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EL QUIJOTE EN EL ORIGEN DE LA NOVELA MODERNA Fernando Carratalá Teruel Doctor en Filología Hispánica

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EL QUIJOTE EN EL ORIGENDE LA NOVELA MODERNA

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  • EL QUIJOTE EN EL ORIGEN DE LA NOVELA MODERNA

    Fernando Carratal Teruel Doctor en Filologa Hispnica

  • El Lazarillo de Tormes funda la novela picaresca, aunque algunos le discuten ese papel pionero atendiendo ms al concepto pcaro que al de novela. Y a estos efectos, es ms importante el segundo que el primero, es decir el modo de contar la historia y el conjunto de rasgos estructurales que puede advertirse en aquella obra pionera. Cuando, bastante tiempo despus, Mateo Alemn y Quevedo sobre todo, los aprovechen para construir sendas novelas, quedar constituido el gnero picaresco que, como es lgico, incluye a su fundador.

    Entre los rasgos lazarillescos que definen ese gnero, hay uno de ellos constante: es el autobiografismo con propsito verista. Exista en otros gneros, pero es que, en el Lazarillo, quien lo firma se propone contar su vida desde el principio Hasta entonces, el hroe novelesco era un personaje adulto que haba nacido ya hroe y cuya niez no importaba. Realizaba sus hazaas o viva amores extraordinarios en lugares y tiempos remotos e imaginarios. Por el contrario, los vicisitudes de Lzaro dan comienzo en Salamanca, y se suceden por caminos y pueblos castellanos mientras reina en Espaa Carlos V. No cuenta sus peripecias sumando episodios sueltos, sino interrelacionndolos, mientras el tiempo y la experiencia van cambiando al protagonista. En ese contar el mundo de alrededor y en hacer al personaje capaz de evolucionar consiste la originalidad y presencia del libro en la historia del relato; aos despus del Lazarillo vendr el Quijote; juntos, conducen a la novela moderna.

    Fernando Lzaro CarreterDe nio a pcaro en los Siglos de Oro

    Madrid, 1 de octubre de 2003

  • LA LECTURA DE EL QUIJOTE

    Letra ...y dndole una lanzada en el aspa, la devolvi el viento con tanta furia... Quijote, I, 8.

    Por ms que el aspa le volteey Espaa le derrotey cornee,poderoso caballeroes Don Quijote.

    Por ms que el aire se lo cuenteal viento, y no lo creay la aviente,muy airosa criaturaes Dulcinea.

    Blas de Otero En castellano (1960).

    Cundo y dnde leer El Quijote.

    Ante una obra de la complejidad y transcendencia de El Quijote caben diferentes posiciones con respecto a su lectura, dentro del mbito escolar; una lectura que, ya sea parcial o en su totalidad, contemplan los actuales currculos de tercer curso de la ESO y de primer curso de Bachillerato. Lo cual no invalida la opinin sostenida por muchos -entre ellos por el humorista grfico Antonio Fraguas, que ha plasmado en mltiples vietas, firmadas como Forges, sus reflexiones sobre los personajes cervantinos- de que no es el lector el que elige el momento ms idneo para leer El Quijote, sino que es la propia obra quien determina ste y selecciona a aqul.

    Desde luego, se podra prescindir de la lectura de El Quijote durante el periodo de escolarizacin del lector -lo que contraviene la normativa vigente en materia de lectura para la Educacin Secundaria-, alegando que, para evitar el rechazo que la obra de Cervantes podra provocar en no pocos adolescentes, es preferible retrasar su lectura y reservarla para la vida adulta, fuera por tanto del mbito escolar, en una poca en la que ya debe poseerse la formacin cultural, sensibilidad y capacidad crtica como para poder interpretar un texto cuya comprensin y justa valoracin exigen un lector maduro en humanidad.

  • No es esta, sin embargo, nuestra posicin ante la lectura de El Quijote, convencidos como estamos de que el conocimiento de esta obra puede convertirse en el mejor de los revulsivos para ayudar a nuestros adolescentes a que se desarrollen armnicamente como personas, realzando su dimensin espiritual y despertando su sensibilidad esttica. Y aqu es donde la labor del docente resulta imprescindible, precisamente por las carencias culturales de unos alumnos que, adems, no siempre estn dispuestos a realizar ese mayor esfuerzo intelectual que la lectura requiere, frente a otros procedimientos ms cmodos o pasivos para adquirir e interpretar la informacin. Es el docente -insistimos- el que debe allanar a sus alumnos las dificultades de lectura que el texto cervantino presenta, sumergindoles en el contexto histrico de dicho texto, profundizando en las relaciones entre Literatura y Sociedad, afrontando sus referentes estticos en el mbito de la tradicin literaria... Porque solo as los alumnos irn comprendiendo El Quijote desde una perspectiva racional y podrn estar en condiciones de valorarlo desde una perspectiva anmica.

    Tambin podra efectuarse una lectura superficial de El Quijote, ms acorde con la psicologa de un lector adolescente, al que, sin duda podra interesar el tono pardico de la obra, fomentando, as, solo los aspectos ldicos de su lectura. Tampoco consideramos vlido este acercamiento a El Quijote, porque desvirta gravemente el sentido global del texto cervantino. Naturalmente que la obra est insuflada de una poderosa fuerza cmica -que reside, precisamente, en el contraste entre el clima heroico de las novelas de caballeras y el ambiente vulgar en que se enmarcan las situaciones grotescas en que Don Quijote y su fiel escudero se ven envueltos, y a travs de las cuales Cervantes ridiculiza los malos libros de caballeras-. Pero ese humorismo en los contenidos, esa comicidad que denotan igualmente los recursos expresivos utilizados por Cervantes encierran una toma de posicin crtica ante la Espaa de su poca -crtica benvola, en la lnea del temperamento magnnimo de Cervantes-; una sociedad -la de entonces, la de cualquier poca- que necesita de la utopa vital quijotesca para no desmoronarse: la del caballero andante imbuido de nobles ideales que combate el mal all donde quiera que se encuentre y lucha en favor de los ms dbiles y desvalidos, y por el triunfo de la justicia.

    Es, por lo tanto, El Quijote mucho ms que una stira de los anacrnicos libros de caballeras. La lectura de sus pginas nos exige, ms all de un simple ejercicio de evasin, un profundo esfuerzo que nos lleve a dejar libre la conciencia para la introspeccin reflexiva; porque, en definitiva, esas pginas cervantinas irradiarn su influjo sobre nuestra propia realidad y nos ensearn a ser mejores. Y el aula es el espacio idneo para propiciar este encuentro entre El Quijote y sus lectores. Y, de nuevo, la figura del profesor ser la que sirva de estmulo para esa lectura fructfera que potencie el autoconocimiento. El mbito escolar se convierte, as, en el ms adecuado para situar El Quijote en el contexto sociocultural que hizo posible esta creacin literaria; para presentar fragmentos que reflejen los planteamientos estticos propios de ese entorno histrico-cultural en que fue concebida...; Pero tambin, y acaso sobre todo, para convertir la lectura de esta obra en una experiencia vital

  • intransferible desde la que lanzarse a la conquista de un mundo ms verdadero en el que la dignidad del ser humano ocupe un lugar de privilegio.

    Y ello sin contar con que el lector escolar de El Quijote compartir, adems, las vivencias de otras personas -ficticias, pero las ms de las veces cargadas de verosimilitud; y, en este sentido, los continuos dilogos entre Don Quijote y su escudero permiten adentrarse en sus respectivas psicologas y acceder a un mejor conocimiento del ser humano-; se enfrentar con otras formas de pensar y obrar distintas de las propias -lo que se convierte en la mejor escuela de tolerancia-; entrar en contacto con mundos imaginarios y tambin reales en los que personas de las ms variadas extracciones sociales exhiben sus costumbres -que pueden erigirse en muchos casos en modelos de referencia-; participar con la imaginacin en aventuras que de otra forma ajena a la lectura no se podran protagonizar... Todo lo cual es innegable que despierta la fantasa y estimula la creatividad.

    Porque la lectura de El Quijote, as entendida en la Educacin Secundaria, puede servir, adems, para poner coto a esas actitudes ms o menos indolentes de muchos adolescentes que buscan refugio en otras formas de recepcin de la informacin aparentemente ms sencillas que las que derivan de una adecuada comprensin del lenguaje escrito: en el mensaje audiovisual, que suele entenderse con mayor facilidad e implica un receptor ms pasivo; y en el soporte informtico, que facilita un ms rpido acceso a la informacin-; lo que puede suponer -y de hecho supone- un freno a la imaginacin, siempre despierta en el lector que se adentra con Don Quijote y Sancho Panza por los caminos de la Mancha y Sierra Morena, deseoso de participar de sus aventuras; y, tambin contagiado de ese idealismo quijotesco al que no es ajeno el propio Sancho: un Don Quijote que, derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, regresa a su pueblo vencedor de s mismo, que es -segn afirma Don Quijote por boca de Sancho- el mayor vencimiento que desearse puede (Segunda parte, captulo LXXII).

    Por qu leer El Quijote.

    A propsito de El Quijote, deca Jos Cadalso -en una de sus Cartas marruecas, concreto, en la LXI, que Gazel dirige a Ben Beley-: Lo he ledo, y me ha gustado sin duda, pero no deja de mortificarme la sospecha de que el sentido literal es uno, y el verdadero es otro muy diferente. [...] Lo que se lee es una serie de extravagancias de un loco, que cree que hay gigantes, encantadores, etc., algunas sentencias en boca de un necio, y muchas escenas de la vida bien criticada; pero lo que hay debajo de esta apariencia es, en mi concepto, un conjunto de materias profundas e importantes.

    Certero juicio el de Cadalso. Porque si tuviramos que radiografiar la novela cervantina desde alguna perspectiva concreta -a partir de la puramente literaria-, esa es, a nuestro entender, la de la dimensin tico-moral: la que nos presenta a Don Quijote batallando en favor de la dignidad del ser humano. Porque nadie, leyendo

  • atentamente El Quijote, suscribira que el comportamiento del hidalgo manchego en las mltiples aventura en que se ve inmerso a lo largo de la obra es el de un loco ridculo; antes por el contrario, cualquier lector ve en ese comportamiento el de un idealista cuya conducta se mueve impulsada por los ms nobles sentimientos: Don Quijote cree en la utopa de un mundo mejor -pretende encarnar el espritu de la caballera andante en una sociedad en la que ya no tienen cabida los caballeros andantes-. Y, por ello, su locura es, en s misma, una manifestacin de la grandeza de su espritu: Don Quijote representa la lucha por la justicia, por los derechos de los oprimidos frente al poderoso opresor, por la honra y el honor, por la libertad...; en definitiva, por la grandeza espiritual de las personas. Muy elocuentes son, a este respecto, las siguientes palabras de Don Quijote, que aunque repetidas y conocidas, resuenan hoy en nuestro odos con la misma contundencia -o incluso mayor- con que debi de escribirlas Cervantes -que tantas veces ha relacionado el tema de la libertad con la dignidad del hombre-: La libertad, Sancho, es uno de los ms preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad as como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me pareca a m que estaba metido entre las estrecheces de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran mos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recibidas son ataduras que no dejan campear al nimo libre. Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligacin de agradecerlo a otro que al mismo cielo! (segunda parte, captulo LVIII).

