el pasado en el presente una lectura de ricoeur

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  • 7/27/2019 El Pasado en El Presente Una Lectura de Ricoeur

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    El pasado en el presente.Una lectura de Ricoeur

    [Tomado de: Chartier Roger, El presente del pasado

    Escritura de la historia, historia de lo escrito. 2005]

    os historiadores saben que estn en deuda con PaulRicoeur. Los tres tomos de Tiempo y narracin, publicadosentre 1983 y 1985, constituyen una de las reflexiones ms

    profundas que se han llevado a cabo en los ltimos aos sobre elestudio de la historia.1 Como es el caso de otros, no siemprehacen lo que creen que hacen y no siempre saben lo que estnhaciendo. El libro de Ricoeur los ha ayudado a ser ms lucidosdentro de su propia prctica y a comprender cmo la intencin deverdad sobre la que est fundada su disciplina no puede separarse de

    los parentescos que vinculan su escritura a la de los relatos deficcin.

    L

    En 2000, Paul Ricoeur ampli esta reflexin en un libromagnfico, La memoire, l'histoire, l'oubli, que plantea las preguntasms fundamentales que ahora atormentan a los historiadores.2 Culdebe ser su papel en relacin con otros actores del mundo socialpor ejemplo, con los jueces? Cmo distinguir entre elconocimiento seguro y controlado que pretenden construir, y otrasformas de relacin con el pasado: el recuerdo, la conmemoracin, la

    ficcin? Cmo comprender el trabajo del historiador tanto en sus1 Paul Ricoeur, Temps et recit, t.l, h'intrigue et le recit historique; t. 2, ha

    configuration dans le recit et lafiction; t. 3, he temps racont, Paris, Edidons duSeuil, 1983-1985 [trad. al espaol: Tiempo y narracin, Mxico y Madrid, SigloXXI Editores, 1995].2 Paul Ricoeur, ha memoire, l'histoire, l'oubli, Pars, Edidons du Seuil, 2000[trad. al espaol: La memoria, la historia, el olvido, traduccin de AgustnNeira, Madrid, Editorial Trotta, 2003],

    * N. del T.: Las pginas entre parntesis corresponden a la versin en espaol.

    diferencias evidentes como en sus dependencias ms secretas enrelacin con la memoria, tanto la del individuo como la de lacomunidad?

    Para formular esas preguntas, Ricoeur vuelve sobre los temas deTiempo y narracin, pero los completa y los amplifica. Los completaporque, en su libro anterior, la relacin directa de la experiencia del

    tiempo y de la operacin narrativa, tanto en la historia como enla ficcin, estaba dada "a costa de un estancamiento respecto a lamemoria y, peor an, respecto al olvido, niveles intermedios entretiempo y narracin" (p. 13).* Los amplifica porque su obra, aldilucidar las diferencias, pero tambin los parentescos entrereconstruccin histrica y reconocimiento de la memoria, entrediscurso del saber y reminiscencia, ensancha la descripcin de losdiferentes modos de representacin del pasado. El anlisispropone sucesivamente una fenomenologa de la memoria, unaepistemologa de la historia y una hermenutica de la condicin

    humana. Seguiremos esta misma trayectoria en nuestra lectura,jalonada de preguntas.

    LA FENOMENOLOGA DE LA MEMORIA

    Ricoeur funda la fenomenologa y la pragmtica de la memoriaen una doble articulacin: por una parte, entre el regreso delrecuerdo y la bsqueda de memoria o, dicho de otra manera,entre el surgimiento del pasado y el trabajo de la anamnesis; porotra parte, entre la memoria individual, relacionada con lainterioridad, con la conciencia, con la identidad, con elconocimiento ntimo, y la memoria colectiva, identificada con lasrepresentaciones compartidas. Como en todos sus libros, recurre auna inmensa biblioteca y va por ella en compaa de Platn,Aristteles, San Agustn, Locke, Husserl y Halbwachs paraconstruir esas oposiciones y tambin su posible reduccin en lamedida en que el concepto de "adscripcin" le permite pensar laposible atribucin de los mismos fenmenos de memoria tanto alos otros como a s mismo, tanto a lo colectivo como al individuo.

