el lugar del docente y el sistema familiar1 · grupo, trabajarlo con ellos antes en sesiones...
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El lugar del docente y el sistema familiar1
Índice temático
Emiliano, un niño con problemas de lenguaje
que pegaba a sus compañeros 2
El goce del uso del lenguaje y las manifestaciones de lo inconsciente 5
Un niño que solo hablaba de videojuegos 6
El significante 8
Las fantasías estructurantes de los niños 9
El falo 10
Los niños fetiches de sus madres 10
Celos de padre a hijo 12
Una entrevista con el padre de Emiliano 12
En el inconsciente no hay «no» 13
El lugar donde el sistema familiar coloca al docente 14
En la estructura psicótica el hijo le pertenece a la simbiosis
desde el abandono 14
El asco y la castración anal 14
Los efectos de la entrevista con el padre de Emiliano 15
Hacer la diferencia en los niños que dicen groserías 17
El riesgo de los docentes de caer en el lugar al que apelan los alumnos 17
El trabajo lateral: hablar à la cantonade 18
El niño que dijo: «Mi mamá es una asesina» 20
El juego de agotar las groserías 21
Vivir en sociedad; la piedra en el corazón 22
El trabajo con el padre simbólico 23
1 El presente texto es la transcripción íntegra de una sesión de asesoría con docentes de preescolar realizada en la
primavera de 2009.
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Participantes
Maestra 1: M1 Maestra 2: M2 Maestra 3: M3 Maestra 4: M4 Maestra 5: M5 Octavio Alonso González: OAG Daniel Villagrán: DV
M1.- Estuvimos trabajando con respecto a unas estrategias de trabajo para los niños con
necesidades educativas. Las maestras estuvieron exponiendo cuáles estrategias han usado con
los niños dentro del aula y en el trabajo directo con la madre de esos niños, y ayer estábamos
hablando del caso de uno de esos niños.
M2.- Las estrategias que nosotros pensamos eran de orden pedagógico.
M1.- Entonces, por ejemplo, decíamos que tenemos algunas dificultades con respecto a la
atención, y una de las cosas que pensamos fue el trabajo anticipado con estos niños.
OAG.- ¿Trabajo anticipado?
M1.- Sí. Se trabaja anticipadamente con los niños, o sea lo que vamos a hacer con el resto del
grupo, trabajarlo con ellos antes en sesiones individuales, ya sea con la maestra o con la
mamá. En ese orden las cosas.
Y me afligía uno de los casos de mis niños, de Emmanuel. Él tiene… bueno tenemos dos niños,
uno sí con discapacidad ya determinada, determinada en el sentido de que no hay un
diagnostico que diga tiene discapacidad intelectual de esto y esto, pero es evidente que la
tiene.
En el caso de Emmanuel es otra la situación, porque él como que tuviera mucho desorden en
las ideas, es un desorden impresionante, parece que su cabeza es una locomotora. Yo le
comentaba a la psicóloga que veo que tiene una memoria extraordinaria, pero una memoria
retroactiva, puede acordarse de algún detalle, algunas cosas que estuvimos hablando o que
vimos hace semanas. Entonces de pronto estamos ya en alguna otra cosa: discutimos un día si
los muñecos eran reales o no eran reales y él de pronto dijo: «Te acuerdas que vimos una
película», pero eso ya lo hicimos hace tres semanas. Y se acuerda de que al principio del ciclo
escolar hicimos una maqueta, y de pronto se acuerda que vio un episodio del Hombre-araña.
Es muy divertido, pero me parece que eso puede ser peligroso para él mismo.
En primera instancia te cae bien, a mí me divierte mucho. Es capaz de estar en la mesa de
trabajo y hasta con los mas seriecitos (un grupo de niños que se destacan porque se organizan
rápido, ponen atención, participan, dicen, hacen, pelean, pero son un grupo de niños que su
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desarrollo es de otra forma, más rápido), incluso con ellos echa relajo, porque él es muy
divertido.
Antes tenía él la actitud de que se escondía, se comportaba como si estuviera muy asustado. Y
a veces veía que sí se asustaba de ciertas cosas, por ejemplo veía un plato para hacer masa y
se asqueaba, decía: «¡Qué asco! ¡No, que asco!» Y no quería.
Un rompecabezas de tres piezas que tenemos de madera, él lo veía como si fuera un cocodrilo
que se lo fuera a tragar. Se espantaba al ver el rompecabezas y no lo quería hacer, se ponía a
llorar. Hubo un par de veces en que salía llorando porque se asustaba con el rompecabezas.
DV.- ¿El rompecabezas era de cocodrilo, sólo parecía o cómo era eso?
M1.- No, era una ballena, pero él recuerda mucha información que ha tenido a lo largo de su
vida. Le gustó mucho un tema que estuvimos trabajando sobre las iguanas, de ahí derivamos
que podría tratarse de los reptiles, muchas cosas de los reptiles, la sangre, lo que comen y
todo lo demás. Y a el le gustó muchísimo el tema, muchísimo. Estuvo como no participando
porque él difícilmente participa dando sus ideas.
Estamos todos juntos y él participa haciendo las caras, y todos nos reímos. Es un niño muy
divertido, pero yo digo que es peligroso porque entonces nos podemos quedar en esa
diversión que es agradable. Ahorita que está chiquito es agradable y pues ahí te quedas, él
mismo provoca la risa de los demás, le gusta, se da cuenta que provoca la risa, y entonces le
sigue.
Sin embargo con él ha sido más fácil trabajar un poco la disciplina, la disciplina de que se siente
a trabajar, que se siente por algunos periodos. Yo ya he optado también por dejarlo unos
minutos que esté mientras nos organizamos, nos saludamos, y nos contamos. Y cuando veo
que se esta inquietando, porque no puede con esa concentración igual que los demás,
entonces le tengo ya previsto algunos materiales para que esté fuera.
Hasta el momento no he podido con él articular un dialogo mas allá de que me hace alguna
pregunta y yo le contesto, o él me contesta y de ahí salta a lo que sigue y bueno, le encanta
decir groserías, le encanta, le suena muy divertido, se las sabe muy bien y hasta las ejemplifica.
Nos dijo un día: «¿Ya va a empezar la sección de filosofía?» Y es que llevo un programa de
filosofía para niños con ellos. Y le dije: «Sí, siéntate, ya vamos a empezar, Emiliano2, siéntate
por favor», y dijo: «Maestra, niñas, niños, todos, ¡huevos!» [Haciendo la seña de «huevos» con
la mano].
2 A partir de aquí Emanuel es llamado Emiliano. Se ignora si el niño poseía los dos nombres o si fue lapsus de la
maestra llamarlo con un apelativo incorrecto. Puesto que nadie notó (o al menos nadie hizo notar) el cambió de nombre, no hay pistas de cuál de las dos opciones sea la legítima. También podría tratarse de un lapsus de escucha de la persona que hizo la transcripción. No hay forma de corroborar esta última posibilidad, pues las grabaciones fueron extraviadas entre 2010 y 2011.
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OAG.- ¿Qué hizo usted?
M1.- Bueno, la mirada de todos fue así de: «¿Qué le va a hacer?» Y yo le dije: «A ver, Emiliano,
ya siéntate y deja de hablar». Y le seguí porque, ¿qué le digo? No vaya a ser la de malas y diga
otra.
Constantemente dice: «Órale, cabrones. Ándenle, pinches putos». Constantemente hace eso
pero yo me doy cuenta de que como que no tuviera conciencia de lo que está realmente
diciendo, pero como causa a veces risa, y a veces causa sorpresa, y por supuesto que se da
cuenta, entonces es un modo que tiene de estar.
Antes le pegaba a los demás, les pegaba mucho a los demás, a los más chiquitos a los más
grandes, les pegaba a los dos, les pegaba de la manera más tremenda.
DV.- ¿Pero cómo fue que lo sancionaron? ¿O qué hicieron?
M1.- Lo llevamos al salón de la Maestra 3…
OAG.- ¿Ahí los niños son más grandes que él?
M1.- No, son de tercero los dos. Y ellos sí le recordaron cómo duele el golpe. Tuvieron que
recordarle cómo duele.
DV.- ¿Le pegaron?
