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El Sínodo de la Familia por Mons. Alfonso Miranda Guardiola Recién terminó en el Vaticano el Sínodo de las Familias, que reunió a más de 320 personas del mundo, entre Cardenales, Obispos, sacerdotes, religiosas y matrimonios, con el Papa Francisco como guía y garante. La trascendental importancia de este Sínodo es haber logrado que la Iglesia católica fuera más sensible a las difíciles y complejas realidades de muchas familias, con sus heridas y sombras; y que desde su doctrina, a veces tan fría y lejana, llegara a tocar la carne del ser humano y ponerse en los zapatos de tantas personas que sufren, que van caminando por este mundo cargando sus angustias. Se respira un aire más fresco al haber dado un paso más y hacer que las personas católicas o no se sintieran más comprendidas por una Iglesia madre y maestra, que nunca abandona -no importa cuál sea su condición-, sino que acompaña hacia la luz, aunque para ello tenga que meterse en las cuevas o en los pantanos para rescatarlos, sin temor de ensuciarse ni espinarse las manos, y llevarlas a Dios. En el Sínodo se abordaron muchos temas sobre la familia, incluyendo los homosexuales, la bioética, los divorciados vueltos a casar, con un lenguaje sensible, no excluyente, y una actitud renovada y comprensiva, logrando una excelente armonía entre doctrina y misericordia, y con un texto final extraordinario en el que no ganaron los conservadores ni los progresistas, sino los pastores. Hoy la Iglesia quiere enfrentar, con audacia y valentía, los nuevos desafíos, sin miedos para actuar, ni expresarse, ni dejar de abrazar a nadie por más difícil o extraña que sea su condición. Que toda persona sienta a la Iglesia hermana, amiga, fiel y solidaria, que nunca se va, aunque haya peligro de muerte; una Iglesia dispuesta a comprometer su vida y su fama, como el mismo Jesús, rescatando a los pecadores, contra las costumbres de su tiempo, y sosteniendo su verdad ante tribunales y emperadores. Una Iglesia que ya ha entendido que nada de lo humano le es ajeno y que no está para denostar a nadie o lanzar anatemas, condenas o rechazos, sino sólo para curar, amar y perdonar. Que no ha venido sino a salvar a los pobres y a los pecadores, y no a los santos, a menos, como dijo el Papa, que se sientan pobres y pecadores. Se está consolidando más la unidad y el caminar de la Iglesia como una sola familia y la comprensión de que se trata de salvar a todos, no a unos cuantos, no a los que yo pueda o quiera, sino a todos, a no escatimar nada, a no conformarse, a no rendirse jamás, hasta que no haya quedando uno solo sin salvar.

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El Sínodo de la Familia por Mons. Alfonso Miranda Guardiola Recién terminó en el Vaticano el Sínodo de las Familias, que reunió a más de 320 personas del mundo, entre Cardenales, Obispos, sacerdotes, religiosas y matrimonios, con el Papa Francisco como guía y garante.La trascendental importancia de este Sínodo es haber logrado que la Iglesia católica fuera más sensible a las difíciles y complejas realidades de muchas familias, con sus heridas y sombras; y que desde su doctrina, a veces tan fría y lejana, llegara a tocar la carne del ser humano y ponerse en los zapatos de tantas personas que sufren, que van caminando por este mundo cargando sus angustias.Se respira un aire más fresco al haber dado un paso más y hacer que las personas católicas o no se sintieran más comprendidas por una Iglesia madre y maestra, que nunca abandona -no importa cuál sea su condición-, sino que acompaña hacia la luz, aunque para ello tenga que meterse en las cuevas o en los pantanos para rescatarlos, sin temor de ensuciarse ni espinarse las manos, y llevarlas a Dios.En el Sínodo se abordaron muchos temas sobre la familia, incluyendo los homosexuales, la bioética, los divorciados vueltos a casar, con un lenguaje sensible, no excluyente, y una actitud renovada y comprensiva, logrando una excelente armonía entre doctrina y misericordia, y con un texto final extraordinario en el que no ganaron los conservadores ni los progresistas, sino los pastores.Hoy la Iglesia quiere enfrentar, con audacia y valentía, los nuevos desafíos, sin miedos para actuar, ni expresarse, ni dejar de abrazar a nadie por más difícil o extraña que sea su condición.Que toda persona sienta a la Iglesia hermana, amiga, fiel y solidaria, que nunca se va, aunque haya peligro de muerte; una Iglesia dispuesta a comprometer su vida y su fama, como el mismo Jesús, rescatando a los pecadores, contra las costumbres de su tiempo, y sosteniendo su verdad ante tribunales y emperadores.Una Iglesia que ya ha entendido que nada de lo humano le es ajeno y que no está para denostar a nadie o lanzar anatemas, condenas o rechazos, sino sólo para curar, amar y perdonar. Que no ha venido sino a salvar a los pobres y a los pecadores, y no a los santos, a menos, como dijo el Papa, que se sientan pobres y pecadores.Se está consolidando más la unidad y el caminar de la Iglesia como una sola familia y la comprensión de que se trata de salvar a todos, no a unos cuantos, no a los que yo pueda o quiera, sino a todos, a no escatimar nada, a no conformarse, a no rendirse jamás, hasta que no haya quedando uno solo sin salvar.

