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El Libro de Saladino - Tariq Ali

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    Annotation

    Isaac Ibn Yakub es un judo estudioso de la Ley de Dios y cronista de sus antepasados. transcurre sin muchos prembulos en la ciudad de Damasco hasta que, una tarde del verano1184 recibe una inesperada visita. El hombre, sentado en un rincn de su habitacin, le tiene empleo:escribir sobre los acontecimientos que estn a punto de sucederse en el mundo del Isldejar un registro completo y testimonio riguroso a las generaciones venideras. Le asegura que

    Cristiano de Jerusaln est a punto de desmoronarse y los musulmanes y judos recuperapreciados templos de Al-Khadisiyya y Sin. Finalmentele entrega una carta con la qupresentarse en el palacio delsultn y se marcha. Pero detrs de su estampa, Ibn Yakub descubpose de caballero, el andar determinado y el rostro ennoblecido a la persona de Salah ad-DinIbn Ayyub: el sultn Saladino.

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    EL LIBRO DE SALADINO

    Cuando un da el judo Isaac ben Yakub recibe la visita del mdico ibn M"Maimnides" en su casa de El Cairo, poco sospecha que lo hace en buscaescriba que vaya recogiendo de viva voz las memorias del poderoso sultn de Salah al-Din. No es ms que el comienzo de ; El libro de Saladino , una novela deja lugar al aburrimiento y que despliega ante el lector el extico y evocador de las Cruzadas y del Oriente medieval con sus florecientes ciudades El Damasco, Bagdad, en las que los palacios con sus lujosos aposentos y silenciosos sus harenes y eunucos, se alzan al lado de los bulliciosos barrios con sus bcallejuelas, sus comerciantes y sus espectculos. Junto con los campos de batallael escenario en el que se desarrollan, salpicadas de pasiones e intrigas, de jtensiones, las andanzas y hazaas del gran caudillo musulmn.

    Ttulo Original:The book of SaladinTraductor: Herrera Ferrer, Ana1998, Al, Tariq2011, Alianza Editorial, S.A.ISBN: 9788420653754Generado con: QualityEPUB v0.29Generado por: KORELLA, 04/11/2011

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    El Cairo

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    Captulo 1

    Con la recomendacin de Ibn Maimun me convierto en el escriba de confianza de Salah al

    Durante muchos aos he estado sin pensar en nuestro viejo hogar. Ha pasado mucho tiemp

    el incendio. Mi casa, mi esposa, mi hija, mi nieto de dos aos..., todos atrapados como animuna jaula. Si el destino no hubiera decidido lo contrario, yo tambin habra quedado redcenizas. Cunto he deseado haber estado all para compartir su agona.

    Estos recuerdos son dolorosos. Los guardo en lo ms profundo de mi ser.Todava hoy, al empezar a escribir esta historia, la imagen de aquella habitacin ab

    donde todo tuvo su inicio sigue viva y con fuerza en mi interior. Los recovecos de nuestra mson extraordinarios.

    Cosas que permanecan escondidas y olvidadas largo tiempo ha en oscuros rrepentinamente, salen a la luz.

    Ahora lo veo todo con claridad, como si el tiempo se hubiera detenido por completo.Era una fra noche de invierno del ao 1181 del calendario cristiano. En El Cairo, en la ca

    se oa el maullido de algn gato. El rab Musa ibn Maimun, un viejo amigo de nuestra famdico nuestro por voluntad propia, lleg a mi casa despus de atender al cad al-Fadil, quevarios das indispuesto. Habamos acabado de comer y estbamos tomando en silencio unmenta, sobre unas espesas y multicolores alfombras de lana salpicadas con cojines de seda y sgran brasero lleno de picn brillaba en el centro de la habitacin, dejando escapar suaves olecalor. Echados en el suelo podamos ver el reflejo del fuego en la bveda superior, de forpareca como si fuera el propio cielo nocturno iluminado.

    Yo estaba reflexionando sobre nuestra conversacin anterior. Mi amigo acababa de revelaaspecto de s mismo iracundo y amargo, que me sorprendi y al mismo tiempo me tranNuestro santo era tan humano como cualquier otra persona. La mscara estaba destinadextraos. Habamos estado discutiendo las circunstancias que obligaron a Ibn Maimun a abandAndalus e iniciar su larga peregrinacin de quince aos desde Crdoba a El Cairo. Diez de eslos pas en la ciudad magreb de Fez. All, la familia entera tuvo que fingir que eran seguidprofeta del islam. Ibn Maimun se pona furioso slo con recordarlo. Era el engao lo que le mrealmente. El fingimiento era algo que iba en contra de sus instintos.

    Nunca le haba odo hablar de esta manera. Me di cuenta de su transformacin. Al h

    brillaban los ojos y sus manos se crispaban como garfios. Me pregunt si sera aquella experque despert su preocupacin por la religin, especialmente por la religin en el poder,impuesta a punta de espada. Yo romp el silencio.

    Es posible un mundo sin religin, Ibn Maimun? Los antiguos tenan muchosProfesaban su adoracin a uno de ellos para combatir a los fieles de otro dios. Ahora tenemos y, por necesidad, debemos luchar por l. As que todo se ha convertido en una guerra de interprCmo explica tu filosofa este fenmeno?

    La pregunta le divirti, pero antes de que pudiera replicar, omos un fuerte golpe en la pusonrisa desapareci.

    Esperas a alguien?Yo negu con un movimiento de cabeza. Se inclin hacia delante para calentarse las man

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    brasero. Ambos estbamos envueltos en mantas de lana, pero aun as tenamos fro. Instintivcomprenda que la razn de aquella llamada en la puerta la motivaba mi amigo.

    Slo el sirviente de un hombre poderoso llama a la puerta de esa manera susMaimun. Quizs el cad haya empeorado, y a lo mejor tengo que ir a verlo.

    Mi sirviente Ahmad entr en la habitacin con una antorcha en sus manos tembloroseguido por un hombre de mediana estatura, rasgos vulgares y el cabello de un color rojo venvuelto en una manta y cojeaba ligeramente de la pierna derecha. Un sbito ramalazo decruz por la cara de Ibn Maimun mientras se pona de pie y haca una reverencia ante el visita

    no haba visto nunca a aquel hombre. Ciertamente, no era el cad, a quien conoca bien.Yo tambin me levant y salud al visitante con una inclinacin. l sonri al ver que yreconoca.

    Siento interrumpiros a estas horas. El cad me ha informado de que Ibn Maimun enuestra ciudad, pasando la noche en tu ilustre morada. Porque estoy en casa de Isaac ibn verdad?

    Asent.Espero continu el extrao con una ligera inclinacin de cabeza que me perdo

    venir sin previo aviso. No suelo tener la suerte de conocer a dos grandes eruditos el mismo pensamientos vagaban indecisos entre las grandes ventajas de irme a dormir temprano o teconversacin con Ibn Maimun. He decidido que tus palabras pueden tener un efecto ms benque el sueo. Y aqu estoy.

    Todo aquel que sea amigo de Ibn Maimun es bien recibido aqu. Por favor, sentaos.ofreceros un plato de sopa?

    Creo que os sentar bien, seor de los creyentes dijo Ibn Maimun en voz baja.Me di cuenta de que me encontraba en presencia del sultn. Era Yusuf Salah al-Din en p

    En mi casa. Ca de rodillas y toqu sus pies.Perdonadme por no reconoceros, majestad. Vuestro esclavo suplica clemencia.l se ech a rer y me oblig a levantarme.

    No me gustan demasiado los esclavos. Son muy propensos a la rebelin. Pero agradeplato de sopa.

    Se tom la sopa y despus me pregunt por la procedencia del plato en el que se laservido.

    Verdad que es de arcilla roja de Armenia?Yo asent, sorprendido.Mi abuela tena unos muy parecidos a ste. Slo los sacaba para bodas y funerale

    decirme que eran de su pueblo, de las montaas de Armenia.En el transcurso de la conversacin, el sultn explic a Ibn Maimun que quera contra

    escriba de confianza. Deseaba tener alguien a quien dictar sus memorias. Su secretario privaddemasiado comprometido en intrigas de diversos tipos y no poda confiar plenamente enbastante capaz de distorsionar el sentido de las palabras para que stas se adaptaran a sus necesidades futuras.

    Como sabes bien, amigo mo dijo el sultn, mirando a Ibn Maimun directamente a hay pocas en que nuestra vida se encuentra en peligro en cualquier momento del da. rodeados de enemigos. No tenemos tiempo para pensar en nada que no sea la pura supervivenccuando reina la paz puede uno permitirse el lujo de quedarse a solas con los pensamientos prop

    Como ahora? pregunt Ibn Maimun.

    Como ahora murmur el sultn. Necesito alguien en quien confiar, y una personavacile en revelar la verdad una vez que yo me haya convertido en polvo.

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    Conozco al tipo de persona que necesita vuestra alteza dijo Ibn Maimun, peropeticin supone un problema. Vos nunca estis mucho tiempo en una misma ciudad. Y una de describa tiene que viajar con vos, o tendramos que encontrar otro en Damasco.

    El sultn sonri.Por qu no? Y una tercera ciudad me atrae tambin. Espero visitar al-Kadisiya muy

    Entonces quiz necesite tres escribas. Uno por cada una de las tres ciudades. Como yo soy el aasegurar de no repetirme a m mismo.

    Mi amigo y yo nos quedamos boquiabiertos por la sorpresa. Apenas podamos disimular

    excitacin, y aquello pareci gustar a mi exaltado husped. Jerusaln al-Kadisiya para eislmico era una ciudad ocupada. Los francos se haban vuelto arrogantes e insolentes. Eacababa de anunciar, en mi propia casa, que se propona expulsar de all al enemigo.

    Durante sesenta aos nosotros, que siempre habamos vivido en aquella regin, y los franllegaron cruzando los mares, nos estuvimos cortando el cuello unos a otros. Jerusaln caymanos en 1099. La vieja ciudad fue saqueada y destruida, sus calles baadas en sangremusulmana. All la contienda entre los brbaros y nuestro mundo fue ms brutal que en las cde la costa. Mataron uno a uno a todos los judos y a todos los musulmanes. Multitud de galzaron en las mezquitas y en las sinagogas horrorizadas cuando las noticias de estas atrociextendieron por la tierra, y maldijeron a los brbaros del oeste, empeando su palabra devengaran de esos hechos innobles. Quizs hubiera llegado ya el momento de hacerlo. Qtranquila confianza de este hombre estuviera justificada. Mi corazn lata ms deprisa.

    Este amigo mo, Ibn Yakub, cuyo hogar vuestra excelencia ha privilegiado esta nochede los eruditos ms honrados de nuestra comunidad. No puedo imaginar a nadie mejconvertirse en vuestro escriba. No dir jams ni una palabra a nadie.

    El sultn clav en m sus ojos durante un rato.Estaras dispuesto?Estoy a vuestro servicio, adalid de los leales. Con una sola condicin.Habla.

    He ledo muchos libros acerca de los reyes de la antigedad. Al gobernante normalmedescribe como bueno o malo, dependiendo de si el relato lo escribe un cortesano o un enemlibros de ese tipo no tienen valor alguno. Cuando la verdad y la falsedad se entremezclan abrazadas en un mismo lecho, es difcil distinguirlas. Debo obtener el permiso de vuestra expara hacer preguntas que puedan ayudarme a aclarar el significado de cualquier episodio convuestra vida. Quiz no sea necesario, pero todos sabemos las muchas obligaciones que revuestras espaldas y...

    Podrs preguntarme lo que desees. Te concedo ese privilegio. Pero yo quiz no te rsiempre. se ser mi privilegio.

