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Versión: febrero 21 de 2017. El Quijote en verso. Aventuras del caballero de los leones narradas
por Cide Hamete Benengeli.
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EL QUIJOTE EN VERSO Aventuras del caballero de los leones, narradas
por Cide Hamete Benengeli Parte I – CXLIII estrofas
Parte II – CCCXLIX estrofas
Hernán Alejandro Olano García Individuo de las Academias Colombiana y
Boyacense de la Lengua.
Editorial Hyrcania Colección Barón de Tesalónica
2017.
Versión: febrero 21 de 2017. El Quijote en verso. Aventuras del caballero de los leones narradas
por Cide Hamete Benengeli.
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EL QUIJOTE EN VERSO Aventuras del caballero de los leones narradas
por Cide Hamete Benengeli
Por: Hernán Alejandro Olano García.
Individuo de las Academias Colombiana y Boyacense de la Lengua.
Editorial Hyrcania Colección Barón de Tesalónica
2017.
Versión: febrero 21 de 2017. El Quijote en verso. Aventuras del caballero de los leones narradas
por Cide Hamete Benengeli.
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El Quijote en verso. Aventuras del caballero de los leones narradas por Cide Hamete Benengeli. © Hernán Alejandro Olano García. http://hernanolano.blogspot.com @HernanOlano I.S.B.N. Pendiente. Hecho el depósito que exige la ley. Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro, por medio de cualquier proceso reprográfico o fónico, conocido o por conocerse, sin previo permiso escrito de los autores y del Editor. Edición y composición: Hernán Alejandro Olano García. Director editorial: Hernán Alejandro Olano Leiva. Transcripciones del manuscrito original: Javier Andrés Bravo Lalama (Parte I) y Hernán Alejandro Olano García (Parte II). Esta edición y sus características son propiedad de Hernán Alejandro Olano García. FOTOGRAFÍAS: Hernán Alejandro Olano García – Archivo particular de la Casa “Las Inesitas”, Villa de Leyva, Colombia.
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Portada: “El Quijote y Sancho rumbo a Oicatá”, obra del maestro Jorge Casas Ochoa. Publicación de la Colección de Estudios “Diego de Torres y Moyachoque, Cacique de Turmequé”, Grupo de Investigación en Derecho, Ética e Historia de las Instituciones reconocido y avalado por COLCIENCIAS. Línea de Investigación: Historia de las Instituciones. Producto de Divulgación. Primera Edición: 2017. Diagramación e impresión: Guio Impresos y Papelería, Transversal 78D # 40G-30 Sur, Bogotá, D.C., Teléfono: 4037289 Cels.: 3203358845 - 3202329218 [email protected] Editorial Hyrcania Colección Barón de Tesalónica.
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PRÓLOGO: Hacer versos malos depara mucha más felicidad
que leer los más bellos, Hermann Hesse.
DEDICATORIA: Parte II, Capitulo III del Quijote: "Los
hombres famosos por sus ingenios, los grandes poetas, los ilustres historiadores, siempre o las
más veces, son envidiados de aquellos que tienen por gusto y por particular entretenimiento juzgar los escritos ajenos sin haber dado algunos
propios a la luz del mundo". Miguel de Cervantes Saavedra.
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Estudio preliminar. La obra magna del castellano, se divide en dos partes, la primera con 31 capítulos y la segunda con 51 capítulos, de su lectura y re-escritura han salido en total 143 estrofas de la primera y 349 estrofas de la segunda, elaboradas en verso libre, siguiendo la historia a pie juntillas, con lo cual, el lector, de una forma recreativa y hasta cómica, podrá conocer la novela de Cervantes. Estas 492 estrofas, que equivalen a cerca de 1970 versos, constituyeron un reto creativo que me demandó muchas horas y días de trabajo, únicamente con el propósito de acercar el libro cumbre de nuestro idioma a quienes se atrevan a leer este texto, que seguramente quedará abandonado en estantes, mesas de noche o nivelando mesas, que es la suerte desafortunada de los libros despreciados. Escribo así porque nadie lo leerá, ni siquiera las personas a las cuales con cariño se lo regalo, que no saben el esfuerzo que implica crear y producir con el propio pecunio para ellos unas letras que son mi único patrimonio para legarle a la posteridad.
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Dedico a mis hijos, sobrinos y sobrinas este libro; alguna vez dirán que conocieron este texto, aunque ojalá lo guarden para sus descendientes. Cervantes nació en 1547 y falleció en 1616, fue “tan real y genial como normal y corriente” según Jordi Gracia. Y su vida, como la de tantas otras personas, transcurrió en una familia con reveses domésticos y económicos, lo cual hizo que de sus casi setenta años, ésta fuera un continuo deambular por los pueblos de España. Su padre, médico, cambiaba con frecuencia el domicilio familiar en busca de mejores oportunidades. Así, el mismo Cervantes marcharía como soldado a la edad de veinticuatro años a la batalla de Naupaktos (Lepanto), en octubre de 1571, donde sería herido de tres arcabuzazos en su mano izquierda. Cuatro años más tarde, aún soldado, fue puesto preso cerca de las islas Azores y enviado a Argel, donde estuvo encarcelado cinco años, pues como llevaba dos cartas, una del duque de Sessa y otra de don Juan de Austria, los piratas bereberes pensaron que era un militar importante y pidieron por él cuantioso rescate. Estos sufrimientos lo hicieron conocedor de la vida, del mundo y de los hombres, que le servirían para ser reconocido como quien más grandeza le dio al idioma castellano.
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La primera parte de El Quijote, que ve la luz en 1605, y la segunda en 1615, redacción que aceleró cuando se enteró que en Tarragona se había publicado una continuación apócrifa de su obra, a cargo del licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, casi seguro un seudónimo de Lope de Vega. Las aventuras del Quijote duran cerca de nueve meses, según el análisis de Santiago Díaz Piedrahita “la primera salida tomas escasos tres días; la segunda abarca casi dos meses; ambas tienen lugar en la Mancha. Durante la tercera y última, que dura entre cuatro y cinco meses, don Quijote y su fiel escudero cruzan la Mancha y recorren parte de Aragón y las riberas del río Ebro para luego dirigirse a Cataluña”. El Quijote es la obra cumbre de la literatura castellana; su lectura estimulante, concebida inicialmente como una parodia de los libros de caballería, ensancha nuestras vivencias, aunque pocos en la actualidad lo han leído en su totalidad, porque ante el surgimiento de nuevas tecnologías, parecieran no ser de interés sus epopeyas heroicas, sus contadas frases en latín, su refranero, la reminiscencia de idiomas del medioevo, la lucha entre la lengua vulgar y la culta y, en fin, como diría Eduardo Caballero Calderón, la idea de contar en nuestro vocabulario con las “armoniosas palabras que hoy tanto complacen
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nuestro oído y resbalan tan dulcemente por nuestra garganta”. Es necesaria la lectura del Quijote frente a tanta literatura de supermercado, pues, como lo expresó don Luis López de Mesa “no es justo que defendamos el estómago de una mala leche y no protejamos el cerebro de un atropello de flagrantes necedades”, ante tanto libro mediocre actual, incapaz de entregarnos un mensaje útil, como lo señalara Héctor Ocampo Marín. Sin embargo, el premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, dice que “El Quijote estampó un sello de desprestigio sobre las novelas de caballerías del que nunca se han recuperado. Pero la culpa de ello no la tiene Cervantes sino sus exegetas y comentaristas, al decretar que su mérito mayor había sido enterrar toda una corriente literaria. Cuando apareció el Quijote, la novela de caballerías, ya en decadencia, se había vuelto estereotipada, monótona, y perdido audiencia. La aparente burla cervantina de sus exageraciones anecdóticas y enredos estilísticos tenía cierta justificación. Pero en la tradición caballeresca destacaba un buen número de libros de rica elaboración imaginativa y audaces arquitecturas que quedaron también sepultados, en confusión innoble, bajo la lápida que, según sus intérpretes, plantó el Quijote sobre el género”.
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El Quijote representa la perduración en el siglo XXI de un pasado extinto y la anticipación de un futuro imperfecto, sumado a la vitalidad de los personajes y a la minuciosidad de lo que aquí se presenta para los devotos del idioma y del trabajo cervantino. Ya el maestro Rafael Maya describió el libro al decir que “El Quijote ha significado para los estudiosos de todos los tiempos, muchas cosas distintas: en medio de la gracia y de la ironía, invitación a meditar sobre el mundo y el destino del ser humano; el Quijote es un universo de símbolos, a más de ser una novela de costumbres, entretenida y recreativa”. Pero, es más, este trabajo, humedecido de ensueño hispánico, quiere destacar la sabiduría que se encierra en Miguel de Cervantes, para quien el idioma es un sentir, como queremos demostrar en estos versos, con los refranes y con las frases en latín, tarea ardua, que desea ser perdurable, como lo ha sido la novela y la figura del Quijote, que ha hecho a muchos pensar en la existencia real de alguna psicopatología, que no está lejana de la realidad verdadera, pues, como dice Adolfo de Francisco Zea, “los conceptos e ideas de las gentes del siglo XVI y sus formas de
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pensar sobre la cordura y la locura se reflejan admirablemente en la espléndida ficción literaria de Cervantes. En el Quijote se encuentran los elementos necesarios para explorar sin timidez los terrenos de la cordura, la prudencia y el buen juicio del hidalgo manchego, a la vez que indagar en las perturbaciones de la mente que llevaron a Alonso Quijano a transformarse en caballero andante de otra época, en un personaje heroico si se quiere, tan seguro de sí mismo que imitaba las famosas hazañas de sus predecesores sin renunciar por ello a afirmar su propia identidad de caballero”. Con nuestro corazón hidalgo, hemos querido poner con sencillez lo que de nuestra gran obra del castellano vale la pena destacar, para que siga siendo el legado de la sencillez y de la naturaleza de las cosas que nos hacen reconocernos en muchas de sus líneas ágiles, creativas, ceñidas a la realidad tanto de lo hispano, como de lo universal, en el idioma y en los acontecimientos, que bien hubieren ocurrido en la Mancha o en Oicatá, Boyacá. Nuestro abrazo emotivo a las palabras, no es más que la creación fecunda que nace del amor vibrante al idioma, que está lleno de pasión hacia lo panhispánico, y que no es otra cosa que
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desarrollar desde el corazón, la misma forma de vivir, de soñar, de pensar, de amar o de hablar por cualquier persona en Oaxaca, Cusco, Tunja, Temuco o Tucumán, sin pensar que fuera de Puerto Lápice, Ruidera, Montesinos, El Toboso o Argamasilla. El Secretario de la Real Academia Española, Darío Villanueva, dijo en 2014 que “el Quijote es un libro regocijante, concebido como una cadena de episodios protagonizados por una pareja de personajes camineros, de imagen inconfundible, hablar sabroso y suerte desventurada”; no pudo describir mejor la autenticidad cervantina, la novela idealista que muestra los valores personales ante la literatura universal, con la sencillez de la vida cristalina de sus protagonistas, llena de gracia y emoción en lo natural, que como lo dijera en 1945 Miguel Herrero: “lleva la serenidad de los mortales a las pobres almas humanas”. Según el <Destripaterrones> Sancho Panza, “prevaricador del buen leguaje”, su abuela sólo reconocía dos linajes, que eran “el tener” y el “no tener” y aquí está demostrado, que muchos “no tienen” el gusto y el placer de haberse acercado a la obra cervantina y que en ella “tenemos” muchas gemas, muchos arranques de caballería,
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muchas alabanzas a Cristo y sus santos, a damas y gitanos, a encantadores y barberos, a curas y casquivanas, a enjalmas y bozales, a ventas y castillos, a batallas y sanguinolientas venganzas, a gobernadores y gramáticos, a bachilleres y licenciados. Y tal como en 1871 lo dijera don Antonio Ríos y Rosas, citado por don Miguel Antonio Caro: “A través de los mares, y por encima de las discordias y rencores, que todavía separan más que los mares, los pueblos de América que hablan la lengua de Cervantes son para sus hijos, son nuestros hermanos”. Esta obra es como lanzar una botella al mar; alguien, algún día la encontrará en medio del torbellino agitado de los actuales tiempos para cualquier “desocupado lector” como el mismo Cervantes lo advirtió al inicio de su novela. El Caballlero de los Leones, como se llamó después de ser el Caballero de la triste Figura, nos deja un mensaje, que le hace tanta falta a los colombianos: derrotar las envidias y alegrarse más de lo bueno, que de lo malo que le pasa a las personas.
