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MISIONES EN LÍNEA 2020 El Triduo Pascual: Catequesis

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MISIONES EN LÍNEA 2020

El Triduo Pascual:Catequesis

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TEMA 1 Eucaristía: vida que se hace pan, pan que se comparte

TEMA 2

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El camino de la cruz, un camino de confianza en medio de la prueba

TEMA 3 La resurrección:Cristo se hace presente en nuestra vida

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EL TRIDUO PASCUAL

El misterio pascual que recordamos cada año es el centro de la vida cristiana. En la Pasión, Muerte y Resurrección se condensa el sentido del ser cristiano. La encarnación del Hijo de Dios llega a su plenitud al vencer en la propia carne el pecado que nos había tenido sometidos desde el origen de la crea-ción. La vida del Hijo de Dios ha alcanzado su culmen en la cruz; desde ahí, reconocemos a Dios (“Yo soy el que soy”), que ha querido encarnarse para salvarnos.

“Desde el primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en su misión redentora: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34). El sacrificio de Jesús «por los pecados del mundo entero» (1 Jn 2, 2), es la expresión de su comunión de amor con el Padre: «El Padre me ama porque doy mi vida» (Jn 10, 17). «El mun-do ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado» (Jn 14, 3)” (Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 606).

Es muy importante que, al acercarse la celebración de la Pascua, nos hayamos preparado durante la Cuaresma por medio del ayuno, la oración y la cari-dad. La Cuaresma es como el desierto al que somos invitados para que, una vez purificado el corazón, podamos entrar en la “tierra prometida” que es la experiencia personal y única de la Resurrección.

Por esta razón entregamos el siguiente material, que además tiene la finalidad de ayudar a comprender un poco mejor el sentido del Triduo Pascual a todos nuestros amigos, familiares y bienhechores que nos acompañarán virtualmen-te, a fin de disponer mente y corazón para celebrar los misterios centrales de nuestra fe.

Que Cristo, el Hijo de Dios que murió para salvarnos, nos guíe con su Espíritu Santo, a fin de que estas catequesis sean para mayor gloria de Dios y bienestar para nuestros corazones.

P. Luis Alonso Yepes Cruz, mg

INTRODUCCIÓN

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MISIONEROS DE GUADALUPE

Objetivo

Que cada persona reconozca que Cristo nos entrega su vida hecha pan a fin de que comprendamos que esta vida se entrega, se comparte para dar vida, animando y sirviendo a quien sufre.

Oración

TEMA 1 Eucaristía: vida que se hace pan, pan que se comparte

¡Oh, Señor!, que nos dejaste en este sacramento admirable el memorial de tu Pasión, concede a cuantos veneramos los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre recibir abundantemente los frutos de tu redención. Tú, que vives y reinas por los siglosde los siglos.

Introducción al tema

Después de una larga y honesta vida un chino murió y fue destinado al pa-raíso. Como era un tipo muy curioso, pidió permiso para dar primero un vistazo al infierno. Un ángel le acompañó y pudo así mirar desde la ventana lo que sucedía allá dentro, y se cayó de espaldas al ver un inmenso salón lleno de luz y de mesas con todo tipo de comida. Mesas y mesas preparadas con platos de arroz humeante y apetitoso. Pero los que estaban alrededor de estas mesas, eran flacos, piel y huesos, pálidos y ojerosos.

“¿Cómo es posible que sean así?”, le preguntó al ángel, “con tanto arroz que tienen delante?”. “Mira bien”, le contestó el ángel, “cuando llegan aquí reci-ben todos dos palitos de los que se usan en china para comer. Pero tienen un metro de largo y, para llevar la comida a la boca, los dos palitos no les sirven

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por ser demasiado largos. De manera que no pueden llevarse el arroz a la boca y sufren un hambre tremenda con tanta comida delante”.

El buen chino quedó horrorizado. Era verdaderamente un terrible castigo el que sufrían aquellos condenados que, por más esfuerzos que hacían, no podían probar ni siquiera un granito de arroz. No quiso ver nada más y se fue al cielo.

