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Poesía * Narrativa * Crónica * Fotografía * Moda El Mal Menor N°5 * Mayo 2016 En este número: Daniel Marín: “Yo no quiero ser Alexis Sánchez” * Rock in Lampa Gonzalo Arango y el Nadaísmo Escultura pública en Chacabuco Servando Rocha: Facción caníbal Excavaciones cerebrales Proyecto Financiado por Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura Convocatoria 2016

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Poesía * Narrativa * Crónica * Fotografía * Moda

El Mal MenorN°5 * Mayo 2016

En este número:

Daniel Marín: “Yo no quiero ser

Alexis Sánchez” * Rock in Lampa

Gonzalo Arango y el Nadaísmo

Escultura pública en Chacabuco

Servando Rocha: Facción caníbal

Excavaciones cerebrales Proyecto Financiado por Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura

Convocatoria 2016

Page 2: El mal menor_5

Editorial

El Mal Menor N°5 - Mayo de 2016 - Batuco - Chile - Correo electrónico: [email protected]: Jaime Núñez - Sergio Sarmiento - Emilio Serey - Melody Valenzuela

Diseño gráfico: Sergio Sarmiento - Fotogra�a: Emilio Serey

Lengua chilenaPor el profesor Alfonso Puchuncaví

Hay cada vez más giles agringados que, cuando �enen

hambre, piden un muffin. ¡Usted no sea idiota!

Usted, amigo chacabucano, sea pillo y cuando tenga hambre sea bien chileno y pida un queque. Así estará defendiendo

nuestra iden�dad y nuestra pulenta forma de hablar.

No lo olvide, queque sí, muffin no.

Llegamos a nuestro quinto número con algunas novedades. En primer lugar, debemos señalar que ya no estaremos solamente en Batuco, alicaída alma mater de esta revista, sino que a par�r de hoy nuestra cobertura se expande a la provincia de Chacabuco, es decir, a Til Til, Colina, Lampa y sus localidades aledañas, donde distribuiremos nuestro inocuo veneno verbal. Esto ha sido posible gracias a que nuestro medio resultó ganador de un loto concursable del Fondo del Libro y la Lectura, lo que nos permi�rá salir a la calle con un mayor �raje. Y de forma gratuita. Lo horrendo de todo esto es que tendremos que poner el logo gubernamental en la portada de El Mal Menor. Me refiero a ese logo plagiado que instaló Piñera y que los actuales cerebros del gobierno no han eliminado. No le pasaron la retroexcavadora a �empo al demonio y ahora nosotros somos los afectados. Cierto es que todo logo estatal es, por naturaleza, horrible. Eso no está en discusión. El logo estatal -impreso en las obras ar�s�cas- es un intento de validar una forma polí�ca de dominación, blanqueándola. Nosotros, como indica el nombre de nuestra revista, vemos esta situación como un "mal menor" que nos permite recuperar algunos fondos públicos. Peor, en todo caso, sería recibir el financiamiento de las grandes empresas. Llevar el logo de una marca de ropa depor�va, una gaseosa o una minera privada cae, para nosotros, en el ámbito de la pros�tución. Lo ideal, por supuesto, sería la autoges�ón total, pero hoy por hoy las personas no gastan su dinero en revistas de literatura. Muchos no �enen plata y más que muchos no se interesan ni por el Condorito. Eso se agudiza en la provincia de Chacabuco, donde la pobreza abunda y la educación escasea. Por tal mo�vo vemos la plata pública como una oportunidad de ampliar nuestro �raje y lanzar más revistas a la calle. Los verbos son tubérculos. O semillas. Y es necesario sembrar. Hay que arrojar millones de ellos a la calle para que crezcan plantas de belleza crí�ca, arbustos de poesía, matas de cuentos, árboles de conciencia y libertad.

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Editorial

El Mal Menor N°5 - Mayo de 2016 - Batuco - Chile - Correo electrónico: [email protected]: Jaime Núñez - Sergio Sarmiento - Emilio Serey - Melody Valenzuela

Diseño gráfico: Sergio Sarmiento - Fotogra�a: Emilio Serey

Lengua chilenaPor el profesor Alfonso Puchuncaví

Hay cada vez más giles agringados que, cuando �enen

hambre, piden un muffin. ¡Usted no sea idiota!

Usted, amigo chacabucano, sea pillo y cuando tenga hambre sea bien chileno y pida un queque. Así estará defendiendo

nuestra iden�dad y nuestra pulenta forma de hablar.

No lo olvide, queque sí, muffin no.

Llegamos a nuestro quinto número con algunas novedades. En primer lugar, debemos señalar que ya no estaremos solamente en Batuco, alicaída alma mater de esta revista, sino que a par�r de hoy nuestra cobertura se expande a la provincia de Chacabuco, es decir, a Til Til, Colina, Lampa y sus localidades aledañas, donde distribuiremos nuestro inocuo veneno verbal. Esto ha sido posible gracias a que nuestro medio resultó ganador de un loto concursable del Fondo del Libro y la Lectura, lo que nos permi�rá salir a la calle con un mayor �raje. Y de forma gratuita. Lo horrendo de todo esto es que tendremos que poner el logo gubernamental en la portada de El Mal Menor. Me refiero a ese logo plagiado que instaló Piñera y que los actuales cerebros del gobierno no han eliminado. No le pasaron la retroexcavadora a �empo al demonio y ahora nosotros somos los afectados. Cierto es que todo logo estatal es, por naturaleza, horrible. Eso no está en discusión. El logo estatal -impreso en las obras ar�s�cas- es un intento de validar una forma polí�ca de dominación, blanqueándola. Nosotros, como indica el nombre de nuestra revista, vemos esta situación como un "mal menor" que nos permite recuperar algunos fondos públicos. Peor, en todo caso, sería recibir el financiamiento de las grandes empresas. Llevar el logo de una marca de ropa depor�va, una gaseosa o una minera privada cae, para nosotros, en el ámbito de la pros�tución. Lo ideal, por supuesto, sería la autoges�ón total, pero hoy por hoy las personas no gastan su dinero en revistas de literatura. Muchos no �enen plata y más que muchos no se interesan ni por el Condorito. Eso se agudiza en la provincia de Chacabuco, donde la pobreza abunda y la educación escasea. Por tal mo�vo vemos la plata pública como una oportunidad de ampliar nuestro �raje y lanzar más revistas a la calle. Los verbos son tubérculos. O semillas. Y es necesario sembrar. Hay que arrojar millones de ellos a la calle para que crezcan plantas de belleza crí�ca, arbustos de poesía, matas de cuentos, árboles de conciencia y libertad.

Page 4: El mal menor_5

2

Iluminaciones

Escultura pública en Chacabuco

Por Justo Morales

In Situ

3

Despertar

Antes de que la siesta

se vuelva pesadilla

Hace unas semanas, recorriendo la plaza de Lampa me encontré con el busto de Bernardo O´higgins, un busto precario, desproporcionado, hecho a la rápida, como muchos que se instalan en Chile con el fin de recordar a los “héroes patrios”, esos �pos pa�lludos que nos meten en el cerebro desde la más temprana infancia, como si nuestra cabeza fuese un hotel para cadáve-res. Esto me hizo pensar en la situación de la escultura pública en la provincia de Chacabuco. ¿Existe? ¿Dónde se encuentra? ¿De qué trata? Intentando responder tales preguntas -que me alejaron de mi habitual preocupación por los escasos eventos ar�s�cos de la zona- realicé un recorrido por las localidades más importantes de la provincia, previa búsqueda de información en Internet.

En primer lugar fui a Til Til, �erra de tunas y aceitunas, dirigiéndome hacia el parque Manuel Rodríguez, que se encuentra en la ruta G16, frente a la “Cancha del Gato”, lugar donde dicen fue asesinado el recordado personaje. En tal si�o, ubicado unos cuatro

Dos héroes, tres incursiones actuales y un bodrio

Monumento a Manuel Rodríguez

La presencia escultórica en Chacabuco es escasa y salvo en

Colina, donde se aprecia una mayor proliferación de este arte, en el

resto del territorio parece no pasar nada.

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Iluminaciones

Escultura pública en Chacabuco

Por Justo Morales

In Situ

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Despertar

Antes de que la siesta

se vuelva pesadilla

Hace unas semanas, recorriendo la plaza de Lampa me encontré con el busto de Bernardo O´higgins, un busto precario, desproporcionado, hecho a la rápida, como muchos que se instalan en Chile con el fin de recordar a los “héroes patrios”, esos �pos pa�lludos que nos meten en el cerebro desde la más temprana infancia, como si nuestra cabeza fuese un hotel para cadáve-res. Esto me hizo pensar en la situación de la escultura pública en la provincia de Chacabuco. ¿Existe? ¿Dónde se encuentra? ¿De qué trata? Intentando responder tales preguntas -que me alejaron de mi habitual preocupación por los escasos eventos ar�s�cos de la zona- realicé un recorrido por las localidades más importantes de la provincia, previa búsqueda de información en Internet.

En primer lugar fui a Til Til, �erra de tunas y aceitunas, dirigiéndome hacia el parque Manuel Rodríguez, que se encuentra en la ruta G16, frente a la “Cancha del Gato”, lugar donde dicen fue asesinado el recordado personaje. En tal si�o, ubicado unos cuatro

Dos héroes, tres incursiones actuales y un bodrio

Monumento a Manuel Rodríguez

La presencia escultórica en Chacabuco es escasa y salvo en

Colina, donde se aprecia una mayor proliferación de este arte, en el

resto del territorio parece no pasar nada.

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kilómetros antes de llegar al pueblo de Til Til, además de un busto bastante tradicional de Rodríguez, me encontré con una escultu-ra de Carlos Carmona. La obra, construida con negras láminas de acero y financiada por FONDART en 2007, muestra la silueta -duplicada- del guerrillero que diera nombre al Frente Patrió�co. Concebida con �ntes posmodernos, el trabajo de Carmona (de unos cinco metros de altura) dialoga con el monumento quizá más emblemá�co dedicado a Rodríguez, como es la escultura de Blanca Merino (1893-1973) instalada en el parque Bustamante de San�ago, replicando su dinámica forma. Sin ser un trabajo que deslumbre, la obra de Carmona funciona de manera eficiente reafirmando la imagen idealizada de Manuel Rodríguez que subyace en el inconsciente colec�vo nacional.

Viajé después por la carretera General San Mar�n en busca del monumento a la Victoria de Chacabuco, quizá la escultura más importante de la provincia, obra que fue construida en 1968 por el escultor Héctor Román e inaugurada al año siguiente por Eduardo Frei Montalva (el otro Frei, el que parece que pensaba). La escultura, de veinte metros de altura, que rememora la batalla que en 1817 marcó el fin de la reconquista española, está construida con hormigón armado y recubierta con granito, formando una especie de “hombre- colum-

na” o falo que en lo alto sos�ene una espada de acero inoxidable, brillante arma que debería ser usada para decapitar a los corruptos que controlan las grandes empresas y el estado. El monumento, de impecable factura y gran plas�cidad, se levantó -como siempre ocurre en Chile- con algo de atraso, algo así como ciento c incuenta años, ya que el mismo O´higgins, tras la batalla ganada, pidió la construcción de este monumento “su-praindividual” a la victoria de Chacabuco.

Mis próximas visitas se enfocaron en la escultura actual, emplazada en Colina. Primero fui al Parque San Miguel, recinto inaugurado el año 2012 por Olavarría y su clero neoliberal. Me encontré allí con una escultura en dedicada a Cuasimodo del

ar�sta Cris�án Salineros. La obra, de corte más bien conceptual, representa un campo de trigo de acero y bronce en forma de cruz. Es un homenaje a la tradición campesina y a la religión, que si bien se realiza con un lenguaje y con materiales modernos, es profundamente conserva-dor, profundamente católico, profunda-mente manipulador. Permite, por ejem-plo, la interacción con el público, no solo su observación pasiva como ocurre con las patrió�cas esculturas reseñadas anterior-mente, emparentándose así con el concepto de instalación. Tal interacción, sin embargo, consiste en la posibilidad de internarse en la cruz, de estar en medio del metálico trigo, es decir, de hallarse en el mismo si�o donde Jesús fue crucificado, en ser uno mismo el crucificado, compar-

Monumento a la Victoria de Chacabuco.

La visión comunicable.

En medio de la cruz, un guardia vigila el homenaje a Cuasimodo.

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kilómetros antes de llegar al pueblo de Til Til, además de un busto bastante tradicional de Rodríguez, me encontré con una escultu-ra de Carlos Carmona. La obra, construida con negras láminas de acero y financiada por FONDART en 2007, muestra la silueta -duplicada- del guerrillero que diera nombre al Frente Patrió�co. Concebida con �ntes posmodernos, el trabajo de Carmona (de unos cinco metros de altura) dialoga con el monumento quizá más emblemá�co dedicado a Rodríguez, como es la escultura de Blanca Merino (1893-1973) instalada en el parque Bustamante de San�ago, replicando su dinámica forma. Sin ser un trabajo que deslumbre, la obra de Carmona funciona de manera eficiente reafirmando la imagen idealizada de Manuel Rodríguez que subyace en el inconsciente colec�vo nacional.

Viajé después por la carretera General San Mar�n en busca del monumento a la Victoria de Chacabuco, quizá la escultura más importante de la provincia, obra que fue construida en 1968 por el escultor Héctor Román e inaugurada al año siguiente por Eduardo Frei Montalva (el otro Frei, el que parece que pensaba). La escultura, de veinte metros de altura, que rememora la batalla que en 1817 marcó el fin de la reconquista española, está construida con hormigón armado y recubierta con granito, formando una especie de “hombre- colum-

na” o falo que en lo alto sos�ene una espada de acero inoxidable, brillante arma que debería ser usada para decapitar a los corruptos que controlan las grandes empresas y el estado. El monumento, de impecable factura y gran plas�cidad, se levantó -como siempre ocurre en Chile- con algo de atraso, algo así como ciento c incuenta años, ya que el mismo O´higgins, tras la batalla ganada, pidió la construcción de este monumento “su-praindividual” a la victoria de Chacabuco.

Mis próximas visitas se enfocaron en la escultura actual, emplazada en Colina. Primero fui al Parque San Miguel, recinto inaugurado el año 2012 por Olavarría y su clero neoliberal. Me encontré allí con una escultura en dedicada a Cuasimodo del

ar�sta Cris�án Salineros. La obra, de corte más bien conceptual, representa un campo de trigo de acero y bronce en forma de cruz. Es un homenaje a la tradición campesina y a la religión, que si bien se realiza con un lenguaje y con materiales modernos, es profundamente conserva-dor, profundamente católico, profunda-mente manipulador. Permite, por ejem-plo, la interacción con el público, no solo su observación pasiva como ocurre con las patrió�cas esculturas reseñadas anterior-mente, emparentándose así con el concepto de instalación. Tal interacción, sin embargo, consiste en la posibilidad de internarse en la cruz, de estar en medio del metálico trigo, es decir, de hallarse en el mismo si�o donde Jesús fue crucificado, en ser uno mismo el crucificado, compar-

Monumento a la Victoria de Chacabuco.

La visión comunicable.

En medio de la cruz, un guardia vigila el homenaje a Cuasimodo.

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�endo, simbólicamente, el tormento del “hijo de dios”.

Tras la visita al Parque San Miguel, me dirigí hacia el Parque del Río, área verde emplaza-da a la entrada de Colina. Fui porque me enteré que el año 2015 se instaló allí -por inicia�va del municipio- una escultura del importante ar�sta plás�co chileno Rodolfo Opazo, premio nacional de arte. La obra lleva por nombre “La visión comunicable”, y es la expresión escultórica de una idea que Opazo ha desarrollado también en la pintura. Consiste en dos figuras de piedra, dos seres humanos con cierto aire clásico, dos mu�lados que carecen cada cual de un brazo, sugiriendo la idea de la unión. La unión podría lograr la totalidad. Siendo una obra bella y sensible, surge la pregunta con respecto a su relación con el entorno. ¿Qué �ene que ver Colina con los mu�lados? ¿Se refiere a los pobres? ¿Se refiere a los encarcelados? ¿Sugiere la unión de estos grupos marginados? La verdad es que su sen�do - a menos que se trate de un gol de media cancha de Opazo- no queda claro, más aún cuando obedece a una inicia�va de la UDI, un par�do pinoche�sta que no se caracteriza por su sensibilidad y compromi-so con los condenados, un par�do más bien mu�lador que mu�lado.

Con tales dudas en la cabeza me dirigí a las inmediaciones de Chicureo Valley, donde se

encuentra una interesante propuesta de los arquitectos Claudio Magrini y Emilio Marín. Se trata de “Puente ecológico para pájaros”, obra instalada hace pocos años por inicia�va del MOP y que consiste en una serie de árboles metálicos cuyas ramas con�enen pequeñas pajareras. La idea es que sirvan de refugio para las aves que han visto interrumpida su ruta entre los valles del Maipo y del Aconcagua, dada la irrupción de múl�ples carreteras. La idea es atrac�va tanto conceptual como esté�camente, aunque uno �ende a preguntarse por qué en vez de árboles metálicos no se instalaron árboles verdaderos. ¿Será que las aves de este pirulo sector necesitan casas más sólidas que el promedio de las aves?