    Asent.Como tendrs que acudir a menudo a palacio, no podremos mantener en se

    nombramiento, pero valorar en mucho tu discrecin y precisin. Hay algunos entre los ms ca m, incluyendo nuestro bien amado cad, al-Fadil, que rabiarn de envidia. Despus de todo,es un escritor de mucho talento y muy admirado. Podra escribir ciertamente lo que yo le dictasu lenguaje es demasiado florido, demasiado precioso para mi gusto. Reviste cada tema copalabras fantasiosas que a veces es difcil percibir cul es el significado. Es un malabaristpalabras, un mago, un maestro del disfraz.

    Deseo que tomes nota de lo que diga con tanta exactitud como puedas, sin embellecimi

    ningn tipo. Ven a palacio maana y empezaremos temprano. Y ahora, si me excusas duranbreves momentos, deseara consultar con Ibn Maimun un tema personal.

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    Sal de la habitacin.Una hora despus, cuando entr para preguntarles si deseaban otro plato de sopa de pol

    fuerte y clara voz de mi amigo.Ya le he dicho a menudo al cad que las emociones del alma, que sentimos en nuestro

    producen cambios verdaderamente importantes en nuestra salud. Hay que calmar todemociones que hacen que vuestra alteza se preocupe tanto. Su causa debe ser descubierta yMe lo habis contado todo?

    No hubo respuesta. Pocos minutos despus, el sultn abandon mi casa. Nunca volvi a

    servidores llegaron a intervalos regulares con regalos para mi familia, corderos o cabras para la fiesta musulmana de al-Fitr, que conmemora el sacrificio de Abraham.Desde aquella noche hasta el da en que l parti hacia Jerusaln, vi al sultn todos los

    veces no me dejaba volver a casa, y me asignaban unas habitaciones en el mismo palacio. Dusiguientes ocho meses, mi vida estuvo dedicada por completo al sultn Yusuf Salah-ud-Ayyub.

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    Captulo 2

    Conozco a Shadhi y el sultn empieza a dictarme sus memorias

    Ibn Maimun me haba advertido que el sultn era muy madrugador. Se despertaba al alb

    sus abluciones y beba una taza de agua tibia antes de cabalgar hasta las colinas de Mukattamafueras de la ciudad. All se construa la ciudadela. El sultn, buen aficionado a la arquitemenudo impona su voluntad sobre la de los alarifes. Slo l saba que la finalidad de lestructura no era defender El Cairo contra los francos, sino defender al sultn contra la insupopular.

    La ciudad era conocida por sus turbulencias. Haba crecido rpidamente, y atraa a vagabdescontentos de todo tipo. Por esa razn, El Cairo tema a sus gobernantes.

    All tambin el sultn probaba tanto sus habilidades como las de su corcel. A veces seconsigo a Afdal, su hijo mayor. Afdal slo tena diez aos, y aqulla era su primera

    prolongada en El Cairo. El sultn dedicaba todo ese tiempo a entrenar al chico en las artes y de la guerra. Las dinastas, despus de todo, se forjan o se pierden en los campos de batalla. haba aprendido esto de su padre Ayyub y de su to Shirkuh.

    Al regreso del sultn aquella maana, yo ya le estaba esperando. Me toqu la frente en sisaludo.

    Has llegado en el momento exacto, Ibn Yakub dijo nada ms descabalgar. Estaba sofsudoroso, y le brillaban los ojos como los de un nio. La felicidad y la satisfaccin se le reflejel rostro. Eso augura un buen comienzo para nuestro trabajo. Voy a tomar un bao y mecontigo para desayunar en la biblioteca. Tenemos una hora para estar a solas antes de que l

    cad. Shadhi te mostrar el camino.Un viejo guerrero kurdo de unos noventa aos, con la barba ms blanca que la nievmontaa, me cogi del codo, y me gui suavemente en direccin a la biblioteca. De caminohablando de s mismo. Haba sido servidor del padre del sultn mucho antes de que Yusuf namucho antes de que Ayyub y su hermano Shirkuh se trasladaran a las llanuras de Mesopotamia

    Fui yo, Shadhi, quien ense a tu sultn a cabalgar y a manejar la espada cuando socho aos. Fui yo, Shadhi, quien...

    En otras circunstancias ms normales, yo habra escuchado atentamente al anciano, y lpreguntado muchos detalles, pero aquel da mis pensamientos estaban en otro lugar. Era mi

    visita a palacio, y sera tonto negar que me encontraba en un estado de gran excitacin. De repestrella iba en ascenso. Iba a convertirme en confidente del gobernante ms poderoso del mundMe llevaron a la biblioteca privada ms admirada de nuestra ciudad. Slo los libros de

    superaban el millar. Todo estaba all, desde Aristteles a Ibn Rushd, desde la astronomgeometra. All era donde acuda Ibn Maimun cuando quera consultar los trabajos mdicoKindi, Sahlan ibn Kaisan y Abul Fadl Daud. Y, por supuesto, al propio maestro, al-Razi, el mtodos. All era donde quera Ibn Maimun que se conservaran sus libros y manuscritos despumuerte.

    Al entrar en la biblioteca me vi sobrecogido por su magnitud y pronto me sumerg en epensamientos. Aquellos volmenes, tan exquisitamente encuadernados, eran los depositarios dy siglos de aprendizaje y estudio. All haba una seccin especial con libros que no se podan e

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    en ningn otro sitio, trabajos considerados herticos. Libros, para decirlo de otro modo, depodan ayudar a abrir las mentes ms cerradas. stos slo estaban disponibles en las salas dedeldar al-hikma, si el lector estaba dispuesto a ofrecer al bibliotecario un generoso regalo. Y no se podan leer todos.

    ElSirat al-Bakride Abul Hassan al-Bakri, por ejemplo, haba desaparecido de las tiendasbibliotecas pblicas. Un predicador de al-Azhar denunci el libro, una biografa de Mahomuna falsedad total y en las plegarias de los viernes informaba a los fieles que al-Bakrtostndose en el infierno a causa de su blasfemia.

    Y ahora all, ante m, tena el libro calumniador. Mis manos temblaron ligeramente miesacaba del estante y empezaba a leer sus primeras lneas. Me pareci bastante ortodoxo. Esabsorto en l que no vi la figura postrada de Shadhi en su alfombrilla de la oracin en direccMeca, ni la llegada imprevista del sultn. ste interrumpi mi ensoacin privada.

    Soar y saber es mejor que rezar y ser ignorante. No ests de acuerdo, Ibn Yakub?Perdonadme, excelencia, estaba...Hizo seal de que nos sentramos. Nos sirvieron el desayuno. El sultn estaba preocupado

    puse nervioso. Comimos en silencio.Cul es tu mtodo de trabajo?Me cogi por sorpresa.No estoy seguro de entender lo que queris decir, adalid de los valientes.Ri.Vamos, amigo mo. Ibn Maimun me ha dicho que eres un historiador muy erudito. Ha

    muy elogiosamente de tu intento de compilar una historia de tu pueblo. Es tan difcil responpregunta?

    Sigo el mtodo del gran Tabari. Escribo en estricto orden cronolgico. Averiguo la vede cada hecho importante hablando con aquellos que obtuvieron sus conocimientos de primerCuando obtengo versiones diferentes de diversos narradores sobre un mismo hecho, normalmlas ofrezco todas al lector.

    El sultn se ech a rer.Te contradices a ti mismo. Cmo puede haber ms de una versin sobre un solo he

    slo hay un hecho, slo habr un relato correcto y varias versiones falsas.Vuestra majestad est hablando de hechos. Yo estoy hablando de historia.l sonri.Empezamos?Asent y prepar mi recado de escribir.Empezamos desde el principio?Creo que s murmur l ya que sigues tan estrictamente la cronologa. Es decir, q

    mejor empezar con mi primera visin de El Cairo, no te parece?El principio, sultn. El principio. Vuestro principio. Vuestros primeros recuerdos.

    Yo soy un afortunado. No soy el hijo mayor. Por esa razn, no se esperaba demasiadoMe dejaron a mi libre albedro, y disfrut de considerable libertad. Mi aspecto y mi comportno suponan amenaza para nadie. Yo era un chico muy normal. Ahora me ves como sultn, rodlos smbolos del poder. Ests impresionado y, posiblemente, incluso asustado. Te preocupa pensi no sigues estrictamente determinadas formalidades tu cabeza puede rodar por el polvo. Ese tnormal. Es el efecto que tiene el poder sobre los sbditos del sultn. Pero ese mismo pode

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    transformar incluso la personalidad ms insignificante en una figura de proporciones desmeMrame a m. Si me hubieras conocido cuando yo era un nio y Shahan Shah mi hermanonunca habras imaginado que poda ser el sultn de Misr y habras tenido toda la razn. El deshistoria conspiraron para hacer de m lo que soy ahora.

    La nica persona que vio algo en m fue mi abuela paterna. A la edad de nueve o diez avio un da con un grupo de amigos tratando de matar a una serpiente. De nios competamnosotros en tonteras por el estilo. Intentbamos agarrar a una serpiente por la cola y sacudirde aplastarle la cabeza con una piedra o, como hacan los ms valientes, con nuestros propios p

    Mi abuela, que observaba la escena atentamente, me llam.Yusuf! Yusuf ibn Ayyub! Ven aqu inmediatamente!Los otros chicos echaron a correr y yo, en cambio, camin lentamente hacia ella, esper

    tirn de orejas. Mi abuela tena un legendario mal carcter. En cierta ocasin, le dio una bofetpadre cuando ya era un hombre mayor, o al menos eso fue lo que me cont Shadhi una vez. atrevi a preguntar la causa de ese enfrentamiento pblico. Mi padre sali de la habitacin decan, madre e hijo no se hablaron el uno al otro durante un ao. Al final, fue mi padre disculp.

    Para gran asombro mo, ella me abraz y me bes en los dos ojos.Eres intrpido, hijo mo, pero ten cuidado. Algunas serpientes pueden volverse c

    aunque las tengas bien sujetas por la cola.Recuerdo que re con alivio. Y sin ms me cont un sueo que haba tenido cuando yo naEstabas todava dentro del vientre de tu madre. Creo que le dabas muchas patadas. T

    se quejaba a veces de que iba a dar a luz un potrillo. Una noche so que una serpiente que sea los hombres reptaba hacia tu madre, que estaba echada desnuda a pleno sol. Tu madre abray empezaba a sudar. Quera moverse, pero no poda levantar el cuerpo. Lentamente, la sreptaba hacia ella. Entonces, de pronto, como la puerta de una caverna mgica, su vientre sSali de l un nio que comenz a andar, espada en mano, y de un fuerte golpe decapit a la sSe volvi, mir a su madre y se meti en el interior de su estmago. T sers un gran guerr

    mo. Est escrito en las estrellas y el propio Al ser tu gua.Mi padre y mi to se rieron de mi abuela y sus estpidos sueos, pero, en aquel m

    indudablemente su interpretacin tuvo un efecto positivo sobre m. Era la primera persona tomaba en serio.

    Sus palabras debieron de tener algn efecto, ya que a partir de aquel incidente, not qual-Din Shirkuh, mi to, empezaba a vigilarme con cuidado. Se tom gran inters personaadiestramiento con el caballo y la espada. l me ense todo lo que s de caballos. Sabes, Ibnque conozco la genealoga completa de todos los grandes caballos de nuestro ejrcito? sorprendido. Hablaremos de caballos otro da.

