el velorio del tigre

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El velorio del tigre El tigre es el más fuerte de los dos, el más temido. Pero el zorro es más astuto. Cuando se trata de sobrevivir, ¿qué vale más, la inteligencia o la fuerza? …………………………………………………………………………………………………………….. Las tripas vacías le hacían gorgoritos y sentía débiles las patas. Le dolía la garganta, tenía el pecho tomado y un decaimiento poco digno de un tigre. Acatarrado y estornudando iba entre los lapachos. Iba con hambre. Engripado y con hambre. Tenía que conseguir una presa. En eso, vio que venía un zorro husmeando el aire. Cualquier zorro, zorro es… y este ya lo había olido. Por eso no era práctico esconderse. ¿Y correrlo? Con semejante gripe encima, tampoco era buena idea. –No importa –pensó el tigre–. Este será muy zorro, pero yo voy a ser más zorro que él. Llamó a dos moscas que pasaban y les ordenó que volaran por encima de su cabeza, hasta que él dijera “basta”. Las moscas no entendieron a qué venía la orden, pero le obedecieron porque, en el monte, a nadie le tenían más miedo que al tigre. Cuando empezaron a volar en círculos, vieron que el tigre caía al suelo y se quedaba quietísimo. –¡Se murió! –zumbó una mosca. Y la otra contestó: –¡Qué se va a morir! ¡Se hace el muerto! Tenía razón. Ese era el plan que tenía el tigre para cazar al zorro y comérselo. Sin dejar de volar en redondo, las moscas vieron que el zorro se acercaba. Venía pasito a paso, apoyando apenas las patas, desconfiado como él solo. Seguía olfateando el aire con olor a tigre. En eso lo vio. Y paró en seco. Ahí estaba, tendido a lo largo. Las orejas caídas, los ojos cerrados, la cola quieta. Y las moscas pasando sobre su cabeza una y otra vez. El corazón del zorro golpeó fuerte. Tigre muerto parecía. ¿Había muerto el tigre entonces? La fiera. El asesino. Más temido en el monte que el zorro mismo. No se le movía un pelo ni una uña al tigre. ¡Había muerto, entonces! Las moscas se cruzaron en el aire y no se atrevieron ni a mirarse. Al zorro le brillaron los ojitos. Se había muerto el tigre nomás. ¡Pero hay que hacer correr la noticia! Y festejar. Hay que velar al tigre con música y todo. Hay que organizar el velorio del tigre. Así iba pensando el zorro y así estaba cada vez más cerca. Pero claro, seguía siendo zorro… y allá, en el fondo de su alegría, desconfiaba. Sus ojos recorrían el supuesto cadáver, de la cola a los párpados cerrados, de las orejas caídas a las patas quietas. Atento, el zorro, a cualquier temblor que le pudiera avisar si había engaño. El tigre, que apenas respiraba, contuvo por completo el aliento. El zorro estaba casi a tiro de zarpazo ya. Las moscas miraron hacia otro lado para no ver la masacre. Pero pasó que, al contener el aire, al tigre resfriado le picó la garganta. Entonces el catarro lo ahogó y, por más que quiso, no pudo contener la

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El velorio del tigreEl tigre es el más fuerte de los dos, el más temido. Pero el zorro es más astuto. Cuando se trata de sobrevivir, ¿qué vale más, la inteligencia o la fuerza?

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Las tripas vacías le hacían gorgoritos y sentía débiles las patas. Le dolía la garganta, tenía el pecho tomado y un decaimiento poco digno de un tigre. Acatarrado y estornudando iba entre los lapachos. Iba con hambre. Engripado y con hambre. Tenía que conseguir una presa. En eso, vio que venía un zorro husmeando el aire. Cualquier zorro, zorro es… y este ya lo había olido. Por eso no era práctico esconderse. ¿Y correrlo? Con semejante gripe encima, tampoco era buena idea. –No importa –pensó el tigre–. Este será muy zorro, pero yo voy a ser más zorro que él.

Llamó a dos moscas que pasaban y les ordenó que volaran por encima de su cabeza, hasta que él dijera “basta”. Las moscas no entendieron a qué venía la orden, pero le obedecieron porque, en el monte, a nadie le tenían más miedo que al tigre. Cuando empezaron a volar en círculos, vieron que el tigre caía al suelo y se quedaba quietísimo. –¡Se murió! –zumbó una mosca. Y la otra contestó: –¡Qué se va a morir! ¡Se hace el muerto! Tenía razón. Ese era el plan que tenía el tigre para cazar al zorro y comérselo. Sin dejar de volar en redondo, las moscas vieron que el zorro se acercaba. Venía pasito a paso, apoyando apenas las patas, desconfiado como él solo. Seguía olfateando el aire con olor a tigre. En eso lo vio. Y paró en seco. Ahí estaba, tendido a lo largo. Las orejas caídas, los ojos cerrados, la cola quieta. Y las moscas pasando sobre su cabeza una y otra vez.

El corazón del zorro golpeó fuerte. Tigre muerto parecía. ¿Había muerto el tigre entonces? La fiera. El asesino. Más temido en el monte que el zorro mismo. No se le movía un pelo ni una uña al tigre. ¡Había muerto, entonces! Las moscas se cruzaron en el aire y no se atrevieron ni a mirarse. Al zorro le brillaron los ojitos. Se había muerto el tigre nomás. ¡Pero hay que hacer correr la noticia! Y festejar. Hay que velar al tigre con música y todo. Hay que organizar el velorio del tigre. Así iba pensando el zorro y así estaba cada vez más cerca. Pero claro, seguía siendo zorro… y allá, en el fondo de su alegría, desconfiaba. Sus ojos recorrían el supuesto cadáver, de la cola a los párpados cerrados, de las orejas caídas a las patas quietas. Atento, el zorro, a cualquier temblor que le pudiera avisar si había engaño. El tigre, que apenas respiraba, contuvo por completo el aliento.

El zorro estaba casi a tiro de zarpazo ya. Las moscas miraron hacia otro lado para no ver la masacre. Pero pasó que, al contener el aire, al tigre resfriado le picó la garganta. Entonces el catarro lo ahogó y, por más que quiso, no pudo contener la tos. No tosió fuerte ni mucho, apenas hizo ¡cof! una vez sola. Pero fue suficiente. El zorro pegó un respingo y disparó para el monte: –¡Muerto que tose yo no lo velo!– gritaba. El tigre soltó un rugido tan potente que estampó a las moscas contra un lapacho.

Enemigos eternosLos cuentos del zorro y el tigre están entre los más populares de nuestro país. El tigre es el más fuerte de los dos, el más temido. Pero el zorro es más astuto. El tigre llevaría siempre las de ganar si no fuera porque el zorro tiene tantas mañas. Cuando se trata de sobrevivir, ¿qué vale más, la inteligencia o la fuerza? De eso hablan estos cuentos que vienen rodando de boca en boca y, a veces, alguien los escribe para que otro alguien los lea y los vuelva a contar. Esa es la forma de seguir viviendo que tienen los cuentos.

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