el principio de continuidad en la filosofía de la historia de diderot

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1 El principio de continuidad en la filosofía de la historia de Diderot Elizabeth Echavarría. C.C. 1 020 438 875 Dennis Diderot (1713-1784) fue una figura sobresaliente del siglo XVIII europeo, su actividad intelectual se enmarca en el periodo conocido como la Ilustración. Sus valiosos aportes en los campos de la literatura, el teatro y la filosofía le han valido un reconocimiento que va más allá de su más ambicioso proyecto, L'Encyclopédie, síntesis de los conocimientos de la época que emprendió con su colega dAlembert, considerada hito y una de las más grandes obras de occidente. Su filosofía se nutre de las tradiciones y aportes de un gran número de pensadores, entre ellos Condillac, dHolbach, Leibniz, Spinoza, Rosseau (respecto de quien terminará disintiendo), entre muchos otros. El presente escrito pretende, de manera breve y apenas preliminar, esbozar los alcances y rasgos de un elemento clave en la filosofía de la historia diderotiana, este se encuentra además contenido en su antropología y en su aproximación al sistema de la naturaleza, nos referimos, claro está, a su constante alusión a un principio de continuidad en el orden de las cosas. Haremos aquí alusión en un primer momento entonces al principio enunciado señalando sus implicaciones en el plano de la visión de la naturaleza del pensador francés, para continuar por revisar su impacto en la antropología del mismo filósofo y finalmente relacionaremos todos estos planos en el ámbito de la filosofía de la historia que nos es posible vislumbrar en el escrito

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Page 1: El principio de continuidad en la filosofía de la historia de Diderot

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El principio de continuidad en la filosofía de la historia de Diderot

Elizabeth Echavarría. C.C. 1 020 438 875

Dennis Diderot (1713-1784) fue una figura sobresaliente del siglo XVIII europeo, su

actividad intelectual se enmarca en el periodo conocido como la Ilustración. Sus

valiosos aportes en los campos de la literatura, el teatro y la filosofía le han valido

un reconocimiento que va más allá de su más ambicioso proyecto, L'Encyclopédie,

síntesis de los conocimientos de la época que emprendió con su colega d’Alembert,

considerada hito y una de las más grandes obras de occidente. Su filosofía se nutre

de las tradiciones y aportes de un gran número de pensadores, entre ellos Condillac,

d’Holbach, Leibniz, Spinoza, Rosseau (respecto de quien terminará disintiendo),

entre muchos otros.

El presente escrito pretende, de manera breve y apenas preliminar, esbozar los

alcances y rasgos de un elemento clave en la filosofía de la historia diderotiana, este

se encuentra además contenido en su antropología y en su aproximación al sistema

de la naturaleza, nos referimos, claro está, a su constante alusión a un principio de

continuidad en el orden de las cosas. Haremos aquí alusión en un primer momento

entonces al principio enunciado señalando sus implicaciones en el plano de la visión

de la naturaleza del pensador francés, para continuar por revisar su impacto en la

antropología del mismo filósofo y finalmente relacionaremos todos estos planos en

el ámbito de la filosofía de la historia que nos es posible vislumbrar en el escrito

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“Sobre las naciones salvajes” apartado cuarto de la obra “Tratado de la barbarie de

los pueblos civilizados”.

La perspectiva que se aprecia en el abordaje del concepto de naturaleza en la obra

de Diderot es una de corte naturalista -naturalista vitalista-, enfoque que bebe de

Spinoza y que encontrará un desarrollo posterior en el panteísmo de Schelling

oponiéndose a otro tipo de naturalismo, el naturalismo mecánico; de acuerdo a

Flórez Miguel (1998, p. 119) los seguidores de esta última corriente “piensan que la

técnica (…) puede acabar con todos los males de la humanidad.” Dice el mismo

autor que “frente a estos, Rousseau defiende una vuelta a la naturaleza teñida de

romanticismo y Diderot ocupa un lugar intermedio.” Para Diderot, la naturaleza no

es un objeto cuyo destino es ser sometido por la razón del hombre, sino un

organismo que aquel debe respetar. El entender a la naturaleza como un organismo

digno de respeto implica la introducción del principio de continuidad que se propone

abordar este escrito, principio del cual se derivan unos desarrollos claves en el

sistema filosófico que nos ocupa y a los cuales haremos mención más adelante; en

esta dimensión del pensamiento diderotiano el pensador describe al orden natural,

al universo, como un gran todo continuo dentro del cual la totalidad de los seres

están relacionados entre sí en una cadena tendencial en la que es complejo, y acaso

inútil, trazar fronteras o límites. En Diderot, desde un punto inicial, el origen, se

derivan todas las tendencias imaginables, de esta manera se pone en entredicho la

posibilidad de que existan causas finales o fines últimos, se “reduce todo el sistema

de la naturaleza a tendencias dentro de las cuales no cabe hablar de finalidad” dirá

el mentado Flórez Miguel (1998, p. 118). Vemos pues que Diderot parte, en su

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filosofía de la naturaleza, de un rechazo fundamental al principio de perfectibilidad

que impulsaría a casi la totalidad de las filosofías ilustradas, nuestro pensador se

alejará también del antropocentrismo, yendo en contra de otro de los pilares de la

modernidad, para internarse más bien en un cosmocentrismo que nace del mismo

principio de continuidad enunciado arriba: si todo el universo es una cadena

continua, el hombre en ella no es más que un eslabón, y de ninguna forma el ser

más importante.