Desde Colina par� a la comuna de Lampa. Fui primero a Batuco, donde no encontré ninguna escultura. Creo que vi un busto, por ahí, de algún prócer, con el cráneo agujerado, pero no estoy seguro. Después me dirigí al pueblo de Lampa. Y otra vez nada, solo el busto de O´higgins que dio origen a este ar�culo. Un O´higgins con apendici�s. Mi úl�mo des�no fue Lo Pinto. Allí me encontré con una obra que no aparece en Internet. Está ubicada en la entrada de la carretera que va y viene de San�ago y conecta con Estación Colina, en una pequeña plaza, siendo la cara de entrada para quienes llegan por esta vía a

la comuna. La obra, lamentablemente, es el trabajo de un amateur, un naif, que alguna autoridad, pasada o actual, emplazó en el espacio público sin enterar-se de que la escultura es un arte. Lo que intenta el creador de la obra, cuyo nombre ignoro, pareciera, es simbolizar el origen campesino de la zona. Para ello monta, sobre un bloque de piedra, unas cuantas �ras de fierro que sos�enen un sombrero huaso de metal. El resultado es una obra sin volumen, sin armonía, sin discurso, sin propuesta esté�ca. En resumen, un bodrio que no resiste ningún análisis.

Termino mi inspección -que no pretende ser absoluta- con la sensación de que la provincia no ha valorado la importancia de la escultura como mecanismo de iden�-dad, diálogo y reflexión, así como de fortalecimiento del espacio público. La presencia escultórica es escasa y salvo en Colina, donde se aprecia una mayor proliferación de este arte, en el resto del territorio parece no pasar nada. En este sen�do, Lampa representa un caso extremo, preocupante, donde la carencia no es absoluta solo por la presencia de una obra ridícula e infan�l, una obra que debe ser re�rada de manera urgente, ser fundida ahora mismo, antes de que siga causando grave daño a las personas que pasan por el lugar, arruinando su percep-ción esté�ca.

Puente ecológico para pájaros.

Intento fallido en Lampa.

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�endo, simbólicamente, el tormento del “hijo de dios”.

Tras la visita al Parque San Miguel, me dirigí hacia el Parque del Río, área verde emplaza-da a la entrada de Colina. Fui porque me enteré que el año 2015 se instaló allí -por inicia�va del municipio- una escultura del importante ar�sta plás�co chileno Rodolfo Opazo, premio nacional de arte. La obra lleva por nombre “La visión comunicable”, y es la expresión escultórica de una idea que Opazo ha desarrollado también en la pintura. Consiste en dos figuras de piedra, dos seres humanos con cierto aire clásico, dos mu�lados que carecen cada cual de un brazo, sugiriendo la idea de la unión. La unión podría lograr la totalidad. Siendo una obra bella y sensible, surge la pregunta con respecto a su relación con el entorno. ¿Qué �ene que ver Colina con los mu�lados? ¿Se refiere a los pobres? ¿Se refiere a los encarcelados? ¿Sugiere la unión de estos grupos marginados? La verdad es que su sen�do - a menos que se trate de un gol de media cancha de Opazo- no queda claro, más aún cuando obedece a una inicia�va de la UDI, un par�do pinoche�sta que no se caracteriza por su sensibilidad y compromi-so con los condenados, un par�do más bien mu�lador que mu�lado.

Con tales dudas en la cabeza me dirigí a las inmediaciones de Chicureo Valley, donde se

encuentra una interesante propuesta de los arquitectos Claudio Magrini y Emilio Marín. Se trata de “Puente ecológico para pájaros”, obra instalada hace pocos años por inicia�va del MOP y que consiste en una serie de árboles metálicos cuyas ramas con�enen pequeñas pajareras. La idea es que sirvan de refugio para las aves que han visto interrumpida su ruta entre los valles del Maipo y del Aconcagua, dada la irrupción de múl�ples carreteras. La idea es atrac�va tanto conceptual como esté�camente, aunque uno �ende a preguntarse por qué en vez de árboles metálicos no se instalaron árboles verdaderos. ¿Será que las aves de este pirulo sector necesitan casas más sólidas que el promedio de las aves?

Desde Colina par� a la comuna de Lampa. Fui primero a Batuco, donde no encontré ninguna escultura. Creo que vi un busto, por ahí, de algún prócer, con el cráneo agujerado, pero no estoy seguro. Después me dirigí al pueblo de Lampa. Y otra vez nada, solo el busto de O´higgins que dio origen a este ar�culo. Un O´higgins con apendici�s. Mi úl�mo des�no fue Lo Pinto. Allí me encontré con una obra que no aparece en Internet. Está ubicada en la entrada de la carretera que va y viene de San�ago y conecta con Estación Colina, en una pequeña plaza, siendo la cara de entrada para quienes llegan por esta vía a

la comuna. La obra, lamentablemente, es el trabajo de un amateur, un naif, que alguna autoridad, pasada o actual, emplazó en el espacio público sin enterar-se de que la escultura es un arte. Lo que intenta el creador de la obra, cuyo nombre ignoro, pareciera, es simbolizar el origen campesino de la zona. Para ello monta, sobre un bloque de piedra, unas cuantas �ras de fierro que sos�enen un sombrero huaso de metal. El resultado es una obra sin volumen, sin armonía, sin discurso, sin propuesta esté�ca. En resumen, un bodrio que no resiste ningún análisis.

Termino mi inspección -que no pretende ser absoluta- con la sensación de que la provincia no ha valorado la importancia de la escultura como mecanismo de iden�-dad, diálogo y reflexión, así como de fortalecimiento del espacio público. La presencia escultórica es escasa y salvo en Colina, donde se aprecia una mayor proliferación de este arte, en el resto del territorio parece no pasar nada. En este sen�do, Lampa representa un caso extremo, preocupante, donde la carencia no es absoluta solo por la presencia de una obra ridícula e infan�l, una obra que debe ser re�rada de manera urgente, ser fundida ahora mismo, antes de que siga causando grave daño a las personas que pasan por el lugar, arruinando su percep-ción esté�ca.

Puente ecológico para pájaros.

Intento fallido en Lampa.

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Excavaciones cerebrales

Zona de Resistencia Zona de Resistencia

Por Aylin Jiménez

El calor líquido ha secado los jardines de tantas casas pobres, resbalando por el zinc, con tantas vidas tristes. El verano pasa como cada verano, pero luego acomoda su cuerpo de cebo infame y se es�ra, permaneciendo. E l pueblo polvoriento me mira como un lugar musgoso amarillento pálido, en donde pululan enormes deformidades apiñadas en el desarrollo emocional, cerebral y corporal de sus habitantes mudos. Hoy arrastro mis pies arrugados: la quema de cincuenta hectáreas en el cordón de Chicauma, con todas aquellas especies na�vas muertas me hace sen�r pánico de vivir, pánico de seguir bajo el sol que llena nuestros pensamientos de sensaciones suicido-homicidas, pensamientos que se ahogan de sudor y empobrecen nuestros cuerpos. Arranco del pantano color ceniciento, lleno mis ojos con el juego de los sublimes espinos batallando, alcanzo la carretera que nos une con San�ago, viajo por un mundo en ruinas, con Olmos

cercenados y enfurecidos, un cerro en serio peligro de desgarro, retroexcavado-ras y maquino-maniá�cos que las operan, pobres lombrices prisioneras de sus neces idades consumistas , pobres lombrices prisioneras del delirio progre-sista y exterminador de la existencia humana, pobres lombrices carcomidas por el sueño neoliberal del alto norte, pobres lombrices equivalentes a los gerentes de todo lo que se ha levantado en los bordes del camino: empresas moledoras de vidas, fábricas extractoras de �empo y entusiasmo humano, ciudad reforzada de cemento y fierro, pus escondido en las napas subterráneas, líquidos grasientos y drenados que expelen olores profundos y desgarrantes, fuertemente elevados con el paso de los años y los obreros, que integran a sus cuerpos el hedor, suben y bajan de los buses, apurando el paso entregan sus cuerpos al matadero, para ser procesa-dos.

Sigo en el camino, uno tras otro los carteles se aparecen avistando excavaciones profundas, perforaciones engranadas con fierro fundido, la maquinaria pesada fractura abiertamente nuestras �erras, nuestras mentes ingenuas, afila los cuchillos y cercena nuestros bolsillos, con el negocio instaurado, tejiendo excavaciones cerebra-les en nuestras conciencias.

Miro a los lados, enfermedades a colores manejan autos, enganchan cambios de dis�ntos tamaños y aceleran dejando la voz del aceite quemado, enfermedades compensadas con fármacos, terapias, corriente, psicoterapia, yoga, es�mula-ción magné�ca, terapia electroconvulsiva con y sin diagnós�co, avanzan y adelantan, con y sin especialistas, desaparecen con y sin sistema de salud, luchan por llegar al gran baile de la vida que los espera eternamente y no alcanzan, corren pegados a los excitantes fosforescentes conos, con sus autos aceitados, alertados por carteles y carteles, con sus papeles al día, conos y conos, con las cuotas pagadas, autos y autos, con las deudas alargadas, maquinas y maquinas, con sus muertos enterrados, obreros y obreros, con los nervios quebrados, camiones y camiones, con los niños en la escuela, cadáveres de perros, con el miedo integrado, bocinas y bocinas, con la rabia inyectada, desvíos y atochamientos, colapsos estancados en un �empo lento y putrefacto. Miro la na�a y la botella batallante, brotan a mi mente tantos años de espera en la carretera que hoy palpo y me pregunto si es este el momento sincero de iniciar la lucha comba�va, si es este el momento sincero. Solo el cansancio responde.

La maquinaria pesada fractura abiertamente nuestras �erras, nuestras mentes ingenuas, afila los cuchillos y cercena nuestros

bolsillos, con el negocio instaurado, tejiendo excavaciones cerebrales en nuestras conciencias.

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Excavaciones cerebrales

Zona de Resistencia Zona de Resistencia

Por Aylin Jiménez

El calor líquido ha secado los jardines de tantas casas pobres, resbalando por el zinc, con tantas vidas tristes. El verano pasa como cada verano, pero luego acomoda su cuerpo de cebo infame y se es�ra, permaneciendo. E l pueblo polvoriento me mira como un lugar musgoso amarillento pálido, en donde pululan enormes deformidades apiñadas en el desarrollo emocional, cerebral y corporal de sus habitantes mudos. Hoy arrastro mis pies arrugados: la quema de cincuenta hectáreas en el cordón de Chicauma, con todas aquellas especies na�vas muertas me hace sen�r pánico de vivir, pánico de seguir bajo el sol que llena nuestros pensamientos de sensaciones suicido-homicidas, pensamientos que se ahogan de sudor y empobrecen nuestros cuerpos. Arranco del pantano color ceniciento, lleno mis ojos con el juego de los sublimes espinos batallando, alcanzo la carretera que nos une con San�ago, viajo por un mundo en ruinas, con Olmos

cercenados y enfurecidos, un cerro en serio peligro de desgarro, retroexcavado-ras y maquino-maniá�cos que las operan, pobres lombrices prisioneras de sus neces idades consumistas , pobres lombrices prisioneras del delirio progre-sista y exterminador de la existencia humana, pobres lombrices carcomidas por el sueño neoliberal del alto norte, pobres lombrices equivalentes a los gerentes de todo lo que se ha levantado en los bordes del camino: empresas moledoras de vidas, fábricas extractoras de �empo y entusiasmo humano, ciudad reforzada de cemento y fierro, pus escondido en las napas subterráneas, líquidos grasientos y drenados que expelen olores profundos y desgarrantes, fuertemente elevados con el paso de los años y los obreros, que integran a sus cuerpos el hedor, suben y bajan de los buses, apurando el paso entregan sus cuerpos al matadero, para ser procesa-dos.

Sigo en el camino, uno tras otro los carteles se aparecen avistando excavaciones profundas, perforaciones engranadas con fierro fundido, la maquinaria pesada fractura abiertamente nuestras �erras, nuestras mentes ingenuas, afila los cuchillos y cercena nuestros bolsillos, con el negocio instaurado, tejiendo excavaciones cerebra-les en nuestras conciencias.

Miro a los lados, enfermedades a colores manejan autos, enganchan cambios de dis�ntos tamaños y aceleran dejando la voz del aceite quemado, enfermedades compensadas con fármacos, terapias, corriente, psicoterapia, yoga, es�mula-ción magné�ca, terapia electroconvulsiva con y sin diagnós�co, avanzan y adelantan, con y sin especialistas, desaparecen con y sin sistema de salud, luchan por llegar al gran baile de la vida que los espera eternamente y no alcanzan, corren pegados a los excitantes fosforescentes conos, con sus autos aceitados, alertados por carteles y carteles, con sus papeles al día, conos y conos, con las cuotas pagadas, autos y autos, con las deudas alargadas, maquinas y maquinas, con sus muertos enterrados, obreros y obreros, con los nervios quebrados, camiones y camiones, con los niños en la escuela, cadáveres de perros, con el miedo integrado, bocinas y bocinas, con la rabia inyectada, desvíos y atochamientos, colapsos estancados en un �empo lento y putrefacto. Miro la na�a y la botella batallante, brotan a mi mente tantos años de espera en la carretera que hoy palpo y me pregunto si es este el momento sincero de iniciar la lucha comba�va, si es este el momento sincero. Solo el cansancio responde.

La maquinaria pesada fractura abiertamente nuestras �erras, nuestras mentes ingenuas, afila los cuchillos y cercena nuestros

bolsillos, con el negocio instaurado, tejiendo excavaciones cerebrales en nuestras conciencias.

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Entrevista

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Entrevista

Daniel Marín, joven hiphopero de Lampa

Yo no quiero ser Alexis Sánchez

Por Jaime Núñez y Sergio Sarmiento

La realidad, en las poblaciones de Lampa es precaria. Hay basurales, venta de drogas, tomas de terrenos, trabajos precarios, soluciones habitacionales que no solucionan nada, delincuencia, alcoholismo, matonaje, educación sin alma, mucha tele, autoridades distantes y demasiado reggaeton. En este panorama hay quienes resisten, quienes se rebelan contra la realidad y usan su talento para intentar despertar la conciencia de sus vecinos. Son personajes inusuales, son peces que nadan contra la corriente. Uno de ellos es Daniel Marín, un joven hipho-pero lampino de apenas quince años que vive en una de las poblaciones más duras

de la comuna, El Pellín, lugar hacia donde nos dirigimos para entrevistarlo y conocer las razones que lo mueven a prac�car este arte que, como la manzanilla, crece en los si�os eriazos, en la berma de los caminos y en otros lugares olvidados por la sociedad.

Orígenes y educación chilena

Cuéntanos sobre tu origen. Bueno. mi nombre es Daniel Isaías Marín Cañete, tengo catorce años y como cantante de Hip Hop me llamo Broca, llegué a este lugar por mi padre, quien viajó desde el sur siendo un niño, primero llegó a Recoleta para después buscar

futuro en Batuco, donde vivimos dos años hasta que nos salió una casa en la pobla-ción El Pellín. ¿Y cómo es vivir en una las poblaciones más es�gma�zadas de Lampa?Es di�cil de describir, pero considero que vivo como en la mayoría de las poblacio-nes de clase baja, mi sensación es que me siento desplazado de todo. Como te lo digo, en realidad es ser un marginado, pero de verdad, viviéndolo día a día, en un lugar sin salida donde solo está la ley de la violencia. A todos los jóvenes de la población nos �enen olvidados, niños criándose sueltos, como salvajes en casas pequeñas sin pa�os, donde la calle es el único lugar para diver�rnos, donde las drogas están al alcance de todos, donde los niños de mi edad están absorbidos por la pasta base que los mata papel a papel, como una epidemia que se esparce en las poblaciones. ¿Existe un control de las autoridades con respecto a las drogas?Yo siento que no existe nada, de hecho los pacos nunca entran a la población, no �enen autoridad en este lugar, solo conozco los pacos reprimiendo, jamás haciendo una ac�vidad para formar comunidad, solo control desde afuera operado con toda la fuerza de la impuni-dad de la ley en un constante hos�gamien-to, reproduciendo rabia. ¿Y cómo es tu relación con los pacos?Nefasta, en mi experiencia tengo súper

malos recuerdos. Una vez, en una marcha por la gratuidad para la educación, me pillaron los pacos y me trataron muy mal, de hecho estuve preso solo por querer una mejor educación. Los pacos me agarraron y me llevaron a un calabozo donde compar� con puras personas mayores que yo, personas que tenían problemas legales súper graves, como robo con violencia, de hecho se querían robar entre ellos en la misma celda. Los pacos me violentaron �sica y psicológicamente de manera sistemá�ca, no tenían ningún criterio con que yo era un niño, me pegaron en las piernas, me esposaron violentamente, hicieron que me desnudara. Yo lloraba de rabia e impotencia, me di cuenta que no les importaba nada, solo les gustaba ejercer la violencia. ¿Por qué par�cipas en las marchas por la educación? Porque es muy relevante, ya que todo nace desde la educación. Igual yo observo que en el liceo donde estudio -que es subvencionado, es decir, que supuesta-mente es un poco mejor- no existe un verdadero interés por educarnos, es evidente que la plata recibida se fuga, se usa para realizar un negocio personal. Hoy se habla de reformas ¿Has notado un cambio educa�vo en el úl�mo �empo?El único cambio que puedo observar, para mal eso sí, es que los profesores buenos del liceo se aburren y se van, además de que los sostenedores son puros negocian-

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Entrevista

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Entrevista

Daniel Marín, joven hiphopero de Lampa

Yo no quiero ser Alexis Sánchez

Por Jaime Núñez y Sergio Sarmiento

La realidad, en las poblaciones de Lampa es precaria. Hay basurales, venta de drogas, tomas de terrenos, trabajos precarios, soluciones habitacionales que no solucionan nada, delincuencia, alcoholismo, matonaje, educación sin alma, mucha tele, autoridades distantes y demasiado reggaeton. En este panorama hay quienes resisten, quienes se rebelan contra la realidad y usan su talento para intentar despertar la conciencia de sus vecinos. Son personajes inusuales, son peces que nadan contra la corriente. Uno de ellos es Daniel Marín, un joven hipho-pero lampino de apenas quince años que vive en una de las poblaciones más duras

de la comuna, El Pellín, lugar hacia donde nos dirigimos para entrevistarlo y conocer las razones que lo mueven a prac�car este arte que, como la manzanilla, crece en los si�os eriazos, en la berma de los caminos y en otros lugares olvidados por la sociedad.

