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EL UNIVERSO PLEGADO-DESPLEGADO Y LA CONCIENCIA Capítulo 7: de LA TOTALIDAD Y EL ORDEN IMPLICADO de David Bohm 1. INTRODUCCIÓN El tema central subyacente a todo lo largo de este libro ha sido la totalidad no fragmentada de la existencia, como un movimiento fluyente no dividido y sin fronteras. Según la discusión del capítulo anterior, parece claro que el orden implicado es particularmente adecuado para la comprensión de tal totalidad no fragmentada en movimiento fluyente porque, en el orden implicado, la totalidad de la existencia está plegada dentro de cada región del espacio (y del tiempo). Así, cualquiera de las partes, elementos o aspectos que podamos abstraer en el pensamiento, estará plegado en el todo y, por consiguiente, estará relacionado intrínsecamente con la totalidad de la cual ha sido abstraído. De este modo, la totalidad impregna todo lo que se está discutiendo desde el mismo principio. En este capítulo ofrecemos una presentación no técnica de las características principales del orden implicado: primero, tal como aparece en la física, y, después, tal como puede extenderse al campo de la conciencia, para señalar ciertas directrices generales, a lo largo de las cuales se puede comprender tanto el cosmos como la conciencia, en una única totalidad no fragmentada de movimiento. 2. RESUMEN: CONTRASTE DEL ORDEN MECÁNICO EN LA FÍSICA CON EL ORDEN IMPLICADO Será provechoso que comencemos por ofrecer un resumen de algunos de los puntos principales que ya se han tratado, contrastando el orden de la física mecanicista generalmente aceptado con el orden implicado. Permítasenos considerar primero el orden mecanicista. Como ya indicamos en los capítulos primero y quinto, la principal característica de este orden es la de que se considera el mundo como constituido por entidades que están mutuamente fuera unas de otras, en el sentido de que existen independientemente en diferentes regiones del espacio (y del tiempo) e interactúan por medio de fuerzas que no producen cambio alguno en sus naturalezas esenciales. La máquina nos da una típica ilustración de tal sistema de orden. Cada una de sus partes está formada 1

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EL UNIVERSO PLEGADO-DESPLEGADO Y LA CONCIENCIA

Capítulo 7: de LA TOTALIDAD Y EL ORDEN IMPLICADO de David Bohm

1. INTRODUCCIÓN

El tema centra l subyacente a todo lo largo de este l ibro ha s ido la to ta l idad no f ragmentada de la ex is tenc ia, como un movimiento f luyente no d iv id ido y s in f ronteras.

Según la d iscus ión del capí tu lo anter ior , parece c laro que e l orden impl icado es par t icu larmente adecuado para la comprensión de ta l to ta l idad no f ragmentada en movimiento f luyente porque, en e l orden impl icado, la to ta l idad de la ex is tenc ia está p legada dentro de cada región del espacio (y de l t iempo) . Así , cualqu iera de las par tes, e lementos o aspectos que podamos abst raer en e l pensamiento, estará p legado en e l todo y , por consigu iente, estará re lac ionado in t r ínsecamente con la to ta l idad de la cual ha s ido abst raído. De este modo, la to ta l idad impregna todo lo que se está d iscut iendo desde e l mismo pr inc ip io .

En este capí tu lo of recemos una presentac ión no técnica de las caracter ís t icas pr inc ipa les del orden impl icado: pr imero, ta l como aparece en la f ís ica, y , después, ta l como puede extenderse a l campo de la concienc ia, para señalar c ier tas d i rect r ices genera les, a lo largo de las cuales se puede comprender tanto e l cosmos como la concienc ia, en una única to ta l idad no f ragmentada de movimiento.

2. RESUMEN: CONTRASTE DEL ORDEN MECÁNICO EN LA FÍSICA CON EL ORDEN IMPLICADO

Será provechoso que comencemos por of recer un resumen de a lgunos de los puntos pr inc ipa les que ya se han t ra tado, contrastando e l orden de la f ís ica mecanic is ta genera lmente aceptado con e l orden impl icado.

Permítasenos considerar pr imero e l orden mecanic is ta . Como ya ind icamos en los capí tu los pr imero y qu into, la pr inc ipa l caracter ís t ica de este orden es la de que se considera e l mundo como const i tu ido por ent idades que están mutuamente fuera unas de ot ras, en e l sent ido de que ex is ten independientemente en d i ferentes reg iones del espacio (y de l t iempo) e in teractúan por medio de fuerzas que no producen cambio a lguno en sus natura lezas esencia les. La máquina nos da una t íp ica i lust rac ión de ta l s is tema de orden. Cada una de sus par tes está formada (por e jemplo, por estampación o fundic ión) independientemente de las ot ras, y só lo in teractúan con las ot ras par tes por medio de c ier ta especie de contacto externo. Por e l cont rar io , en un organismo v ivo, por e jemplo, cada una de sus par tes crece en e l contexto del todo, de ta l modo que no ex is te independientemente, n i puede deci rse de e l la que “ in teractúa” s implemente con las demás, s in que e l la misma sea esencia lmente afectada en esta re lac ión.

Como hemos señalado en e l capí tu lo pr imero, práct icamente todos los f ís icos se han compromet ido con la noc ión de que e l un iverso es bás icamente mecanic is ta . La fórmula más común de esta noc ión es la de que se admi te que e l mundo está const i tu ido por un conjunto de “par t ícu las e lementa les” ex is tentes por separado, ind iv is ib les e ina l terables, que son los “ ladr i l los” fundamenta les del un iverso entero. En un pr inc ip io se pensó que se t ra taba de los átomos, pero éstos se d iv id ieron a l f ina l en e lect rones, protones y neutrones. Se pensó después que estos ú l t imos eran los e lementos const i tuyentes absolutamente ina l terables e ind iv is ib les de toda la mater ia , pero más tarde se encontró que éstos estaban su jetos a su vez a t ransformaciones en centenares de especies d i ferentes de par t ícu las inestables, y ahora se han propuesto par t ícu las todavía más pequeñas, l lamadas “quarks” y “par tones” , para expl icar estas t ransformaciones. Aunque todavía no se ha conseguido a is lar estas par t ícu las, parece ex is t i r una fe inconmovib le ent re los f ís icos acerca de que, o b ien éstas, o b ien a lguna ot ra c lase de e l las que todavía esté por descubr i r , harán pos ib le , a l f ina l , una expl icac ión completa y coherente de todas las cosas.

La teor ía de la re la t iv idad fue la pr imera ind icac ión s ign i f icat iva en la f ís ica de que era necesar io poner en cuest ión e l orden mecanic is ta . Impl icaba que no era pos ib le n ingún concepto coherente de una par t ícu la que ex is t iera independientemente n i e l concepto de que la par t ícu la tuv iera un cuerpo extenso, n i e l de que ésta se redujera a

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un punto s in extens ión. De este modo se demostró que dejaba de sostenerse un supuesto bás ico que subyacía a la forma genera lmente aceptada del mecanic ismo en la f ís ica.

Para hacer f rente a este desaf ío fundamenta l , E inste in propuso que ya no se habr ía de considerar como pr imar io e l concepto de par t ícu la y que, en su lugar , la rea l idad debía considerarse, desde su verdadero pr inc ip io , como const i tu ida por campos, que obedecían a leyes que eran coherentes con los requis i tos de la teor ía de la re la t iv idad. Una nueva idea fundamenta l de esta “ teor ía de l campo uni f icado” de Einste in es que las ecuaciones de campo son no l ineales . Estas ecuaciones podr ían tener so luc iones en forma de pulsac iones local izadas, que consis t i r ían en una reg ión de campo in tenso que pudiera moverse por e l espacio de un modo estable, como un todo, y que así podr ía proporc ionar un modelo de “par t ícu la” . Ta les pulsac iones no terminar ían abruptamente, s ino que se extender ían, con in tens idad decrec iente, hasta d is tanc ias arb i t rar iamente largas. De este modo, las est ructuras de campo asociadas a dos pulsac iones se ent remezclarán y f lu i rán juntas en una so la to ta l idad no f ragmentada. Además, cuando dos pulsac iones se aprox imaran, las formas or ig ina les parec idas a par t ícu las se ver ían a l teradas tan rad ica lmente que no quedar ía s iqu iera nada parec ido a una est ructura formada por dos par t ícu las. Así , según esta noc ión, se considera que, en e l mejor de los casos, la idea de una par t ícu la separada e independiente es una abst racc ión que so lamente nos proporc iona una aprox imación vá l ida dentro de c ier to ámbi to l imi tado. Por ú l t imo, e l un iverso entero (con todas sus “par t ícu las” , inc luyendo las que const i tuyen a los seres humanos, sus laborator ios, inst rumentos de observac ión, e tcétera) se debe comprender como una so la to ta l idad no d iv id ida, en la cual no t iene un status fundamenta l su anál is is en par tes que ex is tan de forma separada e independiente.

Sin embargo, E inste in no fue capaz de obtener una formulac ión genera lmente coherente y sat is factor ia de su teor ía de l campo uni f icado. Además ( lo que ta l vez es más impor tante en e l contexto de nuest ra d iscus ión de la in terpretac ión mecanic is ta de la f ís ica) , e l concepto de campo, que es su punto de par t ida bás ico, todavía conserva los rasgos esencia les de un orden mecanic is ta , porque sus ent idades fundamenta les, los campos, están concebidos como ex is tentes fuera unos de ot ros, en puntos separados del espacio y de l t iempo, y se presupone que están conectados unos con ot ros mediante re lac iones externas que también se consideran c ier tamente como locales, en e l sent ido de que só lo aquel los e lementos del campo que están separados por d is tanc ias in f in i tes imales pueden afectarse mutuamente.

Aunque la teor ía de l campo uni f icado no tuvo éx i to en su in tento de proporc ionar una base mecanic is ta def in i t iva para la f ís ica, con su concepto de campo, s in embargo demostró de una manera concreta como podía a lcanzar consis tenc ia su teor ía de la re la t iv idad, a l establecer que su concepto de par t ícu la der ivaba de una abst racc ión de una to ta l idad de ex is tenc ia no f ragmentada n i d iv id ida. De este modo, e l lo contr ibuyó a for ta lecer e l re to que la teor ía de la re la t iv idad le había p lanteado a l orden mecanic is ta predominante.

No obstante, la teor ía cuánt ica p lantea un desaf ío todavía más ser io a este orden mecanic is ta , y va más le jos de lo que consigue la teor ía de la re la t iv idad. Las caracter ís t icas bás icas de la teor ía cuánt ica que se enf rentan a l mecanic ismo son:

1. E l movimiento es genera lmente discont inuo , en e l sent ido de que la acc ión está const i tu ida por cuantos ind iv is ib les (que impl ican también que un e lect rón, por e jemplo, pueda pasar de un estado a ot ro s in pasar por todos los estados in termedios) .

2 . Las ent idades, como los e lect rones, pueden mostrar propiedades d i ferentes (por e jemplo, como par t ícu la, como onda, o como a lgo in termedio) , dependiendo del contexto o del entorno en e l que ex is tan y desde e l que estén su jetas a observac ión.

3. Dos ent idades, como los e lect rones, que se combinan a l pr inc ip io para formar una molécula y después se separan, muestran una pecul iar re lac ión no local que puede descr ib i rse como una conexión no causal de e lementos que están separados (como se demuestra con e l exper imento de Einste in , Podolsky y Rosen) .

Natura lmente, habrá que añadi r que las leyes de la mecánica cuánt ica son estadís t icas y no determinan a is lada y prec isamente los acontec imientos fu turos ind iv iduales. Estas leyes, natura lmente, son d i ferentes de las leyes c lás icas, que, en pr inc ip io , determinan estos acontec imientos. S in embargo, esta indeterminación no representa un desaf ío ser io para, por e jemplo, e l orden mecanic is ta , en e l que los e lementos fundamenta les ex is tan independientemente, manteniéndose fuera unos de

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otros, so lamente conectados por re lac iones externas. E l hecho de que estos e lementos (como en una máquina de b i l lar e lect rón ico) estén re lac ionados por las reg las del azar (expresadas matemát icamente según la teor ía de la probabi l idad) , no cambia la cual idad bás ica de externos de estos e lementos, n i a fecta esencia lmente a la cuest ión de s i e l orden fundamenta l es mecanic is ta o no lo es.

Por e l cont rar io , estas t res caracter ís t icas bás icas de la teor ía cuánt ica s í que demuestran c laramente lo inadecuado de las noc iones mecanic is tas. Así , s i todas las acc iones t ienen lugar en forma de cuantos d iscretos, las in teracc iones ent re ent idades d i ferentes (por e jemplo, e lect rones) const i tuyen una única est ructura de enlaces ind iv is ib les, de ta l modo, que e l un iverso entero deberá ser considerado como un todo no f ragmentado. En este todo, cada e lemento que podamos abst raer en nuest ro pensamiento muestra propiedades bás icas (onda o par t ícu la, e tcétera) que dependen de su entorno g lobal de un modo que nos recuerda mucho más cómo se ha expl icado que los órganos const i tuyen los seres v ivos que cómo in teractúan las par tes de una máquina. Yendo más le jos aún, la natura leza no local n i causal de la re lac ión ent re e lementos que d is tan unos de ot ros v io la ev identemente los requis i tos de separac ión e independencia de los e lementos const i tuyentes fundamenta les que son bás icos para cualquier in terpretac ión mecanic is ta .

A l l legar a este punto será inst ruct ivo contrastar las caracter ís t icas bás icas de ambas teor ías: la re la t iv ís t ica y la cuánt ica. Como hemos v is to , la teor ía de la re la t iv idad prec isa de cont inu idad, causal idad est r ic ta (o determin ismo) y loca l idad. Por e l cont rar io , la teor ía cuánt ica prec isa de d iscont inu idad, no causal idad y no local idad. De este modo, los conceptos bás icos de la re la t iv idad y de la teor ía cuánt ica se contrad icen mutuamente de un modo d i recto. Por eso no es nada sorprendente que ambas teor ías no hayan s ido uni f icadas de una manera coherente. Lo que parece más verosími l es que ta l un i f icac ión no sea rea lmente pos ib le . En lugar de esto, lo que probablemente hace fa l ta es una teor ía cual i ta t ivamente nueva, de la que puedan der ivarse como abst racc iones, aprox imaciones y casos l ími te tanto la re la t iv idad como la teor ía cuánt ica.

Es ev idente que las noc iones bás icas de esta nueva teor ía no pueden encontrarse s i comenzamos por aquel las caracter ís t icas en las que la re la t iv idad y la teor ía cuánt ica se encuentran en contrad icc ión d i recta. E l mejor punto para empezar es desde aquel lo que t ienen bás icamente en común. Y esto es la to ta l idad no d iv id ida. Aunque cada una l lega a esta to ta l idad por un camino d i ferente, es c laro que es a esto a lo que ambas están apuntando fundamenta lmente.

Comenzar por la to ta l idad no d iv id ida quiere dec i r , s in embargo, que tenemos que abandonar e l orden mecanic is ta . Pero este orden ha s ido, durante muchos s ig los, bás ico para todo e l pensamiento en f ís ica. Como subrayamos en e l capí tu lo qu into, e l orden mecanic is ta se expresa de un modo más natura l y d i recto mediante la cuadr ícu la car tes iana. Aunque la f ís ica ha cambiado rad ica lmente en muchos aspectos, la cuadr ícu la car tes iana (con modi f icac iones menores, como la de l uso de coordenadas curv i l íneas) ha seguido s iendo la ún ica caracter ís t ica bás ica que no ha cambiado. Ev identemente no es fác i l cambiar la , porque nuest ras noc iones de orden son omnipresentes, ya que, no só lo in forman nuest ro pensamiento, s ino también nuest ros sent idos, nuest ros sent imientos, nuest ras in tu ic iones, nuest ro movimiento f ís ico, nuest ras re lac iones, con los demás y con la soc iedad como un todo, y , c ier tamente, cualquier fase de nuest ras v idas. Es d i f íc i l , pues, “dar un paso at rás” lo suf ic ientemente largo, desde nuest ras ant iguas noc iones de orden, como para l legar a ser capaces de considerar con ser iedad noc iones de orden nuevas.

