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INTERNACIONAL ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS: LECCIONES PARA TODOS José María Marco, escritor. Profesor de Literatura, Universidad Pontificia de Comillas. Del patronato de la Fundación 12/11/2010 Nº 151 REUTERS / CORDON PRESS Barack Obama recibe los resultados de las elecciones legislativas americanas (03/11/2010).

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Page 1: ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS: LECCIONES PARA TODOS · elecciones de medio mandato, unos comicios en los que el electorado nortea - mericano suele equilibrar la mayoría presidencial

INTERNACIONAL

ELECCIONES EN ESTADOS UNIDOS: LECCIONES PARA TODOS

José María Marco, escritor. Profesor de Literatura, Universidad Pontificia de Comillas. Del patronato de la Fundación

12/11/2010Nº 151

REUTERS / CORDON PRESS

Barack Obama recibe los resultados de las elecciones legislativas americanas (03/11/2010).

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Las elecciones de medio mandato recién celebradas en Estados Unidos han con-firmado las previsiones. El Partido Demócrata ha perdido al menos sesenta es-caños en la Cámara de Representantes y otros seis en el Senado. En cuanto alas elecciones para gobernador, los republicanos han ganado cinco, aunque pier-den California, de importancia indiscutible. No es una victoria por goleada, por-que los republicanos no han conseguido hacerse con la mayoría en el Senado ylos demócratas tendrán la posibilidad de bloquear las iniciativas de la mayoríarepublicana en el Congreso. También responden a lo que es tradicional en laselecciones de medio mandato, unos comicios en los que el electorado nortea-mericano suele equilibrar la mayoría presidencial y respalda al partido en la opo-sición. Así ha ocurrido a lo largo de todo el siglo XX, con algunas escasasexcepciones (Bush en 2001, Clinton en 1998, Roosevelt en 1934). Los republi-canos han ganado en la Cámara de los Representantes por el 7%, un porcentajeimportante pero no abrumador.

Aun así, la derrota demócrata ha sido comprendida como una “paliza” inclusopor el presidente Obama, que utilizó el término en su primera rueda de prensa.Las elecciones de noviembre de 2010 se habían convertido en un plebiscitosobre Obama, y en vista de las expectativas que había suscitado su presidencia,cualquier retroceso sería comprendido como una derrota seria. A pesar de losmárgenes reducidos y la conservación del Senado, los sesenta escaños perdi-dos por el Partido Demócrata en la Cámara de Representantes constituyen un nú-mero excepcional, que sólo se ha dado en dos ocasiones (Roosevelt en 1938 yHarding en 1922). Las grandes ambiciones de 2008, precedidas por la victoriademócrata en 2006, parecen haber llegado a término más temprano de lo quese podía haber supuesto en 2008.

Una coalición en crisis

El núcleo de los votantes que se han decantado esta vez a favor de los republi-canos está compuesto por votantes independientes, empleados y trabajadores

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“La derrota demócrata ha sido comprendida como una ‘paliza’ incluso por el presidente Obama, que utilizó el término en su primera rueda de prensa.

Las grandes ambiciones de 2008 parecen haber llegado a término”

de clase media baja y personas mayores. Un 59% de las personas mayores vo-taron republicano, frente a un 38% que eligieron a los demócratas. Entre los vo-tantes de clase trabajadora (blancos), el Partido Republicano aventajó a losdemócratas en 29 puntos, y entre los licenciados o graduados (blancos) en 18puntos. El voto conservador respaldó de forma aplastante a los republicanos,en un 84%. Los votantes blancos los apoyaron también en un 60%. Todos estosgrupos apoyaron a los republicanos en elecciones anteriores, pero esta vez lasdiferencias han sido mayores1.

Entre los grupos que votaron a los demócratas en las elecciones anteriores,están los independientes, las mujeres, los jóvenes, los afroamericanos y los his-panos. Pues bien, en todos estos grupos, salvo en el caso de los afroamerica-nos, los demócratas retroceden. Lo hacen de forma notable en el caso de losindependientes, un 56% de los cuales se decantó por los republicanos. Los jó-venes votaron demócrata en un 57%, frente a un 63% en 2008. Los demócratasretroceden un punto entre las mujeres y cuatro entre los hispanos (64%). Losafroamericanos, en cambio, siguen respaldando a los demócratas en un 90%.