Orígenes y educación chilena

Cuéntanos sobre tu origen. Bueno. mi nombre es Daniel Isaías Marín Cañete, tengo catorce años y como cantante de Hip Hop me llamo Broca, llegué a este lugar por mi padre, quien viajó desde el sur siendo un niño, primero llegó a Recoleta para después buscar

futuro en Batuco, donde vivimos dos años hasta que nos salió una casa en la pobla-ción El Pellín. ¿Y cómo es vivir en una las poblaciones más es�gma�zadas de Lampa?Es di�cil de describir, pero considero que vivo como en la mayoría de las poblacio-nes de clase baja, mi sensación es que me siento desplazado de todo. Como te lo digo, en realidad es ser un marginado, pero de verdad, viviéndolo día a día, en un lugar sin salida donde solo está la ley de la violencia. A todos los jóvenes de la población nos �enen olvidados, niños criándose sueltos, como salvajes en casas pequeñas sin pa�os, donde la calle es el único lugar para diver�rnos, donde las drogas están al alcance de todos, donde los niños de mi edad están absorbidos por la pasta base que los mata papel a papel, como una epidemia que se esparce en las poblaciones. ¿Existe un control de las autoridades con respecto a las drogas?Yo siento que no existe nada, de hecho los pacos nunca entran a la población, no �enen autoridad en este lugar, solo conozco los pacos reprimiendo, jamás haciendo una ac�vidad para formar comunidad, solo control desde afuera operado con toda la fuerza de la impuni-dad de la ley en un constante hos�gamien-to, reproduciendo rabia. ¿Y cómo es tu relación con los pacos?Nefasta, en mi experiencia tengo súper

malos recuerdos. Una vez, en una marcha por la gratuidad para la educación, me pillaron los pacos y me trataron muy mal, de hecho estuve preso solo por querer una mejor educación. Los pacos me agarraron y me llevaron a un calabozo donde compar� con puras personas mayores que yo, personas que tenían problemas legales súper graves, como robo con violencia, de hecho se querían robar entre ellos en la misma celda. Los pacos me violentaron �sica y psicológicamente de manera sistemá�ca, no tenían ningún criterio con que yo era un niño, me pegaron en las piernas, me esposaron violentamente, hicieron que me desnudara. Yo lloraba de rabia e impotencia, me di cuenta que no les importaba nada, solo les gustaba ejercer la violencia. ¿Por qué par�cipas en las marchas por la educación? Porque es muy relevante, ya que todo nace desde la educación. Igual yo observo que en el liceo donde estudio -que es subvencionado, es decir, que supuesta-mente es un poco mejor- no existe un verdadero interés por educarnos, es evidente que la plata recibida se fuga, se usa para realizar un negocio personal. Hoy se habla de reformas ¿Has notado un cambio educa�vo en el úl�mo �empo?El único cambio que puedo observar, para mal eso sí, es que los profesores buenos del liceo se aburren y se van, además de que los sostenedores son puros negocian-

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tes que no sueltan la plata, no son capaces de inver�r en una biblioteca decente. Me molesta mucho que todo esté basado en una autoridad represiva, el director es un �po que administra su poder de manera desmedida, no se puede cues�onar o preguntar nada de nada, solo habla él y nosotros los alumnos escuchamos, lo mismo que la enseñanza que imparten algunos profesores que no �enen mo�vación, que solo enseñan del libro, uno les hace una pregunta y responden que está en el libro, las pruebas son del libro, es casi un mal chiste, pero es verdad. ¿Qué hacen tus compañeros ante este problema educacional?La verdad no les importa, la mayoría está en el establecimiento obligado o para terminar cuarto medio para trabajar en las fábricas de la Panamericana. Igual yo los en�endo un poco, es un liceo de barrio bajo, donde existe poca variedad de alumnos, donde no tenemos muchas alterna�vas para desarrollarnos, por ello la mayoría de mis compañeros siguen dos caminos igual de ilusorios; por un lado los hombres quieren ser depor�stas �po futbolistas de la tele y ganar plata. Todos quieren “hacerla”, como se dice, menos yo, yo quiero estudiar, yo no quiero ser Alexis Sánchez. Por otro lado está la tentación de la droga, que siempre anda rondado en todos los lugares. A las compañeras, por su parte, solo les interesa la tele e internet, ser populares

�po estrellas de no sé qué, todos mis compañeros están perdidos mirando otra realidad, no son capaces de ver cómo es su vida, ni donde viven, ni el trabajo de sus padres, nada. Toda mi generación está como dormida, no existe una mo�vación o un ideal de lucha, siento que la tele y su discurso adormeció todos nuestros ideales, encerrando nuestras mentes en un discurso vacío.

Hip Hop

¿Cómo llegaste al hip hop?A los diez u once años, no recuerdo bien, fui a Conchalí a vivir donde mi abuela unos meses. Justo allí estaban haciendo un taller, que lo dictaba Portavoz. Yo me me� y me dije "a mí me gusta esto". Me gustaba cómo sonaba, cómo estaba estructurado, porque además de un es�lo musical era una cultura que tenía hartas ramas, hartas formas de expresarse, de sacar la protesta. Me me� en el taller y me puse a escribir. Me dije "esto tengo que hacerlo porque la prác�ca lo es todo". Siguiendo eso me di cuenta que uno puede expresar lo que piensa con rimas.¿Te costó aprender a hacer rimas?No, si cuando iba en tercero básico ya había hecho una canción, aunque decía puras tonterías: "Juanita, en la esquina, vende cocaína". Ahora tengo un reperto-rio de vein�siete canciones. Cuando quiero hacer una canción me mentalizo.

Escribo, escribo. He escrito mucho, yo reviso abajo de mi cama y salen letras.¿Cómo musicalizas tus canciones?Con computadores y tutoriales. Además en el taller de Portavoz me enseñaron a hacer pistas, me explicaron que era un bombo, una caja, también yo desde chico tenía el ritmo del hip hop pegado en la mente. Era súper básico pero fue el primer paso. Después seguí yendo a Conchalí, pero íbamos a "fristalear", a improvisar, a veces estábamos como siete horas en eso.¿Qué piensas hacer con tus canciones?Nada, las voy a dejar ahí, que pase el �empo, porque después uno va subiendo el nivel y se da cuenta que a esas cancio-nes les falta profesionalidad. Tampoco las quiero regrabar porque yo sé que puedo hacer proyectos mejores. De hecho, tengo la intención de hacer un disco el 2017. Lo haré con Franco, un compañero de ruta. ¿De qué hablarán en ese disco?Casi todas mis canciones an�guas eran puro resen�miento social, pacos culiaos y cosas parecidas. Además estaban muy mal grabadas. Ahora quiero trabajar un es�lo propio, más personal, hablando de lo que siento y de lo que veo.¿Dejaste de odiar a los pacos?No, si los odio, pero de otra forma y puedo explicarlo mejor en las canciones, dando el dato y una rima de lo que hacen.¿De qué �ene que hablar un ar�sta?Lo que yo escribo es siempre social, porque un ar�sta que no retrata lo que ve

y la actualidad de la clase, canta solo fantasías.

Lampa y la sociedad chilena

¿Cómo ves la sociedad chilena de hoy?Influida por modas, por cultura. Los chilenos no se representan por su cultura. Yo, en cambio, amo mi cultura, amo el ser mapuche, amo la sangre, amo la raza. ¿Cómo es vivir en Lampa?Lampa está muerto, está muerto el municipio, a la cabeza hay alguien que no representa a nadie, personalmente no conozco a ningún concejal, mi barrio es tan marginal, tan pastabasero que ni siquiera ellos van a ofrecerse.¿Qué te parece la alcaldesa?La alcaldesa es una sinvergüenza, vendida, men�rosa. Mira lo del TAG, yo me acuerdo cuando se sacó fotos con los concesiona-rios y ahora sale con el No al TAG, mar-chando descaradamente. ¿Qué te parece la oficina de la cultura?Ellos me han dado hartos eventos, como la Expojoven, donde canté hace unos meses. Pero se mueven harto poco. Cuando canté en la Expojoven me dijeron: "no digai nada contra la alcaldesa, no digai nada". ¿Qué habría qué hacer para mejorar la calidad de vida en Lampa?Que se vayan todos, que se vaya la derecha, que se vaya la alcaldesa, que debe tener la media casa, lleva como diez años ahí juntando plata y todo sigue igual.

Entrevista Entrevista

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tes que no sueltan la plata, no son capaces de inver�r en una biblioteca decente. Me molesta mucho que todo esté basado en una autoridad represiva, el director es un �po que administra su poder de manera desmedida, no se puede cues�onar o preguntar nada de nada, solo habla él y nosotros los alumnos escuchamos, lo mismo que la enseñanza que imparten algunos profesores que no �enen mo�vación, que solo enseñan del libro, uno les hace una pregunta y responden que está en el libro, las pruebas son del libro, es casi un mal chiste, pero es verdad. ¿Qué hacen tus compañeros ante este problema educacional?La verdad no les importa, la mayoría está en el establecimiento obligado o para terminar cuarto medio para trabajar en las fábricas de la Panamericana. Igual yo los en�endo un poco, es un liceo de barrio bajo, donde existe poca variedad de alumnos, donde no tenemos muchas alterna�vas para desarrollarnos, por ello la mayoría de mis compañeros siguen dos caminos igual de ilusorios; por un lado los hombres quieren ser depor�stas �po futbolistas de la tele y ganar plata. Todos quieren “hacerla”, como se dice, menos yo, yo quiero estudiar, yo no quiero ser Alexis Sánchez. Por otro lado está la tentación de la droga, que siempre anda rondado en todos los lugares. A las compañeras, por su parte, solo les interesa la tele e internet, ser populares

�po estrellas de no sé qué, todos mis compañeros están perdidos mirando otra realidad, no son capaces de ver cómo es su vida, ni donde viven, ni el trabajo de sus padres, nada. Toda mi generación está como dormida, no existe una mo�vación o un ideal de lucha, siento que la tele y su discurso adormeció todos nuestros ideales, encerrando nuestras mentes en un discurso vacío.

Hip Hop

¿Cómo llegaste al hip hop?A los diez u once años, no recuerdo bien, fui a Conchalí a vivir donde mi abuela unos meses. Justo allí estaban haciendo un taller, que lo dictaba Portavoz. Yo me me� y me dije "a mí me gusta esto". Me gustaba cómo sonaba, cómo estaba estructurado, porque además de un es�lo musical era una cultura que tenía hartas ramas, hartas formas de expresarse, de sacar la protesta. Me me� en el taller y me puse a escribir. Me dije "esto tengo que hacerlo porque la prác�ca lo es todo". Siguiendo eso me di cuenta que uno puede expresar lo que piensa con rimas.¿Te costó aprender a hacer rimas?No, si cuando iba en tercero básico ya había hecho una canción, aunque decía puras tonterías: "Juanita, en la esquina, vende cocaína". Ahora tengo un reperto-rio de vein�siete canciones. Cuando quiero hacer una canción me mentalizo.

Escribo, escribo. He escrito mucho, yo reviso abajo de mi cama y salen letras.¿Cómo musicalizas tus canciones?Con computadores y tutoriales. Además en el taller de Portavoz me enseñaron a hacer pistas, me explicaron que era un bombo, una caja, también yo desde chico tenía el ritmo del hip hop pegado en la mente. Era súper básico pero fue el primer paso. Después seguí yendo a Conchalí, pero íbamos a "fristalear", a improvisar, a veces estábamos como siete horas en eso.¿Qué piensas hacer con tus canciones?Nada, las voy a dejar ahí, que pase el �empo, porque después uno va subiendo el nivel y se da cuenta que a esas cancio-nes les falta profesionalidad. Tampoco las quiero regrabar porque yo sé que puedo hacer proyectos mejores. De hecho, tengo la intención de hacer un disco el 2017. Lo haré con Franco, un compañero de ruta. ¿De qué hablarán en ese disco?Casi todas mis canciones an�guas eran puro resen�miento social, pacos culiaos y cosas parecidas. Además estaban muy mal grabadas. Ahora quiero trabajar un es�lo propio, más personal, hablando de lo que siento y de lo que veo.¿Dejaste de odiar a los pacos?No, si los odio, pero de otra forma y puedo explicarlo mejor en las canciones, dando el dato y una rima de lo que hacen.¿De qué �ene que hablar un ar�sta?Lo que yo escribo es siempre social, porque un ar�sta que no retrata lo que ve

y la actualidad de la clase, canta solo fantasías.

Lampa y la sociedad chilena

¿Cómo ves la sociedad chilena de hoy?Influida por modas, por cultura. Los chilenos no se representan por su cultura. Yo, en cambio, amo mi cultura, amo el ser mapuche, amo la sangre, amo la raza. ¿Cómo es vivir en Lampa?Lampa está muerto, está muerto el municipio, a la cabeza hay alguien que no representa a nadie, personalmente no conozco a ningún concejal, mi barrio es tan marginal, tan pastabasero que ni siquiera ellos van a ofrecerse.¿Qué te parece la alcaldesa?La alcaldesa es una sinvergüenza, vendida, men�rosa. Mira lo del TAG, yo me acuerdo cuando se sacó fotos con los concesiona-rios y ahora sale con el No al TAG, mar-chando descaradamente. ¿Qué te parece la oficina de la cultura?Ellos me han dado hartos eventos, como la Expojoven, donde canté hace unos meses. Pero se mueven harto poco. Cuando canté en la Expojoven me dijeron: "no digai nada contra la alcaldesa, no digai nada". ¿Qué habría qué hacer para mejorar la calidad de vida en Lampa?Que se vayan todos, que se vaya la derecha, que se vaya la alcaldesa, que debe tener la media casa, lleva como diez años ahí juntando plata y todo sigue igual.

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Arango y el NadaísmoPor Sergio Sarmiento

Día nublado. El sol tóxico del verano se ha ido y una brisa fresca recorre Batuco. El ambiente, además, está en calma. La ruidosa alegría de las vacaciones ha cesado. Niños, niñas y jóvenes se encuen-tran ahora en sus establecimientos educacionales, a cargo de profes, inspec-tores, direc�vos y demás �os y �as guardianes del saber oficial, de la ignorancia oficial, aprendiendo las materias que les permi�rán, en un mediano plazo, conver�rse en esclavos con �tulo, en esclavos técnicos o profesio-nales, en esclavos cien�ficos o humanis-tas. Esclavos capacitados, no como sus padres, rurales esclavos sin �tulo que a esta hora -y desde temprano- procesan algodón en el parque industrial.

Me acerco a la ventana. Antes me sirvo un vaso de mezcal. Una dosis pequeña, razonable, solo lo necesario para calentar motores. Descorro la cor�na. La luz exterior, por un momento, me ciega. Después veo una loica. Está parada sobre

un poste telefónico. Tiene el pecho rojo como el merquén. La miro hasta que ex�ende sus alas y volando se pierde bajo las nubes. Se hace invisible, se esfuma. Su libertad es total, me digo. Y siento un montón de envidia. Después, pensando en la situación de mis vecinos, me relajo. Soy un esclavo, igual que todos, es verdad, pero trabajo por horas, de preferencia pocas horas, no a �empo completo. Eso me permite pensar y escribir. También observar loicas –un martes cualquiera- con un vaso de mezcal en la mano. He cambiado plata por �empo. Y si efec�va-mente el �empo, como dicen los gringos, es oro, he cambiado plata por oro.

Me sirvo otro vaso de mezcal. Un vaso pequeño, igual que el anterior, con el fin de mantener encendidos los motores. Después voy a mi biblioteca. Quiero leer, pero no sé qué leer. Miro los lomos de los libros ofreciéndose como rameras en un barrio rojo. Recorro �tulos hasta que me encuentro con un libro acerca de Gonzalo

Arango. Un libro que años atrás leí y cuya existencia había olvidado. Lo abro en una página cualquiera. Y me encuentro con los siguientes versos del poeta colombiano que, a fines de los años cincuenta, fundase el nadaísmo: "Éramos reyes y nos volvie-ron esclavos / Éramos hijos del sol y nos consolaron con medallas de lata / Éramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras / Éramos felices y nos civiliza-ron". Tomo el libro y lo examino con detención. Fue editado en Bogotá, el año 1989, por Procultura. Su �tulo es "Gonzalo Arango" y su autor es otro escritor nadaís-ta, Eduardo Escobar. Su índice revela secciones que hablan del movimiento nadaista y de la vida y obra de Arango. También una breve antología de sus poemas y otros escritos, así como una cronología de los principales hechos que marcaron la existencia de este poeta, narrador y dramaturgo nacido en An�oquía (1939) y cuya obra ha sido, como la de muchos otros autores la�noamerica-nos, poco difundida en nuestro país.

