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ÁNGEL VACA LORENZO EL PUENTE ROMANO DE SALAMANCA DESDE SU CONSTRUCCIÓN HASTA LA RIADA DE SAN POLICARPO DE 1626

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ÁNGEL VACA LORENZO

EL PUENTE ROMANODE SALAMANCADESDE SU CONSTRUCCIÓN

HASTA LA RIADA DE SAN POLICARPO DE 1626

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EL PUENTE ROMANO DE SALAMANCA

DesDe su construcción

hasta la riaDa De san PolicarPo

De 1626

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ÁnGel Vaca lorenZo

SALAMANCA 2011

EL PUENTE ROMANO DE SALAMANCADesDe su construcción

hasta la riaDa De san PolicarPo De 1626

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SERIE DOCUMENTACIÓN, n.° 13

EDICIONES DE LA DIPUTACIÓN DE SALAMANCADepartamento de Cultura (Publicaciones)c/. Felipe Espino, 1, 2ª Planta37002 Salamanca (España)Teléfono 923 29 31 00. Ext. 617Fax 923 29 32 56E-mail: [email protected]://www.lasalina.es

Diseño y maquetación: iNTERGRAF

Impreso en EspañaImprime: imprenta KADMOS

Salamanca

I.S.B.N.: 978-84-7797-358-4Depósito Legal: S. 1.410-2011

© Diputación de Salamanca y el autor

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida total o parcialmente, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea mecánico, eléctrico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

Foto de cubierta: Propiedad del Excelentísimo Ayuntamiento de SalamancaFoto última de cubierta: Chema Sánchez

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Índice

PRESENTACIÓN ............................................................................................... 9

INTRODUCCIÓN .............................................................................................. 15

EL PUENTE ROMANO DE SALAMANCA: UN EDIFICIO Y DOS FÁBRICAS .................. 27

1. La puente vieja o fábrica romana: sus elementos formales. El toro ... 312. La puente nueva o fábrica hispana: la heterogeneidad de sus ele-

mentos formales .................................................................................... 55

EDIFICACIÓN, FINANCIACIÓN, AUTORÍA Y CRONOLOGÍA DEL PUENTE ROMANO

DE SALAMANCA .............................................................................................. 69

1. Munera y locatio operis, vectigalia y evergetismo: los diversos expe-dientes de construcción y financiación de las obras públicas roma-nas .......................................................................................................... 69

2. Las diversas teorías sobre la autoría y cronología del puente ............ 823. Nuestras propuestas de datación y autoría del puente ....................... 92

PRIMERAS RUPTURAS DEL PUENTE ROMANO DE SALAMANCA EN LA EDAD MEDIA: CON LOS ANDILUVIOS GRANDES NI QUEDAN VADOS NI PUENTES ............................ 103

1. Las más antiguas referencias testimoniales del puente ....................... 1042. Los tienpos de las avenidas e de los aguaduchos ................................. 118

a) La riada de los Difuntos de 1256 ................................................... 119b) La riada de Santa Bárbara de 1498 ................................................ 127

EJECUCIÓN Y FINANCIACIÓN DE LAS REPARACIONES DEL PUENTE ROMANO DE SALAMANCA EN LA EDAD MEDIA ..................................................................... 137

1. La financiación: rentas de bienes de propios, legados testamentarios, derramas especiales y sisas sobre el vino, carne y pescado .............. 142

2. Las reparaciones de los derribos de las riadas de los Difuntos y Santa Bárbara ................................................................................................... 158

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REPARTIMIENTOS Y NUEVAS INTERVENCIONES EN EL PUENTE ROMANO DE SALAMANCA EN LOS PRIMEROS TIEMPOS MODERNOS ......................................... 175

1. La transformación del puente en un baluarte por obra de Gómez Herrador: el castillete y las almenas .................................................... 178

2. El enlosado del puente y Machín de Sarasola: las ordenanzas sobre el tráfico rodado .................................................................................... 185

3. Los repartimientos de Felipe III y el maestro de cantería Pedro de la Puente Montecillo ................................................................................. 201

CATÁLOGO DOCUMENTAL ............................................................................... 221

FUENTES DOCUMENTALES ................................................................................ 243

A) Fuentes documentales manuscritas ...................................................... 2431. Archivo de la Catedral de Salamanca (ACSa.) ............................... 2432. Archivo Diocesano de Salamanca (ADSa.) .................................... 2433. Archivo General de Simancas (AGS) ............................................. 2434. Archivo Histórico Nacional –Madrid– (AHN). ............................... 2445. Archivo Histórico Provincial de Cantabria (AHPC). ...................... 2446. Archivo Histórico Provincial de Salamanca (AHPSa) .................... 2447. Archivo Municipal de Ledesma (AML) ........................................... 2448. Archivo Municipal de Salamanca (AMSa) ...................................... 2459. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (ARCHV). .............. 24510. Archivo de la Universidad de Salamanca (AUS) ........................... 245

B) Fuentes documentales impresas ........................................................... 245

BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 247

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Presentación

El programa de Publicaciones del Departamento de Cultura de la Diputación de Salamanca, contempla como uno de sus ejes editoriales, la

divulgación de temas salmantinos y el acercamiento a los ciudadanos de los aspectos históricos que dan sentido a un espacio común. De ahí que el catálogo de Ediciones de la Diputación de Salamanca indague en una variedad de temas sobre distintos aspectos de investigación, haciendo que su conocimiento sea del interés general. El puente romano de Salamanca es, sin duda, uno de los monumentos arquitectónicos, más importantes que dan imagen no solo a la ciudad sino que extiende la misma a la provincia a través del río Tormes.

Este libro del profesor Ángel Vaca Lorenzo, historiador y solvente investigador de muchos aspectos arquitectónicos de nuestra provincia, nos muestra el valor añadido que tiene el puente romano, su importancia histórica y la función que ha desempeñado a lo largo de sus casi dos mil años de vida. Si en el programa editorial de la Diputación de Salamanca contemplamos en dos títulos diferentes, la catalogación de los puentes de la provincia, bien merece detallar en un libro monográfico la esencia de la historia de este icono emblemático del escudo de la ciudad de Salamanca.

Por otra parte, el libro viene a llenar un vacío sobre su exigua investigación histórica y por ello a reponer su antigua valoración perdida. Al editar «El puente romano de Salamanca» el Departamento de Cultura de la Diputación quiere acercar a los lectores una parte sustancial de nuestra historia reflejada a través de una arquitectura de vital importancia para la vida diaria de los salmantinos, para el desarrollo urbanístico de la ciudad y ahondar, indudablemente, en una seña de identidad de nuestra provincia.

Manuel tOSTADO GONZÁLEZ

Diputado de CulturaDIPUTACIÓN DE SALAMANCA

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La puente mayor desta dicha çibdades vna de las más nescesarias cosas della,

en que conviene rrecabdo y tenerse conserbadaporque es notable hedifiçio e muy grande

e syn ella esta çibdad no podría tener provisión ni sustentarsee si cayese o peresçiese ni abría fuerça

ni posibilidad para la tornar a hedificar, en espeçial por la obra tan prençipal que tiene.

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A Rodrigo e Inés

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Introducción

Aunque constituye un tópico iniciar cualquier trabajo de investigación in-cidiendo sobre la importancia del tema y la escasez de estudios sobre

el mismo, lamentablemente en este caso es más que obligado. Pues resulta ciertamente extraño que siendo el puente romano de Salamanca uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, declarado Monumento Histórico-Artístico el 3 de junio de 19311 y en la actualidad catalogado como Bien de Interés Cultural2, sea uno de los monumentos menos valorados tanto desde el punto de vista artístico y patrimonial como, sobre todo, desde el punto de vista del interés histórico, al menos hasta los últimos años del siglo pasado. Hasta entonces, salvo el sucinto “articulejo” –así es calificado por el propio autor– de González Iglesias3, las dos escasas referencias incluidas en los co-rrespondientes estudios de Gómez-Moreno4 y de Roldán Hervás5 y otras obras menos relevantes6, el puente únicamente y de manera muy limitada había requerido la atención de los reputados cronistas e historiadores locales de

1 Gaceta de Madrid, de 4 de junio de 1931, núm. 155, p. 1.184.2 Decreto 67/1998, de 26 de marzo, por el que se delimita el entorno de protección de Bien de Interés Cultural declarado, puente romano sobre el río Tormes, en Salamanca (B.O.C. y L. de 1 de abril de 1998, núm. 62). 3 GONZÁLEZ IGLESIAS, L., “El Río, el Toro y la Puente”, en El Museo. Crónica Salmantina, I (1957), principalmente pp. 44-50.4 GÓMEZ-MORENO, M., Catálogo Monumental de España. Provincia de Salamanca. Texto. Valencia: Dirección General de Bellas Artes, 1967, pp. 45-46.5 ROLDÁN HERVÁS, J. M., Iter ab Emerita Astvricam. El Camino de la Plata. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1971, pp. 121-122.6 La relevancia viene determinada, en este caso, por su relación con el puente romano de Salamanca, por cuanto recogen una simple referencia o, a lo máximo, una mínima descripción del mismo. Entre otras, se pueden citar: CAGNAT, R. y CHAPOT, V., Manuel d’archéologie romaine. Paris: Auguste Piscard, 1916, t. 1, p. 50 (incluye medidas erróneas de longitud –143 m– y de anchura –8 m–); TA-RACENA, B., Ars Hispaniae. Historia Universal del Arte Hispánico. Madrid: Plus Ultra, 1947, vol. II, p. 17 (incluye fotografía); DAREMBERG, Ch. y SAGLIO, Edm., Diccionnaire des antiguités grecques et romaines. Graz: Akademische Druck, 1963, t. 4-1, p. 564; GAZZOLA, P., Ponti Romani. Contributo ad un indice sistematico con Studio critico bibliografico. Firenze: Leo S. Olschki Editore, 1963, vol. II, pp. 134-135; ALZOLA Y MINONDO, P., Historia de las obras públicas en España. Madrid: Ediciones Turner, 1979 [reed. de la obra de 1899], quien afirma que posee 27 arcos de medio punto, p. 62.

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los siglos XVII, XVIII y XIX, González Dávila7, Bernardo Dorado8, Modesto Falcón9, González de la Llana10, José María Quadrado11, Celestino Espinosa12, Fernando Araujo13 y Villar y Macías14, quienes en sus respectivas monografías sobre la ciudad apenas habían dedicado a este monumento un breve espacio, una somera descripción del mismo (número de arcos, longitud y anchura, no en todos coincidentes) que, en algunos casos, también incluía la de sus componentes estructurales y ornamentales (almenas, castillete central, pilas, tajamares, sillares, calzada, toro, etc.), y, principalmente, explicaciones, más o menos míticas y especulativas, sobre su posible origen y construcción por obra de Hércules, Trajano u otro emperador o autoridad romana.

Fue a partir de los años ochenta del siglo pasado cuando se retoma el interés por este puente, al incluirlo en obras genéricas y de síntesis sobre dicha temática15, o al dedicarle estudios monográficos y específicos sobre

7 GONZÁLEZ DÁVILA, G., Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca. Salamanca: Edi-ciones de la Diputación y Universidad de Salamanca, 1994 [reimp. de la obra de 1606], pp. 13-17.8 DORADO, B., Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Salamanca: Europa Artes Gráficas, 1985 [reimp. de la obra de 1776], pp. 17-18.9 FALCÓN, M., Salamanca artística y monumental ó descripción de sus principales monumentos. Salamanca: Caja Duero, 2000 [reimp. de la obra de 1867], pp. 63-66; y Guía de Salamanca. Salamanca, 1868, principalmente el capítulo II: “La Calzada de la Plata. El Puente Romano. La Primera Muralla. Extensión de la primitiva ciudad de Salamanca”, pp. 7-18.10 GONZÁLEZ DE LA LLANA, M., Crónica de la provincia de Salamanca. Salamanca: Hespérides, 1993 [ed. fac. de la obra de 1869], pp. 7 y 44.11 QUADRADO, J. M., España: sus monumentos y artes, su naturaleza e historia: Salamanca, Ávila y Segovia. Salamanca: Ediciones Diputación de Salamanca, 2001 [reimp. de la obra de 1874], p. 8.12 CELESTINO ESPINOSA, P., “Reseña de varios puentes construidos en España desde la Antigüedad hasta principios del siglo XIX”, en Revista de Obras Públicas, 26 (1878), p. 250.13 ARAUJO, F., La reina del Tormes. Guía histórico-descriptiva de la ciudad de Salamanca. Sala-manca: Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Salamanca, 1984 [reimp. de la obra de 1884], pp. 17 y 358-359.14 VILLAR Y MACÍAS, M., Historia de Salamanca. Salamanca: Graficesa, 1973 [reimp. de la obra de 1887], lib. I, pp. 31-34.15 Entre otras cabe citar por orden cronológico: FERNÁNDEZ CASADO, C., Historia del puente en España. Puentes Romanos. Madrid: Instituto Eduardo Torroja, s/p y 2ª edic., 2088, pp. 207-214; ARAM-BURU-ZABALA HIGUERA, M. Á., La arquitectura de puentes en Castilla y León. 1575-1650. Valladolid: Junta de Castilla y León, 1992, pp. 165-167; RUPÉREZ ALMAJANO, M. N., Urbanismo de Salamanca en el siglo XVIII. Salamanca: Colegio Oficial de Arquitectos de León, 1992, pp. 46-53; CHÍAS NAVARRO, P. y ABAD BALBOA, T., Puentes de España. Madrid: Fomento de Construcciones y Contratas, S.A., 1994, pp. 28-31; DÍEZ ELCUAZ, J. I., “Los puentes de Salamanca”, en Salamanca, Revista de Estudios, 42 (1999), pp. 127-133; NÚÑEZ PAZ, P., REDERO GÓMEZ, P. y VICENTE GARCÍA, J., Salamanca. Guía de Arquitectura. Salamanca: Colegio Oficial de Arquitectos de León. Delegación de Salamanca, 2002, pp. 74-75; BUENO HERNÁNDEZ, F., Historia de las Obras Públicas en la provincia de Salamanca. Salamanca: Diputación de Salamanca, 2002, pp. 284-288 y 345-346; VACA LORENZO, Á., “La Vía de la Plata a su paso por Salamanca”, en Salamanca, Revista de Estudios, 48 (2002), pp. 17-27; ARENAS, J. J., Caminos en el aire. Los puentes. Madrid: Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 2002, vol. 1, pp. 168-172; MARTÍN SÁNCHEZ, L., GUTIÉRREZ HERNÁNDEZ, F. y JIMÉNEZ GARCÍA, J. Á., Inventario de Bienes de Interés Cultural de la Provincia de Salamanca. Bienes Inmuebles. Salamanca: Ediciones de la Diputación de Salamanca, 2003, pp. 238-239.

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algún aspecto parcial o etapa cronológica del mismo16. Si bien, este reciente interés por él despertado es todavía manifiestamente insuficiente, aún no ha llegado a producir ningún estudio monográfico equiparable a los que, con

16 Aquí también por orden cronológico cabe citar, entre otros: HERRÁEZ HERNÁNDEZ, J. M., “El Puente Romano de Salamanca y la riada de 1499 según el manuscrito de José Iglesias de la Casa”, en Actas del I Congreso de Historia de Salamanca. Salamanca: 1992, tomo II, pp. 355-361; JIMÉNEZ FUEN-TES, E. y MARTÍN DE JESÚS, S., “Sobre el material empleado en la construcción del Puente Romano de Salamanca, durante el siglo XVII”, en Actas del I Congreso de Historia de Salamanca. Salamanca: 1992, tomo II, pp. 363-365; JIMÉNEZ, M. C., MENÉNDEZ, L. R. y PRIETO, M., “El puente romano de Salamanca en las crónicas, las fuentes históricas y la historiografía”, en Salamanca, Revista de Estudios, 44 (2000), pp. 193-220; ÁVILA JALVO, J. M., “Análisis constructivo del Puente Mayor de Salamanca”, en Salamanca, Revista de Estudios, 48 (2002), pp. 51-79; VACA LORENZO, Á., “Aventuras y desventuras del Toro y Puente Romano de Salamanca”, en Papeles del Novelty, 7 (2002), pp. 59-82; MENÉNDEZ BUEYES, L. R., “Acercamiento histórico al Puente Romano sobre el río Tormes (Salamanca). Apuntes para una interpretación arqueológica”, en B.R.A.H., CC (2003), pp. 373-416; VACA LORENZO, Á., “La reparación del Puente Romano de Salamanca a principios del siglo XVII: la contribución zamorana”, en Papeles del Novelty, 10 (2004), pp. 35-56; VACA LORENZO, Á., GUADALUPE SALAS, I. y GARCÍA MALDONADO, J., “El Puente Romano. La Puente Mayor de Salamanca: sus orígenes”, en Puentes singulares de la provincia de Salamanca. Salamanca: Diputación de Salamanca, 2005, pp. 25-55; MENÉNDEZ BUEYES, L. R., “El Puente Romano de Salamanca y su contexto histórico. (A propósito de CIL II 4685)”, en Memorias de Historia Antigua, 21-22 (2005), pp. 149-183; VACA LORENZO, Á., “El Puente Romano de Salamanca en la Edad Media”, en Cuadernos de Historia de España, LXXXI (2007), pp. 7-38; MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., “El puente romano de Salamanca sobre el Tormes en el Iter ab Emerita Asturicam”, en Arqueología de la Vía de la Plata (Salamanca), G. Gillani y M. Santonja (eds.). Béjar: Premysa, 2007, pp. 183-212; ÍDEM, “El Puente Mayor de Salamanca: Historia y arqueología de un monumento bimilenario a través de la evolución de sus calzadas”, en El Miliario Extravagante, 7 (2008), pp. 18-29; VACA LORENZO, Á, “Primeras roturas del puente romano de Salamanca. Las riadas de los Difuntos de 126 y de Santa Bárbara de 1498”, en Puentes singulares de la provincia de Salamanca. II. Salamanca: Diputación de Salamanca, pp. 25-57; e ÍDEM, “Edilicia y fiscalidad. La financiación de las obras públicas en la Edad Media: el Puente Romano de Salamanca” (en imprenta).

FiG. 1: El puente romano de Salamanca aguas arriba, en el estío de los primeros años del siglo XX

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todo merecimiento, poseen monumentos tan emblemáticos de la ciudad como la Plaza Mayor17, la Universidad18, las dos Catedrales19, la Clerecía20, la Casa de las Conchas21, etc.

En definitiva, la historia del puente romano de Salamanca todavía no ha sido trazada con la profundidad, extensión y sistemática requeridas. He aquí el objetivo a conseguir, que, en esta ocasión, se limita cronológicamente al amplio periodo, el menos conocido, que transcurre desde su edificación, en la segunda mitad del siglo I, hasta su gran derribo parcial ocasionado por la avenida de San Policarpo, la tarde y noche del 26 de enero de 1626. Se trata, sin duda, de un sujeto de estudio típicamente interdisciplinar que requiere el concurso de ciencias como la Arqueología, la Historia del Arte, la Arquitectura, la Ingeniería e, indiscutiblemente, la Historia. Y desde esta óptica multidis-ciplinar, en su desarrollo se abordará el análisis descriptivo de la estructura formal y constructiva de sus dos fábricas, la romana y la hispana, también el relato de la por ahora irresoluta problemática que presentan sus respectivas autoría y cronología, y, sobre todo, el conocimiento de las múltiples reparacio-nes, arreglos e, incluso, reconstrucciones parciales y totales que de su fábrica se han realizado a lo largo de este periodo, así como de las modificaciones de sus otros elementos adicionales y ornamentales (toro, castillete central, almenas, etc.) y de los distintos expedientes y sistemas de financiación y ejecución de las mismas, sin olvidar los maestros canteros y arquitectos que intervinieron en las reparaciones de esta obra arquitectónica de evidente utili-dad pública. Además, se ha tratado de superar, de acuerdo con la sugerencia del profesor Durán Fuentes, los estrechos límites que suelen presentar los estudios históricos sobre puentes, en los que sólo se suele incluir su descrip-ción y la publicación de algún dato o documento histórico, incorporando el “estudio constructivo y tipológico, el análisis de los paramentos para recabar información sobre sus diferentes fábricas, el estudio dimensional de la obra”, sin obviar el aporte de precisos planos, fotografías y demás reproducciones

17 Vid. por ejem., RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, A., La Plaza Mayor de Salamanca. Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1977 o ESTELLA GOYTRE, A. (ed.), La Plaza Mayor de Salamanca. Salamanca: Caja Duero, 2005, 3 vols.18 ÁLVAREZ VILLAR, J., La Universidad de Salamanca. Arte y tradiciones. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1972; FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M., ROBLES CARCEDO, L. y RODRÍGUEZ SAN PEDRO, L. E. (eds.), ), La Universidad de Salamanca. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1989, 3 vols.; PEREDA, F., La arquitectura elocuente. El edifico de la Universidad de Salamanca bajo el reinado de Carlos V. Madrid: Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000; RODRÍGUEZ-SAN PEDRO BEZARES, L. E. (coord.), Historia de la Universidad de Salamanca. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2002-2009, IV vols.19 CHUECA GOITIA, F., La Catedral Nueva de Salamanca. Historia documental de su construcción. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1951; SÁNCHEZ Y SÁNCHEZ, D., La catedral Vieja de Sala-manca. Salamanca: Ilmo. Cabildo de la catedral de Salamanca, 1991 e ÍDEM, La catedral Nueva de Salamanca. Salamanca: Ilmo. Cabildo de la catedral de Salamanca, 1993.20 RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, A., Estudios del Barroco salmantino. El Colegio Real de la Compa-ñía de Jesús (1617-1779). Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1985.21 ÁLVAREZ VILLAR, J., La Casa de las Conchas de Salamanca. Salamanca: Caja Duero, 2002.

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gráficas del puente22; pero, sin por ello renunciar a las informaciones suminis-tradas por una masa documental suficientemente amplia y en su mayor parte inédita, existente en diversos archivos locales, regionales y nacionales, como el Catedralicio, Diocesano, Universitario, Histórico Provincial y Municipal de Salamanca, el de la Chancillería de Valladolid, el General de Simancas, el Histórico Nacional de Madrid, etc., y, en parte, recogida y extractada en el Catálogo Documental que acompaña a este estudio. Siendo conscientes de que al enfocar el análisis básicamente en el puente, como obra arquitectóni-ca singular y con dimensión propia, aquél pierde la perspectiva que podría alcanzar de haber considerado este sujeto como parte destacada de una vía e integrante de una red viaria; sin embargo, el protagonismo de los puentes es tal que, como expone Iranzo Muñío, “merecen ser estudiados en sí mismos, como trabajos resultantes de una elevada técnica y de un alto coste, que mo-vilizan esfuerzos sociales de primer orden”23. Por otra parte, si los caminos son importantes, los puntos clave que dan la medida de la eficacia de toda la red de un territorio son los puentes, pasos especialmente difíciles en los que su existencia o no hacía posible o imposible continuar el camino, según sostenía Díaz Martín, quien, además, añadía que la “existencia de puentes determinaba en la mayoría de los casos la elección de itinerarios, que podían en definitiva potenciar económicamente una determinada zona o dejarla com-pletamente marginada. Aquellos que favorecían la circulación de mercancías eran, lógicamente abastecidos en mejores condiciones, y no olvidemos que el abastecimiento, sobre todo de alimentos, fue una de las preocupaciones primordiales de las comunidades medievales”24. Preocupación que se daba de manera más acuciante en la ciudad de Salamanca a fines de la Edad Media, donde su censo se veía incrementado, cuanto menos, en una cuarta parte, por los estudiantes que de otras tierras acudían a su Universidad y a los que tam-bién había que proporcionar alimentos, como se recoge en el título primero del libro cuarto de las Ordenanzas de Salamanca, relativo al abasto de vaca y carnero25. Además y en este mismo sentido, no es lo mismo estudiar el puente y su relación con el camino en los tiempos pretéritos que en los actuales. En aquéllos, como señala Fernández Troyano, “las dificultades que planteaba la construcción de los puentes eran muy grandes, y en cambio, las exigencias

22 DURÁN FUENTES, M., “La obra del puente: fuente primaria para su conocimiento e identificación”, en Actas del Cuarto Congreso Nacional de Historia de la construcción. Cádiz: 2005, vol I, p. 363.23 IRANZO MUÑÍO, M. T., “Obras públicas medievales: los puentes aragoneses”, en Studium. Revista de Humanidades, 3 (1997), p. 232. 24 DÍAZ MARTÍN, L. V., “La reparación de puentes a mediados del siglo XIV”, en Castillos de España, 92 (1986), p. 57.25 “Atento que la vaca y carnero es tan nesçesario y forçoso manthenimiento, para las gentes de aquellos días que por la santa madre Yglesia de Rroma no está proivida, y en esta çiudad de ordina-rio rreside mucho número de gente, así de los veçinos como de los estudiantes que vienen a oír en las cáthedras y achademias de la Universidad y Estudio della, y otras gentes que a ella vienen”, en MARTÍN, J. L., Ordenanzas de Salamanca. Libro cuarto: abasto de la ciudad. Salamanca: Mercasala-manca, 1997, p. 65.

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funcionales del camino eran mínimas; en estas condiciones puede decirse que el puente definía el camino”; mientras que en los tiempos contemporáneos, “este planteamiento se ha ido invirtiendo: las técnicas de construcción de puentes han ido dominándose y las exigencias funcionales del camino han ido creciendo. Actualmente nos encontramos en el polo opuesto del origen, pues el puente se realiza a partir de las condiciones geométricas que define a priori el trazado”. De todas formas, aunque es indudable que el puente antiguo es una parte del camino, no es menos cierto, concluye dicho autor, que es “una parte muy singular, con personalidad propia pues su morfología y su técnica transcienden de este planteamiento”26.

Pero, como decía, no es únicamente el puente romano de Salamanca el que ha carecido de la debida atención historiográfica, sino que, hasta hace poco, esta temática histórica ha sido insuficientemente tratada, como en más de una ocasión han puesto de manifiesto diversos autores, tanto para el ámbito genérico de las obras públicas, como para el más particular de los puentes:

En 1979, en el estudio preliminar realizado por Antonio Bonet Correa a la reedición del libro de Pablo Alzola y Minondo, Historia de las Obras Públicas, publicado en 189927, exponía a propósito, que se trataba de un libro pionero que forzosamente tiene errores de datos ya superados en los detalles, pero que sigue siendo esencial y único en lo general. Y que resulta obvio resaltar el mérito de este libro, por ser todavía la única monografía que trata, en toda su evolución, del tema de las obras públicas, a no ser por los trabajos de Carlos Fernández Casado acerca de la historia de los puentes romanos y el de Gonza-lo Menéndez Pidal acerca de los caminos y carreteras y algún que otro artículo suelto acerca de presas y obras hidráulicas. Así como que la bibliografía sobre las obras públicas en España es, por así decirlo, inexistente.

En 1995 tuvo lugar en Estella la celebración de la XXII Semana de Es-tudios Medievales, bajo el título “Tecnología y Sociedad: las grandes obras públicas en la Europa Medieval”; en ella Miguel Larrambebere Zabala realizó una aproximación bibliográfica y presentó un elenco de más de un millar de referencias concernientes al tema tratado, limitado a los años 1970-1995, y llegó a la siguiente conclusión: “Conviene señalar que el grueso del repertorio está formado por los capítulos relativos a catedrales, fortificaciones y ciudades –en torno a 250 referencias cada uno–, en tanto que es mucho menor el espa-cio reservado a presas, puentes y puertos –en torno al centenar de referencias cada uno–. Este tratamiento diverso pretende reflejar con cierta proporciona-lidad el lugar que las citadas áreas de interés ocupan en la historiografía”28. Más recientemente, en el programa de los VI Encuentros Internacionales del

26 FERNÁNDEZ TROYANO, L., “Esquema histórico de los puentes españoles”, en La Obra Pública, Patrimonio Cultural. Madrid: Cehopu, 1986, p. 28.27 ALZOLA Y MINONDO, P., Ob. cit., pp. 7-18.28 LARRAMBEBERE ZABALA, M., “Tecnología y sociedad: las grandes obras públicas en la Europa medieval. Aproximación bibliográfica”, en Tecnología y sociedad: las grandes obras públicas en la Europa medieval. XXII Semana de Estudios Medievales. Pamplona: 1996, p. 435.

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Medievo, celebrados en Nájera del 28 al 31 de julio de 2009, se abordó el es-tudio sobre la temática histórica que aquí nos ocupa, bajo el sugerente título “Construir la ciudad en la Edad Media”, y, sin embargo, ninguna de las ponen-cias previstas trató la construcción o reparación de puentes medievales.

Por otra parte, en 1996, Durán Fuentes ratificó la afirmación del profesor Manuel Martín Bueno, manifestada en la celebración del Primer Seminario Internacional Puente de Alcántara a finales de 1986, de que el estudio de los puentes no “ha ido mucho más lejos de una simple reflexión superficial y casi epidérmica”, salvo la gran labor pionera de D. Carlos Fernández Casa-do29. Poco después, incidía en el mismo sentido al señalar que “este antiguo y notorio interés (por los puentes) no se ha visto reflejado en la abundancia de tratados específicos y más modernamente en estudios dedicados a los puen-tes históricos”30, para concluir, en el 2002, poniendo de manifiesto que los puentes, a pesar de haber gozado siempre de un gran reconocimiento social, sin embargo, no habían disfrutado del mismo nivel de estudios, que habían permanecido en una parcela relativamente olvidada de la historiografía, al menos hasta que en la segunda mitad del siglo XX en Europa se definieron nuevas políticas de conservación y valorización y el concepto de patrimonio se extendió más allá de los monumentos arquitectónicos, comenzándose a reconocer el valor histórico y patrimonial de muchas construcciones técnicas y utilitarias como, en general, las obras públicas históricas y, en particular, los puentes antiguos31.

La razón de esta escasez de estudios sobre puentes históricos se debe, en opinión del mismo autor, a que, “hasta hace poco tiempo, los puentes no tuvieron interés para los historiadores por ellos mismos, sino sólo porque eran puntos de obligado paso de la red viaria antigua”, así como a que los puen-tes “son obras en las que no se pueden emplear los métodos habituales de trabajo arqueológico, pues al ser por un lado estructuras de ingeniería –que serían objeto de tratamiento por estos técnicos– y por otro formar parte del Patrimonio Histórico, mayoritariamente dentro del ámbito de los historiadores, arqueólogos, especialistas del arte, etc., ha alejado su estudio del ámbito de los historiadores y provocado su inclusión en una parcela de la historiografía de la que nadie se siente responsable”, apuntando incluso otra serie de causas motivadoras de este abandono, como “la falta de aprecio que las tradicionales Bellas Artes han sentido históricamente por las obras utilitarias”, al considerarlas muy uniformes y faltas de creatividad32. En este sentido, es evidente que los

29 DURÁN FUENTES, M., “Puentes Romanos Peninsulares: Tipología y Construcción”, en Actas del I Congreso Nacional de Historia de la Construcción. Madrid: Instituto Juan de Herrera, 1996 (edic. electrónica: Traianvs, 2001), p. 130 ÍDEM, “Identificación de puentes romanos en Hispania”, en Revista Obra Pública. Ingeniería y Territorio, 57 (2001) (edición electr.: Traianvs, 2002), p. 1.31 ÍDEM, “Análisis constructivo de los puentes romanos”, en I Congreso sobre las Obras Públicas Romanas en Hispania. Mérida: 2002, p. 23.32 ÍDEM, Identificación de puentes romanos en Hispania, p. 1.

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puentes, como cualquier otra obra de ingeniería civil, no poseen, al menos en el mismo grado, lo específico y exclusivo que tiene la obra de arte única, pues, como afirma Fernández Ordóñez, aquélla “siempre pertenece a una gran familia constructiva que evoluciona muy lentamente desde los tiempos remotos, con muy pocas mutaciones que sean traumáticas y rompan el hilo de la tradición”33.

Afortunadamente, en los últimos años parece que esta situación empieza a cambiar de manera significativa y “los estudios sobre puentes antiguos están tomando un creciente interés dentro de diversos ámbitos profesionales, tanto de historiadores y arqueólogos, como de ingenieros y arquitectos. En parte se debe al establecimiento de nuevas políticas de conservación y valorización del Patrimonio Construido, que han extendido su concepción más allá de los ejemplos arquitectónicos, y al reconocimiento del valor histórico y patrimo-nial de las obras públicas en general y los puentes en particular”34. Y porque, como, además, señala Vittorio Galliazzo, “ninguna estructura arquitectónica ha tenido en la historia humana la importancia del puente, al unir y poner en co-municación pueblos y civilizaciones diversas: sin puentes, las naciones perma-necerían separadas, las ciudades divididas, las aldeas dispersas; mientras que, por el contrario, con los puentes la unión está garantizada, los contactos hu-manos se desarrollan, se facilita el tráfico comercial. Pues es el propio puente el que ha creado las condiciones por las que simples aldeas de pastores o de pescadores han llegado a convertirse en ciudades o capitales de grandes naciones: Roma, París, Venecia, Verona, Florencia, Mérida, Maguncia, Colonia, Londres y tantas otras ciudades de Europa y del mundo habitado son centros urbanos ‘nacidos del puente’ (o de una estructura que atraviesa un curso de agua) y su historia encuentra sustancial alimento en la propia peripecia de su mismo puente”35.

Y lo referido por Vittorio Galliazo perfectamente puede aplicarse a la ciu-dad de Salamanca. Porque, por encima de cualquier otro monumento urbano, fue tal la importancia que para los salmantinos llegó a adquirir el edificio del puente romano, durante mucho tiempo conocido como la puente mayor y como la puente prinçipal, por ser el más útil y vital de la ciudad al franquear el paso del río Tormes hacia el sur, que pronto (sin duda, desde la Edad Media) se convirtió, junto con el toro-verraco ubicado a su entrada, en el monumento e icono más representativo, como atributo simbólico de su preciado pasado y de permanente funcionalidad36, y en una emblemática divisa que desde su

33 FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ, J. A., “Obras públicas y monumentos. 1. El puente, ¿monumento u obra funcional? 2. Rehabilitación de puentes históricos”, en Revista de Obras Públicas, 3.347 (1995), p. 9.34 DURÁN FUENTES, M., La obra del puente, p. 363.35 GALLIAZO, V., “I ponti romani”, en Elementos de Ingeniería Romana. Congreso Europeo “Las Obras Públicas Romanas”, celebrado en Tarragona del 3 al 6 de noviembre de 2004. Barcelona: Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, 2004, p. 9.36 Este potencial simbólico del puente no sólo se debe a sus valores puramente funcionales, también existen otros elementos dotados de rasgos mágicos, pues, “en la medida que crean un nuevo espacio donde antes no había posibilidades de paso y desafían la gravedad con sus tableros tendidos sobre

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primitivo origen incorporó al primer cuartel del escudo de armas de la ciudad. En 1606, Gil Gon-zález Dávila, primer cronista de Salamanca, ya puso de manifiesto este hecho cuando expresó que “por ser esta puente la cosa más insigne que tiene esta Ciudad, la tiene por armas, juntamen-te con vn Toro de piedra, que està al principio della”37. Si bien, es en el siglo XIII cuando por primera vez se documenta gráficamente el icono del puente y del toro en varios sellos de cera del concejo y de la clerecía salmantinos, como más adelante se verá.

Efectivamente, la función que el puente ro-mano de Salamanca desempeñó fue fundamental para el desarrollo de la ciudad hasta principios del siglo XX, cuando este puente de piedra pierde la condición de paso único sobre el río Tormes y de acceso a la ciudad por la parte meridional, al erigirse el puente de Enrique Es-tevan el 22 de octubre de 1913, con distinto material, el hierro, manifestación evidente de los primeros pasos de la Revolución Industrial en esta localidad. Hasta entonces, el puente romano era el lugar obligado de tránsito para todos los que querían penetrar o salir de Salamanca, el nexo de relación entre la ciudad y el territorio circundante. Todo el movimiento hacia la ciudad queda-ba condicionado, pues, a este único paso del arrabal de aquende la puente al arrabal de allende la puente. De esta forma, el puente, que permitió el cruce de la calzada de la Plata sobre el río, se convirtió, como señala Martín Hernán-dez, “en protagonista de la historia de la ciudad, y su conservación y defensa fue tarea esencial de los sucesivos ocupantes. La calzada podía ser sustituida en caso necesario por rutas o caminos menos firmes, pero el puente, el más importante de los construidos sobre el Tormes, era el paso obligado y casi insustituible para la paz y para la guerra. Su conservación fue vital para estos fines, pero también lo fue de modo permanente para la vida y la actividad pa-cífica de los salmantinos y para su fructífera relación comercial y cultural con

las aguas, los puentes integraron un profundo simbolismo en el hecho de cruzar ríos”, según IRANZO MUÑÍO, M. T., La peripecia del Puente de Piedra de Zaragoza durante la Edad Media. Zaragoza: Uni-versidad de Zaragoza, 2005, pp. 14-15, quien, además, afirma que “este potencial simbólico contenido en el gesto de caminar sobre las aguas, de atravesar y salvar un peligro cierto, se mostró muy fecundo durante la época medieval puesto que se asimila muy bien con las ideas de salvación, de transición y evitación de riesgos acechantes que encajan a la perfección en la mentalidad cristiana”. Por otra parte, Durán Fuentes asegura que la ciudadanía romana veía a los puentes como “un símbolo del Imperio y una exaltación de la maiestas imperii y la publica magnificentia del pueblo romano”, en DURÁN FUENTES, M., “Técnica y construcción de puentes romanos”, en Elementos de ingeniaría romana. Congreso Europeo “Las Obras Públicas Romanas”, celebrado el 3-6 de noviembre en Tarragona. Bar-celona: Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, 2004, p. 135.37 GONZÁLEZ DÁVILA, G., Ob. cit., p. 14.

FiG. 2: Escudo actual de la ciudad de Salamanca

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las tierras y comarcas de ‘allende la puente’”38. En este sentido, las relaciones económicas más importantes de Salamanca siempre fueron con el sur. A fines del siglo XIX, la revista La Liga de Contribuyentes de Salamanca realizaba el siguiente cálculo sobre el tráfico que diariamente soportaba el puente roma-no: por término medio “en cada uno de los meses de verano, entran por el puente mil carros de corteza de árbol, y otros tantos de cereales, que salen en el mismo día; los carros que vienen y regresan á Extremadura alcanzan una cifra considerable; las cabezas de ganado trashumante, así como las que de otro género concurren á las renombradas férias de Andalucía y Extremadura, llegan á un número que se sustrae á todo cálculo”39. Por otro lado, a esta pri-mera consideración habría que agregar “la del movimiento ordinario de los coches y carruajes de la ciudad, el paso de gentes, la circulación que implican las relaciones comerciales y particulares entre el Arrabal del Puente y el casco de la ciudad, los correos de los puntos antes citados (Ávila, Béjar, Peñaranda, Ciudad Rodrigo, Vitigudino, Alba de Tormes, etc.), la comunicación oficial entre este centro y la mayoría de los pueblos de la provincia que además concurren á los mercados de la capital á vender sus productos y diariamente á proveerse de artículos” del comercio salmantino40.

No es de extrañar, pues, que, teniendo en cuenta la importancia vital que para la ciudad de Salamanca poseía el puente romano, cuando éste sufría cualquier tipo de desperfecto por la acción de las avenidas del Tormes41, muy frecuentes hasta la construcción, aguas arriba, del embalse de Santa Teresa en 1960, que impedía el tránsito por él, rápidamente se movilizaran todos los ciu-dadanos para poner remedio. Así sucedió, por ejemplo, cuando la avenida de San Policarpo derrocó buena parte del puente y el consistorio salmantino se reunió al día siguiente y una de sus principales preocupaciones fue “procurar dar paso por la puente”, puesto que con su rotura “zesan las correspondencias y comercios por aquella parte que son los más considerables”, en especial, “por aquella parte que es de donde viene la leña y carbón y aves y ganados y otras cosas tan necesarias y útiles para esta ciudad”42

.Desde su construcción, el puente romano de Salamanca desempeñó,

pues, un cometido funcional enormemente activo e importante: posibilitar la circulación transversal de la vía de la Plata sobre el río Tormes. Un cometido muy alejado del que le han deparado los tiempos actuales: ser un hermoso y emblemático monumento, icono de la ciudad. Es más, en términos ciertamen-

38 MARTÍN HERNÁNDEZ, V., Fragmentos de una historia sociourbanística de la ciudad de Salamanca. Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1992, p. 21.39 Publ. en la revista La Liga de Contribuyentes de Salamanca, núm. 155, de 18 de julio de 1886.40 IBÍDEM.41 Según FERNÁNDEZ TROYANO, L., Tierra sobre el agua. Visión Histórica Universal de los Puentes. Madrid: Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 2004, vol. I, p. 82, “la acción natural más destructiva del puente es el propio río sobre el que está situado…, porque es el más dinámico y variable… Pero esta vitalidad lo hace agresivo, acentuándose esta agresividad en las avenidas, que es cuando el río desarrolla su máxima capacidad destructiva”.42 AMSa. Fondo Municipal: Sección de Gobierno. Actas Municipales, caja 1.966 (libro 12), fols. 13r y 14.

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te ponderados, se puede afirmar que a lo largo de la historia el puente romano ha sido uno de los elementos básicos, cuando no factor decisivo e impulsor de la génesis de la morfología urbana de Salamanca, que, nacida como un peque-ño castro defensivo, de algo más de hectárea y media de superficie, origina-riamente ubicado desde la Primera Edad del Hierro en el cerro de San Vicente y posteriormente, siglo IV a.C., trasladado a su emplazamiento definitivo, la Peña Celestina o de las Catedrales, logró adquirir su condición de civitas, una vez que, bajo el poder del Imperio romano, se vio grandemente potenciado al convertirse en una mansio de la calzada de la Plata que atravesaba el río Tormes por el puente recientemente construido, como elemento integrante de dicha calzada, ya que el puente es, según definición de Fernández Troyano, camino sobre el río43, o como diría Pablo Neruda, poeta de los puentes, cantor de construcciones, a propósito del Puente Curvo de la Barra Maldonado en Uruguay,

Lo canto,porque no una pirámide de obsidiana sangrienta

ni una vacía cúpula sin dioses, ni un monumento inútil de guerreros

se acumuló sobre la luz del río, sino este puente que hace honor al agua

ya que la ondulación de su grandeza une dos soledades separadas

y no pretende ser sino un camino.

Sin embargo, el desempeño de esta importante función de conexión exigía una permanente y pesada carga, su conservación y mantenimiento, en ocasiones difícil de sostener con el esfuerzo exclusivo de los vecinos de la ciu-dad, por lo que, desde fines de los tiempos medievales, no es extraño la co-operación coactiva de los habitantes de las aldeas de su tierra e, incluso, de los de otros núcleos de población de regiones próximas, supuestos beneficiarios y posibles usuarios del puente. Así sucedió en el primer tercio del siglo XVI, cuando el rey Carlos I, al exponerle los miembros del concejo salmantino que la puente mayor desta dicha çibdad es vna de las más nesçesarias cosas della, en que conviene rrecabdo y tenerse conseruada porque es notable hedifiçio e muy grande, e syn ella esta çibdad no podrá tener prouisión ni sustentarse; e sy cayese o pereçiese, no avría fuerça ni posibilidad para la tornar a edifi-car, en espeçial por la obra tan prinçipal que tiene, mandó que se rreparase e dio liçençia para ello se hechasen en sisa e rrepartimiento syeteçientas mill maravedís entre los vecinos de la ciudad y tierra de Salamanca44; o cuando un

43 FERNÁNDEZ TROYANO, L., Tierra sobre el agua, vol. I, p. 23.44 Con ellos, más otros doscientos mil maravedís, que con mucha fatiga del pueblo e tierra se gastaron, únicamente se pudo reparar la mitad de la calzada del puente, la más próxima a la ciudad, la ques

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siglo más tarde el rey Felipe III, haciendo caso a la relación hecha por Jeró-nimo Deniso, en nombre de Pedro de la Puente Montecillo, en quien estaba rematada la obra del puente, mandó al corregidor de esta ciudad ejecutar el reparto de los dos quentos noventa y quatro mil y quatrocientos maravedís a que ascendía el implemento de dicho reparo entre más de mil trescientos lugares de un extenso territorio en torno a Salamanca, que alcanzaba, por el norte, los lugares de Benavente y Mayorga, por el sur, Galisteo y Plasencia, por el este, Cuéllar y Villacastín y, por el oeste, Hinojosa y Alcañices, y que incluía las tierras y jurisdicciones de Salamanca, Hinojosa, San Felices de los Gallegos, Fermoselle, Ciudad Rodrigo, Galisteo, Plasencia, Montemayor, Gra-nadilla, Miranda del Castañar, Béjar, Salvatierra, Alba de Tormes y sus cuartos (Cantalberque, Allende el Río y Rialmar), Villatoro, Piedrahíta, El Barco, Aré-valo y sus sexmos (Aceral, Sinlavajos, Aldeas, Orbita, Aregar y Rágama), Ávila y sus sexmos (Serreruela, San Vicente, San Juan, Covaleda, San Pedro, Santo Tomé y Santiago), Segovia (Villacastín), Coca, Valladolid, Medina del Campo, Olmedo, Cuéllar, Mayorga, Íscar, Toro, Tordesillas, Torrelobatón, Benavente, Tábara, Alcañices, Carbajales, Cerezal, San Vicente, San Cebrián, Zamora y sus partidos (Sayago y Tierra del Vino), Gema y Ledesma45.

* * *En la realización de un estudio histórico de estas características son mu-

chas las deudas que se contraen: con mis compañeros de Departamento y Fa-cultad, en especial con Javier Lorenzo Pinar, Profesor Titular de Historia Moder-na, quien me ayudó a despejar numerosas dudas en la lectura de documentos de los siglos XVI y XVII; con los Directores y demás personal de los archivos visitados; con los miembros de la Comisión de Selección (los catedráticos de Universidad, doctores José María Mínguez Fernández, José María Monsalvo An-tón, María Asenjo González, Santiago Aguadé Nieto y Alfonso Franco Silva) nombrados para resolver el concurso de acceso a la plaza de Catedrático de His-toria Medieval de la Universidad de Salamanca (G026/D02609), celebrado el 17 de septiembre de 2010, que valoraron positivamente el trabajo de investigación “Ejecución y financiación de las obras públicas. El puente romano de Salamanca (desde su construcción hasta la riada de San Policarpo de 1626)”, base de este estudio, que presenté a la segunda prueba de dicho concurso; y, en fin, con el Departamento de Cultura de la Diputación Provincial de Salamanca, porque en una época tan poco propicia a empresas culturales acogió con entusiasmo su publicación. A todos ellos, gracias.

desde el arco questá en medio de la puente fasta la çibdad, quedando la otra mitad por se rreparar e hedificar por no fatigar a la gente con más sysas e rrepartimientos. E queda hasta que aya más posy-bilidad para ello, en Catálogo Documental 39.45 En Catálogo Documental 60.

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El puente romano de Salamanca: un edificio y dos fábricas

A poco de cumplir, si no los ha cumplido ya, los dos mil años de historia, el puente romano de Salamanca, la puente mayor (o prinçipal) desa dicha

çibdad, se yergue victorioso de mil batallas libradas contra las, en ocasiones, voraces e impetuosas aguas de su inseparable compañero, el Tormes. Par-cialmente liberado, no hace mucho, de su primigenia función de permitir el tránsito rodado de mercancías, animales y personas, enlazando, de manera perdurable y como destacada obra de ingeniería de la vía de la Plata, las dos orillas del río, la de aquende la puente con la de allende la puente, resta sólo en la actualidad de uso peatonal y de andadura.

Vittorio Galliazo, destacado especialista de las estructuras de fábrica ro-manas, afirma que el puente romano de Salamanca es uno de los más monu-mentales y sólidos de España y, sin duda, uno de los más equilibrados y simé-tricos del mundo romano por su forma y estructura1, al tiempo que Fernández Casado, pionero de la Historia de la Ingeniería Civil en España, atestigua “que es uno de los ejemplares más hermosos en la serie de puentes, como corres-ponde a un momento de perfección en este tipo de obra”, así como que “está en el fiel de la balanza de los puentes romanos”2.

Se halla sobre el río Tormes, peinando sus aguas y con el toro-verraco, en expresión del profesor Cortés, aupado a sus ijares3, en medio de los puen-tes Enrique Estevan, aguas arriba, y Sánchez Fabrés, aguas abajo, a unos 400 m de distancia aproximada de cada uno de ellos. Sirve de entrada a la ciudad de Salamanca por la parte meridional, la más celebrada por fotógrafos, pintores, poetas y escritores, pues el encuentro del río con el hercúleo puente y el conjunto monumental de la ciudad dorada, ubicada 22 m más alta, a modo

1 GALLIAZZO, V., I ponti romani. Treviso: Canova, 1994-1995, vol. II, p. 336, quien, en otras partes (Tav. 9 y p. 580), añade que se trata de uno de los puentes más equilibrados y perfectos de todo el mundo romano; o del grandioso y monumental puente sobre el Tormes (p. 580). Más tarde, se refirió al él como “il ritmico Ponte di Salamanca”, ÍDEM, “I ponti romani”, en Elementos de Ingeniería Romana, p. 14.2 FERNÁNDEZ CASADO, C., Ob. cit., pp. 213 y 214.3 CORTÉS VÁZQUEZ, L., Salamanca en la literatura. Salamanca: Librería Cervantes, 1973, p. 29.

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FiG. 3: El puente romano, entrada meridional a Salamanca

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de retablo, y cuyo perfil quebrado por torres, cúpulas y cimborrios4 queda reflejado en sus aguas, conforman un maravilloso cuadro digno de pausada contemplación y admiración, como expresan los versos de un celebrado so-neto de Miguel de Unamuno:

De Salamanca cristalino espejoretratas luego sus doradas torres,

pasas solemne bajo el puente viejode los romanos, y el hortal recorresque Meléndez cantara. Tu consejo

no de mi pecho, Tormes mío, borres5.

La feliz elección de su emplazamiento en el trazado de la calzada de la Plata6, posiblemente exigido por la ubicación de la propia mansión Salmanti-ca en la orilla derecha del río Tormes y, en menor medida, por la morfología de su cauce, la existencia de un vado y las características geotécnicas del lugar, junto a la idoneidad y eficacia del diseño estructural7, a la calidad constructiva y de su material granítico8 y, en fin, a la benéfica función desarrollada a lo lar-go de sus dos milenios de vida, han contribuido a la pervivencia de una parte considerable de su primitiva fábrica en un excelente estado general, no sin an-tes haber tenido que superar la acción destructiva de las frecuentes avenidas

4 “Sorprendido debía quedar el viajero que se acercara a Salamanca en el siglo XVIII por la parte de la orilla izquierda del Tormes. A sus ojos se presentaba una extensa galería de grandes y majestuosas construcciones, tales como San Vicente, San Cayetano, el Rey, Cuenca, Oviedo, la Merced, Santo Domingo, el Carmen, los Huérfanos, Guadalupe, San Jerónimo, el Puente con su torreón y su mitad almenada; y, por encima de todas, la Catedral Vieja y la inmensa mole de la Nueva, y de vez en vez, alternando con las edificaciones mencionadas y formando bello contraste de color, torreones y trozos de lienzos almenados del antiguo recinto murado de la ciudad”, en VARGAS Y AGUIRRE, J. de, Anti-guas fortificaciones y castillos de Salamanca. Salamanca: Plaza Universitaria Ediciones, 1995, p. 54.5 Versos del soneto XXXII “Al Tormes” de UNAMUNO, M. de, Obras Completas. Madrid: Afrodisio Aguado, 1958, tomo XIII: Poesía I, p. 539.6 “La necesidad del puente surge por la existencia previa del camino y del obstáculo a superar” afirma DURÁN FUENTES, M., Técnica y construcción de puentes romanos, p. 135.7 Es de suponer que “el número de arcos y sus luces estuvieron determinados por las características del terreno (…), que la rasante de la plataforma la fijaron por la forma topográfica de las orillas y que la capacidad de desagüe fue lo que realmente concretó el modelo. Es razonable pensar que el nivel alcanzado por la mayor avenida que se tenía recuerdo –dato que sin duda conocían los constructores romanos– era lo que determinaba la altura y el número de arcos del puente. Determinada la rasante del puente sólo restaba fijar la anchura que normalmente fue similar a la de la vía que normalmente variaba entre los 5 y 7 m”, en ÍDEM, Análisis constructivo de los puentes romanos, p. 27.8 Según Ávila Jalvo, la resistencia del puente romano de Salamanca “a las riadas ha resultado sufi-ciente gracias no tanto al diseño general, cuyos defectos termodinámicos se han mencionado, sino a que el material granítico es de primera calidad, la esbeltez es muy segura, el tamaño de las dovelas es grande (lo que las hace más estables) y las juntas son finas y bien labradas”, en ÁVILA JALVO, J. M., Ob. cit., p. 58. Sobre los defectos termodinámicos expone que los “romanos no se preocuparon o no dieron con la solución a los arrastres de terreno que producen tales remolinos que forman las pilas que ocupan el cauce, y que socavan las fundaciones; …Conocían la necesidad del tajamar delantero pero ignoraban la importancia del trasero –para cuya aparición faltaban aún diez siglos– para mitigar los remolinos de popa”, IBÍDEM, pp. 54-55.

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del río9 y de las actuaciones humanas, con múltiples, reiteradas y no siempre felices reformas y reparaciones (por otra parte, imprescindibles para mantenerlo en servicio durante tantos siglos), que, afortunadamente, no han podido doble-garlo en su totalidad, aunque sí han afectado de forma importante a la situada junto a la orilla izquierda, hacia el Arrabal. De ahí que hoy el puente romano de Salamanca esté constituido por dos tramos claramente diferentes desde un punto de vista histórico, arquitectónico y constructivo, pues, como a principios del siglo XVI (1506-1512) relató el bachiller Juan Ramón de Trasmiera, el puente ya entonces poseía dos partes distintas: la romana, también conocida como la puente vieja, y la hispana, asimismo denominada la puente nueva.

La puente fué edificadaPor artificio romano,

Lo otro medio es hispano;Una figuera ha plantadaDel toro siempre velada,Y son insignias primeras,

Y ha muy nobles sus banderasCon bastas de oro cruzadas10.

En la actualidad el conjunto del edificio del puente se conforma sobre la base de una estructura rítmica de veintiséis vanos abovedados, que generan la plataforma donde se asienta la calzada y sus pretiles. Se apoya sobre los estri-bos de las márgenes y sobre otro central que, a la vez que reduce la longitud ante los empujes de las avenidas del río, sirve de elemento articulador entre los dos diferenciados tramos, el romano y el hispano. Tiene una longitud total de 358,70 m, medidos sobre la línea de pretil, al tener que salvar un cauce relativamente ancho y una amplia zona de inundación, y sigue la dirección noreste-suroeste. La anchura libre de calzada oscila entre 5,50 y 5,95 m, y en la zona central se ensancha en una gran pila, o mejor, un torreón, llamado tam-bién castillete, apartadero o balconcillo por avanzar sobre ambos alzados, de 13,90 x 4,16 m de dimensiones medias. Los pretiles que delimitan la calzada oscilan entre 0,80 y 1,10 m de altura, y 0,60 m de espesor. La altura máxima desde el pretil hasta la lámina de agua es de 10 m en la zona central. El perfil longitudinal de la calzada ofrece una mínima pendiente entre el acceso norte y el torreón central, mientras que es algo más acusada entre éste y el acceso sur, con un desnivel de 2 m; su cota absoluta alcanza 778,60 m en la zona central. Todo el puente ocupa una superficie de algo más de 2.500 m2.

9 Los repetidos destrozos ocasionados en este puente por las avenidas del río Tormes y sus corres-pondientes reparaciones han llevado a firmar a J. J. Arenas, coautor del proyecto del puente Príncipe de Asturias de Salamanca, el último de los construidos en esta ciudad, que dicho puente “es probable-mente el monumento salmantino que más reformas ha sufrido a lo largo de los siglos”, en ARENAS, J. J., Ob. cit., vol. I, p. 168.10 Cuarta estrofa del “Triunfo Raimundino”, publ. en VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro V, p. 166.

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FiG. 4: El puente romano de Salamanca, aguas abajo. V. Gombau

1. LA PUENTE VIEJA O FÁBRICA ROMANA: SUS ELEMENTOS FORMALES. EL TORO

De la fábrica original quedan los catorce arcos más inmediatos a la ciudad y gran parte del decimoquinto; presenta todas y cada una de las características que, según Durán Fuentes, permiten asegurar la “romanidad” de un puente: anchura de las bóvedas superior a 5 m, disposición simétrica o armoniosa de la arquería, rasante de la plataforma horizontal o con un perfil de muy ligero lomo de asno y con rampas de poca pendiente, cornisas con remate recto o moldurado, sillería almohadillada, alternancia de hiladas a soga y a tizón, so-bre todo en los cuerpos inferiores de pilas y estribos, presencia de grapas de cola de milano para trabar piezas entre sí, uniformidad de altura y espesor de dovelas en las boquillas que también se extiende a toda la bóveda, labra fina, cuidada y esmerada en aparejo y juntas, abundante presencia de agujeros en la sillería para el uso de ferrei forcipes (‘pinzas de izado’), así como de mues-cas en el borde superior para la palanca, además de otras características, como arcos de medio punto y pilas con tajamares de planta triangular en su frente y sin espolones aguas abajo11.

11 DURÁN FUENTES, M., Identificación de puentes romanos en Hispania, p. 2 y, sobre todo, La obra del puente: fuente primaria para su conocimiento e identificación, pp. 367-373.

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Esta parte romana del puente se desarrolla entre el estribo de la margen derecha y el torreón central; su longitud es de 201,20 m12 y el ancho medio libre de la calzada es de 5,80 m entre las caras interiores de los pretiles y de 7 m entre las exteriores. Anchura y longitud, así como demás características formales y funcionales del puente (de no gran altura, aunque suficiente para la evacuación de aguas en las máximas crecidas), constituyen una respuesta adecuada y proporcionada tanto a las exigencias de la importancia de la cal-zada de la Plata13, de la que el puente romano de Salamanca es su principal vestigio, como a las condiciones topográficas del cauce y valle de inundación, relativamente amplios, y a la extrema irregularidad del caudal del río a cruzar, sin olvidar que la fábrica del puente se inserta en el contexto arquitectónico de su época.

La estructura de este tramo romano, obra de fábrica de sillería de granito, se define sobre una arcada de quince vanos resueltos con bóvedas de medio cañón14, generadas por arcos de medio punto con boquillas acusadas, que apoyan sobre pilas de planta rectangular, con tajamar o parteaguas triangular

12 No parece necesario intentar modular las medidas de los distintos elementos de la fábrica romana del puente en pies, como ordinariamente suele ocurrir para tratar de probar la “romanidad” del puen-te, porque, como bien expone Durán Fuentes, tal actitud “resulta un tanto forzada por tres motivos básicamente: el primero es el desconocimiento del valor exacto del pie o de cualquier otra medida empleada en su construcción; el desconocimiento de los puntos concretos entre los que se realizaban las medidas (…) y el tercero es que las dimensiones actuales del puente probablemente no coincidan con las medidas originales –desconocemos en qué medida– debido a las deformaciones experimenta-das a lo largo de tantos siglos”, por lo que concluye que “nos parece un mero ejercicio teórico nada concluyente, base de estudios especulativos sobre la obra original, pero nunca la prueba definitiva del origen romano de un puente”, IBÍDEM, p. 373.13 Según mediciones realizadas por Morán Bardón, aquélla poseía una anchura de 5,50 m cerca de la mansión Caecilio Vico y de 7,60 m al pie de la Colonia de San Francisco, vid. MORÁN, C., Reseña histórico-artística de la provincia de Salamanca. Salamanca: Diputación Provincial de Salamanca [re-imp. de la obra de 1946], pp. 75 y 78. Por su parte, GIL MONTES, J., “Via Delapidata. Identificación de una carretera romana por la procedencia de los materiales”, en Elementos de Ingeniería Romana. Congreso Europeo “Las Obras Públicas Romanas”, celebrado en Tarragona del 3 al 6 de noviembre de 2004. Barcelona: Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, 2004, p. 89 afirma que la calzada de la Plata “fue construida con una anchura de unos 6 m, equivalentes a veinte pies, suficientes para que se cruzaran dos vehículos sin dificultades”. Y finalmente, en la excavación arqueológica efec-tuada entre finales del año 1994 y principios del siguiente en el prado de El Zurguén, muy próximo al puente romano en su parte meridional, les permitió a sus autores “obtener la anchura total de la calzada, ascendiendo ésta a 6,40 m”, en SALVADOR VELASCO, M. y VIÑÉ ESCARPÍN, A. I., “Excavación arqueológica de la calzada de la Plata en su avance por el prado del Zurguén”, en Arqueología de la Vía de la Plata (Salamanca), G. Gillani y M. Santonja (eds.). Béjar: Premysa, 2007, p. 75. 14 Según ARENAS DE PABLO, J. J., “Los puentes en la Baja Edad Media”, en Tecnología y Sociedad: las grandes obras públicas en la Europa Medieval. XXII Semana de Estudios Medievales. Estella, 1995. Pamplona: 1996, p. 113, “la bóveda de medio punto forma parte de la familia de las bóvedas verdade-ras, denominación que permite distinguirlas de las falsas bóvedas, y que alude a la buena orientación de las piedras que las componen, buscando que sus juntas queden lo más perpendiculares posible a la dirección de los esfuerzos de comprensión internos que comprimen a un sillar contra otro y que son los que garantizan la estabilidad de la construcción”. Afirmando, asimismo, que, aunque el paso de la falsa a la verdadera bóveda se hunde en la noche de los tiempos, “quizás no resulte exagerado decir que ese instante, que da origen a la verdadera capacidad de construir y salvar huecos importantes, es uno de los momentos estelares de la humanidad”.

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FiG. 5: Alzado y planta de la parte romana del puente de Salamanca. Jefatura de O.P.

FiG. 6: Detalle de un tramo del alzado del puente romano de Salamanca. Arsenio J. Barbero

FiG. 7: Sección transversal de la parte romana del puente. Arsenio J. Barbero

en su frente y lado recto aguas abajo. Los alzados rematan mediante línea de imposta o cornisa achaflanada que delimita esta fábrica romana de tímpanos lisos aguas abajo y pilastras adosadas aguas arriba que, como ras-go típico del puente, enmarcan los arcos y dan movimiento al lateral oriental, al tiempo que producen un gran efecto plástico y contribuyen a aumentar la presión vertical sobre los cimientos. Los pretiles asientan sobre la imposta, son de piedra arenisca y cierre continuo, están coronados por albardilla enrasada y exhiben des-agües en gárgola; y entre los pretiles,

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FiG. 8: Alzado de la parte romana del puente, aguas arriba

El resultado no ha podido ser más afortunado. Simetría, proporción, lige-reza y sencillez son los valores que transmite el diseño de una obra que, por sus características de utilidad y practicidad, no hace concesiones a la deco-ración y en la que la belleza se limita a la elegante sobriedad de sus formas; tal vez, porque sus constructores tenían la firme convicción de que la belleza de una obra de ingeniería civil como ésta sólo dependía de la adecuación a sus propósitos de funcionalidad y durabilidad. Los únicos elementos decora-tivos son, por una parte, las impostas o cornisas que delimitan las pilas y el arranque de las arquerías y las que, situadas a ambos lados, bajo los pretiles y a ras de la calzada, rematan tímpanos y pilastras, y, por otra parte, estas mis-mas pilastras colocadas sobre los tajamares y adosadas a los tímpanos, aguas arriba, y, sin duda, también el almohadillado de los sillares. Carece, por tanto, de otros detalles ornamentales, como hornacinas, inscripciones, marcas o re-lieves. Mientras que estabilidad, seguridad, robustez y firmeza son los valores que proporciona la construcción de su fábrica, realizada toda con un mismo material, el granito, verdadero elemento generador de la estructura que da so-lidez al conjunto. La edificación se adapta ergonómicamente al soporte físico, consigue una belleza eurítmica mediante una arquitectura sencilla, armónica y muy proporcionada en todos sus elementos formales, y, sobre todos los as-pectos, ha cumplido con creces su cometido de funcionalidad y durabilidad.

De los cuatro modelos de puentes hispanos romanos propuestos por Durán Fuentes, el de Salamanca corresponde al primer tipo, cuyos integrantes se caracterizan por ser de rasante baja, “de plataforma horizontal sobre una arquería compuesta de varias bóvedas de medio punto de luces muy pareci-

la plataforma, donde se desarrolla la calzada pavimentada con adoquines de granito.

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FiG. 9: Alzado de la parte romana del puente, aguas abajo

das o iguales, lo mismo que los espesores de las pilas, con accesos también horizontales o en rampa”, edificados “para cruzar ríos que discurren por valles llanos y amplios y que en las grandes avenidas pueden ser rebasados sin mu-cho problema”15. En total son diez (el 27,8% de los 36 ejemplares analizados) los puentes incluidos en esta tipología; además del de Salamanca, pertenecen a ella el Ponte de Pedra, el Ponte de Trajano de Chaves, el Romano de Lugo, el Ponte de Lima, el tramo III de Mérida, el de Albarregas, el Ponte Velha de Vila Formosa y los dos últimos, con sólo dos bóvedas, el de Alcantarillas de Sevilla y el de Caparra.

Aunque no se han llevado a cabo estudios específicos sobre el terreno en que el puente se cimenta, las dos excavaciones arqueológicas realizadas por Menéndez Bueyes y Jiménez González en el verano del 200016 (sondeo 1, trazado en el arco nº 4, desde el sur, en el tramo hispano; y sondeo 2 sobre el tramo romano, trazado sobre el pilar que soporta los arcos 2 y 3, aguas abajo, desde la orilla norte), en gran medida infructuosas17, así como las perforacio-

15 DURÁN FUENTES, M., Técnica y construcción de puentes romanos, p. 145 y La obra del puente: fuente primaria para su conocimiento e identificación, p. 366.16 “La actividad estuvo encaminada, básicamente, a la investigación de los sistemas de sustentación y cimentación del puente”, en MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El puente romano de Salamanca sobre el Tormes, p. 201.17 Desafortunadamente, “como en el caso del sondeo 1, tampoco pudo ser documentado en modo satisfactorio el sistema de cimentación del pilar, al aflorar el nivel freático del río a escasa cota desde el nivel del suelo actual”, y, en lo que se refiere “a la secuencia estratigráfica, el interés arqueológico

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nes de pequeño diámetro practicadas para cosidos en los tajamares, descu-brieron que el terreno sobre el que se asienta la cimentación está compuesto por gravas y arenas bajo el lecho del río, a una profundidad aproximada de 1,50-2 m18. Asimismo, en un sondeo realizado en octubre de 1991, junto a la primera pila y primer arco del puente, cegado parcialmente por los escom-bros del derribo del barrio de las Tenerías, en la unidad estratigráfica 7, con cotas de 428 cm, la superior, y no determinada la inferior, se pudo comprobar que la cimentación del puente romano “está formada por bloques de tama-ño indeterminable de granito y arenisca, trabados entre sí muy sólidamente con una argamasa, formando una especie de conglomerado de extraordinaria compacidad”19, una solución sencilla y eficaz. De todas formas, es posible que, al no existir estratos rocosos a la vista y tratarse de terreno blando (gravas y arenas) y fácil de socavar, se recurriera, sobre todo para las pilas centrales, a un cimentado profundo, por debajo del fondo del cauce, usando pilotes verti-cales de madera que, hincados con mazas, llegaran a contactar con un estrato más resistente y de mayor compacidad, como los bancos de areniscas; de he-cho, se sabe que en 1726 se reconstruyó uno de estos encepados de pilotes20. En cuanto a la profundidad de la cimentación, es probable que, al igual que en otros puentes romanos, mantenga cierta relación, un cuarto, con la altura de las pilas, “añadiendo o no la altura del tablero”21.

Las pilas o cepas22, mediante las cuales se hace efectiva la cimentación, probablemente sobre un lecho asentado y ligeramente horizontal, y posible

es, también, prácticamente nulo, al deparar la excavación un nivel superficial atribuible a ocupaciones esporádicas de esta margen del río, ya en época contemporánea, cubriendo dos niveles de sedimentos fluviales que hay que poner en relación con las avenidas recientes del Tormes. En toda la secuencia solamente se constatan materiales cerámicos y de construcción de los siglos XIX y XX… Ninguna información relevante, por tanto, aportó la realización de este sondeo”, en IBÍDEM, p. 201.18 No obstante, resulta más precisa la composición del fondo del lecho del río en la descripción del cercano puente de hierro Enrique Estevan, aguas arriba, cuando su autor, Saturnino Zufiaurre, expone que “se practicaron cinco sondeos en todo el ancho del rio, resultando de ellos que el lecho se compone de capas de arena y grava hasta llegar al terreno firme, que en uno de los agujeros de sonda resultó estar á 6,00 metros bajo el estiaje. Este terreno se compone de bancos de arenisca, que son continuación de los que aparecen al exterior en la margen izquierda y que reunen excelentes condiciones para cimentar la obra”, en ZUFIAURRE GOICOECHEA, S., “Puente sobre el río Tormes en Salamanca”, en Revista de Obras Públicas, 51 (1903), p. 80.19 “No se pudo precisar más sobre su estructura y disposición al llegar al nivel freático e inundarse la unidad de excavación”, en EXCAR, Gabinete Arqueológico, Seguimiento de las obras del proyecto de urbanización zona entre puentes en margen derecha del río Tormes (Salamanca). Sondeos arqueo-lógicos en el Puente Romano y en la iglesia de Santiago. Salamanca: Delegación Territorial de Cultura. Junta de Castilla y León, 1992, p. 32.20 ARENAS, J. J., Caminos en el aire. Los puentes, vol. I, p. 171.21 NARDIZ ORTIZ, C., “Los puentes romanos de Galicia”, en Revista de Obras Públicas, 138 (1991), p. 40.22 Como las “denominan los tratados antiguos de arquitectura, tienen la función de transmitir al terre-no las cargas muertas o permanentes y las sobrecargas del puente, a través de las bóvedas que sobre ellas se apoyan”, en DURÁN FUENTES, M., Análisis constructivo de los puentes romanos, p. 33.

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zócalo o zarpa en la fábrica23, forman paralepípedos de planta rectangular, con dimensiones medias de 3,40 m de ancho24 y 6,50 m de espesor, incorpo-rando aguas arriba un tajamar triangular plano, más apuntado que en ángulo recto, que avanza 1,90 m25 y mantiene recta la cara aguas abajo, dado que los romanos no pensaron en el espolón o tajamar de popa. Rematan en la línea de arranque de las bóvedas, situada a 1-1,20 m sobre la lámina de agua, y de-limitan su entorno perimetral por medio de una cornisa de talón o moldura de gola sencilla, que lo define netamente, al tiempo que forma parte de los silla-res de la última hilada, avanzando en un vuelo de 29 cm sobre la pila, lo que aumenta su planta. La función de esta cornisa, además de estética, pudo ser la de servir de apoyo a las cimbras durante la construcción de la obra, merced a la parte volada. Bajo ella y a ambos laterales se aprecian cinco huecos de unos 40 x 30 cm, que ocupan dos hiladas y, en algunos casos, se hallan rellenos con distinto material, espaciados y situados con cierto orden. Sin duda se trata de auténticos mechinales.

Las bóvedas apean en la nivelada línea de arranque, aunque el apoyo se retranquea 30 cm sobre la planta de cada pila. Las luces de los vanos en-tre dichos arranques oscilan, la mayoría, entre 9,50 y 9,80 m, con lo que la relación vano/macizo es de 2,80 de valor medio, guarismos ambos que se sitúan dentro de las medias de los puentes romanos hispanos (9,62 y 2,6)26. La anchura de las bóvedas varía entre 6,50 y 6,70 m y la altura, como en todas las de este tipo, “ha de ser rigurosamente igual a la mitad de su abertura o luz horizontal”27.

Las boquillas, de una sola rosca y con trazado en arco de medio punto a juzgar por la correcta medida de la flecha, se hallan construidas con 31-33 pie-

23 En los puentes romanos, según Juan José Arenas, para “la transmisión de la carga de la pila a los pilotes, se organizaba en la base de ésta y sobre los mismos un encepado de maderos horizontales formando un emparrillado en 2 ó 3 niveles sucesivos, cuyos huecos se rellenaban con mortero de cal hidráulica y dentro de los cuales quedaban amarradas las cabezas de los pilotes verticales. El esquema resultante es un entramado bien preparado para soportar cargas verticales pero mucho más débil para resistir fuerzas horizontales. De ahí la necesidad de que esos encepados quedaran empotrados en el terreno del fondo del cauce”, en ARENAS, J. J., Caminos en el aire. Los puentes, vol. I, p. 100. 24 Salvo las pilas de los arcos 7-8 y 8-9 que poseen una anchura algo mayor, 3,80 m, debido, quizás, a la mayor profundidad del lecho del río o a las reparaciones posteriores en ellas efectuadas.25 Los tajamares o parteaguas son un complemento importante para reducir el fallo de pilas por socavación del suelo; ellos son los responsables de “encauzar la corriente que pasa bajo una bóveda, disminuyendo los remolinos que los gruesos cuerpos de pilas producen en ella”, según ARENAS, J. J., Caminos en el aire. Los puentes, vol. I, p. 137.26 DURÁN FUENTES, M., Análisis constructivo de los puentes romanos, pp. 36 y 35. Es decir, que el ancho que ofrecen las pilas de los puentes romanos oscila entre la mitad y la tercera parte de la luz de los arcos, de lo que “se deriva un fuerte consumo de piedra para materializar esas pilas y, en paralelo, un problema hidráulico considerable al reducirse de modo importante la vena líquida que el río puede desaguar. Lo que, de paso, acelera los procesos de socavación de las cimentaciones de las pilas”, en ARENAS DE PABLO, J. J., Los puentes en la Baja Edad Media, p. 136.27 IBÍDEM, p. 127.

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FiG. 10: Pila con tajamar, aguas arriba, línea de arranque de la bóveda, cornisa y mechinales

zas28 de grandes dovelas que se cierran con clave central y dan lugar a arcos de gran estabilidad29, al reducir mucho su desarrollo; en concreto, “de los 180º del intradós sólo quedan fuera de los apoyos 113º, ya que las dovelas inferio-res están físicamente dentro de las pilas” y esa parte ya no trabaja como arco30. Sus planos coinciden con los de los tímpanos.

Los alzados producen un efecto armónico y rítmico y no acusan pesantez: en el de aguas abajo no existe más que una pared vertical carente por comple-to de forma hidrodinámica, los tímpanos resultan lisos y enrasados entre las boquillas de los arcos y los paramentos de las pilas son, por tanto, de plano

28 “Aunque sólo he contado las dovelas de algún que otro arco, y razonablemente habrá variaciones, a mí me salen 32. Sin embargo, la necesidad de simetría –que nunca le quitó el sueño a los constructores romanos–, la creencia de que la clave debe quedar centrada –cosa mecánicamente irrelevante en una bóveda como ésta– o el empeño en que todas las dovelas sean iguales –cuando sólo son parecidas–, lleva a decir, en todos los textos estudiados, que son 33. Supongo que para que la perfección no se vea afectada (y que sólo las contó, no bien del todo, el primero)”. Así se expresa en su estudio del puente ÁVILA JALVO, J. M., Ob. cit., p. 57, nota 16.29 El arco es, en definición de Durán Fuentes, “un artificio constructivo compuesto por dovelas que al colocarlas de una determinada forma se consigue la estabilidad del conjunto por la simple fuerza de la gravedad que las hace trabajar sólo a comprensión y superar el vacío bajo ellas desprendiéndose de su materialidad. Es uno de los grandes logros constructivos del hombre”, y que “gracias a la singular colocación de las dovelas y a la comprensión mutua entre ellas traslada, a través de su masa, las cargas hacia la cimentación”, en DURÁN FUENTES, M., “Estudio sobre las bóvedas de los puentes romanos”, en Nuevos Elementos de Ingeniería Romana. III Congreso de Obras Públicas Romanas, celebrado en octubre de 2006 en Astorga. Salamanca: Junta de Castilla y León, 2006, p. 131.30 ÁVILA JALVO, J. M., Ob. cit., p. 56.

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FiG. 11: Arco y bóveda de la parte romana del puente, aguas abajo

vertical, no interrumpidos hasta la imposta de cha-flán; mientras que el de aguas arriba se interrumpe con pilastras adosadas, de 1,20 x 0,90 m de saliente, que apoyan sobre la repi-sa triangular del tajamar y rematan en altar bajo la hilada de la imposta, por medio de dos sillares sin chaflán, en una forzada trabazón donde es difícil predecir si la pilastra es una obra posterior o si se trata de una posible reco-locación tardía de la im-posta31. La función de estas pilastras tampoco resulta clara, bien puede tratarse de un contrafuerte, efec-to de su comportamiento ante las avenidas del río, aunque no está cumpliendo totalmente dicha fun-ción32, o bien de un claro motivo estético que articula la fábrica, produciendo un cierto ritmo a la construcción con su juego de luces y sombras33. La altura de los alzados está entre los 5,80 y los 6 m, que corresponde normalmente a 13 hiladas, aunque se dan casos de únicamente 12, especialmente en el alzado de poniente, donde son más nítidas.

31 De todas formas, el adosado y no trabado de las pilastras pudo obedecer a que la trabazón, aunque hubiera resultado sencilla en la parte superior de los tímpanos, no lo hubiera sido tanto en la inferior, en la zona de arranque de las arquerías, ya que, como bien señaló Fernández Ordóñez para el puente de Alcántara, esto hubiera supuesto una compleja, al tiempo que costosa, “labor de estereotomía para resolver correctamente el encaje de las dovelas de arranque de ambas roscas (en este caso sólo una) de las boquillas de las bóvedas” con las pilastras, en LIZ GUIRAL, J., El puente de Alcántara: Arqueología e Historia. Madrid: Ministerio de Obras Públicas y Fundación San Benito de Alcántara, 1988, p. 239.32 Según Ávila Jalvo, a estas pilastras no se les puede atribuir el calificativo de “contrafuertes”, puesto que un “contrafuerte trabaja a comprensión por lo que debería situarse aguas abajo, y además tiene que estar unido a la fábrica a la que ayuda, ya que su colaboración se basa en que no haya deslizamiento entre ambos. Esta unión se consigue con una traba que aquí no existe porque en la parte baja las dovelas de los arcos impiden la entrada de los sillares del contrafuerte en la pila y en la alta no hay coordinación entre las hiladas de ambos”, en ÁVILA JALVO, J. M., Ob. cit., p. 55, nota 11.33 Este sistema de pilastras o contrafuertes adosado a los tímpanos también sería desarrollado, aunque a ambos lados (tanto aguas arriba como aguas abajo), en el puente de Alcántara, vid. LIZ GUIRAL, J., Ob. cit., pp. 73 y ss.