    Cmo leer El Quijote.

    Un acercamiento posible a El Quijote en la Educacin Secundaria se puede realizar de dos maneras: en primer lugar, mediante una seleccin de fragmentos que nos den noticia de los episodios y acontecimientos ms notables de la obra -aunque sin perder la visin del conjunto-, fragmentos que han de resultar lo suficientemente significativos como para posibilitar una posterior lectura completa de la obra por parte de los alumnos, a la que nunca se debe renunciar; y, en segundo lugar, siguiendo la utopa vital quijotesca en otros autores posteriores -Rubn Daro, Miguel de Unamuno, Len Felipe...-, que han encontrado en la figura de Don Quijote y en sus valores imperecederos el referente necesario que ha orientado en no pocas ocasiones sus preocupaciones existenciales.

  • Deambulando por El Quijote.

    Y son al menos cuatro los fragmentos que podran abordarse desde la citada perspectiva tico-moral: la aventura de los frailes de la orden de San Benito (captulo VIII de la primera parte), la aventura con los cueros de vino tinto (captulo XXXV de la primera parte), la aventura de los leones (captulo XVII de la segunda parte), y la aventura del Caballero de la Blanca Luna (captulo LXIV de la segunda parte). En todos estos episodios se percibe a la perfeccin esa distancia entre el mundo ideal y el de la realidad que continuamente se produce en Don Quijote: el mundo de los libros de caballeras, en los que el hroe siempre sale airoso de los peligros a los que se enfrenta; y el mundo real -el de los personajes y situaciones con que Don Quijote se encuentra en su deambular por los caminos y los pueblos de la Espaa de los primeros lustros del siglo XVII-; una realidad que Don Quijote transforma para acomodarla a los libros de caballeras; y un Don Quijote -ejemplo de valenta y herosmo, siempre deseoso de emprender cualquier aventura que se le presente para enderezar entuertos- que responsabiliza a unos encantadores de todos sus fracasos, empeado en proclamar su verdad, aunque la experiencia le desmienta (y que, incluso ya derrotado por el Caballero de la Blanca Luna, sigue afirmando la superioridad de su dama frente a todas las dems, en un incomparable gesto de grandeza moral: Dulcinea del Toboso es la ms hermosa mujer del mundo y yo el ms desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y qutame la vida, pues me has quitado la honra.). Y en cuanto a Sancho Panza, en dos de estos episodios -el de los frailes de la orden de San Benito y el del acuchillamiento de los cueros de vino tinto- cree que est viviendo una aventura propia de los libros de caballeras; con lo que asistimos aqu a dos de los muchos momentos en los que, a lo largo de la obra, queda patente su proceso -ms o menos consciente- de quijotizacin; un Sancho Panza cuya nobleza de espritu brilla, una vez ms, en el episodio de los leones, feliz y hbilmente resuelto por Cervantes.

    Un quinto fragmento, tomado del captulo LIX de la segunda parte -en el que Cervantes lleva a cabo un ajuste de cuentas con El Quijote apcrifo de Alonso Fernndez de Avellaneda- puede servirnos para poner de manifiesto la generosidad -que encubre una profunda dignidad moral- de Cervantes con quien, adems de apropiarse de sus personajes y de desvirtuar su psicologa, le profiri al verdadero autor de El Quijote todo tipo de insultos y vejaciones: Alonso Fernndez de Avellaneda, seudnimo tras el que podra esconderse Jernimo de Pasamonte. Cervantes defiende con gran originalidad la autenticidad de sus personajes, a la vez que alude con suma discrecin a esos insultos e injurias que haba dirigido contra l Fernndez de Avellaneda -llamndole viejo, manco, murmurador, agresor de sus lectores...-, y a los que ya haba respondido con finsima irona -la propia de un hombre de bien- en el Prlogo de la segunda parte de su obra. Porque si desacierto es que Alonso de Avellaneda convierta a Sancho Panza en un ser soez, estpido, sucio y glotn, mayor lo es el de limitarse a presentar a Don Quijote como un simple loco. Precisamente cenando con l, don Juan y don Jernimo tienen ocasin de comprobar

  • cmo es Don Quijote; un Don Quijote que aqu le tenan por discreto, y all se les deslizaba como mentecato, sin saber determinarse qu grado le daran entre la discrecin y la locura. Y ah es, precisamente, donde radica el gran mrito literario de Cervantes: al actuar como personajes de ficcin que juzgan otra ficcin, Don Quijote y Sancho Panza no slo afirman su propia autenticidad y la falsedad de los personajes de Fernndez de Avellaneda, sino que, adems, ven intensificada su ilusin de realidad, pues su reconocimiento se produce en una reunin con don Juan y don Jernimo, personajes supuestamente reales. Extraordinario rasgo de modernidad es que unos personajes literarios tengan que rebelarse contra la interpretacin que de ellos da un libro apcrifo; y extraordinaria tambin la dignsima manera con que Cervantes afronta su enemistad con Avellaneda, en el mbito de la ficcin literaria.

    Tras las huellas de la utopa vital quijotesca.

    Otra manera de acercarse a El Quijote es la de rastrear su influencia en autores posteriores, que han encontrado en la figura de Don Quijote y en sus valores imperecederos el referente necesario que ha orientado en no pocas ocasiones sus preocupaciones existenciales y sus creaciones literarias. Y, en efecto, son innumerables los escritores que han tomado el personaje cervantino, ms o menos identificados con l, como pretexto para las ms variadas reflexiones filosfico-morales. Y, de entre los muchos textos que podramos seleccionar, elegimos para su comentario tres que resultan, en cierto modo, emblemticos: el poema Letana de Nuestro Seor Don Quijote, de Rubn Daro -que forma parte de Cantos de vida y esperanza-; el ensayo El sepulcro de Don Quijote, incluido en la obra de Miguel de Unamuno Vida de Don Quijote y Sancho; y el poema Vencidos, que Len Felipe incorpora al primero de los libros titulado Versos y oraciones de caminante.

    Dejamos al lector el apasionante trabajo de rastrear los escritos de Jos Martnez Ruiz -el Azorn de La ruta del Quijote (1905) [Madrid, ediciones Ctedra, 1988, 3. edicin. Coleccin Letras Hispnicas, nm. 214. Editor literario: Jos Mara Martnez Cachero]-; de Jos Ortega y Gasset -Meditaciones del Quijote (1914) [Madrid, ediciones Ctedra, 1984, 2. edicin. Coleccin Letras Hispnicas, nm. 206. Editor literario: Julin Maras];- de Ramiro de Maeztu -Don Quijote o el amor (en Don Quijote, Don Juan y La Celestina, 1925) [Madrid, Visor Libros, 2004. Coleccin Letras madrileas Contemporneas, nm. 11]-; de Amrico Castro -El pensamiento de Cervantes (1925) [Barcelona, Noguer ediciones, 1980, 3. edicin. Coleccin Temas de hoy y de siempre]-; de Salvador de Madariaga -Gua del lector del Quijote (1926) [Pozuelo de Alarcn, Espasa Calpe, 2005. Coleccin Austral, nm. 560]-...; y, en especial, el extraordinario ensayo de Gonzalo Torrente Ballester El Quijote como juego (Barcelona, ediciones Destino, 2004. Coleccin Destinolibro, nm. 208). Sin duda, estas lecturas originarn las ms variadas reflexiones y, desde luego, contribuirn al enriquecimiento cultural -espiritual, por mejor decir- del lector.

  • EL QUIJOTE EN EL AULA[FRAGMENTOS ANOTADOS Y/O COMENTADOS]

    Texto 1. De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha. Primera parte, captulo VII.

    Texto 2. Aventura de los frailes de la orden de San Benito. Primera Parte, captulo VIII.

    Texto 3. La brava y descomunal batalla que don Quijote tuvo con unos cueros de vino tinto. Primera Parte, captulo XXXV.

    Texto 4. De donde se declar el ltimo punto y estremo adonde lleg y pudo llegar el inaudito nimo de don Quijote con la felicemente acabada aventura de los leones. Segunda parte, captulo XVII.

    Texto 5. Donde se prosigue la graciosa aventura del titerero, con otras cosas en verdad harto buenas. Segunda parte, captulo XXVI.

    Texto 6. Donde se cuenta del extraordinario suceso, que se puede tener por aventura, que le sucedi a Don Quijote. Segunda parte, captulo LIX.

    Texto 7. La aventura que ms pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta entonces le haban sucedido. Segunda parte, captulo LXIV.

    Texto 8. De la resolucin que tom Don Quijote de hacerse pastor y seguir la vida del campo, en tanto que se pasaba el ao de su promesa, con otros sucesos en verdad gustosos y buenos. Segunda parte, captulo XLVII.

  • Texto 1.

    [Alusin a la nsula de la que Don Quijote haba prometido nombrar gobernador a un Sancho que se deja arrastrar por la locura de aqul y le acompaa en sus disparatadas aventuras en calidad de escudero. Primera Parte, captulo VII: De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha].

    En este tiempo solicit don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien si es que este ttulo se puede dar al que es pobre [1], pero de muy poca sal en la mollera [2]. En resolucin, tanto le dijo, tanto le persuadi y prometi, que el pobre villano [3] se determin de salirse con l y servirle de escudero. Decale entre otras cosas don Quijote que se dispusiese a ir con l de buena gana, porque tal vez le poda suceder aventura que ganase, en qutame all esas pajas [4], alguna nsula [5], y le dejase a l por gobernador della [6]. Con estas promesas y otras tales, Sancho Panza, que as se llamaba el labrador, dej su mujer y hijos y asent por [7] escudero de su vecino. [...] Dijo en esto Sancho Panza a su amo: Mire vuestra merced, seor caballero andante, que no se le olvide lo que de la nsula me tiene prometido, que yo la sabr gobernar, por grande que sea.A lo cual le respondi don Quijote: Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las nsulas o reinos que ganaban, y yo tengo determinado de que por m no falte tan agradecida usanza, antes pienso aventajarme en ella: porque ellos algunas veces, y quiz las ms, esperaban a que sus escuderos fuesen viejos, y, ya despus de hartos de servir y de llevar malos das y peores noches, les daban algn ttulo de conde, o por lo mucho de marqus, de algn valle o provincia de poco ms a menos [8]; pero si t vives y yo vivo bien podra ser que antes de seis das ganase yo tal reino, que tuviese otros a l adherentes que viniesen de molde para coronarte por rey de uno dellos. Y no lo tengas a mucho, que cosas y casos acontecen a los tales caballeros por modos tan nunca vistos ni pensados, que con facilidad te podra dar aun ms de lo que te prometo.

