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7/23/2019 El Hueso como materia prima: Las Industrias óseas del Final del Musteriense en la Región Cantábrica: Los niveles … http://slidepdf.com/reader/full/el-hueso-como-materia-prima-las-industrias-oseas-del-final-del-musteriense 1/100 El hueso como materia prima: Las industrias óseas del final del Musteriense en la Región Cantábrica.  Los niveles B-C-D de Axlor (Dima, Bizkaia). Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo Departamento de Ciencias Históricas Universidad de Cantabria Millán Mozota Holgueras

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El hueso como materia prima:Las industrias óseas del final del

Musteriense en la Región Cantábrica. Los niveles B-C-D de Axlor

(Dima, Bizkaia).

Trabajo de Investigación de Tercer CicloDepartamento de Ciencias HistóricasUniversidad de Cantabria

MillánMozotaHolgueras

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Trabajo de investigación de Tercer Ciclo

Departamento de Ciencias Históricas

Universidad de Cantabria

2007

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 Millán Mozota Holgueras

ÍNDICE

Introducción ............................................................................................................... página 3

Capítulo 1: Cuestión histórica. El final del Musteriense en la Región Cantábrica ... página 7.

Capítulo 2: El contexto paleolítico de las industrias óseas musterienses ............... página 15.

Capítulo 3: Metodología de estudio y programa experimental .............................. página 27.

Capítulo 4: El contexto arqueológico del yacimiento de Axlor ............................ página 47.

Capítulo 5: Las industrias óseas de Axlor, niveles B-C-D ..................................... página 55.

Capítulo 6: Conclusiones finales ............................................................................ página 89.

Bibliografía ............................................................................................................. página 95.

Agradecimientos .................................................................................................... página 103.

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Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Dedicado a todos aquellos que no se conforman.

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Este trabajo de investigación presenta los resulta-dos de un estudio sobre el utillaje óseo de los niveles B-C-D de Axlor (Dima, Bizkaia), que se corresponden con laparte superior de la secuencia Musteriense del yacimiento.El nivel B está datado en 42010±1280 BP por 14C(45670±1210 calibrado BP). Se trata de niveles del finaldel Musteriense, con evidencias arqueológicas que corres-ponden a las últimas sociedades neandertales europeas.Los útiles de hueso hallados en los estratos B-C-D son, ensu mayor parte, retocadores en esquirlas diafisiárias de

grandes ungulados. Este tipo de utillaje fue utilizado en lastareas de fabricación y reavivado de las herramientas depiedra. En menor número, aparece un tipo de útil quehemos denominado "alisador", a modo de hipótesis funcio-nal. También se ha documentado, en el nivel C, una herra-mienta "doble", retocador y "cincel".

El estudio de los materiales se ha realizado desdeuna perspectiva tecnológica, que tiene en cuenta toda lacadena operativa de las herramientas. Se busca compren-der el proceso de obtención, preparación, uso, reavivado,reciclado y, por fin, abandono de los útiles en el yacimien-to.

Los dos primeros capítulos de este trabajo descri-ben los diferentes contextos en los que se enmarca el estu-dio del utillaje en hueso de Axlor. En el Capítulo 1, descri-bimos el marco geomorfológico, cronológico, paleoam-biental e historiográfico del proyecto. Se hace balance delas investigaciones del final del Musteriense en la RegiónCantábrica. Nuestro objetivo en dichos epígrafes es mos-trar los distintos ámbitos y límites abarcados por el trabajode investigación, junto con los aspectos característicos delámbito regional, y la problemática historiográfica delperiodo estudiado.

En el Capítulo 2, se lleva a cabo una revisión de

las ideas predominantes en nuestra disciplina, sobre lasindustrias óseas en el Paleolítico medio. Se revisan las evi-dencias, los trabajos y las diferentes propuestas explicati-vas sobre la presencia o ausencia de utillaje de hueso en elMusteriense, y, en general, antes del Paleolítico superiorinicial. Esas propuestas alternativas son, en varios aspectossustantivos, incompatibles unas con otras. Así, nos sirvencomo elementos historiográficos de referencia, con los quecontrastaremos la evidencia hallada en Axlor, y que estu-diamos en el presente trabajo.

Para comprender mejor, y también para contrastar

las observaciones arqueológicas, se ha realizado un pro-grama experimental, centrado en la obtención y uso deesquirlas diafisiarias de grandes ungulados. La experimen-tación se llevó a cabo teniendo en cuenta el contextoarqueológico de Axlor. Los resultados de nuestros experi-mentos, y de los análisis posteriores, se recogen en elCapítulo 3.

El Capítulo 4 describe el contexto específico de laevidencia estudiada. Se presentan los aspectos básicos delyacimiento de Axlor, localizado en Dima (Bizkaia). No

hemos tratado de presentar una descripción extensa delyacimiento y su relleno arqueológico, sino hacer una revi-sión seleccionada de los aspectos que consideramos másrelevantes. El objetivo último del capítulo es ayudar a lacomprensión y explicación de las industrias óseas. Aunquetratamos aspectos generales que consideramos destacados,como la estratigrafía o la presencia de restos humanos enAxlor, la descripción y el análisis recae, sobre todo, en lafauna y la industria lítica de los niveles superiores. Estosdos conjuntos de evidencias, que están siendo estudiadosen el marco de las recientes excavaciones de Axlor, estánmuy ligados al utillaje en hueso. La fauna funciona como

materia prima disponible, y es, en el marco de los estudiospaleontológicos y arqueozoológicos, un importante ele-mento informativo. Los restos óseos nos aportan datossobre la fase de obtención del utillaje óseo. La industria depiedra, por su parte, es otro tema insoslayable, ya que lamayor parte de los útiles en hueso son retocadores, quefueron utilizados en la gestión de las herramientas líticas.

El grueso de las descripciones, observaciones yanálisis realizados sobre el utillaje en hueso de Axlor serecogen en el Capítulo 5. Se presenta el estudio tecnológi-co y traceológico de 183 retocadores de hueso, 4 "alisado-res", y el útil doble retocador-"cincel". Para los retocado-

res, el conjunto más numeroso de evidencias, se analiza endetalle la cadena operativa, en especial las fases de obten-ción y uso. De una manera más general, se estudian las eta-pas de reavivado, reciclado y abandono de los útiles.

El Capítulo 6 recoge nuestras consideracionesfinales, las conclusiones del trabajo y las perspectivas defuturo, en el marco de este programa de investigación,sobre las industrias óseas del final del Musteriense en laRegión Cantábrica.

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 Millán Mozota Holgueras

Introducción

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Marco geomorfológico, cronológico y ambiental:

1. Marco geomorfológico:

La Región Cantábrica es una unidad geomorfoló-gica con una acusada coherencia interna, lo que no exclu-ye la existencia de diferencias locales, y de una cierta hete-rogeneidad en los paisajes. La geomorfología se ve condi-cionada por dos grandes factores decisivos: la presenciadel Mar Cantábrico al norte, y la cordillera cantabro-pire-naica al sur. De este modo, la región se configura como unlargo espacio este-oeste, de algo más de 20.000 km2.

A su vez, el territorio se divide en cuencas fluvia-les de orientación sur-norte. Estos valles, que desciendendesde las montañas formando depresiones bien definidas,confluyen en un corredor litoral, paralelo a la costa. La cli-matología se ve -en términos generales- suavizada por lainfluencia oceánica, pero los fuertes desniveles en altitudhacen también posible la presencia de una distribución enpisos, de biotopos y ambientes de montaña.

La geología de la región se puede dividir en dosgrandes áreas o unidades morfoestructurales: La oriental(País Vasco y Cantabria) y la occidental (Asturias). Eldominio oriental está formado por rocas mesozoicas y ter-ciarias, con suelos de componentes básicos, y predominiode calizas (que han originado una profusión de fenómenoskársticos) y niveles margosos. La zona asturiana, por elcontrario, tiene su origen en el levantamiento de materia-les herzínicos fuertemente erosionados.

El área de contacto entre ambos dominios ocupauna porción significativa del occidente de Cantabria y la

parte más oriental de la comunidad asturiana, donde sepuede encontrar una intercalación de los materiales decada unidad estructural.

El relieve local se ha visto modelado por la acciónde las últimas etapas glaciares, por la meteorología, y engran medida, por el efecto erosivo de la red fluvial. Lalínea de costa sufrió importantes modificaciones en elPleistoceno, con regresiones y transgresiones, relacionadascon los ciclos climáticos. Durante los máximos glaciares,quedaron en superficie amplias áreas costeras hoy sumer-gidas, que debieron constituir una de las zonas principalesde poblamiento de los grupos de cazadores-recolectores

pleistocenos.La orografía del Cantábrico constituye el marco

general que ha orientado o condicionado el poblamientopleistoceno de las sociedades de cazadores-recolectores dela región. Las cuencas hidrográficas, los macizos montaño-sos, y el corredor litoral son las bases de las dinámicaspoblacionales en los distintos periodos del Paleolítico. Lainfluencia marina ha suavizado la climatología en losperiodos de mayor frío y aridez a escala global. Por otrolado, los diferentes pisos montañosos y ambientes localeshan permitido el desarrollo de una importante variedad debiotopos y asociaciones de flora y fauna.

La presencia de macizos calcáreos, sobre todo enel dominio oriental, permitió una importante actividadkárstica, hoy activa, que ha dejado un gran número decavidades. Estas cuevas han sido utilizadas a lo largo delPleistoceno y Holoceno, y sus características de sedimen-tación han permitido la conservación de importantes depó-sitos y secuencias arqueológicas.

Por último, la geología de la región ha condicio-nado la captación de materias primas para la fabricacióndel utillaje lítico, destacando el mayor recurso al sílex enla parte oriental, mientras que se detecta una preeminenciade cuarcitas en la occidental. En ambos casos hay tambiénuna variedad de materias primas complementarias, comoel cuarzo y los nódulos ferruginosos.

La disponibilidad potencial de materias primaslíticas depende en último término de la composición geo-lógica del sustrato. Para la Región Cantábrica, como diji-mos arriba, se puede dividir el territorio en dos grandeszonas o dominios. La naturaleza de los materiales levanta-dos por la orogenia Alpina hace que en la zona asturiana(occidental) haya una marcada escasez de sílex, combina-do con una mayor presencia de cuarcitas de diversas cuali-dades. Hacia oriente, en la actual comunidad de Cantabria,

existe una cierta presencia de afloramientos de sílex, comoel caso del Fysch, o los pedernales de las calizas de mon-taña (en la zona de Picos de Europa). Por su parte, en elcantábrico vasco hay una mayor presencia de sílex (tantode origen costero como de otros afloramientos). Estos con-dicionantes han motivado que, en general, desde elPaleolítico medio se detecte una preeminencia de materiasprimas cuarcíticas para el área asturiana, frente a unamayor importancia relativa del sílex en el oriente cantábri-co.

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 Millán Mozota Holgueras

Capítulo 1: Cuestión histórica. El final delMusteriense en la Región Cantábrica

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2. Cronología:

La cronología del final del Musteriense se funda-mentó, hasta el último cuarto del siglo XX, en la correla-ción de secuencias arqueológicas y paleoambientales, coneventos climáticos conocidos. Para el cantábrico, antes delos años 90, prácticamente no hay estudios específicossobre paleocronología o paleoambientes, que lleguen másallí de hace 35.000 años. Por ello, se aplican y adaptan a laregión las reconstrucciones y correlaciones construidaspara el conjunto del SW europeo. La secuencia clásica sefundamenta en la sucesión de las fases glaciares e intergla-ciares (y, dentro de las primeras, las estadiales e interesta-diales) que caracterizaron la climatología pleistocena. Enesa periodización, el final del Musteriense se sitúa en elestadial Würm II y el interestadio Würm II-III. Así, lametodología empleada por los investigadores fue buscarcorrelaciones entre los cambios climáticos detectados encada secuencia, y los periodos de la climatología glaciar.

Sobre esa base, a partir de los años setenta, ladatación por 14C de los restos arqueológicos ha sido el ele-mento central de construcción de la escala temporal. Sinembargo, el método radiocarbónico no está exento de pro-blemas y de un cierto grado de indefinición cronológica,intrínseco a su naturaleza. Estos rasgos del 14C, junto conel limitado número de dataciones disponibles por elmomento, han avivado una serie de discusiones sobre cro-nología, que se centran no tanto en el final del Musteriensecomo en la transición del Paleolítico medio al Superior(JÖRIS et al., 2003; SÁNCHEZ GOÑI y D'ERRICO,2004; MAROTO et al., 2005).

Los principales problemas que afectan a las data-ciones por 14C son una relativa imprecisión de los resulta-dos y las aparentes diferencias en la antigüedad según eltipo de datación o la naturaleza de la muestra selecciona-da.

Los resultados del 14C se expresan como unamedia con desviación típica, que a menudo es demasiadoamplia en el rango de fiabilidad de dos sigmas. Además,estos resultados no están calibrados, es decir, pueden nocorresponderse con intervalos cronológicos reales equiva-lentes (VAN STRYDONCK et al. 1999). Por desgracia, lascurvas de calibración disponibles para las dataciones delfinal del Musteriense carecen aún de la fiabilidad y preci-sión suficientes como para construir una cronología abso-luta, robusta y coherente, en fechas reales (JÖRIS y WEN-NINGER, 1999). Se ha explicado convincentemente lamayor antigüedad de las fechas sobre carbones, frente a lastomadas de muestras óseas (JÖRIS et al., 2003); pero larazón de que las fechas de 14C convencional resulten, enconjunto, más recientes que las dataciones por AMS, siguesiendo una realidad constatada, pero no resuelta. Otra pro-blemática es el límite de la datación por 14C, que se sitúahoy en día en torno a 50.000 BP.

En la fechación de los niveles del final delMusteriense no se ha recurrido en exclusiva al método del

14C, aunque este haya sido el sistema de datación más uti-lizado en las últimas décadas. En líneas generales, y parael lapso temporal que consideramos, se recurre a otros sis-temas de datación cuando no están disponibles elementosde origen orgánico, susceptibles de contener carbono(hueso y carbón, pero también otros como conchas mari-nas o asta de animales). Cuando eso sucede, y tambiéncomo sistema de contrastación de las fechas radiocarbóni-cas, se han empleado otros sistemas en yacimientos delfinal del Musteriense, como la termoluminiscencia (TL), laresonancia del spin electrónico (ESR) y la datación porUranio-Torio (U-th). Cabe reseñar las baterías de fechas deTL y ESR para los niveles de Paleolítico medio y superiorde El Pendo (Escobedo de Camargo, Cantabria), que lleva-ron a sus excavadores a rechazar la secuencia, al conside-rarla un revuelto postdeposicional (MONTES y SANGUI-NO, 2002).

Tras el 14C, el método de datación más empleadopara los niveles del Musteriense ha sido la TL, aunque elnúmero de fechas obtenidas por esta técnica es aún muyescaso. La termoluminiscencia tiene algunas ventajas res-pecto al radiocarbono, pero también inconvenientes. Poruna parte, los resultados no precisan de una calibración "aposteriori", pero se requiere la toma de muestras ambienta-les en el ámbito de los yacimientos, para comparar con lamuestra arqueológica y calcular la antigüedad. Y por otrolado, las dataciones obtenidas por el momento para el can-tábrico muestran desviaciones medias muy amplias, aúnmayores que las de 14C. Dentro de las ventajas, la TL per-mite fechar materiales no orgánicos, y alcanza mayoresantigüedades que el método radiocarbónico.

Con las limitaciones expuestas, encontramos dosrealidades para el conjunto de la evidencia Europea delfinal del Musteriense. Por un lado, una aparente profusiónde yacimientos bien datados, a partir de un conjunto cohe-rente de fechas de radiocarbono, en torno a entre 39.000 y44.000 años BP sin calibrar. Esto equivale “grosso modo”entre 42000 y 47000, si consideramos las fechas calibradasen años BP. Y, por otro lado, un conjunto más escaso dedataciones más recientes de 41.000 cal. BP, que muestranperduraciones musterienses hasta fechas tardías.

En el grupo de las fechas entre 42 y 47 Ka cal. BP,las dataciones componen un conjunto relativamente abun-dante y coherente. Provienen en su mayor parte de contex-tos arqueológicos claros, y forman parte de secuencias cro-noestratigráficas bien documentadas (tabla 1.1). En laRegión Cantábrica encontramos los casos de Axlor nivel B(RÍOS GARAIZAR, 2005), Arrillor Amk, Smk-1 y Lmc(HOYOS et al., 1999), Kurtzia (MUÑOZ et al. 1990),Castillo nivel 20b (CABRERA et al., 2004), Morín nivel11 (MAILLO et al, 2001), Esquilleu nivel XIII y XVIII(BAENA et al, 2005), La Viña XIII basal (FORTEA,2001), Mirón nivel 130 (STRAUS y GONZÁLEZ MORA-LES, 2001, 2003) y Covalejos D, T.1 y T.2 (SANGUINOy MONTES BARQUÍN, 2005). Este patrón se repite, agrandes rasgos, en el resto de la Península Ibérica, así 

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Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

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como en la Europa centro-occidental y meridional (JÖRISet al., 2003).

A este conjunto de fechas habría que añadir, enopinión de una parte de los investigadores (MAROTO etal., 2005), el conjunto de dataciones de los niveles 18b y18c de El Castillo, propuesto por sus excavadores comoAuriñaciense de transición (CABRERA et al., 2005) peroconsiderado por otros como un horizonte cultural dentrodel Musteriense final (ZILHAO y D'ERRICO, 2003).

Las dataciones de niveles musterienses en fechasposteriores a 42.000 cal. BP, responden a un patrón muydiferente. En primer lugar las fechas se hacen más escasas

en todos los ámbitos. Del conjunto resultante, por un ladoencontramos varias dataciones problemáticas, de contextosestratigráficos complicados, pero que aparentementefechan niveles musterienses en fechas posteriores a 40 kaBP. Este sería el caso del Musteriense de La Güelga(MENÉNDEZ et al., 2005), cuya datación de materialesMusterienses, (32.000±1600/1350 BP; 37530±1840 cali-brado), proviene de un cono de deyección en el interior dela cavidad. Otra datación en este rango es la efectuada enla cueva del Forno/Conde (N2a2), con un resultado de31.540±400 BP, que en fechas calibradas se sitúa en36540±410 (FORTEA, 2001). Este estrato fue considerado

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 Millán Mozota Holgueras

 

Tabla 1.1 Dataciones radiocarbónicas para el final del Musteriense en la región cantábrica.Calibradas con el programa CALPAL (Curva de calibración Calpal2005 SFCP).

Yacimiento y nivel Fecha BP Calibrada  Intervalo 1 ó  Intervalo 2 ó 

Esquilleu VIF (AA-37883) 34380±670 40230±910 39320 a 41140 38410 a 42050Esquilleu XIF (AA-37882) 36500±830 41670±700 40920 a 42370 40220 a 43070

Arrillor Lmc 37100±1000 42290±600 41690 a 42890 41090 a 43490

Esquilleu XIII (Beta-149320) 39000±300 43350±510 42840 a 43860 42330 a 44370

Castillo 20b2 (GifA-89144) 39300±1900 43700±1230 42470 a 44930 41240 a 46160

Morín 11 (GifA-96264) 39770±730 43740±610 43130 a 44350 42520 a 44960

Covalejos D T.1 (Gra-23921) 40650±2300/1800 44870±1830 43040 a 46700 42210 a 48530

Mirón 130 Must? (Gx27112) 41280±1120 44940±1020 43920 a 45960 42900 a 46980

Covalejos D T.2 (Gra-22814) 41640±650/530 45180±690 44490 a 45870 43800 a 46560Kurtzia 41400±2500 45560±2130 43430 a 47690 41300 a 49820

Axlor B (Beta-144262) 42010±1280 45670±1210 44460 a 46880 43250 a 48090

Castillo 20 (Oxa-10233) 42100±1500 45830±1410 44420 a 47240 43010 a 48650

Castillo 20 (OxA-10187) 42900±1400 46470±1440 45030 a 47910 43590 a 49350

Arrillor Smk-1 (OxA-6250) 43100±1700 46690±1660 45030 a 48350 43370 a 50010

Castillo 20b2 (GifA-92506) 43300±2900 47250±2620 44630 a 49870 42010 a 52490

Arrillor Amk (OxA-6251) 45400±1800 48790±2140 46650 a 50930 44510 a 53070

Arrillor Amk (OxA-6084) 45700±1200 48860±1620 47240 a 50480 45620 a 52100Castillo 20 (OxA-10328) 45700±1700 49090±2130 46960 a 51220 44830 a 53350

Esquilleu XVIII (OxA-11414) 49700±1600 53010±2420 50590 a 55430 48170 a 57850

La Viña XIII Basal > 47700 NA NA NA

Castillo 20 (OxA-10327) > 45700 NA NA NA

Castillo 20 (OxA-10329) > 43800 NA NA NA

Castillo 20 (OxA-10188) > 47300 NA NA NA

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tanto por el propio H. Obermaier, como por L. G. Freeman,una mezcla sedimentaria de Auriñaciense y Musteriense(FREEMAN, 1977).

Por otro lado, tenemos alguna secuencia biendocumentada, con estratigrafías cuya integridad ha sidocontrastada por diversos medios, que ha aportado datacio-nes de 14C con perduraciones tardías del Musteriense en laRegión Cantábrica. Nos referimos en concreto a los nive-les del VIF al XIF de El Esquilleu (BAENA et al., 2005).

Las dataciones de termoluminiscencia disponi-bles para el final del Musteriense cantábrico son, comodijimos, muy escasas, y un tanto imprecisas. Por ejemplo,Covalejos Nivel J (38344±3560 B. P.), y -algo más anti-guas- Esquilleu XXI d (51034±5114 BP) y Esquilleu XXIb (53491±5114 BP).

En el ámbito de la Península Ibérica, encontramosun número considerable de niveles musterienses (y algu-nos restos humanos de Neandertales) datados en fechasposteriores a 42 Ka cal. BP (VEGA TOSCANO et al.,1999). Estos yacimientos se concentran en el sur y extre-mo occidental de la Península (ZILHAO, 2000). En elresto de Europa, asistimos a un panorama complejo, pero,en todo caso, se documenta un número muy pequeño dedataciones posteriores a 42.000 cal. BP, en contextos mus-terienses.

3. Paleoambientes:

A lo largo del siglo XX, se construyó una historiapaleoambiental pleistocena a partir de las evidencias de lasglaciaciones alpinas. Se establecieron una serie de estadiosglaciares e interglaciares, y se trató de confirmar, en lasdistintas secuencias locales (cuevas y depósitos no antrópi-cos), los grandes ciclos detectados en los Alpes, y en otroscontextos geográficos. En las últimas décadas, este esque-ma ha sido ampliado primero, y sustituido después, por ladivisión del Pleistoceno en grandes estadios isotópicos(OIS). Estos estadios caracterizan el clima en una escalaglobal, a partir de las secuencias obtenidas de los hielospolares, y de los de los fondos marinos (restos fósiles deforaminíferos).

Sin embargo, resta el problema de conjugar losdatos globales con las secuencias polínicas, sedimentológi-cas y paleontológicas de las regiones y yacimientos espe-cíficos. Una herramienta explorada por los investigadoresen los últimos años, son las secuencias de sedimentosmarinos costeros (SÁNCHEZ GOÑI y D'ERRICO, 2005),que recogen tanto información polínica de tierra firme,como datos de foraminíferos y fases de enfriamiento oceá-nico, como llegada masiva de icebergs (eventos deHeinrich).

El marco paleoambiental -a escala global- delfinal del Musteriense es el estadio isotópico 3 u OIS 3. Los

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Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Figura 1.1 Curva Paleoclimática (fuente: Calpal) Northgrip 16O/ 18O.

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aspectos paleoambientales de esa etapa han sido estudia-dos en un amplio proyecto multidisciplinar conocido comoStage 3 Project (VAN ANDEL, 2002; VAN HUISSTE-DEN et al., 2003). Los límites cronológicos entre los esta-dios son, por lo general, difusos, correspondiendo a etapasde cambio climático pronunciado. Para el OIS 3 la crono-logía propuesta va del 60.000 al 25.000 BP, un marco tem-poral mayor de lo necesario para estudiar el final del mus-teriense sensu estricto. Por ello nos limitaremos a esbozarlas características paleoclimáticas, para la RegiónCantábrica, en las etapas centrales del estadio, entre 50 y35 Ka BP.

En líneas generales, se ha caracterizado el perio-do central del OIS 3 como una etapa de atemperamientoclimático correspondiente al interestadial Würmiense. Lacurva paleoclimática NorthGRIP 16O/ 18O, muestra unapulsación fría de 46.000 a 44.000 cal. BP y otra de 42.000a 41.000 cal. BP, que va seguida de un periodo de graninestabilidad climática, y termina con una nueva fase fríaentre 37.500 y 35.500 cal. BP (Figura 1.1).