En consecuencia, y a pesar de la defección de los votantes jóvenes, el núcleode la coalición que apoyó a los demócratas en 2006 y a Obama en 2008 per-manece relativamente intacto. Aun así, no consigue imponerse ante tres hechos:el respaldo de los independientes a los republicanos; el apoyo aplastante queesos mismos republicanos consiguen entre los votantes “conservadores” y, en

1 Los datos, del informe de Ruy Teixeira y John Halpin, Election Results Fueled by Job Crisis and Voter ApathyAmong Progressives, http://www.americanprogressaction.org/issues/2010/11/election_analysis.html

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tercer lugar, la participación de las personas mayores. La coalición que apoyó aObama tiene por tanto un serio problema para consolidarse como plataformaduradera para el poder y, mucho más, para intentar consolidar un “realinea-miento” político como el que los demócratas soñaron en 2006 y en 2008. Nohubo “realineamiento” republicano en 2000 ni en 2004, y, al parecer, tampocolo hubo en 2008 ni parece probable que lo haya en 2012.

Lo que estas elecciones han venido a demostrar no es la volatilidad del elec-torado, que se había producido en multitud de otras ocasiones, en particularcuando Reagan en 1982 y Clinton en 1994 perdieron las elecciones a mediomandato. Lo que ha quedado demostrado es la dificultad para consolidar unanueva coalición social capaz de apoyar duraderamente una política de largo plazo.Después de cuarenta años de hegemonía demócrata, entre 1930 y 1970, y des-pués de otros 35 de hegemonía republicana, entre 1970 y 2006, estamos ahoraen un periodo de tanteo y de prueba, aunque estas elecciones tal vez vengan aconfirmar que se empiezan a descartar algunas opciones que en un momentodado parecieron verosímiles.

El mandato demócrata

Las elecciones de 2008 fueron consideradas por algunos círculos demócratascomo un “realineamiento político”, es decir, como el surgimiento de una nuevacoalición social destinada a apuntalar durante diez o quince años (si no más) lahegemonía demócrata. Esto contribuye a explicar la política de la AdministraciónObama, que no se limita a enfrentarse a la crisis económica sino que encuentraen ella una oportunidad, como sugirió en su momento Rahm Emanuel, para sacaradelante un programa político2.

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2 “Nadie quiere echar a perder una crisis de verdad”, cit. en Gerald F. Seib, “In Crisis, Opportunity for BarackObama”, en The Wall Street Journal, 21 de noviembre de 2008.

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La crisis económica desacreditó a los gobernantes republicanos y fue sorteadapor la Administración Obama con el rescate de las empresas financieras para evi-tar el colapso del sistema financiero. El rescate no evitó, como era previsible, la cri-sis en la llamada economía real, a la que la Administración Obama, como en sumomento la española, se ha venido enfrentando desde entonces con medidas deestímulo, políticas neokeynesianas destinadas al fomento de la demanda. El éxitoindudable de las primeras medidas, que evitaron el colapso del sistema financieronorteamericano (y, según presume la Administración Obama, el colapso de todo elsistema financiero mundial) no se ha repetido en la segunda fase. Las medidas deestímulo, que algunos progresistas prodemócratas como Paul Krugman han juz-gado insuficientes, han elevado la deuda norteamericana hasta el 95% del PIB yel déficit gubernamental hasta el 10% del PIB, pero no han revitalizado la econo-mía norteamericana, que sigue relativamente estancada en torno a un 2% de cre-cimiento y continúa siendo incapaz de generar empleo, con un paro oficial del 9,6%.

Los pobres resultados económicos de una política de expansión del gasto pú-blico no llevaron a la Administración Obama a concentrarse en la recuperacióneconómica. Barack Obama llegó al poder con un programa de ampliación del Es-tado de bienestar, centrado en la puesta en marcha de una cobertura sanitariauniversal, a la europea. La crisis no le iba a impedir impulsarla, al contrario. Ha-bría sido la segunda parte de ese gran proyecto de consolidación de una mayo-ría demócrata duradera, beneficiada por los programas de gasto y, ahora, por laampliación de los programas de bienestar.

