el superyó y la posición femenina∗

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=18400402 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Jorge Ricardo Rodríguez El superyó y la posición femenina Fundamentos en Humanidades, vol. II, núm. 4, primavera, 2001 Universidad Nacional de San Luis Argentina ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Fundamentos en Humanidades, ISSN (Versión impresa): 1515-4467 [email protected] Universidad Nacional de San Luis Argentina www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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El superyó y la posición femenina

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  • Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=18400402

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

    Sistema de Informacin Cientfica

    Jorge Ricardo Rodrguez

    El supery y la posicin femenina

    Fundamentos en Humanidades, vol. II, nm. 4, primavera, 2001

    Universidad Nacional de San Luis

    Argentina

    Cmo citar? Fascculo completo Ms informacin del artculo Pgina de la revista

    Fundamentos en Humanidades,

    ISSN (Versin impresa): 1515-4467

    [email protected]

    Universidad Nacional de San Luis

    Argentina

    www.redalyc.orgProyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

    http://www.redalyc.orghttp://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=18400402http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=184&numero=473http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=18400402http://www.redalyc.org/revista.oa?id=184http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=18400402http://www.redalyc.org/revista.oa?id=184http://www.redalyc.org/revista.oa?id=184http://www.redalyc.orghttp://www.redalyc.org/revista.oa?id=184

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    Fundamentos en humanidadesUniversidad Nacional de San LuisAo II - N 2 (4/2001) / pp. 45 - 59

    El supery y la posicin femenina

    Jorge Ricardo RodrguezUniversidad Nacional de San Luis

    e - mail: [email protected]

    Resumen

    Este trabajo se sita en el debate -abierto y aun no resuelto- acerca de la natu-raleza de lo femenino, y tiene como marco referencial el psicoanlisis lacaniano.

    En estas lneas se intenta una puesta a punto de la discusin acerca del superycomo parte estructural del aparato psquico, y como se vincula esta nocin con lasposiciones femeninas del ser.

    Por ltimo, in troduciremos la nocin de semblante, para visualizar queoperatividad posee en esta problemtica.

    Abstract

    It is intented in this lines to make the discusin clear open and still no resolved-about the super- ego as estructural part of psychic apparatus and how this conceptis related with being feminine positions.

    Finally, we will introduce the notion of sembalnt to visualize its function in thisproblem.

    El artculo tiene como antecedente la ponencia presentada con el ttulo el supery femenino: lo

    impropio de una mujer? en el XXVIII Congreso Interamericano de Psicologa , realizado entre el 29 dejulio y el 3 de agosto de 2001 en la ciudad de Santiago (Chile).

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    Palabras claves: supery - posicin femenina - orientacin lacaniana

    Keys words: superego - feminine position - lacanian orientation

    Introduccin

    La orientacin psicoanaltica ha producido de manera constante la puesta apunto y la reflexin crtica de los conceptos fundamentales que guan su prctica.

    Ello ha determinado que numerosos analistas enfocaran su atencin en aque-llos aspectos tericos poco claros o no resaltados lo suficiente. Por caso, la es-cuela inglesa del postfreudismo puso su mira en los procesos mentales tempranosy en la precocidad de ciertas manifestaciones patolgicas que el mismo Freudatribua a pocas posteriores del desarrollo (Klein, 1994a; Klein, 1994b; Bion,1999; entre otros). En esta revisin no se privaron de introducir adems nuevosconstructos tericos bajo significantes que no estaban presentes en la obrafreudiana 1.

    En el caso del lacanismo 2 ha sido una constante el rescate que JacquesLacan realiza en la primer parte de su enseanza (1953 1964) de los textosfreudianos bajo la consigna del retorno a su obra, para luego tomar vuelo propiosin por ello renegar de sus antecedentes.

    En el presente trabajo quisiramos retomar un debate aun no resuelto -y queno pretendemos agotar en unas pocas lneas- acerca de la naturaleza de lo fe-menino, teniendo como marco referencial en nuestra indagacin el psicoanlisislacaniano. Lo hacemos a partir de intentar actualizar la discusin acerca delsupery como parte estructural del aparato psquico, y como se vincula esta no-cin con las posiciones femeninas del ser.