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FiG. 12: Tajamares y pilastras del puente romano, aguas arriba

Remata los alzados una línea de imposta o cornisa de perfil achafla-nado, conseguida median-te saledizo trapecial en una hilada, no uniforme, de 0,44 m; corre tangente a las bóvedas, señalando la cota de la calzada34. Y sobre ella, de manera des-igual, existe una hilada de granito, que puede ser ori-ginal, aunque se supone cierta recolocación, que no llega al estribo derecho, se interrumpe para alojar los desagües de la calzada y hacia el “interior se mani-fiesta claramente como un rodapié asociado al posi-

ble enlosado original del puente”35.Los pretiles se asientan sobre la hilada anterior y se forman de manera

desorganizada con mampuestos y piezas diversas reutilizadas de distintos ma-teriales, con predominio de la arenisca. Tienen un espesor de 0,60 m y una al-tura media de 1,00 m, siendo su datación de época contemporánea, mediados del XIX, pues los originales, como elementos que ofrecen mucha superficie a la corriente, debieron arruinarse en algún momento anterior por rebosamiento de avenidas extraordinarias.

Los desagües son de tipo gárgola y evacuación en caída libre, con 37 uni-dades en el alzado aguas arriba y 38 en el de aguas abajo, de un total de 114, y se sitúan sin orden alguno a una distancia media de 5 m, aunque buscan las claves y los tímpanos. Se forman con dos piezas de granito: la de embocadura, un sillar al que se horada un hueco en derrame hacia el exterior, de 0,60 m de anchura media, y la de evacuación o gárgola36, sobre la línea de imposta, que se inclina y vuela sobre la misma. Menéndez Bueyes y Jiménez González no encontraron, en su última actuación arqueológica sobre el puente (1999-2000),

34 “Este elemento estructural apenas parece haber perdido su fisonomía original, aunque se conserva en peor estado en el trazado próximo a la ciudad que en el cercano al Castillete”, según MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El puente romano de Salamanca sobre el Tormes, p. 201 y El Puente Mayor de Salamanca, p. 27. 35 ÍDEM, El puente romano de Salamanca sobre el Tormes, p. 187.36 En estas gárgolas de granito, al igual que en algunos sillares del interior del estribo central o cas-tillete, existen numerosas marcas de cantero, “repitiéndose en contadas ocasiones, si bien su forma es muy sencilla, por lo que la información que pueden proporcionar es mínima”, en IBÍDEM, p. 188.

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FiG. 13: Alzado del puente romano, aguas arriba.arcos, pilastras, línea de imposta, desagües y pretil

“indicio alguno para poder suponer que se trate de fábricas antiguas o que, de alguna manera, puedan ponerse en relación con la propia estructura original del puente”, entre otras razones, por encontrarse por encima de la cota de lo que ellos consideraron el posible pavimento primitivo, lo que les impedía cumplir su cometido de desaguar; es más, opinan que el puente “debió de carecer de desagües en sentido estricto, es decir, concebidos como un ele-mento pétreo definido e independiente empotrado en el pretil” y piensan que “simplemente los vanos producidos por la discontinuidad entre los sillares del zócalo, a intervalos regulares, debieron de servir para la evacuación del agua de lluvia, que escurría directamente hacia el río”, y que cabe “la posibilidad de que estos vanos en el zócalo fueran, posteriormente, reconvertidos en des-agües, colocando al efecto una caja tallada y su correspondiente gárgola”37.

La calzada, como sucede en todos los demás puentes romanos hispanos, no conserva los pavimentos originales, pues “es una parte del puente que es fácilmente arrancada y arrastrada por las aguas crecidas o saqueada para reuti-lizarla en otras obras”38. Está pavimentada en la actualidad con adoquines de granito39 y se apoya sobre la plataforma de la estructura. Tiene un ancho me-dio de 5,80 m, con rasante de ligera pendiente hacia el torreón central, apenas

37 Reconversión que ponen en relación con un pavimento de tierra batida asentado en una capa de cal y pizarra de época contemporánea, al mostrar una razonable correspondencia las cotas de las gárgolas y del pavimento, en IBÍDEM, pp. 200-201 y El Puente Mayor de Salamanca, p. 27.38 DURÁN FUENTES, M., Técnica y construcción de puentes romanos, p. 149.39 Este adoquinado es el que existía bajo el firme funcional, un pavimento enrollado de canto rodado, hasta la última reparación del puente, efectuada en 1999-2001 por los arquitectos Arsenio J. Barbero y Arsenio Barbero Franco, que entonces fue rehabilitado como pavimentación del puente y, segu-ramente, correspondía al realizado en los años 1920 que, a su vez, sustituyó a otro de tierra, según MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., Intervención Arqueológica Realizada en el Marco de los Trabajos de “Restauración y Acondicionamiento del Puente Romano Sobre el Río Tormes de Salamanca (Primera Fase)”. Salamanca, Junio-Julio 1999. Salamanca: Delegación Territorial de la

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perceptible, pudiéndose considerar como de rasante horizontal, y presenta una sec-ción transversal plana, con abombamiento hacia los desagües. El acceso desde la mar-gen derecha se produce a través de una pequeña rampa de bajada. En 1999-2000, los citados arqueólogos Menéndez Bueyes y Jiménez González realizaron varios son-deos sobre la calzada del puente:

El primero, delante del acceso desde el Arrabal y en sentido transversal a la cal-zada, no aportó resto alguno de pavimento de la primitiva calzada romana que era el objetivo perseguido, por lo que concluyen que “poco podemos especular con respec-to a la existencia de la primitiva calzada, al

no haberse exhumado resto alguno ni del firme ni de las capas de prepara-ción… Quizá sería razonable pensar que la vía romana, en este tramo inme-diato al puente, pudo reducirse a un manteado de tierra del tipo documentado en el puente burgalés de Tordomar, o por buscar un ejemplo más cercano, del exhumado en las proximidades de este acceso Sur, concretamente en el lugar denominado El Zurguén”40. La secuencia estratigráfica de los pavimen-tos hallados en este primer sondeo es la siguiente: una capa de asfalto que ocultaba el actual suelo adoquinado moderno, presente en todo el trazado del puente, asentado sobre una capa de cimentación de cemento y arena y firme de hormigón en masa, con una potencia total de 30-35 cm; restos de una antigua pavimentación de tierra batida y muy compactada, de matriz arenosa, gravas y fragmentos de teja, con una potencia variable entre 20 y 40 cm, ya constatada en distintos registros fotográficos de principios del siglo XX; y pavimento de encintados laterales a base de lajas de arenisca y cuarcita que delimitan un empedrado de cantos rodados y guijos de cuarzo y cuarcita, de una anchura de 9,20 m, ubicado a una cota media de, aproximadamente, un metro de profundidad con respecto al firme actual de acceso al puente. Ade-más, estos autores, “pudieron documentar algunos restos de empedrado hacia el exterior de los encintados, por lo que hemos de deducir que toda la zona de acceso al puente se encontraba pavimentada”; por otro lado, relacionan este pavimento del puente con otro hallado en el tercer sondeo, en la parte central del puente, en el castillete, “que presenta una fábrica similar, super-poniéndose apenas sin solución de continuidad a un enlosado de areniscas”, lo que les lleva a relacionarlo con alguna de las reconstrucciones de que el

Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, 1999, fols. 95-97 y El puente romano de Salamanca sobre el Tormes, pp. 184 y 192.40 IBÍDEM, pp. 195-196.

FiG. 14: Calzada actual del puente, con pavimento de adoquín de granito

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puente fue objeto en época moderna, pues esta fábrica “es muy característica de los siglos XVI-XVII, si bien pudiera ser algo posterior”41.

El segundo, en la zona intermedia del tramo hispano, adosado al pretil occidental y realizado entre los arcos 20 y 21, según la memoria42. En este caso, el objetivo era documentar la fábrica estructural y pavimentos de este tramo de la Edad Moderna; sin embargo, el hecho más significativo y sorpren-dente, además de la aparición de una tubería de fundición que discurre sobre el zampeado de mampostería que sirve de apoyo al pretil, fue la inexistencia de restos de pavimentos atribuibles a dicha época moderna y, en concreto, del pavimento del tipo enrollado, a base de cantos rodados en tierra, cuya desaparición parece lógico a dichos autores atribuir a la avenida de San Poli-carpo del 26 de enero de 1626 que derribó gran parte de la fábrica hispana. En la secuencia estratigráfica de este segundo sondeo sólo se documenta el pavimento de adoquín de granito que quedó como pavimento actual del puente en toda su extensión, difusos indicios de un firme de cal y fragmentos de pizarra, preparados para asentar un pavimento de tierra batida, y dos po-tentes rellenos de origen fluvial, formados por matriz arenosa y grava, de una potencia media de 40 y 50 cm respectivamente43.

El tercero, en la unión del tramo romano con el hispano, concretamente en el arco 15 y el propio torreón central, en forma de L y adosado al pretil aguas abajo. La excavación de este tercer sondeo deparó, además de la ya referida tubería de hierro fundido, una secuencia estratigráfica muy compleja, al englobar dos zonas bien diferenciadas, de distintos momentos, pero estruc-turalmente relacionadas, que han sido objeto de muchas reconstrucciones, refuerzos y reparaciones, apareciendo pavimentos modernos, casi inexisten-tes en los sondeos anteriores, y también refuerzos estructurales. En el tramo correspondiente al torreón central o castillete, la secuencia estratigráfica se inicia con pavimentos del siglo XX, incluyendo una capa de hormigón, bajo la cual aparece un pavimento de cantos rodados trabados en tierra, de factura pobre, pero bien conservado, continúa con dos refuerzos estructurales, a base de sendas bandas de cantos formadas por dos y tres hiladas, respectivamente, que discurren paralelas. Inmediatamente debajo aparece la ya documentada en el sondeo segundo capa de cal con fragmentos de pizarra, que servía de asiento a un pavimento de tierra batida y que de forma más rotunda se verá en el sondeo cuarto, sobre un relleno muy compacto formado con hormigón de mortero de cal y bloques de arenisca de tono blanquecino que se extiende

41 ÍDEM, El Puente Mayor de Salamanca, p. 20. Es posible, como luego se verá, que los restos de empedrado hacia el exterior de los encintados pertenezcan a la calzada que iba del puente Mayor al del Zurguén y que fue construida en 1622, durante las reparaciones que del primero efectuó Pedro de la Puente Montecillo y del segundo Juan de Rioseco, siendo corregidor don Diego de Pareja Velarde, tal como consta en varios documentos (Catálogo Documental 63 y 64) y en la inscripción de las pilastras de entrada al puente por el Arrabal. El contenido de esta inscripción se recoge en la descripción de la parte hispana del puente.42 Aunque en los planos se sitúa entre los arcos 21 y 22.43 IBÍDEM, pp. 20-21.

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también por la zona norte del sondeo, ya en la calzada de la parte romana del puente, y con una función aparentemente estructural marcada tanto por tratarse de la zona del puente que sufre las mayores presiones, como por el hecho de que carece de sentido la existencia de este compacto relleno para una capa de cal y pizarra. Prosigue con un pavimento parcial de buena factura de encintados central y lateral de losas escuadradas de arenisca, con relleno de cantos rodados y guijarros de cuarzo y cuarcitas, aislado del pavimento anterior por un relleno de tierra de escasa potencia; la fábrica y materiales de este pavimento son simi-lares al existente a la entrada del puente por el lado meridional, según el sondeo primero, y, por tanto, se presume su contemporaneidad. El último pavimento del torreón central está formado por restos de un enrollado de canto rodado y guijarro sobre tierra, de elaboración muy pobre, conservado en una peque-ñísima extensión, y cuya principal particularidad es su pendiente muy acusada hacia poniente y que posiblemente, como se verá, haya que relacionar con el primer pavimento del puente documentalmente conocido. Cierra la secuencia de pavimentos de este tercer sondeo los restos de otro, que sólo aparece en el trazado de la parte romana del puente, constituido por losas de una arenisca de grano grueso, de gran dureza y compacidad, de tonos blanquecinos y rojizos, de tamaño medio, levemente rectangulares y de cierta regularidad en su trabajo y labra, reparado con piezas planas, planchas sin escuadrar y toscas de cuarcita; sirve de asiento a la tubería de fundición y su cota coincide con la del enlosado detectado en el cuarto sondeo, por lo que no cabe duda de que se trata del mismo pavimento. Bajo él se documenta una hilada de sillares de arenisca, apo-yada sobre la estructura de la bóveda 15 y colocada en dirección transversal a la calzada del puente, que puede tratarse de una cimentación de un muro alzado correspondiente “al pabellón levantado en la segunda mitad del siglo XVII, muy probablemente hacia 1681”44.

Y el cuarto, hacia la mitad del tramo romano, sobre la pila que soporta los arcos 5 y 6, aguas abajo45. Las capas y pavimentos de la secuencia estra-tigráfica documentados en este cuarto y último sondeo fueron similares a los hallados por Nicolás Benet, recogidos en el informe que redactó en julio de 1986, cuando el Ayuntamiento, en una decisión muy discutida, instaló una conducción de agua de fibrocemento bajo la calzada del puente para abas-tecer a los barrios transtormesinos46; además de dos conducciones de aguas

44 IBÍDEM, pp. 22-24.45 ÍDEM, Intervención Arqueológica, fols. 75-114. “Inicialmente planteamos un sondeo de morfología rectangular, longitudinal al puente, sobre el pilar aludido y el extremo de ambos arcos. Posteriormente, fue ampliado transversalmente, hasta adquirir una morfología parecida a la del Sondeo 3, en forma de ‘L’, contando, de esta forma, con una estratigrafía en extensión tanto longitudinal como transversal. Sin embargo, la presencia de una tubería de fibrocemento que discurre paralela al pretil oriental instalada en 1986 aconsejó no extenderse demasiado en esa dirección, ya que un golpe desafortunado podría causar un incidente de notables dimensiones, dada la enorme presión por la que discurría el agua de la tubería”, en ÍDEM, El Puente Mayor de Salamanca, p. 25. 46 “DESTROZO en el puente romano de Salamanca”, en Koiné. Revista de Patrimonio Histórico, 7 (1986), pp. 12-13.

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FiG. 15: Sondeo 4. Pretil, zócalo, tubería y enlosados

previas47, de un cable de plomo48 y de las capas de pavimentos superiores (pa-vimento enrollado de can-tos rodados; pavimento de adoquines de granito, con sus correspondientes ca-pas de nivelado y cimen-tación; pavimento de tierra batida que cubre la capa de preparación a base de cal con fragmentos de pi-zarra49; relleno de origen fluvial formado por matriz arenosa, con grava y can-

tos rodados; y plancha de hormigón pobre, localizada en la mitad meridional del sondeo50), sin duda, los dos elementos más destacados de este sondeo, ya detectados en el anterior, aunque aquí perfectamente colocados y conservados, son el zócalo o rodapié de granito y el pavimento de losas de arenisca.

47 “La primera de ellas es una tubería de hierro instalada en fecha no determinada, de sección circu-lar de 15 cm de diámetro, y corre junto y paralela al pretil occidental. La segunda, cuya cara externa ha quedado al aire en el perfil oriental de la zanja (abierta para la instalación de la tubería de 1986), corre junto al pretil oriental, es de fábrica de ladrillo macizo trabado con cemento, de sección rec-tangular, y posee cubierta de pizarra”, en BENET, N., Informe sobre el puente romano de Salamanca. Salamanca, 1986, fols. 4-5.48 Soterrado y sin que aparentemente exista zanja alguna,”discurre un cable de plomo de pequeño diámetro que contiene filamentos de cobre forrados de tela, característicos, igualmente, de principios de siglo, y que parece hemos de poner en relación con un antiguo alumbrado público del puente”, en MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El Puente Mayor de Salamanca, p. 25.49 Esta capa “es el único elemento de cierto interés arqueológico que se documenta invariablemente a lo largo de todo el trazado del puente, bien de forma totalmente nítida, como en este caso, bien en forma parcial –caso del Sondeo 3–, o bien en forma de indicios, como ocurre con el Sondeo 2. En el acceso por el Arrabal no se detecta, aunque el pavimento de tierra batida sí está presente. Este hecho se debe a que su función es servir, aparte de asiento, de protección a la estructura del puente actuando como drenaje del agua de lluvia”, en IBÍDEM, p. 25. 50 “Da la impresión, más que de un resto de pavimento, de que está rellenando un socavón para asiento y nivelación, a su vez, de un nuevo pavimento, que no puede ser otro que el de adoquines. La capa de preparación del pavimento de tierra batida ha desaparecido en el espacio que ocupa esta placa de hormigón, –apareciendo cortada por ella–, por lo que esta obra de reparación es, lógicamente posterior”, en IBÍDEM, pp. 25-26.

FiG. 16: Las distintas capas estratigráficas del pavimento del puente romano. Arsenio J. Barbero

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El zócalo o rodapié aparece de manera nítida en todo el sondeo; está for-mado con grandes piezas prismáticas de granito, de 1 a 1,05 m de longitud y sección ligeramente rectangular, colocadas transversalmente al eje del puente, a tizón y en seco se apoyan sobre la cornisa general de los alzados y sirven de apoyo al pretil; están talladas en una sola pieza, soportando toda la anchu-ra del arranque del pretil y sobresalen unos 40-45 cm hacia el interior, hacia la calzada. Trabadas en todas sus caras, la superior presenta una marcada concavidad que, en opinión de los citados arqueólogos, se debe al profundo desgaste que han ido sufriendo a lo largo del tiempo por el desempeño de una función de acera que serviría de protección al tránsito peatonal51. De ser cierta esta opinión, se estaría ante la primera prueba sólida de la existencia de aceras en un puente peninsular romano, pues hasta ahora sólo se conocían “las aceras de algunos puentes como el de Alcántara y Albarregas por dibujos del viajero Laborde, pero no sabemos si son las originales o reconstrucciones posteriores”52. Es evidente que este zócalo o rodapié es un elemento de origen romano, pero también es posible que haya sido reutilizado y modificado en su función, sobre todo, al saber que el ingeniero Alfredo Mateos en la reparación de los arcos 7 y 8 llevada a cabo en 1885-1887 utilizó estas losas o maestras adosadas, al tiempo que sustentadoras del pretil, con una función de canaleta de recogida de aguas y su vertido en los mechinales, por encima de la imposta, lo que justificaría el desgaste y concavidad de la cara superior de sus piezas53. Los propios arquitectos de la última restauración del puente (1999-2001) lo consideran un “canal de piedra de granito adosado al pretil con canal para desagües”.

Y por lo que respecta al enlosado, consiste en un pavimento de gran-des losas de arenisca, de extraordinaria dureza, granulosa, de tonos predomi-nantemente rojizos y, en menor medida, blanquecinos, labradas en formato rectangular, sección troncocónica y espesor variable de 30-45 cm, colocadas transversalmente al eje del puente y rejuntadas con mortero de tono grisáceo de gran dureza, en el que se constatan briznas de carbón y tégula molida, y asentadas sobre mortero de nivelación y de drenaje, con pequeñas piza-rras horizontales calzándolas, situado por debajo de las hiladas superiores romanas del paramento externo; dicho mortero “cubre, a su vez, una capa de preparación, de potencia media de 15 centímetros, compuesta por cantos rodados de cuarzo de diámetro medio entre > 8 y < 6 centímetros, insertos en una matriz arenosa, de origen fluvial, que debió de cumplir una función de amortiguación de la pesada estructura del pavimento, de cara al tránsito rodado en el puente”54. Se trata del mismo tipo de suelo que el exhumado en

51 ÍDEM, El puente romano de Salamanca sobre el Tormes, p. 199 y El Puente Mayor de Salamanca, p. 26.52 DURÁN FUENTES, M., Análisis constructivo de los puentes romanos, p. 39.53 En AHPSa. Sección Obras Públicas, Archivo de la Jefatura, leg. 323.54 MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El puente romano de Salamanca sobre el Tormes, p. 200 y El Puente Mayor de Salamanca, pp. 26-27.

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el tercer sondeo y del enlosado más antiguo conservado en la fábrica roma-na y, aunque de difícil fechación, los citados arqueólogos Menéndez Bueyes y Jiménez González y el propio Benet le asignan una cronología anterior a la riada de San Policarpo (1626), por el hecho demostrado en los registros arqueológicos de que este pavimento no se encuentra en la parte hispana del puente, e, incluso, los primeros se atreven a atribuirle, en un primer mo-mento y con ciertas dudas, una probable datación romana original55, si bien en su último estudio sobre las calzadas del puente la respuesta parece menos contundente, al referir que, sobre la adscripción cronológica del enlosado del puente, “pudiera tratarse de un pavimento de época romana, si bien tal vez no fuera el original (que pudiera haber sido un manteado de tierra, del tipo hallado en los ya referidos casos de El Zurguén o en el puente burgalés de Tordómar)”56. Hipótesis, esta última, coincidente con la mantenida por Durán Fuentes de que “las calzadas de los puentes hispánicos pudieron estar enlosa-das, aunque tampoco sería extraño que fuesen de arena y guijo con bombeo hacia los lados, ya que era un pavimento muy cómodo para los viajeros y las caballerías”57. Por otra parte, éste era el pavimento habitual de las vías roma-nas, como, en concreto, sucede con la calzada de la Plata, que, “como ocurre en la Vía de Italia a Hispania, efectivamente está empedrada (delapidata), pero no con losas sino con cantos rodados menudos, con zahorra, gravas y arenas”, y cuando se encuentran restos de tramos enlosados o empedrados con lastras, “hay que decir que la totalidad de ellos son medievales, o de edad moderna, algunos incluso contemporáneos, mientras que en otros casos se trata de las capas de relleno inferiores a la de rodadura, que se quedaron al descubierto cuando ésta ha terminado desapareciendo por la erosión o por otras circunstancias”58.

55 En concreto, a la pregunta de si se trata del pavimento romano original de la fábrica antigua del puente, responden que “todo parece indicar que sí. A favor de su posible atribución a época romana tenemos varios hechos. En primer lugar, el que sus características coinciden con las calzadas romanas destinadas a lugares en los que el acarreo podía desfondar el suelo, y que se cubrían mediante losas de piedra extremadamente gruesas (30 a 50 cm) y sólidamente hundidas en el subsuelo de una o dos capas de cascajos, gravilla y arena. En segundo lugar, el uso de tegulae machacadas en la matriz del mortero, que se suele considerar un buen indicio de atribución cronológica. Un último argumento en su favor es la inexistencia del mismo en el tramo reconstruido en el siglo XVII”. Si bien, matizan que “desde un punto de vista tipológico, el enlosado pudiera haber sustituido en algún momento al original romano (o de alguno de los periodos romanos) a lo largo de la Edad Media, época en la que fue muy habitual la pavimentación con losas o bloques de piedra más o menos concertadas para el tránsito de caballerías y ganados”, en ÍDEM, El puente romano de Salamanca sobre el Tormes, p. 200.56 ÍDEM, El Puente Mayor de Salamanca, p. 27. Sobre la excavación arqueológica de la calzada de la Plata a su paso por el prado de El Zurguén, vid. BENET, N., “Salamanca. Intervenciones Arqueo-lógicas”, en Nvmantia. Arqueología en Castilla y León, 6 (1996), p. 338 y SALVADOR VELASCO, M. y VIÑÉ ESCARPÍN, A. I., Ob. cit., pp. 73-80; y sobre el pavimento original de la calzada y puente de Tordómar, vid. MONZÓN MOYA, F., “Intervención en el Puente y Calzada de Tordómar (Burgos)”, en Nvmantia. Arqueología en Castilla y León, 6 (1996), pp. 134 y 136-137.57 DURÁN FUENTES, M., Técnica y construcción de puentes romanos, p. 149.58 GIL MONTES, J., Via Delapidata. Identificación de una carretera romana, pp. 89, nota 3, y 91.

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FiG. 17: Refuerzo de hormigón entre las pilas del puente.

A priori y como más adelante se tendrá ocasión de demostrar de manera más explícita y en base a registros documentales de principios del XVI, las características de este enlosado más antiguo de la fábrica romana del puente parecen corresponder, más bien, al enlosado realizado poco antes de 1532 y con el que únicamente se pudo adobar e adereçar la mitad de la calzada del puente, la que es desdel arco que está en medio de la puente fasta la çibdad, quedando la otra mitad, correspondiente a la parte hispana, sin enlosar, a la espera de tener más posibilidades para ello, lo que sucedió en 1622, con la reparación, ya aludida, de Pedro de la Puente Montecillo. Sin embargo, hay un escollo difícil de resolver, que el enlosado de 1532 parece que se hizo con material granítico, con losas de buena piedra de Martínamor. De todas for-mas, este enlosado tampoco es el más antiguo conocido, documentalmente se registra la existencia de otro anterior descrito por Alonso Osado, cuando en 1548 testificó lo siguiente: vio y se acuerda que antes y al tienpo que la dicha media puente se enlosase de la enlosadura que agora está enlosada, estava enlosada de piedra tosca de la que ay en la angostura, ques piedra rreçia, e que aquello no hera enlosadura, syno como enpedradura de piedras grandes y chicas59, y cuyos restos tal vez sean ese pavimento de cantos rodados, de-tectado por Menéndez Bueyes y Jiménez González en el tercer sondeo, en el castillete.

Como dato peculiar, es de reseñar que, cuan-do el caudal del río baja acusadamente en las épo-cas de estiaje, se observa un refuerzo de hormigón entre las pilas. Es proba-blemente un encadena-do, zampeado o solera de hormigón, que, sin duda, trata de proteger las pi-las, carentes de espolo-nes, contra la socavación debido a la acción de las corrientes y de los remoli-nos de popa. Un elemento

añadido en época reciente, como defensa antisocavación de las pilas, que pretende corregir uno de los puntos débiles de todos los puentes de piedra en general y de los romanos en particular, sobre todo cuando el terreno de cimen-tación es susceptible de socavar durante las avenidas: la reducción de la capaci-dad de desagüe libre del cauce del río a su mitad o, en el mejor de los casos, a sus 2/3 partes, por causa de sus anchas pilas, lo que ocasiona duplicar con faci-

59 En Catálogo Documental 47.

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lidad la velocidad del agua en sus entornos, la creación de fuertes remolinos y resaltos, el ataque tremendo al suelo del cauce, para terminar descalzando los cimientos y provocando el vuelco de la pila y la ruina del puente60.

En la margen derecha, el puente se apoya sobre un sencillo estribo for-mado por la simple prolongación de la línea de los alzados, en un tramo macizo de 16 m, que proporciona continuidad a la plataforma. Por el exterior, absorbe la pendiente del terreno hasta el primer arco y luego se suaviza hasta llegar a la orilla del río, que regularmente se sitúa en el arco sexto. En los dos alzados del estribo, y de manera coincidente, se observa una extraña disconti-nuidad de las fábricas, en forma de V, que se rellena con piedra distinta.

Al inicio de este estribo, aunque propiamente no forma parte de la es-tructura del puente, si bien desde siempre se ha vinculado con él, se ha-lla erróneamente próximo al pretil oriental61 un segundo elemento del icono emblemático de la ciudad de Salamanca: una escultura zoomorfa de granito orientada hacia el sur, que parece representar la efigie de un toro o cerdo acéfalo, de pie y en posición estática, sobre un plinto que forma parte del mismo monolito y, todo ello, sobre un pedestal o peana de hormigón visto, escasamente acorde con el entorno y con la propia escultura. La extraviada cabeza se hallaba individualizada del resto del cuerpo a través del cuello, mientras que las patas forman un solo bloque, aunque de dos en dos. No se aprecian signos de haber poseído rabo ni órganos sexuales. Su tamaño, aunque de grandes proporciones (2,10 m de largo, 1,57 de altura y 0,70 de

60 Vid. ARENAS, J. J., Caminos en el aire. Los puentes, vol. I, p. 134.61 Primitivamente, al menos a comienzos del siglo XVI, se hallaba, como se verá, situado al otro lado, al inicio del pretil occidental.

FiG. 18: Levantamiento fotogramétrico del estribo de la margen derecha del puente. Latorre y Cámara

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FiG. 19: Ubicación actual del toro al inicio del puente romano sobre un pedestal

espesor), es más pequeño que el real, si lo que trata de representar es un toro como comúnmente se afirma. Aunque se caracteriza por su tosquedad y esquematismo, al tiempo que por su simplicidad en las formas y por cierto grado de abstracción, es indudable su canon naturalista y que, como bien indica el profesor Martín Vals “el escultor trató de plasmar la idea de un toro o un cerdo, con toda su potencia y todo lo que significaba como fuente de vida, sin importarle demasiado la perfección, pero dotando a su obra …de indudable fuerza expresiva”62. No es un prototipo único, sino que su factura es análoga a un conjunto de tres centenares y medio de ejemplares, sin contar los desaparecidos (otro medio centenar), genéricamente denominados “verracos” por ser los cerdos y jabalíes las representaciones más singulares, repartidos por las tierras centro-occidentales de la Península (Castilla-León, Extremadura, Trás-os-Montes y Beira Alta), antiguo territorio asignado por las fuentes a los vettones.

62 MARTÍN VALS, R., “La Edad del Hierro”, en Historia de Salamanca. I Prehistoria y Edad Antigua (coord. M. Salinas). Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1997, p. 162.

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FiG. 20: Escultura zoomorfa de granito que representa un toro acéfalo

Para Gil González Dávila no cabe duda de que se trata de un ído-lo pagano cuyo culto se habría iniciado en Egipto e introducido en España por Hércules, fundador de la ciudad de Salamanca63. Y, sin embargo, su signifi-cado, al igual que su exacta cronología, son temas que aún presentan serias dudas. Parece relativamente firme la data post quem en la cuarta centuria antes de nuestra era para el inicio de estas esculturas64; pero el límite ad quem resul-ta más difícil de establecer, ya que los castros indígenas romanizados con que se vinculan, tuvieron una vida muy larga, sin embargo, sobre las esculturas que Álvarez Sanchís cataloga en el tipo 1, al que pertenece el toro del puente, y que fueron las primeras en tallarse, cree “que ese estilo pudo mantenerse durante gran parte de la ocupación de los castros en la Segunda Edad del Hierro”65. Y, en cuanto a su significado y función, se apuntan varias posibili-dades: esculturas funerarias o relacionadas con la importancia de la ganadería, bien como hitos66 o delimitadores de pastos reservados por las gentilidades vettonas, bien como representaciones mágicas para la protección, reproduc-ción e incremento del ganado. En el caso concreto del toro de Salamanca, aunque el profesor Martín Vals se inclina por la finalidad de señalar un en-terramiento de incineración de época altoimperial por su indudable relación con el antiguo núcleo urbano, un castro indígena intensamente romanizado,

63 “De todo lo dicho nos consta este Osiris en Egipto auer sido venerado, como mayor de los Dioses, debaxo de la figura y sombra de toro”, en GONZÁLEZ DÁVILA, G., Declaración de la Antiguedad del Toro de piedra de la puente de Salamanca y de otros que se hallan en otras ciudades y lugares de Castilla. Salamanca: 1596, p. 12.64 “Una fecha en torno al 400 ó 350 a.C. podría darnos un término postquem para el momento inicial de la plástica en piedra de la Meseta”, según ÁLVAREZ SANCHÍS, J. R., Los vettones. Madrid: Real Academia de la Historia, 1999, p. 264.65 IBÍDEM, p. 268.66 Desde luego, esta función de hito delimitador es la que se le señala en el siglo XIII, en el primer registro documental del toro, cuando en el epígrafe 96 del fuero salmantino se expresa: Quando las justicias de Salamanca ovieren ladrón o traydor a enforcar o quando lidiar cavallero o peón, ningún omne non passe del toro de la puente adela(n)tre e de la oriella del río commo tien desta parte si non fuer alcalde o escribano o andadores o saiones, en MARTÍN, J. L. y COCA, J., Fuero de Salamanca. Sa-lamanca: Ediciones de la Diputación de Salamanca, 1987, p. 73 (en adelante, Fuero de Salamanca).

Torito de la puentedéjame pasar,

que tengo mis amoresen el arrabal.

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por su ubicación, a la entrada del puente por el lado de la ciudad, “probable-mente no lejos de su posición originaria y coincidiendo en cierta manera con áreas verosímilmente cementeriales”67, tampoco habría que descartar, a priori, la opción de haber servido como ídolo protector del ganado guardado en el cercano encerradero natural de la vaguada de la Palma68, o, incluso, con una función apotropaica como defensora del castro, al hallarse emplazado en el camino más importante de entrada por el lado meridional69.

Hacia el lado izquierdo de esta fábrica romana, el arco decimoquinto y último se estriba en un torreón o castillete central, verdadero cubo de fábrica, claramente vinculado al tramo hispano, donde se produce un apoyo desigual. En el alzado aguas arriba conserva trece dovelas de origen romano, y en el de aguas abajo veintiocho, siendo las restantes, hasta el estribo, de construcción y material totalmente distintos70. Mantiene, sin embargo, la línea de cornisa de la pila frontal a la bóveda. Respecto a la imposta superior, sigue el mismo pa-trón que las dovelas, aunque se advierte cierto reaprovechamiento en el tramo posterior. Esta clara fractura en dicho arco tiene difícil explicación, pues lleva una dirección contraria a la posible rotura por avenidas del río.

El puente, en cuanto a su construcción, es una estructura autoportante que a su vez proporciona un acabado estético. Para ello se utilizó un sistema constructivo basado en el opus caementicium, donde los elementos vistos, al-zados y bóvedas, se construyeron con fábricas, a modo de encofrado perdido, y el núcleo interior se rellenó con emplectum de mortero de cal y piedra71, tal y como lo describe Marco L. Vitruvio:

Otra manera (de edificar) tienen llamada emplecton, de que tam-bien usan nuestros aldeanos. Para ella se trabajan los paramentos exter-

67 MARTÍN VALS, R., Ob. cit., p. 170. Hipótesis que, en su día, había rechazado GONZÁLEZ, G., Declaración de la Antiguedad del Toro de piedra, pp. 22 y ss.68 Vid. MALUQUER DE MOTES NICOLAU, J., Carta arqueológica de España. Salamanca. Salamanca: Diputación Provincial de Salamanca, 1956, p. 97. 69 “Concluyendo, el fenómeno para una parte de esta plástica zoomorfa ofrece un panorama que permite entablar un debate sobre su función apotropaica como defensoras del poblado y el ganado, flanqueando los accesos a los recintos, tal vez como la simbología escatológica de guardianes bene-factores que se documenta en todo el Mediterráneo”, en ÁLVAREZ SANCHÍS, J. R., Ob. cit., p. 279.70 No obstante, Menéndez Bueyes y Jiménez González, a propósito de este arco, afirman que “durante nuestra intervención hemos podido comprobar que si bien 1/3 de las dovelas aguas arriba son roma-nas, siendo el resto una reconstrucción posterior efectuada en sillares de granito sin almohadillado, similares a los de las dovelas de la parte moderna del puente, tanto la bóveda como todas las dovelas aguas abajo son originales, extendiéndose la reparación exclusivamente a una fila o dos de sillares en el intradós del citado arco aguas arriba”, en MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., Intervención Arqueológica, fol. 7.71 “Con respecto a la estructura interna del puente hemos podido corroborar que se trata de un relleno de bloques de tamaño medio de arenisca”, según MENÉNDEZ BUEYES, L. R., El Puente Romano de Salamanca y su contexto histórico, p. 151. Añadiendo, posteriormente, que “en la parte romana este relleno se encuentra conformado a base de bloques de arenisca de tamaño medio (al menos los que pudieron ser puestos al descubierto) trabados con mortero de cal de no demasiada consistencia”, en MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El puente romano de Salamanca sobre el Tormes, p. 187.

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FiG. 21: Grapa metálica en la unión de dos sillares del tajamar

nos de las piedras, dexando lo demas como salió de la cantera; y colo-candolas alternativamente sobre las juntas, las van travando y uniendo con el mortero.

Pero los nuestros deseando la brevedad levantan á plomo las dos caras del muro, cuidando solo de lo exterior, y en el hueco del medio meten toda suerte de ripio y fragmentos con mortero sin orden alguno, ni travazon con las caras: de lo que vienen á resultar en estas obras tres cuerpos ó hojas de pared, dos en las frentes, y otra en el relleno del medio72.

Se trata de fábricas pseudoisodómicas73, de hiladas bastante uniformes, en torno a 42 cm, dispuestas de forma alternativa con aparejo a soga y a tizón74, que resuelven la discontinui-dad de las juntas. Y con una clara intención de reforzar la fábrica se pueden observar restos de grapas de hierro horizontales en zonas es-pecialmente débiles, concretamente en la cara superior de algunos sillares y, más en particu-lar, en los remates de algunos tajamares, cuya originalidad no se puede asegurar75.

72 VITRUVIO, M. L., Los Diez Libros de Arquitectura. Traducidos del latín y comentados por Don Joseph Ortiz y Sanz. Madrid: Akal, 1987 [reimp. de la obra de 1787], lib. II, capít. VIII, pp. 44-45.73 “Esta estructura es en dos maneras: la una se llama isódomum, y la otra preudo-isódomum. Llámase isódomum quando todas las filas de las piedras fueren de igual crasicie: pseudo-isódomum quando fueren desiguales”, en IBÍDEM, p. 44.74 Esta alternancia de hiladas colocadas a soga y a tizón no se da en las dovelas de las bóvedas del puente de Salamanca, como tampoco en ningún otro puente romano hispano, siendo muy pocos los ejemplos que se conservan con esta disposición apreciable en las boquillas, según DURÁN FUENTES, M., Estudio sobre las bóvedas de los puentes romanos, p. 141. Dicha alternancia de hiladas de soga y tizones viene a reproducir “en piedra la habitual disposición cruzada de los troncos de las construc-ciones de madera, frecuentes en los campamentos militares y en dispositivos de asedios a ciudades, con objeto de darles trabazón”, en ÍDEM, La obra del puente: fuente primaria para su conocimiento e identificación, p. 369.75 En la unidad estratigráfica 5, entre las cotas 323 cm (superior) y 414 cm (inferior) del sondeo realizado en el primer pilar del puente, al nivel del tajamar, “los tres grandes sillares del vértice se encontraban trabados entre sí por dos gruesas grapas de hierro. Desconocemos si en origen estas grapas pudieron ser romanas o si, por el contrario, se trata de un refuerzo posterior, aunque nos inclinamos por lo último”, en EXCAR, Gabinete Arqueológico, Ob. cit., p. 32. En este mismo sentido, Menéndez Bueyes y Jiménez González creen que “la existencia de grapas de hierro en los tajamares debe corresponder a las diversas reparaciones del puente”, si bien, han “podido detectar la impronta de lo que parecen dos grapas en ‘cola de milano’ sobre la cornisa de la pila en el decimoquinto arco aguas abajo”, en MENÉNDEZ BUEYES, L. R., El Puente Romano de Salamanca y su contexto histórico, p. 150 y MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El puente romano de Salamanca sobre el Tormes, p. 185. De todas formas, “la grapa de cola de milano es una singularidad de los puentes romanos, muy apreciable para su identificación ya que no la hemos detectado ni sabemos que se haya empleado en puentes de época posteriores”, según DURÁN FUENTES, M., La obra del puente: fuente primaria para su conocimiento e identificación, p. 370.

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FiG. 22: Detalle de dovelas y sillares en boquilla de bóveda, pilastra y alzado del puente romano

Los sillares son de granito y tienden a ser de grandes dimensiones, el módulo general está entre 0,60-1,00 m de longitud y entre 0,60-0,80 m de espe-sor, con la clara intención de evitar juntas y así garan-tizar una mejor trabazón y seguridad de la fábrica. Las dovelas de las boquillas tie-nen 1 m de altura, respon-diendo al décimo de la luz del vano (9,80 m). Se colo-can a hueso76 mediante una labra esmerada que permite

su asiento y, de manera general, excepto en las dovelas del intradós de las bóvedas, tienen unos pequeños agujeros situados aproximadamente en el tercio superior de la pieza para el izado con el ferrei forcipes o forpices, así como pequeñas muescas en el borde superior, realizadas en las piezas para su manejo y colocación durante la construcción. El acabado es de dos tipos, liso en el intradós de las bóvedas y almohadillado en el resto, destacando en las dovelas de las boquillas la manera sutil en que se adapta a la curvatura. La función de este almohadillado es, como ya se ha indicado, meramente es-tética, romper la sensación de pesantez de los paramentos planos gracias al efecto de claroscuro que produce77. El paso del tiempo y la acción antrópica han producido desgastes acusados en los sillares y en su almohadillado, de labra opere quadrato rustico78, así como diversos rejuntados de morteros, al-gunos de cierta modernidad. En general, la estereotomía presenta una notable perfección.

Ya se sabía que para esta obra los ingenieros romanos habían usado “grandes bloques de rocas granitoides: granitos de dos micas y biotíticos, sie-

76 “El rozamiento entre las piezas aparejadas en seco es lo que permite resistir los esfuerzos horizon-tales procedentes de los empujes de los arcos, de los rellenos de tierra o de los terremotos; vencido éste las fábricas se dañarían”, según ÍDEM, Estudio sobre las bóvedas de los puentes romanos, p. 141. El ripiado y rejuntado que actualmente puede observarse entre los sillares de los paramentos de esta fábrica romana del puente no son originales, responden a reparaciones o labores de mantenimiento modernas.77 Aunque también es posible que los romanos tomaran “de los griegos el gusto por la sillería al-mohadillado, por su sentido práctico, pues abarata la labra de los sillares reduciéndola a las caras de las juntas”, según ÍDEM, La obra del puente: fuente primaria para su conocimiento e identificación, pp. 368-369.78 O sea “sillares que no tienen labrados de su haz sino los contornos, y con muescas para suspen-derlos”, en GÓMEZ MORENO, M., Ob. cit., p. 46. En general el almohadillado de los sillares consiste simplemente en desbastar la cara vista y biselar ligeramente los bordes.

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FiG. 23: Alzado y planta del tramo hispano del puente de Salamanca. Jefatura de O.P.

nitas y granodioritas”, traídos de un foco que “abarca una amplia distribución a distancias relativamente largas, desde el Oeste (área de Ledesma) al Sur y Sureste” de la provincia, mientras que “para las rocas intersticiales emplearon material inmediato de Los Pizarrales, Montalvos y, en el caso de las areniscas sílico-ferruginosas, de la misma ciudad de Salamanca”79. Pero los últimos estu-dios realizados por López Plaza y su equipo han demostrado que “el granito de Los Santos es la piedra mayoritaria de los bloques de los 15 arcos originales en todos sus elementos constructivos, incluyendo las pilas rectangulares, do-velas, tajamares y molduras. Se trata de un granito porfídico biotítico con cor-dierita como material accesorio, con mesostasis de gran grueso, conteniendo enclaves dispersos de tamaño decimétrico y de carácter máfico microgranudo. De manera esporádica se encuentran también bloques de granito equigranular de grano grueso, deformado, con dos micas. No se puede precisar la proce-dencia de este último granito, pero es muy probable que se trate de una de las facies leucograníticas que forman parte de la banda del antiforme de Mar-tinamor que se extiende hacia el N, hasta Zafrón”80.

2. LA PUENTE NUEVA O FÁBRICA HISPANA: LA HETEROGENEIDAD DE SUS ELEMENTOS FORMALES

El tramo hispano, de 157,50 m de largo, se desarrolla entre el torreón

central o castillete y la margen izquierda, mediante una estructura de obra de fábrica en sillería de piedra, que se define sobre arcada de once vanos resuel-tos con bóvedas de medio cañón, generadas por arcos de boquillas acusadas, en medio punto y algo rebajados, y apoyos sobre pilas con tajamar y espolón de diversa planta y factura, lo que refleja un mejor conocimiento del efecto

79 Según JIMÉNEZ FUENTES, E. y MARTÍN DE JESÚS, S., Ob. cit., p. 364.80 LÓPEZ PLAZA, M. et alii, “La utilización del granito de Los Santos en la ciudad de Salamanca”, en Stvdia Geologica Salmanticensia, 45 (2009), p. 26.

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de las aguas sobre las pilas. Los alzados rematan, salvo los de los dos últimos arcos, mediante tímida línea de imposta que delimita la fábrica de tímpanos lisos en ambos lados. Sobre ella asientan los pretiles de piedra diversa, coro-nados por albardilla enrasada, y la plataforma donde se desarrolla la calzada, pavimentada con adoquines de granito.

Al contrario de lo que sucedía en la parte romana, en ésta no cabe hablar de uniformidad en sus elementos. Los arcos no fueron construidos de una sola vez, las pilas no presentan la misma planta y los tajamares no tienen idéntico perfil hidrodinámico, además, se utilizan dos tipos de material: piedra con textura vaugnerítica, popularmente llamada “piedra pajarilla”, también “be-rroqueña, cárdena o de puerto”81, para, esencialmente, las dovelas y algunas piezas del intradós de las bóvedas, según la numeración al uso, 16 a 24 y las dos pilastras de entrada al puente por el Arrabal; y piedra arenisca opalina, más local, de edad pre-eocénica, bautizada como “areniscas celestinas”82 (vul-gar “piedra caleña”), para toda la fábrica de los dos últimos arcos, 25 y 26, y para el resto de los elementos de la puente nueva. Tampoco cabe hablar de mayor audacia constructiva: las luces de los arcos, menos uniformes, son simi-lares a las de la parte romana, sólo se agrandan de 20 a 40 cm y únicamente los tajamares suponen formas mayores, más sofisticadas e hidrodinámicas. En definitiva, el resultado, como señala Ávila Jalvo, “es un puente con elevadas mejoras hidrodinámicas, por un lado, y una calidad constructiva muy inferior

81 LÓPEZ PLAZA, M. et alii, “La utilización de rocas vaugneríticas en los monumentos de Salamanca”, en Stvdia Geologica Salmanticensia, 43 (2007), pp. 117 y 124, quienes, en una afirmación no del todo exacta, indican el empleo de esta “piedra vaugnerítica en los tajamares y dovelas de los 10 arcos de la parte S.”, p. 133.82 JIMÉNEZ FUENTES, E. y MARTÍN DE JESÚS, S., Ob. cit., p. 363.

FiG. 24: Parte hispana del puente desde la orilla izquierda y aguas arriba

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FiG. 25: Parte hispana del puente desde la orilla izquierda y aguas abajo

a la romana, por otro”83. Es ésta, pues, una fábrica netamente diferente a la romana, de la que, según Aramburu-Zabala, no reci-be ninguna influencia ya que sus concepciones son diversas: el carácter masi-vo romano contrasta con el perfil hidrodinámico de la obra hispana; se trata, concluye dicho autor, de la sustitución de la masa por la técnica84. Además, este nuevo tramo, como bien ha manifestado Díez Elcuaz, no sólo no busca la simetría de los costados, que también rechaza el romano, sino que asimismo prescinde de la regularidad en cada uno de ellos, algo totalmente opuesto a los presupuestos clásicos85. No obstante, el resul-tado es bellamente sencillo y racional, escueto y funcional. La precariedad económica impone sus criterios de diseño y este tramo del puente se funde miméticamente en la estructura general. En planta avanza desde el torreón central o castillete, sigue con la calzada uniforme y se ensancha antes de las pilastras del acceso por el Arrabal, conectando seguidamente con los viales.

En este tramo hispano cabe distinguir tres elementos estructurales, clara-mente diferenciados: el torreón central, la parte de los nueve arcos siguientes (16 a 24) y los dos arcos finales (25 y 26), que parecen conformar un auténtico puzzle de rastros de múltiples reparaciones realizadas en distintas épocas de la accidentada historia del puente.

a) El torreón, estribo central o castillete es el verdadero elemento articu-lador del puente; es el punto fuerte de una estructura general relativamente esbelta, que se debilita en su zona central, y, a la vez, es nexo de unión entre las fábricas romana e hispana, destacando del resto de la obra de manera apreciable. Ocupa 5,40 m sobre la longitud de la calzada y se ensancha en un apartadero de 3,25 m aguas arriba y 4,85 m aguas abajo. Al frente incorpora un gran tajamar de planta semicircular apuntada, sobre pila zarpeada, y remate igualmente apuntado, en un ejercicio impecable de despiece de cantería, don-de la fábrica claramente se enjarja al cuerpo prismático que preexiste, y éste, con mayor dificultad, al alzado del puente; carece de imposta. Aguas abajo, se advierten dos cuerpos prismáticos adosados, sin espolón: el inicial, de 1,75 m

83 ÁVILA JALVO, J., Ob. cit., p. 60.84 ARAMBURU-ZABALA HIGUERA, M. Á., Ob. cit., p. 167.85 DÍEZ ELCUAZ, J. I., Ob. cit., p. 132.

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FiG. 26: Torreón con tajamar aguas arriba, desde el tramo romano, izquierda, e hispano, derecha

FiG. 27: Torreón aguas abajo, visto desde el tramo romano, izquierda, e hispano, derecha

de saliente, no parece enjarjar debidamente sobre el alzado, con la sensación de ser anterior, pues la bóveda se introduce en su fábrica; el siguiente, de 3,10 m y remetido de ambos lados, arranca con zócalo en talud por medio de hiladas escalonadas y remata en imposta de perfil en pico y goterón marcado, ya posterior, pero que se relaciona probablemente, en su construcción, con el tajamar opuesto.

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FiG. 28: Enjarjes del castillete en el puente, desde el tramo hispano

Difícil dar un significado válido a este elemento estructural del puente. A priori, al tratarse de un elemento típicamente medieval, podría pensarse en uno de los apartaderos que suelen prodigarse en los puentes medievales con estrechas calzadas para su descongestión. Sin embargo, no parece este el caso, más bien cabe suponer que esta ampliación de la calzada del puente sobre un desarrollo vertical del tajamar y del espolón, más que de un simple apartadero que permitía el cruce de vehículos, animales y peatones sobre el tablero del

puente, tuviese relación con el desaparecido castillete, de indudable carác-ter defensivo y/o de control de paso de personas, animales y mercancías. Y también cabe suponer que este elemento central fuera concebido para dar estabilidad a todo el edificio del puente, en el punto en que se concentraban los más fuertes empujes de las grandes avenidas del río.

b) El tramo de los nueve arcos siguientes se halla construido con gran uniformidad morfológica, salvo en las pilas, por lo que conviene distinguir dos conjuntos:

b.1) Las cuatro más próximas al torreón (arcos 16 a 19), por donde trans-curre normalmente el curso del río, presentan planta rectangular de 3,40-3,60 m frente a las aguas y 6,70 m de espesor, sobre la que se incorporan el tajamar aguas arriba y el espolón aguas abajo, ambos simétricos y de planta semicir-cular apuntada, con hiladas zarpeadas 30 y 20 cm sobre la fábrica. Además, estas pilas rematan en la línea de arranque de las bóvedas, situada a 1-1,20 m sobre la lámina de agua, mediante cornisa achaflanada que vuela 20 cm sobre los lados rectangulares y acaba lisa en tajamar y espolón.

Las bóvedas apean en la nivelada línea de arranque, que coincide sensi-blemente con la del tramo romano, y el apoyo se retranquea 10 cm sobre la planta de la pila. Las luces de los vanos entre dichos arranques oscilan entre

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FiG. 29: Arco 17 del tramo hispano del puente, aguas arriba

FiG. 30: Arco 19 del tramo hispano del puente, aguas abajo. Arsenio J. Barbero

9,80 y 10,40 m, con lo que la relación vano/macizo es ligeramente mayor que en el tramo romano, entre 3,30-3,50.

Las boquillas, con trazado en arco de medio punto, arrancan desaperci-bidas sobre la imposta, puesto que pertenecen por igual al arco y al tajamar, en un continuo y limpio enjarje. Siguen las hiladas tres, cuatro y cinco en el mismo material que el tajamar, areniscas celestinas, y a partir de aquí, con un dovelaje de piezas de piedra pajarilla, de alta consistencia y dureza, que desta-can por su bicromía, pero que fundamentalmente tienen la misión de soportar la erosión del agua, en una acertada adecuación racional del uso de los mate-riales, y que, a juzgar por el buen estado que presenta su perfil, ha cumplido

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FiG. 31: Tímpano entre arcos 19 y 20, aguas abajo. Sección transversal. Arsenio J. Barbero

Los alzados, iguales en ambos lados, presentan una cierta pesantez res-pecto al tramo romano, debido a la ocupación de los tímpanos por los taja-mares y espolones; apoyan sobre su pila mediante un pequeño resalte, se elevan en vertical hasta el arranque del emboquillado y escalonan su planta hasta una simple hilada de piedra única, bajo la línea de la imposta. Su altura es de 5,80-6 m, igual que los romanos, y se corresponde con 18 hiladas en el arco próximo al torreón y 15 en el último. Rematan con línea de imposta de sencillo perfil rectangular que ocupa una hilada uniforme de 30 cm, trazada justamente sobre la línea de las claves para no dar opción a soluciones com-prometidas.

b.2) Las siguientes cuatro pilas (arcos 20-24) se diferencian únicamente de las anteriores en que no tienen espolón y el tímpano, por tanto, es liso y deja ver el emboquillado desde el arranque, con todo el dovelaje de piedra pajarilla. La altura hasta la cornisa disminuye desde 5,80 a 4,80 m, donde se distribuyen 15 hiladas desiguales de sillería.

La ausencia del espolón hay que motivarla en un contexto estructural. Es claro que las avenidas del río producen su mayor presión sobre el tramo cen-tral del puente, por lo que tuvo que parecer evidente a los constructores de este tramo hispano reforzar los primeros cuatro arcos, asentados en el curso fluvial normal, con el espolón; con su construcción tratarían de solventar una

fielmente el cometido. El número de piezas de cada boquilla no es uniforme, oscila entre 45 y 48 dovelas, y su tamaño general es de dimensiones medianas y algunas pequeñas, más adecuadas para moverlas manualmente. Cierran, indistintamente, con clave única o junta. Y el trasdós de la bóveda que sigue al emboquillado, se realiza en areniscas celestinas, aunque se incorporan pie-zas de piedra pajarilla de manera desordenada, si bien con predominio en las hiladas superiores.

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FiG. 32: Arcos 20-23 del tramo hispano del puente, aguas abajo

seria deficiencia de cimentación que presentan los puentes romanos, que “te-nían el gravísimo defecto de no encauzar bien los remolinos de la corriente, al no disponer espolones en la popa de los pilares”

86. Mientras que los restantes

cinco arcos, como van disminuyendo en altura y, por tanto, en esbeltez, de-bido a que están invadidos por la margen izquierda que progresivamente va cegando la línea de cornisa de las pilas, y debido también al descenso de la rasante de la calzada, consideraron que no era necesario construir el espolón que tampoco poseen los arcos de la fábrica romana. De todas formas, a priori también cabe otra posible explicación: la construcción o reparación de estas distintas partes del puente romano en momentos diferentes y, por consiguien-te, por arquitectos diversos y con criterios dispares.

86 ARAMBURU-ZABALA HIGUERA, M. Á., Ob. cit., p. 49.

FiG. 33: Arcos 25 y 26 del tramo hispano del puente, aguas arriba

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c) Los dos últimos arcos (25 y 26) se dife-rencian totalmente de los anteriores: su directriz es muy rebajada, afectada por la rasante y la margen del cauce; en parte aterra-dos, no dejan ver la línea de cornisa de las pilas; presentan tajamar y espo-lón triangular que se eleva escalonadamente hasta la línea de las claves, ambos simétricos; toda la fábrica es de areniscas celestinas, deja ver claramente su en-jarje con la anterior y no tiene línea de imposta.

El frente de las pilas tiene igual dimensión que las anteriores, mientras que la luz de los arcos es de 8,40 y 6 m, respectivamen-te, y la altura hasta el terre-no actual de 3,60 a 2,60 m.

A continuación del arco 26, se materializa el estribo sobre la margen iz-quierda, formado median-te la simple prolongación de la línea de los alzados, en un tramo macizo de unos 13,60 m que proporciona continuidad a la plata-forma. A partir de los 2 m del arco, la fábrica pierde su compostura y se produ-ce otra clara discontinuidad, con un aparejo de piezas irregulares, claramente posterior. El conjunto sirve de contención al terreno, que con ligera pendiente llega a la orilla del río, normalmente situada en el arco número 19.

De manera general para los once arcos de este tramo hispano, los pretiles se asientan sobre la línea de imposta, salvo en los dos últimos arcos y el estri-bo que carecen de ella, y, al contrario del tramo romano, se aprecia una cierta organización en tres hiladas de sillarejos y mampuestos de areniscas celestinas y una cuarta para la albardilla de piedra arenisca de Villamayor acabada en lomo redondeado. Tienen un espesor uniforme de 60 cm y la altura sobre la calzada es variable, dependiendo de la rasante.

La calzada posee el adoquinado del tramo romano, apoyándose sobre la plataforma de la estructura. A partir del torreón, tiene un ancho uniforme de

FiG. 34: Sección transversal del arco 25. Arsenio J. Barbero

FiG. 35: Estribo de la margen izquierda del puente, aguas arriba

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5,80 m entre caras interiores de pretiles y 7 entre las exteriores, en una longi-tud de 142,45 metros hacia el Arrabal, donde el ancho pasa a 5,50 m. A partir de aquí, se produce un ensanche trapecial de 9,65 m de longitud y 7,60 m de ancho entre pilastras, donde se acaba físicamente el puente, aunque sigue una zona de transición hasta la carretera, separada 12,60 m e interpuesta una fila de seis pequeños monolitos cilíndricos de granito natural del país, de 79 cm de altura, colocados en la última restauración del puente, que, a modo de bolardos y unidos entre sí por una cadena, impiden el acceso al tráfico rodado. El ensanche no se corresponde con la discontinuidad de la fábrica ni con otro elemento definitorio, probablemente se trata de una obra posterior, con el fin de agrandar y favorecer el acceso.

FiG. 36: Entraba el Puente Romano por el Arrabal

Los desagües son del tipo gárgola, similares a los del tramo romano, aun-que con variadas soluciones en las piezas de embocadura. Las 19 unidades en el alzado aguas arriba y las 20 aguas abajo evacuan en caída libre y se sitúan sin orden alguno a una distancia media de 6 m, si bien también buscan las claves y tímpanos.

El acceso desde el Arrabal se flanquea con dos pilastras conmemorativas que ponen fin a los pretiles, a los que están adosadas. Son de planta romboi-dal de 84 x 84 cm y alzado de canon clásico con remate en pequeño pedestal; su altura total alcanza los cinco metros (3,65 m sin el remate superior). El extraño esviaje obedece, probablemente, a que tenía que dar frente a la direc-ción de la calzada de acceso y no era suficiente con un pequeño giro. La pilastra de la izquierda lleva esculpido el escudo de armas de España y la

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de la derecha el de Salamanca; y bajo ellos aparecen gravadas sendas inscrip-ciones que expresan:

reinanDo PhiliP

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Fico esta Puente

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Del señor De 162287

87Estas dos columnas sustituyeron a otras anteriores allí existentes por deci-sión del consistorio salmantino tomada el 15 de marzo de 1622, a propuesta de Diego de Pareja Velarde, caballero de la Orden de Montesa y corregidor de Sala-manca, como colofón al reparo del puen-te romano realizado por el maestro de cantería, Pedro de la Puente Montecillo88. Y las retiradas de este puente fueron co-locadas a la entrada del próximo puente del Zurguén, con sus pilares, cuya repa-ración también concluía por aquellos días el maestro Juan de Rioseco89.

En el pilar izquierdo, según se entra, en su lateral interior, hay una cartela ce-rámica deteriorada, escrita en azul, donde se lee: “PUENTE MAYOR DEL TORMES”. Mientras que en el pilar derecho, en su lado de poniente y parte superior, hay otra inscripción, actualmente difícil de leer, que dice: “Acabóse esta fá-brica del puente siendo caballero corregidor, D. Pedro de Prado, caballero de la orden de Santiago, señor de la villa de Adanero, alguacil mayor de la Real Chancillería de Valladolid. Año 1681”90.

87 Villar y Macías introdujo algunos términos inexistentes y otros modificados en la lectura de esta inscripción: “Reinando Felipe IV d(e) este nombre, se reedificó esta puente y se enlosó, y (se) hicieron las (dos) calzadas, siendo corregidor D. Diego de Pareja Velarde, caballero del (h)ábito de Montes(s)a. Acabóse el año del Señor de 1677”, en VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro I, pp. 33-34. Además, leyó erróneamente su data (1677 en lugar de 1622), tal vez inducido por las también lecturas erróneas de FALCÓN, M. Ob. cit., p. 66 y de ARAUJO, F., Ob. cit., p. 359; y este error fue repetido de manera sucesiva por otros muchos estudiosos de Salamanca.88 En Catálogo Documental 63.89 Según consta en un acuerdo del 26 de octubre de 1622 que ante el escribano Antonio García for-malizaron Pedro de la Puente Montecillo y el citado Antonio García. En Catálogo Documental 64.90 En VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro I, p. 34.

FiG. 37: Inscripciones y escudos de armas de España y Salamanca en las

columnas del puente

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La construcción del tramo hispano es similar al romano. Los elementos vis-tos, alzados y bóvedas, se construyeron con fábricas, a modo de encofrado perdido, y el núcleo interior se rellenó con hormigón de cal, piedras y también tierra. En general, se trata de fábricas de hila-das desiguales, que tienden a uniformarse en torno a los 30-35 cm, destacando la que se encuentra bajo la imposta, que se va acuñando para adaptarse a la rasante. El aparejo es de soga y tizón que resuelve adecuadamente la discontinuidad de las juntas.

Los sillares son de arenisca opalina o celestina, salvo el dovelaje de los arcos 16 a 24 y algunas piezas de sus bóvedas que son de piedra vaugneríti-ca o pajarilla, en unidades que generalmente no son muy grandes, carecen, por tanto, de la robustez de la fábrica romana; las dovelas de las boquillas miden 80-90 cm, con lo que no responden al décimo de la luz del vano. Se asientan sobre lecho de mortero de cal, acompañado de un rajado de pizarra, excepto en las dovelas de los arcos, que asegura el asiento de los sillares y sella la junta entre ellos. Además existen diversos rejuntados con morteros de cal y mixto con cemento hidráulico, propio de fines del siglo XIX, ya sean rehundidos o enrasados, incluso se han sobrepuesto lajas de pizarra, simulando las originales. La textura del acabado es genéricamente de tipo apiconado tosco.

Finalmente, los estudios petrológicos realizados en la última reparación del puente también han aportado interesantes informaciones sobre los mate-riales de este tramo: la arenisca opalina o celestina (vulgar “piedra caleña”) se define como roca sedimentaria detrítica y conglomerados subarcósicos silí-ceos, subdivididas en diversos tipos según el color: blancas, rojizas y ocres. Es una roca muy abundante en la ciudad de Salamanca y sus alrededores91, por lo que resultaba más accesible, económica y de fácil extracción, además de más dura que la arenisca de Villamayor; y, aunque no es una roca ornamental, ha

91 “Al Sur del río Tormes afloran las “Areniscas Celestinas” –debajo del Cuaternario– en el amplio triángulo que forman Salamanca-Huerta-Alba de Tormes, con otros núcleos sobre el zócalo Paleozoico en el que se apoya, por ejemplo en los Arapiles… Además de las canteras situadas entre las fallas de Santibáñez y Los Pizarrales, otras fuentes fueron aprovechadas incluso más exhaustivamente. Hay canteras de estas rocas en Arapiles, Carbajosa de la Sagrada, Calvarrasa de Arriba, Carpio Bernardo y en la actual periferia de Salamanca (Barrios de las Alambres y Chamberí). Ya más alejadas, en For-foleda, Almenara de Tormes y Zarapicos-Carrascal”, en JIMÉNEZ FUENTES, E. y MARTÍN DE JESÚS, S., Ob. cit., pp. 364 y 365.

FiG. 38: Sillares de arenisca opalina y dovelas de pajarilla del tramo hispano del puente

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sido utilizada en la construcción de elementos que no necesitaban un acabado visto, como cercas y muros, y en aquellas partes de los edificios especialmente expuestas a medios agresivos, como columnas, pilares, jambas y dinteles de portadas, basamentos y zócalos de fachadas.

En cuanto a la piedra pajarilla o berroqueña, se trata de un granitoide con textura vaugnerítica, donde los contenidos en sílice son menores y aumentan los de mica y feldespato, por lo que su aspecto es de color negruzco. Se trata “de rocas dioritas micáceas de tamaño de grano grueso, con una asociación mineralógica de anfíbol, biotita, plagioclasa, con cuarzo y feldespato potásico intersticial, así como abundantes cristales de apatio. Su característica más rele-vante es, sin embargo, su textura vaugnerítica, consistente en grandes cristales entrecruzados de biotita y anfíbol, que le confieren una fábrica isótropa. Esta isotropía se refleja también a escala mesoscópica con formación de bolos mé-tricos redondeados”92. Procede de Calzadilla del Campo, a unos 5 km al SO de Ledesma.

92 LÓPEZ PLAZA, M. et alii, La utilización de rocas vaugneríticas en los monumentos de Salamanca, p. 125.

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Edificación, financiación, autoría y cronología del puente romano

de Salamanca

Al no disponer de ningún registro epigráfico y por supuesto menos docu-mental sobre la construcción del puente romano de Salamanca y al ser

tan escasamente pródigos en información los arqueológicos, poco es lo que se puede aportar sobre ella con ciertos visos de seguridad, salvo lo genérica-mente conocido de las obras públicas romanas, o lo directamente relacionado con la propia obra del edificio, o con la calzada de la Plata, a la que el puente se hallaba directamente vinculado, o, en fin, con el contexto histórico general de Hispania y, más en concreto, de la provincia de Lusitania y del conventus emeritense, en los que se ubicaba. Todo cuanto se refiere a la edificación, ejecución, financiación, datación, autoría y demás aspectos de la fábrica del puente romano de Salamanca se trata, sin duda, de un terreno abonado a las más diversas hipótesis.

1. MUNERA Y LOCATIO OPERIS, VECTIGALIA Y EVERGETISMO: LOS DIVERSOS EXPEDIENTES DE CONSTRUCCIÓN Y FINANCIACIÓN DE LAS OBRAS PÚBLICAS ROMANAS

Uno de los primeros expedientes de ejecución de las obras públicas romanas fue el recurso a las prestaciones personales obligatorias y gratuitas de carácter coactivo impuestas a la población; en concreto, fueron “los ciuda-danos y el ejército los que, de forma obligatoria y no lucrativa, acometían las labores físicas, tanto de construcción como de mantenimiento precisas para la dotación de las construcciones públicas, aportando tanto su trabajo personal como los materiales necesarios para ello”1. Así, desde los tiempos más remotos

1 VALCÁRCEL FERNÁNDEZ, P., Ejecución y financiación de obras públicas. Estudio de la obra pública como institución jurídico-administrativa. Madrid: Civitas, 2006, p. 47.

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se impone esta especie de prestación o carga personal (moenia o munia2) a la que estaban obligados todos los romanos, así los ciudadanos como sus es-clavos, para la provisión de los trabajos de las obras públicas, en especial en la construcción de muros y fortificaciones, durante un número determinado de días, para generalizarse y alcanzar una mayor frecuencia durante el Bajo Imperio, con el propósito de garantizar una adecuada defensa a los territorios afectados por la amenaza de invasiones externas3.

Estas prestaciones coactivas, así como las obligaciones extraordinarias de los contribuyentes, ya fuesen en dinero, especie o ambas a la vez, re-lativas a la construcción y conservación de las obras públicas, recibían el calificativo de munera y podían ser de varios tipos: a) municipalia, cargas coactivas exigidas a los habitantes de los municipios para cubrir gastos loca-les, de los que se encontraban exentos los senadores; b) publica, cargas que recaían en el tutor por el ejercicio de la tutela, así como, durante el periodo imperial, en las clases superiores para responder de las deudas municipales y en las inferiores para efectuar determinados trabajos laborales; y c) sordi-da, gravámenes de carácter extraordinario impuestos a los propietarios en la época del Bajo Imperio, tales como la obligación de abrir y conservar calles, edificios públicos y puentes, o de contribuir al mantenimiento y vestido de las tropas, así como a las cargas y cargos municipales, distinguiéndose, en este caso, las cargas patrimoniales y las personales. Si se trataba de una obra pública, previamente se requería la realización de una estimación de los gastos que comportaba la obra a realizar, ya se tratara de una construcción ex novo, ya de una restauración, con el propósito de no solicitar más que lo estrictamente necesario y congruente con tal valoración4.

Sin embargo, la forma más usual y recurrente en orden a ejecutar las obras públicas romanas (construcción, reparación y mantenimiento de templos, tea-tros, puentes, acueductos, murallas, vías, alcantarillado, etc.) fue la contratación con particulares (locatio operis), cuyo coste pecuniario era asumido por las ar-cas públicas. En tal caso, “la adjudicación de los contratos se realizaba al mejor oferente mediante subasta pública en el Foro y las cláusulas que contenían las condiciones de ejecución se establecían en unos documentos denominados leges censoriae”5. El magistrado contrataba en nombre del pueblo romano con un adjudicatario de obras y suministros públicos, al que se le daban distintas de-

2 Así se llamó “a esta especie de carga personal, derivada de la obligación que tenían en la cons-trucción de las murallas y fortificaciones de la ciudad”, según PONTE ARREBOLA, V., “Los agentes constructores de las vías romanas de carácter público. El recurso a la locatio-conductio para adjudicar los trabajos de alzamiento”, en Revista General de Derecho Romano, 2 (2004), p. 5, nota 6 (edic. electr.). 3 Vid. MALAVÉ OSUNA, B., “Las contribuciones forzosas de los particulares a las obras públicas”, en Revista General de Derecho Romano, 4 (2005), pp. 29 y ss. (edic. electr.) y Régimen Jurídico Financiero de las obras públicas en el Derecho Romano tardío: los modelos privado y público de financiación. Madrid: Dykinson, 2007, pp. 116 y ss.4 ÍDEM, Las contribuciones forzosas de los particulares, p. 31.5 VALCÁRCEL FERNÁNDEZ, P., Ob. cit., p. 49.

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nominaciones: primero la de publicanus6, luego la de redemptor7 y más tarde la de conductor8. Éste podía ser una persona física o jurídica, en cuyo caso, existía un manceps9 a modo de jefe o cabeza de los conductores.

Al contratista, independientemente de que se tratara de una persona física o jurídica, se le exigía la prestación de una garantía que podía tener carácter real o personal y que “perseguía velar por la seriedad de los con-tratistas en el cumplimiento de las obligaciones que asumían”10. Se podían alterar las condiciones originales del contrato, así como fijar la retribución del contratista a través de pagos anuales, cuando la ejecución de una obra reque-ría un tiempo prolongado, superior al anual. En todo caso, el poder público siempre se reservó la función de control y seguimiento sobre la ejecución de las obras que se materializaba por medio de un representante de la ad-ministración, aunque también los censores en la república y los curatores en el imperio tenían capacidades supervisoras. Estos inspectores o supervisores, miembros de los ordines superiores al servicio de la administración, eran, por delegación imperial, titulares de una especie de jurisdicción que podían ejer-cer sobre los constructores de las obras públicas, llegando, incluso, en caso de incumplimiento, negligencia o fraude a dictar sentencias condenatorias que, en ocasiones, suponían el embargo de sus bienes y su venta en pública subasta11. Al finalizar la obra y una vez que la administración daba el visto bueno, el censor o el curator expedía la certificación final de la obra (opus probare o in acceptum referre), que indicaba que aquélla se había realizado de acuerdo con el contrato, por lo que se podía proceder al correspondiente pago que expedía el cuestor, con previa autorización expresa del Senado o de los consules, que eran los únicos que tenían firma para autorizar pagos a cuenta del erario público12.

6 Literalmente, aquél que disfruta de lo público. El término se refiere a la actividad profesional en su conjunto y se extiende, sin embargo, a “todos los que toman en arriendo algo del fisco –afirma Ulpiano–, son propiamente denominados publicanos”, en BLANCH NOUGUÉS, J. M., “La concesión de obras públicas y su financiación en el Derecho Romano”, en Revista General de Derecho Romano, 8 (2007), p. 4 (edic. electr.).7 Aunque en El Digesto de Justiniano, según DURÁN FUENTES, M., Técnica y construcción de puen-tes romanos, p. 137, está descrito con funciones subordinadas al curator, en opinión de BLANCH NOUGUÉS, J. M., Ob. cit., pp. 4 y 5 parece que hace alusión a un contrato con el Estado romano, un contrato determinado de obra o suministro.8 VALCÁRCEL FERNÁNDEZ, P., Ob. cit., p. 49.9 “Según una explicación etimológica errónea pero elocuente a este respecto,’manceps’ es aquel que compra o toma en arriendo algo del pueblo indicándolo por el hecho de levantar la mano (aunque más que ‘levantar la mano’, manu capere alude a un ‘agarrar con la mano’). La terminología es la propia de las subastas (término este que procede del latín y que alude a las adjudicaciones hechas por los censores sub hasta –bajo una lanza clavada en el lugar donde se produce la licitación y que simboliza la presencia e intervención del poder público-)”, en BLANCH NOUGUÉS, J. M., Ob. cit., p. 5.10 VALCÁRCEL FERNÁNDEZ, P., Ob. cit., p. 49.11 Vid. MALAVÉ OSUNA, B., Las contribuciones forzosas de los particulares, p. 17, nota 45.12 Vid. PEÑA OLIVAS, J. M. de la, “Alcance y organización de las obras públicas en el Imperio Roma-no”, en Nuevos Elementos de Ingeniería Romana. Actas del III Congreso de las Obras Públicas Romanas. S. l.: Colegio de Ingenieros Técnicos de Obras Públicas, 2006, p. 355.

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Sin duda, el arquitecto fue uno de los técnicos más relacionados con las obras públicas. Activo ya en Grecia, donde no sólo no sufrió el desprecio que la sociedad esclavista solía manifestar por los trabajos manuales, sino que llegó a ser considerado y apreciado como un profesional cualificado, al contrario de lo sucedido en Roma, donde Cicerón y Plutarco mostraron cla-ramente su desprecio hacia esta profesión por tratarse de un trabajo manual, aunque Marco Lucio Vitruvio Polión, que seguramente desempeñó este oficio en tiempos de Augusto, la llegó a defender, al quejarse del intrusismo que padecía13. Responsabilidades suyas eran la proporción y armonía de la obra, no así la elección de los materiales ni la calidad de la ejecución; asimismo, a él incumbía la elaboración del proyecto de la obra (la forma), en el que segura-mente se incluían planos pintados con anotaciones (picta et adnotata), el pre-supuesto y las instrucciones específicas para la ejecución de la obra; al mismo tiempo, también tenía ciertas responsabilidades en la contratación de la obra, en su replanteo y durante su ejecución, debía vigilar por el cuidado de los obreros, por la recepción de los materiales, por la verificación, conformidad y aceptación de los trabajos realizados por los maestros constructores y demás especialistas conforme al proyecto diseñado, así como por el libramiento de las autorizaciones de pago14.

Junto al arquitecto muchos otros profesionales intervenían en las obras públicas romanas, como el ergolabus o maestro constructor, el opifex u opera-rio que la ejecutaba, además de numerosos fabri (canteros, albañiles, esculto-res, carpinteros, etc.) que materializaban la obra bajo las órdenes directas del praefectus fabrum. Y, por supuesto, había que contar con los conocimientos más especializados de artifices, mensores, aquileges, calculatores, lapidarii, etc. para la ejecución y mantenimiento de cualquier obra pública romana.

El utillaje empleado en la construcción por estos obreros manuales en poco difería del utilizado en albañilería hasta hace pocas décadas. El equipo comprendería una regla regulada (regula), escuadras de bronce, plomadas (perpendiculum) fijadas con hilo, compases (circinus), etc. Además, harían uso de complejos sistemas de elevación como poleas múltiples (orbiculus) o trípodes de carga (rechamum) y de torno (sucula). Por otra parte, los canteros emplearían cuñas de madera (cuneus), mazas (clava) y punteros o punzones para provocar la rotura a lo largo de líneas y extraer bloques cúbicos de piedra que, una vez extraídos, serían moldeados con picos, cinceles (scalprum), es-cafiladores, martillos (martiolus), macetas o mazos, martillos de madera (ma-lleus), etc.15.

En las obras públicas realizadas en las provincias no siempre intervenía un arquitecto procedente de la metrópoli o de la unidad militar más cercana, sino que, a veces, había que recurrir a profesionales civiles locales o de otros

13 Vid. DURÁN FUENTES, M., Técnica y construcción de puentes romanos, pp. 137-138.14 IBÍDEM, p. 13815 Vid. PONTE ARREBOLA, V., Ob. cit., p. 10, nota 24.

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territorios, que, por la respuesta dada por el emperador Trajano a Plinio el Joven, gobernador de Bithynia, no sólo abundaban, sino que, además, eran expertos e ingeniosos: Architecti tibi deesse non possunt. Nulla provincia est, quae non peritos et ingeniosos homines habeat16. En concreto, se sabe que dos importantes obras de Hispania, el faro de Hércules levantado en la Coruña y el puente de Alcántara, fueron realizadas por dos arquitectos nativos de la provincia de Lusitania: Gaius Sevius Lupus y Gaius Iulius Lacer.

Como bien ha señalado Durán Fuentes, siguiendo a otros estudiosos del tema (Galliazo, Février), “buena parte de los técnicos y, en ocasiones la propia mano de obra que intervenía en las obras públicas formaban parte del ejército, pues era la única institución oficial que podía darles una buena formación, una eficaz organización y la provisión de los medios materiales. Este personal técnico era enviado, de modo individual o colectivo, desde Roma o desde las unidades militares acantonadas en un lugar más o menos próximo a la obra, atendiendo la demanda de sus servicios solicitados por instituciones, cargos imperiales o ciudades influyentes”17. La actividad constructiva de los solda-dos era muy variada, pues tanto transportaban los materiales de construcción como los fabricaban, excavaban y terraplenaban el terreno, labraban sillares de piedra, etc.; actividad que, además de un trabajo de nulo o bajo coste que abarataba la construcción, era una buena manera de mantener ocupada la tropa, de combatir el sedentarismo y el ocio de las legiones de campamentos y guarniciones en tiempos de paz. De hecho, parece ser que “además en la instrucción militar los mandos incluían la ejecución de obras públicas, ya que opinaban que el manejo de las piedras y otros trabajos propios de la actividad, fortalecía el cuerpo del legionario”18. Generalmente intervinieron en la cons-trucción de vías, fortificaciones y acueductos. En tal sentido, las inscripciones halladas en el puente del Diablo de Martorell, en cuya obra intervinieron las legiones IIII Macedonica, la VI Victrix y la X Gemina, y que están formadas por la letra L seguida de un numeral, se han interpretado como prueba feha-ciente de la participación de una legio en la obra y, por consiguiente, dichos testimonios delatan la participación de unidades del ejército en la construc-ción, conservación y reparación de obras públicas sobre todo legiones y vexi-llarii, y, en concreto, los diversos trabajos y tareas que realizaban los solda-dos. En otros casos su presencia es más manifiesta al estar indicada en textos grabados en lápidas colocadas en la fábrica de la propia obra, tal como ocurre en el puente acueducto de Cesárea Marítima en Israel, en cuya construcción

16 Aunque, tal vez, haya que interpretar esta respuesta de Trajano, forzado por las circunstancias, como una frase hecha que se contradice inmediatamente cuando a renglón seguido se admite que en Roma es tal la carestía de arquitectos que estos suelen venir de Grecia (modo ne existemes brevius esse ab urbe mitti, cum ex Graecie etiam ad nos venire soliti sunt), según opina LIZ GUIRAL, J., El puente de Alcántara: Arqueología e Historia. Madrid: Ministerio de Obras Públicas y Fundación San Benito de Alcántara, 1988, p. 116.17 DURÁN FUENTES, M., La obra del puente: fuente primaria para su conocimiento, p. 364.18 IBÍDEM, p. 364.