Allí lo esperaba otra sorpresa. El paraíso parecía la misma cosa que el infier-no. Un inmenso salón lleno de gente alrededor de mesas con arroz humean-te... y los convidados con dos palitos largos, de un metro cada uno. Pero estaban alegres y gorditos, rebosantes de salud.

“¿Cómo puede ser esto?”, le preguntó el chino al ángel, y éste le sonrió, diciendo: “Mira bien como se ayudan el uno al otro. Aquí cada uno se preo-cupa por dar de comer al que está en frente o al vecino de la derecha y de la izquierda, y todos comen en abundancia porque cada uno se preocupa por el otro”.

Esta parábola no pretende describir lo que pasa en el infierno o en el paraíso, sino que imagina lo que sería este mundo si, superando nuestro egoísmo, nos preocupáramos del bien de los demás. El paraíso se encuentra donde existe un grupo de personas que se preocupan los unos por los otros y viven como hermanos, y el infierno se anticipa cuando nos encerramos en nosotros mis-mos, buscando únicamente nuestro interés.(Cfr. http://www.oracionesydevociones.info/02240002.htm )

Iluminación

Leer Lc 22, 14-20

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MISIONEROS DE GUADALUPE

Reflexión

La persona de Jesucristo se hace banquete para nosotros en el pan y el vino consagrados; se nos da como alimento. La Eucaristía es la cena que el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su Pasión; es decir, el Jueves Santo.

La institución de la Eucaristía se da en el contexto de la celebra-ción de la Pascua judía, la cual rememoraba el acontecimiento fundamental del pueblo de Israel: Dios había liberado a su pueblo de la esclavitud y había hecho una Alianza con él.

La Pascua judía era, por tanto, la actualización del acontecimiento por el cual Israel renovaba su identidad como pueblo elegido y reafirmaba su fe en el único Dios.

En este contexto, la Eucaristía es la institución de la Nueva y defi-nitiva Alianza, por la que el Hijo de Dios se ofrece como víctima para el perdón de los pecados de toda la humanidad. Es en la cena de Pascua que Él se constituye como ofrenda (pan y vino) y como sacerdote. Él toma su vida, la ofrece al Padre y la reparte para dar vida.

Al entregarse en la Eucaristía, Jesús quiso anticipar su entrega en el madero de la cruz; es más, nos amó hasta el extremo –como diceel evangelista Juan (13, 1)– que quiso dejarnos el recuerdo vivo de su Pasión, de su entrega. Por eso instituyó la Eucaristía, para que cada vez que la celebremos recordemos cuánto nos ama, re-cibamos su vida y hagamos lo mismo que Él, que tomo su vida, la bendijo y la repartió a los demás. En esto consiste el sacrificio eucarístico, no solo en que el Señor se haya ofrecido, sino en que nosotros también nos ofrezcamos al Padre para la salvación, para el bien de los demás.

En la Eucaristía, Dios se nos entrega para ser nuestro alimento, para tener la vida eterna, como dijo el mismo Jesús: “el que coma

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de este pan, vivirá para siempre” (Jn 6, 58). Al recibirlo entramos a ser uno con Él. Al hacernos uno con Él, no nos encerramos en una experiencia individualista, sino que nos abrimos a los demás, a quie-nes reconocemos como hijos e hijas del mismo Padre. Y cuando esto sucede buscamos la comunión con los demás, nunca nos quedamos aislados o solos. Comulgar con Cristo es esforzarnos por estar uni-dos en el amor de Cristo para formar la Iglesia.

De esta manera, la Eucaristía nos recuerda la ofrenda que Jesús hizo con su vida, en total obediencia al Padre y no exenta de sufrimientos (Hb 5, 8). Una vida así vivida y entregada en amor se prolonga en quienes reciben su Cuerpo y su Sangre; en ellos se muestra la vida eterna, porque, como Él lo dijo: “Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna” (Jn 6, 54). Y esta vida eterna no se guarda para sí mismo, sino que está llamada a hacerse ofrenda, entrega, sa-crificio a favor de los demás: “quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 16, 25).

