el viajar es un placer (7 días)

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20 EL VIAJAR ES UN PLACER… POR DANIELA ROSSI CINCO HISTORIAS DE AVENTUREROS ARGENTINOS QUE SALIERON A LA RUTA SIN DESTINOS CONFIRMADOS, SÓLO CON LAS GANAS DE CONOCER EL MUNDO. CÓMO ES LA VIDA PARA QUIENES DECIDEN TRANSFORMAR LA TRAVESÍA EN EL PUNTO DE LLEGADA. NOTA DE TAPA GUSTAVO CONOCIÓ A LA ALEMANA ELKE EN BARCELONA EN 2007 Y EMPRENDIERON LA TRAVESÍA JUNTOS.

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Cinco historias de aventureros argentinos que salieron a la ruta sin destinos confirmados, sólo con las ganas de conocer el mundo. Cómo es la vida para quienes deciden transformar la travesía en el punto de llegada.

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El viajar Es un placEr…

Por Daniela rossi

cinco historias dE avEnturEros argEntinos quE saliEron a la ruta sin dEstinos confirmados, sólo con las ganas dE conocEr El mundo. cómo Es la vida para quiEnEs dEcidEn transformar la travEsía En El punto dE llEgada.

nota dE tapa

gustavo conoció a la alemana elke en barcelona en 2007 y emprendieron la travesía juntos.

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en donde conoció a Elke, una ingeniera alemana y su futura esposa. Se casaron en 2007 en una escapada que hicieron a la Argentina y retomaron el viaje, jun-tos. Ella hacía traducciones que recibía y enviaba por Internet. “Los países de Medio Oriente, por ejemplo Irán, son los que más me llamaron la atención por lo diferente que son a los preconceptos que tenemos de ellos. La gente es ultra hospitalaria, las calles son seguras y hay confianza entre las personas”, destaca de todo el recorrido. India, por su cultu-ra y su gente, fue otro de los sitios que lo impactó, además de la variedad de pai-sajes de España a pocos kilómetros de

gustavociEslar

40 paísEsEn 1.020 días

armó su mochila, agarró sus libros de microbio-logía para preparar un final y partió rumbo a Río de Janeiro, su destino

para 20 días de vacaciones antes de vol-ver a la rutina de Buenos Aires. Eso era lo planeado. El 22 de diciembre de 2003 Gustavo Cieslar se subió a su pequeña moto Honda 125cc y se bajó 64 meses después. Esa visita original se trans-formó en una travesía por 40 países del mundo, en la que sumó a una compañe-ra de viaje (Elke, con quien se casó en un breve regreso de tres meses al país) y co-noció una diversidad de culturas y pai-sajes que, cuenta, le cambiaron la vida. “Después de Río subí hasta Salvador de Bahía, y nunca volví a mi casa. Ahí aga-rré un mapa y tracé una línea roja hasta Australia, en donde vive mi hermano. Lo visité mucho tiempo después de lo pensado”, cuenta Gustavo. “Me lancé a intentarlo, sin dinero y con el equipa-je para unas vacaciones tradicionales, pero prefería fallar habiendo tratado de hacerlo”, explica sobre el impulso que lo llevó a seguir el camino. El dinero para financiar los gastos fue apareciendo pri-mero mediante el oficio que le enseñó un amigo brasileño que también había dado la vuelta al mundo: escribir nombres en granos de arroz. Después, con el trayec-to ya iniciado, vendió fotografías y es-cribió artículos para diferentes revistas de motos, y armó un DVD con crónicas e imágenes que vendió vía Web.

Después de viajar por Centroaméri-ca, cruzó el Atlántico y llegó a Barcelona,

distancia entre sí. “Fue difícil volver, tenía que plan-

tearme mi vida de cero, como si hubiera caído de Marte a la Tierra”, dice sobre su vuelta a Buenos Aires, el 18 de abril de 2009, cuando con Elke decidieron divor-ciarse y vivir cada uno en su país. “Em-pecé a valorar las pequeñas cosas de es-tar en tu tierra: la familia, los amigos, las costumbres. Desde que volví me dediqué a disfrutar de estar quieto en un lugar, empecé un proyecto Web para practicar idiomas”, relata sobre su actualidad, y resume: “Fue un gran desafío, agotador, aventuras extremas todos los días no son vacaciones. Pero me cambió la vida”.

