emprendedorismo: nueva disciplina para el fomento de la cultura emprendedora en el sistema educativo

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Ana Maria Orti González SISCAPEM UNIVERSIDAD DE SEVILLA EMPRENDEDORISMO: NUEVA DISCIPLINA PARA EL FOMENTO DE LA CULTURA EMPRENDEDORA EN EL SISTEMA EDUCATIVO Autora: ANA MARIA ORTI GONZALEZ UNIVERSIDAD DE SEVILLA SISCAPEM ESPAÑA 2014

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Ana Maria Orti González SISCAPEM UNIVERSIDAD DE SEVILLA

EMPRENDEDORISMO:

NUEVA DISCIPLINA PARA EL FOMENTO DE LA CULTURA EMPRENDEDORA EN EL

SISTEMA EDUCATIVO

Autora:

ANA MARIA ORTI GONZALEZ

UNIVERSIDAD DE SEVILLA

SISCAPEM

ESPAÑA

2014

Ana Maria Orti González SISCAPEM UNIVERSIDAD DE SEVILLA

TABLA DE CONTENIDO

1. Introducción ....................................................................................................................... 3

2. Definición de EMPRENDEDORISMO. ........................................................................... 4

2.1 ¿Por qué un nuevo conocimiento científico? ............................................................. 4

2.2 ¿Para qué el emprendedorismo como cuerpo de conocimiento científico (que se

alimenta del conocimiento ordinario)? ......................................................................................... 7

2.3 Hacia una definición del concepto ........................................................................... 12

3. Enprendedorismo: Base científica para generar una nueva disciplina para el sistema

educativo ........................................................................................................................................ 13

Referencias ............................................................................................................................. 16

Ana Maria Orti González SISCAPEM UNIVERSIDAD DE SEVILLA

1. Introducción

Un cambio de era implica un cambio en la realidad que nos afecta. Ya sabemos que el

mundo globalizado está imponiendo nuevos modos de ver las cosas, nuevas formas de entender

la realidad y nuevas formar de resolver los problemas que la afectan. Por ello, en el presente

trabajo hacemos una profunda reflexión sobre la necesidad de cambiar el paradigma a la hora de

abordar el “problema” que nos ocupa, que no es otro que el de conseguir fomentar el espíritu

emprendedor de una comunidad. Proporcionamos un método para hacerlo: definir una nueva

corriente científica en la que albergar todos y cada uno de los avances que se están consiguiendo

en el fenómeno y que está siendo objeto de mucha atención por parte de la Comisión Europea:

“estimular el espíritu innovador y empresarial entre los jóvenes, introduciendo el espíritu

empresarial como elemento clave en los programas escolares, particularmente en la educación

general secundaria, y garantizar que se refleje en el material didáctico” (Comisión Europea,

2008).

Hasta ahora, lo más usado al abordar el concepto es el término “Entrepreneurship” que

traducido literalmente significa “Espíritu Emprendedor”. Cuando comenzamos nuestra andadura

académica en año 1995, éste concepto se circunscribía única y exclusivamente a la creación de

empresas y no contemplaba otros aspectos, que ahora si recoge, pero con términos ambiguos y

que a veces inducen a desviar la atención (sobre todo porque tendemos al uso de los términos

anglosajones con los que la mayoría de la población no se identifica culturalmente).

Por ello, fieles a nuestro carácter académico y científico, proponemos un nuevo concepto que

pueda ser susceptible de ser adoptado como referencia a la hora de abordar los procesos de

“Fomento del Espíritu Emprendedor”. Este concepto lo denominamos Emprendedorismo

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2. Definición de EMPRENDEDORISMO.

2.1 ¿Por qué un nuevo conocimiento científico?

En el año 1997, como iniciación a nuestra carrera docente académica, presentamos un

trabajo en forma de proyecto docente. En el mismo, recogemos una serie de reflexiones acerca de

la Ciencia y el Conocimiento Científico.