En conclusión: el Jueves Santo no sólo recordamos que Jesús se ofreció al Padre, instituyendo en sí mismo la Nueva Alianza, sino que se nos entregó hecho pan y vino para que, recibiendo su vida, nos esforcemos en hacer de nuestra vida una entrega, un servicio a favor de los demás. Eso es lo que les dijo a los apóstoles después de haberles lavado los pies: “Pues si yo, que soy maestro y señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros” (Jn 13, 14). En esto consiste la esencia del mandamiento del amor que el Señor nos dejó ese mismo día: “les doy un manda-miento nuevo, que se amen unos a otros, como yo los he amado” (Jn 13, 34).

En este día recordamos también que, para tener este banquete, el Se-ñor quiso dejarnos el sacerdocio. Es por la persona del sacerdote que Cristo se hace presente y cumple su promesa de estar siempre con nosotros. ¿Qué tanto valoramos la persona del sacerdote? Cierta-mente el sacerdote es un ser humano que también tiene fragilidades. ¿Rezamos por ellos?

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MISIONEROS DE GUADALUPE

Para reflexionar

1. ¿Cómo me preparo para celebrar la Eucaristía?2. ¿Realmente reconozco a Jesús, que se ofrece por mí en la Euca-

ristía? ¿Cómo lo demuestro?3. ¿Con cuánta frecuencia me pongo a reflexionar en el misterio

de amor que es Cristo Eucaristía? 4. ¿Cuándo contemplo o recibo la Eucaristía, me siento amado

hasta el extremo?5. ¿Soy consciente de que la Eucaristía me impulsa a hacer de mi

vida una entrega al hermano?

Compromiso

Al decir “Tomen y coman”, Jesucristo quiere que nos alimentemos con su cuerpo en la Eucaristía, que entremos en comunión siendo pan que da vida para los que nos rodean. Vivir eucarísticamente significa hacer de la vida una ofrenda al Padre en el amor, el servicio, el perdón a los demás.

Oración final

Te damos gracias, Dios todopoderoso, porque nos has entregado a tu Hijo, Jesucristo, pan de vida eterna, como alimento. Haz que, experimentando su gran amor, nos esforcemos por ser alimento de fe, esperanza y caridad para quienes hoy sufren la tristeza, la angustia, el miedo, la violencia, la injusticia y el abandono, de manera que también ellos experimenten tu cercanía y así vivamos en la comunión de tu Reino. Por Cristo, Señor nuestro.

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EL TRIDUO PASCUAL

Objetivo

Reconocer que, en la Pasión del Señor, el viacrucis representa el caminar de cada creyente en total confianza a la voluntad del Padre, que nos sostiene y nos reanima.

Oración

TEMA 2 El camino de la cruz, un camino de confianza en medio de la prueba

Dios todopoderoso y eterno, gracias por darnos a tu Hijo, Jesucristo, el cual nos amó hasta el punto de ofrecer su vida en la cruz para nuestra salvación. Concédenos volver a traeral corazón el valor de esta entrega, a fin de que, en medio de los sufrimientos, angustias y tristezas de esta vida, aprendamos, como Él, a confiar plenamente en ti. Por Jesucristo, tu Hijo,nuestro Señor. Amén.

Introducción

“La olla rota”

Un cargador de agua tenía dos grandes cantaros que colgaban a los extremos de un palo que él llevaba encima de los hombros. Uno de los cantaros tenía una grieta, mientras que el otro era perfecto y entregaba el agua completa al final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa de su patrón.

Cuando llegaba, el cántaro roto solo contenía la mitad del agua. Por dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego, el cántaro perfecto

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MISIONEROS DE GUADALUPE

estaba muy orgulloso de sus logros, perfecto para los fines para los cuales fue creado.