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Disfrutamos en el Quijote muchos temas importantes, pero en él se goza Cervantes el mundo de sabia manera e hizo que su libro se volviera el amigo que acompaña en las horas difíciles y en las luminosas, no obstante que hace poco, una cercana profesora de castellano, con importantes estudios filológicos, me confesó no haber leído el Quijote, sino algunos de sus apartes y eso, después de obtener su jubilación. Y es que tal vez, a ella, como a muchos, según Eduardo Caballero Calderón, don Quijote de la Mancha, “comenzó por aburrirme cuando era niño, más tarde comenzó a obsesionarme cuando era adolescente y, finalmente, sin haberlo vuelto a leer de corrido, sino a retazos y a saltos igual que un cura que hojea su breviario, ha llegado a ser tan mío, es decir, tan caro y entrañable, como mi propia infancia”. Y es que a veces, textos como éste, el más universal del castellano, parece ignorado pero posee recónditas rarezas y muchas cosas amenas y emblemáticas de nuestra tradición literaria, lo cual, espero llegue a despertar la curiosidad de futuros lectores. El mismo Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa reconoció en su discurso de ingreso como
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Individuo de Número de la Real Academia Española, que en el primer intento de lectura del Quijote, “por la oceánica abundancia de palabras y giros desconocidos me había –como diría Borges- derrotado en los primeros capítulos”. Así, el Quijote nos invita a soñar, a pensar en el amor no correspondido, en el idealismo, en la amistad, en el honor y en la gloria. Las aventuras del Caballero de los Leones hay que leerlas y releerlas, así las podemos incorporar a nuestros recuerdos, viéndolo como a un hermano mayor, como un abuelo espiritual, así como en la clave de lo que debe ser nuestra aventura personal, de nuestro propio <<quijotismo>> que perfecciona el ideal caballeresco impregnado de caridad para poder asumir el viaje de la vida, que como la del Quijote, es nuestra mayor locura. Por eso decía Jaime García Maffla, que “El Quijote es el más moderno de los libros, pues ya no existe la diferencia entre lo real y lo irreal, sino la diferencia entre mi yo y el mundo. Lo que está diciendo el Quijote es que lo que hay dentro de mí es más real que lo que hay fuera de mí. Ese es el gran quiebre que inaugura don Quijote”.
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Nuestro personaje satisface agravios, endereza entuertos, castiga insolencias, vence gigantes y atropella monstruos y es platónico enamorado. Caballero es y caballero muere, hace bien a todos y mal a ninguno y, aunque el capellán de los duques le llama bobo y califica de <<don Tonto>>, gozaba el Quijote de claro y desenfadado entendimiento, pero para todo lo que no fuese de caballería. Muchos otros “pacientes y beneméritos varones dedicaron largas horas y a las veces provechosas vigilias al análisis minucioso de su génesis, composición, frases, palabras, erratas y hasta sus letras todas”, como dijo Miguel Artigas y aquí, el sentido encuentra un sinsentido en la locura y tarea quijotesca de haber reescrito toda la obra cervantina en verso, siguiendo letra a letra la nueva edición de Don Quijote de la Mancha de la Real Academia Española dirigida y adaptada por el académico de la silla “T”, don Arturo Pérez-Reverte en 2014. En algunos versos he utilizado el texto original, que va en bastardilla y entre paréntesis la página que corresponde al texto de esa edición. Así, don Quijote, Sancho, Rocinante y el rucio jumento, adquieren figura y vida propia con sus
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locuras y refranes y junto con la etérea Dulcinea se mezclan en nuestra imaginación. Dr. Hernán Alejandro Olano García, MSc., PhD.
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PRIMERA PARTE:
I Aldonza Lorenzo, señora del Toboso
Dulcinea del pensamiento de ese mozo, Enemigo declarado del gigante,
Sencillo, loco y muy poco ignorante.
II Caracoliambro señor de la ínsula
Malindrania el nombre de su linaje La historia de esa batalla se oyó en la península Pero también en las tierras de otro personaje.
III
El complemento de Alonso era Rocinante Babieca el del Cid, bucéfalo de Alejandro, Equinos famosos del caballero andante,
Exaltaban su grandeza y su talante.
IV Está escrito: “La razón de la sinrazón,
Que a mi razón se hace, De tal manera mi razón enflaquece”, Estudio mental surgido del corazón.
V
Se armó de todas las armas, tomó su lanza,
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Mas, pudiendo más su locura que otra razón alguna,
Ser un gran caballero sería su esperanza En el manchego horizonte a la luz de la luna.
VI
Caminando por el campo de Montiel Peregrino de corazón cautivo
Su primera batalla en el Puerto Lápice Antecedió la de los molinos sin motivo.
VII
Vio cuatro torres y chapiteles de punta luciente, Que sin faltarles puente levadiza
Lo incitaron ir a la cava por aguardiente Y de las mozas del partido recibió su paliza
VIII
Él les pidió no temer desaguisado alguno, Pues como caballero no debe hacerle a ninguno,
ni menos a tan amables doncellas nada malo sino cosas bellas
IX
Ante el gordo y pacífico ventero castellano, Que en realidad era de la playa de Sanlúcar
Para más señas de origen andaluzano Aunque quisiera ocultarse en el azúcar.
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X Solicitó al ventero el valeroso caballero,
Le otorgara un don en pro del género humano, Que le armara y bendijera con su mano
Y que su linaje pusiera al escudo por letrero.
XI Un primer y segundo arriero,
Víctimas primeras del famoso andariego Alteraron el sueño y el reposo
De los huéspedes de la venta, una mujer y su esposo.
XII
Llamándolos alevosos y traidores, Atacaron al caballero con piedras y sandeces
Y cuando la batalla pasaba a mayores Don Quijote dijo que para su grandeza eran
pequeñeces.
XIII El ventero, la molinera y la Tolosa
Le entregaron a Quijano espuela y espada Culminada la ceremonia soltaron carcajada Y ahora rameras eran nobles y no mozas.
XIV
Salió de la venta gallardo y alborozado Por verse ya como caballero armado
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Que el gozo se acabó al ver al muchacho Castigado por el patrón del hato.
XV
El labrador le explicó que fustigaba al criado Por haber las ovejas descuidado Y por eso lo tenía allí amarrado
Sin darle a Andrés lo que debía haberle pagado.
XVI Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar
Al buen infante quiso otra vez azotar Negándole al soldado por sudor y trabajo
Y mandando el fallo del buen juez al carajo.
XVII Desfacedor de agravios y sinrazones infames
De todas las injusticias de esta tierra quiere Al despiadado enemigo y a toledanos
mercaderes Obliga a respetar el honor de las mujeres.
XVIII
La emperatriz de la Mancha ante la reina de Extremadura
Sobrepasa con creces su mítica hermosura Doncella hermosa, ni tuerta ni corcovada Princesa del campo y beldad de la cañada.
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XIX En el capítulo quinto, Mahoma aparece,
Podría pensarse que es musulmán, Porque en realidad el caballero se ennoblece Diciendo que el marqués de Mantua es su tío
carnal.
XX El labrador escuchaba los disparates
Del señor Quijada tendido en la explanada Identificado como sosegado caballero andante, Del peto, armas y espaldar, no quedaba nada.
XXI
En esto se acordó del moro Abindarráez Rodrigo de Narváez, alcalde de Antequera
Le había puesto en la cárcel como a un cualquiera
Y eso le había ocurrido en sus mocedades.
XXII Dijo que había leído La Diana de Jorge de
Montemayor De muchos escritores y poetas el mejor
Pero resultó ser Pedro Alonso, su vecino Quien le recordó a Quijada que él no era
Valdorinos.
XXIII
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Los doce pares de Francia y nueve de la Fama, De ninguna de las hazañas del manchego se
ufana, Pero sus amigos: el cura y el barbero del lugar
Con la sobrina del loco una decisión ha de tomar.
XXIV
Pero Pérez el cura y el maese Nicolás, Los libros de caballería de Satanás y a Barrabás,
El agua del sabio Esquife y otros disparates Excomulgarán para que otros no se vuelvan
orates.
XXV El acto público y condenado al fuego lento
Abrasados como si fueran herejes en convento Vio después de ser curado por Urganda
Las cenizas de los libros que armaron esta jacaranda.
XXVI
Los dichosos libros, autores del daño, Más de cien eran, impresos de antaño,
Bien embanderados, grandes y pequeños, Pócimas mortales, de su anciano dueño.
XXVII
A los cuatro Amadís de Gaula, absolvieron,
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No así a las sergas de Espladián que precedieron,
Al Amadís de Grecia y Espejo de Caballerías, Quemémoslos pues sólo son bellaquerías.
XXVIII
La reina Pintiquiniestra y el pastor Darinel, Reinaldos de Montalbán, con amigos y
compañeros, Más ladrones que Caco y los doce Pares, dice el
barbero, Marco Boyardo, Ludovico Ariosto y el italiano
Rafael.
XXIX Bernardo el Carpio y un tal Roncesvalles,
Palmerín de Oliva y otro de Inglaterra con fama de bueno,
Siguen la historia de Miraguarda y sus calles, Sawando a Tirante el blanco de fuego eterno.
XXX
Quirieleison de Montalbán y su hermano Tomás,
El caballero Fonseca y la doncella placer de mi vida,
La señora Emperatriz y la viuda reposada, De Hipólito el escudero estaba enamorada.
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XXXI Salieron a la palestra los libros de poesía,
Pero la sobrina no los quería por ver comprometida
Enfermedad incurable y pegadiza Que era la de su tío o ella volverse poetisa.
XXXII
La segunda Diana del Salmantino Gil Polo Fuer un libro silmido por creer que era de
Apolo, Luego aparecer la Galatea de Miguel de
Cervantes Y sobre él se dicen cosas elegantes.
XXXIII
Alonso de Ercilla con la Araucana, El cordobés Juan Rofo y la Austríada, El valenciano Cristóbal de Virués y El
Monserrato Detienen los verdugos un buen rato.
XXXIV
Son esos tres libros los mejores que en verso heroico
En la lengua castellana se han escrito Y al final, las lágrimas de Angélica
Que el cura salvó cuando la campana replica.
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XXXV Con el Arzobispo Turpín es confundido el cura,
Y el Quijote en medio de la locura Dice ahora llamarse Reinaldos de Montalbán, Enemigo acérrimo de bastardo don Roldán.
XXXVI
Para que el aposento de los libros nunca hallase El día que Quijada del lecho se levantase
Le dijeron que un encantado se los había llevado Y que de ellos no había nada quedado.
XXXVII
El dicho encantador conocido como el sabio Muñatón
O tal vez Fritón o Frestón, en todo caso un tón Le tenía al Quijote tal ojeriza,
Que sin libros dejarlo era su mejor paliza.
XXXVIII Seguía creyendo que la caballería andantesca
En él resucitaba noble y nada grotesca Y para ello hizo llamar en forma ligera
A un pobre villano de muy poca sal en la mollera.
XXXIX
Así aparece Sancho Panza el labrador Que de una ínsula podría ser gobernador
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Y dejando mujer e hijos se hizo escudero De un caballero pobre y sin dinero.
XL
Malbaratando y empeñando propiedades Se logró buena cantidad para sus veleidades Y con rodela, alforjas, asno, camisas y otras
cosas En la madrugada huyeron como negras
mariposas.
XLI Sintiéndose gobernante sobre su jumento El escudero pensaba en todo momento
En la ínsula que habría de mandar Y que así, poco tendría que trabajar.
XLII
Quiso ya ver la esperanza cumplida Porque el caballero le dice que ya o enseguida
Le haría rey, marqués, conde o infante, Y Teresa Cascajo una reina elegante.
XLIII
En esto se toparon treinta o cuarenta molinos, Pensando que eran gigantes asaltantes de
caminos Y entrando con ellos en fiera y desigual batalla Los brazos del Briareo lo trataron de Canalla.
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XLIV
Vino a su recuerdo Diego Pérez de Vargas, Machuca
Quien con un palo de encina rompió a mil moros la nuca,
Y aunque las tripas se le salgan por la herida A un caballero no es dado quejarse aún en vida.
XLV
Metiendo las manos hasta el codo en sus aventuras
Sancho y Quijote cabalgaban sin premuras Cuando aparecen dos frailes de San Benito Abad Que creyó gente endiablada y descomunal para
acabar.
XLVI Sancho de Aspeitia, escudero de la vizcaína que
iba a Sevilla Vizcaíno de tierra, hidalgo por el mar y el diablo,
Quiso interrumpir con su confuso vocablo Al caballero hirió por el hombro con una
cuchilla.
XLVII Don Quijote, luz y espejo de la caballería
Manchega,
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Sus andanzas no podían quedarse en su casa sola riega,
Así aparece Cide Hamete Benengeli, arábigo historiador
Que ha dejado esta obra para todo buen lector.
XLVIII Que yo no he leído historias, porque no sé leer
Mucho menos escribir, pero tienes el poder De guardar en la memoria casi toda esta historia Que la podrás recordar, cuanto estés en la gloria.
XLIX
Si faltase para Sancho la ínsula, el reino de Dinamarca
O el de Sobradisa en otra grande comarca Prometióle don Quijote comiéndose una
Cebolla, Queso, pan y nada más que meter en la olla.
L
Los yangüeses atacan a la pareja anciana Debido a que Rocinante entró en deseo De refocilarse con las yeguas galicianas
Y así jumento, caballo y dúo, fueron tratados feo.
LI
Los aventureros han quedado de mala traza
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Igualmente, de peor talante Muy heridos quedaron Quijote y Sancho Panza
De los huesos y sus carnes y más de su semblante.
LII
Muy golpeado ha quedado, el Señor por arrogante
Mientras su escudero, pacífico, manso y sosegado,
Muestra al amo su nobleza muy galante, Que ni rico, pobre, hidalgo o pechero hayan
demostrado.
LIII Narra don Quijote, como Arcalús el encantador,
Apaleó al Amadís de Gaula, gran Señor, No hay memoria de a quien el tiempo no acabe,
Ni dolor que muerte no le consuma, dice.
LIV Ahora, a caballero ha tomado sin enfado
Al asno por montura como lo hizo Sileno, Muy herido, apaleado y bastante desganado Pero recordó a Beltenebros el amor de doña
Oriana.
LV La mujer del ventero, su hija la doncella,
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Y una tuerta moza asturiana Maritornes Emplastaron de ungüento para no dejar mella
El cuerpo del Quijote, según dicen los informes.
LVI Aun pensando en yacer con la hija del ventero Y Sancho refocilarse con la tuerta asturiana,
Mujer que a todas estas prefería al rico arriero, Pero por buscar lo no perdido, se topó al
caballero.
