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EL MOLINO DE TRASMOZ (ZARAGOZA) Y LA TRANSICIÓN DEL POBLAMIENTO DE LA EDAD DEL HIERRO AL MUNDO CELTIBÉRICO A LA SOMBRA DEL MONCAYO. José Ignacio Royo Guillén*

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EL MOLINO DE TRASMOZ(ZARAGOZA) Y LA TRANSICIÓN DEL

POBLAMIENTO DE LA EDAD DELHIERRO AL MUNDO CELTIBÉRICO

A LA SOMBRA DEL MONCAYO.José Ignacio Royo Guillén*

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RESUMEN

En este trabajo se presenta un nuevo poblado de la Edad del Hierro localizado en elárea del Moncayo. Se analiza su ubicación, sus restos constructivos y sus materiales, exclu-sivamente cerámicos, que permiten clasificarlo como un asentamiento estratégico fecha-do entre el siglo V y IV a. C., en un periodo de transición durante el que se coloniza elalto valle del río Huecha, en un proceso que conducirá del final de los Campos de Urnasa la creación de la Celtiberia Citerior en estas tierras.

Palabras clave: Edad del Hierro, Campos de Urnas, Celtiberia Citerior, poblado, cerámi-ca, poblamiento, funcionalidad.

ABSTRACT

In this work a new town of the Iron Age located in the area of Moncayo appears. Oneanalyzes its constructive location, its rest and their materials, exclusively ceramic, thatallow to classify it like a dated strategic establishment between century V and IV a. C., in aperiod of transition during which the high valley of the Huecha river is colonized, in aprocess that will lead of the end of the Urnenfelder Culture to the creation of the Celtibe-ria Citerior in this country.

Keywords: Iron Age, Urnenfelder Culture, Celtiberia Citerior, town, ceramics, population,functionality.

Fecha de recepción: 21 de julio de 2009.Fecha de aprobación: 24 de septiembre de 2009.

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orría el año 1980 cuando ungrupo de jóvenes entusiastascomprometidos con la cul-tura de su tierra, ayudadospor unos cuantos licencia-dos vinculados al Museo de

Zaragoza y a su Universidad, levantaronde sus cenizas el Centro de Estudios Tu-riasonenses, poniendo en marcha unproyecto que en su momento suponíatodo un reto y cuya materialización másdifundida fue la presentación del pri-mer número de la revista Tvriaso, don-de tuve el honor de participar junto aotros colegas y amigos, hoy consagradoscomo buenos profesionales de la inves-tigación o de la enseñanza.

En aquella primera colaboraciónpresentaba la metalurgia aragonesa du-rante la Edad del Hierro,1 un apartadosignificativo del tema que durante mu-chos años ha marcado mi trayectoriaprofesional: el estudio del poblamientoy el mundo funerario de los Campos deUrnas en el valle medio del Ebro. Frutode dicha dedicación sería la realizaciónde una tesis de licenciatura sobre el va-

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TVRIASO XIXpp. 63-122

ISSN: 0211-7207-2007

lle del río Huecha,2 que a lo largo de losaños se ha venido complementando condiversos trabajos sobre la ocupación delterritorio,3 las necrópolis,4 o algunos desus poblados más importantes,5 que sehan materializado en más de una doce-na de artículos que sobre el poblamien-to de los Campos de Urnas en esta árease han publicado hasta la fecha.6

* Dirección General del Patrimonio Cultural.Departamento de Educación, Cultura y Depor-te. Gobierno de Aragón. Avenida Gómez Lagu-na nº 25, 6ª planta. Tfno. 976 714 940.Correo electrónico: [email protected]

1. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Hallazgos me-talúrgicos de la Iª Edad del Hierro en Aragón»,Tvriaso, I, (Tarazona, 1980), pp. 241-324.

2. José Ignacio ROYO GUILLÉN, Bronce Final y IªEdad del Hierro en el valle de La Huecha (Zaragoza).Tesis de Licenciatura leída en la Universidad deZaragoza (Zaragoza, junio 1985), inédita.

3. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Hábitat y te-rritorio durante la 1ª Edad del Hierro en elvalle de La Huecha. Zaragoza», Arqueología Espa-cial, 4, (Teruel, 1984), pp. 65-95.

4. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Tipología fu-neraria, ritos y ofrendas en las necrópolis delvalle del Ebro durante la Primera Edad del Hie-rro (S. VIII- S. V a. C.)», Monographies d´Archéolo-gie Méditerranéenne, 5. Archéologie de la Mort, Ar-chéologie de la Tombe au Premier Âge du Fer. Actes duXXI Colloque International de l´Association Françai-se pour l´Étude de l´Âge du Fer. Conques-Montro-zier. Lattes (France, 2000), pp. 41-58.

5. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano (Fréscano, Zarago-za) y la cultura de los Campos de Urnas en elvalle del río Huecha», Cuadernos de Estudios Bor-janos, XLVIII, (Borja, 2005), pp. 17-178.

6. «Estudio de un ajuar funerario de la 1ªEdad del Hierro descubierto en las cercanías deMallén (Zaragoza)», Cuadernos de Estudios Borja-nos, XVII-XVIII, (Borja, 1986), pp. 35-59; José Ig-nacio ROYO GUILLÉN, «Los poblados de El Mo-rredón y El Solano…», ob. cit., pp. 155-177; JoséIgnacio ROYO GUILLÉN e Isidro AGUILERA ARA-

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Diversos avatares personales y profe-sionales han postergado la publicaciónde alguno de los yacimientos localizadosen el curso alto del río Huecha, de cuyodescubrimiento fueron directos respon-sables varios miembros del Centro deEstudios Turiasonenses. Uno de dichosyacimientos es el que ahora se presenta,cumpliendo una vieja promesa y deudaadquirida ya hace unos años entre elautor de estas páginas y algunos amigosde Tarazona que siempre han puesto larevista Tvriaso a disposición de los inves-tigadores para que expusieran el resul-tado de sus estudios sobre la comarca.

No obstante, a pesar de las sucesivascampañas de prospección y otros traba-jos arqueológicos realizados en lacuenca alta del río Huecha y en el ríoQueiles, los yacimientos relacionadoscon la cultura de los Campos de Urnasy con los momentos más antiguos de lacultura celtibérica en la zona, son porel momento bastante parcos, a excep-ción de las actuaciones llevadas a caboen el poblado de La Oruña, en Vera deMoncayo, o las escasas referencias anuevos hallazgos celtibéricos en la co-marca.7 En este sentido, la publicación

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del Molino de Trasmoz, aunque ya cita-do en sucesivas referencias prelimina-res realizadas sobre este enclave hastala fecha,8 puede llenar un vacío dentrodel área de influencia del Moncayo, enlo que recientemente se viene estu-diando como Campos de Urnas Tardí-os o Celtibérico Antiguo, un momentoclave en la protohistoria de la comarca,en el que se van a dar las condicionesidóneas para la cristalización de la cul-tura celtibérica en estas tierras del so-montano del Sistema Ibérico.9

EL YACIMIENTOY SUS MATERIALES

Localización y accesos

El descubrimiento del Molino deTrasmoz se debe a las diferentes prospec-ciones que varios colaboradores del Cen-tro de Estudios Turiasonenses han reali-zado por la comarca de Tarazona y el

GÓN, «Avance de la IIª Campaña de excavacionesarqueológicas en Bursau. 1979 (Borja, Zarago-za)», Cuadernos de Estudios Borjanos, VII-VIII,(Borja, 1981), pp. 27-73; José Ignacio ROYO GUI-LLÉN, José Mª VILADÉS y José Luis CEBOLLA, «Ex-cavación de urgencia en el yacimiento de ElQuez y su necrópolis islámica (Alberite de SanJuan, Zaragoza)», Arqueología Aragonesa 1990, Za-ragoza, Gobierno de Aragón, 1992, pp. 335-342.

7. Isidro AGUILERA ARAGÓN, «El poblamientoceltibérico en el área del Moncayo», en Francis-co Burillo Mozota (coord.), Poblamiento celtibérico.III Simposio sobre los Celtíberos, Zaragoza, Institu-ción «Fernando el Católico», 1995, pp. 213-233;Isidro AGUILERA ARAGÓN y Mª Fernanda BLASCO

SANCHO, «De los orígenes del hombre al fin dela Edad Antigua en el Campo de Borja», en Isi-dro Aguilera Aragón y Mª Fernanda Blasco San-cho (coords.), Comarca del Campo de Borja, Colec-ción Territorio 10, Zaragoza, Gobierno deAragón, 2004, pp. 81-104; Luis Javier NAVARRO

ROYO, «Los celtíberos», en Mª Teresa Ainaga An-drés y Jesús Criado Mainar (coords.), Comarca deTarazona y el Moncayo, Colección Territorio 11,Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2004, pp. 65-76;José Ángel GARCÍA SERRANO, Arqueología del Mon-cayo. Catálogo de la exposición permanente, Tarazo-na, Centro de Estudios Turiasonenses, 2003.

8. Ignacio Javier BONA LÓPEZ et alii, El Monca-yo: Diez años de investigación arqueológica, prólogo deuna labor de futuro, Tarazona, Centro de EstudiosTuriasonenses, 1989, p. 49; Luis Javier NAVARRO

ROYO, «Los celtíberos…», ob. cit., pp. 66-67.

9. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.159-160.

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Moncayo desde la década de los ochentadel siglo XX. Fue D. Javier Hernándezquien en 1979 nos dio las primeras noti-cias de su hallazgo, durante el que se re-cogió diverso material cerámico de super-ficie que quedó depositado en la Secciónde Arqueología de dicho Centro.

Posteriormente, en 1980 tuvimos laoportunidad de estudiar dichas piezas,llevando a cabo durante 1981 una seriede visitas al yacimiento en las que se re-cogió material de superficie y se llevó acabo una descripción pormenorizadadel sitio, incluyéndolo en la nómina delugares de nuestra Tesis de Licenciatu-ra.10 De forma previa habíamos hechoalguna referencia al hallazgo, incluyén-dolo dentro de nuestro estudio sobreel territorio del valle de La Huecha du-rante la Iª Edad del Hierro.11

Desde ese momento, el Molino deTrasmoz ha sido repetidamente citadoen diferentes trabajos de ámbito co-marcal, resaltando en todos los casos elcarácter eminentemente estratégico desu ubicación y su cronología del siglo Va. C. 12 Más recientemente, se ha vueltoa insistir en el tema, sin que hasta la fe-cha se haya pasado de una somera des-cripción de este conjunto.13

El hallazgo se localiza en el extremoNorte del término municipal de Tras-

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moz, en la margen derecha del Barran-co de la Huecha que recoge el deshielodel Moncayo a través de La Huecha deSan Martín, en un valle amplio deno-minado La Valluenga y en las faldas deLa Ciesma [lámina nº 1]. Se sitúa enlas coordenadas U. T. M. (ED50-Huso30) x: 606.440, y: 4.633.913 (centroide),con una cota máxima sobre el nivel delmar de 670 metros, según la Hoja 320(Tarazona) a escala 1:50.000 del M. T.N. (edición digital 2004). Las coorde-nadas de su extremo norte son 606.464/4.633.930 y las de su extremo sur606.419/4.633.895. El yacimiento seencuentra en una zona bastante pobla-da en la actualidad; a unos 4 kilóme-tros de la localidad de Lituénigo, haciael Suroeste y a unos 3 kilómetros de lade Grisel hacia el Noroeste, si bien lapoblación más cercana es Trasmoz quedista unos 2 kilómetros hacia el Sureste[foto nº 1].

El acceso al conjunto se realiza desdeTrasmoz, por la carretera local hasta elcruce de Lituénigo, desde el cual se di-visa perfectamente el perfil del cabezo,a unos 500 metros de la carretera. Parallegar hasta él, sólo hay que cruzar loscampos de labor de La Valluenga y elBarranco de La Huecha que en la ma-yor parte del año se encuentra seco. Elcabezo aparece perfectamente definidorespecto a las superficies totalmente cul-tivadas que lo rodean, enmarcado porsu extremo sur por dos enormes carras-cas [foto nº 2], aunque su relieve ape-nas destaca unos 3/4 metros con res-pecto a los campos que lo rodean.

El entorno geográfico

La visibilidad de este yacimiento vienemediatizada por su localización en LaValluenga, dominando desde el peque-

10. José Ignacio ROYO GUILLÉN, Bronce Final yIª Edad del Hierro…, ob. cit., pp. 367-380, figs.187-193.

11. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Hábitat y te-rritorio durante…», ob. cit., p. 68, fig. 2.

12. Ignacio Javier BONA LÓPEZ et alii, El Monca-yo: Diez años…, ob. cit., p. 49.

13. Luis Javier NAVARRO ROYO, «Los celtíbe-ros…», ob. cit., pp. 66-67.

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ño montículo donde se sitúa una am-plia extensión de su territorio circun-dante. Hacia el sur se contempla unaespléndida panorámica del Moncayo yde sus sierras adyacentes, destacandoen primer término el Barranco de Pra-dillo, donde se asienta la localidad deLituénigo [foto nº 3]. Hacia el Surestese extiende el amplio valle donde se lo-calizan Vera de Moncayo y el Monasteriode Veruela, junto al poblado y necró-polis celtibéricos de La Oruña. Haciael Oeste y Noroeste, se contempla lapráctica totalidad de La Valluenga y LaHuecha de San Martín, así como la la-dera sur de La Ciesma. La única limita-ción a la visibilidad de este yacimientose encuentra en la propia Ciesma quehacia el Norte se eleva más de 100 me-tros por encima del mismo.

En cuanto al soporte geológico dellugar, nos encontramos en las estriba-ciones del piedemonte del Moncayo,perfectamente delimitado por La Cies-ma que representa el techo de la sedi-mentación terciaria, con un relieve ta-bular que ha sido modelado sobre lascapas horizontales de las calizas mioce-nas.14 En cuanto a La Valluenga, consti-tuye el nivel más externo de dicho pie-demonte, tratándose de una depresiónrecubierta por margas y arcillas, ademásdel aporte de gran cantidad de cantosrodados procedentes de los barrancosdel Moncayo. En esta zona, la litologíaexistente ha provocado una erosión se-lectiva, en la que afloran los materiales

más duros, en este caso los conglomera-dos o los glacis al pie de La Ciesma, situa-dos junto a los escarpes y que destacanunos cuantos metros de la depresión.15

Este es el caso del montículo donde selocaliza nuestro yacimiento, en el cualpueden apreciarse los referidos aflora-mientos de conglomerados.

Por lo que se refiere a la red hidro-gráfica de los alrededores, puede decir-se que la presencia del Moncayo per-mite la existencia de manantiales ycursos de agua la mayor parte del año,todos los cuales fluyen hacia La Va-lluenga, donde el Barranco de La Hue-cha actúa de auténtico colector de lazona, garantizando el abastecimiento deagua al yacimiento, del cual dista me-nos de 300 metros.

La vegetación natural de esta zonade La Ciesma y La Valluenga, apareceen estos momentos profundamente de-gradada, siendo en la actualidad de ca-rácter semiestepario, con alguna masaaislada de carrascas más o menos arbo-rescentes entre las que crece un sustratode vegetación xerófila compuesto bási-camente por tomillos, aliagas y rome-ros. Dicha vegetación es el componentebásico de la superficie y laderas del ya-cimiento, salvo en su extremo sur, don-de se conservan dos grandes carrascascomo único testimonio de los que enotro tiempo pudo ser un bosque densode tipo mediterráneo, aprovechando lascondiciones del suelo, clima y altitud. Elresto de la vegetación existente en losalrededores del yacimiento es conse-cuencia de la acción antrópica y del usode la agricultura extensiva de cereal, jun-

14. Salvador MENSUA FERNÁNDEZ y FranciscoPELLICER CORELLANO, «El piedemonte del Mon-cayo. Contribución al estudio de los contactosentre la Cordillera Ibérica y la Depresión delEbro», Cuadernos de Estudios Borjanos, VI, (Borja,1980), p. 112. 15. Ibidem, p. 129.

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1. Vista aérea del Molino de Trasmoz y de su entorno inmediato.

Lámina 1. Localización topográfica del Molino de Trasmoz.

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to a las plantaciones recientes de gran-des extensiones de almendros y la sub-sistencia de algunas parcelas dedicadasal cultivo de viñedos [foto nº 4].

Descripción del poblado y de susrestos arqueológicos

Centrándonos en el propio yaci-miento, aparece perfectamente delimi-tado por las dimensiones y forma delcabezo sobre el que se asienta, ocupan-do la totalidad de su superficie disponi-ble. El cerro presenta una forma ovaladaligeramente alargada y una orientaciónNoreste-Suroeste, con una sensible in-clinación siguiendo la pendiente de laladera de La Ciesma donde se sitúa.Las dimensiones de la cima de este ca-bezo dan unas medidas máximas deunos 90 metros en su eje longitudinal,por unos 40 metros en su eje transver-sal, lo que da una superficie útil de3.600 m2 que es la ocupada por los res-tos actualmente conservados del pobla-do [foto nº 5].

