el rio que nos da vida- la leyenda de taegus

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El río que nos da vida ( L ( La leyenda leyenda de de gus gus ) Rufo Rufo López López Retortillo Retortillo 1

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Relato en forma de leyenda sobre la creación y desarrollo de los territorios y los seres vivos del hoy Parque Natural del Tajo Internacional

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  • El ro que nos da vida ( L( Laa leyendaleyenda dede TTgusgus ))

    RufoRufo LpezLpez RetortilloRetortillo

    1

  • El ro que nos da vida ( La leyenda de Taegus ) 2014- Rufino Lpez Retortillo Edicin limitada nominal: Ilustraciones realizadas por Rufo Lpez con fotografas de Joaquina Nevado y Rufo Lpez

    2

  • A Carlos Nieto por lanzar la idea

    de este cuento, por insistir

    y perseverar hasta que fue finalizado.

    A Greenpeace, Adenex,.,

    a todos los que pusieron

    y ponen un poco de su tiempo

    y de su esfuerzo para que

    conviviendo

    con las plantas y los animales

    ste sea

    un mundo un poco mejor

    y ms hermoso.

    A Pili, a mi

    madre y a mi padre .

    Y a todo el que despus de leerlo

    sienta a Qolo a su lado.

    3

  • 4

  • 5

  • IOscuras y amenazantes nubes cubran el cielo. Con

    su canto, el viento anunciaba la inminente llegada de la lluvia.

    A pesar de todo, FlordeJara no mud sus planes, sali de

    casa y encamin sus pasos hacia el ro Tajo. Quera

    comprobar si la cigea negra (- Mi querida Ciconia Nigra -

    se repeta en pensamientos), que haba vuelto de su

    migracin invernal en frica, ocupaba ya su nido sobre los

    roquedos de la orilla portuguesa. Llegara hasta el balcn de

    pizarras sito junto al camino de La Marr del Diablo. Desde

    all podra observarlo fcilmente con sus prismticos.

    FlordeJara adoraba la naturaleza casi salvaje que la

    rodeaba: recrearse en el vuelo de las aves sobre las encinas

    y los alcornoques de la dehesa, verlas recortando sus

    siluetas contra el intenso azul del cielo o sobrevolando las

    inmensas manchas de matorral que llenan las empinadas

    6

  • laderas de las orillas de los ros y los regatos; descubrir el

    paso de los jabales y los venados por los escasos claros que

    dejan las jaras y los brezos en el sotobosque cuando

    descienden hasta el agua para beber. Tambin quedarse

    inmvil cerca de la orilla, camuflada entre las caas,

    esperando que alguna nutria se deje ver, que alguna garza

    real pase y se pose en algn tronco aledao, o que algn

    martn-pescador le muestre a poca distancia su esquivo y

    colorido plumaje. Y sobre todo, que su querida cigea negra

    planee suavemente entre las dos cadenas montaosas que

    forman la cuenca del ro.

    Su nombre real es Jara, simplemente Jara. Ocurri

    que, cuando nia de apenas tres aitos, unas fiebres le

    atacaron y dejaron su cara plida como la luna llena de

    invierno, con algunos granitos encarnados esparcidos por los

    mofletes. La similitud de su semblante con la flor del arbusto

    y la facilidad de las gentes del pueblo para concebir apodos

    hizo el resto.

    -Mrala. La pobre!. Parece una flor de jara- deca su

    vecina, la ta Felisa Chila.

    7

  • S, tan linda, tan blanca y con esas manchas coloradas, ... el

    mismo retrato de una flor de jara - confirmaba el to Carlos

    Mochelas.

    As fue como comenzaron a llamarla cariosamente

    FlordeJara y cmo el apodo qued ya para siempre acuado,

    Como los autnticos motes que salpican los nombres de los

    habitantes del pueblo, grabado en la memoria y en los labios

    de los que hablan:

    Hola ! FlordeJara, vienes a jugar al parque?

    Adis ! FlordeJara, hasta maana.

    FlordeJara, deja de mirar por la ventana y atiende a la

    pizarra!

    FlordeJaaraaaa, que te he dicho que vengas para casaaa !

    Qu bien se llevan Miguelillo, el nieto del to Cunha, y

    FlordeJara. Quin sabe, pero a lo mejor el da de maana...

    FlordeJara ,esto..., FlordeJara ,aquello,...

    Ella escuchaba, aceptaba, responda, y aunque nunca

    dijo nada a nadie, estaba orgullossima de su nuevo

    nombre; porque el paisaje que ms le cautivaba y que ms

    deba parecerse al paraso -pensaba y deca- era el monte

    8

  • lleno de jaras florecidas en la primavera de las dehesas y de

    los riberos del ro Tajo donde viva.

    Dentro de unos aos, cuando llegue a la universidad,

    estudiar biologa, o botnica, o cualquier carrera relacionada

    con la naturaleza y con la conservacin del medio ambiente.

    Cuando termine la carrera volver a esta tierra y trabajar en

    estos campos para conocerlos mejor, para cuidarlos, para

    que siempre sean hermosos y todo el mundo pueda

    disfrutarlos como lo hago yo rumiaba en sus pensamientos.

    Y mientras caminaba buscaba con la mirada, pero an no

    haba florecido ninguna jara.

    La primavera haca unos das que lleg oficialmente,

    aunque las temperaturas an retenan la esencia del

    invierno, envueltas en suaves vientos del norte y alguna

    furtiva helada nocturna. El mirador del balcn de pizarras

    quedaba ya cerca, unos pocos metros ms all de aquella

    encina en la curva del camino, cuando el sonido del trueno le

    record la posibilidad de la lluvia.

    -Unos pasos ms; el nido est justo enfrente del mirador.

    Ojeo unos segundos con los prismticos y me vuelvo

    9

  • rpidamente para casa - se dijo a s misma mientras

    iniciaba un ligero trote.

    Llegar a las pizarras, acercar los prismticos a los

    ojos y llenarse todo alrededor de luz y estruendo, fueron

    la misma cosa. En el fulgor del rayo, Flordejara slo

    consigui ver una especie de sombra alada que se cerna

    sobre ella. Entre el ruido del trueno distingui sonidos

    vagos que le parecieron de una lengua antiqusima que le

    saludaban. Sinti que soaba, que volaba mientras

    escuchaba la historia que le era narrada, que la vea

    como en un inmenso cine que lo envolva todo.

    10

  • 11

  • II

    . Ocurri hace mucho mucho tiempo, tanto que an

    no se conceba ninguna manera de poder contarlo. Cuando

    la esencia eterna del fuego que cre esta tierra se haba

    aplacado y las esencias del aire, del agua y de la roca haban

    establecido ya sus dominios. Por entonces Tgus era un

    espritu de vapor nuboso que habitaba en los Montes del

    Universo. All flotaba y, unas veces nieve, otras agua y otras

    nube, jugaba con las rocas dibujando paisajes en las

    montaas.

    Un da que prometa ser distinto a los anteriores, en el

    punto de la alborada, una fuerte rfaga del viento brego,

    llegado de allende los horizontes, le trajo ecos del ocano

    lejano. Un profundo deseo de conocer el mar le invadi.

    Tomada la decisin de partir, se hizo ro y fluy en busca del

    gran ocano. Lentamente fue hacindose ms y ms largo;

    12

  • rastreando, indagando, creando caminos de agua que

    rodeaban las montaas, horadaban las rocas y se

    ensanchaban en los llanos. Por el camino del Sol avanzaba,

    siguiendo siempre el instinto que mora en el corazn del agua

    que la arrumba hacia el mar. Por momentos, cansado y sin

    fuerzas, extenda brazos hacia las montaas cercanas

    reclamndoles nuevas aguas que renovaran sus energas

    gastadas y le permitieran proseguir la tarea emprendida haca

    ya incontables amaneceres.

