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Josep María Sala Valldaura El sainete de costumbres teatrales: «La despedida», de Ramón de la Cruz En la minuciosa Cartelera teatral madrileña del siglo XVIII (1708-1808), que debemos a René Andioc y Mireille Coulon, no aparece el estreno de La despedida, de Ramón de la Cruz. Sin embargo, Juan F. Fernández Gómez indica que «del reparto se deduce que fue estrenado en carnaval de 1780» (226), lo que supondría que cerró aquella temporada del Teatro del Príncipe de Madrid, mientras que Mireille Coulon lo sitúa un año antes y piensa que el autor lo creó «probablement en février 1779, [cuando] les comédiens de la troupe Martínez s'apprêtent à prendre congé du public à la fin du saison»1 (223). En realidad, ha de ser algo posterior, de febrero de 1781, por aparecer Josefa Figueras en el reparto y no Luisa Callejo2 y, sobre todo, por dos referencias del propio texto del sainete. En la primera, se alude a que «cuatro días» antes (verso 279) se había estrenado La conquista de Mequinenza por los Pardos de Aragón, de Manuel Fermín de Laviano, lo que tuvo lugar el 24 de diciembre de 1780 en el teatro del Príncipe (Andioc y Coulon I, 360). A renglón seguido, en la segunda referencia, Simón de Fuentes dice que acaba de interpretar El triunfo de Garcilaso (verso 284), lo que remite a Los Tellos de Meneses, de Lope de Vega, cuyas dos partes se programaron, respectivamente, el 8 y 9 de febrero de 1781 y el 10 y 11 del mismo mes y año (I, 360).

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Josep María Sala Valldaura

El sainete de costumbres teatrales: «La despedida», de Ramón de la Cruz

En la minuciosa Cartelera teatral madrileña del siglo XVIII (1708-1808), que debemos a René Andioc y Mireille Coulon, no aparece el estreno de La despedida, de Ramón de la Cruz. Sin embargo, Juan F. Fernández Gómez indica que «del reparto se deduce que fue estrenado en carnaval de 1780» (226), lo que supondría que cerró aquella temporada del Teatro del Príncipe de Madrid, mientras que Mireille Coulon lo sitúa un año antes y piensa que el autor lo creó «probablement en février 1779, [cuando] les comédiens de la troupe Martínez s'apprêtent à prendre congé du public à la fin du saison»1 (223). En realidad, ha de ser algo posterior, de febrero de 1781, por aparecer Josefa Figueras en el reparto y no Luisa Callejo2 y, sobre todo, por dos referencias del propio texto del sainete. En la primera, se alude a que «cuatro días» antes (verso 279) se había estrenado La conquista de Mequinenza por los Pardos de Aragón, de Manuel Fermín de Laviano, lo que tuvo lugar el 24 de diciembre de 1780 en el teatro del Príncipe (Andioc y Coulon I, 360). A renglón seguido, en la segunda referencia, Simón de Fuentes dice que acaba de interpretar El triunfo de Garcilaso (verso 284), lo que remite a Los Tellos de Meneses, de Lope de Vega, cuyas dos partes se programaron, respectivamente, el 8 y 9 de febrero de 1781 y el 10 y 11 del mismo mes y año (I, 360).

Cayó el telón de la temporada poco después, el 27 de febrero de 1781, sin que La despedida acompañara en la cartelera las cinco funciones de Carlos V sobre Túnez, de Juan de la Hoz y Mota o de José Cañizares. Seguramente, de no haberse montado tras el último acto de la comedia histórica, se prefirió substituirlo por El almacén de criadas, de Sebastián Vázquez, sainete mucho más amable, para no terminar de una manera pesimista y agria, con un adiós «hasta la Pascua / que nos veamos» con tan mal presagio. Juan Sempere y Guarinos incluye La despedida entre los sainetes que «tienen el pensamiento tomado de otras» piezas extranjeras (II, 234-235), pero ignoramos hasta qué punto es así, pues remite a una práctica muy habitual en los escenarios españoles y alude a circunstancias bastantes precisas. No se olvide que durante varios días de marzo, octubre y noviembre de 1780 los coliseos madrileños permanecieron cerrados para realizar rogativas contra la sequía, y que continuaba la crisis de público que Coulon da por reiniciada en la temporada 1778-1779 (99-102). La despedida recoge ese clima pesimista, más allá de lo que ya permitía cerrar la temporada por llegar la Cuaresma. Se trata, pues, de una pieza bastante seria, compuesta al amparo del afecto que el público sentía por sus actores y, obviamente, forma parte de los sainetes de costumbres teatrales. La pasión que los espectadores populares y de toda condición social sentían por los graciosos fundamenta este curioso género, que, a su vez, alimenta dicho fervor aumentando la familiaridad entre el tablado y el patio o la cazuela. Algunas de las funciones del sainete de costumbres teatrales son comunes con otras variantes del género, sobre todo la principal: provocar la risa, aunque se diferencien por su menor grado de ridiculización cómica. Igualmente, los intermedios dedicados a tratar los entresijos y las novedades de las compañías sirven para realzar las cualidades interpretativas y para establecer conexiones entre el teatro del mundo y el mundo del teatro. (Algo similar ocurría con las loas y el teatro breve de las casas particulares, al convertirse nobles, oficiales artesanos, etc. en actores.) El sainete de costumbres teatrales se singulariza en la estrategia persuasoria, es decir, en las captaciones de interés y benevolencia. Por último, de manera más o menos explícita, tales obras defienden con las armas prácticas del gracioso los géneros que el neoclasicismo condenaba por estar adscritos a lo bajo cómico, buscando la complicidad de los espectadores más populares. Las diversas funciones predominantes, con sus consecuentes singularidades temáticas, permiten distinguir ciertos subgrupos entre los sainetes de costumbres teatrales. Así, según ha estudiado Mireille Coulon (205-256), no son pocos los intermedios que presentan los nuevos actores al empezar una temporada, con muy semejante función a la que otrora desempeñaron las loas; en algunas ocasiones se juega con que han desaparecido los actores o el texto y no se puede, por tanto, iniciar la función. Tampoco faltan obras que aluden a los problemas de las compañías y de los actores entre sí. La autorreferencialidad y toda clase de relaciones identificadoras entre el personaje y la persona que lo encarna forman parte de la tradición del teatro breve y suministran a Cruz y otros saineteros coetáneos motivos para sus piezas; baste mencionar La hostería de Ayala, Soriano loco, La casa de Chinita o Garrido celoso. De todos modos, las

