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El último romántico del mundo (La Carta de Amor más larga del siglo XXI) Oscar Mendoza Camino Para contacto con el autor del libro y el fotógrafo: [email protected] © Todos los derechos reservados Prohibida la reproducción parcial o total, la distribución y la publicación, de este libro, sin la autorización por escrito del autor.

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El último romántico del mundo (La Carta de Amor más larga del siglo XXI)

Oscar Mendoza Camino

Para contacto con el autor del libro y el fotógrafo:

[email protected]

© Todos los derechos reservados

Prohibida la reproducción parcial o total, la distribución

y la publicación, de este libro, sin la autorización por escrito del autor.

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Prólogo

La carta de quien se autodefine como “El último romántico del mundo” fue escrita en el año 2000 (principio del siglo XXI) a una mujer que debatía su amor entre dos hombres, uno de ellos, su novio de varios años, y el otro el escritor de esta larga misiva que relata hasta donde puede llegar un hombre verdaderamente enamorado, cuando se trata de un amor aparentemente prohibido. Lo más novedoso de esta historia es que contiene enlaces donde se pueden escuchar 13 canciones (de 14) que inspirado por ella, Oscar escribió y grabó en tan sólo una semana, una de las cuales “No me basta soñar” fue grabada por Jorge Santa Cruz, sirviendo esta y las demás canciones, como pinceladas de los hechos que sintetizan la correspondencia, los cuales el autor ha querido compartir con el mundo, como una muestra de que aún sobrevive el romanticismo, aunque quizás sólo sea en “El último romántico del mundo” La carta en cuestión, que tendrán oportunidad de leer, luego de la introducción, entraña

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difíciles decisiones que enfrentó su autor, y probablemente sirvan de ejemplo a casos similares.

Esta para no dejar el espacio vacío.

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Introducción Me encontraba hurgando entre viejos papeles, de los cuales clasificaba los que consideraba importantes, mientras los que iba descartando (por ya carecer de mi interés) los arrojaba al zafacón situado al lado mío. En eso descubrí una carta de amor compuesta por más de 40 páginas manuscritas, y escritas 10 años antes. Al leer las primeras líneas todos los recuerdos se arremolinaron en mi mente, sucediéndose uno a otros como un tropel de furiosas abejas a quienes han alborotado en su panal. En aquella carta, que había olvidado, estaba resumida la historia de un triangulo amoroso, del cual fui una de las partes más perjudicada y a la vez beneficiada, pues gracias a los perjuicios, escribí una veinte canciones y produje otros escritos que, como la carta que van a leer, no se hubieran producidos sin la existencia del conflicto amoroso que empecé a vivir desde que tuve la gracia y la desdicha de conocer a Margarita, nombre supuesto que he tomado prestado de mi relato “Forjadores de sueños”

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La conocí una tarde en la que convergimos en una academia de música. Yo fui a reunirme con un amigo y, al salir del recinto la vi. Ella estaba sentada en un muro a la salida de la academia y, al parecer, esperaba a alguien. Nuestras miradas se cruzaron, y de los labios de ella brotó una sonrisa que tomé como una invitación, de modo que me le acerqué y entramos en un dialogo que a los diez minutos parecía el de dos enamorados. Varios minutos después llegó un joven de uno 25 años y, sin saludar le fue a dar un beso en la boca, el cual ella ligeramente evadió. Yo pensé que era un atrevido y, como hombre que a primera vista se empezaba a enamorar, al momento de ir a pedirle cuentas por su actitud, ella dijo: “El es mi novio” y yo, como si me hubieran echado a la cabeza un balde de agua fría, sólo pude responder: “Mucho gusto” La fría conversación, en la cual cada cual refirió a que se dedicaba y otras sandeces, que sólo buscaban de parte de todos la forma de concluir aquel encuentro no planificado, llegó a su fin cuando presenté la excusa de que debía marcharme, pues tenía que pasar a recoger a mi novia, la cual acababa de inventar, pues para ese tiempo estaba más solo que un perro abandonado.

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Al dar la espalda para ir a mi auto, ella, como si no estuviera junto a su novio, me dijo: “Anota mi teléfono para que me llames” a lo que él novio repuso medio enojado, que cual era la confianza de ella, y que yo no le había pedido su teléfono. Ella sin inmutarse le profirió que ella le daba su teléfono a quien quisiera. Yo, para dar conclusión al tenso momento, le dije que no tenía con que apuntarlo, y ella, con una picara sonrisa que de seguro sólo buscaba provocar sus celos, me dijo: “Apuntalo en tu mente” y de inmediato me dijo su número. Entonces yo, a la vez que decididamente me marchaba, le referí tratando de sonreír: “Tengo muy mala memoria para los números” a pesar de lo cual, siendo esto verdadero, se quedó fijo en mi mente como estampilla pegada en el sobre de una correspondencia. Dos horas más tarde la llamé al número de teléfono que correspondía a su casa. Quién tomó la llamada me preguntó que de parte de quien, y luego vocifero: ¡Margarita te llama Oscar! Ella contesto casi de inmediato, diciéndome casi en un susurro: “Mi novio está aquí, dame tu número para llamarte cuando él se vaya” Le di mi número, y cerró, para llamarme momento después diciéndome que su novio se había marchado muy enojado, pero que a ella no le importaba, pues estaba por terminar con él. A pesar de que yo vi que se habría una