Pero el pobre cántaro agrietado estaba muy avergonzado de su propia im-perfección y se sentía miserable porque solo podía conseguir la mitad de lo que se suponía debía hacer. Después de dos años le habló al aguador, diciéndole: “Estoy avergonzado de mí mismo y me quiero disculpar conti-go”. “¿Por qué?”, le preguntó el aguador. “Porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga. Debido a mis grietas, sólo obtienes la mitad del valor de lo que deberías”.

El aguador se sintió muy apesadumbrado por el cántaro y, con gran com-pasión, le dijo: “Cuando regresemos a la casa del patrón quiero mostrarte algo”. Así lo hizo y, en efecto, de regreso a casa le mostró muchísimas flores hermosas a todo lo largo del camino. El aguador le dijo: “¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen de tu lado del camino? Tus grietas riegan el ca-mino por donde vas todos los días y hacen crecer las flores. Por ti el mundo se embellece. Sin ser exactamente como eres, el mundo no tendría la belleza que tiene el campo”.

Este cuento nos muestra cómo, aun en medio de nuestras limitaciones, defec-tos, o incluso en medio de la adversidad (ser un cántaro roto), se puede dar vida. La vida siempre vence al mal, como Cristo venció el mal en el madero de la cruz. Tal vez para muchos esa olla rota no valía mucho, en el fondo era bendición para las plantas y las flores. De igual manera pasa con Jesús, que, al ser rechazado y condenado por los judíos, es fuente de bendición para quienes creen en Él.

Iluminación

Leer Mt 37, 27-50

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Toda la vida de Jesús, siempre unida a la voluntad del Padre, fue signo del Reino de Dios, que viene a salvar al hombre, que viene a restaurar la imagen y semejanza a la que fuimos creados. Su vida fue una Buena Noticia para quien había perdido la esperanza, quien se sentía abandonado por Dios, excluido o marginado por la sociedad, por los justos. Vivió de tal manera que su mensaje incomodó a mu-chos que habían querido hacer de Dios un ídolo al que se le pudiera manipular.

Provocó tal escándalo la vida de Jesús; su actitud desafiaba al sis-tema religioso de aquel tiempo. A una vida como la de Jesús no le podía esperar otra cosa que no fuera la persecución y la muerte. El Señor sabía que su vida corría riesgo, aun sus amigos se lo advertían (Jn 11, 8). Sin embargo, Él no deja de cumplir la voluntad del Padre. Él no era un masoquista o un suicida que buscara la muerte a como diera lugar, y prueba de ello es su agonía en el Huerto de Getsema-ní (Mt 26, 39); sin embargo, Él sólo buscará la voluntad del Padre, incluso a costa de la propia vida. Fue injustamente apresado, condenado en un juicio corrupto y hu-millado a tal grado que el castigo de la cruz parecía ser excesivo para aquel pobre carpintero que había osado llamar Padre a Dios, que se había atrevido a sanar en sábado, a curar a gente impura y a perdonar a la mujer pecadora. Aun quienes lo habían aclamado en su entrada triunfal a Jerusalén pareciera que lo habían abando-nado y pedían su muerte. Y en medio de todo esto, la confianza en la voluntad del Padre: Jesús no ha dejado de tener contacto con el amor del Padre, sabe que puede confiar en Él, como lo dice el profeta Habacuc: “aunque la higuera no eche brotes y las cepas no den fruto, aunque el olivo se niegue a su tarea y los campos no den cosechas, aunque se acaben las ovejas del redil y no queden vacas en el establo; yo exultaré en Dios, mi salvador” (3, 17-19).

Su confianza en el Padre fue el motor, la fortaleza que lo llevó a no rendirse, a esperar en Aquel que no abandona, que siempre lo escuchó. Caminó con la cruz para hacer realidad la Escritura, la cual

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MISIONEROS DE GUADALUPE

lo describía: “Despreciable y desecho de hombre, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. ¡Y con todo, eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros lo tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas.Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus heridas hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno mar-chó por su camino, y Yahvé descargó sobre él la culpa de todos no-sotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca” (Is 53, 3-7).