    Fue de esta suerte como Tgus uni los Montes del

    Universo con la gran mar ocana y cmo conoci el lugar

    donde el sol dejaba su lugar a la noche. All moraba

    ATLantissa, el espritu que en ondas de agua y espuma

    jugaba con el viento a dibujar nubes en el cielo. Ambos se

    amaron, fundieron sus esencias de agua en una sola esencia

    a la vez mar y a la vez ro. En el lugar donde se encontraron

    naci, fruto de su unin, Lisa, la que tiene la luz, el hada de

    la belleza y la bondad; hada nombrada en poca posteriores

    como Lisa la Buena, Lis a Bona, Lisa a Boa,.. segn qu

    tribu la nombrase.

    13

  • Durante muchas eras de ese tiempo que an nadie

    intua el contarlo, Tgus fue feliz junto a ATLantissa y bajo el

    influjo de Lisa esparci semillas de bondad por todas las

    tierras que cruzaba en su ir y venir del mar a las montaas,

    como nube, y de las montaas al mar, como ro. As surgi,

    donde el espritu de Tgus se verta en finas gotas de lluvia,

    un verde manto de hierba que cubri las tierras de horizonte

    a horizonte y sobre l, salpicndolo, carballos, encinas y

    alcornoques que poblaron las vastas llanuras donde el

    horizonte escapaba al control de las miradas de los recin

    nacidos. Simultneamente brotaron fuentes y manantiales

    que aplacaban la sed de los rboles. Estas canciones de

    agua, a su vez, se extendieron en longilneos regatos que

    buscaban a Tgus, el ro padre. Al influjo vital de sus aguas

    crecieron nuevos rboles, ms tardes nombrados con

    nombres como lamos, fresnos, acebuches, pinos, higueras,.

    , que rivalizaban en belleza, as como en variedad de

    formas y en colores. Tambin se llenaron los campos de

    flores, que faltas de un tallo fuerte, mostraban orgullosas

    corolas de mltiples colores. Amapolas, malvas, campanillas,

    14

  • serapias, margaritas, orqudeas, son los nombres por los

    que hoy las conocis. Asimismo nacieron y se multiplicaron

    multitud de arbustos que llenaron el aire de embriagadores

    perfumes; olores a cantuesos, madroeros, retamas, murtas,

    aladiernos, majuelos, torviscos,... empaparon el aire del lugar.

    Un nuevo hada de vida fue extendindose por el territorio,

    hija de Tgus y ATLantissa, hermana de Lisa. Tom el

    nombre de Qerqus, el que es barro, agua y sol; el

    jardinero, el que cuida los campos. Durante cientos de

    edades, Qerqus labor con las plantas, con el agua, con la

    tierra y con el sol, enriqueciendo el jardn con nuevas

    variedades de rboles, arbustos y hierbas; dotndolo de

    flores, aromas y colores mltiples, asombrosos y siempre

    nuevos.

    Los animales llegaron algunas eras temporales

    despus. Los rboles escuchaban las canciones que

    tarareaban los vientos con caricias de brisa y las historias que

    traan las nubes de lugares lejanos contadas con el golpear

    de la lluvia sobre las hojas. Les hablaban de otros lugares y

    de otros rboles que por all habitaban, distintos a ellos pero

    15

  • igualmente hermosos. Los rboles hinchieron sus hojas con

    el sueo de conocerlos y pidieron a Qerqus que les

    concediera el don de la movilidad; de poder ir y volver como

    el viento o las nubes; de moverse por el territorio y conocer

    otros paisajes, otras lomas, otros cerros, otras riveras y otros

    valles; de disfrutar con otros amaneceres y otras puestas de

    sol. En tanto que el anhelo de los seres vegetales no era

    satisfecho, el verde luminoso de sus hojas fue perdiendo su

    brillo original, mostrando alternativamente la cara alegre de la

    vida y el envs de la tristeza.

    Qerqus confi a Lisa el deseo de sus seres

    contndole la afliccin que creca en ellos y en l mismo.

    Como ninguno de los dos encontrara solucin alguna, mbos

    hablaron, pidieron y suplicaron a sus padres. Tgus y

    ATLantissa entristecan al ver que el alma de sus hijas se

    marchitaba en llantos y la pena tea sus das. Pero tambin

    eran conscientes de que cada planta deba ocupar su lugar,

    extender sus races por el suelo y sus ramas hacia el cielo, o

    el jardn desaparecera. Entonces decidieron dar forma a un

    nuevo hada de vida y bondad, al que llamaron Qila. Con el

    16

  • 17

  • barro sutil de las lgrimas de Lisa y Qerqus moldearon

    un alma y la llenaron de viento. Despus lo enviaron en forma

    de lluvia sobre la floresta del jardn de Qerqus. Cada gota

    de esa lluvia, al golpear las hojas de las plantas se deshaca

    en ascuas de luz verdeazulada que al apagarse dejaban

    entre la flora nuevas formas de vida, capaces de desplazarse

    por el jardn. De los rescoldos que se apagaron sobre el suelo

    surgieron los animales terrestres que precisaran el contacto

    con la tierra para moverse. Las que lo hicieron en las aguas

    de ros, charcos y regatos, ya para siempre vivieron en el

    lquido elemento, traspasndolo como si ellos mismos fueran

    agua. Las ascuas que perdieron su brillo en el aire recibieron

    el don del vuelo, aunque sin perder su lazos con la tierra,

    madre de todo.

    Tambin entonces nacimos nosotros, los humanos?-

    pregunt Flordejara, con clara muestra de asombro y deleite

    en su rostro .

    No, an no es el tiempo de los tuyos. Tu especie tardar

    an varias edades en llegar a este escenario. Vendr de

    lejanas tierras y su rol ser muy importante en el devenir de

    18

  • estos territorios que conoces tan bien. Otros sucesos

    antecedieron a su venida. - Escuch Flordejara en sonidos

    que le recordaron el habla de su pueblo - Sucesos hermosos

    y terribles que cambiaron la faz de los lugares donde esta

    historia transcurre, porque una nueva puesta en escena

    requiere siempre un nuevo escenario.

    Cuntame, cuntame, que ardo en deseos de conocer lo

    que por aqu sucedi!. - Exclam con impaciencia.

    Pues escucha atentamente. Escucha porque aunque ahora

    slo tienes quince aos, quizs algn da t misma

    representars un importante papel en esta larga odisea que

    an sigue escribindose.

    El primer gran suceso, doloroso y traumtico, lleg

    tiempo despus del advenimiento de la fauna, tras un largo

    periodo de optimismo y armona. Como antao hubo laborado

    Qerqus, tambin Qila labor y enriqueci su manada con

    mltiples variedades de animales; grandes como el buitre, el

    uro o el venado; pequeas como la rana, el jilguero o el

    alacrn; rpidas como el lagarto, el halcn o la nutria; lentas

    como el caracol, el sapo o el erizo. Esbeltas como la garza, la

    19

  • abubilla o el venado; esquivas como el lince, la boga o el

    zampulln; nocturnos como el mochuelo, la lucirnaga o el

    murcilago; subterrneos como el topo, la hormiga o la

    lombriz. Altivos y fuertes como el guila, el caballo o el lobo;

    sutiles y etreos como la mariposa, el abejaruco o la

    avispa.... Todos dotados del ms mnimo detalle preciso para

    desplazarse, para recorrer los mltiples paisajes que el

    territorio de Tgus regalaba. Nunca antes el jardn se pareci

    tanto a un paraso. El movimiento transmita alegra; los

    vivientes la recogan y la entregaban a los dems en forma

    de encuentros y caricias, de holas y hasta-luegos. Como

    en un juego de nios todo sonrea.

