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HESPERIA, CULTURAS DEL MEDITERRÁNEO / MAYO 2012 167 MONOGRÁFICO El orientalismo de Eça de Queirós y sus Cartas de Inglaterra Eça de Queirós’ Orientalism, with Attention to His Letters from England CÉSAR LASSO* RESUMEN: José Maria Eça de Queirós, el gran novelista portugués del siglo XIX, viajó en 1869 para presenciar la inauguración del Canal de Suez y conservó hasta el fin de sus días un particu- lar interés por los asuntos árabes, tema que trasluce de vez en cuando en sus obras y, de modo muy especial, en su libro de crónicas Cartas de Inglaterra. El presente artículo se propone dar a conocer esa faceta del Sr. Queirós y situarla en el contexto de su época. PALABRAS CLAVE: Eça de Queirós, Egipto, orientalismo, Realismo, Romanticismo. SUMARIO: ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS EL JOVEN ESCRITOR EL AMBIENTE CULTURAL EN LA ÉPOCA DE EÇA LA GENERACIÓN DEL 70 EÇA, DIPLOMÁTICO EÇA, CIMA DEL REALISMO PORTUGUÉS MEDITERRÁNEO Y GEOPOLÍTICA EN LA ÉPOCA DE EÇA EL VIAJE A EGIPTO CARTAS DE INGLATERRA ALGUNAS PROPUESTAS DE LECTURA ABSTRACT: José Maria Eça de Queirós, the great Portuguese novelist of the 19th century, trav- elled in 1869 for the inauguration of the Suez Canal and maintained until the end of his days a particular interest in Arabic affairs, an issue that shows every now and then in his works and, * Licenciado en Filología Árabe por la Universidad Complutense de Madrid; posgraduado en Interpre- tación y Traducción por la Universidad Alfonso X el Sabio; bibliotecario de Shelfari (www.shelfari.com); [email protected].

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HESPERIA, CULTURAS DEL MEDITERRÁNEO / MAYO 2012 167

MONOGRÁFICO

El orientalismo de Eça de Queirós y sus Cartas de Inglaterra

Eça de Queirós’ Orientalism, with Attention to His Letters from England

CÉSAR LASSO*

RESUMEN: José Maria Eça de Queirós, el gran novelista portugués del siglo XIX, viajó en 1869 para presenciar la inauguración del Canal de Suez y conservó hasta el $n de sus días un particu-lar interés por los asuntos árabes, tema que trasluce de vez en cuando en sus obras y, de modo muy especial, en su libro de crónicas Cartas de Inglaterra. El presente artículo se propone dar a conocer esa faceta del Sr. Queirós y situarla en el contexto de su época.

PALABRAS CLAVE: Eça de Queirós, Egipto, orientalismo, Realismo, Romanticismo.

SUMARIO:ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOSEL JOVEN ESCRITOREL AMBIENTE CULTURAL EN LA ÉPOCA DE EÇALA GENERACIÓN DEL 70EÇA, DIPLOMÁTICOEÇA, CIMA DEL REALISMO PORTUGUÉSMEDITERRÁNEO Y GEOPOLÍTICA EN LA ÉPOCA DE EÇAEL VIAJE A EGIPTOCARTAS DE INGLATERRA

ALGUNAS PROPUESTAS DE LECTURA

ABSTRACT: José Maria Eça de Queirós, the great Portuguese novelist of the 19th century, trav-elled in 1869 for the inauguration of the Suez Canal and maintained until the end of his days a particular interest in Arabic affairs, an issue that shows every now and then in his works and,

* Licenciado en Filología Árabe por la Universidad Complutense de Madrid; posgraduado en Interpre-tación y Traducción por la Universidad Alfonso X el Sabio; bibliotecario de Shelfari (www.shelfari.com); [email protected].

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very especially, in his book of «chronicles» Letters from England. The purpose of this article is to raise awareness of that aspect of Queirós’ work, and place it in context for his time.

KEY WORDS: Eça de Queirós, Egypt, orientalism, Realism, Romanticism.

SUMMARY:

SOME BIOGRAPHICAL INFORMATIONTHE YOUNG WRITERTHE CULTURAL ATMOSPHERE AT THE TIME OF EÇATHE GENERATION OF ‘70EÇA, THE DIPLOMATEÇA, THE EPITOME OF PORTUGUESE REALISMMEDITERRANEAN AND GEOPOLITICS AT THE TIME OF EÇATHE VOYAGE TO EGYPTADDITIONAL READING

No pretendo hacer un estudio académico sobre algún aspecto de la obra de Eça de Queirós; entre otras razones, porque no soy especialista en la literatura portuguesa, con la que apenas empecé a tomar contacto cuando me instalé en Oporto en 2004. En realidad, me formé en Estudios Árabes y la mitad de los títulos de mi biblioteca se refieren a literatura y material de referencia en esa área.

No obstante, es mi condición de arabista, combinada con mi interés por la literatura lusófona, lo que me llevó a descubrir por pura casualidad al gran escritor. Para quien lea en portugués resulta muy fácil acceder a su obra, pues buena parte de la producción queirosiana se encuentra disponible para des-carga gratuita en diversas páginas web. Y quiso la suerte que lo primero que descargara fuese las Cartas de Inglaterra, una recopilación de crónicas que Eça escribió mientras ejercía funciones de cónsul ante la Gran Bretaña.

Al curiosear el índice, varias de sus crónicas captaron mi atención: «Afganistán e Irlanda», «Israelismo», «Los ingleses en Egipto». Y así, me animé a averiguar todo lo posible sobre tan curiosos títulos y, tal vez, a escribir un artículo sobre el tema. Y aquí está el resultado de mis investigaciones1.

1 En la Unión Europea, así como en muchos otros países, rigen leyes según las cuales los derechos de autor prescriben transcurridos setenta años después del fallecimiento. Esas obras entran en situación de dominio público. Puede descargarse un magní+co PDF de la edición digitalizada de 1905 desde Open Li-brary (http://openlibrary.org/works/OL10342380W/Cartas_de_Inglaterra). Da la impresión de estar viendo el ejemplar real, pues el PDF abre a doble página como si de un libro se tratara. También encontrarán la obra

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Caricatura de Eça de Queirós realizada por Rafael Bordalo Pinheiro (1846-1905)

ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS

José Maria Eça de Queiroz (o «de Queirós», en ortografía moderna2) nació en 1845 en Póvoa de Varzim, una pequeña ciudad a unos 38 km al norte de Oporto. Sus padres se llamaban José Maria Teixeira de Queirós y Carolina

en The Project Gutemberg: allí, siempre es posible copiar la versión HTML a formato Word. Para quien desee leer la obra en español, al &nal de este artículo incluiré una breve bibliografía.

2 La lengua portuguesa ha sido objeto de varias reformas ortográ&cas en los últimos cien años. Los curiosos sobre el tema podrán obtener informaciones introduciendo «reforma ortográ&ca del portugués» en el buscador de la Wikipedia en español. Merece especial atención el primer apartado de esta entrada, titulado «Antecedentes del Acuerdo Ortográ&co de 1990». Las informaciones son incluso más completas en la Wikipédia em português; en esta, la búsqueda «reforma ortográ&ca» remitirá a las diferentes reformas en entradas separadas.

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CÉSAR LASSO

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Augusta Pereira de Eça. Deseo alertar a los lectores españoles poco familiari-

zados con el mundo de la lusofonía sobre el sistema de apellidos portugue-

ses, que quizás comente con más detalle en un futuro artículo. El apellido

paterno, que de alguna forma se considera el «importante» si se opta por sim-

plificar el nombre y mencionar uno solo (tal como en España), es el último

(nosotros lo ostentamos antes del materno); se le antepone el de la madre. En

consecuencia, si desean ustedes consultar las obras disponibles para descarga

en el catálogo de la Biblioteca Nacional Digital (de Portugal), deberán buscar

el autor por la Q de Queirós3.

Una curiosidad: el recién nacido fue bautizado y registrado como hijo natu-

ral del Sr. magistrado Teixeira de Queirós y de madre desconocida, una

fórmula habitual en la época para proteger la identidad de mujeres de clase

alta cuando no había por medio matrimonio. El joven Eça fue criado por los

abuelos paternos hasta los diez años y, después, ingresó en un internado en

Oporto para completar su educación escolar; una vez acabada aquella, se fue a

Coimbra para estudiar Derecho. Aunque sus padres se casaron cuando el niño

tenía cuatro años, nuestro autor no vería plenamente legitimados sus apellidos

hasta los cuarenta, poco antes de desposarse con Emília de Castro Pamplona,

hermana de su amigo el conde de Resende. Estas irregularidades debían de ser

relativamente frecuentes en la época4 y no implicaban necesariamente falta

de afecto familiar: finalizada la licenciatura, el joven letrado se instala con sus

padres en el domicilio familiar de la plaza del Rossio, en Lisboa.

EL JOVEN ESCRITOR

Eça inició su actividad literaria como periodista en la Gazeta de Portugal, escri-

biendo artículos no directamente relacionados con la actualidad noticiosa

inmediata. Estos folletines serían reunidos póstumamente en el libro Prosas

bárbaras5 (1903) y son de lo más heterogéneo y ecléctico: relatos breves,

3 No obstante, es frecuente referirse al autor cariñosamente por «Eça», incluso en publicaciones acadé-micas.

4 La poetisa Florbela Espanca (1894-1930), registrada como hija de padre desconocido, se crió con el mismo. Solo fue reconocida e inscrita en el Registro Civil a título póstumo, 18 años después de su suicidio.