fronteras entre los sainetes de costumbres teatrales y los de cualquier otra variedad son muy permeables, pues se prestan motivos, situaciones, gags...: por ejemplo, «Agramont escribió Quien comió lleve quien coma (1762), con Ayala de hostalero, y Cruz, La hostería de Ayala (1760)» (Sala 2004, 76). Dentro del conjunto general de intermedios, los sainetes de costumbres teatrales para celebrar el fin de la temporada teatral constituyen también un particular subgrupo de piezas, menos numeroso que el de presentación de compañías, pero nada insólito a fines de la década de los setenta y comienzos de la siguiente. De acuerdo con lo que he escrito a propósito de La recepción de los nuevos (1773), de Ramón de la Cruz, tanto el historiador del teatro como el lector actual se interesan por la loa o el sainete de costumbres teatrales gracias a «la información que proporciona sobre la manera de ensayar, las jerarquías entre los actores, el modo de valorarlos, su vida y dedicación profesional, la interpretación, la relación con el público, las funciones desempeñadas por el teatro...» (Sala Cruz, Sainetes, 196). Nuestra mirada contemporánea, de este modo, se muestra más comprensiva con el subgénero que la de la preceptiva y crítica dieciochescas. Los neoclásicos descalificaban los intermedios de costumbres teatrales por algo que a nosotros nos complace: la autorreferencialidad, la difuminación de fronteras entre realidad y ficción, la teatralización de la realidad teatral... Así, en un memorial dirigido al comisario corrector de comedias Manuel José de Ayala, Bernardo de Iriarte sostiene que se han de condenar in totum [...] aquellos [sainetes] en que los cómicos hablen de sí propios, poniéndose apodos o censurando o alabando sus defectos de carácter o habilidad teatral, de que hay una gran porción. Sea en bien o en mal, jamás se deben tolerar farsas de personas existentes, y mucho menos de los mismos farsantes. Ésta no es diversión para el público, sino para los mismos cómicos, que no son individuos tan principales de la república que merezcan preste atención todo un pueblo a diálogos de sus intereses, gracias o desgracias particulares. (Cotarelo, 2006: 467-468) Con muy parecidos términos, su hermano Tomás de Iriarte lo afea en Los literatos en Cuaresma entre los defectos de los sainetes: El primero es que los cómicos salgan a hablar como tales cómicos, llamándose por sus nombres y apellidos. Ésta puede ser gran diversión y materia de suma importancia para ellos mismos, pero no para todo el auditorio, que no debe emplear su atención en diálogos sobre los intereses, genios y circunstancias personales de los representantes. (195-196)

Y José Antonio de Armona y Murga afirma en unas «Reflexiones sobre el estado de la representación o declamación de los teatros de esta Corte», en el Memorial literario de marzo de 1784: El teatro es para representarnos las acciones públicas, exponiendo el vicio para que huyamos de él, y las virtudes para que las imitemos. En esta inteligencia es impertinente, ridículo y de ningún provecho el representarnos sainetes y tonadillas en que solamente se hace presente la conducta, etiquetas y desazones de los mismos cómicos, y aquellas bagatelas y pasajes que ocurren en sus ensayos particulares. (307) En cualquier caso, las tres citas demuestran que los coetáneos eran conscientes de la existencia del subgénero de los sainetes de costumbres teatrales. No podía ser de otra manera, habida cuenta de la frecuencia con que se programaban: al comienzo de la temporada, a veces al final, con ocasión de alguna circunstancia (desde la enfermedad de un actor o actriz hasta una polémica estética), etc. El sainete La despedida, por tanto, no es una pieza aislada en la programación de los teatros madrileños y es contemporáneo de Ya llegó el tiempo preciso en que nuestro curso acabe, de Sebastián Vázquez, estrenado el 6 de febrero de 1779 en el teatro del Príncipe de Madrid y escenificado de nuevo en el de la Cruz el 31 de enero de 1782. Incluso cabe recordar, del mismo Vázquez, Pues que lucro no tenemos trabajando noche y día, deshagamos compañía y otro destino busquemos, de mayo de 1780, y El castigo en diversión y petición de Polonia (1782), como muestras de las penurias económicas de los actores de aquel entonces (Peytavy 214-215). Algo anteriores, y del propio Cruz, Los desconfiados (1774), El entierro de la compañía (1776) o El diablo autor aburrido (1779) abundan en la queja por el abandono del público y las consiguientes estrecheces de los profesionales del teatro. Asimismo, cabría comparar La despedida con Los graciosos descontentos, de Sebastián Vázquez, por parecidas razones temáticas y no sólo por su proximidad en el tiempo: éste subió al escenario del Príncipe el 7 de mayo de 1779 (Andioc y Coulon II, 730). En efecto, en la pieza del autor gallego, Garrido y la Granadina protestan por no tener papel en Talestris, reina de Egipto, de Metastasio. Un punto de vista diacrónico permite a Mireille Coulon (222) comparar La despedida, encarnado por Garrido, con un sainete quince años anterior, Ayala por lo serio (1764), pues en ambos el gracioso no puede evitar mover a risa por mucho que diga querer «ascender» en la compañía e interpretar papeles trágicos. Como ya ocurriera con Cosme Pérez, «Juan Rana», y tantos otros, el físico de Chinica, Ayala y Garrido no les permitía otro quehacer que el de hacer reír. En el caso de éste último, Miguel Garrido, Emilio Cotarelo y Mori indica que «era muy bajo de estatura y obeso» y que «figuró como primer gracioso de la compañía de Martínez largos años, y fue jubilado en 1804 siendo primer gracioso de la compañía de los Caños» del Peral (1899: 520 y 519). En su última réplica, Garrido ironiza sobre sus