M1.- Sí. Yo decidí que no lo hicieran los niños de su mismo salón por ese mismo afecto que le
tienen. Él puede estar en una mesa, irse saltando, se va a la otra, se les mete debajo de la
mesa a los demás, les abre la mesa, ya ve cómo son estas mesas [señala dos mesas juntas que
pueden ser separadas por en medio]3, les abre la mesa y los demás, en vez de que se enojen
con él o que le digan déjanos en paz, les da risa y se meten a jugar con él. En ese sentido es a
veces complicado el trabajo grupal con él, pero bueno, también es un niño.
Después de la sanción que le aplicaron sus compañeros de 3º “A”, ya jamás volvió a golpear a
un niño, a nadie. Como que andaba buscando con quien medirse. Y no logramos que dijera:
«Ya es suficiente», porque es un niño que tiene mucha prepotencia y no le teme al dolor.
Después valoramos las dos [maestras] que ya le pararan y le dijimos: «¿Ahorita no te duele? Ya
veremos después con que otra cosa te puede doler», porque se fue riéndose pero como con
ganas de llorar.
DV.- ¿Pero cómo concibieron esta sanción?
M1.- Ya le habíamos avisado, yo ya la había avisado en el salón. Le dije: «Mira, le pegas a los
demás y les duele muy feo», y todos los días, y no había quién le dijera: «Déjame de pegar».
No había quién, porque es muy grande y además, como a todos les cae bien, no había
posibilidades de: «Te pongo un hasta aquí y me dejas en paz». Hay niños altos en el salón
3 Este comportamiento puede referirse al hecho de simbolizar el nacimiento. F. Dolto dice que algunos niños juegan
a nacer cuando aparecen debajo de algún mueble, por ejemplo, las sillas [nota de OAG].
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como Oscar, es un niño muy determinado pero a la vez es muy lindo, muy amoroso, entonces
no había quién le pusiera un párale a él.
Le dije: «Si tú sigues haciendo esto estas provocando que los demás también…», entre tantas
cosas que le decía. Ya cuando decidí aplicarle la sanción, pensé: «Ya no lo voy a esperar mas»,
entonces hablé con la mamá y le dije: «Mire, está pasando esto con Emiliano, ya hemos hecho
esto: le he dado tiempo fuera, lo hemos dejado solo en la mesa, han sido varias cosas que le he
hecho y él insiste, entonces sí lo vamos a sancionar, alguien le va a devolver parte de los golpes
que ha dado». El señor como que se sintió un poco y dijo que sí, que estaba bien que le
pegaran. El señor me dijo y la señora también, en diferentes momentos, cada uno por su parte
me dijo que si yo veía necesario, yo también le pegara.
DV.- ¿Ellos le pegan a su hijo?
M1.- Sí, sobretodo el señor, también la señora. Ahora se ve que lo han dejado de hacer porque
yo veo a Emiliano también diferente en sus conductas, porque lo sancionaron sus compañeros,
le pusieron un límite y eso ha sido importante para él. Pero también él ha dejado de tener esa
actitud de chistosito de pegar y reírse y hacerse presente de esa manera, porque también veo
que la mamá ha empezado a dejarlo: lo vestía, le ponía los calcetines, lo llevaba al baño, le
daba de comer en la boca, lo bañaba, todo, absolutamente todo en un pleito y en una
controversia muy fuerte con su esposo, con el papá de Emiliano, porque el señor decía que
Emiliano no sabía hacer nada a diferencia del hermanito pequeñito que es una bala.
OAG.- ¿Cómo que no sabe hacer nada?
M1.- Sí, que no sabe hacer nada, que es un inútil, que es un niño que no sabe hablar, que es un
niño que no sabe comer, que es un niño que no sabe…
OAG.- ¿Habla con dificultades?
M1.- Habla con dificultades pero no de articulación, sino de coherencia. Salta de palabras,
como si fuera un niño muy pequeño, pero no con dificultades de articulación, porque pasa el
tiempo con la mamá. Por otro lado, para el papá, el niño no cumple con sus expectativas,
porque es su varón. Tiene una niña más grande y luego a Emiliano, y se supone que Emiliano
no cumple con sus expectativas, entonces el señor optó por ignorarlo.
También la señora ha cambiado esa postura un poco y eso le ha hecho bien a Emiliano,
evidentemente que sí. Lo veo cada vez abandonando más las actitudes que tenía. Yo hasta
llegue a pensar en decirle a M2: «Yo creo como que él esta bien loquito y a mí se me hace que
va a necesitar otro tipo de atención», porque lo veía demasiado incoherente, sin una
organización de ideas, completamente disperso, todo él en su organización.
OAG.- Hay algo que me gustaría comentar. Parece que él es un niño que goza del uso del
lenguaje en sus distintas variantes. Decir groserías es un ejemplo.
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¿Ustedes saben cuáles son las manifestaciones de lo inconsciente por excelencia? El sueño; los
lapsus, que son los equívocos de hablar, de escribir; los actos fallidos, que son ciertas trampas,
por ejemplo, alguien que tiene una cita de trabajo, quién sabe como le hace pero mete su
despertador al refrigerador; y finalmente otra manifestación es el chiste. ¿Por qué la dejo al
último? Porque parece que él, en esta forma de conducirse haciendo chistes, dice más que lo
que él quiere decir. Entonces de entrada hay que poner atención a esas bromas que hacen
reír, porque, como dice la maestra, él lo sabe, él sabe que eso le hace gozar, pero hay que
escuchar.
Trato de entender perfectamente cómo usted quiere describir la forma en que él enuncia. De
pronto está diciendo: «Maestra, el coche azul ayer por la mañana…» Pero esos niños son con
los que mejor se puede trabajar en el consultorio, porque se dejan llevar, el lenguaje los
arrastra y ellos solo se dejan llevar. Parece que no hay algo que sea mediático en la forma de
enunciar las cosas. Con mediático me refiero a algo que vaya estructurando la forma en que se
dan las ideas, pero justo con estos niños las intervenciones respecto de hacia dónde los lleva
su propio discurso son puntuales, porque puntúan parte de su propio recorrido. Entonces
valdría la pena poner mucha atención a estas manifestaciones chistosas, porque hay algo ahí
muy específico del lenguaje que puede decir mucho más que incluso cualquier dibujo o
cualquier tipo de conversación que pueda intentar establecerse con él.
DV.- Me gustaría ejemplificar lo que está diciendo Octavio con una situación que ocurrió con
un niño que recibí en el consultorio, un niño que se la pasaba hablando de videojuegos. Se la
pasaba diciendo: «Es que Spider-Man hace…», y se la pasaba hablando de personajes que
brincaban. Sus papás hablaban de las cosas que sucedían en casa, y él decía: «¡Yo quiero
hablar, yo quiero hablar!» Y decía: «Y es que llegó y saltó, y le pegó y se cayó, se murió, pero
ya revivió». Yo le preguntaba a los papás: «¿De qué está hablando?» Y el niño contestaba: «De
Spider-Man». Y yo volvía a preguntarle a sus padres: «¿De qué está hablando?» «De
videojuegos», contestaban. Hasta que el papá dijo: «Yo jugaba mucho con él de chiquito, yo
creo que se le quedo muy grabado». Y justo había algo ahí, algo pasaba. Seguía la
conversación, los papás referían otras cosas y el niño levantaba la mano para intervenir. Yo
sospechaba que sus intervenciones tenían que ver con lo que decían sus papás, pero no sabía
ni por dónde, hasta que un día su mamá dijo: «Es que él se siente todo el tiempo en un
videojuego y por eso le pega a las niñas de su salón». Quién sabe si era por eso, pero dijo: «…
por eso le pega a las niñas de su salón, porque se sienta todo el tiempo a ver videojuegos».
Entonces me voltee hacia él y le dije, llamándolo por su nombre: «Tú no vives en un
videojuego, tú puedes jugar videojuegos todo el tiempo que quieras, pero no vives en un
videojuego». Se me quedó viendo y dijo: «¡Ah!» Eso pareció un corte en él.
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En esa misma sesión, al final, me dijo: «¿Y puedo venir aquí a jugar videojuegos?» Y le
respondí: «No, pero puedes venir a hablar de ellos», y a partir de eso su lenguaje fue un poco
más coherente, por lo menos ya no era esa dispersión que pasaba de un tema a otro y como si
no hubiese relación alguna. A partir de entonces hablaba de las cosas que hablaba su papá en
la sesión. Creo que a esto se refiere Octavio.