    Naci la msica; los cantos iban y venan a lomo de

    aullidos entremezclados con susurros de ramas mecidas por

    la brisa, o volando en dulces trinos que flotaban sobre

    murmullos de agua. La meloda de la vida sonaba en sones de ida y vuelta entre los Montes del Universo y la gran mar ocana.

    Hasta que lo que tena que ocurrir ocurri. Los animales se

    multiplicaron y llegaron a todos los rincones del jardn. Cada

    da ms giles y atrevidos, suban por las rocas, saltaban por

    20

  • 21

  • encima de los arbustos, inventaban nuevas y variadas formas

    de vuelo,...Llegaron las primeras quejas. Las hierbas

    pequeas eran aplastadas por las bestias terrestres ms

    pesadas. Las ramas de los rboles cedan bajo el peso de las

    aves ms grandes que en ellas se posaban o de otros

    animales que a ellas suban. Muchas plantas caan enteras al

    ser removida la tierra donde sujetaban sus races. Qerqus

    escuchaba los lamentos de la flora y sufra. Aunque amaba la

    fauna de su hermana qila, por cuya creacin ella misma

    suplic a Tgus, un sentimiento de rencor comenzaba a

    invadir sus pensamientos.

    En la misma medida que aumentaba el nmero de

    animales aumentaba la magnitud del problema. Muchas

    especies vegetales mostraban ya en sus colores el tono

    amargo de la tristeza, otras entraban en un estado de

    profunda melancola de la que no se recuperaban. Algunas

    comenzaron a desarrollar defensas cubriendo sus tallos y

    ramas con pas, otras emitiendo nauseabundos olores que

    alejaban a los animales. Entre la fauna comenz a crecer un

    sentimiento nunca antes experimentado: el del rechazo.

    22

  • Y sentirse rechazado empuj a otro ms terrible: la

    desconfianza. La desconfianza dio paso al miedo. El miedo

    hizo crecer la ira y la ira ofreci la actitud violenta ante los

    dems. Comenz la primera guerra entre las especies

    nacidas y con ella el primer gran cambio en la escenografa

    de esta historia.

    Da a da la violencia creci. La sucesin de

    agresiones y venganzas alcanz tal virulencia que hasta el

    Sol y la Luna ensombrecieron de tristeza en su caminar por el

    cielo. Los corazones de Qerqus y de Qila fueron

    transformados por el odio hasta convertirse en llamaradas de

    fuego empujadas una contra la otra. Todo ardi. Consumido

    por el fuego, el jardn slo mostraba una triste capa de ceniza

    cubriendo la tierra, manchando las rocas y ensuciando el

    agua de los regatos y los riberos. Este agua sucia llev su

    llanto hasta el ro padre. Tgus, ATLantissa y Lisa lloraron

    amargamente durante dcadas, maldiciendo el espritu del

    fuego y a s mismos por no haber evitado tanta destruccin.

    Cuando las lgrimas fueron dejando paso a la

    serenidad y en sus recuerdos volvieron a anidar el optimismo

    23

  • del amor y la alegra de la belleza, decidieron recuperar el

    jardn; pero sin repetir los errores que provocaron el fin del

    primigenio. Mezclaron la ceniza con la tierra, amasaron la

    mezcla con el agua dulce de los ros y la salada del mar.

    Despus dejaron la arcilla modelada expuesta al sol y al

    viento hasta que el hada de vida convocada cobr presencia.

    As naci Qolo, el hada heredera de las almas de Qerqus

    y Qila, el hada memoria y conciencia de todo lo vivo.

    Qolo comenz la reconstruccin del jardn.

    Volveran a surgir plantas y animales por doquier. Mas ahora

    todos seran la misma materia y la misma voluntad, si bien

    diferiran en sus formas exteriores, en sus formas de

    desplazamiento, en su alimentacin, en sus maneras de vivir.

    Todos seran tierra, todos seran flora y todos seran fauna.

    Todos viviran un lapso de tiempo en todas y cada una de las

    formas vivas. Todos pasaran por un trance transformador

    llamado muerte durante el cual cambiaran sus formas por

    otras, volveran a ser tierra y renaceran en otra forma de ser

    vivo. Una y otra vez mientras durase el tiempo que las

    esencias primitivas permitiesen.

    24

  • 25

  • - Me ests contando que...- interrumpi asombrada

    FlordeJara - que fue as el comienzo de lo que en la

    escuela nos ensean como el ciclo de la vida, ... el

    equilibrio ecolgico de los ecosistemas?

    S. As de sencillo o as de complicado, segn lo entienda

    cada cual. Unos seres se alimentan de otros , los que sirven

    de alimento cambian su forma y se transforman en el otro;

    una y otra vez. Y vuelven a ser tierra, ceniza, agua, sol y

    viento, para despus volver a nacer como otro ser. Todos los

    seres vivos sin excepcin se alimentan de otros y sirven de

    alimento a otros; pero la naturaleza primera y ltima de sus

    cuerpos es siempre la misma, la que constituye a todos los

    nacidos. - Escuch FlordeJara como respuesta, a la vez que

    comenzaba a comprender algunas de las ideas que sobre la

    naturaleza estudiaba.

    De esta forma el jardn fue reconstruyndose hasta

    volver al esplendor, la belleza y la armona de antao. As fue

    evitado el peligro de la enemistad entre especies. El reino de

    Tgus volvi a llenarse de felicidad y l volvi a disfrutar de

    sus largos paseos entre los montes de su nacimiento y el

    26

  • mar ocano donde lo esperaban Lisa y ATLantissa;

    tambin a demorarse en los recovecos del transcurso y a

    conversar con Qolo y sus seres.

    III

    Algunas edades ms tarde llegaron los primeros

    humanos. Venan de lejos. En sus memorias no quedaban

    recuerdos claros de dnde; solamente una leve niebla que les

    hablaba vagamente de largos y anchos ros, de montaas

    coronadas por nieve blanca jugando eternamente con el azul

    del cielo. Y de una gran travesa. Iniciada muchas

    generaciones antes siguiendo los pasos de otros animales

    que tambin viajaban y que les narraban sobre tierras lejanas

    y hermosas. Sus voces sonaban como el eco a madera de

    los antiguos tambores y en sus miradas se mezclaban la

    melancola del pasado con el riesgo indefinible del futuro.

    Conocan el arte de tallar las piedras, la habilidad de amasar

    27

  • y crear formas tiles con el barro, y la magia de encender y

    apagar llamas de fuego. Eran distintos a todos los animales.

    Sus cuerpos no tenan pelos ni plumas ni escamas, pero lo

    cubran con pieles de otros animales peludos. Gustaban de

    vivir en agujeros abiertos en el corazn rocoso de los montes,

    aunque tambin construan nidos en el suelo de los llanos

    con piedras, ramas y pieles. Por entonces, no estaban mucho

    tiempo en los mismos sitios, iban de un lado a otro, como si

    no encontrasen lo que buscaban o no supieran muy bien lo

    que buscaban.

    Bien, viva!. Con certeza que fueron mis antepasados, los

    primeros humanos que poblaron estas tierras!. - Se emocion

    FlordeJara dejando escapar unas pequeas lgrimas furtivas

    que humedecieron sus mejillas.