Un reciente estudio de secuencias de sedimentoslimnéticos fosilizados (IRIARTE et al., 2005) ha mostradotres pulsaciones de aumento de los bosques caducifolios enel noroeste de la Península Ibérica, enmarcadas por otrosperiodos de dominio de la vegetación arbustiva y de herbá-ceas. El primero de estos episodios de aumento de las tem-peraturas y pluviosidad se localizaría entre 55.000 y47.000 cal. BP, el segundo de 44.730 a 41.400 cal. BP y,finalmente, una última pulsación arbórea a partir de 35.850cal. BP. Estas etapas de mayor bonanza climática suponendistintas asociaciones de flora en cada episodio, y estánseparadas por periodos de recrudecimiento de las condicio-nes ambientales (47.000 a 45.000 cal. BP, y 41.000 a36.000 cal. BP). La rápida sucesión de paisajes y condicio-nes climáticas, se corresponde según los autores del estu-dio, a un alto índice de inestabilidad ambiental, en unascondiciones, por lo demás, en las que no llegan a darseperiodos de frío intenso (IRIARTE et al., 2005: 246).

Los sondeos de sedimentos marinos costeros hanproporcionado datos relevantes para el final delMusteriense en la Península Ibérica, aunque los estudios sehan centrado en el litoral oriental, y no hay datos disponi-bles para el cantábrico, de forma que se extrapolan losexistentes para el Mediterráneo y la costa portuguesa.

A partir de los eventos de Heinrich se detectandos pulsaciones frías, una entre 46.500 y 44.200 cal. BP yotra entre 35.300 y 33.800 cal. BP. Además, se da una seriede cambios bruscos en la climatología a lo largo de todo elperiodo, y las columnas muestran una rápida respuesta dela vegetación a esos cambios, del orden de 150 años, conincremento de las plantas de tipo semi-desértico(SÁNCHEZ GOÑI y D'ERRICO, 2005).

Si comparamos ambos estudios, se aprecia quepresentan ciertas contradicciones en la determinación cro-nológica de las pulsaciones frías. Teniendo en cuenta la

relativa imprecisión del método radiocarbónico, no pareceque nos encontremos ante una contradicción insoslayable.Además, y como cabe esperar en secuencias regionales, lacorrespondencia no es perfecta con referencia a las curvasclimáticas de ámbito global. En ambos casos se refuerza laidea de una etapa de pronunciados y bruscos cambios cli-máticos, que, por otro lado, tienen duraciones similares enlas dos propuestas.

La hipótesis de MORENO et al. (2005) es queexiste un importante decalaje entre las fases climáticas enlas latitudes altas y las medias. Las pulsaciones frías apa-recen cientos de años más tarde en Alborán, mientras queen el norte peninsular las fases frías inciden mucho antes.Por ello el comienzo de una fase fría en el Mediterráneopuede ser contemporáneo con una fase cálida en el NWpeninsular, y viceversa.

Otra línea de evidencia para la reconstrucciónpaleoclimática del final del Musteriense la forman losdatos provenientes de las secuencias en cueva de la RegiónCantábrica. Las secuencias paleoambientales de los yaci-mientos se construyen a partir de la correlación de muydiversas evidencias, y aportan información específicasobre el lugar de ocupación. En un trabajo monográficoque recoge la tesis doctoral de M. J. Soto Barreiro, se hatratado de sintetizar los datos de las cavidades del cantábri-co, para una reconstrucción cronológica y paleoambientaldel Paleolítico (SOTO-BARREIRO, 2003) . La autora fun-damenta su propuesta para el Würm II-III y Würm III en lacronología radiocarbónica sin calibrar de Castillo, conalgunas aportaciones de El Pendo, La Viña y Morín, perono recoge las novedades de los últimos años.

En la cueva de El Castillo, se ha dado una inter-pretación paleoclimática que engloba los últimos estratosMusterienses, y los niveles del así llamado Auriñaciensede transición, datados dentro del ámbito cronológico delfinal del Musteriense (CABRERA et al., 1993; SOTO-BARREIRO, 2003). En el nivel 20, Musteriense, sedetecta una pulsación fría de mediana a fuerte intensidad,situada en la parte superior del nivel, y datada en torno a46.000 si adaptamos las fechas de 14C a la cronología cali-brada BP. Los niveles 18 a 16 (Auriñaciense de transicióny Auriñaciense) corresponderían al inicio, óptimo y finalde otra pulsación fría, con el máximo situado en la partesuperior del nivel 18, hacia 42.000 cal. BP. A partir de eseperiodo frío llega una etapa de marcada inestabilidad cli-mática en los niveles superiores, 17 y 16. La curva de sus-ceptibilidad magnética para esta cavidad (BROOKS et al.,2001) es coherente con la secuencia paleoclimática pro-puesta por los investigadores.

En la Cueva de El Esquilleu (Cillorigo deLiébana, Cantabria) se ha presentado una secuencia paleo-climática para los niveles Musterienses del yacimiento(BAENA et al., 2005). Se ha construido a partir de análisissedimentológicos, polínicos, antracológicos, de susceptibi-lidad magnética y de microfauna. Para el periodo que nos

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ocupa, se proponen dos grandes etapas, una más fría (condos pulsaciones muy frías), seguida de otra más atempera-da, con un cierto enfriamiento intermedio. Si consideráse-mos los datos en la escala calibrada, a partir de las datacio-nes de la cueva, la primera etapa fría podría ir desde apro-ximadamente 54.000 cal. BP hasta -en torno a- 45.000 cal.BP; y la atemperada desde esa fecha hasta 40.000 cal. BP.Las pulsaciones de clima más riguroso dentro de la prime-ra etapa se situarían hacia 53.500 la primera, y entre50.000 y 45.000 cal. BP la segunda. El enfriamiento de lafase atemperada, se produciría en algún momento entre40.500 y 41.500 cal. BP.

En el caso de Axlor, dado que no se han comple-tado los estudios sedimentológicos, palinológicos y demicrofauna de la cavidad, la información disponible sobreel Paleoambiente de los niveles superiores de la secuenciase restringe a los estudios de macromamíferos y las obser-vaciones estratigráficas. Las tendencias en la fauna pare-cen indicar un cierto enfriamiento en el nivel B, respecto alD. Ese cambio se deduce de la mayor presencia de caballoy menor de ciervo, en B. El nivel C representaría unmomento intermedio entre los otros dos estratos, aunquemuestra más afinidad con D. Por otro lado, la presencia decorzo, en el nivel B, relativiza las condiciones locales deese enfriamiento (CASTAÑOS, 2005).

A modo de conclusión podemos afirmar que losdatos disponibles son un tanto imprecisos y en algunasocasiones contradictorios. Se hace necesario integrar lasinformaciones parciales en interpretaciones de caráctergeneral, con una calibración y nomenclatura unificadas.

A pesar de las discrepancias, la mayor parte de losautores caracterizan la etapa central del OIS3 como unperiodo no muy frío en general, pero de fuerte inestabili-dad climática, con pulsaciones frías cortas e intensas, a lasque la cobertera vegetal responde al corto plazo (en tornoa unos 150 años). De esos momentos más fríos, las eviden-cias señalan hacia uno de marcada intensidad en torno a46.000-45.000 o 45.000-44.000 cal. BP, y otro entre42.000 y 41.000 cal. BP. En todo caso, los registros defauna y vegetación relativizan la rigidez climática del finaldel Musteriense, con presencia de animales propios declima templado en los momentos más fríos del periodo (yla práctica ausencia de faunas glaciares).

En lo referido a la industria ósea del final delMusteriense, los huesos de animales, en particular losmacrovertebrados, componen en su conjunto la materiaprima disponible para obtener el utillaje deseado. Por lotanto, la disponibilidad de materia prima depende de lafauna presente en la región. Para el caso de los retocadoresde hueso, como argumentaremos, se documenta una prefe-rencia por las diáfisis de grandes ungulados (bóvidos yéquidos) o bien por determinadas partes anatómicas de loscérvidos grandes (Cervus elaphus). En ese sentido, la alter-nancia de paisajes vegetales del final del Musteriense pudoinfluir en la selección de unos u otros soportes óseos, a tra-vés de los animales abatidos por los grupos humanos.

La problemática historiográfica.El final del Paleolítico medio y la transición al superior:

El final del Paleolítico medio europeo es unaetapa de interés central para toda una serie de ámbitos deinvestigación, en particular para la paleoantropología y laarqueología prehistórica. Desde estos dos campos, se hanaportado los principales argumentos y modelos, para tratarde explicar dos cuestiones de especial relevancia en la his-toria de las investigaciones. Por un lado, se ha abordado ladesaparición de las poblaciones Neandertales y la apari-ción del Homo sapiens actual (denominado tambiénCromañón o "humano anatómicamente moderno") enEuropa. Y por otro, se trata de resolver la cuestión históri-ca de la transición del Paleolítico medio al superior.

La paleoantropología, en especial la escuelaanglosajona, ha propuesto varios modelos para la desapa-rición de los Neandertales. Uno de los modelos(MELLARS, 2004), caracteriza a unos Homo sapiensmejor dotados intelectualmente, con más creatividad ymayor capacidad de planificación y previsión. Estos huma-nos anatómicamente modernos estarían dotados tambiéncon una serie de herramientas culturales más poderosas,que incluirían la mayor capacidad procesar y transmitir lainformación, un utillaje mejor elaborado y más eficaz, yredes más amplias de redistribución, solidaridad y repro-ducción.

Frente a ese paradigma de Homo sapiens, secaracteriza al Homo neanderthalensis por sus incapacida-des, en particular en el ámbito de lo cognitivo, que se plas-marían en una deficiente capacidad de adaptación culturaly una desventaja evolutiva frente a los Homo sapiens(STRINGER y GAMBLE, 1993). Así, y asumiendo laimposibilidad de hibridación de ambas especies humanas,los Neandertales se extinguirían por competencia con otraespecie humana, la nuestra. En este modelo las industriasdel Paleolítico superior serían obra del Homo sapiens,frente a un Musteriense (propio de los Neandertales) carac-terizado como una cultura simple, coyuntural, y exenta decomportamientos complejos o simbólicos. Hay dos líneasde evidencia que no son compatibles con esta teoría.

La primera se refiere al registro paleoantropológi-co. Los restos humanos asociados a contextos transiciona-les o de las primeras etapas del Paleolítico superior son, entodos los casos y hasta el momento, restos deNeandertales. El resto más antiguo para Europa, de huma-no anatómicamente moderno, es seguramente el de Pesteracu Oase, en Rumanía (TRINKAUS et al., 2003), que care-ce de contexto arqueológico, y esta datado en torno a35.000 BP.

La segunda línea de evidencia es de naturalezaarqueológica. Se trata de la complejidad de determinadosaspectos de la gestión tecnológica de los útiles entre losgrupos musterienses, al final del Paleolítico medio. Y delas industrias de Paleolítico superior, asociadas a tiposNeandertales: Chatelperroniense, Uluzziense, Szeletiense,

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y, más discutidos, los Auriñacienses de transición de ElCastillo, el Bachokiriense -"pre-Auriñaciense inicial"- ylas industrias líticas de Vindija, en Croacia.

Se han propuesto también variaciones del modelode las incapacidades Neandertales, que proponen otro tipode desventajas adaptativas, metabólicas o biomecánicas,como elemento de competición evolutiva, que llevaría a laextinción del Neandertal.

Dentro de la Paleoantropología, otra línea inter-pretativa defiende la posibilidad de hibridación deNeandertales y Homo sapiens, afirmando que, de hecho,constituyen la misma especie (WOLPOFF, 1996). En esecontexto, se propone un escenario distinto, con una diná-mica en la que las poblaciones Neandertales europeasinteractuarían con poblaciones venidas de África a travésde Oriente Medio. En ese contexto, el Paleolítico superioreuropeo se entiende como el resultado de la efervescenciade cambios y encuentros. Según dicho modelo, los rasgosNeandertales desaparecerían a lo largo de varios milenios,debido al mayor aporte genético de las poblaciones llega-das de África, y a la propia dinámica evolutiva de la espe-cie. La principal línea de evidencia contraria a esta pro-puesta es la gran distancia genética que separa a losNeandertales con respecto a las poblaciones modernas.Dicha distancia ha sido detectada en los análisis de ADNmitocondrial realizados sobre individuos del Paleolíticomedio (KRINGS et al., 1997; OVCHINNIKOV et al.,2000; SERRE et al., 2004) y hace poco probable aceptaruna hibridación como explicación para la desaparición delas poblaciones neandertales. Según esos estudios, no con-tribuyeron con sus genes para formar las poblacionesactuales, lo que explica la distancia genética.

Sin embargo, no todos los estudios genéticos ava-lan la separación taxonómica de Neandertal y Homosapiens. Estudios recientes apuntan a la transmisión delgen microcephalin, relacionado con el crecimiento cere-bral (cuyo halogrupo D está presente en el 70% de lapoblación contemporánea), entre Neandertales y humanosanatómicamente modernos. Este halogrupo podría habersedesarrollado hace 1.1 millones de años en una parte de losHomo arcaicos, y se habría reintegrado hace unos 37.000años en el Homo sapiens mediante el flujo genético conpoblaciones Neandertales (EVANS et al., 2006).

Los modelos propuestos desde la arqueología pre-histórica, tratan de explicar la desaparición de losNeandertales y la transición Paleolítico medio-Paleolíticosuperior, a partir de la evidencia fósil de la cultura materialde las distintas poblaciones. El complejo panorama quepreside las reconstrucciones cronológicas y paleoambien-tales, que hemos esbozado en el apartado anterior, es unproblema de primer orden a la hora de abordar la investi-gación. No obstante, se han podido construir diversas hipó-tesis explicativas para la transición.

En la Península Ibérica, un primer modelo queavivó el debate historiográfico fue la "Frontera del Ebro"(ZILHAO, 1993; D'ERRICO et al., 1998), que ha sido

reformulada, en fechas recientes, por uno de sus autoresoriginales (D'ERRICO y SÁNCHEZ GOÑI, 2003). En suúltima encarnación, la "Frontera del Ebro" propone que loshumanos anatómicamente modernos no llegaron a Iberiaantes de 36.500 BP, estableciendo, con posterioridad a esafecha, un territorio peninsular dividido entre los últimosNeandertales, al sur del Ebro (con industrias musterien-ses), y el Auriñaciense de los humanos anatómicamentemodernos, en el Norte de península. En una reciente publi-cación (SÁNCHEZ GOÑI y D'ERRICO, 2005: 127) seincide en las diferencias ambientales entre ambos territo-rios, caracterizando a los territorios norteños como "llanu-ras ricas en gramíneas", propicias para la colonizaciónAuriñaciense, mientras que los Neandertales subsistiríanvarios milenios más en un territorio árido y desértico, delSur y Occidente de la Península.

Otros modelos para la Península Ibérica son el dela convivencia de Neandertales y Homo sapiens, el avancepaulatino de las poblaciones modernas desde el norte, y laextinción autónoma de los Neandertales, relacionada conlos cambios climáticos. Los modelos de poblaciones con-temporáneas se basan en la ocupación selectiva de distin-tos nichos ecológicos por parte de cada especie (ORTEGAy MAROTO, 2001), lo que se traduciría en diferentesmodelos de ocupación del territorio, para cada caso. COR-TES (2005) ha propuesto recientemente una variante deesta hipótesis para el Sur de la Península. El avance gra-dual tiene la virtud de la sencillez explicativa, aunque nodeja de ser una adaptación de la "Frontera del Ebro", a unamultiplicidad de fronteras progresivas, sustentadas, hastacierto punto, en los datos radiocarbónicos (VEGA TOS-CANO et al., 1999). Finalmente, el modelo de extinciónautónoma de los Neandertales (FINLAYSON et al. 2004;JÖRIS et al., 2003) separa la llegada de los humanosmodernos de la desaparición Neandertal, considerándolosprocesos independientes, separados por algunos milenios,a partir de la selección y tratamiento estadístico de lasdataciones radiocarbónicas, unido a las reconstruccionespaleoambientales.

Los yacimientos de la Región Cantábrica, con sussecuencias, atribuciones culturales y dataciones absolutas,han sido utilizados como argumento y elemento de discu-sión en todos los modelos propuestos para la Península. Sehan citado, y han sido objeto de amplias discusiones, lapractica totalidad de los niveles Chatelperronienses yAuriñacienses del cantábrico (junto con los niveles delMusteriense final enumerados en el apartado anterior).

Los niveles Chatelperronienses de la región sonmuy escasos, con cinco propuestas (Labeko Koba, Ekain,Morín, La Güelga y A Valiña), de las cuáles sólo dos sonaceptadas por la mayoría de los investigadores. El primerode esos niveles mejor asentados en la historiografía esMorín 10, datado en torno a 36,6 ka BP [42 ka cal. BP](MAILLO et al., 2001); y el otro, Labeko Koba nivel IXInf., en torno a 34, 2 ka BP [39,5 ka cal. BP] (ARRIZA-BALAGA y ALTUNA, 2000). Esos yacimientos se carac-

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terizan por la presencia de puntas de Châtelperron, y poruna tendencia laminar y microlaminar de sus industrias,

 junto con una cierta continuidad con los conjuntos líticosdel final del Musteriense. Más significativo es lo que noestá presente en el Chatelperroniense cantábrico, y que, sinembargo, caracteriza al modelo clásico del suroeste deFrancia. Esto es, una industria ósea elaborada, de tipoPaleolítico superior, elementos de adorno personal y restoshumanos Neandertales.

Por otro lado, se puede afirmar que en la RegiónCantábrica existe un cierto número de nivelesAuriñacienses bien datados, pero en casi todos los casospertenecientes a cronologías relativamente tardías, a partirde 35.000 BP. Las dataciones más antiguas delAuriñaciense cantábrico son las de Morín nivel 8, de36.590±770 [41950±450 cal. BP] (MAILLO et al., 2001)y La Viña XIII inf., datado en 36.500±750 [41870±470cal. BP] (FORTEA, 1995).

Los llamados niveles de Auriñaciense de transi-ción de la cueva de El Castillo, 18b y 18c, están datadoshacia 38,5 ka BP [42,9 ka cal. BP] y 40,2 ka BP [44,3 kacal. BP] respectivamente. Son la base de un modelo origi-nal de continuidad y evolución cultural, para explicar eltránsito del Paleolítico medio al superior en el Cantábrico(CABRERA et al., 2005). Los investigadores de ElCastillo proponen una evolución regional muy temprana,en torno a 40.000 BP sin calibrar , y un Auriñaciense detransición. Esta cultura ha sido caracterizada partir de lascolecciones del Auriñaciense Delta de H. Obermaier (nivel18), hallado en las excavaciones de principios del sigloXX. Este Auriñaciense se desarrolla, según el equipo a

cargo de las excavaciones recientes, a partir de unMusteriense evolucionado (Nivel 20 de El Castillo), lo queplantea la hipótesis de la continuidad cultural. La principallínea de evidencia contraria a la hipótesis de los investiga-dores de El Castillo es la ausencia, entre los hallazgos delas nuevas excavaciones llevadas a cabo en la cavidaddesde 1980, de los materiales característicos de la industrialítica y ósea del Auriñaciense Delta de Obermaier(CABRERA, 1984).

Esto ha llevado a otros autores (ZILHAO y D'E-RRICO, 2003) a proponer que realmente no existe unacorrespondencia directa entre los niveles 18 b y 18c actua-les, y el "antiguo" nivel Auriñaciense de Obermaier. Porsu parte, el equipo de El Castillo ha presentado una seriede argumentos a favor de la continuidad, que hacen refe-rencia a distintos aspectos del comportamiento de los gru-pos humanos. Se han buscado regularidades y elementosde continuidad entre el final del Paleolítico medio y elPaleolítico superior inicial, en el aprovechamiento de lafauna (PIKE-TAY et al., 1999) y la producción lítica(MAILLO et al., 2004).

Por último, y en cuanto al modelo de coexistenciade Homo sapiens y Neandertales, ocupando distintosnichos ecológicos, y con diferentes modelos de ocupacióndel territorio, resulta de especial relevancia la secuencia deEl Esquilleu (Liébana, Cantabria) Los niveles de ocupa-ción musterienses, densos y bien documentados, se prolon-gan al menos hasta 34,4 ka BP [40,2 ka cal. BP], sin quemedie presencia de industrias del Paleolítico superior(BAENA et al., 2005).

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El Paleolítico inferior:

Desde los comienzos de la investigación prehistó-rica y paleoantropológica, se ha especulado con la posibi-lidad de que los primeros homínidos utilizaran una pano-plia de herramientas fabricadas a partir de materia ósea. Enlos años cincuenta se planteó la hipótesis de una industriaosteo-donto-querática, en el contexto de los yacimientosde australopitecinos sudafricanos (DART, 1957). La pro-puesta presentaba a unos homínidos cazadores y carroñe-ros eficaces, que abatían presas ayudándose de huesos agu-zados, garras, cuernas y colmillos de animales que despuéstransportaban a las cuevas donde vivían.

Sin embargo, los artefactos propuestos por Dartfueron desestimados, y explicados como producto de otrosprocesos tafonómicos, por el archiconocido estudio "Thehunters or the hunted" (BRAIN, 1981). Esta obra caracte-rizó a los australopitecos como presas cazadas por grandesfelinos y demás depredadores de la sabana, y después lle-vadas a sus cubiles, u otros lugares (como los árboles quesalpican el paisaje sudafricano, y que sirven de refugiotemporal a los leopardos cuando consumen sus presas).

Antes de los años ochenta del siglo XX, se propu-sieron un número importante de posibles artefactos óseos,como industrias del Paleolítico inferior y medio. A partirde la contundente crítica tafonómica de Brain, y de los tra-bajos de otros investigadores (BINFORD, 1981), comenzóun proceso de revisión de esas supuestas industrias arcai-cas del hueso, que se extendió por las últimas décadas delsiglo pasado (D'ERRICO y GIACOBINI, 1988). Este pro-ceso de revisión, que ha perdurado hasta nuestros días, sefundamenta en el estudio de las alteraciones de los huesos.Esas modificaciones pueden producir pseudoartefactos deorigen no antrópico, cuestión que debe contrastarse con un

estudio específico de la superficie ósea.La crítica tafonómica ha permitido probar el ori-gen no antrópico de un número importante de pseudo-arte-factos óseos del Paleolítico antiguo. No obstante, en lasúltimas décadas se han propuesto una serie de industrias -en materia ósea- fabricadas por homínidos arcaicos, quehan superado un denso tamiz de críticas tafonómicas. Elcaso más antiguo es el de las herramientas óseas delPaleolítico inferior de Swartkrans (D'ERRICO y BACK-WELL, 2003). Se trata de varios fragmentos de asta debóvido y una ulna con huellas de abrasión intencional, quehabrían sido utilizados además, para cavar en busca de raí-

ces.

Un estudio de tres piezas de utillaje óseo de

Broken Hill (Kabwe) Cave, en Zambia, ha permitido a susautores (BARHAM et al. 2002) proponer que las poblacio-nes de  Homo arcaicos de África eran capaces de elaborarherramientas de hueso. Esas herramientas son dos “gou-ges”, termino que podemos traducir como “gubia” o cuña,y una punta de hueso aguzada. Para el Paleolítico inferioreuropeo, encontramos algunas evidencias de herramientasde hueso en Italia. En los yacimientos de Castel di Guido(RADMILLI y BOSCHIAN, 1996), Fontana Ranuccio(SEGRE y ASCENZI, 1984) La Polledrara di Cecanibbio,y Rebibbia-Casal de' Pazzi (ANZIDEI, 2001), se ha docu-mentado una consistente industria de conformación ósea,mediante la talla por percusión, sobre grandes fragmentosde diáfisis de elefante.

ANZIDEI (2001) relaciona la producción degrandes artefactos en huesos de mamut, en el Paleolíticoinferior de la región del Lazio, con la escasez de materiasprimas líticas de calidad. Este mismo argumento se ha pro-puesto para el entorno de Vérteszöllös, en Hungría(DOBOSI, 2001), yacimiento del Paleolítico inferior conpresencia de este tipo de industria ósea tallada sobre hue-sos de mamut.

En la Península ibérica, desde los años setenta, se

han propuesto una serie de artefactos de hueso y marfil,provenientes de los yacimientos de Torralba y Ambrona,como posibles herramientas del Paleolítico inferior. En unareciente monografía sobre los yacimientos, se revisandichas industrias desde una perspectiva tafonómica y tra-ceológica (DOMINGUEZ-RODRIGO, 2005; D'ERRICOy VILLA, 2005). E. AGUIRRE (2005/2006) afirma laexistencia de una industria ósea arcaica en Torralba, juntocon un procesado antrópico de los huesos de elefante.

Los retocadores de hueso conforman un tipo deútiles que, en el estado actual de las investigaciones, seasocian con el Paleolítico medio, sin ejemplos documenta-

dos en el Paleolítico inferior europeo. Los casos más anti-guos los hallamos sin embargo en cronologías casi infero-paleolíticas, en los yacimientos franceses de Biache-Saint-Vaast (AUGUSTE, 2002) datado en el OIS 7, y la Cuevade Lazaret (VALENSI, 1996), en el OIS 6.