OAG.- Algo está diciendo este niño con estas manifestaciones desordenadas de su lenguaje.
Hay otras cosas que se me ocurre comentar respecto de lo que hablan, pero antes me gustaría
saber si tienen información sobre su familia.
M1.- Sí, sí tengo información, poca y ha sido un poco difícil obtenerla. Primero tomé la opción
de platicar con la señora. Ella me decía que, desde que nació Emiliano, para ella fue muy difícil
porque siempre lloraba, parecía un niño diferente a lo que había sido su hija la mayor, porque
además el esposo la responsabilizaba de que atendía mucho al niño, tanto que pareciera que
el niño fuera su única familia. Yo le pregunté: «¿Sera que usted ha tenido algún aprecio
especial por él?» Y ella me dijo: «No, es solo que él es varón, a diferencia de la niña. Y no, yo,
maestra, los quiero a todos igual, a todos mis hijos», lo que siempre dicen las mamás que no se
les cree.
Ella me repetía que desde chiquito fue un niño que lloraba mucho, y que ella lo había visto tan
desprotegido siempre, tan falto de madurez, que entonces ella siente un compromiso muy
grande de atenderlo en todo, y que el esposo siempre la ha o la había regañado porque lo
atendía en todo, que porque ella era la culpable de hacerlo inútil.
Ella es muy bonita, es una mujer físicamente muy bonita, alta ella, muy bonita, pero yo la noto
siempre muy desarreglada, me refiero a que siempre anda despeinada pero como a propósito,
desarreglada, no porque se le haga tarde para algo. Me llama mucho la atención esa actitud de
ella, siempre con el suetersote largote, el pelo así nada mas recogido, y siempre como si
estuviera eternamente aburrida de su vida, y como si Emiliano fuera su razón de ser al final.
Luego hablé con el señor un día que aproveché que estaban solos. Fue por el niño [a la
escuela]. Él casi nunca iba, ahora ya viene más frecuentemente por él. Yo le preguntaba cómo
veía a Emiliano, y me decía: «Es que su mamá lo tiene muy chiqueado y muy grosero y no sabe
hacer nada». Yo le preguntaba: «¿Y usted qué hace con él?» Y él decía y aceptaba que casi
nada porque le molestaba que fuera tan… Y entonces constantemente peleaba con su esposa
porque le quería imponer a Emiliano una manera de hacer las cosas y de enseñarle, y la mamá
se enojaba, entonces él optaba por decir: «No me importa, es tu hijo». Y entonces es su hijo. El
señor como que estaba celoso de Emiliano.
Yo la primera tarea que pensé para la señora fue: «Emiliano tiene que hacer cosas por sí
mismo, y lo primero que tiene que hacer es ir al baño solo». Lo quiere ella acompañar pero su
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hermanito pequeño va al baño solo. Porque mucho hacía la comparación el señor. Entonces le
decíamos a la señora: «Si el hermanito chiquito va al baño solo, que vaya Emiliano con él o con
su papá». Yo le decía que le permitiera irse poniendo solo los calcetines, los zapatos, que ella,
si a lo mejor tenía mucha presión de que se bañara bien, pues que lo estuviera viendo que se
bañara bien y ya después que lo dejara por ratos. Esa fue la primera prueba de mejorar y ahora
Emiliano ya es más autosuficiente en algunas cosas. A veces se desabrocha los zapatos y a
veces no puede, pero ahí está insiste e insiste. Ya se quita el suéter solo, porque no se lo
quitaba. Todavía a veces la señora llega y le dice: «¿Y tu suéter? ¡Te dije que no te lo andes
quitando!» Yo nada más me le quedo mirando, y ella me dice: «Ay, maestra, es que luego lo
pierde», y yo le insisto en que lo pierde porque ella le dice que no se lo quite, y él se lo quita y
al final lo deja en cualquier parte.
El señor decía un día: «Ahora sí voy a asumir mi responsabilidad y yo voy a ser el padre de este
niño», entonces que él lo iba a enseñar e iba a hacer todo lo que le dijera. Entonces le dije: «La
primera tarea que tiene que hacer es llevarlo dos veces a la semana a los juegos y
acompañarlo a la resbaladilla», porque Emiliano no se quería subir a la resbaladilla. Y es que a
mí me dan un miedo espantoso las alturas, pero una vez me subí atrás de Emiliano, y para que
se echara yo me echaba con él.
OAG.- Quisiera hoy puntuar algo que dijo. Perdón por interrumpirla, pero estoy muy a gusto
con todo lo que ha venido trabajando hoy específicamente con ese niño. Creo que es el
momento de hablar de esto, va de la mano con la forma en que estamos trabajando en el
consultorio. Usted dijo: «eternamente aburrida de su vida» [escribe en el pizarrón «subida»], y
ahora usted comienza a hablar de su miedo a las alturas. Esto es el significante. ¿Han
escuchado este tema?
Saussure propuso esta forma de ampliación lingüística a principios del siglo XX. Entonces
revolucionó toda la doctrina con esta nueva forma de proponer la lingüística con esta unión
[OAG señala en el pizarrón un esquema recién dibujado por él mismo]4.
La imagen acústica es, por ejemplo decir árbol, decir perro, esas son imágenes acústicas,
porque suenan. Entonces a la unión de la imagen acústica y su representación la llamó signo
lingüístico.
4 Reconocemos que este esquema no refleja del todo la enseñanza de Ferdinand de Saussure, sólo lo hace
parcialmente. Los Escritos sobre lingüística general (que son apuntes de la pluma de Saussure) se encargan de mostrar casi cada línea que no hay una correspondencia del objeto con el signo, es decir, el objeto no tiene una primacía frente al signo. Por otro lado, el signo tampoco tiene primacía frente a sí mismo sino que cada signo está en oposición con cualquier otro signo del sistema y esto le da su valor. SAUSSURE, Ferdinand, Escritos de Lingüística General, España: Gedisa, 2004. [Nota de OAG].
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¿Por qué fue tan grande la aportación de Saussure? Porque muchos lingüistas, historiadores,
antropólogos, psicoanalistas lo leyeron muy atentamente. Y aquello se propuso como un
significante. La imagen acústica sería un significante y la representación de esto, un significado.
Nosotros hacemos estas intervenciones, por eso lo digo a propósito de Emiliano que goza del
lenguaje. Ésta es la forma en que un significante se manifiesta, es decir, escuchar a los niños,
no solo escucharlos a ellos, sino escuchar esto que hablan con este significante, porque
siempre un significante, aunque aparentemente tiene un sentido, remite a otra cosa. Por eso
les decía: hay que escuchar qué quiere ese niño, porque en esos chistes están muchos
significantes de cosas que si uno las escucha un poco, relatan otra cosa.
Françoise Dolto, ya habíamos hablado de esta mujer, propone escuchar atentamente lo que
dicen los niños pequeños, por ejemplo si un niño dice: «Voy a tener un hijo», aparentemente
es un equívoco, pero esta simple y sencilla enunciación estaba hablando de cuestiones
identificatorias, de formaciones inconscientes.
Creo que ya les platiqué de ese Jardín de niños donde un niño dijo: «Voy a tener un bebé». Y
ésta fue una pregunta que le movió todo: «¿¡Tú!?» A lo que respondió: «¡Mi mamá, mi
mamá!» Y era un niño que no quería trabajar, estaba de malas, quería salir al recreo. Nosotros
incluso le dijimos a la maestra: «Si no quiere estar, que se vaya». Pero después de esta
pregunta el niño quedo fascinado con la actividad. Si se fijan, este comentario: «Voy a tener un
bebé», era todo un significante, es decir, algo que remitía a un significado, a una relación muy
específica con su mamá, una identificación con mamá.
La mamá de Emiliano, como usted lo dice, parece que, solo es una hipótesis que podría estar
ligada a lo que sucedió realmente cuando ella descubrió que iba a tener un varón, porque
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específicamente en algunas mujeres hay una relación que se establece cuando esperan un hijo
varón, es decir, las niñas cuando crecen van identificándose con el rol materno. Es una fantasía
muy común en las niñas pequeñas tener un hijo del papá, esto todo el tiempo se oye en los
consultorios: que ellas pueden tener un hijo del papá. Son fantasías conscientes o
inconscientes, pero realmente van estructurando la vida de las niñas.