Salgo al pa�o. El cielo está completamente blanco. Acompañado ahora de la botella de mezcal –el vaso es pequeño y además poco seguro- me dirijo hacia la línea férrea que se encuentra junto al humedal de Batuco. He decidido leer, más bien releer, allí el libro acerca de Gonzalo Arango, haciéndole honor al compatriota de García Márquez, quien gustaba leer a Platón

cerca de un río de su pueblo, uniendo agua y literatura. El camino, lamentablemente, es complicado. La proliferación de loteos y condominios hace que cada vez cueste más llegar de un punto a otro. Cercos y panderetas aparecen a cada rato. A veces creo estar en medio de cientos de campos de concentración, cientos de Auschwitzs en miniatura donde se mar�riza y elimina a las especies na�vas, que son quemadas en hogueras o arrasadas con retroexcava-doras, reemplazándolas por largas extensiones de pasto arribista.

Llego a la línea férrea. Miro si viene el tren. Y como no viene, al menos no escucho su pitazo, me siento sobre los durmientes. Y bebo un trago de mezcal. El gusano, encerrado en la botella, me mira con sus muertos ojitos negros. Después, leo. Leo sin�éndome casi libre. Más libre al menos que el gusano. Las primeras páginas hablan del nadaísmo. Movimiento que surgió en 1958, en Medellín, con el

En una Colombia controlada polí�camente por la oligarquía, donde la literatura y el arte -en general- aún no incorporaban las ideas de la

vanguardia, el nadaísmo viene a actualizar y refrescar las letras locales. Pero no solo las letras, sino también la cultura del país

cafetero, que se hallaba impregnado de apolillado conservadurismo. Gonzalo Arango

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Arango y el NadaísmoPor Sergio Sarmiento

Día nublado. El sol tóxico del verano se ha ido y una brisa fresca recorre Batuco. El ambiente, además, está en calma. La ruidosa alegría de las vacaciones ha cesado. Niños, niñas y jóvenes se encuen-tran ahora en sus establecimientos educacionales, a cargo de profes, inspec-tores, direc�vos y demás �os y �as guardianes del saber oficial, de la ignorancia oficial, aprendiendo las materias que les permi�rán, en un mediano plazo, conver�rse en esclavos con �tulo, en esclavos técnicos o profesio-nales, en esclavos cien�ficos o humanis-tas. Esclavos capacitados, no como sus padres, rurales esclavos sin �tulo que a esta hora -y desde temprano- procesan algodón en el parque industrial.

Me acerco a la ventana. Antes me sirvo un vaso de mezcal. Una dosis pequeña, razonable, solo lo necesario para calentar motores. Descorro la cor�na. La luz exterior, por un momento, me ciega. Después veo una loica. Está parada sobre

un poste telefónico. Tiene el pecho rojo como el merquén. La miro hasta que ex�ende sus alas y volando se pierde bajo las nubes. Se hace invisible, se esfuma. Su libertad es total, me digo. Y siento un montón de envidia. Después, pensando en la situación de mis vecinos, me relajo. Soy un esclavo, igual que todos, es verdad, pero trabajo por horas, de preferencia pocas horas, no a �empo completo. Eso me permite pensar y escribir. También observar loicas –un martes cualquiera- con un vaso de mezcal en la mano. He cambiado plata por �empo. Y si efec�va-mente el �empo, como dicen los gringos, es oro, he cambiado plata por oro.

Me sirvo otro vaso de mezcal. Un vaso pequeño, igual que el anterior, con el fin de mantener encendidos los motores. Después voy a mi biblioteca. Quiero leer, pero no sé qué leer. Miro los lomos de los libros ofreciéndose como rameras en un barrio rojo. Recorro �tulos hasta que me encuentro con un libro acerca de Gonzalo

Arango. Un libro que años atrás leí y cuya existencia había olvidado. Lo abro en una página cualquiera. Y me encuentro con los siguientes versos del poeta colombiano que, a fines de los años cincuenta, fundase el nadaísmo: "Éramos reyes y nos volvie-ron esclavos / Éramos hijos del sol y nos consolaron con medallas de lata / Éramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras / Éramos felices y nos civiliza-ron". Tomo el libro y lo examino con detención. Fue editado en Bogotá, el año 1989, por Procultura. Su �tulo es "Gonzalo Arango" y su autor es otro escritor nadaís-ta, Eduardo Escobar. Su índice revela secciones que hablan del movimiento nadaista y de la vida y obra de Arango. También una breve antología de sus poemas y otros escritos, así como una cronología de los principales hechos que marcaron la existencia de este poeta, narrador y dramaturgo nacido en An�oquía (1939) y cuya obra ha sido, como la de muchos otros autores la�noamerica-nos, poco difundida en nuestro país.

Salgo al pa�o. El cielo está completamente blanco. Acompañado ahora de la botella de mezcal –el vaso es pequeño y además poco seguro- me dirijo hacia la línea férrea que se encuentra junto al humedal de Batuco. He decidido leer, más bien releer, allí el libro acerca de Gonzalo Arango, haciéndole honor al compatriota de García Márquez, quien gustaba leer a Platón

cerca de un río de su pueblo, uniendo agua y literatura. El camino, lamentablemente, es complicado. La proliferación de loteos y condominios hace que cada vez cueste más llegar de un punto a otro. Cercos y panderetas aparecen a cada rato. A veces creo estar en medio de cientos de campos de concentración, cientos de Auschwitzs en miniatura donde se mar�riza y elimina a las especies na�vas, que son quemadas en hogueras o arrasadas con retroexcava-doras, reemplazándolas por largas extensiones de pasto arribista.

Llego a la línea férrea. Miro si viene el tren. Y como no viene, al menos no escucho su pitazo, me siento sobre los durmientes. Y bebo un trago de mezcal. El gusano, encerrado en la botella, me mira con sus muertos ojitos negros. Después, leo. Leo sin�éndome casi libre. Más libre al menos que el gusano. Las primeras páginas hablan del nadaísmo. Movimiento que surgió en 1958, en Medellín, con el

En una Colombia controlada polí�camente por la oligarquía, donde la literatura y el arte -en general- aún no incorporaban las ideas de la

vanguardia, el nadaísmo viene a actualizar y refrescar las letras locales. Pero no solo las letras, sino también la cultura del país

cafetero, que se hallaba impregnado de apolillado conservadurismo. Gonzalo Arango

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lanzamiento del manifiesto nadaísta por parte de Gonzalo Arango, un �po de origen rural formado, como todos por ese �empo, en un ambiente donde predomi-naban las ideas tradicionalistas y el catolicismo. En una Colombia controlada polí�camente por la oligarquía, donde la literatura y el arte -en general- aún no incorporaban las ideas de la vanguardia, el nadaísmo viene a actualizar y refrescar las letras locales. Pero no solo las letras, sino también la cultura del país cafetero, que se hallaba impregnado de apolillado conser-vadurismo. En ese sen�do, el nadaísmo no determina como su campo de acción solo la literatura o la esté�ca, sino también lo espiritual, lo polí�co y lo social. Sus integrantes detestaban el orden instaura-do, orden que, según Escobar, "apestaba a cucarachas sudadas, a regimiento, a sotanas sacrílegas, a maquinaciones polí�cas, a literatura rosa". Por tal mo�vo aspiran a realizar una revolución �po surrealista, es decir, no solo una revolución literaria, sino una revolución total de la vida y del espíritu. "Mi literatura está ahora al servicio de estas convicciones que, a pesar de su aparente idealismo, son ante todo profunda libertad, libertad comprome�da con un presente", señala Arango, citado por el autor del texto.

Fernando González, poeta mayor, pero cercano al movimiento, refiriéndose a la juventud de la época escribe: "Nacen para

estudiar, estudian para conseguir trabajo, trabajan para casarse, se casan para tener hijos y �enen hijos para morirse. Están muertos desde el principio". Tal es el clima de rebeldía en que se desarrolla el nadaís-mo. Una rebeldía contra un sistema que ayer (y hoy, aunque con métodos diferen-tes) intenta apoderarse de la vida de la gente, transformándola en fuerza de trabajo, en músculo apretado sin cerebro ni alma. En ese contexto es esclarecedor señalar que Arango renunció a sus estu-dios universitarios de derecho, donde cursaba el tercer año, porque "lo querían graduar de imbécil".

El movimiento se extendió por todo el país. Las conferencias mediante las cuales se daba a conocer, generalmente en universidades, fueron perseguidas por la policía de la época, configurándose un mundo anormal, donde la poesía era considerada subversiva. Y no solo por los representantes del orden instaurado, sino también por las fuerzas progresistas de la época, que los calificaban como un riesgo para la población. De todas formas, Arango logró difundir su literatura forman-do seguidores y grupos literarios afines en diversas ciudades, adquiriendo populari-dad a nivel nacional y desempeñándose como periodista en diarios locales. Su fama llegó a tal punto que hasta un conocido grupo "a go go" de la época hizo un disco nadaísta, incluyendo una canción

escrita por Arango. La fama, en todo caso, no fue gra�s, pues Arango estuvo varias veces preso, dado que fue considerado un peligro público.

Un sol �mido asoma. El día se vuelve �bio, abrasador. He leído ya las páginas apasio-nadas, cariñosas, medianamente irónicas, que Escobar escribiera recordando a Arango, quien falleció el año 1976 en un accidente automovilís�co, poco después de renegar de las ideas del movimiento que él mismo formase y volverse un mís�co religioso. Pero esa es otra historia. Por ahora leo los poemas de Arango. Y me encuentro con una poesía transparente y rebelde, conectada con el surrealismo, el dadaísmo y la poesía beat, así como con la causa la�noamericana. Hay frescura -casi naif- en las palabras del poeta que defien-de constantemente su libertad y una suerte de indiferencia ante su ignorancia meta�sica: "Iba los domingos a los cementerios / y cuando no tenía nada que hacer / que era siempre / iba en los días de semana / allí aprendí y olvidé muchas cosas: / que vivir no es importante / y que estar muerto tampoco".

Escucho la sirena del tren. Me levanto. Estoy mareado. El mezcal ha hecho efecto y me cuesta salir de la vía. Me paro sobre el ripio que rodea la línea. Veloz, estruendo-sa, monumental, la máquina de hierro pasa ante mis ojos, haciendo temblar la

�erra. Después, dejando atrás rieles y durmientes, regreso a casa. Yendo por entre los cercos, me pregunto, como Arango, "¿por qué hay cosas y no más bien nada?", pregunta que dio origen al nadaísmo. Sin respuesta, al igual que el escritor colombiano, con�núo andando, me muevo atravesando un montón de Auschwitzs cubiertos de chépica alemana hasta llegar al poblado donde vivo. Un pueblo fantasma cuyos habitantes aún se encuentran encerrados en los campos de algodón y en las aulas enrejadas. Todos cantando los himnos oficiales, todos alabando el emprendimiento y la indus-tria, la tecnología, el amor a la patria y otras sandeces. Miro la botella de mezcal. Está casi vacía. Al fondo, el gusano me sigue mirando con sus ojos muertos. Tal vez quiera ser un cadáver libre, no un cadáver embotellado por la industria licorera. Arrojo, entonces, lo que queda del cuate alcohol sobre la orilla del camino. El gusano cae sobre el pasto seco. El gusano es un cadáver libre. Sigo caminan-do. Pienso entonces que hace falta, en Chile, un movimiento que libere a los embotellados por el poder, un golpe al es�lo nadaísta que sacuda este país controlado por la versión moderna de la oligarquía -el duopolio- siguiendo la voz de �pos como Arango, quien alguna vez escribió que “no es el combate el que hace de nosotros ar�stas, sino el arte lo que nos obliga ser comba�entes”.

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lanzamiento del manifiesto nadaísta por parte de Gonzalo Arango, un �po de origen rural formado, como todos por ese �empo, en un ambiente donde predomi-naban las ideas tradicionalistas y el catolicismo. En una Colombia controlada polí�camente por la oligarquía, donde la literatura y el arte -en general- aún no incorporaban las ideas de la vanguardia, el nadaísmo viene a actualizar y refrescar las letras locales. Pero no solo las letras, sino también la cultura del país cafetero, que se hallaba impregnado de apolillado conser-vadurismo. En ese sen�do, el nadaísmo no determina como su campo de acción solo la literatura o la esté�ca, sino también lo espiritual, lo polí�co y lo social. Sus integrantes detestaban el orden instaura-do, orden que, según Escobar, "apestaba a cucarachas sudadas, a regimiento, a sotanas sacrílegas, a maquinaciones polí�cas, a literatura rosa". Por tal mo�vo aspiran a realizar una revolución �po surrealista, es decir, no solo una revolución literaria, sino una revolución total de la vida y del espíritu. "Mi literatura está ahora al servicio de estas convicciones que, a pesar de su aparente idealismo, son ante todo profunda libertad, libertad comprome�da con un presente", señala Arango, citado por el autor del texto.

Fernando González, poeta mayor, pero cercano al movimiento, refiriéndose a la juventud de la época escribe: "Nacen para

estudiar, estudian para conseguir trabajo, trabajan para casarse, se casan para tener hijos y �enen hijos para morirse. Están muertos desde el principio". Tal es el clima de rebeldía en que se desarrolla el nadaís-mo. Una rebeldía contra un sistema que ayer (y hoy, aunque con métodos diferen-tes) intenta apoderarse de la vida de la gente, transformándola en fuerza de trabajo, en músculo apretado sin cerebro ni alma. En ese contexto es esclarecedor señalar que Arango renunció a sus estu-dios universitarios de derecho, donde cursaba el tercer año, porque "lo querían graduar de imbécil".

El movimiento se extendió por todo el país. Las conferencias mediante las cuales se daba a conocer, generalmente en universidades, fueron perseguidas por la policía de la época, configurándose un mundo anormal, donde la poesía era considerada subversiva. Y no solo por los representantes del orden instaurado, sino también por las fuerzas progresistas de la época, que los calificaban como un riesgo para la población. De todas formas, Arango logró difundir su literatura forman-do seguidores y grupos literarios afines en diversas ciudades, adquiriendo populari-dad a nivel nacional y desempeñándose como periodista en diarios locales. Su fama llegó a tal punto que hasta un conocido grupo "a go go" de la época hizo un disco nadaísta, incluyendo una canción

escrita por Arango. La fama, en todo caso, no fue gra�s, pues Arango estuvo varias veces preso, dado que fue considerado un peligro público.

Un sol �mido asoma. El día se vuelve �bio, abrasador. He leído ya las páginas apasio-nadas, cariñosas, medianamente irónicas, que Escobar escribiera recordando a Arango, quien falleció el año 1976 en un accidente automovilís�co, poco después de renegar de las ideas del movimiento que él mismo formase y volverse un mís�co religioso. Pero esa es otra historia. Por ahora leo los poemas de Arango. Y me encuentro con una poesía transparente y rebelde, conectada con el surrealismo, el dadaísmo y la poesía beat, así como con la causa la�noamericana. Hay frescura -casi naif- en las palabras del poeta que defien-de constantemente su libertad y una suerte de indiferencia ante su ignorancia meta�sica: "Iba los domingos a los cementerios / y cuando no tenía nada que hacer / que era siempre / iba en los días de semana / allí aprendí y olvidé muchas cosas: / que vivir no es importante / y que estar muerto tampoco".

Escucho la sirena del tren. Me levanto. Estoy mareado. El mezcal ha hecho efecto y me cuesta salir de la vía. Me paro sobre el ripio que rodea la línea. Veloz, estruendo-sa, monumental, la máquina de hierro pasa ante mis ojos, haciendo temblar la

�erra. Después, dejando atrás rieles y durmientes, regreso a casa. Yendo por entre los cercos, me pregunto, como Arango, "¿por qué hay cosas y no más bien nada?", pregunta que dio origen al nadaísmo. Sin respuesta, al igual que el escritor colombiano, con�núo andando, me muevo atravesando un montón de Auschwitzs cubiertos de chépica alemana hasta llegar al poblado donde vivo. Un pueblo fantasma cuyos habitantes aún se encuentran encerrados en los campos de algodón y en las aulas enrejadas. Todos cantando los himnos oficiales, todos alabando el emprendimiento y la indus-tria, la tecnología, el amor a la patria y otras sandeces. Miro la botella de mezcal. Está casi vacía. Al fondo, el gusano me sigue mirando con sus ojos muertos. Tal vez quiera ser un cadáver libre, no un cadáver embotellado por la industria licorera. Arrojo, entonces, lo que queda del cuate alcohol sobre la orilla del camino. El gusano cae sobre el pasto seco. El gusano es un cadáver libre. Sigo caminan-do. Pienso entonces que hace falta, en Chile, un movimiento que libere a los embotellados por el poder, un golpe al es�lo nadaísta que sacuda este país controlado por la versión moderna de la oligarquía -el duopolio- siguiendo la voz de �pos como Arango, quien alguna vez escribió que “no es el combate el que hace de nosotros ar�stas, sino el arte lo que nos obliga ser comba�entes”.