Como balance podemos afirmar que a lo largo dela historia evolutiva de los homínidos del Paleolítico infe-rior, se ha recurrido de manera ocasional al trabajo de lamateria ósea, para la fabricación u obtención de instrumen-tos adecuados a sus necesidades. No parece, con los datosdisponibles, que las destrezas técnicas y capacidades cog-nitivas para modificar el hueso por diversos medios, estu-

vieran fuera del alcance de esas poblaciones.

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Capítulo 2: El contexto paleolítico de lasindustrias óseas musterienses

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El Paleolítico Medio:

Existe una industria ósea para el Paleolíticomedio, que, por diversas razones (explicadas a continua-ción), no ha sido estudiada de forma pertinente. El vacíohistoriográfico ha llevado a afirmar la total ausencia deindustria ósea en el Paleolítico medio, cuestión que se debematizar en gran medida.

El concepto de industria ósea poco elaborada:

A lo largo de las últimas décadas se ha ido esta-bleciendo el término de "industria ósea poco elaborada", apartir de la historiografía francesa, para denominar al uti-llaje en hueso del Paleolítico antiguo (medio e inferior).

La denominación tiene su origen en una compara-ción directa con las industrias de elaboración o conforma-ción del hueso del Paleolítico superior. La elaboración cui-dada, con gran inversión de trabajo, de la materia ósea seconsidera parte de un "kit" técnico e intelectual superior,

 junto con los elementos propiamente simbólicos, como lasrepresentaciones mobiliares y parietales, o los adornos per-sonales (VANHAEREN y D'ERRICO, 2006). En esa líneaargumentativa, la industria ósea del Paleolítico superiorconstituye una prueba fehaciente de la superioridad cogni-tiva del Homo sapiens frente a los Neandertales. Y asimis-mo, las industrias óseas poco elaboradas son prueba de lainferioridad de los grupos del Paleolítico medio.

En este marco, cabe trazar una divisoria entre laevidencia incontestable, y la argumentación en el marcoteórico. El registro arqueológico muestra la presencia deuna industria ósea, de creciente complejidad y riqueza sim-

bólica, que aparece en el Auriñaciense, y se extiende a lolargo de buena parte del Paleolítico superior. Esa cuestiónqueda fuera del debate.

Ahora bien, se deben hacer al menos tres grandesmatizaciones en el modelo de las incapacidades, en lo refe-rido a los comportamientos neandertales, y a la industriaósea musteriense.

En primer lugar, el propio concepto de utillaje,que se hace depender del grado de estandarización de laslabores. Por ejemplo, en un trabajo de síntesis sobre indus-trias del hueso en el Paleolítico antiguo, se caracteriza laindustria ósea como repetición de gestos técnicos que lle-van a la creación de piezas idénticas o muy próximas(PATOU-MATHIS, 1999), lo cual constituye una defini-ción “ad hoc” para el Paleolítico superior. Esto, como esprevisible, deja fuera del concepto a todo el utillaje óseodel Paleolítico antiguo.

De ese modo se dejan de lado las cuestiones querevisten mayor interés en la actualidad, como la obtencióny selección de los soportes, o el uso y la función del utilla- je. La industria ósea musteriense, oscurecida bajo la eti-queta de "poco elaborada", no ha recibido la debida aten-ción de los investigadores, más aún cuando su potencial

informativo, sobre los comportamientos tecnológicos ysociales de los Neandertales, es previsiblemente muyamplio.

Como segundo punto de atención, otra parte delas argumentaciones inciden en la sustitución de las indus-trias óseas musterienses, poco elaboradas, por otras máselaboradas y simbólicas en el Paleolítico superior (DEL-PORTE, 1998; WHITE, 1999). Esta tecnología ósea llega

a Europa con las nuevas poblaciones de Homo sapiens pro-venientes de África (MELLARS, 2002). Eso supondría laimposición de una industria "superior" o más eficaz(MELLARS, 2004). Esta idea, en sentido estricto, es erró-nea, ya que lo que se produce (como veremos en elsiguiente epígrafe) es la aparición de un conjunto de utilla- je, producto de la conformación o transformación técnicadel hueso. Pero ese utillaje va a convivir, a lo largo de todoel Paleolítico superior, con una importante industria pocoelaborada.

En el presente trabajo, se prefiere una postura enla línea de lo sugerido por VINCENT (1988: 185-186) de

no tratar de probar la existencia o ausencia de industriasóseas en uno u otro periodo, usando ejemplos y contra-ejemplos. Por el contrario, se trata de estudiar cada eviden-cia, valorando los diferentes agentes tafonómicos que pue-den haber afectado a los materiales, y huyendo también del"síndrome Binford" (VINCENT, 1988) de descartar todo elutillaje óseo anterior al Paleolítico superior.

La tercera línea de crítica es algo más genéricaque las anteriores, pero debe ser mencionada por su impor-tancia en los modelos para explicar la transición. Se tratadel problema de la autoría de las primeras industrias delPaleolítico superior, dado que los Neandertales son firmes

candidatos a serlo. Al menos, y como vimos en el capítuloanterior, en varios lugares a lo largo de toda Europa. Laautoría neandertal ya está demostrada en el caso delChatelperroniense francés. Y de confirmarse la evidenciaen otras culturas del Paleolítico superior inicial, haríainsostenible la asociación directa de Homo Sapiens eindustria ósea elaborada.

Por otro lado, las poblaciones que han sido pro-puestas como antecesores directos de los Sapiens delAuriñaciense europeo (los sapiens africanos o próximo-orientales anteriores al 40.000) tampoco elaboran indus-trias de hueso y asta similares al utillaje más elaborado delPaleolítico superior europeo. Es decir, no se puede trazarun posible origen de las primeras industrias óseas auriña-cienses, que nos lleve fuera de Europa. Por ello, la hipóte-sis de una llegada “ex Oriente lux” de las industrias dehueso y asta del Paleolítico superior europeo, carece porahora de evidencias arqueológicas. En conclusión, losmodelos sobre el inicio del Paleolítico superior europeodeben explicar el surgimiento de esas industrias óseas máselaboradas en el marco regional de nuestro continente, obien aportar datos contrastados sobre el origen próximo-oriental o africano del instrumental óseo auriñaciense.

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Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

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Las industrias óseas en el Paleolítico medio:

Realizaremos ahora una breve revisión historio-gráfica de las industrias óseas del Paleolítico medio, conespecial énfasis en los estudios sobre retocadores muste-rienses, pero citando también otras propuestas de materia-les óseos trabajados y/o utilizados en este periodo.Además, a lo largo del epígrafe se explicitan las aportacio-

nes significativas, en el campo metodológico, de los traba- jos más relevantes de las últimas décadas. Aportes que hansido recogidos en el estudio de los materiales de Axlor, enmayor o menor medida, según nuestros propios criterios eintereses.

Como ya vimos en el capítulo anterior, desde elorigen de la disciplina se han propuesto todo tipo de mate-riales como posibles útiles óseos, o huesos modificadosintencionalmente, en el Paleolítico inferior y medio. Pero,en buena parte de los casos, dichos materiales han sidodiscutidos a partir de los años ochenta, mediante la críticatafonómica de las evidencias.

La primera mención recogida por la bibliografíade los retocadores en hueso para el Paleolítico medio datadel siglo XIX (DALEAU, 1874), en la Grotte des Fées(Gironde, Francia). Una constante de los momentos inicia-les de la investigación de las industrias óseas musterien-ses, es la preeminencia de los yacimientos franceses y lapotencia investigadora de ese país. Esta situación generalsólo se ve salpicada por aportaciones más discretas, reali-zadas desde otros ámbitos, tanto geográficos como deescuela científica.

H. Martin, a partir de los restos óseos de LaQuina, determina la existencia de un tipo de útil en esquir-

la diafisiaria de ungulado, posiblemente utilizado pararetocar las piezas líticas musterienses (HENRI MARTIN,1906). Sin embargo, en aquellos primeros años, esos reto-cadores, junto con materiales similares provenientes tantode La Quina como de otros yacimientos (Rebiéres) van aser considerados por la historiografía como "yunques" opercutores durmientes, para el trabajo de diversas materias,en particular el hueso (BAUDOIN, 1906, 1907).

Por otro lado, poco después los MORTILLET(1910) definen el tipo "compresor", útil de hueso o astaasociado al retoque por presión. De manera indirecta, esadefinición va a motivar que, a falta de estudios específicospara el Paleolítico medio, las esquirlas diafisiarias conimpresiones del Musteriense se denominen, de forma untanto arbitraria, compresores o retocadores. O, en un senti-do más amplio, "compresores-retocadores".

En 1914, Breuil y Obermaier señalan la presenciade algunos huesos utilizados en los niveles musterienses deEl Castillo (Cantabria), y PASSEMARD (1922) cita diáfi-sis con impresiones provenientes de Isturitz (Pyrénées-Atlantiques). Poco después el mismo autor cita diáfisis uti-lizadas en Olha I (PASSEMARD, 1924). L. Siret experi-menta en los años veinte con el uso del hueso en percusión

sobre útiles líticos, para retocar piezas similares a las mus-

terienses. Su investigación concluye que los fragmentosdiafisiários con impresiones son, sin duda, retocadorespara el trabajo del sílex, y no elementos pasivos del traba- jo del hueso (SIRET, 1925).

En los años treinta del S. XX, se consideran"compresores" una serie de fragmentos óseos de los nive-les musterienses de La Ferrasie (PEYRONY, 1934).VEZIAN (1935) ofrece una descripción de esquirlas de

hueso utilizadas en Saint-Jean-de-Verges: Una superficiepiqueteada en uno o ambos extremos, y estrías finas queparten de la zona piqueteada hacia el borde del hueso.

Los estudios soviéticos de los años cincuentaresultan decisivos en cuanto a la expansión del métodoexperimental y del estudio de huellas de uso. Tuvieron unainfluencia directa en los estudios de la industria ósea mus-teriense, con una aportación decisiva: Las herramientasmetodológicas y técnicas para obtener mayor conocimien-to de las improntas y marcas de las diferentes actividadeshumanas sobre los materiales arqueológicos. En un estudiode mediados de los cincuenta se definen con precisión los

rasgos de los compresores del Paleolítico reciente de laURSS (SEMENOV, 1956), caracterizados por la presenciade dos zonas de uso distintas, localizadas en extremosopuestos de la pieza, y por unas huellas incisas, irregula-res, de sección asimétrica -resultado de la posición oblicua,sobre el compresor, del filo a retocar.

F. Bordes cita en sus tipologías los compresoresóseos solutrenses, pero no considera que respondan almismo tipo de utilización que las esquirlas diafisiariasmusterienses con impresiones (BORDES, 1961: 108).

La confusión o variabilidad de términos al referir-se a los retocadores, se va a mantener hasta los años 60,

cuando los avances de la disciplina y las visiones de sín-tesis, dan una idea más clara de la naturaleza de los con- juntos. En esa década se caracterizan la mayor parte de losobjetos musterienses como "retocadores", es decir, ele-mentos de percusión utilizados para el retoque de instru-mentos de piedra (PATOU-MATHIS, 2002). Sin embargo,la denominación largamente establecida de "compresores-retocadores" se ha mantenido hasta épocas relativamenterecientes (BARANDIARÁN, 1987). Esto no significa, porotro lado, que debamos asumir que todos los fragmentos dediáfisis óseas con huellas, de cronología musteriense, sonde modo necesario, retocadores. Cada conjunto deberá serestudiado en sus particularidades, y dentro del contextotafonómico y arqueológico del yacimiento del que provie-ne.

Un trabajo de síntesis (TAUTE, 1965) recogióuna nutrida colección de retocadores en materias óseas(hueso, dientes y asta), con una perspectiva cronológicaamplia, que va del Paleolítico antiguo hasta el Neolítico.Quizás lo más destacado de este trabajo es la aportación, ala historiografía internacional, de los retocadores encon-trados en yacimientos alemanes. Para las esquirlas diafisia-rias y epífisis con huellas impresas, del Paleolítico medio,

Taute concluye que se trata de utillaje para el retoque líti-

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co, por percusión.El trabajo de FEUSTEL (1973) aborda de nuevo

la experimentación relacionada con los percutores enmaterias óseas en el Paleolítico, demostrando su vincula-ción con tareas de retoque de filos líticos activos.

Desde los años setenta, se constata una presencia,cada vez más densa y habitual, de los retocadores de huesoen yacimientos Musterienses. Se localizan y citan estos

útiles en yacimientos franceses, como en Bois-Roche, enCharente (VINCENT, 1987) y de nuevo en Isturitz,(LEROY-PROST, 1974), aunque se utiliza el término"compresores", para los retocadores del Musteriense eneste yacimiento.

Pero también, y cada vez de con más frecuencia,aparecen esquirlas diafisiarias utilizadas en yacimientos dePaleolítico medio de otras zonas del continente europeo.En Kulna, Moravia (VALOCH, 1988), en el AbrigoTagliente, en Verona (LEONARDI, 1979), en Bacho-Kiro,Bulgaria (KOZLOWSKI, 1982) y en Peña Miel, en LaRioja (BARANDIARÁN, 1987).

El trabajo de I. Barandiarán sobre los retocadoresde Peña Miel es el primer esfuerzo sistemático, en el ámbi-to de la Península Ibérica, de estudiar con una metodologíapropia un conjunto de retocadores de hueso. Con unamuestra de 67 retocadores del nivel G, se estudió su origenanatómico, las dimensiones de los soportes y las caracte-rísticas de las huellas de uso. Se aplicó un enfoque morfo-métrico, que toma en consideración las dimensiones de losretocadores (peso, longitud, anchura y espesor) y valoralos datos en su conjunto. I. Barandiarán considera que setrata de un conjunto bastante normalizado en peso, planta,sección y dimensiones, y que el 88% de la muestra respon-

de a un formato regular. En los soportes predominan losmetápodos de ciervo y algunos tienen dos zonas de uso.Señala también la vinculación directa de los retocadorescon el trabajo de la piedra. Los niveles E-G han sido pre-sentados como Musteriense Quina (UTRILLAet al., 1987)y datados como más antiguos de 40.000 BP (MONTES etal., 2001). Más adelante, al comentar los trabajos de L.Bourguignon, abordaremos la relación propuesta entre losretocadores óseos y las industrias de tipo Quina.

De este primer trabajo peninsular en Peña Miel,cabe retener el interés por definir un tipo morfométrico, yde marcar las regularidades que existen en sus dimensionesy rasgos formales.

Los trabajos experimentales también continúan alo largo de estas décadas. Se estudia en profundidad larelación de los percutores y la industria lítica, así comoaspectos más generales de la modificación y fragmenta-ción de la materia ósea (DAUVOIS, 1974; grupo ETTOS,1985; VINCENT, 1985).

Esta creciente presencia de retocadores muste-rienses discurre paralela a la -ya mencionada- crítica tafo-nómica de posibles artefactos en hueso, propuestos para elPaleolítico medio. En la Región Cantábrica, se suceden las

propuestas (FREEMAN, 1971) y críticas (BINFORD,

1983; STRAUS, 1992) para Cueva Morín (Cantabria).Frente a la propuesta del primero de una serie de artefactosde hueso de origen antrópico, en el nivel 17 (Musteriense)del yacimiento, Binford y Straus consideran que se trata depseudoartefactos. Estos autores caracterizan las hipotéticashuellas de fabricación, como productos de la fractura delhueso para obtener el tuétano. En el País Vasco, se revisancon nuevo enfoque crítico otras posibles industrias óseas

musterienses (MÚGICA, 1983) provenientes de Lezetxiki,niveles VI, V y VI, y Axlor IV y V.Por otro lado, en las publicaciones sobre Morín

(FREEMAN, 1971) se recogen 63 huesos, que son frag-mentos de diáfisis con "machacamientos" en los extremos,y que con toda probabilidad, son retocadores óseos. Yentre los materiales de las excavaciones antiguas de Axlor,J. M. Barandiarán menciona utillaje óseo en sus memoriasde la excavación (BARANDIARÁN, 1980), después dis-cutido en MARTÍNEZ-MORENO (2005).

En el ya mencionado yacimiento de Peña Miel, enla Rioja, se señala la presencia de una serie de materiales

en hueso, junto con los "compresores-retocadores", en losniveles musterienses. Se mencionan huesos con frentes deretoque intencionales, cuñas/cinceles o "chasse-lames", y"tensores" (BARANDIARÁN, 1987: 91-96). El "tensor"es un tipo de útil definido para el Paleolítico cantábrico(CORCHÓN, 1981), que será objeto, en los años noventa,de una fuerte crítica tafonómica (D'ERRICO, 1993).

A finales de los ochenta varios trabajos incidenotra vez sobre la crítica tafonómica a los materiales delPaleolítico antiguo. Se hace hincapié en la naturaleza depseudo-instrumentos de muchos hallazgos consideradoscomo industria ósea musteriense, y se introduce el uso de

la microscopía electrónica (Microscopio Electrónico deBarrido - MEB) y de las réplicas en resinas sintéticas de lashuellas de uso, para su estudio (D'ERRICO y GIACOBI-NI, 1988).

De modo paralelo, se presentan nuevas eviden-cias de utillaje óseo (y huesos modificados) para elPaleolítico medio, que cada vez deben superar una críticamás exhaustiva. Algunos casos claros y bien documenta-dos de materiales óseos musterienses los encontramos enel nivel VIII de Grotte Vaufrey, Dordogne (VINCENT,1988). De los materiales presentados por la autora desta-can una diáfisis masiva, probablemente de rinoceronte, conmacrohuellas de martilleado, y una diáfisis de gran ungu-lado que presenta un retoque alterno, muy claro y marca-do. Señalar sin embargo, que en otros materiales presenta-dos por Vincent, como una diáfisis de cérvido con huellasde abrasión, una hipotética raedera bifacial, y un huesoperforado, no resulta tan evidente su origen antrópico. Laperforación ha sido criticada, (D'ERRICO y VILLA,1997) y presentada como de origen natural, no antrópico.

En los años 90 hubo un importante desarrollo delas investigaciones, en el marco de las industrias óseas delMusteriense europeo. Este proceso ha abarcado tanto los

retocadores como otro tipo de evidencias óseas. A princi-

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pios de la década CHASE (1990) estudia una muestra de32 huesos utilizados provenientes de La Quina, y conclu-ye que son retocadores. Sus conclusiones tienen ciertoapoyo experimental, aunque con un valor más replicativo,para constatar la naturaleza de las huellas documentadas. P.Chase quiere demostrar que los retocadores de hueso sonun útil de fortuna, utilizado de forma improvisada, ydurante muy poco tiempo en cada caso, para el retoque de

las raederas Quina y semi-Quina del yacimiento. El depó-sito estudiado, Locus 2, ha aportado una cantidad escasa deindustria lítica (12 piezas retocadas, casi todas raederasQuina).

El enfoque propuesto por Chase enlaza con unplanteamiento, un tanto simplista, que presenta la variabi-lidad del utillaje musteriense como producto de la secuen-cia de talla y retoque de los útiles, sin que medie unavoluntad de obtener unas morfologías concretas (DIBBLE,1989). En ese modelo, que resalta las incapacidades cogni-tivas de los Neandertales, la morfología variable de las rae-deras del Musteriense sería producto de la repetición del

retoque para reavivar sus filos. Por ello, no se retoca conuna verdadera visión final del útil, sino que la materiaprima impone la forma.

En ese marco, un utillaje óseo utilizado fortuita-

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Figura 1.2 Costillas de mamut modificadas y utilizadas de Salzgitter-Lebenstedt , según Gauzinski (1999).

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mente, sin que medie selección, y que es desechado demanera expedita después cada uso, parece que se adaptabien a la explicación propuesta. En nuestro trabajo sobrelos retocadores de Axlor valoraremos estos aspectos conun estudio detallado de los distintos datos morfométricos,tecnológicos y funcionales, para contrastar el modelo pro-puesto por P. Chase.

No obstante es necesario comentar que, en un

nivel más general, la hipótesis de Dibble ha quedado anti-cuada, a la luz de los conocimientos existentes hoy en díasobre la complejidad de los sistemas de talla y retoque delPaleolítico medio. El grado de variabilidad que explica sumodelo es en realidad muy pequeño, y solo afecta al reto-que lítico. Queda fuera de este modelo la captación, talla,gestión de materiales y el uso del utillaje en piedra. Y ade-más, en todo caso, solo explicaría la variabilidad en el uti-llaje de sílex. Por otro lado, el trabajo de Chase es un exce-lente ejemplo de la utilización de una determinada muestrade retocadores de hueso, para argumentar a favor de unmodelo concreto, de explicación de las incapacidades

Neandertales.Una tesis doctoral recoge una síntesis de lasindustrias óseas del Paleolítico medio (VINCENT, 1993),proponiendo nuevos enfoques metodológicos, que recogenlos avances en arqueozoología y tafonomía de los últimosaños. La autora considera que los retocadores de hueso for-man parte del utillaje no modificado del paleolítico medio,desechando la posibilidad de que los soportes sean confor-mados o preparados antes de su uso.

Como ya adelantamos más arriba, los casos másantiguos de retocadores, en la actualidad, los hallamos enlos yacimientos franceses de Biache-Saint-Vaast

(AUGUSTE, 2002) datado en el OIS 7, y la Cueva deLazaret (VALENSI, 1996), en el OIS 6. Por el momento,este tipo de instrumentos se asocia al Paleolítico medio ysuperior, y no ha aparecido en contextos claramente infe-ropaleolíticos.

En 1999 un estudio sobre la industria ósea deSalzgitter-Lebenstedt (Alemania), aportó evidenciasincontestables del trabajo del hueso en el Paleolítico medio(GAUDZINSKI, 1999). Este yacimiento cuenta con dosniveles sucesivos, de sedimentos fluviales, datados entre48,000 y 55.000 BP, que proporcionaron 29 útiles enhueso, mayoritariamente de mamut.

El material fue estudiado desde la tafonomía. Sedeterminó que una parte concreta de los sedimentos habíasido crioturbada, pero eso no afectaba a los huesos demamut. También se probó la ausencia de sesgos importan-tes por la densidad del hueso (las conservaciones diferen-ciales son apenas destacables, y sólo para animales de tallamenor). Se constató el arrastre por agua de los huesostransportables, como vértebras, calcáneos, tarsos, falangesy astrágalos, lo cual afecta a parte de la muestra.

A partir del análisis tafonómico se determinó queel conjunto de la fauna del yacimiento sólo respondería al

aporte antrópico en el caso de los renos, cuyos restos pre-

sentan marcas de descarnado y evidencias indirectas decaza (estructura de la población y partes anatómicas repre-sentadas). Los restos de mamut no parecen responder a lacaza de los mismos, por lo que se plantea un aprovecha-miento de la materia prima disponible, para ser modifica-da y utilizada como herramienta. Ahora bien, las fracturasen espiral que presentan los huesos muestran que se astilla-ron en fresco.

Del conjunto de utillaje en hueso, destacan 20costillas de mamut trabajadas, mediante una serie de técni-cas y cadena operativa de cierta complejidad (figuras 1.2 y1.4). Un primer elemento diagnóstico de las modificacio-nes es la reducción del grosor total de la costilla, mediantela abrasión, o bien mediante fractura longitudinal en el ejeprincipal, que retira parte de la materia ósea. En relación aesa fractura se detectan impactos cónicos en los extremos,para astillar longitudinalmente el hueso. En cuanto a lazona activa, se documenta la abrasión regular y concentra-da en un extremo, que modifica la morfología original delsoporte. Los trabajos se finalizan conformando útiles dis-

tintos, con extremos aguzados, puntas planas y romas, ypuntas machacadas. En algunos casos se constata la fractu-ra del extremo modificado, con posterioridad al uso. Estosrestos sugieren una técnica desarrollada para el uso demateriales óseos en el Paleolítico medio (GAUZINSKI,1999).

La importancia de Salzgitter-Lebenstedt radica enque permite desechar, con evidencias de peso, la idea deque en el Paleolítico medio hay una ausencia de instrumen-tal óseo. Por lo tanto, y como señala GAUZINSKI (1999),si retomamos la relación establecida entre carencia deindustrias óseas e incapacidades Neandertales (NOBLE y

DAVIDSON, 1996), habrá que concluir que esa carenciano se daba en el Paleolítico medio. Se ha afirmado, segúnestos autores, que los Neandertales carecerían de la capa-cidad cognitiva para formular el concepto de forma finaldeseada. Hemos de descartar esa idea. Si no bastan lasnumerosas evidencias musterienses que señalan lo contra-rio (p.e. la industria lítica de conformación del utillaje),cuando menos, a partir de la constatación de la cadena ope-rativa de modificación del hueso, presente en Salzgitter-Lebenstedt.

Debemos recoger, del trabajo de Gauzinski, laimportancia concedida a la crítica tafonómica, así como elenfoque tecnológico y traceológico aplicado para estudiarla forma de obtener, modificar y utilizar los instrumentos.