5 Puede descargarse un excelente PDF a doble página, como si de un libro físico abierto se tratara, en Open Library (http://openlibrary.org/works/OL10342372W/Prosas_bárbaras). Se trata de una edición por-tuguesa de 1912.

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alguna incursión poética, ensayo… Influidos por un Romanticismo en oca-siones satanista y de muy variadas inspiraciones (Poe, Victor Hugo, Hoffman, Baudelaire…), suponen ya un punto de viraje contra el Ultrarromanticismo portugués en boga por aquellos tiempos6.

Pocos meses vivió con sus padres: en 1867 parte para Évora donde funda y dirige, como redactor exclusivo, el periódico de oposición Distrito de Évora.

Pocos meses asimismo duró su estancia en Évora. Nuestro joven escritor regresa a la capital y participa activamente en la tertulia el Cenáculo7, iniciada

informalmente en las noches de desordenada bohemia de Coimbra y que,

ganando disciplina en Lisboa bajo la dirección del poeta Antero de Quental,

tendrá proyección pública con la organización, en 1871, de las Conferencias

del Casino8.

Por aquellos tiempos aparecen publicados en el periódico Revolução de

Setembro los primeros poemas «satánicos» de Fradique Mendes, personaje

inventado por varios miembros del cenáculo para quien crearon, asimismo,

una obra poética escrita entre todos ellos. Queirós incluirá al personaje en

varias de sus obras posteriores9.

A finales de 1869 ocurre algo fundamental para este artículo que el lector tiene

en sus manos: nuestro autor es invitado por su amigo el conde de Resende a

un lujoso viaje para asistir a la inauguración del Canal de Suez. Partieron el

23 de octubre de 1869 y regresaron el 3 de enero de 1870. Descontado casi

un mes entre ida y vuelta por mar, les quedaron 43 días para conocer Egipto,

Palestina y la región siro-libanesa. Fueron días casi frenéticos, en los que Eça

6 Véase la entrada Ultrarromantismo em Portugal de la Wikipédia em português (http://pt.wikipedia.org/wiki/Ultrarromantismo_em_Portugal).

7 Consúltese la entrada Cenáculo (grupo de intelectuais) en http://pt.wikipedia.org/wiki/Cen%C3%A1culo_(grupo_de_intelectuais).

8 Ver la entrada Conferências do Casino en la Wikipedia portuguesa (http://pt.wikipedia.org/wiki/Confer%C3%AAncias_do_Casino).

9 Fradique Mendes aparece brevemente en la primera novela escrita por Eça (en colaboración con su ami-go Ramalho Ortigão, otro miembro del Cenáculo): El misterio de la carretera de Sintra (publicada en español por Acantilado Editorial). Posteriormente, le dedicará una original novela epistolar: La correspondencia de Fradique Mendes (Destinolibro, 1995; o Mondadori, 2008). Esta tuvo una continuación: Cartas inéditas de Fradique Mendes (no he encontrado traducción. Existe algún PDF en portugués de la «Correspondencia», des-cargable, que incorpora al +nal las cartas inéditas). En 1997, el escritor angoleño José Eduardo Agualusa publicó Nação crioula (Nación criolla, Alianza Editorial), novela en la que retoma el personaje como protagonista.

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tomó cuantiosas notas de viaje y leyó todo lo que pudo para documentarse. La experiencia marcaría una buena parte de su obra posterior.

Los libros donde más claramente recoge esa experiencia son:

— Cartas de Inglaterra (crónicas escritas a principios de los ochenta años y

reunidas por primera vez en un libro póstumo de 1905).

— La reliquia (novela publicada en 1887).

— La correspondencia de Fradique Mendes (1900).

Otras vivencias de aquel viaje fueron aprovechadas en su primera novela, El misterio de la carretera de Sintra, escrita en colaboración con su amigo Ramalho

Ortigão y cuya acción se desarrolla durante un buen trecho en Malta, escala

del viaje a Oriente Medio.

Por otra parte, uno de sus hijos reunió y combinó las notas de viaje con los

artículos publicados a su regreso, para lanzar O Egipto veintiséis años después

de la desaparición del gran novelista10.

EL AMBIENTE CULTURAL EN LA ÉPOCA DE EÇA

El Romanticismo, que había surgido en Inglaterra y Alemania a finales del

siglo XVIII, domina el panorama cultural europeo de la primera mitad del XIX.

Característica del romántico es su hastío y afán de huida, que pueden materia-

lizarse en la rememoración de un pasado (supuestamente glorioso)11 o en la

fuga espacial, a través del viaje en busca del exotismo. El siglo XIX es el tiempo

de los grandes viajeros y exploraciones. Escritores y artistas se lanzan hacia

Oriente que, por albergar culturas ajenas al etnocéntrico europeo, presentan

un aura de misterio e inspiración. En 1786, la novela gótica, tan en boga en

Inglaterra, crea un nuevo icono con la publicación de Vathek, de William

Beckford. A los elementos habituales de aquella estética (la traición, la lujuria,

10 Descarga gratuita de la versión portuguesa en grafía actualizada: www.megaupload.com/?d=7J4EJ7F4. Estoy convencido de que Visiones de Oriente, publicado en México en 1940, es su traducción española (véase 'cha de este libro en Open Library: http://openlibrary.org/works/OL846532W/Visiones_de_Oriente), aun-que no he podido con'rmarlo.

11 Podemos recordar, en este apartado, las novelas de Sir Walter Scott.

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la avaricia, la magia y lo sobrenatural) se incorpora el escenario pintoresco.

En el subtítulo se refiere: An Arabian Tale… Los europeos acaban de descubrir las Mil y una noches a través de recientes traducciones. Lord Byron, en 1813, publica su poema «The Giaour» (‘El infiel’)12…

Los franceses no les van a la zaga en esa búsqueda de Oriente: Delacroix, Flaubert13, Nerval…14.

La carrera para el reparto colonial estimula las grandes exploraciones y el inte-rior del África subsahariana empieza a ser penetrado por europeos. El polifa-cético Sir Richard Burton, militar, científico, lingüista, es apenas uno entre una interminable lista de insignes y valientes aventureros.

Portugal está postrado en este periodo por una combinación de factores entre los que destacaré las invasiones napoleónicas, el abandono de la corte, que se trasladó a Brasil entre 1807 y 1821, y las guerras civiles posteriores. Por ello, no encontramos creaciones arquitectónicas destacables en esos años. No obstante, sí llegó el movimiento al terreno de las letras, que es el que nos interesa.

Una consecuencia de este movimiento será el interés por la historia nacional, que se materializa en una doble vertiente: el desarrollo de la historiografía y la reconstrucción literaria a través de la ficción histórica. De todos modos, en mi modesta opinión, la historiografía portuguesa está dominada por una ideología cristiana nacionalista que desvirtúa acontecimientos como la inva-sión árabe de la Península.

Hacia mediados de siglo, el movimiento literario toma un derrotero portu-gués original, el Ultrarromanticismo que, como su nombre indica, consiste en la exacerbación de todo cuanto había caracterizado el gusto romántico. Se llega a extremos exagerados y la calidad con frecuencia no acompaña el relato, puesto que se desarrolla una novelística con tal sucesión de crímenes

12 Giaour es un término despectivo que los turcos utilizaban para referirse a los no musulmanes.13 El viaje de Gustave Flaubert se materializó en la documentadísima novela histórica Salammbô, que

reconstruye el esplendor de la antigua Cartago.14 Véase reseña Viajeros románticos a Oriente: Delacroix, Flaubert y Nerval en el número anterior (15) de

esta revista Hesperia.

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violentos que podríamos hablar de una literatura de «navajazo y palangana»15. Esta corriente fue moda durante un par de décadas. Dos de los escritores que han sobrevivido al ceñudo crítico que supone el paso del tiempo son el poeta Soares de Passos y el novelista Camilo Castelo Branco16.

A mediados de siglo comienza desde el poder una cierta preocupación por el desarrollo e inversión en infraestructuras que, lentamente, irán sacando al país de la prolongada parálisis en la que había estado postrado durante al menos cinco décadas.

En Europa, el Romanticismo evoluciona hacia nuevas corrientes como el Parnasianismo y el Simbolismo, en Francia, al tiempo que se desarrolla un nuevo movimiento literario opuesto por su ideología y características forma-les al Romanticismo: se trata del Realismo, con cultivadores insignes como Balzac, Stendhal y Flaubert. En el terreno de las ideas políticas, asistimos a la difusión del pensamiento socialista y a la elaboración del marxismo y el anar-quismo, representado en Francia por Proudhon. El Realismo, en este contexto, se va radicalizando y deriva en el Naturalismo de Émile Zola, de la misma generación que nuestro Eça.

Curiosamente, cuando asistimos a estos desarrollos en Francia, y el Romanticismo en España empieza a moderarse con Bécquer y Rosalía, aban-donando excesos anteriores, el Ultrarromanticismo portugués está en pleno auge. Nuestro Eça de Queirós, joven inquieto y culto, ávido lector y atento a las realidades culturales de fuera del país, discute lo que ve con sus amigos del Cenáculo.