    Si cierro los ojos y pienso en los recuerdos de mi infancia, la primera imagen que me vmente son las ruinas de los antiguos templos griegos de Baal-bek. Su tamao le haca a uno temadmiracin y respeto. Las puertas que conducan al patio todava estaban intactas. Fueron conrealmente para los dioses. Mi padre, como representante del gran sultn Zengi de al-Mawsil, cargo de la fortaleza y de su defensa contra los rivales del sultn. sa fue la ciudad en la que cantiguos la llamaban Heliopolis, y all adoraban a Zeus, y a Hermes y a Afrodita.

    De nios solamos dividirnos en diferentes grupos a los pies de sus estatuas y jugaescondite. No hay nada como unas ruinas para avivar la imaginacin de un nio. Hay magiaviejas piedras. Yo soaba con los das de la antigedad. Hasta entonces, el mundo de los antig

    un absoluto misterio. La adoracin de dolos era la peor hereja para nosotros, algo que haeliminado del mundo por Al y nuestro Profeta. Y sin embargo esos templos, y las img

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    Hermes y Afrodita en particular, eran muy hermosos.Solamos pensar en lo maravilloso que hubiera sido vivir en aquellos tiempos. A men

    pelebamos por los dioses. Yo era partidario de Afrodita, y a mi hermano mayor. Turan Sgustaba Hermes. En cuanto a Zeus, todo lo que quedaba de su estatua eran las piernas, y demasiado atractivas. Creo que el resto de la estatua se us para construir la fortaleza envivamos entonces.

    Shadhi, preocupado por el efecto corruptor de esos vestigios del pasado, intentaba aspara alejarnos de las ruinas. Los dioses podan transformar a los humanos en estatuas o

    objetos conservando su mente intacta. Inventaba historias de cmo los yins, los genios criaturas malignas se reunan en aquellos lugares cuando haba luna llena y discutan cmo apde los nios y comrselos. Losyinshaban devorado a cientos y miles de nios a lo largo de lonos deca con voz profunda. Entonces mi hermano, viendo el terror en nuestras caras, trataba dhierro a lo que haba dicho. Nadie podra hacernos dao a nosotros, porque estbamos proteccin de Al y del Profeta.

    Las historias de Shadhi no hacan ms que acrecentar nuestra curiosidad. Le preguntbalos tres dioses, y algunos de los estudiosos de la biblioteca hablaban abiertamente de los ansus creencias. Sus dioses y diosas eran como los humanos. Luchaban y se amaban unos a compartan otras emociones humanas. Lo que les distingua de nosotros es que ellos no Vivan para siempre en su propio cielo, un lugar muy diferente de nuestro paraso.

    Estn todava all, en ese cielo suyo? recuerdo haberle preguntado una noche a mi Ella se puso furiosa.Quin te ha llenado la cabeza con esas tonteras? Tu padre har que les corten la

    Nunca han sido otra cosa que estatuas, nio bobo. La gente de aquella poca era muy eAdoraban a los dolos. En nuestra parte del mundo tenamos al Profeta, que descanse en pazdestruy las estatuas y su influencia.

    Pero todo lo que nos decan incrementaba nuestra fascinacin por aquellas cosas. Nadapartarnos de ellas. Una noche de luna llena, los nios mayores, conducidos por mi h

    decidieron visitar el santuario de Afrodita. Queran dejarme a m en casa, pero yo les otramaban y les amenac con contrselo todo a la abuela. Mi hermano me dio una patada confuerza, pero al final se dio cuenta de que era peligroso no llevarme.

    Haca fro aquella noche. Mucho fro. Nos envolvimos en mantas. Creo que ramos seisLentamente salimos de la fortaleza arrastrndonos. Estbamos muy asustados, y recuerdo laque hubo cuando yo les obligu a pararnos dos veces para regar las races de un rbol. Seaproximbamos a Afrodita nuestra confianza era mayor. No se oa nada sino el canto de la lechladrido de los perros. No haba aparecido ningnyin.

    Pero cuando llegamos al patio del templo, iluminado por la plida luna, omos uno

    extraos. Casi muerto de miedo me agarr con fuerza a Turan Shah. Hasta l estaba aLentamente nos arrastramos para ver de dnde procedan los ruidos. All, ante nosotros, eespalda desnuda de Shadhi, inclinndose delante y atrs, con el pelo negro ondulando al vientocopulando solo como un asno, y cuando nos dimos cuenta de que era l, no pudimos contNuestra risa reson por el patio vaco, hiriendo a Shadhi como una daga. Se volvi y seinsultarnos a gritos. Corrimos. Al da siguiente mi hermano se enfrent a l:

    Aquelyinde la otra noche tena un culo muy familiar, verdad, Shadhi?

    Salah al-Din hizo una pausa y se ri a mandbula batiente al recordarlo. Y por casualidad,

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    entr en la biblioteca en aquel preciso momento con un mensaje. Antes de que pudiera hablardel sultn se elev an ms. El sorprendido sirviente nos mir primero a uno y despus a otslo pude controlarme con grandes dificultades, aunque para mis adentros me estaba rcarcajadas.

    Le explicamos entonces a Shadhi la historia que se acababa de contar. Su cara se pusohabl hecho un basilisco a Salah al-Din en dialecto kurdo y luego sali de la habitacin.

    El sultn ri de nuevo.Me ha amenazado con vengarse. Te contar historias de mi juventud en Damasco,

    seguro de que yo mismo ya he olvidado.Nuestra primera sesin haba concluido.

    Dejamos la biblioteca, indicndome el sultn con un gesto que le siguiera. Los pahabitaciones que atravesamos estaban amueblados con una infinita variedad de sedas y brocaespejos enmarcados en plata y oro. Unos eunucos guardaban cada uno de aquellos santuarioshaba visto yo un lujo semejante.

    El sultn me dej poco tiempo para maravillarme. Caminaba con pasos ligeros, su

    ondeando con el viento ocasionado por sus propios movimientos. Entramos en la sala de audEn la parte exterior se encontraba de pie un soldado nubio, con una cimitarra al costado. Incabeza cuando entramos. El sultn se sent en una plataforma elevada, cubierta con sedas prodeada por cojines de satn y brocado de oro.

    El cad haba llegado ya al palacio para su informe diario y sus consultas. Fue convocsala. Entr haciendo una reverencia y yo hice ademn de salir. Para mi sorpresa, el sultn mque siguiera all sentado. Quera que observara y escribiera todo lo que iba a suceder.

    A menudo vea al cad al-Fadil en las calles de la ciudad, precedido y seguido por sus gusirvientes, smbolos de poder y autoridad. El rostro del Estado. Aqul era el hombre que pr

    divnal-insha, la cancillera del Estado, el hombre que aseguraba el regular y fluido funcionde Misr. Haba servido a los califas fatimes y sus ministros con el mismo celo con el que ahoal hombre que les haba vencido. l encarnaba la continuidad de las instituciones egipcias. Econfiaba en l como consejero y amigo, y el cad nunca se acobardaba si deba ofrecer consejoeran bien recibidos. Tambin era l quien redactaba las cartas personales y oficiales, una vesultn le proporcionaba una idea general de lo que quera decir.

    El sultn me present como escriba especial y privado. Yo me levant y me inclin antel sonri.

    Ibn Maimun habla mucho de ti, Ibn Yakub. Respeta tu erudicin y tus habilidades. E

    para m.Yo inclin la cabeza agradecido. Ibn Maimun me haba advertido que si el cad se senta pcon el sultn y desconfiaba de mi presencia, poda hacer que me eliminaran de este mudemasiadas dificultades.

    Y mi aprobacin, al-Fadil? inquiri el sultn. No significa nada acaso? Reconono soy un gran pensador, ni un poeta como t, ni tampoco un filsofo o un mdico como nuesamigo Ibn Maimun. Pero seguramente admitirs que soy buen juez de los hombres. Fui yo quia Ibn Yakub.

    Vuestra excelencia se burla de su humilde sirviente replic el cad con un tono ligeaburrido, como diciendo que no estaba de humor para bromas aquel da.

    Despus de unas escaramuzas preliminares, en las cuales se neg a ser provocado por su

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    cad bosquej los acontecimientos principales de la semana anterior. Era un informe de rutinaspectos ms triviales del gobierno del Estado, pero era difcil no resultar hechizado por su del lenguaje. Cada palabra era cuidadosamente elegida, cada frase modulada con precisinconclusin segua un pareado rimado. Aquel hombre era realmente impresionante. El completo dur una hora, y el cad no necesit consultar ningn papel ni una sola veextraordinaria memoria!

    El sultn estaba acostumbrado al informe del cad, y al parecer sola cerrar los ojos duranrato mientras se desgranaba el exquisito discurso de su canciller.

    Ahora llego a un asunto importante que necesita una decisin vuestra, seor. Me reasesinato de uno de vuestros oficiales por otro oficial.El sultn se despabil al instante.Por qu no se me ha avisado antes?El incidente del que hablo ocurri hace slo dos das. Pas el da de ayer completo in

    averiguar la verdad. Ahora puedo contaros toda la historia.Te escucho, al-Fadil.El cad empez a hablar.

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    Captulo 3

    Un caso de pasin incontrolable: la historia de Halima y la decisin del sultn

    Messud-al-Din, como sabis, era un valiente oficial de vuestra gracia. Haba luch

    vuestras tropas en varias ocasiones. Hace dos das muri a manos de un hombre mucho mKamil ibn Zafar, segn me han contado, uno de los espadachines ms dotados de nuestra ciunoticia me lleg de labios de Halima, causa del conflicto entre los dos hombres. La joven aencuentra bajo mi proteccin hasta que se resuelva el caso. Si el sultn desea verla, entenderha muerto Messud y por qu Kamil est preparado para sufrir un destino similar. Es muy herm

    Halima era hurfana. No vivi una infancia de color de rosa. Es como si hubiera conotransgresiones que estaba destinada a provocar. Lleg a la vida adulta y asombr con su belinteligencia y su audacia. Se convirti en criada en el hogar de Kamil ibn Zafar, donde trabajmujer y cuid a sus nios.

    Kamil poda haber hecho con ella lo que se le hubiera antojado. Poda haber usado de sucuando se hubiese sentido desbordado por el deseo y poda haberla instalado en su casconcubina. Pero l la amaba. No fue ella quien le pidi que se casaran. La idea parti de matrimonio se celebr debidamente.

    Pero Halima insisti en comportarse como si nada hubiera cambiado. Se neg a quedcasa todo el da; serva a Kamil en su casa, y se quedaba en sus habitaciones mientras los amigestaban presentes. Ella me cont que aunque Kamil era un hombre amable y considerado, npor l la misma pasin que l por ella. Su explicacin del matrimonio era que solamente a tese nexo l senta que ella poda ser de su pertenencia de por vida. S, sa fue la palabra que u

    pertenencia.Messud conoci a Halima en casa de su amigo Kamil, que le haba abierto su corazn. cont a Messud lo de su amor por Halima, y que no poda vivir sin ella. Los dos hombres hmucho del tema y Messud lleg a conocer muy bien las cualidades ms atrayentes de la joven.

    En las ocasiones en que Messud llegaba para tomar algo con su amigo y Kamil estaba aceptaba un vaso de t de Halima. Ella le hablaba como a un igual, y le contaba las ltimas hibromas del bazar, a menudo a expensas de vuestro pobre cad, oh misericordioso sultn. Y a vdardos iban dirigidos al califa de Bagdad y a vuestra propia persona.

    La madre de Kamil y su primera esposa estaban escandalizadas por la conducta de Ha

    quejaron amargamente, pero Kamil ni se conmovi.Messud es como mi propio hermano les dijo. Sirvo a sus rdenes en el gloriosode Salah al-Din. Su familia est en Damasco. Mi casa es su casa.