  • Glosario de palabras, expresiones y personajes.

    [1] Hombre de bien -si es que este ttulo se puede dar al que es pobre-. Variacin de la frase hecha Pobre y hombre de bien, no puede ser.[2] De muy poca sal en la mollera. De muy poco juicio.[c] Villano. Labrador, habitante del lugar.[d] En qutame all esas pajas. En un instante.[5] nsula. Es un cultismo, por isla. Sancho Panza, que nunca tuvo claro el significado de esta palabra, supone que es el de territorio del que se puede ser gobernador como recompensa a sus mritos.[6] Gobernador. Era el Delegado del Rey, con funciones gubernativas y militares.[7] Asent por. Se comprometi a servir como.[h] De poco ms o menos. De poca importancia.

  • Texto 2.

    [Del buen suceso [1] que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jams imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordacin. Primera parte, captulo VIII, en el que se incluye, tras el episodio de los molinos, la aventura de los frailes de la orden de San Benito].

    Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios, que no eran ms pequeas dos mulas en que venan [2]. Traan sus antojos de camino [3] y sus quitasoles [4]. Detrs dellos vena un coche [5], con cuatro o cinco de a caballo que le acompaaban [6] y dos mozos de mulas a [7] pie. Vena en el coche, como despus se supo, una seora vizcana que iba a Sevilla, donde estaba su marido, que pasaba a las Indias [8] con un muy honroso cargo. No venan los frailes con ella, aunque iban el mesmo camino [9]; mas apenas los divis don Quijote, cuando dijo a su escudero: O yo me engao, o esta ha de ser la ms famosa aventura que se haya visto, porque aquellos bultos negros que all parecen deben de ser y son sin duda algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa en aquel coche, y es menester deshacer este tuerto [10] a todo mi podero [11]. Peor ser esto que los molinos de viento dijo Sancho [12]. Mire, seor, que aquellos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera [13]. Mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engae. Ya te he dicho, Sancho respondi don Quijote, que sabes poco de achaque de aventuras [14]: lo que yo digo es verdad, y ahora lo vers. Y diciendo esto se adelant y se puso en la mitad del camino por donde los frailes venan, y, en llegando tan cerca que a l le pareci que le podran or lo que dijese, en alta voz dijo: Gente endiablada y descomunal [15], dejad luego al punto [16] las altas princesas que en ese coche llevis forzadas [17]; si no, aparejaos [18] a recebir presta muerte, por justo castigo de vuestras malas obras. Detuvieron los frailes las riendas, y quedaron admirados as de la figura de don Quijote como de sus razones, a las cuales respondieron: Seor caballero, nosotros no somos endiablados ni descomunales, sino dos religiosos de San Benito que vamos nuestro camino, y no sabemos si en este coche vienen o no ningunas forzadas princesas. Para conmigo no hay palabras blandas, que ya yo os conozco, fementida canalla [19] dijo don Quijote. Y sin esperar ms respuesta pic [20] a Rocinante y, la lanza baja, arremeti contra el primero fraile, con tanta furia y denuedo [21], que si el fraile no se dejara caer de la mula l le hiciera venir al suelo mal de su grado, y aun malferido, si no cayera muerto [22]. El segundo religioso, que vio del modo

  • que trataban a su compaero, puso piernas al castillo de su buena mula [23], y comenz a correr por aquella campaa, ms ligero que el mesmo viento. Sancho Panza, que vio en el suelo al fraile, apendose ligeramente de su asno arremeti a l y le comenz a quitar los hbitos. Llegaron en esto dos mozos de los frailes y preguntronle que por qu le desnudaba. Respondiles Sancho que aquello le tocaba a l ligtimamente como despojos de la batalla que su seor don Quijote haba ganado. Los mozos, que no saban de burlas [24], ni entendan aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de all hablando con las que en el coche venan, arremetieron con Sancho y dieron con l en el suelo, y, sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a coces [25] y le dejaron tendido en el suelo, sin aliento ni sentido. Y, sin detenerse un punto, torn a subir el fraile, todo temeroso y acobardado y sin color en el rostro; y cuando se vio a caballo, pic tras su compaero, que un buen espacio de all le estaba aguardando [26], y esperando en qu paraba aquel sobresalto, y, sin querer aguardar el fin de todo aquel comenzado suceso, siguieron su camino, hacindose ms cruces que si llevaran al diablo a las espaldas [27]. Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablando con la seora del coche, dicindole: La vuestra fermosura, seora ma, puede facer de su persona lo que ms le viniere en talante [28], porque ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo, derribada por este mi fuerte brazo; y por que no penis por saber el nombre de vuestro libertador, sabed que yo me llamo don Quijote de la Mancha, caballero andante y aventurero, y cautivo de la sin par y hermosa doa Dulcinea del Toboso; y, en pago del beneficio que de m habis recebido, no quiero otra cosa sino que volvis al Toboso [29] y que de mi parte os presentis ante esta seora y le digis lo que por vuestra libertad he fecho.

  • Glosario de palabras, expresiones y personajes.

    [1] Buen suceso. xito.[2] Dromedarios. Con esta metfora hiperblica se alude al gran tamao de las cabalgaduras en que venan montados los frailes de la orden de San Benito.[3] Antojos de camino. Anteojos para proteger el rostro del polvo del camino y de los rayos del sol durante los viajes.[4] Quitasoles. Sombrillas.[5] Coche. Coche de caballos, signo externo de que en su interior viaja persona de cierta relevancia.[6] Con cuatro o cinco de a caballo. Se quiere indicar que venan cabalgando.[7] Mozos de mulas. Cuidadores de los animales que arrastran el coche.[8] Pasaba a las Indias. Iba a Amrica. Dos veces al ao, la flota sala de Sevilla -en donde embarcaban los pasajeros- hacia las Indias, navegando por el Guadalquivir.[9] Iban el mesmo camino. Llevaban el mismo camino.[10] Tuerto. Entuerto: agravio, injusticia.[11] Con todo mi podero. Con toda mi autoridad.[12] Peor ser esto que lo de los molinos de viento -dijo Sancho-. Sancho le recuerda a Don Quijote su reciente aventura con unos molinos de viento, a los que se enfrent tomndolos por gigantes, y de la que sali maltrecho.[13] Gente pasajera. Viajeros.[14] Achaque de aventuras. Asunto de aventuras.[15] Gente descomunal. Gente extraordinaria o fuera de lo comn, monstruosa.[16] Luego al punto. Inmediatamente.[17] Forzadas. Por la fuerza, en contra de su voluntad.[18] Aparejaos. Preparaos.[19]Fementida canalla. Gente despreciable y falsa. [20] Pic. Espole, aviv con la espuela a la caballera.[21] Denuedo. Bro.[22] Mal de su grado y aun malferido, si no cayera muerto. A su pesar, e incluso malherido, y es posible que hasta cayese muerto.[23] Al castillo de su buena mula. Nueva metfora hiperblica para exagerar el tamao de la mula, a la que antes se haba llamado dromedario.[24] Que no saban de burlas. Que eran poco dados a bromas.[25] Sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a coces. Sin dejarle nada libre, le dieron de patadas.[26] Pic tras su compaero, que un buen espacio de all le estaba aguardando. Apresur el paso en direccin hacia donde se hallaba su compaero, que se haba alejado lo suficiente para ponerse a salvo.[27] Hacindose ms cruces que si llevaran el diablo a las espaldas. Santigundose para conjurar el mal.[28] Lo que ms le viniere en talante. Lo que fuera de su gusto. [29] No quiero otra cosa sino que volvis al Toboso. Que os desviis del camino [hacia Sevilla] para ir al Toboso.

  • Breve comentario explicativo del texto.

    El texto en su contexto. Tras la segunda salida de su pueblo -captulo VII de la Primera Parte-, y acompaado ya, en calidad de escudero, de un rudo e ignorante labrador, don Quijote se enfrenta con unos molinos de viento, convencido de que son gigantes: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. Y de nada le valen las advertencias de Sancho Panza intentando hacerle comprender que la realidad difiere mucho de lo que Don Quijote cree ver, llevado por sus delirios caballerescos: Mire vuestra merced que aquellos que all se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino. / Bien parece respondi don Quijote que no ests cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo qutate de ah, y ponte en oracin en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Pero Don Quijote, en su convencimiento de que lucha contra el mal, arremeti a todo el galope de Rocinante y embisti con el primero molino que estaba delante; y dndole una lanzada en el aspa, la volvi el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevndose tras s al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudi Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando lleg hall que no se poda menear: tal fue el golpe que dio con l Rocinante. Sancho Panza se aferra a la realidad: Vlame Dios! No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que haca, que no eran sino molinos de viento, y no lo poda ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? Y Don Quijote se empea en afirmar su verdad, aunque la experiencia le desmienta: Calla, amigo Sancho, que las cosas de la guerra ms que otras estn sujetas a continua mudanza; cuanto ms, que yo pienso, y es as verdad, que aquel sabio Frestn que me rob el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.

    El contenido del texto. Y camino de Puerto Lpice -en el mismo captulo VIII de la Primera Parte- es cuando tiene lugar la aventura de los frailes de la orden de San Benito; una aventura que, nuevamente, simboliza a la perfeccin esa distancia entre el mundo ideal y el de la realidad que continuamente se produce en Don Quijote: el mundo de los libros de caballeras, en los que el hroe siempre sale airoso de los peligros a los que se enfrenta; y el mundo real -el de los personajes con los que Don Quijote se encuentra en su deambular por los caminos y los pueblos de la Espaa de los primeros lustros del siglo XVII-; una realidad Don Quijote transforma para acomodarla a los libros de caballeras, cuya continua y excesiva lectura termin por llevarle a la locura; y un Don Quijote -siempre deseoso de emprender cualquier aventura que se le presente para enderezar entuertos- que responsabiliza a unos encantadores de todos sus fracasos.