Este trabajo recoge, entre otras cosas, que en 1934, se convocó en Praga a un conjunto de

destacados científicos y filósofos con el propósito de preparar el Primer Congreso Internacional

sobre Ciencia Unificada, promovido por el Círculo de Viena1 , y que se centró fundamentalmente

en el análisis de problemas lógico-sintácticos, de inducción, probabilidad, es decir, se centraron

en la reflexión de diversas aplicaciones de sociología científica, entendidas siempre, desde un

punto de vista positivista defendido por Augusto Compte2.

Lejos de profundizar en los orígenes y los contenidos de las diferentes posiciones recogidas

en el mencionado documento, consideramos su importancia de cara a plantear las modernas

definiciones que sobre el concepto “Ciencia” han efectuado autores más contemporáneos y que

consideramos destacables de cara a delimitarlo:

Popper indica que “la noción de la ciencia es una pura convención” (Popper, 1977),

justificando su postura en que según el mencionado autor la aceptabilidad de los

enunciados observacionales se mide por su capacidad para sobrevivir a las pruebas,

es decir, que “cualquier enunciado científico empírico puede ser presentado de tal

1 El Circulo de Viena es considerado como la gran Escuela de Epistemología y Teoría de la Ciencia

(Echevarría, 1989). Su gran proyecto fue la elaboración de la Enciclopedia para la Ciencia unificada. 2 Pensador francés, padre del positivismo (Montpellier, 1798 - París, 1857).

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modo que cualquiera que haya aprendido la técnica necesaria pueda comprobarlo”

(Popper, 1977).

Por otro lado, Kuhn (1975) indica que “ciencia es lo que realizan los científicos”, es

decir, para este autor los aspectos sociológicos de las comunidades científicas

desempeñan un papel destacado en el enunciado de sus teorías sobre la ciencia.

Lakatos (1975) en una línea parecida, afirma que “el problema central de la filosofía

de la ciencia es.... el problema de enunciar unas condiciones universales bajo las

cuales una teoría pueda considerarse científica”

Estas definiciones contrastan considerablemente con la postura anarquista defendida por

Feyerabend (1982), que considera que, hasta ahora, ninguna de las metodologías científicas ha

tenido éxito, pues no han conseguido proporcionar unas reglas lo suficientemente adecuadas para

guiar las actividades de los científicos.

Si nos centramos en obras más contemporáneas encontramos autores que opinan que la

Ciencia “es el conocimiento racional, sistemático, verdadero y contrastable con la realidad

observable, obtenido mediante el método científico” (Bunge, 1985a. pag.29).

Más estricto es Sierra (1994, pag.17) quien define a la ciencia como “un conjunto de

conocimientos sobre la realidad observable, obtenidos mediante el método científico”

Nuestro objetivo no se centra en la profundización de las polémicas generadas por los

filósofos a la hora de establecer una definición concreta del concepto “Ciencia”, más bien

consideramos necesario establecer un reconocimiento de un fenómeno que constituye algo

inherente al ser humano y que ha condicionado a lo largo de su historia toda su existencia. Nos

referimos a la existencia de “problemas” y a la capacidad que tiene el mismo de poder hacerlos

frente. Entendiendo por problema la “existencia de una dificultad que requiere de una

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investigación para su resolución”, para poder superar dicha dificultad el individuo puede recurrir

a lo que Bunge considera “Conocimiento Ordinario”, es decir, a la experiencia que le proporciona

su propia actividad diaria, su propia realidad. También denominado conocimiento vulgar, la

acumulación de experiencias es el mecanismo más simple para poder conocer y abordar la

realidad. A medida que esta realidad se vuelve más compleja y difícil de dominar, el

conocimiento ordinario deja de resolver problemas e incluso hasta de plantearlos. El hombre

potencia su facultad de entendimiento a través de múltiples mecanismos que permiten afrontar

esas dificultades de una forma racional y objetiva. La investigación científica adopta un papel

esencial tanto en el planteamiento de las cuestiones como de sus posibilidades de resolución.