    Tratadle como a uno de nuestra familia. Halima entiende mis sentimientos mejor que vosMessud os disgusta, manteneos alejadas de su camino. Yo no quiero imponroslo.

    El tema nunca volvi a mencionarse. Messud se convirti en un visitante asiduo.Fue Halima quien dio el primer paso. Nada atrae ms que el fruto prohibido. Una tarde

    Kamil y el resto de la familia estaban en el funeral del padre de la primera esposa, Halima se esola. Los sirvientes y guardias armados haban acompaado a su amo al entierro. Messud, isin saber que haba una muerte en la familia, fue a comer con su amigo. Encontr a la bellasaludndole en el patio vaco. Cuando el sol poniente se reflej en su cabello rojo, debi parec

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    mgica y fantstica princesa del Cucaso.Ella no me cont exactamente cmo acab nuestro noble guerrero Messud, slo que su

    satisfecho acab reposando en el de ella, con la cabeza aprisionada entre sus pechos comelocotones. S que vuestra gracia apreciara todos los detalles, pero mi modesta imaginaincapaz de satisfaceros. La pasin mutua de los dos se convirti en un lento veneno.

    A medida que pasaban los meses, Messud buscaba cualquier pretexto para enviar a realizar misiones especiales. Le envi con un destacamento a Fustat, a supervisar la construccinueva ciudadela, a entrenar jvenes soldados en el arte de la lucha con alfanje, o a otra

    cualquiera que se le ocurriera a su retorcida y obsesionada mente.Halima me cont que ambos haban encontrado un lugar para sus citas amorosas, no lbarrio de Mahmudiya donde ella viva. Sin que ella lo supiera, la madre de Kamil empez a hla siguiera un leal sirviente, hasta que conocieron bien las costumbres de los amantes. Un da mun mensajero a buscar a su hijo. Hizo que le dijeran que la muerte estaba llamando a su puertalleno de preocupacin, corri a casa y se sinti aliviado al ver que su madre se encontraba bila expresin en el rostro de la anciana se lo dijo todo. Ella no pronunci ni una palabra, se hacer una sea al sirviente, un muchacho de doce aos, e indicarle a su hijo que le siguiera. Ka dejar su alfanje, pero su madre le advirti que quiz lo necesitara bien pronto.

    El muchacho camin a paso ligero. Kamil le segua como flotando en una nube. Sabmadre no apreciaba a Halima. Saba que adondequiera que le llevara, la encontrara a ella. estaba preparado para ver lo que vio cuando entr en la habitacin. Messud y Halima yacan den el suelo, ahogndose en su felicidad mutua.

    Kamil lanz un grito. Fue un grito espantoso. Rabia, traicin, celos, todo contenido en Messud se cubri y se puso de pie, con la cara desfigurada por la culpa. Ni siquiera intentSaba cul era su deber, y esper pacientemente su castigo. Kamil atraves con su alfanje el del amigo.

    Halima no grit. Cogi su manto y sali de la habitacin. No vio cmo la sangre que brocuerpo de su amante pona fuera de combate a su marido. Pero el muchacho lo observ todo.

    amo castigar el cuerpo muerto del amigo. Vio cmo le cortaba el rgano ofensor. Y una vez aya su rabia, Kamil se sent y se ech a llorar. Habl a su amigo muerto, rogndole que le dqu el cuerpo de Halima haba sido ms importante que su amistad.

    Si me la hubieras pedido grit, te la habra regalado.

    En este punto de la historia del cad, el sultn le interrumpi.Basta ya, al-Fadil. Hemos odo todo lo que necesitbamos saber. Es un asun

    desagradable. Uno de mis mejores jinetes est muerto. Asesinado, y no por los francos, sinomejor amigo. Haba empezado el da muy bien con Ibn Yakub, pero ahora t lo has arruinado dolorosa historia. El problema no tiene solucin. La solucin est en el mismo problema. No

    El cad sonri tristemente.En un aspecto, por supuesto, as es. Aunque desde el punto de vista del Estado, ha exis

    grave ofensa. Una cuestin de disciplina. Kamil ha matado a un oficial superior. Si su crituviera castigo, se propagaran los rumores. Esto desmoralizara a los soldados, especialmensirios, que amaban a Messud. Creo que el castigo es necesario. l no debi haberse tomado lapor su mano. La justicia, en el reino de vuestra alteza, es de mi entera responsabilidad. Spodis anular una decisin ma. Qu sugers en este caso?

    Elige t mismo, al-Fadil.

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    Quiero la cabeza de Kamil.No! grit el sultn. Aztale si tienes que hacerlo, pero nada ms. La ofensa se

    bajo un ataque de pasin incontrolable. Incluso t, amigo mo, hubieras encontrado difcil coen tales circunstancias.

    Como desee el sultn.El cad sigui sentado. Saba por instinto, tras largos aos al servicio del sultn, que Sala

    no haba acabado todava su historia. Durante unos minutos, nadie habl.Dime, al-Fadil dijo la voz familiar. Qu ha ocurrido con la joven?

    Pens que querrais interrogarla vos mismo, y me he tomado la libertad de traerla a Debe ser lapidada hasta la muerte por adulterio. El sultn debe dictar sentencia. Sera una muy grata al pueblo. Se comenta en el bazar que est poseda por el demonio.

    Estoy intrigado. Qu clase de mujer es sa? Cuando te vayas, haz que me la manden.El cad inclin la cabeza y, sin darse por enterado en ningn momento de mi presencia, sa

    estancia.Lo que no puedo entender, Ibn Yakub dijo el sultn, es por qu al-Fadil me ha tra

    caso a m. Quiz para no arriesgarse a ejecutar a un oficial egipcio sin mi aprobacin. Suposa es la razn. Pero uno nunca puede subestimar a al-Fadil. Es muy astuto. Estoy seguro de qun motivo oculto.

    En aquel momento entr un sirviente, y anunci que Halima estaba fuera. El sultnpermiso y la condujeron ante l. La mujer cay de rodillas y agach la cabeza, tocando los monarca con la frente.

    Ya basta dijo el sultn con la agria voz del gobernante que censura. Sintate nosotros.

    Cuando se sent le vi la cara por primera vez. Fue como si una lmpara hubiese iluminadhabitacin. No se trataba de una belleza corriente. A pesar de su tristeza, sus ojos inundlgrimas eran brillantes e inteligentes. Esa mujer no ira de buen grado ante el verdugo. Luchresistencia estaba escrita en todos sus rasgos.

    Cuando me volv hacia el sultn, con la pluma levantada, esperando que hablase, pude vetambin se encontraba fascinado por la visin de aquella joven. Habra cumplido veinte aomucho.

    Los ojos de Salah al-Din le traicionaron al expresar una suavidad que yo nunca antes habclaro que hasta ese momento nunca haba estado con l en presencia de una mujer. La miraba intensidad que podra haber asustado a cualquier otra persona, pero Halima le mir directamenojos. Fue el sultn quien finalmente apart la vista. Ella haba ganado el primer asalto.

    Estoy esperando dijo l. Dime por qu no debera entregarte al cad, que harlapiden hasta la muerte por tu crimen.

    Si amar es un crimen empez ella con tono compungido, adalid de los misericomerezco morir.

    No se trata de amor, miserable mujer, sino de adulterio. De traicionar a tu marido ante Los ojos de la mujer relampaguearon al or esto. La tristeza desapareci de su rostro y e

    hablar. Su voz tambin cambi. Hablaba con seguridad y sin asomo de humildad. Haba recpor completo su aplomo, y habl al sultn con voz segura, como si se dirigiera a un igual.

    No comprenda lo pequeo que puede ser este mundo para dos personas. Cuando Meestaba conmigo, su recuerdo se converta en un tormento. No me preocupa si vivo o si musometer al castigo del cad. Puede hacer que me lapiden hasta la muerte, pero no s

    misericordia ni gritar mi arrepentimiento a los buitres. Estoy triste, pero no lo lamento. Eintervalo de felicidad ha sido ms de lo que yo haba credo posible en esta vida.

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    El sultn le pregunt si tena algn pariente. Ella mene la cabeza. Entonces l le pidi contara su historia.

    Yo tena dos aos cuando me vendieron a la familia de Kamil ibn Zafar. Decan hurfana, que lejos de all me haban encontrado abandonada unos comerciantes kurdos. compadecieron de m, pero la duracin de su piedad se limit a un par de aos. La madre de KZafar ya no poda concebir ms. Su marido, segn me dijeron, haba muerto. Viva en la ca

    padre, y aquel amable anciano le compr esa nia hurfana. Yo formaba parte de los trueaquella temporada. Es todo lo que s de mi pasado.

    Kamil tena diez u once aos por entonces. Era amable y carioso, y siempre estuvo atennecesidades. Me trataba como si yo fuera su hermana de verdad. La actitud de su madre era dNunca decidi si criarme como a una hija o como a una esclava. A medida que me iba haciendme fueron asignando las funciones de la casa. Yo segua comiendo con la familia, lo cual mollos dems sirvientes, pero me preparaban para ser su doncella. No era una mala vida, amenudo me senta sola. Las otras sirvientas nunca confiaron plenamente en m.

    Todos los das, un anciano vena a la casa para ensearnos la sabidura del Corn

    relatarnos las hazaas del Profeta y sus compaeros. Pronto Kamil dej de asistir a las lecciona cabalgar con sus amigos y a lanzar flechas a unas dianas. Un da el profesor de textos sagrcogi la mano y se la puso en la entrepierna. Yo grit. La madre de Kamil entr en la estancia.

    El profesor, murmurando el nombre de Al, le dijo que yo era una indecente y una licEn presencia del hombre ella me abofete dos veces y se disculp ante l. Cuando Kamil llegle cont la verdad. l se enfureci mucho con su madre, y el profesor nunca volvi a aqueCreo que la mujer estaba preocupada por el afecto que Kamil me tena, y pronto le enconesposa. Eligi a la hija de su hermana, Zenobia, que era dos aos mayor que yo.

    Despus de la boda de Kamil, fui destinada a atender las necesidades de su joven esp

    gustaba ella. Nos conocamos desde que llegu a la casa, y a menudo compartamos nuestros Cuando Zenobia le dio un hijo a Kamil, yo me sent encantada, igual que todo el mundomuchsimo al nio, y lo am, como si fuera mi propio hijo. Envidiaba a Zenobia, a quien Aconcedido ilimitadas cantidades de leche.

    Todo iba bien (incluso la madre de Kamil se mostraba de nuevo amistosa conmigo) fatdico da en el que Kamil me dijo que me amaba, y no como hermano. Al es mi testigoqued muy sorprendida. Al principio me asust, pero Kamil persisti. Me quera. Durantetiempo me resist. Senta mucho afecto por l, pero no pasin. Ni por asomo.

    No s lo que hubiera ocurrido, o cmo habra acabado la cosa, de no ser porque la m

    Kamil intent casarme con el hijo de un aguador. Era un hombre muy rudo y no me gustabamatrimonio, como sabe vuestra gracia, nunca es una eleccin libre para las mujeres. Si mi amdecidido mi destino, tena que casarme con el hijo del aguador.

    Kamil se mostr muy preocupado al saberlo. Declar que no sucedera nunca tal inmediatamente me pidi que me casara con l. Su madre se qued anonadada. Su mujer decse senta humillada por su eleccin al tomar a una sirvienta como segunda esposa. Las dos dejaron de hablarme durante muchos meses.