    - Ellos fueron los primeros que llegaron, pero no los

    nicos. A lo largo y ancho de la historia muchos otros grupos

    humanos pasaron por estas tierras y no siempre de manera

    amable. Con seguridad que de todos heredaste un poco de lo

    que eres y que todos son de alguna manera tus ancestros.

    La voz reson entre melanclica y apenada.

    28

  • El primer grupo no era muy numeroso, apenas unos

    veinte entre ancianos, adultos y nios. Viajaban dirigidos por

    Furao, al que llamaban jefe, y por Fierra, la que haca magia

    mezclando barro y yerbas. La esencia de Qolo tambin

    habitaba en ellos; no obstante, sus miradas insistan en que

    eran distintos a los dems seres que poblaban estos

    territorios. Tal vez debido a los sufrimientos soportados

    durante la gran travesa; tal vez por el recuerdo y la saudade

    de las tierras de donde partieron y a donde nunca ms

    volveran, o de aquellos otros humanos a los que ya no

    volveran a ver ; o tal vez porque fue otro hada quin les

    insufl la vida en otros paisajes y con otros seres; lo cierto es

    que en sus pupilas el reflejo de la luz tomaba un aura

    desconocido hasta entonces por aqu. Muchas de sus

    acciones parecan asombrosas, extraas y absurdas para el

    resto de los vivientes. Con las piedras que tallaban dibujaban

    rayas en las rocas imitando lo que les rodeaban, incluidos

    aquellos seres que les servan de alimento. Tambin

    coloreaban en las paredes de las cuevas con mezclas de

    barro y flores. Amontonaban grandes piedras o las erguan

    29

  • dejndolas verticales, clavadas en el suelo. Por las tardes,

    cuando el sol dejaba de brillar, encendan el fuego y

    alrededor de las hogueras se movan agitando sus cuerpos

    como si en su interior algo o alguien estuviera preso e

    intentara escapar . An as, para los animales y las plantas,

    dos de sus actos resultaron especialmente asombrosos e

    incomprensibles. El primero: el hecho de enterrar el cuerpo

    de sus muertos en un hoyo escarbado en la tierra, tapado con

    piedras, en lugar de dejarlo expuesto al ciclo vital del sol y del

    viento, como todos los dems vivientes. El segundo: la

    multitud de sonidos distintos que producan con sus bocas, a

    los que ellos llamaban palabras. Sonaban dulces y tiernas,

    dolorosas y estremecedoras, ; podan vibrar como

    canciones melodiosas capaces de dormir a las cras ms

    pequeas o restallar en el aire como estruendosos gritos que

    despertaban las tormentas. Con las palabras nombraron todo

    lo que exista, animales, plantas, piedras, ros y regatos,

    montaas, lugares,..; y tambin lo que no exista para los

    dems, pero s para ellos que lo imaginaban y as lo

    reconocan presente en sus vidas. Tiempo despus se sabra

    30

  • 31

  • que la existencia de ese mundo intuitivo e imaginario

    distingua realmente a los humanos del resto de los vivientes.

    Su capacidad para imaginar, pensar y ver lo que no existe,

    para recordar lo que existi y dej de hacerlo marcaba el

    devenir de sus actos, incluso dictaban las razones bsicas de

    sus vidas; tambin fundamentaban las relaciones entre

    humanos y en paralelo las relaciones con las dems especies

    vivas.

    Los das fueron sucedindose unos a otros; los

    lustros y los siglos se llenaron de pequeas historias que

    quedaran grabadas en lejanos recuerdos. Los humanos

    crecieron en nmero, se dividieron en varios clanes que

    ocuparon distintos territorios cercanos a los brazos de agua

    de Tgus. Poco a poco establecieron diversos poblados ms

    o menos estables en cada zona. As fueron fundadas las

    distintas tribus humanas que conocieron estos lares. Cada

    una se desenvolva comandada por un jefe y una hechicera,

    sucesores de Furao y de Fierra: Erjeas y Alissia, Pinsol y

    Lentissia, Serever y Jaira, Aravil y Lliria, Sailor y Breccia,

    Aureo y Antaria fueron los nombres con los que se

    32

  • reconocieron a aquellos pioneros. En el rpido discurrir de los

    aos, otros continuaran sus legados, pero sus nombres

    quedaron ya para siempre grabados en la memoria y en los

    paisajes de estas tierras.

    Aunque cada tribu viva y se desplazaba por los

    territorios cercanos a una rivera, donde el agua y la comida

    quedaban bastante aseguradas, seguan en contacto con las

    dems tribus hermanas. Dos veces cada ao, cuando el da y

    la noche se igualaban en duracin se reunan en algn lugar

    elegido junto a Tgus y la gran tribu del ro volva a renacer

    por unos das. All bailaban y cantaban, compartan secretos

    y descubrimientos sobre caza, pesca, tiles, magia y arte.

    Tambin algunos hombres y mujeres intercambiaban tribu,

    formando nuevas familias que mantenan los lazos de unin

    ms all de la celebracin. Despus cada clan volva a sus

    territorios. En el momento de la despedida se abrazaban,

    juntaban sus rostros, sonrean y partan, sintindose parte de

    la gran tribu que volvera a juntarse en el siguiente equinoccio

    del sol.

    33

  • Algunos aos despus llegara el segundo gran

    suceso que cambiara la faz de estas tierras empujndolas a

    ser lo que hoy son : la locura de Tgus!

    Loco Tgus?, el ro Tajo se volvi loco?- inquiri

    sorprendida FlordeJara - Cmo pudo ser posible tal cosa?

    S. Enloqueci; o al menos as fue como se nombr al

    comportamiento de Tgus en los aos que siguieron a los

    hasta aqu narrados -

    IV

    Nadie, ninguno de los seres vivientes, supo nunca

    qu pas realmente. Llegaron rumores de viento desde

    poniente contando que ATLantissa cruz la gran mar ocana

    en busca de los brazos de otro gran ro, el ms grande que

    nunca vio el planeta, en la otra orilla de la inmensidad, ms

    all del ltimo horizonte. Narraron que all, donde la tierra y el

    mar se unen, donde Tgus y ATLantissa se encontraron y

    amaron, la tristeza y la consternacin del espritu del ro

    34

  • 35

  • explotaron en un estremecimiento de dolor que hizo temblar

    la tierra en derredor y ondular el mar en montaas de agua y

    espuma. Que una terrible ira ascendente arrastr nubes

    colmadas de lgrimas y huracanados gritos de rabia hasta

    donde comienza, arriba en lo alto, el azul del cielo en un

    desesperado intento de ver ms all del horizonte; que un

    furioso e inacabable llanto se derram durante largos das y

    eternas noches anegndolo todo. Que incluso Lisa se

    desmoron en pedazos de belleza esparcidos por el suelo y

    por el agua. Otras versiones fueron referidas. Algunas grullas,

    llegadas huyendo de los fros invernales del norte, relataron

    cmo Tgus, aorando los Montes del Universo donde

    naci, haba decidido recrearlos en todos sus dominios. Lo

    cierto es que Tgus, en furiosas acometidas de agua,

    tormentas y lluvias, comenz a excavar los terrenos por

    donde pasaba, quebrando, triturando y arrastrndolo todo.