Su camino al calvario no estuvo exento de caídas, de burlas, de des-fallecimiento… y aun así resistió. Fue despojado no sólo de sus vesti-duras, sino de su dignidad, condenado a morir desnudo en el castigo público más humillante, reservado para los peores maleantes. Las burlas, la descalificación de su vida y de su confianza al Padre que-daron al descubierto. “Ha confiado en Dios, que Él lo libre ahora si es que lo ama” (Mt 27, 43). ¡Qué duras palabras! Le gritaron en su propia cara que aquel que llamaba Padre lo había abandonado. Le descalificaban su confianza en el Padre. Hoy, al igual que ayer, los problemas, las personas, la realidad, nos puede hacer mofa de nuestra fe, de nuestra confianza en Dios. Hoy, al igual que sucedió con Jesús, muchas cosas nos pueden insinuar que el Padre nos ha abandonado. Él mismo clamará al Padre: “¿Dios mío, por qué me has abandonado?” (Mt 27, 46), porque pareciera que se ha olvidado de su Hijo amado.

Con todo, las últimas palabras de Jesús fueron de un acto total de confianza en el Padre: “En tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46). Aquí es donde toda la vida de Jesús tiene su culmen; aquí es don-de el camino de la cruz se completa como un camino de confianza en medio de la adversidad. Sin este acto de total confianza en las manos del Padre, no entenderíamos cada gesto y palabra de Jesús.

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EL TRIDUO PASCUAL

Al celebrar el Viernes Santo, recordamos que la verdad, la profun-didad y la integridad de la fe se mide por la confianza en el Padre; esa confianza que sostiene, que nos hace permanecer fieles en la adversidad hasta el final. En nuestra vida, el camino de la cruz se nos presenta como un camino de santidad, no por el sufrimiento en sí mismo, sino por la fidelidad al Padre hasta el último aliento.

Hoy somos invitados a mirar a la cruz, en ella se presenta el “sí” del Hijo del Hombre, que hizo de su vida una entrega aun en la contra-riedad, pero también es el “sí” de Dios, que en la cruz venció todo el mal por la entrega de aquel que no sucumbió ante el mal y sus embates. Contemplemos en la cruz la respuesta de Dios ante el mal, pero también, por su contemplación, renovemos el compromiso con aquel que nos ama y en quien vale la pena esperar y confiar.

Para reflexionar

Muchas veces se entiende el sacrificio únicamente como sufrimiento, dolor y muerte. Pero el sacrificio de Cristo es entrega voluntaria a Dios. La muerte de Cristo es consecuencia de esa entrega, una entrega guiada por la voluntad del Padre. Él no desfalleció en el camino al calvario porque su corazón estaba anclado en el corazón del Padre, de quien procede la gracia para no desistir en medio del dolor, la contradicción y el mal.

1. ¿Qué pensamientos vienen a mi corazón cuando contemplo a Cristo crucificado?

2. ¿Cómo asumo las dificultades, los problemas, la tristeza que hay en mi vida, el miedo, la enfermedad? ¿Soy capaz de ser fiel, cargando la cruz, como Jesús?

3. ¿Soy capaz de colocar todo el mal que hay en mi vida en la cruz?

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Compromiso

En la situación actual vemos sufrimiento, muerte, dolor, miedo, angustia, injusticia. En medio de todo esto podemos asumir la cruz, podemos, desde nuestra vida, hacer una entrega a la voluntad del Padre. Así seremos testigos del poder de la cruz que vence al mal. Pidamos a Dios la gracia de ser fieles en este momento y, al igual que Jesús, poner todo en sus manos.

