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1 Artículo publicado en la revista LiberAddictus. Para consultar más artículos haga click en: www.liberaddictus.org/NumAnt.php El tratamiento no institucionalizado y las redes sociales: una vía para intervenir en las situaciones de fármacodependencia Simón Tavera Romero* E sta presentación reúne un conjunto de reflexiones acerca de las intervenciones en situaciones de dependencia a sustancias psicoactivas, los contextos de intervención, las situaciones críticas asociadas al fenómeno y de los actores sociales que estamos involucrados en ellas, específicamente, las poblaciones atendidas y las organizaciones de asistencia. Es justo resaltar que estas reflexiones son resultado del trabajo colectivo de mucho años, producto de una red, y que, en esta ocasión, le ha correspondido a la Fundación ser portavoz de este largo camino, incluyendo los errores implícitos. Los que estamos relacionados con este fenómeno social y hemos estado en contacto con los diferentes modelos de atención, sabemos que no existe un modelo único que pueda dar respuesta a todas las situaciones de dependencia a sustancias psicoactivas. Coincidimos en que éstos modelos están delimitados por el momento histórico, el contexto cultural y las situaciones individuales, conscientes e inconscientes, que motivan el consumo, sin dejar de lado, los aspectos simbólicos, así como del tráfico, la distribución y el uso de innovadoras tecnologías de diseño de nuevas sustancias. Por otro lado, sabemos que la técnica que utilizamos para la intervención en los diferentes tratamientos está directamente relacionada con el marco teórico que utilizamos para explicar el fenómeno del uso de sustancias. Es evidente que las técnicas de intervención dependen y son coherentes con los marcos teóricos explicativos que utilizamos, incluyendo el sentido común y las representaciones sociales. De esta manera, resulta comprensible que exista una gran diversidad de modelos de atención, así como marcos explicativos existentes. Por esta razón resulta prioritario iniciar una reflexión profunda y detallada sobre las diversas propuestas metodológicas y los impactos de su aplicación, en otras palabras, producir

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Artículo publicado en la revista LiberAddictus. Para consultar más artículos haga click en:

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El tratamiento no institucionalizado y las redes sociales: una vía para intervenir en las situaciones de fármacodependencia

Simón Tavera Romero*

Esta presentación reúne un conjunto de refl exiones acerca de las intervenciones en situaciones de dependencia a sustancias psicoactivas, los contextos de intervención, las situaciones críticas

asociadas al fenómeno y de los actores sociales que estamos involucrados en ellas, específi camente, las poblaciones atendidas y las organizaciones de asistencia. Es justo resaltar que estas refl exiones son resultado del trabajo colectivo de mucho años, producto de una red, y que, en esta ocasión, le ha correspondido a la Fundación ser portavoz de este largo camino, incluyendo los errores implícitos.

Los que estamos relacionados con este fenómeno social y hemos estado en contacto con los diferentes modelos de atención, sabemos que no existe un modelo único que pueda dar respuesta a todas las situaciones de dependencia a sustancias psicoactivas. Coincidimos en que éstos modelos están delimitados por el momento histórico, el contexto cultural y las situaciones individuales, conscientes e inconscientes, que motivan el consumo, sin dejar de lado, los aspectos simbólicos, así como del tráfi co, la distribución y el uso de innovadoras tecnologías de diseño de nuevas sustancias. Por otro lado, sabemos que la técnica que utilizamos para la intervención en los diferentes tratamientos está directamente relacionada con el marco teórico que utilizamos para explicar el fenómeno del uso de sustancias. Es evidente que las técnicas de intervención dependen y son coherentes con los marcos teóricos explicativos que utilizamos, incluyendo el sentido común y las representaciones sociales. De esta manera, resulta comprensible que exista una gran diversidad de modelos de atención, así como marcos explicativos existentes. Por esta razón resulta prioritario iniciar una refl exión profunda y detallada sobre las diversas propuestas metodológicas y los impactos de su aplicación, en otras palabras, producir

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un saber científi co que nos permita reconocer lo que se está haciendo ante el fenómeno de la fármacodependencia y los resultados que ha producido.