Nos encontramos, por tanto, ante dos aspectos diferentes de un continuo en el planteamiento

del concepto sometido a estudio: el conocimiento ordinario y el conocimiento científico. Si bien

el primero de ellos, como ya hemos dicho, se basa en la acumulación de experiencias y saberes

que provienen del devenir diario del hombre, en cuanto al segundo de los polos de nuestro

sistema continuo (Conocimiento Científico), podemos expresarlo, según el profesor Tarragó

(1986) en función de las siguientes características:

1.- Racional: Aquel conocimiento obtenido a través de una investigación intelectual sobre

cuáles son las causas de los hechos así como los fenómenos estudiados.

2.- Sistemático: es decir con ideas ordenadas y jerarquizadas,

3.- Contrastable: Verificable o comprobable través de pruebas intersubjetivas

4.-Susceptible de ser generalizado: entendiendo por generalización la capacidad de poder

pasar de una afirmación descriptiva de un caso observado a una afirmación descriptiva de más de

un caso de similares características.

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La ciencia no puede ser juzgada exclusivamente por el sentido común o conocimiento

ordinario, ni deben estimarse ideas y procedimientos científicos basados en el mismo (Bunge,

1976, pag.20), sino que la ciencia elabora sus propios cánones de validez, y en muchos casos

éstos se alejan de los planteamientos del saber común.

Bunge determina que lo que distingue al conocimiento científico y lo que le confiere su

superioridad sobre el conocimiento común no es su sustancia o tema (objeto), ya que un mismo

objeto puede ser considerado de un modo científico o no científico salvo algunas excepciones,

sino más bien su forma o método (procedimiento), es decir, el modo en que se genera, y su

objetivo, o finalidad para la cual se aplica el método.

2.2 ¿Para qué el emprendedorismo como cuerpo de conocimiento científico (que se

alimenta del conocimiento ordinario)?

Siguiendo la línea argumental del anterior epígrafe, un nuevo cuerpo de conocimiento (en

nuestro caso emprendedorismo) surge ante una necesidad (en nuestro caso socio-económica) para

dar respuesta a un problema (en nuestro caso fomentar el espíritu emprendedor).

En un estudio efectuado por la autora sobre un fenómeno denominado “Juniors empresas”,

que fue presentado en las VII Jornadas Hispano-Lusas de gestión científica celebradas en la

ciudad de Sevilla en marzo de 1995, se detectaba la responsabilidad que los centros universitarios

de formación en el área empresarial tenían a la hora de despertar el espíritu empresarial (nunca se

utilizaba el termino emprendedor) en los estudiantes universitarios. Afirmábamos entonces que

“dentro de la oferta universitaria que existe en nuestro país, se encuentran recogidas multitud de

áreas de conocimiento que no plasman el espíritu empresarial antes citado” (Orti, 1995, p. 184).

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Concluíamos en el mencionado estudio con la reflexión de que “Se hace patente la

importancia que tienen las Facultades y Escuelas de Económicas y Empresariales, tanto

públicas como privadas, en cuanto a la motivación a los jóvenes estudiantes universitarios para

crear empresas, y sentirse auténticos “empresarios”. Teniendo en cuenta que la empresa es el

principal elemento de desarrollo económico de un País, es fácil comprobar la trascendencia de

la labor que realizan los formadores en este tipo de conocimientos para garantizar la

prosperidad de su economía y la gran responsabilidad que al respecto recae sobre los mismos”

(Orti, 1995, p. 184).

En el ámbito universitario, tradicionalmente, la disciplina de Creación de Empresas ha

sufrido una gran evolución, dando lugar a un elevado número de líneas de investigación.

(Veciana, 1999; Shane y Venkataraman 2000; Quintana, 2001). En este enfoque disciplinar de la

creación de empresas, y según Villasalero (2000), se plantean dos ramas de investigación

principales:

las orientadas a la identificación de los factores que impulsan la creación de empresas y

las orientadas a detectar los factores que posibilitan el éxito de las mismas.

Según los planteamientos que recoge la disciplina de Creación de Empresas los factores

determinantes de la creación de las mismas pueden ser de diversa índole: económicos, sociales,

políticos, psicológicos y/o tecnológicos. Esta variedad ha dado lugar a una multitud de teorías

que aportan luz sobre el fenómeno de la Creación de Empresas, hasta el punto de poder

considerarlo como un programa de investigación científica (Veciana, 1999).