  • Porque Don Quijote, en este episodio, se encuentra con dos frailes de la orden de San Benito que cabalgaban en sendas mulas, con un coche de caballos en el que viajaba una seora vizcana que se diriga a Sevilla, as como con los cuidadores de los animales que tiraban del coche, adems de con cinco jinetes que venan cabalgando; ya que todos llevaban el mismo camino. Pero su imaginacin convierte a los frailes de la orden de San Benito en encantadores, y a la seora vizcana en una princesa secuestrada por dichos encantadores. Y precisamente porque era frecuente en los libros de caballeras que los encantadores raptaran a princesas, Don Quijote, procurando imitar a los hroes de tales libros en su lucha por restablecer la justicia, se va a enfrentar con esa gente endiablada y descomunal, con esa fementida canalla que tan bien conoce, para que libere inmediatamente a las princesas retenidas en el carro en contra de su voluntad o se prepare para recibir inmediata muerte. Sancho Panza, en cambio, intenta inicialmente hacer entrar en razn a Don Quijote, recordndole cmo haba confundido unos molinos de viento con gigantes, aventura de la que ha salido muy maltrecho: Peor ser esto que los molinos de viento. Mire, seor, que aquellos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera. Mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engae. Pero Don Quijote tampoco atiende a razones en esta ocasin: Ya te he dicho, Sancho, que sabes poco de achaque de aventuras: lo que yo digo es verdad, y ahora lo vers. Y termin arremetiendo contra los frailes; y una vez que cree que ha vencido a uno de ellos -que en realidad se tir de la mula al suelo para evitar un percance mayor-, le comunica a la seora vizcana que l ha sido el libertador que ha puesto fin a su cautiverio: ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo, derribada por este mi fuerte brazo; y por que no penis por saber el nombre de vuestro libertador, sabed que yo me llamo don Quijote de la Mancha, caballero andante y aventurero, y cautivo de la sin par y hermosa doa Dulcinea del Toboso; y le pide que, como justa correspondencia al beneficio recibido, se desve del camino a Sevilla para ir al Toboso y explicarle a Dulcinea el heroico episodio de su liberacin.

    Hay, sin embargo, momentos en los que Sancho Panza cree que est viviendo una aventura propia de los libros de caballeras; con lo cual se asiste aqu a uno de los muchos episodios en los que queda patente el proceso de quijotizacin de Sancho Panza -que ms adelante se reflejar con total nitidez en el episodio del acuchillamiento de los cueros de vino; en el captulo XXV de la Primera Parte-. Sancho Panza ha acabado creyndose que, en efecto, el fraile que est en el suelo es un encantador que ha sido vencido por su seor Don Quijote y que a l, como a su escudero que es, le corresponde una parte en el botn de guerra y, por lo tanto, se dispone a participar en l: Sancho Panza, que vio en el suelo al fraile, apendose ligeramente de su asno arremeti a l y le comenz a quitar los hbitos. Llegaron en esto dos mozos de los frailes y preguntronle que por qu le desnudaba. Respondiles Sancho que aquello le tocaba a l legtimamente como despojos de la batalla que su seor don Quijote haba ganado. Y, en esta ocasin, el que sale maltrecho es Sancho Panza, al que dos mozos de los frailes que no estaban para bromas le proporcionaron una paliza que le dej sin conocimiento.

  • El ambiente caballeresco. En todo el texto se recrea el ambiente de los libros de caballeras; y no solo en los parlamentos de Don Quijote, que se expresa con un lenguaje arcaico en su poca, sumamente pomposo y grandilocuente -y esta comicidad de los recursos expresivos acrecienta el tono pardico de la obra, imitacin burlesca de esta clase de libros-. En efecto, el uso de la metfora hiperblica de dromedario para indicar una cabalgadura muy grande -que bien podra recordar los libros de caballeras-; el empleo de los adjetivos [gente] endiablada y descomunal, que en los libros de caballeras se aplican a los gigantes; el imponer a la seora vizcana que viajaba en el coche de caballos presentarse ante Dulcinea, de igual manera que Amads de Gaula encarg a los caballeros y doncellas que l haba salvado del poder del gigante Madarque que fuesen a presentarse ante la reina Brisena...; todo ello hace ms intensa la ficcin caballeresca y demuestra el profundo conocimiento que Cervantes tena de este gnero novelesco.

    Don Quijote, en lucha por la dignidad del ser humano. No es necesario preguntarse si el comportamiento de Don Quijote en esta aventura -como en otras muchas de la obra- es el de un loco ridculo o el de un idealista que se bate por la dignidad del ser humano. Baste con recordar, por elocuentes al respecto, las siguientes palabras de Sancho Panza, finalizando la obra: Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe tambin tu hijo don Quijote, que, si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de s mismo, que, segn l me ha dicho, es el mayor vencimiento que desearse puede. Dineros llevo, porque si buenos azotes me daban, bien caballero me iba. / Djate desas sandeces dijo don Quijote, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado a nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoral vida pensamos ejercitar.

  • Texto 3.

    [La brava y descomunal batalla que don Quijote tuvo con unos cueros de vino tinto [1]. Primera parte, captulo XXXV].

    Poco ms quedaba por leer de la novela, cuando del caramanchn [2] donde reposaba don Quijote sali Sancho Panza todo alborotado, diciendo a voces: Acudid, seores, presto y socorred a mi seor, que anda envuelto en la ms reida y trabada batalla que mis ojos han visto. Vive Dios que ha dado una cuchillada al gigante enemigo de la seora princesa Micomicona [3], que le ha tajado la cabeza cercen a cercen [4], como si fuera un nabo! Qu dices, hermano? dijo el cura, dejando de leer lo que de la novela quedaba. Estis en vos, Sancho? Cmo diablos puede ser eso que decs, estando el gigante dos mil leguas de aqu? En esto oyeron un gran ruido en el aposento y que don Quijote deca a voces: Tente, ladrn, malandrn [5], folln [6], que aqu te tengo y no te ha de valer tu cimitarra [7]! Y pareca que daba grandes cuchilladas por las paredes. Y dijo Sancho: No tienen que pararse a escuchar, sino entren a despartir [8] la pelea o a ayudar a mi amo; aunque ya no ser menester, porque sin duda alguna el gigante est ya muerto y dando cuenta a Dios de su pasada y mala vida, que yo vi correr la sangre por el suelo, y la cabeza cortada y cada a un lado, que es tamaa como un gran cuero de vino. Que me maten [9] dijo a esta sazn [10] el ventero si don Quijote o don diablo no ha dado alguna cuchillada en alguno de los cueros de vino tinto que a su cabecera estaban llenos, y el vino derramado debe de ser lo que le parece sangre a este buen hombre. Y con esto entr en el aposento, y todos tras l, y hallaron a don Quijote en el ms estrao traje del mundo. Estaba en camisa, la cual no era tan cumplida que por delante le acabase de cubrir los muslos y por detrs tena seis dedos menos; las piernas eran muy largas y flacas, llenas de vello y nonada limpias; tena en la cabeza un bonetillo [11] colorado, grasiento, que era del ventero; en el brazo izquierdo tena revuelta la manta de la cama, con quien tena ojeriza Sancho, y l se saba bien el porqu [12], y en la derecha, desenvainada la espada, con la cual daba cuchilladas a todas partes, diciendo palabras como si verdaderamente estuviera peleando con algn gigante. Y es lo bueno que no tena los ojos abiertos, porque estaba durmiendo y soando que estaba en batalla con el gigante: que fue tan intensa la imaginacin de la aventura que iba a fenecer [13], que le hizo soar que ya haba llegado al reino de Micomicn y que ya estaba en la pelea con su enemigo; y haba dado tantas cuchilladas en los cueros, creyendo que las daba en el gigante, que todo el aposento estaba lleno de vino. Lo cual visto por el ventero, tom tanto enojo, que arremeti con don Quijote y a puo cerrado le comenz a dar

  • tantos golpes, que si Cardenio y el cura no se le quitaran, l acabara la guerra del gigante; y, con todo aquello, no despertaba el pobre caballero, hasta que el barbero trujo un gran caldero de agua fra del pozo y se le ech por todo el cuerpo de golpe, con lo cual despert don Quijote, mas no con tanto acuerdo [14], que echase de ver de la manera que estaba. Dorotea, que vio cun corta y sotilmente [15] estaba vestido, no quiso entrar a ver la batalla de su ayudador y de su contrario. // Andaba Sancho buscando la cabeza del gigante por todo el suelo y, como no la hallaba, dijo: Ya yo s que todo lo desta casa es encantamento, que la otra vez, en este mesmo lugar donde ahora me hallo, me dieron muchos mojicones [16] y porrazos, sin saber quin me los daba, y nunca pude ver a nadie; y ahora no parece por aqu esta cabeza, que vi cortar por mis mismsimos ojos, y la sangre corra del cuerpo como de una fuente. Qu sangre ni qu fuente dices, enemigo de Dios y de sus santos? dijo el ventero. No vees, ladrn, que la sangre y la fuente no es otra cosa que estos cueros que aqu estn horadados [17] y el vino tinto que nada en este aposento, que nadando vea yo el alma en los infiernos de quien los horad? No s nada respondi Sancho: solo s que vendr a ser tan desdichado, que, por no hallar esta cabeza, se me ha de deshacer mi condado como la sal en el agua [18]. Y estaba peor Sancho despierto que su amo durmiendo: tal le tenan las promesas que su amo le haba hecho. El ventero se desesperaba de ver la flema [19] del escudero y el maleficio [20] del seor, y juraba que no haba de ser como la vez pasada, que se le fueron sin pagar, y que ahora no le haban de valer los previlegios de su caballera para dejar de pagar lo uno y lo otro, aun hasta lo que pudiesen costar las botanas [21] que se haban de echar a los rotos cueros. // Tena el cura de las manos a don Quijote, el cual, creyendo que ya haba acabado la aventura y que se hallaba delante de la princesa Micomicona, se hinc de rodillas delante del cura, diciendo: Bien puede la vuestra grandeza, alta y fermosa seora, vivir de hoy ms segura que [22] le pueda hacer mal esta mal nacida criatura; y yo tambin de hoy ms soy quito de la palabra que os di [23], pues, con el ayuda del alto Dios y con el favor de aquella por quien yo vivo y respiro, tan bien la he cumplido. No lo dije yo? dijo oyendo esto Sancho. S, que no estaba yo borracho: mirad si tiene puesto ya en sal mi amo al gigante! [24] Ciertos son los toros [25]: mi condado est de molde [26]! Quin no haba de rer con los disparates de los dos, amo y mozo? Todos rean, sino el ventero, que se daba a Satans. Pero, en fin, tanto hicieron el barbero, Cardenio y el cura, que con no poco trabajo dieron con don Quijote en la cama, el cual se qued dormido, con muestras de grandsimo cansancio. Dejronle dormir y salironse al portal de la venta a consolar a Sancho Panza de no haber hallado la cabeza del gigante, aunque ms tuvieron que hacer en aplacar al ventero, que estaba desesperado por la repentina muerte de sus cueros.

  • Glosario de palabras, expresiones y personajes.