En principio, valdría la pena hacer algunas refl exiones que justifi can la necesidad de esta revisión de los modelos de atención, las metodologías utilizadas y el papel de los actores implicados, para poder pensar en las alternativas más adecuadas para determinadas situaciones y contextos culturales específi cos:

a) El fenómeno de la fármacodependencia se ha incrementado notablemente en las últimas décadas. La red de distribución de sustancias psicoactivas se ha extendido a todos los sectores de la sociedad. Sus precios son de acceso generalizado. Cada año se incorporan nuevos tipos de drogas al mercado y el número de consumidores crece inconteniblemente.b) Los mecanismos implementados por la sociedad para contener y controlar el fenómeno no han sido sufi cientes desde sus intervenciones institucionales y legales, hasta las de carácter ético, moral y religioso. Si la fármacodependencia es un fenómeno tan arraigado socialmente, sería erróneo que se le considerara como un error o un acto aislado, sino todo lo contrario, representaría una de las formas implícitas de su organización social.c) La elección institucional de intervenir directamente o solamente con los usuarios de sustancias psicoactivas, implica coludirse en cierto sentido, con la familia, la comunidad y la sociedad en general para señalar la fármacodependencia y al fármacodependiente como el problema, utilizando un mecanismo proyectivo1 de base que, a la vez, reduce el fenómeno a la esfera individual y que excluye al resto de los actores sociales en su etiología. Así, la fármacodependencia queda al margen de los sistemas relacionales y se designa al chivo expiatorio como blanco de proyecciones masivas.d) El tratamiento especializado en clínicas, hospitales, espacios de psicoterapia individual/grupal y las comunidades terapéuticas no han repercutido, de manera signifi cativa, en el fenómeno de la fármacodependencia y, peor aún, los numerosos fracasos en los tratamientos han reforzado la cronicidad del consumo.2 Lo que nos lleva a plantearnos el reto de sumar otras alternativas a las actuales.e) En suma, la cobertura de intervención institucional sólo tiene la posibilidad de atender una mínima parte de esta población. Por ejemplo, en una Comunidad terapéutica se reciben 600 demandas de ayuda por año, para un total de 3,000 personas, aproximadamente que solicitan el servicio, incluyendo pacientes y familiares. La infraestructura y los recursos humanos, sólo permiten atender a

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7% de la demanda, sin considerar que el porcentaje mayoritario de fármacodependientes no solicita ayuda.3 Lo anterior plantea otra interrogante importante: cómo trabajar con personas que no establecen una demanda de ayuda en los contextos territoriales de pertenencia, como serían en las mismas comunidades o con la población que vive en las calles, por ejemplo.f) Una intervención duradera o de largo plazo en las estructuras residenciales, corre el peligro de desarraigar al usuario de su contexto de vida y de sustituir su dependencia a sustancias por una dependencia a la institución. Las comunidades totales4 o de vida, restan, en cierta medida, la posibilidad de independencia y autonomía de los fármacodependientes para tener una reinserción social con sus propios recursos.g) El trabajo de prevención primaria se encuentra en el olvido y los pocos esfuerzos que se destinan a ello se limitan a slogans prohibitivos o campañas informativas sobre el tipo de sustancias y sus terribles daños fi siológicos. Campañas que, contrariamente a lo planeado, resultan verdaderas promociones comerciales que difunden la cultura de la droga, pero que no inciden en la prevención, es decir, que no por ello la gente evita el consumo, aunque sí se incrementa el rechazo social y la marginación. Curiosamente, una de las preguntas típicas que hacen los usuarios es la de conocer los efectos y consecuencias del consumo de cocaína para saber de qué manera se exponen, pero no para evitar su consumo. En sentido inverso, la marihuana ha pasado a ser una droga conocida, asimilable, blanda, natural e inofensiva y, por tanto, de uso cotidiano y no peligrosa.