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un abrazo desde una In-dia increíble”. Así se despidió Herman Zapp en el último mail que envío desde la ruta, el lu-

gar que transita desde el 25 de enero de 2000. En aquel año se subió a Maconco Cambalache, el Graham Paige de 1928 que maneja por el mundo. Nacido en Ca-lifornia y criado en Sierra de la Ventana desde el año de edad, Herman no viaja solo: Candela, la mujer con la que está desde sus 14 y 16 años, respectivamen-te, ocupa el asiento del acompañante. En el asiento trasero van los otros cuatro miembros del equipo viajero, que na-cieron ya comenzada la travesía Argen-tina-Alaska, la primera emprendida, en diferentes partes del mundo: Pampa (11 años, Carolina del Norte), Tehue (6, Ca-pilla del Señor), Paloma (4, Vancouver) y Wallaby (2, Australia). “Queríamos compartir con alguien más el maravillo-so sentimiento que teníamos y acá nos ves, formando un equipo maravilloso”, describe sobre su familia, y agrega so-bre el recorrido: “Para todos cada cosa que hacemos es nueva, y lo que más nos une es la inmensidad y calidad de tiem-po juntos”.

Después de ese trayecto debut hacia América del Norte, llegó la expedición argentina desde Ushuaia a La Quiaca, un recorrido por Estados Unidos y Ca-nadá, Oceanía y la que transitan ahora, Asia. “La deseada tierra lejana por fin llegó. Acá estamos después de doce años de este estilo de vida, que nos trae nue-vas maneras de ver las cosas”, cuenta so-bre el trayecto que empezó en Corea del Sur, siguió por Japón, Tibet, China, Laos, Camboya, Tailandia y ahora India.

“Somos una familia atrapando su sueño, ¿nos puede ayudar?”. Esas pa-

labras salen de las bocas de Herman y Cande cada vez que un imprevisto los aborda, que el dinero no alcanza, o que alguno de los chicos tiene alguna nece-sidad. “Atrapa tu sueño” es también el título del libro que se vende en las libre-rías y que les brinda los fondos para el viaje.

“La comodidad es el peor enemigo de la vida misma”, recita como premisa de la aventura. De eso se acordó en uno de los últimos desafíos que tuvieron que sortear, cuando él despachó el auto desde la isla de Sumatra, en Indonesia, hacia Malasia, en donde su mujer (y los cuatro chicos) lo tuvieron que recibir

y conseguir la ayuda necesaria para bajarlo de un barco que no estaba pre-parado para hacerlo. “Vida es la que se aventura”, dice orgulloso de su mujer. Con casi 200 mil kilómetros recorridos, tres continentes visitados en doce años de viaje, de conocer otras culturas, vivir en casas de familia, dormir en carpa, in-teractuar con animales, subir el Hima-laya, presenciar un casamiento bajo el rito musulmán, probar nuevos sabores y disfrutar de los paisajes que la Tierra les presenta, Herman define lo que vive cada día: “Uno al viajar ve y vive cosas únicas. Te descubrís libre, capaz y mu-cho más humano”.

los Zapp25 paísEs En

12 años

herman y candela se subieron en el 2000 a un coche graham paige de 1928. sus hijos pampa, tehue, paloma y wallaby nacieron en la ruta y ahora viajan todos juntos.

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“para todos los intEgrantEs dE nuEstra familia cada cosa quE hacEmos Es nuEva, y lo quE más nos unE Es la inmEnsidad y calidad dE tiEmpo juntos.”

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En 377 días recorrieron 17.525 kilómetros. Atrave-saron 22 países, pincha-ron 85 cubiertas y sufrie-ron dos caídas. Antes de

que terminara el 2011, salieron de nuevo a la ruta, esta vez con destino europeo. Karina Luchetti y Andrés Ruggeri, co-municadora ella, antropólogo social él, decidieron en 2004 que harían un viaje alrededor del mundo, pero no en avión ni durmiendo en hoteles con estrellas. Sería en una bicicleta tándem armada con piezas fáciles de conseguir, que pu-diera ser reparada en Brasil, Tanzania o Nepal. “Ahorramos durante tres años. Cuando tuvimos el dinero, armamos la planificación: en principio queríamos vi-sitar países del tercer mundo, y después sumamos otros que deseábamos cono-cer. La idea era hacer un viaje cultural”,

explica Luchetti. Antes de partir rumbo al otro extremo del planeta hicieron va-rias pruebas del transporte por las rutas argentinas, y decidieron que Andrés se-ría quien comandara el tándem por tener más fuerza en los brazos.