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puerta a las pretensiones que ya se anidaban en mi mente, al ella decirme que tenían varios años de amores, la aconsejé pensarlo muy bien, para que después no fuera a sentirse arrepentida. El caso es, que quizás debido a mis propios consejos, los cuales constantemente le referí por casi un mes, durante el cual conversábamos cada día hasta altas horas de la noche, ella se arregló con su novio, y al decirme en distintas ocasiones que su novio había cambiado mucho, y que la estaba tratando muy bien, entendí que mi papel fue sólo el de darle celos, así que perdí el interés y dejé de llamarla. Poco tiempo después ella hizo lo mismo. Pensé que ella ya era cosa del pasado, hasta que aproximadamente seis meses después nos encontramos en un night club…

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Apreciada dueña de mi alma: Esta carta busca en primer lugar poder manifestarte sin limitaciones mis inquietudes a través de todos los episodios de una novela que no pienso escribir. Digo novela, porque lo que ha estado sucediendo me conduce por un estrecho laberinto del que se me hace muy difícil encontrar una salida. Estoy muy contrariado y quizás tan confundido como tú, pues desde que nos encontramos en ese night club, parece que nuestras vidas pasaron a ser controladas por la magia de un hechizo que no sé bien donde puede conducirnos, si no hacemos el esfuerzo para desactivarlo. He estado analizando detenidamente todo lo sucedido a partir de ese primer momento y quiero compartirlo contigo. Tal vez mis análisis no sean del todo correcto, pero tú podrías ayudarme a concluirlos: Esa noche en el night club, cuando me llamaste a tu mesa y me invitaste a sentar, en un gesto

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de suma confianza, ocasionalmente apoyabas tus manos sobre mis piernas para hablarme, y la primera vez que viniste a mi oficina hiciste lo mismo, yo me sentía a gusto, pero también igual a como tu me has dicho que te sientes en algunas ocasiones: algo extraño y a la vez un poco inquieto con la situación, no porque no me gustaba lo que hacías, sino porque no estaba seguro si era una manifestación de confianza o si era una costumbre ingenua. No sabía si lo hacías sin darte cuenta, como algo espontáneo para dar énfasis a tus palabras, o si era una forma de provocación, pero la deducción que más me gusto, aunque no estaba tan seguro, era que tú al igual que yo, fuiste víctima de una química natural que surgió desde el mismo momento de conocernos. Otros tantos pensamientos aumentaron aun más la confusión de mi ya perturbada mente que se distraía componiendo canciones. En esos momentos de lo que yo sí estaba seguro era que tú tenías el control de la situación y que trazabas las pautas de una extraña relación. Desde que nos encontramos nuevamente, yo pensaba (no muy seguro) que te habías dejado de tu novio, pero de lo que sí estaba totalmente seguro era que yo me estaba enamorando de ti. Lo que no sabía era la gravedad del caso, hasta

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que empecé a preocuparme por cosas que antes no me importaban. Luego me sentí flotar en un éxtasis de amor entre despierto y dormido, tal como lo expreso en la canción "Fuera de Control", que con arreglo de Joe Mella, interpreta Víctor del Villar. Esta expresión “fuera de control” no significa realmente que mi intención fuera que perdiéramos el control, era más bien la manifestación del deseo de ser correspondido. Era un fuera de control como la noche en el club nocturno, noche que jamás podré olvidar, porque esa noche fuiste tú misma al desnudo, sin complejos ni inhibiciones y donde los tres (tú, tu hermano y yo) éramos casi una familia; esa fue la noche en que te causé la primera decepción, cuando el hombre serio que tú creíste conocer, resultó también ser un bromista que se dejaba contagiar por tu alegría. Esa fue verdaderamente una gran noche con sabor a felicidad, que luego se convertiría en amargura. Recuerdo con agrado que cuando fuimos a presenciar el concierto que esa noche presentaba uno de tus artistas favorito, que también era mi amigo, te sentaste entre tu hermano y yo, y estando yo a tu izquierda, pusiste tu brazo sobre mi espalda y descansaste tu mano sobre mi hombro, por lo que la tomé con mi mano izquierda, y nuestro dedos empezaron a retozar, dando como resultante que esa misma noche casi yo no durmiera, pues

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escribí la canción “Tus manos y mis manos” la cual me produjo un insomnio permanente. Esta canción, a pesar de ser extremadamente hermosa, y la primera que compuse inspirado por ti, es la única que aún no he grabado. Volviendo a ese primer día que me visitaste en mi oficina: yo quería imaginar que tu forma de tratarme estaba acompañada del mismo sentimiento que tu habías despertado en mí, pero, como dije antes, no estaba seguro y, a pesar de que no estaba seguro, algo me impulsaba a tomar un poco más de confianza, pensando que tu me corresponderías. Así llegó un momento en que sentí un inmenso deseo de abrazarte y besarte, y algo, como un presentimiento, me contuvo. Una fuerza instintiva me decía que tú no eras tan libre como aparentabas. Utilizo la palabra "libre", no porque cuando se tienen amores se esté prisionero o que alguien sea dueño de uno, ya que considero que mientras más amor existe entre dos personas, más se manifiesta la libertad y la confianza. Pensaba que tú no eras del todo libre, porqué en ese instante percibí en tus ojos un pequeño sentido de culpabilidad. De toda forma yo creía que la magia del amor estaba coqueteando con nosotros, y que si seguíamos incrementando la confianza, una chispa podría encender el fuego. Ante este presentimiento, se despertó en mí un sentido de proteger a quien