    1 Dejamos de lado el anlisis detallado de las tres escuelas que reclaman su herencia en la obra deFreud -en la que podramos diferenciar autores, adscripciones inst itucionales, y originalidades tantoen la lectura de Freud como en la introduccin de nuevos conceptos que brindan una mejor explica-cin de fenmenos clnicos puntuales-, ya que tal camino llevara a transformar la presente indaga-cin en un trabajo sobre la historia del movimiento psicoanalt ico, o de la teora misma, objetivos quesobrepasan en gran medida y esfuerzo al presente.2 Sera forzar los hechos y negar sucesos registrados el hablar de una escuela francesa de psicoan-lisis. Al menos, contar como uno de sus miembros a Lacan...

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    Los trabajos hallados hasta el presente no suelen abordar la problemticaexpuesta 3 . En los diferentes Seminarios de Lacan publicados -no discriminandoentre aquellos que su texto ya ha sido establecido por J. A. Miller y los que toda-va esperan por ello- tenemos solamente 5 referencias explcitas al supery fe-menino 4 : 1) en el Seminario IV: la clase del 6 de marzo de 1957; 2) Seminario V:la clase del 11 de junio de 1958; 3) en el mismo Seminario V: la clase del 18 dejunio de 1958; 4) tambin en este Seminario: la clase del 2 de julio de 1958; 5) ypor ltimo en el Seminario X: la clase del 16 de enero de 1963.

    Existen otros trabajos (Gerez Ambertin, 1993; Miller, 1998; Millot, 1988) queexplcitamente abordan esta cuestin, y que sern recuperados oportunamenteen el presente trabajo.

    El antecedente ms cercano y preciso que tenemos lo hallamos en Eric Laurent(1999), quien en Posiciones femeninas del ser retoma estas nociones dedicandoun captulo al tema del supery femenino. A l debemos muchas de nuestrasconclusiones.

    Pero lo que se verifica, a partir de las diversas producciones psicoanalticases un intento de proseguir la discusin por caminos paralelos, sin el entrecruza-miento conceptual propuesto ms arriba. Y aun cuando estas mismas nocionespor si solas presentan su dificultad terica.

    Por un lado, la nocin de supery es un enigma en la enseanza de Lacan(Miller, 1998 : 132). Como seala M. Gerez Ambertin, esta nocin:

    ...es fuente de continuas sorpresas, pero tambin de algunas decepcio-nes: no resulta posible encontrar una formulacin terica definitiva so-bre la misma, aunque s un importante balizamiento para su definicinconceptual (Gerez Ambertin, 1993 : 173).

    Es en los ltimos aos que se registra un aumento del inters por indagar esteconcepto dentro de la orientacin lacaniana, llegando a tener un lugar central enlas Jornadas Anuales de la Escuela de la Orientacin Lacaniana (EOL, seccinBs. As.) de 1998, que bajo el titulo El peso de los ideales reuni a una serie de3 El artculo de Silvia Tendlarz (2002) titulado el supery femenino realiza en sus lineas iniciales unaindagacin del abordaje de esta temtica en las dcadas de 1920 y 1930 por parte de analistascontemporaneos a Freud.4 Mereceran el calificativo de poco significat ivas frente a las 161 proposiciones formuladas por Lacansobre esta instancia tomada en forma separada, tomando el conjunto de su obra (1932 - 1980) (GerezAmbertin, 1993 : 223).

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    trabajos sobre la temtica. De ellos vamos a analizar con mayor detenimiento lapostura de Juan Carlos Indart (1999a), ya que a nuestro entender ha cado rpi-damente en el olvido -o bien desechada con una celeridad digna de los tiemposque corren-, cuando precisamente esta reflexin conmueve los cimientos acercade lo aceptado tericamente sobre la nocin 5.

    La instancia de supery -su concepcin y su abordaje- es crucial en la clnicaen tanto que sus nocivos efectos obstaculizan el sostenimiento de la transferen-cia, cuando no su aniquilacin (Gerez Ambertin, 1993 : 49).

    Por el otro, la cuestin de la feminidad, desde los primeros postuladosfreudianos hasta la actualidad, ha tenido un prolfico desarrollo, logrando su pun-to clmine en el Seminario XX (1995), donde a partir de un trabajo minuciosoLacan despeja las frmulas lgicas de la sexuacin y la existencia de un gocepropiamente femenino, que escapa a la medida flica.

