el período 1820 - 1852 argentina

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El período 1820-1852: de las autonomías provinciales a la federación rosista. Un Estado moderno requiere de una Constitución ya que es la que establece los principios y las reglas de juego que la sociedad fija para su convivencia. Se dice que es la Ley Suprema porque es la base del resto de las leyes. Es un instrumento que organiza jurídicamente a una nación, garantiza los derechos de los habitantes y ciudadanos y marca las pautas respecto de la forma y régimen de gobierno así como la distribución del poder. De lo señalado se desprende lo complejo que resulta elaborar una Constitución, no sólo porque es en sí misma un instrumento legal fundamental del Estado, sino porque organiza la convivencia de sectores que tienen intereses diversos y muchas veces contrapuestos. Este fue el caso para la Constitución de las Provincias Unidas. Finalmente, el Congreso dictó una Constitución en 1819 que las provincias rechazaron por su carácter centralista. La crisis política de 1820, fruto de un proceso en el cual la batalla de Cepeda fue uno de los detonantes, desintegró formalmente a las Provincias Unidas del Río de la Plata y abrió paso a una nueva etapa caracterizada por la coexistencia de entidades políticas diversas que se regían autónomamente unas con respecto a las otras La disolución del Directorio y del Congreso puso fin al gobierno central. Los gobiernos provinciales fueron estableciendo sus propias formas de gobierno en territorios sin límites precisos que en general se trazaron a partir de las ciudades más importantes. A lo largo de todo el periodo las diferencias políticas tuvieron en la mayoría de los casos sus orígenes en diferencias tanto económicas como sociales, regionales, etc., Por lo tanto, los intentos por construir un Estado unificado se dificultaron enormemente. Estos grupos representaban proyectos diferentes y han pasado a ser conocidos como unitarios y federales. Pero si queremos evitar confusiones debemos saber diferenciar y entender de qué se habla cuando se mencionan estos dos términos. Ambos responden a las formas en que concebían la organización política del país.

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El período 1820-1852: de las autonomías provinciales a la federación rosista.

Un Estado moderno requiere de una Constitución ya que es la que establece los principios y las reglas de juego que la sociedad fija para su convivencia. Se dice que es la Ley Suprema porque es la base del resto de las leyes. Es un instrumento que organiza jurídicamente a una nación, garantiza los derechos de los habitantes y ciudadanos y marca las pautas respecto de la forma y régimen de gobierno así como la distribución del poder. De lo señalado se desprende lo complejo que resulta elaborar una Constitución, no sólo porque es en sí misma un instrumento legal fundamental del Estado, sino porque organiza la convivencia de sectores que tienen intereses diversos y muchas veces contrapuestos. Este fue el caso para la Constitución de las Provincias Unidas. Finalmente, el Congreso dictó una Constitución en 1819 que las provincias rechazaron por su carácter centralista.

La crisis política de 1820, fruto de un proceso en el cual la batalla de Cepeda fue uno de los detonantes, desintegró formalmente a las Provincias Unidas del Río de la Plata y abrió paso a una nueva etapa caracterizada por la coexistencia de entidades políticas diversas que se regían autónomamente unas con respecto a las otras

La disolución del Directorio y del Congreso puso fin al gobierno central. Los gobiernos provinciales fueron estableciendo sus propias formas de gobierno en territorios sin límites precisos que en general se trazaron a partir de las ciudades más importantes. A lo largo de todo el periodo las diferencias políticas tuvieron en la mayoría de los casos sus orígenes en diferencias tanto económicas como sociales, regionales, etc., Por lo tanto, los intentos por construir un Estado unificado se dificultaron enormemente.

Estos grupos representaban proyectos diferentes y han pasado a ser conocidos como unitarios y federales. Pero si queremos evitar confusiones debemos saber diferenciar y entender de qué se habla cuando se mencionan estos dos términos. Ambos responden a las formas en que concebían la organización política del país.

El proyecto unitario ( centralista) se caracterizó por una fuerte subordinación de los poderes provinciales al poder central. Por su parte, los diversos proyectos federales entendían que la organización del Estado nacional debía basarse en la asociación de Estados regionales (provinciales) que delegaran parte de su poder al Estado central. A una primera etapa caracterizada por la autonomía de las provincias, le siguió a mediados de la década de 1820 el breve intento centralizador de Rivadavia que culminó en un fracaso.

Posteriormente, a mediados de la década de 1830, el gobernador de Buenos Aires era Juan Manuel de Rosas. Su política proclamaba un especial federalismo basado en una posición autonomista que demoraba cualquier intento de organización nacional que le significara a su provincia la pérdida de recursos y de mecanismos de control.

La batalla de Caseros en 1852, un nuevo levantamiento del Litoral contra Buenos Aires liderado por Justo José de Urquiza, marcó el fin de esta etapa.

legados de la Revolución de Mayo:

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+surgimiento de los caudillos, nuevos dirigentes políticos que expresaban intereses provinciales o regionales y que contaban con fuerza militar propia. Ellos representaban las tendencias autónomas frente al proceso centralizador impulsado por Buenos Aires. Luego de la década de conflictos que se abrió en 1810, los estados provinciales privilegiaron el establecimiento de su propia organización dictando leyes y constituciones..

Diversos autores han asociado a los caudillos con el desorden, la anarquía, el poder despótico, y con relaciones paternalistas y autoritarias. Sin embargo esas afirmaciones pueden ser matizadas. Debemos recordar que no estaba claro ni era compartido el proyecto de país que se quería construir. Los caudillos, por lo tanto, impulsaban proyectos muy diversos y asumían en sus territorios el control político de acuerdo al proyecto en el cual creían, frente a la imposibilidad de construir un Estado único.

La situación de tranquilidad que vivió Buenos Aires le permitió liderar un nuevo intento de organización nacional. En 1823 convocó a todas las provincias a un nuevo Congreso General que comenzó a sesionar a fines del año siguiente. Pero diversos problemas dificultaron su accionar, entre los que se destaca la guerra con el Brasil por la Banda Oriental. Esta situación provocó que en 1826 el Congreso dictara una Constitución de corte unitario y nombrara presidente a Bernardino Rivadavia en un nuevo intento de unificación nacional.

Si bien el nuevo presidente contaba con el apoyo de los comerciantes -que se beneficiaban con el librecambismo- y de los hacendados -que respaldaban su política de tierras-, las oposiciones fueron mayores. Por tal, su experiencia como primer mandatario resultó breve: a mediados de 1827 Rivadavia presentó la renuncia al cargo lo que significó el fin del gobierno centralizado.

El período 1820-1852 se caracteriza y explica por el conflicto derivado del enfrentamiento de distintos proyectos políticos sobre la organización del país. Las tres décadas están atravesadas por esa oposición que se manifestó tanto en la discrepancia en el debate de ideas como en la violencia política y los enfrentamientos militares que derivaron en guerras civiles.

Sin duda, la disputa principal era entre el unitarismo y el federalismo. Pero junto a ésta se presentan otras de gran importancia. Por ejemplo, el enfrentamiento entre Buenos aires y el Interior. Este confllicto no se puede analizar en términos de "diferencias entre unitarios y federales". Si bien la mayoría de los centralistas se encontraba en la antigua capital del virreinato, los había por todos lados. Muchos comerciantes de las ciudades del interior consideraban que sus intereses estarían mejor asegurados por un gobierno central, y Buenos Aires era un espacio en el que las ideas federales también tenían muchos adeptos.

A su vez, dentro de los grupos federales es necesario también señalar las fuertes diferencias existentes. Podemos dividirlos en tres grupos. Los federales del Interior, los federales del Litoral, y los federales de Buenos Aires, estros últimos ordenados a su vez en los primeros años en doctrinarios y autonomistas. Estos grupos sociales y regionales, con mayor o menor grado de antagonismo, tenían diversos intereses económicos que encontraban en el plano de las ideas un lugar donde manifestar y dirimir sus conflictos.

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Entre 1828 y 1831 el enfrentamiento entre unitarios y federales se extendió por todo el país y se perfiló un alineamiento regional con líderes que basaban su poder político en criterios diversos unos de otros. Estas diferencias promovían además dinámicas sociales diferentes en cada región.

Con la renuncia de Rivadavia se derrumbó el proyecto unitario y retornaron las autonomías provinciales. Se inició entonces una etapa caracterizada por las guerras civiles que culminaron con el triunfo del federalismo bajo el liderazgo de Juan Manuel de Rosas. Los violentos hechos de esos años marcaron el punto máximo de la escalada entre los dos grupos. Hacia 1831, el país se encontraba dividido en dos agrupaciones: la Liga del Interior y el Pacto Federal. La guerra entre ambas parecía inminente, pero la caída del General Paz (líder de la Liga Unitaria) en manos enemigas desmembró ese acuerdo y los federales se impusieron sin oposiciones en todo el país.

En esos años, los caudillos más destacados eran Facundo Quiroga ( La Rioja), Estanislao López (Santa Fe ) y Juan Manuel de Rosas ( Buenos Aires). Cada uno de ellos representaba los intereses de su región y expresaban las diferencias internas del federalismo. De a poco logró imponerse el último. Se dio paso entonces a la Confederación y volvió a retrasarse el dictado de una Constitución y la conformación de un Estado nacional.

Rosas fue designado gobernador de Buenos Aires en 1829. Durante sus dos gobiernos que se extendieron hasta 1832 el primero y desde 1835 hasta 1852 el segundo se consolidó la hegemonía de la provincia sobre el resto del país. La Confederación Argentina funcionó a través de pactos y acuerdos entre provincias. Si bien no se formaron instituciones comunes, Buenos Aires obtuvo el manejo de las relaciones exteriores por lo que representaba a la Confederación como un Estado independiente en el plano internacional.

Rosas demoraba el dictado de una Constitución que implicara la organización nacional y la consecuente pérdida para Buenos Aires de las rentas aduaneras. Bajo sus gobiernos se fue fortaleciendo económicamente el sector terrateniente bonaerense que crecía con la acumulación de tierras, a la vez que el aparato productivo se vinculaba estrecha y exitosamente con las demandas del mercado internacional. La acción legislativa durante sus gobiernos y la campaña militar al desierto (que desarrolló entre los años 1833 y 1834) fueron parte de una batería de acciones y medidas destinadas a fortalecer a este grupo que, junto a los sectores populares urbanos y rurales, constituían las bases sociales de su poder.

El estilo de conducción política desplegado por Rosas ha generado polémicas que llegan hasta nuestros días. Fueron años en los que se exasperaron los conflictos y las lealtades políticas. Para algunos, Rosas no hizo más que demorar el desarrollo del país; para otros, fue capaz de avanzar en la unión nacional y de establecer las bases de un Estado moderno en la provincia luego del fracaso centralizador rivadaviano.

A lo largo de su dilatada gestión la lucha entre unitarios y federales se fue desplazando hacia otra dicotomía: rosistas y antirrosistas. La política tomó nuevas manifestaciones, que iban desde la violencia y la persecución hasta los festejos populares y los actos masivos.

Si bien desde 1835 el orden rosista extendió su influencia en el país, los conflictos y resistencias no dejaron de manifestarse hasta su caída. Los grupos políticos y miembros del ejército unitario, los jóvenes intelectuales de la Generación de 1837, e incluso algunos federales expresaron su

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disidencia. No estuvieron ausentes los levantamientos en el interior y en el propio territorio bonaerense, así como el accionar de los exiliados desde fuera de las fronteras.

Además, se produjeron una serie de conflictos de nivel internacional que tuvieron impacto en la política interna. Las luchas entre blancos y colorados en el Uruguay repercutían en el contexto nacional gracias a las alianzas políticas que se establecían entre los grupos de ambas márgenes del Río de la Plata. Tampoco faltaron problemas limítrofes con la Confederación peruano-boliviana. Asimismo, la dinámica del sistema capitalista hizo recrudecer la rivalidad política y la competencia comercial entre Francia e Inglaterra, lo que tuvo importantes efectos en el Río de la Plata, como los bloqueos o la usurpación de las Islas Malvinas.

Hacia fines de la década de 1840 la economía se encontraba en expansión y habían cesado las convulsiones políticas. Sin embargo esos hechos no impidieron que el orden rosista ingresara en su etapa final. El crecimiento económico basado en la actividad ganadera había beneficiado a Entre Ríos y el gobernador Urquiza -aliado de Rosas en años anteriores- comenzó a diferenciarse políticamente de él, incrementando la autonomía de su provincia. El enfrentamiento no tardó en producirse. Una alianza nacional e internacional liderada por el entrerriano puso fin a la experiencia rosista cuando los ejércitos se enfrentaron el 3 de febrero de 1852 en la batalla de Caseros.

En las luchas por definir la forma que adoptaría el nuevo gobierno, los sectores dominantes en cada provincia se fueron identificando con dos proyectos políticos opuestos: el centralismo y el federalismo.

El grupo unitario (o centralista), que entre 1826 y 1827 se hizo cargo del gobierno central, estaba constituido, fundamentalmente, por políticos, abogados, periodistas, comerciantes y sectores militares de las distintas provincias. Proponía la construcción de un gobierno central fuerte. De acuerdo con las ideas unitarias, las provincias, empobrecidas y despobladas debían constituir gobiernos verdaderamente representativos con una real división de poderes. Y, a su vez, debían quedar organizadas bajo la firme autoridad y control de un gobierno central que garantizara la unidad política y económica de todo el territorio. Los unitarios propusieron, desde un primer momento, la libertad de comercio y el librecambio. También consideraron necesario obtener inversiones de capitales extranjeros para aumentar la producción de bienes económicos y, como un medio para combatir el desequilibrio entre Buenos Aires y las demás provincias, redistribuir los ingresos provenientes de la Aduana.

El Grupo federal: La mayor oposición a los unitarios provino de los estancieros y otros grandes propietarios rurales que se fueron identificando con un proyecto político federal. Éste proponía la organización de un poder central que debía fundarse en el respeto por las autonomías de las provincias.En relación con el proyecto económico, existían claras diferencias entre las propuestas de los federales de las provincias del centro, norte y litoral, y los de Buenos Aires. Los primeros querían la redistribución de los ingresos aduaneros que manejaba Buenos Aires y la libre navegación de los ríos interiores. Por su parte, los federales de Buenos Aires, también llamados "autonomistas bonaerenses", encabezados por Rosas y sus partidarios, no estaban dispuestos a ceder la ciudad y el puerto a la administración de un gobierno central.

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LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS PROVINCIALES

En 1817, el Congreso que declaró la Independencia de

las Provincias Unidas del Río de la Plata se trasladó a Buenos

Aires, donde funcionó como Poder Legislativo del Directorio. Dos años después,

el Congreso sancionó una Constitución de tendencia centralista que otorgaba amplios poderes al gobierno nacional.

Esta constitución fue rechazada por las provincias que sostenían principios federales. La resistencia fue

encabezada por Francisco Ramírez (gobernador de Entre Ríos) y Estanislao López (gobernador de Santa Fe), quienes a principios de 1820 vencieron a las fuerzas porteñas en la batalla de Cepeda. Después de esa batalla, el Directorio y el Congreso se disolvieron y desapareció así el gobierno central de las Provincias Unidas.

El surgimiento de los Estados provinciales

Luego de la desaparición del gobierno central, las provincias proclamaron su autonomía y comenzaron a organizar sus propias instituciones de gobierno. La mayoría de ellas redactaron sus textos constitucionales y crearon salas de representantes que se encargaron de sancionar leyes, acuñar moneda y de elegir a los gobernadores provinciales.

En la mayoría de los casos, esos cargos recayeron en diversos líderes que pertenecían a las familias más ricas de su región. Estos hombres, los caudillos, sumaban a su rol político la capacidad de movilizar tropas integradas por gauchos y peones. Algunos de los principales caudillos fueron, además de López y Ramírez, Facundo Quiroga en La Rioja, Gervasio de Artigas en la Banda Oriental del Uruguay, Juan Manuel de Rosas en Buenos Aires, Justo José de Urquiza en Entre Ríos, Félix Aldao en Mendoza, Juan Bautista Bustos en Córdoba, Felipe Ibarra en Santiago del Estero y Bernabé Araoz en Tucumán.

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En cuanto a Buenos Aires, renunció a la conducción del país, se constituyó como provincia autónoma y creó una Sala de Representantes que eligió a Manuel Sarratea gobernador provisional hasta tanto se realizaran elecciones.

* OBSTÁCULOS: “Instalado para dar ejemplo de imitación a las demás provincias, y propagar, de ese modo indirecto el establecimiento del sistema representativo en todo el país, sucedió lo que era de esperar, que todas las provincias crearon su gobierno local a ejemplo de Buenos Aires, compuesto de los tres poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Entonces tuvimos catorce gobiernos constituidos separadamente, en lugar del gobierno nacional, que quedó vacante […]. Las provincias interiores copiaron al gobierno local de Buenos Aires, no sólo el hecho de su existencia, sino también la extensión de sus facultades y el círculo de sus poderes o atribuciones: y de este modo el ejemplo de gobierno provincial de Buenos Aires, imitado por todas las demás, hizo nacer en cada una un obstáculo a la organización nacional…” Juan B. Alberdi. Derecho público provincial argentino. Buenos Aires, Talleres Gráficos Argentinos, 1853.

Las relaciones entre las provincias

Las relaciones entre los Estados provinciales se llevaron adelante por medio de tratados interprovinciales. En 1820, Buenos Aires, por ejemplo, firmó con Santa Fe y Entre Ríos el Tratado del Pilar. Este acuerdo estableció la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay, que era exigida por las provincias del Litoral para poder comerciar libremente con el exterior, sin la intermediación de Buenos Aires. También acordó la convocatoria de un Congreso Constituyente con la finalidad de poner a los Estados provinciales bajo un gobierno común.

La feliz experiencia

A partir de 1820 Buenos Aires experimento un crecimiento muy importante porque terminada la guerra por la independencia, ya no tuvo que hacer frente a los restos del ejército ni utilizar los ingresos de su aduana para mantener un gobierno central. De esta forma, los recursos fueron enviados solamente en benefició de la provincia.

Con el gobierno de Martín Rodríguez, comenzó una etapa llamada “la feliz experiencia”. Buenos Aires se renovó a partir de las medidas tomadas por los ministros Manuel José García y Bernardino Rivadavia. Fueron eliminados el Cabildo, se crearon escuelas públicas y fomentó las artes y las ciencias.

También el gobierno amplió la línea de frontera para obtener más tierras y afectarles a la producción ganadera. Con ese fin, el gobernador Martín Rodríguez lanzó una campaña contra los indios y logró que la frontera llegara al sur del río Salado. Para aumentar la producción ganadera

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el gobierno debía asegurar un mayor número de trabajadores en las estancias. Para lograrlo, persiguió a los gauchos. Estos no siempre trabajaban en las estancias. Cazando nútrias, lograban alimentarse y vestirse. Por eso, las autoridades les exigían llevar una papeleta donde constara el tiempo y las tareas que cumplían en las estancias. Si el gaucho se encontraba fuera de la estancia o no tenía esa “papeleta”, era considerado “vago y mal entretenido” y se lo obligaba a integrarse al ejército.

El Congreso Constituyente de 1824

Cuando Martín Rodríguez concluyó su mandato, lo sucedió Gregorio de Las Heras. Durante su gobierno, en 1824, se convocó a un nuevo Congreso General Constituyente en la ciudad de Buenos Aires. El objetivo era dictar una constitución y para ello, las provincias enviaron a sus representantes.

Durante años, Buenos Aires había evitado por diferentes medios que se concretase la convocatoria al Congreso Constituyente, tal como establecían el Tratado del Pilar y otros acuerdos provinciales. Pero, en 1824, dos razones parecían indicar la necesidad de cambiar de posición y de impulsar la formación de un gobierno unificado en las Provincias Unidas. En primer lugar, la Banda Oriental había sido anexada al Imperio del Brasil con el nombre de Provincia Cisplatina. A la presión ejercida por las provincias litorales se sumó la de un grupo de representantes de la Legislatura porteña, que reclamaban dejar de lado la actitud pasiva de Buenos Aires e intervenir en el conflicto. En segundo lugar, Gran Bretaña había propuesto reconocer la Independencia rioplatense y firmar un tratado de amistad, comercio y navegación.

Finalmente, en diciembre de 1824, se reunió en Buenos Aires un Congreso formado por representantes de las provincias, en número proporcional a la población de cada provincia. En 1825, el Congreso aprobó la Ley Fundamental, que establecía que las provincias se regían por sus propias constituciones, hasta tanto se sancionara la Constitución Nacional. Mientras tanto, delegaban en el Gobierno de Buenos Aires la gestión de las relaciones exteriores, es decir, la relación con otros países.

La Presidencia de Rivadavia

A fines de 1825, el Congreso reconoció a la Banda Oriental como parte integrante de las Provincias Unidas del Río de la Plata e, inmediatamente, Brasil nos declaró la guerra. Los centralistas (que comenzaban a ser denominados unitarios) aprovecharon la situación de emergencia para presionar al Congreso, que en 1826 sancionó la Ley de Presidencia que creó el cargo de presidente, para el cual fue designado Bernardino Rivadavia convirtiéndose en el primer presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

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El presidente impulsó la sanción de la Ley de Capitalización, por la cual la ciudad de Buenos Aires y sus zonas aledañas se convertían en distrito federal, es decir, en lugar de residencia de las autoridades nacionales. El resto de la provincia de Buenos Aires fue dividido en dos nuevas provincias, separadas por el río Salado. La difusión de esta ley provocó la reacción tanto de los federales como de los ganaderos bonaerenses, que no querían perder el puerto y la Aduana de Buenos Aires. Estas fuentes de recursos financieros eran las que posibilitaban expandir las fronteras interiores, apropiarse de tierras indígenas y, por consiguiente, aumentar la actividad ganadera. Más tarde se dictó la Constitución de 1826, pero fue rechazada por las provincias. La Constitución proponía un gobierno unitario y cerrado.

* BERNARDINO RIVADAVIA: Rivadavia había integrado las milicias durante las Invasiones Inglesas y luego participó en el proceso revolucionario de mayo de 1810. Pasó varios años en Europa, donde fortaleció sus ideas liberales y volvió al Río de la Plata en 1820.

La Guerra con el Imperio de Brasil

Ante la declaración de guerra por parte de Brasil, Rivadavia nombró al general Carlos María de Alvear y al almirante Guillermo Brown para comandar las fuerzas rioplatenses, en tierra y en mar, respectivamente. Durante 1826, las fuerzas navales lograron quebrar el bloqueo que los brasileños impusieron al Río de la Plata y, a principios de 1827, Alvear los derrotó en la batalla de Ituzaingó.

Inglaterra, cuyos intereses comerciales fueron afectados por la guerra, se ofreció como mediadora en el conflicto y propuso la creación de un Estado independiente en la Banda Oriental. Rivadavia envió a Manuel García como representante a Río de Janeiro para iniciar las negociaciones de paz. Pero Manuel García fue más allá de las instrucciones que le habían encomendado y aceptó la incorporación de la Banda Oriental al Brasil. El Congreso y el presidente rechazaron el acuerdo, pero la situación se volvió insostenible para Rivadavia.

La Constitución de 1826 y los nuevos conflictos

En diciembre de 1826, el Congreso sancionó una Constitución elaborada por los sectores unitarios, que eran mayoría en el recinto legislativo. La nueva Constitución otorgaba amplias atribuciones al Poder Ejecutivo, entre ellas la de nombrar a los gobernadores. Por esa razón, fue rechazada por las provincias de tendencia federal, que comenzaron a retirar a sus representantes del Congreso.

El fracaso de las negociaciones con Brasil y el rechazo de la Constitución condujeron a que Rivadavia, casi sin apoyos, renunciara a su cargo, en junio de 1827. De esa forma, se disolvió el

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gobierno central y la provincia de Buenos Aires recuperó su ciudad capital. Las provincias continuarían gobernándose a sí mismas como lo habían hecho desde 1820.

Fracasado el intento unitario, la Sala de Representantes de Buenos Aires designó gobernador a Manuel Dorrego, líder del sector federal. Luego de asumir el cargo, firmó en forma definitiva la paz con el Brasil. En el tratado de paz se establecía la independencia de la Banda Oriental del Uruguay. La firma de este tratado de paz provocó un gran descontento en las tropas porque la guerra se había ganado. Varios militares unitarios que habían luchado contra Brasil, encabezados por el general Juan Lavalle, se sublevaron y ocuparon Buenos Aires en diciembre de 1828. Derrocaron a Dorrego y nombraron a Lavalle gobernador de Buenos Aires, quien ordenó fusilar a Dorrego. El fusilamiento de Dorrego encendió de nuevo la guerra civil, y fue Rosas quien tomó a su cargo vengar la muerte del caudillo federal. Juan Manuel de Rosas, jefe de las milicias de la campaña bonaerense, atacó a Lavalle y lo derrotó en abril de 1829.

* LA VIOLENCIA POLÍTICA: En estos años, era habitual el uso de la violencia cuando se trataba de castigar o de enfrentar a los enemigos políticos. En sus Memorias curiosas, el porteño Juan Manuel Beruti recuerda el fusilamiento de Manuel Dorrego y la justificación de Juan Lavalle, que manifestó: “Participo al gobierno delegado que el coronel don Manuel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden al frente de los regimientos que componen esta división. La historia, señor ministro, juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido o no morir; y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público. Quiera persuadirse el pueblo de Buenos Aires que la muerte del coronel Dorrego es el sacrificio mayor que puedo hacer en su obsequio. Juan Lavalle, Navarro, diciembre 13 de 1828”. Juan Manuel Beruti. Memorias curiosas. Buenos Aires, Emecé, 2001.

Rosas, gobernador de Buenos Aires

Luego del levantamiento unitario de 1828, Rosas se presentaba como el candidato ideal para restablecer el orden y garantizar la hegemonía del partido federal en la provincia de Buenos Aires, además, tenía el apoyo de los hacendados de Buenos Aires y de los trabajadores. Esto explica que, en diciembre de 1829, fuera elegido por la Sala de Representantes como gobernador con facultades extraordinarias. Esta condición le permitía sancionar las leyes provinciales que considerara necesarias, sin la intervención del Poder Legislativo.

La llegada de Rosas al poder obligó a los unitarios a coaligarse para enfrentarlo. Se formó así la Liga del Interior, que dirigida por el general José María Paz, estableció gobiernos unitarios por todas las provincias del centro y del norte del país y los federales se organizaron en una poderosa asociación que formaron Rosas y los caudillos federales de las provincias del Litoral y los caudillos federales del Interior. No es fácil establecer un límite claro entre unitarios y federales. Ambos grupos políticos incluían tanto a hombres del interior como de Buenos Aires, que, en ocasiones, cambiaban de bando. La guerra civil enfrentó al Interior con las provincias del Litoral. Finalmente, triunfaron estas últimas y todas las provincias se incorporaron al Pacto

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Federal (1831). La firma del Pacto Federal era un primer paso hacia la organización constitucional del país. Entre otras atribuciones esta Comisión debía “invitar a todas las demás provincias de la república cuando estén en plena libertad y tranquilidad, a reunirse en federación son las tres litorales, y a que por medio de un Congreso General federativo se arregle la administración general del país bajo el sistema federal”. Esto dio origen a una nueva forma de organización (la Confederación Argentina), cuyo jefe era el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas.

Durante su gobierno, los unitarios fueron señalados como culpables de todos los males de la provincia de Buenos Aires y fueron perseguidos, encarcelados o debieron exiliarse en los países vecinos. Sin embargo, esta política provocó una división en las filas del federalismo porteño. Un sector, los doctrinarios, defendía el rol de la Legislatura y la libertad de expresión. El sector rosista, por su parte, planteaba la necesidad de un Poder Ejecutivo fuerte para garantizar el orden.

En 1832, finalizó el mandato del gobernador. La Legislatura (con mayoría doctrinaria) lo reeligió, pero sin otorgarle las facultades extraordinarias. Rosas no aceptó el cargo y se trasladó hacia el campo, donde encabezó una campaña para castigar a los grupos de aborígenes que, con sus malones, asolaban a pueblos y estancias. Esta empresa le otorgó un gran prestigio, ya que logró incorporar grandes extensiones de tierras para la producción ganadera. Por aquel entonces tuvo lugar la ocupación de las Malvinas por los ingleses (1833), que aún conservan en su poder.

Con la suma del poder público

Durante el gobierno del sucesor de Rosas, Juan Ramón Balcarse, aumentaron los enfrentamientos entre rosistas y doctrinarios y se produjo en Córdoba el asesinato del caudillo riojano Facundo Quiroga. Este hecho renovó el conflicto entre federales y unitarios en las provincias del interior del país.

Ante esta situación de inestabilidad, al finalizar el mandato de Balcarce, en 1835, la Legislatura bonaerense ofreció nuevamente la gobernación a Rosas. Pero ahora con la suma del poder público: el gobernador concentraba en sus manos el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. La suma del poder público se le otorgó con el compromiso de:

- Conservar, defender y proteger la religión Católica Apostólica Romana.

- Sostener la causa nacional de la Federación.

- El ejercicio de la suma del poder público duraría “todo el tiempo que el Gobernador considere necesario”.

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Así el 13 de abril de 1835 asumió el mando y se proclamó “Gobernante ungido por Dios”. Durante este nuevo mandato, que se extendió hasta 1852, Rosas persiguió a sus opositores con mayor fuerza: destituyó y persiguió a funcionarios, militares y eclesiásticos que no adherían incondicionalmente a su gobierno, controló la prensa y toda posibilidad de expresión, y reprimió brutalmente varios levantamientos unitarios. También invadió Uruguay y se enfrentó a ingleses y franceses, que bloquearon el puerto de Buenos Aires para obtener la libre navegación de los ríos, que Rosas prohibía. El combate de la Vuelta de Obligado (1845) fue una batalla larga en la que sufrieron numerosas pérdidas materiales y humanas, las fuerzas militares y navales porteñas intentaron impedir el paso de las naves extranjeras. Francia e Inglaterra terminaron aceptando que la soberanía es nuestra sobre los ríos interiores.

Rosas mantuvo el libre comercio durante su primer gobierno. En cambio en este segundo gobierno dictó en 1835 la Ley de Aduana. En ella se establecía la existencia de un único puerto habilitado para el comercio exterior de toda la federación, el de Buenos Aires y prohibía la libre navegación de los ríos interiores. Además establecía aranceles aduaneros para muchos productos importantes. Esta ley fue recibida con agrado en el interior menos en el litoral.

A más de treinta años de la declaración de la independencia, los dirigentes de las provincias aún no se habían puesto de acuerdo en la organización de un Estado central que reemplazara a la administración colonial española.

* FACUNDO QUIROGA: El caudillo riojano Facundo Quiroga fue uno de los más firmes defensores de la necesidad de sancionar una Constitución Nacional. Fue asesinado en Barranca Yaco, Córdoba, en 1835.

EL CAUDILLISMO

El caudillismo es un fenómeno político y social surgido durante el siglo XIX en Latinoamérica. Consiste en la llegada en cada país de líderes carismáticos cuya forma de acceder al poder y llegar al gobierno estaba basada en mecanismos informales y difusos de reconocimiento del liderazgo por parte de las multitudes, que depositaban en "el caudillo" la expresión de los intereses del conjunto y la capacidad para resolver los problemas comunes. El caudillismo fue clave para la dictadura y para las luchas entre los partidos políticos del siglo XIX. El poder de los caudillos se basaba en el apoyo de fracciones importantes de las masas populares. Este apoyo popular se tornaba en su contra cuando las esperanzas puestas en el poder entregado al caudillo se veían frustradas, y se decidía seguir a otro caudillo que lograra convencer de su capacidad de mejorar el país o la provincia.

Este fenómeno se dio en América Latina durante prolongados períodos de su historia republicana; en algunos casos desembocó en fuertes dictaduras, represiones a la oposición y estancamiento económico y político, pero en otros canalizó las primeras modalidades democráticas y federales en las repúblicas latinoamericanas, así como proyectos de desarrollo autónomo, frente a las expresiones políticas neo coloniales.

La inestabilidad política actual es consecuencia de cómo fue organizado el Estado al nacer a la vida republicana, sin base nacional, y también debido a los sucesivos años de enfrentamientos políticos presididos por las diferentes facciones que se disputaban el poder en ese entonces. De

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esta forma, las repúblicas se constituyeron sobre una base inconsistente, sobre un Estado embrionario, desorganizado económicamente, caótico en el orden político y sin planes de gobierno que sigan disciplina y orden. Por esta razón, la democracia no es totalmente efectiva y se realiza un uso inadecuado de las conquistas del liberalismo, en vez de un correcto uso de la libertad.

El orden impuesto por la fuerza dentro del caudillismo ha quedado como herencia. Además, ciertas características “caudillescas” prosiguen hasta la actualidad. El caudillo, que buscaba gloria y poder, intentaba con sus obras ganarse la simpatía de la población y desprestigiar al máximo al anterior gobernante; así, reorganizaba el gobierno a su antojo y consideraba como malo todo lo que el gobernante anterior hubiese hecho. Hoy en día, muchos gobernantes desprestigian aquello gestado por sus antecesores y lo abandonan, buscando el propio beneficio, o tal vez como una estrategia para su obligada participación en las siguientes elecciones.

Por otro lado, es importante resaltar que, al hablar de caudillismos se habla también de consolidación de fuertes regionalismos, que mermaron el casi inexistente estado-nación. Así, hoy en día aún existen algunos de esos fuertes regionalismos, especialmente en el sur andino, que, a pesar de no ser una consecuencia directa del caudillismo, ayudó a que se solidificaran algunos de ellos. Por esta razón, algunas veces planes unificadores resultan insostenibles.