La Realidad en México y MonterreyHace 19 años en la ciudad de México, y 17 en Monterrey, iniciamos la pastoral para Divorciados y vueltos a casar. El objetivo era ofrecer un cálido acompañamiento espiritual desde la doctrina católica, a las personas que después de haberse casado por la Iglesia, se habían divorciado, y luego vuelto a casar por el civil. Con el propósito de ofrecerles un horizonte de vida nuevo dentro de la Iglesia, mostrándoles un camino de crecimiento humano y espiritual, aspirando a alcanzar la madurez de una vida plena, en armonía con Dios, con uno mismo, y con el prójimo.Hace poco en una plática con los capellanes militares del País, me preguntaron que, hoy por hoy, ¿qué deberían hacer con los vueltos a casar, si dar la comunión o no? … Que si yo se las daba, porque la urgían, la necesitaban, que ¿qué decía yo? Y les contesté que en estos diecinueve años, no nos hemos dedicado a dar la comunión a los vueltos a casar, sino a vivir con ellos, a acompañarlos, a caminar con ellos, a conocerlos, a sentir su corazón, a conocer sus problemas, a llorar con ellos, a abrazarlos, a amarlos, a perdonarlos.En todos estos años, hemos visto como el acompañamiento pastoral a estos matrimonios, ha hecho de ellos, matrimonios maduros y responsables con sus hijos. Al mismo tiempo, hemos tenido la fortuna de apreciar la calidad, carisma y belleza de tantas personas, que se han vuelto, aguerridos y fieles agentes de pastoral de la Iglesia, en el acompañamiento de familias en su misma situación.

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Y su alimento no ha sido otro que la Palabra de Dios, la Doctrina, la Oración, y el Magisterio de la Iglesia. A través de su empuje pastoral, hemos visto nacer y crecer más de 15 grupos en Monterrey; 15 más en diversas diócesis de México, y hoy están empezando a llegar a E.U. y Latinoamerica.Hoy, estos hermanos comulgan espiritualmente, y han aprendido también a hacerlo a través del servicio a sus hermanos.Hoy en la misa, formando parte del Pueblo de Dios al que pertenecen, hacen fila con las manos cruzadas en el pecho, a la hora de la comunión, para recibir la bendición de mano del sacerdote u obispo sobre su cabeza.Si no vamos a darles la comunión sacramental, no los abandonemos, no los corramos, no los hagamos sentir menos o fuera de lugar en la Iglesia, como seres de segunda clase, y menos los señalemos como irregulares, hiriendo todavía más su ya de por sí, lastimado corazón, y que es lo mismo que rechazarlos y condenarlos. Si no podemos darles la comunión, nada impide acogerlos, escucharlos, comprenderlos, acompañarlos, amarlos y salvarlos.

CrónicaLo que Dios me ha permitido captar, en estas tres semanas, es la inmensa variedad y riqueza de los participantes en el Sínodo de las Familias, pues cada quien habla de la realidad y de los problemas que vive la familia en su país. Por ejemplo, en Irak, Siria, Egipto, y otros países de oriente, hablan de las guerras, de los desplazamientos, de la defensa de la fe, de la lucha por mantenerse y preservar la fe, de la lucha contra el Isis, los refugiados que marchan por millones a países hermanos de Asia, como también de Europa. En África donde la religión católica es minoría, se habla de una convivencia buena con el Islam, en algunas países, pero en otros no tanto, la realidad de la poligamia, y la necesidad de proteger la fe de la cónyuge católica, y la necesidad de entender y contextualizar esta situación, y al mismo tiempo se necesita claridad y afirmación en el concepto de matrimonio.  También Korea, Japón, Singapur, y otros países donde el catolicismo es minoría, presentan sus propios problemas, por ejemplo el de los matrimonios mixtos, y de la acogida de la Iglesia a todas las personas.En Europa, EU, Canadá la realidad de la descristianización, la secularización, y tantas personas que no viven completamente de acuerdo a la ley del Evangelio, donde se siente un rechazo de parte de la Iglesia, además fenómenos como el relativismo, la homosexualidad, que vienen arrasando y golpeando fuertemente la realidad de la familia, y que ocupan una respuesta adecuada. La realidad bio-tecnológica que incide en lo más íntimo de las familias, su sexualidad, la procreación, la genitalidad, con el grave peligro de la manipulación en los más altos términos, también espera una respuesta impostergable.  En América Latina, el entusiasmo eclesial por una parte, y por otra, los problemas sociales, políticos, los migrantes, la pobreza, la violencia, el narcotráfico, son solo unos cuantos desafíos. Y sin embargo, lo que es común en todos los países del planeta, y se siente en todos los corazones de los participantes, es la necesidad de parte de la Iglesia, de ser más sensibles a todos los que caminan heridos por este mundo, en ese tan apreciado y fundamental valor en todas las culturas, sin excepción, que es la familia. Esto es solo un asomo a los grandes, difíciles y variados temas, que escuchamos en el Aula del Sínodo, que está cerca de terminar, pero sólo, para empezar de nuevo! 

Que el Señor nos ayude a actuar como pastores, a ser sensibles con las personas que sufren, nos haga empáticos con aquellos que lloran, y nos lleve a comprender, que las lágrimas, incluso de los más pecadores, son en realidad, las nuestras. 

Ayúdanos Señor a sanar y salvar a todas las familias. 

Asamblea Anual Informativa UFCM, 11 de noviembre de 2015.