendo él en la villa, pague el doble de la prenda más 60 sueldos.

146

Arienzo (del latín argenteus) fue moneda castellana de uso corriente.

147

La infurción, también llamada marzazga, era un impuesto o canon satisfecho por los villanos que mo-

raban en las aldeas de realengo; eran el montazgo (por el pastoreo, caza y corte de montes del rey) y el

herbático (autorizaba al uso de las tierras dedicadas a pastos). En Aragón se llamó treudo.

~ 79 ~

28. Todo hombre que habite en Sepúlveda no tenga mañería,148

y si no tuviera

parientes que le herede el concejo y que se den limosnas por su alma.

29. Y no hagan fonsadera a no ser por su propia voluntad.

30. Y al fonsado del rey, si quieren ir, que no vayan sino los caballeros a no ser

que fuera a asedio del rey o pelea campal, y a esto vayan caballeros y los ve-

cinos peones.

31. Y los caballeros excusen una acémila cada uno. Y quien entregue yelmo y

loriga a caballero sea excusado. Y cuatro peones excusen un asno.

32. Y los alcaldes que la villa designen, mientras sean alcaldes, queden excusa-

dos de toda facendera (trabajo).

33. Si alguno de las potestades viniera a regir la villa, antes dé su yantar.

34. Y cuando venga el rey de la ciudad, no se haga fuerza en las casas de los ve-

cinos para tener posada, si no es voluntad de éstos recibirles.

35. Todo caballero que quisiere, que no sea quien nos haga guerra, con su casa y

su heredad.

Yo el rey Alfonso, y mi mujer doña Inés, mandamos hacer esta carta y la oí-

mos leer y la otorgamos. Si algún rey, o conde, o algún hombre de los nuestros o

de los extraños quisieran quebrantar este escrito, sea maldito por Dios omnipo-

tente y permanezca extrañado de la santa Iglesia y sea anatema y con Judas trai-

dor a Dios descienda al infierno inferior. Yo el rey Alfonso y mi mujer la reina

Inés traemos testigos para corroborarlo.149

Alfonso, por la gracia de Dios segundo emperador de España, confirmo lo que

hizo mi antecesor y este signo hago [signo]. Urraca, esposa del precitado empe-

rador e hija del príncipe Alfonso, confirmo y hago el signo de Salomón [estrella

con cinco puntas]. Esta escritura permanezca firme a perpetuidad. Esta carta se

hizo a 15 de las kalendas de diciembre en la era MCXIIII, reinando el rey Alfon-

so en Castilla y León y en toda España.

148

De mañero o estéril, sin herencia.

149

Aparece la lista de testigos y sus signaturas o firmas.

~ 80 ~

Como puede apreciarse, tienen su importancia los cargos públicos, destacándose el

juez, el merino y el sayón. Juzgan acerca de todas las desavenencias y se encargan de

todos los cobros.150

El juez es la máxima autoridad del concejo. Resulta elegido por los vecinos que dis-

ponen de caballo, mansión o casa y para un año de ejercicio del cargo. Debe prestar

juramento ante el concejo al iniciar el mandato. Tiene funciones tanto militares como

judiciales. Así, manda la milicia urbana y lleva el estandarte de la villa en campaña.

Juzga en la puerta de su casa y sus audiencias son anunciadas por el pregonero o sayón

correspondiente. Puede celebrar sesión con uno de los alcaldes pero los procesos contra

malhechores son de su única competencia. Se reúne con los alcaldes en viernes con los

que trata los asuntos generales del concejo y juzga los procesos más importantes. Tiene

capacidad de tomar prendas, de hacer pesquisas y de retener en prisión (por ello es el

que custodia el cepo concejil). También tiene responsabilidades fiscales: vela por el co-

bro del quinto real, las multas y los cánones. En caso de ausencia (por estar en campaña

con la hueste), uno de los alcaldes ocupa su puesto (como juez facticio). En caso de

muerte antes de terminar su mandato, el juez será aquel que herede sus bienes. Si no

tiene heredero, el concejo designa juez en la colación a la que corresponda ese año la

elección del juez. Cobra una parte de las multas, además de un sueldo.

Los alcaldes son importantes en su arbitraje judicial y son nombrados por las partes en

litigio y además elegidos anualmente por la asamblea o consejo vecinal (concejo), a ra-

zón de un acalde por cada colación o parroquia. Deben ser vecinos con caballo y casa

abierta desde hace más de un año. Reciben una retribución fija y una parte de las ca-

loñas. Juzgan algunos pleitos (de dos en dos, nunca individualmente) pero los pleitos

importantes (por homicidio y robos) se juzgan en concejo y siempre en presencia de

todos los alcaldes. Ejercen un control general de las actividades de la villa, sobre todo

las de tipo económico.

También existen los jurados, que suelen ser los alcaldes que ya prestaron el corres-

pondiente juramente de cara a sus investigaciones, indagaciones o pesquisas judiciales

(por ejemplo para el caso de que un cristiano mate a un judío).

Los andadores son los que transmiten los mensajes del concejo y uno de ellos acom-

paña siempre al juez. Son también los que aplican los tormentos o castigos a los mal-

hechores y vigilan a los prisioneros. Pueden tomar prendas y convocar a los deman-

dantes.

Los pesquisadores son los que hacen las investigaciones y ejecutan a los culpables

condenados.

Los sayones son los pregoneros. Convocan al concejo por orden del juez, anuncian las

audiencias de éste y proclaman los avisos de los alcaldes que deben ser conocidos por

los vecinos. Permanecen en la puerta del lugar de reunión del concejo, cuidan del orden

e introducen a los demandantes. Deben ir obligatoriamente en la hueste del concejo. Se

eligen por un año y cobran un sueldo fijo y parte de las multas y del portazgo.151

150

Desde finales del siglo XI también empiezan a aparecer en las cartas foreras una serie de magistrados

que reciben el nombre de aportellados.

151

En el siglo XIV los sayones darán paso a los alguaciles.

~ 81 ~

Importante es también el almotacén para vigilar los pesos y medidas y el buen orden

del mercado. Con el almotacén está también relacionado el portazguero, el cogedor (re-

caudador de distrito o colación correspondiente a cada parroquia), los guardas o guar-

dias que vigilan los campos, viñedos y pastos, y por supuesto los notarios y los escri-

banos. El notario está muy cercano al juez y, con los escribanos, llevan correctamente lo

concerniente a archivos y cuentas, los censos, el registro de las sentencias, etc. El sello

del concejo lo guarda celosamente el juez.

Todos los cargos son por elección concejil y normalmente por un año, siendo el pri-

mer domingo después del día de San Miguel (29 de septiembre) cuando se realizan las

elecciones. Cada colación elige un alcalde y el juez es elegido de forma rotatoria entre

las colaciones. Todos los cargos cobran un salario o según las recaudaciones y las mul-

tas, gozando también de algunas exenciones fiscales.

~ 82 ~

CARRIÓN DE LOS CONDES:

MONASTERIO DE SAN

ZOILO

Teresa Peláez, nieta del rey Bermudo II (985-999), viuda del conde Gómez Díaz de

Saldaña y Carrión, incorporó el monasterio de San Zoilo de Carrión152

a la orden clu-

niacense. Teresa Peláez se recluye en el lugar. El monasterio, erigido ahora también co-

mo panteón familiar del condado, se encuentra cerca de Carrión en dirección a Saha-

152

Carrión de los Condes (Palencia). Este monasterio es actualmente un hotel (desde 1992). Según Am-

brosio de Morales (1513-1591), la fundación de este monasterio, dedicado originalmente a San Juan Bau-

tista, es anterior al año 948. Fue dotado nuevamente en 1047 por los condes de Carrión, los Banu Gómez.

No queda mucho de la primera edificación monástica, salvo algunos muros y las sepulturas del panteón

condal. La construcción fue restaurada en 1247 y hacia 1392 o anteriormente.

Sujeto a Cluny hasta el siglo XV tuvo su esplendor, igual que a partir del siglo XVI, siendo un monas-

terio con abad mitrado y báculo (por concesión del Papa Eugenio IV, 1431-1447). Su último abad, cuando

la desamortización de Mendizábal (año 1835), fue Plácido Trevijano.

Tras aquella exclaustración forzosa, se hicieron cargo del edificio los jesuitas, que lo convirtieron en un

colegio de secundaria (año 1854). En 1890, el colegio como tal se trasladó a Gijón, llamándose de la In-

maculada Concepción, pasando el viejo monasterio a ser noviciado (año 1960).

De la que fue su fábrica en el siglo XI se conserva una ventana y una imposta ajedrezada, la portada

occidental, el enterramiento de la condesa Teresa Peláez en el presbiterio de la iglesia, en la parte lateral

superior a la derecha del retablo, y parte de la fachada primitiva. También los sarcófagos de los condes,

descubiertos en 1947, con interesantes trabajos de escultura, y dos telas islámicas del siglo XI, declaradas

Bien de Interés Cultural (categoría de Bien Mueble en 2012). El propio monasterio fue declarado monu-

mento histórico-artístico por Decreto el 3 de junio de 1931 y Bien de Interés Cultural en su conjunto (año

2012).

A partir del año 1999, por la aparición de diversos restos románicos, se ha podido avanzar de modo

considerable en el conocimiento de la realidad material de la desaparecida iglesia románica. Sabemos que

era un edificio de planta basilical, de tres naves, cada una de ellas con cuatro tramos, y un transepto no

destacado en planta cuyo tramo de crucero muy probablemente fue coronado por un cimborrio.

Lo más sobresaliente que queda del conjunto monástico es el claustro, proyectado por Juan de Badajoz

el Viejo en 1537 y concluido en 1604 con la participación de importantes artífices que levantaron sus

muros y labraron su profusa ornamentación representativa de Padres de la Iglesia, Profetas, Patriarcas,

Jueces, Sacerdotes, Heroínas y figuras del Nuevo Testamento, principalmente Apóstoles y Evangelistas.

También aparece otras figuras no bíblicas (reyes y reinas, emperadores y emperatrices, pontífices, carde-

nales, abades, etc.). Siendo de dos alturas, el claustro inferior se articula con cinco arcos apuntados entre

gruesos contrafuertes prismáticos, abriéndose el superior con arcos de medio punto. El claustro se comu-

nica con la iglesia a través de una portada en arco rebajado entre columnas abalaustradas.

La iglesia que se conserva del siglo XVII es de una sola nave, cubierta por bóvedas de cañón y cúpula

sobre el crucero. Tiene coro a los pies, con sillería y órgano barroco. La portada se atribuye a Felipe Be-

rrojo, arquitecto de ese siglo, y tiene dos cuerpos con imágenes de santos Hay además otro patio más

modesto y de estilo neoclásico.

~ 83 ~

gún.153

Aquí se guardan ahora las reliquias de San Zoilo llevadas al lugar desde Cór-

doba. San Zoilo fue uno de los mártires cordobeses durante la persecución de Diocle-

ciano, en el siglo IV.154

Una característica del renovado monasterio de San Zoilo en Carrión, erigido en pleno

Camino de Santiago, es la de permitir a los peregrinos que puedan comer a discreción

todo el pan que quieran y así mismo consumir vino.155

153

Provincia de León.

154

Se conmemora el 27 de junio.

155

También será famoso este monasterio porque, en el año 1219, se celebrará en él la boda del rey Fer-

nando III el Santo con Beatriz de Suabia, nieta del emperador bizantino Isaac II Ángelo.

~ 84 ~

BARRANCO DE PEÑALÉN

Por el barranco de Peñalén, fronterizo con el reino de taifa de Zaragoza, fue despe-

ñado y muerto el rey Sancho IV Garcés de Pamplona, mientras estaba de cacería.156

El

asesino que lo empujó fue su hermano Ramón, siendo cómplice con él su hermana Er-

mesinda. La fecha es la del 4 de junio.

Ramón fue a refugiarse luego a la no muy lejana Peña de Milagro, pasando pronto a

Zaragoza. Ermesinda se fue a la corte leonesa de Alfonso VI.

Sancho IV Garcés deja dos hijos pequeños157

y un hermano, Ramiro, señor de Cala-

horra, pero se hace cargo del reino de Pamplona su primo el rey Sancho Ramírez de

Aragón. En septiembre se proclamó rey de Pamplona (como Sancho V), teniendo el

apoyo de los señores navarros y vascos, los cuales desean un reino amplio y reforzado

para evitar acabar anexionados a Castilla. De este modo queda reunificado como un solo

reino el de Aragón y Navarra. Los pamploneses y vascos prefirieron estar bajo la corona

de Aragón y no bajo la de León y Castilla.

De todos modos, con apoyo de la nobleza local del entorno de Jimeno Fortuniones,

señor de Cameros, se negoció la incorporación a Castilla de la comarca de Meltria,158

de

la que Jimeno es gobernador juntamente con su cuñado Íñigo López, primer señor de

Vizcaya.159

Así, Alfonso VI, que no dudó en invadir tierras navarras, se anexiona una

extensa zona a la que concede fuero.160

156

La localidad navarra de Peñalén, además de por la belleza natural de su término, es famoso desde en-

tonces por aquel magnicidio. El precipicio es de unos 100 metros de altura, bajo el cual se encuentra la

confluencia de los ríos Aragón y Arga, cerca de Funes, que vierten sus aguas en el Ebro. Funes es la lo-

calidad que existe allí actualmente, pues de la Peñalén de entonces no existen ya vestigios.

157

De su matrimonio con Placencia de Normandía (la cual murió en 1088), tuvo a García Sánchez, des-

plazado por los nobles para no tener como rey a un niño y desplazado por el ascenso al trono navarro por

Sancho Ramírez de Aragón, primo del despeñado. Este rey desplazado y sin reinar murió en Toledo ya

rebasado el año 1092. Otros hijos de este matrimonio fueron Ramiro Sánchez, señor de Esquíroz (Na-

varra), que nació en 1071 y murió ya avanzado el siglo XII, y Urraca, que murió aún niña. Además, San-

cho IV Garcés, de su amante Jimena, tuvo como bastardo a Ramiro Sancho, señor de Monzón, que se ca-

só con una hija del Cid Campeador llamada Cristina.

158

Actualmente se desconoce la ubicación de Meltria, pero pudiera ser que se correspondiera con la co-

marca riojana de Iregua-Leza.

159

Íñigo López murió poco después. Lope Íñiguez, hijo suyo, fue señor de Vizcaya y tenente de Álava

(que incluye el castillo condal de Bilibio, hoy en La Rioja) y de Guipúzcoa, bajo soberanía castellana.

160

La zona comprende las actuales provincias de Álava y La Rioja, incluida Nájera, que hasta ahora ha-

bía compartido capitalidad navarra con Pamplona. Además, la zona comprende también territorios de

Vizcaya, de Guipúzcoa (su mitad occidental) y de Navarra, así como Miranda de Ebro (Burgos). La rio-

jana Briones fue cedida al señorío de Vizcaya. La Sede episcopal de Calahorra y su sede en Nájera

recupera los territorios castellanos que tuvo en tiempos atrás.

~ 85 ~

Sancho IV Garcés tenía 37 años cuando murió, siendo el año trigésimo primero de su

reinado. Hijo y sucesor de García III Sánchez de Pamplona, conocido como el de Nájera

(1035-1054) y de Estefanía de Foix, fue proclamado rey a la muerte de su padre en la

batalla de Atapuerca, cuando tenía 14 años de edad. Hasta los 18 fue guiado o tutelado

por su madre, quien, fiel a la voluntad de su esposo, atendió a la fundación del monas-

terio de Santa María la Real de Nájera, donde el rey fallecido, su esposo, recibió sepul-

tura.

Aliado con su tío Ramiro I de Aragón (1035-1063), presionó al rey Al-Muqtadir de

Zaragoza para someterlo y obtener de él sustanciosas parias, el cual, por su parte, se em-

pleaba bien en enfrentar al navarro Sancho IV contra su primo Sancho Ramírez, hijo y

sucesor de Ramiro I. De otra parte, Sancho IV de Pamplona tuvo que afrontar los varios

conflictos fronterizos por tierras navarras que ansiaba poseer el reino de Castilla, como

ya contábamos en su momento. Las pretensiones expansionistas del castellano Sancho

II (1065-1072) provocaron y prolongaron aquella guerra de los tres Sanchos, todos ellos

luchando siempre por su expansionismo territorial.161

Sancho IV Garcés el de Peñalén (Panteón Real, Nájera)

161

De hecho, en este mismo año 1076, Sancho Ramírez siguió conquistando y anexionándose varios lu-

gares, por ejemplo el castillo de Moñones, en el valle ribagorzano de Graus, cerca de la oscense Secasti-

lla. Se anexionó también, contra el parecer de los monjes, los monasterios de Santa María de Obarra y

San Pedro de Tabernas (anexionados al de San Beturian o San Victorián de Sobrarbe). También enredó

cuanto pudo o le interesó el rey Sancho Ramírez en el obispado de Roda, del que ahora es obispo Pedro

Ramón Dalmacio, sucediendo a Arnulfo II (al que el rey destituyó), que a su vez sucedió a Salomón, que

provenía del monasterio de Ripoll y allí se vio obligado a terminar su vida, sin que sepamos cuándo pero

sí que murió en olor de santidad.

También Al-Muqtadir de Zaragoza se muestra activo en sus campañas entre defensivas y anexionistas,

atacando por Molina de Aragón (Guadalajara) y Cuenca, sin que Sancho Ramírez pudiera detener dichos

ataques.

~ 86 ~

Peña desde donde según la tradición fue arrojado el rey Sancho IV Garcés

~ 87 ~

CUENCA DEL RÍO SIÓ

La cuenca del río Sió,162

que era de dominio musulmán, fue conquistada en este año

por el conde Ermengol IV de Urgel. La conquista conlleva el dominio sobre las villas de

Agramunt y Almenara.163

Esta última fue cedida a cinco parejas y a un hombre soltero

para que la repoblaran, pudiendo disponer de décimas y primicias para que levanten allí

un castillo.164

162

Un afluente del río Segre por su margen izquierda, todo con muchos molinos antes de la desemboca-

dura en el Ebro.

163

Ambas actualmente en la provincia de Lérida.

164

De ese castillo sólo se conserva actualmente una torre, manteniéndose Almenara con poquísimos ha-

bitantes.

~ 88 ~

CONDADO DE BARCELONA

En Barcelona, a los 53 años de edad, murió el conde Ramón Berenguer I, hijo y suce-

sor de Berenguer Ramón I desde el año 1035.

Desde la muerte del conde Ramón Borrell (año 1017), cogobernaban en los condados

de Barcelona, Gerona y Osona la condesa (viuda) Ermesenda (1017-1057) y su hijo Be-

renguer Ramón I (1017-1035).

A su muerte, Berenguer Ramón I repartió sus dominios entre sus tres hijos; Guillermo

(conde de Osona, 1035-1054), Ramón Berenguer I (conde de Gerona y Barcelona, me-

nos el extremo sur, el Penedés, entre el río Llobregat y la frontera musulmana) y Sancho

(conde del Penedés, 1035-1049). Los tres herederos, siendo menores, quedaron bajo la

tutela de su poderosa abuela Emersenda, que fue condesa a todos los efectos y sobre

todos esos dominios hasta el año 1041.

De aquel cogobierno fue surgiendo un avanzado descrédito, de modo muy particular

en la zona del Penedés y fronteriza con los musulmanes. Ello provocó el descontento

nobiliario y surgieron muchas dificultades, las propias del fuerte régimen feudal impe-

rante. En ese contexto se entienden las rebeliones encabezadas sobre todo por Mir Geri-

bert, si bien no fue éste solo el sublevado.

Mir Geribert era poderoso también porque contaba con la fuerte influencia de sus po-

derosos primos el vizconde Udalard II y el obispo Guislabert de Barcelona (1035-1062).

Mir Geribert acabó proclamándose príncipe de Olèrdola.

Los nobles del Penedés apoyaron a Mir Geribert porque como él no compartían la po-

lítica pacifista con los musulmanes, que era ventajosa para los comerciantes de Barce-

lona y fuente de parias. Los nobles del Penedés no cobraban parias sino forzadas me-

diante el saqueo y el pillaje. Además, la rebeldía de aquellos nobles contra la ciudad

condal de Barcelona era una consecuencia de sus obligaciones tributarias al respecto.

Por todo ello se aglutinaron en torno a Mir Geribert. También hubo cuestiones de índole

monástica al respecto, sobre todo relacionadas con el monasterio de San Cugat del Va-

llés.

La que estuvo furiosa con toda aquella sublevación nobiliaria fue la poderosa Emer-

senda. La condesa acabó por rodearse de unos cortesanos afines: su hermano el obispo

Pedro de Gerona, el abad Oliba (que llegó luego a ser obispo de Vich), el juez Ponce

Bonfill y otros nobles buenos administradores y políticamente bien relacionados. Todos

ellos se comprometieron con Emersenda a defender la autoridad condal sin fisuras ni re-

beldías, haciendo valer la legalidad frente a sublevaciones y usurpaciones, frente al po-

derío de los señores feudales.

En toda esa tensión entre dos bandos, el de Mir Geribert y el de Emersenda, además

de las diferentes pretensiones y la diversidad ideológica, contaba también la diferencia

de edad. Los partidarios de Mir Geribert eran bastante más jóvenes y fogosos o inex-

pertos, guerreros de por sí. Ramón Benerenguer I, según fue haciéndose mayor, tuvo

que sobreponerse a su natural ineptitud y luchar además contra la todopoderosa y autori-

taria abuela la condesa Emersenda.

~ 89 ~

Ermesenda y Oliba, ya viejos, sobre todo en comparación con sus contrincantes y con

el mismo Ramón Berenguer I, tenían muy claro que la potestad condal, enmarcada en el

derecho y en su justicia dimanante, provenientes del tradicional Liber Iudiciorum, se-

guían vigentes.

Dada aquella situación, entre dos bandos claramente delimitados, la actuación de Ra-

món Berenguer I, condicionada también por su juventud, como acabamos de señalar, re-

sultó eficaz. El conde de Barcelona supo desbrozar el panorama e imponerse, todo ello

sin defraudar (o irritar) a su abuela. Tenía que hacer según la legislación.

En 1041, recuperando para sí el condado de Gerona, que le había cedido a Emersenda

para librarse de su tutela política, Ramón Berenguer I no tuvo inconveniente en jugar la

baza política de aliarse con Mir Geribert, llegando a reconocerle su particular posición

en el Penedés, perjudicando así a su hermano Sancho.

Emersenda se irritó mucho con todo ello, pero Ramón Berenguer I supo reconciliarse

con ella, tras lo cual volvieron a rebelarse los nobles, provocando una deserción militar

y atacando el condado de Cerdaña, al este de los Pirineos.

Mientras tanto, Udalart y el obispo Guislabert de Barcelona intentaron dar un golpe de

estado en Barcelona, pero fracasaron, porque los barceloneses se pusieron a favor de su

conde Ramón Berenguer I, con el cual había pactos favorecedores desde 1025 (cuando

era conde Berenguer Ramón I).

Tras el fracaso de la tentativa golpista y mediante sentencia de un tribunal presidido

por el abad Oliba, el obispo de Barcelona fue obligado a jurar que no tuvo nada que ver

con la rebelión, siendo urgido entonces a ceder su castillo propio. Por su parte, Udalart

debió indemnizar al conde Ramón Berenguer I de Barcelona con 200 onzas de oro y

cederle su castillo Vell.165

Ramón Berenguer I se casó tres veces, siendo la primera de ellas en 1039 con Isabel

de Nimes. De este matrimonio nacieron Pedro Ramón,166

Arnau y Berenguer.167

El se-

gundo matrimonio de Ramón Berenguer I fue con Blanca de Narbona, en 1051, la cual

acabó repudiada y sin dejar descendencia, pero ella, con el apoyo de Emersenda, apeló

al Papa Víctor II y Ramón Berenguer I se acarreó la excomunión, igual que recayó tam-

bién la excomunión sobre su amada Almodis de la Marca, con la que sin embargo acabó

casándose en el año 1056. Ya lo fuimos contando todo.

De Almodís de la Marca le nacieron a Ramón Berenguer I los mellizos Ramón Beren-

guer II y Berenguer Ramón II, nacidos en 1053. Son estos hijos ahora los sucesores del

conde Ramón Berenguer I.168

También tuvieron Ramón Berenguer I y Almodis de la

Marca a Inés y a Sancha.169

165

Origen de la actual localidad tarraconense de Castellvell.

166

El asesino de su madrastra Almodis (año 1071), la tercera de las esposas de su padre, como contaba-

mos en su momento.

167

Tanto Arnau como Berenguer murieron en el año 1045.

168

Sin concordia ni entendimiento entre ellos. Contra la voluntad de su padre se repartieron sus posesio-

nes. Como veremos, Ramón Berenguer II encontrará la muerte cazando en un bosque, supuestamente a

manos de unos desconocidos (5 de diciembre de 1082). Su hermano y sucesor, Berenguer Ramón II (de

~ 90 ~

sobrenombre el Fraticida), pasó a la historia al menos como el instigador del asesinato magnicida. Ya

veremos más acerca de todo ello.

169

Inés se casó con el conde Guigues VII de Albon (año 1070) y Sancha se casó, en segundas nupcias,

con el conde Guillermo I de Cerdaña (año 1069).

~ 91 ~

DENIA

Ahmad I ibn Sulaymán ibn Hud al-Muqtadir, emir de Zaragoza y Tortosa, al frente de

un numeroso ejército, consiguió el vasallaje del emir Abu Bakr de Valencia, una taifa

hasta ahora vasalla de Toledo aunque controlada por Alfonso VI, y anexiona sin com-

batir la taifa de Denia (reinando allí Alí ibn Muyahid Iqbal al-Dawla, precisamente yer-

no de Al-Muqtadir), también sometida a Toledo. El valí balear Abd Allah al-Murtada

rompió con el juramento de fidelidad al rey de Denia. Consecuencia de todo esto no es

otra que el declive de la taifa de Denia.170

Y tanto Alfonso VI como los demás reyes de

España, tanto cristianos como de las demás taifas, andan preocupados por el auge tan

destacado que muestra el reino zaragozano.

170

Denia había llegado a tener 30.000 habitantes, siendo ciudad próspera y de mucha actividad. Hasta el

siglo XX no llegará su recuperación, siendo actualmente una considerable localidad mediterránea.

Efectivamente, podemos recordar que la taifa de Denia fue muy rica y próspera, pues se había conver-

tido en una destacada potencia marítima y comercial en tiempos de Muyahid (1010-1045), aunque con

Alí estaba sometida a la taifa de Toledo. Tras la anexión de Denia a Zaragoza, el reino de Al-Muqtadir se

extendió hasta la actual provincia de Murcia.

~ 92 ~

SILES

En este año, el rey de la taifa de Almería, Ibn Sumadih (Muhammad ibn Man al-Mu-

tasim, conocido como Almotacén),171

se apoderó de la próspera Siles,172

que es lugar

muy ambicionado también por los ziríes granadinos.173

171

Durante su reinado, Almería es próspera y comercial, de esplendor económico y cultural, siendo muy

importante y activo su puerto.

172

Efectivamente Siles (Jaén, actualmente al nordeste de la provincia) era una población próspera nom-

brada como Silis en las crónicas musulmanas). Por su situación estratégica, tenía una fortificación o casti-

llo considerable, de importancia en la defensa y control de las vías levantinas y andalusíes por esa zona.

Había otras poblaciones fortificadas que reforzaban la defensa del lugar (Peñafleita, Tasca y Peña Hora-

dada). Todo ello conformaba el distrito de Saqura (Segura) o formaba parte del mismo en la cora de

Yayyan (Jaén). Toda la sierra de Segura estaba jalonada por aldeas con lugares de refugio y castillos o

fortificaciones.

173

De hecho, Siles pasará a ser de ellos, por acuerdo de cesión por parte de Ibn Sumadih.

~ 93 ~

CÓRDOBA

En Córdoba murió Abu Marwan Hayyan Ibn Jalaf Ibn Hayyan, célebre historiador

conocido también como Ibn Hayyan o Ibn Haiyan. Tenía la longeva edad de 89 años.

Era hijo de uno de los importantes secretarios de Almanzor y por lo mismo un destaca-

do funcionario de los amiríes.174

Al igual que Ibn Hazm, fue un vehemente defensor de la dinastía omeya y un opuesto

a la división andalusí en los reinos de taifas.

De entre sus obras escritas –más de un centenar– podemos destacar Al-Matin y Al-

Muqtabis.175

174

Sus obras se conservan sólo parcialmente, pero son de obligada referencia para llegar a conclusiones

acerca de la historia de Al-Ándalus, sobre todo en lo que respecta al final del califato y al surgimiento de

los reinos de taifas.

175

Autores como E. Lévi-Provençal o R. Dozy, entre otros, se hacen eco de este historiador, que a pesar

del tiempo que le tocó vivir se desenvolvió y escribió de un modo bastante moderno.

~ 94 ~

WORMS (ALEMANIA)

Pasó que el episcopado alemán, sinodalmente reunido en Worms, anduvo revisando el

pontificado del Papa Gregorio VII, desde que fuera elegido (año 1073), llegando a la

conclusión de su necesaria deposición, a no ser que se llegara a regular su pontificado

de un modo aceptable, más legítimo en muchos aspectos que, según ellos, y por supues-

to según el emperador Enrique IV, andan como cabos sueltos.

No podemos olvidar el conflicto de poderes en la cristiandad que venía al menos des-

de todo el siglo X. Los obispos, verdaderos señores feudales, tenían y siguen teniendo

mucho poder en sus diócesis y mucha influencia sobre los fieles. No es de extrañar que

los soberanos pretendieran y sigan pretendiendo tenerlos siempre como aliados o políti-

camente de su parte. Por eso pretendieron siempre tener la posibilidad de elegirlos y de

entregarles el cargo, lo que equivale a investirlos en su ministerio, para asegurarse así en

la práctica la correspondiente fidelidad.

No se libró de eso la diócesis de Roma, la Santa Sede, que fue cayendo en mano de las

distintas facciones o clanes nobiliarios de diversos condes o príncipes. No fue infre-

cuente que el tiránico dominio de algunas familias poderosas lograra colocar a sus pon-

tífices preferidos, elegidos desde su condición de manipulables y políticamente débiles.

Por esos motivos resultó que el pontificado romano de los sucesores de San Pedro llegó

a un larguísimo período de ramplonería e incluso de corrupción, a los niveles más bajos

que se hayan conocido. Durante siglo y medio se sucedieron en la Santa Sede como una

cuarentena de Papas y antipapas de pontificado efímero, insignificante, de irrelevancia

en todos los sentidos y hasta inmorales en extremo, aclimatados incluso a la violencia,

muriendo algunos de ellos asesinados.

Contra todo eso está dando su fruto el renacer reformador y escolástico según avanza

el siglo XI, pero aún queda mucho por hacer.

En primer lugar podemos interpretar el proceso histórico que se está dando como el

propio de la evolución cesaropapista carolingia derivando a la hierocracia romana o

pontificia que parece propugnar –que de hecho propugna– el Papa Gregorio VII con su

teoría acerca del poder universal de los sucesores de San Pedro.

El siglo XI comenzaba aún con un papado impotente ante las facciones nobiliarias ro-

manas y ante el cesaropapismo del emperador Enrique III (1039-1056), el mismo que

dispensó a discreción los cargos eclesiásticos. Pero a su muerte se fue constatando muy

viva la reacción tendente a liberar ese sometimiento eclesiástico al mandatario imperial

y lograr así la relevancia del papado. La cristiandad exigía y reivindicaba por todas par-

tes la libertad de la Iglesia frente a los poderes políticos, sobre todo en la tarea de elegir

e investir a sus pastores.

No andaba ni muy sana ni muy santa la vida de los clérigos, ni de muchos eclesiásti-

cos de alto rango. Era necesaria la dignificación moral de la vida sacerdotal. Había so-

bre todo –y sigue habiendo a estas alturas del siglo XI– dos aspectos o asuntos preo-

cupantes en la Iglesia: el de la simonía y el del concubinato de los clérigos, que dio en

~ 95 ~

llamarse nicolaísmo, todo lo concerniente al matrimonio o amancebamiento clerical.176

Se ordenó la obligatoriedad del celibato sacerdotal, entre otras cosas para atajar la vora-

cidad de los príncipes y de los soberanos y para desapegar de los bienes materiales y

terrenos (literalmente también de las tierras) al clero. Del ministro ordenado del Señor

se empezó a resaltar que Dios es su heredad y que con la Iglesia se ha de tener una rela-

ción esponsalicia excluyente de toda otra, todo ello espiritual y bíblicamente argumen-

tado.

Recordando todo eso, teniéndolo en cuenta, llegamos al momento en que nos encon-

tramos, en el pontificado del Papa Gregorio VII. Retomamos por aquí nuestra narración

histórica.

El monje Hildebrando fue elegido pontífice por aclamación popular el 22 de abril del

año 1073, lo que supuso una transgresión de la legalidad establecida, la que en el con-

cilio de Melfi (año 1059) decretó (corroborado por el Papa Nicolás II) que en la elec-

ción de un nuevo Papa sólo podría intervenir el colegio cardenalicio y nunca más el

pueblo romano aclamando. No obstante, Hildebrando fue entronizado como Papa, para

lo que tuvo que ser ordenado obispo (aún no lo era) el 30 de junio de aquel año 1073.

En los primeros años del pontificado de Gregorio VII, en el momento de la muerte de

Alejandro II, la situación era bastante difícil y llena de tensiones, sobre todo por razón

de los graves asuntos (patarinos) de Milán. Al cardenal Hildebrando, como archidiáco-

no que era, le tocaba el gobierno de la Iglesia de Roma durante el período de sede va-

cante. Podemos recordar que, aquel día en el que se estaba efectuando el entierro de

Alejandro II,177

cuando el cortejo fúnebre pasaba frente a la iglesia de San Pedro in vin-

coli, resultó que la multitud aclamó a Hildebrando como nuevo Papa. El clero de Roma,

delante de los cardenales obispos y de los abades, asintió y aprobó esta elección popular

asumiéndola también como propia. Resultó que allí mismo y aquel día tuvo lugar la en-

tronización de Hildebrando como nuevo Papa, tomando él el nombre de Gregorio VII.

Un mes más tarde recibió la ordenación sacerdotal. Y el 30 de junio, al día siguiente de

la fiesta solemne de los Santos Pedro y Pablo, fue ordenado obispo y así comenzó ofi-

cialmente su pontificado, siendo del todo simbólica y significativa la fecha por él esco-

gida con intención programática y pastoral.

Después de las precedentes consideraciones, ¿fue regular o irregular la elección del

Papa Gregorio VII? Según lo decretado en Melfi y corroborado por Nicolás II (año

1059) no lo era. Además, no se había pedido el consentimiento del emperador. De este

modo, la regularización de la elección y del pontificado de Gregorio VII se fue efec-

tuando posteriormente, también de manera documental, y se sigue efectuando ahora. Y

este es el significado, entre otros hechos precedentes, del sínodo de Worms en este año

1076.

176

El matrimonio y más aún el concubinato o el amancebamiento de los clérigos fue censurado y prohi-

bido sobre todo por el Papa Nicolás II en el año 1059 (de ahí deriva la denominación de nicolaísmo). Ya

lo veíamos en su momento.

177

Su tumba se encuentra en San Juan de Letrán.

~ 96 ~

También están en tela de juicio los orígenes, desde su niñez, del Papa Gregorio VII.

Muchos son los que desean aclaraciones al respecto.178

Sí es cierto que su juventud se

desenvolvió formándose en la vida monástica y su vida tomó pronto este rumbo. Se

sabe que fue ordenado subdiácono por el Papa León IX.179

Cuando el Papa Gregorio VI fue depuesto en Sutri (año 1046), Hildebrando estaba allí

en calidad de capellán y secretario. Hildebrando compartió destierro con el Papa de-

puesto y permaneció con él en Colonia, desde enero del año 1047 hasta su muerte. Es

después de esto cuando Hildebrando se hizo cluniacense.180

Estaba Hildebrando en Besançon cuando el Papa León IX, interesado en tenerlo como

colaborador, lo mandó llamar (enero de 1049).181

Estando en Roma al servicio del Papa,

Hildebrando fue encargado de la administración monástica de San Pablo extramuros. En

todo caso, Hildebrando incrementó su preeminencia en el entorno eclesiástico y diplo-

mático de la Santa Sede. Dada su preclara inteligencia, anduvo implicado en aquellas

cuestiones teológicas y disciplinares que tenían como objetivo reformar al clero. Lo que

se comentaba en todos los círculos romanos era que con el Papa León IX y con su cola-

borador Hildebrando la reforma cluniacense había llegado por fin realmente a Roma y

desde allí habría de difundirse periféricamente y por toda la cristiandad. Así pues, Roma

fue desde entonces (por fin) el centro reformador de la Iglesia. Puede decirse, aunque

parezca demasiado esquemático, que el movimiento de reforma ha ido procesualmente

escalonado: primero como reforma monástica y ahora como reforma eclesiásticamente

romana y políticamente imperial.

Promovido por León IX, se fue constituyendo en Roma un grupo o equipo que cuajó

en la importante renovación del colegio cardenalicio, del que Hildebrando, muy notoria-

mente, formó parte, siendo enseguida archidiácono de Roma (año 1059, ya en el pontifi-

cado de Nicolás II). Aparte de otras funciones (las cuales todavía se perfilan), la función

principal del archidiácono es, además de organizar los funerales de un Papa difunto, la

de gobernar interinamente la Santa Sede en período de sede vacante. Ya hemos señalado

que cuando Hildebrando fue elegido Papa, además de cardenal, era archidiácono de Ro-

ma. Todo el mundo sabía que, de entre los reformadores, Hildebrando destacaba en el

grupo de los más decisivos o radicales, grupo en el que no se encontraba por cierto el

178

Efectivamente, hay muchos datos inciertos al respecto, entre otras cosas porque su familia era de mo-

desta condición. Ya lo contábamos en su momento.

179

Es importante destacar que para recibir esta ordenación se exigía en esos momentos tener al menos 20

años de edad. Teniendo en cuenta que el pontificado de León IX fue entre los años 1049-1054, Hilde-

brando debió de haber nacido como mucho en los primeros meses del año 1034, o más probablemente

aún antes del año 1029, si fue ordenado subdiácono durante los primeros meses del pontificado de León

IX.

180

Al menos se conjetura esto como probable.

181

No se sabe nada acerca del supuesto consentimiento que le diera su abad para atender a la llamada del

Papa, pero es de suponer que no le fue negado en ningún momento.

~ 97 ~

más moderado y conciliador Pedro Damiano.182

Esto nos muestra que el deseo de ver-

dadera y profunda reforma se había generalizado y popularizado.

Una vez elegido Papa, Hildebrando, ya Gregorio VII, no echó cuenta tanto en la forma

canónica, regular del todo o no, de su elección. Lo que pretendió y aprovechó entonces

fue su gran objetivo: obstaculizar la tendencia (heredada) del emperador Enrique IV a

inmiscuirse en los asuntos eclesiásticos para reforzarse en el norte de Italia con una

Iglesia a su favor y más imperial que romana o romana siempre que no fuera obstáculo a

su política imperial. Era lo que Enrique III había hecho. Lo que Gregorio VII desea des-

de que fue elegido Papa es lograr la ruptura de la mal entendida relación entre regnum et

sacerdotium, de tan funestas consecuencias históricas, lograr la superposición de su hie-

rocracia papal sobre el cesaropapismo imperial.

Escolásticamente hablando es ya el tiempo de las relaciones entre razón y fe. ¿Qué se

tiene que sobreponer a qué? Lo mismo cabe que nos preguntemos acerca de la relación

Iglesia y Estado. Todo se está fraguando como nunca en estos momentos. Y la cosa dará

mucho de sí aún a lo largo de la historia, entre lo acertado y lo discutible, entre lo ver-

dadero y lo errado, lo positivo y lo negativo. Habrá que ir viendo. Cabría decir que te-

nemos toda la Historia por delante…

De todos modos, los primeros años del pontificado de Gregorio VII –no cabría esperar

otra cosa– fueron de continuidad respecto a sus predecesores. Es impensable que un

pontificado se agudice tanto o de repente en una determinada línea. La reforma ecle-

siástica ya estaba puesta en marcha sin que se debiera toda ella a Hildebrando. Pero

poco a poco sí es verdad que se fue haciendo notar el cambio en todo, tanto canónica

como pastoralmente.

En septiembre de 1073 llegó a manos del Papa Gregorio VII una carta de Enrique IV,

extremadamente delicada en el tono y humilde en reconocer sus culpas, sobre todo en lo

concerniente a la simonía, al no haber estado de parte de la reforma eclesiástica en este

punto, sobre todo respecto a Milán. Esta carta, sin embargo, daba a entender la difícil

situación política en la que se encontraba el emperador. Eran fuertes las tensiones de los

sajones contra él y no faltaban golpistas y atisbos ciertos de usurpaciones en Alemania.

El emperador, por tanto, le pedía al Papa una actitud tanto de reconciliación como de

apoyo.

Gregorio VII envió dos cardenales como legados a Alemania. Fueron Gerardo, car-

denal obispo de Ostia, y Humberto, cardenal obispo de Palestrina. Ambos fueron muy

bien recibidos y tratados en la Corte Imperial. Corría el año 1074, siendo el día 24 de

abril, en Núremberg, cuando Enrique IV recibió las muestras de reconciliación del Papa.

El emperador se mostró complacido y bien dispuesto a responder adecuadamente a las

peticiones del Papa.

Los legados pontificios desempeñaron dos tareas: una de orden político (la buena rela-

ción y el clima de reconciliación con el emperador) y otra de orden eclesiástico, la diri-

gida al episcopado alemán. Gregorio VII proponía la celebración de un gran sínodo en

Alemania, para examinar las eventuales investiduras simoníacas. Aquello resultó bas-

182

San Pedro Damiano (muerto en 1072).

~ 98 ~

tante odioso, desagradable a los obispos alemanes y al mismo emperador, porque más

que de un sínodo se trataba de un tribunal, contra los mismos que lo constituirían, pues

tendrían que depurarse responsabilidades y efectuar deposiciones. Además, habrían de

promulgarse allí mismo los decretos romanos más recientes contra los culpables de si-

monía y nicolaísmo. Los obispos alemanes no estaban dispuestos a tanto, pensaban que

el Papa se propasaba, eran demasiado otonianos todavía, no habían entrado para nada en

las sendas de las necesarias reformas eclesiásticas, ahora provenientes de Roma, de la

Santa Sede. Vieron además disminuida la costumbre episcopaliana propia de los metro-

politanos. Los obispos alemanes tenían también en contra a sus respectivos cleros, con-

trarios a acoger los decretos romanos sobre la obligatoriedad del celibato. Los tumultos

y quejas por todo ello no eran infrecuentes. No faltaron enérgicos y destacados pronun-

ciamientos al respecto.183

Los primeros decretos de Gregorio VII contra la simonía y el concubinato de los clé-

rigos fueron promulgados184

en su primer sínodo sobre la reforma durante la Cuaresma

del año 1074, no pasando desapercibido este asunto para los cronistas. Y hubo más sí-

nodos sobre los mismos temas, siempre dando la sensación de que más que sínodos pa-

recían tribunales inquisitoriales o de estricta justicia y no tanto foros de debates o divul-

gativos de las ideas programáticas del Papa. Los sínodos ya no parecían ser reuniones

para deliberaciones en común. El contenido temático de los sínodos, en continuidad con

la forma que ya habían adquirido con Nicolás II, era el de imponer más, con férrea vo-

luntad, los criterios de su sucesor Gregorio VII, un Papa de decretos, los que él consi-

dera necesarios contra todos los clérigos, incluidos los obispos, simoníacos y de vida

matrimonial cada vez más considerada como vida irregular.

Gregorio VII no tenía tanto en su contra al emperador germano sino a los obispos y al

clero, no sólo en Alemania sino en muy amplios sectores o regiones de la cristiandad. El

183

El cronista benedictino Lamberto de Hersfeld se expresa así en sus Annales (año 1078): “El Papa Hil-

debrando reunido con los obispos de Italia, ya en frecuentes sínodos había decretado que los sacerdotes,

según los preceptos de los antiguos cánones, no debían tomar mujer y, si la tenían, o debían abandonarla

o ser depuestos, y que ninguno debía ser recibido en el sacerdocio si no estaba dispuesto a guardar la

continencia y el celibato. Una vez promulgadas estas disposiciones para toda Italia, mandó cartas que

contenían las mismas órdenes a los obispos de Francia, mandándoles portarse del mismo modo en su

Iglesia, de manera que sus sacerdotes no debían convivir con mujeres; les lanzaran anatemas y que por

ningún motivo tuvieran relación con ellas. Contra este decreto se levantó improvisadamente con violen-

cia todo el grupo de los clérigos afirmando que era él (el Papa) herético por cultivar una doctrina tonta.

Él ha olvidado la palabra del Señor que dice: „no todos pueden entenderlo sino sólo aquellos a los que

les ha sido concedido‟. Y el Apóstol: „si no saben o no pueden vivir en continencia, se casen‟. El Papa

quiere constreñir a los hombres de manera violenta a vivir como ángeles, negando el camino habitual de

la naturaleza, habría dejado libre salida para la fornicación y para la inmundicia. Si él insiste en man-

tener su idea, estarían más dispuestos a abandonar el sacerdocio que a dejar a la mujer y entonces él

habría necesitado conseguir ángeles para dirigir la Iglesia de Dios (al rechazar a los hombres). A pesar

de todo, Hildebrando permaneció firme en su convencimiento y metió a los obispos en una grave dis-

cordia entre ellos, mandándoles a ellos legaciones a propósito, una después de otra. Para hacer que se

aplicaran los dictámenes de la iglesia de Roma, mientras que en aquéllos que desobedecían recaían

graves censuras apostólicas”.

184

Probablemente.

~ 99 ~

caso de los obispos alemanes reunidos en Worms no fue favorable a las ideas reforma-

doras del Papa. No pudo él lograr, como quería, un gran concilio alemán, presidido por

legados pontificios romanos, para atajar la simonía y el nicolaísmo. No le valió tampoco

al Papa servirse de la colaboración de Enrique IV para ello.

En diciembre del año 1074, Gregorio VII escribió una carta a Enrique IV. Fue una

carta extraña y con un plan predeterminado. El Papa expresaba su voluntad de encabe-

zar él mismo un gran ejército para dirigirse a Tierra Santa y conquistar Jerusalén185

y

mientras tanto Enrique IV se ocuparía de la administración de la Iglesia estando al fren-

te de la misma.

Ya en 1075, durante la Cuaresma (del 24 al 38 de febrero), el Papa celebró otro sínodo

romano, un sínodo muy enérgico y revolucionario, decisivo contra las investiduras de

eclesiásticos por parte de laicos poderosos. Fue un sínodo en que se pronunciaron se-

veras condenas, concretamente contra algunos obispos italianos y alemanes. También

resultó amenazado de excomunión, por desobediente, el rey Felipe de Francia.186

El Pa-

pa exigió también, bajo amenaza de excomunión, que cinco consejeros del emperador

Enrique IV, llegaran a su presencia en Roma antes de junio de ese año (1075). Estas

decisiones del Papa eran de clara advertencia para todos los príncipes y para todos los

obispos que se le opusieran. La controversia sobre las investiduras se plasmó como

inaugurada en ese sínodo.187

Con lo decretado por el Papa quedó roto el nexo entre

regnum et sacertotium, todo lo relacionado con un episcopado que se había corrompido

sobre todo por apoyarse en la autoridad política, por haberse así politizado feudalmente.

Esos obispos, verdaderos señores feudales al servicio de soberanos y príncipes tempo-

rales, el Papa los quiere para sí, o si se quiere interpretar bien para la Iglesia, pero te-

niendo en cuenta que estamos en un tiempo en el que la Iglesia es también feudal. El Pa-

pa, como Vicario de Cristo, se erige en la autoridad suprema, por encima de todos los

demás príncipes y soberanos. El choque entre Gregorio VII y Enrique IV está servi-

do.188

185

Recién conquistada por los selyúcidas a los bizantinos y gobernada a partir de entonces por el empera-

dor selyúcida Yalal ad-Din Malik Shah (Yalaledín o Malik Shah I, entre los años 1072-1092).

