el modernismo en las colecciones del mnac - Índice

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Page 1: El Modernismo en las colecciones del MNAC - Índice

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9 Prólogo

15 La pinturaCristina Mendoza

15 LA PINTURA EN TORNO A LA EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE 188822 RAMON CASAS Y SANTIAGO RUSIÑOL

37 LOS PINTORES DEL CERCLE ARTÍSTIC DE SANT LLUC Y EL SIMBOLISMO

44 RAMON CASAS Y BARCELONA

48 FRANCESC GIMENO Y NICOLAU RAURICH

50 ELS QUATRE GATS Y LA SEGUNDA GENERACIÓN DE PINTORES MODERNISTAS

77 Obra gráfica: dibujosFrancesc Quílez i Corella

84 RAMON CASAS Y SANTIAGO RUSIÑOL

96 ISIDRE NONELL

102 FRANCESC GIMENO

106 EPÍLOGO

113 Las artes decorativasMariàngels Fondevila

116 HISTORIA DE LA COLECCIÓN

122 LOS ARQUITECTOS «DISEÑADORES»136 ENSEMBLIERS / DECORADORES

142 ARTES DEL OBJETO, «ARTES MENUDAS»147 ENTRE LO VIEJO Y LO NUEVO

152 EL FINAL DEL MODERNISMO

159 La esculturaMercè Doñate

159 EL IDEALISMO CRISTIANO

165 EL SIMBOLISMO

185 UNA NUEVA GENERACIÓN DE ESCULTORES

189 Obra gráfica: carteles, grabados y ex librisFrancesc Quílez i Corella

189 ARTE PUBLICITARIO

208 LA COLECCIÓN DE ESTAMPAS

212 LA COLECCIÓN DE EX LIBRIS

221 BibliografíaRecopilada por Adela Laborda

Índice

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Page 2: El Modernismo en las colecciones del MNAC - Índice

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El Modernismo, una de las mejores tarjetas de presentación de Barcelona, es unperíodo ampliamente representado en el Museu Nacional d’Art de Catalunya,que conserva la colección de arte modernista más importante del país en cali-

dad y cantidad. Es más, la visita a la colección permanente del MNAC es absolutamenteimprescindible para quien quiera conocer las diversas vertientes creativas. En este sen-tido, el proceso de renovación de las artes visuales, uno de los aspectos que mejor de-finen este singular movimiento estético, aparece perfectamente ilustrado en el recorridopor los diferentes ámbitos expositivos. Destacan los autores más célebres que, con susensibilidad y creatividad, contribuyeron a impulsar una corriente estilística más intui-tiva que programática. Precisamente, la ausencia de espíritu colectivo, dificulta cual-quier intento de definir, con unos rasgos unitarios, el lenguaje desarrollado a lo largode todo este período. Así pues, la colección modernista del MNAC se caracteriza por re-flejar esta diversidad que, lejos de ser una limitación, constituye una aportación posi-tiva y enriquecedora de la complejidad que encierra el Modernismo; un concepto,difícilmente aprehensible porque presenta diferentes caminos estéticos que permiten,asimismo, realizar diferentes lecturas interpretativas. El deseo de cambio y el interéspor conocer las novedades procedentes de otros centros artísticos más dinámicos, sindescuidar las propias raíces autóctonas, alentaron uno de los episodios más fecundosde la historia del arte catalán.

El ingreso en el museo de buena parte de las pinturas, las esculturas y las artes grá-ficas modernistas se produjo aproximadamente durante el período modernista propia-mente dicho. Una circunstancia que no se dio, en cambio, en la colección de las artesdecorativas, cuyo núcleo esencial no entró a formar parte de las colecciones del museohasta bien entrada la década de 1960. Este desinterés por un patrimonio hoy tan valo-rado, difícilmente comprensible desde la perspectiva actual, respondía por un lado alhecho de que el triunfo del movimiento noucentista, a partir de la segunda década delsiglo XX, destronó a la arquitectura y las artes del objeto modernistas del lugar de privi-legio que éstas habían ocupado en los últimos años del siglo XIX y en los primeros delsiglo XX, y por otro a la propia naturaleza utilitaria y funcional de estos objetos, que elpaso del tiempo convierte en caducos. Los años posteriores a la Guerra Civil tampocoserían nada favorables a la reivindicación de la arquitectura y el interiorismo modernis-tas. Al rechazo, en cierta manera comprensible, de las generaciones que habían convi-vido de manera invasiva con la estética modernista, se sumó entonces la implacableespeculación inmobiliaria de la década de 1960 en Barcelona. En aquel momento nosólo no se hizo el más mínimo esfuerzo institucional para preservar el patrimonio ar-quitectónico del modernismo sino que incluso se llegaron a derribar algunos edificiosmodernistas de indudable interés. Ni que decir tiene que la decoración interior de estascasas corrió la misma suerte.