LA GENERACIÓN DEL 70

Las modernas ideas de socialismo, el pensamiento de Proudhon y la preten-sión de dinamizar a la sociedad ya habían aflorado entre los compañeros de

15 Véase la entrada Ultrarromantismo en la Wikipedia portuguesa: http://pt.wikipedia.org/wiki/Ultrarro-mantismo.

16 He leído, recientemente, Amor de perdição de este último escritor. Se trata de una especie de versión lusitana de Romeo y Julieta. Me ha sorprendido lo bien escrito que está. Es facilísimo descargarlo gratuita-mente en el original portugués. En español, Amor de perdición ha sido publicado por Espasa y por Alianza, entre otras editoriales.

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Eça en los tiempos de la Universidad, y enfrentaron a los apasionados estu-diantes con los intelectuales ultrarrománticos del momento en la famosa cues-tión conimbricense de 186517. En aquella ocasión, Eça se mantuvo al margen de la polémica, pero una vez acabada su licenciatura empieza a dar muestras de ardor combativo. Ya hemos mencionado su labor de oposición desde el perió-dico que fundó en Évora. Habieno regresado de su viaje a Egipto, se integra plenamente en el grupo del Cenáculo, dinamizado con una mezcla de pasión y disciplina por el poeta y pensador Antero de Quental. Los integrantes de dicho grupo sienten la necesidad de transformar la sociedad. Se está formando el núcleo de lo que acabará por conocerse como la Generación del 7018. En la primavera de 1871, deciden dar un nuevo paso al frente y organizan las céle-bres Conferencias del Casino Lisbonense19 con el objeto de debatir los males de la sociedad y la necesidad del cambio.

Las cinco conferencias que efectivamente se llegaron a pronunciar se han per-dido, salvo la segunda, impartida por el propio Antero y titulada: «Causas de la decadencia de los pueblos peninsulares»20. Así empezaba:

Señoras y señores:

La decadencia de los pueblos de la Península en los tres últimos siglos es uno de los hechos más incontestables, más evidentes de nuestra historia: puede incluso decirse que esa decadencia, siguiéndose casi sin transición a un período de fuerza gloriosa y de rica originalidad, es el único gran hecho evidente e incontestable que en esa historia aparece a los ojos del historiador )lósofo. Como peninsular, siento profundamente tener que a)rmar, en una asamblea de peninsulares, esta desalentadora evidencia. Pero… si no reconociéramos y confesáramos francamente nuestros ye-rros pasados, ¿cómo podríamos aspirar a una enmienda sincera y de)-nitiva? El pecador se humilla delante de su Dios, en un sentido acto de

17 Consúltese Questão coimbrã en la Wikipedia portuguesa: http://pt.wikipedia.org/wiki/Quest%C3% A3o_Coimbr%C3%A3.

18 Sobre la misma, un artículo muy breve en la Wikipedia portuguesa: http://pt.wikipedia.org/wiki/Gera%C3%A7%C3%A3o_de_70. Podemos considerar como «núcleo duro» de esta generación a Antero de Quental, Eça de Queirós, Guerra Junqueiro, Ramalho Ortigão y Oliveira Martins (http://pt.wikipedia.org/wiki/Casa_da_Pedra).

19 Puede accederse a un excelente esquema de las mismas en www.citi.pt/cultura/literatura/romance/eca_queiroz/conferencias_casino.html (en portugués).

20 Puede descargarse gratuitamente el PDF en portugués desde Open Library: http://openlibrary.org/works/OL1206971W/Conferencias_democraticas. En español, solo existe una versión impresa publicada por el mejicano Fondo de Cultura Económica: (www.fondodeculturaeconomica.com/librerias/Detalle.aspx?ctit=044025R).

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contrición, y solo así es perdonado. Hagamos nosotros también, ante el espíritu de la verdad, el acto de contrición por nuestros pecados históri-cos, porque solo así nos podremos enmendar y regenerar.

Las últimas palabras de este primer párrafo reflejan perfectamente el propó-sito de este grupo de jóvenes intelectuales idealistas: corregir y transformar la sociedad21.

Eça impartió la cuarta conferencia: A Literatura Nova ou o Realismo como Nova Expressão de Arte. Aunque el texto original se perdió, quedan abundantes refe-rencias, incluso del propio Queirós, y su contenido ha sido reconstruido por António Salgado Júnior22.

Hubo una conferencia más la semana siguiente de la proclama que Eça hizo de una nueva literatura. Pero no pudo concluirse el ciclo: el Gobierno, inquieto por las ideas sospechosamente revolucionarias de estos jóvenes intelectuales, prohibió su continuación y ordenó el cierre del Casino Lisbonense.

EÇA, DIPLOMÁTICO

En medio de toda esta actividad intelectual23, el joven escritor no descuidaba su futuro profesional. En 1870 había ingresado en la administración pública, donde fue nombrado administrador de la ciudad de Leiría24. En septiembre de ese mismo año, se presentó a concurso para cónsul y quedó clasificado en primer lugar. No obstante, sus actividades intelectuales y las malhadadas Conferencias del Casino parece que perjudicaron su posición: no recibió nombramiento hasta dos años después, y eso gracias a una reordenación

21 Llama la atención el símil de la contrición mencionado por Antero. Él era el más espiritual y ferviente cristiano en una generación que, si no tanto como atea, se mostraba marcadamente anticlerical. Como nota curiosa, varias de las obras de Eça se encuentran en una lista de libros prohibidos por el Opus Dei (www.stagger.net/books/opus_dei_banned.htm)

22 Matos, A. Campos (org. e coordenação), Dicionário de Eça de Queirós, Lisboa, Caminho, 1988, s/ed., pág. 127.

23 El mismo mes de las Conferencias salió el primer número de la revista de crítica social As farpas (los desgarros), fundada por Eça de Queirós y su amigo Ramalho Ortigão. Eça solo colaboraría en los números de 1871 (descarga gratuita desde la Biblioteca Nacional Digital de Portugal, en portugués).

24 A raíz de este nombramiento, Eça tuvo la oportunidad de conocer de cerca la vida provinciana. Sus observaciones quedarían plasmadas en la primera gran novela del realismo portugués: El crimen del padre Amaro.

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ministerial que removió a alguno que otro ministro conservador. Eça se re ferirá al incidente con ironía:

Porque… en %n, yo no puedo ser cónsul por haber pronunciado una conferencia. Si esa conferencia fue la condenación del Romanticismo, se deduce que yo no puedo ser cónsul por haber condenado el Romanticis-mo. Ahora bien, yo no sabía que para ser cónsul era necesario un «Cer-ti%cado de que el aspirante recita todas las noches, a la luz de la luna, el Noviazgo del sepulcro, del difunto Soares de Passos»25. […] Ay, ahora veo, infeliz realismo, que me obstruyes una carrera. Ay… Para ser cónsul en Pernambuco, ¡quién tuviera el corazón de Romeo!26.

Aclararé que los intelectuales ultrarrománticos contra quienes Eça se rebelaba

estaban muy bien situados en el poder y dominaban el panorama político.

Pero no hay mal que cien años dure y, a finales de 1872, tenemos a Queirós

como cónsul en La Habana. Parece que ese destino no era muy del agrado de

Eça, que tenía miedo del clima tropical por motivos de salud27 y prolongaba

sus vacaciones y permisos al máximo. Aprovechó la oportunidad para viajar

por Canadá, los Estados Unidos y América Central.

La actividad de Eça en Cuba aumenta mi admiración por su talla humana.

Eran tiempos de fuerte presión para abolir la esclavitud. El proceso estaba

en curso en la isla y, como su economía productiva era dependiente de esta

situación, los cubanos habían encontrado una serie de artimañas legales por

las que, en la práctica, reducían a este régimen a supuestos trabajadores con-

tratados en China. Ahora bien, los chinos embarcaban a Cuba desde Macao,

territorio portugués. En la práctica, esa situación equivalía a considerar que el

reino de España reducía a una situación denigrante a súbditos portugueses. Eça

luchó incansablemente por mejorar las condiciones de esta sufrida comuni-

dad, objeto del desprecio y el racismo de los cubanos de entonces, y presentó

innúmeras propuestas para corregir las leyes y evitar la aplicación de tales

artimañas. Aunque no fue un auténtico filántropo (cobraba a los chinos por

liberarlos de la esclavitud), su actuación fue considerada brillante en Portugal

y la comunidad oriental se sintió lo suficientemente agradecida como para

25 Esta referencia me llevó a descargar el libro Poesias de Soares de Passos, de la Biblioteca Nacional Digi-tal de Portugal. Su poema O noivado do sepulchro me pareció el colmo de la cursilería ultrarromántica.

26 Eça de Queiroz Diplomata. Archer de Lima, Portugália Editora, Lisboa, 1946. 27 Al parecer, una amebiasis contraída durante su viaje a Egipto lo llevaría a la tumba años más tarde.

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hacerle caros regalos al final de su mandato. Eça conservó con orgullo hasta el final de sus días un lujoso bastón que los chinos le ofrecieron.

