el perro y el caballo

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El perro y el caballo Una aproximación al método indiciario desde la historia de Zadig. Por: Gloria Díaz y Marcela Vega Vargas El perro y el caballo hace parte de una serie de cuentos de Voltaire sobre Zadig, un joven virtuoso que reúne en él cualidades como la inteligencia, la apariencia agradable y la riqueza. Sin embargo, y pese a su particular condición, Zadig decide abandonarlo todo a causa de su pésima relación con Azora y buscar otra fuente de felicidad distinta en la observación detenida de la naturaleza. El cuento narra, en primer lugar, este pasaje de observación detenida, y pasa a el evento central donde Zadig se encuentra con un eunuco de la reina y más adelante con un montero del rey. El primero le interroga por la pérdida del perro de la reina, frente a lo cual el protagonista responde con una exactitud asombrosa. Igual ocurre frente a la pregunta del montero con respecto al caballo extraviado del rey. La habilidad de Zadig para enfrentar el dilema le convierte en sospechoso y solo cuando consigue explicar su forma predictiva, emerge para la audiencia un proceso de conocimiento íntimamente ligado a una perspectiva muy detallada de ver rastros. La estructura del texto coloca como premisa para la lectura de todo el cuento, un asunto que se convierte en la clave explicativa de la forma de producción de conocimiento del

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Page 1: El Perro y El Caballo

El perro y el caballoUna aproximación al método indiciario desde la historia de Zadig.Por: Gloria Díaz y Marcela Vega Vargas

El perro y el caballo hace parte de una serie de cuentos de Voltaire sobre Zadig, un

joven virtuoso que reúne en él cualidades como la inteligencia, la apariencia agradable

y la riqueza. Sin embargo, y pese a su particular condición, Zadig decide abandonarlo

todo a causa de su pésima relación con Azora y buscar otra fuente de felicidad distinta

en la observación detenida de la naturaleza.

El cuento narra, en primer lugar, este pasaje de observación detenida, y pasa a el

evento central donde Zadig se encuentra con un eunuco de la reina y más adelante con

un montero del rey. El primero le interroga por la pérdida del perro de la reina, frente

a lo cual el protagonista responde con una exactitud asombrosa. Igual ocurre frente a

la pregunta del montero con respecto al caballo extraviado del rey. La habilidad de

Zadig para enfrentar el dilema le convierte en sospechoso y solo cuando consigue

explicar su forma predictiva, emerge para la audiencia un proceso de conocimiento

íntimamente ligado a una perspectiva muy detallada de ver rastros.

La estructura del texto coloca como premisa para la lectura de todo el cuento, un

asunto que se convierte en la clave explicativa de la forma de producción de

conocimiento del protagonista, y que si no se mira con detalle podría equipararse la

con simple contemplación feuerbachiana de la materialidad.

Las condiciones en que el protagonista ha construido su conocimiento, aquel que le

permite el uso de la predicción, es en primera instancia, la posibilidad del retiro “a una

casa de campo en las riberas del Eufrates.” (Voltaire, 1819, p. 82) Zadig, al aislarse de

la vida del sentido común que proporciona el seguir una secuencia esperada

socialmente (por su riqueza, su apariencia e inteligencia) se permite a sí mismo el

espacio de distanciamiento de la creencia generalizada, y más bien se acerca a un

conocimiento que va más allá de lo evidente.

Implícitamente en el inicio del cuento, se encuentra una disputa epistemológica acerca

de las formas de acercarse al conocimiento de la naturaleza, de las cuales una alcanza

relevancia para Zadig. La primera opción descartada era la de cuantificar los

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fenómenos naturales “Allí no se ocupaba en calcular cuántas pulgadas de agua corren

en un segundo bajo los arcos de un puente” (Voltaire, 1819, p. 82), la segunda

posibilidad era la de establecer ciclos a través de recurrencias “o si en el mes del ratón

cae un línea cúbica de lluvia más que en el mes del cordero” (Voltaire, 1819, p. 82), o

la tercera, la de un conocimiento funcional “No imaginaba tampoco hacer seda con

telas de araña, ni porcelana con botellas rotas” (Voltaire, 1819, p. 82). Sobre las dos

primeras opera el principio de búsqueda de lo repetible, aquello que adquiere un

volumen de relevancia en la iteración y que, por tanto, permite llegar a una serie de

leyes generales que homogenizan el conocimiento. La opción epistemológica de Zadig

le permitió adquirir “una sagacidad que le descubría mil diferencias, allí donde los

hombres no veían nada que no fuese uniforme”. La clave del protagonista no estaba en

establecer una regla a la que debía ajustarse indefectiblemente el conocimiento, sino

prestar atenta nota a la disonancia, al lapsus, a la anormalidad. El ruido se convirtió en

la puerta de entrada que rompe el sentido común y que coloca una lógica sencilla,

quizás la más sencilla de todas, en la posibilidad de alcanzar un nuevo conocimiento.