Un poco más allá y en opinión de los académicos Shane y Venkataraman, “El

Entrepreneurship necesita ser dotado de un cuerpo específico de conocimiento basado en áreas de

conocimiento afines a la sociología” (Shane y Venkataraman, 2000).

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Ese fue el punto de partida que motivó la curiosidad de la autora, cuando, en un incipiente

estado de elaboración del trabajo de investigación que dio como resultado a su Tesis Doctoral de

máxima graduación, intuyó (y luego comprobó) que lo que ahora recogemos bajo el nombre de

“emprendedorismo” encerraba un inmenso campo de oportunidades en el que desarrollar futuras

investigaciones que sustentasen los vertiginosos cambios que se están originando en nuestra

sociedad.

La primera cuestión que se planteó fue la utilización del concepto emprendedorismo, como

una traducción española al término entrepreneurship, pues, desde una vertiente científica e

investigadora, somos partidarios de concretar bien los conceptos y sus correspondientes

definiciones, para enriquecer así nuestro idioma científico.

Tras consultar a la Real Academia de la lengua Española sobre cuál era la traducción

literaria del término entrepreneurship, la respuesta fue que la de espíritu emprendedor. Entonces

sugerimos la posibilidad de considerar que "espíritu emprendedor" como el objetivo a conseguir

con el "emprendedorismo" (o cuerpo de conocimiento destinada a fomentar ese espíritu). A esta

propuesta la RAE nos contestó amablemente: “Son los especialistas de las materias los que deben

utilizar los términos técnicos de cada disciplina. La Real Academia Española se limita a

registrarlos en el Diccionario académico si se extienden en el uso. Es cierto que el sufijo “-ismo”

es muy productivo y forma numerosos términos científicos.” 3

Por ello, y siguiendo los planteamientos de Buge de que es la FINALIDAD la que justifica

el nacimiento de los nuevos conceptos científicos, proponemos como tal la de fomentar el

espíritu emprendedor.

3 Departamento de consultas de Español. Consulta efectuada el día 5 de marzo de 2003.

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La palabra “espíritu “está cargada de múltiples significados y acepciones. A modo de

resumen podemos presentar las que están recogidas por la Real Academia de la Lengua, en su

última edición nº 224 de 2001.

Figura 1: Ilustración que recoge las definiciones y lo giros o expresiones más comúnmente

usados al referirse al término “Espíritu” según RAE

(Del lat. spirĭtus).

1. m. Ser inmaterial y dotado de razón.

2. m. Alma racional.

3. m. Don sobrenatural y gracia particular que Dios suele dar a algunas criaturas. Espíritu de profecía.

4. m. Principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo. El espíritu de una ley, de una

corporación, de un siglo, de la literatura de una época.

5. m. Vigor natural y virtud que alienta y fortifica el cuerpo para obrar. Los espíritus vitales.

6. m. Ánimo, valor, aliento, brío, esfuerzo.

7. m. Vivacidad, ingenio.

8. m. diablo (‖ ángel rebelado). U. m. en pl.

9. m. Vapor sutilísimo que exhalan el vino y los licores.

10. m. Parte o porción más pura y sutil que se extrae de algunos cuerpos sólidos y fluidos por medio de

operaciones químicas.

11. m. Signo ortográfico con que en la lengua griega se indica la aspiración o falta de ella.

~ áspero.

1. m. Signo ortográfico de la lengua griega que indica la aspiración de una vocal inicial.

~ de contradicción.

1. m. Genio inclinado a contradecir siempre.

~ de la golosina.

1. m. coloq. Persona falta de nutrición o muy flaca y extenuada.

~ de sal.

1. m. ácido clorhídrico.

~ de vino.

1. m. Alcohol mezclado con menos de la mitad de su peso de agua.

~ inmundo.

1. m. En la Escritura Sagrada, diablo (‖ ángel rebelado).

~ maligno.

1. m. diablo (‖ príncipe de los ángeles rebelados).

~ rudo.

1. m. espíritu áspero.

~s animales.

1. m. pl. Fluidos muy tenues y sutiles que se suponía que servían para determinar los movimientos de los

miembros del cuerpo humano.