Al tiempo que avanza en la redacción de El crimen del padre Amaro, Eça consi-gue huir del clima que tanto temía cuando obtiene el consulado de Newcastle-upon-Tyne, en Inglaterra. Y nosotros podemos muy bien pasar a otro capítulo sabiendo que nuestro joven intelectual, mientras inicia una prometedora carrera literaria, es también un respetable diplomático.

EÇA, CIMA DEL REALISMO PORTUGUÉS

Émile Zola nació en 1840; Benito Pérez Galdós, en 1843 y Eça de Queirós, en 1845. El francés y el español ya son dos escritores populares cuando Eça lanza por entregas, en 1875, la primera versión de El crimen del padre Amaro. Hubo una cierta polémica de plagio porque ese mismo año Zola había publicado una novela con ciertas similitudes, empezando por el título: La faute de l’abbé

Mouret (El pecado del abate Mouret). En mi opinión, la coincidencia de temas se trata simplemente de eso, una curiosa coincidencia. El anticlericalismo, la crítica social y los amores ilícitos son objetos muy queridos del realismo-naturalismo y, en España, Galdós está recogiendo por aquellos años esa misma temática en sus novelas de tesis28. Sea como fuere, Eça no quedó muy convencido del resultado: al año siguiente lo publica por primera vez en volu-men, con muchas alteraciones, y la edición definitiva de la obra que levantó ampollas no vería la luz hasta 188029.

Para entonces, ya había publicado una segunda gran obra y primer rotundo éxito en vida del autor: El primo Basilio, novela que nuevamente provoca escán-dalo por su fuerte crítica de la sociedad burguesa y su temática de adulterio.

La publicación de El primo Basilio definitivamente revolucionó el panorama literario portugués y relanzó el interés por El crimen del padre Amaro, que hasta entonces había pasado, escándalos aparte, un tanto desapercibido. Entretanto, desde Newcastle, había escrito una obra que se quedaría en los cajones perso-

28 Ni siquiera debieron de incomodar las sospechas al propio Zola, quien consideró a Eça muy superior a Flaubert (http://www.juggle.com/jose-maria-eca-de-queiroz).

29 Descarga de la edición portuguesa de 1889: http://purl.pt/226.

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nales del escritor durante más de un siglo, cuando ya había pasado claramente

a dominio público: La tragedia de la calle de las Flores. Hay quien considera que

se trata de un ensayo para otra de sus obras más famosas, Los Maia, libro con

el que comparte la temática del incesto30. Desde luego, comparando ambas

novelas, Los Maia parece una versión edulcorada de La tragedia, y es tal vez su

crudeza y el escándalo que habría provocado en la época lo que decidió su

no publicación.

En la Wikipedia portuguesa hay un artículo muy dudoso sobre la Generación

del 7031 en el que se declara que sus miembros no consiguieron ninguno de

los objetivos que se habían propuesto y que acabaron por considerarse «los

vencidos de la vida». No será por Eça, que había asestado el golpe de gracia

al Romanticismo. No será por el ambiente de libertad de expresión que yo

intuyo por aquellas fechas, en un país que fue regido por una monarquía

absoluta hasta hacía cincuenta años, que luego conoció guerras civiles entre

absolutistas y liberales (muy en paralelo con nuestra propia historia), y que

en 1871 había decretado el cierre de las Conferencias Democráticas y había

preterido el nombramiento consular de nuestro escritor. Veamos cómo critica

Ramalho Ortigão una desafortunada decisión del soberano desde la revista As farpas, que él mismo dirigía32:

El servilismo del soberano al dominio de espíritus tan probadamente nulos y tan perfectamente soporíferos como los que le asesoraron en el centenario de Camões son prueba de que el cerebro de la dinastía se encuentra tocado por las fatalidades atávicas inherentes a un organismo por cuya masa encefálica circula la sangre del Sr. D. Jõao VI33.

30 De todos modos, Eça tiene cierto tacto al abordar la temática: los personajes (madre e hijo en La tragedia y hermanos en Los Maia), han sido separados desde el nacimiento e ignoran la naturaleza de su relación.

31 http://pt.wikipedia.org/wiki/Gera%C3%A7%C3%A3o_de_70.32 Las farpas. Crónica mensual de la política, de las letras y de las costumbres. Revista fundada conjun-

tamente por Queirós y Ortigão en 1871, aunque Eça solo colaboró el primer año. Después, quedó bajo el exclusivo quehacer de Ramalho, aunque siguiera 5gurando en su portada el nombre de Eça.

Farpa signi5ca punzón; astilla; banderilla; rasgadura o desgarro; y, en portugués coloquial —aunque probablemente no encuentren este signi5cado en el diccionario—, ¿cómo lo diría 5namente? …ventosidad (ejem). El nombre de la publicación sugiere su carácter satírico y agitador de conciencias.

33 As farpas, 1882. Ramalho Ortigão. El soberano actual era descendiente del referido D. João VI (1767-1826), que había dejado muy mal recuerdo en Portugal (entre otros datos, fue durante su reinado cuando se separó el Brasil). Mezcla de soberano absoluto con detalles bonachones y tics grotescos, su 5gura no obstante ha sido revalorizada en tiempos recientes. Lean, si no, Empire Adrift (versión portuguesa, Império à deriva), del australiano Patrick Wilcken, o 1808, del brasileño Laurentino Gomes.

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O no será por el tono de modernidad que intuyo en la historiografía de

Oliveira Martins, otro destacado miembro de la Generación, cuyas obras rompen claramente con el espíritu del historiador romántico Alexandre

Herculano34.

Eça, repito, ha asestado el golpe de gracia al Romanticismo. El ultrarromán-

tico Camilo Castelo Branco, que vive de su pluma, ya no puede ignorar la

situación:

Si comparo el Amor de perdición, cuya quinta edición me parece un éxito fenomenal y extralusitano, con El crimen del padre Amaro o El primo Basi-lio, con&eso, voluntariamente resignado, que para el esplendor de estos dos libros ha sido necesario que el Arte se ataviara de los primores labra-dos en el transcurso de dieciséis años. El Amor de perdición, visto a la luz eléctrica de la crítica moderna, es una novela romántica, declamatoria, con bastantes cursilerías líricas y unas ideas perversas que llegan a rayar en el desaforo del sentimentalismo35.

Camilo Castelo Branco. Grabado de Francisco Pastor.

Camilo, viviendo de lo que escribe y vende al peso, vacila en el camino a

seguir. En 1879 publica Eusébio Macário, una novelita en la que parodia todos

los tics del naturalismo y cuya grotesca historia continuará el año siguiente

en La gentuza (A corja). No obstante, dos años después publica La brasileña de

34 Curiosamente, me parece que este último le ha dado nombre a muchas más calles portuguesas (en Lisboa, Oporto, Cascais…) que Oliveira Martins.

35 Amor de perdição, prefacio del autor a la edición de 1879.

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Prazins, una historia de amor frustrado ya profundamente influida por el rea-lismo y sin la intención satírica de los dos títulos mencionados. Se considera

su última gran novela. Ocho años después, arruinado y quedándose ciego, tras

una vida sentimental agitada y un paso por la prisión por cierto escándalo

amoroso, Camilo se suicida como el romántico que era: descerrajándose un

tiro en la cabeza.

MEDITERRÁNEO Y GEOPOLÍTICA EN LA ÉPOCA DE EÇA

La esclavizada raza de Mahoma se asfixia bajo el peso de la libertad europea.

(José María de Pereda, Escenas montañesas)

La frase anterior, segunda con que Pereda inicia sus Escenas montañesas (1864)

¿constituye un ejemplo de retórica que declara la «aplastante superioridad»

de nuestra civilización o encierra una fina ironía? Si me permiten imaginar, la

idea popular que en España tendríamos de nuestros vecinos del Sur no sería

por aquel entonces muy simpática. Nos acabábamos de batir en una guerra

marroquí (1859-1860) que Pedro Antonio de Alarcón describe en su Diario de un testigo de la guerra de África y, en la madrileña carrera de San Jerónimo, la

entrada al edificio de las Cortes exhibía sus dos flamantes leones, cincelados

sobre el bronce fundido de los cañones que en dicha guerra arrebatamos al

enemigo.

…«Se asfixia bajo el peso de la libertad»… Sí, de todos modos, debe de haber

alguna sutil ironía, en una Europa cuyas aspiraciones coloniales llevan déca-

das afilando cuchillos. El breve párrafo que la precede y con que el escritor

cántabro abre las Escenas montañesas es «Las plantas del Norte se marchitan

con el sol de los trópicos»36.

Portugal, aparte de crear un imperio allende los océanos y sus extenuantes

luchas con ingleses y holandeses en el Atlántico occidental y sobre todo en

Asia, había hecho un esfuerzo considerable por ocupar la franja atlántica

marroquí entre los siglos XV y XVIII. El lucro que ese esfuerzo en territorio

36 Lectura gratuita de Escenas montañesas en Wikisource: http://es.wikisource.org/wiki/Escenas_monta%C3%B1esas.

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norteafricano pudiera producir siempre fue objeto de debate. En 1769, el marqués de Pombal decidió abandonar la última plaza que nuestros vecinos

ocupaban en la costa atlántica: Mazagão, la actual El Jadida.