A lo largo de los noventa, y hasta la actualidad, seconstata la presencia habitual de retocadores de hueso ennumerosos yacimientos de toda Europa. Pertenecen a cro-nologías de Paleolítico medio, y, como veremos en elsiguiente epígrafe, también al superior. En la Europa cen-tro-oriental, se citan retocadores de hueso en Prolom II, enCrimea (STEPHANCHUK, 1993), Barakaevskaia, en elCaucaso (FILIPOV y LIOUBINE, 1993) y Vindija enCroacia (AHERN et al., 2004). La zona mediterránea

queda representada por Fumane, Tagliente y San

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Bernardino en Italia (MALERBA y GIACOBINI, 1996), yArrillor (BERMUDEZ DE CASTRO Y SAENZ DEBURUAGA, 1999), Prado Vargas y Valdegoba en España(DIEZ FERNANDEZ-LOMANA y NAVAZO, 2005). EnFrancia, tenemos los yacimientos de Lazaret (VALENSI,1996), Chez-Pinaud (BEAUVAL, 2004), Artenac(ARMAND y DELAGNES, 1998), y AbriLaborde/Baume-Vallée (RAYNAL et al., 2005). Fuera de

Europa, se documentan retocadores en Sudáfrica, con uncontexto de Middle Stone Age, en Blombos Cave (HENS-HILWOOD et al., 2001); y en el Paleolítico medio deUmm-el-Tlel, en Siria (BOEDA et al. 1998).

En Artenac (Charente), nivel 6c, se han encontra-do 76 retocadores de hueso, junto con una industria líticade raederas, clasificada como Musteriense Charentiensetipo La Ferrasie (2907 piezas líticas, pero solo 96 útilesretocados). La fauna está compuesta, sobre todo, por bóvi-dos, y en menor medida ciervo y caballo. Se ha realizadoun estudio de los retocadores (ARMAND y DELAGNES,1998) apoyado en un programa experimental.

En el análisis de los soportes, se constata la utili-zación de fragmentos de diáfisis de huesos largos de lasextremidades. Al comparar los soportes de retocadores conel resto de las esquirlas determinadas, las autoras aprecianuna preferencia por determinadas partes anatómicas. En elcaso de los bóvidos, habría una elección de metatarso,radio y tibia, entre los restos disponibles. Y en el caso delos ciervos, una preferencia por metatarso, tibia y fémur.También hay algunas costillas, un diente y una mandíbula,entre los soportes de los retocadores.

Las dimensiones, según las autoras, tienen unadistribución y unos rangos máximos y mínimos que no las

diferencian de manera significativa del conjunto de restosde fauna. Los retocadores tienen una longitud entre 2,7 y20 cm., una anchura entre 2 y 7,2 cm. y un espesor de entre4 y 30 mm. Anotamos aquí el hecho de que los soportesmenores de 3 cm. de longitud quizás merecerían una revi-sión, ya que bien podría tratarse de fragmentos de retoca-dores. Es recomendable una reflexión tecno-morfológicaen los casos de que el pequeño tamaño de las esquirlashaga inviable su utilización.

En todo caso, los formatos de los retocadores deArtenac llevan a las autoras a plantear que no hay unaselección previa de los soportes, y que el uso de los retoca-dores es coyuntural. Sin embargo, el propio gráfico queaparece en la publicación permite detectar la existencia deuna población propia en el formato de los retocadores(ARMAND y DELAGNES, 1998: 209), distinta de lasesquirlas de fauna. Además, se detecta una cierta abundan-cia, tanto en lo relativo al resto de la fauna, como en núme-ros absolutos, de los soportes provenientes de la porcióninferior de las extremidades (incluso si excluimos del con-teo a los metatarsos, muy numerosos entre los soportes).Es decir los húmeros y fémures están infrarrepresentados.Por tanto si que parecen existir unos criterios de selección,

probablemente relacionados con el tamaño, la morfología,

el peso y la densidad del soporte, para lo que se eligen unaspartes anatómicas y unos taxones concretos.

En cuanto a la experimentación con retocadores,se utilizaron 33 esquirlas diafisiarias provenientes de hue-sos largos de vacuno, para retocar lascas de sílex delmismo entorno geológico. Para comparar con la muestrade Artenac 6c, se ofrece una descripción de las variables oparámetros considerados, pero los resultados se circunscri-

ben a conseguir la combinación de dichos parámetros queproduce las huellas presentes en los materiales de Artenac.Los resultados incluyen un ángulo de percusión en tornoa los 40º, una trayectoria lineal pero con dirección oblicua,y una prensión laxa de útil (ARMAND y DELAGNES,1998: 212).

Por último señalar que, en la experimentación, seconstató otro factor: En parte de los retocadores no queda-ron huellas de uso macroscópicas, aunque no se especificasi se localizaron estigmas microscópicos. Esos retocadoressin huellas responden a dos usos: cuando el ángulo de gol-peo es muy cerrado respecto al soporte, con una trayecto-

ria de inflexión, en la que el retocador se mueve tangen-cialmente al plano de percusión, y sobre filos relativamen-te agudos; y en los casos en que el retocador fue usado,experimentalmente, como percutor durmiente o pasivo,golpeando la pieza lítica contra la esquirla ósea. Esta pre-sencia de retocadores sin huellas hace pensar a las autorasen una estimación a la baja de su presencia en el conjuntoarqueológico (ARMAND y DELAGNES, 1998: 212-213).En ese sentido, cabe recomendar cierta precaución a lahora de aceptar la idea de una sub-estimación en el núme-ro de retocadores sobre una muestra bien conservada. Loscasos presentados por Armand y Delagnes, en los que se

detectó la ausencia de huellas son, en realidad, un tantomarginales en los conjuntos líticos musterienses (retoqueen ángulos agudos sobre piezas con filos estrechos). Obien resultan poco efectivos y alejados de la potencialidadmorfofuncional de los útiles (uso como “percutor pasivo”).

Creemos, por tanto, que la sub-estimación de losefectivos, según los criterios de ARMAND y DELAGNES(1998), sólo debe ser planteada, como hipótesis, en losconjuntos donde dominen las tareas de retoque sobre filosdelgados, con ángulos agudos de percusión (ver arriba). Endichos casos cabría estudiar microscópicamente los sopor-tes óseos en busca de estigmas no visibles a simple vista.

La investigación en torno a los retocadores deArtenac cuenta con aportaciones significativas a la meto-dología, que han sido tenidos en cuenta a la hora de estu-diar los restos de Axlor. En primer lugar, el estudio de losretocadores en el contexto de la fauna del yacimiento, quepermite comparar los datos morfométricos de los retocado-res y el resto de la fauna. Y de particular importancia, larealización de un trabajo experimental paralelo, que permi-ta contrastar las observaciones e hipótesis planteados sobrela muestra arqueológica.

Un trabajo sobre los procesos de talla y retoque

de las raederas Quina (BOURGUIGNON, 2001) recoge un

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estudio experimental sobre el uso de retocadores de piedray hueso en la conformación y reavivado del utillaje ensílex. En ese trabajo, como en otros casos, se asocia el usode retocadores de hueso (dentro de la categoría de los per-cutores "blandos") con el retoque de los filos Quina. Enparticular, el hueso tendría las propiedades idóneas pararealizar las tareas que dan como resultado extraccionesreflejadas con ángulos agudos, y extracciones planas

sobrepasadas, en el filo de las raederas. Además, la autoraseñala que las huellas de uso producidas en los retocadoresexperimentales son idénticas a las observadas en los mate-riales arqueológicos (BOURGUIGNON, 2001: 37).

Como hemos podido ver en esta síntesis historio-gráfica, se ha constatado la presencia de retocadores dehueso en contextos de musteriense tipo Quina, con raede-ras de filos espesos, retocadas con un esquema escamosoescaleriforme. Se ha planteado, por ello, que los retocado-res responden a una actividad repetitiva e intensa, motiva-da por la necesidad de conformar y reavivar los materialesQuina.

Aunque esta relación parece estar bien documen-tada en el registro arqueológico, no debemos obviar tam-poco que se han hallado retocadores en otros conjuntos, sinindustrias Quina o donde su presencia es casi marginal. Esel caso de los niveles inferiores de la secuencia exterior deAxlor (estratos M y N), con una presencia mucho menor deraederas Quina, pero que también han proporcionado unnúmero importante de retocadores de hueso. Otro ejemplolo encontramos, como ya dijimos, en Artenac, donde se daun Musteriense tipo La Ferrasie, es decir con escasa impor-tancia de las industrias Quina. Otros casos son el muste-riense arcaico, de raederas y puntas, de Biache-Saint-Vaast

(AUGUSTE, 2002), los niveles Taubadienses yMicoquienses de Kulna (AUGUSTE, 2002), o elMusteriense de Vindija (AHERN et al, 2004) o las indus-trias MSA de Blombos Cave (HENSHILWOOD et al.,2001).

En 2002 se publicó un trabajo de síntesis sobreretocadores, coordinado por M. Patou-Mathis, en el marcode una serie de cuadernos de Fichas Tipológicas de indus-trias óseas prehistóricas (PATOU-MATHIS, 2002). Esteestudio recoge toda una serie de colecciones de retocado-res, principalmente Musterienses, con algunos ejemplosdel Paleolítico superior, en forma de fichas tipológicasestandarizadas. Este trabajo aporta una metodología deestudio, basada en la tipificación de los diferentes aspectostecnológicos y tafonómicos. Sin embargo, dada su natura-leza, carece de profundidad en el estudio del contexto delas industrias, y faltan las interrelaciones con la fauna, laindustria lítica u otros aspectos relevantes del registro decada yacimiento. Es decir, no tratan de explicar, (salvo poralgunas notas puntuales de los autores de cada ficha) elpapel los retocadores en el conjunto de actividades huma-nas, de las que son evidencia fósil, junto con el utillaje depiedra, la fauna consumida, y otros restos y datos arqueo-

lógicos.

Se debe valorar y anotar, no obstante, el interés endesarrollar una ficha tipológica que recoja, de manera efi-caz y detallada, los datos tafonómicos, la morfometría delos soportes, las huellas de uso macro y microscópicas, elestudio de las técnicas, y las posibles hipótesis de utiliza-ción. En este trabajo se recogen estudios de importantescolecciones de retocadores en diáfisis de huesos largos, deniveles de Paleolítico medio. Algunas son muy numerosas,

como la de Kulna (248 retocadores), o las 333 esquirlasdiafisiarias utilizadas de Biache-Saint-Vaast (AUGUSTE,2002).

Cabe destacar algunas particularidades de losretocadores Micoquienses de Kulna (datados en el OIS 3 yOIS 4), que son sobre todo tibias, presentan dos o mászonas de uso, con cierta frecuencia (34%); y hasta un 81%de los soportes presentan huellas de raspado, que se atribu-ye a una preparación sistemática, previa al uso, para retirarla materia orgánica. En todos los casos musterienses estu-diados en esta obra de síntesis dirigida por Patou-Mathis,se afirma que no existen elementos de selección de la

materia prima. Pero por otro lado, en todas las fichas sepuede apreciar algún elemento que condiciona, en mayor omenor medida, la elección de determinados soportes. Entodo caso, lo limitado de los datos sobre la fauna de cadayacimiento, no permite juzgar este criterio en profundidad.

Recogemos, con muchas reservas, la afirmación(AUGUSTE, 2002) de que se pueden considerar los reto-cadores como una "especifidad" neandertal. No comparti-mos esta idea, ya que los retocadores están presentes,como veremos, no solo en contextos Auriñacienses, sinotambién yacimientos Magdalenienses, y en otros contextosde Prehistoria reciente y, también en la MSA de Blombo's

Cave.Un caso particular, de especial interés, entre las

fichas tipológicas presentadas en el Cahier de 2002, son losretocadores en extremos proximales de húmeros de gran-des ungulados (VALENSI, 2002). Estos percutores provie-nen de los niveles musterienses de La Quina, y su impor-tancia reside en dos factores: Por un lado, no son fragmen-tos de diáfisis, sino extremos de la región metafisiaria dis-tal del húmero. Y en segundo lugar, se documenta un pro-ceso de conformación del soporte, mediante una sucesiónde fracturas en la parte distal del húmero (que lleva a laablación de la diáfisis y los epicóndilos) efectuadas con unpercutor masivo.

El estudio arqueozoológico de Chez-Pinaud, enJonzac (Charente-Maritime) incluye el análisis de los reto-cadores en hueso de este yacimiento. Los 266 ejemplaresprovienen de todos los niveles musterienses excavados, sibien el grueso de la muestra se adscribe al nivel 22 (202retocadores). Se destaca (BEAUVAL, 2004) que los reto-cadores componen una parte significativa del total de lasesquirlas de hueso presentes en el yacimiento (7,56% deltotal de restos de ungulados, en el estrato 22). Se han deter-minado -por partes anatómicas- los retocadores, documen-

tando una preferencia por los huesos largos de las porcio-

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nes inferiores o distales de la extremidad. Y en particular,por las tibias (60 casos). En cuanto a la especie animal,señalar que más de la mitad (55%) proviene de huesos degrandes ungulados (Bos y Equus), aun cuando el reno es laespecie más abundante en los niveles musterienses, lo querecuerda la selección de Salzgitter. Los retocadores tienenuna morfología heterogénea, con una zona activa plano-convexa, si bien parece haber una selección de las esquir-

las por su anchura (las más anchas). El autor señala tam-bién que el 70% de los retocadores de huesos de grandesungulados presentan raspados, y que esas marcas no estánrelacionadas con tareas de carnicería, lo que apunta a unposible raspado de preparación de los soportes.

Las conclusiones de Beauval ofrecen ciertos ele-mentos de contradicción, ya que afirma la existencia deoportunismo en la selección (BEAUVAL, 2004: 152). Seargumenta que no se selecciona una porción anatómicaconcreta, y por tanto la morfología depende en buenamedida de la búsqueda de una zona eficaz (BEAUVAL,2004: 151). Como señala el autor, la búsqueda de una mor-

fología eficaz, para la zona de uso, ya es un criterio deselección, pero creemos que no es el único presente: De losdatos se deduce que se seleccionan también los soportespor su anchura, por la especie animal (hay que tener encuenta que el reno compone en torno al 80% de la muestraen los niveles considerados, pero es la especie menos uti-lizada), y por la parte anatómica de la extremidad (predo-minio de la porción distal, y de la tibia).

En cuanto a la caracterización de la industria líti-ca de Chez-Pinaud, en el nivel 22 hay una gran abundan-cia de raederas Quina y semi-Quina (566 de un total de 800útiles retocados). El utillaje ha sufrido una intensa trans-

formación y ciclos de reavivado, con la reutilización deraederas agotadas como núcleos, y la recuperación, para suposterior conversión en útiles, de las mayores lascas deretoque (SORESSI, 2004). En este sentido, muestra impor-tantes paralelismos con la industria lítica de Axlor, nivelesB y D (RIOS, 2005).

Destacamos la excelente caracterización arqueo-zoológica de la muestra, realizada en el trabajo de Chez-Pinaud (Jonzac), así como el estudio morfométrico enbusca de elementos de selección (si bien creemos que sepueden realizar análisis más informativos en ese ámbito, yno coincidimos en las conclusiones). La búsqueda de ten-dencias en la selección de los soportes, es uno de los obje-tivos que abordamos, de forma prioritaria, en nuestro estu-dio de Axlor.

En un reciente trabajo se han revisado las indus-trias óseas "poco elaboradas" halladas en las excavacionesantiguas de Lezetxiki IV, V y VI, y Axlor IV y V(MARTÍNEZ-MORENO, 2005). Los huesos hendidos condesconchados hacia la cara interna, se atribuyen al efectode "microflaking" producido con el colapso de la diáfisis.Los huesos modificados por abrasión o perforación secaracterizan como pseudoartefactos, atribuyendo las modi-

ficaciones al efecto de otros agentes tafonómicos como el

arrastre en seco, el efecto del agua, o los dientes de carní-voros. Para el autor del estudio, los únicos restos óseos uti-lizados, en dichos yacimientos de Paleolítico medio, sonlos retocadores (MARTÍNEZ-MORENO, 2005).

El Paleolítico superior:

No explicaremos, en este apartado, los rasgosconstitutivos de las diversas industrias óseas delPaleolítico superior, cuestión que queda, como es eviden-te, fuera del alcance de nuestro trabajo. En su lugar, incidi-remos en dos cuestiones que son de particular relevanciapara contextualizar las industrias óseas musterienses.

El primer aspecto a tratar es el surgimiento de unaindustria de hueso elaborada de otra forma en elAuriñaciense europeo, y el papel que se le ha dado en losmodelos de transición, del Paleolítico medio al superior. Yen segundo lugar, trataremos la presencia de las llamadas"industrias poco elaboradas", y de los retocadores en

hueso, en los diferentes momentos el Paleolítico superior.Como ya hemos comentado, el modelo de lasincapacidades neandertales se ha sustentado, entre otrosargumentos, en la aparición de una industria del hueso"más elaborada" en los inicios del Paleolítico superior(NOBLE y DAVIDSON, 1996). Se suele presentar estaindustria en el marco de toda una revolución de cambios enel utillaje de los cazadores recolectores (microlitización y

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Figura 1.3 Retocadores Auriñacienses, según W.Taute (1965). Publicado en I. Barandiarán (1987).

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leptolitización en la industria lítica), y la aparición de com-portamientos simbólicos complejos (adorno personal,decoración del utillaje, y surgimiento del arte Paleolítico).

Hoy en día, carece de sentido negar la existenciade cambios muy sustantivos en las primeras culturas dePaleolítico superior, respecto al final del Musteriense. Peroes destacable que un número creciente de esas poblacioneshayan sido identificadas con Neandertales.

Pero lo que nos interesa ahora es que se han atri-buido a las últimas poblaciones del Musteriense una seriede incapacidades cognitivas, que explicarían la ausencia deindustrias óseas elaboradas. Entre las supuestas incapaci-dades destacan algunas como la falta de concepto de laforma final (NOBLE y DAVIDSON, 1996) y la reducidacapacidad de planificación, que lleva a un comportamien-to mucho más elemental (STRINGER y GAMBLE, 1993).

Frente a esta postura, y desde el reconocimientode los cambios decisivos que se producen en el inicio delPaleolítico superior, creemos que las evidencias del traba- jo del hueso (con mayor o menor elaboración) en el

Paleolítico medio europeo son evidentes, a día de hoy.Asimismo, el escaso interés despertado por las llamadasindustrias "poco elaboradas", que en realidad son objetostecnológicos implicados en las actividades cotidianas deesos grupos humanos, puede enmascarar una realidadmucho más amplia, del uso del hueso en diversas funcio-nes técnicas y económicas.

La constatación de esa falta de interés nos llevaal segundo punto propuesto. En efecto, en el Paleolíticosuperior, desde el Auriñaciense hasta el final delPleistoceno, existe toda una serie de industrias óseas "pocoelaboradas". Las evidencias, por lo general, tampoco han

recibido la debida atención (TARTAR, 2003), para su inte-gración en el estudio de los procesos tecnológicos y econó-micos de los grupos humanos prehistóricos.

Este hecho es particularmente significado en elAuriñaciense europeo, donde abundan las industrias óseas"poco elaboradas", junto con otros tipos de utillaje de con-formación de la materia ósea. Nos referimos al conjuntoformado por los útiles más elaborados, como las azagayas,en asta y en hueso, que están relacionados sobre todo conel armamento de caza, y con otras funciones concretas.

Además de ese tipo de útiles "más elaborados",en el Auriñaciense de Isturitz se encontraron retocadoresmuy similares a los Musterienses (SCHWAB, 2002);También se han obtenido retocadores y otras industriasóseas “poco elaboradas” en el Musteriense y Auriñaciensede Gatzarria (SAENZ DE BURUAGA, 1991). En diversosyacimientos de Charente (Pont-Neuf, Les Rois, LaFerrasie) se han encontrado caninos de oso en niveles auri-ñacienses, con huellas de uso que los asemejan a retocado-res en hueso (LEROY-PROST, 2002). El mismo tipo deútil aparece en Vogerlherd, con seis casos auriñacienses(LEROY-PROST, 2002). La figura 1.3 recoge una serie deretocadores Auriñacienses publicados por W. Taute en

1965. En los niveles del Auriñaciense antiguo de la Grotte

des Hyenes (Brassenpouy), se han estudiado muestras deun utillaje "poco elaborado" que incluye retocadores, cin-celes (pièces intermediaires), punzones y un alisador(TARTAR, 2003).

En el yacimiento guipuzcoano de Labeko Kobalos niveles de Paleolítico superior inicial han aportado unasignificativa industria ósea “poco elaborada”. Hay retoca-dores en el nivel VII Protoauriñaciense, y en el VI

Auriñaciense (MUJIKA, 2000). También se citan (ARRI-ZABALAGA, 2000) punzones, y varias piezas intermedia-rias en los niveles de Chatelperroniense,Protoauriñaciense y Auriñaciense, además de azagayas yotros útiles “más elaborados”.

Sin querer extendernos en ejemplos delPaleolítico superior, señalaremos finalmente, con un fuer-te salto cronológico, la presencia de retocadores en esquir-las diafisiarias de huesos largos de ciervo, en elMagdaleniense final del Rhin, en los yacimientos deGönnersdorf y Andernach (TINNES, 2001). Se trata de dosseries de retocadores (11 en Gönnesdorf y 10 en

Andernach) muy similares a los conocidos para elMusteriense, con una o dos áreas de uso bien definidas,huellas características del retoque de útiles líticos, y mar-cas de raspado que se asocian, no a una preparación, sinoal efecto de "deslizarse" el retocador sobre el filo líticodurante la actividad. Además, los análisis de distribuciónespacial han mostrado una cierta agrupación de los retoca-dores entre ellos, y su localización en áreas donde abunda-ban los desechos de talla lítica (TINNES, 2001).

Pero la presencia de industrias óseas poco elabo-radas en el Magdaleniense no es un hallazgo tan reciente.SAINT-PÉRIER publicó en 1930 una cincuentena de frag-

mentos diafisiários utilizados, provenientes de los nivelesmagdalenienses de la Sala de San Martín, en Isturitz.

Balance:

A lo largo de los apartados precedentes, hemosrecogido las evidencias de la presencia de industrias óseasen diversos momentos y lugares del Paleolítico medio enEuropa. Se ha tratado de mostrar que la presencia de dis-tintos grados de elaboración, junto con el conocimiento delas técnicas para el trabajo del hueso, no son elementos aje-nos al Musteriense europeo. La industria ósea delPaleolítico medio ha resultado ser una realidad de cronolo-gía y localización geográfica muy amplias, no circunscrita,en todo caso, a los Neandertales europeos.

Es evidente que, a partir del Auriñaciense antiguo(y el Chatelperroniense y otras industrias "de transición"),surge una industria ósea muy elaborada, con un crecientecontenido simbólico. Pero no es menos cierto que lasindustrias óseas "poco elaboradas" están presentes durantetodo el Paleolítico superior. Estas industrias han sido pocoestudiadas, y a menudo olvidadas por la investigación,

tanto en el Paleolítico medio como en el superior. Esa

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carencia es tanto más importante, cuando se trata de pro-ductos de las actividades cotidianas, de naturaleza tecnoló-gica y económica, de los grupos de cazadores-recolectoresdel Pleistoceno. Y por lo tanto, elementos decisivos paracomprender, y explicar, a esas sociedades pretéritas.

En el apartado metodológico, el estudio de lasmaterias óseas se encuentra en un momento de gran inte-rés. Se han realizado en los últimos años aportaciones sig-

nificativas, en los modos de abordar el estudio del utillajeóseo prehistórico. Pero su aplicación, en términos genera-les (y en particular, al Musteriense) ha sido aún escasa.

El tamiz proporcionado por la tafonomía se haconvertido en una herramienta esencial de trabajo, que per-mite diferenciar los diferentes agentes causantes de lasalteraciones en la materia ósea (D'ERRICO y GIACOBI-NI, 1988). De este modo se puede determinar que tipo dehuellas son de origen antrópico y cuales se deben a otrosagentes naturales. Pero el estudio tafonómico no debe limi-tarse a la observación de los artefactos, sino que debe abor-darse en el contexto del análisis arqueozoológico de la

fauna presente en el yacimiento (MARTÍNEZ-MORENO,2005).El estudio de la industria ósea se puede benefi-

ciar, como han demostrado recientes trabajos, del enfoquetraceológico, y de la experimentación (ARMAND yDELAGNES, 1998; BOURGUIGNON, 2001) como ele-mento de contrastación, y de búsqueda de patrones y regu-laridades. Tanto los elementos de microscopía de granaumento (MEB, microscopios ópticos) como los de bajoaumento (lupa binocular) permiten identificar diferentesaspectos de los estigmas, tafonómicos y tecnológicos, pre-sentes en el hueso.