    En la actualidad el tema es retomado por investigaciones que intentan preci-sar las condiciones de la relacin madre hija en la etapa preedpica, y quefavorecen u obstaculizan el acceso a la posicin femenina como tal (Indart, 1999b).Tambin se encuentran tesis que retomando las ideas bsicas del psicoanlisisacerca de la feminidad son reelaboradas a la luz de la teora de gnero o desdeposiciones allende al feminismo (por ej. Benjamn, 1996).

    Quizs la respuesta a la vasta produccin sobre esta ltima nocin nos labrinde el mismo Lacan, cuando en Ideas directivas para un congreso sobre lasexualidad femenina escribe que:

    Todo puede ponerse en la cuenta de la mujer en la medida en que, en ladialctica falocntrica, ella representa al Otro absoluto (Lacan, 2001 :711).

    Es casi explcita la dificultad de entrecruzar dos conceptos tan caros al psi-coanlisis, labor que puede resultar intimidante, mas el desafo intelectual le so-brepasa en la medida que esas especulaciones pueden tener su incidencia en laprctica analtica actual, e influir de manera favorable en la direccin de la cura5 Las reacciones parecen duplicar lo sucedido en la historia del psicoanlisis cuando el mismo Freudintroduce en su doctrina la idea de una pulsin de muerte que habita en el sujeto. Quizs apenasesbozada, sta sea la idea - fuerza del presente texto: colaborar a la discusin de la hiptesis enun-ciada por J. Indart, la que sin temor calificamos como digna heredera del camino trazado por Freud,en tanto que en el mismo movimiento demuele los cimientos de que se pretende dogma, a la par deedificar un refugio en el cual albergarse.

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    de aquellos sujetos que en suerte nos convocan a ejercer una funcin: la deanalista.

    Por ltimo, introduciremos la nocin de semblante, para visualizar queoperatividad posee en esta problemtica.

    Origen y actualidad del supery

    La nocin de supery se introduce en 1923 en El yo y el ello (Freud, 1979),escrito que forcluyen en su ttulo la verdadera innovacin terica que introduce elmismo (Miller, 1998 : 132) 6.

    Es pertinente sealar tambin que desde su orgen el termino supery seintercambia con el de ideal del yo sin ninguna clase de diferenciacin conceptual,labor que s realizaron autores postfreudianos, adjudicndole al primero la fun-cin de prohibicin y al segundo una funcin idealizante (Miller, 1998 : 135).

    Heredero y resultado del sepultamiento del complejo de Edipo, ser para Freuduna instancia que prohbe. Lo constituirn restos verbales, cosas odas, por locual tiene una relacin especial con la voz.

    Representara una demanda

    ... que toma la forma de ciertos imperativos, de interdicciones coorde-nadas con el modelo del ideal del yo. El supery edipico es una deman-da a la cual el sujeto se somete, sellando as una alianza con la potenciapaterna (Millot, 1988 : 39).

    El supery surge por identificacin al padre edpico, agente de la represin,prohibidor que instala un lmite. Lmite respecto de un acoso, mas o menosangustiante para el yo, provenientes de las exigencias pulsionales del ello (Indart,1999a : 20). Esta identificacin de la prohibicin en el sujeto, que se transforma

    6 Si bien es en esta fecha tarda que surge el supery como instancia psquica diferenciada, existenindicios en la obra, anterior a 1923, que llevan a concluir lgicamente en este nuevo concepto. Estosrastros se observan en los primeros casos freudianos que bajo los nombres de sacrificio, automartirio,autopunicin y delirio de ser notado hablan de la presencia de una fuerza aniquilante en el destinode todo sujeto (Gerez Ambertin, 1998 : 28). Diversas categoras son expuestas para ir delineando laconstelacin superyica pronta a advenir: tab, conciencia moral, imperativo categrico, culpa, puni-cin y angust ia (Gerez Ambertin, 193 : 40).

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    en parte fundamental del psiquismo, es beneficiosa ya que permite mantener unequilibrio yoico 7 .

    Hasta aqu se resalta una cara del supery, ya que el mismo Freud planteaacto seguido que la ereccin de esta instancia en el aparato psquico resulta unacto grvido en consecuencias.

    Cuales son ellas? Fundamentalmente que se transforma en una instanciaopresora, ilimitada, o sea que slo tiende a un lmite, que slo se pacificara, queslo dejara de exigir en la muerte(Indart, 1999a : 23).

    El problema no radica en el contenido del enunciado vuelto mandato, sino queeste enunciado se vuelve una exigencia imposible de cumplir. De esta formaFreud colige que el supery hunde sus races en el ello, poniendo en relacinestos enunciados insistentes y acosadores con relacin a las exigenciaspulsionales.