Oración final

Señor Jesús, que fuiste capaz de asumir tu vida como una entrega constante a la voluntad del Padre, ayúdanos con la fuerza de tu espíritu para no desfallecer en medio de las dificultades que nos está tocando vivir y que tú bien conoces. Que comprendamos que es en la entrega diaria, desde tu amor, que podemos vencer al mal, así como tú venciste a nuestro adversario al hacer de tu vida una ofrenda de amor en el altar de la cruz

- Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos.- Que por tu santa cruz redimiste al mundo y a

mí, pecador. Amén.

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EL TRIDUO PASCUAL

Objetivo

Reconocer que la Resurrección de Jesús es la respuesta de Dios al mal que quiere destruir al hombre y nos otorga la gracia de experimentar continua-mente la vida eterna.

Oración

TEMA 3 La resurrección:Cristo se hace presente en nuestra vida

Padre eterno, que llevaste a la plenitud la entrega de tu Hijo al resucitarlo de entre los muertos, concédenos experimentar en nuestras vidas la fuerza de su resurrección, para que con un corazón renovado podamos ser testigos de su presencia viva en medio del mundo, tan necesitado de ti.

Introducción al tema

En una fábula oriental se cuenta que un zapatero, en la oración, oyó una voz que le anunciaba que aquel día iría Cristo a visitarle. El zapatero se llenó de alegría y se dispuso a hacer lo más deprisa posible su trabajo del día para que, cuando Cristo llegara, pudiese dedicarse enteramente a atenderle. Apenas abrió su tienda, llegó una mujer y le pidió que arreglara sus zapatos. El viejo la atendió con cariño e incluso soportó con paciencia que la pobre mujer charlase y charlase contándole todas sus penas, aunque con tantas charlas casi no lo dejaba trabajar y tardaba mucho más de lo previsto en arreglar los zapatos.

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Cuando ella al fin se fue, llegó a visitarlo otra mujer. Era una madre que tenía un niño enfermo y también le pedía que arreglase con urgencia unos zapatos. El zapatero la atendió, aunque su corazón estaba en otro sitio en su deseo de terminar cuanto antes su trabajo, no fuera a llegar Cristo cuando él no hubiese terminado A la tarde llegó un borracho que charlaba y charlaba; con tanta cháchara apenas le dejaba rematar aquel par de zapatos que había llevado a reparar.

Cayó la noche sin que el zapatero hubiera tenido un minuto de descanso. Pero aun así se preparó para recibir la venida de Cristo, como se le había prometido en la oración. Sin embargo, seguían pasando las horas y se hizo noche cerrada. El zapatero comenzó a temer que Cristo no iría, y dudaba si acostarse o no. Sólo entonces escuchó una voz que le decía: “¿Por qué me estas esperando? ¿No te diste cuenta de que he estado contigo tres veces a lo largo del día?”.

Así sucede que muchas personas: esperan a Dios, pero no acaban de descu-brir que Dios está ya en lo que hacen y viven. Dios siempre viene, lo que cuenta es descubrirlo en los encuentros del día. Recuerdo que hace más de cincuenta años leí un libro que me impactó profundamente. Llevaba como título “La vida como encuentro”, y todo lo que recuerdo es que decía que el método más al alcance de todos para hacer conocer a Cristo es el encuentro con las personas, la relación personal. Más que todos los medios y técnicas de comunicación, cuenta el encuentro personal con los que el Señor nos en-vía en cada momento de nuestra jornada. “La vida como encuentro”, la vida es un continuo encuentro con el Señor.(Cfr. http://www.oracionesydevociones.info/02240002.htm )

1. Cristo Jesús, que murió, resucitó, está a la derecha de Dios e intercede por nosotros (Rm 8, 34).

2. Está presente en su Palabra (cfr. Constitución dogmática sobre la Igle-sia Lumen gentium, núm. 48)

3. En la oración de la Iglesia, “allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre” (Mt 18, 20).

4. En los pobres, los enfermos, los presos (Mt 25, 31-46).5. En los sacramentos de los que Él es autor, por medio de los sacerdotes.6. En el sacrificio de la Misa, donde confluyen los demás sacramentos.