    [1] El captulo XXXV lleva por ttulo Donde se da fin a la novela del Curioso impertinente. Sin embargo, el episodio de la batalla con los cueros de vino tinto que se cuenta en este captulo est anunciada en el ttulo del siguiente -el XXXVI-. Quiz estas anomalas en los ttulos de los captulos en relacin con su contenido pudieran obedecer a una superficial revisin del original, antes de entregarlo a la imprenta, por parte de Cervantes, o a simples errores de sta.[2] Caramanchn. Por camaranchn: desvn.[3] La princesa Micomicona. No es otra que Dorotea -que vestida de varn, anda vagando por Sierra Morena, tras el desplante amoroso de que ha sido objeto por parte de Fernando, quien la abandona por otra dama despus de haberle dado palabra de matrimonio-. Dorotea se hace pasar por la princesa heredera del reino imaginario de Micomicn, dentro de la trama que urden el cura y el barbero para que Don Quijote abandone Sierra Morena y regrese a su casa.[4] Cercn a cercn. De raz; enteramente y en redondo.[5] Malandrn. Malvado, bellaco.[6] Folln. Ruin, vanidoso, fanfarrn[7] Cimitarra. Sable corto que se ensancha hacia la punta, Espada grande de hoja curvada, considerado, en el siglo XVI, arma propia de los turcos.[8] Despartir. Separar, apaciguar, poner paz entre los contendientes.[9] Que me maten. Locucin que enfatiza la verdad de una cosa.[10] A esta sazn. Entonces.[11] Bonetillo. Gorro de dormir, que resguarda la cabeza del fro.[12] Sancho tena ojeriza a la manta y el saba bien el porqu. Con ella le haban manteado (captulo XVII), y de ah la ojeriza que le tena. Don Quijote usa la manta como escudo o rodela, para protegerse de las armas de su adversario.[13] Fenecer. Acabar.[14] Acuerdo. Conocimiento.[15] Sutilmente. Escasamente.[16] Mojicones. Golpes dados en la cara con la mano. [En este mismo lugar donde yo ahora me hallo, me dieron muchos mojicones y porrazos, sin saber quin me los daba y nunca pude ver a nadie. Se refiere Sancho a los golpes recibidos en el altercado nocturno protagonizado por don Quijote, Maritornes y el arriero (captulo XVI)].[17] Estn horadados. Estn agujereados, atravesados de parte a parte.[18] Como la sal en el agua. Deprisa y completamente.[19] Flema. Tranquilidad, pachorra.[20] Maleficio. Mala accin, destrozo; posible alusin al gafe de Don Quijote.[21] Botanas. Remiendos que se ponen en los agujeros de los odres para que no se salga el lquido.[22] De hoy ms segura que. De ahora en adelante segura sin que (o descuidada de que).[23] Soy quito de la palabra que os di. Quedo liberado de la palabra que os di.

  • [24] Mirad si tiene puesto ya en sal mi amo al gigante! Sancho imagina al gigante requetemuerto, como a un animal al que salan despus de muerto para acecinarlo. [25] Ciertos son los toros! Es verdad; no cabe ninguna duda.[26] Mi condado est de molde. Mi condado est seguro y hecho a mi medida (es decir, me encaja perfectamente).

    Breve comentario explicativo del texto.

    El texto en su contexto. La accin de este divertido episodio transcurre en la venta de Juan Palomeque el Zurdo; e interrumpe la lectura de la Novela del Curioso impertinente que vena efectuando el cura ante el ventero, Cardenio, Dorotea, maese Nicols y el propio Sancho Panza; novela corta que se extiende a lo largo de los captulos XXXIII y XXXIV, y que concluye en el XXXV, tras la batalla con los cueros de vino.

    El contenido del texto. Don Quijote, con los ojos cerrados -pues estaba durmiendo-, soando que se encontraba en el reino de Micomicn y en pelea con un gigante, daba con su espada cuchilladas a todas partes, e iba atravesando con ella los odres que contenan vino. El ventero interpreta el alboroto que don Quijote armaba en su aposento como la obra de un loco, que atraviesa a cuchilladas unos cueros de vino tinto y a quien le parece sangre -del gigante enemigo de la princesa Micomicona- el vino derramado; y reacciona ante la batalla que don Quijote sostena con los cueros de vino arremetiendo contra l y dndole incontable golpes, que no fueron ms por la intervencin de Cardenio y del cura, que los separaron. Por su parte, Sancho Panza busca por todas partes la cabeza del gigante que don Quijote crea haber cortado. Su afirmacin de que Ya yo s que todo lo de esta casa es encantamiento prueba que, en esta ocasin, llega a contagiarse de la locura de su seor, y por eso cree haber visto con sus ojos a don Quijote cortar la cabeza del gigante y manar la sangre de su cuerpo como si de una fuente se tratara. Es, pues, el episodio del acuchillamiento de los cueros de vino uno de los que mejor reflejan el proceso de quijotizacin de Sancho Panza. No obstante, este repentino idealismo caballeresco del que parece haberse contagiado Sancho Panza viene motivado por la promesa que le hace Dorotea -transformada en princesa Micomicona, dentro de la ficcin creada por el cura y el barbero para lograr que Don Quijote dejara Sierra Morena y volviera a su casa- de proporcionarle un condado, promesa que sigue en pie: Dorotea consol a Sancho Panza dicindole que cada y cuando que pareciese [siempre que se demostrase] haber sido verdad que su amo hubiese descabezado al gigante, le prometa, en vindose pacfica en su reino, de darle el mejor condado que en l hubiese. Consolse con esto Sancho y asegur a la princesa que tuviese por cierto que l haba visto la cabeza del gigante, y que por ms seas tena una barba que le llegaba a la cintura, y que si no pareca era porque todo cuanto en aquella casa pasaba era por va de encantamento, como l lo haba probado otra vez que haba posado en ella. Dorotea dijo que as lo crea y que no tuviese pena, que todo se hara bien y sucedera a pedir de boca.

  • La lengua del texto. Para lograr una mayor adecuacin de la realidad a la ficcin caballeresca, Cervantes hace que don Quijote -en un pasaje como este, en que se deja llevar por la locura- se exprese en el lenguaje propio de la caballera, y para ello recurre a un estilo oscuro a fuerza de afectacin; si bien -como seala Menndez Pidal-, el estilo que domina en la narracin es aquel en que Cervantes imita la lengua familiar que sigue con ligereza el pensamiento sin preocuparse de aquella trabazn inflexible que obliga al pensamiento a seguir los lentos pasos de la lgica gramatical.

  • Texto 4.

    [De donde se declar el ltimo punto y estremo adonde lleg y pudo llegar el inaudito nimo de don Quijote con la felicemente acabada aventura de los leones. Segunda parte, captulo XVII].

    Lleg en esto el carro de las banderas, en el cual no vena otra gente que el carretero, en las mulas, y un hombre sentado en la delantera. Psose don Quijote delante y dijo: Adnde vais, hermanos? Qu carro es este, qu llevis en l y qu banderas son aquestas? A lo que respondi el carretero: El carro es mo; lo que va en l son dos bravos leones enjaulados, que el general de Orn [1] enva a la corte, presentados [2] a Su Majestad; las banderas son del rey nuestro Seor, en seal que aqu va cosa suya [3]. Y son grandes los leones? pregunt don Quijote. Tan grandes respondi el hombre que iba a la puerta del carro, que no han pasado mayores, ni tan grandes, de frica a Espaa jams; y yo soy el leonero y he pasado otros, pero como estos, ninguno. Son hembra y macho: el macho va en esta jaula primera, y la hembra en la de atrs, y ahora van hambrientos porque no han comido hoy; y, as, vuesa merced se desve, que es menester llegar presto donde les demos de comer. A lo que dijo don Quijote, sonrindose un poco: Leoncitos a m? A m leoncitos, y a tales horas [4]? Pues por Dios que han de ver esos seores que ac los envan si soy yo hombre que se espanta de leones! Apeaos, buen hombre, y pues sois el leonero, abrid esas jaulas y echadme esas bestias fuera, que en mitad desta campaa les dar a conocer quin es don Quijote de la Mancha, a despecho y pesar de los encantadores que a m los envan [5]. Ta, ta [6]! dijo a esta sazn entre s el hidalgo [7]. Dado ha seal de quin es nuestro buen caballero: los requesones sin duda le han ablandado los cascos y madurado los sesos [8]. Llegse en esto a l Sancho y djole: Seor, por quien Dios es que vuesa merced haga de manera que mi seor don Quijote no se tome [9] con estos leones, que si se toma, aqu nos han de hacer pedazos a todos. Pues tan loco es vuestro amo respondi el hidalgo, que temis y creis que se ha de tomar con tan fieros animales? No es loco respondi Sancho, sino atrevido. Yo har que no lo sea replic el hidalgo. Y llegndose a don Quijote, que estaba dando priesa al leonero que abriese las jaulas, le dijo: Seor caballero, los caballeros andantes han de acometer las aventuras que prometen esperanza de salir bien dellas, y no aquellas que de todo en todo

  • la quitan; porque la valenta que se entra en la juridicin de la temeridad, ms tiene de locura que de fortaleza. Cuanto ms que estos leones no vienen contra vuesa merced, ni lo suean: van presentados [10] a Su Majestad, y no ser bien detenerlos ni impedirles su viaje. Vyase vuesa merced, seor hidalgo respondi don Quijote, a entender con su perdign manso y con su hurn atrevido [11], y deje a cada uno hacer su oficio. Este es el mo, y yo no s si vienen a m o no [12] estos seores leones. Y volvindose al leonero, le dijo: Voto a tal [13], don bellaco, que si no abrs luego [14] las jaulas, que con esta lanza os he de coser con el carro! El carretero, que vio la determinacin de aquella armada fantasma, le dijo: Seor mo, vuestra merced sea servido, por caridad, de dejarme desuncir las mulas y ponerme en salvo con ellas antes que se desenvainen los leones [15], porque si me las matan quedar rematado [16] para toda mi vida; que no tengo otra hacienda sino este carro y estas mulas. Oh hombre de poca fe [17]! respondi don Quijote, apate y desunce y haz lo que quisieres, que presto vers que trabajaste en vano y que pudieras ahorrar desta diligencia. Apese el carretero y desunci a gran priesa, y el leonero dijo a grandes voces: Sanme testigos cuantos aqu estn como contra mi voluntad y forzado abro las jaulas y suelto los leones, y de que protesto a este seor que todo el mal y dao que estas bestias hicieren corra y vaya por su cuenta, con ms mis salarios y derechos. Vuestras mercedes, seores, se pongan en cobro antes que abra [18], que yo seguro estoy que no me han de hacer dao. Otra vez le persuadi el hidalgo que no hiciese locura semejante, que era tentar a Dios acometer tal disparate, a lo que respondi don Quijote que l saba lo que haca. Respondile el hidalgo que lo mirase bien, que l entenda que se engaaba. Ahora, seor replic don Quijote, si vuesa merced no quiere ser oyente desta que a su parecer ha de ser tragedia, pique la tordilla y pngase en salvo. Odo lo cual por Sancho, con lgrimas en los ojos le suplic desistiese de tal empresa, en cuya comparacin haban sido tortas y pan pintado la de los molinos de viento y la temerosa de los batanes [19] y, finalmente, todas las hazaas que haba acometido en todo el discurso de su vida. Mire, seor deca Sancho, que aqu no hay encanto ni cosa que lo valga; que yo he visto por entre las verjas y resquicios de la jaula una ua de len verdadero, y saco por ella que el tal len cuya debe de ser la tal ua [20] es mayor que una montaa. El miedo a lo menos respondi don Quijote te le har parecer mayor que la mitad del mundo. Retrate, Sancho, y djame, y si aqu muriere, ya sabes nuestro antiguo concierto: acudirs a Dulcinea, y no te digo ms.