El recorrido fue armado según las temporadas de lluvia, la información que podían conseguir del estado de las rutas y la posibilidad de conseguir comida y alojamiento para cada noche. “En gene-ral hacíamos 100 kilómetros por día y muchas veces el camino lo cambiábamos sobre la marcha. Yo quería ir, sí o sí, a Paraguay e India, Andrés eligió el resto”, bromea. Como ejemplo, cuentan que la ruta original no incluía Medio Oriente, zona que finalmente conocieron en pro-fundidad. “En Sudáfrica conocimos a un belga que nos dijo que la gente allí era muy solidaria y hospitalaria. Tuvimos

KarinaluchEttiy andrÉsruggEri

22 paísEsEn 377 días

“llEgamos En biciclEta En la quE pEdalEan dos, no hablamos El idioma. pEro la nEcEsidad dE quErEr contar y El intErÉs dEl otro por conocErnos hacE quE convErsEs por horas.”

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una experiencia interesante, más allá que la relación que tienen con la mujer occidental a mí no me la hizo pasar bien”, dice Karina.

En el paso de Mozambique a Malawi sufrieron uno de los momentos más complicados de la aventura. Les subió la fiebre, se acercaron a un hospital y les hicieron el test de la malaria, que dio po-sitivo: tenían paludismo, que se resolvió con la medicación que les dieron. El otro punto extremo del viaje fue en Tanzania: “Estábamos en una ruta muy desierta, casi sin población porque era una reser-va forestal, y un chico nos tiró un mache-tazo que nos cayó muy cerca. Fue lo más peligroso que vivimos”, detalla.

“Sos distinto físicamente, llegás en una bicicleta en la que pedalean dos, no hablás el idioma. Pero la necesidad de querer contar y el interés que muestra el otro por conocerte hace que converses durante horas sólo con señas y expresio-nes de la cara”, vuelve a sorprenderse.

Ahora la pareja está recorriendo Es-paña, luego pasarán a Francia y llegarán a Italia, él al mando del tándem por ser el que más fuerza tiene en los brazos, ella completando la gira mediterránea “La próxima queremos cruzar a África, pero también tenemos que descansar”.

“la idea era hacer una viaje cultural”, cuenta karina, quien ahorró durante tres años junto con su pareja antes de salir a pedalear.

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de chico miraba los mapas y veía que todo el con-tinente estaba pegado. Pensaba que se podía lle-gar a Alaska andando,

en auto”. Así recuerda Gabriel Storchi su infancia-adolescencia frente a un mapa de América, mientras contrastaba con los destinos siempre locales a los que iba de vacaciones con su familia. El primer viaje extenso que se propuso hacer al volante fue desde Buenos Aires hasta Ushuaia, en 2005. “Ese tramo ya me pareció bastante largo, hicimos 10.030 kilómetros. Pero ahí supe que estaba listo para ir en auto hasta Alaska”, cuenta sobre la decisión. Aunque el impulso para concretar el sueño llegaría por otro lado: “Mi papá se enfermó y antes de que falleciera le prometí que iba a hacer el viaje. Después pasaron otras cuantas co-sas, fallecieron mis abuelos, me sacaron un adenoma que podría haber sido maligno. Entonces no dudé más”.

El 9 de diciembre de 2007 Storchi se su-bió a su cupé Chevy de 1978 con destino a Deadhorse, la estación de Alaska a la que llegan los camioneros del hielo. Pensaba completar el recorrido en seis meses, pero el camino decidió otra cosa: la travesía con-

cluyó un año y un mes después en su casa, donde lo recibieron su esposa y sus dos hi-jos.

“Cuando empezás a viajar, tratás de buscar el camino más corto y conveniente, pero después sale otra cosa”, cuenta.

El trazo que siguió fue siempre contra el Pacífico, desde que cruzó a Chile por el paso de Jama, el punto más alto del trayecto. El auto, aunque comprado para la ocasión, era bien conocido por Storchi: “Era como el que teníamos con mi papá cuando era chi-co. Me llevó mucho tiempo repararlo y tuve algunos problemas en el viaje, pero no me arrepiento para nada”. Además del vínculo sentimental que lo unía al vehículo, fue por el Chevy que muchos se acercaron a él en su viaje continental. “Es un auto antiguo, que llama la atención, y muchos empezaban la charla preguntando por la máquina”, con-fiesa. Uno de los que fue atraído por la cupé fue un personaje inesperado.