Por lo anterior, podemos observar que estos hechos nos sugieren algunas líneas de trabajo e investigación ineludibles para las organizaciones que estamos relacionadas con este fenómeno social y que podemos sintetizar en los siguientes ejes:

1. Es necesario construir un marco teórico multidisciplinario que respete la complejidad del fenómeno. Desde nuestra perspectiva, este marco teórico debe considerar los aspectos fenomenológicos, de desviación social, antropológicos, representaciones sociales, psicoanalíticos y de redes sociales. Específi camente, consideramos la terapia de red, el cambio en las representaciones sociales y la promoción de minorías activas como técnicas de intervención alternativas a contextos no terapéuticos.2. Es fundamental hacer explícitas nuestras metodologías y modelos de intervención, buscando que sean coherentes con

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la realidad y el contexto en el cual se interviene. Esto implica considerar cómo se realizan los diagnósticos, qué técnicas de intervención se utilizan y qué sistema de evaluación se aplica. Sabemos que el tratamiento con usuarios es posible tanto en la comunidad terapéutica, como en servicios ambulatorios, en unidades territoriales y en la calle misma. Sin embargo, cada contexto delimita el tipo de metodología a utilizar y los objetivos de la intervención que van desde una rehabilitación psicosocial a la reducción del daño y la prevención.3. Dada la complejidad del fenómeno, de los marcos teóricos multidisciplinarios, y la diversidad de técnicas de intervención, es importante desarrollar paralelamente a la operación un proceso de formación permanente para los equipos de las organizaciones y así, promover la profesionalización de los cuadros operativos que intervienen en los procesos de tratamiento. Es la formación y el entrenamiento, la única garantía de construir un conocimiento sobre el fenómeno y la posibilidad de incrementar la efi cacia en las intervenciones. Específi camente, nos referimos a seminarios teóricos, entrenamiento y couching, supervisión de equipos y psicoterapia personal como proceso didáctico de tratamiento.4. Promover un trabajo en red de las organizaciones de asistencia. No existen fármacodependientes puros. Sabemos que siempre existen situaciones críticas asociadas como la vida en la calle, la prostitución, la violencia intrafamiliar y menores infractores, entre otras cosas. Y, por otro lado, también sabemos que son muy frecuentes los trastornos graves de personalidad, así como problemas de tipo psiquiátrico. Estas situaciones implican técnicas de intervención bastante defi nidas en psicoterapia, psiquiatría, acciones reeducativas y de reinserción social y profesional. Esto hace que las intervenciones aisladas y fragmentadas sean de bajo pronóstico y exige que exista un contexto interinstitucional lo bastante integrado, pues de lo contrario, es posible que se produzca mayor cronifi cación y sufrimiento que cura terapéutica.5. Tener incidencia en la política pública. Las políticas actuales para el manejo y control de la producción, distribución y consumo de drogas ilícitas, están dirigidas principalmente a la represión y sólo una mínima parte a la prevención, al tratamiento y a la investigación. Como vimos más arriba, ésta es una necesidad imperiosa ante el gran vacío teórico técnico respecto a este fenómeno social.

Otra consideración que no podemos dejar de lado, es la que se refi ere al tipo de población atendida. No podemos omitir el hecho de que existe una gran cantidad de usuarios de sustancias psicoactivas que están lejos de acercarse