    A medida que el surco horadado creca en anchura y

    en profundidad todo a su alrededor sucumba. Las rocas y la

    tierra empujadas por el agua y por la gravedad caan y eran

    arrastradas por los ros. Las plantas, sin firme donde sujetar

    36

  • las races acompaaban a las rocas en su cada. Los

    animales caan envueltos y empujados por las ramas o huan

    hacia terrenos ms alejados. El agua embravecida del ro

    tragaba cuanto le llegaba y arrumbaba con todo curso abajo,

    hacia el mar... Pareca que el enorme cuchillo de un

    carpintero tallaba el relieve a golpe de certeros tajos en la

    madera primordial del suelo. El caos reinaba otra vez en

    estos territorios: Tgus, enloquecido, ni escuchaba ni

    descansaba en su destructora tarea. qolo, tras arduos

    intentos vanos de sosegarlo, vislumbr una esperanza para

    salvar su mundo: recurrir a la magia de los humanos.

    Se convoc la primera gran asamblea de los seres

    vivientes en los dominios de Tgus. En el cerro hoy llamado

    Monte do Galisteu, cercano al poblado de las gentes de Aravil

    y Lliria. Rodeados de encinas, alcornoques y acebuches en

    representacin de los grandes rboles, se reunieron guilas,

    lechuzas, palomas y buitres por los animales del aire;

    venados, linces, serpientes, asnos y lobos por los terrestres.

    Los animales acuticos fueron representados por ranas,

    tritones y nutrias en nombre de los peces. Amapolas,

    37

  • aulagas, retamas, cantuesos y murtas completaban la flora

    del cnclave. Por los humanos, jefes y magas comandaban

    pequeos grupos de tres o cuatro miembros por tribu. En

    forma de suave brisa Qolo, el hada conciencia de todo lo

    vivo, habl y sus palabras resonaron en los corazones de

    todos los presentes y de todos los ausentes.

    Amados seres de toda especie viviente; a los aqu nacidos y

    a los llegados desde otras tierras os saludo y os hablo.

    Nuestro paraso corre serio peligro. Amenazadas por la

    enajenacin del espritu Tgus las tierras se desmoronan y

    con ella caen especies vegetales y animales. La turbulencia

    de las aguas lo arrastra todo y apenas queda el recurso de

    huir a los seres mviles; ni siquiera ese a la flora, que vive

    agarrada al suelo con sus races . He buscado en el alma de

    todos y cada uno de vosotros y no he encontrado sino miedo,

    tristeza y desesperanza, pero tambin amor y lstima por las

    criaturas cadas. No, no he encontrado ninguna solucin que

    pueda parar este holocausto, pero creo que s a quienes

    pueden encontrarla: los humanos. Ellos llegaron desde lejos

    tras una excepcional travesa en el tiempo y en el espacio. En

    38

  • sus recuerdos habitan otros parasos lejanos y otras historias

    narradas en el pasar de las edades; su magia sabr como

    frenar la insensatez de Tgus para salvar nuestro vergel

    expuso con ternura e ilusin en las voces, despus continu

    en un susurro de viento clido A vosotros os pido, criaturas

    de la especie humana que aceptis nuestra proposicin, que

    busquis en lo ms hondo de vuestra esencia las maneras de

    frenar tanta destruccin. Podis contar con el apoyo y la

    colaboracin del resto de los vivientes sin excepcin alguna.

    - En nombre de la gran tribu a la que todos pertenecemos

    hablo. - contest con firmeza y serenidad Aravil Cada

    humano, grande o pequeo, hombre o mujer, har todo

    aquello que sea capaz para lograrlo. Tambin son nuestra

    casa y nuestro jardn los que se hunden.

    Nuestro largo viaje hasta aqu y hasta hoy habrn sido en

    vano si no lo conseguimos argument Serever

    Comencemos en este mismo instante, ahora cada palabra

    estril retrasa el desenlace. Hermanos y hermanas, es

    llegado el momento de honrar a nuestros antepasados y a

    todo el legado de conocimientos y amor que nos dieron !

    39

  • Durante siete das y siete noches estuvieron reunidos

    en cnclave los jefes y las magas de los pueblos humanos.

    Durante siete das y siete noches buscaron y expusieron

    frmulas para contrarrestar la locura de Tgus. Durante siete

    das y siete noches recordaron situaciones vividas

    anteriormente que tuvieran similitud con la actual, lanzaron

    ideas a la luz del sol y de la lumbre, analizaron causas y

    consecuencias posibles. Al amanecer del octavo da la Gran

    Tarea estaba perfilada y las primeras acciones del futuro

    inmediato decididas. Un nuevo parlamento de los vivos fue

    convocado al amparo del Monte do Galisteu. All habl

    Qolo de nuevo en el lenguaje suave de la brisa.

    Ha llegado el momento de actuar. El aire ondulndose

    llevaba el susurro hasta el alma anhelante de todos los seres

    que habitaban el territorio de Tgus. Cercanos y lejanos, de

    tierra, de agua y de aire; hasta el cielo pareca cambiar sus

    tonos de azul atento a lo que se deca Los humanos, en

    sus conocimientos ancestrales y sus ansias de futuro, han

    hallado la magia que aplacar la ira de Tgus y salvar

    nuestro mundo. Que vuestros corazones no celebren an

    40

  • 41

  • ninguna victoria ni se desanimen ante las adversidades que

    llegarn. Con claridad y sinceridad os hablo, por eso os digo

    que la Gran Tarea que iniciamos no ser simple ni fcil ni

    rpida; ser complicada, dolorosa por momentos y sin final

    exacto predecible, ni en el tiempo ni en el desenlace postrero.

    Una vez concluida muchos aspectos de lo conocido ya no

    sern iguales para nadie. Algunas especies cambiarn sus

    formas corporales y sus hbitos de vida. Otros vivientes

    sern nacidos por primera vez para cumplir su misin y

    despus se quedarn para siempre; otros en cambio

    pudieran abandonar esta historia para convertirse en

    recuerdos y leyendas que narrarn a sus sucesores los

    futuros habitantes de estos paisajes, ahora amenazados por

    su autor. Escuchad, es la hora de que hablen los humanos,

    que expongan sus planes; una nueva era comienza a latir y

    todos nosotros somos esos instantes de tiempo y espacio

    que la harn posible. La Gran Tarea debe arrancar.

    Aqu empez a gestarse, por decirlo de alguna

    manera, la edad de los humanos en estos territorios. Una

    nueva poca en la que los casi todos los sucesos llevarn

    42

  • impregnados con mayor o menor intensidad el aroma de la

    mano humana. Una nueva etapa que al da de hoy contina

    desenvolvindose. Una era que aunque parezca a los

    vivientes casi infinita en su duracin,es slo un simple

    destello en la elongacin de los relojes csmicos.

    La primera decisin de la Gran Tarea que se iniciaba

    fue expuesta por Breccia y por Antaria:

    Una nueva especie de arbusto ser criada. Sus races

    tendrn la capacidad de engendrar un fuego poderoso y

    duradero como la madera de la encina, mas a su vez

    capturar el espritu del fuego primigenio que yace en el

    interior de las rocas. Arder con el fulgor de las estrellas pero

    sin llamas y en la luz de su incandescencia ser forjada la

    magia necesaria para culminar la Tarea. - Concluy Breccia.

    Cientos de hogueras fueron encendidas y en ellas

    ardieron ramas y races de encina; polvo de roca de pizarra

    amasado con agua ferrea de manantial y semillas de retama

    se aadieron a las brasas; se invoc la memoria de

    Qerqus; Qolo, en soplo de lluvia y viento, cal las

    lumbres hasta extinguirlas; despus fueron cubiertas de

    43

  • tierra. Al poco tiempo brotaron los vstagos de Breccia.

    Aunque la furia de Tgus continuaba araando las entraas

    de la tierra, un rescoldo de esperanza creca y se esparca

    por el jardn.

