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EL SINDICALISMO AGRARIO EN itjos4i.1 ESPAÑA: LOS SINDICATOS DE Ir OBREROS AGRICOLAS (S.O.A.S.)1‘, Para completar el marco general descrito en el artículo anterior sobre el sindicalismo agrario democrático en España, es preciso realizar unas breves reflexiones, a modo de presentación, acerca de los Sindicatos de Obreros Agrícolas surgidos en el nuevo contexto democrático. El poderoso movimiento organizativo del prole- tariado agrícola existente en España durante gran parte de la primera mitad del presente siglo al- canzó su máxima importancia en el marco demo- crático de la II República. En ese contexto, tanto la socialista Federación de Trabajadores de la Tie- rra (F.T.T.-U.G.T.) como la anarquista Confedera- ción Nacional del Trabajo (C.N.T.), se erigieron en los más importantes Sindicatos de Obreros Agrícolas. Con la eliminación del sistema democrático por los vencedores en la guerra civil (1936-1939) y la imposición del sindicalismo vertical en el campo español, los anteriores sindicatos agrícolas fueron declarados ilegales y su cuantioso patrimonio eco- nómico fue incautado por el nuevo Estado y trans- ferido a las instituciones fundamentales del corpo- ratismo estatal: las Hermandades de Labradores y Ganaderos. Asimismo, como se ha señalado en los capítulos anteriores, la clase obrera agrícola fue obligada a encuadrarse en las Uniones de Trabajadores y Técnicos del sindicalismo vertical. El acelerado proceso de industrialización ocu- rrido en España durante las décadas 50 y 60 de este siglo significó para los asalariados agrícolas su drástica reducción en número y la transforma- ción en proletariado industrial de aquellos grupos que emigraron a las zonas urbanas españolas y europeas; sin embargo, los grupos que permanecie- ron como asalariados en el sector agrario experi- mentaron importantes transformaciones en lo que respecta a su posición en el sistema económico capitalista y a las condiciones económicas y socia- les en que continuaron ejerciendo su actividad. En efecto, la drástica reducción de la mano de obra asalariada agrícola significó importantes incrementos en los salarios y, en general, unas mejores condiciones de vida y de trabajo para esa población asalariada que permaneció en el campo. Además, la introducción de nuevas técnicas pro- ductivas y el desarrollo de nuevos sectores de acti- vidad —especialmente la construcción y la hoste- leña en las zonas turísticas— implicaron que la organización del trabajo del proletariado agrícola experimentará importantes cambios. Por un lado, se incrementó su carácter de estacionalidad, no sólo dentro de las propias tareas agrícolas sino al nivel de la actividad productiva en general, resul- tando que los obreros agrícolas se convertirían en una especie de «proletariado transhumante» pa- sando de unos sectores a otros de actividad, y por ende, de unas relaciones de producción a otras a lo largo del ario. Por otro lado, dentro de la propia actividad agrícola la organización del trabajo cambió sustancialmente con la reduc- ción de la jornada laboral, el traslado de la resi- dencia habitual del obrero agrícola desde el lugar de trabajo al pueblo o la ciudad, la crecien- te urbanización de esos centros, etc. Lo an- terior significó que el proletariado agrícola se conectase estrechamente con el movimiento obrero industrial, disminuyera, en gran medida, su perso- nalidad como grupo con identidad propia e intro- dujera en sus reivindicaciones un importante ele- mento de «economicismo» que, poco a poco, iba relegando a un segundo plano su tradicional rei- vindicación de tierras. El conjunto de instituciones del sindicalismo vertical en el campo no representó para los asala- riados agrícolas ese instrumento burocrático-admi- nistrativo de tan reconocida utilidad como lo fue para los agricultores, sino, que por el contrario, significó un verdadero instrumento de control social y un eficaz medio de represión de sus reivindicaciones económicas. Por ello, el proleta- riado agrícola no estableció durante el régimen de Franco ningún tipo de identificación con las ins- tituciones del corporatismo agrario —especialmen- te las Hermandades Locales— sino que mantuvo unas permanentes relaciones de hostilidad con ellas. Al iniciarse la reorganización del movimiento obrero en España a finales de los 60, la clase obrera agrícola participó de ese proceso, debido, principalmente, a su «transhumancia» laboral, y fue a través de esos contactos con las primeras organizaciones obreras y con los clandestinos par- tidos políticos de la izquierda —con el P.C.E., principalmente— como introdujo en la sociedad rural las primeras redes organizativas. Por ello, 111

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EL SINDICALISMO AGRARIO EN itjos4i.1ESPAÑA: LOS SINDICATOS DE Ir

OBREROS AGRICOLAS (S.O.A.S.)1‘,

Para completar el marco general descrito en elartículo anterior sobre el sindicalismo agrariodemocrático en España, es preciso realizar unasbreves reflexiones, a modo de presentación, acercade los Sindicatos de Obreros Agrícolas surgidos enel nuevo contexto democrático.