    Imaginad mi situacin. No haba nadie con quien pudiera discutir los problemas de mi vnoche, en la cama, lloraba y echaba de menos a la madre que nunca conoc. Consider lo esperaba con bastante frialdad. Slo pensar en el hijo del aguador me pona enferma. Anteshuir que soportar que me tocase. Kamil, que siempre haba sido amable y carioso conmig

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    nica alternativa posible. Acced a convertirme en su esposa.Kamil estaba encantado. Yo me senta satisfecha y no demasiado infeliz, a pesar de que

    me odiara y la madre de Kamil me tratara como si fuera el polvo de la calle. Su propio pasadosobre ella como una losa. Nunca olvidara que el padre de Kamil la haba dejado por otra, estaembarazada de su hijo. Sali una noche de El Cairo y nunca volvi. Su nombre nunca se menaunque Kamil pensaba mucho en l. Pero sa era la versin de la historia que daba su madre.

    En la cocina corran otras versiones que eran de dominio pblico. Las sirvientas me lo todo despus de asegurarse de que yo no ira con el cuento al ama. La pura verdad era que el

    Kamil se fue de la ciudad al descubrir, despus de regresar de un largo viaje al extranjeromujer le haba engaado con un comerciante local. El nio que llevaba en el vientre no eKamil me confirm aquello una vez casados. Su madre saba que me lo haban contado, y laque yo lo supiera la llenaba de odio. Lo que hubiera ocurrido entre nosotros, slo Al lo sabe.

    Entonces lleg Messud, el de los ojos almendrados y la boca dulce como la miel, y entvida. Me cont historias de Damasco, y cmo haba luchado junto al sultn Salah al-Din. Nresistirme a l. No quera resistirme. Lo que senta por l era algo que nunca antes haba sentid

    sta es mi historia, oh gran sultn. S que viviris sin desdichas, que obtendris victorias, que gobernaris sobre nosotros, que dictaris sentencias y que os aseguraris de que hijos sean educados como vos deseis. Vuestro xito os ha colocado donde estis ahora. Estaignorante, ciega y sin hogar se confa a vos. Que se haga la voluntad de Al.

    Mientras Halima hablaba, Salah al-Din beba cada una de sus palabras, observaba cadacaptaba cada brillo de sus ojos. Halima tena el aspecto de un gato salvaje acorralado. Ahora, la miraba con los ojos fijos carentes de emocin de un cad, como si su rostro estuviese escupiedra. La intensidad de la mirada del sultn alter a la joven. Esta vez fue ella quien baj la m

    Salah al-Din sonri y dio unas palmadas. Shadhi, siempre fiel, entr en la sala. El sult

    unas palabras en dialecto kurdo que yo no pude comprender. Esos sonidos provocaron un rprofundo en Halima. Or hablar en aquella lengua la sobresalt, y escuch con atencin.Ve con l le dijo el sultn. l se asegurar de que ests a salvo, lejos de las pedr

    cad.Halima le bes los pies y Shadhi la cogi por el codo y la condujo fuera de la sala.Hblame con franqueza, Ibn Yakub. Tu religin comparte muchos de nuestros precepto

    lugar, habras permitido que una belleza tal fuese lapidada hasta morir junto a Bab-el-BarkiyaYo negu con un movimiento de cabeza.No lo habra hecho, alteza, pero muchos de los ms ortodoxos de mi religin compar

    punto de vista del cad.Seguramente entenders, mi buen escriba, que al-Fadil no quiere realmente que lmuera. Ah est todo el meollo de la cuestin. l quiere que sea yo quien tome la decisintodo. De haberlo querido, l mismo habra podido solucionar este asunto... y luego informarcuando ya fuera demasiado tarde para intervenir. Pidindome que escuchara la historia, sabe qla arroja a las incertidumbres de un destino incierto. l me conoce muy bien. Est seguro de qperdonar la vida. A decir verdad, creo que nuestro cad tambin ha sucumbido a los encaHalima. Me figuro que estar a salvo en el harn.

    Bueno, ha sido un da agotador. Te quedars a comer algo conmigo, verdad?

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    Captulo 4

    Un eunuco mata al sultn Zengi y la fortuna de la familia de Salah al-Din da un vuelco; la hisShadhi

    A la maana siguiente llegu a palacio a la hora convenida y Shadhi me condujo a la bibEl sultn no apareci. Yo me entretuve mirando algunos volmenes desconocidos por m.

    A medioda un mensajero, que vena acompaado de Shadhi, me dijo que importantes asEstado ocupaban al sultn y que no tendra tiempo para m ese da.

    Iba a marcharme, pero Shadhi me hizo una seal. Yo estaba ya harto de aquel viejo enque todava era lo bastante presumido para teirse la blanca barba con henna, y cuya cabezbien aceitada, brillaba refulgente al sol. Mi cara debi de reflejar mi confusin.

    Asuntos de Estado?El viejo ri con una risa irritante, profunda, vulgar, escptica, como para responder a su

    pregunta.Creo que el defensor de los dbiles no est inspeccionando la ciudadela, como debera

    estos momentos. En vez de eso, est explorando las hendiduras y recovecos de la muchacha derojo.

    Yo estaba sorprendido, sin saber lo que me alteraba ms, si las palabras que Shadhpronunciado o el mensaje que implicaban. Poda ser verdad aquello? La velocidad del sultn de un caballo era legendaria, y me pregunt si la misma impaciencia habra caracterizmovimientos en el dormitorio. Y Halima? Se haba rendido de buen grado, sin lucha o, cominstancia, con una splica verbal de paciencia? Haba sido una seduccin o una violacin?

    El informe probablemente responda a la verdad. Yo estaba ansioso por tener ms inforpero reprim mis comentarios, para no dar pbulo a que Shadhi se refocilara. Eso le irrit. Icrear una familiaridad conmigo compartiendo aquel secreto, y tom mi falta de respuesta cdesaire.

    Apresuradamente me desped de l y volv a casa.Para sorpresa ma, cuando volv a la maana siguiente, encontr al sultn esperndom

    biblioteca. Me sonri al entrar yo, pero quiso empezar inmediatamente, sin perder tiempo alcortesas. Cre percibir un leve vislumbre de Halima antes de que la voz familiar me obconcentrar mi atencin en sus palabras. Mis manos empezaron a moverse sobre el papel, em

    por una fuerza ms grande que yo mismo.

    La primavera llegaba a Baalbek como un viajero que tiene muchas historias que contanoche, el cielo era como un manto sembrado de estrellas. De da era de un intenso azul, sonrea por todas partes. Solamos tumbarnos en la hierba y aspirar la fragancia de las florealmendros. Segn el tiempo iba hacindose ms clido y se aproximaba el verano, competamnosotros para ver quin se arrojara el primero a las frescas aguas del lago, alimentado sin cdiminutas corrientes de agua. El propio lago estaba escondido entre la arboleda, y nosotros

    considerbamos su situacin como un secreto, aunque todo el mundo en Baalbek conexistencia.

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    Un da, mientras nadbamos, vimos a Shadhi corriendo a nuestro encuentro. En aquella an corra bastante, aunque no tanto como en su juventud. Mi abuela sola contarnos cmShadhi de un pueblo de la montaa a otro, distancias de ms de veinte millas (segn lamedidas rabes). Parta despus de la plegaria de la maana y volva a tiempo de servir el desmi abuelo. Eso fue hace mucho tiempo, en Dvin, antes de que nuestra familia se trasladara a T

    Shadhi nos dijo que saliramos del agua y corriramos lo ms rpidamente que pudiraciudadela. Nuestro padre nos mandaba llamar. Jur y perjur, amenazndonos con castigos horno obedecamos sus instrucciones inmediatamente. Su cara pareca llena de preocupacin. En

    ocasin le cremos.Cuando mi hermano mayor, Turan Shah, inquiri la razn de tantas prisas, Shadhi nosnos dijo que nuestro padre nos informara de la calamidad que haba cado sobre nuestra fe. Repreocupados, corrimos lo ms ligero que pudimos. Recuerdo que Turan Shah murmuraba algde los francos. Si estaban a las puertas, l pensaba luchar, aunque tuviera que robar un alfanje.

    Mientras nos aproximbamos a la ciudadela, omos el sonido familiar de los lamentomujeres.

    Recuerdo haber cogido la mano de Turan Shah mirndole sobrecogido. Shadhi lointerpret correctamente mi ansiedad.

    Levantndome hasta sus hombros, susurr palabras tranquilizadoras en mi odo.Tu padre est vivo y est bien. Dentro de unos minutos le veris.No era nuestro padre, sino el gran sultn Zengi quien haba muerto. El defensor de la

    sido asesinado por un eunuco borracho mientras dorma en su tienda junto al Eufrates.Estaba dedicado en cuerpo y alma a la Guerra Santa contra los francos. El sultn Zengi e

    haba puesto a mi padre al mando de Baalbek, y ahora le preocupaba que quiz tuviramos qel equipaje y trasladarnos de nuevo.

    Zengi derrot a los francos y, despus de un asedio de un mes, tom la ciudad de al-Ruque ellos llaman Edesa. La ciudad se haba convertido en una gema engastada en la daga de numientras nosotros mirbamos con nostalgia hacia al-Kadi-siya y la mezquita del califa Omar.

    Todava recuerdo las palabras del poeta, cantadas en Baalbek por soldados y esclavos. Sunirnos a ellos, y creo que si empiezo a recitarlas, las palabras volvern a mi memoria:

    Cabalga en una ola de jinetesque fluyen como marca sobre la tierra,sus lanzas hablan al enemigocomo lenguas empapadas en sangre.l es misericordioso e indulgente,

    pero no en el calor de la batalla,porque en el fuego y la ira del combatela nica ley es la de la fuerza.

    Mi padre disfrutaba de excelentes relaciones con el sultn Zengi, y estaba verdade

    preocupado por la forma y la causa de su muerte. Aos ms tarde, Shadhi me cont la vhistoria.

    Zengi era muy aficionado al vino. La noche de su muerte, haba consumido un azumbre Todava borracho, envi a buscar a un joven soldado que haba atrado su atencin durante el

    sultn usaba a los jvenes para aplacar su lujuria.

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    Yaruktash, el eunuco que mat a Zengi, estaba enamorado del muchacho y no poda sopidea de que su cuerpo escultural fuese mancillado por un viejo crapuloso. En un rapto de celoal muchacho y comprob todo lo que pasaba. Proporcion vino a los guardias que vigilaban elde la tienda, hasta conseguir emborracharlos. Mientras dorman, se introdujo subrepticiameninterior y apual a su seor hasta darle muerte, unindose al joven soldado cuyo cuerpoestaba caliente por el abrazo de Zengi. Fue un crimen pasional.

    Los escribas que consignaron la historia relataron los hechos diciendo que el eunucamigos haban robado el vino de Zengi. Temerosos de ser descubiertos, mataron a s

    aprovechando la borrachera del sultn. Pero su versin no tena sentido alguno. Shadhi me verdad. Tuvo que orsela decir a mi padre o a mi to. Haba pocas cosas que escapasen al conocde esos dos hombres.

    Pero por aquel entonces yo no saba nada de todo este lo. Ni tampoco estaba especiinteresado en los asuntos de ese otro mundo de los adultos. Una vez ms, me beneficiaba el hno ser el hijo mayor. Aqul era un privilegio reservado para Shahan Shah. l estaba oblsentarse junto a mi padre durante las plegarias de los viernes, y cuando se discutan otros teestaban educando en las artes del buen gobierno. A veces a Turan Shah y a m nos costaba no ea rer cuando Shahan Shah empezaba a adoptar la misma forma de hablar de mi padre.