Tampoco en esto la Administración Obama consiguió sus objetivos. Ante laoposición política y social, la gran reforma sanitaria se ha quedado en una re-

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“Las elecciones de 2008 fueron consideradas por algunos demócratas comoun ‘realineamiento político’, es decir, como una nueva coalición social

destinada a apuntalar durante diez o quince años (si no más) su hegemonía”

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forma cuyo referente más próximo es el sistema puesto en marcha por un re-publicano, Mitt Romney, durante sus años de gobernador del Estado de Mas-sachusetts. Tampoco ha habido tiempo para que los posibles beneficiarios dela menguada reforma hayan podido empezar siquiera a beneficiarse de ella.Quedó, en cambio –como ha pasado en el caso de la gestión de la crisis eco-nómica–, una sensación de arrogancia y prepotencia: la Administración Obamapareció estar dispuesta a sacar adelante su reforma contra viento y marea, sintener en cuenta a la oposición, a la opinión pública, ni los signos inequívocosen contra, como la elección de Scott Brown, un desconocido apoyado por elTea Party, para senador por Massachusetts en el muy simbólico escaño de losKennedy.

Obama, un presidente con imagen de “europeo” –o más exactamente, en elcruce de dos malentendidos: el de cómo los norteamericanos progresistas seimaginan a los europeos y el de cómo los europeos progresistas se figuran quedebería ser un norteamericano “civilizado”–, respondía así, no al conjunto delelectorado, sino exclusivamente a esa parte del electorado que lo había llevadoa la Casa Blanca: aquella que le hizo ganar las primarias contra Hillary Clinton,un sector movilizado gracias a una gran campaña de propaganda, considerable-mente más radical no ya que la media del electorado norteamericano, sino in-cluso que el electorado del propio Partido Demócrata.

Las encuestas a pie de urna realizadas durante las elecciones de 2008 mos-traron que tan sólo un 22% de los votantes se declaraban progresistas (“liberal”,en Estados Unidos), frente a un 32% que se declaraban de derechas o “conser-vative” (es decir liberal-conservadores) y un 44% moderados3. El mandato reci-bido por los demócratas en 2008 no justificaba por tanto el voluntarismodemostrado por Obama, agravado por el relativo fracaso de sus políticas. Así es

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3 Evan Bay, “Where Do Democrats Go Next?”, The New York Times, 2 de noviembre de 2010.

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como se ha cumplido de nuevo lo que parece una ley de la historia de la Presi-dencia norteamericana, y es que cada vez que el Partido Demócrata intenta apli-car una política teñida de ideología y de voluntad de cambio a la europea, elelectorado lo entiende como radicalización y deja de apoyarle. Así le ocurrió aMcGovern en 1972, le volvió a ocurrir a Carter en 1980 y le pasó de nuevo a Clin-ton en 1994.

En Estados Unidos no se puede gobernar, como demuestran las encuestas yacitadas realizadas a pie de urna en estas elecciones, contra los moderados ylos liberal-conservadores. En cambio, cuando el Partido Demócrata vuelve a unaconcepción “norteamericana” de la acción política –es decir, como gestión delos asuntos públicos a partir de grandes coaliciones de intereses, sin demasia-das mediatizaciones ideológicas–, los demócratas vuelven a tomar la iniciativa.Clinton lo comprendió muy bien después de la derrota de 1994, y a partir de ahíconsiguió remontar ésta y mantener a raya al Partido Republicano durante sussiguientes seis años en la Presidencia.

Habrá que ver si Obama, con una personalidad muy distinta a la de Clinton,mucho menos flexible y más visionario, penetrado de una presunta misión his-tórica, comprende una lección que Charles Krauthammer ha calificado de vueltaa la normalidad y Peggy Noonan de acceso a la madurez de una generación depolíticos4.

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“En EE.UU. no se puede gobernar contra los moderados y los liberal-conservadores. Cuando el Partido Demócrata vuelve a una concepción

‘norteamericana’ de la acción política retoma la iniciativa”

4 Charles Krauthammer, “A Return to the Norm”, The Washington Post, 5 de noviembre de 2010. Peggy Noo-nan, “Americans Vote for Maturity”, The Wall Street Journal, 5 de noviembre de 2010.

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La oposición republicana

Es posible que la sensación de tener un mandato más rotundo del que le habíanotorgado las urnas estuviera relacionada, para Obama, con el hecho de que elPartido Republicano apareciera como un partido en quiebra desde 2006. Losmuchos años de hegemonía de las elites liberal-conservadoras, así como algu-nas de las políticas de Bush, en particular la ampliación de los programas debienestar realizada en nombre del “conservadurismo compasivo”, habían des-gastado al partido y deshecho su unidad. La herencia de la crisis económica,por otro lado, permitía suponer que el republicanismo iba a permanecer en eldique seco durante bastante tiempo.