186

Hijo de Enrique I y de Ana de Kiev, que reinó entre los años 1060-1108.

187

No se conservan actas del mismo sino sólo resúmenes y citas en diversas fuentes, pero según ese síno-

do debemos entender e interpretar el epistolario de Gregorio VII a partir del mismo.

188

Toda la lucha de las investiduras, la gran lucha entre regnum et sacerdotium y las consecuencias deri-

vadas de ella hay que interpretarlas desde la decisión unilateral de Gregorio VII en aquel sínodo de 1075.

F. Kempf, en la Historia de la Iglesia de H. Jedin (1980), argumenta que Gregorio VII se vio envuelto

en un conflicto que él no había deseado. En un primer momento dejó completamente de lado el decreto

que Nicolás II había emanado y renovado de Alejandro II, pero que no se habían puesto en práctica. Fue

esto lo que se desempolvó en el sínodo del año 1075. Admitiendo incluso que ahora el Papa Gregorio lo

hubiese publicado según las normas vigentes, lo hizo sin demasiada determinación, sin que sean cono-

cidos los motivos de su prudencia al principio. No obstante, lo decretado tuvo sus consecuencias, tal vez

imprevistas, porque Enrique IV reaccionó a su manera y Gregorio se volvió por ello inexorable. Acabó

excomulgando al emperador, haciéndolo como poco a poco, como iremos viendo.

~ 100 ~

Emanó también del año 1075, como obra de Gregorio VII, el que se conoce como

Dictatus Papae.189

El texto (en 27 proposiciones o axiomas, en latín)190

es como sigue:

1. La iglesia Romana ha sido fundada sólo por el Señor.

2. Sólo el Romano pontífice es definido con justo título universal.

3. Sólo él puede deponer o absolver a los obispos.

4. Su legado en concilio está por encima de todos los obispos, aunque sea de grado in-

ferior a ellos, y puede pronunciar una sentencia de deposición contra ellos.

5. El Papa puede deponer a los ausentes.191

6. No se debe estar bajo el mismo techo de aquellos que han sido excomulgados por

él.

7. El sólo puede, según la oportunidad, establecer nuevas leyes, constituir nuevas co-

munidades, transformar una colegiata en abadía y viceversa, dividir un obispado rico o

unir obispados pobres.

8. Sólo él puede usar las enseñas imperiales.

9. Sólo al Papa todos los príncipes besan los pies.192

10. Él es el único cuyo nombre será pronunciado en todas las iglesias.

11. Su nombre es único en el mundo.

12. A él le está permitido deponer al emperador.193

189

Uno de los textos más importancia y trascendencia tanto en la Edad Media como en toda la Historia

de la Iglesia.

190

Puede que se trate de un index o una capitulatio de una colección canónica que se proyectó y que se

perdió, o bien una lista de temas que había que tratar con vistas a la posible unión con Oriente (lo que de

entrada no parece complaciente a una consideración bizantina), o también pudiera tratarse de un guión de

los discursos sinodales de Gregorio VII, etc. En todo caso, es un texto enigmático, que en su momento fue

más secreto y reservado que público.

191

Contra lo que ordenaba el derecho canónico vigente, porque nadie puede ser juzgado si no está pre-

sente.

192

Curiosa (o soberbia) novedad.

~ 101 ~

13. A él está permitido transferir los obispos de una sede a otra si hay necesidad.

14. El puede ordenar donde quiera un clérigo de cualquier iglesia.

15. El que ha sido ordenado por él puede recibir la iglesia de otro, pero no ser solda-

do; y no debe recibir de un obispo un grado superior.

16. Ningún sínodo sea definido general sin su orden.

17. No existe ningún texto canónico fuera de su autoridad.

18. Su decisión no debe ser reformada por nadie y sólo él puede reformar las decisio-

nes de todos.

19. El no debe ser juzgado por nadie.

20. Ninguno ose condenar a aquel que ha apelado a la Sede Apostólica.

21. Los asuntos graves concernientes a una iglesia, cualquiera que sean, deben ser co-

municados.

22. La Iglesia Romana nunca ha errado,194

como atestigua la Escritura, y nunca come-

terá errores.

23. El Romano Pontífice, si fuera ordenado según los cánones, es indudablemente a

través de los méritos de San Pedro establecido en la santidad, como testimonia San

Ennodio obispo de Pavía en acuerdo con numerosos Padres, como se puede ver en el

decreto del Beato Papa Symmaco.

24. Bajo orden y con permiso del Papa está permitido a los súbditos sopesar una acu-

sación.

25. Él puede, sin necesidad de una asamblea sinodal, deponer o absolver a los obis-

pos.

26. El que no está de acuerdo con la Iglesia no debe ser considerado católico.195

193

Desde este postulado, es comprensible que muchos soberanos católicos se opusieran a la canonización

de Gregorio VII. La emperatriz María Teresa de Austria (1717-1780) ordenó quitar a San Gregorio VII

del breviario que se usaba en Austria.

194

Se supone que en lo propiamente eclesial y dogmático, no en todo.

~ 102 ~

27. El Papa puede liberar del juramento de fidelidad a los súbditos de un príncipe ini-

cuo.

Si resumimos estos axiomas, podemos destacar:

Que sobre el Papa recae el señorío absoluto de la Iglesia, por encima de todos los fie-

les, de todos los clérigos y obispos, así como también de las Iglesias locales, regionales

y nacionales, además de por encima también de los concilios.

Sobre el Papa recae también el supremo señorío sobre el mundo y a él se le han de so-

meter todos los príncipes y reyes, incluso el emperador.

La Iglesia romana no erró ni errará jamás.

Es evidente que tales pretensiones pontificias conducían claramente a un enfrenta-

miento con el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, iniciándose así la co-

nocida querella o controversia de las investiduras. Quedó prohibida la investidura reci-

bida de manos de un laico, aunque dicho laico sea el emperador.

La prohibición no fue admitida por Enrique IV, el cual siguió nombrando obispos, por

ejemplo en Milán, Spoleto, Fermo y en territorios colindantes con los Estados Pontifi-

cios. El Papa se lo fue recriminando y le fue amenazando con la excomunión y con de-

ponerlo como emperador.

Ante esto, el emperador reaccionó (enero de este año 1076) convocando sínodo en

Worms y, haciéndose presente en él, depuso al Papa. Es sabido que de haber sido exco-

mulgado, el emperador no podría contar con el fiel vasallaje de sus súbditos. Pero la

amenaza de excomunión seguía en el aire. Por eso, Enrique IV, temiéndose lo peor, que

los príncipes y señores alemanes se le sublevaran, pues se habían reunido con el Papa en

Augsburgo, decidió ir él también al encuentro del Papa y pedirle perdón y absolución.

Con todo, los obispos alemanes permanecían muy desconcertadamente irritados.196

Lo que fue quedando claro y decretado en sucesivos momentos fue todo esto:

Que la Iglesia es Institución divina.

Que el primado del Papa ha de quedar fuera de toda duda.

Que la Iglesia ha de organizarse de manera centralizada en la Santa Sede Romana.

Que el Papa está por encima del concilio.

Y que las relaciones del Papa con los príncipes y soberanos son siempre de supre-

macía del Papa.

195

Para Y. Congar esta sentencia es el tema gregoriano por excelencia, que él como teólogo formula así:

La fe llega a ser obediencia hacia Roma.

196

Y más lo habrían estado si hubieran conocido el texto del Dictatus Papae (que probablemente des-

conocían).

~ 103 ~

Es evidente que se produce una nueva eclesiología o una concepción eclesiológica que

ya no es la que era. Tendremos que ir viendo las consecuencias.

De momento, desde el sínodo de Worms, Gregorio VII sólo tenía en su contra al epis-

copado y no tanto a Enrique IV, que se desmarcó de la oposición directa, gozando in-

cluso de las alabanzas del Papa por su buena disposición hacia la reforma eclesiástica

(no podemos olvidar que Enrique IV tenía también el título de Patricio de los romanos).

Pero el enfrentamiento entre el Enrique IV y Gregorio VII fue un hecho cuando el em-

perador salió victorioso sobre los sajones y sobre los patarinos milaneses. Ervevnaldo,

uno de los consejeros imperiales que fue excomulgado, fue mandado por el emperador a

Lombardía y allí llevó a cabo la investidura de Tedaldo, un subdiácono milanés como

nuevo arzobispo de Milán, cuando aún vivían dos de sus predecesores. Además, como

ya contábamos, Enrique IV concedió la investidura de los obispos de Spoleto y de

Fermo, fieles a él pero desconocidos para Gregorio VII. El Papa reaccionó, pero no pro-

pició aún una ruptura con el emperador. Sí le exigió explicaciones y el emperador se las

dio por carta, como ya contábamos, reconciliándose con el Papa, siendo entonces cuan-

do convocó el sínodo de Worms del que venimos hablando. Asistieron 26 obispos, casi

todos alemanes, en torno al arzobispo Sigfrido de Maguncia. Este episcopado acabó ne-

gándose a obedecer al Papa, aduciendo sobre todo la invalidez canónica de su elección

según lo previamente decretado en Melfi (año 1059).

Desde el sínodo, en sus conclusiones, los obispos alemanes se dirigieron por escrito a

Gregorio VII llamándolo Hildebrando hermano, no Papa, aunque sin juzgarlo ni depo-

nerlo, pero dándolo a entender. Lo declaran, eso sí, nulo en su pontificado por ser canó-

nicamente nula su elección. Más que deponerlo le piden que sea él mismo quien se au-

todeponga, algo así como que abdique o dimita. En el comunicado episcopal no faltan

insultos y acusaciones contra Gregorio VII, censurándole su autoritarismo y su falta de

aprecio a sus hermanos en el episcopado.

La carta que posteriormente dirigió también Enrique IV al Papa contenía expresiones

muy fuertes:197

Enrique, rey, no por usurpación sino por sagrada ordenación de Dios, a Hil-

debrando, no Papa, sino falso monje.

Para tu vergüenza he encabezado esta forma de saludo, tú que en la Iglesia no

has dejado ocasión de deshonor en vez de honor, de maldición en vez de ben-

dición. Para indicar entre muchos ejemplos sólo algunos importantes no has te-

mido de no tocar como ungidos del Señor a los rectores de la Santa Iglesia, ar-

zobispos, obispos y sacerdotes, sino que les has pisoteado bajo tus pies, como

siervos que no saben lo que hace su patrón. Oprimiéndoles te has ganado el

favor del vulgo. Has creído que todos esos no saben nada y tú sólo posees toda

la ciencia, de la cual luego te sirves no para construir sino para destruir.

197

Hemos de entenderla en un contexto de intercambio epistolar y tratadista, ciertamente de carácter pro-

pagandístico en las encendidas controversias, de sugestiva retórica y siendo cartas abiertas (que todos

públicamente podían leer, toda una novedad de género literario de la época).

~ 104 ~

Y nosotros que nos hemos esforzado en defender el honor de la Sede Apos-

tólica hemos soportado todas estas cosas. Pero tú has creído que nuestra humil-

dad era temor, y no has temido levantarte contra el poder real, que nos ha sido

concedido por Dios y has amenazado de poder quitárselo, como si nosotros hu-

biésemos recibido el reino de ti, como si el reino o el imperio estuviesen en tu

mano y no en la de Dios.

Nuestro Señor Jesucristo que nos ha llamado al reino, no te ha llamado a ti al

sacerdocio. Tú has llegado a este grado sobre todo con la astucia, que no se

concilia con la profesión monástica, te has procurado el dinero, con el dinero el

favor, con el favor las armas, y con las armas el signo de la paz, (o sea el cargo

de pontífice) y con el signo de la paz has turbado la paz armando a los fieles

contra los prelados, enseñándoles a despreciar a nuestros obispos llamados por

Dios, tú que no has sido llamado. Incluso a mí, que aunque indigno, he sido

consagrado para reinar entre los cristianos, me has golpeado. Mientras yo,

según lo que enseña la tradición de los Santos Padres, no puedo ser juzgado

más que por el mismo Dios.

Desciende, por tanto. Abandona la Sede Apostólica usurpada. Que otro suba

al trono de Pedro que no esconda la violencia bajo alguna religión, sino que en-

señe la sana doctrina de San Pedro.

Yo Enrique, rey por la gracia de Dios, yo te digo con todos mis obispos, des-

ciende, desciende, condenado por los siglos.

Otra carta de Enrique IV fue dirigida a los romanos con la propuesta de alejar a Hilde-

brando de la Sede Apostólica y elegir a un nuevo Papa.

Poco después del Sínodo de Worms, dos obispos alemanes fueron encargados de ir a

Italia, concretamente a Piacenza, para solicitar la adhesión del episcopado lombardo a la

causa imperial. Fue entonces cuando Gregorio VII, en el habitual sínodo cuaresmal

(1076), con la ofensiva e imprudente carta de Enrique IV en sus manos, excomulgó y

depuso al emperador, mientras rezaba solemnemente a San Pedro. Así, fríamente y sin

alterarse, del modo más inaudito y totalmente novedoso, con gran repercusión, Gregorio

VII hizo lo que ningún Papa había hecho hasta entonces. También el arzobispo Sigfrido

de Maguncia fue excomulgado y depuesto. A los demás obispos alemanes se les instó a

presentarse al Papa antes del 1 de agosto para dar explicaciones, las cuales no habrían

de ser justificables para el Papa. Todos los obispos lombardos fueron excomulgados. El

Papa, contando con los sajones enemigos de Enrique IV, cavila sobre cómo sustituir al

emperador con un sucesor y sobre qué hacer con el sustituido, si es que todo esto de las

mutuas deposiciones se da por consumado.

~ 105 ~

Dictatus Papae (Archivo Vaticano). Texto latino en el siguiente recuadro.

~ 106 ~

AÑO 1077

I.- Quod Romana ecclesia a solo Domino sit fundata.

II.- Quod solus Romanus pontifex iure dicatur universalis.

III.- Quod ille solus possit deponere espiscopus aut reconciliare.

IV.- Quod legatus eius omnibus episcopis presit in concilio etiam inferioris gradus et

adversus eos sententiam depositionis possit dare.

V.- Quod absentes papa possit de-ponere.

VI.- Quod cum excommunicatis ab illo inter cetera nec in eadem do-mo debemus manere.

VII.- Quod illi soli licet pro temporis necessitate novas leges conde-re, novas plebes congre-

gare, de canonica abatiam facere et e contra, divitem episcopatum dividere et inopes unire.

VIII.- Quod solus possit uti imperialibus insigniis.

IX.- Quod solius papae pedes omnes principes deosculentur.

X.- Quod illius solius nomen in ecclesiis recitetur.

XI.- Quod hoc unicum est nomen in mundo.

XII.- Quod illi liceat imperatores deponere.

XIII.- Quod illi liceat de sede ad sedem necessitate cogente episcopos transmutare.

XIV.- Quod de omni ecclesia quocunque voluerit clericum valeat ordinare.

XV.- Quod ab illo ordinatus alii ecclesiae preesse potest, sed non militare; et quod ab

aliquo episcopo non debet superiorem gradum accipere.

XVI.- Quod nulla synodus absque precepto eius debet generalis vocari.

XVII.- Quod nullum capitulum nullusque liber canonicus habeatur absque illius auctoritate.

XVIII.- Quod sententia illius a nullo debeat retractari et ipse omnium solus retractare

possit.

XIX.- Quod a nemine ipse iudicare debeat.

XX.- Quo nullus audeat condemnare apostolicam sedem apellantem.

XXI.- Quod maiores cause cuiscunque ecclesiae ad eam referri debeant.

XXII.- Quod Romana ecclesia nunquam erravit nec imperpetuui scriptura testante errabit.

XXIII.- Quod Romanus pontifex, si canonice fuerit ordinatus, meritis beati Petri indubi-

tanter efficitur sanctus testante sancto Ennodio Papiensi episcopo ei multis sanctis patribus

faventibus, sicut in decretis beati Symachi pape continetur.

XXIV.-Quod illius precepto et licentia subiectis liceat accusare.

XXV.- Quod absque synodali conventu possit episcopos deponere et reconciliare.

XXVI.- Quod catholicus non habeatur, qui non concordat Romanae ecclesiae.

XXVII.- Quod a fidelitate iniquorum subiectos potest absolvere.

~ 107 ~

CATALUÑA

Murió en este año el vizconde Udalard II de Barcelona, hijo de Bernat I y de Er-

mengarda y nieto de Udalard I (que fue cautivo de Almanzor en Córdoba).

Udalard II era menor de edad cuando murió repentinamente su padre, siendo entonces

tutelado por su hermano Guislabert I, vizconde y obispo de Barcelona. Toda la familia

formó un clan intrigante y contrario al conde Ramón Berenguer I. Podemos recordar

que Guislabert I apoyó a Udalard II, su sobrino, encabezando un ataque a pedradas

desde el palacio episcopal contra el palacio condal. Se aliaron también con el conde Ra-

món I de Cerdaña contra el conde de Barcelona. A favor de éste estuvo Oliba, el abad

que ocupó también la sede episcopal de Vich. Oliba dictó la sentencia contra el obispo

Guilabert I y contra su tío Udalard II (año 1044). Ambos tuvieron que entregar presos a

los responsables directos del apedreamiento y pagar una fianza de 10.000 sueldos. Y lo

más sonado de la oposición contra el conde Ramón Berenguer I de Barcelona fue el

alienarse de la familia en torno al rebelde más destacado de la misma, Mir Geribert.

A Udalard II le sucede ahora su hijo Guislabert II, el cual da su apoyo a Ramón Be-

renguer II contra su hermano Berenguer Ramón II.

De otra parte, el obispo Amado de Olorón,198

actuando como legado pontificio, se per-

sonó en Gerona y reunió allí un sínodo para atajar la relajación moral de los monasterios

del entorno y condenar la simonía imperante. Excomulgaron al arzobispo Guifré de

Narbona.

Como se sabe, uno de los más simoníacos de estos tiempos es el arzobispo Guifré de

Narbona, el cual, enterado de su excomunión, armado y con tropas, manu militari, todos

a caballo, arremetió contra la asamblea sinodal gerundense y casi todos los congregados

se dieron a la fuga. El legado pontifico, con tres obispos leales que no se le despegaron,

continuaron sus asuntos y deliberaciones en Besalú, bajo la protección del conde del

lugar, Bernat II. El tempestuoso sínodo o concilio de Gerona se reduce a los más radi-

cales reformistas. Según ellos no es para menos, pues la corrupción eclesiástica es extre-

ma. Muy celosos ellos, no temen extralimitarse en las medidas reformadoras a adoptar e

implantar.

198

En la zona pirenaica del suroeste de Francia.

~ 108 ~

CASTILLO DE CANOSSA

El 2 de febrero de este año 1077 fue la fecha señalada por el Papa Gregorio VII para

reunir bajo su presidencia una gran asamblea imperial para decidir sobre el futuro del

Sacro Imperio Romano Germánico. El lugar previsto para la reunión era Augusta

(Augsburgo).

Enrique IV no estaba por parte de que esa reunión se celebrara, aunque no pudo im-

pedir que el Papa Gregorio VII se pusiera en marcha desde Roma, en cuanto pasaron las

fechas navideñas.

Enrique IV, con una reducida escolta,199

se puso también en camino para salir al en-

cuentro del Papa. Emprendieron el camino hacia Italia atravesando el alpino monte Ce-

nisio y se detuvieron en el Piamonte. El Papa mientras tanto atravesaba los Apeninos y

decidió irse al muy fortificado castillo de Canossa,200

pertenencia de la marquesa Matil-

de.201

199

Dando a entender que iba más como peregrino penitente que como jefe militar o como poderoso em-

perador. De hecho, este viaje pasó a la historia como paseo de Canossa. Para Enrique IV el objetivo era

verse libre de excomunión. Hoy en día, la expresión paseo de Canossa se usa para indicar que se pide o

se ruega algo de manera humillante o como procesión penitente.

200

El castillo de Canossa fue construido hacia el año 940 por Adalberto Atto, hijo de Sigifredo de Lucca,

un príncipe lombardo. Está sobre una colina rocosa de unos 530 metros sobre el nivel del mar. Además de

la residencia de Adalberto, el castillo incluía un convento con doce monjes benedictinos y una iglesia

dedicada a San Apolonio. Estaba protegido por un triple círculo de murallas; entre los dos círculos más

bajos se situaban las caballerizas y la residencia de los sirvientes. Fue uno de los castillos medievales más

inexpugnables de Italia. Podemos recordar que en el año 950 sirvió de refugio a la soberana Santa

Adelaida, viuda del rey (nominal) Lotario II de Italia (948-950). Berengario II de Italia (de la Casa de

Ivrea), usurpador de Lotario II, sitió el castillo curante tres años con la intención de obligar a Adelaida a

casarse con su hijo Adalberto. Adelaida se libro con la ayuda de Otón I, con quien se casó.

201

La noble Matilde de Canossa, también conocida como la Gran Condesa y como Matilde de Toscana

(1046-1115), poderosa señora feudal, muy influyente en lo político y en lo militar durante la Edad Media,

destacó como aliada del Papa Gregorio VII en todo lo concerniente a la querella de las investiduras,

siendo mediadora entre Gregorio VII y Enrique IV en Canossa.

Matilde de Canossa, desde su fortaleza, llegó a dominar todos los territorios italianos al norte de los

Estados Pontificios, poseyendo, desde 1076, amplios territorios de Lombardía, Emilia Romaña y Toscana.

Era hija del marqués Bonifacio III de Toscana y de Beatriz de Lotaringia, y nieta por vía materna del

duque Federico II de la Alta Lotaringia.

En 1071, Matilde se casó con Godofredo IV (el Jorobado), duque de la Baja Lotaringia, y enviudó de

éste en 1076. En 1089 se casará de nuevo, con el duque Güelfo II de Baviera.

Matilde muere (muy afectada de gota) en 1115, siendo enterrada en la abadía de San Benedicto Poli-

rone, en la lombarda San Benedetto Po, pero en el año 1633, por decisión del Papa Urbano VIII (1623-

1644), sus restos fueron trasladados al Castell Sant’Angelo de Roma. Finalmente, en 1645, desde un

nuevo traslado, sus restos reposan en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, en una suntuosa tumba

esculpida por Bernini, siendo de las pocas mujeres allí enterradas (otra es la reina Cristina de Suecia,

1632-1654).

~ 109 ~

Resultaba que la mayor parte de los príncipes, duques y señores de Alemania, se puso

en contra de Enrique IV y a favor del Gregorio VII. Por eso a Enrique IV no le quedaba

otra opción que la de pedir la absolución del Papa. Su paseo a Canossa, en un enero in-

vernal y de nieves abundantes, sin un camino mínimamente trazado, fue terrible y más

aún lo fue para su esposa Berta y para su pequeño hijo Enrique. Los ventisqueros se hi-

cieron insoportables. Berta y su hijo tuvieron que ir en un trineo hecho o prácticamente

improvisado a base de unas pieles de vacas, empujado o tirado con cuerdas por los

acompañantes. El descenso por las montañas fue muy dificultoso. En no pocos tramos el

mismo emperador tuvo que arrastrarse y andar a gatas.

Llegados a Canossa, el 25 de enero, no encontraron precisamente las puertas abiertas

sino tan sólo la austera mediación de Matilde y del abad Hugo de Cluny, que precisa-

mente fue al padrino de Enrique IV.202

De todos modos, finalmente, sólo se le impidió

la entrada al emperador.203

El emperador tuvo que permanecer durante tres días y tres noches, arrodillado y ves-

tido de penitente (hábito de monje, de lana) y descalzo, estando todo como estaba, muy

nevado.204

Era lo canónicamente requerido para alcanzar el perdón del Papa.

El Papa estaba perplejo, aunque no conmocionado, por la resistencia penitencial del

emperador. Gregorio, como sacerdote, no podía negar la absolución al penitente, pero

aun así vacilaba sobre su modo de proceder, pues a toda costa quería lograr la abdica-

ción del emperador, cosa difícil si era perdonado. Finalmente, a 28 de enero, el Papa

optó por su misión sacerdotal y perdonó a Enrique IV librándolo del peso de la exco-

munión. Triunfó como sacerdote, aunque fue derrotado como político.205

202

A Hugo lo canonizó el Papa Calixto II en el año 1121. Se conmemora el 29 de abril.

203

En el castillo de Canossa se encontraban también numerosos cardenales y abades.

204

Podemos entender también que en algún sitio se refugiaría el emperador. Tal vez lo verdaderamente

histórico fue que llamó en tres diarias ocasiones al castillo.

205

Mucha tinta corrió después, a lo largo de la Historia, sobre lo sucedido en Canossa. La historiografía

liberal de los siglos XIX-XX interpretó lo sucedido en Canossa como un triunfo desmesurado del cle-

ricalismo medieval, ávido de poder, que no tuvo inconveniente en humillar extremadamente a los ale-

manes. Pero eso no fue así. Lo que ocurrió en Canossa se ajustaba a la práctica penitencial del momento,

sin que entonces resultara degradante o indigno. Hay que tener en cuenta que en aquello no hubo sólo una

cuestión de fe sino también una circunstancia política de primer orden, la misma que no se le pasaba por

alto al emperador. Lo que buscaba Enrique IV, además de su absolución, era impedir la vinculación de los

príncipes alemanes con el Papa, cosa que, en contexto feudal, iría totalmente en su contra.

De hecho, al ser absuelto, Enrique IV pudo irse recuperando también políticamente. Pero no sólo eso,

pues siempre se supo cristiano y quiso serlo de verdad; no hizo un paripé de penitencia sino que se la

tomó muy en serio y con arrepentimiento sincero.

Lo sucedido en Canossa significó también una evolución de cambio importante en el ordenamiento de

la Edad Media. El penitente Enrique no era un cristiano más, sino un soberano cristiano de territorio

cristiano, un ungido de Dios, un portador o encargado de una misión sagrada, alguien que en aquel mo-

mento tenía que replegarse a la autoridad del Papa, algo de lo que era consciente, siéndolo de un modo

nuevo en la práctica. En adelante, Gregorio VII no reconocerá más un reino teocrático dependiente di-

rectamente de Dios sino mediante la Iglesia, que quiere decir mediante la hierocracia del Papa. En este

cambio hemos de entender lo sucedido en Canossa y todo lo acontecido antes y después. Comenzó a ser

~ 110 ~

Enrique IV fue absuelto pero prestando juramento de comprometerse también a su re-

conciliación con los príncipes alemanes, siguiendo para ello las indicaciones del Papa.

Sólo así fue readmitido en la comunión con la Iglesia, pero sin quedar aclarado que que-

daría plenamente reintegrado al trono imperial, al menos en todas sus responsabilidades,

pues muchas de ellas se las reservó aún el pontífice, que seguía empeñado en la necesi-

dad de celebrar una gran asamblea imperial al respecto, pero ya vacilando mucho sobre

el particular.

La no prevista absolución de Enrique IV suscitó desconcierto entre sus adversarios

alemanes, los cuales no tardaron en protestar y aponerse abiertamente a él. Sus oposito-

res más radicales se reunieron en Forchheim,206

ya en el mes de marzo, y eligieron allí

al duque Rodolfo de Suabia (o de Rheinfelden)207

como nuevo emperador. Fue en todo

caso una elección extraña, pues no contó con la aprobación de Gregorio VII, que ni

siquiera fue consultado sobre el elegido, cuñado de Enrique IV.208

Sí hubo en la reunión

–restringida y no grande como la hubiera querido el Papa– dos legados pontificios, am-

bos de nombre Bernardo, cardenal diácono en Roma uno y abad de San Víctor de Mar-

sella el otro. Los dos legados se mostraron del todo diplomáticos y ambiguos, dejando

así bastante desconcertados y con muchos equívocos a los reunidos, todos ellos enemi-

gos de Enrique IV o contrarios a él. Pensaron que el Papa los apoyaría enseguida, al

antagónica la relación entre regnum et sacerdotium, la relación difícil o conflictiva que desde la Edad

Media se prolongará hasta nuestros días como relación Iglesia-Estado.

Enrique IV, de momento, estaba absuelto y políticamente seguro, pero no dejó de saber ya –igual que

todos los soberanos cristianos en adelante– que sus fundamentos reales no eran ya tan consistentes. La

afirmación del origen divino de su propio poder, la de la intangibilidad de su cargo, su carácter sagrado

como soberano, habían sufrido ya un daño irremediable. Nada sería ya en adelante como era en el pasado.

206

Cerca de Núremberg, en Baviera.

207

Rheinfelden es una ciudad del sur de Alemania homónima de otra, muy cercana, que es la capital del

cantón suizo del mismo nombre, fronterizo con Alemania, que es la que se refiere a Rodolfo de Suabia, de

la Casa de Hohenstaufen o Staufer, los gibelinos, muy influyentes durante la Edad Media.

Aprovechándose de la minoría de edad de Enrique IV, Rodolfo había secuestrado a su hermana Matilde

(año 1057) exigiendo poderse casar con ella. Lo consiguió en 1059, así como el ducado de Suabia y el go-

bierno de Borgoña. Matilde se murió en el año 1016, y Rodolfo se casó entonces con Adelaida, hija de

Otto (Otón) I de Saboya. De este matrimonio nació Adelaida de Rheinfelden, que se casó con Ladislao I

de Hungría (Santo, se conmemora el 27 de junio), que reinó entre este año 1077 y 1095, el año de su

muerte, siendo en todo momento partidario del Papa y contrario a Enrique IV.

Rodolfo de Suabia, cuñado de Enrique IV, se le fue poniendo en su contra, sobre todo a raíz de la que-

rella de las investiduras que ahora nos ocupa en nuestra narración. Suplantando al emperador fue co-

ronado en su lugar por el excomulgado arzobispo Sigfrido de Maguncia, el 25 de mayo de este año 1077,

pero la gente de Maguncia se levantó contra él y tuvo que huir marchando a Sajonia, contradictoriamente

dejando entonces Sajonia de ser parte del ducado de Suabia. Rodolfo fue privado de Suabia por parte de

Enrique IV, en Ulm, y el ducado pasó entonces a manos de Federico de Büren, inaugurándose así la Casa

de Staufer o Hohenstaufen. Ya iremos contando cuando suceda posteriormente.

208

Actuó en contra de Enrique IV y a favor de Gregorio VII, lo que no quería decir que Gregorio VII ac-

tuara a su favor y en contra o en detrimento de Enrique IV. Que uno se ponga a favor de alguien no

significa que ese alguien se ponga a favor de uno.

~ 111 ~

igual que a Rodolfo de Suabia, pero no fue así. Lo que menos quería Gregorio VII era

apresurarse a nada, pues el Papa es más frío y menos apasionado que ellos. Ya veremos

en qué acaba todo.

Políticamente sí supo aprovechar el Papa Gregorio VII el asunto interno de Alemania,

pues así, con aquella cuestión política abierta, tenía la oportunidad de actuar más libre y

eficazmente en los asuntos eclesiásticos alemanes, haciendo valer sus posiciones refor-

madoras y su ideal sobre la supremacía de la Santa Sede Apostólica Romana, sin que

además pudiera intervenir sobre ella algún soberano.

~ 112 ~

ESPAÑA

No sólo en Alemania se centra el Papa Gregorio VII. Mediante una carta se dirigió

también, por ejemplo, a todos los reyes, condes y señores de Hispania, recordándoles

que este reino, “de antiguo”, pertenece a la Santa Sede Apostólica Romana, a la cual

han de someterse todos.209

Además de por carta, el Papa envió a España como legado

suyo a Hugo Cándido, al que muchos tienen por bellaco, furibundo en exigir la implan-

tación del rito romano y en acabar con el rito hispano mozárabe.210

Gregorio VI pasará a la historia como el Papa obsesionado en que el mundo le per-

tenece. ¡Cómo no le iba a pertenecer España, reducida así a un feudo más, entre tantos,

de la Santa Sede!211

Con esa obsesión de dominio orbi et orbi de este Papa está también

la de que sus decisiones son incontestables.212

El Papa, dando por sentado que España es suya, no tuvo otra idea que dársela al in-

significante conde francés Ebuly (o Ebulo) de Rucoy, que además de ser un conocido

del Papa no le conocía nadie más sino en su restringida y pobretona parentela.

Ebuly (¡pobrecito mío!), que apenas sabía que era conde y era más simple que el me-

canismo de un botijo, sabía aún menos acerca del berenjenal en el que le metió el Papa.

No debió de recibir acertadas o precisas explicaciones, pero sí la orden de que se diri-

giera a España para tomar posesión de ella. Como pudo se hizo de tropas –o como pudo

209

El Papa, con absoluto atrevimiento y totalmente autoritario, se dirigió por carta sobre todo a Alfonso

VI, que cada vez se consideraba más a sí mismo como emperador español. En su carta, llena de errores

conceptuales, con muchas imprecisiones y mucho más con severos avisos y amenazas, le dice que España

es propiedad del patrimonio de San Pedro, cosa que a él le consta documentalmente, aunque (¡mira por

dónde!) se habían perdido los supuestos documentos, pero que él los había visto.

210

En España, como en todas partes, Gregorio VII se empeñó en introducir la liturgia romana a toda

costa, exigiendo vencer toda resistencia entre el clero o entre los fieles, resistencia que se hacía sentir so-

bre todo en Castilla. Para Gregorio VII, la litrugia hispana y mozárabe, la tradicional de siempre, era sos-

pechosa de herejía. Hay que tener en cuenta que para Gregorio VII podía ser herejía cualquier cosa par-

ticular o diversa a las que él propusiera. La fe se mide por la total consonancia con la Santa Sede, con el

centralismo romano.

211

No viene a qué meternos contra este Papa, santo canonizado, pero sí es cierto que en muchos aspectos

no supo (o no estuvo a su alcance) valorar el tremendo esfuerzo de los cristianos españoles, ciertamente

muy pecadores, por erradicar el islamismo del suelo patrio. Habría que haberle recordado al Papa que

España, en la que nunca se habían inmiscuido tanto los Papas, es de los españoles, que sus trabajitos les

estaba costando recuperarla como cristiana y que heroicamente se habían mantenido fieles a la fe en me-

dios hostiles y dificultosos, entre tantos moros con los que hubo que convivir. Habría que haberle re-

cordado también que pocos reyes y señores de España, a pesar de las también flagrantes simonías y enri-

quecimientos, más que en ningún otro lugar del mundo habían donado tanto, incluso dando la propia vida

guerreando y defendiendo, enriqueciendo y construyendo una Iglesia viva y dinámica, peregrina y fiel

como en ningún sitio.

212

¿Se tenía también como infalible en política?

~ 113 ~

se las habilitó el Papa, que para eso era poderoso– y se adentró en España, atravesando

los Pirineos, para adueñarse de sus territorios manu militari si se encontraba con oposi-

ción. España sabía ya de intifadas. Nada más verlos aparecer, los españoles, montañeses

pirenaicos, arremetieron contra ellos lanzándoles piedras y apaleando a cuantos alcanza-

ban. Los invasores se largaron y no volvieron a aparecer nunca jamás.

Pero el obsesionado e impertinente pontífice Gregorio VII volvía una y otra vez con

sus cartas al rey Alfonso VI, diciéndole cosas como éstas: “Creo no ignoraréis que des-

de lo antiguo era el reino de España propio del patrimonio de San Pedro, y aun cuando

lo tengan ocupado los paganos, como no faltó el derecho, pertenece al mismo dueño”.

¿Acaso no podrá convencer Gregorio VII a Alfonso VI con otros argumentos para lo-

grar su objetivo de implantar en España el rito romano en detrimento del rito hispano de

siempre y particularmente del mozárabe que quiere erradicar?213

Por supuesto, el rey

Alfonso VI impuso el rito romano en España y quedó para su desaparición el rito his-

pano mozárabe.214

Hasta ahora, la Iglesia en España, mantenida en peculiares circunstancias, siempre fiel

al obispo de Roma, no había tenido demasiadas injerencias desde la Santa Sede, y fue

allí siempre bien considerada como Hispania. Pero en estos momentos, Gregorio VII y

los cluniacenses215

extienden por todas partes la unidad-uniformidad y la centralización

romana de la Iglesia. La disciplina eclesiástica afecta de lleno a la liturgia. Esto coincide

con la conciencia del despertar nacional español que se acentúa cada vez más, con una

identidad que se esboza cada vez con mayor propiedad. La imposición del rito romano

fue un mazazo al respecto. No es que se hundiera el mundo, pero fue un mazazo. El rito

romano, más frío y austero, a fuer de europeo, sofocó, suplantándolo, al colorista y lleno

de vida rito hispano mozárabe, sin el cual tal vez no se hubiera mantenido la Iglesia en

España, que habría terminado siendo islámica.

España se formó y se consolidó mucho más por el rito hispano mozárabe que por el

romano. Cuando éste se implantó, España tenía ya su identidad. La Santa Sede llegó

tarde y mal en lo que respecta a la configuración de la Iglesia en España y de España co-

mo nación y sociedad. Los destinos de España ya estaban marcados, sin necesidad de

que vinieran Gregorio VII o los cluniacenses a marcarlos. Todo acabará en cruzada, de

dos tipos: la internacional y la española. España tendrá su propia cruzada, la que a pesar

del romano pontífice, sabrá desarrollar y llevar a término a su manera.216

Gregorio VII no procede siempre impulsado por los mismos motivos, que muchas ve-

ces no aparecen claros. Es evidente que en primer lugar busca moverse según el man-

213

El 25 de mayo del año 1085 debió de tener el rey Alfonso VI dos alegrías: fue el mismo día de su con-

quista de Toledo y el del fallecimiento del Papa Gregorio VII.

214

Ver Epílogo II.

215

Tanto monta, monta tanto.

216

España –me atrevo a decir– estaba más avanzada desde la Edad Media hacia la modernidad, que el

resto de Europa, incluyendo a los cluniacenses y al mismo Papa San Gregorio VII. Demasiado medievales

aún, más que España.

~ 114 ~

dato de Cristo y la encomienda del Señor a San Pedro, pero otras veces, mostrándose

autoritario, no parece sino realzar su propia propensión a la omnipotencia, al propio en-

grandecimiento, a un destacar de supremacía que parece de sumo egoísmo. Puede evi-

denciarse, sin embargo, que lo que pretende no es engrandecerse él sino engrandecer a

la Iglesia, como mucho a través de él, pero nunca por él o para él, aunque a veces es lo

que puede parecer. Las querellas y las controversias tuvo que sufrirlas a la vez que pudo

fomentarlas muy a su pesar.

España, mientras tanto, de antiguo pasado romano y visigótico, de raíces cristianas va-

rias, se está formando a sí misma como sociedad que se recupera a la vez que se lanza al

futuro. Este trabajo es arduo, entre la unidad y la diversidad, entre contradicciones y ab-

surdos, entre lo material y lo espiritual, entre lo temporal y terreno y lo eterno y ce-

lestial, entre luces y sombras, entre cristianismo y paganismo, entre culturas varias con

entendimientos y con desentendimientos, entre civilización y barbarie… Así se va cin-

celando España, labrándose y troquelándose, como a fuego que arde a la vez que ilu-

mina, como llama que da calor o a veces abrasa, pero todo, en verdad, fraguado desde

un cristianismo asumido y mantenido, a pesar de todos los pesares y a veces de modo

heroico, trascendental. En ningún lugar como en España pude demostrarse que de los

pedazos del mundo (romano) antiguo y de la fiereza salvaje de los germanos y de los

nórdicos bárbaros surgiera una síntesis más luminosa, sin descartar en ella las aporta-

ciones islámicas y hebreas, de Al-Ándalus y de Sefarad.

Hubo nieblas y oscuridad sepulcral, pero no situación lúgubre o pavorosa sino luz, pe-

regrinación, paz y convivencia a pesar de todo. A pesar del caos pasado o que siempre

emerge, va surgiendo la unidad más armoniosa, que no es precisamente la más unifor-

madora.

~ 115 ~

HUNGRÍA

Murió en este año 1077 el rey Geza I de Hungría, a sus 37 años de edad y siendo el

año tercero de su reinado. Fue enterrado en Vác.217

Ha sido una buena persona, piadoso,

justo, generoso… La muerte le sobrevino el 25 de abril, a causa de las heridas que re-

cibió en sus combates (que a continuación se cuentan).

Hijo de Bela I (1016-1063) y de Riquilda de Polonia, fue hasta el momento el séptimo

de los reyes húngaros, sucediendo a su primo Salomón (1065-1074). Era el hermano

mayor de Lampert y de Ladislao, siendo éste quien ahora le sucede como Ladislao I.218

Geza luchó junto a sus hermanos y a su primo y predecesor Salomón contra los inva-

sores de Hungría que provenían desde Oriente. Se enfrentó así, por ejemplo, a los cu-

manos y a los pechenegos derrotándolos en más de una ocasión, destacadamente en la

batalla de Cserhalom (año 1068).219

También se distinguió Geza por su rechazo a las

tropas bizantinas que atacaron Belgrado durante los años 1071 y 1073.

Por la misericordia de Geza ante los soldados bizantinos, liberándolos sin causarles

daño, el emperador bizantino Miguel VII Ducas le envió una corona e intentó establecer

lazos políticos promoviendo el matrimonio de Geza (viudo de Sofía de Looz)220

con

Sinodia, sobrina de Nicéforo Botaniates, el comandante de su ejército.221

Esta boda se

celebró en 1072.222

Cuando reinaba en Hungría Salomón, primo y predecesor del ahora difunto Geza I, el

pueblo húngaro andaba muy descontento. El rey Salomón fue acusado de perder el

juicio por atentar contra sus primos y por escuchar los malos consejos de Vid, un noble

ispán (gobernador), en vez de hacer caso a su prudente madre la reina Anastasia (viuda

de Andrés I, 1046-1080). Anastasia llegó a maldecir a Salomón por su torpeza y mal-

dad, propias de quien desvaría. El pueblo húngaro estaba muy descontento también por-

217

A 34 kilómetros al norte de Budapest, a orillas del Danubio.

218

Lampert, hombre apacible y amante de la vida tranquila, se desentendió siempre de querer reinar y

permaneció príncipe de por vida. Se sabe poco de él, por ejemplo si se casó o no. Parece ser que murió

hacia el año 1096.

219

Fue una victoria de Geza sobre los cumanos, una las tribus bárbaras de nómadas provenientes de Asia,

que se introdujeron en Hungría al mando del caudillo Ozul. Pasando por Transilvania, robaron y des-

truyeron cuanto pudieron. Ozul pensó que podría vencer fácilmente a los húngaros, pero se equivocó.

Sufrió una gran derrota.

220

Sofía de Looz (1050-1075) era hija del duque Arnolfo de Bélgica y Limburg, siendo su madre la

condesa Luitgarda de Namur.

221

En 1078 sucederá a Miguel VII Ducas como emperador de Bizancio.

222

Tuvieron sólo una hija, Catalina. Sidonia, viuda de Geza, murió el 20 de diciembre del año 1082. Fue

enterrada en Székesfehérvár.

~ 116 ~

que salomón se comportaba como vasallo de Enrique IV. El colmo de todo fue cuando

Salomón, ayudado por unos alocados ambiciosos en torno suyo, reunidos en la abadía

de Szekszárd, planeó asesinar a Geza (año 1074). El abad, Guillermo, se percató de ello

y pudo evitarlo. Guillermo fue rápidamente al encuentro de Geza y le puso al corriente

del peligro que corría.

Salomón atacó a Geza en su campamento el 26 de febrero de aquel año 1074. Hubo

enfrentamiento, la batalla de Kemej, resultando derrotado Geza. Herido en la batalla pu-

do huir y ponerse a salvo, desplazándose al este de Hungría. Tras eso, su hermano La-

dislao pudo acudir en su ayuda, auxiliado también con tropas del duque Otón de Mo-

ravia, casado con Eufemia, hermana de Geza y de Ladislao. Entonces, en la batalla de

Mogyoród (14 de marzo de 1074), vencieron a Salomón.

Mientras Salomón huía, Geza fue coronado rey de Hungría, teniendo reconocimiento

internacional, sobre todo bizantino. Pero Enrique IV de Alemania se propuso ayudar a

Salomón, vasallo suyo en la práctica. Fue entonces cuando, para disuadir a los germa-

nos de invadir Hungría, Geza recurrió a la misma estratagema que utilizaron ya su padre

Bela I y su tío Andrés I: quemar todos los alimentos y recursos al oeste de Hungría, de

modo que los germanos se dieron la vuelta y se marcharon (era el mes de septiembre).

Salomón mientras tanto, asedió Nitra,223

pero no pudo conquistarla. De allí tuvo que

salir de nuevo huyendo en dirección oeste.

Resumiendo cuanto podemos contar de Geza, hay que decir que reinó durante tres

años escasos, teniendo que emplearse en un constante ataque sobre la ciudad de Bra-

tislava,224

en la que estaba refugiado su primo, el depuesto Salomón.

Geza llevó eso mal, teniendo siempre la sensación de estar reinando sin legitimidad,

dejándose incluso deponer (en la Navidad del año 1076, el 25 de diciembre), como lo

manifestó a los sacerdotes cuando terminó la Misa. No se lo consintieron, aunque él

quería hacerle cuanto bien pudiera a Salomón.

A Geza I le sucede su hermano Ladislao I (31 años de edad),225

de política semejante

y continuista a la del difunto, de total alianza con el Papa Gregorio VII y de total re-

chazo a Enrique IV.

El día antes de su muerte, Geza confió a su hermano Ladislao el cuidado y la educa-

ción de sus hijos, aún menores, Colomán y Almós, que es ciego.226

223

En la actual Eslovaquia, al oeste. Es una gran ciudad.

224

Actualmente la capital de Eslovaquia y la mayor ciudad de este país.

225

Será canonizado (por el Papa Celestino III, en 1192) como San Ladislao I. Se conmemora el 27 de ju-

nio.

226

Colomán, se sobrenombre el Bibliófilo, hijo de Sofía de Looz, será quien en su momento sucederá a

Ladislao I. También Almós el ciego era hijo de Sofía de Looz.

~ 117 ~

Geza I de Hungría

~ 118 ~

TÁNGER

Los almorávides conquistaron Tánger.227

Podemos recordar que durante la primavera

del año 1071, el emir almorávide Abu Bakr se reforzó mucho con la recién fundada

ciudad de Marrakech, elevada a capital, con su excelente alcázar. Fue lo que produjo la

sedentarización de los almorávides y su definitivo impulso como imperio.

No tardó Abu Bakr en nombrar visir, recayendo este importante cargo en su lugarte-

niente Yusuf ibn Tasufin, mientras él se volvía al Sáhara. Yusuf fue organizando todo

cuanto considero necesario tanto administrativa como militarmente. Se hizo de nume-

rosos esclavos negros, entre capturados y comprados, y mandó una delegación almorá-

vide a recorrer Al-Ándalus y para llevarse a África desde la Península Ibérica cuantos

mercenarios cristianos pudiera, con el fin de dotarlos de caballos a todos. A los judíos

que vivían en los territorios almorávides se les impuso fuertes tributos. Había que recau-

dar dinero porque había que emprender campañas militares. Cuando entre 1072-1073

regresó Abu Bakr a Marrakech, pudo comprobar lo bien organizado y planificado que

estaba todo. Para no andarse con líos, Abu Bakr determinó pasarle el cargo de emir a

Yusuf. Todo lo ocurrido fue que la expansión almorávide parece imparable, tanto por el

centro del Magreb como hacia el norte. Fez fue atacada en 1063, siéndole arrebatada

definitivamente a los magrawa en 1070. Desde allí se desplegó el ataque que ahora

acabó en Tánger y se proyecta sobre Ceuta. Después de eso no cabe esperar sino que

penetren en la Península Ibérica, desde donde además los están llamando los reyezuelos

de las taifas.

227

Desde donde posteriormente, como aquí contamos, se adueñarán de Ceuta. Luego entrarán en la Pe-

nínsula Ibérica.