    La ocupacin de nuestras ciudades costeras, e incluso de al-Kadisiya, que los francos lel reino latino de Jerusaln, no era para m sino un simple hecho de la vida. A veces oa habpadre y a mi to Shirkuh del pasado, cuando los nios estbamos presentes. Aunque hablaban el auditorio en realidad ramos nosotros. Era su forma de asegurarse de que entendamos la mde lo que estaba pasando en nuestras tierras.

    Hablaban de cmo llegaron los brbaros, que coman carne humana y que no se bSiempre contaban tristes historias del destino de al-Kadisiya. Los brbaros haban decidido todos los creyentes. A los de tu pueblo, Ibn Yakub, como estoy seguro de que sabrs mejormismo, los reunieron en el templo de Salomn. Cerraron las puertas y los francos prendieron santuario. Deseaban borrar completamente el pasado y reescribir el futuro de al-Kadisiya, que

    tiempos nos perteneci a todos nosotros, los pueblos del Libro.La nica historia que realmente me conmova de nio era sa, la de al-Kadisiya. La cru

    los brbaros era como un veneno que me haca enmudecer. Al-Kadisiya nunca estaba ausnuestro mundo de ficcin. Subamos a nuestros caballos y fingamos que bamos galopando a a los francos de al-Kadisiya, lo que se traduca normalmente en echar a Shadhi de la cocina. Ada real en que esto suceda no est tan lejos, Ibn Yakub. Nuestro pueblo pronto volver a laSanta. Tiro, Acre, Antioqua y Trpoli de nuevo nos pertenecern.

    Era obvio que tenamos que derrotar a los francos; pero cmo salir victoriosos si el calos creyentes estaba tan amargamente dividido? Para empezar, haba dos califas: uno en Bagd

    gobernaba slo nominalmente, y otro en El Cairo, que era dbil. El derrumbe del califaconducido a la eclosin de pequeos reinos por todas partes. Mi padre nos cont el da quZengi que a menos que estuviramos unidos, los francos nunca seran derrotados. Hablaba en pero sus palabras tambin eran ciertas en un sentido ms amplio y espiritual. La animosnuestro propio bando era profunda. Nos mostrbamos ms feroces en derribar a nuestro rival qresistencia contra los francos. Esas palabras siempre permanecieron grabadas en mi interior.

    Y vuestro padre? le pregunt al sultn. No habis hablado de l. Qu tipo de era?

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    Mi padre, Ayyub, era un hombre de buen carcter. Era una persona precavida y cCuando intentaba explicarnos algo, preguntaba con su voz suave:

    Lo entendis? Est claro? Todo el mundo lo entiende?En un mundo ms pacfico habra sido muy feliz a cargo de una gran biblioteca

    responsable del funcionamiento regular de los baos pblicos de El Cairo. Sonres, Ibn Yakubque subestimo las cualidades de mi padre. Ni lo ms mnimo. Todo lo que afirmo es que n

    sino criaturas del destino, y que nuestras vidas estn condicionadas por el tiempo que nos toNuestras vidas estn determinadas por las circunstancias.

    Tomemos a Ibn Maimun, por ejemplo. Si su familia no se hubiera visto obligada a abandAndalus, podra haberse convertido en visir de Granada. Si al-Kadisiya no hubiera sido ocupodras estar viviendo all, y no en El Cairo.

    Tomemos al propio Profeta. Fue muy afortunado, verdad?, que recibiera su revelacimomento en que dos grandes imperios empezaban a decaer. Slo treinta aos despus de sulos creyentes, con el auxilio de Al, se haban extendido ms all de nuestros ms fantasiososSi no conseguimos civilizar las tierras de los francos, la culpa es slo nuestra. Fue el error hu

    que nos impidi educar y circuncidar a los francos. El Profeta saba que la confianza en Al sono basta. Acaso no dijo una vez: "Confa en Al, pero ata primero tu camello"?

    A mi padre, como comprenders, no le gustaba viajar. Era un hombre de hbitos sedendiferencia de mi abuelo, que, por cierto, tambin se llamaba Shadhi, y de mi to Shirkuh. Enunca se encontraban a gusto en el mismo sitio. Mis enemigos tachan a mi familia de aventadvenedizos. Hasta al Profeta, que descanse en la paz eterna, le llamaron advenedizo, as qume preocupa. Y en cuanto a lo de aventureros, creo que es verdad. La nica manera de moverdelante en este mundo es mediante la aventura. Si te sientas tranquilamente en un sitio, equema y acabas muriendo. Pero yo s que a mi padre le habra gustado que nos quedramos

    en Armenia.Las noticias de la muerte de Zengi no supusieron solamente un golpe personal. Signtumultos y problemas. Los dos hijos de Zengi no perdieron el tiempo en asegurar sus estados dy Alepo. Mi padre tena poca confianza en su capacidad de gobierno. Pronto se demostr quequivocado, por supuesto, pero quin iba a suponer en aquellos tiempos que el obstinado y Nur-al-Din iba a alcanzar tales alturas?

    Los miedos de mi padre pronto encontraron justificacin. Al cabo de unas semanas, los del gobernante de Damasco estaban a las puertas de Baalbek. La resistencia, como bien spadre, era intil. l pens que no tena sentido derramar la sangre de los creyentes. Nego

    rendicin pacfica, y la gente se sinti agradecida por ello.Aos ms tarde, en una ocasin en que mi padre y yo cabalgbamos juntos fuera de Damcielo se colore de un tinte rojo dorado por el horizonte. l fue el primero en observarlo y tirlas riendas, rindiendo silencioso homenaje, durante lo que pareci un largo espacio de tieminimitable belleza de la naturaleza. Cuando volvimos a emprender la marcha hacia cashablaba. Todava estbamos sobrecogidos por aquel cielo que haba vuelto a cambiar aparecieron las primeras estrellas. Justamente cuando llegbamos a la Bab Shark, mi padre hasu suave voz:

    A menudo olvidamos que incluso la guerra ms necesaria es una verdadera calamidadmayora de la gente. Son ellos siempre los que ms sufren, ms que nosotros. Siempre. No lonunca, hijo mo. Combate slo cuando no haya otro remedio.

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    Por qu ser que siempre olvidamos ciertos hechos cruciales, y tenemos que esforzarrecordarlos, y en cambio otros hechos se fijan con ms claridad en nuestra mente? Todava rese da. Permanece fresco en mi memoria. Mi hermano mayor, Shahan Shah, haba repentinamente haca algunos aos, y mi padre no se haba recuperado todava de aquel golpean profundamente afectado. Por alguna razn que desconozco, las relaciones entre l y Turnunca haban sido demasiado ntimas. Mi hermano, a quien yo amaba entraablemente, tepersonalidad demasiado rebelde y obstinada para gustarle a mi padre. Un da o que mi mgritaba:

    Turan Shah, no te basta con amargar la vida a tu padre, que tienes que molestarmtambin? Slo nos das disgustos y preocupaciones. Me oyes...?Le haban lanzado tantas diatribas que ya no le asustaban, y se rea de nuestra madre.Y como Turan Shah estaba excluido de la lista, yo era el siguiente en la lnea para re

    atenciones de mi padre.Tena diecisis aos y me haban regalado un halcn de cetrera y un buen corcel de Ku

    que era la primera vez que mi padre me tomaba verdaderamente en serio. Me trataba como a uDiscutamos muchos temas. l habl de sus miedos y preocupaciones, del futuro, de una poque ya no estara all para guiarme.

    Slo con pensar en la posibilidad de su muerte un escalofro me recorra el cuerpo y emptemblar.

    Quera abrazarle y besar sus mejillas, sollozar en su hombro, gritar: "No quiero que tenunca", pero me reprima. Hay un lazo sagrado entre padre e hijo que no puede ser sobrepasademocin. Los labios estn sellados. El corazn permanece impotente.

    Me di cuenta de todo aquello algunos aos despus de que abandonramos Baalbek. Mi phaba entregado la ciudadela sin condiciones. Fue recompensado con un feudo de ocho pueblde Damasco, una gran suma de dinero y una casa en el corazn de la antigua ciudad. Dtenamos que mudarnos. Yo estaba triste por tener que abandonar los templos y los arroyoscrecido amando Baalbek. La vida all era feliz y acomodada. Hasta el da de hoy, su recuerdo

    sonrisa a mis labios.Pero en Damasco fue donde me convert en un hombre.

    Me sirvi de alivio el hecho de que el sultn dejara de hablar y yo pudiera descansar mi mano. l not mi cansancio y llam a su ayudante. Le dio instrucciones. Tenan que baperfumarme. Darme masajes en las manos hasta que los dedos recuperaran su movimiento. tenan que proporcionarme algo de comer y dejarme reposar hasta que l volviera. Quera un

    nocturna aquel da. Tena que cabalgar por la ciudad para inspeccionar la construccin de lciudadela, su ciudadela, e iba a vestirse para la ocasin.Antes de abandonar su compaa, me sorprendi la entrada de una transformada Halima.

    ya no era la criatura de ojos tristes y mejillas surcadas de lgrimas cuyo relato habamos escucsilencio haca unos das. Andaba con una seguridad que me abrumaba. Aquello responda a la pque haba estado atormentndome. No haba sido violada, sino seducida.

    Y ahora Halima quera visitar la ciudadela con l. Su audacia asombr a Salah al-Dinneg. Ella insisti, amenazando con disfrazarse de soldado y seguirle a caballo. Los ojos del endurecieron de pronto, y su cara se puso tensa. Habl con una voz spera, advirtindoleabandonase el palacio sin su permiso. Fuera de sus muros protectores, su vida estaba en peligrhaba sido azotado en pblico el da anterior, pero la multitud, en la que haba muchas mujere

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    la lapidacin de Halima. Las noticias de que hall refugio en palacio no fueron bien recibidas.Halima todava tena una mirada desafiante en sus ojos, pero prevaleci la voluntad de

    quien sugiri, como gesto conciliatorio, que compartiera su comida conmigo. Halima me dirmirada desdeosa y sali de la sala.

    A veces murmur el sultn con voz fatigada, creo que soy mejor conocedor de que de personas. Halima me crea ms problemas que una potranca. Si se digna comer conttarde, Ibn Yakub, estoy seguro de que podrs brindarle sabios consejos.

    Halima no me honr con su compaa aquel da. Yo me sent muy decepcionado. La lle

    Shadhi, cuando estaba a punto de empezar a comer, no contribuy a mejorar mi mal humorsenta con nimos de escuchar los cuentos del anciano, pero la cortesa dictaba que deba compcomida con l, y una cosa llev a la otra. Pronto se encontr alardeando de sus hazaas. Su destreza como jinete apareca en cada uno de los episodios.

    Antes de aquella reunin, nunca pas demasiado tiempo con l, ni le prest demasiada aAhora que le miraba, mientras iba hablando, vi algo en sus gestos que me result familiar. Ydio una pista de la verdadera razn por la que era tratado con tanto respeto tanto por el amo clos criados. Levantaba la mano derecha y alzaba las cejas exactamente igual que Salah al-Din.

    Desech aquella idea. No era un hecho tan sorprendente. Shadhi probablemente habamucho ms tiempo con el sultn que ninguna otra persona, y el joven haba adoptado algunogestos del sirviente. Pero cuando el anciano sigui hablando, volvi a asaltarme la mismAquella vez le interrump.

    Venerado to, tengo una pregunta que hacerte. Me hablas mucho de tus pasadas avehazaas, y tus historias tienen gran valor para ayudarme a comprender al sultn. Pero me saber algo de ti. Quin era tu padre? Y tu madre? Lo pregunto no slo por curiosidad, sino...

    Me interrumpi con orgullo mal disimulado.Impertinente judo! He matado a ms de un hombre por mucho menos!Deb de palidecer ligeramente, porque de inmediato se ech a rer.