¿Y por qué esto? Obviamente esto no quiere decir que en este caso sea forzosamente así, pero
el deseo máximo en los varones, la fantasía es que la mamá puede ser la esposa. Va por el
mismo camino, por la misma línea y también sigue siendo muy común, porque, les decía, que
para ella [la mamá de Emiliano] ese niño fue un falo.
M4.- ¿Porque trata de suplir con el niño, a la mejor, la atención que le faltaba del esposo o
algo así?
M1.- ¿De convivir ella directamente con su hijo por el determinado movimiento que pudiera
tener su vida?
OAG.- Esto solo lo suponemos nosotros. Hablemos básicamente de esta relación que está
matizando la cuestión de Emiliano. Les hablaba del falo porque las mujeres normalmente
cuando tienen un hijo varón, encuentran un significante del falo.
La finta que se pueden encontrar al hablar de esto es que el falo puede ser un representante
del pene, pero realmente el falo es un representante de lo que falta, por eso es muy puntual lo
que dice usted: «suplir algo», ¿qué suple este niño en ella? Un falo, algo que falta, algo que
ella todo el tiempo estaba buscando, algo que la haga por un momento sentirse completa.
Incluso usted lo dice: pareciera que ella se siente como si lo único que tuviera fuese su hijo,
como si sus ojos solo estuvieran para mirar al niño. Normalmente estas madres son las que
devoran a sus hijos, éstas son las madres que no los dejan vestirse solos, les dan de comer, no
les permiten esta autonomía, porque están ellas totalmente amarradas a esta situación.
El falo se plantea entonces también a este nivel del lenguaje, todos nosotros que somos por
fortuna neuróticos, me refiero a la forma en que se estructura nuestro deseo, en la forma de
relacionarnos con la vida: qué es lo que estamos buscando, qué objetivos tenemos, siempre
esta carencia, algo que falta en el lenguaje, todos lo vemos.
Los equívocos en los niños, seguramente ustedes lo han visto mucho en los años que llevan de
docentes, los lapsus que tienen hacen hablar ya de un sujeto estructurado porque es carente.
Esta madre es una madre carente porque su hija no le bastó, Emiliano, el primer varón que
tiene, le hace encontrar quién sabe qué cosa. Hay que poner mucha atención en estas cosas.
DV.- Me gustaría puntualizar algo. ¿Qué ocurre con los niños que son el fetiche de sus madres?
Ellos, por amor a su madre, asienten a esta relación, ¿pero a qué costo? A costo de que ellos
estén todo el tiempo bajo las pulsiones de muerte. ¿Qué es esto? Que ellos no puedan
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encontrar salida para sus pulsiones de vida: jugar, convivir con los demás, crecer,
independizarse. Éste es el costo de esa relación.
Y parece que Emiliano todo el tiempo está reclamando al padre, ¿por qué pega a los demás
niños si no? Y parece que finalmente encuentra ahí un límite, esa función efectiva del padre,
que es: «Si tu pegas, vas a recibir una consecuencia». El problema estaba cuando no recibía
ese límite, porque él podía hacer lo que sea con su madre y con todo lo que le rodeaba.
Respecto de aquel evento de cuando les dice «huevos» a todos, a mí se me ocurre que quizá
hubiese sido puntual en este caso preguntar: ¿Huevos? ¿Por qué huevos? ¿Los desayunaste?
[Risas].
OAG.- ¿O de quién son los huevos? Porque a lo mejor esos huevos pueden remitir a lo genital
o a la comida. Nosotros lo entendemos como una cuestión de albur, porque es una palabra
coloquial para designar a los testículos, pero quién sabe si él lo entienda así. Entonces ahí, si
nosotros nos vamos con la finta de que esos huevos son los testículos, ya estamos perdidos,
porque a lo mejor sabe hacer la seña, ante la cual todo mundo se ríe, en casa se ríen, pero a lo
mejor él no sabe que eso remite a los testículos.
M1.- Yo calculé eso de que quizá lo dijo como una repetición de algo, porque un día,
conversando con la mamá, ella me comentaba de una especie de evaluación que le hicieron.
Era una evaluación de cómo lo encontraban en general, y en psicomotricidad, en todo su
desarrollo estaba insipiente, su lenguaje insipiente. Y eso no te dice nada al final.
Él [Emiliano] estaba yendo a unas terapias ahí, y la señora me dijo que ya no lo llevaba porque
se le hacía muy difícil, que la hacían esperar mucho, y luego a otro lado que la mandamos
tampoco. El esposo le daba dinero para el pasaje, pero ella era la que tenía que llevarlo, pero
finalmente se le complicaba la vida y decía que no.
En esa conversación ella misma me dijo: «Oiga, maestra, yo he visto a Emiliano más contento».
Y me empezó a decir las cosas que ella veía que Emiliano estaba haciendo ahora y que no hacía
antes. Y me dijo: «Pero yo tengo mucha vergüenza con usted», y le comenté: «¿Pero por qué
tiene tanta vergüenza?» «Porque yo creo que Emiliano viene a decir aquí muchas groserías,
¿verdad?» «¿Por qué supone usted eso de que dice muchas groserías?» «Porque su abuelita,
la mamá de mi esposo, la mía no, la mamá de mi esposo dice muchísimas groserías, y lo
enseñan a decir groserías, y le dicen: “haber di tal”, y él lo repite». Y le dije: «¿Y usted qué
piensa de eso?» «Pues es que yo no tengo manera de impedir esas cosas, porque vivo ahí y no
quiero conflictos».
Cuando los veo juntos el que habla es él, el esposo. El que dice todo es el señor, ella a veces se
atreve a hacer un gesto ante las mentiras que está diciendo el señor, ella le hace así [frunce un
poco el ceño y levanta la mirada mostrando ligero desconcierto], pero inmediatamente
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regresa la mirada. Entonces se ve que el señor, al final, o por lo menos ante todo mundo, él
señor la tiene muy controlada.
DV.- ¿Por qué él tendría la necesidad de hacer esto tan evidente, demostrar que él es el que
controla?
M1.- Claro, que él es el papá. Incluso ellos vinieron ayer a pintar el piso, y la misma señora dijo:
«Que venga mi esposo porque él sí lo va a hacer».
OAG.- ¿Ustedes se dieron cuenta de esta pregunta que hace Daniel? Porque se encuentra así
ante los demás pero no puede mirar su carencia, su impotencia como padre frente a Emiliano.
DV.- Es que la razón específica de mostrarse así es Emiliano, porque al llegar a la vida de ellos
las cosas cambiaron. Es muy probable que la llegada de Emiliano a esta familia el padre la haya
vivido con muchos celos. Y claro, porque la madre dejó de atenderlo como esposo, como su
hombre, para atender a otro más pequeño.
M1.- Hace unos días el señor vino y me dijo en la puerta: «Maestra, ¿cómo se portó
Emiliano?» Y desde la puerta lo quería controlar, pero como Emiliano estaba fuera de su
alcance, realmente fuera de su alcance porque estaba yo de por medio y el salón, porque yo
creo que si no hubiera estado yo se mete y lo jala, pero como estaba yo de por medio Emiliano
lo saludaba y jugueteaba, y al final Emiliano jugaba con la mirada de él. Yo me daba cuenta de
esto y no le decía: «Emiliano, siéntate» o «Emiliano, te está hablando tu papá». Total, Emiliano
está todo el tiempo haciendo lo mismo. Yo tuve que decidir no hacer otra cosa porque estaba
el señor en la puerta mirándolo feo.
Ya que le tocaba pasar al señor, me preguntaba en la puerta: «Maestra, ¿cómo se porta
Emiliano?» Me lo hizo un par de veces y ya a la tercera le dije: «Mire, señor, yo le pido de favor
me permita, y si usted quiere que conversemos algo, ahorita lo conversamos que entregue a
los niños. Y lo conversamos en privado».
Entonces pasé al señor, se sentó y me dijo: «Bueno, maestra, yo he visto a Emiliano así y tal, y
a mí me da gusto, pero ya no lo llevamos al instituto porque mi esposa ya no quiso ir para allá.