A lo largo del perímetro superiordel montículo que como ya he comen-tado, destaca entre 3 y 4 metros conrespecto a las tierras circundantes, selocaliza la cimentación de una potentemuralla que puede seguirse a lo largode todo el perímetro del cerrete. Di-cho amurallamiento delimita un espa-cio cerrado donde se desarrollaría elhábitat de este poblado, a juzgar por ladispersión y características del materialarqueológico recuperado. La murallaestá construida con bloques de piedradel terreno de mediano y gran tama-ño, algunos de ellos, ligeramente des-bastados y con presencia de grandescantos rodados entre los rellenos. Lafactura de este cerramiento parece ha-

berse realizado a base de doble para-mento con relleno interior, dando unaanchura del muro que puede oscilarentre 1 y 2 metros [foto nº 6].

En el extremo noreste del cabezo yen su parte más elevada, se ha podidoconstatar la presencia de un posiblebastión o torreón de planta cuadrada ocircular, cuyas dimensiones y formaexactas son difíciles de ajustar debido ala gran acumulación de piedras en estesector, pero que podría oscilar entrelos 3 y los 4 metros de diámetro. Dichotorreón aparece ubicado en el puntomás alto del cabezo y por lo tanto en elmás dominante de todo el poblado, loque favorece el control visual de su en-torno [foto nº 7].

En el extremo suroeste del yacimien-to, en el sector donde se conservan dosgrandes carrascas, aparece en la laderauna pequeña zona desprovista de pie-dras, lo que parece sugerir que seríaéste el lugar donde se ubicaría el posibleacceso al poblado, aunque este extre-mo sólo se confirmará con una excava-ción. Todo el recinto interior del pobladoaparece hoy en día totalmente despro-visto de restos de estructuras superficia-les, aunque en algunos puntos aflora elestrato rocoso. Esto parece ser debido ala utilización de la superficie del cerrocomo campo de labor, con roturacio-nes no mecánicas que han podido alte-rar sus niveles superficiales, siendo muyposible que la abundancia de piedrasde pequeño y mediano tamaño sobrelos restos de la muralla puedan proce-der de la retirada de las mismas de lasuperficie de labor, por lo que no que-dan actualmente restos de construccio-nes que puedan detectarse en superfi-cie [foto nº 8].

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3. Vista desde el yacimiento hacia el Barranco de Pradillo.

2. Vista desde el Sur del conjunto del Molino de Trasmoz, en su contexto paisajístico.

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5. Vista aérea del yacimiento con localización de los principales elementos del poblado.

4. Entorno próximo actual del yacimiento. El poblado, en el centro de la fotografía.

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Los únicos elementos que puedenservir para intuir el tipo de urbanismode este poblado deben establecerse apartir del propio perfil del asentamien-to, con una ladera muy inclinada, en laque aparecen algunos afloramientos deconglomerado perpendiculares al sen-tido de la pendiente, lo cual parece in-dicar la posible distribución del hábitata partir de diversas terrazas, con dispo-sición escalonada de las casas paraaprovechar al máximo la superficieocupada por el poblado.

Ya en el primer estudio que a me-diados de los años ochenta del sigloXX se realizó sobre el hábitat y el terri-torio del valle de La Huecha durante laIª Edad del Hierro, el Molino de Tras-moz quedó incluido como el único ya-cimiento de este momento localizadoen el valle alto del río,16 situación queno ha sufrido ninguna variación a lolargo de los años, a pesar de los sucesi-vos hallazgos realizados en los alrede-dores y que mantienen a este yacimien-to como el único poblado estable de laEdad del Hierro en la zona de La Va-lluenga y Alto Huecha.17 Este yacimien-to aparece en dicho estudio como unauténtico hábitat o poblado clasificadoen nuestra tipología de asentamientoscomo una «pequeña elevación en elllano» o tipo 1.18

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El aislamiento geográfico de estepoblado, impide su intervisibilidad conotros yacimientos coetáneos, lo cual escomún durante la Edad del Hierro enel valle medio y bajo del río Huecha,19

lo que, por otra parte, no impide quesu privilegiada posición estratégica, lepermita un magnífico control visual desu entorno geográfico, en especial delcómodo camino natural que paraleloal Moncayo discurre por La Valluenga,único paso natural entre el alto vallede La Huecha y el río Queiles.20 Por elcontrario, su propia localización le per-mite la utilización de unas tierras aptaspara el cultivo en una extensión muysignificativa, así como el acceso al apro-

16. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Hábitat y te-rritorio…», ob. cit., p. 68, fig. 2.

17. Isidro AGUILERA ARAGÓN e Ignacio JavierBONA LÓPEZ, «Un poblado eneolítico en el So-montano aragonés del Moncayo: El Ginestal(Trasmoz-Zaragoza)», Tvriaso, III, (Tarazona,1982), pp. 31-61; Isidro AGUILERA ARAGÓN, «El po-blamiento celtibérico…», ob. cit., p. 220, mapa 1.

18. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Hábitat y te-rritorio…», ob. cit., p. 71, fig. 3.

6. Detalle de la parte superior del paramento oestede la muralla del poblado en 1985.

19. Ibidem, p. 77, fig. 6.

20. Ibidem, p. 84.

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vechamiento de los pastos de La Cies-ma y el somontano del Moncayo, juntoa los recursos forestales, cinegéticos yminerales de esta zona.

En cuanto al hábitat delimitado en elMolino de Trasmoz, nos encontramoscon un asentamiento de tamaño media-no –entre 3.000 y 5.000 m2– tamaño queencaja con la superficie delimitada por elamurallamiento del poblado que suponeuna extensión aproximada de 3.600 me-tros cuadrados.21 En cuanto a la posiblefuncionalidad de este yacimiento, en sudía propuse una función mixta, en lacual parece darse un predomino de lafunción de control o geoestratégica, apo-yada en la existencia de un recinto amu-rallado con torreón. Dicho control nosólo se establecería sobre el paso natu-ral de La Valluenga como comunicaciónentre valles, sino también sobre los re-cursos naturales de su entorno.22

Una parte significativa de estos pos-tulados aplicados a la tipología delasentamiento y funcionalidad del po-blado del Molino de Trasmoz, fueronrevisados por Isidro Aguilera en su tra-bajo sobre el poblamiento celtibéricodel Moncayo, el cual pudo incluir unnúmero sustancialmente mayor de yaci-mientos debido a las prospecciones rea-lizadas con posterioridad a la conclu-sión de mi investigación en la zona,23

confirmando aún con más argumentosdichos postulados iniciales.24

Los materiales

En la superficie del cabezo o mejordicho, dentro del recinto amurallado,las diversas prospecciones llevadas acabo por miembros del Centro de Es-tudios Turiasonenses y las realizadaspor mi mismo a través del Museo deZaragoza hasta el año 1985, han recu-perado diverso material cerámico, bas-tante rodado y muy fragmentado entreel que destaca la cerámica a mano, aun-que también se han recuperado algunosfragmentos a torno y restos óseos. Fueradel recinto amurallado y al pie del ce-rro, en el campo roturado situado al Es-te y a escasos metros del mismo, se pudolocalizar una gran mancha cenicientade varios metros de diámetro en la queaparecían restos óseos y algún fragmen-to cerámico, posiblemente correspon-dientes a alguno de los basureros delpoblado. Del mismo modo, en los cam-pos roturados al pie del poblado, tam-bién aparecen escasos fragmentos de ce-rámica a mano y a torno muy rodados.

El material arqueológico estudiadoen estas páginas incluye los restos depo-sitados en el Museo de Zaragoza, proce-dentes de las diferentes prospeccionesrealizadas por el autor de este trabajoentre los años 1981 y 1985 y que apare-cen con la sigla MT. S. 1 a MT. S. 13 enmi Tesis de Licenciatura,25 así como losmateriales recuperados por el descubri-dor del yacimiento, D. Javier Hernán-dez en 1979 y depositados en el Centrode Estudios Turiasonenses que apare-cen siglados en la referida Tesis con lareferencia MT. S. 15 a MT. S. 22.26 A di-

21. Ibidem, p. 85.

22. Ibidem, p. 87-88.

23. José Ignacio ROYO GUILLÉN, Bronce Final yIª Edad del Hierro…, ob. cit.

24. Isidro AGUILERA ARAGÓN, «El poblamientoceltibérico…», ob. cit., pp. 218-219.

25. José Ignacio ROYO GUILLÉN, Bronce Final yIª Edad del Hierro…, ob. cit., pp. 371-373.

26. Ibidem, pp. 374-375.

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8. Vista de la superficie del interior del poblado en 2009.

7. Vista del amontonamiento correspondiente al bastión o torre del extremo norte del poblado en 1985.

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chos materiales hay que sumar los recu-perados en momentos posteriores porvarios miembros del Centro de EstudiosTuriasonenses y que se encuentran enla actualidad depositados en dichoCentro, los cuales suman una cincuen-tena de fragmentos de los cuales hansido incluidos en este trabajo sólo laspiezas identificables, señaladas con lasigla CET. S. 1 a CET. S. 11.27

Todo el material recuperado de esteyacimiento procede de prospeccionessuperficiales, ya que hasta la fecha nose ha realizado ningún tipo de inter-vención arqueológica en el mismo, porlo cual todas las apreciaciones o con-clusiones que se deriven de este trabajodeberían contrastarse en un futuro conlas necesarias comprobaciones estrati-gráficas mediante la correspondienteexcavación en este enclave arqueológi-co. No obstante, del análisis preliminarde dicho material se desprende unacierta unidad tipológico-cultural quenos permite apuntar una serie de datoscronológicos, cuya aportación conside-ro muy importante para el estudio de laevolución del poblamiento en el alto va-lle del río Huecha a partir de los Cam-pos de Urnas Tardíos.28 En su prácticatotalidad el material estudiado son res-tos cerámicos manufacturados, salvo unfragmento de cerámica a torno.

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1. La cerámica a mano

La mayor parte del material cerámi-co recuperado en superficie en el Moli-no de Trasmoz, en un porcentaje supe-rior al 90%, corresponde a la cerámicamanufacturada, con fragmentos que apesar de su tamaño permiten identifi-car de forma general los perfiles másrepresentativos de este yacimiento, loque ha supuesto su agrupación en di-versos grupos cuya afinidad tipológica,técnica y funcional parece estar plena-mente justificada. La totalidad de losfragmentos cerámicos realizados a ma-no, cuentan con arcillas cuya proceden-cia local parece segura, como ya hemoscomprobado en otros yacimientos delvalle de La Huecha.29 Del mismo, laspastas documentadas en dichas cerámi-cas son en su casi totalidad compactaso semicompactas, con desgrasantes me-dios, gruesos y muy gruesos en los quese identifican cuarcitas, ilitas, micas, asícomo algunos feldespatos, que comoresultado de una cocción mayoritaria-mente reductora dan colores grisáceoso negruzcos, con acabados alisados ma-yoritarios y mas escasos los espatuladoso pulidos. De la clasificación prelimi-nar de todos los restos estudiados sehan identificado los siguientes grupos:

1.1. Vasos de pequeño y medianotamaño con borde recto, cuellocilíndrico y cuerpo globular oesférico [lámina nº 2]

Se trata de fragmentos de vasijascon las superficies interiores y exterio-res espatuladas o pulidas y por lo tantopreparadas para contener líquidos uotros productos no sólidos, siendo ma-

27. Quiero agradecer expresamente al Centrode Estudios Turiasonenses las facilidades para elestudio de los materiales del yacimiento del Mo-lino de Trasmoz, en especial a Rebeca Carrete-ro, Mari Cruz Pérez y Sofía Gómez, las cualeshan prestado toda la colaboración necesaria pa-ra poder incluir en este trabajo la totalidad delmaterial arqueológico que se conserva de esteyacimiento en dicho Centro de Estudios.

28. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.160-161. 29. Ibidem, pp. 34-36.

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yoritariamente utilizados en las vajillasde mesa y en algún caso de almacén.En dos casos [lámina nº 2, MT. S. 6 yCET. S. 6] lo conservado permite unareconstrucción del perfil general delvaso, de pequeño tamaño. Sólo en uncaso [lámina nº 2, CET. S. 5] el trata-miento de la superficie de las paredeses alisado, documentándose en dos ca-sos un borde recto con pequeño en-grosamiento exterior y un cuello clara-mente cilíndrico [lámina nº 2, MT. S. 2y CET. S. 5]. En ninguno de los frag-mentos estudiados se ha podido apre-ciar ningún tipo de decoración.

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1.2. Vasos de mediano tamaño,paredes rectas y perfil de cuencoo escudilla [lámina nº 10]

Aquí nos encontramos con otro per-fil muy común en este tipo de yaci-mientos y que debe identificarse con lavajilla de mesa, pudiendo correspon-der a un cuenco o escudilla de paredesrectas y asa de pezón ovalado aplicadojunto al borde y perforado, del cual só-lo contamos con un ejemplar [láminanº 10, CET. S. 4].

Lámina 2. Vasos a mano de pequeño y mediano tamaño de cuello cilíndrico.

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1.3. Vasos de mediano tamaño conborde recto o ligeramenteexvasado, cuello cilíndricoo estrangulado y superficiesalisadas [lámina nº 3]

En este caso estamos ante vasijas pre-paradas tanto para su uso en la cocinacomo en el almacenamiento de alimen-tos. Dos de los fragmentos estudiadoscuentan con sendos cuellos cilíndricosy unas paredes bastante engrosadas, ca-reciendo de cualquier tipo de decora-ción [lámina nº 3, MT. S. 3 y 18], mien-tras que en el otro caso el borde estáligeramente exvasado y el cuello estran-gulado, lo que parece sugerir un perfilgeneral para dicho fragmento que po-dría identificarse con un vaso de perfilen S en el que tampoco aparece deco-ración [lámina nº 3, MT. S. 1].

1.4. Vasos de mediano y grantamaño con bordes exvasadoscon engrosamiento exterior ycuello reentrante o inclinado[láminas núms. 3 y 4]

En este grupo de fragmentos nos en-contramos con vasijas de mediano ygran tamaño en el que los acabados in-teriores siempre pulidos indican su uti-lización como vajilla de almacenamien-to y su uso para contener líquidos ograno. Tres de los ejemplares presen-tan un cuello bastante inclinado, unengrosamiento del extremo exteriordel borde y unas superficies exterior einterior pulidos, sin presencia de deco-ración [lámina nº 4, CET. S. 9, 10 y11]. Existe un fragmento con rebordeinterior, acabado exterior alisado e in-terior pulido y decoración en el bordede digitaciones con impresión de lauña, procedente de una gran vasija conuna boca de 42 cm. de diámetro [lámi-

na nº 5, CET. S. 7] y también otroejemplar de acabados similares, no de-corado y con un grosor de las paredesmuy superior [lámina nº 5, CET. S. 8].

1.5. Vasos de mediano tamaño conbordes rectos o ligeramenteexvasados con decoraciónimpresa [lámina nº 6]

En todos los casos se trata de piezascon los acabados interior y exterior alisa-dos, lo que unido a su tamaño permitesuponer su uso preferente como vajillatanto de cocina como de almacena-miento. El primer fragmento pertenecea un vaso de borde recto y cuello cilín-drico de gruesas paredes y decoraciónimpresa en el borde exterior a base desurcos oblicuos [lámina nº 6, MT. S.20]. El siguiente a un borde recto ycuello inclinado con decoración im-presa en el borde exterior a base de pe-queños hoyuelos [lámina nº 6, MT. S.21]. A continuación encontramos unejemplar de perfil muy similar a lapieza CET. S. 7 [lámina nº 5], pero conun diámetro de boca muy inferior, lacual presenta una decoración impresaen el borde a base de digitaciones con-tiguas con impresión de la uña [láminanº 6, MT. S. 22]. Por último, tambiénpresentamos dos fragmentos de bordesrectos y cuellos inclinados con impre-siones de diminutos hoyuelos, en unode los casos de mayor tamaño que enel otro [lámina nº 6, MT. S. 4 y 5].

1.6. Vasos de mediano y grantamaño con collarino aplicado ydecoración impresa [lámina nº 7]

En los tres ejemplos documentados,destaca la presencia de un cordón apli-cado horizontal con decoración impre-

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Lámina 3. Vasos a mano de mediano tamaño de borde exvasado o recto, sin decoración.

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Lámina 5. Vasos a mano de mediano y gran tamaño de borde exvasado y decorados.

Lámina 4. Vasos a mano de mediano y gran tamaño de borde exvasado.

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Lámina 6. Vasos a mano de mediano tamaño con bordes con decoración impresa.

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sa, sobre vasijas que por su tamaño yacabados alisados y en un caso con elinterior pulido, deben considerarse co-mo contenedores de almacenamiento.En los dos primeros casos, se trata devasijas con el cuello cilíndrico y cuerpoesférico o globular, colocándose el cor-dón en la unión del cuello con el cuer-po, a modo de collarino, presentandoen el primero de los fragmentos unadecoración impresa de surcos oblicuos yen el segundo de pequeñas digitaciones[lámina nº 7, MT. S., 9 y 10]. En el tercercaso, se trata de una vasija de paredesverticales, ligeramente inclinadas haciael exterior, donde aparece el cordónaplicado de forma horizontal con surcosoblicuos impresos y sin que podamos de-finir con exactitud el lugar exacto delperfil cerámico en el que se localizadicho cordón [lámina nº 7, MT. S. 11].