  • A estas aadi otras razones, con que quit las esperanzas de que no haba de dejar de proseguir su desvariado intento. Quisiera el del Verde Gabn oponrsele, pero viose desigual en las armas y no le pareci cordura tomarse con un loco, que ya se lo haba parecido de todo punto don Quijote; el cual, volviendo a dar priesa al leonero y a reiterar las amenazas, dio ocasin al hidalgo a que picase la yegua, y Sancho al rucio, y el carretero a sus mulas, procurando todos apartarse del carro lo ms que pudiesen, antes que los leones se desembanastasen [21]. Lloraba Sancho la muerte de su seor, que aquella vez sin duda crea que llegaba en las garras de los leones; maldeca su ventura y llamaba menguada la hora en que le vino al pensamiento volver a servirle; pero no por llorar y lamentarse dejaba de aporrear al rucio para que se alejase del carro. Viendo, pues, el leonero que ya los que iban huyendo estaban bien desviados, torn a requerir y a intimar a don Quijote lo que ya le haba requerido e intimado, el cual respondi que lo oa y que no se curase de ms intimaciones y requirimientos, que todo sera de poco fruto, y que se diese priesa. En el espacio que tard el leonero en abrir la jaula primera estuvo considerando don Quijote si sera bien hacer la batalla antes a pie que a caballo, y, en fin, se determin de hacerla a pie [22], temiendo que Rocinante se espantara con la vista de los leones. Por esto salt del caballo, arroj la lanza y embraz el escudo; y desenvainando la espada, paso ante paso [23], con maravilloso denuedo y corazn valiente, se fue a poner delante del carro encomendndose a Dios de todo corazn y luego a su seora Dulcinea. Visto el leonero ya puesto en postura a don Quijote [24], y que no poda dejar de soltar al len macho, so pena de caer en la desgracia del indignado y atrevido caballero, abri de par en par la primera jaula, donde estaba el len, el cual pareci de grandeza extraordinaria y de espantable y fea catadura. Lo primero que hizo fue revolverse en la jaula donde vena echado y tender la garra y desperezarse todo; abri luego la boca y bostez muy despacio, y con casi dos palmos de lengua que sac fuera se despolvore los ojos y se lav el rostro. Hecho esto, sac la cabeza fuera de la jaula y mir a todas partes con los ojos hechos brasas, vista y ademn para poner espanto a la misma temeridad. Solo don Quijote lo miraba atentamente, deseando que saltase ya del carro y viniese con l a las manos, entre las cuales pensaba hacerle pedazos. Hasta aqu lleg el estremo de su jams vista locura. Pero el generoso len, ms comedido que arrogante, no haciendo caso de nieras ni de bravatas, despus de haber mirado a una y otra parte, como se ha dicho, volvi las espaldas y ense sus traseras partes a don Quijote, y con gran flema y remanso [25] se volvi a echar en la jaula. Viendo lo cual don Quijote, mand al leonero que le diese de palos y le irritase para echarle fuera. Eso no har yo respondi el leonero, porque si yo le instigo, el primero a quien har pedazos ser a m mismo. Vuesa merced, seor caballero, se contente con lo hecho, que es todo lo que puede decirse en gnero de valenta, y no quiera tentar segunda fortuna. El len tiene abierta la

  • puerta: en su mano est salir o no salir; pero pues no ha salido hasta ahora, no saldr en todo el da. La grandeza del corazn de vuesa merced ya est bien declarada; ningn bravo peleante, segn a m se me alcanza, est obligado a ms que a desafiar a su enemigo y esperarle en campaa; y si el contrario no acude, en l se queda la infamia y el esperante gana la corona del vencimiento. As es verdad respondi don Quijote. Cierra, amigo, la puerta, y dame por testimonio en la mejor forma que pudieres lo que aqu me has visto hacer [26], conviene a saber: como t abriste al len, yo le esper, l no sali, volvle a esperar, volvi a no salir y volvise a acostar. No debo ms, y encantos afuera [27], y Dios ayude a la razn y a la verdad y a la verdadera caballera, y cierra, como he dicho, en tanto que hago seas a los huidos y ausentes, para que sepan de tu boca esta hazaa.

  • Glosario de palabras, expresiones y personajes.

    [1] Orn. Ciudad de Argelia, a orillas del Mediterrneo, que fue posesin espaola entre 1509 y 1708. [2] Ofrecidos. Presentados.[3] Las banderas son del rey nuestro Seor, en seal que aqu va cosa suya. Las banderas protegan el cargamento, y atacarlo era considerado delito grave contra el rey.[4] Leoncitos a m? A m leoncitos, y a tales horas? La pregunta de Don Quijote se ha convertido en proverbio para indicar que alguien no se acobarda ante peligros o amenazas.[5] A despecho y pesar de los encantadores que a m los envan [los leones]. Don Quijote siempre hace responsables de sus fracasos a los encantadores.[6] Ta, ta! Interjeccin con la que se indicaba que se haba cado en la cuenta de algo.[7] El hidalgo. Este hidalgo no es otro que el Caballero del Verde Gabn.[8] Los requesones sin duda le han ablandado los cascos y madurado los sesos.[9] Se tome. Se enfrente.[10] Presentados. Regalados.[11] Vyase vuesa merced, seor hidalgo, a entender con su perdign manso y con su hurn atrevido.[12] Yo no s si vienen a m o no estos seores leones. Si me son convenientes o no. La respuesta de Don Quijote al Caballero del Verde Gabn est motivada por la frase de aqul Estos leones no vienen contra vuesa merced, ni lo suean.[13] Voto a tal.[14] Luego. Inmediatamente.[15] Se desenvainen los leones. Salgan de su jaula. La metfora iguala a los leones con las armas: los leones, como las espadas, se desenvainan. [16] Quedar rematado. Arruinado, con los bienes subastados para pagar las deudas. [17] Oh hombre de poca fe! Palabras dirigidas por Cristo a San Pedro. El tono solemne que adopta Don Quijote hace que parezca una especie de Jesucristo de la caballera andante.[18] Se pongan en cobro antes que abra. Se pongan a salvo en lugar seguro.[19] La temerosa [empresa] de los batanes. [20] La tal ua. Sancho alude a la versin popular del proverbio latino ex ungue leonem (por la ua se conoce el len). [21] Los leones se desembanastasen. Fuesen puestos en libertad, saliesen de la jaula. De nuevo se acude a la metfora leones-espadas. [22] Hacerla [la batalla] a pie. Como seal de valor.[23] Paso ante paso. Poquito a poco, lentamente.[24] Puesto en postura. Colocado en guardia para combatir.[25] Remanso. Lentitud, calma, sorna.[26] Dame por testimonio en la mejor forma que pudieres lo que aqu me has visto hacer. O sea, mediante una declaracin jurada, a falta de un documento notarial.[27] No debo ms, y encantos afuera. He cumplido al mximo con mi obligacin y quedan vencidos los encantamientos.

  • Texto 5.

    [Donde se prosigue la graciosa aventura del titerero, con otras cosas en verdad harto buenas. Segunda parte, captulo XXVI].

    Callaron todos, tirios y troyanos [1], quiero decir, pendientes estaban todos los que el retablo miraban de la boca del declarador de sus maravillas, cuando se oyeron sonar en el retablo cantidad de atabales y trompetas [2] y dispararse mucha artillera, cuyo rumor pas en tiempo breve, y luego alz la voz el muchacho y dijo: Esta verdadera historia que aqu a vuesas mercedes se representa es sacada al pie de la letra de las cornicas francesas y de los romances espaoles que andan en boca de las gentes y de los muchachos por esas calles. Trata de la libertad que dio el seor don Gaiferos a su esposa Melisendra, que estaba cautiva en Espaa, en poder de moros, en la ciudad de Sansuea, que as se llamaba entonces la que hoy se llama Zaragoza; y vean vuesas mercedes all cmo est jugando a las tablas don Gaiferos, segn aquello que se canta:

    Jugando est a las tablas don Gaiferos, que ya de Melisendra est olvidado [3].

    Y aquel personaje que all asoma con corona en la cabeza y ceptro en las manos es el emperador Carlomagno, padre putativo [4] de la tal Melisendra, el cual, mohno de ver el ocio y descuido de su yerno, le sale a reir; y adviertan con la vehemencia y ahnco que le rie, que no parece sino que le quiere dar con el ceptro media docena de coscorrones, y aun hay autores que dicen que se los dio, y muy bien dados; y despus de haberle dicho muchas cosas acerca del peligro que corra su honra en no procurar la libertad de su esposa, dicen que le dijo: Harto os he dicho: miradlo [5]. Miren vuestras mercedes tambin cmo el emperador vuelve las espaldas y deja despechado a don Gaiferos, el cual ya ven cmo arroja, impaciente de la clera, lejos de s el tablero y las tablas, y pide apriesa las armas, y a don Roldn su primo pide prestada su espada Durindana [6], y cmo don Roldn no se la quiere prestar, ofrecindole su compaa en la difcil empresa en que se pone; pero el valeroso enojado no lo quiere aceptar, antes dice que l solo es bastante para sacar a su esposa, si bien estuviese metida en el ms hondo centro de la tierra; y con esto se entra a armar, para ponerse luego en camino. Vuelvan vuestras mercedes los ojos a aquella torre que all parece, que se presupone que es una de las torres del alczar de Zaragoza, que ahora llaman la Aljafera [7]; y aquella dama que en aquel balcn parece vestida a lo moro es la sin par Melisendra, que desde all muchas veces se pona a mirar el camino de Francia [8], y, puesta la imaginacin en Pars y en su esposo, se consolaba en su cautiverio. Miren tambin un nuevo caso que ahora sucede, quiz no visto

