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EL PALACIO o
El despacho del presidente del Congreso a finales del siglo XIX. En el centro de la chimenea puede verse el busto de Agustín Argüelles que la Condesa de Espoz y Mina legó al Congreso.
El Congreso consultó entonces a la Academia de San
Fernando y ésta contestó por su secretario, Eugenio de la
Cámara, el 16 de abril de 1857, con un largo y pormenori
zado informe, cuyo final establece un justiprecio a tenor de
los honorarios profesionales entonces en vigor.
El informe de la Academia fue, en definitiva, favora
ble a Pascual y Colomer quien, no se olvide, era ya miembro
de número de esta Corporación. Dicho parecer académico
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comienza describiendo el edificio y ponderando su tarea, que
no sólo hizo el proyecto general y supo sacar partido a lo
mezquino del solar, sino que hizo innumerables estudios de
detalle de decoración y construcción, mencionando expresa
mente lo acertado de las fábricas de ladrillo y piedra de los
sótanos, pórtico y vestíbulo. Igualmente la Academia consi
deraba un acierto la ingeniosa armadura de madera y hierro
que cubre el salón, notable por su originalidad y sencillez que
permite reponer fácilmente cualquier pieza, no menos que por su
• EL CoNGREso DE LOS ÜIPl!l"ADOS
singularidad de este arquitecto que revela tanto una época
como el carácter de una profesión. Sólo en relación con las
obras del Congreso se pueden aportar algunos testimonios
muy elocuentes, desde sus primeras relaciones con él hasta
años después de finalizadas las obras. Así, por ejemplo, en
junio de 1841 , al año de haber obtenido el nombramiento de
arquitecto del Congreso y con motivo del encargo a otro
arquitecto del acondicionamiento del Teatro Real para salón
de sesiones ante la inminente ruina de la iglesia-salón del
Espíritu Santo, Colomer escribió de su puño y letra una eno
jada reclamación a la Comisión de Gobierno Interior del
Congreso, en la que, entre otras cosas dice:
Conozco que el Gobierno debía de hacer este encargo a quien
mejor le pareciese y no es de extrañar tampoco que ignorase
que el Congreso tenía un arquitecto encargado de atender a
sus necesidades. Pero mi reputación, señores, mirada bajo
todos conceptos, ha sufrido en este caso, pues no es fácil que el
público sepa los motivos que han mediado en el negocio, y si
que sólo juzgue por lo que a sus ojos se presenta: mi separa
ción (así ha llegado con dolor a mis oídos) es motivada por los
continuos hundimientos del edificio. Y un artista, señores, que
depende del público y de que su reputación aumente cada día,
para adquirir medios de subsistencia, para ganar un nombre
que tanto nos lisongea, a todos en la sociedad y que es el que
sostiene esa vida artística tan apetecida que buscamos con
Aspecto general y detalle de la decoración del Salón de Conferencias.
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incesantes fatigas y desvelos, se ve sin quererlo nadie, pos
puesto y sufriendo lo amargo de un desaire público de ninguna
manera merecido ... 39
A los dos días, el 16 de junio de 1841, la citada
Comisión de Gobierno Interior del Congreso le comunicaba
que la habilitación del Teatro Real corría a cargo del Gobierno
y que a él correspondía señalar el arquitecto, pero se encon
traba muy satisfecha de los buenos servicios que -Colomer
tiene prestados en el desempeño de sus deberes, de tal manera
que no sólo le reiteraba su condición de arquitecto del
Congreso sino que le nombraba específicamente para que
auxiliase a Agustín Ferriz Gamboa e Ignacio López Pinto en
el traslado de los enseres a la nueva sede.
Años después de haber terminado las obras del
nuevo edificio, Colomer se dirigió al presidente del Congreso,
el l O de diciembre de 1856, reclamando una indemnización
por la tarea realizada en el nuevo Palacio del Congreso40,
cargo que desempeñó gratuitamente, percibiendo tan sólo
por la dirección de obra veinte mil reales anuales. Esta asig
nación, que al parecer era a cuenta de una cantidad a fijar;
cesó por Real Orden en 1854, y la Comisión de Obras no
pudo remunerarle definitivamente porque se ignoraba enton
ces el tiempo que estas -las obras- durarían ni su mérito y cir
cunstancias.
• EL CONCR~SO
DE 1.05 Dll' lrli\DOS
seguridad y buena construcción y por la unifonnidad e igualdad
de su acción que se revela por la tensión perfecta e igual que con
servan todas sus piezas, así de madera como de hierro, sin que
se note el menor desvío ni movimiento en ninguna de ellas ni en
los muros sobre que se apoyan.
No menor importancia concedía la Academia al nivel
alcanzado por Colomer en el plano artístico y decorativo del
Congreso: Hay además en este edificio, como en todos los de su
magnitud e importancia, otra multitud de cosas que si bien a pri
mera vista pueden calificarse de accesorias y su ejecución mate
rial no corresponde al arquitecto, no contribuyen menos, sin
embargo, a dar brillo y lucimiento al edificio; honra y prez al
arquitecto que las dispone, combina y prepara; gloria y provecho
a los artistas que se le asocian para el complemento del monu
mento, y una favorable ocasión de adquirir junto a la reputación
y fama a los artífices y artesanos que bajo la dirección de aquél
contribuyen a la conclusión de una obra verdaderamente
nacional. A esta categoría pertenecen, sin duda, en primer ténnino
las obras de pintura y escultura, las escayolas, mosaicos, bronces
y obras de ornamentación en color y en relieve, de que tan brillantes ejemplos ha sabido reunir el Sr. Colomer en el Palacio del
Congreso, con no poca gloria de los distinguidos artistas que las
han llevado a cabo, varios de ellos individuos dignisimos de esta
Academia, y en una escala algo menos importante las de ebanis
tería, carpintería, cerrajería, así como la tapicería, sedas y objetos
de mobiliario, todo ejecutado en fábricas españolas y todo digno
de figurar en el Palacio de la representación nacional.
Las consideraciones que la Academia hace en rela
ción con el arte y el artista, así como su reconocimiento por
la sociedad, son del mayor interés para medir todo un senti
miento muy propio del siglo XIX, llegando a decir que pre
ciso es que se trate de imitar en esto el grandioso ejemplo que
continuamente dan las naciones que se precian de honrar las
artes; en ellas el artista que tiene la suerte de dirigir una obra
de esta clase, no sólo eterniza su nombre, sino que también ase
gura su fortuna y la de su familia ...
Acto seguido la Academia entiende que esto no
podría hacerse en el presente caso por el estado de penuria en
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que nos hallamos, pero ello no eximía al Gobierno de indem
nizar dignamente a Colomer.
Por esta razón, la Academia, aprobó tres puntos con
cluyentes que transmitió al Congreso y que, en resumen
decían, en primer lugar, que el sueldo de veinte mil reales
anuales que había percibido Colomer hasta 1854, no podía
considerarse sino como pago provisional a cuenta de la indem
nización final. En segundo término, que no había un tipo fijo
para la regulación de los honorarios de un monumento
público como el del Palacio del Congreso, debiendo consig
narse en estos casos al arquitecto director un sueldo decoroso
y proporcionado.
Finalmente, tomando como referencia la indemniza
ción que la Academia tenía establecida para las obras parti
culares cuyo coste alcanzase los dos millones de reales en un
sueldo de 16.000 reales más el 1% del coste por razón de pla
nos y estudios, lo cual venía a equivaler al 2,25 por ciento o
2,50 por ciento del coste total, para el caso del Congreso
muy bien se podría tomar como tipo el mismo pero aumen
tado en una mitad, habida cuenta del coste total de la obra y
la valoración de la decoración y ornato del edificio, sin per
juicio del premio o recompensa que el Gobierno de S.M. le con
ceptúe acreedor por el mérito contraído en la invención y direc
ción de tan gran importante obra•' .
No obstante, nada de esto se debió de sustanciar, pues
fallecido Pascual y Colomer, su viuda Malvina Miranda,
seguía reclamando, en abril de 1876, aquellos haberes nunca
devengados y que ella volvía a solicitar en forma de pensión
anual de la suma que tenga a bien fijar el Congreso42•
LA OBRA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO
LA COMISIÓN DE OBRAS DEL COHC.RESO
La realidad e imagen del actual edificio del Congreso de los
Diputados se debe también, en gran medida, al papel funda
mental desempeñado por la Comisión de Obras, no como
simple gestora de un proceso constructivo, sino como pro
pulsora de iniciativas que llegaron a modificar, para mejo
rarlo, el proyecto del propio arquitecto. Pongamos como
ejemplo la decisión tomada por la Comisión a raíz de la inteli
gente propuesta del vocal Ángel Loigorri, conde de Vistahermosa,
cuando, en mayo de 1846, planteó la posibilidad de hacer de
piedra toda la fachada principal, en lugar de utilizar el ladri
llo como figuraba en el proyecto aprobado y como hoy cabe
deducir en parte de las fachadas laterales y posterior del
Congreso. Consultado el arquitecto sobre el particular, éste
Despacho de los Secretarios a finales del siglo XIX, restaurado por Lisárraga.
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EL PALACIO o
desaconsejó por razones técnicas, de economía y tiempo el
hacer de piedra toda la fachada, pues el pensamiento econó
mico que presidió a la formación de este edificio hizo que no se
calculase su construcción con la suntuosidad que hoy día pre
senta y que ha sido efecto de diversas disposiciones de la
Comisión. Es decir, el propio Colomer manifiesta que la
Comisión fue corrigiendo al alza el modesto edificio inicial
mente aprobado lo cual, efectivamente, planteaba problemas
respecto a los plazos de construcción y estimaciones presu
puestarias. Con todo, la citada Comisión, con buen criterio,
• E1. CoNGRESO
DE LOS 01Pl!rADOS
acordó que toda la fachada principal y no sólo el zócalo y
pórtico, fuera de piedra así como las vueltas hacia las facha
das laterales y los dos esquinazos posteriores que vuelven a
la fachada de Zorrilla, donde la piedra se combinaría con
paños de ladrillo.
Ésta es sólo una muestra del alcance de maniobra de
la citada Comisión de Obras que, nombrada por el Gobierno,
tuvo varios frentes que supo tratar con gran tacto pues además
del propio Gobierno y los problemas de liquidez que conti
nuamente le planteaba, hubo de resolver ante el Ayuntamiento
de Madrid problemas de toda índole; pleitear con poderosos
particulares como el duque de Híjar, a quien se le expropiaba
parte de su palacio para abrir una calle nueva (Floridablanca)
entre éste y el Congreso; entenderse con la Comisión de
Gobierno Interior del Congreso; organizar económica y admi
nistrativamente la obra, así como el control del personal y
materiales; comunicarse con múltiples instituciones y organis
mos, desde las Academias de la Historia y Bellas Artes, pidién
doles parecer sobre programas iconográficos, hasta, por ejem
plo, la Comisión de Monumentos de Alicante para la posible
adquisición de mármol de Careara; desde contratistas, provee
dores y fabricantes, nacionales y extranjeros, hasta los esculto
res y pintores más notables de la España isabelina.
En estos aspectos la actividad, orden y disciplina de
la Comisión de Obras resulta escrupulosamente ejemplar, tal
y como cabe deducir de los Libros de Acuerdos, de los cua
les he llegado a localizar cuatro de ellos, faltando uno de los
cinco que componían la serie completa si bien su contenido
es posible paliar merced a los partes de obra que periódica
mente se enviaban al Gobierno. Pero digamos algo sobre la
estructura y organización de esta Comisión para mejor enten
der el juego desempeñado por este pequeño grupo de hom
bres que supieron llevar a cabo tan delicada tarea.
Unos meses antes de hacerse público el concurso de
proyectos para el Congreso, el Gobierno designó en marzo
de 1842 a Ignacio López Pinto y a Pedro Miranda como
miembros de una Comisión de Obras, el primero como pre
sidente y el segundo como vocal. Ya se habló más arriba
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cómo aquella primera Comisión intervino en la modificación
del proyecto presentado por Colomer al concurso de 1842,
interviniendo igualmente durante el derribo del viejo con
vento-Congreso del Espíritu Santo' 3. Al poco tiempo de colo
car Isabel 11 la primera piedra del nuevo edificio el 1 O de
octubre de 1843, la Comisión vino a reforzarse con la pre
sencia de Mariano de la Paz García y de Manuel de la Fuente
Andrés, actuando este último como secretario a partir de la
primera reunión habida en el despacho de Pedro Miranda,
entonces Director General de Caminos y Canales. En esta
primera sesión quedó constituida formalmente la Comisión
con los cuatro individuos arriba mencionados44•
Desde dicha sesión, celebrada el 19 de diciembre de
1843, hasta la disolución de la Comisión de Obras el día 28
de octubre de 1854, ésta se reunió puntualmente dos veces
por semana, los martes y los sábados a las once de la mañana
excepto durante el verano que iniciaba las sesiones a las
ocho. En total fueron setecientas sesenta y siete sesiones de
las que se levantaron las actas correspondientes donde se
recoge con gran detalle la historia pormenorizada de las
obras. Todas estas sesiones tuvieron lugar en un modesto
cuarto amueblado con una mesa de pino, un estante corrido
enfrente de la entrada con cuatro cerraduras, una cómoda y
media docena de sillas de Vitoria, en la casilla de la adminis
tración de las obras. Esta se encontraba en el propio solar del
futuro Congreso, albergando al mismo tiempo el cuarto para
delinear y el destinado al pagador.