Para ver lo que s ign i f ican las nuevas noc iones de orden que proponemos, apropiadas a la to ta l idad no d iv id ida, nos ayudará e l comenzar con e jemplos que pueden impl icar d i rectamente la percepción sensor ia l , y con modelos y analogías que i lust rarán estas noc iones de un modo imaginat ivo e in tu i t ivo. En e l capí tu lo anter ior comenzamos advi r t iendo que la lente fo tográf ica es un inst rumento que nos ha proporc ionado, de manera d i recta, una percepción sensor ia l de lo que s ign i f ica e l orden mecanic is ta , porque, a l apor tarnos una correspondencia aprox imada entre los puntos del ob jeto y los puntos de la imagen fo tográf ica, l lama poderosamente la atenc ión sobre los e lementos separados en los que se puede anal izar e l ob jeto. A l hacer pos ib le la imagen punto por punto y a l reg is t rar las cosas que son demasiado pequeñas para poder ver las a s imple v is ta , o demasiado grandes, demasiado ráp idas, demasiado lentas, e tcétera, nos l leva a

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creer que, a l f ina l , todo podrá ser perc ib ido así . De aquí nace la idea de que no ex is te nada que no se pueda concebi r como const i tu ido por ta les e lementos local izados. Así , la propuesta mecanic is ta se v io notablemente est imulada por e l desarro l lo de la lente fo tográf ica.

Seguimos después considerando un nuevo inst rumento, l lamado holograma . Como se expl icó en e l capí tu lo sexto, éste hace un reg is t ro fo tográf ico del pat rón de in ter ferenc ia de las ondas de luz procedentes de un objeto. E l nuevo rasgo fundamenta l de este reg is t ro es que cada una de sus par tes cont iene in formación acerca de todo e l ob jeto (con lo que no ex is te una correspondencia punto por punto ent re e l ob jeto y la imagen regis t rada) . O, lo que es lo mismo, se puede deci r que la forma y la est ructura del ob jeto entero están plegadas dent ro de cada región del reg is t ro fo tográf ico. Cuando se hace br i l lar la luz sobre cada región, estas forma y est ructura se despl iegan para darnos ot ra vez una imagen reconocib le de todo e l ob jeto.

Hemos propuesto que aquí está en juego una nueva noc ión de orden, que l lamamos e l orden impl icado (de l la t ín impl icare , que s ign i f ica “doblar ” o “p legar hac ia dentro” ) . Según e l orden impl icado, se podr ía dec i r que todo está p legado dentro de todo. Esto contrasta con e l orden expl icado que predomina actualmente en la f ís ica, en e l cual las cosas están desplegadas en e l sent ido de que cada cosa só lo está en su reg ión par t icu lar de l espacio (y de l t iempo) , y fuera de las reg iones que per tenecen a las ot ras cosas.

En este contexto, e l va lor de l ho lograma es que puede presentarnos esta nueva noc ión de orden de una manera sensib lemente percept ib le ; pero, desde luego, e l ho lograma sólo es un inst rumento cuya func ión es la de efectuar un reg is t ro estát ico (o “ instantánea”) de este orden. E l orden rea l mismo que ha s ido así reg is t rado está en e l comple jo movimiento de los campos e lect romagnét icos, en forma de ondas de luz. Este movimiento de las ondas de luz está presente por todas par tes y , en pr inc ip io , envuelve e l un iverso entero del espacio (y de l t iempo) en cada región (como puede demostrarse co locando en cada una de estas reg iones e l o jo o un te lescopio, que nos desplegará este contenido) .

Este p legamiento y despl iegue no só lo t iene lugar en e l movimiento del campo e lect romagnét ico, s ino también en ot ros campos, como e l e lect rón ico, e l protónico, las ondas de sonido, e tcétera. Ya conocemos toda una mul t i tud de ta les campos, y sabemos que ex is ten bastantes más adic ionales, desconocidos hasta ahora, que se van a descubr i r más tarde. Además, e l movimiento es só lo aprox imado, según e l concepto c lás ico de los campos (que acostumbra a ut i l izarse para expl icar cómo func iona e l ho lograma). Considerándolos con más cu idado, estos campos obedecen a las leyes mecánico cuánt icas, que presuponen las propiedades de d iscont inu idad y no local idad que ya hemos mencionado (y que vo lveremos a d iscut i r en este mismo capí tu lo) . Como veremos después, inc luso las leyes cuánt icas pueden ser so lamente abst racc iones de leyes más genera les, de las cuales ahora só lo podemos entrever vagamente a lgunos rasgos. Por eso la to ta l idad del movimiento de p legamiento y despl iegue puede i r inmensamente más a l lá de lo que se ha revelado a nuest ras observac iones hasta e l momento presente.

En e l capí tu lo sexto le pus imos a esta to ta l idad e l nombre de holomovimiento . Nuest ra propuesta bás ica era, pues, que lo que ex is te es e l ho lomovimiento, y que todo debe ser expl icado como formas der ivadas de este holomovimiento. Aunque e l conjunto completo de las leyes que gobiernan esta to ta l idad nos es desconocido (y que probablemente resul tará incognoscib le) , s in embargo suponemos que estas leyes deben ser ta les que podremos abst raer de e l las subtota l idades de movimiento re la t ivamente autónomas o independientes (por e jemplo, campos, par t ícu las, e tcétera) que tengan c ier ta recurrenc ia y estabi l idad de sus pat rones bás icos de orden y medida. Estas subtota l idades pueden, pues, ser invest igadas, cada una de e l las en s í misma, s in que tengamos que conocer pr imero todas las leyes del ho lomovimiento. Desde luego, esto no supone que lo que descubramos en esta invest igac ión vaya a tener una va l idez absoluta y f ina l , s ino más b ien que deberemos estar d ispuestos s iempre para descubr i r los l ími tes de independencia de cada est ructura de ley re la t ivamente autónoma, y , desde aquí , segui r buscando nuevas leyes que puedan refer i rse a domin ios como éstos, re la t ivamente autónomos, todavía más ampl ios.

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Hasta aquí hemos estado contrastando los órdenes impl icado y expl icado, t ra tándolos como separados y d i ferentes, pero, como se sugiere en e l capí tu lo sexto, e l orden expl icado puede considerarse como un caso par t icu lar o d is t inguido de un conjunto más genera l de órdenes impl icados, de l cual puede proceder . Lo que d is t ingue e l orden expl icado es que der iva de un conjunto de e lementos recurrentes y re la t ivamente estables, que están fuera unos de ot ros. Este conjunto de e lementos (por e jemplo, campos y par t ícu las) dan la expl icac ión de este domin io de la exper ienc ia en e l cual e l orden mecanic is ta encuentra un t ra tamiento adecuado. S in embargo, en la propuesta mecanic is ta predominante, estos e lementos, supuestamente separados e independientes, se consideran como const i tu t ivos de la rea l idad bás ica. La tarea que la c ienc ia se propone, pues, es la de par t i r de estas par tes y deduci r de e l las todas las to ta l idades por abst racc ión, expl icándolas como resul tado de las in teracc iones de estas par tes. Por e l cont rar io , cuando se t rabaja según e l orden impl icado, se comienza por la to ta l idad no d iv id ida del un iverso, y la tarea de la c ienc ia consis te en deduci r por abst racc ión las par tes de este todo, expl icándolas como e lementos aprox imadamente separables, estables y recurrentes, aunque re lac ionados externamente, que forman subtota l idades re la t ivamente autónomas que deben descr ib i rse según un orden expl icado.

3. EL ORDEN IMPLICADO Y LA ESTRUCTURA GENERAL DE LA MATERIA

Segui remos dando ahora cuenta más deta l lada acerca de cómo se deberá comprender la est ructura genera l de la mater ia según un orden impl icado. Para hacer lo , comenzaremos por considerar una vez más e l aparato d iscut ido en e l capí tu lo sexto, que nos s i rv ió como una analogía para i lust rar a lgunos rasgos esencia les del orden impl icado. (S in embargo, debemos poner de re l ieve que se t ra ta sólo de una analogía, y que, como se demostrará más adelante con más deta l le , su correspondencia con e l orden impl icado es l imi tada.)

Este aparato consis t ía en dos c i l indros de v idr io concéntr icos, con un f lu ido muy v iscoso, como la g l icer ina, ent re ambos c i l indros, d ispuestos de ta l manera que e l c i l indro exter ior puede i r g i rando muy lentamente, para que la d i fus ión del f lu ido v iscoso sea desprec iab le. Se co loca una gota de t in ta inso lub le en e l f lu ido y después se hace g i rar e l c i l indro exter ior , con e l resul tado de que la gota se despl iega en forma de f ina hebra que terminará por hacerse inv is ib le . Cuando se hace g i rar e l c i l indro en e l sent ido opuesto, la forma de hebra ret rocede y, de pronto, se hace v is ib le una gota que esencia lmente es la misma que estaba a l l í a l pr inc ip io .

Vale la pena que ref lex ionemos con cu idado sobre lo que ha sucedido rea lmente en e l proceso que acabamos de descr ib i r . Consideremos pr imero e l e lemento f lu ido. Las par tes de rad io mayor se mueven más de pr isa que las de rad io menor . Por consigu iente, este e lemento se deformará, y esto expl ica por qué se est i ra a l f ina l en una larga hebra. Ahora b ien, la gota de t in ta consis te en un agregado de par t ícu las de carbono que a l pr inc ip io están en suspensión en un e lemento f lu ido. Según va s iendo ar rast rando este e lemento, las par t ícu las se ext ienden en un vo lumen cada vez más mayor , de modo que su densidad va decrec iendo hasta quedar por debajo del umbral mín imo v is ib le . Cuando e l movimiento se inv ier te , entonces (como sabemos grac ias a las leyes f ís icas que r igen los medios v iscosos) cada par te de l f lu ido inv ier te su camino, de modo que, a l terminar , e l e lemento f lu ido en forma de hebra recupera su forma in ic ia l . A l hacer lo así , ar rast ra las par t ícu las de t in ta con é l , de modo que, a l f ina l , también l legan a juntarse y se hacen lo suf ic ientemente densas como para t rasponer e l umbra l de su percept ib i l idad, emergiendo así o t ra vez como gota v is ib le .

Cuando las par t ícu las de t in ta se han est i rado en una larga hebra, podemos deci r que están plegadas dent ro de la g l icer ina, de l mismo modo que s i d i jéramos que un huevo está p legado dentro de un b izcocho. Natura lmente, la d i ferenc ia está en que la gota puede desplegarse inv i r t iendo e l movimiento del f lu ido, mient ras que no habrá manera de desplegar e l huevo (esto sucede porque aquí e l mater ia l ha s ido somet ido a una mezcla d i fus iva i r revers ib le) .

La analogía de este p legamiento y desplegamiento del orden impl icado, que hemos in t roducido en re lac ión con e l ho lograma, es bastante buena. Para desarro l lar más aún esta analogía, permí tasenos considerar dos gotas de t in ta muy próx imas, y , para hacer que sea más fác i l d is t ingui r las, supondremos que las par t ícu las de t in ta de una gota son

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ro jas, mient ras que las de la ot ra gota son azules. S i ahora hacemos g i rar e l c i l indro exter ior , cada uno de los dos e lementos separados del f lu ido, en los que están en suspensión las par t ícu las de t in ta , se est i rarán en sendas hebras, y cada una de e l las, mient ras s iguen manteniéndose separadas y d is t inguib les, se ent re lazará con la ot ra en una muestra compl icada demasiado f ina como para ser percept ib le por e l o jo (muy parec ida a l pat rón de in ter ferenc ia reg is t rado en e l ho lograma, respecto a l cual , s in embargo, t iene un or igen bastante d i ferente) . Natura lmente, en cada gota, las par t ícu las de t in ta son t ranspor tadas por los movimientos del f lu ido, pero cada una de e l las permanece en su propia hebra de f lu ido. S in embargo, a l terminar , en cada región lo suf ic ientemente grande como para ser v is ib le a s imple v is ta , las par t ícu las ro jas de una de las gotas y las azules de la ot ra se podrán ver mezcladas, aparentemente a l azar . S in embargo, cuando se inv ier ta e l movimiento del f lu ido, cada e lemento en forma de hebra del f lu ido ret rocederá sobre s í mismo hasta que, a l f ina l , ambos se reuni rán ot ra vez en dos reg iones c laramente separadas. S i uno fuera capaz de observar más de cerca lo que está ocurr iendo (por e jemplo, con un microscopio) , ver ía como comenzaban a separarse las par t ícu las ro jas y verdes que estaban muy próx imas, mient ras que las par t ícu las del mismo color que estaban a le jadas comenzaban a reuni rse. Se d i r ía que las par t ícu las d is tantes de un mismo color “sabían” que tenían un dest ino común, separado del de las par t ícu las de ot ro co lor que tenían tan cerca.

Desde luego, en este caso no ex is te rea lmente ta l “dest ino” . En rea l idad hemos expl icado mecánicamente todo lo que ha sucedido mediante los comple jos movimientos de los e lementos f lu idos en los que se hal lan en suspensión las par t ícu las de t in ta . Pero tenemos que recordar aquí que este aparato só lo es una analogía para i lust rar una noc ión nueva de orden. Para que esta noc ión se mantenga c laramente, es necesar io comenzar por f i jar nuest ra atenc ión en las par t ícu las de t in ta so las, y de jar de lado la considerac ión del f lu ido en e l cual se hal lan en suspensión, a l menos por e l momento. Cuando los conjuntos de las par t ícu las de t in ta de cada gota hayan s ido ar rast rados hasta formar una hebra inv is ib le , de modo que las par t ícu las de ambos co lores queden ent remezcladas, no obstante podrá dec i rse que cada uno de e l los como un conjunto , es, en c ier to modo, d is t in to de l o t ro . En genera l , esta d is t inc ión no es ev idente para los sent idos, pero está re lac ionada en c ier to modo con la s i tuac ión to ta l de la cual proceden ambos conjuntos. La s i tuac ión de la cual hablamos, inc luye los c i l indros de v idr io , e l f lu ido v iscoso y sus movimientos, y la d is t r ibuc ión or ig ina l de las par t ícu las de t in ta . Así pues, podemos deci r que cada par t ícu la de t in ta per tenece a un c ier to conjunto d is t in to , y que está est rechamente re lac ionada con las demás de este conjunto por la fuerza de una necesidad g lobal , inherente a esta s i tuac ión to ta l , que l levará la conjunto entero hac ia un f in común (es dec i r , a reconst i tu i r la forma de la gota) .

En e l caso de este aparato, la necesidad g lobal opera mecánicamente como e l movimiento del f lu ido, según c ier tas leyes de la h idrodinámica b ien conocidas. S in embargo, como hemos ind icado antes, a l f ina l tendremos que abandonar esta analogía mecánica y segui r adelante para considerar e l ho lomovimiento. En éste también ex is te una necesidad g lobal… pero sus leyes ya no son mecánicas. Más b ien, como hemos apuntado en e l apar tado 2 de este capí tu lo , sus leyes deben ser , a pr imera v is ta , las de la teor ía cuánt ica, mient ras que, cuando las consideremos con más atenc ión, l legarán a sobrepasar inc luso a éstas en aspectos que, por ahora, só lo podemos d iscern i r confusamente. No obstante, prevalecerán c ier tos pr inc ip ios d is t in t ivos, tanto en e l ho lomovimiento como en su analogía con e l aparato const ru ido con c i l indros de v idr io . Es dec i r , conjuntos de e lementos que se ent remezclan o in terpenetran en e l espacio, pueden, s in embargo, ser d is t inguidos, pero so lamente dentro de l contexto de c ier tas s i tuac iones to ta les en las cuales los miembros de cada conjunto están re lac ionados por la fuerza de una necesidad g lobal , inherente a estas s i tuac iones, que los reuni rá de un modo especi f icable.

Ahora que hemos establec ido una nueva c lase de d is t inc ión de los conjuntos que están p legados juntos en e l espacio, podremos prosegui r , co locando estas d is t inc iones dentro de un orden . La noc ión más senci l la de orden es la de una secuencia o sucesión. Comenzaremos con esta idea senci l la y la ampl iaremos después a noc iones de orden mucho más comple jas y sut i les.

