el niño 44 - tom rob smith.pdf

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  • El nio 44

    Tom Rob Smith

  • CHERVOY UCRANIA - UNION SOVIETICA

    25 de enero de 1933Como Maria haba decidido morir, su gato tendra que arreglrselas solo. Ella ya se haba

    ocupado de l mucho ms de lo razonable. Haca tiempo que las ratas y los ratones haban cado entrampas y servido como comida a la gente del pueblo. Los animales domsticos haban desaparecidopoco despus. Todos menos uno, aquel gato, su compaero, que ella haba escondido. Por qu no lohaba matado? Necesitaba una razn para vivir; algo que proteger y querer, una razn parasobrevivir. Se haba prometido seguir alimentndolo hasta el da que no pudiera alimentarse ellamisma. Aquel da haba llegado. Ya haba cortado sus botas de cuero en tiras, las haba hervido conortigas y semillas de remolacha. Ya haba escarbado la tierra en busca de gusanos, haba lamidocortezas. Aquella maana, en un delirio febril, se haba puesto a mordisquear la pata del taburete de lacocina, masticando y masticando hasta que las astillas le salan de entre las encas. Cuando vio huir asu gato, que se esconda bajo la cama, que se neg a aparecer incluso cuando ella se agach,llamndolo por su nombre, intentando convencerle para que saliera, fue el momento en el que Mariadecidi morir. Sin nada que comer y nada que querer.

    Maria esper hasta la cada de la noche para abrir la puerta. Le pareci que, bajo el manto de laoscuridad, su gato tendra ms oportunidades de llegar hasta el bosque sin ser visto. Si alguien delpueblo lo vea, lo cazara. Incluso en aquel momento, tan cerca de su propia muerte, la idea de quemataran a su gato le desagradaba. Se consol sabiendo que el factor sorpresa estaba de su parte. Enuna comunidad en la que los hombres maduros mascaban puados de tierra con la esperanza deencontrar hormigas o huevos de insectos, en que los nios escarbaban la mierda de caballo esperandoencontrar cascaras de grano sin digerir, y las mujeres se peleaban por la posesin de huesos, Mariaestaba segura de que nadie iba a pensar que un gato pudiera seguir vivo.

    Pvel no poda creer lo que estaba viendo. Era extrao, delgado, con ojos verdes y una piel conmotas negras. Era un gato, sin duda. Haba salido a recoger lea cuando vio al animal salir disparadode la casa de Maria Antonovna, cruzar la carretera cubierta de nieve y dirigirse hacia el bosque.Aguantando la respiracin, mir a su alrededor. Nadie ms lo haba visto. No haba nadie por all; nohaba luces en las ventanas. Espirales de humo, la nica seal de vida, surgan de menos de la mitad delas chimeneas. Era como si la intensa nevada hubiera apagado el pueblo, extinguiendo toda seal devida. La mayor parte de la nieve estaba intacta: apenas haba pisadas y no se haba excavado ningncamino. Los das eran tan silenciosos como las noches. Nadie se levantaba para ir a trabajar. Ningunode sus amigos sala a jugar; se quedaban en sus casas, donde sus familias se acurrucaban en las camas,formando hileras de ojos hundidos que miraban al techo. Los adultos haban empezado a parecernios, y los nios, adultos. La mayora haba dejado de intentar buscar restos de comida. En aquellascircunstancias, la aparicin de un gato era nada menos que un milagro; el resurgir de una criaturaconsiderada extinta desde haca tiempo.

    Pvel cerr los ojos e intent recordar la ltima vez que haba comido carne. Cuando los abri,segua salivando. La saliva le corra por un lado de la cara en gruesas hileras. Se la limpi con elreverso de la mano. Excitado, dej caer el montn de ramas y corri hacia su casa. Tena que contarlea su madre, Oksana, la increble noticia.

    Oksana estaba sentada, envuelta en una manta de lana, mirando fijamente al suelo. Estabatotalmente inmvil, ahorrando energa mientras intentaba pensar en el modo de mantener a su familiacon vida; un pensamiento que ocupaba todas sus horas de vigilia y cada sueo inquieto. Era una de las

  • pocas personas que no se haban rendido. Nunca se rendira. No lo hara mientras tuviera a sus hijos.Pero la simple determinacin no era suficiente, deba tener cuidado: un esfuerzo mal calculado podrasignificar cansancio, y el cansancio significaba, inevitablemente, la muerte. Algunos meses atrs,Nikoli Ivnovich, un vecino y amigo suyo, haba decidido asaltar un granero del Estado, preso de ladesesperacin. No haba regresado. A la maana siguiente, la mujer de Nikoli y Oksana habanpartido en su busca. Encontraron su cuerpo junto a la carretera, boca arriba. Un cuerpo esqueltico,con el estmago abombado y estirado; preado de los granos crudos que haba tragado en el momentode su muerte. Su mujer haba llorado, mientras Oksana coga los granos restantes de los bolsillos,repartindolos entre ambas. Cuando volvieron al pueblo, la mujer de Nikoli les haba contado a todosla noticia. En lugar de lstima, sintieron envidia; lo nico en lo que podan pensar era en los puadosde grano que posea. Oksana pens que era una necia honrada: las haba puesto a las dos en peligro.

    Aquellos recuerdos fueron interrumpidos por el sonido de alguien que corra. Nadie corra amenos que se tratase de una noticia importante. Se levant temerosa. Pvel entr precipitadamente enla habitacin y anunci sin aliento:

    - Madre, he visto un gato.Ella dio un paso adelante y cogi las manos de su hijo. Tena que asegurarse de que no vea

    visiones: el hambre poda jugar malas pasadas. Pero su rostro no mostraba signo alguno de delirio. Sumirada era clara, y su gesto, serio. Tena slo diez aos y ya era un hombre. Las circunstancias leobligaban a olvidarse de su niez. Casi con toda certeza, su padre estaba muerto, y si no era as, almenos s lo estaba para ellos. Se haba marchado a la ciudad de Kiev con la esperanza de traerlescomida. Nunca regres, y Pvel comprendi, sin que nadie tuviera que explicrselo o consolarle, quesu padre jams volvera. Ahora Oksana dependa de su hijo tanto como de s misma. Eran compaeros,y Pvel haba jurado en voz alta que tendra xito all donde su padre haba fracasado: se asegurara deque su familia permaneciese con vida.

    Oksana acarici la mejilla de su hijo.- Puedes atraparlo?l sonri, orgulloso.- Si tuviera un hueso.El estanque estaba helado. Oksana escarb entre la nieve para encontrar una roca. Envolvi la

    roca en su chal para que el sonido no llamara la atencin de nadie, amortigundolo mientras abra unpequeo agujero en el hielo. Dej la roca. Se prepar para enfrentarse al agua oscura y congelada ymeti la mano, soltando un jadeo por el fro. Slo dispona de unos segundos antes de perder lasensibilidad en el brazo, as que se movi deprisa. Su mano toc el fondo y no agarr otra cosa quecieno. Dnde estaba? Presa del pnico, se inclin hacia delante, sumergiendo todo el brazo, buscandoa diestra y siniestra, perdiendo la sensibilidad en la mano. Sus dedos acariciaron vidrio. Aliviada,agarr la botella y la sac. La piel se le haba vuelto de varios tonos de azul, como si la hubierangolpeado. No le importaba. Haba encontrado lo que buscaba: una botella sellada con alquitrn.Limpi la capa de cieno que tena en un lado y ech un vistazo al contenido. Dentro haba un montnde pequeos huesos.

    Al regresar a la casa se encontr con que Pvel haba avivado el fuego. Calent el precinto sobrelas llamas; el alquitrn cay sobre las brasas en forma de pegajosas gotitas. Mientras esperaban,Pvel, siempre atento a las necesidades de su madre, se fij en la piel azulada y le frot el brazo, paraque recobrase la circulacin. Cuando se fundi el alquitrn, ella puso la botella boca arriba y la agit.Varios huesos se amontonaron en el cuello. Ella los sac y se los ofreci a su hijo. Pvel los estudicuidadosa-mente, rascando la superficie y oliendo cada uno de ellos. Despus de haber escogido uno,se dispuso a salir. Ella lo detuvo.

    - Llvate a tu hermano.

  • Pvel pens que aquello era un error. Su hermano pequeo era torpe y lento. Y de todas formas elgato le perteneca a l. l lo haba visto, y l lo atrapara. Sera su victoria. Su madre le coloc unsegundo hueso en la mano.

    - Llvate a Andri.Andri tena casi ocho aos y quera mucho a su hermano mayor. Casi nunca sala de casa y se

    pasaba la mayor parte del tiempo en el cuarto trasero, donde dorman los tres, jugando con una barajade cartas. Las cartas las haba hecho su padre con hojas de papel cortadas y pegadas, un regalo dedespedida antes de marcharse a Kiev. Andri todava esperaba su regreso. Nadie le haba dicho que nohaba nada que esperar. Cuando echaba de menos a su padre, lo que suceda a menudo, reparta lascartas sobre el suelo, ordenndolas por palos y por nmeros. Estaba seguro de que si poda terminar elsolitario, su padre volvera. Acaso no era sa la razn por la que le haba dejado las cartas antes demarcharse? Por supuesto, Andri prefera jugar con su hermano, pero Pvel ya no tena tiempo parajuegos. Estaba siempre ocupado ayudando a su madre y slo jugaba con l a veces antes de acostarse.

    Pvel entr en su habitacin. Andri sonri, esperando que estuviera dispuesto a echar unapartida, pero su hermano se agach y recogi las cartas.

    - Deja eso. Vamos a salir. Dnde estn tus lapti?Andri entendi aquella pregunta como una orden, y se meti bajo la cama para coger sus lapti:

    dos tiras cortadas de la rueda de un tractor y un montn de harapos que, unidos con cuerda, servancomo un par de improvisadas botas. Pvel le ayud a atarlas con fuerza, mientras le explicaba queaquella noche tenan la oportunidad de comer carne, siempre y cuando Andri hiciera todo lo que ledijera.

    - Va a volver nuestro padre?- No va a volver.- Se ha perdido?- S, se ha perdido.- Quin nos va a traer la carne?- La vamos a atrapar nosotros mismos.Andri saba que su hermano era un experto cazador. Haba atrapado ms ratas que ningn otro

    muchacho del pueblo. Aqulla era la primera vez que le peda que lo acompaase en una misin tanimportante.

    Afuera, en la nieve, Andri puso especial esmero en no caerse. A menudo se tambaleaba ytropezaba, pues para l el mundo pareca borroso. Lo nico que poda ver con claridad eran los objetosque se pona muy cerca de la cara. Todo el mundo pensaba que era torpe, y l pensaba que todos losdems vean el mundo como lo vea l. Si alguien era capaz de ver a una persona en la distancia(cuando lo nico que poda ver Andri era una mancha borrosa), l lo achacaba a la inteligencia o a laexperiencia, o a algn otro atributo que l todava no haba desarrollado. Aquella noche no se caera yno quedara como un tonto. Hara que su hermano estuviera orgulloso. Para l, eso era ms importanteque la idea de comer carne.

    Pvel se detuvo a la entrada del bosque, arrodillndose para examinar las huellas del gato en lanieve. Andri pens que su habilidad para dar con ellas era notable. Admirado, se agach, observandoa su hermano mientras ste tocaba una de las huellas de pata. Andri no tena ni idea de rastrear ni decazar.

    - Es aqu por donde ha pasado el gato?Pvel asinti y mir hacia el bosque.- Las huellas son muy poco profundas.Imitando a su hermano, Andri pas los dedos por la marca de la pata, preguntando:- Y eso qu significa?

  • - El gato no es pesado, lo que significa que habr menos comida para nosotros. Pero si tienehambre, entonces hay ms posibilidades de que lo atraigamos con el cebo.

