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12 nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escu- char, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén. Tomado de: http://ocarm.org/es/content/ocarm/¿qué-es- lectio-divina; www.lectionautas.com. y Zevini, Giorgio y otr. Lectio Divina cada día del año. 13 Domingos del Tiem- po Ordinario (ciclo A) pp. 155-157 Ed. Verbo divino. pp.. Para uso de las comunidades de las Parroquias de santa Ro- sa de Lima y de san Juan Bautista. PP. Somascos. LECTIO DIVINA Domingo XVII° Durante el año C. A 30 de julio 2017 El Reino de los Cielos, un tesoro. LA PALABRA HOY 1 Reyes 3,5.7-12: Te doy un corazón sabio y prudente. Salmo 118: Amo tus mandatos y los prefiero al oro más fino. Romanos 8, 28-30: Los destinó reproducir la imagen de su Hijo. Mateo 13, 44-52: Sucede con el Reino de los Cielos lo que con un tesoro.

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nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escu-char, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Tomado de: http://ocarm.org/es/content/ocarm/¿qué-es-

lectio-divina; www.lectionautas.com. y Zevini, Giorgio y

otr. Lectio Divina cada día del año. 13 Domingos del Tiem-

po Ordinario (ciclo A) pp. 155-157 Ed. Verbo divino. pp..

Para uso de las comunidades de las Parroquias de santa Ro-

sa de Lima y de san Juan Bautista. PP. Somascos.

LECTIO DIVINA

Domingo XVII° Durante el año C. A

30 de julio 2017

El Reino de los Cielos,

un tesoro.

LA PALABRA HOY

1 Reyes 3,5.7-12: Te doy un corazón sabio y prudente.

Salmo 118: Amo tus mandatos y los prefiero al oro más fino.

Romanos 8, 28-30: Los destinó reproducir la imagen de su Hijo.

Mateo 13, 44-52:

Sucede con el Reino de los Cielos lo que con un tesoro.

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DESCUBRIR LOS SIGNOS DE DIOS EN LA VIDA DE CADA DÍA

o ORACIÓN INICIAL

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, es-crita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las per-sonas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y envia-do tu Espíritu. Amén.

I Lectura

¿QUÉ DICE EL TEXTO?

Una división del texto para ayudarnos en la lectura:

Mateo 13,44: Parábola del tesoro escondido

Mateo 13,45-46: Parábola del mercader que busca perlas preciosas

Mateo: 13,47-50: Parábola de la red echada al mar

Mateo 13,51-52: Una parábola para concluir el discurso de las parábolas.

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Él bajó resplandeciente de los cielos a la tierra. Y la tierra hace levantar otros soles que suben hacia el Sol de justicia, invadiéndolo todo con su luz.

(N. Cabasilas, La vida en Cristo, Madrid 1999, 282-284; traduc-ción, Luis Gutiérrez Vega y Buenaventura García Rodríguez).

5 ACCIÓN

¿A QUÉ ME COMPROMETO? ¿A QUÉ NOS COMPRO-METEMOS?

Propuestas personales:

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Se puede defi-

nir al hombre como el que busca la verdad

Te invitamos a que realices una obra de misericordia (visitar

enfermos, ayudar a los pobres, visitar a los presos, compartir tu

tiempo y tus cosas con los que necesitan de tu ayuda), despréndete

de ti mismo y colabora con alguna de estas necesidades que existen

un nuestro mundo.

Propuestas comunitarias:

Organizar un apostolado grupal, donde puedan visitar un

asilo, un hospital o algún centro que requiera de nuestra ayuda, no

solo de cosas materiales sino también donde hayan personas que

requieran de nuestra compañía y de nuestro cariño.

6 ORACIÓN FINAL

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Es-píritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que

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¿QUÉ CONVERSIÓN DE LA MENTE, DEL CORAZÓN Y DE LA VIDA ME Ó NOS PIDE EL SEÑOR?