    La pregunta que sugiere un recorrido tal es doble. Por una parte,

    cmo delimitar el "nosotros", al que se le asignan operaciones de

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    memoria descritas como constantes antropolgicas? Es un "yo"contemporneo que sera, a la vez, el del autor y el del lector?, es unser de la memoria que pertenece a la tradicin filosficagrecocristiana movi2ada por la argumentacin?, o es un sujetouniversal, este "hombre que acta y sufre", colocado en elcorazn mismo del proyecto de antropologa filosfica construido,de libro en libro, por Ricoeur, y cuyo enfoque de los fenmenos

    mnemnicos constituye un captulo suplementario? Por otra parte,cmo pensar la compatibilidad entre la universalidad postulada delas operaciones de memoria y las descripciones localizadaspropuestas por las ciencias sociales? Se debe considerar laconstatacin de las diferencias (histricas, etnolgicas,sociolgicas) como variaciones inscritas en una identidadantropolgica comn? Se debe relacionarlas con dos modos deacceso diferentes a la remembranza y al recuerdo: de un lado, laexperiencia comn percibida por la mirada de uno mismo sobres mismo y, de otro, la medida objetiva de las diferencias? El

    concepto de "atribucin" que Ricoeur considera "un conceptooperatorio susceptible de establecer una cierta conmensurabilidad"entre sociologa y fenomenologa, entre Halbwachs y Husserl, essuficiente para reducir la distancia entre rupturas histricas yconstantes antropolgicas?

    LA EPISTEMOLOGA DE LA HISTORIA

    La pregunta parece an ms justificada al ver que Ricoeur dedicala segunda parte de su libro a una largusima discusin sobre laepistemologa del conocimiento histrico que trata de describir lasdiferencias entre memoria e historia tales como aparecen en losdistintos momentos (documentales, explicativos y escriturarios) dela operacin historiogrfica, sin implicar sucesin cronolgicaalguna. La primera diferencia es la que distingue el testimoniodel documento. Si lo primero es inseparable del testigo y suponeque su palabra pueda ser recibida, el segundo nos permite el accesoa "nuevos conocimientos considerados como histricos [que] nuncafueron recuerdos de nadie" (p. 667). A la estructura fiduciaria deltestimonio se opone la naturaleza indiciara del documento. Laaceptacin (o el rechazo) de la credibilidad de la palabra queatestigua el hecho es sustituida por la sumisin al rgimen de lo

    verdadero y de lo falso, de lo refutable y de lo verificable, de lahuella archivada.

    Una segunda distincin diferencia la inmediatez de lareminiscencia y la construccin de la explicacin histrica, ya seala explicacin por las regularidades y las causalidades(desconocidas por los actores), la explicacin por las razones

    (movilizadas como estrategias explcitas) o "una regin media enla que se alternan y se combinan, a veces de manera aleatoria, modosheterclitos de explicacin" (p. 244). Para poner a prueba lasmodalidades de la comprensin historiadora, Ricoeur eligiprivilegiar la nocin de representacin, y lo hizo por dos razones.Por una parte, esta nocin tiene un estatus ambiguo en laoperacin historiogrfica: designa una clase particular de objetos ala vez que define el rgimen mismo de los enunciados histricos. Aligual que Louis Marn,3 Ricoeur subraya as las dos dimensionesde la representacin: una dimensin transitiva (toda representacin

    representa algo, es decir, para la historia, los esquemas de percepciny de apreciacin que los actores histricos movilizan para construirlas identidades y los vnculos sociales) y una dimensin reflexiva(toda representacin se da de manera que representa algo y, en elcaso del saber histrico, lo hace adecuadamente).

    Por otra parte, la importancia que otorga Ricoeur a larepresentacin, como objeto y como operacin, le permite retomarla reflexin sobre las variaciones de escala que caracteriz eltrabajo de los historiadores a partir de las proposiciones de lamicrohistoria. Para l, lo esencial no se encuentra tanto en elprivilegio dado a una escala de anlisis a costa de las otras, sinoen la afirmacin segn la cual "en cada escala se ven cosas queno se ven en otra escala y cada visin es legtima" (p. 289). Portanto, es totalmente imposible totalizar esas diferentes maneras dedividir los objetos histricos, y por ello es totalmente intilquerer buscar el "sitio de desplome", desde donde podranconsiderarse conmensurables.