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uno ama. Algo de la poca nobleza espiritual que yo pudiera tener, que me decía, que si alguien tenía que salir lastimado de ningún modo deberías ser tú, por eso te pregunté sobre el tiempo que tenías de haber terminado con tu novio. Mi presentimiento me decía que no habías terminado la relación, y tus palabras que destilaban un poco de impotencia y hasta resignación, me confirmaban en tono triste: "Yo sigo con él". Con mi inoportuna pregunta salí muy lastimado, y preferí ser yo, y no tú quien sufriera. Es normal que un hombre común deje fluir la relación que se presenta, sin hacer preguntas y sin importarle las consecuencias que pudieran surgir en una mujer que confundida anda buscando el apoyo de alguien para levantar su auto estima y que de pronto caiga en las redes de un amor hecho a destiempo. Cualquier hombre se hubiera contentado con satisfacer sus deseos o, por lo menos, lo intentaría, sobre todo porque tú te mostraba muy receptiva. Yo, sin embargo, miraba un poco más lejos y no podía permitir que te dejaras llevar de algo que tal vez nada más sentía yo, y que en ti podía ser únicamente la necesidad de tener un “amigo confidente” y refugio consecuente de tus alegrías y tus penas; razonamiento que tiempo después me hizo componer y grabar la canción “Amigos

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confidentes”, a la cual le pusieron las voces mis amigos Joe mella y Carolina. Cuando me dijiste "Yo sigo con él", percibí que realmente ya no lo amabas, pero que de alguna forma te sentías atada a su voluntad. En ese fatídico momento al tú notar mi turbación, pienso (tal vez no fue así) que echaste un poco de azúcar a la mala noticia que me dabas, cuando agregaste: “Estamos un poco distanciados”. Recuerdo que ese día era viernes 13, no porque tenga buena memoria para recordar fechas, sino porque también escribí una canción a la cual le di ese título, basándome en lo sucedido entre nosotros hasta ese momento. Cuando escribí esta canción me hice asistir de Víctor del Villar, quien puso la voz, y de Joe Mella, quien fue el arreglista musical. Vine a comprender mejor tu situación (si acaso era cierto que tú y tu novio estaban distanciados, pero sin romper la relación), cuando me dijiste que nunca le llevabas la contraria a tu padre aunque tú tuvieras la razón, lo que en psicología resulta en un sometimiento de la voluntad, sentimiento que en ti se debe más a la nobleza de tu alma, incapaz de lastimar a alguien, que en ser una persona sin fuerzas para contradecir, defender sus derechos y afrontar los conflictos, aunque esa relación con tu padre, puede hacer

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que con otra persona hagas todo lo contrario, pienso que tú prefieres mejor echarle azúcar a las cosas aunque tu vida se amargue. La verdad es que si en mí tú sólo buscabas a alguien en que confiar, al darte cuenta de todo lo que yo te amaba, luego te limitaste por un tiempo a apreciar mi sentimiento desde lejos y, con un poquito de azúcar, evitabas que yo perdiera las ilusiones que te pudieran hacer sentir culpable porque piensas que fuiste tú quien dio motivos para que despertaran, cosa que yo también llegué a pensar, y me produjo la inspiración para componer la canción Dime por qué, pero la verdad es que tú, con tu forma de ser, ayudaste un poquito, pero yo me enamoré solito de ti, tú no tuviste que hacer ningún esfuerzo, aunque esto quizás no me hubiera sucedido si me hubieses dicho: "Yo sigo con él" (sin el "todavía" ese, que antepusiste), y más si hubieras agregado: "Nos amamos y somos felices". Si lo hubiese dicho así, por igual yo te seguiría amando, me habría sentido mal, pero contento de saberte feliz, y no habría dejado manifestarse tan rabiosamente el amor que yo siento, y que en el momento se me hacía tan difícil maniatar. Cuando razonando la situación, pude ver que no te sentías segura de ti misma y que corrías el riesgo de condenar tu vida a una atadura sin

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sentido, más que por mi amor, quise que abrieras los ojos y reflexionaras con detenimiento tu situación, por tu felicidad futura. Una felicidad que pensaba, tampoco alcanzaría a mi lado, ya que no me consideraba una mejor opción, aunque luego me comportara como si lo fuera. Pues bien: Con todas estas informaciones en mi mente, buscaba la forma de encontrar una solución que te hiciera descubrir tu propia realidad y tomaras una actitud de más responsabilidad con tu vida, que fueras capaz de tomar tus propias decisiones y defender tu criterio (así como lo hiciste en tu última visita), sin dejarte llevar por los deseos de los demás o por tus propios impulsos. Lo que, empeñado en protegerte, nunca pensé, es que yo iba a resultar víctima de los deseos que quería contener y que despertaban con el sólo hecho de escuchar tu voz. Me di cuenta que en tu presencia a mi se me hacía muy difícil retener mis ansias, menos después de haberte sentido temblar entre mis brazos como una paloma asustada que yo quería proteger. Al darme cuenta que en tu presencia no me podía contener (aunque sin la intención de hacerte daño), entonces trabajé un poco en tu mente para que tú fueras menos débil que yo y no te dejaras llevar por mis impulsos.

