el lenguaje popular y sus verdades

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Rodolfo Arias Formoso El lenguaje popular y sus verdades Escuché decir en cierta ocasion que una buena conferencia es como una minifalda: lo sufi- cientemente corta como para mantener despierta la atención, y lo suficientemente larga como para cubrir el tema. Aquí, hago la prevención, tengo el problema de no saber con certeza cuál es el tema: ergo la minifalda podría quedar demasiado corta y no cubrirlo adecuadamente, con lo cual él -el tema, yo no, por suerte - podría sufrir de una peladura impropia. y esta no es, con todo, la única advertencia que debo hacer. Los prevengo, por una parte, de que vez en cuando usaré conceptos y términos propios de la lingüística, de la sociología y hasta del sicoanálisis, siendo que mi formación con cos- tos fue en computación e informática. Ahí perdo- nen cuando me pare en una cáscara de banano. De mi lado tengo, para no sentir me tan solo, a Isaac Asimov, quien cierta vez escribió un célebre ensayo sobre la mujer: "Indecisa, coqueta y difícil de complacer". Fue alabado por los movimientos feministas en aquella época (años 60), pero reci- bió un cortés señalamiento de una antropóloga, la Dra. Charlotte Krush, en el que le indicaba cómo había simplificado espantosamente los supuestos sobre los que construyó su análisis. Y, por otra parte, acudiré a mi trabajo, principalmente la novela "El Emperador Tertuliano y la legión de los superlimpios", en la búsqueda de ejemplos y puntos de referencia para las distintas ideas que pretendo desarrollar. Tengo claro que usarse de ejemplo es del peor gusto, pero me parece que era parte del trato que hice con mis amigos, Roberto Fragomeno y Annette Calvo. Sé que me toca hablar de lenguaje popular, escudriñar sus verdades desde mi experiencia como escritor y como oidor, quiero decir como alguien que escucha (no como juez o magistrado, pero suena tuanis "oidor"), acotada la explora- ción en alguna medida a la literatura nacional y, con mayor especificidad, a la mía. Sentir, de una parte, que no sé que es lenguaje popular, y de otra que no sé cuáles escoger, de entre la amplí- sima gama de sus manifestaciones, en donde yo pudiera recoger (como quien junta piedritas o flores) aquéllas que admitan con soltura algún predicado booleano que me retorne con certeza el valor "verdadero" me pone en la picota, o sea que estoy metido en un clavo, camisa de once varas, berenjenal, colocho, torta, bochinche, o tanate. No sé qué es lenguaje popular. No sé qué es popular. No sé qué es popo Yeso que cierta vez fui "cantante pop británico", profesión u oficio que usé para registrarme en una hoja de control, en GBM, antigua IBM, antiguo Paseo Colón. Lindo, era, el Paseo Colón. Tenía casas, gente que paseaba, gente que tenía el colón, cuando tener colones era algo. Casotas, de cafetalero, de comerciante, imagino, sí, el viejo Paseo Colón. Fui, en aquella época de no muy buenas vibras, Consultor Externo de GBM y tenía que llenar un bostecísimo registro donde se me pedía, entre otros datos, la profesión u oficio. Prócer, Mag- nate, Tuerce Pichas. Un amigo que trabajaba en el Servicio Civil, estadístico, estaba elaborando por esos años una clasificación actualizada de trabajos, y encontró ese, Tuerce Penes. Tratábase de un güevón que se coloca debajo del toro y se la tuerce para que el bicho deposite el semen en un receptáculo adecuado y no en la vaca que él cree estar poseyendo. Pero es mentira: nunca fui tuerce bates. Sí me llamé Miguel Ángel Buenano- ti o Jacinto Buenagente, Judas Scaglietti o Edgar Allan Porras. Pero sin sobrepasarme, que conste. Estaba, y lo sigo estando, en absoluto seguro de que nadie revisaría esos eternos listados de Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, L (127-128),129-137, Mayo-Diciembre 2011/ ISSN: 0034-8252

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Este libro contiene el sistema del lenguaje popular, procurando descifrar sus verdades.

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Rodolfo Arias Formoso

El lenguaje popular y sus verdades

Escuché decir en cierta ocasion que unabuena conferencia es como una minifalda: lo sufi-cientemente corta como para mantener despiertala atención, y lo suficientemente larga como paracubrir el tema. Aquí, hago la prevención, tengo elproblema de no saber con certeza cuál es el tema:ergo la minifalda podría quedar demasiado cortay no cubrirlo adecuadamente, con lo cual él -eltema, yo no, por suerte - podría sufrir de unapeladura impropia.

y esta no es, con todo, la única advertenciaque debo hacer. Los prevengo, por una parte, deque vez en cuando usaré conceptos y términospropios de la lingüística, de la sociología y hastadel sicoanálisis, siendo que mi formación con cos-tos fue en computación e informática. Ahí perdo-nen cuando me pare en una cáscara de banano.De mi lado tengo, para no sentir me tan solo, aIsaac Asimov, quien cierta vez escribió un célebreensayo sobre la mujer: "Indecisa, coqueta y difícilde complacer". Fue alabado por los movimientosfeministas en aquella época (años 60), pero reci-bió un cortés señalamiento de una antropóloga, laDra. Charlotte Krush, en el que le indicaba cómohabía simplificado espantosamente los supuestossobre los que construyó su análisis. Y, por otraparte, acudiré a mi trabajo, principalmente lanovela "El Emperador Tertuliano y la legión delos superlimpios", en la búsqueda de ejemplos ypuntos de referencia para las distintas ideas quepretendo desarrollar. Tengo claro que usarse deejemplo es del peor gusto, pero me parece que eraparte del trato que hice con mis amigos, RobertoFragomeno y Annette Calvo.