Política caudillista

Los caudillos expresaron intereses regionales combinados con sus ambiciones personales. Agustín Gamarra, por ejemplo, representó los intereses del sur andino, especialmente del Cuzco, mientras que Andrés de Santa Cruz, los de Bolivia y Arequipa. Para tener una mejor comunicación en un país mal comunicado establecieron alianzas con hacendados. Tambien estuvieron Jose Antonio Paez, Antonio Guzmán Blanco, Juan Crisóstomo Falcón, José Tadeo Monagas y Cipriano Castro Eran una posición debajo de los Feudales. Los caudillistas se formaron a partir de ver la desigualdad que estaba ocurriendo en el momento de que los españoles llegaron a su territorio imponiendo sus reglas. Además de los grandes líderes en Colombia como Gaitán.

EL ROSISMO

Rosas es una figura polémica; encontrarás detractores y defensores de su acción política como gobernador de Buenos Aires (1829-1832; 1835-1852).

Su primer gobierno es el emergente de una severa crisis política, motivo por el cual su gestión es la de un gobierno constituido progresivamente y que se va armando desde el poder, que si bien tenía un proyecto estaba más comprometido con la coyuntura inmediata.

Eso estaba plenamente justificado si se tiene presente lo sucedido en los 8 años previos a su primer gobierno: la crisis de 1820; la crisis que terminó con el gobierno de Rivadavia y con el congreso constituyente en 1826-1827 que conduce a la guerra civil; y la crisis militar posterior a la guerra civil de 1828-1829, con serias consecuencias políticas, sociales y económicas.

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En ese contexto surge Rosas como la única figura capaz de reorganizar la situación con autoridad reconocida por todos, lo que también le permitió concentrar progresivamente cada vez mayor poder (centro de todas las críticas a su gestión).

Durante este primer periodo de gobierno (1829-1832) Rosas va a obtener facultades extraordinarias -otorgadas por la Legislatura durante la guerra civil promovida por Lavalle- y que al ser revocadas en 1832 van a provocar su alejamiento del cargo.

Cuando vuelve, en 1835, Rosas se impone su posición ante la Sala de Representantes y obtiene no sólo poderes excepcionales, sino también la suma del Poder Publico, que equivalía a una supresión de los demás poderes del estado ante el Ejecutivo.

Esta «hegemonía» y la política «exterior» del rosismo le acarrearon serios conflictos internacionales (una guerra contra Gr.Bretaña y Francia enconjunto, una guerra con Brasil, la secesión de la Banda Oriental del Uruguay y un creciente marco de rebeldías provinciales, motivadas por un «federalismo» que pretendía controlar a las provincias para «encausarlas») terminaron con su segundo gobierno y el objetivo principal del mismo (la paz).

¿Qué dejó «institucionalmente» el rosismo? Bueno...hace 130 años que los argentinos discutimos al respecto y todavía no existe una posición que tenga el consenso mayoritario.

Creo que Rosas tuvo una hábil política económica para insertar al país (al puerto de Bs.As.) en el comercio mundial de manera «independiente», que priorizó por sobre la organización nacional. El precoz federalismo que alcanzó a gestar se circunscribía a la práctica de dar a las provincias generosos subsidios para sacarlas de sus apuros, con lo cual calmaba las desconfianzas de los gobernadores y los sometía a su poder.

A su favor, hay que decir que nunca tuvo un periodo de suficiente tranquilidad social como para intentar otra cosa y por lo mismo seguía siendo la provincia de Buenos Aires, y no la Nación, la que subvencionara a los gobiernos provinciales, siempre y cuando éstos, claro está, siguieran los lineamientos que Buenos Aires fijara.

De otra parte, la victoria del interior sobre Buenos Aires tampoco supo gestar un «federalismo» que desarrollara el país integralmente, y la «institucionalidad que emerge del gobierno de Urquiza restauró progresivamente el centralismo porteño que le imputaban a Rosas y que decían combatir, siendo el mejor ejemplo de esta «reacción» los gobiernos de Sarmiento y de Mitre.

EL NORTE ARGENTINO EN EPOCA DE ROSAS

Luego de la Revolución de Mayo, Las Provincias Unidas del Río de la Plata fue el nombre que adoptaron las provincias del antiguo Virreinato del Río de la Plata, que incluían las actuales Argentina, Paraguay y Uruguay, y partes de Bolivia.

Juan Manuel de Rosas fue un político argentino, gobernador de Buenos Aires en los períodos 1829-1832 y 1835-1852. Amado por sus seguidores, y temido y odiado por sus opositores, quienes lo llamaron tirano y dictador. Lo cierto es que estuvo en el poder por más de 20 años,

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con facultades extraordinarias otorgadas por la legislatura provincial, tratando de ordenar el país contra la anarquía política.

Para una mejor ubicación de nuestra parte, indagaremos su entorno histórico. Declarada la independencia y afirmada esa declaración por el éxito de la campaña a Chile en 1818, el país daba los primeros pasos para organizar su vida interna, por lo hizo eclosión otros importantes asuntos tales como la organización económica e institucional de la nación, creando una Constitución, pero el rechazo de la Constitución de 1819, la caída del régimen directorial y la disolución del Congreso abrieron paso a la fragmentación del poder político y a la organización autónoma de las provincias.

La política exterior había obtenido un brillante triunfo: la empresa que San Martín encarara dos años atrás había culminado con el éxito en Maipú (abril de 1818).

Entre tanto el Congreso General (trasladado a Buenos Aires en 1817) dictaba la constitución destinada a organizar definitivamente el país.

En 1819, el Congreso aprobó una constitución que reflejaba los intereses centralistas, promonárquicos y elitistas de los directoriales.

Esa constitución era el marco adecuado para la instalación de una monarquía constitucional, mediante la coronación del duque de Luca, Carlos de Borbón. La difusión de estas negociaciones y el carácter centralista de la constitución generaron un fuerte rechazo entre los partidarios del sistema republicano y de la descentralización del poder, principalmente en los de las provincias del Litoral.

En oposición esta el caudillo oriental Artigas, con su ideal de "República y Federalismo" que levantaba como bandera de la Liga de los Pueblos Libres, obteniendo profunda repercusión en otras zonas del país. Para los directoriales, la monarquía era una salida lógica ante la situación reinante en Europa y un medio para asegurar la unión nacional bajo un sistema centralizado. Según ellos, el federalismo y la defensa de las autonomías provinciales implicaba una anarquía peligrosa.

Desde que el puerto de Buenos Aires se abrió al comercio exterior, esta región había gozado de una privilegiada situación. Sus productos ganaderos (especialmente los cueros) eran intercambiados por las manufacturas (tejidos. herramientas, etc.) de origen europeo, al tiempo que la aduana porteña monopolizaba la recaudación de impuestos aplicados al intercambio exterior. Buenos Aires también controlaba la entrada a los ríos interiores, centralizando todo el tráfico mercantil entre el interior y el exterior. La entrada de manufacturas europeas (principalmente de origen inglés) perjudicaba la rudimentaria producción de algunas provincias cuyos artículos locales, fruto de una técnica primitiva y más caros, no podían competir con los elaborados por la industria extranjera.

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Los intereses de esas provincias exigían una protección aduanera que impidiera la entrada de la industria extranjera, posibilitando así el propio desarrollo. Las provincias litorales, de economía similar a la de Buenos Aires, pretendían a su vez, que se abrieran los ríos al comercio exterior.

El descontento precipitó la renuncia del desprestigiado director Pueyrredón en julio de 1819, quien fue reemplazado por Rondeau. Sin embargo, el Congreso siguió adelante con los proyectos monárquicos y aprobó, en sesión secreta (noviembre 1819), las tratativas realizadas en Europa. Esta medida, sumada al pedido efectuado por Rondeau a los portugueses instalados en la Banda Oriental para que actuaran contra los disidentes de los territorios de Entre Ríos y Santa Fe, desencadenó la reacción armada de estas provincias contra el régimen directorial.

La negativa del Ejército del Norte de auxiliar al gobierno en la guerra civil (sublevación de la posta de Arequito); la decisión de San Martín de proseguir su campaña libertadora en lugar de intervenir con su ejército en la guerra civil y la oposición generalizada al gobierno, incluso en Buenos Aires, contribuyeron al derrumbe del poder central.

Las fuerzas del Directorio, se enfrentan en Cepeda (febrero de 1820) a las fuerzas del Litoral, conducidas por Ramírez y López, que resultaron victoriosas y exigieron la disolución del Congreso y la renuncia del Director Rondeau.

Frente al desmoronamiento del régimen y a la imposición de los vencedores de fijar los términos de la paz, el Cabildo porteño asumió el gobierno de Buenos Aires, como Cabildo Gobernador, hasta que la Junta de Representantes de la provincia —votada en Cabildo abierto— designó gobernador a Manuel de Sarratea. Surgió así una nueva entidad política: la provincia de Buenos Aires que, como tal, firmó con las provincias litorales el Tratado del Pilar (febrero de 1820).

El acuerdo firmado con Ramírez y López reconocía como sistema de gobierno el de federación, aunque su organización se postergaba hasta un encuentro posterior de representantes, que deberían ser libremente elegidos por "los pueblos".

Como principio económico fundamental, el Tratado del Pilar establecía la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay. Luego del retiro de las fuerzas militares del Litoral, se publicaron en Buenos Aires las actas secretas del Congreso, a la vez que se inició juicio a los implicados en el proyecto monárquico.

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Por entonces, comienza a perfilarse la figura del Restaurador: conocido como Juan Manuel de Rosas, fue bautizado como Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rosas y López de Osornio. Pertenecía al linaje de los Ortiz de Rozas, que tiene origen en el pueblo de Rozas, Valle de Soba, Cantabria, España, pero el mismo Juan Manuel, en su juventud y debido a un entredicho que tuvo con su madre, prefirió apellidarse "de Rosas". Ingresó a los 8 años de edad en el colegio privado que dirigía Francisco Javier Argerich, si bien desde joven demostró vocación por las actividades rurales. Interrumpió sus estudios para enrolarse en la compañía de niños del Regimiento de Migueletes, que participó en la defensa frente a las invasiones inglesas(1806-1807).

Más tarde, retirado al campo, se convirtió en un gran estanciero de la Pampa bonaerense, manteniéndose alejado de los sucesos revolucionarios de 1810. En 1813, pese a la oposición materna — que venció al hacer creer a su madre que la joven estaba embarazada — se casó con Encarnación Ezcurra, con quien tuvo tres hijos: Juan, María, muerta de niña, y Manuelita, nacida en 1817, que luego sería su compañera inseparable.

En noviembre de 1815 se asoció con Juan Nepomuceno Terrero y Luis Dorrego en una compañía

destinada a la explotación ganadera, saladero de pescado y exportación de productos varios en la

estancia de "Los Cerrillos".

La dirección de sus estancias le dio a Rosas un gran conocimiento sobre la vida y las costumbres

de sus peones.

Al poco tiempo devolvió a sus padres los campos que administraba para formar sus propios emprendimientos ganaderos y comerciales. Fue administrador de los campos de sus primos, Nicolás y Tomás Manuel de Anchorena, al segundo de los cuales siempre le tuvo un especial respeto y admiración, y quien ocuparía cargos importantes dentro de su gobierno. En sociedad con Luis Dorrego, hermano del coronel Manuel Dorrego, fundó un saladero; era el negocio del momento: la carne salada y los cueros eran casi la única exportación de la Argentina. Acumuló una gran fortuna como ganadero y exportador de carne vacuna, distante de los acontecimientos emergentes que conducirían al virreinato del Río de la Plata a la emancipación del dominio español en 1816.

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En 1820 concluyó la etapa del Directorio con la renuncia de José Rondeau a consecuencia de la Batalla de Cepeda. Fue en esa época que Rosas comenzó a involucrarse en la política, al contribuir a rechazar la invasión del caudillo Estanislao López al frente de sus "Colorados del Monte". Participó en la victoria de Dorrego en Pavón, pero junto a su amigo Martín Rodríguez se negó a continuar la invasión hacia Santa Fe, donde Dorrego fue derrotado completamente en la Batalla de Gamonal.

Con apoyo de Rosas y otros estancieros, fue electo gobernador su colega Martín Rodríguez. El 1ro de octubre estalló una revolución, dirigida por el coronel Manuel Pagola, que ocupó el centro de la ciudad. Rosas se puso a disposición de Rodríguez, y el día 5 inició el ataque, derrotando completamente a los rebeldes. Los cronistas de esos días recordaron la disciplina que reinaba entre los gauchos de Rosas, que fue ascendido al grado de coronel. Con Rodríguez, el grupo de los estancieros empezó a tener un papel público.

También fue parte de las negociaciones que concluyeron con el Tratado de Benegas, que ponía fin al conflicto entre las provincias de Santa Fe y Buenos Aires. Fue el responsable del cumplimiento de una de las cláusulas secretas del mismo: entregar al gobernador Estanislao López 30.000 cabezas de ganado como reparación de los daños causados por las tropas bonaerenses en su territorio. La cláusula era secreta, para no "manchar el honor" de Buenos Aires. Así se iniciaba la alianza permanente que tendría esta provincia con la de Buenos Aires hasta 1852.

Entre 1821 y 1824 compró varios campos más, especialmente la estancia que había sido del virrey Joaquín del Pino y Rozas (conocida como Estancia del Pino, en el partido de La Matanza), a la que llamó San Martín en honor del general.

También aprovechó la ley de enfiteusis promovida por el ministro Bernardino Rivadavia para aumentar sus campos. En lugar de ayudar a los pequeños hacendados, esta ley terminó dejando en propiedad de unos pocos grandes terratenientes cerca de la mitad de la superficie de la provincia.

Los desórdenes del año 20 habían dejado desguarnecida la frontera sur, por lo que habían recrudecido los malones. Martín Rodríguez dirigió entonces tres campañas al desierto, usando una extraña mezcla de diálogos de paz y genocidio. En 1823 fundó las actuales ciudades de Azul y Tandil. En casi todas estas campañas lo acompañó Rosas, que también participó de una expedición en que el agrimensor Felipe Senillosa delineó y estableció planos catastrales de los pueblos del sur de la provincia. El jefe nominal de esa campaña era el coronel Juan Lavalle.

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Durante la guerra del Brasil, el presidente Rivadavia lo nombró comandante de los ejércitos de campaña a fin de mantener pacificada la frontera con la población indígena de la región pampeana, cargo que volvió a ejercer después, durante el gobierno provincial del coronel Dorrego.

En 1827, en el contexto previo al inicio de la guerra civil que estallaría en 1828, Rosas era un dirigente militar, representante de la aristocracia rural, socialmente conservadora. Estaba alineado a la corriente federalista, adversa a la influencia foránea y a las iniciativas de corte liberal preconizadas por la tendencia unitaria.

Terminada la guerra del Brasil, Dorrego fue obligado — por una intensa presión diplomática y financiera — a firmar la paz y la independencia de Uruguay, y la libre navegación de los ríos; lo que fue visto por los miembros del ejército en operaciones como una traición. En repuesta, la madrugada del 1ro de diciembre de 1828, el general unitario Juan Lavalle tomó el Fuerte de Buenos Aires y reunió a los unitarios en la iglesia de San Francisco, donde eligieron gobernador a Lavalle, y disolvieron la legislatura.

Dorrego se retiró al interior de la provincia, y buscó la protección del comandante de campaña, Rosas. Éste lo ayudó a reunir un pequeño ejército, pero fueron atacados sorpresivamente en la batalla de Navarro, siendo derrotados.

Rosas aconsejó a Dorrego que huyera hacia Santa Fe, pero el gobernador se negó, por lo que aquél lo abandonó, marchándose hacia la provincia de Santa Fe. Dorrego se refugió en Salto, en el regimiento del coronel Ángel Pacheco; pero, traicionado por dos oficiales de éste — Bernardino Escribano y Mariano Acha — fue enviado prisionero a Lavalle. Éste, influido por el deseo de venganza de los ideólogos unitarios, fusiló a Dorrego — y se hizo cargo de toda la responsabilidad. En su última carta, escrita a Estanislao López, Dorrego pedía que su muerte no fuera causa de derramamiento de sangre. Eso es exactamente lo que fue, y por muchos años.

A principios de enero de 1829, el general José María Paz, aliado de Lavalle, iniciaba la invasión de la provincia de Córdoba, donde derrocaría al gobernador Juan Bautista Bustos. De ese modo se generalizó la guerra civil en todo el país.

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Lavalle envió ejércitos en todas direcciones, pero varios pequeños caudillos aliados de Rosas organizaron la resistencia. Los jefes unitarios recurrieron a toda clase de crímenes para aplastarla. No se ha difundido la memoria de estos hechos, pues ocurrieron en el campo y sus víctimas fueron gauchos y personas pertenecientes a clases sociales más humildes.

Al frente del grueso de su ejército, Lavalle avanzó hasta ocupar Rosario. Pero, poco después, López dejó sin caballos a Lavalle, que se vio obligado a retroceder. López y Rosas persiguieron a Lavalle hasta cerca de Buenos Aires, derrotándolo en la batalla de Puente de Márquez, librada el 26 de abril de 1829.

Mientras López regresaba a Santa Fe, Rosas sitió la ciudad de Buenos Aires. Allí crecía la oposición a Lavalle (a pesar de que los aliados de Dorrego habían sido expulsados), sobre todo por el crimen sobre el gobernador. Lavalle aumentó la persecución sobre los críticos, lo que le llevaría mucho apoyo a Rosas, en la ciudad que siempre fue la capital del unitarismo.

El 24 de junio, Lavalle y Rosas firmaron el Pacto de Cañuelas, que estipulaba que se llamaría a elecciones, en las que sólo se presentaría una lista de unidad de federales y unitarios, y que el candidato a gobernador sería Félix de Álzaga.

Pero los unitarios presentaron la candidatura de Alvear, y al precio de treinta muertos ganaron las elecciones. Las relaciones quedaron rotas nuevamente, obligando a Lavalle a un nuevo tratado, el pacto de Barracas, del 24 de agosto. Pero, ahora más que antes, la fuerza estaba del lado de Rosas. A través de este pacto se nombró gobernador a Juan José Viamonte. Éste llamó a la legislatura derrocada por Lavalle, allanándole a Rosas el camino al poder.

La Legislatura de Buenos Aires proclamó a Juan Manuel de Rosas como Gobernador de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1829, honrándolo además con el título de "Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires" y en el mismo acto le otorgó "todas las facultades ordinarias y extraordinarias que creyera necesarias, hasta la reunión de una nueva legislatura". No era algo excepcional: las facultades extraordinarias ya les habían sido conferidas a Sarratea y a Rodríguez en 1820, y a los gobernadores de muchas otras provincias en los últimos años; también Viamonte las había tenido.

El primer gobierno de Rosas fue un gobierno "de orden"; no fue una tiranía despótica, aunque más tarde los historiadores harían extensivas a su primer gobierno algunas características del segundo. En este primer momento, se apoyó en algunos de los dirigentes del "Partido del

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Orden" de la década anterior, lo cual ha permitido que fuera acusado de ser el continuador del Partido Unitario,7 aunque con el tiempo se distanciaría de ellos.

La administración de Rosas fue, también, un gobierno "progresista": se fundaron pueblos, se reformaron el Código de Comercio y el de Disciplina Militar, se reglamentó la autoridad de los jueces de paz de los pueblos del interior y se firmaron tratados de paz con los caciques, con lo que se obtuvo una cierta tranquilidad en la frontera.

Entre los hechos negativos, se produjo la invasión inglesa de las islas Malvinas, que desde hacía tiempo estaban en disputa entre Inglaterra y España, pero que desde hacía pocos años había empezado a ser poblada desde Buenos Aires. Según diversos historiadores, Rosas habría ofrecido a Inglaterra las islas Malvinas como pago, en concepto de una deuda que la Provincia de Buenos Aires tenía con aquel país. Inglaterra nunca contestó aquella carta, aunque, aparentemente no hizo caso omiso de la misma, y procedió a ocupar las islas.

No obstante, la supremacía lograda no estuvo asociada a un apoyo incondicional de toda la población. Rosas debió enfrentar, por el contrario, una dura resistencia durante el curso de su gobierno.

A esta altura es imprescindible aclarar en que consiste la dicotomía de Federales y Unitarios.

Para comprender mejor el período de la historia argentina estudiado, debe descartarse la mal planteada antinomia entre porteños centralistas o unitarios y provinciales federales. Federales y unitarios los hubo tanto en las provincias interiores como en Buenos Aires.

Después de 1810, los pueblos de las provincias interiores mostraron un fuerte localismo en defensa de sus intereses, que entraban en colisión con los intereses de Buenos Aires. Más tarde, muchos gobiernos provinciales comenzaron a declararse federales cuando advirtieron que la centralización política fortalecía los históricos privilegios de a ciudad puerto de Buenos Aires. La forma unitaria de gobierno fue sostenida no sólo por grupos porteños sino también por los grupos sociales del interior cuyos ingresos dependían de actividades económicas relacionadas con el puerto de Buenos Aires. Se trató además de una reacción de las más antiguas y poderosas familias que controlaban los gobiernos provinciales frente al creciente poder de los nuevos jefes rurales.

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Todos los gobiernos provinciales que se declararon federales también expresaron, unos en forma más explícita que otros, su voluntad de constituir e país. Para ellos, la constitución era un instrumento adecuado para terminar con los privilegios de Buenos Aires, Una constitución federal podía respetar la autonomía provincial de Buenos Aires y, al mismo tiempo, garantizar los derechos de todas las provincias a participar en la distribución de los ingresos del puerto de Buenos Aires, a través de un Estado central.

De acuerdo con los principios doctrinarios, los federales se oponían a un régimen de gobierno unitario en defensa de las autonomías provinciales. Pero en la provincia de Buenos Aires, la defensa de la autonomía provincial se transformó en una justificación para no ceder la ciudad y el puerto de Buenos Aires a un Estado central.

Por esta razón, entre los federales se distinguieron dos grupos: los federales doctrinarios y los autonomistas bonaerenses. Estos últimos se enfrentaron tanto a los unitarios como a los federales doctrinarios.

Desde 1828, el autonomísmo de Buenos Aires se fue identificando cada vez más con Juan Manuel de Rosas —representante de los intereses de tos hacendados y terratenientes de la provincia—. Desde su gobierno sostuvo que antes de organizar la federación las provincias debían mejorar sus respectivas administraciones, y evitó nuevos intentos de constitución de un Estado central.

En la práctica, la ciudad y el puerto de Buenos Aires continuaron siendo el centro organizador de la economía y de a sociedad del nuevo país. Y los gobiernos federales de las provincias del Litoral y del interior siguieron reclamando al gobierno federal de Buenos Aires la libre navegación de los ríos y aranceles de aduana que protegieran sus industrias locales.

Mientras Lavalle era derrotado por Rosas, el General Paz, derrocaba al Gobernador de Córdoba y se hacía fuerte en esa ciudad. Derrotó al Quiroga en las batallas de La Tablada y Oncativo y así obtuvo el control del noroeste argentino. El 5 de julio de 1830 se crea la Liga del Interior o Liga Unitaria, formada por Córdoba, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Mendoza, San Juan, San Luis, y Santiago del Estero. Era no solo un pacto militar sinó que se comprometían a la convocatoria de un congreso constituyente con vistas a organizar la nación.

Alarmadas por la situación, las provincias del litoral, dominadas por los federales realizaron su propio pacto. El 4 de enero de 1831, Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe, firmaron el Pacto Federal en la Ciudad de Santa Fe. Poco después Corrientes se sumó al Pacto. Se trataba de un

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pacto militar ofensivo, defensivo, estipulaba la libre navegación de los ríos y la promesa de una futura convocatoria a un congreso.

Inmediatamente las provincias firmantes declararon la guerra a la Liga Unitaria, si bien el General Paz era un gran estratega, el Pacto Federal contaba con los recursos de Buenos Aires, lo que prometía una lucha larga y cruel.

Sin embargo los acontecimientos se precipitaron, el 10 de mayo de 1831, el Gral. Paz fue capturado mientras realizaba una patrulla de reconocimiento por una partida Federal.

Sin su jefe, y ahora al mando de Gregorio Araoz de Lamadrid, La Liga fué derrotada por Quiroga en La Ciudadela, 4 de noviembre de 1831, como consecuencia La Liga se derrumbó y las provincias comenzaron a adherir al Pacto Federal que pasó a llamarse, Pacto de Confederación de la República Argentina.

En cuanto terminó la guerra civil en el interior, los representantes de varias provincias anunciaron que, con la pacificación interior, había llegado la ocasión esperada para la organización constitucional del país. Pero Rosas argumentaba que primero se tenía que organizar las provincias y luego el país, ya que la constitución debía ser el resultado escrito de una organización que debía darse primero. Aprovechó una acusación del diputado correntino Manuel Leiva para acusarlo de tener ideas anárquicas y retirar su representante de la convención de Santa Fe. En agosto de 1832, la convención quedaba disuelta, y la oportunidad de organizar constitucionalmente el país se pospuso por otros veinte años.

Concluido el primer Gobierno de Rosas en diciembre de 1832, la Legislatura quiso reelegirlo, pero sin otorgarle las facultades extraordinarias, por lo cuál Rosas no aceptó y dejó el gobierno y partió hacia una campaña militar contra los indígenas.

Fue electo el general Juan Ramón Balcarce, candidato de Rosas, que entre 1833 y 1834 emprendió una campaña al desierto financiada por la provincia y los estancieros bonaerenses preocupados por la amenaza indígena sobre sus propiedades.

Rosas combinó durante la campaña la conciliación con la represión. Pactó con los Pampas y se enfrentó con los ranqueles y la Confederación liderada por Juan Manuel Cafulcurá.

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Según un informe que Rosas presentó al gobierno de Buenos Aires a poco de comenzar la campaña, el saldo fue de 3200 indios muertos, 1200 prisioneros y se rescataron 1000 cautivos blancos.

El éxito obtenido por el restaurador en la campaña aumentó aún más su prestigio político entre los propietarios bonaerenses, que incrementaron su patrimonio al incorporar nuevas tierras y se sintieron más seguros con la amenaza indígena bajo control.

Rosas se encontraba en su expedición al desierto que duró de 1833 a 1834 y extendió las fronteras hasta Bahía Blanca.

Los intereses políticos de Rosas eran custodiados por su esposa Doña Encarnación Ezcurra, una aguerrida mujer. En el seno del partido Federal, se consolidaron mientras tanto dos facciones, los ``cismáticos``, de orientación liberal y constitucionalista, y los ``apostólicos``, la corriente mas conservadora y popular que seguía a Rosas.

Ambas facciones se atacaban por medio de la prensa, hasta que en 1833, la agitación de la prensa rosista llevó al gobierno a sancionar al diario El Restaurador (sobrenombre que utilizaba Rosas), confundiendo a la población Encarnación Ezcurra llenó de afiches la ciudad que decían que Rosas (el Restaurador) sería juzgado ello llevó a una rebelión popular que culminó con la salida de Balcarce del gobierno y el nombramiento de Juan José Viamonte (4 de noviembre de 1833). Este episodio se conoció como la Revolución de los Restauradores.

En los días siguientes abundaron las agresiones de los partidarios de Rosas, organizados en la Sociedad Popular Restauradora, formada las clases medias no educadas de la ciudad y parte de los oficiales de origen humilde. Su brazo armado era La Mazorca, un grupo de agitadores que también atacaban las casas de los opositores a Rosas y causaban desmanes. Sus integrantes obligaron a huir y emigrar a muchos opositores de Rosas, como Viamonte no aceptó el uso de la violencia, fue reemplazado por Manuel Vicente Maza, el 1º de octubre de 1834.

.Un hecho agravará aún más la situación. El caudillo riojano Juan Facundo Quiroga, residía por entonces en Buenos Aires bajo el amparo de Juan Manuel de Rosas.

Quiroga había manifestado al Restaurador sus inquietudes sobre la necesidad de convocar a un congreso y organizar constitucionalmente al país. Rosas se opuso argumentando que no estaban

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dadas las condiciones mínimas para dar semejante paso y consideraba que era imprescindible que, previamente, cada provincia se organice.

A Rosas no se le escapaba que la organización nacional implicaría la pérdida para Buenos Aires del disfrute exclusivo de las rentas aduaneras, entre otros privilegios.

Ante un conflicto desatado entre las provincias de Salta y Tucumán, el gobernador de Buenos Aires, Manuel Vicente Maza (quien respondía políticamente a Rosas), encomienda a Quiroga una gestión mediadora. Tras un éxito parcial, Quiroga emprendió el regreso y fue asesinado el 16 de febrero de 1835 en Barranca Yaco, provincia de Córdoba.

La muerte de Quiroga determinó la renuncia de Maza y provocó entre los legisladores porteños que prevaleciera la idea de la necesidad de un gobierno fuerte, de mano dura.

Por una amplia mayoría de votos, expresados en la legislatura y a través de un plebiscito que dio un resultado de 9.713 votos a favor y 7 en contra, fue electo nuevamente Juan Manuel de Rosas, en marzo de 1835, esta vez con la suma del poder público.

La hegemonía rosista se consolidó mediante la unificación ideológica del pueblo de Buenos Aires a través del uso obligatorio de la divisa punzó, del riguroso control de la prensa; y de una dura represión a la oposición ideológica y política realizada por la "mazorca", la fuerza de choque de Rosas, encargada de la intimidación y la eliminación de los opositores. Durante el largo período rosista, la mazorca se cobró miles de víctimas.

Rosas, eliminó de todos los cargos públicos a sus opositores: expulsó a todos los empleados públicos que no fueran federales "netos", y borró del escalafón militar a los oficiales sospechosos de opositores, incluyendo a los exiliados. A continuación hizo obligatorio el lema de"Federación o muerte", que sería gradualmente reemplazado por "¡Mueran los salvajes unitarios!", para encabezar todos los documentos públicos; e impuso a los empleados públicos y militares el uso del cintillo punzó, que pronto sería usado por todos.

El ejercicio de las atribuciones extraordinarias y la acción de la Sociedad Popular Restauradora, le permitieron eliminar la oposición, ya sea unitaria o federal. Hubo destituciones y fusilamientos en masa, y se decretó el uso obligatorio de las divisas punzó. Se empapelaron las ciudades con cárteles como: "¡Mueran los salvajes unitarios!" o "¡Vivan los federales!". Afirmó su lucha sobre los unitarios y exigió una sumisión total a la federación, no solo en Buenos Aires sino en todo el

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interior. Abolió la independencia del poder judicial, y llegó a ejercer personalmente facultades judiciales (como el caso de los hermanos Reinafé, a quienes se los encontró culpables y se los colgó).

Fue una época de terror para los unitarios, o mas bien para todos los que no estuvieran a favor del dictador. Todos los opositores se debieron exiliar, en general a Uruguay, o eran juzgados aquí. La gente se retractaba, se cuidaba de cualquier motivo de sospecha, como hablar, pasear, escribir, etcétera. La simple sospecha de complicidad con un unitario bastaba para ser ejecutado; la sociedad Popular Restauradora fue un club terrorista y temido. Rosas también se aseguró de que su retrato estuviera expuesto en todos los lugares públicos.

Si bien la confederación aseguraba la autonomía a cada provincia, cada una de estas cada año, debía formalmente conceder la gestión de las relaciones exteriores al gobierno de Buenos Aires.

En 1837 se inicia un conato de oposición al Restaurador. Durante la guerra de la Confederación Peruano Boliviana contra Chile, La Confederación Argentina interviene a favor de Chile para asegurar la integridad territorial en el norte argentino. Las acciones bélicas fueron delegadas al gobernador de Tucumán Alejandro Heredia. Chile derrota en 1839 a la Confederación Peruano Boliviana, en la batalla de Yugai, y en 1840 Heredia cona mas poder y prestigio decide enfrentar a Rosas formando la Liga del Norte

Ese mismo año, Juan Lavalle, desde el Uruguay y con apoyo de Fructuoso Rivera y de los Franceses, entra en Corrientes. El gobernador Ferré lo recibe como aliado y de allí logra apoderarse de Entre Ríos e invadir Buenos Aires consiguiendo varias victorias y de allí pasar a Santa Fe, con la esperanza de recibir apoyo de la Liga del Norte, comandadas por Gregorio Araoz de Lamadrid. Pero ambos fueron derrotados por las fuerzas rosistas de Manuel Oribe en la batalla de Quebracho Herrado. Lavalle y Lamadrid huyeron hacia el norte siedo definitivamente derrotados por Oribe en Famaillá. La represión sangrienta al levantamiento de la Liga del Norte, llevada por Oribe impidió todo intento futuro de sublevación.

Cuando se supo que Lavalle huía, estalló el terror general en la ciudad: decenas de personas fueron asesinadas, centenares de casas saqueadas y las calles quedaron vacías. Los antiguos partidarios de los unitarios fueron perseguidos, y también los que fueran sospechados de serlo, por cualquier razón. Los símbolos de los unitarios, y hasta los objetos de colores identificados con los unitarios - celeste y verde - fueron destruidos. Las casas, la ropa, los uniformes, todo lo que pudiera colorearse fué pintado de color rojo.

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Rosas no hizo nada para detener la masacre, y posiblemente no hubiera podido controlarla. Sólo a fines de ese año, cuando estuvo seguro de que iba a ser obedecido, anunció que a cualquiera que se lo descubriera violando una casa, robando o asesinando sería pasado por las armas. La violencia se detuvo ese mismo día.

El terror del año 40 fue la culminación del uso político de la violencia por parte de Rosas y su partido. Los historiadores clásicos extendieron la imagen de esas semanas de violencia a todo su gobierno, lo que es falso. Hubo varios períodos en los que los opositores fueron perseguidos, pero los crímenes de todos los días sólo ocurrieron a fines de 1840. De hecho, Rosas usó más el terror como idea para presionar las conciencias que para eliminar personas.