Yo voy a tomar otras alternativas, aunque yo tengo que trabajar y ella es la que debería
hacerlo, pero el punto es que yo reconozco que mi hijo es así porque yo tengo un hermano
igual que él». Eso me lo dijo hace dos días. Yo le pregunté: «¿igual en qué?» «Igual, así como
es mi hijo, maestra». «Bueno es que su hijo es de muchas maneras, usted dígame en qué son
iguales, porque si usted me dice: “igual que mi hijo”, yo le puedo decir que a mí me cae muy
bien y que es muy simpático y que yo lo quiero mucho y que abraza bien rico, o sea, ¿igual en
qué?» «Igual, maestra, que parece que está…» [Hace girar el dedo índice alrededor de su
oreja] Y le dije: «¿Cómo? A ver, explíqueme, acláreme eso de que está…» y le repetí la seña. Y
dijo: «Bueno, que está perdido, como que no entendiera lo que pasa en la realidad». «¡Ah!
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¿Usted está pensando que Emiliano no entiende la realidad?» «Pues es que yo veo como que
no». Y le dije: «Porque la otra idea sería que la entiende de otra manera, no de la manera en
que la entiende usted o que la entiendo yo, sino que podría decirle que Emiliano entiende la
realidad de otra manera, la organiza de otra manera, Emiliano está actuando en esa realidad
de otra manera».
A mí me encantó que estuviera en algo en lo que no estuviera la esposa porque eso me dio
oportunidad de hablar con él más firmemente.
OAG.- Incluso de cuestionarlo. Quizá no hubiera sido posible si la esposa hubiese estado
presente.
M1.- Sí, porque entonces a lo mejor se hubiera dificultado.
Y me dijo: «Bueno, es que mire…» y me empezó a contar la historia del hermano. Ya no aclaró
lo que me estaba diciendo de Emiliano, aunque quedó bastante claro, él no lo aclaró pero
quedó bastante claro que él lo ve como un loquito, así que él no es responsable de eso.
OAG.- ¿Quién de los dos no es responsable de eso?
M1.- El papá, él no es responsable de eso, ahora es el hermano, antes era la mamá, porque
ella lo súper consentía. Y ahora él mete a su hermano, el loquito, diciendo que el hijo le heredó
al hermano, no a él. Algo así sentía que él me estaba queriendo aclarar.
Entonces yo le dije: «Cuénteme de su hermano», y dijo: «Es que no hay mucho que contar
porque, al final de cuentas, mi hermano, cuando era chiquito, así era su comportamiento de
no aprender».
DV.- ¿Es mayor o menor que él?
M1.- Es mayor que él. Y dice: «Era así su comportamiento, se alocaba, gritaba y todo. Mi mamá
lo llevó al centro de salud». Y en el centro de salud les dijeron que su hijo tenía una alteración
en el desarrollo y que era un discapacitado. Y me comentó: «mi mamá ya no lo llevó a ninguna
parte, ya ni lo llevaron a la escuela ni nada, y mi hermano tiene…», me dijo la enfermedad pero
no la recuerdo. Y me dijo: «Pero usted lo ve todo el tiempo como un loquito, maestra». «¿Por
qué como un loquito? ¿Qué hace?» «Pues anda ahí en la casa, dice cosas, habla en voz alta, no
trabaja, no va a la escuela, nada, está mi hermano perdido, y yo no quiero que a mi hijo le pase
eso».
OAG.- «No quiero, pero lo deseo con todo mi corazón», éste es el otro mensaje que él está
diciendo, por amor a su hermano. Porque además, en el inconsciente no hay «no», y este «no
quiero» es «quiero que él sea como mi hermano». Es como se estructura el ser humano, van
creciendo, se van desarrollando estas insuficiencias ante la ley, se transmiten.
Algo pasó también en la historia de él y su hermano, una insuficiencia de la ley, del padre ahí,
porque es algo que no está resuelto y se va a transmitir así. Pero él ya se dio cuenta de su
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carencia, a pesar de este deseo, que por supuesto nunca va a asumir: al decir no quiero que mi
hijo sea así, lo deseo con todo mi corazón. Obviamente esto no lo va a asumir, pero ya se dio
cuenta de su insuficiencia de padre.
DV.- Usted dijo que estaba entre Emiliano y el papá, justo en ese lugar la puso el sistema, ahí la
puso la situación, ahí, en ese lugar. Y ese lugar es el de la mamá. Ella está justo entre el padre y
el hijo, ella no permite que el padre haga su lugar efectivo. Y él [el padre], por supuesto, por su
historia personal, familiar, él no puede hacerlo. Es muy probable que sea por amor a su
hermano, y es muy probable que ese niño también por amor a su tío esté viviendo esto.
Es muy curioso, aquí se plantean las dos formas en las que hemos estado trabajando Octavio y
yo. En una se puede ver cómo en las relaciones familiares algo actúa a través de ellas por
encima de todos. Y en otra muy específica se puede ver, si uno pone una lupa en uno solo, qué
es lo que está pasando.
Para este punto me gustaría que habláramos un poco de la psicosis, porque pareciera que a
Emiliano se le ha predestinado la locura. Usted dice: «No quedó claro, no lo dijo, pero bueno,
quedo muy claro…», quizá valdría la pena que las cosas nunca quedaran sentadas, obviadas,
sino insistir ahí donde no se quiere hablar, pero pareciera que quiere hablar, pero no se atreve.
Ahí justo está el punto. ¿Qué es eso de que no entiende moviendo la mano así? [Gira el dedo
índice alrededor de su oreja]. Eso es justo la locura y la locura del hermano.
¿Cómo ocurre esta psicosis, lo que le han llamado la estructura psicótica en psicoanálisis? Es
justamente ese triángulo. Están mamá e hijo y el padre es el que hace el corte, porque mamá
lo mira a él. Entonces el hijo al ver que su mamá mira al papá, el hijo necesita identificarse con
papá para que, de esa forma, se alíe con él para obtener el amor de una mujer como mamá,
pero no a mamá.
Cuando no está papá, solo quedan mamá e hijo, y este hijo no se pertenece a sí, le pertenece a
esa simbiosis, pero, como decía, ¿en qué forma le pertenece? En el abandono. Es lo que
ocurrió con el hermano del papá de Emiliano: a su mamá le dijeron «él es deficiente, es
discapacitado». «¡Ah! Ya sabemos que es discapacitado, entonces ya hay que dejarlo así,
simplemente hay que tolerarlo». Y por ser discapacitado no ocurre ninguna castración. ¿Se
acuerdan de las castraciones?
Algo pasa con Emiliano. Emiliano empieza a jugar con masa y dice: «¡Qué asco!» Y justamente
el moldear plastilina, la masa, todo eso remite al excremento, a lo anal, porque se trata de la
manipulación de las formas. El asco que le tiene a eso es el asco que le tiene al excremento,
pero ese asco que le tiene al excremento es lo que quizá no lo deja mirar hacia la castración.
¿Cuál castración? Ahí, específicamente, la autosuficiencia, el poder controlar, el poder hacerse
cargo de sí mismo empezando por ir al baño solo.
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OAG.- Incluso en ese no hacerse cargo de sí mismo está el pegar a otros, porque no se hace
responsable de él. ¿Por qué no puede hacerse responsable? Porque no hay una ley que le haya
dicho: «No».
Pero esto que hacen ustedes parece que funciona como intervención, porque a gritos lo pide,
a gritos todo el tiempo. Estos niños que normalmente tienen esta transmisión de la ley medio
torcida o ausente lo piden todo el tiempo, pero, si pudieran, todo el tiempo lo estarían
gritando. En cambio, ¿cómo lo gritan? Con su forma de actuar, con todo lo que dicen y cómo
se manifiestan ante los demás.
DV.- Este esquema está mostrando el Real, Simbólico e Imaginario; es una triada. Hay un padre
Real, un padre Simbólico y un padre Imaginario. El padre Real es con el que usted estuvo
hablando, el padre Imaginario es con el que verdaderamente habló, pero el padre Simbólico
está en las palabras. Siempre se puede apelar a él. Ustedes apelaron a ese padre Simbólico al
golpearlo con otros niños. Funcionó como intervención. Yo jamás recomendaría que se le
pegara a un niño, sin embargo, es muy claro lo que él demandaba, él demandaba golpes, pero
también siempre se puede apelar a la palabra, siempre.