    Andri intent asimilar aquella informacin, pero su mente se distraa.- Hermano, si fueras una carta, qu carta seras? Seras un as o un rey; una pica o un corazn?Pvel suspir y Andri, herido por su incomprensin, sinti que las lgrimas empezaban a

    formarse.- Si te contesto, prometes quedarte callado?- Lo prometo.- No podemos atrapar al gato si lo asustas. -No dir nada.- Sera una sota, un caballero, el que tiene una espada. Y ahora, lo has prometido: ni una palabra.Andri asinti. Pvel se levant. Se adentraron en el bosque.

    Caminaron durante largo rato. Parecieron varias horas, aunque el sentido del tiempo de Andri, al

    igual que su vista, no era muy fino. Con la luz de la luna y el reflejo de la nieve, su hermano mayorpareca no tener demasiados problemas para seguir las huellas. Se haban adentrado mucho en elbosque, ms all de donde Andri haba ido nunca. A menudo tena que correr para no quedarse atrs.Le dolan las piernas, le dola el estmago. Tena fro, hambre, y aunque en casa no haba comida, almenos no le dolan los pies. La cuerda que sujetaba los harapos a las tiras de rueda se haba aflojado ysenta cmo la nieve entraba bajo sus suelas. No se atreva a hacer parar a su hermano para pedirle quese la volviera a atar. Lo haba prometido: ni una palabra. Pronto la nieve se derretira, los harapos seempaparan y perdera la sensibilidad en los pies. Para apartar sus pensamientos de aquellaincomodidad, rompi una rama de un arbolillo y masc la corteza, hasta reducirla a una tosca pastaque se le haca spera a la lengua y a los dientes. Le haban dicho que la pasta de la corteza aplacaba elhambre. l se lo haba credo: era til crerselo.

    De pronto, Pvel le hizo un gesto para que se quedara quieto. Andri se detuvo a medio paso, conlos dientes marrones por los trozos de corteza. Pvel se ech al suelo. Andri hizo lo mismo, buscandoen el bosque aquello que su hermano haba visto. Entorn los ojos, intentando enfocar los rboles.

    Pvel se qued mirando al gato, y ste pareca devolverle la mirada con sus ojillos verdes. Questara pensando? Por qu no hua? Quiz, oculto en la casa de Maria, todava no haba aprendido atemer a los humanos. Pvel alcanz su cuchillo, cortndose la punta del dedo y embadurnando consangre el hueso de pollo que su madre le haba dado. Hizo lo mismo con el cebo de Andri, unacalavera fracturada de rata. Us su propia sangre, porque no confiaba en que su hermano fuera capazde reprimir un chillido y asustase al gato. Sin decir una palabra, los hermanos se separaron, tomandodirecciones opuestas. Antes, en casa, Pvel le haba dado a Andri instrucciones precisas, as que nohaca falta hablar. En cuanto estuvieran a cierta distancia, a ambos lados del gato, colocaran loshuesos sobre la nieve. Pvel mir rpidamente a su hermano, para asegurarse de que no estabametiendo la pata.

    Andri hizo exactamente lo que le haban dicho y sac una cuerda de su bolsillo. Pvel ya habahecho un lazo en la punta. Lo nico que tena que hacer Andri era colocarlo alrededor de la calaverade la rata. As lo hizo, y entonces se ech hacia atrs hasta donde se lo permiti la cuerda, tumbndoseboca abajo sobre el suelo, oprimiendo y apelmazando la nieve. Se qued esperando. Hasta esemomento no se dio cuenta de que apenas poda ver su propio cebo. Era una mancha. De repente seasust, y dese que el gato fuera hacia su hermano. Pvel no cometera ningn error; lo atrapara ypodran irse a casa a comer. Nervioso y con fro, sus manos empezaron a temblar. Intent recobrar elpulso. Pudo ver algo: una sombra que se acercaba a l.

    El aliento de Andri empez a derretir la nieve que tena frente a s. Hilillos de agua corran hastal y se le metan entre la ropa. Quera que el gato fuera en la otra direccin, a la trampa de su

  • hermano, pero a medida que aquella mancha se acercaba, era ms evidente que el gato lo habaescogido a l. Por supuesto, si atrapaba al gato, Pvel lo adorara, jugara con l a las cartas y no seenfadara nunca ms. Aquella idea le agrad, y su nimo pas del pnico a la expectacin.

    S, sera l quien atrapase al gato. Lo matara. Demostrara lo que vala. Qu haba dicho suhermano? Le haba advertido que no tirara demasiado pronto del cebo. Si el gato se asustaba, todoestara perdido. Por aquella razn, y por el hecho de que no poda estar totalmente seguro de dndeestaba el gato, Andri decidi esperar y asegurarse. Casi poda ver con nitidez el pelaje negro y lascuatro patas. Esperara un poco ms, un poco ms Escuch a su hermano susurrar:

    - Ahora!Andri se asust. Ya haba escuchado aquel tono muchas veces. Significaba que haba hecho algo

    mal. Entorn los ojos, concentrado, y vio que el gato estaba en mitad de su trampa. Tir de la cuerda.Pero demasiado tarde, pues el gato haba saltado. El lazo haba fallado. Aun as Andri hal de la sogaen un gesto pattico, esperando que, de alguna forma, hubiera un gato en el otro extremo. A sus manoslleg un lazo vaco y not que la cara se le enrojeca de vergenza. Posedo por la ira, estaba dispuestoa levantarse y perseguir al gato y atraparlo, estrangularlo y aplastarle el crneo. Pero no se movi: vioque su hermano permaneca tumbado en el suelo. Y Andri, que haba aprendido a seguir siempre a suhermano, hizo exactamente lo mismo. Entorn la vista, esforzndose hasta que pudo ver cmo ladifusa silueta negra se diriga ahora a la trampa de su hermano.

    El enfado ante la incompetencia de su hermano pequeo haba dejado paso a la excitacin ante laimprudencia del gato. Los msculos de la espalda de Pvel se tensaron. No haba duda de que el gatohaba probado la sangre, y el hambre era ms fuerte que la precaucin. Observ al animal, que sequed a medio paso, con una pata en el aire, mirndolo fijamente. Contuvo la respiracin: sus dedossujetaron con fuerza la cuerda y esper, instando en silencio al gato a acercarse.

    Por favor. Por favor. Por favor.

    El gato salt hacia delante, abri la boca y atrap el hueso. Anticipndose perfectamente, l dioun tirn a la cuerda. El lazo se estrech alrededor de la zarpa del gato, atrapando la pata delantera.Pvel se levant de un salto, tirando de la cuerda para apretar el nudo. El gato intent escapar, pero lacuerda lo mantena bien sujeto. Hizo caer al animal al suelo. El bosque se llen de maullidos, como sifuera una criatura mucho mayor la que luchaba por su vida, retorcindose en la nieve, arqueando elcuerpo y tensando la cuerda. Pvel tena miedo de que el nudo se rompiera. La cuerda era delgada ydeshilachada. Cuando intent acercarse, el gato se alej, quedando fuera de su alcance. Grit a suhermano:

    - Mtalo!Andri segua sin moverse, porque no quera cometer otro error. Pero ahora le estaban dando

    instrucciones. Se levant de un salto y corri hacia delante, tropezndose inmediatamente y cayendode bruces. Levant la nariz de entre la nieve y pudo ver al gato ms adelante, siseando, escupiendo yretorcindose. Si la cuerda se rompa, el gato quedara libre y su hermano lo odiara para siempre.Pvel grit, con voz ronca y frentica:

    - Mtalo! Mtalo! Mtalo!Andri se levant, tambalendose, y sin tener muy claro lo que estaba haciendo se precipit hacia

    delante, abalanzndose sobre el cuerpo del gato que se revolva. Quiz tena la esperanza de que elimpacto lo matase. Pero entonces, encima del animal, pudo sentir que el gato estaba vivo yretorcindose bajo su estmago, araando los sacos de grano que haban cosido para hacerle unachaqueta. Andri, manteniendo el estmago pegado al suelo para evitar que el gato escapara, mir trasde s, suplicando con la mirada a Pvel que tomara las riendas.

  • - Sigue vivo!Pvel corri hacia delante y se arrodill, metiendo la mano bajo el cuerpo de su hermano menor,

    pero se top con los mordiscos que propinaba la boca del animal. Le mordi. Sac las manos de untirn. Ignorando la sangre de su dedo, se pas al otro lado y volvi a introducir las manos, llegandoesta vez hasta la cola. Sus dedos empezaron a subir por la espalda del animal. Desde aquella lnea deataque, el gato no poda defenderse.

    Andri se qued inmvil, sintiendo la lucha que tena lugar debajo de l, notando cmo las manosde su hermano se acercaban cada vez ms a la cabeza del gato. ste saba que aquello significaba sumuerte, y empez a morder cualquier cosa que pudo encontrar (su chaqueta, la nieve), loco de miedo,un miedo que Andri poda sentir en forma de vibraciones en su estmago. Imitando a su hermano,Andri grit:

    - Mtalo! Mtalo! Mtalo!Pvel rompi el cuello del animal. Durante un instante ninguno de los dos hizo nada. Se quedaron

    quietos, respirando profundamente. Pvel descans la cabeza sobre la espalda de Andri, apretandotodava fuertemente el cuello del gato con las manos. Finalmente sac las manos de debajo de suhermano y se levant. Andri se qued sobre la nieve, sin atreverse a moverse.

    - Ya puedes levantarte.Ya poda levantarse. Ya poda estar de pie, hombro con hombro con su hermano. Poda sentirse

    orgulloso. Andri no le haba decepcionado. No haba fallado. Levant la mano, cogi la de suhermano y se puso tambin en pie. Pvel no podra haber atrapado al gato sin su ayuda. La cuerda sehabra roto. El gato habra escapado.

    Andri sonri y despus se ri, dando palmas y bailando all mismo. Se senta ms feliz quenunca. Eran un equipo. Su hermano lo abraz, y los dos miraron el trofeo: un esqueltico gato muertoaplastado contra la nieve.

    Era imprescindible transportar el trofeo hasta el pueblo sin ser vistos. La gente luchara, matarapor una pieza como aqulla, y los maullidos podan haber alertado a alguien. Pvel no quiso dejar nadaal azar. No haban trado ningn saco con el que esconder el gato. Improvisando, decidi esconderlobajo un montn de ramitas. Si se encontraban con alguien de camino a casa, dara la impresin de quehaban estado recogiendo lea y no habra preguntas. Cogi el gato de entre la nieve:

    - Voy a llevarlo bajo un montn de ramas, para que nadie pueda verlo. Pero si realmenteestuviramos recogiendo lea, t tambin llevaras un montn de ramas.

    Andri se qued impresionado por la lgica de su hermano. l nunca habra reparado en eso.Empez a recolectar lea. Como la tierra estaba cubierta de nieve, era complicado encontrar ramassueltas, y se vio obligado a rastrillar con las manos desnudas, buscando en el suelo congelado.Despus de cada pasada se frotaba los dedos, soplando sobre ellos. La nariz le haba empezado agotear y el labio superior se le llen de mocos. Pero aquella noche, despus de su xito, no leimportaba. Empez a tararear una cancin que sola cantar su padre, metiendo de nuevo los dedos enla nieve.

    Pvel, que tena los mismos problemas para encontrar ramas, se haba alejado de su hermanomenor. Tendran que separarse. A cierta distancia vio un rbol cado con ramas que salan por todoslos ngulos. Se apresur hasta all, dejando el gato en la nieve para poder arrancar toda la maderamuerta del tronco. All haba mucha, ms que suficiente para ambos, y ech un vistazo a su alrededor,buscando a Andri. Estaba a punto de llamarlo cuando se trag sus palabras. Hubo un ruido. Se dio lavuelta rpidamente, mirando a todos lados. El bosque era denso, oscuro. Cerr los ojos,concentrndose en aquel ruido, un ritmo: el crujir, crujir, crujir de la nieve. Cada vez era msrpido, se escuchaba con mayor claridad. La adrenalina se dispar en su cuerpo. Abri los ojos. All,en la oscuridad, haba un hombre, corriendo. Llevaba una rama gruesa y pesada. Sus pasos eran largos.