Según el profesor António Dias Farinha, las consecuencias de esa decisión

fueron positivas:

El %n de la presencia militar portuguesa en Marruecos abrió una nueva época en las relaciones entre los dos países, que normalizaron sus contac-tos diplomáticos, desarrollaron el comercio y protegieron la navegación. Se sucedieron las embajadas entre ambos Estados y la con%anza creció de tal forma que, en 1780, una parte del tesoro de Marruecos fue depositada en Lisboa bajo la custodia de la reina portuguesa. Los estudios de árabe conocieron notable incremento gracias a Fray João de Sousa, al estímulo de D. Fray Manuel do Cenáculo y a la «escuela» del Convento de Jesus37.

Al menos, las relaciones entre lusitanos y magrebíes atravesaron una fase de

simpatía, y Portugal pudo concentrar su atención en otros problemas que

enturbiaban su horizonte vital, y en la agitada historia que desde el inicio del

siglo siguiente sacudirá el panorama europeo.

De algún modo, en Portugal podría haber ocurrido un cierto olvido de su

histórica interacción con el islam durante las primeras décadas del siglo XIX.

En España, me parece que el interés fue mayor: nuestros románticos fisgan y

rebuscan leyendas morunas del pasado nacional (consulten, si no, las obras

del duque de Rivas, de Antonio García Gutiérrez o de ilustres hispanistas

como el romántico estadounidense Washington Irving).

En este hilo de pensamiento, tengo la impresión de que, cuando el historiador

portugués (y eminente poeta, novelista y dramaturgo) Alexandre Herculano

lanza en 1844 su novela histórica Eurico el presbítero, la postura defendida es

que había existido una gloriosa civilización cristiana y que, ante la «salvaje»

invasión de un pueblo bárbaro, los héroes visigodos se debatirán por reesta-

blecer la justicia y la superioridad moral de la fe en Cristo.

La preocupación por el espíritu democrático y el rechazo del salvajismo parece

dominar la segunda mitad del siglo XIX portugués. En este sentido, detecto con

37 António Dias Farinha, Os Portugueses em Marrocos. Lisboa, 1999. Descarga gratuita del PDF desde Biblioteca Digital Camões.

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frecuencia cierto desprecio por las culturas del África subsahariana, así como un rechazo de la figura del marqués de Pombal que, si bien había pretendido modernizar el país en la segunda mitad del siglo XVIII, representó el perfecto ejemplo del líder ilustrado: todo para el pueblo, pero sin el pueblo. El propio Camilo Castelo Branco nada simpatizaba con la figura del marqués, a quien dedicó un libro. Ramalho Ortigão, desde su revista As Farpas38, escribirá en 1882:

La personalidad de un estadista de la escuela del marqués de Pombal representa la negación expresa de todas esas libertades, representa el re-nacer del antiguo despotismo monárquico, la coerción del hombre sobre el hombre, cuando lo que todos nosotros pedimos desde Danton a esta parte, en nombre de la dignidad de la especie, rehabilitada por la ciencia en posesión de sí misma, es el libre ejercicio de la acción del hombre sobre la naturaleza.

Los únicos pueblos del globo que todavía hoy aceptan, no diremos que con los regocijos de un triunfo sino simplemente sin discusión, sin pro-testa o sin revuelta, el principio de la autoridad representada por el arbi-trio de un individuo, son los salvajes; son los ashanti cuyo rey, heredero único y forzado de todos sus súbditos, tiene 3.333 mujeres y un número proporcional de hijos, con derecho de saqueo sobre toda su comuni-dad; son los kafungas del valle del Níger, donde nadie se aproxima al soberano sino con las manos en el suelo y la cabeza arrastrada sobre el fango; son los abisinios, que nacen todos esclavos del rey su dueño; son los melanesios, cuyo jefe tiene el tratamiento de Dios; son, )nalmente, los cafres, los botocudos, los tupinambaes, los patangonios [sic] y los esquimales.

En Europa, ya no hay de eso.

En 1888, Carlos Testa, capitán de navío39, publica un librillo titulado Portugal y Marruecos ante la historia y la política europea. Tras hacer un repaso de la aven-turera historia marítima de Portugal, el militar Testa sugiere que quizás no fue tan acertado el abandono de Marruecos y que, en un contexto de expansión colonial, la presencia portuguesa en el norte de África estaría más que nunca justificada por derechos históricos, estratégicos y por la legitimidad que supone acabar con un régimen bárbaro.

38 Véase nota 32.39 Para el rango de capitán de navío, consúltense las Wikipedias inglesa, portuguesa y española (esta

última es la más sucinta en detalles): http://es.wikipedia.org/wiki/Capit%C3%A1n_de_nav%C3%ADo.

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Para el capitán Testa, la necesidad de que Europa domine el norte de África resulta obvia:

Ya había transcurrido un cuarto del siglo XIX y todavía la margen afri-cana del Mediterráneo yacía sujeta en toda su amplitud a los sectarios de un oscurantismo invencible y de un fanatismo intransigente con la nueva ley de las naciones; y las regencias berberiscas de Trípoli, Túnez, Argel y el imperio marroquí constituían, en su conjunto, la vergüenza de los Estados cultos, ya que estos consentían que aquel mar, que ha-bía sido desde otras eras el centro de las relaciones entre los pueblos marítimos, todavía se mantuviese como campo de depredaciones sis-temáticas, área de la más autorizada o tolerada piratería, &agelo de la navegación pací(ca, y objeto constante de fatigosa lid para la vigilancia y para la acción represiva de las potencias marítimas y fronterizas de este lado del mar40.

El capitán de navío no duda en llamar a Marruecos «bárbaro Estado» y califica su sistema de gobierno de «vejatorio y repugnante a las leyes de la humanidad». Tras mencionar las buenas relaciones también referidas por el profesor António Dias Farinha, sugiere que Marruecos debería ser repartido entre España y Portugal, de manera que la primera dominara la zona medi-terránea, y la segunda, la atlántica; así se establecería un equilibrio perfecto en el reparto de las naciones europeas, pues Francia ya dominaba Argelia y previsiblemente acabaría por dominar Túnez, la expectativa de que Trípoli acabaría siendo concedida a Italia como compensación por Túnez era más que fundada, e Inglaterra ya controlaba su ruta hacia Suez y la India a través de pequeñas plazas como Gibraltar y Malta.

Los ingleses, en la década de los años sesenta, están muy atentos a la construc-ción del canal de Suez, que facilitará enormemente la conexión de la metró-poli con el subcontinente indio, la «joya del imperio». Y, en África, sueñan con un continuo británico que una Ciudad del Cabo con Alejandría bajo la bandera británica. Este proyecto, por cierto, choca frontalmente con la aspi-ración portuguesa de unir las posesiones atlánticas en la costa angoleña con Mozambique, en lo que los ideólogos nacionales esbozaron como «el mapa rosado».

40 Carlos Testa, Portugal e Marrocos perante a historia e a politica europea, 1888. Lectura gratuita en portu-gués con grafía decimonónica desde The Project Gutemberg.

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O mapa cor-de-rosa (fuente: Wikipedia)

EL VIAJE A EGIPTO

Ya estamos en contexto. Permítanme ahora volver a 1869, retrocediendo para avanzar, como si mi artículo fuera las laberínticas callejuelas de una medina.

Eça, el joven ilusionado que barrunta ajusticiar el Romanticismo, embarca ávido de nuevas experiencias rumbo a Oriente. Es su primer gran viaje al extranjero.

Ansía descubrir nuevos paisajes, nuevas geografías, viejas culturas, otras razas; y anota minuciosamente todo lo que encuentra:

La raza parece haber degenerado de la antigua belleza vigorosa de la gen-te andaluza. Los rostros tienen más bien un cierto aire fatigado e inex-presivo. Solo de vez en cuando, raras veces, se encuentran las �sionomías �nas, románticas, altivas y vigorosas del antiguo tipo; pero, en general, se siente la invasión de la vida moderna.

Lo anterior es una impresión fugaz de la gente de Cádiz, primera escala de su travesía a Egipto. La palabra raza será una constante en Eça. Darwin ya ha planteado sus teorías sobre la selección natural y la evolución de las especies, y el filósofo francés Gobineau ha lanzado sus más que dudosas concepciones

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raciales referentes a la especie humana; pero Eça, hijo de su época, tiene al

menos una visión más simpática y se deja encandilar por la diversidad:

Allí está diseminada la multitud pintoresca y original de los que siguen la universidad. Lo que allí se enseña es apenas el Corán y la gramática, las lenguas, el viejo árabe y el persa. Los que estudian vienen de todas partes: del Magreb, de la Nubia, de la Abisinia musulmana, del Hiyaz, de las ciudades santas, de la Alta Siria, de la Mesopotamia. Rostros negros, bronceados o cobrizos, pálidos rostros de Siria y del Cáucaso, los per'les duros de los magrebíes, las 'sionomías regulares, los grandes ojos de los árabes, la nariz curvada de los habitantes del Hiyaz —todas las razas que leen el Corán están allí—. El desierto envía a sus beduinos, Persia a sus poetas, las ciudades de La Meca y de Medina a sus santos y profetas. Están allí todos, con sus indumentarias diferentes y las actitudes de sus razas41.