Los cometidos y número de miembros de la Comisión
fueron fijados, finalmente, por una Real Orden de 21 de
octubre de 1843, en la que se decía: Deseando el Gobierno
provisional asegurar la buena ejecución del prayecto que defini
tivamente se adopte para el palacio del Congreso de los
Diputados así como la mejor inversión de los fondos que se des
tinen a dicha obra de la cual está esa Comisión encargada, se
ha servido resolver que la misma observe en el desempeño de sus
funciones las disposiciones siguientes: l a La Comisión se com
pondrá para el más fácil arreglo de sus trabajos, de cuatro indi
viduos haciendo de Presidente el más antiguo de los nombrados,
y de secretario el que la misma Comisión designe. En las vacan-
tes de estos cargos propondrá la Comisión los individuos que
hayan de reemplazarlos; 2a El arquitecto del edificio estará a las inmediatas órdenes de la Comisión recibiendo de la misma la
delegación que se considere necesaria para el buen orden de los
trabajos y el régimen administrativo de sus pormenores; y
deberá por lo tanto asistir a las juntas de la Comisión siempre
que a ellas fuese llamado por acuerdo de la Comisión; 3a Serán
atribuciones de ésta: dar todas las instrucciones necesarias para
las realización del objeto a que deben dedicarse sus tareas; esta
blecer el sistema de contabilidad e intervención que juzgue más
conveniente; ejercer por si misma esta misma intervención y la
vigilancia consiguiente a su encargo en todo lo relativo a la obra;
designar los sueldos que hayan de percibir todos los empleados
y dependientes de las obras oyendo, siempre que sea necesario,
al arquitecto; activar todo cuanto tenga relación con la ejecución
de las obras del citado palacio, entendiéndose directamente al
efecto con el Gobierno, autoridades y Corporaciones; y, final
mente, inspeccionar con frecuencia y regularidad el estado de los
trabajos, el orden y policía que en ellos se observe, y la calidad,
cantidad, clasificación, arreglo, preparación y uso de los mate
riales que se acopien.
No era poca esta tarea, sobre todo cuando se producían
ausencias por razones de enfermedad, fallecimiento, viajes y
nombramientos, lo cual hizo que en ocasiones se contase con el
voluntarismo de otras personas como sucedió en julio de 1844,
cuando siendo sólo dos los asistentes, la Comisión pidió a
Vicente Grijalba que se encargase de la inspección administrativa
de la obra y del desempeño de las funciones de vicesecretario de la
Comisión. En los casi once años en que actuó la Comisión y sin
exceder nunca el número de cuatro miembros, se fue renovando
ésta con la incorporadón de otros individuos en calidad de pre
sidente o vocal, como fueron Salvador Enrique Calvet (1845),
Ángel Loigorri, conde de Vistahermosa (1845), Justo Pastor
Álvarez (1846), Francisco de Paula de Castro y Orozco (1846),
Jerónimo de Campo (1846), Francisco Argiielles (1848), Luis
Mayans (1850) y Martin Belda (1850), que era también secre
tario de la Comisión de Gobierno Interior del Congreso.
El nombramiento de estos individuos dependía del
Gobierno, siendo muy desigual su origen y condición, pues
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EL PALACIO o
mientras Justo Pastor Alvarez era un simple oficial del
Ministerio de Gobernación, nombrado para suplir las ausen
cias por enfermedad del secretario de la Comisión Manuel de
la Fuente, por otra parte, Francisco de Paula de Castro y
Orozco era diputado por Jaén y además presidente del
Congreso de Diputados. Con este nombramiento el Gobierno
hizo coincidir desde entonces la presidencia del Congreso
con la de la Comisión de Obras a fin de que se consideren en
lo sucesivo reunidos dichos dos cargos, como sucedió luego con
Luís Mayans. Si a ello se suma la mencionada coincidencia de
una vocalía con el secretario de la Comisión de Gobierno
Interior del Congreso, puede verse cómo al final se produce
una identificación muy notable de la Comisión de Obras con
individuos significados del propio Congreso. Mención aparte
merece el conde de Vistahermosa, diputado por Sevilla, de
quien ya se ha hecho mención más arriba como autor de
interesantes propuestas para el edificio. Vistahermosa fue
puntual asistente a las juntas si bien se vio obligado a faltar a
las mismas por frecuentes viajes al extranjero, como el que
emprendió en el mes de julio de 1847, al ser designado por
el Gobierno para presenciar las maniobras de otoño que debe
ejecutar el ejército prusiano en las inmediaciones de Berlín. En
noviembre de aquel mismo año fue nombrado Jefe político
de la provincia de Madrid y Alcalde corregidor de la ciudad,
lo cual no le impidió seguir tomando parte activa en la
Despacho del Oficial Mayor a finales del siglo XIX, restaurado por Lisárraga. Decoración en roble claro con marqueterías y herrajes empavonados. C.D.
• E1. CONGRESO
DE LOS DIPUTADOS
Comisión de Obras del Congreso. El propio Miranda, cuya
labor resultó fundamental en los primeros años, también dejó
de frecuentar la Comisión al abandonar la capital para dirigir
el ferrocarril de Madrid-Aranjuez.
Finalmente, otros nombres que figuran en esta breve
nómina como Jerónimo del Campo, ingeniero jefe de pri
mera clase del Cuerpo de Caminos, Canales y Puertos, nada
pudieron aportar, pues por razones desconocidas no llegaron
a tomar posesión del cargo.
La complejidad de las funciones de la Comisión y el
número exiguo de sus componentes aconsejó muy pronto
diversificar los cometidos de cada uno, de tal forma que en la
sesión de 22 de octubre de 1844 se acordó que López Pinto
y Miranda se encargasen de la ejecución y cumplimiento de
los acuerdos de la Comisión en lo relativo a la construcción
del edificio, mientras que Mariano de la Paz García se ceñi
ría a los aspectos más enojosos, esto es, la supervisión de la
administración, contabilidad, fiscalización, intervención y, en
fin, todo lo referente a la parte económica. En casos de
ausencia se sustituirían mutuamente, al tiempo que el secre
tario auxiliaría indistintamente a uno u otro, según sus posi
bilidades. Sin embargo, y dado el trabajo que suponía para
Paz García la administración y contabilidad de la obra,
pronto pidió ser relevado, solicitando un turno rotatorio
entre los miembros de la Comisión. Buenas palabras le con
vencieron de que siguiera hasta que presentó la renuncia
definitiva, en la sesión de 30 de julio de 1845, dolido en
parte por la falta de independencia y facultades para llevar a
cabo su gestión. Desde entonces se hizo cargo por un tiempo
de esta tarea Pedro Miranda. Con todo, los problemas surgían
con mucha frecuencia, de tal modo que la Comisión se veía
desbordada en ocasiones para evacuar todas sus gestiones con
competencia de tal manera que, circunstancialmente, contra
taron un caballero asesor, como el propuesto por el conde de
VUlahermosa en diciembre de 1845 para evacuar expedien
tes e informes. El nombramiento recayó esta vez sobre
Baltasar Anduaga y Espinosa, quien redactó, por ejemplo, un
expediente formado a los canteros por incumplimiento de
contrato.
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Las reuniones de la Comisión revelan una minuciosa
actividad, pasando absolutamente todo por sus delibera
ciones y dando cuenta al ministro de la Gobernación de la
Península del siguiente modo. En primer lugar, cada veintio
cho días que componían un período de cuatro semanas de
obra, se enviaba un resumen de lo ejecutado en este tiempo
y una estimación de lo que se debería hacer en el período
siguiente. Estos períodos se fueron numerando desde el pri
mero hasta el último, dando un total de ciento cincuenta y
cuatro períodos, de tal manera que la información del pro
ceso constructivo, que entonces y hoy figura en los partes de
obra conservados de cada uno de los períodos•5, es de una
precisión y exactitud absolutamente excepcional y modélica,
permitiendo localizar datos de todo tipo así como hacer el
calendario de la obra.
En segundo término se enviaba también al Gobierno
la llamada cuenta judicial de aquel mismo período, con las
correspondientes justificaciones, para que fuera examinada y
juzgada por el Tribunal Mayor de Cuentas, el cual una vez
fiscalizada, aprobaba o dejaba pendiente algún capítulo para
que la Comisión de Obras lo aclarase, siendo este aspecto
uno de los puntos obligados a tratar mensualmente por aqué
lla. Esta cuenta judicial se acompañaba de una cuenta admi
nistrativa para el conocimiento del Gobierno.
No deja de impresionar para quien maneja esta
documentación administrativo-económica el celo puesto por
la Comisión para justificar las cantidades más nimias y con
trolar el gasto, donde fue decisiva la fiscalización ejercida por
Colomer sobre los materiales y mano de obra, si bien al hacer
el balance final, a pesar de la serie larga de cambios y mejo
ras que la Comisión fue introduciendo, el desvío presupues
tario en los once años en que se realiza el Congreso fue ver
daderamente importante. El primer presupuesto que conozco
de Pascual y Colomer se presentó a la Comisión de Obras el
último día del año de 1844, estimándose el coste total del
edificio en diez millones setecientos treinta y cuatro mil
treinta y un reales, si bien, tras las modificaciones introduci
das en diciembre de 1845, el presupuesto que de nuevo pre
sentó el arquitecto excedía a la cantidad citada en tres millo-
nes seiscientos cincuenta y ocho mil setecientos diez reales.
En realidad, al fmal, costó diecisiete millones seiscientos sesenta
mil novecientos catorce reales, muy lejos de los cuatro que
inicialmente se pensó que podía costar y de los poco más de
diez millones que el arquitecto pensó en un principio. En
este punto el cálculo hecho corre parejo, en su divergencia
respecto a la realidad, con la estimación de la duración de las
obras, donde se pasó de los dos años inicialmente previstos, a
los poco más de once que duraron efectivamente, incluyendo
en ellos el ornato y mueblaje del edificio.
Estos dos aspectos, el económico y el plazo de eje
cución, fueron los dos problemas más serios que tuvo la
Comisión de Obras a lo largo de su dilatada existencia. En
primer término, la falta de liquidez para pagar las deudas
contraídas, detectada ya en la primera semana de trabajo,
se puso de manifiesto en la primera sesión de la Comisión
de Obras. Así, el primer punto que trató ésta en su sesión
inaugural, el 19 de diciembre de 1843, y una vez dada por
constituida la misma, fue la falta de fondos para hacer los
pagos más elementales y urgentes. A esta primera sesión
fue convocado Pascual y Colomer quien manifestó la suma
escasez de fondos, por falta de las consignaciones que debían
facilitarse por el Tesoro público, y la necesidad absoluta que
había de paralizar los trabajos, con menoscabo del decoro
nacional y con perjuicios visibles para los intereses materiales
del proyecto.
Las Cortes habían votado para la construcción del
Congreso cuatro millones de reales, pero la obligación de aten
der a las primeras y perentorias necesidades públicas, y la penu
ria de los fondos del Tesoro, ofrecian entonces obstáculos casi
insuperables ... 46• Por otro lado, se había intentado llegar a una
solución para que la obra contara con una asignación men
sual de doscientos mil reales, repartiendo esta cantidad entre
todas las Tesorerías de provincia, bien por partes iguales, bien
según la riqueza o recaudación de cada una de ellas, impo
niendo a los intendentes la obligación de afrontar cada mes
el cupo que les correspondía y depositarlo en la Dirección
General de Caminos y Canales que pondría estos fondos a
disposición de la Comisión de Obras.
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EL PALACIO o
Detalle del pórtico del Congreso, con los capiteles labrados por José Pagniucci y Francisco Pérez. 1850
Naturalmente esto no podía funcionar y las obras
estuvieron paradas un tiempo que la Comisión aprovechó
para redactar el reglamento económico-administrativo, y el
arquitecto para fijar las condiciones y precios de la cantería a
fin de ir adelantando la subasta de este y otros materiales,
pero la obra propiamente dicha estaba parada. Las reclamacio
nes de la Comisión hicieron que el Ministerio de Gobernación,
por medio de su subsecretario, Patricio de la Escosura, orde
nase al Tesoro público la entrega mensual de cien mil reales
para las obras, si bien esto seguía resultando insuficiente,
pues, al menos, se necesitaba el doble de esta cantidad para
mantener un ritmo aceptable de trabajo.
Nuevas gestiones de la Comisión hicieron que el
Ministerio de Hacienda se plantease negociar los cuatro millo-
•
El. C ONGRESO
DE tOS 0JPIJI"ADOS
nes votados por las Cortes con el Banco Español o con cual
quiera otra casa respetable, al tiempo que miembros de la
Comisión, como Pedro Miranda, daban algunos pasos por su
parte cerca de otras casas capitalistas. Se dijo más arriba que
la Comisión se reunía habitualmente por la mañana los mar
tes y sábados, pero en estos primeros meses de angustia pre
supuestaria las reuniones podían ser a las diez de la noche,
muy seguidas y mezcladas con largas visitas a Hacienda,
Gobernación, bancos, capitalistas y domicilios particulares,
no dudando reunirse en la propia casa de algunos miembros
de la Comisión, como en la que el presidente, López Pinto,
tenia en Carabanchel, en Madrid.
Finalmente, en marzo de 1844 el Gobierno llegó a un
acuerdo con la casa de Vicente Juan Pérez e hijo para que, a
un interés del seis por ciento, adelantara a la Comisión los cua
tro millones de reales en veinticuatro mensualidades que era el
tiempo, absolutamente iluso, para terminar la obra. De este
modo fue cogiendo fuerza la obra del Congreso que, sin
embargo, conocería altibajos en su financiación, de tal modo
que en septiembre de 1845, cuando todavía quedaban por
percibir diez mensualidades de los cuatro millones de reales, la
Comisión se dirigió al Gobierno para comunicarle que con
Detalle interior del pórtico del Congreso.