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Debo decirte que tú has sido mejor alumna, que yo el "Profesor" que no ha podido hacer lo mismo que predica y se deja llevar por la corriente impetuosa de un amor casi "prohibido" que me llevó a escribir la canción “Instinto animal”. La cual cuenta con arreglo musical de Luís Báez, quien también la interpreta, al igual que la anterior mencionada: “Dime por qué”. Así también escribí “Telepáticamente”, motivado por nuestras largas conversaciones telefónicas en altas horas de la noche, canción donde te pido que hagamos el amor telepáticamente. Recuerdo que una de esas noches te dije que si yo moría, iría como fantasma enamorado a tu habitación y te haría el amor. Comentario basado en un sueño que tuve en el cual nos casábamos y, en un trágico final, el auto que nos conducía a celebrar nuestra luna de miel, tuvo un accidente. De este accidente tú saliste del auto sin ningún rasguño en tu cuerpo, pero si en tu alma, ya que yo estaba muerto, tendido en el frío asfalto de la carretera. Había fallecido sin hacerte el amor. Cuando desperté, escribí “Un fantasma enamorado” (Esta canción la canta mi amigo Natan Cruz, acompañándose él mismo con su guitarra). Al principio de nuestra “amistosa relación” tuve la sensación de que tú y yo viajábamos en un

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vehículo sin rumbo definido y no había nadie conduciendo. Me dije: "Tomaré el timón" pero perdí un poco la confianza de ser un buen conductor y te entregué a ti el volante. No sabía bien hacia donde tú me llevabas, pero confiaba ciegamente en ti; no porque el amor sea ciego, sino porque, así como a ti te había sucedido, yo también estaba perdiendo la confianza en mí, no sabía hacía donde debía dirigirme y a veces me daba igual si me iba por un precipicio; por eso te di el volante, aunque muchas veces no me gustaba cómo tú manejabas, y entonces quería tomar el control. En mis largas noches de insomnio (“Insomnio” es otra de mis canciones, la cual canta mi buen amigo Fauzi Bachá) a veces deseaba que por un instante te liberaras de los prejuicios que yo mismo tal vez provoqué, y que perdieras el sentido de culpabilidad que te hacía alejar cada vez más de mí. Quería que tan sólo por un instante me brindaras la oportunidad de compartir un estrecho abrazo contigo, olvidándote de todo y dejando sólo fluir los sentimientos que cada cual sentía por el otro, sin importar que estos sean de amistad o aprecio, o por el gran amor que yo siento por ti y del poquito que tú pudieras sentir por mi. Un abrazo con los ojos cerrados, sin pensar en nada, dejando que la energía del Universo nos

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impregne su fortaleza y el don divino de Dios nos llene de paz y nos ilumine. Un abrazo sin miedo a dejarnos dominar por deseos carnales, sintiendo, en el plano físico, solamente el calor que irradian nuestros cuerpos. Un abrazo sin el deseo perturbador que causa una resistencia. Un abrazo sin espacio para malos pensamientos, donde la sinceridad diera paso a sentirnos dueños de un momento sólo nuestro, donde pudiéramos refugiar nuestras inquietudes y compartir nuestros temores, nuestras penas y sinsabores de la vida que, en tu caso, te conformabas con echarle un poquito de azúcar, sin darte cuenta de que, con este proceder, nunca dejarás que en tu alma se cierren las heridas. Aunque tiempo después compartimos un abrazo parecido, y hasta más que un beso, cuando amaneciste a mi lado, y casi te supliqué “No te vayas”, para luego de marcharte escribir la canción “Es la soledad”, siendo esta y la anterior, interpretada por mi amigo Víctor del Villar, la cosa se complicó el día que nos encontramos y me presentaste a tu novio, que por coincidencia andaba contigo en ese

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incomodo momento. Al tú decirle que yo era el amigo confidente a quien confiabas todo, él también entró en confianza conmigo, lo cual me puso en una situación muy difícil, ya que yo no sería capaz de traicionar a alguien que me trata como su amigo. Por esa razón escribí la canción “Si no fuera por él” Siempre me pregunté las razones por las cuales, tu novio, quien era muy celoso, en ningún momento sintió celos de mí, ni siquiera cuando me diste ese fuerte y estrecho abrazo de despedida que duró cerca de un minuto, hasta que un día me encontré con él, y me pregunto si era verdad que yo era gay. No me quedó más remedio que partirme un poco y pedirle que no se lo dijera a nadie, porque yo era muy discreto. Al despedirnos yo simulé ir a abrazarlo, y él, dando un paso atrás, me extendió la mano derecha, la cual retiró rápidamente cuando fui a besársela, advirtiéndome que podíamos ser amigos, pero que él era muy macho. Cuando se marchó no pude aguantar la riza contenida, mientras la gente que pasaba me miraba como si yo estuviera loco. A partir de ese momento ya no hubo temor de encontrarnos con él cuando salíamos, llegando al riesgoso colmo de ir a buscarte a tu casa,