A pesar de los avances, en muy pocos casosencontramos un análisis tecnológico completo del utillajeóseo. A la hora de abordar el estudio del utillaje óseo deAxlor, creemos que se debe contar con un marco interpre-tativo general, y un esquema que abarque todos los aspec-tos del proceso (como la cadena operativa). Una buenaaproximación a ese modelo de trabajo lo encontramos enel estudio del utillaje óseo de Salzgitter-Lebenstedt(GAUDZINSKI, 1999). También, fuera del marco euro-peo, en los trabajos recientes sobre la industria ósea de laMSA sudafricana (D'ERRICO y HENSHILWOOD, 2007).

Al abordar los aspectos tipométricos de los sopor-tes y los útiles, los estudios a menudo no pasan del nivel deexposición de datos, sin integrarse en el contexto tecnoló-gico y funcional. En ocasiones, los rasgos morfométricosdevienen en elementos tipológicos. Es decir, se definentipos a partir de las morfologías y se tratan como fósilesdirectores, en una estrategia muy poco eficaz.

Sin embargo, consideramos que determinadosaspectos, como los referidos a la selección de los soportes,tanto en la regularidad de sus formas, como en sus propie-dades mecánicas (que implican el tamaño, la morfología,el peso, y el origen taxonómico y anatómico de la pieza),

no han sido suficientemente estudiados.La industria ósea del Paleolítico medio ha partici-

pado, como argumento, en las discusiones sobre el cambiohistórico acaecido entre el Paleolítico medio y superior. Seha caracterizado a los Neandertales como incapaces deconceptualizar la forma final del útil, antes de realizarlo, yen esa línea, algunos autores han utilizado argumentosbasados en la industria ósea; bien como utillaje de fortuna,

usado y desechado, para realizar retoques en las raederas(CHASE, 1990) o como productos sin ese concepto deforma final (NOBLE y DAVIDSON, 1996). Frente a estosargumentos, el utillaje de Salzgitter-Lebenstedt (GAUD-ZINSKI, 1999), muestra un conocimiento importante delas propiedades de la materia ósea, y la capacidad de con-formar un utillaje predeterminado.

Teniendo presentes ambos planteamientos, comoreferentes de discusión en el marco cognitivo, en los pró-ximos capítulos aportamos los resultados del programaexperimental y el estudio del utillaje de hueso hallado enlos niveles B, C y D de Axlor.

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Figura 1.4 Punta ósea del Paleolítico medio deSalzgitter-Lebenstedt , según Gauzinski (1999).

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Principios metodológicos y técnicas de estudio:

En el capítulo anterior, se valoraron las principa-les aportaciones metodológicas de las últimas décadas,para el estudio de la industria ósea del Paleolítico medio.Al realizar un balance de dichas aportaciones, se concluyóque hubo importantes desarrollos en las técnicas de análi-sis, en particular en lo referido a los estudios tafonómicos.Para el caso de Axlor, se han estudiado dichos aspectos, yla manera en que influyen en el registro arqueológico. Enparticular, se incide en la descripción, cuantificación yvaloración de las modificaciones post-deposicionales delos materiales, con especial atención al posible sesgo queintroducen las alteraciones en el estudio tecnológico.

En cuanto a la metodología de análisis del utilla- je óseo, creemos que, en líneas generales, se hace necesa-rio un enfoque que sea, a la vez, más específico y más inte-grador.

La investigación sobre las industrias óseas debeser más específica, en cuanto que los análisis deben vincu-larse a la resolución de problemas históricos concretos,para explicar determinados aspectos de la organización de

una sociedad, y de los cambios diacrónicos que ocurren enel seno de los grupos humanos.Y al mismo tiempo, los estudios deben ser más

integradores, en dos sentidos: En primer lugar, en cuanto ala explicación total del proceso técnico: No solo se deberecopilar, medir y describir el utillaje. Por el contrario,debemos llegar más allá de lo arqueométrico, y explicarcomo se capta, se modifica, se utiliza y se abandona undeterminado instrumento de materia ósea. El análisis deesos aspectos permitirá la reconstrucción de la cadena ope-rativa.

Y por otro lado, se deben integrar las investiga-

ciones con otros aspectos de la tecnología que sean cono-cidos (como la obtención y procesado de los alimentos, laindustria lítica, el uso del fuego, y otros).

A partir de la reconstrucción de la cadena opera-tiva (que explicamos más adelante), y con los datos con-textuales, se puede abordar una explicación integral de lagestión de las materias primas y del utillaje en hueso, y juzgar cuestiones como el grado de planificación e integra-ción de las tareas realizadas en el yacimiento. Eso nosinformará, en último término, de las estrategias de subsis-tencia y los modos de vida neandertales. Además, esteenfoque permite comparar la gestión de los útiles en los

diferentes momentos de ocupación, proveyendo de una

herramienta heurística de cierta potencia, para valorar la

existencia de cambios diacrónicos en los modos de vida.Con esa vocación, se recurre al marco de la cade-

na operativa como elemento central del análisis del utilla- je de hueso de Axlor (Niveles B-C-D). Este concepto vienea significar "proceso de gestión del utillaje, desde el origende la materia prima hasta su desechado en el yacimiento".Se originó en la antropología de las técnicas francesa, y seha trasladado, desde finales de los años ochenta, al estudiode la industria lítica y ósea del Paleolítico.

En el caso de Axlor, se aborda la cadena operati-va para explicar el proceso de trabajo de las industrias dehueso. Y se estudia el conjunto de relaciones con otrascadenas operativas o procesos técnicos. En particular, laobtención y procesado de los alimentos cárnicos (que pro-porciona la materia prima), y el trabajo de la industria líti-ca (en la parte funcional del estudio de los retocadores).

Las fases de la cadena operativa se abordan demanera sucesiva, con distinto grado de detalle en funciónde los datos disponibles. Se estudian cinco etapas consecu-tivas: obtención, preparación, utilización, mantenimiento ydesechado del utillaje óseo. Dadas las características delregistro estudiado, y de los resultados del análisis realiza-do, la mayor parte de la información sustancial proviene de

las fases de obtención y de utilización de los útiles.Con objeto de estudiar la cadena operativa del uti-llaje óseo de Axlor, se diseñó un proyecto que combina lacuantificación de aspectos mensurables (dimensiones,estigmas) con un enfoque más cualitativo, de detalle. Todoello esta guiado por la idea de proceso tecnológico, quesubyace a la cadena operativa. Por tanto, la cuantificación,con apoyo estadístico, no se plantea como un fin en simisma, sino como modo de abordar los aspectos sustancia-les de la tecnología, como la búsqueda de rasgos significa-tivos, que no sean evidentes en otro tipo de análisis, y laexplicación de las relaciones entre variables.

Programa experimental:Obtención y uso de retocadores:

Se ha realizado un programa experimental basadoen el principal conjunto de industria ósea presente enAxlor, los retocadores óseos. Este programa sirve comoelemento de contraste y clarificación, para una mejor com-prensión de las características del utillaje arqueológico. Eltrabajo consistió en analizar dos aspectos sustanciales de lacadena operativa, el procesado de la materia ósea para la

obtención de soportes y la utilización de los retocadores. El

27

Capítulo 3: Metodología de estudio yprograma experimental

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estudio se fundamenta en la cuantificación y análisis delcomportamiento estadístico de una serie de variables con-troladas, como el estado del hueso o el tipo de utilización.

El trabajo experimental se ha dividido en dos par-tes diferenciadas, por razones estratégicas y también meto-dológicas, que se corresponden con las dos fases de lacadena operativa que han sido abordadas: la obtención y lautilización de los retocadores.

Experimentación para la obtención de soportes

Para obtener los soportes de los retocadores, serealizaron una serie de experimentos, en los que se utilizóel utillaje y las materias primas disponibles para los gruposneandertales, a partir del referente arqueológico y el entor-no de Axlor. El autor quiere agradecer muy especialmentea todos los participantes en la campaña del verano de 2005en las excavaciones de Axlor, su colaboración en los tra-bajos experimentales.

En dichos trabajos de obtención de soportes, sefracturaron huesos secos y frescos de bóvido y de ciervo.En detalle (tabla 1.3), los materiales procesados fueron 11huesos largos de extremidad de bóvido doméstico (seis deellos secos y cinco frescos), y 4 huesos largos de extremi-dad de Ciervo europeo (todos frescos). Cabe matizar quelos huesos de ciervo no incluían metápodos, una parteanatómica que es abundante entre los retocadores arqueo-lógicos, lo que limita el alcance de la experimentación eneste aspecto concreto.

El objetivo de la experimentación era fracturar

los huesos, y obtener esquirlas diafisiarias aptas para elretoque, así como la grasa medular o tuétano, en el caso delos huesos frescos. Para ello se utilizó un utillaje de piedramasivo o de gran formato (tabla 1.2; figura 2), que incluyeyunques de caliza y percutores de varias materias, todasellas relacionadas con el registro arqueológico de Axlor ycon la disponibilidad en el entorno inmediato del yaci-miento. Los yunques fueron bloques calcáreos de entre

1710 y 3760 gramos, con una morfología aplanada, y plan-tas cuadrangulares o discoides. Los percutores fueron pie-zas de arenisca, lutita, caliza y cuarci-ta, de morfologías diversas dentro delas categorías de hendedores y chop-pers, en dos series. La serie de losmás pesados incluía piezas entre2120 y 3670 gramos de peso, y losmás ligeros pesaban entre 900 y 1780gramos.

Una ausencia significativa en elregistro arqueológico de Axlor, es la

falta de macroutillaje apto para lastareas de fractura carnicera.Introducimos ahora esta cues-

tión para contextualizar la seleccióndel utillaje y las materias primas utili-zadas en los experimentos de obten-ción de soportes. Es una cuestión queel equipo de investigación abordará, apartir de las evidencias, en un futurocercano, pero se apuntan tres posibili-dades como hipótesis. En primerlugar, la distribución espacial de los

niveles puede haber evitado que selocalicen, por el momento, este tipo

de materiales que estarían ligados a lasprácticas carniceras y tienen un peso y

unas dimensiones que evitarían un fuerte desplazamientopostdeposicional, al menos en horizontal. En segundolugar, es posible que determinadas materias locales, comola lutita, que llegan al yacimiento en formatos relativamen-te grandes, sean utilizadas en un primer momento comomacroutillaje, y que la secuencia de reducción de losnúcleos dificulte esa lectura tecnológica.

28

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Gráfico 1.1: Fractura inicial en el hueso

% Longitudinales

% Oblicuas

% Transversales

Figura 2: Material para la experimentación de obtención de soportes.

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Y, como última posibilidad, se plantea la utiliza-ción de las calizas de la propia cavidad, que contiene can-tos de un tamaño considerable, cuestión especialmentedestacable en el Nivel B, de la parte de la secuencia queahora nos ocupa. De hecho, estas tres hipótesis no sonexclusivas entre sí, y la explicación puede venir de unacombinación variable de cada posibilidad.

El proceso de fragmentación (tabla 1.4) del huesocomienza con la elección y preparación de un punto de

impacto. En los huesos secos no hubo ninguna prepara-ción, pero en seis de los nueve casos de hueso fresco, seraspó ligeramente la superficie del punto de impacto ini-cial, para mejorar la eficacia delgolpe.

La fractura inicial (tabla1.4; gráfico 1.1), que depende de laelección del punto de impacto, selocalizó en diez de los casos cercade un extremo, en la unión de ladiáfisis y la epífisis. En el resto delos huesos (cuatro frescos y uno

seco) la fractura inicial se produjoen la zona central de la diáfisis. Lasfracturas sobre hueso fresco fue-ron transversales (figura 4) en seisde los casos, oblicuas en dos, y unade ellas longitudinal (figura 3). Lasfracturas en hueso seco fuerontransversales en cinco casos y unalongitudinal. Para la fractura ini-cial se señaló la eficacia de los per-cutores de mayor tamaño, los de laserie "pesada".

Respecto al patrón de fractura de los huesos,según su estado, podemos realizar algunas apreciacionesque no hacen sino corroborar la literatura existente al res-pecto (BLASCO 1992; BONNICHSEN y SORG, 1989;VILLA y MAHIEU, 1991; PICKERING y EGELAND,2006). Un trabajo reciente de ALCANTARA et al. (2006)ofrece un amplio resumen de los diferentes enfoques pro-puestos para el estudio de patrones de fractura, sobre hue-sos frescos y secos.

En la experimentación se pudo comprobar que,sobre el hueso fresco, la rotura es más heterogénea eimprevisible, con fracturas curvas, de patrones helicoidales

29

 Millán Mozota Holgueras

Figura 3: Fractura longitudinal sobre hueso fresco de bóvido.

Figura 4: Doble fractura oblicua, simultánea, sobre hueso fresco.

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o espirales (aunque esto no se cumple en todos los huesos

largos), que no atraviesan las epífisis. Hay una tendencia aque presentes bordes limpios, con biseles regulares, lisos,pero con el perfil curvado. Frente a esto, el hueso seco per-mite una rotura más homogénea y previsible. Las fracturasson rectas, transversales o longitudinales, y tiene bordesirregulares, y biseles también rugosos e irregulares (figu-ra 6). Pueden llegar a atravesar las epífisis.

Durante la experimentación se contabilizarontanto los soportes potenciales obtenidos como el númerode otros fragmentos óseos (tabla 1.4). Las esquirlas poten-ciales seleccionadas fueron aquellas mayores de 40 mm.de largo por 15 mm. ancho, con una morfología adecuadaa las tareas de retoque. Se obtuvieron un total de 49 sopor-tes, entre 1 y 6 por hueso procesado. La media se sitúa en3,26 por hueso, y la mediana sería de 3 soportes. Si estu-diamos la fragmentación según el estado del hueso,encontramos que, en el hueso seco, se obtuvieron entre 3y 6 soportes por hueso, con una media de 4,16 y medianade 4 soportes (gráfico 2.1). Frente a eso, el hueso frescoproporcionó entre 1 y seis soportes por ejemplar (gráfico2.2), con una media de 2,66 y una mediana de 2. Vemospor tanto, que se obtuvieron mayor número de soportes decada hueso seco, lo que se debe, principalmente, a la

mayor homogeneidad de los patrones de fragmentación.

En cuanto a los restos óseos o fragmentos no uti-

lizables, se obtuvieron entre 4 y 35 por hueso, con unamediana de 10, pero una media de 13,46. Fueron muchomás numerosos en los casos de hueso seco (gráfico 2.1),entre 10 y 35 por hueso, con una media en torno a 22 frag-

30

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

 Tabla 1.3: Partes anatómicas y estado del hueso

 Especie Parte Anatómica Estado

Bovido doméstico Fémur izquierdo SecoBovido doméstico Fémur izquierdo SecoBovido doméstico Húmero izquierdo FrescoBovido doméstico Tibia derecha SecoBóvido doméstico Húmero derecho FrescoBóvido doméstico Tibia derecha FrescoBóvido doméstico Fémur Izquierdo SecoBóvido doméstico Húmero derecho SecoBóvido doméstico Tibia izquierda FrescoBóvido doméstico Fémur derecho SecoBóvido doméstico Cúbito derecho FrescoCiervo común europeo Fémur izquierdo FrescoCiervo común europeo Tibia izquierda FrescoCiervo común europeo Tibia derecha FrescoCiervo común europeo Fémur derecho Fresco

Tabla 1.2: Instrumentos de piedra, yunques y percutores de la experimentación.

Tipo de instrumento Materia prima Peso Morfología general Usado en experimentos

Percutor arenisca 950 hendedor Exp.4Percutor arenisca 1000 chopper Exp.11Percutor lutita 1660 mano martillo Exp. 1Percutor lutita 1600 ovalado Exp.2

Percutor caliza 1780 cuadrangular Exp.2Percutor lutita 2930 ovalado Exp.3Percutor caliza 1160 apuntado Exp.3Percutor caliza 2580 chopper Exp.3Percutor caliza 1700 mano martillo Exp.11Percutor lutita 2390 discoidal Exp.4Percutor arenisca 1490 mano martillo Exp.8Percutor lutita 2350 discoidal Exp.5Percutor arenisca 900 hendedor Exp.5Percutor lutita 2120 ovalado Exp.6Percutor caliza 2690 cuadrangular Exp.6Percutor lutita 2570 ovalado Exp.7Percutor caliza 1740 cuadrangular Exp.7Percutor cuarcita 2740 hendedor Exp.8Yunque caliza 3650 cuadrangular Exp.5Yunque caliza 2680 cuadrangular Exp.6Yunque caliza 1710 cuadrangular Exp.2Yunque caliza 2520 discoidal Exp. 1Yunque caliza 1950 discoidal Exp.7Yunque caliza 2950 cuadrangular Exp.11Yunque caliza 3670 cuadrangular Exp.4

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mentos. Fueron especialmente numerosas las esquirlas depequeño tamaño, inferior a 20 mm. En el hueso fresco seprodujeron muchos menos fragmentos óseos, entre 4 y 15por hueso, con una media en torno a 8. Esta diferencia seexplica por las distintas propiedades del hueso según suestado. El hueso fresco (gráfico 2.2) es más elástico yresistente, de manera que la percusión masiva produce unnúmero limitado de esquirlas. Sin embargo el hueso secoes más frágil y menos elástico, lo que produce el saltado demuchas esquirlas pequeñas, y una mayor fragmentación

del hueso.Respecto a la obtención de la médula, cabe distin-

guir entre la grasa medular de la diáfisis y la contenida enlas epífisis. La obtención del tuétano de caña del hueso essencilla y compatible con la fragmentación para obtenersoportes. Pero el procesado de las epífisis es más costoso,y en todo caso, ajeno a la obtención de soportes sobreesquirlas diafisiarias.

Otra observación de interés realizada en el trans-curso de los experimentos se refiere a las alteraciones

31

 Millán Mozota Holgueras

 Tabla 1.4: Resultados de los experimentos de obtención de soportes

 Número de

 Experimento

 Parte

 Anatómica

 Estado Elección punto

impacto

 Preparación

1º impacto

 Fractura inicial

 del Hueso

Soportes

 obtenidos

 Restos óseos

 obtenidos

1 Cúbitoderecho

Fresco Golpear hastahallar una fisura

Ninguna Oblicua 6 4

2 Fémurderecho

Seco Una fisura en launión de diáfisisy epífisis

Ninguna Transversal 3 35

3 Tibiaizquierda

Fresco Zona de la unióndiáfisis-epífisis

Raspado Transversal 3 7

4 Húmeroderecho

Seco Punto central dela diáfisis

Ninguna Transversal 3 28

5 FémurIzquierdo

Seco Zona de la unióndiáfisis-epífisis

Ninguna Transversal 6 23

6 Tibia derecha Fresco Punto central dela diáfisis

Raspado Transversal 5 5

7 Húmeroderecho

Fresco Punto central dela diáfisis

Raspado Transversal 1 6

8 Fémurizquierdo

Seco Se elige la zonade la unióndiáfisis-epífisis

Ninguna Transversal 4 10

9 Fémur

izquierdo

Fresco Zona de la

Unión diáfisis-epífisis

Raspado Transversal 2 7

10 Tibiaizquierda

Fresco Zona de la un ióndiáfisis-epífisis

Raspado Transversal 2 9

11 Fémurizquierdo

Seco Zona de la unióndiáfisis-epífisis

Ninguna Transversal 5 15

12 Tibia derecha Seco Zona de la unióndiáfisis-epífisis

Ninguna Longitudinal 4 20

13 Fémurderecho

Fresco Zona de la unióndiáfisis-epífisis

Raspado Oblicua 1 6

14 Tibia derecha Fresco Zona de la unióndiáfisis-epífisis

Ninguna Transversal 2 12

15 Húmeroizquierdo

Fresco Punto central dela diáfisis

Ninguna Longitudinal 2 15

0

10

20

30

40

1 2 3 4 5 6

Experimentos

Grafico 2.1: Soportes y restos obtenidospor hueso seco

Hueso seco:Restos óseosobtenidos

Hueso seco:Soportesobtenidos

0

10

20

30

40

1 2 3 4 5 6 7 8 9

Experimentos

Gráfico 2.2: Soportes y restos obtenidos por hueso fresco

Hueso fresco:Restos óseosobtenidos

Hueso fresco:Soportesobtenidos

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sufridas por los yunques y percutores utilizados en las tare-as. En dos de los yunques y uno de los percutores se pro-dujeron saltados de pequeñas lasquitas accidentales. En losyunques, los saltados fueron sobre la cara ventral, por per-cusión indirecta, al golpear el hueso sobre el yunque. Y enel caso del percutor se fragmentó la cortical de uno de losútiles de lutita. Además, dos de los yunques se partieron ala mitad en el transcurso de los trabajos. Estos saltados

accidentales y roturas de los yunques nos pueden servircomo indicio para rastrear la presencia de este tipo demacroutillaje en Axlor.

Finalmente, a la hora de estudiar a la lupa binocu-lar las huellas de uso (ver más abajo) se detectaron tam-bién, en varios de los soportes, las huellas impresas delimpacto de los percutores masivos usados para fracturar elhueso. En ocasiones, con ligeras estrías paralelas en suinterior, que son características de este tipo de huellas.Cabe señalar que las huellas observadas sobre el huesoseco (figura 9.1) eran, por lo general, menos profundas ymarcadas que las producidas en los frescos (figura 9.2).

Formatos de los retocadores:

Antes de proceder a los trabajos de retoque pro-piamente dichos, se analizó el formato (morfometrías,peso, porcentaje de la circunferencia de la diáfisis conser-vada) de los soportes, para estudiar y comprender las dife-rencias existentes entre los distintos sub-conjuntos estudia-dos.

La mayor parte de las medidas no necesitan expli-cación (longitud, peso, espesor) pero sí las dos referidas al

ancho de los soportes. Se realizaron dos medidas para estu-diar este aspecto. La anchura recta (también nos referimosa ella como, simplemente "el ancho") es la línea recta queune dos extremos, por la parte más ancha del soporte, en sudimensión horizontal. Yla anchura cortical es la medida deuna línea trazada sobre la cortical del soporte, de un extre-mo a otro de su dimensión horizontal.

- Formatos y estado de la materia ósea (fresco o seco):La categoría hueso fresco incluye los provenien-

tes de animales despiezados desde unos días hasta tressemanas antes de la experimentación, conservados en con-diciones templadas a la intemperie. Y los huesos secos sonaquellos que han pasado más de tres meses al descubierto.

Considerando los soportes según el estado de lamateria ósea (y valorando solo los restos de bóvido), losretocadores frescos (tabla 2.4; gráfico 2.8) obtenidos sonsensiblemente más cortos que los hueso seco (tabla 2.5;gráfico 2.9), pero con una anchura y ancho cortical bastan-

te similares, en ambos casos. Eso produce que el índice dealargamiento sea sensiblemente superior entre los huesossecos.

Si comparamos la correlación existente entre laanchura y la longitud en los dos grupos de soportes (gráfi-co 2.7), se observa que los huesos frescos presentan unacorrelación muy marcada (r=0'62; r2 Pearson=0'39), queen los soportes secos es casi inexistente (r=0'30; r2Pearson=0'09). Este conjunto de observaciones pareceindicarnos que en la producción de soportes sobre huesofresco, cabe esperar una dependencia mutua de las dimen-

32

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Gráfico 2.3: Porcentaje decircunferencia de la diáfisis

en los soportes de hueso seco

Hasta el 33%

34% al 65%

Más del 66%

Gráfico 2.4: Porcentaje de

circunferencia de la diáfisis

en los soportes de hueso fresco

Hasta el 33%

34% al 65%

Más del 66%

Gráfico 2.5: Porcentaje de

circunferencia de la diáfisis

en los soportes de Cervus 

Hasta el 33%

34% al 65%

Más del 66%

Gráfico 2.6: Porcentaje de

circunferencia de la diáfisis

en los soportes de Bos

Hasta el 33%

34% al 65%

Más del 66%

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33

 Millán Mozota Holgueras

Tabla 2.1: Formato de los retocadores, considerando todos los soportesLongitud(mm.)

Anchura(mm.)

Ancho cort.(mm.)

Espesor (mm.) Peso (gramos) IndiceAlargamiento

ÍndiceCurvatura

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

100,30 35,54 52,12 11,99 41,2 2,11 1,48

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

99,69 33,9 48,5 11,35 29,5 1,81 1,44

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR31,17 10,35 19,08 5,22 33 0,85 0,44

Tabla 2 .2: Formato de los retocadores, considerando los soportes frescosLongitud(mm.)

Anchura(mm.)

Ancho cort.(mm.)

Espesor (mm.) Peso (gramos) Alargamiento Curvatura

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

93,07 31,55 52,04 11,35 40,2 1,98 1,66

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

95,54 31,08 48 11,56 28 1,64 1,50

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR32,02 8,51 20,58 4,83 38,12 0,88 0,53

Tabla 2.3: Formato de los retocadores, considerando los soportes frescos de ciervoLongitud(mm.)

Anchura(mm.)

Ancho cort.(mm.)