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intervinieron vexillatonis de las legiones II Trajana Fortis y de la X Fretensis19. Si bien, esta participación del ejército en las obras públicas romanas “ni evita-ba ni reducía la actuación de personal civil en su construcción, presentes ya desde épocas republicanas”20.

Otro personaje a tener en cuenta en la ejecución de las obras públicas romanas y de no menor importancia que el arquitecto, fue el promotor, quien, por lo general, fue considerado como el verdadero autor de la obra, pues era quien la impulsaba, la financiaba e imponía en ella su gusto e ideología. Du-rante la República, la iniciativa para la realización de una obra pública corrió a cargo de la aristocracia o del Senado, mientras que en tiempos del Imperio era el propio emperador quien promovía las obras a realizar. Augusto fue el primer emperador que inició este proceso de promoción de obras públicas y lo “continuaron otros emperadores de amplio historial constructivo como Claudio, Nerón, Trajano y sobre todo Adriano, a los cuales se les han supuesto amplios conocimientos de arquitectura por el gran interés hacia ella y su tre-mendo afán constructivo”21. De todas formas, en la mayoría de las ocasiones la promoción y construcción de las obras públicas dependía directamente de los poderes locales, aunque es probable que para ello necesitasen la autoriza-ción previa del emperador22, que casi nunca incluía la ayuda financiera, pues el gobierno imperial se limitaba a garantizar la seguridad y legalidad en el territorio provincial. Es más, en el campo de las obras públicas y en concreto en la construcción de puentes, vías y calzadas, las ciudades provinciales eran prácticamente autónomas, ya que eran ellas mismas las que “debían sufragar-las a sus propias expensas, con los recursos disponibles, ante la ausencia de créditos regulares concedidos a los gobernadores provinciales desde el tesoro romano”23, tal como consta, por ejemplo, en tres textos epigráficos hispánicos de los puentes de Aquae Flaviae de Chaves, Alcántara24 y Oreto (Granátula de Calatrava). Desde luego, el gasto público del Estado romano era muy li-mitado, se reducía al aprovisionamiento de las legiones y de la armada y a la administración de las provincias imperiales, a cuyo gobernador, sin embargo, “no se le asignaba ninguna partida para gastos de interés local”25. Incluso, las

19 ÍDEM, Técnica y construcción de puentes romanos, p. 139.20 ÍDEM, La obra del puente: fuente primaria para su conocimiento, p. 365.21 IBÍDEM, p. 140.22 “Desconocemos si todas las obras públicas financiadas por los municipios o por particulares nece-sitaban de la autorización imperial”… En un principio, “tal medida excepcional no debía estar gene-ralizada en todo el Imperio, aunque un creciente intervencionismo estatal en los asuntos municipales comienza a manifestarse con los Antoninos”, según MELCHOR GIL, E., “La construcción pública en Hispania romana: iniciativa imperial, municipal y privada”, en Memorias de Historia Antigua, XIII-XIV (1992-93), pp. 136-137.23 MALAVÉ OSUNA, B., Las contribuciones forzosas de los particulares, p. 17.24 En este caso fue un grupo de varios municipios los que aunaron sus recursos para proceder a su construcción. Vid. LIZ GUIRAL, J., Ob. cit., pp. 114 y 130-131.25 Si bien, “las ciudades necesitaban de la autorización del gobernador para la realización de obras nuevas. En efecto, con su aprobación podían imponer un tributo a los municipios, si no contaban con suficientes recursos para acometerlas. En otro caso, se abastecían del tesoro local o de los rendimientos

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obras consideradas de especial interés por el propio Estado romano, como las relativas a la defensa y a la red viaria, también su coste fue endosado a las ciudades provinciales. Así pues, en opinión de Melchor Gil, en Hispania fueron muy escasas las obras públicas financiadas con seguridad por los em-peradores: de los trece proyectos edilicios que contaron con tal financiación, “diez fueron ejecutados en las tres capitales de provincias hispanas, lo que demuestra la preocupación existente por cuidar la urbanística de los centros de la administración imperial, que deberían ser espejos de Roma y reflejar la prosperidad del Imperio. De los tres restantes, dos se desarrollaron en colo-nias y uno en un importante municipio como fue Castulo”26. Y en cuanto a su cronología, el mismo autor afirma que “tres proyectos imperiales se fechan en el último cuarto del siglo I a. de C.; dos en el I d. de C.; cuatro en el II, uno en el III y tres en el IV”27.

Toda decisión sobre construcción, mantenimiento o demolición de una obra pública en el ámbito municipal debía corresponder al ordo decuriorum, pues era éste “el organismo encargado de aprobar las obras públicas a realizar en el municipio o colonia, de establecer las cantidades a gastar en su cons-trucción y reparación, de nombrar a las personas encargadas de dirigirlas, de autorizar a los magistrados a construir o reformar caminos, cauces, canales y cloacas, de decidir sobre la expropiación de terrenos privados para construir acueductos, e incluso de permitir o prohibir la demolición de cualquier edifi-cio de la ciudad”28.

Por último, no hay que olvidar un nuevo instrumento a la hora de la eje-cución de las obras públicas romanas, la expropiación forzosa. En concreto, se conoce, por lo que se refiere a los materiales, que “las magníficas obras públicas de Roma que exigían un mantenimiento continuo fueron reparadas gracias a las requisas de cal practicadas en las comarcas productoras vecinas de Roma”29.

Por lo que respecta a la financiación de las obras públicas romanas, además de lo expresado con anterioridad, hay que reseñar que los recursos dedicados a su ejecución provinieron, como señala Valcárcel Fernández, de dos tipos de ingresos: uno, de las ganancias obtenidas con los éxitos bélicos a los que el ejército romano era tan asiduo, y que se traducían en ingentes botines de guerra; y el otro, de la recaudación de los impuestos y tributos,

que les proporcionaban la explotación bajo concesión de los terrenos comunales (el ager vectigalis), precedente de los censos enfitéuticos posteriores o la recaudación de ciertos impuestos indirectos tales como la utilización de los baños comunales o la derivación de acueductos”, en BLANCH NOUGUÉS, J. M., Ob. cit., pp. 9-10.26 MELCHOR GIL, E., Ob. cit., p. 134.27 Con lo que “el análisis de los datos muestra que los emperadores no se preocuparon por los pro-gramas edilicios de la mayoría de las entidades administrativas municipales. Estas debieron financiar sus programas constructivos con recursos propios y con la ayuda del evergetismo privado”, IBÍDEM, p. 135.28 IBÍDEM, p. 136.29 MALAVÉ OSUNA, B., Las contribuciones forzosas de los particulares, p. 11.

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tanto ordinarios, como muy especialmente los derivados del cobro de los vectigalia, es decir, de impuestos indirectos que se exigían por la realización, ya eventual ya accidental, de un hecho por parte de una persona30. Una parte nada desdeñable de estos vectigalia, recursos financieros, en todo caso, públi-cos y pertenecientes al fiscus caesaris, se destinaban a la financiación de las obras del mismo carácter. Y al mismo fin aplicaban los ediles las multas que imponían a los ciudadanos por la infracción de cualquier precepto, multas que podían llegar a ser muy gravosas.

En Roma y demás ciudades provinciales existió otra vía para impulsar la realización y financiación de las obras públicas, que dará origen al fenómeno conocido como evergetismo o munificencia. Se trataba de las subvenciones gratuitas y apoyo decidido que ofrecieron algunos ciudadanos pertenecientes a la alta aristocracia y a las elites locales para la realización de obras públi-cas; si bien este acto de generosidad no se limitaba sólo a la construcción y ornamentación públicas (opera publica), sino que también podía extenderse al reparto de alimentos, presentes y dinero (epula y sportulae), auxilios al abastecimiento de grano (annonae), o a la organización de fiestas públicas (ludi)31. Muchas podían ser las razones de este comportamiento de los ever-getas locales: unas podían obedecer a su espíritu de liberalidad, a su orgullo cívico, a su patriotismo o a su gratitud hacia la comunidad de origen; otras podían ser muestra de la piedad religiosa que albergaba; otras, en fin, no cabe duda que venían motivadas por la ambición personal de ampliar su fama y popularidad y conseguir mayor gloria y honor, pues, como exponen Rodríguez Neila y Melchor Gil, “al desarrollar un urbanismo monumental en sus comunidades, las elites locales contribuían a ennoblecer su origo personal y a acrecentar el prestigio de su ciudad, ante Roma y ante las comunidades

30 “Presentaban varias modalidades, muchas de las cuales tenían que ver con la financiación de las obras públicas, como los que se exigían para poder pasar por las puertas o caminos públicos, a modo de lo que hoy denominaríamos peaje”, en VALCÁRCEL FERNÁNDEZ, P., Ob. cit., p. 50, nota 49. De todas formas, aunque de una época a otra el término vectigalia cambió sustancialmente de significado, fue a comienzos del Principado, momento en que Augusto realizó una gran reforma fiscal, con la creación de nuevos impuestos de tipo indirecto, “cuando el término iniciará el camino hacia su especialización en el sentido de impuestos indirectos. Esta tendencia se irá afianzando con el paso de los años especialmente en época imperial, en detrimento de otros significados arrastrados de las épocas anteriores”, en CAMACHO DE LOS RÍOS, M., “Vectigal incertum”, en Revista General de Derecho Romano, 8 (2007), p. 11 (edic. electr.).31 Vid. ANDREU PINTADO, J., “Munificencia pública en la provincia Lvsitania: una síntesis de su desarrollo entre los siglos I y IV d.C.”, en Conimbriga, XXXVIII (1999), pp. 41-51. Así, este autor de-fine el evergetismo en los siguientes términos: “el acto por el cual los miembros de las elites locales, poseedores de grandes fortunas, entregaban parte de ellas a la comunidad en forma de construcciones públicas que mejoraban el ornato urbano (opera publica); de repartos de alimentos y dinero (epula y sportulae); de auxilios al abastecimiento de grano (annonae); de organización de fiestas públicas (ludi), a cambio de la obtención de fama y prestigio, esencial en su promoción política”, en ÍDEM, “La participación de las elites en la mejora urbanística y el equipamiento ornamental de sus ciudades entre Tiberio y Trajano: el ejemplo de la provincia Lvsitania”, en CASTILLO, C., NAVARRO, F. J. y MARTÍNEZ, R. (eds.), De Augusto a Trajano. Un siglo en la historia de Hispania. Pamplona: Eunsa, 2001, p. 240.

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vecinas, puesto que la construcción de importantes edificios públicos o de infraestructuras urbanas permitía aumentar la dignitas civitatis”, y, además, el origo fue uno de los principales factores que los emperadores tenían en cuenta para promocionar a los curiales municipales al orden ecuestre

32. Tal

comportamiento evergético de las elites locales era desconocido en Hispania antes de su conquista por los romanos y su mayor o menor desarrollo puede ser un claro índice del grado de romanización, de municipalización y de la in-tegración de dichas elites en la estructura social romana, puesto que para que el evergetismo “comenzase a darse se necesitaba la presencia de elites roma-nizadas deseosas de promocionarse y de recibir honores; el establecimiento de gobiernos locales, que canalizasen las aspiraciones de promoción de los notables, que ‘premiasen’ su munificencia y que tuviesen poder y responsa-bilidad para aceptar donaciones y administrarlas; así como, la introducción de un sistema de valores y de conductas sociales típicamente romanas que estimulase la conducta evergética”33.

Aunque se cree que esta forma privada de financiar las obras públicas en Hispania no fue relevante, no opina lo mismo Melchor Gil, quien afirma que “el papel desempeñado por la financiación pública en materia edilicia fue bastante modesto si comparamos los testimonios existentes con los que hacen referencia a una financiación privada”, por cuanto hay que “rechazar el hábito de atribuir a la financiación pública los edificios y obras de los que no disponemos inscripciones, pues cuando la epigrafía existe se aprecia que los notables municipales financiaron buena parte de las obras de las ciudades”; en definitiva, concluye que “la iniciativa privada cubrió buena parte de los costos de urbanización de las ciudades hispanas”; de hecho, ha conseguido documentar ciento treinta y dos obras públicas financiadas por evergetas en los municipios y colonias hispanos, de las que veintiuna (el 15,9%) se concen-tran en la provincia de Lusitania, cincuenta y ocho (el 43,9%) en la Bética y cincuenta y tres (el 40,2%) en la Hispania Citerior, que se distribuyen crono-lógicamente de manera desigual, si bien “el auge del evergetismo en materia de construcciones públicas se alcanza con la dinastía Flavia y continúa du-rante los reinados de los Antoninos”, por lo que “todo parece indicar que las ciudades hispanas lograron dotarse de los edificios y construcciones públicas necesarias en los siglos I y II, siendo importante destacar que en el siglo I la actividad constructiva desarrollada por munificentes ciudadanos fue mayor o, en el peor de los casos, igual que la desarrollada en el siglo II”; para acabar resumiendo que la financiación pública y la privada en Hispania pudieron

32 RODRÍGUEZ NEILA, J. F. y MELCHOR GIL, E., “Evergetismo y cursus honorum de los magistrados municipales en las provincias de Bética y Lusitania”, en CASTILLO, C., NAVARRO, F. J. y MARTÍNEZ, R. (eds.), De Augusto a Trajano. Un siglo en la historia de Hispania. Pamplona: Eunsa, 2001, p. 157.33 MELCHOR GIL, E., “Consideraciones acerca del origen, motivaciones y evolución de las conductas evergéticas en Hispania romana”, en Stvdia Historica. Historia Antigua, XII (1994) , pp. 61-62.

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alcanzar en la construcción de edificios públicos una proporción similar, en torno al 50% cada una34.

Ahora bien, “el que fuesen particulares los que apoyasen la ejecución de obras que tras concluirse iban a estar destinadas al uso público, y asumiesen su coste, no debe llevarnos a pensar que se trataba de obras de titularidad privada que engrosaban el patrimonio propio de su promotor, quedando por consiguiente sujetas a un régimen común de propiedad privada. Por el con-trario, la doctrina más autorizada en la materia sostiene…, que, pese a que el impulso de estos trabajos los asumían ciudadanos particulares, las obras así realizadas se integraban en el conjunto de bienes extra commercium consi-derados del pueblo romano”35. Tal pudo ser el caso de un puente, cuya exis-tencia y forma de construcción deduce el profesor Mangas a partir de la difícil lectura de una doble inscripción, grabada por los dos lados de un gran bloque rectangular de piedra caliza hallada en la muralla de León a fines del siglo XIX y conservada en el Museo Arqueológico Provincial de dicha ciudad. En ella se narra la construcción, posiblemente en dos fases distintas (fecit –anverso– y effecit –reverso–), de un puente de uso público y costeado por un particular, en concreto por una mujer de nombre Domitia Pressilla, probable esposa de un alto cargo de la administración, en un lugar público (Loco Publico Facto), sin duda para salvar uno de los dos ríos (Bernesga y Torío) que bordeaban el campamento de la Legio VII Gemina; asimismo se indica que la realización de dicha obra fue dirigida por los curatores operum Domitio Áttico, liberto de la referida benefactora, y Aelio, también liberto imperial y empleado del fiscus para la Provincia Hispania Citerior. La fecha que atribuye a dicha inscripción como más probable es la de mediados del siglo II36.

Conviene hacer notar que el pago por el paso de los puentes no figura como medio de financiación de estas obras públicas romanas, su utilización era totalmente gratuita y libre la circulación sobre ellos. Situación que en gran medida cambiará en los primeros siglos medievales, cuando se imponga el cobro de determinadas tasas (peajes y pontazgos) por su uso, como uno de los primeros medios de financiación.

A priori cabe suponer que no fue especialmente compleja la construc-ción del puente romano de Salamanca. Su privilegiado emplazamiento, ade-más de poner en contacto dos zonas litológica y económicamente diferentes37 a través del eje natural de la vía de la Plata, marcado, primero, por los mamí-

34 ÍDEM, La construcción pública en Hispania romana, pp. 140, 141, 146 y 148, respectivamente. Tal vez haya que poner en cuestión la paridad entre la financiación pública y privada de las obras públicas hispanas, por el tipo de fuentes en que basa su estadística, las epigráficas.35 VALCÁRCEL FERNÁNDEZ, P., Ob. cit., p. 51.36 MANGAS, J., “Puente romano de Legio VII Gemina (CIL, II, 5690)”, en Stvdia Historica. Hª Antigua, IV-V (1986-87), pp. 245-250.37 El zócalo de la penillanura de la Meseta, con sus afloramientos de pizarras, cuarcitas y granito y su dedicación forestal y ganadera, territorio vettón, al sur y oeste, y la cuenca colmatada por finos sedimentos terciarios y cuaternarios de areniscas, arcillas, calizas y margas de preferente explotación vitícola-cerealista, territorio vacceo, al norte y este.

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feros herbívoros en estado salvaje38 y consolidado, después, por los tartessos y romanos, reunía unas condiciones muy favorables: existencia de un vado en un valle amplio y llano y de un río con escaso caudal, sobre todo en el estiaje, que no dificultaba en gran manera la cimentación de las cepas, uno de los principales problemas de este tipo de obras. Sin embargo, todo parece indicar que el puente romano de Salamanca no fue construido de una sola vez, sino que su ejecución se realizó, como luego se verá, por fases. La obra lógicamen-te comenzaría por la cimentación: bastaría aprovechar el momento de mayor estiaje, el final del verano, desviando el curso del río de manera alternativa, sin desechar, aunque es poco probable, la utilización de ataguías para desecar el terreno y trabajar en mejores condiciones. Seguiría la edificación con el alza-do de las pilas y tal vez de los tajamares, que habrían de aportar el necesario equilibrio hidráulico, ambos en un único cuerpo sobre el que posiblemente se apoyó en un principio una superestructura de madera, más o menos com-pleja. Posteriormente, esta superestructura de madera apoyada en pilares de piedra fue sustituida por un alzado pétreo, con la ejecución de los arcos sobre las pilas, el macizado del interior y la realización de los paramentos de los tímpanos corridos de un arco a otro, así como de los pretiles y de la calzada. Terminada la obra de sustitución de la madera por la piedra, a los pocos años y tal vez por algún tipo de problema que aconsejara reforzar la estructura, se adosaron a los tímpanos las pilastras apoyadas sobre los tajamares enfrentados a la corriente, tal y como hoy aparecen.

Las condiciones topográficas llanas y amplias del vado permitieron cons-truir un puente de trazado sencillo, con vanos de no gran luz y alzado de mediana altura, cuya fábrica tampoco requirió cimbras extremadamente com-plejas, construidas con la madera que abundaba en los bosques próximos. Al haberse constatado que el granito utilizado procedió de las canteras de Los Santos, situadas al sur, a unos 50 km de distancia, pero en las cercanías de la calzada de la Plata, hay que suponer que la obra se inició por el estribo de la margen izquierda, cercana al Arrabal, en el que se instalarían los talleres de cantería, donde se tallaría el almohadillado y se perfeccionarían los sillares y dovelas toscamente cortados en las canteras, hasta llegar a la margen dere-cha, la más próxima a la ciudad.

Cual fuera la longitud del diseño originario del puente romano de Sala-manca y, por tanto, cuantos arcos conformaban su estructura pétrea primitiva es un asunto que aún está lejos de poder ser resuelto satisfactoriamente. Sin duda, el argumento de más peso hasta ahora utilizado se debe a Durán Fuen-tes, quien realizó el cálculo de la capacidad de desagüe para las avenidas del río Tormes del tramo romano (1.022,00 m3/seg.) y, llegó a la conclusión, teniendo en cuenta el nivel alcanzado por la riada máxima dada por la Jefatu-ra de Obras Públicas (2.004,00 m3/seg. el año 1940-41), que el puente inicial

38 CABO ALONSO, Á., Salamanca: personalidad geográfica de una ciudad. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1981, p. 11.

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debió tener una longitud mayor de la que hoy día posee la parte romana del puente, que se debió aproximar a la longitud total actual para poder desaguar las máximas avenidas, con un número de arcos similar al hoy exis-tente, veintiséis, “pues uno más corto no tendría suficiente capacidad y se vería rebasado, con los consiguientes problemas, en más de una ocasión”39. Así pues, la longitud del puente romano de Salamanca, al igual que las de los demás puentes, vendría condicionada por la capacidad de desagüe nece-saria para las máximas avenidas que debía pasar bajo él. Sin embargo, hay quienes, por el contrario, opinan que “parece desechable la afirmación de la existencia de un puente romano de longitud superior a la actual, siendo más razonable que fuera inferior en todo caso”40, o que, sobre las discrepancias acerca del número de arcos expresadas por diversos autores, “no se corres-ponden con un criterio cronológico referido a la fecha en que se visitó el puente, sino a errores de cálculo o, más bien, a recoger la noticia de fuentes anteriores, que parten todas de González Dávila, el cual es en definitiva el único autor realmente a tener en consideración, si bien, por otro lado, pudo equivocarse en su cuenta”41.

39 DURÁN FUENTES, M., Puentes Romanos Peninsulares, p. 4.40 NÚÑEZ PAZ, P., REDERO GÓMEZ, P. y VICENTE GARCÍA, J., Ob. cit., p. 75.41 JIMÉNEZ, M. C., MENÉNDEZ, L. R. y PRIETO, M., Ob. cit., p. 206 y MENÉNDEZ BUEYES, L. R., Acercamiento histórico al Puente Romano, pp. 404-405. Tal vez no errara González Dávila y los erra-dos fueran aquellos autores que, con posterioridad e impulsados por su prestigio, aceptaron, sin más, las medidas y número de arcos del puente dados por este primer cronista de la ciudad salmantina en un momento determinado; de lo que no cabe duda es que resulta imprescindible tener en cuenta la cronología en el recuento de los arcos del puente, ya que su número, como se verá, varió en el transcurso del tiempo.

FiG. 39: Niveles alcanzados por las riadas en el puente romano de Salamanca, según la Jefatura de O.P.

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Desde luego, hay un hecho evidentemente cierto: la fábrica más mo-derna del puente, que va desde el estribo o torreón central hasta la orilla izquierda, la del Arrabal, y que corresponde a los once arcos meridionales más el propio torreón, nada tiene que ver, como ya se ha expuesto, con la solución constructiva ni con los usos de los materiales de la parte romana, que se desarrolla desde el citado estribo o torreón central hasta la orilla derecha, la de la ciudad, sobre un total de quince arcos. El tramo romano presenta uniformidad en todos sus elementos, mientras el otro carece de tal: sus arcos corresponden a épocas distintas, sus pilas no presentan la misma planta y sus tajamares no tienen idéntico perfil hidrodinámico. Tal diferen-ciación resulta lógica, si se tiene en cuenta que la parte moderna ha sufrido varias rupturas y reparaciones en épocas distintas. Lo que resulta de expli-cación más incierta es la total disparidad de los materiales de construcción, pues mientras en la parte romana se utilizó, como ya se ha indicado, piedra granítica procedente de la zona meridional de la provincia de Salamanca y, más en particular, de la zona de Los Santos, en la parte hispana se emplea-ron otros tipos de materiales: piedra arenisca opalina (“areniscas celestinas” o vulgar piedra caleña), procedente de los alrededores de la ciudad, para toda la fábrica de este tramo moderno del puente, salvo para las dovelas de los arcos 16 al 24, algunos sillares de sus bóvedas y las dos pilastras finales que fueron construidos en granito con textura vaugnerítica (piedra pajarilla o berroqueña), procedente de Ledesma.

Ante esta disparidad de materiales de ambas partes, la hipótesis aparen-temente más obvia es negar la tesis de Durán Fuentes de un puente romano que originariamente contara con un número de arcos y una longitud similar a la que hoy posee el puente en su conjunto y afirmar, por consiguiente, que el edificio del puente romano tuvo en origen una longitud y un número de arcos análogo al que posee el actual tramo romano, quince. De lo contrario, no se comprende por qué los materiales de los arcos romanos supuestamente exis-tentes antes en el tramo hispano, por muchas veces que estos arcos y pilares hubiesen sido derrocados, no se reutilizaron en las posteriores reparaciones, sobre todo, si se tiene en cuenta que la riada que ocasionaba el derribo del puente no solía arrastrar muy lejos el material, por lo que resultaba más fácil su nueva utilización y, evidentemente, menos costosa que extraerlo y apor-tarlo de canteras alejadas o más próximas. De todas formas, siempre cabe la posibilidad que el hipotético material romano de la parte meridional del puen-te, una vez producido su derribo, hubiera desaparecido y utilizado en otras obras distintas de la ciudad o, incluso, relacionadas con el propio río (aceñas, presas, pesqueras), al permanecer abandonado durante largo tiempo, por lo que obligatoriamente hubiera sido necesario el aporte de nuevo material para su posterior reparación. Esto explicaría la falta de sintonía entre los materiales de ambas partes del puente, la romana y la hispana.

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2. LAS DIVERSAS TEORÍAS SOBRE LA AUTORÍA Y CRONOLOGÍA DEL PUENTE

Uno de los aspectos más difíciles, inciertos y complejos del estudio de los puentes romanos es, en opinión de Vittorio Galliazo, su segura datación; sólo en muy pocos casos y en presencia de toda una serie de circunstancias favo-rables resulta posible lograr la cronología exacta de un determinado puente42. Incluso, la datación precisa es mucho más difícil y problemática que la identifi-cación, ya no sólo por la falta de estudios históricos, estilísticos, constructivos, arqueológicos, geográficos, geológicos, etc., que permitan dicha datación, sino también porque, como sostiene Durán Fuentes, la uniformidad constructiva de este tipo de obras, tanto en sus formas como en sus técnicas, a lo largo de mu-chos siglos añade una dificultad más e invalida la posible ayuda que pudiera proporcionar el estudio tipológico43. Los puentes de piedra suelen ser obras sobrias de ingeniería, cuyas formas han variado poco o nada con el tiempo, por lo que difícilmente se podrán datar con cierta precisión por su morfología o estilo; para su datación habrá que recurrir a otros conocimientos. Y, aunque la pertenencia del puente Mayor de Salamanca a la ingeniería romana no ha suscitado duda alguna, ciertamente se ignora quién ordenó su construcción y su origen aún es motivo de discusión, al no contar con criterios fiables ni con documentación fehaciente, así como con elementos arqueológicos, epigráfi-cos o numismáticos, ni con análisis científicos de orden arqueométrico y pro-pios de la mineralogía, metalurgia, botánica, física, química, etc., concluyentes como para otorgar una cronología y autoría precisas.

Resultaría enormemente prolijo, al tiempo que banal, exponer aquí por extenso todas las opiniones, en algunos casos muy diversas y divergentes, de los múltiples autores que se han pronunciado sobre esta problemática. En un afán de síntesis, se ha tratado de resumir y englobar las principales teorías en tres líneas argumentativas: las que atribuyen la construcción del puente roma-no a dioses y, en concreto, a Hércules; aquellas que la imputan al emperador Trajano; y, finalmente, otras que la asignan a una autoridad y a una cronología anterior a la época trajanea.

Una antigua y popular tradición mítica atribuye la construcción del puen-te romano de Salamanca a tiempos inmemoriales y a obra de dioses, en es-pecial a Hércules, tal como se recoge en 1496 en el libro de Lucio Marineo Sículo De Hispaniae laudalibus44, o en 1498 en el poema latino de Antonio

42 GALLIAZZO, V., I ponti romani, vol. I, pp. 575-576.43 DURÁN FUENTES, M., Puentes Romanos Peninsulares, p. 1 e Identificación de puentes romanos en Hispania, p. 1, quien, además, piensa que “es una cuestión de futuro, pues habrá que esperar a que se elaboren estos imprescindibles trabajos de sistematización constructiva de las obras públicas romanas”, en ÍDEM, La obra del puente: fuente primaria para su conocimiento, p. 364.44 Pontis vero ipsius atque veteris civitatis auctor incertum. Sunt tamen qui Herculem fuisse puten, a quorum opinionibus non dissentio, cum praesertim ipsius Herculis quaedam adhuc signa cernantur. In ponte namque conspicitur animal qui, sive taurus sive sit aper, certe enim dinosci non potest, uter-que ipsi convenit, atque etiam magis si leo fuerit. Et supra pontem in moenibus urbis ipsius quoque

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Jiménez De Tormis inunda-tione45, de la que también se hace eco en 1606 Gil Gon-zález Dávila46, o, en último caso, “que se hace verosímil, que los antiguos Salmantinos le fundasen, y dedicasen à Hercules, y que despues los Romanos le compusiesen, y renovasen al tiempo, que por su mandado se construyò el famoso camino de la Plata”, como refiere Bernardo Dorado, apoyándose en el grabado de una medalla encontrada, dentro de una caja y bajo una de las losas del puente, en la repa-ración que del mismo se efectuó en 176747. A estos siguió los pasos, a finales del siglo XVIII, Eugenio Larruga, quien copiaba, casi literalmente, lo dicho por González Dávila, no sólo sobre su fundador, sino también sobre las prin-cipales características del puente48. Y aún, en la segunda mitad del siglo XIX,

Herculis sedem visam esse nobis affirmarunt cum litteris nomen ejus indicantibus, publ. en BELTRÁN DE HEREDIA, V., Cartulario de la Universidad de Salamanca (1218-1600). Salamanca: Universidad de Salamanca, 1971, vol. III, doc. 850, pp. 141-142, cuya traducción literal es la siguiente: “No se conoce con seguridad el promotor del puente mismo ni el fundador de la ciudad. Pero hay quienes piensan que haya sido Hércules, de cuyo parecer no discrepo, teniendo en cuenta sobre todo que aún hoy se pueden contemplar algunas señas de identidad del propio Hércules. Pues es el caso que en el puente está a la vista un animal, que ciertamente no se puede dejar de reconocer como tal, tanto si es un toro como si es un jabalí, y ambas representaciones le convienen, e incluso mejor le vendría que haya sido la de un león. Y nos aseguraron que por sobre el puente, en las murallas de la urbe, también se veía antes el domicilio de Hércules junto con una inscripción que mostraba su nombre”, en FERNÁNDEZ VALLINA, E. y VACA LORENZO, Á., “La Plaza Mayor de Salamanca según Lucio Marineo Sículo”, en Papeles del Novelty, 12 (2005), p. 35.45 “Quebró la puente, de la que partió con su empuje tan solo /Un arco y le dañó únicamente en aquella parte /Que se sabe muy bien que no hizo Alcides el fuerte, /Más poderoso que el cual jamás otro alguno ha existido, /Pues hay quien dice que el puente en medio de la muralla /Fue en Salamanca otrora por Hércules edificado, /Cuando llegó el Grande acá a nuestras costas de Hesperia”, public. por SANZ HERMIDA, J., La Avenida de Santa Bárbara (1498) y otras famosas crecidas del Tormes. Historia y Literatura. Salamanca: Europa. Artes Gráficas, 1997, p. 122, versos 596-602.46 “Quien aya sido el fundador deste edificio, lo cierto, mas por tradición, que por escriptura, es, que Hercules fuesse su auctor”, en GONZÁLEZ DÁVILA, G., Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca, p. 14.47 “Quien fundase este primoroso Puente, no se sabe con certeza: unos le defieren à Hercules, pero carecemos de razones, que nos obliguen al asenso: otros à los Romanos: pero estos, sin embargo de que el edificio parece ser obra suya, tienen contra sì su mismo genio, que era el de perpetuar su nombre y memoria, mediante alguna inscripción en qualquiera obra, que de su mandado se hiciese, aun de menor entidad que este celebrado Puente: aqui carecemos de instrumento alguno, en que se nos informe de su Fundador, luego es fuerza recurrir à mas remoto origen”, en DORADO, B., Ob. cit., pp. 17-18. 48 “Una de las mayores grandezas que tiene Salamanca es el famoso puente sobre el Tormes, de los mas insignes que se hallan en España. Descansa sobre veinte y siete arcos, y tiene quinientos pasos de largo y doce de ancho. Es fábrica Romana, todo de cantería, y se asemeja mucho al aqüeducto de

FiG. 40: Dibujo realizado por Bernardo Dorado de la medalla encontrada en el puente en 1767

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Manuel González de la Llana, aseverando que el puente “es de los mejores y acaso el más hermoso de España, y la más importante de las antigüedades de Salamanca”, equiparaba su obra “á la del famoso ‘Puente del Diablo’ de Sego-via, y á los puentes de Mérida y Alcántara” y sostenía la autoría de Hércules, al afirmar que “es opinión bastante admitida que el puente de Salamanca lo construyó Hércules”, aunque lo reedificara después el emperador Trajano, cuando terminó la calzada de la Plata; sustentaba esta afirmación en la misma prueba que Bernardo Dorado, en la aparición debajo de una piedra de la primera arcada del puente de “una caja de platina y una medalla del mismo metal representando á Hércules con la clava en la mano izquierda y la derecha apoyada en un pilar”49.

Esta mítica atribución de la construcción del puente romano de Sala-manca a Hércules carece de toda lógica y fundamento, y fue debida, según Richard L. Kagan, a “los fabulistas etnogénicos del Renacimiento”, quienes también atribuían a este semidiós la fundación de la propia ciudad de Sala-manca50, máxime si se tiene en cuenta que, como ya señaló Roldán Hervás, la efigie de la moneda hallada en la reparación que del puente se hizo en 1767 y que Bernardo Dorado dibujó, no corresponde, como hasta ahora se venía atribuyendo, a Hércules, sino al emperador Antonino Pío (138-162)51. Además, es frecuente el hallazgo de monedas en puentes, por lo que este hecho no puede constituir hipótesis segura de construcción o reconstrucción de aquellos; de hecho, Modesto Falcón refiere el hallazgo en 1853 de una segunda moneda romana de cobre, “entre las argamasas que servían de lecho al enlosado del Puente”, correspondiente al emperador Honorio (395-423), si bien opina que “la existencia de la moneda en aquel sitio lo que probaria en su caso seria alguna reparacion ejecutada en tiempo de Honorio, tal vez el mismo enlosado; pero nunca su fundacion, porque no es costumbre usual depositar en paraje tan superficial los objetos que han de perpetuar una fun-dacion, ni menos fiarla solamente á monedas sueltas. En nuestro juicio, pues, este hallazgo es de tan poca importancia, que no está llamado á alterar por sí solo las opiniones recibidas”52. Desde luego, reputados especialistas en el es-tudio de los puentes romanos mantienen que “los hallazgos de restos datables

Segovia, tambien edificio antiguo. Lo mas alto de este puente está adornado de almenas de cantería tosca, que ofrecen á lo lejos una agradable vista. Por ser la cosa mas magnífica de la ciudad, lo tiene ésta por armas, juntamente con un toro de piedra que está al principio de él. Es tradición que fué Hércules el autor de este puente, y que lo reedificó el Emperador Trajano, quando mandó restituir el camino de la plata que va de Salamanca á Mérida, del que se conservan todavía algunas ruinas”, en LARRUGA, E., Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España. Salamanca: Diputación de Salamanca, 1994 [reimp. facs. de la obra de 1795, tomo XXXIV], pp. 153-154.49 GONZÁLEZ DE LA LLANA, M., Ob. cit., p. 44.50 KAGAN, R. L. (dir.), Ciudades del Siglo de Oro. Las vistas españolas de Antón Van den Wyngaerde. Madrid: Ediciones El Viso, 1996, p. 363.51 ROLDÁN HERVÁS, J. M., Ob. cit., p. 122.52 FALCÓN, M., Salamanca artística y monumental, p. 65.

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en el interior del puente en general no proporcionan la datación exacta de la obra ni tan siquiera pueden facilitarla y en algunos casos incluso tampoco la simple identificación”53.

Por su parte, Joaquín de Vargas y Aguirre, a principios del siglo pasado, siguiendo lo apuntado por Lucio Marineo Sículo, opinaba que la atribución de la autoría del puente romano de Salamanca a Hércules, aunque carente de toda razón, se podía deber a que cerca de la antigua Puerta del Río se levantó un templo dedicado a este semidiós, en el lugar llamado Corral de Hércules54. De ser cierta esta afirmación, nos encontraríamos con la asociación puente-templo, similar, por ejemplo, a la que se produce en el caso del puente de Alcántara, aún cuando aquí existe un tercer elemento, el arco honorífico, que posteriormente también tuvo el puente salmantino; asimismo, desde un pun-to de vista semántico habría que tratar de buscar el sentido y significado de indudable carácter religioso incrementado por la adición de dicha asociación. Sin embargo, no hay suficientes pruebas para afirmar la existencia de un tem-plo dedicado a Hércules en el corral denominado con su nombre, cuando en realidad, éste no era sino una de las muchas unidades (Argamasa, Abolfaçen, Capellanías, Moral, Franquera, etc.), conocidas a fines de la Edad Media con el término de corral, de una estructura de hábitat compleja (conjunto de ca-sas de reducido tamaño en círculo y volcadas hacia espacios cerrados), que existían en la zona de la actual calle de la Veracruz, sobre todo en su parte meridional, como sello de sus antiguos moradores judíos; de hecho, aún per-manece, como vestigio de ese hábitat, la actual Fonda de la Veracruz, antigua posada de estudiantes, y que desde 1993, completamente restaurada, alberga la Escuela Oficial de Hostelería. En este Corral de Ércoles poseía numerosas casas el cabildo salmantino a principios del siglo XVI, según consta en el Li-bro de las posesiones del cabildo y de los capellanes del coro del Archivo de la Catedral de Salamanca55.

De todas formas, esta atribución legendaria de la construcción del puente romano de Salamanca a Hércules también puede tener una explicación en la ideología mental de sociedades primitivas, pues, como bien señala Iranzo Mu-ñío, “una de las consideraciones más interesantes que suscitan los puentes es su imbricación en la mentalidad popular como instrumentos que manifiestan poderes religiosos o mágicos. Desde sus orígenes, la obra del puente parece que concita fuerzas propicias para su erección y conservación. Por tratarse de construcciones que a menudo perviven siglos y que resultan de utilidad primordial para la comunidad, los puentes se vinculan a viejas leyendas, mu-chas de las cuales son conocidas desde el siglo XII, o se rodean de edificios religiosos, que apoyan ese carácter sacral”56.

53 DURÁN FUENTES, M., Identificación de puentes romanos en Hispania, p. 3.54 VARGAS Y AGUIRE, J. de, Ob. cit., p. 56. 55 “SANT MILLÁN. Unas casas en la plaça de Sant Millán, entre los corrales de Ércoles e de Argamasa”, en ACSa. Libro de las posesiones del cabildo y de los capellanes del coro, fols. CXI y ss.56 IRANZO MUÑÍO, M.ª T., Obras públicas medievales, p. 235.

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Sin embargo, la teoría más generalizada y dominante hoy en día es que el puente romano de Salamanca fue erigido por el emperador Trajano (98-117), si bien no hay inscripción epigráfica, ni prueba numismática, sigilográfica o diplomática que lo confirme. Así lo aseguran, entre otros:

González Dávila, aunque en realidad sólo atribuye a este emperador la tarea de reconstrucción, reservando a Hércules la de construcción57. Las opiniones de este primer cronista salmantino, que se convertirá en la princi-pal fuente de referencia histórica de la ciudad hasta casi principios del siglo XX, serán distorsionadas y repetidas una y otra vez hasta crear “un estado de opinión sobre la cronología del puente que se basa únicamente en asociar su construcción, de forma automática, con las reparaciones antoninas”58.

Antonio Ponz, que, en 1786 se expresaba de esta manera a propósito de su posible autor: “Quién fuese el primero a construir esta importante obra es imposible de averiguar; pero que lo mandase edificar el emperador Trajano en la forma que hoy lo vemos, es muy probable”59.

Ceán-Bermúdez también menciona “el magnífico puente de piedra la-brada construido en el imperio de Trajano”, aunque sitúa erróneamente en el puente sobre el Tormes una inscripción que atribuye a Trajano la restauración de dos mil pasos de la Vía de la Plata (imP. caesar. D. nerVae. FiliVs / nerVa. traianVs. aVG / Germ. P. m. trib. Pot / cos. ii. restitVit / m. P. ii), cuando, como expuso González Dávila, se hallaba en un miliario traído de fuera60.

Pascual Madoz, más que la autoría, lo que en realidad asigna a Trajano es su reedificación, al señalar que el “portentoso puente de Salamanca, que pasa por el mas antiguo de los monumentos de su naturaleza en España, era parte de esta célebre calzada atribuida con grave error por algunos al codicio-so Crasso. En tiempo de Trajano amenazaba ruina ya este puente, y debió su reedificacion á aquel insigne español que tanto enriqueció y hermoseó à su patria con obras colosales”61.

El barón de Davillier, quien en su Viaje por España, realizado a mediados del siglo XIX en compañía del dibujante y grabador Paul-Gustave Doré, autor de un grabado del puente, dejó escrito a propósito de la ciudad de Salamanca que “el único monumento antiguo que posee es un hermoso puente de dieci-

57 “Quien aya sido el fundador deste edificio, lo cierto, mas por tradición, que por escriptura, es, que Hercules fuesse su auctor, y que como cosa sujeta à las destemplanças del tiempo, viniendo por su antigüedad de mas a menos, la reedificasse el Emperador Trajano, en la sazon que mandò restituir el camino de la Plata, que va desde Salamanca a Merida”, en GONZÁLEZ DÁVILA, G., Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca, p. 14.58 MENÉNDEZ BUEYES, L. R., El Puente Romano de Salamanca y su contexto histórico, pp. 152-153.59 PONZ, A., Viaje de España, en que se da noticia de las cosas mas apreciables y dignas de saberse que hay en ella. Madrid: Aguilar, 1988 [reed. de la obra de 1786], vol. 3, p. 683.60 CEÁN-BERMÚDEZ, J. A., Sumario de las antigüedades romanas que hay en España. Madrid: 1832, p. 419. 61 MADOZ, P., Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Castilla y León. Vol. 5 Salamanca. Valladolid: Ámbito, 1984 [edic. facs. de la obra de 1845-1850], p. 239.

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siete arcos alzado sobre el Tormes y que se remonta a la época de Trajano”62, con evidente error en el recuento del número de arcos.

José María Quadrado no cabe duda que quedó prendado del cuadro observado al entrar en la ciudad, aunque también errara en la atribución del número de arcos al puente, cuando después dejó escrito que “contemplando su más vistosa perspectiva desde la opuesta orilla del Tormes que la baña por el lado de mediodía, en el grandioso puente de veintisiete arcos y quinientos pasos de longitud hallaremos un testimonio de su existencia bajo los domi-nadores del mundo. La mitad de él contigua à la ciudad es de construcción romana y de almohadilladas dobelas como las del acueducto de Segovia; y probablemente nació como éste en el imperio del gran Trajano, cuyas obras y las de Adriano su sucesor en el camino de Mérida à Salamanca con-signan dos notables inscripciones”63.

Emilio Bobadilla, quien, a principios del pasado siglo, por seguir sin comprobar lo escrito por González Dávila cuatro siglos antes, también ye-rra en el número de arcos del puente, al describirlo en su visita a la ciudad de la forma siguiente: “Me interno en la calle de San Juan de Sahagún –de estrechez inverosímil– y salgo al puente romano que cabalga majestuoso sobre el Tormes. Tiene veintisiete arcos y quinientos pasos de longitud. La parte contigua á la ciudad puede que sea contemporánea del emperador Trajano”64.

García Boiza, aunque de manera menos firme, también atribuye a Traja-no la autoría de esta obra pública, al afirmar que la “mitad del puente sobre el Tormes, en la parte más próxima a la ciudad, es evidentemente romana y parece que se construyó en tiempos del Emperador Trajano”65.

62 DORÉ, G. y DAVILLIER, Ch., Viaje por España. Madrid: Ediciones Grech, 1988, p. 300.63 QUADRADO, J. Mª., Ob. cit., p. 8.64 BOBADILLA, E., Viajando por España (evocaciones y paisajes). Madrid: 1912, p. 250.65 GARCÍA BOIZA, A., Inventario de los Castillos, Murallas, Puentes, Monasterios, Ermitas, Lugares pintorescos o de recuerdo histórico, así como de la riqueza mobiliaria, artística o histórica de las Corpo-

FiG. 41: El puente romano en la xilografía de Paul-Gustave Doré (1861)

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El padre Morán, por su parte, señala que el puente romano de Sala-manca, “de veintiséis arcos, es el monumento más notable que de la Calzada subsiste. Es ancho, alto, recto y firme como edificio para siempre; con su presencia está proclamando la grandeza del Imperio que lo fundó. Mucho ha sufrido con las crecidas del Tormes”, por lo que “la primera mitad conforme se entra en Salamanca es moderna, del siglo XVII; la otra mitad es herencia de la civilización romana, obra probable de Trajano, quien, como se ha visto por las piedras miliarias, es el emperador que más se distingue en restaurar el camino por estas tierras”66.

Gómez-Moreno, quien, al comparar el puente romano de Salamanca con el grande de Mérida, escribe que aquel es “mucho más gallardo, aunque las arenas cubren casi del todo sus pilas, la forma de elegimiento de los arcos, sus tajamares y espolones, que más bien recuerdan los acueductos de la propia Mérida y el famoso puente de Alcántara, quizá justifiquen bien la atribución vulgar que de él se hace a Trajano, gran restaurador de esta vía en el año 98 de nuestra Era”67.

Roldán Hervás, en su estudio doctoral sobre la Vía de la Plata, al enfren-tarse con el problema de la fecha de la construcción del puente romano de Salamanca, observa que “popularmente se atribuye, como la mayoría de las obras de la vía, a Trajano. A primera vista podría pensarse en un puente típico del siglo I, de la época augustea como el del Albarregas. Pero al estudiarlo con detenimiento este pensamiento se desvanece, por la mayor esbeltez del puen-te de Salamanca, por el modo de resolución de la fuerza de las aguas, con tajamares triangulares bajo pilastras que recuerdan más otros puentes como el de Alcántara u otros de la época de Trajano, incluso la obra del acueducto de Segovia con la que tiene evidentes paralelos”68.

Fernández Troyano, por su parte, al estudiar el puente salmantino so-bre el Tormes, observa que “las pilas se reducen considerablemente, des-apareciendo el arquillo de aligeramiento”, por lo que afirma que “su cons-trucción, aunque no existen datos, debe ser de un época próxima a la del puente de Alcántara”, del que expresa que, “construido durante el Imperio de Trajano es un puente muy documentado conociéndose hasta el nombre del autor”69.

Manuel Salinas, al referir que la vía de la Plata va a recibir con Trajano y Adriano, emperadores de origen hispano, la forma en que hoy la conocemos, afirma que “es en esta época, en torno al año 100, cuando se construyen los puentes, espléndidos, de Alconétar –que puede verse hoy, trasladado desde su emplazamiento original al lado de la N-630–, de Cáparra y de Salamanca; y

raciones o de los particulares de que se pueda tener noticia en la provincia de Salamanca. Salamanca: Ediciones de la Diputación de Salamanca, 1993 [edic. facs. de la obra de 1937], p. 48.66 MORÁN, C., Ob. cit., p. 86.67 GÓMEZ-MORENO, M., Ob. cit., pp. 45-46.68 ROLDÁN HERVÁS, J. M., Ob. cit., p. 122.69 FERNÁNDEZ TROYANO, L., Esquema histórico de los puentes españoles, p. 29.

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los numerosos miliarios pertenecientes a estos dos césares testimonian clara-mente la magnitud de su actividad constructora”70.

Y, por último, Bueno Hernández, quien, en su estudio sobre las obras públicas de la provincia de Salamanca, poco es lo que aporta sobre la autoría y datación del puente romano, al limitarse a expresar en términos similares a los de Roldán Hervás: “La época de construcción no se conoce con exactitud. Aunque a primera vista pueda parecer un puente de la República por su apa-rente poca esbeltez, un estudio algo más detallado hace inclinar la balanza a favor de que se construyese en la época del Imperio. Los detalles de los tajamares y su forma de construcción hacen pensar que date de la época de Trajano que por otra parte es la hipótesis más plausible para la mayoría de la Vía de la Plata”71.

La autoría trajanea se basa, pues, en una larga tradición poco argumenta-da que, sin duda, parte del buen trato dispensado por la literatura historiográ-fica a este emperador, por el hecho de que, al disponer de grandes riquezas, obtenidas de sus campañas militares en la Dacia, le permitieron llevar a cabo una amplia política de construcción de obras públicas, sobre todo en Hispa-nia, país que le vio nacer, como la restauración de grandes tramos de la calza-da de la Plata, a la que el puente romano de Salamanca se halla plenamente vinculado. Ahora bien, la relación vía romana-puente, según afirmación de Durán Fuentes, “tampoco es garantía de que sean coetáneas, ya que a pesar de conocerse la época de construcción de una vía…, los puentes de piedra conservados pueden ser una construcción posterior a fundamentis en el mis-mo lugar donde hubo otro anterior”72.

Finalmente, hay un grupo diverso de escritores que atribuyen la autoría del puente romano de Salamanca a un período y/o a una autoridad anterior al emperador Trajano. Tales son los casos de:

Elio Antonio de Nebrija, quien lo imputa a Publio Licinio Craso, procón-sul de la Hispania Ulterior, aunque lo que en realidad le imputa es más bien la construcción de la calzada de la Plata a la que el puente, como ya se ha expuesto, se halla indisolublemente unido73.

70 SALINAS, M. (coord.), Historia de Salamanca. I. Prehistoria y Edad Antigua. Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1997, p. 308.71 BUENO HERNÁNDEZ, F., Ob. cit., p. 287.72 DURÁN FUENTES, M., Identificación de puentes romanos en Hispania, p. 3.73 Est uia nominatissima lusitaniae quam ab Emerita Augusta urbe clarísima P. lucinius ad Salman-ticam quod mihi constet: usque perduxit deinde traianus refecit: aelius pertinax postea restaurauit. Argenteam uulgus incertum appellat. In ea lapides sunt in columnas teretes excisi: quibus singula passum milia designantur, en NEBRIJA, E. A., In Cosmographiae Libros Introductorium. 1498, cap. VI “De mensuris quibus cosmographi utuntur”. Cuya traducción es: “También pertenece a la misma Lusitania una vía famosísima, llamada vulgarmente ‘de la plata’. El pontífice Licinio fue el primero que la construyó, después la rehizo el César Trajano y a continuación la restauraron Elio Pertinax y otros emperadores, como se deduce por los mojones, a los que separan mil pasos. Fue trazada desde Mérida, pasando por Cáceres, hasta Salamanca, donde comienza a desaparecer en la parte extrema del puente y ya no se ve más allá rastro alguno de aquella vía”, en ÍDEM, Repetición Sexta sobre las

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Modesto Falcón, quien, aunque también lo considera “un venerable mo-numento romano, que ha sabido resistir la accion de veinte siglos y llegar hasta nuestros dias en estado de buena conservacion”, afirma, después de rechazar la cronología y autoría trajaneas de González Dávila, que tanto el camino de la Plata como el propio puente “son en nuestro juicio mas anti-guos que Trajano, mas aun que Vespasiano, mas que Claudio tambien; y por consiguiente si no son del tiempo de la Republica, se construyeron en los pri-meros años del Imperio”; para terminar exponiendo que al “Puente debemos asignarle la misma antigüedad que al camino. Para discurrir de otra manera, seria preciso creer en la existencia de caminos sin puentes ó en el capricho de que aquellos Emperadores que gastaban sumas fabulosas en el camino de Salamanca, sin cuidarse de salvar el paso de los rios: absurdos que la critica no puede menos de rechazar. Aun mas, para conceder á Trajano la gloria de haber edificado el Puente de Salamanca, seria preciso suponer que si existió otro puente, este puente no subsistió cincuenta años, pues no medió tanto tiempo desde él hasta Vespasiano”74.

Pedro Antonio de Alarcón, quien, de su viaje de dos días a Salamanca (10 y 11 de octubre de 1877), explícitamente escribe: “En cuanto al Puente, construido, dicen, por Domiciano, restaurado por Trajano y recompuesto más tarde por nuestro Felipe IV de Austria, mide 176 metros de longitud y cerca de cuatro de anchura. Por él pasaba la calzada romana de la Plata, que iba de Mérida a Zaragoza”75.

Fernando Araujo, para quien Salamanca fue bajo la dominación romana una ciudad importante, pues, entre otras cosas, contaba con el “soberbio puente de veintisiete arcos sobre el Tormes, una de las maravillas del gé-nero y el más antiguo de que en España haya noticia, anterior al imperio de Trajano, y que formaba parte de la famosísima ‘Vía lata’ o ‘Calzada de la Plata’, el más largo camino que cruzaba la Península de los tres que enla-zaban por diversas vías la ciudad de Mérida con la de Zaragoza, ejecutado, según cumplidamente muestran las inscripciones recogidas, en tiempo de la república romana”76.

Vázquez de Parga y Mansilla, quien sobre el puente romano de Salaman-ca afirma que “no se sabe á punto fijo en qué época fué construido, aunque lo más probable es, que lo fuera por los tiempos en que Roma era República y según inscripciones fué reparado por los Emperadores Domiciano, Vespa-siano, Claudio y Trajano, de lo cual nació la idea tan estendida de ser cons-truccion de este último Emperador”77.

Medidas. Introducción, traducción y notas de Jenaro Costas Rodríguez. Salamanca: Ediciones Univer-sidad de Salamanca, 1981, p. 4.74 FALCÓN, M., Salamanca artística y monumental, pp. 63 y 65.75 ALARCÓN, P. A. de, Dos días en Salamanca. Salamanca: Librería Cervantes, 1977, p. 119.76 ARAUJO, F., Ob. cit., p. 17.77 VÁZQUEZ DE PARGA Y MANSILLA, J., Reseña geográfica-histórica de Salamanca y su provincia. Salamanca: Librería Cervantes, 1994 [reimp. facs. de la obra de 1885], pp. 40-41.

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Por su parte, Alzola y Minondo, en realidad no se decanta por un autor determinado, exponiendo simplemente que hay “dudas acerca de la época de su erección que algunos suponen del tiempo de la República y otros del Imperio”78.

José Camón Aznar, para quien, aunque “no se sabe la fecha exacta de su construcción, si bien puede suponerse su existencia en tiempos de Vespasiano”79.

Con criterios más actuales e integradores, Luzón y Sureda, siguiendo la propuesta de Vittorio Galliazzo80, consideran el puente salmantino de época augustea (27 a.C.-14 d.C.)81.

Y, finalmente, el último autor en abordar esta problemática ha sido Me-néndez Bueyes, para quien “el problema de la cronología de nuestro puente no puede ser precisado con argumentos definitivos”82, si bien, después de parecerle poco probable la autoría tradicionalmente otorgada al emperador Trajano, lo mismo que la augustea propuesta por otros autores, y de compro-bar la poca fiabilidad de los estudios comparativos y tipológicos, así como la ausencia de hallazgos materiales significativamente contextualizados y posibi-litadores de un acercamiento arqueológico, realiza un compendio del tema en función de un documentado estudio de la contextualización histórica; y es la conclusión del largo proceso de implantación romana en esta región (roma-nización) y, en especial, el proceso municipalizador a partir de la concesión del derecho latino por el emperador Vespasiano con que considera que hay que relacionar la realización de una serie de obras de prestigio y, en concreto, del puente de Salamanca; por lo que concluye que es “muy posible que el Puente Romano de Salamanca fuera construido en un momento impreciso de finales del periodo flavio, entre el 81 y el 98 d.C., es decir, bajo los mandatos de Domiciano o Nerva”83.

78 También alude a sus características: “puente de piedra con 27 arcos de medio punto, de 23 metros de luz y 34 de altura”, en ALZOLA Y MINONDO, P. de, Ob. cit., p. 62.79 CAMÓN AZNAR, J., Guía de Salamanca. Madrid: Patronato Nacional de Turismo, 1932, p. 97.80 “En realidad, este puente, por la calidad del material, técnica de construcción, uso del almohadillado en los sillares, control de los valores simétricos y la elegante solidez del conjunto, se asemeja no tanto a los puentes de la época de Trajano, a los que con frecuencia se coteja, sino más bien con ciertos puentes españoles de la época de Augusto: ya sea el puente sobre el Guadiana o sobre el Albarregas, ambos en Mérida, o bien, el puente de Martorell, de indudable época augustea su parte antigua”, en GALLIAZZO, V., I ponti romani, vol. II, p. 337.81 “El puente que cruza el río Tormes se caracteriza por la misma solidez que define a los que co-nocemos de época augustea, motivo que ha llevado a algunos autores a fecharlo en este período”, en LUZÓN, J. M. y SUREDA, J., Imperio y Religión. Del Mundo romano al Prerrománico. Vol. II de Historia del arte español dirigida por J. Sureda. Barcelona: Planeta, 1997, p. 24.82 MENÉNDEZ BUEYES, L. R., El Puente Romano de Salamanca y su contexto histórico, p. 155.83 IBÍDEM, p. 164 y MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El puente romano de Salamanca sobre el Tormes, p. 204.

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3. NUESTRAS PROPUESTAS DE DATACIÓN Y AUTORÍA DEL PUENTE

Resulta arriesgado pronunciarse por una cronología y autoría precisas sobre la construcción del puente romano de Salamanca, pues, como ya se ha expuesto, se carece de toda documentación histórica y de análisis arqueomé-tricos que resuelvan de forma nítida este problema; de hecho, uno de los especialistas españoles más destacado en el estudio de los puentes romanos, Fernández Casado, desiste de fijar una fecha y de establecer un autor concre-to, concluyendo la descripción de este puente con el siguiente aserto:

Abandonando el intento de datar el puente, nos retiramos a nuestras posiciones de ingeniero para atestiguar que es uno de los ejemplares más hermosos en la serie de puentes, como corresponde a un momento de perfección de este tipo de obra84.

En cualquier caso, es evidente que el puente y la calzada de la Plata, de la que formaba parte indisoluble, son dos obras públicas romanas que cons-tituyeron significativas infraestructuras del largo y complejo proceso de roma-nización de la Península Ibérica y, en particular, de este territorio lusitano. La presencia romana en Hispania se inició con el desembarco de Publio Escipión en Ampurias en el otoño del año 218 a.C. Posteriormente, Roma, después de haber vencido y expulsado a los cartagineses de sus posesiones hispánicas (206 a.C.) y de haber divido el territorio conquistado en las provincias de Hispania Ulterior e Hispania Citerior (197 a.C.), en su avance desde el sur y levante hacia el noroeste peninsular, fue dominando las tierras del interior y sometiendo a sus pobladores.

La primera penetración militar romana en estos territorios, de que se tie-ne conocimiento, se remonta a los años 180-178 a.C. y fue llevada a cabo por L. Postumio Albino y Tiberio Sempronio Graco, pretores de las provincias his-panas Ulterior y Citerior, respectivamente. En concreto, se sabe que “partien-do del alto Guadalquivir, Albino marchó hacia el oeste, por territorio lusitano, hacia la región vaccea, donde, de acuerdo con Livio (XL, 17), debió efectuar alguna operación de castigo para permitir a Graco conducir sus ejércitos hacia el norte, a través del camino más oriental, por la Oretania y Carpetania, para alcanzar desde allí su objetivo, la Celtiberia. La campaña de Albino debió tener como escenario la región suroccidental del Duero, en territorio vacceo, en las tierras de Salamanca y Zamora, en la que es de suponer utilizara el camino natural que constituía el eje norte-sur de Lusitania oriental y que luego daría origen a la vía de Mérida a Astorga, el Camino de la Plata”, que unos años antes, 220 a.C., ya habría recorrido Aníbal en la conquista de Salamanca y Toro85.

84 FERNÁNDEZ CASADO, C., Ob. cit., p. 213.85 ROLDÁN HERVÁS, J. M., “III. La conquista romana”, en SALINAS, M. (coord.), Prehistoria y Edad Antigua, vol. I de Historia de Salamanca. Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1997, p. 205. En el 151 a.C. Lúculo realizaría otra expedición militar.

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Aunque, en realidad, el comienzo de la conquista de estos territorios se sitúa años después, en la derrota de los lusitanos (asesinato de Viriato en 139 a.C. por fieles traidores, sobornados por el cónsul Q. Servilio Cepión) y de los celtíberos (destrucción de Numancia en 133 a.C. por Cornelio Escipión Emilia-no). Así pues, existe un gran desajuste temporal entre esta presencia romana tan remonta y la cronología y autoría generalmente asignadas al puente de Salamanca, cuya tipología técnico-estilística claramente pertenece al prototipo de época imperial86, por lo que se considera preciso ahondar en la hipótesis de que la construcción del puente pudiera tener un origen anterior a la época trajanea, tal vez, porque, como ya fue señalado por Maluquer de Motes, el conservado es sucesor de otro puente romano más primitivo87, que bien pudo ser de madera, como apunta Ávila Jalvo88, apoyándose en una hipótesis de Gómez Moreno89.

Efectivamente, resulta difícil de admitir la ausencia de cualquier tipo de puente que salvara el cauce del Tormes durante los primeros doscientos trein-ta años de la presencia romana en esta región y que hubiera que esperar hasta el mandato del emperador Trajano, entre los años 98 y 117, para la construc-ción del primer puente que vadeara el río. Las necesidades creadas a partir de la conquista de este territorio en la segunda mitad del siglo II a.C. reque-rían la ineludible existencia de un puente sobre el Tormes, máxime cuando la vía de la Plata, de indudable origen prerromano y de dirección meridiana, se consolidó rápidamente como la arteria básica de relación y penetración en el occidente peninsular, imprescindible para el movimiento de grandes contin-gentes de tropas con su correspondiente impedimenta. De hecho, ya en esa época se fundaron nuevos núcleos de población, como Castra Servilia (Casar de Cáceres?), en 141 a.C., Castra Liciniana y Castra Caecilia (Cáceres el Viejo) y Vicus Caecilius (Finca de la Vega, entre Puerto de Béjar y Peñacaballera) en 79 a.C. Todos ellos, junto a la colonia Metellinum (Medellín), fundada en

86 El prototipo de puente de época imperial en Hispania es, sin duda, el de Alcántara, construido en el año 106 por Cayo Julio Lácer, mientras que el de Mérida corresponde al de época republicana, cuya construcción se remonta al año 25 a.C. El edificio de éste está marcado por la robustez y la opacidad de sus estructuras, por lo que necesita incorporar los arquillos de aligeramiento y emplea tajamares semicilíndricos; mientras que aquél es más esbelto y audaz, con pilas que adelgazan y arcos que se amplían, por lo que se hace más diáfano, ofrece menos resistencia al paso del agua y los aligeramientos no son necesarios. Además, el de Alcántara presenta una solución idéntica a la del puente de Salamanca: tajamares triangulares, aguas arriba, que llegan hasta el arranque de los arcos y, sobre ellos, un contrafuerte que termina sobre la base del pretil87 “Frente a la ciudad se construyó el puente de la Calzada, que en su primera mitad conserva intacta su fábrica primitiva, que data, probablemente, de fines del siglo I y que sin duda sucedió a otro puente romano más primitivo”, en MALUQUER DE MOTES NICOLAU, J., Ob. cit., p. 101.88 “Durante la conquista militar, el puente empezaría seguramente siendo de madera, y la importancia comercial del principal camino vertical del interior de la Península llevaría a reconstruirlo en piedra, posiblemente, tras alguna riada”, en ÁVILA JALVO, J. M., Ob. cit., p. 52.89 Además “vense las ranuras donde se apoyó la cimbra –si no es que primitivamente tuvo maderaje en vez de arcos– dispuestas con regularidad de cinco en cinco a cada lado de las pilas, en su penúltima hilada”, en GÓMEZ-MORENO, M., Ob. cit., p. 46.

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el 80-79 a.C., constituyeron otros tantos hitos de la vía militar fundada por el procónsul Q. Caecilio Metello en la guerra sertoriana (80-72 a.C.), que recorría más de 200 km desde el Guadiana, donde se hallaba Metellinum, hasta Vicus Caecilius, en la sierra que limita las actuales provincias de Cáceres y Salaman-ca. Será sobre esta vía sobre la que se desarrolle más tarde hacia el noroeste peninsular la calzada de la Plata.

Si bien, fue con las campañas militares realizadas por P. Licinio Craso (96-93 a.C.) y por C. Valerio Flaco (93-92 a.C.) cuando se materializó de mane-ra efectiva el dominio romano sobre este territorio, en realidad hay que espe-rar hasta la llegada de Augusto y la instauración del Imperio para la definitiva consolidación del proceso de romanización: en el año 27/25 a.C. se creó la

nueva provincia de Lusitania con capital en Emérita Augusta (Mérida), la caput viae de la Plata y de posible fundación cesariana, en el 19 a.C. se apagó el último foco de resistencia indígena de cántabros, astures y galaicos y en el 15 a.C. se fundó Asturica Augusta (Astorga), el terminus viae de la Plata, con la consiguiente fijación del trazado definitivo y posible cons-trucción de la ruta que unía ambas ciudades, la calzada de la Plata90, e, incluso, la creación o transformación de núcleos poblacionales en mansiones a lo largo de ella. De todas formas, a la luz de los datos epigráficos hoy disponi-bles, parece que el tramo salmantino de la cal-zada debió terminarse en fechas algo posterio-res, probablemente bajo el mandato de Nerón (54-68)91, durante cuyo principado comienzan a aparecer documentos epigráficos también en este sector de la vía de la Plata92. Posterior-mente, bajo los mandatos de los emperadores Trajano (98-117) y Adriano (117-138), esta ruta

90 “En resumidas cuentas, aunque los datos miliarios referentes a la época de Augusto en la Vía de la Plata son dudosos, una visión de conjunto con otros ejes de comunicación entre fundaciones augusteas peninsulares podría plantear para nuestra vía una situación análoga. No se puede afirmar, por tanto, de forma categórica que no hubo intervención augustea en Salamanca y menos aún se puede asegurar que en ese periodo no existiera una vía en el tramo salmantino, porque un nuevo hallazgo, perfectamente verosímil, podría cambiar las cosas, como ha ocurrido en la vía 27”, en GILLANI, G., SANTONJA, M. y MACARRO, C., “Los miliarios de la Vía de la Plata en la provincia de Salamanca”, en Arqueología de la Vía de la Plata (Salamanca), G. Gillani y M. Santonja (eds.). Béjar: Premysa, 2007, p. 170. 91 MENÉNDEZ BUEYES, L. R., El Puente Romano de Salamanca y su contexto histórico, p. 152 y MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El puente romano de Salamanca sobre el Tormes, p. 202.92 El total de miliarios aparecidos a lo largo de todo el trazado en esta etapa ascienden a “siete en el tramo extremeño, tres en el salmantino y uno en el zamorano”, en GILLANI, G., SANTONJA, M. y MACARRO, C., Ob. cit., p. 171.

FiG. 42: Miliario de Membribe, hoy en el Museo de Salamanca,

perteneciente a Nerón

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recibió numerosas reparaciones en todo su trayecto de las que dan testimonio las inscripciones epigráficas de bastantes miliarios93.

Por lo que se refiere a la ciudad de Salamanca, la reciente excavación ar-queológica del solar del antiguo Colegio Trilingüe, codirigida por Cristina Ala-rio, Pedro Luis Pérez y Carlos Macarro en 199894, ha permitido complementar en buena medida la reconstrucción histórica del perio-do que se extiende desde el siglo III a.C. hasta el final del Bajo Imperio Romano. De la in-terpretación histó-rica que hacen de la secuencia estra-tigráfica del suelo del referido Cole-gio, cabe distinguir cuatro etapas, de las que, en rela-ción con el inten-to de establecer la datación y autoría de la construcción del puente romano de Salamanca, interesa abordar el aná-lisis de las tres primeras:

Una inicial, la de la conquista o intrusión romana, que se desarrolló a lo largo de los tres últimos siglos antes del cambio de era. En esta etapa, “el registro arqueológico de la ciudad confirma la precariedad del proceso de romanización sobre un castro sometido que mantenía sus caracteres socio-urbanísticos heredados de su época de mayor esplendor fijada en el siglo III a.C., en el momento de su conquista por las tropas de Aníbal (220 a.C.), a partir del cual se iniciará su declive y transformación por los avatares po-

93 “El conjunto de epígrafes de este emperador (Trajano), que alcanza un total de 23 ejemplares, constituye el más nutrido de toda la Vía. En la actualidad solo en Salamanca conocemos 11 miliarios seguros y 4 dudosos de Trajano, un total de 15 ejemplares, y creemos que pertenecen al mismo em-perador también los 4 miliarios que, si bien partidos transversalmente, presentan la fórmula RESTITVIT dado que, por lo menos en Salamanca, es el único que utiliza dicha fórmula verbal”. Y por lo que respecta a Adriano, “se han contabilizado para toda la calzada doce ejemplares, de los cuales cuatro caen en el tramo salmantino. En realidad esa cifra debe modificarse, puesto que quizás en la provin-cia de Salamanca son cinco, a los que habría que agregar quizás el de El Carnero, cuya atribución a Adriano es posible”, IBÍDEM, pp. 172 y 173, respectivamente.94 ALARIO GARCÍA, C. y MACARRO ALCALDE, C., “La ciudad hispano romana de Salmantica a partir de la secuencia estratigráfica del solar del Trilingüe”, en Arqueología de la Vía de la Plata (Salamanca), G. Gillani y M. Santonja (eds.). Béjar: Premysa, 2007, pp. 213-242.

FiG. 43: Vista aérea del solar del Colegio Trilingüe y sus restos arqueológicos. Alario y Macarro

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lítico foráneos indígenas (problemas tribales de la frontera vaccea-vettona) y extranjeros (consecuencias indirectas de la segunda guerra púnica librada en territorio peninsular y posterior conquista romana)”95. Al mismo tiempo, el plano urbanístico experimentó profundos cambios, que, cronológicamen-te, se pueden sintetizar en: abandono del poblamiento del cerro de San Vicente, núcleo germinal de la Salmantica céltica desde el siglo VII a.C.; agrupamiento de las viviendas en el cerro de las Catedrales y peña Celes-tina, espacio defendido por una sólida muralla circundante, desde el siglo IV a.C.; recuperación demográfica con la correspondiente compactación y hacinamiento del caserío intramuros, a partir del siglo I a.C.; y, finalmente, progresiva pérdida de la función defensiva de la muralla, que, en el cambio de Era, aparece en desuso96.

Una segunda etapa, que se extendió a lo largo de todo el siglo I d.C. y, en concreto, desde los primeros años de la era hasta el periodo Flavio, ca-racterizada por una fase constructiva a base de materiales tanto indígenas tar-docélticos como romanos (tegula, terra sigillata, etc.) de importación itálica, gálica y de producción hispana que fueron progresivamente desbancando a los demás, síntoma claro del grado de integración de la ciudad en el nuevo entra-mado provincial romano (romanización) y que se corresponde espacialmente con la determinación en el año 6 d.C. de los términos augustales de, al menos, Bletisa, Mirobriga y Salmantica, que a partir de entonces funcionarían como cabeceras administrativas de un territorio circundante bien delimitado. Por su parte, las estructuras habitacionales del solar salmantino, aunque condicionadas por la trama urbana de la etapa anterior, “manifiestan el inicio de un proceso de transformación socio-urbanística en el que se desarrollarán las bases para la romanización efectiva de la población que culminaría en la siguiente fase”, así como su adaptación al nuevo eje vial que marcó el camino oficial de la vía de la Plata y su conversión en una de sus muchas mansiones97.

Es evidente que la mansión Salmantica, situada a medio camino entre Mérida y Astorga, tuvo que adquirir cierta relevancia como nudo de comu-nicación y punto obligado de tránsito para el intenso tráfico que a partir de entonces se desarrollaría entre la romanizada Bética y las recién ganadas tierras del noroeste, ricas en posibilidades de explotación aurífera, con una clara posición estratégica, al menos como defensa del necesario paso del río de esta arteria básica de comunicación de todo el oeste peninsular. Por estas fechas, es de suponer que ya debía existir algún puente sobre el Tormes, que permitiera el paso de las tropas y mercaderías, y no es descabellado pensar que bien pudo haber sido originariamente de madera, pues de los dos tipos de puentes de época romana, madera y piedra, los primeros, más rápidos de construir y económicos, se utilizaron de manera circunstancial en

95 IBÍDEM, p. 226.96 IBÍDEM, pp. 226-227.97 IBÍDEM, pp. 227-229.

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zonas alejadas y marginales, o de manera provisional mientras se esperaba la construcción de otro pétreo. Es, por tanto, probable que la construcción del puente romano sobre el río Tormes se ejecutase por fases, de acuerdo con una estudiada planificación o, más bien, derivada de sucesos y circunstancias imprevistas, y que el primer edificio, del que no queda registro documental ni tampoco arqueológico, tuviera una simple estructura de madera. Los que aún permanecen, como restos tangibles de una situación intermedia entre aquélla y la definitiva construcción firme y perdurable, con un alzado exclusivamente pétreo del puente, son los cinco ‘mechinales’, situados ordenadamente bajo la cornisa de talón de las pilas del tramo romano. Algunos estudiosos del puente afirman que sobre ellos se apoyaron las cimbras de madera para edificar las bóvedas de los vanos; sin embargo, los mechinales se abren entre dos hiladas y claramente con posterioridad a las mismas, algo ilógico y poco coherente con el sistema constructivo romano. Si los mechinales eran la línea de apoyo premeditada, lo razonable hubiera sido hacerlo sobre el lecho de la hilada, de-jando un hueco para el madero de la cimbra. Más lógico parece suponer que las cimbras se apoyaron sobre la cornisa de talón que remata las pilas, porque esa era su función principal, además de la altura más apropiada para colocar-las, sin olvidar la función puramente estética por la solución de discontinuidad entre pila y bóveda. Los mechinales sirvieron, con toda probabilidad, para el apoyo de maderos inclinados, tipo tornapuntas, que auxiliaban algún tipo de estructura, pero diferente a la de la cimbra; se trataría de los lugares de apoyo de cinco grandes vigas de directriz recta o incluso curva, que formaban la es-tructura de un puente de madera, anterior al actual y más o menos complejo: desde un sencillo tablero horizontal, formado por un entablado de maderos,

FiG. 44: Mechinales bajo la cornisa de talón de una pila del puente romano de Salamanca

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hasta estructuras más complicadas, como la del puente sobre el río Rin en Maguncia (Alemania), construido entre los años 71 y 92, o la del puente sobre el río Danubio, atribuida a Apolodoro de Damasco y grabada en la columna de Trajano; puentes mixtos de cimentación pétrea y estructura de madera que parecen indicar una fase previa a su conclusión en piedra, debido, quizás, a cierta provisionalidad o inseguridad en la conquista de esos territorios.

La última fase en la construcción firme y perdurable del puente romano de Salamanca consistiría, pues, en la sustitución de la estructura de madera por un alzado pétreo, que se aprovechó de aquélla para facilitar la ejecución. Esta última fase coincidiría con los inicios de la tercera etapa de ocupación del solar del Colegio Trilingüe, que se desarrolló desde la segunda mitad del siglo I d.C., dinastía Flavia, y a lo largo de los siglos II y III, “hasta un momento impreciso en torno a comienzos del IV, en el que se advierte una nueva y profunda transformación urbana manifestada en la estratigrafía del yacimiento”98.

Desde los primeros años de esta tercera etapa ya aparecen una serie de cambios que van a dotar a la ciudad de una nueva fisonomía, síntoma del alto grado de urbanización y romanización alcanzado: una trama ortogonal y reticular adaptada a la topografía, pero con una orientación preferentemente noreste-suroeste, marcada por la calzada de la Plata y el puente romano, y calles transversales de dirección noroeste-sureste; un poblamiento que ya no se ciñe al núcleo urbano principal, enmarcado por el perímetro elíptico de

la antigua muralla prerro-mana, en desuso desde la segunda etapa, sino que lo desborda, dando ori-gen a un barrio de ocu-pación pleno-imperial en el entorno del puente; una nueva organización urbana que origina un nuevo trazado, al trans-formar el uso de algunos espacios para adaptarse a las necesidades de la nueva ciudad basada en los esquemas urbanísti-cos clásicos romanos (es-pacios públicos para las infraestructuras básicas, como calles pavimentadas y conducciones de agua, y

98 IBÍDEM, p. 231.

FiG. 45: Situación de la antigua civitas de Salmantica. Alario y Macarro

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espacios privados para las manzanas de viviendas alineadas a lo largo de los viales); y una clara mejoría en la calidad de los sistemas y materiales construc-tivos de las viviendas de algunas zonas que manifiestan su pertenencia a una oligarquía forjada en la ciudad a lo largo del siglo I d.C., que adquiere formas y usos romanos que mantendrá hasta el Bajo Imperio99.

Esta última etapa coincidiría, pues, con la propia consolidación y con-versión del antiguo oppidum castreño celtibérico de Salamanca, primero, a principios del Imperio, en un vicus, una aldea organizada a semejanza de una civitas romana, para, finalmente, durante el mandato del primer emperador de la dinastía Flavia, Vespasiano (69-79), adquirir la condición de municipio. Efectivamente, aunque los primeros testimonios de concesión de la ciudada-nía romana a distintos colectivos hispanos se remontan a la época de las gue-rras civiles, primero, de Sertorio y, después, de César contra los pompeyanos, siendo éste último particularmente generoso en difundir el Latium en las dos provincias hispanas, en realidad fue el emperador Vespasiano el que concedió el ius latii a las tres provincias hispánicas, ya sea entendido como derecho comunitario o personal, lo que conllevaba la mejora del estatuto jurídico de las comunidades y la aparición de municipia Latina. Por lo tanto, “la latinidad otorgada por Vespasiano hizo que la población dejase su condición de pere-grina para comenzar a disfrutar del ius commercii o el ius conubii –derechos inherentes al civis romano, aunque sin gozar del ius sufragio”; es decir que aunque “los habitantes de estos municipios no se hicieron sin más ciudada-nos romanos, sino que su condición era la de Latini colonarii, cuyo acceso a la ciudadanía se realizaba mediante el desempeño de una magistratura (per honorem). Sin embargo, como el beneficio no era estrictamente personal, sino que se extendía a los ascendientes, mujer, hijos y descendientes por vía masculina, por más que en cada año sólo los seis o pocos más magistrados recibieron aquel beneficio, la extensión del número de los cives Romani al-canzó en pocos años unas proporciones suficientes para que se pudiera decir que Vespasiano había hecho cives a todos los españoles”, tal como opina Bravo Bosch100. Que Salamanca consiguió la condición de municipio no cabe la menor duda, como testimonia la inscripción del Museo Provincial, grabada en un pedestal de caliza fina de color blanco grisáceo, hallado en el antiguo Colegio menor de San Millán, en la que el senado municipal salmantino, el ordo salmanticensis, hace una dedicación conmemorativa al emperador Caracalla (198-217):

99 IBÍDEM, p. 231.100 BRAVO BOSCH, Mª. J., “El largo camino de los Hispani hacia la condición de cives”, en Revis-ta General de Derecho Romano, 9 (2007), pp. 33-42. Aunque otros muchos autores mantienen una posición mucho más selectiva en cuanto a la aplicación de la municipalización flavia a los núcleos poblacionales de la Meseta Superior, como el profesor MANGAS, J., “Derecho latino y municipaliza-ción en la Meseta Superior”, en ORTIZ DE URBINA, E. y SANTOS, J. (eds.), Revisiones de Historia Antigua. II: Teoría y práctica del ordenamiento municipal en Hispania. Vitoria: Universidad del País Vasco, 1996, pp. 223-238.