LVII El gato al rato, el rato a la cuerda,
La cuerda al palo, se formó tremenda reyerta, Y el cuadrillero de la Santa Hermandad de
Toledo, Fue confundido con un moro encantado.
LVIII
Con romero, aceite, sal y vino, Precioso bálsamo preparó el cretino
Y por no pagar el hospedaje al vecino Sancho vino a pagar como si fuera un cochino.
LIX
Los perailes de Segovia, los vecinos de Sevilla, Los del Potro de Córdoba y otra gente
juguetona Han tomado a Sancho, muy herido de costilla
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Y luego de vapulearlo lo sacaron sin corona.
LX Juan Palomeque, Tenorio Hernández y Pedro
Martínez Eran los nombres de los malandrines Que al escudero dejaron despejado
De su honra, alforjas y un poco de pan tostado.
LXI Creyendo que eran soldados, de ejército muy
copioso Ahora ha confundido a ovejas y corderos
Con las tropas de Rey muy famoso Pentapolín del Arremangado Brazo primero.
LXII
Se enfrentaban las garamantas con Alifanfarón, Rey pagano, enamorado fanfarrón
Laucalco, Micocolembo, Brandabarbarán, Y Timonel, enamorado de la hija de Alfeñiquén.
LXIII
Sinigual ejército de nobles y pobres vio Y en él a Pierres Papín, Señor de Utrique,
Seguido del duque de Nerbia Espartafilardo del Bosque,
Y así a otros muchos caballeros y escudos nombró.
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LXIV
Igualmente vio todas las razas que Europa encierra,
Tal era su locura que veía también los de su tierra,
Pero pastores, ovejas y corderos lo embistieron Y de los golpes, muelas y dientes le rompieron.
LXV
Nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza,
Por esa razón un caballero como si fuera de la Universidad de París,
Puede sermonear o platicar a todos, dice a Panza Aunque ahora tan mueco no estaba muy feliz.
LXVI
Topáronse con un entierro y veinte encamisados Después de enfrentarse con ese grupo de
enlutados Don Quijote atacó al bachiller de Alcobendas, Alonso López, quien entregó a él sus prendas.
LXVII
Llevaban desde Baeza hasta Segovia un caballero,
Muerto desde hacía días de pestilentes calenturas,
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Esta era otra de sus locas aventuras Que bien maltrecho dejó al carpintero.
LXVIII
En este punto por vez primera aparece El apodo caballero de la Triste Figura,
Impuesto por Sancho porque así le apetece Viendo que su amo ya no goza de buena finura.
LXIX
Yéndose el muerto a la sepultura Y el vivo a la hogaza
Pasada esta fantasmagórica aventura El Quijote se fue con Panza.
LXX
En un momento dado, don Quijote ha dicho: Y soy aquel para quien los peligros están
guardados, Las grandes hazañas y valerosos hechos,
Y yo no quiero quedar como otro caballero olvidado.
LXXI
Llorando con mucha ternura Sancho le pidió no acometiera temerosa
aventura Y se libró de la carga que pesadumbre le había
dado
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Y los vapores de sus efluvios lo dejaron acicalado.
LXXII
Es menester diferenciar de señor a criado, De amo a mozo y de caballero a escudero Lo ha dicho don Quijote a su empleado
Pidiéndole que a él le hablara sin sombrero.
LXXIII Confundió con un yelmo la bacinilla del barbero Logrando hacerse a ella se la puso en la cabeza Y pensó que vencería a Brocabruno de la gran
fuerza O que al Gran Mameluco de Persia acabaría
primero.
LXXIX Dedicado ahora a linaje y la genealogía Explica que unos fueron, que ya no son
Y otros son, que ya no fueron Ciencia que a veces genera antipatía.
LXXI
Deshaciendo fuerzas y socorriendo miserables, Quiso liberar a los que iban a las galeras,
Sin pensar que no marchaban por cosas buenas, Sino por crímenes graves y muy notables.
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LXXVI Y tanta ventura tiene un delincuente
Que está en su lengua su vida o su muerte, Y no es la de testigos y probanzas Estar confesando sus andanzas.
LXXVII
El hacer bien a villanos es echar agua en el mar Liberó al estudiante y a Ginés de Pasamonte,
Al cantor, al hechicero y al maleante Y a todo esto Quijote dijo: paciencia y
escarmentar.
LXXVIII Queriendo hacer una hazaña
Para ganar perpetuo nombre y fama Se adentró al dúo en Sierra Morena
Haciendo de Amadís Beltenebros una reseña.
LXXIX Contó las aventuras de Roldán, Orlando o
Rotolando Mientras por los espesos bosques iban
cabalgando Y en medio del bello paraje y nítido arroyuelo
El Quijote lloró a Dulcinea y no tuvo consuelo.
LXXX
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Ahora Sancho le habla del infierno y el purgatorio
Y le explica cómo firmarle una libranza En ella tres de cinco pollinos serían de panza Y la carta para dulcinea hablándole casorio.
LXXXI
Vuestro hasta la muerte, se firmaría sin velo Por el caballero de la Triste figura
La carta para Aldonza Nogales y Lorenzo Corchuelo
Los suegros de este hombre sin cordura
LXXXII Moza de chapa, hecha y derecha, Forzuda, fea y de pelo en pecho.
Nada melindrosa y con mueca y donaire, De todos se burla Aldonza sin desaire.
LXXXIII
Amarilis, Filis, Alidas, Silvias, Dianas y Galateas, Damas de carne y hueso, no fueron muy feas,
Pero libros, teatros, romances y barberías, Están llenos de ellas, así fueran de zoología.
LXXXIV
Ni Elena, ni Lucrecia, ni otra mujer griega Tan linda como Dulcinea nunca naciera,
Pero Soberana y alta señora, ingrata y amada,
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La carta del Caballero no era una bobada.
LXXXV En la Sierra Morena quedó el hidalgo
Y pidió a Sancho que como hilo del laberinto Actuará como Teseo para dejarlo en Corinto Quien por su flacura dijo: “casi nada valgo”.
LXXXVI
Imitando a Roldán en sus locuras Y a Amadís en sus melancolías,
Escribió versos, ninguno con alegrías, Llamando silvanos y faunos de las llanuras.
LXXXVII
Encontrose Sancho con el cura y el barbero, Quienes le sacaron mucha información primero,
Pidieron que Quijote fuera emperador Y no Arzobispo, rogándole a Nuestro Señor.
LXXXVIII
Vestidos como en épocas del rey Wamba, El cura y el barbero, de doncella y escudero,
Se fueron a la Sierra y subieron la rampa Junto con Dorotea y Cardenio, joven viajero.
LXXXIX
Así, Dorotea, heredera del Reino de Micomicón, En nuestra bella historia hace su aparición,
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Y diciendo que era de Guinea, Historia que al Quijote le moldea.
XC
Ahora, matar al gigante en Etiopía Era la aventura que el flaco emprendía,
Y manos a la labor sin tardanza, Lo que hizo poner muy feliz al señor Panza
XCI
El cura calificó al compatriota, Flor y nata de la gentileza y sin derrota, Amparo y remedio de los menesterosos,
Quintaescencia de los caballeros portentosos.
XCII Don Quijote era enemigo de toda adulación,
Pero el cura narró con fuerza y emoción, Que un irresponsable había liberado sin juicio,
A unos delincuentes par que no fueran al suplicio.
XCIII
Comenzó la princesa su inventiva historia, Diciendo ser hija de Tinacrio el Sabedor,
Esposo de la reina Jaramilla, noble sin gloria, Enemigos de Pandafilando de la Fosca Vista.
XCIV
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Camino a las Españas, la princesa africana Quiso buscar a don Gigote o don Azote
Y, para más seña le describió un lunar grandote Que con pelos como cerdas eran su bigote.
XCV
Restituir el reino de Dorotea profetizó Tinacrio el Sabedor y ella se le ofreció A don Quijote como reina y esposa
Aunque el hidalgo pensaba era en otra moza
XCVI Ante tal locura, Sancho le insistió en casarse,
Pero el Quijote le llamó faquín, gañán al mofarse
Y belitre, socarrón de lengua viperina, Hideputa bellaco y otras de gran propina.
XCVII
Don Quijote y Sancho, con sabrosos razonamientos,
Hablaron de Dulcinea y todo su enamoramiento;
Entretanto reapareció Andrés el joven pastor A quien su amo dejó tan nazareno como el
Redentor.
XCVIII Todos los personajes de esta novela se vieron
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Para analizar en la Fonda los hechos que ocurrieron
Hablaron de libros de caballería y otras controversias
Y la doncella del lugar de caballeros sin conciencia.
XCIX
Decía ella que algunas damas eran tan crueles, Que sus caballeros las llamaban tigres y leones;
Mujeres desalmadas y tan sin conciencia, Que por ellas, los caballeros ganan demencia.
C
Despertando en el aposento, el malandrín Supuestamente como gigante hizo aparición
Y el Quijote a cuchilladas armó un follón Matando cueros de vino como experto
espadachín.
CI Pareciéndole sangre el vino tinto derramado, El ventero se ha enojado y sobre exaltado,
Atacó al Quijote quien peleaba aún dormido, Y Cardenio y el cura han salvado al atrevido.
CII
Se dio fin a la guerra con el gigante Y fue tan intensa la imaginación de esta aventura
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Que Sancho buscaba la cabeza en la fuente Para que su patrón ganara mucha buena ventura.
CIII
Con los cueros de vino horadados El ventero renegó del par de desdichados;
Estaba mejor el amo loco durmiendo, Que el mozo escudero despierto.
CIV
La ventera con gran enojo de lo caro que cuesta, Pidió el pago de todo lo que el Quijote destruyó,
El cura prometió satisfacer el pago a ésta, Y Dorotea a Sancho convenció y con duda
ofreció.
CV Llegado este punto, hizo Quijote discurso
Que a las armas y a las letras dedicado Ante el caballero don Fernando y otros en
decurso, Sobre la fama del caballero les ha hablado.
CVI
Habló de ventajas entre armas y obras del espíritu
Pues las tareas del entendimiento no son de ímpetu,
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Sino de análisis de estratagemas, designios y dificultades
Los cuales, unen letrado y guerrero en igualdades.
CVII
Letras humanas y letras divinas, Llenan y encaminan almas y buenas nuevas,
Joyas y prendas bellas al que camina Como letrado o profesor de las armas.
CVIII
Llegó a un punto a describir al estudiante, Su trabajo de pobreza, áspero y dificultoso,
Como el de Sirtes, Scilas y Caribdis militantes De este grupo tan distinto al del Soldado
virtuoso.
CIX Siendo mayor el trabajo del Soldado,
Dice el Quijote que mejor el premio del letrado. Aquello que más cuesta se estima en más
Y estos dos oficios fueron aprobados por los demás.
CX
Y ¿qué hará agora la tu merced? Preguntaba Entre suspiros don Quijote a la quien amaba
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Pero la doncella y Maritornes le hicieron la jugada
Y la mano con el cabestro le dejó atada.
CXI Atado de la muñeca y parado en Rocinante, Las semidoncellas han dejado al andante. Invocó a Urganda, Alfique y Lirgandeo, Pero lo han dejado sin mover un dedo.
CXII
Atacado el ventero por gente escuderil No quiso defenderlo porque era gente vil
Y llamó a Sancho para enfrentarlos Pero finalmente no logró frenarlos.
CXIII
Todo el conglomerado ha hecho creer Al barbero burlado, que es yelmo la bacía Y la albarda era jaez de caballo, según ver
Pero lo único es que todos estaban en esa vía.
CXIV En un momento dado, la venta era
Llantos, voces, gritos, confusiones, temores Sobresaltos, desagracias, cuchilladas, mojicones,
Pasas, coces, sangre y caos quiera.
CXV
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Creyendo estar en el campo de Agramante, Donde aquí, acullá y acá se armó inconveniente
Uno actuó de Rey Sobrino para paz buscar, Y por la Santa Hermandad se quería al Quijote
ejecutar.
XCVI Confundido con salteador de caminos,
Al quijote el encanto del castillo iluminó Y riéndose de las muchas acusaciones,
Pronunció discurso con sus divagaciones.
CXVII Totalmente fuera de juicio, el cura
Logró que los cuadrilleros aprobaran la locura Y se apaciguó la venta con la paz Octaviana Gracias al cura, a Fernando y una manzana.
CXVIII
La diligencia es la madre de la buena ventura Y así, don Quijote, con buen aire y donosura Le ha pedido a Dorotea ir a destruir al gigante Y la reina se humilló ante su propuesta galante.
CXIX
Pero Sancho intervino, pues a Dorotea y Fernando
Los había visto ya hocicando, o sea besando, Y queriendo prevenir a su amo de Fernando,
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Quijote no le creyó y lo fue insultando.
CXX Bellaco villano, mal mirado e ignorante,
Descompuesto, infacundo y maledicente, Deslenguado, murmurador, enemigo del decoro, Deshonesto, mentiroso, malvado y embustero.
CXXI
Dorotea al caballero le pidió no despacharse Pues lo visto por Sancho era por encantamiento
Y Fernando pidió al Quijote perdonar el momento
En que supuestamente les habían visto besarse.
CXXII Creyó que fantasmas todo el batallón eran Y así, los hombres del castillo lo redujeron Para encerrarlo en la jaula de la carretera
Y lograron a Quijote y Sancho cerrarles la jeta.
CXXIII El buen barbero con voz temerosa y
convincente Aseguró las promesas de la sabia Mentironiana Y aún los sabedores de la burla en su mente, Creyeron que era verdad toda esa patraña.