~ 119 ~

AÑO 1078

~ 120 ~

ROMA

Durante el mes de noviembre se celebró sínodo o concilio romano del que podemos

destacar varios asuntos, entre ellos varias excomuniones y dictado de normas eclesiás-

ticas en la línea de las reformas emprendidas o acentuadas por el Papa Gregorio VII.

Los alemanes, divididos entre si seguir a Enrique IV o a Rodolfo de Suabia, andan sin

saber a qué atenerse. En presencia del Papa se dilucida acerca de cuál de los dos habrá

de ser el legítimo emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

Es cierto que socialmente hay en Alemania más partidarios de Enrique que de Ro-

dolfo. Particularmente la población de los municipios y bastante gente notable está dis-

puesta a favorecer a Enrique IV, sometiéndose a él de buen grado como súbditos. Mu-

cho clero está a favor de Enrique en razón de ser opuestos a las medidas gregorianas

sobre a la obligatoriedad del celibato.

Lo que de manera inequívoca surge de este sínodo es que de ninguna manera ha de ser

admitida la investidura proveniente de un laico, ni siquiera de manos del emperador.

Queda prohibido, bajo pena de excomunión, conferir cualquier beneficio eclesiástico

por parte de algún laico, por mucho señorío que ostente.

La adhesión al Papa Gregorio VII en todo proviene más bien de los monasterios al sur

de Alemania, monasterios cluniacenses que propagan y popularizan fervientemente el

programa de reformas del Papa.

Como puede comprobarse, la Iglesia en Alemania está totalmente dividida y escin-

dida, entre los partidarios de Enrique y entre los partidarios de Gregorio, siendo cada

vez más desplazada la idea de admitir como soberano a Rodolfo de Suabia, sobre todo

por parte de los contrarios a Gregorio.

También se trató en este sínodo de la condena del maestro escolástico Berengario de

Tours como hereje en lo que respecta a la doctrina eucarística de la Iglesia.

Berengario de Tours representa la primera negación seria y pertinaz a cerca de la pre-

sencia real de Cristo en la Eucaristía, como consecuencia de la dialéctica académica de

la escolástica en auge.

Demos por sentado que a estas alturas del siglo XI se dé ya por superada la deca-

dencia general de la Iglesia que llegó a sus cotas más preocupantes durante el siglo X.

Ahora, el auge del monacato cluniacense, vigorizando a su manera la liturgia y la pie-

dad, desarrolla con ello una rigurosa disciplina eclesiástica propulsada desde la teología

que se elabora en las diversas escuelas monásticas y catedralicias.

En este siglo XI, muchos religiosos formados a la manera cluniacense y con ideales de

reforma, se muestran deseosos de ser santos en una Iglesia santa. Exigen que los pas-

tores se preocupen más de favorecer esos deseos y de ser los primeros en dar ejemplo al

respecto. Le indican que empiecen por dejar de ser nombrados por los príncipes y ad-

quieran las verdaderas cualidades de un ministerio vivido santamente.

¿Cómo es el modelo o paradigma de la santidad en estos tiempos? La santidad en es-

tos tiempos es una propuesta cristiana para todo el mundo desde un comportamiento o

una ética procedente de la vida monástica y más concretamente de la vida monástica

~ 121 ~

cluniacense, siéndonos imprescindible enmarcar esa vida en el contexto del feudalismo

imperante, que resalta la obediencia (si bien más en el sentido de vasallaje que de fe).

Pero como en todos los tiempos, la santidad consiste en no hincharse de soberbia y en

revestirse de la humildad de Cristo. Consiste siempre en vencer el mal a base de hacer el

bien, buscando la paz, incluso en el desempeño de las funciones militares. La santidad

es dar vivo testimonio de la fe en la vida eterna, por lo que está reñida con los afanes te-

rrenos y los deseos desordenados de bienes temporales. Por supuesto, el ideal de santi-

dad de estos tiempos tiene mucho que ver con la vida en castidad. Según estos tiempos,

las que hacen que alguien sea santo son sus virtudes. Los milagros son accesorios, las

virtudes son necesarias. Se trata de llevar una vida disciplinada y de realizar las obras de

misericordia que agradan a Dios. La propuesta de santidad en la vida de los laicos es la

de que esta vida se asemeje a la monástica.

Retomando nuestra narración, tratamos acerca del revuelo que provenía de Berengario

de Tours, cuyas enseñanzas, muy argumentadas desde la dialéctica y desde la lógica, si-

guiendo entre otros a Aristóteles y a Boecio, se vieron rivalizadas por las verdaderas y

ortodoxas del abad Lanfranco de Bec (Normandía).228

El obispo Hugo de Langres, que había seguido en Tours las lecciones de Berengario,

se conturbó profundamente por la novedad de su enseñanza eucarística, tanto que le es-

cribió una carta aconsejándole que dejara de impartir su errada doctrina. Hugo le expre-

saba esto: “Dices que en este Sacramento el Cuerpo de Cristo está presente sin que por

ello se cambie la naturaleza o la esencia del pan y del vino, y el cuerpo, que has dicho

haber sido crucificado, queda reducido según tú a una pura ficción mental”.229

Por su racionalismo filosófico, que a la postre resulta propio de un ingenuo o de

alguien infantil, Berengario no hizo sino racionalizar con lógica acerca de la Eucaristía,

cargándose así su misterio, su realidad sacramental. Un ente –sostenía– no puede cam-

biarse en una realidad preexistente; los sentidos atestiguan que en la Eucaristía perma-

necen los accidentes (las apariencias) del pan y del vino; por tanto, también el sujeto a

que van ligados, es decir, la sustancia. Por otro lado el Cuerpo de Cristo está en el cielo;

por tanto, no puede estar presente en tantos lugares cuantas son las Hostias consagradas,

y además no cabría en ellas.230

Con sus enseñanzas, Berengarios demostraba no sólo ser un mal teólogo sino también

un mal filósofo, desconociendo las diversas maneras en que algo o alguien pueden estar

realmente presentes en un lugar (tanto de modo natural como de manera significativa o

sobrenatural). Para Berengario, mediante las palabras de la consagración, el Cuerpo y la

228

Lanfranco, en la abadía de Bec, tuvo como discípulo a San Anselmo, quien precisamente es ahora el

abad del lugar, después de haberlo sido de San Esteban de Caen. Lanfranco pasó a ser arzobispo de Can-

terbury en 1070 y allí su inmediato sucesor será precisamente su discípulo y gran amigo Sam Anselmo.

Ambos llevaron la reforma cluniacense a Inglaterra. Ya trataremos más de ellos, sobre todo cuando re-

latemos el importante legado que dejen para la Historia.

229

PL 142, 1327.

230

Lo que negaba Berengario era lo que posteriormente, en el concilio de Trento (1545-1563), prosi-

guiendo la doctrina reiterada en otros concilios, se denominó transustanciación.

~ 122 ~

Sangre del Señor se hacen presentes sólo in similitudine, intellectualiter, in figura, in

imagine; es decir, el pan y el vino son, después de la consagración, sólo símbolo del

Cuerpo y de la Sangre de Cristo, símbolo que, recibido por los fieles, hace actuar sobre-

naturalmente (pero subjetivamente) en ellos la virtud de Cristo. La presencia sobrenatu-

ral de Cristo en la Eucaristía quedaba reducida a puro simbolismo. Berengario fue su-

cesivamente condenado en varios sínodos o concilios, desde los tiempos de León IX.

En 1054, León IX envió al monje Hildebrando a Francia como legado y concreta-

mente en ese año presidió un sínodo en Tours. Allí se logró que Berengario se retractara

de sus errores con juramento, afirmando que “panis et vinum post consecrationem sunt

corpus et sanguis Christi”. La fórmula es verdadera y correcta, pero a la vez demasiado

genérica. De todos modos, Hildebrando y los presentes en el sínodo se conformaron,

sobre todo porque Berengario accedió a acompañar a Hildebrando para formular sus

enseñanzas ante el Papa León IX. Pero el encuentro no tuvo lugar, porque León IX

murió antes de que ellos llegaran. No obstante, Berengario acudió al sínodo romano del

año 1059, siendo Papa entonces Nicolás II, que lo presidió. Se le dijo a Berengario que

afinara, que se dejara de sus artilugios dalécticos y suscribiera una fórmula doctrinal

clara, contundente y categórica, que no dejara lugar a dudas. Tenía que ir en la línea

magistral de Radberto231

y explicarla debidamente para que se entendiera a la perfec-

ción. Berengario obedeció, explicándose al modo de Radberto y de la doctrina sostenida

por la Iglesia, pero en cuanto abandonó Italia, volvió a sus enseñanzas y dialécticas

erróneas, hablando mal del Papa y de la Iglesia romana, expresándose entonces me-

diante un opúsculo que se intituló Contra praefatam synodum.232

A Berengario se le

multiplicaron las excomuniones provenientes de cuantos sínodos se celebraban en

Francia, como recoge el destacado historiador y teólogo Bernoldo de Constanza.233

Las destacadas escuelas de Bec y de Chartres, con muchos obispos y teólogos, se diri-

gieron a Berengario con exhortaciones constantes y con tratados teológicos sobre la

Eucaristía, refutándolo y llamándolo a la ortodoxia. El eco que tuvieran en Berengario

todas esas requisitorias no lo sabemos del todo, pero sí reaccionó escribiendo su libro

De sacra caena como respuesta y refutación a la obra De corpore et Sanguine Domini

(de Radberto y de Lanfranco, obra seguida en la formación monástica y sacerdotal). De

nada valieron ante Berengario los benevolentes y pacientes avisos que le dirigió el Papa

Alejandro II (1061-1073). No sólo no cedió Berengario en nada sino que se atrevió in-

cluso a divulgar unas cartas que atribuyó al Papa como alineado con su doctrina.

Cuando Hildebrando fue Papa (Gregorio VII), Berengario apeló a él, confiando en el

buen recuerdo que guardaba de cuando fue legado pontificio en Tours. Gregorio VII

accedió a atenderle con toda caridad y aprecio, invitándole a comparecer en las reunió-

231

San Pascasio Radberto, que fue abad de Corbie y autor de la primera monografía doctrinal sobre la

Eucaristía (De Corpore et Sanguine Domini). Murió el 26 de abril del año 865, siendo ese el día de su

conmemoración en el santoral.

232

Un opúsculo del que se hizo eco Lanfranco (PL 150, 409).

233

PL 148, 1457.

~ 123 ~

nes sinodales de Roma, siendo en el sínodo de este año 1078 en el que Berengario dio

por cierta la doctrina verdadera sobre la Eucaristía según la Iglesia Católica: “Que el

pan y el vino, puestos en el altar, por el misterio de la sagrada oración y palabras de

nuestro Redentor, se cambian sustancialmente (substantialiter converti) en la verdade-

ra, propia y vivificadora carne y sangre de Nuestro Señor Jesucristo, y que después de

la consagración es el verdadero cuerpo… y la verdadera sangre… no sólo a través del

símbolo y la virtud del Sacramento, sino en la propiedad de la naturaleza y verdad de

la sustancia”.234

Así se le levantó la excomunión a Berengario de Tours, el canónigo de ese lugar que,

excepto en la controversia sobre la Eucaristía, es persona de buen trato y de vida ínte-

gra, sólo que de poca aceptación ante las propuestas constantes que recibió siempre para

que rectificara y afinara en sus puntos doctrinales, siendo terco y hasta furibundo al res-

pecto contra todos los que se le opusieran.

Berengario de Tours

234

Denz. Sch. 700. Y más explicito y acertado aún estará Berengario en el sínodo del año siguiente

(1079), pero recayó luego en sus errores, defendiendo la impanación eucarística, el simbolismo, como si

en vez de hacerse el pan Cristo fuera Cristo quien se hiciera pan, pero todo ello explicado de un modo

torcidamente retórico y dialéctico. Berengario fallecerá octogenario, aunque parece ser que se corrigió y

se arrepintió por fin de todos sus errores y de sus malos modos magisteriales, tal vez a partir de ser citado

en un sínodo en Burdeos en el año 1080, tras lo cual se retiró a la isla de San Cosme, próxima a Tours,

llevando vida de soledad y de silencio, muriendo en el año 1088, pacificado, reconciliado y en comunión

con la Iglesia.

~ 124 ~

REINO DE ARAGÓN

El Papa Gregorio VII nombró legado pontificio para el reino de Aragón al abad de

San Víctor de Marsella cardenal Ricardo.235

De otra parte, el obispo Pedro Ramón Dalmacio de Roda emprendió la resconstruc-

ción y reforma del decadente monasterio de Alaó (Baja Ribagorza), viniendo al mismo

benedictinos procedentes del monasterio de San Victorián (Sobrarbe), siendo el nuevo

abad Bernat Adelm. Se da por hecha la implantación cluniacense.

235

Durante la segunda mitad del siglo XI, los abades de San Víctor fueron (nombrados en francés) Pierre

(1047-1060), Durand (1060-1065), Bernard de Millau (1065- 1079) y Richard Millau (1079-1106). Éste

último ya fue cardenal designado por el Papa para suceder a su hermano Bernard, constituyéndose en uno

de los más activos representantes de la reforma gregoriana y uno de los mejores auxiliares de los Papas

Gregorio VII y Urbano II.

La abadía se San Víctor de Marsella se benefició de una ventaja excepcional al depender directamente

de la Santa Sede a todos los efectos, sin tener nada que ver allí el obispo de Marsella, todo eso por

concesión de una bula del Papa León IX. Esta exención de la jurisdicción del obispo fue confirmada por

los Papas siguientes, dando un mandato a la abadía para reformar muchos monasterios antiguos. El car-

denal Ricardo fue también nombrado arzobispo de Narbona (terminándose así con la indignidad del

depuesto y excomulgado arzobispo Guifré) y seguía dirigiendo la comunidad de San Víctor, siguiendo

también con su cargo de legado pontificio. Como Ricardo, los abades de San Víctor se convirtieron en el

siglo XI en los hombres más poderosos de aquella amplia zona. En 1073, Raymond, un monje de la

abadía de San Víctor, fue nombrado obispo de Marsella.

De hecho, a pesar que la bula de León IX fue redactada con cierta vaguedad en cuanto al compromiso

de los abades, Bernard y Richard de Millau, sirviendo fielmente al Papa Gregorio VII, fueron los que

realmente marcaron la necesaria liberación de San Víctor de las estructuras políticas y eclesiásticas lo-

cales, logrando la vinculación directa con la Santa Sede. La realización del célebre gran cartulario de San

Víctor en los años 1070-1080 sirvió para conmemorar la culminación del proceso por el cual la abadía

rompió toda relación formal con el obispo de Marsella y con los vizcondes de la zona erigiéndose di-

rectamente en dependiente de la soberanía pontificia. De todos modos, cuando murió Gregorio VII vol-

vieron a ser independientes de San Víctor los monasterios a él vinculados y por él reformados.

El cardenal Ricardo presidirá un importante concilio en Gerona en el año 1101 (el 6 de febrero). El

conde Bernat II de Besalú es de los más destacados en introducir por Cataluña la reforma gregoriana.

~ 125 ~

BARCELONA

En Barcelona tuvo lugar la boda de Ramón Berenguer II con la normanda Mafalda,

hija de Robert Guiscard (Roberto de Hauteville), duque de Puglia y Calabria, y herma-

na de Bohemundo de Tarento.236

Berenguer Ramón II, el hermano mellizo y co-gobernante de Ramón Berenguer II, fue

a la boda, ya habiendo resuelto un litigio entre ellos. Disputaron acerca de quién habría

de habitar en el palacio mayor condal y resolvieron de mutuo acuerdo que cada uno

viviría allí alternativamente durante seis meses al año.237

236

Ramón Berenguer II y Mafalda tendrán dos hijas y un hijo, siendo éste, Ramón Berenguer III, quien

heredará y sucederá a su padre en el condado de Barcelona.

237

El testamento de Ramón Berenguer I establecía que Ramón Berenguer II y su hermano Berenguer

Ramón II habrían de gobernar en igualdad de condiciones, aunque no obstante se notaban en dicho tes-

tamento ciertos privilegios a favor de Ramón Berenguer II. Como Berenguer Ramón II manifestó sus

quejas, Ramón Berenguer II se vio obligado a repartir lo mejor posible, fraternalmente, los territorios,

prometiéndolo ante los obispos de Barcelona y de Gerona y ante los vizcondes de ambas ciudades además

de ante el vizconde de Cardona (comarca del Bages).

En este año 1078, como garantía de acuerdo, con Carta documental o Escritura, Ramón Berenguer II

entregó a su hermano Berenguer Ramón II su parte de las parias de Lérida y el vasallaje de su rey.

Luchaban entonces contra la taifa de Zaragoza los condados de Barcelona, Urgel y Lérida, con el re-

sultado de ciertas reducciones del poder musulmán zaragonzano sobre todo por las tierras leridanas. La

repoblación de cristianos estaba cundiendo y aumentando también entonces por amplias zonas catalanas,

hasta Torregrosa (al sur de la actual provincia de Lérida). La cuenca tarraconense de Barberá estaba ya

completamente repoblada por cristianos en 1079.

A finales del año 1077, el Papa Gregorio VII, que había enviado a Gerona a su legado pontificio el

obispo Amado de Olorón, para afianzar por la zona la reforma eclesiástica, proporcionó que dicho legado

hiciera todo lo posible por logar la buena avenencia de los hijos de Ramón Berenguer I, pues éste también

había dejado dicho en su testamento que el Papa los tutelara. Así pues, Gregorio VII, en 1079, escribió

una carta al obispo de Gerona, Berenguer Guifré, pidiéndole que mediara entre los dos hermanos, para

que cesaran las disputas condales, y que mediaran también sobre el particular los abades de Ripoll y de

San Cugat del Vallés entre otros.

Ese mismo año, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II se repartieron la ciudad de Barcelona,

Castellvell y su marca tarraconense, Olèrdola (Barcelona), Villafranca del Penedés (Barcelona), Vallmoll

(Tarragona), Benviure (en Sant Boi de Llobregat, Barcelona), Gavá (Barcelona), Pallejá (Barcelona), etc.

Fue también decidido lo de residir los hermanos alternativamente durante seis meses seguidos cada año

en el palacio condal. Las funciones soberanas quedaron indivisas, así como las rentas por juicios, merca-

dos, moneda y unos patios en Barcelona.

A pesar de todo, Berenguer Ramón II siguió disconforme y reclamando más, de modo que, en 1080,

obtendrá de su hermano la mitad del castillo de Barberá del Vallés, la mitad del castillo de La Bleda y la

mitad de los condados de Carcasona y de Rasés. Ramón Berenguer II se comprometió también a com-

partir todas las propiedades futuras que fueran adquiridas y las nuevas construcciones que se realizaran,

comprando o edificando siempre juntos o de mutuo acuerdo.

~ 126 ~

CONDADO DE AMPURIAS

Murió en este año el conde Ponce I de Ampurias. Estuvo durante 38 años al frente del

condado. Trasladó la capital de su condado de San Martín (muy expuesta a invasiones

de piratas entre otros)238

a Castellón de Ampurias (en el Alto Ampurdán). Le sucede su

hijo Hugo II.239

238

San Martín de Ampurias se encuentra en la Costa Brava, pertenece al municipio gerundense de La Es-

cala, siendo el núcleo histórico originario de esta población, en lo que fue la antigua localidad romana de

Ampurias, que antes había sido una colonia comercial griega (de hecho, Ampurias, del griego emporion,

significa mercado).

Hay constancia de que San Martín de Ampurias fue sede episcopal entre los años 516-693, aunque

prácticamente no quede ninguna edificación de esa época ni de esa condición de obispado. En el año 715

toda esa zona fue conquistada por los musulmanes y en el año 785 fue recuperada por Carlomagno. Con

la reorganización carolingia de los territorios hispanos (año 812) aparce ya documentado el condado de

Ampurias, siendo Ermenguer su primer conde. Desde entonces, más o menos hasta el año 1064, San

Martín de Ampurias fue la capital del condado. Con la nueva capital condal, Castellón de Ampurias, San

Martín pasó a ser puerto y plaza fuete de la misma. Queda algo de sus murallas de entonces y la iglesia de

San Martín de Tours, con reformas que datan del año 1507, cuando se superaron contiendas en la zona.

La primera fecha que tenemos documentada de la construcción de la iglesia de San Martín de Tours,

santo muy venerado en la zona desde antiguo, es el año 824. Se conservan de esos primeros tiempos dos

mesas de altar, una de finales del siglo IV y otra de tiempos prerrománicos. Se ha de suponer que esta

iglesia fue la correspondiente a la que fue sede episcopal de Ampurias durante los siglos VI y VII. Se ha

especulado también sobre la posibilidad de que allí se hallara también el solar sobre el que hubo un tem-

plo que los griegos foceos (provenientes de Foce, del golfo de Esmirna) dedicaron a Artemisa de Éfeso,

tal como aparece citado por Estrabón (muerto en las primeras décadas del siglo I) en su Geografía.

239

Ponce I de Ampurias era hijo de Hugo I de Ampurias y de Guisla de Besiers. Heredó el condado a la

muerte de su padre (año 1040). Inició la construcción de la sede condal de Castellón de Ampurias y es-

tuvo bien relacionado con los demás condes y señores de Cataluña, particularmente con los de Barcelona

y Besalú. Todos colaboraron entre sí en multitud de asuntos. En 1067 se hizo vasallo del conde de

Barcelona y al año siguiente participó en el concilio de Gerona.

De su mujer, Adelaida, hija del conde Bernardo Tallaferro de Besalú, tuvo 8 hijos: Hugo (quien le su-

cede ahora como Hugo II), Armengol (señor de Vilanova), Berenguer (vizconde de Pereleda y señor de

Rocaberti por su matrimonio con Arsenda de Rocaberti), Garsenda, Pedro (abad del monasterio de San

Pedro de Roda), Guisla, Ermesenda (señora de Beuda y Montagut) y Armengarda (casada con Bernat II

de Besalú). En su testamento estableció un condominio del condado entre dos de sus hijos (Hugo y

Berenguer), pero ambos dividieron la herencia y lo repartieron todo a su manera.

~ 127 ~

ZARAGOZA:

ANEXIÓN DE LÉRIDA

AL REINO TAIFA

DE AL-MUQTADIR

El rey Al-Muqtadir (Abu Yafar Ahmad I) de Zaragoza, se adueño de Lérida, usurpan-

do el poder de su hermano Yusuf ibn Sulaymán ibn Hud al-Muzaffar, llevándolo pri-

sionero a la fortaleza de Rueda.240

Puede decirse que Al-Muqtadir ha conseguido unificar en su reinado los territorios

dispersos o disgregados que repartió entre los hermanos su padre Sulaymán ibn Hud al-

Mustain.241

240

Rueda de Jalón (Zaragoza). Se sabe de la antigua existencia de su castillo a través del cronista musul-

mán egipcio Al-Nuwayri (1278-1332), que escribió sobre la historia de Al-Ándalus. Refiere Al-Nuwayri

que Abd al-Wahid al-Rutí fue señor de Rueda, y que fue hecho prisionero en el propio castillo castigado

por el emir Mohamed I de Córdoba en el año 882. Cuando en su aceifa del año 934 Abderramán III pasó

por allí, se apoderó del lugar, siendo Rueda gobernada por Yahya ibn Hasim, hermano del rebelde gober-

nador de Zaragoza. Al año siguiente, Abderrmán III dio Rueda a su general Durri, el cual mantuvo abso-

lutamente controlado el lugar.

En el año 1038, Abd Allah ibn Hakam, después de asesinar a Al-Mundir, el primer rey de la taifa de

Zaragoza, escapó furtivo del alcázar de Zaragoza llevándose sus tesoros y se refugió en el castillo de

Rueda. Allí custodió como rehenes a dos hermanos del rey asesinado, a su visir Abu al-Mugira ibn Hazim

y a otros cortesanos.

241

Rey de la taifa independiente de Lérida desde 1031 y posteriormente también de la de Zaragoza

(1039-1047), siendo aquí el fundador de la dinastía Hudí.

Sabemos que Sulaymán ibn Hud al-Mustain destacó de joven en el ejército de Almanzor y tuvo mucho

protagonismo en las contiendas por las que se fue disgregando el califato de Córdoba. En Lérida acogió al

último de los califas cordobeses, Hisham III (1027-1031). Por ese tiempo, cuando dominaba en la taifa de

Zaragoza la dinastía Tuyibí, Sulaymán se mantuvo como cadí o gobernador de la taifa de Lérida y de

Tudela, teniendo que pagar a veces sus parias a Zaragoza y haciendo frente a las presiones de Sancho III

el Mayor de Pamplona.

Hubo muchas tensiones y disputas por el control del poder en Zaragoza. En ese contexto, como pode-

mos recordar, Sulaymán ibn Hud al-Mustain fue apoyado por la población de la ciudad del Ebro y acabó

siendo el rey de Zaragoza, hecho que se consumó plenamente en 1039, resolviendo la colocación de go-

bernadores suyos en los diversos distritos que componían la taifa. Situó así a sus hijos de la siguiente

manera: Yusuf al-Mazaffar en Lérida, Lope (Lubb) en Huesca, Al-Mundir en Tudela, Muhammad en

Calatayud y Ahmad (Al-Muqtadir) en Zaragoza, como príncipe y para que hiciera de regente en su au-

sencia.

Sulaymán ibn Hud al-Mustain, ante el enfrentamiento de la taifa de Toledo (por el dominio de los terri-

torios de Guadalajara), tuvo que apoyarse en Fernando I, fronterizo con él en Castilla. La taifa de Toledo

(su rey Al-Mamún) tuvo como aliado al rey García Sánchez III de Pamplona (el de Nájera). Tan difícil

~ 128 ~

Dominios o reino de Taifa de Zaragoza bajo soberanía de Al-Muqtadir

Desde que Al-Muqtadir se anexionó la taifa de Tortosa (que ya había sido distrito de

la Marca Superior), teniendo la taifa de Zaragoza salida al mar (año 1060), el reino de

Al-Muqtadir, y muy concretamente la ciudad de Zaragoza, empezó a destacar en es-

plendor (político, militar y cultural), tanto como lo alcanzó el reino y la ciudad de Se-

equilibro de alianzas en la zona le costó a Sulaymán el pago de considerables parias a los reinos cristia-

nos.

A su muerte (año 1047), los cinco hijos de Sulaymán ibn Hud al-Mustain, que gobernaban las ciudades

cabezas de los diversos distritos zaragozanos, empezaron a independizarse entre sí (ya lo venían inten-

tando desde el año 1046) incluso disputándose la posibilidad de reinar en solitario eliminándose mutua-

mente. Todos acabaron independizados entre sí, destacándose en la propia soberanía y acuñando la co-

rrespondiente moneda particular, pero fue Al-Muqtadir el que se impuso como más importante o des-

tacado, convirtiendo Zaragoza en una urbe envidiable, llegando a ser muy próspera y muy relevante cultu-

ralmente. En el año 1051, Al-Muqtadir logró acabar con los conflictos fratricidas y dominó sus territorios,

cosa que consumó en este año al adueñarse de Lérida arrebatándosela a su hermano Yusuf, Al-Muzaffar.

~ 129 ~

villa.242

Las fronteras de Zaragoza se ampliaron a partir del año 1076, cuando Al-Muq-

tadir conquistó la taifa de Denia y obtuvo el vasallaje del reino de Valencia, gobernada

por Abu Bakr, un reyezuelo sin importancia que gobernaba allí sometido a la taifa de

Toledo.

De todos modos, el reino de taifa de Zaragoza es fuerte pero a la vez débil, de situa-

ción muy delicada entre los reinos y poderes que la circundan, todos guerreros, lucha-

dores, expansionistas.

Podemos recordar cómo Ramiro I de Aragón repitió sus ataques para apoderarse de

Barbastro y Graus, lugares estratégicos que se metían a modo de cuña en sus territorios.

En el año 1063, Ramiro sitió Graus, siendo el mismo Al-Muqtadir quien tuvo que de-

fenderla puesto al frente de un fuerte contingente militar que incluía tropas castellanas

mandadas por Sancho II de Castilla (el Fuerte), tropas castellanas en las que ya destacó,

jovencísimo aún, el célebre Rodrigo Díaz de Vivar. Ramiro I de Aragón perdió esta ba-

talla, pero su sucesor Sancho Ramírez, ayudado por tropas y caballeros de los condados

francos, entre otros, conquistó Barbastro (año 1064), siendo considerada esta conquista

como cruzada, con todas las bendiciones y deseos sobre el particular del Papa Alejandro

II.

Al año siguiente (1065), Al-Muqtadir, queriendo recuperar Barbastro, solicitó ayudas

por todo Al-Ándalus dando a conocer que la llamada era de yihad o guerra santa. De es-

te modo, con los suficientes auxilios militares, el rey de Zaragoza recuperó Barbastro,

siendo entonces cuando adoptó el sobrenombre o título de “Al-Muqtadir Billah” (“el

poderoso gracias a Alá”).

No obstante, si el reino de Zaragoza era (y sigue siendo) fuerte, también es muy im-

portante y de emergencia cada vez más poderosa el reino de Aragón. Esto se demostró

en ese mismo año 1065, cuando los aragoneses conquistaron el castillo de Alquézar. Al-

Muqtadir entendió perfectamente que tenía que firmar tratados con los reinos cristianos.

Así lo hizo en los años 1069 y en 1073 (con aragoneses y navarros). A Sancho Garcés

IV de Aragón (el de Peñalén), para que le pudiera ayudar, tuvo que pagarle parias. Esta

alianza vino a durar poco, pues, como sabemos, Sancho Garcés el de Peñalén, fue muer-

to en 1076, víctima de la conjura que urdieron sus hermanos contra él. Aquella muerte

trajo consigo que Sancho Ramírez de Aragón empezara también a reinar como rey de

Pamplona, considerada cada vez más como Navarra.243

En ese contexto podemos entender cómo Al-Muqtadir de Zaragoza al igual que su

hermano Yusuf de Lérida tuvieron que obligarse al pago de renovadas parias a los rei-

nos cristianos, sobre todo al poderoso Alfonso VI de León y de Castilla, que cada vez se

242

Zaragoza tuvo su corte refinada y culta, en su palacio fortificado de La Aljafería (nombre que deriva

de Al-Yafar), con su esplanada para eventos especiales. También en los salones se dieron cita los mejores

eruditos y artistas andalusíes, siendo un entorno de tolerancia y mecenazgo cuando llegaron los rigurosos

almorávides a la Península. Se cultivó allí la filosofía aristotélica y mucho de la cultura del momento,

tanto islámica como hebrea.

243

La unión de estos reinos se prolongará durante más de medio siglo.

~ 130 ~

llama más a sí mismo como emperador español y tiene todas sus miras en conquistar

Toledo.244

Al-Muqtadir, en lo referente a Valencia, se conformó con su vasallaje, para no ofender

o levantar contra él al poderoso Alfonso VI, al mismo tiempo que podría originarse

también una guerra de los reinos de taifa andalusíes, pues Valencia era muy apetecible

para todos y todos, además, miraban con grandísimo recelo o preocupación el poderío

de Al-Muqtadir. Este rey zaragozano no tiene otra salida que la de andarse entre diplo-

macias, negociaciones, alianzas y pagos de parias. De otra forma le podría resultar difí-

cil mantenerse en el poder o podría peligrar su reino. Tan importante como conquistar y

anexionar es mantener lo conquistado. De siempre es la política el arte de lo posible,

debiendo equilibrarse tanto la audacia como la prudencia.

Palacio de la Aljafería, de la Corte de Al-Muqtadir en Zaragoza

244

Como veremos, no serán suficientes en Zaragoza las alianzas y las parias. Al-Mutamán, hijo y sucesor

de Al-Muqtadir, que reinará entre los años 1081-1085, tendrá que reforzarse también mucho militar-

mente. Contará con el servicio del Cid Campeador, en situación de desterrado de Castilla y León.

~ 131 ~

SEVILLA Y MURCIA

Al-Mutamid de Sevilla, controlando todo el anexionado territorio cordobés que ter-

minó siendo una taifa peculiar y de no grandes proporciones, con su visir Abu Bakr ibn

Ammar, animó al rey castellano-leonés Alfonso VI para que atacara Granada (preten-

diendo así desviar su atención sobre otros territorios), pero el rey granadino Abd Allah

ibn Buluggin, negoció y firmó un pacto con el rey cristiano para no ser atacado. Abd

Allah se comprometió a pagarle 10.000 meticales245

y a entregarle Estepa,246

Castro del

Río247

y Martos.248

Ibn Ammar, en nombre de Al-Mutamid, negoció también con el conde Ramón Be-

renguer II la conquista del reino de Murcia, que era atacado por el de Toledo. Ramón

Berenguer II acudió con sus tropas a Murcia uniéndose a las tropas sevillanas con caba-

llería al mando de Rashid, hijo de Al-Mutamid. El caso fue que barceloneses y sevilla-

nos acabaron enfrentándose entre sí, sobre todo porque fue capturado como rehén el

príncipe Rashid (parece ser que eso formaba parte, en secreto, de lo acordado entre Ibn

Ammar y Ramón Berenguer II). Ocurrió pues que los catalanes abandonaron la con-

tienda por Murcia después de cobrar un suculento rescate por liberar al rehén Rashid.

Entonces, sin barceloneses, Rashid y el visir Ibn Ammar, empleándose a fondo, con-

quistaron para Sevilla las tierras de Murcia y Cartagena.249

El rey de la taifa de Murcia,

Abu Abderramán ibn Tahir, fue depuesto250

y encarcelado en el castillo de Monteagu-

245

Las monedas meticales, de procedencia africana, circularán posteriormente como dinero de vellón en

la España cristiana.

246

Provincia de Sevilla.

247

Provincia de Córdoba.

248

Provincia de Jaén.

249

Una anexión que, como veremos, no será duradera.

250

Abu Abderramán ibn Tahir había logrado independizarse del reino de Valencia cuando esta taifa cayó

en poder de la de Toledo. Ahora Murcia pasa relativamente a ser anexionada a Sevilla, relativamente por-

que en realidad Ibn Ammar no se queda allí sólo como gobernador sino como emir, impidiendo así tal

anexión y siguiendo Murcia independiente bajo su mando. Para eso ideó la campaña y lió la que lió con el

conde de Barcelona. Al-Mutamid se quedó sin su visir Ibn Ammar, que le dio la espalda, y sin su reino de

Murcia, que esperaba anexionarse.

El reinado de Ibn Ammar en Murcia no se prolongó, porque se le opusieron los murcianos. Ibn Ammar

empezó pronto a llevar una via suntuosa, de exagerado lujo y despilfarro. La desafección del pueblo

murciano hacia él contó también con la oposición de Rashid. Todo acabó en el año 1080. Ibn Ammar fue

obligado a marcharse de Murcia y fue a refugiarse a Toledo.

En el año 1088, una hueste de Álvar Fáñez, muy cercano y familiar al Cid Campeador, se apropiará de

la fortaleza murciana de Aledo, saqueando su entorno y obstaculizando así la ruta comercial que, a través

del valle del Guadalentín, comunicaba y comunica la Alta Andalucía con la zona del Levante español.

Luego de esto, los musulmanes intentaron reconquistar Aledo, pero fracasaron estrepitosamente. Fue ésta

~ 132 ~

do.251

Ibn Ammar quedó como gobernador en Murcia y ambicionándola para él con in-

dependencia de Sevilla, teniendo dominio también sobre Lorca, cuyo rey de taifa, Man

ibn Sumadhi, se rindió sin combatir lo más mínimo.252

una de las causas por las que el almorávide Yusuf ibn Tasufin decidió la conquista de Al-Ándalus y aca-

bar con los reinos de taifas. En 1091 serán los almorávides norteafricanos quienes conquistarán Aledo.

251

En una de las fortificaciones más impresionantes y mejor conservadas actualmente en Murcia.

252

La Taifa de Lorca surgió en el año 1042 al independizarse los Banu Lubbun de la taifa de Valencia.

Fue una taifa próspera que se extendió desde la misma Lorca hasta Jaén y Baza.

~ 133 ~

SAHAGÚN

El 6 de junio murió Inés de Aquitania, que había sido esposa, reina consorte, de Al-

fonso VI (con ella se había casado por primera vez).253

Fue enterrada en el Real Monas-

terio benedictino de Sahagún.

Monasterio de Sahagún, donde fue enterrada Inés de Aquitania

253

Inés de Aquitania nació probablemente en el año 1058, el mismo año en que se casaron sus padres, el

duque Guido Guillermo VIII de Aquitania, también conde de Poitiers (hijo de Guillermo V de Aquitania),

y Matilde de la Marca.

El desposorio de Alfonso VI con Inés de Aquitania se celebró a poco de concertarse, en el año 1069,

siendo Inés una niña, por lo que la boda propiamente dicha no se celebró sino hasta finales del año 1073

(o tal vez a principios del año 1074) cuando Inés contaba ya con la edad legal para contraer matrimonio

(la edad de haber cumplido 14 años). Lo cierto es que en documentos y diplomas reales figura ya como

reina a partir del año 1074. Es destacada, por ejemplo, la firma de Alfonso e Inés en la concesión del

Fuero de Sepúlveda (año 1076). La última vez que aparece una noticia de Inés como reina es en una

mención del año 1077 en Astorga. Seguido de esto, Inés fue relegada del trono como repudiada por su es-

poso, alegando éste que ella no andaba bien de salud y no le daba herederos porque era estéril. Y al año

de esto acaeció su muerte, teniendo unos 20 años de edad.

~ 134 ~

CONSTANTINOPLA

A la edad de 60 años, en el mes de abril de este año 1078, murió en Constantinopla el

influyente Miguel Psellos.254

Ocupó muy altos cargos imperiales a lo largo de 36 años

con varios emperadores bizantinos. Fue alguien verdaderamente interesante en muchos

aspectos, pero despreciable también en otros muchos.

Por su amistad con el senador Constantino Licudes (que fue luego patriarca Constan-

tino III de Constantinopla, entre los años 1059-1063)), Miguel, aún joven, con no más

de 20 años, fue ascendiendo y asumiendo cargos de poder ya en los reinados de los em-

peradores Miguel IV (1034-1041) y Miguel V (1041-1042). No se le habrían encomen-

dado tan altos cargos, que compaginaba también con el estudio, si no hubiera sido por

sus dotes y cualidades que todos reconocían.

En el año 1041 era ya secretario imperial (hypogrammateus) en la Corte de Constan-

tinopla. Poco después se casó con una dama de la nobleza muy distinguida cortesana.

Tuvieron una hija, Estiliana, que hizo las delicias del matrimonio, pero murió siendo

una niña, con 9 años de edad. La madre se recluyó entonces en un monasterio. Miguel

254

Nació en Constantinopla, en el seno de una modesta familia proveniente de Nicomedia, probable-

mente hacia el año 1018. Entre sus antepasados hubo cónsules y patricios, pero su padre era un tendero,

eso sí muy apreciado y popular en Constantinopla. Miguel Psellos nació después de dos hermanas. Fue

erudito filósofo (neoplatónico), intrigante político y cortesano, poeta, historiador y orador elocuente.

Compuso muchas obras escritas sobre los más variados temas: teología, derecho, historia, filología, ar-

queología, matemáticas, medicina, alquimia… Fue una persona de mente muy lúcida y de gran sensibi-

lidad artística, todo un portento de la cultura, un ilustrado medieval, un enciclopedista solitario de su

tiempo. Su Chronografía, que es como si dijéramos sus Memorias, no tiene parangón con ninguna otra

obra por el estilo en toda la Edad Media. Es un libro de viva expresividad, de fresca comunicación, fino,

ameno, sugerente en sus intuiciones, profundo en sus apreciaciones psicológicas y en la presentación de

los retratos que ofrece.

El nombre de Psello no es sino un apodo, debido a que Miguel era belfo (de labio inferior abultado), por

lo que tenía un peculiar modo de hablar, pero no era tartamudo.

Era Miguel un niño aún cuando sus padres pensaron en destinarlo a algún oficio. Fue su madre la que,

sabiendo las cualidades de su hijo, persuadió a su esposo para que, costara lo que costara, el niño estu-

diara. Miguel Psellos recordó esto con mucho agradecimiento cuando dirigió el discurso fúnebre a su ma-

dre cuando durante su funeral.

Hay que tener en cuenta que con 10 años de edad Miguel recitaba de memoria la Ilíada de Homero, per-

mitiéndose incluso hacer comentarios impropios de su edad sobre el texto. Fue un prodigio de memoria.

Pero llegó un momento en el que, además de estudiar, Miguel tuvo que trabajar, porque la economía fa-

miliar no daba para más. Se empleó como secretario de un juez, a la edad de 16 años, tal vez en Tracia o

en Macedonia, en todo caso fuera de Constantinopla, lo que quiere decir fuera de los verdaderos centros

de formación y de estudio (entonces no había transporte escolar). Murieron entonces sus hermanas y sus

padres se retiraron a un monasterio (los monasterios medievales servían también como nuestras actuales

residencias o asilos de mayores). Miguel prosiguió formándose, pero para hacerlo en las debidas condi-

ciones, aunque fuera viviendo austeramente, regresó a Constantinopla y pudo estudiar los grados supe-

riores de retórica y filosofía siguiendo los cursos de Juan Mauropo, uno de los más preclaros y sonados

maestros de entonces, que había sido discípulo de San Doroteo abad. Mauropo era también un apodo

(maurópodo significa de pies negros). Juan Mauropo fue después obispo y acabó su vida como monje.

~ 135 ~

adoptó a una hija, de nombre Eufemia, lo cual hizo que se rompiera el compromiso ma-

trimonial de ella contraído con un joven noble. Esto le costó a Miguel un lío procesal

del que pudo salir sin demasiadas consecuencias.

Con el emperador Constantino IX (1042-1055), Miguel Psellos fue nombrado secre-

tario y gran canciller de Bizancio (tenía entonces 25 años de edad). Estando en ese car-

go se dedicó también a la enseñanza de retórica y filosofía, teniendo como discípulos a

los más floridos jóvenes del Imperio.

Después del reinado de Constantino IX, incluso en los últimos momentos del mismo,

Miguel Psellos decidió llevar vida monástica. Fue entonces cuando murió el último fa-

miliar cercano que le quedaba, su madre.

Miguel Psellos no estuvo a gusto en su vida monástica, viéndose muy decepcionado.

Los monjes no le parecieron sino “gentes groseras e incultas, verdaderos escitas [bár-

baros]”. Eran los momentos en los que más encandilado estaba Miguel con la filosofía

platónica y neoplatónica, que según él era válida para luchar contra el paganismo, pues

representa algo así como un proyecto en boceto de lo que luego sería el cristianismo,

como un lejano germen del mismo, un germen confuso pero acertado.

Miguel recurría mucho entonces al alegorismo como método exegético para estudiar

tanto a los clásicos griegos como para acercarse a las Sagradas Escrituras. Por algunos

de sus escritos fue acusado de herejía, por lo que tuvo que retractarse de los errores que

se la achacaron, haciéndolo en público y por escrito.255

Los monjes no lo soportaban, ni él a los monjes. Así, Miguel decidió volverse a Cons-

tantinopla, en el año 1055, cuando era emperatriz bizantina Teodora.256

Miguel fue su

consejero, actuando más como monje que como político, dejándose de intrigas. Teodora

se lo agradeció.

Pero que no fuera él el causante de las intrigas, éstas estaban en la Corte. Poco antes

de la muerte de Teodora (año 1056), el consistorio o senado de palacio obligó a que ésta

designara un sucesor. El elegido, Miguel VI (1056-1057), fue coronado poco después.

Psello declaró en su Chronografía haber sido testigo de los conciliábulos para elegir al

sucesor de Teodora, pero él se mantuvo al margen de una decisión que enseguida se

reveló poco satisfactoria y efímera para Bizancio, pues apenas proclamado emperador

Miguel, se sublevaron contra él los generales de Asia Menor, miembros de poderosas

familias terratenientes descontentas con el gobierno de funcionarios de la capital. Ya lo

contábamos en su momento.

La rebelión fue encabezada por Isaac Comneno, militar, al que los rebeldes y los intri-

gantes convirtieron en emperador, no sin antes haber tratado Miguel Psellos de impe-

dirlo y negociar acuerdos de paz. Isaac Comneno derrotó a Miguel VI y entró triunfante

en Constantinopla.

Todo indica que Miguel Psellos hizo valer más entonces su condición de diplomático,

ciertamente en ventaja propia, que de monje. Se sobrepuso al ambiente hostil de la sol-

255

Los griegos eran para él algo así como profetas remotos del cristianismo. En Homero dijo que se

puede ya apreciar el misterio de la Santísima Trinidad.

256

Última representante de la dinastía macedonia.

~ 136 ~

dadesca y los militares fueron convencidos por la superioridad de sus argumentos y de

su oratoria, de modo que Miguel Psellos quedó como hombre de toda confianza para

Isaac Comneno. No parece que el resultado de sus gestiones fuera precisamente una

muestra de su lealtad o de su fidelidad a Miguel VI. De otra parte, antes de que Miguel

VI fuera derrotado militarmente por Isaac Comneno, ya lo habían derrotado diplomáti-

camente, a traición, sus sectores contrarios en Constantinopla, sectores próximos al pa-

triarca Miguel Cerulario (intrigante él como nadie), cuando Miguel Psellos e Isaac

Comneno estaban aún entre tiendas al otro lado del Bósforo.

Isaac Comneno presentó a todos el nombramiento de Miguel Psellos como presidente

del senado, lo cual evidenció lo que evidenció, la fluctuación política de Miguel, su falta

de escrúpulos, su ser de verdad intrigante. Más aún se evidenció cuando a instancias del

emperador redactó la acusación contra Miguel Cerulario como traidor.

Cerulario, responsable del Gran Cisma de la Iglesia Bizantina en el año 1054, era am-

bicioso y políticamente peligroso, no de fiar para el nuevo orden imperial. Fue depuesto

y exiliado. Murió en poco tiempo. Sin embargo, da que pensar que en todo ello estu-

viera la mano y la maniobra de Miguel Psellos, teniendo en cuenta que muchos sobrinos

del patriarca eran discípulos y amigos suyos.

En Constantinopla se convocó un sínodo del que tal vez Miguel Psellos esperaba el

patriarcado, pero no gozaba del aprecio del pueblo para ello, aprecio que sí manifesta-

ron al nuevo emperador. Isaac Comneno designó como patriarca de Constantinopla a

Constantino Licudes (Constantino III). Su maestro de juventud y viejo amigo se con-

virtió en el sucesor de Miguel Cerulario.

Pero Isaac Comneno, con una ferrea política de austeridad y recortes, se ganó las anti-

patías de los altos cargos imperiales, incluida la antipatía de Miguel Psellos, que intrigó

lo suyo al respecto, por ésta y por otras causas, siendo una de ellas tal vez la de haber

visto frustrada su aspiración al patriarcado de Constantinopla. El caso fue que Isaac

Comneno, alegando falta de salud, abdicó (año 1059). Hay que tener en cuenta que el

médico personal de Isaac era Miguel. ¿Pudo exagerarle los síntomas de su enfermedad

para hacerle renunciar al trono? En todo caso, lo cierto fue que Isaac murió en cuestión

de unos meses.

Políticamente hablando, a Miguel Psellos le convenía entonces que subiera al trono

Constantino X Ducas, que reinó entre los años 1059-1067. Miguel tenía muy buenas

relaciones con él y le conocía muy bien desde los tiempos de Constantino IX (1042-

1055). Constantino X Ducas comenzó a reinar y no desperdició contar con Miguel

Psellos como uno de sus más cercanos consejeros. Entre otros encargos le encomendó la

educación de su hijo Miguel, el futuro Miguel VII Ducas (1071-1078).257

257

Miguel VII Ducas fallecerá en Constantinopla hacia el año 1090, pero tuvo que abdicar en este año

1078, sucediéndole Nicéforo III (Botaniates), destacado militar. Éste encabezó una insurrección en

Oriente, mientras también sucedía en Adrianópolis (actual Edirne, al noroeste de Turquía, no lejos de las

fronteras con Grecia y Bulgaria) la aclamación como emperador de Nicéforo Brienio. Miguel VII abdicó

y se marchó todo lo lejos que pudo. Nicéforo Botaniates marchó a Constantinopla y lo primero que hizo

cuando llegó fue cegar a su rival Nicéforo Brienio. Luego se casó con María Bagrationi, la esposa de

Miguel VII, la cual a su vez era amante del que más tarde fue también emperador de Bizancio, Alejo I

Comneno.