La acción militar de Rosas se dirigió entonces hasta Corrientes, donde había, llegado el General José Maria Paz, que había logrado escapar de su cautiverio en Buenos Aires. Los opositores fueron derrotados por las fuerzas rosistas en Caaguazú el 28 de noviembre de 1841. Un año más tarde el 6 de diciembre de 1842, las tropas de Oribe, vencen a las de Fructuoso Rivera en Arroyo Grande e invaden el Uruguay. Luego de un largo sitio a la ciudad de Montevideo, Oribe derrota definitivamente a las tropas de Rivera en marzo de 1845. Rosas surge como el vencedor absoluto de todos sus rivales. En 1842, Rosas se autoproclamó Tirano ungido por Dios para salvar a la patria

En junio de 1839 fue descubierta en Buenos Aires una conspiración organizada por Manuel V. Maza, presidente de la Sala de Representantes, que tenía contacto con otros movimientos que actuaban en la campaña y con los emigrados. Maza y su hijo fueron muertos. La misma suerte tuvieron los cabecillas de la Rebelión de los Hacendados del Sur de la provincia, que tuvo su foco en Chascomús y Dolores. Estos alzamientos debían coincidir con la invasión de Lavalle a Buenos Aires, lo que no pudo concretarse.

A fines de la década del treinta la oposición a Rosas sumaba a los viejos unitarios y los federales porteños antirrosistas a un grupo de jóvenes que por su edad no habían actuado en la política revolucionaria. A este grupo se lo conoce como la generación del 37 y estaba formado por Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Vicente Fidel López y Juan Maria Gutiérrez.

Estos jóvenes intelectuales, fundaron el salón literario que funcionó en la librería de Marcos Sastre, donde se reunían para discutir ideas políticas, sociales y filosóficas, que difundieron en algunos periódicos que pudieron publicar.

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Las ideas de Alberdi , de Sarmiento y de otros intelectuales contemporáneos sobre las perspectivas de desarrollo futuro de la Argentina, vinculadas a las condiciones favorables que abría el avance del capitalismo industrial en Europa, influyeron sobre las elites dirigentes argentinas. Expresaban, a la vez, las aspiraciones de esos sectores para superar las limitaciones de su expansión. La mayoría de esas ideas o proyectos fueron llevados a la práctica en las décadas que siguieron a la caída de Rosas. Fueron motivo, también, de intensas polémicas entre sus mentores.

Intentaron ser una alternativa a federales y unitarios, propiciaron una organización nacional mixta, y sus ideas y acción tendrían gran influencia en el proceso constitucional posterior a la caída de Rosas. Por mucho tiempo, la "historia oficial" los consideró próceres civiles, pero posteriormente se les acusó de considerar todo lo europeo superior a lo americano o español, de querer trasplantar Europa a América sin considerar a los americanos, y de traicionar repetidamente a su propio país.

Se pronunciaron en contra de la política de Rosas respecto de Francia, y fueron perseguidos por La Mazorca y, si bien ninguno fue asesinado, terminaron refugiados en Montevideo, Chile o Europa, desde donde continuaron trabajando para superar la antinomia de Federales y Unitarios y así organizar constitucionalmente el país.

En materia económica, el gobierno de Rosas, impuso barreras aduaneras que el puerto que afectaron a todas las mercaderías extranjeras que competían con productos nacionales, e incluso prohibió la introducción de algunas como herrajes, porotos, maíz, etc.

Esto permitió la expansión económica de algunas provincias como las de Cuyo y Buenos Aires que vieron estimulada su capacidad vitivinícola y rural.

La producción ganadera se vió fuertemente estimulada, por el crecimiento del comercio exterior, que estimuló la producción ganadera y de los saladeros. Esto fue posible por la expansión de la tierra disponible en el sur de la provincia de Buenos Aires, donde se generalizaron grandes estancias como centros de producción y población, gracias a la transferencia de tierras públicas al dominio privado, que generó una gran concentración de la propiedad en pocas manos.

Por los años cuarenta se perfila un gran negocio con la introducción de las ganadería ovina, debido al excelente precio de la lana y la aptitud de tierras en el sur de Buenos Aires para esta producción.

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El Litoral vió favorecida su economía por el crecimiento de la producción ovina y bovina así como saladeros y cueros, cuya producción en algunos casos escapaba al control de Buenos Aires, saliendo por Rio Grande do Sul o por Montevideo, generando gran prosperidad durante el bloqueo anglo francés.

Rosas representó y dirigió los intereses particulares de los grupos dominantes de Buenos Aires -que se negaban a compartir los ingresos aduaneros porteños con las demás provincias—. Logró, a la vez, mantener, bajo la bandera del federalismo, el orden social necesario para el desarrollo de las actividades económicas y la autonomía de la provincia. Al mismo tiempo, Rosas explotó su influencia sobre los sectores populares y aprovechó el temor que inspiraban en las clases propietarias, para alinearlas de su lado. La amenaza, la censura y el uso de la fuerza contra rivales, opositores y disidentes fueron también recursos corrientes para mantener la cohesión y el control del régimen que a partir de esa fecha dominará por dos décadas consecutivas.

En esta segunda gobernación Rosas: favoreció la venta o el otorgamiento de las tierras públicas que pasaron a manos de los grandes ganaderos.

Otorgó opción de compra de tierras a los arrendatarios de contratos de enfiteusis facilitando así el acceso a la propiedad privada tanto al norte como al sur del río Salado.

En 1835, Rosas sancionó la Ley de Aduanas, que protegía a las materias primas y productos locales, prohibiendo en algunos casos y gravando con altos aranceles en otros el ingreso de la mercadería importada que pudiera perjudicar a la producción nacional.

La Ley favoreció a las provincias pero sobre todo a Buenos Aires que aumentó notablemente sus ingresos aduaneros.

Todo producto argentino destinado al exterior debe pagar su tributo a Buenos Aires y todo producto extranjero destinado a cualquier parte del país deber pagar también a Buenos Aires.

Mediante este procedimiento Buenos Aires puede estimular cierta actividad económica del interior y boicotear otra, determinando qué mercadería extranjera y de qué países de procedencia podrá consumir el interior.

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Quedaban en manos de Buenos Aires las llaves para favorecer o empobrecer a determinados grupos sociales de las provincias.

Tucumán exportaba a Chile ganado y otros bienes a cambio de metálico; a Buenos Aires, tabaco, madera, quesos, aguardiente, a cambio de artículos ultramarinos.

Córdoba enviaba a Buenos Aires, cueros vacunos, ovinos y caprinos lanas, trigos, harinas, a cambio de productos de ultramar.

Rosas mantuvo durante gran parte de su mandato excelentes relaciones con los comerciantes británicos y su gobierno.

Francia no había obtenido de Rosas un tratado comercial como el que Inglaterra había conseguido de Rivadavia.

Los ciudadanos franceses no estaban exentos de hacer el servicio militar como los británicos.

Rosas, además había encarcelado a varios franceses acusados de espionaje.

Se produce un conflicto diplomático y las naves francesas que estaban estacionadas en el Río de la Plata, bloquearon el puerto de Buenos Aires a fines de marzo de 1838.

El bloqueo se mantuvo por dos años generando una obligada política proteccionista, más allá de la Ley de Aduana y produjo ciertas grietas en el bloque de poder. Los ganaderos del Sur de la provincia se rebelaron contra Rosas ante la caída de los precios de la carne y las dificultades provocadas por el cerco francés al puerto.

Durante el bloqueo se reanudó la guerra civil. Lavalle, que referimos en párrafos anteriores.

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En octubre de 1840, finalmente por tratado Mackau - Arana, Francia pone fin al bloqueo. El gobierno de Buenos Aires se comprometió a indemnizar a los ciudadanos franceses, les otorgó los mismos derechos que a los ingleses y decretó una amnistía.

Concluido el conflicto con Francia, Rosas limitó la navegación de los ríos Paraná y Uruguay.

Bloqueó el puerto de Montevideo y ayudó a Oribe a invadir el Uruguay y a sitiar la capital en 1843.

Estas actitudes de Rosas afectaron los intereses de los comerciantes y financistas extranjeros.

En 1845, el puerto de Buenos Aires fue bloqueado nuevamente, esta vez por una flota anglo-francesa.

A pesar de la heroica resistencia de Lucio N. Mansilla y sus fuerzas, en la Vuelta de Obligado, una flota extranjera rompió las cadenas colocadas de costa a costa y se adentró en el Río Paraná.

El bloqueo no sólo afectaba los intereses de los extranjeros, también perjudicaba a los estancieros del Litoral que no podían navegar libremente por el río Paraná y debían comerciar sus productos por el puerto de Buenos Aires, entre los afectados estaba Justo José de Urquiza, que gobernaba la provincia de Entre Ríos desde 1841

Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847 mientras que los franceses lo hicieron un año después.

La firme actitud de Rosas durante los bloqueos le valió la felicitación del General San Martín y un apartado especial en su testamento: "El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla."

Recién en 1850 quedaron normalizadas las relaciones con Inglaterra y Francia.

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Las acciones de los británicos y franceses sobre el puerto de Buenos Aires, respondía al complejo cuadro de intereses políticos, y comerciales de la cuenca rioplatense. Desde Londres y Paris hasta Asunción y Río de Janeiro, se tejió una compleja trama de intereses, que no siempre respondieron a las imágenes maniqueas, de una simple defensa de la soberanía contra el imperialismo extranjero,. En efecto, mientras que para los comerciantes montevideanos y asunceños, la libre navegación de los ríos resultaba de crucial importancia, en cambio los ingleses sabían que podían llevar adelante, buenos negocios sin necesidad de humillar a Rosas, quién siempre había sido un gran aliado de sus intereses. Así la vuelta de obligado demostró que los ejércitos porteños, nada podían hacer si las naves británicas decidían entrar en los ríos, pero los ingleses, no querían hacer a la fuerza lo que podían hacer en forma pacífica. Por eso el bloqueo nunca fue eficaz y las relaciones de Rosas, con el jefe de la armada británica eran por demás cordiales. De hecho, Rosas siempre atribuyó en público, la responsabilidad del bloqueo a los

franceses, y no a los ingleses. Los franceses eran mas agresivos, toda vez que sus intereses en la región estaban menos consolidados que los de los británicos y tenían mucho mas que ganar de una acción militar. Pero el estallido de una feroz revolución en Paris en febrero de 1848, que determinó la caída de la monarquía en Francia, debilitó su posición. En pocos mese ingleses y franceses, habían levantado un bloqueo por demás ineficaz, pero el problema de la cuenca del Plata no estaba todavía resuelto.

Desde 1840 Entre Ríos había experimentado un fuerte desarrollo de la ganadería vacuna, comenzó a competir con Buenos Aires, pero la única forma que tenían los entrerrianos para exportar era a través del puerto bonaerense, ya que el cierre de los ríos interiores implementado por Rosas, no permitía el comercio directo del Litoral con los mercados exteriores. La alternativa es trasladar el ganado a Brasil, estrategia habitualmente utilizada durante la década de 1840.

El conflicto era en esencia económico: Entre Ríos venía reclamando la libre navegación de los ríos, necesaria para el florecimiento de su economía- lo que permitiría el intercambio de su producción con el exterior sin necesidad de pasar por Buenos Aires.

Armado de alianzas internacionales, Urquiza decidió enfrentar al gobierno bonaerense.

En 1851 el gobernador de Entre Ríos emitió un decreto, conocido como el pronunciamiento de Urquiza, en el cual aceptaba la renuncia de Rosas y reasumía para Entre Ríos la conducción de las relaciones exteriores.

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Entre 1850 y 1851 la Provincia de Entre Ríos se alió con Brasil, y con los colorados uruguayos, opositores de los blancos que respondían a Manuel Oribe, estableciendo una nueva coalición antirrosista. El objetivo era defender la libre navegación del sistema del Plata. Mas tarde se sumaron Corrientes y Paraguay.

Todos los años como un ritual, Rosas, presentaba ante la Legislatura bonaerense, y ante cada provincia confederada, su renuncia al desempeño de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina. El 1º de mayo de 1851, el General Urquiza aceptó la renuncia del Restaurador, rompiendo así con la tradición y reasumiendo Entre Ríos su soberanía y derecho para vincularse directamente con las potencias extranjeras. Tal hecho constituyó en sí mismo una declaración de

guerra.

El emperador de Brasil, Pedro II proveería infantería, caballería, artillería y todo lo necesario, incluso la escuadra.

Urquiza alistó a sus hombres en el ''ejército grande" de 28000 hombres, y avanzó sobre Buenos Aires, derrotando a Rosas en la Batalla de Caseros, el 3 de Febrero de 1852.

Vencido, el Gobernador de Buenos Aires se embarcó en el buque de guerra "Conflict" hacia Inglaterra. Allí se instaló en la chacra de Burguess, cerca de Southampton acompañado por peones y criados ingleses. El gobierno porteño, instalado el 11 de septiembre de 1852, confiscó todos su bienes y dependía para vivir de los recursos que le enviaban sus amigos desde Buenos Aires.

Relatos de algunos de sus visitantes como Alberdi o Salustiano Cobo, director del diario "El Comercio` de Lima, ilustran el exilio del Restaurador. Lo muestran como un anciano vestido con modestia, que hablaba con moderación y respeto de sus adversarios. Solo quejándose de la ingratitud que hacia él por parte de aquellos que como Anchorena que habían edificado su fortuna a su sombra, y quejoso por la confiscación de sus bienes y presto a defenderse de las acusaciones que se le hacían por entonces desde Buenos Aires. Habló sin arrogancia de la sencillez de su vida en la tarea rurales, a las que volvió a dedicarse hasta su muerte ocurrida el 14 de marzo de 1877, a los ochenta y cuatro años.

ECONOMIA Y LA HEGEMONÍA DE BUENOS AIRES

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Se había disuelto el régimen de las provincias Unidas, pero no la convicción de la unidad nacional. Las provincias argentinas se organizaron en estados independientes, pero mantuvieron vínculos mediante un sistema de acuerdos y alianzas regionales.

Ante la inestabilidad política que reinaba en Buenos Aires, asumió como gobernador Dorrego, quien derrotó a López en la batalla de Pavón. Pero el triunfo fue efímero ya que Dorrego fue vencido en el combate de Gamonal. El gobernador fue reemplazado por Rodríguez quien firmó con López el Tratado de Venegas, por el que se convino la paz entre Bs. As. y Santa Fe.

Artigas fue derrotado en 1820 por los invasores portugueses (este buscó el apoyo de los caudillos del Litoral sin recibirlo) y la Banda Oriental quedó anexada al Portugal y luego en 1822 al Imperio del Brasil. Sin embargo, un sector importante apoyaba el mantenimiento de la provincia oriental dentro del ámbito de las antiguas Provincias Unidas.

La situación interprovincial se normalizaba en el Litoral. Los gobernadores de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires suscribieron el Tratado del Cuadrilátero, el cual establecía una alianza ofensiva y defensiva entre las cuatro provincias.1

En 1824 se reunió en Buenos Aires un Congreso: había que desplazar a los brasileños de la Banda Oriental. Las provincias enviaron a sus delegados con el objetivo de que se sancionara una constitución federal; sin embargo, se sancionó una unitaria y se eligió a Rivadavia como Presidente. Esto despertó la resistencia de los caudillos federales del interior.

Quiroga (gobernador de La Rioja) se opuso a Lamadrid (gobernador de Tucumán) ya que este defendía la carta unitaria y no sólo eso, sino que además amenazaba con extender su autoridad por Catamarca, Jujuy, Salta y Cuyo. Lamadrid fue derrotado en octubre de 1826 y Quiroga reunió el norte y centro del país.

Después de una guerra con Brasil, se logró un acuerdo de paz en 1827, en el cual se perdió la posesión de la Banda Oriental. Debido a este desventajoso acuerdo, el régimen rivadaviano terminó rápidamente.

Fracasada la tentativa de unidad, las provincias retornaron a su aislamiento.

En Buenos Aires, el Partido Federal ganó las elecciones para gobernador y Dorrego ocupó el cargo. Éste procuró crear acuerdos con las provincias a fin de convocar un congreso constituyente que organizara el país sobre una base federal. En julio de 1828 se iniciaron las discusiones, pero sólo asistieron nueve provincias, por lo que no se logró ningún avance. La falta del respaldo federal de Dorrego hizo que el general unitario Lavalle lo derrocara a fines de 1828, ordenara su fusilamiento y se hiciera proclamar gobernador. López y Rosas comenzaron a operar contra Lavalle y lo derrotaron en 1829. José María Paz llegó con sus tropas a Córdoba, donde derrocó a Bustos, y asumió el gobierno en su lugar. Facundo Quiroga (el caudillo riojano) fue vencido también por Paz en La Tablada. Este triunfo abría una nueva época para la ciudad de Córdoba, que hasta entonces había ocupado el último lugar entre los pueblos argentinos.

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La Junta de Representantes decidió designar gobernador a Juan Manuel de Rosas a fines de 1829 y le otorgó poderes extraordinarios.

Quiroga había logrado hacerse fuerte en las provincias de Cuyo, pero Paz lo volvió a vencer en 1830 y constituyó la Liga del Interior para hacerles frente a los federales que predominaban en el litoral.

Por la batalla de Oncativo, Córdoba, Mendoza, San Juan, San Luis, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy quedaban libres de la dominación de caudillos. La unidad de la república empezaba a hacerse efectiva desde Córdoba por medio de las armas.

En 1831, las provincias litorales respondieron con la firma del Pacto Federal.

Paz fue hecho prisionero por López y sus partidarios, y así la Liga del Interior no tardó en derrumbarse. Las tropas del Pacto Federal, con la colaboración de la de Quiroga y otros caudillos, pronto extendieron su predominio a toda la república.

En el interior, luego de vencer a Lamadrid, Quiroga se afirmó definitivamente.

En el litoral, López mantenía con seguridad la hegemonía regional. Y en Bs.As., Rosas afianzaba su poder y agrandaba su influencia. En 1833, éste organizó una expedición al sur para reducir a los indios pampas. Poco después de su regreso la situación se vio complicada tanto en el interior (donde la autoridad de Quiroga era cada vez más fuerte) como en Buenos Aires.

A fines de 1834, hubo una guerra civil entre Tucumán y Salta, dos provincias federales. Rosas le pidió a Quiroga que pacificara la situación. En 1835 Quiroga fue asesinado y luego la Legislatura bonaerense elegía gobernador de la provincia a Rosas.

4° Capítulo: La Federación (1835-1852)

Durante los diecisiete años que duró la hegemonía de Rosas en Buenos Aires las provincias se mantuvieron independientes bajo sus gobiernos locales, no se instauró ningún régimen que institucionalizara la nación. Pero reinó, sin embargo, una extraña forma de unidad conocida como Federación. Ésta (vista como el triunfo de los ideales del federalismo) aseguró la hegemonía de Bs. As. y redujo el crecimiento de las provincias. El puerto de Bs. As. seguía siendo la mayor fuente de riqueza para el estado y aportaba beneficios a los comerciantes de la ciudad y también a los fabricantes de cueros y tasajos. Las provincias del interior no participaban de esas ventajas, por lo tanto la federación acentuó el empobrecimiento de las provincias interiores, bloqueadas por sus aduanas interprovinciales. Esto nos permite ver que aunque Rosas hablaba de Federación y consagraba su lema como federal, encabezó un régimen absolutamente centralista.1 Recaudaba impuestos a través de la Aduana porteña y, en algunos casos, ayudaba a las provincias que estuvieran muy necesitadas. Esto ocurrió con Santiago del Estero.

Rosas prohibió que las embarcaciones del extranjero naveguen los ríos del interior y esto dio como resultado que la economía de Entre Ríos se debilitara.

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Pese a las convulsiones políticas, la economía experimentó una vigorosa expansión, se duplicaron las exportaciones de origen ganadero y creció el número de buques de todo el mundo que llegaban a Buenos Aires con mercaderías para vender en la capital y el interior.

Rosas expulsó a sus adversarios de la administración pública, el clero y el ejército. Todos fueron obligados a usar la divisa punzó. Se desarrolló un período de glorificación del Restaurador y los opositores (a los que se calificó de salvajes unitarios) fueron perseguidos y obligados a partir al exilio, encarcelados o muertos.

En el interior Rosas no era querido para nada; sus grandes represiones preocupaban mucho a los gobiernos provinciales.

La revolución iniciada por Lavalle fracasó en 1838. En 1839 el gobernador porteño contuvo los levantamientos del gobernador correntino Berón de Astrada y de Maza.

En 1840 se produjo la sublevación de las provincias del norte, lideradas por Avellaneda (gobernador tucumano) pero Rosas los venció. A fines de 1841 Lavalle, tras una suma de derrotas, se retiró hacia el Norte. Pero fue asesinado en Jujuy y todo el Norte quedó subordinado a la autoridad de Rosas.

Hubo constantes levantamientos y luchas en todo el país.

En 1845 Corrientes volvió a sublevarse y Madariaga, su gobernador, fue derrotado dos veces por Urquiza (gobernador de Entre Ríos).

Esto debía llegar a un fin para que la nación lograra organizarse, dar garantías y derechos a sus ciudadanos y poner en vigencia un equitativo reparto de las rentas nacionales.

Entre 1850 y 1851, Urquiza se levantó contra Rosas y lo venció en la batalla de Caseros en 1852 al mando del Ejército Grande.

Tras la derrota, el Restaurador se exilió en Gran Bretaña.

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La Federación había terminado.

5° Capítulo: La Confederación (1852-1862)

Urquiza entró en Buenos Aires para hechar las bases de la organización del país.1 En el país se sentía la necesidad de la unión. Pero la tarea que esperaba a Urquiza era complicada; había muchas diferencias económicas entre las distintas regiones.

En 1852 dos grandes partidos comenzaron a enfrentarse: el Partido Federal, en el cual estaban agrupadas las oligarquías provincianas y presidía Urquiza, y el Partido Liberal, que encabezaban los antiguos emigrados y predominaba en Buenos Aires.

El caudillo entrerriano designó gobernador interino de Bs. As. a Vicente López y convocó una reunión de gobernadores en San Nicolás para discutir la constitución política del país. El acuerdo de San Nicolás se firmó el 31 de mayo. Este convenio proclamaba el Pacto Federal de 1831 como ley fundamental de la República y el federalismo volvía a triunfar; se aseguraba la libre navegación de los ríos, la distribución proporcional de las rentas nacionales y la libertad de comercio en todo el territorio. Además, llamaba a un congreso constituyente al que concurrirían todas las provincias con igual representación.

Finalmente, se designaba a Urquiza Director Provisorio de la Confederación.

Esto fue más de lo que Buenos Aires estaba dispuesta a soportar. Los porteños rechazaron el convenio y Vicente López y Planes renunció a su cargo. Pero Urquiza actuó con rapidez. Disolvió la Legislatura de la ciudad, repuso en su cargo a López y Planes y dispuso la nacionalización de la Aduana.

Pero la oposición dentro de Bs. As. era muy grande, por lo que una revolución en septiembre de 1852 permitió a los porteños retomar el control de la ciudad.2

Urquiza tuvo que retirarse pero luego de unos meses en Santa Fe se reunieron los delegados de las provincias sin la presencia de Bs.As., sancionaron la Constitución Nacional de 1853 y eligieron a Urquiza como presidente.

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Se extendió una situación bastante peligrosa. Existía por un lado la Confederación Argentina (que poseía Constitución Nacional, un Congreso y un Poder Ejecutivo con sede en Paraná) formada por trece provincias, y por el otro, el Estado de Buenos Aires. Ambos se agredían, competían y se hostilizaban. Había una diferencia muy grande entre el adelanto de Buenos Aires y el desarrollo económico y político del interior. Esto hacía muy difícil la unión.

Finalmente, en octubre de 1859 se enfrentaron en Caseros las tropas de Buenos Aires, comandadas por Mitre (ministro de guerra de la prov.), con las de la Confederación, bajo el mando de Urquiza. Esta triunfó entonces se firmó el Pacto de San José de Flores, por el cual Bs. As. se declaraba integrante de la Confederación Argentina, aceptando la Constitución Nacional.

Aunque con algunos rozamientos, el pacto empezó a cumplirse y en octubre de 1860, Bs. As. juró la Constitución Nacional.

Inesperadamente se desató otro conflicto. Una ley de la Legislatura bonaerense declaró entonces nulo el Pacto de San José de Flores y la Confederación intervino la provincia. Esta resistió y Urquiza fue derrotado por Mitre en Pavón en septiembre de 1861. Ambos líderes terminaron haciendo un pacto de no agresión. En octubre de 1862 Mitre resultó elegido presidente. Buenos Aires estaba ya reincorporada al país y provisoriamente era su capital. La unidad nacional quedaba consumada.3

6° Capítulo: Gobierno Nacional (1862-1880)

Es durante este período que el país logra organizarse constitucionalmente de manera definitiva. Por primera vez desde 1820 existía un gobierno formal y verdaderamente nacional.1

Las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda (con las que contó esta época) fueron reafirmando el sistema republicano y el país se fue acostumbrando a cumplir una ley; hubo un profundo cambio en la estructura social y económica de la nación. La etapa de los caudillismos, de los gobiernos volteados por revoluciones y las largas dictaduras había llegado a su fin.

Mitre quería federalizar la ciudad de Buenos Aires pero no lo consiguió. En cambio, aprobó una ley mediante la cual Bs. As. fue la capital provisoria de la nación.

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Durante la gestión de Mitre, orientada a unificar la nación bajo la ideología liberal, diferentes caudillos del interior se sublevaron ante el gobierno central.

El caudillo riojano, el "Chacho" Peñalosa, dirigió la última revolución de las provincias mediterráneas y fue derrotado a fines de 1863 por las fuerzas nacionales. En 1865 estalló la guerra del Paraguay, de la cual no se sacó nada positivo y en 1866 se inició una serie de alzamientos contra el gobierno de Mitre.

En las elecciones de 1868, las provincias apoyaron a Sarmiento, quien fue elegido presidente; Alsina fue el vicepresidente.

Las metas de Sarmiento se resumen en la palabra progreso y los caminos para alcanzarlo fueron la llegada de inmigrantes, la educación y el desarrollo agroindustrial. Una de las preocupaciones de Sarmiento fue alfabetizar a las clases populares es por esto que fundó muchas escuelas y apoyó en 1869 una ley que otorgaba subvenciones a las provincias para que las crearan en las suyas.2

La construcción de los ferrocarriles creó una gran fuente de trabajo para los inmigrantes, dando un fuerte cambio a la economía del país.

En 1870 López Jordán en Entre Ríos dirigió una revolución y mató a Urquiza. Debido a esto Sarmiento tuvo que intervenir Entre Ríos militarmente y esto derivó en una guerra que finalizó en 1871.

A partir de 1870, las ciudades de Europa se fueron expandiendo y desarrollando sobre la base de algunos inventos que afectaron la calidad de vida de la gente y trascendieron a nuestro país, como la luz de gas. El acero fraguado a altas temperaturas permitió aplicaciones en la construcción. También hubo muchos avances médicos. El ferrocarril adquirió una gran importancia. Todo esto tuvo como resultado un gran avance en la calidad de vida de la gente.

Por otra parte, los trabajadores industriales de Alemania, Inglaterra y Francia solicitaban una cantidad de productos que luego abastecieron nuestro país. Era un gran contexto internacional con disponibilidad de capitales para invertirse en el exterior de los países centrales y con grandes avances científicos y técnicos.

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Al final de su período, hacia 1874, Sarmiento había desarrollado una gran obra de gobierno, ejercía el control en todo el país y contaba con el apoyo de las tropas nacionales.

Las oligarquías provincianas, apoyadas por Sarmiento, plantearon que Avellaneda fuese el nuevo presidente. Debido a esto, Mitre se rebeló contra el gobierno y desencadenó una revolución. Fue derrotado y el 12 de octubre, Avellaneda asumió la presidencia. El país vivía una grave agitación económica que había detenido el arribo de inmigrantes. Asimismo, la gran cantidad de productos importados consumidos por el mercado interno causó un profundo déficit de la balanza comercial. Para solucionar este problema fue preciso exportar reservas de oro. Una vez finalizada la crisis, los inmigrantes nuevamente comenzaron a fluir desde el viejo mundo y en 1876, se dictó la Ley de Colonización, que creó el Departamento General de Inmigración.

Cuando su mandato finalizaba, por el año 1880, Avellaneda anticipó que se proponía federalizar Buenos Aires y convertirla en capital de la República. Al mismo tiempo, ofrecía su apoyo a Roca contra Tejedor. Luego la revolución estalló pero la Guardia Nacional de Bs. As. fue derrotada por el ejército nacional. Y así fue que en 1880, Buenos Aires se convirtió en capital federal de la República. Así, finalizaba el ciclo de la vida argentina que había dado vueltas alrededor de las relaciones entre Buenos Aires con su puerto y supremacía y el país.

LA ORGANIZACIÓN DE ARGENTINA

1. Etapas de la organización política argentina

La organización política argentina es producto de un ¡argo proceso que sé extiende de 1810 a 1852. Durante esos cuarenta y dos años se llevaron a cabo numerosos ensayos de organización que, si bien ninguno de ellos logró definitiva vigencia, fueron dando los elementos esenciales de la forma de organización política que deseaba el pueblo, manifestando de paso, la voluntad nacional de constituir una nueva nación.

La caída de Rosas en 1852 permitió poner fin a ese largo proceso de lenta elaboración, dictar una Constitución que satisficiera las aspiraciones generales y lograr por lo mismo pleno consenso.

El fundamento de la organización: La base o el fundamento de la organización política argentina fue establecido por la Revolución de Mayo en 1810,cuando en sus primeras manifestaciones de resistencia al gobierno español proclamé el principio de la soberanía del pueblo.

Ese principio se halla implícito en las gestiones que Belgrano y Saavedra enuncian al solicitar que sin demora se “celebre un cabildo abierto, a fin de que, reunido el pueblo en asamblea general,

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acordase si debía cesar el Virrey en el mando y se erigiese una Junta Superior de Gobierno que mejorase la suerte de la patria”.

Es Saavedra quien expresa al virrey Cisneros que “el pueblo quiere reasumir sus derechos”. En el oficio en que se pide el día 21 celebrar un cabildo abierto se habla de que “un congreso público exprese la voluntad del pueblo”. De esta manera el cabildo abierto que se celebra & día 22 de mayo de 1810 puede considerarse como el primer congreso argentino. Es allí donde Castelli expresa que “al pueblo corresponde reasumir la soberanía”, a lo que agregó Saavedra que “no queda duda que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando”.

Estas expresiones de nuestros primeros patriotas, que nosotros resumimos brevemente, manifiestan un hecho real, cual es la caducidad del gobierno español en estas tierras, y el traspaso de la soberanía al pueblo, quien a su vez, la delegaba en una Junta Gubernativa. Ella reasumía el poder y se le encomendaba convocar a un congreso con el objeto de definir la forma definitiva de gobierno.

Quedaba así consagrado el principio de la soberanía popular, o sea, que el poder reside en el pueblo y es éste quien lo delega en sus representantes. Además, al efectuar la consulta a los pueblos del interior, se iniciaba el principio de la forma federativa. Tenemos entonces que en Mayo de 1810 surgen las tres bases fundamentales de la organización política argentina, a saber:

a - Ejercicio de la soberanía popular

b - El sistema representativo de gobierno

c - Forma federativa de gobierno

PARA SABER MAS...

¿Qué es la organización política del Estado Democrático?

La organización política del Estado se refiere al modo en que es estructurado el poder en el Estado. La organización política nuestro país está determinada básicamente en el artículo 1° de la Constitución Nacional, que ya hemos analizado. Nuestro Estado es federal y su gobierno democrático y representativo.

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La forma de gobierno es un problema muy antiguo, que surgió e el momento en que los hombres comenzaron a organizarse en comunidades, ya que toda comunidad está siempre conducida por uno o más hombres que forman su gobierno. La estructura y le principios que guían a los que gobiernan, y las relaciones que establecen con los gobernados, son los datos necesarios para conoce: la organización política de cada comunidad.

¿Cómo funcionan los poderes del Estado en nuestro país?

Nuestro gobierno está integrado por tres poderes: el Legislativo, él Ejecutivo y el Judicial.

Estos poderes actúan de acuerdo con las disposiciones de la Constitución Nacional. Las normas contenidas en nuestra Ley Fundamental están inspiradas en los siguientes principios:

• Separación de poderes. La separación de poderes es uno de los pilares del Estado de Derecho. La concepción fue elaborada por Montesquieu, en la segunda mitad del siglo XVIII, y luego fue incorporada a todas las constituciones modernas. De acuerdo con esta teoría, el poder debe estar distribuido en varios órganos, a cada uno de los cuales se le atribuirán determinadas funciones. A través de esta división del poder se desea evitar su concentración en manos de una sola persona u órgano, para evitar un ejercicio abusivo e injusto del mismo.

Los poderes actúan de manera independiente pero, al mismo tiempo, se controlan recíprocamente. Los poderes, además de sus funciones propias, poseen alguna competencia sobre los otros. Veamos el siguiente ejemplo: el Poder Legislativo sanciona las leyes, el Poder Ejecutivo las promulga o las veta y el Poder Judicial controla que no contradigan el texto constitucional.

Por otra parte, la separación de poderes apunta a que se logre una especialización en el ejercicio de las funciones estatales. Es decir, que algunos órganos se ocupen de administrar, otros de juzgar, que ciertos hombres se dediquen a la economía, etcétera.

• Origen democrático de los ocupantes de los poderes estatales. Los poderes del Estado son ejercidos por personas. Estas personas sólo pueden acceder a dichos cargos por el voto popular. Los integrantes del Poder Judicial no son elegidos directamente por el pueblo.

• Periodicidad en el ejercicio de las funciones. Este principio determina que los titulares de los poderes políticos del Estado no pueden permanecer en sus funciones indefinidamente. De este

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modo, se busca asegurar el recambio en el ejercicio de los cargos, como así también, posibilitar que el electorado pueda sancionar a funcionarios cuyo desempeño no le ha resultado positivo. La sanción consistirá en la no reelección de esos funcionarios.