    Mientras el brezo se expanda y sus races tomaban

    la consistencia de la piedra, otra nueva especie vegetal naci

    en el pensamiento humano presta para ser real. Jaira refiri

    cmo nacera y cul el decisivo papel que desempeara en

    la ardua tarea iniciada.

    - Sujetar con sus races la tierra condenada a caer en

    las cada vez ms extensas y empinadas cuestas que Tgus

    moldea imitando las montaas. No conseguir parar la ira del

    ro ni su afn de excavar el lecho por donde pasa; pero

    lograr que la cubierta frtil, necesaria para las dems

    plantas, no se desprenda de la roca madre que la crea y la

    sujeta. Tambin ser capaz de producir nueva tierra frtil

    desgranando la roca desnuda. El paisaje ser escarpado

    pero lleno de vida; la belleza volver a estos parajes hoy

    desolados.

    44

  • 45

  • De nuevo cientos de hogueras fueron encendidas.

    Polvo de roca de cuarzo, semillas de lentisco y tallos de

    jaguarzo amasados con agua de granizo y cinco gotas de su

    propia sangre que Jaira quiso aadir, formaron el barro que

    se verti sobre las poderosas brasas de la raz de brezo. La

    energa del fuego, la presencia intangible de Qerqus y

    Qolo hicieron el resto. Varios aos despus las inclinadas

    mrgenes de los ros y regatos rebosaban de hermosas flores

    de jaras y las tempestuosas arremetidas del ro apenas

    arrastraban ms tierra que la lograban arrancar en las orillas.

    Oh, qu hermoso el nacimiento de la jara! - exclam

    audiblemente emocionada Flordejara Ahora me siento an

    ms orgullosa de mi nombre y de los paisajes llenos de jaras

    de mi tierra.

    S, realmente la importancia y la belleza de la jara es

    innegable, a pesar de las opiniones contrarias de gentes que

    acabaran con ellas si pudiesen escuch. Y el tono de la

    voz le pareci sonar entre maternal y apesadumbrado Pero

    continuemos, que otros hechos y otros personajes estn

    llamando a la puerta del relato.

    46

  • Los siguientes actos de esta tragedia se destinaron a

    mitigar las demoledoras corrientes de agua, que en

    avalanchas terribles daban forma a la clera de Tgus con el

    fin de frenar la erosin en las orillas del cauce. No fue fcil,

    sino todo lo contrario. Muchos seres sucumbieron en las

    distintas tareas emprendidas durante interminables dcadas

    de esfuerzos, ilusiones y desesperanzas. La faz de muchos

    paisajes mutaron irreversiblemente en los avances y en los

    retrocesos que jalonaron la colosal tarea de pacificar a

    Tgus . Las memorias de Quila y de lisa fueron

    invocadas junto a la de Qerqus. Qolo escuch y trasmiti

    las estrategias surgidas del pensamiento humano y de su

    capacidad para recrear recuerdos lejanos y futuros posibles.

    - Construiremos en el lecho de los ros fuertes barreras

    de roca, para que choquen contra ellas las furiosas

    embestidas del agua y quiebren su nimo. Arrastraremos

    grandes piedras hasta los lugares donde las orillas se

    estrechan y los cantiles rocosos parecen emerger de las

    profundidades del ro. La faena es ardua y peligrosa, slo

    47

  • una vez terminada podremos valorar el verdadero alcance del

    xito o del fracaso, an as es muy necesaria en el engranaje

    de la Tarea. Trataremos que Tgus agote sus fuerzas y se

    serene, aunque sea de cansancio plante Pinsol con

    firmeza. Lentissia prolong la descripcin de tan descomunal

    tarea - Las piedras y rocas tendrn que ser arrastradas hasta

    los lugares donde se construyan los azudes, colocadas de

    modo que se opongan al empuje de la corriente sin ser

    arrastradas. Nos anticiparemos a las crecidas, actuando en

    los das de calma y retirndonos en los de ira. No lo

    lograremos con un poco de magia sino con la colaboracin y

    el trabajo de muchos, de casi todos.

    La faena ech a andar, cada cual en su rol y

    todos codo con codo. Con fuego de brezo, piedras duras de

    slex, slidas varas de galapero y fresno secadas al calor de

    las hogueras, junto al esfuerzo conjunto de humanos y

    animales, las rocas para los azudes fueron arrancadas a los

    roquedos. Con eneas, juncias, cortezas de torviscos y jirones

    de pieles animales se forjaron fuertes y resistentes sogas con

    48

  • las que atar, sujetar, transportar, descolgar y colocar las

    rocas. Tambin se ataron con firmeza troncos de rboles que

    unieron las dos orillas del ro, construyendo puentes en las

    zonas estrechas y balsas flotantes en los lugares donde el

    cauce se ensanchaba. Los uros y los equinos doblaron su

    altiva cerviz, ataron las cuerdas a su salvaje fortaleza y

    tiraron una y otra vez de las pesadas cargas, remolcndolas

    desde las canteras hasta las riberas. Las guilas y los buitres

    mutaron sus alas y sus ojos para elevarse en el cielo a

    enorme altura, cerca de donde las nubes hacen nacer la

    lluvia, y desde all, planeando incansablemente, vigilaban los

    ros y las tormentas, alertando al resto cuando el furor de

    Tgus se acercaba en impetuosas crecidas. Algunos grupos

    de cigeas comenzaron a habitar en los roquedos del

    cauce. Cambiaron las copas de los rboles y las altas rocas

    por plataformas rocosas a escasa altura sobre las aguas.

    Desde all y en vuelos rasantes sobre la superficie del ro

    escrutaban las variaciones del nivel de ste, pendientes de la

    ms mnima crecida del caudal.

    49

  • A medida que los azudes se consolidaban y grandes

    charcos de agua remansada mostraban que la locura

    destructora de Tgus disminua, otras especies vegetales

    fueron plantadas en las orillas. Amasadas sus esencias de

    barro con semillas de fresnos, acebuches, lamos y juncos,

    por Lliria, Antaria y Alissia. De las hogueras mgicas de las

    races del brezo surgieron los sauces, cuyas ramas flexibles

    se doblaran al paso de la avalancha del agua sin romperse, y

    sus races duras, largas y resistentes formaran redes que

    coseran el fondo del ro con la orilla, sujetando la tierra y

    ofreciendo refugio a los peces y al resto de animales

    acuticos. Caas y espadaas crecieron formando muros

    vegetales para proteger las tierras de las riberas. Otros

    rboles como los alisos y los chopos crecieron para oponer

    sus rudos troncos al mpetu de las corrientes.

    Mucho tiempo se consumi en estas labores, tanto

    que la memoria apenas fue capaz de recordarlo para ponerle

    lmites. A veces, lo que pareca el xito en forma de lento

    discurrir de la corriente y de remansadas transparencias del

    agua, slo eran el preludio de la tormenta, la antesala de la

    50

  • 51

  • hecatombe que la locura de Tgus forjaba all, en los

    lejanos Montes del Universo. En aquellas ocasiones mucho

    de lo construido era destruido y la desesperanza volva a

    flotar sobre los bosques. No obstante, los periodos de furia se

    espaciaban ms y ms en el tiempo, hasta el da en que

    alguien afirm con jbilo, ms con deseo que con conviccin:

    - Tgus ya es slo un ro; el gran ro Tjo -

    El viento lo core jugando con las ramas de los

    arboles y ondulando las aguas de los regatos y las lagunas.