Sé que me toca hablar de lenguaje popular,escudriñar sus verdades desde mi experienciacomo escritor y como oidor, quiero decir comoalguien que escucha (no como juez o magistrado,

pero suena tuanis "oidor"), acotada la explora-ción en alguna medida a la literatura nacional y,con mayor especificidad, a la mía. Sentir, de unaparte, que no sé que es lenguaje popular, y deotra que no sé cuáles escoger, de entre la amplí-sima gama de sus manifestaciones, en donde yopudiera recoger (como quien junta piedritas oflores) aquéllas que admitan con soltura algúnpredicado booleano que me retorne con certeza elvalor "verdadero" me pone en la picota, o sea queestoy metido en un clavo, camisa de once varas,berenjenal, colocho, torta, bochinche, o tanate.

No sé qué es lenguaje popular. No sé qué espopular. No sé qué es popo Yeso que cierta vezfui "cantante pop británico", profesión u oficioque usé para registrarme en una hoja de control,en GBM, antigua IBM, antiguo Paseo Colón.Lindo, era, el Paseo Colón. Tenía casas, genteque paseaba, gente que tenía el colón, cuandotener colones era algo. Casotas, de cafetalero, decomerciante, imagino, sí, el viejo Paseo Colón.Fui, en aquella época de no muy buenas vibras,Consultor Externo de GBM y tenía que llenarun bostecísimo registro donde se me pedía, entreotros datos, la profesión u oficio. Prócer, Mag-nate, Tuerce Pichas. Un amigo que trabajaba enel Servicio Civil, estadístico, estaba elaborandopor esos años una clasificación actualizada detrabajos, y encontró ese, Tuerce Penes. Tratábasede un güevón que se coloca debajo del toro y sela tuerce para que el bicho deposite el semen enun receptáculo adecuado y no en la vaca que élcree estar poseyendo. Pero es mentira: nunca fuituerce bates. Sí me llamé Miguel Ángel Buenano-ti o Jacinto Buenagente, Judas Scaglietti o EdgarAllan Porras. Pero sin sobrepasarme, que conste.

Estaba, y lo sigo estando, en absoluto segurode que nadie revisaría esos eternos listados de

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prójimo que entraba y salía. Cuando uno ve unamasa caer pelota a pelota, vale decir personapor persona, en una recepción o en un ascensoro abordar una escalera, como sucedía ahí, cabesiempre preguntarse: ¿cuál de estos bípedo s es"pueblo" y cuál se exime de tan rasa condición?Por ello, ¿cuál habla es lenguaje popular y cuáles lenguaje impopular, epipopular, suprapopularo metapopular? ¿Quién es un Tertulio, un antitertulio, un recontra, extra o mini tertulio?

Con la palabra "pueblo" sucede algo tan peli-groso-desagradable como con la palabra "gente".Aquélla, en manos del político, ésta, en manosdel ciudadano que, o bien no está en la base dela cadena alimenticia, o bien es un arribista derompe y rasga. Suele, dicho de paso, designar atodo aquél de condición en alguna medida infe-rior a la del sujeto de la frase. "Ay, la gente sí quees ignorante ... ". "Como dice la gente ... " Gente= "el inmenso océano de la estupidez humana"(Esta última se la leí al paladín de la culturanacional, Jacques Sagot).

Voy a intentar ponerlo en términos lógico-matemáticos, a sabiendas de que ante ustedesquedaré como si un lingüista viniera a la escuelade Computación a formular el algoritmo de Eucli-des para encontrar el máximo común divisor,que es el primer algoritmo que uno enseña a losestudiantes de esa carrera (y no me lo preguntenporque ya se me olvidó)

Sea G el conjunto de personas que constitu-yen "la gente":

G = {x 1CS(x) < CS(y)}, donde y es quien elaborala proposición.

De lo anterior, podríamos inferir que len-guaje popular, LP, es aquel conjunto de signoslingüísticos s empleados por "la gente".

LP = {s 13 g E G para el cual s E H(g)}, dondeH(g) es el habla de g.

En palabras más simples:

El lenguaje popular es el que habla "lagente".Es decir, el lenguaje popular es el que hablanlas personas de condición inferior a la mía.

Es decir, para que yo identifique una criatu-ra social llamada "lenguaje popular", debopresuponer la existencia de élites que no lohablan.Si no las hubiera (esas élites), "lenguaje" y"lenguaje popular" serían la misma entidad.