«pretensiones» de convertirse en galán y su físico: «No os olvidéis de un héroe / de mi tamaño» (versos 549-550). Obviamente, las alusiones al físico o al carácter de los actores se corresponden con lo que el público veía y sabía: como también lo atestigua La despedida, Simón de Fuentes no podía gozar del mismo favor del público que el gracioso Garrido, ya que al ser «de alta estatura, voz fuerte, carácter duro y pendenciero» (1899: 513) estaba obligado a interpretar papeles de antagonista en toda suerte de dramas heroicos, historiales, comedias militares, etc. Paca era, en efecto, hija el autor o director de la compañía, Manuel Martínez, de acuerdo con lo que se dice en el texto. Nicolasa sale a escena de la mano de su marido Simón, aluden a una conversación entablada en su casa la noche anterior y muestra su ignorancia de persona analfabeta: Si sabes que yo no tengo discurso bueno ni malo, largo ni corto que hacerles: hazlo tú, que has estudiado los dominativos. (vv. 265-269) Según la práctica habitual de los intermedios, el primer gracioso de la compañía, Garrido, protagoniza La despedida. El motivo inicial propio del subgénero adquiere un relieve mayor, ya que los actores ignoraban de verdad si serían contratados, deberían buscar acomodo en compañías no madrileñas o cambiar de oficio. Los temores de los cómicos no resultaban exagerados, ante los problemas derivados de la sequía y de la desafección de los espectadores, amén del insistente peso reformista y las variaciones en la interpretación que, entre otras, encarnaba Josefa Figueras. De alguna manera, el citado Pues que lucro no tenemos trabajando noche y día, deshagamos compañía y otro destino busquemos, de Vázquez, responde a lo mismo: «fuimos ricos, semos probes», dice Romero, en un decorado que simula la plazuela de San Juan de Madrid, donde los actores se ganan la vida fuera del teatro y en curiosos menesteres; finalmente, deciden regresar a las tablas y «morir peleando». Al socaire del doble lamento por la difícil situación general y por la particular incertidumbre que supone el forzoso descanso de la Cuaresma, La despedida proporciona algunas informaciones relevantes sobre la dramaturgia dieciochesca. Su autor no ha querido exagerar porque no se trata tanto de hacer parodia o pastiche, como de encontrar un tono elegíaco con el que llegar al corazón de los aficionados al teatro. Si el gracioso Garrido resulta ridículo vestido «a la heroica», con «ricos adornos y penachos», su forma de declamar es la habitual en el género trágico y los dramas heroicos, sin que Ramón de la Cruz distinga entre la tragedia y otras estéticas sublimes más tradicionales, incluso, quizás,

tenía todavía en cuenta la huella de Metastasio y el melodrama italiano (Garelli 127-138). A los hipotextos que posibilitaron su Manolo (Sala 1996), se añadía la condena más reciente de la interpretación tradicional española, a favor de los franceses a fin de ir imponiendo contra los viejos hábitos una declamación «sin manoteo, sin clamor pulpitable y sin tono intempestivamente lastimero ni afectadamente sollozante» (Tomás de Iriarte: 185). De nuevo coincide con su hermano Bernardo, quien en el memorial citado anteriormente suscribe: Que cuando representen comedias o tragedias heroicas alcen un poco el tono y hablen con más pausa, bien que desterrando todo manoteo afectado, voz fingidamente trémula, pasmarotas y clamor pulpitable. En este particular debemos desengañarnos: los cómicos que tenemos en el día jamás podrán hacer cosa grave ni siquiera tolerablemente». (Cotarelo, 2006: 469) Garrido dice: Yo tengo una expresión viva, el tono de la voz claro, las pasiones eficaces y el gesto noble y osado. (vv. 55-58) Con dos cortesías (muy reveladoramente francesas), su forma de declamar intentará corroborarlo, aunque a la postre vuelva a quedarse «en vez de héroe, renacuajo» (v. 114). Dos años después, en la misma dirección neoclásica que el sainete apunta, Ignacio de Merás explicará cómo hay que mover los brazos, la manera de hacer salir la voz, el método adecuado para la expresión de los sentimientos y el modo de declamar con nobleza, en pro «del arreglo y perfección del teatro español» (XVIII). El sainete prosigue con algunas discusiones reveladoras de la jerarquía de las compañías: el autor o director, los galanes, los barbas... No falta la mención sincera, pero hábilmente presentada, a la preocupación económica, confesada por la ingenua Nicolasa: pues anoche murmuramos también de que nos dan poco y que quieren reventarnos. (vv. 314-316)