    Cuando los ideales que sustenta un sujeto se convierten en un peso para elmismo, es porque estos estn revelando la cara de goce superyoico que anudan.

    Despejados y clarificados, el ideal del yo podra pensarse como nudo entre losimblico y lo imaginario (ideal como rasgo que posibilita cierta consistencia alplano imaginario) pero sin peso real, mientras que el supery se manifestaracomo nexo entre lo simblico y lo real.

    El sujeto

    sufre de un peso, que se confunde con que viniese del ideal, por queesta incluyendo una problemtica real en ese ideal, de goce (Indart,1999a : 39).

    La nocin de supery en Lacan es reformulada como imperativo de goce,orden paradjica en tanto este imperativo (goza!) equivale a una interdiccin,porque gozar, segn Lacan, es imposible (Miller, 1998 : 140).

    La frase de Freud es una paradoja si imaginamos que el supery prohbeel goce. Cuando Lacan formula que el supery dice: Goza!, elimina laparadoja pues el supery exige el goce (Miller, 1998 : 141).

    7 Recordemos que cuando en Introduccin del narcisismo (Freud, 1993) retoma esta vieja idea deuna instancia diversa del yo -responsable del surgimiento de reproches, ideas de culpa, autocrticas,y que no se encuentra al servicio de la organizacin de la realidad-, la nomina ideal del yo, la cual serel punto de anclaje identificatorio a referencias y premisas culturales (identificacin simblica asignificantes provenientes del Otro) desde donde el sujeto mide su narcisismo en funcin del cumpli-miento con esta instancia.

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    El supery se manifiesta entonces como el heredero no tanto del padreedipico de la Ley, que impone el renunciamiento al goce, como de unpadre que somete al sujeto a la tirana de su goce (Millot, 1988 : 41).

    Reubicada as la nocin, encastra con lo que Lacan denomina goce, el cualproduce una hiancia tajante entre lo que para un sujeto es su bien de lo quepodra ser su bienestar. El goce ser aquello que no sirve para nada (aquello quecomienza en las cosquillas y termina en la parrilla). Como vemos, el camino tra-zado va del padre a lo peor.

    El supery adopta varias facetas, en tanto puede ser aprehendido desde lostres registros de toda experiencia humana (en su cara imaginaria como persona-je, en su faz simblica como ley insensata, en su costado real en tanto objeto a,fuera de sentido).

    Lo expuesto con anterioridad no ocluye las paradojas y contrapuntos que lateorizacin del supery tiene tanto en Freud como en Lacan.

    En este ltimo, como ya fue sealado, no existe una formulacin terica defi-nitiva sobre esta instancia. Lo que s se verifica es una reflexin continuada yproseguida a lo largo de su enseanza que conjuga la definicin de lo que seaprehende bajo esta nocin con indicaciones precisas que balizan la direccin dela cura.

    Juan Carlos Indart (1999a) ha despejado oportunamente cuatro momentos enla enseanza de Lacan con relacin a la nocin de supery 8.

    El primer momento que se punta es el Seminario I, en donde el supery sepresenta como enunciado discordante (parsito dentro de un sistema coherentede ideales) que marca la divisin subjetiva. Esta idea deja entrever que la rela-cin del significante con el goce, es de por si superyoica (Indart, 1999a : 43).

    En un segundo momento corrige las ideas del Seminario I, entendiendo que elsupery no se relaciona con el padre agente real de la castracin (ubicable lgi-camente en el segundo tiempo de la metfora paterna) sino que estar estrecha-mente vinculado al fantasma de un padre imaginario (identificacin a la imagende un padre total), sobre el que se edifica la idea de Dios (Indart, 1999a: 47).Este desarrollo es hallable en el Seminario VII.

    8 La articulacin lgica de este cuaternario terico contrasta de manera evidente con las inflacionarias40 premisas y un interrogante que Gerez Ambertin rescata del seguimiento de la formulacin lacanianadel supery a lo largo de su obra (Gerez Ambertin, 1993 : 223 y sgs.).

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    La tercer referencia se encuentra en el Seminario XVII, en donde Lacan discu-te la nocin de padres combinado de los desarrollos kleinianos, tomando estaidea como la edificacin en la teora misma, y por parte de los mismos analistas,de un Otro completo que detenta todo el goce.