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aquella cantidad no tendría bastante ni aún para la mitad de la
construcción, exhortándole a que en los presupuestos que se
votaran en la próxima legislatura se incluyesen otros cuatro
millones de reales, repitiéndose esta misma situación más ade
lante. El hecho es que la sombra de falta de fondos se mantuvo
hasta los momentos finales y así, asomándonos al azar a una de
las sesiones, sea la del 3 de septiembre de 1850, apenas a dos
meses de la inauguración del Congreso, nos encontramos con
una convocatoria de urgencia de la Comisión, agobiada por la
multitud de compromisos que la rodean, asi con el Gobierno para
dar terminado el edificio para el próximo 31 de octubre en que ha
de servir en la reunión de la legislatura convocada para ese día,
como con los acreedores a quienes no puede satisfacer sus créditos
o exigencias de subsidios por la falta de fondos para ello ...
Respecto al tiempo de ejecución de la obra, la
Comisión fue consciente de su importancia, y en tal sentido
se manifestaba uno de sus vocales, Paz García, en diciembre
de 1844: El tiempo, Señores, es el elemento primero con que
debemos contar para salir con lucimiento de nuestra empresa.
Seamos avaros de él y ganémoslo de antemano si queremos
tener el suficiente para dar después a cada cosa el que necesite,
para llegar a sazón y madurez sin retraso ni precipitación. Esto
no dejaba de ser, sin embargo, una noble aspiración pues ya
se ha dicho que pasó de los dos años estimados a los once
años reales, lo cual supuso un calvario para los miembros de
la Comisión ante la presión constante del Gobierno recor
dando promesas que se dilataban continuamente. Desde la
formación de la Comisión, el Gobierno confió siempre en
este exiguo plazo: "En la certeza de que no podrán hallar obs
táculos de ningún género los trabajos necesarios para la realiza
ción de las obras, y confiando en el celo de la Comisión, S.M.
espera que no pasarán los dos primeros años de su mayor edad
sin que el edificio destinado a los legisladores del Cuerpo elec
tivo, quede en estado de servir dignamente para su grandioso
objeto, y de ser para las generaciones venideras monumento y
emblema de que bajo su glorioso mando se consolidaron en
España las instituciones representativas47•
Por estas razones, en un gran número de las sesiones
de la Comisión, en el que podríamos llamar orden obligado
del día, esto es, la lectura y aprobación del acta de la junta
anterior, la revisión del arqueo de caja, el envío al Gobierno
de los partes de los distintos períodos, la aprobación de cuen
tas y nóminas, el pedido de materiales y herramientas, etcé
tera, figura un epígrafe que dice medios de activar la obra. En
efecto, desde marzo de 1845, el presidente de la Comisión,
López Pinto, ya planteó la necesidad de dictar las disposicio
nes más enérgicas posible para responder a las ofertas hechas y
a las esperanzas concebidas ante el público y el Gobierno. La
Comisión aún soñaba entonces, en la primavera de aquel año,
con que el edificio pudiera coronarse antes de llegar las llu
vias del próximo invierno y, a tal fin, pidió al arquitecto que
adelantara todos los trabajos, que tomara un segundo arqui
tecto, que estudiara en qué medida un mayor ritmo de tra
bajo encarecería la obra, etcétera. Sin embrago, el proceso
constructivo llevó su propio compás, siempre lento, donde
además la cuestión del ornato y mobiliario plantearon las
mayores dilaciones hasta el final en un desesperante intento
de hacer coincidir las previsiones con la realidad.
Ante la insistencia del Gobierno recordando el com
promiso contraído por la Comisión para hacer cumplir el
plazo señalado, ésta contestaba compungida, el 30 de diciem
bre de 1845, diciendo que no es fácil ni seria prudente dedu
cir del tiempo invertido hasta el día en las obras, el que todavía habrá de ser necesario emplear hasta su conclusión. La Comisión ha hecho hasta ahora y continuará haciendo todos los
esfuerzos imaginables para apresurar la construcción del edificio; pero ni es posible, a pesar del mejor deseo, traspasar sin per
juicio de la obra misma ciertos límites marcados por el arte, ni aún dentro de ellos es fácil siempre según ha demostrado la
experiencia obtener todo el resultado apetecible, como Lo prueba el estado en que se encuentra la parte de cantería a pesar de no
haberse escatimado ninguno de los medios que podían emplearse para activarla, y de haber contratado hasta una altura dada para un plazo determinado, con pérdida en caso de no cumpli
miento por parte de los contratistas del fuerte depósito que se les exigió en efectivo. Las grandes masas de piedra que deben
sacarse de las canteras, transportarse y colocarse en obra, las exigencias especiales de este edificio que obligan a no confiar
sino en manos muy diestras y, por desgracia, harto escasas, la
1 197
ELPAL.ACIO o
Fragmento de la puerta principal del Palacio, en bronce, obra de José María Sánchez Pescador.
ejecución de todo lo relativo a su decoración, la necesidad de hacer en el país una multitud de cosas que tratándose de un edi
ficio nacional no seria decoroso traer del extranjero, y otras cir
cunstancias, en fin, de la misma índole, pueden ser causa de dilaciones no previstas aun contando con los fondos necesarios y con la más decidida voluntad de vencer las dificultades que se presenten.
En esta ocasión, el arquitecto volvió a hacer un cál
culo erróneo, pues manifestó que el edificio estaría concluido
antes de finalizar el próximo año de 1846 y completamente
habilitado en 184 7. En un momento dado, la Comisión no
dudó, incluso, en culpar a las ausencias del arquitecto de tales
retrasos, de modo que en febrero de 1846, además de los
problemas habidos con los canteros, Pedro Miranda denun
ciaba que el retraso general de la obra podía consistir princi
palmente en que faltaba la continua presencia de la mano directora y facultativa, así como la del aparejador inteligente y activo que cuidase inmediatamente de los operarios, ni estos ni los
empleados subalternos en la parte facultativa podían dar el resultado apetecible, viniendo a resultar la dilación que es con
siguiente en las obras y en los estudios, el mayor dispendio de fondos, y para el porvenir grave compromiso a la Comisión res
pecto del cumplimiento de su encargo.
•
EL C ONGRESO
DE LOS DIPtJrADOS
En definitiva, reconociendo la Comisión la imposibili
dad en que sus muchas y variadas ocupaciones -de Colomer
/e colocaban de asistir a la obra personal y asiduamente como
su estado exigía, se acordó nombrar a un segundo arquitecto.
Ello palió en parte el problema, pero no lo resolvió hacién
dose especialmente angustioso conforme nos acercamos a la
fecha de inauguración del Congreso que el Gobierno había
fijado para el 31 de octubre de 1850. Desde ese momento la
Comisión de Obras llevó una vida muy complicada para liqui
dar las cuentas y rematar el edificio, conminándole el Gobierno
a que hiciera entrega del mismo el 29 de enero de 1851 a la
Comisión de Gobierno Interior del Congreso, la cual ya tenía
encomendada, desde la Real Orden de 15 de febrero de
1849, el encargarse de todo lo relativo al mobiliario del edi
ficio. La Comisión de Obras, había sugerido incluso que la de
Gobierno Interior se hiciese cargo de las obras pendientes,
cesando la primera en sus funciones, pero la situación se fue
alargando hasta que, finalmente, se hizo entrega del edificio,
papeles y cuentas al Congreso, a la vez que se disolvía la
Comisión de Obras, el dia 28 de octubre de 1854.
ASPECTOS ECONÓMICOS, ADMINISTRATIVOS
Y FACULTATIVOS
Entre los cometidos iniciales que se propuso la Comisión para
llevar adelante la obra con éxito fue la redacción de un
Reglamento económico-administrativo, como el que finalmente
se aprobó el27 de febrero de 1844. Su interés es extremo por
que, además, da idea exacta de la administración de una obra
de arquitectura en la primera mitad del siglo XIX, donde
todos sus artículos revelan un mundo muy distante del nues
tro a través del cual se percibe un orden administrativo de
exhaustivo y exigente autocontrol.
En diecinueve artículos y cuatro disposiciones tran
sitorias, la Comisión fijó el orden económico-administrativo
que regiría la gestión de la obra durante sus once años. La
Comisión misma, después de oír al arquitecto cuando fuera
conveniente, autorizaba los ingresos de fondos y toda clase
de gastos, examinando y aprobando las cuentas y ordenando
los pagos. Los ingresos y gastos autorizados se sentaban en el
1 198
Ventana abierta en el zócalo de la fachada de la calle de Floridablanca.
mencionado Libro de Acuerdos, debidamente foliado y rubri
cado, dándose cuenta de dichos acuerdos, avalados con la
firma del presidente y del secretario, tanto al arquitecto
como al tenedor de libros. A su vez, el arquitecto autorizaría
o visaría todos los documentos referentes a la ejecución de la
obra que debiera examinar, aprobar o pagar la Comisión.
Los pagos de los jornales se harían semanalmente,
excepto la nómina del arquitecto y demás empleados (cajero,
tenedor de libros, pagador, escribiente, etcétera) que se abo
naría mensualmente. Los gastos menudos, a propuesta del
arquitecto, se irían librando contra la Caja de la obra siendo
su asiento provisional en tanto no examinara y aprobara
mensualmente la Comisión estas cuentas.
La teneduría de libros estaba sujeta a continuos con
trastes tanto en sus ingresos como en los gastos y efectos. Así,
antes de hacer asiento alguno debía comprobarse con la
correspondiente autorización que figuraría en el Libro de
Acuerdos. Al mismo tiempo, si se trataba de un asiento de
ingresos en Caja era necesaria la orden correspondiente para
extender el cargareme; si el asiento era de gastos, resultaba
imprescindible la nota de la Comisión de haber examinado y
aprobado los documentos que justificaban aquel gasto, así
como la orden para extender el libramiento; y, finalmente, en
los asientos de efectos resultaba ineludible el visto bueno de
la Comisión.
El tenedor de libros debía conservar todos los compro
bantes de los mencionados movimientos, así como el extracto
semanal de la cuenta corriente y arqueo que le presentaba el
cajero, haciendo con todo ello un balance general de los
libros que presentaría por duplicado a la Comisión, cada
período de cuatro semanas. Aprobado por ésta, el secretario
se haría cargo de los documentos justificativos.
Por otra parte, el cajero llevaba un libro foliado con
todas las entradas y salidas en la cuenta de la obra, repitién
dose en su caso los pasos antes mencionados con el añadido
de tomar razón del tenedor de libros. Todos los domingos el
cajero estaba obligado a hacer el arqueo de los fondos,
debiendo de presentar a la Comisión un resumen duplicado
por cada período de cuatro semanas. El cajero seria además
clavero, como el presidente de la Comisión y el vocal Paz
García, del arca de tres llaves con los caudales propios de la
obra que, por mayor seguridad, estaría inicialmente en su
domicilio particular. Cuando más adelante se vio que el arca
de madera no ofrecía seguridad ni el domicilio de un vocal
de la Comisión era el lugar más apropiado, se acordó com
prar una caja de caudales de hierro, también de tres llaves,
como de cabida de treinta talegas, que se adquirió en agosto de
1844 al fabricante Jaime Asuar. Durante un tiempo esta caja
de caudales estuvo en el archivo del Congreso, entonces en
el Teatro Real y, que por dar una idea de su contenido, pode
mos cotejar en uno de sus arqueos semanales, como el que se
notificó a la Comisión el 6 de marzo de 1845. En el interior
11111 199
EL PALACIO o
de la caja había algo más de seiscientos quince mil reales de
vellón en billetes de banco, oro, napoleones, pesetas y un pico
de maravedíes.
Además de lo señalado, los trámites internos de la
obra se multiplicaron por mil pues, por ejemplo, la Comisión
acordó que se diera un parte diario con el alta y baja de los
obreros, en el que además se incluyera las obras ejecutadas en
el día, materiales recibidos en la obra, herramientas y útiles
con altas y bajas, objetos varios, adquiridos y empleados y
demás particularidades de la obra, debiéndose presentar al
final de cada período de cuatro semanas con las notas justifi
cativas a la Comisión. A su vez, corrían diariamente los vales
impresos que debían firmar el administrador-pagador y el
arquitecto sobre cualquier material o efecto que entrase en
Fachada calle de Fernanflor, con paramento de ladrillo visto, tal y como inicialmente iba a ser todo el edificio.
• El. CONGRF.SO
DF. I.OS 0 1PUTAOOS
la obra, avalando la calidad de los mismos. Nada se d iga de
las ventas y subastas de materiales y efectos sobrantes o inú
tiles de la obra que, con el precio fijado por el arquitecto, se
publicaba en el Diario de Madrid.
Por otra parte, un padrón de obreros recogía los
empleados en la obra, con los datos de su entrada, altas, bajas,
etcétera. Ello permite tener una idea del numero de opera
rios que fluctuaba según las épocas y disposición de fondos.
Así, en abril de 1844 prácticamente se dobló el número de
trabajadores, pasando de cincuenta y cuatro a cien, pues
desde muy pronto se pudo observar la necesidad de contar
con más brazos para imprimir el ritmo adecuado a la obra,
cuando ésta aún se pensaba que podía estar concluida en dos
años. En el mes de mayo siguiente se acordaba incrementar
en sesenta el número de los existentes, pero en julio, una vez
finalizada la explanación del terreno, se acordó no admitir
más obreros y despedir Los menos a propósito. Sin embargo, en
el segundo semestre de 184 7 llegaban a ciento setenta y tres
el número de albañiles y carpinteros de la obra, en sus dife
rentes categorías, cuyas edades variaban entre diecisiete y
sesenta y seis años, siendo tan sólo treinta nueve de ellos de
Madrid y el resto de los lugares más diversos de la Península,
e incluso algún italiano como el carpintero Marinoni, llegado
desde Palermo. En su mayor parte eran casados, treinta y
siete permanecían solteros y once conocían ya la viudedad.
Casi todos vivían en la zona Centro de Madrid, Arganzuela,
Atocha y Lavapies, ocupando cuartos bajos, interiores y buhar
dillas.