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a los servicios institucionales de asistencia y, peor aún, ni siquiera conciben su estado de dependencia como un problema a resolver o una situación de sufrimiento de la cual salir. Esto hace que exista una gran diferencia entre el tipo de servicio brindado a quienes establecen una demanda de ayuda y entre quienes ni siquiera lo perciben como un problema. Los primeros, reconocen un estado de sufrimiento y están dispuestos a hacer algo por modifi car tal situación. En este sentido, el hecho de que exista una demanda de ayuda, posibilita la incorporación a un encuadre terapéutico predefi nido y que es controlado por los responsables del servicio. Este es el ejemplo de las comunidades terapéuticas y algunos servicios de psicoterapia. En el segundo caso, el hecho de que no exista una demanda de ayuda que medie la relación terapéutica hace necesario realizar un trabajo previo a cualquier intervención específi ca de tratamiento. Por un lado, se puede intervenir sin que sea necesario que el usuario de sustancias deje de serlo o que sea consciente de que tiene un problema, buscando disminuir el consumo y reducir los daños y los riegos implicados. Este tipo de estrategias buscan incidir en las representaciones sociales para transformar los lazos dentro de las redes para que los roles al interior sean más fl exibles y produzcan mayor bienestar que malestar. Este tipo de intervenciones son un planteamiento diferente al Modelo de comunidad terapéutica, pues no se trata de centrar la intervención con la persona usuaria, exclusivamente, sino que se pone el foco de intervención en las redes sociales de pertenencia y son ellas el objeto del tratamiento. Este es el caso del trabajo en comunidad y en las calles. En este sentido, podemos decir que el trabajo en comunidad terapéutica es un modelo sufi cientemente experimentado y probado en su aplicación como una propuesta efi ciente, pero no es ninguna alternativa ante la mayoría de los casos en donde no existe una demanda explícita de ayuda. El tratamiento en las mismas comunidades es el desafío que enfrentamos las organizaciones de asistencia. También lo es construir los marcos teóricos y las técnicas terapéuticas de intervención adecuados. Esta situación nos recuerda una escena muy parecida que enfrentó el propio creador del psicoanálisis. En la conferencia pronunciada en Budapest en 1918, Freud hacía un cuestionamiento a la práctica psicoanalítica y preveía la necesidad de realizar tratamientos breves como una posibilidad de hacerlos accesibles a una mayor población, y resaltaba el derecho a la salud de toda ella, específi camente la que quedaba excluida por razones económicas. Este cuestionamiento planteado por Freud exigía desarrollar la teoría psicoanalítica más allá de sus aplicaciones técnicas y proponía experimentar los tratamientos en diversos escenarios de intervención más allá del diván, así como el modifi car las técnicas de intervención en contextos no terapéuticos e institucionales. Esta misma polémica está presente en los tratamientos con fármacodependientes. Es necesarios implementar estrategias y técnicas de intervención en otros escenarios diferentes a los clínicos, como las calles, las coladeras, las esquinas, las instituciones y, en general, en todo el contexto comunitario.

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Así pues, nuestra apuesta es experimentar un modelo de prevención primaria, reducción del daño y tratamiento, además de la comunidad terapéutica, en las mismas comunidades o barrios en donde emerge y toma cuerpo el fenómeno de la fármacodependencia, y poder desarrollar estrategias de intervención para que una comunidad pueda estar mejor equipada para la gestión de la seguridad. Este contexto de intervención son las redes sociales, de las cuales formamos parte todos nosotros.

Al conjunto de intervenciones realizadas en las mismas comunidades y que no centran su intervención, exclusivamente, con los usuarios de sustancias psicoactivas, también se le conoce como tratamiento de base comunitaria o no institucionalizado. Cuando hablamos de tratamiento institucionalizado, nos referimos a todas las formas clásicas de intervención terapéutica con fármacodependientes que tienen que ver con el encierro, la intervención hospitalaria o la asistencia ambulatoria. Por el contrario, el tratamiento no institucionalizado hace referencia a una intervención territorial o de base comunitaria, es decir que el centro de la intervención deja de ser sólo el fármacodependiente y también lo es la fármacodependencia como representación social de todos los actores de una comunidad.