    La cita textual del Seminario expresa:

    De ah las extraordinarias elucubraciones a las que llegan los analistasen lo que se refiere al padre combinado, como ellos dicen. Esto solosignifica una cosa -edificar un A que encierra un goce, generalmentellamado Dios, con quien vale la pena jugarse a todo o nada el plus degoce, es decir, ese funcionamiento que se llama supery (Lacan, 1996:104; el resaltado es nuestro).

    Prrafo central para entender la lectura y la decisin terica tomada porIndart, expresando que el supery no es un elemento de estructura, sino que es

    lo que ocurre en nuestra relacin con el goce cuando hemos fabricadoun Otro, supuesto goce total. Y si esto est, dice Lacan, no puede empe-zar sino lo que se llama el funcionamiento superyico (Indart, 1999a:51).

    Por esta aseveracin discute a Freud el que el significante de goce sea pulsinde muerte, o este al servicio de ella; en todo caso, este goce enloquece en sufuncionamiento si su referencia es ese Otro goce total. La pulsin es de muerteen un funcionamiento en donde queda presa de la lgica del todo 9.

    En consonancia con los ltimos desarrollos de J. A. Miller (1998) Indart propo-ne revisar la temtica del goce en psicoanlisis, ya que este sigue siendo unpoco victoriano, es decir, echa pestes del goce, para llegar a enunciar que elsignificante por suerte, introduce goce, y hay que revisar por qu, bajo qu con-diciones, toma ese acento mortfero (Indart, 1999a : 55).

    El cuarto peldao del recorrido descansa en el Seminario XVIII, donde Lacanexpresa que la invencin freudiana del supery esta en relacin directa con lafabricacin del mito personal de Ttem y tab (Freud, 1980), en donde ubica lainvencin del fantasma del padre primordial todo goce.

    9 Es en la negacin de la castracin del Otro donde empieza este funcionamiento, ya que de por si,ese significante que produce goce tuvo siempre su propio lmite en la castracin como real (Indart,

    1999c : 100).

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    Todo el derrotero de la enseanza de Lacan llevara asi a concluir -como unade sus lneas fundamentales-, en la idea de que no existe todo en lo real, que lastotalidades son ficciones 10, y a un fuerte cuestionamiento al uso de la nocin desupery en la clnica psicoanaltica.

    ...no puede ser que la nocin de supery se siga paseando entre noso-tros como una herencia freudiana irrenunciable, y como si diese cuentade algo en un mbito estructural (Indart, 1999c : 100).

    El supery femenino

    Solo atisbado, deslizado silenciosamente en la doctrina freudiana, el temabrota en un breve artculo de 1925 titulado Algunas consecuencias psquicas dela diferencia sexual anatmica (Freud, 1979). Si la anatoma es el destino, talparece que ser este vector enraizado en lo biolgico lo que favorece otro juegocon ese destino vinculado ahora al Nombre del padre y sus faltas.

    Dice Freud:

    Aunque vacilo en expresarla, se me impone la nocin de que el nivel delo tico normal es distinto en la mujer que en el hombre. El superynunca llega a ser en ella tan inexorable, tan impersonal, tan indepen-diente de sus orgenes afectivos como exigimos que lo sea en el hom-bre. Ciertos rasgos caracterolgicos que los crticos de todos los tiem-pos han echado en cara a la mujer -que tiene menor sentido de la justi-cia que el hombre, que es ms reacia a someterse a las grandes nece-sidades de la vida, que es ms propensa a dejarse guiar en sus juiciospor los sentimientos de afecto y hostilidad-, todos ellos podran ser fcil-mente explicados por la distinta formacin del supery que acabamosde inferir. No nos dejemos apartar de estas conclusiones por las rplicas

    10 Cuestionando una clnica del supery -en la clnica se tratara del deseo, al menos en la clnicaheredera del proyecto freudo-lacaniano, segn esta posibilidad de lectura- se lee en el trabajo deGerez Ambertin: A los f ines de la clnica diferencial, resulta fundamental hallar el lugar que cabe alsupery en la estructura del sujeto, y desde all confrontar los recursos de esa misma subjetividadpara negociar con esa feroz instancia (Gerez Ambertin, 1998 : 179). Resulta curioso cuest ionar alsupery como piedra de toque en la cura analtica, pero no dudar de su lugar en la estructura. Con J.C. Indart podramos responder: el recurso es atacar esta construccin del padre imaginario todogoce, y de all desarticular el funcionamiento superyico...