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IMP(erator) CAES(ari)M(arco) AVR(elio) ANTO

NINO AVG(usto)F(ilio) L(ucii) SEP(timii) SEVE

RI. ORDOSALMANTIC(ensis)101

Esta coincidencia entre el proceso de municipalización y un gran desarro-llo del urbanismo no fue exclusivo de Salamanca, en términos generales se dio en todos los núcleos de población hispa-na promocionados a municipios, ya que “los cambios de estatuto jurídico-admi-nistrativo de las ciudades suelen corres-ponderse con un desarrollo del grado de urbanización, pues éstas intentaban dotarse de un urbanismo acorde con su nueva posición”102. Además, en algunas de ellas se constata la colaboración ac-tiva de las elites municipales; desde lue-go, “en estos primeros programas monu-mentalizadores aparecen especialmente interesadas las elites municipales, y en concreto aquellas familias que contaban

con miembros que habían desempeñado magistraturas, como lo probaría el que las treinta y tres donaciones de obras públicas financiadas por magistra-dos (en las provincias de Bética y Lusitania), veintiuna se fechen con toda seguridad entre mediados del siglo I a.C. y finales del I d.C.”103, es decir, en los momentos inmediatamente anteriores y posteriores a la recepción del estatuto municipal.

Así pues, es en esta tercera cuando debieron surgir en la ciudad del Tor-mes unas elites municipales capaces de emprender una obra de la envergadu-ra y prestigio del pétreo puente romano y, sin duda, correspondió a los pro-pios ciudadanos de Salamanca la financiación de su edificación con recursos propios, ya que, como se ha expuesto, los emperadores no se preocuparon ni costearon, salvo casos muy aislados104, la construcción de edificios públicos

101 “El Ordo Salmanticense (dedicó) este monumento al Emperador Marco Aurelio Augusto, hijo de Lucio Septimio Severo”, en HERNÁNDEZ GUERRA, L., “Pedestal dedicado a Marco Aurelio Antonino ‘Caracalla’”, en Memorias de Historia Antigua, XXI-XXII (2000-2001), p. 212.102 MELCHOR GIL, E., La construcción pública en Hispania romana, p. 129. 103 RODRÍGUEZ NEILA, J. F. y MELCHOR GIL, E., Ob. cit., p. 155.104 Durante los inicios del principado tan sólo se sabe “que M. Agripa, yerno de Augusto, financió la construcción del teatro de la colonia (Mérida), que fue inaugurado en el 16 a. de C., mientras que

FiG. 46: Ara conmemorativa del pueblo salmantino al emperador Caracalla

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provinciales. En principio, tampoco cabe esperar financiación privada (ever-getismo) ni participación de mano de obra legionaria en la construcción del puente, al menos no han quedado testimonios epigráficos de su presencia, como sucede en otras obras públicas con inscripciones en sillares, miliarios o ladrillos, formadas por la letra L seguida de un numeral, o con lápidas coloca-das en la fábrica de la obra. Se trata de una obra civil de utilidad pública que, muy posiblemente, fue financiada con fondos exclusivamente municipales, bien mediante la exacción de tributos especiales, bien mediante la utilización de recursos locales preexistentes; obra, pues, costeada, en definitiva, por los propios usufructuarios105.

Hay, finalmente, otros tres hechos a considerar que, en menor o mayor medida, se pueden vincular con la fecha y autor de la construcción del puente romano de Salamanca. El primero es el incremento de la circulación monetaria en torno al tramo salmantino de la calzada de la Plata que, según los hallazgos numismáticos, se aprecia desde el gobierno del emperador Vespasiano106. El segundo es el vasto programa de impulso de obras públicas que acometió el emperador Vespasiano y que tendrá su reflejo en la mitad septentrional de Hispania107. Y el tercero, de ámbito estrictamente local, se refiere a la ocu-pación poblacional de la margen derecha del río Tormes y el nacimiento de

Augusto asumió los costes de edificación del anfiteatro” de esta ciudad, así como la muralla, torres y puertas de Pax Iulia, que fueron terminadas en el III o II a. de C., en MELCHOR GIL, E., La construc-ción pública en Hispania romana, pp. 131-132.105 Es verdad que por el hecho de que una obra pública carezca de inscripciones con dedicatorias a evergetas y de vestigios epigráficos relativos a intervenciones de las legiones no se puede concluir que tuvieron una financiación y ejecución públicas, al menos resulta arriesgado; ahora bien, parece lo más lógico, pues “las ciudades debieron tener menos interés en hacer constar que la obra había sido realizada con fondos públicos, mientras que los evergetas, movidos por el afán de gloria y de perpetuar su memoria, se preocuparían de que sus nombres quedasen inmortalizados en una inscrip-ción”, en IBÍDEM, p. 148.106 “En el área de la calzada, se observa, desde Vespasiano, un aprovisionamiento regular (de mone-das) por parte de Roma y los valores predominantes son ases y sestercios… Con Domiciano aumenta nuevamente el aporte de la ceca de Roma concentrándose los hallazgos en las provincias de León y Salamanca. Sin embargo, en líneas generales la distribución de los hallazgos muestra una circulación más abundante en torno al iter ab Emerita Asturicam, sin que ahora se constate el vacuum de etapas anteriores en el tramo central de la calzada (provincia de Salamanca)”, en BLÁZQUEZ CERRATO, C., “Aproximación a la circulación monetaria en torno al iter ab Emerita Asturicam”, en Zephyrus, 51 (1998), p. 209, quien, además, aporta que en total, las monedas procedentes de los hallazgos pertenecientes al periodo flavio ascienden a 118 piezas y corresponden el 44,92% al gobierno de Vespasiano, el 8,47 al de Tito y el 46,61% al de Domiciano, destacando, a su vez, otro rasgo de este periodo flavio: “la concentración de los hallazgos entre el Tajo y el Duero, especialmente en la provincia de Salamanca, y que hay que relacionar con la importante labor desarrollada por los flavios en la romanización de Lusitania”, en ÍDEM, Circulación monetaria en el área occidental de la península ibérica. La moneda en torno al “Camino de la Plata”. Montagnac: Éditions Monique Mergoil, 2002, pp. 287 y 290.107 “Sirvan de ejemplo Uxama, cuyo segundo foro se construye en esta época, Asturica Augusta, cuya estratigrafía ha deparado dos momentos de apogeo que dejaron su impronta en el desarrollo urbano de la ciudad, el primero en época de Tiberio y el segundo en época flavia, en el que se produce una ampliación del área habitada y una remodelación del espacio urbano, o Tiermes”, en ALARIO GARCÍA, C. y MACARRO ALCALDE, C., Ob. cit., p. 238, nota 19.

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un barrio aguas arriba del puente, en los alrededores de la actual iglesia de Santiago, durante “la primera mitad del siglo I d. de C., basándonos en el rico material cerámico aportado”108, que bien pudiera estar directamente relacio-nado con la edificación del puente, al igual que ocurre con otros yacimientos próximos a puentes, como el de Alcántara.

Así pues, la cronología de la construcción del actual puente romano de Salamanca habría que adelantarla con relación a la genéricamente otorgada (época trajanea), diseccionándola en varias fases sucesivas y distintos mate-riales constructivos, y situarla entre los mandatos de Augusto y Vespasiano, después de la edificación de los puentes de Mérida, Albarregas y Caparra, con los que guarda una estrecha rlación, pues el avance tecnológico que supo-nen los tajamares triangulares, la supresión de los arquillos de aligeramiento y la mayor apertura de los arcos, con una relación más esbelta respecto del macizo de las pilas, no es tan acusado ni precisa sistemas constructivos más complejos.

En conclusión, la construcción de un puente romano, como expone Du-rán Fuentes, no era una obra simple, sino una obra singular con alto cos-te económico y exigencia técnica que hacía inevitable la participación de numerosos especialistas con amplios conocimientos constructivos y también estructurales. Al cumplir estos requisitos básicos, la ingeniería romana pudo construirlos de manera sólida y estable, sin concesiones a la ligereza y con una clara intención de que durasen eternamente y que el paso del tiempo ha convertido en paradigmas de buena construcción y en símbolos de la maiestas imperii y de la publica magnificentia del pueblo romano109.

108 EXCAR, Gabinete Arqueológico, Ob. cit., p. 71.109 DURÁN FUENTES, M., Estudio sobre las bóvedas de los puentes romanos, p. 131.

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Primeras rupturas del Puente Romano de Salamanca en la Edad Media:

con los andiluvios grandes ni quedan vados ni puentes

Una de las características más destacadas de los puentes romanos de época imperial es, según Fernández Casado, su relación de vano a macizo, que

aumenta de modo notable con respecto a los republicanos, con la consiguien-te reducción de la anchura de las pilas y el aumento de la luz de los vanos, lo que los expone en mayor medida al efecto del empuje de las aguas y que éstas terminaran, en muchas ocasiones, con su ruina total o parcial1. Efectivamente, hasta la construcción, aguas arriba, del embalse de Santa Teresa en 1960 y, en menor medida, del azud de Villagonzalo en 1965, las avenidas del río Tor-mes fueron siempre una seria amenaza para el puente romano de Salamanca y las más violentas rompieron en más de una ocasión su sólida estructura, destruyendo pilas, tajamares, arcos y pretiles. Además de la socavación de las pilas, problema del que, como ya se ha señalado, suelen adolecer los puentes romanos cimentados en suelos no rocosos, las grandes avenidas representan otro serio peligro y, en ocasiones, causa de la ruina de sus bóvedas y pilas: las aguas crecidas “arrastran troncos y ramas que crean con facilidad tapones en los puentes, que surgen cuando uno de esos troncos queda apoyado en dos pilas sucesivas y contribuye él también a que otras maderas y arrastres queden así retenidos. Al final, si las aberturas de vanos son pequeñas, es fácil que el puente haga el papel de una presa y se vea sometido a una enorme fuerza de empuje para la que normalmente no está preparado”2. Tal sucedió, por ejem-plo, con el puente de San Román de Bembibre (León), por donde pasa el río Noceda, “que en el siglo XVI se llamaba viñales. Sobre el río había un puente de piedra de un arco. Un testigo cuenta que hace bastantes años oyó decir que se había caído al chocar con él un nogal, al que una avenida del río arrastraba. Le rehicieron de madera, pero no soportaba las crecidas del invierno, y en

1 FERNÁNDEZ CASADO, C., Ob. cit., pp. 187-188. 2 En ARENAS, J. J., Caminos en el aire. Los puentes, p. 134.

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el año 1514 el lugar plantea el reconstruirle de piedra”3. Además, como bien expone Monzón Moya, el hecho de que el puente sea un elemento estructural activo provoca que desde su construcción, tanto el paso de las aguas como el uso para el tránsito, vayan deteriorándolo necesitando de reparaciones y remodelaciones constantes4. De hecho, rara fue la etapa histórica en que la conservación del puente romano de Salamanca no requirió algún pequeño o gran reparo por los destrozos ocasionados por las frecuentes e impetuosas avenidas del río Tormes.

1. LAS MÁS ANTIGUAS REFERENCIAS TESTIMONIALES DEL PUENTE

De la Edad Antigua es muy escasa y poco fiable la información de que se dispone sobre la fisonomía y estructura de este monumento arquitectó-nico bimilenario, así como de las posibles intervenciones en él efectuadas para reparar los desperfectos ocasionados por las periódicas avenidas del río Tormes. Lo que con mayores dosis de probabilidad puede aventurarse de la época antigua son las dos posibles reparaciones efectuadas durante los man-datos de los emperadores Antonino Pío (138-161) y Honorio (393-423), por haberse hallado, como ya se ha señalado, sendas monedas atribuidas a ambos emperadores en las intervenciones llevadas a cabo en los años 1767 y 1853. La primera, efectuada por Juan de Sagarvinaga, consistió “en el embaldosado de medio Puente Mayor y el reparo de su estribo y, en la otra mitad, en el aumento de 60 pies por 18 todo de nueva fábrica, y la construcción de otro tramo de calzada en la parte del embarcadero, de 40 pies por 36 de ancho. Se repararon además 15 ojos y otros detalles accesorios, pero no se varió para nada su estructura”

5. Durante los trabajos de reparación fue hallada bajo una

losa una caja que contenía una medalla que quedó en poder del canónigo don Miguel Salgado y en la que aparecía grabada “por una parte la figura entera de Hercules con la clava en la mano izquierda, teniendo la derecha sobre un pilar de el mismo Puente, y en su reverso se halla la cabeza de un Emperador con Laurea, pero no se conocen las letras, que tenia en el circuito de las figu-ras, que acaso nos diria el nombre de el Emperador; pero los Canteros poco inteligentes, y cautos las refregaron de modo, que no se conocen”6. Y en la reparación de 1853 también se encontró, “entre las argamasas que servian de

3 GONZÁLEZ VEGA, A., “La reparación de caminos y puentes en la provincia de León actual, desde el reinado de los Reyes Católicos a fines del siglo XVI”, en Cuadernos de Investigación Histórica, 11 (1987), p. 14.4 MONZÓN MOYA, F., Ob. cit., p. 134.5 RUPÉREZ ALMAJANO, Mª. N., Ob. cit., p. 50.6 DORADO, B., Ob. cit., p. 18. Como ya se indicó, para ROLDÁN HERVÁS, J. M., Iter ab Emerita Astvricam, p. 122, está claro que “se trata de la efigie de Antonino Pío”, por lo que deduce que “esta moneda sea sólo el testimonio de una reparación realizada en tiempos del emperador que está figurado en ella”.

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lecho al enlosado del Puente, una moneda antigua de cobre”, perteneciente a la época del emperador Honorio, cuyo hallazgo “en aquel sitio lo que pro-baria en su caso seria alguna reparación ejecutada en tiempo de Honorio, tal vez el mismo enlosado”7.

Con posterioridad discurre un gran período de vacío informativo sobre el puente romano de Salamanca. El retroceso, cuando no la casi total desapa-rición de la actividad comercial y de relación, unido a la decadencia urbana y a la ruralización más absoluta de este territorio, justifica la falta de cualquier mención sobre el puente, cuya existencia parece que quedó únicamente su-peditada al desempeño de una función estrictamente militar: el paso de ejér-citos en uno y otro sentido a lo largo de la calzada de la Plata. Además, es presumible que la propia calzada cayese en desuso, aunque Gillani, Santonja y Macarro afirman que, “como apunta Puerta Torres y a la luz de la nueva información que hemos reunido, durante gran parte del siglo IV la Vía de la Plata se siguió utilizando y reparando, por lo menos amojonándose. Algunos textos de Isidoro de Sevilla indican que su uso se mantuvo también durante el siglo V. Tiene indudable interés el pasaje en el cual se hace referencia a la batalla entre Reciario, rey de los Suevos, y Teuderico, rey de los Godos, en las proximidades de Astorga. Con ánimo de ser preciso, Isidoro indica el punto miliario donde se enfrentaron los dos ejércitos (duodecimo Asturicensis urbis miliario), a doce millas de Astorga”, por lo que cabe deducir que la calzada y, en concreto, sus miliarios aún conservaban su valor de referencia8. Por otra parte y en el mismo sentido, se sabe que “el puente de Mérida fue reparado durante el reinado de Ervigio por el duque Sala a instancias de Zenón, obis-po de la ciudad, manteniéndose en buen estado hasta que fue dañado en las luchas civiles que se dieron durante el gobierno de Muhammad I”9. De todas formas, del puente romano de Salamanca nada cierto se conoce durante las invasiones de suevos, vándalos y alanos, ni durante el dilatado reino visigodo de Toledo ni durante la efímera y episódica presencia de los musulmanes en estas tierras, ni, en fin, durante los primeros siglos del largo proceso de la Reconquista. No existe constancia alguna de que un poder estatal, local o privado, tanto laico como eclesiástico, se ocupara de su mantenimiento10. En realidad, hasta el siglo XII no comienzan las fuentes documentales a propor-cionar algún tipo de información sobre el mismo. Es a partir de entonces, de la integración política de este territorio extremadurano al dominio castella-noleonés mediante su repoblación, cuando se produce la revalorización del

7 FALCÓN, M., Salamanca artística y monumental, p. 65.8 GILLANI, G., SANTONJA, M. y MACARRO, C., Ob. cit., p. 177.9 CALDERÓN, C., “Los puentes en la Castilla Bajomedieval”, en Cuadernos de Historia de España, LXXI (1989), p. 43.10 Para el ámbito geohistórico de los estados hispanocristianos, ARENAS DE PABLO, J. J., Los puentes en la Baja Edad Media, p. 115, afirma que “en los primeros quinientos años de la Edad Media, dejan prácticamente de construirse puentes, o, al menos, puentes de piedra. Sólo a partir del siglo XI, con la aparición de burgos y ciudades y con el movimiento de las peregrinaciones, resurgen los maestros canteros, las catedrales románicas y góticas y los puentes verdaderamente medievales”.

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puente romano, que aún se conservaba en un estado de plena utilización. Revalorización que se fue incrementando a lo largo de los siglos medievales, a medida que se desarrollaban las actividades económicas, fundamentalmente las comerciales y la trashumancia del ganado lanar, así como la propia organi-zación social, política e, incluso, religiosa de los reinos de Castilla y León, y a medida que el proceso reconquistador empujaba la frontera cristiano/musul-mana hacia el sur e integraba nuevos territorios meridionales, con los que se establecía una estrecha interrelación a través de la reactivación de la antigua vía de la Plata, de la que el puente romano de Salamanca era un importante hito, un elemento clave en las comunicaciones meridianas del reino leonés.

Es en este nuevo contexto histórico en el que emergen las primeras representaciones gráficas y las primeras referencias documentales sobre el puente romano de Salamanca. En 1085 el rey castellanoleonés, Alfonso VI, conquistó Toledo, importante ciudad no sólo por su valor en sí (antigua capi-tal del “perdido” reino visigodo, cuyo dominio territorial aspiraba recuperar, y primer gran núcleo urbano que caía en poder de Castilla y León), sino por-que, al controlar los pasos del Sistema Central, protegía las tierras norteñas y, en concreto, las situadas entre dicho Sistema y el río Duero, las históricas Extremaduras. Su control efectivo requirió la rápida repoblación, empresa que Alfonso VI encargó directamente a su yerno, el conde francés Raimundo de Borgoña, quien, personalmente, llevó a cabo las de los tres importantes núcleos extremaduranos de Segovia, Ávila y Salamanca. De entonces datan las referencias escritas más antiguas, hasta ahora conocidas, sobre el puente romano de Salamanca:

La primera resulta extremadamente escueta, pero lo suficientemente ex-presiva como para saber que el puente seguía enhiesto, en pie y, sin duda, transitable y útil, al menos para poder cultivar la huerta (la almunia), ubicada al otro lado del río Tormes, junto al arroyo del Zurguén. Su fecha, 22 de junio de 1102. Se trata de la donación realizada por el referido conde don Raimun-do de Borgoña y su esposa e hija del propio rey Alfonso VI, doña Urraca, al obispo don Jerónimo de una serie de bienes en Salamanca con la finalidad de proceder a la restauración de la iglesia-catedral de Santa María, entre ellos, me-dietatem de illas azenias et de illas piscarias que nos aprendiuimus apud nos pro facere in illo fluuio, et medietate de illos campos que accepimus pro arare et pro seminare, cum ipsa al munia, que est extra illum pontem, tota integra11. Referencia puntual al puente romano que vuelve a evidenciarse de forma algo más precisa y por partida doble cuando, cinco años después (30 de diciembre de 1107), el rey Alfonso VI y su esposa Isabel confirmaron explícitamente la donación anterior, al entregar al citado obispo don Jerónimo, in eadem uti-que urbe barrium extra ciuitatem erga portam respicientem contra meridiem, iuxta riuum, in sinistra parte ipsius pontis ut popularetur et hedificaret, in honore beate Marie idem comes eidem episcopo contulit; /…/ Et ultra pontem,

11 En Catálogo Documental 1.

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iuxta riuum Ozergam, almuniam supradicte ecclesie integram commemorato episcopo concessit12. El 1 de marzo de 1148, el emperador Alfonso VII, gran benefactor de la catedral salmantina, junto con su mujer, la emperatriz doña Berenguela, y sus hijos, Sancho y Fernando, después de haber confirmado en dos ocasiones (13 abril 1126 y 11 abril 1136) la donación realizada por su padre, Raimundo de Borgoña, y por su abuelo materno, Alfonso VI, al obispo don Jerónimo13, hizo una nueva donación a la sede salmantina y a su obispo Berenguer; en esta ocasión se trataba de la cercana villa de Tejares, que sitúa in ripa Torme, citra Montem Nigrum et non multum longe a capite pontis ip-sius ciuitatis Salamantice14. En octubre de 1167, el rey leonés, Fernando II, al

12 Conservado en el ADSa, Pergaminos, nº 1 y trascrito y publicado por MARTÍN MARTÍN, J. L., VILLAR GARCÍA, L. M., MARCOS RODRÍGUEZ, F. y SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, M., Documentos de los archivos catedralicio y diocesano de Salamanca (Siglos XII-XIII). Salamanca: Universidad de Salamanca, 1977, doc. 4 y por GUADALUPE BERAZA, M. L., MARTÍN MARTÍN, J. L., VACA LORENZO, Á. y VI-LLAR GARCÍA, L. M., Colección documental de la catedral de Salamanca I (1098-1300). León: Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, Caja España de Inversiones, Archivo Histórico Diocesano, 2010, doc. 5.13 En MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., docs. 6, 9 y 10 y en GUADALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., docs. 7, 10 y 11.14 En MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., doc. 14 y en GUADALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 16.

FiG. 47: Primer registro documental del puente romano de Salamanca.

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confirmar a don Pedro, obispo de Salamanca, y a su cabildo las donaciones que a sus antecesores habían realizado don Raimundo de Borgoña y los reyes Alfonso VI y Alfonso VII de la tercera parte de la moneda de la ciudad, de la aceña de Baños, de las aldeas de Tejares, Cantalapiedra, Topas, San Cristóbal y San Pelayo, del castillo de Almenara y de la exención de los veinticinco obre-ros de la catedral, añadió, Preter hec mediam partem regiarum aceniarum et sernarum cum almunia que ultra pontem in littore Tormes, citra Azurguen15. Y, finalmente, entre 1176 y 1181, don Vidal, obispo de Salamanca, confirma el acuerdo suscrito entre el cabildo y el arcediano don Guillermo ante el arzobis-po de Compostela sobre los rediezmos de los prestimonios de los canónigos, preter Teliares et ecclesiam Ortolanorum iuxta pontem de Tormes16.

A partir del siglo XIII aumenta de manera significativa la documentación conservada y es frecuente encontrar más referencias sobre el puente en las cartas de traspaso de propiedad (compraventas, donaciones, trueques, testa-mentos) de determinados bienes inmuebles, tanto urbanos como rústicos, ubi-cados en la parte meridional de la ciudad o proximidades, en las que consta ya no sólo como medio fundamental de comunicación terrestre, sino como un elemento singular del urbanismo, un destacado hito urbano y claro punto de referencia espacial al que confluían determinadas calles y carreras. Así sucede en mayo de 1235, cuando Gonzalo Pascual y su mujer, doña Toda, vendieron al racionero Pedro Muñiz unas casas en la rúa de San Gil, que delimitaban de la forma siguiente: de las dos partes Garci Pedriz; et ex alia, la cal de conceyo que ua para la Ponte17; o el 17 de enero de 1268, cuando don Nicolás donó al cabildo salmantino un orto que yo, don Nicholao, he alende de ponte, cerca Azorguén, et deste orto son determinadores: de la vna parte, el orto que es de Sancta María e ela heremyda que dizen Sancta Trenydade; e de la otra parte, el arroyo que dizen Azorguén; e de la otra parte, la carrera que ua de la ponte pora Sancta Marina18; o el 30 de septiembre de 1278, cuando el judío Albolka-cem Calvo y su mujer, Oro Sol, vendieron al canónigo don Pascual unas casas que lindaban con el castiello e el postigo que ua pora la puente e la calle que ua pora la sinoga uieia, e Çague de Medina e Juçefe el Coxo19; o, en fin, el 14 de octubre de 1317, cuando el cabildo arrendó a Domingo Pascual, herrador,

15 En MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., doc. 33 y en GUADALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 40.16 En MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., doc. 67 y en GUADALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 82.17 En MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., doc. 190 y en GUADALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 190. En esa misma calle de San Gil se hallaba la bodega, con çinco cubas, que el 2 de julio de 1272 vendieron don Ramón Monedero y su mujer, María Juan, al canónigo Pedro Yuáñez y cuyas delimitaciones eran: la calle que ua de San Gil para la puente e la calle que diçe para el rrío e las casas de don Rramiro e las casas de doña Bertolomea, en MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., doc. 331 y en GUADALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 337.18 En MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., doc. 318 y en GUADALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 324.19 En MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., doc. 362 y en GUADALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 367.

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el huerto cabe la tenería, allende la puente, por dos maravedís a pagar por la feria de Salamanca20.

El puente, asimismo, servía de referencia espacial para la ubicación de la desaparecida iglesia de San Esteban ultra pontem, tal como consta en la donación que el 16 de agosto de 1257 realizó el obispo don Pedro a favor del cabildo de unas casas, junto al cementerio de la catedral, o de allende la puente, tal como aparece en el testamento de Juan Domínguez el 1 de abril de 128521. Y, asimismo, en este sentido, el puente separaba al tiempo que unía los dos arrabales más importantes de la ciudad de Salamanca en la Edad Media: el arrabal de allende la puente22 y el arrabal de aquende la puente o cabe del puente23. Sin olvidar que el puente también se ofrecía como el punto más adecuado para el control del tránsito de personas, animales y mercancías, pues hacia él convergía todo el tráfico comercial y de relación de un amplio espacio circundante, y que fue a su entrada, por la parte de la ciudad, donde los porteros se encargaban de efectuar el cobro del impuesto del portazgo.

La mayor parte de la escasa y poco locuaz documentación que alude a este cobro del portazgo a la entrada del puente salmantino procede del ám-bito eclesiástico y, más en concreto, catedralicio, ya que desde 1102 en que Raimundo de Borgoña donó al obispo Jerónimo, junto a otros tipos de rentas, el tercio de este impuesto sobre el tráfico comercial24, el cabildo disfrutó de su renta a lo largo de toda la Edad Media, pues consta documentalmente que

20 ACSa. Actas Capitulares, libro 1, f. 35. Cit. VICENTE BAZ, R., Los libros de Actas Capitulares de la catedral de Salamanca (1298-1489). Salamanca: Publicaciones del Archivo Catedral de Salamanca, 2008, p. 125, reg. 75.21 En MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., docs. 266 y 397 y en GUADALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., docs. 272 y 403. Iglesia que habría sido construida a principios del siglo XII para pasar a ser morada de las monjas Benitas en 1256, después de haber sido derribado por una riada su primitivo convento del prado de la Serna; morada que conservaron hasta 1422, en que una nueva avenida del Tormes destruyó esta iglesia, pasando entonces a residir en la ciudad, donde recibieron la ermita de Santa Ana, en la calle Génova, cerca de San Vicente, en GONZÁLEZ GARCÍA, M., Salamanca: la repoblación y la ciudad en la Baja Edad Media. Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1988, p. 111.22 Este arrabal siempre estuvo habitado por una población predominante de agricultores, en especial de hortelanos, además de radicar en él algunos mesones, como el de Gonzalo Flores, el de la iglesia de la Trinidad, el de Rocamador o el de la Portuguesa, así como el hospital de leprosos de San Lázaro o, en fin, la casa de la mancebía para muxeres públicas que el Concejo había arrendado a finales de 1498 al regidor Juan Arias Maldonado por diez mil maravedís anuales, en VACA LORENZO, Á., La Vía de la Plata a su paso por Salamanca, pp. 28-30.23 Al contrario que el anterior, éste era el arrabal más industrial de Salamanca, al ubicarse en él una importante industria harinera (aceña del Muradal), posiblemente otra textil y, desde luego, una destaca industria de curtiduría, IBÍDEM, pp. 35-40. 24 Et adhuc damus uobis ex omni tertia parte Salamantine ciuitatis census, que in nostra parte eue-nerit, ut tertia inde pars sit uestra in quo cunque loco uel quolibet modo eam reperire poteritis, tam de portatico quam etiam de montatico, uel de calumniis aut de facinore uel de aliquo reatu, qui in predicta urbe aliquo modo contigerit, aut de aliqua causa unde nos abuerimus aliqua gannantia, tertia parte inde sit uestra, pro re medium anime nostre et pro restaurationem supradicte ęcclesię Sanctę Marię, en Catálogo Documental 1.

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en diversas reuniones ordinarias remató la concesión de su explotación a dis-tintos arrendatarios por cantidades cada vez notablemente más acrecentadas: el 30 de diciembre de 1299, arrendó el portalgo que ha la eglesia, saluo lo de Ffernán Pérez, de Johan Pérez de Frías, por vn año, en renta: mill e trezientos e çinquenta maravedís25; el 19 de diciembre de 1317, lo otorgó en renta al racionero Domingo Pérez por 1.820 mrs., quien lo sacó para Benito Pérez, que mora a la puente, e para Nicolás Pérez, criado del arçediano de Ledesma. E ellos anbos rrecebiéronlo en el cabillo, XIII días de jenero, era de mill e CCC e LVI años26; el 11 de marzo de 1379, Pero Gómez, rracionero, sacó en rrenta por este año el portalgo de Salamanca et de su término, que es la terçia parte, que pertenesçe al cabillo, segúnt se suele husar, por dos mill maravedís27; en el año 1414, de nuevo hay constancia documental de que el cabildo remató el arrendamiento del portazgo en favor del portazguero Domingo Fernández por 4.650 mrs.28; y, finalmente, el 6 de febrero de 1467 los señores deán e cabildo dixieron que otorgauan e prometían, dauan e dieron en rrenta a Gonçalo Pé-rez, rraçionero en la dicha yglesia, que presente estaua, el portalgo que perte-nesçe al dicho cabildo, segund suele andar, e más vna casa al pie de la puente de la dicha çibdad, que solía tener en rrenta Fernand García de Plasençia, desde primero día del mes de jullio primero que verná fasta en todos los días de su vida del dicho Gonçalo Pérez. E a de dar e pagar en rrenta en cada vn año de la dicha su vida ocho mill maravedís de la moneda corriente o de la mo-neda que corriere al tiempo de las pagas e çinquenta pares de buenas gallinas biuas en pie, tales que sean de dar e de tomar. E quel dicho Gonçalo Pérez sea obligado de fasta aquí a tres años primeros siguientes de gastar en hedifiçios en la dicha casa diez mill maravedís de la moneda que corriere a vista de dos benefiçiados de la dicha yglesia29.

Incluso, esta tercera parte del portazgo de Salamanca, de la que desde la repoblación de la ciudad por Raimundo de Borgoña disfrutó el cabildo, parece ser que en algún momento se vio incrementada por donaciones adicionales, como sucedió el 26 de noviembre de 1369, cuando la reina doña Juana, por fazer bien e merçed e alimosina al deán e al cabildo de la eglesia catedral de la çibdad de Salamanca e al abad e a la clerecía de la dicha çiudat, porque sean tenudos de rrogar a Dios por la vida e salud del rrey mío señor, e mía, e del infante don Johan, e de la infanta doña Leonor, mis fijos, e porque los dichos deán e cabildo sean tenudos por esto de fazer cada día vn aniuersario e los dichos deán e cabildo e abad e clerezía fagan dos aniuersarios solepnes por las ánimas de mi padre e de mi madre, vno el día de Santa María de agosto e el otro el día de la fiesta de Corpus Christi de cada año, doles que ayan e tengan de mí de cada año por juro de heredat para agora e para siempre jamás por

25 ACSa. Actas Capitulares, libro 1, fol. 12, Cit. por VICENTE BAZ, R., Ob. cit., núm. 44, p. 117.26 ACSa. Actas Capitulares, libro 1, fol. 37. Cit. por VICENTE BAZ, R., Ob. cit., núm. 86, p. 128.27 ACSa. Actas Capitulares, libro 1, fol. 75v. Cit. por VICENTE BAZ, R., Ob. cit., núm. 193, p. 159.28 ACSa. Actas Capitulares, libro 2, fol. 28v. Cit. por VICENTE BAZ, R., Ob. cit., núm. 378, p. 214.29 ACSa. Actas Capitulares, libro 3, fol. 20v. Cit. por VICENTE BAZ, R., Ob. cit., núm. 1.018, p. 364.

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alimosina tres mill maravedís en la mi parte que yo he de auer del portadgo de Salamanca, de cada año, e que destos tres mill maravedís que los dichos deán e cabildo, que den a los dichos abad e clerezía de la dicha çibdat cada año trezientos maravedís, e los otros dos mill e seteçientos maravedís, que los ayan el dicho deán e cabildo30. De todas formas y a pesar de que el rey Fernando el Católico mandó a la clerecía salmantina contribuir en 1499 en la reparación de los destrozos ocasionados en el puente por la riada de Santa Bárbara, argu-mentando, entre otras razones, mayormente vosotros por la parte del portazgo que lleváys en la dicha puente31, sin embargo este impuesto no tenía como finalidad el mantenimiento del buen estado del puente.

A parte de los indicios implícitos de ciertos registros documentales que contienen arrendamientos del portazgo a adjudicatarios que moran a la puen-te, como el antes citado Benito Pérez o Martín González32, o de casas próximas al puente y al portazgo, como las del ya referido González Pérez, racionero, o las de Antón de la Torre33 y Diego Fernández34, los resgistros documenta-les más explícitos sobre la ubicación del cobro del portazgo salmantino a la entrada del puente romano, por la parte de la ciudad, son una cesión que el cabildo catedralicio realizó el 23 de agosto de 1378 a favor de los pregoneros concejiles, Juan Domínguez y Diego Fernández, de vn corral que está con la cassa, que es a la puente, en que cogen el portadgo35, y en los pregones de tres ordenanzas de Salamanca contenidas en el título sexto del libro cuarto del abasto de la ciudad de Salamanca, que trata de los señores de vinos y vinate-ros, taverneros y bodegones de esta Çiudad y su Tierra y arravales y lugar de Azurguén, y lo a ello tocante. La primera se pregonó el 22 de noviembre de

30 ACSa, caj. 16, leg. 3, núm. 15.31 En Catálogo Documental 10. Sobre el portazgo de Salamanca, vid. GONZÁLEZ GARCÍA, M., “El portazgo de Salamanca en la Baja Edad Media”, en Archivos Leoneses, 26 (1972), pp. 125-143 y GONZÁLEZ MÍNGUEZ, C., El portazgo en la Edad Media. Aproximación a su estudio en la Corona de Castilla. Bilbao: Universidad del País Vasco, 1989, pp. 181-183.32 Quien, el 7 de marzo de 1460 era morador a la puente de la dicha çibdad e arrendador del por-tadgo de la dicha çibdad e su tierra, en ACSa, caj. 16, leg. 3, núm. 3-1.33 CABO DE LA VILLA. PORTAZGO: Al portazgo tienen el cabildo la terçia parte, con dos partes de casas a la puente, las postrimeras fazya el río, que tiene en renta por su vida Antón de la Torre por presçio cada anno de syete mil e doscientos maravedís viejos e ochenta e seys pares e medio de gallinas. Tomólas por bien reparadas. Otorgárongelas en cabildo a tres días del mes de agosto, anno de mil e quinientos e seys annos, en ACSa, caj. 67: “Libro de las posesiones del cabildo y de los capellanes del coro” (s. XVI), fol. CLXXXIXv.34 CABO DE VILLA. AL PORTAZGO: Unas casas al dicho portazgo. Tiénelas en renta por su vida Diego Fernández por presçio cada un anno de quinientos e sesenta maravedís viejos e çinco pares de gallinas, que se parten a un aniversario que se haze quinze idus jannuarii por Domenga Bartolomé, que yaze en la claostra ante Santo Tomé apóstol. Tomólas por bien reparadas. Otorgárongelas en cabildo a seys de otubre, anno de setenta e syete annos. Fiador Antón, pregonero. Pasó por Gonzalo Rodríguez, notario. Ovo graçia de ciento e treynta e çinco maravedís viejos por mejorías que en ellas fizo a çinco de noviembre, anno de noventa e quatro, por ante Alonso Cornejo; ansý que fincan para el dicho aniversario quatroçientos e veynte e çinco maravedís viejos e los dichos çinco pares de gallinas, IBÍDEM, fol CXC.35 En Catálogo Documental 6.

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1498, al arraval de allende la puente una bez, e otra desta parte de la puente al portaz-go36; la segunda, el 12 de ju-lio de 1500, en el arrabal de allende e aquende la puente y en el portazgo, cave las di-chas tavernas37; y la tercera y última, el 10 de julio de 1512, estando al portazgo de la di-cha ciudad Miguel Martínez, pregonero, pregonó la dicha ordenanca38.

La importancia que para los habitantes de Salamanca poseía el edificio del puente

romano, por ser el más útil y vital de la ciudad para franquear el paso del río Tormes hacia el sur, justifica que fuera el monumento representado, como atributo simbólico de su preciado pasado y de permanente funcionalidad, en los sellos de distintas instituciones salmantinas de la Edad Media: la primera y más antigua representación gráfica del puente romano está contenida en el anverso de una moneda, un dinero de vellón de 0,7 gramos, acuñada en Sa-lamanca, que contiene la figura del rey leonés Fernando II (1157-1188) sobre el puente romano39. La segunda representación se halla en un sello pendiente de cera, almendrado a lo ancho, de 65 mm en largo y una sola impronta, que porta las armas de la ciudad (puente, con arcos apuntados, y encima un toro y un lobo o perro, enfrentados) y en la orla el siguiente texto: S[igillvm] VNI-VERSITATIS CLERICOR[vm] SALAMAN[tinae] CIVITATIS. Valida y autentifica un acuerdo, en un diploma en pergamino, suscrito entre el obispo salmantino, don Pedro, y el cabildo catedralicio con la clerecía de San Marcos, sobre los lí-mites de una serie de lugares, algunos despoblados, (Ribas, Pelayorrodríguez, San Cristóbal de la Cuesta, Monterrubio, Carrascalejo, Santa Marta, Naharros,

36 Ordenanza diez, que trata que ningund veçino de los arravales no benda vino más caro que se venda en la ciudad. Publ. en MARTÍN, J. L., Ordenanzas de Salamanca, p. 113.37 Ordenanza once, que trata que en las tabernas de los arravales no jueguen dinero, ni cosa de comer, ni bendan salvo bino e fruta. Publ. IBÍDEM, pp. 115-116.38 Ordenanza trece, que trata que los taverneros de los arravales no bendan sino bino solamente, ni den de comer. Publ. IBÍDEM, p. 117.39 “En este sentido es de gran interés la moneda de vellón de Fernando II acuñada en Salamanca en el siglo XII que presenta en su anverso la imagen del puente sin almenas; esta moneda fue presentada por Jaime Paz en la IV Feria Numismática de Salamanca en Enero de 2000”, en MENÉNDEZ BUEYES, L. R., Acercamiento histórico al Puente Romano, p. 377, nota 20. Agradezco a este compañero de Facultad la fotocopia que de esta moneda apareció publicada en el periódico local La Gaceta, el 14 de enero de 2000, p. 14, donde se informa que dicha moneda fue adquirida por un coleccionista madrileño en una subasta.

FiG. 48: Dinero de vellón con la efigie de Fernando II encima del puente romano

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Carbajosa de la Sagrada, Valdepedreana, Valderramiro, Tejares, Valdelacoba y San Juan de Perales), próximos a Salamanca, a efectos de la división y reparto de los diezmos; su fecha: 26 de abril de 125940.

40 El original, una carta partida por ABC, se conserva en el ACSa., caj. 13, nº 4 y ha sido trascrito y editado por MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., docs. 276 y 277 y por GUADALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 282. La descripción y foto del sello en GÓMEZ-MORENO, M., “Sellos céreos salmantinos”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, X (1904), pp. 51-52 y GONZÁLEZ GAR-CÍA, M., Salamanca en la Baja Edad Media. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1982, Apéndice gráfico 11.

FiG. 49: Segunda representación gráfica del puente romano de Salamanca

FiG. 50: Carta partida por ABC de la que pende el sello de cera con la representación del puente

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Por su parte, el sello concejil más antiguo de Salamanca que representa gráficamente al puente romano se hallaba pendiente, al menos hasta el año 196241, de un diploma en pergami-no existente en el mismo archivo de la catedral de Salamanca, fechado el 9 de abril de 1299 y que contiene un cambio de ciertas propieda-des urbanas (tres calles y un casar) llevado a cabo entre el cabildo y el concejo42. El sello era redondo, asimismo de cera, como todos los usados por los concejos, de color natural y de gran módulo, unos 92 mm de diámetro, y doble impronta: en el anverso llevaba gravadas las armas de Salamanca (toro sobre puente, con

arcos de medio punto) y en la orla el texto siguiente: SIGILVM CONCILII SALA-MANTINI DV.; si bien, la leyenda de la orla del reverso (ANFOSVS DEI GRACIA REX DE LEONE) y los caracteres epigráficos acreditan que se hizo bajo el man-dato de Alfonso IX de León (1187-1230), el rey que, sin duda, más protegió al concejo salmantino y acaso el que le concedió derecho a sello; además, en el campo de esta última impronta aparecía una cruz potenzada, dentro de un círculo y en torno seis cabezas de león enfrentadas a pares, más un cogollo de hojarasca43. En el mismo archivo, además de éste, existen partes de otros dos sellos concejiles idénticos al perdido: uno (dos trozos sumamente peque-

41 En que publicó MARCOS RODRÍGUEZ, F., Catálogo de Documentos del Archivo Catedralicio de Salamanca (Siglos XII-XV). Salamanca: Universidad Pontificia de Salamanca, 1962, p. 89, doc. 457. Desde entonces, este sello, separado del diploma, al igual que los otros dos que originariamente de él pendían, ha desaparecido.42 ACSa, caj. 16, leg. 2, nº 54. Publ. en MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., doc. 457 y en GUA-DALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 469.43 Vid. GÓMEZ-MORENO, M., Sellos céreos salmantinos, p. 51 y GONZÁLEZ, J., “Los sellos concejiles de España en la Edad Media”, en Hispania, 20 (1945), p. 347.

FiG. 51: Pergamino del que pendía el primer sello del concejo

salmantino

FiG. 52: Primer sello del concejo salmantino, hoy desaparecido

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ños), pendiente de un pergamino, fechado el 25 de marzo de 1313, en que el concejo de Salamanca mandaba al caballero del castillo del Carpio que rindiera homena-je al cabildo, en reconocimiento por la ayuda prestada en la adqui-sición de dicho castillo; y el otro (un trozo algo mayor), pendiente de un cuaderno de 10 hojas en pergamino, fechado el 21 de no-viembre de 1423, conteniendo la permuta que el concejo y el cabil-do realizaron del abadengo de la Armuña por 20.000 mrs. de la mo-neda corriente y otros 10.000 mrs. de la moneda vieja de las rentas del peso y cuchares44. Asimismo, existen otros dos sellos, también idénticos al perdido y ambos de cera: uno, conservado en el Archi-vo Municipal de Ledesma, se ha-lla pendiente de una carta que el concejo de Salamanca, con fecha 1 de febrero de 1319, envió al de Ledesma para impedir que gentes de malvivir cometieran tropelías, violaciones y otros desmanes en sus respectivos términos. Y el otro, en el Archivo de la Universidad de Salamanca, valida una concordia entre el conce-jo y el Estudio de Salamanca, sobre la entrada de vino para consumo de los miembros universitarios; su fecha 23 de septiembre de 142145.

De las imágenes de estas primeras representaciones incompletas no pue-de afirmarse su plena fidelidad y realismo, ni mucho menos su contempora-neidad, pues es lógico suponer que las matrices, sobre todo, de ambos sellos habrían sido elaboradas con anterioridad. De todas formas, de manera genéri-ca cabe deducir la existencia de un puente de una única fábrica, con arcos de medio punto en la moneda y sello concejil y apuntados u ojivales en el sello de la clerecía, pero en todos del mismo tamaño, con rasantes, en los primeros casos recta y en el segundo ligeramente alomada, con pretiles no almenados y sin torreón ni castillete central, al tiempo que el más que supuesto empla-

44 En ACSa, caj. 43, leg. 2, nº 39 y caj. 16, leg. 3, nº 14, respectivamente.45 AUS. 2.868/24. Vid. reproducciones de ambos en LLOPIS, S., El escudo de armas de Salamanca y color de su bandera. Salamanca: 1974, láms. 1-2 y 3-4.

FiG. 53: Otro sello de cera del concejo salmantino, de época posterior

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zamiento del toro a su entrada, según se sale de la ciudad, como confirma el propio fuero salmantino en el siguiente epígrafe:

96. Del prazo quando ovieren a iusticiar el omne:

Quando las iusticias de Salamanca ovieren ladrón o traydor a enfor-car o quando lidiar cavallero o peón, ningún omne non passe del toro de la puente adela(n)tre e de la oriella del río commo tien desta parte si non fuer alcalde o escrivano de conceio o andadores o saiones46.

Presencia del toro o verraco en el puente romano de Salamanca que se documenta en un acuerdo del cabil-do catedralicio, quien, en su reunión ordinaria del 12 de noviembre de 1378, decidió dar en renta un corral que está en el puente, que llaman del toro, al tesorero Fer-nando Sánchez por diez maravedís anuales47. Ahí mismo también lo sitúa a fines de la Edad Media el humanista y profesor

de la Universidad salmantina Lucio Marineo Sículo, cuando escribió en su De Hispaniae laudibus libri VII (c. 1496):

Pues es el caso que en el puente está a la vista un animal que cierta-mente no se puede dejar de reconocer como tal, tanto si es un toro como si es un jabalí, y ambas representaciones le convienen, e incluso mejor le vendría que haya sido la de un león48.

46 Otra curiosa referencia que del puente se halla en el mismo fuero es la siguiente: 87. El que lidiar que se non meta so la puente. Todo vezino de Sa(la)manca, peón o cavallero que lidiar en el arenal no se ampare entre los cantos nin en la puente nin so la puente; e se ý entrar las iusticias le dixeren: “ixe ende fuera” e si non quesier salir por ý sea caydo, en Fuero de Salamanca, pp. 73 y 71, respectivamente.47 Arrendamiento de un corral situado cerca del puente, que llaman del toro, al que renunció el citado tesorero, además de Juan Diéguez, pregonero del concejo, porque existían diferencias entre ambos; sacado de nuevo a renta, fue conseguido por Mossé Leal, hijo de Salomón Leal, judío (18 de marzo de 1379), en ACSa. Actas Capitulares, libro 1, fs. 64 y 77 v., respectivamente, cit. por VICENTE BAZ, R., Ob. cit., p. 150, núm. 165 y p. 159, núm. 194.48 FERNÁNDEZ VALLINA, E. y VACA LORENZO, Á., Ob. cit., p. 35.

FiG. 54: El toro o verraco del puente romano de Salamanca

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Ubicación del toro o cabrón de piedra a la entrada del puente por la parte de la ciudad, a su derecha y con la cabeza mirando hacia el mediodía, según el bachiller Pedro de Torres, Catedrático de Física de la Universidad de Sala-manca, dejó escrito en su Cronicón de los primeros años del siglo XVI:

Año 1508 …Esta un toro o cabrón de piedra en el principio de la puente ad dexteram. Habet capuz ad meridiem49.

Situación del toro al principio del puente, por la parte de la ciudad, posteriormente corroborada a lo largo de toda la Edad Mo-derna por numerosas fuentes, como las literarias, una de las cuales contiene el conoci-do episodio del Lazarillo del Tormes al inicio de su errante vida de pícaro:

Salimos de Salamanca y, llegando a la puente, está a la entrada della vn animal de piedra que casi tiene forma de toro, y el ciego mandome que llegasse cerca del animal e, alli puesto, me dixo:

“Lázaro, llega el oydo a este toro e oyrás gran ruydo dentro dél”.

Yo simplemente llegué, creyendo ser ansi. Y, como sin-tió que tenía la cabeça par de la piedra, afirmó rezio la mano y diome vna gran calabaçada en el diablo del toro, que mas de tres dias me duró el dolor de la cornada y dixome: “Necio, aprende: que el moço del ciego vn punto ha de saber mas que el diablo”.Y rió mucho la burla50.

49 Publ. en BELTRÁN DE HEREDIA, V., Ob. cit., vol. III, doc. 802, p. 85.50 Episodio narrado en el tratado primero de LAZARILLO, La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades. Madrid: Espasa-Calpe, 1966 [reimp. de la obra de 1554], pp. 76-77.

FiG. 55: El ciego guiado por el Lazarillo del Tormes. Agustín Casillas

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2. LOS TIENPOS DE LAS AVENIDAS E DE LOS AGUADUCHOS

Las condiciones climáticas de Salamanca y su territorio meridional provocaban que el caudal del río Tormes, antes de su regulación con la construcción del embalse de Santa Teresa, presentara una acusada irregu-laridad entre el prolongado estiaje y las épocas de lluvia y/o de deshielo, que le llevaban desde la interrupción de su cauce en los meses de ve-rano, con la correspondiente limitación del aprovechamiento hidráulico, ante la escasez o, incluso, total ausencia de precipitaciones y la fuerte evaporación a la que se veía sometido51, hasta las devastadoras crecidas otoñales e invernales. Y, aunque la general pobreza del caudal del río ha ocasionado más frecuentes y agobiantes situaciones de escasez de agua, asimismo las irregularidades climáticas, no sólo estacionales sino también interanuales, y, principalmente, las precipitaciones, en forma de prolon-gadas e intensas lluvias y de copiosas nevadas, muchas veces dieron lu-gar al desbordamiento de su exiguo lecho, al anegamiento e inundación de la vega, a las temidas avenidas y al furor destructivo de sus aguas, con los consiguientes daños ocasionados al puente, cuyas reparaciones concitaron un gran esfuerzo concejil para las posibilidades de la época. Se trata de las grandes avenidas que acontecen quando las lluvias son continuas ó de las sierras vecinas derriten porciones considerables de nie-ve52. De hecho, a principios del siglo XVI el Tormes era considerado, al igual que el Tajo, como uno de los más peligrosos ríos del país, debido a sus grandes avenidas: Tajo y Tormes, ríos son de Castilla, muy poderosos de grandes crecidas53.

Las avenidas más importantes del río Tormes en la Edad Media suelen estar registradas por los historiadores locales de los siglos XVII, XVIII y XIX, sin que en muchos casos informen de sus fuentes. Tan sólo dos avenidas se datan en el siglo XIII, ninguna en el XII y muchas más en los siguientes, de las que nada menos que cinco se concentran en el último siglo medieval, lo que

51 Como cuando a cuatro de julio año de 1506 fue tan grande la seca que en todo el invierno ni verano nunca los campos se pusieron verdes sino que lo que estaba sembrado. Yo nunca vi abril ni mayo ni junio sin flores e sin verdura sino este año de 1506. Perdióse Campos por falta de agua y toda la Andalucía y Extremadura y el reino de Toledo… En este año no vi cigüeña alguna en todo el verano ni estío. Había muy pocas ranas porque no había agua en las lagunas por el campo donde se criasen. Hubo muy pocas moscas porque no había yerba ni rocío para criarse./ A.D. 1506 día 9 de julio llevaba muy poco agua Tormes. Non podían moler las haceñas porque no llevaba agua Tormes…/ A.D. 1506. In mense augusti, después de cogido todo el pan no podían moler las haceñas por falta de agua, según narración de Pedro de Torres, vid. BELTRÁN DE HEREDIA, V., Ob. cit., vol. III, doc. 802, p. 87.52 Según se recoge en el escrito enviado por el Ayuntamiento de Salamanca al Rey Carlos IV, el 26 de abril de 1793, en AML, signat. 38.7.53 Ladillo con que resumía el contenido de sus versos Juan de Luzón, al tratar sobre el tema de la virtud, en su Cancionero (Zaragoza, 1508). Cit. por SANZ HERMIDA, J., Ob. cit., p. 18 y nota 8. Tal vez esta irregularidad del caudal del río Tormes explique que hasta los últimos años Salamanca no haya intentado integrarlo en su desarrollo urbano y, más bien al contrario, haya vivido claramente de espaldas a él.

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parece corroborar la tesis de algunos estudiosos de la climatología histórica, de que en este siglo se produjo una oscilación climática caracterizada por un descenso térmico, acompañado de un aumento de la pluviosidad, conocida como fase de enfriamiento o pequeña edad glaciar54.

a) la riaDa De los DiFuntos De 1256

La primera riada conocida corresponde al año 1229 (sin indicación de mes ni día); la documenta Bernardo Dorado, cuando informa de la llegada de los dominicos a Salamanca, a quienes les dieron “nuestro Prelado, y Cabildo para su habitacion y morada la antigua Catedral Iglesia de San Juan el Blanco con todas sus pertenencias /…/ hasta que en el año de 1229 creciò tanto el Tormes que con sus furiosas corrientes anegò las tapias, que caen à la banda de sus Riveras, dexando maltratadas sus principales Oficinas, y no bastando à su reparo las limosnas de los Fieles, recurrieron al Papa Gregorio IX”, que les

54 VACA LORENZO, Á., “La Tierra de Campos y sus bases ecológicas en el siglo XIV”, en Stvdia Historica. Historia Medieval, X (1992), p. 170.

FiG. 56: Avenida del río Tormes, antes de la construcción del pantano de Santa Teresa

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concedió un breve, cuya trascripción inserta, otorgando gracias a los que diesen limosnas para su reparo55. Nada indica sobre si el puente sufrió algún daño.

Diecisiete años después tiene lugar la segunda avenida del siglo XIII, de una gran trascendencia, por lo que se refiere a nuestro objeto de estudio. La he denominado de los Difuntos por haber sucedido en la noche del 2 y la mañana del 3 de noviembre de 1256. En esta ocasión, su desarrollo y conse-cuencias están descritas en las obras de prácticamente todos los historiadores locales. Inicia el relato González Dávila, quien indica que el agua llegó hasta las puertas de la iglesia de San Andrés y anegó el convento de los dominicos que hacía poco lo habían reparado de la avenida anterior, por lo que el obis-po don Pedro de Salamanca les concedió la parroquia de San Esteban para que edificasen en ella su convento56. Lo continúa en términos similares Do-rado, que limita los daños de la avenida al referido convento57, mientras que Araujo y Villar y Macías los extienden también al monasterio de Santa María de la Serna de las monjas benitas, al señalar el primero que la gran crecida del Tormes causó “terribles estragos, motivando la conversión de las dos iglesias parroquiales de San Esteban de los Godínez y ultra pontem en conventos de dominicos y benitas¨58, y al escribir el segundo que fue memorable “el 3 de Noviembre de 1256 por los estragos que causó el Tórmes; viéronse en la precision de abandonar sus conventos los religiosos dominicos y las monjas de Santa María de la Serna¨, que habían tenido su primer convento “á orillas del Tórmes, en el prado de la Serna, cerca del lugar de Santa Marta, por eso durante algun tiempo llamaron á estas religiosas las Dueñas de Santa Marta”59. En efecto, también el convento de las benitas fue destruido, por lo que el obispo salmantino, don Pedro, entregó a dichas monjas para su residencia la iglesia de San Esteban ultra pontem, junto a otras casas y posesiones, tal como consta en el cambio que dicho obispo realizó el 16 de agosto de 1257 con el cabildo catedralicio de unas domos quas emimus (en blanco) de Tauro, que

55 DORADO, B., Ob. cit., pp. 201-202. También la recoge escuetamente ARAUJO, F., Ob. cit., pp. 52 y 118.56 En “el año 1256. en 3. de Nouiembre, muy de mañana, crecio el Tormes de suerte, que salio de madre, allegando hasta la puerta de la Iglesia de s. Andres que està pegada à los muros. Esta auenida anegó la mayor parte del Conuento, lo qual visto por el Obispo de Salamanca, llamado don Pedro, con el Cabildo de su Iglesia, lleuaron los frayles à la parroquia de S. Esteuan, dandosela para que edificassen en ella Conuento”, en GONZÁLEZ DÁVILA, G., Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca, p. 20657 “El dia tres de Noviembre de 1256, fue tan sobervia la crecida que sobrevino al furioso Tormes, que anegò con sus impetuosas corrientes al Convento de dichos Padres, dexandole parte sumergido, y lo restante inhabitable, siendoles preciso desampararle, y tomar puerto en la Ciudad, la que conmovida à lastima, y compasion de tan inopinado, y triste suceso, les brindaron à porfia con sus casas, pero nuestro zeloso Prelado con los Prebendados de su Iglesia tomaron à su cargo llevarles à sus casas à modo de alojamiento, interim se proveìa de remedio. Esto, que al juicio humano pareciò desgracia, cediò en aumento, y gloria de este Seminario de santidad y letras, pues juntos Prelado y Cabildo de-terminaron darles para su habitacion y morada la Parroquial Iglesia de San Estevan Proto-Martyr, con su cementerio, adherencias y pertenencias”, en DORADO, B., Ob. cit., pp. 218-219.58 ARAUJO, F., Ob. cit., pp. 58 y 119.59 VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro I, pp. 33, libro II, pp. 149-150 y libro III, p. 10.

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sunt iuxta cimiterium ecclesie cathedralis et ex una parte sunt domus episco-pales, et ex alia parte sunt domus que fuerunt domni Velasci et domne Ma-tris, pro anniuersario nostro et pro domibus et possessionibus Sancti Sthephani ultra pontem cum cetera que spectabant ad capitulum Salamantinum, quas possessiones et domos cum ecclesia Sancti Stephani predicti dedimus monia-libus Sancte Marthe60. Es más, en este derribo del monasterio de Santa María se perdieron los documentos que las monjas guardaban en su archivo, entre ellos, sendos privilegios de los reyes Alfonso IX de León y Fernando III, en los que les concedían la facultad de disponer de doce apaniaguados, excusados de todo pecho, por lo que, dos años después, solicitaron al rey Alfonso X la ratificación de la validez de tales privilegios perdidos por la inundación61.

Aunque, sin duda, el relato más amplio de esta riada de los Difuntos y a la que atribuye efectos más dañinos, incluso para el propio puente romano, es el de Román Girón y Manuel Barco López, que textualmente escriben: “En 3 de Noviembre de 1256 fué tan impetuosa la corriente, que destruyó un con-vento de monjas que había en la Serna, llamado Santa María de Leon; rompió aquella pradera y abrió el cauce que ahora llamamos el cañon de Santa María, y arrancó la aceña y pesquera que llamaban del Arco, situada al principio de la Aldehuela; ademas causó daños de consideración en el arrabal del puente; arruinó el convento que tenian allí los Dominicos y dejó resentido el puente por aquella parte”62. Por otra parte, Fontana Tarrats incluye en su colección de noticias paleoclimáticas, con datación en el mismo año de 1256, una más que sorprendente “gran riada del Tormes en Salamanca el 13 de agosto, que dañó puente romano”, lo mismo que otra, se supone que de idéntica y sorpren-dente época, que “produce el derribo del puente de Talavera (Tajo)”63; ¿no se trataría de la riada de los Difuntos, mal datada en cuanto al día y mes?

Salvo que la parte más afectada del puente fue la cercana al Arrabal, re-sulta difícil conocer la entidad exacta de los daños sufridos por su fábrica con la expresión de Barco y Girón “dejar resentido el puente”. A priori, cabría pen-sar que las aguas, aunque dejaron maltrecha su parte meridional, no tuvieron, sin embargo, el suficiente ímpetu como para derrocar alguno de sus arcos. No obstante, las informaciones posteriores parecen indicar todo lo contrario, que los destrozos causados en dicha parte del puente por la riada de los Difuntos fueron de mucha mayor importancia, tanta como para poder afirmar que hay que atribuir a ésta y no a la de San Policarpo de 1626, como tradicionalmente se viene haciendo, ni a la avenida de Santa Bárbara de 1498, la primera gran

60 MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., doc. 266 y en GUADALUPE BERAZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 272.61 En Catálogo Documental 2.62 BARCO LÓPEZ, M. y GIRÓN, R., Historia de la ciudad de Salamanca que escribió D. Bernardo Dorado, corregida en algunos puntos, aumentada y continuada hasta nuestros días por varios autores naturales de esta ciudad. Salamanca: 1863, pp. 15-16 y previamente editado en BARCO LÓPEZ, M., “El Río Tormes”, en Adelante, 14 de julio de 1861, p. 3.63 FONTANA TARRATS, J. Mª., “El clima del pasado”, en Publicaciones del Centro Pirenaico de Bio-logía Experimental, 7 (1976), p. 111.

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ruptura de la fábrica del puente romano de Salamanca y el derribo de toda su parte meridional.

Esta riada de los Difuntos no sólo inundó el barrio del Arrabal, al otro lado del puente, destruyendo muchas de sus casas, sino también las de los barrios ribereños del lado próximo a la ciudad, San Nicolás, Santiago, Tene-rías y San Lorenzo. De lo contrario, no tiene fácil explicación por qué, antes de cumplirse los dos años de este desbordamiento del Tormes, el rey Alfonso X trató de incrementar la población de los mencionados barrios mediante la concesión, el 9 de junio de 1258 en Medina del Campo, de un privilegio “exi-miendo de pecho por 6 años á los que vinieran a poblar al pié del puente de Salamanca“, según una cédula real, hoy perdida, que se hallaba en el Archivo de esta ciudad (13.ª, leg. 1.ª, envol 1.º)64. Asimismo, años después, se docu-mentan dos hechos que también parecen tener relación directa con la riada de los Difuntos y sus efectos inmediatos:

El 25 de septiembre de 1272, el juez real de Salamanca, Giral Estéva-nez, dicta sentencia en el pleito que mantenían los procuradores del concejo y aquellos que an parte enas aceñas del Arenal, con los procuradores del cabildo, sobre la denuncia presentada por los primeros de una presa que el cabildo de la eglesia de Salamanca fazía e mandaua fazer allý, al uado de Santeruás, aquella pesquera fornazina que sal contra el fonssario de los judíos, que dezían que aquel lauor que fazían que lo non deuían fazer, que era lauor que fazía gran daño al conceyo de Salamanca e a las acenias del Arenal, e que esta presa fornazina que ý estaua era lauor antigo e non deuían a laurar sobrela, mays que deuía estar así commo sienpre estaua. Los procuradores del cabildo alegaban todo lo contrario, que aquello que auían fecho que lo non deuían desfazer e que deuían laurar por aquella presa adelantre, porque esta presa era senal de pesquera e, si la non laurasen, que se tornaría en gran daño de las acenas del Muradal que son del cabildo e de otros herederos que an hy parte65. En la exposición de los hechos denunciados queda claro que el cabildo estaba reforzando una presa o pesquera que atravesaba el río de una parte a otra, aguas arriba del puente, comunicando la aceña del Muradal, de su pertenencia y situada en la orilla derecha, con la aceña del Arenal, en la orilla izquierda. Es probable que también esa presa hubiera sufrido las conse-cuencias de la riada de los Difuntos de 1256; pero, además, parece oportuna la pregunta sobre la procedencia de los materiales utilizados en la obra, no siendo que se tratara de los sillares y dovelas de granito de la parte meridional del puente derruida por dicha riada y que permanecían desde entonces aban-donados en medio del río al no disponer el concejo de medios suficientes con que afrontar su reparación, lo que permitiría resolver una de las incógnitas

64 Extractada por SÁNCHEZ RUANO, J., Fuero de Salamanca, publicado por primera vez con notas, apéndices y un discurso preliminar. Salamanca: S. Cerezo, 1870, p. XXI y cit. por ARAUJO, F., Ob. cit., pp. 56 y 119, y VILLAR y MACÍAS, M., Ob. cit., libro II, p. 17.65 En Catálogo Documental 3.

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que aún encierra el edificio actual del puente: la total discordancia de mate-riales pétreos de sus dos fábricas, la romana y la hispana.

El juez, aunque luego admitió la apelación del cabildo, pronunció sen-tencia contraria a sus intereses, mandando derribar lo construido porque, si esta presa quesiessen laurar agora de nueuo, que faría muy gran daño a la uilla de Salamanca, e porque quando el rrío enchiesse que entraría por la uilla muy gran partida. Otrosí, que faría muy gran daño a los he-rederos de las aceñas del Arenal, no sin antes haber acudido al lugar con hombres buenos y haber observado in situ la obra, advirtiendo un segundo hecho de no fácil explicación, si no se admite que el puente se hallaba in-transitable desde hacía tiempo, al menos para los carros: que esta presa que fuera fecha de tienpo antigo, e que solían por allý pasar carros para meter dentro ena uilla66. Pues, de estar en buen estado el puente, ¿por qué iban a pasar los carros por esta presa?

FiG. 57: Presa y aceñas del Arenal y Muradal. Antón Van der Wyngaerde

66 En Catálogo Documental 3.

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Tres años después, 1275, parece que el concejo, como más adelante se verá, trató de reparar los daños causados en el puente por la riada de los Difuntos de 1256. Pero la importancia de los desperfectos debían ser de tal entidad como para que, no pudiendo hacer frente a su financiación con los ingresos ordinarios, tuviera que recurrir al expediente de imponer un impues-to extraordinario, en el que pretendió que también pecharan los clérigos y sus vasallos, a lo que éstos se negaron recurriendo al infante don Fernando de la Cerda, hijo primogénito del rey Alfonso X, quien les dio la razón, avalando su negativa a que pechen con el concejo enna lauor de la ponte 67.

Finalmente, no habiendo habido ninguna otra riada, entre la de los Di-funtos de 1256 y la de Santa Bárbara de 1498, que dañara el puente romano hasta el punto de provocar en él, como en estas dos, la ruptura de alguna de sus bóvedas, hay que atribuir a la reparación de los daños ocasionados por la de los Difuntos la descripción que de la fábrica del puente romano hacen las fuentes relativas a la riada de Santa Bárbara. Y estas ponen de manifiesto una y otra vez que, antes de producirse la riada, la fábrica del puente no era unitaria; que ya entonces poseía dos partes diferenciadas: una romana y otra Que se sabe muy que no hizo Alcides el fuerte68. Correspondía ésta a la parte meridional del puente, la situada al lado del Arrabal; estaba conformada, se-gún el poema De Tormis inundatione, por una estructura de siete arcos de tamaño inferior a los demás; y va a ser de nuevo esta parte la que derribe la riada de Santa Bárbara, según recoge dicho poema:

Pronto de sima tamaña el puente largo se llena,Que en veintiocho por junto grandes arcos se apoya.

Que no pudiendo acoger por sus bocas el río y sus olasNi absorber tantas lluvias dañinas que iban corriendo,

Ni aunque mil fuesen, sobrepasan en la parte izquierdaLas corrientes mezcladas y en vasta vorágine rompen,Donde el puente en declive siete ojos tiene menores

Que los demás69.

Incluso, años más tarde, se documenta la expresión la puente nueva, re-ferida sólo a esta parte meridional del puente (la media puente questava hazia el Arrabal), de la que se destaca la endeblez de sus arcos viejos (estava más flaca e de arcos viejos), al tiempo que se señala que la dicha puente hera baxa e tenía los arcos baxos e el Arraval estava baxo70.

De la enumeración de los hechos e informaciones consignados parece que toma cuerpo que la riada del día de los Difuntos de 1256 bien pudo te-ner mucha más importancia de la hasta ahora reseñada por la historiografía

67 En Catálogo Documental 4. 68 Verso 598 de De Tormis inundatione, en SANZ HERMIDA, J., Ob. cit., p. 122.69 IBÍDEM, versos 341-347.70 En Catálogo Documental 20.

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local, pues afectó a toda la parte meridional del puente hasta el punto de hacerlo intransitable durante un largo periodo de tiempo; además, su nueva puesta en servicio al tránsito fue costosa y de prolongada dilación. El concejo salmantino no pudo afrontar solo el coste de su reparación y se vio obligado a recurrir a la clerecía, además, ya habían transcurrido veinte años y aún no habían concluido las obras. Y éstas consistieron en la reparación de, cuando menos, siete arcos de menor tamaño, aunque en realidad, como se demostra-rá, fueron bastantes más, doce o trece. Así pues, la riada de los Difuntos bien pudo ocasionar el derribo de la parte meridional del puente, cuyos sillares originales de granito no fueron reutilizados en su reconstrucción, sino otros de distinto material (areniscas celestinas o vulgar piedra caleña) traídos de zonas más próximas a la ciudad. Si bien, también cabe pensar en otra posibilidad, aunque muy poco probable por la longitud de la fábrica hispana, 157,50 m.: que la riada provocase por erosión un desplazamiento de la orilla izquierda y, por consiguiente, un estimable ensanchamiento del cauce fluvial en esta parte izquierda, no lejos, aguas arriba, de la desembocadura del Zurguén, como para que fuera imprescindible el añadido de una serie de arcos al primitivo puente romano con el fin de poder enlazar con la desplazada orilla izquierda. En cualquiera de los supuestos fue necesaria, pues, la reconstrucción de un buen número de arcos.

En definitiva, la riada de los Difuntos, si no fue la causante de la primera ruptura del puente romano de Salamanca (que no sólo no se descarta, sino que a priori es la hipótesis más probable), al menos sí fue la responsable de la aparición en su estructura, después de efectuadas las correspondientes obras de reparación, de dos tramos y fábricas diferentes: el existente con anteriori-dad, el viejo, es decir el romano, y el nuevo, es decir el reparado, del que po-siblemente aún perduran, como vestigios de aquella fábrica medieval del siglo XIII, los dos últimos arcos (25 y 26), en su integridad, y parte de los sillares de otros nueve (16-24), como se tendrá ocasión de explicitar más adelante.

Después de esta riada de los Difuntos de 1256, transcurrió un largo perio-do de más de siglo y medio sin que se tenga información de nuevas avenidas del Tormes71. Sin embargo, el siglo XV, y en especial su último cuarto, fue el periodo medieval en que tuvieron lugar más inundaciones del río, o cuando menos del que hay más documentadas:

La primera aconteció por los años 1422, pues, según Dorado, “haviendo crecido el rio furiosamente maltrató al Monasterio (de las monjas de Santa Ana) de tal suerte, que amedrentadas las Monjas le desampararon: en cuya vista el piadoso Prelado (don Sancho de Castilla) temeroso de mayor daño

71 De todas formas, cabe la remota posibilidad de otra poco antes del 4 de octubre 1344, fecha de una zédula real de la señora reina doña María para que esta çiudad pudiese repartir en ella y su término 1.000 maravedís para reparos de las casas de dicha çiudad y del puente, según consta en Catálogo Documental 5. Aunque dicho año no está probada ninguna avenida del Tormes por otra fuente, cabe esa interpretación al motivo de este reparto, además, FONTANA TARRATS, J. Mª., Ob. cit., p. 112, afirma que del 1 al 14 de febrero de este año hubo muchas lluvias.

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en lo sucesivo las hizo mudar à la Ciudad, dándolas para su habitación la Hermita de Santa Ana sita en la calle de Genova, con algunas mas casas que se compraron contiguas à dicha Hermita, trocando el nombre que tenìan de Santa Maria de la Serna por el que adquirieron de Santa Ana, como tambien la Calle”72. Tan sólo González Iglesias señala escuetamente y sin que apor-te prueba documental alguna de apoyo informativo, el “destrozo importante (que) sufre la Puente”73.

Hasta más de medio siglo después, 1479, no se vuelve a registrar otra avenida del río. De nuevo su conocimiento se debe a Dorado: en diciembre de dicho año, a los padres carmelitas calzados “se les arruinó el Convento por las imperiosas corrientes de el Tormes, por lo que compadecidos nuestro Prelado Don Gonzalo, y su Ilustre Cabildo les concedieron la antigua Parro-quial Iglesia de San Andres con todas adherencias, y pertenencias con algunas condiciones, que constan de la Escritura otorgada en el año 1480, mejorando de planta y sitio”74.

Tres años más tarde el Tormes conoció una nueva riada, según delatan Girón y Barco López, los continuadores de la historia de Bernardo Dorado: “En 1482 hubo otra avenida de consideración, pero no causó tantos daños como la anterior (la de 1256), porque varias corporaciones y particulares habían huido del arrabal y sitios bajos; sin embargo, perjudicó la parte del puente que se hallaba resentida, y fue preciso hacerle una grande compostura el año 1499, en la qual gastó el Ayuntamiento dos mil Doblas de oro”75. Y, aunque Araujo, siguiendo a los anteriores, también confirma que esta “gran avenida del Tór-mes… dejó mal parado el puente”76, yerran los tres al achacar a ésta los daños causados al puente por la de Santa Bárbara de 1498, como bien precisa Villar y Macías, aunque equivocándose en el año77.

Y antes de afrontar la última riada del siglo XV, la de Santa Bárbara, es de nuevo Dorado quien informa que en 1490 aconteció otra “furiosa y repentina avenida de el Tormes”, por la que los trinitarios, que ochenta años antes se habían instalado en la iglesia de San Juan el Blanco, “se vieron quasi anega-dos, pudiendo salir de dicho sitio, como dicen, à milagro”, estableciéndose

72 DORADO, B., Ob. cit., pp. 302-303. Estas monjas de Santa Ana, que ya habían sufrido en 1256 los efectos del desbordamiento del río Tormes, volvieron a padecerlos, pero en esta ocasión en el convento-iglesia de San Esteban de allende la puente, en el Arrabal, a donde se habían trasladado, según VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro II, pp. 149-150. También recoge esta “gran inundación del Tormes” ARAUJO, F., Ob. cit., pp. 77 y 124.73 GONZÁLEZ IGLESIAS, L., Ob. cit., p. 40.74 DORADO, B., Ob. cit., p. 326. Aunque, apenas siglo y medio más tarde, los carmelitas de nuevo debieron enfrentarse con otra avenida más destructiva que acabaría para siempre con este ilustre convento salmantino.75 BARCO LÓPEZ, M. y GIRÓN, R., Ob. cit., p. 16 y BARCO LÓPEZ, M., Ob. cit., p. 3.76 ARAUJO, F., Ob. cit., p. 125.77 “En 1482 hubo otra avenida. Y dos mil doblas de oro costó al Municipio el reparar los daños causados por la de 1499, que en un poema latino narró el estudiante Antonio Giménez”, en VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro I, p. 33.

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en los palacios cedidos por el deán, don Álvaro de Paz, en la calle Concejo de Abajo78.

FiG. 58: El Arrabal padecía frecuentes inundaciones por las avenidas del Tormes

No parece que estas últimas avenidas medievales ocasionaran daños de consideración en la estructura del puente romano de Salamanca, todo lo con-trario que la siguiente y última del siglo XV, que de nuevo derrocó algunos arcos de la fábrica medieval surgida de la reparación de los destrozos ocasio-nados por la riada de los Difuntos de 1256, fábrica que será la que más sufra, con posterioridad, las consecuencias de las embestidas de las avenidas del Tormes, con una reincidencia de derrocamientos que no se explican si no es por la falta de una buena y profunda cimentación de sus pilas y por su cons-trucción claramente más deficiente que la de la fábrica romana.

b) la riaDa De santa bÁrbara De 1498

La última avenida del río Tormes en el siglo XV fue la denominada de Santa Bárbara. Aunque Herráez Hernández fue el primero que dedicó su atención a este acontecimiento79, es, sin duda, Sanz Hermida, quien mejor ha

78 DORADO, B., Ob. cit., p. 333.79 HERRÁEZ HERNÁNDEZ, J. M., Ob. cit., pp. 355-365.

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estudiado este suceso, basándose en fuentes documentales, tanto de archivo (una real cédula del rey Fernando el Católico) como literarias (la Égloga de las grandes lluvias de Juan del Enzina y el poema de Antonio Jiménez, De Tormis inundatione)80, a pesar de que no tuvo en cuenta el extenso documento ori-ginal, existente en el Archivo Universitario de Salamanca, extractado81 primero y, luego, íntegramente trascrito y publicado por el autor de este trabajo82, so-bre la contienda suscitada entre la clerecía y los miembros del concejo salman-tino, acerca del pago de la imposición de una sisa sobre la compraventa del vino, pescado y carne para obtener recursos con que proceder a la reparación de los daños causados en el puente por esta riada.

En el tercer día del mes de diciembre de 149883, tras dos meses de lluvias constantes, acompañadas de nevadas y fuertes vientos84, una tormentosa no-che85, paradójicamente previa a la festividad de Santa Bárbara86, el río Tormes acrecentó hasta tal extremo su caudal que se desbordó impetuosamente por toda la vega cercana a la ciudad87, originándose así una de las riadas más importantes de cuantas ha sufrido Salamanca, como con extrema crudeza se expresa en el poema De Tormis inundatione:

Luego, cuando torció la noche su curso mojado,Y en la carrera media se deslizan las aureas estrellas,

Cuando a los animales tiene el sueño en la tierraY las cuitas alivia y los pechos de pena olvidados,

Cuando los campos callan y la raza de reses y de aves,Tormes empieza a crecer sin medida por todos los campos

Sale del lecho y rebasa riberas y cauce ordinario.