No obstante, guarda un mayor interés la consciencia de unidad con que se piensa el teatro, por más que esto se deba a las complicadas circunstancias por las que pasa: en La despedida se toma en consideración a todos los que viven de las tablas, Garrido presta su voz a los lamentos de la orquesta y los bailarines acompañan a los actores en una pieza que aúna el representado con la música, el canto y la danza. Las seguidillas serias que cantan Tordesillas y la Caramba, incluso la tirana de Pascua en boca de Romero y especialmente las folías -muy alejadas de su origen etimológico (Cotarelo, 1911: CCXLV a)- cumplen idéntica función a los diálogos teatrales, en una sucesión y alternancia que supone un crescendo dramático del motivo inicial de La despedida. Por tanto, no predominan las gracias propias de lo bajo cómico ni el popularismo estético. La gravedad se impone y no puede extrañar, pues, que toquen bajos, trompas y violines o contrabajo, trompa, violón, violines y oboes en consonancia con la voz, según conviene y según se hará a fines de siglo en las escenas tragicolíricas o melólogos. También La despedida documenta la importancia que se le confería a la «expresión dulce» (Merás: 70): el ademán y los pies en el bailete con el tamboril enlutado y los lazos negros pretenden la expresión de la ternura (versos 346-347), en este caso hija de la tristeza. La edición Utilizo como texto base el ejemplar manuscrito que se guarda en la Biblioteca Municipal de Madrid (La despedida, Biblioteca Municipal de Madrid, signatura Tea 1-183-84), con el que está filiado el homónimo de la Biblioteca Nacional de Madrid, 14601-29. Modernizo la puntuación y la ortografía. He añadido las dramatis personae, enmiendo «Caudamo» a favor de «Candamo» (verso 395), restituyo los versos 415-419 rayados y pongo en boca de Simón la réplica de los versos 261-264 (que no pueden ser dichos por Nicolasa) y en la de Garrido la de los versos 369-373 (que no pueden ser dichos por Martínez). Resuelvo todas las abreviaturas, salvo las del apuntador para avisar a los actores su pronta salida a escena; leo «reverº» como «reverenciándolo», en la acotación posterior al verso 355. Corrijo los leísmos de los versos 238, 268, 401, 419 y 440, y deshago la contracción «estotra» del verso 503. La despedida Sainete

PERSONAJES GARRIDO MARTÍNEZ JUAN RAMOS PACA [FRANCISCA MARTÍNEZ] JOAQUÍN PALOMINO TORDESILLAS LA CARAMBA ROMERO SIMÓN NICOLASA PALOMERA LA GRANADINA SILVERIA DE RIVAS JOSEFA PÉREZ SRA. VALDÉS RAFAELA CORONADO VICENTE RAMOS RAFAEL RAMOS Otros dos Ocho bailarines GALVÁN JOSEFA FIGUERAS Orquesta Al levantar la cortina estará el teatro3 de salón. Se descubre GARRIDO sentado en una rica silla de brazos, echada la cabeza sobre la una mano, y en la otra un buen pañuelo blanco. Estará vestido lo mejor que pueda, a la heroica. Luego sale MARTÍNEZ acechándole a su tiempo. (Voces dentro.) UNOSA Cádiz, a Barcelona. OTROSA Paracuellos, al Pardo. MUJERESA Madrid. OTRASA Las Delicias.

JUAN RAMOS (Dentro.) Primero nos despidamos. GARRIDO (Se levanta.) Yo no tengo corazón.5 Venga un caballo, un caballo... ¿Pero aquí estabas? MARTÍNEZ¿Qué es esto? GARRIDOQue obedientes o forzados, bien que todos afligidos, nuestra partida ordenamos,10 unos para pocos días y otros para muchos años. MARTÍNEZY tú también, me parece que te previenes temprano. GARRIDO¡Ay, amigo!, que yo estoy15 de dolor más penetrado que ninguno, cuando pienso que he de dejar no el teatro -que éste, si divierte un día en el discurso del año,20 nos incomoda y asusta trescientos sesenta y cuatro-, sí un público de cuyas benignidades estamos cada vez más satisfechos25 y nunca nos vemos hartos. MARTÍNEZ¡Y cómo se pasa el tiempo! Me parece que aún me hallo en la loa de la fiesta primera con que empezamos4.30 GARRIDOLo propio a mí. Yo he nacido para el gran mundo: yo amo la sociedad5, y me muero en viéndome solitario.

MARTÍNEZÉsta es una forzosa35 necesidad. Pero, vamos, ¿a qué vienen esos ricos adornos y ese penacho? GARRIDOComo pienso ir a brillar lejos de Madrid, cansado40 de papeles de gracioso. Al hombre como yo, alto y severo, la pasión que siempre le ha dominado es la ambición. Autor mío6,45 yo quiero seguir los pasos de mis mayores. Yo quiero ejercitarme unos años en el cómico sublime7 o las tragedias y, bajo50 la dirección del actor más sobresaliente y sabio, ponerme a aprender de reyes, de héroes y de tiranos. Yo tengo una expresión viva,55 el tono de la voz claro, las pasiones eficaces y el gesto noble y osado. Ya me verás algún día, sobre este propio teatro,60 mostrar a este mismo pueblo el fruto de mis trabajos heroicos y sobre mí venirse la casa abajo8. MARTÍNEZ¿Y te has de ir sin dar las gracias65 de lo mucho que te ha honrado, al público? GARRIDO¿Por tan necio me juzgas, o tan ingrato? Antes me he puesto este traje patético imaginando70 que hará más digna mi arenga, y más decente9. MARTÍNEZLo aplaudo.