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    de los feministas de ambos sexos, afanosos de imponernos la equipara-cin y la equivalencia absoluta de los dos sexos.

    Freud adscriba esta diferencia final en la estructuracin psquica a la formade atravesamiento del complejo nuclear de la neurosis: el Edipo.

    Del lado femenino la castracin no poda resultar una amenaza efectiva, puestoque ya haba sido efectuada, por lo cual tal complejo no tenia los motivos sufi-cientes para ser convenientemente sepultado, y el lazo afectivo con el padre erasostenido con ms fuerza y durante mas tiempo que en el caso del varn.

    As pues, la mujer entra y se mantiene en el Edipo a causa de esta castracinya presente, y la angustia por la perdida de amor (del padre) es a la posicinfemenina lo que la angustia de castracin es al lado masculino de la sexuacin.

    Los dos destinos ms corrientes del complejo de castracin en las mu-jeres corresponden de un lado al penisneid, es decir la persistencia de lademanda dirigida al padre, y del otro al complejo de masculinidad, quedescansa en la represin de la envida del pene. En el primero de estosdestinos domina la demanda al Otro, por la cual el sujeto se coloca endependencia de una instancia superior que cumple la funcin de unsupery que en cambio esta ausente como instancia intrapsquica. En elsegundo, la que toma la delantera es la demanda del Otro, produciendouna figura del supery prxima a la que encontramos en la clnica de laneurosis obsesiva del hombre (Millot, 1988 : 55).

    Conclusin: las mujeres no estn ms protegidas que los hombres de esafigura feroz y obscena.

    Con Lacan aprendimos que la diferencia sexual no toma su consistencia en laexplicacin biolgica, a la vez que se puso el acento en lo simblico como elregistro verdaderamente importante a la hora del reparto de los sexos, el cualresponde a una lgica que tiene como pivote la dupla falo - castracin.

    Es el orden de lo simblico el que se muestra impotente en su funcin debrindarle un lugar a la mujer como ser sexuado (la mujer no existe dir Lacanpara sorpresa del gran pblico).

    Que el significante flico sea el operador privilegiado en el reparto sexual obs-truye el establecimiento de

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    fundar la relacin sexual, desfallecimiento que se manifiesta en la faltade un significante capaz de significar, de manera adecuada, lo femeni-no. Le feminidad viene as a representar lo que esta fuera de lo simbli-co, el afuera que este instituye por su existencia misma, y tiende a iden-tificarse con el goce del Padre, un goce que esta fuera de la ley (Millot,1988 : 58).

    Por lo cual la mujer deber fabricarse su posicin, tratando de ubicarse comosiendo el Otro para un hombre. Armado de la mscara flica para atrapar el de-seo de un hombre, no adhiriendo a esa identificacin imaginaria. Operacin para-djica entonces: construccin del semblante flico y en un movimiento nico des-crdito del mismo.

    Posicin que inaugura adems otro goce posible, ilimitado, mas all del falo.Dir Lacan en el Seminario XX:

    A todo ser que habla, sea cual fuere, este provisto o no de los atributosde la masculinidad (...) le esta permitido, tal como lo formula expresa-mente la teora freudiana, inscribirse en esta parte. Si se inscribe en ella,vetara toda universalidad, ser el no-todo, en tanto puede elegir o noestar en de x. (Lacan, 1995 : 97).

    Y aqu reencontramos nuestro originario problema: el de la existencia de unsupery femenino, en tanto los dichos que lo representan se originan en esteOtro goce que le pertenece 11.

    Como bien lo sealara Miller:

    El problema del supery femenino no es mas que una mscara delproblema esencial del goce femenino (Miller, 1998 : 146).

    Goce a relacionar al deseo materno sin freno simblico, goce del Otro diversodel goce flico (goce del Uno).

    11 Por ello cuest ionamos la postura de Gerez Ambertin cuando seala: Del mismo modo nos nega-mos a pensar, desde Freud, un supery materno o paterno, recusamos un supery femenino omasculino. El supery como instancia tendr diferente incidencia en uno u otro sexo atendiendo soloa la lgica dela sexuacin (Gerez Ambertin, 1998 : 99). Pero es que acaso esta lgica de la sexuacinque toca a la divisin del goce no reconoce una posicin masculina y otra femenina del sujeto?