• Publicidad de los actos de gobierno. La actividad de las instituciones debe ser conocida por todos. Si los gobernantes son nuestros representantes nos deben rendir cuenta de los actos. Además, debemos estar informados para saber cuál es el contenido de las normas que regulan nuestras actividades. Por este motivo, todas las leyes y decretos se publican en una publicación que se llama Boletín Oficial y sólo a partir de ese momento son obligatorios.

• Los actos de gobierno están sujetos a control. Además de los controles que se realizan mutuamente los poderes, existen órganos y procedimientos especiales para ello, entre los cuales debemos destacar la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, que fiscaliza la actuación de los funcionarios de la administración y, en caso de encontrar irregularidades, debe denunciarlas ante el Poder Judicial.

¿Cuáles son las funciones del poder?

El poder está integrado por las funciones legislativa, administrativa y judicial o jurisdiccional.

• La función legislativa: consiste en la elaboración de leyes. Las leyes son normas generales y abstractas porque no están destinadas a resolver un caso concreto, como por ejemplo: un conflicto entre A y B, en razón de que B no cumplió con la entrega de algo que se comprometió a darle a A.

Las leyes están destinadas a todos por igual y se aplicarán a las diferentes cuestiones a las que están dedicadas. Por ejemplo: una ley de inversiones extranjeras regulará el régimen de los capitales de personas que no habitan nuestro país y desean invertir en él.

• La función administrativa: consiste en aplicar la ley a las situaciones concretas. Veamos algunos ejemplos: si la ley ha establecido un impuesto, deberán realizarse todos los actos que permitan una adecuada percepción del mismo. Si la ley ha establecido la construcción de un monumento o. de un establecimiento público, la función administrativa asegurará los procedimientos encaminados a la realización efectiva de esas obras.

• La función jurisdiccional: a través de esta función se deciden los conflictos existentes entre las personas. Para ello se aplican las leyes y se interpretan sus contenidos. A quienes no hayan cumplido las disposiciones legales, se les aplicarán sanciones. Por ejemplo: si A le reclama a B el

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pago de los alquileres que B le adeuda, y B se rehusa a hacerlo, A deberá presentar el asunto al juez que sea competente para el caso, quien lo resolverá, aplicando la legislación referente al mismo y de acuerdo con las circunstancias que lo rodean.

El gobierno es ejercido por tres poderes: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Estos poderes desempeñan las funciones que acabamos de describir.

EL ESTADO NACION ARG

A lo largo del siglo XIX los procesos de territorialización y apropiación discursiva del espacio en Argentina fueron configurados desde procesos escriturarios y desde interacciones discursivas que instituyeron performativamente un proyecto de país, de Estado y de Nación, definiendo el «cuerpo de la patria y sus límites, su territorio y su identidad, lo que debía formar parte de ese cuerpo y lo que no, su política de inclusiones y de exclusiones bajo el conjuro de una idea de lo que debía ser «la Nación». (Moyano, 2002: 51)

1 Entenderemos a la «performatividad» como la capacidad del lenguaje para generar, inducir o sugeri(...)

2En este marco, el objetivo de nuestro trabajo lo constituye el análisis de la performatividad1 que opera en los «discursos fundacionales» de la «literatura nacional», en la Argentina del siglo XIX. Para ello, partimos del reconocimiento de un doble proceso performativo en el que es visible que, en la misma medida en que fueron desarrollando desde las primeras décadas del siglo XIX un proyecto de «Nación política» y las bases de un Estado liberal, el grupo de escritores-proyectistas de ese propio «programa nacionalizador» funda una idea y un proyecto de «Nación literaria». Simultáneamente, ese proceso de performatividad alcanza un segundo estadio en la configuración discursiva de «lo real» cuando los «realizadores del 80» terminaron por definir la constitución del Estado-nación instituyendo un «discurso único» que desde la mirada retrospectiva de una lectura fundacional de «la Nación» configuró como línea definidora de una «literatura nacional» a los textos que perfilaron inicialmente y construyeron discursivamente el diagrama ideológico, político, cartográfico y literario de ese mismo programa nacionalizador.

3En el marco de este proceso nos interesa mostrar cómo la acción performativa instituyente que este proceso configuró todavía no ha sido alterada significativamente por las búsquedas de subjetividades y subalternidades, diferencias e identidades marginales que operan las narrativas hegemónicas de la crítica cultural contemporánea, y cómo, pese a los cambios paradigmáticos en la lectura de las operaciones culturales, subsisten intactos agujeros negros y «huecos» en la memoria del primer genocidio sobre el que se erigió «la Nación» argentina heredada y su literatura (Moyano, 2004-b), toda vez que continúa vigente el discurso-tópico de referencia a

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una «literatura sin indios», entendidos como cuerpos y como «voz-otra» en su configuración y su lenguaje.

4En función de ello, desde esa paradoja nos proponemos realizar una lectura crítica sobre las cadenas de lectura instituidas y sus circuitos de producción y circulación en el marco de la literatura argentina del siglo XIX, pues ellas son producto de operaciones canónicas performativas que instituyeron un «mapa de exclusión» al dibujar un cuerpo fundacional de la «literatura nacional» como «cuerpo de la Patria» construido a partir de la violencia ejercida sobre los cuerpos muertos y las voces-otras, ocultas, ausentes, silenciadas, marginadas de los otros en la «Nación política» y la «Nación cultural».

Performatividad, discurso e identidad

5La proximidad de la conmemoración del Bicentenario de la Revolución de Mayo de 1810 y del proceso que culmina en la Independencia nacional, se constituye en una instancia propicia para la exploración identitaria de «la argentinidad», la lectura y la revisión de las condiciones de producción de las formaciones discursivas históricas penetradas y perfiladas por la reflexión sobre «la nacionalidad», en un momento histórico marcado por rupturas epistemológicas y cambios paradigmáticos a la hora de realizar investigaciones discursivas y literarias en el seno de las ciencias sociales y humanas.

2 L. Area (2002) señala en particular que los discursos de la nación, la literatura y la historia -(...)

3 Se entiende aquí por «ideologema» una función intertextual, que recorre varios textos y se lee o(...)

6Este proceso, si bien comporta naturalmente un desarrollo al que no dudaremos en llamar «histórico», tiene mucho que ver con desarrollos discursivos en tanto, desde las concepciones que entienden que la historia desde una perspectiva disciplinar es básicamente un «relato»2, las modulaciones del lenguaje asumen un poder mediador y/o configurador frente a las instancias de lo que podemos entender como «lo real». En este sentido, uno de los supuestos significativos de los que partimos insiste en dar cabida y lugar a la necesaria reflexión sobre la dimensión performativa del lenguaje y su poder instaurativo de nuevas realidades, marco desde el cual reconocemos que, según Hugo Aguilar (2007), si bien a veces «el lenguaje parece rendirse ante el poder de la materialidad de lo real, y lo que manda no es la flexible liviandad de las palabras, sino el frío estupor de las cosas»,otras muchas veces «el lenguaje se nos presenta como materia fundante y definitiva de lo real», razón por la cual, en esa dialéctica propia de la vida social del lenguaje, cabe preguntarse cómo la performatividad llega a ser un impulso formante del sujeto y su identidad, así como de las creencias y vehiculizaciones alegóricas que dan también forma a las identidades nacionales. Es precisamente bajo esta concepción sobre el discurso que la

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indagación sobre los procesos de «construcción identitaria de la nacionalidad» puede articularse como lectura crítica de la/s identidad/es en su lucha por instaurar realidades en orden a las matrices e ideologemas3 que guiaron la configuración, reproducción y/o revulsión de los proyectos hegemónicos de la nacionalidad construida y por construir.

7Cuando relacionamos performatividad y prácticas literarias «fundacionales» aparecen convocados dos aspectos relacionados : por un lado el papel jugado por las élites criollas en su esfuerzo por articular discursos nacionales con intenciones de constituir imaginarios culturales de identidad (Anderson, 1996), y, por otro, el hecho de que esos discursos aparecen impuestos a través de las relaciones que se instauran entre el poder que inviste a los productores de esos discursos y la legitimidad que emerge del conocimiento y la legalidad paradigmática discursiva que ellos mismos ostentan gracias a ese poder.

8En este sentido, Arturo Arias (2004) sostiene que, al constituirse inicialmente, los Estados nacionales buscaron construir desde la «razón occidental» identidades nacionales sobre la base de discursividades literarias, como una operación concreta de legitimación ideológica que deviene acto constitutivo de la identidad en el proceso propio de su enunciación. Así R. Hozven (1998) cree que la «identidad nacional» no se constituye como un objeto de conocimiento unificado proveniente de un presunto substrato nacional popular, en realidad, la «identidad nacional» se forma a posteriori,a la manera de un mosaico expositivo retroalimentado por la historia :

La identidad nacional se realiza o construye de un modo performativo y no meramente constatativo de fuentes o documentos preexistentes. Emerge como un efecto o construcción de lo que se va pensando y escribiendo al hacerla y de lo que no se tenía idea antes de comenzarla. (Hozven ,1998: 68)

9Desde la perspectiva de la crítica postestructuralista –en cuyo espíritu R. Hozven se sitúa- se propone «estudiar a ‘la nación’ tal como ha sido ‘contada’»,ya que «la nación» es primordialmente una construcción o sistema cultural. Es decir que, en este contexto, la nación vendría a ser «efecto de una forma de afiliación social y textual ‘narrada’, que cada uno de sus miembros lleva en su cabeza como un relato posible o no de ser actualizado», por lo que examinar esos efectos es examinar la representación discursiva que se ha dado de «la Nación» en sus formas de conciencia social y en sus realizaciones temporales particulares.

10En esta línea de trabajo, Benedict Anderson (1996) concibe a «la Nación» como una «comunidad imaginada» cuya realidad reside en última instancia «en la verosimilitud de esta interpelación conjuradora», la que a la vez se asienta en la efectividad de los procedimientos

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retóricos y operaciones discursivas convocadas en los textos que la fundan. Desde esta perspectiva entonces, «la nación» y el sentimiento de «identidad nacional» constituyen «realidades que se leen», lo que imbrica esos conceptos como realidades objetuales con las propias discursividades que los vehiculizan y representan, definiendo de este modo la naturaleza performativa de este doble proceso de actualización circular.

Literatura y Nación en el siglo XIX argentino

11Todo el siglo XIX americano aparece atravesado por el problema de definir una idea de «patria», de configurar una «Nación», de otorgar soberanía a los nacientes Estados, con lo cual este problema se enlaza íntimamente con la reflexión sobre el territorio y sus límites. Pero también ello se complejiza porque -además de que es sobre un territorio que se define una idea de «patria», un perfil de Nación, y sobre el cual el Estado se define ejerciendo una soberanía- ese territorio es un espacio no conocido, inexplorado y no sometido, que la escritura debe exorcizar. Escritura, Territorio y Nación se constituyen entonces en aspectos indisociables. (Moyano, 2004: 32)

12Domingo Faustino Sarmiento, Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi, como los escritores más renombrados de la pléyade del 37 durante la primera mitad del siglo XIX en el Río de la Plata, constituyen la avanzada política generacional de un discurso fundacional que elige la palabra y el poder de la escritura como herramienta configuradora y arma de combate en el proceso configurador de un imaginario identitario que pudiese funcionar como alegoría instituyente de una «Nación política» sobre los postulados básicos de un Estado liberal, a partir de la construcción de un dispositivo simbólico de ideologemas articuladores de sentidos asociados a una idea que los amalgamara como «lo nacional», desde la dicotomía madre «civilización-barbarie». A posteriori, hacia 1880, cuando triunfe este proyecto político diseñado a partir de esa «avanzada discursiva nacionalizadora», desde el poder de un Estado que se afianza en un territorio sobreimprimiendo en él el dominio político de las élites liberales triunfantes, los rasgos iniciales configuradores de aquel proyecto inicial erigirán a sus textos como monumentos cuasi-sagrados y símbolos literarios de la «nacionalidad» alcanzada. Si «Facundo» (1845), «La Cautiva» (1834), «El Dogma socialista» (1837) habían definido la fundación del Estado-nación construido, a fines de siglo ese Estado-nación proyectado por la Generación del 37 y consolidado en 1880 «refunda» con ellos la «Literatura de la Nación», (Moyano, 2004: 12) articulando una cadena textual legitimada desde el poder instituyente de las élites letradas que impusieron, junto con su hegemonía política y su proyecto cultural, su concepto de Estado y de Nación y el imaginario de «su literatura» como constructo identitario único de «la Nación» y «lo nacional», marginando y dejando fuera del sistema cultural, y por ende político, del Estado y sus voces, los «discursos-otros» de gauchos e indios, como agentes sociales y culturales disonantes con su hegemonía o en resistencia cultural, jurídica, social y política.

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13Este proceso cultural opera así como un ejemplo foucaultiano del funcionamiento del «orden del discurso», ya que -en contextos determinados de la historia- una nación tiene un discurso determinado en cuya elaboración operan disciplinas e instituciones controlando y organizando las normas y convenciones del funcionamiento de una sociedad, para la distribución de códigos, pautas y procedimientos sociales, (Walia, 2001, 36) siendo los dispositivos identitarios nacionales, tales como la literatura, constructos hegemónicos y homogeneizantes de la «adscripción nacional». Es en este sentido que sostenemos que la construcción de las literaturas nacionales en América Latina, y en particular en el Río de la Plata, ha estado al servicio de proyectos de unidad orientados por las élites liberales del siglo XIX, con el propósito de homogeneizar la adscripción nacional de distintos sectores contradictorios bajo su régimen. Como lo señala Kaliman (1993: 313), la «Nación literaria» es, a todas luces, un constructo gestado en función de intereses ideológicos identificables con nitidez.

4 Una descripción más profunda de este proceso de territorialización discursiva puede explorarse (M(...)

14Se trataba de definir desde la literatura el «cuerpo de la patria», lo que debía formar parte de «la Nación» y lo que no. Hacer coincidir el mapa cultural de la patria con la soberanía territorial del Estado y sus límites había sido en la primera mitad del siglo XIX, y seguiría siéndolo en la segunda, una cuestión de «política nacional», porque de ello se trataba, de definir el cuerpo orgánico de la Nación, y en ese proyecto la literatura y el poder simbólico y configurador de sentidos de su discurso jugaba un rol estratégico.4 El territorio, «el cuerpo de la patria», en el siglo XIX, será en la Argentina un proceso de búsqueda y consecución, un ansiado deseo que busca un perfil, constituirse en un mapa definido, el límite soberano de un espacio. Pero ese espacio y ese mapa no constituyen sólo un afán geográfico o geopolítico, un sentido de ocupación material. Para las élites liberales del siglo XIX la posesión de ese espacio, supondrá también la posesión de una identidad clara y definida del incipiente Estado que le permita sentirse «Nación» : precisamente, ésa es la función poderosa asumida por la literatura a lo largo del siglo, pues el dominio sobre el territorio supondrá también un dominio simbólico sobre ese cuerpo que implicará exorcizar sus males, liberarlo e imponer sobre él la marca del «Estado civilizador». «Civilización y barbarie», pasado y presente, identidad y diferencia serán los pares, los términos en pugna en esa lucha entre realidad y Estado por definir lo que debe formar parte de «la Nación» y lo que no, lo cual supone explorar y dibujar fronteras político-territoriales, pero a la vez trazar fronteras culturales de inclusión y de exclusión en orden a un proyecto de Estado y de Nación.

15Será en este marco que los llamados «textos fundacionales» de la literatura argentina inscriben la prédica de las élites liberales letradas en su camino por trazar la cartografía simbólica de la patria, perfilando un territorio que para definirse debe exorcizar los fantasmas de una frontera cultural difusa y ubicua. En este proceso, «civilización y barbarie» constituirán las líneas que la escritura irá trazando, la marca divisoria, la frontera que separe el ser y el deber ser de «la Nación». Frontera ubicua que se extiende horizontalmente, tierra adentro sobre el territorio, pero también transversalmente para separar un «nosotros» –blanco, civilizado y

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letrado- de los fantasmas de diversos «otros» que lo habitan –esto es, la barbarie de gauchos, matreros e indios. No otra cosa revelan los textos fundacionales : La Cautiva, El Matadero, Facundo y hasta Martín Fierro.

16En este proceso se inscribe la operación de territorialización de la literatura del siglo XIX como una de las «estrategias nacionalizadoras» del incipiente Estado para construir un discurso que configure la idea misma de Nación, que exige representar en el espacio del mundo el «cuerpo de la patria» y perfilar ese cuerpo internamente trazando las fronteras de una identidad. Ello implica definir un mapa simbólico, sus líneas de inclusiones y exclusiones a través del uso de los valores de la cultura letrada europea. La elección de las élites letradas en el contexto de los intentos de conformación del Estado determinó definiciones centrales : el proceso de conformación del «cuerpo de la Nación» implicaba delimitaciones territoriales, una ubicación en el espacio que involucraba no sólo una colocación en las líneas trazadas por una Europa que diseñó el «mundo», sino también una colocación en el espacio de los discursos ideológicos, políticos y culturales que legitimaban ese diseño del mundo y la centralidad que en él ocupa el desarrollo de las «naciones civilizadas». En este marco, el desafío para el nuevo Estado que pretende crearse implica entonces definir una configuración territorial y establecer su continuidad con las «zonas civilizadas» de la tierra. Pero simultáneamente también, aparece la necesidad de «diseñar el espacio de la cultura y la ‘zona civilizada’ dentro del propio Estado nacional». (Montaldo, 1999: 27)

17Será en esta tarea que los letrados encuentran su espacio político e intelectual de realización, en la constitución de los grandes metarrelatos legitimantes de una idea de «Nación civilizada». El ejercicio de la escritura supondrá la puesta en práctica de una función de «mediación intelectual» entre los modelos culturales metropolitanos alineados en una «marcha civilizadora universal» y la necesidad de perfilar internamente el cuerpo y la identidad de una «nación soberana y original» que encuentre su lugar en ese «devenir civilizador» de la historia.

18La literatura, así,

participa de las formas de construcción de la autoridad y la legitimidad desde la cual se distribuyen los grados de civilización o barbarie, de ingreso en el mundo de la cultura o de exclusión hacia la zona salvaje de la otredad irreversible. El éxito mismo de la fórmula civilización-barbarie, promovida por Sarmiento en 1845, muestra de qué modo la cultura letrada europea era uno de los instrumentos más adecuados para definir identidades en América Latina, (Montaldo, 1999: 29)

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19demostrando con ello que el saber y la ciencia no son las únicas estrategias constitutivas de los procesos de territorialización, sino que también, desde «la autoridad universal de la belleza», se promueve la conformación de una literatura donde la construcción del espacio asume un rol fundamental : mientras «funda» una «literatura nacional» perfila discursivamente los límites del cuerpo mismo de «la Nación» a imagen de una proyección histórico-política.

20De este modo, el «nacionalismo cultural» como búsqueda y proyecto se expande a lo largo de las prácticas escriturarias del siglo XIX, a partir de sus proyecciones iniciales, cuando las definiciones políticas constituían todavía sólo proyección y modelos y las fronteras internas no se han estabilizado: cuando «civilizar», ocupar la frontera, expulsar la «barbarie», poblar el «desierto», «culturalizar la naturaleza», educar al ciudadano, institucionalizar el Estado y perfilar una «identidad nacional civilizada», todavía eran sólo eso : palabras.

Los dispositivos fundacionales y la construcción hegemónica de la identidad nacional

21En este proceso de constitución identitaria, los procesos de territorialización discursiva constituyeron la estrategia que operó como andamiaje y «cuerpo» sobre el que debía materializarse «la Nación». Así, en los textos escritos en Argentina desde la independencia hasta que se concreta la modernización del Estado en 1880, el territorio fronterizo emerge en la literatura como un espacio donde entran en juego los conflictos centrales en el proceso de constitución de «la Nación» : la lucha entre la «civilización» y la «barbarie», la tensión entre cultura y naturaleza, el pasado y el futuro. (Fernández Bravo, 1999) Trazar «el mapa de la patria», los límites de lo que debe formar parte de la Nación y lo que no, establecer los paradigmas de las inclusiones y exclusiones, será para Echeverría, Sarmiento, Alberdi, Mansilla, Zeballos, incluyendo los autores de la saga gauchesca, precisamente entablar la discusión sobre las bases de configuración de una «identidad nacional civilizada», definir sus contenidos y dimensiones como parte del proceso de lucha política en que se inscriben sus discursos. Si de lo que se trataba era de configurar «la Nación» definiendo sus límites, esos discursos literarios -pese a sus matices y diferenciales leves- buscaron igualmente, mediante esas operaciones de inclusiones y exclusiones, la integración sujetos bio-políticos de identidad «civilizada» y «seres de derecho», pues «la identidad estaba supeditada a la ciudadanía» (Arias, 2004) y -como lo sostiene Achugar (1997: 18)- «lo que hacen [los parnasos nacionales] es construir desde el poder el referente de un país donde sólo los hombres libres tienen derecho a la producción simbólica, donde las mujeres, los negros, y los indios no son ciudadanos, no lo son de modo pleno».

22Este juego monopolizador de una «identidad preclara y hegemónica» se asienta precisamente en el establecimiento de su diferencia : aquella que define a la «Nación» como «república, destino y poder de los iguales», previa segmentación y homogeneización de las diferencias y exclusión de los diferentes.

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23En este sentido, el montaje de «la Nación literaria» del discurso decimonónico configuró una «memoria discursiva» a la que instauró como monumento identitario a partir de distintas operaciones de exclusión :

1. Por un lado, la referencia en sus discursos a una «otredad» que debe dejar de ser «otredad-gaucha» para incorporarse a «la Nación» en su estatura de «símbolo», representada en el uso, simulación y usurpación que de su voz-otra hacen los dispositivos de fundación de la «identidad nacional», perfilando una «inclusión» que -pese a resultar paradojal «metáfora de una exclusión real»- se postula como estrategia constitutiva de la cultura nacional, homogeneizando diferencias y estetizándolas «en un espacio simbólico meta-ideológico que cree símbolos nacionales para uso cotidiano y disfrace hasta cierto punto la naturaleza ilusoria de la nación» (Arias, 2004), toda vez que las élites -incluso hasta en el género que nominativamente le es propio- nombran al gaucho, hablan por él o en supuesta defensa de él, pero nunca «con él», representándolo como agente subalterno desde el que se oye simulada la voz del Estado integrando enunciación, ley, identidad y Nación.

2. Por otro lado, la ausencia discursiva de la «otredad-india» -cuyo estatuto de «diferencia» aparece en la literatura del siglo XIX conjurada bajo el estigma de la barbarie o manipulada en el silencio por su no-palabra, por la ausencia de «su relato»- se constituye en operación de exclusión discursiva, que tanto más fuerte es cuanto se funda en la exclusión material de los cuerpos, en el «genocidio simbólico y material» de la diferencia : en una «literatura sin indios» en un «territorio sin indios». (Moyano, 2005)

Las cadenas de lectura y los procesos de exclusión

24 En correlación con esta mirada, a partir de que la instauración de los estudios culturales, poscoloniales, posoccidentales y de las teorías de la subalternidad5 dominan el horizonte académico como enfoque paradigmático de la crítica cultural, las líneas de investigación y debate parecen haberse desplazado hacia la mirada de la heterogeneidad, la diversidad cultural, la subalternización de culturas y la coexistencia múltiple y diversa de manifestaciones discursivas de subjetividades y «alternatividades otras» diferenciales y culturalmente heterodoxas frente a las categorías de análisis y perspectivas de los modos de conocimiento tradicionales de la modernidad.

5 Estas miradas teórico-epistemológicas pretenden instaurarse como paradigma alternativo en tanto s(...)

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25En este marco, la configuración de identidades plurales, así como la restitución o reconstrucción de la memoria y las subjetividades retaceadas en las representaciones de la «memoria pública» y los imaginarios socio-oficiales del discurso del Estado, comienzan a ocupan un lugar central en los estudios críticos y en las reflexiones sociocríticas, como respuesta emergente frente a la constelación de «agujeros negros, baches, inflexiones de máxima o puntos de fuga, decisiones colectivas, consensos oscuros o ‘inconscientes’, acuerdos para ‘barrer’ de la memoria pública ciertos ‘hechos traumáticos’» del pasado y el presente de «la joven constelación histórica argentina», en el decir de Casas y Chacón (1996: 6).

26La identificación de estos puntos de fuga y los silencios de la historia convierten al lenguaje y sus relaciones con las representaciones de «lo real» en un dispositivo central para la reflexión sobre la constitución de estos procesos, ya que la historia -tanto como disciplina cuanto como memoria histórica- deviene en objeto a partir de los actos discursivos que la configuran como relatos o narrativas articuladas a través del discurso.

6 En este sentido, J. Derridá señala que «Todos los Estados-naciones nacen y se fundan en la violen(...)

27En este sentido, el reconocimiento de esta incidencia de la praxis discursiva ocupa un espacio central en las producciones culturales literarias y metaliterarias que buscan reconstruir la memoria plural implícita en los huecos y silencios de los relatos de la historia, y como una lámina radiográfica en negativo de los agujeros negros de la tortura, el genocidio y la adulteración de personas e identidades operadas del pasado reciente argentino, se vuelve la mirada hacia la revisión de los procesos discursivos que operaron a lo largo del siglo XIX en la constitución de los relatos identitarios y alegorías de la nacionalidad, fundados también como otros «agujeros negros» de exclusión y olvido que fagocitaron otro genocidio : el que operó sobre los cuerpos de los indios -como el otro más otro ajeno a la Nación, en tanto no-ciudadano de ley, proscripto de voz, tierra y derecho.6

28En este contexto, la crítica actual -inspirada en las refundaciones epistemológicas promovidas por los «estudios culturales», los «estudios poscoloniales o posoccidentales», o las «teorías de la subalternidad»- se ha internado en el desmontaje y el reconocimiento de los procesos discursivos de «nacionalización literaria» por parte del incipiente Estado en formación, observando cómo parte de ese corpus textual canónico del siglo XIX se inscribe en esos procesos : los textos de los «viajeros», los textos de Sarmiento, los del propio Echeverría, Alberdi o Mansilla, por citar algunos de los abordados en los estudios de Fernández Bravo, Prieto, Montaldo, Sorensen, Svampa, Andermann, entre otros. Sin embargo, y pese a la importancia de una producción crítica que aborda estos procesos renovando desde otra perspectiva la lectura de la literatura argentina del siglo XIX, debe reconocerse que los procesos de «territorialización» inscriptos en los discursos sociales hegemónicos de configuración de la Nación debieran profundizarse, restituyéndolos en el campo de las luchas discursivas y los contextos dialógicos

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contra hegemónicos que se dieron en ese largo proceso de consolidación del Estado y configuración de la Nación. Y ello, porque, precisamente, para que se constituyera definitivamente el «cuerpo de la patria» y la idea de una Nación, el discurso del Estado debió disolver –una vez concluido el proceso de su consolidación en 1880- las luchas discursivas y los contextos dialógicos en que el discurso del Estado originariamente fue inscribiéndose. Con ello, el Estado triunfante se convirtió en un «Estado glosófago», al descontextualizar a los textos entronizados como «fundadores de la nacionalidad» del marco de las luchas discursivas en que los mismos se produjeron. Esta operación del discurso del Estado puede ejemplificarse en las cadenas de lectura canónicas que se instituyeron y cristalizaron en el circuito letrado-culto retrospectivamente desde 1880.

29Por un lado, el corpus «oficial» de esa «literatura nacional» entroniza la producción textual de la Generación del 37 y el proyecto político-literario que la constitución definitiva del Estado está llevando a la práctica en 1880. Con ello, la «literatura nacional» por definición se «arma» como cadena en que la «nacionalidad construida» se reconoce como un «continuum discursivo del Estado» en el circuito de producción «letrada» : de la «Literatura de Mayo» (con la producción poética de Juan Cruz Varela como eje) y la «Literatura de la Generación del 37» (con Echeverría, Sarmiento, Mármol y Alberdi como sus autores fundamentales), a la «Generación del 80» como heredera de la «nacionalidad político-literaria» construida anteriormente y fijada por la crítica coetánea (Juan María Gutierrez, Paul Groussac, Martín García Merou, etc.) como «discurso único» que dará lugar a una nueva producción literaria como extensión del Estado en orden al modelo de «Nacionalidad» construido. Por otro lado en ese mismo proceso, se separa ese corpus «letrado-culto» del «circuito popular-oral» de la gauchesca y la saga criollista, como si constituyera un «discurso-otro», cualitativamente diferente, en los términos canónicos de «la literatura nacional» instituida y su lenguaje, y fuera concebido todavía como deudor de la «rémora» de luchas políticas del pasado –que en el contexto del 80 se presentan desde el poder como carentes de significatividad.

30Pero asimismo, reforzando esta operación de exclusión, puede observarse que hasta este «discurso-otro» está internamente segmentado y «producido» como cadena, ya que de él se excluyeron las discursividades generadas en orden al contra discurso de un incipiente modelo político de Estado diferente al triunfante, representado en su momento por el Rosismo. Prueba de este «modelo de exclusión» y «borramiento de los discursos-otros» -presentes en los contextos semióticos en que la literatura «oficializada como nacional» iba produciéndose- fue la «negación» original de la propia gauchesca, ya que en los «circuitos letrado-cultos» no se le reconoció calificación y estatuto literario aún a la cadena representativa armada en esta línea, y habrá que esperar hasta que el nuevo Estado construido después de 1880, necesite de otros «mitos fundantes de la nacionalidad» que, en orden a «lo popular», la «identidad» y el «lenguaje», se puedan oponer a la «masa de inmigrantes» que es percibida social y culturalmente como amenaza para el Estado. En el contexto del «Centenario», será la operación de Ricardo Rojas y de Leopoldo Lugones sobre Martín Fierro la que «legalice» el estatuto literario de la gauchesca y vuelva a realizar una operación «fagocitadora» compleja : por un lado,

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absorbiendo como factor legitimante del «discurso del Estado» a una producción popular, a partir de una des-historización de El gaucho Martín Fierro y de una cristalización del mismo como «mito fundante de la literatura nacional» en términos de una «épica de los orígenes». Por otro, separando esa «producción popular» de su cadena de lectura original y nuevamente de las luchas político-discursivas en las que se inscribía.

31No otra cosa representa precisamente la Excursión a los indios ranqueles leída fuera del plexo del campo discursivo de la frontera y la red de discursos con las que confronta, debate, adhiere y dialoga : no sólo Facundo o Martín Fierro y sus reflexiones sobre el indio o la barbarie, sino también los otros textos de Mansilla integrados en la cadena de los discursos del Estado parlamentario, su intervención y postura, la Ley de ocupación de la frontera de 1867, las cartas e informes militares que se enfrentan y las cadenas epistolares del debate religioso, militar e indígena presente en el corpus de las Cartas de Frontera.

32Reflexión idéntica podemos hacer sobre la lectura de la trilogía de Estanislao Zeballos -Callvucurá. Painé. Relmú- sin la resignificación producida por las otras voces que resuenan y reenvían a relatos, lenguajes y cosmovisiones que reconfiguran los huecos de la memoria heredada al intersectar en esa lectura las Memorias del ex cautivo Santiago Avendaño, recientemente identificadas como el manuscrito oculto en el propio Archivo de E. Zeballos, al cual el autor aludía sin nombrar como base de la «rigurosidad histórica» de su Callvucurá.

Literatura, identidad y memoria

33Este trasfondo ideológico que sustenta las operaciones canónicas performativas que instituyeron un «mapa de exclusión» al dibujar un cuerpo fundacional de la «literatura nacional» como «cuerpo de la Patria» poniendo el acento en una «identidad civilizada» y superior frente a una «otredad bárbara», articula la «causa del poder» -a través de la voluntad de dominio que debía encarnarse en el poder de un Estado y su voluntad de constitución de una «identidad nacional»- con la construcción cultural que operó como sustrato ideológico y base modélica para la instauración de una «nación moderna» en orden de continuidad con el modelo europeo. Y, en esta línea de análisis, poder, sustrato y modelo se asimilaron en una etnia, una política, una historia, una razón y una cultura «civilizadas».

34Perilli (1994: 15) sostiene que bajo esa égida ideológica los procesos fundacionales del Estado-nación en el siglo XIX se sustentaron en la constitución de un «mito de origen argentino» que instauró

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un Fantasma producido a partir de la negación y la eliminación de sociedades y culturas, calificadas como no-sociedad y como no-cultura, y su sustitución utópica por La Sociedad y La Cultura generadas desde la clase dirigente enajenada en los modelos europeo y norteamericano. Negación y afirmación, vaciamiento y trasplante son movimientos complementarios dentro de nuestra historia.

35 La negatividad de la «barbarie», en este sentido, pareciera haberse fundado en una sobre-interpretación de la herencia europea, en el pensamiento que señala una correlación entre el desplazamiento hacia los confines de la «civilización» y la disminución de la «calidad humana» de sus habitantes, dando cuenta de que el núcleo del campo semántico de la «civilización» entronizada por el logos de la modernidad mantiene vigente, por un lado, un imaginario espacial que sitúa al «yo civilizado» en un centro y al «otro bárbaro» en una periferia que degrada su humanidad en la medida en que se aleja de ese centro, a la vez que, por otro, agrega una dimensión temporal que separa y diferencia «modernidad civilizada», «evolución», «razón» y «progreso» frente a «barbarie», «regresión», «primitivismo» y «atraso» condenados a desaparecer por la «marcha racional» de la historia.

36Esta «negatividad de la barbarie» funda los procesos de territorialización del siglo XIX en el «mapa partido» que la literatura dibujó para configurar el Estado-nación, delineando desde el «cuerpo de la escritura» el «cuerpo de la patria», separando y distribuyendo lo que debía pertenecer a la totalidad de «la Nación» y lo que no.