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1.7. Fragmentos de pared degrandes vasos contenedores concordones aplicados [lámina nº 8]

Los fragmentos conservados no per-miten precisiones tipológicas, aunque losacabados alisados y en algún caso pulidosal interior, junto al tamaño de éstos y algrosor de las paredes, parecen confirmarsu pertenencia a vasijas de almacenaje,tanto de líquidos como de grano. El pri-mer fragmento [lámina nº 8, MT. S. 12]indica su pertenencia a una gran vasijade paredes verticales con un grueso cor-dón aplicado con decoración de grandesdigitaciones alargadas y ligeramente in-clinadas. El siguiente sólo permite identi-ficar su procedencia de una gran vasijade paredes curvas y cordón aplicado condigitaciones impresas ligeramente ovala-das y horizontales [lámina nº 8, MT. S.

Lámina 7. Vasos a mano de mediano y gran tamaño con collarino digitado.

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19]. A continuación hay otro fragmentoque podría corresponder a un collarinoaplicado en la unión entre el cuello y elcuerpo del vaso, con pequeñas digitacio-nes impresas de forma circular [lámina

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nº 8, MT. S. 13]. Por último, aparece otrofragmento de pared de una vasija decuerpo de tendencia globular con cor-dón aplicado y digitaciones circulares [lá-mina nº 8, CET. S. 2].

Lámina 8. Fragmentos de vasos contenedores a mano con cordones aplicados.

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1.8. Vasos de fondo plano[lámina nº 9]

Aunque los fragmentos de fondos devasijas de fondo plano son relativamenteabundantes, tampoco permiten demasia-das precisiones tipológicas, salvo su per-tenencia a vasijas de mediano tamañocon las superficies que pueden tratarsetanto por alisado como por pulido o es-patulado [lámina nº 9, MT. S. 15, 16 y17] y a otros vasos de menor tamaño ysuperficies tratadas de similar manera[lámina nº 9, MT. S. 7 y 8 y CET. S. 1]. Entodo caso se trataría de fondos de vasosde cocina y almacenamiento cuya corres-pondencia tipológica con los bordes yaestudiados no se ha podido establecer.

2. La cerámica a torno

Tanto en las prospecciones realiza-das por miembros del C. E. T., como enlas nuestras propias, hay que señalar lapresencia de cerámica a torno de técni-ca ibérica, tanto en el interior del pobla-do como fuera de su recinto amuralla-do, en especial en las parcelas situadasal este, oeste y sur del asentamiento.También se han hallado fragmentos decerámica a torno en la gran manchacenicienta localizada a escasos metrosdel poblado y que debe interpretarsecomo una zona de basurero. Aunqueel total de fragmentos de cerámica atorno representa un porcentaje que po-dría situarse entre el 5 y el 10% de latotalidad de la muestra cerámica recu-perada en superficie, lo cierto es que lamayor parte de las evidencias reunidaspertenecen a restos de grandes vasosde almacenaje, con pastas bien decan-tadas y muy depuradas de color rosá-ceo y anaranjado y desgrasantes muyfinos. En la muestra analizada no existeningún tipo de decoración.

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Entre los materiales conservados enel C. E. T. existe un fragmento de unvaso de mediano tamaño con el bordecefálico y cuerpo de posible tendenciabitroncocónica [lámina nº 10, CET. S.3], identificable con una vasija crateri-forme. Presenta una pasta porosa, biendecantada y con el desgrasante muyfino, de color rosáceo, sin ningún tipode decoración.

3. Otros materiales

Del material recuperado sólo cabeconstatar la presencia de algún fragmen-to óseo de fauna y en especial un cubo decalcopirita con un lado de aproximada-mente 1,5 cm. localizado en el interiordel poblado [lámina nº 10, MT. S. 14].La presencia de este cubo de calcopiritapuede deberse a tanto a un objeto cu-rioso recogido por algún habitante deeste enclave, como a la constatación dealguna actividad metalúrgica o minerasobre la que más adelante se hablará.

También resulta de interés, el hallaz-go de varios molinos barquiformes enlas primeras prospecciones del C. E. T.y que han sido fabricados con piedrasduras, como la grauvaca, a tenor de losanálisis petrográficos realizados en sumomento.30 La aparición de estos moli-nos barquiformes indica su utilizaciónpredominante en la molienda de cere-ales u otras especies vegetales con elfin de obtener harina y por lo tantoevidenciaría, aunque de forma indirec-ta el cultivo de cereal en las tierras cir-cundantes al poblado, así como la re-colección de otras especies vegetales

30. Ignacio Javier BONA LÓPEZ et alii, El Monca-yo: Diez años…, ob. cit., p. 49.

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Lámina 9. Vasos a mano de fondo plano.

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no cultivadas (como por ejemplo lasbellotas) para la obtención de harinas,como se ha comprobado en otros yaci-mientos similares del área celtibérica.31

PARALELOS Y CRONOLOGÍA

1. La cerámica

Aunque el Molino de Trasmoz debeincluirse sin ninguna duda, en la fase

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final de la expansión de la comunidadprotohistórica que se desarrolló entreel Bronce Final y la II Edad del Hierroen el valle del río Huecha,32 lo cierto esque tanto por su localización, como porlas características tipológicas del asen-tamiento o sus materiales, debe reali-zarse un cierto análisis diferenciado deeste asentamiento fortificado situadoen pleno somontano del Moncayo, acaballo entre los valles del río Huechay el Queiles.

31. Alberto J. LORRIO ALVARADO, Los Celtíberos(2ª edición ampliada y actualizada), Biblioteca Ar-chaeologica Hispana, 25, Madrid, Real Acade-mia de la Historia, 2005, p. 294.

32. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.161, fig. 2.

Lámina 10. Vasos a mano y a torno y cubo de calcopirita.

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Desde la presentación de los prime-ros trabajos sobre los poblados de laEdad del Hierro del río Huecha,33 pa-sando por la publicación de otros con-juntos cerámicos de la zona,34 hasta la re-ciente publicación de los poblados de ElMorredón y El Solano,35 siempre heplanteado la identidad tipológica y cul-tural de la cultura material de esta co-munidad protohistórica, plenamente in-tegrada en la sociedad de los Campos deUrnas del valle medio del Ebro desde elBronce Final hasta la llegada de la cul-tura ibérica o celtibérica. Se trata deuna realidad plenamente contrastada yque hoy en día no admite contestacióny que define un grupo de Campos deUrnas plenamente diferenciado deotros grupos como los del Bajo Aragón,Cataluña, Alto Ebro o zonas aledañasde la Meseta o del Levante36 y que geo-gráficamente se ubica en una ampliaregión en la que los poblados jalonanla ribera del Ebro o el curso bajo de susafluentes, tanto por su margen derechacomo por su izquierda, entre el río Ara-gón (Navarra) y el inicio del Bajo Ebro,entre los ríos Martín y Guadalope.37

Si nos referimos a la cerámica ma-nufacturada del poblado del Molino de

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Trasmoz, nos encontramos con unosperfiles que presentan unos paralelis-mos más que evidentes con la cerámicaconocida en el valle del río Huecha.No obstante matizaré este dato con unanálisis más pormenorizado de los ma-teriales aquí presentados.

De la tipología establecida para elestudio de la Edad del Hierro en Nava-rra, realizada por Castiella38 y que re-cientemente hemos modificado y am-pliado en el trabajo publicado sobre elpoblado de El Morredón,39 hemosidentificado entre la cerámica del Moli-no de Trasmoz hasta seis galbos perfec-tamente paralelizables.

Si nos referimos a los vasos de pe-queño y mediano tamaño con borderecto, cuello cilíndrico y cuerpo globu-lar o esférico localizados en este pobla-do [lámina nº 2], comprobamos que setrata de uno de los perfiles cerámicosmás abundantes en La Huecha y vallemedio del Ebro. Este galbo, definidopor Castilla40 como forma 5 aparece ma-yoritariamente sin decorar, variando li-geramente el perfil, presentándose conasa o sin ella, aunque en ocasionestambién presenta decoraciones incisas,acanaladas o excisas. Este perfil, abun-dantísimo en la fase PIIb del poblado

33. Isidro AGUILERA y José Ignacio ROYO GUI-LLÉN, «Poblados hallstátticos del valle de La Hue-cha. Contribución al estudio de la Iª Edad delHierro en la cuenca del Ebro», Cuadernos de Es-tudios Borjanos, II, (Borja, 1978), pp. 9-44.

34. José Ignacio ROYO GUILLÉN e Isidro AGUI-LERA ARAGÓN, «Avance de la IIª Campaña…»,ob. cit., pp. 27-73.

35. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit.

36. Ibidem, pp. 134-137, figs. 55-56.

37. Ibidem, fig. 63.

38. Amparo CASTIELLA RODRÍGUEZ, La Edad delHierro en Navarra y Rioja, Excavaciones en Nava-rra VIII, Pamplona, Diputación Foral de Nava-rra, Institución «Príncipe de Viana» y CSIC,1977, fig. 178.

39. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.134-138, figs. 55-56.

40. Amparo CASTIELLA RODRÍGUEZ, La Edad delHierro…, ob. cit., fig. 178.

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del Alto de la Cruz de Cortes41 y en suvecina necrópolis de La Atalaya,42 asícomo en todos los yacimientos de Cam-pos de Urnas de La Huecha,43 es espe-cialmente abundante en el poblado deEl Morredón donde se manifiesta ensus variantes lisas o ricamente decora-das.44 También está presente de formamayoritaria en todos los yacimientos,sean necrópolis o poblados de los Cam-pos de Urnas del Hierro del valle mediodel Ebro, en yacimientos tan represen-tativos como la necrópolis de Balleste-ros de Épila,45 los niveles de la Edad delHierro de Zaragoza,46 el Cabezo de LaCruz de La Muela47 o el de Las Dehesas

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de Quinto,48 así como en el nivel de des-trucción del poblado del Cabezo Mo-rrudo de Fuentes del Ebro, excavaciónhasta el momento inédita. Las excava-ciones de emergencia llevadas a cabo enun sector importante del Cabezo de laCruz de La Muela, recientemente publi-cadas, también han aportado un buennúmero de ejemplares de este perfil ce-rámico que viene a definirse como unauténtico fósil director de la fase plenade los Campos de Urnas del valle delEbro, con unas fechas centradas entrelos siglos VII-VI a. C. y que en este po-blado aparece muy significativamenteen las fases II y III del Hierro I.49

Por lo que se refiere a los vasos demediano tamaño, paredes rectas y per-fil de escudilla [lámina nº 10, CET. S.4], asimilable a la forma 9 de Castiella,se define por tratarse de un plato de lavajilla cotidiana de mesa, siendo unaforma generalmente lisa, salvo cuandorecibe decoración acanalada o incisaen el fondo. Aunque el perfil cuentacon una larga perduración cronología,después de la forma 5, es el perfil másrepresentativo del poblado del Morre-dón en su fase plena del siglo VI a. C.,con un gran número de ejemplarescon el fondo liso o decorado con aca-

41. Juan MALUQUER DE MOTES, El yacimiento hall-státtico de Cortes de Navarra. Estudio Crítico II, Pam-plona, Institución «Príncipe de Viana», 1958, figs.26-27.

42. Juan MALUQUER DE MOTES y Luis VÁZQUEZ

DE PARGA, «Avance al estudio de la necrópolis deLa Atalaya, Cortes de Navarra», Príncipe de Via-na, LXV, (Pamplona, 1956), fig. 7.

43. Isidro AGUILERA ARAGÓN y José Ignacio RO-YO GUILLÉN, «Poblados hallstátticos del valle…»,ob. cit., lám. IX, 14 y lam. XIV, 14.

44. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp. 37-39, figs. 11-16.

45. Jesús Ángel PÉREZ CASAS, «Las necrópolisde incineración en el Bajo Jalón», en FranciscoBurillo Mozota (coord.), Necrópolis Celtibéricas. IISimposio sobre los Celtíberos, Zaragoza, Institución«Fernando el Católico»,1990 fig. 7, 6.

46. Isidro AGUILERA ARAGÓN et alii, «Dos fechasradiocarbónicas para la Protohistoria en la ciudadde Zaragoza. Gavín/Sepulcro», Museo de Zaragoza,Boletín nº 3, (Zaragoza, 1984), p. 107, fig. 4.

47. Francisco BURILLO MOZOTA y Javier FANLO

LORAS, «El yacimiento del Cabezo de la Cruz deLa Muela (Zaragoza)», Caesaraugusta, 47-48, (Za-ragoza, 1979), p. 55, figs. 12-16.

48. Antonio FERRERUELA GONZALVO y José Ig-nacio ROYO GUILLÉN, «Un nuevo yacimiento dela Primera Edad del Hierro con cerámica aca-nalada, en el valle medio del Ebro: Las Dehesas,Quinto de Ebro, Zaragoza», XVII Congreso Nacio-nal de Arqueología, Zaragoza, Secretaría Generalde los Congresos Arqueológicos Nacionales,1985, pp. 367-368.

49. Jesús Vicente PICAZO MILLÁN y José Mª RO-DANÉS VICENTE, Cabezo de la Cruz (La Muela, Zara-goza): Los poblados del Bronce Final y Primera Edaddel Hierro, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2009,pp. 344-382, figs. 21-22.

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naladuras.50 Del mismo modo, es un per-fil muy significativo del poblado del Hie-rro I de La Corona-Esquilar de Borja,también en unas fechas similares.51

Como ocurre con la forma 5, se trata deun galbo característico de la fase PIIbdel Alto de la Cruz de Cortes, donde loencontramos en todas las viviendas,52

aunque también es muy común en lasnecrópolis, usado como tapadera y entodos los poblados de Campos deUrnas del valle medio del Ebro.53 Estetipo de platos de paredes rectas y asade pezón perforado aparece muy ex-tendida en otros poblados de Camposde Urnas del valle medio del Ebro, des-tacando su abundante presencia en elajuar doméstico del Cabezo de La Cruzde la Muela, en sus niveles centradosen los siglos VII-VI a. C., en donde es unapieza bien representada en la vajilla demesa definiéndose como «plato tronco-cónico» con fondo plano o umbilicado ycon abundantes representaciones incisaso acanaladas en su fondo.54 Aunque deforma más escasa también está presenteen el poblado de Las Dehesas de Quin-to,55 si bien es más interesante su apari-

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ción en el poblado del Ibérico Antiguodel Castillo de Cuarte, fechándose en es-te caso en los inicios del siglo V a. C.56

Con una funcionalidad ambivalen-te, en la cual pueden combinarse lasfunciones de vajilla de mesa o almace-namiento, como contenedor de líqui-dos, alimento o grano, se encuentranuna serie de vasos de mediano y grantamaño con bordes exvasados con en-grosamiento exterior y cuello reentran-te o inclinado y que pueden contarcon las superficies alisadas o espatula-das [láminas núms. 4 y 5]. Según nues-tra tipología se identificaría tanto conla forma 14 como con la 15 de superfi-cies pulidas,57 comparable con la forma13 de Castiella.58 En el Molino de Tras-moz aparecen los bordes y cuello notan cilíndricos, sino con clara tenden-cia hacia la inclinación exterior, algoque también se detecta en otros pobla-dos de Campos de Urnas del valle me-dio del Ebro. Es una forma común y ca-racterística del PIIb del Alto de la Cruzde Cortes, donde aparece en la mayo-ría de las casas utilizada como vasija dealmacenaje.59 En el resto del valle de La

50. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp. 48,figs. 20-24.

51. José Ignacio ROYO GUILLÉN e Isidro AGUI-LERA ARAGÓN, «Avance de la IIª Campaña…»,ob. cit., pp. 54-57, fig. 13, 1-2.

52. Juan MALUQUER DE MOTES, El yacimientohallstáttico…, ob. cit., fig. 28.

53. Amparo CASTIELLA RODRÍGUEZ, La Edad delHierro…, ob. cit., p. 252, figs. 254-256.

54. Jesús Vicente PICAZO MILLÁN y José Mª RO-DANÉS VICENTE, Cabezo de la Cruz…, ob. cit., pp.346-353, figs. 3-5 y 8-9.

55. Antonio FERRERUELA GONZALVO y José Ig-nacio ROYO GUILLÉN, «Un nuevo yacimiento…»,ob. cit., pp. 359.

56. Francisco BURILLO MOZOTA y José IgnacioROYO GUILLÉN, «El yacimiento del Castillo deCuarte (Zaragoza) y su contribución al conoci-miento del inicio del Ibérico Pleno en el vallemedio del Ebro», en J. Rovira (editor), Modelsd´Ocupació, Transformació y Explotació del Territorientre el 1600 y el 500 a.n.e. a la Catalunya Meridio-nal y zones limitrofes de la Depressió de l´Ebre, Gala,3-5, (Barcelona, 1994-96), p. 390, fig. 2, 5.

57. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los poblados deEl Morredón y El Solano…», ob. cit., fig. 55, II-III.

58. Amparo CASTIELLA RODRÍGUEZ, La Edad delHierro…, ob. cit., pp. 262.

59. Juan MALUQUER DE MOTES, El yacimiento hall-státtico de Cortes de Navarra. Estudio Crítico I., Pamplo-na, Institución «Príncipe de Viana», 1954, fig. 23.