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estando él de visita, y tú dejarlo con tu hermanita para irte conmigo al cine. Aunque para mí es preferible la verdad, aunque duela, nuestra verdad debía por necesidad mantenerse en secreto: yo seguía enamorado de ti, y ya no podía seguir lamiendo el dulzor del azúcar que vertías en mis heridas, y tú ya estabas completamente decidida a vivir un doble romance, cosa en la que yo no estaba de acuerdo, pues ya te deseaba para mí sólo, y para siempre, aunque seguía dispuesto a sacrificar mi amor, si entendía que él te podía hacer más feliz que yo. Como tú no eras capaz de dejarlo, yo me sentía maniatado y dejaba el tiempo correr. Podría decirte, con poco espacio para la equivocación, todo lo que sucedía en tu vida, las causas de tu inseguridad, tus dudas y temores y la mejor forma de resolver tus conflictos, los cuales muchas veces estremecen a tu espíritu, pero tenía que dejar que tú misma los resolvieras, pues yo no podía ser juez y parte, ya que en algunos de tus conflictos me sentía demasiado involucrado. Tú, y sólo tú, eras quien debías descubrir tu propia verdad, tus verdaderos sentimientos, y manifestarlos sin miedo ante la gente. Te decía que eras muy joven y estabas a tiempo de

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reflexionar y no poner en juego tu felicidad futura. Que tenías derecho a discernir, a exponer tu criterio y a ser dueña de tus sentimientos, y debías expresarlos con la verdad, pues si hoy no te expresa con la verdad, mañana tendrás que vivir con la mentira y será una carga que no podrás soportar. Te aconsejaba también que meditaras sobre tu persona, y te decía: “Hazte preguntas y no dejes ninguna sin responder. Si en algún momento piensas que has tomado un camino equivocado y que este no te conduce donde tu quisieras llegar, tienes el derecho de rectificarlo. Seguir con él o irte conmigo, es tu decisión y de ésta depende que bajes a la tierra y no te mantengas por siempre flotando en un espacio vacío donde no puedas encontrar la felicidad. Es la lógica de este caso, pero aún así, a mí también me persiguen las dudas, si de mí dependiera tu decisión” Recuerdo que al principio, cuando tú y yo conversábamos, me manifestabas la necesidad de un contacto físico conmigo, sé que no era un contacto malicioso, mas bien era de estimación, pero luego, cuando yo empecé a hurgar en tu vida porque me importabas más tú que yo, porque para mí primero eras tú y, después, también tú, y quería que adquirieras consciencia de lo que te sucedía, entonces, desperté en ti

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ese sentido de culpabilidad que descubrí cuando anhelando el contacto con tu cuerpo me manifestaste: "Tú sabes lo que me sucede" Y en realidad muy bien que lo sabía, y sé que fui yo el culpable de que te sintieras así, y soy culpable también de que tu vida se tornara más confusa. Yo no buscaba eso en realidad, pero parece que por algunas razones de la vida las cosas suceden. Yo no deseo que tú te sientas culpable, si acaso existe algún culpable, ese soy yo y el amor que siento por ti; pero debo agregar que no existe culpabilidad alguna cuando se expresa con sinceridad lo que se siente, y tu me pediste que fuera sincero contigo. Creo que hay más culpabilidad en hacer creer a alguien que todavía lo aman y que nada ha cambiado. Pienso que no hay ningún engaño cuando tú respondes a tu corazón, pero sí lo hay cuando buscas razones para continuar con algo que nunca fue o que jamás podrá ser como soñaste, y que te conducirá a vivir agobiada por la incertidumbre del futuro. En cuanto a cómo conduces tus pensamientos: Lo que más creía era que en algún momento tú romperías las relaciones con él, pero condicionabas esa rotura a que fuera él quien se alejara de ti o te diera los motivos para tú hacerlo, o a que pudieras encontrar otra persona

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que le de total seguridad a tus sentimientos, que te haga sentir protegida y que reconozca todo lo importante que tú eres. Alguien que no parezca un bohemio, como podía parecerte yo. Si tu encontraras esa persona (pensaba yo con frecuencia), no dudarías ni un momento en poner fin a la situación que te atormenta. En lo que a mí respecta, aunque deseaba tanto ser yo esa persona, soy realista y debo reconocer que no lo soy. Quizás tú ves en mí muchas más cualidades y virtudes de las que realmente poseo para ser un buen compañero, pero además ves que yo parezco una persona inestable y poco segura, que aunque es capaz de luchar por algo con lo que sueña, así mismo se muestra incapaz de luchar para retenerlo. La verdad es que debo reconocer que mi consistencia esta basada en el estímulo que la pareja pueda darme, si no tengo ese estímulo, puede ser que me falte fuerza para alcanzar las metas que me propongo. Tú y yo estamos en una situación muy parecida, pues para tu avanzar necesitas de alguien que te brinde seguridad y te permita ser lo que tú deseas ser y, sobre todo, tú necesitas mucha confianza y comprensión, y pocas personas tienen estas cualidades, mientras yo necesito alguien que me estimule a luchar, que me de el aliento que a veces me falta y me hace sentir desfallecer.