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Los NadaístasPor Gonzalo Arango

Los nadaístas invadieron la ciudad como una peste:de los bares saxofónicos al silencio de los librosde los estadios olímpicos a los profilác�cosde las soledades al ruido dorado de las muchedumbres de sur a norteal encenderse de rosa el díahasta el advenimiento de los neonesy más tarde la consumación de los carbones nocturnos hasta la bilis del alba.Va solo hacia ninguna parteporque no hay si�o para él en el mundo no está triste por eso le gusta vivir porque es tonto estar muerto o no haber nacido.

Es un nadaísta porque no puede ser otra cosaestá marcado por el dolor de esta pregunta que sale de su boca como un vómito �bio de color malva y emocionante pureza: “¿Por qué hay cosas y no más bien Nada?”Este signo de interrogación lo dis�nguede otras verdades y de otros seres.El es él como una ola es una olalleva encima su color que lo define revolucionariocomo es propia la liquidez del agua del hombre ser mortal del viento ser errante del gusano arrastrarse a su agujerode la noche ser oscura como un pensamiento sin porvenir

Ha teñido su camisa de revoluciónen los resplandores de los incendiosen el asesinato de la bellezaen el suicidio eléctrico del pensamientoen las violaciones de las vírgeneso simplemente en el barrio pobre de los �ntoreros.Lleva su camisa roja como un honorcomo un cielo lleva su estrellacomo un semáforo produce su luz intermitente de catástrofecomo una envoltura de “pall-mall”perfumando su pecho de adolescente.El Nadaísta es joven y resplandece de soledad es un eclipse bajo los neones pálidos y los alambres del telégrafo es, en el estruendo de la ciudad y entre sus rascacielos, el asombro de una flor teñida de púrpura en los desechos de la locura.

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Los NadaístasPor Gonzalo Arango

Los nadaístas invadieron la ciudad como una peste:de los bares saxofónicos al silencio de los librosde los estadios olímpicos a los profilác�cosde las soledades al ruido dorado de las muchedumbres de sur a norteal encenderse de rosa el díahasta el advenimiento de los neonesy más tarde la consumación de los carbones nocturnos hasta la bilis del alba.Va solo hacia ninguna parteporque no hay si�o para él en el mundo no está triste por eso le gusta vivir porque es tonto estar muerto o no haber nacido.

Es un nadaísta porque no puede ser otra cosaestá marcado por el dolor de esta pregunta que sale de su boca como un vómito �bio de color malva y emocionante pureza: “¿Por qué hay cosas y no más bien Nada?”Este signo de interrogación lo dis�nguede otras verdades y de otros seres.El es él como una ola es una olalleva encima su color que lo define revolucionariocomo es propia la liquidez del agua del hombre ser mortal del viento ser errante del gusano arrastrarse a su agujerode la noche ser oscura como un pensamiento sin porvenir

Ha teñido su camisa de revoluciónen los resplandores de los incendiosen el asesinato de la bellezaen el suicidio eléctrico del pensamientoen las violaciones de las vírgeneso simplemente en el barrio pobre de los �ntoreros.Lleva su camisa roja como un honorcomo un cielo lleva su estrellacomo un semáforo produce su luz intermitente de catástrofecomo una envoltura de “pall-mall”perfumando su pecho de adolescente.El Nadaísta es joven y resplandece de soledad es un eclipse bajo los neones pálidos y los alambres del telégrafo es, en el estruendo de la ciudad y entre sus rascacielos, el asombro de una flor teñida de púrpura en los desechos de la locura.

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A propósito de un texto de Servando Rocha

Experiencia CaníbalPor Barón Cósimo

Marzo 16

El escenario en que me encuentro es una habitación casi vacía, no existe nada, solo un gran y desocupado espacio. Estoy evidentemente agotado de estar en la misma posición durante horas, me duele la vista, la lectura me hace sen�r el cerebro pesado, casi a punto de estallar. La puerta está cerrada por dentro con una cerradura metálica que �ene una llave inserta, de la cual cuelga un llavero plás�co carcomido por la mugre, la llave está dispuesta, preparada para abrirse en cualquier momento. No sé bien qué hora es, pero la iluminación del lugar es de una ampolleta que irradia una luz �bia, amarillenta, que en su incandescente irradiación deja ver agónicos parpadeos. Una ampolleta colgada como un cuerpo luminoso en el centro de la habitación, rodeada de pequeños e insignificantes mosquitos nocturnos, que encandilados por su ar�ficio chocan con su propia

ilusión. El aire, además, está viciado, como queriendo escapar por algún lugar, pero todo está cerrado, protegido.

Marzo 17

La misma escena reiterada. Mi brazo se ex�ende casi por inercia, tantea la superficie, coge un libro de tantos, como un ins�nto aprendido. Lo acerco casi hasta la cara, lo hojeo con cuidado, lo acaricio y paso mis manos lentamente por la portada, pienso ahora eres mío. Lo dejo a un lado, reviso las anotaciones en papeles sueltos, sacadas de una resma de hojas filosas, borrones y más borrones, en una letra incomprensible. Junto a mi tengo tres laminas impresas con imágenes, que miro con obsesión, las acaricio con cariño, observo cada detalle, me interesan los pequeños detalles, me siento absorbido ante imágenes hipnó�cas. Retomo el libro nuevamente, me tomo la cabeza al no encontrar una salida. Pero de

Tiene el peligro de los labios rojos y los polvorinesmira los obje�vos con ojos tristes de aniversario es el terror de los retóricos y los fabricantes de morales sensi�vo como un gonococo esquizofrénicointeligente como un tratado de magia negraruidoso como una carambola a las dos de la mañanaamo�nado como un olor de alcantarillo frívolo como un cumpleañoses un monje sibarita que camina sin temblor a su condenación eterna sobre zapatos de gamuza.Sufre el vér�go de los sacudimientos electrónicos del jazz y las velocidades a contra-relojcorazón de rayo de vol�o que estalla en el parabrisas de un Volkswagen deseando la mujer de tu prójimo.

Se aburre mortalmente pero existe.No se suicida porque ama furiosamente fornicarjugar billar-pool en las noches inagotablesbrindar ron en honor a su existenciaes�rarse en los prados bajo las lunas metálicas no pensar no cansarse no morirse de felicidad ni de aburrimiento.Es espléndido como una estrella muerta que gira con radar en los vagos cielos vacíos. No es nada pero es un nadaísta ¡Y está salvado!

Tomado de: Gonzalo Arango - Eduardo Escobar - Procultura - Bogotá, Colombia - 1989

El libro me recuerda a otros textos canallas como “La historia de la infamia”, “La sinagoga de los iconoclastas”, incluso “La literatura nazi en América”, pero con un toque mayor de subversión, algo que me inquieta, que me revienta el cerebro, una cierta construcción de una maquinaria significante del crimen y

por supuesto algo aterrador, algo inquietantemente real.

Diario de la Furia

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A propósito de un texto de Servando Rocha

Experiencia CaníbalPor Barón Cósimo

Marzo 16

El escenario en que me encuentro es una habitación casi vacía, no existe nada, solo un gran y desocupado espacio. Estoy evidentemente agotado de estar en la misma posición durante horas, me duele la vista, la lectura me hace sen�r el cerebro pesado, casi a punto de estallar. La puerta está cerrada por dentro con una cerradura metálica que �ene una llave inserta, de la cual cuelga un llavero plás�co carcomido por la mugre, la llave está dispuesta, preparada para abrirse en cualquier momento. No sé bien qué hora es, pero la iluminación del lugar es de una ampolleta que irradia una luz �bia, amarillenta, que en su incandescente irradiación deja ver agónicos parpadeos. Una ampolleta colgada como un cuerpo luminoso en el centro de la habitación, rodeada de pequeños e insignificantes mosquitos nocturnos, que encandilados por su ar�ficio chocan con su propia

ilusión. El aire, además, está viciado, como queriendo escapar por algún lugar, pero todo está cerrado, protegido.

Marzo 17

La misma escena reiterada. Mi brazo se ex�ende casi por inercia, tantea la superficie, coge un libro de tantos, como un ins�nto aprendido. Lo acerco casi hasta la cara, lo hojeo con cuidado, lo acaricio y paso mis manos lentamente por la portada, pienso ahora eres mío. Lo dejo a un lado, reviso las anotaciones en papeles sueltos, sacadas de una resma de hojas filosas, borrones y más borrones, en una letra incomprensible. Junto a mi tengo tres laminas impresas con imágenes, que miro con obsesión, las acaricio con cariño, observo cada detalle, me interesan los pequeños detalles, me siento absorbido ante imágenes hipnó�cas. Retomo el libro nuevamente, me tomo la cabeza al no encontrar una salida. Pero de

Tiene el peligro de los labios rojos y los polvorinesmira los obje�vos con ojos tristes de aniversario es el terror de los retóricos y los fabricantes de morales sensi�vo como un gonococo esquizofrénicointeligente como un tratado de magia negraruidoso como una carambola a las dos de la mañanaamo�nado como un olor de alcantarillo frívolo como un cumpleañoses un monje sibarita que camina sin temblor a su condenación eterna sobre zapatos de gamuza.Sufre el vér�go de los sacudimientos electrónicos del jazz y las velocidades a contra-relojcorazón de rayo de vol�o que estalla en el parabrisas de un Volkswagen deseando la mujer de tu prójimo.

Se aburre mortalmente pero existe.No se suicida porque ama furiosamente fornicarjugar billar-pool en las noches inagotablesbrindar ron en honor a su existenciaes�rarse en los prados bajo las lunas metálicas no pensar no cansarse no morirse de felicidad ni de aburrimiento.Es espléndido como una estrella muerta que gira con radar en los vagos cielos vacíos. No es nada pero es un nadaísta ¡Y está salvado!

Tomado de: Gonzalo Arango - Eduardo Escobar - Procultura - Bogotá, Colombia - 1989

El libro me recuerda a otros textos canallas como “La historia de la infamia”, “La sinagoga de los iconoclastas”, incluso “La literatura nazi en América”, pero con un toque mayor de subversión, algo que me inquieta, que me revienta el cerebro, una cierta construcción de una maquinaria significante del crimen y

por supuesto algo aterrador, algo inquietantemente real.

Diario de la Furia

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algún modo con�núo, aunque esté cansado y has�ado, disfruto del silencio de releer el libro a casi dos cen�metros de mis ojos. El texto que examino con obsesión se llama “La Facción Caníbal, Historia del Vandalismo Ilustrado”, una obra extraña en cierta manera, llena de fotogra�as perturbadoras, que parece más un prontuario criminal que un libro. En su portada aparece la foto de una mujer con labios rojos, fuertes, atrayentes, casi lascivos. Su rostro �ene una mirada violenta, desafiante, l lena de odio retorcido. Luego sabré que la foto corres-ponde a Myra Hindley, quien entre los años 1963 y 1965 en Inglaterra, junto a su pareja, establecieron prac�cas radicales de sado-masoquismo, además del secuestro, asesinato y tortura de niños, vinculándose incluso con hechos de canibalismo. La miro: sus ojos son ardien-tes, esconden un ansia por la destrucción que me fascina.

Marzo 19

Retomo mi lectura. El autor del libro es Servando Rocha, su tesis principal es plantear una historia del vandalismo, el crimen y todo acto subversivo -donde incluye el terrorismo- como un acto esté�co. Su metodología es encontrar pasajes secretos, viajar por alcantarillas de una historia retorcida, como un artefacto literario vivo, donde no existe una secuen-

cialidad histórica, sino una forma enreda-da, la cual salta de un tema a otro buscan-do las minúsculas conexiones de una realidad silenciada, mirando el pasado desde pequeños lugares que nos llevan hacia la formación de un nuevo pasado, un pasado violento y desencarnado por donde desfilan poetas de vanguardia, punkies, polí�cos, criminales, asesinos, músicos, terroristas, todos con una profunda belleza demoniaca.

Tejiendo una historia canalla, escrito en forma de ensayo, mezclando la historia, la literatura, la cultura pop y la música, el libro genera un diálogo perturbador entre el pasado y el presente. La mayor habilidad del autor está precisamente en la configu-ración de diversos escenarios, tanto de temas como de épocas, sostenidos solo por el delgado hilo de la subversión, unidos en una cronología caó�ca. Su teoría central busca una esté�ca del crimen, una poé�ca del asesinato, una belleza monstruosa, una lírica vandálica, una vanguardia terrorista. Es por esto que el libro me recuerda a otros textos canallas como “La historia de la infamia”, “La sinagoga de los iconoclastas”, incluso “La literatura nazi en América”, pero con un toque mayor de subversión, algo que me inquieta, que me revienta el cerebro, una cierta construcción de una maquinaria significante del crimen y por supuesto algo aterrador, algo preocupantemente real.

Marzo 20

El libro comienza con dos historias pertur-badoras, dos eslabones olvidados de una historia criminal. En los inicios de la época moderna, específicamente años antes de la Revolución Francesa, en Londres se emprende una gran revuelta (Gordon Riots). La ciudad arde de manera sublime. Entre la mul�tud que grita de rabia, bajo antorchas que iluminan los callejones en una fría noche, está el joven poeta William Blake, quien se sumará a un grupo de agitadores radicales: “se destruyeron más de un centenar de viviendas pertenecien-

tes a la aristocracia y la Iglesia, además de media docena de prisiones, que ardieron por completo siendo sus presos liberados”. El poeta siente gran placer ante este acto criminal, y pareciera que la destrucción y la inminente reducción de todo el pueblo a cenizas se presenta ante él como una revelación. Se arrodillará y pedirá la llegada del ángel vengador. En sus versos nos dirá: “Camino por todas las calles con fuero / junto al lugar donde fluyen los privilegios de Támesis / y observo en todas caras que veo / signos de debilidad, signos de congoja / En cada lamento de cada hombre / en el grito de miedo de cada niño / en cada voz, en cada pregón / escucho los grilletes forjados por el pensamiento / Cómo en el lamento del deshollinador / desmaya cada Iglesia oscurecida / y el suspiro del soldado desdichado / corre como sangre cayendo de los muros del Palacio ”.

Marzo 21

El libro, aparte de los textos, con�ene imágenes caníbales. Miro, ahora, fijamen-te la lámina n°1, en ella el fondo es oscuro; en el centro y casi cubriendo toda la impresión, una figura desproporcionada, gigante, de un dios anterior a todo, está desnuda, su cuerpo es fuerte, sus ojos desorbitados de rabia miran hacia abajo, entre sus colosales manos comprime un cuerpo que está desmembrado por la

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algún modo con�núo, aunque esté cansado y has�ado, disfruto del silencio de releer el libro a casi dos cen�metros de mis ojos. El texto que examino con obsesión se llama “La Facción Caníbal, Historia del Vandalismo Ilustrado”, una obra extraña en cierta manera, llena de fotogra�as perturbadoras, que parece más un prontuario criminal que un libro. En su portada aparece la foto de una mujer con labios rojos, fuertes, atrayentes, casi lascivos. Su rostro �ene una mirada violenta, desafiante, l lena de odio retorcido. Luego sabré que la foto corres-ponde a Myra Hindley, quien entre los años 1963 y 1965 en Inglaterra, junto a su pareja, establecieron prac�cas radicales de sado-masoquismo, además del secuestro, asesinato y tortura de niños, vinculándose incluso con hechos de canibalismo. La miro: sus ojos son ardien-tes, esconden un ansia por la destrucción que me fascina.

Marzo 19

Retomo mi lectura. El autor del libro es Servando Rocha, su tesis principal es plantear una historia del vandalismo, el crimen y todo acto subversivo -donde incluye el terrorismo- como un acto esté�co. Su metodología es encontrar pasajes secretos, viajar por alcantarillas de una historia retorcida, como un artefacto literario vivo, donde no existe una secuen-

cialidad histórica, sino una forma enreda-da, la cual salta de un tema a otro buscan-do las minúsculas conexiones de una realidad silenciada, mirando el pasado desde pequeños lugares que nos llevan hacia la formación de un nuevo pasado, un pasado violento y desencarnado por donde desfilan poetas de vanguardia, punkies, polí�cos, criminales, asesinos, músicos, terroristas, todos con una profunda belleza demoniaca.

Tejiendo una historia canalla, escrito en forma de ensayo, mezclando la historia, la literatura, la cultura pop y la música, el libro genera un diálogo perturbador entre el pasado y el presente. La mayor habilidad del autor está precisamente en la configu-ración de diversos escenarios, tanto de temas como de épocas, sostenidos solo por el delgado hilo de la subversión, unidos en una cronología caó�ca. Su teoría central busca una esté�ca del crimen, una poé�ca del asesinato, una belleza monstruosa, una lírica vandálica, una vanguardia terrorista. Es por esto que el libro me recuerda a otros textos canallas como “La historia de la infamia”, “La sinagoga de los iconoclastas”, incluso “La literatura nazi en América”, pero con un toque mayor de subversión, algo que me inquieta, que me revienta el cerebro, una cierta construcción de una maquinaria significante del crimen y por supuesto algo aterrador, algo preocupantemente real.