  • Estaba corriendo hacia Pvel. Les haba odo matar al gato y quera robarles el trofeo. Pero Pvel no selo permitira: no dejara que su madre muriese de hambre. No fracasara como su padre. Empez aechar nieve sobre el gato con el pie, intentando ocultarlo.

    - Estamos recogiendoLa voz de Pvel se ahog en cuanto el hombre lleg corriendo de entre los rboles, levantando la

    rama. En aquel momento, viendo por primera vez el rostro demacrado y la mirada salvaje de aquelhombre, Pvel se dio cuenta de que no era el gato lo que quera. Lo quera a l.

    Pvel se qued boquiabierto ms o menos en el mismo instante en que la rama descendi,golpendole con el extremo en la coronilla. No sinti nada, pero se dio cuenta de que ya no estaba depie. Se sostena sobre su rodilla. Alz la mirada, con la cabeza inclinada y la sangre cayndole sobreuno de los ojos, mientras observaba cmo el hombre levantaba la rama para asestar un segundo golpe.

    Andri dej de tararear. Lo haba llamado Pvel? No haba encontrado muchas ramas, desdeluego no las suficientes para llevar a cabo su plan, y no quera que lo regaasen despus de haberseportado tan bien. Se levant, sacando las manos de la nieve. Ech un vistazo hacia el bosque,entornando los ojos, incapaz de ver, incluso entre los rboles ms cercanos, nada que no fuera unamancha.

    - Pvel?No hubo respuesta. Volvi a llamar. Era un juego? No, Pvel ya no jugaba, ya no. Andri camin

    en la direccin en que haba visto a su hermano por ltima vez, pero no pudo ver nada. Aquello eraestpido. No era l quien se supona que deba encontrar a Pvel; Pvel era quien tena que encontrarloa l. Algo no iba bien. Volvi a llamarlo, ms alto esta vez. Por qu no responda? Andri se limpila nariz en la spera manga de la chaqueta, y se pregunt si aquello sera una prueba. Qu hara suhermano en una situacin semejante? Seguira las huellas en la nieve. Andri dej las ramas y seagach, buscando por el suelo, a gatas. Encontr sus propias pisadas y las rastre hasta el lugar en elque haba dejado a su hermano. Orgulloso, pas a las huellas de ste. Si se levantaba no poda verlas,as que, agachado, con la nariz a pocos palmos del suelo, prosigui, como un perro siguiendo un olor.

    Lleg hasta un rbol cado, con ramas esparcidas a su alrededor, y pisadas por todas partes,algunas profundas y grandes. La nieve estaba roja. Andri cogi un puado, apelmazndola entre losdedos, apretando y viendo cmo se converta en sangre.

    - Pvel!No dej de gritar hasta que le doli la garganta y su voz desapareci. Lloriqueaba. Quera decirle

    a su hermano que poda quedarse con su parte del gato. Slo quera que volviera. Pero no sirvi denada. Su hermano lo haba abandonado. Y estaba solo.

    Oksana haba escondido una bolsita con tallos de maz pulverizados, amaranto y mondas depatata molidas detrs de los ladrillos del horno. Durante las inspecciones siempre tena un pequeofuego encendido. Los recolectores a los que enviaban para comprobar que no tena reservas escondidasde grano nunca miraban detrs de las llamas. Desconfiaban de ella. Por qu estaba sana cuando losdems estaban enfermos? Como si seguir con vida fuera un crimen. Pero no podan encontrar comidaen su casa, no podan tacharla de kulak, una campesina rica. En lugar de ejecutarla al instante, ladejaban morir. Ella ya se haba dado cuenta de que poda vencerles por la fuerza. Algunos aos atrs,haba organizado la resistencia del pueblo cuando se anunci que unos hombres se acercaban all parallevarse la campana de la iglesia. Queran fundirla. Ella y otras cuatro mujeres se haban encerrado enel campanario, tandola constantemente, resistindose a dejar que se la llevaran. Oksana habagritado que aquella campana perteneca a Dios. Podran haberla matado aquel da, pero el hombre queestaba al mando del grupo decidi perdonar la vida a las mujeres. Cuando echaron abajo la puerta dela iglesia, dijo que sus rdenes consistan nicamente en llevarse la campana, explicando que el metal

  • era necesario para la revolucin industrial de su pas. Como respuesta, ella escupi al suelo. Cuando elEstado empez a llevarse la comida de los habitantes del pueblo, argumentando que perteneca al pasy no a ellos, Oksana aprendi la leccin. En lugar de fuerza, mostraba obediencia, manteniendo suresistencia en secreto.

    Aquella noche la familia tendra un festn. Derriti unos puados de nieve, hasta que hirvieron, ylo aderez con los tallos pulverizados. Aadi el resto de los huesos de la botella. Una vez cocinados,los machacara hasta obtener harina. Por supuesto, se estaba anticipando. Pvel no lo haba logradotodava. Pero estaba segura de que lo conseguira. Aunque Dios le haba dado una vida dura, tambinera cierto que le haba dado un hijo que la ayudaba. De todas formas, si ste no atrapaba al gato seprometi a s misma que no se enfadara. El bosque era grande; el gato, pequeo, y, adems, enfadarseera un gasto de energa. Ni siquiera mientras intentaba prepararse para una decepcin consigui evitarmarearse ante la perspectiva de carne y borscht de patatas.

    Andri estaba de pie en la puerta, con un corte en la cara, nieve en la chaqueta, y con mocos ysangre brotando de su nariz. Sus lapti estaban completamente deshechos, y se le vean los dedos de lospies. Oksana corri hasta l.

    - Dnde est tu hermano?- Me abandon.Andri se ech a llorar. No saba dnde estaba su hermano. No entenda lo que haba pasado. No

    poda explicarlo. Saba que su madre iba a odiarlo. Saba que iba a ser culpa suya, a pesar de que habahecho lo correcto en todo momento, a pesar de que hubiera sido su hermano el que lo habaabandonado.

    Oksana se qued sin aliento. Ech a Andri a un lado y sali corriendo de la casa, en direccin albosque. No haba rastro de Pvel. Quiz se haba cado y se haba hecho dao. Tal vez necesitaseayuda. Volvi a entrar rpidamente, desesperada por obtener una respuesta, y lo nico que encontrfue a Andri, junto al borscht, con una cuchara en la boca. Pillado con las manos en la masa, ste mira su madre con ojos de cordero, mientras un hilo de sopa de patata resbalaba desde su labio. Abrumadapor la ira (ira por su marido muerto, por su hijo desaparecido), se precipit hacia Andri, lo tir alsuelo y apret la cuchara de madera en su boca.

    - Cuando saque esta cuchara de tu boca, me dirs lo que ha pasado o te matar.Pero en cuanto sac la cuchara, lo nico que pudo hacer l fue toser. Enfurecida, ella volvi a

    metrsela bruscamente en la boca.- Eres un intil, un patn y un imbcil. Dnde est mi hijo? Dnde est?Volvi a sacar la cuchara, pero l estaba llorando y ahogndose. No poda hablar. Sigui llorando

    y tosiendo, as que ella lo golpe, pegndole con las manos en su pequeo pecho. Slo par cuando elborscht empez a correr peligro de quemarse. Se levant y apart la sopa del fuego.

    Andri lloriqueaba en el suelo. Oksana lo mir; su enfado empezaba a desaparecer. Era muypequeo. Quera mucho a su hermano mayor. Se agach, lo recogi y lo sent sobre una silla.

    Lo envolvi con una manta y le sirvi un cuenco de borscht. Una racin generosa, mucho mayorde lo que nunca haba comido. Intent darle de comer con la cuchara, pero l no quera abrir la boca.No confiaba en ella. Ella le ofreci la cuchara. El dej de llorar y empez a comer. Se termin elborscht. Ella llen el cuenco de nuevo. Le dijo que comiera despacio. El no hizo caso y se termin elsegundo cuenco. Muy suavemente, ella le pregunt qu haba pasado, y escuch mientras l le hablabade la sangre sobre la nieve, las ramitas esparcidas, la desaparicin y las pisadas profundas. Ella cerrlos ojos.

    - Tu hermano est muerto. Se lo han llevado para comrselo. Me entiendes? Vosotros estabaiscazando aquel gato y alguien os estaba cazando a vosotros. Me entiendes?

    Andri se qued en silencio, mirando fijamente las lgrimas de su madre. Lo cierto era que no lo

  • entenda. La observ mientras ella se levantaba y sala de la casa. Al escuchar la voz de su madre, seacerc corriendo a la puerta.

    - Por favor, Dios, devulveme a mi hijo.Slo Dios poda traerlo a casa ahora. No era pedir mucho. Tan poca memoria tena Dios? Ella

    haba arriesgado su vida para salvar su campana. Lo nico que quera a cambio era recuperar a su hijo,su razn de vivir.

    Algunos de los vecinos se asomaron a sus puertas. Se quedaron mirando a Oksana. Escucharonsus lamentaciones. Pero aquella clase de pena no era nada rara, y no se quedaron mucho tiempo.

  • VEINTE AOS DESPUS -

    MOSC

    11 de febrero de 1953

    La bola de nieve golpe a Zhora en la nuca. La nieve, que lo haba pillado por sorpresa, estallalrededor de sus orejas. Detrs de l, en alguna parte, poda or a su hermano rindose, rindose bienalto. Estaba orgulloso de s mismo, orgulloso de aquel tiro, aunque hubiera sido de casualidad, ungolpe de suerte. Zhora se limpi el hielo del cuello de su chaqueta, pero algunos trozos ya le habancado por la espalda. Estaban derritindose, resbalando por su piel y dejando un rastro de agua helada.Se sac los faldones de la camisa de los pantalones y meti la mano hasta donde pudo para quitarse elhielo de encima.

    Arkadi, que no poda creerse la calma de su hermano (ocupado en limpiarse la camisa en lugar debuscar a su oponente), se tom su tiempo, apelotonando la nieve, poniendo un puado encima de otro.Si le quedaba demasiado grande, la bola de nieve no servira para nada: sera difcil de lanzar, semovera despacio y le resultara fcil esquivarle. Aqul haba sido su error durante mucho tiempo,hacerlas demasiado grandes. En vez de tener un mayor impacto, duraban poco tiempo en el aire, y lamayora de las veces se desintegraban solas, sin alcanzar siquiera a su hermano. Zhora y l jugabanmucho en la nieve. De vez en cuando haba otros nios, pero casi siempre estaban los dos solos. Losjuegos empezaban por casualidad, y se volvan ms y ms competitivos con cada bolazo. Arkadi nohaba ganado nunca, si es que en ese juego poda hablarse de ganadores. Siempre se daba por vencidoante la velocidad y la potencia de los lanzamientos de su hermano. Cada juego acababa siempre igual:frustracin, rendicin, enojo o, peor, llanto y huida. Odiaba ser siempre el perdedor y, ms an, odiabaque aquello le molestase tanto. La nica razn por la que segua jugando era porque cada da se sentaoptimista, pensaba que aquel da sera distinto, que ganara. Y aqul era el da. Era su oportunidad. Seacerc, pero no demasiado: quera que el bolazo fuera vlido. Los disparos a bocajarro no contaban.

    Zhora lo vio venir: un montn de nieve que describa una parbola en el aire. No era demasiadogrande ni demasiado pequeo; era como los que tiraba l. No poda hacer nada. Tena las manos a laespalda. No le quedaba ms remedio que admitir que su hermano aprenda deprisa.