Continuamente se producían altas, bajas y ascensos,
de tal forma que, a propuesta del arquitecto, un ayudante de
albañil pasaba a ser oficial de albañil y un peón de albañil
ascendía a ayudante de albañil. En abril de 1845, un oficial
ganaba quince reales diarios, un ayudante doce y un peón de
albañil once reales, lo cual estaba muy por encima de los lla
mados peones comunes que tan sólo percibían entre seis y
siete reales de jornal. Las mismas diferencias y análogas can
tidades se dieron en el mundo de la carpintería, donde el ofi
cial, el ayudante y el peón de carpintero, jerarquizaban la res
ponsabilidad de cada grado.
200
Con frecuencia el arquitecto proponía a la Comisión
incentivar el trabajo de los más capaces a fin de estimular su
presencia en la obra para evitar que continúen marchándose a
otras obras donde por la escasez de operarios les ofrecen mayor
precio, lo cual indica que no eran muy altos los jornales que
pagaba la obra del Congreso. En este sentido hay testimonios
muy duros como el de aquel peón, Sotero Hernández, que en
el significativo día 1 de mayo de 1845, se dirigió por escrito a
los Señores que componen la Junta de esta obra de Arquitectura
de Las Cortes, esto es, a la tantas veces nombrada Comisión de
Obras, para declarar en nombre de todos los jornaleros que tra
bajaban en el edificio del Congreso que con los 6 reales que se
reciben cada uno por cada un dia de trabajo no son más que para
mal comer, sin contar con el vestir; pago de casero, y otros gastos
que se presentan con frecuencia por Las enfermedades que atacan
a la pobreza. En consecuencia, solicitaba el aumento que la generosidad y piadosos corazones de la Comisión estimasen con
veniente. La respuesta no pudo ser más contundente y des
piadada, la Comisión acordó que se borre de la Lista a este inte
resado y se averigüe, para que sean despedidos, los que hayan ins
tigado o aconsejado este paso"'. No hubo en toda la historia de
la obra otra reivindicación laboral. En ocasiones, también se
producían despidos causados por riñas entre los obreros, como
aquella de dos peones que, en julio de 1845, llegaron a venir a
Las manos interrumpiendo el buen orden que allí debe reinar, si
bien el enfrentamiento más duro que conozco de los habidos
en la obra, tuvo lugar el 30 de agosto de 1846, a juzgar por la
nota que Pascual y Colomer envió a la Comisión en aquella
fecha: "El aparejador de la obra del Congreso me dice en este
momento que el maestro cantero, Jaime Lois, acompañado de
Nicolás !barra y cinco herreros de los de su fragua, se han pre
sentado en el sitio donde trabajan Los oficiales de la obra y
emprendido con ellos a palos y pedradas los han echado del sitio,
resultando heridos de alguna gravedad José Castillo y Andrés
Ocaris. Como este suceso puede repetirse a causa de la proximi
dad de los sitios en que trabajan unos y otros juzgo conveniente
que se de oportuno aviso al Sr. Juez de primera instancia del dis
trito para que adopte Las medidas que crea oportunas, máxime
cuando la guardia del Museo [del Prado] intervino en deshacer
la pendencia .. . No conozco el desenlace final pero si consta,
entre otras cosas que a Ocaris hubo que echarle sanguijuelas.
Capítulo del mayor interés resulta el modo en cómo
se fueron contratando los materiales para la obra del Congreso,
mereciendo especial atención todo lo concerniente a la can
tería, sin por ello olvidar la serie de oficios que allí intervi
nieron (cerrajero, vidriero, plomero, cabestrero, espartero,
carretero ... ) ni las herramientas y demás materiales emplea
dos en la obra, que nos retrotraen no sólo a la primera mitad
del siglo XIX sino a un mundo material y a un modo de tra
bajo propios de una sociedad preindustrial, cuyos perftles tie
nen que ver más con el siglo XVI que con nuestro siglo XX.
Sólo el lenguaje empleado o la matizada denominación de
los útiles de trabajo dentro del mismo ramo, asombra por su
riqueza y hace sentirnos ignorantes en cuanto a su verdadero
significado. V éanse, por ejemplo, algunos de los términos uti
lizados para referirse a la cabestrería y espartería, sin especi
ficar ahora su longitud: cuerdas de azote, lías murcianas,
cuerdas de lana, maromas de esparto, jarcias, cuerdas de
cáñamo, tiro de mano, tomiza de siete hilos, bragas y medias
bragas, etcétera.
Digamos algo, en primer lugar, de la obra de cante
ría que no estuvo sujeta a jornal sino que se justipreciaban las
piezas necesarias contempladas en un pliego de condiciones
previo que se publicaba en el Diario de Madrid, convocando
a los asentistas. Las condiciones más importantes se referían
a la clase de piedra y su lugar de procedencia, esto es, piedra
berroqueña de las canteras de Galapagar; a la calidad del gra
nito, que debía ser de grano menudo y azulado; a la fina eje
cución de la labra, concluida a escoda; al plazo de treinta días
en que debían estar labradas las piezas pedidas, desde el
momento en que el contratista recibiera la memoria de can
tería; y a los pedidos que,.en principio, no excederían el valor
de cien mil reales, para los cuales el contratista debía deposi
tar, en calidad de fianza, el veinte por ciento en dinero o el
veinticinco por ciento en papel de Estado, o bien en materia
labrada puesta a pie de obra.
Como curiosidad citaremos a continuación los dis
tintos tipos de piezas que se contrataron en la primera subasta
de cantería del Congreso que, en febrero de 1844, se remató
en favor de Jaime Lois, al que luego se asoció el segundo lici-
11 201
EL PALACIO o
tador que acudió a la subasta, José Abascal: losa de badén,
losa de solar, losa de erección, sillares, tranqueros, esquinas,
dovelas, salmeres, basas grandes, basas chicas, adoquines,
antepechos, pilastras, sillares apilastrados, sillares de caja,
tranqueros de caja, pilastras de caja, batientes y dinteles. Los
asentistas ponían precio al pie cúbico de cada clase de pie
zas que, finalmente, el adjudicatario volvía a ajustar de
acuerdo con el arquitecto. Así quedó fijado, por ejemplo,
cada pie cúbico de sillar liso a siete reales y tres cuartos
mientras que las dovelas a montacaballo el pie alcanzaba los
catorce reales. Al granito, se sumó luego la piedra blanca de
Redueña que, en las fachadas del Congreso se combina con
el granito. Las herramientas, saca y transporte corrían a cargo
de los canteros, mientras que los castilletes, andamiaje y
maromas eran de cuenta de la obra.
Aspecto del Salón de Sesiones.
• EL CoNGill:so DE I.OS DII'Lfl)\l)()S
Estos precios cerrados planteaban a largo plazo
muchos problemas a los adjudicatarios, pues la subida de jor
nales de los sacadores de piedra, el incremento del coste de los
transportistas, las trabas que ponían los alcaldes de Galapagar,
Becerril, Moralzarzal y Alpedrete, en cuyos términos estaban
ubicadas las canteras, y la subida general de los precios de los
materiales de construcción en la primavera de 1845, hicieron
necesarios reajustes, incrementando en tres reales los precios
anteriormente convenidos.
Todo ello representaba un incremento importante del
presupuesto que la Comisión no estaba dispuesta a aceptar,
proponiendo una nueva subasta. No obstante, el realismo del
arquitecto llegó a convencer a la Comisión, cuyos argumentos
son del mayor interés para conocer algunos aspectos relevan
tes del mundo de la construcción en Madrid, a mediados del
siglo XIX, sujeto también a la ley de la oferta y la demanda: El
medio de las subastas ni es el mejor, como ya en distintas ocasio
nes ha visto la Comisión, ni en este caso creo que daria un resul
tado satisfactorio porque es necesario considerar los pocos recur
sos que el estado del país presenta en la actualidad y la falta de
canteros inteligentes que puedan establecer mutua concurrencia.
Si la Comisión se detiene a pensar que tanto Jaime Lois como su
compañero José Abascal son los únicos que hay en Madrid que
dominan este negocio, que todos los demás canteros que hay no
pasan de ser oficiales más o menos dependientes de estos mismos
que sin capital alguno se dedican en la temporada de obras a los
pequeños negocios que dan de si las casas particulares, verá fácil
mente que con la subasta no sólo se expondrá a entorpecer por
más tiempo la marcha de la obra sino a que se presentasen los
mismos, u otros con menos garantías, a su nombre, a imponer con
diciones y precios más elevados. El conocimiento que tengo de la
capacidad y circunstancias de los obreros de Madrid y el que
suministra la experiencia de obras, los antecedentes mismos que
obran en la Comisión con respecto al suministro de la cal, de la
madera y aún del ladrillo, prueban lo suficiente en contra de la
subasta y no dudo en asegurar a la Comisión que si esta se publi
case en este momento en que los materiales han tomado un pre
cio sumamente elevado, en que hay más obras de las que los
recursos de la población permiten, se presentarían precios más ele
vados que los que pide el contratista porque es muy fácil que se
202
unan todos los que podrían presentarse como licitadores a impo
ner la ley como ya sucedió en la subasta de la cal. Para que la
Comisión pueda juzgar en este asunto con los más datos posibles
no dejaré de manifestarla que en estos años pasados en que había
pocas obras, los materiales habían bajado tanto que casi se encon
traban a coste y costas, y que es natuml que vuelvan a tomar sus
anteriores valores en el momento en que se aumente su consumo;
y que tanto más subirán cuanto mayor sea el desarrollo de cons
trucción que haya y mayores necesidades creen. En mis primeros
tiempos de carrera, por los años de 1830 y 32, he conocido los
materiales más caros aún de lo que están al presente y la piedra
se pagaba a 1 1 y 1 2 reales el sillar que es el tipo que debe tomarse
para los demás precios de la cantería, en cuya circunstancia me
fundo para manifestar a la Comisión que, en mi juicio, aunque la
subida de 3 reales que exigen ahora parezca excesiva comparada
al precio anterior no lo es por si misma ...
La obra de canteria, dejando al margen la parte más deli
cada y propia de escultor como son los capiteles y frontón del
pórtico principal en que intervino el taller del escultor de origen
italiano José Panuchi (Pagniucci), así como las piezas de grandes
dimensiones como los fustes de las columnas que se labraban en
la plaza frontera al edificio, el resto de la piedra se labró en los lla
mados sitios o puntos de labra, uno en la subida del Retiro -que
contaba con una pequeña fragua para aguzar la herramienta y en
la que se produjo el enfrentamiento antes señalado- y otro en el
callejón situado entre el Parque de Artilleria y el Tívoli, no lejos
del actual Obelisco del Dos de Mayo, los llamados Campos de
San Jerónimo y del Dos de Mayo. Esta ocupación del terreno y
su transporte hasta el Congreso en los llamados carros de vuelo,
creaban fricciones con el Ayuntamiento y su bando de policía
urbana de 14 de agosto de 1846, así como con la administración
del Real Sitio del Buen Retiro, hasta que una Real Orden auto
rizó expresamente, en junio de 1847, la labra de la cantería del
Congreso en los mismos lugares que hasta entonces se había
hecho. La piedra llegaba hasta aquí entrando en Madrid tanto por
la inmediata Puerta de Alcalá, como por las de San Vicente y
Puerta de Hierro.
La contrata de otros materiales como la madera,
ladrillo, yeso y hierro, repetían en versión simplificada la de
•
EL C ONGRESO
DE LOS ÜIPl!TAOOS
cantería, fijando primero el arquitecto las condiciones que se
publicaban en el Diario de Madrid, dando precios los licita
dores, adjudicando el suministro al mejor postor y, final
mente, ajustando precios con éste. La madera era de Balsaín
y Cuenca, fundamentalmente, y variaba sus precios según la
escuadría y longitud de la pieza, así como si era de hilo o de
sierra, o bien si estaba limpia o puerca, debiendo ser en todos
los casos madera cortada en los meses de diciembre y enero.
La contratación del suministro del yeso negro, tosco
o cernido, y el yeso blanco, medido en caices y costales, así
como de la arena, planteó algunos problemas, pues 11los trafi
cantes de estos artículos entre si unidos, quisieron imponer pre
cios excesivamente altos perjudicando de esta manera en canti
dades muy considerables el total de la obra si se hubieran admi-
Vestíbulo principal del Palacio del Congreso de los Diputados. Al fondo la estatua de Isabel II realizada por José Piquer y Ouart.
1 204
tido las proposiciones que presentaron. Este hecho prueba más
que nada que el sistema de subastas es generalmente perjudicial
en el día en que las gentes que se ocupan de estos negocios han
supeditado a los fabricantes sin dejarlos facilidad de llegarse a
verificar los ajustes por si, y ejercen un verdadero monopolio que
sólo es útil a ellos solos.
La experiencia -añade Colomer- ha acreditado además que
cuando se hacen ajustes sin pública licitación, es decir, dirigién
dose directamente a los fabricantes en particular, se obtienen los
materiales a precios razonables porque libres entonces de los
amaños de los traficantes obran con más ventaja para sus inte
reses y mejor fe.
Finalmente recordaremos que en la nómina inicial de
la obra, en la parte que correspondía a dirección y adminis
tración, además del arquitecto-director, Pascual y Colomer,
que tenía fijado un sueldo de veinte mil reales anuales, figu
raban un aparejador con doce mil reales al año, llamado
Francisco Febrer; un administrador, José Cereceda, con diez
mil reales anuales; tres delineantes, Juan José Urquijo, Francisco
Gutiérrez y Miguel Mendieta, con un jornal diario de catorce
reales, si bien luego se fijó una anualidad de tres mil reales
para cada uno; dos escribientes con un sueldo cada uno de
veinticuatro días a ocho reales diarios y un tenedor de libros
con una gratificación de seis mil reales anuales, lo mismo que
luego cobraría el cajero.
