el verdadero centro de todo
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El Verdadero Centro de Todo
Nuestra sociedad puertorriqueña, al igual que toda sociedad, tiene algún tipo de ritual
y/o creencia religiosa. Partiendo de esta premisa es oportuno establecer de acuerdo con el
antropólogo Anthony Wallace que la religión engloba “creencias y rituales relacionados con
seres sobrenaturales.” Su concisión se asemeja bastante a mi concepto de religión: una
manifestación colectiva de creencias espirituales en común entre los miembros de una
sociedad. Y aunque no difiero en lo absoluto con la definición del antropólogo, me inclino
hacia el concepto del sociólogo francés Emile Durkheim, que planteaba que los fenómenos
religiosos son instituciones cuya adoración y servicio se dirigen hacia la sociedad al
encargarse principalmente de mantener un orden y reafirmar principios morales, creencias y
estilos de vida entre los individuos.
Asimismo, como miembro de cualquier sistema religioso, la vida espiritual, social y
hasta económica de los practicantes gira en torno a sus creencias religiosas. Pero ¿es posibles
que experiencias seculares sustituyan las funciones de la religión en la vida de un individuo?
Más que posible, es un fenómeno muy común que se pasea desapercibido en nuestra
sociedad.
Para apoyar lo anteriormente expuesto, presento un ejemplo actual de esta sustitución
donde lo religioso se ve desplazado por lo secular en nuestra sociedad: la afición a las
compras; en este planteamiento yace mi primer argumento. Una afición es una inclinación o
amor hacia alguien o algo, en este caso hacia las compras. Pero desde una perspectiva
cristiana, ¿no debería estar dirigido ese amor e inclinación principalmente hacia Dios? En
este ejemplo se presenta claramente como el sentimiento principal de la fe se redirige hacia
una actividad mundana. Para mí, siendo una “shopaholic”, definitivamente el ir de compras
es una experiencia casi religiosa; un evento donde libero las tensiones del día y tan pronto
salgo del centro comercial puedo confirmar que todo lo malo del día valió la pena porque
tuve una experiencia que recompensó todo eso. Esas sensaciones son las que provocaría la
función de la religión, no de un centro comercial. Por esta razón tengo argumentos suficientes
de primera mano para defender mi planteamiento.
“La verdadera paz, tranquilidad y refugio seguro solo se encuentran en la casa de
Dios.” Esta creencia de un cristiano se ve eclipsada por la creencia del comprador que deja
sus cargas en los pasillos de un centro comercial, donde logra relajarse y despojarse de sus
perturbaciones mientras está comprando. Otra creencia de un comprador que es parte de su
experiencia religiosa en el centro comercial son las compras de liquidación. Al igual que el
cristiano que ofrenda con una sensación de placer y satisfacción, el comprador en el centro
comercial tiene la necesidad de comprar artículos en liquidación que ni siquiera necesita, pero
luego de comprarlos se siente orgulloso porque su mayor recompensa es la satisfacción por su
obra.
Por otra parte, los templos donde se congregan los religiosos son el equivalentes a los
centros comerciales: lugares con un valor simbólico sagrado, apartados para manifestar
colectivamente la devoción y adoración. En los centros comerciales, entrar a las tiendas de tu
preferencia es casi una experiencia religiosa, donde las sensaciones de felicidad y hasta
incredulidad no se hacen esperar. En cada una de estas tiendas quincenalmente el comprador
deja su diezmo, y los verdaderamente devotos exceden el diezmo. En estas visitas a los
centros comerciales, cada comprador con sus gafas y carteras de diseñador, y su ropa de
marcas costosas y reconocidas, se encarga de comunicarle al resto de los compradores lo que
pueden comprar. Esto les permite identificar a los suyos entre las multitudes. De igual
manera, los diferentes grupos religiosos utilizan prendas visibles que les distingan del resto,
como los judíos cuando usan el kipá, o los católicos cuando usan el rosario. Esto les
diferencia del resto de las religiones y les da la sensación de que son parte de una institución
mayor, la misma sensación que tienen los compradores en los centros comerciales con sus
marcas de diseñador .
Otra práctica religiosa muy común es la guía espiritual que le brindan los diferentes
líderes y consejeros a los miembros de una congregación que desean dirección, aprobación y
motivación religiosa; esto les hace sentirse más tranquilos consigo mismos y con la noción de
que su deidad tiene un verdadero propósito para ellos. En este caso, los compradores sacian
su sed de orientación devorando los famosos especiales de ofertas; ahí reciben una
confirmación casi divina de lo que deben comprar y sobretodo la motivación necesaria para
hacer sus compras, lo que transforma sus compras en experiencias terapéuticas y de
autorrealización.
Como último ejemplo quiero presentar el día sagrado más relevante en la religión
cristiana: el viernes santo. Ese único día del año en el que hasta el cristiano menos fiel siente
la necesidad de ser parte de los eventos que toman lugar en su iglesia. El cristiano siente gran
respeto y hasta agradecimiento por poder estar allí conmemorando la muerte de Cristo.
Asimismo se traduce el viernes negro para los compradores: un día sagrado y único donde se
encuentran los precios más bajos en todo el año. Es un momento de tanta importancia que las
personas llegan a la agresión física solo por entrar a las tiendas, y una vez tienen en sus
manos el articulo deseado, experimentan un efecto parecida al de tocar el borde de las
vestiduras de Jesús, y al pagar y hacer una recapitulación de lo comprado sienten la
recompensa de ser fieles compradores.
Para concluir, estos argumentos previamente expuestos evidencian que actividades tan
comunes y seculares como ir de compras, pueden representar para muchos una verdadera
experiencia religiosa con todas sus implicaciones emocionales, con todo el potencial y el
poder de sustituir parcialmente o completamente una actividad religiosa.
Universidad de Puerto Rico
Recinto de Arecibo
Ensayo
ESPA 3208 – Redacción y Estilo
Prof. Velia Rodríguez
Taysha Bruno Ortiz