el nombre de la rosa

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Comentario de texto de "El Nombre de la Rosa" de Umberto Eco.

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Page 1: El Nombre de la Rosa

Resumen y comentario de texto

EL NOMBRE DE LA ROSA

“En mi mente empezaban a ordenarse una serie de imágenes. Por ejemplo, mientras viajábamos habíamos encontrado al menos en dos ocasiones una procesión de flagelantes. A veces la población los miraba como santos; otras, en cambio, empezaba a correr el rumor de que eran herejes. Sin embargo, eran siempre los mismos.”

El Nombre de la Rosa (Umberto Eco, 1980). Segundo día, Tercia. Pág. 115. Círculo de Lectores

Que El Nombre de la Rosa incluye complejas variedades de subtexto es innegable. Ya el nombre del autor nos advierte de que la semiótica va a estar presente en cada página, en cada párrafo, y tanto en cada comentario de Guillermo y Adso, los personajes principales, como de todos aquellos con los que se encuentren a lo largo de la novela. El argumento intrincado y la compleja retórica de Eco nos van adentrando poco a poco en un thriller clásico medieval donde las palabras se van convirtiendo en laberínticos pasillos por los que hay que encontrar la manera de descifrar todos los mensajes que nos están llegando a un mismo tiempo.

La avenida principal de toda esta mezcolanza de significados se encuentra en la

historia del fraile Guillermo de Baskerville y el novicio Adso, quien nos va narrando su propia historia, en el interior de una abadía italiana de cuyo nombre no quiere acordarse. La causa por la que estos dos personajes han ido a parar allí es por la petición del abad Abbone para que sea investigada la sospechosa muerte del monje Anselmo, cuyas circunstancias invitaban a descartar la opción del suicidio.

Desde el comienzo, la biblioteca se ve convertida en un lugar secreto de imposible

acceso salvo para Malaquías, el bibliotecario. Guillermo y Adso se ven con la prohibición de acceder a ella como único impedimento, y el lector asimismo se ve con la necesidad de saber qué se oculta tras sus ilustres muros. Tal misterio se acrecienta con las futuras conversaciones con algunos de los monjes y, sobre todo, tras la segunda muerte dentro de la abadía: Venancio. Durante la posterior investigación tiene lugar una muy enriquecedora discusión acerca de la risa en el que está involucrado un sospechoso libro con Finis Africae por nombre, según se cree en un principio. La risa se ve aquí como dilema moral y se discute acerca de su beneficio, su necesidad, su inutilidad o su superfluidad, tema que intentaré tratar brevemente más adelante.

A continuación, la insana incertidumbre que se tenía acerca de cómo sería la

biblioteca por dentro se ve satisfecha cuando los personajes acceden a su interior, perdiéndose en confusos laberintos atestados de trampas y métodos de defensa, donde tras un largo rato consiguen encontrar la salida. Lo único de valor que consiguen sonsacar de tan extraordinaria aventura es la sospecha de que Berengario, el ayudante del bibliotecario, estaba inmerso en una relación con un extraño libro, motivo por el cual la desaparición del ayudante, acompañada del descubrimiento de un paño manchado de sangre en su celda, se torna sospechosa y alarmante. Aunque tal aventura no fue del todo infructuosa, pues Guillermo consiguió un papel cuyos signos querían

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decir: “La mano sobre el ídolo opera sobre el primero y el séptimo de los cuatro”. Algo, en apariencia, sin significado, pero que va cobrando forma conforme va avanzando la trama de la novela, y mucho más en el último tramo.

El desaparecido Berengario aparece muerto ahogado, y Guillermo y Adso indagan

todavía más en el misterio entrevistándose con Salvatore y Remigio. El primero, además, protagoniza un polémico pasaje en el que es acusado de brujería, algo infundado por su pasado como dulciniano, una secta satánica a ojos de la Iglesia. Tanto él como Remigio son declarados culpables, mientras que un nuevo monje, Severino, ha sido encontrado muerto, y el libro robado de la mesa de Venancio vuelve a buscarse pero no a encontrarse. Además, conforme avanza el tiempo, la lista de sospechosos va engordando notablemente, pues ya han entrado a formar parte de ella Jorge y Malaquías.