Lo anterior implica una hipótesis importante que tiene que ser mencionada en este momento: son las representaciones sociales, la institución de mediación entre los fármacodepedientes y no fármacodepedientes y que, como sabemos, generalmente se expresa como mecanismos de exclusión y de marginación mediante procesos de estigmatización y etiquetamiento, así como de encierro, no para curar un estado de sufrimiento, sino para vigilar y castigar una conducta desviante. Otra hipótesis complementaria a la anterior, se refi ere a la intervención con redes sociales y a las minorías activas, esto es, saber realizar diagnósticos comunitarios y de redes sociales para realizar intervenciones terapéuticas orientadas a realizar cambios en los sistemas relacionales y formas de establecimiento de los lazos, de tal forma que proporcionen un mayor nivel de seguridad y bienestar tanto a fármacodepedientes, como a los no fármacodepedientes. Está claro entonces que no nos referimos al concepto de redes sociales como un concepto solamente descriptivo y analítico, sino como toda una metodología de intervención en la muy nueva clínica comunitaria: la terapia de red. Es conocido por todos los actores que estamos relacionados con el tema que lo anterior es una necesidad formativa fundamental para todo el universo del tercer sector.

Pasemos a comentar una viñeta, clásica en nuestros contextos de pobreza y de situaciones de sufrimiento social, para seguir refl exionando sobre esta nueva modalidad de tratamiento no institucionalizado que, sin embargo, es tradicional en el sentido de su práctica pero nueva es su desarrollo teórico y explicativo. Me adelanto y explico que la intención no es deprimirlos sino pensar en un caso concreto de tratamiento no institucionalizado y que, además, es más típico de lo que pensamos.

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Entre los escombros se levanta un castillo,casi en el aire: una casa de cartón sitiadaUn día, la señora Triny, incansable legionaria de María, me pidió que fuéramos con una familia que vive en condiciones terribles y con problemas muy fuertes de uso de drogas. Así, una tarde, acordamos ir a su domicilio.

Al llegar a la casa de esta familia, nos encontramos un cuadro muy deprimente. La casa está situada al borde de una barranca y a cada paso se desciende la pendiente empinada. El terreno es un dibujo de cuatro niveles que semejan terrazas que miran hacia el desfi ladero. En uno de ellos está el único cuarto, hecho de láminas, cartón y plásticos, con tremendos boquetes por donde corre el viento helado. El piso es de tierra, bastante húmeda, seguramente a causa del agua que escurre en el interior de la casa cuando llueve. En 12 metros cuadrados de la habitación se encuentran dos camas y un sillón en donde duermen el abuelo con su pata de palo, su hija ciega como consecuencia inhalar solventes, cinco nietos en peleas constantes y una bisnieta, de un año aproximadamente, acurrucada en un rincón de la cama. Cuatro generaciones en 12 metros. Al centro se encuentra una mesa improvisada y sobre ella tablas con trastes tiznados y comida descompuesta. Un ropero sin puertas, desbordado de ropa sucia y vieja, divide la habitación. El olor que se respira es casi insoportable, y las cobijas seguramente albergan una amplia colonia de parásitos.

Al comenzar la plática, la señora Triny me presenta al abuelo y es él quien nos cuenta las penurias que padece la familia:

“Mi hija no quiere intentar rehabilitarse, no tiene interés. Dice que no quiere abandonar a sus hijos, pero ni siquiera se preocupa un poco por ellos. Yo he venido aquí para tratar de poner un poco de orden y porque son quienes más me necesitan. Yo estaba con otras de mis hijas, y no me querían dejar venir porque se me iba a infectar la pierna. Me la cortaron porque soy diabético. Pero no puedo hacer mucho sin mi prótesis. Aquí pelean todo el tiempo, y el hijo mayor de mi hija luego llega tomado y la golpea, otras veces hasta la amarra, y también le pega a su otra hermana. Ellos están bien cerrados; yo al menos les di un poco de educación a todos mis hijos, pero aquí no quieren hacer nada para mejorar, ya no sé qué hacer. ¿Usted qué me aconseja?”, demanda.

Durante esta misma visita, Lupita de 13 años nos dijo que no ha podido ir a la escuela porque no tenía zapatos. Al llegar Laura, su madre, dijo que sí se quería componer, pero sin internarse porque tenía que ver por sus hijos. Mientras, la señora Triny y yo expresamos que sólo queríamos conocerlos y saber de los problemas que pasan.