    La bola le golpe en la punta de la nariz, estallndole en los ojos y metindose en la nariz y laboca. Dio un paso atrs, con la cara manchada de blanco. Haba sido un lanzamiento perfecto: aquellosignificaba el final del juego. Haba perdido ante su hermano pequeo, un chiquillo que no tena nicinco aos. Y, sin embargo, ahora que haba sido vencido por primera vez pudo por fin valorar laimportancia de la victoria. Su hermano estaba rindose de nuevo, montando todo un espectculo,como si un bolazo de nieve en la cara fuera lo ms divertido del mundo. Al menos l nunca se habapavoneado como Arkadi lo estaba haciendo ahora; nunca se haba redo tanto, ni haba obtenido tantasatisfaccin de sus victorias. Su hermano pequeo era un mal perdedor, y un ganador an peor. Aquelmuchacho necesitaba que alguien le diera una leccin, que alguien le bajara los humos. Haba ganadouna vez, eso era todo: una partida intil e insignificante, una entre cien. No, una entre mil. Y ahora seatreva a comportarse como si estuvieran empatados o, peor an, como si fuera mejor que l? Zhora seagach y escarb entre la nieve, hasta tocar la fra tierra que haba bajo sta, y recogi un puado debarro helado, arena y piedras.

  • Al ver que su hermano haca otra bola, Arkadi se dio la vuelta y sali corriendo. Sera unlanzamiento de venganza: preparado con esmero y lanzado con toda la potencia que su hermanopudiera reunir. No estaba dispuesto a ser l quien recibiera el impacto de uno de esos bolazos. Sicorra, se pondra a salvo. El lanzamiento, por bien ejecutado o preciso que fuera, slo poda viajaruna distancia determinada antes de empezar a perder la forma, a deshacerse. E incluso aunque le diera,despus de unos cuantos metros no haca dao alguno, apenas mereca la pena tirarlo. Si corra, podraterminar como ganador. No quera sufrir la revancha, no quera que su hermano echase a perder sutriunfo con una sucesin de lanzamientos rpidos. No: tena que correr y cantar victoria. El juego tenaque terminar en aquel momento. Podra disfrutar de aquella sensacin, al menos hasta el da siguiente,en que probablemente volvera a perder. Pero eso sera al da siguiente. Aquel da era el ganador.

    Escuch a su hermano gritar su nombre. Mir hacia atrs, mientras segua corriendo, con unasonrisa en los labios, seguro de haberse alejado lo suficiente como para que el lanzamiento no sirvierapara nada.

    El impacto fue como un puetazo en la cara. La cabeza le dio la vuelta, los pies perdieron elcontacto con el suelo y, durante un segundo, flot por los aires. Cuando volvi a tocar el suelo con lospies, sus piernas se desplomaron, se cay, su cuerpo se contrajo (estaba demasiado aturdido como paraextender las manos) y choc contra la nieve. Por un instante se qued all tirado, incapaz decomprender qu haba sucedido. En la boca tena arena, barro, saliva y sangre. Temeroso, se acerc alos labios la punta de un dedo cubierto por la manopla. Sus dientes tenan un tacto spero, como si lehubieran obligado a comer arena. Haba un hueco. Uno de los dientes haba saltado. Empez a llorar yescupi sobre la nieve. Se puso a escarbar entre la suciedad, en busca de su diente perdido. Por algunarazn, aquello era lo nico en lo que poda pensar en aquel momento; era lo nico que le importaba.Tena que encontrar el diente. Dnde estaba? Pero no lo encontraba en la blancura de la nieve. Habadesaparecido. Y no era el dolor lo que le molestaba: era la rabia, el escndalo ante aquella injusticia.Acaso no poda ganar ni un juego? Haba vencido limpiamente. No poda su hermano concederleaquello?

    Zhora corri hacia su hermano. En cuanto el puado de barro, hielo y arena haba salido de sumano, se haba arrepentido de su decisin. Haba gritado el nombre de su hermano, con la esperanzade que ste se agachase para evitar el golpe. En lugar de eso, Arkadi se haba dado la vuelta y se habadado de bruces con el impacto. En vez de ayudarle, aquello haba parecido un truco especialmentemalicioso. Mientras se acercaba vio la sangre en la nieve y sinti nuseas. l era el culpable deaquello. Haba convertido aquel juego, un juego que disfrutaba como nada en el mundo, en algoterrible. Por qu no poda haber dejado que su hermano ganase? Habra vuelto a ganar al dasiguiente, y al otro y al otro. Sinti vergenza.

    Zhora se arrodill sobre la nieve y puso la mano sobre el hombro de su hermano pequeo. Arkadise lo quit de encima y lo mir con ojos rojos y llorosos, y una boca sangrienta, como un animalsalvaje. No dijo nada. Tena toda la cara rgida de ira. Se puso de pie, tambalendose un poco.

    - Arkadi?Por respuesta, su hermano se limit a abrir la boca y gritar, dejando escapar un sonido que

    recordaba el ladrido de un perro. Lo nico que Zhora poda ver era un montn de dientes sucios.Arkadi se dio la vuelta y sali corriendo.

    - Arkadi, espera!Pero Arkadi no esper. No se detuvo. No quera escuchar la disculpa de su hermano. Corri tan

    rpido como pudo, buscando con la lengua el reciente hueco que haba quedado en la parte frontal desu dentadura. Cuando lo encontr, cuando sinti la enca con la punta de la lengua, dese no volver aver a su hermano jams.

  • 14 de febrero

    Leo alz la vista para ver el bloque de apartamentos 18, un achaparrado mazacote de cemento

    gris de escasa altura. Era por la tarde, ya haba oscurecido. Haba perdido un da entero de trabajo conun asunto que le resultaba tan incmodo como irrelevante. Segn el atestado de la milicia, un nio decuatro aos y diez meses de edad haba aparecido muerto en las vas del ferrocarril. El chico habaestado jugando all la noche anterior y lo haba arrollado un tren de pasajeros. Las ruedas ledestrozaron el cuerpo. El maquinista del tren de las 21.00 a Jabrovsk haba comunicado en la primeraparada que haba podido ver fugazmente a alguien o algo en las vas poco despus de salir de laestacin de Yarovslavsky. Todava no se haba determinado si haba sido aqul el tren que habaarrollado al nio. Quiz el maquinista no quisiera admitir que haba sido l. Pero no haca faltainsistir: haba sido un trgico accidente en el que no haba culpable. El caso debera estar ya cerrado.

    Normalmente no haba motivos para que Leo Stepnovich Demdov, un prometedor miembro delMGB (el Departamento de Seguridad del Estado), tuviera que verse envuelto en un incidente de estanaturaleza. Qu poda hacer l all? La prdida de un hijo era algo desgarrador para la familia y losparientes. Pero la verdad, no significaba nada para el pas. Los nios descuidados, a menos que fuerandescuidados con sus lenguas, no eran asunto de la Seguridad del Estado. Sin embargo, este caso enconcreto se haba complicado inesperadamente. Los padres haban manifestado su pesar de una formapeculiar. Al parecer, no eran capaces de aceptar que su hijo (Leo revis el informe, memorizando elnombre de Arkadi Fidorovich Andryev) fuera responsable de su propia muerte. Haban estadodicindole a la gente que lo haban asesinado. Por quin, eso no lo saban. Por qu razn, lo ignoraban.Cmo poda ser posible algo as, tampoco lo saban. Y, sin embargo, aun careciendo de unaexplicacin lgica y plausible, tenan de su parte el poder de lo emotivo. Exista una posibilidadbastante real de que estuvieran convenciendo a gente crdula: vecinos, amigos y desconocidos;cualquiera que estuviese dispuesto a escuchar.

    Para empeorar la situacin, el padre del nio, Fidor Andryev, era un miembro poco importantedel MGB, y casualmente, uno de los subordinados de Leo. Al ignorar que aqulla no era forma dehacer las cosas, estaba provocando el descrdito del MGB al usar el peso de su autoridad para conferircredibilidad a su insostenible teora. Haba ido demasiado lejos. Haba dejado que sus sentimientosnublasen su sentido comn. De no ser por lo atenuante de las circunstancias, la tarea de Leo bienpodra haber sido arrestar a aquel hombre. Era un embrollo considerable. Y Leo se haba vistoobligado a dejar temporalmente de lado un trabajo serio y relevante para arreglar las cosas.

    Leo, que no tena muchas ganas de enfrentarse a Fidor, subi las escaleras con calma, pensandoen cmo haba llegado hasta all: vigilando las reacciones de la gente. Nunca haba pretendidoincorporarse al Departamento de Seguridad del Estado; aquello haba sido una consecuencia delservicio militar. Durante la Gran Guerra Patritica fue reclutado por una unidad de fuerzas especiales,la OMSBON, la Brigada de Fusileros Motorizados para Misiones Especiales. El tercer y el cuartobatalln de aquella unidad fueron seleccionados en el Instituto Central para la Cultura Fsica, donde lhaba estudiado. Los escogieron por su destreza fsica y atltica, y los haban llevado a un campo deentrenamiento en Mytishchi, al norte de Mosc, donde aprendieron a combatir cuerpo a cuerpo, a usararmas, a tirarse desde poca altura en paracadas y a usar explosivos. El campo perteneca al NKVC,que era el nombre con el que se conoca a la polica secreta antes de convertirse en el MGB. Losbatallones estaban bajo la autoridad directa del NKVD, y no del ejrcito, y eso se reflejaba en lanaturaleza de las misiones. Los enviaban ms all de las lneas enemigas para destruir sus

  • infraestructuras, para obtener informacin, para cometer asesinatos Eran invasores clandestinos.Leo haba disfrutado de la independencia de sus operaciones, aunque se cuidaba de guardarse ese

    pensamiento para s mismo. Le gustaba el hecho, o quiz fuera slo la impresin, de que su destinohaba estado en sus manos. Prosper. Como resultado, le haban concedido la Orden de Suvrov desegunda clase. Su templanza, sus xitos militares, su buen aspecto y sobre todo su absoluta y sincerafe en su pas lo haban convertido en imagen propagandstica (y esto era bastante literal) durante laliberacin sovitica del territorio ocupado por los alemanes. Lo haban fotografiado junto a un montnde soldados pertenecientes a toda clase de divisiones, rodeando la carcasa ardiente de un tanquealemn, con las armas en alto, la victoria en sus rostros y los soldados muertos a sus pies. Al fondopoda verse el humo de los pueblos incendiados. Destruccin, muerte y sonrisas triunfantes. A Leo,gracias a su impecable dentadura y a sus anchos hombros, lo colocaron en el primer plano de lafotografa. Una semana ms tarde, aquella imagen haba aparecido en la portada de Frauda, y Leorecibi de repente felicitaciones de desconocidos, soldados, civiles, gente que quera estrecharle lamano, abrazarlo, a l, un smbolo de victoria.

    Tras la guerra, a Leo lo trasladaron del OMSBON al NKVD. Pareca un progreso lgico. El nohaba hecho preguntas: era un camino marcado por sus superiores, y lo recorri con la cabeza bienalta. Su pas poda haberle pedido cualquier cosa y l la habra cumplido inmediatamente. Habradirigido los gulags de la tundra rtica en la regin de Kolym. Su nica ambicin era universal: servira su pas, un pas que haba derrotado al fascismo, un pas que haba proporcionado sanidad yeducacin gratis a sus ciudadanos, que defenda a capa y espada los derechos de los trabajadores detodo el mundo, que haba pagado a su padre (que trabajaba en la cadena de montaje de una fbrica dearmamento) un salario comparable al de un mdico totalmente cualificado. Aunque su empleo en laSeguridad del Estado resultaba a veces desagradable, l comprenda su necesidad, la necesidad desalvaguardar la revolucin de sus enemigos, ya fueran extranjeros o nacionales, de aquellos quebuscaban socavarla y de aquellos que se haban propuesto verla fracasar. Para ello Leo estabadispuesto a dar su vida. Para ello haba acabado ya con las vidas de otros.