  • jams. No veen aquel moro que callandico y pasito a paso, puesto el dedo en la boca, se llega por las espaldas de Melisendra? Pues miren cmo la da un beso en mitad de los labios, y la priesa que ella se da a escupir y a limpirselos con la blanca manga de su camisa, y cmo se lamenta y se arranca de pesar sus hermosos cabellos, como si ellos tuvieran la culpa del maleficio. Miren tambin cmo aquel grave moro que est en aquellos corredores es el rey Marsilio de Sansuea, el cual, por haber visto la insolencia del moro, puesto que era un pariente y gran privado suyo le mand luego prender, y que le den docientos azotes, llevndole por las calles acostumbradas de la ciudad [9],

    con chilladores delante y envaramiento detrs [10];

    y veis aqu donde salen a ejecutar la sentencia, aun bien apenas no habiendo sido puesta en ejecucin la culpa, porque entre moros no hay traslado a la parte, ni a prueba y estse [11], como entre nosotros. Nio, nio dijo con voz alta a esta sazn don Quijote, seguid vuestra historia lnea recta y no os metis en las curvas o transversales, que para sacar una verdad en limpio menester son muchas pruebas y repruebas. Tambin dijo maese Pedro desde dentro: Muchacho, no te metas en dibujos, sino haz lo que ese seor te manda, que ser lo ms acertado: sigue tu canto llano y no te metas en contrapuntos, que se suelen quebrar de sotiles [12]. Yo lo har as respondi el muchacho, y prosigui diciendo: esta figura que aqu parece a caballo, cubierta con una capa gascona, es la mesma de don Gaiferos; aqu su esposa, ya vengada del atrevimiento del enamorado moro, con mejor y ms sosegado semblante se ha puesto a los miradores de la torre, y habla con su esposo creyendo que es algn pasajero, con quien pas todas aquellas razones y coloquios de aquel romance que dicen:

    Caballero, si a Francia ides, por Gaiferos preguntad [13],

    las cuales no digo yo ahora, porque de la prolijidad se suele engendrar el fastidio. Basta ver cmo don Gaiferos se descubre, y que por los ademanes alegres que Melisendra hace se nos da a entender que ella le ha conocido, y ms ahora que veemos se descuelga del balcn para ponerse en las ancas del caballo de su buen esposo. Mas, ay, sin ventura!, que se le ha asido una punta del faldelln [14] de uno de los hierros del balcn, y est pendiente en el aire, sin poder llegar al suelo. Pero veis cmo el piadoso cielo socorre en las mayores necesidades, pues llega don Gaiferos y, sin mirar si se rasgar o no el rico faldelln, ase della y mal su grado la hace bajar al suelo y luego de un brinco la pone sobre las ancas de su caballo, a horcajadas como hombre, y la manda que se tenga fuertemente y le eche los brazos por las espaldas, de

  • modo que los cruce en el pecho, porque no se caiga, a causa que no estaba la seora Melisendra acostumbrada a semejantes caballeras. Veis tambin cmo los relinchos del caballo dan seales que va contento con la valiente y hermosa carga que lleva en su seor y en su seora. Veis cmo vuelven las espaldas y salen de la ciudad y alegres y regocijados toman de Pars la va. Vais en paz, oh par sin par [15] de verdaderos amantes! Lleguis a salvamento a vuestra deseada patria, sin que la fortuna ponga estorbo en vuestro felice viaje! Los ojos de vuestros amigos y parientes os vean gozar en paz tranquila los das (que los de Nstor sean [16]) que os quedan de la vida! Aqu alz otra vez la voz maese Pedro y dijo: Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectacin es mala. No respondi nada el intrprete, antes prosigui diciendo: No faltaron algunos ociosos ojos, que lo suelen ver todo, que no viesen la bajada y la subida de Melisendra, de quien dieron noticia al rey Marsilio, el cual mand luego tocar al arma; y miren con qu priesa, que ya la ciudad se hunde con el son de las campanas que en todas las torres de las mezquitas suenan. Eso no! dijo a esta sazn don Quijote. En esto de las campanas anda muy impropio maese Pedro, porque entre moros no se usan campanas, sino atabales y un gnero de dulzainas que parecen nuestras chirimas [17]; y esto de sonar campanas en Sansuea sin duda que es un gran disparate. Lo cual odo por maese Pedro, ces el tocar y dijo: No mire vuesa merced en nieras, seor don Quijote, ni quiera llevar las cosas tan por el cabo, que no se le halle. No se representan por ah casi de ordinario mil comedias llenas de mil impropiedades y disparates, y, con todo eso, corren felicsimamente su carrera y se escuchan no solo con aplauso, sino con admiracin y todo [18]? Prosigue, muchacho, y deja decir, que como yo llene mi talego, siquiera represente [19] ms impropiedades que tiene tomos el sol. As es la verdad replic don Quijote. Y el muchacho dijo: Miren cunta y cun lucida caballera sale de la ciudad en siguimiento de los dos catlicos amantes, cuntas trompetas que suenan, cuntas dulzainas que tocan y cuntos atabales y atambores que retumban. Tmome que los han de alcanzar y los han de volver atados a la cola de su mismo caballo, que sera un horrendo espetculo. Viendo y oyendo, pues, tanta morisma y tanto estruendo don Quijote, parecile ser bien dar ayuda a los que huan, y levantndose en pie, en voz alta dijo: No consentir yo que en mis das y en mi presencia se le haga superchera [20] a tan famoso caballero y a tan atrevido enamorado como don Gaiferos. Deteneos, mal nacida canalla, no le sigis ni persigis; si no, conmigo sois en la batalla [21]!

  • Y, diciendo y haciendo [22], desenvain la espada y de un brinco se puso junto al retablo, y con acelerada y nunca vista furia comenz a llover cuchilladas sobre la titerera morisma, derribando a unos, descabezando a otros, estropeando a este, destrozando a aquel, y, entre otros muchos, tir un altibajo [23] tal, que si maese Pedro no se abaja, se encoge y agazapa, le cercenara la cabeza con ms facilidad que si fuera hecha de masa de mazapn. Daba voces maese Pedro, diciendo: Detngase vuesa merced, seor don Quijote, y advierta que estos que derriba, destroza y mata no son verdaderos moros, sino unas figurillas de pasta. Mire, pecador de m!, que me destruye y echa a perder toda mi hacienda. Mas no por esto dejaba de menudear don Quijote cuchilladas, mandobles, tajos y reveses como llovidos. Finalmente, en menos de dos credos, dio con todo el retablo en el suelo, hechas pedazos y desmenuzadas todas sus jarcias [24] y figuras, el rey Marsilio malherido, y el emperador Carlomagno, partida la corona y la cabeza en dos partes. Alborotse el senado de los oyentes, huyse el mono por los tejados de la venta, temi el primo, acobardse el paje, y hasta el mesmo Sancho Panza tuvo pavor grandsimo, porque, como l jur despus de pasada la borrasca, jams haba visto a su seor con tan desatinada clera. Hecho, pues, el general destrozo del retablo, sosegse un poco don Quijote y dijo: Quisiera yo tener aqu delante en este punto todos aquellos que no creen ni quieren creer de cunto provecho sean en el mundo los caballeros andantes. Miren, si no me hallara yo aqu presente, qu fuera del buen don Gaiferos y de la hermosa Melisendra: a buen seguro que esta fuera ya la hora que los hubieran alcanzado estos canes y les hubieran hecho algn desaguisado. En resolucin, viva la andante caballera sobre cuantas cosas hoy viven en la tierra! Viva enhorabuena dijo a esta sazn con voz enfermiza maese Pedro, y muera yo!, pues soy tan desdichado, que puedo decir con el rey don Rodrigo:

    Ayer fui seor de Espaa, y hoy no tengo una almena que pueda decir que es ma [25].

    No ha media hora, ni aun un mediano momento, que me vi seor de reyes y de emperadores, llenas mis caballerizas y mis cofres y sacos de infinitos caballos y de innumerables galas, y agora me veo desolado y abatido, pobre y mendigo, y sobre todo sin mi mono, que a fe que primero que le vuelva a mi poder me han de sudar los dientes; y todo por la furia mal considerada deste seor caballero, de quien se dice que ampara pupilos y endereza tuertos y hace otras obras caritativas, y en m solo ha venido a faltar su intencin generosa, que sean benditos y alabados los cielos, all donde tienen ms

  • levantados sus asientos. En fin, el Caballero de la Triste Figura haba de ser aquel que haba de desfigurar las mas. Enternecise Sancho Panza con las razones de maese Pedro y djole: No llores, maese Pedro, ni te lamentes, que me quiebras el corazn, porque te hago saber que es mi seor don Quijote tan catlico y escrupuloso cristiano, que si l cae en la cuenta de que te ha hecho algn agravio, te lo sabr y te lo querr pagar y satisfacer con muchas ventajas. Con que me pagase el seor don Quijote alguna parte de las hechuras [26] que me ha deshecho, quedara contento y su merced asegurara su conciencia, porque no se puede salvar quien tiene lo ajeno contra la voluntad de su dueo y no lo restituye. As es dijo don Quijote, pero hasta ahora yo no s que tenga nada vuestro, maese Pedro. Cmo no? respondi maese Pedro. Y estas reliquias que estn por este duro y estril suelo, quin las esparci y aniquil sino la fuerza invencible dese poderoso brazo? Y cyos eran sus cuerpos sino mos? Y con quin me sustentaba yo sino con ellos? Ahora acabo de creer dijo a este punto don Quijote lo que otras muchas veces he credo: que estos encantadores que me persiguen no hacen sino ponerme las figuras como ellas son delante de los ojos, y luego me las mudan y truecan en las que ellos quieren. Real y verdaderamente os digo, seores que me os, que a m me pareci todo lo que aqu ha pasado que pasaba al pie de la letra: que Melisendra era Melisendra, don Gaiferos don Gaiferos, Marsilio Marsilio, y Carlomagno Carlomagno. Por eso se me alter la clera, y por cumplir con mi profesin de caballero andante quise dar ayuda y favor a los que huan, y con este buen propsito hice lo que habis visto: si me ha salido al revs, no es culpa ma, sino de los malos que me persiguen; y, con todo esto, deste mi yerro, aunque no ha procedido de malicia, quiero yo mismo condenarme en costas [27]: vea maese Pedro lo que quiere por las figuras deshechas, que yo me ofrezco a pagrselo luego, en buena y corriente moneda castellana. Inclinsele maese Pedro, dicindole: No esperaba yo menos de la inaudita cristiandad del valeroso don Quijote de la Mancha, verdadero socorredor y amparo de todos los necesitados y menesterosos vagamundos; y aqu el seor ventero y el gran Sancho sern medianeros y apreciadores entre vuesa merced y m de lo que valen o podan valer las ya deshechas figuras. El ventero y Sancho dijeron que as lo haran, y luego maese Pedro alz del suelo con la cabeza menos al rey Marsilio de Zaragoza, y dijo: Ya se vee cun imposible es volver a este rey a su ser primero, y, as, me parece, salvo mejor juicio, que se me d por su muerte, fin y acabamiento cuatro reales y medio. Adelante dijo don Quijote.

