el teatro el hospital y la casa · pdf fileni el arte de donatello, miguel ángel,...

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  • Roma

    El politesmo griego, que tanto nos cuesta comprender y ms an sentir, era politesta porque inclua al monotesmo, como atesti-guan los poemas de Orfeo, hesodo, herclito y Jenofonte, entre otros; o la acusacin y sentencia de muerte que la ciudad de Atenas elevara contra el ms sabio entre los suyos, por haber intro-ducido nuevas divinidades. Es el mono-tesmo que espontneo y sin rubor canta Virgilio en su cuarta Gergica tras referirse a la partcula de la divina mente que reside en las abejas. No obstante, nosotros, herederos espiritua-les del africano San Agustn, de Lutero, de Calvino, de Cromwell, tendemos a concebir el politesmo slo en exclu-yente oposicin al monotesmo. Esto no es en absoluto griego. Lo griego, tanto en la pica como en la tragedia, es que cada dios ejerza ntegro su monoltico podero, acudiendo a Zeus cuando otro dios se lo impida. Zeus acta, enton-ces, como dios padre, cuya autoridad no admite discusin.

    Cuando decimos Roma nos refe-rimos, sobre todo, al Papa; es decir, a la Catedral de San Pedro, al altar de Bernini bajo cuyas torneadas columnas de mrmol yacen los huesos del santo que hua por la va Appia cuando la divi-nidad se le apareci para preguntarle a dnde iba. Y al manifestarle la divinidad que si l se marchaba tendra ella que dirigirse a Roma a tomar el puesto que abandonado quedaba, el hombre se pic, se pic en su tica, al ver que por su zanganera tendra un dios que hacer lo que a l si a hombre en serio aspiraba le corresponda, y dndose media vuelta a fundarla se volvi. Por-que Roma sera dos veces fundada: una por Rmulo y Remo y otra por San Pedro. Arrostr as el hombre con lo que en suerte, y por ser quien era y quien aspiraba a ser, le tocaba. Nos referimos, pues, a la cabeza del Cristia-nismo, de la Iglesia Catlica. Al ltimo vestigio de la Antigedad. Por consi-guiente, cuando se decide a levantar la Iglesia en Roma, el hombre se separa de la divinidad, del rey, del padre que

    est en los cielos o en el Olimpo, para hacerse cargo de s y del asunto vital, terrenal, que en esta vida lo ocupa. Con esta separacin se establece el sutil vnculo tico entre helenismo y cristia-nismo que diferenciar al monotesmo cristiano de los monotesmos semitas.

    Platn har novedoso uso del tr-mino griego corisms: la separacin de los particulares y los universales que

    est en los orgenes de la Teora de las Ideas. Las cosas todas no son lo que son porque a m me lo parezcan. Ellas son lo que son, me lo parezcan a m o no. El asunto est en averiguar qu son las cosas, este es el inicio del pensamiento filosfico y cientfico. Vale decir, que sin separacin no tengo ni idea, no me puedo hacer una idea, de nada---otro u otros se la harn por m. Cabe observar en este sentido, que la fundacin del primer hospital en el 370 d.C. se produce, en parte, en virtud de la separacin implcita en la nega-cin de la consustancialidad de Cristo con el Padre por lo arrianos; y que el Patriarca Nestorio, vinculado a los primeros hospitales en Oriente, en el 431 d.C. afirm dos personas distintas en Cristo. Ello traera como resultado inmediato que los monjes ascetas se hicieran urbanos, separndose de la subjetividad de sus celdas al vincu-larse con la objetividad del afuera, de la ciudad. Separacin que se da en el teatro, entre el espectador y el actor, cuando empieza el hombre a ver al otro sobre la escena primero y dentro de s despus, separndose de su yo. Ms adelante veremos que para que la casa sea nuestra, para hacerla nuestra, tambin ha de darse una separacin: el sacrificio de la identificacin con la familia, la tribu, el clan.

    Al separarse de la multitud, de los muchos, poli, el hombre se hace uno, mono. Es entonces, en tanto uno obje-tivado, que puede relacionarse con la objetiva subjetividad de los muchos, incluida la suya. El hombre se descubre as hombre de Occidente, separndose del hombre de Oriente en quien impera

    una subjetividad que ste no alcanza a percibir de manera objetiva, pues la objetividad del sujeto se encuentra dis-minuida por la desaforada y aplastante subjetividad de los muchos. Su mono-tesmo, el monotesmo absolutista del Oriente, le impide la separacin nece-saria para objetivarse en el mundo.

    Al monotesmo helnico de la Iglesia encarnado en el Papa, debemos que la

    precaria existencia de Occidente se haya mantenido ms all, dos mil aos ms all, de la desaparicin de los dio-ses griegos, del imperio romano, de las invasiones brbaras, de la expansin del Islam. Si el Islam en su conquista de Europa en el 600 d.C. no se hubiera topado con un monotesmo robusto, reaccionario y guerrero como el de Roma, habra sucumbido la civilizacin Occidental, la cultura de Occidente. El monotesmo helnico sellara, es cierto, nuestra separacin del cuerpo al exaltar a la razn en detrimento de las emociones, pero su misma naturaleza hbrida dej abierta la posibilidad de caer en cuenta de ello y reflexionarlo.