    Pero aquel da todo el herosmo y su entrenamiento militar no tenan ninguna importancia. Allno haba enemigo. Se trataba de un colega, de un amigo, un padre sumido en el dolor. Y, sin embargo,se era un asunto del MGB, y el objeto del mismo era aquel padre afligido. Leo deba tratarlo concuidado. No poda dejarse arrastrar por los mismos sentimientos que cegaban a Fidor. Su histeriapona en peligro a una buena familia. Si no se haca nada con aquellos rumores infundados, stospodan crecer como la mala hierba y expandirse por la comunidad; podan perturbar a la gente y hacerque dudase de uno de los pilares fundamentales de la nueva sociedad:

    No existe el crimen.

    Muy pocas personas se lo crean del todo. Quedaban algunas manchas: se trataba de una sociedaden plena transicin, que todava no era perfecta. Como agente del MGB, la tarea de Leo consista enestudiar las obras de Lenin. De hecho, ste era el deber de todo ciudadano. Saba que los excesossociales (el crimen) se extinguiran a medida que desapareciesen la pobreza y la necesidad. Todavano haban alcanzado aquel ideal. Todava se robaban cosas; las disputas de borrachos llegaban a laviolencia; estaban los urki, las bandas criminales. Pero la gente tena que creer que se avanzaba haciauna existencia mejor. Llamar a aquello asesinato, infanticidio, eso era dar un enorme paso atrs. Leohaba odo hablar, de boca de su superior y mentor, el mayor Janusz Kuzmn, de los juicios de 1937 enlos que Stalin haba dicho de los acusados que haban perdido la fe.

    Perdido la fe.

  • Los enemigos del Partido no eran simples saboteadores, espas y boicoteadores de la industria,

    sino aquellos que cuestionaban la lnea del Partido, que cuestionaban la sociedad que estaba por venir.Segn aquella regla, Fidor, el amigo y compaero de Leo, se haba convertido en enemigo.

    La misin de Leo consista en acabar de manera terminante con cualquier especulacininfundada; consista en hacerles volver del borde del abismo. El asesinato tena un dramatismonatural, que atraa a cierta clase de personas de imaginacin extravagante. Si llegaba a ser necesario,tendra que ser duro: el nio haba cometido un error y haba tenido que pagar por ello con su vida.Nadie ms tena por qu sufrir por su descuido. Quiz aquello fuera demasiado. No haca falta llegartan lejos. Poda resolverse con tacto. Estaban alterados, eso era todo. Haba que ser paciente con ellos.No estaban pensando las cosas bien. Haba que presentarles los hechos. No estaba all paraamenazarles, al menos de momento: estaba all para ayudarles. Estaba all para restablecer la fe.

    Leo golpe la puerta y Fidor la abri. Leo hizo una reverencia con la cabeza.- Lamento mucho tu prdida.- Gracias por venir.Fidor se ech hacia atrs, para que Leo pudiera pasar.Todos los asientos estaban ocupados. La habitacin estaba repleta, como si hubieran convocado

    una reunin de los habitantes del pueblo. Haba ancianos, nios Era evidente que se haba reunidotoda la familia. En una atmsfera como aqulla, era fcil imaginar cmo se haban calentado losnimos. Sin duda, se habran inducido unos a otros a pensar que haba alguna fuerza misteriosa a laque culpar de la muerte del pequeo. Quiz de aquella manera fuera ms fcil enfrentarse a la muerte.Quiz se sintieran culpables por no haberle enseado al muchacho a mantenerse alejado de las vas deltren. Leo reconoci algunos de los rostros que lo rodeaban. Eran los amigos del trabajo de Fidor. Y sesentan repentinamente avergonzados, pues los haban pillado all. No saban qu hacer, evitaban elcontacto visual, queran irse pero no podan hacerlo. Leo se dirigi a Fidor.

    - No sera ms fcil hablar si estuviramos los dos solos? -Por favor, sta es mi familia: quierenescuchar lo que tengas que decir.

    Leo mir a su alrededor. Cerca de una veintena de miradas se haban clavado sobre l. Ya sabanlo que iba a decir, y por ello recelaban de l. Estaban furiosos por la muerte del nio, y aqulla era sumanera de expresar ese dolor. A Leo no le quedaba otra alternativa que aceptar ser el objeto de suodio.

    - No se me ocurre nada peor que la prdida de un hijo. Yo era tu compaero y amigo cuando t ytu esposa celebrasteis su nacimiento. Recuerdo cuando te di la enhorabuena. Y ahora, con profundapena, me encuentro consolndote.

    Un poco seco quiz, pero Leo lo deca de corazn.- Nunca he experimentado el dolor que sigue a la prdida de un hijo. No s cmo reaccionara.

    Quiz sintiera la necesidad de culpar a alguien, de encontrar a alguien a quien odiar. Pero siendofranco, puedo asegurarte que la causa de la muerte de Arkadi no admite discusin. He trado conmigoel informe, que puedes quedarte si lo deseas. Adems, me han enviado para responder a cualquierpregunta que puedas tener.

    - Arkadi fue asesinado. Queremos ayudarte a investigarlo, y si no lo haces t personalmente,queremos que el MGB presione al procurador para abrir una investigacin criminal.

    Leo asinti, intentando mostrar una actitud conciliadora. La conversacin no poda haberempezado peor. El padre se mostraba inflexible: sus posturas estaban enfrentadas. Exiga la aperturaformal de un ugolovnoye dlo, una investigacin criminal, sin la cual la milicia no investigara elcaso. Peda lo imposible. Leo mir a sus compaeros del trabajo. Al contrario que el resto de los queestaban all, se daban cuenta de que aquella palabra, asesinato, ensuciaba a todos los presentes.

  • - A Arkadi lo atropell un tren que pasaba por all. Su muerte fue un accidente, un terribleaccidente.

    - Y entonces por qu estaba desnudo? Por qu tena la boca llena de barro?Leo intent entender lo que acababa de escuchar. El nio estaba desnudo? Era la primera vez

    que lo oa. Abri el informe.

    El muchacho estaba vestido cuando fue encontrado.

    En aquel momento, al leer aquella frase, le pareci una explicacin extraa. Pero all estaba: elmuchacho estaba vestido. Sigui analizando el documento.

    Al haber sido arrastrado por la tierra, tena barro en la boca.

    Cerr el informe. La habitacin esperaba.- Tu hijo fue encontrado con toda su ropa. S, tena barro en la boca. Pero su cuerpo fue arrastrado

    por el tren; es normal que hubiera algo de barro en su boca.Una anciana se levant. Aunque algo encorvada por la edad, su mirada era penetrante.- Eso no fue lo que nos dijeron.- Lo lamento mucho, pero les informaron mal.La mujer insisti. Era evidente que su aportacin a la teora del asesinato haba sido importante.- El hombre que encontr el cuerpo, Taras Kurpn, estuvo investigando. Vive a dos calles de aqu.

    Nos dijo que Arkadi estaba desnudo, me oye? Que no llevaba nada de ropa. Un choque con un tren nodesnuda a un nio.

    - Es cierto que Kurpn encontr el cuerpo. Pero tengo aqu su firma, en su declaracin, y sudeclaracin est en el informe. Asegura que cuando encontraron el cuerpo en las vas, estabatotalmente vestido. Lo dej bastante claro. Aqu estn sus palabras, sobre el papel.

    - Por qu no nos dijo lo mismo?- Quiz estuviera confundido. No lo s. Pero tengo aqu su firma, en la declaracin, y la

    declaracin est en el informe. Dudo mucho que, si se lo preguntase ahora mismo, dijera otra cosa.- Ha visto usted el cuerpo del nio?Aquella pregunta sorprendi a Leo.- Yo no investigo este incidente: se no es mi trabajo. Pero aunque as fuera, no hay nada que

    investigar. Se trata de un terrible accidente. Estoy aqu para hablar con ustedes, para aclarar las cosas,puesto que todo se ha complicado innecesariamente. Puedo leerles el informe completo en voz alta silo desean.

    La anciana habl de nuevo.- Ese informe es mentira.Todos notaron el aumento de la tensin. Leo permaneci en silencio, esforzndose por mantener

    la calma. Tenan que darse cuenta de que no haba acuerdo posible. Tenan que dar su brazo a torcer;tenan que aceptar que el pequeo haba sufrido una desafortunada muerte. Leo estaba all por su bien.Mir a Fidor, con la esperanza de que corrigiese lo que acababa de decir aquella mujer.

    Fidor dio un paso adelante.- Leo, tenemos nuevas pruebas; pruebas que han aparecido hoy. Una mujer que vive en un

    apartamento que da a las vas vio a Arkadi con un hombre. Es lo nico que sabemos. Esa mujer no esamiga nuestra. No la habamos visto antes. Se enter del asesinato

    - Fidor- Se enter de la muerte de mi hijo. Y si lo que hemos escuchado es cierto, ella puede describir a

  • ese hombre. Podra reconocerlo.- Dnde est esa mujer?- La estamos esperando.- Va a venir? Me gustara escuchar lo que tiene que decir.Le ofrecieron una silla. La rechaz con un gesto. Se quedara de pie.Nadie hablaba, todos esperaban a que llamasen a la puerta. Leo se arrepinti de no haber aceptado

    la silla. Pas casi una hora, en silencio, antes de que se escuchase un suave golpe. Fidor abri lapuerta, se present e hizo pasar a la seora. Tendra unos treinta aos: un rostro amable, grande, y unamirada nerviosa. Se sorprendi al ver a tanta gente, y Fidor intent que se sintiera ms cmoda.

    - Son mis amigos y mi familia. No hay de qu alarmarse.Pero ella no le escuchaba. Miraba fijamente a Leo.- Me llamo Leo Stepnovich. Soy agente del MGB. Estoy al mando. Cul es su nombre?Leo sac su libreta y busc una hoja en blanco. La mujer no respondi. El alz la vista. Segua sin

    decir nada. Leo iba a repetir la pregunta, pero ella habl por fin.- Galina Shaprina.Su voz era un susurro.- Y qu es lo que vio?- ViMir a su alrededor, despus al suelo, y despus a Leo de nuevo, volvindose a quedar en

    silencio.- Vio usted a un hombre?- S, a un hombre.Fidor, que estaba de pie junto a ella, clavando en ella los ojos, suspir de alivio. Ella continu:- Un hombre, quiz fuera un trabajador de las vas Lo vi por la ventana. Estaba muy oscuro.Leo dio unos golpecitos con el lpiz en la libreta.- Lo vio con un nio?- No, no haba ningn nio.Fidor se qued boquiabierto y empez a hablar atropelladamente.- Pero usted dijo que vio a un hombre cogindole la mano a mi hijo.- No, no, no. No haba ningn nio. Llevaba una bolsa, creo, una bolsa de herramientas. S, eso

    era. Estaba trabajando en las vas, quiz las estuviera reparando. No vi mucho, un vistazo, eso fuetodo. En realidad no debera estar aqu. Lamento mucho la muerte de su hijo.

    Leo cerr la libreta.- Gracias.- Habr ms preguntas?Antes de que Leo pudiera responder, Fidor agarr a la mujer del brazo.- Vio a un hombre.La mujer se zaf de Fidor. Mir a su alrededor y vio todas las miradas clavadas sobre ella. Mir

    a Leo.- Vendr usted a verme otro da?- No, puede irse.Galina clav los ojos en el suelo y se encamin hacia la puerta. Pero antes de llegar all, la

    anciana dijo:- As de fcil pierdes el valor? Fidor se acerc apresuradamente a la anciana.- Sintate, por favor.Ella asinti, sin mostrar desprecio ni aprobacin.- Era tu hijo.

  • - S.Leo no poda ver los ojos de Fidor. Se pregunt qu clase de comunicacin silenciosa estaba

    teniendo lugar entre aquellas dos personas. Fuera lo que fuese, ella se sent. Mientras tanto, Galinaaprovech para marcharse discretamente.