GARRIDOVete y déjame a mí solo. MARTÍNEZ¿Dónde me he de ir? GARRIDOAl vestuario. MARTÍNEZYo quiero oírte. GARRIDOPues ponte75 a lo menos retirado, que esto es muy serio, muy fino, y no es sainete de majos, que cuantos más y más bulla, más satisfechos estamos.80 MARTÍNEZBien. Ya me retiro: empieza. GARRIDOHago cuenta que ahora salgo. (Hace que entra. Sale a paso serio, sin extravagancias, y declama sin imitar a nadie ni ridiculizar la tragedia, los versos siguientes con dos cortesías.) GARRIDOSeñoras y señores, así como suele el rocío al despertar la aurora, después que ha producido85 las riquezas de Flora, en ligeros vapores elevado volver al aire más beneficiado con el tributo de perfumes ciento de diversos aromas,90 así vuestra piedad, vuestro talento, vuestro gusto, que vierte en abundancia la más noble magnífica influencia, vuelve a cobrar el precio de sus dones de nuestros reverentes corazones.95 MARTÍNEZ¡Va bueno! GARRIDOCuando el astro de la noche, siguiendo la carrera acostumbrada,

su luz reparte por el horizonte, de su plateado coche el brillante reflejo nos alumbrara100 si sus fuegos el sol no le prestara. Vosotros sois el sol, nosotros luna, sin otra luz que la que de ahí recibe, y cuando por fortuna al otro clima os vais o estáis nublados,105 nos quedamos nosotros eclipsados10. MARTÍNEZMuy bien. Prosigue. GARRIDOAcabose. (Llora.) En habiéndome acordado de cuando veo las gradas y las baldosas del patio,110 las rejas de la cazuela y paredes de los palcos, me turbo y vuelvo a quedarme, en vez de héroe, renacuajo11. VOCES (Dentro.) Yo iré primero. JUAN RAMOS (Dentro.) No irá115 sino cada uno cuando sea razón. MARTÍNEZ¿Qué será esto? PACA (Sale.) Ya sale a decirlo Ramos, bien que, diga lo que diga, yo tengo más declarado120 derecho a hacer el cumplido al público. JUAN RAMOS (Sale.) Será en vano habiendo primer galán.

MARTÍNEZSí, que cuando llegue el caso sufriré yo como autor125 que me dejen desairado...12 PALOMINO (Sale.) Ni yo, pues como la parte de los primeros ancianos, en una función tan seria debo ser privilegiado.130 UNOS (Dentro.) Yo quiero ir. OTROS (Dentro.) A mí me toca. MUJERES (Dentro.) Compañeros, sosegaos, y valga la razón. TODOS (Dentro.) Nadie podrá impedir que salgamos. MARTÍNEZ¿Qué zambra13 es ésta? Yo voy135 allá dentro a sosegarlos. PACA¿A qué dice usted que va? MARTÍNEZCon el sombrero en la mano a suplicarles que callen muy atentos, y si los hallo140 pertinaces, a las damas las encerraré en su cuarto y a los hombres los haré que tengan juicio a sopapos. PACANo se meta usted en eso,145 y créame, padre amado, que con diversas ideas

cada uno está empeñado en salir a despedirse de Madrid, según su vario150 carácter y habilidad, y creo serán en vano todas cuantas diligencias proyectéis para estorbarlo. MARTÍNEZ¿Y quién quiere despedirse?155 PALOMINOLos cómicos, el teatro14, la música, el baile. Yo estoy de todo enterado y te pido que los dejes. GARRIDOLo mejor era dejarlos160 salir con sus varios temas, y que aquí nos divirtamos observando a cada uno. MARTÍNEZMe conformo. JUAN RAMOSY yo me allano, mas no entiendo cómo puede165 despedirse el mismo teatro. PALOMINOYa te lo haré ver; espera que lo avise mi silbato. (Silba y se muda el teatro en la mutación negra de Pascua o telón y bastidores al revés15.) MARTÍNEZ¿A qué viene este capricho? PALOMINOMírale todo mudado,170 de su dolor revestido y desnudo de su ornato, al ver cercano ya el día de quedar desamparado del público, a cuyos ojos175

era diversión y agrado. GARRIDOY sería más visible su dolor en el verano, si llorara todo el sebo16 de que está reconcentrado.180 JUAN RAMOSPero la música, el baile, ¿cómo se despiden? PALOMINOVamos por partes. Ya la Catuja17, que hacia aquí se acerca, oigamos18. MARTÍNEZY, según parece, sale185 a despedirse cantando. JUAN RAMOSCallemos, y como expresa su triste ausencia veamos. (Siéntanse.) (Sale la señora TORDESILLAS con sus seguidillas serias.) TORDESILLASNo llore, ni se queje de su desgracia190 quien nunca estuvo ausente de lo que ama. Etc. TODOS¡Viva! JUAN RAMOSNo he visto dolor más dulcemente expresado. PALOMINOPues oye ahora a la Caramba195 como lo expresa a lo majo19. MARTÍNEZ¡Cosa rara!