    3 Louis Marin, Opacit de lapeinture. Essais sur la reprsentation auQuattrocento,Pars, Usher, 1989, p. 73.

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    Los juegos de escala que caracterizan la representacinhistoriadora del pasado llevan a Ricoeur al tercer nivel de laoperacin historiogrfica: el del relato. Con respecto a Tiempo ynarracin, distingue ah, muy cuidadosamente, entre la eleccin demodelos explicativos y la construccin de la narracin. Laprecaucin tomada tiende a evitar los malentendidos que, a partirde la constatacin segn la cual la historia, al igual que la ficcin,

    moviliza tropos retricos y formas narrativas, disolvieron lacapacidad de conocimiento del discurso histrico en su simplenarratividad. De ah surge la decisin, para sealar bien ladiferencia que lo separa de la perspectiva de Hayden White,4derelacionar la narracin "con el momento propiamente literario dela operacin historiogrfica" (p. 246), lo que conserva laespecificidad de las operaciones especificas que fundamentan laintencin de verdad de la historia y sus estrategias explicativas.

    Tambin de ah surge la posibilidad de sealar con fuerza una

    tercera divisin ente historia y memoria, entre la representacin delpasado y su reconocimiento. A la inmediata (o as supuesta)fidelidad de la memoria se opone la intencin de verdad de lahistoria, fundada tanto en el tratamiento de los documentos, queson huellas del pasado, como en los modelos de inteligibilidad queconstruyen su interpretacin. Una perspectiva tal no est muyalejada de la de Michel de Certeau cuando, al reflexionar sobre laescritura de la historia, ste no subrayaba su capacidad deproducir enunciados "cientficos", si se entiende por ese trmino"la posibilidad de establecer un conjunto de reglas que permitan

    'controlar' operaciones proporcionadas para la produccin deobjetos determinados"5

    "Y, sin embargo", dice Ricoeur , la forma literaria, en cada una desus modalidades (estructuras narrativas, figuras retricas, imgenesy metforas), opone una resistencia a lo que l denomina "lapulsin referencial del relato histrico" (p. 315). Constantemente

    4 Hayden White, Metahistory. The Historical Imagination in Nineteenth CenturyEurope, Baltimore y Londres, The Johns Hopkins University Press, 1973 [trad. alespaol: Metahistoria, Mxico, FCE, 1992],5 Michel de Certeau, L'criture de l'histoire, Pars, Gallimard, 1975, p. 64 [trad.

    al espaol: La escritura de la historia, Mxico, Universidad Iberoamericana,1993, p. 68].

    se pone en tela de juicio la funcin de "representrtela" de lahistoria (definida como "la capacidad del discurso histrico pararepresentar el pasado" (p. 315); se sospecha de ella, debido a ladistancia necesaria introducida entre el pasado representado y lasformas discursivas necesarias para su representacin. A partir deentonces, cmo "hacer prevalecer la atestacin sobre la sospechade no-pertenencia"? (p. 371). Cmo "acreditar la representacin

    histrica del pasado"? (p. 372) Ricoeur propone dos respuestas. Laprimera, de orden epistemolgico, insiste en la necesidad dedistinguir claramente y de articular las tres "fases" de laoperacin historiogrfica: el establecimiento de la pruebadocumental, la construccin de la explicacin y su expresin enforma literaria. La segunda respuesta es menos familiar para loshistoriadores. Se sita en los "confines de una ontologa del serhistrico" y remite a la certidumbre de la existencia del pasado:"Se puede sugerir que el 'haber sido' constituye el ltimo referentebuscado a travs del 'ya no ser'. De este modo, la ausencia se

    desdoblara en ausencia como objetivo de la imagen presente yausencia de las cosas pasadas como pasadas respecto a su habersido (p. 374). La "vehemencia asertiva de la representacinhistoriadora" encontrara ah el fundamento o la garanta de lasoperaciones de conocimiento que la distingue de losreconocimientos de la memoria, recibidos en la intuicin de suinmediatez.

    EL EFECTO DE LO REAL

    Entre las resistencias que oponen las formas narrativas y retricasa la intencin de verdad de la historia, Ricoeur abre el paso al"efecto de lo real", definido por Roland Barthes como uno de losmayores dispositivos de la "ilusin referencial".6 Es cierto que, paraBarthes, las modalidades de semejante efecto no son idnticas enla novela que, al abandonar la esttica clsica, multiplic lasnotas realistas destinadas a cargar a la ficcin con un peso de

    6 Roland Barthes, "L'effet de rel", en Communications, 1968, vuelto a publicar

    en Le bruissement de la langue. Essais critiques, IV, Pars, ditions du Seuil,1984, pp. 153-174.

