el último combate de trotski -daniel bensaid-

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  • 7/30/2019 El ltimo combate de Trotski -Daniel Bensaid-

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    tes. Cinismo? Realismo engaoso? Dobleconciencia?... Debate mil veces repetido. En lnosotros explicbamos que ese pretendido re-alismo era de cortas miras. Que las socieda-des burocrticas del Este estaban minadaspor contradicciones bien reales y que tales con-tradiciones acabaran explotando de algnmodo. Que no querer prepararse para ello lle-

    vaba, en el mejor de los casos, a una actitud in-consecuente: a la larga, los revolucionarios delTercer Mundo slo podran contar con la soli-daridad de los pueblos, con la comunidad delcombate de clases, con el internacionalismoconsciente, y no con la fidelidad diplomtica deEstados podridos hasta la mdula, ni con lasolidez de un campo socialista cualquieraque ste fuera. En el peor, esa realpolitik lesconduca al campo de los opresores; a apoyarla normalizacin de Praga o Varsovia, no poramor a la burocracia, sino en funcin de un

    mal entendido anti-imperialismo, que en nom-bre de la lucha contra el enemigo principal sa-crificaba a sus nicos aliados naturales a losgolpes del enemigo secundario. Esta discusinllega ahora a su conclusin

    Sobre las ruinas, el internacionalismo des-pedazado.

    De ah no emerge un renacimiento espon-tneo del internacionalismo de masas, sinouna nueva ola de conflictos exasperados, defanatismo religiosos, de integrismos tnicos y

    de nacionalismos rancios y recocidos. Hay enello una razn poltica profunda. No se echa aperder impunemente una formidable espe-ranza, un formidable impulsode confraterni-zacin de los pueblos como el que pudo susci-tar la Revolucin de Octubre. La historia novuelve sobre sus pasos, no abre, parntesis res-pecto a un camino preestablecido. Sus expe-riencias y sus improvisaciones abruman contodo el peso de sus desastres. Y este siglo ha

    nivel europeo. El coste de este atraso esenorme y duradero.

    Desconfianzas tenacesTambin se desfigur el internacionalismo. Enprimer lugar, por la estrecha colaboracin delos partidos socialdemcratas con las burgue-sas imperialistas, su apoyo activo a las pol-

    ticas y, hoy todava, a la explotacin y saqueodel Tercer Mundo. Adems, por la subordina-cin del movimiento comunista a los intere-ses de una burocracia de Estado stalinista ya la madre patria del socialismo real, ya fuesesovitica o china. En todo el mundo, los ami-gos de la URSS, de China y de Albania, re-emplazaron a revolucionarios colaborando enplano de igualdad y respeto mutuo. Y, final-mente, la degeneracin burocrtica de lasrevoluciones victoriosas llev a su conclusinlgica: los conflictos chino-sovitico, chino-viet-

    namita y la guerra ente Vietnam y Camboya.Sin embargo, los acontecimientos actualesponen de nuevo en evidencia la actualidad delinternacionalismo y su irremplazable papel.Cuntos compaeros latinoamericanos o asi-ticos, autnticamente revolucionarios, nosreprocharon el criticar irresponsablemente alcampo socialista, que a pesar de sus defec-tos constitua para ellos, en la relacin de fuer-zas mundial existente, una retaguardia logs-tica, poltica y material indispensable. A

    principios del alzamiento obrero polaco de1980-1981, un viejo amigo chileno nos deca:Lo que est sucediendo en Polonia es formida-ble. Es la demostracin manifiesta de la rea-lidad de la burocracia y de las reivindicacionesde un movimiento social independiente. Perono tienen ninguna posibilidad de ganar, de es-tablecer en las fronteras de la URSS un socia-lismo democrtico; as que ms nos vale quelos soviticos restablezcan el orden cuanto an-

    Daniel Bensad

    El ltimo combate de Trotski

    El mundo se transforma. El antiguo bloquestalinista ya no es ms que un campo de rui-nas. Se esfuman las ilusiones. Pero lo que

    realmente acecha al movimiento obrero es ladesbandada de la memoria. De ah el intersde una continuidad de prctica y de programapara orientarse en los grandes cambios queestn en el porvenir.