Ahora bien, si a mí nadie me pidió que defi-niera "lenguaje popular" pero yo me busqué unadefinición (no había en Wikipedia, mi brújula enel ciberespacio ... ), y si debo escudriñar sus ver-dades en un terreno que en apariencia he andado(la literatura), debería cometer una fechoría simi-lar en cuando a la definición de ésta. Pero no sepreocupen, no lo haré. Me quedaré en las pregun-tas: ¿Qué sí será y qué no será?, ¿Quién la hace,quién la deshace? ¿Quién la imprime y la vende?¿A partir de cuál momento adquiere alguien elderecho de llamarse escritor?

Yo, el burro en lancha adelante para que nose espante, puedo ponerme de ejemplo. Cuandoterminé mi primera novela, "El Emperador Ter-tuliano y la Legión de los Superlimpios", recibíserias exhortaciones al respecto. "Así no es unanovela, máe, usted no tiene la menor idea de loque es una novela, y no se agüeve, pero usted noes un escritor, no sabe nada de eso". Esa fue laopinión del que agregó la entrada "tuerce rieles" ala clasificación ocupacional. De paso, él proveyódesde la así llamada "vida real" muchos elemen-tos para la armadura del Emperador Tertuliano."Por respeto a Rodolfo, al que quiero mucho, aligual que a su familia, no voy a publicar ningúncomentario"; me dijeron que dijo el por enton-ces Director del Semanario Universidad. "Mirá,Rodolfillo, eso no te lo va a leer nadie, salvoalgún excéntrico, tal vez ... ", opinó mi viejo yqueridísimo maestro, Joaquín Gutiérrez Mangel.

Fuere como fuere, lo cierto del caso es que yosí había leído algo, sí había garrapateado algunascosas y sí me sentía con ánimo de seguir intentán-dolo. Me había llamado la atención la ausencia designos de puntuación y la reiteración de nombresmajaderos, seudo-nombres al fin y al cabo, en"Oficio de Tinieblas 5", de Cela, o la sutil carac-terización del personaje a través de su discurso yno a través de las descripciones y opiniones delnarrador, que tan fuerte se siente en "El Extranje-ro" de Camus, por citar un caso.

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"Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No losé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleciósu madre. Entierro mañana. Sentidas con-dolencias.» Pero no quiere decir nada.Quizá haya sido ayer".

La única preocupación que se expresa eneste monólogo interior, frente a un suceso capital(la muerte de la madre) es la posible fecha deldeceso. Y será a través de esas "omisiones" queel gran narrador francés expondrá la sicopatía desu protagonista. Este aspecto me impactó desde laprimera vez que tuve contacto con "El extranjero"y, si bien yo era un narrador omnisciente en "Ter-tuliano", quise presentar los hechos y datos de lahistoria con la menor cantidad de juicios de valorque fuera posible:

"El Típico Calvo con Bigote presta plataal diez por ciento f1at mensual y ya se haquedado con la radiograbadora y el cepilloeléctrico de Vespasiano por aquello de laVespa llamado Flavio y apodado Tito"

"Lo cierto es que Papito Rich y su nuevonovio salieron antes de que el otro les arriarase montaron en el be eme se empujaron unpar de anfetaminas encendieron un puro yse mataron al dar una vuelta en la autopistade Escazú"

Se me ocurre pensar, tantos años después yahora con hija siquiatra y sicoanalista (esto últimoen ciernes, ¡la pobre también gusta de las camisasde once varas'), que en esta aproximación al fenó-meno de la narración hay un paralelismo con lasideas de don Sigmund: si es desde la simetría deldiván, donde el paciente y el médico interactúan,o tratan de interactuar, desde un mismo plano(por oposición a la asimetría del paciente malo-enfermo-culpable-equivocado frente al médicosabelotodo-curador-admonitorio-ejemplar) dondeel análisis-hallazgo, la búsqueda-extirpaciónpuede darse, es asimismo la simetría del narradorcon su personaje (por oposición a la asimetría delnarrador que a través del personaje demuestra unatesis, digamos política, con personaje soldadito-de-plomo, con personaje visto como vehículo parala "demostración" - sea ésta cual sea -, siendo una

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posibilidad, de suyo apetecida, la demostración dela "gran prosa" del narrador) la plataforma desdela cual lograre una caracterización más intensa yveraz, o convincente o risible (todo es posible) delpersonaje y por ende de la narración.

Y, del mismo modo que en el diván, deespaldas a su narrador-sicoanalista, el paciente-personaje se (auto) descubre, así el develar de laidentidad del personaje se consigue, empujón porempujón, cita tras cita (con lo caras que son lascitas de sicoanálisis ... ), desde su propio discursoy no desde el discurso del narrador. Ergo, desdesu lenguaje (popular, según debatiremos más ade-lante) y no desde lo que sobre él diga el narrador.

A mí el asunto de la identidad, y a su lado elde la autenticidad, me asusta menos de lo que meintriga, me hace más gracia de lo que me estreme-ce. Con todo, alguna vez dejé caer al respecto unaspocas líneas en lo que malamente podría habersellamado poema y que, como muchos otros de suestirpe, metí de contrabando en el "Tertu":

Un terror profundonostálgicoterror avergonzadode que un día de tantos aparezcaalguien demasiado sagazy me preguntemirá de veras ése sos vos

Pero permítaseme la reiteración: lo del terrordejó paso al juego, a la sonrisa, desde hace muchotiempo. Bastó envejecer, así de simple. Y bastó,ello menos simple, viajar un poco.