Nos adentramos así en la antropología diderotiana que pondremos en relación con

su filosofía de la historia también imbuida del panteísmo que se adivina en el

principio de continuidad que sirve de hilo conductor a este escrito y que derivamos

de la lectura del escrito de Diderot “Sobre las naciones salvajes”; en el mismo se

presenta una reflexión en torno a las ventajas y desventajas de los estados salvaje

y civil, para terminar reforzándose la idea de continuidad y la imposibilidad de aspirar

a un estado último de realización para la especie humana, cuya historia no es más

que un fragmento efímero dentro de una historia más amplia, la de la materialidad

y sus distintas organizaciones.

El hombre de Diderot es uno que no rompe nunca por completo sus lazos con la

animalidad, la especie humana no se aleja en un movimiento continuo de ese origen

primitivo, vemos más bien que se propone un flujo continuo en el que auge y

decadencia, civilización y barbarie, animalidad y humanidad se suceden

necesariamente sin fin; dice el mismo Diderot que el hombre no puede alejarse

indiscretamente de la naturaleza sin ir en contra de su propia felicidad, y vaticina:

“en los próximos siglos el hombre salvaje avanzará paso a paso hacia el estado

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civilizado. Por su parte, el hombre civilizado regresará a su estado primitivo.” (2011,

p. 102) Veremos a continuación y partiendo de aquí, como en la enunciación

diderotiana de las ventajas y desventajas que traen consigo los estados salvaje y

civil respectivamente es, a fin de cuentas, totalmente indiferente para la especie

humana vivir en uno o en otro estado, en palabras de Duchet “la verdadera cuestión

(…) no consiste en elegir entre dos estados en los que todo se compensa sobre

todo más o menos, sino en obrar de manera que el equilibrio entre las ventajas y

los males propios de cada uno de ellos no se rompa” (1975, p. 395). En lo salvaje y

en lo civil ve Diderot aspectos positivos y negativos, y aunque su balance hace

aparecer al salvaje como más feliz y libre que el civilizado, sometido este último a

necesidades artificiales y penurias surgidas de una funesta perfección que no puede

disfrutar más, este filosofo no defiende nunca una vuelta a las selvas al estilo de

Rousseau, más bien aspira al arribo de la humanidad a una especie de punto

intermedio entre civilidad y salvajismo que el mismo Duchet citado arriba describe

así:

A mitad de camino entre en estado salvaje, en verdad demasiado miserable,

y el estado civilizado, demasiado corrompido, Diderot sueña con una

sociedad en la que el hombre disfrutaría de las comodidades y las dulzuras

de la civilización, conservando sin embargo la libertad y la despreocupación

de los salvajes. (1975, p. 399)

Sin embargo no puede evitar Diderot preguntarse a este respecto “¿quién

establecerá dicho punto? Y una vez fijado ¿qué autoridad podría dirigir al hombre

hacia él y detenerlo allí?” (2011, p. 102).

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La imposibilidad de que la especie humana arribe a un estadio final ideal de

humanización o perfección se basa en Diderot en el principio de continuidad del que

hemos venido hablando, y del mismo se derivan las penurias que atormentan la vida

del hombre civilizado, todo ello responde a la inevitable tendencia hacia la marchitez

que presentan los organismos sociales al igual que los naturales, todos ellos están

regidos por un mismo principio natural que les lleva a expandirse o desarrollarse

primero y luego a seguir sin excepción un proceso de decadencia que los lleva de

nuevo al punto de partida.

Para citar como cierre de nuevo a Duchet “toda [esta] filosofía de la historia

contradice la noción de un ‘bello ideal’” (1975, p. 399), esto hace de la de Diderot

una filosofía de la historia que comparte poco con sus contemporáneas ilustradas o

modernas, en ella se renuncia a la idea de perfectibilidad y en vez de trazarse un

horizonte teleológico para la especie humana, se dibuja un flujo constante de

evolución e involución en un universo en el cual el hombre no es más rey de la

creación, sino mero eslabón en una cadena infinita.

Bibliografía.

Diderot, D. (2011). Sobre las naciones salvajes. In Tratado de la barbarie de los pueblos civilizados (pp. 83–107). Barcelona: Pasado Presente.

Duchet, M. (1975). Antropología e historia en el siglo de las luces. México: Siglo XXI.

Flórez Miguel, C. (1998). La filosofía en la Europa de la Ilustración. Madrid: Síntesis.