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Alguien que aprecie lo que hago, alguien que me conozca tanto que pueda leer mis pensamientos, para que pueda ver la sinceridad de mis sentimientos y que lo que digo es igual a lo que pienso, alguien que me haga sentir que tengo alguien por quien luchar y que me de los motivos para hacerlo. Ese alguien pudiste ser tú, que eres como un ángel que vino a rescatar mi alma del abandono a la que yo la tenía sometida. Esa persona especial que yo necesitaba realmente eras tú, pero reconozco con sinceridad que nunca he tenido la seguridad de que yo era el hombre que tú esperabas, cuando jugaste a creerte libre en algún momento. Recuerdo que en algún momento te dije: “Si por alguna razón debemos alejarnos, deseo que siempre me recuerdes con agrado. Que conserves en tu memoria lo mejor que pudiste ver en mí, y que realmente se cumplan tus palabras, cuando dijiste que no necesitabas un libro para conocerme" Con respecto a esa expresión tuya, tan tajante que me hizo estremecer y sentir el frío de la desnudez, pensé: "No es cierto que ella pueda conocerme tanto como piensa, lo que sí puede ella percibir es la rara sensación de que nos conociéramos desde hace mucho tiempo,

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sensación que yo también sentía y que quizás surja de lo tanto que nos parecemos en muchas cosas, y lo distintos que somos en otras. Es como yo dije anteriormente: "Piezas de un rompecabezas" y ahora debo agregar que aunque encajen unas con otras, en ocasiones buscamos una que no podemos encontrar porque fue puesta sin querer en otro lugar. Lo describiría también como engranajes que permiten una suave y perfecta sincronización. Tenemos lo que se puede llamar: "Armonización" pero es la sintonía de una frecuencia que recibe un receptor que se ve empañada por otra frecuencia que hace interferencia y nos hace pensar: si esperamos que desaparezca por sí sola, o nos adelantamos y cambiamos de estación. Por mi parte, no tenía la forma de cambiar la estación, porque sólo tú colocabas la música que a mí me gusta. Lo más que yo podía hacer era intentar mejorar un poco la sintonía, aunque pudiera ser que fuera yo quien estuviera causando la interferencia. En cuanto a ti y la estación que (según tú) malamente tratabas de mantener en sintonía, esperando escuchar en algún momento la música de tu agrado, alguna vez te referí, que aunque (queriendo o sin querer) lograras provocarle celos que le hagan dedicarte más tiempo y te brinde mayor atención, dándote la idea de que las cosas marcharán mejor,

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deberías pensar también, por cuanto tiempo serán así las cosas. Por referencias de lo que tú me decías, yo llegué a pensar que hace tiempo ustedes debieron darse la oportunidad de hacer una pausa y reflexionar: si no estaban tratando de mantener una relación egoísta que ya carecía de significado, donde uno de los dos o ambos perdieron el magnetismo que lo hacía girar en torno al otro. Yo no sé si él merecía esa oportunidad, pero tú sí bien que la merecías para que, sintiéndote libre de ataduras, pudieras volar sin miedo a las alturas y tener tiempo para pensar, para ver con claridad, para soñar un poco sin ningún sentido de culpabilidad, pues aunque a veces lo hayas sentido, no eres culpable de nada, pues tú más que culpable, eres una víctima de tu inocencia. Víctima de que nadie antes te diera la oportunidad de iluminar tu mente y ser tu misma sin tener que mentir para no herir, ni sentir perjuicios de los mandatos de tu corazón y, sobre todo, de haberte dejado llevar de las ilusiones sin prever las consecuencias que hoy te hacen sentir como un terreno conquistado. Sin embargo debo decirte que no tienes porqué sentirte así, tu eres dueña de ti misma y nadie tiene título de propiedad sobre ti. Nada debe atarte a nadie, sino es el amor, y el amor no ata a una de las partes sino a ambas. Nadie puede ser como el otro quiera,

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porque uno es como es, y así se debe aceptar. Para poder convivir debe haber mutua confianza, cuando no existe la confianza, se hacen cosas que, aunque nada tengan de malo, luego debemos ocultarlas, entonces nacen las dudas y estas traen peores consecuencias. El perfume de las flores no dura para siempre, sólo el amor con que se dan las flores es lo que vale. Las flores se marchitan cuando son cortadas, y cuando el amor se marchita no se puede guardar como una flor seca entre las páginas de un libro, y vivir del recuerdo de lo que fue, pues las que son hoy hermosas flores, mañana serán espinas, y no de rosas. Muchas veces no valoramos las cosas que tenemos, hasta que empezamos a perderlas. Otras veces nos damos cuenta del valor que tienen esas cosas, no por apreciación propia, sino cuando otros empiezan a valorarlas. Tú dices conocerme, y yo que también creo conocerte, siento además que vivo tu angustia y sufro tus penas y me afectan tanto que no sé lo que haría por verte feliz. Ojalá que yo esté equivocado en todo lo que pienso. Que sólo sean simple presentimientos, y que algún día, años después nos encontremos, tú cargando un bebé y yo algo más viejo, y puedas decirme con esa amplia sonrisa que te caracteriza: "Soy muy feliz" y que esa felicidad no sea tan sólo por el