Otra muerte más, la del mismísimo Malaquías, se añade a la macabra lista que se

estaba empezando a escribir sola, motivo que se suma a la decisión del abad de que Guillermo y Adso dejen de investigar el misterio. Sin embargo, lejos de aceptar esta descortés invitación, los protagonistas vuelven a introducirse en la biblioteca, con varios cabos atados, y con algunas soluciones resueltas, por lo que, con muchas menos dificultades, consiguen introducirse en el secreto Finis Africae, que resultaba ser una sala, en la que el sospechoso y ciego Jorge se encontraba con la certeza de Guillermo llegaría a él y con el libro Coena Cypriani de Aristóteles sobre la mesa. Libro que, aun pareciendo inofensivo, guardaba una defensa y loa al don de la risa, algo con lo que Jorge no estaba conforme y que creyó suficiente justificación para convertirlo en motivo de asesinato múltiple.

Una vez que todos los misterios han sido esclarecidos convincentemente, Jorge decide

suicidarse comiéndose el libro citado, el cual había sido cubierto de veneno, con el que se fueron muriendo todos los que tuvieron acceso a él. A la vez que Jorge muere envenenado, la biblioteca se incendia y Guillermo y Adso pueden escapar, con una grata experiencia sobre sus conciencias.

Éste es el argumento literario que encierra la novela El Nombre de la Rosa, sin

embargo, entre sus muchas lecturas paralelas, se encuentran dos que quizá tengan más importancia que la lectura superficial en sí misma. Volvamos a centrarnos en el tema de la risa discutido con tanta insistencia en varios capítulos de la novela. Los puntos de vista acerca de la misma incitan a Jorge a sobreponer su opinión por encima del resto con tanta preponderancia que ve el asesinato como una solución justa. Pero, ¿qué puede significar la risa? ¿Alegría? Jorge dice: “La risa sacude el cuerpo, deforma los rasgos de la cara, hace que el hombre parezca un mono”, mientras que Guillermo responde: “Los monos no ríen, la risa es propia del hombre, es signo de su racionalidad”, por lo que Jorge añade: “También la palabra es signo de la racionalidad humana, y con la palabra puede insultarse a Dios”. En este caso, Jorge ve esto último como algo malo.

Si acudimos al pequeño párrafo que introduce este trabajo podremos evidenciar los

distintos puntos de vista con los que se puede enfocar un mismo argumento. “Eran siempre los mismos” dice Adso, y no sin razón, pues el significante es exactamente el mismo, y el mensaje se está transmitiendo a todos por igual. Sin embargo, hay algunos individuos que lo leen de una manera y otros tantos que lo leen de otra. Unos que ven a la risa como signo de racionalidad, y otros que lo ven como signo de deformación. Unos

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que leerán El Nombre de la Rosa como una interesante historia de suspense y otros que la añadirán en la estantería junto a otros libros de índole lingüístico-psicológica.

Desde el comienzo de la novela hasta el “Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemos” con el que se cierra el libro, Umberto Eco trata de explicarnos la permanencia del signo en la memoria y las múltiples interpretaciones que puede conllevar algo que, en esencia, pueda parecer lo mismo.

Si además se quiere entrever en el argumento la representación física y mortal de la

prohibición de algunos libros paganos, adelante. Si hay una moraleja que se pueda esclarecer sobre el resto entre todas las líneas que conforman la novela puede que sea la frase con la que Stanley Kubrick invitó a su público a ver su película más importante: “Sois libres de especular acerca del significado filosófico y alegórico de 2001”. Sois libres.

ADRIÁN GÓMEZ ESTEBAN SEMIÓTICA DE LA COMUNICACIÓN DE MASAS

4º PERIODISMO A