    No puedo creer que te asustes de un viejo como yo. Como lo que ests escribiendo nopblico hasta que hayamos muerto y desaparecido, contestar a tu pregunta. Mi madre era unmujer de Dvin, la nica hija de un leador que serva lea a muchas grandes casas de los alreSu madre haba muerto al nacer ella, y el padre no se volvi a casar nunca. Hoy en da estoraro, pero era frecuente en la poca de mi abuelo, hace cien aos. Era un hombre grande cgigante, y su habilidad con el hacha era bien conocida en los pueblos circundantes. Poda arbol ms pronto que ninguna otra persona de aquella parte del mundo.

    Se haba hecho muy amigo de un joven cocinero de la casa de Shadhi ibn Marwan, el absultn, y decidi que aqul era el hombre adecuado para su hija, que tena a la sazn quince casaron. Mi madre entr al servicio de Ibn Marwan. Todava no te he contado, escriba, que mera tan famosa por su belleza como mi abuelo por su fuerza. Y lo que tena que pasar pas. Elfij en ella y la dobleg a su voluntad. Ella no se resisti. Yo soy el resultado. Cuando nacluego sera padre del sultn, Ayyub, y su to Shirkuh tenan ya diez aos. Su madre era untemible. Cuando supo lo que ocurra, insisti en que al cocinero y a mi madre (yo todava estavientre) deban darles una suma de dinero y enviarlos a un pueblo vecino.

    Shadhi ibn Marwan cedi ante ella. Al nacer yo, mi madre me llam Shadhi, para distodo el mundo. Y aqu habra acabado mi historia, si no fuera porque cuando yo tena siete aoel marido de mi madre. Haba sido un buen padre para m y me trat igual que a su propio h

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    tena un ao menos que yo.No tengo idea de cmo llegaron estas noticias al conocimiento de Ibn Marwan. Todo l

    es que un da vino con su squito cabalgando hasta nuestro pueblo y habl a solas con mi madAl sabe lo que se dijeron el uno al otro. Yo estaba demasiado ocupado en admirar los caballbonitas sillas de montar.

    Al final de su conversacin, mi madre me llam y me abraz estrechamente. Me bes enojos mientras trataba de retener las lgrimas. Me dijo que en adelante iba a trabajar en la Shadhi Ibn Marwan, y que le obedeciera ciegamente en todo.

    Yo me puse muy triste y llor durante muchos meses. La echaba muchsimo de menoverla una o dos veces al ao, y ella me cocinaba mis pasteles favoritos, hechos de maz y endcon miel silvestre.

    Slo cuando nos fuimos de Dvin y nos mudamos al sur, a Takrit, averig lo de mi vepadre. Haba ido a decirle adis a mi madre. Sabamos que nunca volveramos a vernos. Ellami hermano y su mujer y los hijos de stos, y yo saba que ellos la amaban y que la cuidaran pero aun as estaba abrumado por la tristeza. Cuando nos separamos, me bes en la frente cont todo. No puedo recordar cmo me sent en aquellos momentos. Hace de esto mucho, pmucho tiempo. Estaba complacido y furioso a la vez.

    La historia de Shadhi confirmaba mis sospechas, y yo estaba ansioso por preguntarle mAntes de que siguiera hablando, el sultn entr, con sus dos hijos a su lado. Me presentarnios, pero era obvio que ellos haban venido a buscar a Shadhi. Los ojos del anciano se ilucuando vio a los nios. Mientras se los llevaba, el sultn susurr a mi odo: Ha venido?. Yla cabeza negativamente y l se ech a rer.

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    Captulo 5

    La sabidura de Ibn Maimun y sus prescripciones

    La tarde que sigui a los dos largos y agotadores das con el sultn, volva yo a casa y en

    Raquel, mi esposa, absorta en la conversacin con Ibn Maimun. La mujer haba planteado unaquejas sobre m al gran maestro, sabiendo la influencia y respeto que el filsofo gozaba enhogar. Al entrar en la estancia, le o decir que el tiempo que yo pasaba en palacio estaba afecmi manera de pensar, a mi carcter y a mi actitud hacia los mortales menos privilegiados. Yimportante de todo es que se me acusaba de descuidar mis deberes para con ella y para confamilia.

    Creo que es un caso para el cad replic Ibn Maimun, mesndose la barba pensDebo transmitirle a l tu reproche y pedirle que castigue a Ibn Yakub?

    Mi risa molest a Raquel y sali de la estancia, con la cara tan adusta como el pan duro q

    tenido que servir a nuestro inesperado husped. Ibn Maimun estaba cansado. Sus deberes coneran pesados, dado que l viva en Fustat, a unas dos millas del palacio del cad. Le visitaba tepor la maana todos los das, atendiendo a sus necesidades, las de sus hijos y las de los que vel harn.

    La mayor parte del da la pasaba en El Cairo, y volva a casa por la tarde. Esperndole escombinacin curiosa de gentes de todo tipo: judos y gentiles, nobles y campesinos, aenemigos, nios y abuelos. Aqullos eran sus pacientes. El precio del xito era que Ibn Maimumuy solicitado. El nmero de sus pacientes aumentaba da a da, y l, como buen mdico nunca rechazaba a nadie.

    A veces, cuando necesitaba desesperadamente un poco de descanso, pasaba la noche encasa en la judera, a un corto paseo de palacio. Aqu, segn me dijo, disfrutaba de una pazrecuperaba sus energas. Me disculp por la salida de tono de Raquel.

    Ten cuidado, Ibn Yakub. Tu mujer es una excelente persona, pero su fortaleza interiamor por ti se estn debilitando poco a poco. No tolerar tus ausencias eternamente. Al parecela mayor parte de tu tiempo en el palacio del sultn. Por qu no le pides al defensor de los cque te deje pasar con tu familia el sabbat?

    Yo suspir. Tambin me senta cansado y harto aquella noche.Te entiendo, amigo mo, pero no fuiste t quien me recomend a Salah al-Din? Hay v

    admito, en que me siento como un verdadero prisionero. Pero mentira si te dijera que no soy hecho es que el sultn me gusta. Me gustara cabalgar a su lado al aproximarnos al reino de Jey me gustara estar presente cuando la ciudad caiga bajo las armas de los ejrcitos del Jerusaln se convierta de nuevo en la Jerusaln donde podamos rezar en las ruinas del Enterramos nuestro sol en Jerusaln, y tenemos que encontrarlo de nuevo. Dara mi vida enteraese da. Una brillante nueva era est a punto de nacer en nuestra ciudad santa. Tengo fe en SDin. A su manera tranquila y despus de pensar mucho, reconquistar Jerusaln.

    El sabio asinti.Te entiendo demasiado bien, pero las necesidades de Raquel no son menos importante

    deseo de formar parte de la historia. Encuentra el equilibrio. La felicidad es como la buena salla echas de menos cuando te falta.

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    Ibn Maimun se retir a dormir despus de nuestra breve conversacin.Solo, reflexion sobre su consejo. Cmo poda encontrar el equilibrio entre mi traba

    familia? Raquel quera que volviese a casa a continuar mi trabajo sobre la historia delescogido. Que, para ella, era ms importante que convertirme en escriba de la corte.

    Raquel no comprenda que Ibn Maimun deliberadamente me hubiera apartado de aquelYo estaba preocupado porque mis investigaciones pudieran enemistarme con los rabinos. Temenuestro frgil estatus en aquel mundo, no quera que yo provocase una disputa con nuestros eruditos religiosos, cuya comprensin de nuestro pasado estaba limitada a las escrituras. Ibn

    estaba de acuerdo conmigo en que el movimiento de nuestro pueblo hacia el oeste haba emmucho antes de la destruccin del templo o del sitio de Masada. Habamos discutido el tema veces.

    Al salir al patio para orinar, me sorprendi el brillo del cielo iluminado por las estrequed all de pie, mirando al firmamento durante largo tiempo. Vi cmo tomaban, diferenteslas estrellas y, que el cielo me ayude, podra jurar que vi la belleza de Halima reflejadaconstelacin resplandeciente. Yo estaba fascinado por Halima. Se resista a abandonpensamientos. Por qu no habra venido a comer conmigo, si Salah al-Din la haba animado hiciera? Acaso me vea como un eunuco? Estara en el lecho con l aquella noche, o l hbebido hasta emborracharse y se haba trasladado a otro oasis?

    Ya era tarde, pero todas estas preguntas continuaban atormentndome mientras me dnuestro dormitorio. Raquel estaba despierta, pero todava le duraba el enfado. Le habl con vopero ella se neg a hablar conmigo.

    Ni siquiera acept consentir a mis deseos. El sueo nos eludi a los dos aquella nocquedamos all echados en silencio, esperando que rompiera el alba.

    Ibn Maimun siempre empezaba el da bebiendo una taza de agua caliente.Siempre que me haca compaa me senta obligado a observar el mismo ritual. Aqu

    limpiaba por dentro, insista l, y preparaba el cuerpo para los sobresaltos del nuevo dprescripciones de Ibn Maimun eran esencialmente preventivas. El secreto de su xito como

    radicaba en la importancia que conceda a lo que comamos y a cunto comamos. Ocho grandde agua durante los meses de invierno y el doble durante el verano son esenciales para la buen

    En estos temas era muy estricto. No aceptaba la discusin. Era ms fcil discutir con l smritos o demritos de nuestra religin. Eso no le preocupaba en absoluto, pero en cambio inla bondad de sus recomendaciones mdicas. Nunca entend la razn de su intransigencia.

    Quiz tuviera algo que ver con el hecho de que se ganaba la vida como fsico. Si se corrido la voz de que no estaba totalmente seguro de la eficacia de sus tratamientos, sus pconsultaran a otro mdico. Aunque quiz no fuera as. Los pacientes iban a visitarle porquque sus curas eran efectivas.

    Ahora estaba muy ocupado preparando un ungento para el cad. La habitacin ola acebolla. Aadi mostaza, ajenjo, arsnico, almendras amargas machacadas y vinagre. Me corr a abrir la puerta del patio para que entrase un poco de aire fresco. l sonri.

    Est enfermo el cad? le pregunt. O es que quieres envenenarle? Slo el olor lenviar prematuramente a la tumba.

    No, no est enfermo, pero s muy preocupado.Por qu?Est empezando a carsele el pelo. No quiere quedarse completamente calvo. Quiz

    viejo que nosotros, pero todava es un hombre presumido. A lo mejor le ha echado el ojo a

    ovencita.Si pusiera los ojos en cualquier muchacha, se la ofreceran en bandeja de oro. Y no im

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    nada su falta de pelo. Aparte de eso, de qu puede servirle tu apestosa pocin?Este ungento fortalece y espesa el pelo que todava le queda. Quin sabe, incluso es

    que le vuelva a salir otro nuevo.Y por qu est tan preocupado el gran al-Fadil si la prdida de cabello es signo de m

    No lejos de donde nos encontramos, en das pretritos, los antiguos sacerdotes y los reyeafeitarse la cabeza para demostrar su poder.

    Es cierto. Pero el Profeta del islam tena una hermosa mata de pelo. Como no le gustable volviera gris, insista en terselo con una mezcla de anmona roja y aceite de mirto,

    cuenta la tradicin.Yo iba a refutar aquella afirmacin, pero la mirada que me dirigi dej bien claro que ndispuesto a responder ninguna pregunta ms sobre el tratamiento que estaba preparanrejuvenecer al cad.

