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EL PARTIDO "BORLADO" Jorge Fernando ITURRIBARRIA LA REVOLUCIÓN de 1854 iniciada en Ayuda contra la satrapía de Santa Anna fué la saludable defensa de México ante el peligro de desaparecer como nación. Esta razón suprema condujo a los hombres de la Reforma a buscar en la inspiración de la libertad frustrada en 1821 las formas jurídicas de un régimen hecho a la medida de la situa- ción y capaz de liquidar las supervivencias del coloniaje. Cuando los principios de la revolución reformista entraban en su etapa de definición y pasaban de la teoría a la realidad, algunos liberales oaxaqueños comenzaron a temer que un pro- grama radicalmente innovador precipitara al país en la dema- gogia. Eran sinceros, pero su intelectualismo les hada recaer en el error de subestimar las posibilidades de un pueblo y los rumbos inesperados que su destino puede tomar a despecho de cálculos y previsiones. Excepto en esas diferencias de apreciación, el criterio de estos hombres, cuya preparación jurídico-filosófica les valió el apodo de "borlados'', no difería del liberalismo clásico susten- tado en el principio político de la igualdad de todos ante la ley y en el origen de la soberanía nacional, y apoyado en la vo- luntad de las mayorías; pero guardaban reserva en cuanto a los métodos que debían seguirse. Durante los tres años de la Guerra de Reforma, y a despe- cho de sus disidencias, lucharon por la misma causa bajo la bandera de los más radicales, aunque sin deponer el pesimismo de sus pronósticos, tal vez por la alta temperatura de desafío y de brava arrogancia que la lucha mantuvo en el Estado de Oaxaca. Sin embargo, conservadas las apariencias, el frente interno se dividió, y no tardaron en salir a flote y definirse dos g 1- pos que defendían maneras distintas de enfocar la situación: uno propugnaba la Reforma sin comprometerse más allá de lo pactado en Ayuda, y el otro, el de los radicales, no admitía

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EL PARTIDO "BORLADO"

Jorge Fernando ITURRIBARRIA

L A REVOLUCIÓN de 1854 i n i c i a d a en A y u d a contra l a satrapía

de Santa A n n a fué l a saludable defensa de M é x i c o ante e l

p e l i g r o de desaparecer como nación.

Es ta razón suprema condujo a los hombres de l a R e f o r m a

a buscar en l a inspiración de l a l i b e r t a d frustrada en 1821 las

formas jur íd icas de u n régimen hecho a l a m e d i d a de l a situa­

ción y capaz de l i q u i d a r las supervivencias d e l coloniaje .

C u a n d o los pr inc ip ios de l a revolución reformista entraban

e n su etapa de definición y pasaban de l a teoría a l a rea l idad ,

a lgunos l iberales oaxaqueños comenzaron a temer que u n pro­

g r a m a r a d i c a l m e n t e i n n o v a d o r prec ip i ta ra a l país en l a dema­

gogia . E r a n sinceros, pero su inte lectual i smo les h a d a recaer

e n e l error de subestimar las posibi l idades de u n pueb lo y los

r u m b o s inesperados que su destino puede tomar a despecho de

cálculos y previsiones.

Excepto en esas diferencias de apreciación, e l cr i ter io de

estos hombres , cuya preparac ión jurídico-fi losófica les va l ió el

a p o d o de "bor lados ' ' , no difería de l l i b e r a l i s m o clásico susten­

tado en el p r i n c i p i o pol í t ico de l a i g u a l d a d de todos ante l a

ley y en e l o r i g e n de l a soberanía n a c i o n a l , y apoyado en l a vo­

l u n t a d de las mayor ías ; pero guardaban reserva en cuanto a

los métodos que debían seguirse.

D u r a n t e los tres años de l a G u e r r a de R e f o r m a , y a despe­

cho de sus disidencias, l u c h a r o n por l a m i s m a causa bajo l a

b a n d e r a de los más radicales, aunque s in deponer e l pesimismo

de sus pronósticos, t a l vez por l a a l ta temperatura de desafío

y de brava arrogancia que la l u c h a m a n t u v o en el Estado de

O a x a c a .

S i n embargo, conservadas las apariencias, e l frente in te rno

se d iv id ió , y no tardaron en salir a flote y definirse dos g 1-

pos que defendían maneras distintas de enfocar l a s i tuación:

u n o p r o p u g n a b a l a R e f o r m a sin comprometerse más al lá de

l o pactado en A y u d a , y e l otro, el de los radicales, no admit ía

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l imitac ión prev ia a u n programa considerado como m o v i m i e n ­to permanente de avance.

E n 1859, rebasado e l per íodo cruento de l a l u c h a armada, las premonic iones y censuras se hac ían cada vez más ostensi­bles. L o s radicales acusaban a los borlados de t ibieza, y éstos acusaban a aquéllos de demagogia. C a d a g rupo deseaba l a ex­clusión d e l g rupo contrar io ; pero los radicales tenían soldados y armas, audacia y va lor ; en cambio , los borlados se f iaban en su ta lento, en su preparac ión inte lectua l y en su h a b i l i d a d para e l soborno y l a i n t r i g a polít ica.

E r a jefe de los borlados el abogado d o n José Esperón, t ipo de c r i o l l o español , la t i fundista de tez b l a n c a y ojos azules. Sus más destacados corifeos se l l a m a b a n M a n u e l D u b l á n , Esteban M a q u e o , R a m ó n Ca j iga , J o a q u í n Septién, A n t o n i o Nor iega , abogados, e l doctor Esteban C a l d e r ó n (abuelo materno de d o n J o s é Vasconcelos) , e l cura apóstata B e r n a r d i n o Carva ja l , h o m b r e de talento ext raord inar io , y los mi l i tares M a n u e l Ve-lasco y Cr i s tóba l Salinas.

E l p a r t i d o " p u r o " estaba capitaneado p o r e l abogado se­r rano M a r c o s Pérez, protector de l entonces teniente coronel P o r f i r i o Díaz , y con él formaban la p l a n a mayor e l abogado y coronel J o s é M a r í a Díaz Ordaz , d o n M i g u e l Castro, los abo­gados L u i s M a r í a C a r b ó , F é l i x R o m e r o , T i b u r c i o M o n t i e l , J o sé Justo Benítez y el p r o p i o P o r f i r i o Díaz .

L o s bor lados h i c i e r o n sus pr imeras armas políticas en las elecciones de poderes locales de 1858, y o b t u v i e r o n mayor ía en el congreso o a x a q u e ñ o . E l cargo de gobernador recayó en u n l i ­bera l " p u r o " , e l l i cenc iado y coronel clon José M a r í a Díaz Ordaz .

C u a n d o u n cabeci l la conservador, e l hispano-cubano José M a r í a C o b o s , capturó el 25 de nov iembre de 1858 l a p laza de T e o t i t l á n d e l C a m i n o , que era l a l lave m i l i t a r de Oaxaca , y cuando J u á r e z inv i tó a los gobernadores de O a x a c a y P u e b l a a cooperar en las operaciones, Díaz O r d a z se aprestó a tomar e l m a n d o de las fuerzas de l Estado. L a legis latura, integrada p o r u n a m a y o r í a absoluta de borlados, aprovechó esta oportu­n i d a d p a r a desplazarlo de l gobierno, y designó prov is ional ­mente en su lugar a d o n M i g u e l Castro. P o r desajustes e inter­ferencias en los movimientos de t ropa (el general Anastasio T r e j o n o se presentó con sus fuerzas en las C u m b r e s de A c u l -

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tz ingo, como estaba p l a n e a d o ) , Díaz O r d a z temió ser captu­r a d o por los conservadores, que con grandes fuerzas prepara­b a n e l asalto d e l puerto , residencia de l gobierno l i b e r a l , y se rep legó a l a p laza de H u a j u á p a m de L e ó n , a donde l legó e l 29 de enero de 1859. Esta m e d i d a , previsora y cuerda, fué sufi­ciente para que los borlados juzgaran y condenaran a Díaz O r d a z y l o despojaran de l m a n d o de l a br igada , so pretexto de que h a b í a dejado desguarnecido a l Estado frente a l pe l i ­gro de u n a invas ión de los conservadores.