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    realidad, y la historia para la cual, escribe Barthes, "el haber-sidode las cosas es un principio suficiente de la palabra". Sinembargo, este "haber-sido" debe introducirse en la narracin enforma de "efectos de lo real" encargados de acreditar el discurso,por ejemplo, las citas, las fotografas, las referencias que convocanel pasado en la escritura del historiador a la vez que demuestransu autoridad.

    Una nueva manera de sealar el funcionamiento de esosmecanismos de la certificacin y de demostrar su maquinariapodra consistir en llevar la atencin, ya no a la manera en la que lahistoria moviliza las formulas de la ficcin, como lo hace Ricoeur,sino a la apropiacin, por parte de algunas ficciones, de las tcnicasde la prueba. Al lado de las biografas imaginarias de MarcelSchwob o de los textos apcrifos de Borges, tales comoaparecieron en el apndice "Etctera" de la Historia universal de lainfamia o en la seccin "Museo" de El hacedor, un ejemplo

    privilegiado podra ser eljusep Torres Campalans, publicado porMax Aub en la Ciudad de Mxico en 1958. El libro pone a ladisposicin de la biografa de un pintor imaginario, inventado porMax Aub, todas las tcnicas de acreditacin moderna del discursohistrico: las fotografas que dejan ver a los padres del artista y aste en compaa de su amigo Picasso, las reproducciones de susobras (por otra parte, expuestas en Nueva York en 1962 cuandose tradujo el libro al ingls), los recortes de prensa que lomencionan, las entrevistas que Aub tuvo con l y con algunos desus contemporneos, el Cuaderno verde redactado por Campalans

    entre 1906 y 1914, etctera.

    7

    La obra tena como metas los gneros y las categoras manejadospor la critica de arte: la explicacin de la obra por la biografa; lasnociones de "precursor" y de "in-fluencia", contradictorias y, sinembargo, asociadas espontneamente por la historia del arte; lastcnicas de la atribucin; el desciframiento de las intencionessecretas; etctera El da de hoy se puede situar de manera diferente.

    7 Max Aub, usep Torres Campalans, 1958, reeditado en Barcelona, EdicionesDestino, 1999. Vase tambin otra biografa imaginaria de Max Aub, esta vez la de

    un escritor, Vida y obra de Luis A/vare^ Petregna, 1934, reedicin aumentada,Barcelona, Salvat Editores, 1971.

    Designa los "efectos de lo real" que comparten el saber verdaderoy la invencin, literaria, pero, al multiplicar las advertencias irnicas(en particular, las numerosas referencias al Quijote o el epgrafe"Cmo puede haber ver-dad sin mentira?"), recuerda a sus lectores ladiferencia que separa el discurso de conocimiento de la fbula, yles ensea a descubrir los referentes imaginarios. En eso, puedeacompaar, de modo pardico, la historia de las falsificaciones,

    siempre posibles, siempre ms sutiles, pero desenmascaradas porel trabajo critico.8

    El documento en contra del testimonio, la construccinexplicativa en contra de la reminiscencia inmediata, larepresentacin del pasado en contra de su reconocimiento: cada"fase" de la operacin historiogrfica se distingue, as, claramente, delprocedimiento de la memoria. De ah, inevitablemente, susrelaciones de competencias. Ricoeur distingue sus dos caras. Por suparte, los historiadores tratan de reducir la memoria al estatus de

    un objeto de la investigacin histrica y analizan sus contenidosideolgicos, sus modos de transmisin, los lugares en donde seinscribe, sus usos sociales y polticos. Inquietos por las alteracionesy por las falsificaciones del pasado, los historiadores desean asdisipar todo riesgo de confusin entre la historia, entendida comoun saber crtico y controlable, y las reconstrucciones de lamemoria que conservan con el pasado una relacin afectiva,militante o manipuladora.