37 Recuperar en su contexto de producción la semiosis de los discursos que interactuaron en el proceso de constitución de la Nación, implica reconocer los intersticios que dejan leer al plano de la escritura como un campo de batalla por la «apropiación territorial», para observar cómo los huecos y agujeros negros de la memoria fundacional se hunden en la génesis de una historia heredada, tanto en sus dimensiones políticas como en las manifestaciones textuales que fundaron la Nación instituyendo el territorio discursivo de un «nosotros» sobre las voces silenciadas y el itinerario de exclusión dibujado en la desterritorialización de los «otros». Esta lectura crítica de la «identidad homogénea» de la Nación y su literatura fundacional, obviamente se escapa de los márgenes disciplinarios trazados por las líneas de investigación literaria canónicas para fundar un ejercicio hermenéutico sobre una semiosis que sigue «viva» en la palabra y requiere de intérpretes, porque no casualmente la «literatura de frontera» se configura en el límite político, geográfico y cultural de la alteridad y se contamina de «lo otro» en su decurso : de lo que es «no-literatura», de lo que es «no-cultura», de lo que es «no-Nación», sino pura emergencia «bárbara» de un debate discursivo que se creía irrecuperable y olvidado.

38El desafío entonces, es destituir, suspender momentáneamente el juicio del canon, para que ingrese al diálogo la voz contra hegemónica y la palabra de los sin voces indios en sus

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metarrelatos, narrativas, memorias y testimonios, para dejar que se escriba, se registre, se lea y dibuje un nuevo cuerpo de la memoria, más allá de que para hacerlo, el canon literario, su palabra y el peso de su «estética histórica» deban quedar suspendidos en el juego de la cultura, para dar paso al juego dialógico de «las culturas» (plurales, diversas, superpuestas), de «las palabras» (orales, re-escritas, traducidas) y de «las historias» (divergentes, «revueltas», fragmentarias) del nosotros y de los otros en su debate de poder por la «identidad-una» y su hegemonía.

LA ORG 1852-1862

Luego de la ejecución de Rosas, el gobierno de Catamarca quedó en manos de

Juan Eusebio Balboa, pero el 31 de diciembre de 1841 la Sala de Representante

eligió, para completar el período de Cubas a Santos Nievas y Castilla, quién

respondía a la fracción rosista del partido federal. Dentro de su actuación se puede

rescatar el pedido  que hace a la Sala de Representantes  para devolviera a Rosas

el ejercicio de las Relaciones exteriores y dejar fuera de la ley  a los que firmaron el

pronunciamiento de 1840.

En 1842, Nieva y Castilla delegó el mando en Gregorio Segura, para marchar en

auxilio del gobernador de Tucumán, que había sido invadida por Chacho Peñaloza.

Antes de terminar el mandato Nieva Castillo comenzó a trabajar para su reelección,

pero como la sala no aceptó sus pretensiones, la disolvió y fue elegido para un

nuevo período.

Los Coroneles  Benigno y Facundo Segura , se convirtieron en un estorbo para

Nieva y Castilla y hacían peligrar la estabilidad política, destituyéndolos del cargo y

les quito el grado de militar.

La rebelión fracasó, los hermanos Segura debieron refugiarse en San Juan y Nieva

y Castillo duró dos años mas en el cargo. El 1º de diciembre de 1844 Nieva y

Castilla es derrotado por los coroneles  Juan Eusebio Balboa y Mauricio Guzmán se

apoderan de la ciudad  y Nieva Castilla  delegó su mando Luis Gabriel Segura.

Caído Nieva y Castilla asumió interinamente la Provincia el ciudadano  Manuel

Navarro. El gobernador Navarro priorizo la paz y la armonía de la provincia que vino

a quebrarse por una comunicación de Rosas que  le pedía que expulsara de la

provincia a los padres de la Compañía de Jesús, acusados de sediciosos.

EL 18 de diciembre de 1846 el gobernador Navarro hizo sancionar una ley  que

creara  “El colegio Patriótico Federal de Ntra. Sra. de la Merced”. Al nuevo instituto

educacional la fue transferido el inmueble de los Pdre3s Jesuitas. El colegio fue

inaugurado en abril de 1850 y funcionó hasta 1866. El 3 de  febrero  1852 se libra la

batalla de Casero donde Rosas es derrotado por Urquiza.

 

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Contexto Nacional Contexto Provincial

-1853El Congreso Nacional sancionó la CONSTITUCION NACIONAL ARGENTINA (1º Mayo).La Constitución  fue  promulgada el 25 de mayo y jurada en todo el país el 9 de julio.Aparición del periódico La Tribuna.Se realizaron las primeras elecciones nacionales de electores presidenciales (20  Noviembre).

Los diputados catamarqueños  Zenteno y Ferré  tuvieron activa participación en las sesiones del Congreso defendiendo los principios del catolicismo y los derechos de las provincias autónomas.Se juró   la Constitución Nacional  en Catamarca: Sermón Patriótico de Fray Mamerto Esquiú (9 de Julio). “Laetamur de Gloria Vestra”

-1854El Congreso Nacional realiza el   escrutinioy proclama  la formula presidencial Urquiza-Del Carril (22 febrero).Establecimiento del Banco Nacional (Febrero).El General  Justo José de Urquiza  y el Dr. Salvador María del Carril asumieron la presidencia y vicepresidencia de la Confederación  Argentina  (5 de marzo) en Santa Fe.La  ciudad de Paraná  (Entre Ríos) fue la capital provisoria de la Confederación Argentina (24 de marzo); será la  residencia del  gobierno  hasta 1861.Creación del Estado de Buenos Aires: Constitución Provincial del 11 abril, Pastor Obligado gobernador.Fundación del Museo Nacional de Ciencias Naturales en Paraná.Nacionalización de la Universidad de Córdoba (29 Mayo).Secesión de la provincia de Buenos Aires. Partido Liberal Autonomista: V. Alsina, P. Obligado y B.  Mitre.Instalación del nuevo Congreso Nacional en Paraná (22 de Octubre)

La Sala de Representantes creó el Tribunal de Apelación (actual Corte Suprema de Justicia  24 de enero ).2º Sermón Patrio de Fray Mamerto Esquiú  (28 de marzo) con motivo de asumir las autoridades nacionales.Sinforeano Lascano asumió el gobierno de la provincia  (25 de mayo). Su gestión se caracterizará por el orden y la  eficiente administración.Creación del Estatuto sobre la Organización de la Hacienda y el Crédito Público.La única  librería  de la ciudad capital funcionaba en el comercio de los hermanos Molina.Sanción del Reglamento de Policía.

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El gobierno de la Confederación firmó el primer tratado con Buenos Aires (“Pacto de Convivencia”). 20 de diciembre.

-1855Firma del segundo “Pacto de Convivencia” (8 enero).Se presentó el proyecto de construcción del Ferrocarril  de Rosario a Córdoba.La misión diplomática de Juan Bautista Alberdi en Europa logró que Inglaterra y Francia reconozcan a la Confederación Argentina. (julio)

Los vecinos de la ciudad de Catamarca constituyeron  la Sociedad  Popular, institución que se encargaba de obtener  recursos  económicos para la compra de una imprenta  y  editar un periódico.Segunda Constitución de Catamarca 8 de mayo 1855.La nueva Constitución  dispuso la creación de una municipalidad en cada cabecera departamental por lo que se crearon  los departamentos Valle Viejo y  Capayán  al separarlos del departamento Capital.

-1856La Ley de derechos diferenciales de aduanas ( junio) provocó el reinicio del conflicto entre Buenos Aires y la Confederación.Creación del Partido Liberal  dirigido por Bartolomé Mitre.Nacionalización de la Universidad de Córdoba.Establecimiento de la primera colonia de inmigrantes  suizos denominada “Esperanza” en Santa Fe (8 setiembre).Se inauguró en la ciudad de Buenos Aires el sistema de iluminación a gas a cargo de la empresa de los Hermanos Jaunet.

El Teniente Coronel Octaviano Navarroasumió el gobierno de la provincia ( 25 mayo).Se sanciono  la ley de impuestos, patentes y sellos para organizar la hacienda pública y las rentas fiscales.Se  fomentó la llegada de inmigrantes extranjeros especializados en agricultura, artes e industrias.Por decreto del 7 de diciembre se diseñó la primera   nomenclatura de calles de la ciudad de Catamarca.

-1857Firma del tratado por el que España reconoce la independencia de Argentina (29 abril); el acuerdo definitivo se firmará en 1863.Valentín Alsina sumió el gobierno de

El decreto Nº 175 del 3 de febrero dispuso la reincorporación de los distritos tinogasteño de Cerro Negro y Río Colorado que habían sido anexados por La Rioja.

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la provincia de Buenos Aires (5 mayo).Se redactó el  Código de Comercio de la Provincia de Buenos Aires por los doctores Eduardo Acevedo y Dalmacio Vélez Sarsfield.Formación en Entre Ríos de la colonia de San José con inmigrantes suizos  y saboyanos.Inauguración del Ferrocarril del Oeste (FCO) en Buenos Aires; primera línea férrea de 10 Km entre las estaciones del Parque y Floresta (30 de agosto).Inauguración del primer Teatro Colón.

Apareció el primer periódico catamarqueño: El Ambato (18 julio 1857) que se publicó una vez por semana.Fundación de la Sociedad de Beneficencia de  Catamarca (12 agosto).

-1858Fundación del diario La República  por Manuel Bilbao, el primero que inició la venta callejera de sus ejemplares (enero).La crisis política  se aceleró  con los “sucesos de San Juan”: asesinato del gobernador Nazario Benavidez  e intervención del gobierno nacional (octubre) Santiago Derqui Comisionado Nacional.

Se inauguró la  Legislatura (7 enero).El gobernador Navarro interviene en Belén para sofocar la rebelión de sus habitantes (febrero).Sanción del Reglamento de Justicia, primer Código Procesal de la provincia.Creación de escuelas fiscales primarias en cada una de las cabeceras departamentales (marzo).Implementación  del servicio de correos a los departamentos.Inauguración de la  línea de mensajería desde Catamarca a Córdoba mediante la utilización  de galeras de la empresa de Timoteo Gordillo (8 de agosto).

-1859Una ley del Congreso Nacional autorizó al presidente Urquiza a  incorporar la provincia de Buenos Aires a la Confederación (1 de abril).Creación de la   Diócesis del Litoral, al instalar su sede en la ciudad de Paraná.

Inauguración del  estanque y plaza “Paseo Navarro” (3 febrero 1859).Se firmó del contrato para la construcción de la Catedral Basílica  de Catamarca (23 mayo).Los arquitectos  Luis  y Guillermo Caravatti y el maestro italiano Antonio

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El triunfo de la Confederación  sobre Buenos Aires en la Batalla de Cepeda (23 octubre ) dio lugar a la firma del Pacto de Unión Nacional en San José de Flores (11 noviembre), por  el que Buenos Aires debió incorporarse a la Confederación, previa revisión de la Constitución Nacional en una Convención Provincial.Se realizan las elecciones nacionales presidenciales con excepción de Buenos Aires (noviembre).

Zanata  construyen el edificio de la actual Casa de Gobierno, cuya planta baja se inauguró el 25 mayo.El señor Samuel Molina asumió el gobierno de Catamarca (25 de mayo), apoyado por el Partido Federal.Planificación urbanística de la ciudad: el Ingeniero Plácido Aymó amojonó la ciudad y construyó un plano de la misma.Se creó la Banda de Música de la Provincia.

-1860En Buenos Aires se instaló la Convención Provincial  que debió analizar la Constitución Nacional de 1853  (Enero).El Congreso Nacional de Paraná  proclamó la fórmula  presidencialDerqui-Pedernera (6 febrero).El Doctor Santiago Derqui  y el general Esteban Pedernera asumieron la  presidencia y vicepresidencia  de la Confederación Argentina  (5 de marzo).El general Bartolomé Mitre fue elegido gobernador de Buenos Aires (2 mayo).La Convención Nacional de Santa Fe, aprobó las reformas propuestas por  Buenos  Aires (24 setiembre).Primera reforma de la Constitución Nacional Argentina.La Provincia  de Buenos Aires se incorporó  a la Confederación al jurar la nueva Constitución en forma simultánea a las demás provincias, (21 de octubre).Reinicio de la crisis política al intervenir el gobierno nacional  en la

El proyecto del educador italiano José Angelini Caraffa que establecía por primera vez en la provincia la enseñanza  obligatoria y gratuita es aprobado por la Legislatura el 4 de abril con el nombre de Ley de Educación Común. La guerra civil impidió su aplicación efectiva.Representantes catamarqueños a laConvención Nacional: Francisco Ramón Galíndez, Pedro José Segura, Octaviano Navarro.Finalizó la construcción de la actual casa de gobierno.Publicación del periódico “La Fraternidad”, solo se editan 12 números.Samuel Lafone Quevedo fundó el pueblo y establecimiento industrial minero en “Pilciao”, (Dpto. Andalgalá). Siendo el precursor de los grandes emprendimientos mineros en  Catamarca.

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provincia de San Juan (noviembre 1860 a enero de 1861).

-1861Un terremoto destruyó la ciudad de Mendoza (20 marzo).El  Congreso Nacional no aceptó la incorporación de los diputados de Buenos Aires (13 abril); se  aceleró el conflicto político interno.Una ley del Congreso Nacional autorizó la intervención  a la provincia de Buenos Aires (5 julio).El  ejército de Buenos Aires  conducido por Mitre derrotó a las fuerzas confederadas dirigidas por Urquiza en la Batalla de Pavón. (17 de setiembre).Se produjo el cese  del Gobierno Nacional cuándo el presidente Derqui renunció  (5 noviembre). Luego el general Pedernera declaró la   disolución de las autoridades nacionales  (13 de diciembre).Las provincias delegaron  en Mitre el ejercicio provisorio del gobierno nacional (diciembre).

Ley Orgánica Municipal: dio origen al régimen municipal  catamarqueño.Navarro fomento la industria y reglamentó la explotación  minera.Reparación y ensanche de caminos públicos.Publicación de los periódicos “La Libertad”  y  “El Centinela del Norte”.

-1862El gobierno nacional intervino  militarmente para imponer el liberalismo en las provincias dominadas por los   federales: envío de Comisionados  Nacionales y  del Ejército Nacional.La Legislatura de Buenos Aires autoriza al general Mitre para  ejercer el cargo de “Gobernador de Buenos Aires Encargado del Poder Ejecutivo Nacional” (12 abril).Se realizaron las elecciones nacionales legislativas para constituir el nuevo congreso nacional en las 14 provincias (abril).

La renuncia del gobernador Samuel Molina (1 febrero) provocó el alejamiento de los federales del gobierno catamarqueño.Francisco Ramón Galíndez gobernador provisorio (febrero).El Primer Comisionado Nacional Coronel Doctor Marcos Paz  (febrero-abril) logró imponer al Partido Liberal en el gobierno de la provincia.Moisés Omill gobernador delegado (febrero-marzo).José Luis Lobo gobernador provisorio    (marzo-abril).

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Instalación del nuevo Congreso Nacional en Buenos Aires.(25 mayo); se encargó al general Mitre el ejercicio provisional del poder ejecutivo nacional.El levantamiento de  las montoneras federales en Córdoba, San Juan, San Luis, La Rioja y Catamarca finalizó con el Tratado de la Banderita  firmado entre el gobierno nacional y el caudillo Ángel V. “Chacho” Peñaloza (30 mayo).Nacionalización de la Aduana del puerto de Buenos Aires (julio).Adolfo Alsina  fundó el Partido Autonomista, opuesto a la federalización de Buenos Aires y al Partido Nacional o Nacionalista de Bartolomé Mitre.Elecciones nacionales presidenciales: Los colegios electorales se reunieron  en las   capitales de provincias (4 setiembre).Al nacionalizarse   el  Código de Comercio de Buenos Aires (12 setiembre) comenzó a regir el Código de Comercio de la Nación.El Congreso Nacional aprobó la Ley de Compromiso. Por cinco años la ciudad de Buenos Aires es declarada residencia provisoria del gobierno Nacional  (1 octubre).El Congreso Nacional realizó el escrutinio y proclamó la fórmula presidencial Mitre-Marcos Paz (5 de octubre).El general Bartolomé Mitre y el doctor Marcos Paz asumieron la presidencia y vicepresidencia de la Nación (12 de octubre) apoyados por el partido Liberal Nacionalista.Ley Nº 28 de territorios nacionales

Moisés Omill gobernador   interino (3 abril).La división del partido  liberal dio  origen a un período de crisis política  y  atraso económico conocido como  ”La Noche de  los  Siete Años ” (1862-1868) (ver mas 18 ) caracterizado por revoluciones,  asonadas, motines , destituciones y reposición de gobernadores, intervenciones  nacionales y lucha armada.La Legislatura eligió gobernador titular a Ramón Rosa Correa (3 mayo); Moisés Omill veta la designación, iniciándose el enfrentamiento armado entre los dos grupos liberales.Las fuerzas militares de Omill derrotaron a las de Correa en los combates del Chiflón (1 julio) y Sumampa (5 julio).La dama catamarqueña Eulalia Ares de Vildoza (ver biografías)  protagonizó  “La revolución de las Mujeres”  en la noche del 17 y 18 de agosto que provocó la  destitución de Omill.  Asumió como gobernadora por diez horas.Pedro Cano electo gobernador interino  (18 de agosto).Ramón Correa asumió como gobernador titular. (30 agosto).La crisis política local no permitió la realización de las elecciones presidenciales en el territorio  provincial.El segundo Comisionado Nacional General Anselmo Rojo  en Catamarca  (setiembre-octubre) confirmó a Correa como gobernador.Publicación de los periódicos  de orientación  liberal  “La Libertad”

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(13 de octubre).El gobierno dio  inicio a la  organización de la justicia  nacional, al crear  la Corte Suprema de Justicia  y Juzgados de Secciones (17 de Octubre).

(1862) y  “ La Regeneración” ( 1862).La división del partido liberal y el accionar de la oposición federal dificultaban la administración del gobernador Correa.Se  derrumbó el techo de la Iglesia   Matrizde la ciudad de Catamarca  ocasionó numerosas víctimas (6 diciembre).

El acuerdo de San  Nicolás

La derrota de Rosas en Caseros, el 3 de febrero de 1852, permitió la ejecución del

proyecto de organización nacional del general Justo José de Urquiza. El Protocolo

de Palermo, firmado el 6 de abril de 1852  por las provincias del litoral,  invitaba a las

demás   a una reunión de gobernadores  en San Nicolás de los Arroyo  para

establecer las bases de  un  acuerdo de unidad nacional,  a la vez  que  encarga a

Urquiza el manejo de las relaciones exteriores de la Nación.

El acuerdo   firmado  el 31 de  mayo de l852 por  11 gobernadores en San Nicolás 

dispuso  el envío de diputados a  un Congreso General Constituyente  a reunirse en

Santa Fe.  Y  designó a  Urquiza  como Director Provisorio  de la  Confederación

Argentina. La convocatoria efectuada por Urquiza a los gobernadores para la

reunión de San Nicolás de los Arroyo, llegó a Catamarca el día 27 de abril de 1852,

Navarro tenia la intención  de concurrir a la firma del acuerdo pero  enfermó 

gravemente falleciendo  el 4 de mayo de 1852.

Sinforeano Lascano  lo reemplazó  como gobernador delegado entre el  4  y 11 de

mayo.

El 11 de mayo de 1852  la Sala de Representantes eligió gobernador de Catamarca

al Señor Pedro José Segura, un respetado ciudadano dirigente del Partido Federal. 

En la misma sesión el cuerpo legislativo trató la invitación de Urquiza para asistir a la

reunión de gobernadores en San Nicolás de los Arroyos.

Como no había tiempo para el traslado del gobernador Segura a la sede del

encuentro de los  mandatarios provinciales se nombró al general Justo José de

Urquiza como representante de la provincia .En tal carácter suscribió el General

Urquiza el histórico documento el 31 de mayo de 1852.

Representantes catamarqueños al Congreso General Constituyente de Santa

Fe

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La actuación de Zenteno y Ferré fue  destacada pero polémica  ya que plantearon

sus disidencias en las históricas sesiones del 21 al 30 de abril  de 1853  donde se

debatió y aprobó el proyecto constitucional.

Pedro Alejandrino Zenteno, fiel  a su condición de eclesiástico y vocero del

pensamiento catamarqueño conservador y tradicionalista católico de la época, se

opuso  a la imposición en el texto constitucional de la libertad de   culto, a la

abolición del fuero eclesiástico y a la admisión de los extranjeros a todo empleo

político y civil.

En la Comisión de Asuntos Constitucionales y en los debates  Zenteno fue el

principal orador y defensor del catolicismo al tratarse de los artículos 2, 14 y 73. y en

la defensa del federalismo e intereses de las provincias.

El general Pedro Ferré formó parte de la Comisión de Negocios Constitucionales

que redactó el proyecto constitucional, apoyó a Zenteno en los debates sobre

cuestiones religiosas, centrando mas su critica en cuestionamientos financieros y

tributarios que lesionaban al federalismo económico como el reconocimiento de la

deuda externa como nacional a cuya amortización quedaban obligadas todas las

provincias y a la abolición de las aduanas provinciales convirtiéndolas en nacionales

y adjudicando sus impresos al tesoro nacional.

A pesar de sus disidencias  ambos constituyentes aprobaron el texto constitucional;

el 30 de abril  dirigieron una nota oficial al gobernador Segura explicándole las

razones de su proceder.

El Sermón de la Constitución

La Constitución Nacional  fue sancionada el 1 de Mayo de 1853, promulgada el 25

de Mayo y jurada el 9 de Julio de ese año.  La  legislatura catamarqueña dispuso el

16 de mayo de 1853   que la Constitución Nacional sea jurada en todo el territorio de

la provincia; en la Iglesia Matriz de la ciudad se debía  celebrar  una misa con

Tedeum en acción de gracias  y  pronunciarse  un discurso patriótico por el

sacerdote que el gobierno diga.

En la proclama que realiza al pueblo  el 20 de junio de 1853  expresó el  gobernador

Segura   su   beneplácito por la pronta jura de la Constitución Nacional, exhortó a

la paz y   unión de los argentinos.                   

La Constitución fue jurada solemnemente en la plaza pública ante el desbordante

entusiasmo del pueblo. Después del juramento la concurrencia  se  traslada a la

Iglesia Matriz, donde asistió  a una solemne misa de acción de gracias; en esas

circunstancias el R.P Fray Mamerto Esquiú pronunció  su celebre sermón “Lactamur

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de Gloria Vestra.

En el sermón  Esquiú  procuró convencer a sus conciudadanos de la necesidad de

aceptar una  Constitución liberal  sin que ello altere  el tradicional espíritu 

profundamente católico y enemigo de la libertad de culto que caracterizaba a la

sociedad argentina de aquellos tiempos. La religión no podía oponerse a la

organización nacional que tantos sacrificios había costado lograr.

El origen divino hace que la religión y la patria tengan idénticos intereses aunque

caminan cada cual por vías peculiares hacia un mismo fin: se trata señores de

edificar la República Argentina y la religión os envía el don de sus verdades

“Reconoce la potestad de los principios religiosos pero exige a la ciudadanía el

sacrificio de jurar obediencia a la Constitución, aún a costa de ciertas concesiones.

Por eso exigió   una sumisión pronta y universal en el pueblo y apeló al sacrificio de

la religión; al decir a nombre de esta religión sublime y eterna os digno católico,

obedeced, someteos, dad al Cesar que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios.

Consideró que a la libertad e independencia conseguida  por los argentinos en años

de luchas y sacrificios les hacia falta el cumplimiento de la constitución; los pueblos

necesitaban inmolar una parte de los libertades individuales en   aras de la ley,

pero la existencia de una constitución; no alcanza para dar vida a la nación si no hay

acatamiento del pueblo argentino a ella; la vida y conservación del pueblo argentino

depende de que su Constitución sea fija, que  no ceda al impulso  de los hombres.

Esquiú quiso para su Patria una sociedad constituida, basada en la  vigencia de  la

Constitución y de la fidelidad del pueblo argentino; por  eso ,a pesar de las

objeciones por su carácter liberal ,con espíritu pragmático y visionario pidió el

acatamiento de la población por ser la única garantía  de mantener la paz interior,

seguridad  jurídica ,unidad nacional y la posibilidad de trabajar en el futuro para

mejorar la organización de la sociedad una vez superada la difícil situación en que

se encentraba el país.

Pensó que una constitución federal era la única opción práctica de encauzar el

poder y articular una serie de cambios sociales y económicos que las provincias

reclamaban hace tiempo.

En la sentencia final del sermón  definió su pensamiento, “obedeced, señores, sin

sumisión no hay ley, sin leyes no hay Patria, no hay verdadera libertad; existen solo

pasiones; desordenes, anarquías, disoluciones, guerra y males de que Dios libre

eternamente a la República Argentina”.

Su formación intelectual, moral y religiosa , las experiencias de su juventud en plena

guerra civil, el compromiso cívico y  patriotismo le permitieron convencer a la

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ciudadanía que la paz, unión y fiel acatamiento a la ley fundamental de Santa Fe son

las bases en la construcción del Estado Argentino. Así lo entendieron los

catamarqueños y  argentinos en su reconocimiento al gran aporte que realizó  el

ilustre franciscano  al constitucionalismo argentino.

La constitución de 1855

Sancionada la constitución nacional el 1 de mayo de 1853, la que establecía en su

articulo 5to. Que,  las provincias debían dictar sus propias constituciones y, 

cumpliendo con su dictamen la legislatura  provincial de Catamarca  convoco a la

convención constituyente conformada por dieciocho diputados, Pbro. Gabriel

Segura, Fray Wenceslao  Achával, Nicolás Rivero, Pedro Robín, Javier Paz,

Anastasio Cisneros, Próspero Herrera, Luis Lobo, Candor Lascano, Rubecindo

Maza, Vicente Bascoy, Pedro José Segura, Benedicto Ruso, Pastor Olmos,

Bonifacio Cobacho, Eufrasio Burgos, Lic. Pio Isaac Acuña  y representantes

suplentes Fray Mamerto Esquiú,  Dr. Tadeo Acuña, Pbro. Facundo Segura Y Fray

Benjamín Achával.

Integrado el cuerpo constituyente se inició el debate y se aprobaron en veinticinco

sesiones la nueva Constitución Provincial, para su redacción tomaron como base los

documentos utilizados en un proyecto redactado por Benedicto Ruso y Vicente

Bascoy, tomando  como modelo,  el proyecto de constitución elaborado por Juan

Bautista Alberdi para la provincia de Mendoza.

Los ítems más debatidos fueron: las facultades extra ordinarias del gobernador,

forma de elección del gobernador, la creación del consejo asesor y por último el

procedimiento para la reforma de la constitución; salvadas las diferencias el nuevo

texto fue sancionado el 8 de mayo  y fue cursado al congreso nacional. Finalmente

el congreso aprobó el texto con algunas objeciones el 18 de mayo de 1855, la

misma fue jurada por el pueblo catamarqueño el 8 de diciembre del mismo año.

El nuevo texto  constitución  mantiene la división política de los   curatos Fijando el

numero de representantes según el siguiente orden: capital cuatro, Capayán y Valle

Viejo uno  y dos por cada jurisdicción restante. Asimismo establece la independencia

de los poderes, la temporalidad de la función de los diputados, la organización del

régimen municipal, la función y duración de los miembros de la cámara de justicia

que integraban el poder judicial. También, establecía que en cada cabecera

departamental debía instalarse una municipalidad. En materia educativa se

establece la obligatoriedad del nivel primario estableciendo la responsabilidad de los

padres de familia y la potestad de la municipalidad para hacerla efectiva.

Es importante rescatar de su articulado disposiciones como:

Page 66: El período 1820 - 1852 Argentina

- Se declaró a la Religión Católica como la religión de la provincia y su gobierno,

reafirmándose  así la tradición católica de nuestra provincia.

- La provincia fijó sus límites territoriales según el deslinde y   

amojonamientopracticado en 1684 por virtud de la Real Cedula  de 1679, siendo

considerada esta como la jurisdicción base para la formación de la provincia y la

organización política-administrativa futura.

- La instrucción primaria es obligatoria, estará  bajo responsabilidad de la familia el

control y de las municipalidad hacerla efectiva.

- La reforma de la constitución deberá hacerse una vez reformada la constitución

nacional y siempre de conformidad con ella.

- Cualquier resolución de la sala de representantes tomada bajo coacción de fuerza

armada o de reunión “tumultuaria del pueblo” es jurídicamente nula y carece de

efecto.

Gobierno del Teniente Coronel Octaviano Navarro (1856-1859)

De acuerdo  con la nueva constitución, el 21  de abril de 1855 se reunió la Asamblea

General  y en reemplazo de Lascano elegieron como gobernador al Teniente

Coronel Octaviano Navarro para el periódo 1856-1859.

El gobierno de Navarro fue uno de los mas progresistas  de Catamarca en el pasado

siglo, auspició la sanción de las leyes de patentes y de sellos. Organizó  la hacienda

pública, y sancionó el primer código procesal de Catamarca.

En materia cultural, un grupo de ciudadanos trajeron una imprenta de Paris lo que

permitió la edición del primer periódico catamarqueño “El ambato”, inaugura    do el

18 de  junio de 1857.

En el aspecto social, durante su gobierno, se creó la primera Sociedad de

Beneficiencia de Catamarca presidida por Doña Javiera Herrera de Navarro.

En el aspecto arquitectónico, en 1859 hizo contruir la Casa de Gobierno, instaló el

alumbrado público  y creó la primera banda de música de la provincia. Durante su

gestión se instaló el servicio de Correo para los Departamentos. Fueron anexados a

la jurisdicción de Catamarca los distritos Tinogasteños de Cerro Negro y Río

Colorado  que estaban incorporados a La Rioja.

Decretó la primera nomenclatura de las calles de la ciudad e hizo construir el

estanque y paseo que lleva su nombre “General Navarro”, conocido como “La

Page 67: El período 1820 - 1852 Argentina

Alameda”.

El 4 de febrero de 1858, el gobernador Navarro partió con 200 hombres  y 150

jinetes para sofocar un levantamiento en el Departamento Belén, logró poner orden

despachando los presos hacia la ciudad de Catamarca.

En cuanto a las comunicaciones  gestionó  crear una linea de mensajería  entre la

cuidad de Catamarca y Córdoba. El primer coche salió de Catamarca  el 8 de agosto

de 1858.     Su actuación  en el escenario político  local se inició a mediados del

siglo XIX  enrolado en el partido federal. Desempeñó los cargos de diputado

provincial, gobernador de la provincia en dos periodos  completos  1856-1859 y

1873-1876, comandante de armas: Fue el líder mas  importante del federalismo 

provincial. Su ascendente carrera militar al servicio del Ejercito Nacional le permitió 

acceder a los cargos de teniente coronel  en 1854 y general en 1868.

En 1861, el presidente Derqui  lo designa jefe de la 5ta.  División del Ejercito del

Centro e interventor nacional  de Santiago del Estero encargado de sostener al

gobierno de la Confederación Argentina  en la región noroeste. Luego de Pavón  se

aleja de la política  (1862)  para regresar  en 1867  cuándo el presidente Mitre le

encarga realizar la campaña militar  contra el caudillo Felipe Varela , la intervención

nacional a La Rioja (l869)  y  la  comandancia en jefe de las fuerzas militares

nacionales en Catamarca y La Rioja.

Samuel Lafone Quevedo fundó el pueblo y establecimiento industrial minero

en Pilciao

Sostiene Argerich (1995) que el cobre fue el primer metal extraído y utilizado por el

mundo indígena del actual territorio catamarqueño. Pero la explotación del cobre

perdió importancia en la época colonial ante el interés por el oro y la plata. Sin

embargo en el siglo XIX tuvieron un gran desarrollo las extracciones cupríferas en el

territorio.

En esa época el Samuel Fisher Lafone (padre) tenía varias minas en el oeste

catamarqueño, pero desarrollaba sus actividades en la ciudad de Montevideo-

Uruguay- donde su importancia financiera y empresarial era muy grande.

Además fue  propietario de toda la península de Punta del Este y de un importante

saladero en la Bahía de  Montevideo, y de ricas minas en Uruguay, Sierras de

Córdoba y las mencionadas de Catamarca.

Pero tuvo un fuerte quebranto económico en el que perdió toda su fortuna, de allí

viajó a Buenos Aires Y luego a Catamarca donde realizó trabajos de explotación

minera y de fundición de cobre en el Ingenio (planta de recuperación de mineral)

Page 68: El período 1820 - 1852 Argentina

Victoria, ubicado en el departamento de Santa Maria, cerca del límite con Tucumán.

Samuel Alejandro Quevedo (hijo) nacido en Montevideo estudiaba por aquel

entonces en la prestigiosa Universidad de Cambridge, de la que egresó con el título

de master en artes.

En 1859 viajó a Catamarca acompañado por su padre donde arribaron al fuerte de

Andalgalá, donde Lafone Quevedo hijo se dirigió hacia Santa Maria a trabajar en el

Ingenio Victoria que procesaba minerales cupríferos procedentes de “capillitas”.

El lugar donde estaba ubicado el ingenio Victoria a fnes de 1860 había dejado de ser

apropiado, por cuanto la madera que insumían  sus hornos de fundición estaba casi

extinguida en su área de influencia por el uso intenso que se había hecho de ella.

Samuel Lafone Quevedo vendió este ingenio y compró un campo para instalar una

nueva planta de recuperación de cobre, en Pilciao, rodeado por grandes

algarrobales que servían como combustible.

Este lugar se encuentra ubicado al sur de Andalgalá a quince kilómetros

aproximadamente, próximo al salar de Pipanaco y al oeste del actual camino a

Pomán-Andalgalá.

Allí se levantó a lo largo de algún tiempo la más relevante instalación de fundición de

cobre que había en Catamarca.