~ 137 ~

Pero Miguel Psellos fue acumulando enemigos. ¿Quién se libra de ellos sobre todo si

se lleva una vida como la que él llevó, tan cercano además al poder y partícipe del

mismo?

El pueblo en general le achacaba la acusación y condena contra el patriarca Miguel

Cerulario; la gente relacionada con los numerosos exiliados por Isaac Comneno y los

mismos exiliados le culpaban sobre todo a él, los monjes lanzaban sobre él acusaciones

de hereje y apóstata.258

Todo ello provocó que el mismo patriarca Constantino Licudes

le aplicara los cánones referentes a los giróvagos. Miguel Psellos se vio forzado a re-

cluirse de nuevo en la vida monástica.259

Es verdad que lo que uno siembra es lo que se puede esperar que coseche. Si Miguel

Psellos usó de intrigas, ahora las intrigas se vuelven contra él, intrigas de unos y de

otros, llegándole de todas partes.

Cuando murió Constantino X, su viuda Eudoxia Macrembolitissa, siendo regente de

su hijo (Miguel VII) que era menor de edad, siguió confiando para todo en Miguel Pse-

llos. Pero el eunuco Nicéforo (y nadie solía haber más intrigante que un eunuco corte-

Nicéforo III no podrá detener la definitiva decadencia del Imperio Bizantino. Alejo I Comneno lo

derrocará en 1081 y lograría, entre otros, que el Imperio se perpetuara aún durante un siglo más.

Así pues, el emperador Miguel VII tuvo que afrontar una situación en extremo dificultosa, también

causada por la independencia de Anatolia que había sido conquistada por el mercenario normando

Roussel de Bailleul, a pesar de la derrota de éste a manos de Alejo Comneno (el futuro emperador Alejo I

Comneno). Luevo vino lo de la proclamación de Nicéforo Brienio como emperador en Adrianópolis y la

insurrección de Nicéforo Botaniates. Las frecuentes revueltas en la misma Constantinopla no cesaban y

Miguel VII decidió abdicar. Se retiró al monasterio de Studio y allí murió, como dijimos, hacia el año

1090.

258

Se le acusó de ser más discípulo de Platón que de Cristo.

259

Podemos evocar que la distribución o arquitectura monástica bizantina es totalmente distinta de la

occidental o más propiamente europea, porque aquello es otro mundo. Muchas de sus formas –como pa-

saba también en los palacios– eran reminiscentes de la vieja arquitectura doméstica romana.

Lo más habitual era que el monasterio se ubicara en algún lugar apartado, lejos de las poblaciones, pero

también los había muy urbanos, con muchos muros de aislamiento en estos casos. Dentro de estos muros

se encontraba un gran patio y en medio del mismo se levantaba la iglesia, sin claustro adyacente.

Al monasterio se entra por un portal cubierto, donde hay bancos en los que se acomodan los mendigos.

Junto a los muros se articulan las diversas dependencias, destacando el refectorio (una gran nave con de-

coración). En esta nave del refectorio puede haber una gran mesa alargada en el centro o bien algunas

mesas semicirculares distribuidas o hasta encajadas en unos nichos rectangulares. Pueden darse también

otras disposiciones.

Las celdas de los monjes podían estar en un solo piso o en varios, normalmente con pasillo externo.

Eran estancias rectangulares a las que se accedía desde el patio central y desde las que siempre se ve la

iglesia, con ornamentación simbólica.

Otras dependencias (siempre a lo largo del muro) eran las destinadas a almacén o cilla, a establos y a ta-

lleres. Otros espacios, más reducidos, eran los destinados a hospedería, baños o lugares de aseo y enfer-

mería.

Del monasterio de reclusión en Constantinopla salió Miguel Pellos en septiembre del año 1063, porque

un terremoto causó el derribo de parte de los muros.

~ 138 ~

sano) hizo correr el rumor de las relaciones adulterinas que “de siempre” habían man-

tenido Miguel Psellos y la emperatriz.260

Cuando Romano IV Diógenes fue emperador, se rumoreaba por todas partes que Ro-

mano no se fiaba nada de Miguel y que no le gustaba dejarlo en Constantinopla cuando

él partía en campaña o se alejaba de Constantinopla por algún motivo. El distancia-

miento y la desconfianza de Romano hacia Miguel se hizo del todo notoria cuando éste

fue requerido por aquél (obligatoriamente) para que le acompañara en su campaña con-

tra los selyúcidas en el año 1069, una campaña que Miguel hubiera preferido prepararla

mejor y de otra manera (evidentemente de la manera en que él no tuviera que ir). Fi-

nalmente, Miguel pudo escaquearse en cuanto pudo. Se volvió a Constantinopla en

cuanto llegaron a Cesarea Mazaca.261

Cuando en 1071 cayó prisionero Romano IV Diógenes a manos de los selyúcidas (de

Alp Arslan) en la desastrosa batalla de Manzikert, Eudoxia asumió el poder juntamente

con su hijo Miguel VII que sucedió a Romano. Miguel Psellos fue quien logró esta de-

cisión, valiéndose para ello de Juan Ducas, hermano de Constantino X, que convenció a

Eudoxia acerca de lo más conveniente.262

Miguel Psellos y Juan Ducas mantuvieron

siempre muy buena relación, también en lo tocante a intrigas. De este modo, que el po-

der imperial retornara a los Ducas fue beneficioso para Miguel Psellos. Ambos ejer-

cieron mucho influjo sobre Miguel VII Ducas, teniendo en cuenta que entre los dos lo

educaron. Juan Ducas, sin embargo, ejecutó algo peor al ordenar la reclusión de Eudo-

xia en un monasterio. De todos modos, al haberse casado con Romano, ya no era tan

cuñada suya. Entre Miguel Psellos y Juan Ducas determinaron que el poder imperial es-

taba mejor sin ser compartido, todo en manos de Miguel VII Ducas, su sobrino.263

A todo esto, el selyúcida Alp Arslán había puesto en libertad a Romano Diógenes, el

cual no estaba dispuesto a renunciar al trono a favor de su hijastro. Psellos se vio en un

gran lío, el que describe así en su Chronografía: “Yo me encontré también en medio de

aquel desconcierto general, cuando todos me instaban a que dijese lo que convenía ha-

cer. Puesto que sobre todo mi noble y querido emperador me apremiaba y presionaba,

yo declaré que no se debía acoger ya más a Romano en el Imperio, sino que había que

deshacerse de él y enviar a todas partes órdenes excluyéndolo del gobierno”.

Así fue como salieron tropas sicarias bizantinas desde Constantinopla que acabaron

poniendo a Romano en la única tesitura de rendirse. El emperador derrotado suplicó que

le dejaran con vida, que se lo prometieran. Los vencedores se lo prometieron, pero en

cuanto pudieron le sacaron los ojos y lo vejaron cuanto quisieron. Ya contábamos en su

260

Fuera el que fuera el alcande de las acusaciones, lo cierto es que a Miguel Psellos no le convino para

nada el matrimonio que contrajo Eudoxia con Romano IV Diógenes en 1068 llegando así él al trono im-

perial (1068-1071).

261

La actual Kayseri turca.

262

Miguel Psellos cuenta esto en su Chronografía.

263

Hay que tener en cuenta que las mujeres gobernando en Bizancio gobernaban de verdad, no como en

Occidente, que en esos tiempos no ejercían tanto el poder.

~ 139 ~

momento cómo fue paseado en una bestia de carga durante varios días antes de man-

darlo a la reclusión monástica. Murió a causa de tantas heridas, malos tratos, vejaciones

y desprecios.264

El mismo Miguel Psellos le envió una carta con un texto rezumando

mucha crueldad, una felicitación de enemigo, diciéndole que agradeciera su buena suer-

te al haber sido cegado, porque seguramente Dios le había hallado digno de una luz

superior.

En fin, el noble general bizantino Romano que llegó a emperador no mereció –como

no la merece nadie– tanta crueldad. Su trágico final es uno de los episodios más infa-

mantes de la historia de Bizancio, de una crueldad que podemos calificar de irrepetible.

Miguel Psellos tuvo mucho que ver con ese trágico final. Si su mente fue siempre lúcida

no lo fue su corazón.265

¿No tuvo alcance la mente de Miguel Psellos para pensar lo que

cabe esperar de unos sicarios, si es que no llevaban la orden de cegar y vilipendiar a

Romano?

Al final, la fama de Miguel Psellos queda como la de un hombre intrigante, violento,

orgulloso, desagradable… Su descendencia fue la desgracia.

Su porte externo, además de lo del belfo, era de considerable estatura, de mirada pene-

trante, de nariz aguileña (que le enorgullecía), de rostro entre prepotente y tímido, de

negrura en su porte (siempre ensotanado con su monacal indumentaria negra).

Su carácter era extremadamente veleidoso. Escribiéndole a Miguel Cerulario se defi-

nía y reconocía él mismo con humano con las características de “animal cambiante e

inestable, alma racional que se sirve de un cuerpo, singular mezcla de tendencias dis-

cordantes”. Era de trato desconcertante para quien no le conociera de cerca o habitual-

mente: vanidoso, altanero, adulador, burlón… y a la vez magnánimo, generoso y mís-

tico, siempre dando la sensación de genialidad.266

Era temible. Sus reacciones ante un

desaire o contrariedad podían ser furibundas. Como polemista era insaciable, mordaz,

pendenciero, irrespetuoso, implacable en sus juicios, prepotente… Otras veces era tier-

no y sensible (él mismo se tenía como “femenino” a veces).

Escribió mucho y de los temás o asuntos más variados.267

Su Chronografía es mordaz,

fuertemente crítica,268

con largas disgresiones contra los monjes “holgazanes y enemi-

gos de la humanidad”, al recordar que el dinero de los impuestos no es para mantener 264

Con mucha fiebre por las infecciones.

265

En paginas recientes anteriores, cuando empezábamos a hablar de San Anselmo, podríamos haber

destacado ya algunas de sus palabras en su modo de dirigirse a Dios rezando: “Señor, que lo que piense

mi cabeza lo sienta mi corazón”. Lejos estuvo Miguel Psellos de la santidad de Anselmo, que también

fue platónico, pero sobre todo cristiano.

266

Era un político maquivélico, sin escrúpulos, maestro de la injuria, intrigante, maniobrando siempre so-

bre el modo de alcanzar sus fines sin importarle los medios, inmoral o amoral…

267

Aunque no existe una lista fidedigna de sus obras o algunas permanecen inéditas. Otras se la atribuyen

falsamente o meramente como probables.

268

Lo que se conoce de ella es ya el resultado de haber sido una obra censurada más de una vez por los

poderes cuando se sentían atacados exagerada o falsamente.

~ 140 ~

conventos ni concubinas (ni del soberano ni de nadie), al afirmar que la república ate-

niense fue muy superior a la institución del Imperio Romano (“institución de esclavos y

no de hombres libres”), etc.

No hay que olvidar que los escritos de Miguel Psellos son los de un político mordaz,

de gran inteligencia pero no tanto de gran escrúpulo moral. Ciertamente no destaca en él

el amor a la verdad, unas veces disimulada, otras deformada o sesgada y las más de las

veces tergiversada. Más que un escritor objetivo es tendencioso. Es muy intersante y

sugerente su abundante epistolario, escrito de un modo muy elegante y esmerado

Escribió también de ocultismo y magia, de adivinación y de astrología… y hasta de

demonología, señalando que los demonios existen y tienen capacidad para el mal, pero

que por su fe se pueden libar de ellos los cristianos.269

Siguiendo a escritores patrísticos

(como Orígenes o San Basilio), afirma que los demonios se revisten de cuerpo y materia

para actuar en el mundo. Igual que demonólogo fue también angelólogo. En fin, Miguel

Psellos sorprende cuando fluctúa, como a golpes y a saltos, entre lo racional y lo mís-

tico, siendo a su manera, como le ocurría a Berengario de Tours, aunque diferente, un

mal filósofo y peor todavía como teólogo. Como buen oriental afirmó siempre la santi-

dad en grado sumo de la Virgen María (Theotokos), señalando su Inmaculada Concep-

ción y su función de Mediadora de la Gracia de Dios.

Miguel Psellos con su alumno Miguel VII Ducas

269

Ver Epílogo III.

~ 141 ~

RUS DE KIEV

Han pasado ya 90 años desde que la Rus de Kiev,270

que se inició con el príncipe va-

rego Oleg de Nóvgorod en el año 880 dominando sobre diferentes tribus eslavas agluti-

nadas, se hizo oficialmente cristiana. Fue el 28 de julio del año 988 cuando el gran prín-

cipe Vladimiro I de Kiev,271

acompañado por su druzhina o guardia personal, bautizó en

masa a su pueblo haciendo sumergir a toda su gente en las aguas del río Dniéper des-

pués de haber destruido todas las estatuas de las divinidades paganas que estaban colo-

cadas en la colina más alta de las afueras de Kiev.272

Lo mismo se repetiría en lo suce-

sivo por otros lugares de la Rus.

Los reinados de Vladimiro I (980-1015) y de su hijo Yaroslav I (1019- 1054) fueron

muy prósperos, de avance cultural y evangelizador, también organizativos tras la legis-

lación fundamental conocida como Russkaya Pravda. El auge económico se debió sobre

todo al buen hacer aprovechando la ruta comercial que comunica el mar Báltico hacia el

mar Negro y Oriente. En lo militar cabe que destaquemos las conquistas de Sviatoslav

(947-972) y la consolidación territorial con la segura defensa respecto de los invasores

búlgaros y jázaros.

Llegados a este momento, a 3 de octubre de 1078 hemos de notificar la muerte de

Iziaslav I (Yaroslávich) de Kiev. Tenía 54 años de edad. Su gobierno fue interrumpido,

extendiéndose de 1054 a 1073 y de 1076 a 1078. Era hijo primogénito de Yaroslav I. en

realidad, los príncipes de Kiev, a los que Yaroslav como buen padre había recomendado

que se llevaran bien, se disputaron el trono y a veces daban la sensación de estar rei-

nando en triunvirato, no siempre bien avenidos.

Yaroslav fundó el célebre Monasterio de las Cuevas de Kiev, entregado a los monjes

antonianos, siendo allí donde desplegó su misión el monje Antonio, del monasterio Es-

phigmenou del Monte Athos. Antonio se instaló en una cueva del monte Bérestov, a

orillas del río Dniéper. Allí se formó una comunidad monacal, la que está en los oríge-

nes del mencionado Monasterio de las Cuevas. Los hijos de Yaroslav apoyaron estupen-

damente la existencia y labor de este monasterio.

Yaroslav I había llegado a un importante acuerdo territorial y político con Casimiro I

de Polonia en el año 1043. Casimiro reconoció que Cherven forma parte de Kiev y no

270

Llegando a ser uno de los más amplios territorios monárquicos de la Edad Media, la Rus de Kiev

comprendía extensos dominios de lo que hoy es Ucrania, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Lituania, Letonia y

Estonia.

271

San Vladimiro de Kiev, Patrono de Rusia y Ucrania. Se conmemora el 15 de julio.

272

Para conmemorar el acontecimiento, Vladimiro construyó la primera iglesia de piedra de la Rus de

Kiev, la conocida como Iglesia de los Diezmos, dedicada a la Dormición de la Virgen María (allí está su

sepultura y la de su esposa). En el emplazamiento de las estatuas paganas, en la cima de la colina, se

construyó otra iglesia.

~ 142 ~

de Polonia.273

Todo cuanto pactaron Yaroslav y Casimiro fue cerrado o sellado con un

doble casamiento: Casimiro se casó con María Dobroniega, hermana de Yaroslav, e

Iziaslav se casó con Gertrudis, hermana de Casimiro. Iziaslav y Gertrudis tuvieron tres

hijos: Yaropolk, Mstislav y Sviatopolk.

En 1068 hubo una revuelta popular contra Iziaslav, instigada por sus hermanos, que le

arrebataron el trono. Iziaslav fue desterrado, marchándose a Polonia, la tierra de su es-

posa.

Desde Polonia, en 1069, ayudado por el ejército polaco, Iziaslav se apoderó de Kiev,

pero en el año 1073 fue de nuevo echado de allí por sus hermanos. En 1076 conquistó

otra vez Kiev, pero murió ahora, en 1078, habiendo sido derrotado por los pendencieros

príncipes Oleg Sviatoslávich y Boris Viacheslávich, sus sobrinos.274

A Iziaslav I le sucede Vsévolod (Yaroslávich) I de Kiev, su hermano, el cuarto de los

hijos de Yaroslav I y de Ingegerd Olafsdotter (Ana como cristiana).275

Tiene 48 años de

edad y está muy bien formado. Su cultura lingüística es encomiable, pues está muy ver-

sado en griego y domina a la perfección otros cinco idiomas.

A la muerte de su hermano Sviatoslav II (año 1076), Vsévolod heredó el trono de

Kiev, pero lo cedió a su exiliado hermano Iziaslav, a cambio de que le cediera el terri-

torio de Chérnigov.276

Iziaslav I de Kiev

273

No confundir con la foraleza búlgara de Cherven.

274

Oleg y Boris eran hijos de Sviatoslav II de Kiev (1073-1076) y nietos de Yaroslav I.

El reinado de Iziaslav I, como tantos hechos de la Rus de Kiev, está relatado en la conocida como

Crónica de Néstor.

275

Ingegerd era hija del rey vikingo (cristianizado) Olaf de Suecia (995-1022). De Sviatoslav I tuvo 5

hijas y 5 hijos. Las hijas fueron: Isabel (casada con Harald III de Noruega), Anastasia (casada con Andrés

I de Hungría), Ana (casada con Enrique I de Francia), Ágata (casada con Eduardo el Exiliado, que pudo

haber reinado en Iglaterra) y María Dobroniega (casada con Casimiro I de Polonia). Los hijos fueron:

Iziaslav, Sviatoslav, Vsévolod, Igor y Smolensk.

276

Territorio ucraniano en torno a esta homónima ciudad.

~ 143 ~

AÑO 1079

~ 144 ~

NÁJERA: MONASTERIO

DE SANTA MARÍA LA REAL

Alfonso VI donó en este año el monasterio de Santa María la Real de Nájera al mo-

nasterio de Cluny.

Podemos recordar que el rey García Sánchez III de Pamplona, el de Nájera, junto con

su mujer Estefanía dotaron este monasterio, concretamente el 12 de diciembre del año

1052, consistiendo dicha dotación en numerosos lugares (iglesias y monasterios de to-

das las tierras navarras y riojanas) y en los diezmos de las parias provenientes de los

musulmanas. En la fecha indicada, estuvieron presentes en el monasterio riojano, con

García Sánchez y con Estefanía, los reyes Fernando I de León y Ramiro I de Aragón

con gran séquito de nobles, obispos y abades.

No hay que olvidar que en Nájera tuvo su Corte Regia García Sánchez III de Pam-

plona y que en el monasterio de Santa María la Real se dispuso la construcción de su

panteón regio para enterramientos (de hecho allí se enterraron García Sánchez, su mujer

Estefanía y la descendencia de ambos).

También en Nájera tuvo su sede el obispo de Calahorra, Gómez en aquel momento, ya

que ésta peligraba frecuentemente por la presencia y los ataques de los musulmanes. El

obispo Gómez era además el abad de San Millán de la Cogolla.277

Otro hito importante que podemos recordar fue el del asesinato fratricida de Sancho

García IV en Peñalén, en junio de 1076. Entonces se sucedieron dos cosas: la unión de

los reinos de Aragón y Navarra bajo la corona de Sancho Ramírez y el dominio de

Alfonso VI ocupando La Rioja. Sancho Ramirez se declaró vasallo de Alfonso VI.

Teniendo en cuenta esos hechos, la situación del monasterio de Santa María la Real de

Nájera cambió por completo, a partir del 3 de septiembre, fecha de su donación a Cluny

por parte de Alfosno VI. Al pertenecer ya el monasterio a los monjes benedictinos de

Cluny, tuvieron que marcharse de allí, no sin protestas, tanto el obispo de Nájera-Cala-

horra como sus monjes y cuantos clérigos dependían de ellos o estaban al servicio de

ellos. Las protestas de los desalojados (y despojados) fueron llevadas al Papa Gregorio

VII a través de sus legados y todo ello está suponiendo un serio distanciamiento entre

Gregorio VII y Alfonso VI. Y es que no se trata sólo de un monasterio cualquiera sino

muy regio y poderoso, un monasterio que posee el control de gran cantidad de iglesias,

de muchas posesiones y rentas, todas ellas traspasadas de golpe a los cluniacenses, que

277

Era entonces muy normal que coincidieran en la misma persona los cargos de abad y obispo. Así fue

en los casos de Leyre-Pamplona, San Millán de la Cogolla-Nájera-Calahorra, San Pedro de Cardeña-Bur-

gos, etc.

~ 145 ~

ni se van ni hay quien los eche. Así viene la reforma gregoriana a la zona. Alfonso VI

complace así al Papa Gregorio VII.278

En este año 1079 pasaron bastantes cosas en la vida y reinado de Alfonso VI. Su

campaña por La Rioja se continuó por otros lugares, de modo que se puede decir que

Alfonso VI anda de conquista en conquista, acercándose cada vez más al Tajo y a su

codiciada Toledo.

Desde La Rioja, pasando por las tierras de Segovia y sus comarcas, que tras conquis-

tarlas tiene en proyecto repoblar y atorgar fueros, Alfonso VI se dirigió hacia el sur. Su

primera conquista considerable, tras un asedio en este año 1079, fue la de Talamanca,279

en cuyo empeño anduvo ya su padre Fernando I en 1062.280

Fue importante la conquista de Talamanca, porque es cabeza de puente entre Castilla

y la cuenca del Tajo. Su conquista favorece como presión la pretendida negociación de

Alfonso VI con el rey Al-Qadir de Toledo.

278

De siempre, pero más aún en lo que va de siglo XI, los reyes cristianos desarrollaron bien su política

religiosa, fundando iglesias y monasterios, restaurando diócesis y dotándolas, a la vez que llevando a ca-

bo la correspondiente repoblación. Aquel proyecto que supuso por ejemplo el concilio de Coyanza (en el

año 1050 ó más bien en el 1055), basado en el antiguo y tradicional orden hispano visigodo o mozárabe

estuvo bien planteado, pero ahora, sobre todo en el pontificado de Gregorio VII, se impone el cambio y la

extensión de la reforma eclesiástica (cluniacense-gregoriana) por todas partes. En el caso de España, ello

supone acabar con el tan establecido rito mozárabe e implantar el rito romano que exige la Santa Sede. Ya

hubo intensificados contactos al respecto entre Castilla y León con Cluny desde el reinado de Fernando I,

lo cual sirvió para que España se europeizara y entraran aquí las nuevas corrientes culturales y artísticas

del románico. Pero fue sobre todo durante el reinado de Alfonso cuando se empezaron a instalar cada vez

más los cluniacenses en España. Cluny empezó a recibir donaciones españolas, siendo muy importantes la

de San Isidro de Dueñas (año 1073), la de San Zoilo de Carrión (año 1076) o la de Santa María la Real

de Nájera en este año 1079.

La controversia, la tirantez y hasta el desbarajuste entre España (León y Castilla sobre todo, pero tam-

bién el resto de todo el territorio peninsular) y la Santa Sede fueron de mucha intensidad. La Santa Sede

empezó a intervenir en España como nunca antes lo había hecho, recurriendo ahora a legados pontificios

e incluso a reclamar España como propiedad de la Santa Sede romana.

Alfonso VI ruvo que adoptar una política cada vez más cancilleresca ante el Papa y ante sus legados.

Esto explica también que de buen grado se viera obligado a adoptar para sí el título de Imperator de toda

España, presumiendo de supremacía.

En lo referente a las designaciones episcopales no hubo demasiados problemas ni fricciones (se practicó

la elección canónica y siguió teniendo peso la recomendación regia sin mayores dificultades, aunque

desaparecieron las iglesias propias y se generalizaó el diezmo episcopal), pero sí hubo problemas en

cuanto a la adopción del rito romano en menoscabo del tradicional rito hispano. Esto fue, por ejemplo, lo

que llevó a que en Toledo, tras su reconquista cristiana en el año 1085, se siguiera celebrando el rito mo-

zárabe en seis de sus parroquias. Alfonso VI favorecía así a los numerosos mozárabes que parmenecían

en Toledo y que los necesitaba para reorganizarlo todo.

279

Talamanca de Jarama (Madrid).

280

Lo cuenta la Crónica de Castilla (edición de Patricia Rochwert-Zuili a partir del manuscrito Esp. 12 de

la Biblioteca Nacional de Francia y del manuscrito X-I-11 de la Biblioteca del Escorial): “Et después que

esto ouo fecho, fuese para Toledo et catiuó muchos moros e fezo muchas mortandades. Et destruyó e que-

mó Talamanca e Alcalá e Húzeda, e otros lugares del señorío de Toledo. E ganó muchos ganados e mu-

chos aueres, et partiólo todo con su cauallería”.

~ 146 ~

Cuando Alfonso VI tuvo en sus manos Talamanca, se dirigió a la mezquita mayor de

la ciudad, purificándola y consagrándola como iglesia cristiana, mandando que fuera allí

entronizada la imagen de la Virgen María que portaba en sus campañas de reconquista,

dándole la advocación de Santa María de la Almudena.281

Después de Talamanca, Alfonso VI conquistó el castillo de Olmos, cerca del río Gua-

darrama.282

Es un castillo que construyeron los musulmanes durante los siglos VIII-IX.

Por su situación estratégica, se utilizó siempre como castillo vigía y punto de referencia

de toda la zona.283

También tuvo lugar la boda en segundas nupcias de Alfonso VI con Constanza de

Borgoña, hija del duque Roberto I de Borgoña y nieta del rey Roberto II de Francia,

viuda de Hugo II de Châlon. Ya contábamos cómo Inés, su primera esposa, fue repu-

diada, tras lo cual, por mediación del abad Hugo de Cluny,284

se concertó este nuevo

matrimonio del monarca. La boda fue complicada, pues el Papa no aceptó que Alfonso

VI hubiera repudiado a Inés, pero como ésta murió pudo finalmente celebrarse.285

281

Talamanca, igual que Madrid, tenía su Almudena: una Alcazaba al sur, en la zona de muralla que se

elevaba en forma de espolón sobre la curva del arroyo de Valdejudíos, y separada del resto de la Medina

por una muralla interna cuyo discurrir sitúan algunos estudiosos por la actual calle de los Molinos. De

este modo, la advocación de Santa María de la Almudena en Talamanca es de años anteriores a la de Ma-

drid.

282

En El Viso de San Juan (Toledo).

La denominación “Viso” proviene del término latino (castellanizado en el siglo XIV) que se traduce por

“perdido” o “desaparecido”. En relación a este pueblo toledano, se dice en un documento de 1576 que

“la villa de El Viso se llamó así por estar situada en alto y que desde ella se ven muchos pueblos y tie-

rras”.

283

No parece que fueran otras sus funciones o en todo caso también la de guardar o custodiar la vía de

tránsito entre Toledo y la sierra de Guadarrama (el Alto de los Leones).

De este castillo queda en pie sólo una torre de unos 8 metros de altura (que pudo ser más alta), siendo su

anchura de algo más de 11 metros. Los muros, de ladrillo y piedras, tienen un grosor de 2,5 metros.

Destaca la utilización de excesiva argamasa en alguno de los muros y la irregularidad de las hiladas, lo

que demuestra que se construyó con mucha rapidez. También se conserva un aljibe de planta rectangular

con bóveda de cañón con arcos fajones.

284

San Hugo de Cluny. Se conmemora el 29 de abril.

285

Hay que destacar que Alfonso VI y Constanza de Borgoña ya se habían casado cuando aún vivía Inés.

Esa boda fue considerada nula y, tras la muerte de Inés, hubo de repetirse la celebración, en este año

1079. De este matrimonio sobrevivirá Urraca, que se casará con Raimundo, hijo del conde Guillermo I de

Borgoña. La dote que recibirá Raimundo será la del condado de Galicia y la del condado de Portugal

(Raimundo le entregó este último a su primo Enrique). Raimundo se hará cargo también del reino de Za-

mora, desempeñando desde allí una importante labor de repoblación por las tierras de Salamanca, Ávila y

Segovia. Raimundo, cuya sepultura puede verse en la catedral de Santiago de Compostela, ayudará a

Alfonso VI en la reconquista. Del matrimonio de Raimundo y Urraca nacerá Alfonso VII, que reinará

entre los años 1126-1157.

También casó Alfonso VI a sus hijas bastardas Elvira y Teresa con nobles franceses, afianzando así su

vinculación ultrapirenaica, lo que no fue del agrado de los gallegos. Hubo revueltas en Galicia. Las

encabezaron los condes Rodrigo y Vela Ovéquiz, apoyados por el obispo Diego Peláez de Iria Flavia-

Santiago de Compostela, reclamando los derechos del rey García, prisionero de Alfonso VI en el castillo

~ 147 ~

El empeño de Alfonso VI en sus exigencias de parias a los reinos de taifa se enmarca

en su plan de reconquista. Sabe el rey que previo a reconquistar esos reinos lo mejor es

empobrecerlos e inestabilizarlos. Además, con el cobro de parias se demuestra el domi-

nio y la superioridad. Las parias sirven también para financiar ls campañas de recon-

quista. De este modo, el cobro de las parias es a la vez un fin y un medio. El plan de re-

conquista se planifica como en tres momentos: 1) cobrar parias, 2) reconquistar militar-

mente y 3) repoblar.

Además de hacia Toledo, Alfonso VI fue teniendo claro que tenía que ir también

adentrándose por las fronteras del reino de Badajoz. Ya dirigió hacia allí su campaña de

1068 con el fin de hacer tributaria a la taifa de Badajoz, pasando también hacia la taifa

de Sevilla, en 1074, logrando igualmente hacerla tributaria.

En cuanto a los reinos de Aragón y Navarra, Alfonso VI vio imprescindible asegu-

rarse las parias de Al-Muqtadir de Zaragoza, quien por otra parte jugaba la baza o po-

sibilidad de tributar más bien a su vecino del norte. Alfonso VI pudo lograr el vasallaje

de Sancho Ramírez para asegurarse el control de las tierras orientales más allá de sus

fronteras castellanas.

Era muy importante ahora lograr alianza con Toledo, pues dominarla abría definitiva-

mente las puertas para la reconquista cristiana del sur peninsular, sin duda algo presente

en la mente de Alfonso VI. Ya se demostró cuando en el año 1074 Alfonso VI logró un

oneroso tributo procedente de la taifa granadina, reinando allí Abd Allah ibn Buluggin.

Éste tuvo que pagar además parias atrasadas.

Alfonso VI ya ayudó a Toledo cuando Al-Mamún atacó Córdoba en el año 1075, aun-

que la muerte del rey toledano (en junio de ese mismo año) supuso un serio contratiem-

po para Alfonso. El sucesor de Al-Mamún, su nieto Al-Qadir, no era lo mismo. Al-

Qadir carece de las dotes y cualidades políticas de Al-Mamún. De hecho, con Al-Qadir

se está rompiendo el difícil equilibrio político entre las taifas, lo cual está cambiando la

distribución territorial de la Península Ibérica y trastocando los planes de reconquista de

Alfonso VI. El rey cristiano se decide a intervenir hacia el sur a su manera más propia y

contundente.

De todos modos, sigue siendo necesaria la alianza con Toledo, porque previo a con-

quistarla hay que asegurar la colonización y repoblación hacia el sur del Duero acer-

cándose al Tajo. Esta zona es la de Medina del Campo,286

Olmedo,287

Coca,288

Cué-

llar,289

etc.

de Luna. En 1088 tendrá que aplacar Alfonso VI esas rebeliones, igual que las que se originaron cuando

el rey castellano-leonés entregró Galicia a Raimundo de Borgoña.

En cuanto a Borgoña, hay que decir que no es la misma en cuanto ducado que en cuanto condado

(franco condado).

286

Provincia de Valladolid.

287

Provincia de Valladolid.

288

Provincia de Segovia.

289

Provincia de Segovia.

~ 148 ~

Ahora, en este año 1079, el rey Al-Mutawakkil de Badajoz, invadiendo el reino de To-

ledo, llegó a expulsar de la ciudad toledana a su rey Al-Qadir, yendo a refugiarse al al-

cázar de Cuenca. Irritado por ello Alfonso VI la emprende contra Al-Mutawakkil y le

conquista Coria, ciudad verdaderamente estratégica para abrir camino hacia Badajoz.290

290

En 1081, Alfonso VI repondrá en Toledo a su rey Al-Qadir, a cambio de obtener del toledano la for-

taleza de Zorita de los Canes (provincia de Guadalajara), con la que se le abre la puerta para aceder a la

taifa de Zaragoza.

A Al-Mutamid de Sevilla será enviado el Cid Campeador, de parte de Alfonso VI, para cobrar las parias

sevillanas, aumentadas con las de Murcia y Lorca, mientras tropas castellanas-leonesas y sevillanas juntas

atacan al reino de Granada, enemigo común, disputándose parias en todo ello. Lo veremos enseguida, en

otro epígrafe de este año 1079.

~ 149 ~

URGEL

El conde Ermengol IV de Urgel, firme partidario de la reforma gregoriana en su con-

dado, habiendo enviudado de Lucía, su primera esposa, contrajo matrimonio (segundas

nupcias) en este año 1079 con Adelaida de Provenza.291

Luego de la boda, adaptaron el decadente monasterio de San Cecilia de Elins292

como

fundación de una comunidad de monjas.293

Antes había sido dúplice y de buena tradi-

ción hispana visigoda. Ahora es excluivamente femenino, de benedictinas atendidas por

clérigos y radicalmente de rito romano.

También fue noticia en este condado de Urgel la consagración de la iglesia románica

de San Esteban de Olius,294

que la levantó el pueblo enteramente. La consagración la

efectuó el obispo Bernat Guillermo de Urgel.

Cripta de San Esteban de Olius

291

De este matrimonio nacerán Guillermo y Sancha, pero el sucesor de Ermengol IV de Urgel será en su

momento su hijo Ermengol V, nacido Lucía, su primera esposa.

292

En el municipio leridano de Montferrer Castellbó.

293

Provenientes del monasterio barcelonés de San Pedro de les Puelles.

294

En la provincia de Lérida. Es un buen ejemplo del románico catalán. Consta de una sola dividida en

dos espacios de diferente altura, unidos por dos escaleras laterales. Dicha distribución permite celebrar

con diferente orientación, dependiendo del número de fieles que acudan. Hay también una cripta romá-

nica a la que antiguamente se accedía por dos escaleras laterales que ahora están tapiadas. El acceso ac-

tual a la cripta se hace por una única escalera central. La puerta original quedó inutilizada a consecuencia

de un terremoto ocurrido en el siglo XVIII, el mismo que desprendió también parte del terreno exterior,

quedando dicha puerta a dos metros sobre el nivel de circulación. Por ello se abrió una nueva puerta en la

pared lateral oeste de la iglesia, por la que se accede actualmente.

~ 150 ~

MONASTERIO DE SAN

PEDRO DE CASSERRES

El actual vizconde de Cardona, Ramón Folch I,295

donó el monasterio de San Pedro de

Casserres296

al de Cluny, desde donde ahora se organizan y administran las muchas

295

En la comarca barcelonesa del Bages.

296

En el término de Masías de Roda, comarca barcelonesa de Osona. Es un monasterio (con mucha his-

toria hasta ahora y posteriormente) que se encuentra dentro de un pronunciado meandro del río Ter, ac-

tualmente en el entorno del embalse de Sau. Consta que en el año 1006 la vizcondesa Ermetruit de Osona-

Cardona y su nuera Engúncia recaudaban dinero para la fundación del monasterio, para convertirlo en el

cenobio familiar. Finalmente fue Engúncia de Osona-Cardona quien pudo ver la consagración de la aba-

día (año 1053), aunque ya existía allí una comunidad benedictina. Efectivamente, el monasterio fue lugar

de enterramiento de la familia fundadora y de otras familias nobles del entorno, todas ellas muy bene-

factoras de la institución. La misma condesa de Barcelona Almodis de la Marca fue enterrada allí. Era

también este monasterio un lugar de retiro para algunas mujeres solas que allí pasaban los últimos mo-

mentos de sus vidas. Como ricas y poderosas que eran, dejaban allí sus bienes a cambio de verse aten-

didas en la vejez y tener garantizadas misas después de muertas.

Existe una leyenda (documentada en 1554) refiriendo la fundación de este cenobio a modo de prodigio.

Según esa leyenda, el monasterio se fundó sobre la tumba de un niño de la poderosa familia Cardona. Se

cuenta que aquel niño, con sólo tres días de vida, se puso a hablar explicando que se moriría al cabo de un

mes. Ordenó por eso que colocaran su cuerpecito muerto sobre una mula y la dejaran andar hasta que

parase. Pidió el niño que donde la mula se detuviera construyeran un monasterio con su iglesia y lo dedi-

caran todo a San Pedro.

En el monasterio se conservan aún los restos momificados del supuesto niño muerto de los Cardona.

Esta reliquia fue venerada durante mucho tiempo por los habitantes de la zona, convencidos de los po-

deres o propiedades sobrenaturales de la misma. Cuando había sequías, llevaban la urna relicario hasta el

río Ter y allí permanecían hasta que empezaba a llover.

El monasterio de San Pedro de Casserres fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931. Su

iglesia es de planta cuadrangular, algo más ancha que larga, con tres naves separadas por dos pilares

cruciformes que soportan los arcos torales. Las tres naves se cubren con bóveda de cañón, acabadas las

tres con ábsides semicirculares, cubiertos con bóveda de cuarto de esfera. Estos ábsides tenían pinturas

murales, de las que aún quedan restos.

El exterior de los ábsides, de estilo lombardo, conserva su decoración, con un friso de arcuaciones

ciegas y lesenas. El ábside central en lugar de arcuaciones tiene ventanas y un friso de dientes de sierra.

Como campanario sirve una torre cuadrada de dos pisos. En el piso superior hay dos ventanas de medio

punto en cada lado. Su tejado es a cuatro vertientes.

El claustro muestra soportales con una hilera de columnas y columnas también en los ángulos. Los

capiteles, con ornamentación vegetal y geométrica, son todos diferentes.

En el Museo Episcopal de Vich se conservan algunos capiteles y dos sarcófagos, uno datado entre los

siglos IX y X y otro con el escudo de los Tavernet (nobles enterrados en el monasterio). También se

conserva una lipsanoteca de cristal del siglo XI y algunos fragmentos de pinturas murales.

Una lipsanoteca, en el período artístico del románico, es un recipiente con tapa, normalmente tallado en

madera, utilizado para contener pequeñas reliquias. La forma suele ser diversa: ovoide (con caras tornea-

das y sección cilíndrica, tapa cónica y asa torneada), rectangular (con tapa corrediza o de encaje) o cilín-

~ 151 ~

posesiones catalanas de la donación, posesiones que incluyen también numerosos cas-

tillos. Al obispo de Vich no le hizo ninguna gracia esta donación.

Los muy importantes miembros de la linajuda familia Cardona se vanagloriaron siem-

pre de sus ancestros vinculados a la casa real francesa, desde que Carlomagno donara a

los Folch, descendientes del mítico caballero Folch (o Fulco), conde de Anjou, casado

con Argencia, hermana de Carlomagno, el señorío de Cardona.

El primer representante de la Casa Cardona fue Ramón (o Raimundo) Folch, hijo de

Fulco y Argencia, el cual acompañó a Carlomagno a Cataluña para alejar de allí a los

moros. Carlomagno nombró a Folch (o Fulco) señor de Cardona. Posteriormente, Ra-

món Folch I, nieto de Fulco y de Argencia, fue nombrado vizconde de Cardona por los

condes de Barcelona.

Por su situación geográfica, el vizcondado de Cardona es central en Cataluña y su im-

portancia radicará también en las nobles vinculaciones familiares de los Cardona con las

demás grandes Casas de Cataluña y de Francia. Así pues, los Cardona tuvieron y siguen

teniendo mucho protagonismo en la historia de Cataluña. En el año 986, el conde Bo-

rrell II de Barcelona se ocupó mucho de Cardona, privilegiando bastante al vizconde del

lugar llamado Ermemir, hermano del obispo Arnulfo de Vich, siendo Ermemir conse-

jero de Ramón Borrell, hijo de Borrell II, y muy amigo del monje Gerberto de Aurillac

(el que en su momento fue el Papa Silvestre II, de pontificado entre los años 999-

1003).297

drica (con tapa de encaje). La decoración se presenta siempre en fajas horizontales policromadas, con mo-

tivos geométricos o atáuricos (diseño de flores y follaje) e incluso inscripciones incisas en caracteres cú-

ficos. Las lipsanotecas se depositaban bajo la piedra o ara del altar de las iglesias.

297

De los Cardona saldrán muchos guerreros, grandes almirantes, importantes abades, varios obispos,

destacados diplomáticos y muchos consejeros reales. Será una familia tan poderosa que nunca se verá

afectada por ningua crisis económica.

~ 152 ~

PELAT DE VIMBUDIR

Ramón Berenguer II de Barcelona conquistó en este año el lugar llamado Pelat de

Vimbudir.298

Con su hermano Berenguer Ramón II siguen adelante los planes o pro-

yectos de repoblación cristiana en las tierras catalanas más despobladas.

298

Actual Vimbodí (Tarragona). En sus cercanías se fundará en su momento el monasterio de Santa Ma-

ría de Poblet.

~ 153 ~

ZARAGOZA

Destaca en Zaragoza el astrónomo Yahya ibn Ibrahim al-Naqqash. Ha elaborado un

excelente astrolabio por el que determinar los eclipses de sol y el tiempo en que habrá

de durar o la frecuencia con que sucederán. También anda inventando ciertos prismáti-

cos para observar los astros y determinar a qué distancia se encuentran de la Tierra.299

299

El mencionado astrolabio se conserva actualmente en el Germanisches Nationalmuseum de Núrem-

berg (Alemania).

~ 154 ~

MELILLA

La pequeña taifa de Melilla, en el norte de África,300

fue atacada y conquistada du-

rante este año por los almorávides.

Esta taifa, gobernada por reyezuelos o jefes locales, se hizo independiente de Córdoba

en el año 1030, bajo mandato de Muhammad ibn Idris al-Mostali. De cuantos la gober-

naron, además de Al-Mostali, destacó Yahya III (1063-1064).

300

Allí, en torno al conocido como cabo Tres Forcas, habitaron los bereberes tarifit, cuyos dominios fue-

ron conquistados por los omeyas en el siglo VIII.

Hablar de Melilla casi implica de por sí hablar también de Ceuta. Ambas ciudades, de siempre españo-

las, formaron parte de Hispania ya durante el Imperio Romano, perteneciendo a la Mauritania Tingitana,

que era de la Diócesis Hispana también en las reorganizaciones del Bajo Imperio Romano.

Por lo mismo, Ceuta y Melilla siguieron formando parte de la España visigoda, sobre todo Ceuta, desde

donde partió la entrada de los musulmanes en la Península. Ceuta estaba gobernada por Don Julián, que

tanto tuvo que ver con todo aquello.

Ceuta y Melilla formaron luego parte del Califato de Córdoba de Al-Ándalus. En 1024, Ceuta cayó bajo

el dominio del reino taifa de Málaga. Luego, tanto Ceuta como Melilla pasaron a pertenecer a otras taifas,

según su sucedían las diversas invasiones. En algún tiempo fueron conquistadas por los portugueses,

hasta que definitivamente fueron españolas.

~ 155 ~

CABRA

Pasó que Alfonso VI mandó a Sevilla y a Granada respectivamente a sus mejores ser-

vidores301

con el fin de cobrar las parias de ambos reinos moros, para que se dirigieran

así a Al-Mutamid de Sevilla y a Abd Allah ibn Buluggin de Granada. A Sevilla fue en-

viado Rodrígo Díaz de Vivar (el Cid Campeador) y a Granada fueron enviados García

Ordóñez (muy destacado riojano), Diego Pérez (de los Flaínez de León) y los hermanos

navarros Lope Sánchez y Fortuño Sánchez, del señorío de Buradón.302

Pasó también que, estando los legados de Alfonso VI cumpliendo sus cometidos fue el

rey de Granada a atacar al de Sevilla, de modo que los magnates cristianos se vieron

también implicados en el conflicto, entre otras cosas porque estaban en juego los cobros

de las parias. La batalla que enfrentó a granadinos contra sevillanos tuvo lugar en Ca-

bra303

y la victoria fue contundente para Al-Mutamid ayudado a la perfección por Ro-

drigo Díaz de Vivar. Al ser derrotados los granadinos, tuvieron que considerarse tam-

bién partícipes de la derrota los caballeros cristianos enviados por Alfonso VI, sobre to-

do García Ordóñez.304

El caso fue que los sevillanos se llevaron mucho botín de guerra en esta batalla y tam-

bién se llevaron a Sevilla, prisioneros, a García Ordóñez, Dego Pérez y los hermanos

Sánchez. Los cuatro fueron puestos en libertad a los tres días de estar en Sevilla, sin que

el rey Al-Mutamid exigiera rescate ni les quitara las parias que llevaban cobradas de los

301

Cada uno de ellos en calidad de armiger regis, un título que en los próximos siglos equivaldrá al de

alférez.

302

Teniendo en cuenta que las fuentes sobre estos hechos son más literarias que históricas (Cantar de

mio Cid e Historia Roderici, más histórica ésta, escrita hacia el año 1190, siendo el Cantar de hacia

1200), enseguida llama la atención el hecho de que Alfonso VI enviara a Sevilla sólo al Cid y a Granada

fueran cuatro caballeros. Todo parece, en las fuentes literarias, que tiene un finalidad, la de resaltar una

vez más otra proeza o gesta del Cid. Considerando el hecho históricamente, ha de suponerse que también

el Cid llevara con él a otros magnates acompañándole.

303

Al sur de la provincia de Córdoba. El castillo de Cabra fue el lugar privilegiado que sirvió para inter-

ceptar el ataque de los granadinos. Pero también hemos de saber que según algunas fuentes, los granadi-

nos no fueron interceptados y derrotados en Cabra sino en la localidad cercana de Monturque, que tam-

bién tiene un soberbio castillo.

304

A partir de ahora será oponente del Cid en todo y tendrá mucho que ver con cuanto le suceda a Ro-

drigo. Para empezar, acusó al Cid de haber cobrado parias para él, lo cual vendrá a ser falso, porque

siendo como era miembro de la Curia Regia del rey Alfonso y siendo de muchas posesiones, digamos que

no le hacía falta robar, sobre todo de un modo tan peligroso para él. Pero en adelante, García Ordóñez

difamará bastante al Cid.

El Cantar de mio Cid destacará lo mal que en adelante quiso García Ordóñez al Cid y el daño que le

causó, no perdonándole –dice el Cantar– que el Cid le mesara la barba (cosa que en esos tiempos era su-

mamente ofensivo).

~ 156 ~

granadinos. A Rodrigo Díaz de Vivar, que tuvo una entrada triunfal en Sevilla y fue vi-

vamente homenajeado como valiente guerrero, no sólo le pagó Al-Mutamid las parias

sino que le dio también muchos regalos, tanto para él como para el rey Alfonso VI,

siendo el regalo más importante el de la propia firma de Al-Mutamid en un documento

o tratado de paz que expresa la mejor disposición de su parte.305

305

Así lo testimonia la Historia Roderici.