M1.- Ahorita que hacía referencia a la vez que el padre vino a pintar, me acordé que aquí
damos una cooperación entre todos. El señor no había tenido la oportunidad de darla y
hablaron con la madre y le hicieron propuestas, porque ella dice que no tiene trabajo.
Entonces le dije: «Bueno y qué tal con trabajo, aquí hace falta pintar». Y ella dijo: «Yo creo que
sí». Pero la señora regresó a decirles a las de la mesa directiva que el señor dijo que no, que él
pagaba con dinero. Y todavía agregó: «Mi esposo dijo que con dinero y no sé cómo le va a
hacer porque no tiene trabajo».
Finalmente acaba de encontrar trabajo. Vino y me dijo a mí, pese a que yo no hablé con él para
nada con respecto al dinero, pero me dijo: «Maestra, vine y di doscientos pesos, el próximo
mes doy otros doscientos». Y le dije: «Sí, señor, dígaselo a los de la mesa directiva». Y me
respondió: «Pero yo me dirijo hacia usted. Y, la verdad, voy a venir a ayudarles a pintar».
Entonces yo solo le dije al señor: «Sí, señor, forma parte de las tareas que ustedes tienen que
cumplir». «Sí, maestra, es un cumplimiento pero yo voy a ayudar». Era muy reiterativo en eso,
como diciendo: «Escúcheme, voy a ayudar, no es porque sea una obligación, aunque usted
diga y aquí en el reglamento diga que son faenas, yo voy a ayudar». Y él insistía en que «yo
ayudo a pintar».
Así que llegó y delante de su esposa dijo: «Y no se preocupe que voy a comprar el mantel, y me
hacen falta brochas, pero yo me hago cargo de todo eso, maestra». A todo le dije que sí. Desde
entonces ya no viene con ese «maestra, maestra».
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Trato de entender esta actitud de él con respecto a lo que su esposa dijo, que no tiene dinero,
que él pague con faena, y él dice: «Pago con dinero, pago con dinero y pago con dinero». No sé
si esa falta de reconocimiento tanto de su hijo como de su esposa tenga algo que ver con esta
actitud, esa forma en que vimos que él dijo que podía hacer todo eso y comprar las cintas.
DV.- ¿Esto lo hace después de la entrevista o antes de la entrevista?
M1.- Fue hace dos días. Después.
DV.- Es muy probable que haya sido a causa de la entrevista esa actitud, que haya quizá
podido tomar la fuerza que necesitaba para afrontar eso que está queriendo hacer, no
solamente con su hijo, con su familia, con su vida.
M1.- Yo me quedo ahorita pensando en el trato que tengo con Emiliano. Insisto, me divierte
mucho, sin embargo nunca me río de sus payasadas. Por ejemplo, en el momento que dice
«¡huevos!». A mí me dan ganas de reírme, porque la verdad me da risa, pero nunca me río,
pero tampoco tengo la idea de decirle: «A ver por qué estás hablando así», nada, sino que yo
estoy pensando en que siempre digo: «Siéntate aquí, y deja de estar molestando al salón», y le
sigo, porque yo no he podido establecer un diálogo con él.
Luego llega y lo veo porque estoy escribiendo algo y me busca con la mirada y me dice:
«Maestra, ya dime», pero me hace cara de lindo, y siempre volteo, dejo lo que estoy haciendo
y camino hacia él, siempre hago lo mismo, yo ni siquiera me había percatado de eso que hacía.
Entonces le digo: «Me da mucho gusto que hayas venido, me agrada mucho que estés en este
salón conmigo, trabajando». A veces hasta lo abrazo. El otro día me pidió un abrazo y se
despidió de mí con un beso. Luego yo le digo: «Dame un abrazo de verdad, vamos a
abrazarnos». Cuando llega a faltar, porque a veces se enferma, la señora dice que es muy
enfermizo pero en realidad no es tan enfermizo, le digo: «Te extrañé muchísimo los días que
no viniste». Son como las demostraciones de afecto que tenemos los dos.
A veces en el transcurso de la mañana, cuando yo ando con él, le pico las costillas. Pero soy
seria con él, no me rio de sus payasadas porque a mí se me ha hecho riesgoso que él se quede
en esa idea de que todos estamos aceptando que solo aquí eso es chistoso.
Pero a mí me gusta que cuando salimos a jugar al lobo, y procuro que a él le toquen esos
papeles, es el momento más divertido del juego, es el momento más gracioso porque hace
caras y nos persigue y me divierto y lo disfruto y eso sí lo aplaudo. Pero cuando estamos en el
salón y él trata de estar echando relajo soy seria con él. Pero tampoco le digo: «¡Cállate!»
Nada de eso, yo me preocupo de él, lo veo como una preocupación en el sentido de qué papel
también yo estoy jugando con él.
Un día él, por ejemplo, estábamos en el círculo de la comunidad del diálogo y él empezó a
correr de su silla, a echarse al suelo, a resbalarse, y se resbalaba y levantaba los pies y yo le
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decía: «Emiliano, ya, ya por favor siéntate». Y luego hacía otra cosa y así insistió. Ya después
vino y se sentó.
Antes trataba de jugar conmigo, pero ahora ya me escucha, y procuro ser firme con él, en muy
pocas palabras pero siempre lo trato así, con firmeza. Y se sentó y empezó a hacerse caballito
en la silla. Entonces yo le dije: «Ya contrólate». Como no se controlaba, entonces le puse la
mano en el centro de la silla y le dije: «Ya contrólate». Entonces él se vio impedido de
moverse, y yo seguí la sesión hablando. En eso, me empezó primero a empujar la mano, y
después que me la empujaba me empezó a acariciar el brazo, y yo no la quite tampoco porque
dije: «Ahí está otra forma que él tiene de lograr lo que él quiere y hacer lo que sea».
A partir de ahí siempre observo que aguanta muy poquito estar sentado. Sí le doy chance, la
verdad, de que se pare, que se vaya. El tiempo que permanece para mí ya está muy bien. Pero
entonces yo me quedo un poco asustada de pronto de mi relación con él, me da preocupación
de saber si no estoy siendo muy dura con él, aunque trato de ser cariñosa con él, en otros
momentos de aceptarle, lo estimo pero no siento que deba dejarle hacer lo que quiera.
DV.- La firmeza no está peleada con el cariño. De hecho, se suele querer más a las personas
que son firmes, a las que respetan su lugar. Esas personas son por las que más fácilmente uno
siente afinidad.
Me parece que hay algo que usted intuye cuando intenta que él no se haga el chistosito
siempre, en todo momento. Justo con eso está apelando al lugar de las cosas. Al darle el lugar
a las cosas puede tener también él un lugar. Él puede ser muy divertido y muy gracioso cuando
se trata de eso, pero habrá momentos en los que no se trate de eso, hay momentos muy
específicos donde vamos a hablar de otra cosa, y en ese momento nos sentamos y nos
callamos. Esto es muy importante: la diferencia.
Lo mismo con las groserías. Las groserías no son malas en sí mismas, pero hay momentos, hay
lugares; con la abuelita está perfecto. La mamá dice: «Yo no puedo hacer nada ante eso»,
¡quién dice que no! Ella es la mamá, es la que manda ante el niño. Si ella le dijera: «Con tu
abuelita está bien que lo digas, conmigo no y en la escuela tampoco», dejarlo así de claro quizá
haga una diferencia. Ahora, nuevamente, cuando dice groserías, quién sabe qué esté diciendo.
En este «huevos» dice algo que quizá valga la pena preguntarle.
OAG.- Es una pregunta para usted: ¿dónde está el verdadero riesgo o el verdadero peligro
frente a ese niño?
M1.- A mí me parece que en esa idea en la que insisto, que se haga el chistosito todo el tiempo
y que se quede así, chistosito siempre, que todo el tiempo parece atemorizado y a mí me
parece importante que yo no lo atemorice, eso es lo que me preocupa: sin que sea
atemorizado por mi parte, que el acepte el trabajo en la escuela.
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Lo ha ido aceptando y pongo atención en no atemorizarlo. Trato de que él vea otras cosas, que
participe en otras, pero en ese disfrute sin el temor. Yo le he calculado para que también él
pueda aprender, y todo debe tener esa disciplina, ese límite de las cosas, pero eso me
preocupa a mí, que no esté atemorizado, y yo me cuido mucho de no caer en eso.