Marzo 20

El libro comienza con dos historias pertur-badoras, dos eslabones olvidados de una historia criminal. En los inicios de la época moderna, específicamente años antes de la Revolución Francesa, en Londres se emprende una gran revuelta (Gordon Riots). La ciudad arde de manera sublime. Entre la mul�tud que grita de rabia, bajo antorchas que iluminan los callejones en una fría noche, está el joven poeta William Blake, quien se sumará a un grupo de agitadores radicales: “se destruyeron más de un centenar de viviendas pertenecien-

tes a la aristocracia y la Iglesia, además de media docena de prisiones, que ardieron por completo siendo sus presos liberados”. El poeta siente gran placer ante este acto criminal, y pareciera que la destrucción y la inminente reducción de todo el pueblo a cenizas se presenta ante él como una revelación. Se arrodillará y pedirá la llegada del ángel vengador. En sus versos nos dirá: “Camino por todas las calles con fuero / junto al lugar donde fluyen los privilegios de Támesis / y observo en todas caras que veo / signos de debilidad, signos de congoja / En cada lamento de cada hombre / en el grito de miedo de cada niño / en cada voz, en cada pregón / escucho los grilletes forjados por el pensamiento / Cómo en el lamento del deshollinador / desmaya cada Iglesia oscurecida / y el suspiro del soldado desdichado / corre como sangre cayendo de los muros del Palacio ”.

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El libro, aparte de los textos, con�ene imágenes caníbales. Miro, ahora, fijamen-te la lámina n°1, en ella el fondo es oscuro; en el centro y casi cubriendo toda la impresión, una figura desproporcionada, gigante, de un dios anterior a todo, está desnuda, su cuerpo es fuerte, sus ojos desorbitados de rabia miran hacia abajo, entre sus colosales manos comprime un cuerpo que está desmembrado por la

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furia, su boca es enorme y la abre con desesperación, entre su dientes engulle a quien fuere su hijo, mas�cando hasta triturarlo. Por otro lado la víc�ma, des�nada a saciar el hambre infinita, es de frágil anatomía; su cuerpo cuelga suspen-dido como una marioneta, le faltan sus dos brazos y también la cabeza. Su sangre, roja e intensa, lentamente comienza a recorrer su mu�lado cuerpo.

Marzo 23

Nueve años más tarde del incidente donde par�cipara William Blake, en otro asalto a una prisión, esta vez en la Francia de la Época del Terror (1793 – 1794), antesala de la época Moderna, una mul�tud de personas arrojadas por la indignación toman Paris, junto al “incorrup�ble” Robespierre, el cual maquillado de un blanco sepulcral, será acusado incluso de devorar a sus víc�mas. Junto a él nace el “arcángel del terror”, Saint-Just, revolucio-nario radical y par�cipe de los ajus�cia-mientos públicos, cuyo rostro pálido se hallaba teñido de un extraño aire aristó-crata. Ambos caminan por las calles arrastrando la muerte en sus pasos, el operador de miles de ejecuciones, sublimando placer al determinar la muerte, ante la guillo�na se arrodilla como rezando a un dios en el que no cree, extasiado ante el espectáculo de la muerte. Las cabezas clavadas en grandes

lanzas recorren la ciudad junto a un grupo de personas deseosas de muerte, desatan-do su profundo odio, oscureciendo el despertar de un nuevo orden -la democra-cia- que deja atrás las cadenas. La nueva sociedad moderna nace del terror, del acto de devorar al enemigo, del saqueo, de la destrucción, de la hermosa subversión.

Marzo 24

Con mi mano temblorosa sujeto la lámina n°2, me la acerco a los ojos para verla en detalle. Su impresión es de mala calidad. En la hoja existe un dibujo grabado, formado por oscuras líneas, que llenan toda la página. En primer plano veo una persona recostada; con sus brazos cubre su cabeza dormida como intentado protegerla de los sueños de la sinrazón, inerte, en una posición confusa, su cuerpo está en calma. Sobre su cabeza una serie de seres oscuros perturban la impasibili-dad, búhos deformados asedian la calma, en el extremo inferior del grabado dice "Capricho n° 48".

Marzo 26.

Observo la lámina n°3, en ella aparece la escultura en piedra de un ángel, a la cual le falta su cabeza y sus brazos, miembros mu�lados por el �empo, sus alas están extendidas sobre un cuerpo femenino, la figura camina contra, al parecer, un fuerte

viento marino que comienza su degrada-ción. Sus ropajes se entretejen sobre sus pies, intenta avanzar pero sus alas impiden el avance, sin�endo la intensa sensación del viento que parece real, los pliegues y arrugas parecieran ser dinámicos. En una piedra inmortal, se capta la fugacidad de un instante, la sensación del infinito.

Marzo 28

“La Facción Caníbal” teje un delicado y subversivo hilo narra�vo acerca del vandalismo engendrado desde los inicios de la época moderna hasta los atentados terroristas en EEUU, todo con un sen�do común: el intento de perturbar al especta-dor. Si “la vida imita al arte” no es raro que grupos de vanguardia se propongan la alteración total de la destrucción de una sociedad psicó�ca como la actual. Grupos alterados por un dominación desmedida reaccionan de manera esté�ca ante el poder: punk, poetas y delincuentes son mostrados en el escrito como agitadores radicales, con una hermosura que roza la destrucción, todo el libro está plagado de referencias del arte como espectáculo del mal. Deja la lectura y pienso en el entrama-do literario que con�ene el texto, una suerte de laberinto con espejos de fantasía que distorsiona todo el pasado, reflexiono que cada buen libro �ene algo de subversivo, algo que le impide ser leído, resis�do al sistema de masas, proponien-

do su propio orden, retorciendo su lugar de significación para alterar todo.

Marzo 29

Acabo de terminar “La Facción Caníbal” y como casi siempre que se acaba de leer un libro de manera frené�ca, se siente un vacío, un sensación de inexistencia, como si el libro succionaría toda nuestra expe-riencia y se nutriese de nuestra vida, una especie de súcubo que se alimenta de nuestras fantasías. Desolado me arrastro hacia una silla y prendo el televisor para escuchar el ruido, deben ser las doce de la noche, en la tele las no�cias muestran algunas manifestaciones en las poblacio-nes: tomas, neumá�cos encendidos con rabia, miro fijamente la imagen, el conductor de las no�cias sale en un recuadro en la parte inferior de la pantalla, unas letras negras, bajo un fondo rojo dicen “Terror en San�ago”. En la imagen en vivo, la luminosidad de los neumá�cos encendidos genera un clima �bio en una fría noche, las llamas de las barricadas arden solo para mostrar siluetas violentas, jóvenes que callan sus gritos con pañuelos, jóvenes que como jugando a ser otros, corren, destruyen, en una coreogra�a exacta e infinita, alejándose del lente acusador. Asediados por el control, en la inmunidad del anonimato, sueñan vivir su propio momento de canibalismo, devo-rando una sociedad que no les pertenece.

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furia, su boca es enorme y la abre con desesperación, entre su dientes engulle a quien fuere su hijo, mas�cando hasta triturarlo. Por otro lado la víc�ma, des�nada a saciar el hambre infinita, es de frágil anatomía; su cuerpo cuelga suspen-dido como una marioneta, le faltan sus dos brazos y también la cabeza. Su sangre, roja e intensa, lentamente comienza a recorrer su mu�lado cuerpo.

Marzo 23

Nueve años más tarde del incidente donde par�cipara William Blake, en otro asalto a una prisión, esta vez en la Francia de la Época del Terror (1793 – 1794), antesala de la época Moderna, una mul�tud de personas arrojadas por la indignación toman Paris, junto al “incorrup�ble” Robespierre, el cual maquillado de un blanco sepulcral, será acusado incluso de devorar a sus víc�mas. Junto a él nace el “arcángel del terror”, Saint-Just, revolucio-nario radical y par�cipe de los ajus�cia-mientos públicos, cuyo rostro pálido se hallaba teñido de un extraño aire aristó-crata. Ambos caminan por las calles arrastrando la muerte en sus pasos, el operador de miles de ejecuciones, sublimando placer al determinar la muerte, ante la guillo�na se arrodilla como rezando a un dios en el que no cree, extasiado ante el espectáculo de la muerte. Las cabezas clavadas en grandes

lanzas recorren la ciudad junto a un grupo de personas deseosas de muerte, desatan-do su profundo odio, oscureciendo el despertar de un nuevo orden -la democra-cia- que deja atrás las cadenas. La nueva sociedad moderna nace del terror, del acto de devorar al enemigo, del saqueo, de la destrucción, de la hermosa subversión.

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Con mi mano temblorosa sujeto la lámina n°2, me la acerco a los ojos para verla en detalle. Su impresión es de mala calidad. En la hoja existe un dibujo grabado, formado por oscuras líneas, que llenan toda la página. En primer plano veo una persona recostada; con sus brazos cubre su cabeza dormida como intentado protegerla de los sueños de la sinrazón, inerte, en una posición confusa, su cuerpo está en calma. Sobre su cabeza una serie de seres oscuros perturban la impasibili-dad, búhos deformados asedian la calma, en el extremo inferior del grabado dice "Capricho n° 48".

Marzo 26.

Observo la lámina n°3, en ella aparece la escultura en piedra de un ángel, a la cual le falta su cabeza y sus brazos, miembros mu�lados por el �empo, sus alas están extendidas sobre un cuerpo femenino, la figura camina contra, al parecer, un fuerte

viento marino que comienza su degrada-ción. Sus ropajes se entretejen sobre sus pies, intenta avanzar pero sus alas impiden el avance, sin�endo la intensa sensación del viento que parece real, los pliegues y arrugas parecieran ser dinámicos. En una piedra inmortal, se capta la fugacidad de un instante, la sensación del infinito.

Marzo 28

“La Facción Caníbal” teje un delicado y subversivo hilo narra�vo acerca del vandalismo engendrado desde los inicios de la época moderna hasta los atentados terroristas en EEUU, todo con un sen�do común: el intento de perturbar al especta-dor. Si “la vida imita al arte” no es raro que grupos de vanguardia se propongan la alteración total de la destrucción de una sociedad psicó�ca como la actual. Grupos alterados por un dominación desmedida reaccionan de manera esté�ca ante el poder: punk, poetas y delincuentes son mostrados en el escrito como agitadores radicales, con una hermosura que roza la destrucción, todo el libro está plagado de referencias del arte como espectáculo del mal. Deja la lectura y pienso en el entrama-do literario que con�ene el texto, una suerte de laberinto con espejos de fantasía que distorsiona todo el pasado, reflexiono que cada buen libro �ene algo de subversivo, algo que le impide ser leído, resis�do al sistema de masas, proponien-

do su propio orden, retorciendo su lugar de significación para alterar todo.

Marzo 29

Acabo de terminar “La Facción Caníbal” y como casi siempre que se acaba de leer un libro de manera frené�ca, se siente un vacío, un sensación de inexistencia, como si el libro succionaría toda nuestra expe-riencia y se nutriese de nuestra vida, una especie de súcubo que se alimenta de nuestras fantasías. Desolado me arrastro hacia una silla y prendo el televisor para escuchar el ruido, deben ser las doce de la noche, en la tele las no�cias muestran algunas manifestaciones en las poblacio-nes: tomas, neumá�cos encendidos con rabia, miro fijamente la imagen, el conductor de las no�cias sale en un recuadro en la parte inferior de la pantalla, unas letras negras, bajo un fondo rojo dicen “Terror en San�ago”. En la imagen en vivo, la luminosidad de los neumá�cos encendidos genera un clima �bio en una fría noche, las llamas de las barricadas arden solo para mostrar siluetas violentas, jóvenes que callan sus gritos con pañuelos, jóvenes que como jugando a ser otros, corren, destruyen, en una coreogra�a exacta e infinita, alejándose del lente acusador. Asediados por el control, en la inmunidad del anonimato, sueñan vivir su propio momento de canibalismo, devo-rando una sociedad que no les pertenece.

Diario de la Furia Diario de la Furia

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Retratos

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Niña caminante(De los bolsillos se te va la vida)

Por Melody Valenzuela

27

Le brota a rayas la saliva por los labios resecos anaranja-dos, camina con los pies enlozados chocando uno a uno sobre las piedras, gritando sola palabras de otro origen, lenguas extrañas, habladas hace miles de años en tribus nauseabundas. Con un brazo caído muerto rígido y el otro firme en su redondo vientre, dando pequeños saltos a cada paso, con movimientos exagerados, avanza con los cabellos despeinados, con la �erra suelta levantada y la ropa desaliñada, con la mirada inquieta distraída abandonada. Esperando vulnerable alguna amiga que no existe y no exis�rá, alguien que la escuche, que no vista de blanco y huela a anestesia, alguien que en�enda lo que necesita hablar, que no sea aquel abuelo, casi extraño, que vive junto a ella y que turbado duerme apegado a su cuerpo, repi�endo siempre un vacío e infame sí, que no sea siquiera toda esa gente pueblerina que la mira casi apenada, casi asustada, desviando sus propias obsesiones, desolando sus energías y cargando con el peso de las ojeras, de la neurosis y la paranoia.

Mis ojos me han mostrado algunas veces, niña, esas mismas miradas confusas vergonzosas, me he sen�do igual caminando incomprendida, con mi mirada miserable abandonada y el cuerpo enfermo tan enfer-mo y mucho más, las palabras extrañas, la saliva a gotas y la pena a rastras, enferma de la mente avergonzada sucia y sola, me he sen�do como no se debe sen�r.

Hoy te veo verde soñadora, entre tus manos una cuchara que proyecta un hilo de sol te envuelve los dientes y el pelo, manteniéndote en diluvio contraria-da. Es de la mente gritaban unos niños; es de-mente y los miré fundida en lágrimas, carente fraccionada, con una cierta locura temporal extraña decepcionante y con ganas de tomarte de una mano y viajar soñando, volviéndonos un par de pros�tutas santas, volar por el pantano cazando esqueletos fúnebres, quise tanto sen�r la �bieza de tus venas en mis palmas, más no pude tocar tu mano vegetal y me senté a rayar líneas y dibujos con mi cara borrosa, a describir como se te va la vida por los bolsillos con tu enfermedad extraña, en este pueblo hundido, lleno de gente compungida que teje ropas a la muerte y entona las expresiones más desoladas, donde todos habitan ventoleras y plagas de flores maduras que brotan en el inconsciente, pueblo trastocado delirante convulsivo, no como tú, mi niña, caminante florida iluminada.

Retratos

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Niña caminante(De los bolsillos se te va la vida)

Por Melody Valenzuela

27

Le brota a rayas la saliva por los labios resecos anaranja-dos, camina con los pies enlozados chocando uno a uno sobre las piedras, gritando sola palabras de otro origen, lenguas extrañas, habladas hace miles de años en tribus nauseabundas. Con un brazo caído muerto rígido y el otro firme en su redondo vientre, dando pequeños saltos a cada paso, con movimientos exagerados, avanza con los cabellos despeinados, con la �erra suelta levantada y la ropa desaliñada, con la mirada inquieta distraída abandonada. Esperando vulnerable alguna amiga que no existe y no exis�rá, alguien que la escuche, que no vista de blanco y huela a anestesia, alguien que en�enda lo que necesita hablar, que no sea aquel abuelo, casi extraño, que vive junto a ella y que turbado duerme apegado a su cuerpo, repi�endo siempre un vacío e infame sí, que no sea siquiera toda esa gente pueblerina que la mira casi apenada, casi asustada, desviando sus propias obsesiones, desolando sus energías y cargando con el peso de las ojeras, de la neurosis y la paranoia.

Mis ojos me han mostrado algunas veces, niña, esas mismas miradas confusas vergonzosas, me he sen�do igual caminando incomprendida, con mi mirada miserable abandonada y el cuerpo enfermo tan enfer-mo y mucho más, las palabras extrañas, la saliva a gotas y la pena a rastras, enferma de la mente avergonzada sucia y sola, me he sen�do como no se debe sen�r.

Hoy te veo verde soñadora, entre tus manos una cuchara que proyecta un hilo de sol te envuelve los dientes y el pelo, manteniéndote en diluvio contraria-da. Es de la mente gritaban unos niños; es de-mente y los miré fundida en lágrimas, carente fraccionada, con una cierta locura temporal extraña decepcionante y con ganas de tomarte de una mano y viajar soñando, volviéndonos un par de pros�tutas santas, volar por el pantano cazando esqueletos fúnebres, quise tanto sen�r la �bieza de tus venas en mis palmas, más no pude tocar tu mano vegetal y me senté a rayar líneas y dibujos con mi cara borrosa, a describir como se te va la vida por los bolsillos con tu enfermedad extraña, en este pueblo hundido, lleno de gente compungida que teje ropas a la muerte y entona las expresiones más desoladas, donde todos habitan ventoleras y plagas de flores maduras que brotan en el inconsciente, pueblo trastocado delirante convulsivo, no como tú, mi niña, caminante florida iluminada.