~ 157 ~

MESSINES (FLANDES)

En Messines,306

el 8 de septiembre, con 70 años de edad, murió la condesa Adela Ca-

peto de Flandes (y de Corbie),307

hija (segunda) de los reyes de Francia Roberto II el

Piadoso (996-1031) y de Constanza de Arlés. Adela (viuda del duque Ricardo III de

Normandía, fallecido en 1027,308

envenenado en Ruan) se casó con el conde Balduino V

de Flandes (fallecido en 1067).309

Adela de Flandes tuvo mucho protagonismo en la vida política de Francia, sobre todo

porque al morir el rey, su hermano, Enrique I (año 1060), la tutela de su hijo y sucesor,

Felipe I, el actual rey de Francia (ahora con 27 años de edad), recayó sobre su madre, la

reina consorte Ana de Kiev (que falleció en 1075), y sobre sus tíos Balduino V y Adela.

Ambos fueron regentes de Francia desde el año 1060 hasta el 1067, año de la mayoría

de edad de Felipe I.

Pero no todo fue dedicación política. Balduino (de sobrenombre el Piadoso) y Adela

fundaron iglesias y colegiatas, apoyando siempre tanto la vida cristiana en sus dominios

como la vida cultural.

El hecho de morir Adela en Messines se debe a ser éste el lugar del monasterio bene-

dictino al que ingresó como monja cuando enviudó (por segunda vez) de (su segundo

esposo) Balduino V. Ella misma peregrinó a Roma para recibir el velo religioso de ma-

nos del Papa Alejandro II.

En Messines vivió Adela sus últimos años y allí recibió sepultura, en olor de santidad.

306

Actual Mesen (Bélgica), cerca Ypres y de la frontera con Francia.

307

Santa Adela de Flandes. Se conmemora el 8 de septiembre.

308

El mismo año de la boda.

309

De sobrenombre el Piadoso (murió en 1067). Su boda con Adela fue en el año 1028. Le sucedió su

hijo Balduino VI (1067-1070). Los otros hijos del matrimonio fueron Matilde (reina de Inglaterra al estar

casada con Guillermo I el Conquistador), Roberto (que sucedió a su hermano Balduino VI como Roberto

I de Flandes, sobreponiéndose al hijo de su hermano y sobrino suyo Arnulfo III), Enrique y Ricardo. El

gobierno condal de Roberto I se prolongó durante los años 1071-1092.

~ 158 ~

~ 159 ~

AÑO 1080

~ 160 ~

ROMA

Después de la derrota política de Enrique IV por Rodolfo II de Suabia, el Papa

Gregorio VII convocó un concilio en Roma, comenzado el 7 de marzo, en Cuaresma.310

Emanaron de allí varios decretos, pero el más importante de todos fue el de la definitiva

excomunión de Enrique IV.311

El Papa lo expresó en la forma de oración dirigida a los

Santos Apóstoles Pedro y Pablo, siendo éstas sus palabras, entre otras:

Haced conocer ahora a todo el mundo que si podeis ligar y desatar en el Cie-

lo, también podéis en la tierra quitar y dar los Imperios, los Reinos y los Princi-

pados, los Ducados, los Marquesados, los Condados y los bienes de todos los

hombres, segun sus méritos.... Cúmplase vuestra justicia tan prontamente sobre

Enrique, que todos sepan que no caerá por acaso sino por vuestro poder.

Se trató también en ese concilio romano acerca de la disputa entre el arzobispo de

Tours (Raúl I) y el obispo de Dol (en la Bretaña francesa), que quiere ser arzobispo me-

tropolitano sin vinculación a Tours, cosa que viene de lejos. El tema quedó sin resolver.

De mayor importancia en la mente del Papa es la prohibición a los laicos de otorgar

nombramientos eclesiásticos y de llevar a cabo investiduras sagradas, prohibición que

se dirige también a los eclesiásticos para recibirlas, siendo de manera ilegítima sin la

310

El pensamiento de Gregorio VII es conocido no sólo por sus proposiciones axiomáticas del Dictatus

Papae, sino por el resto de sus intervenciones, muchas de ellas epistolares. En carta al arzobispo Ermano

de Mezt (25 de agosto de 1076), pretendiendo justificar la excomunión de Enrique IV tanto desde el

punto de vista histórico como dogmático, se expresaba así: “Si la Sede Apostólica, por voluntad de Dios,

tiene la potestad de juzgar sobre las cosas espirituales, con mayor razón podrá juzgar sobre las cosas

seculares. Los miembros de Cristo, aquellos que siguen la voluntad de Dios y sus preceptos, se contra-

ponen a los miembros del Anticristo, que son los que anteponen los propios intereses a los de Dios.

¿Cuál es el papel de la Sede Apostólica en esta lucha? La Sede Romana tiene el deber de reprimir las

malvadas acciones de los secuaces del Anticristo”.

En otra carta al mismo arzobispo de Metz (15 de marzo de 1080), más amplia y organizada que la an-

terior, pero en parecidos términos, insistiendo en la naturaleza del ministerio petrino, escribía, con unas

expresiones muy extremas, acerca de la potestad del Papa como de origen divino, mientras la estatal es de

carácter diabólico, fruto de la soberbia y del deseo de dominio del hombre sobre el hombre. El poder

político proviene del Diablo. El rey o el emperador tiene difícil su salvación, a no ser que se someta a la

Iglesia, a la autoridad del Papa. Para Gregorio VII hay siempre una palabra clave a exigir a todos: obe-

diencia. Y además de exigirse la fe en Dios, es exigible la fe en el Papa.

311

Parece ser, según las fuentes, que Enrique IV, mediante dos obispos alemanes, se había dirigido al Pa-

pa suplicándole que se manifestara de una vez y con claridad, para lo cual le pedía que excomulgara a Ro-

dolfo. Enrique IV se atrevió además a amenzar al Papa con deponerlo y proceder a la elección del Papa

que le sustituyera. El Papa reaccionó de manera encendida y apasionada excomulgándolo a él.

La fuente que narra todo esto es del obispo Bonizone de Sutri, del todo leal a Gregorio VII y contem-

poráneo suyo, en su Liber ad admicum, un libro que trata (histórica y apologéticamente) sobre la Iglesia

(más libre cuanto más perseguida).

~ 161 ~

aprobación de la Santa Sede y de sus correspondientes legados (nuncios) por todas par-

tes. Numerosos obispos fueron excomulgados y también los normandos que están inva-

diendo y saqueando tierras de la Iglesia en Italia.

Así pues, tras los hechos acaedidos en Canossa desde el año 1077, con un tiempo que

desde entonces fue de calma para el Papa, si que ayudara ni apoyara para nada a Enri-

que IV, vino ahora el mencionado concilio de Roma, en el cual, deponiendo y exco-

mulgando a Enrique IV, el Papa se refiere a él tratándolo de contumaz, llamándolo des-

obediente.

De todos modos, la excomunión de Enrique IV no impresionó demasiado a nadie. Lo

que todo el mundo interpretó era que lo que el Papa abría era un período de guerra, te-

niendo en cuenta que el ser guerrero forma parte del temperamento y del modo de obar

de este Papa.312

Enrique IV y su favorable cardenal Hugo Cándido (excomulgado), con 6 representa-

tivos obispos alemanes partidarios suyos, se reunieron en Bressanone (Brixen en ale-

mán, al noreste de Italia), el 25 de junio de este año 1080. También acudieron a la reu-

nión, del todo sinodal, 20 obispos italianos y 1 del ducado de Borgoña.

En esa reunión, el Papa Gregorio VII fue objeto de las más horribles acusaciones, de-

cretándose que hay que deponerle, echarle fuera, porque es un criminal, perjuro, dis-

turbador del orden público y de la Iglesia… Estando así las cosas, se procedió a la elec-

ción de un nuevo Papa, recayendo dicha elección en el arzobispo Guiberto de Rávena,

de 40 años de edad, quien tomó el nombre de Clemente III. El Papa Gregorio VII no lo

aceptó sino que de entrada lo consideró antipapa. Guiberto había sido excomulgado por

él en 1078, ya que se mostró contrario al Papa y apoyó al clero casado, no estando tam-

poco de acuerdo con las deposiciones que Gregorio llevó a cabo, incluida la de Enrique

IV. Su diocesis de Rávena no se tomó para nada en serio la excomunión del Papa sobre

su muy apreciado y culto arzobispo Guiberto.313

Ya veremos cómo prosiga todo.

312

De hecho, fue lo que ocurrió en los cinco años de su pontificado a partir de este momento hasta que

muera. Gregorio VII pasará por eso a la consideración de ser uno de los Papas más guerreros que hubo en

la Historia de la Iglesia.

313

Clemente III ha sido uno de los antipapas de mayor influjo y repercusión en la historia de la Iglesia, el

que más ciertamente en la Edad Media, pues tuvo muy amplio y numeroso apoyo, el los guibertistas. En

muchas regiones y países fue considerado el verdadero Papa hasta el momento de su muerte (año 1100).

No sólo lo reconoció como Papa Enrique IV de Alemania sino también Guillermo I de Inglaterra y así

mismo lo fue en Hungría y en Servia. Clemente III era ciertamente partidario de la reforma de la Iglesia, y

de su independencia o no sometimiento al emperador alemán, pero de otra manera a como proponía y

defendía en su reforma Gregorio VII. Clemente III estaba también poderosamente relacionado con los

señores de Canossa.

Fue el sacerdote que la emperatriz Inés, madre de Enrique IV, designó como canciller imperial en Italia

(año 1057), cargo en el que mantuvo hasta 1063. En 1058 participó en la elección del Papa Nicolás II, pe-

ro cuando este Papa murió (año 1061) estuvo del lado contrario a la reforma tal como se estaba em-

prendiendo, apoyando el nombramiento del obispo Pietro Cadalus de Parma como Papa (antipapa) Ho-

norio II. Quien fue Papa legítimo entonces, sucesor de Nicolás II, fue Alejandro II. Tal legitimación se

vio favorecida por las campañas del duque Godofredo III de la Baja Lorena, apoyado por el arzobispo

Anno de Colonia y por el cardenal San Pedro Damiano, que fueron campañas favorables a Alejandro y

contrarias a Honorio. La emperatriz Inés, para quien todo eso no era sino un golpe de estado, perdió

mucho poder y, prácticamente coincidiendo con la mayoría de edad de su hijo Enrique IV, relevó a Gui-

~ 162 ~

De momento, Enrique IV retoma su campaña contra Rodolfo atacando de nuevo.

Combatiendo, en octubre de este año 1080, Rodolfo fue herido, perdiendo la mano de-

recha, y muriendo poco después. Los partidarios de Enrique interpretaron esto como la

realización del jucio de Dios contra Rodolfo y a favor de Enrique. Pero el conflicto

entre regnum et sacerdotium habrá de dar aún para mucho. Todos tienen clara (es pro-

pio de la época) la sacralidad de la legalidad, pero con ser mínimamente inteligentes re-

sultará difícil a muchos dar el salto a aceptar una sacralidad papal para dicha legalidad,

que sea el Papa quien absolutamente decida con su acentuado centralismo teocrático ro-

mano. Con Gregorio VII cambian demasiadas cosas, no sólo algunas de carácter sacra-

mental (disciplinar) referidas al sacerdocio (clerical). El laicado queda reducido a nada.

Como las medidas de Gregorio VII dan que pensar, podrá decirse que de las mismas ha-

brá de surgir la desacralización de la política, la autonomía propia del laicado (desde el

bautismo y no desde el orden sacerdotal) y el proceso de separación (con relaciones lla-

madas a ser armoniosas y respetuosas) de la Iglesia y el Estado.314

También surgirá des-

de Gregorio VII un modelo de vida cristiana y una eclesiología que será de añoranza

para la gente más tradicional y conservadora de ahora en adelante, precisamente afilián-

dose a la mentalidad y a la práctica de este Papa que se cargó de manera extrema la tra-

dición que se conservaba o se mantenía viva en la Iglesia “de siempre”.

Otra consecuencia del momento, en Italia, es la de la aparición del régimen político de

las comunas urbanas, cobrando auge desde la decadencia de las ciudades durante el si-

glo IX. Era esa una época de inseguridad, de invasiones vikingas y sarracenas, de pira-

tas en las costas, etc. El comercio y el mercado prácticamente desaparecieron, aunque

en ese panorama sobresalió excepcionalmente la ciudad de Venecia, de comercio activo

con Bizancio y con los musulmanes, compitiendo al respecto con la Pagania Naren-

tina.315

berto de su cargo como canciller imperial en Italia, sin que por eso dejara de cultivar Guiberto sus con-

tactos con la corte alemana. Fue por todo ello por lo que en 1072, Enrique IV lo nombró arzobispo de la

sede vacante de Rávena. El Papa Alejandro II no quería confirmar ese nombramiento, pero su consejero

Hildebrado (fue consejero de cinco Papas), alegando una paz conveniente, le convenció para que lo hi-

ciera. Guiberto fue así confirmado como arzobispo de Rávena, en 1073. Lo hizo con un juramento de

buena avenencia o alianza de fidelidad a la Santa Sede, al Papa Alejandro II y a sus sucesores.

En ese mismo año 1073 murió el Papa Alejandro II y fue elegido para sucederle Gregorio VII (Hilde-

brando). Guiberto participó en el concilio romano de Cuaresma, en marzo del año 1074, donde ya se de-

cretó mucho contra la simonía y el nicolaísmo. Guiberto fue bastante contestatario en muchos aspectos,

sobre todo en lo referente al celibato obligatorio.

Al concilio romano cuaresmal del año siguiente (1075) no acudió Guiberto, desobedeciendo al Papa que

le obligaba a ir. Por eso el Papa lo sancionó y lo suspendió. En 1076 estallaban del todo las contiendas

entre Enrique IV y Gregorio VII, cuando en el concilio de Woms, al que sí asistió Guiberto, se habló de

excomunión y deposición del Papa Gregorio VII. En ese mismo año, durante el cóncilio o sínodo de

Cuaresma en Roma, el Papa Gregorio VII excomulgó a sus opositores de Worms.

314

Per estamos aún en plena Edad Media.

315

De piratas al sur de Dalmacia, en la actual Croacia.

~ 163 ~

Venecia inspiró a otras ciudades del entorno o situadas por el cauce del río Po, de mo-

do que se fueron incrementando los productos agrícolas y los industriales o artesanales.

Poco a poco, el norte de Italia fue ganando en prosperidad a otros muchos lugares, por-

que fue circulando el dinero, el mismo que fue siendo ya el que hacía ricos (no la pose-

sión feudal de tierras).316

En el sur de Italia, aliadas comerciales con los musulmanes, comenzó todo un movi-

miento de relación comercial y mercantil con el norte. Todo provocó que desde la fértil

Lombardía del norte surgieran también manufacturas industriales y cobrara auge el co-

mercio, un comercio cada vez más europeo e internacional.

Ya a comienzos del siglo XI y a lo largo del mismo, ciudades como Génova o Pisa, y

los normandos, fueron arrebatándole al dominio musulmán muchos lugares para abrirse

al mar (Cerdeña, Córcega y Sicilia).317

La expansión del comercio mediterráneo e italiano, involucrando a muchos judíos de

gran olfato económico e incluso a mendigos emprendedores, aprendieron bien lo que

significa obtener beneficios con el trasiego y porte de mercancías de unos lugares a

otros, atesorando e invirtiendo de nuevo, logrando así una actividad comercial como

nunca antes había tenido lugar.318

Los mercaderes se movieron cada vez más emprendiendo viajes comerciales y de ne-

gocio, no viajando solos sino en grupos, pues para ello se asociaron en defensa común

de intereses. Eran y son ya las sociedades comerciales en las que varios socios aportan

capital para desarrollar el negocio como commenda y compagnia.319

Los comerciantes y mercaderes están ubicándose en ciertos lugares o barrios de las

ciudades que adoptan y adaptan a sus negocios y a la propia seguridad. Esto tuvo su im-

316

Algo contra la posesión de tierras como índice de riqueza se da también por el hecho de ser repartidas

en herencias. No obstante, la riqueza y la producción medieval sigue proviniendo fundamentalmente de

las tierras.

317

Luego vendrán las Cruzadas, que abrirán las rutas comerciales hacia Oriente.

318

Podemos destacar en esta actividad a San Goderico (Godric) de Finchale (1065-1170), un santo inglés

(reconocido como tal popularmente aunque no fue canonizado) que fue pirata y comerciante además de

ermitaño. Según se cuenta, era de una familia muy pobre pero virtuosa y tenía que ganarse la vida. Lo

hacía como vendedor ambulante y acabó siendo un gran empresario del mar, cada vez más como santo

marinero y menos como pirata. Fue en la isla de Lindisfarne (al norte de Gran Bretaña) donde, en con-

tacto con los monjes, confesándose de sus pecados, se comprometió a llevar una vida santa y honrada. De

entre sus peregrinaciones hizo también una a Santiago de Compostela y así mismo a Roma y a Tierra

Santa. Se conoce como Goderico de Finchale porque logró que el obispo Ranulfo Flambard de Durham

(al noreste de Inglaterra) le permitiera ser ermitaño en Finchale, junto al río Wear. Finchale tendría des-

pués un importante monasterio benedictino. En Finchale creció su reputación, siendo muy apreciado por

todo el mundo, porque era clarividente y bueno. Muhas autoridades y haste el Papa Alejandro III (1159-

1181) le pedían consejo.

319

De la estabilidad y fortalecimiento de estas asociaciones surgirá la banca en el siglo XIII. La misma

nobleza territorial del momento protegerá a los mercaderes asegurándoles beneficios en peajes y otor-

gándoles privilegios de feria y mercado, incrementándose así la práctica prestamista en las operaciones

comerciales.

~ 164 ~

portancia en el fenómeno repoblador, pues fue necesaria la presencia artesanal espe-

cializada además de las familias dedicadas a la panadería, la carnicería, la pescadería,

etc. Se desarrollaron también industrias como la textil y la metalúrgica.

La misma estructura de la ciudad está cambiando su fisonomía, no siendo ya de carac-

terísticas tan feudales sino más abiertas aunque sigan amuralladas (con murallas que se

amplían, porque las ciudades crecen). Aumentan también los suburbios urbanos, tanto

de habitantes dedicados a los nuevos oficios y a las nuevas tareas como a las actividades

rurales, de huertas, etc., como siempre.

Dentro de las ciudades, los obispos siguen ejerciendo actividades administrativas, ade-

más de las propiamente pastorales y religiosas, con muy resaltada jurisdicción. Pero los

obispos, como la gente de otros cargos civiles, jurídicos o judiciales, etc., se están dando

perfectamente cuenta de que las cosas van cambiando, que ya no se mueve el mundo tan

rigurosamente desde una mentalidad feudal sino burguesa, comercial, necesitada de li-

bertad de movimientos y no tutelada o sometida a controles. Los obispos tienen que ir

dejando de ser señores feudales. También por eso y para escapar de eso los mercaderes

se asocian.320

Hay en estos tiempos, ciertamente reivindicativos, mercaderes, trabajadores que si-

guen viviendo míseramente o en pobreza y personas muy religiosas (como los místicos

patarinos que militan contra la simonía y los abusos sociales, sobre todo si provienen de

la Iglesia o tienen que ver con ella). Los italianos están destacando también por su re-

lación interciudadana, entre unas ciudades y otras, siendo una relación de competitivi-

dad y a la vez de solidaridad. Pero las relaciones humanas son cada vez más de tipo co-

mercial.321

La nueva conciencia colectiva urbana se ve necesitada de la concesión de fueros y

privilegios, por ejemplo para asegurar la inviolabilidad de los domicilios, la exclusión

del duelo como prueba judicial para los habitantes de los centros urbanos y la prohi-

bición de someter a los habitantes de la ciudad a una jurisprudencia cuya sede radique

fuera del recinto municipal. Los señores laicos, más aún si son soberanos, se dan per-

fecta cuenta de cuánto les interesa favorecer a los nuevos grupos burgueses o ciudada-

nos urbanos, pues tienen que tenerlos satisfechos para recibir de ellos apoyos contra ad-

versarios. Les interesan también esos favores para obtener a cambio las correspondien-

tes tasas y beneficios sustanciales que las actividades económicas comerciales generan,

actividades a las que se dedican florecientes familias en las ciudades. Coincidiendo con

este clima de expansión económica, por la explotación y extracción minera de plata en

320

Tenemos aquí el origen de que se empiece a hablar de derechos.

321

Y en la realidad se están articulando mucho más desde y para los municipios que de manera centrali-

zadora. ¿Se ha percatado también de ello el Papa Gregorio VII?

A lo largo del siglo XI, pero también dutante el X, las mentalidades del clero y de los habitantes de las

ciudades diferían y eran muy diversas entre sí. Existieron por eso muchas rebeliones ciudadanas del clero

común y de la gente normal contra algunos obispos y monjes de abadías, sobre todo contra abades (ver-

daderos gerentes empresarios en muchos casos). Son históricas las rebeliones en Cremona (año 927) o en

Milán (año 991).

~ 165 ~

las minas de Goslar (Alemania), se dieron ya importantes privilegios regios, por ejem-

plo a Génova (año 958), a Cremona (año 996), a Savona (año 1059), etc.322

Los obispos que se oponen a la radical reforma gregoriana no lo hacen tanto por he-

rejía (no todo es cuestión de fe) sino porque pierden poder político y beneficios, ya que

los que salen ganando de las rivalidades son los nuevos grupos burgueses, pues los pe-

queños o medianos nobles se inclinan hacia ellos en menoscabo del tradicional poder

episcopal, un poder que a los obispos se les va de las manos siéndole arrebatado por la

gente y desde ahora también por parte de la Santa Sede. Y a los grandes señores o sobe-

ranos les sigue interesando andar lo más asociados posible a los obispos. Los hechos lo

vienen demostrando.

Los mercaderes y la pequeña nobleza hacen causa común para verse cada vez más li-

bres tanto del poder episcopal como del feudal, y para obtener no sólo privilegios eco-

nómicos y jurisdiccionales sino sobre todo, como imprescindible, poder urbano (un nue-

vo poder que antes no se daba). Por eso, con la aparición de las comunas al norte de

Italia, lo que los mercaderes y pequeños nobles están haciendo es pedirles a los obispos

el reconocimiento de la comuna como necesidad negociada para el mantenimiento de la

paz, de modo que se acaben las rebeliones. Así, la comuna queda reconocida como

cuerpo jurídico en sí mismo, ya sin la servidumbre feudal, tanto territorial como perso-

nal. Como novedad, se acatan los impuestos y las tasas, propias del derecho público ciu-

dadano y se instituyen los tribunales propios y específicos para la naciente burguesía.

La comuna se establece para que sea dirigida por cónsules periódicamente elegidos de

entre la nobleza territorial (patricios) con el apoyo de un consilium (concejo) de ciuda-

danos provenientes de las familias poderosas. Ellos son la credenza, pues de ellos y

sobre ellos recae a fin de cuentas la prosperidad de la ciudad. Las ciudades o cumunas

del norte de Italia (con repercusión también sobre muchos otros lugares) van adqui-

riendo o institucionalizando en ellas la propia corte de justicia comunal. Y todo esto

coincide y tiene mucho que ver con el lío de las investiduras.323

La que sale ganando de ese lío es la autonomía urbana comercial de las ciudades, li-

bres ya de aquellos viejos señoríos como los de Toscana, Verona, Ivrea, etc., libres tam-

bién del anclaje rural, pues las comunas urbanas atraen a los nobles que hasta ahora an-

322

A Lucca y a Pisa en 1081.

323

Y se sucederán también, como tendremos que ir viendo, los conflictos entre gëulfos y gibelinos. Aun-

que la inoperancia del poder imperial en Italia durante la primera mitad del siglo XII favorecerá el

desarrollo de las comunas, lo realmente decisivo para que se desarrollen será la dinámica entre las dis-

tintas facciones y sus fluctuantes alianzas.

Las ciudades italianas que apoyaron al partido imperial pasarán a ser las gibelinas, y de otra parte serán

güelfas las ciudades enfrentadas a la autoridad imperial y favorable al Papa. Así, frente al poder estático y

centralizador de los emperadores, que pretendían extraer los mayores recursos posibles a través de los de-

rechos reales o de regalia, y que imponían a ministeriales alemanes como señores o gobernadores (po-

destà), cuya falta de habilidad y brutalidad les hacían todavía más hostiles, se opusieron los ideales de

autonomía de las ciudades, sus privilegios y sus libertades individuales, lo que favoreció la formación de

la Liga Lombarda o alianza de ciudades italianas, de la que hablaremos ya bien adentrados en el siglo XII.

~ 166 ~

dan desperdigados por el campo, entre castillos y fortalezas, sometiendo a su control al

hinterland324

o contado, arrebatándoselo a la dominación y a las exacciones señoriales.

Hasta ahora, los emperadores alemanes acentuaron aquella tendencia de Berengario de

Friuli (915-924) transfiriendo funciones administrativas de los condes a los obispos, por

lo que, de seguir así, la autonomía política comunal no se circunscribiría hasta los mu-

ros de la ciudad, siendo mucho más a lo que se aspira, al control del contado, el terri-

torio de vínculos socioeconómicos, ya que la ciudad ofrece un mercado para los pro-

ductos del contado, como también ofrece oportunidades laborales a la gente del campo

y le garantiza seguridad. Además, el contado ofrece ahora oportunidades de inversión

para los habitantes de la ciudad, y sobre todo comida. Las comunas urbanas atraen así a

su recinto a la pequeña nobleza del contado.

Porque en el trasfondo de cuanto hemos contado (teniendo ahora la palabra contado su

sentido de narrar), incluido todo lo contado sobre la simonía y el celibato sacerdotal, no

hay sólo cotroversias dicotómicas sobre lo laico y lo sagrado o clerical, ni sólo contro-

versias políticas o morales, sino la lucha de la gente (de toda la gente, incluidos el

emperador y el Papa) por sus derechos ciudadanos,325

muy en particular por sus de-

rechos a la propiedad y todo ello en el rechazo servil a entregar la vida (y el trabajo) a la

propiedad de otros. En este surgir o defensa reivindicativa de los derechos, también

Gregorio VII, en su riguroso plan de reforma, los reclama legítimamente para la Iglesia.

¿Tiene derecho? ¿Se extralimita o propasa? Al menos, con todo lo expuesto, damos que

pensar.

324

Este término alemán se refiere a la esfera de influencia de un asentamiento, al área para la cual el

asentamiento central es el nexo comercial.

325

Anque sea un tanto prematuro o anacrónico aún referirnos a ellos con tanta claridad y contundencia.

~ 167 ~

~ 168 ~

SAHAGÚN: MONASTERIO

DE SAN BENITO

Por influencia de su nueva esposa Constanza de Borgoña y también por propia deci-

sión, el rey Alfonso VI sigue introduciendo en España la liturgia romana que desplaza

cada vez más la hispana o mozárabe. Para ello se nombró en este año en el real monas-

terio de San Benito de Sahagún326

un nuevo abad, el cluniacense Bernardo de Aquitania,

comenzándose a edificar una nueva iglesia según los cánones de la reforma gregoria-

na.327

326

Provincia de León.

327

Actualmente no quedan restos de la iglesia cluniacense en Sahagún.

En cuanto a Bernardo de Aquitania (Bernard de Sédirac o de Sauvetat), de quien no sabemos su edad al

desconocerse el año de su nacimiento, probablemente en Aquisgrán, podemos contar que llegó a ser abad

de Sahagún para sustituir al también cluniacense Roberto, destituido por el abad Hugo de Cluny, a peti-

ción del Papa Gregorio VII, por no ser muy firme en implantar la liturgia romana.

Bernardo de Aquitania, que fue también uno de los principales consejeros de Alfonso VI, trabajó ince-

santemente por aplicar la reforma gregoriana en España, muy especialmente en lo tocante a la disciplina

del clero. Fue un hombre culto que mandó también reorganizar el scriptorium de Sahagún en el que si-

guieron produciéndose muy interesantes códices.

El abad Bernardo estuvo muy del lado de Alfonso VI en la reconquista cristiana de Toledo, entre otras

cosas para llevar allí la reforma gregoriana, aunque prudentemente aconsejó bien al rey en lo concerniente

a dejar allí vigente, en algunas parroquias, el rito mozárabe. Sabemos que la reconquista de Toledo por

Alfonso VI será en 1085, el mismo año y el mismo día de la muerte de Gregorio VII (25 de mayo). El

Papa ya había nombrado a Bernardo de Aquitania arzobispo de Toledo, pero no pudo tomar posesión de

la sede hasta que lo invistió para ello el Papa Urbano II (1088-1099), el Papa que accedió además a que

Toledo volviera a ser la sede primada de España (Hispania). El Papa Urbano II, desde Anagni, enviará

una carta al episcopado de España notificándoles el nombramiento de Bernardo como arzobispo de To-

ledo y rehabilitando la sede como metropolitana, evocando con ello la magnificencia del reino visigodo

español (“antiquis adtestantibus priuilegiis”).

En León (año 1091), Roberto, en calidad de arzobispo metropolitano y primado de Toledo, convocará

en concilio a todos los obipos de Castilla, León y Galicia, para renovar allí todo lo decretado en el con-

cilio de Burgos del año 1080 y hacer valer el fervor reformista del Papa Urbano II, de quien Roberto era

legado pontificio para toda España y para la sede metropolitana de Narbona, para acabar con las pre-

tensiones de la sede metropolitana de Tarragona para ser primada. Lo mismo se atajaron entonces seme-

jantes pretensiones compostelanas al respecto. Todos los obispos españoles tenían que admitir y asumir su

sumisión a Toledo.

En 1095, Roberto viajará a Francia y se encontrará con el Papa Urbano II en Narbona. Posteriormente

asistió con total protagonismo en varios concilios (Clermont y Nimes en el año 1096), en Gerona (con los

obispos de la Narbonense y la Tarraconense en 1097), etc. En 1099, año de la muerte del Papa Urbano II

(que ocurrió el 29 de julio), asistió a un concilio en Roma, celebrado durante la Pascua, consiguiendo del

Papa una bula por la que las diócesis españolas de Oviedo, León y Palencia habrían de considerarse su-

fragáneas de la sede toledana.

Podremos tener ocasión de volver sobre Roberto como arzobispo metropolitano y primado de Toledo,

pero adelantamos que en los últimos años de su vida será una figura venida a menos. Tras la derrota de

~ 169 ~

Coincidiendo con esto se celebró en Burgos un sínodo o concilio hispano (castellano-

leonés), determinando que se sustituya el rito hispano mozárabe por el romano.328

El he-

cho de escogerse Burgos para la reunión se debe a que Castilla es en estos momentos la

más reacia a cambiar la tradición mozárabe por las nuevas exigencias de la reforma gre-

goriana. Pero no hubo más remedio que adoptar dicha reforma, quedando abolida la le-

gislación canónica propiamente hispana igual que quedó relegada la Biblia de San Isi-

doro,329

la escritura al modo visigótico y las reglas monacales no benedictinas clunia-

censes, entre ellas las de San Fructuoso de Braga.330

Alfonso VI y Constanza se encargaron también durante este año de restaurar la dio-

cesis de Coímbra, con el nombramiento de su nuevo obispo Paterno.

Página miniada de la Biblia de León (año 960)

Alfonso VI en Uclés (aunque no estará presente en esta batalla, del año 1108, año de la muerte del mo-

narca), con la reina Urraca, sucesora, su influencia ya no será la misma, aunque siguió activo en la re-

conquista. Pero no se llevará bien con la reina Urraca, ni tampoco con el Papa Calixto II (1119-1124), tío

de Alfonso VII (1126-1157), cuñado de Urraca y amigo personal del arzobispo Gelmírez (el primero en

serlo plenamente de Santiago de Compostela), por quien la sede compostelana fue ya metropolitana aun-

que permaneció la de Toledo como primada. La muerte de Roberto como arzobispo toledano ocurrirá en

Toledo, en abril del año 1128.

328

Ver Epílogo II.

329

Ver nuestra obra España mozárabe.

330

Ver Epílogo IV.

~ 170 ~

IGLESIA DE SANTA MARÍA

DE IGUACEL

El conde Sancho Galíndez y su esposa Urraca donaron la iglesia románica de Santa

María de Iguacel, situada en el valle de Canfranc,331

y todo su patrimonio alodial (libre

de cargas señoriales) al monasterio de San Juan de la Peña.332

La construcción de esta iglesia, a cargo del conde Galindo, padre de Sancho Galíndez,

se inició entre los años 1040-1050. Precisamente el hijo remodeló la construcción para

que se asemejara a la catedral de Jaca y por ser zona transitable del Camino de Santiago,

siendo terminada la obra en 1072.333

Es un edificio de planta rectangular, de una sola nave, bastante alta y cerrada con te-

cho de madera a dos aguas.

En su cabecera se halla el presbiterio, no muy amplio, cubierto por bóveda de cañón y

con terminación en ábside con bóveda de horno o de cuarta esfera. A la nave se accede

por tres puertas, siendo la frontal al oeste y las laterales al sur y al norte respectiva-

mente.334

La portada destaca en un cuerpo prolongado en altura, con dos contrafuertes que es-

coltan el ventanal superior, en forma de arco de medio punto sustentado por dos colum-

nas lisas con capiteles decorados con figuras humanas. El conjunto de esta portada se

forma con cinco arquivoltas: la primera dovelada, la segunda con palmetas, luego un

baquetón dividido en tres y por último una arquivolta dovelada rematada con otra for-

mada de taqueado jaqués. La primera arquivolta descansa sobre dos capiteles de pal-

metas que decoran las jambas de la puerta. Sobre esta portada se sobrepone un tejaroz

sostenido por canecillos, un tejado saliente. Sobre esta portada hallamos la siguiente

inscripción en latín (escrita en la remodelación de 1072): Esta es la puerta del Señor

por donde entran los fieles en la casa del señor, que es la iglesia fundada en honor de

Santa María. Ha sido fabricada por mandato del conde Sancho junto con su esposa 331

Provincia de Huesca.

332

Situado en la zona montañosa de Santa Cruz de la Serós, al suroeste de Jaca (Huesca).

Precisamente en el monasterio de San Juan de la Peña firmaron una concordia los obispos García de

Aragón y Pedro Ramón Dalmacio de Roda para acabar con sus discusiones y disputas sobre jurisdicción

territorial. La firma la escribieron en presencia del ray Sancho Ramírez. Quedó que el río Cinca delimita

la respectiva jurisdicción de esos obispados y también se estableció que la Barbitania (la zona de Bar-

bastro) corresponderá a Roda en cuanto sea definitivamente reconquistada a los moros, tal como está pro-

yectado.

333

Excepto la torre cuadrada que posee añadida entre los siglos XIII-XIV. Los motivos decorativos son

incluso posteriores, del siglo XV.

334

La del norte es la que da acceso a la torre.

~ 171 ~

Urraca. Ha sido terminada en la era 1110 [1072 en nuestro calendario actual],

reinando Sancho Ramírez en Aragón, el cual ofreció por su alma en honor a Santa

María la villa llamada Larrosa, para que le dé el Señor la vida eterna, amén.335

335

Su redactor fue el maestro Aznar y el autor de las pinturas fue Galindo Garcés. Hay que destacar que

en una iglesia como ésta, de pequeñas proporciones, no era normal que se colocaran inscripciones como

la que acabamos de señalar y que sigue allí, menos las pinturas, que son (góticas) añadidas sobre las

originales que se borraron.

Hay en la iglesia un total de 22 capiteles, en el interior y en el exterior, representando escenas bíblicas y

motivos vegetales.

La talla original de la Virgen fue llevada al Museo Diocesano de Jaca, donde puede contemplarse.

~ 172 ~

DINAMARCA

Harald III, rey de Dinamarca, murió el 17 de abril de este año 1080, a la edad de 40

años, siendo el séptimo de su reinado, tras haber sucedido a su padre Svend II, que asu-

mió el trono danés tras la muerte de Magnus I de Noruega.

Harald III reinó pacíficamente y de manera muy acertada, cosa que no le resultó fácil

por los numerosos y poderosos señores que pueblan el país. De su esposa Margareta

Hasbjörnsdatter no deja hijos que le hereden y sucedan, por lo que el trono danés pasa

ahora a su hermano Canuto IV.336

Harald III de Dinamarca

336

Canuto IV el Santo (canonizado por el Papa Pascual II en 1101). Se conmemora el 19 de enero.

~ 173 ~

ISLANDIA

El 5 de julio murió en Islandia el que ha sido su primer obispo católico, Ísleifur Gissu-

rarson, habiéndolo sido durante 24 años, teniendo a su muerte 73 de edad.

Islandia recibió el cristianismo en torno al año 1000. Fue pionera en ello la familia de

Ísleifur. Éste fue enviado por los suyos al monasterio alemán de Herford, de benedicti-

nos. Allí se formó y recibió las sagradas órdenes. Una vez vuelto a Islandia se encargó

de servir al pueblo como jefe local, como lo había sido su padre. En 1056 fue nombrado

obispo de Islandia y de Groenlandia, recibiendo este nombramiento y su consagración

episcopal por parte del arzobispo Adalberto de Hamburgo y Bremen. Le sucede en el

episcopado islandés su hijo Gissur, pues Ísleifur estuvo casado siendo sacerdote y ade-

más de Gissur tuvo dos hijos más. La sede episcopal de Islandia está en Skálholt, en la

propiedad familiar de Ísleifur. También hay establecida por la familia una escuela.337

Estas son las primeras huellas y la todavía breve historia del cristianismo en Islandia.

Catedral de Skálholt

337

Uno de los alumnos, Jón Ögmundsson, será posteriormente el primer obispo de Hólar.

~ 174 ~

Lágrimas de San Pedro, de Francisco Gómara (1909)

~ 175 ~

EPÍLOGO I

LA ORDALÍA O JUICIO DE DIOS

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) define la ordalía

como prueba ritual usada en la antigüedad para establecer la certeza, principalmente

con fines jurídicos, y una de cuyas formas es el juicio de Dios.338

Efectivamente, la or-

dalía o Juicio de Dios era una institución jurídica vigente hasta finales de la Edad Media

en Europa, para determinar la veracidad o la falsedad de un hecho o comportamiento a

juzgar. Era determinante en la fiscalidad de la época, al igual que lo eran los métodos de

tortura.

La ordalía es de origen godo, cuando ya fue utilizada para dictaminar sobre la ino-

cencia o la culpabilidad de alguien (o también de algo, a modo de censura sobre libros,

manifestaciones artísticas o culturales, etc.), averiguando así acerca de la voluntad de

Dios al respecto, de modo que el acusado, de ser culpable, quedaba como pecador, que-

brantador de los mandamientos divinos y de las normas jurídicas legítimamente esta-

blecidas.

La ordalía funcionaba por el sometimiento a unas pruebas que por lo general tenían

mucho que ver con las torturas, porque eran sometimientos del reo a pasar de algún mo-

do por agua o por fuego en condiciones extremas: obligar al acusado a sujetar hierros

338

Aunque existe el término latino ordalía, la voz tiene también mucho que ver con la palabra inglesa

ordeal, que significa juicio o prueba extrema al que una persona se somete para demostrar (probar) su

inocencia. Cuando los bárbaros procedentes de las regiones germanas invadieron el Imperio Romano

aplicaron esa costumbre, la cual, con el paso del tiempo, pasó a denominarse juicio de Dios, considerando

que el veredicto era más divino que humano. De todos modos, tenemos ejemplos de ordalías en los relatos

bíblicos (destacando aquellos del Pentateuco sobre el agua amarga que se le hacía beber a una mujer de

quien se marido sospechara adulterio, agua que preparaba el sacerdote de turno mezclando ciertas cenizas

u otros elementos). También hay ejemplos de ordalías entre los griegos.

De tiempos romanos es la leyenda de Cayo Mucio Escevola, de los siglos VI-V a. de C., que se dejó

quemar una mano en un brasero ante sus enemigos etruscos, reinando sobre ellos Porsena, para demostrar

que decía la verdad. Mientras se quemaba, Cayo Mucio, según Tito Livio (en su pbra Ab Urbe condita

libri, conocida como Décadas, de comienzos del siglo I), decía: “Poca cosa es el cuerpo, para quien sólo

aspira a la gloria” y también que “actuar o padecer y sufrir es lo que hace más fuertes a los romanos”.

Porsena, admirado ante el valor del joven Cayo, decidió perdonarle la vida. Entonces Cayo Mucio, en

muestras de agradecimiento, le dijo toda la verdad a Porsena, contándole todas las peripecias y estra-

tagemas que había empleado, y en concreto que estaba allí para darle muerte, lo mismo que había allí mu-

chos jóvenes soldados apostados y rodeando el campamento etrusco. Porsena, pensando que esos sol-

dados pudieran ser tan valientes como Cayo, levantó su campamento, retiró sus tropas y puso fin a la

guerra. Eso sí, Cayo Mucio quedó manco de mano, zurdo, lo que en latín se dice scevola.

La legendaria historia de Escévola ha fascinado a muchos a lo largo del tiempo. Jean Jaques Rousseau

cuanta en sus Confesiones que sus tutores se espantaron cuando él les relató esta historia recogida y

transmitida por Plutarco. También se cuenta un episodio biográfico de Nietzsche, que en su época de

estudiante de filología clásica, habiendo declarado un profesor que a su juicio no hubo ni podría haber

jamás mártires como Escévola, Nietzsche preparó un fuego y metió en él su mano durante un rato, evi-

dentemente teníendose que curar luego la mano pero quedando demostrado que él era tan valiente como

Escévola.

~ 176 ~

candentes, introducir la mano o ambas manos en una hoguera (o en agua hirviendo, la

denominada prueba caldaria)339

por un determinado tiempo,340

permanecer durante un

tiempo prolongado bajo el agua, andar con los pies descalzos sobre brasas incandes-

centes, etc. El que sobrevivía o no resultaba demasiado dañado era inocente, pues Dios

habría actuado para que no sufriera daños. Si el caso era éste, el acusado no recibiría

más castigos, pero en caso contrario quedaba probada su culpabilidad y recibiría la sen-

tencia condenatoria, que podría ser, además de castigos y torturas, la pena de muerte,

dependiendo de la gravedad del delito. Si la culpa recaía en algo y no en alguien, lo

condenado tendía que ser acabado de destruir, normalmente por el fuego. El lugar de las

ordalías solía ser el exterior de las iglesias o en algún lugar cercano a ellas.341

Aunque existieron ordalías populares y vulgarmente incontroladas, tal vez precisa-

mente por eso y para tenerlas legisladas, no fuera de control, se institucionalizaron ju-

rídica y canónicamente, con juramento (de ahí también que pasaran a denominarse jui-

cios de Dios). Pero jucio de Dios, aún conllevando juramento, no equivalió a juramen-

to.342

También fue distinto el duelo entre contendientes, aunque también pasó a consi-

derarse juicio de Dios, sobre todo en España bajo la denominación de desafío.

Si la acusación era simple, el acusado habría de introducir la mano en el agua hir-

viendo hasta la muñeca (la prueba caldaria); pero si la acusación era compleja, debían

sumergir el brazo hasta el codo y se envolvía luego la mano, en la que el juez colocaba

un sello y al tercer día se examinaba el resultado de la prueba. Si había quemadura, el

acusado era culpable; si no las había era inocente. Una de las acusaciones frecuentes,

sobre todo en la Europa germánica, era la de practicar sortilegios y brujerías.

También hubo unos peculiares juicios de Dios para clérigos, unos jucios que se deno-

minaron de la Eucaristía (con el tiempo este juicio fue reducido a una fórmula solemne

de juramento). El Juicio de la Eucaristía, sobre todo para determinar si hubo robo, pro-

fanación o venta irregular en las iglesias, se practicaba de la siguiente manera: dando

comienzo con una Misa solemnemente cantada, presidida por el abad o por algún sa-

cerdote que el abad designara. A la hora de comulgar (algo cada vez más restringido

bajo el temor inculcado de cometer gravísimo sacrilegio) todos habrían de acercarse al

altar y comulgar, pero no sin confesar públicamente y en voz alta su inocencia, di-

ciendo: “Corpus Domini sit mihi ad probationem hodie”.

339

Si el acusado era alguien vulgar o un simple pechero, plebeyo o villano, la prueba era en agua helada

y no en agua hirviendo.

340

De aquí vienen las expresiones poner la mano en el fuego y prueba de fuego, expresiones que indican

el respaldo incondicional sobre alguien o sobre algo.

341

Las iglesias donde se ejecutaba la prueba caldaria eran asignadas para ello (como un privilegio) por el

respectivo señor del lugar. Los acusados pagaban al fisco de la iglesia el derecho exigido por la prueba.

342

“Aut judicii examine, aut sacramenti protestatione se expurget” (sínodo o concilio de Maguncia, año

888).

~ 177 ~

Otros juicios de Dios eclesiáticos fueron los del Espíritu Santo,343

de la Santa Cruz344

y del pan o el queso.345

Refiriéndonos a España, la prueba correspondiente al juicio de Dios más antigua que

conocemos documentada fue la caldaria, como se recoge en el Fuero de León, del año

1017, reinando Alfonso V. Alfonso VI, en 1072, trató de mitigar los abusos que se die-

ron al respecto, ordenando que sólo habría de realizarse la prueba caldaria en la catedral

de León. Evidentemente no se le hizo demasiado caso a la orden del rey, al como puede

verse en otros fueros. También se dio en España la prueba del fuego, pero de un modo

menos frecuente que en otros lugares. Y para nada se practicó la prueba del pan y del

queso. De toda Europa, tal vez fuera España la más reacia a las ordalías o juicios de

Dios, lo que demuestra el grado de madurez y civilización alcanzadas en nuestro país,

comparado con el grado de paganismo y barbarie persistentes en tantos otros lugares. Sí

se emplearon por todas partes, pero también menos en España, ordalías como pruebas

de paternidad.346

343

Un ejemplo de este tipo de juicio de Dios denominado del Espíritu Santo, un examen de la verdad, lo

tenemos en el hecho siguiente: el monje Hildebrando (antes de que fuera Papa Gregorio VII), en el con-

texto de la lucha contra los eclesiásticos simoníacos, actuó como legado pontificio para deponer a cuantos

obispos fueran culpables de simonía. Así, según el ejemplo al que hemos aludido, teniendo ante sí en su

sede episcopal al obispo de Tréveris, uno de los acusados, Hildebrando le dijo: “Acercate y si posees

legítimamente el Espíritu Santo di sin temor Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. El obispo, que

era simoníaco, alzó la voz y dijo “Gloria...”, sin poder acabar de pronunciar la fórmula u oración. De este

modo abandonó su silla episcopal.

344

Este juicio se realizaba del siguiente modo: delante de un altar, mientras se celebraba la Misa, se colo-

caban dos personas (sobre las que había que probar la inocencia o la culpabilidad de algo) en pie, inmó-

viles con los pies juntos y los brazos abiertos en cruz. Se leían en su momento las Lecturas, con recitación

de Salmos, y el relato evangélico de la Pasión. Quien se moviera era culpable. Esta práctica la prohibió en

Francia Ludovico Pío (814-840), pero siguió empleándose en otros lugares.

345

Estos alimentos o uno de ellos, debidamente bendecidos y pronunciándose sobre ellos determinadas

fórmulas, sin que faltara hacer sobre ellos la señal de la cruz, se les ofrecía a los acusados, de manera que

les hacía daño si eran culplables, en virtud de las palabras que se pronunciaban: “Fac eum qui reus erit,

Domine, in visceribus angustiare, ejusque guttur conclude”.

346

Eran las pruebas del ADN de entonces.

~ 178 ~

EPILOGO II

EL RITO O LITURGIA MOZÁRABE

Todo lo que sea hablar de mozárabe en España, también en lo ritual y litúrgico, es

cierto a la vez que no preciso del todo. Pero sí se conoce como rito hispano o liturgia

mozárabe el modo celebrativo cristiano en la Iglesia española347

desde la Antigüedad

hasta bien avanzado el siglo XI, persistiendo aún y revalorizado en algunos lugares, co-

mo Toledo, Salamanca, etc.