OAG.- Ahí está el porqué le hago esta pregunta. El riesgo que yo veo desde fuera, y que lo
comenta usted con sus propias palabras, el riesgo es no caer en eso, ¿qué es eso? El lugar de
mamá, ese lugar que él intenta replicar a su alrededor, al que apela. Él llama también a buscar
otra mamá igual. Entonces usted está en la tablita. Puede muy bien esquivar eso para que él
pueda moverse de lugar junto con usted. Usted podría proporcionar ese moverse de lugar para
que él también lo haga, porque parece que él va tomando una especie de vínculo con usted, y
usted responde a esa demanda.
Entonces el riesgo es justo como lo comentaba hace rato, estar entre el papá y él, ese es el
riesgo, porque el niño es como puede ser: el que se haga el chistoso, el pegalón, así puede ser,
quizá en este momento sea su único recurso, pero puede haber otros más, es por ahí la
cuestión.
Hay un psicoanalista5 que habla de la función de hacer el análisis. ¿Han escuchado qué es
hablar, en lenguaje teatral, à la cantonade? Cuando alguien está en escena y se sabe que hay
otro actor, pero ese actor no está en escena y se habla de ese actor, se lo convoca, sin que
esté. Es eso hablar à la cantonade, es decir, coloquialmente: «Te hablo a ti Chana, para que me
entiendas Juana» [risas].
El trabajo con niños así debe ser, lateral, ¿por qué lateral? Porque sino quien trabaja con niños
estaría siendo parte de ese juego que el niño lo invita a hacer. Entonces el trabajo no sería
trabajo. Es decir, ¿qué pueden hacer ustedes ante esto? Si alcanzan a mirar, ustedes alcanzan
a mirar muchas cosas de los niños, específicamente de estos niños con los que hemos venido
trabajando, pero ese hecho no implica que ustedes tengan que caer en ese juego, pueden
librarlo, o sea, estar de lado, y parece que con este niño se puede hacer algo.
M1.- ¿O sea que el riesgo sería que Emiliano viera en su maestra a la mamá que también está
en medio en este vínculo con el papá? ¿Eso sería el riesgo?
DV.- Sí, el riesgo sería que la maestra cayera en el juego de Emiliano de replicar a mamá. Esto
en realidad con todos. Todo mundo siempre va a intentar hacer caer a su propio juego a los
demás, siempre.
Ahí está el que siempre que hace un trato queda mal, entonces va haciendo tratos con todo
mundo y siempre va a quedar mal. Esa persona hace caer a todos los demás en su juego. Está
5 PORGE, Erik, «La transferencia a la cantonade» en Litoral no. 10, Argentina: Ediciones Literales, 2000.
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la persona que es graciosa. Esa persona va a buscar a como dé lugar hacer reír a los demás,
porque es su juego.
Me parece que aquí lo importante es que usted no caiga en el juego de Emiliano, que es el
juego de esta familia en realidad, y que usted no se sienta en ese juego. Se trata de una cosa
que resulta incontrolable en primera instancia. «Yo estaba ahí en medio de los dos», usted lo
refiere, y es algo que la marca aparentemente, porque usted lo comenta, lo cual es algo
sumamente importante.
M1.- Cuando le digo a Emiliano que estamos trabajando y le digo: «Emiliano, te vas a sentar y a
terminar tu trabajo», él me dice: «¡Ah!» «Nada de ah, te sientas y a terminar tu trabajo».
Entonces así generalmente tiene pocos logros. Entonces agarra el lápiz y todos sus dibujos,
todo lo que intenta hacer es rellenarlo todo, por todos lados, todo, pero de muchos colores y
cuando ya termina lo observo y me acerco y le digo: «Emiliano, ¿qué estás haciendo con tu
trabajo?» «Esto: mi familia. Éste que está aquí es mi papá, y ésta es mi mamá». Y se va y agarra
otra cosa, agarra la pintura, y si tú lo pudieras ver, de lejos parece que nada mas está
embarrando.
OAG.- Eso es un significante, eso que remite a otra cosa es un significante, es decir, esa
cuestión simbólica que está condensando el lenguaje.
Primero. Ayer hablábamos nosotros con unos docentes de primaria. Fuimos a exponer en una
escuela y pasó algo muy curioso. Estábamos en una dinámica y los maestros estaban echando
relajo. Y el primer comentario fue: «Esto es algo serio». Todos se quedaron callados y luego
seguimos comentando. Más tarde una maestra preguntó: «¿Puedo contar un chiste?» Y Daniel
dijo: «No». Nadie se esperaba eso. ¿Pero por qué ella lo pide? Si ella hubiese contado el chiste
no hubiera pasado nada, pero ella lo pide.
DV.- ¿Por qué lo preguntó? Habían pasado algunos minutos cuando yo recién había dicho
«Esto es algo serio». ¿Por qué preguntó si podía contar el chiste? ¿Qué pidió en eso? Justo que
alguien dijera que no.
Además, pasa algo muy curioso con esa maestra. Una vez anterior en una plática que
habíamos dado, durante toda la plática se la pasó hablando, echando cotorreo, riéndose. Y al
final nos dijo: «Ay, ¿me pueden pasar la plática a mi USB?» Octavio me comentaba que le
resultaba molesto que no nos haya puesto atención. Y si no quiere poner atención, decía
Octavio, puede hacerlo, pero que después venga y nos diga que se la pasemos [la presentación
en PowerPoint], ¿por qué?
Parecía que algo estaba demandando muy claro. Honestamente no fue algo que yo planeara,
simplemente cuando ella preguntó respondí: «No. Dije que esto era algo serio».
OAG.- Insistió: «Pero es que tiene que ver con lo que están hablando».
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DV.- Y además nos decía: «Ah, que mala onda, no me la pasaron y yo les estoy mandando un
buen de pacientes». Pero como si eso nos obligara, como si fuese un favor. Nos
preguntábamos Octavio y yo: ¿qué postura tiene ante nuestro su trabajo? ¿En qué juego nos
querían hacer caer?6 Esa es la cosa, ¿en qué juego Emiliano quiere hacer caer, no porque él
quiera, a la maestra? No es algo que realmente quiera.
Respecto de los dibujos, Octavio me contaba hace poco que era común que en sus sesiones los
niños dibujaran cosas que nada tenían que ver con lo que referían.
OAG.- De hecho me gustaría comentarles de un Jardín de Niños en el que a un niño, que es un
relajo, las maestras no lo pueden controlar. ¿Si se acuerdan de esto, no? Ese niño dibujaba
algo que no remitía a lo que él hablaba. Y eso es el significante, es decir, algo que
aparentemente, lógicamente, algo como un rayón, una mancha remite a otra cosa. Eso es el
lenguaje, eso está remitiendo a otra cosa y me parece que ahí es donde está el verdadero
trabajo, porque justo está poniendo de manifiesto el lenguaje: estoy dibujando algo que
remite a otra cosa que en verdad quiero decir. Entonces, es muy común esa expresión en los
niños: «¿Qué dibujaste?» «Ah, pues esto…» O uno le pregunta: «¿Por qué haces eso?» «Ay,
porque así es…» Como si fuera muy obvio. Pero ese es el punto de trabajo, ver qué está
depositando de su historia, de su familia en ese dibujo.
Recientemente trabajaba con un niño que su mamá se llama Susana. En este niño parecía que
su lenguaje no estaba estructurado, porque pasaba de una cosa a otra, muy similar a lo que
comenta usted de Emiliano. Pero él remite a muchas cosas con esta aparente locomoción. Él
hablaba de algo y decía: «Su, su, su… susina» Su mamá se llama Susana, recordemos. Y de
repente él dice: «No, yo no dije asesina», así lo dice, parece un equívoco, parece normal, pero
hay que escuchar esto, porque dice «asesina», lo dice tal cual, «Mi mamá es una asesina». Por
supuesto la palabra «asesina» no remite a alguien que asesina.
Estos juegos que se pueden ir hilando, son intervenciones. Y, de verdad, quizá una puntuación,
una pregunta ante estas cosas que parecen simples equívocos, pueden hacer que la gente se
mueva de lugar totalmente.
Porque, además, Susana es una mujer que tiene muchos problemas con la maestra de su hijo,
ella descalificaba a la maestra de su hijo. Y en verdad sufre mucho por cuestiones que la ponen
quién sabe en qué lugar, por fantasmas que la remiten a su fantasía de cuando ella era niña.