Como se ha expuesto en e l capí tu lo qu into, la esencia de un orden secuencia l senc i l lo está en la ser ie de re lac iones ent re d is t in tos e lementos:

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A : B : : B : C : : C : D …

Por e jemplo, s i A representa un segmento de una l ínea, B e l s igu iente, e tcétera, la secuencia l idad de los segmentos de la l ínea se segui rá de este conjunto de re lac iones.

Regresemos ahora a nuest ra analogía de la t in ta en e l f lu ido, y supongamos que hemos inser tado en e l f lu ido una gran cant idad de gotas, co locadas muy cerca unas de ot ras y d ispuestas en una l ínea (esta vez no supondremos co lores d i ferentes) . Las et iquetaremos como A, B, C, D… Ahora hacemos g i rar e l c i l indro exter ior var ias veces, para que de cada una de las gotas sur ja un conjunto de par t ícu las de t in ta , p legadas en una reg ión del espacio tan ampl ia que todas las gotas se ent remezclen. Et iquetaremos los conjuntos sucesivos como A’ , B ’ , C ’ , D ’…

Está c laro que, en c ier to sent ido, hemos p legado un orden l ineal dentro de l f lu ido. Este orden podrá expresarse mediante las re lac iones

A’ : B ’ : : B ’ : C ’ : : C ’ : D ’ …

Este orden no aparece a los sent idos. Pero su rea l idad todavía puede demostrarse s i inver t imos e l movimiento del f lu ido para que los conjuntos A’ , B ’ , C ’ , D ’ , … se despl ieguen y hagan surg i r la ser ie or ig ina l de gotas d ispuestas l inealmente A, B, C, D, …

En este caso hemos tomado un orden expl icado preex is tente, que consis t ía en conjuntos de par t ícu las de t in ta d ispuestas a lo largo de una l ínea, y los hemos t ransformado en un orden de conjuntos p legados, lo cual es parec ido en c ier to aspecto c lave. Lo s igu iente que vamos a considerar es una c lase de orden más sut i l , que no se podrá der ivar de una t ransformación como ésta.

Supongamos ahora que co locamos una gota de t in ta , A , y que hacemos g i rar e l c i l indro exter ior n veces. Después co locamos una segunda gota de t in ta , B , en e l mismo lugar , y vo lvemos a hacer g i rar e l c i l indro n veces. Seguimos con este procedimiento con gotas sucesivas, C, D, E ,… Los conjuntos resul tantes de par t ícu las de t in ta , a, b , c , d , e ,…, d i fer i rán ahora de ot ro modo, porque, cuando e l movimiento del f lu ido se inv ier ta , los conjuntos se reuni rán sucesivamente para formar gotas en un orden opuesto a aquel en e l cual fueron co locadas. Por e jemplo, en una determinada etapa, las par t ícu las del conjunto d se reuni rán (después vo lverán a ser ar rast radas para formar una hebra) . Esto les ocurr i rá a los de c , después a los de b , e tcétera. De esto se deduci rá que e l conjunto d está re lac ionado con e l de c como e l de c con e l de b , y así sucesivamente. De este modo estos conjuntos formarán un c ier to orden secuencia l . S in embargo, en n ingún sent ido se t ra ta de una t ransformación de un orden l ineal en e l espacio (como e l de la secuencia A’ , B ’ , C ’ , D ’ ,…, que hemos considerado antes) , porque, en genera l , so lamente uno de estos conjuntos se desplegará cada vez; cuando cada uno de e l los esté desplegado, todos los demás estarán todavía p legados. En pocas palabras, tenemos un orden que no puede ser desplegado en su to ta l idad a l mismo t iempo y que no por e l lo es menos rea l , como se pondrá de mani f iesto cuando se vayan haciendo v is ib les sucesivas gotas, según vayamos haciendo g i rar e l c i l indro.

L lamaremos a esto un orden in t r ínsecamente impl icado , para d is t ingui r lo de un orden que pueda estar p legado pero que puede desplegarse s imul táneamente en un so lo orden expl icado. Aquí tenemos un e jemplo de cómo un orden expl icado, como decíamos en e l apar tado 2, es un caso par t icu lar de un conjunto más genera l de órdenes impl icados.

Sigamos combinando ahora los dos t ipos de orden que hemos descr i to .Coloquemos pr imero una gota, A , en c ier ta pos ic ión y hagamos g i rar e l c i l indro n

veces más (de ta l modo que A haya s ido p legada 2n veces) . S igamos co locando después ot ra gota, C , a lo largo de la l ínea A B y hagamos g i rar e l c i l indro n veces más, de modo que A haya quedado p legada 3 n veces, B , 2n veces, y C , n veces. Procederemos así hasta p legar un gran número de gotas. Movamos después e l c i l indro de manera ráp ida en d i recc ión opuesta. S i la f recuencia con que emer jan las gotas es más ráp ida que e l t iempo de resoluc ión mín imo para e l o jo humano, lo que veremos aparentemente es una par t ícu la que se mueve cont inuamente y que cruza e l espacio.

Este p legamiento y desplegamiento en e l orden impl icado proporc iona, ev identemente, un modelo nuevo que podrá ser , por e jemplo, e l de un e lect rón, y es

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bastante d i ferente del que nos ha proporc ionado la noc ión mecanic is ta habi tua l acerca de una par t ícu la que en cada momento só lo ex is te en una pequeña región del espacio, y que cambia de pos ic ión cont inuamente con e l t iempo. Lo que es esencia l para este nuevo modelo es que, en lugar de esto, e l e lect rón deberá ser comprendido mediante todo e l grupo de conjuntos p legados, que genera lmente no están local izados en e l espacio. En cada momento dado, uno de e l los puede estar desplegado y, por consigu iente, loca l izado, pero, en e l momento s igu iente, éste se p legará para ser reemplazado por e l que le s igue. La noc ión de la cont inu idad de la ex is tenc ia es aprox imada, porque la ráp ida recurrenc ia de formas s imi lares cambia de una manera senci l la y regular (de l mismo modo que la rueda de una b ic ic le ta, g i rando rápidamente, produce más la impres ión de un d isco macizo que la de una secuencia de rad ios que g i ran) . Natura lmente, de un modo más fundamenta l , la par t ícu la es so lamente una abst racc ión que se hace mani f iesta para nuest ros sent idos. Lo que ex is te es s iempre una to ta l idad de conjuntos, todos presentes a la vez, en una ser ie ordenada de etapas de p l iegue y despl iegue, que en pr inc ip io se ent remezclan e in terpenetran mutuamente y por completo a t ravés de la to ta l idad del espacio.

Sigue s iendo ev idente que podr íamos haber p legado cualquier número de ta les “e lect rones” , cuyas formas se habr ían ent remezclado e in terpenetrado en e l orden impl icado. S in embargo, según se fueran desplegando estas formas y se fueran hac iendo mani f iestas para nuest ros sent idos, habr ían ido aparec iendo como un conjunto de “par t ícu las” , c laramente separadas unas de ot ras. La d isposic ión de los conjuntos pudo haber s ido ta l que estas mani festac iones parec idas a par t ícu las aparec ieran “moviéndose” independientemente en l íneas rectas, o s igu iendo, igualmente, caminos curvos que estuv ieran re lac ionados y dependieran unos de ot ros, como s i ex is t iera a lguna fuerza de in teracc ión ent re e l los. Y, puesto que la f ís ica c lás ica se ha propuesto t rad ic ionalmente expl icar lo todo mediante s is temas de par t ícu las que in teractúan, está c laro en pr inc ip io que se podr ía t ra tar con la misma ef icac ia e l domin io entero que cubren estos conceptos c lás icos, va l iéndonos de nuest ro modelo de secuencias ordenadas de conjuntos p legados y desplegados.

Lo que estamos proponiendo aquí es que, en e l domin io cuánt ico, este modelo es muchís imo mejor que la noc ión c lás ica de un conjunto in teractuante de par t ícu las. De este modo, aunque, por e jemplo, las mani festac iones de un e lect rón sucesivamente local izadas podr ían estar tan próx imas unas a ot ras que se aprox imaran mucho a un t razo cont inuo, esto no tendr ía que ser s iempre así . En pr inc ip io , pueden estar permi t idas las d iscont inu idades en los t razos mani f iestos, y esto, desde luego, serv i rá para expl icar , como d i j imos en e l apar tado 2, cómo puede i r un e lect rón de un estado a ot ro s in pasar por los estados in termedios. Esto es pos ib le , porque la “par t ícu la” só lo es una abst racc ión de una est ructura to ta l mucho mayor . Esta abst racc ión es lo que se mani f iesta a nuest ros sent idos (o inst rumentos) , pero, no hay razón a lguna para que deba tener un movimiento cont inuo (n i tampoco, c ier tamente, una ex is tenc ia cont inua) .

Ahora b ien, s i se modi f ica e l contexto to ta l de l proceso, pueden surg i r modos de mani festac ión completamente nuevos. Así , para vo lver a la analogía t in ta- f lu ido, s i cambiamos los c i l indros, o s i se co locan obstáculos en e l f lu ido, la forma y e l orden de la mani festac ión serán d i ferentes. Esta dependencia de lo que se mani f iesta a la observac ión con respecto a la s i tuac ión to ta l t iene un est recho para le lo con una caracter ís t ica que hemos mencionado ya en e l apar tado 2, es dec i r , que, según la teor ía cuánt ica, los e lect rones pueden mostrar propiedades que tan pronto se parecen a las de las par t ícu las como a las de las ondas (o a las de a lguna cosa in termedia) , de acuerdo con e l conjunto de la s i tuac ión to ta l en que ex is tan y en la cual puedan estar s iendo observados exper imenta lmente.

Lo que hemos d icho hasta aquí ind ica que, genera lmente, e l orden impl icado da cuenta de un modo mucho más coherente de las propiedades cuánt icas de la mater ia que lo que lo hace e l orden mecanic is ta t rad ic ional . Lo que estamos proponiendo aquí es que, en consecuencia, se tome e l orden impl icado como fundamenta l . S in embargo, para comprender esta propuesta por completo, es necesar io contrastar la cu idadosamente con lo que supone la propuesta mecanic is ta basada en e l orden expl icado, porque, inc luso según esta ú l t ima, es natura l que haya que admi t i r que, a f in de cuentas, e l p legamiento y e l desplegamiento pueden tener lugar , en c ier to sent ido, en var ias s i tuac iones especí f icas (por e jemplo, como lo que ocurre con la gota de t in ta) . S in embargo, no se

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considera que esta s i tuac ión tenga n ingún s ign i f icado fundamenta l . Se p iensa que todo lo que es pr imar io , independientemente ex is tente y un iversa l , se puede expl icar , en un orden expl icado, como e lementos que están re lac ionados externamente (y se acostumbra a pensar que se t ra ta de par t ícu las, o campos, o de a lguna combinación de ambos) . S i acaso se encontrara que ex is t ía rea lmente a lgún p l iegue o despl iegue, se supondr ía, por tanto, que éstos podr ían expl icarse a l f ina l según un orden subyacente, expl icado por medio de un anál is is mecanic is ta más profundo (como ocurre con e l aparato de la gota de t in ta) .

Nuestra propuesta de comenzar con e l orden impl icado como básico s ign i f ica que lo que es pr imar io , ex is tente independientemente, y un iversa l , se t iene que expresar según e l orden impl icado. De modo que estamos sugi r iendo que es e l orden impl icado e l que es autónomamente act ivo, mient ras que, como ind icamos antes, e l orden expl icado f luye de una ley del orden impl icado, por lo que es secundar io , der ivado, y so lamente apropiado dentro de c ier tos l ími tes concretos. O, para poner lo de ot ra manera, las re lac iones que const i tuyen la ley fundamenta l están ent re las est ructuras p legadas que se ent remezclan e in terpenetran mutuamente y por completo, a t ravés de la to ta l idad del espacio, antes que ent re las formas abst ractas y separadas que se mani f iestan a nuest ros sent idos (y a nuest ros inst rumentos) .

¿Cuál es, pues, e l s ign i f icado de que, en e l orden expl icado, se nos aparezca e l “mundo mani f iesto” , aparentemente independiente y ex is tente por s í mismo? La respuesta a esta cuest ión v iene ind icada por la ra íz de la pa labra “mani f iesto” , que procede del la t ín manus, que s ign i f ica “mano” . En esencia, lo que es mani f iesto es lo que puede tenerse en la mano: a lgo só l ido, tangib le y v is ib lemente estable. E l orden impl icado t iene su campo en e l ho lomovimiento, que es, como hemos v is to , vasto, r ico, y en un estado de f lu jo s in f in o de p l iegue y despl iegue, con muchas más leyes que las que só lo hemos conocido vagamente, y que inc luso, en ú l t imo ext remo, pueden ser incognoscib les en su to ta l idad. S iendo esto así , no puede as i rse como a lgo só l ido, tangib le y estable para los sent idos (o para nuest ros inst rumentos) . S in embargo, como ya hemos ind icado antes, se puede suponer que la ley de la to ta l idad (ho lonomía) es ta l que, en un c ier to suborden, dentro de todo e l conjunto del orden impl icado, ex is te una to ta l idad de formas que t ienen una aprox imada especie de recurrenc ia, estabi l idad y separabi l idad. Ev identemente, estas formas son capaces de aparecer como los e lementos re la t ivamente só l idos, tangib les y estables que forman nuest ro “mundo mani f iesto” . E l suborden especia lmente d is t inguido que hemos ind icado, en e l cual se basa la pos ib i l idad de este mundo mani f iesto, es pues, en efecto, lo que queremos deci r cuando hablamos del orden expl icado.

Para nuest ra convenienc ia podemos s iempre descr ib i r e l orden expl icado, o imaginar io , o representárnos lo a nosotros mismos, como e l orden presente para nuest ros sent idos. S in embargo, habrá que expl icar s i este orden es , en rea l idad, mayor o menor que e l que aparece a nuest ros sent idos. Esto no se hará mient ras no seamos consc ientes de nuest ro “un iverso del d iscurso” y demostremos que la mater ia en genera l y la concienc ia en par t icu lar pueden tener en común, a l menos en c ier to sent ido, este orden expl icado (mani f iesto) . Esta cuest ión será explorada más adelante, cuando d iscutamos la concienc ia en los apar tados 7 y 8…

4. LA TEORÍA CUÁNTICA COMO INDICIO DE UN ORDEN IMPLICADO MULTIDIMENSIONAL

Hasta aquí hemos estado presentando e l orden impl icado como un proceso de p l iegue y despl iegue que t iene lugar en e l espacio t r id imensional ord inar io . S in embargo, como hemos apuntado en e l apar tado 2, la teor ía cuánt ica t iene una re lac ión no local fundamenta lmente nueva, que puede descr ib i rse como una conexión no causal de e lementos mutuamente d is tantes, y que nos ha apor tado e l exper imento de Einste in , Podolsky y Rosen. No es necesar io para nuest ros propósi tos que ent remos en deta l les técnicos sobre esta re lac ión no local . Todo lo que nos impor ta aquí es que, s i estudiamos las impl icac iones de la teor ía cuánt ica, nos encontraremos con que e l anál is is de un s is tema tota l según un conjunto de par t ícu las independientes pero in teractuantes, se v iene abajo de un modo radica lmente nuevo. En su lugar se descubre, tanto por la in terpretac ión de las ecuaciones matemát icas como por los resul tados de exper imentos

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rea les, que las d i ferentes par t ícu las se deben considerar l i tera lmente como proyecc iones de una rea l idad con más de t res d imensiones que no puede just i f icarse s i cons ideramos cualquier fuerza que in teractúe con e l las.