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EL TRIDUO PASCUAL

San Pablo, dijo en la Primera carta a los Corintios: “si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe” (15, 14). La resurrección es, por tanto, el centro de la fe cristiana. Pero ¿qué sentido tiene para nosotros hoy la resurrección del Señor? ¿Somos capaces de experimentar su presencia cada día?

Iluminación

Leer Mt 28, 1-8

Reflexión:

La Resurrección de Jesús nos enseña que el mal ha sido vencido, que no puede prevalecer para siempre sobre los que creen en Cristo. La muerte no podía retener a quien ha vencido el pecado en su propia carne. El Padre no podía dejar en la corrupción del sepulcro a quien había amado plenamente; una vida así no podía quedar sin respuesta del Altísimo. El ángel que se aparece a las mujeres lo anuncia: “No tengan miedo”, “ha resucitado”. Él cumplió su Palabra de resucitar al tercer día. Y su Resurrección da validez a cada una de sus palabras y ha mostrado el horizonte final de cada milagro hecho por el Nazare-no: Él verdaderamente es el Hijo de Dios, el Señor y mesías.

En nuestra vida estamos llamados a experimentar esta alegría pro-funda. La vigilia pascual nos recordará, por medio de la luz, el agua y la Palabra, que Dios no podía dejar a Cristo en el sepulcro. Es en la Eucaristía donde podemos comprobar que Cristo verdaderamente resucitó.

La Resurrección nos habla del proyecto de Dios, de la Nueva Alian-za, que quiere hacer nuevas todas las cosas (Ap 21, 5). La historia de la salvación ha llegado a su culmen. Lo que en Adán y Eva había-mos perdido, en Cristo lo hemos recuperado: la dignidad de hijos

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MISIONEROS DE GUADALUPE

amados de Dios, llamados a entrar en el paraíso (vida eterna) desde ahora. Lo que por siglos habíamos sido incapaces de hacer –la fide-lidad a la Alianza con Dios–, Cristo lo ha realizado al asumir nuestra condición, al ofrecerse en fidelidad al Padre y, sobre todo, con su Resurrección.

Sin embargo, la Resurrección no se limita a ser un hecho históri-co, sino que se debe convertir en un acontecimiento personal. No bas-ta con creer o afirmar que Cristo ha resucitado, sino que cada creyente debe experimentar en su propia historia, en su propia vida, la alegría de la Resurrección. Cada uno, como lo escuchamos en el pregón pascual (anuncio de la Resurrección al inicio de la vigilia) ha de recibir la luz que disipa las tinieblas del pecado. Esa luz es Cristo, que ilumina nuestra exis-tencia, la purifica del egoísmo y la reconstruye a fin de que también sea-mos luz para los demás; una luz que alegra, que da esperanza, que anima y consuela. Una luz que perdona y que sabe hacer el bien a los demás.

Para reflexionar

1. En mi vida ¿de qué me ha rescatado Jesús?2. ¿He experimentado a Cristo vivo? ¿En qué momentos?3. ¿En qué actitudes concretas puedo mostrar la luz de Cristo resucitado?

Compromiso

En la vigilia pascual pediré a Jesús que resucite en mi vida. Le pediré que me libere de mis pecados y me haga experimentar la alegría de su presencia. Y haré el firme compromiso de vivir como hijo de la luz, haciendo el bien a quien lo necesite. Como signo de esta presencia de Cristo vivo, buscaré durante el tiempo pascual dedicar un momento de oración cada día para conversar con el Señor.

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Oración final

Señor, tú, que has inundado de gozo a la creación entera por la Resurrección de tu Hijo, permítenos experimentar el mismo gozo de su presencia viva, para que, libres de todo pecado, toda angustia y tristeza, podamos ser testigos de su luz en la lucha contra toda oscuridad que pueda haber en nuestros corazones y en el mundo entero. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Padre nuestro

Ave María

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