    Desde la formacin de la Oposicin deIzquierdas hasta la fundacin, en 1938, de laIV Internacional, el combate de Trotski con-tra la degeneracin stalinista se centr en ladefensa del internacionalismo revolucionariofrente al ascenso del patrioterismo y de la ra-zn de Estado. Medio siglo ms tarde, su reto

    histrico aparece en toda su amplitud. Por unlado, la internacionacionalizacin de la pro-duccin, de los intercambios, de la divisin deltrabajo, de la informacin, de los serviciosha progresado a pasos agigantados. Un estor-nudo en la Bolsa de Tokio tiene efectos inme-diatos en la de Nueva York. La burguesa ylas multinacionales se dotan de un vastodispositivo de concertacin y de accin mone-taria, diplomtica, militar, en el que se com-binan cumbres, pactos (OTAN, OTASE), orga-

    nismos financieros (FMI, Banco Mundial)Por el otro, el movimiento obrero est cadavez ms fragmentado y parcelado en el marcode los Estados nacionales. Mientras hace msde un siglo estaba en la vanguardia y se anti-cipaba a la historia fundando la 1 Internacio-nal, hoy est atrasado con respecto a las mul-tinacionales y los gobiernos a la hora deorganizar su respuesta al proyecto de unineconmica y monetaria, aunque slo sea a

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    dad sigue siendo una apuesta. Puede ser ana-lizada y neutralizada por instituciones decaridad, o desarrollarse en el sentido de unamayor conciencia de los factores que provocanla miseria en el mundo. La reconstruccin deesta conciencia internacionalista es tambinuna lucha.

    El laberinto de la dudaEn esta va se mantiene un obstculo, inclusoentre revolucionarios convencidos y autnticosinternacionalista: el balance de las anterioresInternacionales. Marx disolvi la primera, trasla derrota de la Comuna de Paris, antes de verladegenerar en una secta desgarrada por dispu-tas sin verificacin prctica. La segunda se haconvertido en la caricatura que conocemos. Latercera fue mandada a paseo por Stalin, en1943, para poder negociar la reorganizacin delmundo con toda libertad, de Estado a Estado.

    La cuarta, fundada en lo ms profundo de laderrota, ha mantenido una continuidad de granvalor, pero nunca pudo transformarse en Inter-nacional de masas. Ms all de la constatacin,los compaeros que rechazan la actualidad deuna Internacional avanzan dos tipos de razo-nes. Unos afirmanque estaran por una Inter-nacional de masas; pero al no existir condicio-nes inmediatas para su construccin, unaInternacional minoritaria tendra necesaria-mente un efecto perverso y una lgica sectaria.

    Constatan, no sin razn, que la nebulosa de co-rrientes que se reclamen del trotskismo y dela IV Internacional ha producido internacional-mente un gran contingente de sectas delirantes;cuyas costumbres y concepciones organizati-vas no tienen a veces nada que envidiar (enmodelo reducido) a los partidos stalinistas msduros. Otros mandan al vertedero de utopasrotas la idea misma de una Internacional, ideaciertamente generosa y entusiasmante, ino-

    Berln y que se desmoronen con l las ilusio-nes de los revolucionarios asiticos o latinoa-mericanos sobre la realidad y el verdaderopapel del campo socialista, no es suficientepara que reencuentren el camino del interna-cionalismo militante. El problema se planteade modo evidente en los primeros tanteos, enlos primeros intentos de reflexin y reorgani-

    zacin, como el encuentro de los partidos de laizquierda latinoamericana, en Sao Paulo, elpasado julio. Pero para llegar a una solucinpositiva hara falta que los revolucionarios la-tinoamericanos, por ejemplo, pudieran encon-trar un inters y una disponibilidadinternacionalistas de otra amplitud en el mo-vimiento obrero de Europa Occidental, deEstados Unidos y de Japn; mientras queahora sus interlocutores son, con frecuencia,los organismos gubernamentales y paragubernamentales gestionados por la socialde-

    mocracia. Finalmente, sera preciso quepudieran encontrarse no ya con los burcra-tas gobernantes, sino con los militantes decorrientes socialistas y democrticas de Eu-ropa del Este. Pero estas corrientes no son hoyms quedbiles hilos de agua. El intercambiode ideas con ellas es indispensable puede serfecundo, pero no puede compensar a cortoplazo la prdida de ayuda material, aunquefuera limitada y condicionada, que poda darpor ejemplo Alemania Oriental.