    Es cierto que las relaciones entre historia y memoria son fuertes.El saber histrico puede contribuir a disipar las ilusiones y losolvidos que durante mucho tiempo han desorientado a lasmemorias colectivas: por el contrario, las necesidades de laremembranza o las exigencias de la conmemoracinfrecuentemente estn en el origen de investigaciones histricasrigurosas y originales. Pero, no obstante, historia y memoria no sonidentificables. La primera se inscribe en el orden de un saberuniversalmente aceptable, "cientfico" en el sentido de Michel de8 Cf. En Anthony Grafton, Forgers and Critics. Creativity and Duplicity in WesternScholarship, Princeton, Princeton University Press, 1990 [trad. al espaol: Losorgenes trgicos de la erudicin. Una historia de la nota a pie de pgina, Buenos

    Aires y Mxico, FCE, 1999] y Julio Caro Baroja, Las falsificaciones de la Historia(en relacin con la de Espaa), Barcelona, Seix Barral, 1992

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    Certeau. La segunda est gobernada por las exigenciasexistenciales de comunidades para quienes la presencia del pasadoen el presente es un elemento esencial de la construccin de suser colectivo.

    De ah surge un segundo riesgo, en el que incurren loshistoriadores cuando olvidan esta diferencia: el del anacronismo.

    En el mundo contemporneo, la necesidad de afirmacin o dejustificacin de identidades construidas, o reconstruidas, y que noson todas nacionales, puede inspirar una reescritura del pasadoque deforme, ignore u oculte las aportaciones del saber histricocontrolado. Esta desviacin, impulsada por reivindicacionesfrecuentemente muy legtimas, justifica plenamente la reflexinepistemolgica llevada a cabo por Ricoeur a propsito de loscriterios de validacin aplicables a la "operacin historiogrfica"en sus diferentes niveles. La capacidad crtica no se limita, enefecto, al rechazo necesario de las imposturas. Puede y debe

    someter, a criterios objetivos de juicio, las distorsiones que, aunsin producir ninguna falsificacin, proponen argumentacionesinaceptables, como lo muestra el posible y necesario rechazo a lasperspectivas de Nolte respecto a la historia del Tercer Reich y dela Alemania en el siglo xx.

    Esta observacin remite a las preguntas formuladas o sugeridaspor Ricoeur. Cules son los criterios capa-ces de descalificar unacierta construccin interpretativa y de validar otra? Debemosrelacionarlos con la coherencia interna de la demostracin?, ocon su compatibilidad con los resultados adquiridos?, o con lasreglas clsicas del ejercicio de la crtica histrica? Y, por otraparte, es legtimo postular una pluralidad de regmenes de pruebade la historia, pluralidad que sera exigida por la diversidad de losobjetos y de los mtodos histricos?, o debemos esforzarnos porelaborar una teora de la objetividad que establezca criteriosgenerales que permitan distinguir entre proposiciones vlidas einvlidas? Estas preguntas, que algunos historiadores consideranintiles y peligrosas, ponen en juego algo esencial. En un tiempoen el que nuestra relacin con el pasado est amenazada por lafuerte tentacin de historias imagina-das e imaginarias, resulta

    esencial y urgente una reflexin sobre las condiciones que

    permitan considerar un discurso histrico como una representaciny una interpretacin adecuadas de la realidad que fue. Siaceptamos, en principio, la distancia entre saber critico yreconocimiento inmediato, veremos que esta reflexin participa dellargo proceso de emancipacin de la historia en relacin con lamemoria proceso que culmina cuando la primera somete a lasegunda a los procedimientos de conocimiento propios del

    discurso del saber.9

    A esta pretensin de la historia, Ricoeur opone los esfuerzos dela memoria para hacerse cargo de la historia. Reconoce en ellosdiversas expresiones: por ejemplo, en la tradicin juda, la durableresistencia de la memoria del grupo al tratamiento historiogrficodel pasado10 o, en el siglo XIX, en la literatura, la rebelin de lamemoria contra "la empresa de neutralizacin de lassignificaciones vividas bajo la mirada distanciada del historiador"(p. 462). El progreso de la crtica documental y la secularizacin del

    conocimiento mediato del pasado hubieran producido un "malestaren la historiografa" y la reivindicacin de la legitimidad de otraforma de comprensin, intuitiva, inmediata, del pasado.