Espesor (mm.) Peso (gramos) Alargamiento Curvatura

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

103,44 23,80 47 5,86 24,85 2,56 1,92

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

102,49 23,03 38 5,14 21 2,63 1,66

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR

DESVIACIÓN

ESTANDAR15,29 2,92 22,09 1,80 13,64 1,06 0,70

Tabla 2.4: Formato de los retocadores, considera ndo los soportes frescos de bóvidoLongitud(mm.)

Anchura(mm.)

Ancho cort.(mm.)

Espesor (mm.) Peso (gramos) Alargamiento Curvatura

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

89,04 34,56 54 13,48 46,15 1,75 1,55

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

76,44 33,15 48,5 13,27 28,5 1,62 1,48

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

36,10 8,05 20,28 3,83 43,02 0,71 0,43

Tabla 2.5: Formato de los retocadores, considerando los soportes secos de bóvidoLongitud(mm.)

Anchura(mm.)

Ancho cort.(mm.)

Espesor (mm.) Peso (gramos) Alargamiento Curvatura

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

107,52 39,54 52,2 12,64 42,24 2,25 1,30

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

106,78 37,07 52 11,28 37 1,96 1,23

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

29,15 10,63 17,87 5,61 27,74 0,82 0,24

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34

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

siones del soporte, más fuerte que enel hueso seco.

Los soportes en hueso frescoconservaron, en varios casos, una por-ción considerable de la circunferenciade la diáfisis, los que da como resulta-do un índice de curvatura alto (y conuna fuerte desviación estándar), res-

pecto a los huesos secos. Por su parte,los huesos secos tienen menor índicede curvatura y menor desviación típi-ca. Esto significa que son más planos,y algo más regulares en cuanto algrado de curvatura. Estos datos sereflejan en los gráficos de sectores quemuestran el porcentaje de la diáfisisconservada en cada caso (gráficos 2.3y 2.4).

En cuanto al espesor de lossoportes, los obtenidos de hueso fresco

son ligeramente más espesos en susvalores medios, lo que se puede atri-buir a la pérdida del periostio, y deagua, en el hueso seco. Y en el aparta-do del peso, los valores obtenidos sonmuy similares en ambos sub-conjun-tos. Teniendo en cuenta que los sopor-tes secos son bastante más volumino-sos (mayor longitud con anchuras simi-lares) que los de hueso fresco, lo que nos está indicandoeste dato es la perdida de masa que sufre el hueso al secar-se.

Y por otro lado, en ambos conjuntos la desviaciónestándar del peso es muy grande, lo que indica la heteroge-neidad de la masa de los retocadores, producto de los cri-terios de selección aplicados. La correlación entre el espe-sor y el peso, como cabe esperar, es mucho más marcadaen el sub-conjunto de los huesos frescos.

- Formatos y origen animal de la materia (hueso de ciervoy de bóvido):

Señalamos a continuación las diferencias mássignificativas de los soportes de bóvido y de ciervo (com-parando los conjuntos de hueso fresco, en ambos casos).Se debe recordar, no obstante, el sesgo de este apartado dela experimentación, al no haber podido trabajar con metá-podos de ciervo, una parte anatómica que aparece, congran frecuencia, en el registro arqueológico.

En sus valores medios, los soportes de ciervo(tabla 2.3; gráfico 2.7) son algo más largos, y con menosanchura (recta y cortical) que los retocadores de bóvido(tabla 2.4). Esto provoca que los índices de alargamientosean mayores en soportes de ciervo. El índice de curvatu-ra es también mayor en este último sub-conjunto, ya que

varios de los retocadores de ciervo conservaron buena

parte o toda la circunferencia de ladiáfisis (gráficos 2.5 y 2.6).

Los huesos de bóvido (tabla2.4) son mucho más espesos quelos de ciervo, producto de las dife-rencias en el tamaño y robustez deambas especies animales. Esto sepuede extrapolar a las diferencias

observadas en el peso (tablas 2.3 y2.4), de cada conjunto de soportes,donde los de bóvido tienen mayormasa.

Experimentos de retoque:

A partir de los soportes obteni-dos en la primera fase del progra-ma, se realizaron 49 experimentos,que consistieron en retocar unaserie de piezas líticas (47 de sílex y

dos lutitas de grano fino).En el paso previo, el de laselección de los soportes, para eltrabajo experimental se decidió uti-lizar un criterio generalista. Esdecir, se seleccionaron todas lasesquirlas diafisiarias para diferen-tes tareas de retoque, abarcandodiferentes tamaños, pesos y morfo-

logías. Esta falta de selección es un elemento que, másadelante, contrastaremos con el material arqueológico deAxlor, para tratar de vislumbrar si, en los retocadores de

los niveles superiores se da un comportamiento similar, o,por el contrario, hay una selección de determinados forma-tos.

Figura 5: Soporte de retocador,utilizado, en hueso fresco.

Gráfico 2.8: LONGITUD SOPORTES DE HUESO FRESCO

0

50

100

150

200

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18EFECTIVOS

   L   O   N   G   I   T   U   D   (  m  m .   )

Hueso fresco de Bos

Gráfico 2.9: LONGITUD SOPORTES DE HUESO SECO

0

50

100

150

200

1 3 5 7 9 11 13 15 17 19 21 23 25

EFECTIVOS

   L   O   N   G   I   T   U   D   (  m  m .   )

Hueso seco de Bos

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Los soportes tampoco fueron preparados demanera específica, ni se modificó la morfología original delas esquirlas. Tampoco se realizaron acondicionamientosprevios salvo dos excepciones: La abrasión ligera de loscantos cortantes de varios huesos frescos (para facilitar su

prensión y evitar cortes accidentales) y un raspado previode la grasa y tendones adheridos, en un solo caso.

Estudio de las huellas de uso

Para estudiar los diferentesestigmas producidos por el uso, enlos soportes seleccionados, se reali-zaron tareas de retoque sobre indus-tria lítica (47 lascas de sílex y dos delutita).

Como observaciones cuali-tativas, cabe destacar que el huesofresco tiene mejores propiedadesmecánicas para el retoque, como sumayor masa respecto al mismo volu-men, o su mayor elasticidad y resis-tencia. Eso lo convierte en una mate-ria prima mucho más eficaz, para serutilizada en las tareas que nos ocupan(en comparación al hueso seco).

Por otro lado, y en líneasgenerales, se percibió durante los tra-

bajos experimentales que las huellas

en hueso seco son menos profundas y marcadas, y tienenperfiles más irregulares (figura 6), que los mismos tipos deestigmas sobre hueso fresco (figura 5). Esto se debe a queel hueso fresco conserva (por lo general) su capa corticalmucho más íntegra, incluyendo los tejidos superficiales o

periostio, lo que permite profundizar más a los filos desílex. Por tanto, aunque tiene una estructura más elástica yresistente a la aplicación de fuerzas, en general el huesofresco resulta más vulnerable al corte (o, en este caso, a lasimpresiones de filos agudos).

Los soportes de hueso seco sonmás frágiles, y tienden a fracturarse deforma accidental durante el uso, conmayor frecuencia que los de huesofresco.

Variables y categorías

En esos experimentos se fijaronuna serie de parámetros o variables: eltipo de retoque, la intensidad de uso yel estado del hueso.

El tipo de retoque se dividió endos categorías bien diferenciadas, porun lado un retoque simple (figura 7),directo y poco invasor, y por el otro unretoque Quina (figura 8), escamoso,escaleriforme y dividido en varias

líneas consecutivas de extracciones,

35

 Millán Mozota Holgueras

Gráfico 2.7: RETOCADORES EXPERIMENTALES:ANCHO MÁXIMO Y LONGITUD

0

20

40

60

80

100

120

140

0 50 100 150 200

LONGITUD (mm.)

   A   N   C   H   U   R   A   M   A   X .   C   O   R   T   I   C   A   L   (  m  m .

Soportes de hueso de Ciervo (fresco)Soportes de hueso de Bóvido (seco)Soportes de hueso de Bóvido (fresco)

Figura 6: Soporte utilizado, en hueso

seco. Detalle del bisel de fractura.

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de distinta entidad en cada serie (BOURGUIGNON,2001).

La intensidad de uso fue considerada como unaescala de tiempo, aunque se asoció un intervalo de impac-tos a cada categoría. Así un uso "Poco intenso" correspon-de a un trabajo de percusión entre uno y dos minutos (entre40 y 80 impactos). Un uso "Medio" corresponde aproxima-damente a tres minutos y medio de percusión (de 160 a 180

impactos). Ypor fin, un uso "Muy intenso" es aquel de másde cinco minutos de duración, con más de 200 impactos.El estado del hueso, fresco (figura 5) o seco (figu-

ra 6), ya ha sido discutido en el anterior apartado dedicadoa la morfología y características de los soportes.

Tipos de huellas

Los estigmas observados fueron divididos envarias categorías, contabilizados, y, en el caso de lasimpresiones lineales, medidas sus dimensiones.

Las impresiones lineales (figuras 11.1 y 11.2) sonhuellas alargadas, estrechas y profundas, en forma de husoo de media luna, producidas por el impacto de un filo desílex sobre la materia ósea. Se han contabilizado, medidosu longitud y, en los casos en que existía una orientaciónclara de las mismas, medido el ángulo de la orientaciónrespecto al eje vertical del soporte. Cuando en el texto nosreferimos a las impresiones de uso, sin especificar, nosreferimos en particular a este tipo de estigmas.

Las impresiones puntuales son (figura 12), enrealidad, los negativos en forma de diedro o semi-cono,del impacto de una denticulación, talón apuntado u otrotipo de diedro sobresaliente en la pieza de sílex trabajada.Se producen cuando el retocador golpea puntos destaca-dos del filo de la pieza lítica.

Las estrías (figuras 11.1, 11.2 y 13.1 y 13.2) sonlíneas rectas o ligeramente curvadas, directamente asocia-das a las huellas impresas, que se producen cuando un

golpe de trayectoria amplia y curvilínea impacta sobre el

retocador oblicuamente, lo que facilita el arrastre delgolpe. Así, además de marcarse una impresión lineal opuntual, se marcan estrías allí donde se produce un contac-to entre el filo lítico (normalmente, sus puntos más sobre-salientes) y el retocador. Las estrías tienden a apareceragrupadas, paralelas entre sí, y formando "colas de come-ta" en la parte superior de la zona de uso, por lo generallateralizadas (reflejando la dirección de la percusión). Es

importante distinguir estas marcas, que pueden llegar aformar zonas estriadas relativamente densas (figuras 11.1 y11.2), de los raspados de preparación (figura 10). Para ellose pueden utilizar los criterios identificativos menciona-dos: la asociación estrías-impresiones, su posición, y lalateralización de las mismas.

"Cúpulas", es la denominación quehemos escogido para los desconchadosmasivos que se producen al erosionarse lamateria ósea de la zona de uso, por larepetición de los impactos en dicha zona(figura 14).

 Zonas de uso y lateralización

Las zonas de uso se forman por la acu-mulación de impresiones y otras huellasen partes concretas del soporte (figuras13.1 y 13.2), por lo general junto al extre-mo distal (gráfico 3.4; figura 14). Confrecuencia, cuando hay un uso de ciertaintensidad, en las zonas de uso se formanlas "cúpulas" que se describieron en elapartado anterior.

Se ha estudiado la lateralización de las zonas deuso, con el objetivo de abordar la dirección del golpe y elmodo de prensión y uso del útil, a partir de los datos reco-gidos. En concreto, se trata de comprobar si los trabajos deun sujeto diestro condicionan un determinado patrón delateralización en las huellas. En los resúmenes numéricosde esta variable (tablas 3.1 a 3.5), los valores mayores quecero reflejan lateralización de las zonas de uso hacia laderecha de la cara cortical, y los menores de cero, hacia laizquierda de dicha superficie.

En todos los conjuntos y subconjuntos valorados,percibimos una lateralización de las huellas hacia la dere-

36

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

0

2

4

6

8

10

12

Con "cúpulas" Sin "cúpulas"

Retoque simple

Retoque Quina

Gráfico 3.1: Presencia de "cúpulas"

Retoque simple

Retoque Quina

Gráfico 3.2: Lateralización de las zonas de uso

-30

-20

-10

0

10

20

30

40

1 4 7 10 13 16 19 22 25 28 31 34 37 40 43 46 49 52

EFECTIVOS

   L   A   T   E   R   A   L   I   Z   A   C   I    Ó   N   I   Z   D   A .

   D   E   R   E   C   H   A   (  m  m .   )

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37

 Millán Mozota Holgueras

cha de la cara cortical (gráfico 3.2), de forma consistente.Esta lateralización está relacionada con el trabajo de undiestro, que aplica una percusión con gestos más o menossueltos y de trayectorias curvilíneas. En la experimenta-

ción se golpeó con el retocador, sujeto en la mano derecha,los útiles sostenidos en la mano izquierda. Esta combina-ción de parámetros provoca la lateralización de las zonasde uso, hacia el lado del soporte que queda más cercano ala mano zurda, que sostiene la lasca que está siendo reto-cada. Si el sujeto fuera zurdo, es razonable inferir que lasituación sería inversa, y las huellas estarían lateralizadashacia la izquierda.

Esta comprobación experimental nos permitirátrasladar la cuestión al registro arqueológico, y abordar lacuestión del uso por diestros o zurdos de los soportes.Como precaución a la hora de aplicar esta relación, hayque señalar que, debido a la heterogeneidad de la forma delhueso, que condiciona el formato de los soportes, la latera-lización de las huellas de un retocador concreto no siempreresponderá a la lógica explicada. Por tanto, la lateraliza-ción se aprecia mejor en el estudio cuantitativo de conjun-tos relativamente grandes de retocadores.

El gráfico 3.3 combina la lateralización de laszonas de uso, con la orientación predominante de las

impresiones lineales. Esos datos de la orientación reflejan

la posición específica del filo de lapieza lítica retocada, respecto aleje mayor del retocador, en elmomento del impacto. La orienta-ción de las huellas impresas semidió en grados, a partir del ejevertical, en el sentido de las agujasdel reloj. La mayor parte de las

huellas (cuya orientación predomi-nante se pudo medir) son comple-tamente horizontales, de 90º; osub-horizontales, por debajo y porencima del ángulo recto, entre 70 y110 grados.

Tipo de retoque

En este trabajo experimental se ha optado porlimitar las variables técnicas a las tareas de retoque, y no ala producción de soportes con los retocadores. En líneas

generales, debido al pequeño tamaño de los productos delascado que se obtienen con percutores de diáfisis ósea, espoco probable un uso en la talla lítica. Ahora bien, existendeterminados tipos de producción que sí podrían tenerrelación con el uso de retocadores óseos, como la gestiónde la talla micro-Levallois, o la obtención de lascas deretoque predeterminadas de las raederas Quina (productosque luego se retocan). Estos aspectos serán abordados en el

futuro, en la ampliación del presente pro-grama experimental.

En cuanto al retoque, la primera cuestiónque se infiere, a la hora de comparar el

Quina con el simple, es que en el caso delprimero, el referente arqueológico aconsejadescartar un trabajo "Poco intenso", comose definió en el programa experimental.Esto se debe a que el retoque Quina secaracteriza por la superposición de variaslíneas de retoque (figura 8), que definen unfilo escamoso escaleriforme, por la suce-sión de numerosas extracciones de diferen-tes dimensiones.

Figura 7: Lasca de sílex experimental,

retocada con retoque simple.

Gráfico 3.4: Distancia de la zona de uso a los extremos (eje vertical)

0

10

20

30

40

5060

0 20 40 60 80 100 120 140

DISTANCIA EXT. DISTAL (mm.)

   D   I   S   T   A   N   C   I   A   E   X   T   R   E   M

 

   P   R   O   X   I   M   A   L   (  m  m .   )

Todas las zonas de uso

Gráfico 3.3: Lateralización de las zonas de usoy orientación de las impresiones lineales

60

70

80

90

100

110

120

-20 -15 -10 -5 0 5 10 15 20

LATERALIZACIÓN (mm.)

   O   R   I   E   N   T   A

   C   I    Ó   N   (  g  r  a   d  o  s   )

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Hipotéticamente, un reavivado Quina ocasional,realizando una única línea de retoque es posible, pero elregistro de lascas de retoque de Axlor, las características delas piezas retocadas, el esquema de gestión del utillaje líti-co y los rasgos observados "a priori" en los soportes óseos,apuntan a una escasa incidencia de la asociación Quina-Poco Intenso. Los condicionantes presentes en Axlor, serepiten "grosso modo", por lo que hemos podido apreciar,

en buena parte de los contextos arqueológicos europeos

con utillaje de raederas tipo Quina. En todo caso, un traba- jo Poco Intenso sobre un útil Quina solo podría correspon-

der a fases aisladas, y muy determinadas, del proceso dereavivado de los filos, y no con la configuración completadel diedro y el filo Quina característico.

Al contrario, en el caso del retoque simple (figu-ra 7), todas las intensidades de uso son factibles. Así, algu-nos de los rasgos que pueden diferenciar ambos conjun-tos, Quina y simple, se derivan, en realidad, de las diferen-

tes intensidades de uso, y para evitar este sesgo, cuando hasido necesario, hemos excluido los retocadores con un uso"Poco intenso" de los análisis estadísticos.

Contabilizando todas las intensidades de uso, ycomo cabe esperar (tablas 3.1 y 3.2), en los soportes Quinahay una mayor presencia de impresiones lineales, debido ala dinámica que implica esos trabajos. En cuanto al tama-ño de esas impresiones, en los retocadores Quina se loca-

lizaron mayores longitudes medias que en las tareas deretoque simple. De hecho, en el conjuntode retocadores para retoque Quina se pro-ducen las impresiones lineales de mayorlongitud, de todos los subconjuntos estu-diados. Estas impresiones son mayores quelas del conjunto de uso "Muy intenso"(tabla 3.3; gráficos 3.5 y 3.6), y su desvia-ción estándar es menor. Es decir que sonalgo más regulares en el grupo Quina.

Dado que los soportes utilizados en reto-que Quina incluyen las intensidades

"Media" y "Muy intensa", es relevante quelas impresiones lineales sean mayores quelas presentes en los retocadores del sub-conjunto de uso "Muy intenso". Apartir deesta información, se realizó una prueba delChi-cuadrado (tabla 3.9), agrupando laslongitudes medias de ambos conjuntos enintervalos discretos. La prueba incluye

solo los casos de retoque "Medio" y "Muyintenso" para evitar el sesgo por la duración de

los trabajos. Esta prueba estadística nos permite detectaruna relación significativa entre ambas variables, es decir el

tipo de trabajo (Quina o simple) y la longitud media de lasimpresiones lineales. Además, la relación es significativa aun umbral de significación muy bajo (0.01) lo que signifi-ca que la dependencia que existe entre ambas variables esmuy marcada.

38

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Figura 8: Raedera con retoque Quina experimental.

Figura 9.2: Huella de impacto producida por la

percusión para fracturar el hueso.

Figura 9.1: Huella de impacto producida por la

percusión para fracturar el hueso.

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39

 Millán Mozota Holgueras

Tabla 3.1: Características de las huellas de uso; Retoque Quina

LATERALIZ. Nº IMPRESIONESLINEALES

NÚMERO DEESTRÍAS

ORIENTACIÓN I. LINEALES,LONGITUD

NÚMERO DE I.PUNTUALES

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

2,091 50 5,36 89,09 4,05 2,05

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

2,7 50 5 90 4 2

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

8,68 17,48 5,51 10,91 0,79 1,80

Tabla 3.2: Características de las huellas de uso; Retoque simple

LATERALIZ. Nº IMPRESIONESLINEALES

NÚMERO DEESTRÍAS

ORIENTACIÓN I. LINEALES,LONGITUD

NÚMERO DEI. PUNTUALES

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

2,44 29,22 6,18 88,33 2,79 1,44

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

0 25 5 90 2,5 1

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

9,86 17,15 6,67 9,07 1,03 1,57

Tabla 3.3: Características de las huellas de uso; Retoque muy intenso

LATERALIZ. Nº IMPRESIONESLINEALES NÚMERO DEESTRÍAS ORIENTACIÓN I. LINEALES,LONGITUD NÚMERO DE I.PUNTUALESPROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

1,84 55,81 7,18 90 3,81 2,18

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

1 57 6 90 3,75 3

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

8,37 17,12 5,99 10,24 0,94 1,86

Tabla 3.4: Características de las huellas de uso; Uso poco intenso.

LATERALIZ. Nº IMPRESIONESLINEALES

NÚMERO DEESTRÍAS

ORIENTACIÓN I. LINEALES,LONGITUD

NÚMERO DE I.PUNTUALES

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

2,49 23,88 4,94 87 2,88 1,23MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

2,45 25 5 90 2,5 1

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

12,07 8,78 4,43 9,18 1,09 1,09

Tabla 3.5: Características de las huellas de uso; Estado del hueso fresco

LATERALIZ. Nº IMPRESIONESLINEALES

NÚMERO DEESTRÍAS

ORIENTACIÓN I. LINEALES,LONGITUD

NÚMERO DE I.PUNTUALES

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

0,56 38,52 4,76 88,84 3,42 1,09

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

2,45 35 4 90 3,5 0DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

6,84 23,21 4,86 10,23 1,14 1,41

Tabla 3.6: Características de las huellas de uso; Esta do del hueso seco

LATERALIZ. Nº IMPRESIONESLINEALES

NÚMERO DEESTRÍAS

ORIENTACIÓN I. LINEALES,LONGITUD

NÚMERO DE I.PUNTUALES

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

3,76 37,2 6,76 87,81 3,22 2,32

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

1 30 5 90 3 2

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

10,86 17,28 7,06 8,93 1,11 1,81

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40

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

La causa de la relación entre la intensidad del usoy el tamaño de las impresiones lineales se aborda en elsiguiente apartado, donde compararemos las diferentesduraciones de los trabajos y la longitud de los estigmas.En cuanto a la relación de las tareas Quina con el mayortamaño de dichas impresiones, creemos que se debe a lasnecesidades técnicas de este tipo de retoque. Los trabajosde tipo Quina requieren la extracción de lascas de un

tamaño considerable en momentos concretos de la prepa-ración y reavivado del filo (por ejemplo las lascas de tipo0, III y IV según BOURGUIGNON, 2001), lo que dejahuellas muy marcadas, y de mayor tamaño. La fuerzaimplicada en las percusiones, está también relacionada,como veremos más abajo, con la mayor presencia de"cúpulas" en los soportes de las tareas Quina.

Otra diferencia significativa entre los estigmasdel retoque simple y Quina lo encontramos en la presen-cia diferencial de estrías de uso (tablas 3.1 y 3.2). Aunquelos resultados son similares para ambos conjuntos, losretocadores Quina tienen unos valores medios algo meno-res (menos estrías por soporte) que los usados en retoquesimple. Debemos considerar, en este punto, que las inten-sidades de uso -que determinan el número de percusionesrealizado con cada retocador- son sensiblemente menoresen el sub-conjunto de retoque simple. Esto nos lleva aconcluir que en el retoque simple se producen más estrí-as que en el retoque Quina. Lo atribuimos a factores detipo técnico.

Un primer factor que influye en la presencia deestrías es la menor regulación de los movimientos asocia-dos al retoque simple, lo que permite un agarre más laxo

del percutor. Los pasos más secuenciados del retoque

Quina conllevan una prensión firme del retocador. Laprensión más suelta provoca que el útil resbale sobre lapieza retocada con mayor frecuencia, causando estrías.

Otro factor, en parte relacionado con el anterior,hace referencia a la masa de los retocadores. Para el reto-que Quina deben utilizarse retocadores relativamentepesados, que asienten bien el golpe y permitan realizar lasdiferentes extracciones del proceso de conformación yreavivado. Sin embargo, para el retoque simple y su rea-vivado, no es necesario, por lo general, utilizar soportestan pesados. De hecho en la experimentación se utilizó

una variedad mayor de soportes, según su masa, para elretoque simple, incluyendo algunos muy ligeros. Estamayor masa de los soportes usados para trabajos Quinaayuda a que el golpe se asiente con un impacto más firme,

Figura 10: Impresiones de uso sobre un raspado previo.

Figura 11.1: Estrías asociadas al uso (su acumulaciónpodría llevar a confundirlas con un raspado previo).

Figura 11.2: Estrías de uso (la asociación directa conlas impresiones lineales es un criterio diagnóstico que

permite diferenciarlas de los raspados previos ).

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que no resbala sobre el útil lítico. El peso de los retocado-res usados en tareas Quina es de 55,89 gramos de media,mientras que la de los utilizados en retoque simple es de32,32 gramos.