Andando el tiempo, ya se dijo que se vio la necesi
dad de nombrar un segundo arquitecto para reemplazar al
Director facultativo en los muchos casos de ocupación y ausen
cia, proponiendo el propio Colomer, en abril de 1846, al
arquitecto Manuel de Mesa con un sueldo de mil reales men
suales si bien, con mucho sentido y para evitar disgustos y
entorpecimientos, la Comisión, a propuesta de Miranda, fijó
las atribuciones del nuevo facultativo en los términos siguien
tes, las cuales vienen a evidenciar las carencias observadas por
la Comisión en la persona del arquitrecto: sustituir a éste
cuando no asistiera personalmente a la obra; tener a su cargo
todos los pormenores de ejecución del proyecto total y de los
parciales que los estudios sucesivos hagan necesarios, con
arreglo a las instrucciones del arquitecto director; dirigir,
ordenar y vigilar los trabajos del estudio de delineantes, per
maneciendo en él todo el tiempo que fuera compatible con
las demás obligaciones de su empleo; y, finalmente, inspec
cionar diariamente una o más veces y con la mayor detención
los trabajos de construcción y labra de materiales, ejerciendo
constante vigilancia sobre el aparejador y sobrestantes, dándo
les las instrucciones necesarias para que todo se ejecute con
estricta sujeción a las reglas del arte. En una palabra, la Comisión
quería un arquitecto a tiempo completo en la obra, cosa que
era muy difícil de esperar de Colomer por su verdadera y
múltiple actividad.
PLANOS Y MODELOS
Una de las carencias documentales más significativas res
pecto al edificio del Congreso es la pérdida de toda la parte
gráfica, proyectual y de ejecución, así como los innumerables
modelos o maquetas a escala que se hicieron de todas y cada
una de las partes del edificio, más allá de las plantillas de
madera y hierro, moldes y contramoldes, que carpinteros y
cerrajeros proporcionaron a los canteros, después del dibujo
hecho o corregido por el arquitecto y sus aparejadores de
cantería y carpintería.
La historia del proyecto dibujado por Colomer para el
concurso de 1842, así como de las copias totales o parciales que
de éste se hicieron, bien para la obtención de la licencia de cons
trucción en el Ayuntamiento, bien para el desarrollo por parte
de los delineantes, es una historia desdichada, pues fueron desa
pareciendo ya de antiguo pese a su enorme interés, si bien no
debemos perder la esperanza de poder localizar, aunque fuere
parcialmente, un conjunto documental tan relevante. Nos
consta que la Comisión de Obras tuvo ante si, siempre, el pro
yecto del concurso, o bien una copia del propio Colomer con las
modificaciones que se iban introduciendo, pues con motivo de
unos pliegos de observaciones que la Contaduría General del
Reino remitió a la Comisión de Obras, referidas a lo que se
llamó primera época de construcción, entre el 5 de noviembre
de 1842 y el 29 de marzo de 1844, se dice que los planos origi
nales que existen en poder de la Comisión y de los cuales no puecle
desprenderse por necesitar tenerlos a la vista constantemente ...
1 205
EL PALACIO o
Pasillo del Orden del Día desde la entrada de Floridablanca.
Igualmente tenemos constancia de la existencia de
un juego de planos, como es natural, en el cuarto de los deli
neantes, si bien no deja de ser curiosa la forma en que nos
enteramos de ello. Se trata de una nota manuscrita por
Pascual y Colomer y dirigida a López Pinto, en los primeros
momentos de poner en marcha la obra, el 30 de abril de
1843, cuando la Comisión no estaba aún completa ni existía
Libro de Acuerdos. La nota en cuestión no tiene desperdicio
y dice así: En este momento que son las 8 ele la mañana me
avisa el aparejador de la obra del Congreso haber sido extraí
dos por el delineante don Juan Fomés, que vive en la calle del
Lobo n° 14, cuarto 2°, todos los planos pertenecientes a la obra,
incluso otros de mi uso particular, despegándolos de los bastido
res y saliéndose con ellos por una ventana del cuarto de líneas
a fin de no ser visto por el referido aparejador y guarda que en
• EL C ONGRESO
DE I.OS 0 1PlJfADOS
Detalle de uno de los escritorios junto al Salón de Conferencias.
aquel momento se hallaban llamándole por la puerta principal.
Sin pérdida de momento lo pongo en conocimiento de esa
Comisión a fin de que pueda tomar las medidas que su ilustración le sugiera sin perjuicio de que más despacio la explique los
pormenores de este acontecimiento y motivos en que puede fundarse un acto tan punible como desesperado49
• El hecho de
estar montados los planos en bastidores y la fecha tan pró
xima en que esto se produce respecto a la presentación del
proyecto defmitivo (22 de febrero de 1843), hacen pensar
que se trataba de los planos originales.
Imagino que estos planos volverían a su sitio y que
fueron los que, después de finalizada la obra, se quedaron en
el Congreso, a juzgar por la solicitud cursada por Pascual y
Colomer al presidente del Congreso de los Diputados, el 26
1 206
de noviembre de 1861, en que pide permiso para que el pro
yecto figure en la próxima Exposición Universal a celebrar
en Londres. Por su interés y detalles transcribimos el escrito
de Colomer: La Comisión nombrada por el Gobierno de S.M. para promover el envio de objetos artísticos e industriales a la
próxima exposición universal de Londres, me ha manifestado su deseo de hacer figurar a España un papel digno de los adelan
tos del siglo, remitiendo el mayor número de los edificios notables que se han construido en estos últimos tiempos y se cons
truyen o se piensan construir a expensas del Estado; pidiéndome al mismo tiempo que remita los planos del Congreso de los
Diputados. Yo no me creo autorizado a enviar nada que pertenezca a este edificio sin el beneplácito de V.E. y tampoco podría
hacerlo de los planos existentes, que fueron considerablemente
modificados a la construcción del Palacio, siendo preciso hacer por lo menos tres dibujos para que se represente bien el interior que es la parte más interesante de su decoración. Ruego por lo
tanto a V.E. que si considera este envio a la exposición de Londres como un hecho honroso al decoro del País y digno de
hacer ver el estado de adelanto de nuestra época en el arte de la
construcción, se sirva dar su permiso y disponer que se hagan los tres dibujos indicados cuya ejecución cuidaré yo mismosc.
Lo más curioso de esta particular solicitud es que el
presidente contestó enviando a la Exposición de Londres un
ejemplar de la Memoria histórico-descriptiva del nuevo Palacio del Congreso de los Diputados, que se había publicado en 1856
y que no era lo que pedía Colomer, pese a haber sido él mismo
el autor de los dibujos de dieciséis de sus láminas grabadas por
Bury, con las plantas, alzados, secciones y detalles constructivos
del edificio del Congreso51• La idea de esta Memoria había par
tido de la Comisión de Obras que encargó a Colomer estudiar
la posibilidad de grabar sus planos para acompañar a un texto
que recogiera la historia y descripción del edificio. Con este
motivo, el arquitecto presentó el 9 de abril de 1850 un oficio
con el estudio presupuestario de la publicación: Conforme a lo
acordado por esa Comisión para la publicación de los planos grabados y noticia histórica del nuevo Palacio del Congreso, remito a
V.E. los adjuntos diseños de plantas, fachadas y secciones en la escala que he creído más conveniente y económica, según los infor
mes que he tomado al efecto pueden grabarse algunos en Madrid
y otros en el extranjero por carecer aquí de personas que desem
peñen este trabajo con la inteligencía y esmero que se requiere.
Acompaño también el cálculo del coste que podrá tener la obra de
grabado a fin de que en su vista pueda V. E determinar lo que crea
más conveniente, tomándome la libertad de rogar a V.E. me per
mita encargarme de dirigir estos trabajos ... Sin entrar aquí en el
desglose del presupuesto diremos que mil ejemplares costarían
cincuenta y cinco mil reales, esto es, cada unidad saldría por
cincuenta y cinco reales, proponiendo el arquitecto que muy
bien pudieran venderse a cien reales cada uno, con lo que no
sólo se recuperaría la inversión sino que se ganaría casi otro
tanto. Lo curioso es que los gastos de la publicación se carga
ron en la cuenta general de obras del Congreso, por lo que no
pueden extrañar los desvíos presupuestarios que constante
mente se advierten. Como curiosidad añadiremos que el papel
para la estampación de las láminas se adquirió en París y que
se iluminaron cien ejemplares finos. Los textos de la Memoria
se encargarían a Francisco de Paula Madrazo, quien redactó la
breve reseña histórica, y a José María Eguren, autor de la pun
tual y extensa descripción del edificio hecha en su mayor parte
por información facilitada por el propio Colomer, habiendo
cobrado por aquel trabajo seis mil reales en 1855.
Volviendo a los planos y dibujos de la obra, fácil
mente puede entender el lector, que Colomer y sus ayudan
tes hubieron de trabajar mucho en el desarrollo gráfico del
proyecto no sólo a efectos de construcción sino de lo que se
llamó el ornato del edifico, a pesar de que el arquitecto mani
festara a la Comisión, en marzo de 1845, que se presentaba
sencillo el trabajo, puesto que el pensamiento de las decoraciones
había procurado simplificarle todo lo posible, reduciendo lo prin
cipal a mármoles y arabescos de escayola o estuco: que se estaba
trabajando incesantemente en la conclusión de todos los planos
completos del palacio, con los cortes y pormenores precisos: que en
estos mismos planos irían todas las indicaciones generales, y de
cada uno por separado se formarían dibujos en mayor escala; y
al conjunto acompañaría la memoria descriptiva en lo faculta
tivo y económico para la cabal inteligencia de los planos ...
Noticias como estas que hablan de la actividad de
Colomer y sus delineantes produciendo planos y dibujos,
1 207
EL PALACIO o
generales y de detalle para la obra y decoración del Congreso
son frecuentes, pero nada ha llegado hasta nosotros, por lo
que poco cabe añadir sobre este punto, salvo que también los
presentados en el Ayuntamiento, no sólo para la tira de cuer
das y el complicado proceso de las alineaciones, sino en rela
ción con el edificio en general, alturas, materiales, huecos,
etcétera, todos ellos han desaparecido del Archivo de Villa52•
Análoga suerte corrieron los modelos de madera y
yeso que se hicieron de la obra, bien como muestra a escala
reducida para su aprobación, bien como representación de la
obra hecha. El primer modelo del que se habla en la documen
tación consultada es el del pórtico de la fachada principal, en el
que se condensaba la nobleza y gravedad del edificio a través de
aquellas columnas corintias con su correspondiente frontón,
que debían expresar a la ciudadanía ser el Santuario de las leyes
y de la representación nacional. Tengo la impresión de que este
pórtico, al menos en su condición adelantada respecto a la
fachada, fue una de las modificaciones hechas sobre el proyecto
de Colomer, pues en la primera sesión de la Comisión de
Obras, el19 de diciembre de 1843, se dice: Hablóse en seguida
de la alineación que respecto a la calle debería tener la fachada
principal, y se acordó que se formase por el arquitecto nuevo plano,
con la columnata o cuerpo central saliente sobre la línea general de
fachada, y que se presentase al Ayuntamiento en sustitución del
otro plano que estaba presentado sin esta circunstancia ...
En diciembre de 1844 se habla por vez primera de
hacer en madera el modelo de la fachada principal por las venta
jas que facilitará de averiguarse con él el coste aproximado de ella,
acordándose que lo hicieran los carpinteros de la obra, al tiempo
que se solicitaba de Vicente Camarón u otro profesor que no lo sea
exclusivamente de escultura, hacer en barro los modelos de escul
tura que llevara la fachada. Es esta la primera ocasión en que se
cita al pintor Camarón, tan vinculado luego a la decoración inte
rior del Congreso, y la cautela de no llamar a un escultor profe
sional para estos modelos estribaba en eludir el compromiso del
encargo por si se estimaba mejor abrir un concurso público.
En la misma fecha, la Comisión estimó también que
siendo así bien urgente hacer otro diseño en madera [sic], que
•
EL C ONGRESO
DE LOS 01PlfrADOS
siroa para modelo de los capiteles de las columnas, y teniendo la Comisión noticia que D. José Panuchi reúne los necesarios conocimientos para ello, acordó que el arquitecto pase a encargarlo a dicho Panuchi. Desde esta fecha el escultor Panuchi no sólo
labraría en piedra las piezas de mayor dificultad del Congreso,
sino que, bien compenetrado con Colomer, sería el autor de
la mayor parte de los modelos de la obra y el ejecutor de gran
parte de sus estucos decorativos.
Desconozco el nombre del autor del modelo del
pórtico, si bien se trataba de un carpintero del Congreso, no
iniciándose hasta junio de 1845 cuando se adquirieron las
herramientas necesarias para trabajarlo, tales como lija de
pellejo y de papel, una lima de media caña pequeña, una
e ~-- ('
Srs. MINISTROS e _ _g_
Entrada al Gabinete de los Ministros.
1 208
escofina de media caña pequeña, una escofina plana y otra
curva. El modelo, hecho en madera de peral, fue avanzando
lentamente y en septiembre se estaba moldando la cornisa
para darlo por terminado en noviembre de 184 S, a falta de
incorporar los capiteles de bronce en las columnas y pilastras
y algún remate con alambre dorado.