En una segunda visita, era notorio el intento por mejorar el aspecto de la casa. Se había intentado poner un poco de orden a esta miseria y hasta el

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olor desagradable había disminuido. Ahora todos parecían de mejor humor y hasta sonreían. Laura, la hija del abuelo, nos explicó que había recibido un tratamiento para la vista, pero que lo había abandonado porque tenía miedo volver a ver, que así estaba bien y se las arreglaba. Cesáreo, su hijo de 11 años, me contó que sabía criar puercos, y que los que tenía se los habían robado, pero que podía volver a hacerlo, incluso había reparado la puerta de la casa utilizando como herramienta clavos viejos y una piedra como martillo. Lupita quería regresar a la escuela, y el abuelo quería volver a trabajar de mecánico electromotriz. El entusiasmo revivía el anhelo de hacer cosas, y Laura veía el mundo con otros ojos menos nublados.

Al siguiente fi n de semana, Laura estaba dispuesta a internarse en un centro de rehabilitación pero el abuelo se le adelantó en las intenciones para cambiar su vida. El abuelo había acordado con unos amigos que la encerraran, aun en contra de su voluntad, en una granja de rehabilitación, y llegaron por ella. Amarraron fuertemente su cuerpo con la idea fi losófi ca de atarla para liberarla de ella misma, la subieron a un auto con destino a un encierro como de la Edad Media, a una nueva nave de los locos para poder vivir mejor. Al hijo mayor, el abuelo lo amenazó con encerrarlo en la cárcel por golpear a su madre y a su hermana, y éste se borró del mapa ante la amenaza del encierro en otra nave pero con barrotes. Al resto de los hijos les dijo que no eran su responsabilidad y que estarían mejor en un internado. A la hija mayor de Laura, madre del miembro más pequeño de la familia, la había amenazado con quitarle a su hija y llevarla al Centro de Desarrollo Integral para la Familia, pues ella era una irresponsable y se prostituía. El viejo había movido sus piezas para sitiar el castillo, y su estrategia era la exclusión y el encierro, estrategia que en nada envidiaría a Yago, el personaje de Shakespeare, en Otelo. A todos había convencido de sus buenas intenciones de ayudar a la familia, pero sacó el cobre; “lástima que no lo encontró don Felipe para llevarlo al fi erro viejo”, decían en broma.

Dos días después llegaron las otras hijas del abuelo y golpearon a la hija mayor de Laura y dijeron que esa casa era del abuelo, por lo que estaba en su justo derecho de hacer lo que quisiera. Mientras tanto, entre los vecinos corría el rumor de que el abuelo era un alcohólico que quería despojar a su hija de la casa para venderla y tener una larga parranda asegurada.

Los movimientos estaban dibujados, pero la hija tenía las escrituras de la casa encargadas con una trabajadora social y sus hijos lo sabían. Alrededor de este problema, los vecinos, sensibles al despojo, tomaron cartas en el asunto y se apostaron a defender a los hijos y a su madre. Nuevos guerreros se sumaban a la lucha y neutralizaban el sitio del castillo.

Como podemos apreciar, se trata de una situación compleja. Sin embargo, hagamos un esfuerzo de refl exión sobre las posibles intervenciones en contextos no terapéuticos:

En primer lugar, las situaciones de fármacodependencia no llegan solas y casi siempre están relacionadas con otros situaciones críticas y

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psicopatológicas. Estas situaciones complejas podrían convocar a todo el arsenal institucional habido y por haber. Este conjunto de situaciones asociadas también es el objetivo y la razón de ser de instituciones especialistas en atención a madres solteras, a menores infractores, a farmacodependientes, niños en riesgo de callejerización, prostitutas, situaciones de violencia intrafamiliar, problemas legales y enfermedades crónicas, de salud, entre otras. La experiencia nos muestra cómo en la realidad cada uno de estos problemas son atendidos por separado por varias instituciones en una intervención fragmentada. Primera pregunta: ¿qué tan buenos somos para conformar una red de cura y no patológica? Primera hipótesis: nosotros, las instituciones, somos también un blanco para una intervención de red para así poder ser un recurso de salud comunitaria, de lo contrario, sucederá lo de siempre: somos nosotros, las instituciones, quienes reproducimos la patología de las comunidades sin la posibilidad de infl uir en ellas en cuestiones de salud mental.