Retratos

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NarrativaNarrativa

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Ha llegado el �empo de desaparecer, piensa. Enseguida trata de transformar esa idea, que le parece fome, en un acto concreto, real o literario. Y como no se le ocurre nada, la inspiración ha huido, se queda pegado mirando la muralla de su pieza, que está llena de zancudos muertos. Hace unos días una plaga de zancudos asoló el sector rural donde vive, y se vio obligado a aplastar los insectos con un periódico. El asunto fue tan grave que, en un descuido, pasó a llevar una reproduc-ción de Carlos Arteaga, el talentoso pintor Arteaga, héroe nacional promovido por La Tercera y La Segunda, dejando la pared vacía. Le gustaba esa pintura. Era una especie de Guernica aplicada a la realidad chilena. A la marginalidad. A la copia. Ahora no le gusta. Ahora anda de mal humor. Y no �ene ganas de reinstalarla. De volver a colgarla del clavito de dos pulga-das donde se hallaba suspendida. Se dio cuenta que la escritura no le funciona. Tal tragedia ocurre cada vez que piensa seriamente en la nula respuesta que su obra ha recibido. En tales ocasiones siente

que debe hacerse polvo, morir. Claro, porque la literatura, su amada, no lo pesca. Seguro que anda con otro, con un hijo de puta que la lleva del brazo, que baila con ella, que la besa y se la monta. Hecho cierto: no ha ocurrido nada con su narra�-va. Nadie lo pesca y piensa en el suicidio. Quiere desaparecer. Anhela desaparecer. No ha pensado -quizá mañana o pasado lo haga- que no puede desaparecer porque para desaparecer hay, primero, que aparecer. Hay que encenderse, flamear, hay que despedir algún brillo.

Está mirando los zancudos muertos. Ve manchas de sangre. Ve patas. Ve alas. Ve cabezas retorcidas. Tras unos quince minutos de fija observación, de abandono o concentración máxima, quién sabe, autómata se dirige al cuarto de las herra-mientas y toma un serrucho y un mar�llo y unas puntas y unos listones delgados -restos de algún trabajo domés�co- y los lleva al pa�o. Sobre una viejo mesón de madera se pone trabajar. La idea de desaparecer, por el momento, ha desapa-

recido. Es un ente. Existe porque no piensa, pero existe. Y mientras la radio de algún vecino expide una vieja canción de Buddy Richard, toma medidas, aserrucha, clava, deteniéndose de vez en cuando a fumar un cigarrillo. A las cinco de la tarde su hijo llega del liceo. Es un moreno de pelo corto, nariz ancha, ojos negros y labios delgados como juncos. Se parece mucho a su padre. Es el igualito a, dicen los chistes vulgares de los parientes, quienes agregan que, con tal evidencia, nunca podrá alegar que su mujer lo engañó, que le me�ó un gol, como se dice.

Están frente al mesón. Hablan, ges�culan, miran el cielo. Después se concentran en el trabajo del padre, quien explica -con mucha seriedad- la tarea emprendida. Al rato el adolescente se aleja. La casa lo traga, lo muerde, lo digiere. Es momento de seguir trabajan-do. Buddy Richard deja de sonar. Ahora suena Juan Bau, otra reliquia roman�cona, en este caso un español que canta una canción dedicada a una tal Natacha. Pasa un avión. Pasa un anciano en triciclo recolectando fierros y latas en desuso. Lo ve pasar. Lo sigue con la mirada pensando que, si tuviese �empo, podría regalarle algunos objetos obsoletos. La vieja salamandra, por ejemplo, que se oxidó y ya no sirve para nada. Algún día, promete, lo hará. Lo hará -se autocorrige al instante- si sigue vivo, si no opta, ahora mismo, o mañana, o pasado mañana, por desaparecer, por volverse un pedazo de nube fugi�va. Vuelve al trabajo. Empuñando el mar�llo da unos cuantos golpes y al rato la obra está lista. El resultado de su esfuerzo es un marco vacío, pieza que lleva a su cuarto e instala sobre la muralla, dejando una zona tupida con sangre y restos de zancudos en el centro. Cabezas, alas, patas, vísceras.

Se aleja y mira la obra desde lejos. La aprecia. Hace un gesto de aceptación. Llama, enseguida a su hijo, quien, al ver la creación paterna, mueve la cabeza hacia los lados, al �empo que una mueca burlesca aparece en sus labios juncos. Le da lata tener un papá que se las dé de genio incomprendido. A veces piensa que el hombre debería irse de casa. No sabe cómo su mamá lo acepta. Su mamá

Zancudos muertosPor Enrique Atenas

Baja la cabeza. La deja caer como quien fue guillo�nado. Y se queda así un rato. Después, alzando la testa más de lo necesario, sigue ordenando las

herramientas y los materiales. Desde lejos parece un robot melancólico, un juguete mecánico construido para sufrir.

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NarrativaNarrativa

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Ha llegado el �empo de desaparecer, piensa. Enseguida trata de transformar esa idea, que le parece fome, en un acto concreto, real o literario. Y como no se le ocurre nada, la inspiración ha huido, se queda pegado mirando la muralla de su pieza, que está llena de zancudos muertos. Hace unos días una plaga de zancudos asoló el sector rural donde vive, y se vio obligado a aplastar los insectos con un periódico. El asunto fue tan grave que, en un descuido, pasó a llevar una reproduc-ción de Carlos Arteaga, el talentoso pintor Arteaga, héroe nacional promovido por La Tercera y La Segunda, dejando la pared vacía. Le gustaba esa pintura. Era una especie de Guernica aplicada a la realidad chilena. A la marginalidad. A la copia. Ahora no le gusta. Ahora anda de mal humor. Y no �ene ganas de reinstalarla. De volver a colgarla del clavito de dos pulga-das donde se hallaba suspendida. Se dio cuenta que la escritura no le funciona. Tal tragedia ocurre cada vez que piensa seriamente en la nula respuesta que su obra ha recibido. En tales ocasiones siente

que debe hacerse polvo, morir. Claro, porque la literatura, su amada, no lo pesca. Seguro que anda con otro, con un hijo de puta que la lleva del brazo, que baila con ella, que la besa y se la monta. Hecho cierto: no ha ocurrido nada con su narra�-va. Nadie lo pesca y piensa en el suicidio. Quiere desaparecer. Anhela desaparecer. No ha pensado -quizá mañana o pasado lo haga- que no puede desaparecer porque para desaparecer hay, primero, que aparecer. Hay que encenderse, flamear, hay que despedir algún brillo.

Está mirando los zancudos muertos. Ve manchas de sangre. Ve patas. Ve alas. Ve cabezas retorcidas. Tras unos quince minutos de fija observación, de abandono o concentración máxima, quién sabe, autómata se dirige al cuarto de las herra-mientas y toma un serrucho y un mar�llo y unas puntas y unos listones delgados -restos de algún trabajo domés�co- y los lleva al pa�o. Sobre una viejo mesón de madera se pone trabajar. La idea de desaparecer, por el momento, ha desapa-

recido. Es un ente. Existe porque no piensa, pero existe. Y mientras la radio de algún vecino expide una vieja canción de Buddy Richard, toma medidas, aserrucha, clava, deteniéndose de vez en cuando a fumar un cigarrillo. A las cinco de la tarde su hijo llega del liceo. Es un moreno de pelo corto, nariz ancha, ojos negros y labios delgados como juncos. Se parece mucho a su padre. Es el igualito a, dicen los chistes vulgares de los parientes, quienes agregan que, con tal evidencia, nunca podrá alegar que su mujer lo engañó, que le me�ó un gol, como se dice.

Están frente al mesón. Hablan, ges�culan, miran el cielo. Después se concentran en el trabajo del padre, quien explica -con mucha seriedad- la tarea emprendida. Al rato el adolescente se aleja. La casa lo traga, lo muerde, lo digiere. Es momento de seguir trabajan-do. Buddy Richard deja de sonar. Ahora suena Juan Bau, otra reliquia roman�cona, en este caso un español que canta una canción dedicada a una tal Natacha. Pasa un avión. Pasa un anciano en triciclo recolectando fierros y latas en desuso. Lo ve pasar. Lo sigue con la mirada pensando que, si tuviese �empo, podría regalarle algunos objetos obsoletos. La vieja salamandra, por ejemplo, que se oxidó y ya no sirve para nada. Algún día, promete, lo hará. Lo hará -se autocorrige al instante- si sigue vivo, si no opta, ahora mismo, o mañana, o pasado mañana, por desaparecer, por volverse un pedazo de nube fugi�va. Vuelve al trabajo. Empuñando el mar�llo da unos cuantos golpes y al rato la obra está lista. El resultado de su esfuerzo es un marco vacío, pieza que lleva a su cuarto e instala sobre la muralla, dejando una zona tupida con sangre y restos de zancudos en el centro. Cabezas, alas, patas, vísceras.

Se aleja y mira la obra desde lejos. La aprecia. Hace un gesto de aceptación. Llama, enseguida a su hijo, quien, al ver la creación paterna, mueve la cabeza hacia los lados, al �empo que una mueca burlesca aparece en sus labios juncos. Le da lata tener un papá que se las dé de genio incomprendido. A veces piensa que el hombre debería irse de casa. No sabe cómo su mamá lo acepta. Su mamá

Zancudos muertosPor Enrique Atenas

Baja la cabeza. La deja caer como quien fue guillo�nado. Y se queda así un rato. Después, alzando la testa más de lo necesario, sigue ordenando las

herramientas y los materiales. Desde lejos parece un robot melancólico, un juguete mecánico construido para sufrir.

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Narrativa

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Narrativa

que está en la oficina de don Alamiro Méndez, corredor de propiedades de la zona, sacándose la cresta desde las nueve de la mañana. ¿No sería mejor traer un paño húmedo y limpiar el muro? ¿No sería mejor buscar un empleo y abandonar la obsesión de ser un ar�sta? ¿No sería mejor que fuese como todos los padres del barrio, que se levantan temprano, toman el bus y cuidan sus empleos? La palabra finiquito aparece, en ese momento, en sus pensamientos. Desde niño que la escucha. Su padre vive en las notarías, cobrando finiquitos, dado que dura poco en los empleos, es rebelde, es poco estructura-do, carece de disciplina.

Su hijo ha regresado a su cuarto, donde chatea con una rubia danesa que estudia español. Él, entretanto, retorna a la idea de desaparecer. La leve distracción ofrecida por su nueva obra de arte, que inscribe en el ítem "instalaciones", considerándola ampliamente superior a la pintura de Arteaga -más original, al menos- se ha ido. Sabe que no solo es un gran escritor. Sabe, además, que es un gran ar�sta. Sabe que podría hacer instalaciones poé�cas (como la que acaba de hacer) superiores a las que el viejo Nicanor ofrecía años atrás. Todo eso, sin embargo, no es suficiente. Su literatura no atrae a la gente. No es que exista, en Chile, una mul�tud de lectores, pero hay lectores. El problema es que están engañados. Se informan a través de

los medios de prensa. La prensa chilena que es una ramera más sucia que el mismo papa, que Angela Merkel, que Obama, que Pu�n. Recuerda entonces, enrabiado, una novela de Álvaro Bisama, un supuesto escritor chileno, en realidad un idiota presuntuoso, arrítmico y facilón, se dice, complaciéndose en ese decir, que leyó �empo atrás. Se trataba de un bodrio periodís�co disfrazado de novela, con comentarios de contratapa como de novela, con reseña en los diarios como de novela, que trataba el tema de las aparicio-nes de la virgen de Villa Alemana en �empos de la dictadura. No entendía cómo escritos de ese �po -simplones, sin profundidad- podían ser considerados literatura. O arte. Y venderse. Y salir con la literatura. Y besarla. Y montarla. Eso lo enerva. Eso lo hace apretar los puños.

Vuelve al pa�o. Y mientras ordena las herramientas y los restos de madera que usó en la instalación, piensa que debe autoeliminarse. No hay que dilatar más las cosas. Es lo único que le queda. Ha llegado a un callejón sin salida: no �ene energías para emplearse en un trabajo de mierda, ahora todos los trabajos son de mierda, mierda funcional, opera�va, sin crea�vi-dad, además mal pagados, más para quien no sacó un �tulito técnico o universitario, y por otra parte su gran apuesta, su literatu-ra nacida de la autoeducación, de la persistencia, de la pasión, se man�ene en

el anonimato. Ha publicado cuatro novelas en quince años. Todas auto editadas. Y solo el silencio le habla. Recuerda, fugazmente, a Luis Cornejo, un escritor alejado de los círculos oficiales, un escritor de la calle como Luis Rivano o Armando Méndez Carrasco, vendien-do sus libros en una mesita -�po pupitre escolar- en las afueras de la catedral de San�ago. Lo ve como una salida. Y se esperanza. Cinco minutos. Enseguida se desilusiona. Se dice que él no sería capaz de tal hazaña. Él no �ene espíritu de comerciante. Después reniega en contra de la universidades, que no inves�gan, que solo se dedican a promover a sus ex alumnos, favoreciendo eso que -leyó por ahí- se llama "capitalismo académico". El problema de fondo es la plata. Las universidades necesitan plata. Él mismo necesita plata. Con plata podría seguir escribiendo, le daría lo mismo, a fin de cuentas, que nadie lo leyera. Tendría, por úl�mo, una relación platónica con la literatura. Una relación amorosa sin sexo, sin montadas.

Baja la cabeza. La deja caer como quien fue guillo�nado. Y se queda así un rato. Después, alzando la testa más de lo necesario, sigue ordenando las herramientas y los materiales. Desde lejos parece un robot melancólico, un juguete mecánico construido para sufrir. En eso está cuando recuerda un cuento de Borges, ficción que como un relámpago malévolo ilumina sus oscuras reflexiones. La narración, llamada "La Intrusa", cuenta la historia de los hermanos Nilsen, dos toscos campesinos decimonónicos que habían compar�do una dura vida y se amaban como hermanos, aunque sin decirlo, pues decirlo sería de maricas. El caso es que ambos se enamoraron de la misma mujer. Y ese amor comenzó a dividirlos. La mujer era la discordia. Para solucionar el problema -resumiendo un cuento que ya es corto- finalmente asesinaron a la mujer, Juliana se llamaba, y la enterraron en unos pajonales. De esa forma quitaron de en medio lo que los separaba, el obstáculo entre ellos y su amor verdadero. Toma el mar�llo y hace como que golpea una cabeza. Se le ha ocurrido una idea brillante: �ene que hacer lo mismo que hicieron los hermanos Nilsen, es decir, seguir una línea recta, ir directo a lo que busca, eliminando todo obstáculo que aparezca entre él y su

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Narrativa

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Narrativa

que está en la oficina de don Alamiro Méndez, corredor de propiedades de la zona, sacándose la cresta desde las nueve de la mañana. ¿No sería mejor traer un paño húmedo y limpiar el muro? ¿No sería mejor buscar un empleo y abandonar la obsesión de ser un ar�sta? ¿No sería mejor que fuese como todos los padres del barrio, que se levantan temprano, toman el bus y cuidan sus empleos? La palabra finiquito aparece, en ese momento, en sus pensamientos. Desde niño que la escucha. Su padre vive en las notarías, cobrando finiquitos, dado que dura poco en los empleos, es rebelde, es poco estructura-do, carece de disciplina.

Su hijo ha regresado a su cuarto, donde chatea con una rubia danesa que estudia español. Él, entretanto, retorna a la idea de desaparecer. La leve distracción ofrecida por su nueva obra de arte, que inscribe en el ítem "instalaciones", considerándola ampliamente superior a la pintura de Arteaga -más original, al menos- se ha ido. Sabe que no solo es un gran escritor. Sabe, además, que es un gran ar�sta. Sabe que podría hacer instalaciones poé�cas (como la que acaba de hacer) superiores a las que el viejo Nicanor ofrecía años atrás. Todo eso, sin embargo, no es suficiente. Su literatura no atrae a la gente. No es que exista, en Chile, una mul�tud de lectores, pero hay lectores. El problema es que están engañados. Se informan a través de

los medios de prensa. La prensa chilena que es una ramera más sucia que el mismo papa, que Angela Merkel, que Obama, que Pu�n. Recuerda entonces, enrabiado, una novela de Álvaro Bisama, un supuesto escritor chileno, en realidad un idiota presuntuoso, arrítmico y facilón, se dice, complaciéndose en ese decir, que leyó �empo atrás. Se trataba de un bodrio periodís�co disfrazado de novela, con comentarios de contratapa como de novela, con reseña en los diarios como de novela, que trataba el tema de las aparicio-nes de la virgen de Villa Alemana en �empos de la dictadura. No entendía cómo escritos de ese �po -simplones, sin profundidad- podían ser considerados literatura. O arte. Y venderse. Y salir con la literatura. Y besarla. Y montarla. Eso lo enerva. Eso lo hace apretar los puños.

Vuelve al pa�o. Y mientras ordena las herramientas y los restos de madera que usó en la instalación, piensa que debe autoeliminarse. No hay que dilatar más las cosas. Es lo único que le queda. Ha llegado a un callejón sin salida: no �ene energías para emplearse en un trabajo de mierda, ahora todos los trabajos son de mierda, mierda funcional, opera�va, sin crea�vi-dad, además mal pagados, más para quien no sacó un �tulito técnico o universitario, y por otra parte su gran apuesta, su literatu-ra nacida de la autoeducación, de la persistencia, de la pasión, se man�ene en

el anonimato. Ha publicado cuatro novelas en quince años. Todas auto editadas. Y solo el silencio le habla. Recuerda, fugazmente, a Luis Cornejo, un escritor alejado de los círculos oficiales, un escritor de la calle como Luis Rivano o Armando Méndez Carrasco, vendien-do sus libros en una mesita -�po pupitre escolar- en las afueras de la catedral de San�ago. Lo ve como una salida. Y se esperanza. Cinco minutos. Enseguida se desilusiona. Se dice que él no sería capaz de tal hazaña. Él no �ene espíritu de comerciante. Después reniega en contra de la universidades, que no inves�gan, que solo se dedican a promover a sus ex alumnos, favoreciendo eso que -leyó por ahí- se llama "capitalismo académico". El problema de fondo es la plata. Las universidades necesitan plata. Él mismo necesita plata. Con plata podría seguir escribiendo, le daría lo mismo, a fin de cuentas, que nadie lo leyera. Tendría, por úl�mo, una relación platónica con la literatura. Una relación amorosa sin sexo, sin montadas.