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bebé al que, en mi recuerdo, le hubiese con gusto puesto mi nombre y que disimuladamente, para que él no se diera cuenta, le haya puesto, "Josue". Así son las cosas de la vida: Al verte por primera vez, me dije: "Ella es justamente lo que esperé por tanto tiempo" lo que no sabía, hasta poco después, era que ella venía acompañada. ¡Trágico!, ¿verdad? Ahora luego de haberme compenetrado tanto contigo, que ya eres parte del aire que respiro, no sé que sería mi vida sin verte, sin escuchar tu voz y sin bañarme en el brillo de tus ojos. Sé que esto sería la mayor tragedia para mí, y que posiblemente jamás me recuperaría, pero ya nada puedo hacer, pues luego de este recuento necesario me he prometido no seguir integrándome tanto a tu vida. Tal vez encadenando mi amor tú puedas ganar el amigo que buscabas, y ya no te sientas confundida y culpable de lo que yo pueda sentir. Para mí es tan indispensable escucharte y saber que te encuentras bien, que no sé como podría vivir sin saber de ti, por eso cada día te llamaba sin importar la distancia, como cuando estuve 10 días en Montevideo, que te llamé para leerte lo que había escrito pensando en ti, y que ahora agrego a continuación para que guardes la constancia de lo sucedido:

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La tarde gris y lluviosa tomó el camino de la noche y me sorprendió viajando en autobús. Te imaginaba sentada a mi lado, y el asiento vacío parecía sonreírme con burlona pena. No me sentía triste, pero la música romántica que surcaba el espacio y llegaba a mis oídos, dejando escuchar las letras de la canción “Qué sería el mundo sin ti” me causaba cierto grado de nostalgia. Entonces miro nuevamente a mi izquierda y te veo. No eras un fantasma o un espejismo, ni tampoco mi imaginación, no, era la pura esencia de tu ser que siempre me acompaña. Entonces el recuerdo de tu risa nerviosa mientras bailábamos me hace sentir de nuevo ese corto pero maravillosos momento. Quizás fue sólo un segundo esta sublime sensación, pero salí del infierno de mi soledad para entrar en la gloria de tu compañía. Sentí tu cuerpo amoldándose en el mío como las pieza perdida de un rompecabezas, una pieza que acababa de encontrar y que encajaba perfectamente en su lugar. No fue la sensación común que motiva el deseo y la atracción sexual, no; puede existir un poco de esto, pero lo que sentí escapaba a todo razonamiento, era algo sin explicación, sin lógica, solamente un algo sensacional que hacía vibrar cada célula de mi piel y me proyectaba al infinito. Algo sobrenatural y divino. En mis brazos no estaba un cuerpo ordinario de mujer, sino de alguien

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que traspasaba la frontera del deseo y sobrecogía mi alma. Era algo más grande que el mismo amor. Tan difícil de encontrar que todavía nadie ha podido darle nombre. Es como querer explicar lo inexplicable. Es un círculo perfecto, donde el punto de inicio es a la vez el final y, sin importar donde comencemos, al llegar estaremos nuevamente en el principio para volver a comenzar. Tú eres ese círculo perfecto, y también eres mucho más que eso. Eres tantas cosas que no puedo explicar que, al pensar en ti, el universo cabe en el brillo de tus ojos y se pierde en el eco de tu risa. ¿Cómo llamar lo que tú me haces sentir? ¿Qué es? No lo sé, pero tal vez tú puedes ayudarme a descubrirlo. Sólo sé que es más grande que el amor. No sé lo que es, pero sea lo que sea, quisiera disfrutarlo contigo, y no aquí solo a miles de kilómetros de distancia, donde ahora en este mismo instante siento tu presencia adueñándose de todos mis sentidos y ocupando cada partícula de mi ser, mientras escucho el grito silencioso de un pensamiento que dice: “Te amo” y no sé si lo dices tú, lo digo yo, o lo decimos ambos. Luego de rememorar también esto, debo regresar a la actual y cruda realidad, el momento en el cual, tu novio quizás pensando que te estaba perdiendo, te pidió por fin que fuera su esposa, y tú, con tus siempre dudas lo dejaste

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esperando la respuesta, pidiéndole un plazo para pensarlo. Comprendo que lo más acertado y honrado para nosotros dos, de acuerdo a las circunstancias, sería dejar de vernos y hasta de comunicarnos, para que yo no pueda influir en tu decisión, pues no quisiera causarte daño con mis conversaciones fundamentadas en un amor que parece caer en la nada y que hicieron más fuerte los lazos que te atan, lazos que son como una prisión donde, con el tiempo, hasta los presos se acostumbran y ya no quieren salir a saborear la libertad. Esto es sinceramente lo que pienso, y por eso aunque me duela, aunque mi sufrimiento jamás tenga consuelo, quiero que tengas la confianza de expresarme tu verdad, yo la escucharé como el amigo que tal vez quisiste tener. Si tu verdad entonces es que lo amas, o que es para ti una cárcel de la que no deseas escapar aunque alguien derrumbe las falsas paredes que te detienen, te deseo que disfrutes de la mejor manera tu prisión. Yo renunciaré a tu amor y, para que no corras peligro tu relación, haré el esfuerzo por no llamarte, por dejarte libre de la influencias de este sentimiento que pasará a ser el más hermoso recuerdo de mi vida. Sin embargo, mi bello y hermoso sueño, el fruto divino de mi inspiración y dueña de este