80 SANZ HERMIDA, J., Ob. cit. 81 VACA LORENZO, Á., “Regesta de los documentos medievales de carácter privado existentes en el Archivo de la Universidad de Salamanca”, en Stvdia Historica. Historia Medieval, 13 (1995), pp. 178-179, doc. 155.82 ÍDEM, Diplomatario del Archivo de la Universidad de Salamanca. La documentación privada de época medieval. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1996, doc. 155.83 “Lustros trescientos Titán por las casas del éter había /Hecho rodar, menos dos años, tras Cristo nacido. /Ya era de diciembre rígido tercera luz triste”, versos 7-9 de De Tormis inundatione, en SANZ HERMIDA, J., Ob. cit., p. 104.84 “Agua y nieve /y vientos bravos corrutos, /¡reniego de tiempos putos! /¡Ya dos meses a que llueve!”, dice Rodrigacho en los versos 85-88 de la Égogla de las grandes lluvias, en IBÍDEM, p. 88.85 “He aquí que el día décimo, memorable por años y años /. . ./Se hace un estruendo, densas nubes del éter se vierten /. . ./ Después que Febo bajó ya a las ondas de occidente”, versos 58, 61 y 63 de De Tormis inundatione, en IBÍDEM, p. 105.86 “Había que celebrar a Bárbara Santa al siguiente /Día”, versos 16-17 , en IBÍDEM, p. 104.87 Hecho que recoge Juan del Enzina en el siguiente diálogo de los pastores de la referida Égloga de las grandes lluvisas: “(Rodrigacho) Di tú, que vienes de villa, /¿ovo gran tormenta allá? /(Juan ) Dos mill vezes más que acá. /Tanto que no sé dehesilla, /de manzilla. /(Antón) ¿Iva el río muy perhundo? /(Juan) Nunca tal se vio en el mundo. /(Rodrigacho) ¡O, qué huerte maravilla! /(Antón) Por tu salud, que lo cuentes. /(Juan) Tú contar no me lo mandes. /Con los andiluvios grandes /ni quedan vados ni puentes, /ya las gentes /reclaman a boz en grito, /andan como los de Egito”, versos 57-71, en IBÍDEM, pp. 86-87. O el poema De Tormis inundatione, al decir “que el Tormes se hinchara /Tanto, como ¡ay! Nunca en cien siglos había sucedido”, versos 185 y 186, en IBÍDEM, p. 109.

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No aguanta el suelo las lluvias del éter caídas,Ni tan grande humedad, que de fuentes corrientes procede.

Mas, derretida la nieve, en los bosques más altos caída,Mil arroyos bebe raudos y crece en los montes,

Mil por campos, do nunca los hubo, se forman caudales.Cuando aurora empezó a disipar las tinieblas nocturnas,

Cuando suelen los hombres romper sus dulcísimos sueños,Es el río mayor y se acrece con olas de espuma,

De no otro modo que el mar por las playas esparce sus olasArrebatado, al juntarse los cuernos de la luna llena.

Los bosques arrasa vecinos y campos, a fondo,Y la muy lamentada esperanza de muchos colonos.Todo lo que se le opone trata de llevar por delante,Descomunal, ni al árbol perdona ni a roca siquieraNi a las casas, donde el molar trituraba los trigos.

Sus remolinos devastan las cercas y los verdes huertos.Templos de los santos arranca en su sima profunda.

Con sus olas gigantescas dos arrabales rodea,Junto a la muralla construidos; anega las casas.

Pone en fuga a los labriegos que dejan sus techos con miedo,Y hay madres que tiemblan y niños y niñas medrosos

Y pequeña prole, a sus padres queridos robaba88.

Los momentos más álgidos de esta “tan gran inundación de aguas, cuan-ta, como pienso, nunca vieron los siglos pasados ni, si se me permite afirmar-lo, verán los venideros”89, y las graves consecuencias materiales y humanas, sobre todo en la Vega y en los dos arrabales extramuros, están recogidos en la citada pieza poética del valenciano y estudiante de la Universidad de Sala-manca Antonio Jiménez, especialmente en los siguientes versos:

Casas sesenta del arrabal la odiosa avenida Rotas, y otras tantas derribó de las huertas cuidadas Y otras tantas también rompió en un súbito ataque

Entre la torreada muralla y ribera del río. Tres monasterios fueron derribados por un mar tan grande

Lleno de espuma, cuyos nombres son muy conocidos: El de la Madre de Dios alma, de la Vega llamado;

88 Versos 81-106 y 185-186, en IBÍDEM, pp. 106 y 109.89 De tal forma calificaba esta riada del Tormes Antonio Jiménez, quien, además, añadía: “La cual, por cierto, tan grande ha parecido, que con razón se nos antoja digna ya, en cierta medida, de recordación y para que los hombres que no vieron este diluvio tan inmenso, como el que Salamanca soportó, lo conozcan por versos que cuenten la enormidad de este admirable portento, por eso justamente hemos determinado hacerlo memorable; pues, como dicen, pienso que en ninguna parte afluyó entonces tan gran avenida, como la que hemos visto con nuestros propios ojos”, en Introducción de De Tormis inundatione, en IBÍDEM, p. 101.

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El templo, cuya torre se levantó siempre alta Sin derribar por milagro, por cierto, el de San Esteban, Morada que con santa piedad habitaban las monjas;

Y al que dan nombre los tres, Padre, Hijo y Espíritu Santo.Además arrebató lo que los labriegos tenían

En sus casas, mieses y barricas llenas de vino,Y todos los víveres y las arcas repletas de trajes, Y las acémilas, perros, gatos y pájaros varios, Y muchos cerdos; reses y ganados llevóse90.

Además de los inmuebles señalados, la riada de Santa Bárbara también derrocó la aceña del Arenal, en la parte del Arrabal, cuya propiedad ya en-tonces había conseguido el cabildo catedralicio, tal como en el proceso de concesión de la oportuna licencia de restauración dada por los alcaldes y jueces de los Morales expuso Diego de Medrano, en nonbre de los señores deán e cabildo, e dixo que por quanto la aceña del Arenal, que es de los dichos señores, la avía levado el rrío e estaua todo desfecho91; dicho cabildo pronto, exactamente el 8 de mayo de 1499, inició los trámites para su reparación, lo que al fin conseguiría, no sin la oposición del concejo salmantino, presentada, primero, ante los Reyes Católicos92 y, finalmente, dilucidada ante los auditores de la Real Audiencia de Valladolid93.

Entre las huertas que sufrieron los efectos de esta inundación se encon-traba la que el cabildo poseía en la ribera del río Tormes e en lo realengo de Tejares, que [ha] por linderos: de la una parte, huertas de los dichos señores e, de la otra parte, huerta de Pero Nieto e, por delante, el camino real e, por la tra-sera, el dicho río de Tormes, que oy día [27 de febrero de 1501] dellos tenían en renta por su vida Diego Rodríguez de Santesydro, canónigo de la dicha yglesia, en la creçiente e traiendo lluvia que, en el ynvierno pasado de año de noventa e ocho años, quando salió el dicho río de Tormes de madre, avía derrocado y levado todos los hedifiçios que estavan en la dicha huerta, con toda la çerca que tenía de madera, que avía reçibido mucho daño94.

Asimismo, es casi seguro que también fue destruida por esta avenida de Santa Bárbara la casa que Diego de Ciudad, platero, poseía en el Arraual de Allende de la Puente de la dicha çibdad; de que son linderos: de la vna parte, casas de Sant Lázaro e, de la otra parte, casa de Juan de Palençia e, de la otra parte, casa de la Yglesia Mayor, y que el 17 de noviembre de 1494 vendió a Antón de Urueña, ciego, y a su mujer, Juana García, por 6.000 mrs. y con el car-

90 Versos 576-591, en IBÍDEM, pp. 121-122. 91 En Catálogo Documental 12.92 En Catálogo Documental 16.93 El 16 de junio de 1503 está datada la carta ejecutoria de los Reyes Católicos de la sentencia dictada a favor del cabildo de Salamanca en el pleito que siguió el concejo de la ciudad, quien se oponía a que aquél cambiara el sitio de la aceña del Arenal a restaurar después de su derrocamiento por la crecida de Santa Bárbara, en Catálogo Documental 20.94 En Catálogo Documental 18.

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go del çenso e tributo que la dicha çibdad tiene en la dicha casa, que son doze mrs. cada vn año para sienpre jamás95, ya que antes del 12 de abril de 1499 esa casa se había convertido en vn suelo que nos hemos e tenemos en el Arrabal de Allende la Puente de la dicha çibdad, segund que lo ovimos de Diego de Çibdad; que ha por linderos: de la vna parte, casas de la Yglesia mayor e, de la otra par-te, casas de los herederos de Pedro Escriuano, y deciden venderlo por sólo mil maravedís y con la piedra que tiene e con dos maderos e con todo lo otro que le pertenesçe e con doze mrs. de çenso que en él tiene la çibdad en cada vn año, a Luis Amarillo96, quien lo había comprado para el sastre Gonzalo García, a quien traspasó la propiedad y la posesión el 23 de abril de 149997.

Esta devastadora riada del Tormes también afectó al puente romano de Salamanca, provocando la fractura en su parte meridional, en la parte izquier-da, según descripción del citado Antonio Jiménez:

Pronto de sima tamaña el puente largo se llena,

Que en veintiocho por junto grandes arcos se apoya.

Que, no pudiendo acoger por sus bocas el río y sus olas

Ni absorber tantas lluvias dañinas que iban corriendo,

Ni aunque mil fuesen, sobrepasan en la parte izquierda

Las corrientes mezcladas y en vasta vorágine rompen,

Donde el puente en declive siete ojos tiene menores

Que los demás98.

Este derribo parcial de la fábrica del puente romano de Salamanca es confirmado, además, por otras informaciones documentales:

No habían transcurrido dos meses del derribo del puente por la riada de Santa Bárbara, cuando los Reyes Católicos, el 28 de enero de 1499 otorgaron licencia para llevar a cabo un repartimiento de 400.000 mrs. entre los vecinos de la ciudad y su tierra, previa petición de los regidores y sexmeros de Sala-manca, diziendo que las avenidas pasadas fizieron grand daño en esa dicha çibdad, espeçialmente que derrivaron un arco de la puente desa dicha çibdat e çiertas calçadas, de que la dicha çibdat rresçibe mucho daño porquel prinçipal proveymiento que viene a la dicha çibdat es por la dicha puente, e que para el rreparo della son neçesarios (?) grandes contías de maravedís99.

El 5 de marzo de 1499, Pedro González, joyero y procurador del corregi-dor Juan Gutiérrez Tello y demás miembros del consistorio salmantino, refirió en el pleito que a propósito de la financiación de su reparo surgió entre éste

95 ACSa., caj. 3, leg. 2, nº 57-2º.96 IBÍDEM, nº 57-1º.97 IBÍDEM. 98 En SANZ HERMIDA, J., Ob. cit., p. 114, versos 340-347.99 En Catálogo Documental 7.

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y la clerecía, que la puente desta dicha çibdad, la qual, con las muchas aguas deste invierno, se quebró e par tió por muchos logares100.

FiG. 58: Gran crecida del río Tormes sobre el puente romano de Salamanca

Días más tarde, el 20 del mismo mes y año, otro procurador de la ciudad, Juan Bravo, indicaba que a cabsa de las grandes avenidas que vinieron por el río de Tormes este ynvierno, se siguieron grandes daños e pérdidas a esta dicha cibdad, entre las quales derrocó dos arcos de la puente, e ciertas calçadas, en una real cédula del rey Fernando el Católico101.

El 11 de octubre de 1499, el concejo de Salamanca exponía a los Reyes Católicos, ante la reconstrucción de la aceña del Arenal que había iniciado el cabildo, que por la fazer adonde la faze viene mucho daño al arrabal de la dicha çibdad e a la puente della porque está muy quebrada e peligrosa, porque colgará toda el agua al dicho arrabal e echará toda el agua por la dicha puente102.

100 En Catálogo Documental 8.101 En Catálogo Documental 10.102 En Catálogo Documental 16.

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Asimismo, en el alegato pronunciado por Sempronio, en el tercer acto de La Celestina103, cuya primera edición apareció en Burgos en 1499, sobre el desgaste que el paso del tiempo produce hasta en los acontecimientos que más nos impresionan, “hay motivos para pensar que, dentro de esta esplén-dida prosa, el puente en que pensaba Fernando de Rojas (quien como estu-diante de Derecho vivió en Salamanca entre 1494 y 1502) era precisamente el romano de esta ciudad, cuya ruina parcial acababa de presenciar”, en opinión de Jiménez, Menéndez y Prieto104, así como de Arenas105.

Por su parte, Antonio Jiménez, al año siguiente, minimizaba esos daños del puente, al expresar que la riada:

Quebró la puente, de la que partió con su empuje tan solo Un arco y le dañó únicamente en aquella parte

Que se sabe muy bien que no hizo Alcides el fuerte, Más poderoso que el cual jamás otro alguno ha existido106.

Y, finalmente, en el pleito mantenido entre el concejo y el cabildo sal-mantino a propósito de la reconstrucción de la aceña del Arenal, que diluci-daron ante la Real Audiencia de Valladolid y cuya real carta ejecutoria tiene fecha de 16 de junio de 1503, una de las razones del procurador del concejo para oponerse a dicha reconstrucción era porque, sy la dicha açeña se hiziese, haría el agua tan grand curso que commo el agua yva hazia la çibdad por la puente e arcos altos, commo la media puente questava hazia el Arraval estava más flaca e de arcos viejos, en tienpo de avenidas, aviendo curso el agua, de-rrocaría la media puente, segund que avía derrocado çierta parte della el año pasado, e aún llevaría todo el Arraval107.

Difícil determinar, con estas disonantes referencias documentales, la ruptura real producida en la fábrica del puente romano de Salamanca por la avenida de Santa Bárbara de 1498. A priori, ante la existencia de fuentes discrepantes, parece evidente que hay que dar preferencia en su grado de credibilidad testimonial a las documentales o documentos de archivo por su propia naturaleza de fuentes preterintencionales, que les confiere

103 “El mal é el bien, la prosperidad é adversidad, la gloria é pena, todo pierde con el tiempo la fuerça de su acelerado principio. Pues los casos de admiración é venidos con gran deseo, tan presto como passados, oluidados. Cada día vemos novedades é las oímos é las passamos e dexamos atrás. Disminúyelas el tiempo, házelas contingibles. ¿Qué tanto te marauillarías, si dixesen: la tierra tembló ó otra semejante cosa, que no oluidases luego? Assí como: elado está el río, el ciego vee ya, muerto es tu padre, vn rayo cayó, ganada es Granada, el Rey entra oy, el turco es vencido, eclipse ay mañana, la puente es lleuada, aquél es ya obispo, á Pedro robaron, Ynés se ahorcó. ¿Qué me dirás, sino que á tres días passados ó a la segunda vista, no ay quien dello se marauille? Todo es assí, todo passa desta manera, todo se oluida, todo queda atrás”, en ROJAS, F. de, La Celestina. Tragicomedia de Calisto y Melibea. Madrid: Espasa-Calpe, 1968, vol. I, pp. 129-132.104 JIMÉNEZ, M. C., MENÉNDEZ, L. R. y PRIETO, M., Ob. cit., p. 200.105 ARENAS, J. J., Caminos en el aire. Los puentes, vol. 1, pp. 171.106 En SANZ HERMIDA, J., Ob. cit., versos 596-599, p. 122.107 En Catálogo Documental 20.

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una certeza mayor que la que ofrecen las informaciones brindadas por textos literarios e, incluso, por fuentes narrativas, porque no tienen intención de pre-sentar una particular reconstrucción e interpretación de los sucesos a los con-temporáneos ni a la posteridad. Mayor resulta el grado de indecisión cuando la coincidencia no es total entre dos fuentes de la misma naturaleza tipológica. ¿Qué información es la verídica: la que afirma que las aguas sólo derrivaron un arco de la puente desa dicha çibdat e çiertas calçadas, o la que señala que a lo sumo la avenida derrocó dos arcos de la puente e ciertas calçadas, o la que dice que avía derrocado çierta parte della, o, en fin, la que asegura que el puente se quebró e partió por muchos logares? Arriesgada disyuntiva. Posi-blemente el puente sólo sufrió el derrocamiento de uno o dos arcos, aunque, por informaciones posteriores, bien pudo ser de mayor entidad su rotura; en concreto, el 25 de marzo de 1507 la reina doña Juana mandó al vizconde Alon-so Vivero, corregidor de Salamanca, se informara de la necesidad de reparar el puente de dicha ciudad y del dinero necesario, ante la petición hecha por el concejo salmantino de que agora á seys o syete años, en los tienpos de las avenidas e aguaduchos, el río de Tormes llevó un pedaço de la puente prinçipal desa dicha çibdad, para cuyo reparo los Reyes Católicos les dieron licencia para hacer repartimiento, pero que parte de dicho dinero (42.000 mrs.) se había gastado en pagar al cabildo de la catedral la ejecución de una sentencia a que les había condenado la Chancillería de Valladolid sobre los frutos de ciertas tiendas, por lo que pedían nuevamente licencia para repartir el dinero necesario para efectuar el reparo del puente romano108.

A la espera de que el feliz hallazgo de alguna otra fuente pueda permitir precisar con mayor exactitud el alcance real de la ruptura ocasionada por la riada de Santa Bárbara al puente romano de Salamanca, hay que destacar, no obstante, lo que parece de más evidente certeza: que la parte del puente que cedió fue la más alejada de la ciudad y más próxima al Arrabal, es decir, la reconstruida después de la riada de los Difuntos de 1256, y que su ruptura fue limitada. Informaciones ofrecidas por Antonio Jiménez en varios pasajes de su De Tormis inundatione: las aguas de la riada rebasaron la parte meridional del puente, al contar con siete ojos de inferior tamaño y carecer, por consiguiente, de la necesaria capacidad de desagüe109, y algunos frailes de la ciudad, inten-tando ayudar a treinta hombres que se habían subido a los tejados de las casas del Arrabal, no pudieron pasar más allá de la mitad del puente110. Informacio-nes, por otra parte, coincidentes con la referida por el procurador de la ciudad en el pleito que mantuvo contra el cabildo a propósito de la reparación de la aceña del Arenal, contenida en la real carta ejecutoria de los Reyes Católicos de 1503, sobre su temor de que, commo la media puente questava hazia el

108 En Catálogo Documental 21. Agradezco las referencias que de éste y otros documentos del Registro General del Sello del Archivo de Simancas me proporcionó Manuel Santos Burgaleta.109 SANZ HERMIDA, J., Ob. cit., versos 340-347, p. 114 y versos 596-599, p. 122.110 “Mientras algunos frailes al medio del puente procuran /Llegar (pues más adelante seguir ya no pueden)”, versos 418-419, en IBÍDEM, p. 116.

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Arraval estava más flaca e de arcos viejos, en tienpo de avenidas, aviendo cur-so el agua, derrocaría la media puente, segund que avía derrocado çierta parte della el año pasado, e aún llevaría todo el Arraval111.

En definitiva, la avenida de Santa Bárbara de 1498 derribó al menos uno o dos de los arcos de la parte meridional del puente, aquélla que ya había sido reparada después de la riada de los Difuntos de 1256. Y parece ser que el arco o los arcos derrocados fueron los centrales, no los más próximos a la orilla, pues son los centrales los que siempre soportan la mayor acometida de las aguas desbocadas.

111 En Catálogo Documental 20.

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Ejecución y financiación de las reparaciones del puente romano

de Salamanca en la Edad Media

En la alta Edad Media, al tiempo que se produjo la fragmentación y parce-lación de la soberanía política, se diluyó el derecho romano y con él el

concepto de obra pública1. En su lugar adquirió un gran desarrollo el derecho consuetudinario germánico, unido a prácticas de un derecho hispánico prerro-mano o de tradiciones locales y a reglas del derecho romano vulgar. Y muchos de los bienes considerados públicos e inalienables en la etapa romana, como los puentes, se privatizaron y patrimonializaron, al integrarse y formar parte de los dominios de los señores, tanto laicos como instituciones eclesiásticas, eludiendo la intervención del poder público. Fueron ellos los que se hicieron cargo de los costes de construcción y conservación, a cambio de beneficiarse de la recaudación de las exacciones, tasas y demás derechos de paso (peajes y pontazgos). Pero, a partir de la plena y sobre todo de la baja Edad Media, comenzó a producirse, como bien señala Carlos Calderón, “una activa tarea constructiva que tiene un inicio de esplendor bajo el reinado de Alfonso el Sabio y que responde a evidentes necesidades de orden social y económico”2, una actividad constructora, continúa señalando dicho autor, “que persiste a lo largo del siglo XIV y, en especial, en su segunda mitad. Ello se debe a la intensificación de los intercambios comerciales que irá en aumento sobre todo luego de 1348 y que culminarán a fines del siglo siguiente”3. Fue entonces cuando los poderes emergentes, concejos y monarquías corporativas4, toma-

1 “Prácticamente, durante toda la Edad Media hasta la llegada de los Reyes Católicos, el concepto de ‘obra pública’ deja de tener significado”, según MERINO, Mª del M., “Puentes Medievales. Castillos en el agua”, en Revista MOPU, 347 (1987), p. 54.2 CALDERÓN, C., Ob. cit., p. 56.3 IBÍDEM, p. 57.4 “Los monarcas en general, apoyaron estas actividades aunque en ciertos momentos vieron limitadas sus posibilidades por falta de poder político o por falta de recursos. De cualquier manera, los verda-deros realizadores, los que más se destacaron en el quehacer fueron los concejos, pues, ¿quién mejor que ellos estaban compenetrados de las necesidades de sus vecinos y términos; además contaban con la infraestructura necesaria como para realizarlos”, IBÍDEM, p. 67.

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ron de forma cada vez más activa y progresiva el control sobre estas obras, al considerarlas infraestructuras imprescindibles, en principio por motivos de índole religiosa (camino de Santiago) y posteriormente por el desarrollo eco-nómico en general y del tráfico de hombres, animales y mercancías, en particular. Este control incluía no sólo la construcción sino también la conser-vación de estas obras; ahora bien, como la construcción de una infraestructura de este tipo, como un puente de piedra, comportaba un coste tan elevado que, muchas veces, escapaba a las posibilidades de una persona, institución laica o religiosa o, incluso, del propio monarca, en la mayoría de los casos, obligaba a construcciones frágiles y endebles de madera, que eran fácilmen-te derribadas con las grandes avenidas, y, sobre todo, a “que la política de monarcas e instituciones fuera principalmente encaminada al mantenimiento y consolidación de las obras ya existentes, proveyendo lo necesario para su reconstrucción en caso de algún desastre y antes de que se deteriorase más, y desde luego teniendo siempre presente la necesidad de conservar y man-tener las construcciones de que disponían”5. Esta política de construcción y, sobre todo, de mantenimiento de las obras públicas tuvo lugar al compás del desarrollo de los nuevos fundamentos doctrinales de la autoridad política que conllevó la recepción y renacimiento del derecho romano.

En efecto, si bien es cierto que en los albores de la Edad Media la influen-cia del derecho romano nunca dejó de sentirse a pie de tierra, no fue hasta el siglo XI cuando su conocimiento y afianzamiento se intensificó, sobre todo, con la labor de estudio y divulgación del Digesto que, impulsada desde la Uni-versidad de Bolonia, se extendió con posterioridad a todo el continente euro-peo hasta fructificar en el siglo XIII y, por lo que respecta al ámbito concreto de Castilla, en la publicación de la gran obra jurídica de Las Siete Partidas del rey Alfonso X el Sabio6, cuyo contenido, junto con el del Ordenamiento de Alcalá de 1348 del rey Alfonso XI, constituyeron el Derecho que va a estar vi-gente en España hasta finales del siglo XIX7, si bien de forma supletoria al Fue-ro Real y a los fueros municipales, pues en el capítulo LXIIIJ, título XXVIII, ley 1 del Ordenamiento de Alcalá, el rey Alfonso XI, al establecer el orden general de prelación de fuentes, sancionó en primer lugar la aplicación del propio Ordenamiento de Alcalá, y en su defecto de los fueros municipales, dejando la posibilidad de que el monarca los mejorase o enmendase y siempre que no fueran contra Dios, la razón y las leyes, y en tercer lugar, si las leyes y los

5 DÍAZ MARTÍN, L. V., Ob. cit., p. 58. 6 Las Siete Partidas constituyen “el código más importante de la historia del derecho español, y representan el apogeo de la recepción en Castilla del derecho común. Su ambición temática, solidez científica, desarrollo técnico y pulcritud de prosa, convierten a esos siete libros en un verdadero modelo de obra jurídica”, en opinión del profesor ESCUDERO, J. A., Curso de Historia del Derecho. Fuentes e Instituciones Político-administrativas. Madrid: 1995, 2ª ed., p. 448.7 “Lo dispuesto en Alcalá tuvo enorme transcendencia”, entre otras razones, “por su dilatadísima vigencia, habida cuenta que el orden fijado en esa ley, recogida luego por las recopilaciones de la Edad Moderna, se mantuvo vigente hasta la promulgación del Código Civil en las postrimerías del siglo XIX”, en IBÍDEM, p. 453.

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fueros no contasen con la norma adecuada se recurriría a las Partidas8. Ahora bien, este tercer lugar en el orden de prelación no suponía su marginación real, al contrario, además del prestigio y de la autoritas que tuvieron las Parti-das, ni el Ordenamiento de Alcalá ni cualquier fuero municipal fueron textos tan amplios, ni previsores del rigor técnico de ellas, por lo que no es difícil predecir la vigencia efectiva de las mismas, máxime cuando en los tribunales concurrían juristas formados en el mismo derecho que ellas contenían.

Este hecho supuso un importante hito en la conformación del concepto de obra pública, ya que, aunque ni en las Partidas ni en los demás textos jurídicos medievales se encuentra una definición explícita de lo que debiera entenderse por tal, no obstante, de algunos bienes se declara su titularidad co-munal, de cuyo uso podían disfrutar todos los hombres sin excepción alguna, como el caso de los ríos, puertos y caminos públicos, que pertenecen a todos los omes comunalmente, en tal manera que tambien pueden vsar dellos los que son de otra tierra estraña, como los que moran, e biuen en aquella tierra, do son9, o bien sólo los moradores de la villa o ciudad en que aquellos se localizaban, como el caso de las fuentes, plazas, arenales, ejidos, montes y de-hesas10. Bienes inmuebles comunales estos últimos que no han de confundirse con los “bienes de propios” de las villas y ciudades, pues, aunque fueran de todos sus moradores, no eran de uso colectivo y aprovechamiento comunal y se caracterizaban por ser susceptibles de proporcionar renta al concejo11, que

8 por ende queriendo poner rremedio conuenible aesto, establesçemos e mandamos quelos dichos fueros sean guardados en aquellas cosas que se vsaron, saluo en aquello que nos fallaremos que deue meiorar e enmendar e enlo que son contra Dios e contra rrazon ocontra las leyes que en este nuestro libro se contienen. Et los pleitos e contiendas que se non podieren librar por las leyes deste libro e por los dichos fueros, mandamos que se libren por las leyes contenidas enlos libros delas siete Partidas que el Rey don Alfonso nuestro visauuelo mandó ordenar, en REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA (ed.), Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla. Madrid: 1861, tom. I, p. 544 (en adelante, Cortes de Alcalá de 1348 –o las que correspondan–). 9 PARTIDAS, Las Siete Partidas del Sabio Rey don Alonso el nono, nueuamente glosadas por el Licen-ciado Gregorio Lopez del Consejo Real de Indias de su Magestad. Salamanca: Andrea de Portonaris, 1555, Partida III, Título XXVIII, Ley VI, vol. 2, p. 156.10 Apartadamente son del comun de cada vna cibdad o villa, las fuentes e las plaças o fazen las ferias e los mercados e los lugares o se ayuntan a concejo e los arenales que son en las riberas de los rios, e los otros exidos e las carreras o corren los cauallos: e los montes e las dehesas, e todos los otros lugares semejantes destos que son establecidos e otorgados para pro comunal de cada cibdad o villa o castillo o otro lugar. Ca todo ome que fuere y morador puede vsar de todas estas cosas sobredichas e son comunales a todos tambien a los pobres como a los ricos. Mas los que fuessen moradores en otro lugar non pueden vsar dellas contra voluntad o defendimiento de los que morassen y, IBÍDEM, Partida III, Título XXVIII, Ley IX, vol. 2, pp. 156v.-157.11 Si bien, el término tiene una acepción más amplia, pues también “con la palabra propios se alu-dirá al conjunto de pertenencias concejiles, ya sean muebles o inmuebles, sobre las que el concejo detenta un derecho pleno, es decir, son de su exclusiva propiedad. Por lo tanto, en dicha acepción, propios designa un todo patrimonial en el que se engloban tanto las rentas que al concejo propor-cionan ciertos derechos impositivos a él pertenecientes o expresamente cedidos, como sus heredades rústicas, urbanas, etc.”, según BERMÚDEZ AZNAR, A., “Bienes concejiles de propios en la Castilla bajomedieval”, en Actas del III Symposium Historia de la Administración. Madrid: Instituto de Estudios Administrativos, 1974, p. 836.

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debía ser destinada a cubrir el coste de bienes de aprovechamiento común, como en lauor de los muros, e de las puentes, o de las fortalezas, o en tenencia de los castillos o en pagar los aportellados o en las otras cosas semejantes destas que perteneciessen al pro comunal de toda la cibdad o villa12.

En el caso concreto de los puentes, no sólo las Partidas, sino también los fueros locales los catalogan como bienes de aprovechamiento comunal, aun-que presentan, según han señalado Martínez Gijón, García Ulecia y Clavero Salvador, unos perfiles de dominio público, en el sentido moderno de la cali-ficación, pues parece lógico que los beneficiarios de tal medio de tránsito no fueran exclusivamente los vecinos de los lugares en que aquellos se hallaban; ahora bien, “dado que los fueros hablan del puente como una obra pública de la villa, a cuyo mantenimiento se aplican determinados ingresos del concejo, y teniendo en cuenta el carácter eminentemente localista del Derecho medieval, hay que suponer que la utilización del puente por alguien fuera de la villa y del término sería un hecho permitido tácitamente por el concejo, y no un de-recho de todas las personas”13. En definitiva, la naturaleza jurídica del puente, concluyen dichos autores, viene determinada por el carácter de servicio que presta a la colectividad; se trata de un servicio a disposición de la población; y ese carácter comunal queda claramente en evidencia cuando en su mante-nimiento se invierten ingresos de procedencia pública14.

La atribución de la competencia de las labores sobre estos bienes de ti-tularidad comunal, y en concreto el mantenimiento y reparación de puentes, recaía sobre el rey, como claramente se desprende del tenor de la Partida III, Título XXXII, Ley XX, al disponer que Apostura, e nobleza del Reyno es man-tener los castillos e los muros de las villas, e las otras fortalezas, e las calçadas, e las puentes e los caños de las villas de manera que non se derriben, nin se desfagan, e comoquier que el pro desto pertenezca a todos, pero señaladamente la guarda e la femencia destas lauores, pertenesce al Rey. E por ende deue y poner omes señalados, e entendidos en estas cosas, e acuciosos que fagan leal-mente el reparamiento que fuere menester, a las cosas que de suso diximos15. Y en la misma línea, confirma esta conclusión la Partida II, Título XI, Ley I, cuando al explicar cómo han de amar los reyes a sus tierras, entre otras cosas, se indica: Tenudo es el rey non tan solamente de amar, e honrrar e guardar a su pueblo…, mas aun a la tierra misma, de que es Señor. Ca pues que el e su

12 Campos, e viñas, e huertas, e oliuares e otras heredades e ganados e sieruos e otras cosas semejantes que dan fruto de si o renta, pueden auer las cibdadeso villas e comoquier que sean comunalmente de todos los moradores, de la cibdad o de la villa cuyos fueren, con todo esso no puede cada vno por si apartadamente vsar de tales cosas como estas: mas los frutos elas rentas que salieren dellas: deuen ser metidas en pro comunal de toda la cibdad, o villa, cuyas fueren las cosas onde salen assi como en lauor…, en PARTIDAS, Ob. cit., Partida III, Título XXVIII, Ley X, vol. 2, pp. 157-157v.13 MARTÍNEZ GIJÓN, J., GARCÍA ULECIA, A. y CLAVERO SALVADOR, B., “Bienes urbanos de apro-vechamiento comunal en los derechos locales de Castilla y León”, en Actas del III Symposium. Historia de la Administración. Madrid: Instituto de Estudios Administrativos, 1974, pp. 220-221.14 IBÍDEM, p. 221.15 PARTIDAS, Ob. cit., Partida III, Título XXXII, Ley XX, vol. 2, pp. 185-185v.

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gente, biuen de las cosas, que en ella son …Otrosi deuen mandar labrar las puentes, e las calçadas, e allanar los passos, por que los omes puedan andar, e lleuar sus bestias, e sus cosas, desembargadamente, de vn lugar a otro, de manera que las non pierdan en los passajes delos rios, ni en los otros lugares peligrosos, por do fueren16.

Así pues, en los reinos de Castilla y León el rey, en tanto que su cabeza, asumía la guarda e la femencia (‘fomento’) de las labores de mantenimiento y de reparación a realizar sobre ciertos bienes de pertenencia comunal o pú-blicos, entre ellos las de los puentes. Pero, en un espacio político fraccionado, propio de un sistema feudal, los poderes locales, tanto señoriales como con-cejiles, también asumían su parte de responsabilidad. Se trataba, pues, de una responsabilidad real en alto grado compartida con los concejos, ya que sus moradores, debido al restringido ámbito de circulación de personas y bienes, eran los que más se aprovechaban de su uso y disfrute (comoquier que el pro desto pertenezca a todos); y de ello se derivó la determinación de quién había de asumir los costes de las obras de conservación y reparación de tales bienes. Y, en este sentido, lo que parece claro por la evidencia de los hechos es que el mantenimiento y reparación de los puentes y de los otros bienes públicos fue a recaer, en un primer momento, sobre los vecinos de la localidad en que se hallaban ubicados, pues eran los que en mayor medida se beneficiaban de ellos, para más tarde ampliarse a los de las localidades cercanas. Circunstancia de la que dan constancia los fueros locales, en los que se manifiesta la cons-tante preocupación de los concejos por mantener en buen estado la obras públicas de uso y aprovechamiento común, como las murallas y castillos, los caminos y los puentes, las fuentes y los pozos, recurriendo para ello a múl-tiples y diversos expedientes de financiación, como la prestación de trabajos personales, expropiaciones forzosas, impuestos específicos como el fonsado y la castillería, rentas de los bienes de propios, cotos, multas y caloñas de las acciones delictivas, legados testamentarios, mañería, mortuorio, etc. De todas formas, el rey siempre detentó un control de vigilancia sobre las obras públi-cas en general y sobre los puentes en particular que se fue incrementando en la baja Edad Media hasta llegar a exigir su ineludible y expresa autorización, a través de un organismo consultor, el Consejo Real de Castilla, no sólo para cualquier modificación o reparación de dicha obra, sino también para la apli-cación del correspondiente expediente de financiación, generalmente la afec-tación de impuestos (repartimientos) o de tasas especiales (sisas).

A todos estos bienes, sin duda por influencia romana, se les dotó del mismo régimen de las res extra commercium y se predicó, pues, su carácter inalienable17. Y, si bien su disfrute y aprovechamiento era libre y gratuito,

16 IBÍDEM, Partida II, Título XI, Ley I, vol. 1, p. 31v.17 Tal como explícitamente se refiere en IBÍDEM, Partida V, Título V, Ley XV, vol. 3, p. 18v.: Ome libre, e la cosa sagrada, o religiosa, o santa, o lugar publico: asi como las plaças, e las carreras, e los exidos, e los rios: e las fuentes que son del Rey, o del comun de algun concejo, non se puede vender, nin enajenar.

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para algunos ya se previó la posibilidad de imponer un pago por su uso, cuando se preconiza que el poderio que el emperador ha, es en dos maneras. La vna, de derecho. E la otra de fecho. e aquel que ha segund derecho es este, que puede fazer, ley e fuero nueuo, e mudar el antiguo, si entendiere, que es pro comunal, de su gente…E otrosi, ha poderio de poner portadgos, e otorgar ferias, nueuamente en los lugares que entendiere, que lo deue fazer, e non otro ome ninguno18. Los más conocidos eran los peajes, pontazgos, portazgos, montazgos y barcajes, según gravasen el paso de caminos, puentes, puertas de las ciudades, montes o ríos. Pero el cobro de estos derechos por el uso de bienes públicos era una regalía y sus ingresos, en principio, no se destinaron a resarcir el coste de la construcción o conservación de los bienes por cuyo uso se exigían, sino que se concibieron como auténticos derechos de paso que recaían ya sobre las personas ya sobre las mercancías, en cuantías variables; más bien estaban destinadas al sostenimiento de la casa real, al estipularse que las rentas de los puertos e de los portadgos que dan los mercadores por razon delas cosas que sacan, o meten en la tierra, e las rentas delas salinas o delas pesqueras e delas ferrerias e delos otros metales e los pechos e los tributos que dan los omes son delos Emperadores e delos Reyes. e fueron les otorgadas todas estas cosas porque ouiessen con que se mantouiessen onrradamente en sus despensas, e con que pudiessen amparar sus tierras, e sus reynados, e guerrear contra los enemigos dela fe, e por que pudiessen escusar sus pueblos de echar les muchos pechos o de fazelles otros agrauiamientos19; aunque, en muchas ocasiones estas rentas fueron objeto de enajenación, total o parcial, a personas privadas y, más frecuentemente, a instituciones eclesiásticas.

1. LA FINANCIACIÓN: RENTAS DE BIENES DE PROPIOS, LEGADOS TESTAMENTARIOS, DERRAMAS ESPECIALES Y SISAS SOBRE EL VINO, CARNE Y PESCADO

A pesar de que en los primeros siglos de la Edad Media muchos puentes se convirtieron en bienes particulares, propiedad de personas jurídicas priva-das, el romano de Salamanca ni fue privatizado ni entró a formar parte del patrimonio ni bajo el poder de ningún señor laico ni de institución religiosa. Sin duda, el hecho de tratarse de un territorio fronterizo, así como la forma de producirse la colonización campesina, espontánea y sin participación alguna de la nobleza ni de institución monástica, y, sobre todo, la repoblación oficial, bajo el modelo concejil, dotaron al órgano rector de la ciudad, el concejo, de la preeminencia suficiente como para adquirir un estrecho control sobre todo el territorio circundante a él asignado, el alfoz, y sobre los bienes en él

18 IBÍDEM, Partida II, Título I, Ley II, vol. 1, pp. 3-3v.19 IBÍDEM, Partida III, Título CCVIII, Ley XI, vol. 2, p. 157v.

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ubicados20. El puente, como bien de utilidad común, enseguida quedó bajo su competencia directa, pues su conservación y mantenimiento no sólo interesa-ba a todos los vecinos de la villa, sino, en particular, a la elite de caballeros villanos, pronto monopolizadora de las magistraturas concejiles, por su espe-cial interés en el desarrollo de la ganadería trashumante, soporte fundamental, junto a la actividad bélica a caballo, de su poder económico, al constituir el puente romano de Salamanca lugar obligado de paso de una de las rutas más importantes de la trashumancia, la cañada leonesa, que recorría el ganado lanar en sus dos anuales desplazamientos desde las tierras altas de la Meseta, agostaderos, hasta los pastos suaves del Mediodía, invernaderos, y viceversa. De todas formas, en toda Castilla y León “no se vislumbra en los fueros nin-guna tendencia a patrimonializar estos bienes ni estos servicios en manos de particulares. Son bienes que existen con anterioridad a la promulgación del fuero, y las normas de éste vienen a sancionar y a regular el uso comunal de estos bienes y la imprescriptibilidad de tal destino”21.

Sin embargo, el mantenimiento del puente en permanente buen estado de tránsito exigía al concejo salmantino gravosas cargas económicas, difíciles de proveer con los ingresos ordinarios, sobre todo cuando tenía que aderezar los desperfectos ocasionados por riadas extraordinarias, como la de los Di-funtos de 1256 o la de Santa Bárbara de 1498. El entretenimiento de las obras públicas y, en especial, de murallas y puentes, las obras de mayor entidad de las ciudades, se convirtió en la carga más onerosa de los concejos urbanos, “puesto que, desde el siglo XIII, los gastos de las mismas fueron incrementán-dose de tal forma que comenzaron a ser superiores a los ingresos”22.

En general, el concejo salmantino, como los demás concejos de Castilla y León, contaba con las rentas procedentes de los bienes de propios de la ciudad (campos, e viñas, e huertas, e oliuares e otras heredades e ganados e sieruos e otras cosas semejantes que dan fruto de si o renta), cuyo destino, como ya se ha señalado, quedaba definido por la Partida III, Título XXVIII, Ley X: deuen ser metidas en pro comunal de toda la cibdad, o villa, cuyas fueren las cosas onde salen assi como en lauor de los muros, e delas puentes, o delas fortalezas, o entenencia de los castillos o en pagar los aportellados o en las otras cosas semejantes destas que pertenesciessen al pro comunal de toda

20 Sobre la colonización y repoblación del territorio extremadurano en general y del salmantino en particular véase MÍNGUEZ FERNÁNDEZ, J. M.ª, Las sociedades feudales, 1. Antecedentes, formación y expansión (siglos VI al XIII), vol. II de Historia. Madrid: Nerea, 1994, pp. 231-245 y “La repoblación de los territorios salmantinos”, en Historia de Salamanca. II. Edad Media. Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1997, pp. 13-74.21 MARTÍNEZ GIJÓN, J., GARCÍA ULECIA, A. y CLAVERO SALVADOR, B., Ob. cit., p. 221.22 GONZÁLEZ GALLEGO, I., “Las murallas y los puentes de León en el siglo XIV. (Un “modelo” de financiación de obras públicas)”, en León y su historia. Miscelánea histórica. IV. León: Centro de Es-tudios e Investigación “San Isidoro”, 1977, p. 369. Según este autor, no será hasta finales del siglo XV y principios del XVI cuando los concejos se preocuparon de nuevos tipos de obras públicas, como de la reparación de calzadas o del empedrado de calles.

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la cibdad o villa23. En tal sentido, los reyes se preocuparon por mantener es-tas rentas en manos de los concejos, prohibiendo además que pudiesen ser arrendadas a personas ajenas al concejo. Pero estos recursos resultaron, en general, muy inferiores en comparación al coste de las obras a desarrollar para el mantenimiento de los puentes24.

Por ello, algunos concejos tenían regulado en sus fueros que las caloñas, multas y sanciones punitivas a los infractores de algún precepto municipal, fuesen destinadas al entretenimiento de sus puentes. Así sucedía, por ejemplo, en el cercano concejo de Ledesma, donde estaba prohibido que el andador o el sayón repartieran dinero para conseguir el cargo y, en caso de incumpli-miento, además de caer en perjurio, la cantidad entregada se aplicaba a las obras de la muralla y del puente25. A esta finalidad de la conservación del puente destinaba este mismo concejo el importe de la multa en que incurría la viuda que contraía matrimonio antes de cumplido el año del fallecimiento del marido26, mientras que en Salamanca el destino de esta multa, en idéntica cuantía, sólo se aplicaba a la conservación de la muralla27. En ciertas ocasio-nes, las ordenanzas municipales de esta ciudad mandaban asignar las sancio-nes punitivas de los infractores “para las obras públicas de la dicha çiudad”; así sucedía en las ordenanzas séptima (de 21 octubre 1534, que trata de “que los fieles executen estas hordenanças”) y novena (de 11 febrero 1535, que regula “para que ningún veçino benda ni sea corredor; que conforma la orde-nanza nueve”) del título quinto del libro cuarto de las ordenanzas de Salaman-ca, así como en la ordenanza décimo segunda (de 12 julio 1500, que sanciona “que en qualquier tiempo que se allare que los taverneros de los arravales an metido bino o lo an rresçivido en sus casas, cayan en pena de dos myll mara-vedís”) del título sexto del libro cuarto de dichas ordenanzas28.

En otras ocasiones, el puente, como singular objeto de devoción popular y edificio benefactor del conjunto de la sociedad, era destinatario de legados testamentarios, incluso en días feriados, tal como se recoge en el fuero de Salamanca:

23 PARTIDAS, Ob. cit., Partida III, Título XXVIII, Ley X, vol. 2, pp. 157-157v.24 CALDERÓN, C., Ob. cit., p. 75.25 Andadores que pidieren quesos o algun pedido, pechen I moraui; e quienllo dier, peche I moraui; e andadores non den moraui por andaduria, nen el sayon. E se iurados nonllo uedaren, cayalles en periuro. E si conceyo sobier uerdat que andadores o sayon moraui dier alguno por andadurja, caya-les en periuro; e quanto dieren, en prol de muro e dela puente, en CASTRO, F. y ONÍS, F. de (eds.), Fueros leoneses de Zamora, Salamanca, Ledesma y Alba de Tormes. Madrid: 1916, p, 244, art. 157 (en adelante, Fuero de Ledesma).26 Toda mugier que ante del anno presier marido, peche II morauis, e metanllos enlauor dela puente, IBÍDEM, p. 241, art. 139.27 La vilda que ante de anno presier marido peche II moravedís e métanlos en la voz del muro, en Fuero de Salamanca, p. 96, art. 227.28 En MARTÍN J. L., Ordenanzas de Salamanca, pp. 93, 95 y 115, respectivamente.

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Todo omne que aver quesier dar en eglesia o en puente o en muro non aya ferias ningunas quien lo ovier a dar; e quien dixier: “esta aver aquí lo quiero dar”, los alcaldes e las iusticias fagan dar lo que sacar29.

Donación piadosa y caritativa al puente que se consideraba del mismo grado que la donación a la iglesia y a la reparación de las murallas, lo que ilus-tra sobre la consideración que el mantenimiento de esta obra pública merecía a los salmantinos del siglo XIII y que, sin duda, deriva del carácter pío y sacral que desde época romana se atribuía a este tipo de edificaciones, como explíci-tamente indica Alfonso X en la Partida I, Título VI, Ley LIIII: son obras buenas, e de piedad. Y, aunque parece ser que esta clase de legados testamentarios en favor de los puentes, como ha constatado J. Mesqui30 y C. Calderón31, fueron muy frecuentes en el sur de Francia y Galicia durante toda la Edad Media, sin embargo no se ha documentado hasta ahora ningún testamento concreto con mandas en favor del puente de Salamanca.

Al margen de esta vía espontánea de los legados testamentarios, los puen-tes, al menos algunos de la provincia de Huesca, según señala Iranzo Muñío, fueron destinatarios de otras donaciones que, asimismo, revisten un carácter piadoso. Por lo general eran las instancias de poder quienes concitaron este género de aportaciones, como el nombramiento de limosneros, normalmente una pareja de frailes que tenían por misión salir a recorrer los alrededores y pedir limosna por los caminos para la construcción o reparo de puentes, la concesión de indulgencias a los que aportaran ayuda económica o la entrega de una parte de diezmos y oblaciones por los párrocos de las iglesias32. Ac-ciones que no se tienen documentadas para el puente de Salamanca, como tampoco el recurso a prestaciones de trabajos personales que sí pudieron darse en la construcción de la primera ampliación de la muralla de la ciudad en 1147, cuando el fuero salmantino expresa lo siguiente:

Esta salude vieron los alcalles que eran en Salamanca quando el emperador fue a Almería: que fagan el muro et quando fuer fecho el muro

29 Fuero de Salamanca, p. 97, art. 234. Parecida norma existe en el Fuero de Ledesma, p. 242, art. 144: Todo omme que quesier dar auer a yglisias o enpuente o en muro, e se reboluier quesier con elle, allcalldes fagan gelo dar olo mandar.30 “Il est bien sûr difficile de faire une statistique; mais il suffit de constater que, sur 123 testaments écrits entre 1305 et 1316 dans le Forez, 24 comportent des dispositions testamentaires en faveur de ponts, soit près de 20%; c’est dire la popularité de cette coutume”, en MESQUI, J., “Grands chantiers de ponts et financements charitables au Moyen Âge en France”, en Tecnología y Sociedad: las gran-des obras públicas en la Europa Medieval. XXII Semana de Estudios Medievales de Estella. Pamplona: 1996, pp. 157-158.31 “Dentro de esta concepción fue usual dejar mandas testamentarias para la reparación de puentes, sobre todo en Galicia; al mismo fin se aplicaron bienes dejados por los fallecidos sin familiar y los de-jados por los peregrinos muertos en el transcurso de la romería”, en CALDERÓN, C., Ob. cit., p. 83.32 IRANZO MUÑÍO, Mª. T., “Puentes medievales en la provincia de Huesca: aspectos económicos y sociales”, en Aragón en la Edad Media. V. Estudios de Economía y Sociedad. 1983, p. 53.

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de la ciudat fagamos otro muro en la arravalde per ú vieren por bien los alcaldes e los iurados de conceio.

E los de la çiudat affíen a los de la arravalde que quando fecho fuer el muro de la cidat que los aiuden a feçer el muro de la ravalde; e los omnes que los alcaldes vieren por bien pora en estos servicios seer e non quisieren peche C moravedís cada uno delos e entren en aquel servicio33.

Estos ingresos podían ser suficientes para sufragar el normal entrete-nimiento del puente romano de Salamanca, pero no, como se ha expuesto, ante sucesos extraordinarios, como los desperfectos causados por las grandes avenidas del río Tormes. Tales sucesos requerían soluciones también extraor-dinarias. En estos casos el expediente recurrente consistía en imponer una derrama contributiva, bien por capitación o en proporción a los haberes de todos los vecinos, sin ninguna excepción, ya fuera por estatuto nobiliario, eclesiástico o de pobreza (viudas y huérfanos). Tal recurso ya estaba previsto en las Partidas:

Pero si en las ciudades, o en las villas han menester de fazer algunas destas lauores si han rentas apartadas de comun, deuen y ser primeramen-te despendidas. E si non complieren, o non fuesse y alguna cosa comunal: estonce deuen los moradores de aquel lugar pechar comunalmente cada vno por lo que ouiere fasta que ayunten tanta quantia de que se pueda cumplir la lauor, e desto non se pueden escusar caualleros, nin clerigos, nin biudas, nin huerfanos, ni ninguno otro qualquier, por preuillejo que tenga. Ca pues que la pro destas lauores pertenesce comunalmente a todos, guisado e derecho es, que cada vno faga y aquella ayuda que pudiere34.

Y el concejo de Salamanca, viendo que trascurría el tiempo y que con los ingresos ordinarios no era capaz de reparar los desperfectos del puente causados por la riada de los Difuntos de 1256, tuvo que enfrentarse a esta circunstancia haciendo uso de su facultad impositiva y decretar, posiblemente de “motu propio” y sin autorización expresa del rey, una derrama entre todos los habitantes de la ciudad y, sin duda, también de las aldeas del alfoz. Se desconoce la fecha, cantidades exigidas y demás detalles de esta imposición fiscal extraordinaria. Lo único que está documentado es la reacción de los clé-rigos y, en concreto del cabildo salmantino, quien, sintiéndose agraviado por la decisión concejil, presentó una querella ante el infante don Fernando de la Cerda, hijo primogénito del rey Alfonso X, en la que acusaba a los miembros del concejo salmantino, entre otras cosas, que agrauiades a los clérigos e a los sus vassallos de la eglesia e les demandades que pechen con el concejo enna

33 Fuero de Salamanca, p. 86, art. 172.34 PARTIDAS, Ob. cit., Partida III, Título XXXII, Ley XX, vol. 2, p. 185v.

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lauor de la ponte e de la feria, et non les queredes dar parte a la eglesia de la rrenta que levades de la feria, nin les queredes dar cuenta de aquello que metedes enna ponte. Et eso que lo fazedes agrauiadamente, sin razón e sin derecho, e ellos que reciben grant daño; al tiempo que le pedían por merced que yo mandase ý lo que touiese por bien35. Por ello, el 2 de abril de 1275, el infante don Fernando, reconociendo el agravio de que eran objeto los clérigos y sus vasallos, envió desde Peñafiel una carta a los alcaldes de Salamanca en la que les ordenaba que les non agrauiedes sus clérigos e sus vassallos deman-dándoles que pechen ennas lauores sobredichas, e que les dedes su parte de la rrenta de la feria, segund que la deuen auer, nin cuenta (?) de quanto montar la lauor de la ponte, assí commo lo sienpre ouiestes vsado e acostumbrado fata aquí; e a más, non les passedes. Et non fagades ende al36.

Este mandato que eximía a los clérigos salmantinos y a sus vasallos de contribuir en la reparación de los desperfectos causados en el puente romano por la riada de los Difuntos de 1256 parece claramente opuesto a la política decretada por su padre, Alfonso X, en las Siete Partidas. Sin embargo, hay que recordar que el rey Sabio, ante la enconada resistencia y total rechazo que en 1272 suscitó entre los magnates y municipios la implantación del contenido de este código jurídico, de signo unificador y romanista, se vio obligado a capitu-lar y a rectificar su política legislativa en las Cortes de Zamora de 127437, por lo que la entrada en vigor de las Partidas se retrasó hasta las Cortes de Alcalá de 1348, en cuyo ordenamiento se señala tal circunstancia, al indicar que commo quier que fasta aqui non se fabla que fuesen publicadas por mandado del Rey nin fueron auidas nin rresçibidas por leyes; pero nos mandamos las rrequerir e conçertar e emendar en algunas cosas que cunplia. Et asy conçertadas e emen-dadas, por que fueron sacadas e tomadas delos dichos delos sanctos Padres e delos derechos e dichos de muchos sabios antiguos e de fueros e de costunbres antigos de Espanna, damos las por nuestras leyes38.

Se desconoce si al final los clérigos salmantinos contribuyeron en la fi-nanciación de los gastos que supuso la reparación de los daños ocasionados en el puente romano por la riada de los Difuntos de 1256; desde luego, el

35 En Catálogo Documental 4.36 IBÍDEM.37 Sobre el consejo quel Rey demandó alos perlados e alos religiosos e alos ricos omes e alos alcaldes, tanbien de Castilla como de Leon, que eran conel en Zamora enel mes de junio, que fue enla era de mill e trezientos e doze annos, en razon delas cosas porque se enbargavan los pleitos porque se non libravan ayna, ni como devian. E dioles el Rey a cada uno dellos su escrito, e quales eran las cosas porque se enbargavan los pleitos, e que oviesen sobrello su consejo en qual manerase podrian mas ayna e mejor enderesçar; e ellos sobre esto ovieron su consejo e dieron cada uno dellos al rey su respuesta por escrito delo que entendieron. Otrosi los escrivanos e los abogados dieron demas sus escritos sobrello, maguer el Rey non gelo demandó. E el Rey vistos todos los escritos de los consejos que le davan sobresto, porque ellos le rogaron que diexe y lo que toviese por bien e dixo asi: /Primeramente en razon delos bozeros e abogados./ 1. Que en los pleitos de Castilla e de Estremadura, si non a y abogados segund su fuero, quelos non ayan; mas que libren sus pleitos segund quelo usaron. . ., en Cortes de Zamora de 1274, p. 87.38 En Cortes de Alcalá de Henares de 1348, capít. LXIIIJ, pp. 541-542.

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mandato de Fernando de la Cerda avalaba su negativa. Posiblemente en esta ocasión los recursos para tal reparación únicamente salieron de los pecheros salmantinos.

Una situación similar, pero con resultados bien distintos, volvió a repe-tirse unos doscientos veinticinco años después cuando el concejo salmantino tuvo que buscar los medios económicos extraordinarios con que financiar los destrozos ocasionados en el puente por la avenida de Santa Bárbara de 1498. Aquél y su corregidor, a la sazón don Juan Gutiérrez Tello, constatando la urgente necesidad de subsanar los desperfectos del puente, puesto que si non se adereçase al presente non podría por ella pasar gente nin provisión nin otra cosa alguna; antes adelante se perdería o destruiría toda o la mayor parte de-lla, que sería (?) adelante non se podrá fazer nin reparar con lo posible a esta çibdad, lo qual agora reparándose no con mucho, segund e commo está horde-nado, todo çesa39, acordaron proceder de manera inmediata en tal sentido.

Seguramente, aún no había acabado el año 1498, cuando los miembros del concejo de Salamanca se dirigieron a los Reyes Católicos exponiéndoles la ruptura del puente y el destrozo causado por la riada de Santa Bárbara en ciertas calzadas, a consecuencia de lo cual la dicha çibdat rresçibe mucho daño porquel prinçipal proveymiento que viene a la dicha çibdat es por la dicha puente, e que para el rreparo della son neçesarios grandes contías de maravedís, por lo que les solicitaban liçençia e facultad para que pudiesen echar por sisa o rrepartymiento por esa dicha çibdat e su tierra todo lo que fuese menester para el rreparo de la dicha puente e calçadas, e que en ellos contribuyesen e pagasen todos los vecinos e logares de señoríos comarcanos a la dicha çibdat que se aprovechan de la dicha puente e calçadas40, es decir, según un criterio de aprovechamiento y utilidad. Y la respuesta favorable de los Reyes Católicos no se hizo esperar: fue enviada desde Ocaña el 28 de enero de 1499 a Juan Gutiérrez Tello, como corregidor de la ciudad de Sala-manca. En ella se contenía el acuerdo al que previamente habían llegado los miembros del Consejo Real junto a los regidores, sexmeros y procuradores de Salamanca y de los lugares de su tierra que se hallaban en la corte, sobre el coste previsto para el arreglo del puente y de las calzadas, así como sobre la forma de su financiación.

El presupuesto total ascendía a 400.000 mrs., de los que una parte debía ser satisfecha por la ciudad y las otras dos por la dicha tierra desa dicha çib-dat e los logares de Tejares e Rollán e Mayllo e Vecinos e Olmedilla e Villaua e San Muñoz e Tamames e Texeda e Villoria e Bauilafuente e San Martín del Castañar e Azerón e San Pedro de Azerón, porque algunos de los dichos loga-

39 Según señaló el 5 de marzo de 1499 Pedro González, procurador de dicho corregidor y de los demás miembros del concejo salmantino, en la recusación que hizo del juez, el provisor Luis Gonzá-lez de Medina, ante quien se habían querellado el deán y demás miembros del cabildo catedralicio por la imputación de tener que contribuir económicamente en el coste del arreglo del puente, en Catálogo Documental 8.40 En Catálogo Documental 7.

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res fueron del señorío e jurediçión desa dicha çibdad e otros se aprouechan de la dicha puente e calçadas41. Si bien, el sistema para su recaudación difería en ambos casos. Los dos tercios a pagar por los lugares de la tierra se recolecta-ría mediante un sistema de imposición fiscal directa: por rrepartymiento que, como más adelante se verá, fue uno de los procedimientos extraordinarios al que con más frecuencia recurrió el concejo salmantino para la reparación y mantenimiento del puente, sobre todo en la baja Edad Media y primeros tiempos modernos. Mientras que el tercio correspondiente a la ciudad debía ser recaudado a través de un sistema de imposición indirecta sobre diversos géneros comestibles: una sysa en la carne e pesca e vino que en esa dicha çib-dad se vendieren; en concreto, se procedería a la imposición de un maravedí en cada libra de pescado, e en cada cuba diez e seys maravedís, que es medio cántaro de vino42; nada se indica sobre el incremento del precio en la compra de la carne, que pudo ser del mismo porentaje que el del pescado, casi un 14,50% más43, aunque, según Pérez Bustamante, en realidad, más que de un incremento del precio de estos productos, se trataría de una reducción en los pesos y medidas de los mismos44. De todas formas, llama la atención este re-cargo fiscal tan alto en dicha sisa, cuando lo normal, desde su propia creación, eran “dos meajas al maravedí”45; así consta en la Crónica de Pedro I, donde además se presenta como antecedente de la alcabala:

41 IBÍDEM. No indican de dónde obtuvieron la información para asegurar que, a consecuencia de la riada de Santa Bárbara, al puente “fue preciso hacerle una grande compostura el año 1499, en la cual gastó el Ayuntamiento dos mil Doblas de oro”, BARCO LÓPEZ, M. y GIRÓN, R., Ob. cit., p. 16 y BARCO LÓPEZ, M., Ob. cit., p. 3. Aseveración que también corrobora VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro I, p. 33, así como BUENO HERNÁNDEZ, F., Ob. cit., p. 345, quien, además, escribe que “fue costeada mediante sisas en la carne, pescado y vino, así como con una aportación directa de los reyes”.42 En Catálogo Documental 7 y 8.43 Según Juan Bello el Viejo, clérigo beneficiado de San Martín y testigo presentado por el procurador del Cabildo en el pleito que surgió con el concejo, el pescado valía a syete maravedís la libra e agora vale a ocho maravedís, en Catálogo Documental 8.44 PÉREZ BUSTAMANTE, R., “El marco jurídico para la construcción y reparación de caminos. Castilla, siglos XIV y XV”, en Les communications dans la Péninsule Ibérique au Moyen-Age. Actes du colloque de Pau, 28-29 mars 1980. Paris: Éditions du Centre National de la Recherche Scientifique, 1981, p. 166. Por otra parte, sabemos que en Murcia, “la fiscalidad descansaba sobre los comunes, sisas y libras, que constituían una serie de arbitrios percibidos sobre los productos de consumo, cuya recaudación fue autorizada en 1308 por Fernando IV. Su predominio se acentuó cada vez más en el curso del tiempo hasta representar la casi totalidad de los ingresos, desde 1426-27. Los regidores tenían preferencia por esta fiscalidad anestesiante que, si bien elevaba el costo de la vida, no les gravaba conforme a sus ingresos, sino, como a todos los murcianos, conforme a sus necesidades, no dudaron, por otra parte, en establecer frecuentemente grandes recargos sobre los impuestos que gravaban los productos básicos de la alimentación medieval, el pescado y la carne”, en MENJOT, D., “Administración de las haciendas locales urbanas: el ejemplo de la ciudad de Murcia desde el año 1266 hasta mediados del siglo XV”, en Historia de la Hacienda Española (épocas antigua y medieval). Homenaje al Profesor García de Valdeavellano. Madrid: Instituto de Estudios Fiscales, 1982, pp. 470-471.45 Esa era la cuantía (“del maravedís dos meajas, de todas las cosas que se ende conprasen e ven-diesen de que pagauan alcauala, saluo de pan e de vino”) que pechaban en León por la alcabalina, según BENITO RUANO, E., “La Alcabalina”, en Archivos Leoneses, XXIII (1969), p. 286. E idéntica (“dos meajas al maravedís de todo el vino que se vendiese en esta çibdad e rravales e varrios”) que la de

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É en el tiempo del Rey Don Alfonso que venció la batalla de Tarifa, que dicen de Benamarin, de quien este libro fizo mención al comienzo, quando él echó en el Regno un pecho que dicen sisa, que eran dos meajas del maravedí, el qual pecho non ovo en el Regno fasta en su tiempo, que hoy le dicen Alcavala, ovo grand porfia sobre ello: porque decian los de Toledo que non debian pagar; é el Rey decia que este era un pecho tal, que non le echaba á las personas, mas a ciertas viandas é mercadurias, é que él mesmo que era Rey, é la Reyna su muger, é los Perlados, é Ricos omes, é todos los libertados del su Regno así pechaban: é aún que si el Papa, ó Rey extraño viniese en el su Regno, asi le pecharian. É con esta razon se puso el dicho pecho de sisa46.

Y por último, a propósito de esta sisa a pagar por la ciudad para el reparo del puente y de las calzadas, en el acuerdo alcanzado entre los miembros del Consejo Real y los regidores, sexmeros y procuradores de Salamanca y de los lugares de su tierra que se hallaban en la corte, se concretó que la pagasen todos los vecinos desa dicha çibdad, esentos e non esentos, así como que fuese arrendada en pública almoneda a la persona o personas que por ella más die-ren o al que por menos tyenpo la tomare47.

Aunque esta sisa suponía una gravosa carga fiscal, que se unía a la ya de por sí pesada que ordinariamente tenían que soportar los pecheros del común de la ciudad, aquí no consta que su aplicación provocara, como había sucedido en Ciudad Rodrigo unos años antes, en 1494, algunos escándalos e alborotos entre el pueblo pechero48. Al contrario, fueron el deán y demás miembros del cabildo catedralicio los que, desde un principio, se opusieron a su imposición generalizada y, en particular, a sus clérigos y dependientes, a pesar de que su obligación a pagar aparecía perfectamente explicitada en la legislación aprobada por el rey Alfonso X y recopilada en las Siete Partidas, entonces ya plenamente en vigor:

Que cosas son tenudos los clerigos de fazer: de que non se pueden escusar: por razon de las franquezas que han. Mostradas son complida-mente en las leyes ante desta las franquezas que han los clerigos por razon de la clerezia. Pero algunas cosas ya en que touo por bien santa eglesia, que se non pudiessen escusar de ayudar los clerigos a los legos. Assi como en las puentes que fazen nueuamente en los logares, do son menester, para pro comunal de todos. E otrosi en guardar las que son fechas, como se mantengan, e se non pierdan. Ca en estas cosas tenudos

la sisa que autorizó el rey Juan II en 1432 y por un periodo de tres años para el arreglo del puente de Malatos en Burgos, según PÉREZ BUSTAMANTE, R., Ob. cit., p. 16646 LÓPEZ DE AYALA, P., Crónicas de los Reyes de Castilla, Don Pedro, Don Enrique II, Don Juan I y Don Enrique III. Madrid: Biblioteca de Avtores Españoles. Tomo LXVI: Crónicas de los Reyes de Castilla, I, 1953, p. 422. 47 En Catálogo Documental 7.48 AGS. Registro General del Sello, 149407,137. Cit. por PÉREZ-BUSTAMANTE, R., Ob. cit., p. 167.

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son de ayudar a los legos, e de pagar cada vno dellos, assi como los otros vezinos legos, que y ouiere. Esso mismo deuen fazer en las calçadas de los grandes caminos, o de las otras carreras, que son comunales, e para esto fazer, non les deuen apremiar los legos, mas dezirles que lo fagan, e si ellos non lo quiseren fazer, han de mostrarlo a los perlados, que gelo fagan fazer, e ellos son tenudos en todas maneras de gelo mandar complir, porque son obras buenas, e de piedad49.

Esta obligación de la clerecía a contribuir fiscalmente en los impuestos extraordinarios destinados a las puentes que fazen nueuamente en los logares, do son menester, para pro comunal de todos. E otrosi en guardar las que son fechas, como se mantengan, e se non pierda…, así como en las calçadas de los grandes caminos, o de las otras carreras, que son comunales, había sido reiteradamente recordada su vigencia por el mismo rey, Alfonso X el Sabio, como por sus sucesores, en numerosas ocasiones y diversos instrumentos dispositivos:

Tomando como ejemplo el monasterio femenino de Sancti Spíritus de Salamanca, el 2 de junio de 1279, el propio rey castellano, Alfonso X, con-cedió a este monasterio, a ruego de su fundadora María Menéndez, que la puebla sobredicha de Sant Espiritus que sea assí como oy día la tiene donna María Menéndez e que aquellos que en ella moraren sean quitos por siempre iamás de todo pecho e de todo serviçio e de todo pedido e de toda promessa que el conçeio de Salamanca prometa a rey o a reyna o a otro quienquiera, salvo ende moneda forera e la lavor de la puente e de la çerca de la villa, que es comunalmientre pro de todos, e las otras cosas que el conçeio echaren entre si, assí como siempre usaron a fazer con ellos50.

En las Cortes de Guadalajara de 1390, el rey Juan I aprobó la ley de su padre, Enrique II, en los siguientes términos: Ante los nuestros oydores dela nuesta audiençia fue contienda en juyzio, entre algunos conçejos e clerigos delos nuestros rregnos, sobre rrazon delos pechos en quelos clerigos son tenudos de pagar; e los dichos nuestros oydores declararon lo en esta manera: que en quanto enlos pedidos que nos demandamos o demandaremos al conçejo, de que fue o fuere nuestra merçed de nos seruir dellos, e otrosy enlos pedidos de qual quier otro sennor, quelos clerigos non sean tenudos de derecho a pechar con el dicho conçejo; et quanto en rrazon delos pechos communales, asi com-

49 PARTIDAS, Ob. cit., Partida I, Título VI, Ley LIIII, vol. I, p. 67 v.50 Este mismo privilegio de exención, con las excepciones señaladas (pago en la moneda forera y en las reparaciones del puente y de la cerca), fue confirmado sucesivamente por Sancho IV (24 de octubre de 1283 y 15 de febrero de 1288), por Fernando IV (11 de noviembre de 1295, 5 de junio de 1297 y 24 de mayo de 1305), por la reina Constanza, mujer de Fernando IV y señora de Salamanca (7 de septiembre de 1311), por Alfonso XI (6 de agosto de 1316 y 12 de marzo de 1330), por la reina María, mujer de Alfonso XI (15 de junio de 1346), por Pedro I (15 de septiembre de 1351) y por Enri-que III (15 de diciembre de 1393), en ECHÁNIZ SANS, M., El monasterio femenino de Sancti Spíritus de Salamanca. Colección diplomática (1268-1400). Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1993, docs. 30, 32, 33, 38, 39, 40, 42, 44, 59, 62, 65, 66 y 81.

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mo es pecho que se rrepartiese para rreparamiento del muro o de calçada o de carreras, o en conpra de termino, o rreparamiento de puente o de fuente, o en costa que se faga para velar e guardar la villa e su termino en tiempo de mester, que en estas cosas atales a fallesçimiento del propio del conçejo para lo rreparar, que deuen contribuir e ayuda los dichos clerigos, por quanto esto es pro communal de todos e obra de piedat51. Aunque de nuevo, en las Cortes de de Madrigal de 1438, los procuradores de las ciudades protestaron al rey Juan II de que los clérigos, cuando acaesçe quelos dichos comunes ayan menester algunas quantias de mrs. para pagar el salario dela justiçia e para rreparar las puentes e çercas, e asi mesmo para conprar e defender los dichos terminos e montes, delo qual todo ellos vsan e se aprouechan, e les es asi comun com-mo alos otros legos, los quales mrs. para las dichas cosas se han de rrepartyr e rreparten por todo el pueblo, por que es interese e prouecho de todos en esto tal, ellos non quieren pagar ni avn consienten nin quieren que paguen los sus familiares legos, diziendo que son esentos ellos e los dichos sus familiares e que no deuen pagar en ninguna cosa delas sobre dichas; a lo que el rey respondió: que es mi merçed, e mando que se guarden los derechos que sobresto fablan52.

Y, en fin, en la misma provisión real de los Reyes Católicos en que au-torizaban esa imposición53, se determinaba que en este tipo de sisas sobre la compra del vino, carne y pescado pagasen todos los vecinos desa dicha çib-dad, esentos e non esentos, porque su finalidad, el reparo del puente, tenía un sentido eminentemente social, pues los trabajos eran pro communal de todos, además de ser obras buenas e de piedad.

Sin embargo, la clerecía salmantina una vez más se negó a ello, lo que originó un agrio pleito, ya que aquélla alegaba, entre otras razones, además de defecto de forma en el requerimiento, que los dichos señores justicia e regidores non tienen poder nin facultad para inponer la llamada sysa nin inposición otra alguna en las personas de la dicha iglesia nin en otras perso-nas algunas eclesiásticas, porque, asý segund derecho divino commo positivo, commo segund leyes e premáticas destos reynos e leyes sinodales e provincia-les, totalmente son esentos, e libres e ynmunes de toda e qualquier jurediçión seglar, insistiendo el bachiller Diego de Medrano, síndico y procurador del deán y demás miembros del cabildo, que syendo, commo son, los dichos mis partes e toda la dicha clerezía esentos, libres e ynmunes, segund derecho divi-no e umano e los sacros cánones, de contribuir en ninguna sysa, derrama o repartimiento o contri buçión e otra qualquier que sea, aunque sea de puente, segund que es notorio54.

Al persistir el corregidor y demás miembros del concejo salmantino en imponer este gravamen a la compraventa del vino, carne y pescado realizada

51 En Cortes de Guadalajara de 1390, tomo II, p. 451.52 En Cortes de Madrigal de 1438, tomo III, pp. 352-353. 53 En Catálogo Documental 7.54 En Catálogo Documental 8, fols. 2 y 18.

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tanto por legos como por clérigos de la ciudad, sin atender a los requerimien-tos del deán, Álvaro de Paz, y demás venerables señores del cabildo catedrali-cio55, que les conminaban a que lo non fiziesen, pues con esa decisión caerían en gran quebrantamiento e violación de la libertad e inmunidad eclesyástica e peligro de sus ánimas e conciencias, todos ellos, el 12 de marzo de 1499 y por sentencia de Luis González de Medina, canónigo salmantino, y de San-cho Díez de la Mata, abad de Santiago de Peñalba y canónigo de Palencia, provisores y vicarios generales en todo el obispado por don Juan de Castilla, obispo de Salamanca, fueron declarados aver caýdo e incurrido en sentençia descomunión mayor en ellos e en cada uno dellos inpuesta por derecho común e por aver echado e inpuesto la dicha sysa sobre el dicho clero. En concreto, excomulgaron a Juan Gutiérrez Tello, corregidor, e bachiller Diego de Mesa, alcalde, e alguaziles e a Rodrigo Álvarez Maldonado e a Rodrigo Maldonado de Monleón e Luys de Azevedo e Juan de Villafuerte e Juan de Texeda e el dotor Rodrigo Maldonado e Diego de Anaya e Christóval de Villafranca, regidores de la dicha çibdad, e a otros qualesquier regidores, e a Diego de Segovia, colchero, e a Juan Bravo, sesmeros, e a Pero Sánchez, joyero, e a (espacio en blanco), procuradores de la dicha çibdad, e a todos los otros sesmeros de la dicha çib-dad e tierra e otros qualesquier ofiçiales del dicho Consistorio e Conçejo56. El único regidor del concejo que fue rápidamente absuelto a petición personal fue Luis de Azevedo, quien juró en forma en cómmo avía más de seys meses que non avía ydo al Consystorio de la dicha çibdad, commo es notorio a todos, por su enfermedad. E que él no dio voto nin consentió en las dichas sysas nin menos las consyente. E por ser obidiente a los mandamientos de la Santa Ma-dre Yglesia, él dize que se aparta de entender en la dicha negoçiaçión de las dichas sysas57.

Ante esta complicada situación, Juan Bravo, procurador de la ciudad de Salamanca, acudió al rey Fernando el Católico y le hizo la siguiente relación:

que bien sabía cómo a cabsa de las grandes avenidas que vinieron por el río de Tormes este ynvierno, se siguieron grandes daños e pérdidas a esta dicha cibdad, entre las quales derrocó dos arcos de la puente e ciertas calçadas. E que yo, a suplicaçión de la dicha çibdad, di licençia e facultad que para el reparo de la dicha puente e calçada, se repartiesen en la dicha

55 Entre los que se encontraban: don Martín Anes, arçediano de Medina, e don Álvaro de Sabzeda, arçediano de Ledesma, e don Francisco de Palençuela, ar cediano de Alva en la yglesia de Salamanca, e Alonso Gómez de Paradinas e el dotor Luis Gonçález de Medina e Pero Ferrández de Toro e don Bernardino López de Logroño, arcediano de Camazes, e Pedro Inperial e Francisco Palomeque e el arçediano don Françisco Flores e el bachiller Pero Rodríguez de Madrigal e Álvaro Gómez de Jaén e Alonso Gómez de Paradinas el Moço e Diego Álvarez de Anaya, canónigos de la dicha yglesia, e Pero Sánchez de Soria e Diego de Dueñas e Antón Gómez e Françisco Rodríguez de Ledesma, raçioneros en la dicha yglesia, e Francisco de Salamanca e Alfonso Gonçález de Cantalapiedra e Françisco Agustín, medios raçioneros en la dicha yglesia, que son casy todos o más de las dos partes dellos benefiçiados de la dicha yglesia, en IBÍDEM, fol. 13.56 IBÍDEM, fols. 31v.-32.57 En Catálogo Documental 9.

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çibdad e su tierra quatroçientos mill maravedís; e que las dos terçeras par-tes dellos pagase la tierra e çiertos lugares de señorío, e que lo que cupiese a pagar a la dicha çibdad se echase por sysa en la carne e pescado e vino que en ella se vendiese, e que en ello pagasen e contribuyesen esentos e non esentos, segund que más largamente en la dicha carta se contiene, e que por ser como es el caso de tal calidad, en que segund derecho e leyes de mis reynos los clérigos deven e suelen contribuyr, commo otras vezes, en semejantes casos, diz que han contribuydo. Diz que la dicha çibdad vos requirió que pudiésedes e nonbrásedes personas que se fallasen al repartimiento de dicha sysa, diz que non lo quisistes fazer, antes diz que avéys procedido contra el corregidor e regidores de la dicha çibdad e los avéys descolmulgado, e diz que cree que avéis puesto entredicho; en lo qual la dicha çibdad diz que reçibe agravio, mayormente que vosotros diz que tenéis sytuados en el paso de la dicha puente çiertos maravedís por nuestra carta de privilleio, lo qual es mayor cabsa para que ayáys de contribuir en los gastos que se fizieren en el reparo della58.

Y el rey, a pesar de todo, pudo solventar el problema y llegar a un acuer-do amistoso al dirigir, el 20 de marzo de 1499, una real cédula a los venerables Deán e Cabildo de la Iglesia de Salamanca, en la que, atendiendo a la relación del procurador Juan Bravo, les encargaba que, pues estos maravedís son para reparo de la dicha puente e calçadas, en lo qual todos son obligados de con-tribuyr, mayormente vosotros por la parte del portazgo que lleváys en la dicha puente, e por aquella manera que mejor vos paresçiere, dando de lo vuestro o contribuyendo en la dicha sysa, ayáys por bien, por esta vez, sin perjuyzio de vuestro derecho, de ayudar a dicha la çibdad para esta neçesidad, que yo les enviaré a mandar que, con una persona, qual por vosotros fuere nonbrada, e otra nonbrada por Estudio, vean lo que es menester para el reparo de lo suso-dicho, fasta en las dichas quatroçientos mill maravedís, e non más, para que tyenen liçençia e que aquello echen e non más59. Al tiempo que les pedía que, si personas por esto están algunas descomulgadas o entredicho tenéis puesto, vos rogamos que lo alcéys e quitéys e absolvéys los descomulgados. En lo qual allende que farés lo que devés, yo vos lo resçibiré en serviçio60.

58 IBÍDEM.59 IBÍDEM. Sin embargo, el último aspecto de lo ordenado por el rey Fernando el Católico, en con-creto que al tomar de las cuentas de lo que gastase en el adobo de la puente e calçadas desa dicha çibdad para ver cómmo e en qué manera se gastavan e estoviesen presentes las personas quel cabildo de la yglesia desa dicha çibdad diputase para ello, no fue cumplido por el corregidor, por lo que, ante la apelación de los miembros del cabildo salmantino, los Reyes Católicos tuvieron que ordenar de nuevo su cumplimiento al citado corregidor de Salamanca, Juan Gutiérrez Tello, el 3 de octubre de 1499, en Catálogo Documental 16.60 IBÍDEM. Un suceso similar tuvo lugar, tres años más tarde, en León donde, en este caso los dos grandes monasterios de San Isidoro y San Marcos se negaron a pagar la sisa impuesta para el arreglo de los puentes de la ciudad, por lo que la reina Isabel tuvo que mandar el 30 de agosto de 1502, desde Toledo, una cédula en la que les ordenaba el pago en dicha sisa, según señala GONZÁLEZ GALLEGO, I., Ob. cit., pp. 368 y 408.