Sorprendentemente, no ha sido así. Y –algo más sorprendente aún– el rescatedel Partido Republicano ha venido de un movimiento espontáneo, ajeno a los cír-culos intelectuales o de poder del liberal-conservadurismo norteamericano. Es elya famoso Tea Party, surgido a principios de 2009 como una doble reacción: encontra del proyecto de ampliación del Gobierno federal de Obama y, también, encontra de un Partido Republicano que había “traicionado” los principios de go-bierno limitado. La referencia al Motín del Té de 1773 refleja la voluntad de de-volver la acción política a los límites que le marca la constitución –es decir, lanaturaleza– política de Estados Unidos, una nación creada para impedir que elgobierno tenga nunca el poder que los gobiernos habían alcanzado en el ViejoContinente.

Esta referencia patriótica es de las mayores novedades de este movimiento.Otro elemento distintivo es haber prescindido de los elementos morales y reli-

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“El Partido Republicano va a tener que hacer un esfuerzo de negociacióninterna para cumplir su vocación de big tent, o de organización de amplio espectro ideológico”

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giosos de movimientos anteriores, como la Moral Majority en los años setenta.Es, en cambio, un movimiento populista en el sentido norteamericano: se dirigecontra las elites que, supuestamente, habrían secuestrado y traicionado la vo-luntad popular. En este aspecto, el Tea Party pertenece a la gran tradición popu-lista norteamericana, la que se inició con Jackson y, antes, con Jefferson. Obamamismo llegó a la Casa Blanca impulsado por una ola populista que, a diferenciade la que ahora ha derrotado a su partido, prometía una nueva era de generosi-dad gubernamental.

A diferencia de otros movimientos populistas, como el Progressive Party deTheodore Roosevelt a principios del siglo XX o el Reform Party de Ross Perot, enlos años noventa, el Tea Party no ha desembocado en la creación un nuevo par-tido y ha preferido integrarse y renovar el Partido Republicano. El resultado hasido doble. Por una parte, ha revitalizado un partido que se consideró moribundoe incluso fue dado por muerto. Han vuelto a primer plano ideas y principios queparecían discutidos. Han aparecido nuevas figuras, como Marco Rubio en Flo-rida, que abre perspectivas inéditas ante el electorado hispano, enajenado poralgunas figuras y algunas iniciativas neonativistas, xenófobas en el fondo. Tam-bién se ha recuperado la base territorial tradicional desde los años setenta, conlas dos costas en manos de los demócratas y el centro y el sur del país en lasde los republicanos.

Por otra parte, el Partido Republicano va a tener que hacer un esfuerzo de ne-gociación interna para cumplir su vocación de “big tent”, o de organización de am-plio espectro ideológico. Es evidente que el republicanismo no se puede permitirel lujo de prescindir de figuras moderadas como Olympia Snowe o Lisa Mur-

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“Obama es un presidente con imagen de ‘europeo’ en el cruce de dosmalentendidos: cómo los norteamericanos progresistas se imaginan a los europeos

y cómo los europeos progresistas se figuran a un norteamericano ‘civilizado’”

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kowski, y que hay Estados, como el de Nueva York, con una larga tradición de re-publicanismo templado que el Partido Republicano no puede abandonar en nom-bre de los principios, por muy respetables que sean éstos5. Tampoco puedelanzarse a una guerra interna que sería suicida.

El futuro

El programa con el que Obama llegó al poder en 2008 está seriamente tocado,ya que no acabado. Es posible, sin embargo, que el presidente logre volver atomar la iniciativa mediante alguna forma de negociación con la nueva mayoríarepublicana y apoyándose en la capacidad de bloqueo –contra las iniciativas re-publicanas– que tiene el Partido Demócrata en el Senado. La nueva mayoría re-publicana tendrá que tener en cuenta, por su parte, que una estrategiapuramente negativa no suele dar buenos resultados. Además, en su éxito elec-toral han jugado un papel fundamental los independientes y los moderados.

La lección de estas elecciones habrá de ser aprendida por todos.

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FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales no se identifica necesariamente con las opiniones expresadas en los textos que publica. © FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales y los autores. Depósito Legal: M-42391-2004

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5 Nate Silver, “Assessing the G.O.P. and the Tea Party”, The New York Times, 20 de septiembre de 2010.