En Uruguay yo era "Arias", y el trato, res-tringido al mero apellido, era de respeto. Lo superecién llegado a mi departamento, cuando elvecino de al lado me toca la puerta y se me pre-senta como "Sanguinetti". Voz muy ronca, olora tabaco y vino, a parrilla. En Nicaragua yo era"Rodolfito", para la Dra. Glenda Ramírez, quienveía por la ventana del edificio de la AsambleaLegislativa, uno de los pocos que quedó en pieluego del terremoto de Managua en 1972, preocu-pada porque cuando la tarde está ventosa "el lagohace alardes". Este recuerdo se me anuda conotro, el del amigo Virgilio, consultor dominicano,quien miraba chispear al Caribe en pleno veranodesde su persiana de un cuarto piso, suspiraba y

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giraba hacia el interior de la oficina, como bus-cando apoyo, su encéfalo de chocolate amargoy poquito pelo: "el día no está para trabajar". EnPerú yo era "El Doctor Arias", y coincidí con el"Doctor Sintura", un colombiano cuya llegadaestuvo anunciada durante un par de días queexacerbaron mi curiosidad; resultó ser un gorditode metro y medio a duras penas. En RepúblicaDominicana, fui simplemente "Rodolfo"; conalgo de "Ghrodolfo", que por lo común me hacíael depositario de una sonrisa cálida que acompa-ña al apretón de manos, recio pero no grosero.Aún recuerdo el "¿como tú tá?", el "¡cuéntamelopanita!", este último jamás reservado para unextranjero, o el ceremonioso saludo del Lic. Ene-mencio Gomera (¿Emenencio?; siempre dudé,en tanto pensaba que de fijo su esposa sería unaEminencia), Director de Inspección del Trabajo,quien invariablemente me preguntaba "¿cómo sesiente?", a lo que siempre fui el endeble portadorde una tentación en la que no caí: responderle "sesiente rico".

Siendo, entonces, que ya desde la meraforma de saludarse, con el empleo o no del nom-bre de pila o de familia, se acota la caracteriza-ción de los personajes en lo social, lo geográficoy lo histórico (he tirado como si fueran dadostres categorías que sé entrelazadas, y cualquiercosa menos disjuntas), es deber del narradormanejar con propiedad los signos del caso,vale decir, navegando con soltura en el charcode lo connotativo, que suele estar un poco másturbio, más adentro y más movido que el de lodenotativo.

Ahora bien, preguntará alguno de ustedesque haya leído el "Tertuliano", ¿no hay unainjerencia anti-sicoanalítica en tus nombres depersonajes? ¿Dónde has visto vos alguien a quiense le diga "El Típico Calvo con Bigote"? ¿El güilaA? ¿La Mimosa Púdica? ¿No hay en el chinguedel Tertuliano un evidente alejamiento respectoal narrador seco, incluso ausente y desinteresado,de "El Extranjero"? ¿Detrás de tu pretendida"inmersión" en la historia, no hay un RodolfoArias Formoso, que está jugando de intelectual?¿De tipo curioso con las palabras? (Empleo aquíuna bella acepción del término, que solía escu-char a la "gente" de Guadalupe, antaño) ¿Noterminan siendo tu "Barbie Quiú" o tu "Asceta

Minofén" meros soldaditos de plomo como esosde cuyo juego quisiste poner tierra de por medio?

Sí pero no. Perdóneme pero discúlpeme,como decía aquel chavalo de Betty la Fea. Paraaclarar el punto necesito, eso sí, agregar al pano-rama un nuevo elemento: el juego. Hacer arte es,entre muchas otras cosas, jugar. Dije cierta vezante un auditorio compuesto de cientos de jóve-nes de secundaria, allá en la Armenia del belloQuindío colombiano, que el lenguaje es el juegoque más gente juega, idea que se me había ocu-rrido años atrás durante una entrevista con MaríaMontero a propósito de "Vamos para Panamá",mi segunda novela.

Bien defendió Brecht una visión según la cual"todo esto no es más que teatro, simples tablas yuna luna de cartón" (Tambores en la noche).Es decir, una visión del teatro como presenciamancomunada, equilibrada sobre la cuerda flojade la representación, de un puñado de actores yotro puñado (quizá más grande) de espectadoresque jamás pierden conciencia de estar jugando,de coparticipar en la ceremonia de la ficción. Y,distanciados emocional mente una y otra vez delo que ocurre en escena, por los propios actores,quienes habrán de record arles que todo eso no esmás que "una luna de cartón".

Yo, dicho al margen, siempre le he compradoa medias el boleto a Brecht y su efecto de dis-tanciamiento; tengo en mi hoja de vida el habervertido lágrimas hasta en "E.T.".

Por una parte no me produce ningún escrú-pulo el que un lector me observe allá arribamoviendo los hilos, atreviéndome a la yeguada,a la frase inconclusa, al trastoque silábico. Quede repente aprecie talo cual elemento estructu-ral que agrega encuadre o resuelve el equilibriode la obra - digo con optimismo - que se abo-que a la deconstrucción del contexto históricoo geográfico. Pero, por otra parte, me sentiríaun fracaso sin un lector que me conceda elhaberse visto sorprendido, zancadilleado, quereaccione riéndose o enojándose o lo que quiera,sin alguien que se acodara por un momento enel marco de la ventana del pasillo, que pegarala cabeza en la canasta de helechos, privilegiovedado al Asceta Minofén.