  • Pues por esta abertura de arriba abajo prosigui maese Pedro, tomando en las manos al partido emperador Carlomagno, no sera mucho que pidiese yo cinco reales y un cuartillo [28]. No es poco dijo Sancho. Ni mucho replic el ventero: mdiese la partida [29] y selensele cinco reales. Dnsele todos cinco y cuartillo dijo don Quijote, que no est en un cuartillo ms a menos la monta desta notable desgracia; y acabe presto maese Pedro, que se hace hora de cenar, y yo tengo ciertos barruntos de hambre. Por esta figura dijo maese Pedro que est sin narices y un ojo menos, que es de la hermosa Melisendra, quiero, y me pongo en lo justo, dos reales y doce maraveds. Aun ah sera el diablo [30] dijo don Quijote, si ya no estuviese Melisendra con su esposo por lo menos en la raya de Francia [31], porque el caballo en que iban a m me pareci que antes volaba que corra; y, as, no hay para qu venderme a m el gato por liebre, presentndome aqu a Melisendra desnarigada, estando la otra, si viene a mano [32], ahora holgndose en Francia con su esposo a pierna tendida. Ayude Dios con lo suyo a cada uno [33], seor maese Pedro, y caminemos todos con pie llano y con intencin sana. Y prosiga. Maese Pedro, que vio que don Quijote izquierdeaba [34] y que volva a su primer tema, no quiso que se le escapase, y, as, le dijo: Esta no debe de ser Melisendra, sino alguna de las doncellas que la servan, y, as, con sesenta maraveds que me den por ella quedar contento y bien pagado. Desta manera fue poniendo precio a otras muchas destrozadas figuras, que despus los moderaron los dos jueces rbitros, con satisfacin de las partes, que llegaron a cuarenta reales y tres cuartillos; y adems desto, que luego lo desembols Sancho, pidi maese Pedro dos reales por el trabajo de tomar el mono. Dselos, Sancho dijo don Quijote, no para tomar el mono, sino la mona [35]; y docientos diera yo ahora en albricias a quien me dijera con certidumbre que la seora doa Melisendra y el seor don Gaiferos estaban ya en Francia y entre los suyos. Ninguno nos lo podr decir mejor que mi mono dijo maese Pedro, pero no habr diablo que ahora le tome; aunque imagino que el cario y la hambre le han de forzar a que me busque esta noche, y amanecer Dios y vermonos. En resolucin, la borrasca del retablo se acab y todos cenaron en paz y en buena compaa, a costa de don Quijote, que era liberal en todo estremo. Antes que amaneciese se fue el que llevaba las lanzas y las alabardas, y ya despus de amanecido se vinieron a despedir de don Quijote el primo y el paje, el uno para volverse a su tierra, y el otro a proseguir su camino, para ayuda del cual le dio don Quijote una docena de reales. Maese Pedro no quiso volver a entrar en ms dimes ni diretes con don Quijote [36], a quien l

  • conoca muy bien, y, as, madrug antes que el sol, y cogiendo las reliquias de su retablo, y a su mono, se fue tambin a buscar sus aventuras. El ventero, que no conoca a don Quijote, tan admirado le tenan sus locuras como su liberalidad. Finalmente, Sancho le pag muy bien, por orden de su seor, y, despidindose dl, casi a las ocho del da dejaron la venta y se pusieron en camino, donde los dejaremos ir, que as conviene para dar lugar a contar otras cosas pertenecientes a la declaracin desta famosa historia.

  • Glosario de palabras, expresiones y personajes.

    [1] Cartagineses y troyanos. Del verso 1 del libro segundo de la Eneida, de Virgilio.[2] Atabales. Timbales, que habitualmente acompaaban a las trompetas.[3] Versos que se han atribuido a Miguel Snchez el Divino, poeta y dramaturgo vallisoletano, elogiado por Cervantes en el Viaje del Parnaso. Las tablas eran un juego parecido al ajedez. [4] Padre putativo. Persona que pasa por padre sin serlo.[5] Verso de un romance autntico de Miguel Snchez, que comienza de esta manera: "Od, seor don Gaiferos".[6] Durindana. Durandarte, nombre de la espada de Roldn -la Durendal de la Chanson de Roland- en el Orlando furioso, de Ariosto.[7] Aljafera. Palacio rabe, residencia de los Reyes de Aragn cuando estaban en Zaragoza. Hoy es la sede del Parlamento de Aragn.[8] El camino de Francia. Camino que conduca a Santiago de Compostela entrando por Roncesvalles.[9] Las calles acostumbradas de la ciudad. Aquellas calles por las que habitualmente se llevaba a los condenados para que recibieran vergenza pblica.[10] Con cuchilladores delante / y envaramiento detrs. Versos que proceden de la jcara de Quevedo "Carta de Escarramn a la Mndez", y que comienza as: "Ya est guardado en la trena". [Cuchilladores. Pregoneros que publican el delito del reo cuando es azotado por la la calle. Envaramiento. Conjunto de alguaciles que lo azotan]. [11] Son frmulas jurdicas: traslado a la parte -notificacin a una de las partes de un pleito de los alegatos de la otra- y a prueba y estse -conclusin provisional del juez dando plazo para aportar nuevas pruebas. La lentitud de los procesos espaoles contrastaba con lo expeditivo de la justicia de los moros.[12] Sigue tu canto llano y no te metas en contrapuntos, que se suelen quebrar de sotiles. Cuenta con sencillez, sin adornos ni agudezas. Sutil tiene el doble sentido de "dbil" e "ingenioso".[13] Versos del romance "Asentado est Gaiferos", que contiene la versin ms completa de la historia de Gaiferos, y que se encuentra en el Cancionero de Romances, Amberes, s.a.[14] Faldelln. Refajo.[15] Oh par sin par. Oh pareja sin igual.[16] Nstor. Hroe griego de la guerra de Troya, prototipo de la prudencia y de la longevidad (segn la tradicin clsica, vivi tres siglos).[17] Chirimas. Instumentos de viento, de la familia del oboe.[18] No se representan por ah casi de ordinario mil comedias llenas de mil impropiedades...? En estas palabras se ha querido ver una crtica a la comedia nueva y, por tanto, a Lope de Vega. [19] Siquiera represente. Tanto da que represente.[20] Superchera. Injuria u ofensa hecha con manifiesto o alevoso abuso de fuerza. [21] Conmigo sois en batalla. Frmula de desafo.[22] Diciendo y haciendo. En el acto, sin mediar palabra.

  • [23] Altibajo. Golpe dado con la espada de arriba abajo.[24] Jarcias. Aparejos.[25] Tres versos salteados del "Romance del rey don Rodrigo cmo perdi a Espaa". Estos son los versos originales: "Ayer era rey de Espaa / hoy no lo soy de una via; / ayer villas y castillos, / hoy ninguno posea; / ayer tena criados / y gente que me serva; / hoy no tengo una almena / que pueda decir que es ma." (Cancionero de Romances, Amberes, s.a.).[26] Hechuras. Figuritas, estatuillas.[27] Condenarme en costas. Se condenaba en costas al juez que resolva de forma irregular en algn paso del proceso[28] Un cuartillo. La cuarta parte de un real.[29] Mdiese la partida. Prtase la diferencia. [30] Aun ah sera el diablo. A tal extremo podran llegar las cosas.[31] En la raya de Francia. En la frontera de Francia.[32] Si viene a mano. Si tiene la ocasin.[33] Ayude Dios con lo suyo a cada uno. Adecuacin del refrn "Con lo mo me ayude Dios".[34] Izquierdeaba. Se apartaba del camino derecho, comenzaba a desbarrar.[35] Mona. Borrachera.[36] Entrar en ms dimes ni diretes. Entrar en ms discusiones.

  • El contenido del texto. Don Quijote asiste a una representacin de tteres en la que don Gaiferos, don Roldn, el emperador Carlomagno y la hermosa Melisendra escenifican una historia caballeresca. Un muchacho -el trujamn- relata que el rey moro Marsilio tiene prisionera a Melisendra, la hija de Carlomagno, en Zaragoza, y que su esposo, Don Gayferos, acude a salvarla a peticin del emperador; pero en su huida son perseguidos por los moros. Don Quijote, identificado con la pasin amorosa y el herosmo de Gaiferos, se inmiscuye directamente en la trama e interviene personalmente en la actuacin de los tteres: "Y, diciendo y haciendo, desenvain la espada y de un brinco se puso junto al retablo, y con acelerada y nunca vista furia comenz a llover cuchilladas sobre la titerera morisma, derribando a unos, descabezando a otros, estropeando a este, destrozando a aquel, y, entre otros muchos, tir un altibajo tal, que si maese Pedro no se abaja, se encoge y agazapa, le cercenara la cabeza con ms facilidad que si fuera hecha de masa de mazapn."; rescata a Melisendra de los moros; destroza los tteres de maese Pedro; y termina cantando las glorias de la caballera andante. Una vez sosegado, Don Quijote echa la culpa de todo lo sucedido a los encantadores que siempre le persiguen para dejarle en mal lugar; y, con suma generosidad, corre con los gastos de los destrozos que ha ocasionado -y que ascienden a cuarenta reales y tres cuartillos-. En cuanto a maese Pedro -concluye la historia-, "no quiso volver a entrar en ms dimes ni diretes con don Quijote, a quien l conoca muy bien, y, as, madrug antes que el sol, y cogiendo las reliquias de su retablo, y a su mono, se fue tambin a buscar sus aventuras".

    La pera de Manuel de Falla "El retablo de maese Pedro". Esta obra -estrenada en Pars, en 1923, y encargada por la princesa Edmmonde de Polignac para su teatro de tteres- est basada, fundamentalmente, en el captulo XXVI de la segunda parte de El Quijote, aunque tambin tom Falla elementos de varios captulos de las dos partes del texto cervantino, que sigue con gran fidelidad. La pera se compone de ocho fragmentos: el pregn, la sinfona de Maese Pedro, la Corte de Carlomagno, Melisendra, los Pirineos, la fuga, la persecucin y el final, en el que Don Quijote, para ayudar a los fugitivos destruye el teatrillo de tteres.

    El compositor alicantino scar Espl (1888-1976) ha enjuiciado esta creacin musical con las siguientes palabras: "La fecha de 1923 es memorable. El retablo de maese Pedro sale del taller de Manuel de Falla. La obra se estrena en Sevilla y en Pars. Es una obra maestra de la msica contempornea y la ms genial de las realizaciones musicales inspiradas en la novela inmortal. El neoclasicismo scarlattiano de Falla se manifiesta aqu como un milagro del arte actual. Los temas y las cadencias antiguas de pura esencia castellana, de los que el compositor se sirve, conceden a este Don Quijote musical el prestigio de la autenticidad. La inventiva se revela poderosa en la armona, en la estructura tcnica, y el todo se funde dentro de una atmsfera emotiva en la que el humanismo evidente, lgico, que exhala de la locura de Don Quijote, se expresa por un pensamiento musical elevado y noble. La obra, concebida como una farsa para marionetas, se representa sobre el retablo de maese Pedro, con la intervencin de tres personajes: Don Quijote, maese Pedro y el

  • Trujamn. Este canta en el estilo de un "pregonero" (voceador de feria). El retablo, escrito para pequea orquesta de cmara, con arpa y clave, atestigua un conocimiento sorprendente del valor expr