Tendremos un concepto út i l de lo que s ign i f ica aquí una proyecc ión s i cons ideramos e l s igu iente aparato. Comenzaremos por un depósi to rectangular , de paredes t ransparentes, l leno de agua (véase la f igura 7.1) . Supongamos después que hay dos cámaras de te lev is ión, A y B, enfocadas hac ia lo que está ocurr iendo en e l agua (por e jemplo, un pez nadando) , ta l como se ve a t ravés de dos de las paredes, s i tuadas en ángulo recto. Ahora hagamos que las correspondientes imágenes de te lev is ión sean v is ib les en las panta l las A y B en ot ra habi tac ión. Lo que veremos será una c ier ta re lac ión ent re las imágenes que aparecen en las dos panta l las. Por e jemplo, en la panta l la A podemos ver la imagen de un pez, y en la panta l la B veremos ot ra imagen del mismo pez. Por lo genera l , en cualquier momento dado las dos imágenes se verán di ferentes. S in embargo, sus d i ferenc ias estarán re lac ionadas en e l sent ido en que, cuando se vea que una imagen e jecuta c ier tos movimientos, se verá que la ot ra también los e jecuta de un modo correspondiente. Además, e l contenido pr inc ipa l que está en una de las panta l las penetra en la ot ra , y v iceversa (por e jemplo, cuando un pez que, a l pr inc ip io , estaba de f rente en la cámara A, g i re en ángulo recto, la imagen que estaba antes en A podremos encontrar la ahora en B) . De este modo, e l contenido de la imagen de una panta l la estará s iempre re lac ionado con e l de la ot ra y lo re f le jará.

Sabemos, desde luego, que las dos imágenes no se ref ieren a dos rea l idades que ex is tan independientemente pero que in teractúen (en las cuales, por e jemplo, se pueda deci r que una de las imágenes “cause” cambios re lac ionados en la ot ra) . Antes b ien ambas se ref ieren a una misma real idad que es e l campo común a ambas (y esto expl ica la corre lac ión de sus imágenes s in presuponer que se afectan causalmente las unas a las ot ras) . Esta rea l idad t iene una d imensional idad super ior a la de las imágenes separadas de las dos panta l las; o , para escr ib i r lo de ot ro modo, las imágenes de las panta l las son proyecc iones b id imensionales. Más aún, mient ras que estas proyecc iones só lo ex is ten como abst racc iones, la rea l idad t r id imensional tampoco es la de éstas, s ino que es a lgo d i ferente, a lgo cuya natura leza va más a l lá de ambas.

Estamos proponiendo aquí que se pueda comprender la propiedad cuánt ica de la re lac ión no local n i causal de los e lementos apl icándole, en c ier to sent ido, la noc ión que acabamos de descr ib i r . Es dec i r , que tenemos que contemplar cada una de las “par t ícu las” que const i tuyen un s is tema, más como la proyecc ión de una rea l idad “de más de t res d imensiones” que como una par t ícu la separada que ex is te junto con todas las demás en un espacio t r id imensional común. Por e jemplo, en e l exper imento de Einste in , Podolsky y Rosen que hemos mencionado antes, cada uno de los dos átomos que se combinaban in ic ia lmente para formar una so la molécula deberá ser considerado como una proyecc ión t r id imensional de una rea l idad exadimensional . Esto se puede demostrar exper imenta lmente hac iendo desintegrar la molécula y observando luego los dos átomos

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después de que se hayan separado y estén lo bastante d is tantes uno de ot ro como para que no in teractúen y , por consigu iente, no tengan conexiones causales. Lo que rea lmente se ha encontrado ha s ido que e l compor tamiento de los dos átomos está corre lac ionado de un modo que es bastante parec ido a l de las dos imágenes te lev is ivas del pez que se han descr i to antes. De este modo (como se demostrará con una considerac ión más cu idadosa de fórmula matemát ica de las leyes cuánt icas que se hacen aquí presentes) , cada e lect rón actúa como s i fuera una proyecc ión de una rea l idad de más de t res d imensiones.

Bajo c ier tas condic iones, las dos proyecc iones t r id imensionales correspondientes a los dos átomos tendrán c ier ta independencia en su compor tamiento. Cuando se sat is fagan estas condic iones, será un buen método e l t ra tar ambos átomos como par t ícu las respect ivamente independientes pero in teractuantes, y ambas en e l mismo espacio t r id imensional . S in embargo, la mayor ía de las veces, los dos átomos mostrarán la t íp ica corre lac ión no local de compor tamiento que impl ica que, más en e l fondo, so lamente son proyecc iones t r id imensionales de la especie que hemos descr i to .

Un s is tema const i tu ido por N “par t ícu las” es, pues, una rea l idad 3 N – d imensional , de la que cada “par t ícu la” es una proyecc ión t r id imensional . Bajo las condic iones ord inar ias de nuest ra exper ienc ia, estas proyecc iones estarán lo bastante cerca de la independencia como para que sea un buen método e l que las t ra temos del modo que acostumbramos a hacer lo , como un conjunto de par t ícu las que ex is ten por separado, todas e l las en e l mismo espacio t r id imensional . Bajo ot ras condic iones, este método no será e l adecuado. Por e jemplo, a ba jas temperaturas, un agregado de e lect rones muestra una nueva propiedad: la superconduct iv idad, en la cual desaparece la res is tenc ia e léct r ica de ta l modo que la corr iente e léct r ica puede f lu i r indef in idamente. Esto se expl ica demostrando que los e lect rones ent ran en un estado de d i ferente especie, en e l que han dejado de ser mutuamente independientes. Antes b ien, cada e lect rón actúa como una proyecc ión de una so la rea l idad de más de t res d imensiones, y todas estas proyecc iones par t ic ipan de una corre lac ión no local n i causal ta l , que “cooperan” para rodear los obstáculos s in ser proyectados o d i fundidos y , por consigu iente, s in res is tenc ia a lguna. (Se podr ía comparar este compor tamiento con e l de un bal le t , mient ras que e l compor tamiento acostumbrado de los e lect rones podr ía compararse a l de una mul t i tud agi tada, moviéndose at ropel ladamente. )

Lo que se s igue de todo esto es que e l orden impl icado debe ser considerado bás icamente como un proceso de p l iegue y despl iegue de un espacio mul t id imensional . Sólo bajo c ier tas condic iones puede verse de forma más s imple como un proceso de p l iegue y despl iegue en t res d imensiones. Hasta aquí hemos usado esta especie de s impl i f icac ión, no só lo para la analogía de la mancha de t in ta , s ino también para e l ho lograma. Por c ier to que, como ya ha s ido señalado en este capí tu lo , e l campo e lect romagnét ico, que es e l campo de la imagen holográf ica, obedece a las leyes de la teor ía cuánt ica, y , cuando éstas se apl ican con propiedad a l campo nos encontramos con que éste es también una rea l idad mul t id imensional que so lamente bajo c ier tas condic iones se puede s impl i f icar como una real idad t r id imensional .

Así pues, e l orden impl icado debe extenderse con bastante f recuencia a una rea l idad mul t id imensional . En pr inc ip io , esta rea l idad es una to ta l idad no f ragmentada, inc luyendo e l un iverso entero con todos sus “campos” y “par t ícu las” . Así que tenemos que dec i r que e l ho lomovimiento envuelve y despl iega un orden mul t id imensional , cuya d imensional idad es, en efecto, in f in i ta . S in embargo, como ya hemos v is to , genera lmente podemos abst raer subtota l idades re la t ivamente independientes, que ex is t i rán como aprox imadamente autónomas. Así , e l pr inc ip io de la re la t iva autonomía de las subtota l idades que in t roduj imos antes como básico para e l ho lomovimiento, vemos ahora que se ext iende a l orden mul t id imensional de la rea l idad.

5. LA COSMOLOGÍA Y EL ORDEN IMPLICADO

A par t i r de nuest ra considerac ión acerca de cómo debe comprenderse la est ructura genera l de la mater ia según e l orden impl icado, vamos a ent rar ahora en c ier tas noc iones nuevas de cosmología que están impl íc i tas en lo que hemos estado t ra tando aquí .

Para e l lo adver t imos pr imero que, cuando apl icamos la teor ía cuánt ica a los campos (de la manera que se ha d iscut ido en e l apar tado anter ior ) , encontramos que los estados

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posib les de energía de estos campos son d iscretos (o cuant izados) . Ta l estado del campo es, en c ier tos aspectos, una exc i tac ión ondulator ia que se ext iende por una ampl ia reg ión del espacio. Pero de a lgún modo t iene también un cuanto d iscreto de energía (y momento) proporc ional a su f recuencia, de modo que, en este aspecto, se parece a una par t ícu la (por e jemplo, a un fo tón) . S in embargo, s i , por e jemplo, consideramos e l campo e lect romagnét ico en e l espacio vacío, encontraremos, según la teor ía cuánt ica, que cada uno de los modos de exc i tac ión “onda-par t ícu la” de l campo t iene lo que se l lama una energía del “punto cero” , por debajo de la cual no puede l legar , n i s iqu iera cuando su energía desc ienda hasta e l mín imo posib le . S i sumáramos las energías de todos los modos de exc i tac ión “onda-par t ícu la” en todas las reg iones del espacio, la suma ser ía in f in i ta , porque inc lu i r ía un número in f in i to de longi tudes de onda. No obstante, hay una buena razón para suponer que no hay n inguna necesidad de sumar las energías que corresponden a longi tudes de onda cada vez más cor tas. Debe ex is t i r c ier ta longi tud de onda que sea la más cor ta pos ib le , de modo que e l número to ta l de modos de exc i tac ión y , por consigu iente, la energía, sean f in i tos.

Si ap l icamos las reg las de la teor ía cuánt ica a la teor ía genera l de la re la t iv idad comúnmente aceptada, encontraremos que e l campo grav i ta tor io está const i tu ido también por estos modos “onda-par t ícu la” , cada uno con su mín imo de energía del “punto cero” . De lo que se deduce que e l campo grav i ta tor io y , por consigu iente, la def in ic ión de lo que entendemos por d is tanc ia, ya no quedan completamente def in idos. S i s igu iéramos sumando exc i tac iones del campo grav i ta tor io correspondientes a longi tudes de onda cada vez más cor tas, l legar íamos a c ier ta longi tud con la que las medic iones del espacio y de l t iempo se har ían to ta lmente indef in ib les. Más a l lá de este punto, todas nuest ras noc iones acerca del espacio y de l t iempo, ta l como nosotros los conocemos, se desvanecer ían en a lgo que, hasta ahora, no puede especi f icarse. Así que es razonable suponer , a l menos prov is ionalmente, que ta l longi tud de onda es la más cor ta que podemos considerar que contr ibuye a la energía del “punto cero” de l espacio.

Cuando est imamos esta longi tud, nos resul ta estar cerca de los 10 - 3 3 cm. Esto es mucho más cor to que nada de lo que se haya demostrado en los exper imentos f ís icos (que han conseguido acercarse a los 10 - 1 7 cm, más o menos) . S i se ca lcu lara la cant idad de energía que ex is te en un cent ímetro cúbico de espacio, hasta esta longi tud de onda más cor ta pos ib le , resul tar ía ser mucho mayor que la energía to ta l de toda la mater ia que ex is te en e l un iverso conocido.

Lo que supone nuest ra propuesta es que lo que l lamamos espacio vacío cont iene un fondo inmenso de energía, y que la mater ia , ta l como la conocemos, es una pequeña exc i tac ión “cuant izada” en forma de onda, que se e leva sobre este fondo de un modo bastante parec ido a l de un pequeño r izo sobre un vasto mar . En las teor ías f ís icas habi tua les se ev i ta la considerac ión expl íc i ta de este fondo porque só lo se ca lcu la la d i ferenc ia ent re la energía del espacio vacío y la de l espacio que t iene mater ia en é l . Esta d i ferenc ia es todo lo que cuenta para determinar las propiedades genera les de la mater ia , ta l como nos son ahora accesib les a la observac ión. S in embargo, desarro l los poster iores de la f ís ica pueden hacer pos ib le que se demuestre de una manera más d i recta e l fondo que hemos descr i to . Por ot ra par te , inc luso en la actual idad, este vasto mar de energía puede desempeñar un papel dec is ivo para l legar a comprender e l cosmos como un todo.

Respecto a esto puede deci rse que e l espacio, que t iene mucha energía, está más l leno que vacío. Por c ier to que las dos noc iones opuestas, de l espacio como vacío y de l espacio como l leno, se han a l ternado cont inuamente durante e l desarro l lo de las ideas, tanto f i losóf icas como f ís icas. Así en la ant igua Grec ia, la escuela de Parménides y de Zenón sostuvo que e l espacio era una p len i tud. Este punto de v is ta era combat ido por Demócr i to , qu ien ta l vez fue e l pr imero que propuso ser iamente una v is ión del mundo que concebía e l espacio como una vacuidad (es dec i r , e l vacío) , en la cual las par t ícu las mater ia les (por e jemplo, los átomos) tenían l iber tad para moverse. La c ienc ia moderna ha favorec ido por lo genera l esta ú l t ima v is ión atomista y , durante e l s ig lo XIX, todavía se mantenía con ser iedad, s i rv iéndose de la h ipótes is de un éter que l lenaba todo e l espacio. La mater ia , que se consideraba como un conjunto de formas especia les recurrentes, estables y separables, sumergidas en e l é ter (como ondas o remol inos) , se t ransmi t ía a t ravés de este espacio l leno como s i en rea l idad estuv iera vacío.

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Una noción s imi lar se emplea en la f ís ica moderna. Según la teor ía cuánt ica, un cr is ta l en e l cero absoluto permi te que los e lect rones lo at rav iesen s in d ispersar los. Pasan a su t ravés como s i su espacio estuv iera vacío. S i asc iende la temperatura del cr is ta l , aparecerán las heterogeneidades, y éstas d ispersarán los e lect rones. Cuando se usen los e lect rones para observar e l cr is ta l (es dec i r , enfocándolos con una lente e lect rón ica para obtener una imagen) , lo que se hará v is ib le serán justamente las heterogeneidades. Así parecerá que las heterogeneidades ex is ten independientemente, y que e l cuerpo pr inc ipa l de l cr is ta l es la nada absoluta.

Estamos sugi r iendo aquí , pues, que lo que perc ib imos por los sent idos como espacio vacío es, en rea l idad, una p len i tud que es la base para la ex is tenc ia de todas las cosas, inc luyéndonos a nosotros mismos. Las cosas que aparecen ante nuest ros sent idos son formas der ivadas, y su verdadero s ign i f icado so lamente se puede ver cuando consideramos la p len i tud, en la cual se engendran y sost ienen, y en la cual acabarán desvaneciéndose.

Sin embargo, ya no habrá que concebi r esta p len i tud según la idea de un s imple medio mater ia l , como s i fuera un éter que só lo ex is t iese y se moviese por un espacio t r id imensional . Habrá que comenzar por tener en cuenta e l ho lomovimiento, en e l que está e l inmenso “mar” de energía que hemos descr i to antes. Este mar debe ser entendido según un orden impl icado mul t id imensional , con los rasgos esbozados en e l apar tado 4, mient ras que e l entero universo de la mater ia , ta l como lo observamos genera lmente, habrá que t ra tar lo como un pat rón de exc i tac ión comparat ivamente pequeño. Este pat rón de exc i tac ión es re la t ivamente autónomo, y or ig ina proyecc iones aprox imadamente recurrentes, estables y separables, en un orden expl icado de mani festac ión t r id imensional que equiva le, más o menos, a l de l espacio de nuest ra común exper ienc ia.

Teniendo presente todo esto, consideremos la noc ión corr iente, genera lmente aceptada, de que e l un iverso, ta l como lo conocemos, se or ig inó en lo que es cas i un punto único en e l espacio y e l t iempo, mediante un “b ig-bang” que ocurr ió hará unos d iez mi l mi l lones de años. Según nuest ro concepto, este “b ig-bang” se deberá considerar rea lmente como un “pequeño r izo” . Obtendremos una imagen in teresante de esto s i cons ideramos que, en medio del océano real (es dec i r , e l de la super f ic ie de la T ier ra) , mi r íadas de o l i tas terminan por reuni rse de un modo for tu i to , con ta les re lac iones de fase que, de pronto, acaban por formar , en un pequeño espacio, una o la muy a l ta que parece como s i no v in iera de n inguna par te y aparec iera de la nada. Tal vez suceda a lgo así en e l océano inmenso de la energía cósmica, en donde pudo crearse una repent ina pulsac ión de onda, de la cual nac iera nuest ro “un iverso” . Esta pulsac ión pudo esta l lar hac ia fuera y romperse en ondas más pequeñas que todavía se extendieron más afuera para const i tu i r nuest ro “un iverso en expansión” . Este ú l t imo tendr ía su “espacio” p legado en su in ter ior como un orden expl icado y mani f iesto especia lmente d is t inguido.