    Existen, ciertamente, las semillas de unarenovacin internacionalista. Tantola juven-tud como entre los trabajares hay impulsosde generosidad y solidaridad que se manifies-tan de mil maneras; como en las campaascontra la deuda del Tercer Mundo, contra laguerra y la carrera de armamentos, por lasgrandes causas ecologistas incluso las inicia-tivas a favor de las poblaciones rumanas o delas vctimas siniestros. Pero esta disponibili-

    sido particularmente fecundo en catstrofes.Con aparatos polticos y maquinarias milita-res cada vez ms monstruosas, el enfrenta-miento entre Estados, bloques y campos hahecho retroceder la lgica de las luchas de cla-ses. El respectivo patrioterismo de las buro-cracias social demcratas y stalinistas infectde forma duradera al movimiento obrero. No

    se borrarn de un mgico plumazo los profun-dos efectos de las guerras patriticas, de lasguerras coloniales controladas o de la compla-cencia ante la xenofobia contra los inmigran-tes. Evidentemente hay una razn social, queslo una visin angelical podra ignorar. Losexplotados nunca se han unido espontnea-mente. Pueden juntarse en una lucha comn,pero al mismo tiempo la competencia en elmercado laboral no cesa de enfrentarlos unoscontra otros. Lo que es cierto a escala de unpas lo es, a fortiori, a escala internacional. No

    slo por medio de la utilizacin de polticasmigratorias, sino incluso ms fcilmente.

    En los pases europeos luchamos contra losefectos de la crisis, las polticas de austeridad,el paro Pero, de momento, estos efectos es-tn amortiguados por pasadas conquistas delmovimiento obrero (seguridad social, subsi-dios de paro). Las burguesas han podido ha-cer equilibrios transfiriendo los costes a losms dbiles (Tercer Mundo y pases del Este).La socialdemocracia consigui sus xitos elec-

    torales sobre esa imagen de paladn del malmenor. Pero la base material de estos nuevoscompromisos sociales es una concentracin deriquezas, tecnologas-punta y capitalizacinburstil sin precedentes en los siete pasesms ricos, y el creciente saqueo de los mspobres: repitmoslo, desde hace un decenio elTercer Mundo es exportador neto de capitalesen beneficio de las metrpolis.

    En estas condiciones, que caiga el Muro de2

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    diciones radicalmente distintas a las de lasprecedentes. Cada una de las tres primerashaba coincidido con una fase de auge y de or-ganizacin, con una victoria del movimientoobrero. Cada una de ellas contaba, de salida,con la existencia de al menos una seccin demasas (inglesa la Primera, alemana la Se-gunda, sovitica la Tercera). Por el contrario,

    la Cuarta naci de la derrota y tena lo esen-cial de sus fuerzas en el exilio, en los camposde concentracin stalinistas o nazis. De ello,algunos historiadores o militantes han llegadoa la conclusin de que la fundacin de la IV In-ternacional iba ligada por Trotski al pronsticode que la Segunda Guerra Mundial, que pre-vea, llevara a la cada del stalinismo y a unrelanzamiento de la revolucin mundial tanimpetuoso como el que tuvo lugar inmediata-mente despus de la Primera Guerra Mun-dial. En este caso, se vera resurgir en la URSS

    a la corriente bolchevique revolucionaria, sinque su continuidad se hubiera roto realmentepor uno o dos decenios de reaccin stalinista.Este pronstico no se cumpli. Pero la crea-cin de la Internacional provena de princi-pios, no de un pronstico. Su existencia, elmantenimiento de un marco comn de refle-xin programtica en el corazn de la tor-menta, ha permitido a sus militantes orien-tarse, no perder el norte, en situacionesinditas e imprevistas, mientras que corrien-