    Leo se alegraba de que Fidor hubiera intervenido. Esperaba que aquello significase que lasituacin empezaba a cambiar. Unir los rumores y el cotilleo no ayudaba a nadie. Fidor volvi juntoa Leo.

    - Disculpa a mi madre, est muy dolida.- Por eso estoy aqu. Para que podamos hablarlo sin que salga de estas cuatro paredes. Lo que no

    puede suceder es que, una vez haya salido yo de la habitacin, la conversacin prosiga. Si alguien lespregunta qu ha pasado con su hijo, no pueden decir que fue asesinado. No porque yo lo ordene, sinoporque no es cierto.

    - Lo comprendemos.- Fidor, quiero que maana te tomes el da libre. Se ha autorizado. Si hay algo ms que pueda

    hacer por ti- Gracias.En la puerta del apartamento, Fidor dio la mano a Leo.- Estamos todos muy dolidos. Por favor, disculpa nuestras salidas de tono.- No sern tenidas en cuenta. Pero como he dicho, no debe volver a pasar.Fidor adopt un gesto serio. Asinti. Se esforz por pronunciar las palabras, como si tuvieran un

    regusto amargo:- La muerte de mi hijo fue un terrible accidente.Leo baj las escaleras, respirando profundamente. El ambiente de aquella habitacin era

    agobiante. Se alegraba de haber terminado, de que el asunto se hubiera resuelto. Fidor era un buenhombre. En cuanto se enfrentase a la muerte de su hijo, le resultara ms fcil aceptar la verdad.

    Se detuvo. Haba escuchado a alguien detrs de l. Se dio la vuelta. Era un nio; no tendra msde siete u ocho aos.

    - Seor, me llamo Zhora. Soy el hermano mayor de Arkadi. Puedo hablar con usted?- Claro.- Fue culpa ma.- Qu fue culpa tuya?- La muerte de mi hermano: le tir una bola de nieve. La haba hecho con piedras, barro y

    arenilla. Arkadi se hizo dao, le dio en la cabeza. Sali corriendo. Quiz aquello le dej mareado,quiz por eso no pudo ver el tren. El barro que encontraron en su boca fue culpa ma: yo se lo tir.

    - La muerte de tu hermano fue un accidente. No tienes por qu sentirte culpable. Pero has hechobien al decirme la verdad. Ahora vuelve con tus padres.

    - No les he dicho nada sobre la bola de nieve con barro y piedras.- A lo mejor no hace falta que lo sepan.- Se enfadaran mucho. Porque aqulla fue la ltima vez que lo vi. Jugbamos con cuidado la

    mayora de las veces, seor. Y podramos haber vuelto a jugar con cuidado, podramos haber hecho laspaces, podramos haber vuelto a ser amigos, estoy seguro. Pero ahora no puedo compensarle. Nuncapodr decirle que lo siento.

    Leo estaba escuchando la confesin del nio. Quera que lo perdonasen. Se haba echado a llorar.Avergonzado, Leo le dio una palmadita en la cabeza, murmurando, como si se tratase de una nana:

    - No fue culpa de nadie.

  • KMOV, 160 KILOMETROS AL NORTE DE MOSCU

    El mismo da

    Anatoli Brodski no haba dormido en tres das. Estaba tan cansado que necesitaba concentrarse

    hasta para realizar las tareas ms simples. La puerta del granero, que tena enfrente, estaba cerrada conllave. Saba que tendra que forzar la cerradura. Aun as, la idea pareca dudosa. Sencillamente, notena energas para ello. Haba empezado a nevar. Mir al cielo nocturno, empez a divagar, y cuandopor fin record dnde estaba y lo que deba hacer, la nieve se estaba solidificando en su cara. Lamilos copos que tena alrededor de los labios y se dio cuenta de que si no entraba, morira. Se concentry dio una patada a la puerta. Las bisagras temblaron, pero la puerta no se abri. Dio otra patada.Saltaron astillas de madera. Animado por aquel sonido, reuni las ltimas fuerzas que le quedaban ydirigi un tercer golpe contra el candado. La madera cruji y la puerta se abri de par en par. Se queden la entrada, acostumbrndose a la penumbra. A un lado del granero haba dos vacas en un corral; alotro, herramientas y paja. Ech algunos de los gruesos sacos sobre el suelo helado, se abroch elabrigo y se tumb con los brazos cruzados y los ojos cerrados.

    Desde la ventana de su dormitorio Mijal Zinviev pudo ver que la puerta del granero estabaabierta. El viento la mova hacia delante y hacia atrs, y la nieve entraba en forma de remolinos. Sedio la vuelta. Su mujer estaba en la cama, dormida. Decidi no molestarla, se puso en silencio elabrigo y las botas de fieltro y sali.

    El viento se haba levantado; arrancaba la nieve del suelo y la arrojaba contra el rostro de Mijal.El levant la mano para protegerse los ojos. Mientras se acercaba al granero pudo ver entre los dedosque alguien haba forzado la cerradura y haba abierto la puerta a golpes. Ech un vistazo en el interiory, tras acostumbrarse a la ausencia de luz de luna, vio la silueta de un hombre echado sobre la paja.Sin tener muy claro lo que iba a hacer, entr en el granero, agarr un tridente, se acerc a la figuradormida y coloc las puntas a la altura del estmago de aquel hombre, listo para clavarlas.

    Anatoli abri los ojos y vio unas botas cubiertas de nieve a escasos centmetros de su cara. Seirgui y mir al hombre que lo observaba, amenazante. Las puntas de un tridente temblaban justo a laaltura de su estmago. Ninguno de los dos se movi. El aliento de ambos formaba una neblina frente asus rostros que apareca y desapareca. Anatoli no intent agarrar el tridente. Ni siquiera intentapartarse.

    As se quedaron, congelados, hasta que un sentimiento de vergenza se apoder de Mijal. Soltun jadeo, como si una fuerza invisible le hubiera golpeado en el estmago, dej caer el tridente alsuelo y cay de rodillas.

    - Por favor, perdname.Anatoli se ech hacia delante. La adrenalina lo haba despertado, pero su cuerpo estaba dolorido.

    Cunto tiempo haba dormido? No mucho, no lo suficiente. Su voz sonaba ronca y su garganta estabaseca.

    - Te comprendo. No debera haber venido. Debera haber pedido ayuda. Tienes una familia de laque preocuparte. Los he puesto en peligro. Soy yo el que tendra que pedir perdn.

    Mijal neg con la cabeza.- Tena miedo. Me asust. Perdname.Anatoli ech un vistazo afuera, a la oscuridad y a la nieve. No poda marcharse ahora. No

  • sobrevivira. Por supuesto, no poda permitirse quedarse dormido. Pero segua necesitando cobijo.Mijal esperaba una respuesta, esperaba el perdn.

    - No hay nada que perdonar. No tienes la culpa. Seguramente yo habra hecho lo mismo.- Pero eres mi amigo.- Sigo siendo tu amigo y siempre lo ser. Escchame: quiero que olvides que esta noche ha tenido

    lugar. Olvida que he venido. Olvida que te ped ayuda. Acurdate de nosotros como fuimos antao.Acurdate de nosotros como los mejores amigos.

    Hazlo por m y yo har lo mismo por ti. Me marchar con la primera luz del da. Te lo prometo.Te levantars y seguirs con tu vida, como siempre. Te aseguro que nadie sabr nunca que he estadoaqu.

    Mijal hundi la cabeza: se ech a llorar. Hasta aquella noche pensaba que habra hecho cualquiercosa por su amigo. Era mentira. Su lealtad, su valor, su amistad, todo haba resultado ser frgilcomo el cristal. Se haba venido abajo con la primera adversidad.

    Cuando Anatoli lleg sin avisar aquella tarde, Mijal se haba mostrado comprensiblementesorprendido. Anatoli haba viajado hasta el pueblo sin previo aviso. Sin embargo, haba sido recibidocalurosamente, le haban ofrecido comida, bebida y un lecho. Pero cuando sus anfitriones se enteraronde que se diriga hacia el norte, hacia la frontera con Finlandia, entendieron por fin la razn de susbita llegada. No haba mencionado que la Polica de la Seguridad del Estado, el MGB, andaba trasl. No era necesario. Lo entendieron todo. Era un fugitivo. En cuanto aquello se hizo evidente, labienvenida se evapor. El castigo por ayudar y acoger a un fugitivo era la ejecucin. l lo saba, perohaba albergado la esperanza de que su amigo estuviera dispuesto a asumir el riesgo. Hasta habapensado que estara dispuesto a acompaarlo al norte. El MGB no buscaba a dos personas, y, lo que esms, Mijal conoca a gente en todos los pueblos hasta Leningrado, incluidos Tver y Gorki. Era ciertoque el riesgo era considerable, pero en una ocasin Anatoli haba salvado la vida a Mijal, y aunquenunca lo haba considerado como una deuda que ste tuviera que saldar, tampoco haba pensado quealgn da tendra la necesidad de reclamrselo.

    Durante la discusin que mantuvieron result evidente que Mijal no estaba preparado para esaclase de riesgo. De hecho, no estaba preparado para asumir los de ningn tipo. Su mujer habainterrumpido varias veces la conversacin, haba querido hablar con su marido en privado. En cadainterrupcin haba mirado a Anatoli con un desprecio poco disimulado. Las circunstancias exiganprecaucin, y sta era parte de la vida cotidiana. No se poda negar que haba trado el peligro a lafamilia de su amigo, una familia a la que l quera. Redujo considerablemente sus esperanzas y le dijoa Mijal que no peda otra cosa que pasar la noche en el granero. A la maana siguiente se habramarchado. Caminara hasta la estacin de tren ms prxima, de la misma manera que haba llegado.Adems, haba sido idea suya re-ventar la cerradura de una patada. En el improbable caso de que lodescubrieran, la familia podra fingir ignorarlo todo y hacer como si no supieran que haba un intruso.Crey que aquellas precauciones tranquilizaran a sus anfitriones.

    Anatoli, que no poda ver a su amigo llorar, se acerc.- No hay por qu sentirse culpable. Lo nico que queremos es sobrevivir.Mijal dej de llorar. Alz la vista y se sec las lgrimas. Los dos amigos, al darse cuenta de que

    aqulla sera la ltima vez que volveran a verse, se abrazaron.Mijal se ech hacia atrs.- Siempre fuiste mejor persona que yo. Buena suerte.Se levant y sali del granero, preocupndose de cerrar la puerta y recogiendo algo de nieve para

    mantenerla sujeta. Dio la espalda al viento y camin con dificultad hasta la casa. Matar a Anatoli ydenunciarlo como intruso habra garantizado la seguridad de su familia. Ahora se vea obligado aasumir el riesgo. Tendra que rezar. Nunca se haba visto a s mismo como un cobarde, y durante la

  • guerra, cuando era su vida la que estaba en juego, jams se haba comportado como tal. Inclusoalgunos hombres lo haban llamado valiente. Pero tener una familia lo haba vuelto temeroso. Podapensar en cosas mucho ms horribles que su propia muerte.

    Al llegar a casa se quit las botas y el abrigo y se dirigi al dormitorio. Al abrir la puerta sesorprendi al ver una figura en la ventana. Su mujer estaba despierta, mirando al granero. Alescucharlo se dio la vuelta. Su complexin pequea no daba idea alguna de su capacidad para levantar,transportar y cortar, para trabajar doce horas al da, para mantener a la familia unida. No le importabaque Anatoli hubiera salvado en cierta ocasin la vida de su marido. La lealtad y la deuda eranconceptos abstractos. Anatoli era una amenaza para su familia. Eso era real. Quera que se marchasetan lejos de su familia como fuera posible y en aquel preciso instante lo odiaba. Odiaba a aquel amigoamable y decente, al que una vez haba querido y considerado un valorado husped; lo odiaba ms quea nadie en el mundo.