La Palabra en el corazón de los Padres

Cada uno de nosotros puede resplandecer con res-plandores que deslumbren al mismo sol, levantarse sobre las nubes, contemplar el cuerpo de Dios, ascender hacia él, unírsele en supremo vuelo y mirarle por fin en el más dul-ce reposo. El coro de los buenos servidores circundará a su Señor cuando aparezca en el cielo. Y resplandeciendo él, les comunicará sus mismos resplandores. ¡Qué espec-táculo ver una admirable muchedumbre de antorchas res-plandecientes sobre las nubes, hombres que se entregan a una fiesta sin ejemplo, un pueblo de dioses alrededor de Dios, hermosos en presencia, servidores en torno a su Se-ñor, que no envidia a los siervos la participación de sus esplendores ni estima disminución de su gloria la asocia-ción de muchos al trono de su realeza, como sucede en los hombres, que, aunque entreguen a los súbditos cuanto po-seen, no sufren ni por ensueño que participen del cetro!

Y es que él no los considera siervos, ni los honra con honores de siervos; los estima como amigos y observa con ellos las leyes de la amistad que él mismo estableció desde el principio: la comunidad absoluta. En consecuen-cia, no les da esto o aquello, sino que los hace partícipes de la realeza y les ciñe su misma corona.

¿No es esto lo que dice el bienaventurado san Pablo cuando escribe que somos herederos de Dios y coherede-ros de Cristo (Rom 8,17) y que reinarán con Cristo los que participaron de sus penas? (1 Tim 2,12).

¿Qué hay tan agradable que pueda rivalizar con esta visión? ¡Coro de bienaventurados, pueblo de los que se alegran!

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Clave de lectura:

En este domingo decimoséptimo ordinario medita-mos las tres parábolas que componen la parte final del Discurso de las Parábolas: el tesoro escondido, el merca-der de perlas preciosas y la red echada en el mar. Las pará-bolas de Jesús nos ayudan a sintonizar nuestra mirada para percibir mejor la presencia del Reino de Dios en las cosas más comunes de la vida. En el curso de la lectura es bueno fijar la atención a cuanto sigue: “¿Qué cosa es para mí un tesoro escondido, un mercader en perlas preciosas o una red echada en el mar? ¿De qué modo me ayuda mi expe-riencia a entender las parábolas del tesoro, de la perla y de la red?”

El texto

† Del santo Evangelio según san Mateo (13, 44-52)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: 44“El

Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido

en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder

y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra

aquel campo.

45El Reino de los cielos se parece también a un co-

merciante en perlas finas que, 46al encontrar una

perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la com-

pra.

47También se parece el Reino de los cielos a la red

que los pescadores echan en el mar y recoge toda cla-

se de peces. 48Cuando se llena la red, los pescadores

la sacan a la playa y se sientan a escoger los pesca-

dos; ponen los buenos en canastos y tiran los malos.

49Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán

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los ángeles, separarán a los malos de los buenos 50y

los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto

y la desesperación.

51¿Han entendido todo esto?” Ellos le contestaron:

“Sí”. 52Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba

instruido en las cosas del Reino de los cielos es se-

mejante al padre de familia, que va sacando de su te-

soro cosas nuevas y cosas antiguas”. Palabra del Se-

ñor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Para ayudarnos en la escucha de la palabra.

a) ¿Qué parte del texto ha llamado principalmente mi atención? ¿Por qué?

× b) Según mi experiencia de vida, ¿qué entiendo por te-soro escondido, por mercader de perlas preciosas o por red echada en el mar?

× c) Esta experiencia mía ¿cómo me ayuda a entender las parábolas del tesoro, de la perla y de la red?

× d) ¿Cuál es la diferencia que existe entre las parábolas del tesoro y de la perla?

× e) ¿Qué dice el texto sobre la misión a realizar en cuali-dad de discípulos de Cristo?

La palabra se ilumina:

Los evangelios contienen muchas parábolas de Je-sús. Mateo llega hasta decir: “Todas estas cosas Jesús dijo a la gente en parábolas y no les hablaba sino era en parábo-las” (Mt 13,34). Era el método usado comúnmente en aquella época para enseñar. Así era cómo Jesús se hacía entender de la gente. En las parábolas, Jesús parte de cosas muy comunes de la vida y las usa como términos de com-paración para ayudar a las personas a entender mejor las cosas menos conocidas del Reino de Dios. En el evangelio de este domingo, Jesús parte de tres cosas bien conocidas de la vida de la gente: el tesoro escondido en el campo, el