    La Biblia salv a Occidente de caer bajo yugos totalitarios y excluyentes. No se concibe la msica de Pergolesi, de Bach, de Mozart, de Tchaikovsky, ni el arte de Donatello, Miguel ngel, Tiziano, Caravaggio, Velzquez, Goya, Rembrandt o la poesa de Dante, Cer-vantes, Shakespeare, Kafka, Borges, sin la Biblia. Es decir, sin Roma. Sin los doscientos sesenta y cinco papas que en el mundo han sido. Si a los musulmanes los hubiese recibido el politesmo decadente de los ltimos csares, habran hecho con la Catedral de San Pedro lo que hicieron en Cons-tantinopla con Santa Sofa, convertirla en una mezquita. habran borrado a Roma de la faz de la tierra, como quie-ren algunos hoy borrar a Israel. Y hasta all habra llegado Occidente. huelga decir que al monotesmo cristiano sus races politestas le han supuesto, a la par de su panacea, su cicuta, puesto que acabaran por debilitarlo, fragmen-tndolo en Iglesias como las ortodoxas,

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    el teAtrO, el hOSpitAl y lA cASALen Febres-Cordero

    Este seminario fue ledo en la Quinta"El Cerrito", sede de la Fundacin "Anala y Armando Planchart", en Caracas, los das 27, 28 y 29 de septiembre de 2006.

    A Nuri Bofill Abadas

    Las cosas todas no son lo que son porque a m me lo parezcan. Ellas son lo que son, me lo parezcan a m o no. El asunto est en averiguar qu son las cosas, este es el inicio del pensamiento filosfico y cientfico.

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    E l t e a t r o , e l h o s p i t a l y l a c a s a

    BIANCA BELTRAN Y RICARD SNCHEz. MOISS DE MIGUEL NGEL EN SAN PIETRO IN VINCOLI (ROMA, 2005)

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    L e n F e b r e s - C o r d e r o

    la catlica, la protestante y la anglicana, por nombrar slo algunas, y las innu-merables sectas. Poco podemos espe-rar hoy, en el sentido unitario y defen-sivo original, de la crnica languidez del Cristianismo. Con lo cual no es desca-bellado suponer que Occidente, en el sentido histrico y cultural, est men-guando. Bstenos recordar el reciente episodio de la cita que, en su discurso en la Universidad de Ratisbona, tuviera a bien hacer Benedicto XVI, y que ha evidenciado cun enclenque es hoy mismo Occidente, cun profunda es su osteoporosis psquica y orgnica.

    Por consiguiente, cuando decimos Roma, del mrmol que la ciudad eterna envuelve surge sublimada la ciu-dad de la que somos ciudadanos todos por el mero hecho de ser hombres, hombres de Occidente. Ciudad que est viva en cada uno de nosotros, an-loga a la que describe Scrates llamn-dola acrpolis psiqu, ciudad del alma. Ciudad que llevamos construida en el alma tras haber dialogado, tras haber reflexionado, tras haber observado y diferenciado, en suma, tras haber razo-nado lo poquito razonable y sentirnos cmodos en el vasto irracional; imagen de ciudad imperecedera que nos dis-tingue de las bestias y de los brbaros. Ciudad tica que necesita ser realizada en esta vida, a travs de nuestras acciones, en cada momento del da, y no en una supuesta vida postrera.

    Vivir querr decir defender esa ciu-dad, defender a Roma, de los ataques de los brbaros que pretenden arra-sarla. Esto que he venido a hacer aqu ante ustedes es para m un imperativo tico, mi defensa particular de Roma. Defensa a travs de la palabra. Pero a veces la palabra sola no basta, como demostr Esquilo al poner lmites al Oriente con la espada en la batalla de Maratn, tal como atestigua su epitafio.

    A Roma dedico este seminario. Sin ella, sin la necesidad histrica que la hizo levantarse en la pennsula itlica y en mi alma, no habra llegado a pade-cer y pensar estos temas que traigo hoy aqu ante ustedes, ni estaran tampoco ustedes aqu hoy dispuestos a escu-charlos.

    ProlegmenaTres palabras griegas traigo para colocarlas all arriba como si talladas sobre un frontispicio las dejase, de manera que presidan estos encuen-tros: , ,. Caristiria quiere decir Sacrifi-

    cios en gratitud. Sus derivados indican Que sirve para testimoniar el agra-decimiento. Anthropeios Vivir como hombre, Ser o hacerse hombre. Telos Fin; objeto propuesto; finalidad.

    Empezamos agradeciendo que nos encontremos aqu, sanos y salvos; que hayamos llegado hasta aqu; que nos haya quedado vida suficiente para vol-vernos a encontrar, aunque sea la primera vez que nos veamos, porque siempre que nos encontramos es la primera vez que nos vemos. Y es que somos otros. Somos muchos. Y, a la vez, somos uno, somos el mismo. Ya veremos cmo se despliega esta para-doja en el teatro.

    Pero aqu no venimos a actuar. Venimos a hablar, a escuchar, a escu-charnos, en suma, a vernos y dejarnos ver. A preguntarnos. A quedarnos en blanco. A no saber. Cmo cuesta no saber! Le cost mucho a aqul a quien Apolo nombr a travs de su orculo como el ms sabio entre los griegos, entre los helenos, entre los atenienses, que tanto saban. Le cost mucho a Scrates saber..