“Ya en Estados Unidos, me entero que a 11 kilómetros de donde estaba filmaban Rápido y Furioso 4. Me desvié hacia allá, me quedé en el mismo hotel que los acto-res y al día siguiente apareció Paul Walker, uno de los protagonistas, y vino a pregun-tarme por el auto”, explica, y va directo al

final: “¡La cuestión es que terminé hacien-do de extra en la película!”. Ésa no fue la única escala “cholula” que tuvo en el viaje. En Perú se encontró con René Higuita, en Colombia compartió varios días con Carlos Valderrama, un amigo lo puso en contacto con “Mano de Piedra” Durán en Panamá y en Costa Rica conoció a “El Chavo del 8”, “Doña Florinda” y “El Profesor Jirafales”. “Sólo tenía planeado el de Durán, a quien veía pelear de chico, el resto fueron sorpre-sas del viaje”, asegura.

Después de atravesar más de diez paí-ses, la Alaska Railway fue la ruta que lo conectó con la última ciudad importante del camino. De ahí en adelante siguieron 800 kilómetros de ripio hasta Deadhorse, sobre el mar Ártico. “Allí dejé una placa en memoria de mi viejo y del viaje. Pude con-cretar lo que fui a hacer”, recuerda.

Aunque “Alaska a Caballo” lo hizo solo, hoy comparte con su familia los amigos que cosechó en el camino: este mes viaja-ron de vacaciones a Colombia y Ecuador. Aunque todavía lejana, Storchi sueña con un nuevo desafío: mandar la Chevy a Sue-cia y desde allí emprender rumbo a India. “Sería como completar la otra mitad del mundo”, sueña.

gabriEl storchi

10 paísEsEn 11 mEsEs

tras una promesa a su padre, gabriel se subió en 2007 a su cupé chevy modelo 78. en el camino, llegó a trabajar de extra en la película “rápido y furioso 4”.

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por denise tempone

voy al mar, a donde pertenez-co”, les dijo Aurora a sus amigos y familiares. La de-cisión de cumplir un sueño de toda la vida ya estaba to-

mada: cruzaría el Atlántico en velero. Su-pervisó en persona la construcción de la embarcación que bautizó como Shipping, entrenó varios meses para poder dormir una hora sí y otra no para que no la sor-prendiera ningún inconveniente durante la noche y equipó el barco con un sistema de cobertura mundial de comunicaciones. El 17 de abril de 2010 partió con destino a Portugal, su puerta de entrada a Europa. Primero enfiló hacia Uruguay, recorrió, tocó pueblos costeros de Brasil y varias islas del Caribe. Allí, en Saint Marteen, se preparó para el gran cruce. “A medida que iba subiendo me encontraba con navegan-tes de todo el mundo que no sólo habían cruzado el Atlántico, sino que lo habían hecho varias veces. Desde ahí era tan na-tural cruzar que se me desmitificó y perdí el miedo”, cuenta esta navegante, pescado-ra y empresaria. A pesar de la tranquili-dad que consiguió adquirir en aquellos días, los riesgos durante la navegación fueron reales. Una noche el sueño la ven-ció y se despertó al amanecer, con su barco a la deriva: “Perdí el rumbo y me enfurecí conmigo misma, tanto que me agarraron fuertes calambres en el estómago y no po-día estar parada. Hice una hora de reiki para rearmonizar mi cuerpo y sobre todo, tuve que perdonarme ese gran error que me podría haber costado la vida”. El otro momento de terror fue cuando en pleno almuerzo descubrió que un buque de 250 mil toneladas venía a toda marcha en su dirección. “Logré llamarlo por un canal y en mi mejor inglés Tarzán conseguí que me entendieran. No me habían visto en el radar, pero reaccionaron y pasaron a 500 metros de Shipping”, recuerda.

En sus momentos de soledad, los men-

sajes que le enviaban por el blog en el que relataba su viaje, su amigo y médico Omar (que la atendía por teléfono) y su mejor amiga Yanko y su familia le sirvieron de sostén.

Aurora consiguió cumplir su anhelo en un año y 77 días. Cuando se acercaba a tierra firme, recibió saludos vía radio y en el puerto la esperaba un banquete de bien-venida con champagne y tapas. “No podía creer lo que me estaba pasando”, cuenta. El despertar del día siguiente fue extraño: “Lo que me pasó fue como lo que viven las mamás cuando paren sus hijos. El bebé ya había salido y ahora venía el desafío de la vida normal, que podía ser más difícil que ese viaje”.

auroracanEssa

cruZó El atlánticoEn 442 días

“cuando llEguÉ a tiErra firmE vino El dEsafío dE la vida normal, quE puEdE sEr más difícil quE EsE viajE.”

aurora se entrenó durante meses para controlar el sueño en el océano.