Según esta propuesta se deduce que la tentat iva habi tua l de comprender nuest ro “un iverso” como s i fuera ex is tente por s í mismo e independiente del mar de energía cósmica, só lo puede func ionar , en e l mejor de los casos, de un modo l imi tado (que dependerá de hasta qué punto le ap l iquemos la noc ión de una subtota l idad re la t ivamente independiente) . Por e jemplo, los “agujeros negros” nos pueden l levar a un área en la cual e l fondo cósmico de energía sea impor tante. Y también puede ser que ex is tan, desde luego, muchos ot ros universos en expansión.

Por s i fuera poco, recordemos que inc luso este vasto mar de energía cósmica só lo t iene en cuenta lo que ocurre en una escala que se l imi ta a la longi tud cr í t ica de onda de 10 - 3 3 cm, a la cual nos hemos refer ido antes. Pero esta longi tud es so lamente c ier ta c lase de l ími te para apl icar nuest ras noc iones comunes acerca del espacio y de l t iempo. Suponer que no ex is te nada en absoluto más a l lá de este l ími te ser ía c ier tamente bastante arb i t rar io . Es muy probable que, más a l lá , se encuentre un nuevo domin io, o un conjunto de domin ios, acerca de cuya natura leza no tenemos, por ahora, la más pequeña idea.

Lo que hemos v is to hasta aquí es una progres ión desde e l orden expl icado a l s imple orden impl icado t r id imensional , después a l orden impl icado mul t id imensional y , después, a una ampl iac ión de éste a l inmenso “mar” que perc ib imos como e l espacio vacío. La etapa s igu iente nos puede l levar a un mayor enr iquecimiento y ampl iac ión de nuest ra idea del orden impl icado, más a l lá de l l ími te cr í t ico de 10 - 3 3 cm antes mencionado; o también puede l levarnos a a lgunas noc iones bás icamente nuevas que no se podrán

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comprender n i s iqu iera dentro de l pos ib le desarro l lo poster ior de l orden impl icado. S in embargo, sea como fuere, lo que está c laro es que podemos suponer que e l pr inc ip io de la re la t iva autonomía de las subtota l idades s igue s iendo vá l ido. Toda subtota l idad, inc luyendo todas las que hemos estado considerando hasta ahora, puede ser estudiada en s í misma hasta c ier to punto. Así , s in suponer que hayamos l legado ya a un esbozo de verdad absoluta y f ina l , a l menos podremos dejar de lado, durante un t iempo, la necesidad de considerar lo que pueda haber más a l lá de las inmensas energías del espacio vacío, y segui r obteniendo más impl icac iones de la subtota l idad de orden que se nos ha revelado hasta ahora.

6. EL ORDEN IMPLICADO, VIDA Y FUERZA DE LA NECESIDAD EN SU TOTALIDAD

En este apar tado sacaremos a la luz e l s ign i f icado del orden impl icado, demostrando pr imero cómo hace pos ib le la com prensión tanto de la mater ia inanimada como la de la v ida, sobre la base de la ex is tenc ia de un so lo fundamento común a am bas, y prosegui remos después para proponer c ier ta fórmula muy genera l para las leyes del orden impl icado.

Permítasenos comenzar considerando e l crec imiento de una p lanta. Éste comienza en una semi l la , pero ésta no contr ibuye en nada, o muy poco, n i a la verdadera sustanc ia mater ia l de la p lanta, n i a la energía necesar ia para hacer que crezca. Esta ú l t ima procede, cas i por completo, de l suelo, de l agua, de l a i re y de la luz de l so l . Según las teor ías modernas, la semi l la cont iene in formación en forma de ADN y, esta in formación «di r ige» en c ier to modo a su entorno para que forme la p lanta correspon diente.

Según e l orden impl icado, podemos deci r que inc luso la ma ter ia inanimada se mant iene en un proceso cont inuo s imi lar a l de l crec imiento de las p lantas. Así , recordando e l modelo del e lect rón según la t in ta en e l f lu ido, vemos que tenemos que considerar esta «par t ícu la» como un orden de p legamiento recu rrentemente estable, en e l cual c ier ta forma suf re cambios regu lares que se mani f iestan una y ot ra vez, pero tan ráp idamente que parece tener una ex is tenc ia cont inua. Podemos comparar esto con un bosque, const i tu ido por árboles que están mur iendo cont inuamente y que son reemplazados por ot ros nuevos. S i esto lo consideramos en una escala de t iempo larga, podremos considerar que este bosque ex is te cont inuamente, aunque su ent idad cambie poco a poco. Del mismo modo, cuando los en tendemos según e l orden impl icado, vemos que la mater ia inanimada y los seres v ivos son bás icamente, en c ier tos aspectos dec is ivos, parec idos a estos modos de ex is t i r .

Cuando la mater ia inanimada se deja abandonada a s í mis ma e l proceso descr i to de p l iegue y despl iegue reproduce justa mente una forma s imi lar de mater ia inanimada, pero, cuando es « in formada» más tarde por la semi l la , en lugar de esto co mienza a produci r una p lanta v iva. A l f ina l de este proceso, esta ú l t ima produce una nueva semi l la , que permi te que cont inúe e l proceso después de la muer te de esta p lanta.

Ya que la p lanta se forma, se mant iene y se d isuelve me diante e l in tercambio de mater ia y de energía con su entorno, ¿hasta qué punto podemos deci r que ex is te una d is t inc ión neta ent re lo que está v ivo y lo que no lo está? Seamos c laros: una molécula de d ióx ido de carbono que cruza la membrana de una cé lu la para ent rar dentro de una hoja no «empieza a v iv i r» de repente, de l mismo modo que una molécula de oxígeno no «muere» de pronto cuando es devuel ta a la atmósfera. Más b ien habrá que considerar que la v ida misma per tenece en c ier to sent ido a una to ta l idad que inc luye tanto a la p lanta como a su entorno.

Se puede deci r que la v ida está envuel ta en la to ta l idad y que, inc luso cuando no se mani f iesta, es a lgo « impl íc i to» en c ier to modo en lo que l lamamos una s i tuac ión en la que la v ida no ex is te. Podemos i lust rar este hecho considerando e l conjun to de todos los átomos que están ahora en e l entorno pero que terminarán por const i tu i r una p lanta que crecerá hasta produci r c ier ta semi l la . Ev identemente, este conjunto es s imi lar , en c ier tos aspectos c lave, a l que considerábamos en e l apar tado 3: e l de las par t ícu las que formaban una gota. En ambos casos, los e lementos del conjunto se reuni rán para contr ibu i r a un f in común (en un caso, una gota de t in ta y , en e l o t ro una p lanta v iva) .

S in embargo, esto no s ign i f ica que la v ida se pueda reduci r por completo nada más que a l producto de la act iv idad de una base reg ida so lamente por las leyes de la mater ia inanimada (aunque no negamos que c ier tas caracter ís t icas de la v ida pue dan entenderse

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de este modo) . Lo que estamos proponiendo es que, a l igual que la noc ión de holomovimiento se enr iqueció a l pasar de l orden impl icado t r id imensional a l mul t id imensional , y después a l vasto «mar» de energía en e l espacio «vacío», así podemos enr iquecer ahora esta noc ión más aún d ic iendo que e l ho lomovimiento inc luye igualmente en su to ta l idad e l pr in c ip io de la v ida. La mater ia inanimada debe considerarse, pues, como una subtota l idad re la t ivamente autónoma en la cual , a l menos hasta donde sabemos ahora, la v ida no se mani f iesta de una manera s ign i f icat iva. Es dec i r , la mater ia inanimada es una abst racc ión secundar ia , der ivada y par t icu lar de l ho lomovimiento (como también lo podr ía ser la noc ión de una «fuerza v i ta l» completamente independiente de la mater ia) . C ier tamente, e l ho lomovimiento, que es «v ida impl íc i ta», es e l fundamento tanto de la «v ida expl íc i ta» como de la «mater ia inanimada», y es este fundamento lo que es pr imar io , ex is tente por s í mismo y universa l . De este modo no producimos f rag mentac ión a lguna ent re la v ida y la mater ia inanimada, n i in ten tamos reduci r por completo la pr imera más que a un resul tado de la segunda.

Descr ibamos ahora la propuesta anter ior de un modo más genera l . Lo que es bás ico para la ley de l ho lomovimiento es, como hemos v is to , que se puede abst raer un conjunto de subtota l idades re la t ivamente autónomas. Ahora podemos añadi r que las leyes de cada una de estas subtota l idades abst raídas operan, bastante genera lmente, ba jo c ier tas condic iones y l imi tac iones que so lamente se def inen en su correspondiente s i tua c ión to ta l (o conjunto de s i tuac iones s imi lares) . Este modo de operar tendrá, en genera l , estas t res caracter ís t icas bás icas:1. Un conjunto de órdenes impl icados.2. Un caso especia lmente d is t inguido de este conjunto, que const i tuye un orden de mani festac ión expl icada.3. Una re lac ión genera l (o ley) que expresa una fuerza de necesidad que v incula ent re s í a c ier to conjunto de los e le mentos del orden impl icado de ta l modo que contr ibuyen a un f in común expl icado (d i ferente de aquel a l que con tr ibu i rá ot ro conjunto de e lementos in terpenetrados y ent remezclados.

El or igen de esta fuerza de necesidad no puede entenderse so lamente según unos órdenes expl icado e impl icado que per te nezcan a l t ipo de s i tuac ión que se está considerando. A este n i ve l , más b ien t iene que aceptarse só lo como inherente a l conjunto de esta s i tuac ión. Para comprender su or igen tendr íamos que ent rar en un n ive l más profundo, más comprensivo y más in t imo de re la t iva autonomía que, s in embargo, tuv iera también sus órdenes impl icado y expl icado, y una fuerza de necesi dad consecuentemente más profunda y más in terna que produ jera su t ransformación en todas las demás. 1 2

En pocas palabras, estamos proponiendo que esta forma de la ley de una subtota l idad re la t ivamente autónoma, que es una genera l izac ión de todas las formas que hemos estudiado hasta ahora, debe considerarse como universa l , y que, en nuest ra obra s igu iente, exploraremos las impl icac iones de ta l noc ión, a l menos de un modo tentat ivo y prov is ional .

7 . LA CONSCIENCIA Y EL ORDEN IMPLICADO

Al l legar a este punto podemos deci r que a l f in hemos bos quejado a lgunos rasgos de nuest ras noc iones de cosmología y acerca de la natura leza genera l de la rea l idad (aunque, desde luego, e l « terminar» este boceto con los deta l les adecuados re quer i r ía una gran cant idad de t rabajo poster ior , mucho del cual todavía está por hacer) . Consideremos ahora cómo debemos entender la concienc ia en re lac ión con estas noc iones.

Comenzaremos por proponer que, en c ier to sent ido, la concienc ia (que consideramos que inc luye e l pensamiento, e l sent imiento, e l deseo, la vo luntad, e tcétera) debe estar comprendida en e l orden impl icado, juntamente con la rea l idad como un todo. Es dec i r , estamos sugi r iendo que e l orden impl i cado se apl ica tanto a la mater ia (v iv iente y no v iv iente) como a la concienc ia, y que, por consigu iente, esto hará pos ib le una comprensión de la re lac ión genera l ent re ambas, por lo cual se remos capaces de l legar a c ier ta noc ión del fundamento común de ambas (se sugi r ió a lgo parec ido a esto en e l apar tado ante r ior , cuando d iscut íamos la re lac ión ent re la mater ia inanimada y la v ida) .

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Hasta ahora se ha demostrado que l legar a comprender la re lac ión ent re la mater ia y la concienc ia es ext remadamente d i f íc i l , y esta d i f icu l tad rad ica en la d i ferenc ia, verdaderamente grande, que ex is te ent re sus cual idades bás icas, ta l como se nos presentan en nuest ra exper ienc ia. Esta d i ferenc ia la ex presó Descar tes con una c lar idad mer id iana. Descar tes descr i b ió la mater ia como «sustanc ia extensa», y la concienc ia como «sustanc ia pensante». Es ev idente que Descar tes entendía por «sustanc ia extensa» a lgo formado por d is t in tas formas que ex is t ían en e l espacio, con un orden de extens ión y separac ión bás icamente s imi lar a l que hemos l lamado orden expl icado. A l usar e l término «sustanc ia pensante», en tan neto contraste con «sustanc ia extensa», estaba impl icando c laramente que las var ias formas d is t in tas que aparecían en e l pensamiento no tenían su ex is tenc ia en un orden ta l de extens ión y separac ión (es dec i r , a lguna c lase de espacio) , s ino más b ien en un orden d i ferente, en e l cual la extens ión y las separac iones no tenían una s ign i f icac ión fundamenta l . E l orden impl icado t iene prec i -samente esta cual idad, de modo que, en c ier to sent ido, Des car tes ta l vez ant ic ipó que deber ía considerarse a la concienc ia según un orden que está más cerca del impl icado que del expl icado.

Sin embargo, cuando par t imos, como h izo Descar tes, de la extens ión y de la separac ión en e l espacio como pr imar ias para la mater ia , no podemos encontrar en esta noc ión nada que nos s i rva de base para re lac ionar la mater ia con la concienc ia, ya que sus respect ivos órdenes son d i ferentes. Descar tes compren dió c laramente esta d i f icu l tad y propuso resolver la mediante la idea de que esta re lac ión era pos ib le para Dios, que, a l estar fuera y más a l lá de la mater ia y de la concienc ia (puesto que las había creado a ambas) , era capaz de dar le a esta ú l t ima «nocio nes c laras y d is t in tas» que fueran corr ientemente apl icables a la pr imera. Desde aquel t iempo, la idea de que Dios se cu ida de este requis i to ha s ido por lo genera l abandonada, pero e l co mún de las gentes no ha adver t ido que, con e l lo , la pos ib i l idad de comprender la re lac ión ent re la mater ia y la concienc ia ha f racasado.

Sin embargo, en este capí tu lo hemos mostrado con c ier to deta l le que se puede entender la mater ia como un todo según la noc ión de que e l orden impl icado es la rea l idad inmediata y pr imar ia (mient ras que e l orden expl icado puede der ivarse de é l como un caso par t icu lar y d is t inguido) . La cuest ión que surge aquí es, pues, la de s i la «sustanc ia» rea l de la concienc ia puede ser entendida o no (como, en c ier to sent ido, ya ant ic ipó Descar tes) según la noc ión de que e l orden impl icado es también su pr imar ia e inmediata rea l idad. S i la mater ia y la concienc ia se pudieran entender así un idas, según la misma noción genera l de orden, se abr i r ía e l camino para comprender su re lac ión mutua sobre la base de un fundamento común. 1 3 Así podr íamos l legar a l germen de una nueva noc ión de to ta l idad no f ragmentada, en la cual la concienc ia ya no estar ía separada fundamenta lmente de la mater ia .

Consideremos ahora qué just i f icac ión t iene la idea de que la mater ia y la concienc ia t ienen en común e l orden impl icado. Advi r tamos pr imero que, en genera l , la mater ia es e l ob jeto pr imar io de nuest ra concienc ia. S in embargo, como hemos v is to a lo largo de este capí tu lo , las d i ferentes energías, como la luz, e l sonido, e tcétera, están envolv iendo cont inuamente in formación que en pr inc ip io , concierne a l un iverso entero de la mater ia en cada una de las reg iones del espacio. Natura lmente, mediante este proceso, esta in formación puede ent rar en los ór ganos de nuest ros sent idos para segui r , por nuest ro s is tema nerv ioso, hasta e l cerebro. Profundizando más aún desde e l pr i mer momento, toda la mater ia de nuest ros cuerpos envuelve e l un iverso en c ier to modo. ¿Es en esta est ructura p legada, tanto de in formación como de mater ia (por e jemplo, en e l cerebro y en e l s is tema nerv ioso) , en donde ent ra por pr imera vez la concienc ia?