Sucede que, a pesar de la admiración queun personaje "sicoanalítico" me produce, debo

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aceptar (y reclamar, solicitar) que sin narradorno habría estilo, que sin autor no habría narradory que, en mi caso particular, sin juego no habríanarrador. Por ello, un Rodolfo Arias que quita opone nombres, que escoge elementos para carac-terizar al personaje, así sea éste un burócrata "gri-sáceo" (este tono se lo pone el lugar común, yo lotraigo aquí sólo por joder), y así sea yo un "intelec-tual universitario" entreteniéndose en una novelitarara, es una molestia necesaria. Y válida - estepunto que sigue me parece importante - mien-tras sea capaz de narrar "desde adentro", desdeun todo, convexo, mientras no se adviertan esasdistancias entre lo narrado y lo vivido (me refieroa lo vivido por el autor), distancias persistentes,según he oído, en la obra de Magón o del mismoAquileo, con todo y lo inmortal de sus concherías.

Creo poder pararme firme en este punto. Porejemplo, cuando el Capitán Austerín fue conmi-nado por su esposa a que fuera al Banco Populara pedir un préstamo para atender la torta del taxique destrozó a media noche y a media borrachera,ya él no le quedó más tren que confesar que teníaun bejuco en esa institución, cuyo principal habíaido a dar a los bolsillos de diversas tabernas ymujeres de las que ahí laboran, yo estaba ahí. "Tútaba ahí, tú lo víte", como le decía Tres Patines alSeñor Juez. O, cuando escribí

"toma las Solicitudes de Mercancía y elaboralas correspondientes Facturas Proforma y lasboletas 71-H que se mandan al Departamentode Compras Directas",

¡fue porque lo estaba leyendo, era una tesis quearmaba una alumna mía!

Voy a recoger un poco la atarraya: aceptoen primer término que haya un lenguaje popular,pero porque acepto que hay élites que lo definencomo aquel lenguaje hablado por "el pueblo", "lagente", o como se le quiera decir a la masa de"los de abajo". Convengo, en segundo término,en que hay formas literarias que nacen, viveny mueren strictu sensu en alguna versión delenguaje popular. Creo, como tercer elemento,que si ese lenguaje ha de proveer la textura de lanarración, ello sucederá mejor desde una simetría"sicoanalítica" narrador-personaje, por oposicióna un autor titiritero, acomodador de soldaditosde plomo. En cuarto término, solicito que el

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narrador viva dentro de un imaginario que paraél sea convexo (en el sentido geométrico, tomadometafóricamente) pero admito que haya un efec-to de distanciamiento con su lector/espectador,siempre y cuando la evocación se produzca y elacuerdo tácito entre las partes incluya un planolúdico desde el cual el humor pueda (o parezca)ser el torrente sanguíneo que pone en juego todala trama, en tanto sirve de chasis para su conte-nido dramático.

Desde este tinglado surge entonces una inte-rrogante clave: ¿por qué ese juego en particular,por qué con esta forma?

Un texto dicharachero:

"El Capitán Austerín nunca ha agarradochoye ... en otras zonas del área metropolita-na se dice prestancia, lustre o caché"

Trastocado:

"el próximo jueves y viernes santo se sus-penderá el servicio de buses entre Turrialbay viceversa", "Keb Uenk Ulo era el piro-po favorito que el Emperador Tertulianoles echaba a las güilas allá en Bulgaria","Telecaca Naldós"

Donde el yerro y la omisión parecen urgir larisa como si de limosna se tratara:

"señor porfa me regala algo", "ella le dijobaby l Tl love you for ever and ever and every él le contestó mí tú".

En este último ejemplo, señalo, yo queríaque desde la morfología el narrador marcara loasimétrico de los personajes.

Donde la distorsión desacredita al personaje:

"Chisas lófs yu go ajéd yú más falou jim""éees la luuuz dando amoooor y al infieernoderrotóoooo fuéeente de la reeedención gloriglori glori adióooos"

O bien donde la grosería de algo como

"Sabe qué pito viera cómo le está cuadrandola sopa de tuco a la cabrilla mía"

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Ode

"la ñado siempre inventa venir aquf los rocosno me transan para nada pero qué va a haberademás siempre hay ollita de carne y arroci-to con leche"

Presupone que el lector tendrá en su memoriala entonación con que sería dicha.

Iré, en los próximos párrafos, dando variasrespuestas que se me ateperetan a la mente, yque, a más o haber, serían las "verdades" que mecomprometí a mo trar, tras haber aceptado el retoque supone el título de esta conferencia.

Primero: el juego conlleva un ejercicio depoder. Pido permiso para echar un par de pasoshacia atrás antes de intentar algún grado de acla-ración a este punto.