Al tiempo que el joven Eça tiene muy presentes estas preocupaciones cientifi-

cistas de la época, la resonancia romántica de Las mil y una noches acude con

frecuencia a su pluma42. De las mezquitas de El Cairo dice:

En todas ellas, abandonadas, arruinadas o pobladas de 'eles, hay mara-villas de arquitectura. En unas, es la gracia del minarete esbelto, saliendo del pesado muro de la mezquita, con una elegancia, una armonía, un imprevisto, una fantasía de las que nada puede dar idea; ni las agujas góticas, ni la elegancia de las columnas griegas: aquello se destaca, brilla, reluce en el profundo azul con una intensidad de imaginación y de poe-sía que hace pensar en un sueño de Las mil y una noches.

El viaje es intenso y acelerado. En 43 días, intentará ver y absorber todo lo

posible. Sus emociones saltan de un extremo a otro: desde el deslumbra-

miento ante la belleza del paisaje hasta la decepción por el abandono o la

degeneración de los escenarios con que había soñado. Hay pasajes verda-

deramente graciosos:

Junto al patio, a la salida, los árabes muestran una maravilla. Son dos co-lumnas que asientan sobre un mismo pedestal. Entre ellas hay un espa-

41 O Egipto, cap. VII: Al-Azhar, la espléndida. Solo la palabra raza, en singular o plural, aparece 41 veces en el relato… sin contar con todas las palabras que puedan aparecer como sinónimos para evitar cansinas repeticiones: trazo, carácter, nación… Y, como comprobamos en la muestra, las minuciosas descripciones 'sonómicas o de color de la piel.

42 Aparte de expresiones como «una fantasía árabe», «un cuento árabe», las Mil y una noches son expresa-mente mencionadas una docena de veces en su O Egipto.

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cio estrecho: sirve para evaluar a los pecadores. Quienes consigan pasar entre las dos columnas son inocentes de toda culpa: Mahoma les sonríe y pasarán sobre el puente de el-Siratí; si, por el contrario, algún pecador intenta atravesar, las columnas se aprietan y el cuerpo no pasa. Nuestro dragomán, que nos contó esta leyenda, subió al pedestal y pasó, riendo, entre las columnas, con la satisfacción alegre de su inocencia. Mi com-pañero también pasó. Yo lo intenté, pero enseguida me convencí de que las columnas estaban al corriente de mis pecados: ¡percibiendo quién era yo, se apretaban! El caso es que no lo conseguí. Algunos árabes alre-dedor, viendo un castigo tan mani(esto, se apiadaron de mí, intentando consolarme bondadosamente.

Nuestro escritor es un joven de veinticuatro años admirador de Baudelaire. Si

bien condujo a lo largo de su vida una línea equilibrada de dignidad y trabajo,

en Egipto también está para divertirse y no quiere privarse de los paraísos arti-

ficiales descritos por el autor de Les fleurs du mal:

Fuimos apenas una vez al bazar de las drogas: buscábamos haxix.¿Haxix? —nos dijo Jonas Ali [el intérprete]— pero… ¡está prohibido!Pero debe de haberlo… ¡sobre todo, estando prohibido!En primer lugar —respondió él gravemente— hay tres cualidades de haxix: hay haxix en pastillas…¡Pues que vengan las pastillas!Hay haxix en pastel…¡Pues que vengan los pasteles!Hay haxix en jalea…Entonces, ¡venga la jalea!Jonas Ali se encogió de hombros —y la mirada que nos lanzó estaba lle-na de un in(nito desdén —.

Castamente, el fragmento anterior es fin de capítulo y no tenemos descripción

de su noche de farra. Pero a la mañana siguiente él y su amigo el conde van

a un baño turco y quizás les duraran los efectos, porque solo hay que leer su

alucinada descripción del hammam.

Un aspecto que llama la atención de nuestro joven occidental es el diferente

ritmo de vida en Oriente. Con frecuencia, nos habla de indolencia oriental,

una afirmación que, en nuestros días, ha llegado a irritar a algún académico

musulmán portugués. De todos modos, Eça es un joven deslumbrado y hay

que leer sus afirmaciones en contexto. Sus descripciones están llenas de

opuestos del tipo «indolente actividad», «fanatismo bondadoso», «lúgubre por

el exceso de luz». Y juzguen ustedes mismos si, desde luego, no habría una

diferente actitud ante el tiempo entre uno y otro pueblo:

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Por lo demás, los ferrocarriles egipcios no tienen una velocidad "ja. Van al capricho del maquinista que, de vez en cuando, para la máquina, se apea, enciende la pipa, ríe con algún viejo conocido del camino, sorbe lentamente su café, vuelve a subir bostezando y hace partir distraídamen-te el tren. Ese día, sin embargo, el aire estaba nublado, lluvioso; el ma-quinista nos llevó rápidamente a Alejandría.

Desde luego, Queirós no parece inventarse nada. Yo he oído testimonios de

que un siglo más tarde, la línea entre El Cairo y Alejandría no había cambiado

todavía mucho esa forma de funcionar. Y aún recuerdo las interminables filas

que debía soportar frente a la central de correos en Rabat para poder usar

un teléfono público, en 1987. Mi impaciencia en la cola contrastaba con la

despreocupación y buen ambiente de los marroquíes que me rodeaban: ya

llegaría su turno… (nueve años después, la situación de unos pocos teléfonos

públicos dando servicio a toda la capital había cambiado radicalmente. En

cualquier esquina de cualquier ciudad marroquí proliferaban las boutique du téléphone).

Consideraciones sobre la grandeza del Egipto faraónico, sobre la enormidad

de la empresa del canal de Suez, sobre la diversidad cosmopolita de El Cairo,

sobre la religiosidad, arquitectura, tipos raciales, observaciones sobre las

mujeres… Nada que no pudiera comentar cualquier otro viajero europeo.

Sin embargo, ya en estos tempranos apuntes aparece también un elemento

nuevo: una cierta conmoción ante la crueldad de la realidad que observa. En

esta crueldad, se alían los intereses del gobernante de Egipto con los de los

europeos, a los que el pachá está vendido. Eça denuncia la facilidad arbitraria

con que el campesino puede perder casa y tierra, el abuso de los impuestos,

muchas veces arbitrarios, los castigos físicos e injusticias de todo tipo:

¡El fellah no es feliz! Realmente, sus viviendas son cuchitriles. La mayor parte de los hijos se le mueren. Le obligan a trabajar en las obras del pa-chá… Se lo llevan a Nubia, a Asuán, al Sudán: la familia se dispersa; los viejos expiran al abandono. Vienen a buscarlo a la aldea, se lo llevan y, una vez en destino, le pagan en géneros.

Vaya, por ejemplo, a las fábricas de re"nado de azúcar: le prometen vein-te parás por día; pero los veinte parás se los dan en melaza, tasada a un precio extravagante, y el fellah tiene que venderla a bajo precio, comérsela o dejar que se estropee.

La descripción de este cruel sistema llega a relatos que no son aptos para estó-

magos delicados:

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El impuesto es el terror del fellah, tanto más cuanto que se trata de un impuesto solidario. Cuando el jeque debe un cierto impuesto, toda la aldea queda obligada. Por lo demás, si el jeque no presenta la suma com-pleta, lo apalean hasta que la consiga. Antiguamente, al jeque que no saldaba su cuenta de impuestos lo clavaban a una ventana por las orejas y allí quedaba colgando, custodiado por dos soldados que, de vez en cuando, le humedecían con unas gotas de agua los labios, hasta que la aldea acudiese a rescatar la falta. Ahora bien, como el jeque es siempre el más viejo, el más rico, el que protege, el que casa, el jefe, ¡la aldea corría a salvar las orejas de su jeque!

Y los europeos son una chusma de chulos que se ríen de la dignidad y pacien-

cia de un pueblo al que han ido para chuparle la sangre…

[Alejandría] es una ciudad bajamente mercantil. Las colonias que la habi-tan, griegos, italianos, marselleses, están allí de paso: oprimen, absorben, engordan, adquieren esclavas en el Fayum, y las encierran en sus casas pretenciosas, llenos de comida, de usura y de sensualidad […] El interés, la aspereza del lucro, el estado de colonos expoliadores, con%eren un as-pecto de brutalidad y de avidez a aquella población; aquí el griego pierde su per%l correcto, agradable y penetrante; el marsellés ya no tiene una %sonomía cálida, expresiva, sutil y aventurera, ni el italiano sus trazos voluptuosos y plenos. Tienen todos facciones combativas y aguzadas de explotadores ávidos.