GARRIDONo lo es tal, que de la ausencia en los casos hay unos que se despiden gimiendo y otros rabiando.200 JUAN RAMOSYa llega. Callemos todos porque no la interrumpamos. (Sale la señora CARAMBA, de maja, y canta seguidillas de igual carácter.) CARAMBACuatro piezas de a ocho doy a quien sepa donde venden remedios 205 para la ausencia. Etc. TODOS¡Vítor! CARAMBAEsto es por ahora, que luego después aguardo embocar20 a cada uno una arenga muy despacio.210 PACACon el permiso de usted, eso será en acabando la que yo traigo estudiada. TODOSLa mía. GARRIDO¿Qué nos cansamos, si eso no le toca a nadie215 sino a mí, que ya he empezado y vengo en traje más digno que los demás para el paso? (Se presenta ROMERO de tuno, con la tirana de Pascua.)

ROMEROCualquiera de mi ejercicio en llegando la Cuaresma,220 aunque sea mal cristiano, tiene que ayunar por fuerza, tantananina, tantananí, que hasta la tirana, tirana225 se despide aquí, tantananina, tantananí. MARTÍNEZRomero, ¿dónde te vas tan pronto? ROMEROAl Portal de paños,230 a sacar un luto negro con el forro escarolado21. PALOMINO¡Qué disparate! ROMERO¡Ay, amigos!, que es mi dolor tan extraño que es preciso distinguirle235 con un luto extraordinario. Después oiréis una arenga que para explicarlo traigo. MARTÍNEZ¿Otra? (Sale SIMÓN trayendo de la mano a la señora NICOLASA.) SIMÓNNicolasa mía, éste es el lance: hazte cargo240 de que estás sola, no tengas cortedad y diles algo a estos señores de aquello que anoche comunicamos. NICOLASAYo no me acuerdo.

SIMÓNPues, tonta,245 anoche mismo, cenando, ¿no nos ocurrió un asunto, que por poco me atraganto yo, tú te desmayas y en lágrimas anegados250 nos tuvo una hora?, por señas22, ¿que al tener, para limpiarnos, los pañuelos en los ojos, se subió en la mesa el gato y en menos de dos minutos255 se mamó todo el guisado, nos vertió el frasco del vino y se quemó medio rabo?23 NICOLASADe eso bien me acuerdo, pero no de lo demás que hablamos.260 [SIMÓN.]Expresar nuestro dolor al público con un largo discurso en aquel momento triste que nos separamos. NICOLASASi sabes que yo no tengo265 discurso bueno ni malo, largo ni corto que hacerles: hazlo tú, que has estudiado los dominativos24. SIMÓN¿Yo, que vivo conceptuado270 del público en el carácter de traidor y de tirano? ¿Yo, que me presento siempre con un corazón de mármol a su vista, con ideas275 del hombre más inhumano, más impío, y con un gesto lo propio que un condenado? ¿Yo, que no hace cuatro días dejé de escandalizarlos280 y de hacerme aborrecer con el moro de Los Pardos de Aragón y con el otro del Triunfo de Garcilaso25, había de venirme ahora285

a decirles arrumacos? A la primera palabra me encajaban un aplauso de moda, que me aturdían o me tiraban los bancos.290 Tú, que tienes la voz dulce y ese natural agrado en el semblante, serás mejor escuchada. Vamos. NICOLASASi yo no sé hacer cumplidos295 de cumplimiento26 y me espanto en viendo tres hombres juntos, ¿cómo he de hablar donde hay tantos?, ¿y qué les he de decir? SIMÓNAquello que al separarnos300 de su vista te dictaren tu sencillez y tu grato corazón. NICOLASA (Reservada y con cortedad.) Señoras, yo... Señores y todos cuantos componen este concurso305 por arriba y por abajo, yo por las tardes venía muy contenta a visitaros porque... ¿Digo que porque nos pagaban el trabajo?310 SIMÓNNo, boba, di que por sólo el interés de agradarlos. NICOLASA (Se suelta.) Dilo tú, que yo no miento, pues anoche murmuramos también de que nos dan poco315 y que quieren reventarnos. GARRIDOBien haya su ingenuidad. SIMÓN¡Vaya, hija, que me has dejado

con lucimiento! JUAN RAMOSApartad, y qué es aquello veamos.320 (Salen las señoras GRANADINA, SILVERIA, PÉREZ, VALDÉS y RAFAELA con CORONADO, los RAMOS y otros dos, todos de negro, en dos filas, bailando moderadamente cuanto baste para significar la salida de los bailetes27 y sin más música que un tamboril enlutado, que sacará CORONADO y ellas, sonajas pintadas de negro, y con lazos del propio color la señora GRANADINA. Los demás que quieran podrán sacar castañuelas con lazos negros, y apenas sonarán. No hagan más figura que la salida saltando poco.) GRANADINASilencio, y váyanse ustedes allá dentro por un rato, que va a despedirse el baile cómico, significado en nosotros y los ocho325 bailarines cotidianos que nos siguen en los coros, los bailetes y los cuatros. CORONADOYa veréis con qué elocuencia me explico yo por los saltos,330 y cómo voy el estilo de la oración28 elevando según la cara que pongo y las cabriolas que hago. MARTÍNEZ¡Despedirse con cabriolas!,335 ¡qué locura! GARRIDOSois un fatuo, que la música y el baile ya se ha visto en el teatro mover todas las pasiones con sus cláusulas y pasos.340 Y quien las supo explicar tantas veces deleitando, bien de nuestra despedida podrá exprimir29 los amargos

sentimientos. Alto, amigos,345 vuestro ademán, vuestros pies, de ternura penetrados, digan el adiós postrero a nuestro público amado, siendo cada movimiento350 un suspiro y un abrazo. MARTÍNEZ¿Y qué aire os han de tocar? CORONADOLas folías. (Preludio. Y sale despacio, de luto y melenas30, el joven GALVÁN.) GALVÁNAguardaos, que a gran dolor poca prosa31, poca voz a mucho llanto.355 (Se presenta al público reverenciándolo.) La temporada se acaba, es forzoso separarnos: encomendadnos a Dios, que bien lo necesitamos. Dije. Ahora bailen ustedes360 hasta que echen los livianos32. (Vase.) GRANADINA¡Pues no es una desvergüenza salir y habernos cortado la despedida del baile! CORONADOHa sido un gran desacato.365 Volvamos a ella. GARRIDOTeneos. (Mirando a la orquesta.) Sí, bien está, yo me encargo. JUAN RAMOS¿A quién miras? MARTÍNEZ¿Con quién hablas?