4 La edición 23.ª del Diccionario está prevista para finales de 2014. Esta obra está en proceso de adaptación a la

Nueva gramática de la lengua española (2009) y a las normas de la nueva edición de la Ortografía de la lengua

española (2010).

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Espíritu Santo.

1. m. Rel. Tercera persona de la Santísima Trinidad, que procede igualmente del Padre y del Hijo.

~s elementales.

1. m. pl. Según ciertas creencias, los que habitan en diversos elementos naturales; p. ej., los gnomos en la

tierra, las ondinas en las aguas, los elfos y las sílfides en el aire, etc.

~ suave.

1. m. Signo ortográfico de la lengua griega que indica la falta de aspiración de una vocal inicial.

~ vital.

1. m. Sustancia sutil y ligerísima que se consideraba necesaria para la vida del animal.

beber alguien el ~ a otra persona.

1. loc. verb. beber la doctrina.

dar, despedir, o exhalar, el ~.

1. locs. verbs. Expirar, morir.

levantar el ~.

1. loc. verb. Cobrar ánimo y vigor para ejecutar algo.

pobre de ~.

1. loc. adj. Dicho de una persona: Desprendida de los bienes y honores mundanos.

2. loc. adj. Apocado, tímido.

Fuente: Elaboración propia a partir de lo recogido en la RAE

Entendemos, que fiel al espíritu de la RAE, esto puede ser enriquecido con las numerosas

aportaciones que los científicos de cada disciplina pueda aportar, a través de su propia actividad

de I+D+i, que, en su conjunto, estén orientadas a fortalecer este concepto (con todas las

implicaciones que el mismo conlleva en nuestra realidad económico-social), desde una

perspectiva tanto “técnica y profesional“, por un lado, como “emocional” y/o “supraemocional“,

por otro.

Llegados a este punto proponemos dotar al concepto de una definición que nos sirva como

punto de referencia para ir construyendo un enfoque que dé vida propia a una nueva disciplina

para proporcionar al “Sistema Educativo” en general (no sólo al Universitario), un nuevo enfoque

académicos que sirva para contribuir así al Fomento del Espíritu Emprendedor. Nos referimos al

EMPRENDEDORISMO.

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2.3 Hacia una definición del concepto

Sin ánimo de extendernos mucho en la definición en aras de conseguir una mejor

aplicabilidad del concepto proponemos al emprendedorismo como: cuerpo de conocimiento

orientado a potenciar el espíritu emprendedor de una comunidad”, que está siendo abordado

y acuñado por un grupo de investigadores, cuyo principal objetivo es el de integrar los

planteamientos que provienen de múltiples disciplinas muy relacionadas con el fenómeno

“emprendedor” y “sistemas de capacitación de emprendedores”.

Al tratarse de un nuevo concepto (en lo relativo a la denominación del término) y una

ampliación multidisciplinar en la perspectiva de análisis, hemos de ser prudentes a la hora de

efectuar determinadas aseveraciones. Nuestra visión se centra en compilar las tendencias más

vanguardistas en las diferentes disciplinas que configuran nuestro sistema de conocimiento, en

aras de entender los comportamientos emprendedores en cada una de las realidades culturales que

configuran nuestra variopinta sociedad.

Proponemos, fieles al sentido más etéreo del concepto espíritu, que el modelo que sustenta la

visión globalizada del término sea visualizado en forma de Nube Interdisciplinar, según la

siguiente figura

Figura 2: Nube disciplinar que alimenta al emprendedorismo

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Fuente: Elaboracion Propia

3. Enprendedorismo: Base científica para generar una nueva disciplina para el sistema

educativo

A medida que se desarrolla una economía y las tareas de bajo coste laboral se van

convirtiendo en una fuente cada vez menos viable de ventaja competitiva, la actividad

emprendedora disminuye progresivamente por necesidad y las instituciones comienzan a prestar

más atención al emprendimiento como motor de progreso, no de subsistencia, es decir, lo que

diversos autores llaman emprender en base a la oportunidad, más que a la necesidad.