Consideremos pr imero la cuest ión de s i la in formación está rea lmente p legada en las cé lu las del cerebro. Nos han propor c ionado a lguna luz sobre esta cuest ión c ier tas obras sobre la es t ructura del cerebro, notablemente la de Pr ibram. Pr ibram ha apor tado pruebas que respaldan su sugerencia de que, genera l mente, los recuerdos se graban en todo e l cerebro, de ta l modo que la in formación concern iente a un objeto o cual idad dados no queda a lmacenada en n inguna cé lu la en par t icu lar n i en n in guna par te loca l izada del cerebro, s ino más b ien que toda la in formación queda envuel ta en la to ta l idad del cerebro. Este a l macenamiento se parece a un holograma en su func ión, pero su est ructura rea l es mucho más comple ja. Podemos, pues, suger i r que cuando e l reg is t ro «holográf ico» es act ivado en e l cerebro adecuadamente, su respuesta es la de

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crear un modelo de ener gía nerv iosa que const i tuye una exper ienc ia parc ia l s imi lar a la que a l pr inc ip io , produjo e l «holograma». Pero también se d i ferenc ia en que es menos deta l lado, en que los recuerdos de muchos t iempos d i ferentes pueden quedar mezclados, y en que estos recuerdos pueden ser conectados por asoc iac ión y por e l pensamiento lóg ico para dar poster iormente un c ier to orden a todo e l modelo. Además, s i a l mismo t iempo se está atendiendo a datos sensor ia les, la to ta l idad de esta respuesta de la memor ia se fundi rá, en genera l , con la exc i tac ión nerv iosa procedente de los sent idos para dar nac imiento a una exper ienc ia g lobal en la cual la memor ia, la lóg ica y la act iv idad sensor ia l se combinen en una so la to ta l idad no anal izable.

Desde luego, la concienc ia es más que esto que acabamos de descr ib i r . Impl ica también conocimiento, a tenc ión, percep ción, actos de comprensión, y ta l vez más cosas aún. En e l pr imer capí tu lo hemos suger ido que la concienc ia puede i r más a l lá de una respuesta mecanic is ta (como ocurre en este caso, en que la func ión del modelo holográf ico del cerebro t iene que im pl icarse a s í misma). De este modo, a l estudiar estas act iv idades podemos i r acercándonos a la esencia de la exper ienc ia cons c iente rea l más de lo que ser ía pos ib le s i d iscut iéramos s imple mente los modelos de exc i tac ión de los nerv ios sensor ia les y cómo podían grabarse estos modelos en la memor ia.

Es d i f íc i l dec i r muchas cosas acerca de facul tades tan sut i les como éstas. S in embargo, re f lex ionando sobre e l las y prestando una cu idadosa atenc ión a lo que ocurre en c ier tas exper ienc ias se pueden obtener va l iosas p is tas. Consideremos, por e jemplo, lo que ocurre cuando se está escuchando música. En un momen to dado se está tocando c ier ta nota pero todavía está «reverbe rando» c ier to número de notas anter iores. Una atenc ión cu idadosa nos demostrará que la presencia s imul tánea y la act iv idad de todas estas reverberac iones es la responsable del sent ido de movimiento, f lu jo y cont inu idad que se perc ibe inmediatamen te. S i escucháramos e l mismo conjunto de notas lo suf ic ientemente separadas en e l t iempo para que no ex is t iera ta l reverbe rac ión, se dest ru i r ía por completo esta sensación de un todo no f ragmentado, de un movimiento v ivo que le da s ign i f icado y fuerza a lo que estamos oyendo.

Con esto queda c laro que no se exper imenta la rea l idad de este movimiento to ta l «reteniéndolo» del pasado, con la ayuda de un recuerdo de la secuencia de las notas, y comparando este pasado con e l presente. Lo que ocurre, como se puede descu br i r dedicándole una atenc ión poster ior , es que las «reverbera c iones» que hacen posib les estas exper ienc ias no son recuerdos, s ino que son más b ien t ransformaciones act ivas de lo que v ino antes, en las que no só lo encontramos un sent ido genera lmente d i fuso de los sonidos or ig ina les, con una in tens idad decrec iente según e l t iempo que ha t ranscurr ido desde que fueron adver t i dos por e l o ído s ino también d i ferentes respuestas emociona les, sensaciones corpóreas, movimientos musculares inc ip ien tes y la evocación aún de un ampl io espect ro de ot ros s ign i f ica dos, a menudo de gran sut i leza. Así se puede obtener una sensación d i recta de cómo una secuencia de notas se impl ica en muchos n ive les de la concienc ia, y cómo, en cualquier momen to dado, las t ransformaciones que están f luyendo de muchas notas así impl icadas se ín ter penetran y ent remezclan para dar or igen a una sensación inmediata y pr imar ia de movimiento.

Esta act iv idad en la concienc ia const i tuye ev identemente un sorprendente para le lo con la act iv idad que hemos propuesto para e l orden impl icado en genera l . Así , en e l apar tado 3, d imos un modelo de un e lect rón en e l que, en cualquier instante, estaba presente con é l un grupo de conjuntos d i ferentemente t ransformados que se in terpenetraban y ent remezclaban en sus d i ferentes grados de impl icac ión. En esta impl icac ión hay un cambio rad ica l , no só lo de forma, s ino también de est ructura, en todo e l grupo de conjuntos (a este cambio lo hemos l lamado metamorfos is en e l capí tu lo sexto) ; y , s in embargo, permanece s in var iar c ier ta to ta l idad de orden de los conjuntos, porque, a pesar de todos estos cambios, se conserva una s imi l i tud de or den, sut i l pero fundamenta l .

Como hemos v is to , en la música ex is te una t ransformación (de las notas) bás icamente s imi lar , y en la que vemos que tam bién se puede conservar un c ier to orden. La d i ferenc ia c lave en t re ambos casos es que, para nuest ro modelo de e lect rón, e l or den impl icado está captado en e l pensamiento, como la presencia s imul tánea de muchos grados de t ransformaciones de con juntos d i ferentes pero in ter re lac ionados mientras que, para la música, es sent ida inmediatamente como la presencia s imul tá nea de muchos grados de t ransformaciones de tonos y de soni dos, d i ferentes pero in ter re lac ionados. En

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la música ex is te una sensación, tanto de tens ión como de armonía ent re las d i feren tes t ransformaciones presentes, y esta sensación es c ier tamente lo pr imar io en la captac ión de la música en su estado no d iv id ido de movimiento f luyente.

Al escuchar la música se está perc ib iendo d i rectamente, por tanto, un orden impl icado. Es ev idente que este orden es act ivo en e l sent ido de que f luye cont inuamente en la respuesta emocional la f ís ica y ot ras más que son inseparables de las t rans -formaciones que lo const i tuyen esencia lmente.

Podemos ver que una noc ión s imi lar es apl icable a la v is ión. Para e l lo , cons ideremos la sensación de movimiento que nos produce e l contemplar la panta l la de un c ine. Lo que está sucediendo en rea l idad es que se está proyectando en la panta l la una ser ie de imágenes l igeramente d i ferentes unas de ot ras. S i las imágenes estuv ieran separadas por largos in terva los de t iempo no tendr íamos la sensación de un movimiento cont inuo, s ino que ver íamos más b ien una ser ie de imágenes desconectadas, ta l vez acompañadas de una sensación de sacudidas. Pero, s i las imágenes se acercan lo suf ic iente (d igamos a una mi lés ima de segundo) , se tendrá una exper ienc ia d i recta e inmediata, como s i procediera de una rea l idad que se moviera y f luyese cont inua mente no d iv id ida y s in ruptura a lguna.

Podemos ac larar más aún este punto s i cons ideramos una i lus ión de movimiento b ien conocida, producida con la ayuda de un aparato est roboscópico, i lus t rado en la f igura 7.2.

F igura 7.2

Dos d iscos, A y B, dentro de una bombi l la , están prepara dos para dar luz mediante una exc i tac ión e léct r ica. Se ha d is puesto que la luz se enc ienda y se apague tan ráp idamente que parezca ser cont inua, pero la d isposic ión de ambos d iscos es ta l que la luz de B se enc iende l igeramente después que la de A. Lo que se perc ibe en rea l idad es una sensación de «movimiento f lu yente» desde A hac ia B pero, paradój icamente, no se perc ibe que nada f luya de B (a l cont rar io de lo que cabr ía esperar s i hu biera habido un proceso de f lu jo rea l ) . Esto s ign i f ica que expe r imentamos una sensación de movimiento f luyente cuando se forman en nuest ra re t ina dos imágenes en pos ic iones vec inas, una de las cuales l lega l igeramente después que la ot ra . (Est re chamente re lac ionado con esto está e l hecho de que una fo to graf ía borrosa de un automóvi l ráp ido, que cont iene una se -cuencia de imágenes superpuestas en pos ic iones l igeramente d i ferentes, nos da una sensación de movimiento mucho más in mediata y v ív ida de lo que lo har ía una fo tograf ía ní t ida, tomada con una cámara u l t rar ráp ida. )

Parece ev idente que la sensación de movimiento no f rag mentado que hemos descr i to es bás icamente s imi lar a la que procede de una secuencia de notas musica les. La d i ferenc ia pr inc ipa l ent re la música y las imágenes v isuales, en este caso es que estas ú l t imas deben l legar tan próx imas en e l t iempo que la concienc ia no pueda resolver las. S in embargo, es c laro que las imágenes v isuales también suf r i rán t ransformaciones act ivas cuando se «pl ieguen» en e l cerebro y e l s is tema nerv ioso (por e jemplo, darán lugar a respuestas emocionales, f ís icas y ot ras más sut i les, de las cuales so lamente seremos confusamente consc ientes, y también a «recuerdos de imágenes» que serán pareados en c ier to modo a las reverberac iones de las notas musica les) . Inc luso aunque la d i ferenc ia de t iempo entre dos imágenes pueda ser muy cor ta , los e jemplos que hemos c i tado dejan c laro que se exper imenta una sensación de movimiento mediante e l ent remezclamiento y la in terpenetrac ión de las t ransformacio nes que se hacen presentes con estas imágenes, cuando éstas penetran en e l cerebro y e l s is tema nerv ioso.

Todo esto sugiere que, con bastante f recuencia (y no só lo para e l caso especia l de escuchar música) , ex is te una s imi lar idad bás ica ent re e l orden de nuest ra exper ienc ia inmediata de movimiento y e l orden impl icado ta l como se expresa en nuest ro pensamiento. Hemos conseguido así un modo coherente de tender la exper ienc ia inmediata del movimiento según nuest ro pensamiento (en efecto, esto resuelve la paradoja de Zenón re ferente a l movimiento) .

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Para que veamos cómo se produce esto, lo consideraremos, como se suele pensar acerca del movimiento, según una ser ie de puntos a lo largo de una l ínea. Supongamos que en un c ier to t iempo t 1 una par t ícu la está en la pos ic ión x 1 mientras que, un t iempo después, t 2 está en ot ra pos ic ión, x 2 . D i remos, pues, que esta par t ícu la se está moviendo y que su ve loc idad es

v = (x 2 – x 1 ) / ( t 2 – t 1 ) Desde luego, esta manera de pensar no ref le ja de n ingún modo n i nos produce la

sensación inmediata de movimiento que podemos tener en un momento dado, por e jemplo, con una secuencia de notas musica les reverberando en la concienc ia (o en la percepción v isual de un coche ve loz) . Más b ien se t ra ta so lamente de una s imbol izac ión abst racta de movimiento, que t iene una re lac ión con la rea l idad del movimiento s imi lar a la que ex is te ent re la notac ión musica l y la exper ienc ia rea l de la música misma.

Si tomamos, como acostumbra a hacerse, esta s imbol iza c ión abst racta como una representac ión f idedigna de la rea l idad del movimiento, nos enredaremos en una ser ie de problemas confusos y bás icamente insolub les. Todos e l los t ienen que ver con la imagen con la cual representamos e l t iempo, como s i se t ra tara de una ser ie de puntos a lo largo de una l ínea y que en c ier to modo estuv ieran todos presentes a la vez, b ien ante nues t ra mirada conceptual , o ta l vez ante la de Dios. S in embargo, nuest ra exper ienc ia conceptual es la de que, cuando un momen to dado, d igamos t 1 está presente y es rea l , un momento ante r ior , como t 2 es pasado. Es dec i r : se ha ido no ex is te, nunca vo lverá. De este modo, s i dec imos que la ve loc idad de un ahora par t icu lar (en t 2 ) es (x 2 – x 1 ) / ( t 2 – t 1 ) estamos in tentando re la c ionar lo que es (es dec i r , x 2 y t 2 ) con lo que no es (es dec i r , x 1 y t 1 . Desde luego, esto podemos hacer lo en abst racto y s imból i camente (como es. c ier tamente, práct ica común en la c ienc ia cas i , pero e l dato nuevo, no comprendido en este s imbol ismo abst racto, es que la ve loc idad de ahora está actuando ahora (por e jemplo, determina cómo actuará una par t ícu la de ahora en adelante, en s í misma y en re lac ión con ot ras par t ícu las) . ¿Cómo vamos a comprender la act iv idad presente de una pos ic ión (x 1 ) que es ahora no ex is tente y que se ha ido para s iem pre?

Se suele creer que este problema se resuelve con e l cá lcu lo d i ferenc ia l . Lo que se hace aquí es dejar que e l in terva lo de t iempo ∆t = t 2 – t 1 se vaya reduciendo hasta desaparecer , jun tamente con ∆x = x 2 – x 1 . La ve loc idad se def ine ahora como e l l ími te de la proporc ión ∆x / ∆t , cuando ∆t se aprox ima a cero. Esto impl ica, pues, que e l problema descr i to ya no puede p lan tearse, porque efect ivamente se toman x 2 y x 1 a l mismo t iempo. Así que deben estar presentes a la vez y re lac ionados en una ac t iv idad que depende de ambos.

Sin embargo, una pequeña ref lex ión demuestra que este procedimiento es todavía más abst racto y s imból ico que e l pr i mero, en e l cual se consideraba f in i to e l in terva lo de t iempo. Porque no se t iene exper ienc ia inmediata a lguna de un in terva lo de t iempo de longi tud cero, n i se puede ver según un pensa miento ref lex ivo lo que esto puede querer dec i r .

Inc luso como un formal ismo abst racto, este método no es p lenamente coherente en un sent ido lóg ico, n i t iene tampoco rango de apl icac ión universa l . C ier tamente, só lo se apl ica dentro de l área de los movimientos cont inuos y , además, só lo como un a lgor i tmo técnico que resul ta ser correcto para esta c lase de movimiento. S in embargo, como hemos v is to , según la teor ía cuánt ica, e l movimiento no es fundamenta lmente cont inuo. Así que, inc luso como un a lgor i tmo, su campo corr iente de apl ica c ión está l imi tado a las teor ías que se expresan según los con ceptos c lás icos (es dec i r , en e l orden expl icado) , en las cuales proporc iona una buena aprox imación a l propósi to de ca lcu lar los movimientos de los objetos mater ia les.

S in embargo, cuando pensamos en e l ho lomovimiento se gún e l orden impl icado, no aparecen estos problemas. En este orden, e l movimiento se comprende como una ser ie de e lementos que se in terpenetran y ent remezclan con d i ferentes grados de impl icac ión, todos e l los presentes a la vez. De este modo, la act iv idad de este movimiento no presenta d i f icu l tades, porque es un producto de todo este orden p legado, y está más determinado por las re lac iones con los ot ros e lementos, que también están presentes, que por las re lac iones con e lementos que ya no ex is ten.

Vemos, pues, que pensando según e l orden impl icado, l le gamos a una noc ión de movimiento que es lóg icamente cohe rente y que representa con propiedad nuest ra exper ienc ia inmediata de movimiento. De este modo la ruptura neta ent re e l pensamiento

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lóg ico abst racto y la exper ienc ia inmediata con creta, que ha impregnado durante tanto t iempo nuest ra cu l tu ra, ya no podrá mantenerse. Por e l cont rar io , se crea la pos ib i l i dad de un movimiento f luyente no f ragmentado, desde la expe r ienc ia inmediata hasta e l pensamiento lóg ico, y v iceversa, que terminará así con esta f ragmentac ión.