El concilio de Braga (año 561), cuando en la zona se dio la conversión de los suevos

al cristianismo, ya decidió bastante del que conocemos como rito mozárabe (evidente-

mente cuando aún no existían los mozárabes, porque aún no habían llegado los musul-

manes a la Península). A partir de la conversión al cristianismo del rey Recaredo (año

589), prosigue el desarrollo de esta liturgia hispana con peculiares acentos visigodos,

pues España era visigoda. De ello podemos recordar los célebres y frecuentes Conclios

de Toledo sobre todo durante el siglo VII, no estando España (Hispania) desvinculada

de la Santa Sede romana, aunque la vinculación entonces no era tan estricta como en

tiempos posteriores y la Santa Sede también se despreocupaba bastante al respecto. No

hemos de olvidar que el papado del siglo X e incluso anteriormente, andaba más bien

liado en corruptelas que en preocupaciones pastorales y litúrgicas.

Es evidente que estando como estaban los cristianos españoles en medio del Al-Án-

dalus musulmán, no pudieron dedicarse demasiado a cuestiones litúrgicas, por lo que si-

guieron celebrando según las indicaciones y desarrollos de los siglos VII y VIII. Y así

parece ser que se llegó al siglo XI y al período de los reformadores cluniacenses y del

papado, habiéndose hecho sentir ciertas influencias europeas, pero no muchas.

Documentalmente hablando, sabemos que el Papa Juan X (914-928), aprobó y ratificó

el rito hispano sin mayores dificultades, pues todavía no imperaba tanto como universa-

lizable el rito romano, que sí iba ya imponiéndose desde hacía tiempo entre francos y

alemanes, en la Europa cristiana por lo general.

En España no hubo problemas ni nadie se los hizo al respecto con la liturgia propia,

hasta que llegaron los tiempos de Gregorio VII (y también de sus predecesores Alejan-

dro II y Nicolás II),348

precisamente cuando los reinos cristianos hispanos estaban más

empleados que nunca en sus reconquistas arrebatándoles territorios (y parias) a los mu-

sulmanes.

Como los Papas del momento (avanzado el siglo XI) son fuertemente centralizadores

hacia ellos en la Santa Sede, es evidente que esto tuvo también su repercusión en la li-

turgia, haciéndose más unificada y cada vez menos plural, con la consiguiente resis-

tencia de las iglesias particulares (y de sus reinos) al respecto. La liturgia hispana fue es-

crupulosamente revisada en Roma y en varios concilios por todas partes, concluyéndo-

347

Sobreentendiendo la Península Ibérica.

348

Los tres se empeñaron también en abolir otros ritos, por ejemplo el ambrosiano de Milán.

~ 179 ~

se en todas partes que habría de ser abolida, aunque hubo excepciones. Un concilio en

Mantua (año 1067), por ejemplo, dictaminó que la liturgia hispana (mozárabe) no sólo

no era herética sino digna de elogios y de alabanzas.

Pero ya se destacó el rey Sancho Ramírez de Aragón por situarse del lado favorable al

rito romano, que en realidad, por ser cluniacense entre otras cosas, también puede lla-

marse francófono o galicano. La primera vez que se utilizó este rito en España tuvo lu-

gar en el monasterio oscense, cercano a Jaca, de San Juan de la Peña, el 22 de marzo del

año 1071, siendo una Misa cantada por el cardenal Hugo Cándido, legado pontificio de

Gregorio VII, y asistiendo el rey Sancho Ramírez con un notable séquito. Luego se fue

difundiendo el rito por toda Cataluña, siendo precisamente toda esta zona del nordeste

peninsular la que había ido acogiendo a muchos mozárabes desde que se dispersaron de

Al-Ándalus durante los reinos de taifas.

El rey Alfonso VI de Castilla y León, obligado por el Papa Gregorio VII y por el po-

deroso abad Hugo de Cluny e influenciado mucho por sus esposas francas Inés de

Aquitania y Constanza de Borgoña, acabó introduciendo el rito romano en Castilla y

León. Los súbditos, sobre todo los castellanos opusieron su resistencia, tanta que hubo

que dirimir el asunto recurriendo a un juicio de Dios. El Domingo de Ramos del año

1077, según el Chronicon Burguense,349

dos caballeros campeones, uno castellano y

otro toledano, fueron elegidos para combatir “pro lege Romana et Toletana”. El cam-

peón castellano, Juan Ruiz de Matanzas, defendía el rito hispano mientras que el rito ro-

mano era defendido por al campeón toledano, del cual no se conoce su nombre y ade-

más es sospechoso que precisamente un toledano estuviera en la defensa del rito romano

como miles ex parte francorum. Ciertamente este supuesto toledano luchó de parte de

Alfonso VI. Hubo en algún momento quema de supuestas bulas, unas llamadas Roma y

otras llamadas Toledo. En estos juicios de Dios siempre resultó victorioso el rito hispa-

no mozárabe. Resultaba que mientras la bula Roma ardía y se consumía estrepitosa-

mente, la bula Toledo no se quemaba. Hay que tener en cuenta que la bula Roma era de

encuadernación más ordinaria y papel, mientras que la bula Toledo era de encuader-

nación típicamente mozárabe, con su peculiar “vellum” o vitela a prueba de fuego. Así

que no sólo había intervención divina sino también artesanal o manufacturera.

No obstante, a pesar del resultado de las ordalías, Alfonso VI adoptó la liturgia ro-

mana. Lo hizo en el concilio de Burgos del año 1080, decretándola para la reticente

Castilla. Cuando en 1085 reconquiste Toledo, seguirá apoyándola, aunque, como vere-

mos en su momento, hubo de respetar el rito mozárabe en algunas iglesias, allí donde la

población era mayoritariamente mozárabe de toda la vida. Pero no sólo en Castilla o en

Toledo desagradaba la liturgia romana sino prácticamente en toda España.

Menos mal que aún quedaba presencia musulmana en muchas zonas españolas, donde

aún seguía la liturgia mozárabe, pues en esos lugares no podían entrar en vigor las órde-

nes de los reyes cristianos ni del Papa. Hubo también monasterios por todas partes in-

cluso en los reinos cristianos que oficialmente celebraban la liturgia romana pero se-

349

Anónimo, llamado así por haberse encontrado en la catedral de Burgos, con narraciones hasta la bata-

lla de las Navas de Tolosa en 1112. Con este Chronicon han de comprenderse también otros diversos

Anales de la época.

~ 180 ~

guían también con la liturgia mozárabe o la alternaba. Hay muchos testimonios de ello,

por ejemplo cuando el rey Jaime I de Aragón reconquistó Valencia en el año 1239. Y

así ocurría también en las reconquistas de Fernando III el Santo en el siglo XIII. Sin

embargo, cuando los Reyes Católicos reconquistaron Granada en 1492, consta que ha-

bía allí minorías de cristianos mozárabes, igual que mercaderes y prisioneros cristianos

de diversa procedencia, pero no parecen que celebraran ya la liturgia mozárabe sino la

romana.

El caso fue que entre prohibiciones y disuasiones hay que decir que el rito hispano

mozárabe empezó a desaparecer en España durante el reinado de Alfonso VI, a excep-

ción del reconocimiento foral privilegiando a los mozárabes toledanos. El privilegio se

perpetuó a pesar de todos los pesares. Todavía hubo algún intento de revitalizar el rito

por parte de algunos obispos, pero no tuvieron éxito. Sí lo tuvo en cierta medida el

cardenal Cisneros, arzobispo de Toledo (1495-1517), para su sede y de algún modo en

cuanto primado de España, que fundó la capilla mozárabe de la catedral toledana, cuan-

do ya la liturgia mozárabe estaba casi extinta y abolutamente generalizada la romana. Y

así sigue la cosa, ahora con la liturgia postconciliar del Vaticano II (siglos XX-XXI).350

350

No es necesario que nos extendamos más al respecto, entre otras cosas porque ya lo hicimos sobre al-

gunos aspectos con anterioridad. Puede verse Laus Perennis. El siglo X (911-920).

No obstante, puede verse como bibliografía, entre otra, la siguiente: AA. VV. (1979): Arte y cultura

mozárabe, Toledo, Instituto de Estudios Visigótico-Mozárabes de San Eugenio; Biblia Visigótica Mozá-

rabe de San Isidoro de León (Codex bliblicus legionensis) (1997): León, Librería Isidoriana Editorial;

Diputación Provincial de Toledo (2003): Conmemoración del IX Centenario del fuero de los mozárabes,

Toledo; Ministerio de Educación y Ciencia (1989): El canto mozárabe, Madrid, Subdirección General de

Información y Publicaciones; también de AA. VV. (1996): Historia, arte, literatura y música: Actas del I

Congreso Nacional de Cultura Mozárabe de 1996, Córdoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de

Córdoba; (1996): La literatura exequial en el rito hispano-mozárabe, Madrid, Ediciones Aldecoa; (1978):

Liturgia y música mozarabe, Toledo, Instituto de Estudios Visigótico-Mozárabes de San Eugenio;

Anónimo (1978): Historia mozarabe, Toledo, Instituto de Estudios Visigótico-Mozárabes de San Eu-

genio; Arellano García, M. (1979): La Capilla Mozárabe o del Corpus Christi, Toledo, Instituto de

Estudios Visigótico-Mozárabes de San Eugenio; Gattin, G. (1987): Historia de la música, 2 – El Me-

dioevo (1ª parte), Madrid, Turner (el capítulo 10 es el dedicado al antiguo canto litúrgico hispano);

Conferencia Episcopal Española (2000): Celebración eucarística según el rito hispano-mozárabe, Ma-

drid, Amábardos; (2002): El misal hispano-mozárabe, Barcelona, Centro de Pastoral Litúrgica; (1997):

Los domingos de cotidiano: Misal hispano mozárabe, Barcelona, Centro de Pastoral Litúrgica; Eche-

verría, L. de (1976): Concelebración en rito mozárabe, Salamanca, Ediciones de la Universidad Sala-

manca; (1984): Misa del Sábado Santo en rito Hispano antiguo o Mozárabe, Madrid (editor-autor, el

antes mencionado); Fernández de la Cuesta, I. (1983): Historia de la música española, 1. Desde los

orígenes hasta el ars nova, Madrid, Alianza Editorial; (1980): Manuscritos y fuentes musicales en Es-

paña. Edad Media, Madrid, Ed. Alpuerto; Ferrer Grenesche, J. M. (1995): Los santos del nuevo misal

hispano-mozárabe, Toledo, Instituto Teológico San Ildefonso, Servicio de Publicaciones; (1995): Curso

de liturgia hispano-mozárabe, Toledo, Instituto Teológico San Ildefonso, Servicio de Publicaciones;

Fontaine, J. (1984): El mozárabe, Madrid, Encuentro; Hoppin, R. H. (2000): La música medieval, Ma-

drid, Akal; Jiménez Duque, B. (1077): La espiritualidad romano-visigoda y mozárabe, Madrid, Fun-

dación Universitaria Española; Lafora, C. R. (1991): Andanzas en torno al legado mozárabe, Madrid,

Encuentro; Moldovan, T. (1992): Relación entre anáfora y lecturas bíblicas en la cuaresma dominical

hispánico-mozárabe, Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca, Servicio de Publicaciones; Sán-

chez Adalid, J. (2005): El mozárabe (novela histórica), Barcelona, Zeta; Tomás Cánovas, I. (2002):

Teología de las celebraciones del tiempo de Navidad en la liturgia hispano mozárabe reformada en 1991,

~ 181 ~

EPÍLOGO III

MIGUEL PSELLOS: DEMONOLOGÍA

O SOBRE LA ACTIVIDAD DE LOS DEMONIOS

No estuvo exento Miguel Psellos de atender a cuestiones, ciertamente bizantinas de

índole supranatural, como es el caso de dedicarle lo que sigue al tema de los demo-

nios,351

haciendo intervenir en diálogo a Timoteo y a Tracio.

TIMOTEO: Hace tiempo, Tracio, que no vienes a Bizancio.

TRACIO: Vaya si lo hace, Timoteo: dos años o más he estado en el extranjero.

TIMOTEO: ¿Y dónde? ¿Y en qué negocios estuviste tanto tiempo metido?

TRACIO: Me faltaría tiempo ahora para satisfacer tus preguntas: un relato de Alcí-

noo352

habría que hacerte para contar todo lo que pasé y todo lo que soporté junto a unos

hombres impíos, euquitas y entusiastas los llaman.353

¿No has oído hablar de ellos?

Barcelona, Grafite Ediciones; Woolfenden, G. (2003): La oración diaria en la España cristiana: estudio

del oficio mozárabe, Salamanca, Ediciones Cristiandad.

351

La primera o una de las primeras demonologías de la historia.

352

Según la mitología griega, Alcínoo, figura importante en la Odisea de Homero (y en los poemas de

Apolonio), fue rey de los feacios de la isla de Esqueria (la actual Corfú griega), hijo de Nausítoo (primer

rey de los feacios) y nieto de Poseidón (dios del mar y de lo terremotos). Fue padre de Nausícaa y dio

hospitalidad a Ulises (Odiseo) náufrago y llegado a la isla de los feacios. Ulises recibió protección y ayu-

da, contando mientras todas sus aventuras, mientras Poseidón convirtió su embarcación en piedra y blo-

queó así el puerto de la isla. También hay que decir que cuando Jasón y Medea tuvieron que huir de la

Cólquida (el país del vellocino de oro, que Jasón y Medea habían robado), el rey Alcínoo, participante en

el viaje de los argonautas, les concedió también hospitalidad. Alcínoo pidió que Medea fuera devuelta a

sus padres si aún era virgen. Jasón y Medea consumaron enseguida su matrimonio, oficiado por Arete.

Según Homero, Alcínoo poseía un magnífico y bien ajardinado palacio, con mucho oro, plata y piedras

preciosas.

Alcínoo, que significa mente poderosa, se casó con su sobrina Arete (o Areté, que significa virtud, aun-

que el nombre puede tener relación también con Ares, el dios de la guerra), hija de Rexénor, naciendo de

esta relación Nausícaa, Laodamante, Halio y Clitoneo.

353

Los euquitas fueron los componentes de una secta herética, dualista y panteísta, que se difundió en el

entorno de Asia Menor a finales del siglo IV. Defendían la unión personal del demonio con el pecador y

la de Dios con el justo. El nombre de euquitas hace relación a las plegarias que, en medio de ritos muy

excéntricos, utilizaban para exorcizar a los demonios y unirse a Dios de un modo místico hipostático. Los

euquitas fueron condenados en sínodos y concilios (Sido en el año 390 y Éfeso en el año 431, cuando era

Papa San Celestino I). La secta desapareció a finales del siglo V.

~ 182 ~

TIMOTEO: He oído que un grupo de personas enemigas de Dios y muy extrañas ac-

túa entre los marcados con el cuño de nuestra Iglesia (por hablar como en la comedia),

pero sus creencias, costumbres, leyes, obras y planes hasta ahora no he tenido ocasión

de oírselos a nadie. Así que te pido que, todo lo claro que puedas, me expongas cuanto

hayas visto, si es que quieres hacer un favor a un familiar y, he de añadir, amigo tuyo.

TRACIO: Déjalo, querido Timoteo, que contar esas extravagantes creencias y esas

diabólicas fechorías a mí me dará náuseas y a ti de nada te servirá. Porque si, como dice

Simónides,354

la palabra es el reflejo de los hechos, de modo que la que trata de cosas

provechosas es útil y la que no inútil, ¿qué provecho te aportará la que te describa a esos

malditos?

TIMOTEO: Mucho, Tracio: si no es inútil a los médicos conocer las drogas letales,

para no correr el riesgo de verse afectados por ellas (y me permito decir que algunas no

son inútiles para la salud), habremos de admitir una de dos: o sacaremos algún provecho

de este examen o estaremos en guardia si en él hay algo nocivo.

TRACIO: Como quieras. Escucharás entonces, como dice el poeta, “cosas ciertas,

sí”, pero no muy agradables. Y si hago mención de hechos indecentes, no te irrites con-

migo, que no hago más que referírtelos, sino con quienes los hicieron. Tiene su origen

esta terrible doctrina en el furioso Manes:355

de él, como de una fuente hedionda, les ha

llegado la mayor parte de sus nociones. Pero mientras este maldito puso dos principios

por debajo de todos los seres, colocando, erradamente, frente a Dios otro dios, frente al

Creador de todo lo bueno un artesano de maldad, frente al buen Príncipe de los cielos un

príncipe de la protervia terrestre, los perversos euquitas aportaron otro más, un tercero,

siendo los suyos un padre y sus dos hijos, uno mayor y otro menor. Al padre le han

asignado cuanto está por encima del mundo; al menor de los hijos los cielos, y al mayor

el poder de todo lo mundano, lo cual en nada difiere de la mitología helena, según el co-

354

Simónides de Ceos (556 – 468 a. de C.), que fue un poeta griego, creador de la mnemotecnia. Ceos es

actualmente la isla griega de Kea. Viajó mucho por diversos lugares griegos, creando escuela y muy

dedicado a la vida cortesana de su tiempo. Murió en Siracusa, en la corte del tirano Hierón I.

Fue Simónides quien contó la batalla de Maratón, que ocurrió en el año 490 a. de C. Su narración poé-

tica le hizo muy popular. Escribió para diversos mecenas utilizando muy variados metros y géneros: epi-

gramas o composiciones breves (principalmente epicedios, como el de los trescientos espartanos de Leó-

nidas I –rey de Esparta entre los años 489-480 a. de C.–, e inscripciones votivas), elegías patrióticas y

morales, peanes (cantos dirigidos a Apolo), hiporquemas (más bien satíricos) y obras de lírica coral como

himnos, odas, epinicios (himnos a deportistas o vencedores olímpicos), trenos y ditirambos (encomios o

alabanzas exageradas). De todos modos, sólo se conserva una mínima parte de sus obras.

El epicedio es un poema lírico (de la Grecia antigua) que lamenta el fallecimiento de alguien y que se le

recita estando de cuerpo presente, a diferencia del treno o canto estando el difunto ausente. Si el epicedio

se escribía luego en una piedra o lápida pasaba a denominarse epitafio, tenido como pieza elegíaca o

planto (endecha en la Edad Media, época desde la que podemos hacernos eco del poeta latino Estacio, del

siglo I).

355

Que dio origen al maniqueísmo.

~ 183 ~

nocido verso “todo está en tres dividido”. Puesto este pútrido fundamento, hasta él,

hombres de pútrida mente, concuerdan todos entre sí, pero a partir de ahí se dividen en

tres facciones. Unos adoran a ambos hijos, pues, aunque actualmente están reñidos, afir-

man que a ambos se los debe adorar por igual: hijos de un mismo padre, en el futuro ha-

brán de reconciliarse. Otros están al servicio del más joven, como príncipe de la parte

mejor y que está por encima de nosotros, pero sin menospreciar al mayor y guardándose

de él en la idea de que puede hacerles mal. Por último, los peores de ellos en su im-

piedad se apartan totalmente del celeste y tan sólo aceptan al terrestre, a Satanael. Hón-

ranlo con los más elogiosos nombres: Primogénito (él, que es hostil a su padre), Creador

de las plantas, los animales y los restantes cuerpos compuestos (él, que es autor de la

putrefacción y la muerte) y, deseosos de complacerle más aún, ¡ay!, ¡qué insultos lanzan

al terrestre!: dicen que es envidioso, que tiene celos de que su hermano dirija tan bien

los asuntos de la tierra, y que, cegado de envidia, envía sobre ésta terremotos, granizos y

epidemias. Por ello, entre otras cosas le lanzan el terrible anatema.

TIMOTEO: ¿Qué razones, Tracio, les han llevado a creer y afirmar que Satanael es el

hijo de Dios cuando profetas y oráculos dijeron por todo el orbe que uno solo es el hijo

de Dios, y cuando aquel que está en el regazo del Señor exclamó en los Sagrados

Evangelios: “Gloria como la del Unigénito del Padre” y “El Unigénito que está en el

seno del Padre”? ¿De dónde les vino tan grande error?

TRACIO: ¿De qué otro sitio, Timoteo, más que del Príncipe de la mentira, que in-

venta jactanciosamente esos embustes sobre sí y con ellos engaña las mentes de los ne-

cios? En efecto, éste, que se gloría de que pondrá su trono sobre las nubes y asegura que

será igual que el Altísimo (por lo que fue expulsado y hecho tinieblas), éste mismo se

les presenta en persona y declara ser el hijo primogénito de Dios, el creador de cuanto

hay en la tierra y quien dirige cuanto ocurre en el universo. De este modo aborda su ne-

cedad y los engaña, insensatos, cuando, comprendiendo que es un fanfarrón y el Prín-

cipe de la mentira, debían ellos burlarse de su jactancia. Pero en vez de hacerlo le creen

cuando les cuenta esto y se dejan llevar como bueyes por las narices. Y eso que sin gran

esfuerzo podían descubrir al mentiroso: de haberle pedido que cumpliera con hechos sus

pretenciosas promesas no habrían encontrado más que al asno de Cumas,356

envuelto en

una piel de león y delatado por sus rebuznos cuando intentaba rugir. Pero no: como si

fueran ciegos, sordos o dementes, ni deducen un único Creador de la comunidad de to-

das las criaturas ni consideran racionalmente que de haber dos creadores rivales no ha-

bría un solo orden y unión que ligara a todos los seres entre sí. “Ni los asnos ni los bue-

yes, dice el profeta, desconocen su dueño y su establo”,357

y éstos, en cambio, se des-

preocupan de complacer a su verdadero Dios y Señor, y han elegido como dios a la más

356

Cumas fue una colonia griega en Italia en la que hubo una grandiosa acrópolis, con la cueva de la Si-

bila de Cumas (una de las pintadas por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina), que envolvía la verdad en la

oscuridad. Así lo contaba también Virgilio en su Eneida.

357

Is 1, 3.

~ 184 ~

vil de las criaturas, y lo siguen, polillas de la cera que, como dice el proverbio, se arro-

jan al fuego preparado para ellos y sus compañeros de deserción.

TIMOTEO: Pero, ¿qué provecho obtienen a cambio como para renegar del culto reci-

bido de sus mayores y dirigirse derechos a una ruina manifiesta?

TRACIO: No sé si ganan algo, pero creo que no. Porque, aunque los demonios pro-

metan darles riquezas, oro y lo que entre los hombres supone una honrilla, no es posible

que den nada, pues nada tienen. Con todo, a los iniciados les hacen ver visiones diversas

y extrañas que, ellos que odian a Dios, llaman “visiones divinas”. A quienes desean

verlas, ¡ay!, ¡ay!, ¡qué indecencias, qué indecibles y repugnantes desmanes los inician!

Rechazando todo lo que entre nosotros es legítimo, creencia admitida u obra practicada,

enloquecen y desprecian las mismas leyes de la naturaleza. Dar escritura a sus compor-

tamientos propios de beodos sólo podría ser obra de la desvergüenza de Arquíloco,358

e

incluso, de estar éste presente, dudaría en considerar dignos de memoria esos despre-

ciables y criminales misterios, no celebrados nunca antes ni en Grecia ni en tierra del

bárbaro. Y es que ¿dónde y cuándo se ha oído de alguien que, en algún lugar de la tierra

o del mar, deguste el excremento de un hombre, animal noble y sagrado? Lo cual no

creo que lo soportaran ni las fieras rabiosas. Y, sin embargo, así se inicia esa canalla.

TIMOTEO: ¿Por qué, Tracio?

TRACIO: Su secreto, compañero, sólo lo pueden conocer los iniciados. A mí, por mu-

cho que lo pregunté, no me dijeron más que los demonios se hacen amigos íntimos de

quienes han probado los excrementos. Y en este punto me parece que no mienten, pese

a que en lo demás no sepan decir nada cierto. Y es que nada resulta más agradable a los

espíritus rebeldes que el hombre, al que envidian por estar honrado con una imagen di-

vina, caiga en tal desvarío. Tal es el resultado de su insensatez, común no sólo a los ca-

becillas de la secta, a los que dan el nombre de apóstoles, sino también a los euquitas y

los gnósticos. En cuanto a su ceremonia secreta, ¿qué palabras, ¡oh Verbo, guardián de

males!, podrían describirlo? A mí, por pudor, me da vergüenza describírtela y con gusto

la pasaría en silencio. Pero, como tú, Timoteo, te me adelantaste y me convenciste, ha-

blaré, con suma moderación, eso sí, y dejando de lado lo más vergonzoso, no vaya a pa-

recer que exagero y que estoy recitando una tragedia. Por la tarde, a la hora en que se

encienden las luces cuando celebramos la Pasión del Salvador, llevan a un local con-

venido a las jóvenes que se instruyen con ellos y tras apagar las lámparas para que la luz

no sea testigo de la abominación que van a cometer, las violentan, cada cual a la primera

que encuentre, sea su hermana sea su propia hija. Y es que creen complacer a los demo-

nios rompiendo los divinos preceptos que vetan los matrimonios consanguíneos. Termi-

nada la ceremonia se separan, esperan nueve meses y cuando las criaturas de aquella si-

miente maldita van a nacer se vuelven a reunir todos en el mismo lugar. El tercer día

358

Poeta griego (siglo VII a. de C.), de literatura muy polémica por sus versos hirientes, muy destacado

en cantar el culto dionisíaco, admirado por Nietzsche.

~ 185 ~

después del parto arrancan a los cuitados hijos de sus madres y con una daga afilada

hieren profundamente sus tiernas carnes. Recogen entonces la sangre derramada en unos

jarros y arrojan a los niños, todavía vivos, a una hoguera donde se consumen. Luego

empapan sus cenizas con la sangre de los jarros y forman una masa abominable que dis-

cretamente echan a comidas y bebidas como quien vierte veneno en el aguamiel, y de

ello participan ellos y los que no conocen su secreto.

TIMOTEO: ¿Qué significa para ellos esa horrorosa mancha?

TRACIO: Están convencidos, querido compañero, de que con ella borran y expulsan

las señales divinas que hay en las almas: estando éstas, como un estandarte real coloca-

do en una choza, el linaje de los demonios se asusta y aparta. Por ello, para que los de-

monios puedan quedarse tranquilamente en sus almas, arrojan fuera de sí las señales di-

vinas con estas abominaciones, los insensatos. ¿Y a cambio de qué? Y como no les gus-

ta ser ellos los únicos partícipes de esta aberración, para llevar a otros consigo al mismo

abismo, tientan a la hez de sus fieles y los regalan, sin que lo sepan, con estos pas-

mantes platos: Tántalos sirviendo a Pélope de banquete.359

TIMOTEO: ¡Oh!, Tracio, esto es precisamente lo que hace tiempo ya me predijo mi

abuelo paterno. Quejábame yo en cierta ocasión de la pérdida de los buenos valores, y

sobre todo de las letras, y le pregunté si en lo futuro habría algún progreso. Él, hombre

ya muy mayor y diestro en el conocimiento de lo venidero, acarició suavemente mi me-

lena, y tras un profundo suspiro:

Mi querido hijo –me dijo–, muchacho, ha llegado una época en que los hombres vi-

virán peor que las mismas fieras: el reino del príncipe de este mundo está ya en el um-

bral. Precederá su llegada un cortejo de males, creencias extrañas y prácticas prohi-

bidas, nada mejores de lo que se hacía en las ceremonias de Dioniso y de lo que los trá-

gicos griegos ponían en escena: Crono,360

Tiestes o Tántalo sacrificando a sus hijos,361

359

Amante erómeno de Poseidón, del que anotamos más en las siguientes notas.

360

Se le representaba con la hoz o guadaña con la que castró a su padre Urano. Goya lo pintó como Sa-

turno devorando a su hijo.

361

Tántalo, hijo de Zeus y de la ninfa aceánide Pluto, es conocido por haber sido invitado por Zeus a la

mesa de los dioses en el Olimpo. Jactándose de ello entre los mortales, fue revelando los secretos que ha-

bía oído en la mesa y, no contento con eso, robó algo de néctar y ambrosía repartiéndolo luego entre sus

amigos.

Tántalo quiso corresponder a los dioses y les invitó a un banquete que organizó en el monte Sípilo.

Cuando la comida empezó a escasear, decidió ofrecer a su hijo Pélope. Realizándose entonces un peculiar

rito, el joven fue descuartizado, sirviendo luego sus miembros de comida. Los dioses, que habían sido ad-

vertidos, evitaron tocar la ofrenda. Sólo Deméter, trastocada por la reciente pérdida de su hija Perséfone,

“no se percató de lo que era” y se comió el hombro izquierdo del desdichado muchacho. Zeus ordenó

enseguida a Hermes (dios Mercurio de los romanos) que reconstruyera el cuerpo de Pélope y lo volviera a

cocer en un caldero mágico, sustituyendo su hombro por uno forjado de marfil de delfín, hecho por

Hefesto (el dios del fuego y la forja, Vulcano en la mitología romana) y ofrecido por Deméter. Las moiras

(diosas del destino, de las cuales la más importante fue Afrodita) devolvieron la vida de nuevo a Pélope y

~ 186 ~

Edipo uniéndose con su madre y Cíniras con su hija, y todas estas locuras se intro-

ducirán en nuestra sociedad. Tú atiende y estate en guardia, hijo mío: sábete, y sábete

bien, que no sólo caerán hombres incultos y rústicos, sino también muchos de cultura.

Todo esto es lo que, si no me acuerdo mal, me predijo. Desde entonces me he acor-

dado siempre de sus palabras, y hace un momento, cuando tú decías todo eso, no pude

dejar de maravillarme.

TRACIO: No es para menos, Timoteo. Muchas cosas harto extrañas nos cuentan los

historiadores de los pueblos hiperbóreos,362

muchas de los de Libia y de Sirte, pero nin-

gún tipo de perversión semejante oirás de éstos, ni siquiera de los celtas, ni de los pue-

blos ignorantes de las leyes y salvajes que puede haber por Britania.363

TIMOTEO: Sería terrible, Tracio, que tal desvarío se estableciera en nuestro imperio.

Pero deja que se destruyan, que, perversos, acaben perversamente por sus prácticas. En

cuanto a los demonios, una duda me trae fatigado el ingenio desde hace muchos días, y

es, en particular, si esos canallas los ven abiertamente.

TRACIO: Sin duda, amigo mío, a este fin tiende el esfuerzo de todos ellos, y su sa-

crificio, su ceremonia y todas sus infamias y horrores las llevan acabo para que se les

aparezcan.

TIMOTEO: ¿Pero cómo si no tienen cuerpo los pueden ver ojos de fuera?

TRACIO: El linaje de los demonios, mi buen amigo, no es incorpóreo: vive con

cuerpo y entre cuerpos. Y esto se puede aprender en nuestros santos Padres, con acer-

carse con un poco de atención a sus escritos, y también puedes oír a muchos que cuen-

tan apariciones de demonios que les han ocurrido […]. Además el divino Basilio, es-

pectador de cosas para nosotros invisibles e ignotas, afirma que no sólo tienen cuerpo

los demonios, sino también los ángeles inmaculados, una suerte de soplo sutil, vaporoso

y puro, y de ello pone como testigo al más renombrado entre los profetas, a David: “Tú

que haces a las brisas sus ángeles y al fuego abrasador tu ministro”.364

Y es que no

así obtuvo nuevas cualidades. Para reforzar su iniciación en los misterios divinos, Poseidón secuestró al

nuevo Pélope y lo llevó al Olimpo, haciéndolo su amante.

362

Hiperbórea era una región o país mítico situado al norte de Tracia (hiper boreas, en greigo significa

más allá del norte). Se creía que era donde residía Bóreas, el dios del viento, y que sus hijos, los hi-

perbóreos, estaban más allá, en Hiperbórea. Se les atribuían costumbres primitivas: Sileno (un raro sátiro,

viejo y gordo, dios menor de la embriaguez, tal como aparece en la poesía de Virgilio) cuenta que los

hiperbóreos fueron los primeros hombres en ser visitados por los habitantes de otro continente más allá

del Océano, los cuales, asustados por lo que se encontraron, regresaron a su país y no volvieron más.

De los hiperbóreos se decía que eran inmortales como dioses. De hecho, el dios Apolo iba al lugar de

los hiperbóreos cada 19 años para rejuvenecerse y perpetuarse cíclicamente en esa edad.

363

Todos ellos destacados por la práctica de los sacrificios humanos y por los ritos extravagantes.

364

Sal 104, 4.

~ 187 ~

podía ser de otro modo: como muestra el divino Pablo, los espíritus encargados de una

misión y enviados necesitan un cuerpo para moverse, tenerse y mostrarse, dado que eso

sólo puede hacerse por medio de un cuerpo.

TIMOTEO: ¿Por qué entonces en muchos lugares de las Escrituras se los celebra co-

mo incorpóreos?

TRACIO: Porque es usual así a los cristianos como a los paganos llamar a los cuerpos

más densos corpóreos, y al que es sutil y escapa a la vista y al tacto tienen a bien unos y

otros llamarlo incorpóreo.

TIMOTEO: Pero, ¿cómo?: ¿es que el cuerpo de los demonios es igual que el de los

ángeles?

TRACIO: De ningún modo: son muy diferentes. El angélico emite unos extraños res-

plandores insoportables e irresistibles para ojos de fuera. El demoníaco no sé decirte si

alguna vez fue así (parece que sí, pues Isaías llama al caído “Lucifer”), pero ahora, por

así decirlo, es sombrío, tenebroso y triste a la vista, una vez despojado de la luz que le

era propia. El angélico es absolutamente inmaterial, por lo que es capaz de introducirse

y atravesar cualquier sólido, y es más inalterable que el rayo de sol: éste puede atravesar

los cuerpos transparentes, pero lo detienen bruscamente los elementos terrosos y opa-

cos, pues contiene materia, mientras que al cuerpo angélico ninguno de éstos le puede

cerrar el paso, ya que nada tiene que pueda ser obstáculo a nada y no tiene ningún ele-

mento en común con nada. Los cuerpos demoníacos, al contrario, aunque por su sutileza

se han vuelto invisibles, son materiales y pasibles y sobre todo los que han descendido a

los lugares subterráneos. Su constitución es tal que caen cuando se les toca, sienten do-

lor al ser golpeados y si tocan el fuego se queman, de suerte que algunos de ellos dejan

ceniza, como se cuenta que ocurrió en la Toscana, en Italia.

TIMOTEO: Me hago viejo, Tracio, como dice el proverbio, aprendiendo cada día algo

nuevo, como ahora eso de que unos demonios son corpóreos y pasibles.

TRACIO: Nada nuevo tiene, compañero, que hombres como somos, según dijo uno,

ignoremos muchas cosas. Ya es suficiente que, aunque viejos, nos quede algo de inteli-

gencia. Y sábete que no me he inventado estas cosas mintiendo como los cretenses y fe-

nicios, sino que estoy persuadido de ello por las palabras del Salvador que dicen que

con fuego se castiga a los demonios, y ¿cómo podrían sufrir esto siendo incorpóreos? Es

imposible que lo incorpóreo se vea afectado por un cuerpo. Es, pues, necesario que re-

ciban los castigos en un cuerpo, por naturaleza propenso a sentir. Además, he oído mu-

chas cosas a quienes los vieron en persona, que yo todavía no he visto nada semejante

(y ojalá nunca llegue a ver sus espantosos espectros). En la península que linda con Gre-

cia traté con un monje. Marcos era su nombre y remontaba su estirpe a Mesopotamia.

Había sido un iniciado y espectador aventajado de las apariciones de los demonios, pero

entonces las consideraba algo ya pasado y falso: renunció a todo ello, se retractó y se

~ 188 ~

adhirió a nuestras verdaderas creencias, que con gran aplicación aprendió de mí. Pues

bien, este Marcos me contó muchas extrañas historias de demonios. Una vez le pregunté

si había demonios pasibles:

Por supuesto, me respondió, hasta el punto de que algunos de ellos emiten esperma,

del que nacen lombrices.

Pero resulta increíble, repuse, que produzcan algún tipo de excreción y que tengan ór-

ganos productores de esperma y semejantes a los de los animales.

Órganos de ese tipo, contestó, efectivamente, no tienen: es de ellos mismos de donde

surge la excreción, y créeme cuando te digo esto.

Entonces, insistí, ¿es posible que se alimenten como nosotros?

Se aumentan, me dijo Marcos, unos por aspiración, como el aire que hay en arterias y

nervios, otros por la humedad, mas no por la boca como nosotros, sino aspirando de

fuera la humedad que los rodea, como las esponjas y los crustáceos, y expulsándola de

nuevo cuando ha adquirido una consistencia espermática. Pero esto no lo hacen todos

los demonios, sino tan sólo las especies materiales, esto es, la lucífuga, la acuática y la

subterránea.

¿Son muchas, Marcos, le pregunté de nuevo, las especies de demonios?

Muchas, respondió, y variadísimas, así por su aspecto como por la naturaleza de su

cuerpo, tantas que de ellas están llenos los aires, el que está por encima de nosotros y el

que nos envuelve, la tierra, el mar y los lugares impenetrables y profundos de la tierra.

Deberías entonces, le pedí, si no te es molesto, enumerarlas una por una.

Sin duda que es molesto, repuso, volver a hacer memoria de aquello a lo que ya he re-

nunciado, pero, pidiéndomelo tú, no he de negarme.

Y dicho esto me enumeró muchas especies de demonios con todo detalle de su nom-

bre, forma y lugar en que habitan.

TIMOTEO: ¿Qué te impide entonces, Tracio, contarme a mí cuanto te refirió?

TRACIO: Los pormenores de lo que allí se dijo, mi buen amigo, ni me cuidé de reco-

gerlos palabra por palabra ni los recuerdo ahora. Además, ¿qué provecho podría apor-

tarnos saber cómo se llama cada especie, dónde vive, cómo se presenta y en qué se di-

ferencian entre sí? Por ello no me he preocupado de acordarme de todas aquellas cosas

ya pasadas. Con todo, oirás lo poco que recuerdo de todo aquello y lo que me quieras

preguntar.

TIMOTEO: Ante todo me interesa saber cuántos órdenes de demonios hay.

TRACIO: Seis en total decía que son las especies de demonios, no sé si de acuerdo al

lugar en que habitan o por ser todo el linaje de los demonios amante de los cuerpos y ser

la héxada característica de éstos y del universo (en ella, en efecto, están contenidas las

dimensiones corporales y conforme a ella se formó el universo). O quizá por estar en

primer lugar ese número, triángulo escaleno, y así como es propio del equilátero lo di-

vino y lo celeste, pues consecuente consigo mismo y apenas se inclina hacia la maldad,

y del isósceles lo humano, porque si es defectuoso en su intención por el arrepenti-

~ 189 ~

miento se corrige, ni más mi menos es propio del escaleno lo demoníaco, porque es in-

consecuente y no tiende en absoluto hacia el bien. En fin, sea cual fuere la causa, me

enumeró seis tipos. Helos aquí. Al primero lo llamaba en su lengua vernácula y bárbara

leliurio, que significa ígneo. Se mueve por el aire que está por encima de nosotros, pues,

según decía, todos los demonios fueron expulsados de las regiones lunares como un

profano de un lugar sagrado. El segundo anda errante por el aire que nos envuelve y

muchos lo llaman con propiedad aéreo. El tercero es el terrestre. El cuarto el acuático y

marino. El quinto el subterráneo. El último es el lucífugo, que carece casi por completo

de sensibilidad. Todas estas clases de demonios odian a Dios y son enemigos de los

hombres, pero, como dicen, siempre hay algo peor que lo malo. En efecto, la especie

acuática, la subterránea y la lucífuga son extremadamente maléficas y funestas: no da-

ñan a las almas, me explicó, con fantasías o pensamientos, sino que se les lanzan encima

como las más feroces de las fieras en busca de su destrucción. El acuático ahoga a los

que van por las aguas, el subterráneo y el lucífugo, si se les consiente, se introducen en

las entrañas y asfixian y vuelven epilépticos y dementes a los que han invadido. En

cuanto a los aéreos y los terrestres, buscan y engañan taimadamente las mentes de los

hombres, y los llevan a inusitados y crueles sufrimientos.

¿Pero cómo y por medio de qué, pregunté a Marcos, pueden hacer eso? ¿Es que los

demonios nos dominan y nos llevan, como si fuéramos sus esclavos, a donde quieran?

No nos dominan, me explicó, sino que actúan en nuestra memoria. En efecto, se acer-

can a nuestro espíritu imaginativo y, espíritus como son también ellos, nos susurran pa-

labras sobre sensaciones y placeres, no con voces estridentes ni ruidosas, sino instila-

das365

por ellos sin ruido alguno.

Es imposible, le dije, que emitan palabras sin sonido.

No es imposible, me contestó, si consideras lo siguiente: cuando el que habla está muy

lejos del que oye, precisa gritos muy fuertes; si está a su lado, le basta susurrar en su oí-

do, y si de algún modo se le pudiera introducir en el espíritu del alma, no necesitaría

ningún sonido, sino que la palabra que quisiera llegaría al destinatario por una vía silen-

ciosa. Esto dicen que ocurre con las almas que han salido ya de los cuerpos, que se re-

lacionan entre sí sin sonido alguno. Pues bien, de este modo tratan con nosotros estos

demonios, ocultamente, sin que podamos ver de dónde nos viene la guerra. Y no te debe

extrañar esto si consideras lo que sucede con el aire, que de la luz del sol toma colores y

formas que transmite a los cuerpos capaces por naturaleza de recibirlos, como puede

apreciarse en cristales y espejos. Pues bien, de igual manera los cuerpos de los demo-

nios reciben de su potencia imaginativa figuras, colores y cuantas formas quieran y nos

las llevan al espíritu del alma, donde nos producen múltiples males sugiriéndonos de-

seos, mostrándonos formas, agitando el recuerdo de placeres y pasiones, estemos des-

piertos o dormidos. En ocasiones, incluso, excitan con cosquilleos los miembros del ba-

jo vientre y nos impulsan a locos y execrables amores, sobre todo cuando colaboran con

las humedades calientes que hay en nosotros. Y así se endosan el casco de Hades y per-

turban taimadamente nuestras almas. Las demás clases de demonios nada tienen de in-

365

Instilar es echar poco a poco, gota a gota, un líquido en otra cosa; infundir o introducir insensible-

mente en el ánimo una doctrina, un afecto, etc.

~ 190 ~

teligente ni saben obrar con soltura, pero son molestos, repugnantes y dañinos como el

vapor de la gruta de Caronte:366

así como éste dicen que corrompe cuanto se le acerque,

ya sea cuadrúpedo, humano o volátil, de igual modo estos demonios de embestida te-

rrible maltratan despiadadamente a aquellos en los que se han introducido, turbando tan-

to su cuerpo como su alma, pervirtiendo sus facultades naturales y, en ocasiones, des-

truyendo con fuego, agua o arrojándolos por barrancos y precipicios no sólo a hombres,

sino también animales irracionales.

¿Y qué buscan, le pregunté, cuando se lanzan sobre éstos? Las Sagradas Escrituras en-

señan que por Gerasa ocurrió con puercos.367

Enemigos de los hombres, nada extraño

tiene que les hagan mal a éstos, pero ¿cuál es la razón de que se arrojen sobre animales

irracionales?

Ni por odio, me dijo Marcos, ni por deseo de hacerles mal se lanzan sobre los ani-

males, sino porque buscan el calor animal. Como pasan la vida en los más profundos

lugares, extremadamente fríos y secos, están llenos del frío de allí, y, contraídos y en-

cogidos por éste, buscan el calor húmedo propio de los animales. Para gozar de él se

lanzan sobre los animales o se arrojan a los baños y a las fosas. Y ello porque rehuyen el

calor del fuego y del sol, que quema y seca, mientras que el de los animales, que es mo-

derado y agradablemente húmedo, lo buscan y ante todo el de los hombres, que es suave

y bien temperado. Por esta razón se introducen en ellos y provocan una agitación des-

medida una vez se han apoderado de los poros en que se encuentra el espíritu del alma,

pues el grosor de su cuerpo lo comprime y rechaza. De donde los cuerpos se ven sacu-

didos, las fuerzas rectoras afectadas y los movimientos se vuelven inconstantes y tor-

pes. Si el demonio atacante es de los subterráneos, sacude y debilita al poseso y habla a

través de él sirviéndose de su espíritu como de un órgano propio. Si se ha metido en su

cuerpo uno de los lucífugos, produce relajamiento, reprime la voz y deja al poseso como

muerto, porque este demonio, el último de todos, es de naturaleza muy terrosa, suma-

mente frío y seco, y a sus víctimas les debilita y embota la fuerza anímica. Este demo-

nio, carente de raciocinio, de cualquier percepción del intelecto y regido por una imagi-

nación brutal, como las más embotadas de las bestias ni atiende a razones ni teme los

castigos, por lo que, con tino, muchos lo llaman mudo y sordo. Los posesos de él no

pueden ser librados más que con la fuerza divina nacida de la oración y el ayuno.368

Pero, Marcos, repuse yo, otras cosas muy distintas nos enseñan los médicos, que man-

tienen que tales afecciones no proceden de los demonios, sino de desarreglos de los lí-

quidos, los sólidos o los vapores del cuerpo y, naturalmente, intentan curarlas con me-

dicinas y dietas y no con conjuros ni purificaciones.

Nada hay de extraño, me contestó Marcos, en que tal digan los médicos, que no co-

nocen nada más allá de sus sentidos y que atienden sólo a los cuerpos. Por lo demás,

bien está considerar como procedentes de desarreglos humorales los sopores, las pro-

366

El barquero del Hades, el inframundo griego, el infierno.

367

Mc 5, 1-20; Mt 8, 28-34; Lc 8, 26-39.

368

Mc 9, 29; Mt 17, 21.

~ 191 ~

fundas somnolencias, las melancolías y los delirios, que incluso sanan mediante irri-

gaciones, por evacuación o con apósitos. Mas a las inspiraciones divinas, arrebatos y es-

tados catalépticos, en las que el afectado nada puede pensar, decir, imaginar o sentir,

sino que otro ser es el que lo mueve y guía, el que dice cosas que el poseso ni conoce y

el que, en ocasiones, predice hechos futuros, a estas afecciones, ¿cómo podemos sin

más llamarlas movimientos desordenados de la materia?

TIMOTEO: ¿Estabas tú, Tracio, de acuerdo con Marcos?

TRACIO: Vaya si lo estaba, Timoteo. ¿Cómo no iba a estarlo acordándome de todo

aquello que sobre los endemoniados refieren los Sagrados Evangelios; de lo que le pasó

a aquel corintio a una orden de Pablo; de los numerosos portentos que aparecen en los

escritos de los Padres sobre los demonios y, además de todo esto, de lo que yo en per-

sona vi y oí en Elasón? Un hombre poseso de un demonio hacía allí de oráculo profe-

tizando muchas cosas y no poco sobre mí. En efecto, en cierta ocasión que se había

reunido junto a él una muchedumbre de iniciados, les habló así:

Sabed, oh presentes, sabed que van a enviar a un hombre contra nosotros que perse-

guirá nuestro culto y acabará con nuestras ceremonias. Con muchos otros seré su pri-

sionero, pero, pese a sus esfuerzos, no podrá llevarme cautivo a Bizancio.

Esto lo predecía cuando yo no había pasado siquiera a las aldeas cercanas a Bizancio.

Pintaba mi aspecto, mi atuendo, mis actividades y muchos que venían de allí me lo refi-

rieron. Tiempo después lo detuve y le pregunté de dónde le venía el poder de predecir lo

futuro. No quiso desvelarme su misterio, pero sometido a coacción “espartana” contó

la verdad. Decía haber aprendido las artes diabólicas de un vagabundo libio:

Éste, dijo, de noche me llevó a un monte y me ordenó probar cierta hierba. Luego me

escupió en la boca, me untó el contorno de los ojos con unos ungüentos y a continua-

ción me hizo ver una muchedumbre de demonios. De entre ellos sentí que uno como un

cuervo volaba y se metía en mi interior por la boca. De entonces hasta ahora sucede que

profetizo sobre cuanto mi agitador quiere y cuando él quiere. En efecto, durante los días

de la Crucifixión y de vuestra venerada Resurrección, por mucho que yo me esfuerce,

nada quiere profetizar.

Eso declaró. Y en esto, a uno de los míos que le había pegado en la cabeza, le dijo:

En poco tiempo has de recibir por este único golpe muchos más –y tú, y esto me lo

decía a mí–, vas a ser objeto de innumerables desgracias: los demonios están muy en-

fadados contigo porque acabaste con sus ceremonias y, naturalmente, compondrán con-

tra ti penosos y graves peligros, de los que no podrás escapar a no ser que te libre de

ellos una fuerza superior a la suya.