A través de Castro, compadre , paisano y amigo ín t imo de J u á r e z , i n t r i g a r o n hábi lmente con e l Presidente, hasta que éste confirmó l a deposición de Díaz Ordaz de los mandos c i v i l y m i l i t a r . Díaz O r d a z se defendió inút i lmente en varias co­municaciones y manifiestos con argumentos convincentes y c o n u n a dialéctica l l e n a de d i g n i d a d , pero l a just ic ia le fué negada . 1

L o s borlados se h a b í a n hecho dueños de l poder y ansiaban dar el golpe de muerte a l par t ido rad ica l . S i n embargo, J u á r e z 11o mord ió e l anzuelo, y cuando los borlados p r o p u s i e r o n a l corone l b o r l a d o Cr is tóbal Salinas como sustituto de Díaz O r ­daz en el m a n d o de l a br igada , in te rv ino para n o m b r a r a los coroneles Zepeda y Baca , ambos llegados de fuera y ajenos a l p r o b l e m a i n t e r n o de Oaxaca , mientras vo lv ía a l Estado e l co­r o n e l Ignacio M e j í a , que, p o r instrucciones d e l Presidente, rec ibió después e l c o m a n d o en p r o p i e d a d . 2

Desgraciadamente M e j í a fué derrotado e l 30 de octubre p o r las fuerzas conservadoras de Cobos , en T e o t i t l á n d e l C a ­m i n o ; e l resultado de esta acción de armas no sólo f ranqueó a l enemigo las puertas de l a cap i ta l d e l Estado, s ino que impos i ­b i l i tó c u a l q u i e r p l a n de defensa.

E l p a r t i d o l i b e r a l dispuso l a evacuación d e l gobierno y su traslado a l a Sierra de I x t l á n , t ierra n a t i v a d e l gobernador Castro. Díaz O r d a z , a q u i e n n o convenía permanecer en l a c i u d a d n i seguir l a suerte de sus enemigos en l a Sierra , optó p o r e l único recurso compat ib le con su d i g n i d a d , y fué a re­unirse con J u á r e z en Veracruz . A l l í logró que e l Presidente m a n d a r a revisar su caso m i l i t a r , y como e l consejo de guerra lo declaró s in c u l p a , Juárez l ibró nota a Castro para que le entregara l a je fatura de l gobierno.

V i n d i c a d o en su h o n o r m i l i t a r , Díaz O r d a z se dispuso s in

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pérdida de tiempo a ejecutar un plan para dar la batalla for­mal a Cobos, que desde el 6 de noviembre de 1859 ocupaba la capital del Estado. Este plan había sido discutido y aprobado por Juárez.

E n cuanto Díaz Ordaz hubo reasumido el poder ejecutivo, los borlados comenzaron a retejer los hilos de la intriga. Car­vajal renunció a la oficialía mayor del gobierno, y el capitán Martín González 3 a la oficialía segunda de la Secretaría Ge­neral, y ambos pidieron su traslado a Tehuantepec, donde el teniente coronel Porfirio Díaz ejercía los mandos político y militar. E n realidad debían desempeñar una delicada misión conferida a ellos por los borlados: debían inducir a Díaz para que, al acercarse con sus fuerzas al Valle de Tlacolula, para co­operar en la acción planeada por Díaz Ordaz contra Cobos, se desconociera al recién repuesto mandatario y se proclamara gobernador al aguerrido y joven jefe liberal, que desde sus días de estudiante gozaba de la estimación de Juárez. A Por­firio Díaz le extrañó mucho la proposición, porque ya había conferenciado con los comisionados oficiales enviados por el Presidente, que eran el comandante Fernando Calvo y el te­niente Homobono Marín; rechazó, pues, la invitación, y con ella la oferta de su ascenso a coronel, con que trataba de premiarse su deslealtad.

Es C É L E B R E en los anales militares de Oaxaca la batalla del 24 de enero de 1860, trabada en Santo Domingo del Valle, T la­colula, entre las fuerzas liberales comandadas por Díaz Ordaz y las conservadoras, capitaneadas por Cobos. Estas últimas fueron derrotadas en una lucha cuerpo a cuerpo, que les im­pidió utilizar su artillería. Celebraban su triunfo los libera­les, lejos ya los derrotados, cuya fuga dejaba una nube de pol­vo sobre el cerro, camino de Oaxaca, cuando advirtieron que el coronel Díaz Orclaz, herido por una bala, se debatía en un charco de sangre. Como resultaba inverosímil que hubiera sido alcanzado por un proyectil de los fugitivos, simplemente porque éstos se hallaban demasiado lejos, se difundió en el propio campo de batalla la especie de que, aprovechando los borlados la algarabía, las dianas y los gritos de júbilo con que se celebraba la victoria, se valieron de una mano homicida para asesinar al gobernador, seguros de contar con el secreto

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y c o n la i m p u n i d a d . L o s parientes de l a v íct ima h a n confir­m a d o esta especie como l a única hipótesis v iable , y hasta aho­r a n o ha p o d i d o ser satisfactoriamente desmentida.

C o n d u c i d o Díaz O r d a z a I x t l á n , fal leció en l a madrugada d e l día siguiente. O a x a c a le h a hecho just ic ia declarándolo segundo benemérito de l Estado.

C o n o c i d a esta versión por J u á r e z , ordenó que se encarga­r a d e l mando m i l i t a r de O a x a c a e l general Rosas L a n d a , ex­t raño a l Estado y ajeno a las divergencias de part ido. P o r m i n i s t e r i o de l a ley se encargó de l poder ejecutivo e l l icencia­d o Marcos Pérez, con su carácter de regente de l a Cor te de Jus t ic ia . C o m o se recordará, Pérez era e l jefe del g rupo ra­d i c a l .

Rosas L a n d a , tránsfuga d e l par t ido conservador, r e h a b i l i ­tado como l i b e r a l , fué dóci l ins t rumento en manos de los bor­lados. Éstos q u e r í a n u n a tregua en l a c a m p a ñ a m i l i t a r de Oaxaca , mientras se conocía e l resultado de l asalto de M i r a -m ó n a Veracruz , y Rosas L a n d a compart ía ese deseo. Pero h a b í a algunos capitanes que n o estaban dispuestos a esperar más, entre ellos P o r f i r i o Díaz , L u i s M a r í a Carbó , M a n u e l Ve-lasco y Cr is tóbal Salinas. Estos últ imos dos eran miembros d e l p a r t i d o bor lado , pero ya estaban en el camino de Damasco.

Gracias a estos jefes y a muchos oficiales, l a l u c h a p u d o c o n t i n u a r en las calles de O a x a c a . H u b o escaramuzas m u y sangrientas. Se peleaba desde las azoteas, de manzana a m a n ­zana, de calle a cal le, en u n vasto sector del poniente, cont iguo a l cerro de E l For t ín y a l ex Marquesado , inc luyendo el b a r r i o de L a Soledad.

Así t ranscurr ieron los meses, s in que p u d i e r a preverse u n desenlace más o menos p r ó x i m o , hasta que e l 5 de mayo, a l conocerse l a cercanía de u n a c o l u m n a enviada por M i r a m ó n , que marchaba en a u x i l i o de Cobos, a l m a n d o del coronel San­tiago Cuevas, Rosas L a n d a propuso e i m p u s o l a evacuación de l a p laza y el re torno de las huestes l iberales a l a Sierra, lo que equ iva l í a a retroceder a los días de noviembre de 1858. E l m o v i m i e n t o se p u d o real izar s in que Cobos se enterara y pers iguiera a los fugit ivos.

E l l i cenc iado M a n u e l Br ioso y C a n d i a n i , que comentó es­tos sucesos con e l l i cenc iado F é l i x R o m e r o , of ic ia l mayor d e l gob ierno l i b e r a l desde l a r e n u n c i a d e l cura C a r v a j a l , me con-

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f ió que R o m e r o creyó posible que los borlados h u b i e r a n i n ­f l u i d o e n e l ánimo de Rosas L a n d a para dec id i r lo a pactar, de hecho, u n a tregua con los conservadores, dándole e l ca­r i z de ret i rada , y que esta especie de armist ic io tenía por base esperar e l desenlace de l a c a m p a ñ a de Veracruz .

Ref iere e l general Díaz en sus Memorias que, a l iniciarse l a ret i rada de Oaxaca , Rosas L a n d a se i n t r o d u j o en u n a e rmi ta s i tuada a l a a l tura de San Agust ín E t l a , para l ibrarse de los rayos d e l sol. C o n él entró Díaz para c u i d a r que no se aten­tara contra su v ida , porque le constaba l a indignación que hab ía causado la orden de evacuación. " D o n L u i s M a r í a Car-b ó —dice e l general Díaz— y algunos de mis compañeros se acercaron a l a puer ta de l a e rmi ta y con señas me i n d i c a b a n que me h i c i e r a a u n lado p a r a que quedara e l general Rosas L a n d a expuesto a sus tiros, pero lejos de complacerlos les h ice comprender que yo me p r o p o n í a defenderlo a todo tran­ce, y así pude lograr que l legara s in novedad a Teococu i l co , de donde se separó de nosotros y tomó el camino de Vera-c r u z . " 4

Existe otro dato que corrobora l a versión de R o m e r o : des­pués de l a derrota f i n a l de Cobos , o c u r r i d a el 5 de agosto de 1860, los l iberales " p u r o s " casi ex ig ieron a Juárez que R o ­sas L a n d a compareciera ante u n consejo de guerra, por haber pactado c o n el enemigo y desertado en campaña.