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FiG. 60: Real cédula del rey Fernando el Católico de 20 de marzo de 1499

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La respuesta de los miembros del cabildo salmantino fue rápida y favo-rable; y ocho días después, el 28 de marzo de 1499, Sancho Díez de Mata, provisor del obispado salmantino, y los canónigos Juan Cubillas, Diego de Anaya y Pedro Imperial, en su nombre y en el de los señores deán, cabildo y clerecía de la ciudad, se presentaron ante el corregidor, Juan Gutiérrez Tello, diciendo que estavan prestos de cunplir la carta de sus altezas e pagar por re-partymiento lo que les copiese para anderesçar la puente de la dicha çibdad, pero, que le pedían e pidieron mandase alçar la dicha sysa e apregonar que ellos non la pagasen la dicha sysa, e que nonbre e aseñale qué días quiere para que se asienten al repartymiento. A lo que asintió el corregidor y dixo que le plazía de todo ello e que estava presto de cunplir la carta de sus altezas e que nonbrava e asinalava e nonbró e asinaló para el dicho repartimiento el martes e el miércoles e jueves, primeros que vernán, e que mandava e mandó a Paradinas, pregonero que presente es tava, que pregone públicamente que los clérigos e personas eclesiásticas non paguen sysa alguna en carne, nin en vino nin en pescado, al tiempo que, junto a los regidores Puertocarrero y Ruy González, pidió, en contrapartida, al provisor que los mandase absolver de las sentençias e çensuras en que avían in currido sobre la dicha sysa, e a los otros regidores, sesmeros e procuradores de la dicha çibdad, que estavan excomul-gados sobre la dicha sysa, con respuesta afirmativa61.

De todas formas, la sisa no llegó a aplicarse, al menos en toda su inte-gridad. Es posible que se hubiese llegado a arrendar su cobro, pues algunos de los testigos presentados por el procurador del cabildo en el juicio contra los miembros del concejo, testificaron que ay arrendadores della. Además, el arrendamiento anticipado era una práctica habitual en este tipo de im-posiciones, lo que “daban lugar a negociaciones y regateos que hicieron de ellos verdaderos empréstitos forzosos garantizados con los productos de estos arbitrios. Este procedimiento fue preferido, sin entusiasmo, por algunos pro-fesionales que encontraban en él la ventaja sobre el préstamo con interés de proporcionar una garantía sólida y una devolución del capital a fecha cono-cida, devolución a la que se añadían los beneficios aleatorios, de una renta municipal adjudicada a bajo precio. En efecto, como se forzaba a los arrenda-dores obligándoles al anticipo, el concejo tenía que concederles el arriendo de la renta en cantidades más bajas… El procedimiento era muy perjudicial para los habitantes de la ciudad, puesto que el recargo elevaba sensiblemente el precio de los alimentos de consumo corriente. Se resolvían las dificultades de tesorería de momento a cambio de dificultades crecientes más tarde, porque si bien se obtenía la ventaja inmediata de aliviar las cargas de los contribuyentes (ya que frecuentemente se utilizaba para evitar un impuesto directo), hacía necesario, en el futuro, recuperar esta pérdida de ingresos”62.

61 En Colección Documental 11.62 En MENJOT, D., Ob. cit., p. 473.

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Sin embargo, lo que también está repetidamente documentado es que el cobro de esta sisa no se llevó a cabo o, al menos, en la cantidad prevista, la tercera parte de los 400.000 mrs., ni en el tiempo en que se recaudó la parte correspondiente a la tierra de Salamanca, según denuncia presentada por los procuradores y sexmeros de la tierra ante los Reyes Católicos63, quienes el 6 de junio de 1500 ordenaron al corregidor Juan Gutiérrez Tello, que los maravedís que cupieron a pagar a esa dicha çibdad de dicho repartimiento, syn estar cobrados, los fagades cobrar e cobredes64. Pero este mandato tampoco surtió el efecto deseado, por cuanto, tres años después, nuevamente es reiterada la queja, en esta ocasión, por Pedro Alonso, sexmero del cuarto de Villoria, en nombre y como procurador de la tierra de Salamanca:

Sepades que Pero Alonso, sesmero del quarto de Villoria, en non-

bre e commo procurador de la tierra desa dicha çibdad, nos fizo relaçión

por su petiçión, diziendo que para el reparo de la puente de la dicha

çibdad e para las puentes de los ríos e arroyos e para adereçar calçadas

e caminos nos ovimos mandado repartyr quatroçientas mill maravedís e

que la çibdad pagase la terçia parte e la tierra las dos partes. De lo qual la

dicha tierra diz que pagó todos los maravedís que le cupo a pagar e esta

dicha çibdad diz que no pagó, salvo muy poca cantydad, para adereçar la

dicha puente. De lo qual diz que quedó la dicha çibdad a dever más de

çinquenta mill maravedís65.

Y aún en 1518 Juan López de Esparza denunciaba, esta vez, ante la reina doña Juana y su hijo, el rey Carlos I, que no sólo fue la ciudad la que no contribuyó en el repartimiento de los 400.000 mrs. para el reparo de los destrozos causa-dos por la riada de Santa Bárbara de 1498, sino que tampoco colaboraron los lugares de señorío de la tierra de Salamanca:

Sepades que Juan López de Esparça, en nonbre de la tierra desa

dicha çibdad, nos fizo relaçión que para el reparo de la puente desa dicha

çibdad, por nuestro mandado, fueron repartidos çiertos maravedís, de los

quales diz que cupieron a pagar a esa dicha çibdad çient mill maravedís

e a la tierra con todos los lugares de señorío que de la dicha puente se

aprovechan y non pagan portazgo en ella trezyentas mill maravedís. Los

quales diz que solamente la dicha tierra los pagó y dellos diz que reparó

la dicha puente y aún diz que sobraron ciertos maravedís, y a cabsa dello

63 Sepades que los procuradores e seysmeros desa dicha tierra desa dicha çibdad nos hizieron relaçión por su petiçión, diziendo quellos pagaron todos los maravedís que les fueron repartidos para el reparo de la puente e calçadas desa dicha çibdad e, además, no se gastaron más de çiento e ochenta mill maravedís, e la dicha çibdad non pagó cosa alguna, en Catálogo Documental 17.64 IBÍDEM.65 En Catálogo Documental 19.

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esa dicha çibdad y los dichos lugares de señorío no pagaron cosa ninguna de lo que ansý les fue repartido y les cunplía pagar66.

De hecho, el 28 de julio de 1499, ante la petición de los hombres buenos del concejo de Villoria de quellos non son obligados a pagar en el dicho rrepar-timiento de la dicha puente e calçadas porquellos diz que non gozan en cosa alguna de los términos de la dicha çibdad, nin tienen comunidad nin vezin-dad con ellos nin se aprovechan de cosa alguna de la dicha puente; e que sy asý pasase, quellos rreçibirían mucho agrauyo e dapño, los Reyes Católicos mandaron al corregidor Juan Gutiérrez Tello que durante el término de sesen-ta días primeros siguientes sobreseades de executar e que non executedes en los vecinos del dicho logar de Villoria por los maravedís del dicho rrepartimiento67, durante los cuales, una vez alegadas las razones de cada parte, se resolvería el asunto ante el Consejo Real.

Pero, desde el punto de vista constructivo, ¿cómo se ejecutaron y en qué consistieron las reparaciones de los desperfectos ocasionados en el puente por las avenidas de los Difuntos y de Santa Bárbara?

2. LAS REPARACIONES DE LOS DERRIBOS DE LAS RIADAS DE LOS DIFUNTOS Y SANTA BÁRBARA

Aunque pudiera parecer un contrasentido iniciar esta temática abordan-do el estudio de la última reparación medieval, la motivada por los destrozos causados por la riada de Santa Bárbara en 1498, antes que el de la primera, con la que se trató de remediar los daños de la riada de los Difuntos de 1256, obrando así, de atrás hacia adelante, el relato puede ganar en claridad.

No resulta muy acertada la afirmación de Sanz Hermida y de Jiménez, Menéndez y Prieto de que la reparación de los desperfectos del puente roma-no de Salamanca ocasionados por la avenida de Santa Bárbara “no debió de tener una solución a corto plazo, pues de nuevo el rey Católico, en este caso en compañía de su esposa, la reina Isabel, remiten otra carta al Cabildo, esta vez desde Granada, con fecha 23 de septiembre de 1500, en la que se vuelve a instar a esta institución a agilizar su ayuda, dada la imperiosa necesidad que había en la restauración del puente”68, ya que del contenido de dicha carta, esquemática y concisa al máximo, difícilmente puede extraerse esa informa-ción; desde luego, en ella nada se indica sobre la reparación del puente69.

66 En Catálogo Documental 26.67 En Catálogo Documental 13.68 SANZ HERMIDA, J., Ob. cit., p. 27 y JIMÉNEZ, M. C., MENÉNDEZ, L. R. y PRIETO, M., Ob. cit., p. 200.69 La carta ya publicada por HERRÁEZ HERNÁNDEZ, J. M., Ob. cit., pp. 360-361, nota 34, con pe-queñas variaciones, es la siguiente: (Cruz) El Rey e la Reyna: Venerables Deán e Cabildo de la yglesia de Salamanca. En serviçio vos tenemos la voluntad que mostrases a lo que con Juan Niño, contyno

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Lo único que esta carta parece poseer en común con la real cédula de Fer-nando el Católico, fechada el 20 de marzo de 1499 y en la que mandaba a los clérigos contribuir en el repartimiento para el reparo del puente, es que ambas se conservan materialmente unidas y cosidas en un cuadernillo, en cuya cubierta de papel se halla escrito, con letra actual, posiblemente del siglo XIX o principios del XX, el extracto del segundo diploma: “2 Cartas de los Reyes Católicos en que a representación de la ciudad que pedía 400 D mrs. que se repartieron entre la tierra y lugares de señorío para la reparación de dos arcos del Puente suplican al Cabildo contribuya por su parte a tanta necesidad. Fechas: una en Madrid en marzo de 1499 y otra en Sevilla (sic) en 23 de setiembre de 1500”.

Más acertada parece la opinión de Aramburu-Zabala, que presupone que la reparación del puente se hizo de forma rápida, pues al inicio del siglo XVI ya había concluido70. Efectivamente, la reparación fue muy rápida, pues en el mes de septiembre de 1499, los Reyes Católicos, viendo que Fernando de la Peña, en poder de quien se habían depositado los 400.000 mrs. del reparti-miento para el reparo del puente no había hecho nada en tal sentido y temién-dose que tampoco lo haría antes que entrase el ynbierno e cargasen las aguas, porque después non se podría hazer, mandaron al corregidor de Salamanca, Juan Gutiérrez Tello, que sin más dilación tomara las dichas quatroçientas mill maravedís o los que dellos fueron cobrados de poder del dicho Fernando de la Pena e las deposytéys e pongáys en poder del mayordomo desa dicha çibdad, qual fue más avonado, e luego con toda diligençia entendéys e deys horden cómmo se entienda en el rreparo de la dicha puente e calçadas, que ese año se faga e rrepare todo lo más que ser pudiere, pues que agora es el tyenpo apare-jado. Para ello se fagan todos los aparejos e pertrechos que pudieren ser para la lauor del otro año. E de los dichos maravedís se paguen los maestros e canteros e otras personas que anduvieren en la dicha obrra (sic)71.

Y, desde luego, la reparación del puente había finalizado antes del 6 de junio de 1500, según informaron los sexmeros de la tierra salmantina a los Reyes Católicos:

Sepades que los procuradores e seysmeros desa dicha tierra desa dicha çibdad nos hizieron relaçión por su petiçión, diziendo que ellos

de nuestra casa, vos escrevimos e él de nuestra parte vos habló. Y porque de aquello tenemos mucha neçesidad, nos vos encargamos que vos plega conplir con él, todo lo que más posible sea. Que creed que, demás que la prega será muy çierta, que verná a tiempo de que reçibiremos de vosotros mucho servicio. De Granada, a XXIII de setyenbre de mill e quinientos años. Yo el Rey (firma autógrafa). Yo la Reyna (firma autógrafa). Por mandado del Rey e de la Reyna, Fernand de Madrid (rúbrica). /(Vuelta) (cruz) Por el Rey e la Reyna. A los venerables deán e cabillo de la iglesia de Salamanca”, en ACSa, caj. 39, leg. 1, nº 16-1º. 70 “Debió ser reparado hacia 1499, tras el hundimiento registrado por Fernando de Rojas en la Celestina”, en ARAMBURU-ZABALA HIGUERA, M. A., Ob. cit., p. 165. En lo que no parece acertado este autor es en que “se construyeron entonces cuatro arcos, que figuran en el dibujo de la ciudad realizado por Wyngaerde en 1570”.71 En Catálogo Documental 14.

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pagaron todos los maravedís que les fueron repartidos para el reparo de la puente e calçadas desa dicha çibdad e, además, non se gastaron más de çiento e ochenta mill maravedís, e la dicha çibdad non pagó cosa alguna72.

Tan rápida que realmente resulta difícil de admitir cómo, con los medios entonces disponibles, fueron capaces de reparar el puente en tan corto espa-cio de tiempo. Quizá la respuesta esté en que la restauración fue muy parcial y limitada, se circunscribió al reparo del arco o de los dos arcos derribados por la avenida de Santa Bárbara en la parte meridional, y en lo poco eficien-te, cuando no muy deficiente, de dicho arreglo: en él no se gastó más de 180.000 mrs. de los 400.000 presupuestados; la ciudad ni los lugares de seño-río contribuyeron con cantidad alguna en el repartimiento de dichos mrs., se-gún denuncia presentada, en nombre de la tierra, por Juan López de Esparza en 151873, y, además, se desvió gran parte de lo recaudado a los vecinos de la tierra para reparar las puertas de la dicha çibdad e las puentes e pontones que están de los muros adentro della, e, incluso, para pagar quarenta e tres mill maravedís de çierta condenaçión de costas en contra la dicha çibdad, según denunció a los Reyes Católicos, en 1503, Pedro Alonso, sexmero del cuarto de Valdevilloria74, y el propio concejo, cuatro años después, ante la reina Jua-na, por haber sido condenados en la Audiencia en un pleyto que ante ellos se trataron entre esa dicha çibdad e el deán e cabildo de la yglesia mayor della, so çiertas tiendas, en quarenta e dos mill maravedís de frutos e rentas de las dichas tiendas de çiertos años que las avían lleuado75.

Se desconoce qué maestro cantero llevó a cabo esta rápida, deficiente y limitadísima reparación de uno o de los dos arcos de la parte meridional del puente, la ya restaurada, después de haber sido destruida por la riada de los Difuntos de 1256. Tal vez las dos personas, una por parte del cabildo y otra por parte del concejo, que, según el mandato del rey Fernando el Católico del 20 de marzo de 1499, debían ver lo que es menester para el reparo de lo suso-dicho, y que ante su incumplimiento, los Reyes Católicos volvieron a recordar el 3 de octubre de 149976, rebajaron la iniciales pretensiones del concejo de re-construir toda la parte meridional del puente deficientemente rehabilitada des-pués de la riada de los Difuntos y cuyo presupuesto ascendía a 400.000 mrs., por lo que la reparación se limitó a restaurar uno o los dos arcos dañados por la avenida de Santa Bárbara, sin cambiar nada de la estructura ni tampoco me-

72 En Catálogo Documental 17. Es posible que el Estatuto sobre la piedra, aprobado por el cabildo salmantino el 29 de abril de 1499, en el que decidieron de agora para sienpre jamás de non dar li-cencia nin lugar a ninguna persona para sacar piedras de las canteras blancas de Villamayor (ACSa. Actas Capitulares, libro 18, fs. 114 v.-115), tenga alguna relación con la reparación del puente romano en esa época.73 En Catálogo Documental 26.74 En Catálogo Documental 19.75 En Catálogo Documental 21.76 En Catálogo Documental 15.

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jorar la defectuosa obra de rehabilitación realizada en la parte meridional del puente a fines del siglo XIII, con un coste total de 180.000 mrs.

Así pues, conociendo el alcance limitado de esta ultima reparación me-dieval del puente romano de Salamanca, se puede llegar a deducir en qué con-sistió la anterior, la que intentó recomponer los daños causados por la riada de los Difuntos de 1256. Es evidente que, ante el derribo de la mitad meridional del puente ocasionado por esta riada, el concejo salmantino, acuciado por la urgencia, se propuso como objetivo primordial restablecer lo antes posible la función esencial del puente, permitiendo el paso del río Tormes de una orilla a otra. En principio, no parece que aquél se planteara restaurar la parte derri-bada de manera exactamente fiel a su estructura morfológica original, la traza romana. Los condicionamientos económicos y técnico-constructivos del mo-mento impusieron su ley y, al final, la reparación de los daños de la riada de los Difuntos consistió en la adición a la parte romana no dañada del puente de otra de nueva construcción, que, aunque en apariencia similar (mismo ancho de calzada, arcos de medio punto, material pétreo, etc.), estructuralmente fue distinta: se reconstruyeron algunos de sus elementos (tajamares y espolones triangulares y altos, arcos de distinta altura y luz) claramente diferentes a los romanos y, sobre todo, se utilizó un tipo de material pétreo (piedra caleña en lugar de granito) también distinto, con el resultado de una fábrica netamente diferenciada de la romana, incluyendo ciertas mejoras hidrodinámicas, si bien de peor calidad constructiva. Desde luego, la rotundidad del despiece y talla de los sillares almohadillados de granito de la fábrica romana contrasta con la mayor pobreza del tratamiento de los sillares de piedra caleña utilizada en toda la fábrica hispana, salvo las dovelas y algunas piezas de las bóvedas de los arcos 16-24 y las dos columnas de entrada, labradas en piedra berroqueña y cuyo uso no corresponde a ninguna de las dos reparaciones practicadas en época medieval.

Para aclarar y justificar más detenidamente esta adelantada conclusión, habrá que acudir y exponer las informaciones que al respecto proporcionan las fuentes narrativas, documentales y gráficas, así como el propio edificio del puente.

Como se ha señalado, la riada de los Difuntos de 1256 bien pudo afectar a toda la parte meridional del puente romano de Salamanca, haciéndolo in-transitable al causar, posiblemente por primera vez, el hundimiento y derribo de algunas o de todas las bóvedas y/o pilas de su tramo meridional. Hubo, pues, que reedificarlas, pero ¿cuántas?, ¿de qué forma y tamaño? y ¿con qué materiales? Difícil responder de manera precisa a tales cuestiones, máxime cuando aún no se ha resuelto el número de arcos que el puente romano poseía en origen. Ahora bien, puesto que desde 1498 (riada de Santa Bárba-ra) hasta 1626 (riada de San Policarpo) el puente no volvió a padecer otro derribo y puesto que el arreglo de los daños causados por la riada de Santa Bárbara, como se ha visto, fue muy parcial, se limitó a la restauración de uno o dos arcos de la parte meridional, tal vez puedan ayudar a las respuestas las

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descripciones que del puente en general y del lado meridional en particular realizaron los viajeros, escritores y dibujantes, así como diversas fuentes docu-mentales, fechadas con anterioridad a la avenida de San Policarpo de 1626.

En la segunda mitad del siglo XV, dos ilustres extranjeros, procedentes de Europa Central, visitaron la ciudad de Salamanca. Se trata del barón León de Rozmital y del médico Jerónimo Münzer77. El primero, noble y cuñado del rey de Bohemia, Jorge de Podiebrad (1458-1471), partió de Praga el 26 de noviembre de 1465 y llegó a Salamanca en la tarde-noche del 25 de julio (día de Santiago) de 1466; en el relato de este viaje, redactado por Wenceslao Schaschek de Birkov78, se dice de Salamanca, entre otras cosas, que “por esta ciudad pasa un río llamado el Tormes, que tiene un puente de piedra no muy grande”79. Más explícito resulta, en este aspecto, el relato del viaje del médico de Núremberg, Jerónimo Münzer (Hieronymus Monetarius), realizado entre el 2 de agosto de 1494 y el 15 de abril de 1495 y cuya redac-ción corrió a cargo de su amigo Hartmann Schedel, al indicar que Salamanca, distante “diez leguas de Zamora; está situada junto al Tormes, que nace en las montañas del mismo nombre, río, aunque pequeño, cruzado por un puente de 23 grandes arcos”80.

Se conoce, además, que por aquellas mismas fechas tres miembros de la Universidad de Salamanca escribieron sobre el puente; fueron, por orden cro-nológico, el catedrático Lucio Marineo Sículo, el estudiante Antonio Jiménez, y el también catedrático Pedro de Torres.

Lucio Marineo Sículo, natural, como denota su toponímico, de Sicilia, radicó desde 1484 en la Corona de Castilla, llegando a ser cronista y proba-blemente capellán del rey Fernando el Católico. Enseñó en la Universidad de Salamanca durante doce años, dictando dos lecciones diarias, una de Poesía y otra de Oratoria. Escribió entre 1495 y 1496 la obra De Hispaniae laudibus, cuya primera edición data de 1497, dedicando a Salamanca doce páginas, que constituyen uno de los documentos más fidedignos y minuciosos para el estudio de la ciudad y, sobre todo, de la Universidad. En ellas ofrece una descripción del puente y, en concreto, señala su ubicación sobre el río Tormes (super amnem Tormen) y al mediodía (ad meridiem) con relación a la ciudad, su naturaleza pétrea (saxeo ponte), sus dilatadas (longiori) proporciones: 500 pasos de largo (in longitudine passibus quingentis) y 20 pies de ancho (latitu-do verum pedum est bis decem), así como los 26 arcos en los que se sostenía

77 Sobre estos dos viajes, vid. HERBERS, K., “Aspectos del ‘tiempo libre’ y de ‘fiestas’ en algunos relatos de viajeros y peregrinos del siglo XV”, en Fiesta, juego y ocio en la Historia. XIV Jornadas de Estudios Históricos. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2002, pp. 79-102.78 Existe un segundo redactado por Gabriel Tetzel, patricio de Nuremberg y antiguo alcalde de la ciudad.79 Publ. en MAJADA NEILA, J. y MARTÍN MARTÍN, J., Viajeros extranjeros en Salamanca (1300-1936). Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1988, p. 101.80 IBÍDEM, p. 104.

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(sexque et viginti arcubus fulcitur), sin indicar si éstos diferían en tamaño, forma y/o materia81.

El estudiante Antonio Jiménez en su “obrita” De Tormis inundatione, publicada en Salamanca el año 1500, describe la gran avenida del río Tormes el día de Santa Bárbara de 1498 y los daños por ella causados y refiere que el puente salmantino se apoyaba en veintiocho grandes arcos (Que en veintio-cho por junto grandes arcos se apoya), puntualizando poco más adelante que poseía, en la parte meridional (aquella parte / Que se sabe muy bien que no hizo Alcides el fuerte), donde el puente entraba en declive, siete arcos meno-res que los restantes (Donde el puente en declive siete ojos tiene menores / Que los demás)82.

Y, finalmente, el colegial de San Bartolomé y catedrático de Filosofía de la Universidad de Salamanca, Pedro de Torres, de esta manera tan clara, rotunda y minuciosa describe el puente en su Cronicón, publicado los años iniciales del siglo XVI:

Año 1508 …La puente de Salamanca tiene hasta el medio 15 arcos. El mayor tiene 33 piedras de fasta un pie de ancho desde el suelo en el arco alrededor y desde el medio fasta el arrabal tiene doce arcos, seis grandes y seis pequeños. Tiene el mayor en arco 42 piedras de a pie83.

De 1570 data el primer documento gráfico de la ciudad de Salamanca, hasta ahora conocido. Su autor, Antón Van der Wyngaerde, pintó la panorámi-ca meridional de Salamanca en uno de sus viajes por España, por encargo de Felipe II. Y aunque no cabe pensar que el dibujo, tal que una fotografía, pro-porcione una imagen exacta de la ciudad, no cabe duda que en buena parte recoge de forma fiel su perfil y aspecto más general. La imagen del puente se ofrece en un primer plano, en alzado y aguas arriba. En él se pueden apreciar los dos tramos: el romano, una plataforma estructurada sobre quince arcos iguales de medio punto hasta llegar al castillete central, constituido por lo que más perece un arco triunfal de medio punto sin remate superior que una torre de defensa; resulta difícil precisar si parte de él o su totalidad se realizó en el tramo romano o por el contrario pertenece al hispano. El dibujante no aprecia en la fábrica romana tajamares ni pilastras, aunque destaca el almenado de ambos pretiles e insinúa los desagües. De la fábrica hispana solamente dibuja cuatro arcos iguales de medio punto, porque ciertas edificaciones, situadas en el Arrabal, impiden ver la terminación de esta parte meridional del puente; los alzados cuentan con tajamares semicilíndricos de remate cónico que llegan

81 Publ. en BELTRÁN DE HEREDIA, V., Ob. cit., vol. III, doc. 850, pp. 139-150 y traducido al español en FERNÁNDEZ VALLINA, E. y VACA LORENZO, Á., Ob. cit., pp. 31-46. 82 SANZ HERMIDA, J., Ob. cit. p. 141, versos 341, 597-598 y 346-347, respectivamente.83 Publ. en BELTRÁN DE HEREDIA, V., Ob. cit., vol. III, doc. 802, p. 85.

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hasta la clave de los arcos, también se insinúan los desagües, pero los pretiles carecen de almenado84.

Y, por último, el primer cronista de la ciudad, Gil González Dávila, en su Historia de las Antigüedades de la civdad de Salamanca, editada en 1606, en su capítulo V, al hablar “De la Puente”, lo describe en los siguien-tes términos:

Vna de las grandezas que tiene Salamanca, y de las mayores la mayor, es el famoso edificio de la puente, de los mas insignes que tiene España: fundado sobre veinte y siete arcos por donde passa sus aguas el rio Tormes. Tiene de largo quinientos passos, y de ancho doze. Es edi-ficio Romano de canteria todo, y en la labor de las piedras tiene mucha

84 El dibujo está publicado y comentado por KAGAN, R. L. (dir.), Ob. cit., pp. 363-368.

FiG. 61: Detalle del puente en la panorámica de Salamanca dibujada por Antón Van der Wyngaerde

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semejança con el aqueducto (tambien edificio antiguo) de Segouia. Està lo mas alto desta puente adornado de almenas de canteria tosca, que de lexos offrecen a los ojos vna agradable vista85.

¿Qué pensar ante la evidente disparidad sobre el número de arcos del puente romano de Salamanca referido por Jerónimo Münzer (23), Lucio Ma-rineo Sículo (26), Antonio Jiménez (28), Pedro de Torres (27), Gil González Dávila (27) y los dibujados por Antón Van der Wyngaerde (15+4)?

En principio, por las descripciones más detalladas y completas ofrecidas por Lucio Marineo Sículo, Antonio Jiménez, Pedro de Torres y González Dávi-la, así como por los años que estos residieron en Salamanca, como profesores, alumnos e historiador-cronista, frente al único día que en ella permaneció Münzer, no resulta arriesgado suponer que las versiones de aquéllos son más ajustadas a la realidad, sin olvidar que la disonancia mayor también se da con respecto a la descripción de Jerónimo Münzer. Más arriesgado resulta el pronunciamiento sobre cuál de aquellas otras es la que establece con total exactitud y precisión el número de arcos que poseía el puente romano de Salamanca en aquella época. De todas formas, conviene advertir que no es tanta la disparidad entre el número de arcos dado por Lucio Marineo Sículo (26), Antonio Jiménez (28) y Pedro de Torres y González Dávila (27), pues se reduce a uno o dos guarismos. De todas formas, aunque resulta complicado aclarar estas discrepancias numéricas, cuando además, uno de los errores más frecuentemente cometidos por los autores a la hora de describir el puente de Salamanca, incluso en los tiempos actuales, es el relativo al número de sus arcos, así como a sus medidas, la descripción del catedrático Pedro de Torres es la que más probabilidades posee de describir la realidad. Y ello por varios motivos:

Primero, porque el número de arcos manifestado por Pedro de Torres (27) coincide con los contabilizados por Gil González Dávila en 1606.

Segundo, porque el número de arcos del primer tramo romano ofrecido por Pedro de Torres (15) es el mismo que el dibujado por Antón Van der Wyngaerde en 1570 y el mismo que existe en la actualidad.

Tercero, porque tanto la descripción de Pedro de Torres como la de Antonio Jiménez son coincidentes en cuanto al número de arcos grandes que tenía el puente (21).

Cuarto, porque la versión de Pedro de Torres sobre el tramo hispano (desde el medio fasta el arrabal tiene doce arcos, seis grandes y seis pequeños) en gran manera también coincide con la de Antonio Jiménez, cuando sobre esta misma parte señala: Donde el puente en declive siete ojos menores /Que los demás. Incluso todavía hoy son dispares los tamaños de los arcos del puente: los quince de la fábrica romana son algo menores que los nueve siguientes de

85 GONZÁLEZ DÁVILA, G., Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca, pp. 13-14.

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la fábrica hispana que, a su vez, poseen vanos con luces mucho mayores que los dos últimos que, a la postre, son los más pequeños.

Y quinto, porque el número de dovelas de los arcos indicado por Pedro de Torres, tanto en el tramo romano (El mayor tiene 33 piezas de fasta un pie de ancho desde el suelo en el arco alrededor), como en los mayores del tramo hispano (Tiene el mayor en arco 42 piedras de a pie), es idéntico, en el primer caso, y muy aproximado, en el segundo, al número de dovelas que actualmente poseen los arcos de los tramos romano (33) e hispano (entre 45 y 48).

Así pues, en respuesta a la primera cuestión antes plateada, cabe suponer que después de la reconstrucción de los desperfectos causados por la riada de los Difuntos de 1256, el puente de Salamanca pudo contar con un total de 27 arcos. De todas formas, ese número no parece responder al que en origen pudo poseer el puente romano; es más probable que tuviera alguno menos, por el dato que ofrece Antonio Jiménez sobre el inferior tamaño de siete arcos de la parte reparada (Donde el puente en declive siete ojos tiene menores /Que los demás), que, por otra parte, es coincidente en el tamaño, aunque no en el número, con lo indicado por Pedro de Torres (desde el medio fasta el arrabal tiene doce arcos, seis grandes y seis pequeños), cuando nadie duda que todos los arcos del puente romano eran originariamente de muy similares medidas, tal como ocurre en el tramo que de su primitiva fábrica se conserva. Asimismo, la existencia de arcos de diferentes tamaños, de los que los correspondientes a la parte meridional eran menores, está corroborada por la carta de ejecución de la sentencia dictada por la Chancillería de Valladolid sobre el contencioso desarrollado entre el 16 de junio y el 31 de julio de 1503, a propósito de la reconstrucción de la derruida aceña del Arenal, donde se señala, commo la media puente questava hazia el Arraval estava más flaca e de arcos viejos, o que la dicha puente hera baxa e tenía los arcos baxos e el Arraval estava baxo, al tiempo que, por contra, de la otra parte, la más próxima a la ciudad, se in-dica que aquella parte hera muy fuerte e más rezya y poseía arcos altos86.

Así pues, la primera conclusión que se puede extraer de las informacio-nes de las fuentes literarias, gráficas y documentales anteriores es que la repa-ración de los desperfectos causados en el puente romano de Salamanca por la riada de los Difuntos de 1256 consistió en la reconstrucción de, al menos, doce arcos en su parte meridional, junto al Arrabal, pero seis de un tamaño inferior a los otros seis. Además, esta primera conclusión es en gran parte corroborada por la persistencia de dos de esos seis arcos menores reconstrui-dos en la parte meridional durante la segunda mitad del siglo XIII. En este sentido, Gómez Moreno, a propósito de los, según él, doce arcos (en realidad son once) de la fábrica hispana, afirma que, “su apariencia no es muy vetusta, aunque a juzgar por su tejaroz y las marcas de los sillares quizá no bajen del siglo XIII”, si bien matiza que, como esta parte ha sufrido derribos y repara-

86 En Catálogo Documental 20.

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ciones posteriores importantes, “de modo que quizá sólo el último es antiguo, y en él efectivamente abundan más las piedras marcadas”87.

En efecto, en un atento y minucioso examen que en 1999-2001 realizaron Inmaculada Guadalupe Salas y Jesús García Maldonado, llegaron a observar un total de veintidós marcas de cantero o signos incisos sobre las piezas del intradós de las bóvedas de los arcos de la fábrica hispana, que coinciden con cierta concentración en hiladas inferiores y medias y casi ninguna sobre las superiores, así como tampoco sobre las fábricas de alzados y tajamares. Aún hoy día, si bien con mayor dificultad y en número menor, se pueden apreciar estas marcas, localizadas, sobre todo, en el intradós de las bóvedas de los dos últimos arcos del puente: unas son simples y presentan su ejecución mediante un trazo rectilíneo y poco complejo, como un aspa de tres brazos desiguales, similar a una “Y” tumbada, o de cuatro brazos iguales, similar a una “X” o a una cruz “+” o, en fin, de sólo dos brazos iguales y unidos en ángulo agu-do “<”; en cambio, otras son más evolucionadas y su ejecución se consigue mediante trazos curvilíneos o mixtos, correspondiendo, en algunos casos, su imagen con alguna de las letras del abecedario, como la “A”, la “F”, la “H”, la “I”, la “M” en vertical, la “q” tumbada, la “T” invertida, etc. La finalidad y cro-nología de estas marcas han sido estudiadas, para el caso del puente medieval de Hita, por Romera Martínez y Romera Valladares, quienes señalan que “es sabido que durante la Edad Media, y de forma más significativa en los perio-dos de tiempo que corresponden plenamente con el Románico y primera eta-pa del Gótico, los artesanos (en este caso los canteros) que participaban en la realización de determinados trabajos, bien de forma individual o agrupados en gremios, marcaron de forma inequívoca las piezas que salían de sus manos, en unas ocasiones para dejar constancia de la paternidad de las obras y en otras (como en este caso), para delimitar la ejecución de una determinada tarea” y, en función de la misma, determinar el salario o percepción a recibir. Afirman-do dichos autores que “este sistema de reconocer el trabajo de los operarios permaneció vigente durante largo tiempo, hasta que las ‘marcas’ fueron susti-tuyéndose paulatinamente por compromisos escritos, contratos de ejecución de obra, contratos de trabajo al servicio de un maestro artesano y otra serie de documentos que en su continua evolución, han sido los precedentes de las actuales nóminas de los asalariados”88.

Así pues, el uso de estas marcas puede remontarse a los siglos XII-XIII, la época románica de la ciudad, tal como actualmente se aprecian sobre los mu-ros de la catedral románica o de la iglesia de San Marcos. De ahí que se pueda deducir que no es solamente el último arco del puente romano de Salamanca, como sostuvo Gómez Moreno, el que aún permanece en toda su integridad de la primera reparación realizada en la segunda mitad del siglo XIII, sino

87 GÓMEZ-MORENO, M., Catálogo Monumental de España. Provincia de Salamanca, p. 46.88 ROMERA MARTÍNEZ, Á. y ROMERA VALLADARES, C., “Marcas de cantero en el puente medieval de Hita”, en Wad-al-Hayara. Revista de Estudios de Guadalajara, 30 (2003), pp. 66 y 67.

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también el segundo, y que, por tanto, ambos son los arcos más antiguos de esta parte hispana del puente, por haber resistido el empuje de las riadas pos-teriores, lo que no habrían conseguido los otros nueve. Por otra parte, estos dos últimos arcos del puente son totalmente diferentes en cuanto a la solución constructiva y presentan, además, características más arcaicas que los otros nueve de la fábrica hispana, pues, como ya se expuso, su directriz es muy rebajada, afectada por la rasante y la margen del cauce, en parte aterrados, no dejan ver la línea de cornisa de las pilas, su luz es sensiblemente más pequeña que la de los otros, sobre todo la del último, que apenas llega a los 6 m, así como más baja y en declive la altura hasta el terreno actual, pues el penúltimo alcanza los 3,60 m y el último apenas llega a los 2,60 m. Pero, sin duda, el ele-mento que refleja la mayor antigüedad de estos dos últimos arcos se halla en sus tajamares y espolones triangulares que se elevan escalonadamente hasta la línea de las claves, aunque sin traducirse en los curiosos apartaderos que suelen poseer los puentes medievales, con objeto de solucionar la estrechez de sus tableros; estos elementos arquitectónicos son típicamente medievales y más arcaicos que los tajamares, y en cuatro casos también espolones, de planta semicircular y apuntados que poseen los otros arcos de la fábrica hispa-na. Asimismo, en la construcción de estos dos arcos sólo se empleó areniscas celestinas o vulgar piedra caleña, sin incorporar dovelas de piedra pajarilla o berroqueña de Calzadilla, cuyo inicio de empleo en la construcción edilicia de

FiG. 62: Los últimos arcos del puente de Salamanca, aguas arriba

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FiG. 63: Arco 26 y último del puente de Salamanca, aguas arriba

FiG. 64: Arco 25 del puente de Salamanca, aguas arriba y flanqueado por tajamares triangulares

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Salamanca López Plaza y demás coautores sitúan “hacia la segunda mitad del siglo XVI, representado por el palacio de Orellana cuya construcción debió de iniciarse hacia 1566”, si bien, “la época de mayor esplendor corresponde al siglo XVIII culminando con la realización del Ayuntamiento y Colegio de Calatrava”89. Por otra parte, los alzados de estos dos arcos carecen de la línea de imposta que, como ocurre en el resto de los arcos del puente, tanto de la parte romana como de la hispana, marca la línea de la rasante del puente; otro de los rasgos que, según Arenas, “componen una de las características más definitorias y separadoras entre puentes romanos y medievales”90.

En definitiva, la reparación de los desperfectos causados por la riada de los Difuntos de 1256 consistió en la reconstrucción de la parte meridional del primitivo puente romano, efectuada unos veinte años después de su derribo. Para ello el concejo salmantino no pudo utilizar el granito, material original de la parte derruida, porque sus sillares ya habían sido aprovechados para otras obras distintas, como posiblemente el reforzamiento y elevación de la presa o pesquera que atravesaba el río de una parte a otra, aguas arriba del puen-te, y que comunicaba las aceñas del Muradal, en la orilla derecha, con la del Arenal, en la izquierda. Se vio, pues, obligado a buscar nuevo material pétreo

89 LÓPEZ PLAZA, M. et alii, La utilización de rocas vaugneríticas en los monumentos de Salamanca, p. 135. Por consiguiente, los otros nueve arcos de la fábrica hispana, al llevar en las dovelas piedra pajarita, tienen que ser posteriores a la segunda mitad del siglo XVI.90 ARENAS DE PABLO, J. J., Los puentes en la Baja Edad Media, p. 126.

FiG. 65: Pesquera actual, vista desde el puente romano

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para la reconstrucción de los arcos derribados del puente. Extraer y acarrear el granito necesario de las canteras de Los Santos o de las comarcas occidentales de las actuales provincias de Zamora y Salamanca, sin duda y entre otras razo-nes por la lejanía, estaba lejos del alcance de las disponibilidades del concejo salmantino de la segunda mitad del siglo XIII. Una solución más viable era recurrir al empleo de los recursos locales, los materiales pétreos que ofrecía el entorno más inmediato, pues al hallarse próximos a la obra su acarreo siempre resultaría más fácil y económico. Descartada la piedra de Villamayor, por ser inadecuada para este tipo de construcciones, permanentemente expuestas a la humedad, sólo quedaba el recurso a las areniscas celestinas o vulgar pie-dra caleña, más apta para estas circunstancias. Éste es, sin duda, el contexto explicativo de la utilización de las areniscas celestinas en lugar del granito en la recomposición de la parte meridional del puente romano derribada por la avenida de los Difuntos de 1256.

Por otra parte, no es de extrañar que en esta reconstrucción se utilizara el arco de medio punto y la bóveda de medio cañón, asociados al periodo ro-mánico, en lugar del ojival, por otra parte, de época algo posterior y asociado al estilo gótico, así como un similar sistema constructivo (opus caementicium, emplectum, aparejo de soga y tizón, etc.), pues, como es sabido, los puentes medievales tienden a perpetuar y seguir las trazas de los modelos romanos. Si bien, en este caso, los arcos reparados, al menos los seis últimos, en versión de Pedro de Torres, o los siete, en la de Antonio Jiménez, eran más pequeños que los de la fábrica romana e irían en una secuencia gradual de degradación, descendiendo desde el centro del puente hacia la margen izquierda del río, lo que originaría que la rasante de esta parte meridional presentara, como aún hoy día se aprecia, un perfil más inclinado que el de la otra parte romana que tendería, como en la actualidad, a la horizontalidad.

En conclusión, la reparación de la parte meridional del puente romano de Salamanca dañada por la riada de los Difuntos de 1256 consistió en la ree-dificación de, al menos, doce arcos, de los que seis fueron de menor tamaño que los de la fábrica primitiva, construidos todos ellos en piedra no granítica, sino caleña, lo que daría origen a dos fábricas distintas, la romana y la his-pana, con las expresiones la puente vieja (referida a la romana) y la puente nueva (referida a la hispana), como diversas fuentes del finales del siglo XV y principios del XVI denominan a cada una de esas fábricas:

La puente fué edificadaPor artificio romano,

Lo otro medio es hispano91.

91 Así expresa Juan Ramón de Trasmiera en el Triunfo Raimundino esta división del puente en dos partes, arquitectónica, cronológica e históricamente, diferenciadas. Este poema lo fecha entre los años 1506 y 1512 VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro V, pp. 185-187.

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Expresiones que en modo alguno cabe deducir que aludan a dos edificios o puentes diferentes, sino a dos partes del mismo edificio y puente, al aparecer junto a las anteriores, la expresión media puente como sinónima, si no de ambas, sí expresa y claramente de una de ellas (media puente questava ha-zia el Arraval; derrocaría la media puente, segund que avía derrocado çierta parte della el año pasado; y en la otra media puente media (sic) questava más flaca).

La expresión puente vieja se halla documentada por primera vez en la correspondiente acta de la reunión del cabildo catedralicio de Salamanca cele-brada el 8 de mayo de 1499, en la que se acordó proceder a la reconstrucción de la derruida aceña del Arenal, aguas arriba del puente de la ciudad:

Este dicho día, a los dichos Antonio de la Reyna e Pedro de Godino, riberos nonbrados por los dichos alcaldes de los Molares, visto el sitio de las dichas aceñas e los dichos testigos aseñalaron e dixeron que se podía e devía hazer la dicha açeña hazia la parte el Arraval… casy en medio del sitio e río de la dicha yglesia, poco más o menos, e que ella estaría mejor para amas las dichas aceñas, asý la del Muradal commo para la que se ha de hazer e que estaría más a provecho de la dicha çibdad e su tierra e de los dichos señores deán e cabildo, porque fazyéndose allí, tornaría el agua más a la puente vieja e que hera más provecho e guarda, asý de la puente commo del Arraval e de las huertas, e señalaron con dos mojones e señales: uno en la turra e otro en una peña, e dixeron que declaravan que allí se devía fazer, por ser en honrra e provecho de la dicha çibdad e tierra e sin perjuyzio dello. E ansý dixeron que lo declaravan e declararon92.

Y la misma expresión vuelve a aparecer el 16 de junio-31 de julio de 1503, en la real carta de ejecución de la sentencia dictada por la Chancillería de Valla-dolid a propósito de la reconstrucción de la citada aceña del Arenal:

Lo otro porquel hedefiçio de las dichas açeñas que agora se hazían non venían ni hazían ningund perjuyzio nin dapño a la dicha puente de la dicha çibdad, commo en contrario se dezýa e afirmava, antes la venía grand provecho e vtilidad que se hiziese la dicha açeña a donde se hazýa e se mudava del lugar a donde estava, que asý hera toda el agua de la dicha açeña para la primera puente vieja e porque aquella parte hera muy fuerte e más rezya e a donde non avía daño ninguno para la puente;…e más le trahe provecho a la dicha puente e Arraval porque tanto que más çerca estoviese la dicha açeña a la puente más escudo terná la puente, porquel agua que diere en la açeña verterá abaxo a la puente vieja, e ansý mismo el valle e la evía por donde entra el agua al Arraval quedaría más alto e entra menos agua por él para que faga menos daño al Arraval93.

92 En Catálogo Documental 12.93 En Catálogo Documental 20.

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En ambos casos, es evidente que con ellas se alude a la parte del puente más próxima a la ciudad, la correspondiente a la original fábrica romana, de la que se refiere que aquella parte hera muy fuerte e más rezya y poseía arcos altos.

Mientras que la expresión puente nueva sólo se encuentra documentada en la citada carta real de ejecución del 16 de junio-31 de julio de 1503, aunque de manera reiterada:

Juan de Villafuerte, regidor de la dicha çibdad, e Diego de Segovia e Juan Bravo, sesmeros e vezynos de la dicha çibdad e en nonbre del conçejo della, e por ante un escrivano denunçiaron de nueva obra en un hedifiçio de un açeña que se hazía por parte de la dicha yglesia, entre la puente nueva de la dicha çibdad e una pesquera questá ençima del Arenal della…

Por ende, que devían mandar e mandaron alçar el enbargo puesto en la obra e hedefiçio del açeña sobre que hera el pleito e que devían dar e dieron liçençia e facultad a la dicha yglesia para que pudiese hazer y hedeficar la dicha açeña en el lugar donde la tenían començado a hazer a vista de maestros de ribera e maestros de cantería, lo más syn perjuyzio que ser pudiese de la puente nueva e del Arraval de la dicha çibdad…

y sy començase a hazer curso el agua hazia las açeñas, segúnd que nesçesario lo avían de hazer, dexarían el curso larguo que yva a las açeñas derrocadas, donde las solían tener las partes contrarias e otras que estavan hazya la çibdad, e yría el curso del agua hazia el aceña nueva que agora querían hazer, de manera que todo el golpe del agua fasta junto con el Arrabal por la puente nueva… E luego, el dicho señor corregidor les mandó que dixesen e declarasen cómmo se podía fazer e hedificar la dicha açeña en el logar donde estava començada a fazer, lo más syn perjuyzio que ser podiese de la puente nueva e del Arraval de la dicha çibdad, segund lo mandava la dicha sentençia e carta secutoria…

paresçieron presentes los dichos Pedro Pie de Fierro e Pedro Cachón e Pedro Maquilón e Antón de Ponte e Pedro de Godino, maestros de ribe-ra, e Juan Dajo e Juan de Artiaga e Juan Portogués, maestros de cantería, e dixeron quellos avían visto e mirado el logar e sitio donde la dicha açeña estava començada a fazer e avían mirado, fablado e platicado entre sý de cómmo se fiziese e hedificase la dicha açeña e hedifiçio della, syn menos perjuyzio de la puente nueva e del Arraval de la dicha çibdad94.

Al igual que en el anterior, en este caso la referencia a la parte meridional del puente, la más próxima al Arrabal, tampoco ofrece dudas. Y si de la primera parte del puente (la fábrica romana) se destacaba su solidez, de ésta otra (la fábrica hispana) se indica su endeblez: commo la media puente questava ha-zia el Arraval estava más flaca e de arcos viejos; la otra media puente media (sic) questava más flaca; al mismo tiempo que se señala que la dicha puente

94 IBÍDEM, fols.2, 10, 10v y 14v.

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hera baxa e tenía los arcos baxos e el Arraval estava baxo, e haziéndose la dicha aceña e pesquera donde la querían hazer las partes contrarias, haría çierto curso el agua hazia aquella parte que qualquier avenida que veniese ba-tiría en la dicha puente e llevaría al dicho Arraval, porque la mayor parte del dicho río yría hazia el dicho Arraval, porque la más hondura e agua que avía en el dicho río, que se llamava el Piélago Castellano, estava hazia donde que-rían hazer las açeñas las partes contrarias y en derecho dellas; y sy començase a hazer curso el agua hazia las açeñas, segund que nesçesario lo avían de hazer, dexarían el curso larguo que yva a las açeñas derrocadas, donde las solían tener las partes contrarias e otras que estavan hazya la çibdad, e yría el curso del agua hazia el aceña nueva que agora querían hazer, de manera que todo el golpe del agua fasta junto con el Arrabal por la puente nueva95.

95 IBÍDEM, fol. 10v.

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Repartimientos y nuevas intervenciones en el puente romano de Salamanca en los primeros tiempos modernos

Que la reparación del puente romano de Salamanca, realizada entre fines de 1499 y principios de 1500, por los destrozos causados por la riada

de Santa Bárbara de 1498 no fue eficiente, sin duda por el desvío de los fon-dos recaudados, lo prueba el hecho de que unos años más tarde, en 1507, el concejo, entendiendo que la dicha puente tiene nesçesydad de se reparar e aderesçar, solicitó a la reina doña Juana que le diese licencia para repartir entre la ciudad y su tierra la cantidad desviada (42.000 mrs.), con objeto de adesreçar (sic) e reparar la dicha puente1. En 1510 y 1515 de nuevo el mismo concejo volvió a solicitar a la misma reina facultad para que, bien por sysa o por repartimiento, pudiera proceder a la reparación de çiertas calçadas e ca-mynos que no se pueden andar a pie ny cavalgando ni con carretas, a cabsa de los grandes ronpimyentos que en los dichos camynos e calçadas las aguas en tienpos muy rezios que an pasado an fecho2, así como de muchas puentes quebradas e mal rreparadas e los muros de la dicha çibdad, mucha parte de-llos caýdo e destruydo e mal rreparado3, considerando que para remediar lo susodicho es menester setenta mill maravedís.

Las respuestas sucesivas se limitaron a solicitar información sobre lo pe-dido. Por lo que la ciudad volvió a demandar una vez más dicha licencia real, si bien en esta ocasión de manera más explícita: el 15 de enero de 1518 en-comendó a los regidores Alonso Rodríguez de Fonseca y Pedro de Anaya, sus procuradores a las Cortes a celebrar en la ciudad de Burgos, que por quanto la puente prinçipal de la dicha çibdad çiertos arcos della están en grand pe-

1 La cantidad desviada eran los maravedís quel presydente e oydores de la mi Abdiencia que residen en la villa de Valladolid condenaron a esa dicha çibdad en un pleyto que ante ellos se trataron entre esa dicha çibdad e el deán e cabildo de la yglesia mayor della, so çiertas tiendas, en quarenta e dos mill maravedís de frutos e rentas de las dichas tiendas de çiertos años que las avían lleuado. Diz que porque se les fazýa execuçión por ellos e non tenían dineros de lo que lo pagar, los ovieron de pagar del repartimiento questaua fecho para la dicha puente, en Catálogo Documental 21.2 En AGS. Registro General del Sello, marzo 1510.3 En Catálogo Documental 22.

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ligro para se caer, e los muros de la dicha çibdad mucha parte dellos caýdo, destruydo e mal rreparado, e otras puentes de la dicha çibdad e su juresdiçión, ansymismo, están quebradas e caýdas e mal rreparadas, pidieran la corres-pondiente autorización para que por sisa o rrepartymiento se puedan luego rremediar e rreparar las dichas puentes e muros conforme a derecho, porque ay mucho peligro en la tardança4.

La respuesta fue también, en este caso, más precisa: primero, que decla-ren la cantydad que será menester. Luego, ante la insistencia de la petición hecha por Antonio de Linares en nombre de la ciudad de Salamanca, de que mucha parte de las puentes e muros y çercas desa dicha çibdad están caýdas y mal rreparadas y que para lo aderesçar son menester muchas quantýas de maravedís, e porque esa dicha çibdad no tyene propios ni rrentas para ello, nos suplicó, en el dicho nonbre, mandásemos dar liçencia y facultad a la dicha çibdad para que pudiesen rrepartyr o echar por sysa los maravedís que para ello fuesen menester, la reina doña Juana y su hijo, el rey Carlos I, pidieron, el 11 de junio de 1518, al corregidor, juez de residencia o alcalde de Salamanca información sobre lo solicitado, en los siguientes términos:

Que vos mandásemos luego que …esta nuestra carta fuedes rreque-rido ver… las puentes e muros desa dicha çibdad que tiene neçesydad de se rreparar e toméys con vos maestros e personas que sepan de la dicha obra e sobre juramento que por sí hagan ante vos, vos ynforméys dellos qué quantía de maravedís serán menester para adereçar e rreparar lo que estoviere caýdo e mal rreparado de las dichas puentes e çercas e muros. E otrosý vos informad sy esa dicha çibdad tiene propios e rrentas para pagar lo que asý fuere menester e para hazer los dichos rreparos, pagados los salarios (?) e gastos ordinarios de la dicha çíbdad. E en caso que no los tengan, sy será bien que lo … que para ello fueren menester se eche por sysa o por rrepartimiento e quál es lo que más conviene que se haga5.

Y, finalmente, obtenida la información requerida del bachiller Peñarrubia, al-calde de Salamanca, la reina y su hijo accedieron a la petición de la ciudad el 8 de agosto de 1518 y dieron licencia para recaudar el dinero que fuese necesario para proceder a la reparación de mucha parte de las puentes e muros e çercas de la dicha çibdad que están caýdas e mal reparadas; en concreto facultaron para que en los mantenimientos que se vendieren en esa dicha çibdad podáys echar e echéys por sysa, asta contía de trezientas mill maravedís, que por la dicha ynformaçión paresçe que hera menester; pero, al no poderlos conseguir prestamente, como conviene que se fagan las dichas obras, permitieron obte-nerlos en préstamo de vecinos y moradores de la ciudad y su tierra, al tiempo que mandaron al corregidor que, una vez obtenido el préstamo, hagáys poner

4 En Catálogo Documental 23.5 En Catálogo Documental 24.

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e pongáys en obra la labor e rreparos de las dichas puentes e muros e çercas, e enbiéys ante nos, al nuestro Consejo, la rrelación de cómo se haze6.

Sin embargo, la obtención del consentimiento real ni mucho menos su-puso el fin de los problemas. En estos casos siempre solían aparecer más obstáculos, algunos de ellos poco previstos. Así sucedió que, ante esta nueva licencia real de repartir 300.000 mrs. para tornar a reparar y adobar la dicha puente, Juan López de Esparza presentó el 28 de octubre de 1518 una denun-cia, en nombre de la tierra de Salamanca, alegando que en el repartimiento anterior de los 400.000 mrs. ni el cuerpo de la ciudad ni los lugares de señorío pagaron cantidad alguna, por lo que pedía que, antes de proceder al cobro de este nuevo repartimiento, se tratase de reparar el puente con los maravedís no cobrados de la ciudad ni de los lugares de señorío del anterior repartimiento, así como con los maravedís que sobraron de los recaudados a los lugares de la tierra y no empleados en la reparación del puente, y luego, si fuera necesario más dinero, se procediese a la imposición del nuevo repartimiento.

Sepades que Juan López de Esparça, en nonbre de la tierra desa dicha çibdad, nos fizo rrelaçión que para el rreparo de la puente desa dicha çibdad, por nuestro mandado, fueron rrepartidos çiertos marave-dís, de los quales diz que cupieron a pagar a esa dicha çibdad çient mill maravedís e a la tierra con todos los lugares de señorío que de la dicha puente se aprovechan y non pagan portazgo en ella trezyentas mill ma-ravedís. Los quales diz que solamente la dicha tierra los pagó y dellos diz que rreparó la dicha puente y aún diz que sobraron ciertos maravedís, y a cabsa dello esa dicha çibdad y los dichos lugares de señorío no paga-ron cosa ninguna de lo que ansý les fue rrepartido y les cunplía pagar. Y que agora, para tornar a rreparar y adobar la dicha puente, que diz que con esto que avían mucha neçesidad dellos, a suplicaçión desa dicha çib-dad e tierra della les mandamos dar liçençia para que pudiesen rrepartir trezientas mill maravedís, de los quales diz que caben a pagar a la dicha tierra, con los dichos lugares de señorío, de quatro partes las tres y a esa dicha çibdad la vna. E nos suplicó e pidió por merçed mandásemos que los maravedís que ansý fueron rrepartidos y cupieron a pagar a esa dicha çibdad e lugares de señorío para el rreparo pasado de la dicha puente y quedaron deviendo y los maravedís que sobraron de las trezientas mill maravedís, se cobrasen y se gastasen en el rreparo de la dicha puente y ansí que aquellos se cobrasen y gastasen en ello non se rrepartiesen maravedís algunos por virtud de la liçençia que agora diz que mandamos dar y dimos; y que, ansý gastados los dichos maravedís, se repartiesen por virtud de la dicha liçençia los maravedís que fuesen menester para acabar de rreparar la dicha puente7.

6 En Catálogo Documental 25.7 En Catálogo Documental 26.

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Además, el cobro de este nuevo repartimiento para la reparación del puente romano chocó con la tenaz resistencia de algunos lugares de señorío, como San Martín del Castañar, a cuyos vecinos el rey Carlos I y su madre, doña Juana, tuvieron que ordenar, en diciembre de 1519, que contribuyesen con los maravedís que hos fueren rrepartidos e hos cupieren a pagar para el adovo e rreparo de la dicha puente, como siempre habían contribuido, goçan-do como gozavan de la dicha puente, syn pagar portadgo en ella8. Lo mismo sucedió con Villoria9 y Babilafuente10, que se negaban a contribuir con los 4.772 y los 4.000 maravedís aproximados que, respectivamente, les habían correspondido en el repartimiento para el arreglo del puente, pues alegaban que no pertenecían a la jurisdicción de Salamanca, sino a la de don Fernando de León, comendador mayor de León, el primero, y a la de don Pedro Maldo-nado Pimentel, el segundo, por lo que la ciudad, en represalia, había apresado a Martín de Cantalpino, vecino de Villoria, cuando acudía al mercado franco de Salamanca, y a otros vecinos de Babilafuente. Si bien, en estos dos últimos casos, en un principio, los reyes citados se limitaron a ordenar al corregidor de Salamanca la liberación de los vecinos apresados y la devolución de sus bienes, posteriormente (6 de junio y 7 de julio de 1520), ante la protesta de Juan López de Estrada, procurador del concejo salmantino, por la negativa de estos dos lugares, Babilafuente y Villoria, a contribuir en el repartimiento para la restauración del puente y por la orden real de excarcelación de los vecinos apresados y devolución de sus bienes, mandaron al corregidor salmantino que luego veades lo susodicho e llamadas e oýdas las dichas partes breve e sumariamente, no dando lugar a luengas nin dilaçiones de maliçia, saluo solamente la verdad sabida, hagades e administredes a las dichas partes entero conplimiento de justicia11.

1. LA TRANSFORMACIÓN DEL PUENTE EN UN BALUARTE POR OBRA DE GÓMEZ HERRADOR: EL CASTILLETE Y LAS ALMENAS

Como indica Fernández Troyano, la gran mayoría de los puentes his-tóricos conservados han sufrido diversas transformaciones, muchas de ellas debido a las variaciones de sus condiciones funcionales a lo largo de la Histo-ria. Esto resulta más evidente en los últimos tiempos, en que las necesidades

8 En Catálogo Documental 27.9 En Catálogo Documental 28.10 En Catálogo Documental 29.11 En Catálogo Documental 30 y 31. Los motivos alegados por el procurador de Salamanca, Juan López de Esparza, eran que, una vez concedida la licencia real para imponer un repartimiento de 300.000 mrs. para la rehabilitación del puente, la dicha çibdad hizo el dicho rrepartimiento, commo se avían fecho otros semejantes, en que avía pagado e contribuydo la villa de Vavilafuente e Villoria e otros lugares de señorío que antiguamente diz que fueron de la tierra de la dicha çibdad, porque gozan de algunas cosas que gozan los lugares de la dicha tierra, asý en no pagar portad[go] en la dicha puente, commo en meter vino e sacar pan de la dicha çibdad.

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crecientes del tráfico rodado han provocado el ensanchamiento de las plata-formas de estos puentes. Si bien, “no ha sido el tráfico la única causa que ha motivado transformaciones en los puentes, ni todas ellas se han hecho recien-temente. Su valor estratégico dio lugar a que en la Edad Media se construyeran torres de defensa en la mayoría de los puentes, y no sólo en los de nueva construcción, sino que también se hicieron sobre algunos puentes romanos que no las poseían. A finales de la Edad Media, la mayoría de los puentes tenían torres que servían para su defensa y para el cobro del portazgo. Pero a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, la mayoría de las torres de los puentes se derribaron para aumentar la capacidad de paso por ellos”12. Y el puente romano de Salamanca no fue, en este sentido, ninguna excepción, aunque quizá sí el momento tardío de su transformación.

Sucedió durante la revuelta de las Comunidades de Castilla, ya que, como señala Santos Burgaleta, desde los inicios de la propia Junta de la Comunidad de Salamanca (julio de 1520), uno de sus mayores desvelos fue el orden pú-blico y, en particular, la defensa de la ciudad, llegándole a preocupar hasta tal extremo, que la atención dedicada a estas tareas se convirtió en auténtica obsesión de los rebeldes, sobre todo, a partir de que las tropas realistas toma-ran Tordesillas13. Y el puente sobre el Tormes constituía un objetivo de primer orden en su estrategia de defender la ciudad ante posibles acometidas de los ejércitos realistas, por lo que no dudaron en convertirlo en un baluarte fortifi-cado con la construcción de una torre, que impidiese el paso desde el sur, y de las correspondientes almenas en sus pretiles.

El responsable de la construcción de la torre y, posiblemente tam-bién de las almenas, fue Gómez Herrador, según consta en el acuerdo que el 13 de marzo de 1521 tomaron el corregidor, don Pedro Maldonado Pimentel, y demás miembros de la Junta de la Comunidad salmantina, máxi-mo órgano municipal durante la rebelión comunera en la ciudad, de mandar a Françisco Rodríguez de Çorita, seysmero, que de qualesquyer maravedís que tenga, dé y pague a Gómez Herrador quarenta ducados para la obra de la puente desta çibdad e torre della, de que él tyene cargo14. Libramiento que se efectuó el 20 del mes siguiente, tal como se expresa en el acta de la reunión que dicho día mantuvieron el alcalde, licenciado Pedro Ternero, y los otros miembros de la Junta de Salamanca: En el dicho ayuntamiento, este día libra-ron a Gómez Herrador en el dicho Françisco Rodríguez de Çorita, en quales-

12 FERNÁNDEZ TROYANO, L., Tierra sobre el agua, I, p. 96.13 SANTOS BURGALETA, M., “Poderes urbanos y comunidades de Castilla: la Junta de Salamanca a través de sus actas de sesiones (agosto de 1520-abril de 1521)”, en Salamanca. Revista de Estudios, 48 (2002), p. 371, quien, además, escribe que esta obsesión se vio incrementada “muy señaladamente, desde la mañana del 17 de febrero de 1521 en que aparecieron clavados en varias iglesias de la ciudad carteles firmados originalmente por el cardenal Adriano, y en los que declaraba excomulgado a todo el que no actuase decididamente en contra de la junta”.14 En Catálogo Documental 32.

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quyer maravedís que tengan o tuvieren, quarenta ducados para la obra de la puente e torre della15.

La ubicación de esta torre no se situó, como sería de esperar, al inicio de la entrada del puente por la parte meridional, del lado del Arrabal, sino en meytad de la puente, en la pila de unión y soldadura de la parte antigua o fá-brica romana con la parte nueva o fábrica hispana, según se refiere en la queja que, el 29 de marzo de 1522, presentó Gómez del Peso ante el rey Carlos I en relación a las cuentas que de ésta y otras obras hechas en la ciudad (nuevos edificios e reparos de las çercas) durante la revuelta comunera, sin licencia real y que habían quedado pendientes de pagar:

Sepades que Gómez del Peso, vecino desa dicha çibdat, por sý y como uno del pueblo, nos hizo rrelaçión diziendo que en tienpo de las alteraçiones e comunidades pasadas se hizieron en esa dicha çibdad en nuestro deserviçios (sic) nuevos hedifiçios e rreparos de çercas e vna torre en meytad de la puente de la dicha çibdad, syn nuestra liçençia, en los quales edifiçios muchos canteros e ofiçiales e otras personas diz que trabajaron e tomaron a destaxo, por contratos e syn ellos, muchas obras, e agora, después que la dicha çibdad está asosegada, las tales personas que hazían los tales edifiçios diz que piden a la dicha çibdad y aquellos que tubieron cargo, en su nonbre, lo que hansý han trabajado ante vos, la dicha justiçia. E algunos que tienen dineros demasiados que les fueron dados para las dichas obras y no las hizieron, no les quieren enbolver a quien se los dio, en nonbre de la dicha çibdad, y pues fueron las dichas personas en el levantamiento de la dicha çibdad y faboresçer la Junta, diz que los contratos e conbenençias que entonzes hizieron son de derecho ningunos e defechos en el dicho tienpo por personas que no tenýan poder nin facultad para ello e syn nuestra licencia e mandado16.

El escaso o nulo efecto de dicha queja propició que el 7 de junio del mismo año volviera a presentar otra ante el mismo rey y en términos muy similares, si bien más personalizada: que en tienpo de las alteraçiones pasadas él fue apremiado a que toviese cargo de las çercas e puente desa dicha çibdad por mandado de la justicia e rregimiento della, e que fizo muchos gastos e que agora, aunque pide cuenta, no se quieren juntar con él a ella, y por cabsa de estar él rretraýdo por çiertas fianças que diz que fizo, no tiene lugar tuto ni seguro para dar la dicha cuenta, aunque se ofresçió de dar fianças llanas e abonadas de pagar el alcançe que le fuese fecho, al tiempo que solicitaba al rey que vos mandásemos que apremiásedes al rregimiento desa dicha çibdad que nombrasen personas sin sospecha para que le tomasen la dicha cuenta

15 En Catálogo Documental 33.16 En Catálogo Documental 34.

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en lugar tuto e se-guro, e feziésedes pagar el alcanze a qualquier de las dichas partes que lo oviesen de aver17.

De esta to-rre ya había dado cuenta, primero de forma vaga y genérica, Villar y Macías al escribir que en el primer tercio del siglo XVI el puente “estaba adornado con una torre muy grande, segun un autor del mismo tiempo”18, para, posteriormente, precisar que se trataba de “media torre”, en el relato en que describe la entrada a Salamanca por el puente en-galanado, el 13 de noviembre de 1543, de la infanta doña María de Portugal para casarse con el príncipe de Asturias y futuro rey, Felipe II:

y comenzó á entrar en la puente, en medio de la cual estaba media torre; encima estaban dos encasamientos y en el medio estaban una estátua de Hércules desnudo, algo mayor que natural, con una faja delgada, con un nudo dado en ella; tenía, á la mano diestra, otra efigie de la diosa Palas y en el siniestro una imágen de la divina Juno, con cada seis versos exá-metros y pentámetros19.

Esta “media torre”, a modo de arco triunfal20, de medio punto y sin rema-te superior, aparece gráficamente dibujada en la panorámica de la ciudad rea-lizada por Antón Van der Wyngaerde hacia 157021, así como en el escudo de armas que ornamenta la portada de las ya citadas Ordenanzas de Salamanca de Antonio Vergas de Carvajal publicadas en 1619, en las que sólo aparece la mitad de dicha torre, en parte tapada por media corona de laurel. Su construc-ción no requirió el ensanchamiento de la calzada del puente; desde luego, en el dibujo de Wyngaerde no se aprecian los dos actuales apartaderos, así como tampoco el gran tajamar de planta semicircular apuntada que corona hasta el

17 En Colección Documental 36.18 VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro I, p. 32.19 IBÍDEM, libro VI, p. 49.20 De hecho, más que torre fue rápidamente denominado como arco. Así consta, por ejemplo, en el contrato suscrito entre la ciudad y los canteros Juan Negrete y Machín de Sarasola en 1534: que es desdel arco que está en medio de la puente fasta la çibdad, en Catálogo Documental 41.21 Publ. en KAGAN, R. L. (dir.), Ob. cit., pp. 364-367.

FiG. 66: La torre construida en medio del puente, según el dibujo de Antón Van der Wyngaerde

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arranque del pretil, aguas arriba, ni es de suponer, pues el dibujo no mues-tra el lado occidental del puente, los dos cuerpos prismáticos que, a modo de gran contrafuerte, se sitúan aguas abajo.

La construcción de esta torre, además de cumplir una función de-fensiva, es posible que también tuvie-ra una influencia benéfica, en cuanto a la estabilidad del edificio del puen-te, al ubicarse en el punto más débil del mismo ante los empujes de las grandes avenidas, en la unión de la parte romana con la hispana, pues, como ya señaló Arenas para el puente de Orthez y genéricamente para to-dos los puentes medievales, el peso originado por este elemento accesorio añadido desempeñaría un papel simi-lar al de los contrafuertes verticales de las catedrales góticas, cuyos respec-tivos constructores consideraban im-

prescindibles para asegurar la estabilidad de los arbotantes22.El puente romano de Salamanca adquirió, pues, a partir de la revuelta de

las Comunidades una nueva función ya que, además de unir y ser elemento de comunicación de las dos orillas, “también ha de obstaculizar y saber hacer frente al peligro cuando sea preciso”23. Y esta nueva concepción del puente como elemento de defensa, puente-fortaleza, llevó aparejado un cambio en su fisonomía, en la que, sin duda, el elemento más característico y vistoso fue la torre defensiva, aunque también formó parte importante de ella las almenas que se construyeron a modo de parapetos defensivos en ambos pretiles de la fábrica romana.

Así pues, como segundo elemento defensivo del puente romano de Sa-lamanca, es casi seguro que también de la misma época de las Comunidades y del mismo constructor que la torre, fueron colocadas en los pretiles de la parte romana almenas de cantería tosca, de piedra de Villamayor, que, al decir de González Dávila, “de lexos ofrecen a los ojos vna agradable vista”24. Desde luego, su fecha de construcción es anterior a 1570, al aparecer en la citada

22 ARENAS DE PABLO, J. J., Los puentes en la Baja Edad Media, p. 130.23 MERINO, Mª del M., Ob. cit., p. 54.24 “Esta lo mas alto desta puente adornado de almenas de canteria tosca, que de lexos ofrecen a los ojos vna agradable vista”, en GONZÁLEZ DÁVILA, G., Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca, pp. 13-14.

FiG. 67: Escudo de la portada de las Orde-nanzas de Antonio Vergas de Carvajal

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panorámica urbana de Wyngaerde, así como, unos años más tarde, en los es-cudos del Theatro Eclesiástico de las Ciudades e Iglesias Catedrales de Espa-ña (1618) de González Dávila y de las ya referidas Ordenanzas de Salaman-ca (1619) de Antonio Vergas de Car-vajal. Estaban situadas a una distancia de 6,25 pies unas de otras. Y una vez perdida su función defensiva, estas almenas, tal vez como síntoma de su triste final, en más de una ocasión fue-ron objeto de actos vandálicos cometi-dos por los estudiantes universitarios y arrojadas al agua, como el 17 de marzo de 1615 expusieron don Gonzalo de Monroy y don Diego Gaitán, regidores de Salamanca, en el claustro pleno de la Universidad, celebrado dicho día, al expresar:

el deseo grande que tiene de poner remedio en los desórdenes que ay en la república y lo que sucede de noche y de día, en que pone culpa a la justicia por el poco castigo, de que ha tratado y trata de pedir a su magestad lo remedie, pidiendo justicia nueva; y la yglesia cathedral ha mostrado en esto dar su ayuda. Y ansimismo está el daño en la justicia de la Universidad de no se administrar ni castigar los delictos de los estudian-tes; y cada día se veen derribadas las almenas de la puente y los excesos grandes que se hacen en los acompañamientos de los señores rectores. Y de ninguna cosa ay castigo y el capitán dexa de castigar a sus soldados por se los quitar los estudiantes25.

Estos desperfectos motivaban las correspondientes reparaciones, como la acontecida en 1622, según sendos contratos suscritos el 2 de enero y el 10 de marzo de dicho año. Por el primero, Francisco González, labrador de Los Villares, y su mujer, Catalina Torivia, se comprometían a transportar con sus bueyes y carretas, antes del día de Pasqua despiritusanto que vendrá deste dicho año, ocho días más o menos, cien almenas y otras tantas soleras o albar-dillas desde las canteras de Panaderos, de donde las sacare Gerónimo Gonzá-lez y sus conpañeros gallegos, hasta esta ciudad a la puente mayor della, a la parte donde se asentaren, para que Pedro de la Puente Montecillo, maestro de cantería encargado de la reparación del puente, vaya aciendo y acabando la

25 En AUS. Libro de Claustros, 84, fol. 23. Cit. en RODRÍGUEZ SAN PEDRO, L. E., La Universidad sal-mantina del Barroco, período 1598-1625. Salamanca: Ediciones Universidad, 1986, vol. III, p. 442.

FiG. 68: Escudo de la portada del Theatro Eclesiastico de González Dávila

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dicha obra de la dicha puente que está por su quenta; las almenas habrían de medir quatro pies de largo y dos y medio de ancho y dos de grueso, poco más o menos, y las soleras de seis pies y medio de largo cada una y de ancho dos pies y medio y de grueso pie y quarto. A cambio de este transporte, los referidos Francisco González y Catalina Torivia recibirían de Pedro de la Puente Mon-tecillo por cada pieca a quatro rreales y quartillo, que se entiende almena, y solera por ocho rreales y medio26.

Gerónimo González y sus compañeros gallegos debieron incumplir el posible contrato suscrito con Pedro de la Puente Montecillo, pues tres meses más tarde, éste suscribió un nuevo contrato, esta vez con Pedro de Peralta y Diego Sánchez el Mozo, vecinos de Aldearrubia, por el que éstos se compro-metieron a sacar y cortar toda la piedra que fuere necesaria para las almenas y soleras que se an de poner en la dicha puente de las canteras de Panaderos; las piezas habrían de tener casi las mismas medidas que las acordadas en el contrato suscrito con Francisco González y su mujer, Catalina Torivia27; y se les a de dar por el dicho Pedro de la Puente por cada una pieca a seis rreales y quartillo, de modo que solera y almena biene a ser por todo doce rreales y medio. Y esto a de ser de solo sacarlas y cortarlas y ayudarlas a cargar28.

Los gastos originados por estas y otras obras defensivas, así como por diversas acciones llevadas a cabo por los Comuneros salmantinos durante su revuelta, motivaron que, con posterioridad a su derrota, Gonzalo Fernández, en nombre y como procurador de la ciudad, demandara a los responsables29 de los casi nueve millones de maravedís de dispendios30, ante el licenciado Galdo, juez real de las cuentas de Salamanca, alegando que los sobredichos,

26 En Catálogo Documental 61.27 La única diferencia estaba en las soleras que, según este segundo contrato, habrían de medir de largo seis pies y quarto de pie y dos pies y medio de ancho y de alto pie y quarto, en Catálogo Docu-mental 62.28 IBÍDEM.29 Exactamente, los demandados fueron: el comendador Francisco de Griçia y el licenciado Lorenço Maldonado e Hernando Alonso e Sabastián de Huerta e Pero Martín e Juan Syerra e Christóval de Rueda e Juan Bueno y Blas de Vergara e Juan de la Ribera e Pero Herrández e Gerónimo Leonés e Martín Roblán e Juan Pinto e Christóval de Salas e Benito Frenero e Martín Porras e Benito Frayre y los herederos de Pero de Pascua e Juan Escudero e Gonçalo Ferrández, vecinos de la dicha çibdad e su tierra. Si bien únicamente se conservan seis provisiones reales de Carlos I a su favor: del librero Blas de Vergara, miembro de los Veinte de la Junta de Salamanca por la parroquia de San Isidro del bando de San Benito; del curtidor Pedro Martín, también miembro de los Veinte, por la parroquia de Sancti Spiritus del bando de Santo Tomé; de Juan Bueno, miembro de los Veinte por la parroquia de San Martín y del bando de Santo Tomé; de Fernando Alonso, sexmero de la ciudad; de Cristóbal Rueda, diputado del “pueblo de la Comunidad”; y de Juan Sierra, sexmero de la ciudad. En Catálogo Documental 38.30 Que, según el juez de primera instancia, alcanzaron: de los propios y rrentas de la dicha çibdad que an e libraron e malgastaron fueron vn quento y quatroçientas y veynte y tres mill e dozientos e ochenta e quatro maravedís, y de sysas e derramas e rrepartimientos fueron vn quento y quatroçientas e tres mill e seteçientos e çincuenta maravedís y esto syn lo que se gastó de las rrentas e serviçios e cru-zada de su megestad e de otras personas de que aquí no se hazen minçión, que en más, en cantidad de seys quentos, IBÍDEM.

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en tienpo de las alteraçiones pasadas, hizieron muchas libranças e ayudas de costa e otros gastos contra toda rrazón e justiçia, ansý en los mayordomos e propios de la dicha çibdad, como en los rresçebtores e cogedores que eran de las sisas, derramas e rrepartymientos que en el dicho tienpo, juntamente con otros, hecharon. El juez declaró a los sobredichos por ynjustos ocupadores e malgastadores de los dichos propios e rrentas, sisas e derramas, tomas e rrepar-tymientos que en esta dicha çibdad hizieron, y, en consecuencia, los condenó a distintas penas pecuniarias, salvo en el gasto de vn quento y quatroçientas mill y seteçientos y çinquenta maravedís en reparar los muros, cerca y puente de la ciudad, pues, en opinión del propio juez, se pudo gastar en los dichos rreparos hasta la quantýa quecharon de sisas e de rrepartymientos, ya que la dicha çerca e puente tenían mucha nesçesydad de rreparos. Sin embargo, la sentencia fue finalmente revocada por el Consejo Real, ante quien apelaron los demandantes, y ratificada por el rey Carlos I el 13 de mayo de 1529.

2. EL ENLOSADO DEL PUENTE Y MACHÍN DE SARASOLA: LAS ORDENANZAS SOBRE EL TRÁFICO RODADO

Terminada la revuelta de las Comunidades, las obras inmediatas del puente romano de Salamanca se centraron principalmente en el mantenimien-to y conservación del pavimento de la calzada, al entender que la soladura …es la llave para el sustentar el hedifiçio viejo de la dicha puente, porque no se rremanese agua, que era la cosa que lo ponía en peligro de pereçer31. Además, desde fines de la Edad Media y, sobre todo, desde los inicios del siglo XVI, el puente tuvo que soportar el intenso tráfico diario de una gran cantidad de carros y carretas que transportaban los pesados materiales con que abastecían el gran desarrollo constructivo que por esos tiempos experimentaba la ciu-dad. Desde luego, cuesta trabajo imaginar, como expuso el profesor Álvarez Villar, el enorme “esfuerzo que se hizo en una ciudad de 17.000 habitantes construyendo al mismo tiempo la Catedral Nueva, San Esteban, las Dueñas, las Bernardas, Sancti Spíritus, el Corpus, los palacios de Monterrey, Figue-roa, Garcigrande, de la Diputación, Orellana, Maldonado, Solís, Casa de las Muertes, los colegios de Fonseca, Solís (Huérfanos) y San Pelayo, las Escuelas Menores y otros, sin contar los muchos que ya no existen”32 y, sin olvidar, la emblemática fachada plateresca de la Universidad. No es extraño, pues, que el pavimento del puente romano sufriese las consecuencias de este intenso y pesado tráfico con un acelerado deterioro.

El enlosado que entonces poseía el puente, el más antiguo de los que, hasta ahora, documentalmente se tiene noticia a través de una declaración, hecha el 19 de enero de 1548, por Alonso Osado, de sesenta y ocho años de

31 En Catálogo Documental 39.32 ÁLVAREZ VILLAR, J., Salamanca Monumental. Salamanca: Grupo Promotor Salmantino, 1996, p. 72.