Este modelo debió de satisfacer a la Comisión pues
uno de sus vocales, el despierto y culto conde de Villahermosa,
propuso el 26 de mayo de 1846, la construcción en madera de un modelo que representase todo el nuevo Palacio, tal como está acordado que se levante; y habiéndose discutido sobre este punto, con presencia del Director facultativo de la obra, se acordó que se procediese a la formación del modelo, siroiendo de base y parte de él el que ya se ha hecho del pórtico, siendo de consiguiente en la misma escala que este, y empleándose en su construcción el mismo oficial de la obra que había ejecutado el del pórtico; cuyo modelo general después de servir para los estudios de ejecución de la obra, se colocaría, bien en la Biblioteca del Congreso, bien en algún museo nacional, o donde pareciese más conveniente.
Para el modelo grande se fueron adquiriendo durante
1846 y 1847, varias arrobas de acebo, tablones de cedro,
herramientas, etcétera, lo cual, unido a los jornales empleados
y a la contratación de ebanistas no pertenecientes a la obra
del Congreso, alarmó a la Comisión, haciendo que ésta, en su
sesión de 4 de septiembre de 1847, rebajara el alcance del
modelo: Enterada la Comisión del excesivo coste que tiene ya la parte construida del modelo del edificio y atendiendo a que según el dictamen del arquitecto será necesario invertir cantidades de consideración para ejecutar el detalle interior de decoración en los términos y con la exactitud con que han empezado a abultarse las molduras, bajos relieves, etc. , acordó que no se continúe abultando la referida decoración interior y sólo se ejecute pintada en los salones principales que presenten los cortes del edificio macizando el resto. Es decir, se trataba de una ambi
ciosa maqueta con un apurado detalle, que abierta en varios
de sus ejes mostraría la distribución interior del Congreso.
Ahora se eliminaban todos sus elementos en relieve y se fingía
con pintura el interior de sus salones allí por donde se
abriera.
Pero no debieron ser sólo estas las razones que encare
dan la ejecución del modelo, sino la impericia de sus maestros,
o al menos de quien dirigía la construcción, a juzgar por un
interesantísimo memorial de Juan Hartzenbusch, ebanista
madrileño que había trabajado un mes y medio en el modelo
del Congreso. Hartzenbusch, el29 de noviembre de 1847, diri
gió al presidente de la Comisión de Obras un escrito señalando
los defectos de la construcción del modelo, ofreciéndose para
hacerlo en menos tiempo y más económico, pues se escandali
zaba de lo poco que se trabaja y tan mal dirigido; y fuera de planta como va porque es dirigido por un hombre que ni sabe lo que es linea recta ni levantar una perpendicular. Este sujeto está desde el principio del modelo dirigiendo con dieciséis reales de jornal y está el modelo que da vergüenza el que vaya cualquier inteligente a verlo como irán por lo mucho que se ha extendido en la facultad, y viendo que para hacer la parte baja de los sótanos se han llevado dos años, que es escandaloso el mentar/o, y aún no está concluida, pues está puesta de un modo que cuando VE. vaya piense que está, pero no está; las seis semanas que yo he estado no he hecho más que estar componiendo lo que estaba echado a perder, a fuerza
de estar poniendo piezas cuyas piezas no pueden ser ocultas por estar a la vista; de modo que de poder ser una obra de mérito y un buen modelo será una gran chapucería como va53
•
No pudiendo consultar el Libro de Acuerdos de estos
meses para medir los problemas, discusiones y nombres de los
actuantes que hicieron enfriar todo lo referente al modelo
grande, incluido el parecer del arquitecto, hasta desconocer hoy
si llegó a concluirse, de ahí el interés de las palabras de
Hartzenbusch quien, como un ebanista que conocía seriamente
su oficio, observaba la ignorancia en cuestiones de geometria,
perspectiva y arquitectura de la persona que dirigía el taller en
el que se construía el modelo del Congreso: Si su Excelencia no toma una determinación sobre este punto de poner un hombre a la cabeza que lo dirija y que haga trabajar lo que es justo, esta persona a la que se ponga al frente que sepa, como es preciso para sacar el modelo adelante, de arquitectura y dibujo para que se entere en las plantas y alzados, y pueda dar disposición a los demás operarios, de lo contrario no saldrá la obra que VE. espera; es tal el escándalo que allí hay que la mayor parte de los oficiales ganan dos jornales, uno por la obra y otro por su casa, y prueba de
l 111 209
Detalle interior del Gabinete de los Ministros. En el techo pinturas al temple de Carlos Luis Ribera representando alegorías de los diferentes ministerios.
EL PALACIO o
ello lo que llevan trabajando y lo que han hecho. Al paso que van necesitan para la conclusión con arreglo a lo que han tardado en la planta baja lo menos diez años; porque lo que falta son partes más delicadas y que están a la vista; el sábado nos dijeron que se suspendía y despidieran a todos dejando al que lo empezó, que es el que ha echado a perder el modelo, y tal vez con más jornal que el que tenía, y han metido a dos carpinteros a trabajar en él.
Hartzenbusch, después de hacer la proposición de tra
bajar en el modelo durante tres meses, con las reglas de arquitectura y perspectiva que es regular y con la condición de poner
él sus oficiales, estaría en disposición de precisar a la Comisión
lo que se tardaría en concluirlo. Para avalar su nada desdeñable
experiencia profesional en este terreno, nuestro ebanista añade:
Tengo, Señor; acreditadas en Madrid mis manos por las obtas que
•
Er. C ONGRESO
DE LOS D IPUTADOS
he hecho tanto en la ebanistería como en el dibujo de arquitectura por premios que tengo sacados en la Real Academia de San
Fernando, siendo mi director Don Fernando Brambila y Don Manuel Rodríguez. En la parte de ebanistería mi padre ha desempeñado las obras de ebanistería de la Real Casa desde el Sr. Rey Don Carlos 4° hasta el año dieciocho que falleció; entramos a
desempeñar la plaza mi hermano y yo hasta que murió el Rey D. Fernando 7". Todas estas obras que se han desempeñado en la Real
Casa y las de la Casa de Godoy que es la pieza de caoba del pri
mer Ministro y las de Palacio de Buenavista que aún subsisten ...
Como puede verse, todo cuanto sucedió en la obra
del Congreso tuvo siempre un alcance insospechado, siendo
su documentación una fuente de noticias difícil de agotar
que exceden a la construcción del propio edificio.
Despacho actual del presidente del Congreso de los Diputados.
1 210
Además de los modelos citados, otros muchos se
reflejan a lo largo de la obra, pues no hubo moldura, perfil o
relieve que no exigiese previamente la elaboración de un
modelo en yeso interpretando el dibujo del arquitecto, bien
fuera para la cornisa del edificio, para los capiteles, ménsulas
y cartelas, etcétera. El modelo en yeso más complejo es el
que hubo de presentar para su aprobación el escultor José
Panuchi, de los capiteles corintios de las columnas y pilastras
del frontón del pórtico principal, que luego él mismo labra
ría en su taller en piedra de Redueña con el también escultor
Francisco Pérez.
La Comisión de Obras y el arquitecto aún hubieron de
ver otros muchos modelos como los de las columnas de hierro
del salón de sesiones, de los candelabros que irían en la fachada,
de los escaños de sus señorías o de las formas de la armadura
que cubre el gran salón, todos ellos testimonios desaparecidos
para siempre pero que fueron capitales en su día para corregir
y decidir el encargo definitivo de la obra a ejecutar.
ARQUITECTURA, ESCULTURA Y PINTURA
Desde muy temprano, la Comisión de Obras empezó a preo
cuparse por lo que se denominaba el ornato interior y exte
rior del edificio, de tal modo que desde las primeras sema
nas de actividad urgía a Colomer la preparación de los
dibujos y la exposición de sus ideas al respecto. Así, después
de habérselo solicitado varias veces a lo largo de 1844, en
diciembre envió un oficio al arquitecto que recoge el Libro
de Acuerdos, en estos términos: Se procederá a designar, por
el orden de su importancia, las piezas o localidades que deban recibir decoración y ornato. De cada una de estas piezas o
localidades se harán los estudios y dibujos necesarios para conocer la composición artística de la decoración en su totali
dad y detalles, indicando los sitios que convenga recurrir a la pintura, sea al óleo, al fresco o al templo, y a la escultura ... Se
estudiará y propondrá igualmente el mueblaje y adorno que a cada pieza convenga, teniendo en cuenta las necesidades de su
uso, el grado de magnificencia que según su categoría le corresponda y la armonía que debe guardar con la totalidad de la decoración respectiva. Todo ello permitiría, además, ir pre-
parando los presupuestos de esta parte que no se hallaban
incluidos en el general de la obra.
Sin embargo, nada de esto se hizo como lo pedía la
Comisión y los aspectos ornamentales así como la incorpo
ración de la escultura y pintura al edificio, fue resolviéndose
de modo independiente, aunque siempre bajo la inspiración
y dirección de Pascual y Colomer, según cabe ver por su activa
participación en la escultura y pintura, no como mero direc
tor facultativo de la obra, sino proponiendo artistas, fijando los
programas y señalando precio a la obra de arte.
En el ámbito de la escultura debemos hacer una pri
mera diferenciación entre aquella que formalizó los elemen
tos plásticos de la propia arquitectura como capiteles, case
tones, cornisas, fachadas de chimeneas54, etcétera, cuya difi
cultad y maestría excede a la de un simple oficial de cante
ría, de la escultura figurativa que, por ejemplo, hizo Ponzano
para el frontón. En el primer caso fue don José Panuchi el
escultor más notable de cuantos intervinieron, bien dando
modelos, según se ha dicho, bien labrando con grandísimo
oficio las partes más delicadas del Congreso, como puedan
ser los capiteles corintios de las columnas y pilastras del pór
tico. Este fue uno de los cometidos más delicados, costosos y
largos de la obra del Congreso.
En mayo de 1845 y a propuesta de Colomer, la
Comisión encargó a Panuchi, una vez aprobado el modelo pre
sentado en yeso, la ejecución de uno de los seis capiteles de las
columnas corintias, para calcular el tiempo y costo de su labra,
pues resultaba imposible hacerlo de otro modo. Habiendo
dudado la Comisión entre labrarlos en piedra blanca de
Colmenar o de Redueña, se optó por esta última, por consejo
de Colomer. El contratista de cantería del Congreso, Jaime Lois,
se comprometió a la saca y transporte de la piedra de los capi
teles por la cantidad de seis mil reales por cada una de las seis
piezas de las canteras madrileñas de Redueña, depositando la
primera en el taller de Panuchi para su inmediata labra que, al
menos desde el mes de julio de 1845, ya estaba iniciada,
asociando para ello al mencionado escultor Francisco Pérez.
Panuchi hizo una primera estimación del coste de los capiteles
1 211
Pinturas del techo de una de las Salas de Presidencia realizadas por Joaquín Espalter y Rull. 1849-56.
EL PALACIO G
en aquella fecha, teniendo en cuenta el tiempo, número y clase
de manos que había de intervenir en tan delicada labra, ade
lantando que sólo de mano de obra se llevaría cada capitel cua
renta y dos mil reales, y dejando en suspenso el tiempo que
necesitaría para su ejecución. En un punto determinado del
proceso, Panuchi se dirigió a la Comisión con ánimo de asegu
rarse el encargo del resto de los capiteles, lo cual sería, a su jui
cio, un estímulo para el taller y la finalización del primer capi
tel. Tras las consideraciones positivas que al respecto hizo el
arquitecto Colomer, la Comisión aprobó el precio puesto por
Panuchi, haciéndole también el resto del encargo, por el que
percibiría semanalmente cuatro mil reales a cuenta para el pago
de jornales. El primer capitel se concluyó en diciembre de
1845, es decir; un semestre de trabajo, al que seguirían los
siguientes para completar la serie, así como los cuatro de las
pilastras posteriores del pórtico. Desde entonces Panuchi fue
uno de los colaboradores que más tiempo permaneció en las
nóminas de la obra, pues a este encargo seguirían otros muchos,
desde la cornisa del frontón hasta la ornamentación del salón
de conferencias o del despacho del presidente del Congreso.
Distinto carácter tuvo la colaboración de Ponciano
Ponzano, quien fue llamado también a instancias de Pascual
y Colomer, después de los primeros pasos dados en orden a
•
El. C ONGRESO
oc 1.0s DII'UTADOS
fijar los temas a incluir. También aquí nuestro arquitecto
desempeñó un papel principal pues a él se encomendó esta
tarea. En mayo de 1845, al tiempo que la Comisión entra en
contacto con Panuchi para la cuestión de los capiteles, pidió
a Colomer que presentase su pensamiento sobre la elección de
asunto para el frontón y estatuas del pórtico; a fin de que exa
minado por la Comisión, pueda servirle de base en la consulta
que acerca de esta delicada materia se propone hacer a la
Academia de La Historia como principio y fundamento de los
trabajos que previamente requiere la publicación del concurso
público en que ha de adjudicarse la ejecución de dicha escul
tura. Colomer, sin embargo, fue dejando pasar los meses
hasta que contestó en octubre, adjuntando a su proyecto una
nota que decía: Tengo la honra de remitir a VS., en cumpli
miento de los deseos de esa Comisión, un programa de asunto
para el bajo relieve del frontón del edificio conforme a mis ideas
sobre esta clase de negocios. La Comisión verá que he huido de
mezclar en la alegoría persona alguna que, por elevada que sea,
siempre estaría expuesta a la critica más o menos severa de las
pasiones políticas, prefiriendo un asunto abstracto en que sólo
figuren las virtudes cívicas, las artes y la industria y en lo cual
he seguido el ejemplo que todas Las naciones nos suministran
para iguales casos, porque no deben nunca exponerse las obras
de este género a excitar mas o menos las pasiones, halagando
unas ideas para censurar otras, Lo cual ocasionaría mudanzas
más o menos sucesivas e importantes en su composición. Entiendo
que aquí, Colomer, está aludiendo concretamente a no incluir
a la reina Isabel 11 entre las figuras del frontón, abogando,
como él dice con mucho sentido común, por una represen
tación más genérica y abstracta.