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Huecha está representada en la casi to-talidad de sus poblados, en especial enLa Cruz, Burrén y Burrena o La Coro-na-Esquilar,60 aunque está ausente delas necrópolis de El Quez, La Atalaya yBurrén y Burrena. También encontra-mos este perfil en la fase plena del Mo-rredón, alternando el cuello cilíndrico,con el troncocónico inclinado al exte-rior.61 Un caso especial, dada la funcio-nalidad de este galbo cerámico, es suaparición en el ajuar funerario estudia-do por nosotros en las cercanías de Ma-llén, fechado por su contexto en la pri-mera mitad del siglo V a. C.62 En otrospoblados de Campos de Urnas del vallemedio del Ebro, aparece bien repre-sentada en yacimientos como el Cabe-zo de La Cruz de La Muela, donde seencuentra clasificada como vasija de al-macén distinguiendo entre tinaja me-diana o grande y alternando los perfi-les del cuello cilíndricos y exvasados ydonde se pudo comprobar el uso deestos contenedores para el almacena-miento de grano o líquidos.63 Tambiéndebe citarse su aparición en Las Dehe-sas de Quinto, donde es una forma bas-tante abundante, presentando el cuellodiferentes inclinaciones.64 Destaca su

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ausencia en el ajuar cerámico recupe-rado en El Castillo de Cuarte, dondesólo aparecen vasos fabricados a manoen la vajilla de mesa y cocina, siendosustituidos los vasos de almacenaje porla cerámica a torno de técnica ibéricaque en este yacimiento supera a co-mienzos del siglo V a. C. el 30% de lacerámica recuperada.65

Por lo que se refiere al resto de ce-rámicas fabricadas a mano del Molinode Trasmoz, en su mayor parte conacabados alisados, parecen correspon-der a una vajilla básicamente dedicada ala cocina y al almacenamiento. De estemodo, una parte significativa de los frag-mentos aquí estudiados puede asimilar-se a la forma 1 de Castiella de superfi-cies no pulidas. Se trata de una vasija demediano y gran tamaño cuyo galbo re-cuerda vagamente a la forma 13 de Cas-tiella de superficies pulidas, aunque enesta ocasión se trata de piezas que sue-len ir más o menos decoradas con inci-siones o impresiones, en especial en elborde, en el cuello o en la panza66 [lámi-na nº 5, CET. S. 7; láminas núms. 6 y 7],por lo que a este grupo de vasos podríaagregarse la práctica totalidad de los frag-mentos cerámicos decorados con cordo-nes digitados [lámina nº 8] y una partede los fondos planos estudiados [láminanº 9, MT. S. 15 a 17].

Una variante de esta forma es la vasi-ja de suave perfil en S con decoración

60. Isidro AGUILERA ARAGÓN y José Ignacio ROYO

GUILLÉN, «Poblados hallstátticos del valle…», ob.cit., lám. III, 6, lam. VIII, 6-8 y lam. XIV, 1.

61. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp. 48y 60, fig. 28.

62. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Estudio deun ajuar funerario…», ob. cit., pp. 55, fig. 3.

63. Jesús Vicente PICAZO MILLÁN y José Mª RO-DANÉS VICENTE, Cabezo de la Cruz…, ob. cit., pp.369-373, figs. 26-28.

64. Antonio FERRERUELA GONZALVO y José Ig-nacio ROYO GUILLÉN, «Un nuevo yacimiento…»,ob. cit., pp. 359 y 366.

65. José Ignacio ROYO GUILLÉN y Francisco BU-RILLO MOZOTA, «Excavaciones en el Castillo deCuarte: Solar de la C/. Mayor, 3 (1993-1994)»,Arqueología Aragonesa 1994, Zaragoza, Gobiernode Aragon, 1997, pp. 130-133.

66. Amparo CASTIELLA RODRÍGUEZ, La Edad delHierro…, ob. cit., pp. 272.

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de pezones o cordones en el cuello y deincisiones o impresiones en el borde yque representa una clara evolución delos perfiles más angulosos [lámina nº 3,MT. S. 1]. Se trata de una forma en laque se engloban muchas variantes, sien-do muy abundante en todos los pobla-dos de La Huecha, donde la hemosconstatado tanto en poblados como ennecrópolis, aunque se hace complicadasu clasificación ante la dificultad paraencontrar piezas completas.

Especialmente interesante es la apa-rición de varios ejemplares de estetipo, todos ellos decorados en el nivelde destrucción de la fase de Camposde Urnas del Hierro de La Corona-Es-quilar en Borja, fechado en la segundamitad del siglo VI a. C.67 En el pobladode El Morredón también es muy abun-dante,68 con decoraciones muy simila-res a las aquí documentadas.69 En el ríoHuerva también aparece representadoeste perfil, en el poblado del Cabezode La Cruz de La Muela, en un contex-to cronológico similar y en vasijas deco-radas del mismo modo,70 que tras lasexcavaciones realizadas pueden situar-se en la fase III del poblado.71 Citare-

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mos también su aparición en el pobla-do de Las Dehesas de Quinto, dondetambién aparece con el borde decora-do con incisiones.72

Del resto de materiales cerámicos amano con acabados alisados, destacaréalgunos vasos de mediano tamaño conbordes y paredes rectas o ligeramentereentrantes y en algunos casos con de-coración impresa en el borde [láminanº 3, MT. S. 3 y 18; lámina nº 6, MT. S.20] y que encajan tipológica y funcio-nalmente con la forma 3 de Castiella,identificada como una vasija de media-no tamaño y perfil ovoide, pudiendopresentar algún tipo de decoración.73

Con este perfil podemos paralelizar unejemplar del Morredón con decora-ción digitada en el borde,74 si bien sonvasos mucho más comunes en necró-polis de fases avanzadas de los Camposde Urnas del Hierro del valle mediodel Ebro, estando presentes en yaci-mientos como La Atalaya,75 algunas ne-crópolis del Jalón, como las del Barran-co de la Peña de Urrea de Jalón oBallesteros de Épila.76

Como consecuencia de la agrupa-ción tipológica y funcional de las cerá-micas realizadas a mano recuperadas

67. José Ignacio ROYO GUILLÉN e Isidro AGUI-LERA ARAGÓN, «Avance de la IIª Campaña…»,ob. cit., pp. 57-58, fig. 14.

68. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp. 60-61, figs. 30-31.

69. Ibidem, figs. 34-35.

70. Francisco BURILLO MOZOTA y Javier FANLO

LORAS, «El yacimiento del Cabezo…», ob. cit.,pp. 62, fig. 22, 1-5.

71. Jesús Vicente PICAZO MILLÁN y José Mª RO-DANÉS VICENTE, Cabezo de la Cruz…, ob. cit., pp.370, fig. 26.

72. Antonio FERRERUELA GONZALVO y José Ig-nacio ROYO GUILLÉN, «Un nuevo yacimiento…»,ob. cit., pp. 369.

73. Amparo CASTIELLA RODRÍGUEZ, La Edad delHierro…, ob. cit., pp. 283.

74. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., fig. 32.

75. Juan MALUQUER DE MOTES y Luis VÁZQUEZ,«Avance al estudio…», ob. cit., fig. 5.

76. Jesús Ángel PÉREZ CASAS, «Las necrópolisde incineración…», ob. cit., figs. 5 y 7.

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en El Molino de Trasmoz y su compa-ración con nuestra propia tipología [lá-minas núms. 11 y 12], puede adelantar-se que se trata de un ajuar domésticomuy característico de la fase PIIb delAlto de la Cruz de Cortes de Navarra.La totalidad de las formas aquí descri-tas se identifica con la vajilla manufac-turada que aparece en todas las vivien-das de esta fase,77 pero también escierto que faltan en dicho ajuar mu-chos perfiles que son representativosde la Fase III de la cultura de los Cam-pos de Urnas en la zona, fechada entreel 600 y el 500 a. C.78 Tampoco es me-nos cierto que los perfiles de este po-blado también aparecen en los mo-mentos iniciales de la Fase IV de lacomunidad protohistórica de La Hue-cha que hemos fechado entre el 500 yel 400/350 a. C., con presencia másque significativa en los niveles PIa y PIbdel Alto de la Cruz de Cortes de Nava-rra, pero con galbos más evoluciona-dos.79 Este periodo, hasta la fecha malconocido en todo el valle medio delEbro y especialmente en los poblados,cuenta con una mejor representaciónen los ajuares cerámicos de las necró-polis de la zona, sobre todo las fechadasa partir del siglo VI y las que pervivendurante todo el siglo V a. C., pertene-cientes a nuestro Grupo I,80 con yaci-

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mientos como los campos de túmulosde El Quez, Burrén y Burrena, o LaAtalaya en el río Huecha, pero tam-bién las necrópolis del Castejón de Ar-guedas, Valtierra o El Castillo de Caste-jón en Navarra, Busal, Corral de Molay Arroyo Vizcarra en las Altas Cinco Vi-llas, o San Sebastián, Barranco de laPeña o Cabezo de Ballesteros en el ríoJalón. En todos estos yacimientos secomprueba, cómo durante todo el sigloV a. C. se mantiene gran parte de la ti-pología cerámica de los C. U del Hierroen su fase plena, pero con introducciónde nuevos perfiles en S, así como pre-sencia de decoraciones plásticas y colla-rinos digitados que junto a la aún inci-piente presencia de algunos ejemplaresrealizados a torno con técnica ibérica,están preludiando los profundos cam-bios que se van a producir a lo largo deeste siglo V y sobre todo en el IV a. C.

Volviendo sobre la presencia de ce-rámica a torno en poblados de C. U.del valle medio del Ebro, no sólo estápresente de forma claramente minori-taria en el poblado del Molino de Tras-moz [lámina nº 10, CET, S. 3], sinoque también aparece en los principalesyacimientos protohistóricos de La Hue-cha, tanto en El Morredón,81 como enBurrén y Burrena, El Convento de Ma-llén, o incluso en la necrópolis de LaAtalaya, en un contexto que parece si-tuarse a mediados del siglo V a. C.82

Durante muchos años, la presencia deestas cerámicas a torno en la superficie

77. Juan MALUQUER DE MOTES, El yacimientohallstáttico… Estudio Crítico I., ob. cit., figs. 23-28.

78. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., p. 161,figs. 55-56.

79. Amparo CASTIELLA RODRÍGUEZ, La Edad delHierro…, ob. cit., fig. 158; José Ignacio ROYO

GUILLÉN, «Los poblados de El Morredón y ElSolano…», ob. cit., pp. 161.

80. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Tipología fu-neraria, ritos…», ob. cit., pp. 53-54, fig. 1.

81. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp. 95.

82. Amparo CASTIELLA RODRÍGUEZ, «Sobre losajuares de la necrópolis de La Atalaya. Cortes.Navarra», Cuadernos de Arqueología de la Universi-dad de Navarra, nº 13, (Pamplona, 2005), p. 201.

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Lámina 11. La tipología cerámica del Molino de Trasmoz con respecto a la delos Campos de Urnas del río Huecha. I. Superficies pulidas.

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de los yacimientos de la Edad del Hie-rro en el valle medio del Ebro, con pre-dominio casi absoluto de cerámica amano, se interpretó como un elementomaterial y cultural asociado a los pro-fundos cambios que se operan en elseno de la cultura de los Campos deUrnas tardíos a partir del siglo VI y enlos inicios del V a. C. que desembocaránen la gestación y futuro desarrollo de lacultura ibérica y/o celtibérica, según dequé zona geográfica se esté hablando.83

La realización en los últimos diezaños de una serie de excavaciones enpoblados con estratigrafías en las quecoexiste en un momento dado la cerá-mica a mano y a torno, ha permitidouna mejor contextualización de estascerámicas de técnica ibérica que siem-pre aparecen en contextos de Camposde Urnas como un elemento derivadodel impacto colonial griego y fenicio.84

En este sentido, hay que destacar algu-nas intervenciones en poblados bajoa-ragoneses que sitúan este momento en-tre el siglo VI y mediados del V a. C.,tal y como puede verse en las excava-ciones efectuadas en Tossal Montañés,en un contexto de hábitat aislado vin-culado a un tipo de estructura cons-tructiva fortificada y aislada,85 pero que

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también se halla en otros poblados dela zona fechados entre el Ibérico Anti-guo y Medio, como en el caso de LaTallada de Caspe, interesantísimo po-blado fechado en el siglo V a. C. concerámicas a torno con vasos de bordecefálico y perfil bitroncocónico simila-res al ejemplar del Castillo de Trasmoz,aunque en este caso con decoraciónpintada a bandas horizontales.86 Otroejemplo de este momento se localizajunto a la Colegiata de Caspe, donde sehan estudiado unos niveles pertene-cientes a un primitivo asentamientoprotohistórico y que evoluciona desdelos Campos de Urnas del siglo VII a. C.hasta el Ibérico Antiguo, con presenciade cerámicas a torno, cuyos perfiles per-miten plantear una fase algo más anti-gua que en el caso de La Tallada IV.87

Recientemente, en las excavacionesque se están llevando a cabo en el pobla-do del Palao de Alcañiz, se ha documenta-do una importante secuencia estratigráfi-ca, donde se constata un asentamientofechado en el Ibérico Antiguo-Medio,que proporciona cerámicas a torno y amano desde finales del siglo VI a. C. ysiglo V a. C. y vasos bitroncocónicoscon bordes cefálicos y pintura de ban-das horizontales, materiales y estratigra-fía asociados a la presencia de un re-cinto amurallado con torreones.88 Otro

83. José Ignacio ROYO GUILLÉN y Francisco BU-RILLO MOZOTA, «Excavaciones en el Castillo…»,ob. cit., pp. 121-123; José Ignacio ROYO GUILLÉN,«Los poblados de El Morredón y El Solano…»,ob. cit., pp. 93-95.

84. Manuel PELLICER CATALÁN, «La influenciaorientalizante en el Bronce Final-Hierro del Nor-deste Hispano», Habis 13, (Sevilla, 1982), pp.211-237.

85. Pierre MORET et alii, Iberos del Matarraña.Investigaciones arqueológicas en Valdeltormo, Calacei-te, cretas y La Fresneda (Teruel), Al-Qannis, 11, (Al-cañiz, 2006), pp. 178-196.

86. Salvador MELGUIZO AÍSA, Iberos en el Bajo Re-gallo, Caspe, Centro de Estudios Comarcales delBajo Aragón-Caspe, 2005, pp. 48-49, fig. 15, 4-5.

87. Manuel PELLICER CATALÁN, Panorama histó-rico-arqueológico de Caspe en el Bajo Aragón, Caspe,Institución «Fernando el Católico» y Centro de Es-tudios Comarcales del Bajo Aragón-Caspe, 2004,p. 105, figs. 86 y 128.

88. Pierre MORET, «La época ibérica en El Pa-lao, (Alcañiz, Teruel)», Kalathos, 24-25, (Teruel,2005-2006), pp. 161-171, fig. 7, 2-4.

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poblado que representa perfectamentelos contextos culturales y cerámicos delsiglo V a. C. es El Cabo de Andorra,donde se han excavado dos pobladossucesivos fechados a mediados de estesiglo y que aportan una cultura mate-rial en la que coexiste la cerámica amano de perfiles evolucionados en S,con la cerámica a torno ibérica degrandes tinajas de almacenaje junto avasos de borde cefálico.89

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Mucho más cercanos al valle del ríoHuecha, en los alrededores de Zaragoza,nos encontramos con una serie de pobla-dos en los que también aparecen cerámi-cas a torno en contextos estratigráficosde Campos de Urnas Tardíos, de finesdel siglo VI o inicios del V a. C. Así en lasexcavaciones todavía inéditas del CabezoMorrudo, en Fuentes de Ebro, junto aperfiles cerámicos típicos de la Edad delHierro, aparecen en un porcentaje infe-rior al 10% una serie de vasos a torno detécnica ibérica, vinculados al almacena-miento o consumo de vino.90

89. Rosa Mª LOSCOS PASTOR et alii, «Avance de laprimera campaña de excavación en el yacimientoibérico El Cabo (Andorra, Teruel)», Kalathos, 13-14, (Teruel, 1993-1995), pp. 153-154, fig. 10.

90. Los datos inéditos referidos a esta excava-ción han sido cedidos amablemente para su estu-

Lámina 12. La tipología cerámica del Molino de Trasmoz con respecto a lade los Campos de Urnas del río Huecha. II. Superficies no pulidas.

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Pero sin duda alguna, los datos másrelevantes corresponden a las excava-ciones realizadas en dos poblados muycercanos y que han aportado una estra-tigrafía imprescindible para el estudiode la aparición y posterior difusión dela cerámica a torno en los poblados deCampos de Urnas de la cuenca mediadel Ebro. Me refiero al yacimiento delCastillo de Cuarte y al cabezo de LaCruz de La Muela.

En el primero de ellos, el Castillo deCuarte, nos encontramos con un esta-blecimiento comercial cuya cronologíase ha fijado entre finales del siglo VI ylos inicios del siglo V a. C. gracias a lacronología que ha aportado la cerámi-ca griega allí aparecida. Lo importantede este yacimiento es el tratarse de ununicum en su entorno geográfico, yaque ni las decoraciones peinadas oplásticas de la cerámica a mano, ni los ma-teriales a torno, que en este asentamientosuponen más del 30% del volumen de lacerámica recuperada, aparecen en los po-blados de Campos de Urnas de su en-torno, a pesar de que su cronología seaprácticamente la misma y por lo tantocoexistieron al menos desde finales delsiglo VI hasta mediados del V a. C., ra-zón por la cual hemos planteado unafuncionalidad para este enclave rela-cionada con el comercio y distribuciónde elementos mediterráneos, clara-mente vinculados al consumo de vino.91

En este yacimiento se ha recuperadoalgún vaso de tipología muy similar al

96

ejemplar a torno estudiado en el Moli-no de Trasmoz.