[GARRIDO.]Con mis amigos los bajos, las trompas y los violines,370 que, como parte del teatro, despedirse también quieren del auditorio llorando. PACA¿La madera y el metal han de hablar? Tú estás borracho.375 GARRIDOEllos me han hecho la seña y yo tengo de ampararlos. GRANADINAPrimero es el baile. TODOSYo soy antes. MARTÍNEZSerá cansaros en balde solicitar380 la preferencia en el raro empeño de despedirse del auditorio este año con más expresiones que otros, pues yo debo en este caso385 ser el que por todos cumpla como autor, y no cansarlo con cien discursos quizá poco discretos y largos. CORONADOTodo lo tenemos dicho390 nosotros con cinco pasos graves y cinco piruetas. GARRIDOUn golpe desafinado de la orquesta hará más fuerza que un romance de Candamo33.395 JUAN RAMOSYo he de embocar mi oración.

PALOMINOYo he de decir lo que traigo. UNOSYo he de ser... OTROSDespués de mí. GRANADINASeñores, háganse a un lado. PALOMINOSilencio. TODOSSi no queremos.400 PALOMINOValga un medio. MARTÍNEZYa lo aguardo. TODOS¿Cuál es? PALOMINOQue haya oposición, y todos examinando la razón de cada uno, hable el que mejor fundado405 tenga el derecho de hablar. UNOSHa dicho bien. OTROSBien pensado. MARTÍNEZPues haya oposición. TODOSHaya oposición. FIGUERAS (Sale.) Aguardaos, y contemplad lo que hacéis.410 ¿Qué confusión, qué letargo34

os ocupa35 las ideas? ¿Se ha de decir que acabamos con pleitos? ¿No hemos tenido bastantes en todo el año,415 tan considerable alguno, de tanto interés, tan arduo, como si el decir un verso le tocaba a Gil o a Sancho?36 JUAN RAMOSPues este pleito no puede420 haber medio de excusarlo, pues en hacer el cumplido cada uno está empeñado. FIGUERASSí hay medio muy fácil, breve y único de conformaros.425 JUAN RAMOS¿Cuál? FIGUERASNo hacer cumplido alguno. Lo que el público aguardando está hoy de nuestro celo no es un discurso elevado, que eso es una bagatela,430 sino que le divirtamos. Menos palabras y más efectos en el trabajo: ésta es la verdad. GARRIDOBien dicho, y éste es el modo más claro435 y breve de hacer arengas. Además, que si comparo los corazones de todos con el mío, en este caso lo tiene tan comprimido440 el dolor, tan apretado, que mal trasladar pudiera sus sentimientos amargos del corazón al discurso, y del discurso a los labios.445 Sólo el silencio es quien prueba el verdadero quebranto de una ausencia. Dos amantes tiernamente enamorados,

o huyen el terrible instante450 del último adiós o al cabo se dicen pocas palabras aunque se den mil abrazos. GARRIDOParece que me hallo en ello; no en eso nos detengamos.455 FIGUERASNi detenernos tampoco sería justo en el tablado. Los corazones sensibles deben huir el estrago de iguales golpes. Y así,460 todos sin hablar nos vamos. JUAN RAMOSYo opino del mismo modo. PACAPues yo opino lo contrario, porque rabio por hablar, y hablaré, cuando me hallo465 con superiores motivos de manifestar al patio mi gratitud. GRANADINAYo también, por lo mucho que me ha honrado, he de bailarle las gracias470 aquí, si no se las hablo37. CORONADOYo también. TODOSY yo también. GARRIDOY también el contrabajo, que aunque no dice palabra está como apoderado475 de la orquesta, haciéndome mil señas por decir algo. JUAN RAMOSChito, y vaya un pensamiento, a ver si nos conformamos.

Todos hemos concurrido480 igualmente en el teatro a disfrutar las bondades de este público bizarro38, y todos en el empeño de darle gracias estamos485 igualmente: pues fórmese un coro enlazando los versos, música y baile, sus afectos, como cuando el discreto jardinero490 que quiere hacer un regalo de la mejor flor, al ver que cuantas está mirando son todas bellas, resuelve hacer de todas un ramo,495 con que enriquece el obsequio por lo abundante y lo vario de matices a los ojos y fragancias al olfato. FIGUERASMuy bien. TODOS¡Viva el pensamiento!500 MARTÍNEZPues al punto a ejecutarlo. GARRIDOAtención por esta parte, y por esta otra cuidado. (Se dividen a los lados dejando en medio los del baile y sigue el coro con la música correspondiente.) CORO TORDESILLAS y NICOLASAPues obligados todos nos vemos,505 todos debemos agradecer.