En el establecimiento recién instalado había problemas técnicos de metalurgia y

química del cobre, por lo que Lafone, por intermedio del hermano de su padre puso

un aviso periodístico publicado a nivel Europa científica de la época, con el que

consiguió convenir la venida a Pilciao del Dr. Federico Schickendantz de reconocida

capacidad en la especialidad  y vinculado a los máximos  exponentes de la materia

en el mundo.

La recuperación del cobre mejoró notablemente en Pilciao bajo la dirección de 

Schickendantz que se quedó definitivamente allí, pero subsistía un problema de que

las barras de ese metal se vendían en Inglaterra a un precio en el que el contenido

en oro se calculaba en tres onzas por tonelada.

Schickendantz investigó y ensayó una serie de procedimientos, hasta  que descubrió

un nuevo método para separar el oro del cobre, más conocido que el empleado en el

viejo mundo al que se llevó luego allí. Aumentó considerablemente la producción y

contribuyó en gran medida a que Catamarca escalara en primer lugar entre las

provincias mineras argentinas.

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Pilciao floreció, llegó a tener  quinientas viviendas para obreros y sus  familias, una

iglesia con influencia gótica, escuela, farmacia, almacén, tienda y una gran casa-

administración con muchas habitaciones y varios patios donde residía Lafone y sus

hermanas casadas. La planta tenía nueve hornos de fundición que contaban con

ladrillos refractarios traídos desde Inglaterra, y para el trasporte  de mineral de la

mina a estos  a los hornos  y del cobre fundido a Córdoba, se utilizaban tropas de

mulas que tenían alrededor de tres mil animales.

El bienestar económico fue extraordinario y Lafone Quevedo creó un imperio de

gran trascendencia cultural Pilciao sin duda, fue la etapa romántica de la minería

catamarqueña.

Alrededor de 1886 la planta de recuperación de cobre de Pilciao comenzó a dar

perdidas debido, 1) a la merma de la producción del mineral en la mina y una

disminución de su ley, 2) A la voracidad fiscal de las autoridades nacionales

llegando esta perdida a 50 libras esterlinas diarias  y Samuel Lafone Quevedo que

fue años antes el hombre más rico de la región se vio obligado a disminuir la planta

de personal. La situación económica financiera de la empresa se agudizó en los

años siguientes hasta que en 1896 cerró definitivamente.

EL RIO SALADO

n tanto espacio geográfico, Santiago del Estero constituye una amplia extensión que marca la transición entre la Argentina montañosa, la del impacto visual y matriz indígena y la Argentina llana, donde la planicie se une con el horizonte en una línea infinita que pierde la mirada hacia el país de la inmigración. Canal Feijoo (1948) utiliza para referirse a Santiago la expresión de “enorme masa interpuesta entre el Este y el Oeste” que debía ser considerada para cualquier proyecto de desarrollo que la región norte adoptase.

Este espacio está surcado por varios ríos. Los dos más importantes cortan el territorio en diagonal: hacia el sur-este el Dulce llamado en lengua nativa Misky Mayu (corriente de agua dulce), nace en Río Hondo de la confluencia de otros ríos menores y desemboca en la lagunas de los Porongos y de Mar Chiquita –provincia de Córdoba-. Más hacia el norte se encuentra el Salado del Norte o Cachi Mayu (corriente de agua salada) que naciendo en las montañas de Salta desemboca en el Paraná. Estos ríos delimitan las tres áreas ecológicas en que se halla dividida la provincia.

Hacia el norte del río Salado –“del Norte”- se encuentra el territorio que hoy se conoce como la “zona de secano”. Para nuestra historia será el Chaco Gualamba, un bosque impenetrable de quebrachos, algarrobos e itines; territorio poblado de pueblos indígenas y guerreros indómitos, guaycurúes y lule-vilelas, que “practicaban algunos cultivos de temporada” (Barsky y Gelman, 2001); allí estaba el Bracho, la cárcel abierta de Felipe Ibarra. Una enorme extensión de tardío asentamiento de población blanca que, ocupando prácticamente la mitad de la provincia actual,

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ha sido siempre el espacio de los mitos y las leyendas al que se llegaba generalmente por coacción y difícilmente de modo voluntario.

Entre el Dulce y el Salado se encuentra la llamada “mesopotamia santiagueña”, una franja extensa y angosta de tierras habitada por pueblos sedentarios que siguiendo “patrones de poblamiento y producción prehispánicos” aprovechaban los desbordes estacionales de los ríos “que fertiliza las tierras y facilita la obtención de buenas cosechas de maíz y otros productos… Había tempranamente con una cierta especialización agrícola acompañada de una importante y tradicional producción textil en el seno de las unidades domésticas” (Barsky y Gelman, 2001).

Cuando llegaba a su fin el siglo XVI, la agricultura, el pastoreo y las pequeñas industrias eran habituales, pero con el tiempo, la agricultura pasará a ser un complemento de las otras actividades, economías domésticas complementadas con las tradicionales recolecciones de los bienes del bosque (miel, cera, aňil, algarroba, tunas, etc.). En éste territorio se desarrolló la historia económica y social más antigua de la provincia-, también se la conoce como �zona de regadío � porque en la actualidad se encuentra atravesada por canales de riego que toman sus aguas de los ríos principales con el objeto de irrigar con fines agrícolas.

Hacia el sur del Dulce encontramos la llamada la “zona serrana” cuya población originaria se asentaba en el antiguo pueblo de indios de Sumampa. Tradicionalmente considerado un espacio de buenas tierras para la cría de caprinos y yegüarizos, fue ocupado más o menos tempranamente por estancieros y hacendados españoles quienes utilizaron los mecanismos de las mercedes reales o las compras directas para convertirse en propietarios. El territorio también incluye las salinas, históricamente un espacio blanco de desolación y muerte, moteado solo por cruces de madera que señalaban el lugar en que alguien había sucumbido a la sed o por el ataque de animales salvajes.

El norte del Salado del Norte y el sur del Dulce, marcaron los límites físicos de la extensión del territorio santiagueño. Serán límites claros e históricos por la imposibilidad cierta que hubo, durante por lo menos tres siglos y medio, de avanzar más allá de ellos y se mantendrán prácticamente sin modificación hasta la inserción de la provincia en el orden capitalista internacional que impuso condiciones externas importantes (Balán, 1978).

Por sus producciones y sus relaciones económicas intra y extra regionales, Santiago entra dentro de lo que Halperín Donghi (1998) señala como “segunda zona” en el marco de la economía colonial americana. Esto es, un espacio económico que dependía de una zona principal “mercantil y minera”. Su falta de principalidad no impedía organizar su propio desarrollo bajo los parámetros del autoabastecimiento mientras proveía de mano de obra, alimentos, tejidos y animales de carga direccionado hacia Potosí. Tales circuitos económicos pervivirán, apoyados en un fuerte localismo, hasta la mitad del siglo XIX. Interrumpidos durante las guerras de la independencia, siguieron una lógica inestable hasta los años ’50 sobre todo por la profundización de la reorientación atlántica de la economía regional y la preferencia por el comercio a costa de las producciones agrarias.

Cuando a mediados del siglo XIX se iniciaba el proceso de construcción del Estado provincial en el marco de la construcción del Estado Nacional(1) y de la Nación argentina(2) y transcurría el proceso inicial de implante de la modernidad y de los procesos de modernización, Santiago tenía

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unas 3.500 leguas cuadradas de superficie y estaba en plena redefinición de su espacio regional, al igual que la mayor parte de los espacios argentinos. Comenzaba a desarrollarse lo que Marta Bonaudo (1999) denominó las “bases de un orden burgués” que comprendió varios planos: definición e integración de una nueva territorialidad (apoyada en el corrimiento de la frontera, ferrocarriles y comunicaciones), estudiar las potencialidades económicas de los nuevos espacios definiendo cómo y cuándo se los ocuparía, diversificación de las producciones, profundización de la mercantilización de ésas producciones y articular todo operativamente con las demandas del mercado mundial en configuración.

El fin del rosismo, la instalación en el poder santiagueño de la elite liberal en franco proceso hegemónico y oportunidades diversificadas, posibilitaron cambios sustanciales y la consolidación de sectores capaces de controlar la producción y la circulación de bienes en que se basó la expansión económica de bienes primarios exportables En tanto elite económica, adscribió a los postulados de Alberdi participando de los criterios de crecimiento económico equivalente a crecimiento productivo sin redistribución y mientras participaba activamente en la creencia de un progreso indefinido, se reapropiaba provechosamente de tal renovación (Halperín Donghi, 1998) y ajustaba sus prácticas a los requerimientos del mercado agroexportador. (Fernández, Pres y Videla, 1999).

Fueron éstas demandas de nuevos productos americanos lo que determinó la puesta en marcha de áreas económicamente periféricas como lo era hasta entonces Santiago del Estero y generó, consecuentemente, una fuerte expansión de aquellas tierras destinadas a la producción (Campi y Jorba, 1999). La enorme extensión santiagueña planteaba la existencia de una gran cantidad de tierras que podían ser puestas al servicio de la producción de bienes primarios. Una combinación de cuestiones operando en escalas diversas pero cada vez más directamente relacionadas con un mercado mundial en frenética expansión, hicieron que aquellas grandes extensiones territoriales que, por diversas razones estaban inmovilizadas desde la colonia, fueran volcadas a la circulación económica, en un proceso llamado “desamortización” (Cardoso y Pérez Brignoli, 1979).

En esta comunicación, nos vamos a centrar en el análisis de la colonización de las áreas vacías. El primer paso de la integración al mercado capitalista, fue la exploración de los llamados “nuevos espacios económicos” de los que la cuenca Salado-Dulce fue un punto central. Inmediatamente de verificada la navegabilidad del Salado (Rossi, 2004) se planteó avanzar hacia los territorios ubicados hacia el norte en un proceso que será de reapropiación de los espacios de antiguas comunidades indígenas y dará lugar a la constitución del “mercado de tierras”, cuya apropiación, acumulación de sus excedentes o especulación, tendrá una doble significación. Para los terratenientes terminará reforzando su poder de dominación. Pero también marcará la presencia de un Estado que tomará la tarea de avanzar con la colonización en el siempre móvil último límite de la línea fronteriza que terminaría, finalmente, asegurando los espacios del poder terrateniente (Ríos, 1947).

Al mismo ritmo de la expansión de la “frontera económica” se fue constituyendo, al decir de Cardoso y Pérez Brignoli (1979), el “mercado de tierras”, proceso de singular violencia por la resistencia indígena y que implica plantear que antes de la reforma existieron grandes

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extensiones de territorio, por lo general adecuados para cultivos de exportación que, por mecanismos institucionales, estaban desde la época de la colonia “inmovilizados”.

Estos territorios se entregaban en las “mercedes” y en extensiones que eran siempre mayores a lo que señalaban las titulaciones, las que generalmente se perdían o simplemente desaparecían para justificar de algún modo la ilegítima apropiación. Así podían obtenerse espacios que eran dos o tres veces mayores a los consignados en la documentación oficial (Ríos, 1947). Iniciada la década de 1850 “el panorama incluye la venta de tierra pública, que en un lapso de tiempo, generalmente corto, éstas grandes extensiones de terreno, a veces a desocupadas e inexploradas, otras apropiadas de hecho, pasarán a dominio privado” (Cardoso y Perez Brignoli, 1979). El cruce de intereses entre la “tierra pública” y los “negocios privados” determinó que fuera una prioridad de la elite terrateniente la “compra” de esas tierras que significaban un respaldo tan fuerte como el oro. En el caso santiagueño el Estado jugó un rol decisivo en la formación del mercado de tierras y aseguró la apropiación de los excedentes y la acumulación de la oligarquía local (Fernández, Pres y Videla, 1999).

Las mayores dificultades las planteará un escenario geográfico extenso, con características ecológicas dispares y extremas, una estructura de relaciones económicas y sociales precapitalistas fuertemente consolidada y la condición provincial de expulsora de población. Fue entonces cuando las actividades económicas tradicionales sufrieron un fuerte corrimiento hacia los márgenes y los agentes económicos del nuevo orden capitalista se movilizaron operando sobre un fondo de poblaciones distantes y escasas, caminos intransitables que intentaban comunicar a mercados aislados y focalizados (Oszlak, 1997).

En el marco de la “diversificación de oportunidades” que se iniciaba, se fueron consolidando sectores capaces de controlar la producción y la circulación de bienes en que se basó la expansión de la nueva economía. Un poderoso segmento terrateniente de perfiles políticos oligárquicos y una pequeña burguesía urbana de perfil inmigratorio en proceso de construcción y afianzamiento, fueron articulando acciones estratégicas hacia su propio espacio socio-económico-cultural, acciones que girarán sobre la “colonización de áreas vacías”, la constitución del “mercado de tierras”, la organización del “mercado de mano de obra” e instalación de empresas comerciales y de industrialización relacionadas a las actividades primarias de exportación.

2. Estudio de los nuevos espacios económicos

Decíamos, entonces, que el primer paso de todo el proceso económico social de integración al mercado capitalista, fue la exploración de los llamados “nuevos espacios económicos” santiagueños. La apertura a la libre navegación de los ríos interiores de la Confederación motorizó, en la reunión de gobernadores de San Nicolás de los Arroyos, la tarea de investigar si los ríos Salado y Dulce podían abrirse como rutas económico-fluviales para toda la cuenca del noroeste, a la que Canal Feijoo (1948) llamara la “región más histológicamente integrada”.

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El gobernador santiagueño Manuel Taboada instaló muy rápidamente en la agenda de San Nicolás la discusión en torno a la problemática de la navegación de los ríos santiagueños. El proyecto que llevaba en carpeta fue discutido con el ministro Manuel Leiva y utilizando los contactos de un amigo en común, Lavaysse, buscaron los respaldos políticos y económicos para concretarlo. Era fundamental la apertura de vías de comunicación y de transporte que sacaran a la región mediterránea de su aislamiento y de la postración económica, utilizando los ríos para exportar producciones regionales e importar los insumos y mercancías necesarias para el abastecimiento regional.

Ya Florencio Varela había advertido la importancia que para el desarrollo económico nacional tendría la apertura de los ríos interiores, pensando en una plena integración económica nacional al mercado mundial (Halperín Donghi, 1995). Se pretendía ahora avanzar sobre la cuenca mesopotámica y los territorios ubicados hacia en norte, que incluía el conocido históricamente como “mesón de fierro” y hacia el sur con el río Dulce. Fueron éstos los dilatados espacios económicos a estudiarse profunda aunque muy dificultosamente. Cuestiones operativas y económicas hicieron que el proyecto se fuera recortando en sus ambiciones espaciales y finalmente, se centrara en estudiar la posibilidad de que el río Salado del Norte pueda ser navegable por pequeños barcos a vapor con los cuales ingresar mercaderías de importación y exportar las producciones regionales.

2.1. “El sueño dorado de las provincias del norte”

“Cuando después de dada la Constitución hubo de acometerse la tarea de agenciarle un país –expresó Canal Feijóo en 1948-, el primer pensamiento mediterráneo y auténticamente constitutivo apuntó al río Salado”. Lo incorporaba en el paquete de ríos que denomina “transprovinciales” rescatándolo como el mayor de todos, aquel que “en vez de dividir o limitar, transgrede los límites convencionales y lleva una voluntad integradora inequívoca. Era el río más infuso y positivamente constituyente del país ...”.

El Salado fue conocido y explorado por Juan de Garay y Felipe de Cáceres en 1571, pero de él se tenían noticias desde 1544 cuando fue cruzado en dos oportunidades por Nicolás de Heredia, cerca del Paraná y posteriormente cerca de Salta (Di Lullo, 1953). Denominado en el siglo XIX Salado Norte, “en partes corre por un lecho encajonado y en otras se abre en un ancho y dilatado estuario, formando grandes lagos durante las crecidas. Es en este trayecto de playas anchas, donde el cauce se vuelve voluble y tornadizo, donde las aguas cambian de curso, alejándose algunas veces de las poblaciones” (Di Lullo, 1949).

La historia del Salado se asocia históricamente con la línea fronteriza norte de Santiago del Estero, primeramente con las misiones jesuíticas de San José del Boquerón y de Candelaria y más adelante con las antiguas haciendas coloniales que operaban como espacios de alto nivel de conflictividad al ser la última línea de asentamientos blancos y al mismo tiempo actuando como línea de avanzada hacia el territorio indígena. Un espacio históricamente estratégico pero cuyos

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intentos de desarrollo fueron espaciados y espasmódicos, terminando las más de las veces en rotundos fracasos. Esto lo constituyó en una suerte de frontera caliente con los indígenas del Chaco Gualamba, parcialidades guerreras cuya resistencia a ceder sus territorios hizo que los pobladores españoles decidieran recostar sus vidas y posesiones territoriales sobre las orillas del Dulce, evidentemente, porque les ofrecía mayor tranquilidad. En éste amplio espacio de ruralidad, los santiagueños dependían para su subsistencia de lo que ocurriera en y con la tierra y la cría de ovejas y el cultivo del algodón aparecían como las “dos fuentes inagotables en que se cifraba el porvenir, el bienestar y la riqueza de éstos pueblos” (Hutchinson, 1866).

El Proyecto de navegabilidad del Salado generó grandes expectativas. Encuadrado en la exploración de otros ríos de la Confederación que perseguían el mejoramiento del tráfico de mercancías y también fomentar la inmigración europea, tendría como soportes complementarios la navegación del río Bermejo y la extensión del ferrocarril y fue pensado como una “empresa importante, por cuanto ella conduce a imprimir un gran movimiento comercial e industrial a las ricas provincias que este río atraviesa en su largo curso” (Rams y Rubert, 1860), Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca, el corazón mediterráneo argentino cuyas históricas relaciones económicas se habían dado con Chile y el Alto Perú. Se lo consideró “el sueño dorado de las provincias del Norte”.

Los antecedentes más inmediatos de la obra los encontramos en el año 1852 cuando el gobierno de la provincia emprendió algunas acciones sobre los ríos Dulce, Salado y Saladillo. Por una parte, había comenzado con las obras de reapertura de un brazo del río Dulce que al haberse obstruido privaba de agua a históricas poblaciones ubicadas a sus orillas y, además, pretendía con ello reimpulsar el desarrollo agrícola de la zona. Paralelamente, se buscaba solucionar el problema de las inundaciones ocasionadas por el Saladillo, ya que los desbordes y pantanos generados por las crecientes estacionales que demoraban entre 4 y 5 meses en secar, entorpecían “a los troperos de carretas y demás transeúntes [que] los pone en inminente peligro de ser invadidos por los indios del Norte que frecuentemente atacan esos puntos”. En cuanto a las dificultades que generaba en los pobladores de la zona afirmaba el gobernador que “las consecuencias de estas innecesarias inundaciones no solo son fatales a los criadores de ganados y otras especies, sino también a los que se dedican al ramo de la labranza, que les arrebata anualmente las crecientes todo el producto de su trabajo ...” (3).

Ahora bien, el escaso nivel de complejidad de éstas obras hacía que de ellas pudiera encargarse la provincia con sus pocos hombres y siempre escasos recursos financieros -la mayor parte de las veces provenientes de los aportes más o menos voluntarios de los estancieros de la zona-. Pero, en lo que se refiere a las obras necesarias para que durante las inundaciones estacionales pudiera traspasarse las aguas del Dulce al Salado con el objeto de darle mayor caudal, lo que implicaba la apertura de canales derivadores, por su mayor complejidad requerían del auxilio financiero de la Confederación. Se intentaba averiguar la posibilidad de navegar el Salado y activar la circulación de mercaderías y personas hacia el alto Perú y desde Buenos Aires o Rosario. (4)

De tal modo que en el marco del proyecto de desarrollo estratégico que la elite hegemónica planteó para Santiago, la exploración del Salado fue la primera actividad relevante que insumió una década de trabajos, reorientó el eje de las actividades económicas hacia el Atlántico y tuvo

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una fuerte apoyatura en Santiago del Estero, sus hombres y sus recursos. Para abril de 1854 la estrategia de desarrollo de la elite santiagueña avanzaba aceleradamente aspirando a instalar un puerto propio sobre el río Paraná en una franja de tierra que solicitaba se le cediera a la provincia, sosteniendo que desde ese puerto sería “donde inicialmente le vendría su riqueza y prosperidad”:

“Si adoptase el adjunto proyecto, la provincia de Santiago pedirá un puesto sobre el Paraná, por donde inicialmente le puede venir su riqueza y prosperidad, sacándola del estado de postración en que se halla desde mucho atrás... El futuro puerto serviría igualmente para Tucumán y Catamarca mejorando ésta última su situación comercial y haciéndole dar vuelta la casa a un puerto argentino que preferiría a su solicitada aduana para su frontera con Chile”. (5)

Las actividades concretas de exploración de la cuenca del Salado se iniciaron en julio de 1855 cuando la Confederación comisionó al comandante norteamericano Thomas J. Page para explorar de la cuenca del Dulce-Salado. Había llegado dos años antes al Río de la Plata trayendo del gobierno de Estados Unidos la misión de “determinar cuáles eran las condiciones generales, favorables, para un intercambio comercial, ubicación de capitales y emigración a iniciarse desde aquel país, como también el levantamiento total y estudio de navegabilidad del Río de la Plata y todos sus tributarios” (6). Un mes más tarde, la Confederación realizaba las comunicaciones oficiales al gobierno de Santiago del Estero y solicitaba la colaboración para con la comisión exploradora y le comunicaba que en los primeros días de enero de 1856 se firmaría el contrato entre la Confederación Argentina y la empresa Smith y Cía. para la explotación comercial con carácter de exclusividad y por 15 años “para hacer el tráfico comercial y de pasajeros con buques de vapor en los ríos Salado y Dulce de la Confederación” (Taboada, 1933:300-308).

Todas aquellas personas que estaban involucradas en la apertura de este nuevo espacio económico, eran concientes del impacto que a no muy largo plazo tendría la navegación del Salado sobre un territorio en el que, según expresara su gobernador, 19 de cada 20 personas estaban en la mayor pobreza. Pero el problema mayor que enfrentaban propios y extraños era el origen de los recursos para semejante emprendimiento. A fines de 1855 Page escribía a Antonino Taboada alentándolo: “... opino que no habría ninguna dificultad en asegurar capitalistas de los EEUU que se embarquen en esta empresa bajo la seguridad previa de que el río está limpio de obstáculos hasta el punto o puerto donde se pueda desembarcar mercaderías y cargar productos del país” (Taboada, 1937).

El primer intento de explotación comercial terminó con la anulación del contrato pero sentó un importante precedente para la firma del próximo, el 2 de julio de 1856, ésta vez con un poderoso comerciante, amigo de Urquiza y proveedor de los ejércitos confederados, Esteban Rams y Rubert, a quien el gobierno nacional concedió “la exclusiva por quince años para hacer el tráfico comercial y de pasajeros con buques de vapor en los ríos Salado y Dulce de la Confederación”, la posibilidad de que viajasen bajo la bandera que “más les conviniese” y, a todas luces, absolutamente favorables a la empresa signataria. Se esperaban “grandes utilidades que reportará el comercio en general, cuando por medio de la navegación se exteriorizen [sic] los pingües productos de todo el Norte de la República Argentina, y se abastezcan por el Río de la Plata de los productos extranjeros que hoy va a buscar al Pacífico a través de las Cordilleras” (Rams y Rubert, 1860).

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La viabilidad económica del proyecto, que como el propio empresario expresara necesitaba de “la formación de una Sociedad por acciones” con aportes extranjeros porque los propios no eran suficientes y se apoyaba en los estudios previos realizados por el Comandante Page, fue establecida tomando como universo de estudio los giros de 9 casas consignatarias de la ciudad de Rosario. Los análisis mostraron que, efectivamente, el proyecto era rentable, pero también la pervivencia de circuitos económicos tradicionales en tanto muchos comerciantes se manejaban de modo independiente de estas casas y de que Salta y Catamarca mantenían todavía un importante comercio vía Pacífico. Pero, en tanto el costo de los fletes se abaratara por el transporte fluvial, Santiago tenía muchas producciones que podrían exportarse, todo por una mínima inversión de $500.000 y las facilidades de llegar desde Paraná “nada más” que en 14 días hasta Santiago, en 19 a Tucumán y en 22 a Salta (Rams y Rubert, 1860), en una época en que entrar o salir de Santiago era casi una aventura heroica.

La primera actividad fue un viaje exploratorio llevado adelante por el capitán Lino Belbey y consistía en navegar el río con la falúa “Gral. Urquiza” desde Santiago del Estero hasta Paraná para “tomar todas las noticias prácticas que pudiera” y el acompañamiento militar de resguardo que aportaría la provincia por expreso pedido de las autoridades nacionales “no solo para prestarle protección amplia del indio sino para ahuyentar a estos salvajes de los lugares que ocupan sobre el río”, recordará en sus escritos el comandante Page (Rams y Rubert, 1860; Hutchinson, 1866; Taboada, 1937).

El viaje exploratorio, iniciado en octubre de 1856 y que fue custodiado por Manuel Taboada hasta Matará donde tomó la dirección Antonino con quien la expedición llegó a Santa Fe custodiada por la tropa santiagueña, tuvo el carácter de una aventura heroica con un bote que por trechos intentaba navegar un río serpenteante y tornadizo, esquivando totoras o rodrigones y por partes era llevado sobre una carreta por tierra buscando otros brazos del río con mayor caudal, para completar otros trechos a caballo bordeando el Salado porque era sencillamente imposible hacerlo por un curso de agua que no existía por la bajante. Lino Belbey llegó con la falúa a Paraná el 27 de noviembre de 1856. “Y no habían pasado cinco años desde la sanción constitucional –sostendrá Canal Feijóo (1948)- cuando ya un contingentes de cincuenta santiagueños, capitaneados por un militar también santiagueño ... habían demostrado que el cauce era navegable entre Santiago y Paraná. ¡Era la evidencia orgánica más decisiva!”.

Efectivamente, Page realizará las primeras exploraciones acompañado de Antonino Taboada y llegará hasta Tucumán, donde Salustiano Zavalía le ofreció un gran agasajo brindando por lo que consideraba eran los tres grandes acontecimientos en la historia del país: la Independencia, la caída de Rosas y el descubrimiento de la navegabilidad del Salado. Recordará Page en sus memorias:

“De ésta Exploración resulta pues nuestra pública declaración de que el Salado, considerado inútil como río, es en verdad un “río navegable”, capaz de convertirse en vía de fácil transporte para los productos de todas las provincias del Norte y Oeste, que ahora están privadas de los beneficios de un mercado para muchas de sus riquezas debido a lo expuesto y lento de sus medios de conducción con carretas...”(7)

El haber podido mostrar que, por lo menos hasta la mitad del recorrido, el Salado era navegable, fue mirado como un éxito rotundo, los recibimientos fueron grandiosos, lo saludaron

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como a un patriota, su misión fue considerada muy “noble”, recibió como condecoración una medalla de oro y sus subordinados fueron premiados. Rápidamente, diversas personalidades y el periodismo de la época se hicieron eco del éxito de la empresa (8) y resaltaron que el mérito del grupo dirigido por los hermanos Taboada fue haber verificado los datos de que disponía el capitán Page; atravesar distancias inmensas a pié, en muchas oportunidades sin alimentos, bosques y montes solitarios y durmiendo siempre con la mano sobre el puño del sable o la daga y prontos a emprender un combate a muerte con los tigres o con las parcialidades indígenas del Chaco. Cuando Salvador María del Carril lo felicitó volvió a poner el énfasis en la perspectiva económica del proyecto: “...el buen éxito de esta primera empresa es el precursor seguro del suceso completo que han de obtener nuestros esfuerzos para entregar el comercio libre y expedito de la navegación del Salado, dotando a estas provincias todas de una fuente de vida...” (Di Lullo, 1953).

El porvenir era visto como venturoso para una Confederación que podría comenzar a resolver sus problemas económicos poniendo en circulación hombres, recursos y mercancías que evitarían a las regiones mediterráneas quedar marginadas del circuito capitalista, aún a pesar de los sombríos pronósticos sarmientinos. Pero también era venturoso el porvenir para la elite local cuyos líderes iniciaron una carrera ascendente vertiginosa. Además de comenzar un proceso ininterrumpido aunque lento, de avance sobre las tierras del Chaco que va a concluir recién en 1901, punto culmine de la ocupación efectiva del territorio argentino por parte del Estado Nacional.

Una vez demostrada la viabilidad del proyecto había que comenzar a generar las condiciones materiales para su efectivización como vía comercial. La primera necesidad era custodiar las fronteras con los indígenas del Chaco, particularmente hostiles desde tiempos históricos, para asegurar, primero la tranquilidad a los trabajos a realizar, luego el desarrollo productivo y en tercer lugar la navegación de los barcos de vapor que recorrerían el río llevando y trayendo materias primas y manufacturas. Antonino Taboada apareció entonces como el hombre indicado para llevar adelante una misión tan delicada y renunció a su cargo de comandante General de Armas y Guardias Nacionales para aceptar uno nacional. El decreto de su designación como encargado de la frontera sobre el Río Salado hace referencia al proyecto de navegación y la necesidad de organizar una nueva línea con el establecimiento de 100 fuertes a lo largo de la misma. El mismo General Urquiza lo saludó por carta del 27 de febrero de 1857 en los siguientes términos: “La pacificación del Chaco es un hecho del alta gloria Nacional que ilustrará siempre su nombre, mientras engrandece la situación próspera de la República” (Di Lullo, 1953).

Comenzaba un proceso ininterrumpido aunque complejo y lento, de avance sobre las tierras del Chaco. Doña Lorenza, Añatuya, Aguará, Jumi Isla, Monte Caseros, Fuerte Viejo y La Isla son algunos de los fuertes y fortines levantados en ésta nueva línea. Eran una mezcla de puntos de contención de las parcialidades indígenas del Chaco-Santiagueño y colonias agrícologanaderas en donde existió un importante esfuerzo por “distribuir útiles de labranza y semillas, llevar sacerdotes que los evangelizaran [a los soldados] y erigir templos”. En 1859 le había expresado a su hermano Manuel “la esperanza de ver pronto un pueblo floreciente como el Bracho defendido por soldados industriosos que busquen sus subsistencias con el arado antes de ir a tantear las arcas vacías de la provincia o de la Nación” (Di Lullo, 1953).

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“El Comercio” de Corrientes (9) saludó la iniciativa con alborozo porque finalmente -sostenía Vicente Quesada el autor de la nota-, las provincias del noroeste podrían exportar sus producciones con seguridad, a bajos costos, florecería el comercio y se civilizaría a los salvajes. Porque un plan tan lógico y factible “merece ser apoyado por el verdadero patriota; dar vida a poblaciones que mueren, civilizar multitudes de salvajes, es altamente moral y profundamente humano. Lo hemos dicho ocupándonos de la provincia de Santiago del Estero, que su porvenir dependía de buscarse una salida por el Chaco al Paraná...”.

La idea de que el comercio es progreso, que sin el comercio las poblaciones están condenadas a la muerte, que comercio y progreso se asocian a lo exterior, la construcción del “otro” como un salvaje que hay que civilizar, y, finalmente, que progreso, civilización y exterior resultan en una ecuación altamente moral, forman parte del discurso ilustrado nacional (Taboada, 1933). A la primera entrada le sucederán otras bajo diversas condiciones y suerte, distinto personal técnico, pero todas dependerán de la cantidad de agua que trajera el río y de los capitales que se obtuvieran en Europa o los EEUU. para realizar las obras de infraestructuras necesarias – limpieza del río y remoción de obstáculos, diques, canales, esclusas, reconocimiento de los otros ríos afines que pudieran aumentar el caudal del Salado, igual con arroyos, lagunas y construcción de puertos el principal de los cuales estaría en Matará, en adelante “Taboadavilla”. (10)

Uno de los momentos de mayor tensión se vivió cuando una nueva entrada al Salado fracasó por no esperar la creciente estacional. Ésta situación provocó la reacción furibunda del gobernador santiagueño quien escribió una extensa carta al Ministro del Interior, Santiago Derqui deplorando la actitud del empresario Rams y Rubert, el que en su visión, estaba dando mal uso a una gran cantidad de privilegios otorgados por el gobierno confederal y al mismo tiempo quitaba la posibilidad de que otros interesados pudieran realizar las obras proyectadas y esfumaba las esperanzas puestas en el emprendimiento. En éste sentido, el gobernador denunciaba que ninguno de los integrantes del equipo de Rams y Rubert conocía bien el río y por lo tanto consideraba muy poco factible la construcción de los proyectados diques y esclusas que facilitaran la navegación, y que en tal caso las obras serían inútiles, irrealizables y seguramente abandonadas poco después de iniciadas. Es más, solicitó que esas obras no se ejecutaran ya que “esteriliza[ría]n los esfuerzos y sacrificios de la provincia y en tanto que la empresa no puede llevar a cabo de manera segura y racional el compromiso contraído, sea retirado el privilegio que viene a servir de estorbo y que se ofrezca a todos los que navegaren el Salado las ventajas que el Gobierno Nacional acordó al Sr. Rams sobre la rebaja de derechos de aduana”. (11)

En noviembre de 1859 Rams dirige una nota al gobernador santiagueño Borges anunciando la formación de la “Asociación para la Empresa del Río Salado”. Tal decisión había sido tomada una vez que hubo quedado “garantizada la tranquilidad de la República por el Convenio de Paz celebrado”, ratificando la idea de hacer trabajar el canal del Bracho y abrir los diques y esclusas. En la nota se advierte como recurrentemente se alude al “patriotismo” de Taboada para alcanzar la navegabilidad del río Salado, esto es no haciendo ver un negocio como particular sino en beneficio de una entidad abstracta que, por otra parte, estaba en pleno proceso de reconfiguración. Pero mientras recuerda al gobernador santiagueño lo patriota que era, le requería los costos posibles y hombres que garanticen su trabajo. Está lleno de dudas y las traslada con mucha elegancia. Se pregunta “si en esa encontrarán hombres capaces que puedan

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contratarse para este trabajo y si ellos tendrán suficiente garantía para responder a lo que ellos contrataren”. El elemento técnico y profesional del emprendimiento era cubierto por profesionales extranjeros y algunos nacionales, pero los santiagueños eran campesinos, también reconocidos como buenos soldados, pero no obreros asalariados. La solución que se encontró fue entonces, por sugerencia del gobierno confederal, licenciar a los soldados para que trabajasen en la obra que resultaba de interés nacional. Luego de concluidas las obras, éstos serían beneficiado con una licencia por un tiempo equivalente al empleado. Los soldados serán entonces, una curiosa mezcla de militares, fortineros, agricultores y obreros casi-industriales.