Esto es lo que aquel canalla, como recitando oráculos desde un trípode, me profeti-

zaba. Todo cuanto predijo aconteció, y a mí poco me faltó para morir, pues me sobrevi-

nieron innúmeros peligros de los que inesperadamente me libró el Salvador. ¿Quién,

pues, que haya visto aquel oráculo que es como una lira que tocan los demonios dirá

que todos esos arrebatos son simplemente movimientos desordenados de la materia y no

afecciones trágicas producidas por los demonios?

~ 192 ~

TIMOTEO: No es nada nuevo, Tracio, que tal piensen los médicos, que no han visto

nada semejante. También yo pensaba así hasta que tuve ocasión de ver algo sencilla-

mente prodigioso e inaudito, que no me parece inoportuno referir aquí. Ni que decir tie-

ne que, hombre como soy de edad ya avanzada (en la cual he tomado el hábito) en modo

alguno podría mentirte.

Estaba casado mi hermano mayor con una mujer, prudente por lo demás, pero con

grandes dificultades para dar a luz y afectada por toda suerte de enfermedades. Un día

que descansaba en su lecho esperando el momento del parto, enfermó gravemente y co-

menzó a desvariar sobremanera, desgarrando su túnica y gritando, con admirable soltu-

ra, en una lengua extranjera que ninguno de los presentes entendía. Naturalmente, todos

quedaron pasmados sin poder hacer nada ante tan irremediable caso. En esto unas mu-

jeres (sexo ingenioso y, en los imprevistos, apañadísimo) nos traen a un extranjero, un

hombre calvo por delante y de piel arrugada y casi negra de quemada por el sol. Se co-

locó al lado del lecho con una espada desenvainada y comenzó a trinar y a lanzar gritos

y amenazas a la enferma en su lengua, que era armenio. Al principio ella le contestaba

en la misma lengua, se levantó de la cama y se le encaró, pero entonces el extranjero co-

menzó a lanzar muchos más conjuros y a amenazar, cual atrabiliario, con golpearla y la

mujer se acobardó, se puso a hablar de manera humilde y por fin se quedó profunda-

mente dormida. A todo esto, nosotros queamos boquiabiertos, y no porque la mujer hu-

biera enloquecido, pues esto lo vemos en muchas partes, sino porque hablara en arme-

nio, ella que no conocía ni de vista a éstos y que no sabía de nada fuera de su habitación

y su lanzadera. Cuando volvió en sí le pregunté qué era lo que había sucedido y si algo

había pasado después de lo que he relatado:

Un espectro demoníaco, me contó, sombrío y con aspecto de mujer, los cabellos agi-

tados por el viento, se me acercó y, aterrorizada, caí en redondo sobre mi lecho.

De lo que pasó después, ni se enteró. Así me dijo.

Desde entonces me tienen preso algunas dudas: ¿cómo es que el demonio que ator-

mentaba a esta mujer se aparecía como hembra? Sin duda es cuestión peliaguda saber si

hay demonios machos y demonios hembras como ocurre en los animales terrestres y

mortales. En segundo lugar, ¿cómo es que hablaba en lengua armenia? También es difí-

cil esta cuestión, a saber, si de los demonios unos hablan griego, otros caldeo y otros

persa o sirio. Y por último, ¿cómo es que ese demonio retrocedía ante las amenazas del

encantador y temía la espada levantada?, pues ¿qué puede temer un demonio si no pue-

de ser cortado y es incorruptible?

Tales son las dudas que me atormentan y me confunden. Preciso, pues, de un alivio a

todo ello que creo tú, más capacitado que ningún otro, me podrás proporcionar, como

compendiador que eres de las opiniones de los antiguos y conocedor de muchas noti-

cias.

TRACIO: Mucho me gustaría, Timoteo, responder a tus preguntas, pero temo que pe-

quemos de indiscretos, tú por querer saber lo que nadie nunca supo, yo por tratar de

decirte lo que debía mantener en secreto, sabiendo como sé que tales cosas la gente las

deforma fácilmente. Pero en fin, dado que según Antígono no se debe confiar a los ami-

~ 193 ~

gos tan sólo las cosas fáciles, sino que en ocasiones también alguna de las enojosas, pro-

curaré solucionar tus dudas haciéndote un amasijo de las palabras de Marcos.

Me explicó que ningún tipo de demonio es por naturaleza macho o hembra: tales son

propiedades de los cuerpos compuestos, y los de los demonios son simples. Sin em-

bargo, al ser sus cuerpos dúctiles y flexibles, son capaces de tomar cualquier apariencia:

como las nubes, que toman aspecto de hombres, de osos, de dragones o de cualquier

otra cosa, ni más ni menos los cuerpos de los demonios. Mas las nubes adquieren esas

apariencias movidas por vientos que vienen de fuera; los demonios, en cambio, toman el

aspecto que deseen por su propia elección, pues son ellos quienes transforman sus

cuerpos, ya contrayéndolos a un menor volumen ya expandiéndolos a una mayor lon-

gitud gracias a su naturaleza blanda y dúctil, como vemos que ocurre con las lombrices

de tierra. Y no sólo cambian de tamaño, sino también de forma y color, y muy variada-

mente, pues para ambas cosas está naturalmente capacitado su cuerpo: al ceder fácil-

mente, adopta diferentes apariencias, y al ser aéreo, toma todo tipo de colores, como el

aire, con la diferencia de que éste recibe el color de algún lugar de fuera y el cuerpo de

los demonios de su propia potencia imaginativa, que representa en ellos mismos los co-

lores. Como cuando tenemos miedo “la palidez ocupa el rostro” y cuando tenemos ver-

güenza el rubor, porque el alma, según se halle en uno u otro estado, representa esa pa-

sión en nuestro cuerpo, sin duda del mismo modo debemos pensar que ocurre con los

demonios: desde dentro emiten las imágenes de los colores a sus propios cuerpos. Por

ello, cada uno de ellos adopta la forma que desee y lleva a la superficie de su cuerpo el

color que quiera, y así se presenta como un hombre que se transforma en mujer, se en-

coleriza como un león, salta como una pantera, embiste como un jabalí y aún, si le pa-

rece, puede convertirse en odre y, si tiene la oportunidad, se presenta como un perrillo

retozón. Pero aunque pueden tomar cualquiera de estas apariencias, ninguna la conser-

van permanentemente, dado que su cuerpo no es tan sólido como para retenerlas. Al

contrario, lo mismo que sucede en el aire y en el agua, que si se vierte un color o se

dibuja una figura al instante se disuelve y se desparrama, eso mismo se puede ver en los

demonios: el color, la forma y cualquier apariencia que hayan tomado se escabulle. Es-

to, Timoteo, es lo que Marcos me expuso, en mi opinión convincentemente. Después de

haberlo oído, no te confunda ninguna historia de que entre los demonios hay diferencia

entre macho y hembra, pues ésta no pasa de ser una apariencia, y ninguna de éstas la

retienen estable ni es propia de su constitución. Por ello, el demonio que atormentó a

aquella parturienta, aunque se mostrara como una mujer, piensa que no era tal en su

constitución, sino que simplemente mostraba aspecto de mujer.

TIMOTEO: ¿Cómo es entonces, Tracio, que no cambia de apariencia una y otra vez

como los demás demonios, sino que siempre se muestra igual? Pues he oído decir a mu-

chos que a todas las parturientas se les presenta con aspecto de mujer.

TRACIO: De eso, Timoteo, me dio Marcos una razón muy digna de crédito. Decía

que no todos los demonios tienen el mismo poder y la misma voluntad, sino que en esto

difieren mucho unos de otros. Y es que, como ocurre entre los animales mortales y com-

puestos, también hay demonios irracionales. Fíjate en los animales: el hombre, racional

~ 194 ~

y dotado de fuerza intelectiva, tiene una imaginativa muy amplia que se extiende a casi

todo lo perceptible: lo celeste, lo de los entornos de la tierra y lo terrestre; el caballo, en

cambio, el buey y sus semejantes la tienen más limitada, activa sólo hacia algunas de las

cosas imaginables y capaz de reconocer tan sólo a sus compañeros de pasto, su establo y

sus dueños; los mosquitos, las moscas y los gusanos, en fin, la tienen muy reducida y

confusa, y ninguno de ellos reconoce el agujero de donde han salido, el lugar a donde

van o al que deben ir y tan sólo pueden imaginar el alimento. Pues bien, así también

ocurre con los muy difundidos linajes de los demonios: los ígneos y los aéreos, posee-

dores de una imaginativa variada, pueden convertirse en la apariencia imaginada que

prefieran; la especie lucífuga, por el contrario, tiene muy reducida la imaginativa y no

son muchas las apariencias que puede tomar, porque ni posee muchos tipos de imágenes

ni su cuerpo puede cambiar con facilidad. Entre los mencionados están los acuáticos y

los terrestres, que pueden vertirse en más apariencias, pero en aquellas en que se en-

cuentran a gusto se quedan para siempre. Y así, cuantos viven en lugares húmedos y

gustan de una vida más muelle se hacen semejantes a aves y a mujeres. Por eso los

griegos los llamaron, en femenino, Náyades,369

Hesperíades370

y Dríades.371

Los que viven en lugares áridos y tienen el cuerpo extremadamente seco, como se

cuenta que deben de ser los onoscelos,372

se convierten en hombres y a veces en perros,

leones y demás animales de comportamiento masculino. Así pues, no ofrece ninguna

dificultad el que el demonio que atormenta a las parturientas se muestre como hembra,

pues es un demonio lascivo que se complace en líquidos sucios: toma la apariencia que

corresponde a la vida que más le agrada.

En cuanto a que hablara armenio, Marcos nada me explicó, pues no se lo pregunté.

Pero creo que la respuesta es que no puede encontrarse una lengua propia de los demo-

nios, por mucho que uno hable hebreo, griego, sirio o alguna otra lengua extraña, res-

ponde bien a tu pregunta. Y es que, ¿por qué iban a necesitar una lengua si, como dije

antes, se relacionan entre sí sin sonido alguno? Pero así como los ángeles de Dios están

al frente unos de unos pueblos y otros de otros, también los demonios están establecidos

en distintas naciones y cada uno habla la lengua de su pueblo. Por esta razón unos ha-

cían en Grecia profecías en hexámetros, otros en Caldea hacían sus invocaciones en

caldeo así como en Egipto llevaban a cabo sus asistencias con voces egipcias. Y exacta-

mente del mismo modo los demonios de Armenia, aunque se encuentren en otro lugar,

utilizan esa lengua como la suya propia.

TIMOTEO: De acuerdo, Tracio. Pero, ¿por qué tienen miedo de la espada y de las

amenazas? ¿Qué temen poder sufrir de éstas como para retirarse y alejarse?

369

Ninfas de los ríos y corrientes de agua dulce.

370

Ninfas de la mar oceánica.

371

Ninfas de los bosques.

372

Monstruos con pies como los de los asnos.

~ 195 ~

TRACIO: No eres tú, Timoteo, el único en tener esa duda. También yo estaba con-

fundido en ese punto durante mi charla con Marcos. Para sacarme de mi duda me con-

testó que todos los demonios están llenos de audacia y de cobardía y más que ninguno

los materiales. En efecto, los aéreos, sagacísimos, si se les amenaza saben perfectamente

distinguir a quien lo hace y ninguna de sus víctimas se puede librar de ellos más que

siendo piadosas en el culto divino y pronunciando con fuerza divina el terrible nombre

de Dios. Mas los demonios materiales, temerosos de ser expulsados a los abismos y a

las profundidades de la tierra y, más aún, temerosos de los ángeles que los expulsan

allá, cuando se les amenaza con el apartamiento a tales lugares y se invoca a los ángeles

que tienen esa misión, se asustan, y se turban sobremanera. Y es que, en su necedad, no

pueden siquiera distinguir a quien les amenaza. Es más, con que una vieja o un ufano

viejecillo improvise estas amenazas el miedo se apodera de ellos y a menudo se los

expulsa en la idea de que la fuerza de las amenazas puede llevarlos a su fin: tan me-

drosos e incapaces de discernir son. Por ello el impuro linaje de los encantadores los

maneja fácilmente con excreciones como saliva, con uñas y con cabellos, y con todo

esto, una vez unido con plomo, cera o hilo fino y con sus impíos juramentos, les provo-

ca trágicas afecciones.

¿Por qué entonces, le pregunté yo, tales como son, tú y muchos otros los venerábais,

cuando más bien se debía despreciar su imbecilidad?

Ni yo, me contestó Marcos, ni ningún otro, que tenga algo de inteligencia, creo, se

acerca a esos malditos. Son encantadores y hombres de mal quienes se les muestran fa-

vorables. Todos los que nos apartábamos de esas prácticas impías servíamos a los de-

monios aéreos, y en los sacrificios pedíamos que ninguno de los subterráneos se des-

lizara a nuestro lado, porque si, taimadamente, alguno lo hubiera hecho, para asustarnos

comenzaba a lanzarnos piedras. Y es que apedrear a cuantos se encuentran (con tiros

muy flojos) es propio de los subterráneos. También por eso rehuimos su encuentro.

Pero, insistí, ¿qué provecho sacabais del culto a los aéreos?

Nada, me respondió, nada, ni siquiera de éstos, mi noble amigo, pues lo suyo es todo

jactancia, orgullo, mentira y ostentación. Llegan de ellos a quienes les rinden culto ful-

gores ígneos, como las chispas de las estrellas fugaces, que los muy locos llaman "vi-

siones divinas", falsas, inconstantes y volubles –¿qué luminosidad puede haber en los

tenebrosos demonios?–. Son burlas suyas, como espejismos o trucos de ilusionista, na-

cidos del engaño de quienes los ven. Y todo eso yo, cobarde de mí, lo descubrí mucho

antes y procuré apartarme de ese culto, pero hasta ahora me retenían hechizado y mi

perdición estaba cantada de no haberme conducido tú al camino de la Verdad, como un

faro que brilla en el mar una noche cerrada.

Dicho esto, las lágrimas humedecieron las mejillas de Marcos. Lo consolé y luego le

dije:

Más tarde podrás llorar, que ahora es momento de celebrar tu salvación y dar gracias a

Dios, el que libró tu alma y tu mente de la perdición. Pero ahora dime, pues me interesa

sobremanera, si los cuerpos de los demonios pueden ser golpeados.

Se les puede golpear, me contestó, de modo que si se lanza algún sólido a su super-

ficie sienten dolor.

~ 196 ~

¿Pero cómo, repliqué, si son espíritus y no cuerpos sólidos ni compuestos? Además, la

sensación es propia de los cuerpos compuestos.

Me extraña, dijo, que no sepas que lo sensible no es un músculo o un nervio, sino el

espíritu que hay en éstos. Por ello, si se comprime o enfría el nervio o sufre algo seme-

jante, el dolor se produce al ser expedido este espíritu contra el espíritu. Esta es la razón

de que un ser compuesto destrozado o muerto no sea sensible, pues no tiene espíritu. Y

el espíritu de los demonios, que es por naturaleza enteramente sensible, por todas partes

ve, oye y sufre las sensaciones táctiles, y si es cortado, al igual que los cuerpos sólidos,

siente dolor. Pero a diferencia de éstos, que una vez cortados con dificultad o de ningún

modo pueden volverse a unir, el de los demonios al instante se recompone, como por-

ciones de aire o agua cuando en medio ha caído un sólido. Sin embargo, aunque se

reunifique con rapidez indecible, siente dolor cuando se produce la separación. Y esta es

la causa de que teman los filos de los instrumentos metálicos y los rehuyan. Conoce-

dores de esto, los hechiceros ponen agujas y dagas hacia arriba donde no quieren que se

acerquen, o maquinan alguna otra cosa para ahuyentarlos por sus contrarios, o aplacar-

los por sus semejantes.

Esto es, si no recuerdo mal, lo que me contó, convincentemente, Marcos.

TIMOTEO: ¿Te dijo también, Tracio, si el linaje de demonios tiene conocimiento del

porvenir?

TRACIO: Decía que sí, pero ni causal ni intelectual ni científico, sino conjetural, por

lo que casi siempre yerra. Y el de los materiales es particularmente débil y poco o nada

certero.

TIMOTEO: ¿Puedes entonces hablarme de su presciencia?

TRACIO: Lo haría si tuviera tiempo, pero ya es hora de volver a casa. Ya ves que el

cielo se ha nublado y va a llover, y si nos quedamos aquí sentados al raso nos empapa-

remos.

TIMOTEO: ¿Qué haces, compañero? ¿Dejas tu discurso a medias?

TRACIO: No te enfades, mi buen amigo: si Dios quiere, cuando vuelva a coincidir

contigo te expondré lo que falta al discurso, y con mayor riqueza que las décimas de los

siracusanos.

~ 197 ~

Goya: Saturno devorando a su hijo

~ 198 ~

EPÍLOGO IV

LA REGLA DE SAN FRUCTUOSO

Exponer la Regla del San Fructuoso de Braga (conocido también como del Bierzo) re-

quiere que tratemos primero de él mismo, aunque lo hagamos brevemente, remontando-

nos a los siglos VI-VII, aunque ya fuimos tratando de él en su momento.

Fue San Fructuoso un monje que tuvo que asumir el ministerio episcopal. Murió como

titular metropolitano de la sede de Braga el 16 de abril del año 665.373

Siendo muy joven quedó huérfano y desde entonces, aconsejado por el obispo Co-

nancio de Palencia, empezó a retirarse a la vida eremítica en soledad, entre las posesio-

nes que su noble familia poseía en El Bierzo. El obispo Conancio fue su formador, en

muchos temas, desde Sagrada Escritura hasta música, todo ello en la ciudad de Palencia.

Cuando ya emprendió más en serio la vida eremítica, que luego se iría convirtiendo en

monástica al verse rodeado de discípulos e imitadores (en el valle de Compludo), lo

primero que hizo fue desprenderse de todos sus bienes. Los dio a los pobres. También

les dio la libertad a los esclavos que tenía heredados de su familia. Su vida eremítica de

entonces se desenvolvió en un medio muy agreste y de difícil acceso, en una cueva,

haciendo mucha penitencia.

Pero por muy oculto que estuviera física o geográficamente, se difundió mucho su fa-

ma. Una amplia zona en torno a él se pobló entonces de penitentes y ermitaños en cue-

vas, acudiendo también mujeres vocacionadas a esa vida. La región fue conocida desde

entonces como la Tebaida Hispana (o Berciana). Esta fue la causa por la que Fructuoso

se vio en la necesidad de fundar un monasterio (el primero de otros más que vendrían

posteriormente). De este modo compuso su Regla.

Compuso en realidad dos Reglas, muy difundidas por toda la Península Ibérica: la

Regula monachorum y la Regula monastica communis. Fructuoso conoció también la

Regla de San Benito y las Reglas del Monacato de Oriente. Hizo así, teniendo en cuenta

las normas de los Santos Leandro e Isidoro de Sevilla, una original refundición de todas,

muy propias y menos latinizadas en su redacción que cuanto compuso San Isidoro de

Sevilla.

El monasterio de Compludo fue como una armoniosa aldea monástica, viviendo sepa-

rados los hombres de las mujeres y los solteros o solteras de quienes también habían

acudido como familias. Había gente de toda edad y condición. Para los niños y jóvenes

se habilitó la correspondiente escuela. Se llevaba una intensa vida de oración.

Tras una fecunda y extensiva etapa fundacional, tuvo la idea de peregrinar a Jerusalén,

pero el rey Recesvinto (653-672) se lo impidió. Tuvo que apresarlo y encerrarlo en To-

ledo, saliendo sólo de ella con el compromiso de que aceptara ser el abad y obispo de

Dumio. De este modo intervino en el X Concilio de Toledo (año 656), teniendo allí muy

destacada participación. Se aprobaron allí 7 cánones, cuatro de ellos dedicados a la vida

373

Su vida nos vino relatada por San Valerio, uno de sus dicípulos, monje y copista, que llegó a ser

obispo de Astorga.

~ 199 ~

de perfección cristiana. Los otros dos cánones, a modo de apéndices como decretos,

fueron recogidos por las actas como dejados “a la discreción de nuestro venerable her-

mano Fructuoso, obispo”. En el mismo Concilio, tras la renuncia de Potamio (por haber

quebrantado el celibato y decidirse a hacer penitencia), fue elegido por unanimidad ar-

zobispo de Braga y metropolitano de Galicia.

Fructuoso ejerció su ministerio santamente y así le sobrevino su muerte, como ya diji-

mos, el 16 de abril del año 665, siendo este día el de su conmemoración en el santoral

católico.

Transcribimos aquí la regla de San Fructuoso:374

EN EL NOMBRE DEL SEÑOR

Después del amor al Señor y al prójimo, que es el vínculo de toda perfección y cima

de las virtudes, se determinó además observar en los monasterios lo siguiente de la tra-

dición regular. Primero, vacar a la oración noche y día y observar la distribución de las

horas establecidas (canónicas) y no eximirse nadie en manera alguna o entibiarse de los

ejercicios espirituales por la práctica de los trabajos durante largo tiempo.

I. DE LAS ORACIONES

Se estableció que se observe la hora de prima, puesto que dice el profeta: Por la ma-

ñana estaré presente ante ti y te veré, porque tú eres Dios que desecha la iniquidad;375

y en otro lugar: Oraré a ti, Señor, por la mañana; escucharás mi voz.376

Se ha esta-

blecido también entre prima y tercia una hora segunda, como un tránsito de una a otra,

de modo que los monjes no la pasen ociosos. Por eso se determinó que se celebre con el

rezo de tres salmos, para que sirva de cierre al oficio de prima y dé entrada al de tercia.

Asimismo, se estableció que en las demás horas se guarde el mismo orden; es decir, en

tercia, sexta, nona, duodécima y además vísperas, de modo que antes y después de esas

tres horas canónicas se dirijan ofrecimientos de oraciones peculiares. Asimismo, por la

noche, la primera hora nocturna se ha de celebrar con seis oraciones, y después se ha de

concluir con el canto de diez salmos con laudes y benedictus en la iglesia. A conti-

nuación, despidiéndose mutuamente y ofreciéndose satisfacción y reconciliación unos a

otros, se perdonan mutuamente las deudas con la piedad del Padre Eterno. Los que ha-

bían sido separados de la comunidad fraterna por sus faltas merecen perdón.

374

Santos Padres españoles II. San Leandro, San Isidoro, San Fructuoso. Reglas monásticas de la España

visigoda. Los tres libros de las Sentencias. Introducciones, versiones y notas de Julio Campos Ruiz, Is-

mael Roca Melia. Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), Madrid 1971, pp. 137-162.

375

Sal 5, 5.

376

Sal 5, 4.

~ 200 ~

Por último, marchando después a sus dormitorios y yendo todos unidos por la paz que

se han dado y la absolución de los culpables, después de cantar los tres salmos como de

costumbre, recitarán todos al unísono el Símbolo de la fe cristiana, con el fin de que,

mostrando ante el Señor su fe pura, si, lo que es dudoso, se diera el caso que alguno

fuera llamado de esta vida mortal durante la noche, pueda presentar ante el Señor su fe

ya confesada y su conciencia purificada de todo escándalo. Después, dirigiéndose a su

dormitorio con gran silencio y con continente recogido y paso tranquilo, sin acercarse a

otro menos de un codo o al menos sin atreverse a mirarle, irá cada uno a su cama, y en

ella, orando en silencio, rezando salmos y acabando con el Miserere y su oración, sin

hacer ruidos, ni murmullos, ni escupir con sonoridad, cogerá el sueño en el silencio de

la noche.

II. DE LOS PREPÓSITOS Y DEL OFICIO

Puesto en medio del dormitorio indefectiblemente el prepósito hasta que todos estén

descansando y cuando ya están acostados, recorre en silencio los lechos de todos y cada

uno, para que ninguno se acueste tarde o se entregue fuera de regla a ocultas musitacio-

nes y para, observando las obras y méritos de cada uno, comprender mejor cómo debe

respetar y juzgar a cada cual. Asimismo, un decano o alguno de los monjes muy obser-

vante estará presente en el servicio común hasta que todos se entreguen al descanso, con

el fin de que no se entretengan en parlerías vanas o se dediquen a bromas, o se acostum-

bren a algún vicio nocivo, porque está prescrito por la regla que ningún monje debe ha-

blar en absoluto en el servicio, sino debe o repetir salmos, si son varios, o por lo menos

meditar algo con palabras, si está solo.

Del mismo modo, levantándose antes de media noche, han de recitar doce salmos a

dos coros, según su costumbre. Antes, con todo, de levantarse los demás, debe el pre-

pósito ser despertado por los monjes despertadores, para que con su permiso se haga la

señal y él visite con diligencia los lechos de todos antes de levantarse los otros. Lo mis-

mo practica en todas las oraciones nocturnas, de modo que el prepósito se levante siem-

pre antes de dar la señal para levantarse los demás, con el fin de que observe cómo duer-

me cada uno, no vaya a incurrir en alguna lascivia al dormir por incuria durante su des-

canso. Después de descansar un breve tiempo, cumplirán el oficio de media noche, en el

cual se cantan cuatro responsorios con la distribución de tres salmos; y después de me-

dianoche si es tiempo de invierno, estando sentados todos, uno puesto en medio leerá un

libro y, mediante la explicación del abad o del prepósito, quedará aclarado a los más

sencillos.

Está misma práctica se observará, por cierto, en el verano después de vísperas, de mo-

do que antes de rezar completas se lea el libro de la regla o las Vidas de los Padres.

Luego, en fin, cantados de nuevo los doce salmos, se irán a sus dormitorios. Tras un

breve descanso, al canto del gallo, recitados tres salmos con laudes y el Benedictus, ce-

lebrarán la Misa matutina. Terminada ésta, puesto que se han de entregar a la medita-

ción, luego que llegaren al lugar de ella, según costumbre, recitando salmos y termi-

nando completamente dicha oración, meditarán hasta el nacimiento del sol. Indefectible-

mente, en todos los rezos de cada una de las horas, nocturnos y diurnos, al final de todos

~ 201 ~

los salmos, al cantar el Gloria al Señor, harán la postración en tierra, con tal regulación,

empero, que ninguno se postre o se levante de nuevo antes que el superior, sino todos

con la mayor uniformidad han de levantarse, y con las manos extendidas hacia el cielo

continúan orando con la misma uniformidad con que se han postrado. En el curso de las

noches de sábados y domingos se celebran las vigilias con seis responsorios, añadiendo

a sus propias finales un oficio de seis finales, a fin de que la solemnidad de la Resu-

rrección del Señor sea festejada con una salmodia más extensa; y esto ha de celebrarse

también siempre de cualquier solemnidad en la noche precedente, según la competente

regulación de los oficios con el rito de las fiestas principales.

III. DE LA MESA

Cuando se reúnen para comer a la hora de nona, después de rezado el salmo y mien-

tras los demás están sentados, leerá uno en medio. Durante la refección no habrá ningún

ruido ni hablará ninguno de los que comen. Si falta alguna cosa en la mesa, el que pre-

side, dando la señal o con un gesto, pide e indica en silencio al servidor lo que debe

traerse o retirarse de la mesa. Antes de reunirse para la mesa precede la oración y des-

pués de levantarse sigue la oración. Y nadie tratará de ir a alguna parte antes de cumplir

la acción de gracias ante el altar de Cristo.

A ninguno se le concede licencia para gustar o tomar carne. No porque la considere-

mos como creatura indigna de Dios, sino porque la abstinencia de carne se estima útil y

provechosa para los monjes, guardando, con todo, la moderación de la piedad para con

la necesidad de los enfermos o para la condición de los que viajan lejos, de modo que

pueden alimentarse con carnes de ave los enfermos; sin embargo, no deben tener reparo

en comerla los destinados a largo viaje cuando son llamados por un príncipe o por el

obispo con motivo de la bendición o de la obediencia, conservando, por lo demás, para

consigo la moderación acostumbrada. Y si algún monje infringiera aquella norma y se

atreviera a comer carne contra la prohibición de la regla y contra la práctica antigua,

quedará sujeto a pena de reclusión durante seis meses. Deberán, pues, vivir sólo de ver-

duras y legumbres, y raras veces de peces de río o de mar, y esto cuando se ofreciere la

oportunidad por parte de los monjes o la solemnidad de alguna fiesta, guardando en es-

tas y semejantes ocasiones discreción el superior; cada día tomarán sendas medidas de

vino; pero sólo de tal modo que se distribuya un sextario entre cuatro monjes, conforme,

con todo, a la disposición del abad o del prepósito; y aún esta parca medida debe mez-

clarse. Los sábados y domingos puede añadirse una medida a la caída de la tarde. Nin-

gún monje se atreverá a quebrantar el ayuno; ni trate de probar o gustar comida ni bebi-

da antes o después de la refacción en común con los demás, o de esconder o quedarse a

ocultas con algo para su uso particular. En las solemnidades principales han de darse a

los monjes tres platos y otras tantas medidas de vino.

IV. DEL TRABAJO

Para el trabajo debe mantenerse en primavera y verano el siguiente plan: una vez re-

zada prima, el prepósito avisará a los decanos qué clase de trabajo debe practicarse, y

~ 202 ~

éstos lo advertirán a los demás monjes. Después, dada al fin la señal y tomando las he-

rramientas, se reúnen todos, y, hecha la oración, se dirigen rezando a su trabajo hasta la

hora de tercia. Y, celebrada tercia, de vuelta a la iglesia, quedándose en sus celdas, se

entregan a la oración o a la lectura. Sin embargo, si el trabajo es de tal naturaleza que no

deba interrumpirse, se reza tercia en la misma obra, y después, rezando, se vuelven a la

celda. Terminada la oración, y después de lavarse las manos, se reúnen a continuación

en la iglesia. Y, si se ha de comer a la hora de sexta, cumplido el oficio de sexta, se diri-

gen de la oración a la mesa. Terminada convenientemente la comida, reiterando la ora-

ción, pueden descansar, guardando silencio hasta nona. Celebrada después nona, si es

preciso debe volverse al trabajo hasta que se reúnan para recitar el oficio de la hora duo-

décima. En otro caso, quedándose en silencio en sus celdas, los que tienen edad madura

y conciencia pura han de meditar las palabras del Señor o han de practicar algún trabajo

mandado dentro de la celda. Desde luego, no pretendan ir a ninguna parte, fuera del ca-

so de necesidad, de no haber orden del superior. Los jóvenes, por su parte, estando en

presencia de sus decanos, deberán dedicarse a la lectura o al rezo; y ningún joven se

retire de la reunión o vaya a la estancia de otro decano sin autorización de su decano.

Pero tanto en la reunión como en el trabajo, cada decanía debe estar separada de otra de-

canía. El decano debe amonestar continuamente a sus jóvenes que no caigan en descui-

do alguno; y para eso les propondrá siempre como ejemplo a los espirituales y santos, a

fin de que con la contemplación de éstos avancen asiduamente hacia la perfección.

Por su parte, en tiempo de otoño o de invierno, hasta tercia han de entregarse a la lec-

tura. Desde tercia hasta nona se debe trabajar, si es que hay algún trabajo que hacer.

Después de nona hasta la hora duodécima deben leer. De la duodécima hasta la caída de

la tarde han de meditar. Cuando han de salir para el trabajo, deben reunirse todos para

hacer oración, concluida la cual el prepósito ha de comenzar el salmo, y rezándolo dirí-

janse a su trabajo.

Cuando estén trabajando no han de trabar entre sí o entretenerse con charlas o risota-

das, sino que mientras trabajan procuren rezar en silencio en su interior.

Mas los que descansan, o canten algo o recen a la vez, o por lo menos guarden silen-

cio.

Está establecido que ningún monje pueda ejercer un trabajo de su propiedad con inten-

ción de adjudicárselo para sí o para cualquiera otro, queriendo que se distribuya a su ta-

lante. Ni ha de admitir empezar o ejecutar cualquier trabajo sin mandato o permiso del

superior. Pero en toda cuestión se ha de cumplir lo que ordenare el abad o el prepósito.

V. DE LAS HERRAMIENTAS Y UTENSILIOS

Todas las herramientas o utensilios de los artesanos han de guardarse en un solo depó-

sito y bajo la custodia de un solo monje activo y previsor, que, colocándolos separada-

mente en su respectivo sitio, según lo exijan las circunstancias, los entregue a los mon-

jes cuando se los pidan para el trabajo; y por la tarde, recogiéndolos en sus respectivos

sitios, cuidará de que ninguno de ellos se pierda o se enmohezca por su descuido o se

estropee por cualquier motivo.

~ 203 ~

VI. DE LA OBEDIENCIA Y ESTADÍA DEL MONJE

Cuando los monjes quedan libres del trabajo, ninguno pretenderá moverse de su pues-

to anterior sin permiso de su decano o prepósito, ni entablar conversaciones, ni practicar

idas y venidas inquietas y ociosas, sino que ha de estarse en su sitio dedicado al trabajo

manual o lectura, o bien entregado a la contemplación de la oración. Una vez avisado

por la señal general, se levantará con presteza para ocuparse en otro lugar en la oración

o en el trabajo común, sin estar permitido a ninguno de los monjes, sin permiso de su

superior, dirigirse o llamar a otro. Respecto al hábito y manera de andar del monje, está

establecido que no se dé diversidad alguna, sino todos han de mostrar un aliño del ves-

tido sin diferencias, uniforme y legítimo. Al andar, ni ruidos ni anchos saltos con esti-

rados pasos han de dar; y cuando van de un lugar a otro no han de mirar sino delante de

sus propios pasos. Cuando hablan, su voz ha de ser pausada y silenciosa, sin jurar ni

mentir, ni intentar engaño alguno en la murmuración, ni en el contradecir, ni en renco-

res, evitando vituperar o delatar al inocente. Es doctrina de la regla que se muestre y se

mantenga hasta llegar a la muerte la obediencia de obra y de afecto incluso en las cosas

imposibles, es decir, como Cristo obedeció al Padre hasta morir; con la misma entrega

se ha de observar la virtud de la paciencia, de modo que en ninguna ocasión se que-

brante ni por odio ni por injurias, ni se olvide por afrentas, sino se fortifique con el

aguante y sufrimiento. Ha de abrazarse, en fin, la pobreza, la parquedad en la alimenta-

ción, la dureza de lecho. Ha de evitarse totalmente la propiedad en los utensilios, en el

vestido o en cualquier cosa por despreciable y baja que sea, pues es abominación e infa-

mia para el monje poseer cualquier objeto superfluo y el reservarse algo como propio u

oculto, lo que no les diferencia mucho del ejemplo de Ananías y Safira.377

VII. DE LOS HEBDOMADARIOS

Los hebdomadarios se turnan por semanas, recibiendo en la iglesia la oración con la

bendición del abad. Pero cuando terminan su oficio el sábado, concluidas vísperas y

reunidos y sentados los monjes mientras meditan, deberán unos lavar con agua caliente

los pies de cada cual, mientras otros los van enjugando con un lienzo. Postrados en di-

cho acto ante el abad en la reunión, deben pedir a la vez la venia y bendición de todos

en general. Recomendados de ese modo por la oración del abad, se dirigen a prestar sus

servicios a los monjes, debiendo recibir una bendición plenísima para su trabajo por la

mañana en la iglesia.

377

Hech 44, 5-11. Y en algún momento se añade: En fin, ningún monje recibirá regalo alguno ni cartas,

ni marchará a parte alguna sin la bendición de su superior. También está prescrito por disposición de la

Regla que sin permiso no se hable con un seglar, ni se esté con un monje, ni se pase el tiempo en charlas o

se visite a un vecino o un extraño. Asimismo está preceptuado, por larga costumbre precedente, que nin-

gún monje rompa el ayuno, ni, antes o después de la refección de los demás en común, comer o beber

algo con otros.

~ 204 ~

VIII. DE LA LIMPIEZA Y AFECTOS DEL MONJE

Ninguno debe coger la mano a otro, ni por un momento se ha de retirar a alguna parte

sin la bendición. El brillo, la pulcritud y el cultivo y ambición de los bienes temporales

deben ser alejados totalmente de todo monje. La vanagloria, la soberbia, el desprecio

hinchado y el hábito de una locuacidad desenfrenada deben ser desterrados de todos,

pues los sentimientos del monje han de ser piadosos y suaves, humildes y llenos de mo-

deración, carentes de toda impureza y que enciendan en el ánimo del que los ve o escu-

cha afectos de amor y temor de Dios. De este modo podrá cumplirse lo que dice el Se-

ñor: De tal manera debe brillar en vosotros vuestra luz ante los hombres, que vean

vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.378

IX. DE LA RECEPCIÓN DE HUÉSPEDES

A los monjes huéspedes y forasteros se les ha de prestar con el mayor respeto las aten-

ciones de caridad y servicio; a la caída de la tarde se les ha de lavar los pies, y, si están

extenuados del viaje, se les ha de untar con aceite y ofrecerles blando lecho con su lám-

para de cama; además, al marchar se les entregará el viático según las posibilidades del

monasterio. Los enfermos deben ser tratados con toda compasión y lástima, y sus dolen-

cias aliviadas con los servicios convenientes. Con todo, han de escogerse tales enfer-

meros, que puedan preparar con esmero los alimentos y atenderles con generosa entre-

ga. Con lo que sobra de los enfermos no cometan ningún fraude, ni se manchen ilícita-

mente comiendo de ello a ocultas.

X. DE LA PRUDENCIA DEL MONJE

La prudencia, moderación, pudor, fidelidad y sinceridad son adornos del hábito mona-

cal. El siervo, pues, de Cristo en manera alguna ha de usar de doblez, sino ha de ser ve-

raz, sencillo y humilde y sin el aspecto de un orgullo arrogante. Ninguno al andar se

adelante a su superior, ni tome asiento, ni hable sin su permiso; al contrario, debe dar

muestras de honra y respeto, como lo exige el conveniente decoro.

XI. DEL HÁBITO Y VESTIDO DE LOS MONJES

Las prendas de vestir no han de ser ni muchas ni superfluas; deben ser vellosas, con

dos cogullas solamente y con una sencilla capa corta.

La exigencia y necesidad de cada uno se ha de remediar con tres túnicas y dos inte-

riores. En cuanto al calzado, han de usar en invierno escarpines, los que quisieren, desde

el primero de noviembre hasta el primero de mayo. En la época restante estival se han

de proteger sólo con la defensa de las calzas. Se ha de permitir a cualquiera el uso de

calzones, sobre todo a los que se emplean en el ministerio del altar. Pero el que no qui-

378

Mt 5, 16.

~ 205 ~

siere usarlos no debe ser reprendido por ello, puesto que hasta ahora consta que los mo-

nasterios no tienen tal práctica en estas regiones. En lo que se refiere al menaje del le-

cho, se ha de aplicar la regulación conveniente; ninguno ha de reclamar más que una so-

la cubierta, una manta vellosa, un jergón y dos pieles lanosas de carnero. Todo lo que se

refiere al vestido o aseo de los monjes no puede tenerlo ninguno como propio, sino que

ha de guardarse en un almacén bajo la custodia de un monje espiritual, el cual, cuando

lo exigiere la necesidad, entregará a cada cual que lo pidiere las prendas convenientes

de muda. Tampoco monje alguno dirá como expresando cosa propia: “Mi libro, mi me-

sa”, etc.; y, si saliere tal palabra de su boca, quedará sujeto a pena. Nadie debe apare-

cer como teniendo algo propio en el monasterio, sino que todo debe ser común a los

monjes, como consta en la Escritura. Por eso, el dicho ropero debe poner gran interés en

acertar a elegir esos vestidos y en distribuir los adecuados a cada uno, como se ha dicho.

Ni tampoco ninguno ha de atreverse a murmurar por aquello de que observe que otro se

viste las prendas a él asignadas. El ropero recibirá del abad leznas, agujas, hilo de di-

versas clases para coser, repasar y remendar las prendas, y, cuando lo pida la necesidad,

tendrá facultad de lavarlas y arreglarlas.

Todo lo viejo de vestidos, calzados y ropas de cama de los monjes, una vez recibidas

prendas nuevas, será distribuido por el abad a los pobres.

XII. DE LOS DELITOS

Es necesario que el monje dé cuenta a su abad de todos sus actos y motivaciones oca-

sionales para que pueda captar de la discreción y estimación de aquél lo que debe tener

en cuenta; ninguno debe ocultar al superior sus pensamientos, revelaciones, ensueños

nocturnos y los propios descuidos llevado de la vergüenza o incuria o por presión de la

contumacia, sino siempre se han de descubrir estos vicios, con lágrimas y compunción

del corazón y con sincera humildad, al abad, al prepósito o a los ancianos experimenta-

dos, y se han de purificar con tales prácticas las consolaciones, oraciones y mortificacio-

nes e incluso las expiaciones.

XIII. DE LOS EXCOMULGADOS

Cuando alguno es excomulgado o reprendido por sus faltas, practicará la humildad

hasta que reciba la bendición y la oración (por él). Y no se atreverá a alternar con los

demás o a juntarse a ocultas con cualquiera; antes bien, reuniéndose todos para hacer

oración y postrándose aquél en tierra, despojándose del ceñidor y del manto, pedirá per-

dón de su falta; la misma actitud les mostrará al volver del oficio. Asimismo, en el tiem-

po de la refección estará en pie ante todos, con el rostro y compostura abatidos, hasta

que obtenga el perdón que solicita, absuelto por la compasión de los monjes y la piedad

del abad. Nadie debe hablar con el excomulgado ni aliviarlo con alguna palabra de com-

pasión o piedad, ni ninguno se propasará a inducirlo a la resistencia o soberbia. Toda

cuestión ha de ventilarse en la asamblea común de los monjes y debe ser examinada con

toda justicia y detalle.

~ 206 ~

Para que no se dé el caso de opresión de un joven inocente por la falacia o malicia de

un mayor, no le estará permitido al abad o prepósito emitir juicio por acepción de per-

sonas, ni condenar a nadie con fraude o injusticia, sino como se ha indicado, se ha de

alegar para tales causas el juicio de los monjes espirituales y veraces, los que, teniendo

presente el juicio de Dios, no deben consentir sea oprimido ignominiosamente el indi-

viduo inocente.

XIV. DE LOS ALBOROTADORES Y DESENFRENADOS

No es decoroso que el monje sea alborotador al hablar, ni iracundo, ni bufón, ni bur-

lón, ni detractor. El que tal fuere y, reiteradas veces sancionado o excomulgado, no se

enmendare, ha de ser sometido al remedio de los azotes y duramente corregido; y, a

fuerza de una continua diligencia y solicitud, se le ha de apartar del vicio. El que se jac-

ta de su desenfreno debe quedar privado con frecuencia de alimento y mortificado con

ayunos de dos o tres días; se le ha de imponer, además, la penalidad de algún trabajo y

debe ser sancionado con la privación de hablar. Si después de sufrir estos castigos reite-

radas veces no se corrigiere, se le corregirá con más energía por medio de azotes y se le

encerrará en larga reclusión; se le alimentará con escasísima ración de pan y agua hasta

que prometa que se apartará del vicio. Con la misma condena se castigará al desobe-

diente, al murmurador, al contradictor o al dado a comilonas y bebidas furtivas; y en to-

dos los excesos de los monjes se ha de aplicar el castigo congruente a juicio del abad y

de los ancianos, proporcionado a la responsabilidad, a la edad, a la persona; y se ha de

proveer con suma discreción a que no se impongan penas graves por faltas leves, ni por

el contrario, sanciones leves y ligeras por faltas más graves. El abad y el prepósito han

de distinguirse por el comedimiento y ponderada equidad, por una piadosa justicia y por

una continua compasión, para poder curar de esa forma la herida del enfermo en cuanto

produzca su salud y no la debilidad del miembro; porque así como los superiores juz-

guen los vicios de los súbditos, así las culpas de los superiores serán juzgadas por el

mismo Dios.

XV. DEL MENTIROSO, DEL LADRÓN, DEL QUE HIERE A LOS MONJES

El embustero, el ladrón, el que golpea y el perjuro, lo que no es propio de un siervo de

Dios, debe primeramente ser corregido de palabra por los ancianos para que se aparte

del vicio. Después de esto, si demorare la enmienda, será amonestado por tercera vez

ante los monjes a que deje de faltar durante algún tiempo. Si ni aún así se enmendare, se

le azotará duramente y durante tres meses será condenado al castigo de excomunión; se

le recluirá en una celda con rigor de castigo; de tarde a tarde se le alimentará con seis

onzas de pan de cebada y una pequeña cantidad de agua. Si hubiere alguno dado a la

embriaguez en el monasterio, quedará sujeto a la sentencia anterior, lo mismo que el que

enviare cartas a algún sitio sin permiso del abad o del prepósito o las recibiere de otro

dirigidas a él. El apasionado de niños o jóvenes o el que fuere sorprendido besándolos o

en cualquier ocasión vergonzosa, una vez comprobada con toda evidencia en derecho

por acusadores verídicos o por testigos, será azotado públicamente y perderá la tonsura

~ 207 ~

que lleva en la cabeza. Rapado por ignominia, quedará expuesto a los oprobios y reci-

birá los ultrajes de verse cubierto de los salivazos de todos en el rostro; y, sujeto con

grillos de hierro, será encerrado en estrecha cárcel por seis meses; y tres veces por se-

mana se alimentará con una porción reducida de pan de cebada al caer de la tarde. Des-

pués de cumplidos esos seis meses, durante otros seis, bajo la guarda de un anciano es-

piritual, viviendo en una celda separada, se dedicará sin interrupción al trabajo y a la

oración. A fuerza de vigilias, lágrimas, humillaciones y de expresiones de arrepenti-

miento logrará el perdón, y siempre andará en el monasterio bajo la custodia y vigilan-

cia de dos monjes espirituales, sin juntarse en adelante con los jóvenes en conversa-

ciones o tratos privados.

XVI. DE CÓMO EVITAR LOS VICIOS

A todo monje que es castigado o excomulgado por alguna fragilidad o culpabilidad,

pero humildemente pide perdón o lo reconoce con lágrimas, se le otorgará el remedio

conveniente del perdón e indulgencia. Mas al procaz y resistente y al que no reconoce

su orgullo o actitud de oposición se le aplicará un castigo de azotes y de privaciones

más extenso y riguroso. No deben acostarse dos en un mismo lecho; ni a ninguno se le

permitirá dormir fuera de su propio dormitorio. Entre las camas debe haber una sepa-

ración de un codo, para evitar los incentivos de la pasión, si están próximos los cuerpos.

Ninguno hablará a otro en la obscuridad, ni se acercará en manera alguna un joven a la

cama de otro después de completas. Dos veces por semana revolverá las camas el abad

o el prepósito y las examinará para ver si alguno tiene allí algo de superfluo u oculto. El

tiempo de la noche se ha de emplear, en su mayor parte, en oraciones especiales y en vi-

gilias litúrgicas, por causa de los demonios, enemigos de la luz, y que suelen engañar a

los siervos de Dios. Si se clavan una espina en el cuerpo, ninguno la sacará sin la ben-

dición de su superior. Sin la bendición nadie se cortará las uñas. Nadie descargará de

sus espaldas cualquier carga sin la bendición y permiso del superior.

XVII. DE LOS AYUNOS

Para los ayunos es obligación observar los siguientes períodos: de Pascua a Pente-

costés se comerá a la hora de sexta y se observará una sola comida durante el día. Desde

Pentecostés al 14 de septiembre se observarán los ayunos algunos días, excepto la sola

Cuaresma que precede a la festividad de los Santos Justo y Pastor, y que debe guardarse

con cuidado. Durante ella se ha de ayunar cada día hasta nona y se han de abstener to-

talmente de vino; con todo, han de atenerse a la discreción del abad; y cuando éste viere

que los monjes están recargados de pesado trabajo, se les concederá en la comida una

medida de vino por individuo. Del 14 de septiembre a Pascua se ha de ayunar con rigor

y en Cuaresma se han de abstener de aceite y vino.