CXXIV
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Don Quijote quedó convencido de la profecía Y vio que su salvación sería unirse en
matrimonio Y para gloria perpetua de la Marcha, creía
Debía tener hijos de Dulcinea sin insomnio.
CXXV Estando su jaula sobre la yunta de bueyes Nos convino en que fueran católicas sus
visiones, Organizada tan carnavalesca caravana, Las mujeres lloraron desde la ventana.
CXXVI
Quijote creyó ser valeroso, valiente y virtuosillo, Afectado por la nigromancia de Zoroastes Y el cura heredó de Aquella buena gente
La Novela de Rinconete y Cortadillo.
CXXVII Primero el carro, luego los cuadrilleros armados
Seguía Panza tirando de Rocinante, y el cura Junto con el barbero en sus poderosas mulas Y con las manos atadas el Quijote alborotado.
CXXVIII
El canónigo de Toledo alcanzó la procesión Y dijo saber de caballería más que de Súmulas
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De Villapardo y el cura intervino la conversación
Para decir que la virtud enfada y la valentía emula.
CXXIX
Según Sancho, su amo habla más que treinta procuradores.
Donde reina la envidia no viven las virtudes; Ni donde hay escasez hay liberalidad,
Pidiendo poner al Quijote en plena libertad.
CXXX La rueda de la fortuna pesa más que la del
molino Y los que ayer estaban alto, hoy en el suelo;
Sin o fuera por el encantamiento sería reyezuelo De una ínsula o condado y no un pobre del
camino.
CXXXI Aunque pobre, soy cristiano viejo Y no debo nada a ningún pendejo,
Que si deseo una ínsula, poco esto es, Mientras otros desean mucha cosa soez.
CXXXII
El cura contó al canónigo vida y locura, Condición y costumbres del enjaulado tío,
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Junto con el principio y fin de su desvarío, A quien llevaban para calmar su descompostura.
CXXXIII
El canónigo condenó los libros de caballería, Que aunque él leyó están llenos de disparates.
¿Qué hermosura puede haber en que un badulaque
Mate a un gigante, lo divida y lo deje hecho porquería?
CXXXIV
Esos libros en los estilos duros; lascivos en amores;
En hazañas, increíbles; en cortesía, mal mirados; Largos en batallas; necios en razones;
Ajenos de todo y dignos de ser desterrados.
CXXXV Indignos libros de una república cristiana, Describen naufragios, tormentas, hazañas;
Caballeros cristianos, príncipes corteses Bárbaros fanfarrones y damas sin dobleces.
CXXXVI
Con apacible estilo e ingeniosa invención, Llenos de hermosura y mucha perfección,
Épicos, líricos, trágicos, cómicos con imaginación,
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Que hacen duros los cerebros sin prevención.
CXXXVII Sonó la trompeta y llegaron de blanco vestidos Unos disciplinantes y pensó que eran forajidos, Que tenían secuestrada a una señora principal
Y en realidad era la imagen dela santa del lugar.
CXXXVIII En la peana iba la Virgen sin mancilla pura Y Quijote quiso atacar a los ensabanados,
Creyendo que eran secuestradores de esos lados Y no campesinos, víctimas de su locura.
CXXXIX
El penitente arremetió con la horquilla o bastón, Y tumbó al Quijote y Sancho le vio muerto.
El hombro despedazado y le dio buena ocasión, De regresar al camión con su futuro incierto.
CXL
Humilde con los soberbios, con humildes arrogante,
Enamorado sin causa, en fin caballero andante Imitador de los buenos, azote de los malos,
Enemigo de los ruines, ejemplo de cristianos.
CXLI Al fin la caravana se dividió
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Quedando cura y barbero Panza y don Quijote,
El rucio y el buen Rocinante.
CXLII A seis días de camino encontraron la aldea Y por ser domingo salió gente que pasea
La mujer de Sancho pidió regalos y zapaticos Pero él le dijo que no tenía ni un quinto.
CXLIII
Ocho meses fueron los siglos de ausencia En que Sancho y Quijote las privaron de
presencia De cien aventuras, noventa y nueve torcidas
Pero todas alegraron a nosotros nuestras vidas.
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SEGUNDA PARTE:
I
Nos cuenta Cide Hamete Benengeli, La segunda parte y tercera salida,
Toda esta historia por un maravedí Se hace pública y no a escondida.
II
Don Alonso comía cosas confortativas Que le despejaban mucho el cerebro Todas esas delicias poco esquivas,
Las compartía con el cura y el barbero.
III
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Vestido de Almilla de bayeta verde, Con bonete colorado toledano, Seguía tan seco y amojamado
Como un perro que ladra y no muerde.
IV Recomendó el Quijote a Su Majestad
Reunir caballeros para calmar la tempestad Por la invasión que haría el Turco
Lo cual los puso en doloroso asunto.
V El cura dijo que la caterva de andantes
caballeros, No creía fuese real, ni de carne y hueso, Pues ficción, fábula y mentira primero,
Fue lo que vio al hablar de eso.
VI Describió a Amadís de Gaula,
Hombre alto, blanco y bien puesto Como el que nunca ha estado en jaula, Aunque de vista blanda y de ira presto.
VII
Describió luego al gigante Morgante Y a Goliat como filisteazo de altura,
Junto con ciclópeos de Sicilia amantes, Todos de desmesurada galantura.
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VIII
Sobrina y tía pugnaron con Sancho Por querer entrar a fuerza en el rancho
Para llevar al señor a los andurriales Y se dijeron vulgaridades como turpiales.
IX
Saco de maldades y costal de malicias Le endilgaron las damas por su codicia.
Y no se puso duda de la locura del caballero Y la simplicidad de su buen escudero.
X
Máquinas de disparates esta pareja Fue lo que el barbero llevó de moraleja.
Juntos salieron, juntos fueron y peregrinaron Aunque sólo a uno de ellos mantearon.
XI
Si a oídos de los príncipes llegase desnuda La verdad que en mentira no se escuda,
El vulgo tiene al Quijote en grandísimo loco Y a su escudero en un pobre mentecato.
XII
Los hidalgos le decían <<loco, pero gracioso>> Y otros le decían <<valiente pero
desgraciado>>
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Aunque era <<cortés pero impertinente>> Y en todo caso lo calificaban como demente.
XIII
Julio César, Alejandro, Hércules y Galaor, Todos héroes que criticados gozaron de honor
Aunque muchas veces muy calumniados Todos ellos finalmente fueron ensalzados.
XIV
El bachiller don Sansón Carrasco, Le contó a Sancho que en Salamanca, La historia del Quijote de la Mancha,
Ya se conocía hasta en Damasco.
XV Sus aventuras para engrandecerlas y levantarlas,
Pero no para envilecerlas y aniquilarlas, Se recogieron grandilocuentes y verdaderas,
Magníficas, altas para que ardiera.
XVI El bachiller, que se llamaba Sansón,
Aunque no muy alto, era gran socarrón, De condición maliciosa y pacata,
Llegó donde el Quijote y actuó como rata.
XVII Dijo ser caballero del hábito de San Pedro
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Aunque aseguró no ser tan famoso Como el manchego que era caballeroso
Y más grande y fuerte que un cedro.
XVIII En toda la redondez de la tierra,
Cide Hamete Benengeli dejó escrita Para que todos la tuvieran como favorita
Las aventuras que su libro encierra.
XIX Moro y sabio fue quien compuso
En historias y aventuras fue profuso Que doce mil libros en Portugal, Amberes,
Barcelona y Valencia, hasta leyeron las mujeres.
XX No hay nación ni lengua donde no se traduzca,
Ni maestro que a ese libro no induzca, Para conocer la gallardía en la historia
Del noble caballero y su memoria.
XXI En el libro, el sabio todo dice y todo apunta,
Y lo colma de prósperos sucesos, Incluso de tristes, cuando lo dejaron en huesos
Por hacer alguna incómoda pregunta.
XXII
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No dejó el moro de contar nada entero, Así como Virgilio habló de Eneas
Y Ulises describió a Homero Pero el caso es que no fueron cosas feas.
XXIII
Una cosa es escribir como poeta y otra es Escribir y actuar como historiador,
El poeta canta y cuenta a la vez, Y el otro las escribe según su honor.
XXIV
El bachiller le contó a Sancho de su ínsula Y que no la gobernaría con los años Pero él insistía en que sería un daño
No gozar de ser gobernador de fábula.
XXV Cada uno mire como habla o escribe
Y no ponga a troche moche Porque los milagros que se describen Ocurrían de día o incluso de noche.
XXVI
Siendo cristiano viejo, Sancho se molestó Porque su historia como el pintor Orbaneja
Se escribió <<como saliere>> y no compleja Aunque fue trillada y sabida, hasta un niño la
leyó.
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XXVII
Los episodios, de gran entretenimiento, No generan ni un mal pensamiento
Por ser de gran juicio y maduro entendimiento; El libro no es la maravilla del momento.
XXVIII
Sin embargo hay muchos censuradores, Poco misericordiosos y muy escrupulosos,
Que hacen mal como murmuradores Y lo que les pasa es que son envidiosos.
XXIX
Stultorum infinitus est numerus, El número de estúpidos es infinito;
Por ventura pocos entienden esta luz Y creen que es un piropo bonito.
XXX
De las cosas de don Quuijote bastan las escritas, Era un refrán sobre esta obra bendita
Que tantas alegrías nos suscita, Pues su contenido a todos concita.
XXXI
Ahora se apresta a ir a Zaragoza Que en Aragón no es cualquier cosa, Para celebrar a San Jorge el patrono
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Que a los caballeros nunca abandonó.
XXXII ¡Santiago, y cierra, España!
Se convirtió en su grito de campaña Porque su valentía a nadie engaña Ni los triunfos de otro empañan.
XXXIII
En los extremos de cobarde y temerario, Valentía es lo que vive a diario, Pero sin ella más leal escudero
Jamás sirvió a andante caballero.
XXXIV Sancho convenció a su esposa Teresa
Que cada aventura se hace con presteza Pero le habló de tan apócrifo estilo,
Que nadie creyó que era su típico bramido.
XXXV Teresa comprendió que un escudero
No come tan en balde su pan Pues junto al caballero en el mundo entero
Luchando con moros encantados van.
XXXVI Pero sin gobierno salisteis del vientre,
Sin gobierno habéis vivido hasta ahora,
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Ese fue el razonamiento a Sancho de su señora, Consejo que es bienvenido siempre.
XXXVII
La mejor salsa del mundo es el hambre, Y tu hijo ya está en edad de salir y buscar mujer,
Aunque mejor parece la hija mal casada A que nuestra Mari Sancha esté bien
abarraganada.
XXXVIII Teresa describió a su mochacha
Y la hilaza de su tela basta y grosera Que con ser señora con otra facha,
Mostraría finalmente el cobre de cualquiera.
XXXIX Destripaterrones, pelarruecas y villana,
Lope Tocho, el hijo de Juan Tocho con su maña,
Que no mira de mal ojo a nuestra hija, Siendo nuestro igual le dará buena vida.
XL
Bestia, so animal y mujer de Barrabás, Piropos de Sancho a Teresa no son de más,
Por no creer que Sanchica ha de ser condesa, Lo cual su padre ansía con ligereza.
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XLI Teresa Panza, de soltera Cascajo,
Siendo pazpuerca no quiere ser gobernadora, Que como condesa ser la mujer de un vergajo, Sino mujer honrada y de pierna cruzada señora.
XLII
Mentecata e ignorante, no entendía razones Para ser como los Almohadas de Marruecos,
Que con tanto lujo hasta en sus calzones Y recibieron sus riquezas sin arremuescos.
XLIII
Predicando en el desierto y majando en hierro frío
La hermana y la sobrina del Quijote Le dicen que no quisieran que su hermano y tío
Anduviera en pena como ánima sin bigote.
XLIV Siendo infinidad de memoriales impertinentes
Que al señor causan pesadumbre e ira, Como que todo lo suyo es fábula y mentira
Y esto fue el rechinar y crujir de dientes.
XLV Por estas asperezas se camina
De la inmortalidad al alto asiento, Do nunca arriba quien de allí declina (307).
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XLVI
Dialogando escudero y caballero, Concertaron tener de verdadero,
Que la muerte es sorda y no detiene ruego, Fuerza, cetro, mitra ni nada pasajero.
XLVII
Filosofando, Sancho pidió salario, Lo que el Quijote no pagaba un denario, Pues ningún caballero pagaba al escudero
Y ante eso, él no sería el primero.
XLVIII Don quijote reprochó con refranes,
Que no le faltarían escuderos, Que no cobraban por sus panes
Y que Sancho podíua irse primero.
XLIX Cuando Sancho oyó tan firme resolución,
Se le cayeron las alas del corazón. En esas entró Sansón Carrasco, socarrón,
Quien le puso música a una canción.
L Pidió a la tía no rezar a Santa Apolonia,
Pues Quijote, hermoso y bravo, Tenía el camino libre y allanado
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Para lo que Sansón preveía.
LI El inaudito bachiller sansón Carrasco,
Se ofreció a ser el escudero en este atasco Pero el Quijote no quiso quebrase la columna
De las letras y el vaso de las ciencias duras.
LII Emprendieron amo y mozo el viaje Que sería la tercera salida al mundo Y el Bachiller no dudó un segundo,
Que Sancho era un mentecato solemne.
LIII ¡Bendito sea el poderoso Alá! En tres ocasiones,
Lo dice Hamete Benengeli rumbo al toboso Pues comienza el camino del Quijote y su mozo
Para tomar de Dulcinea bendiciones.