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inmenso amor que hace brotar lágrimas de mis ojos en este momento, como queriendo limpiar el daño que te pueda haber causado, te juro que siempre habrá un tiempo sagrado para dedicarlo a pensar en ti, y siempre estaré dispuesto a escucharte cuando sientas que necesitas de alguien con quien desahogar tus penas y comentar las cosas interesantes que sucedan en tu vida. Me duele tanto decirte que te liberes de mí, de este amor que te hace sentir un ser tan especial, pero a la vez tan llena de dudas y temores. Sé que al ver como se renuncia a un amor que no puede ni debe ser correspondido, y pensar que el alma de quien te ama queda desgarrada, puede ser motivo de tristeza para ti, porque sabes que, aunque fuiste amada con sinceridad, este amor, aunque duela, no debemos dejarlo salir. Si al igual que yo, al tomar esta decisión, sientes que se te oprime el pecho, viendo como encierro este amor atormentado, si te sientes acongojada, si las emociones inundan tu alma y se te hace un nudo en la garganta, si no has llorado y ahora sientes ganas de llorar, deja que broten tus lágrimas como lluvia, así tú también lavarás todas esas pequeñas cosas que puedan hacerte sentir culpable, y sentirás como renace tu espíritu y se enaltece tu alma, porque las lágrimas tienen la virtud de que al derramarlas empañan la visión, pero luego te hacen ver con

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mayor claridad; y ver con claridad es lo que más tú necesitas en estos difíciles momentos. Te amo, y porque te amo, no quiero ser la sombra que opaque tu vuelo de paloma herida en busca de libertad. Quiero para ti un cielo despejado y un horizonte como en el que lleno de esperanza se perdió Josué, protagonista de ese relato que escribí alguna vez, el cual titulé “Forjadores de sueños”. Cuando eso suceda en tu vida, podrás darte cuenta de la grandeza del océano, y el porqué los peces no pueden ser felices en una pecera. Deseo además decirte, que yo, con un cuento, predije este final, y que yo soy Josué, el mismo que una tempestad celosa le arrebató a su amada, mas no sientas pena por mí, yo seguiré mi camino y me perderé en el horizonte y tal vez un día no lejano podré construir una hermosa cabaña para margarita, la cual te representa en ese cuento. Ya antes te había dicho en un poema, que no te sintieras culpable de mi soledad. Tampoco quiero que te sientas culpable de haber hecho surgir en mí este maravilloso sentimiento al que no puedes corresponder y al que no le basta un poco de azúcar; por el contrario, siéntete orgullosa de haberle dado vida a este sentimiento que ha purificado mi alma y me hizo descubrir que en vez de sangre, es amor lo que corre por mis venas.

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No quiero que vayas a pensar que este amor no correspondido me dejará la satisfacción de haber compuesto un montón de canciones, pues hubiera preferido ser amado por ti y no haber escrito nunca nada. Estas canciones que son fruto de la motivación que tu me diste, tengo que amarlas también, porque se deben a ti, y aunque al escucharlas me causen grandes sufrimientos, espero que al menos tú si puedas ser feliz, porque la felicidad que yo esperaba para mi, quedó atrapada en una canción que no conoces y sólo tú la podrías liberar. Como consuelo a mis penas, sabiendo que debía renunciar a ti, me forcé a pensar que sólo había sido un juguete y debía sacarte de raíz, por lo que, para darle más credibilidad a este razonamiento, escribí un tema musical, titulado “Sacarte de raíz” la cual, además, para darle más fuerza a ese sentimiento, la grabé con mi propia voz. Por todas estas cosas que conmocionan mi alma y por tu bien, debo decirte adiós... ...no un adiós que cierre las puertas a nuestra amistad, a esa amistad que tu generosa me ofreces, pero si un adiós a este amor que tal vez

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no debió existir. Perdóname si sientes que te hago daño, te juro que no ha sido mi intención. De todo esto que ha pasado entre nosotros, solamente me queda una gran duda que quisiera despejar para darle un poco de paz a mi cansado corazón, y es saber, si solamente fui un accidente en tu vida, o si en algún momento sentiste por mi tan siquiera un poquito de amor. Si tú no tienes la sinceridad de decírmelo sin que sea necesario echarle un poquito de azúcar, yo nunca estaré seguro de que así fue. Si no fue así, respeto tus sentimientos, pero si algo pudiste amarme sería un gran alivio para mí escucharlo de tu voz, para llevar siempre conmigo ese maravilloso recuerdo de que amarte no fue en vano y que yo también desperté en ti algún maravilloso sentimiento que te empeñaste en ocultar, por yo no haber llegado a tu vida en un mejor momento. Si así fue, perdóname por haber llegado tarde. Siempre te amaré aunque, por no hacerte sentir mal, hoy puede ser la última vez que te lo exprese. Escucharte y verte, siempre será mi mayor regocijo, pero si al vernos nuevamente no puedo contener las ganas de llorar, no me hagas caso por favor, que lo hermoso de llorar es algo que también pude descubrir por ti. Tú fuiste la flor en el jardín ajeno, que el jardinero en un momento

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descuidó, y si mis lágrimas sirven para que tú también aprendas a llorar y te pongas luego más bonita, déjalas que corran por favor, pero pon en tus labios la más hermosa de las sonrisas, y será como si el sol saliera sólo para mí. Con todo el amor del mundo, sinceramente, Oscar Nota: He publicado esta carta, de forma que pueda despertar en los lectores el romanticismo que ha ido desapareciendo con el paso de los años, y para dárselo a conocer a los jóvenes que ignoran existió algo semejante. En tanto yo ahora me entretengo haciendo fotografías y publicaciones en mis portales, a los cuales te invito a visitar: Recetas para el éxito Muy buen libro Art Online RD Canciones inéditas Directorio comercial ilustrado Aventuras infantiles Tututren