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«pre-destinación»: el Reino de los Cielos, es decir, partici-par plenamente de la visión y de la naturaleza del mismo Dios. Inculcada desde el principio, toda esta realidad está crucificada con el pecado y resucitada en la redención por Cristo, con Cristo y en Cristo. «Pre-destinar» no significa estar obligados a recorrer una vía preestablecida con una meta ya fijada, sino, sencillamente, estar ordenados u orientados a ella con el ajuar de todas las potencialidades y gracias necesarias para conseguirla. Quien rechaza el pro-yecto misericordioso del designio divino -y puede hacerlo- se malogra a sí mismo saliéndose fuera de la meta, se des-carrila. El secreto del éxito es la humildad, e igual de ocul-ta es la dimensión divina sembrada en el hombre. Con in-sistenciaa, la Escritura recuerda la lección del temor de Dios como escuela de sabiduría (cf. Prov. 15,33), por el que únicamente al hombre «le ha sido dado conocer los misterios del Reino de los Cielos» (cf. Mt 13,11).

3 ORACIÓN

¿QUÉ NOS HACE DECIRLE A DIOS?

La Palabra se convierte en oración

Dios mío, envuelve y traspasa mi alma con el fulgor de tu santidad y, como el sol con sus rayos ilumina, purifi-ca y fecunda la tierra, así tú ilumina, purifica y santifica mi ser.

Enséñame a contemplarme en ti, a conocerme en ti, a considerar mis miserias a la luz de tu perfección infinita, a abrir mi alma a la irrupción de tu luz purificadora y san-tificadora (G. R., una consagrada de nuestro tiempo).

4 CONTEMPLACIÓN

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te, todos tenemos cualquier experiencia de las cosas de la vida.

La enseñanza en parábolas hace partir a las perso-nas de su experiencia de las cosas comunes de la vida para poder entender el Reino: semilla, sal, luz, oveja, flor, mujer, ni-

ños, padre, red, pez tesoro, perla etc.

Jesús no acostumbraba generalmente a explicar las parábolas. Sino que por lo general terminaba con esta fra-se: “¡Quién haya oído, entienda!” (Mt 11.15; 13,9.43). O sea: “Es esto. Lo habéis escuchado. Ahora tratad de enten-der”. Jesús dejaba abierto el sentido de la parábola, no lo determinaba. Señal de que creía en la capacidad que la gente tenía para descubrir el sentido de la parábola par-tiendo de su experiencia de vida. Alguna vez, a petición de sus discípulos, explicaba su significado (Mt 13,10.36). Por ejemplo, los versículos 36-43 explican la parábola del trigo y de la cizaña y también es posible que estas explicaciones sean reflexiones de la catequesis que se hacían en las co-munidades de los primeros cristianos. Las comunidades se reunían y discutían las parábolas de Jesús, tratando de comprender lo que Jesús quería decir. Así, poco a poco, la enseñanza de Jesús comenzaba a ser asimilada en las cate-quesis de las comunidades que luego se convertirán en una explicación de la parábola.

2 MEDITACIÓN

¿QUÉ NOS DICE EL TEXTO?

La Palabra me ilumina

Estamos delante de la máxima lección de antropología teoló-

gica: hijo de Dios convertido en imagen, hombre diviniza-do al emprender su historia, alabanza de quien es su ori-gen y que trasciende su naturaleza. Por eso tiene una única

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mercader que busca perlas finas y la red que los pescado-res echan al mar.

Comentario del texto:

Mateo 13,44: La parábola del tesoro escondido

Aquí, el término de comparación para aclarar las cosas del Reino de Dios es el tesoro escondido en el cam-po. Ninguno sabe que en el campo hay un tesoro. Un hombre lo encuentra por casualidad. No sabía que lo en-contraría. Lo encuentra y se alegra y acoge con gratitud lo imprevisto. El tesoro descubierto no le pertenece todavía, será suyo sólo si consigue comprar el campo. Así eran las leyes de la época. Por esto va, vende todo lo que posee y compra aquel campo. Comprando el campo, se hace due-ño del tesoro.

Jesús no explica la parábola. Vale aquí lo que ha di-cho antes: “Quien tenga oídos oiga” (Mt 13,9.43). O sea: “El Reino de Dios es esto. Lo habéis escuchado. ¡Ahora, tratad de entenderlo! Si Jesús no explica la parábola, tam-poco yo la explico. Es tarea de cada uno de nosotros. Pero quisiera dar una sugerencia partiendo de lo que yo mismo he entendido. El campo es nuestra vida. En la vida de cada cual hay un tesoro escondido, tesoro precioso, más precio-so que todas las cosas de valor. Quien lo encuentra ¿ da todo lo que posee para comprar aquel tesoro? ¿Lo has en-contrado tú?