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    El Edipo que orienta el camino a la sexualidad tambin brinda las sealespara la forma privilegiada de neurosis en uno y otro sexo. Por un sendero, neuro-sis obsesiva o como ser hombre; por el otro, histeria o qu es ser una mujer.Emergencia de la clnica de la pregunta que conduce al campo lacaniano: elcampo del goce.

    Histeria que insatisfecha en su deseo absolutiza su goce, posicionndose desdelo real para denunciar los semblantes flicos que tan presto el hombre se encar-ga de erigir. Conocedora de un goce inatrapable por el falo desacomoda enor-memente la medida del orden del mundo, porque la medida del orden del mundono es sino el falo (Miller, 1998 : 155).

    Debilidad del supery en las mujeres que por lo tanto deber entenderse deaqu en mas como la posibilidad de un goce, que se define solamente en elcontexto de un no-todo, que hay esa parte que escapa, por definicin, a la locurade esta lgica (Indart, 1999a : 60 - 61).

    As Lacan en L Etourdit invitar a que los dichos del supery femenino seanrefutados, inconsistidos, indemostrados, indecididos, que son tres formas dedecir S (A) (Laurent, 1999 : 107).

    Lo que hay que restaurar es la relacin con el S (A), la relacin con lainconsistencia, con lo indemostrable, con lo indecidible, la relacin conla incompletud del Otro; all es realmente donde el hombre puede hacer-se el relevo para que la mujer se convierta en ese Otro para s misma,como lo es para l.... el camino es, frente a la surmoitie, refutar-inconsistir-indemostrar-indecidirsus dichos, a partir de que? A partir de su decir (Laurent, 1999 : 108).

    Segn Eric Laurent, as queda definido el lugar que deber ocupar el psicoa-nalista: no identificndose al falo sino sabiendo responder a ese llamado

    en tanto [este lugar] puede reenviarlo a la verdadera lgica de la posi-cin femenina, que es denunciar a los semblantes que apuntan a cual-quier consistencia del Otro (Laurent, 1999 : 109).

    La posicin psicoanaltica consiste en decir que la voz del imperativomortfero solo lo es para aquel que rechaza enfrentar la originalidad dela posicin femenina, para aquel que negara el origen de un decir feme-nino especfico donde hay incidencia directa del Otro (Laurent, 1999 :115).

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    La va del psicoanlisis es movilizar los recursos del decir, de la inter-pretacin para mostrar que los dichos de la Esfinge solo tienen poderesmortales si uno ignora que tiene que hacerle frente en tanto ser sexuado.... por eso Lacan asigna la tarea de descompletar, refutar, inconsistir,indemostrar, indecidir los dichos que parten del decir mas all de lo quese puede representar en el smbolo flico (Laurent, 1999 : 117).

    Conclusin

    A modo de cierre que relance nuestra inquietud inicial diremos que aquelloque se anunciaba como lo impropio, lo extrao, lo ajeno a la posicin femeninaresulta lo ms propio e ntimo de la misma.

    Como lo expresara J. A. Miller:

    Si no se encuentra el supery femenino es, precisamente, porque estaah antes los ojos, es del estilo de la carta robada, porque salta a la vistano nos percatamos de su presencia (Miller, 1998 : 157).

    Plantadas en lo real del goce sin medida, las mujeres se muestran en comba-te permanente con los semblantes de la civilizacin (Miller, 1994). De los cualesnecesita por otra parte para darse cierta consistencia imaginaria frente al otrosexo.

    Saber operar con nada, fabricarse un ser a partir de un lugar vaciado en el quesolo se encuentran mscaras que velan la nada, la solucin de la posicin feme-nina consistir entonces

    en no colmar el agujero, sino en metabolizarlo, dialectizarlo, y en ser elagujero. Es decir, fabricarse un ser con la nada (Miller, 1998 : 88).

    La tarea del analista ser prevenir contra el rpido desarme de los semblantespor parte de la especie femenina, en tanto valdra la pena retener en la contin-gencia de su manifestacin uno: el del amor, transformando a una mujer en elsntoma de un hombre, permitiendo por ello que el goce condescienda al deseo,pero sin la vana esperanza de que este particular semblante alivie los efectos dedivisin y extraeza que provienen de ese goce.

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    En todo caso, que el hombre sirva de excusa para la presentificacin de losmismos, reinstituyendo la disimtrica relacin a lo sexual12, que existe an

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    12 Otra forma de decir que la relacin sexual no existe...

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