CORO GENERALTodos debemos agradecer. FIGUERAS y JUAN RAMOS (Representando con la propia música.) Aunque infelices no lo logramos,510 sólo aspiramos a complacer. CORO y TODOSSólo aspiramos a complacer. TODOS y NICOLASAY ahora, señores, al despedirnos515 fuerza es partirnos el corazón. COROFuerza es partirnos el corazón. FIGUERAS y JUAN RAMOSPara dar pruebas de este quebranto520 ni basta el llanto ni hay expresión. CORONi basta el llanto ni hay expresión. GARRIDO (Solo.) Lloren resultas de este trabajo525 el contrabajo, trompa y violón. (Hacen los instrumentos lo que dice la voz.) Llorad, violines, llorad oboeses39, estos reveses530 de la estación. Veréis si acaso lloráis unidos, todos movidos a compasión.535

El baile llore su postrer vale: veamos qué sale de esta invención. COROVeamos qué sale de esta invención.540 (Por el aire grave de las folías se dispondrá un bailete patético sólo de pasos graves, los brazos altos; y, al fin de cada cláusula, una pirueta, sacan los pañuelos blancos, se los ponen a los ojos y paran un instante, etc.) CORO GENERALY ahora, señores míos, para no molestaros es fuerza que con esto la idea concluyamos. NICOLASA y TORDESILLASLos corazones quedan545 en vuestras manos. FIGUERAS y JUAN RAMOS (Representando.) Conservadlos presentes para otro año. GARRIDO (Cantando.) No os olvidéis de un héroe de mi tamaño...550 GRANADINA (Representando.) Ni de la Granadina que os ama tanto. MARTÍNEZ (Representando.) De nadie, pues que todos os veneramos. COROY adiós, noble concurso,555 adiós, pueblo adorado,

adiós, hasta la Pascua que otra vez nos veamos, adiós, adiós, adiós, adiós hasta la Pascua560 que nos veamos. Obras citadas ANDIOC, René y COULON, Mireille, Cartelera teatral madrileña del siglo XVIII (1708-1808), Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1996, 2 vols. ARMONA Y MURGA, José Antonio, Memorias cronológicas sobre el teatro en España (1785). Ed. de E. Palacios Fernández, J. Álvarez Barrientos y M. del C. Iglesias García, Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1988. COTARELO Y MORI, Emilio, Don Ramón de la Cruz y sus obras. Ensayo crítico y bibliográfico, Madrid, Imprenta de José Perales y Martínez, 1899. ——, Iriarte y su época, Santa Cruz de Tenerife, Artemisa, 2006 [1897]. ——, (ed.) Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas desde fines del siglo XVI a mediados del XVIII, Madrid, Bailly-Bailliére, 1911, 2 vols. COULON, Mireille, Le sainete à Madrid à l'époque de don Ramón de la Cruz, Pau, Publications de l'Université de Pau, 1993. [CRUZ, Ramón de la,] Ayala por lo serio, Biblioteca Municipal de Madrid, signatura Tea 1-183-16. ——, La compañía obsequiosa, segunda parte, Biblioteca Municipal de Madrid, signatura Tea 1-183-67, autógrafo de Ramón de la Cruz, 1779. ——, La despedida, Biblioteca Municipal de Madrid, signatura Tea 1-183-84. ——, La despedida, Biblioteca Nacional de Madrid, signatura 14601-29. ——, Sainetes. Ed. de J. M. Sala Valldaura (con la colaboración de Nathalie Bittoun-Debruyne), Barcelona, Crítica, 1996. FERNÁNDEZ GÓMEZ, Juan F., Catálogo de entremeses y sainetes del siglo XVIII, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIIII, 1993. GARELLI, Patrizia, «Metastasio y el melodrama italiano» en El teatro europeo en la España del siglo XVIII. Ed. de Francisco Lafarga, Lérida, Universitat de Lleida, 1997, pp. 127-138. IRIARTE, Tomás de, Los literatos en Cuaresma. Ed. de Emilio Martínez Mata y Jesús Pérez Magallón, Madrid, Biblioteca Nueva - Universidad de Oviedo, 2005. MERÁS Y QUEIPO DE LLANO, Ignacio de, [trad.] El arte del teatro, en que

se manifiestan los verdaderos principios de la declamación teatral, [Documento en línea], Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000. Ed. digital basada en la edición de Madrid, Joaquín Ibarra, 1783. PEYTAVY, Christian, Les sainetes de Sebastián Vázquez: entre tradition et modernité (1773-1793), tesis doctoral dir. por Mireille Coulon, Université de Pau et des Pays de l'Adour, diciembre 2006, 3 vols. SALA VALLDAURA, Josep Maria, «Las voces del Manolo, de Ramón de la Cruz» en El mundo hispánico en el siglo de las Luces, Madrid, Ed. Complutense - Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII, 1996, II pp. 1163-1179. ——, «Juan de Agramont y Toledo en el teatro breve del siglo XVIII», Special Issue in honor of René Andioc, Dieciocho 27, 1 (2004), pp. 75-87. ——, ed. Véase CRUZ, Ramón de la. SEMPERE Y GUARINOS, Juan, Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reynado de Carlos III, Madrid, Imprenta Real, 1785, II 232-238. (Hay ed. facsímil: Madrid, Gredos, 1969.) [VÁZQUEZ, Sebastián], Los graciosos descontentos, Biblioteca Nacional de Madrid, signatura 14530-22. ——, Pues que lucro no tenemos trabajando noche y día, deshagamos compañía y otro destino busquemos, Biblioteca Municipal de Madrid, signatura Tea 1.159-1. ——, Ya llegó el tiempo preciso en que nuestro curso acabe, Biblioteca Municipal de Madrid, signatura Tea 1.183-80.

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