    De forma que cuando se dio por concluida la Gran Tarea,

    nadie recordaba ya su inicio. Las distintas labores llevadas a

    cabo para completar la Gran Tarea se volvieron tan rutinarias

    que muchos de los seres que vivan en esos das ni siquiera

    acertaban a explicar en qu consisti realmente y cul fue la

    causa de tan pretencioso y rimbombante nombre: Gran

    Tarea. Los nombres propios de aquellas primeras gentes que

    mostraron el camino a seguir se haban diluido en la memoria

    y vivan ya en palabras que nombran a otros vivientes o a los

    topnimos que jalonan estas tierras. El ltimo nombre nuevo

    lo recibi una pequea planta que Lliria sembr en la ribera

    52

  • de los ros para que mostraran unas pequeas flores

    amarillas como las estrellas cuando el sueo de Tgus

    volviera a ser apacible. Desde entonces cada primavera

    florecen cerca de las orillas anunciando el fin del invierno y el

    comienzo de la primavera en los territorios del Tajo.

    V

    Haba pasado mucho tiempo desde la asamblea en el

    Monte do Galisteu, cuando Qolo habl y uni a todos los

    vivientes de los territorios del gran ro ahora llamado Tjo en

    una empresa comn. Durante todo ese tiempo mudaron los

    paisajes hacia los actuales; cambiaron especies de la flora y

    de la fauna; algunas desaparecieron o mutaron, otras fueron

    creadas nuevas o llegadas desde otras tierras. No obstante,

    el mayor suceso ocurri en las costumbres y hbitos de la

    vida de los humanos. Su labor y su sabidura fueron decisivas

    53

  • para salvar el jardn de Qolo; el valor mostrado, la

    capacidad para comprender lo que les rodea y proyectar

    acciones en el futuro resultaron fundamentales. El prestigio

    de los humanos aument entre los dems seres hasta

    considerarlos casi magos, cercanos a la misma Qolo o a la

    propia Lisa. Con el paso del tiempo, la llegada de nuevas

    generaciones y el olvido, esas mismas virtudes que sirvieron

    a las gentes humanas para emprender nuevas empresas

    destinadas a sus propias vidas e intereses, forjaron grandes

    divergencias con el resto de los vivientes.

    El arte de romper las piedras y moldear con fuego sus

    entraas fructific en herramientas cada vez ms poderosas

    y eficaces. La bsqueda de piedras adecuadas en el

    subsuelo desenterr ciertas piedras de apariencias singulares

    que asombraban a quienes las contemplaban. Creci en los

    humanos el afn desmedido de escarbar la tierra con

    voracidad, de transformar todas las rocas para obtener ms,

    cada vez ms y ms, cantidades de esos guijarros que

    aunaban belleza e inutilidad. Con aquellas prcticas

    consiguieron calentar las rocas hasta hacerlas lquidas como

    54

  • 55

  • el agua, obteniendo materiales moldeables que al enfriarse

    se volvan duros, brillantes, cortantes,... Los llamaron metales

    y con ellos se fragu un cambio radical en las relaciones

    entre los humanos e inevitablemente con los dems seres

    vivos y con el lugar que habitaban. Tanto bien y tanto mal

    han supuesto a lo largo del devenir de los tiempos!. Las

    herramientas evolucionaron con los nuevos conocimientos y

    con los nuevos materiales; cada vez ms eficaces, acabaron

    convirtindose en armas poderosas, terribles. Cada da ms

    destructoras.

    Poco antes haban sido los animales quienes

    sufrieron las consecuencias del cambio. Algunos de los que

    trabajaron codo con codo con los humanos en la gran tarea

    terminaron viviendo apaciblemente en sus poblados y

    ayudndolos en las tareas cotidianas de las tribus. Otros,

    agradecidos, cedan parte del alimento de sus cras para el

    alimento de las humanas o simplemente vivan con ellos

    olvidando sus antiguas costumbres. Con el paso de los aos

    perdieron su salvaje libertad y se dejaron encerrar en jaulas

    de piedra y ramas, obedeciendo solamente los deseos de las

    56

  • gentes humanas. Tambin a la flora le lleg la domesticacin.

    Las labores realizadas para crear nuevas especies vegetales

    aumentaron en cantidad y en variedad; pero poco a poco se

    desviaron hacia el exclusivo uso de los humanos en

    detrimento del equilibrio general. Extensiones en aumento de

    terreno perdan su compleja y diversa cobertura vegetal. Los

    bosques eran talados y en sus dominios crecan

    montonamente miles de individuos de la misma especie

    vegetal para alimento nico de los humanos o de los

    animales a su servicio. Aumentaron los seres domesticados

    y con ello el rechazo de los humanos a los que se mantenan

    libres. Los lazos que unieron a los hijos de Qolo durante la

    Gran Tarea se rompan,mientras el miedo y el recelo entre

    ellos aumentaba. A la vez el paisaje del territorio del gran ro

    Tjo transformaba su faz ante el empuje de las tribus

    humanas, las cuales tambin crecan en nmero de

    miembros y en cantidad de asentamientos.

    La nueva era que haba comenzado tras la locura de

    Tgus ya ola enteramente a humana, y seran los humanos

    quienes estableceran las reglas del juego. El equilibrio de

    57

  • Qolo se tambaleaba sustituido por nuevos principios de

    relacin. Ms tarde seran llamados agricultura, ganadera,

    minera, civilizacin,... Pero eso ya es otra historia, la historia

    de la humanidad, de la cual algo ya conoces y mucho ms

    conocers en el devenir de tu vida.

    Tengo la impresin de que los episodios que siguen no son

    de tu agrado. Noto tristeza en tus palabras aunque no

    comprenda claramente el porqu.- dijo FlordeJara tras un

    lapsus de espeso silencio - Los paisajes por donde ahora

    paseo, por los que avanza mi vida y la de los mos me

    parecen muy hermosos, llenos de naturaleza salvaje, en

    equilibrio con las necesidades de la vida humana.

    S, as es a vuestros ojos. La era de la humanidad contina;

    con sus razones y sus voces se narra. En estos territorios la

    biodiversidad natural es grande y muchas formas del antiguo

    paraso son identificables. No es tristeza lo que moja mis

    palabras; tal vez la saudade de aquellos tiempos en estos

    mismos lugares y las incertidumbres del futuro se muestren

    en melanclicos tonos. Quizs sea la nostalgia de todos

    aquellos seres que ya no corretean por estos campos, de

    58

  • todos aquellos que ya no dan sombra ni frescura.. Las

    personas siempre tuvisteis la capacidad de imaginar el futuro

    que an no ha sido y de recordar el pasado que fue; pero han

    sido tantas las veces que olvidasteis, tantas las ocasiones en

    que pusisteis al borde del precipicio el paraso que habitis,

    el mismo que heredsteis de vuestros antepasados y en el

    que vivirn vuestros descendientes. Proclamasteis guerras

    con cualquier pretexto y contra cualquiera, olvidando los

    esfuerzos requeridos en cualquier construccin. Guerras por

    el poder sobre los dems, guerras por la posesin de lo

    imposeble. Guerras para separar lo de uno de lo del otro.