Lo anterior nos permite establecer como prioridad y pasaje ineludible un primer abordaje que tiene que ver con la exploración y el diagnóstico, establecimiento de vínculos cercanos con la comunidad de tal forma que permita la emergencia de una demanda de ayuda y contacto con todos los actores de la comunidad. Paralelamente a la conformación de una red de servicios locales que presten una asistencia integrada, no fragmentada, que intervenga ante las necesidades de la población en situación de sufrimiento. Esto quiere decir que es importante tener la competencia de realizar intervenciones institucionales, ser mediadores de confl ictos y de favorecer cambios en las representaciones sociales para que el funcionamiento de esta red de asistencia sea posible. Esta tarea en sí misma es todo un reto y es el centro de toda labor preventiva, más allá de spots informativos.

Hablando específi camente sobre las personas sujetas a un tratamiento, como por ejemplo en una Comunidad Terapéutica, hay una serie de condiciones que hace posible esta intervención: que los familiares obliguen al usuario a someterse al tratamiento o que éste lo decida en forma voluntaria. Sin embargo, en una comunidad donde no existe una demanda de ayuda, resulta imposible un tratamiento en los mismos términos de una Comunidad Terapéutica. No obstante, es posible pensar la intervención no para que el fármacodependiente deje de serlo, sino para que la comunidad y las instituciones puedan concebirlo como un sujeto a quien proteger y tomar a su cargo, y no como alguien a quien vigilar y castigar, es decir, no es una intervención centrada en el sujeto, sino en el contexto social de pertenencia. Esto tiene que ver, entonces, con la defi nición de objetivos de la intervención: prevención, reducción del daño y rehabilitación, y cura.

La hipótesis que propone el modelo institucional, llamado ECO2 plantea que es posible, por un lado, intervenir en las realidades de los barrios para favorecer la reorganización de sus recursos humanos y culturales, entre otros, con el fi n de incrementar sus competencias y poder dar vida a iniciativas en materia de prevención y reducción de daño, y, por otro lado,

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es posible, a partir de estas competencias, activar iniciativas específi cas de soporte para la realización de tratamientos de situaciones de dependencia de sustancias psicoactivas en la comunidad local misma, es decir, producir modifi caciones estables en las representaciones de sí (estructura simbólica) y en el estilo de vida (estructura de las relaciones) mediante la terapia de red, sin necesidad de desarraigar a la persona de su familia, o a la familia de su territorio de vida.

Finalmente, quisiera hacer énfasis en que la reducción del daño es un objetivo de la intervención, pero esta intervención nos incluye a nosotros como instituciones y redes sociales de asistencia. Esta refl exión proviene de un simple isomorfi smo, si nosotros podemos construir redes que curan, podremos generar procesos de salud comunitaria, o bien, si construimos redes que enferman, que se cuiden todos nuestros vecinos dolientes.

En conclusión, podemos resumir nuestra perspectiva institucional, en el marco del modelo ECO2, como sigue:5

• El fenómeno de las fármacodependencias es parte estructural del funcionamiento de nuestra sociedad y esto signifi ca que no es eliminable, de la misma forma en que no es posible desaparecer el crimen o la prostitución.• La percepción social de amenaza de la fármacodependencia sitúa al fenómeno como conducta desviante, que a su vez le da sentido al mecanismo de exclusión mismo del sistema. En este sentido, la conducta desviada como fenómeno colectivo es, principalmente, una construcción social.• El lugar de la transformación, mantenimiento o cambio es la comunidad de pertenencia, pues si el objetivo es intervenir en el contexto, es en los vínculos relacionales y las representaciones sociales existentes donde se realiza la intervención y esto no puede ser sino mediante la misma vinculación con la comunidad• En una comunidad los cambios suceden sólo con la condición de que se perciban como ventajosos para su persistencia y capacidad reproductora, es decir, se trata de una construcción social de sentido y de creación de competencias por parte de algunos actores de la comunidad para prever y proporcionar seguridad.• La cuestión de la droga es, antes que nada, un problema de promoción y gestión de la seguridad y de la salud de todas las personas, sean drogadictos o no, por tanto, no es una intervención que esté centrada en los usuarios, sino en el contexto.• Prevenir signifi ca realizar acciones o sistemas de acciones, es decir, estrategias que tienen por objetivo evitar o impedir un evento, percibido o defi nido como inaceptable o, por lo menos, contener o reducir los daños derivados del evento. Entonces la