[…]

¿Los extranjeros? Se lucran con esta situación. ¿Quiere saber cómo se viene procediendo en Alejandría, bajo la protección de los consula-dos? Un francés alquila la casa de un árabe, pero no le paga el arrenda-miento; el árabe intenta entablar proceso, y tiene que ser interrogado por el cónsul. Mientras tanto, el francés realquila la casa a un griego. El pobre árabe, cuyo pretendido proceso iba a llevarlo el cónsul francés, grita por Alá, y va a renovar el proceso e incurrir en nuevos gastos ante el cónsul griego. Pero resulta que el griego, a esas horas, ya ha pasado la casa, hábilmente, a un italiano. Y el desesperado propietario árabe, ahogado en autos, jadeando de desesperación, anula su proceso con grandes pestes en nombre del Profeta… y ahí va de nuevo a volver a empezar ante el cónsul italiano. Pero en ese momento, el negocio ya está con%ado al cónsul inglés. Y como hay dieciocho consulados en Alejandría…

Y, mientras los árabes sufren y los europeos rapiñan todo lo que pueden, los

niños sobreviven, juegan, aprender a rezar o duermen, desnutridos y con sus

heridas asediadas por las moscas, insecto cuya aparición en el libro no me he

molestado en recontar, pero que con frecuencia acompaña a los miserables:

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…Algunos niños duermen, con los ojos llenos de heridas, y los enjam-bres de moscas se agrupan sobre ellas en grandes manchas negras…

CARTAS DE INGLATERRA

Diez años han pasado desde aquel viaje y nuestro Eça ya no es el joven redac-

tor casi desconocido de periódicos locales, sino un respetado cónsul que ha

prosperado en la vida, finalmente establecido en Bristol: allí había conseguido

ser transferido desde Newcastle, ciudad que no le gustó.

Al mismo tiempo, es ya un escritor de renombre. La publicación de El primo Basilio (1878) lo ha consagrado definitivamente y ha favorecido la edición

definitiva de El crimen del padre Amaro (1880), la obra con que estableció defi-

nitivamente el realismo en el panorama literario portugués.

Es curioso que Eça mantuviera separadas ambas actividades. Al tiempo que

cultivaba la amistad con diplomáticos europeos acreditados en Inglaterra,

ocultaba su faceta de escritor. Su amigo, el cónsul sueco conde de Bancow,

con quien Eça comió todos los días durante años en el mismo restaurante y

con quien compartió innumerables veladas y pequeñas escapadas a Londres y

a París, solo se enteró de aquella actividad literaria un año después del falle-

cimiento del escritor, y no podía creérselo. Tuvieron que enseñarle una postal

de la estatua que le habían dedicado en Lisboa43.

En Bristol, Eça inició su colaboración como cronista con una publicación de

Río de Janeiro, la Gazeta de Notícias. Allí fue publicando la colección de cróni-

cas que, cinco años después de su muerte, aparecerían recogidas en libro con

el título Cartas de Inglaterra44.

43 Información procedente de «Eça de Queirós, cônsul e escritor» por José Calet de Magalhães in revista Camões n.º 9/10, 2000. Acceso al PDF desde: http://cvc.instituto-camoes.pt/component/search/E%25C3%25A7a%2Bde%2BQueir%25C3%25B3s.html?ordering=&searchphrase=all.

44 Increíblemente, la portuguesa Fundação Eça de Queiroz tiene el dato equivocado en su página web (www.feq.pt/eca_de_queiroz.html), donde se a#rma que Eça habría publicado las Cartas en un periódico de Oporto llamado A Actualidade entre 1877 y 1878. Este dato es imposible porque las Cartas describen aconte-cimientos que tuvieron lugar unos años más tarde, a principios de los ochenta. Envié a la Fundación un email razonado el 14 de mayo de 2011, que nunca obtuvo respuesta. El dato continúa equivocado en esa página.

Dicho error parece ser debido a que las Cartas de Inglaterra han sido publicadas conjuntamente con unas Crónicas de Londres por la editora Livros do Brasil, y existe un PDF gratuito de esa edición conjunta al

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EL ORIENTALISMO DE EÇA DE QUEIRÓS Y SUS CARTAS DE INGLATERRA / MONOGRÁFICO

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Marco Temático de las Cartas de Inglaterra

Los datos que he mencionado apuntan hacia un cuadrilátero noticioso:

1. Inglaterra y los ingleses, de los que el diplomático era un observador pri-

vilegiado.

2. Brasil, constituido en aquel tiempo en imperio, un país en expansión que

Eça no conoce personalmente, pero cuyo potencial admira. Allí se encuentran

los destinatarios iniciales de esta serie de crónicas.

3. El mundo árabe e islámico, que ocupaba por aquel entonces buena parte

de la actualidad informativa.

4. Portugal (en trasfondo), como país que siempre había estado entre las

preocupaciones intelectuales del autor.

Marco Temporal de las Cartas

Desgraciadamente, las crónicas incluidas en Cartas de Inglaterra no están fecha-

das. Mis sospechas apuntan al desfase entre la redacción de unos aconteci-

mientos inmediatos y la recepción en Río de Janeiro de las mismas. Eça escribe

a principios de los años ochenta. El telégrafo consiguió unir los extremos del

Atlántico entre Irlanda y las costas de Terranova, por primera vez, en 1866, pero

quizás su extensión transatlántica fuera todavía bastante limitada quince años

después. Dudo que hubiera barcos capaces de recorrer esa distancia en menos

de dos semanas, a lo que se suma el hecho de que las partidas no serían diarias

y habría que esperar una próxima travesía. Probablemente, el escritor, cons-

ciente de estos desfases, prefirió no fechar los acontecimientos que describe

para que el atraso en las fechas no desluciera su interés informativo.

No obstante, los sucesos descritos nos dan una idea bastante aproximada para

situar las Cartas. Referiré los tres que he conseguido identificar sin esfuerzo,

correspondientes a otras tantas crónicas de las doce que componen el libro:

que se puede acceder desde http://it.kat.ph/obras-integrais-autores-portugueses-varios-t2232505.html. Cu-riosamente, según he podido constatar en el PDF, el orden en que se presentan las Cartas es distinto del de la edición de 1905. Las Crónicas de Londres, a diferencia de las Cartas de Inglaterra, están fechadas, y fueron inicialmente publicadas entre los referidos años de 1877 y 1878.

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1. El fallecimiento de Disraeli, el político británico, que es el asunto de la

crónica titulada «Lord Beaconsfield», se produjo en 188145.

2. La invasión británica de Egipto descrita por Eça tuvo lugar en septiembre de 188246.

3. La broma al prestigioso periódico Times, a la que las Cartas dedican una divertidísima crónica, tuvo lugar en enero de 188247.

Menciono estos tres acontecimientos según el orden de aparición en la edi-ción de 1905. De las fechas deducimos que esa edición no presentó las cróni-cas por orden cronológico.

Estilo, información y denuncia de la obra

Ágil, cautivador, entretenido, irónico… Las cartas, que quizás no figuren entre los grandes hitos por los que Portugal recuerda a su Eça de Queirós, han sido mi descubrimiento de un escritor, y me gustaría que también fuera el de uste-des. Eça, que tanto provocó en sus obras, resulta verdaderamente divertido en estas Cartas, que se leen por su buen humor y diversidad de temas en un abrir y cerrar de ojos. Pocas veces encontrarán una denuncia tan clamorosa del egoísmo occidental acompañada de tanta gracia y salero, y salpicada de datos y noticias que por otra parte declaran el amor a la vida y a la sociedad en que a uno le ha tocado vivir. Se van ustedes a reír de los ingleses a quienes Queirós declara amar profundamente:

Es, sobre todo, en este momento, desde el inicio de la guerra de Egipto, que quienes, como yo, amamos a Inglaterra, sufrimos por verle estos mo-dos extravagantes de valentón de novela picaresca…

¿Les parece un estereotipo el tema del inglés y su té de las cinco? Leamos a Eça, que denuncia que los ingleses, en su afán imperial de proteger (extender) los límites de sus dominios en el subcontinente indio, se han metido en el avispero afgano:

45 Según Eça, el 19 de mayo. Según la Wikipedia española, el 19 de abril de 1881.46 Véase el artículo «Egypt» de Arturo E. Campo en la Encyclopedia of Islam, Nueva York, 2009, p. 212.47 http://en.wikipedia.org/wiki/Harcourt_interpolation.

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HESPERIA, CULTURAS DEL MEDITERRÁNEO / MAYO 2012 193

El general sitiado, que en esas guerras asiáticas siempre puede comunicar, telegrafía al virrey de la India, reclamando con furor refuerzos… ¡té, y azúcar! (Esto es textual; fue el general Roberts quien soltó hace días este grito de británica delicadeza; el inglés, sin té, combate 'ojito). Entonces, el gobierno de la India, gastando millones de libras como quien gasta agua, manda a toda prisa fardos informes de té reparador, blancas colinas de azúcar, y diez o quince mil hombres.

¿Fuerte, el sarcasmo? Lean su artículo «Sobre libros», el segundo en las edi-

ciones que yo he manejado, y verán que si Eça se recochinea de algo, es de la

impresionante variedad editorial con que el mercado y la producción literaria

británica hacían sus delicias. Deberán detectar el amor que un portugués sintió

por Inglaterra entre las líneas de su constante denuncia del imperialismo del

momento. Uno de los temas que ocupaba el panorama noticioso era Irlanda,

de la que no faltan noticias (la primera crónica enlaza el imperialismo en

Afganistán con la ocupación inglesa de la «Verde Erín»):

Hay también otra cosa que se entiende bien, y es que la población trabaja-dora de Irlanda se muere de hambre, y que la clase propietaria, los terrate-nientes, se indignan y reclaman el auxilio de la policía cuando los trabaja-dores mani+estan esta pretensión absurda y revolucionaria: ¡comer!