    Guerras contra el enemigo, guerras para defender al amigo,

    guerras, guerras, .guerras que siempre consistan, al fin y

    al cabo, en la destruccin del premio deseado: la visin y el

    disfrute del paraso . Olvidasteis que encerrar un guila en

    una jaula o cercenar la cabeza astada de un ciervo no es

    mandar sobre ellos, sino visionar la tristeza de la libertad

    perdida y la belleza amputada, incompleta. Ahora se

    escapaban tensin y dolor con la voz, pese a que esta se

    deslizara en un ligero susurro Olvidasteis que acotar la

    59

  • tierra, marcar fronteras y despojarla de su ropaje natural no

    es poseerla, sino negar a uno mismo el disfrute del viaje, del

    recorrido y la conversacin; mientras se construyen los

    lmites de la propia esclavitud y la negrura sin fondo del

    silencio. Olvidasteis que expulsar al lobo por feroz o al

    galapero por intil no consiguieron ni la preciada abundancia

    ni la inmunidad, sino sembrar semillas de miedo para recoger

    las estriles cosechas de la monotona, la eterna escasez y

    la fra soledad. Olvidasteis incluso vuestras propias palabras;

    las que en boca de Aravil y de Serever unan a la humanidad

    con el resto de los vivientes en esta casa, en este jardn y en

    este viaje desde nuestros ancestros hasta nuestros

    descendientes, desde el ayer y el all hasta el maana y el

    all, pasando por el hoy y el aqu. Un liviano suspiro, una

    mirada cariosa, un silencio y como FlordeJara nada dijo,

    continu con el alegato.

    Es posible que tanta actitud negativa no sea ms que una

    nueva locura que, como la de Tgus, amenaza con destruir

    el jardn heredado. Mas no te entristezcas t, querida Flor de

    Jara. Sabemos que todos los humanos no comparts estas

    60

  • 61

  • formas de entender y vivir la vida, que muchos de vosotros

    bregis contra esta ceguera actual para protegerlo y

    conservarlo. Sabemos que en estos lugares y en otros

    muchos ha vuelto a nacer el amor y el respeto de las gentes

    por la naturaleza frente al disparate y la enajenacin de

    aquellos que miran alrededor y slo ven el oro mas nunca la

    riqueza. Los bosques, la fauna y la flora barruntan

    sentimientos hermosos en los humanos, deseos de volver a

    compartir estos territorios en armona. La magia de los

    humanos de hoy tal vez pueda conseguirlo otra vez. Habis

    proclamado al jardn de Tgus como Parque Natural del

    Tjo Internacional y nos gusta el nombre. Nos gusta el futuro

    que llama a la puerta. Contad con nosotros para culminar

    una nueva era de esplendor en los territorios de Tgus, o

    del Tjo, el ro que nos da la vida.

    Quin eres ? , realmente quin eres? - pregunt

    FlordeJara intuyendo que la historia llegaba a su final.

    Soy el guila que vigila desde las nubes, la flor del brezo en

    primavera, la lagartija que cigzaguea entre las piedras, el

    agua que riega las encinas, el barbo que salta en el ro. Soy

    62

  • la ruda y el mochuelo, la rola enamorada y el roquedo donde

    anida el buitre, la popa que vuela de encina a encina y el

    roco que moja la hierba en las maanas de fresco

    amanecer..... En fin, soy la brisa que se enreda en las ondas

    del agua y ondula la superficie herbrea de los prados.

    T... t... t... eres Qolo ?, Si... si... sigues vivo en

    estos territorios? - tartamude incrdula FlordeJara

    Todos somos Qolo desde el principio hasta el final de

    cada historia.

    Contstame con sinceridad, por favor. La historia que

    escuch ha ocurrido realmente o ha sido slo un sueo ?

    La realidad es una historia que se construye con el empuje

    de los sueos de todos los personajes. Mira dentro de tu

    corazn y obtendrs las respuestas.

    63

  • VI

    FlordeJara abri lentamente los ojos. Vio las rocas del

    mirador de pizarras y al ro Tajo bandose en la luz de la

    tarde all abajo . Record la tormenta y el trueno. Alz la

    mirada. Sobre ella flotaba la silueta inconfundible del guila

    imperial, sobre el horizonte de la orilla portuguesa un grupo

    de buitres leonados dibujaban crculos en el cielo, una brisa

    suave ondulaba las manchas de jaras, brezos y madroeras,

    el agradable perfume de la tierra mojada lo envolva todo.

    Baj la vista buscando el roquedo y el nido de la cigea

    negra. La vio enseguida. Desde el saliente rocoso, el ave

    inici el vuelo, plane sobre el agua, gir y poco a poco

    ascendi por la inclinada ladera. Pas a apenas cinco metros

    por encima de ella y agit sus alas, despus volvi al nido en

    un suave planeo descendente. FlordeJara supo que le haba

    dicho:

    - Hasta luego, me alegro de volver a verte !

    64

  • 65

  • Inici el regreso al pueblo. Ufana, con una sensacin

    de alegra interior que nunca antes haba sentido. Caminaba

    entre andando y bailando, a la vez que canturreando.

    Saludaba a cuanto rbol o arbusto cruzaba. Hasta el camino,

    cerca ya de las primeras casas, lleg un murmullo de gente

    inquieta. Al verla gritaron su nombre, suspiraron, lloraron y

    rieron. Intentaron el comienzo de una pregunta para saber

    que pas, por qu sali con la tormenta amenazando, por

    qu... Pero cuando vieron la serenidad que mostraba su cara

    y el brillo casi hipntico de la mirada de FlordeJara callaron.

    Intuyeron que algo muy importante tena que contarles y

    dispusieron sus nimos para escuchar atentamente.

    FIN

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  • Se termino de escribir el da 4 de octubre de 2012, a las 19,55 horas

    de la tarde. El autor sali al balcn de su casa a disfrutar de la finalizacin

    del cuento. Frente a l se extenda parte del paisaje que conforma el Parque

    Natural del Taejo Internacional. El Sol buscaba ya el horizonte oeste y

    dibujaba tonos rojizos en el lienzo azul del cielo. Al fondo las Sierras da

    Estrela y da Gardua recortaban sus siluetas. Alcornoques, encinas, jaras y

    eucaliptos ponan las notas verdes. Un burro pastaba tranquilamente ajeno

    a los pensamientos de quien lo observaba. El ro Tajo se dejaba or en un

    canto hondo que desplazaba la vista de este a oeste. El autor imagin las

    estrellas que pocas horas ms tarde lucira el cielo en su pijama nocturno y

    se dijo a s mismo: - S, es posible; entre todos, codo con codo, lo podemos

    conseguir.

    67

  • Apndice a modo de homenaje al viejo ro Tagus

    La historia del ro Tajo se remonta a la historia del hombre en la Pennsula

    Ibrica. Sucesivos asentamientos que dieron paso a continuas colonizaciones

    que abarcan el amplio espectro comprendido entre la prehistoria y nuestros

    das.

    Poblados calcolticos y magalitismo en todo su esplendor que dieron

    paso a las pequeas aldeas beras cercanas a las indomables aguas del ro.

    Dominacin romana tanto en lo social como en el control sobre el

    Tajo. Construcciones que lograron unir los pueblos de una Iberia recin

    conquistada; puentes y puertos sobre las penetrantes aguas fluviales que

    hicieron de este periodo uno de los ms ricos e interesantes de nuestra histria.

    Visigodos, Musulmanes y Vikingos, todos quisieron dejar su impronta

    en el mayor de los ros peninsulares.

    Los caminos de sirga que llevaban la flota de Felipe II hasta

    alcanzar el estuario del Tajo en Lisboa, abrindose camino aguas abajo hasta

    el gran ocano. Las barcas de los pescadores del Tajo, de uno y otro lado de la

    frontera que separa y une a Espaa y Portugal, presentes hoy en da tanto en

    versiones tradicionales a remo como en ltimas tecnologas nuticas.

    Hasta la navegacin actual, con las rutas tursticas que ofrece el

    Balcn del Tajo, invitando al visitante a conocer y disfrutar de una

    Naturaleza inslita y llena de vida.

    Carlos Nieto

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