Además, ahora somos capaces de comprender , de un modo nuevo y más coherente, la noc ión que hemos propuesto refe rente a la natura leza genera l de la rea l idad: la de que lo que es, es e l movimiento. En rea l idad, lo que nos d i f icu l ta e l t rabajar según esta noc ión, es que estamos acostumbrados a pensar en el movimiento de la manera t rad ic ional , como una re lac ión act iva de lo que ex is te con lo que no ex is te. Nuestra noc ión t rad ic ional de la natura leza genera l de la rea l idad nos l levará, pues, a dec i r que lo que es una re lac ión act iva de lo que ex is te con lo que no ex is te. Deci r esto es, en f in de cuentas, confuso. S in embar go, según e l orden impl icado, e l movimiento es una re lac ión de c ier tas fases de lo que ex is te con ot ras fases de lo que ex is te que están en d i ferentes etapas de impl icac ión. Esta idea supone que la esencia de la rea l idad como un todo es esta re lac ión ent re las var ias fases en d i ferentes etapas de impl icac ión (más que, por e jemplo, una re lac ión ent re d i ferentes par t ícu las y campos que son todos e l los expl icados y mani f iestos) .

Desde luego, e l movimiento rea l impl ica mucho más que la s imple sensación in tu i t iva inmediata de un f lu jo no f ragmenta do, que es nuest ro modo de exper imentar d i rectamente e l orden impl icado. Genera lmente, la presencia de esta sensación de f lu jo impl ica además que, en e l momento s igu iente, e l estado de las cosas puede cambiar rea lmente, es dec i r , será d i ferente. ¿Cómo deberemos entender este hecho de exper ienc ia según e l orden impl icado?

Una c lave va l iosa nos la proporc iona e l re f lex ionar con cu i dadosa atenc ión sobre lo que ocurre cuando, en nuest ro pensa miento, dec imos que un conjunto de ideas impl ican ot ro con junto d i ferente por completo. Natura lmente, e l verbo « impl i car» es, prec isamente, e l que ha dado or igen a nuest ro término « impl icado» y, por tanto, también «envuelve» la noc ión de p legamiento. Cier tamente, cuando nosotros dec imos que a lgo está impl íc i to , por lo genera l estamos d ic iendo a lgo más que e l mero enunciado de que esta cosa es una in ferenc ia que las reg las de la lóg ica deducen de a lguna ot ra cosa. Genera lmente estamos quer iendo deci r que, de var ias ideas y noc iones d i ferentes (de a lgunas de las cuales somos expl íc i tamente consc ientes) , emer ge una noc ión nueva que las reúne de a lgún modo en un todo concreto y no d iv id ido.

Vemos, pues, que cada momento de la concienc ia t iene c ier to contenido expl íc i to , que es un pr imer término, y un con tenido impl íc i to , que es su fondo correspondiente. Lo que proponemos ahora no es so lamente que se comprenda mejor la ex per ienc ia inmediata según e l orden impl icado, s ino que este pensamiento también debe quedar comprendido dentro de este orden. No nos refer imos prec isamente a l contenido del pensamiento por e l que hemos comenzado ya a usar e l orden impl ica do. Lo que queremos deci r también es que la est ructura. La func ión y la act iv idad rea les del pensamiento están en e l orden impl icado. La d is t inc ión ent re lo impl íc i to y lo expl íc i to en e l pensamiento la consideramos aquí pues como esencia lmente equiva lente a la d is t inc ión ent re impl icado y expl icado en la ma ter ia en genera l .

Para ac larar lo que s ign i f ica esto, recordemos brevemente la fórmula bás ica de la ley de una subtota l idad (d iscut ida en los apar tados 3 y 6) , es dec i r , que los e lementos impl icados en un conjunto caracter ís t ico (por e jemplo, de par t ícu las de t in ta o de átomos) que van a const i tu i r la e tapa s igu iente de impl icac ión, están v inculados por una fuerza g lobal de necesidad que los une para contr ibu i r a un f in común que emergerá en la s imiente fase del proceso que se d iscute. De un modo parec ido reponemos que e l conjunto de e lementos impl icados en e l cerebro y e l s is tema nerv ioso que van a const i tu i r la e tapa s igu iente en e l desarro l lo de una l ínea de pensamiento están v incula -dos de un modo parec ido por una fuerza de necesidad g lobal que los reúne para contr ibu i r a la noc ión común que emergerá en la concienc ia en e l momento s igu iente.

En este estudio hemos estado usando la idea de que se puede descr ib i r la concienc ia en términos de una ser ie de momentos. Nuestra atenc ión nos muestra que no podemos f i jar exactamente un momento dado en re lac ión con e l t iempo (por e jem plo, con e l re lo j ) , s ino más b ien que este momento cubre un per íodo de durac ión vagamente def in ido y de extens ión a lgo var iab le. Como hemos apuntado antes, cada momento se exper imenta d i rectamente en e l orden impl icado. Ya hemos v is to que, mediante la fuerza

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de la necesidad dentro de la s i tuac ión g lobal , un momento da or igen a l s igu iente, en cuyo contenido lo que estaba impl icado prev iamente se hace ahora expl icado, mient ras que e l contenido prev iamente expl icado ha quedado impl icado (por e jemplo, como ha ocurr ido en la analogía de las gotas de t in ta) .

La cont inuación de este proceso da cuenta de cómo t iene lugar e l cambio de un momento a l s igu iente. En pr inc ip io , e l cam bio debe ser una t ransformación fundamenta l y rad ica l en cada momento. S in embargo, la exper ienc ia nos muestra que, en e l pensamiento ( igual que en la mater ia en genera l ) , acostumbra a haber mucha recurrenc ia y estabi l idad, y éstas nos l levan a que sean posib les las subtota l idades re la t ivamente independientes.

En cada una de estas subtota l idades se puede cont inuar se gún c ier ta l ínea de pensamiento que impl ica un cambio comple tamente regular . Ev identemente, e l carácter prec iso de ta l se cuencia de pensamientos, según se impl ican de un momento a l s igu iente, depende genera lmente del contenido del orden im pl icado en los momentos anter iores. Por e jemplo, un momento que cont iene una sensación de movimiento t iende a ser seguido, por lo genera l , por un cambio en e l momento s igu iente que hará mayor esta sensación, por fuer te que fuera la que estuv iese presente a l pr inc ip io (de ta l modo que, como en e l caso del apa rato est roboscópico d iscut ido anter iormente, cuando no ocurre esto, sent imos que está ocurr iendo a lgo sorprendente y paradó j ico) .

A l igual que en nuest ra d iscus ión sobre la mater ia en gene ra l , será necesar io ahora que ent remos en la cuest ión de cómo es que e l orden expl icado es lo que está mani f iesto en la concienc ia. Como muestra la observac ión atenta ( ten iendo presen te que la pa labra «mani f iesto» s ign i f ica lo que es recurrente, es table y separable) , e l contenido mani f iesto de la concienc ia está esencia lmente basado en la memor ia, que es la que nos permi te mantener este contenido con una forma bastante cons tante. Desde luego que, para hacer pos ib le esta constanc ia, es también necesar io que este contenido esté organizado, no so la mente mediante asociac iones re la t ivamente f i jas , s ino también con la ayuda de las reg las de la lóg ica y de nuest ras categor ías bás icas de espacio, t iempo, causal idad, un iversa l idad, e tcétera. De este modo se puede desarro l lar un s is tema g lobal de concep tos y de imágenes menta les que es una representac ión más o menos f ie l de l «mundo mani f iesto».

Sin embargo, e l proceso del pensamiento no es una mera representac ión del mundo mani f iesto; más b ien es una contr ibuc ión impor tante a nuest ro modo de exper imentar este mundo, porque, como ya hemos señalado antes, esta exper ienc ia es una fus ión de nuest ra in formación sensor ia l con la «repet ic ión» de a lgunos de los contenidos de la memor ia (que cont ienen pensa miento const ru ido en su verdadera forma y orden) . En esta exper ienc ia habrá un fuer te fondo de caracter ís t icas recurren temente estables y separables, cont ra las cuales los aspectos t rans i tor ios y cambiantes del f lu jo no f ragmentado de la expe r ienc ia se verán como impres iones pasajeras que t ienden a d is -ponerse y ordenarse pr inc ipa lmente de acuerdo con la vasta to ta l idad del contenido re la t ivamente estát ico y f ragmentado de los reg is t ros del pasado.

En efecto, se pueden aduci r muchas pruebas c ient í f icas que demuestran que gran par te de nuest ra exper ienc ia consc iente es una const rucc ión que se basa en la memor ia, organizada por e l pensamiento de la manera genera l que acabamos de descr ib i r . Pero ent rar en deta l le en este tema nos l levar ía demasiado le jos. No obstante, nos será provechoso mencionar que Piaget ha ac larado que una c ier ta concienc ia de lo que es nuest ro orden fami l iar de l espacio, e l t iempo, la causal idad, e tcétera (que es, en esencia, lo que hemos l lamado e l orden expl icado) , so la mente opera dentro de una pequeña extens ión durante las pr i meras fases de la v ida del ind iv iduo humano. Más b ien, como é l demuestra según cu idadosas observac iones, la mayor par te de los n iños aprenden este contenido dentro de l área de la expe r ienc ia sensomotr iz , y más tarde, según se van hac iendo mayo res, re lac ionan esta exper ienc ia con su expres ión en e l lenguaje y en la lóg ica. Por ot ra par te , parece ser que ex is te una concienc ia inmediata del movimiento desde e l pr inc ip io mismo de la concienc ia de l ind iv iduo. S i recordamos que e l movimiento se s iente como pr imar io en e l orden impl icado, veremos que e l t rabajo de Piaget respalda la noc ión de que e l sent i r en la expe r ienc ia e l orden impl icado es fundamenta lmente mucho más in mediato y d i recto que sent i r así e l orden expl icado, e l cual , como acabamos de puntual izar , requiere una const rucc ión comple ja que se t iene que aprender .

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Una razón de por qué no acostumbramos a darnos cuenta de la pr imacía del orden impl icado es que nos hemos acostum brado tanto a l orden expl icado, y le hemos dado tanta impor tanc ia en nuest ro pensamiento y en nuest ro lenguaje, que ahora nos sent imos fuer temente inc l inados a sent i r que nuest ra pr i mera exper ienc ia fue la de lo que es expl icado y mani f iesto. No obstante, o t ra de las razones, ta l vez más impor tante, es que, a l act ivar los reg is t ros de nuest ra memor ia, cuyo contenido es pr inc ipa lmente lo que es recurrente, estable y separable, enfo camos nuest ra atenc ión, con mucha preferenc ia, sobre todo lo que es estát ico y f ragmentado.

Esto contr ibuye, pues, a la formación de una exper ienc ia en la que estos rasgos estát icos y f ragmentados son a menudo tan in tensos que las caracter ís t icas más t rans i tor ias y sut i les de l f lu jo no f ragmentado (por e jemplo, las «t ransformaciones» de las notas musica les) t ienden genera lmente a pal idecer en una ins ig n i f icanc ia aparente ta l , que, en e l mejor de los casos, só lo sere mos débi lmente consc ientes de e l las. De este modo se forma la i lus ión de que e l contenido mani f iesto, estát ico y f ragmentado de la consc ienc ia se s iente en la exper ienc ia como la verdadera base de la rea l idad, y esta i lus ión proporc iona la prueba aparen te de que este modo de pensar , en e l cual se toma este contenido como fundamenta l , es e l cor recto.

8. MATERIA, CONCIENCIA Y SU FUNDAMENTO COMÚN

Al comienzo del apar tado anter ior suger imos que tanto la mater ia como la concienc ia podían entenderse según e l orden impl icado. Ahora mostraremos cómo las noc iones de orden impl icado que hemos desarro l lado en conexión con la concienc ia pueden re lac ionarse con esta mater ia de la que estamos t ra tan do para que podamos comprender cómo ambas pueden tener un fundamento común.

Comenzaremos por adver t i r que (véanse capí tu los pr imero y qu into) las teor ías re la t iv is tas habi tua les en la f ís ica descr iben e l conjunto de la rea l idad como un proceso cuyo e lemento fundamenta l es un acontec imiento puntual , es dec i r , a lgo que suce de en una reg ión re la t ivamente pequeña del espacio y de l t iem po. Nosotros proponemos, en cambio, que e l e lemento bás ico sea un momento, e l cual , a l igual que e l momento en la concienc ia no puede estar re lac ionado prec isamente con las medi das del espacio y de l t iempo, s ino que más b ien cubre una re g ión en c ier to modo vagamente def in ida, que se ext iende por e l espacio y t iene una durac ión en e l t iempo. La extens ión y la du rac ión de uno de estos momentos puede var iar desde a lgo muy cor to hasta a lgo muy grande, según e l contexto que se esté d is cut iendo (hasta un s ig lo en par t icu lar puede ser un «momento» en la h is tor ia de la humanidad) . Como ocurre con la concienc ia, cada momento t iene un c ier to orden expl icado, y , además, impl ica todos los demás, s i b ien a su propio modo. De esta manera, la re lac ión de cada momento dentro de la to ta l idad de todos los demás está impl icada por su contenido to ta l : la ma nera que t iene de «mantener» impl icados todos los demás den tro de é l .

En c ier tos aspectos, esta noc ión es s imi lar a la idea de las mónadas de Leibn iz , cada una de las cuales «ref le ja» e l todo a su propia manera, unas con gran deta l le y ot ras con bastante vaguedad. La d i ferenc ia es que las mónadas de Leibn iz t ienen una ex is tenc ia permanente, mient ras que nuest ros e lementos bás icos son só lo momentos y , por lo tanto, no son permanentes. La idea de Whi tehead sobre las «ocasiones actuales» está más cerca de lo que proponemos aquí , y su pr inc ipa l d i ferenc ia con nuest ra concepción es que nosotros usamos e l orden impl icado para expl icar las cual idades y las re lac iones de nuest ros momentos, mient ras que Whi tehead lo hace de una manera a lgo d i fe rente.

Recordaremos ahora que, según las leyes del orden impl ica do, ex is te una subtota l idad re la t ivamente independiente, recu rrente y estable, que const i tuye e l orden expl icado, y que, como es obv io, es bás icamente e l orden con e l que so lemos ent rar en contacto en la exper ienc ia común (ampl iada, en c ier to modo, por nuest ros inst rumentos c ient í f icos) . Este orden deja espacio en é l para a lgo como la memor ia, en e l sent ido de que, por lo genera l , los momentos prev ios dejan un rast ro (por lo común, impl icado) que pers is te en los momentos poster iores, aunque este rast ro puede cambiar y t ransformarse de un modo cas i i l imi tado. A par t i r de este rast ro (por e jemplo, los que aparecen en las rocas) podemos, en pr inc ip io , desplegar una imagen de los momentos pasados que sea s imi lar , en c ier tos aspectos, a lo que ha sucedido rea lmente. Para aprovechar estos rast ros d iseñamos inst rumentos como las cámaras fo tográf icas, los magne tófonos y las memor ias para ordenadores, capaces de reg is t rar los momentos actuales de ta l manera

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que podemos hacer d i rec ta e inmediatamente accesib le mucho más del contenido de lo que ha ocurr ido que lo que genera lmente podían hacer los ras t ros natura les so los.

Se podr ía dec i r que nuest ra memor ia es un caso especia l de este proceso, porque todo lo que as imi lamos en e l la se mant ie ne p legado en las cé lu las cerebra les, y éstas forman par te de la mater ia en genera l . La recurrenc ia y la estabi l idad de nuest ra propia memor ia como una subtota l idad hasta c ier to punto inde pendiente se produce, pues, prec isamente como par te de l mismo proceso que sost iene la recurrenc ia y la estabi l idad en e l orden mani f iesto de la mater ia en genera l .

De esto se deduce, pues, que e l orden expl icado y mani f ies to de la concienc ia no es en resumidas cuentas, o t ro que e l de la mater ia en genera l . Fundamenta lmente, t iene aspectos que lo d i ferenc ian de forma esencia l orden to ta l ún ico. Esto expl ica e l hecho básico que hemos apuntado antes: que e l orden expl icado de la mater ia en genera l es también, en esencia, e l orden sensib le expl icado que nos presenta la concienc ia en la exper ienc ia ord inar ia .

No so lamente en lo que se ref iere a esto, s ino que como he mos v is to , también en un ampl io grupo de ot ros aspectos im por tantes, la concienc ia y la mater ia t ienen bás icamente, por lo genera l , e l mismo orden (es dec i r , e l orden impl icado como un todo) . Como ya hemos señalado antes, este orden es e l que hace que sea pos ib le una re lac ión ent re una y ot ra . Pero especi f iquemos más: ¿qué podemos deci r acerca de la natura leza de esta re lac ión?