Pero ya para ese entonces los tiempos del proyecto y de las obras comenzaron a no coincidir advirtiéndose las enormes dificultades “para vencer un río poco caudaloso que atraviesa un país despoblado y desconocido” (Rams y Rubert, 1860). Aún así, la Legislatura provincial decidió conceder a la empresa una extensión de 100 leguas cuadradas con el fin “que la Empresa pueda colocar familias al objeto de cortar maderas u otro cualquiera de utilidad para ella” (Rams y Rubert, 1860). El gobernador Borges reiteraba la disposición provincial a cualquier sacrificio para proseguir con la empresa “que tantos beneficios traerá”. En una notificación inmediatamente posterior comunicó al empresario la decisión de la concesión territorial y su persuasión “de que los acontecimientos políticos que se han sucedido en la República han sido los únicos inconvenientes con que ha tropezado la empresa para llevar a cabo sus propósitos ... con la especial recomendación de que cualquier sacrificio que en beneficio de la empresa pudiera hacer la provincia de Santiago del Estero, sería muy insignificante ante las inmensas ventajas que ha de conseguir...”. Al día siguiente el empresario comunicaba al gobernador el inicio de una nueva exploración con vistas a ratificar los conocimientos adquiridos.

Los capitalistas británicos pusieron severas condiciones para aprobar el préstamo porque calificaron a la obra como especulativa y finalmente perdieron interés. Descartado este aporte, se contrató con la Casa Gil de París 1.200.000$ fuertes para abrir la navegación del Salado desde Salta y hacer, de este modo, que todos los pueblos costeros tengan la posibilidad de tener puertos.

Mientras desde París (12) Juan Bautista Alberdi tomaba interés por la navegación del Salado y seguía de cerca las tratativas con la Casa Gil, la Guerra de Secesión norteamericana planteaba un panorama alentador para las producciones algodoneras de regiones marginales y eso favorecería a un Santiago que verá a Antonino Taboada recorriendo los márgenes del Salado acompañando –por pedido del Gral. Mitre, a Tomas Hutchinson -cónsul británico con sede en Rosario-. Hutchinson “había sido invitado a realizar una expedición que integraron el coronel José Antonio Alvarez Condarco, el Rvdo. Pedro Vigneiro, el teniente de navío Felipe Ceteura, Rodolfo Zavalía, José Luis Navarreto y Manuel A. Acosta”. Inglaterra necesitaba materias primas para continuar su cadena productiva de hilados y el agente inglés procuraba verificar la adaptabilidad de los territorios para desarrollar plantaciones de algodón (13) y el gobierno nacional se encargaría de asegurar el tráfico de mercancías a través del establecimiento de una línea fronteriza (Di Lullo, 1953).

Había urgencia por vender el proyecto del Salado, atraer capitales e inmigrantes. Para eso se movilizaban las visitas y la necesidad de disponer de una cantidad de muestras de las

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producciones locales para enviar al Viejo Mundo, conocer las estimaciones sobre volúmenes exportables, cantidad y calidad de las mercancías a transportar por los vapores del Salado. (14)

Las observaciones realizadas por Hutchinson y su comitiva indicaban que las maderas santiagueñas podían tener muy buena colocación en el mercado europeo y las muestras fueron catalogadas como buenas para hacer muebles. Se trataba del chañar, mistol, algarrobo blanco, algarrobo negro, quebracho blanco y colorado, molle e itín, pero no pudieron ser cotizadas por falta de dimensiones de las varas a enviar. También se había enviado muestras de chagüar, que fue cotizada a 18£ la tonelada –equivalente a 5 y 3/$ onzas de oro- puestas en Liverpool. Las casas consignatarias que habían realizado los envíos eran: Cárdenas y Soria, Acosta y Pío Montenegro, J. M. Gauna y Barrionuevo, Federico Ledesma y Gregorio García. (15)

Para fines de los ’60 comenzaba a considerarse la tala del boque como una “producción” y con esas maderas se hacían trabajos de carpintería y de ebanistería prefiriendo para éste último trabajo la madera del guayaco, que por su color negruzco y su dureza la convertían en ideas para este tipo de trabajo.(16) Se producían con fines de exportación unas cantidades estimadas en 16.000 cueros, 6.000 suelas, 28.000 arrobas de lana, 400 fardos de cueros de cabra y lanares. Se le debía sumar la producciones de las teleras en ponchos, jergas y frazadas en gran cantidad. Comenzaba también la producción de azúcar y aguardiente y seguía la abundante producción de nopal, de cochinilla y añil que habrán de “concesionarse” para los años ’70. Para el norte en general, el Informe del Ingeniero Coghlan hablaba de la producción de algodón, arroz, índigo, tabaco, cochinilla, azafrán, etc., “todos de la más esquisita [sic] calidad pero hasta ahora poca o ninguna exportación de estos artículos”. Para agregar inmediatamente que “estoy persuadido de que el establecimiento del Río Salado, llamando la atención de capitalistas sobre el hecho de la capacidad de las Provincias para la producción, aunque solo fuera del algodón, causaría un desarrollo repentino de prosperidad sin precedente en Sud América” (Rams y Rubert, 1860).

En diciembre de 1863 Rams comunicaba el inicio de las tareas más importantes y, siendo nuevamente gobernador de Santiago del Estero Manuel Taboada, le propone realizar una gran inauguración con la presencia de las autoridades y de las personalidades más destacadas, acto que, según su propia sugerencia, podría realizarse en las inmediaciones del Fortín Bracho. Finalmente llegó el día de la inauguración oficial de las obras. Fue el 25 de diciembre de 1863 que contó con la presencia de los miembros más importantes de la elite local y autoridades eclesiásticas. Rams y Rubert se encargará de enviar la pala y el hacha que el gobernador utilizara “para dar principio a dichos trabajos”, con la idea de que sean conservados para “la memoria” de la provincia.(17) Evidentemente esas alabanzas tenían para la provincia un costo: custodiar las expediciones, ceder territorios, aportar la mano de obra, custodiar las fronteras, etc.

A pesar de que el discurso del empresario sobreabundará en alabanzas para el gobierno santiagueño llamándolo “patriótico”, “abnegado”, “felicidad de la nación” y anunciaba un “futuro grande y fuerte de la República” con gobernantes de este tipo, un año más tarde agradecía a la provincia los ingentes esfuerzos realizados y decidía abandonar el emprendimiento por falta de capitales. No había logrado la formación de Compañía en Gran Bretaña. Las obras quedaban incompletas, pero aún así entendía que representaban grandes beneficios para la provincia. En un intento de salvataje, el gobierno nacional prorrogó por tres años la concesión a la Empresa del Salado y se renovaron las obras.

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El proyecto terminó en un fracaso que pretendió justificarse con un cruce acusaciones y un periodismo local que completamente alejado de la realidad, seguía alentando la realización de la empresa, dando los problemas económicos por resueltos, imaginando un vaporcito que con su silbato despertaría a los moradores “del desierto” y mostrándoles que como “gran mensajero del progreso “ en el siglo XIX les traería el progreso, la industria y la civilización. (18)

Se había demostrado que el río Salado podía ser navegable, pero combinaron varias cuestiones par su desastroso final, articuladas en torno a la falta de financiamiento internacional, la pérdida de poder de la elite provincial, la ausencia de trabajos permanentes que regularan las crecidas y drenaran agua desde un río al otro, la construcción de los “puertos”, el fracaso en la atracción de inmigrantes que desarrollaran económicamente los territorios ribereños y, finalmente, el avance arrollador del ferrocarril como nuevo medio de transporte de recursos y personas.

Además, un proceso de unificación mundial en ciernes, no representaba para el país justamente una gran ventaja, en tanto la interdependencia de la economía mundial hacía que cualquier corrimiento de intereses económicos hacia zonas más estratégicas implicara el consecuente desplazamiento de los capitales (Hobsbawm, 1998). En realidad la única fuente posible de financiamiento de una obra de tal envergadura eran los capitales europeos y habían tomado otra dirección, señalada por la vorágine de la expansión ferroviaria y su “sueño imperial”. Lejos habían quedado aquellas esperanzas de Rams de ver “nuestros campos hoy desiertos…mañana poblados por activos agricultores, y donde solo se ven rancherías miserables se levantarán ciudades que harán poderosa la nación y respetable nuestro nombre” (Rams y Rubert, 1860). Para citar a Canal Feijoo (1948) “lo que se había abandonado era algo más que el término de una opción entre dos usos capitalistas equivalentes. La opción tenía un trasfondo terrible”. Se había abandonado el proyecto de desarrollo de la estructura interior regional argentina.

2.2 Allende el río Dulce

Entre los llamados “tributarios” a los principales ríos de la cuenca del Plata, objeto de estudio con fines productivos, de comercialización y radicación de inmigrantes a comienzos de los años ‘50, se encontraba el río Dulce. La elite provincial realizará varios intentos de verificar su navegabilidad a pesar de ser arenoso, sinuoso, voluble y tornadizo la mayor parte del año y con un caudal arrollador en la temporada de lluvias.

La falta de recursos internacionales para concretar el proyecto se traducirá en la búsqueda de financiamiento entre los propios habitantes involucrados en los programas de mejoramiento -eran constantes las exhortaciones a realizar toda clase de sacrificios y las contribuciones necesarias para “afianzar la paz con el amor al trabajo”- (19) y la concreción de una cantidad de pequeñas obras orientadas a darle funcionalidad al territorio. Estaba claro que dichas obras complementarían las del Salado y que de no emprenderse en conjunto, se plantearía un serio

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interrogante sobre la prosperidad de los territorios santiagueños en un futuro más o menos inmediato.

La volubilidad histórica del curso había modificado varias veces el trazado y los estudios trataban de averiguar la posibilidad de desviar las aguas por el antiguo cauce “precipitando las aguas por el boquerón de “Rupasca”, para otorgar un caudal mayor y renovar los impulsos del tráfico comercial, la industria, la agricultura y la ganadería, en la comprensión de que antiguos poblados otrora importantes por su desarrollo socioeconómico, como eran las villas de Loreto, Atamisqui y Salavina, ubicadas en los mejores territorios que poseía la provincia, veían esfumarse las posibilidades de desarrollo y algunas estaban –directamente- colapsando por la falta de agua.

Si bien entre 1859 y 1860 se firmaron los contratos con el ingeniero Conglan (Achával, 1988), los estudios para canalizarlo realmente comenzaron en 1862 y a pesar de que no tendrían la envergadura de los del Salado, fueron considerados de gran importancia en tanto completarían los estudios de los territorios a incorporar al sistema agroexportador. En 1870 se firmó un contrato entre el gobierno nacional y E. W. Edling para construir un punte sobre el río Saladillo según los planos que habían sido levantados por ingenieros nacionales. Sería una construcción de hierro y madera de quebracho santiagueño, con una extensión de 63 mts. de largo por 5 de ancho, con barandas y dividido en 5 tramos iguales con un piso a 1,20 por sobre el pico máximo del nivel de creciente. La obra insumiría 25.000$ fuertes a pagarse en cuatro cuotas iguales en la medida de su progreso que tenía un tiempo limitado de 15 meses para su conclusión. Tal construcción en un territorio de históricas dificultades en materia de comunicación y no de menores desvelos de parte de los gobiernos provinciales, venía a solucionar un problema de larga data que obstaculizaba el tráfico comercial y de personas.(20)

Entre tanto comenzaron las obras más acotadas de canalización, como por ejemplo el canal que llevaba agua desde el río Dulce hasta la villa de Loreto, de 2.905 varas de largo y 4 de ancho, hasta el brazo del río Muerto de Manso (Alen Lascano, 1992). Además, se realizó el primer relevamiento catastral de la villa en la que de modo paralelo se impulsó el desarrollo agrícola y comenzó a programarse la creación de un Consejo de Irrigación el que se concretó en 1870 con autoridades elegidas directamente por los agricultores. Esta experiencia que se puede relacionar con lo que acontecía en el ámbito de la instrucción pública y que nos hablan de los primeros intentos de asociacionismo y de formación de la sociedad civil. Es decir, los cambios económicos parecen tener lugar al mismo tiempo que los cambios sociales de no menor importancia al operar sobre una sociedad hasta ese momento fuertemente estratificada.

El territorio era asegurado por la línea de fronteras y por distintas entradas que mantenían a las poblaciones aborígenes alejadas del espacio productivo hasta La Cañada y Paso Beltrán (Achával, 1988). Obras conexas que hacen a la funcionalidad económica del territorio puesto a producir, tenían que ver con la delimitación de los Departamentos y las ciudades, villas o parajes que correspondían a cada uno de ellos, con la apertura de caminos que los comunicaran más fluidamente y el mejoramiento de los ya existentes. A pesar de que no parecieran obras de una relevancia equiparable a los emprendimientos del Salado o el corrimiento de la línea fronteriza, insumieron mucho tiempo y mucho esfuerzo económico.

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Además, se perseguía el objetivo de fijar la gente a sus lugares de origen, con lo que se evitaría la continua migración de los “gallegos de la República Argentina”, nombre que da Thomas Hutchinson da los santiagueños migrantes que podía ver andando a caballo rumbo a Buenos Aires, con las mujeres que le hacían el acompañamiento de despedida en carretas y hasta las fronteras provinciales (Hutchinson, 1866).

Estudios recientes mostraron la poderosa atracción que ejercían las tierras de la pampa húmeda, donde además los salarios eran lo suficientemente más altos como para que el sujeto migrante retornara –en el caso de que así lo hiciera- con la cantidad de dinero necesaria para mantener por una temporada a su familia (Farberman, 1997). Pero también es cierto que las migraciones temporarias se convertían en permanente la mayor parte de las veces, con lo que se creaba un vacío poblacional muy importante que se hacía sentir no sólo en el plano de la defensa contra el indio sino en la falta de trabajadores. De modo tal que había un empeño muy grande en realizar todas las acciones que permitieran desarrollar económicamente el territorio y hacer que a los habitantes les resultara atractivo –por lo menos económicamente- vivir y trabajar en este particular espacio santiagueño.

2.3. El “mesón de fierro”

Otro de los espacios explorados con fines económicos y científicos, fue el extremo N-E de la provincia, donde se ubicó el llamado “mesón de fierro”. De fuerte carga simbólica para los pueblos indígenas del Gran Chaco y una gran incógnita para los españoles que realizaron varias y periódicas “entradas” con el objeto de aprovechar su metal (Di Lullo, 1959). Antiguos relatos orales de los indígenas daban cuenta de que en la provincia de Santiago del Estero había, desde tiempos antiguos, una inmensa cantidad de hierro. De posible origen meteorítico, se encontraría “desde la superficie de la tierra hasta una profundidad desconocida”, daría muy poco trabajo extraerlo, el consumo sería incalculable y “según todas las apariencias sobradamente fundada, este negocio puede ser para Santiago de tanta ventaja como tal vez ningún otro conocido; i a mui [sic] poco costo puede ese gobierno conocerlo en todos sus detalles, para obtener los beneficios que de él pueden derivarse”. (21) Estos datos serán rescatados por Pedro Andrés García en sus Memoria de 1813 cuando relata que en Buenos Aires se fabricaban fusiles “con dicho fierro” pues era reconocido como el mejor entre todos.

La propuesta más concreta la realizó en 1853 Aarón Castellanos quien entendió que el gobierno provincial podría enviar comisionados para examinar lo que denomina “minas”, calcular aproximadamente su extensión, procurar determinar la hondura y las formas en que aparezca el hierro –los relatos de Pedro de Angelis sostenían que aparecían bajo la forma de troncos gruesos o raigones-, detallar en una escritura los trabajos realizados, traer muestras y detalles de los terrenos conexos, la distancia al Paraná y al Salado. Una vez realizados estos trabajos exploratorios, Castellanos se comprometía a proceder a los trabajos científicos que fueran necesarios sobre el material extraído con la idea final de explotar comercialmente el espacio y vender los materiales a Europa. Se esperaba del gobierno santiagueño “aquella

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concesiones y franquicias que todo gobierno presta a empresas de este género y atento al lugar decierto [sic] u en manos de los Indios como se halla la mina”.(22)

A mediados de la década del ’60, cuando Thomas Hutchinson escribiera su “Exploración al río Salado…”, ya se tenía conocimiento que el “mesón” se hallaba en un corredor que utilizaban habitualmente los indios Tobas en sus invasiones a los Guaycurúes y sobre Santiago del Estero y que había sido encontrado por Antonino Taboada en una de las persecuciones a los indios hacia sus toldos, pero que no había podido hallar en el camino de regreso. También se tenía noticia de que este metal extraño que se creía producto de la caída de aerolitos, no tenía parangón sino en los territorios rusos, de donde habían sacado el metal con que le hicieran a Napoleón I un par de pistolas de regalo. Ahora bien, de éste “mesón” del Chaco habían realizados dos pistolas que estaban en poder de la Secretaría de Gobierno de Washington. De modo que las acciones que tomara Absalón Ibarra, según el texto de Hutchinson, tenían por objeto “traer pedazos de aquel metal para remitirlos a la Exposición Universal de París en 1867” (Hutchinson, 1866). La nación también se interesó por el mismo espacio enviando expediciones en 1870 al mando del coronel Manuel Obligado y en 1872 al del coronel Napoleón Uriburu, en 1873 nuevamente vuelve Obligado , a la que les seguirán otras en 1875, 1879, etc.

En la década de 1920 Antenor Álvarez escribió a pedido del gobierno provincial una obra titulada “Meteorito del Chaco” (Álvarez, 1926) en la que intentó una explicación sobre la significación mítico-religiosa que éste icono celestial tenía para los pueblos indígenas chaqueños. Relatos aparte, en la época que nos ocupa se desarrollaron acciones estratégicas para conocer mejor con fines de colonización los territorios que hoy se llaman Campo del Cielo o Desierto de Otumpa.

Los territorios del Este santiagueño hoy lindantes con Santa Fe -Fortín Unión, Garabato, etc.-, fueron colonizados muy lentamente a partir de los años ’60 y a medida que la llamada “frontera interior” comenzaba a estabilizarse con la radicación de pobladores. Hacia los ’70 ya estaba concluida la primera etapa de avance sobre los territorios chaqueños de modo que el gobierno volverá a insistir para ubicar el “mesón” otorgando por ley -20 de enero de 1873- un premio de 2000$ fuertes y 10 leguas de tierras fiscales al que lo descubriese, fijara el itinerario de la ruta y el lugar en que se encontraba. Evidentemente no lo encontraron porque todavía en 1938 se mantenía y fue en ése año derogada. De todos modos Juan Francisco Borges ya había adquirido a fin de 1860 una extensión de cuatro leguas de tierras fiscales, lo que nos indica que allí se iba a colonizar y las tierras a valorizar. Por ahora allí se corta nuestra historia porque será muchísimo tiempo después que la colonización de éstos territorios pueda ser efectivizada.

3. El “rapto del ferrocarril”: … de no se donde a no se donde …

Así pensaba Bernardo Canal Feijóo (1934) a los efectos de la instalación del ferrocarril en Santiago del Estero. Esa especie de “ir de no se donde a no se donde” significó, allá por los inicios del tendido, una esperanza de desarrollo que terminaría por despedazar la debilitada

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economía provincial. Su instalación en Santiago del Estero fue tardía y escapa a los límites temporales de nuestro trabajo, pero importa analizar los intentos que se realizaron.

Además fue una instalación muy dificultosa, marcará la apertura de un sistema de comunicaciones terrestres al mismo tiempo que el final de los proyectos de comunicación y transporte fluvial del interior mediterráneo y complementará con el sistema telegráfico. Pero mientras pensaba contribuir aceleradamente a la integración política provincial y nacional, colaboraba con la deforestación del bosque nativo tras la provisión de maderas indispensables para los tendidos férreos y el funcionamiento de las locomotoras.

El primer contrato para la construcción ferroviaria en la provincia fue firmado con Ramón Gil Navarro, antiguo amigo de los Taboada, concesionario y representante de la Empresa del Ferrocarril Gran Chaco a mediados del año ‘70. La idea era construir una vía férrea que tuviera como punto de partida la Colonia Esperanza, en Santa Fe y punta de riel en la ciudad capital de Santiago del Estero. Debemos recordar que en éstos momentos aún subsistían las dificultades originarias de comunicación con el litoral que habían motorizado el proyecto del Salado y el camino por Sunchales –por el que terminará tardíamente pasando el ferrocarril- no era todavía más que una antigua idea. De modo que el “Ferrocarril Gran Chaco” parecía el nuevo y grandioso proyecto para el desarrollo provincial. Para apurar a la concreción del primer ferrocarril que iba a llegar a Santiago, el Poder Ejecutivo compró 500 acciones y decidió “poner en juego todos sus recursos”. (23)

Casi inmediatamente se autorizó la celebración de un contrato con Adolfo Carranza para construir otro tramo ferroviario que partiera de Santiago y tuviera como punta de riel la costa del Paraná en el pueblo de Goya, Corrientes.(24) Claramente aparecen en éstas acciones una tendencia reforzar el desarrollo regional que si bien ya se había reorientado atlánticamente procuraba equilibrar la fuerte tendencia portuaria.

Las características del contrato, si bien comunes a la época, eran leoninas. Debía ser aprobado por el Poder Legislativo y daba a la empresa un plazo de 8 meses para iniciar las obras -caso contrario se anularía-, autorizaba la construcción y la explotación del ferrocarril con locomotoras a vapor, tenía carácter de exclusivo y perpetuo, dejaba abierta la posibilidad de extenderse hasta la ciudad de San Miguel de Tucumán, obligaba a establecer tarifas equitativas, estaría exceptuada de pagar impuestos y podía utilizar gratuitamente las corrientes de agua y las maderas de los bosques que eran de propiedad pública. Como contrapartida, debía transportar sin cargo la correspondencia oficial del estado provincial. La provincia cedería, además, territorios de una legua de frente por dos de fondo sobre cada lado de la línea y a lo largo de toda la extensión. (25)

La lucha contra el despoblamiento y el consecuente esfuerzo por arraigar a los hombres a los lugares de trabajo como gran preocupación de los gobernantes santiagueños y que formaba parte de los proyectos expansivos de la moral burguesa, aparece también aquí. Por ello se harán todos los esfuerzos para que la empresa ferroviaria radicara inmigrantes comprometiéndose a brindarle todas las facilidades que acordaban las leyes en vigencia en el resto del territorio y la protección necesarias. Todo resultará en vano. Los ferrocarriles demorarán muchos años en construirse y los pocos inmigrantes que llegaron en éste período utilizaron otras vías de acceso. Con el Gran Chaco, el antiguo y fracasado proyecto de navegabilidad del río Salado se vuelve a

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recrear con los mismo objetivos: “La realización de ésta empresa … resolvería para la Confederación Argentina el gran problema del equilibrio provincial”, se lograría llegando hasta Salta y Jujuy, con un ferrocarril que complementara el Gran Central asegurando la marcha directa y “natural” hacia los Andes. (26)

Un “proyecto magnífico cuya realización está en vías de llevarse a cabo, viene a alegrar nuestros corazones” dirá El Norte en octubre de 1868. Para agregar que los dos ferrocarriles, el Gran Chaco y el Gran Central serán las dos grandes arterias por las que circulará “la vida a través de este vasto país” y harán viables los territorios mediterráneos. El “espíritu del progreso” que iluminaba el proyecto (27) deberá, por bastante tiempo, aquietar sus ansias y solo observar como los rieles aislaban la provincia. Rieles que cuando lleguen harán que Santiago ya no sea esa enorme masa territorial interpuesta entre el Este y el Oeste a la que había necesariamente que considerar para cualquier proyecto y, simplemente, por el ferrocarril se la pueda atravesar.

EL BERMEJO

l rio Bermejo pasa por Buenos Aires. No es una ocurrencia; es una verdad absoluta. En lejanas tierras de Tarija, de Salta, de Jujuy, las agüitas corren alegres y curiosas. Como las cabritas sueltas, que, juntándose de a dos, de a tres, cuatro o cinco, forman las tropillitas, las majaditas, y luego, todas juntas, la gran majada. Las agüitas, saltando entre peñascos, con cabriolas de mojarra, trazan sus senderitos, abren surcos, cavan arroyos acudiendo al llamado de los declives, conforman el caudal mayor, y son el río, el rio adulto, con nombre propio: Bermejo. Y cuando el Bermejo llega al otro grande, que desde otras lejanas regiones cumple también la inexorable ley de la gravedad, pierde su nombre y es Paraguay; y el Paraguay es luego Paraná, el majestuoso. Con nuevo nombre las aguas marchan a la cita con el Uruguay, festejan nuevo bautismo, la gran agua es el Río de la Plata; la gran agua se entrega al coloso, a la inmensidad verde, a la comunicación ilimitada.

El capitán mercante José Lavarello querí navegar el rio Bermejo En 1854 construyó una embarcación con madera de cedro, lapacho y algarrobo, bien calafateada y embreada con petróleo. Además de vela para propulsión la dotó de una máquina horizontal de madera con ruedas laterales; dos sacos de cuero llenos con recortes de cobre servían de ancla. La bautizó Senta. Tenia 42 pies de eslora. 7 de manga y 4 de puntal. En términos menos náuticos, 15 metros de- largo, 2.20 de ancho y 1.20 de altura. Cubierta, castillete de proa, asientos en popa y toldo para lluvia. Fue en Oran. A fines de setiembre de 1855 la armó en guerra con seis lanzas, seis fusiles de chispa y un cañoncito de hierro calibre de "a 2"; que equivale a una bala esférica de menos de un kilogramo de peso (un bochín). Cargó 180 cueros de vacuno, la tripuló con once personas, él inclusive y se largó río abajo rumbo a Corrientes.

Por gentileza del Departamento de Estudios Históricos Navales del Comando General de la Armada, tenemos sobre nuestra mesa de trabajo, el Diario de navegación de aquel viaje, el manuscrito de Lavarello. Un precioso documento, creemos que inédito hasta el momento de elaborar esta nota.

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Lavarello zarpó a las diez de la mañana del 25 de aquel mes y año, de Puerto Pizarro situado a los 23°15' latitud Sud y 65°30' longitud Oeste del Meridiano de Paris con viento del E". Cuatro indios accionaban la máquina del Senta, imprimiéndole un andar de cuatro millas por hora. La despedida no fué cosa indiferente ni silenciosa, pues anota el marino que "...al ponerse en viaje saludé con tres tiros de cañón a los SS. Don Vicente Uriburu teniente gobernador de Oran y D. Francisco Sevilla que por voluntad de ellos asistieron a la despedida de la Expedición".

Del 25 al 28 navega con algunas dificultades por falta de agua, sorteando.bancos e islotes de arena con pequeños sauces y troncos en el canal de unas 40 a 50 pulgadas de profundidad; el Senta no cala más de 30 pulgadas pero varias veces ' toca fondo. Por supuesto no navegan durante las noches, en que los expedicionarios sostienen guerra sin cuartel contra los mosquitos. La velocidad media de navegación real resulta de dos millas por hora (poco más de cuatro kilómetros y medio); nos parece lento, pero recordemos que el Senta era una batea grande, no un aliscafo. A media mañana del 28 encuentran un indio sobre la margen derecha y al preguntarle por el puerto de Las Bateas, el aborigen contesta que precisamente ese es el lugar. Aquí permanecen hasta el 8 de octubre reacondicionando la carga, arreglando la máquina que ha sufrido averias y carneando algunas reses que charquean para el viaje.

Zarpan finalmente de Las Bateas navegando por un rio muy sinuoso pero más limpio y de mayor profundidad que no presenta dificultades, salvo algunos temporales que obligan a buscar refugio. El 17 hacen alto al pie de unas barrancas de quince pies de altura, lugar denominado Puerto de las Estrellas, estancia de Alejo Cardoso "...última población cristiana situada sobre la Margen Occidental del Rio Bermejo. Lavarello va trazando un croquis del rio, haciendo descripciones de los paisajes de ambas márgenes, mencionando clases de árboles, pastos, peces, profundidades, anchuras, tirajes de la corriente, enumerando los puntos en cifras que al final del Diario llegan a 1191; y después de cada singladura anota situación, millas navegadas y distancia en linea recta.

Pensamos donde habrá ido a parar ese croquis; posibles lugares pudieran ser los archivos de Paraná o de Concepción del Uruguay, por razones que veremos más adelante. Expresa el capitán que desde Puerto Deseado hasta Puerto de las Estrellas abunda el ganado vacuno y caballar por la aptitud de las pasturas en las cuatro estaciones, aunque ganado lanar hay muy poco.

El 20 levan anclas nuevamente. Los despide don Vicente Uriburu y el gobernador de la provincia de Salta, general Rudecindo Alvarado.

Con los indios matacos

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La región de Las Estrellas está poblada de animales salvajes; tigres, leones, osos hormigueros, zorros, ciervos; y muchos reptiles, como el lampalagua y el "quirigó"; aves de todas clases y abundante miel de abeja que los indios comercian en grande. En el rio abundan el dorado, el surubi, la raya, la boga y "...también está lleno de yacarés ofensivos". Los indios matacos le aseguraban que desde tiempos remotos, en años de sequía, suelen aparecer especies humanas de estatura monstruosa, que tan pronto como los ven a ellos huyen precipitadamente y se esconden en el bosque; y en el rio "unos animales anfibios de forma humana, con cabellos rizados corno los negros..." suelen salir a la ribera a calentarse al sol cerca de los cañaverales; les han dado el nombre de "Negritos de las aguas"

El 22 pasan por Esquina Grande. Establecen relaciones muy cordiales con los matacos en base a regalos consistentes en tabaco, pañuelitos y otras chucherías; algunos caciques mandan chasques a sus parientes que viven más abajo y recomendando que no molesten para nada a los expedicionarios. " Los empresarios de todas las haciendas de la región conducen con rnuy buen trato a los indios, logrando buen resultado de los establecimientos, promoviendo un gran comercio a las provincias de Salta, Jujuy y hasta Tucumán". No ha visto armas de fuego en poder de los naturales, sólo lanza, arco y flecha, macana, y cuchillos que reciben en pago de sus trabajos.

Muy aficionados a la música, construyen flautas que "...tocan pésimamente". Tienen una sola mujer y cuidan mucho a su familia; el casamiento consiste en la simple obtención de consentimiento del cacique. Para el divorcio, la india que lo desea coloca en el camino que conduce al río "...un atado de leñas secas, hacen en seguida las averiguaciones y queda efectuado el divorcio".

Los cadáveres de los difuntos los colocan en el fondo de pozos de ocho a diez metros de profundidad, bien arreglados, ponen vasos para tomar agua y los llenan con ramas de árboles. No tienen religión ni adoran nada; son sucios y viven de la caza y de la pesca, tarea para el hombre, y de papas silvestres, tarea para la mujer, que viste una muy, pero muy minifalda. El toldo no excede el largo del indio y como no cortan los pastos de su alrededor viven entre serpientes y toda clase de insectos dañinos; pero nadie muere de picaduras, por los eficientes remedios vegetales que preparan.

Algunos tienen ovejas cuya carne no comen porque es creencia de que haciéndolo quedarán ñatos; sólo utilizan la lana para hacer ponchos al cacique. Cuando carnean una vaca se la comen de una sentada, al son de su música insufrible. En la época del algarrobo y del chañar los matacos no trabajan, puesto que lo pasan en permanente estado de ebriedad con el licor que elaboran. Gustan mucho del sombrero, que fabrican con palmas "...con alas y todos los accesorios de un buen sombrero". Estas son algunas de las cosas que Lavarello cuenta de los indios matacos.

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El 24 alterna con un cacique llamado Granadero a quien además de los usuales presentes para sus subditos, regala un cuero de vaca. Muy agradecido, al despedirse, le recomienda no acercarse a los tobas, pues "...son unos indios muy feroces y al tiempo muy falsos".

El 26 se encuentra con indios "chupuage". Se muestran peligrosamente hostiles y tiene que hacer aprestos del armamento, incluso el cañón; por suerte, los regalos obran favorablemente y todo termina en amistad. Son altos, bien formados y de constitución muy sana; hombres, mujeres y niños andan completamente desnudos; son de piel oscura y Lavarello los denomina "Indios Pelados".

Con los indios tobas

La navegación, aunque lenta, no presenta problemas, el rio es manso y limpio y su profundidad no crea dificultades de flotabilidad al bravo Senta. El 27 sobre la margen oriental, aparece la primera toldería de indios tobas. Estos ". . .llevan por distintivos un botón de estaño metido en el labio inferior, a la manera de los Indios Chiriguanos pero distinguiéndose de aquellos en que el bolón es más grande y no tiene esmalte". Todas las demás costumbres son casi igual a las de los matacos. Más adelante, sobre la margen opuesto encuentran una de las últimas tolderías de matacos; el cacique se llama Capitán Martin, monta un hermoso caballo oscuro y está armado con lanza, regalo de su patrón, el señor Cornejo, en cuya hacienda de Campo Santo ha trabajado con toda su tribu. Conoce bien el rio Bermejo hasta su confluencia con el Paraguay.

Lavarello le ofrece buena paga si lo acompaña hasta Corrientes en el Senta como baqueano e intérprete de los tobas, pero el cacique no acepta porque está comprometido para trabajar en la hacienda del señor Cornejo para mediados de la luna nueva; y muy comedido, navega con los expedicionarios hasta el día siguiente para recomendarlos al cacique Santos. El intérprete Pedro también habla pestes de los tobas "...que son muy feroces y criminales".