Por lo que respecta al cabezo de LaCruz de La Muela, poblado conocidodesde antiguo por sus materiales cerá-micos,92 la realización de una excava-ción de emergencia a causa de la des-trucción de una parte del yacimientopor la construcción de la Autovía Mu-déjar, ha permitido documentar la pri-mera secuencia estratigráfica de un po-blado de los Campos de Urnas en elvalle medio del Ebro desde el BronceFinal hasta el Ibérico Antiguo y lo quees más importante, se ha dado a cono-cer a la comunidad científica en untiempo record. La cerámica ibéricaaparece en la última ocupación del po-blado, en su fase IV, a finales del sigloV a. C. según la fechación radiocarbó-nica efectuada. Representa solamenteel 8,30 % de la cerámica recuperada enel yacimiento y en su gran mayoría co-rresponde a vasijas de almacenamiento,tinajas y tinajillas relacionadas como enel caso del Castillo de Cuarte, con elconsumo de vino. Los perfiles cerámi-cos son muy similares a los de este yaci-miento y también presentan bordes ce-fálicos, aunque en vasos de muchomayor tamaño que en el caso del Moli-no de Trasmoz.93 Como se ha visto,entre el Bajo Aragón y el valle mediodel Ebro, en la confluencia de los ríosGállego y Huerva con este río, existenuna serie de yacimientos de Campos deUrnas que van jalonando en el tiempo

dio por su director, D. José Mª Viladés, de la em-presa A. P. C., S. L., así como la mayor parte de ladocumentación gráfica de dicha excavación.

91. Francisco BURILLO MOZOTA y José IgnacioROYO GUILLÉN, «El yacimiento del Castillo…»,ob. cit., pp. 394-396.

92. Francisco BURILLO MOZOTA y Javier FANLO

LORAS, «El yacimiento del Cabezo…», ob. cit.

93. Jesús Vicente PICAZO MILLÁN y José Mª RO-DANÉS VICENTE, Cabezo de la Cruz…, ob. cit., pp.383-408, figs. 2-6.

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y el espacio la aparición y el avance dela cerámica a torno de técnica ibérica,desde la costa mediterránea hasta lastierras del interior, pero hasta el mo-mento no conocemos ningún otro yaci-miento que suponga un punto interme-dio en la expansión de estas cerámicasentre Zaragoza y el límite oriental de laprovincia, salvo la excepción que pre-sentan algunas necrópolis de Camposde Urnas Tardíos donde entre el sigloV y el IV a. C. y junto a cerámicas ma-nufacturadas aparecen algunos frag-mentos de cerámica a torno de pastas ytipología «celtibérica», como en el casodel valle del Jalón en la necrópolis delBarranco de la Peña,94 donde curiosa-mente también aparecen cerámicascon perfiles en S y decoraciones peina-das típicas de entornos estratigráficosdel Ibérico Antiguo como el Castillo deCuarte. Este hecho vuelve a repetirsetambién de forma muy selectiva en al-guna necrópolis del entorno del ríoHuecha, como La Atalaya de Cortes,donde ya he citado la presencia de al-guna cerámica a torno, junto a perfilessuaves en S y cerámicas peinadas quevienen fechándose a mediados del si-glo V a. C.

2. Los poblados fortificados:murallas, bastiones y torres

Una cuestión de gran interés es la re-lativa a la presencia de un recinto amu-rallado realizado con basamento de pie-dra, que rodea todo el poblado y quepor los datos de nuestras prospecciones,parece tener una torre o bastión en unode sus extremos, precisamente el que seencuentra en el punto más elevado del

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asentamiento y por lo tanto en el de ma-yor dominio visual de su entorno.

La falta de excavaciones y estudiossistemáticos en poblados de la Edad delHierro en el valle medio del Ebro,95 hapermitido durante muchos años mante-ner la creencia generalizada de que losasentamientos vinculados a la cultura delos Campos de Urnas del Hierro I, noestaban protegidos por defensas amura-lladas y en los escasos ejemplos de queasí fuera, éstas no eran elaboradas y ca-recían de otros elementos, como losbastiones o torres. Esta situación de ge-neral desconocimiento, ha llevado re-cientemente a algún investigador a po-ner en duda la existencia en el valle delEbro de poblados amurallados o fortifi-cados con torres, ya sean cuadradas o re-dondeadas, hasta muy avanzado el im-perio romano.96

Aunque sigue existiendo una caren-cia importante de estudios en lo referi-do a excavaciones sistemáticas en po-blados de la Edad del Hierro en lacuenca media del Ebro, lo cierto esque unas cuantas intervenciones reali-zadas a lo largo de los últimos diezaños, han permitido por vez primeracontar con nuevos elementos y permi-tirnos ciertas comparaciones en lo querespecta a este tema.

94. Jesús Ángel PÉREZ CASAS, «Las necrópolisde incineración…», ob. cit., pp. 114-115, fig. 5.

95. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.163-166.

96. Juan PAZ PERALTA, «Grabados rupestres enAragón. Problemas de significado y datación»,Parques Culturales y Arte Rupestre. Conservación yProtección. Homenaje al Profesor D. Antonio Beltrán.Ariño 3-6 julio 2008. Universidad de Verano, Teruel,Revista Cauce nº 29. Julio-Agosto, (Zaragoza, 2008),pp. 42, fig. 5.

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2.1. El Molino de Trasmoz y lospoblados fortificados de la Edad delHierro en la cuenca media del Ebro

Centrándonos en los hallazgos másrecientes, bien conocidos y fechados yempezando por el sector oriental dedicha cuenca fluvial, hay que señalarvarios poblados en los que se han do-cumentado y fechado importantes sis-temas de amurallamiento y defensa yque abarcan una cronología que pue-de situarse entre los siglos VII y el V a.C, permitiendo comparar los diferen-tes modelos y estructuras documenta-dos en la zona.

El mejor conocido y el más especta-cular por su estructura defensiva es elpoblado-fortaleza de Vilars, en Arbeca(Lérida). Es hasta el momento uno delos pocos yacimientos excavados de lacuenca media del Ebro y su estudio hapermitido constatar un asentamientofuertemente fortificado que perduró almenos durante cuatro siglos, del VIIIal IV a. C. El recinto amurallado levan-tado con piedras, tierra y adobes, y gro-sores que llegan a los 5 metros, asícomo las doce torres cuadradas quecomponen el recinto amurallado delpoblado, ya está plenamente configura-do en los dos primeros siglos, en elVIII y el VII a. C., en un contexto cultu-ral de Campos de Urnas del Hierro.97

Esta fortaleza asentada en llanura, fue

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dotada además de un foso y de un cam-po de piedras hincadas, también deno-minado «campo frisio»98 que se ha que-rido vincular a la defensa activa delpoblado frente a posibles ataques de lacaballería [foto nº 9]. La magnitud delas construcciones defensivas de esteenclave y el hecho de que se plantea-ran para hacer inexpugnable el asenta-miento que protegen, ha hecho plante-ar a sus investigadores que estaríamosante una fortaleza con «un contenidosimbólico en tanto que expresión deostentación y poder en el marco políti-co-territorial inmediato».99

Relativamente cercano al anterior em-plazamiento, se localiza el poblado delos Campos de Urnas del Hierro de LaCodera, en Alcolea de Cinca, fechadoentre fines del siglo VII e inicios del Va. C., en el que se ha excavado un asen-tamiento en lo alto de un cerro, encuya parte más desprotegida se cons-truyó un imponente muralla de unos 4metros de grosor flanqueada por dostorres semicirculares y una torre cua-drada central junto al acceso al pobla-do.100 Al igual que en el caso anterior,destaca la espectacularidad del sistemadefensivo frente al tamaño del poblado[lámina nº 13], lo que para su excava-dor es un evidente signo de prestigio y

97. GRUP D` INVESTIGACIÓ PREHISTÒ-RICA (G. I. P.): N. ALONSO; A. COLET; M. GENÉ;X. GÓMEZ; E. JUNYENT; A. LAFUENTE; J. B. LÓPEZ;A. MOYA; E. TARTERA; A. VIDAL, «Caballos y hie-rro. El campo frisio y la fortaleza de Els Vilarsd´Arbeca (Lleida, España), siglos VIII-IV a. n. e.»,Reunió Internacional: Chevaux-de-Frise i Fortificacióen la Primera Edat del Ferro Europea, (Lleida, 2003),pp. 242-243, fig. 3.

98. Ibidem, figs. 10-11.

99. Ibidem, p. 242.

100. Félix J. MONTÓN BROTO, «La Codera. IEdad del Hierro en el valle del Cinca (Huesca)»,Revista de Arqueología del siglo XXI, 248, (Madrid,2001, Diciembre), pp. 16-23; Félix J. MONTÓN

BROTO, «El poblado de La Codera. Aproxima-ción al urbanismo de la I Edad del Hierro». Espa-cio, Tiempo y Forma. Serie I, 16-17. Prehistoria y Ar-queología. Homenaje a Victoria Cabrera Valdés,(Madrid, 2003-2004), pp. 375-376 y 386-388.

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ostentación, más que de una auténticanecesidad estratégica.101

Otro poblado del que conocemossu planta completa es el del Cabo deAndorra. Fechado a mediados del sigloV a. C. y con una cultura material quepuede situarse en la transición entre elIbérico Antiguo y el Medio,102 se asentóen lo alto de un anticlinal, junto a unaladera abrupta casi inaccesible. No obs-tante, en El Cabo 2 se ha constatadoun sofisticado sistema de defensa quecierra con una muralla el poblado de

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calle central, flanqueado en sus extre-mos por sendos torreones o bastiones.La entrada principal al recinto estabaprotegida por dos bastiones cuadran-gulares que como el resto de las defen-sas cuentan con un buen zócalo de pie-dras.103 Los paralelismos tipológicos yculturales entre este poblado y el Moli-no de Trasmoz son más que evidentes,al menos en cuanto a cultura material,tamaño del asentamiento y elementosgenerales de la defensa y organizacióndel poblado [lámina nº 14].

Recientemente, en las excavacionesque se están llevando a cabo en El Pa-lao de Alcañiz, se ha podido documen-tar una serie de niveles de las fases másantiguas de este conjunto, fechadas en-

101. Ibidem, p. 388, figs. 1-2.

102. José Antonio BENAVENTE SERRANO y Fer-nando Jesús GALVE JUAN, «Informe preliminarde la excavación arqueológica del poblado ibe-ro de El Cabo, Andorra (Teruel)». Revista de An-dorra, 2, (Andorra, 2002), p. 45. 103. Ibidem, pp. 26-29.

9. Vista aérea de la fortaleza de Vilars (Arbeca, Lérida). Foto Joan López (2007).

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tre mediados del siglo VI y finales del Vy comienzos del IV a. C., correspon-dientes al Ibérico Antiguo y Pleno.104

En dichos niveles se ha podido docu-mentar una pequeña parte del recintodefensivo que con toda seguridad prote-gió el asentamiento de este momento.Entre los elementos destacables figu-ran una serie de defensas construidasen piedra y que corresponden a una to-rre oval exenta localizada en la punta dela plataforma del poblado, otra torre obastión semicircular apoyado a la mura-lla del poblado y un grueso antemuralparalelo a ésta. Todas estas defensas serealizaron con piedras y tierra y cuen-tan con variados grosores, desde casi 2metros del torreón ovalado, hasta los 4metros del antemural [lámina nº 15].El análisis de estas defensas ha permiti-do a sus investigadores plantear un so-fisticado sistema de entrada al poblado,especialmente protegido, aunque los da-tos no pueden extrapolarse al resto delprimitivo asentamiento, prácticamentedesaparecido por la erosión.105

Desde el Bajo Aragón hasta la cube-ta central del Ebro sólo volvemos a en-contrar un poblado de la Edad del Hie-rro con estructuras defensivas en LosCastellazos de Mediana, aunque en es-te caso el conocimiento de dichos ele-mentos es por ahora muy superficial.Por el momento puede decirse que eneste yacimiento, localizado en la cimade un gran cerro, en su fase de la Edaddel Hierro fechada entre el 600 y el500 a. C., se documentaron elementosvinculados a estructuras defensivas. Así

se definió una posible torre de vigilancialocalizada en el punto más alto del asen-tamiento, aunque por el momento que-da por definir la cronología de los dosrecintos amurallados y los varios fososque rodean el conjunto, aunque su in-vestigadora los relaciona con sistemaspoliorcéticos de influencia helenística.106

Por el contrario, en el curso bajodel río Huerva se ha tenido la oportu-nidad de excavar una parte considera-ble de uno de los poblados del Hierrocon cultura de Campos de Urnas másimportantes de todo el valle del Ebro:El cabezo de La Cruz de La Muela.107

La excavación sistemática de una partede este yacimiento asentado en la lade-ra de uno de los cerros que dan al fér-til valle del Huerva, al ser afectado porla construcción de la Autovía Mudéjar,permitió excavar y documentar unconjunto de viviendas del Hierro I ado-sadas a un complejo y sorprendente sis-tema defensivo, del cual se ha dado re-cientemente cuenta en una excelentemonografía108 que de alguna manera,viene a rectificar en parte lo dicho pornosotros hace muy pocos años, respec-to al abandono sistemático de los prin-cipales poblados del Hierro del vallemedio del Ebro.109 Dicho sistema de-

104. Pierre MORET, «La época ibérica en…»,ob. cit., p. 174.

105. Ibidem, pp. 161-164, fig. 2.

106. Elena Mª MAESTRO ZALDÍVAR, «Acerca deuna figurita cerámica procedente del yacimientode Los Castellazos de Mediana de Aragón (Zarago-za)», Salduie, nº 5, (Zaragoza, 2005) pp. 144-145.

107. Francisco BURILLO MOZOTA y Javier FANLO

LORAS, «El yacimiento del Cabezo…», ob. cit.

108. Jesús PICAZO y José Mª RODANÉS, Cabezo dela Cruz…, ob. cit.

109. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobla-dos de El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.166-167.

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Lámina 14. Planta del poblado del Cabo de Andorra y de su recinto amurallado.Según José Antonio BENAVENTE SERRANO y Fernando Jesús GALVE JUAN, «Informe preliminar…», ob. cit.

Lámina 13. Reconstrucción virtual del poblado de La Codera y de su recinto amurallado.

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fensivo llevó una vida pareja a las fasesII y III del poblado, fechadas a partirde mediados del siglo VII a. C. hasta suabandono a finales del siglo VI o co-mienzos del V a. C. y consiste en unamuralla con basamento de piedras mez-cladas con barro, al que se adosan has-ta cinco torres o bastiones de plantacuadrangular, dos de las cuales flan-quean una de las entradas al poblado ya una de sus calles. Las dimensiones dela muralla oscilan entre el metro y 1,40metros, mientras que las torres/bastio-nes pueden llegar a los 4 metros.110 Pordelante de la muralla y sus bastiones, seconstruyeron defensas adicionales, des-tacando el foso de unos 4 metros deanchura y una escarpa junto a la mura-lla que reforzaba dicho foso en el ladodel poblado [lámina nº 16]. El foso y laescarpa tienen una forma sinuosa queresponde a su adaptación al terreno y ala ladera baja del cerro donde se asien-ta el poblado.111 Con respecto a una delas entradas al poblado, se ha podidodocumentar de forma exhaustiva unade ellas, en forma de estrecho portilloflanqueado por dos potentes bastionesy que daría a una de las estrechas callesestudiada.112 Como en la mayoría de loscasos anteriores, la interpretación quelos investigadores de este yacimientodan a este sistema de fortificación, ven-dría condicionado por el estado de ines-tabilidad generalizado atestiguado enlas sucesivas destrucciones del poblado,así como por «otras connotaciones deíndole ideológico y simbólico íntima-

mente ligadas a estas construcciones» ya «complejos procesos socio-económi-cos en los que subyace la emergencia degrupos aristocráticos y unas intensifica-ciones de las relaciones comerciales».113

Ya en el valle del río Huecha, tam-bién encontramos ejemplos de pobla-dos fortificados, aunque hasta la fechaeste elemento no ha sido valorado sufi-cientemente, debido sobre todo, a lafalta de un estudio específico al respec-to. Las excavaciones emprendidas amediados del siglo XX en el pobladonavarro del Alto de La Cruz, permitie-ron a Maluquer llevar a cabo un exce-lente trabajo, en muchos sentidos toda-vía no superado, en el que planteó laexistencia de un recinto amurallado querodearía el poblado, asentado en llano yconstituido en un auténtico tell.114 Dichamuralla, que parece coincidir con elinicio de la fase PIIB, aparece construi-da a base de adosar hasta tres muros deadobes que en total superan amplia-mente los 2 metros de potencia y queperduró hasta el abandono final delpoblado, en la fase PIb. Maluquer nopudo concretar la planta ni el desarro-llo de este reciento amurallado, dadala intervención estratigráfica de la queextrajo su estudio sobre este yacimien-to, pero a finales del siglo XX, las inter-venciones de comprobación efectuadasen este conjunto, permitieron aquila-tar estos primeros datos [lámina nº17]. Las excavaciones realizadas entre1986 y 1988 documentaron una estruc-tura defensiva mucho más compleja einteresante que la detectada por Malu-

110. Jesús Vicente PICAZO MILLÁN y José MªRODANÉS VICENTE, Cabezo de la Cruz…, ob. cit.,pp. 253-271, fig. 2.

111. Ibidem, pp. 253-264, fig. 4.

112. Ibidem, p. 266, fig. 15.

113. Ibidem, pp. 269-270.

114. Juan MALUQUER DE MOTES, El yacimientohallstáttico… Estudio Crítico II, ob. cit., pp. 46-48.

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Lámina 15. Planta de las fortificaciones de la Edad del Hierro descubiertas en El Palao de Alcañiz.Según Pierre MORET, «La época ibérica en…», ob. cit.