    Mijal bes a su esposa. La mejilla de sta estaba fra. La cogi de la mano. Ella lo mirfijamente y se dio cuenta de que haba estado llorando.

    - Qu estabas haciendo ah fuera?Mijal comprendi su inters. Ella tena la esperanza de que hubiera hecho lo que haba que

    hacer. Esperaba que hubiera antepuesto a su familia y que hubiera matado a aquel hombre. Eso sera locorrecto.

    - Haba dejado abierta la puerta del granero. Cualquiera podra haberlo visto. La cerr.Pudo notar cmo su mujer soltaba la mano, mostrando su decepcin. Lo consideraba dbil. Tena

    razn. No haba tenido el valor necesario para asesinar a su amigo, y tampoco para ayudarle. Intentencontrar palabras de aliento.

    - No hay de qu preocuparse. Nadie sabe que est aqu.

  • MOSC

    El mismo da

    La mesa estaba destrozada, la cama volcada, el colchn hecho trizas, las almohadas rotas y los

    tablones del suelo arrancados, y, sin embargo, la bsqueda en el apartamento de Anatoli Brodski nohaba proporcionado pista alguna de su paradero. Leo se agach para examinar la chimenea. Alguienhaba quemado pilas de papeles. Haba capas de finas cenizas donde se haba amontonado y prendidola correspondencia. Escarb entre los restos con el can de su pistola, con la esperanza de encontraralgn fragmento que no hubiera sido devorado por el fuego. Las cenizas se desmoronaron. Todo estabaquemado y negro. El traidor haba escapado. Leo era el culpable. Le haba concedido a aquel hombre,un extrao, el beneficio de la duda. Haba supuesto que era inocente; la clase de error que podra habercometido un novato.

    Es mejor que sufran diez inocentes a que escape un solo espa.

    Haba ignorado un principio fundamental de su trabajo: la presuncin de culpabilidad.Aunque aceptaba su responsabilidad, Leo no poda evitar pensar que si no le hubieran obligado a

    desperdiciar el da ocupndose de la muerte accidental de un nio, habra escapado Brodski?Encontrarse con familiares, acabar con rumores infundados; se no era el trabajo de unexperimentado agente del MGB. En lugar de dirigir personalmente una operacin de vigilancia, habaaceptado un encargo suplementario, resolviendo algo que no iba mucho ms all de un asuntopersonal. Nunca deba haber dicho que s. Se haba confiado respecto a la amenaza que supona el talBrodski. Su primer error grave desde que se incorporara a la Seguridad del Estado. Era consciente deque pocos eran los agentes que tenan la oportunidad de cometer un segundo fallo.

    No se haba preocupado mucho del caso: Brodski era un hombre culto, con algunosconocimientos de ingls, y trataba regularmente con extranjeros. Esto era motivo suficiente para lavigilancia pero, como Leo haba sealado, se trataba de un respetado veterinario en una ciudad conmuy pocos veterinarios preparados. Los diplomticos extranjeros tenan que llevar sus gatos y susperros a alguna parte. Adems, aquel hombre haba servido en el Ejrcito Rojo como mdico decampaa. Su historial era impecable. Segn el informe militar, haba sido voluntario, y aunque noestaba tcnicamente cualificado como mdico, aunque fuera experto slo en tratar animales heridos,haba trabajado en varios hospitales de campaa, y a raz de ello haba recibido dos condecoraciones.El sospechoso deba de haber salvado cientos de vidas.

    El mayor Kuzmn haba adivinado bien pronto la razn de las reservas de su protegido. Durantesu carrera militar, Leo haba recibido tratamiento por parte de varios mdicos de campaa pordiversas heridas, y era evidente que algn tipo de camaradera de guerra le haca echarse atrs.Kuzmn le record que el sentimentalismo poda cegar a un hombre ante la verdad. Aquellos queparecen ms dignos de confianza son aquellos de los que ms hay que sospechar. Leo se dio cuenta deque eso era una interpretacin del conocido aforismo de Stalin: Confa pero vigila.

    Confa pero vigila.

  • Las palabras de Stalin haban sido interpretadas as:

    Vigila a aquellos en quienes confas.

    Puesto que aquellos en quienes no se confiaba eran examinados con el mismo rigor que aquellosen los que s se confiaba, eso quera decir que exista al menos una clase de igualdad.

    La labor del investigador consista en rascar la superficie de inocencia hasta descubrir la culpa. Sino apareca la culpa, es que no se haba rascado con suficiente profundidad. En el caso de Brodski, lacuestin no era si los diplomticos extranjeros se encontraban con l porque era veterinario, sino msbien si el sospechoso se haba convertido en veterinario para poder encontrarse abiertamente condiplomticos extranjeros. Por qu haba establecido su consulta a escasa distancia de la embajadaestadounidense? Y por qu, poco despus de abrir su consulta, varios empleados de la embajadaestadounidense se compraron mascotas? Y por ltimo, por qu las mascotas de los diplomticosestadounidenses parecan necesitar cuidados mucho ms frecuentes que los de un ciudadano normal?Kuzmn haba sido el primero en admitir que todo aquello tena su gracia, y haba sido precisamenteeso lo que le haba hecho sospechar. El aspecto inocente de las circunstancias pareca un excelentedisfraz. Daba la impresin de que alguien se estaba riendo del MGB. Haba pocos crmenes msgraves que se.

    Despus de pensar en el caso, teniendo en cuenta las observaciones de su mentor, Leo tom ladecisin de no arrestar al sospechoso al instante, sino hacer que lo siguieran, pues haba pensado quesi aquel ciudadano estaba trabajando como espa, aquello sera una oportunidad para descubrir conquin colaboraba y arrestarlos a todos juntos de un solo golpe. Aunque nunca lleg a decirlo, se sentaincmodo arrestando a alguien con tan pocas pruebas. Era un escrpulo con el que haba vividodurante toda su trayectoria profesional. Haba arrestado a mucha gente de la que slo saba el nombre,la direccin y que alguien desconfiaba de ellos. La culpabilidad de un sospechoso pasaba a ser real enel momento en que se converta en uno. En cuanto a las pruebas, eso era algo que se obtena durante elinterrogatorio. Pero Leo ya no era un lacayo que se limitaba a cumplir rdenes, y haba decididoaprovecharse de su autoridad para hacer las cosas de otra manera. Era un investigador. Haba queridoinvestigar. No dudaba de que, antes o despus, arrestara a Anatoli Brodski, pero quera tener pruebas;alguna seal de culpabilidad ms all de la mera conjetura. En pocas palabras, no quera sentirseincmodo al arrestarlo.

    Como parte de la operacin de vigilancia, Leo haba dedicado toda la jornada a seguir alsospechoso, entre las ocho de la maana y las ocho de la tarde. Durante tres das no vio nada fuera delo comn. El sospechoso trabajaba, coma fuera y volva a casa. En definitiva, pareca un tipocorriente, un buen ciudadano. Quiz haba sido aquella apariencia inocua lo que haba confundido lossentidos de Leo. Aquella maana, cuando un iracundo Kuzmn le haba cogido por banda paraexplicarle el caso de Fidor Andryev (el nio muerto, la histeria desatada) y le haba ordenado que losolucionase inmediatamente, l no haba protestado. En lugar de plantarle cara y hacerle ver que tenacosas ms importantes que hacer, haba acatado las rdenes. Consciente de lo ridculo que era aquello.De lo frustrante que resultaba hablar con los familiares, coaccionar a nios, mientras su sospechoso, eltraidor, se escapaba dejando a Leo en ridculo. El agente en el que haban delegado la vigilancia habasido lo suficientemente idiota como para no ver nada extrao en el hecho de que aquel da no hubierahabido ni un solo cliente en la clnica veterinaria. Por fin, al anochecer, el agente haba empezado asospechar y haba entrado, hacindose pasar por un cliente. Se haba encontrado el lugar vaco.Alguien haba abierto apresuradamente una ventana trasera. El sospechoso poda haber escapado encualquier momento, probablemente por la maana, cuando l lleg.

  • Brodski ha desaparecido.

    Cuando Leo escuch aquellas palabras se sinti enfermo: organiz una reunin de emergenciacon el mayor Kuzmn en su casa. Leo tena ahora la prueba de la culpabilidad que haba estadobuscando, pero ya no tena al sospechoso. Para su sorpresa, su mentor pareci alegrarse. Elcomportamiento del traidor corroboraba su teora: deban ser desconfiados. Si una acusacin contenaun uno por ciento de verdad, era mejor considerarla cierta en su totalidad que olvidarse de ella. Leorecibi instrucciones de atrapar a aquel traidor a cualquier precio. No tena que dormir, comer nidescansar; no tena que hacer nada hasta que aquel hombre estuviera bajo su custodia, que era dondedeba estar, segn haba sealado con insistencia Kuzmn, desde haca tres das.

    Leo se frot los ojos. Senta un nudo en el estmago. En el mejor de los casos, haba demostradoser demasiado inocente; en el peor, un incompetente. Haba subestimado a su enemigo y, movido porun sbito y poco habitual estallido de ira, sopes la idea de dar una patada a la mesa. Decidi nohacerlo. Se haba entrenado para mantener sus sentimientos fuera de la vista de los dems. Un agentejoven entr raudo en el despacho, probablemente dispuesto a ofrecer su ayuda, a demostrar sudedicacin. Leo le hizo un gesto para que se marchase, pues deseaba estar solo. Se tom un momentopara calmarse, mirando por la ventana la nieve que haba empezado a caer sobre la ciudad. Encendiun cigarrillo y sopl el humo sobre el vidrio. Qu haba ido mal? El sospechoso deba de habersefijado en los agentes que lo seguan y haber planeado su huida. Si haba quemado documentos, esosignificaba que quera ocultar material relacionado con su labor de espionaje o con su destino actual.Leo estaba seguro de que Brodski tena un plan de escape, una forma de salir del pas. Tena queencontrar algn fragmento de su plan.

    Los vecinos eran una pareja de jubilados, de unos setenta aos, que vivan con su hijo, la esposade ste y dos nios. Una familia de seis en dos habitaciones, una proporcin bastante habitual. Los seisestaban sentados en la cocina, todos juntos, con un agente joven detrs para que se sintieranintimidados. Leo advirti que se daban cuenta de que estaban implicados en la culpabilidad de otrohombre. Pudo ver su miedo. Olvid aquel pensamiento por irrelevante (ya haba sido una vez culpablede sentimentalismo) y se acerc a la mesa.

    - Anatoli Brodski es un traidor. Si le ayudan de cualquier manera, incluso guardando silencio,sern tratados como cmplices. Ahora tienen que demostrar su lealtad al Estado. Nosotros nonecesitamos demostrar que son culpables. Eso, ahora mismo, es algo que darnos por supuesto.

    El anciano, un avispado superviviente, se apresur a ofrecer toda la informacin de la quedispona. Valindose de las palabras utilizadas por Leo, asegur que el traidor haba ido a trabajaraquella maana un poco antes, llevando consigo el mismo maletn que llevaba siempre, el mismoabrigo y el mismo sombrero. El abuelo no quera parecer poco cooperador, de modo que ofreciopiniones y sugerencias sobre el posible paradero del traidor, aunque Leo pens que no se trataba msque de suposiciones desesperadas. El abuelo concluy diciendo lo mucho que desconfiaban yrecelaban de su vecino Brodski todos los miembros de la familia, y que la nica persona que parecatenerle aprecio era Zina Morsovna, la mujer que viva en el piso de abajo.

    Zina Morsovna rondaba los cincuenta y temblaba como un nio pequeo, algo que intentabaocultar fumando, sin xito. Leo la encontr de pie junto a una reproduccin barata de un famosoretrato de Stalin (piel tersa, mirada llena de sabidura) que ocupaba un lugar prominente encima de lachimenea. Quiz pensaba que aquello la protegera. Leo no se molest en presentarse ni en mostrar sutarjeta de identificacin, y se lanz directo a la caza, en un intento de confundirla.