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El indicador por excelencia del Global Entrepreneurship Monitor, es el Índice TEA, que se

refiere, en fases iniciales, a la Actividad Empresarial Emprendedora. Este es un indicador

utilizado para medir la actividad empresarial en los países estudiados, dando como resultado una

referencia que permite comparar la inclinación que tiene un país para ser emprendedor.

A través del índice TEA, GEM estudia el comportamiento de los individuos al iniciar y

gestionar un negocio, basando sus análisis en encuestas directas realizadas a más de 2.000 adultos

en cada uno de los países en los que desarrolla su análisis.

El índice TEA se ha utilizado en diversos estudios como referente a la hora de estimar el

grado de crecimiento o estancamiento que tiene la economía de un país.

En el último informe GEM España publicado en 2013, por ejemplo, tras un exhaustivo

análisis TEA, en iniciativas de entre 0 y 3.5 años en el mercado, sobre una población de 18-64

años residente en España, llega, a conclusiones muy relevantes que afectan directa o

indirectamente a nuestro sistema educativo.

Entre ellas, a la más relevante de que la actividad emprendedora ha sufrido los efectos de la

recesión económica (bastante obvia), se le añaden que la TEA (Tasa de Actividad Emprendedora

total disminuyó desde el 2008 hasta el 2010, llegando a alcanzar una modesta cifra del 5.2% en

2013.

A medida que se desarrolla una economía y las tareas de bajo coste laboral se van

convirtiendo en una fuente cada vez menos viable de ventaja competitiva, la actividad

emprendedora disminuye progresivamente por necesidad y las instituciones comienzan a prestar

más atención al emprendimiento como motor de progreso, no de subsistencia.

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Las economías más desarrolladas, cuyo crecimiento no depende de los bajos costes

laborales, deben centrarse en competir en aquellos procesos basados en la creatividad y la

innovación.

Por otro lado, en el Libro Blanco de la iniciativa emprendedora en España (2010), se

recogen datos muy interesantes sobre los factores que dificultan el impulso de la Iniciativa

emprendedora. Por ello, se identificaron tres factores clave que se consideran relevantes para el

fomento de la iniciativa emprendedora: i) cultura emprendedora, ii) formación en

emprendimiento y iii) financiación de la actividad emprendedora. (Alemany et al, 2011)

Pero ¿no es precisamente desde el momento que nacemos cuando comenzamos a desarrollar

toda nuestra capacidad creativa, habilidades en todos nuestros ámbitos de relación con el entorno

y en función de nuestro sistema de aprendizaje? ¿Qué ocurre con todo ello a medida que nos

sometemos al “Sistema Educativo”.

Según dichos autores (Alemany et al, 2011) si bien existen muchas actividades orientadas a

fortalecer competencialmente al potencial emprendedor, los expertos tienen una visión muy

crítica sobre la formación en emprendimiento, pues la mayoría de ellos coinciden en afirmar que

la educación no fomenta actitudes (espíritu) emprendedoras, no desarrolla ni impulsa

(espíritu) competencias emprendedoras y que el entorno familiar de los jóvenes no incentiva

(espíritu) el pensamiento crítico y la autoestima. Así pues, los expertos. Por tanto, consideran

que es necesario un cambio en el sistema educativo en España para que se adapte a las nuevas

realidades y que favorezca y valore la iniciativa emprendedora.

Proponemos, desde nuestro trabajo, la re-creación de una nueva disciplina alimentada por el

conocimiento científico que alimenta diferentes planteamientos entre sí relacionados pero

lamentablemente no interconectados en la realidad.

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Para dotarle de entidad propia, la denominaremos “Emprendedorismo” como cuerpo de

conocimiento orientado a fomentar el “espíritu emprendedor de una comunidad

(enterpreneurship)”, desde el sistema Educativo, con una visión sistémica en los que interactúen

los agentes implicados en la Educación de las nuevas generaciones de “emprendedores” que

doten a nuestro país de un mayor crecimiento y reconsideración en el reclamado “cambio de

modelo productivo”, que se traduzca en resultados reales y palpables y que puedan “medirse” de

manera objetiva.

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