Si las emociones humanas tienen la curio-sísima particularidad de ser colindantes dos ados, cualquiera que sea la pareja que se escoja(el ejemplo más trillado sería "amor-odio", peropodemos acudir a "miedo-furia", como me pasócon un zaguate furioso que se me apareció mien-tras trotaba ahí por donde ahora está el Walmartde Curri, o "risa-llanto", "abulia-pasión", etc.), asítambién cabe suponer que las situaciones dondetípicamente se gestan dichas emociones admitenfronteras comunes. Tal es el caso de la cerca quesepara las emociones propias del juego y las queemanan del poder, y ampliaré al respecto luegodel siguiente excurso.

Es apasionante observar cómo la topologíade la mente humana rebasa cualquier construc-ción que ella misma elabore, y pongo por ejemploel famoso teorema de los cuatro colores, cuyademostración tardó muchos años en ser comple-tada (y terminó siendo como una guía telefónica):

y es que, en tanto que cualquier división delplano en un mapa de regiones continuas (comolas provincias de un país) puede ser coloreadocon cuatro colores diferentes de modo tal que dosregiones cualesquiera, adyacentes en más de unpunto, no queden del mismo color, un mapa delas emociones humanas requeriría no ya todoslos colores del espectro lumínico, sino que todaslas tonalidades, matices, énfasis, olvidos y demáshierbas que pululan en el Qualia. Pero esto esorina sobre otro costal, y debo regresar a mi trillo.

Retomo el boceto de la idea de las emo-ciones colindantes: la emoción que produce eljuego, en apariencia desinteresado como podríaser el de dos chiquitos chapa lean do en una pileta,colinda con la emoción que produce la sensaciónde poder, del dominio sobre la voluntad propiay ajena.

Mi postulado sería simple: no hay juego sinalguna dosis de poder (de poder en juego ... ) yno se puede ejercer el poder (la voluntad de) sinincorporar alguna dosis de juego.

Y, siendo como ya señalé antes, que el len-guaje es el juego que más gente juega, es de suyoobvio que va en ello una constante dosis de volun-tad y manipulación de relaciones de poder. Ahíestaría mi primera "verdad": el lenguaje popularotorga poder a su hablante. Ojo, no sólo el poderevidente que reside en el no poder ser entendidomás que por el coterráneo que domine la jerga,sino, y sobre todo por eso, a partir de la capacidadque otorga de coexistencia en un complejísimoentramado de códigos y símbolos, por el poder deadmisión/exclusión que administra, respecto a undeterminado contexto social.

En breve: el lenguaje popular en una obracomo "Tertuliano" admite ser comparado con unperro que marca un territorio.

Transcribo, antes de pasar a la búsqueda deotra "verdad", un párrafo de mi última novela,"Guirnaldas bajo tierra" donde se aprecia elterritorio demarcado por un cruz rojista que esentrevistado por un periodi ta televisivo:

"Abordamos un masculino que se encontra-ba sobre la vía pública, el mismo presentatrauma a nivel cráneo encefálico sin pérdidade conciencia, el mismo presenta ademásdificultad respiratoria por lo cual se le rea-lizan maniobras en el lugar y se traslada almismo en condición amarilla al hospital."

Me ha llamado siempre la atención la teoríade los factores motivacionales del sicólogo nor-teamericano David McClelland, quien sostieneque hay tres tipos de factores: logro, pertenencia(afiliación) y poder. El lenguaje popular sería,según este esquema y mi apreciación, una herra-mienta esencial para lo segundo y lo tercero.

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EL LE GUAJE POPULAR Y SUS VERDADES

Escasos serían los ejemplos de lo primero, yacaso "Tertuliano" merezca ser incluido allí. ..

Ya indiqué la colindancia juego-poder, ergola colindancia del juego más abundante de todos(el lenguaje) con el poder; señalo ahora la colin-dancia poder-pertenencia, y el lenguaje comoutilería para esto último. Se tiene "acento sancarleño", "hablado de mafufo", "parla de tapis","labia de vendedor". Y, no queda de otra que iral vernáculo tico a buscar ejemplos. Hojeo, denuevo, el "Tertuliano": "Con una sola birra nopodía bajarme el poquillo de chop suí ademásel chino me las traía con unas boquitas de chi-charrón que no eran jugando", "Sabe qué compaécheme un rojo este collar es legítimo puro orocompa vea cómo pesa", "Ghhhhh ghhhhhh uncarro doscientas al sur de La Marinita un carrodoscientas al sur de La Marinita ghhhhh dos-cientas al sur de La Marinita ghhhh trescientasal norte del Depósito San Cristóbal en Desampaghhhhh un carro trescientas al norte del DepósitoSan Cristóbal Coopetico a la orden"

No menos importante es el papel del lenguajecomo territorio donde ejercer el ingenio. Aquí hayotra colindancia requete obvia: juego e ingenio.Y, volviendo a McClelland, en esto sí habría unamotivación orientada al logro. ¿Qué mayor satis-facción para un pinta de la calle que escucharluego por todas partes algún dicharacho que élinventó? ¿Qué mayor satisfacción que la de unGorgojo, un Nel López o una Carmen Granadosque escucharse en las conversaciones ajenas, enel refranero, en los saludos? "Yo siempre fui muyrebelda", Rafela. "Usté sí que es vina", "hastaahí. ..", etc. Por aquí andaríamos ya rondandola tercera verdad. El lenguaje popular provee laargamasa con la cual elaborar el ingenio, la sali-da, el maguiver.