L a recaptura de Oaxaca , que Rosas L a n d a y los borlados cons ideraban impos ib le , se logró p o r la decisión y energía de l teniente corone l P o r f i r i o Díaz y d e l corone l Cristóbal Salinas, que c o m p a r t i e r o n el m a n d o , como fórmula de u n arreglo b i ­la tera l , que diera satisfacción tanto a los radicales como a los moderados.

A L Q U E D A R R E I N S T A L A D O e l gob ierno d e l Estado en la c i u d a d de O a x a c a , comenzaron los sinsabores de l gobernador Marcos Pérez, asediado por u n a legis latura host i l . E l momento era p r o p i c i o , p o r q u e los jefes mi l i ta res d e l p a r t i d o rad ica l —Díaz, M o n t i e l , G r e g o r i o Chávez , Velasco y Carbó— fueron incorpo­rados, p o r órdenes de J u á r e z , a las fuerzas de l general A m p u -d i a , que operaba en Veracruz .

D u e ñ o s d e l Congreso, los bor lados e m p r e n d i e r o n l a bata l la contra e l gobernador , ex ig iéndole l a deposición de los jefes po-

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l í t icos d e l p a r t i d o radica l , pretextando supuestas faltas. Pérez m a n d ó hacer investigaciones, y como los cargos no se compro­b a r o n los sostuvo en sus empleos.

Conoc idas estas dif icultades, J u á r e z quiso intervenir . H i z o que su m i n i s t r o de Just ic ia y Negocios Eclesiásticos, e l l icen­c iado o a x a q u e ñ o M a n u e l R u i z , p i d i e r a u n a l icencia y se tras­l a d a r a a Oaxaca ; sugirió a su paisano y amigo Marcos Pérez que h i c i e r a l o m i s m o respecto de l gobierno, y convino con los d iputados en l a designación de R u i z como gobernador inter i ­no. E l 27 de septiembre se e x p i d i e r o n los decretos y se h izo l a par t ic ipac ión a Juárez . L l e g ó R u i z a Oaxaca , pero no p u d o t o m a r posesión, porque los decretos n o h a b í a n sido promulga­dos y , p o r e l contrar io , los borlados los h a b í a n declarado sus­pensos en sus efectos.

Entonces R u i z se convenció de que e l afán de los borlados era dest i tu i r def ini t ivamente a d o n M a r c o s como gobernante. E n efecto, n o tardó en cumpl i r se esto; el 8 de noviembre , l a L e g i s l a t u r a e x p i d i ó u n curioso decreto en e l que se declaraba que , " p o r i m p e d i m e n t o t e m p o r a l d e l señor regente de l a E x c m a . Cor te de Just ic ia , encargado d e l gobierno, es goberna­d o r i n t e r i n o del Estado e l C . C o r o n e l R a m ó n C a j i g a . " L a i n j u s t i c i a se consumó; tomó posesión C a j i g a , y en seguida de­s ignó secretario de l despacho a l p r o p i o jefe del part ido bor la­d o , l i cenc iado José Esperón.

E l " i m p e d i m e n t o " de l l i cenc iado Pérez consistía en l a pere­g r i n a imputac ión de v i o l a r l a Const i tuc ión " p o r no haber cum­p l i d o con los artículos 45 y 61, que prev ienen l a obligación de presentar a l a C á m a r a , a l día s iguiente de l de l a apertura de se­siones, e l proyecto de presupuesto de ingresos de l año venide­r o y e l in forme sobre e l estado de l a administración p ú b l i c a " , i n a u d i t a ex igencia en u n a facción desorganizada, s in fondos, s i n impuestos, s in personal suficiente, que h a b í a sobrevivido a l a l u c h a a salto de mata , remontándose a l a Sierra. E l C o n ­greso, consecuente con las circunstancias, debió haber autori­zado, p o r causa de fuerza mayor , u n a ampl iac ión d i l a tor i a , l ega l izando l a situación, como l o h izo en otras entidades.

L a destitución de d o n M a r c o s provocó u n a fuerte reacción en T l a x i a c o , T e p o s c o l u l a , Z i m a t l á n , I x t l á n y T l a c o l u l a , que estuvo a p u n t o de asumir los caracteres de u n a sublevación armada . A I in terven i r nuevamente. J u á r e z , tuvo que seguir l a

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política de los hechos consumados, para conservar el orden y la unidad del partido, subordinando sus sentimientos perso­nales a la suerte de la causa nacional.

Mientras tanto, el licenciado Pérez, amargado, decepcio­nado e infamado por sus enemigos, vió recrudecer las dolen­cias que contrajo en Ixtlán, y murió el 19 de agosto de 1861. A l conocer su muerte, los borlados, ya fuera por acallar sus tardíos escrúpulos, o ya porque nada perdían con honrar a un difunto inofensivo, se aprestaron a rendirle el homenaje postu­mo que le correspondía, iniciando los preparativos para ins­talar en el Congreso la capilla ardiente. Pero cuando, por la noche, se trasladó la comisión oficial a la casa mortuoria para conducir el cadáver, deudos y cadáver habían desaparecido, llevados por los radicales a una logia masónica, para evitar que el difunto fuera víctima de una hipócrita burla. Se dice que los borlados inventaron la patraña de que el demo­nio se había robado los restos de don Marcos, que por derecho le pertenecían.

Poco D E S P U É S de restaurado el régimen republicano, al aproxi­marse la renovación de los poderes locales, los borlados vol­vieron a inquietarse por la política, resueltos a mantener su hegemonía, conservada largamente a través de inconfesables maniobras.

Se perfilaban ya las candidaturas de los hermanos Porfirio y Félix Díaz para la presidencia de la República y gubernatu-ra del Estado, respectivamente. Frente a Juárez y Porfirio Díaz los borlados optaron por el primero, más por la seguri­dad de compartir el triunfo del caudillo de la Reforma que por la ideología que representaba. Juárez se había convertido en símbolo de la segunda independencia, y con el transcurso del tiempo su figura se había agigantado. A Díaz se le reco­nocía sobrada aptitud para escalar las altas cimas, pero subsis­tían los resentimientos personales de los tiempos de Díaz Ordaz y Marcos Pérez, y Díaz, presidente, podía resultar peli­groso.

E n cuanto a su hermano Félix, era necesario transigir y aceptarlo como candidato al gobierno local, a menos que los borlados lograran invalidarlo políticamente por intermedio del general Ignacio Mejía, enemigo personal de Félix, o a

EL PARTIDO "BORLADO"

menos que J u á r e z recomendara l a candidatura de l l icenciado F é l i x R o m e r o .

G o b e r n a b a e l Estado durante este interregno el insust i tu i ­b le d o n M i g u e l Castro, y R o m e r o había sido designado secre­tar io d e l despacho p o r sugerencia de l p a r t i d o juar is ta , para organizar l a c a m p a ñ a contra l a candidatura pres idencia l de l general Díaz .

Presentada así l a situación, c o n v i n i e r o n los borlados en no oponer reparos a l a candidatura de l " C h a t o " Díaz, pero resol­v i e r o n actuar conforme a l a táctica anterior , es decir : ganar l a m a y o r í a d e l Congreso de l Estado y l a regencia de l a Corte de Jus t ic ia , sust i tut iva legal de l E jecut ivo . P u s i e r o n sus planes e n práct ica y l anzaron l a candidatura de R o m e r o para d i cha regencia, oponiéndo la a l a de l p a r t i d o porf i r i s ta , que había señalado p a r a ese puesto, entonces de elección popu la r , a l l i cenc iado J u a n de M a t a Vásquez.

E n v i r t u d de l a misión que el par t ido juar is ta le había encomendado, R o m e r o tuvo que hacer causa común con e l p a r t i d o b o r l a d o , a l m i s m o t iempo que, de acuerdo con este g r u p o , buscó l a fo rma de atraerse a l general F é l i x Díaz. C o m o secretario d e l gobierno, ofreció todo e l apoyo d e l rég imen a su c a n d i d a t u r a y l a deposición de los jefes políticos de l par­t i d o b o r l a d o que Díaz le señalara como hostiles a su campaña pol í t ica , si a ca mb io de estos servicios e l " C h a t o " se avenía a sostenerlo como aspirante a l a regencia. F é l i x Díaz aceptó; pero p o r esta transacción pagó u n precio m u y alto: l a r u p t u r a c o n algunos de sus part idar ios y con su h e r m a n o P o r f i r i o , que l legó a s u b o r d i n a r e l t r i u n f o de F é l i x a l de l a candidatura de M a t a Vásquez p a r a l a consabida regencia. P o r f i r i o así l o hizo conocer, en cartas d i r ig idas a su p a r t i d o y a sus amigos. Este d i s t a n c i a m i e n t o era parte de l a i n t r i g a de los borlados para d e b i l i t a r a l p a r t i d o porf i r i s ta : se v a l i e r o n de R o m e r o y de l consent imiento tácito de M a t a Vásquez, que n o tuvo reparo e n jugar " a l gato y a l r a t ó n " tan p r o n t o c o m o obtuvo l a ga­rant ía de ser apoyado plenamente como candidato a l Congreso federal .