    tes cuantitativamente ms importantes antesde la guerra desaparecan totalmente. Losactuales acontecimientos suponen un nuevocambio mayor de la situacin. El medio siglotranscurrido no es un parntesis que se estcerrando. La historia no vuelve sobre sus pasospara ofrecernos reanudar en el momento enque fue interrumpida por operaciones de laGPU; el debate entre la Oposicin de Izquier-das y los bujarinistas, no ms que la cada del

    tante, la trayectoria es clara. A veces se le ha re-prochado a Trotski su precipitacin. Ahora bien,durante esos cinco aos realiza simultnea-mente dos esfuerzos. Un esfuerzo de clarifica-cin y un esfuerzo de agrupamiento. Por unaparte, se trata de sentar las bases programti-cas de una nueva Internacional. No pueden con-sistir en una doctrina, en una visin general

    del mundo, sino nicamente en las ms impor-tantes lecciones asimiladas por el movimientoobrero internacional. Para l se trata de enri-quecer el patrimonio de los primeros Congre-sos de la Internacional Comunista, con las ex-periencias cruciales que constituan la derrotade la segunda revolucin china (debate sobre lateora de la revolucin permanente), la degene-racin burocrtica de la URSS (programa dela revolucin antiburocrtica) y la victoria delnazismo en Alemania (reivindicaciones demo-crticas y frente nico obrero). Al mismo tiempo,

    multiplica los pasos para agrupar a los revolu-cionarios salidos de la socialdemocracia o departidos stalinistas, las propuestas de Confe-rencias, las Cartas abiertas. Su proyecto no esuna Internacional trotskista. Est dispuestoa considerar una Internacional plural, pero condos condiciones; que el debate sobre las cues-tiones esenciales se d con total claridad, sinenmascararlo bajo dudosos compromisos, y quese contabilicen las eventuales divergencias; quems all de estas divergencias, sus miembros

    estn de acuerdo sobre la propia construccinde una Internacional, sobre su democracia in-terna y la de sus secciones; en este caso, lascuestiones no resueltas pueden evolucionar conla prctica comn y las nuevas experiencias.

    Y el hilo de los principiosSlo en 1938, ante la inminencia de la SegundaGuerra Mundial y tras haber agotado esasgestiones, se funda la IV Internacional en con-

    cente como el movimiento obrero al nacer, perocuya inanidad prctica habra sido demostradapor la historia. Pero en los laberintos de la duda,hay que escoger siempre el hilo de los princi-pios. Ah nos espera el ltimo combate deTrotski 1/.

    Para expresar un proyecto de emancipacinuniversal, los trabajadores tienen, en sus con-

    diciones de explotacin, la potencialidad de verel mundo al mismo tiempo con los ojos del pro-letario chileno en Santiago, nicaragense enManagua, polaco de Gdansk, chino Esta poten-cialidad slo puede hacerse efectiva por mediode la construccin de un movimiento obrerointernacional, sindical y poltico. Si es ciertoque la existencia determina la conciencia, elinternacionalismo exige una Internacional.Retomemos el ejemplo de nuestro amigo chi-leno realista polticamente: su realismo le dic-taba sacrificar los intereses del trabajador

    polaco a lo que l crea su inters particular derevolucionario chileno; en realidad, faltando asu deber internacionalista haca el juego a la re-accin clerical de Polonia y al patrioterismo po-laco. No es posible jurarlo, pero s es razonableimaginar que sise hubieran encontrado con unmovimiento internacionalista potente, la tra-yectoria de Solidarnosc y d sus direcciones ha-bra sido otra. No se puede abusar de los prin-cipios. Quedan pocos.

    Por esa razn el mantenimiento de los prin-

    cipios es tan caro. Y por eso mismo la lucha deTrotski se articula entorno al combate por unanueva Internacional, desde que considera irre-vocablemente en quiebra al stalinizado Komin-tern. Desde 1933 a la Conferencia de fundacinde 1938 este ser el centro de su actividad,febril y obsesiva, entre la acumulacin dederrotas y la proximidad de la guerra. No obs-

    3

    1/Los aos de formacin de la IV internacional. Daniel Bensad.Inprecor n 65, diciembre de 1988.