Comenzaremos por considerar a l ind iv iduo humano como una subtota l idad re la t ivamente independiente, con una recurren c ia y estabi l idad de su proceso to ta l (por e jemplo, f ís ica, t ica, neuro lóg ica. menta l , e tcétera) suf ic ientes como para que sea capaz de subsis t i r durante un c ier to per íodo de t iempo. Sabemos que en este proceso se da e l hecho de que e l estado f ís ico puede afectar a l contenido de la concienc ia de muchas maneras (E l caso más senci l lo de e l lo es que podemos tener la concienc ia de nuest ras exc i tac iones neura les como sensaciones. ) Y v iceversa, sabemos que e l contenido de nuest ra concienc ia puede afectar nuest ro estado f ís ico (por e jemplo, con una in tenc ión consc iente, los nerv ios pueden exc i tarse, moverse los músculos, a l terarse los la t idos del corazón, a la vez que se producen a l terac iones de la act iv idad g landular , de la química de la sangre, e tcétera) .

A esta re lac ión ent re la mente y e l cuerpo se la l lama común mente ps icosomát ica (de l gr iego psi jé que s ign i f ica «mente» y soma, que s ign i f ica «cuerpo») . S in embargo, esta palabra se usa, por lo genera l , de ta l manera, que impl ica que la mente y e l cuerpo t ienen ex is tenc ias separadas pero re lac ionadas por a lgu na especie de in teracc ión. Este s ign i f icado no es compat ib le con e l orden impl icado. En este orden debemos deci r que la mente impl ica la mater ia en genera l y , por consigu iente, e l cuerpo en par t icu lar . De un modo s imi lar , e l cuerpo impl ica, no só lo la mente, s ino también, y en c ier to sent ido, e l un iverso mater ia l entero. (De la manera que lo hemos expl icado antes en este apar tado, tanto por medio de los sent idos como por e l hecho de que los átomos const i tuyentes del cuerpo son est ructuras rea les que, en pr inc ip io , están impl icadas en absolutamente todo e l espacio. )

En efecto, este t ipo de re lac ión lo hemos encontrado en e l apar tado 4, en e l cual in t roducíamos la noc ión de una rea l idad mul t id imensional que se proyecta en e lementos de menos d imensiones que no só lo t ienen una re lac ión no local n i causal en t re e l los s ino también la c lase de impl icac ión mutua que prec isa mente suger imos para la mente y e l cuerpo. Esto nos l leva a proponer en adelante que la rea l idad más comprensiva, profun -da e ín t ima no está en la mente, n i tampoco en e l cuerpo, s ino más b ien en una rea l idad de una d imensional idad todavía ma yor , que es su fundamento común y que es de una natura leza que los sobrepasa a ambos. Tanto la mente como e l cuerpo son, pues, una subtota l idad re la t ivamente independiente, y esto im pl ica que ta l independencia re la t iva der iva del fundamento mul t id imensional en e l cual ambos son, f ina lmente, uno so lo ( igual que encontramos que la independencia re la t iva del orden mani f iesto procede de su fundamento en e l orden impl icado) .

Sobre esta base mul t id imensional e l orden impl icado pre valece. Así , dentro de este campo, lo que es e l movimiento, que está representado en e l pensamiento como la presencia s imul tánea de var ias fases del orden impl icado. Como ocurre con las formas más s imples del orden impl icado que hemos conside rado antes, e l estado de movimiento en un momento dado se despl iega mediante una fuerza de necesidad más in ter ior , inhe -

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rente a este estado g lobal de las cosas, y da or igen a un nuevo estado de las cosas en e l momento s igu iente. Las proyecc iones del campo mul t id imensional , como la mente y e l cuerpo, podrán ser , en e l momento s igu iente, d i ferentes de como fueron en e l momento anter ior , aunque, desde luego, estas d i ferenc ias estarán re lac ionadas. Así que nosotros no d i remos que la mente y e l cuerpo se afectan causalmente de un modo recíproco, s ino que los movimientos de ambos son e l producto de las proyec c iones re lac ionadas de un campo mul t id imensional común.

Natura lmente, inc luso este campo de la mente y de l cuerpo es l imi tado. En f in de cuentas, es ev idente que tendremos que inc lu i r a la mater ia más a l lá de l cuerpo s i es que queremos dar una razón adecuada de lo que rea lmente ocurre, y esto inc lu i rá , f ina lmente, a las demás personas; después segui remos con la soc iedad, y l legaremos hasta la humanidad como un todo. S in embargo, a l hacer lo tenemos que tener cu idado de no vo lver a considerar que los d i ferentes e lementos de una s i tuac ión to ta l dada t ienen a lgo más que una re la t iva independencia. Pensan do de una manera más profunda y, genera lmente, más adecuada, cada uno de estos términos no es más que una proyecc ión en una subtota l idad de «dimensión» aún más a l ta . Así que, en ú l t i mo ext remo, será engañoso y por supuesto er róneo suponer , por e jemplo, que cada ser humano es una rea l idad independiente que in teractúa con los demás seres humanos y con la na tura leza. Por e l cont rar io , todos e l los son proyecc iones de una to ta l idad única. Cuando un ser humano toma par te en e l proce so de esta to ta l idad, queda fundamenta lmente cambiado, prec isamente por la misma act iv idad con la que se propone cam biar la rea l idad que cont iene su concienc ia. No tener esto en cuenta nos l levará de forma inev i tab le a una confus ión ser ia y permanente en todo cuanto hagamos.

Por lo que se ref iere a la mente, también podemos ver que es necesar io segui r hasta un campo más inc lus ivo. Así , como hemos v is to , e l contenido expl íc i to fác i lmente accesib le de la concienc ia se inc luye en un fondo impl íc i to (o impl icado) mu cho mayor . Es ev idente que éste debe estar contenido, a su vez, en un fondo todavía más grande, que no só lo pueda inc lu i r los procesos neurof is io lóg icos en n ive les de los cuales genera lmente no somos consc ientes, s ino también un fondo más grande que e l de éstos, de profundidades de inconsc ienc ia desconocidas (y , por c ier to , en ú l t imo ext remo incognoscib les) , que puede consi derarse como análogo a l «mar» de energía que l lena e l espacio que perc ib imos sensib lemente como «vacío».

Sea la que fuere la natura leza de estas profundidades in te r iores de la concienc ia, son e l verdadero fondo, tanto del con tenido expl íc i to como del que acostumbramos a l lamar impl íc i to . Aunque este fondo no puede aparecer en la concienc ia or d inar ia , debe estar presente, s in embargo, en c ier to modo. A l igual que e l vasto «mar» de energía en e l espacio está presente para nuest ra percepción como una sensación de vacío o de nada, de l mismo modo e l vasto fondo « inconsc iente» de nuest ra concienc ia expl íc i ta , con todas sus impl icac iones, está presente de un modo s imi lar . Es dec i r , que puede ser sent ido como un vacío, una nada dentro de la cual e l contenido acostumbrado de la concienc ia es so lamente un pequeño conjunto de facetas que se desvanecen.

Consideremos ahora brevemente qué podemos deci r acerca del t iempo en este orden to ta l de mater ia y de concienc ia.

En pr imer lugar , es b ien conocido que, ta l como lo perc ib i mos d i rectamente con los sent idos y lo exper imentamos en la concienc ia, e l t iempo es muy var iab le y re la t ivo a las condic iones (por e jemplo, un per íodo dado pueden sent i r lo como cor to o como largo personas d i ferentes, o inc luso la misma persona, según los in tereses afectados en cada caso) . Por ot ra par te , parece, según la común exper ienc ia, que e l t iempo f ís i co es absoluto y no depende de condic iones. S in embargo, una de las impl icac iones más impor tantes de la teor ía de la re la t iv i dad es que e l t iempo f ís ico es, en rea l idad, re la t ivo, en e l sent ido de que puede var iar según la ve loc idad del observador . (Esta var iac ión es, s in embargo, so lamente s ign i f icat iva cuando éste se aprox ima a la ve loc idad de la luz, y es bastante desprec iab le en e l domin io de la exper ienc ia ord inar ia . ) Lo dec is ivo en e l presente contexto es que según la teor ía de la re la t iv idad, no se puede mantener una d iv is ión ta jante ent re e l espacio y e l t iem po (excepto como una aprox imación, vá l ida para ve loc idades pequeñas comparadas con la de la luz) . De modo que, s i tene mos en cuenta que la teor ía cuánt ica impl ica que los e lementos que están separados en e l espacio son, por lo genera l , proyecc iones de una rea l idad mul t id imensional re lac ionadas de un modo

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no causal y no local , de esto se deduci rá que los momen tos separados en e l t iempo son también proyecc iones de esta rea l idad.

Evidentemente, esto nos l leva a una noc ión fundamenta l mente nueva acerca del s ign i f icado del t iempo. Tanto en la ex per ienc ia común como en la f ís ica, se ha considerado que e l t iempo es un orden pr imar io , independiente y un iversa lmente apl icable; ta l vez e l más fundamenta l de los que conocemos. Ahora hemos l legado a proponer que es secundar io y que, a l igual que e l espacio (véase e l apar tado 5) , debe ser der ivado de un campo mul t id imensional como un orden par t icu lar . C ier ta mente aún se podr ía dec i r más: que muchos órdenes de t iem po, par t icu lares como éste e in ter re lac ionados, podr ían der i varse de d i ferentes conjuntos de secuencias de momentos, correspondientes a s is temas mater ia les que v ia jaran a d i ferentes ve loc idades. S in embargo, todos e l los segui r ían dependiendo de una rea l idad mul t id imensional que no podr ía ser comprendi da por completo según n ingún orden tempora l , n i conjunto de ta les órdenes.

De un modo parec ido hemos l legado a proponer que esta rea l idad mul t id imensional puede proyectarse en muchos órde nes de secuencias de momentos en la concienc ia. No estamos pensando so lamente en la re la t iv idad del t iempo ps ico lóg ico que acabamos de d iscut i r , s ino también en impl icac iones mu cho más sut i les. Así , por e jemplo, hay personas que conocen b ien a ot ras y que quedan separadas de e l las durante mucho t iempo (como e l que mide la secuencia de momentos que reg is t ra un re lo j ) y , s in embargo, muchas veces son capaces de «to mar las donde las dejaron», como s i e l t iempo no hubiera pasado. Lo que estamos proponiendo aquí es que estas secuencias de momentos que «se escapan» de los espacios in termedios son formas de t iempo tan permis ib les como aquel las que parecen cont inuas.

La ley fundamenta l , pues, es la de l inmenso campo mul t id imensional ; y las proyecc iones de este campo determinan cua lesquiera órdenes tempora les que puedan ex is t i r . Natura lmen te, esta ley puede ser ta l que, en c ier tos casos l ími te , e l orden de momentos corresponda de forma aprox imada a aquel que po dr ía ser determinado por una s imple ley causal . O b ien, en ot ro caso l ími te d i ferente, e l orden tendr ía un grado de comple j idad tan a l to que, como ind icábamos en e l capí tu lo qu into, se apro x imar ía a lo que acostumbramos a l lamar un orden a leator io . Ambas a l ternat ivas cubren tanto lo que sucede en la mayor par te de l domin io de la exper ienc ia ord inar ia como lo que prevé la f ís ica c lás ica. S in embargo, tanto en e l domin io cuánt ico como en re lac ión con la concienc ia y probablemente en la compren sión de la más profunda e ín t ima esencia de la v ida, estas aprox imaciones se mostrarán inadecuadas. Tendremos que segui r cons iderando a l t iempo como una secuencia de momentos que es la proyecc ión de una rea l idad mul t id imensional .

Tal proyecc ión puede descr ib i rse más como creat iva que como mecánica, porque se ent iende por creat iv idad prec isa mente e l comienzo de un nuevo contenido, que se despl iega en una secuencia de momentos que no son completamente der ivables de los que v in ieron antes en esta secuencia o conjunto de ta les secuencias. Lo que estamos d ic iendo, pues, es que e l mo vimiento es bás icamente un comienzo creat ivo de un contenido nuevo que no es e l proyectado desde e l campo mul t id imensio nal . En contraste con esto, lo que es mecánico es la subtota l idad re la t ivamente autónoma que se puede abst raer de aquel lo que es bás icamente un movimiento creat ivo de despl iegue.

¿Cómo vamos a considerar ahora la evoluc ión de la v ida, ta l como se formula genera lmente en b io logía? En pr imer lugar hay que dec i r que la pa labra «evoluc ión» (cuyo sent ido l i tera l es «desenro l lamiento») t iene connotac iones demasiado mecanic is tas para que nos s i rva con propiedad en este contexto. Ser ía mejor dec i r , como ya hemos apuntado antes, que d i ferentes formas sucesivas de v ida se despl iegan creat ivamente. Los miembros ú l t imamente l legados no son der ivables por comple to de los que l legaron antes, mediante un proceso en e l cual e l e fecto sur ja de una causa (aunque, con c ier ta aprox imación, un proceso causal así pueda expl icar c ier tos aspectos l imi tados de la secuencia) . La ley de este desplegamiento no se puede com prender con propiedad s in considerar también la inmensa real i dad mul t id imensional de la cual es una proyecc ión (excepto en la grosera aprox imación en la cual se pueden desprec iar las im pl icac iones de la teor ía cuánt ica y lo que está más a l lá de e l la) .

Nuestro método g lobal nos ha p lanteado sucesivamente cuest iones acerca de la natura leza del cosmos, de la mater ia en genera l , de la v ida y de la concienc ia. Todas

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el las se han consi derado como proyecc iones de un fundamento común. A éste le podemos l lamar e l fundamento de todo lo que ex is te, a l menos hasta donde puede ser sent ido y conocido por nosotros, en la fase actual de l desplegamiento de nuest ra concienc ia. Aunque no tengamos una percepción deta l lada, o un conocimiento de este fundamento, en c ier to sent ido ya está impl icado en nuest ra concienc ia, tanto de las maneras que ya hemos subrayado, como ta l vez de ot ras maneras que todavía t ienen que descubr i rse.

Este fundamento, ¿es e l f in absoluto de todas las cosas? En la concepción que hemos propuesto referente a la natura leza genera l de “ la to ta l idad de todo lo que es” , cons ideramos inc luso este fundamento como una mera etapa, en e l sent ido de que, en pr inc ip io , podr ía haber una in f in idad de desarro l los poste r iores más a l lá de é l . En cualquier momento par t icu lar de este desarro l lo , cada conjunto de conceptos que pudieran surg i r const i tu i r ía , como mucho, una propuesta. No deberá tomarse como un supuesto acerca del cual creamos que está la verdad f i na l , y todavía menos como una conclus ión concern iente a la na tura leza de ta l verdad. Por e l cont rar io , esta propuesta nuest ra se convier te e l la misma en un factor act ivo en la to ta l idad de una ex is tenc ia que nos inc luye tanto a nosotros mismos como a los objetos de nuest ros pensamientos y nuest ras invest igac iones exper imenta les. Cualesquiera propuestas que la sucedan en este proceso, como aquel las que ya hemos hecho, deberán ser v iab les. Es dec i r , se requer i rá de e l las, tanto que tengan una coherencia in terna genera l , como una consis tenc ia en lo que f luya de e l las a la v ida como un todo. Con la fuerza de una nece -s idad todavía más profunda y más ín t ima, correspondiente a esta to ta l idad, surg i rá a lgún nuevo estado de las cosas en e l cual tanto e l mundo como lo conocemos, como nuest ras ideas acerca de é l , exper imentarán un proceso s in f in de cambio toda vía más progres ivo.

Con esto hemos l levado, en esencia, la presentac ión de nuest ra cosmología y de nuest ras noc iones genera les concer n ientes a la natura leza de la to ta l idad a un natura l punto de l legada (aunque, natura lmente, só lo sea tempora l ) . De aquí en adelante, podemos contemplar lo como un todo y ta l vez re l le nar a lgunos de los deta l les que hemos ido dejando s in terminar en este t ra tamiento necesar iamente super f ic ia l , antes de segui r hac ia nuevos desarro l los como aquel los a los que hemos a lud i do antes.

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