En el caso de las impresiones puntuales (tablas3.1 y 3.2), la mayor presencia de estas en los soportesQuina, sí que parece asociada, en mayor medida, a lasintensidades de uso diferenciales de cada subconjunto, por

lo que se aborda en apartado correspondiente.Las "cúpulas" se producen, como hemos dicho,por una pérdida importante de materia ósea, causada por laacumulación de percusiones en la zona de uso. Estas cúpu-las pueden suponer un fuerte deterioro de la cortical delhueso, modificando el perfil del retocador, creando conca-vidades, y, finalmente, haciendo menos efectiva la zona deuso. Eso, en ocasiones, puede derivar en un cambio en laprensión del útil, dándole la vuelta y utilizando el extremoproximal en lugar el extremo distal, lo que causa la apari-ción de una zona de uso secundaria. Por otro lado, tambiénse puede desechar el útil una vez que se forma la cúpula, o

bien reavivarlo. El reavivado se realiza mediante el raspa-do reiterado de la zona de uso, que recupera una superficiemás o menos lisa y sin concavidades, para proseguir conlos trabajos de retoque.

La experimentación y el estudio de los datos handemostrado que los trabajos Quina producen estas "cúpu-las" con mayor facilidad que el retoque simple (gráfico3.1). Se ha realizado una prueba del Chi-cuadrado (tabla3.7), que muestra la dependencia entre las variables tipo deretoque y presencia de "cúpulas". Se contabilizaron sololos soportes utilizados en tareas "Medias" y "Muy inten-sas", para evitar el sesgo de los usos "Poco intensos". La

relación entre ambas variables se muestra como bastantemarcada, llegando hasta un umbral de significación del0.03.

En términos tecnológicos, esta dependencia seexplica por los condicionantes del retoque Quina, que llevaa alternar distintos tipos de percusiones, tanto en su ángu-lo de percusión como en la trayectoria y la fuerza aplicada.Esto provoca un mayor desgaste sobre la materia ósea.Además de esta variación continua en los trabajos Quina,la presencia ya apuntada de percusiones particularmentecargadas (masa y velocidad del percutor), crea estigmasmás masivos que desgastan el retocador.

 Intensidad del retoque

A la hora de valorar el efecto de la intensidad delretoque, debemos comenzar por hacer una reflexión gene-ral sobre número real de impactos realizados, respecto alos que quedan reflejados como huellas de uso. Un uso"Poco intenso" supuso en la experimentación entre 40 y 80impactos, pero en el estudio de las huellas de uso de esesubconjunto se contabilizó una media en torno a las 24impresiones lineales por soporte (tabla 3.3).

Este dato supone que se contabilizaron, como

impresiones lineales legibles, aproximadamente algomenos de la mitad de los impactos realizados. No todos losimpactos dejan huella impresa. Por otro lado, es inevitableque en ocasiones se contabilicen varias impresiones comouna sola, tanto por la superposición vertical de varios estig-mas, como por la unión de las impresiones en su eje longi-tudinal.

Lo que podemos inferir de esta constatación esque, por lo general, las impresiones lineales presentes enun soporte sólo representan una parte proporcional de losretoques realizados por el útil.

Si continuamos esta línea de razonamiento yvaloramos los retocadores de uso "Muy Intenso", veremosque de más de 200 percusiones reales de media, se hanregistrado, al estudiar las huellas de uso, unas 50 impresio-nes lineales (tabla 3.4), como promedio. Es decir, que ladificultad para inferir el grado de uso real a partir de lashuellas de uso es creciente, según los trabajos son demayor intensidad.

La longitud de las impresiones lineales es mayoren el conjunto de los retocadores de uso "Muy intenso",respecto a los usos de menor duración (tablas 3.3 y 3.4;gráficos 3.6 y 3.7). Este rasgo se explica por un factor que

hemos mencionado antes, la superposición y yuxtaposi-

41

 Millán Mozota Holgueras

Gráfico 3.7: Longitud media de las I. lineales (Usopoco intenso)

0

2

4

6

8

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17

EFECTIVOS

   L   O   N   G   I   T   U   D

   (  m  m .   )

Retoque poco intenso

Gráfico 3.5: Longitud media de las I. lineales(Retoque Quina)

0

2

4

6

8

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19

EFECTIVOS

   L   O   N   G   I   T   U   D   (  m  m .   )

Usados en retoqueQuina

Gráfico 3.6: Longitud media de las I. lineales (Usomuy intenso)

0

2

4

6

8

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16

EFECTIVOS

   L   O   N   G   I   T   U   D   (  m  m .   )

Retoque muy intenso

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Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

ción de huellas, y el sesgo que introducen en la mediciónde impresiones. Así, en el estudio de los retocadoresarqueológicos habrá que tratar con precaución la presenciade huellas, aparentemente más grandes, en determinadosconjuntos, ya que, como hemos visto, en cierta medidadependen de la intensidad de uso.

En cuanto a las estrías de uso, su presencia tienecierta vinculación con la intensidad de uso (tablas 3.3 y

3.4), como es de esperar, pero los datos indican que no esla única variable que influye en su presencia. En efecto, sibien se contabilizaron más del doble de huellas impresasen los retocadores Quina que en los usados en retoque sim-ple, el número de estrías solo es ligeramente superior en elprimer conjunto. Esto significa que el número de estríassolo depende en parte de la intensidad de uso. Lo podemossituar, por tanto, en relación con el tipo de retoque. Y másconcretamente, como ya explicamos, con el movimientodel percutor en cada tipo de tarea, con menor deslizamien-to en el retoque Quina.

En el caso de las impresiones puntuales, su abun-

dancia relativa si que parece depender en buena medida dela intensidad del retoque, como principal variable de la quedepende su presencia y abundancia (tablas 3.3 y 3.4).También el estado del hueso, fresco o seco, parece ser, enmenor medida, otra variable que influye en la presencia deimpresiones puntuales (y de estrías), aunque en menorgrado y sin que se halla podido probar, a partir de las com-probaciones estadísticas realizadas.

La intensidad del retoque condiciona, comocabría esperar, la aparición de "cúpulas", y la pérdida demateria ósea en la zona de uso, aunque no es la única varia-ble que influye en su formación. Como vimos arriba, los

trabajos de retoque Quina provocan la pérdida de materiaósea con mayor facilidad que el retoque simple.

Estado del hueso

Si consideramos la longitud de los estigmas, lasimpresiones lineales sobre hueso fresco son ligeramentemás largas (tabla 3.5), lo que parece apoyar la idea de queel hueso fresco es algo más vulnerable al corte de los filosque el hueso seco, donde penetran menos (tabla 3.6).Además, el hueso fresco pesa más, lo que, en líneas gene-rales, hace que el golpeo lleve más fuerza, lo que ayudaríaa explicar la diferencia. Como observación cualitativa, seanotó que, por lo general, las impresiones de uso sobrehueso fresco son más profundas que las de hueso seco, ylas de hueso seco más irregulares y anchas. Sin embargo,la prueba del Chi-cuadrado sobre la relación del tamaño delas impresiones lineales y el estado del hueso (fresco oseco) concluye que ambas variables no están directamenterelacionadas (tabla 3.10). Creemos que este resultado estamotivado porque la diferencia entre el tamaño de lasimpresiones lineales en seco y las efectuadas sobre huesofresco es muy pequeña, quedando fuera del ámbito de aná-

lisis de los intervalos considerados para la prueba de Chi-

cuadrado. En todo caso, no se puede aportar una compro-bación estadística de la relación entre el estado del hueso yel tamaño de las impresiones lineales sobre el soporte.

Como se aprecia en las tablas 3.5 y 3.6, en elhueso seco se producen mayor número de estrías y deimpresiones puntuales que en el hueso fresco. Creemosque esto es atribuible a las propiedades del hueso. Lasuperficie poco elástica del hueso seco es más vulnerable a

los impactos de diedros que a los filos cortantes (de formaque estos quedan más marcados). Y algo similar sucedecon las estrías de uso, ya que las partes sobresalientes delútil lítico que dejan estrías sobre el hueso seco, con mayorfacilidad que en el hueso fresco. Además, por lo que res-pecta a la observación, las estrías sobre hueso seco son porlo general más perdurables y fáciles de identificar.

Por último, la presencia de "cúpulas" no pareceverse afectada por el estado del hueso, como muestra latabla de Chi-cuadrado correspondiente (tabla 3.8). Laprueba de significatividad es negativa, lo que demuestraque ambas variables -estado del hueso y presencia de"cúpulas"- se comportan de manera independiente.

Balance de la experimentación y perspectivas de futuro:

Conclusiones:

La experimentación abordada, ha posibilitado unamejor comprensión de los aspectos tecnológicos relaciona-dos con la obtención y el uso de los retocadores. Se ha par-tido del estudio de diferentes variables, para explicar comoinfluyen dichas variables en los patrones morfotécnicos delas huellas de uso. Los resultados aportan un importantebagaje de información contrastada sobre la cadena operati-va de los retocadores óseos (en particular, aquellos sobreesquirlas diafisiarias de huesos de grandes ungulados).

En el marco de este trabajo, los resultados experi-mentales se utilizan como elementos de contraste, compa-

ración e interpretación de los retocadores arqueológicos de

Figura 12: Impresión puntual.

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los niveles B-C-D de Axlor (ver los siguientes capítulos).En el apartado de la obtención de soportes, se

apreciaron una serie de diferencias según el estado delhueso -además de las que se derivan de la especie animalde origen. Los huesos secos se fragmentaron en muchosmás restos óseos (en particular esquirlas de pequeño tama-ño), al ser menos elásticos y resistentes. También produje-ron soportes mayores, más regulares en su forma, pero con

menor masa proporcional.El hueso fresco tiene un patrón de fractura másheterogéneo, la fractura inicial y el resultado de las percu-siones son más imprevisibles. Además, los soportes enhueso fresco conservaban mayores proporciones de la diá-fisis, y se detectó, en ese grupo, una dependencia fuerte delas dimensiones de anchura y longitud del soporte.

A la hora de elegir los soportes para retocar, nohubo una selección por rasgos o patrones específicos, másallá de la utilización de todos los soportes con un formatoadecuado y una masa suficiente para retocar. Esa "ausenciade selección" nos permitirá comparar la muestra experi-

mental con la arqueológica, para verificar si ese patrón sereproduce en los retocadores de Axlor.El uso continuado de los retocadores lleva a la

formación de zonas de uso, por la concentración de estig-mas en una parte concreta del soporte. Esa zona se sitúasiempre cerca de un extremo del retocador. Como es lógi-

co, cuando se utiliza el soporte en dos posiciones alternas,se forman dos zonas de uso, una próxima al extremo dis-tal y la otra en el proximal.

Las zonas de uso del trabajo experimental están,en general, lateralizadas hacia la derecha. Esta lateraliza-ción se produce por el modo en que se utiliza el retocador,con un gesto relativamente suelto. Se sitúa hacia la dere-cha en el caso de un sujeto diestro. El gesto implica suje-tar el retocador en la mano derecha y la pieza lítica en laizquierda. Pero este rasgo de la lateralización puede no serevidente. Esto tiende a suceder cuando no se estudia unconjunto razonablemente amplio de retocadores, ya quecada soporte concreto -a menudo- tiene formas irregulares,que enmascaran la lateralización.

Las impresiones lineales están orientadas en per-pendicular al eje principal de la pieza, o en ángulos sub-perpendiculares. Esta orientación refleja las posicionesrelativas del útil de hueso y la pieza lítica retocada, en elmomento de contacto durante la percusión.

Con cierta frecuencia, en las zonas de uso se for-man desconchados masivos que hemos llamado "cúpulas"por la acumulación de percusiones en una zona limitada.Esas cúpulas pueden alterar el perfil del retocador, crearconcavidades y llegar a dificultar los trabajos con esa zonaconcreta. Puede derivar en un cambio de posición en el usodel retocador, lo que lleva a que se forme una segundazona de uso. Aunque también puede que el útil sea des-echado, o reavivado. Esto último se realiza mediante elraspado de toda la zona de uso, que vuelve a dejar unasuperficie hábil para el retoque.

Las huellas de uso detectadas, aparte de las

"cúpulas", fueron impresiones lineales, estrías, e impre-

43

 Millán Mozota Holgueras

Figura 13.1: Detalle de las impresiones

lineales en una zona de uso.

Figura 13.2: Detalle de las impresioneslineales y estrías en una zona de uso.

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Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

siones puntuales.Las impresiones lineales fueron consideradas por

su número, que depende -como es lógico- de la intensidadde uso, aunque la proporción en que quedan reflejadas lasimpresiones es variable según el grado de utilización. Así,en un uso de poca intensidad, más de la mitad de las per-cusiones reales pudieron ser "leídas" como huellas de uso,pero esta proporción desciende a una cuarta parte en los

casos de un uso Muy Intenso. La longitud media por sopor-te de estas impresiones parece ser más bien independientedel estado del hueso, pero sí que depende de la intensidadde uso. Parte de la variable de la longitud de las impresio-

nes lineales se debe a los efectos de la reiteración deimpactos en espacios muy reducidos, que termina porenmascarar la longitud real de las huellas individuales.

La longitud depende asimismo del tipo de reto-que. Así, los trabajos de tipo Quina, por sus condicionan-tes técnicos, producen huellas de mayor longitud que laspresentes en el retoque simple.

Las estrías resultaron ser ligeramente dependien-

tes del estado del hueso (se forman con mayor frecuenciasobre hueso seco) y su presencia esta fuertemente vincula-da al retoque simple, mientras que son mucho menos abun-dantes en los soportes utilizados en tareas Quina.Atribuimos esta dependencia a la mayor soltura del gestoen el retoque simple, y a los condicionantes técnicos ymecánicos de cada tipo de trabajo (en particular, el tipo depercusión y la mayor masa de los soportes en el retoqueQuina).

La presencia de impresiones puntuales no parecedepender, en gran medida, de otra variable que no sea laintensidad de uso. Pero por otra parte, pueden darse presu-

puestos, no incluidos en este programa experimental, quecausen la aparición de un mayor número de impresionespuntuales. Por ejemplo, la producción intencional de lascasde retoque de un tamaño considerable, para su reciclado enutillaje. De llevarse a cabo dicha producción con retocado-res de hueso, requeriría una cierta configuración del talóno punto de impacto de la lasca de retoque, y una percusiónfuerte. Ese golpeo dejaría, hipotéticamente, mayor númerode impresiones puntuales. Desde el punto de vista de losestudios líticos, este modelo de gestión del utillaje se hapropuesto para Axlor nivel B (RIOS GARAIZAR, 2004).

Perspectivas de futuro:

A la hora de planificar la continuidad, en el futu-ro inmediato, de este proyecto experimental, se ha valora-do qué aspectos aportaron los resultados más prometedo-res (y, por tanto, cabría ahondar en esas líneas). Y, por otrolado, se ha decidido qué cuestiones han quedado resueltasde manera más o menos definitiva.

Los resultados de la experimentación y del estu-dio presentado en los proximos capítulos sugieren que unconocimiento detallado del proceso de fractura de los dis-tintos huesos largos de los grandes ungulados, desde unaóptica tecnológica, pueden aportar un importante grado deexplicación al origen anatómico y taxonómico de lossoportes de retocadores. En ese sentido, la continuacióndel programa experimental sobre huesos largos de lasextremidades de bóvido y cérvido registrará con mayordetalle los procesos de fractura y fragmentación de dichoshuesos, incidiendo en los huesos como la tibia, que sonelegidos de manera preferente para obtener soportes.

Mención aparte merece la necesidad de incluirmetápodos de ciervo en la muestra experimental, dada laincidencia de esta parte anatómica en el registro fósil.

Una línea de gran interés para continuar la inves-

Figura 14: Soporte en hueso fresco, y

detalle de “cúpula” de uso.

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tigación son aquellas variables que reflejan el tipo y lascualidades de los gestos asociados al uso de los retocado-res, que incluyen el tipo de prensión y la lateralización delos trabajos. En ese sentido, se abordarán nuevos experi-mentos que tratarán de incluir tareas realizadas con distin-tos grados de soltura y lateralización en el gesto (y, si esposible, trabajos realizados por zurdos).

También se estudiará el efecto de determinadasmorfologías de la parte activa del útil (plano-convexasfrente a muy convexas), para determinar la relación de eserasgo con el tipo de extracciones realizadas. El objetivo esexplicar la selección de morfologías plano-convexas al

obtener los soportes.Un aspecto al que ya nos hemos referido arriba, es

la obtención de lascas de retoque como soportes de unanueva generación de utillaje. En la continuación del pro-grama experimental se estudiará la posibilidad de realizar,con retocadores de hueso, una producción de lascas sobrelos filos de las raederas Quina, que se conviertan a su vezen utillaje retocado. Del mismo modo, y a partir de refe-

rentes arqueológicos presentes en los niveles inferiores deAxlor, se abordará la hipótesis de utilización de retocado-res de hueso en la talla micro-Levallois.

Otro aspecto a considerar es la realización detareas de retoque sobre una muestra significativa de utilla- je en materias primas distintas del sílex, con el objetivo dediscernir, en el análisis traceológico, particularidades pro-pias de cada materia prima, a partir del estudio de las hue-llas sobre el hueso.

Y por último, hacemos referencia a una cuestiónque consideramos resuelta, el estado del hueso en relacióna la obtención y uso de retocadores. Como veremos más

adelante, los patrones de fractura de la fauna y de los reto-cadores arqueológicos de Axlor, coinciden en todos susrasgos con el patrón de fragmentación en huesos frescos.Esto es cierto tanto para lo observado en la experimenta-ción como en la bibliografía (BLASCO 1992; BONNICH-SEN y SORG, 1989; VILLA y MAHIEU, 1990). Lo cualnos lleva a plantear, en los subsiguientes trabajos experi-mentales, que todas las tareas se realicen con hueso fresco.

45

 Millán Mozota Holgueras

 Tabla 3.7: Análisis de Chi -cuadrado de las variables “Tipo de retoque” y “presencia de “cúpulas””

(RETOQUE MEDIO Y MUY INTENSO) CON “CÚPULAS” SIN “CÚPULAS”

QUINA 12 6

SIMPLE 3 9

 Prueba del Chi -cuadrado:

Chi-cuadrado (valor observado) 5,000

Chi-cuadrado (valor crítico) 4,709

GDL 1

p-value unilateral 0,025

Alpha 0,03

Conclusión: Al umbral de significación Alfa=0,030 se puede rechazar la hipótesis nula de independencia entre las

 filas y columnas. Dicho de otro modo, la dependencia entre las filas y columnas es significativa.

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 Tabla 3.9: Análisis de Chi -cuadrado de las variables“Tipo de retoque ” y “longitud de las impresiones lineales (intervalos)”

(RETOQUE MEDIO Y MUYINTENSO)

HASTA 3 mm LONG.IMPRESIONES

MÁS DE 3 mm LONG.IMPRESIONES

QUINA 2 16

SIMPLE 9 3

 Prueba del Ch i-cuadrado:

Chi-cuadrado (valor observado) 12,656

Chi-cuadrado (valor crítico) 6,635

GDL 1p-value unilateral 0,000

Alpha 0,01

Conclusión: Al umbral de significación Alfa=0,010 se puede rechazar la hipótesis nula de independencia entre las

 filas y columnas. Dicho de otro modo, la dependencia entre las filas y columnas es significativa.

Tabla 3.10: Análisis de Chi -cuadrado de las variables“estado del hueso” y “longitud de las impresiones lineales (en intervalos)”

HASTA 3 mm LONG.IMPRESIONES

MÁS DE 3 mm LONG.IMPRESIONES

FRESCO 12 12SECO 13 12

 Prueba del Chi -cuadrado:

Chi-cuadrado (v. observado) 0,020

Chi-cuadrado (valor crítico) 3,537

GDL 1

p-value unilateral 0,889

Alpha 0,06

Conclusión: Al umbral de significación Alfa=0,060 no se puede rechazar la hipótesis nula de independencia entre

las filas y columnas. Dicho de otro mo do, la dependencia entre las filas y columnas no es significativa.

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

46

 Tabla 3.8: Análisis de Chi -cuadrado de las variables “estado del hueso” y “presencia de “cúpulas”

CON “CÚPULAS” SIN “CÚPULAS”

HUESO FRESCO 7 17

HUESO SECO 10 15

 Prueba del Chi -cuadrado:

Chi-cuadrado (valor observado) 0,634

Chi-cuadrado (valor crít ico) 3,537

GDL 1

p-value unilateral 0,426

Alpha 0,06

Conclusión: Al umbral de significación Alfa=0,060 no se puede rechazar la hipótesis nula de independencia entre

las filas y columnas. Dicho de otro modo, la dependencia entre las filas y columnas no es significativa.

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Situación y estratigrafía:

La cueva de Axlor se encuentrasituada en el barrio de Indusi(Ayuntamiento de Dima, Bizkaia). Suscoordenadas son x: 522.200 y: 477.460 z:320. Se localiza (figura 15) a una altura de320 m. s.n.m., una decena de metros porencima del arroyo de Balzola, afluente delIndusi. La parte no colmatada de la cavi-dad es la boca de una cueva de origen kárs-tico aunque, durante buena parte de su his-toria, ha sido considerada como un abrigorocoso. Las excavaciones recientes hanabordado un estudio del depósito arqueo-lógico, a partir del refrescado de los cortesy superficies de la excavación antigua, yde la excavación en áreas concretas de lacueva (figura 16).

La cavidad fue reconocida, antesde la Guerra Civil, por D. José Miguel de Barandiarán, queencontró materiales musterienses en superficie. Años más

tarde, el prehistoriador vasco excavó la cueva desde 1967a 1974, documentando nueve estratos, seis de ellos conocupaciones musterienses (del III al VIII). La secuencia y

los resultados de cada campaña fueron someramente publi-cados en las Obras Completas del investigador

(BARANDIARÁN, 1980). Los niveles superiores III, IV yparte del V, fueron excavados en una extensión considera-

ble, de 25 m2. Los niveles inferiores se documentaron en

una trinchera de unos 6 m2.Las excavaciones arqueológicas recien-

tes han utilizado un sistema de nomenclaturaalfabético, para distinguirse de los númerosromanos utilizados por Barandiarán. Lassecuencias antigua y actual se correspondenentre ellas a grandes rasgos, con mayor preci-sión y detalle en algunas partes concretas de laestratigrafía.

Así, por ejemplo, el nivel III correspon-de a grandes rasgos, con los niveles A-B-Cmodernos, aunque dada la escasa entidad del Cy el A, el "peso" arqueológico quedó marcadopor el material del nivel B.

La secuencia propuesta a partir de lostrabajos actuales (2000-2006) es la que relacio-namos a continuación:

· Nivel A: Arcilloso, prácticamente esté-ril, con una potencia variable de 5 a 40 cm.

· Nivel B: Rico en material arqueológico

47

Capítulo 4: El contexto arqueológico delyacimiento de Axlor

Figura 16: Plano de la excavación de Axlor al término de 2005

(mapa diseñado por Luis Teira Mayolini).

Figura 15: Fotografía aérea con la situación topográfica de la Cuevade Axlor y la Cueva de Baltzola en Indusi (Dima, Bizkaia).

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(lítica y fauna de ungulados), de escasa potencia pero bas-tante regular (5 a 7 cm.).

· Nivel C : Casi estéril, salvo lentejones incluidoscon material arqueológico, y una potencia variable, de 16a 24 cm.

·  Nivel D: Compuesto por un relleno de origenantrópico, casi sin matriz sedimentaria. En su mayor partese trata de restos óseos de fauna, por lo que se puede decir

que el estrato lo compone una potente acumulación de hue-sos. Se ha encontrado abundante industria lítica, y es elnivel del que proceden la mayor parte de los retocadores enhueso. Tiene unos 15 cm. de potencia media, con un máxi-mo de 30 cm.

Se brechifica en los cuadros K13-14 en contactocon la pared de la cueva.

· Nivel E : Arcilloso fino, con algunos clastos cali-zos, y escaso material arqueológico, de 5 a 10 cm. depotencia.

· Nivel F : Nivel heterogéneo, de coloración ama-rillenta, que presenta varios tramos complejos, de difícil

identificación, junto con lentejones cuya composiciónsedimentaria es distinta del resto de la matriz. Consideradoen su conjunto, tiene unos 50 cm. de potencia. Los tramos1 y 3 tienen arcillas y clastos de tamaño decimétrico, y lostramos 2 y 4 muestran fragmentos calizos más pequeños.

· Nivel M : De matriz marrón-rojiza oscura y conmaterial arqueológico. La conservación del materialarqueológico es bastante buena. La fauna esta bien conser-vada, con corticales poco alteradas (aunque no tan intactascomo en el nivel subyacente).

· Nivel N : Nivel muy rico en materiales arqueoló-gicos, con restos de estructuras de combustión (placas de

arcilla rubefacta). Tiene una matriz muy oscura, productodel alto contenido orgáni-co y de carbones delnivel. La conservaciónde los restos óseos defauna, y en general delmaterial arqueológico esexcepcional en este estra-to, con corticales intactas,presencia de restos deasta, y algunos huesos enconexión anatómica.Estas evidencias apuntana una buena conservaciónde la distribución espacialoriginal. Hay tambiénhuesos termo-alterados.Se corresponde, "grossomodo" con el nivel VIIIde Barandiarán.