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edad y vecino de Salamanca, como testigo presentado por el concejo de esta ciudad en la probanza realizada por dicho concejo con objeto de ser enviada a la Chancillería de Valladolid y unida al expediente del pleito que, en grado de apelación, mantenía con el cantero Machín de Sarasola, es el que, en su declaración, referida a un momento anterior a 1532, describe este testigo:

Mas que este testigo vio y se acuerda que antes y al tienpo que la dicha media puente se enlosase de la enlosadura que agora está enlosa-da, estava enlosada de piedra tosca de la que ay en la angostura, ques piedra rreçia, e que aquello no hera enlosadura, syno como enpedradura de piedras grandes y chicas; e que por estar entonzes mala y arroyada y hundidas, la dieron a enlosar de la enlosadura de que agora está enlosada y fue enlosada de las losas que agora tiene33.

Es posible que esta enpedradura de piedras grandes y chicas sea la mis-ma que la exhumada por Menéndez Bueyes y Jiménez González en el tercer sondeo realizado en la calzada del puente, en la zona del castillete, donde encontraron un empedrado de cantos rodados, “restos de un pavimento de elaboración muy pobre, a base de guijarros trabados en tierra, conservado so-lamente en una pequeñísima extensión, con la particularidad de presentar una pendiente muy acusada, descendiendo de Este a Oeste”34. De ser esto cierto y tratarse del más antiguo pavimento del puente hasta ahora documentado, tanto en registro documental como arqueológico, y cuyo origen, sin duda, se remontaría a la Edad Media, sería menos sorprendente el hallazgo de dos pequeños fragmentos de T.S. altomedieval y un fragmento cerámico con pasta celtibérica en el relleno que cubría este pavimento.

A principios del siglo XVI, este empedrado estaba ya muy deteriorado. El propio testigo, Alonso Osado, así lo señaló, al expresar que estaba entonzes mala y arroyada y hundidas sus piedras. De hecho, unos años antes, exac-tamente el 12 de febrero de 1526, Luis Alonso, en nombre de la ciudad de Salamanca, informó al rey Carlos I diziendo que en la dicha çibdad avía muy grand neçesidad de adobar la puente mayor e la puente de Azurgué[n] e Moço-diel e otras puentes; e que para las adobar e adereçar hera menester quinientas mill maravedís, e que, si agora se dexasen de adobar, no se harían después con vn quento de maravedís, por lo que le solicitaba la correspondiente autoriza-ción para proceder a su imposición, bien por sisa o por repartimiento, en el que también contribuyesen la iglesia y los estudiantes universitarios35.

33 En Catálogo Documental 47.34 “Cabe la posibilidad de que inicialmente no presentara esta pendiente, habiendo cedido su firme como consecuencia del peso del aludido relleno. En cualquier caso, la interpretación no es fácil, dada la pequeña superficie que pudo ser puesta al descubierto (menos de medio metro cuadrado)”, en MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M., El Puente Mayor de Salamanca, pp. 23-24.35 En Catálogo Documental 37.

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Aunque la petición concejil no fue atendida de forma inmediata, al or-denar el rey al corregidor de Salamanca que, primero, examinara las rentas del cuerpo de la ciudad, lo que no se producía desde hacía cuatro años, y, después, informara de ello al Consejo Real, la petición tampoco cayó en el olvido. Al contrario, un poco más tarde, en una fecha no determinada, pero anterior a 1532, el citado rey mandó que se rreparase e dio liçençia que para ello se hechasen en sisa e rrepartimiento syeteçientas mill maravedís36. Con ellos, más otros doscientos mil maravedís, que con mucha fatiga del pueblo e tierra se gastaron, únicamente se pudo reparar la mitad de la calzada del puente, la más próxima a la ciudad, la ques desde el arco questá en medio de la puente fasta la çibdad, quedando la otra mitad, es decir, la correspondiente a la fábrica hispana, por se rreparar e hedificar por no fatigar a la gente con más sysas e rrepartimientos. E queda hasta que aya más posybilidad para ello37.

¿En qué consistió y cuándo se realizó esta reparación de la calzada del puente?

Las fuentes documentales refieren una y otra vez, en primer lugar, que su acción se limitó exclusivamente a una sola parte de la calzada del puente, la correspondiente a la fábrica romana, la más próxima a la ciudad, a la dicha media puente, primera que está yendo de la dicha çibdad para la dicha puen-te38. En consecuencia, la inexistencia de restos arqueológicos de este enlosado en la otra mitad del puente, en la correspondiente a la fábrica hispana, la más próxima al Arrabal, no se debe a su desaparición como consecuencia del derrumbe de esta parte por la acción de una gran avenida, como la de San Policarpo, o a su sustitución por otro enlosado posterior; simplemente, esta mitad del puente nunca se adobó con este enlosado.

En segundo lugar y en cuanto a la cronología de su realización, aunque los muchos testigos presentados por ambas partes (Francisco de Palencia, curtidor, Francisco de Pereña, curtidor, Juan de Hurtado, albañil, Alonso Osa-do, Juan de Orduña, curtidor, Juan de Hornillos, Pedro de Paz, Fernando de Alonso, Pedro Díez, curtidor, Juan de Palencia, curtidor, Juan García, zurrador, y Diego de la Fuente por parte del concejo salmantino; Cristóbal Calderón, Miguel de Aguirre, Martín Navarro, Miguel de Asturizaga, Pedro de Hinestrosa, Juan de Sarasola y Domingo de Lasarte, canteros, y Alonso el Bueno, Alonso Piedeyerro, Andrés Martín y Gaspar Sánchez, carreteros, por parte de Machín de Sarasola), en sus respectivas probanzas del pleito que mantenían a propósi-to de la conservación de este pavimento, ofrecieron testimonios algo dispares sobre los años en que se terminó de enlosar (doce, trece, diecisiete o diecio-cho años antes), el único que aportó fechas más precisas fue Pedro de Paz, de sesenta años de edad, al testificar que lo que della sabe, es que la dicha media puente, que la pregunta dize, fue enlosada e acabada de la enlosadura que

36 En Catálogo Documental 39.37 IBÍDEM.38 En Catálogo Documental 47.

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agora tiene y lo que se le acuerda se acabó en el año de treynta e dos o treynta e tres39. En efecto, en el mes de enero de 1532 estaba recién acabado dicho enlosado, pues en ese año y mes el concejo salmantino aprobó una ordenanza prohibiendo el paso de carretas herradas, entre otras cosas, como se expresa en la confirmación del rey Carlos I tres meses después, porque, como la dicha puente estaua tierna hazían en ella mucho daño las dichas carretas40.

Y en tercer lugar, los registros documentales también indican que la re-paración de la calzada de la fábrica romana del puente consistió básicamente en la sustitución de la enpedradura de piedras grandes y chicas, de origen medieval y antes señalada, por un enlosado de buena piedra de Martinamor, asentado sobre una capa de cascaxo. Además, todos los testigos, tanto los de una como de la otra parte, señalaron de manera reiterada y unánime que es-taba toda la dicha media puente enlosada de muy buenas losas y sanas y jun-tas y muy bien adrezada, y ansý lo estubo vn año e aún dos e aún tres años, después que fue acabada de enlosar; y en estos dichos tienpos, este testigo vio que no tenía ninguna losa quebrada ni hundida ni arroyada de carretas ni desbiada vna de otra, syno juntas; mas antes, de toda la dicha media puente estaba la enlosadura della muy buena e syn falta ninguna, porqueste testigo lo bió; e sy otra cosa fuera, este testigo lo supiera e viera e no pudiera ser menos, por andar asaz vezes por la dicha puente…; y ansí oyó dezir este testigo enton-zes a forasteros e otras personas que pasavan por la dicha puente, quando se acabó de enlosar, que estava muy buena.

La forma de las losas debía ser rectangular, si bien se hallaban coloca-das en hiladas y longitudinalmente al eje del puente, lo que, en opinión del maestro de cantería, Pedro de la Ynestrosa, testigo presentado por Machín de Sarasola, no era muy correcto, pues lo suyo sería tornar e poner las dichas losas de través que rrozen vnas con otras con muy buenas ligaçiones, para que las carretas no se pudiesen meter en las juntas de las losas.

El tipo de piedra utilizada para este enlosado parece ser que fue el leu-cogranito turmalinífero procedente de las canteras de Martinamor, tal como consta en el contrato suscrito por los canteros Juan Negrete y Machín de Sara-sola, en el que se comprometían a mantener en buen estado este enlosado del puente durante un periodo de veinte años y, más en concreto, a que si alguna piedra o piedras de la dicha enlosadura se quebrare e gastare o vndiere o arro-yare, que luego lo aderesçarán la tal piedra o piedras de la dicha enlosadura que ansí se quebrare o gastare o vndiere o arroyare, e pondrán otras piedras en su lugar, de buena piedra de Martinamor, como la dicha piedra, por manera que en fin del dicho tienpo de los dichos veynte años dexaran la dicha enlo-sadura tal e tan buena como agora está, e ansí la ternán en todos los dichos veynte años41. La decisión de emplear esta piedra granítica de Martinamor fue

39 IBÍDEM.40 En Catálogo Documental 39.41 En Catálogo Documental 41.

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ciertamente acertada, pues, como señalan López Plaza y colaboradores, sus propiedades de dureza, consistencia y escasa alterabilidad, derivadas de su composición y textura, justifican su adecuada utilización en enlosados, escali-natas e hiladas inferiores de los basamentos de muchos edificios de Salamanca y Alba de Tormes desde principios del siglo XVI42.

Como en su momento se indicó, a priori hay motivos para sospechar que este enlosado pudiera ser el mismo que el exhumado por Menéndez Bueyes y Jiménez González en los sondeos tres y cuatro de su prospección arqueoló-gica en la calzada del puente, sin embargo hay al menos un hecho que inva-lidaría esta hipótesis: la total discordancia en el tipo de materiales, ya que el registro documental habla de granito, de buena piedra de Martinamor, mien-tras que en el registro arqueológico este enlosado está “construido a base de grandes losas de arenisca de extraordinaria dureza, granulosa, de tonos rojizos –predominantemente– y blanquecinos”, y que “como consecuencia de un uso tan dilatado en el tiempo la matriz que los une ha ido desgastándose, des-apareciendo en la superficie y aflorando las gravas que contiene en su seno, de mayor dureza”43. El otro elemento discordante, aunque menos importante, es que, según Menéndez Bueyes y Jiménez González, las piezas, en formas cuadrangulares o rectangulares, con secciones más o menos troncocónicas estarían colocadas, no longitudinal, sino transversalmente al eje del puente, aunque con cierta matización por el escaso espacio investigado44.

Por último, este pavimento se hallaba asentado sobre una capa de casca-jo, tal como refirió el testigo Juan García, zurrador y morador en la Ribera del puente, cuando al testificar sobre su estado de conservación, el 19 de enero de 1548 expresó lo siguiente:

que sabe e vee este testigo que en la dicha media puente enlosada ay muchas piedras y losas della medio hundidas e arroyadas e desportilladas e gastadas y algunas llegan al cascaxo, sobre questán asentadas, y de tal manera que hazen mucho falta y perjuyzio en la dicha media puente y de cada día se haze más, porque van e vienen por ella espeçialmente las carretas, e que a visto que ay mayor rrodera que cabe vn pie atrabesado en ella, entre losa y losa45.

42 Aunque el granito turmalinífero fue utilizado ya en época prerromana y romana, sin duda el in-troductor en Salamanca de este material pétreo procedente de Martinamor fue el arquitecto Juan de Álava, a partir del año 1515. Vid. LÓPEZ PLAZA, M., GONZÁLEZ SÁNCHEZ, M. y CARLOS ÍÑIGO, A., “La utilización del leucogranito turmalinífero de Martinamor en los monumentos de Salamanca y Alba de Tormes”, en Stvdia Geologica Salmanticensia, 43 (2008), pp. 247-280.43 MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El Puente Mayor de Salamanca, p. 26. Parece poco práctico que para un enlosado utilizaran piedra arenisca que, de todas formas, no es un material de “extraordinaria dureza”. Desde luego, las fotografías no aclaran mucho sobre el tipo de piedra exhumada en los sondeos tres y cuatro; por ellas se puede suponer, pero de manera poco precisa, que se trataba de un conglomerado, descartando, pues, la piedra granítica de Martinamor, tanto de su facies fina como, mucho menos, de su facies gruesa.44 IBÍDEM.45 En Catálogo Documental 47.

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Se trata, pues, de la misma capa que detecta el registro arqueológico debajo de las losas, y que, según Menéndez Bueyes y Jiménez González, tenía una “potencia media de 15 cm, compuesta por cantos rodados de cuarzo de diá-metro medio >8 cm y <6 cm, insertos en una matriz arenosa, ambos de origen fluvial”, que piensan podía cumplir una función de nivelado, al tiempo que de estabilización de la estructura del pavimento46.

Pero, a pesar de que esta reparación de la calzada de la fábrica romana del puente había sido realizada, salvo la orientación de las losas, bastante correctamente, el concejo salmantino, conocida la opinión de maestros e per-sonas sabias, entendió que por el puente, tal como se hallaba en 1532, asý por la media puente que se adobó e se rrehedificó, …como la otra media puente que no se rreparó, por estar peligroso, no convenía ni se sufre pasar carretas herradas en ninguna manera, e que pasando, lo uno e lo otro se perderá en breve tiempo. Y así, en un primer momento, se limitó a prohibir el paso de las citadas carretas herradas, pero, aunque la prohibición fue divulgada por pre-gones, al tiempo que se ordenó poner guardas en el puente y tomar otras di-ligencias, tales carretas siguieron pasando, sin atender la prohibición, y se vio claro el mucho perjuyzio que con el yerro de las dichas carretas se haze e que se comen e gastan las piedras, lo qual con carretas blancas no se haría, por lo que, el 31 de enero de 1532, los miembros del concejo, justicias, regidores y sexmeros de la ciudad y tierra47, reunidos en consistorio ordinario, acordaron promulgar una ordenanza, en la que

hordenavan e mandavan e hordenaron e mandaron que de aquí adelante ninguna per[s]ona de ningún estado, condiçión ni calidad no pase ni traya ni lleve por la dicha puente mayor carreta ni carretón ni chirrión alguno herrado, so pena que aya perdido e pierda la tal carreta o carretón o chi-rrión que, asý herrado, pasase por la dicha puente, e el herraje e todo el edifiçio e madera della, e sea aplicado para las obras de la dicha çibdad e acusador e guarda o persona que la tomare e acusare e juez que lo sen-tençiare, por yguales partes. E más, que el carretón o persona que con la carreta fuere, que esté quinze días preso en la cárçel, tras la rred della48.

Esta ordenanza municipal de Salamanca fue confirmada y ratificada por el rey Carlos I el 6 de abril de 1532, con dos condiciones: que primeramente se pregone tres jueves públicamente en la plaça y arrabales desa dicha çibdad.

46 MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El Puente Mayor de Salamanca, pp. 26-27.47 En concreto, las personas reunidas en concejo fueron: don Juan Manrrique de Luna, corregidor de la dicha çibdad e su tierra por sus magestades, e Alonso Rodríguez de Fonseca e Hernando Rodríguez de Aravzo y el doctor Montemayor e Diego Bonal e Antón Enrríquez e Antonio Osorio e Gonçalo Flórez e Francisco de Sotomayor, rregidores de la dicha çibdad, e Juan de Cantalapiedra e Martín de Çamora, sesmeros della, e Juan de Mera de los Billares, sesmeros (sic) del cuarto de Armuña, e Alonso Escudero de Velascomuñoz, sesmero del quarto de Baños, tierra de la dicha çibdad, en Catálogo Documental 39.48 IBÍDEM.

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Y que la primera vez que qualquier persona cayere en la pena de la dicha hor-denança, jurando que no sabría della, no le sea executada49.

No era ésta la primera vez que el concejo salmantino promulgaba una ordenanza prohibiendo el paso de carretas herradas por las calles empedradas y puente de la ciudad. Ya, en el año 1522, dichas carretas están probeybidas (sic) e bedadas por çierta hordenança nueva que esa dicha çibdad a fecho para que non anden por la dicha çibdad por el daño que hazen a las calza-das della50. Con esta medida, el concejo trataba de preservar el empedrado de las principales calles que con tanto esfuerzo y escasa fortuna el malogrado hijo de los Reyes Católicos, el príncipe don Juan, había intentado conseguir años antes, en 1497, del mismo modo que la limpieza de lodos y barros de la ciudad51.

Ahora bien, la medida de prohibir el tránsito de carretas herradas por las calles y puente de Salamanca en nada favorecía el desarrollo urbanístico de la ciudad que por entonces, principios del siglo XVI, experimentaba, como se ha dicho, un auge constructivo sin precedentes de edificios conventuales, eclesiásticos y nobiliares, superior incluso en muchos aspectos al que se ha producido en los últimos tiempos. Así pues, es evidente que la ordenanza municipal prohibiendo el tránsito rodado de carretas herradas por el casco urbano lesionaba intereses de importantes y poderosos sectores sociales de la ciudad, que no tardaron en reaccionar de manera manifiesta.

El primero fue el deán y el cabildo catedralicio, pues en aquella época es cuando la catedral nueva se faze y edefica y entienden fazer y edificar fasta ser acabada. E que para la dicha obra y edefiçio es menester traer mucha piedra e madera e otros materiales e pertrechos, los quales diz que non se pueden traer, salvo en carretas herradas. . ., porque, sy las dichas carretas non son herradas diz que no podrían sufrir ny traer la dicha piedra e madera e otros materia-les52. No dudaron en recurrir directamente al rey e inmediatamente lograron sus propósitos, ya que Carlos I, con acuerdo del Consejo Real y mediante pro-visión real, expedida en Palencia el 3 de abril de 1522, ordenó al conçejo, jus-tiçia e rregidores de la çibdad de Salamanca …que dexéys e consyntáys entrar en la dicha çibdad a todos los carreteros e carretas que traxeren piedra y ma-

49 IBÍDEM.50 En Catálogo Documental 35.51 Quien, porque soy informado que esa dicha çibdad no es asý bien provehída de mantenimientos commo es menester a cabsa de los muchos e grandes lodos que en ella ay de contino, especialmente en los inviernos, porque (no) solamente los vecinos de la dicha çibdad, mas aun las gentes que vienen con los dichos mantenimientos e las bestias e carretas en que los trahen non pueden andar por las calles nin por las plaças de la dicha çibdad, syn mucha fatiga e trabajo e aun peligro de las dichas bestias e bueyes que trahen las dichas carretas, mandó al concejo, mediante una real provisión expedida en Burgos, el 15 de febrero de 1497, que todas las calles e barrios que son más necesarios e provechosos para el trato de la dicha çibdad sea enpredrada en piedra menuda, en ACSa, caj. 17, leg. 1, núm. 12. Sobre el tema, vid. VACA LORENZO, Á. y RUPÉREZ ALMAJANO, Mª. N. (coords. y coauts.), “Antece-dentes Medievales y Modernos de la Plaza”. Vol. I. en ESTELLA GOYTRE, A. (dir.), La Plaza Mayor de Salamanca. Salamanca: Caja Duero, 2005, pp. 237-239.52 En Catálogo Documental 35.

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dera e otros materiales para la obra de la di-cha yglesia, aunque lo trayan en carretas he-rradas o como quysye-ren y por bien tovieren, syn enbargo de qual-quier hordenança que en la dicha çibdad aya en contrario dello53.

Diferente fue la táctica seguida por los señores de carretas he-rradas e carreteros de esta çibdad e del dicho logar de Los Villares, así

como por los de la villa de Tejares y el Arrabal, entre los que se incluían ansí eclesiásticos como seglares e yglesia e monesterios; ante la ordenanza municipal aprobada en 1532; éstos intentaron y lograron, dos años después, llegar a un acuerdo con el concejo salmantino para suspender dicha ordenanza y permi-tir el paso de carretas herradas por el puente romano durante un período de veinte años, de 1534 a 1554, siempre y cuando aquellos diesen personas que se obligasen a conservar e tener conservado lo enlosado de la dicha puente por el dicho tienpo54. Las personas elegidas para mantener en buen estado el enlosado del puente romano fueron los canteros Juan Negrete, como princi-pal, y Machín de Sarasola, como su fiador55, quienes se comprometieron a lo siguiente:

desde oy, día de la fecha desta carta, fasta veynte años cunplidos, primeros siguientes, ternán la enlosadura de la dicha puente, que agora está enlo-sada, que es desdel arco que está en medio de la puente fasta la çibdad, conserbada, según e de la manera que agora está; e que si alguna piedra o piedras de la dicha enlosadura se quebrare e gastare o vndiere o arroyare, que luego lo aderesçarán la tal piedra o piedras de la dicha enlosadura que ansí se quebrare o gastare o vndiere o arroyare, e pondrán otras piedras en su lugar, de buena piedra de Martinamor, como la dicha piedra, por manera que en fin del dicho tienpo de los dichos veynte años dexarán la dicha enlosadura tal e tan buena como agora está, e ansí la ternán en todos los dichos veynte años, so pena que cada e quando que algunas de

53 IBÍDEM.54 En Catálogo Documental 40.55 Ambos colaboraron en diversas reparaciones de puentes salmantinos, como la realizada en 1547 en los dos arcos extremos del puente medieval de Ledesma, en BUENO HERNÁNDEZ, F., Ob. cit., pp. 346-47, así como en la construcción del puente de Yecla de Yeltes entre 1540 y 1547, en ARAMBURU-ZABALA HIGUERA, M. A., Ob. cit., pp. 164-65 y 167, respectivamente.

FiG. 69: Acarreo de piedra con carreta. Escena del friso interior de la catedral nueva de Salamanca

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las dichas piedras se quebrare o vndiere o arroyare e dentro de quinze días no la huviere aderesçado o puesto otra, que la çibdad pueda tomar maestros que lo aderesçen e pongan a su costa dellos, e se les puedan sacar luego prendas e venderlas e rrematarlas por lo que ansí costaren aderesçar; e que lo mismo se faga en fin de los dichos veynte años, si algo estuviere por aderesçar de la dicha enlosadura56.

A cambio de este compromiso percibirían de Alonso de Castellanos, carretero, y de Juan de Nieva, también carretero del Arrabal, en nombre de todos los demás carreteros salmantinos, 60 reales de plata anuales, equivalentes a 2.040 mrs., por Santa María de septiembre.

El acuerdo suscrito a tres bandas entre el concejo, los dueños de las carretas herradas y los canteros, Juan Negrete y Machín de Sarasola, parece que funcionó de manera bastante satisfactoria durante los primeros años de su vigencia, al menos no existe prueba en contra. Los problemas surgieron a partir de la muerte de Juan Negrete. En efecto, en 1543 murió Juan Negrete, dejando viuda y dos hijos, Juan y María, menores de edad, con doce y catorce años respectivamente. El vínculo que unía al difunto Juan Negrete con Machín de Sarasola no debía limitarse a un plano exclusivamente profesional, ya que la viuda, María de Mata, solicitó al corregidor de Salamanca la concesión de la tutela de sus hijos y bienes en favor del maestro de cantería, Machín de Sara-sola, que la aceptó57. En consecuencia, a partir de agosto de 1543, este cantero quedó como único responsable del acuerdo suscrito con los carreteros y el concejo salmantino sobre el mantenimiento del enlosado del puente romano, en su doble faceta: como fiador principal del difunto Juan Negrete y como tutor de sus huérfanos.

Machín de Sarasola enseguida constató la importante cantidad de dinero adeudada por los carreteros en el compromiso del pago por el tránsito de ca-rretas herradas por el puente romano. De hecho, según reconoció el respon-sable de ejecutar estos pagos, Alonso el Bueno, únicamente habían satisfecho a Juan Negrete los dos primeros años del contrato suscrito en 1534. Para tratar de conseguir el resto de la deuda, Machín de Sarasola otorgó el 4 de febrero de 1544 una carta de poder al carretero Juan de Mera, vecino del Arrabal, para que en su nombre y de sus menores tutelados pudiera cobrar, de la manera que mejor le pareciera, en juyzio e fuera dél todos e qualesquier maravedís que al dicho Juan Negrete, defunto, se le debían e deben del pasaje de las carretas herradas, que an pasado e pasan por la puente del rrío de Tormes desta dicha çibdad58.

Sin duda, el buen hacer de Juan de Mera pronto dio sus frutos, pues el 14 de agosto del mismo año, el alcalde de la ciudad, el licenciado Aranda,

56 En Catálogo Documental 41.57 En Catálogo Documental 42.58 En Catálogo Documental 43.

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nombró, mediante remate, un responsable de repartir y cobrar los dineros de los distintos dueños de las carretas herradas59 para entregarlos a Machín de Sarasola y a sus menores tutelados. El encargo recayó en el carretero Alonso el Bueno, hijo del también carretero Andrés Pérez, entonces ya difunto, que pa-rece ser que ya había tenido dicho encargo, según consta en las declaraciones de varios carreteros (Andrés Martín, Gaspar Sánchez, Alonso de Piedeyerro o el propio Alonso el Bueno), presentados como testigos en el pleito que el concejo de Salamanca sostuvo contra Machín de Sarasola60, así como en una carta de obligación por él suscrita el 14 de agosto de 1544, en la que se com-prometió a dar e pagar e que daré e pagaré rrealmente e con efeto a vos, los hijos e herederos de Juan Negrete, cantero defunto, que sea en gloria, vecino que fue de la dicha çibdad, e a vos, Machín de Sarasola, maheso de cantería, vezino de la dicha çibdad e curador que soys, en su nonbre, o al que vuestro poder obiere, o por los dichos menores lo obiere de aver, trezientos e sesenta rreales, que suman doze mill e duzientos e quarenta maravedís…Lo qual es de seys años, que se cunplen el día de nuestra Senora de setienbre, primera que verná deste ano, a rrazón de sesenta rreales cada ano, porque otros dos años antes están pagados al dicho Negrete, como paresça por el proceso que sobrello a pasado61. Además, existe constancia documental por una carta de pago otor-gada por Machín de Sarasola el 16 de agosto de 1545 de haber recibido una nueva anualidad de Alonso el Bueno:

Sepan quantos esta carta de pago vieren, cómo yo Machín de Sara-

sola, cantero, vecino de [la] noble çibdad de Salamanca, tutor que soy de

los hijos de Juan Negrete e de María de Mata, según que la tutela pasó ante

el escrivano desta, e digo que porque yo pedí hexecución en la persona

e bienes de Alonso el Bueno, como hijo y heredero de Andrés Pérez, por

sesenta rreales, por virtud de vna obligación e agora me los a dado e pa-

gado rrealmente, por tanto otorgo e conozco por esta carta que me doy e

otorgo por bien contento e pagado de vos, el dicho Alonso el Bueno, de

los dichos sesenta rreales, por quanto los rreçibí de vos e pasaron a mi

poder rrealmente e con hefeto, por quanto los rreçibí62.

59 Como ya se ha indicado, la carretas herradas pertenecían tanto a los monasterios e iglesia, como a los caballeros y otras personas de la ciudad y su tierra, así como del Arrabal y de las villas de Los Villares y Tejares. Uno de los personajes más activo en conseguir el acuerdo entre los citados canteros y los dueños de las carretas herradas fue el procurador del monasterio de San Esteban, fray Esteban, como en su testificación señaló Juan de Sarasola, maestro de cantería y primo del propio Machín de Sarasola, en Catálogo Documental 46.60 Por ejemplo, Alonso Piedeyerro, en su declaración, dijo que, como carretero, en los años pasados sienpre a pagado e pagava lo que le cavía por rrepartimiento a Alonso el Bueno, carretero, vecino desta çibdad, que es el que rrecoxe todo el dinero de los carreteros para lo pagar al dicho Machín de Sarasola. IBÍDEM.61 En Catálogo Documental 44.62 En Catálogo Documental 45.

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Por aquel entonces, 1544-45, el nuevo enlosado de la fábrica romana del puente, a causa del intenso tráfico de las carretas herradas, ya comenzaba a manifestar un deterioro más que considerable y a simple vista apreciable, como, por ejemplo, señaló el testigo Alonso Osado en su declaración:

dixo que sabe e a visto que en la dicha media puente, en la enlosadura della, ay algunas piedras hundidas de las rroderas de las carretas y en las juntas, pero que no sabe declarar quántas son nin qué faltas tienen, e que están arroyadas de las dichas carretas que pasan por las juntas. E que ansimismo sabe que ay algunas piedras gastadas e que por ello sabe que las dichas piedras fazen mucho daño e prejuyçio a la dicha media puente. Preguntado cómo lo sabe, dixo que porque a visto la dicha puen-te e piedras que en ella están hundidas por vista de ojos muchas vezes pasando por ella63.

Machín de Sarasola intentó poner remedio a esta situación; y para ello, según las declaraciones de varios testigos, todos ellos canteros, presentados por el propio Machín de Sarasola en el pleito que seguidamente emprendería contra el concejo salmantino a propósito del mantenimiento de este enlosa-do, procedió de la manera siguiente: primero, según Pedro de la Ynestrosa, hizo traher piedra para aderesçar la dicha puente, cuya procedencia, al decir de Miguel de Asturizaga, no fue de las canteras de Martinamor, como estaba obligado por el contrato suscrito en 1534, sino que se trató de çiertas losas de los Santos; y posteriormente, según información de Miguel de Aguirre, a lo largo de un año o año y medio, él en persona, junto con otros oficiales, estu-vo tratando de reparar los desperfectos sufridos por el enlosado de la fábrica romana del puente64. Sin embargo, Machín de Sarasola pronto desistió de su empeño al comprobar que el desembolso económico que anualmente tenía que realizar para el mantenimiento del enlosado del puente en buen estado, conforme al acuerdo suscrito, era muy superior a los 2.040 mrs. que los ca-rreteros, por medio de Alonso el Bueno, se habían comprometido a pagarle cada año, según todos los canteros reconocían, como, por ejemplo, Martín Navarro, Cristóbal Calderón o Juan de Sarasola, al declarar respectivamente lo siguiente:

– (Martín Navarro) que si se enpieça a aderesçar la dicha puente para quitar las arroyaduras e ygualar las losas, que queden yguales vnas con otras, abrá muy mucha cantidad de losas que, hechándoles la palanca para las lebantar, se quebrarán e abrán menester otras de nuevo; e si las que están arroyadas se an de fazer juntas, para juntarlas y ponerlas derechas

63 En Catálogo Documental 46.64 Que a visto que de vn año acá an andado el dicho Machín de Sarasola e otros ofiçiales, más a de vn año o año e medio, poco más o menos, aderesçando la dicha puente. IBÍDEM.

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será muy gran costa e gasto lo que para ello será neszesario, porque este testigo lo alcança por arte de su ofiçio.

– (Cristóbal Calderón) que sabe e alcança este testigo, como maeso de cantería e ofiçial asperto en el ofiçio, quel daño que al presente ve-hee por vista de ojos que está fecho en la dicha enlosadura de la dicha media puente, de la manera que se pide por parte de la çibdad se adobe e adereszee, ques de la manera e forma que la pregunta dizee, no se rremediara ni adreszara con quatroçientos ducados, porque si quitan vna losa quebraran tres, e avnque agora se aderesçase muy bien, al cabo del tienpo questá por correr de los veynte años de la dicha obligaçión, terná neszesidad la dicha media puente de la tornar a rremediar e gastar en ella hartos dineros.

– (Juan de Sarasola) que sabee e alcança, como maestro de cantería e ofiçial della, ques mucho daño e que para se aderesçar de la manera questá obligado el dicho Machín de Sarasola e se pide, ques como la pre-gunta dize, sabe este testigo e alcança que a menester e terná neszesidad de se gastar e se gastarán en lo que al presente se adobare e en lo que será neszesario en el tienpo e años que están por correr de los veynte años los çiento e çinquenta mill maravedís que dize la pregunta65.

Además, los propios carreteros pronto dejaron de pagar a Machín de Sarasola los maravedís acordados por el pasaje de las carretas herradas por el puente romano, porque alegaban que se lo impedía el concejo, como testificaron en sus respectivas declaraciones el cantero Juan de Sarasola66 y el carretero Gaspar Sánchez67 y así lo corroboró el propio Alonso el Bueno, encargado de cobrar el dinero a los carreteros para entregarlo a Machín de Sarasola:

que save este testigo e behee por vista de ojos que puede aver ocho meses, poco más o menos, que no dexan pasar carretas herradas por la dicha

65 IBÍDEM.66 Que sabe e vehee e es notorio que de más de seys meses a esta parte no dexan pasar por la puente de esta çibdad carreta herrada, porque dizen que lo an proyvido la justiçia y rregidores desta çibdad que no pasen. E vehee que algunos llegan a la puente con rruedas herradas e las quitan e ponen otras para pasar sin yerros; e que es notorio que, pues no les desan pasar con carretas herradas, no pagaran al dicho Machín de Sarasola los dos mill e quarenta maravedís que le están obligados a pagar en cada vn año, pues no se cunple con ellos; e que al dicho Machín de Sarasola le a oýdo deçir que a vn año que no le pagan los carreteros, IBÍDEM.67 Dixo que sabe este testigo e a visto e vehee por vista de ojos que puede aver siete o ocho meses, poco más o menos, que no dexan ni consienten pasar carretas herradas ninguna por el puente, e les pren-dan e les cortan los rrayos de las carretas, si pasan. E esto es público, que se faze e guarda ansí por mandado de la justiçia desta çibdad, e que ansí lo a visto guardar e yr a entender en ello al teniente desta çibdad. E este testigo, como tiene dicho, es carretero y tiene carreta herrada, e abía diez o honze años que sienpre a pagado lo que le cavía a pagar de los dichos dos mill e quarenta maravedís, como vno; e los daba lo que cabía a Alonso el Bueno, carretero, que lo rrecoxía en sí fata agora, que podía aver un año, poco más o menos, que este testigo no a pagado blanca, porque no le dexan pasar con carreta herrada, ni lo pagará fasta que le dexen pasar con ella, e lo mismo crehee que an hecho los otros carreteros que tienen las carretas herradas, IBÍDEM.

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puente e les prenda a los que pasan, porqueste testigo es carretero e no le dexan pasar, porque dizen que mandan la justicia e rregidores desta çibdad que no les dexen pasar; e ansí a visto e vehee que se guarda del dicho tienpo acá que declarado tiene. E queste testigo, como carretero e hijo de Andrés Pérez, carretero defunto, questá obligado en el contrato al dicho Machín de Sarasola e Juan Negrete a pagar los dichos dos mill e quarenta maravedís en cada vn año, como pareszee por la escritura que se rrefiere, a tenido cargo, después acá que murió su padre deste testigo, de coxer en sí los dichos dineros de los carreteros desta çibdad, que tienen carretas herradas, para pagar en cada vn año al dicho Machín e que puede aver siete meses, poco más o menos, que este testigo no a cobrado ni pagado al dicho Machín de Sarasola los dichos maravedís, porque no le quisieron pagar los carreteros porque dizen que no an de pagar pues no les dexan pasar por la puente con las dichas carretas herradas68.

El abandono por parte de Machín de Sarasola de su compromiso supuso que la calzada del puente experimentase un rápido e importante deterioro. Así lo expresaron varios testigos, como, entre otros muchos, Pedro de Paz o el curtidor Pedro Díez, al testificar, respectivamente, que sabe y es verdad que, sy no se adreçase y adobase la dicha media puente de la falta y daño que agora tiene la dicha enlosadura de la dicha media puente, vendría muy gran daño y perjuyzio a la dicha çibdad de Salamanca e a su tierra e a los vecinos e pasajeros della, porque, poco a poco, se podía desenlosar y estar peor lo que agora está, y ansý no se podría pasar a pie ni cavalgando; y demás desto, se

68 IBÍDEM.

FiG. 70: Tránsito por el puente romano de Salamanca, según Daniel de Zuloaga

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podía entrar el agua por las quebraduras y vnduras e arroyaduras e gastadu-ras que tienen las dichas losas e pasar el agua a los arcos e a la obra de abaxo e hazelle daño e perjuyzio; mientras que el segundo, que vivía junto al mismo puente, afirmó que sabe e behe que en la dicha media puente enlosada ay mu-chas piedras abiertas de más de palmo vna de otra de las de la enlosadura, y otras ay arroñadas y desbocadas y medio vndidas y de tal manera que hazen falta y perjuyzio a los pasajeros e carreteros y a la dicha media puente; y tiene neçesydad mucha de se adobar e rremediar, porque de otra manera, cada día se hará más daño e perjuyzio; por lo que consideraba que sy no se aderezase y adobase la dicha media puente y su enlosadura, vendría muy gran daño y perjuyzio a la dicha media puente e a esta çibdad e a los carreteros que por allí an de pasar con sus carretas, porque se podría quebrar a vn desbán (?) que hubiese o desvío de piedras, e pasaría con muy gran trabajo; y demás des-to, podría pasar el agua avaxo a los arcos e dañarse la puente e venille otros perjuyzios69.

Ante tal situación, no es de extrañar que el concejo salmantino tomase cartas en el asunto, prohibiendo, primero, el paso de carretas herradas por el puente, mediante una resolución pregonada el 4 de septiembre de 1546, y solicitando, después (6 de octubre de 1546), a través de su procurador, Juan Sánchez, al corregidor de la ciudad, García Tello que, pues agora pareszee que la puente prençipal desta çibdad está e tiene muchas faltas en la enlosadura, ansí de piedras quebradas como de arroyadas como de otras faltas, en lo qual resçibe mucho daño e perjuiçio la çibdad de Salamanca y su tierra, mandase notificar al cantero Machín de Sarasola el cumplimiento del compromiso con-traído en el plazo de los quince días establecidos y, de no hacerlo, mandase que se troven maestros que lo adereszen e reparen a costa del dicho Machín de Sarasola.

El 5 de octubre de 1547, el demandante, habiendo respondido negativa-mente al requerimiento concejil y una vez propuestas las pruebas, así como la relación de testigos e interrogatorios, fue condenado por el licenciado Juan Dorta, teniente de corregidor de Salamanca, a reparar los desperfectos del puente en el plazo de nueve días y, en el caso de no proceder a su reparación y transcurridos quince días, lo pudiera realizar el propio concejo con cargo al demandado70.

Machín de Sarasola no sólo no acató esta sentencia dictada en primera instancia, sino que, además de haber recusado por odiosos y sospechosos al señor corregidor, Garçi Tello, e al licenciado Juan Dorta, su teniente, y al señor dotor Quirós, alcalde, y a las demás justiçias y a todos los bachilleres y lizençiados desta Huniversidad y çibdad de Salamanca, y al dotor Grado e al dotor Aguilera y al dotor Antonio Gómez e al dotor Suárez e al dotor Muñoz y al dotor Castro y al dotor Espinosa y al dotor Ruyz y al dotor Orozco, recurrió

69 En Catálogo Documental 47.70 En Catálogo Documental 46.

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en apelación a la justicia de la Chancillería de Valladolid, quien, no obstante, el 8 de abril de 1552, falló que el liçenciado Juan Dorta, teniente de corregidor en la dicha çiudad de Salamanca, y el dotor Juan de Çiudad, su aconpanado, que deste pleito conosçieron, que en la sentencia difinitiua que en él dieron e pronunçiaron, de que por parte del dicho Machín de Sarasola fue apelado, que juzgaron e pronunciaron bien e los susodichos apelaron mal; por lo que confirmaba la primera sentencia y condenaba a la parte apelante al pago de las costas71.

A pesar de la nueva prohibición del paso de carretas herradas por el puente romano de Salamanca, el carretero de la catedral intentó en varias oca-siones quebrantar tal prohibición, con el resultado, según el testigo Domingo de Lasarte, de que la carreta de la ylgesia mayor de esta çibdad la an pren-dado algunas vezes. Pero el cabildo no podía consentir que se le impidiese transportar por el puente la ingente cantidad de materiales que, traídos en ca-rretas herradas, precisaba el colosal y desmedido edificio de la nueva y nunca acabada moderna catedral. Y rápidamente volvió a utilizar la misma táctica que tan buenos resultados le había proporcionado años antes: recurrir al rey. Así, a través de su procurador, Juan de Paredes, expusieron al rey Carlos I que para bastecer la obra de la dicha yglesya y de las casas de la mesa capitular della e de su fábrica thenía necesydad de materiales y para ello enbiauan sus carretas herradas, ansý de sus partes como de las personas particulares, que entendían en la dicha obra, hera ansý que vosotros les proyvíades e poníades estanco, que no pudiesen enbiar carretas herradas ni pasarlas por la puente y calles desa dicha çibdad. En lo qual les hazíades agrauio, porque no enbiauan carretas que hiziesen daño, syno carretas de tres mulas e cherriones, al tiempo que le pedían que ordenara al concejo, justicia y regimiento de la ciudad de Salamanca que dexásedes pasar las dichas carretas, asý las de sus partes como a lo que entendían en la dicha obra, por la dicha puente y calles, syn que por ello les hiziésedes molestias ni vexaçión alguna72.

Y el rey de nuevo accedió a la demanda del cabildo de Salamanca y, después de consultar a los miembros de su Consejo Real, el 4 de septiembre de 1551, expidió desde Valladolid su carta de provisión al concejo salmanti-no, ordenándole que de aquí adelante dexéis y consyntáys pasar a los dichos deán y cabildo de la dicha yglesia y a las otras personas que entienden en la obra della, por la dicha puente y otras partes desa dicha çibdad las dichas carretas herradas de tres mulas, o dentro de nueve días primeros syguientes enbiad ante los del nuestro Consejo la causa y rrazón que tenéys para que no lo deváys cunplir, para que visto por los del nuestro Consejo, se provea lo que sea justiçia73.

71 En Catálogo Documental 50.72 En Catálogo Documental 48.73 IBÍDEM.

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La respuesta del concejo salmantino fue bastante precisa: que la dicha provisyón avía sydo ganada con falsa rrelaçión y callando la verdad, porque esta dicha çibdad thenía hordenança confirmada por nos para que no pasa-sen por la puente de la dicha çibdad carretas ni chirriones herradas. La qual se avía apregonada públicamente74.

Pero, una vez más, el cabildo insistió en su demanda, informando al rey por medio del mismo procurador, que habiendo requerido al concejo con la carta de la provisión real, no la quisieron obedesçer ni cumplir, dando a ella rrespuestas ynpertinentes, al tiempo que le pedía la expedicción de una so-brecarta con mayores penas, teniendo en cuenta que cuando se avía hecho la dicha hordenança, no se avía comunicado con los letrados desa dicha çibdad y porque sus partes y todos los estados contribuýan para los rreparos de la di-cha puente y por otras rrazones que dixo e alegó.

Finalmente, el rey, a pesar de nuevas alegaciones contrarias del concejo, accedió parcialmente a la demanda del cabildo catedralicio, ordenándole que dexéys y consintáys pasar a los dichos deán y cabildo de la dicha yglesia mayor desa dicha çibdad por la dicha puente con las dichas carretas herradas con tres mulas, cargadas con el nogal que tienen conprado para la obra della, pero limitando dicho permiso a un único año, a contar desde la data de la sobrecar-ta, 30 de septiembre de 155175. Sin embargo, el 20 de octubre del año referido, Pedro Garavito, escribano público del número de Salamanca, fue notificando y requiriendo sucesivamente el cumplimiento de dicho mandato real a Agus-tín de Sigüenza, teniente de corregidor de Salamanca, al licenciado Lovón, alcalde de la misma, a Juan Martínez, Diego de Paz y Cristóbal de Agüero, fieles, y a Juan Vázquez, alguacil mayor. Y en todos la respuesta fue idéntica: obedecían la provisión real con la reverencia y el acatamiento debido, pero no la cumplían, con excusas dilatorias76.

La prohibición del paso de carretas herradas por el puente romano de Sa-lamanca debió, pues, de continuar vigente, ya que a principios del siglo XVII, en las ordenanzas recopiladas y publicadas por Antonio Vergas de Carvajal en 1619, aún consta expresamente que por las calles empedradas desta ciudad no anden carretas herradas y que por la puente no passe carreta herrada, al tiempo que se había procedido al nombramiento de una persona para que pusiese una cadena por la noche a la entrada del puente y no permitiese pas-sar por ella carreta herrada sin licencia del Consistorio, pena de quinientos maravedís77.

74 En Catálogo Documental 49.75 IBÍDEM.76 Por ejemplo, los fieles Juan Martínez, Diego de Paz y Cristóbal Agüero respondieron lo siguiente: quellos ouedesçan la dicha prouisión rreal de su magestad con la rreverencia y acatamiento deuido. Y quanto al complimiento della que se notifique al conçejo, justicia e rregidores, quellos no son parte. IBÍDEM.77 Titulo XVII. De la cadena de la puente. Por la puente no passe carreta herrada, y haya persona que la heche la cadena de noche, y dessele el salario acostumbrado, y no dexe passar por ella carreta herrada sin licencia del Consistorio, pena de quinientos marauedis, en VERGAS DE CARVAJAL, A.,

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3. LOS REPARTIMIENTOS DE FELIPE III Y EL MAESTRO DE CANTERÍA PEDRO DE LA PUENTE MONTECILLO

En la segunda mitad del siglo XVI y primeros años del XVII se produce en toda la Corona de Castilla, aunque especialmente en la Meseta septentrio-nal, un notable incremento de las precipitaciones que con bastante frecuencia provocaron destrozos de gran consideración en los puentes, por las incontro-lables crecidas de las aguas de los ríos. Con posterioridad, según Aramburu-Zabala, “la evolución climatológica presenta una alternancia de períodos de sequía con períodos, más cortos, de fuertes precipitaciones con resultado de riadas catastróficas. Los períodos más críticos se produjeron en 1626 y 1636, llevando la peor parte Castilla y León”78. Para el caso de Salamanca y antes del llamado ‘Año del Diluvio’ de 1626, fueron años lluviosos: 1555, en que se dio una crecida del Tormes que “ocasionó cuantiosos daños”79, 155780 y 1606, en que “las continuas lluvias destruyeron los sembrados y una avenida del Tórmes varias casas en la Vega, ocasionando muchos perjuicios en aceñas y pesqueras”81. Sin duda, estas crecidas del río también dañaron la estructura del puente y, en concreto, su parte meridional ya reedificada, pues a partir de entonces se inició un complicado y complejo proceso de reparación de ese lado del puente romano que duró hasta prácticamente el 26 de enero de 1626, en que aconteció la riada de San Policarpo.

Conviene recordar que ya desde antes, aunque sobre todo desde los Reyes Católicos, en la Corona de Castilla había caído en desuso la práctica habitual de que el coste de la construcción o reparación de puentes recayera de forma preferente sobre una persona particular y, en menor medida, sobre alguna institución, como un concejo, que, posteriormente, se resarcía de los gastos que tales obras ocasionaban, mediante los expedientes del cobro de pontazgos, peajes o cualquier otro gravamen a los viandantes y mercancías que por ellos transitaban. A fines de la Edad Media y, más aún, en los primeros tiempos modernos la construcción y reparación de puentes y pontones adqui-rieron la condición de “obras públicas” y requirieron la autorización previa del Consejo Real82. Evidentemente, no se trataba de la programación de un plan

Ordenanças desta civdad de Salamanca qve por sv mandado recopiló Don Antonio Vergas de Carava-jal, regidor perpetvo della, siendo corregidor el Sr. D. Diego de Pareja, caballero del ávito de Montessa, enconmendado en la mesa maestral de Valencia. Salamanca: 1619, pp. 9 y 22, respectivamente.78 ARAMBURU-ZABALA HIGUERA, M. Á., Ob. cit., p. 77.79 Según CABO ALONSO, Á., Remotas y recientes huellas humanas en el solar salmantino. Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1995, p. 45.80 FONTANA TARRATS, J. Mª., Ob. cit., p. 114.81 En VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro VII, p. 8.82 “En la esfera central, al final de la época medieval es el Consejo Real el órgano competente en esta materia, que otorga las licencias para la construcción y reparación, para la realización de inspec-ciones particulares o generales, locales o territoriales, las licencias definitivas, el establecimiento de los correspondientes medios de financiación, el control de la obra realizada, la fiscalización de las recaudaciones obtenidas y la exigencia de responsabilidad por la buena realización de las obras”, en PÉREZ BUSTAMANTE, R., Ob cit., p. 164. Sobre el tema del Consejo Real y, en concreto, sobre sus

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general “estatal” de obras públicas; al contrario, el poder central sólo actuaba ante los problemas que se le iban presentando, como controlador del proceso constructivo o reparador y sin intervenir para nada en su financiación; ésta recaía, a través de los concejos encargados de su derrama y recaudación, no sólo sobre los habitantes de los lugares donde aquéllas radicaban, sino tam-bién sobre los habitantes de los lugares de un entorno más o menos cercano, posibles beneficiarios de la obra construida o reparada. Surgió así el reparti-miento.

El repartimiento era un recurso impositivo extraordinario, utilizado por los concejos para hacer frente a gastos imprevistos y derivados de la construc-ción o reparación de determinadas obras públicas (murallas, calzadas, puen-tes, etc.) que no podían saldar con los insuficientes recursos ordinarios de los propios. Si la cantidad a repartir excedía de los 3.000 mrs., se requería la preceptiva autorización real, según orden del rey Juan II dictada el año 143383 y confirmada por los Reyes Católicos el 9 de julio de 150084. Los reyes, a través del Consejo Real y previa investigación ordenada a los corregidores sobre la utilidad de la obra proyectada, sobre los recursos propios o sobre la suma requerida, solían conceder dicha autorización; si bien esta autorización su-ponía la incompatibilidad absoluta de cualquier otra imposición (portazgos y pontazgos, barcages y peages), nueva o acrecentada, señorial o concejil, pues, como señala Molénat, “l’opposition est absolute entre repartimiento ou sisa, licites lorsqu’autorisés, et impusiçion”85. El repartimiento suponía, pues, una forma de recaudación impositiva que permitía, como indica Calderón para los relacionados con la construcción o reparación de puentes, “una fiscalización más directa –pero también más injusta–, ya que no distinguía grado de impor-tancia en la utilización del puente y todavía menos distinguía entre personas o niveles de riqueza, estando todos los habitantes obligados a contribuir, los nobles se hallaban exceptuados aunque en ciertas oportunidades también debieron aportar”86.

atribuciones, vid. DIOS, S. de, El Consejo Real de Castilla (1385-1522). Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1982, principalmente, pp. 335-421.83 “Ordenamos y mandamos, que sin nuestra expresa licencia y mandado no se pueda repartir ni reparta por ninguna ciudad, villa o lugar de nuestros Reynos para sus necesidades de mas ni allende de tres mil maravedís”, en NOVISIMA RECOPILACION DE LAS LEYES DE ESPAÑA mandada formar por el señor don Carlos IV . Madrid: 1807, Ley IX, Título XXII, Libro VI, p. 263.84 “Mandamos (á los Asistentes y Corregidores), que no consientan hacer, ni hagan derramas sobre los pueblos sino como quieren las Leyes, que disponen que de tres mil maravedís arriba no se hagan sin nuestra licencia y mandado, aunque digan que estan en costumbre de repartir algunos maravedís para sus gastos, ó para otra qualquier cosa”, IBÍDEM, Ley X.85 MOLÉNAT, J.-P., “Chemins et ponts du nord de la Castille au temps des Rois Catholiques”, en Melanges de la Casa de Velázquez, VII (1971), p. 118.86 CALDERÓN, C., Ob. cit., p. 76.

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cuaDro 1. rePartimientos realiZaDos Para el reParo Del Puente romano De salamanca

Catálogo Fecha Autoridad otorgante Maravedís Contribuyentes

5 1344-X-04María de Portugal,

esposa de Alfonso XI

1.000Salamanca:

ciudad y término

7 1499-I-28 Reyes Católicos 400.000 Salamanca: ciudad y tierra

25 1518-VIII-08Reina Juana y su

hijo, Carlos I300.000 Salamanca: ciudad y tierra

39 -1532-I-31 Carlos I 700.000 Salamanca: ciudad y tierra

55 -1616-I-11 Felipe III 3.553.000Amplio territorio en torno a

Salamanca

60 1621-III-30 Felipe III 2.094.400Amplio territorio

en torno a Salamanca

En total son seis o cinco, si el de 1621 se considera una simple implemen-tación del de antes de 1616, los repartimientos de los que se tiene conocimien-to que se efectuaron con el objeto de conseguir los recursos necesarios para realizar reparaciones en el puente romano de Salamanca (Vid. Cuadro 1), si bien únicamente de tres de ellos, los de 1499, 1518 y 1621, se dispone de sus textos respectivos, siendo éste último el más completo por cuanto incluye una amplísima nómina de lugares con la cantidad que a cada uno le correspondió pagar en dicho repartimiento. El más antiguo se remonta al reinado de Alfonso XI; en concreto fue su esposa, la reina María de Portugal, la que en 1344 auto-rizó repartir mil maravedís entre la ciudad y su término con objeto de realizar reparos de las casas de dicha çiudad y del puente87. Examinados los cuatro pri-meros, es el momento de fijar la atención en los dos últimos, autorizados por el rey Felipe III en 1616 y 1621, aunque, como ya se ha señalado, el segundo es en realidad una implementación del primero, del que desafortunadamente se carece del texto original.

Aunque sin haber podido reconstruir de forma completa el siempre largo proceso administrativo que, como cualquier obra pública que por dichas fe-chas se realizaba en la Corona de Castilla, siguió el expediente administrativo para la reparación de los desperfectos del puente romano de Salamanca en el siglo XVII, el procedimiento pudo tener el siguiente desarrollo:

La apertura del expediente, si bien podía realizarse de oficio, debió de surgir a instancia de parte, en este caso, a iniciativa del propio concejo sal-mantino, directamente afectado, mediante la presentación de una petición o memorial al rey Felipe III con la correspondiente solicitud de realizar un repartimiento para proceder a la restauración del puente romano. En ella se

87 En Catálogo Documental 5.

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indicarían las causas que la motivaban y que no serían otras muy distintas de las aducidas con anterioridad por el corregidor, don Juan Gutiérrez Tello, ante los desperfectos causados por la riada de Santa Bárbara de 1498, o por el procurador Luis Alonso en 1526, en los siguientes términos:

– (Juan Gutiérrez), diziendo que las avenidas pasadas fizieron grand daño en esa dicha çibdad, espeçialmente que derrivaron un arco de la puente desa dicha çibdat e çiertas calçadas, de que la dicha çibdat rresçibe mucho daño porquel prinçipal proveymiento que viene a la dicha çibdat es por la dicha puente, e que para el rreparo della son neçesarios (?) grandes contías de maravedís. Por ende que nos suplicavan e pedían por merçed que les diésemos liçençia e facultad para que pudiesen echar por sisa o rrepartymiento por esa dicha çibdat e su tierra todo lo que fuese menester para el rreparo de la dicha puente e calçadas, e que en ellos contribuyesen e pagasen todos los vecinos e logares de señoríos comarcanos a la dicha çibdat que se aprovechan de la dicha puente e calçadas, o que son…, e le proueyésemos con justicia commo la nuestra merçed fuese88.

– (Luis Alonso): en nombre del concejo e justicia e rregidores de la dicha çibdad de Salamanca, nos fizo rrelaçión por su petyçión, diziendo que en la dicha çibdad avía muy grand neçesidad de adobar la puente mayor e la puente de Azurgué[n] e Moçodiel e otras puentes, e que para las adobar e adereçar hera menester quinientas mill maravedís, e que si agora se dexasen de adobar, no se harían después con vn quento de maravedís. Por ende, que nos suplicava e pedía por merçed mandásemos dar nuestra carta para que las dichas quinientas mill maravedís se rrepartiesen por sysa o por rrepartimiento, e que tanbién contribuyesen en lo susodicho la yglesia e estudiantes de la dicha çibdad; e para que nos constase de la neçesidad que tenían de hazer e repartir (sic) las dichas puentes, hazía presentaçión ante nos de vn testimonio e ynformaçión que sobrello se avía tomado ante vos, o que sobre todo proveyésemos como la nuestra merçed fuese89.

Esta petición o memorial, dirigido al rey, se presentaba ante el propio Consejo Real, como ya en las Cortes de Valladolid de 1537 había quedado establecido:

Otrosy, por quanto los caminantes y otras personas que andan en es-tos rreynos rreçiben grand daño por la falta de puentes y por mal adereço que ay en los caminos y calçadas y por el gran daño que hazen los rrios y arroyos que salen de madre que destruyen mucha parte de las heredades, de que se rreçibe muy gran daño y pereçen muchas gentes, espeçialmente en los ynviernos, y se dexan a esta causa de labrar y sembrar muchas tierras, de que se rreçibe daño, suplicamos a Vuestra Magestad mande que los corregidores o alcaldes de adelantamientos y otros juezes donde

88 En Catálogo Documental 7.89 En Catálogo Documental 37.

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tal necesidad oviere, vean los dichos dapnos con ofiçiales expertos en el arte, y rrepartan a los lugares y partes donde les pareçiere que rreciben notorio provecho o dapno lo que asy declaren los tales ofiçiales ques menester para los dichos rreparamientos y obras susodichas, y que lo que ansy rrepartieren lo puedan executar sin embargo de qualquier apelaçion que se interpusiere, porque si se admintiese la tal apelacion no podrian efectuar el rremedio de lo susodicho.

A esto vos rrespondemos, que quando se ofreçiere tal necesidad, occurriendo al nuestro Consejo se proveerá lo que convenga90.

Casi nunca el Consejo resolvía de manera inmediata a la sola vista de los motivos alegados por la parte en la petición. Lo más frecuente era que el Consejo, en su fase deliberativa y antes de tomar una resolución al respecto, reclamara mayor información por medio de una pesquisa encargada al corre-gidor, juez de residencia, alcalde u otra autoridad local. Eran estas autoridades ciudadanas y, en concreto, los corregidores y justicias, los encargados de velar por el buen estado de caminos y puentes, según respuesta dada por el rey Carlos I a una petición de los procuradores en las Cortes de Madrid de 153491 y tal como ya había sucedido con anterioridad, en 1518 y en 1526, ante las respectivas peticiones presentadas por el propio concejo salmantino y por Luis Alonso, su procurador, al rey Carlos I:

– (1518): mandamos al corregidor desa dicha çibdad e a su alcalde en el dicho oficio que oviese ynformaçión de la nesçesydad que avía de rreparar los dichos muros e puentes e otras cosas e qué contías de mara-vedís serían menester para ello e de dónde se podrían aver, que fuese con menos daño e perjuyzio de los vecinos e moradores desa dicha çibdad, e juntamente con su paresçer la enbiase ante nos, al nuestro Consejo para que en él se viese e hiziese lo que fuese justicia, segúnd más largamente en la dicha nuestra carta se contiene92.

– (1526): Porque vos mandamos que …ayáys ynformación e sepáys qué neçesidad ay de hazer las dichas puentes e toméys con vos maes-tros canteros e otras personas que dello sepan, e os ynforméys e sepáys quántos maravedís costarán hazer; y en caso que se oviese de echar por rrepartimiento, qué personas devrían contribuyr en ella y en qué cantydad e todo lo otro que conviene ynformaros para mejor saber la verdad çerca de lo susodicho. E la dicha ynformación avida e la verdad sabida, escripta en linpio e firmada de vuestro nonbre e signada del escrivano ante quien

90 Cortes de Valladolid de 1537, p. 654.91 Otrosi, suplicamos a Vuestra Magestad se dé órden como se hagan las puentes y se aderecen los caminos y calçadas de que hay gran falta en estos reynos; y que en las cabeças de las prouincias ó Obispados se dipute una persona que tenga especial cuydado dello, el qual pueda repartir lo que fuere necesario, y que dé cuenta y razon dello.

A esto vos respondemos que mandarémos, que los nuestros corregidores y justicias, cada uno en su jurisdiccion, prouean lo que para el remedio dello conuenga, en Cortes de Madrid de 1534, p. 613.92 En Catálogo Documental 25.

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pasare, çerrada e sellada en pública forma, en manera que haga fee, juntamente con la rrelaçión de las dichas quentas, con vuestro pareçer, firmada de vuestro nonbre, de lo que en ello se debe hazer e proveer, la enbiad ante nos al nuestro Consejo para que nos la mandemos ver e proveer sobrello lo que fuere justicia93.

Una vez tomado el acuerdo de aprobar la petición formulada por la par-te, el Consejo Real solía ordenar la elaboración de los informes, condiciones y trazas de la obra, así como la contratación de la misma a través de posturas y remates (subasta y pujas).

Llegados a este momento del procedimiento administrativo para la re-habilitación del puente romano de Salamanca a principios del siglo XVII, su desarrollo posterior ya se puede seguir sobre bases y registros documentales específicos. Así, se sabe que, mediante edito que sse pregonó en esta dicha çiu-dad, el 10 de mayo de 1613, el corregidor rremató de último rremate la obra y edefizio de la puente prinzipal desta çibdad de Salamanca, por do passa el rrío de Tormes, y lo a ella dependiente, conforme a la traza e condiziones que se posieron para el rremate dellos, en la cantidad de 9.500 ducados que pujó el maestro de cantería, Juan de Alvarado, vecino de Toro, quien se comprometió a dar las fianzas preceptivas en las ciudades de Valladolid, Toro y Zamora para la seguridad della y de que aría la dicha obra en el tienpo y conforme a la dicha traza y condiziones94. En este remate también quiso participar Pedro de Llánez, maestro architeto de León95, si bien no personalmente, sino a tra-vés de persona interpuesta, otorgando para ello, cuatro días antes de la puja de la obra de reparación del puente romano, una carta de apoderamiento a favor del asimismo maestro architeto Pedro de la Peña, vecino de Sos, villa de la merindad de Trasmiera, aunque residente en la ciudad de León; en ella le otorgaba, entre otros, los siguientes poderes:

espeçial y espressamente para que por mí y en mi nombre o en el suyo, repressentando mi propia persona, pueda parezer y paresca ante los seño-res corregidor o tiniente de la çiudad de Salamanca y ottras qualesquiera justtiçias, ante quien passa o aya de pasar el rremate de la puente de la dicha çiudad de Salamanca y más obras que en ella se an de rrematar en diez de este pressente mes de mayo de mill y seisçientos y ttreze, conforme al edito que sse pregonó en esta dicha çiudad y allarsse a los pregones y rremates que della se hiçieren y en las dichas obras de puente y más que al dicho tienpo se rremataren, conforme a las condiçiones con que estu-bieren pregonadas, pueda en mi nonbre o en el suyo haçer qualesquiera

93 En Catálogo Documental 37.94 En Catálogo Documental 52. Unas breves pinceladas de la vida profesional de este maestro de cantería cántabro, Juan de Alvarado, en GONZÁLEZ ECHEGARAY, M. del C. et alii, Artistas cántabros de la Edad Moderna. Su aportación al arte hispánico (Diccionario biográfico-artístico). Santander: Universidad de Cantabria, 1991, p. 35.95 Sobre este maestro de cantería vid. IBÍDEM, p. 373.

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posturas y bajas con los prometidos que sse dieren, que le paresçiere y por bien tubiere. Y si en ellas se le rremataren, me pueda obligar, como prinçipal o su fiador, mi persona y bienes, muebles y rraízes, auidos y por hauer, de que abré por buenas, firmes y balederas qualquiera postura o posturas y baxas que en mi nonbre o suyo hiçiere con qualesquiera prometidos que en él las ganare y a que daré echas o las dará y acabada la dicha obra o obras, conforme a las condiçiones con que se pregonaren y rremataren, por el preçio o preçios en que se le rremataren y en el tér-mino que señalaren y fianças de lo cumplir o que cumplirá tan bastantes como se pidan y en término que por las dichas condiçiones se pidieren, pena de pagar la quiebra que de ansín lo façer la dicha obra o obras se siguieren y daños que se rrecreçieren96.

Sin embargo, Pedro de la Peña, por ser obra tan grande y de tanta ca-lidad y cantidad, previamente a la subasta, llegó a un acuerdo con Juan de Alvarado para que únicamente pujase éste para quedarse con la obra del puente en el precio que le pareciese, pero con la condición de que si en él se rrematasse de último rremate, abía de dar y ser para el dicho Pedro de Llánez, mi parte, la terçia parte. Este acuerdo se materializó, el 12 de mayo de 1613, en una escritura pública, ante Juan Álvarez Maldonado, escribano del número de Salamanca, que contenía tales términos:

Yo, el dicho Joan de Albarado, por lo que me toca, digo que di al dicho Pedro de Llánez la terçia parte de la obra de la dicha puente prençipal de la dicha çibdad de Salamanca y lo a ella dependiente, que en mí se rremató en los dichos nuebe mill e quinientos ducados, como ba dicho, para que, en birtud deste conzierto, el susodicho, por su quenta e rriesgo, baya y afianze de que la ará en el tienpo e conforme a la traza e condiziones y sobre penas, salarios y sumisiones que dicho es, y obligado a lo acer y acabar; y por rrazón dello aya e llebe para sí la tercia parte de los dichos nuebe mill e quinientos ducados del dicho rremate. Y de todo ello me a de sacar a paz y a salvo yndemne, a mí y a mis cosas e fiadores. E si en la dicha rrazón alguna cosa por él no lo cunpliese, me pidere y demandare costas y gastos se me rrecrescieren, me ha de pagar.

E yo, el dicho Pedro de la Peña, en nonbre del dicho Pedro de Llánez y en birtud del dicho su poder acecto esta escriptura en todo y por todo y según e como e de la forma e manera que por el dicho Joan de Albarado ba dicho y declarado. Y obligo al dicho Pedro de Llánez, mi parte, a que de su parte ará la tercera parte de la dicha obra de la dicha puente y lo demás a ella dependiente en el dicho y según e como y conforme a la traza y condiziones del rremate que se fiço en el dicho Joan de Albarado, y so las penas dellas. Y para su seguridad de que lo ará e cunplirá, dará

96 En Catálogo Documental 51.

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de su parte para la dicha tercera parte fianzas abonadas a contento del dicho Joan de Albarado, dentro de un mes primero siguiente97.

Aún así, las dos terceras partes de la obra de reparación del puente ro-mano que se reservó Juan de Alvarado debían suponer un gran volumen de trabajo para él, pues unos meses más tarde llegó a un nuevo acuerdo, proto-colizado el 3 de agosto de 1613 en escritura pública ante Ambrosio Díez Cor-nejo, escribano del número de Salamanca, con Juan de Nates Naveda, maestro de obras y vecino de Salamanca, para cederle la mitad de la dicha obra de la dicha puente desta ciudad. En realidad la propuesta de cesión consistía exac-tamente en la formación de una compañía entre ambos, ya que Juan de Alva-rado explícitamente le planteó que juntamente conmigo asista a la haçer por su persona o por quienes nonbrare o su poder obiere. Y entre ambos abemos de pagar oficiales y peones y los demás materiales que sean necesarios. Y fecha y acabada la dicha puente, la ganancia que obiere la abemos de partir entre anbos por yguales partes, syn que uno llebe más que otro; y si ubiere pérdida, la abremos de pagar en la mesma forma. Y si yo, el dicho Joan de Albarado, no pudiere allarme presente a la dicha obra, el dicho Juan de Nates pueda haçer en ella y quitar y poner como yo mismo lo pudiera hacer. Y ansimiesmo pueda hacer lo mesmo estando yo presente. A lo que el citado Juan de Nates respon-dió de forma afirmativa, expresando que acepto esta escriptura e tomo por mi quenta e rriesgo la mitad de la dicha obra de la puente desta ciudad, según y como en el dicho Joan de Albarado fue rrematada e me obligo con mi persona y bienes, muebles y rraíces, abidos y por aber, de entrar y que entraré a la parte de la dicha obra y la aré con el dicho Juan de Albarado de conformidad; y la pérdida que ubiere, tengo de pagar de mis bienes la mitad, y si ubiere ganan-cia, se me a de dar la mitad dello por yguales partes98.

Una de las condiciones de este acuerdo, firmado entre Juan de Alvarado y Juan de Nates Naveda, contemplaba que, si Pedro de Llánez desistiera de realizarla y quisiera ceder en cualquiera de ellos la tercera parte que poseía de la obra de reparación del puente romano, que a de ser para anbos a dos y la abemos de haçer de conformidad entre anbas, según y como la demás obra, para que la agamos de conformidad y por yguales partes, según aquí ba declarado, llanamente y sin pleyto alguno. Es evidente que de alguna forma ya preveían lo que había de suceder no trascurridos dos años; lo que erraron fue en el beneficiaro.

En efecto, el 12 de mayo de 1615 el arquitecto Pedro de Llánez, por yo no poder yr a haçer la dicha terçia parte de obra y auersse hallado a el rremate della Pedro de la Peña, ansimismo arquitecto, vecino de la çiudad de Çiudad Rodrigo, y en mi nombre y con mi poder auer haceptado la dicha çessión, de-

97 En Catálogo Documental 52.98 En Catálogo Dopcumental 53. Sobre la carrera profesional de Juan de Nates Naveda, vid. GON-ZÁLEZ ECHEGARAY, Mª. del C. et alii, Ob. cit., pp. 454-455.

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cidió renunciar a ella y traspasarla al dicho Pedro de la Peña, con objeto de que la haga, fenezca y acaue conforme a la traza y condiçiones y rremate y en el tiempo y por el preçio, según y de la manera que yo estoy obligado, lleuando para sí mismo el aprouechamiento o daño que dello ubiere. La única satisfac-ción que Pedro de Llánez exigió a Pedro de la Peña fue la de un escriptorio, con sus pies, con su herraje dorado y jabonado de dentro y fuera, de los mejo-res y más curiossos que al pressente se haçen en la dicha çiudad de Salaman-ca, que el susodicho me a de dar por los gastos y ocupaçiones que yo he tenido en afianzar la dicha obra. El qual me a de ynuiar a la dicha çiudad de León y yo pagar el porte que costare de la traída desde oy, día de la fecha desta carta, hasta el día de San Bartolomé, primero benidero deste pressente año99.

Entre tanto se producían estos cambios en los adjudicatarios de la obra de reparación del puente romano de Salamanca, se había llevado a cabo la aprobación y ejecución de un repartimiento para conseguir los 9.500 ducados en que había sido rematada la obra de restauración del puente, entre las mis-mas ciudades, villas, cabeceras de partido y lugares en que posteriormente, 1621, se repartiría el incremento de dicha obra en 5.600 ducados100, además del nombramiento de Juan García, vecino de la dicha ciudad, depositario de los maravedís tocantes al rrepartimiento de la puente mayor della, según consta por una carta de pago que éste entregó a la villa de San Felices de los Gallegos, por haber recibido por mano de Bartolomé Corral, vecino de la dicha villa, quatro mill y quattroçientos y diez maravedís, que la dicha villa rrestaba, debiendo de los catorçe mill duçientos e setenta maravedís que le fueron rrepartidos para el edifiçio de la dicha puente. Con los quales confessó estar acabado de pagar del dicho rrepartimiento, con más dos rreales de las costas de la execución del último terçio101.

Aunque, una vez producida la adjudicación de las obras de nueva cons-trucción o de reparación entre los maestros arquitectos adjudicatarios, no eran nada infrecuentes los cambios y cesiones parciales y/o totales de las mismas, es posible que en este caso concreto el Consejo Real no los aprobase y, en consecuencia, suspendiese el primer remate y su primera adjudicación en favor de Juan de Alvarado y que, pregonada de nuevo la obra de reparo del puente de Salamanca, fuese rematada en la misma cantidad de los 9.500 ducados, pero esta vez a favor del maestro Pedro de la Puente Montecillo102, ya que no se vuelve a tener noticia de los anteriores adjudicatarios (Juan de Alvarado, Pedro de Llánez, Juan de Nates Naveda y Pedro de la Peña) y, en cambio, en una carta de pago fechada el 21 de agosto de 1617 el que consta

99 En Catálogo Documental 54.100 Así se expresa textualmente en el repartimiento ordenado realizar por el rey Felipe III al corregidor de Salamanca en 1621: que repartiéssedes entre las çiudades, villas y lugares en quien se hauía echo el repartimiento prinçipal de la dicha puente los dichos setenta y mill y seiscientos rreales para la dicha obra y fábrica, en Catálogo Documental 60.101 En Catálogo Documental 55.102 Sobre su carrera profesional, vid. GONZÁLEZ ECHEGARAY, Mª. del C. et alii, Ob. cit., p. 544.

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expresamente como persona en quien está rrematada la obra y rreparo de la puente mayor de la dicha çiudad, es el referido Pedro de la Puente Montecillo, maestro del arte de cantería103. Además, en dicha carta queda también claro que el Consejo de Castilla no sólo había aceptado el remate del maestro Pedro de la Puente Montecillo, sino que había nombrado, como comisarios de la obra, al corregidor y otros caballeros de la ciudad, al tiempo que, como ya se ha dicho, también había ordenado la imposición y cobro de un repartimiento con que obtener los 9.500 ducados en que estaba presupuestada la obra de reparación del puente, y asignado depositario del mismo a Juan García, can-tero de la ciudad, quien, a su vez, había nominado a Domingo Delgado, entre sus fiadores104. Fue, pues, al maestro de cantería Pedro de la Puente Montecillo a quien, en definitiva, fue comettida la execución de la obra y rreparo de la puente de essa dicha ciudad de Salamanca.

El inicio de los trabajos de reparación del puente romano tuvo que pro-ducirse en el verano de 1616 o, como muy tarde, en el siguiente, en el que Pedro de la Puente solicitó a Domingo Delgado, fiador del depositario, Juan García, y por ausencia de éste, el pago de 400 ducados, a cuenta de los dine-ros del depósito del repartimiento del puente, para con ellos proseguir en la dicha obra e rreparo105. Y en los tres o cuatro años siguientes las obras avan-zaron a buen ritmo, conforme a la traça y condiçiones del remate de la dicha puente, aun cuando el pago de lo realizado solía retrasarse más de lo deseado, por lo que, en varias ocasiones, Pedro de la Puente tuvo que acudir, por me-dio de su representante Jerónimo Deniso, al propio rey para que obligara al corregidor de Salamanca a librarle los fondos necesarios para yr prosiguiendo en la dicha obra. Así sucedió el 7 de septiembre de 1618, según consta en la provisión que el rey Felipe III envió al corregidor de Salamanca, en la que le hacía saber que Gerónimo Denisso, en nombre de Pedro de la Puente Monteçi-llo, en quien estaua rrematada la dicha obra, nos hico rrelación que a su parte se le deuía mucha cantidad de maravedís de lo que auía hecho y fabricado en la dicha puente y, aunque yo, su parte, hauía acudido ante uos a que le mandásedes pagar los mil ducados para yr prosiguiendo en la dicha obra, no lo hauíades hecho ni hacíades, de que rresultaua muy gran daño a su parte y a la dicha obra, para cuyo rremedio nos pidió y suplicó le mandásemos dar nuestra carta y provisión para que le queréssedes pagar y pagásedes a su parte a quenta de lo que hauía de hauer del dicho rreparo, por agora mill ducados,

103 También cabe la posibilidad, aunque menos verosímil, que los anteriores adjudicatarios hubiesen traspasado en éste toda la obra del puente en las mismas condiciones que la poseían, o, en fin, que aquéllos no hubiesen sido capaces de dar la fianza por la cantidad en que se remató la obra. 104 Según testimonio del propio Pedro de la Puente, por quanto, enttre los fiadores que Juan Garçía, cantero, vecino que fue desta ciudad, dio para el depósito del rrepartimiento de la puente mayor della, vno dellos fue Domingo Delgado, vezino de la dicha çiudad, el qual, juntamente con el dicho Juan García y demás sus fiadores, se obligó a dar quenta con pago de los nueve mil y quinientos ducados del rrepartimiento de la dicha puente y de lo que dellos entrase en su poder, conforme a la escriptura que sobrello otorgaron ante el presente escrivano, a quien se rremitió, en Catálogo Documental 56.105 IBÍDEM.

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o ynformásedes la causa que hauía para que no se le diese a su parte, o como la su merced fuesse106.

Según las condiciones del remante, parece ser que el arreglo al que esta-ba obligado el maestro Pedro de la Puente Montecillo consistía en la repara-ción de los cuatro arcos de la fábrica hispana, más próximos a la parte romana del puente107, así como en la mejora del conducto de desagüe que, bajo la cal-zada, vertía las aguas del Arrabal hacia el Tormes. Sin embargo, en el verano de 1620, el referido maestro, Pedro de la Puente, se dio cuenta que no podía continuar con el dicho rreparo, conforme a la traça y condiciones del rremate de la dicha puente, al menos que antes se realizasen una serie de modificacio-nes, no contempladas en el proyecto inicial y que afectaban tanto a la fábrica del propio puente, como a su acceso desde el Arrabal por la parte meridional. Por ello, no dudó en solicitar al rey Felipe III implemento del presupuesto para llevar a cabo, en primer lugar, la cimentación y reforzamiento del pilar de unión de la parte romana con la hispana, mediante la construcción de una cepa entre el rreparo de los quatro arcos nuebos y el edeficio viejo de la dicha puente, por estar tan arruinado que si no se viniesse a sacar de nuevo la dicha cepa, sería todo lo que se huuiesse de hacer ençima falso y perecede-ro, de manera que se bendría a caer en los primeros crecientes que huuiesse108, así como una ylada de tierra quera necesario hecharse de largo a largo en la dicha puente109. Y, en segundo lugar, el implemento también contemplaba el arreglo de la parte meridional que, en concreto, implicaba mejoras en la entrada del puente, en el terraplenado de la orilla izquierda del río y en el desaguadero del Arrabal, a través de terraplenar el hojo que se haçía entre la puente vieja y nueba y la calçada prençipal que uenía de la dicha puente al Arrabal de hessa dicha ciudad, porque si no se hiciesse, no sería de provecho la obra que de nuebo se hacía porque sentraua el rrío por la puente de la dicha Arrabal, demás de que abría gran costa, de tal manera que podrían subir a la dicha puente.

106 En Catálogo Documental 57.107 Tal vez la presencia de espolones de planta semicircular apuntada, aguas abajo, en estos cuatro arcos y su ausencia en los cinco siguientes de la fábrica hispana tenga mucho que ver con esta reforma realizada por Pedro de la Puente Montecillo.108 De todas formas, el propio Pedro de la Puente, aunque no se contemplaba en las condiciones del primer remate de la reparación del puente, ya había comenzado a reforzar el estribo central o castillete del puente, mediante la construcción de un pilar que tenía siete yladas desde el cimiento dél asta donde encajaua el arco en el migaxón y fogas, que tiene veinte y quatro pies de ancho y nuebe de fondo y veinte y uno de alto y siete baras de sillar en el taxamar de la puente de arriba. En Catálogo Documental 58.109 Parece poco probable que esta ylada de tierra corresponda a los restos de la pavimentación de tierra batida y muy compactada, de matriz arenosa, gravas y fragmentos de teja, exhumada a lo lar-go de todo el trazado del puente, aunque de forma más nítida en unas partes que en otras, por los arqueólogos MÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El Puente Mayor de Salamanca, pp. 20-25, cuando ellos mismos afirman que este pavimento de tierra batida se constata en distintos registros fotográficos locales de principio del siglo XX.