Mateo 13,45-46: La parábola del mercader en perlas finas

En la primera parábola, el término de comparación era “el tesoro escondido en el campo”. En esta parábola, el acento es diverso. El término de comparación no es la perla preciosa, sino la actividad, el esfuerzo del mercader que busca perlas preciosas. Todos saben que tales perlas

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existen. Lo que importa no es saber que esas perlas exis-ten, sino buscarlas sin descanso, hasta encontrarla.

Las dos parábolas tienen elementos comunes y ele-mentos diversos. En los dos casos, se trata de una cosa preciosa: tesoro y perla. En los dos casos hay un encuen-tro, y en los dos casos la persona va y vende todo lo que tiene para poder comprar el valor que ha encontrado. En la primera parábola, el encuentro se sucede por casualidad. En la segunda, el encuentro es fruto del esfuerzo y de la búsqueda. Tenemos dos aspectos fundamentales del Reino de Dios. El Reino existe, está escondido en la vida, en es-pera de quien lo encuentre. El Reino es fruto de una bús-queda y de un encuentro. Son las dos dimensiones funda-mentales de la vida humana: la gratitud de amor que nos acoge y nos encuentra y la observancia fiel que nos lleva al encuentro.

Mateo 13,47-50: La parábola de la red echada en el mar

Aquí el Reino es semejante a una red, no una red cualquiera, sino una red echada en el mar y que pesca de todo. Se trata de algo típico en la vida de aquéllos que es-cuchaban, donde la mayoría eran pescadores, que vivían de la pesca. Una experiencia que ellos tienen de la red echada en el mar y que captura de todo, cosas buenas y cosas me-nos buenas. El pescador no puede evitar que entren cosas no buenas en su red. Porque él no consigue controlar lo que viene de abajo, en el fondo del agua del mar, donde se mueve su red. Sólo lo sabrá cuando tire de la red hacia lo alto y se sienta con sus compañeros para hacer la separa-ción. Entonces sabrán qué es lo que vale y lo que no vale. De nuevo, Jesús no explica la parábola, pero da una indica-ción: “Así será al final de mundo”. Habrá una separación entre buenos y malos.

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Mateo 13, 51-52: Conclusión del discurso parabólico

En el Evangelio de Mateo, el discurso parabólico termina con un breve diálogo entre Jesús y aquéllos que lo escuchaban que sirve de clave de lectura para todas las pa-rábolas. Jesús pregunta: “¿Habéis entendido todo esto?” Respuesta de la gente: “¡Sí!” Y Jesús concluye con una fra-se muy bella: “Por esto todo escriba convertido en discí-pulo del reino de los cielos es semejante al dueño de la ca-sa que extrae de su arca cosas nuevas y cosas antiguas” Es-ta frase final es otra pequeña parábola. “Las cosas nuevas y las cosas antiguas que el dueño de la casa saca de su arca” son las cosas de la vida que Jesús apenas ha propuesto en las parábolas: semillas arrojadas en el campo (Mt 13,4-8), el grano de mostaza (Mt 13,31-32), la levadura (Mt 13,33), el tesoro escondido en el campo (Mt 13,44) el mercader de perlas finas (Mt 13,45-46), la red echada en el mar (Mt 13, 47-48). La experiencia que cada uno tiene de estas cosas es su tesoro. Y en esta experiencia es donde cada uno en-cuentra el término de comparación para poder entender mejor las cosas del Reino de Dios. A veces, cuando las pa-rábolas no nos dicen nada y no dejan libre su mensaje, la causa no es la falta de estudios. Sino la falta de experiencia en la vida o la falta de profundidad de la propia vida. Las personas que viven en la superficie sin profundizar en la experiencia de la propia vida, no tienen un arca de donde extraer cosas nuevas y cosas viejas.

Las parábolas de Jesús son un instrumento pedagó-gico que se sirve de la vida cotidiana para indicar cómo ésta nos habla de Dios. La parábolas hacen transparente la realidad, reveladora de la presencia y acción de Dios. Con-vierten contemplativa la mirada de la persona. Una pará-bola se refiere a cosas de la vida y por esto es una ense-ñanza abierta que nos hace partícipes, que nos comprome-