Paradójicamente la desatención que merecieron las artes decorativas modernistasdurante el período citado, iba a beneficiar indirectamente al museo que, a partir de ladécada de 1960, pudo incorporar progresivamente a sus colecciones el numeroso y re-levante conjunto de piezas que lo convierten actualmente en la institución que conservaun mayor número y más importante de artes del objeto modernistas. En efecto, la acer-tada iniciativa de Joan Ainaud de Lasarte, director de los Museos de Arte de Barcelona

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Prólogo

A. ZERKOWITZ.Parque Güell, MNAC.

FACHADAS CASA AMATLLER Y CASA BATLLÓ.Fundació Institut Amatller d’Art Hispànic.Arxiu Mas.

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entre 1948 y 1985, de organizar una exposición dedicada a las artes decorativas delmodernismo barcelonés fue determinante para que las instituciones oficiales barcelo-nesas se implicaran en la compra de relevantes piezas y/o conjuntos modernistas, antesde que el paso del tiempo y el inevitable incremento de su valor económico compli-caran su incorporación a las colecciones del museo. La exposición se inauguró en elotoño de 1964 en el Palacio de la Virreina de Barcelona y reunió un total de 634 pie-zas entre mobiliario, cerámica, joyas, vitrales, metalistería y dibujos. El conjunto estre-lla de la exposición lo constituyó la decoración y el mobiliario del piso principal de laCasa Lleó Morera, edificio emblemático del arquitecto Lluís Domènech i Montaneren la famosa manzana de la discordia del paseo de Gràcia, conjunto que dos años mástarde se adquiría con destino al museo. El interés creciente hacia el Modernismo engeneral y hacia las artes decorativas en particular culminó poco tiempo después conla celebración de una magna exposición que, bajo el título de El Modernismo en España,se inauguró en el otoño de 1969 en el Casón del Buen Retiro de Madrid y posterior-mente en el Museo de Arte Moderno de Barcelona. Estas dos exposiciones, la de 1964y la de 1969-1970, sirvieron no sólo para preservar un patrimonio que hubiera podido

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EXPOSICIÓN EL MODERNISMO EN ESPAÑA,Barcelona, 1970. Arxiu Fotogràfic de Barcelona.Autor: Ramon Calvet.

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perderse irremisiblemente sino también para sensibilizar a las instituciones y a la so-ciedad civil catalanas hacia la necesaria incorporación de este patrimonio a las colec-ciones del museo.

Una situación muy distinta es la que atañe a la pintura, la escultura y las artes grá-ficas del Modernismo, que, como ya hemos dicho, entraron a formar parte de las co-lecciones del museo prácticamente en el momento en que las obras fueron realizadas,gracias a la política de adquisiciones del Ayuntamiento de Barcelona, primero, y de laJunta de Museos, después, que permitió integrar destacadas obras en buena parte pro-cedentes de las exposiciones de bellas artes que se celebraron en Barcelona durante laúltima década del siglo XIX y la primera del XX. En este sentido, es muy ilustrativo elhecho de que, cuando en 1934 se inauguró el Museu d’Art de Catalunya, los pintores,los escultores y los dibujantes modernistas coparon buena parte de las salas dedicadasa acoger el arte catalán de aquellas décadas.