Ayer los maestros nos decían: «Nosotros no podemos hacer nada, porque antes está la
familia», y nosotros les decíamos: «Si se puede hacer algo. Primero, y ustedes ya dieron un
6 Hoy me inclino a pensar que este evento fue muestra de que sí caímos en un juego [nota de DV].
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gran paso, alcanzar a mirar cómo es la estructura de cada uno de los niños que a ustedes les
inquieta más».
Eso se puede, pero también moverse de lugar con el tipo de preguntas, el hecho de
preguntarle a qué se refiere con eso, esto es una intervención. Y también se puede hacer con
los niños, preguntarles, porque más allá de cualquier juicio, como lo dicen ustedes
pertinentemente, de si está bien o si está mal, la cuestión es preguntar.
Alguna vez, cuando iniciaba mi practica con niños, llegó un niño al que se le ocurre decir:
«Caca». Estábamos haciendo una prueba que son unas figuras de animales. La consigna era:
«Cuéntame una historia», y él decía: «Esto es una caca», y se reía. Entonces le dije: «¿Y qué
con la caca? Puedes decir groserías aquí, puedes decir lo que quieras, es tu espacio».
Pero en ese momento se me ocurrió hacer una intervención. Le dije: «Te propongo un juego».
Lo hice con toda la intención. Había un dado grande en el consultorio, y le dije: «Vamos a
aventar el dado y el numero que salga es el numero de groserías que tú tienes que decir».
Cuando salía uno, bien fácil; pero ya cuando salió el seis, ¡uf! Porque le dije: «Lo importante es
que no se repita ninguna que ya hayas dicho».
Cuando salieron seis groserías, no podía. Y es que, ¿qué es una grosería sino convocar eso que
se agota en el lenguaje? Porque si las palabras se desgastan, dejan de significar lo que
significan, entonces esto que nos constituye como seres del lenguaje puede quedar agotado,
puede caer. Estos lugares en los cuales nuestros padres nos ponen pueden moverse, y
nosotros podemos movernos de lugar.
M1.- Justo ayer hablábamos de eso. Decíamos: «Bueno, lo importante es siempre aclarar,
aclarar con los niños, aclarar nuestras propias ideas también, aclarar y preguntar». El ejemplo
de una maestra que decía: «Chido». Y todos la empezaron a imitar. Luego se empezaron a
quejar que porque decía una grosería: «Chido». Y ella comentaba: «Pero es que cuando dices
“chido”, ¿qué quieres decir? Pues que está muy grande, muy bonito. Cuando tú dices “chido”
te refieres a eso, ¿entonces por qué “chido” va a ser una grosería?» Decíamos: «Bueno,
entonces lo importante ahí es tener esta estructura como maestros de no satanizar nada, nada
te moraliza7, sino siempre aclarar».
Pero a mí me parece que la dificultad que encontramos es que si tenemos más de 25 niños
cada quien, esa puede ser una dificultad. Sin embargo, cuando tú intervienes con uno, al final
estas interviniendo con todos los que están escuchando. Entonces por eso hay que ser
cuidadoso, y por eso siempre hay que aclarar, porque nuestro trabajo es muy diferente al del
psicólogo o al del terapeuta del lenguaje.
7 «Nada te moraliza» ¡Vaya frase! Y si uno presta la suficiente atención, podrá escuchar: «Nada temor». Pero
también «da temor». No pretendo concluir nada con esta intervención, es solo un ejercicio de oído [nota de DV].
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Ese programa de «La comunidad de diálogo» es muy benéfico porque te permite, en cada
intervención, aclarar lo que está diciendo cada quién. Esa es otra de las dificultades del trabajo
de nosotras, la dificultad no es la disciplina, el traer material, la dificultad es más evidente en la
atención, en lo que estamos pensando, haciendo, diciendo.
DV.- Definitivamente el trabajo es muy distinto al de los psicólogos. Y sí, a lo mejor no se
puede reparar específicamente en cada uno todo el tiempo. Pero sí también, como usted lo
dice, para cada uno que escucha hay una intervención cuando se le habla a los demás, porque
lo que está ahí planteado es que ellos viven en sociedad, cómo ellos pueden relacionarse con
los demás, que un niño pueda entender que lo que él hace le afecta a los otros, eso es
humanizarlo, ponerlo en la sociedad. Y eso es hacerle la entrada al padre, al padre Simbólico,
al padre de la ley.
Esos otros también afectan a lo que te ocurre a ti, y tú afectas a los otros. Por eso yo pensaba
también, al inicio, cuando comentaban que Emiliano cambió de salón para que le pegaran: «¿Y
qué pasa con los niños que se dejaban pegar? ¿Qué ocurre con ellos?»
Hay una historia que me gustaría contarles respecto de ese caso específico, de este niño que
es pegado por otros y que finalmente resulta una intervención válida para la función del padre.
Hay una escena en una película8 donde un niño les amarra piedras a los animales. El niño se
divierte amarrándole una piedra primero a un pez, luego a una rana y finalmente a una
serpiente. En la noche, su maestro, que es un maestro budista, le amarra una piedra al niño.
Cuando despierta le reclama: «¿Por qué me amarraste una piedra?» Y el maestro le pregunta:
«¿Le amarraste una piedra al pez?» «Sí», le responde. «¿Y luego le amarraste una piedra a la
rana?» «Sí». «¿Y le amarraste una piedra también a la serpiente?» Y dice: «Sí». «Bueno,
entonces te voy a quitar la piedra para que vayas a quitarles las piedras a esos animales,
porque si uno de esos animales ha muerto, esa piedra la llevarás el resto de tu vida en el
corazón». Lo que hace el maestro es darle palabras.
El niño sale corriendo. Primero encuentra al pez muerto, luego encuentra a la rana a punto de
morir y la salva. Pero cuando encuentra a la serpiente muerta rompe en un llanto desgarrador.
Eso es hacer la entrada del padre.
Por supuesto, ese maestro budista le regresa lo mismo que él hizo, pero además pone las
palabras clave: «Esa piedra la llevarás el resto de tu vida en el corazón». Y es tal cual la muerte
de alguien más, la muerte de algo más. Aquí el asunto es qué con el dolor, qué con los demás
y el darse cuenta de que no se vale hacer todo esto.
8 Las estaciones de la vida (2003) de Kim Ki Duc.
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Quizá vale la pena reparar en eso que se le pudo haber dicho también a ese niño respecto de
vivir en sociedad y el dolor a los demás. Esto queda para reflexionar porque es algo que ya se
hizo.
M5.- ¿Entonces lo que la maestra tendría que hacer es que el papá participe más para que él
desempeñe su función e impedir ese obstáculo que hay ente la mamá y él?
DV.- El papá quería participar, lo demandó desde el inicio, desde el momento en que él llegaba
a tratar de mostrar algo diciendo: «Yo a mi mujer la tengo bien controlada». Él estaba
demandando un lugar, que parece que sí se lo dieron, a ese papá lo hicieron participar de esa
forma.
Pero al padre Simbólico, que es con el que verdaderamente está el trabajo, lo hicieron
participar de otra manera que es no solamente dándole entrada al papá biológico, no
solamente la entrevista, sino además en esa intervención que es donde le pegan a este
pequeño. Es claro cómo se puede trabajar sin el papá real, pero siempre remitiendo a él,
hablándole a ese niño de su papá, y quizá en ese cuento saldrá la historia de su hermano y la
de la relación de los dos, porque a mí me parece que hay una relación de amor. El trabajo está
con el padre Simbólico, con las palabras.
M1.- Solo quiero comentar que cuando le pegaron a Emiliano, cuando ya quería llorar, solo le
preguntamos: «¿Cómo te sientes?... Así como te sientes se sienten los demás cuando les pegas
y eso no lo vamos a permitir», y eso fue todo.
OAG.- Hay una anécdota de un Jardín de Niños donde todos estaban echando relajo. La
maestra ya desesperada les dice: «Ya, vamos a guardar silencio, y quien no lo haga entre todos
le damos pamba». Y se hace un silencio sepulcral. Pero alguien pega un gritote y todos se la
van encima, incluso la mano de la maestra. Pero él lo pidió a gritos [risas].