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prevención y la reducción del daño son objetivos que se encuentran íntimamente ligados y no existe el uno sin el otro.• Una parte de la situación de confl icto y de sufrimiento está ligada a las representaciones sociales que los fármacodependientes y no fármacodependientes producen de la fármacodependencia, coludiéndose unos con otros, y las conductas de unos y otros están en parte determinadas por estas representaciones sociales.• Existen contextos de acción en donde la premisa puede ser que no se busque la eliminación de la posibilidad de que la situación-problema se realice (prevención), ni que concentre toda la acción exclusivamente sobre el problema emergente (tratamiento). Esto signifi ca que se puede trabajar con fármacodependientes sin que la premisa sea única y exclusivamente que ellos dejen de ser fármacodependientes.6

Finalmente y con base en lo anterior, el objetivo que se ha planteado la Fundación es abordar el fenómeno de la fármacodependencia, respetando su complejidad, aplicando un marco teórico multidisciplinario y técnicas de intervención apropiadas a los diferentes contextos de intervención, así como procesos de formación y evaluación de los resultados obtenidos. De ahí que experimentemos programas de intervención como: La Comunidad Terapéutica; Prevención Comunitaria, Trabajo de Calle y la Unidad Móvil; Centro de Escucha (cafetería cultural) y un Proceso de Formación constante. No fue el objetivo de este trabajo profundizar en la diferentes técnicas de intervención, pero ante este problema planteado resulta inevitable presentar una refl exión posterior sobre las técnicas de intervención en contextos no terapéuticos en forma más detallada y profunda, sobre nuestra propuesta concreta de cómo promover minorías activas, cómo realizar una terapia de red centrada en individuos, grupos o instituciones y cómo promover un cambio en las representaciones sociales. Esperamos haber podido alimentar la discusión sobre estos temas, los cuales necesitan más espacios de desarrollo y expresión.

Notas*Director Operativo de la Fundación “Ama la vida” I.A.P. (FALV)1 J.Laplanche y J. Pontalis Diccionario de Psicoanálisis, Labor, Barcelona,

1994. pp. 306-312.2 En FALV, 95% de los demandantes del servicio han tenido experiencias

terapéuticas anteriores, las cuales han sido experiencias de fracaso y con ellas se ha observado no sólo un incremento en el consumo, sino un aumento en el rechazo social a los usuarios y una falta de credibilidad en la cura, es decir, la cronicidad aumenta

3 Datos tomados de la Hoja de Síntesis de Primeros Contactos de la Fundación Ama la Vida i.a.p. para el año de 2002.

4 Goffman defi ne las comunidades totales como “un lugar de residencia y trabajo donde un gran número de individuos en igual situación, aislados

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de la sociedad por un periodo apreciable de tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria, administrada formalmente”, Goffman, Erving, Internados, Amorrortu, Buenos Aires, 1984. p.13.

6 Efrem Milanese, Roberto Merlo y Juan Machín, Redes que previenen, vol. I, Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve)/SEP, México, 2000.

6 Estas premisas teórico-metodológicas forman parte de la propuesta contenida en el Modelo ECO2 que signifi ca, por sus siglas, Epistemología de la Complejidad y Ética Comunitaria. Este modelo se encuentra legalmente registrado y es un capital científi co producido por una red de organizaciones integradas en la Red Mexicana de Organizaciones que Intervienen en Situaciones de Sufrimiento Social (Remoisss).