El poderoso movimiento organizativo del prole-tariado agrícola existente en España durante granparte de la primera mitad del presente siglo al-canzó su máxima importancia en el marco demo-crático de la II República. En ese contexto, tantola socialista Federación de Trabajadores de la Tie-rra (F.T.T.-U.G.T.) como la anarquista Confedera-ción Nacional del Trabajo (C.N.T.), se erigieronen los más importantes Sindicatos de ObrerosAgrícolas.

Con la eliminación del sistema democrático porlos vencedores en la guerra civil (1936-1939) y laimposición del sindicalismo vertical en el campoespañol, los anteriores sindicatos agrícolas fuerondeclarados ilegales y su cuantioso patrimonio eco-nómico fue incautado por el nuevo Estado y trans-ferido a las instituciones fundamentales del corpo-ratismo estatal: las Hermandades de Labradores yGanaderos. Asimismo, como se ha señalado enlos capítulos anteriores, la clase obrera agrícolafue obligada a encuadrarse en las Uniones deTrabajadores y Técnicos del sindicalismo vertical.

El acelerado proceso de industrialización ocu-rrido en España durante las décadas 50 y 60 deeste siglo significó para los asalariados agrícolassu drástica reducción en número y la transforma-ción en proletariado industrial de aquellos gruposque emigraron a las zonas urbanas españolas yeuropeas; sin embargo, los grupos que permanecie-ron como asalariados en el sector agrario experi-mentaron importantes transformaciones en lo querespecta a su posición en el sistema económicocapitalista y a las condiciones económicas y socia-les en que continuaron ejerciendo su actividad.

En efecto, la drástica reducción de la mano deobra asalariada agrícola significó importantesincrementos en los salarios y, en general, unasmejores condiciones de vida y de trabajo para esapoblación asalariada que permaneció en el campo.Además, la introducción de nuevas técnicas pro-ductivas y el desarrollo de nuevos sectores de acti-vidad —especialmente la construcción y la hoste-

leña en las zonas turísticas— implicaron que laorganización del trabajo del proletariado agrícolaexperimentará importantes cambios. Por un lado,se incrementó su carácter de estacionalidad, nosólo dentro de las propias tareas agrícolas sino alnivel de la actividad productiva en general, resul-tando que los obreros agrícolas se convertirían enuna especie de «proletariado transhumante» pa-sando de unos sectores a otros de actividad,y por ende, de unas relaciones de produccióna otras a lo largo del ario. Por otro lado, dentrode la propia actividad agrícola la organizacióndel trabajo cambió sustancialmente con la reduc-ción de la jornada laboral, el traslado de la resi-dencia habitual del obrero agrícola desde el lugarde trabajo al pueblo o la ciudad, la crecien-te urbanización de esos centros, etc. Lo an-terior significó que el proletariado agrícola seconectase estrechamente con el movimiento obreroindustrial, disminuyera, en gran medida, su perso-nalidad como grupo con identidad propia e intro-dujera en sus reivindicaciones un importante ele-mento de «economicismo» que, poco a poco, ibarelegando a un segundo plano su tradicional rei-vindicación de tierras.

El conjunto de instituciones del sindicalismovertical en el campo no representó para los asala-riados agrícolas ese instrumento burocrático-admi-nistrativo de tan reconocida utilidad como lo fuepara los agricultores, sino, que por el contrario,significó un verdadero instrumento de controlsocial y un eficaz medio de represión de susreivindicaciones económicas. Por ello, el proleta-riado agrícola no estableció durante el régimen deFranco ningún tipo de identificación con las ins-tituciones del corporatismo agrario —especialmen-te las Hermandades Locales— sino que mantuvounas permanentes relaciones de hostilidad conellas.