El asunto propuesto por el arquitecto y que, en defini
tiva, es el que se llevaría a cabo pese al informe de la Academia
de la Historia que luego comentaremos, es el siguiente, en pala
bras del propio Colomer: La España abrazando la Constitución
del estado, símbolo de todos Los poderes, que estará rodeada de
la fortaleza y La justicia, principales virtudes en que estriban la
paz y el sosiego público y la más sólida base en que descansan
Los tronos y con que se cimenta la ventura de las Naciones.
Resultado de tan sólido fundamento es la prosperidad del país
por lo que al lado de la fortaleza se formará un grupo con las
1
212
bellas artes, significadas con sus distintos atributos siguiendo
otros grupos que simbolicen el comercio, la agricultura y las ale
gorías de Los ríos y canales de navegación que terminarán por
un lado el pensamiento. Al lado de la justicia se colocarán el
valor Español que sirve para sustentarla: las ciencias que ase
guran la industria, la navegación, Los oficios dirigidos y susten
tados por La paz y la abundancia cuyas figuras completan el
todo de la alegoría. Colomer subrayó los elementos que le pare
cían más singulares a modo de acentos y sugerencias al escultor
a la hora de humanizar formalmente la alegoría.
La Real Academia de la Historia, en julio de 1846,
nueve meses después de haber recibido la comunicación de
la Comisión, dio su opinión sobre la idea de Colomer en los
siguientes términos: Esta Academia ha recibido el oficio de VS.
de 28 de octubre último con la copia del parecer del arquitecto
sobre el argumento que convendrá adoptar en los bajos relieves
del frontón que ha de coronar el nuevo palacio del Congreso de
los Diputados. Y considerando que las alegorías, que en él se
proponen, serian difíciles de representar, especialmente Las alusi
vas a objetos políticos, se inclina más bien a buscar su argu
mento en sucesos de nuestra historia, que no podrán menos de
hacer grata la impresión en el ánimo de los Españoles.
Tales serán, a juicio de la Academia, los que representasen en
los bajos relieves, hechos relativos a las primeras Cortes, de que
conservamos las actas, que fueron las celebradas en el año 1020
por Alfonso so de León en la capital del mismo nombre, y Los que
figurasen igualmente otros análogos a su restablecimiento bajo
el cetro de Ysabel 2a. De esta manera se uniría a la memoria
del Monarca que juntó las primeras Cortes de la Nación, la del
Monarca que las celebra en nuestros días, y que al efecto ha
mandado levantar el edificio, que ahora se erige con tanto gusto
como magnificencia.
Ambos asuntos darían mucha materia a Los bajos relieves. Por
el 1 o pudiérase presentarse, ora a Alfonso so sentado en su solio
y rodeado de los Obispos y magnates de su Reino, ora la Yglesia
o templo donde se congregaron aquellos varones insignes para
celebrar sus juntas, ora el juramento que hicieron de ser fieles a
su patria y no soltar las armas de la mano hasta libertarla del
yugo agareno; ora, en fin, el voto de mantener intacta la religión
de sus padres, y mirar ante todo por sus intereses. Del2° pudiera
tomarse el acto de la Jura en la proclamación de Ysabel 2a, la declaración de su mayor edad, la ceremonia de la 1 a vez que reunió en tomo de sí a los Senadores y Diputados, u otro hecho importante de las primicias de su Reinado, que tuviese analogía con la idea que aquí quiere expresarse. En tal caso se deduce naturalmente que las dos estatuas, que se han de colocar entre las columnas del pórtico, deberían ser las de Alfonso 5° de León y la de Ysabel 2a.
Si se adoptase este plan, no duda la Academía que la inteligencia y buen criterio del arquitecto y demás artistas harían resaltar en la ejecución de la obra el pensamiento dominante en el ánimo de la Academia, que es unir la memoria de las primitivas Juntas nacionales con la de las presentes, y decorar el palacio de los nuevos legisladores con emblemas de la primera época en que se juntaron los antiguos.
Como puede comprobarse, la Academia de la Historia
planteaba el argumento del frontón en la línea que precisa
mente Colomer había evitado, con gran sentido. La Academia
quería hacer de esta pieza una expresión monárquica de claro
apoyo al trono, personalizado en Isabel II, donde la Iglesia tenía
una presencia relevante, y para nada se refería a la Constitución,
símbolo de todos los poderes que, en cambio, Colomer deseaba
subrayar. La idea de la Academia no dejaba de ser una intere
sada y cómoda página de la historia de España, con importan
tes olvidos y sin el alcance general que por encima de las cir
cunstancias concretas, buscaba el arquitecto. La Comisión
quedó algo sorprendida ante la propuesta de la Academia y
pospuso su discusión para otro momento, mientras que se
barajaron los nombres de los escultores Francisco Elías Vallejo,
Sabino Medina, Francisco Pérez Valle y José Piquer, como
posibles artífices de los relieves del frontón.
No habiendo podido localizar la documentación inme
diatamente posterior a este suceso, sin embargo, sabemos que
el Gobierno decidió pedir un informe a la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando, la cual se inclinó inequívoca
mente por la fórmula de Colomer, atendiendo al efecto y facilidad de la composición a que la alegoría se presta con más ventaja, si bien para las esculturas del pórtico concedió a la
Academia de la Historia el que fueran Isabel II y Alfonso V de
1 213
EL PALACIO o
León. Este fue el criterio del Gobierno que se comunicó a
la Comisión, el 20 de octubre de 184 7, a la vez que pedía a la
Academia de Bellas Artes que fijara los términos y condicio
nes para abrir un concurso público entre los escultores espa
ñoles para la realización del frontón que, sabemos, se resolve
ría al año siguiente en favor de Ponciano Ponzano.
Al margen de los aspectos políticos y artísticos, inte
resa recoger aquí que, con anterioridad a esta situación, y
sabiendo desde un principio que el frontón albergaría unos
relieves, el arquitecto Colomer, en febrero de 1845, localizó
en Madrid tres grandes piezas de mármol de Carrara, de pro
piedad particular, aconsejando a la Comisión su adquisición
al tiempo que advertía que, no obstante, sería necesario traer
Vista interior de la Biblioteca desde el segundo piso, con el techo piolado al óleo por José María Gamoneda. 1898.
•
EL CONGRESO
DE LOS DIPlTI'ADOS
más piezas de mármol de la misma clase por no ser suficiente
para todas las figuras del frontón. En noviembre de aquel
mismo año, otro particular, José Radón, ofreció al Gobierno
tres grandes trozos de mármol estatuario de Carrara que tenía
en Alicante, al precio de cien reales el pie cúbico, precio que
le parecía ventajoso a Colomer, si bien habría que cerciorarse
previamente de la calidad del mármol. Para ello se puso en
contacto la Comisión de Obras del Congreso con la Comisión
Provincial de Monumentos de Alicante, iniciándose desde
entonces una larga correspondencia entre ambas. En efecto,
autorizada la Comisión de Obras por el Gobierno para la
adquisición de aquellos mármoles, se cruzaron directa e indi
rectamente, a través de la Comisión Central de Monumen
tos, varias cartas como aquélla, de fecha de 18 de febrero de
1846, en la que la Comisión de Alicante da su opinión sobre
los tres trozos de mármol de Carrara, de los cuales, el mayor que tendrá unos cien píes cúbicos y más de doscientos quintales de peso, es proporcionado para fabricar un grupo de dos figuras de regular estatura: el otro de doce píes cúbicos sólo puede servir para un busto, y el último de tres píes cúbicos para formar una cabeza. La calidad de la piedra parece buena. Andando el
tiempo la Comisión de Obras rebajó al propietario el precio
inicial y sólo llegó a adquirir el trozo grande, pidiendo a la
Comisión de Monumentos de Alicante que lo cubicase de
nuevo, cosa que hizo el arquitecto Emilio Jover, que lo era
por la Academia de San Fernando. El trozo en cuestión tenía
ciento cincuenta y ocho pies cúbicos y se adquirió al venta
joso precio de doce mil seiscientos cuarenta reales, esto es, a
ochenta reales el pie cúbico.
Con este mármol era imposible, sin embargo, hacer
frente a todos los reüeves del frontón, por lo que se hicieron
indagaciones en distintas canteras españolas para encontrar
una piedra adecuada, mientras Ponzano preparaba los mode
los en barro de los relieves. Entre aquellas destaca el informe
hecho sobre una piedra blanca de Toledo, cuya dureza, grano
y color daban una caüdad muy buena y probada en la ciudad del
Tajo a través de la historia. Para ello, la Comisión, de acuerdo
con Colomer, encargó al maestro cantero Francisco Pérez examinar la cantera de piedra blanca de Toledo, con objeto de saber si de ella podrían sacarse las piedras necesarias para el bajo
1 1 214
relieve del frontón del pórtico principal. El cantero remitió su
informe a la Comisión el21 de septiembre de 1849, en el que
se leía que encargado de ir a examinar las canteras de piedra blanca de Toledo sitas en el paseo llamado de la Rosa, pone en conocimiento de VV S.S. cómo ha pasado a dicha ciudad y ha
practicado el reconocimiento con la mayor detención posible, y en su consecuencia resulta que las piedras de dichas canteras, el banco que asoma al río y que sólo se le ve una pequeña parte de la superficie, supera en blancura y calidad a la muestra que hay presentada, pero no siendo posible verlo por ninguna otra parte por estar terraplenado con una cantidad considerable de escombros y que se necesitan hacer unos gastos según mi cálculo de 1 O o 12 mil reales para examinar bien si los bancos tienen o no las dimensiones necesarias ... Me he detenido a ver los principales edificios de la referida ciudad como son la catedral, San Juan de los Reyes, el Alcázar, el Colegio Militar y demás. He visto en ellos estatuas de piedra de las mismas canteras mayores que el doble del tamaño natural de un hombre, he visto algunos trozos de columnas muy regulares en tamaños y gruesos, y dinteles bastante grandes, y aunque no he visto ningún canto de las dimensiones que se necesitan para esta obra, podrá ser también efecto de no hacer falta en aquellas obras gastar cantos de tan grandes dimensiones, por lo que no es fácil aclarar sin verlo que no los den de sí las canteras o que fuese el modo de obrar antiguo con cantería más reducida que la que en el día se hace uso.
No deja de ser bellísima la resurrección aquí de la ima
gen de la catedral de Toledo o del convento franciscano de San
Juan de los Reyes, en busca de una piedra sabia, a la que se mira
en su estado natural y después labrada, comprobando cómo se
ha comportado frente al tiempo. Nada más se volvió a hablar
de esta ni de otras piedras para el frontón, cuya marmórea eje
cución tomó otros rumbos en Itaüa, como es bien sabido. Pero,
en relación con la marcha de las obras, podemos añadir que
Ponciano Ponzano fue percibiendo a cuenta, un anticipo de tres
mil reales a la semana, mientras preparaba los modelos del fron
tón en los cuales debió de empezar a trabajar en febrero de
1849. En el mes de junio siguiente tenía ya modelado el grupo
que ocupa el centro y bastante adelantadas las figuras del resto de la composición, pero hasta septiembre de este año no se atrevió
a dar el escultor un presupuesto del coste de la obra que se eje-
cutaría definitivamente en mármol de Carrara, según se había
acordado con la Comísión. La obra costaría sesenta y ocho mil
duros, desglosados de este interesante modo que nos ilustra
acerca del precio del arte: por el modelo en barro y vaciados para
colocar provisionalmente en el tímpano, y el necesario en yeso
fuerte para la ejecución definitiva en mármol, siete mil duros;
por el mármol y su conducción, veinte míl duros; por el des
bastar el mármol, veintiún míl duros; y, fmalmente, por la direc
ción y ejecución de los relieves, otros veinte mil duros.
Estas cantidades parecieron excesivas a Colomer y a
la Comisión, quienes estimaban que podían quedar reduci-
Gabinete de lectura diseñado por Arturo Mélida. 1883.
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EL PALACIO o
das a treinta y tres mil duros en total. Sin embargo, una vez
terminados los relieves que interinamente se colocarían en el
frontón, hasta la ejecución definitiva en mármol, y habiendo
justificado Ponzano los gastos hechos que excedían el presu
puesto prímero, el arquitecto, el 12 de junio de 1853, encontraba
adecuada la cuenta presentada por el escultor: Examinada esta
cuenta en todos sus pormenores con la mayor atención y acla
radas con el interesado algunas dudas que ocurrieron al que
suscribe sobre las partidas que aparecen sin comprobantes, no
dudo de calificar de justas y proponer, por consiguiente, su apro
bación. En efecto, todos hemos visto que el Sr. Ponzano se ha
valido por mucho tiempo de modelos vivos de ambos sexos para
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E L C ONG RESO
DE LOS DIPUTADOS
Sillón del gabinete de lectura diseñado por Arturo Mélida, hoy en la Escuela de Arquitectura de Madrid. 1883.
preparar los estudios de sus figuras; fácil es conocer que sin lápi
ces, papel, carbón preparado, papel vegetal y tantos otros útiles
indispensables en el estudio de un artista, no puede éste desem
peñar sus trabajos y que el recabar de los vendedores de estos
objetos los correspondientes recibos es casi imposible cuando se
adquieren en pequeñas cantidades y en concepto del que sus
cribe no debe merecer más fe la firma desconocida que aparece
en un documento que la garantía que siempre presenta la decla
ración hecha y firmada por el Sr. Ponzano, cuya moralidad y cir
cunstancias de su carácter y posición le hacen más respetable.