E n cuanto R o m e r o estuvo seguro de que ya su candidatura n o era v u l n e r a b l e , se o lv idó de los ofrecimientos hechos a F é l i x Díaz 5 en l o tocante a los cambios convenidos en las jefaturas polít icas, porque eran puntos clave en l a elección

4 8 2 JORGE FERNANDO ITURRIBARRÍA

presidencial. E l distanciamiento tuvo repercusiones en cier­tos movimientos del personal administrativo: el cargo de ad­ministrador de correos, conferido por recomendación del ge­neral Porfirio Díaz a su primo el doctor José Francisco Val-verde, que era de primera importancia para la distribución de la propaganda política, fué reivindicado por el juarismo. 6

L a separación de Valverde, ocurrida sin protesta por parte de su primo Félix, enemistó a los dos parientes, e hizo que Félix se mudara de la casa de Valverde, que le había brindado hos­pitalidad desde su llegada a Oaxaca, todo con los regocijados comentarios del partido borlado.

Romero llegó a impresionar de tal modo a Félix Díaz e influyó tan decisivamente en su conducta, que lo llevó a obrar contra los intereses políticos de su propio hermano, y a servir dócilmente a los planes de la intriga. A l conocer estos inci­dentes, Porfirio Díaz hizo reproches a su hermano y le previ­no del peligro en que se estaba dejando envolver. L a respues­ta de Félix fué que Romero era hombre de fiar y que todo saldría a pedir de boca. Ante su terquedad, Porfirio optó por cortar sus relaciones con él. Desde entonces se inició entre los dos hermanos un hondo distanciamiento, que el tiempo no fué capaz de corregir.

S E E F E C T U A R O N L O S C O M I C I O S , y el primer domingo de no­viembre de 1867 resultaron electos Félix Díaz para goberna­dor y el licenciado Romero para regente de la Corte de Jus­ticia. E l Congreso, salvo una pequeña minoría porfirista, quedó en manos de los borlados.

Uno de los primeros actos de gobierno de Félix Díaz fué nombrar secretario del despacho al licenciado Francisco Rin­cón, borlado vergonzante, acreditado de imperialista durante la regencia de Juan Pablo Franco, a quien Porfirio Díaz había mandado fusilar tras un consejo de guerra en octubre de 1866., después de las célebres batallas de Miahuatlán y L a Carbone­ra. E n seguida designó a Romero director del Instituto de Ciencias y Artes del Estado. Poco a poco fué estrechándose más y más la amistad entre ellos, hasta acabar Díaz por nom­brarlo secretario del gobierno el 7 de enero de 1870, colocán­dolo así en el puesto estratégico desde donde podía vigilar y contener al partido porfirista. que nuevamente se preparaba

EL PARTIDO "BORLADO" 483

a r i va l i zar c o n e l juar i smo en las próximas elecciones presi­denciales.

P o r f i r i o Díaz esperó los comicios en Oaxaca , s in dejar de prepararse en su f inca de L a N o r i a para dec id i r l a cont ienda c o n las armas. L a declarator ia d e l Congreso federal que con­sagró l a v i c t o r i a electoral de J u á r e z tuvo lugar e l 12 de octu­bre de 1871. H e c h a s a medias las paces con su hermano , y seguro ya de contar con su apoyo en l a aventura m i l i t a r que i b a a emprender , e l 8 de nov iembre proc lamó e l P l a n de L a N o r i a , desconociendo a J u á r e z y p r o c l a m a n d o e l p r i n c i p i o po­l ít ico de l a n o reelección. E l m i s m o día l a mayor ía d e l C o n ­greso local se adhir ió a l p l a n y declaró que Oaxaca reasumía su soberanía.

Mient ras tanto, R o m e r o , que hab ía previsto e l desenlace y que de todo tenía i n f o r m a d o a J u á r e z , cautelosamente prepa­r ó u n a proc lama , que h izo i m p r i m i r en Méx ico . E n e l la de­c laraba que, c o n su carácter de regente de l a Cor te de Just i ­c ia , asumía e l poder ejecutivo de l Estado, desconocía a sus autoridades y las p o n í a fuera de l a ley. Desapareció subrep­t ic iamente de l a c i u d a d de O a x a c a y se m a r c h ó a T e o t i t l á n d e l C a m i n o a esperar a las tropas d e l general Ignacio A l a t o -rre , enviadas p o r e l M i n i s t r o de G u e r r a para sofocar l a rebe­l ión de L a N o r i a .

L o s borlados más caracterizados, inc luso algunos de los d iputados d e l g r u p o compromet idos en la revuelta , aparente­mente permanec ieron indiferentes y neutrales, pero h i c i e r o n l a b o r de zapa contra e l m o v i m i e n t o , y parece que l l egaron a vías de hecho en u n atentado para asesinar a l general F é l i x Díaz . E l ó r g a n o o f i c i a l d e l gobierno de Oaxaca , La Victoria, publ icó , a los tres días de l a proc lamación d e l P l a n de L a N o r i a , l a n o t i c i a de que u n a m a n o desconocida h a b í a mez­clado polvos de m o r f i n a " e n cant idad bastante para envene­nar a veinte personas" (según el análisis efectuado p o r los farmacéuticos A p o l i n a r C a s t i l l o y Víctor Vargas) 7 en u n vaso de refresco que el gobernador tenía en su alcoba, sobre su buró .

A L QUEDAR DERROTADAS las huestes porfíristas en l a acción de San M a t e o X i n d i h u í , Nochist lán , e l 22 de d ic iembre de 1 8 7 1 , p o r e l general V e n a n c i o Leyva , y ocupada, luego, l a c i u d a d de O a x a c a p o r A l a t o r r e , los borlados, con l a presentación d e l l i -

484 JORGE FERNANDO ITURRIBARRÍA

cenciado Romero, se aprestaron a rodearlo y a ofrecerle su colaboración y su consejo para el restablecimiento del orden. Romero hizo entrega del gobierno del Estado al general Ala-torre el 8 de enero de 1872, y éste, ateniéndose a una pro­puesta de los borlados, nombró gobernador a don Miguel Castro. L a secretaría del gobierno recayó en el propio jefe del partido borlado, el licenciado Esperón.

Mientras tanto, el general Félix Díaz había tenido que escapar de sus perseguidores. Quería embarcarse en Puerto Ángel, Pochutla, y en Tonameca tuvo noticia de que en ese puerto estaba surta la embarcación norteamericana "Ada-may"; pero cuando llegó ya el barco había zarpado. Descon­certado, optó por esconderse en la serranía, acompañado de su fiel ayudante Juan Robles, ambos disfrazados de ranche­ros. Parece que el juez de Pochutla, licenciado Vicente Ra­mírez, que los había acompañado en su odisea, denunció el escondite del gobernador a uno de los borlados, probablemen­te al licenciado Roberto Maqueo. E l caso se reportó en se­guida al licenciado Benigno Cartas, que destacó doscientos cincuenta juchitecos, después reforzados por gentes de Hua-tulco; dieron con los fugitivos y los aprehendieron el 21 de enero en el Cerro del Perico. Por órdenes de Benigno Cartas se les fusiló en Chacalapa. E l cadáver del general Félix Díaz fué cruelmente profanado por los juchi tecos, y más tarde con ducido a la cabecera de Pochutla, para sepultarlo. L a saña de los juchitecos tenía su causa: no olvidaban que el infortu­nado gobernante, al sofocar, en diciembre de 1871, un brote rebelde, les había mandado incendiar el barrio en que se ha­llaba la iglesia y, en ella, la imagen de su santo patrón, San Vicente.

Con la muerte del general Félix Díaz y el desenlace del fracasado Plan de L a Noria, epilogado por la amnistía, la si­tuación política de Oaxaca volvía a quedar afianzada por los borlados.

Muerto Juárez el 18 de julio de 1872, el grupo tuvo que permanecer adicto al partido juarista, representado por el 1er-dismo, durante el interinato y después, en el período consti­tucional subsiguiente. Encorralados por la situación, los mo­derados de ayer no podían ahora oponer reparos a la política jacobina del nuevo Presidente, que había hecho incorporar las

EL PARTIDO "BORLADO1 485

leyes de R e f o r m a a l a Const i tución G e n e r a l y que prosiguió el p r o g r a m a rad ica l de exclaustración de las órdenes religiosas y su disolución. L o s borlados s u b o r d i n a r o n en este caso sus convicciones a sus intereses políticos, para sobrevivir y mante­ner su d o m i n i o .