Al iniciarse la reorganización del movimientoobrero en España a finales de los 60, la claseobrera agrícola participó de ese proceso, debido,principalmente, a su «transhumancia» laboral, yfue a través de esos contactos con las primerasorganizaciones obreras y con los clandestinos par-tidos políticos de la izquierda —con el P.C.E.,principalmente— como introdujo en la sociedadrural las primeras redes organizativas. Por ello,

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cuando se inició la transición democrática el pro-ceso de articulación de los intereses del proletaria-do agrícola en España, siguió la pauta general dela integración de ese grupo social en sindicatos deobreros de carácter general como su rama agríco-la, en vez de la aparición de específicos Sindicatosde Obreros Agrícolas. De acuerdo con esta pautageneral, las Comisiones Obreras (CC.00.) crearonlas CC.00. del Campo, integradas como una fede-ración más en su estructura confederal; la CentralSindical Unitaria de Trabajadores (C. S. U. T.),rama separada de las CC.00. como consecuenciade la escisión del P.T.E. producida a principiosde los setenta, creó su Sindicato de Obreros delCampo (S.O.C.), y la socialista Unión General deTrabajadores (U.G.T.) reconstruyó su estructuraorganizativa histórica, promoviendo la Federaciónde Trabajadores de la Tierra (F.T.T.), que comose ha señalado anteriormente integraba en su senotanto a trabajadores asalariados como a pequeñosagricultores. La reconstrucción de la históricaC.N.T. ha sido un proceso más complejo y enel caso de su rama de obreros agrícolas prácti-camente inexistente.

Situación actual

El panorama de los Sindicatos de Obreros Agrí-colas (S.O.A.S.) en la actualidad descansa en lastres organizaciones ya citadas: CC.00. del Cam-po, F.T.T. y S.O.C., manteniéndose en las dosprimeras el rasgo de ser ramas agrícolas dentro deuna estructura sindical de carácter general y sien-do el S.O.C. el único sindicato obrero específica-mente agrícola, después de que la crisis interna enel seno del P.T.E. y en su apéndice sindicalC.S.U.T., con su posterior desaparición, provoca-ra la autonomía organizativa de aquél. La especialsituación del S.O.C., como sindicato no explícita-mente vinculado a ninguna de las grandes opcio-nes políticas de la izquierda, lo convierte en unaespecie de heredero del anarco-sindicalismo, comose han autocalificado algunos de sus más impor-tantes líderes.

La implantación de estas tres opciones sindica-les se da, lógicamente, en las zonas de predominiode la población asalariada agrícola como Andalu-cía, Extremadura y La Mancha, estableciéndoseverdaderos núcleos comarcales en donde se produ-ce la hegemonía de alguna de ellas. Así, por ejem-plo, el S.O.C. es hegemónico en los pueblos sevi-llanos de Lebrija y Marinaleda o en los gaditanosde Trebujena y Puerto Serrano, pero su presenciaes insignificante en las provincias de Córdoba,Jaén o Granada.

Los S.O.A.S. han participado directamente enlas negociaciones de los convenios colectivos que,a nivel provincial, se han venido celebrandoanualmente con las Organizaciones ProfesionalesAgrarias (0.P .A.S.) para establecer los niveles sa-

lariales de las distintas faenas agrícolas. Han sidoestas negociaciones los lugares de participaciónfundamentales que han tenido los S.O.A.S., yaque éstos han estado excluidos de las CámarasAgrarias y tampoco han tenido participación enlas mesas negociadoras del F.O.R.P.P.A. Ademásde lo anterior, los S.O.A.S. han tenido una inten-sa actividad reivindicativa en la problemática delos fondos del «empleo comunitario» para la po-blación asalariada desocupada en las épocas demenor actividad agrícola. En la actual crisis eco-nómica, el retorno de los emigrantes a sus lugaresde origen, la imposibilidad de que las tradiciona-les «válvulas de escape» —emigración, hosteleríaen las zonas turísticas y construcción— continúenejerciendo sus funciones y el creciente abandonode muchas labores de cultivo por los empresarios,han significado un incremento considerable de lapoblación asalariada agrícola y una agudizacióndel problema del «paro» en el medio rural.

En ese contexto, la distribución de los fondosdel «empleo comunitario» —sucedáneo de un se-guro de desempleo agrícola—, la mecanizaciónde algunas recolecciones tradicionalmente realiza-das de forma manual —como la del algodón ola aceituna— y la nueva exigencia de una refor-ma agraria que altere la actual estructura de lapropiedad de la tierra en las zonas latifundistas,son las grandes cuestiones sobre las que se de-sarrolla la estrategia sindical y la filosofía rei-vindicativa de los S.O.A.S. y en las que tienelugar una fuerte competencia organizativa entreellos por captar a la población asalariada agrí-cola. Eduardo Moyano Estrada