El 29 es un día de sol muy fuerte, navegan 17 millas, lo que da una idea de las bondades del rio. Una tribu toba se muestra tan amenazadora que obliga a nuevos preparativos bélicos, inclusive con la poderosa artillería pesada. Se asustan los indios, deponen las armas y en virtud de los regalos reina la cordialidad. A uno que habla castellano Lavarello le propone el viaje en buque hasta Corrientes, con tentadora remuneración, pero '..me contestó que los Paraguayos eran malos y que les tenia miedo pues cuando encontraban indios los mataban con pistola". Y no fue

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posible convencer a nadie. La particularidad de esta tribu es un canuto metido en la parte inferior de la oreja.

El 3 de noviembre llegan al puerto de la Cangayé. A media tarde torna contacto con un indio que está pescando, se llama Leoncito, es de la tribu del cacique Tío Lorenzo, quien se encuentra enfermo. Lavarello lo invita a viajar con él hasta Corrientes; acepta con mucho gusto, aunque previamente debe contar con la anuencia de su familia. Embarca y navega hasta la toldería de Tío Lorenzo que está un poco más abajo. Fondea el Senta; Leoncito va a tierra y regresa luego con cuatro indios y cuatro chinas, que pasan un rato a bordo y reciben abundantes regalos para ellos y para Tío Lorenzo.

A las seis de la mañana del día siguiente Leoncito ya está de vuelta; le acompañan su mujer, Tuerto José y Cacique Pedro de los atalabas. Entonces tiene lugar este acontecimiento: "La mujer de Leoncito me presentó su hijo para que lo bautizara lo cual hice dándole el nombre de José Lavarello hijo de León Lavarello y de Marín Luisa Lavarello, este es el primer apellido cristiano que se dio a los salvajes del Chaco, nacido el 14 de agosto de 1850". El contramaestre del Senta, Juan Rosacuta, fue el padrino.

Combate y un herido

Sabido es que nunca faltan encontrones cuando un pobre se divierte. Sucede que rato después de la ceremonia, en la margen occidental aparecen ocho tobas montados en briosos caballos y vestidos con ponchos y chiripá; entre ellos hay un cautivo santiagueño; el cacique se llama Tigrani.

El Senta leva anclas llevando a bordo a Leoncito, Tuerto José y Cacique Pedro. Más adelante aparece nuevamente Tigrani con dieciseis indios y una muchacha blanca también cautiva. Nadie acepta los regalos ofrecidos por Lavarello. Desaparecen, para aparecer más abajo, esta vez en gran cantidad. Por un indio que se acerca nadando al Senta, Leoncito se entera que la intención de Tigrani es matar a Lavarello, quien les advierte que mejor no lo intenten porque los va a quemar a cañonazos. Aparentemente los indios se achican, y se internan en el bosque ribereño. El capitán destaca a dos belelas, amigos del cacique Tío Francisco, con una carta para el gobernador de Corrientes, Juan Pujol, con orden de entregarla en propias manos

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La pipa de la paz aún no se ha fumado; y poco antes del mediodía, al pasar frente a un cañaveral de la margen oriental, una lluvia de flechas cae sobre el Senta "...que no ofendieron a nadie gracias al fuerte viento..." La respuesta es un par de tiros de escopeta. A las doce fondearon para zarpar a las tres de la tarde; y cuando estaban pasando muy pegados a un pequeño bosque, una nueva lluvia de flechas cubre la embarcación hiriendo malamente al contramaestre Rosacuta; dos flechas le dan en la cabeza y otra en la espalda. Una cerrada descarga de fusilería parte del Senta y el ataque de los indios cesa de inmediato.

Lavarello lleva su buque hasta el centro del río, fondea y establece doble guardia en posición de combate. Leoncito, constituido en médico de a bordo, se ocupa con todo empeño de atender a su compadre, mientras indignado acusa de la agresión a los tobas de Tigrani, agregando que suele hacer lo mismo con sus pares, los belelas y con sus amigos, los amachicoy, aunque éstos les han han hecho sufrir serios reveses a los tobas, matándoles mucha gente.

— ¿Y quiénes son los que roban cautivos en las fronteras de Santiago del Estero?

—Nosotros, los belelas, no acostumbramos hacer eso. Eso lo hacen solamente los tobas.

—¿Entonces, cómo es que los belelas tienen catorce cautivos?

—Los compramos a los tobas. El precio de cada cautivo es de tres o cuatro caballos.

Aprovechando las buenas vinculaciones de Leoncito, Lavarello remite una carta al general Pedro Ferré con un indio atalaba, muy bien montado, que marcha a Corrientes; asimismo, al anochecer llegan diez indios atajabas en muy buenas montas, con quienes entran en tratativas para que lo acompañen hasta dicho pueblo, se ponen de acuerdo, previa entrega de regalos a cuenta de la paga convenida.

Final del viaje

Estamos en 14 dee noviembre. Gracias a los buenos cuidados de Leoncito, su compadre, el contramaestre Rosacuta, se ha reintegrado al servicio el día anterior, totalmente recuperado de las heridas. La parte náutica de la expedición, salvo una pequeña averia en la máquina, reparada de inmediato, ha sido de plena tranquilidad

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Al amanecer, antes de levar anclas, aparecen seis indios en la margen oriental El capitán les pregunta por el cacique y uno de ellos contesta en buen castellano que es él; se llama Juan Carapé, es guaricurú, su toldería se encuentra más adelante y tiene buenos caballos.

— ¿A qué distancia estamos del rio Paraguay?

—Apenas siete leguas Pero por tierra se acorta mucho el camino.

Entonces capitán y cacique convienen en viajar por tierra hasta Corrientes. Antes hay que cumplir otra tarea: mudar la tribu de arapé He la margen oriental a la puesta del sol hace dos viajes, el primero los "muebles", consistentes en sacos de cuero de osos hormigueros llenos de mate ¿sera yerba mate? lazos, ollas de hierro, una cantidad de estacas con punta, esteras y otros utensilios; en el segundo viaje traslada las familias . Concluida la mudanza se ensillan ocho caballos y se prepara la partida del grupo lo componen el capitán Lavarello con dos marineros reemplazados a bordo por dos indios atalabas que le han acompañado: el cacique Carape y un hombre de su confianza; el cacique belela José; el atalaba Cacique Pedro: y Leoncito

El Senta queda a cargo deJuan Rosacuta como piloto, a quien Lavarello da instrucciones "., sobre ln que diría a los Paraguayos si apresaban el buque. Le dije que les contestara que yo había pasado a Corrientes por tierra escoltada por indios y que me había marchado el día 12 a 14 leguas antes de llegar al rio Paraguay. Le entregué al mismo tiempo dos cartas de recomendación para el Presidente de la Republica del Paraguay Dn. Carlos Antonio López conseguidas del Sr. General D. Rudecindo Alvarado encomendándole que entregase una al jefe político de Humaitá"

A las tres de la tarde montaron y empezaron a galopar a campo traviesa. Hicieron noche y a las cuatro y media del día 15 ensillaron y reanudaron viaje. Pasada la media tarde llegaron al rio Atajo, donde encontraron un patacho italiano, con bandera argentina, cargando madera para vender en Buenos Aires. Desmontó Lavarello y mientras charlaba con el capitán del patacho, hizo trato con los tripulantes de una canoa que pasaba, para que lo llevaran hasta el puerto de Corrientes para que al día siguiente hicieran lo mismo con sus compañeros de viaje, a quienes dio instrucciones para que esperaran frente a dicho puerto. Media hora después entraban en el Paraná "... en menos de 45 minutos habíamos llegado al puerto de Corrientes ..." y tIras entrevistarse con el gobernador de la provincia, señor Pujol, entregarle dos pliegos que le había dado el teniente gobernador de Oran, coronel Vicente Uriburu ".. me retiré a mi morada en casa del comerciante de esta plaza Dn Cayetano Remagli..."

Al día siguiente cruzaron el Paraná los restantes de la partida, recibieron su paga religiosamente y muy contentos emprendieron el regreso ofreciendo repetidamente sus servicios para una nueva ocasión enseguida S.E. el Exmo. Sr. Gobernador mandó publicar en el periódico oficial la

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feliz llegada de la Expedición Exploradora del rio Bermejo y anunciando a la sazón que el "Senta" se hallaba detenido en Humaitá por orden del Presidente del Paraguay Dr. López. Al mismo tiempo oficiamos juntos al Eximo. Presidente de la República General Dn. Justo José de Urquiza del buen resultado de mi viaje. Aguardo la llegada del "Senta" que creo no debe tardar mucho tiempo."

Electivamente, el 20 llegó Kosacuta al puerto de Corrientes con el Senta que había sido puesto en libertad en ese día por orden del gobierno paraguayo.El primero de diciembre Lavarello zarpó de Corrientes rumbo a Paraná "Llegué el 6 del corriente y me presenté al Gobierno Nacional. El Ministro de Estado en el Departamento del Interior me pidió copia de un diario junto con el plano del mi diario. Puse mano a la obra y una vez concluida la entregue al Sr. Ministro Dr. Santiago Derqui".

Esta es la ra/ón que nos hace pensar (que dicho plano pueda estar en los archivos de Paraná o de Concepcion del Uruguay)

Reconocimiento oficial

Asi termina el Diario que tan metódicamente llevó el capitán mercante José Lavarello, en aquella temprana expedición del río Bermejo con su "buque" Senta dotado de una increíble máquina de madera que apenas si sufrió un par de ligeras averias en más de dos meses de navegación. Expedición valorable no sólo desde el punto de vista cientifico sino también por su intención comercial, teniendo en cuenta el cargamento de ciento óchenta cueros de vacuno que traslado desde Oran. Sobretodo si pensamos en tanto proyecto fracasado, por razones nunca bien aclaradas, de aprovechamiento del viejo rio escarlata para el desarrollo de aquella región argentina.

La aventura del marino no cayó en la indiferencia oficial; es asi que a continuación del Diario. Lavarello agrega lo siguiente:

"Marzo 17 de 1856

"Este día recibo el siguiente despacho del Sr. Ministro del Interior: Ministerio del Interior

Paraná Marzo 17 de 1856

Al Capitán de la Marina Mercante D. José Lavarello

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"Me recibido y puesto en conocimiento de S.E. el Sr. Vice-Presidente de la República la nota de V. fecha 29 de febrero último en la que V. acompaña el diario de Exploración que ha hecho del Río Bermejo junto además con el plano del río levantado en esta ocasión En su visita S.E. me ha ordenado manifestar a V. que reconoce en todo ello un importante servicio prestado a la Nación.

"Para remunerarlo, en cuanto lo permiten las actuales circunstancias del Erario, ha dispuesto S.E. se libren a favor de V. mil quinientos pesos contra el Tesoro Federal, y que por el Ministerio de la Guerra se le confiera el empleo de Capitán de la Marina de Guerra Nacional *

"Dejando asi cumplida la orden del Exmo. Sr. Vice-Presidente, me es grato saludar a V. con mi más distinguida consideración de aprecio.

Dios guarde a V

Santiago Derqui"

Asi efectivizo el gobierno nacional su reconocimiento al capitán Lavarello

Bien estuvo . Nosotros lo hacemos humildemente sacando de lo desconocido de la historia y remozando para las generaciones presentes, el relato de sus patrióticos afanes

Continuamos, entonces, con la segunda parte de este Diario, en que asienta los pormenores de la expedición del Bermejo que en 1803 realizó con un barco a vapor construido en Santa Fe.

El "Gran Chaco" y su capitán

Parece que al capitán Lavarello le gustaban las exclusivas o las primicias. Recordemos que en la navegación del Bermejo que hiciera en 1855 en el Senta, al bautizar y dar su propio apellido al hijo del indio belela Leoncito, afirmaba "...este es el primer apellido cristiano que se dio a los salvajes del Chaco...". Ahora, al dar los datos referentes al buque con el que se apresta a realizar una nueva navegación por el Bermejo, empieza manifestando que es el primer vapor construido en el Rio de la Plata. Interpretamos "Cuenca del Plata", puesto que la construcción tuvo lugar en Santa Fe.

Dice Lavarello:

"Datos referentes al viaje verificado en el año 1863 en el Rio Bermejo con el vapor Gran Chaco"

"Este vapor ha sido y es el pri'mero construido en el Río de la Plata . "Fue construido en el lugar denominado El Capito, en los suburbios de Santa Fe por el Capitán José Lavarello. Fue construido expresamente para la navegación del Bermejo. Fue hecho de hierro con 4 divisiones

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herméticamente remachadas, dividiendo el casco en 5 secciones y teniendo 122 pies de quilla, 22 pies de ancho sobre cubierta, 5 y 1/2 pies de puntal

"El día 15 del mes de agosto de 1862 salimos del puerto de Santa Fe con el buque que lo denominamos "Gran Chaco" y llegamos al puerto de Buenos Aires el 17 del mismo mes. En este punto demoré hasta febrero de 1863, pues durante dicho tiempo tuve que extender mi contrato de navegación con el Exmo Gobierno Nacional. Una vez hecho el contrato empecé mi navegación como se ve por el diario que sigue".

Confirmar si el Grán Chaco fue o no el primer barco a vapor construido en el Rio de la Plata o cuenca del Plata, según se interprete, de acuerdo con lo dicho por Lavarello. es trabajo que se lo dejamos a los investigadores de arqueología naval, nosotros nos ocuparemos de elaborar un resumen del Diario de navegación, que a la inversa de lo que hizoo con el Senta, en esta ocasión lo realiza contra la corriente. Adelantamos que en la navegación con el Grán Chaco Lavarello debió superar problemas muy serios, no solamente por el moderno método de propulsión sino también por el comportamiento de sus colaboradores. Ya tenemos una muestra con el trámite del contrato de navegación que le llevó la friolera de cinco meses En síntesis, no fué la cosa con los salvajes, fue con los civilizados.

De Buenos Aires a Asunción del Paraguay

A las siete de la mañana del 11 de Febrero de 1863 con buen tiempo, el Gran Chaco zarpó de Buenos Aires; a las diez entró en el canal de San Fernando y veinticuatro horas después estaba navegando frente al puerto de San Pedro, para recalar en Rosario a media mañana del día 13.

A esta altura del viaje I,avarello ya había tenido el primer encontronazo con la adversidad, debido al mal servicio prestado por uno de los ingenieros de máquinas; cerca de la medianoche de la fecha de zarpada, cuando el segundo maquinista bajó a relevarlo, lo encontró sentado en una silla en la porta de acceso; tal negligencia dio lugar a que los fogoneros dejaran quemar los grillos de las hornallas al punto que no sostenían más el carbón.

En Rosario el barco expedicionario permaneció hasta el 15, allí embarcó dos sacerdotes con un cargamento para las misiones del "Gran Chaco del Colegio de Salta". En Paraná, Lavarello se encontró con la grata noticia de entrevistarse con el Señor Ministro de la República del Paraguay Don José Caminos munido de instrucciones de su Gobierno para auxiliar la expedición de lo necesario . . ." En La Paz embarcó seiscientos postes ñandubay, lo que da una idea de la capacidad de carga del vaporcito, cuyo único inconveniente de navegación se repite cada vez

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que el ya mencionado ingeniero de máquinas toma su turno de guardia. Tan criticable resulta su comportamiento, que poco antes de llegar a Goya, el capitán recibe la siguiente petición:

"Febrero 21 de 1863

"Los pasajeros y tripulación en común acuerdo llamamos al Señor Capitán para hacer conocer la mala marcha del primer Ingeniero durante su guardia pues advertíamos que el buque no andaba y hasta llegaba el caso de parar el buque sea por mala inteligencia o malicia perjudicábanos demasiado y conocíamos que el segundo maquinista en su guardia hacia marchar prodigiosamente el buque y además conocíamos lo disgustado que estaba el Capitan con los desagradables acontecimientos.

"Pedimos al Sr. Capitán si pudiera dignarse solicitar al primer Ingeniero si podría ó no hacer andar la máquina y en caso contrario tal vez, el segundo podría hacer sus veces hasta algún puerto determinado.

"Y para que conste firmamos: Caciano Panqueli Francisco Maglí - Enrique Pierángelli - Antonio Olivari — Sebastián Resnales - Bernardo Peña - Pedro Cornelio Blin — Juan Darre."

Es evidente que Lavarello conocía muy bien el Paraná, navegaba también de noche. Él maquinista en cuestión, de apellido Rayer, no obstante prometer "como hombre" el máximo empeño para mejorar sus servicios, no cumplió y el 24 al llegar al puerto de Corrientes, fue separado del cargo y desembarcado. Aquí, el gobernador. D Manuel I. Lagraña. facilitó seis rifles para defensa de los indios. Al respecto, Lavarello ya había tomado sus prevenciones al hacer venir desde el Chaco a nuestro antiguo amigo de la expedición con el Senta, el ahora Cacique belela, Leoncilo, quien embarcó con dos indios de su escolta rumbo a Asunción, donde el Gran Chaco largo anclas el 1" de marzo.

Problemas y buena buena voluntad del gobierno paraguayo

En muy malas condiciones llegaron a Asunción del Paraguay las máquinas del vapor. Tanto, que la expedición ya parecía estar condenada al fracaso. Lavarello, dispuesto a quemar los últimos cartuchos, consiguió, mediante los buenos oficios del ministro de Guerra y Marina del Paraguay, coronel don Venancio López, una entrevista con el presidente de la República y tras exponerle lo acontecido con los mecánicos de su buque" . . . le dije: Señor si V.E. no me auxilia en la expedición ésta ya ha fracasado por hallarme sin maquinistas y las máquinas completamente inhábiles por la mala conducta de los mecánicos que lo han dirigido . . ." Inmediatamente le dieron las instrucciones para que " . . : el Ingeniero principal del Arsenal Mecánico ..." tomara las providencias para que el buque quedara en condiciones de continuar la navegación

El día 5 fueron trasladadas a los talleres del arsenal las "dos válvulas de Esley" y el 10 se hizo lo mismo con las "bombas de viento". Mientras los ingenieros trabajaban con todo esmero en sus especialidades, Lavarello no permanecía ocioso. Hemos visto con qué habilidad diplómatica se

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mantuvo en paz con los indios cuando exploró el Bermejo con el Senta. Ahora hemos de verlo alcanzar un triunfo internacional de política comercial. Y aun a riesgo de cargar demasiado con transcripciones un trabajo periodístico, no es para echar en saco roto este inédito testimonio de un lejano embrión de integración económica de la Cuenca del Plata.

El 13 de marzo Lavarello anota en su Diario:

"Me presenté al Exmo Señor Presidente de la República y tratamos verbalmenle lo que sigue: "Su Excelencia el Señor Presidente de la República a mi petición me concede como Empresario de la navegación del Rio Bermejo, contratista con el Exmo. Gobierno Nacional Argentino por vía de auxilio a mi empresa, el puerto de Villa del Pilar libre de tlodos derechos, las operaciones de transito y depósitos pertenecientes a la Empresa á cuya cabeza estoy yo, Capitán José Lavarello. ' "Además hemos estipulado que el Exmo. Gobierno de la República conceda al empresario todas las yerbas Paraguayas que mi Empresa pudiera expender en su navegación; depositando en el mismo puerto del Pilar, el precio equitativo que efectúen las ventas en el Mercado de Buenos Aires, descontando los gastos que origine la traslación del articulo, desde el puerto de la Asunción a la Plaza de Buenos Aires.

"Además hemos arreglado verbalmente, que la República del Paraguay me emprestaría uno de sus vapores para carrera del puerto del Pilar, punto de depósito de la empresa, hasta el de Buenos Aires para el transporte de las mercaderías de mi empresa, hecha, aguas arriba, como aguas abajo.

"Concluido este arreglo verbal, me retiré saludando cordialmente á S.E el Exmo. Presidente de la República".

Lindos tiempos aquellos, en que la simple palabra de honor era compromiso solemne no solo en el trato entre paisanos, sino también, entre el Presidente de un país y un . modesto comerciante de otro. ¿No hay algo de ALALC en aquel convenio''?

Recién el 6 de abril el buque quedó listo y se hicieron las pruebas de máquinas. Navegó media legua contra la corriente, alcanzando once millas de velocidad a 37 y 38 revoluciones por minuto. Lavarello ha estado enfermo desde el 25 de marzo, no ha aceptado médico para el tratamiento de su "enfermedad de costado" y se sometió "de motu propio al sistema del Eroy". Por suerte ha recuperado su salud y satisfecho con el buen andar del Grán Chaco, comienza intensa actividad para zarpar cuanto antes.

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Por el río Bermejo

Por fin llegó el día ansiado. Al amanecer del 17 carnearon una res, cargaron un poco de sebo, 35 gallinas, algunos almudes de maíz, zapallos, naranjas y otras provisiones; a las diez de la mañana levaron anclas y una hora y media después entraban en el Bermejo, que encontraron muy correntoso por influencia de las crecidas del Paraguay.

La navegación se hace con mucho sacrificio porque las lluvias torrenciales que no paran un solo día y los persistentes vientos dificultan la diaria tarea de cortar leña para alimentar la caldera. El primero de mayo fue destacado el cacique Leoncito con correspondencia para Corrientes.

Hasta aquí se habían salvado dificultades bien gordas; pero las verdaderas peripecias comenzaron ocho días después de la partida de Leoncito. En este día, ocho de Mayo, se declara una epidemia a bordo. Empieza a las nueve de la mañana con el maquinista y sigue a medio dia con el marinero Pierángelli y el carpintero Delaurenzi; vómito y fiebre; el herrero Miguel y el marinero Migone los someten al "sistema purgativo". Al día siguiente son el R. Padre Caciano y los marineros Moretti y Antonio Carratino las victimas del "incesante vómito y violenta fiebre". La navegación debe seguir y el propio capitán del barco asume las tareas del maquinista. Nadie se recupera, por el contrario, dos días después se suman el pasajero Mister Blilz y otro. Luego ¡el Capitán! el segundo Peña, el mozo de cámara Felipe Lavarello, y Migone. Todos de vómito y fiebre, el Gran Chaco está detenido.

I,os únicos que aún no han caído son el contramaestre y los marineros Santiago y Miguel Lavarello "... pero los que no están enfermos no comen .'. . el Capitán administra los medicamentos y sigue él tomando el Eroy". Para el 15 ha mejorado el más joven de los Lavarello, Felipe; y Santiago caza pavos en el bosque con lo que pueden tomar un poco de caldo. Sin embargo, el 19, el Diario dice: "Todos enfermos y no hay un solo hombre sano, no puede marchar la expedición y no se puede cortar leña, el Capitán ha mejorado algo . . .".Menos mal. Pregunta a los foguistas si tendrán algún aliento para encender caldera al día siguiente, le prometen que harán lo posible. El joven Felipe Lavarello le informa que una parte de la tripulación quiere regresar; están acobardados por su estado de salud.

Cumplieron los foguistas y al alba del día 20 el buque se puso en movimiento. Hubo descontento a bordo "... una voz dijo es necesario regresar a causa de estar todos enfermos, les contesté que los medicamentos los compraríamos en el colonia Rivadavia y mandé silencio ..."

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La navegación es lenta. El buen trato a los indios tiene su premio y los pocos que van apareciendo colaboran en la cortada de leña; a todos se les retribuye con paga, tabaco y otros regalos. Están más arriba de Lacangayé. Los enfermos, en general, se recuperan, salvo el marinero Carratino, por cuya existencia el capitán tiene poca esperanza. El 27 ocurre otra des gracia; mientras cortaba leña, el marinero Antonio Olivari se hirió de un tiro que se le escapó de una pistola que llevaba al cinto. De inmediato lo trasladaron a bordo, le extrajeron la bala y le practicaron la primera cura.

Aparecen muchos indios matacos; y entre ellos un belela de la tribu de Leoncito, a quien Lavarello hace embarcar. A propósito; nuestro antiguo amigo Leoncito se ha salvado de la epidemia por haber desembarcado para oficiar de correo hasta Corrientes. Justicia divina. Los enfermos siguen mejorando, el maquinista se hace cargo de sus funciones, pero el pobre Carrantino sigue muy mal. Otro accidente; el indio belela se lastimó un pie con el hacha mientras cortaba leña. En esta tarea los indios colaboran día a día. Los expedicionarios compran ocho gallinas y dos ovejas en la toldería del cacique Juan Andrés.

El 7 de junio el maquinista Alesich se quemó la pierna derecha; otra vez el capitán tiene que reemplazarlo; aún hay quince enfermos. ''Tres días después el maquinista sigue muy afectado y el capitán se enferma de chucho. A pesar de todo el buque sigue remontando el Bermejo; la colaboración de los indios es realmente ponderable; un cacique y seis o siete de sus subditos se embarcan proveyendo leña durante un par de jornadas y luego es relevado por otro team; desfilan asi los caciques Tigre, Napoleón, Capitán Martín, Tucumán, Manuel, Damasco, Santos, cacique Moreno de los "indios pelados", cacique Granadero. Para el 15 Lavarello ha mejorado bastante, también los otros enfermos menos el maquinista y el marinero Carrantino. El 22, enseguida de zarpar a las siete de la mañana, el Gran Chaco varó en un banco de arena. Para zafarlo trabajaron hasta el anochecer.

A las cinco de la mañana del día 26 falleció el marinero Antonio Carrantino. Navegaron hasta llegar, poco antes de la puesta del sol, al lugar denominado Luna Muerta "... aquí anclamos para cortar leña a las 7 p.m. mandé inhumar los restos del Sr. Carrantino" Todas sus pertenencias, eran un par de pantalones negros, dos camisas de algodón, un pantalón blanco, un saco de lustrina, un sombrero viejo y una caja de madera.

Un buque en navegación es algo asi como una obra teatral puesta en escena, aunque los actores lloran por dentro la función debe seguir. Así fue que a media mañana del día siguiente el Gran Chaco inició una nueva singladura. No hubo mayores novedades y el 2 de julio largó anclas ya muy cerca de Colonia Rivadavia, donde recibió la visita anticipada de varias personas.

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Y el 3, anota:

"Marchamos de este punto a las 11 a.m al puerto de la colonia Rivadavia, término de mi viaje. No bien hube llegado me bajé a tierra y me presenté al Señor Jefe Político Militar Coronel don Emilio Echarú entregándole la patente de navegación junto con el manifiesto del cargamento que venía en el buque, más tarde firmé un contrato con el arriero Araya para transportar parte del cargamento a la Capital concluyendo asi mi navegación" De este modo Lavarello da fin a las anotaciones de aquel viaje. Salió de Buenos Aires destino a Colonia Rivadavia, en Salta; llegó casi cinco meses después tras vencer las dificultades que se le presentaron. que fueron muchas y graves *

INMIGRACIÓN LIMÍTROFE

Países limítrofes:

Bolivia

Perú

Paraguay

Chile

Uruguay

migrantes de países limítrofes

Los paraguayos se radicaron en Corrientes, atraídos por las afinidades raciales y climáticas y mayores fuentes de trabajo; luego se orientaron hacia el Chaco, Formosa y Misiones, estimulados por la expansión económica de esas provincias.

En las provincias de Jujuy y Salta, el ingreso permanente o transitorio de bolivianos es muy importante.

En la época del primer censo nacional, los chilenos eran bastantes numerosos, sobretodo en las provincias cuyanas. El segundo censo (1895) importantes núcleos de transcordilleranos en

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Neuquén. En el censo de 1914, se advierte el avance de esas corrientes hacia el Sur, donde también se registran migraciones chilenas de tipo golondrina en la época de la esquila.

Uruguay le sigue en importancia a los anteriores y se registra una inmigración importante en la primera década de este siglo y luego declina. Las principales zonas de instalación son: la Capital Argentina y las provincias de Buenos Aires y entre Ríos. Anteriormente habían llegado a Santa Fe y Corriente.

Los brasileños constituyen la corriente numéricamente menos importante. Según el censo de 1895, el 75% de la población extranjera de Misiones estaba constituida por los de esa nacionalidad. Luego disminuyen esas corrientes y se desplazan hacia el litoral platense, particularmente Buenos Aires y otras provincias.

Los inmigrantes de países limítrofes no tuvieron dificultades en formar familia con la mujer argentina e integrarse completamente al ambiente local y fue un real incremento de la raza autóctona.

Organización

Estas personas tienen problemas de bajos sueldos. También tienen malas condiciones de trabajo, que se ven obligados a aceptar, se deben en gran parte a que los contratan en “negro”.

Los trabajadores en negro no tienen quién los respalde ni ante quién reclamar y por eso son objeto de muchos abusos, estafas, malos tratos, explotación y falta de cumplimiento en tiempo y forma de los pagos de sueldos. Tampoco tienen cobertura de obra social.

Gran parte de las mujeres se emplean como trabajadoras domésticas en casas de familias, mientras que en los grandes ciudades, entre los hombres predomina el trabajo como obreros de la construcción.

Las políticas inmigratorias

Desde 1853 que la constitución Argentina promulga y acentúa la predisposición inicial para atraer a estas tierras “a todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. El artículo 20 establece que los extranjeros gozan de todos los derechos civiles de los ciudadanos.

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Pueden ejercer su profesión, poseer bienes raíces, ejercer libremente su culto, testar y casarse conforme a las leyes y no están obligados a tomar la ciudadanía ni pagar contribuciones forzosas extraordinarias. Obtendrá la nacionalización con 2 años continuos de residencia en la nación.

El Estado alentó la llegada de inmigrantes, por razones que iban desde la creencia en su aporte civilizatorio hasta la necesidad de asegurar el flujo de mano de obra. A la amplia garantía a los derechos civiles asegurados por la Constitución, el Estado agregó el ofrecimiento de anticipos para pagar los pasajes, el alojamiento por cinco días en hoteles y ayuda para obtener inicialmente trabajo. También abrió agencias en Europa que publicitaban las bondades del país entre los potenciales emigrantes.

El 6 de octubre de 1876, Nicolás de Avellaneda, presidente de la República Argentina, dictó la ley 817 (de inmigración). Y el 19 de octubre de 1876, se creó el departamento de inmigración, con atribuciones para una acción coordenada que se asegure el ingreso y la estadía de los inmigrantes en el país, la comunicación constante con los agentes de inmigración en el exterior y con las demás autoridades y entidades competentes. Facilitaría la llegada de inmigrantes, contrataría el pasaje con empresas de navegación, proveería a la colocación de los recién llegados por intermedio de las oficinas de trabajo, cooperaría en el traslado de los inmigrantes al interior del país, etc. Los agentes del exterior harían propaganda positiva dando a conocer las condiciones de su suelo, y la remuneración que podría obtener en él todo trabajador honrado. Las comisiones de inmigración y las oficinas de trabajo dependerían del departamento de inmigración; recibirían, alojarían y trasladarían hasta su destino a los inmigrantes ( claro está sin exigirles nada a cambio, ya que se los traía con el fin de trabajar en nuestras tierras). La ley también definía a los inmigrantes y lo hacía de la siguiente manera: "todo extranjero jornalero, artesano, industrial, agricultor o profesor, que siendo menor de sesenta años, y acreditando su moralidad y sus aptitudes, llegase a la República para establecerse en ella." Reuniendo estas características, el extranjero se hacia acreedor a la asistencia del departamento general de inmigración, que consistía en alojamiento y alimentación durante cinco días después del desembarco( al igual que si estaban enfermos) en hoteles habilitados a esos fines; ser colocados en la industria o actividad de su preferencia; ser trasladado gratuitamente al lugar que quisiera dentro del territorio nacional y eximirse del pago de derechos por la introducción de su equipaje y de los instrumentos del arte u oficio que ejerciera.

Ley de inmigración (1876)

Capítulo I. Del Departamento de Inmigración.

[...]

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Artículo 3°: El Departamento de Inmigración tendrá los deberes y atribuciones siguientes:

[...]

2°. Proteger la inmigración que fuese laboriosa y aconsejar medidas para contener la corriente de la que fuese viciosa o inútil.

3°. Inspeccionar los buques conductores de inmigrantes y exigir el cumplimiento de las leyes en los puntos es que se refieran al alojamiento, alimentación, comodidades, régimen higiénico, seguridad de los inmigrantes.

5°. Intervenir en el desembarco de los inmigrantes y de sus equipajes.

Capítulo III. De las Comisiones de Inmigración

[...]

Artículo 8°: Las atribuciones y deberes de las comisiones de inmigración, serán los siguientes:

1° Recibir, alojar colocar y trasladar a los inmigrantes de un punto a otro de los sometidos por su jurisdicción.

2° Hacer una propaganda activa en favor de la inmigración a sus respectivos territorios, manifestando la naturaleza de las industrias creadas o susceptibles de crearse en ellos, precios de los salarios, bondad del clima y demás ventajas que ofrezcan

Capítulo IV. De los buques conductores de inmigrantes.

[...]

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Artículo 24°. Todo buque conductor de inmigrantes estará provisto de ventiladores, bombas, cocinas, útiles, aparatos y demás oficinas necesarias para higiene, seguridad y comodidad de los pasajeros, de acuerdo con los reglamentos que se dictasen.

[...]

Artículo 26°. Todo el buque conductor de inmigrantes tendrá a bordo un médico y un boticario provisto de todas las medicinas necesarias.

Capítulo VIII. Del alojamiento y manutención de los inmigrantes.

[...]

Artículo 45°. Los inmigrantes tendrán derecho a ser alojados y mantenidos convenientemente a expensas de la Nación, durante los 5 días siguientes a su desembarco.

Capítulo IX. De la internación y colocación de los inmigrantes.

[...]

Artículo 51°. El inmigrante que prefiriese fijar su residencia en cualquiera de las provincias interiores de la República o en alguna de sus colonias, será inmediatamente transportado con su familia y equipajes hasta el punto de su elección, sin pagar remuneración alg