    - Cmo es que se llevaba usted tan bien con Anatoli Brodski cuando todos los dems habitantesde este edificio lo despreciaban y desconfiaban de l?

    Aquello cogi a Zina por sorpresa: su sentido de la discrecin desapareci ante su indignacin

  • por aquella mentira.- A toda la gente de este edificio le caa bien Anatoli. Era un buen hombre.- Brodski es un espa. Y aun as se atreve a decir que era bueno? Es acaso la traicin una

    virtud?Dndose cuenta demasiado tarde del error, Zina empez a matizar el comentario.- Slo quera decir que era muy considerado con el ruido. Era muy educado.Aquel comentario era torpe e irrelevante. Leo lo ignor. Sac una libreta y escribi las

    desafortunadas palabras de aquella mujer en letras grandes y legibles.

    ERA UN BUEN HOMBRE

    Lo anot con claridad, para que ella pudiera ver exactamente lo que escriba: escriba los

    prximos quince aos de su vida. Aquellas palabras eran ms que suficientes para encerrarla porcolaboradora. Como prisionera poltica recibira una sentencia larga, muy probablemente de unosveinticinco aos. A su edad tena pocas probabilidades de sobrevivir a los gulags. Leo no necesitabapronunciar ninguna de estas amenazas en voz alta. Eran moneda comn.

    Zina se retir a una esquina de la habitacin, apag el cigarrillo y se arrepinti inmediatamente,por lo que rebusc otro.

    - No s adnde ha ido Anatoli, pero lo que s s es que no tiene familia. Su mujer muri en laguerra. Su hijo muri de tuberculosis. Rara vez reciba visitas. Que yo sepa, tena pocos amigos

    Hizo una pausa. Anatoli haba sido su amigo. Haban pasado juntos muchas noches, comiendo ybebiendo. Hubo una poca en la que incluso haba concebido la esperanza de que se enamorase de ella,pero l no haba mostrado inters alguno. No haba superado la prdida de su mujer. Inmersa enrecuerdos, mir a Leo. No pareca impresionado.

    - Quiero saber dnde est. No me importan ni su mujer muerta ni su hijo muerto. No me interesala historia de su vida a menos que sirva para saber dnde se encuentra ahora mismo.

    La vida de Zina estaba en la cuerda floja. Slo haba una forma de sobrevivir. Pero cmo podratraicionar al hombre al que amaba? Para su sorpresa, tom la decisin con menor deliberacin de laque habra esperado:

    - Anatoli era muy reservado. Sin embargo, reciba y enviaba cartas. A veces me las dejaba a mpara que se las enviase. La nica correspondencia regular iba dirigida a alguien en el pueblo deKmov. Creo que est al norte. Mencion que tena all un amigo. No recuerdo su nombre. Esa es laverdad. Es todo lo que s.

    Su voz sonaba ahogada por la culpa. Aunque no se poda confiar en ninguna muestra externa deemociones, el instinto de Leo le dijo que aquella mujer estaba traicionando la confianza de alguien.Arranc la pgina inculpatoria de la libreta y se la entreg. Ella la acept como el pago por unatraicin. El vio el desprecio en sus ojos. No se dej impresionar.

    El nombre de una poblacin rural al norte de Mosc era una pista muy dbil. Si Brodski estabahaciendo de espa, era mucho ms probable que fuera ocultado por la gente para la que trabajaba. ElMGB llevaba tiempo convencido de que exista una red de escondites bajo control extranjero. La ideade un traidor a sueldo de otro pas que tena que recurrir a un contacto personal (un granjerocolectivista) chocaba con el hecho de que fuera un espa profesional. Y, sin embargo, Leo estabaseguro de que aqulla era la pista que deba seguir. Se olvid de las incongruencias: atrapar a aquelhombre era su cometido. Era lo nico que tena. La equivocacin ya le haba costado un disgusto.

  • Se apresur a llegar hasta el camin aparcado en la calle y se puso a releer el informe del caso enbusca de algn indicio que llevase al pueblo de Kmov. Lo interrumpi la llegada de su segundo,Vasili Ilich Nikitin. Vasili, de treinta y cinco aos (cinco ms que Leo), haba sido antao uno de losagentes ms prometedores del MGB. Despiadado, competitivo, no era leal a nadie que no fuera elMGB. Personalmente, Leo opinaba que aquella lealtad tena ms que ver con el propio inters que conel patriotismo. En sus primeros das como investigador, Vasili haba demostrado su dedicacin aldenunciar a su nico hermano por hacer comentarios antiestalinistas. Al parecer, el hermano habahecho un chiste sobre Stalin. Estaba borracho, celebrando su cumpleaos. Vasili haba escrito elinforme y a su hermano lo haban condenado a veinte aos de trabajos forzados. Aquel arresto habafavorecido a Vasili hasta que el hermano escap tres aos ms tarde y asesin a varios guardias y almdico del campo en su huida. Nunca lo atraparon, y lo embarazoso de aquel incidente era unamancha para Vasili. De no haber ayudado arduamente en la bsqueda del fugitivo, su carrera no lohabra soportado. Sobrevivi, pero muy debilitado. Ya no le quedaban hermanos a los que denunciar, yLeo saba que su segundo estaba buscando alguna manera de recuperar el prestigio.

    Terminada la bsqueda en la consulta del veterinario, Vasili pareca contento. Le entreg a Leouna carta arrugada que, segn explic, haba encontrado tras el escritorio del traidor. El resto de lacorrespondencia haba sido quemado (al igual que en su apartamento), y, sin embargo, con las prisas,el sospechoso haba olvidado aquella misiva. Leo la ley. Era de un amigo que explicaba a Anatoli quesera bien recibido en cualquier momento. La direccin estaba algo emborronada, pero el nombre de laciudad poda leerse con claridad: Kiev. Leo dobl la carta y se la devolvi a su segundo.

    - Esto lo escribi Brodski. No un amigo. Quera que la encontrsemos. No se dirige a Kiev.La haban escrito apresuradamente. La caligrafa era inconsistente, mal disimulada. El contenido

    era ridculo, y pareca concebido con el nico propsito de convencer al lector de que el autor era unamigo de Brodski al que ste poda recurrir en un momento delicado. La direccin haba sidoemborronada adrede para evitar una identificacin rpida del verdadero inquilino, que demostrara lafalsedad de la carta. El lugar en el que haba aparecido (tirada detrs del escritorio) pareca preparado.

    Vasili defendi la autenticidad del documento.- Sera una negligencia no investigar ms a fondo la pista de Kiev.Aunque Leo no tena ninguna duda de que la carta era falsa, se pregunt si no sera buena idea

    enviar a Vasili a Kiev como precaucin, para evitar toda alegacin posible de que haba hecho casoomiso de una prueba. Desech la idea: no importaba cmo llevase a cabo la investigacin. Si nolograba atrapar al sospechoso, su carrera se habra acabado.

    Volvi a centrar la atencin en el informe. Segn deca all, Brodski tena un amigo llamadoMijal Sviatoslvich Zinviev, que haba sido relevado del Ejrcito Rojo por congelacin crnica.Haba estado prximo a la muerte, y haban tenido que amputarle varios dedos de los pies: tras recibirlos cuidados necesarios fue exonerado de cumplir el servicio militar. Brodski haba llevado a cabo laoperacin. El dedo de Leo recorri el documento en busca de una direccin actual.

    Kmov.Leo se dirigi a sus hombres y se percat de la amarga expresin de Vasili.- Nos vamos.

  • 30 KILOMETROS AL NORTE DE MOSCU

    15 de febrero

    Las carreteras de salida de Mosc estaban cubiertas de mantillo helado, y aunque los neumticos

    del camin estaban equipados con cadenas para la nieve, rara vez superaban los veinticinco kilmetrospor hora. El viento y la nieve pasaban a su lado con tal fiereza que daba la impresin de que tuvieranun inters personal en que Leo no llegase a su destino. Los limpiaparabrisas, que salan del techo de lacabina, luchaban por mantener la visibilidad en un pequesimo pedazo de ventana. Con unavisibilidad de menos de diez metros, el camin sigui adelante. Lo nico que mova a Leo a intentarrealizar un viaje en esas condiciones era la desesperacin.

    Leo, echado hacia delante, con mapas abiertos sobre el regazo, estaba sentado junto a Vasili y elconductor. Los tres iban vestidos como si estuvieran a la intemperie: con abrigo y guantes. La cabinade acero, con su techo de acero y su suelo de acero, slo tena el calor residual del tembloroso motor.Pero al menos aquella cabina les ofreca algo de proteccin frente al fro. En la par te trasera, losnueve agentes armados a conciencia no disfrutaban de tales lujos. Los camiones ZiS-151 tenan untecho de lona por el que se colaba el fro y hasta la nieve. Como las temperaturas podan llegar a lostreinta grados bajo cero, los compartimentos del ZiS-151 estaban equipados con una caldera de leafijada al suelo. Aquel abultado artefacto poda calentar nicamente a aquellos que estaban pegados al, obligando as a los hombres a acurrucarse y a cambiar de sitio constantemente. El propio Leo sehaba sentado all muchas veces: cada diez minutos los que estaban ms cerca de la estufa seapartaban del calor a regaadientes y se vean relegados al sitio ms fro, al final de los bancos,mientras el resto del grupo se reorganizaba.

    Por primera vez en toda su carrera Leo notaba cierta disensin en su equipo. Y el motivo no era laincomodidad ni la falta de sueo. Sus hombres estaban acostumbrados a las condiciones adversas. No;era otra cosa. Quiz fuera el hecho de que la misin se poda haber evitado. Quiz no confiasen en lapista de Kmov. Y, sin embargo, en otras ocasiones haba pedido la confianza de sus hombres y stosse la haban dado. Aquella noche poda sentir hostilidad, resistencia. Aparte de Vasili, no estabaacostumbrado. Intent pensar en otra cosa. En aquel momento su popularidad era la menor de suspreocupaciones.

    Si su teora resultaba ser correcta, si el sospechoso estaba en Kmov, entonces, pensaba Leo, loms probable era que saliera de all con las primeras luces del alba, ya fuera en solitario o ayudado porsu amigo. Leo se estaba arriesgando al pensar que llegaran al pueblo a tiempo. Haba decidido norecurrir a la milicia local, con base en Zagorsk, la ciudad ms cercana, puesto que en su opinin eranunos aficionados, indisciplinados y con escasa formacin. Ni siquiera se poda confiar en lasdivisiones locales del MGB para una operacin como aqulla. No era probable que Brodski,consciente de ser un fugitivo buscado, se fuera a rendir. Puede que estuviera dispuesto a luchar hastamorir. Tenan que capturarlo vivo. Su confesin era de la mxima importancia. Adems, su huidahaba avergonzado a Leo y estaba decidido a reparar el dao, decidido a llevar a cabo el arrestopersonalmente. No se trataba de una mera cuestin de orgullo. Tampoco importaba slo el hecho deque su carrera dependiera del xito de la misin. Las consecuencias eran ms complejas. El fracaso enun importante caso de espionaje como aqul podra dar lugar a acusaciones de haber saboteado deforma deliberada la investigacin. El fracaso en la captura del sospechoso lo implicara a lpersonalmente. Su lealtad quedara en entredicho.

  • Vigila a aquellos en quienes confas.

    Nadie escapaba a aquella regla. Ni siquiera aquellos que la aplicaban.Si Brodski no estaba en Kmov, si Leo se equivocaba, entonces Vasili sera el primero en dar un

    testimonio detallado acerca de cmo su superior haba renunciado a la prometedora pista de Kiev.Otros miembros de la direccin oleran su debilidad como animales que rodean a una presa herida, ycasi con toda seguridad denunciaran sus escasas cual