    LA HERMENUTICA DE LA CONDICIN HUMANA

    Ms all de las relaciones de conflicto, existen fuertesdependencias que vinculan necesariamente la historia y la memoria.Hacerlas aparecer es la tarea que se propone Ricoeur en latercera etapa de su reflexin, dedicada a definir una hermenuticade la condicin histrica del hombre. Su punto de partida se

    encuentra en una afirmacin fundadora, que vincula experienciadel tiempo y trabajo del conocimiento: "Hacemos historia porquesomos histricos" (p. 460). Una primera dependencia de laoperacin historiogrfica en relacin con la memoria, tiende, enconsecuencia, a la apora comn con la que se enfrentan ambas:representar en el presente las cosas del pasa-do o, dicho de otra

    9 Krzysztof Pomian, "De l'histoire, partie de la mmoire, objet d'histoi-re", enKrzysztof Pomian, Sur l'histoire, Pars, Gallimard, 1999, pp. 263-342.10 Yosef Yerushalmi, Zakbor. ]emsh History andjeivish Memory, Washington,University of Washington Press, 1982 [trad. al espaol: Zakhor. IM historia

    judia y la memoria juda, Barcelona, Anthropos, y Mxico, Fundacin CulturalEduardo Cohn, 2002].

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    manera, pensar la "presencia de una cosa ausente marcada con elsello de lo anterior" (p. 14).

    Este enigma, enunciado en su principio por las formulacionesplatnica y aristotlica, caracteriza, a la vez, la fenomenologa dela memoria y la epistemologa de la historia, y asegura suparentesco fundamental. Pero hay ms. La memoria, en efecto,

    debe considerarse como "matriz de la historia en la medida enque sigue siendo el guardin de la problemtica de la relacinrepresentativa del presente con el pasado" (p. 119). No se trata, aqu,de reivindicar la memoria en contra de la historia como lohicieron algunos escritores del siglo XIX, sino de mostrar que eltestimonio de la memoria es la nica garanta segura, la pruebade la existencia de un pasado que fue y que ya no es. Eldiscurso histrico encuentra ah la atestacin inmediata y evidentede la referencialidad de su objeto. La intencin de verdad de lahistoria necesita de esta certidumbre dada por la memoria: "la

    memoria sigue siendo el guardin de la ultima dialctica constitutivade la 'paseidad' del pasado, a saber, la relacin entre el 'ya no' queseala su carcter terminado, abolido, superado, y el 'sido' quedesigna su carcter originario y, en este sentido, indestructible" (p.648). As vinculadas, memoria e historia siguen siendo, sinembargo, inconmensurables. La epistemologa de la verdad que rige laoperacin historiogrfica y el rgimen de la creencia que gobiernala fidelidad de la memoria son irreductibles, y no hay prioridad, nisuperioridad alguna que pueda darse a una a costa de la otra.

    Ricoeur termina su libro con la triple problemtica de la deuda, delolvido y del perdn. Siguiendo, una vez ms, a Certeau, transformael estatus de la historia, que ya no es solamente conocimientoverdadero del pasado, sino "el gesto de sepultura por el que elhistoriador, al otorgar un lugar a los muertos, hace un sitio a losvivos" (p. 498). Es la misma exigencia que regula la reflexinsobre la ambivalencia del olvido. Por una parte, es una amenazapara las posibles representaciones del pasado si borra las huellas uobliga al silencio. Pero, por otra, es la condicin de la salvaguardade la memoria, paralizada por el exceso de recuerdo como lo esFunes, el memorioso de Borges, el que no puede olvidar nada.

    Slo el "olvido de reserva" puede permitir una memoria sosegada

    que supone, no la imprescriptibilidad de los crmenes, sino superdn. De ah, la bella conclusin que inscribe el libro en elcorazn de las realidades ms crueles de nuestro presente:

    En efecto, es un privilegio que no se puede negar a la historia: noslo el de extender la memoria colectiva ms all de cualquierrecuerdo efectivo, sino tambin el de corregir, criticar e inclusodesmentir la memoria de una comunidad determinada, cuando serepliega y se encierra en sus sufrimientos propios hasta el punto devolverse ciega y sorda a los sufrimientos de las otrascomunidades. La memoria encuentra el sentido de la justicia en elcamino de la crtica histrica. Qu seria una memoria feliz queno fuese al tiempo una memoria equitativa? (p. 650).