A MEDIADOS DE 1 8 7 4 , dec id ido Esperón a presentar su candi­

d a t u r a a l gobierno de Oaxaca , a l m i s m o t iempo que Castro

hac ía ot ro tanto, los borlados y Cast ro se enemistaron def ini­

t ivamente , af irmándose l a div is ión que se había perf i lado des­

de d ic iembre d e l año anter ior , cuando Esperón y C a r v a j a l

h a b í a n renunc iado a sus respectivos puestos de secretario y

o f i c i a l mayor de l gob ierno castrista, p o r r ival idades a las que

n o h a b í a n sido ajenos los caciques serranos F i d e n c i o Hernán­

dez y Francisco M e i x u e i r o .

P a r a conseguir l a e l iminac ión de Castro , que tan f ielmente

les h a b í a servido, los borlados buscaron u n a coalición con los

enemigos de l gobernador i n t e r i n o y a d m i t i e r o n en su g r u p o a

elementos de l v ie jo p a r t i d o l i b e r a l . Es ta coalición dió l a ba­

t a l l a a Castro en las elecciones d e l Congreso loca l ; los borlados

o b t u v i e r o n u n a representación de nueve diputados, contra

siete adictos a l rég imen (entre estos últ imos los mencionados

caciques serranos Hernández y M e i x u e i r o ) .

L o s mayori tar ios t rataron de e n j u i c i a r a Castro por su­

puestas violaciones a l a ley; para ev i tar lo , Castro impid ió l a

instalación de l nuevo Congreso, val iéndose de que hab ía u n

proceso pendiente, p o r peculado, e n contra de l presunto d i p u ­

tado Agust ín Castañeda , y alegando, con e l g rupo de sus

adictos, que las juntas preparatorias n o p o d í a n reconocer a

Castañeda e l carácter de d i p u t a d o , hasta que n o se d ictara l a

resolución j u d i c i a l . L o s d iputados borlados p i d i e r o n a l juez

de distr i to , l i cenc iado P e d r o P a r d o , l a rehabi l i tac ión jur ídi ­

ca de Castañeda. M e d i a n t e u n a f ianza, P a r d o n o tuvo reparo

e n declarar lo capacitado p a r a ejercer sus derechos políticos;

pero los castristas ins i s t ieron en n o instalar e l Congreso hasta

que l a Suprema C o r t e de Jus t i c ia de l a N a c i ó n resolviera en

ú l t i m a instancia . E l resultado fué que el Congreso, que se

renovaba por m i t a d , n o p u d o instalarse en su fecha legal ,

e l 16 de septiembre.

Castro convocó a sus adictos y a los suplentes de los d i p u -

486 JORGE FERNANDO ITURRIBARRÍA

tados borlados a un período extraordinario, con el pretexto de que calificaran la acusación que le habían lanzado los mayoritarios por el delito de "usurpación de facultades aje­nas"; pero esta convocatoria tenía el objeto de declararlos incapacitados para ejercer su representación y de constituir en el mismo acto una cámara purgada de enemigos.

A l conocer los borlados el decreto de la convocatoria, recu­rrieron al amparo de la justicia federal. E l juez concedió la sus­pensión de sus efectos; pero, desconociendo jurisdicción al magistrado, los diputados castristas se instalaron el 28 de sep­tiembre y acusaron al juez ante la Suprema Corte por haber impedido la reunión de una asamblea soberana. E l alto cuerpo judicial ordenó la deposición del juez, y todo hacía suponer que los borlados iban a perder la partida por prime­ra vez. Hombres de grandes recursos, que sabían manejar con habilidad los resortes políticos, acudieron al partido porfiris-ta, que tenía mayoría en el Congreso de la Unión e interés en ganar la situación política de Oaxaca en favor de las nuevas aspiraciones presidenciales del general Díaz.

Planteada la situación al Congreso federal, los borlados solicitaron el auxilio de la fuerza armada para poder ejercer, bajo su amparo, las funciones de su encargo. E l caso de Oaxa­ca fué motivo de largos debates, y al fin se aprobó el dictamen de la Comisión Segunda de Gobernación en favor de los peti­cionarios, reconociéndolos, implícitamente, como integrantes de la séptima Legislatura Constitucional del Estado, y otor­gándoles el auxilio de la fuerza federal para constituirse.8

Lerdo de Tejada, que era hombre de leyes, astuto y de gran sentido político, no se atrevió a comentar n i a vetar el decreto, aunque sabía su inconstitucionalidad. E l 17 de octu­bre lo promulgó, y dió órdenes a la Secretaría de Guerra para que se trasladara el general Alatorre a Oaxaca a cumplirlo, tomando en Puebla una escolta de 10o hombres; la fuerza federal con destacamento en el Estado debía quedar bajo su mando. L o más penoso para el gobierno de Castro fué que Alatorre llevaba la consigna de obligarlo a publicar el de­creto y de procurar que le diera cumplimiento en un plazo de tres días.

Mientras tanto, ya en Oaxaca, don Miguel Castro hacía preparativos para defender la soberanía del Estado, flagrante-

EL PARTIDO "BORLADO" 487

m e n t e v i o l a d a p o r e l Congreso de l a U n i ó n , que se entrome­tía e n asuntos de l a responsabi l idad i n t e r n a de l a ent idad .

Desgraciadamente, Castro n o tuvo después suficiente de­cis ión para sostener este p u n t o de vista, i r reprochable en c u a n t o a su lega l idad, contra u n a resolución de carácter po­l í t ico . A b a n d o n a n d o sus preparat ivos de defensa, ordenó l a pub l i cac ión de l traído y l levado decreto en e l órgano of ic ia l d e l g o b i e r n o . 9

E l g rupo de sus adictos le h a b í a recomendado que, en todo caso, se p u b l i c a r a el decreto con l a salvedad de que " s u aplica­c ión y e jecución n u n c a podrá verificarse en sentido contrar io a l a soberanía de l Estado, n i i m p e d i r a éste e l l ibre ejercicio de su rég imen inter ior , protestando, desde luego, contra cual­q u i e r a interpretación que se le dé en sentido cont ra r io " .

E n respuesta a esta exci tat iva , Castro expl icó que " e l Po­der E j e c u t i v o d e l Estado se h a resuelto a p u b l i c a r l a porque r e p o r t a e l estricto deber de c u m p l i r con los preceptos consig­nados en el art ículo 14 de l a Const i tuc ión federal y en l a p r i m e r a parte d e l art ículo 61 de l a p a r t i c u l a r del Estado" . E s a ley, d i j o , se refiere a l a persona m o r a l , pero l a disposición d e l Congreso n o afecta a las cuestiones de l a índole inte­r i o r d e l Estado, que deben resolverse de acuerdo con sus pro­pias leyes, pues u n a ac t i tud cont rar ia de parte del gobierno l o c a l o e l abandono de su puesto p o d r í a traer como resultado l a a l teración de l o rden públ i co .

V o l v í a n a ganar l a p a r t i d a los borlados, y t r iunfaba su coal ic ión contra e l h o m b r e que antes h a b í a s ido tan dócil a sus deseos. Castro se e m p e ñ a b a en permanecer en e l poder c o n l a m i r a de ganar méritos ante e l gobierno federal para conseguir su elección const i tuc iona l y, con e l la , l a v i c tor ia sobre sus enemigos; se trataba de u n a empresa difícil , a u n en e l caso de l legar a l gobierno, p o r q u e le faltaría e l apoyo de l a m a y o r í a e n e l Congreso. Su espír i tu contempor izador le atra­j o l a repulsa a u n de quienes compart ían sus ideas, y e l 4 de n o v i e m b r e , atacado p o r sus enemigos y abandonado de sus amigos, se vió ob l igado a renunc ia r .

C o m o coro lar io d e l t r iun fo de los borlados, la elección de gobernador recayó e n e l jefe d e l p a r t i d o , l icenciado Esperón. Inconforme Castro con esta derrota , i n d u j o entonces a los ca­ciques serranos Hernández y M e i x u e i r o , únicos diputados que

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le habían permanecido fieles, a que fueran a la Sierra a enca­bezar un movimiento armado para derrocar a Esperón.

E l nuevo mandatario procedió en ese caso con pasión par­tidista, avivada por la rivalidad personal, y, echando lumbre a l a hoguera, actuó a través de sus agentes en aquella región de tal modo que se anticipó él mismo a poner en manos de los dos caciques los motivos para sublevarse. L o que hizo desbordar el vaso fué la represión, con lujo de fuerza, de u n a procesión pública en honor del patrono de Ixtlán, Santo To­más, y el tormento que los agentes mandaron aplicar a Víctor Pérez, para que les delatara los planes de rebelión.