No se trata de opciones epistemológicas complementarias, ni la argucia de Zadig es

instrumento o primer paso a la consecución de leyes generales e hipótesis

totalizantes, se trataba de otra forma de hacer ciencia que se apartaba de la

aproximación galileana y descartiana como única vía de conocer, ya que el

conocimiento indiciario no parte de cajones claramente delimitados, sino de la

necesidad de aproximarse de la manera más adecuada a los objetos de estudio y a los

problemas que plantean. Ginzburg afirma que existe más que un grupo de disciplinas,

un conocimiento al que solo podemos aproximarnos a partir de conjeturas, cuya

potencia radica precisamente en que no es cuantificable, no es seriable y no es

repetible o reducible a una ley general (Ginzburg, 1989), en esto, continúa Ginzburg,

se encuentra totalmente la historia con la búsqueda por indicios, en tanto solo puede

avanzar rastreando huellas de una materialidad ausente (pasado).

Zadig establece las bases de lo que más adelante, en el caso de la obra de Doyle, sería

el paradigma indiciario basado en las conjeturas de Sherlock Holmes. Sin embargo,

Carlo Ginzburg afirma que esta forma de razonar es tan antigua como la existencia del

cazador en la historia de la humanidad, quien exhibía un saber cinegético, es decir,

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aquel que se “caracteriza por su capacidad de remontarse desde datos experimentales

aparentemente secundarios a una realidad compleja, no experimentada en forma

directa” (Ginzburg, 1989, p. 147)

Varias condiciones de esta forma de conocimiento se presentan en el cuento de

Voltaire. La primera, el conocimiento a través de indicios es un conocimiento

indirecto, que en el cuento se expresa a través de la pregunta “¿le habéis visto?” a lo

que Zadig responde “No” (Voltaire, 1819, p. 83). El conocimiento indiciario sí parte de

una materialidad visible que son los indicios, pero no de los hechos en sí, su función es

acercarse conjeturalmente a los hechos, por tanto no sería necesario un conocimiento

indiciario sobre una visión directa. El conocimiento a través de indicios permite,

entonces, acercarse a aquello que no se puede conocer porque ha sido, y solamente

nos deja rastros de perturbación a la manera de una materialidad ausente. La segunda

condición refiere al aparato imaginativo del investigador, pero éste no es producto de

una habilidad ficcional sin más explicación que el talento, sino a la capacidad de

establecer relaciones cuando aparece el rastro, porque el bagaje de conocimiento le

permite al investigador llevar a cabo el proceso predictivo, y su hipótesis es el

resultado narrativo de dichas conexiones. La tercera condición es que el acercamiento

por indicios hacia un nuevo conocimiento parte de la premisa de la particularidad y

del hecho de que en un objeto de investigación existe toda una serie de características

extraordinariamente diversas (Sebeok & Umiker Sebeok, 1987, p. Loc: 194)

La forma de conocer de Zadig se aleja de la inducción y la deducción, y se acerca más a

la abducción, un punto de partida desde los rastros y la amplitud del conocimiento del

investigador, lo que le permite llegar a conjeturas casi de forma inconsciente. El orden

de la abducción es claro en el cuento, lo primero que sale a la luz es una hipótesis

conjetural que conecta de entrada, la habilidad de establecer relaciones entre rastros

y posibles hechos. El proceso de conocimiento nuevo, que Voltaire explicó a través de

Zadig en la página 84, es la revelación de cómo el personaje llega a las relaciones

explicativas a partir de “juntar” analíticamente la particularidad de los rastros.

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Bibliografía

Ginzburg, C. (1989). Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales. En

Mitos, emblemas e indicios. Morfología e historia (pp. 138-175). Barcelona: Gedisa.

Sebeok, T., & Umiker Sebeok, J. (1987). Sherlock Holmes y Charles S. Pierce. El Método

de la Investigación . Barcelona: Paidos.

Voltaire. (1819). Capítulo III. El perro y el caballo. En Zadig, o el destino. Historia

oriental (pp. 82-86). Burdeos, Francia: Imprenta de Pedro Beaume.