Entre artículos que incluso demuestran ternura, como el dedicado a una fiesta

de niños ingleses de la nobleza a la que Queirós asistió, la nota dominante

que encontrarán es la de denuncia. Verán ustedes ejemplos de hipocresía que

claman al cielo y en los que Eça utilizará una ironía como la de la cita anterior.

Puede que nuestro autor llegue a mencionar que al árabe le dan patadas en el

culo, y puede que les impresionen los argumentos que nuestro autor utiliza.

Pero incluso le verán utilizar un lenguaje delicado: «Un puntapié en la anato-

mía posterior del árabe».

En cuanto a los judíos, verán ustedes una actitud ambivalente: también

aparecen crónicas dedicadas a los mismos en las que encontrarán sarcasmo,

admiración y, en alguna frase clarísima, un profundo rechazo hacia cualquier

invitación a perseguirlos. La crónica que dedica a Lord Beaconsfield se refiere

al político de orígenes semíticos que hoy conocemos mejor por Disraeli.

Las Cartas de Inglaterra no destacan por sus menciones expresas a Portugal,

pero el lector inteligente siempre encontrará a ese pequeño país en el tras-

fondo. Cuando Eça habla del reparto colonial y de los países en los que la

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codicia invasora podría recaer, hay una velada alusión frecuente al hecho de

que quien no sea fuerte, puede ser el siguiente. Y, por dejar constancia de

alguna cita, veamos como Eça se refiere al pueblo portugués:

Esto es tanto más atroz cuanto que el niño portugués es excesivamen-te vivo, inteligente e imaginativo. En general, nosotros, los portugueses, solo empezamos a ser idiotas cuando llegamos a la edad de la razón.

Se me ocurre que el señor Queirós fue un perfecto caballero que, curiosamente,

tuvo la capacidad de irritar a la Iglesia anglicana, al Opus Dei, al judaísmo y al

islam. Y es curioso que él, sin oponerse nunca a la necesidad de ser espiritual,

siempre se enfrenta a clericalismos. Una de las primeras declaraciones que me

pusieron alerta sobre este aspecto estaba ya en las Cartas de Inglaterra:

Mahoma, en sus mezquitas, Cristo, en nuestras capillas, van singularmente envejeciendo; nuestro Mesías se va cubriendo poco a poco del polvo que levanta el fuerte arado de la razón, labrando un mundo nuevo; y el profeta del islam, habiendo perdido la fuerza de su unidad, subdividido en mil profetas menores que presiden mil sectas diferentes48, mal puede resis-tirse al lento avance de la civilización occidental. Y con Cristo y Mahoma, que eran los principios militantes y vivos de sus religiones, desaparece lo que en esas religiones había de vivo y de militante. Queda Dios, queda Allah. Sublimes abstracciones, incapaces de inspirar amor o heroísmo.

Si Eça «ataca a Dios», también ataca la arrogancia de las civilizaciones:

La complicada abundancia de nuestra civilización material, nuestras máquinas, nuestros teléfonos, nuestra luz eléctrica, nos han hecho in-tolerablemente pedantes: estamos dispuestos a declarar despreciable a cualquier raza, si es que no sabe fabricar pianos Erard; y si en algún lu-gar hay un pueblo que no posea como nosotros el talento de componer óperas cómicas, lo consideramos ipso-facto abocado para siempre a la esclavitud…

Resulta que quería hablarles del orientalismo de Eça de Queirós y que, quizás,

no me haya metido mucho en el tema… Sé que ese presunto orientalismo ha

sido atacado por algún académico musulmán49. Yo, por mi parte, recuerdo

48 Eça ha conocido un islam, por decirlo de alguna manera, «en horas bajas»: no consigue unirse en un bloque político que se oponga a la expansión europea, y ha tenido noticia del movimiento chií babista, perseguido en Persia y del que se desgajaría la religión bahaí. De los babíes, hará curiosas referencias en una obra posterior: La correspondencia de Fradique Mendes.

49 «Eça de Queirós e o Islão: questões do Oriente / questões do Ocidente» por AbdoolKarim Vakil in revista Camões n.º 9/10, 2000. Acceso al PDF desde Centro Virtual Camões: http://cvc.instituto-camoes.pt/component/search/E%25C3%25A7a%2Bde%2BQueir%25C3%25B3s.html?ordering=&searchphrase=all.

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EL ORIENTALISMO DE EÇA DE QUEIRÓS Y SUS CARTAS DE INGLATERRA / MONOGRÁFICO

HESPERIA, CULTURAS DEL MEDITERRÁNEO / MAYO 2012 195

un amistoso chat con mi amiga Edell de Wisconsin. De repente, me dijo: «Jo,

cómo os pasasteis los españoles en la conquista de América». Se me ocurrió pensar que los anglosajones aprovecharon inicialmente la hospitalidad de los indios para acabar robando su territorio. Se me ocurrió pensar que, como español, me gustaría identificarme con lo más honrado de nuestra raza: Bartolomé de las Casas, o exploradores de la talla de Núñez de Balboa o Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Pero me callé.

Un tercio de las Cartas de Inglaterra, su crónica más extensa, está dedicado a la invasión británica de Egipto en 1882.

Hay árabes que nos critican con amargura, y hay occidentales que desprecian a los árabes. Vean cómo un portugués que amó a Inglaterra grita al cielo por aquella invasión. El joven Eça, en poco más de un mes por tierras del Oriente Medio y a través de lecturas escritas por europeos, mal ha llegado a conocer la civilización árabe. Del elegante líder egipcio que se rebeló contra el pachá y pretendió dignificar el país, dice que, como árabe, era hombre de una única lectura: el Corán; pero, estereotipos o clichés aparte, Eça pondrá su fina ironía al servicio de desenmascarar el egoísmo y la hipocresía de Occidente. ¿Quién es más amigo de un árabe? ¿Quién es más amigo nuestro? ¿El que, conociendo lo más íntimo de nuestra alma, no mueve un dedo por ayudarnos o el que, sin acabar de entendernos plenamente, nos guardará para siempre un rinconcillo en su corazón y denunciará a nuestros enemigos?

Disfruten con la lectura de las Cartas de Inglaterra. Tienen frescura, son entre-tenidas, y quizás descubran que el Sr. Queirós, aparte de gran escritor y buen diplomático, también tenía una venilla brillante como analista político.

ALGUNAS PROPUESTAS DE LECTURA

Si bien Eça de Queirós despertó mucho interés en la España de la Generación del 98, les prevengo contra las traducciones de aquella época y, de forma muy especial, contra las realizadas por nuestro genial Valle-Inclán. De todos modos, los genios también tienen que comer, las traducciones estaban mal pagadas y Valle-Inclán, en las prisas por acabar, no investiga datos: un plato portugués lo sustituirá por unas suculentas chuletitas con patatas fritas, que es lo que al traductor le podría apetecer en ese momento, saltará párrafos enteros

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y tendrá la genialidad de sustituir los significados que no ve claros por inven-

ciones personales que no desentonen demasiado. A poco que investiguen en

internet, descubrirán algún documento titulado De como Eça foi assassinado em

Espanha. Este hecho ha sido sobradamente investigado.

Publican a Queirós, entre otras editoriales, Alianza, Pre-Textos y, sobre todo,

Acantilado. Esta última tiene ni más ni menos nueve obras del autor portu-

gués. Además de las Cartas de Inglaterra, encontrarán ahí Ecos de París, otro

libro de crónicas destinadas a los lectores brasileños de la Gazeta de Notícias,

escritas diez años después desde su nuevo puesto consular en París. De esta

nueva obra, hay una crónica que hará las delicias del lector español, donde

se trata de nuestra errática política internacional del siglo XIX bajo una visión

de «España de pandereta» y la ágil y fina ironía del Sr. Queirós. Dicha cró-

nica se centra en la cuestión marroquí. Aunque no he leído nunca nada de

Acantilado, tengo la mejor impresión de dicha casa. Imagino que son edi-

ciones interesantes, porque reciben subvenciones de la Dirección del Libro y

Archivos del Ministerio de Cultura portugués.

Quien se aventure a leer a Eça en portugués con grafía decimonónica, encon-

trará docenas de obras amablemente puestas a disposición para download

gratuito. Filones para posibles descargas son la Biblioteca Nacional Digital (de

Portugal), Open Library y The Project Gutemberg. Encontrarán, por otra parte,

muchos artículos y bibliografía relacionada con Eça y su época en el Camões

Virtual del Instituto Camões.

Una rotunda crítica al supuesto orientalismo de Queirós se encuentra dispo-

nible para descarga en ese último sitio: «Eça de Queirós e o Islão: questões

do Oriente/questões do Ocidente» por AbdoolKarim Vakil in revista Camões

n.º 9/10, 2000. Es la tercera opción disponible desde el siguiente enlace:

http://cvc.instituto-camoes.pt/component/search/E%25C3%25A7a%2Bde%

2BQueir%25C3%25B3s.html?ordering=&searchphrase=all. El planteamiento

de dicho artículo es opuesto al que yo ahora he escrito y, por ello, su lectura,

cómo no, será un complemento interesante. El autor, Dr. AbdoolKarim Vakil,

pertenece a la familia que fundó la Comunidade Islâmica de Lisboa y orga-

nizó la pacífica y positiva convivencia que dicha comunidad viene aportando

desde hace medio siglo a este Portugal multicultural.