8/13/2019 El ltimo abuelo

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El ltimo abuelo

Acostado en una hamaca colgada de dos palmeras, acariciado por un aire

preado de iodo y sal, en aquella deliciosa puesta de sol sobre el Pacfico, Robert

Mundarian lleg a la conclusin de que, pese a todo, la vida era bella y que la tierra

se constitua en un lugar placentero para existir. Su perra Mika descansaba un par

de metros frente suyo, acababa de cumplir treinta aos y, tan anciana como l,

transitaban juntos por el tramo final del camino.

Tres gaviotas planeaban casi inmviles sobre las cabezas de un grupo denias que entre gritos y risas las alimentaban al borde de la playa. Un naranja

plido disfrazaba el paisaje y sumado al ronronear de las olas y a una tenue

meloda como de msica clsica que le llegaba quien sabe de dnde, adormecan

tiempo y espacio invitndolo a la reflexin.

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Hawi, la cada vez ms pequea Hawi despeda la tarde. Era el ao 2832 y

nunca se haba atravesado por una paz tan duradera en la historia de la

confederacin de planetas de la Va Lctea. Sin embargo jams como en ese

momento la supervivencia misma de la raza humana haba estado tan en jaque.

A Robert y a sus dos hermanos mayores, Jules y Tony, los confinaron en la

isla apenas nacidos, aqu se encontraron con otros veintisiete mil varones que eran

cuidados como el tesoro ms preciado de la humanidad, los llamados portadores de

la semilla. Los nicos especmenes machos humanos sobre la faz del universo.

Poco a poco fueron muriendo todos, Robert haba ostentado durante la pasada

dcada el raro privilegio de ser el ltimo hombre. Lo veneraban como a una

especie de Dios, pero l se haba sentido como un animal de zoolgico al que de

vez en cuando venan a visitar cientficas, grupos de estudiantes y toda persona

curiosa e influyente que obtuviese una aprobacin del gobierno. Por suerte haca

un par de aos que lo haban dejado tranquilo, desde el momento en que asumieron

que no haba vuelta de hoja y que la situacin ya era irremediable. Se acabaron las

horas interminables de estudios y tratamientos, qued libre para moverse en su isla

como ms le placiera y para ver a quien quisiese.

El cromosoma femenino X contiene ms de 1.000 genes, adems de que las

mujeres tienen dos cromosomas de este tipo (XX). El masculino Y, en un principio

dispona del mismo nmero de genes que su homlogo femenino, pero a lo largo

de cientos de millones de aos se fue destruyendo poco a poco, haciendo que los

cromosomas de Robert contasen con apenas un puado de genes. La presencia de

un par de cromosomas del mismo tipo en las clulas femeninas permite la

sustitucin de los genes daados cuando es necesario, pero los cromosomas

masculinos no tenan pareja, por lo que fue imposible reemplazar las partes

daadas.

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A principio del tercer milenio la ciencia mdica tom conciencia de esta

malformacin cromosmica que poda llevar a un callejn sin salida a la especia

humana. En aquel tiempo se pens que el proceso llevara millones de aos, sin

embargo la mutacin se aceler vertiginosamente y en ocho siglos la tierra y toda

la galaxia estaba habitada por dieciocho mil millones de mujeres y un solo hombre.

El ser humano a lo largo de estas centurias logr perfeccionar el salto

espacial hipercuntico, en menos de un da poda llegar al lugar ms recndito de

la Va Lctea. As fue que conquist 87 planetas habitables, sojuzgando a decenas

de razas aliengenas y convirtindose en amo de la galaxia. El salto intergalctico

tambin estaba cerca. En el plano tecnolgico y espiritual haba logrado un avance

espectacular. Gracias a la nano ingeniera mdica derrot el cncer y otras

enfermedades graves alargando la vida a un promedio de 250 aos, no sera raro

que antes de terminar los dos mil las mujeres estuvieran araando los trescientos.

Sin embargo nada de esto ayud a controlar el gen maldito, y de no mediar un

genial descubrimiento, como poda ser el logro de la inmortalidad, la creacin del

semen artificial o de clones sustentables, al homo sapiens versin mujer le

quedaba, como mucho, medio milenio de vida. Que era el tiempo que tardaran en

vaciarse los bancos de semen.

Apoyo con cuidado sus pies sobre la arena blanca y camin cansinamente

hacia el grupo de nias que lo llamaban abanicando sus manitas.

Abuelito, abuelito ven a jugar con nosotras lo invitaba una pelirrojacon la cara atiborrada de pecas.

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Eran parte de sus tataranietas, a pedido de Robert parte de sus descendientes,

los ms queridos, vivan en la isla. Unos cuantas miles de personas que lo

malcriaban terriblemente y que empalagaban de dulzura su inminente final.

El sol, al sumergirse en el ocano, regaba de chispas el horizonte. El cuadro

era idlico, en una playa de Hawi, un abuelo, el ltimo, gozaba de sus horas

postreras sumergido en la algaraba de sus nietecitas.

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cromosoma-y-dara-lugar-a-la-desaparicion-del-genero-masculino

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