Baja la cabeza. La deja caer como quien fue guillo�nado. Y se queda así un rato. Después, alzando la testa más de lo necesario, sigue ordenando las herramientas y los materiales. Desde lejos parece un robot melancólico, un juguete mecánico construido para sufrir. En eso está cuando recuerda un cuento de Borges, ficción que como un relámpago malévolo ilumina sus oscuras reflexiones. La narración, llamada "La Intrusa", cuenta la historia de los hermanos Nilsen, dos toscos campesinos decimonónicos que habían compar�do una dura vida y se amaban como hermanos, aunque sin decirlo, pues decirlo sería de maricas. El caso es que ambos se enamoraron de la misma mujer. Y ese amor comenzó a dividirlos. La mujer era la discordia. Para solucionar el problema -resumiendo un cuento que ya es corto- finalmente asesinaron a la mujer, Juliana se llamaba, y la enterraron en unos pajonales. De esa forma quitaron de en medio lo que los separaba, el obstáculo entre ellos y su amor verdadero. Toma el mar�llo y hace como que golpea una cabeza. Se le ha ocurrido una idea brillante: �ene que hacer lo mismo que hicieron los hermanos Nilsen, es decir, seguir una línea recta, ir directo a lo que busca, eliminando todo obstáculo que aparezca entre él y su

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amor verdadero, la literatura. Para ello, discurre, �ene que eliminar a su hijo y a su mujer, seres que en nada aportan a sus obje�vos. Después vender la casa y los utensilios, todos absolutamente inú�les, y con ese dinero arrendar una pieza en una pensión barata, ojala de provincia, donde todo es más económico, y dedicarse a escribir �empo completo. Cortejar a la literatura. Tratar de llevarla a la cama.

Vuelve a su habitación. Y tras ubicarse ante la recién creada instalación, que le parece la obra de un talento superior, un �po al que todo le sale bien, se pone a planificar el asesinato de su mujer y de su hijo y la posterior eliminación de los cuerpos. Descarta la sierra eléctrica, muy sangrien-ta. Descarta la cocción de los cuerpos y su posterior inges�ón, muy asqueroso. Descarta el lanzamiento de los cadáveres al canal que corre por los límites de la parcela donde vive, muy fácil de descubrir por la policía. Al final se queda con la idea del en�erro. Como vive en un sector rural �ene bastante espacio para cavar. Y ocultar los restos de sus seres queridos.

Tiene el mar�llo en la mano, no lo ha soltado.

Piensa, ahora, que entra en la habitación de su hijo. Piensa que se acerca apacible-mente, haciéndose el amable, hasta el escritorio donde el chico chatea. Piensa

que su hijo, sin quitar la cabeza de la pantalla, donde la danesa se ríe de forma estúpida, le pregunta qué está haciendo allí. Piensa que no responde. Piensa que aún �ene el mar�llo aferrado a su mano. Piensa que su mano es la extremidad de un dios jus�ciero. Un dios mar�llo que levanta y hunde en la cabeza de su hijo, cabeza que haciendo un crac se parte y expulsa sangre y unas sustancias blancas y grasosas. Piensa que su hijo cae sobre el escritorio. Piensa que la danesa chilla. Piensa que odia a las danesas. Y no solo a las danesas, sino a todo Dinamarca, país que no conoce, nunca ha ido a Dinamarca ni a ningún país o ciudad, salvo a Talca, en su infancia, donde una �a criaba gallinas en un cuarto enorme, cortando a diario el cuello de una de las aves. Cazuelita para el almuerzo, decía. Piensa que le da un golpe con el mar�llo a la pantalla del pc. Piensa que la danesa se triza, se craquela, se apaga. Piensa en Hamlet. Después piensa en Hamlet, príncipe de Dinamarca, y su odio hacia tal país disminuye. Piensa que se calma. Piensa que toma la cabeza machacada y sangrante de su hijo exáni-me, su hijo que ha muerto, y declama la famosa frase "Ser o no ser, esa es la cues�ón". Piensa que sale de la pieza. Piensa que se sienta en la cama y se pone a mirar su instalación recién creada.

Tiene el mar�llo en la mano, no lo ha soltado.

Se oyen ruidos en la puerta de entrada. Se trata de su mujer, una morena de pelo corto, facciones gruesas y ojos vivaces, que ves�da con uniforme laboral se acerca y lo besa con ternura, dejando, luego, su bolso sobre la cama. - ¿Y esto? -pregunta, mirando la instalación.- Una idea que se me ocurrió.- Genial, te pasaste, súper crea�vo -dice la mujer. Y sin hacer más comentarios se quita los zapatos, la blusa y la faldita funcionaria, quedando semidesnuda. -Te noto medio triste -dice mientras se cala unos jeans que dejan ver una sinuosa figura. Unas ancas casi mejores que las de la literatura.Recibe, por respuesta, un informe detallado acerca de las desgracias de su hombre, especialmente lo referido a su imposibilidad de hacer lo que ama, asunto que lo �ene por las cuerdas, al límite de la locura. La mujer se le acerca. -Tú escribe tranquilamente, no te preocupes por el dinero, a mí no va tan mal, las parcelas se están vendiendo como pan caliente -dice. Y le acaricia el cabello- Yo creo que eres un gran escritor.Después lo besa y sale de la habitación. - ¿El niño llegó? -pregunta antes de salir.-No, todavía no -responde el genio incomprendido.

Ahora está sentado ante los zancudos muertos. Tiene la mente en blanco. Se le nubló la cabeza y �ene deseos de vomitar. Los pensamientos y la realidad se le confunden, hacen un bolo amargo que le cuesta tragar. No sabe si matar o matarse, no sabe si odiar o amar. Tampoco qué amar, tampoco qué odiar. Un zancudo cruza, en ese momento, ante sus ojos. Lo sigue. El insecto se de�ene sobre la cama y él, con un rápido movimiento, lo aplasta. Mira la cama: una copiosa mancha de sangre decora, ahora, la blanca sábana. Su mujer, en ese momento, lo llama a tomar once. Trabajosamente se levanta. Trabajosamente camina por el pasillo hacia el comedor. Trabajosamente pasa ante la puerta de la habitación de su hijo.

Tiene el mar�llo en la mano, no lo ha soltado.

Narrativa Narrativa

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amor verdadero, la literatura. Para ello, discurre, �ene que eliminar a su hijo y a su mujer, seres que en nada aportan a sus obje�vos. Después vender la casa y los utensilios, todos absolutamente inú�les, y con ese dinero arrendar una pieza en una pensión barata, ojala de provincia, donde todo es más económico, y dedicarse a escribir �empo completo. Cortejar a la literatura. Tratar de llevarla a la cama.

Vuelve a su habitación. Y tras ubicarse ante la recién creada instalación, que le parece la obra de un talento superior, un �po al que todo le sale bien, se pone a planificar el asesinato de su mujer y de su hijo y la posterior eliminación de los cuerpos. Descarta la sierra eléctrica, muy sangrien-ta. Descarta la cocción de los cuerpos y su posterior inges�ón, muy asqueroso. Descarta el lanzamiento de los cadáveres al canal que corre por los límites de la parcela donde vive, muy fácil de descubrir por la policía. Al final se queda con la idea del en�erro. Como vive en un sector rural �ene bastante espacio para cavar. Y ocultar los restos de sus seres queridos.

Tiene el mar�llo en la mano, no lo ha soltado.

Piensa, ahora, que entra en la habitación de su hijo. Piensa que se acerca apacible-mente, haciéndose el amable, hasta el escritorio donde el chico chatea. Piensa

que su hijo, sin quitar la cabeza de la pantalla, donde la danesa se ríe de forma estúpida, le pregunta qué está haciendo allí. Piensa que no responde. Piensa que aún �ene el mar�llo aferrado a su mano. Piensa que su mano es la extremidad de un dios jus�ciero. Un dios mar�llo que levanta y hunde en la cabeza de su hijo, cabeza que haciendo un crac se parte y expulsa sangre y unas sustancias blancas y grasosas. Piensa que su hijo cae sobre el escritorio. Piensa que la danesa chilla. Piensa que odia a las danesas. Y no solo a las danesas, sino a todo Dinamarca, país que no conoce, nunca ha ido a Dinamarca ni a ningún país o ciudad, salvo a Talca, en su infancia, donde una �a criaba gallinas en un cuarto enorme, cortando a diario el cuello de una de las aves. Cazuelita para el almuerzo, decía. Piensa que le da un golpe con el mar�llo a la pantalla del pc. Piensa que la danesa se triza, se craquela, se apaga. Piensa en Hamlet. Después piensa en Hamlet, príncipe de Dinamarca, y su odio hacia tal país disminuye. Piensa que se calma. Piensa que toma la cabeza machacada y sangrante de su hijo exáni-me, su hijo que ha muerto, y declama la famosa frase "Ser o no ser, esa es la cues�ón". Piensa que sale de la pieza. Piensa que se sienta en la cama y se pone a mirar su instalación recién creada.

Tiene el mar�llo en la mano, no lo ha soltado.

Se oyen ruidos en la puerta de entrada. Se trata de su mujer, una morena de pelo corto, facciones gruesas y ojos vivaces, que ves�da con uniforme laboral se acerca y lo besa con ternura, dejando, luego, su bolso sobre la cama. - ¿Y esto? -pregunta, mirando la instalación.- Una idea que se me ocurrió.- Genial, te pasaste, súper crea�vo -dice la mujer. Y sin hacer más comentarios se quita los zapatos, la blusa y la faldita funcionaria, quedando semidesnuda. -Te noto medio triste -dice mientras se cala unos jeans que dejan ver una sinuosa figura. Unas ancas casi mejores que las de la literatura.Recibe, por respuesta, un informe detallado acerca de las desgracias de su hombre, especialmente lo referido a su imposibilidad de hacer lo que ama, asunto que lo �ene por las cuerdas, al límite de la locura. La mujer se le acerca. -Tú escribe tranquilamente, no te preocupes por el dinero, a mí no va tan mal, las parcelas se están vendiendo como pan caliente -dice. Y le acaricia el cabello- Yo creo que eres un gran escritor.Después lo besa y sale de la habitación. - ¿El niño llegó? -pregunta antes de salir.-No, todavía no -responde el genio incomprendido.

Ahora está sentado ante los zancudos muertos. Tiene la mente en blanco. Se le nubló la cabeza y �ene deseos de vomitar. Los pensamientos y la realidad se le confunden, hacen un bolo amargo que le cuesta tragar. No sabe si matar o matarse, no sabe si odiar o amar. Tampoco qué amar, tampoco qué odiar. Un zancudo cruza, en ese momento, ante sus ojos. Lo sigue. El insecto se de�ene sobre la cama y él, con un rápido movimiento, lo aplasta. Mira la cama: una copiosa mancha de sangre decora, ahora, la blanca sábana. Su mujer, en ese momento, lo llama a tomar once. Trabajosamente se levanta. Trabajosamente camina por el pasillo hacia el comedor. Trabajosamente pasa ante la puerta de la habitación de su hijo.

Tiene el mar�llo en la mano, no lo ha soltado.

Narrativa Narrativa

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Fotografía Fotografía

Una tarde de verano -�empo atrás-

se juntó un montón de rockeros de

Lampa. Sobre un escenario facilita-

do por el municipio, todos bien

arreglados, bien disfrazados,

dieron rienda suelta a sus cancio-

nes. Muchas luces, harto humo y

cientos de litros de cerveza regaron

esa tarde. Mirando hacia el escena-

rio se experimentaba una impre-

sión parecida a la que ocurre en los

grandes recitales: ritmo, sonido,

bastante parafernalia y mucha

energía. Quisieron ser los chicos

malos de la jornada y quizás lo

consiguieron. Pero ese acto de

insurrección perdía fuerza cada vez

que sus canciones nos mostraban

que para ellos las letras no son más

que un requisito que cumplir,

s í labas que rellenar y rimar,

olvidando que la poesía es la que

hace verdadera una canción.

Rock in Lampa

Por Emilio Serey Cas�llo

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Fotografía Fotografía

Una tarde de verano -�empo atrás-

se juntó un montón de rockeros de

Lampa. Sobre un escenario facilita-

do por el municipio, todos bien

arreglados, bien disfrazados,

dieron rienda suelta a sus cancio-

nes. Muchas luces, harto humo y

cientos de litros de cerveza regaron

esa tarde. Mirando hacia el escena-

rio se experimentaba una impre-

sión parecida a la que ocurre en los

grandes recitales: ritmo, sonido,

bastante parafernalia y mucha

energía. Quisieron ser los chicos

malos de la jornada y quizás lo

consiguieron. Pero ese acto de

insurrección perdía fuerza cada vez

que sus canciones nos mostraban

que para ellos las letras no son más

que un requisito que cumplir,

s í labas que rellenar y rimar,

olvidando que la poesía es la que

hace verdadera una canción.

Rock in Lampa

Por Emilio Serey Cas�llo

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La sheriff del condadoPor Monona Fontecilla

ModaFotografía

Feliz al máximo por la nueva cobertura del El Mal Menor, que ahora llega a toda la provincia de Chacabuco, dedicaré este número a nuestra gobernadora, Adela Bahamondes, quien con mo�vo del Cuasimodo convocó a los guardianes del mafioso orden ins�tucional chileno, es decir, a inves�gaciones y carabineros, a realizar acciones para impedir el abigeato o robo de animales para su venta bajo cuerda o su faenamiento en mataderos clandes�nos. Con esto, la gobernadora, que es una especie de autoridad fantasma de la zona, una fotocopia sin poder, se convierte en algo así como una Sheriff del condado, una jus�ciera de las tradiciones y el orden católico cuyo próximo paso, imagino, será perseguir pecadores delin-cuentes, reales o imaginarios, por las calles de las poblaciones de la provincia, me�én-doles seco plomo en la cabeza o arreándo-los a una de las enormes y an�esté�cas cárceles que existen por estos lares, protegiendo a los empresarios y a los habitantes de Chicureo y otros condomi-

nios top donde vive la cosa nostra. Sin juzgar sus intenciones, y con toda la buena onda que me caracteriza, desde la fasci-nante vereda de la moda recomendaré a Adelita una tenida que le servirá no solo para lucir como una poderosa Sheriff, sino también como una chica misteriosa y sensual, que harta falta nos hace a todas. Se trata de un traje de sheriff que consiste en una modosa faldita corta de mezclilla, una potente escopeta de caza y un coqueto sombrerito vaquero color marengo. Tales implementos, unidos a una buena cabalga-dura, la conver�rán en una figura de leyenda, una especie de Llanera Solitaria que yendo por los interminables caminos de Chacabuco ob�ene su fama luchando contra los cuatreros y los cleptómanos que roban mansiones o crucifijos en las parroquias provinciales y no del hecho de ser una militante PPD, hija de un embaja-dor y vicepresidente PPD, que trabajó años en un municipio PPD para luego asumir como gobernadora PPD de esta olvidada y polvorienta provincia.

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La sheriff del condadoPor Monona Fontecilla

ModaFotografía

Feliz al máximo por la nueva cobertura del El Mal Menor, que ahora llega a toda la provincia de Chacabuco, dedicaré este número a nuestra gobernadora, Adela Bahamondes, quien con mo�vo del Cuasimodo convocó a los guardianes del mafioso orden ins�tucional chileno, es decir, a inves�gaciones y carabineros, a realizar acciones para impedir el abigeato o robo de animales para su venta bajo cuerda o su faenamiento en mataderos clandes�nos. Con esto, la gobernadora, que es una especie de autoridad fantasma de la zona, una fotocopia sin poder, se convierte en algo así como una Sheriff del condado, una jus�ciera de las tradiciones y el orden católico cuyo próximo paso, imagino, será perseguir pecadores delin-cuentes, reales o imaginarios, por las calles de las poblaciones de la provincia, me�én-doles seco plomo en la cabeza o arreándo-los a una de las enormes y an�esté�cas cárceles que existen por estos lares, protegiendo a los empresarios y a los habitantes de Chicureo y otros condomi-

nios top donde vive la cosa nostra. Sin juzgar sus intenciones, y con toda la buena onda que me caracteriza, desde la fasci-nante vereda de la moda recomendaré a Adelita una tenida que le servirá no solo para lucir como una poderosa Sheriff, sino también como una chica misteriosa y sensual, que harta falta nos hace a todas. Se trata de un traje de sheriff que consiste en una modosa faldita corta de mezclilla, una potente escopeta de caza y un coqueto sombrerito vaquero color marengo. Tales implementos, unidos a una buena cabalga-dura, la conver�rán en una figura de leyenda, una especie de Llanera Solitaria que yendo por los interminables caminos de Chacabuco ob�ene su fama luchando contra los cuatreros y los cleptómanos que roban mansiones o crucifijos en las parroquias provinciales y no del hecho de ser una militante PPD, hija de un embaja-dor y vicepresidente PPD, que trabajó años en un municipio PPD para luego asumir como gobernadora PPD de esta olvidada y polvorienta provincia.

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