Al respecto, brevísima observación: el quehabla de tú en Costa Rica lo hace por joder, pormostrar ingenio, por salir de la rutina. Y, claroestá, por influencia, pero no por dominación, almenos no en la mayoría de los casos. Se me vienea la mente un antiguo compañero de trabajo.¡Lisandro!, lo llamaba uno. ¡Yes 1 do!, respondía.Sabía hablar perfecto inglés. A la vuelta de unviaje de trabajo a Guatemala, exclamó: "¡no eslo mismo Quezaltenango que qué nalgas tengo!"

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Juego-ingenio-risa-escape, por ahí sería unocapaz de armar una ristra de emociones clara-mente vinculadas. Algo de eso ocupaba la mentedel Emperador Tertuliano hace ya como un cuar-to de siglo: "Adaptación al medio consolidacióndel desagrado erosión de la rebeldía fatiga de losmúsculos reidores endurecimiento de los mús-culos cosquillosos aflojamiento de los músculoscaminadores etilización de los músculos tragado-res añejamiento de la soledad entronización de laincertidumbre y la tabla de salvación de la fiesta".

Este último elemento, la fiesta, me acerca derepente a la que quizá sea una cuarta verdad: ellenguaje popular es una herramienta de lucha, porende un arma. Sirve para tener, en un sentido algomás que metafórico, el puño en alto. Al Empe-rador Tertuliano sus reflexiones lo llevaron aexplorar el deslinde entre "desagrado" y "pacho",elementos antitéticos que parecen hallar una víade escape en la fiesta:

"El desagrado en franca disputa con el pacho cuyamáxima expresión es la fiesta.La fiesta como concepto.La fiesta como ideología.La fiesta como territorio donde estallar de autenticidady si no que lo diga la Bola Ova!."

Es por medio de la renovación en el lenguaje,del hallazgo de términos que rellenan un vacío,que aportan un giro nuevo, una ocurrencia, hirien-te y contrastante, que un elemento esencial para elsentido de la vida, llamémoslo el "buen humor",se hace posible. Aquí no me queda más remedioque polemizar aquí con el prologuista de la últimaedición del "Tertuliano". Dice el Prof. Baltoda-no: "Esta novela retrata a personajes derrotadosy solitarios, a figuras sin rumbo, incapaces decomunicarse con los demás"; luego señala: "lasaspiraciones de Tertuliano y sus legionarios setornan no sólo obsoletas, sino absurdas"; al caboacota: "el relato ha sido compuesto no en españolneutral sino en costarricense".

Mi oposición, señor oidor:

"Chornpi Pizza mmm qué delicia homenajeóa Vespasiano por aquello de la Vespa comoel mejor repartidor del trimestre una plaqui-lla de lata niquelada y ocho mil pesos de

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bonificación el domingo pasado llevó a loscarajillos al Parque Nacional de Diversionesun sueño que ellos creían imposible pero laprimera en disfrutar el premio fue la doña elsábado Vespasiano por aquello de la Vespale pasó dos rojos para que se comprara unvestido y en la noche la llevó a bailar al GranParqueo con Los Alegrísimos en el semblan-te adusto que él tenía al pagar la entrada seadvertía una profunda felicidad."

Ahí está mi Vespasiano. Maneja la Vespacatorce horas diarias, jugándosela a que lo atro-pellen, a que un tráiler le pase por encima en unarotonda, y se aguanta el dolor de espalda o deposaderas para ir a bailar con la doña. ¿Derrota-do? ¿Solitario? ¿Carente de rumbo? ¿De cuándoacá es obsoleta o absurda la aspiración de ganarseun premio en el trabajo para poder llevar a lafamilia al Parque de Diversiones o ir a menear elesqueleto al Gran Parqueo? ¿No es la Bola Ovalcapaz de estallar de autenticidad? ¿No hay enellos una respuesta a la interrogante que supone el"terror avergonzado de que alguien me preguntemirá de veras ese sos vos"?

Vespasiano es un tipo callado; creo que entodo el libro jamás habla. Y aún así, les aseguroque para sus momentos de alegría, de realizaciónpersonal, tendrá en su lenguaje un instrumentofundamental con el cual expresarlos, con el cualdotarlos de un profundo sentido y con el cualcompartir, comunicar ese sentido/sentimiento.

Mi quinta verdad es la más breve, y acasoevidente de todas. El lenguaje popular es un ins-trumento para la seducción, es una nave para via-jar hacia el país de los deseos, del amor, o comose le quiera llamar a todo eso.

En "Tertuliano" hay un cortejo muy suigéneris entre el Emperador y la Gurrumina, apartir de cuando él le expresa sus dudas existen-ciales recurrentes

"¿la soledad que da la madurez o la madurezque da la soledad?"

y ella, con la cabeza sobre los brazos cruza-dos, en la cama, responde

"La soledad que da la madurez la madurezque da la soledad la inmadurez que da la

compañía la soledad que da la compañía lainmadurez que da la madurez"

sin duda riéndose. O bien, cuando él indaga sobrelas ocupaciones de Dios en sus ratos de ocio y ellale responde a boca de jarro:

"labra liebres en los libros".