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Lámina 17. Sección de la estratigrafía meridional del Alto de la Cruz de Cortes de Navarra, con la murallarealizada por superposición de tres líneas de muros. Según Juan MALUQUER DE MOTES,

El yacimiento hallstáttico…, ob. cit.

Lámina 16. Planta de las fortificaciones y de las casas excavadas del poblado de la Edad del Hierro delCabezo de la Cruz. Según Jesús Vicente PICAZO MILLÁN y José Mª RODANÉS VICENTE, Cabezo de la Cruz…, ob. cit.

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quer.115 El poblado PIB del Alto de laCruz contó con un recinto defensivoconstituido por un grueso muro deadobes, adosado al cual se documentóen una segunda fase otros muros ado-sados, así como una estructura defini-da por sus investigadores como «contra-fuerte» pero que sin ninguna duda debeinterpretarse como torre o bastión, co-mo a continuación se concreta [láminanº 18]. Este muro defensivo contó conotro elemento no señalado hasta ahora:un talud compuesto por la acumulaciónintencionada de arcilla y capas de cal,siendo todo el complejo fechado entremediados del siglo VII y los inicios de lasegunda mitad del VI a. C.,116 con lo cualse plantea una revisión completa del sis-tema constructivo de este sistema defen-sivo y su relación con otros conjuntos co-nocidos peninsulares.117

La presencia exclusiva de adobes enla construcción de un recinto amuralla-do durante la Edad del Hierro no es unhecho novedoso, dada su presencia máso menos importante en los rellenos deotros sistemas defensivos ya citados,pero destaca en el caso del Alto de laCruz de Cortes de Navarra, el hecho deque la construcción sea exclusivamentecon adobes. Esta circunstancia debe ex-plicarse, dada la ubicación del pobladoen pleno valle del Ebro, en una zona ca-rente de piedra (salvo los cantos roda-

105

dos de las terrazas del río) y con abun-dantes depósitos de arcillas y supuso lautilización masiva del material más amano, algo ya plenamente contrastadoen el caso de las necrópolis tumularesde la zona, donde el uso de adobes enla cubierta tumular y en las cistas es pre-dominante ante la escasez de piedras.118

Para concluir este breve repaso porlas principales fortificaciones en pobla-dos de la Edad del Hierro del valle

115. Gloria MUNILLA CABRILLANA et alii, «La se-cuencia cronoestratigráfica del Alto de la Cruz(Cortes de Navarra) como base para el estudiode la transición Bronce Final-Hierro en el vallemedio del Ebro»,Gala, 3-5, (Sant Feliu de Codi-nes, 1994-1996), pp. 153-170.

116. Ibidem, pp. 160-162, fig. 9.

117. Ibidem, pp. 168-169.118. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Tipología

funeraria, ritos…», ob. cit., pp. 47, fig. 3.

Lámina 18. Detalle de los restos defensivos delAlto de la Cruz estudiados en la revisión de las

excavaciones realizada a finales de los años ochentadel siglo XX. Según Gloria MUNILLA CABRILLANA

et alii, «La secuencia….», ob. cit.

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medio del Ebro, citaré otro yacimientonavarro que guarda una enorme simili-tud tipológica y funcional con lo aquíexpuesto respecto a los poblados de LaCruz de La Muela y del Alto de la Cruzde Cortes. Me refiero a Las Eretas deBerbinzana, poblado asentado en llanoy también con casas rectangulares ado-sadas a una muralla con bastiones cua-drangulares119 [lámina nº 19]. En estecaso, estamos ante un poblado cons-truido ex novo, apoyando las viviendasen la muralla que lo rodearía comple-tamente y que se construyó previamen-te al poblado, lo cual configuró su es-tructura urbanística.120 La muralla, de1,5 metros de anchura contó con unfuerte basamento en piedra arenisca degrandes bloques y posible desarrolloen adobe o tapial, al que se adosan enel exterior dos torres o bastiones cua-drangulares localizados en los puntosdébiles del recinto y se ha fechado des-de el siglo VI hasta los inicios del sigloIV a. C., contando hasta tres fases deocupación sucesivas.121

A este panorama general, hay quesumar los nuevos datos aportados porArmendáriz en una magnífica mono-

106

grafía, en la que se plantean importan-te novedades que debo incluir en estepunto. Una de las principales aporta-ciones de esta obra es que la existenciade poblados fortificados durante la IªEdad del Hierro, entre los siglos VII yV a. C., es mucho más generalizada pa-ra el valle del Ebro de lo que se habíacreído hasta el momento, como de-muestra sobradamente en su estudiosobre el poblamiento protohistórico deNavarra.122 De hecho, no sólo se dota-ron dichos poblados de recintos amu-rallados con bastiones y torres, sinoque en muchos de ellos existió un foso,como parece intuirse en el Alto de laCruz y se ha constatado en el vecinopoblado de Santa Engracia, localizadoen la desembocadura del río Huechaen el Ebro. Para Armendáriz estaría-mos ante un modelo de poblados ge-neralizado en todo el valle medio delEbro y que tendría su origen en las co-munidades de Campos de Urnas delcomplejo Cinca/Segre, desde donde sedifundiría hacia el oeste, pudiéndoseponer como ejemplo de dicho modeloa la fortaleza de Vilars.

La importante aportación de Armen-dáriz a la problemática de los pobladosfortificados de Campos de Urnas delHierro en la cuenca del Ebro, es que es-taríamos ante un modelo generalizadoy estandarizado de sistema defensivoplenamente difundido en el siglo VI. a.C., lo cual supondría que la presuntageneralización de fortificaciones du-rante el Ibérico Antiguo o Celtibérico

119. Javier ARMENDÁRIZ MARTIJA, «Poblado deLas Eretas (Berbinzana). Campaña de 1994, 1995y 1996», Trabajos de Arqueología Navarra, 12, (Pam-plona, 1995-1996), pp. 300-303.

120. Javier ARMENDÁRIZ MARTIJA, «Las Eretas.Arquitectura doméstica y defensiva de un pobla-do del Hierro Antiguo en el Alto Ebro», Revistade Arqueología, año XIX, nº 210, (Madrid, octu-bre 1998), pp. 28-29.

121. Javier ARMENDÁRIZ MARTIJA y Mª Paz DE

MIGUEL IBÁÑEZ, «Los enterramientos infantilesdel poblado de Las Eretas (Berbinzana). Estudiopaleoantropológico», Trabajos de Arqueología Na-varra, 19, (Pamplona, 2006), pp. 14-16, figs. 2-4.

122. Javier ARMENDÁRIZ MARTIJA, De aldeas aciudades. El poblamiento durante el primer milenio a.C. en Navarra. Trabajos de arqueología navarra. Mo-nografías arqueológicas, 2, Pamplona, Institución«Príncipe de Viana», 2008, pp. 169-170.

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Antiguo, no es más que la evoluciónpropia de un modelo plenamente con-solidado bastante antes de la aparicióny consolidación de dichas culturas.123

No insistiré, para concluir este apar-tado, en los abundantes ejemplos depoblados y «castros» fortificados en elámbito «céltico y celtibérico» peninsu-lar, en especial el relativo a la mesetaNorte, los castros sorianos y los locali-zados en la provincia de Guadalajara,labor que otros investigadores han plan-teado en diversos foros.124 Solamente re-

107

saltaré el hecho, recientemente con-trastado de que, a la luz de las nuevasinvestigaciones y de las nuevas datacio-nes radiocarbónicas y su calibración, al-gunos de estos poblados fortificadosapuntan a unas fechas sensiblementemás antiguas que las reflejadas para elvalle medio del Ebro, como sería el caso,por ejemplo, de la cronología aportada

123. Ibidem, pp. 164-170.

124. Sobre esta cuestión puede consultarse:Jesús Alberto ARENAS ESTEBAN, «Comercio pro-tohistórico: Líneas de contacto entre Levante y

el sistema ibérico», en Francisco Burillo Mozota(coord.), IV Simposio sobre Celtíberos. Economía,Zaragoza, Institución «Fernando el Católico»,1999, pp. 301-309; Mª Luisa CERDEÑO SERRANO,«Sistemas defensivos en el ámbito celta peninsu-lar», La Guerra en la Antigüedad. Una aproxima-ción al origen de los ejércitos en Hispania, Madrid,Comunidad de Madrid y Ministerio de Defensa,1997, pp. 231-239; Alberto J. LORRIO ALVARADO,Los Celtíberos..., ob. cit., pp. 71-92.

Lámina 19. Planta del poblado fortificado de Las Eretas de Berbinzana (Navarra).Según Javier ARMENDÁRIZ MARTIJA, De aldeas a ciudades…, ob. cit.

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por el nivel correspondiente al Celtibéri-co Antiguo de El Ceremeño (Guadalaja-ra) que recientemente se ha situado enel siglo VIII a. C.125 Todos los datos aquíexpuestos, permiten plantear un origenautóctono para los modelos de fortifica-ciones de los poblados de Campos deUrnas del Hierro en el valle medio delEbro, sin que por el momento, poda-mos hablar de influencias o modelospoliorcéticos griegos o púnicos en di-chos asentamientos, al menos con losdatos extraídos hasta la fecha.

2.2. Los poblados fortificados de la Edaddel Hierro en el valle del Ebro ysus implicaciones

La proliferación en los últimos añosde nuevos poblados de la Edad delHierro en el valle del Ebro con impor-tantes construcciones defensivas, en al-gunos casos aparatosas e incluso impo-nentes, ha permitido a varios autoresplantear diversos modelos respecto alorigen de dichas construcciones queen todo caso, exigían un grupo socialfuertemente cohesionado y dirigidopor una determinada élite. La necesi-dad en muchos casos de planificaciónprevia de todo un poblado, así comode la disposición de la suficiente manode obra y de los recursos naturales ne-cesarios –piedra, tierra, barro, madera,etc.– implica en todos los casos citados,la organización de todo lo necesariopara poder acometer tan importantesobras, mientras se garantiza la necesaria

108

subsistencia de toda la comunidad afec-tada. Entre otras cosas, me estoy refirien-do al mantenimiento de una estructuraeconómica que permita mantener laproducción agrícola y ganadera, así co-mo almacenar y distribuir dichos pro-ductos. Es posible que como ocurría enel Antiguo Egipto durante la construc-ción de las pirámides, buena parte delesfuerzo edilicio para acometer las es-tructuras defensivas de un asentamien-to protohistórico, se llevara a cabo du-rante aquellas estaciones en las que laactividad agrícola se paraliza, pero noes menos cierto que dichas obras nodebían abordarse durante un periodode tiempo demasiado prolongado. To-do ello implica necesariamente la exis-tencia de una planificación previa a lacreación de un poblado amurallado, yaque en muchos casos se constata que lasbarreras defensivas son erigidas antesdel poblado, y la existencia de conoci-mientos profundos de construcción ypoliorcética, lo que lleva a plantear, co-mo otros autores así lo han hecho paramodelos posteriores de los siglos IV yIII a. C. en esta misma área, la posibili-dad de que muchas fueran realizadaspor cuadrillas o grupos de «albañiles»especializados en el levantamientos decomplejos defensivos.126

Aunque la mayor parte de las es-tructuras defensivas aquí expuestascuentan con un abanico relativamentecorto de tiempo, centrado entre los si-

125. Mª Luisa CERDEÑO SERRANO, «El uso delas evidencias materiales en la investigación dela cultura celtibérica: La zona arqueológica deEl Ceremeño (Guadalajara, España)», Trabajosde Prehistoria, 65, nº 1, Enero-Junio, (Madrid,2008), pp. 93-114.

126. Francisco ROMEO MARUGÁN, «Las fortifica-ciones ibéricas del valle medio del Ebro y el pro-blema de los influjos mediterráneos», en PierreMoret y Fernando Quesada Sanz (eds.), La gue-rra en el mundo ibérico y celtibérico (ss. VI-II a. de C.),Collection de la Casa de Velázquez, vol. nº 78,Madrid, Casa de Velázquez, 2002, pp. 176-180.

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glos VI y V a. C., también existen ejem-plos que remontan esas cronologías ypermiten elevarlas hasta el siglo VII yVIII a. C., en los inicios de la Edad delHierro. Unos orígenes tan antiguos noson compatibles con algunas teoríasque vinculan los diferentes tipos defortificaciones analizados, con los influ-jos mediterráneos, especialmente grie-gos y púnicos, pero otros autores pien-san y yo me encuentro entre ellos, quemuchas de las soluciones poliorcéticasque se encuentran en los poblados pro-tohistóricos del valle del Ebro respon-den a modelos que han evolucionado apartir de construcciones defensivasprehistóricas autóctonas, casi todascentradas en la Edad del Bronce, algu-nas de ellas muy conocidas, como lasde la cultura del Argar y otras poco va-loradas como las motillas o los pobla-dos amurallados del Bronce Valencia-no,127 o bien, como recientemente seha planteado, se trataría de un nuevomodelo aparecido y difundido en el se-no de los Campos de Urnas del Nores-te y difundido por el valle del Ebro apartir del siglo VII a. C.128

Del mismo modo se manifiestan otrosautores respecto a los orígenes e in-fluencias de los sistemas defensivos delos pueblos prerromanos –ibéricos yceltibéricos– del valle medio del Ebro apartir del siglo IV a. C., señalando unorigen autóctono para este tipo de de-fensas o soluciones poliorcéticas, basa-

109

das en la propia evolución de dichaspoblaciones.129

En la mayoría de los poblados ante-riormente citados, se han constatado alo largo del siglo VI y parte del siglo Va. C. una serie de destrucciones o aban-donos generalizados que se han vincula-do a un proceso de cambios provocadopor la llegada de gentes del Mediterrá-neo, por el impacto colonial griego ypúnico que en definitiva genera un pe-riodo de fuerte inestabilidad no sóloen el Noreste peninsular sino en granparte de la cuenca del Mediterráneo.Este fenómeno se ha definido como«La Crisis del Ibérico Antiguo»130 y du-rante unos cuantos años ha servidopara explicar muchos de los aconteci-mientos que supusieron el final violen-to de la mayor parte de los pobladosprotohistóricos de la cuenca del Ebro.

A la vista de los nuevos datos de lasrecientes excavaciones, lo cierto es quese confirma plenamente esa cadena dedestrucciones que empieza a mediadosdel siglo VI y se prolonga hasta bienentrado el siglo V a. C., en muchas oca-siones con incendios generalizados depoblados (curiosamente sin aparecerni un solo cadáver con señales demuerte violenta en dichos niveles)–como Morredón, Alto de la Cruz, Ca-bezo de la Cruz, Cabezo Morrudo, lasDehesas, etc.– y en otros casos con ni-veles de abandono no violento –comoEl Cabo de Andorra-. Estos niveles de

127. Rosario GARCÍA HUERTA, «Las fortificacio-nes de la Edad del Bronce peninsular», La Guerraen la Antigüedad. Una aproximación al origen de losejércitos en Hispania, Madrid, Comunidad de Ma-drid y Ministerio de Defensa, 1997, pp. 123-133.

128. Javier ARMENDÁRIZ MARTIJA, De aldeas aciudades…, ob. cit., p. 166.

129. Francisco ROMEO MARUGÁN, «Las fortifi-caciones ibéricas…», ob. cit., p. 175.

130. Francisco BURILLO MOZOTA, «La crisis delIbérico Antiguo y su incidencia sobre los Cam-pos de Urnas Finales del Bajo Aragón», Kalathos,9-10, (Teruel, 1989-1990), pp. 95-124.

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destrucción afectaron por igual a po-blados fortificados o no y tanto si se en-contraban en lo alto de un cerro casiinaccesible, como en el caso de las for-tificaciones en llano, por lo que pareceque el vivir en un lugar con fuertes de-fensas no supuso en definitiva ningunagarantía de seguridad.

Todo lo anteriormente dicho melleva a la reflexión de que no puede re-ducirse un fenómeno tan importante ygeneralizado, exclusivamente a las con-secuencias directas o indirectas del im-pacto colonial mediterráneo, al menosen el área objeto de este trabajo. Hayque pensar que junto a dicho impacto,en el valle medio del Ebro se produje-ron otros acontecimientos que debensin duda relacionarse con la propiaevolución del poblamiento protohistó-rico de los Campos de Urnas.