N o D E J A DE SER C U R I O S O que sólo dieciséis días después de proclamado el Plan de Tuxtepec contra Lerdo (5 de enero de 1876) se pronunciara Hernández, desconociendo a Espe­rón. Parece que uno y otro plan no tenían más relación entre sí que la circunstancia fortuita de su proximidad temporal, y que Fidencio Hernández, enterado posteriormente del Plan de Tuxtepec, agregó el artículo 2 ° , según el cual " la Sierra Juárez [es decir, la de Ixtlán] secunda en todas sus partes el plan proclamado en la V i l l a de Tuxtepec [fué en Ojitlán], e l 15 del corriente [fué el 5]" . E n el artículo 1° del plan serrano se desconocía a las autoridades del Estado, y particu­larmente la política del distrito de Ixtlán, y se proclamaba el restablecimiento del estado de cosas que privó hasta el 4 de noviembre de 1874, o sea el reconocimiento de don Miguel Castro como gobernador; en el 3° se postulaba el restableci­miento de la "Constitución neta" de 1857 (sin la incorpora­ción de las Leyes de Reforma) y, finalmente, en el 4° se invi­taba a secundarlo a todos los pueblos del Estado y "a l caudillo de la República, benemérito general Porfirio Díaz". E n con­secuencia, Díaz aparecía como invitado a secundar a Hernán­dez, lo que resultaba incongruente con la inserción, segura­mente posterior, del artículo 2 ° , en que la Sierra aparece ya secundando el Plan de Tuxtepec. E n esta edición se ve la mano de Castro.

Por otra parte, Hernández, que durante la Reforma militó con el entonces teniente coronel Porfirio Díaz, y que se había apartado después del grupo radical, vinculándose con los bor­lados, n o había sido partidario de Díaz en la revuelta de La

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N o r i a , como l o demuestra l a carta que le d i r ige e l 5 de octu­b r e de 1 8 7 1 , recomendándole que n o manche sus laureles con u n a d e f e c c i ó n . 1 0

A d e m á s , c o m o se recordará, fué l a m a y o r í a de l Congreso de l a U n i ó n , ad ic ta a l par t ido porf i r i s ta , l a que resolvió e l caso de O a x a c a en contra de Castro y de los d iputados serra­nos. Sobre esta intervención hab ía pesado decisivamente l a i n f l u e n c i a d e l general Díaz en contra de Castro, ba jo cuyo rég imen i n t e r i n o h a b í a o c u r r i d o e l fus i lamiento de su herma­n o F é l i x y l a profanación de su cadáver.

V e n c i d a l a expedic ión que m a n d ó Esperón a l a Sierra, por l a defección d e l 2 0 bata l lón a l m a n d o de l corone l de Guard ias Nac iona les Cr i s tóba l R a m í r e z , los sublevados atacaron l a c iu­d a d de O a x a c a y penetraron en e l la l a noche d e l 2 7 de enero, ob l igándola a cap i tu la r a l d ía siguiente.

A l entrar, los serranos lanzaban vítores a l general Díaz y mueras a !la E s p e r o n a " (refiriéndose a l g o b e r n a d o r ) . de esta manera , e l p l a n , que pol í t icamente sólo tuvo el l i m i t a d o alcance de u n m o v i m i e n t o loca l , insp i rado e n rencores casi personales, s i rv ió o p o r t u n a y espléndidamente a los fines del c a u d i l l o o a x a q u e ñ o .

A l encargarse Hernández del gob ierno como general en jefe de l a D iv i s ión de operaciones en e l Estado, n o m b r ó jefe pol í t ico de T e h u a n t e p e c a l l i cenciado B e n i g n o Cartas, e l mis­i n o que h a b í a dado l a orden de ejecutar a l general Fé l i x Díaz .

P o r estos días vemos reaparecer en l a escena pol ít ica a l l i ­cenciado F é l i x R o m e r o , tan legalista en 1870, q u e m a n d o ahora incienso en l o o r de los cabecillas serranos y de sus huestes vic­toriosas d u r a n t e l a ceremonia cívica d e l 5 de febrero. Poco después R o m e r o aceptó e l n o m b r a m i e n t o de secretario gene­r a l d e l despacho.

E l general Díaz supo capital izar l a s i tuación en su favor; e n v i ó refuerzos a Hernández y excelentes generales y oficiales p a r a que m a n e j a r a n tácitamente las fuerzas sublevadas de O a x a c a y n o se malograra este contingente p o r errores come­tidos en e l m a n d o . P o r recomendación especial de Díaz, estos elementos ac tuaron siempre de ta l m o d o que Hernández cre­yera que estaban enteramente a su servicio.

L a s fuerzas oaxaqueñas lograron dos tr iunfos mi l i tares

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consecutivos: uno , contra A l a t o r r e , en M o n t e Negro , Nochis-tlán, e l 18 de febrero, y e l otro contra e l general D i ó d o r o C o r e l l a , en San Cr is tóbal Suchuxt lahuaca . Más tarde, H e r ­nández sa l ió fuera d e l Estado y part ic ipó, con las divis iones unidas de O a x a c a y P u e b l a , en l a acción l i b r a d a cerca de Matamoros . C o m o en e l la cayeron presos varios jefes y ofi­ciales de l a divis ión o a x a q u e ñ a , entre ellos el general M i e r y T e r á n , m u y v i n c u l a d o con el general Díaz, desde su cuarte l general Hernández p r e v i n o a M e i x u e i r o , ya gobernador de Oaxaca , que no se dejara impres ionar con la alharaca que i b a a armar l a " b o r l a " , precauc ión que muestra que el g rupo era adicto a L e r d o y c o n t i n u a b a lea l a su jefe, Esperón.

L a l legada de l general Díaz a Oaxaca , e l 7 de j u l i o , para organizar los contingentes de l Estado e i n i c i a r l a m a r c h a so­bre P u e b l a , cayó como u n a b o m b a entre los borlados, que habían estado p r o p a l a n d o l a versión de su captura y d e l de­sastre m i l i t a r de los tuxtepecanos en Matamoros y E p a t i á n . Después de trazarse u n p l a n de campaña parecido a l de l año de 1867 contra e l I m p e r i o , e l general Díaz salió de Oaxaca el 2 de octubre, r u m b o a P u e b l a . B i e n conocido es el desen­lace de los acontecimientos con l a bata l l a de Tecoac, las suce­sivas ocupaciones de las plazas de P u e b l a y Méx ico y, f ina l ­mente, la sal ida de L e r d o a los Estados U n i d o s .

A L S U B I R e l general Díaz a l a presidencia de l a R e p ú b l i c a q u e d ó l i q u i d a d o e l g r u p o b o r l a d o como part ido loca l ; pero sus componentes, af i l iándose a l por f i r i smo, obtuv ie ron pues­tos y prebendas en el banquete pol í t ico, conservando esa psi­cología de l o a x a q u e ñ o d e l siglo pasado y pr inc ip ios de l actual , que siempre p u g n ó , a despecho de las posibi l idades de b ien­estar económico asequibles a su talento y preparación, p o r servir u n puesto públ ico , a condición de que pud ie ra rend i r l e l a satisfacción de ejercer actos de autor idad o de hacerle sen­t ir que de su persona emanaba u n m í n i m o de poder.

E l t r iunfo de Teco ac tuvo l a v i r t u d de servir de aglut i ­nante a l a f a m i l i a l i b e r a l , reuniéndola , congregándola en tor­no a l a vigorosa persona l idad de l general Díaz; éste, desde el p r i n c i p i o de su régimen, s iguió u n a franca polít ica de conci­l iación, en l a cua l e l j acob in i smo quedaba relegado al pasado, precisamente p o r q u e i b a en contra d e l régimen caído, y L e r d o

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h a b í a sido más intrans igente , en este sentido, que e l p r o p i o J u á r e z .

B a j o l a consigna de Díaz , que elevaba a d o g m a pol í t ico e l p r i n c i p i o c o m t i a n o de " o r d e n , paz y progreso", p o d í a n convi ­v i r todos los matices ideológicos, a condición de que nadie pretendiera r i v a l i z a r con e l c a u d i l l o n i d isputar le l a jefatura de l a polít ica; p o d í a n entrar hasta los ayer enjuic iados p o r e l cargo de traición a l a pa t r i a , con ta l de que p r o m e t i e r a n obe­d i e n c i a y lea l colaboración. E l general Díaz anhelaba demos­trar a l m u n d o que M é x i c o n o era u n país ingobernable , y lo demostró.