LIV Mala la hubistes, franceses,
En esa de Roncesvalles (319).
LV Preguntole por el palacio al labrador
De la sin par princesa Dulcinea, Pero siendo forastero no tenía idea Y que de princesas no era sabedor.
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LVI
En el Toboso la locura llegó al tope Pues el Caballero, ese llamado quijote, Envió a Sancho en el rucio a galope, Para encontrar a Dulcinea, de golpe.
LVII
Mensajero sois, amigo, No merecéis culpa, non (324).
LVIII
El escudero en soliloquio reflexionó Sobre la gente manchega y su mal humor
En esas encontró tres labradoras Que en sus pollinas aparecen a buena hora.
LIX
Trató Sancho de engañar a su amo Describiendo reinas por aldeanas,
Princesas, duquesas y bellas damas, Para mi caballero, su amor reclamo.
LX
La moza aldeana, carirredonda y chata Escuchaba de los dos locos la perorata
Y le pide al hombre lo mire amorosamente, Viendo su sumisión y comedimiento.
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LXI Aún con su contrahecha hermosura,
Quijote le hablaba con donosura, Con la humildad con que su alma adora
A la que él creía ya su señora.
LXII Habiendo caído del jumento
La mujer se levantó en el momento Y tan ligero como si fuere humano,
Subió al burro mejor que un mexicano.
LXIII Creyó que la naturaleza no puso mal acabada
Ni imperfecta, fea o mal presentada, A Dulcinea, estrella resplandeciente
Y no como la aldeana, que sólo tenía un diente.
LXIV Por Sancho, delicadamente engañado,
Don Quijote creyó estar muy embrujado, Pues espíritus malintencionados,
Quisieron que Dulcinea se viera como pescado.
LXV Pensativo estaba don quijote
Por la burla de los encantadores, Pues la belleza confundió a los señores
Y a Dulcinea que parecía guajalote.
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LXVI
Encontraron ahora el Carro de la Muerte Iban allí sus cortes que afectaban su suerte
Pero eran recitantes de Angulo el Malo Y esto le causó gran desengaño.
LXVII
Desde muchacho aficionado a la carátula, En su mocedad se le iban los ojos tras la
farándula Y queriendo atacarlo con guijarros la turba,
Quijote y Sancho evadieron las burlas.
LXVIII Apareció el Caballero de los Espejos
En medio del bosque con voz que le dolía, Quejándose de Casildea de Vandalia
Mientras descansaba en naturales lechos.
LXIX Los cuatro, caballeros y escuderos,
Deshacían en elogios con mucha razón Sancho dijo hablando primero,
Quiero a mi amo como a mi corazón.
LXX El Caballero del Bosque, de maravilla,
Narró que luchó contra la Giralda de Sevilla.
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Habló de los Toros de Guisando y sima de Cabra
Y que Casildea era más bella que Dulcinea.
LXXI Juró haber vencido al quijote y se ufana
Gozar ahora de su gloria y fama, Que le ha pasado a su persona en batalla, Junto con el honor de todas sus hazañas.
LXXII
Y tanto el vencedor es más honrado, Cuanto más el vencido es reputado. (350).
LXXIII
Admirado quedó don Quijote de oír Que el caballero estaba en mentir,
Diciendo haber vencido al Manchego Y que esto no lo dejara en sosiego.
LXXIV
Escuchad lo que deciros quiero, Dijo don Quijote al caballero
Vámonos en batalla sangrienta, Para limpiar entre los dos ésta afrenta.
LXXV
El escudero del Bosque advirtió Pero Sancho no poco escuchó
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Que mientras los amos están en pendencia, Los mozos deben también luchar sin clemencia.
LXXVI
Eso podría ocurrir con rufiantes y peleantes Pero en la Mancha no con escuderos de
andantes, Aunque a talegazos como armas iguales,
Sugirió el del Bosque reñir como normales.
LXXVII Para concertar la lucha con Sancho,
Le prometió cuatro bofetadas en lo ancho Que dé la cara afectada le diera
Tanto dolor como inmensa cólera.
LXXVIII No me dejo el rostro manosear,
Dijo Sancho para no hacerse golpear, Aunque viendo al otro, dijo a su corazón Más valen mil bofetadas, que a ese hacerle
perder la razón.
LXXIX El vencido quedaría, a merced del vencedor
Y la pelea sería para probar su honor, Mirando sancho la pelea desde el alcornoque
Quijote atacó al de los Espejos con su estoque.
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LXXX El de los Espejos resultó ser Sansón Carrasco,
Lo cual, don Quijote no podía aún creer, Y Tomé Cecial resultó ser el narigón,
Que a Sancho había causado conmoción.
LXXXI Don Tomás confesaría arcaduces y enredos
Así como otros embustes muy feos, Que casi le causan la muerte a Carrasco,
Pues los muy tontos se metieron en atasco.
LXXXII Amo y mozo creyeron el engaño fiero
Del caballero de los Espejos y su escudero, Mohínos y mal andantes quedaron
Mientras Quijote y Sancho por fin triunfaron.
LXXXIII Contento, ufano y vanaglorioso,
Siendo loco y sus enemigos cuerdos, Él se fue sano y los otros casi muertos,
Que no le dejó al bachiller ser muy piadoso.
LXXXIX Sancho seguía pensando en el vecino,
Quijote le dijo que era un artificio Obra de los encantadores y su oficio,
Para apartarles de Zaragoza y su camino.
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XC
Encontraron al del verde gabán jinete Elegante y bien trajeado y hablado
Y el se ufanó de su historia Quijote, Que en treinta mil libros se ha contado.
XCI
Creyendo ser un carro de transporte De la moneda de Su Majestad,
Poniéndose la celada comenzó a sudar, Pero eran requesones que comenzaron a licuar.
XCII
Creyó copioso el sudor que expelía Pero era el hedor lo que olía
Ese queso podrido que se derretía Y que entre las orejas se le metía.
XCIII
Llegó el carro de las banderas Con el carretero y otro en la delantera,
El general de Orán enviaba leones Y el Quijote se ufanó de sus cojones.
XCIV
¿Leoncitos a mí? Retó al leonero, Para que abriera la jaula del más fiero, Que de africana selva llegara primero
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Pero no salió y al Quijote le mostró el trasero.
XCV Ganó el caballero la corona del vencimiento, Lo cual se hizo saber de todos al momento Y cambió a ser el Caballero de los Leones Como quiso ser llamado desde entonces.
XCVI
Diego de Miranda, el hidalgo viajero, Expresó su nombre de un modo ligero;
Su gabán verde le recordó el Toboso Y en su amargura no encontró gozo.
XCVII
¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas Dulces y alegres cuando Dios quería! (377).
XCVIII
Hijo y mujer de don Diego salieron al encuentro,
Doña Cristina le recibió con amor y cortesía, Y don Quijote correspondió con alegría, Con azas de discretas razones de adentro.
XCIX
Con los Miranda cuatro días se alojó, Para viajar a la cueva de Montesinos, Que a todas estas estaba de camino,
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Y le obsequiaron todo lo que se le antojó.
C Rumbo a las lagunas de Ruidera,
Marcharon con el primo del vecino Que como lector no era un mozo cualquiera
Y se les juntó para ponerse en camino.
CI Una verdad que no admite réplica y disputa Fue el largo viaje de tres días en la cueva, Que arriba sólo fue una hora, por ventura
Y no lo que la historia lleva.
CII Un mancebito elegante toparon en el camino
Iba cantando seguidillas tonantes Rumbo a Cartagena dijo el paseante
Mientras bebía un sorbo de vino.
CIII A la guerra me lleva
Mi necesidad; Si tuviera dineros
No fuera, en verdad (383).
CIV El mozo no tenía nada de dinero,
Por haber servido a gentes advenedizas,
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Que le daban raciones míseras Y por ello no tenía sino ceros.
CV
Había sido paje y vestía de librea, Pero sus amos al perder el empleo Lo dejaron con su ropa vieja y fea,
Pero el muchacho no le veía problema.
CVI El Quijote recordó cual era la mejor muerte,
Que según Julio César debía ser al de repente. Y según Terencio, más bien parece el muerto,
Que el vivo y salvo que aparece yerto.
CVII El caballero le dijo: cenaréis conmigo,
Que mañana desde la venta seguirás camino. Llegaron al tiempo que anochecía,
Lo cual les causó gran alegría.
CVIII Sancho notó que era una venta
Y no castillo como su señor solía. En esto entró un hombre de voz levantada,
Quien preguntó si allí había posada.
CIX Era el maese Pedro dijo el ventero,
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Lo reconoció por el parche de tuerto Y le ofreció inmediatamente quedada,
Así se la quitara al duque de Alba.
CX El tuerto era un famoso titiritero,
Que enseñaba el retablo de Melisendra, Liberada por el señor don Gaiferos,
Así como un mono de muy rara esencia.
CXI El mono lleva por cada pregunta dos reales
Y su amo bebe más que doce y habla como seis, Todo a costa de su labia
Y de lo que supuestamente el mono habla.
CXII Comenzó la representación de Sansueña,
Ciudad que hoy se llama Zaragoza, Contando la historia de hombre y moza, Con dulzainas y trompetas que suenan.
CXIII
El quijote derribó, destrozó y mató A los que él creía verdaderos moros,
Que eran figurillas de pasta y mazapán Destruidos a cuchilladas con afán.
CXIV
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Cuchilladas, mandobles, tajos y reveses, Menudeaba el Quijote por mil veces.
En menos de dos credos destruyó el retablo, Hiriendo los muñecos de Marsilio y
Carlomagno.
CXV Se alborotó el senado de asistentes, Así como el mono y otros clientes;
Temió el primo y el paje se acobardó Y el mismo Sancho de pavor se orinó.
CXVI
Pasada la pavorosa borrasca, Don Quijote sosegase un poco,
Pero don Pedro perdió la canasta Y quedó desdichado gracias al loco.
CXVII
Ayer fui señor de España… Y hoy no tengo una almena
Que pueda decir que es mía (392).
CXVIII Pobre y mendigo, desolado y abatido
Quedó don Pedro y además adolorido; Pues el Caballero de la Triste figura, La del maese totalmente la desfigura.
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CXIX Sancho se lamentó del maese
Y le pidió que no se entristeciese, Pues su amo es católico y buen cristiano
Y seguro le pagaría todo ese daño.
CXX Reconoció alterada su cólera,
De los encantadores mala obra Y dijo no ser culpa suya el yerro,
Sino de esos que mencionó primero.
CXXI Él mismo dijo no actuar con malicia Y dar costas en moneda castellana
Para que don Pedro tuviera la delicia, De reponer todo lo que se daña.
CXXII
Don pedro valoró en reales, Medios y cuartillos sus males;
Sumó otros buenos maravedíes legales Y así alivió tantos detalles.
CXXIII
Cuarenta reales y tres cuartillos Fueron moderados por dos árbitros; Así la borrasca del retablo se acabó Y todo el grupo finalmente cenó.
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CXXIV
Benengeli narró como don Pedro compró Al mono de cristianos de Berbería
Y con mucho detalle nos narró Las cosas como mejor podían.
CXXV
Rumbo a Zaragoza y sus Justas competencias, Visitaron las riberas del río Ebro
Y en el camino concertaban el sueldo, Con el propósito de quedar sin pendencias.
CXXVI
Don Quijote decía a Sancho vituperios Que aquí los puso muy serios,
Asno, malandrín, follón Y finalmente lo perdonó de corazón.
CXXVII
El Ebro y la amenidad de su ribera, La claridad del agua, líquido cristalino, El sosiego de su curso de gran solera, Le permitieron ver un buen camino.
CXXVIII
Se les ofreció un barco sin remos, Que tampoco llevaba persona alguna
Resultó ser de Longincuos sitios
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Y lo utilizaron sin mayor fortuna.
CXXIX Señor y escudero se embarcaron Y muertos de miedo navegaron
Llorando Sancho, corazón de mantequilla, Porque no podían regresar a la orilla.
CXXX
Recorriendo la línea equinoccial Y navegando por el bello litoral, Según el cómputo de Ptolomeo El cosmógrafo que era muy feo.
CXXXI
Para quienes viajan desde Cádiz, Hasta las Indias Orientales,
Una cosa que a todos hacía feliz, Es que los piojos se les iban de sus males.
CXXXII
Sancho no sabía que eran polos, Círculos, líneas, signos y paralelos;
Zodíacos, eclípticas, solsticios, Planetas, medidas y equinoccios.
CXXXIII
Al otro día al encontrar lugar de dormida, Vio de lejos cazadores de altanería
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Y encontró a una gallarda señora Sobre un caballo de reina mora.
CXXXIV
Tan bizarra y de verde vestía, Que esa mujer era toda galantería
Y en su mano derecha traía un azor, Que indicaba ser dama de esplendor.
CXXXV
Sancho llevó la embajada a la señora Que le pidió se levantara por ahora
Y dijese al Quijote que ella y el duque Su marido lo esperaban para el disfrute.
CXXXVI
Era ella dama de mucha crianza y cortesía Le preguntó a Sancho, que si él sabía,
Si su amo era el buen protagonista De una publicación que ella había tenido a la
vista.
CXXXVII El mismo, contestó el buen escudero,
Es el que de La Mancha se llamó primero Y así, la duquesa le pidió con cortesía, Que el Quijote viniera a su presencia.
CXXXVIII
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Sancho con gran gusto volvió a su amo, A quien contó como la augusta dama
De su historia sabía hasta el tamo Y cómo por leerla, en días no salió de su cama.