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Remitida la petición al Consejo Real, éste solicitó al licenciado Gilimón de la Mota, que en aquellos días se hallaba en Salamanca entendiendo en el quebrantamiento de la cárcel del maestrescuelas de la dicha ciudad y rrefor-mación de la Universidad della, informe sobre lo pedido por el maestro Pedro de la Puente. Y aquél, primero, vio lo que se había reformado en el puente y atendió la propuesta del citado maestro de cómo era necesario hacer el dicho arco y calçada y que, demás que hera neçesario hacer el dicho conduto des-aguadero, que se hacía para hechar las aguas que se rrecogían en el Arrabal, hacer otro tanto más ancha la puente de madera que su parte estaua obligado hacer y añadir ý otro pedaço adelante para hacer el rreparo del estribo rreferi-do en la dicha provisión y en ygualar y terraplenar la puente vieja e ygualarla con la nueba, y, seguidamente, mandó a la ciudad de Salamanca que nom-brase maestros canteros para que, juntamente con los de Pedro de la Puente, viesen la obra y decidiesen lo que convendría hacer.

Así se hizo, y los veedores, supervisada la obra, acordaron declarar la necesidad que auía de hacerse luego los rreparos que Pedro de la Puente ha-bía propuesto, por no se poder proseguir en la obra que se estaua haciendo, al tiempo que tasaron el valor de los materiales y del trabajo de las obras a realizar110, así como de las mejoras ya realizadas111, conforme a la dicha de-claración hecha por los susodichos, por manera que montaua çinquenta y seis mil y novecientos rreales, en los quales entrauan los siete mil rreales que su parte hauía echo demás de lo que tenía obligación de los dichos rreparos. Este incremento del presupuesto del proyecto inicial se debía obtener, según solicitud de Jerónimo Deniso al rey, mediante su distribución entre los mismos lugares en que se había hecho el repartimiento principal de los 9.500 ducados, requiriendo cierta prisa, ya que eran tan útiles y necesarios de se hacer con toda breuedad los dichos rreparos, porque de no hacerse, bendrían a seguirse luego dos daños: el uno no poder su parte acauar de cumplir y executar las condiciones de su rremate, conforme está obligado; y la otra, del rriesgo tan grande que podríase auer, hauiendo creçientes y auenidas en el dicho rrío,

110 En quanto al valor de la madera que se auía de añadir la dicha puente de madera, solares y carreras, tornapuntas, puentes, andauías, hilada y postes, antepechos, clavacón y manos, lo auían tassado en conformidad los dichos maestros nombrados en nouecientos ducados …Y en quanto a las calçadas y corriente que se auía de hacer, conforme a las condiciones questauan pressentadas, las auían tassado en quarenta mil rreales, en Catálogo Documental 58.111 Y ansimismo auían tassado el pedaço que su parte auían añadido para hacer el estriuo del arco de madera por el balor de la dicha madera y manos en mill y quinientos rreales. Y ansimismo auía tassado el pilar que tenía siete yladas desde el cimiento dél asta donde encajaua el arco en el migaxón y fogas, que tiene veinte y quatro pies de ancho y nuebe de fondo y veinte y uno de alto y siete baras de sillar en el taxamar de la puente de arriba y las cinquenta y seis baras de sillar questavan encima de los arcos y más los paredones para lebantar encima de los arcos baxos y lo demás dençima de la puente para que ueniesse de nibel el enlossado y los terraplenos y macizado (?) en la dicha puente, era la demassía questaua echa en ella, demás de la obligaçión en que sus partes estauan obligados, conforme a las condiçiones con que se auía rrematado el rreparo que estauan haciendo de la dicha puente, la auían tassado, ansí el edeficio como las manos de todo lo dicho que se auía echo y añadido por su parte en cinco mil y quinientos rreales. IBÍDEM.

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que sse podrá llebar y derribar todas las cassas del dicho Arrabal, por estar como estaua en gran peligro, como era notorio112.

El Consejo Real de Castilla, informado por el licenciado Gilimón de la Mota, que auía uisto la obra que en la dicha puente se haçía y le auía pareci-do yba muy bien, ansí quanto a firmeza, quanto a la prefeción de la fábrica y que no auía bisto las condiciones con que se auía rrematado el rreparo prençipal de la dicha puente y ansí no puede sauer qué cossas eran las que se acrecentauan, si no era por las declaraciones y condiciones que auían echo los maestros; pero que vien se entendía que para que la dicha puente quedasse acauada perfectamente heran necesarias las calçadas y demás rreparos que los maestros decían, aunque en la tasación de cossas públicas no fiaba mucho de la que hazían maestros; y la questaua echa podría mexorarse, pidió el pa-recer del corregidor y ayuntamiento de Salamanca.

La respuesta de éstos fue rápida, al tiempo que coincidente con la expre-sada por el referido Gilimón de ser útil y conbeniente hacerse los dichos rrepa-ros en la dicha puente y se pagassen a el dicho Pedro de la Puente Montecillo las mexoras que auía echo en la dicha puente, si bien, previamente, habían mandado tasar las citadas mejoras y reparos a Gaspar de Morales y Juan Mo-reno, maestros de cantería113.

Visto todo lo cual, los miembros del Consejo Real, el 29 de agosto de 1620, acordaron enviar al corregidor de Salamanca una carta de provisión, en la que le requirieron que pregonase públicamente la subasta de las obras del puente de Salamanca solicitadas, recibiese las pujas y posturas y las remata-se en la persona que mejores condiciones y precio más bajo ofreciese, con excepción de los maestros y oficiales canteros que habían participado en su tasación114.

El corregidor salmantino cumplió lo ordenado por el Consejo Real y re-mató las nuevas obras del proyecto de reparación del puente a favor del dicho Pedro de la Puente Montecillo en la suma de 5.600 ducados. Esta adjudicación se hizo con una serie de condicionres, como que en el precio del remate esta-ban incluidos los 22.230 reales de las mejorías ya hechas y no satisfechas, que el adjudicatario aceptó, al tiempo que daba las fianzas oportunas.

112 IBÍDEM.113 Quienes tassaron las dichas mexoras, como maestros de cantería, en veinte y dos mill ducientos y treinta rreales. Y los rreparos que se auían de hazer en la dicha puente, demás dellos, los tassó el dicho Juan Moreno en treinta y siete mill rreales. IBÍDEM.114 Exactamente las condiciones eran: agáis traer a pregones públicamente por el término del derecho la obra y rreparo de las dichas calçadas y mejoras que se an echo en la dicha puente, con las posturas y condiciones que pareciere conbeniente y receueréis todas las posturas que se hicieren durante el término de los pregones y las condiciones quen ellas se dieren; y asinar día en que se aga el rremate; el qual aréis en la persona que con mejores condiciones y con más baxo preçio y más ventaja, fortificaçión y beneficio de la dicha obra y con mexores fianças se encargare della, con que dicho rremate no se pueda hacer ni agas en ninguno de los maestros y oficiales que huuieren tassado la dicha obra y rreparos de las dichas calçadas y mejoras; y con que la tal persona en quien así se rrematare, no pueda pedir ni llebar en manera alguna por rracón de mejorías ni en otra manera en ningún tienpo más de los maravedís en que se rrematare. IBÍDEM.

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Finalmente, el 24 de diciembre de 1620, el Consejo Real remitió otra provisión real al corregi-dor salmantino para hacer una propuesta detallada del reparto de los 61.600 reales, equivalentes a los 5.600 ducados, entre los mismos lugares en que se habían distribuido los 9.500 ducados del primer repartimiento, teniendo en cuenta que, frente al criterio de utilidad y pro-vecho que con anteriori-dad se había utilizado y que, como había sucedido con el repartimiento de 1518, había dado lugar a numerosas protestas y de-mandas de los concejos de San Martín del Casta-ñar, Villoria, Babilafuente y otros lugares115, con el consiguiente retraso en el cobro, en esta ocasión se-

ría determinante el criterio geográfico y el censo de vecindad de cada uno de los lugares englobados en un amplio espacio en torno a la ciudad de Sa-lamanca y, más en concreto, a lo largo del tramo central de la vía de la Plata. Así, mandaron al corregidor de Salamanca rrepartáis entre las ciudades e villas y lugares en quien se hico el rrepartimiento principal de la dicha puente los sesenta y vn mil y seiscientos rreales para la fábrica y obra della. El qual dicho rrepartimiento aréis en toda ygualdad, conforme a la vezindad que cada uno tubiese y sin que nadie rreciba agrabio de que tenga causa y rraçón de se nos benir ni ymbiar a quexarse ellos116.

El repartimiento propuesto por el corregidor salmantino recayó, efectiva-mente, sobre una extensa superficie de más de 30.500 km2, pertenecientes a

115 Vid. Catálogo Documental 27, 28, 29, 30 y 31.116 En Catálogo Documental 59. Por otra parte, RODRÍGUEZ DE DIEGO, J. L., “Rutas y puentes de Burgos a mediados del siglo XVI. El puente de Tardajos”, en La ciudad de Burgos. Actas del Congreso de Historia de Burgos. Madrid: Junta de Castilla y León, 1985, p. 312, afirma que el criterio de utilidad era de difícil aplicación, por lo que piensa que “a partir de 1538 se introduce en el sistema de repar-timiento el criterio geográfico como medio de eliminación de protestas y agilización de trámites”.

FiG. 71: Repartimiento de 1621

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las actuales provincias de Salamanca, Cáceres, Ávila, Segovia, Valladolid y Za-mora. El territorio afectado formaba una especie de figura romboidal que pivo-taba sobre el eje de la vía de la Plata, entre Benavente, al norte, y Plasencia, al sur, y en la que Cuéllar-Villacastín constituían su ángulo oriental y San Felices de los Gallegos-Hinojosa el occidental. En ella se ubicaba una larga nómina de más de 1.300 lugares, sin contar, por no detallarse, los correspondientes de la tierra de Salamanca117, agrupados en su gran mayoría por jurisdicciones territo-riales (tierras, sexmos, cuartos, partidos), como las de Hinojosa, San Felices de los Gallegos, Fermoselle, Ciudad Rodrigo, Galisteo, Plasencia, Palomero, Mon-temayor, Granadilla, Miranda del Castañar, Béjar, Salvatierra, Alba de Tormes y sus cuartos (Cantalberque, Allende el Río y Rialmar), Villatoro, Piedrahita, El Barco, Arévalo y sus sexmos (Aceral, Sinlavajos, Aldeas, Orbita, La Regar y Rágama), Ávila y sus sexmos (Serreruela, San Vicente, San Juan, Covaleda, San Pedro, Santo Tomé y Santiago), Segovia (Villacastín), Coca, Valladolid, Medina del Campo, Olmedo, Cuéllar, Mayorga, Íscar, Toro, Tordesillas, Torrelobatón, Benavente, Tábara, Alcañices, Carbajales, San Vicente, San Cebrián, Zamora y sus partidos (Sayago y Tierra del Vino), Gema y Ledesma.

Aprobado este repartimiento por el Consejo Real, el 30 de marzo de 1621 el rey ordenó al corregidor de Salamanca su inmediata ejecución, notificando a los concejos, justiçias, rregidores de las çiudades y villas, caueças de partidos contenidos en el dicho rrepartimiento, que den y paguen cada uno los mara-vedís que les están rrepartidos para la dicha obra y rreparo de la dicha puentte en los siguientes plazos: las cantidades inferiores a diez mil maravedís en los treinta días siguientes a su notificación y los que excediesen de dicha cantidad en tres partes, la primera a treinta días, la segunda a ciento veinte y la tercera a doscientos cuarenta días. Y una vez cobrados, entregarlos al depositario general de la ciudad para que, a medida que se fueran recaudando y con las preceptivas órdenes de pago del mismo corregidor, convenientemente reseña-das en las entradas y salidas del libro de cuentas, se baya pagando al maesttro y officiales de la dicha obra por medio de la persona que el depositario en todo momento debía tener en la obra del puente. De todas formas y con re-lación a la remuneración de los trabajos de la reparación, el rey especificó al corregidor que se entreguen a la parte a en quien assí está rematada la obra de la dicha puente la terçia parte de los maravedís del dicho repartimiento, conforme al remate que se hubiere hecho. Y antes que le entreguéis lo restante, os mandamos ymbiéis rrelación al nuestro Consejo de lo que estubiere echo de la dicha obra y de cómo el dicho maestro, a cuyo cargo está, a cumplido con su obligación, para que, según el estado que entonze estubiese, se prouea lo que combenga118.

117 Que, como lógicamente eran los más favorecidos por el reparo del puente, contribuían con la cuarta parte del presupuesto total: Primeramente a esta çiudad de Salamanca y lugares de su tierra y de su tierra se rreparten la quarta parte de los dichos sesenta y un mill y seiscientos reales = quinientos y veinte y tres mill y seiscientos marauedís, en Catálogo Documental 60.118 IBÍDEM.

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Esta última reparación del puente romano de Salamanca, anterior a la riada de San Policarpo, también incluyó, según ya se expuso, la renovación de las almenas de los pretiles de la fábrica romana. Y finalizó en 1622, tal como consta en la inscripción de los pilares de entrada; fue entonces cuando Diego de Pareja Velarde, caballero de la Orden de Montesa y corregidor de Salaman-ca, nombrado por el Consejo Real de Castilla juez ejecutor para el reparo de los puentes Mayor y del Zurguén, así como de sus accesos, juntamente con los regidores licenciado Carvajal, Antonio Rascón, Antonio Vergas de Carvajal y Diego de Moreta, elegidos comisarios de dichas obras por la ciudad, propu-so, como colofón, al consistorio salmantino, convocado para la mañana del día siguiente, martes, 15 de marzo de 1622, que acordase que se quiten las armas rreales y desta ciudad questán a la entrada de la puente mayor della, a la parte de San Láçaro; e para que la dicha entrada esté con más adorno e perpetuidad, se pongan otras armas de piedra de Ledesma barroquena, con sus pilares y coronación de moldura, abajo y arriba, sobre que an de haçer las dichas armas con sus capiteles alrrededor y se alarguen los paredones de los dos lados del dicho rremate, conforme lo tiene declarado Juan Moreno, maes-tro de cantería119. Y que las armas que se quitasen del puente romano, con sus pilares, se pongan en la (puente) de Açurguén, a la entrada della, como bienen de Açurguén para la dicha puente.

El arreglo del acceso al puente romano desde el Arrabal originó el ais-lamiento e inaccesibilidad de la ermita de Nuestra Señora Santa María de Rocamador120, por lo que su cofradía y en concreto don Álvaro Rodríguez y Antonio Sendín Calderón, personándose en el consistorio ordinario de Sala-manca que se celebraba el miércoles, 17 de noviembre de 1621, después de manifestar que con la obra que la çiudad hizo de la calzada para la puente mayor desta çiudad, su hermita quedó ayslada, solicitaron lo que les parecía justo, que la çiudad satisfaga los daños ocasionados121, acordando el consisto-rio que los señores comisarios de el edifiçio de la puente se comunique con la dicha cofradía y con los suyos de la recompensa que se podrá hazer por parte

119 En Catálogo Documental 63. Por consiguiente, es errónea la lectura de la fecha (1677) que la mayoría de autores han realizado de la inscripción que aún permanece en los dos pilares de la entrada del puente; y, desde luego, la instalación de estos dos pilares de entrada nada tiene que ver con la finalización de la reparación de los destrozos ocasionados por la riada de San Policarpo de 1626.120 Una ermita, ubicada en esta parte del Arrabal, cerca de la mancebía salmantina, que disponía de un hospital de peregrinos y era regentada por una cofradía de su misma denominación, en HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, M., “La cofradía de caballeros de Nuestra Señora, Santa María de Rocamador de Salamanca”, en Memoria Ecclesiae IX: Parroquia y arciprestazgo en los archivos de la Iglesia (II). Cantoral hispano-mozárabe en España. Oviedo/Salamanca, 1996, pp. 527-537 y “El hospital de peregrinos de Nuestra Señora Santa María de Rocamador de Salamanca y su ermita”, en Memoria Ecclesiae X: Beneficencia y hospitalidad en los archivos de la Iglesia. Santoral hispano-mozárabe en las diócesis de España. Oviedo, 1997, pp. 327-339. Vid. también LLAMAS MARTÍNEZ, E., Las ermitas de Salamanca. Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1997, pp. 133-136, apénd. II.121 AMSa. Gobierno. Registro de Actas de Sesiones, caja 1.963 (libro 6), fol. 168, cit. en HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, M., El hospital de peregrinos de Rocamador de Salamanca, p. 337.

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de la çiudad a la dicha cofradía y qué es la yntención de la cofradía e qué podrá hazer en ello la çiudad y de todo den quenta y ynformen a la çiudad para que tome la soluçión que conbenga122. El acuerdo definitivo al que llega-ron, sin necesidad de recurrir a pleitos, tuvo lugar en el consistorio ordinario del sábado, 12 de marzo de 1622, por el que se decidió que, en satisfaçión de el daño que le a fecho a la cofradía de Rocamador en la hermita (en el interlinado: y casas) con el edifiçio de la puente y calzadas, se dé a la dicha cofradía la capilla (en el interlinado: y yglesia) que está en el Hospital General desta çiudad, accesoria a la casa de las comedias, para que en ella trasladen la imagen de Nuestra Señora y que es de los fundadores que están en la dicha hermita de Rocamador, y se rrepare y blanquee de presente de lo necesario a costa de la çiudad, por quenta de rrepartimientos de el edifiçio de la puente y calzadas de que resultó el daño123.

Por lo que a la reparación del cercano puente del Zurguén se refiere, el corregidor Diego de Pareja Velarde y los otros comisarios plantearon la con-veniencia de proceder, primero, al alargue de su pretil derecho en 25 varas124,

122 AMSa. Gobierno. Registro de Actas de Sesiones, caja 1.963 (libro 6), fol. 168v.123 IBÍDEM, caja 1.964 (libro 7), fol. 19v. cit. en HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, M., El hospital de peregrinos de Rocamador de Salamanca, pp. 337-338.124 Quel petril de la dicha puente de Açurguén, como se entra en la dicha puente, yendo de la ciudad para el lugar de Açurguén, a mano derecha, se baya prosiguiendo en la forma que ba corriente asta

FiG. 72: El puente del Zurguén en un grabado de David Roberts (1837)

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para que se escuse el peligro y derrumbadero que cae al rrío de Açurguén, por-que podría rresultar gran daño, ansí a las cabalgaduras como a las personas y carretas que pasan por la dicha puente; en segundo lugar, al allanamiento y empedrado con guijarro de un esconce que se hallaba a su entrada125, porque no se hagan balsas de agua en el dicho esconçe y rreçiua daños el petril de la dicha puente e no se ympida el paso para la bajada al dicho rrío y prado de Açurguén; y, por último, a la rebaja de un tesecillo de tierra junto al último ojo126, para que se descubra más y tenga mejor corriente el dicho rrío de Açur-guén y no lleue el dicho rrío el dicho corriente de la otra parte de la puente e ynpida el passo.

Parece ser que el maestro de cantería encargado de ejecutar estas obras del puente del arroyo del Zurguén fue Juan de Rioseco, personario de Feli-pe de Suesa, quien también debió de participar en la reparación del puente romano de Salamanca, según consta en un acuerdo que, abandonando la vía judicial, formalizaron ante el escribano Antonio García, el 26 de octubre de 1622, Pedro de la Puente Montecillo y el citado Juan de Rioseco, en los siguientes términos:

En primer lugar, se declararon satisfechos con la liquidación de las cuen-tas por las obras realizadas en los puentes romano (Mayor) de Salamanca y del Zurguén, siempre que Juan de Rioseco recibiese los 660 reales en que se habían tasado las mejoras del último puente, sin quedar pendiente entre am-bos ninguna otra deuda

Nos, anbos las dichas partes, avemos echo quenta por cargo y des-cargo, ansí de lo tocante a la obra de la puente mayor, como a la obra que se hizo en la puente de Azurguén; y conforme a lo que cada uno a obrado y rreziuido, allamos que una y otra parte éramos pagados, ansí de las obras que auemos echo por nuestras personas, como por interpósitas personas, y pagados de los marauedís que valieron las dichas obras y de otras qualesquier quantías de marauedís que en qualquier manera el uno a rrecibido del otro y el otro del otro por zédulas, cartas de pago, obligaçiones o por otros rrecaudos o sin dellos, que no nos benimos a deuer el uno al otro ni el otro al otro marauedís ni otra cosa alguna, declarando, como declaramos que los seiscientos y sesenta rreales en que se tasó las demasías quel dicho Juan de Rioseco yzo en la puente de Azurguén, todos ellos fuesen para el dicho Juan de Rioseco y él lo obiese y cobrase, sin que el dicho Pedro de la Puente, en ningún tien-

veinte y cinco baras. IBÍDEM.125 Que un esconçe questá a la entrada de la dicha puente de Açurguén, en el mismo sitio, arrimado al teso, sobre la mano yzquierda como ban desta ciudad para la dicha puente, se allane y empiedre con guijarro. IBÍDEM.126 Que la tierra que se sacó junto a la dicha puente de Açurguén para haçer la dicha calçada y enpedrado, es neçesario que se buelba a tupir por quenta del que la sacó, que se haga con la tierra de un teseçillo questá junto al postrero ojo de la dicha puente. IBÍDEM.

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po, le pueda pedir dello ni a la ciudad de Salamanca ni a otra persona alguna marauedís algunos127.

En segundo lugar, decidieron proseguir el pleito que mantenían contra la ciudad en rrazón de las quiebras del depósito de la obra de la dicha puente, repartiéndose sus costas a partes iguales

por quanto contratamos pleyto con la dicha ciudad de Salamanca en rra-zón de las quiebras del depósito de la obra de la dicha puente, en rrazón de lebantarse con el dinero y otras cosas, de que está puesta demanda ante la justicia rreal desta ciudad y Luis Jara, escrivano del número della, dezimos quel dicho pleyto se a de seguir y costear y por entranbas partes; y si uno le seguiere, el otro tenga obligaçión a pagarle la mitad de lo que pagare de costas prozesales de juezes, letrados, procuradores y escriva-nos y rrelatores y otros ministros por el memorial jurado que diere. Y feneçido y acauado el dicho pleyto, de aquello que se nos mandare pagar de montón, se a de sacar las dichas costas y las costas personales de la persona que siguiere el dicho pleyto, a rrespeto de quinientos marauedís. Y sacado, lo demás que sobrare, se a de rrepartir ygualmente entre nos, las dichas partes128.

Y, finalmente, acordaron que la obra del puente romano, aún sin con-cluir en su totalidad, debía ser rematada por Pedro de la Puente Montecillo

que la obra que oy está por azer de la puente mayor del rrío de Tormes beníe él acauarla por quenta del dicho y pérdida de mí, el dicho Pero de la Puente129.

Y en cuanto a los accesos al puente romano del Tormes, los comisarios de estas obras juzgaron oportuno y así lo propusieron al consistorio y éste aprobó, que se reparara la calzada vieja que iba del puente del Zurguén al Arrabal con guijarro y con las piedras toscas que faltan a la ylada que forti-fica la dicha calçada y empedrado della y tenga mejor paso la dicha calça-da

130, que se empedrara, así mismo, un espacio de unas treinta y seis varas,

junto a la calzada, entre la iglesia de la Trinidad y la casa en ruina de don

127 En Catálogo Documental 64.128 IBÍDEM.129 IBÍDEM.130 En Catálogo Documental 63. Es posible que vestigios de este empedrado sean los “sendos encin-tados laterales a base de lajas de arenisca y cuarcita delimitando un empedrado de cantos de cuarzo y cuarcita”, de una anchura de 9,20 metros, exhumados en el primer sondeo de las excavaciones practicadas en la calzada del puente romano por MENÉNDEZ BUEYES, L. R. y JIMÉNEZ GONZÁLEZ, M. C., El Puente Mayor de Salamanca, p. 20, y cuya deducción de “que toda la zona de acceso al puente se encontraba pavimentada” queda así documentalmente corroborada.

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Sancho de Fonseca, dándole vertientes para que no se embalsara el agua131, y, por último, que una pequeña calleja, sita detrás de las casas de Antonio Ro-dríguez, por donde entra el corriente de las aguas de la calçada y plaçuela de la Santísima Trinidad, se çierre porque es de mucho ymcombeniente e perjui-cio estar así abierta y es de mucho peligro y pueden suçeder muchas desgraçias de noche, ansí a los forasteros que entran de camino, como a los vecinos de la dicha arrabal y otras personas132.

131 Que, por quanto, desde junto a la puerta de la yglesia de la Santíssima Trinidad hasta la casa caýda de don Sancho de Fonseca, questá a la entrada del Arrabal, ay un pedaço de sitio por empedrar arrimado a la calçada, un poco bajo, en que se rrebalsan las aguas y estorban el paso, es neçesario se enpiedre con guixarro y se le den bertientes a las aguas por detrás de la dicha casa del dicho don Sancho, que será de largo treinta y seis baras, en Catálogo Documental 63.132 Por otra parte, abrá personas que tomen la dicha calleja a çenso perpetuo y es demás prouecho a la ciudad que noten ella ansí abierta y se ebitan los dichos daños. IBÍDEM.

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Catálogo documental

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1102, junio, 22

El conde Raimundo de Borgoña y su esposa Urraca conceden al obispo Je-rónimo las iglesias y clérigos de Zamora y Salamanca con las villas que lleva en préstamo el obispo, que son propias del conde. Le concede también el tercio de todo el censo de Salamanca (entre otros del portazgo) y el diezmo de todos los frutos para la restauración de la iglesia de Santa María, así como el barrio que está junto a la Puerta del Río para que lo pueble.

A. ACS, caj. 16, leg. 1, nº. 5. Orig. Perg. 365 x 245 mm. Minúscula visi-gótica. Buen estado de conservación, salvo unas pequeñas roturas por doblez. Lleva una confirmación de Alfonso VII en minúscula diplomática.

B. Copia del siglo XVIII con la misma signatura.

ED. GONZÁLEZ DÁVILA, G. Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca. Salamanca: Ediciones de la Diputación y Universidad de Sala-manca, 1994 [reimp. de la obra de 1606], p. 82 (sólo transcribe las tres primeras líneas).

DORADO, B., Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Sa-lamanca: Europa Artes Gráficas, 1985 [reimp. de la obra de 1776], pp. 93-94 (copia sólo una pequeña parte del documento).

QUADRADO, J. Mª., España: sus monumentos y artes, su naturaleza e historia: Salamanca, Ávila y Segovia. Salamanca: Ediciones Diputación de Salamanca, 2001 [reimp. de la obra de 1874], p. 16.

VILLAR Y MACÍAS, M., Historia de Salamanca. Salamanca: Grafice-sa, 1973 [reimp. de la obra de 1887], libro I, pp. 239-240.

MARTÍN MARTÍN, J. L., VILLAR GARCÍA, L. M., MARCOS RODRÍ-GUEZ, F. y SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, M., Documentos de los archivos catedra-licio y diocesano de Salamanca (Siglos XII-XIII). Salamanca: Universidad de Salamanca, 1977, doc. 3.

IERONIMUS, 900 años de arte y de historia. 1102-2002. Salamanca: 2002, pp. 228-229.

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LACOMBE, C., Jerónimo de Periguex (¿1060?-1120), obispo de Va-lencia y de Salamanca. Un monje-caballero en la Reconquista. Salamanca: Cen-tro de Estudios Salmantinos, 2000, pp. 129-131.

GUADALUPE BERAZA, M. L., MARTÍN MARTÍN, J. L., VACA LOREN-ZO, Á. y VILLAR GARCÍA, L. M., Colección documental de la catedral de Sala-manca I (1098-1300). León: Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, Caja España de Inversiones, Archivo Histórico Diocesano, 2010, doc. 3.

REG. MARCOS RODRÍGUEZ, F., Catálogo de Documentos del Archi-vo Catedralicio de Salamanca (Siglos XII-XV). Salamanca: Universidad Pontifi-cia de Salamanca, 1962, doc. 3.

2

1258, julio 5.-Medina del Campo.

Alfonso X confirma a la priora y dueñas del monasterio de San Esteban, al otro lado del río, la validez de un privilegio sobre sus doce excusados que poseían desde los reyes Alfonso IX y Fernando III y que habían perdido por la riada de los Difuntos de 1256, cuando les derribó el monasterio de Santa María en que antes moraban.

C. AGS. Registro General del Sello, 148701,2. Carta de confirmación, copia inserta en una carta de privilegio y confirmación de los Reyes Católicos (1487, enero 27.-Salamanca), en un cuad. de 10 hojas de pap. en folio foradadas. Cor-tesana.

3

1272, septiembre 25, lunes.

Sentencia del juez del rey Giral Estévanez en el pleito que sostenía el concejo con el cabildo de Salamanca a propósito de unas aceñas que éste construía en el río Tormes, en el vado de Santervás, junto al osario de los judíos.

A. AHN, Clero, Salamanca, Catedral, carp. 1.884, nº. 12. Orig. Perg., 170 x 240 mm. Gótica cursiva próxima a la de albalaes. Buena conservación. Dorso: “(Cruz) Ssentençia ssobre la pesquera del Arenal. Era de mill CCC X años” (s. XIV).

ED. MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., doc. 333.

GUADALUPE BERZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 339.

REG. MARCOS RODRÍGUEZ, F., Ob. cit., doc. 333. El tipo de escritura, según este autor, es el de “albalaes” y el documento una “copia signada”.

CARRETE PARRONDO, C., Fontes Iudaeorum Regni Castellae. I. Pro-vincia de Salamanca. Salamanca: Universidad Pontifica de Salamanca. Univer-sidad de Granada, 1981, doc. 190.

CIT. GONZÁLEZ GARCÍA, M., Salamanca en la Baja Edad Media. Sa-lamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 1982, p. 87 y Salamanca: la

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repoblación y la ciudad en la Baja Edad Media. Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1988, pp. 49, 52 y 113.

MARTÍN MARTÍN, J. L., El cabildo de la catedral de Salamanca (si-glos XII-XIII). Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1975, p. 85 y El patrimonio de la catedral de Salamanca. Un estudio de la ciudad y el campo salmantino en la baja Edad Media. Salamanca: Diputación de Salamanca, 1985, p. 102.

4

1275, abril 2.-Peñafiel.

Carta del infante don Fernando, primogénito del rey Alfonso X, eximiendo al cabildo de pagar en la labor del puente y ordenando al concejo que dé al cabildo su parte en la renta de la feria.

A. ACSa, caj. 39, leg. 1, nº 126-1º. Mandato. Orig. Papel, 140 x 175 mm. Gótica cursiva. En mal estado. Sello de placa muy deteriorado.

ED. VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro I, apénd. IV.-

MARTÍN MARTÍN, J. L. et alii, Ob. cit., doc., 349.

GUADALUPE BERZA, M. L. et alii, Ob. cit., doc. 354.

REG. MARCOS RODRÍGUEZ, F., Ob. cit., doc. 349.

CIT. GONZÁLEZ GARCÍA, M., Salamanca en la Baja Edad Media, pp. 117 y 142 y Salamanca: la repoblación, p. 65.

MARTÍN MARTÍN, J. L., El cabildo de la catedral de Salamanca, pp. 82 y 85; El patrimonio de la catedral de Salamanca, pp. 59 y 60 y “La Iglesia salmantina”, en MARTÍN, J. L., Historia de Salamanca. II. Edad Media (coord. J. Mª. Mínguez). Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 1997, p. 169.

MARTÍNEZ FRÍAS, J. Mª., MARTÍN MARTÍN, J. L. y VACA LORENZO, Á., “La Plaza de San Martín. La cristalización de la Plaza Mayor de Salamanca: el tiempo de su génesis y formación”, en ESTELLA GOYTRE, A. (dir.), La Plaza Mayor de Salamanca. I Antecedentes Medievales y Modernos de la Plaza (co-ords.: Ángel Vaca Lorenzo y Mª Nieves Rupérez Almajano). Salamanca: Caja Duero, 2005, p. 203.

5

1344, octubre 4.-Segovia.

“Sobre repartir 1.000 mrs. para reparos de casas y puente.Una zédula de la señora reina doña María para que esta ciudad pudiese

repartir en ella y su término 1.000 maravedís para reparos de las casas de dicha çiudad y del puente.

Su datta, en Segovia, a 4 de octubre, era de 1382. Núm. 1º”.

B. AMSa. Fondo Municipal, Sección de Gobierno, caja 3.380 (libro 1.230), fol. 99.

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[1378], agosto 23.

Concesión del cabildo catedralicio a Juan Domínguez y a Diego Fernández, pregoneros del concejo de Salamanca, de un corral que está en la casa junto al puente donde cogen el portazgo, con la condición de que al final de sus vidas lo dejaran cercado y bien reparado.

A. ACSa. Actas capitulares, lib. 1, fol. 56v. Arrendamiento. Gótica. Aparece todo este texto tachado.

CIT. VICENTE BAZ, R., Los libros de Actas Capitulares de la catedral de Salamanca (1298-1489). Salamanca, Publicaciones del Archivo Catedral de Sa-lamanca, 2008, núm. 149, p. 146.

7

1499, enero 28.-Ocaña.

Los Reyes Católicos, ante la petición de los regidores y sexmeros de Salaman-ca de obtener licencia para conseguir los recursos necesarios con que reparar un arco del puente y ciertas calzadas destruidas por las últimas avenidas, acuerdan repartir 400.000 mrs. entre todos los vecinos de la ciudad y la tierra (un tercio a la ciudad por sisa en la carne, pescado y vino; y dos terceras partes a la tierra por repartimiento) y mandan a Juan Gutiérrez Tello, corregidor de Salamanca, que ejecute lo acordado, arrendando la sisa al mejor postor y obligando a los lugares de la tierra a que acudan a la persona indicada con los maravedís que les hubie-ran correspondido en el repartimiento.

B. AGS. Registro General del Sello, 149901,210. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradadas. Cortesana. En muy mal estado de conservación, roto, con manchas de humedad, letra desvaída, etc.

8

1499, marzo 2-17.-Salamanca.

Sentencia de excomunión dictada por los provisores, Sancho Díez de Mata, abad de Santiago de Peñalba y canónigo de Palencia, y Luis González de Medina, canónigo de Salamanca, contra el corregidor Juan Gutiérrez Tello y demás miem-bros del concejo de Salamanca, en el pleito seguido ante la denuncia presentada por el deán y cabildo de esta ciudad de que el concejo, contra todo derecho, había impuesto una sisa sobre la compra de pescado (a razón de 1 mr. la libra) y de vino (a razón de 16 mrs. la cuba) a satisfacer por todos los compradores, así legos como clérigos, para reparar el puente.

B. A.U.S., leg. 2.998, s.n. Orig. en cuad. de 40 hojas de pap. en cuarto. Las dos últimas en blanco. Cortesana. La sentencia comprende los fols. 1-35v.

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ED. VACA LORENZO, Á., Diplomatario del Archivo de la Universidad de Salamanca. La documentación privada de época medieval. Salamanca: Edicio-nes Universidad de Salamanca, 1996, doc. 155.

REG. VACA LORENZO, Á., “Regesta de los documentos medievales de carácter privado existentes en el Archivo de la Universidad de Salamanca”, en Stvdia Historica. Historia Medieval, 13 (1995), pp. 178-179.

9

1499, marzo 20.-Salamanca.

Absolución dada por los provisores al regidor del concejo salmantino, Luis de Azevedo, de la excomunión en que habían incurrido el resto de los miembros, pues hacía seis meses que por enfermedad no acudía a sus reuniones y nada tenía que ver con la imposición de una sisa a la compra de carne, vino y pescado.

A. A.U.S., leg. 2.998, s.n. Orig. en cuad. de 40 hojas de pap. en cuarto. Las dos últimas en blanco. Cortesana. La absolución comprende los fols. 35v.-36v.

ED. VACA LORENZO, Á., Diplomatario del Archivo de la Universidad de Salamanca, doc. 155.

REG. VACA LORENZO, Á., Regesta de los documentos medievales, pp. 178-179.

10

1499, marzo 20.-Madrid.

Carta del rey Fernando el Católico al deán y cabildo de Salamanca en la que les manda, a petición del procurador Juan Bravo, que pechen en la sisa sobre la carne, pescado y vino por él permitida con objeto de reunir los recursos necesarios (un tercio de los 400.000 mrs.) para sufragar los gastos de la reparación de los desperfectos sufridos por el puente (derrocamiento de dos arcos) en la avenida de 1498 y que levanten el entredicho puesto a los miembros del concejo.

A. ACS, caj. 39, leg. 1, nº 16-2º. Orig. Papel, 200 x 310 mm. Cortesana.

ED. VILLAR Y MACÍAS, M., Ob. cit., libro V, pp. 137-138.

SANZ HERMIDA, J., La Avenida de Santa Bárbara (1498) y otras famosas crecidas del Tormes. Historia y Literatura. Salamanca: Europa. Artes Gráficas, 1997, pp. 51-53.

REG. MARCOS RODRÍGUEZ, F., Ob. cit., doc. 1.158.

11

1499, marzo 28.-Salamanca.

Juan Gutiérrez Tello, corregidor de Salamanca, y el deán y cabildo de esa misma ciudad acuerdan poner fin al pleito que mantenían sobre la sisa que el

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concejo había impuesto en la compraventa de carne, vino y pescado con el objeto de reparar el puente, dañado en el invierno por las muchas lluvias habidas, ya que los clérigos alegaban estar exentos. El acuerdo consistió en que los clérigos pagaran la parte que les cupiera del presupuesto total en la reparación del puente, no así en la sisa, al tiempo que levantaban las sentencias de excomunión pronunciadas por los provisores contra el corregidor, alcalde, alguacil, regidores, sexmeros y demás oficiales del concejo salmantino.

A. A.U.S., leg. 2.998, s.n. Orig. en cuad. de 40 hojas de pap. en cuarto. Las dos últimas en blanco. Cortesana. El acuerdo comprende los fols. 36v.-38v.

ED. VACA LORENZO, Á., Diplomatario del Archivo de la Universidad de Salamanca, doc. 155.

REG. VACA LORENZO, Á., Regesta de los documentos medievales,, pp. 178-179.

12

1499, mayo 8.-Salamanca.

Lorenzo Rodríguez y Diego Fernández, alcaldes y jueces de los Molares, a petición de Diego de Medrano, procurador del cabildo catedralicio de Salamanca, que pretendía reconstruir la aceña del Arenal derribada por el desbordamiento del río Tormes, dan licencia para su reconstrucción, señalando el lugar exacto, una vez conocida la información de los testigos presentados por el procurador y de los riberos, Pedro de Godino y Antonio de la Rina, nombrados por los alcaldes.

A. ACSa. Caj. 69. Actas Capitulares, libro 18, fols. 115-118. Cortesana.

13

1499, julio 28.-Valladolid.

Los Reyes Católicos, ante la petición del concejo de Villoria, mandan a Juan Gutiérrez Tello, corregidor de Salamanca, que no ejecute en el plazo de 60 días el repartimiento de los 400.000 mrs. para el reparo del puente entre los vecinos de dicho lugar, pues argumentaban que no tenían obligación.

B. AGS. Registro General del Sello, 149907,362. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradadas. Cortesana.

14

1499, septiembre.-Valladolid.

Los Reyes Católicos mandan a Juan Gutiérrez Tello, corregidor de Salaman-ca, que, entre otras cosas, tome de Fernando de la Peña los 400.000 mrs. del repartimiento por ellos permitido para le reparación del puente, los entregue al

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mayordomo de la ciudad y, sin más dilación, ordene se proceda a la reparación del puente.

B. AGS. Registro General del Sello, 149909,203. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradadas. Cortesana.

15

1499, octubre 3.-Valladolid.

Los Reyes Católicos, ante la petición del cabildo salmantino, mandan a Juan Gutiérrez Tello, corregidor de Salamanca, que guarde y cumpla su carta anterior en la que mandaban que, al hacer las cuentas de lo gastado en el arreglo del puen-te, permitiera estar presentes a las personas que indicara el cabildo, pues también ellos contribuían en la sisa.

B. AGS. Registro General del Sello, 149910,173. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradadas; la segunda en blanco. Cortesana.

16

1499, octubre 11.-Granada.

Los Reyes Católicos, ante la petición del concejo de Salamanca, mandan al corregidor de esa ciudad que haga rápidamente justicia al concejo y al deán y cabildo de ella sobre una aceña que éstos habían comenzado a construir en el río, cerca del puente, que estaba quebrado y peligroso, y del Arrabal, para que lo hagan en otro lugar que no perjudique al puente.

B. AGS. Registro General del Sello, 149910,394. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradadas; la segunda en blanco. Cortesana.

17

1500, junio 6.-Valladolid.

Los Reyes Católicos mandan al corregidor de Salamanca, Juan Gutiérrez Te-llo, que ejecute la petición de los procuradores y sexmeros de la tierra de que, ha-biendo pagado el repartimiento para el reparo del puente, mandase cobrar lo que le cupo a la ciudad.

B. AGS. Registro General del Sello, junio 1500, fol. 302. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradadas.

18

1501, febrero 27.-Salamanca

El cabildo salmantino, en su reunión ordinaria y conocidos los daños ocasio-nados en la huerta que tenían en Tejares, ribera del Tormes, por el desbordamiento

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de dicho río en el invierno de 1498, deciden seguir arrendándola, de por vida y en las mismas condiciones, al canónigo Diego Rodríguez de Santesidro, e imple-mentar la duración del contrato por la vida de su hermano, el bachiller Francisco Rodríguez, siempre que reparara los daños (construir la casa con la torrecilla y levantar la cerca) en un plazo no superior a cuatro años y que a su muerte, su hermano se comprometiese a pagar una renta de 500 mrs. viejos y cinco pares de gallinas.

A. ACSa. Caj. 69. Actas Capitulares, libro 19, fols. 66-67. Cortesana.

19

1503, febrero 23.-Alcalá de Henares.

Los Reyes Católicos mandan a Francisco de Madrigal, juez de residencia en Salamanca, se informe sobre la denuncia presentada por Pedro Alonso, sexmero del cuarto de Villoria, sobre los 400.000 mrs. del repartimiento del puente; en con-creto, que la tierra había pagado las dos terceras partes, mienbtras la ciudad no había pagado su tercera parte, salvo muy poca cantidad, por lo que debía 50.000 mrs.; además, parte de los maravedís recaudados se habían utilizado en otros menesteres distintos; asimismo, habían sobrado 60.000 mrs. del repartimiento de 1501 para el matrimonio de las infantas.

B. AGS. Registro General del Sello, febrero 1503. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradadas. Cortesana.

20

1503, junio 16.-Valladolid.

Ejecutoria de los Reyes Católicos a favor del cabildo de Salamanca en el pleito que siguió el concejo de la ciudad en la Audicencia real, al oponerse a que el cabil-do reedificase la aceña del Arenal por encima del puente nuevo, hacia el Arrabal, que había derribado la avenida del río Tormes.

Contiene:– Testimonio jurado ante el corregidor Diego Osorio de los maestros de

ribera (Pedro de Piedeyerro, Pedro Chacón, Pedro Maquilón, Antón de Ponte, Pedro de Godino y Fernando Alonso), así como de los maestros de cantería (Juan de Ajo, Juan de Artiaga y Juan Portugués) sobre la conveniencia de reedi-ficar la aceña donde la habían comenzado a construir (1503, julio 19-31).

A. ACSa, caj. 11, nº 13. Orig. en cuad. de papel de 15 hojas en folio. En-cuadernación en perg. Cortesana.

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1507, marzo 25.-Palencia.

La reina Juana I ordena al corregidor de Salamanca, el vizconde Alonso Pé-rez de Vivero, se informe sobre la necesidad de volver a reparar el puente de la ciu-dad, su coste y si la ciudad poseía rentas de propios, ante la petición del concejo de autorizar un repartimiento de 42.000 mrs., a que fueron condenados en un pleito contra el cabildo, y que habían tomado de los del repartimiento que anteriormente habían autorizado sus padres, cuando hacía seis o siete años el desbordamiento del río Tormes se llevó un pedazo del puente.

B. AGS. Registro General del Sello, marzo 1507. Copia en pap. en folio foradado. Cortesana.

22

1515.

Capítulos dados a los procuradores salmantinos nombrados para las cortes de Burgos del año de la data, encargándoles, entre otras cosas, que pues en la ciu-dad y su jurisdicción había muchos puentes caídos y mal reparados y sus muros, en muchas partes, caídos, soliciten al rey facultad para que, bien por sisa o repar-timiento, puedan reparar dichos puentes y muros.

A. AGS. Patronato Real, leg. 69, doc. 53. Orig. en cuad. de 2 hojas de pap. en folio. Cortesana.

23

1518, enero 15.-[Salamanca].

Capítulos de las cosas que la ciudad de Salamanca encargó a Alonso Ro-dríguez de Fonseca y Pedro de Anaya, sus procuradores a Cortes; entre ellas que, porque el puente principal tenía ciertos arcos a punto de caerse, supliquen al rey dé licencia para que por sisa o repartimiento consigan los medios para su reparo.

A. AGS. Patronato Real, leg. 69, doc. 56. Orig. en cuad. de 2 hojas de pap. en folio. Cortesana.

24

1518, junio 11.-Madrid.

La reina doña Juana y su hijo, el rey Carlos I, mandan al corregidor de Sa-lamanca que se informe sobre la petición de Antonio de Linares, en nombre de la ciudad, de dar licencia para repartir por sisa o repartimiento lo que fuese necesa-rio para reparar “mucha parte de las puentes e muros y çercas desa dicha çibdad [que] están caýdas e mal reparadas”, la necesidad de su reparación, además de la

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cantidad necesaria y si la ciudad tenía propios y rentas para hacer frente a dichos gastos.

B. AGS. Registro General del Sello, junio 1518. Copia de pap. en folio. Cortesana.

25

1518, agosto 8.-Segovia.

La reina doña Juana y su hijo Carlos I, habida información del bachiller Peñarrubia, alcalde de Salamanca, acceden a la petición de esa ciudad y dan licencia para repartir los mrs. que fueren necesarios para la reparación de los puentes, muros y cercas de dicha ciudad. En concreto les facultan para imponer una sisa sobre los alimentos que se vendiesen, hasta una cuantía de 300.000 mrs., que al no poderlos cobrar prestamente, como convenía para iniciar rápidamente las obras, permiten obtenerlos en préstamo de los vecinos y moradores de dicha ciudad.

B. AGS. Registro General del Sello, agosto 1518. Copia en pap. en folio. Cortesana.

26

[1518], octubre 28.-Ávila.

La reina doña Juana y su hijo, el rey Carlos I, mandan al corregidor o juez de residencia de Salamanca que, antes de proceder a cobrar el nuevo repartimiento de 300.000 mrs., cobrase los que la ciudad y lugares de señorío de su tierra debían del anterior reparto de los 400.000 mrs. para reparación del puente, así como los que sobraron de dicho reparo, según denuncia presentada por Juan López de Es-parza, en nombre de la tierra de Salamanca, y los emplease en la restauración del puente y los que faltaren, los tomase del nuevo repartimiento.

B. AGS. Registro general del Sello, octubre 1518. Copia en pap. en folio foradado. Cortesana.

27

1519, diciembre.-Valladolid.

El rey Carlos I y su madre, doña Juana, accediendo a la petición hecha, en nombre de Salamanca, por Hernando de Valladolid de que algunas villas y luga-res de señorío de su tierra y, en concreto, San Martín del Castañar, que siempre había contribuido a la repación de su puente, pues gozaba de él, sin pagar por-tazgo, no quería contribuir en el último repartimiento de 300.000 mrs. para su re-paro, mandan a dicho concejo contribuir en el repartimiento y pagar la cantidad asignada.

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B. AGS. Registro General del Sello, diciembre 1519. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradadas. Cortesana.

28

1520, enero 14.-Valladolid.

El rey Carlos I y su madre, doña Juana, acceden a la denuncia presentada por el concejo de la villa de Villoria de que, habiéndoles mandado injustamente pagar 4.772 mrs. en el repartimiento hecho para la reparación del puente de Sa-lamanca, pues no tenían que contribuir en ella ya que eran de la jurisdicción de don Fernando de León, comendador mayor de León, y sus vecinos no gozaban del pasto de los términos de la ciudad, habían apresado a su vecino Martín de Can-talpino cuando iba al mercado franco de dicha ciudad hasta que no pagaran lo que les cupo en el repartimiento, ordenan al corregidor de Salamana que libere al citado Martín de Cantalpino y le devuelva sus bienes.

B. AGS. Registro General del Sello, enero 1520. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradas. Cortesana.

29

1520, febrero 11.-Valladolid

El rey Carlos I y su madre, doña Juana, accediendo en parte a la demanda de Alonso Rollán, en nombre del concejo de Babilafuente, de que no teniendo obligación de contribuir al reparo del puente de Salamanca, pues era de jurisdic-ción de Pedro Maldonado Pimentel, se les había atribuido unos 4.000 mrs. en el repartimiento impuesto para tal fin y, al no pagarlos, los regidores de Salamanca habían apresado a varios vecinos de la villa, mandan al corregidor salmantino que los suelte y les devuelva sus bienes, dejando para resolver con posterioridad si dicho lugar debía o no contribuir en el repartimiento.

B. AGS. Registro General del Sello, febrero 1520. Copia en pap. en folio foradado. Cortesana.

30

1520, junio 6.-Valladolid.

El rey Carlos I y su madre, doña Juana, ordenan al corregidor de Salamanca hacer justicia sobre la queja del concejo salmantino de que, teniendo permiso real para repartir 300.000 mrs. para la reparación del puente, en lo que debían contri-buir todas las personas y lugares de su tierra y de señorío que solían pagar en dichos repartimientos, como Babilafuente, Villoria y otros lugares, “que antiguamente diz que fueron de la tierra de Salamanca, porque gozan de algunas cosas que gozan los lugares de la dicha tierra, asý en no pagar parada en ela dicha puente como en meter vino e sacar pan de la dicha çibdad”, y como los de Babilafuente no querían

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pagar, se habían apresado algunos vecinos de ella hasta que la villa pagase, por lo que pedían que se revocase la orden real de liberar dichos vecinos.

B. AGS. Registro General del Sello, junio 1520. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradadas. Cortesana.

31

1520, julio 6.-Valladolid.

El rey Carlos I y su madre, doña Juana, mandan al corregidor de Salamanca hacer justicia sobre la queja del concejo salmantino de que, teniendo licencia para repartir 300.000 mrs. para arreglar el puente y debiendo pagar todas las personas y lugares de la ciudad y su tierra, también los de señorío, como Babilafuente, Villo-ria y otros lugares que antes fueron de su tierra y porque gozan, como los lugares de la dicha tierra, “asý en no pagar portadgo en la dicha puente como en meter vino e sacar pan en la dicha çibdad”, había correspondido pagar a Villoria 4.762 mrs., pero, al negarse, se había detenido a Martín de Cantalpino.

B. AGS. Registro General del Sello, julio 1520. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradadas. Cortesana.

32

1521, marzo 13.-[Salamanca]

Acta de la sesión que celebró la Junta comunera de Salamanca en el consis-torio de la ciudad, en la que consta, entre otros acuerdos, que se había acordado mandar al sexmero Francisco Rodríguez de Zorita el pago de cuarenta ducados a Gómez Herrador por la obra que estaba realizando en el puente y, en concreto, por la de su torre.

A. ARCHV. Pleitos Civiles, Pérez Alonso (F) C. 606-1, fols. 116, 148v y 149

ED. SANTOS BURGALETA, M., “Poderes urbanos y comunidades de Casti-lla: la Junta de Salamanca a través de sus actas de sesiones (agosto de 1520-abril de 1521)”, en Salamanca. Revista de Estudios, 48 (2002), pp. 424-425.

33

1521, abril 20.-[Salamanca]

Acta de la sesión que celebró la Junta comunera de Salamanca en el consisto-rio de la ciudad, en la que consta, entre otros acuerdos, que se libraron cuarenta ducados en favor de Gómez Herrador por la obra del puente y de su torre.

A. ARCHV. Pleitos Civiles, Pérez Alonso (F) C. 606-1, fols. 116, 161v y 162.

ED. SANTOS BURGALETA, M., Ob. cit., pp. 439-440.

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1522, marzo 29.-Palencia

El rey Carlos I manda al corregidor de Salamanca que, oídas las partes, haga justicia respecto a la denuncia presentada por Gómez del Peso de que du-rante las Comunidades se hicieron en la ciudad, sin licencia real y contra su servicio, muchas obras (reparo de la cerca, torre del puente, etc.), en las que intervinieron muchos canteros y oficiales, a los cuales, sosegada la ciudad, no les quieren pagar las personas que debían ni éstas quieren devolver los dineros sobrantes.

B. AGS. Registro General del Sello, marzo 1522. Copia en hoja de pap. en folio foradada. Cortesana.

35

1522, abril 3.-Palencia.

Provisión del rey Carlos I por la que manda al concejo salmantino que, pese a la prohibición de la nueva ordenanza municipal, no impida el tránsito por las calles y plazas empedradas de la ciudad a las carretas herradas cargadas con materiales para la construcción de la nueva catedral.

B. ACSa, caj. 17, leg. 1, núm. 64. Cop. inserta en un traslado (1535, di-ciembre 18.-Salamanca), en cuad. de 2 hojas de pap. en folio. Cortesana.

36

1522, junio 7.-Palencia.

El rey Carlos I y su madre, doña Juana, mandan al corregidor de Salamanca que, oídas las partes, haga justicia respecto a lo denunciado por Gómez del Peso, de que en el tiempo de las Comunidades fue apremiado por la justicia y el regimiento de la ciudad a que se hiciese cargo de las cercas y puente, lo que le originó muchos gastos, y ahora, aunque pide se le paguen, no se quieren juntar con él para ello.

B. AGS. Registro General del Sello, junio 1522. Copia en hoja de pap. en folio foradada. Cortesana.

37

1526, febrero 12.-Toledo.

El rey Carlos I, ante la petición de Luis Alonso, procurador de la ciudad de Sa-lamanca, de licencia para repartir 500.000 mrs., por sisa o repartimiento en que también contribuyesen la iglesia y los estudiantes, para adobar el puente mayor, así como el del Zurguén y Mazodiel, ordena al corregidor de Salamanca examinar las cuentas de propios y rentas de la ciudad, para que, si fueran suficientes, pro-

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veer con ellas las necesidades solicitadas y, de lo contrario, averiguar la necesidad de reparar dichos puentes, su coste y, en caso de otorgar el repartimiento solicitado, qué personas y en qué cantidad debían contribuir.

B. AGS. Registro General del Sello, febrero 1526. Copia en cuad. de 2 hojas de pap. en folio foradadas. Cortesana.

38

1529, mayo 13.-Toledo.

Provisión del rey Carlos I por la que manda a sus oficiales ejecutar la sen-tencia dada por el Consejo Real en que revocaba la dada por el licenciado Galdo, juez de cuentas de Salamanca, contra Blas Vergara, librero, Pedro Martín, Juan Bueno, Fernando Alonso, Cristóbal de Rueda, Juan Sierra y los restantes miem-bros de los veinte de la Junta de Comunidad de dicha ciudad, porque durante las Comunidades hicieron muchas libranzas y gastos contra toda razón y justicia, así de los propios de dicha ciudad (1.423.284 mrs.), como de las sisas, derramas y repartimientos (1.403.750 mrs.), en el reparo del puente y de la cerca de la ciu-dad. Parece ser que el reparo del puente, antes de que comenzase la revuelta de las Comunidades, ya estaba encargado a Gómez Herrador.

B. AGS. Registro General del Sello, mayo 1529. Copia en cuad. de 10 ho-jas de pap. en folio foradadas. Cortesana. Hay otros cinco cuadernos más, co-rrespondientes a Pedro Martín, Juan Bueno, Fernando Alonso, Cristóbal Rueda y Juan Sierra que por ser del mismo tenor no se incluyen en este catálogo.

39

1532, enero 31.-Salamanca.

Ordenanza del concejo de Salamanca en la que a fin de preservar el buen estado de la calzada del puente, se prohíbe el paso de carretas herradas por él.

B. AGS. Registro General del Sello, abril 1532. Cop. inscrita en una confir-mación del rey Carlos I (1532, abril 6.-Medina del Campo), en una hoja de pap. en folio foradada. Cortesana.

C. ARCHV. Pleitos Civiles, F. Alonso (F), c. 1.197-1, fols. 30-32.

40

1534, marzo 10.-Salamanca

Los carreteros Alonso de Castellanos, vecino de Salamanca, y Juan de Mera, vecino del Arrabal, en sus nombres y de todos los dueños de carretas herradas de la ciudad y del lugar de Los Villares, ante el acuerdo suscrito con el concejo de suspender por veinte años la ordenanza que prohibía el tránsito de carretas herra-das por el puente a cambio de obligarse a conservar en buen estado el enlosado

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de dicho puente y reparar los desperfectos ocasionados en él, encargan de tal cometido al cantero Juan Negrete quien, por ello, recibiría 60 reales anuales de plata (2.040 mrs.).

B. ARCHV. Pleitos Civiles. F. Alonso (F), c. 1.197-1, fols. 3-4v. Cop. inscri-ta en un pleito (1546, octubre 6-1547, octubre 8.-Salamanca). Procesal.

41

1534, marzo 12.-Salamanca.

Contrato de los canteros Juan Negrete y Machín de Sarasola por el que se obligaban, tras el acuerdo del concejo con los señores de la carretas herradas de la suspensión de la ordenanza municipal de Salamanca que prohibía el paso de di-chas carretas por el puente, a mantener durante los próximos veinte años en buen estado el enlosado de dicho puente y, más en concreto, de su mitad más próxima a la ciudad, comprometiéndose, al mismo tiempo, a reponer en el plazo de quince días cualquier piedra quebrada, gastada o hundida con otra de Martinamor.

B. ARCHV. Pleitos Civiles. F. Alonso (F), c. 1.197-1, fols. 2v-3. Cop. inscri-ta en un pleito (1546, octubre 6-1547, octubre 8.-Salamanca). Procesal.

42

1543, agosto 1-2.-Salamanca.

Luis Ponce de León, corregidor de Salamanca, concede a Machín de Sarasola la tutela de Juan y María, de doce y catorce años de edad e hijos menores del di-funto Juan Negrete y de María de Mata, a petición de esta última.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 3.149, fols. 105-106. Orig. en cuad. de pap. de 2 hojas en fol. Procesal.

CIT. BARBERO GARCÍA, A. y MIGUEL DIEGO, T. de, Documentos para la Historia del Arte en la provincia de Salamanca. Siglo XVI. Salamanca: Ediciones de la Diputación de Salamanca, 1987, p. 57.

43

1544, febrero 4.-Salamanca.

Machín de Sarasola, maestro de cantería de Salamanca, como tutor de Juan y María, hijos menores de edad del difunto Juan Negrete y de María de Mata, apo-dera a Juan de Mora, carretero del Arrabal, para que pueda cobrar los dineros que le debían de los diez últimos años al difunto Juan Negrete los carreteros por el pasaje de carretas herradas por el puente de Salamanca.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 3.150, fol. 198. Orig. en hoja de pap. en folio. Procesal.

CIT. BARBERO GARCÍA, A. y MIGUEL DIEGO, T. de, Ob. cit., p. 57.

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1544, agosto 14.-Salamanca.

Alonso el Bueno, carretero e hijo de Andrés Pérez, carretero difunto, se obliga a pagar a los hijos de Juan Negrete, cantero difunto, y a Machín de Sarasola, maes-tro de cantería y tutor de dichos hijos, 360 reales (12.240 mrs.) por razón del paso durante los seis últimos años por el puente de las carretas herradas pertenecientes a los monasterios, señores de la iglesia, caballeros y otras personas de la ciudad y su tierra, así como de la villa de Tejares y del Arrabal.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 3.151, fol. 230. Orig. en cuad. de pap. de 1 hoja en fol. Procesal.

45

1545, octubre 16.-Salamanca.

Machín de Sarasola, cantero y tutor de los hijos menores de Juan Negrete, difunto, reconoce haber recibido del carretero Alonso el Bueno sesenta reales, co-rrespondientes a la paga de un año y por razón de cierta obligación.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 3.153, fol. 288. Orig. en pap. en fol. Procesal.

CIT. BARBERO GARCÍA, A. y MIGUEL DIEGO, T. de, Ob. cit., p. 57.

46

1546, octubre 6-1547, octubre 8.-Salamanca.

Sentencia dictada por el licenciado Juan Dorta, teniente de corregidor de Salamanca, en el pleito que a lo largo de un año mantuvieron el concejo de la ciudad y Machín de Sarasola, cantero, que se había obligado, junto al también cantero, Juan Negrete, difunto, a tener bien reparado el enlosado del puente ma-yor de los destrozos que ocasionaba el paso de las carretas herradas, a cambio de recibir 2.040 mrs. anuales de los carreteros. En ella Machín de Sarasola, al negarse al reparo del enlosado, pues los carreteros le habían dejado de pagar dichos mara-vedís, porque, a su vez. el concejo había prohibido el paso de dichas carretas, fue condenado a que en un plazo de nueve días reparase los desperfectos de la calzada del puente, en caso contrario y transcurridos quince días, la mandaría reparar el concejo con cargo al citado Machín; por otra parte, ordena a los carreteros que paguen los 2.040 mrs. anuales y, en caso de que faltase algo de los años anteriores, se haría cargo el propio concejo.

Contiene: – Ordenanza municipal prohibiendo el paso de carretas herradas por el

puente (1532, enero 31.-Salamanca).

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– Acuerdo entre los carreteros y el concejo de Salamanca para permitir el paso de carretas herradas por el puente durante un periodo de veinte años (1534, marzo 10.-Salamanca).

– Contrato suscrito entre Juan Negrete y Machín de Sarasola, canteros, y la ciudad para la reparación de la calzada del puente (1534, marzo 12.-Sa-lamanca).

A. ARCHV. Pleitos Civiles. F. Alonso (F), c. 1.197-1. Orig. en cuad. de 40 hojas de pap. en folio. Procesal.

47

1548, enero 7-19.-Salamanca.

Probanza hecha por el concejo de Salamanca en el pleito que mantenía, en grado de apelación, con el cantero Machín de Sarasola, a propósito del enlosado del puente, para ser enviada a la Chancillería de Valladolid.

Contiene: – Carta de personería del concejo salmantino a favor de Juan Sánchez

(1546, junio 25.-Salamanca).

– Carta receptoria del rey Carlos I (1547, diciembre 16.-Valladolid).

A. ARCHV. Pleitos Civiles F. Alonso (F), c. 1.197-1. Orig. en cuad. de 12 hojas de pap. en folio más la portada. Procesal.

48

1551, septiembre 4.-Valladolid.

Provisión del rey Carlos I por la que, ante la queja de Juan de Paredes, pro-curador del deán y cabildo de Salamanca, de que los del concejo no les permitían pasar por el puente y calles de la ciudad a las carretas herradas que transportaban material para la construcción de la catedral nueva, les ordena que les permitan el paso y que en el término de nueve días envíen al Consejo la razón por la que no querían cumplir esta provisión.

B. ACSa, caj. 12, leg. 1, núm. 19. Cop. inserta en otra provisión real (1551, septiembre 30.-Valladolid). Cortesana.

49

1551, septiembre 30.-Valladolid.

Provisión del rey Carlos I al concejo de Salamanca, en la que le ordena, ante la resistencia a cumplir otra anterior, que permitan pasar por el puente a las ca-rretas herradas cargadas con el nogal que el deán y cabildo tenían comprado para la obra de la catedral nueva durante el plazo de un año.

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Contiene:– Inserta la provisión de Carlos I (1551, septiembre 4.-Valladolid).

– Adherida la notificación de esta provisión a distintos miembros del con-cejo salmantino (1551, octubre 10.-Salamanca).

A. ACSa, caj. 12, leg. 1, núm. 19. Orig. en hoja de pap. en fol. Cortesana

50

1552, abril 8.-Valladolid.

La Chancillería de Valladolid confirma la sentencia dada por Juan Dorta, teniente de corregidor de Salamanca, en el contencioso que mantenía el concejo de Salamanca contra Machín de Sarasola por no arreglar los desperfectos ocasio-nados por las carretas herradas en el enlosado del puente y que éste apeló; además lo condenan al pago de las costas.

A. ARCHV. Pleitos Civiles. F. Alonso (F), caja 1.197-1, fol. 72. Orig. en hoja de pap. en folio. Procesal.

51

1613, mayo 6.-León

Pedro de Llánez, maestro arquitecto de León, apodera a Pedro de la Peña, maestro arquitecto, residente en León y vecino de Sos, en la merindad de Trasmie-ra, para que en su nombre pudiera participar y pujar en el remate de las obras del puente de Salamanca y, en caso de conseguir el remate, dar las fianzas acostum-bradas en su persona y bienes.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 4.977, fols. 983-984. Orig. en cuad. de 2 hojas de pap. en folio. Procesal.

52

1613, mayo 12.-Salamanca.

Juan de Alvarado, maestro de cantería de Toro, y Pedro de la Peña, vecino de Sos, de la merindad de Trasmiera, en nombre de Pedro de Llánez, maestro de can-tería de León, acuerdan que, habiendo conseguido Juan de Alvarado el remate de la obra del puente de Salamanca por 9.500 ducados y al ser obra tan grande y de tanta calidad y cantidad, se conciertan en dar a Pedro de Llánez la tercera parte de la obra a cambio de la tercera parte de los ducados en que se había rematado y con las fianzas acostumbradas.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 4.977, fols. 981-982. Orig. en cuad. de 2 hojas de pap. en folio. Procesal.

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EL PUENTE ROMANO DE SALAMANCA

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1613, agosto 3.-Salamanca

Juan de Alvarado, maestro de obras de Toro, residente en Salamanca, en quien estaba rematada la obra del puente salmantino en 9.500 ducados, cede la mitad de dicha obra a Juan de Nates Naveda, maestro de obras y también residente en Sala-manca, con la condición de que si Pedro de Llánez, maestro de cantería de León, a quien con anterioridad Juan de Alvarado le había cedido la tercera parte de dicha obra, a su vez decidiera cederla, debería ser para los dos a partes iguales.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 5.575, fols. 551-552. Orig. en cuad. de 2 hojas de pap. en folio. Procesal.

54

1615, mayo 12.-Sos.

Pedro de Llánez, arquitecto y vecino de la Rada y León, habiendo recibido (1613, mayo 12.-Salamanca, ante Juan Álvarez Maldonado) la tercera parte de la obra del puente de Salamanca de Juan de Alvarado, arquitecto de Toro, en quien se había rematado en 9.500 ducados (1613, mayo 10.-Salamanca, ante Gaspar de Zamora), y no pudiendo ir a Salamanca para realizar dicha obra, la cede a favor de Pedro de la Peña, arquitecto de Ciudad Rodrigo, a cambio de un escritorio.

A. AHPC. Protocolos Notariales, núm. 1.106, fols. 90-91. Orig. en cuad. de 2 hojas de pap. en folio. Procesal.

55

1616, enero 11.-Salamanca.

Juan García, depositario del dinero del repartimiento hecho para el reparo del puente de Salamanca, reconoce haber recibido de Bartolomé Corral, en nom-bre del lugar de San Felices de los Gallegos, 4.410 mrs. que habían quedado de los 14.270 que habían correspondido a dicha villa en el referido repartimiento.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 5.325, fol. 1.451. Orig. en papel en fol. Procesal.

56

1617, agosto 21.-Salamanca.

El maestro Pedro de la Puente Montecillo, en quien estaba rematada la obra y reparo del puente de Salamanca, reconoce haber recibido 450 reales para pro-seguir dicha obra de Domingo Delgado, uno de los fiadores que el cantero Juan García, ausente, había dado como depositario del cobro de los 9.500 ducados del

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repartimiento para el reparo del puente. Habiéndose negado en un principio el citado Domingo a dar 400 ducados que le habían librado el corregidor y demás caballeros comisarios del puente, se avino finalmente a pagar los 450 reales a cuenta de los 9.500 ducados del repartimiento, a fin de evitar la prisión con que se le amenazaba.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 5.327, fols. 1.469-1.470. Orig. en cuad. de 2 hojas en fol. Procesal.

57

1618, septiembre 7.-Madrid.

El rey Felipe III, ante la denuncia presentada por Jerónimo Deniso, en nom-bre de Pedro de la Puente Montecillo, en quien estaba rematada la obra del puen-te de Salamanca, de que a su parte se le debía gran cantidad de dinero de la reparación y que, aunque había insistido varias veces para que le pagasen mil ducados para proseguir la obra, no lo había conseguido, ordena al corregidor de Salamanca informe al Consejo en el plazo de seis días para que ellos decidan lo que convenga hacer.

B. AGS. Registro General del Sello, septiembre 1618. Copia en pap. en folio foradado. Bastarda española.

58

1620, agosto 29.-Madrid.

El rey Felipe III, ante la relación de Jerónimo Deniso, en nombre de Pedro de la Puente Montecillo, maestro de cantería en quien estaba rematada la reparación del puente de Salamanca, de no poder proseguir la reparación si no se construyese una cepa entre los cuatro nuevos arcos reparados y el edificio viejo, así como una hilada a lo largo de todo el puente, terraplenar el ojo que se hacía entre el puente y la calzada del Arrabal y otras obras, y habiéndose informado por el licenciado Gi-limón de la Mota y por los maestros Gaspar de Morales y Juan Moreno, que tasaron las obras y mejoras en 59.230 reales, manda al corregidor salmantino pregonar esta obra y asignar día para rematarla en el mejor postor.

B. AGS. Registro General del Sello, agosto 1620. Copia en cuad. de 4 ho-jas de pap. en folio foradadas. Bastarda.

59

1620, diciembre 24.-Madrid.

El rey Felipe III, haciendo caso a la relación de Jerónimo Deniso, en nombre de Pedro de la Puente Montecillo, maestro de cantería en quien estaba rematada la reparación del puente de Salamanca, de no poder proseguir con ella si no se hi-

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ciesen algunas reformas, y habiendo mandado pregonar dichas obras y rematadas en el dicho Pedro de la Puente por 5.600 ducados, en los que se incluían los 22.230 reales en que se tasaron las mejoras por él realizadas con anterioridad, manda al corregidor salmantino que reparta los 61.600 reales entre las mismas ciudades, villas y lugares que se había realizado el repartimiento principal.

B. AGS. Registro General del Sello, diciembre 1620. Copia en cuad. de 6 hojas de pap. en folio foradadas. Bastarda.

60

1621, marzo 30.-Madrid

El rey Felipe III, atendiendo la relación de Jerónimo Deniso, en nombre de Pedro de la Puente Montecillo, maestro de cantería en quien estaba rematada la reparación del puente de Salamanca, manda al corregidor de esta ciudad ejecu-tar el reparto de los 2.094.400 mrs. a que ascendía el implemento de dicho reparo entre los lugares de las tierras y jurisdicciones de Salamanca, Hinojosa, San Felices de los Gallegos, Fermoselle, Ciudad Rodrigo, Galisteo, Plasencia, Montemayor, Mi-randa del Castañar, Béjar, Alba de Tormes y sus cuartos (Cantalberque, Allende el Río y Rialmar), Villatoro, Piedrahita, El Barco, Arévalo y sus sexmos (Aceral, Sin-lavajos, Aldeas, Orbita, La Regar y Rágama), Ávila y sus sexmos (Serreruela, San Vicente, San Juan, Covaleda, San Pedro, Santo Tomé y Santiago), Segovia, Coca, Valladolid, Medina del Campo, Olmedo, Cuéllar, Mayorga, Íscar, Toro, Tordesi-llas, Torrelobatón, Benavente, Zamora, Alcañices, Carvajales, San Vicente, San Cebrián, Sayago, Tierra del Vino, Gema y Ledesma.

B. AGS. Registro General del Sello, marzo 1621. Copia en cuad. de 32 hojas de pap. en folio foradadas. Humanística.

61

1622, enero 2.-Salamanca.

Acuerdo suscrito entre Pedro de la Puente Montecillo, maestro cantero encar-gado del reparo del puente de Salamanca, y Francisco González, labrador de Los Villares, y Catalina Torivia, su mujer, para transportar con sus bueyes y carretas cien almenas (de 4 pies de largo, 2,5 de ancho y 2 de grueso) y otras tantas soleras (de 6,5 pies de largo, 2,5 de ancho y 1,25 de grueso) desde las canteras de Pana-deros, de donde las sacaban Gerónimo González y sus compañeros gallegos, hasta el mismo puente de Salamanca, a cambio de cuatro reales y cuartillo por cada almena y ocho reales y medio por cada solera.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 3.512, fols. 520-523. Orig. en cuad. de 4 hojas de pap. en folio. Procesal.

CIT. GARCÍA AGUADO, P., Documentos para la Historia del Arte en la provincia de Salamanca. Primera mitad del siglo XVII. Salamanca: Ediciones de la Diputación de Salamanca, 1988, p. 62.

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1622, marzo 10.-Salamanca.

Pedro de la Puente Montecillo, maestro cantero en quien estaba rematado el reparo del puente mayor de Salamanca, acuerda con Pedro de Peralta y Diego Sánchez el Mozo, vecinos de Aldearrubia, que éstos sacaran y cortaran de las can-teras de Panaderos toda la piedra necesaria para las almenas del puente a cambio de seis reales y cuarto cada pieza antes del 25 de julio.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 3.512, fol. 515. Contrato de obra, orig. en cuad. de 2 hojas de pap. en folio. Procesal.

CIT. GARCÍA AGUADO, P., Ob. cit., p. 61.

63

1622, marzo 14.-Salamanca

Diego de Pareja Velarde, caballero de Montesa, corregidor de la ciudad y real juez ejecutor para el reparo del puente mayor y del Zurguén, juntamente con otros regidores y comisarios de la ciudad (licenciado Carvajal, Antonio Rascón, Antonio de Carvajal y Diego Moreta), vistas las obras, proponen, entre otras cosas, cambiar las columnas de entrada del puente mayor, alargar los paredones y diversos arre-glos en el puente del Zurguén y en sus calzadas.

A. AMSa. Gobierno. Actas Municipales, caja 1.964 (libro 7), fols. 21-22. Orig. en cuad. de 2 hojas de pap. en folio. Humanística.

64

1622, octubre 26.-Salamanca.

Pedro de la Puente Montecillo, maestro de cantería y del puente mayor de Salamanca, y Juan de Rioseco, también maestro de cantería y personero de Felipe de Suesa, que había tenido participación en la obra del puente de Salamanca, llegan a un acuerdo sobre las cuentas de las obras del puente romano y del Zur-guén. Cada uno se declaró satisfecho con lo recibido, según las obras realizadas, y decidieron que Juan de Rioseco percibiera los 664 reales en que se había tasado la demasía del puente del Zurguén, seguir con la demanda contra la ciudad por razón de la quiebra del depósito de la obra y que el referido Pedro de la Puente concluyera la obra del puente romano.

A. AHPSa. Protocolos Notariales, núm. 4.346, fols. 39-42. Orig. en cuad. de 4 hojas de pap. en folio. Procesal.

CIT. GARCÍA AGUADO. P., Ob. cit., pp. 62 y 64.

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Fuentes documentales

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1. archiVo De la cateDral De salamanca (acsa.)

Sección Primera: Documentos

– Caj. 3, legs.: 1 (48), 2 (37, 57-1, 57-2), 3 (27-1)– Caj. 6, leg.: 3 (18)– Caj. 11, leg.: 1 (13)– Caj. 12, leg.: 1 (19)– Caj. 13, leg.: 1 (4)– Caj. 14, leg.: 2 (12)– Caj. 16, legs.: 1 (5, 28, 30), 2 (54), 3 (3-1, 14, 15)– Caj. 17, leg.: 1 (12, 64)– Caj. 20, legs.: 1 (28-2, 38-1), 3 (13, 34)– Caj. 22, leg.: 1 (26-7)– Caj. 39, leg.: 1 (16-1, 16-2, 126-1)– Caj. 43, leg.: 2 (39)– Caj. 45, leg.: 1 (36, 42)

Sección Segunda: Libros-Registros

– Caj. 67: “Libro de las posesiones del cabildo y de los capellanes del coro” (s. XVI).

– Caj. 69: Actas Capitulares, libros: 1, 2, 3, 18, 19

2. archiVo Diocesano De salamanca (aDsa.)

– Núms. 1, 2, 6

3. archiVo General De simancas (aGs)

Patronato Real:

– Leg. 69, docs. 53, 56

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Registro General del Sello:

– enero 1487,2– enero 1499,210– julio 1499,362– octubre 1499,173 y 394– junio 1500– febrero 1503– marzo 1507– marzo 1510– junio 1518– agosto 1518– octubre 1518– diciembre 1519– febrero 1520– junio 1520– julio 1520– marzo 1522– junio 1522– febrero 1526– abril 1532 – septiembre 1618– agosto 1620– diciembre 1620– marzo 1621

4. archiVo histórico nacional –maDriD– (ahn).

Sección Clero:

– Salamanca, Catedral, carpetas: 1.879 (6), 1.884 (5, 12), 1.886 (9)

5. archiVo histórico ProVincial De cantabria (ahPc).

– Protocolos Notariales, núm. 1.106

6. archiVo histórico ProVincial De salamanca (ahPsa)

Sección Obras Públicas:

– Archivo de la Jefatura, leg. 323.– Protocolos Notariales, núms.: 3.149, 3.150, 3.151, 3.153, 3.512, 4.346, 4.977,

5.325, 5.327, 5.575

7. archiVo municiPal De leDesma (aml)

– Núm. 1– Signat. 38.7

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8. archiVo municiPal De salamanca (amsa)

Fondo Municipal: Sección de Gobierno.

– Actas Municipales, cajas: 1.963 (libro 6), 1.964 (libro 7), 1.966 (libro 12)– Caja 3.380 (libro 1.230)

9. archiVo De la real chancillería De VallaDoliD (archV).

Sección de Pleitos Civiles

– Pérez Alonso (F), C. 606-1– F. Alonso (F), C. 1.197-1

10. archiVo De la uniVersiDaD De salamanca (aus)

– Legs.: 2.868 (24), 2.998 (s.n.)– Libro de Claustros: 84

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Este libro del profesor e investigador Ángel Vaca Lorenzo nos muestra el valor añadido que tiene el puente romano, su importancia histórica y la función que ha desempeñado a lo largo de sus casi dos mil años de vida. Y viene a llenar un vacío sobre su exigua investigación histórica y por ello, a reponer su antigua valoración perdida. Al editar «El puente romano de Salamanca» el Departamento de Cultura de la Diputación quiere acercar a los lectores una parte sustancial de nuestra historia reflejada a través de una arquitectura de vital importancia para la vida diaria de los salmantinos y para el desarrollo urbanístico de la ciudad, una seña de identidad de todos los salmantinos.