L o s oaxaqueños que h a b í a n m i l i t a d o en el p a r t i d o bor la­d o encontraron acceso a las cámaras legislativas, a l a jud ica­tura , a los cargos administrat ivos , a los puestos de confianza. C o m o ese t i p o de pol í t ica conc i l i adora satisfacía las aspiracio­nes de l g rupo , y a que las leyes de R e f o r m a sólo se conserva­b a n s imból icamente en l a C a r t a M a g n a , y como resultaba tardío e inoperante c u a l q u i e r proyecto de m o d i f i c a r e l tono de l a pol ít ica n a c i o n a l ba jo e l p u ñ o de u n h o m b r e poco dis­puesto a c o m p a r t i r l a i n i c i a t i v a directr iz , los moderados de ayer, que h a b í a n s ido los mismos adeptos de L e r d o en su po­l í t ica rad ica l , resul taban ahora, por n a t u r a l a f i n i d a d c o n los métodos d e l general Díaz, los mejores colaboradores y apolo­gistas de u n rég imen que tan b i e n cuadraba a su sentido de l a política.

Curados ya d e l háb i to de la in t r iga , se i n c o r p o r a n los bor­lados a l carro d e l por f i r i a to , y cuando, con ellos, l o h i c i e r o n las más d is t inguidas personalidades de l a pol í t ica-nacional , se encontraron c o m o e l pez en e l agua, y no o m i t i e r o n ocasión para propa lar , sotto voce, que h a b í a n sido ellos los precurso­res de l t ipo de gob ie rno que estaba en e l poder , de u n a o l i ­g a r q u í a de hombres preparados y selectos. E n efecto, más tarde, ya l i q u i d a d a p o r l a muerte l a generación de los bor­lados, que no p u d i e r o n r iva l i zar en longev idad con e l ge­nera l Díaz, sus propios métodos inyectados a l por f i r i smo habr ían de f ruct i f icar en el P a r t i d o Cientí f ico durante l a madurez de l a d i c t a d u r a .

Díaz l levó su to lerancia hasta límites excepcionales: n i n ­g u n a represal ia intentó contra los autores intelectuales o ma­teriales de l a muer te de su hermano. Frente a sus enemigos

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políticos de Oaxaca, que tanto mal se habían empeñado en hacerle, permaneció sereno e indulgente. A Fidencio Hernán­dez y a Francisco Meixueiro les reconoció el generalato y les permitió gobernar Oaxaca, uno en pos del otro, y reelegirse. Dublán, imperialista, fué varias veces miembro de su gabi­nete. Los juaristas que aceptaron su régimen, como Matías Romero, Ignacio Mariscal y Félix Romero, obtuvieron pues­tos de relieve y fueron rodeados de consideraciones.

Reconciliado el general Díaz con el clero, enemigo de la política extremista, tolerante aun para quienes habían torci­do el camino del deber, y partidario convencido de la evolu­ción progresiva, es probable que el mismo general Díaz, sin confesarlo jamás, haya llegado a reconocer que sus métodos de gobierno eran los mismos que años atrás habían preconi­zado sus inquietos y audaces rivales de ayer, los mismos que han pasado a la historia de Oaxaca con el pintoresco remo­quete de "los borlados".

N O T A S

1 « G O B I E R N O D E L E S T A D O DE O A X A C A . — E x m o . Sr. H e recibido el recado que V . E . se sirvió dir ig irme por conducto del guarda C. Urbano Carreño. relativo a l a desocupación que hizo V . E . del campo de Ajálpam, y su pronta retirada para Huajuápam.

»El gobierno no ha podido comprender la conveniencia de ese movi ­miento mi l i tar , que deja abierto el camino directo a esta c iudad, en don­de sabe S. E . que se carece de fuerza para hacerle una resistencia vigorosa, pues los principales elementos de guerra los tenía V . E . en l a brigada que se le confió para combatir a la reacción en el Estado o fuera de é l , y que desgraciadamente, lejos de uti l izar los servicios de ella y hacer fruc­tuosos los sacrificios que el Estado ha emprendido para sostenerla y for­marla , sólo ha reportado el descrédito de consumar retiradas que desmo­ralizan al soldado y ceden en deshonor de las armas constitucionales, que aun cuando sufrieren los reveses de la guerra, deben combatir al enemigo siempre que se le presente ocasión de h a c e r l o con probabilidades de éxito.

»El gobierno del Estado, responsable inmediatamente de la paz públi­ca y de.la suerte de los oaxaquefíos, no puede ser indiferente a los males que tendrían que sufrir si los enemigos del orden público invadieran los pueblos, y, lo que es muy fácil, l a capital , cuyo camino V . E . ha dejado descubierto, y queriendo no sólo salvar su responsabilidad, sino, lo que es más, evitar la invasión con los recursos que tiene y que a t a n t a costa ha reunido, se ve en la imperiosa necesidad de separar a V . E . del man-

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do de la brigada, en donde ya no considera útiles sus servicios, y confe­rírselo al señor coronel D . Cristóbal Salinas, por ahora y entretanto se dispone lo conveniente.

»V. E . debe conocer que al dictar e l gobierno esta providencia, se ve estrechado por el deber de salvación de l a sociedad, en cuyo nombre espe­ra que V . E . hará la entrega del referido mando, porque la situación es tan grave que exije a todos los ciudadanos toda clase de sacrificios, y principalmente a los que deben vigilar por su defensa.

»No siendo igualmente conveniente que continúe con ninguna clase de mando mil i tar en su brigada el señor general D . Juan B. Díaz, lo se­parará V . E . del puesto que ocupa en el la, quedando el coronel Salinas facultado para organizaría como mejor convenga, y según las instruccio­nes que reciba de este gobierno, que tiene datos suficientes que justifican esta providencia.

>>Sírvase V . E. aceptar, con tal motivo, m i distinguida consideración y aprecio.—Dios y Libertad.—Enero 29 de 1859.—MIGUEL C A S T R O . — E x m o . Sr. l i e . José María Díaz Ordaz, y en jefe de l a brigada de su nombre.y

« D I P U T A C I Ó N P E R M A N E N T E D E L H . C O N G R E S O D E L E S T A D O . — L a diputación

permanente, en sesión secreta de hoy, ha tenido a bien acordar, por una­n i m i d a d , lo siguiente:

»Que si , como se dice públicamente, el Exmo. Sr. D . José María Díaz Ordaz pretende la devolución del gobierno del Estado, V . E., absteniéndose de hacer la entrega respectiva, se sirva transcribir a este Congreso l a comu­nicación que al efecto le d i r i ja , pues que en vista de los motivos que l a apoyan y del estado de la opinión pública, consultare lo que sea conve­niente, l lamando desde luego, si necesario fuere, a l H . Cuerpo Legislativo.

»Manifiéstese, igualmente, al Exmo. Sr. Castro que a su patriotismo quedan encomendados el orden y l a t ranqui l idad del Estado.

5» L o que tengo el honor de transcribir a V . E . directamente por dispo­sición de su EL, reproduciéndole las protestas de m i atenta consideración. —Dios y Libertad.—Oaxaca, febrero 20 de 1859.—J. Septién, Srio.—Exmo. Sr. Gobernador Interino del Estado.»

2 «Veracruz, enero 2 de 1859—Sr. D . M i g u e l Castro.—Mi querido amigo.—Juntas recibí tus cartas del día 19 y 22 de febrero último, y quedo impuesto de que llegó l a fuerza a ésa y de que pronto volverá a salir a campaña. Ya está en marcha el coronel Zepeda, que es el más a propósito para d i r ig i r en campaña nuestras fuerzas.

»Preparen bien a los amigos para que Zepeda sea bien recibido. V a también el teniente coronel Baca, que es buen jefe y deben uti l izar lo . Estando ya nuestras fuerzas en el Estado de Puebla , formarán parte del Ejército de Oriente y a las órdenes inmediatas del que sea general en jefe, además de Traconis o de A m p u d i a .

»Creo que Díaz [José María Díaz Ordaz], conociendo las circunstancias, desistirá de l a idea de querer volver a l gobierno por ahora, pues lejos de querer hacer u n bien haría u n m a l , gobernando con disgusto de todos; pero si se encapricha, lo que no creo de su buen ju ic io , en este caso debe hacerse lo que mejor convenga, siguiendo tú en el gobierno, pues hoy

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conviene cerrar los ojos y obrar con actividad, con energía y sin considera­ciones personales, teniendo presente que la pr imera, la única y l a urgente necesidad del Estado es mover sus fuerzas para cooperar en la destrucción del enemigo.

»Miramón no puede llegar aquí antes de quince días. Está ya volado el puente de l Chiquihui te y hay dos m i l hombres en el camino para estor­barle el paso.