    En cambio, empez a hablar de la habilidad del cad como administrador, de su sentidusticia, de su habilidad para desafiar incluso las propias decisiones del sultn y, por encima

    de la calidad de los consejos que ofreca a su gobernante.Cuando abandonamos mi casa para dirigirnos al palacio, Ibn Maimun me pill comple

    por sorpresa.Contstame con toda sinceridad, Ibn Yakub. Tu corazn ha abandonado a Raquel?Sacud la cabeza vigorosamente, para negarlo. Mi corazn empez a latir un poco ms

    como para contradecirme. Me senta confuso y no poda hablar. Sigui interrogndome.Ests seguro de que las clidas y tupidas trenzas de la nueva adquisicin del harn d

    no te han hecho perder complemente el juicio?Mene de nuevo la cabeza. Cmo se haba enterado de lo de Halima? No le haba co

    nadie lo que pensaba. Ni siquiera estaba seguro de mis propios sentimientos. En el nombre dcmo haba llegado Ibn Maimun a aquella conclusin? Por un momento me sent deconmocionado para hablar. Cuando recuper la compostura, le ped que se explicara. Al prinencogi de hombros y no respondi. Yo insist.

    Durante mi trabajo he tenido ocasin de escuchar los problemas de muchos hogares. Locuenta Raquel no es nuevo. Es una vieja historia. Ella me ha pedido que rece por ella. Yo he reLe he dicho que saber y dormir es mejor que rezar e ignorar.

    Ninguno de los dos ha dormido esta noche pasada. Pero tengo la conciencia limpia. est libre de pecado.

    Y tu corazn?Suea. T puedes entenderlo. No es peor que el infierno un mundo sin sueos?Habla con ella, Ibn Yakub. Habla con Raquel. Comparte tus sueos con ella. El destin

    ha permitido a nuestro pueblo saborear demasiadas mieles.

    Salimos.

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    Captulo 6

    Recuerdos de adolescencia de Salah al-Din en Damasco; Shadhi relata la primera experienciadel sultn

    Me dijeron que siguiera al sirviente hasta los aposentos del sultn. Estaba descansando,incorpor al llegar yo, apoyndose en unos cojines de todas las formas imaginables. Me dirdbil sonrisa. Respiraba pesadamente. Tena la garganta inflamada. Me ofrec a volver cuencontrara mejor, pero el sultn mene la cabeza con fuerza, insistiendo en que no desperdicel da.

    La vida es breve, Ibn Yakub. En tiempo de guerra Al puede retirar a cualquiera de sude este mundo.

    Yo miraba en silencio mientras los sirvientes le preparaban su medicina. Haban hervido jen agua hasta que la decoccin tom un color oscuro. Salah al-Din husme la pocin y volvi

    a un lado. El segundo sirviente endulz el agua de jengibre con una generosa cantidad de mvez el paciente refunfu pero se bebi poco a poco la pcima. Indic que dejaran el jarro detsirvientes se inclinaron y se retiraron. Cuando salieron, Shadhi entr en la habitacin y toc del sultn.

    No tienes fiebre. Muy bien. Hay que beberse esto hasta la ltima gota. Tengo que deccosa, Ibn Yakub, reduce tu estancia hoy aqu. Tiene que descansar.

    Sali sin esperar la respuesta del sultn, que consisti en un juramento y una sonrisa. Habspero susurro:

    Hoy echo de menos mi antigua ciudad. Cuando no me encuentro bien en un lugaacordarme de mi pequea habitacin en Damasco. Vivamos en una casa que estaba cercciudadela, en la parte occidental de la ciudad. Un da que yaca en cama, posedo por una fique pareca provocada por el propio Satn, Shadhi entr en mi habitacin (igual que momento) y me toc la frente. El bueno de Shadhi me susurr al odo: Ibn Ayyub, recufuerzas. Recupera tus fuerzas.

    Fue su forma especial de informarme de que nuestra familia haba sufrido una gran prme encontraba bien y no capt su mensaje, y recuerdo que aquella noche tuve pesadillas. A la

    siguiente la fiebre haba remitido.Ese mismo da mi padre entr en mi cuarto y me dijo que mi abuela haba muerto. Yo m

    llorar y mis compungidos sollozos sin duda le conmovieron. Fue la nica vez en toda mi vidapadre me estrech entre sus brazos y me acarici la cabeza con ternura.

    Pronunci unas palabras de consuelo. "Al, en su infinita misericordia me dijoconcedido una larga vida. Ella ha abandonado este mundo sin lamentaciones." Las ltimas que dirigi a su hijo se referan a m. Segn mi padre, le haba regaado por no haberme concsuficiente atencin de cara a mi futuro. Mientras me deca todo esto, acariciaba con suaviamuleto que ves descansando sobre mi pecho.

    Antes haba colgado del cuello de mi abuela. Cada ao ella se lo quitaba y alargaba edel que penda, murmurando invocaciones a algn dios desconocido (nunca le o pronunciar el

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    de Al en esas plegarias especiales) para fortalecerme. Es mi amuleto de la suerte. Lo veneroprocede de ella, pero tambin se ha convertido en parte de mi vida.

    Antes de entrar en batalla, siempre me lo pongo en la mano y lo froto suavemente scorazn antes de rezar en silencio a Al pidiendo nuestra victoria.

    En Damasco fue donde me convert en hombre.Los primeros meses echaba de menos la libertad de Baalbek. Damasco era una ciud

    peligrosa. No pasaba un solo da sin que recibiramos noticias de la muerte de una persona imo prxima a una persona importante.

    El instinto de mi padre, como de costumbre, le sirvi de mucho. Elatabegde Damascoal frente de la ciudadela. Mi padre era el responsable de la defensa de la ciudad. Su sbito aspoder le granje enemigos sin cuento.

    Los nobles locales, algunos de los cuales decan descender de los primeros creyentes en Profeta, le eran abiertamente hostiles y nos contemplaban a nosotros con evidente desprecellos mi padre y mi to Shirkuh no eran ms que un par de aventureros kurdos, unos oportunivendan sus servicios y sus almas al mejor postor. No se puede negar que su desprecio estabaen un fondo de verdad.

    Cuando nosotros llegamos, Damasco estaba gobernada por elatabegMuin al-Din Unurquien, cansado del creciente sectarismo entre sus comandantes, le pidi a mi padre que reorlas defensas de la ciudad. Unur era enemigo del sultn Zengi y de su hijo, Nur al-Din. Mi to era comandante militar y estaba bajo las rdenes directas de Nur al-Din. Si yo hubiera turcomano leal a Unur y a su seor, Abak, me habra sentido tambin bastante nervioso. Destodo, no era ningn secreto que nuestro clan era como una pina. Mi padre y su hermano, lejoenemigos, se haban unido como la espada a la empuadura. Unur, sin embargo, confiaba en mNos contaron que en su lecho de muerte aconsej al sultn Abak que conservara los serviciopadre.

    Abak no estaba convencido del todo. Era un hombre dbil, muy dado al vino y a las minfluido fcilmente por consejeros poco escrupulosos. Aunque en este caso, debo confesa

    preocupaciones no carecan de fundamento. Si Nur al-Din atacaba Damasco, se levantara emi padre contra un ejrcito liderado por su propio hermano? sta era la pregunta que les atorda y noche.

    Mi padre sola escudarse tras una mscara. Era un gran cortesano, en el sentido escuchaba con atencin y hablaba muy poco. Cuando Abak le comunicaba lo que se deca porpadre sonrea y replicaba: "Quiz tengas motivos para sospechar de mi lealtad. T eres el niHasta el da de hoy, no te he dicho ni una sola mentira. Si mi presencia te preocupa, me ir mismo con mi familia. Slo tienes que darme la orden".

    El supremo gobernante de Damasco decidi conservar los servicios de mi padre. Fue

    que le cost el trono, pero aquello consigui unir a los creyentes y acercar el da en que pudreclamar nuestras tierras a los francos.

    Ya s lo que ests pensando, Ibn Yakub. Te ests preguntando qu habra ocurridohubieran expulsado de Damasco. No dudo de que el resultado habra sido el mismo, pero deun derramamiento de sangre. Los actos de mi padre no fueron determinados slo por las necde su familia. Las guerras en las que los creyentes luchaban entre s le repugnaban.

    El resultado de aquellas rivalidades fue limitar nuestra libertad. No se nos permita csolos. Nos prohibieron explorar la ciudad despus de anochecer. Nos advirtieron que no entnunca en las tabernas. Mi padre amenaz con azotarnos en pblico si violbamos esta

    prohibicin.Fue la obligada compaa lo que me llev a jugar alchogan. Ya que mi hermano al-A

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    tenamos varios guardianes, decidimos aprovecharnos. Cada da cabalgbamos fuera de la Djabiya al salir el sol. Primero los soldados cumplan con su deber y nos enseaban a macimitarra. Luego, despus de descansar un poco y comer algo, nos enseaban cmo luchar a lun caballo. Al final de nuestra sesin de entrenamiento, nos entretenamos enseando a los sougar alchogan.

    Es una cosa extraa, verdad, Ibn Yakub?, que cuanto ms se ejercita uno, menos seDespus de cabalgar durante dos horas, poda seguir cabalgando durante un da entero. Sin elos das en que no poda salir de casa, me senta aptico y exhausto, como hoy, por ejemp

    mdicos rezan a Al y me dicen que est relacionado con la forma en que la sangre fluycuerpo, pero acaso lo saben en realidad?

    El sultn guard silencio. Creyendo que estaba sumido en profundos pensamientos, ialgunas pequeas correcciones en el texto, pero cuando, con la pluma levantada, alc la vmir, tena el ojo cerrado.

    Se haba dormido.Me haba olvidado sealar antes el hecho de que Salah al-Din tena un solo ojo. No m

    contado an cmo perdi el otro; ya Ibn Maimun me advirti de que ste era un tema extremadelicado. Yo no deba aludir a ello bajo ningn pretexto. Como escriba disciplinado, haba conapartar de mi mente cualquier posible curiosidad. A decir verdad, me haba acostumbrado a suy casi ni me daba cuenta.

    Aunque al verle as, dormido, con su ojo malo abierto de par en par, daba la impresinestaba medio despierto y que era un sultn que todo lo vea.

    Me produjo una sensacin muy extraa. Quise saber cmo y cundo haba perdido el ojo.accidente de infancia? Si era as, quin era el responsable? Cmo poda afectar aqueactuacin en una batalla? Tena la mente repleta de interrogantes.

    No s cunto tiempo me qued all mirando al sultn dormido. Un leve toque en el homavis de la presencia del ubicuo Shadhi. ste se coloc un dedo sobre los labios pidindome y me indic que saliera de la habitacin con l.

    Nos sentamos en el patio disfrutando del sol del invierno, mientras mojbamos pan encomamos rbanos y cebollas. Le pregunt a Shadhi por el ojo.

    El propio Salah al-Din te lo contar. Es un tema del que no hablamos nunca.Por qu?El anciano no contest. En cambio, se limpi de yogur el cado bigote y eruct.Quiz pens para m, est de mal humor. Algo le preocupa. Pero yo estaba equi

    Slo era el tema prohibido del ojo lo que le haba hecho guardar silencio.Me pregunt si Ayyub y su familia haban llegado ya a Damasco en las crnicas quetranscribiendo. Asent.

    Entonces aadi con una sonrisa lasciva, te ha contado el sultn algo de sus esuveniles?

    An no.An no, an no... me imit, y se ech a rer a carcajadas. Nunca te lo contar. La m

    de los grandes hombres siempre es incompleta. Olvidan con gran facilidad su pasadafortunadamente para ti, mi buen escriba, Shadhi todava vive. Comamos primero un poco dey luego te contar historias de Damasco que seguro que nuestro gran sultn no recuerda.

    Cuando acabamos de comer, el anciano habl:

  • 5/25/2018 El Lib