La cantidad de 90.000 reales que el Sr. Ponzano pide por hono
rarios de los 21 meses que ha durado su trabajo, en cuyo tiempo
le hemos visto trabajar sin interrupción de 12 a 14 horas al día,
no creo tampoco sea excesivo antes juzgo, por el contrario, es
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equitativo y la Comisión podrá desentenderse además de retri
buir al artista por su trabajo in~electual cuya indemnización el
Sr. Ponzano reserva para cuando su obra se ejecute en piedra.
Por otra parte, Ponzano hizo en yeso los dos leones
que flanquean la escalinata del pórtico por los que presentó,
en diciembre de 1850, al poco de acabarlos, una cuenta de
veinticuatro mil cincuenta y dos reales, pidiéndole la Comisión,
en enero de 1852, que adelantara el precio de lo que costa
ría hacerlos en mármol o fundirlos en bronce, si bien este
cometido se lo pasaría la Comisión de Obras a la de Gobierno
Interior del Congreso, recomendándoselo muy vivamente por
lo perecedero que es la de yeso en que está ejecutada la que hay
decora la fachada principal del Palacio .
Un último escultor de cierta importancia en el cír
culo madrileño y vinculado a la obra del Congreso fue Sabino
Medina a quien se deben las cuatro cariátides del salón de
sesiones que están en el ventanón que existe encima del trono,
esto es, de la presidencia actual. Colomer debía tener buena
relación con el escultor pues, al parecer, Medina le hizo un
retrato hoy en paradero desconocido. Lo que si resulta cierto
es que el arquitecto propuso a Sabino Medina, en febrero de
1850, para hacer aquellas esculturas porque su estilo y gusto
estaba más en armonía con el de la pintura del techo y demás
ornato del salón de sesiones. Esto es, vemos al arquitecto
orquestando la arquitectura, escultura y pintura del Congreso
con un sentido de la dirección de obra verdaderamente
amplio y comprometido.
A pesar de ello, Colomer no dudó en discutir a la
baja la cuenta presentada por Medina por las cuatro cariáti
des en yeso que representaban las Ciencias, el Comercio, la
Marina y la Agricultura. El arquitecto sabía muy bien que, en
realidad, los cincuenta y cuatro mil reales que pedía el escul
tor, en septiembre de 1850, eran por sólo dos modelos de los
que luego sacó dos vaciados de cada uno.
La Comisión de Obras, que no liquidaba ninguna
cantidad sin el visto bueno del arquitecto, pidió a éste un dic
tamen y Colomer no se recató en contestar lo siguiente por
escrito: Siento mucho tener que dar mi opinión sobre el precio de las obras de un arte que no comprendo, pero a juzgar por el
buen sentido y por comparación con otras obras ejecutadas en
Madrid, tengo más sentimiento aún de verme en la necesidad de manifestar a esa Comisión, que la presente cuenta está, en mi
concepto, tan exagerada que al hablar sobre ella temo hasta
ponerme en ridículo. No creo sea el caso entrar en muchas consideraciones que lastimen la buena reputación del Sr. Medina,
creo sólo que la cuenta está equivocada en la suma y que ésta aparece tanto más exagerada cuanto que no se ve el origen de
los gastos que la producen. Voy a detallarla y formarla de nuevo
pagando muy bien al Sr. Medina y dándole toda la consideración que merece un artista distinguido; para lo cual debo recor
dar a la Comisión, que las cuatro estatuas son sólo dos modelos distintos de los que se han hecho dos vaciados de cada uno.
Bajo estas consideraciones creo que debe formarse la cuenta de
la manera siguiente: Por el modelado en barro de dos estatuas de 8 pies de alto de todo coste, 6.000 reales cada una; por 2 mol
des de piezas, incluso jornales y materiales a 2. 000 reales cada
uno; y por 4 vaciados de yeso incluso el repasado y colocación
en obra, a 1.500 cada uno, daría un total de 22.000 reales. Es
decir, menos de la mitad de lo solicitado por Sabino Medina.
El nombre de un último escultor notable, José Piquer
y Duart, se menciona en las actas de la Comisión de Obras
cuando, el29 de octubre de 1850, ésta le escribe para encar
garle una estatua de mármol blanco de Isabel 11 para colo
carla en el vestíbulo del Congreso. La Comisión no solicitó
aquí, como era habitual, un presupuesto de la escultura ni
procedió a concurso alguno, sino que fue un encargo impe
rativo: lo que participo a V a fin de que proceda desde ya a su
ejecución. Este retrato, que se haría con la previa autorización
de la Reina y que la Comisión pensó en colocar en el vestí
bulo, creo, sin embargo, es lo que resta de la primera idea de
Colomer sobre dos esculturas de buen tamaño bajo el pór
tico principal, tal y como nos muestra un grabado del
Diccionario de Madoz, al ilustrar el artículo del Congreso en
la voz Madrid. Ya se vio más arriba cómo la Academia de la
Historia había sugerido, y el Gobierno aprobado, que estas
dos esculturas fueran la de la reina Isabel II y la del rey
Alfonso V de León. Sin embargo, este aspecto se fue dila-
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EL PALACIO o
tando y se redujo a la excelente obra de Piquer que, proba
blemente, vio este encargo como un premio de consolación
al no haber podido hacerse con el del frontón que estaba
desarrollando Ponzano. Lo cierto es que se trata de una obra
notable y poco conocida por los estudiosos de la escultura
del siglo XIX, que encuentra en el vestíbulo, tras la puerta
real, un discreto lugar de honor que reverdece con motivo de
las solemnes sesiones en que acude la monarquía al Congreso
de los Diputados.
La actitud de Pascual y Colomer en relación con los
escultores a la hora de justipreciar su obra fue análoga a laman
tenida con los pintores y demás artistas que intervinieron en la
construcción y decoración del Congreso, reconociendo que no
debió ser un ejercicio cómodo el de discutir a estos artistas el
valor material e intelectual de su obra, y menos cuando muchos
de ellos pertenecían al mismo circulo académico de San
Fernando que, tras una estancia en Roma como pensionados,
habían llegado a ser pintores y escultores de Cámara.
De los pintores mayores que intervinieron en la deco
ración interior del Congreso, es decir, de Vicente Camarón,
Joaquín Espalter, Carlos Luis de Ribera y Federico de Madrazo,
tenemos abundantes e interesantes noticias inéditas sobre su
participación en la obra del Congreso que glosaremos a con
tinuación de forma breve. En primer lugar, la presencia de
Camarón está vinculada a la decoración pictórica al temple
del salón de conferencias, cuando en julio de 1846, sin ter
minar de definir aún su alcance arquitectónico, la Comisión
trató lo siguiente: Hablóse de la sala de conferencias y se
acordó que, sin perjuicio de tratar con especialidad de sus dimensiones definitivas y de su ornato en general, se pensase en
adornarla con cuadros de historia nacional, que se encomendase a los pintores españoles conocidos hoy por sus obras de este
género, sobre cuyos asuntos se resolvería en otra sesión, previas
las indicaciones de dichos asuntos, de que se sirvió encargarse el Sr. Castro, uno de los vocales en aquella sesión.
Camarón recibió este encargo directamente, en octu
bre de 184 7, parece que a propuesta de Colomer, pidiéndole
la Comisión los asuntos a tratar. El pintor presentó su pro-
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EL CONGRESO
DE LOS DIPUTADOS
puesta y un boceto que no he localizado en la documenta
ción manejada, si bien el 7 de diciembre presentaba el corres
pondiente presupuesto, tanto de la pintura del salón de con
ferencias como de los cuatro salones chicos contiguos, en los
que por entonces Panuchi estaba labrando las molduras de
estuco, cuyo coste ascendía a setenta y dos mil reales, de los
que cuarenta mil correspondían al salón grande. A conti
nuación dio Colomer su prudente parecer, siendo dificil siempre juzgar sobre el valor de las obras de arte, mucho más antes de su ejecución de la cual depende siempre su mayor o menor estimación, creo que debe tenerse presente en este caso la reputación artística y la moralidad del Sr. Camarón. Bajo estas consideraciones y la del trabajo que hay que ejecutar con arreglo al boceto presentado juzgo que la Comisión puede servirse aprobar el presente presupuesto. Camarón comenzó a trabajar
la última semana del mes de noviembre de 1847, aprove
chando los andamios de la obra y recibiendo a cuenta dos
mil reales semanales. Fue el pintor que más permanencia
tuvo en la obra del Congreso, tanto que pasados cuatro años,
en enero de 1852, sólo había concluido el salón de confe
rencias y los dos salones de lectura, teniendo a medio hacer
el de escribir y sin haber puesto las manos sobre el cuarto
salón chico.
La revisión de unas cuentas en esta última fecha nos
permite conocer, por un lado, el por qué del largo tiempo
transcurrido, a la vez que se justifica el incremento de la fac
tura presentada entonces, con la obra aún lejos de acabar, que
ascendia ya a ochenta y ocho mil reales. El boceto presentado
en su día por Vicente Camarón, además de unos asuntos his
tóricos, era sobre todo un proyecto decorativo de arabescos y
temas varios puramente ornamentales, atendiendo a la eco
nomía y sencillez que se le pedia, pero a raíz del encargo a
los profesores más distinguidos el pintado de otros techos, esto
es, Espalter y Ribera, Camarón varió su primera idea empe
ñándose en un programa iconográfico de mayor alcance pues
aquellos encargos comprometían su reputación artística, por
lo que pidió a la Comisión autorización para mejorar sus proyectos, cosa que se le concedió al igual que ahora se mostró
conforme con la cantidad pedida. En este techo, entre otros
temas, se encontraron, por fin, Alfonso V de León e Isabel II,
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como quería la Academia de la Historia que se personificara
en las estatuas del pórtico del Congreso.
El segundo pintor importante en aparecer por el
Congreso fue Joaquín Espalter, con quien se entrevistó la
Comisión de Obras en varias ocasiones durante el verano de
1849 para ajustar los temas y precios por la pintura al temple
de los techos del antedespacho y despacho del presidente, así
como el de la pieza de descanso, acordándose que percibiera,
a cuenta, dos mil reales a la semana. En julio de aquel año
comenzó a pintar el antedespacho y en agosto iniciaba el des
pacho, con los fingidos relieves de las virtudes cardinales,
dando por terminada toda su obra en enero de 1850.
Unos meses después, en abril de 1850, Carlos Luis
de Ribera comenzaba a encajar el dibujo de la pintura del
salón de sesiones. La presencia de este notable pintor de his
toria en el Congreso se debe, de nuevo, al interés de Narciso
Pascual y Colomer, de manera que la Comisión de Obras, el
22 de septiembre de 1849, aceptando la propuesta del Sr. Arquitecto eligió para pintar el techo y escocia del salón de sesiones al profesor Carlos Luis Ribera, y habiéndoselo manifestado así al interesado, le previno se dedicase a trabajar el boceto con el pensamiento que adoptase, el cual presentase a la Comisión para resolver en su vista lo conveniente.
El 17 de noviembre de 1849 presentaba Ribera a la
Comisión el boceto y una extensa y notabilísima memoria
sobre su proyecto pictórico, dedicando a su debate la sesión
entera del 19 de enero en presencia del propio pintor. La
conclusión final fue que tanto por lo delicado del asunto como por su importancia merecia dar conocimiento y obtener la aprobación del Gobierno, el cual trasladaría a su vez a las Academias
de la Historia y de Bellas Artes copia de dicha memoria para
que diese su opinión. Estas diligencias se llevaron con cierta
rapidez y el 29 de marzo el Gobierno comunicaba a la
Comisión las rectificaciones que debían hacerse sobre los
grandes cuadros del techo del salón de sesiones.
Estos cambios sobre el pensamiento inicial de Ribera,
sugeridos por la Academia de la Historia, fueron verdadera-
mente importantes, alterando el número de las secuencias y,
sobre todo, su contenido, si bien sobre la misma idea de hacer
una historia del proceso legislador español. Para ello Ribera
se había retrotraído hasta Grecia, iniciando su periplo por el
mítico fundador de Atenas, Cecrops, y el magistrado Dracón.
A esta etapa legisladora romana, que formaba el primer cuadro seguía el segundo dedicado a Roma y Bizancio, que par
tia de Rómulo y terminaba con las Pandectas, formando estas leyes el cuerpo del Derecho civil Romano, que hasta el día se estudia en España con el Derecho Patrio. Con buen criterio
estos dos cuadros se redujeron a uno sólo, recortando de
modo considerable los personajes allí representados, a la vez
que se señalaba los que debían figurar en la pintura, desde
Licurgo hasta Treboniano.
Este ejercicio de replanteamiento histórico por parte
de la Academia de la Historia y del Gobierno es del mayor
interés y su análisis pormenorizado daria lugar a un mejor
1
EL PALACIO o
conocimiento de las relaciones entre la pintura, la historia y
la política en el siglo XIX. No podemos detenernos aquí en
el detalle y matiz de todos los cambios introducidos, y que
Ribera aceptó de buen grado, pero sí daremos una idea de los
más importantes. El pintor había previsto cinco grandes esce
nas históricas, pero había omitido -no creo que por mero
olvido- la representación de la reina Isabel 11, probablemente
por los mismos motivos que impulsaron a Ponciano Ponzano
a no incluirla en el frontón, siguiendo ambos el criterio de
Colomer de cargar la mano en la alegoría y no actualizar en
exceso la historia. El hecho es que la historia legislativa pre
sentada por Ribera, después de detenerse en la España visi
goda y en la Edad Media, se interrumpía en el código titulado Novísima Recopilación de las Leyes de España dado a luz y
mandado obseroar por Carlos 4° en 2 de junio de 1805. Por este nuevo cuerpo de Leyes, y el de las Partidas, se mandó estudiar en las universidades el Derecho Patrio. Curiosamente a Carlos IV
se le omitiría en la rectificación de la Academia. A su vez la
Detalle de chimenea y zócalo de una de las Salas de Reuniones de las Secciones del Congreso de los Diputados.
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