CXXXIX
Don Quijote se gallardeó en la silla, Se puso los estribos y brilló la hebilla,
Arremetió a Rocinante y bajó su visera, Para que la dama viera que él no era cualquiera.
CXL
Con gentil denuedo besó las manos de la noble La cual llamó al duque su esposo
Para que conociera sin reposo El disparatado humor del pobre.
CXLI
Duque y duquesa habían leído entero La primera parte de la historia
Y convinieron tratar muy bien al caballero Para seguirle el cuento con toda la ceremonia.
CXLII
Al bajarse del caballo se enredó con el estribo Y quedó con la boca y pechos en el suelo.
El duque mandó que auxiliasen al caballero El que maltrecho fue de buen recibo.
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CXLIII Los duques no permitieron por nada,
Que don Quijote se les arrodillara Y él manifestó la gloria de verlos
Y ponerse de inmediato a servicio vuestro.
CXLIV El Quijote se puso al servicio en esas,
Del duque y la duquesa, su digna consorte, Señora de hermosura y universal princesa,
Así Dulcinea fuera la más noble.
CXLV La duquesa dice que el buen escudero,
Sancho es gracioso y donairoso, Lo cual confirma según ella que el primero, También es hablador pero discreto el mozo.
CXLVI
El caballero andante y el escudero andado, Se fueron con los buenos duques a su lado, Los invitaron a ser atendidos en su castillo
Y los cuatro fueron tan enredados como ovillo.
CXLVII El duque se adelantó para ir al castillo
Le pidió a lacayos y palafreneros Que atendieran como noble al loquillo
Y lo dejaran apearse de su caballo primero.
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CXLVIII
Vaya vuestra grandeza A apear a mi señora la duquesa Y hubo grandes comedimientos
Para que se sintiera muy contento.
CXLIX Dos hermosas doncellas salieron al encuentro
Y echaron sobre el Quijote un manto, El cual, de finísima escarlata
Le dio bienvenida como caballero de la flor y nata.
CL
Todos sobre el caballero a grandes voces Vitoreaban al noble con retoques
Y derramaban aguas olorosas Que él mismo creyó eran otras cosas.
CLI
Sin embargo ese día creyó Ser caballero andante verdadero
Y no un fantástico molinero Como alguien alguna vez le dijo.
CLII
Sancho entró al castillo con la duquesa Y salió al encuentro de la Señora González
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Una reverenda mujer un poco gruesa Que les animó y no les deseó males.
CLIII
Era doña Rodríguez de Grijalba A quien Sancho pidió una tarea Que ella se negó por ser tanta
Y le dejó al mozo una mala seña.
CLIV Contó Sancho un verso de Lanzarote
Pero la mujer le salió al trote: Hermano, si sois juglar,
A mí no me habéis de engañar.
CLV Cuando de Bretaña vino, Que damas curaban dél,
Y dueñas del su rocino; (414).
CLVI Hijo de puta, dijo la dueña a Sancho,
Ya toda encendida en cólera, Si soy vieja o no, a ti te vale chacho, Que no a voz, bellaco con flojera.
CLVII
Advertid Sancho amigo, dijo la duquesa, Que doña Rodríguez es muy moza
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Y que las tocas que lleva en la cabeza Lo son por autoridad, que por otra cosa.
CLVIII
Cada uno habla como le va Y así mismo se le tratará
Pero intervino el duque y ofreció Que el jumento comería como su señor.
CLIX
En una sala adornada de oro y brocado Seis doncellas y dos pajes a su lado,
Desarmaron al Quijote y quedó en menores, Estrechos greguescos y malos olores.
CLX
Le pidieron se dejase desnudar Para poderle su camisa cambiar.
Además, le pidió a Sancho cerrar la boca Para que los dos no parecieran cabras locas.
CLXI
Vistióse don Quijote con el escarlata mantón Se puso una montera verde marrón Y salió a la sala y se lavó las manos
Para ir con doce pajes ante los amos.
CLXII Estaba la rica mesa, con pompa y majestad
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En ella, los duques y caballero se iban a sentar Contó don Quijote de sus desgracias
Y todos se sorprendieron a sus anchas.
CLXIII Un capellán de la casa cayó en cuenta
Haber reprendido al duque muy pronto Por leer los disparates de la historia Quijotesca
Y le llamó a don Quijote don Tonto.
CLXIV Respondió don Quijote al venerable varón, Que lo había ofendido con mucha ovación.
Levantado en pie presuroso y turbado Le dijo al cura hasta lo que no había imaginado.
CLXV
El estado del clérigo mostró lo enojado Que el Quijote poseía por el togado, Autor de muchos infames vituperios
Que contra él emitió con gran desprecio.
CLXVI Así, el duque ofreció a Sancho ínsula
Y se hincó ante Su Excelencia Agradeció por tanta mayúscula
Obra, que se extasió en su presencia.
CLXVII
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El eclesiástico muy furioso se retiró; Finalmente don Quijote se sosegó Y prontamente la cena se acabó
Y con jabón napolitano sus manos lavó.
CLXVIII Cuatro doncellas jabonaron las barbas
Y el Quijote aceptó con mil gracias Y con retórica demostina y ciceroniana Se alegró de tanta atención castellana.
CLXIX
Hablaron de Dulcinea y el duque preguntó: ¿Quién le ha quitado la belleza que le alegraba,
El donaire que tenía y la honestidad que acreditaba?
El encantador que encantada la dejó.
CLXX Un caballero sin dama es como
El árbol sin hojas, edificio sin cimiento, Sombra sin cuerpo que la cause
Y sin sustento con que se mantiene.
CLXXI Fantástica o del mundo, pero hermosa, Grave sin soberbia, sin tacha y amorosa,
Honesta, de linaje y muy cortés, Todo eso y más, es ella a la vez.
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CLXXII
La señora duquesa no dudó en la declaración Pero sí tenía contra Sancho Panza ojeriza
Pues le pareció siempre un bufón Que traicionaría a su amo hasta la camisa.
CLXXIII
Pero don Quijote salió en su defensa Dijo que el escudero no le causaba ofensa,
Pues aunque bobo, a veces bellaco, Duda de todo y créelo todo.
CLXXIV
Yo no lo cambiaría por otro escudero, Aunque me dieran un batallón entero.
En esas Sancho corría de unos que con picardía Querían lavarle la barba con una sucia lejía.
CLXXV
De muy buen criterio Sancho señaló, Que tal jabonadura y ceremonia
Más parece burla que agasajo Y lo defendió el Quijote de la escoria.
CLXXVI
La duquesa también lo defendió Y Sancho hincándose de rodillas dijo:
De grandes señoras, gran merced
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Y más tarde Usted en mandar, que yo en obedeced.
CLXXVII
Aprendiste a ser cortés con la cortesía, Estrella de la escuderil caballería
Que mi esposo el duque bien nombraría Para la ínsula que Usted gobernaría.
CLXXVIII
Duque y duquesa seguían con la comedia De tratar a caballero y escudero como en Edad
Media Y quisieron dar vislumbre y apariencia
De aventuras a otras circunstancias.
CLXXIX Quisieron llevarlos de cacería
Ricamente aderezados Dando orden a los criados
De llevarlos a caza de montería.
CLXXX Apareció un desmesurado y loco jabalí Crujiendo dientes y colmillos por ahí. Don Quijote se apresuró a recibirle
Aunque antes muchos lograron acuchillarle.
CLXXXI
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Sancho corrió y subiendo a una encina Casi se cae sobre el jabalí encima.
Llegó don Quijote y del árbol lo descolgó Y el romance del rey godo recitó.
CLXXXII
De los osos seas comido, Como Favila el nombrado (432).
CLXXXIII
Matar a un animal que no cometió delito alguno, Me ha parecido siempre lo más inoportuno.
El duque replicó que la caza sí es conveniente, Aunque un jabalí te hinque su diente.
CLXXXIV
Vino el diablo en la noche a buscar al Quijote Pues los encantadores traen a Dulcinea en carro
triunfante, Traigo el mensaje del gallardo francés
Montesinos Para avisarle de lo que ocurre por estos caminos.
CLXXXV
Al compás de agradable música marcial Llegó a ellos un lujoso carro triunfal.
Disciplinante, ninfa y muerte descarnada Llegaron ante el Quijote conteniendo carcajada.
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CLXXXVI Yo soy Merlín, aquel que las historias
Dicen que tuve por mi padre al diablo… A ti digo, ¡Oh varón, como se debe Por jamás alabado! A ti, valiente Juntamente y discreto don Quijote,
De la Mancha esplendor, de España estrella, Que para recobrar su estado primo La sin par Dulcinea del Toboso,
Es menester que Sancho, tu escudero, Se dé tres mil azotes y trescientos
En ambas sus valientes posaderas, Al aire descubiertas y de modo
Que le escuezan, le amarguen y le enfaden. (437).
CLXXXVII No sé qué tienen que ver posaderas con
encantos Gritó Sancho para evitarse tanto,
Pues si no hay otra manera de desencantar, Dulcinea al sepulcro puede ir bien a dar.
CLXXXVIII
Resolvió el duque, que Sancho azotado Era para él un buen resultado
Para poder ser buen gobernador Y pidió Sancho dos días para pensarlo mejor.
CLXXXIX
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La duquesa le pidió dar el sí de la azotaina Pues no creía que sancho tuviere conciencia
mezquina Que un corazón quebranta mala ventura
Y por ser bueno te castigarán con holgura.
CXC Aceptó Sancho la penitencia con las condiciones
Y don Quijote se llenó de emociones Pues quedará desencantada Dulcinea Y dejará de ser esa tosca mujer fea.
CXCI
Un burlesco mayordomo del duque Fue quien organizó el desfile de Merlín
Para que sancho se diera de azote Y el encanto de Dulcinea llegara a su fin.
CXCII
Preguntó la duquesa si ya se había azotado Contestó Sancho que palmadas se había dado
Pero ella le pidió tuviera más disciplina Porque de palmadas no es como con rama de
encina.
CXCIII Aquí se leyó la primera carta a Teresa
Escrita por su Sancho con gran presteza El 20 de julio de 1614 fechada
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Y por el gobernador Panza redactada.
CXCIV Comentó la carta la señora duquesa
Que se veía un poco codiciosa Pues la codicia rompe el saco
Y queda allí él como un bellaco.
CXCV Luego de frugal y entretenido desayuno
Anunciaron los duques lo oportuno De la llegada de un caballo mágico Que le daría a todo un tono trágico.
CXCVI
Convencieron al quijote que en el caballo Cabían dos personas y hasta una doncella Se llama Clavileño el Alígero ese equino Que a ellos se les atravesó en su destino.
CXCVII
Pegaso el de Belorofonte, El de Alejandro Bucéfalo;
El de Reinaldo de Montalbán, Bayarte; Y Frontino el de Rugero.
CXCVIII
Billadoro, el de Orlando el furioso; Bootes y Peritoa los del Sol,
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Y Orelia el de Rodrigo, Rocinante el de nuestro buen amigo.
CXCIX
Sancho no quería tomar ni las riendas, Pues Paralipomedón de las Tres Estrellas,
Un mítico y victorioso caballero Ganó batallas sin mencionar a su escudero.
CC
Pero bien fuese Clavileño o Malambruno, Con cualquiera acabaré gigantes
Y bien fuere una docena, o tan sólo uno, Demostraré que mejor monta Rocinante.
CCI
Alzado por cuatro salvajes Vestidos de verde yedra,
Llegó por fin a estos parajes El caballo de madera y herraduras de piedra.
CCII
Convencieron a Quijote y Escudero subir Que por los aires se volverían viajantes,
Pero Sancho, ni de malo ni de buen talante, Emprendió el viaje creyendo iba a morir.
CCIII
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Replicó el Quijote: Sancho, animal descorazonado,
Que no te salga más el temor por ningún lado Pues no sé de qué te turbas y te espantas
Y acomódate bien en esas ancas.
CCIV Con grandes fuelles los resoplaban
Y ellos estaban convencidos que volaban. Por la cola del Clavileño pusieron cohetes Y volaron por las nubes Sancho y Quijote.
CCV
El ínclito caballero don Quijote De la Mancha feneció y
Acabó la aventura con solo Intentarla (451).
CCVI
Los del jardín se hicieron los desmayados, Para que el dueto los creyera espantados Pero eso sirvió para que desencantados
Lograran que Dulcinea volviera a su estado.
CCVIISancho inventó una historia bella Sobre su viaje a las estrellas
Y el Quijote le replicó que reconociera También lo que en Montesinos él viera.
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CCVIII Con la feliz y graciosa aventura,
Los duques tuvieron felicidad y soltura, Y pidieron a Sancho se aliñase y compusiese Pues ya saldrían a la ínsula a posesionarse.
CCIX
El escudero quiso cambiarla por el cielo El cual prefería gobernar de mejor gana
Que la ínsula que el duque le dio primero Y a éste ese desaire no se le hizo extraña.
CCX
No te puedo dar del cielo nada Pero sí una ínsula hecha y derecha,
Redonda y bien proporcionada, Fértil y con buenas cosechas.
CCXI
Quiero probar a que sabe ser gobernador Y llevaré a mí ínsula a gran esplendor Pero para eso, recibió de don Quijote Buen consejo para gobernar su lote.
CCXII
Quiere esta Catón aconsejarte, En las que vas a engolfarte; Un gobierno de confusiones
Que son más que tus nobles pretensiones.
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CCVIII
Debes tener cuidado de no hincharte, Como la rana que con el buey quiso igualarse,
Y guíate de la prudencia Para evitar de otros la maledicencia.