La propagación del modelo de po-blados de mediano tamaño con fuertesy generalizados sistemas defensivos, ten-dría que ver en muchos casos con unproceso autóctono de concentracióndel poder que demanda ciertos ele-mentos de prestigio, tanto en la culturamueble –importaciones celtas de La Tè-ne, etruscas, fenicias y griegas,131 comoen la estructura social y derivado deesto, en sus elementos más visibles, eneste caso el poblado amurallado o for-tificado. Estos elementos que en repeti-

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das ocasiones se han identificado conel nacimiento y ascenso de las élitesecuestres,132 definen a la nueva casta di-rigente y permiten poco a poco afian-zar el poder y control del territorio cir-cundante, en un proceso imparableque llevará a partir de fines del siglo IVa. C, a la transformación de las comu-nidades rurales indígenas en socieda-des urbanas, con las ciudades –casi to-das bien defendidas y fortificadas- comofactor de control y cohesión social, eco-nómica y territorial.

A este proceso de concentración delpoder, habría que unir como factor de-sencadenante, el inicio de una fuertecrisis económica y social producida porel agotamiento de los recursos agrope-cuarios de los poblados de Campos deUrnas que posiblemente agotaron losrecursos naturales disponibles, en espe-cial las tierras fértiles y los pastos,133

aunque muy posiblemente tambiénfuera producida por un profundo cam-bio climático y del régimen de tempe-raturas y precipitaciones que en últimainstancia produciría escasez y hambru-nas, siendo por lo tanto precisa la subsis-tencia aún a costa del vecino, de ahí elfenómeno tan comentado por las fuen-tes clásicas de las «razzias» entre los pue-blos indígenas. Sobre este tema, insistiréen los siguientes apartados, pues permi-te explicar de algún modo el origen delpoblado del Molino de Trasmoz.

131. Unas buenas síntesis sobre el tema pue-den consultarse en: Manuel PELLICER CATALÁN,«La influencia orientalizante…», ob. cit.; MartínALMAGRO GORBEA, «Los intercambios culturalesentre Aragón y el litoral mediterráneo duranteel Bronce Final», Aragón/Litoral Mediterráneo. In-tercambios Culturales durante la Prehistoria, (Zara-goza, 1992), pp. 633-658.

132. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobla-dos de El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.158-159.

133. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Prehistoria,Protohistoria y Arte Rupestre», en E. Javier Ibá-ñez González (coord.), Comarca de Maestrazgo,Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2007, p. 66.

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3. La posible minería del Moncayo y sutransformación metalúrgica durantela Iª Edad del Hierro

El hallazgo de un cubo de calcopiri-ta [lámina nº 10. MT. S. 14] en el po-blado del Molino de Trasmoz y su cer-canía a las faldas del Moncayo, mepermite en este punto plantear algunascuestiones relativas a la importanciareal de la minería del Moncayo y su in-fluencia en las actividades metalúrgicasde los poblados de Campos de Urnasdel río Huecha durante la 1ª Edad delHierro. En el estudio publicado sobrelos poblados del Morredón y El Solanode Fréscano, ya realicé un primer acer-camiento al tema, si bien desde una óp-tica más histórica y cultural, planteandolas posibles influencias internas o exter-nas que cristalizaron en la producciónmetalúrgica de las comunidades proto-históricas de este valle.134 De forma pre-via, Aguilera ya había planteado la clararelación de los afloramientos de hierro,cobre, plata o plomo en las vertientesde la sierra del Moncayo, con la exis-tencia de algunos poblados especializa-dos en la explotación minera y en latransformación del mineral de hierrodurante la etapa celtibérica, aunque enuna fase ya plenamente consolidada enla IIª Edad del Hierro.135

No obstante, el panorama que en es-tos momentos conocemos sobre la ex-plotación de la minería del Moncayo ysu posible transformación en los pobla-dos del Hierro I del río Huecha, dista

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mucho de ser el más adecuado. Losdatos más fiables por el momento noslos ofrecen el poblado del Alto de laCruz y la necrópolis de La Atalaya,ambos en Cortes de Navarra en la con-fluencia del río Huecha con el Ebro.En el caso del Alto de la Cruz, las exca-vaciones en este poblado han permiti-do documentar la presencia habitualde algunos objetos de hierro –cuchillosy hojas– a partir de la fase PIIb, mien-tras que a partir de la fase PIa, dichapresencia se generaliza, documentán-dose además en dicho momento, la po-sible transformación del mineral dehierro en el propio poblado, como asíparece demostrar la presencia de va-rios bloques de óxidos de hierro (he-matites), en el sector 8GH, lo que evi-denciaría su traslado para beneficiar elhierro.136 Del mismo modo, en la ne-crópolis de La Atalaya, paralela al PIa,es el momento en el que se generalizael uso del hierro, tanto para objetos deadorno, como para las armas.137 Algo si-milar ocurre en la fase plena del Mo-rredón, paralelizable al PIIb de Cortes,donde aparecen piezas utilitarias dehierro, junto a diversos elementos deadorno realizados en bronce.138

Por lo que respecta a la metalurgiadel bronce que se reactiva durante la IªEdad del Hierro, sólo contamos con losdatos aportados por la aparición signifi-cativa de moldes de arenisca para vari-

134. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobla-dos de El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.138-140.

135. Isidro AGUILERA ARAGÓN, «El poblamien-to celtibérico…», ob. cit., pp. 226-228, mapa 4.

136. Juan MALUQUER DE MOTES, El yacimientohallstáttico…Estudio Crítico II., ob. cit., p. 128.

137. Juan MALUQUER DE MOTES y Luis VÁZQUEZ

DE PARGA, «Avance al estudio…», ob. cit., pp. 18-25.

138. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobla-dos de El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.83-84, fig. 36.

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llas y objetos de adorno en El Conven-to de Mallén y especialmente en el Altode la Cruz, donde se hallan de formaconstante a partir del PIIb, localizándo-se hasta el momento el único elementovinculado al tratamiento metalúrgicodel bronce cerca de la casa B57 y queMaluquer identificó como un hornometalúrgico, que albergaba además dostortas de fundición de bronce,139 aun-que no contamos con datos para asegu-rar si dicho horno se aprovechó de losfilones cupríferos del Moncayo, o sola-mente se utilizó para reaprovechar ma-terial metálico ya amortizado.

Con la explotación y transforma-ción de la plata, sucede algo similar, yaque en la necrópolis de La Atalaya apa-recen varios objetos, preferentementecuentas de collar, confeccionadas condicho metal, aunque tampoco estamosen situación de saber con seguridad sidurante la primera Edad del Hierro, ysobre todo en su fase final, a partir delsiglo V a. C., los filones argentíferos delMoncayo fueron explotados para suaprovechamiento, aunque podemos su-poner que ya eran conocidos y posible-mente explotados.

La relativa proximidad del Molinode Trasmoz a dichos afloramientos dehierro, cobre, plata o plomo, permiteaventurar que pudo existir algún tipode aprovechamiento, dada la densidadde posibles explotaciones mineras enun entorno cercano140 así como la cons-

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tatación de dicho aprovechamiento enotros poblados de la Iª Edad del Hie-rro, localizados y estudiados por ejem-plo en el Maestrazgo.141 Aunque losdatos son por el momento demasiadoparcos, parece claro que al menos apartir del siglo V a. C. se explotaron al-gunos afloramientos férricos en las fal-das del Moncayo y que al menos enalgún caso –Alto de la Cruz-, se trans-formaron en los poblados, como poste-riormente se ha podido constatar en elyacimiento de La Oruña, aunque eneste caso, al menos dos o tres siglosmás tarde142 [lámina nº 20].

4. La cronología del Molino de Trasmoz

Llegados a este punto, debo plantearel hecho de que todo el trabajo realizadohasta este punto, corresponde a un con-junto de evidencias materiales de super-ficie, así como del análisis de los restosestructurales conservados de este yaci-miento, sin que hasta la fecha contemoscon otras evidencias estratigráficas del

139. Juan MALUQUER DE MOTES, El yacimientohallstáttico… Estudio Crítico II, ob. cit., pp. 126-127.

140. Sobre la potencialidad minera de la sie-rra del Moncayo pueden consultarse: José Ma-nuel CARMONA et alii, «Estudio de las mineraliza-ciones de Hierro de la vertiente septentrional

del Moncayo», Tvriaso, IX, t. I, (Tarazona, 1989),pp. 177-186; José Manuel MATA-PERELLÓ, «Intro-ducción al estudio de las mineralizaciones delMoncayo y sus alrededores», Tvriaso, IX, t. I,(Tarazona, 1989), pp. 163-174; José ManuelMARTÍN-VIVALDI y Enrique ARAGONÉS, «El poten-cial minero del área del Moncayo», Tvriaso, IX,t. I, (Tarazona, 1989), pp. 71-89.

141. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Prehistoria,Protohistoria…», ob. cit., p. 66.

142. José Antonio HERNÁNDEZ VERA y José Ja-vier MURILLO RAMOS, «Aproximación al estudiode la siderurgia celtibérica del Moncayo», Caesa-raugusta, 61-62, (Zaragoza, 1985), pp. 177-190;Alberto J. LORRIO ALVARADO et alii, «Minería y me-talurgia celtibérica», en Francisco Burillo Mozota(coord.), IV Simposio sobre Celtíberos. Economía, Za-ragoza, Institución «Fernando el Católico»,1999, pp. 161-180.

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origen y evolución posterior de este asen-tamiento. Por todo ello, lo que en estaslíneas se exponga, debe tratarse comouna propuesta preliminar, sujeta a lasnecesarias revisiones o rectificacionesen función de posibles o futuras actua-ciones arqueológicas en este yacimien-to o en otros cercanos de similares ca-racterísticas.

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La cronología del poblado se ha fija-do en función del análisis exhaustivode los materiales cerámicos de superfi-cie y de sus paralelos, así como de la ti-pología constructiva de su recinto amu-rallado, únicos elementos de dataciónrelativa a nuestro alcance. Dicho esto,también hay que constatar que el con-junto de evidencias documentadas en

Lámina 20. Relación entre poblamiento de la Edad del Hierro en La Huecha y afloramientos de mineral dehierro, cobre, plomo y plata en la sierra del Moncayo. Según Isidro AGUILERA ARAGÓN,

«El poblamiento celtibérico…», ob. cit., modificado por Royo.

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este yacimiento, permiten una ciertacontextualización gracias a los estudiosprevios desarrollados en la zona del ríoHuecha, iniciados a mediados del sigloXX, pero reactivados a partir de la dé-cada de los ochenta de dicho siglo.143

De la comparación de materiales ytipo de poblado documentados en ElMolino de Trasmoz, con otros pobladosde similares características como LasEretas de Berbinzana, Alto de la Cruz deCortes, Cabezo de la Cruz de La Muela yotros ya citados en el texto a lo largo dela cuenca media del Ebro, se propone elsiglo V a. C. como el momento de ocu-pación del poblado, posiblemente conun inicio a partir del primer cuarto delsiglo. No sabemos con seguridad hastaque momento pudo perdurar el asenta-miento, pero los materiales cerámicos atorno indican una pervivencia al menostodo ese siglo, pudiendo llegar hasta losinicios del IV a. C., aunque sin poderprecisar el momento final del abandonoo destrucción del conjunto.

Estaríamos pues, ante un pobladoque representa plenamente el momen-to más evolucionado de la cultura delos Campos de Urnas en el río Huecha,con enclaves tan representativos comolas fases PIa-b del Alto de la Cruz, losmomentos finales de El Morredón y ElQuez, o la fase final de El Convento deMallén, todos ellos incluidos en nues-tra Fase IV del esquema evolutivo dedicha cultura en el citado valle.144 Se

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trata pues de un yacimiento anterioren más de dos siglos al resto de pobla-dos o asentamientos celtibéricos detec-tados en la zona del alto Huecha y LaValluenga, a la sombra del Moncayo,cuyas cronologías no pueden llevarsepor el momento más allá del siglo III-IIa. C., salvo en el caso más que dudosodel Almacabe de Malón, por algunosinvestigadores fechado por encima dedichas fechas.145

Esta datación supondría para estepoblado su comparación con otras cro-nologías al uso y contextos similares,como serían los poblados de El Cabode Andorra, o El Castillo de Cuarte, loscuales se han fechado entre el IbéricoAntiguo y la transición al Medio y conlos cuales las evidencias cronológicasson muy similares.

Si lo comparamos con entornos máso menos lejanos, propios de la celtibe-ria meseteña, nos situaría en una fasedel Celtibérico Antiguo-Medio, aunquelas recientes aportaciones cronológicasabsolutas constatan una variación abso-luta de más de dos siglos, posiblementeatribuibles al fenómeno de fuerte con-servadurismo cultural que la cultura delos Campos de Urnas trajo consigo enesta zona del valle medio del Ebro.146

143. Isidro AGUILERA ARAGÓN y Mª FernandaBLASCO SANCHO, «De los orígenes del hom-bre…», ob. cit., pp. 81-84.

144. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobla-dos de El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.160-161.

145. Luis Javier NAVARRO ROYO, «Los celtíbe-ros…», ob. cit., pp. 67-68.

146. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobladosde El Morredón y El Solano…», ob. cit., p. 160.

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ALGUNOS APUNTES SOBRE ELFINAL DE LA Iª EDAD DEL HIERROY LA FORMACIÓN DE LA CULTURACELTIBÉRICA EN EL RÍO HUECHAY TIERRAS DEL MONCAYO

En repetidas ocasiones se ha plante-ado la idea de que el nacimiento y pos-terior evolución de la cultura celtibéri-ca en los alrededores de la sierra delMoncayo, se habría fraguado en el senode las comunidades protohistóricas deCampos de Urnas de los afluentes delEbro, como el caso del río Huecha. Esafue una de mis conclusiones tras el aná-lisis de las evidencias materiales de lasnecrópolis del valle medio del Ebro y elposterior estudio de los posibles oríge-nes culturales de dichas evidencias.147

Con posterioridad, otros investigado-res han insistido en este tema, expo-niendo otros argumentos y ampliandoel área de estudio a todo el valle mediodel Ebro, argumentando influencias cél-ticas, relaciones comerciales con el Me-diterráneo, posibles invasiones, o des-trucciones y abandonos generalizadosde poblados desde mediados del sigloVI, hasta el siglo V a. C.,148 todo ello defi-

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nido hace ya años como «la Crisis delIbérico Antiguo».149 Pero para el áreaque nos ocupa, es decir el somontanodel Moncayo y el río Huecha, son lostrabajos realizados por Aguilera y Royo,en especial el dedicado al origen y evo-lución del poblamiento celtibérico enel área del Moncayo150 y la posterior pu-blicación del trabajo monográfico so-bre el poblado del Morredón,151 los quemejor han sintetizado la problemáticaactual sobre el origen real de la culturaibérica o celtibérica en esta área.

Hay dos preguntas claves para intentarplantear los elementos necesarios que seconjugaron en este proceso. ¿Qué provocóel colapso de las comunidades rurales delos Campos de Urnas en este sector delEbro Medio, concretado en el valle del ríoHuecha y zonas adyacentes? Y derivada dela anterior cuestión, ¿qué consecuenciasresultaron de dicho colapso y cómo se re-cuperó el equilibrio poblacional? Las solu-ciones no son sencillas ni van en una soladirección, pero intentaré dar una respues-ta coherente a ambos interrogantes.

El inicio de los profundos cambiosque se van a operar a partir de la segun-

147. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Las necró-polis de los Campos de Urnas del valle mediodel Ebro como precedente del mundo funera-rio celtibérico», en Francisco Burillo Mozota(coord.), Necrópolis Celtibéricas. II Simposio sobrelos Celtíberos, Zaragoza, Institución «Fernando elCatólico», 1990, p.134.

148. Unas buenas síntesis sobre el tema en:Gonzalo RUIZ ZAPATERO, «El substrato de la Cel-tiberia Citerior. El problema de las invasiones»,en Francisco Burillo Mozota (coord.), Pobla-miento celtibérico. III Simposio sobre los Celtíberos, Za-ragoza, Institución «Fernando el Católico»,1995, pp. 25-40; Jesús TRAMULLAS y Luis M. AL-FRANCA, «El valle medio del Ebro durante la Pri-

mera Edad del Hierro: Las destrucciones yabandonos de poblados durante los siglos VI yV a.C. y su relación con los comienzos del mun-do ibérico y celtibérico», en Francisco BurilloMozota (coord.), Poblamiento celtibérico. III Simpo-sio sobre los Celtíberos, Zaragoza, Institución «Fer-nando el Católico», 1995), pp. 275-280.

149. Francisco BURILLO MOZOTA, «La crisis delIbérico Antiguo…», ob. cit., pp. 116-117.

150. Isidro AGUILERA ARAGÓN, «El poblamien-to celtibérico…», ob. cit.

151. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobla-dos de El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.158-160.

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da mitad del siglo VI y sobre todo entrefinales de dicho siglo y comienzos del Va. C., se detecta de forma muy solapadaen la propia evolución de la cultura ma-terial de los poblados de Campos deUrnas del Hierro I y también en sus ne-crópolis de estos momentos, entre cuyoajuar, dentro de la «ortodoxia» tipológi-ca que generaliza determinados mode-los cerámicos y metálicos por una am-plia zona del valle medio del Ebro,empiezan a detectarse una serie de pie-zas que están demostrando la llegada,no sólo de ciertos elementos materialesde claros influjos mediterráneos, sinotambién de ciertas prácticas sociales y ri-tuales relacionadas con la comensalidady el consumo del vino. Estos elementosse manifiestan tanto en poblados comoen necrópolis y suponen la adopción decostumbres y ritos que señalan su ori-gen en el mundo de las colonizacionesmediterráneas. No insistiré demasiadoen el tema, aunque es de gran trascen-dencia y tanto Isidro Aguilera como yomismo estamos preparando un estudiosobre la cuestión que confiamos sacaradelante a pesar de nuestros respectivoscompromisos profesionales.