Todo eso, por supuesto, tiene mucho de "lunade cartón", volviendo por un momento a Brecht,puesto que yo podría haber armado escenas ydiálogos con piropos, insinuaciones y gestos másfrecuentes y "normales". Quizá fue que yo quisedejar el espacio abierto, tras una breve descrip-ción como esta:

"Fulminante pequeña inseguridad con quecruzan los brazos sobre la mesa uno lesda una broma y dicen qué loco sos huyeun instante su mirada hacia un rincón delrestaurante pero luego se atreven por finy susurran me gusta tu camisa aunque susmanos vuelvan a huir cuando las de uno sal-gan a cazarlas tras el florerito de margaritasplásticas"

¿Derrotados, solitarios y sin rumbo? Ya nopeleo más, es de muy mal gusto tratándose demi obra.

La sexta, y última "verdad" que quieroentresacar de estas reflexiones, es la del lengua-je popular como portador de identidad, comocolumna vertebral en la institución del imagi-nario social. Es, si se quiere, la sumatoria de lasdemás. Sé, con más intuición que conocimiento yevidencia, que estoy diciendo una obviedad, tanasí que el vínculo entre lenguaje y sociedad esobjeto de dos disciplinas: la sociolingüística queestudia cómo los diversos aspectos de la socie-dad influyen sobre la lengua, y la sociología dellenguaje, que progresa en el otro sentido: cómo lalengua influye a la sociedad.

No deja, sin embargo, de llamarme muchola atención que los flancos y aristas -aquí loshemos llamado "verdades" - del lenguaje popu-lar antes descritos sean todos, de una manera tanfuerte e incontestable los bloques constitutivos deesa identidad: en su carácter lúdico y a partir deéste en su enorme influencia sobre la definición

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EL LENGUAJE POPULAR Y SUS VERDADES

de relaciones y mecanismos de poder, en ladeterminación de los procesos de afiliación ypertenencia, vale decir en la construcción y reno-vación de los más diversos círculos sociales, en lamanifestación de ingenio y humor, en su carácterde instrumento de lucha con el cual darle un sen-tido a la existencia, así sea en las condiciones másadversas, y en su inmedible valía como vehículode seducción y deseo, concedámoslo: de amor.

Cierro con una reflexión conexa: si el lengua-je es el medio por excelencia donde se instituyeel imaginario social y se configura la identidadcultural de una nación (país, pueblo ... ), ¿cabe pre-guntarse en qué medida ese lenguaje "popular"puede determinar la identidad de la literatura deuna nación (país, pueblo ... )?

Si la pregunta suena obvia, la realidad pareceempeñarse en mostrar lo contrario. Ya el ProfesorBaltodano, en su prólogo, señala que "Tertulia-no" no está escrito en "español neutral". ¿Cuál"español neutral"? ¿El que definen la RAE, lascasas editoriales o las telenovelas, el que merecellamarse "castizo", al que Word no le pone unaculebrita roja, el que sí se vende en las librerías oestá disponible para Kindle? ¿Tiene sentido hablarde "neutralidad" luego de reflexiones como lasque me he intentado? Honestamente, creo que no.Es más, creo que la identidad de la literatura de unpaís es tan inevitable como el habla de ese país,tan inevitable como el país mismo, si es que lacomparación cabe. De ahí que, cuando oigo decirque el mérito de talo cual obra está en el "rescate"de la cultura popular (a veces viene en plural: lasculturas populares, y me cuesta entender por qué),

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en el "rescate" del lenguaje popular, me suelopreguntar: ¿tiene sentido "rescatar" lo inevitable?

Y a pesar de los vientos que corren, ahí tene-mos a Cortázar. Él escribe "se arropó en la fraza-da", en vez de "se envolvió en la cobija". ¿Cuál es"más neutral", "más mejor"? Ahí tenemos a JuanRulfo. Él escribe "gallinas engarruñadas, ya meromero se nos meten en las trasijaderas" ¿Qué quisodecir? Pos y órale, mano, no te entendí. ¿Es por ellomenos universal Pedro Páramo? Ahí tenemos aJunot Díaz, el extraordinario narrador dominicano,crecido en New Jersey. Él escribe "¿pero qué tú medices?, ¡él no está nada fokin bien, es demasiadobajito! ¿Por qué le darían un premio Pulitzer?

La respuesta a esas últimas preguntas sería,en cualquier caso, una verdad extra, en tiempo dedescuento, que podríamos asociar con el lenguajepopular: es la única cancha donde se puede jugarun partido crucial: la construcción de la identi-dad literaria de un país, nación, pueblo ... Bien essabido que las aristocracias tienden a parecersemucho más entre ellas que las clases populares decada país. Nunca hubo un manifiesto al estilo de"Aristócratas del mundo, uníos". Un intelectualcomo Jacques Sagot, con sus cánones, sus c1asi-cismos, sus bien definidos nortes, podría ser fran-cés, polaco o argentino, sin mayores problemas.Por el contrario, "Totóa Cocompa", el tartamudomás popular de Tibás, de profesión cuida carros,tiene que estar ahí, en el parque, por la iglesia.

Muchas gracias.Facultad de Letras y Filosofía

14 de marzo, 2012

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