CCXIV
Si todos los preceptos siguieres, Serán luengos tus días entre las gentes;
Vivirás en paz y casarás tus hijos como quisieres Tu felicidad indecible y siempre irás de frente.
CCXV
Con claro y desenfadado entendimiento, Gran donaire y comedimiento, Don Quijote a Sancho brindó
Nuevos consejos con los que prosiguió.
CCXVI Habiéndole dado los consejos del alma,
Sugirió a Sancho los que el cuerpo adornan, Entre ellos ser limpio sin falta
Y cortarse las uñas para no ser puerco.
CCXVII Usar un buen vestido cuidado
Y dales librea a tus criados. Para evitar tantas afectaciones,
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Le recomendó no hacer eructaciones.
CCXVIII Y le habló sobre la cabalgadura,
Que debe llevarse con buena compostura Porque la diligencia es madre de ventura
Y la pereza contraria a la impostura.
CCXIX Todas fueron cosas buenas, santas Y provechosas como otras tantas,
Pero el escudero se excusaba de ellas Por no saber leer y escribir letras.
CCXX
¡Aprende al menos a firmar! Pero Sancho respondió: Voy a fingir Que para eso es que iré a gobernar,
Diré que la mano está tullida para actuar.
CCXXI Pero ten el buen propósito de acertar
En todo lo que tengas que desempeñar Y procura nunca errar
Para que así puedas comulgar.
CCXXII Dándole luego escritos los consejos, Los duques se admiraron de ellos,
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Se despidió Sancho y los cubrió de besos Y de su amo con muchos pucheros.
CCXXIII
Sintió ahí mismo su soledad el Quijote Y estuvo melancólico; la duquesa preguntole
Si quisiera ser servido por doncellas Pero él dijo que no deseaba verlas a ellas.
CCXXIV
Sin poder dormir abrió la ventana Y rompió sus medias al salir de la cama
Escuchó música, canto y arpa Y creyó era una doncella de él enamorada.
CCXXV
¡Oh, tú que estás en tu lecho, Entre sábanas de Holanda, Durmiendo a pierna tendida De la noche a la mañana, Caballero el más valiente
Que ha producido la Mancha, Más honesto y más bendito Que el oro fino de Arabia! Oye a una triste doncella,
Bien crecida y mal lograda, Que en la luz de tus dos soles
Se siente abrasar el alma. Tú buscas tus aventuras,
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Y ajenas desdichas hallas; Das las feridas, y niegas El remedio de sanarlas.
Muy bien puede Dulcinea, Doncella rolliza y sana,
Preciarse de que ha rendido A un tigre y fiera brava.
¡Oh, quién se viera en tus brazos, O si no, junto a tu cama,
Rascándote la cabeza Y matándome la caspa!
CCXXVI
Ese era el canto de la malferida Altisidora Quien enamorada del Quijote ahora, Pues para Dulcinea soy de alfeñique Y para las demás de miel y pedernal.
CCXXVII
Mil vecinos, súbditos del duque Que vivían en la ínsula Barataria,
Nombrado así por el gobierno barato Que le dieron a Sancho para disfrute.
CCXXVIII
Los villanos y el regimiento de honor Recibieron entusiasmados al gobernador
Y entre ceremonias y protocolos Las llaves de la ciudad le dieron a él solo.
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CCXXIX
Le hicieron raras preguntas en una silla, Para alegría o tristeza de la gentecilla.
Comenzó a juzgar actuar de sastre y labrador, Así como a dos ancianos deudor y acreedor.
CCXXX
Solicitó su justicia una mujer y un ganadero Pues ella había sido manoseada por el majadero
Aunque él alegaba haberle pagado Por haber yacido juntos en esos lados.
CCXXXI
La mujer resultó ser mentirosa, Desvergonzada y embaucadora
Y el hombre un libidinoso desesperado Que por pagar yacer casi pierde la bolsa.
CCXXXII
Luego, en el palacio del gobernador, Los pajes le hicieron todo el honor Con frutas y platos con manjares,
Preparados para muy finos paladares.
CCXXXIII Un médico, un estudiante y un paje
Al gobernador pusieron un babero de encaje Y finalmente, en su dieta no comió asadas
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Perdices gordas y bien sazonadas.
CCXXXIV Con todo primor y atildadura Debe verse la mesa con altura
Y más si es la del señor gobernador Controlada por el médico con fervor.
CCXXXV
El doctor Pedro Recio de Agüero Graduado en la universidad de Osuna,
Vecino de Tirteafuera, su comuna, Fue despreciado por quien era primero.
CCXXXVI
Alborotose mucho el doctor Al ver colérico al gobernador
Y en esas hubo carta del duque Leída por el secretario sin replique.
CCXXXVII
La carta hablaba de serias amenazas Y de enemigos que pondrían sus tenazas
Para asesinar al buen gobernador Lo cual sería un verdadero horror.
CCXXXVIII
El paje llevó carta y regalo a Teresa, Fuerte, tiesa, nervuda, avellanada
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Esa era la gobernadora, salida de la nada Y nada palaciega por hablar con franqueza.
CCXXXIX
Dignísima mujer de hombre archidignísimo Que lucía ahora de corales y oro collar finísimo
Quedando con el regalo pasmada la gorda Aunque para ella lujos y regalos eran estorbo.
CCXL
El gentilhombre leyó la carta de la duquesa, Dirigida a la mujer del gobernador, teresa. Anunció la noble dama casar a Sanchica
Y pidió docenas de bellotas para su chica.
CCXLI La duquesa la trató como igual y llamó amiga
Algo que la labradora tuvo en alta estima Y por eso atendió al mozo con huevos y tocino
Porque las buenas nuevas fueron de mucho tino.
CCXLII Teresa salió con cartas y regalos a alardear
Ante el bachiller, cura y barbero fue a contar Y les mostró al mancebo mensajero
Para que vieran que ella, nada exageró.
CCXLIII Cura y Bachiller notaron en el paje socarronería,
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Pues en realidad sí se burlaba de las Panza, Pero, eran reales collar, traje y las cartas, Que nada de eso parecía ser una fantasía.
CCXLIV
El cura dijo que cada uno de los del linaje Nacieron con un costal de refranes Y los expulsan sin pocos ambages
Logrando celebrar sus locuaces planes.
CCXLV Cuando sancho, Sancha
Y cuando gobernador, Señora; Esa discusión corta o ancha,
Nos hace ver todo mejor ahora.
CCXLVI Escribió a Sancho don Quijote el bueno, Alabando sus discreciones en el gobierno. Sé padre de virtudes y padrastro de vicios,
Ni te muestres glotón, mujeriego o codicioso.
CCXLVII Contestó Sancho que tanto negocio No le permite ni un minuto de ocio,
Ni tiempo de rascarse la cabeza O cortarse las uñas con delicadeza.
CCXLVIII
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Quejose Sancho del médico de su corte Cuya meta es dejarlo sin soporte
Pues sus medicinas son dieta y dieta, Que al gobernador el hambre da rabieta.
CCXLIX
No he tocado derecho ni llevado cohecho, Dice el criado y gobernador con despecho.
Dictó ordenanzas sobre zapatos y vino Y castigó a quien cantase cantares lascivos.
CCL
MuchAs fueron de Sancho sus Constituciones, Normas que le dieron grandes emociones.
La carta de teresa a la duquesa Y de sancha a Sancho le leyeron con presteza.
CCLI
Flor y espejo de insulanos gobernadores, Esto dice Cide Hamete, filósofo mahomético, Pues como humo el gobierno llegó a tétrico
Fin y no pudo volverse a mayores.
CCLII Siete días con sus noches fue el gobierno, Hasta que la ínsula se volvió un infierno, Pues con hachas y encendidas espadas,
Todas ellas desenvainadas, las gentes estaban espantadas.
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CCLIII
Convencieron a Sancho de ser su lucero, Su norte, su linterna contra la invasión;
Pusiéronle lanza y paveses primero, Aunque él no podía soportar esa tensión.
CCLIV
Pero más el miedo que armadura Le impedían actuar en esta nueva aventura;
Los enemigos crecían y las voces aumentaban, El peligro y su gobierno acababan.
CCLV
Ante persuasiones y vituperios Se movió y cayó el pobre gobernador;
Quedó como tocino entre anturios Y más golpeado que un fornicador.
CCLVI
Unos tropezaron con él, otros lo pisotearon, También lo acuchillaron y vapulearon,
Hasta que escuchó que la victoria llegaba Y que los enemigos corrían en retirada.
CCLVII
No queriendo repartir despojos de enemigos, Sancho pidió que le trajeran un poco de vino,
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Luego se desmayó del trabajo, temor y sobresalto
Y los de la burla hasta les dio un gran impacto.
CCLVIII Luego Sancho ante su rucio reconoció Que se había subido sobre la torre de la
ambición Y que haber actuado con tanta soberbia
No le causaba ahora sino miseria.
CCLIX Subió en el jumento y abríase paso
Diciendo que ya como gobernador no había caso
Y que mejor se le daba arar y cavar Ensarmentar las viñas y hacerlas podar.
CCLX
Es mejor estar para lo que se ha nacido, Que dar leyes y defender provincias, Ni defenderse de malos enemigos,
Que quieren acabar con las milicias.
CCLXI Mejor en mí una hoz en la mano
Que un cetro de gobernador; Más quiero recostarme a la sombra en verano,
Que la muerte presente ha de ser mejor.
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CCLXII
No son burlas para dos veces, Que son nones aunque sean pares
Y cada oveja con su pareja, Déjenme ir que se me hace tarde.
CCLXIII
Como un ángel he gobernado Y por eso salgo de aquí desnudo,
No como otros que salen platudos Y con mucho más de con lo que han llegado.
CCLXIV
Vuelto Sancho a casa de los duques Encontró gran regocijo y contento
Puesto que eran buenos nobles, Pero autores de la burla y el cuento.
CCLXV
Alzó la vos la desenvuelta Altisidora: -Escucha, mal caballero; Detén un poco las riendas
No fatigues las ijadas De tu mal regida bestia. Mira, falso, que no huyas De alguna serpiente fiera,
Sino de una corderilla Que está muy lejos de oveja.
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Tú has burlado, monstruo horrendo, La más hermosa doncella
Que Diana vio en sus montes, Que Venus miró en sus selvas.
Tú llevas, ¡llevar limpio!, En las garras de tus cerras
Las entrañas de una humilde, Como enamorada, tierna. Llevaste tres tocadores,
Y unas ligas, de unas piernas Que al mármol puro se igualan
En lisas, blancas y negras (512 – 513).
CCLXVI Altisidora se quejaba de la suerte
Y la miró don Quijote con cara de muerte, Preguntándole a Sancho por tres gorros
Y unas ligas para piernas sin forro.
CCLVII El duque reprendió al caballero manchego
Y le dijo que no le parecía decente Que los huéspedes de su bello castillo,
Se llevaran las cosas como si fueran presente.
CCLXVIII Los retó por pillos a mortal batalla
Y Quijote pidió a Sancho devolver prendas Pues como huésped nunca cometería afrenta
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De quedarse con lo de otro como un canalla.
CCLXIX Nunca he sido ni seré ladrón
Ni lo he pensado, vaya indignación Entonces Altisidora le pidió perdón, Porque lo acusó por equivocación.
CCLXX
Con una oda a la libertad Don Quijote quiso manifestar
Que es uno de los más preciosos dones Sobre los cuales gozamos por montones.
CCLXXI
No siempre hallaremos castillos donde nos regalen,
Tal vez toparemos ventas donde nos apaleen, Así como doncellas de amorosas saetas Y de esa forma llegarán nuestras metas.
CCLXXII
El amor no mira respetos ni razones, Pues siempre busca nublar los corazones,
¡Hideputa, qué entrañas de bronce Y que alma de argamasa esconde!
CCLXXIII
Vuesa merced tiene más cosas para espantar
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Que belleza y dones para enamorar. Mientras que Altisidora tiene qué mostrar,
Así como brío, gala y donaire para avasallar.
CCLXXIV Hay dos maneras de hermosura
Que pocas personas conocen con holgura: La del cuerpo y la del alma son,
Que en el hombre feo son su sensación.
CCLXXV Bástale a un hombre de bien
No ser monstruo para ser bien Querido, como tenga dotes del alma,
Que permite nacer el amor con calma.
CCLXXVI Nací para vivir muriendo,
Pero Sancho para morir comiendo; Pienso dejarme morir de hambre,
Muerte, la más cruel de las muertes.
CCLXXVII No hay mayor locura que la de querer
Desesperarse como vuesa merced; Y escuchó en el otro cuarto de La venta leer Un capítulo de Don Quijote que le fue de
placer.
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CCLXXVIII Mientras comía pata con garbanzos, Un tal Jerónimo leía a un don Juan Las historias de Quijote y Sancho,
Pero no hay libro malo al decir verdad.
CCLXXIX Oyó don Quijote, que el Quijote del libro, De Dulcinea se desenamoraba sin peligro,
Lo cual estaba lejos de la verdad Y no tratados con suavidad.
CCLXXX
Los caballeros Jerónimo y Juan, El tomo segundo del Quijote leían, Pero era el apócrifo de Avellaneda
El que quiso alterar la famosa elegía.
CCLXXXI Tenía tantos errores que Mari Gutiérrez Se le tenía por Teresa Panza y dolores
De otros yernos sobre el escudero, A quien le molestó que le cambiaron primero.
CCLXXXII
Entre la discreción y la locura, Jerónimo y Juan y el de la triste figura, Cenaron juntos y discutieron injurias
Que en el Avellaneda son muchas penurias.