    El historiador, el ciudadano, el "hombre capaz, que acta ysufre", como escribe Ricoeur, no puede ms que adherirse a estaesperanza, que vincula la exigencia del trabajo histrico a la

    promesa de memorias reconciliadas consigo mismas y con las delos otros. Y, sin embargo... Tres poetas, tambin autores de una"poesa sapiencial" tal como los profetas bblicos, podran nutrir lareticencia ante un happy enddemasiado fcil y amenazar momentosesenciales de su construccin. "Niemand / Zeugt fur den /Zeugeri"("Nadie / atestigua / por el testigo"), escribe Paul Celan enAschenglorie, como si la atestacin testimonial, que es la garantade la realidad del pasado que fue y ya no es, pudiera perdersepara siempre, no ser comunicable ni comunicada.11 Es, de golpe,la posibilidad misma de la representacin de ese pasado sin

    testigo lo que resulta arruinada. En Tristia: 1891-1938, obraescrita por Geoffrey Hill en homenaje a Osip Mandelstam, elsilencio que atemoriza, que devora, no deja lugar ni a la deuda, ni a lasepultura: "Tragedy has all under regard. / It will nottouch us but itis there / Flawless, insatiate hard summer sky I Feasting onthis, reaching its own end" ("La tragedia atae a todos. / No nostocar pero est aqu- / Sin fallo, insatisfecha -duro cielo de

    11 Paul Celan, "Aschenglorie" / "Gloire de cendres", en Choix des poemes reunspar l'auteur, traduccin y presentacin de Jean-Pierre Lefebvre, edicin bilinge,

    Pars, Gallimard, 1998, pp. 262-265 [trad. al espaol en Obras completas,Madrid, Trotta, 1999

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    verano / Que se sustenta con esto, llegando a su propio fin".12 Y,cmo confiar en una memoria sosegada, cmo tener fe en ladisposicin al bien que Kant atribuye al hombre, al escuchar laprofeca implacable de Wilfred Owen, pronunciada en las trincherasde la Somme: "We laughed, knowing that better men wouldcome, / andgreater wars"? ("Reamos, sabiendo que mejoreshombres vendran, / y guerras ms grandes").13

    ARTES DE LA MEMORIA Y LUGARES COMUNES

    Que la memoria se puede ayudar y aumentar con arte, es cosa muy

    cierta; y deos escriven muchos auctores: Solino, en su Polistor; yQuintiliano lo tracta ms largo y, en la Retrica de Herrenio,

    Cicern o quien es autor della. Vara lo qual, porque desto tambin

    digamos algo, principalmente se han de ayudar de muchos lugaressealados y muy conoscidos, como si en una casa muy grande o

    cami-no o calle sealssemos con la ymaginacin y tuvissemos enla memoria muchos lugares y puertas. Despus, por cada uno

    destos lugares ya conoscidos, se han de poner con el pensamiento lasy magines de las cosas que se quieren acordar, ponindolas por la

    orden que tienen sealados los lugares, segn que despus se quieren

    acordar de las cosas. Y hanlas de pintar con la ymaginacin,quando las ponen por los lugares, en la manera que cada uno mejor

    se pien-se hallar; para que despus, llevando el pensamiento por loslugares por la orden que estn puestos, luego se les representan

    lasymgenes que all pusieron, y se acuerden de las cosas por que las

    pusieron. Y, ciertamente, por este arte y manera se puede deziryacordar grande nmero de cosas sin errar; y dello tengo yo alguna

    experiencia.

    Pedro Mexa, Silva de varia leccin, tercera parte, capitulo VIH, "Decmo la memoria puede daar en parte y en cosas sealadas,

    12 Geoffrey Hill, "Tristia: 1891-1938", en Scenes avec Arlequn et autres poemes,traducido del ingls por Rene Gallet con la colaboracin de Michael Edwards,presentado por Michael Edwards, edicin bilinge, Pars, La Diffrence, 1998,pp. 24-25.13 Wilfred Owen, "The Next War / La prochaine guerre", en Et chaqu kntcrpuscule... Pomes et lettres de guerre (1916-1918), seleccin y traduccin del

    ingls de Barthlmy Dussert con la colaboracin de Xavier Hanotte, edicinbilinge, Burdeos, Le Castor Astral, 2001, pp. 72-73.

    quedando en lo dems como antes. Cuntase de muchos quetuvieron muy poca memoria. Cmo se puede hazer memoria porarte. De la diferencia de memoria y reminicencia". [Edicin deAntonio Castro Daz, Madrid, Ctedra, 1990, II, pp. 57-58.