La diferente recepción de la pintura y el dibujo modernistas respecto a la escul-tura y las artes decorativas del Modernismo radica principalmente en el hecho de queaquellas disciplinas artísticas no tienen formalmente unas características que las iden-tifiquen con la plástica modernista ya que convivieron la herencia del impresionismocon el simbolismo y el naturalismo. En realidad, se consideran también artistas «mo-dernistas» algunos de los pintores que realizaron su obra durante el Modernismo, aun-que no compartieran la decidida apuesta por la renovación del arte y la cultura catalanesque defendían los artistas avanzados sino que incluso se mostraron francamente hosti-les a cualquier renovación. No olvidemos que el calificativo de «modernista» tuvo en unprincipio un marcado carácter peyorativo. Sin embargo, el hecho que unos y otros es-

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CASA BATLLÓ,Interior comedor, 1927.

Fundació Institut Amatller d’Art Hispànic.Arxiu Mas.

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tuvieran profundamente influenciados por la cultura artística de París, entonces el cen-tro indiscutible del arte mundial y, por tanto, la ciudad en la que la mayoría de artistascompletaron sus respectivos períodos de formación, influyó tanto en los artistas con-servadores como en los progresistas, mientras que su ideología apenas se reflejó en susproducciones artísticas y, por lo tanto, es natural que, desde la perspectiva actual se con-sideren todos ellos artistas «modernistas». De ahí que la pintura y el dibujo no se vie-ran arrinconados una vez superada la etapa modernista. Por el contrario, los escultoresmás destacados e innovadores adoptaron un lenguaje simbolista que permite diferen-ciar perfectamente su producción, estrictamente modernista, de la escultura convencio-nal anclada en un rancio anecdotismo que era muy del agrado del público, mientras queen las artes decorativas la recepción de los modelos de los «otros modernismos» euro-peos, junto a la recuperación del pasado medieval autóctono, fueron el punto de par-tida para que los arquitectos y los decoradores de interiores llevaran a cabo un trabajoexcepcional que coincidió con la transformación urbanística de Barcelona. También enla práctica cartelística existió una mayor unidad estilística. El arte publicitario se con-virtió en uno de los vehículos de expresión más propicios a la introducción de noveda-des y los diferentes autores que cultivaron esta disciplina bebieron en las fuentes de lascorrientes internacionales adoptando la brillantez cromática, el sintetismo gráfico, lospuntos de vista y los escorzos figurativos inverosímiles o una estructura compositiva querompía con los postulados visuales más tradicionales y convencionales. Al proceso deirradiación de todos estos cambios también contribuyó la aparición de un coleccio-nismo de nuevo cuño: el del arte publicitario que con su abierta actitud ayudó a for-mar unas colecciones que, años más tarde, pasarían a enriquecer las coleccionespúblicas del futuro MNAC. A este respecto, conviene indicar que uno de los rasgos mássingulares de esta colección es su carácter internacional y cosmopolita, dado que incluyerealizaciones de artistas europeos y norteamericanos.

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INTERIOR DE ELS QUATRE GATS, 1904.Fundació Institut Amatller d’Art Hispánic.Arxiu Mas.

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A estas circunstancias someramente apuntadas –los diferentes capítulos de este libro yaabordan las diversas disciplinas artísticas en las colecciones del MNAC– se sumó el hechode que en 1891 se inauguró en Barcelona el primer museo de bellas artes que tuvo laciudad. Una iniciativa que sin duda favorecería a los artistas catalanes de aquel mo-mento ya que era absolutamente necesario incrementar las entonces exiguas coleccio-nes del museo recién nacido. Si tenemos en cuenta que ello sucedía a principios de ladécada prodigiosa de 1890, durante la cual se impondría el Modernismo en el am-biente artístico barcelonés, es fácil concluir que los artistas modernistas (en el sentidoamplio al que ya hemos aludido) serían los principales beneficiados. Desde entoncessus obras ocuparían un lugar destacado en aquel museo y los sucesivos cambios mu-seísticos que se producirían a lo largo del siglo XX (Museu d’Art de Catalunya, Museode Arte Moderno) no dispersaron este conjunto sino que ha permanecido como uno de los pilares de la colección de arte catalán que actualmente se conserva en el MNAC.

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SALA MODERNISTA,MNAC.

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