»Sabes que te ama tu amigo almo. B E N I T O . » 2 Conocido en Oaxaca por "Martín Cacle" . Fué gobernador del Estado

del 1° de diciembre de 1894 al 19 de noviembre de 1896, del 1° de febrero de 1897 a l 11 de marzo de 1898, del 1 de ju l io de 1898 al 20 de noviem­bre de 1900, del 16 de abri l de 1901 al 28 de febrero de 1902, del 10 de abri l al 6 de junio de 1902. Su período concluía el 1° de diciembre de este año. Los primeros interregnos fueron cubiertos, basta el 10 de abr i l de 1902, por el L i c . Nicolás López Garr ido. L a conclusión del período, de 6 de junio a 1° de diciembre de 1902, fué cubierta por el L i c . Migue l Bola-ños Cacho. E l general Martín González fué u n gobernante arbitrario. Sus abusos y sus desmanes en las fiestas sociales provocaron serios conflictos. E l más escandaloso fué el que ocurrió con el cónsul de Alemania .

4 Memorias del Oral. Porfirio Díaz. Notas de G u i l l e r m o V i g i l y Robles. Acotaciones críticas del Ing. Francisco Ruines. México, 1922, p . 54.

5 Carta del D r . José Francisco V a l verde al general Porf i r io Díaz, fecha­da el 26 de octubre de 1867. . .Romero y Castro han jugado con el Chato, lo que desde el pr incipio le predije y no lo quiso creer, y lo que es peor, que a proporción que se aproxima el día para las elecciones, le van haciendo más inconsecuencias, y una de ellas es el que, habiéndole ofrecido que no se variaran más jefes políticos que a Manuel Maldonado y a J u a n Torres, ya quitaron a don Ambrosio P . García, de V i l l a A l t a , y pusieron a Pepe López Viascán, quitaron a don M a n u e l Gutiérrez y a D . R . P i n o y han puesto a Cupeta, y otras cosas que me hacen creer que hasta el nombramiento de gobernador peligra, no sólo la diputación del Estado, que está f a t a l . . . " (Op. cit., vol . V , p. 275).

6 Carta del D r . J . F. Valverde al general Por f i r io Díaz, octubre 17-987: " M i querido pr imo:— Hoy como a la una se me ha presentado don Agustín Castañeda en compañía de don Vicente Silva con u n oficio del adminis­trador general de Correos de México, cuya copia te acompaño y me trajo el señor jefe superior de Hacienda a efecto de que en el acto le entregara yo la administración general que es a m i cargo, y contesté eme en el acto no me era posible hacer la entrega, pues ésta debía hacerla con las for­malidades debidas, según expresamente se me dice por la superioridad; y en tono amenazante me di jo : «dime esto mismo de oficio», y le contesté que no tenía inconveniente; pero a poco se me llamó del gobierno y se me di jo por d o n Félix Romero que cuánto tiempo necesitaba para entregar, y le dije que cuatro o cinco días; contestó con enojo que era mucho, que bien podría yo entregar lo corriente con l a oficina y que después sería lo demás, a lo que no me presté, y sé que consignó el negocio al juez de dis­trito para que me compela. E n f i n , yo estoy listo, y m i insistencia es porque así me lo di jo el Chato, Juan y Rincón, pues justamente el martes próximo

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van a caminar las circulares que importan; pero si me atrepellan entre­garé y si no, lo haré hasta que pase el correo del Estado que sale el martes.—Aumento: Sé que el interventor D . W . Silva tiene orden de F. R o ­mero de interceptar nuestras comunicaciones; así es que mientras acor­damos lo mejor, será bueno que todas las cartas las dirijas certificadas, en u n paquete rotulado a don Francisco Rincón, actual contador de glosa, o al jefe de Hacienda." (Op. cit., vol . V , p. 234.)

7 La Victoria publica en su edición correspondiente al 9 de noviembre de 1871 la siguiente información: " E l gobernador, por atenciones del servicio público en estos últimos días, pasaba la noche en su despacho del gobierno, y en la mañana del 9, a l tomar u n vaso de refresco prepa­rado la noche anterior y colocado en su cabecera, notó un fuerte sabor que lo hizo arrojar su contenido. Reconocido el l íquido por los acreditados farmacéuticos [Apolinar] Castillo y [Víctor] Vargas, resultó que contenía una gran cantidad de morfina, bastante para dar muerte a más de veinte personas, si la hubieran tomado. Esto nos hace creer que el envenenador procedió con precipitación, asustado del feo delito que cometía y corrobora nuestra creencia la circunstancia de haberse encontrado en el fondo del vaso pequeñas fracciones de lacre que cubrían el tapón del bote de mor f ina . " Aseguran los editores de La Victoria, en l a propia gacetilla, que "otro tanto se preparaba en México con el señor Gra l . D . Porf i r io Díaz, por el círculo de la reelección, lo que estamos autorizados para decir" . Concluía el redactor: " N o dudamos que el envenenamiento tenga el mismo origen."

8 D U E L A N y L O Z A N O , Legislación mexicana, vol . X I I , p. 629. 9 El Regenerador, 4 de noviembre, 1873. to «Octubre 5 de 1871.—Mi leal y fino amigo:—El deber me impulsa,

por gratitud, a dir ig ir a U d . la presente para manifestarle el fondo de mis sentimientos, tal cual lo verá U d . en estas m a l trazadas líneas. Yo , que con calma puedo juzgar y hacer comparación de la tormenta que está por desenvolverse, veo que la opinión pública se desata frenética contra l a causa que U . defiende, este hecho que ha venido a demostrar u n doloroso desengaño de que nadie es causa más que los malos amigos que precipitaron a U . a una posesión \sic] tan difícil como la presente. Supues­ta la verdad de lo expuesto, yo, humi lde campesino que nada entiende de política, pero que s í . . . [ilegible] a U . como verdadero amigo de su persona, le suplico y aconsejo aplace U . sus pensamientos nobles para otra vez que se puedan desarrollar con mejor éxito y menor efusión de sangre, porque en la actualidad cualquier tr iunfo que U . tuviere sobre las fuerzas federales no sería u n laurel como ha sido otras veces, sino una soga que indudablemente debe producir la copiosa sangre derramada entre herma­nos; por lo mismo creo que es tiempo de que U . dé otro sesgo a las cosas, haciendo con ello u n gran servicio a la humanidad abatida, lo cual no se le oculta a U . porque con la prolongación de l a lucha no haría U . otra cosa que aumentar los sufrimientos de tantas familias que de un día para otro amanezcan sin su pequeña fortuna, n i porvenir, cuya maledicencia aumenta el desaliento entre sus colaboradores y va destruyendo rápida­mente el gran nombre que U . adquiriera con gloria y justicia en los

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campos de batalla, en nuestra lucha de tres años y la segunda indepen­dencia.

»Vuelva U . la vista, señor G r a l . , y verá usted que no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece U . a la Patr ia y a la Victor ia ; por lo mismo sería doble delito en U . no procurar su conservación personal, que más tarde puede recobrar el br i l lo de sus glorias, opacas hoy en el polvo de l a destrucción.

»Tenga U . presente, m i G r a l . , que lo 1° que al más infeliz se le viene a la mente es: ¿Cómo defender la Constitución de 57 si se atacan sus pres­cripciones?

»Reciba U . estas líneas como la expresión de m i alma, y no como frases estudiadas; ellas pueden contener algunas palabras que lastimen a U., pero es verdad que no es m i ánimo ofenderlo, sino que como amigo expresarle lo que veo y siento; si por esto me pueden venir malas consecuencias, qué hemos de hacer; acepto todo con l a convicción de que cumplo con u n deber de amigo.

»No olvide U . , m i general, y debe perder la ilusión de que el Estado lo ayudará, porque el primer tropiezo que se encuentra U . es la impopu­lar idad y odio que le tienen a su hermano de U . , porque aunque hoy se manifestara dulce y apacible, nadie lo cree si trae en cuenta sus antece­dentes. U d . sabe también lo que odian a media docena de extranjeros y traidores que no han perdonado medios, por humillantes que sean, para hacerse de la situación.

»Esta carta sólo la debemos conocer U . y yo, y con su contenido desea­mos ambos bajar a la tumba sin abrírsenos los labios por ella. U n a lá­gr ima, u n apretón de manos y u n adiós de su siempre subordinado y fiel amigo.—FIDENCIO H E R N Á N D E Z .

»A.—Dígame U . qué hago, porque también esta casa en que vivo amenaza r u i n a . Sobre esto no deje U . de decirme algo, aunque ligera­mente algo.»

A pesar del carácter confidencial de la carta y del seguro conducto que se supone, se sacó una copia de el la , que llegó a poder del general Ignacio Mejía, Minis t ro de Guerra del presidente Juárez; ello hace supo­ner que fué dada a conocer por Hernández, presumiblemente porque éste haya sido instado a escribirla por el general Mejía para hacer desistir a Díaz de su ya inminente pronunciamiento.