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CCLXXXIII
Sancho era duro de corazón Y aunque villano, blando de carnes; Por eso debía recibir dos mil azotes,
Para sacar a Dulcinea de su dormición.
CCLXXXIV Aquí morirás, traidor,
Enemigo de doña Sancha (528).
CCLXXXV En los árboles tentaron pies y piernas, Seña de que estaban cadáveres yermas, De criminales sacrificados en la loma,
Lo cual indicaba que estaban en Barcelona.
CCLXXXVI Llegó Roque Ginart, capitán bandolero,
Quien perdonó a Sancho de primero Y hablando al Quijote que negó ser Osiris,
Quien no lo habría dejado ni con bilis.
CCLXXXVII El compasivo delincuente, valeroso Roque,
Escuchó el triste discurso del Quijote, Y supo que más que valentía era locura,
Lo que había escuchado de esa triste figura.
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Cclxxxviii Con un discurso esculpatorio,
Roque quería salir del purgatorio Y mostrando con ello su prudencia,
Esperó mejorar pronto su conciencia.
CCLXXXIX Apareció un buen número de víctimas,
Entre ellas Guiomar de Quiñónes, Mujer del regente de la Vicaría de Nápoles,
Quien iba con otras pasajeras marítimas.
CCXC Después Roque emitió salvoconducto
Para que ningún bandolero de su reducto Asaltare nuevamente esa caravana,
Y pudieran seguir su camino de mañana.
CCXCI Tres días y tres noches estuvieron con Roque,
Para hablarle de su cambio de enfoque Y con él llegaron los nuestros a Barcelona,
La noche de San juan a una casona.
CCXCII Vieron el mar y la ciudad condal
Y fue recibido como el héroe triunfal Descrito por Cide Hamete Benengeli Y no por ese escritor apócrifo infeliz.
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CCXCIII
El Quijote se hospedó donde Antonio Moreno, Quien con su esposa organizó cena y sarao, Y con dos invitadas burlonas se ha meneado
Como si fuera una paca de heno.
CCXCIV Dio el general de la galera bienvenida
Con cañones y gente alegre y florecida, Y desde la torre de Monjuich emisarios
Avisaron que de Argel llegaban los corsarios.
CCXCV Conquistada la goleta, atacaron los turcos Y el agua del mar hacía grandes surcos; Pero finalmente treinta y seis fusilados
Fue el parte de victoria el resultado.
CCXCVI Apareció en este punto por fortuna,
Un joven llamado Caballero de la Blanca Luna, Diciendo que su dama era muy hermosa Y que Dulcinea era una moza horrorosa.
CCXCVII
Queriendo vencerlo quiso el de la Luna, Que el Quijote si era derrotado,
Se fuese a su casa sin fortuna
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Y viviera mínimo un año de todo apartado.
CCXCVIII Porque conviene al aumento de tu hacienda
Y de igual forma a la salvación del alma, Pero con reposo y toda la calma,
Quijote aceptó esa difícil contienda.
CCXCIX Luego del duelo, molido y aturdido,
El Quijote cumplió lo que había prometido Y con voz enferma y debilitada,
Resolvió que de su vida no quedaba nada.
CCC Resultó el de la Luna ser Sansón Carrasco, Que también había sido el de los Espejos, Enviado por sus paisanos, amigos viejos,
Para que dejara de hacer tanto fiasco.
CCCI La pareja ilustre, caballero y escudero,
Partió en traje de camino con su armero Saliendo de Barcelona, ¡ahí fue Troya!
Lugar de desdicha y poca gloria.
CCCII Tan bueno es tener sufrimientos Como alegrías contra tormentos
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Y la Fortuna por ser mujer, Ciega y antojadiza, afecta mi ser.
CCCIII
Perdí la honra, pero no la virtud, Que de cumplir palabra desde la juventud.
Sancho pidió abandonar las armas Y colgarlas de un árbol con las lanzas.
CCCIV
Nadie las mueva Que estar no pueda
Con Roldán a prueba (552).
CCCV Se les preguntó cómo buscar solución A una apuesta de un gordo y un flaco,
Pero los dos llegaron a buena conclusión Y siguieron su camino sin llenar el saco.
CCCVI
Mucha diferencia hay y poco parecido, Entre lo que se hace por amor a lo que
Se hace por agradecimiento y sé Que no se puede ser desagradecido.
CCCVII
Para el año de noviciado, el Quijote Propuso convertirse en pastor de ovejas,
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Llamándose los pastores Pancino y Quijotiz, Lo cual era una cosa no muy vieja.
CCCVIII
El amor conceptos y Apolo versos Nos haremos eternos y famosos
Y con nuestros amigos buenos mozos, Haremos un aprisco de filósofos.
CCCIX
Sansón Carrasco sería el pastor Sansonino O bien Carrascón y Nicolás sería Niculoso
Como ya Boscán se llamó Nemoroso Y el cura, Curiambro por apelativo.
CCCX
Las pastoras serán nuestras amantes: Pastora será Princesa y Teresa, Teresona Y luego vino un inventario de disonantes,
Que del árabe aprenderemos ahora.
CCCXI Almohaza, almorzar, alhombra, alhelí; Alhucema, almacén, alcancía, alguacil,
Borceguí, zaquizamí, maravedí y alfaquí, Son moriscos primero en al y luego en í.
CCCXII
Don Nicolás como los otros barberos,
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por Cide Hamete Benengeli.
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O los más, son guitarristas y copleros. Luego aconteció buscar el bien parecer, Para encontrar en las aventuras el placer.
CCCXIII
El sueño es frío que templa el ardor, Manjar que quita el hambre y frío
Peso que iguala al pastor Y fuego que calienta el frío.
CCCXIV
En esas llegó un ruido de gruñir y bufar Y eran más de seiscientos puercos
Que causaban tanto áspero estruendo Como si fueran miles de soldados al pasar.
CCCXV
Vuesa merced coplee cuanto quisiere, Que yo dormiré cuanto pudiere,
Pues el Quijote compuso un madrigalete, Que a Sancho le valía un culete.
CCCXVI
-Amor, cuando yo pienso En el mal que me das, terrible y fuerte,
Voy corriendo a la muerte, Pensando así acabar mí mal intenso;
Mas, en llegando al paso Que es puerto en este mar de mi tormento,
Versión: febrero 21 de 2017. El Quijote en verso. Aventuras del caballero de los leones narradas
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Tanta alegría siento, Que la vida se esfuerza y no le paso.
Así el vivir me mata, Que la muerte me torna dar a la vida
¡Oh condición no oída, La que conmigo muerte y vida trata! (562).
CCCXVII
Las minas de Potosí, el tesoro de Venecia Son poca cosa frente a mi demencia,
Pero mucho para los azotes, Que debe darse Sancho en el cogote.
CCCXVIII
Llegaron a un mesón lleno de pinturas, Parecidos a los de Orbaneja,
Un pintor de Úbeda con obra de poca factura, Que pintaba héroes con cara de ovejas.
CCCXIX
Llegó a la posada don Álvaro tarfe Para dormir su siesta en veranera tarde
Iba a Granada y conoció al quijote, El verdadero, no el impostor de bigote.
CCCXX
Soy fon Quijote, el mismo que dice la fama, Y no el desvergonzado que con mi nombre
gana,
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Así, don Álvaro declaró ante el escribano, Que este era el verdadero Quijote y no el
zaragozano.
CCCXXI Álvaro de Tarfe declaró que el de Avellaneda,
Natural de Tordesillas en una vereda, No era el real Quijote de Cervantes,
Usurpado entonces en muchas partes.
CCCXXII Luego, cada grupo siguió su camino,
Sin que sucediera nada digno de contar, Hasta que avistaron su aldea y su hogar, Deseada patria, su verdadero destino.
CCCXXIII
Encontraron a Periquillo y otro muchacho riñendo,
Así como a una liebre que venían galgos persiguiendo.
El cura, don Sansón, Sancha y Sanchica, El ama y la sobrina gozaron con la visita.
CCCXXIV
Para Teresa, Sancho no parecía gobernador, Le asemejó a un desgobernado que a un señor.
Quijotiz, Pancino, Curiambro y Carrascón,
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Esos como pastores sería su nueva denominación.
CCCXXV
Los enamorados pastores serían poetas Y en los troncos de los árboles escribirían saetas.
Venerarías a dulces pastoras Dianas, Fílidas, Amarilis, Belisardas, Galateas y Fléridas.
CCCXXVI
Estarían también Anarda por Ana, Francenia por Francisca y Lucía sería Lucinda;
Teresaina por Teresa y el ama sería ama. Pero la sobrina, con esto quedó Sobrinda.
CCCXXVII
Hermana y sobrina requirieron al caballero, Por ahora querer ser pastor y ovejero.
Pero viéndose de la melancolía vencido, Que la fiebre no lo dejó nada fortalecido.
CCCXXVIII
Quiso animarlo Carrasco con una égloga, Así como con los nombres de Barcino y Butrón,
Dos perros que les servirían de protección Procedentes de la finca del ganadero Quintanar.
CCCXXIX
Vino el médico y le tomó el pulso,
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Y sugirió se atendiese la salud de su alma, Porque la del cuerpo tenía poco recurso Y estas melancolías acababan la calma.
CCCXXX
Reconoció que libros de caballería son embelecos
Y que eso no lo había dejado nunca estar quieto Pero el desengaño le ha llegado tarde, Cuando la flaca está que llega y arde.
CCCXXXI
Sintiéndose a punto de muerte Llamó a los amigos para la tarde,
Se confesó e hizo testamento Y regaló a Sancho otro jumento.
CCCXXXII
Pasó de ser el Quijote de la Mancha, Como se le conocía en toda circunstancia
Y se hizo llamar Alonso Quijano, El bueno, como se le conocía de antemano.
CCCXXXIII
Dijo las historias de caballería abominar Y mientras el cura lo pasaba a confesar, Envió por el escribano para poder testar
Y todos fueron que su locura no era malestar.
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CCCXXXIV ¡Ay! No se mueva vuesa merced,
Porque la mayor locura de sumercé Es dejarse morir de melancolía,
Que es una muy dolorosa agonía.
CCCXXXV Si se muere de pesar de verse vencido,
Es mejor de pastor ya estar vestido, Para combatir el mal del encanto
Y dedicarnos a un oficio que no cueste tanto.
CCCXXXVI Yo fui loco y ya soy cuerdo
Fui don quijote y ahora Quijano Eso es porque ahora ya me acuerdo
Como para el testamento dije al escribano.
CCCXXXVII Para mi sobrina Antonia Quijana mi fortuna,
Dejando para las mandas y salarios, Para que no se vocifere por varios,
Que Quijano no pagó deuda alguna.
CCCXXXVIII Para mi ama, que me ha servido,
Veinte ducados para un buen vestido Y dejo como albaceas a mis amigos, Que son muy nobles y aquí testigos.
Versión: febrero 21 de 2017. El Quijote en verso. Aventuras del caballero de los leones narradas
por Cide Hamete Benengeli.
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CCCXXXIX
Declaro que si mi sobrina se quiere casar, Con un hombre que no conozca de caballería
por azar, Pues si lo sabe y ella con él se quiere juntar, Perderá toda la hacienda que le he de dar.
CCCXL
Si mi sobrina incumple mi mandato, Los albaceas ejecutarán este contrato
Y su dinero pasará a obras pías, Así como otra plata que tengo en alcancías.
CCCXLI
Cerró su testamento y se desmayó, Y al cabo de tres días finalmente murió.
Alborotándose todos, pero la sobrina comía, Brindaba el ama y Sancho era todo simpatía.
CCCXLII
Recibidos los sacramentos con gallardía, Y abominados los libros de caballería,
El caballero recibió muy cristiano, En su lecho sosegado, de la calavera su mano.
CCCXLIII
Finalmente Cide Hamete Benengeli dijo a su pluma:
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por Cide Hamete Benengeli.
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Aquí quedarás por luengos siglos colgada, Porque no quiero que otro goce de fortuna,
Diciendo muchas cosas de una vida ya acabada.
CCCXLIV Sólo para mí nació el Quijote
Y yo para él he sido Cide Hamete, Solo los dos somos para en uno
Y hemos sido locos y cuerdos como ninguno.
CCCXLV No ha sido mi buen deseo y me ufano,
Que poner en aborrecimiento del mundo Las fingidas y disparatadas historias
De los libros de caballerías Que no han sido inventario de tonterías.
CCCXLVI
Es mi deseo hoy en día, Aborrecer las historias de caballería,
Que aborrezco por sus tonterías Y porque causaron mucha algarabía.
CCCXLVII
¡Tate, tate folloncicos! De ninguno sea tocada;
Porque esta empresa, buen rey, Para mí estaba guardada (586).
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por Cide Hamete Benengeli.
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CCCXLVIII Yace tendido de largo a largo,
Imposibilitado por su eterno letargo, Valeroso y gentil caballero,
De quien tanto hablamos primero.
CCCXLIX Yace aquí el hidalgo fuerte Que a tanto extremo llegó
De valiente, que se advierte que la muerte no triunfó de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco; fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura, que acreditó su ventura morir cuerdo y vivir loco.
Villa de Leyva y Bogotá, D.C. Mayo 22 de 2016.
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por Cide Hamete Benengeli.
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Este texto se terminó de escribir el 22 de mayo de 2016, aniversario del nacimiento del juglar
colombiano Julio Flórez (Chiquinquirá, 1867 – Usiacurí, 7 de febrero de 1923).
MMXVII Laus Deo