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    cadena, para no perder el hilo de una identidadpoltica y para comprometernos sin prejuiciosen los dilogos que se abren, depende el futuro.

    Va estrecha sin duda, entre las tranquilizan-tes tentaciones de la retrica sectaria y la dulcealmohada de la duda sin mtodo. Contraria-mente a muchos clichs ignorantes o malin-tencionados, el Trotski del combate por la IV

    Internacional no es un megalmano apremiado,sino un pedagogo paciente, cuya trayectoria esimportante asimilar: No s a qu etapa lle-gar la IV Internacional. Nadie lo sabe. Es po-sible que debamos entrar de nuevo en una In-ternacional unificada con la II y la III. Esimposible considerar el destino de la IV Inter-nacional independientemente del de sus sec-ciones nacionales y viceversa (). Hay que pre-ver situaciones sin precedentes en la historia(). Si consideramos a la IV Internacional slocomo una forma internacional que nos obliga

    a seguir siendo sociedades independientes pro-pagandistas en todas las condiciones, estamosperdidos. No, la IV internacional es un pro-grama, una estrategia, un ncleo de direccininter nacional. Su valor debe consistir en unaactitud que no sea demasiado jurdica 2/.

    Rouge n 1418

    tabla rasa o de los contadores a cero. Se pue-den plantear cuestiones nuevas, pero siempreen un lenguaje antiguo. Se puede interrogar almundo cambiante, pero las propias preguntasque se le plantean presuponen una teora,abierta, dispuesta a enriquecerse y a autocri-ticarse, pero suficientemente coherente paraorganizar un dilogo. En otras palabras, frente

    a la desbandada de la memoria que acecha almovimiento obrero es importante manteneruna continuidad de prctica y de programaque nos permita orientarnos en las vastasrecomposiciones que estn por llegar. Almismo tiempo, debemos ser capaces de inter-venir, sin prejuicios ni sectarismo, en los ele-mentos, an limitados y frgiles, de reorgani-zacin parcial, a nivel nacional o regional, yase trate de movilizaciones y actividadescomunes a corrientes que ayer se ignoraban ose insultaban, ya de intercambios de experien-

    cias o de reflexin. Sabiendo ser pacientes.El traumatismo ha sido profundo. La conva-

    lecencia ser larga. Slo ser acelerada por nue-vos acontecimientos mayores, nuevasexperiencias fundadoras, susceptibles de zan-

    jar claramente los grandes interrogantes y depolarizar las fuerzas hoy dispersas. De nuestracapacidad para sostener los dos extremos de la

    Muro de Berln, no nos hace remontar eltiempo para reiniciar la marcha, a buen paso,en compaa de Rosa Luxemburgo. El tiempoha embrollado muchos mapas y ha borradomuchas referencias. Hasta tal punto que larevolucin de Octubre ya no aparece, en la pro-pia URSS, como experiencia fundadora y ori-gen natural para la refundacin de un movi-miento obrero independiente. Quienes quierenreanudar lazos con las mejores tradiciones delmovimiento obrero estn en su derecho a ponertodo en cuestin. En estas condiciones, laIV Internacional, tal como es, no aparece comoalternativa natural a las direcciones burocr-ticas que se desmoronan. Podra haberlo sidoen los aos treinta o tras la guerra: la legiti-midad de la Revolucin Rusa operaba en lnearecta; con frecuencia los actores eran todavalos mismos. Hoy, la reorganizacin internacio-nal del movimiento obrero es una obra infini-

    tamente ms abierta y compleja. Nosotros con-servamos un objetivo, no desmesurado, perociertamente ambicioso: la reconstruccin acierto plazo de una Internacional revoluciona-ria de masas. No consideramos a la IV Inter-nacional ni ms ni menos que como un pre-cioso instrumento para esta tarea. Preciosoporque nada bueno surgir del mtodo de la

    42/Trotski, uvres, tomo 8, p. 184 (EDI).