emilia rodríguez

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Emilia Rodríguez Durante su vida se dedicó a crear en la clase obrera la conciencia de la unidad sindical para contrarrestar la opresión de que era objeto. Emilia Rodríguez nació en Zamora, Salamanca, España, en 1882. A los quince años conoció a Vicente Lípiz, un dirigente anarco-sindicalista con el que contrajo matrimonio y se inició en el aprendizaje de la unidad gremial como una forma de organización liberadora para las clases que menos tienen. Emilia se inició así como oyente al acompañar a Vicente en las asambleas para organizar a las y los trabajadores agrícolas de Salamanca. Pero el liderazgo de él como parte de la Confederación Nacional de Trabajadores los llevó a Navarra para escapar de la guardia nacional por sus ideas libertarias y en contra del Estado y la iglesia. Es así que Emilia se asentó en Pamplona, al lado de Vicente y aprendió a confeccionar zapatos, oficio del que se mantuvieron. Ella cumplió con los compromisos laborales cuando Vicente se ausentó a causa de sus ideales. En 1906 y con dos hijos, Emilia emigró a Cuba al lado de Vicente. Fue en esta tierra caribeña donde su espíritu indómito habría de tomar dirección al convertirse en dirigente y líder del movimiento azucarero de Matanzas. Para Emilia lo más importante era la libertad individual, que al sumarse al colectivo permite la riqueza generosa de compartir lo que se es y tiene con las demás personas, sin que en ello medien leyes y burocracias. En 1907, año de su llegada, Emilia participó en la primera excursión anarco-sindicalista por las provincias de Matanzas y Las Villas para organizar a los azucareros. Esta actividad habría de costarle la cárcel.

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Emilia Rodríguez

Durante su vida se dedicó a crear en la clase obrera la conciencia de la unidad sindical para contrarrestar la opresión de que era objeto. Emilia Rodríguez nació en Zamora, Salamanca, España, en 1882. A los quince años conoció a Vicente Lípiz, un dirigente anarco-sindicalista con el que contrajo matrimonio y se inició en el aprendizaje de la unidad gremial como una forma de organización liberadora para las clases que menos tienen. Emilia se inició así como oyente al acompañar a Vicente en las asambleas para organizar a las y los trabajadores agrícolas de Salamanca. Pero el liderazgo de él como parte de la Confederación Nacional de Trabajadores los llevó a Navarra para escapar de la guardia nacional por sus ideas libertarias y en contra del Estado y la iglesia. Es así que Emilia se asentó en Pamplona, al lado de Vicente y aprendió a confeccionar zapatos, oficio del que se mantuvieron. Ella cumplió con los compromisos laborales cuando Vicente se ausentó a causa de sus ideales. En 1906 y con dos hijos, Emilia emigró a Cuba al lado de Vicente. Fue en esta tierra caribeña donde su espíritu indómito habría de tomar dirección al convertirse en dirigente y líder del movimiento azucarero de Matanzas. Para Emilia lo más importante era la libertad individual, que al sumarse al colectivo permite la riqueza generosa de compartir lo que se es y tiene con las demás personas, sin que en ello medien leyes y burocracias.  En 1907, año de su llegada, Emilia participó en la primera excursión anarco-sindicalista por las provincias de Matanzas y Las Villas para organizar a los azucareros. Esta actividad habría de costarle la cárcel. En 1912, su actividad anarquista la llevó a ser electa Presidenta del Congreso Obrero de Cruces, Las Villas. Por el hecho de ser mujer fue elegida por sus correligionarios, ya que las fuerzas públicas no perseguirían a una mujer. Emilia, partidaria de la diversidad, organizó para el primero de mayo en Matanzas la fiesta de la solidaridad de las naciones y expuso en el desfile que las pluralidad racial y étnica no es una barrera para la concordia, señalando que la convivencia debería existir aun con las

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naciones enemigas que habían participado en la reciente primera guerra mundial. Emilia, al lado de sus 2 hijas, Ofelia y Armonía, y de sus 4 hijos Vicente, Graciano, Progreso y Universo, fundó el Teatro obrero para representar  y educar  a las y los trabajadores sobre las condiciones de cómo enfrentar en colectivo, con la huelga, la opresión del capital. Cada centavo recibido en estas funciones se destinó a darle de comer y atender a las viudas, huérfanas y huérfanos de la clase obrera. Desde su trinchera, Emilia luchó por vencer la opresión de las mujeres y en más de una ocasión arengó a los trabajadores para reconocer que si de verdad apostaban a luchar contra la opresión la primera que tenían que combatir era la explotación de las mujeres en el hogar y la fábrica, porque si no su lucha sólo era un puñado de palabras. Durante su participación en el Primer Congreso Feminista de Cuba acudió vestida de manera sencilla para escandalizar a las mujeres burguesas que luchaban por el voto. Emilia propuso luchar por la emancipación primero, ya que de nada sirve el voto si aun se está bajo el yugo de un varón. Su actividad en contra de la dictadura de Machado en Cuba hizo que la expulsaran de la isla, deportándola con toda la familia a España como extranjera perniciosa. A su llegada se integró a través del sindicato de la piel a la Federación Anarquista Ibérica, lo que la llevó a ser parte de las fuerzas de la República en contra del fascismo de Franco. Enfrentó el exilio y la estancia en un campo de concentración francés.    En ese mismo año de 1939 fue repatriada a Cuba y continuó con sus actividades, sin que nadie recuerde las luchas anarquistas, y sin un hogar propio para habitar.  Esta doble marginalidad de mujer y anciana la llevó a replantear qué pasa en la vida de las mujeres que militan por una causa. Concluyó que no importa la lucha, la igualdad es el campo prioritario para el reconocimiento del esfuerzo colectivo. Emilia murió calladamente el 21 de mayo de 1962, a la edad de 80 años en Matanzas, Cuba, y nos heredó su lucha incansable por la igualdad de las mujeres y el reconocimiento de los derechos de las mujeres trabajadoras.