El que llegare tarde a la mesa quedará sin comida. El que no acudiere en los rezos

diurnos al primer salmo, no deberá entrar en el oratorio con los demás, sino quedará so-

metido a penitencia. Lo mismo sufrirá el que llegare en los rezos nocturnos al salmo

tercero o tratare de agregarse después de rezados en el coro tres salmos.

~ 208 ~

XVIII. DE LOS ALIMENTOS

Los servidores y el prepósito deben comer con los monjes y no han de pretender que

se les prepare alimentos distintos, ni comer algo fuera de la refección común; lo mismo

procurará cumplir el abad. Fuera del caso en que el abad o el prepósito no pudiere ob-

viar los viajeros que llegan o la ocasión de un eclesiástico, no harán faltar a los monjes a

cada paso con comidas fuera de hora a capricho, si no acucia a un monje una enferme-

dad o debilidad manifiestas. Y ordenará para éste abiertamente, con el consentimiento

de los demás, la alimentación correspondiente, adecuada a su edad y salud.

XIX. DEL ABAD Y DEL PREPÓSITO

El abad y el prepósito han de ser elegidos siempre de entre los propios monjes del ce-

nobio. Varón santo, discreto, grave, casto, acepto, humilde, manso y docto, que esté

experimentado en duraderas pruebas, bien instruido en todas las observancias predichas,

que sobresalga por su abstinencia, brille por su instrucción, desdeñe las comidas exqui-

sitas y la afición a la mesa suntuosa. Ha de rechazar el exceso en el vino. Ha de saber

proveer a todos los monjes en general como padre suyo y sumamente compasivo. Ni le

ha de dominar inmoderada y repentina cólera, ni engreírle la soberbia, ni deprimirle la

tristeza y pusilanimidad, ni corromperle la liviandad. Ha de dar pruebas de discreción

junto con paciencia, y de suavidad con energía. Y ha de atender a los necesitados y po-

bres de manera que se considere a sí mismo, por las entrañas de Cristo, como un ser-

vidor y no sólo como prelado. Debe ser tal la conformidad de sus palabras con su vida,

que confirme con una conducta exacta lo que enseña de palabra; y, yendo delante con la

espada de dos filos, todo lo que sugiere a otros con palabras lo ponga en práctica con

constante afán. A fin de que ni las obras destruyan las palabras ni, por el contrario, las

palabras discordantes quiebren las buenas obras, todo ha de ser concordante en la mutua

participación, como son consonantes las cuerdas de la lira o cítara, que sólo producen de

por sí dulce sonido al ser percutidas, cuando las hiere el rasgueo de los dedos del artista,

guardando un equilibrio proporcionado, sin precipitarse en confusa armonía.

Tres veces por semana se ha de celebrar conferencia, y han de leerse las reglas de los

Padres, comentándolas un anciano o el prepósito; y se han de indicar a los monjes las

mortificaciones y palabras de edificación, las faltas que deben corregirse, las conmisera-

ciones con los excomulgados. A los procaces o de dura cerviz se les ha de reiterar otra

vez la pena.

XX. DE LOS CONVERSOS. CÓMO DEBEN SER ADMITIDOS

El converso del siglo, como enseñan los decretos de los Padres, no debe ser admitido

en el monasterio si antes no diere pruebas de su disposición con obras, privaciones,

oprobios y afrentas.

Durante diez días se entregará éste, a las puertas del monasterio, a oraciones, ayunos,

con prácticas de paciencia y humildad. Tras eso, quedando encomendado durante el año

~ 209 ~

entero a un monje anciano espiritual, no será agregado en seguida a la comunidad ni en-

trará en las celdas de los monjes, sino usará una celda señalada en el recinto exterior.

Allí, a la vez que se ejercita sinceramente en toda clase de obediencia, transportará jer-

gones para huéspedes y forasteros, sirviendo agua caliente a sus pies, y practicará hu-

mildemente toda clase de servicios; y, cargando y llevando en sus espaldas todos los

días haces de leña, los entregará a los hebdomadarios; en tales condiciones, sometido to-

talmente a la privación y a la humillación, una vez cumplido el año con pruebas de su

conducta y curtido en fatigas, después de recibir la bendición en la iglesia, se le otorgará

la incorporación a los monjes, y será encomendado a un solo decano para ser instruido

en todos los ejercicios de buenas obras. Y si algún converso, por lo excelente de su recta

y pura conducta, fuere aprobado por el juicio del abad o de algunos monjes espirituales,

en virtud de sus méritos y pureza de su conciencia, podrá ser agregado antes a la comu-

nidad de monjes, siguiendo en la práctica lo que determinare el criterio del abad y de los

monjes más observantes.

XXI. DE LA PROFESIÓN DEL CONVERSO

Todo converso, cuando llegare al monasterio y solicitare ser admitido, puesto primera-

mente en presencia de toda la comunidad, será interrogado por el abad si es libre o sier-

vo, si trata de ingresar por recta y libre voluntad o quizá forzado por alguna necesidad.

Si efectivamente previese que hay una intención libre de conversión y que no está liga-

do por vínculo alguno de su condición, recibirá su pacto, donde se contenga toda la

causa de su profesión y en el que además se obligará el converso, de modo que declare

que él cumplirá con total entrega todas las reglas del monasterio.

Y prometerá además que en ninguna ocasión las violará, ni se desligará en modo algu-

no de la vinculación al monasterio que solicita. Y, obligándose con esta profesión, que-

dará sujeto a las reglas arriba escritas para agradar al Señor en todo momento por la

práctica diligente de las buenas obras.

XXII. DEL ORDEN DE LOS CONVERSOS

El que fuere converso anteriormente en el monasterio, irá delante, deberá sentarse an-

tes, recibirá antes la bendición, comulgará antes en la iglesia, hablará antes cuando se

les pregunte a los monjes para algunas cuestiones, dirá antes el salmo en el coro, se pa-

rará antes. Hará antes la semana, se servirá antes en la mesa. Y no se ha de atender so-

lamente la edad entre los monjes, sino a la observancia y a la vida y dedicación al tra-

bajo. Por eso ha de esperarse en este punto tal discreción del superior, que honre a cada

cual en proporción a como viere su amor y culto ferviente a Dios y lo reverencie según

sus méritos. No se ha de buscar, pues, la preeminencia del linaje, o la riqueza de bienes

que tuvo cada uno en el siglo, o los años de edad, sino han de pesarse la rectitud de vida

y los méritos de una ardiente fe, pues se ha de juzgar como mejor a aquel que se le vea

más cercano a Dios. Los monjes deben llevar en el monasterio una vida santa, pura y

digna. No han de hacer nada fuera, sino por encargo del abad o del prepósito; ni estará

permitido al monje salir muy lejos fuera del recinto del monasterio propio, sino tan sólo

~ 210 ~

al huerto vecino o al jardín con el permiso del superior. Al contrario, no se permitirá va-

gar por pueblos y aldeas y meterse en fincas de seglares. Y, si alguno presumiere hacer-

lo, quedará sujeto por dos meses a excomunión y a la pena de percibir un poco de pan y

agua.

XXIII. DE LOS ANCIANOS

A los monjes que envejecieren en el monasterio con una vida recta y piadosa, se les ha

de colocar aparte en una celda más espaciosa, con servidores escogidos por el abad; y

allí, cuando estuvieren débiles y decrépitos, se les ha de preparar la comida a la hora de

sexta; y se les pondrá la mesa para que coma el que quisiere, sin que se le obligue al que

no quiera. Los jóvenes, mayores y los no muy débiles de naturaleza han de elegir de en-

tre ellos los servidores, que presten sus servicios por turno, tanto a los más ancianos res-

tantes como también a los enfermos, y pongan empeño en atender a los enfermizos con

sus piadosos y benévolos servicios. El abad y el prepósito se servirán de los consejos de

estos ancianos para todas las cuestiones del monasterio que ocurran y solicitarán siem-

pre su opinión en las nuevas incidencias.

XXIV. DEL DOMINGO

Rezada prima y después de lavarse las manos y la cara, todos los monjes se reunirán

en comunidad, y, sentados en silencio, el diácono leerá el Evangelio hasta que suene la

señal para la conferencia.

San Fructuoso de Braga o del Bierzo

~ 211 ~

EPÍLOGO V

VALORACIÓN Y EDUCACIÓN DEL NIÑO EN LA EDAD MEDIA

Homiliario del monasterio de Montecassino

“Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: ¿Quién es el mayor en el rei-

no de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: „En ver-

dad os digo que si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los

cielos. Mas el que se haga pequeño como este niño ése el mayor en el reino de los

cielos‟”.

~ 212 ~

“Y quien reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe. Y si alguien hace

tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que se le colgara

al cuello una piedra de molino y fuera arrojado al mar...”.

“Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles

en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre celestial”.379

“¡Señor Dios nuestro, qué glorioso es tu nombre en toda la tierra! Tú que asientas tu

majestad sobre los cielos, de la boca de los niños pequeños, de niños de pecho, has

sacado tu alabanza”.380

Después de estas citas de la Sagrada Escritura, continuemos por otra cita de la Regla

benedictina sobre la alta estima, antigua y medieval, de los niños por parte de la Iglesia:

“Siempre que haya de tratarse cosas de importancia en el monasterio, convoque el

abad a toda la comunidad, y que sean todos llamados a consejo, porque a menudo re-

vela Dios al más joven lo que es mejor”.

Puede verse cómo incluso los niños –y las mujeres– forman parte de la comunidad,

ocupando su destacado lugar y pudiendo hacer uso de la palabra. Jesús los tuvo muy en

cuenta: “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis”. Y aún agrega, abra-

zándolos, “no los despreciéis. Quien acoge a uno de ellos en mi nombre a mí me reci-

be”. Más aún: “Si no os hicierais como niños no entraréis en el Reino de los Cielos”. Y

los apóstoles se extrañaron de la alta valoración que hizo Jesús de los niños, de las mu-

jeres, de los pobres. Porque en la Antigüedad, sobre todo los niños eran poco valorados,

no se les tenía en cuenta. Jesucristo rehabilitó a los niños y a las mujeres.

De hecho, en el transcurso de los siglos, se fue abriendo paso en la sociedad ese doble

reconocimiento por obra de la Iglesia. En verdad, ambas cosas van juntas porque el

concepto sagrado del matrimonio, así como el de la virginidad consagrada y el de la pu-

reza repercuten en la actitud hacia el niño. Baste recordar que desde el principio los

cristianos llamaron la atención (como lo señala ya la Epístola a Diogneto del siglo II)

por no abortar y por no “exponer” y abandonar a los recién nacidos. Es que en la ci-

vilización romana, el recién nacido siempre corría el riesgo de ser rechazado y expuesto

en la vía pública. La “patria potestad” conferida al pater familiae era un poder abso-

luto. Cuando el hijo nacía, se le colocaba delante de su padre o a sus pies. Si el padre lo

tomaba y lo levantaba, significaba que lo reconocía y quería retenerlo como hijo; si le

daba la espalda, significaba lo contrario, y los más expuestos al rechazo eran los débiles,

los endeblitos y las niñas. La selección entre débiles y fuertes, enfermos o sanos, era re-

comendada por la medicina. La puericultura antigua consistía en decidir si los recién

nacidos merecían ser criados o desechados. El mismo Séneca se expresó con toda

naturalidad: “Sacrificamos a un buey impetuoso, estrangulamos a un perro rabioso,

ahogamos a los niños que nacen débiles y deformes”. Y Tácito calificaba de “excén-

trica” la costumbre de los judíos de no suprimir a ningún recién nacido. De ahí que San

Justino (siglo II), al hablar del respeto de los cristianos por la vida del niño, creía

necesario agregar “incluso del recién nacido”. En lo que respecta a las hijas, lo habitual

379

Mt 18, 1-7. 10.

380

Sal 8.

~ 213 ~

era admitir sólo a la primera y rechazar al menos algunas de las siguientes. Todos los

estudiosos observan esto: la habitual desaparición forzada de la hija menor. Pero aún la

primera podía ser rechazada. Hay una carta del siglo I de un tal Hilarión a Apis su mujer

que se expresa así: “Me dijiste „no me olvides‟: ¿cómo podría olvidarte? Te pido y

suplico que cuides mucho a nuestro hijo pequeño... En cuanto al que viene, suerte para

ti si es varón: déjalo vivir; si es niña, arrójala”. Esta dureza es tanto más notable en

cuanto contrasta con el efecto expresado para la esposa y el hijito que tienen... Todo

quedaba pendiente de la voluntad del padre cuya “patria potestad” involucraba también

poder castigar a sus hijos como quisiera, deshacerse de ellos, venderlos, etc.

Y si lo corriente era desechar a los débiles y a la niña menor, tanto más era librarse de

los “indeseados”, por aborto o abandono, en aquella última época decadente cuando se

multiplicaban los divorcios y las uniones ilegítimas. En ese entonces nacían tan pocos

niños que la legislación romana, para contrarrestar esto, decidió limitar el monto de la

herencia a la pareja sin hijos. Los niños “no deseados” eran ordinariamente abandona-

dos en el foro romano, y se convertían en propiedad de cualquiera que los recogiese, ya

para venderlos como esclavos, ya para abastecer los prostíbulos de Roma.

Frente a estas costumbres paganas, la nueva conciencia cristiana dio lugar a un cam-

bio cultural realmente revolucionario, sin precedentes. Ello se manifestó primero a fines

de la Edad Antigua, y después, más plenamente, en la Edad Media.

En el siglo IV acaeció la decadencia pagana de la Antigüedad mientras florecía el au-

ge del cristianismo, con la brillante patrística y con el monacato.

A los monjes les tocó pronto apuntalar a la sociedad occidental durante el avance y

establecimiento de los bárbaros. Gracias a ellos, si el Imperio Romano desapareció, la

civilización no sólo no se hundió, sino que ganó en cambios decisivos que la volvieron

más humana. Por poner en práctica el espíritu del Evangelio, pasadas las primeras co-

munidades cristianas catecumenales, fue en los monasterios donde se facilitó la inte-

gración de romanos y bárbaros, así como la equiparación de libres y esclavos. Fue allí

donde se logró la revalorización del trabajo manual. Y fue allí donde los niños –tan po-

co estimados por los bárbaros– fueron recibidos y educados.

De ahí la importancia de la cita que hicimos de la Regla de San Benito. En ella se re-

sume el espíritu que fue ganando el mundo desde los tiempos “bárbaros” hasta la Edad

Media plena. Por ese espíritu que difundieron los monjes, los tiempos bárbaros mere-

cieron ser llamados siglos eminentemente monásticos, y la Edad Media llegó a ser lo

que fue en cuanto recibió y asimuló el espíritu evangélico del monacato.

Los monjes redescubrieron la rehabilitación cristiana del niño, superando la cultura

abortista e infanticida de los tiempos anteriores, de la cultura pagana que tanto aban-

donaba a los niños que en muchos casos acabaran vendidos, explotados, prostituidos o

mendigos.

De todos esos males y desgracias los libró el monacato, siendo los monasterios los lu-

gares en los que se podían alimentar y vestir, recibiendo cobijo y calor de familia, edu-

cación y protección. Tan ventajosa era la vida de los niños en los monasterios que pron-

to acudieron a los mismos también los niños de los ricos y poderosos para ser educados.

Los monasterios estaban llenos de niños, tanto que eran una de las preocupaciones de

los abades. Ciertas Reglas, como la de San Cesáreo de Arles (hacia el año 500), fijan

~ 214 ~

como edad de ingreso la de 6 ó 7 años, cuando ya pueden aprender a leer. Por su parte

San Fructuoso de Braga estableció que los padres pudieran visitarlos, si es que no vivían

ya como familias en los monasterios o en sus entornos.

Cabe señalar que la vida monástica, como vida de familia, implicaba estabilidad. De

ahí que la misma palabra abad (de abba, pater, padre) tenía todo su pleno significado,

tal como puede apreciarse en los preceptos que marca la Regla de San Benito (cap. 2):

El abad digno de presidir un monasterio debe acordarse siempre del nombre que

se le da… y por lo mismo nada debe enseñar, establecer o mandar que se aparte

de los preceptos del Señor… sin que anteponga al noble sobre el que es de con-

dición servil, porque todos somos uno en Cristo... y ante Dios no hay acepción de

personas… En su gobierno el abad debe observar aquella norma del Apóstol que

dice: reprende, exhorta, amonesta…, es decir, que combinando tiempos y circuns-

tancias y el rigor con la dulzura, muestre la severidad del maestro y el piadoso

afecto del padre... Debe acordarse siempre el abad de lo que es, del nombre que se

le da... Y sepa cuán difícil y ardua cosa emprende: gobernar almas, de las cuales

habrá de rendir cuentas ante Dios, y adaptarse al temperamento de muchos; y a

uno con halagos, a otro con reprensiones, a otro con la persuasión; y según la con-

dición e inteligencia de cada uno, de tal manera se conforme y adapte a todos... y

al par que con sus exhortaciones procura la enmienda de los otros, vaya él mismo

enmendándose de sus defectos.

Aquí aparece el rasgo esencial que dará el tono a la educación. El niño es visto y

considerado como un hijo por un padre que se responsabiliza de él ante Dios. Un padre

que lo sabe ante todo “hijo de Dios” y que por ello lo trata aún con más respeto. Un

padre que, reconociendo esta dignidad, al mismo tiempo está atento a su progreso. Un

padre que ha de tener en cuenta los diferentes caracteres y capacidades de estos hijos.

Un padre que influye sobre todo con el ejemplo ya que, en la medida que los va mol-

deando y formando, él mismo se va corrigiendo y mejorando. Por ello este capítulo so-

bre el abad puede ser leído con provecho aún hoy por todo padre o maestro. Indu-

dablemente esta influencia educativa del abad, ejercida para con sus hijos desde tan

temprana edad y por tanto tiempo, favorece la formación completa. El niño tenía oca-

sión de convertirse en un perfecto cristiano pues su formación intelectual y moral no

estaba expuesta a otros influjos, sólo a los influjos de la familia monástica.

El monasterio es una escuela de vida. La crearon los monjes, absolutamente diferente

a la escuela de tiempos anteriores. La gran diferencia estriba en el mayor alcance for-

mativo. Mientras la escuela del antiguo “didascalus” era un ámbito restringido al que el

niño era llevado para aprender las primeras letras y a lo sumo, a través de ellas, máxi-

mas morales, la escuela monástica es un ámbito integral de formación. Más allá de que

haya en el monasterio una escuela, el monasterio en sí es concebido como una escuela,

una escuela de vida, familia y escuela a la vez.

San Césareo de Arles, recordando el monasterio de Lérins donde se había formado,

dice (a comienzos del siglo VI): “Esa isla santa acogió mi pequeñez en los brazos de su

~ 215 ~

afecto. Como una madre ilustre y sin igual, y como una nodriza que dispensa todos los

bienes, ella se esforzó por educarme y nutrirme”.381

Ya San Benito, conocedor por experiencia propia de la escuela romana, habiéndola

dejado de lado para seguir su vocación, fundó su vida monástica denominando escuela

al cenobio, escuela al servicio de Dios, llamándose él mismo maestro y padre, cons-

ciente de que ambas cosas van unidas. Su Regla empieza así: “Escucha, oh hijo, los

preceptos del maestro”.

Como los niños monásticos eran muchos, el abad delegaba sus tareas de padre y

maestro en monjes formadores, de modo que el que educaba y se ocupaba de los niños

más directamente, bajo la supervisión del abad, se llamaba formarius (o formaria en el

caso de las benedictinas o monjas en general), o bien senior o decanus (o decana). Cada

formarius, senior o decanus tenía encomendada la tarea formativa de 10 niños (o niñas

en el caso de las monjas). Así, en grupos de a 10, los niños resultaban bien formados y

atendidos mediante una educación personalizada, bien instruidos y vigilados. Cada de-

cano formador se responsabilizaba ante el abad (o abadesa) de la formación cristiana y

moral de la pequeña familia que éste le confiara, como si fueran sus hijos.

En el hogar monástico, la paternidad y el magisterio del abad se tenían que ver refor-

zadas por el buen trato y los buenos ejemplos de todos los monjes como “hermanos ma-

yores”. Justamente, San Benito se refiere a ello en el capítulo 70 de la Regla:

Los niños, hasta la edad de quince años, estén sujetos a una esmerada disciplina

y vigilancia por parte de todos, pero esto con mucha medida y discreción […]. El

que se enardeciere sin discreción contra los niños, sea sometido a la disciplina

regular, porque está escrito: “No hagas a otros lo que no quieres que hagan con-

tigo”.

San Benito utiliza dos veces aquí la palabra “discreción” –discretio– unida a la “me-

dida”. Es decir, apunta a un influjo educativo justo y razonable, y si hay que castigar

que sea con dulzura y para corrección. Y si bien el que mereció el nombre de “padre de

los monjes de Occidente” insistió particularmente sobre la “discretio”, igualmente los

demás fundadores, en sus Reglas y cartas, recomiendan moderación y discreción para

con los niños. Paulo Diácono, de Lombardía, en su comentario a la Regla de San Be-

nito, escrita en la época carolingia, cuando se propiciaba la aplicación de la misma en

todos los monasterios, señala que los golpes hacen más mal que bien, y dice que ha de

castigarse al maestro brutal; quiere que los niños tengan buena comida, vestido adecua-

do y calefacción en invierno. Además prescribe una hora de recreo y recomienda que el

abad recompense a los buenos monjecitos con golosinas después de la comida. No se

piense que éste fuera sólo el cuadro de un monasterio ideal forjado por un monje hu-

manista, porque en todas las Reglas de los siglos VII y VIII hallamos la misma preocu-

pación: no exigir demasiado de los niños, ni en trabajos ni en ayunos.

Podemos concluir señalando que fue muy acertada la pedagogía medieval monástica,

siendo esta pedagogía muy elevada sobe la brutalidad imperante, quedando muy revalo-

381

Sermo ad monachos CCXXXVI, 1-2.

~ 216 ~

rizada la atención hacia los niños, una atención respetuosa, afectiva, educativamente

eficaz.

Se supo armonizar la enseñanza de pequeño grupo y personalizada. De este modo, po-

demos decir que no es tan moderno este planteamiento pedagógico. Las reglas monás-

ticas recomendaron el aprendizaje en equipo, en grupos al cuidado de los decanos. Co-

mo queda dicho, el abad confiaba a 10 niños a cada formador (de su década de niños

viene la palabra decano). Este reducido grupo era el que permitía o favorecía la mejor

enseñanza personalizada. De hecho, la escuela (schola en latín, del griego σχολή, que

significa “ocio” o ámbito de libertad para aprender) se hallaba incluída dentro del con-

junto de los edificios del monasterio, y en los monasterios grandes había una sala de

clase para cada “década”. En este espacio de ocio tenían lugar los aprendizajes ele-

mentales: escritura, lectura, canto y cálculo.

Con estiletes de hierro, hueso o plata, los niños trazaban las letras del alfabeto di-

bujándolas sobre trazos ya grabados en tablillas de madera o hueso recubiertas de cera.

“Tal como el labrador traza los surcos con el arado, así el letrado dirige su estilete

sobre la tableta”. Esta comparación del gran educador San Isidoro de Sevilla (Etimo-

logías, IV, 14-7), que dice asimismo de la dedicación y del esfuerzo exigidos para

aprender, fue siempre retomada muy en serio. Sabemos también, por San Cesáreo de

Arlés y otros, del uso del papiro, pero éste, como el papel, que no era tan corriente, no

resultaba adecuado para los niños.

Una vez conocidas las letras, pasaban en general a las sílabas, y luego a las palabras y

a las frases. Sabemos que este método fue utilizado en Inglaterra, pues Beda el Ve-

nerable, en el siglo VII, lo describe en su De arte métrica. Pero a veces se usaba el

método “global”: reconocer las letras a partir de las palabras e incluso a partir de las

frases, aunque esto también a partir del conocimiento del alfabeto. En todos los casos, el

libro de lectura habitual fue el Salterio. Se sostenía que saber leer es conocer el Salterio,

lo cual reportaba una triple ventaja: aprender a leer, escribir y empaparse del texto sa-

grado como oración ferviente. La instrucción iba así pareja a la formación de la perso-

nalidad creyente y piadosa. Los salmos leídos, escuchados y memorizados, quedarán

para toda la vida grabados en el alma. Queda ello resaltado en los documentos y cartas

de la época, tanto en los períodos bárbaros como carolingios y medievales en general.

Comprobamos la observancia del “trabajo en equipo” recomendado por las Reglas: el

decano hacía que los niños leyeran y escucharan juntos, y que los que ya sabían en-

señaran las letras y los salmos a los demás. Parece que aprendían a escribir en cursiva,

como en la época romana, y a continuación se los llevaba al scriptorium o biblioteca del

monasterio, donde el maestro les mostraba en los libros los varios tipos de escritura. En

un estadio posterior se hacía el dictado: el maestro dictaba el salmo que se había de es-

cribir (de allí su nombre: “dictator”, que se conservará hasta la época del Renaci-

miento).

La lectura comprendía dos fases: después de la lectura en voz alta, continuaban con la

lectura en silencio, en que sólo los labios se mueven. San Isidoro decía que esto favo-

rece la comprensión del texto. Esta segunda lectio, prescrita en todas las Reglas, dis-

tingue al letrado medieval del antiguo: se trata de una lectura “rumiada” y meditada

que puede hacerse también caminando o andando pausadamente.

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Con la recitación se formaba también la memoria, que es especialmente dúctil en la

infancia. Tanto se ejercitaba la memoria, que se relatan casos de monjes ciegos y an-

cianos que habían retenido todos los textos sagrados o los más importantes. En los

textos de todo tipo de la época, las citas acuden espontáneamente a la pluma de los es-

critores.

La enseñanza desde el Salterio facilitaba también el conocimiento del latín literario,

cuyo estudio se hacía cada vez más necesario en la medida en que se iba diferenciando

dicho latín de los latines hablados en las distintas regiones, verdaderos dialectos que,

por contacto con las lenguas bárbaras, se transformarían en las lenguas romances. Hasta

que éstas cobraran forma definitiva, el latín fue durante siglos el único y universal idio-

ma de la cultura, tanto profana como sagrada, y conocerlo resultaba indispensable para

acceder a ella en sus textos. El estudio del latín permitió la transmisión y desarrollo de

esa cultura que, junto con esa lengua, constituían por otra parte un factor de unidad en la

cristiandad occidental. De allí que muchos monjes escribiesen trataditos de “gramática

latina”, y que incluso lo hiceran por razones misioneras de evangelización, como es por

ejemplo el caso de San Bonifacio, apóstol en amplias zonas germanas durante el siglo

VIII.

El fin de los estudios elementales del latín no era hacer eruditos, como en la escuela

antigua, sino dar los medios para acceder al segundo nivel, que se centraba en la expli-

cación de la Escritura. La enseñanza del maestro era lo más importante, y los tratados

redactados por algunos de ellos son el fruto de sus cursos con el objeto de que fueran de

provecho para los alumnos más aventajados que iban a pasar a ese nivel superior.

Además, en la escuela elemental monástica se enseñaban los rudimentos del canto,

muy cultivado en la liturgia, empezando por las notas y el modo de usar la voz. La otra

materia escolar era el cálculo, enseñado mediante el cómputo digital o con piedrecitas,

para pasar luego a resolver problemas de aritmética (varios de los cuales nos han sido

conservados en textos de Beda el Venerable o Alcuino de York).

En cuanto a la evaluación o exámenes antes de pasar al tipo de escuela que podemos

identificar como secundaria tenemos, por ejemplo, el testimonio de Pablo Diácono (si-

glo VIII), que en su Comentario a la Regla de San Benito, indica como ideal que se

hagan en privado ante un huésped particularmente instruido: cada niño conversando con

éste sobre “gramática, canto, cálculo y otras disciplinas” y el prior o abad oyendo des-

de lejos. Esta manera tan original de llevar a cabo los exámenes resulta muy interesante

por adaptarse a la naturaleza infantil, demostrando una vez más la atención que se le

dedicaba.

Las niñas también recibían su educación, sin ser discriminadas al respecto. En ningún

momento se puso en duda la dignidad y la capacidad intelectual de las niñas durante la

Edad Media. Los que escribieron Reglas para vírgenes, como San Cesáreo de Arles o

San Leandro de Sevilla, lo hicieron porque estaban fundando monasterios femeninos.

La de San Benito, en cambio, se aplica también a las monjas. Esto refleja sin duda la

igualdad de los hijos e hijas de Dios proclamada por la Escritura: en el reino de Cristo

“no hay varón ni mujer”. La gracia es eficaz y capacita a todo cristiano para alcanzar

“la estatura de Cristo”. Ésta fue también la propuesta espiritual y educativa del mona-

cato.

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Por eso, desde el principio del monacato, las mujeres fueron convocadas, y ya en-

contramos ejemplos a principios del siglo V. Santa Melania la Joven fundó y rigió

monasterios femeninos y masculinos, siendo tenida por todos como digna “madre y

maestra”. Como tal, ella se mostró siempre exigente y comprensiva a la vez, destacán-

dose por su “discretio”, prudencia y mesura para guiar el progreso espiritual de quienes

estuvieron a su cargo. Esta mujer romana derivó no obstante su acción hacia la zona

oriental del Imperio.

Pero más adelante encontramos nuevamente en el Occidente bárbaro otras mujeres

fundadoras, como Radegunda en la Galia (520-587), y ya en el siglo VII aparecen aba-

desas, como las santas Hilda en Inglaterra o Gertrudis en la Galia, que estuvieron a la

cabeza de “monasterios dobles o dúplices”, es decir, con una casa para monjes y otra

para monjas, que solían celebrar la liturgia en común. La formación que recibieron des-

de pequeñas las capacitó para desempeñar ese liderazgo, e incluso para llegar a dirigir

reuniones conciliares, como le tocó a Santa Hilda en el concilio de Whitby (año 664).

Al igual que a los niños, se educaba a las niñas para que, aprovechando los dones na-

turales y sobrenaturales, adquiriesen las “virtudes” o hábitos enraizados que facilitan la

buena conducta moral y encauzan las pasiones hacia los fines propiamente humanos.

Por ello el virtuoso puede ser cabalmente humano. En este sentido se pudo hablar ya del

ideal de “la mujer fuerte”, viril o virtuosa, contrapuesta a la que permanece aún bajo el

término simple de “mulier” (mujer = “mollis”, blanda).

Esa formación moral, completada con la educación e instrucción escolar, literaria y de

conocimietos, explica el rol activo que asumieron muchas mujeres en la sociedad roma-

na tardía y bárbara, ya contribuyendo a la conversión de príncipes y pueblos, como las

santas Clotilde y Radegunda, ya asumiendo cargos de gobierno, como Brunehaut, Fre-

degunda, Teodolinda, o estimulando y apoyando a los letrados, como la mencionada

Radegunda. Su protegido, Venancio Fortunato de Poitiers, fue un gran poeta del siglo

VII cuya producción fue muy importante en el campo de la liturgia, pero también se

desplegó en canciones admirativas a la mujer que se consideran un notable antecedente

del “amor cortés”.

Pero no sólo existieron las escuelas monásticas sino también las catedralicias y las pa-

rroquiales. En los tiempos bárbaros, muchos monjes pasaban a ser obispos, llevando así

sus ideales y métodos a sus diócesis. A su vez, allí en las escuelas elementales parro-

quiales para la instrucción de los laicos, demostraron los maestros su creatividad agre-

gando otro medio educativo: las imágenes. Su valor didáctico ya fue remarcado por San

Gregorio Magno (el primero de los Papas que había sido monje) en el año 500, seña-

lando que los paganos recientemente convertidos, proclives a adorarlas, las necesitan en

cambio como ilustraciones para seguir la vida de Cristo y las de los santos. Y el Papa

Gregorio II (715-731) insistió en eso mismo, en que se acompañe la instrucción oral

mostrando las imágenes de las iglesias. Estas imágenes –pintadas o esculpidas– se mul-

tiplicaron desde entonces, regidas por las disposiciones de las autoridades y concilios.

De ahí derivó el ulterior florecimiento del gran arte románico, gótico, etc.

También para los recientemente convertidos del paganismo, que estaban todavía muy

adheridos a sus cantos y danzas, el canto litúrgico era considerado muy adecuado. La

liturgia visigoda y mozárabe, por ejemplo, concedió mucha importancia al respecto.

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La Iglesia se adaptaba a esos laicos de los nuevos tiempos, menos cultos que los an-

tiguos, pero que intervenían en los concilios, en la administración, en la política y en la

elección de los obispos. Para estos laicos más brutos o aniñados, llaman la atención

estas dos manifestaciones, las imágenes y el canto, que anticipan nuestros modernos

métodos audiovisuales.

La “translatio studii”382

y el Renacimiento carolingio se enmarcan en el período de

transición de los tiempos bárbaros a los propiamente medievales, cuando la creatividad

monástica se mostró tan notable y activa, extendiéndose hasta mediados del año 700. A

partir de entonces los monasterios introdujeron además estudios literarios provenientes

de la escuela antigua, sobre todo en el nivel escolar “secundario”, aunque sin dejar por

ello su ideal específico, postulándose el amor de las letras y el deseo de Dios.383

Un

ejemplo fue San Bonifacio, monje de origen inglés, reformador de la Iglesia de Francia

con apoyo de Ludovico Pío (814-840), hijo y sucesor de Carlomagno. San Bonifacio fue

el gran evangelizador de Alemania. Escribió un opúsculo sobre métrica y un tratado de

gramática, considerándolos instrumentos de su apostolado en vistas a interpretar mejor

la Escritura.

En su Ars Grammatica, San Bonifacio se dirige a un alumno adolescente recomendán-

dole el estudio de los antiguos autores y gramáticos latinos para poder interpretar la Es-

critura, que tiene –dice– sus sutilezas. Le explica por qué ha colocado, a la cabeza de su

tratado, dentro de un círculo, una cruz y el nombre de Jesucristo: pues “al igual que

todo el Antiguo Testamento tendía a Cristo y contenía ya, bajo el velo de las figuras, la

realidad de los misterios de la salvación, así también todo lo bueno que se puede leer

en los gramáticos, poetas e historiadores antiguos, ha de ser referido a Cristo, según el

consejo de San Pablo „Probadlo todo, retened lo que es bueno‟. Todo ello ha de ser

introducido en el círculo de la fe”, pues “comprender las cosas es captar su relación

con Cristo”. Es mismo criterio de los Padres de la Iglesia, que había sido transmitido y

había llegado hasta entonces a todo el mundo.

Así se había llegado a la época carolingia, hacia el año 800, destacándose el im-

portante rol del emperador Carlomagno, que legisló sobre educación y enseñanza, orga-

nizando, reglamentando y difundiendo el estudio a todos los niveles. Si logó hacer todo

382

La idea de translatio studii es, desde el siglo IX, un concepto medieval expresivo del desplazaminto

geográfico de la práctica educativa según las épocas, siguiendo la metáfora del movimiento solar (de le-

vante a poniente) para indicar la luz del conocimiento. Según este concepto, la fuente original del cono-

cimiento fue el Edén, siguiendo luego por Jerusalén y Babilonia, pasando luego por Atenas hasta llegar a

Roma. La luz del conocimiento se desplazaría luego hacia París, Amsterdam y Londres (y más tarde a

América). De este modo, los conocimientos, que nacieron en Asia, acabaron llegando a Europa y a todo

Occidente. Esta metáfora se abandonó ya en el Renacimiento y más aún en el siglo XVIII (“el siglo de las

luces”).

Igual que se trató de la translatio studii, se habló también de la translatio stultitiae, de la ignorancia, de

la estupidez, de la barbarie, de las regiones sombrías.

Puede leerse al respecto a Jeauneau, E. (1995): Translatio studii. The Transmission of Learning. A

Gilsonian Theme (The Etienne Gilson series 18), Toronto, Pontifical Institute of Mediaeval Studies.

383

Espresión de J. Leclercq (1957): L'amour des lettres et le désir de Dieu, Paris, les Éditions du Cerf.

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eso fue porque contó con protagonistas de primer orden al respecto en la cristiandad del

momento.

El monje Alcuino de York, llamado por Carlomagno a dirigir la escuela palatina de

Aquisgrán, se convirtió en el principal animador del “Renacimiento carolingio”. Fue él

realmente quien organizó los estudios a todos los niveles, continuando la obra del monje

fundador en York, y su maestro, Egberto. Éste a su vez había sido discípulo de Beda el

Venerable (675-735), el escritor más erudito y fecundo de su tiempo. Beda se había

formado en el monasterio de Jarrow junto a Benito Biscop. Y así, pasando por Teodoro

de Tarso (602-690), podemos remontarnos hasta el 600, año en el que San Gregorio

Magno Papa enviara a Inglaterra a San Agustín de Canterbury y a sus compañeros.

Otro colaborador de Carlomagno fue Teodulfo, que hizo de la abadía de Fleury-sur-

Loire un importante centro cultural. Este monje procedía de España, de la zona donde se

perpetuaron las enseñanzas de San Isidoro que no estuvieron ocupadas por los musul-

manes o luego de estarlo fueron reconquistadas. Esas enseñanzas pasaron también a Ir-

landa, llamada “madre del saber medieval” por difundir la cultura a la par que la evan-

gelización de la mano de San Columbano y de sus monjes misioneros. El español

Teodulfo resulta de particular interés sobre estos asuntos, pues llegó a ser obispo de Or-

léans y ordenó “que en todas las villas y burgos los sacerdotes tengan escuelas; cuando

los fieles les confíen sus niños para aprender las letras, los reciban e instruyan con

toda caridad, no exijan por ello ninguna paga, a no ser algunas pequeñas liberalidades

ofrecidas por sus padres”.384

Hubo destacados y grandes monasterios medievales en Europa antes del llamado Re-

nacimiento carolingio que se resaltó en la denominada escritura carolingia, también em-

pleada en las escuelas episcopales y parroquiales que se fueron organizando antes y

durante el siglo VII. Y no fueron ya algunas sedes episcopales o algunas parroquias las

que se dedicaron en serio a la instrucción y a la educación sino todas.

Carlomagno no se limitó a legislar al respecto sino que también controló el cumpli-

miento de lo legislado, recordando y exhortando con obligación a las familias que te-

nían que enviar a sus hijos a las escuelas, incluso obligando a los escolares a que en casa

enseñaran las oraciones y lo aprendido a sus padres. Se adelantó ya que el discente o

alumno es también docente, que el discípulo es también maestro.

Nunca se había valorado tanto al niño, no como objeto sino como sujeto de la edu-

cación. La escuela palatina de Aquisgrán fue también un modelo de adelanto social,

pues en ella recibían enseñanza tanto los niños de las familias modestas como los de las

familias poderosas o nobles. Surgieron destacadas y creativas figuras de la cultura, de la

música, de la literatura, de las ciencias y de las artes.

384

Riché, P. (1983): Les Carolingiens une famille qui fit l'Europe, Paris, Hachette, 357. Este autor es un

destacado medievalista francés (nacido en 1921), especialista también en el primer milenio. Entre sus

obras podemos destacar: Vidas de los niños en la Edad Media, Las invasiones bárbaras, Europa, mil, Las

escuelas y la educación en la Edad Media, Atlas del año mil, Las magnitudes de los Mil Años, Los

carolingios, Cesáreo de Arlés, Gerberto de Aurillac: El Papa del nuevo milenio, Abbo de Fleury, un

monje y combativo aprendido, La grandeza y la debilidad de la Iglesia en la Edad Media, Enanos a

hombros de gigantes: profesores y alumnos en la Edad Media, etc.

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En el latín del siglo IX compuso Dhuoda, una mujer, toda una dama noble, su Manual

para mi hijo, que constituye nada menos que el primer tratado de educación. Formu-

lando sus enseñanzas y consejos con todo respeto y tierno afecto (“te pido, te sugiero, te

exhorto…”), escribió del modo más didáctico, intercalando poemas, juegos de palabras

y aritméticos, recurriendo a ejemplos vivos, de imágenes tomadas de la misma vida, de

la Sagrada Escritura y de todo aquello que tanto para ella como para su hijo resultaba

del todo familiar. También citaba espontáneamente a los Padres de la Iglesia, a los gran-

des Santos y Maestros. Sus consejos eran ehortativos acerca de “leer y orar”. Y hemos

de resaltar que no educaba a su hijo para que fuera una lumbrera intelectual sino simple-

mente para que fuera alguien con formación y con educación, para que fuera un caba-

llero. Para Dhuoda, el caballero ha de ser devoto y cultivado. Le dice a su hijo que pro-

cure siempre rodearse de muchos y buenos libros, que los tenga siempre a mano, que los

medite y profundice en ellos. Y que la oración por excelencia son los Salmos. En el pla-

no moral, su enseñanza es fundamentalmente positiva: que cultive la sinceridad, la fide-

lidad, el agradecimiento, la amistad, la servicialidad, todo lo cual lo alejará de la tristeza

y le procurará la alegría, porque importa ser felices. Es así como Dhuoda entiende cum-

plir con su doble misión maternal: pues, según ella, hay dos nacimientos en cada hom-

bre, uno carnal o biológico y otro espiritual o fruto de la educación, siendo éste el más

noble e importante, el verdaderamente trascendental.

El Manual de Dhuoda tendría una repercusión que ella no pudo imaginar o sospechar.

A Dhouda se le murieron sus dos hijos (Guillermo y Bernardo), pero a quien de verdad

le sirvió el Manual fue a su nieto Guillermo I de Aquitania (hijo de Bernardo), el mismo

que en el año 910 fundó la abadía de Cluny, de tanta y tan fecunda repercusión en la

vida eclesial y social de la Edad Media.

Era cuando el Imperio Carolingio se disgregaba, cuando arreciaban nuevos bárbaros

(eslavos, magiares, musulmanes, normandos…) atacando y asolando los monasterios,

que como focos de civilización tuvieron que ser fortificados. Nuevamente, en otro de

los caos de la historia, fueron los monasterios los que mantuvieron el saber y la cultura.

Pero peor que los nuevos bárbaros exteriores fue el feudalismo que se fue imponiendo.

Los señores feudales se inmiscuyeron en todo, incluso en los nombramientos de los

obispos, muchos de ellos indignos, por todo lo cual se hizo cada vez más necesaria la

reforma eclesiástica, la reforma cluniacense.

Desde los comienzos de Cluny se hizo prevalecer la vida benedictina, que fue la que

salvó a la cristiandad europea, teniendo en cuenta a San Benito de Aniane (750-821).

Fue provindencial que al frente de Cluny se sucedieran abades santos y longevos.385

Los

monjes, en su mayoría reclutados desde la infancia entre los niños aldeanos que frecuen-

taban la escuela del monasterio, observaban la humildad, la obediencia, la castidad. Clu-

ny irradió su esplendor y aglutinó poco a poco al resto de los monasterios en sus ideales.

Se acrisoló así la vida cristiana del momento por mucho tiempo.

En torno al año 1000 hubo notables cambios sociales y culturales que se hicieron sen-

tir por todas partes. Los monasterios propiciaron en gran medida esos cambios, siempre

385

Por ejemplo San Bernón (926-942), San Mayolo (954-994), San Odilón (994-1049), San Hugo (1049-

1109).

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favorables a los siervos y a la dignidad del campesinado, al auxilio de los más pobres, a

la valoración del matrimonio como sacramento y a la familia como institución social-

mente fundamental. Hubo hasta vida monástica del “orden de los casados”, como lo

llamó y fomentó, por ejemplo, San Abbon de Fleury en el siglo X. La idea de que los

laicos casados constituyen como una “orden” repercutió en la valoración de los hijos,

en su recepción como bien nacidos, en tratarlos y atenderlos convenientemente bien dis-

puestos. Uno de los hechos que lo atestigua es el aumento notable de la población que

se constata durante los siglos IX-XIII. En las fuentes se enumeran los elementos con

que se contaba en los hogares rurales para atender al bebé: cuna, vestidos, biberones,

palanganas para el baño, cunas, pañales, asientos, andadores, calentadores adecuados,

juguetes, etc., teniéndose en cuanta las edades y los cuidados de salud.

Durante los siglos XI y XII, los obispos, según fueron siendo más dignos y reforma-

dos, retomaron cada vez mejor la responsabilidad de ordenar a sus párrocos que abrieran

sus escuelas para instruir sin interés, gratuitamente, a los niños que lo necesitaran. Hubo

cada vez más señores feudales colaborando en esta causa. Y en las ciudades, entre los

burgueses, aparecen “contratos de aprendizaje” por los cuales los patronos de distintos

oficios se comprometen a enviar a la escuela a sus aprendices niños. En estas escuelas

“primarias” gratuitas, también de formación profesional y abiertas a todas las clases so-

ciales, ubicadas en locales lindantes con las iglesias, se impartió la enseñanza del cate-

cismo, de la lectura y de la escritura, en muchos casos rudimentos del latín (que ya no

era una lengua hablada, sino cultural) y el cálculo o arte de “fichar” (porque se usaban

unas fichas para hacer cuentas). Puesto que era todavía una época de libros “manus-

critos”, que eran escasos y difíciles de obtener, se utilizaron pizarrras y cuadros murales

hechos con pieles de vaca o carnero en los que se plasmaban también las imágenes y los

temas de enseñanza necesarios. Se conservan algunos que representan modelos de escri-

tura, genealogías del Antiguo Testamento e imágenes que simbolizan los vicios y las

virtudes (tal como aparecen también en las piedras de iglesias y catedrales). Las imá-

genes siguieron usándose por la Iglesia para educar, evangelizar y catequizar.

También las escuelas monásticas prosiguieron abiertas a todos, siendo de gran impor-

tancia algunas de ellas, como la de Bec, donde enseñaron quienes luego fueron arzobis-

pos de Canterbury, Lanfranco y San Anselmo. Se mantuvo en todas las escuelas una pe-

culiar convivencia y camaradería entre niños y jóvenes de toda condición y de las más

dispares procedencias, tanto de la nobleza como del campesinado.

El concilio de Letrán del año 1215 impuso a todas las diócesis la obligación de abrir

escuelas catedralicias o capitulares (de enseñanza secundaria) gratuitas para las edades

comprendidas entre los 7 y los 20 años. En todo caso siguieron siendo escuelas gratuitas

las monásticas (también las femeninas) y pagando sólo los ricos en las catedralicias. En

varios concilios se mandó que se castigara a los maestros que exigieran pagar a los po-

bres. Por algo existían los impuestos medievales, las donaciones, los diezmos, etc.

La enseñanza gratuita y abierta a todos, sin discriminar a los más pobres, explica que

muchos clérigos y docentes célebres salieroa del pueblo y de la gente sencilla. Que la

escritura se fue generalizando a todos los niveles de la población lo demuestra el hecho

de las firmas que aparecen registradas en muchas actas notariales y en muchos docu-

mentos de la Edad Media.

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Así pues, durante la Edad Media se cuidó y se valoró mucho la educación desde

edades tempranas o infantiles. Eso fue posible porque los cristianos y las instituciones

medievales de la Iglesia se tomaron muy en serio el Evangelio y lo pusieron en práctica,

tanto en la atención sacramental (Bautismo, Confirmación, Eucaristía…) como en la

instrucción y transmisión de la cultura desde la enseñanza elemental.

Cuando Dante, en el Paraíso de su Divina Comedia, guiado por San Bernardo, con-

templa la Rosa que es el Cielo, aparece un numeroso grupo de párvulos con esta expli-

cación del santo abad: “Éstas son almas liberadas antes de disponer de arbitrio propio.

Bien puedes advertirlo por los rostros y también por las voces infantiles... si tú los mi-

ras bien y los escuchas” (XXXII, 48).

¿A quién sino a un cristiano se le hubiera ocurrido incluir un grupo infantil en medio

de las figuras tan sublimes que ocupan la Rosa Celestial? Los niños apenas aparecen en

la literatura antigua, y si aparecen, siempre son considerados menores, inferiores, insig-

nificantes, de poca valía. Pero Dante, como cristiano y desde el Evangelio, ofrece ese

tierno cuadro que confirma y corona lo dicho: el valor del niño en sí mismo, en cuanto

niño, que, redimido por Cristo, es cabal hijo de Dios y capaz de gozarlo en la gloria ce-

lestial.