Dicho substrato cultural de los Cam-pos de Urnas, junto a los influjos medi-terráneos y también célticos a través dela cultura de La Tène, se mantiene yevoluciona de forma lenta sobre unmodelo de ocupación del territorio yexplotación de sus recursos naturalesque se concentra geográficamente enel corredor del Ebro y en los valles me-dios y bajos de sus afluentes, controlan-do las mejores tierras de cultivo en esemomento y posiblemente también losmejores pastos para el ganado. Peropara que este modelo económico fun-cione, hay que contar con factores que

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no pueden controlar las comunidadesrurales protohistóricas. Esos factoresexternos son: el mantenimiento de lastierras en condiciones óptimas paraasegurar los recursos agropecuariosdisponibles para una población en au-mento, la ausencia de fuertes variacio-nes climáticas y el mantenimiento delrégimen de precipitaciones.

Los recientes estudios publicados so-bre la evolución de la potencialidadagrotérmica y las variaciones climáticasen el área celtibérica del sistema ibéricoaragonés durante la Edad del Hierro152 yen especial los análisis de la evolucióndel paisaje desde época prehistóricahasta la época moderna en el área delMoncayo y valle del río Huecha,153 nospermiten plantear interesantes datosque de algún modo pueden ayudar aentender el referido colapso de los Cam-pos de Urnas en esta área.

Los análisis cronoestratigráficos rea-lizados en un área muy cercana al Moli-no de Trasmoz,154 en especial la secuen-cia estratigráfica de muestras llevadas acabo en el yacimiento de Fuente delOjo, en el Barranco de Valdejunquera,en pleno somontano del Moncayo, in-dican profundas alteraciones del paisa-

152. Javier IBÁÑEZ GONZÁLEZ, «Evolución de lapotencialidad agrotérmica en la Celtiberia du-rante la Edad del Hierro», en Francisco BurilloMozota (coord.), IV Simposio sobre Celtíberos. Eco-nomía, Zaragoza, Institución «Fernando el Cató-lico», 1999, pp. 11-46.

153. K. WILKINSON et alii, «Prehistoric and His-toric Landscape Change in Aragón, Spain: So-me Results from the Moncayo ArchaeologicalSurvey», Journal of Mediterranean Archaeology, 18,1, (England, 2005), pp. 31-54.

154. Ibidem, fig. 1, tablas 1-2.

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je durante la Edad del Bronce, hasta elentorno del año 1000 a. C., durante elBronce Final, momento en el que seconstata el abandono de los yacimien-tos de la Muela de Borja y la apariciónde varios yacimientos en llano, dentrode un proceso de colonización porparte de poblaciones del Bronce Finalautóctono del valle medio y bajo delrío Huecha.155 Por el contrario, durantela Edad del Hierro, en el alto valle dela Huecha, no parecen producirse alte-raciones del paisaje significativas, loque coincide con una zona despobladadesde el Bronce Final, ya que el pobla-miento entre los siglos VIII y VI a. C.,se concentra en el Huecha medio y Ba-jo. Este estudio demuestra, por un la-do, la fuerte agresión antrópica al pai-saje, sobre todo en forma de tala debosques, que se produce a partir delNeolítico, así como los cambios produ-cidos en el entorno por la intensifica-ción y expansión de la agricultura du-rante la Edad del Bronce en el vallealto/medio del río Huecha. Por el con-trario, en el curso bajo de este río, apartir de la Edad del Hierro, la erosiónde las terrazas de cultivo, provocará lacontinua reducción del suelo fértil.156

Todo lo anteriormente citado sólopuede explicarse por un progresivoagotamiento económico de los mode-los de explotación del territorio agríco-la y ganadero de los Campos de Urnasque acentuaría el proceso erosivo y elempobrecimiento del suelo fértil, má-xime si tenemos en cuenta la satura-ción de yacimientos de la Edad delHierro en el valle medio del Huecha,

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con más de veinte asentamientos locali-zados en un área relativamente reduci-da.157 La intensa explotación del terri-torio durante la Iª Edad del Hierro enel valle medio y bajo del río Huechajunto a la demostrada explosión demo-gráfica, provocaron el lento agotamien-to de los recursos y en consecuencia,un largo periodo de inestabilidad en elque se daría más que posiblemente unaprogresiva escasez en los recursos agro-alimentarios, lo que desencadenaría lasconsiguientes hambrunas y como con-secuencia de todo ello, una mayormortandad que llevará a la crisis socialy territorial que desembocará en fenó-menos cada vez mas acusados de pillajey saqueo y la destrucción o abandonode los poblados que saturaban este terri-torio, junto a un fenómeno progresivode concentración de la población y delpoder social y territorial. Lo que estáclaro en todo el valle medio del Ebro, esque, una vez superado este primer pe-riodo de crisis y de destrucciones gene-ralizadas de poblados, hay un evidente yacusado descenso de la población, yaque de todos los poblados conocidos enLa Huecha, a partir del siglo V a. C. sólovuelven a reocuparse unos pocos encla-ves, entre ellos el Alto de la Cruz.

Este proceso de despoblamiento delterritorio a partir de la crisis de los Cam-pos de Urnas de la zona, supone segu-ramente la concentración de la pobla-ción en algunos puntos, de los quesurgirán a partir del siglo IV a. C. las pri-meras ciudades «celtibéricas».158 El pro-

155. Ibidem, pp. 40-43, figs. 4-5.

156. Ibidem, pp. 47-49, fig. 6.

157. Isidro AGUILERA ARAGÓN, «El poblamien-to celtibérico…», ob. cit., pp. 218-219, mapa 1.

158. Javier ARMENDÁRIZ MARTIJA, De aldeas aciudades…, ob. cit., pp. 196-197.

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blema en este momento está en com-probar en qué enclaves se «refugió» lapoblación tras este periodo de inestabi-lidad y cuales son los elementos mate-riales que deben identificar este proce-so de cambio. Por el momento, lasfases PIa-b del Alto de la Cruz de Cor-tes, demuestran que una vez rehechosde la destrucción del PIIb, los poblado-res de este asentamiento continuaroncon sus modos de vida anteriores, o almenos mantuvieron la «ortodoxia» dela cultura material de los Campos deUrnas hasta el abandono definitivo delpoblado [lámina nº 21].

Por el contrario, durante este perio-do de recuperación de la crisis pasada,una comunidad que entre su culturamaterial sigue usando la vajilla de laEdad del Hierro en el Huecha, decide,en un hecho que no tiene precedentesni paralelos en la zona de estudio, asen-tarse en un fértil valle a los pies del so-montano del Moncayo, colonizandopor vez primera y hasta el momentoúnica el valle alto del río Huecha du-rante la etapa final de la Edad del Hie-rro. En este sentido, el poblado delMolino de Trasmoz debe verse como elintento de algunas comunidades deCampos de Urnas, de buscar nuevas tie-rras de cultivo y un territorio que enesos momentos estaría repleto de recur-sos naturales dado el vacío poblacionaldurante al menos cuatro centurias. Evi-dentemente, el tamaño del poblado in-dica que la comunidad que allí se esta-bleció era bastante reducida, perocuriosamente dicho tamaño representala media de la mayoría de los futurosasentamientos celtibéricos en el siste-ma ibérico, lo que supone durante elsiglo V y posiblemente buena parte delIV a. C., una vuelta al sistema de control

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y explotación territorial basado en la ins-talación de pequeños asentamientos demarcado carácter rural y economía basa-da en la agricultura y la ganadería exten-sivas.159 Pero también es cierto que laconstrucción del Molino de Trasmozcuenta con claros elementos geoestraté-gicos, como son el control absoluto delterritorio circundante al poblado y sobretodo del paso del río Huecha al Queilesa través de La Valluenga. En este senti-do, el amurallamiento del poblado po-dría significar tanto un símbolo de la in-estabilidad pasada o presente, como unaseñal del estatus político, económico ysocial de sus pobladores y así se ha seña-lado en otros enclaves, pudiendo citarentre otros el caso de la Fortaleza de Vi-lars o La Codera.

En definitiva, El Molino de Trasmozes para el Alto Huecha, lo que el Altode la Cruz en sus fases PIa-b para elBajo Huecha, es decir, estamos ante losrestos de una comunidad protohistóri-ca de Campos de Urnas que, aún afec-tados por un profundo proceso de evo-lución y cambio hacia otros modeloseconómicos y sociales, quieren seguiraferrándose a una cultura, al menos ensus manifestaciones materiales, que du-rante al menos 300 años, les ha permi-tido controlar, explotar y desarrollarseen un territorio concreto del vallemedio del Ebro. Pero este yacimientoes también significativo de dicho pro-ceso de cambio, no tanto por el hechode su cronología, cultura material y su

159. Francisco BURILLO MOZOTA et alii, «La co-lonización agraria en el entorno de la laguna deGallocanta: el impacto de la época celtibérica»,en Francisco Burillo Mozota (coord.), IV Simpo-sio sobre Celtíberos. Economía. Zaragoza, Institu-ción «Fernando el Católico», 1999, pp. 69-79.

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amurallamiento, sino por el importan-te hecho de que se colonizan unas tie-rras que en los próximos dos siglos vana ser el sustento económico y territo-rial del poblamiento celtibérico de lazona y cuyo máximo exponente será elyacimiento de La Oruña, asentamientoclave para explicar el proceso de con-centración del poblamiento y el pasode poblado a ciudad.

Sólo quiero concluir este apartadocon una breve referencia a la cuestiónde la terminología para el periodo pro-tohistórico que nos ocupa. En los últi-mos años hemos asistido a un «sin fin»de análisis y síntesis sobre un periodocrucial para la formación de las futurasetnias o pueblos prerromanos: la Iª

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Edad del Hierro en la cuenca media delEbro. Parece haberse planteado entrelos investigadores de la protohistoriadel valle del Ebro, una especie de dile-ma en lo relativo a las diferentes deno-minaciones culturales y sus periodizacio-nes, lo que ha llevado a un ciertoconfusionismo a la hora de saber de quéestamos hablando exactamente. Laproliferación de diversas terminologíases un hecho que considero un tantoabsurdo, ya que lo realmente impor-tante no es cómo llamar a un determi-nado proceso histórico basado en losdatos arqueológicos, sino el plantea-miento metodológico de cómo inter-pretamos dichos datos para reconstruirel susodicho proceso. Por esta razón,creo que no es tan importante decidir

Lámina 21. El Molino de Trasmoz con respecto al poblamiento de los Campos de Urnas en el río Huechay la pervivencia de algunos enclaves en época celtibérica. Según Royo (2009), modificado de

Isidro AGUILERA ARAGÓN, «El poblamiento celtibérico…», ob. cit.

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si al momento estudiado le debemosllamar Campos de Urnas Finales o Tar-díos, Hierro I o transición al Hierro II,Iª Edad del Hierro, o Ibérico/Celtibéri-co Antiguo o transición al Medio. Con-sidero que en el siglo V a. C. hablar delIbérico Antiguo o de transición alMedio en el Bajo Aragón, o incluso in-cluir todo ese complejo cultural dentrodel «mundo mediterráneo», como con-traposición al «mundo del interior» pue-de ser lo correcto,160 pero cuando nostrasladamos al río Huecha, dicha deno-minación puede no ser tan ajustada a loque realmente está sucediendo en esemismo siglo y cuenca fluvial. Por todoesto, y para no contribuir a nuevas con-fusiones en lo referente a la terminolo-gía, seguiré aplicando lo ya definido ensu momento para esta área geográfica161

que hasta la fecha ha permitido com-prender a mis colegas investigadores,todos los trabajos que hemos desarrolla-do sobre esta área y periodo.

CONCLUSIONES

Todos conocemos el valor relativo delos estudios realizados sobre materiales

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carentes de contexto estratigráfico ysobre análisis de estructuras localizadasen superficie, pero también es ciertoque si se llevan a cabo de forma adecua-da, los resultados siempre suelen ser unreflejo –a veces pálido- de la realidad ar-queológica de un yacimiento. En nues-tro caso, hemos intentado llevar a caboun estudio exhaustivo de los relativa-mente escasos y pobres materiales delMolino de Trasmoz, con la limitacióntácita de la falta de un contexto. No obs-tante, creo que muchas de las opinionesque hemos vertido a lo largo de estaspáginas, deberían servir como reflexióny punto de partida a nuevos plantea-mientos en el estudio de las poblacionesprotohistóricas del valle medio delEbro.162 Los datos más relevantes aporta-dos por el poblado del Molino de Tras-moz serían los siguientes:

• Estamos ante el único poblado amu-rallado de los Campos de Urnas Tardíosen el valle alto del río Huecha. El hechode tratarse de una zona muy prospectaday la no aparición de otro yacimiento simi-lar, le concede el valor de tratarse de ununicum, por lo que se refiere a sus carac-terísticas constructivas y materiales.

• Por otro lado, el modelo construc-tivo y defensivo de este yacimiento apa-rece ya generalizado en el valle mediodel Ebro desde el siglo VI a. C., con unorigen en el Grupo de Campos de Ur-nas del Cinca/Segre y cuyo ejemplo másrepresentativo lo encontramos en lafortaleza de Vilars de Arbeca (Lérida).Estaríamos pues ante un modelo indí-gena evolucionado dentro de las comu-nidades autóctonas de la cuenca delEbro, sin que por el momento puedandetectarse influencias mediterráneasen su diseño y construcción.

160. Luis FATÁS FERNÁNDEZ, «Entre dos mun-dos: el juego de influencias del Bronce Final-IEdad del Hierro en el valle del Matarraña», Ka-lathos, 24-25, (Teruel, 2005-2006), pp. 145-150.En el río Huecha y en general en todo el vallemedio-alto del Ebro, junto a diversos elementosmanufacturados de influencia «mediterránea»,también encontramos bastantes elementos decarácter céltico y procedencia lateniense que noson tan significativos en el Bajo Aragón, posible-mente por la temprana aportación «orientali-zante» y su transformación en la cultura ibérica.

161. José Ignacio ROYO GUILLÉN, «Los pobla-dos de El Morredón y El Solano…», ob. cit., pp.160-162.

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• El poblado amurallado del Molinode Trasmoz representa un nuevo mo-delo de ocupación del territorio y decontrol del mismo y de sus comunica-ciones. Estamos ante poblados de pe-queño/mediano tamaño fortificados,frente a los grandes poblados de losCampos de Urnas del Hierro del vallemedio del Ebro y en especial de LaHuecha de la fase anterior (siglos VII-VI a. C.). En este sentido representa lacolonización, ocupación y aprovecha-miento de nuevos territorios, con tierrasde cultivo, aprovechamiento forestal ynuevos recursos mineros, localizados ala sombra del Moncayo.

• Los materiales de este poblado re-flejan por un lado, el mantenimientoformal de parte de la vajilla domesticamanufacturada de la cultura de los Cam-pos de Urnas del valle medio del Ebro,con una identidad absoluta con losajuares domésticos de los poblados delvalle del río Huecha, pero por otro tam-bién están denotando un proceso decambio, lento pero firme, hacia nuevosajuares cerámicos, en los que evolucio-nan los modelos a mano pero tambiénse introduce el torno, con produccionesque en esta zona no se pueden llevar másallá de la primera mitad del siglo V a. C. ymuy posiblemente como aportaciones fo-ráneas vinculadas en un primer momen-to al comercio y consumo del vino.

• En este poblado se revela la pre-sencia de señales de cierto «status» so-cial y económico: La muralla y la torre,las cuales pueden corresponder tanto aun fenómeno defensivo en un periodode inestabilidad, saqueos y luchas (ata-que a poblados, presencia significativade armas en las necrópolis), como un

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elemento de «representación» frente alresto de asentamientos vecinos.

• Por otra parte en este yacimientose intuye el proceso de evolución haciaotro modelo económico también basa-do en la minería del hierro y en sutransformación para la fabricación denuevas herramientas para la agricultu-ra y la ganadería (arados, podones, tije-ras, etc.) y para la guerra (espadas, cu-chillos, lanzas).

• El momento cronológico en elque se sitúa este yacimiento debe cen-trarse en el siglo V a. C., pudiendo lle-gar hasta la primera mitad del IV. Apartir de ese momento, se abandonaríael poblado pasando a ocuparse elnuevo centro urbano que ordenará elterritorio: el poblado o «ciudad» de LaOruña, cuya funcionalidad territorialhabrá que volver a analizar a la vista delos recientes hallazgos realizados en elmismo durante el proceso de redac-ción de este trabajo.

• En definitiva, a pesar de que hoy elpanorama de los pueblos protohistóricosdel valle medio del Ebro está un pocomás claro que hace menos de cuatroaños, todavía queda mucho por hacer,sobre todo pensando en el hecho ya re-saltado en estas páginas de que en elregistro arqueológico de la zona encuestión, todavía no hemos sido capa-ces de localizar y estudiar una estrati-grafía donde se documenten los «siglososcuros» correspondientes al V y IV a.C., como único medio para compren-der el proceso de «iberización» o «cel-tiberización» de los pueblos indígenasy empezar a comprender el porqué desu futura distribución territorial.

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