·  Nivel P: com-puesto por arcillas amari-llentas y grandes bloques

calizos, no contiene nive-

les arqueológicos.

Los estratos no se distribuyen homogéneamenteen toda la superficie de la cavidad, sino que se acuñan,hasta prácticamente desaparecer, en dirección al fondo dela cueva, y además buzan, en distintas direcciones, segúnla profundidad y posición del nivel.

La secuencia conocida por Barandiarán es la que

se corresponde con los niveles expuestos (el nivel P corres-ponde con el nivel IX). Pero bajo esta secuencia de la parteexterior de la cavidad, se ha encontrado en el fondo de lacueva una serie de niveles más antiguos, sobre los que seapoya la secuencia del abrigo. Al menos dos de esos estra-tos contienen material arqueológico.

Estos niveles más antiguos han sido excavados enuna superficie muy escasa y parecen responder a una his-toria geológica muy compleja, con reactivaciones cársti-cas, y alternancia de fenómenos sedimentarios. Esta estra-tigrafía será abordada cuando se completen los análisis encurso.

Los restos humanos:

Los restos antropológicos hallados en las antiguasexcavaciones de Axlor fueron estudiados por J. M. Basabe.Este investigador analiza y publica cinco restos dentarios,localizados en el nivel III, en los cuadros 13E y 13F entre235 y 255 cm. de profundidad. Son tres molares (figura17), uno de los cuales conserva parte de la mandíbula, unpremolar y un canino.

Se describen como dientes jóvenes, con trazas deuna gran energía en la acción triturante. Asimismo, presen-

tan caracteres ancestrales, especialmente taurodontismo

48

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Figura 17: Piezas dentarias de neandertal depositadas

en el MAHEV (foto Euskal Museoa). Reproducido en RIOS GARAIZAR, 2004.

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radicular (BASABE, 1973). El investigador no identificala especie a la que pertenecen, aunque con toda probabili-dad se trata de neandertales. En las recientes excavacionesde Axlor también se han recuperado algunos restos antro-pológicos en la parte superior de la secuencia (restos den-tarios deciduos) que se encuentran en proceso de estudio.

La fauna:

Altuna estudió la fauna de los niveles III al VIIIde la excavación antigua (J. ALTUNA, 1989), dividiendola secuencia en dos partes bien diferenciadas. La parteinferior, correspondiente a los niveles más antiguos secaracteriza por la abundancia de ciervo, con fuerte polari-zación hacia este animal en el Nivel VIII (N de las excava-ciones recientes). Se constata en dichos niveles la presen-cia de corzo y jabalí, y apenas hay bóvidos ni équidos.Entre los animales de roquedo, la cabra es relativamenteabundante y el rebeco está presente en pequeñas propor-ciones.

En cuanto a los niveles superiores o recientes, seaprecia un aumento de bóvido y caballo, a costa del cier-vo. No se encontraron, en los estudios de J. Altuna, restosde corzo o jabalí en estos niveles, pero sí la presencia pun-tual de reno. La cabra sigue siendo relativamente abundan-te, y desciende el número, ya antes escaso, de efectivos derebeco.

La fauna estudiada en el marco de las recientesexcavaciones de Axlor ha permitido comprobar y matizarlos resultados de los estudios anteriores. Se han estudiado(CASTAÑOS, 2005) los niveles superiores de la secuencia(B-C-D), en los que cabe señalar la presencia puntual, en

cada uno de ellos, de corzo y jabalí. Además, se detectauna mayor presencia de caballo en el nivel B, mientras queen D hay un mayor porcentaje de restos de ciervo que enlos niveles B y C (tabla 4.1).

Desde un punto de vista paleoambiental, en los

niveles inferiores (M y N) de la secuencia, la fauna secorresponde, en general, a un momento menos riguroso,donde el arbolado ganaría terreno a los paisajes abiertos.

Para los niveles superiores, las asociaciones defauna indican un empeoramiento de las condiciones cli-máticas, que se haría más pronunciado en el nivel B. Porotro lado, la presencia de corzo, en ese mismo nivel, rela-tiviza las condiciones locales del enfriamiento del clima

(CASTAÑOS, 2005).El estudio de la fauna, además, ha permitido abor-dar la tafocenosis de la acumulación de los restos óseos. Laconclusión preliminar, a falta de otros estudios tafonómi-cos complementarios, es que el depósito refleja con clari-dad un comportamiento antrópico (CASTAÑOS, 2005;GONZÁLEZ URQUIJO et al., 2005). Una serie de argu-mentos sustentan esa conclusión.

En primer lugar, las proporciones de macromamí-feros señalan el aporte antrópico, con abundancia de ani-males de gran talla, grandes bóvidos y caballo, muy fre-cuentes sobre todo en los niveles superiores. Otro patrón

claramente antrópico es la fuerte polarización hacia el cier-vo del nivel VIII de Barandiarán (Nivel N), con un 74% deefectivos. Destaca también la relativa escasez de animalesde roquedo, las cabras y los rebecos (entre el 20% y el30%), en un paisaje calizo de media montaña, apto paraestas especies. Como elemento de contraste, encontramosque, en los niveles superficiales por encima de la secuen-cia, sin presencia humana o siendo esta muy puntual, lasfrecuencias de cabra superan el 50%.

Asimismo, el patrón de la fragmentación de losrestos, con predominio de esquirlas de diáfisis, correspon-de al modelo clásico de tafocenosis de origen antrópico.

Hay una intensa fracturación, que solo en una parte menorpuede ser atribuida a fenómenos postdeposicionales (loque se deduce de la relativa integridad de casi todos losartefactos hallados, como es el caso de los retocadores).

Otros argumentos para señalar la tafocenosis depredominio antrópico son la utilización de los restos óseoscomo retocadores o para otros usos, la práctica ausencia dehuesos de carnívoros, y la escasez de huellas producidaspor estos últimos sobre los huesos de ungulados (marcasde dientes o de haber sido digeridos).

Se ha constatado -por el momento- una ausenciade percutores masivos de piedra, para producir la frag-mentación de los grandes huesos de ungulados(GONZÁLEZ URQUIJO et al., 2005). Ya se han tratadolas posibles hipótesis propuestas a ese efecto (en el epígra-fe dedicado a la experimentación), por lo que no las reite-raremos aquí.

En cuanto a la distribución anatómica de los res-tos óseos determinados, ha sido realizada por P. Castañospara una porción significativa de los niveles B-C-D. Latabla 4.2 presenta los resultados provisionales para 1084huesos determinados.

Hay una gran abundancia de restos dentarios, que

sobredimensionan a los restos craneales. Al considerar ese

49

 Millán Mozota Holgueras

Tabla 4.1 Número de restos por taxón.Niveles B-C D

NR % NR % Equus ferus 31 20,8 42 5,3Gran Bóvido 41 27,5 258 32,5Capra pyrenaica 41 27,5 204 25,7

 Rupicapra rupic. 1 0,6 7 0,8Cervus elaphus 32 21,4 279 35,1Capreolus capr. 3 2,01Sus scrofa 1 0,1

 Dicerorhinus hem. 4 3,07Total Ungulados 149 793Vulpes vulpes 2Panthera pardus 1Total Carnivoros 2 1

 Lepus europaeus 1

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50

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Tabla 4.2 Determinación anatómica de los restos de ungulados de Axlor, niveles B -C-D. Análisis faunísticode P. Castaños. Para una valoración extendida, ver CASTAÑOS, 2005.

Total CAPRAPYR.

CERVUSEL.

EQUUS CAB.

BOS/BISON

CAPREOL.CAPREOL.

RUPIC.RUPIC.

SUSSCROFA

ASTRÁGALO 6 6AXIS 1 1

CALCÁNEO 4 3 1

CARPO 30 11 15 2 2

CENTROTARSAL 6 3 1 1 1

CLAVIJA CÓRNEA 2 2

COSTILLA 53 8 19 7 19

CRÁNEO 16 1 5 10

CRÁNEO/ CUERNA 1 1

DECÍDUOS SUP. 5 2

DECÍDUOS INF. 3 2 1DIENTE AISL. INF. 2 1 1

DIENTE AISL. SUP. 11 3 7 1

DIENTE INFERIOR 40 29 6 5

DIENTE SUPERIOR 97 53 32 5 7

ESCÁPULA 5 1 1 1 2

FALANGE 1ª 38 15 12 6 2 3

FALANGE 2ª 15 5 9 1

FALANGE 3ª 3 1 2

FÉMUR 71 15 13 6 36 1

HÚMERO 113 10 39 4 58 1

INCISIVO 20 6 5 3 3 2 1

MANDÍBULA 26 4 6 5 7 2

MANDÍB.-PRE_M.2º INF.

1 1

MAXILAR 3 2

METACARPO 20 5 10 5

METAPODIO 99 20 33 6 39 1

METATARSO 22 3 17 1 1

MOLAR 40 10 5 16 7 1

PELVIS 10 1 2 1 4

PREMOLAR 44 13 5 9 15RADIO 47 11 4 8 24

RÓTULA 2 2

SESAMOIDEO 26 5 12 9

TIBIA 149 19 40 14 73 3

ULNA 10 1 1 2 6

VÉRTEBRA 43 5 22 1 13

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sesgo, los restos de cráneo quedan muy por debajo de lospost-craneales, en el cómputo general. Si excluimos losdientes de grandes ungulados, los restos craneales son en

realidad muy escasos (gráfico 4.1).En cuanto a la relación entre las extremidades y lacarcasa de los animales, hay una fuerte desproporción delnúmero de restos de cada categoría, con un predominioabsoluto de las extremidades (gráfico 4.2) en todas lasespecies.

La intensa fragmentación de los restos, en parti-cular las diáfisis de los huesos largos de las extremidades,hace que a menudo sea imposible identificarlos. Este sesgoestá en relación a que una porción importante de los restosdeterminados anatómicamente correspondan a los huesosde las articulaciones, y del pie de los ungulados. Dicho

dato realza aún más la importancia de la representación delos huesos largos (y cabe señalar que, en la muestra estu-diada, hay más de 40.000 esquirlas de hueso no determina-das, que en su mayor parte pertenecen a huesos largos).

Los restos de fauna no aparecen muyalterados (excepto sus superficies cortica-les) y las modificaciones post-deposiciona-les son, en apariencia, escasas. Se ha testa-do la posibilidad de una conservación dife-rencial de los huesos. Para ello se comparóla representación anatómica de los restosde bóvido y ciervo con los índices de den-

sidad ósea que se han publicado para esostaxones (LAM et al., 1999).La conclusión, respecto a la muestra de

fauna estudiada, es que no existe una con-servación diferencial en el conjunto de losrestos, directamente asociada a la densidadde los mismos.

Si consideramos los huesos largos de lasextremidades de los ungulados (Gráfico

4.3), en équidos y bóvidos hay más restos correspondien-tes al zeugópodo (parte inferior o distal), y una menor pre-sencia de los stylópodos (parte superior o proximal de la

extremidad). Frente a esto, en los huesos de cabra y ciervoson -ligeramente- más abundantes los stylópodos.La distribución de las partes de la extremidad de

bóvidos y équidos recuerda a la observada en Chez-Pinaud, donde el desequilibrio es más acusado (BEAU-VAL, 2004). En aquel yacimiento Musteriense de laCharente, además, se puede observar una preferencia porlas esquirlas de los zeugópodos, como soportes para losretocadores.

Hay dos consideraciones adicionales a realizar eneste aspecto. En primer lugar, matizar que la diferencia enla proporción de zeugópodos y stylópodos es pequeña

(Tabla 4.3), sobre todo en la especie mejor representada(Bos), lo que aconseja prudencia a la hora de buscar unaexplicación tecnológica o subsistencial al fenómeno.

Pero, por otro lado, no debe soslayarse la cuestión

51

 Millán Mozota Holgueras

Gráfico 4.1 Distribución de las partes anatómicas(Craneal/postcraneal) Niveles B-C-D

0%

10%

20%

30%

40%50%

60%

70%

80%

90%

100%

Capra Pyr. Cervus El. Equus cab. Bos/bison

Postcraneal

Craneal (no

dentario)Craneal restosdentarios

Tabla 4.3 Niveles B -C-D Axlor. Distribución de los huesos de las extremidades.

Total CAPRAPYR.

CERVUSEL.

EQUUSCAB.

GRANBÓVIDO

Metápodos 141 28 60 6 45

Huesos largos de la parte proximal (superior) de la extremidad (stylópodo)  

FÉMUR 71 15 13 6 36

HÚMERO 113 10 39 4 58

S

u

b

 

t

o

o

t

a

l

:

 

184 25 52 10 94

Huesos largos de la parte distal (inferior) de la extremidad (zeugópodo)  

 TIBIA 149 19 40 14 73

RADIO 47 11 4 8 24

ULNA 10 1 1 2 6

S

S u

u b

b  

- t

t o

ot

t a

a l

l :

:  

 

206 21 45 24 103

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de que el stylópodo es la parte de la extremidad más ricaen paquetes musculares y, por tanto en nutrientes. Por lotanto, una mayor representación del zeugópogo (menos

rico en su valor alimenticio, pero a menudo elegido comosoporte óseo), por escasa que sea, debe abordarse como unsesgo significativo.

Esta mayor presencia de la parte inferior de laextremidad, entre bóvidos y équidos, puede estar tambiénrelacionada con una fragmentación diferencial de uno yotro segmento, cuestión que exploramos, desde un puntode vista tecnológico, en el epígrafe dedicado a la obtenciónde los soportes de los retocadores arqueológicos.

Por otro lado, los restos de metápodos son muyabundantes en la muestra (gráfico 4.3), en particular los decabra y sobre todo ciervo (y en menor grado los de bóvi-do).

Las industrias líticas musterienses:

El utillaje de piedra tallada de Axlor ha sido estu-

diado por J. Ríos, que abordó el estudio de los niveles

superiores de la secuencia (B-D) en su Trabajo deInvestigación de Tercer Ciclo (RIOS GARAIZAR, 2004).Adicionalmente, en el transcurso de las recientes excava-

ciones (2000-2006) y el procesado y análisis en curso delos materiales, se han caracterizado los niveles inferioresde la secuencia.

Con anterioridad a estos trabajos, A. Baldeónestudió la industria lítica de las excavaciones de J. M deBarandiarán, para su tesis doctoral presentada en 1980,pero los resultados fueron publicados algún tiempo des-pués (BALDEÓN, 1999). Ese estudio parte de un enfoquetipológico, tipométrico y tecnológico basado en Bordes,

Laplace y Bagolini. En su estudio, se da una visión demonotonía y continuidad en las industrias. Los nivelesinferiores y superiores de la secuencia sólo se diferenciarí-an por matices, como la hiperespecialización en raederasdel nivel III, el aumento del recurso al sílex a lo largo de lasecuencia, o la mayor presencia Levallois en los nivelesinferiores.

Los estudios recientes del equipo de Axlor (RIOS

GARAIZAR, 2004; GONZÁLEZ URQUIJO et al., 2005)

52

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

0%20%40%60%80%

100%

BISON

CAPRAPYR.

CERVUSEL.

EQUUSCAB.

BOS/ 

Gráfico 4.2: Distribución de las partes anatómicasdeterminadas, del esqueleto postcraneal

Carcasa (sincráneo)

Extremidades

Gráfico 4.3: PRESENCIA DE LAS PARTES PROXIMAL/DISTAL DE LA

EXTREMIDAD, A PARTIR A LOS HUESOS LARGOS

0%

20%

40%

60%

80%

100%

CAPRA PYR. CERVUS EL. EQUUS CAB. GRAN BÓVIDO

STYLÓPODO(huesos largos)

ZEUGÓPODO(huesos largos)

METÁPODOS

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 Millán Mozota Holgueras

han evidenciado, a partir de nuevas técnicas de análisis, yal abarcar todo el proceso de la producción del utillaje, queesa imagen de monotonía no se puede seguir sustentando.

La captación de materias primas en Axlor secaracteriza una gran variedad litológica. Para la elabora-ción del utillaje de piedra se aportan al yacimiento rocassedimentarias (sílex, caliza, calcarenita y lutita), ígneas,como la ofita, basalto y vulcanita, metamórficas (cuarcita),

e hidrotermales (cuarzo lechoso).El material más abundante en la secuencia es el

sílex, seguido por las lutitas y los cuarzos, siendo las másescasas las cuarcitas y otros materiales puntuales.

El hecho de que el sílex no provenga de las inme-diaciones es de particular interés. Aunque es la materiaprima dominante en Axlor, el entorno inmediato es clara-mente deficitario en rocas silíceas. Los afloramientos másaccesibles están a distancias de más de 30 Km.(TARRIÑO, 2006). Los nódulos de sílex captados en elFysch costero provienen de entre 30 y 35 Km., y el resto(afloramientos de Urbasa, Treviño y Loza) está entre 40 y

50 Km. de distancia.Al considerar los cambios en la secuencia, se

detecta un fuerte aumento del sílex en los niveles superio-res, en los que supone más del 80%, mientras que en elnivel N su importancia es relativa (40%). Hay también unadiversificación y una afluencia mayor de materiales delSur en los niveles recientes (B-D), mientras que en N, lamayor parte del sílex proviene del Flysch (GONZÁLEZURQUIJO et al., 2005).

En el utillaje retocado, las materias primas repro-ducen el esquema del cómputo total de restos, con algunosmatices. En los niveles superiores, el porcentaje de sílexentre los útiles retocados es algo menor (70% frente a un80% de restos). La causa de esta ligera desproporción es elgran número de restos de lasquitas de sílex, producto delreavivado de las raederas Quina.

La cuarcita, presente en Axlor en cantidades muypequeñas, sigue la misma dinámica del sílex. Las otrasmaterias primas pueden encontrarse aún hoy en día en lasproximidades del yacimiento. Lutita, caliza, y calcarenitaprovienen del entorno inmediato. Las ofitas, vulcanitas ycuarzos se localizan a menos de 10 Km. de distancia.

La lutita es la materia prima local más abundante.

Se presenta en forma de nódulos relativamente heterogéne-os, con un grano fino a muy fino (tamaño de granos limo-arcilla). Su dureza es similar a la del sílex, porque suelepresentar cemento silíceo.

Lutita y cuarzos son poco abundantes en los nive-les superiores, pero en el nivel N su presencia es muchomayor (20% de lutitas y 30% de cuarzos).

Como se puede deducir de los datos, las rocasutilizadas en Axlor son muy variadas en su origen.Asimismo, son talladas y gestionadas de manera diferenteen cada caso, para aprovechar sus características específi-cas, como la dureza, el tamaño de los núcleos o la abun-

dancia en el entorno.En cuanto a la fabricación y gestión del utillaje, se

ha estudiado (RIOS GARAIZAR, 2004) para los nivelessuperiores (B-C-D) y, de un modo más provisional, para elN.

En ese último nivel (N), la explotación del sílexcombina dos estrategias diferenciadas. En primer lugar hayuna explotación situ de núcleos Levallois de pequeño

tamaño, con una talla muy intensiva, que produce soportesincluso menores de 2 cm., que son planos y de morfologíaque tiende a lo cuadrangular. En paralelo a dicha explota-ción, se aportan útiles de mayores dimensiones, que lleganconformados al yacimiento. Son útiles característicos, rae-deras y puntas. En cuanto a las puntas, el análisis funcio-nal revela que una porción importante de las mismas formóparte del armamento de caza (RIOS GARAIZAR, en pren-sa).

La explotación de la lutita en el nivel N sigueesquemas centrípetos. Se fabrican, sobre todo, raederas, ylos soportes son, en general, mayores que los de sílex. En

el caso del cuarzo, se utilizan bloques pequeños, consecuencias de talla cortas. Tiene la menor proporción deutillaje retocado, en el que destacan las raederas.

Para la parte superior de la secuencia, los nivelesB y D son similares, con una organización pareja de la pro-ducción, aunque algunas variaciones y matices entre ellos.

El sílex es aportado al yacimiento en grandessoportes Quina, que son transformados en raederas. Esaspiezas son utilizadas intensamente, y son objeto de un con-tinuo reavivado, que produce altos porcentajes de restos deretoque.

Dentro de esa dinámica de reavivado, se docu-menta el aprovechamiento de ciertas lascas de reavivado,producidas intencionalmente dentro de los procesos demantenimiento de las raederas. Estas lascas son posterior-mente retocadas y componen una nueva generación de uti-llaje (RIOS GARAIZAR, 2004). Este rasgo es muy marca-do en el nivel B y en el C, respecto al nivel D, donde hayuna menor selección de lascas de reavivado, para produciresta nueva generación de útiles.

En el apartado de las materias primas locales, sebuscan formatos complementarios de la producción desílex. En el nivel D se recurre, sobre todo, a la lutita. En

general se talla en soportes similares a los del sílex, perocon formatos más grandes. Por su parte, en el nivel B seutilizan el cuarzo y la lutita para obtener soportes específi-cos: grandes y espesos de cuarzo, y alargados y finos de lalutita.

El retoque en la industria lítica de los niveles B-C-D

Como último apartado del estudio de la industrialítica, es necesario entrar a considerar, con cierto detalle, elpapel del retoque y de los útiles retocados en los nivelessuperiores de la secuencia. Estas observaciones serán recu-

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Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

peradas, más adelante, a la hora de analizar la cadena ope-rativa de los retocadores de hueso, y su relación con el pro-ceso de conformación y reavivado del utillaje lítico.

El utillaje sobre el que se han llevado a cabo tare-as de retoque es, sobre todo, el de sílex. El material retoca-do está compuesto, en primer lugar, por las raederas Quina,y junto a ellas dos conjuntos complementarios. En esosotros sub-conjuntos, por una parte, están las lascas de rea-vivado que se reaprovechan como útiles (junto con otraspiezas en sílex, planas y de filos agudos) sin retoqueQuina. Y por otro lado están las piezas retocadas de otrasmaterias primas.

Mientras que las raederas Quina se retocan por elsistema homónimo (y producen frentes retocados espesos,

filos re-entrantes, y un perfil escamoso- escaleriforme), las

lascas de reavivado son -por lo general- delgadas, con filosagudos, a los que se aplica un retoque simple.

En los niveles B y C hay una producción másespecífica de lascas de reavivado, que probablemente seobtienen con cierta preparación, para ser utilizadas comosoportes retocados. Eso lleva a plantear que las tareas deretoque simple, sobre las lascas de reavivado sean, en pro-porción, algo más importantes en el conjunto del utillaje delos niveles B-C (respecto al D).

En cuanto al cuarzo, en estos niveles superioresapenas hay retoque, y cuando se realiza es de aplicaciónsomera, buscando la regularización del filo. La lutita tam-bién es retocada sólo en ocasiones, de manera más o menosexpedita, para prolongar la vida de los útiles.

Figura 18: Utillaje retocado fabricado sobre lascas de reavivado. Nivel D. Según RIOS GARAIZAR, 2004.

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Dentro del conjunto de la industria ósea del yaci-miento de Axlor, los retocadores sobre esquirlas diafisiá-rias forman el grupo más relevante en número. Se han estu-diado 183 para los niveles B-C-D, en el momento actual delas investigaciones.

La mayor parte de esos útiles provienen del nivelD. Dicho estrato, como explicamos en el capítulo dedica-do al contexto arqueológico de Axlor, está formado -casien su totalidad- por una acumulación de restos óseos.

Además de los retocadores, se han hallado otrosejemplos de industria ósea en el yacimiento. Se trata, en lamayor parte de los casos, de artefactos que hemos denomi-nado "alisadores", a modo de hipótesis funcional. Dichosútiles se caracterizan por tener un extremo que muestrahuellas de desgaste y abrasión de origen antrópico: pulidosy, en algunos casos, estrías asociadas en la periferia de lazona de utilización.

A continuación se ofrecen los resultados los aná-lisis realizados sobre todo el conjunto de las evidencias, enlo que se refiere a la parte superior de la secuencia (nive-les B-C-D).

Industrias óseas del nivel D

 Retocadores:

En el momento actual de las investigaciones, hay150 restos categorizados como retocadores en el nivel D.De ellos 130 son retocadores completos (figuras 21.1 y21.2), y 20 son fragmentos de retocador.

Conservación:

- Integridad del material y conservación de las cor-ticales:

En este nivel, la fauna está bien conserva-da, en su mayor parte. No se detectan grandes fenó-

menos de fractura, erosión, o remoción postdeposi-

cional de los restos, pero sí una serie alteraciones presen-

tes que afectan (en parte de la muestra) a la lectura de lashuellas tecnológicas. Estas alteraciones se concretan endos grandes grupos. Por un lado huellas de la circulaciónde agua por el estrato, como elemento erosivo, con desgas-tes de las corticales del hueso; y pulidos y redondeamien-tos, muy ocasionales, de algunos elementos. Y por otro,huellas más ocasionales, de alteraciones mecánicas porcontacto entre los propios restos, relacionadas con el piso-teo y el llamado "arrastre en seco", del fr. "charriage à sec"(D'ERRICO y GIACOBINI, 1988), de los huesos. Conmenor incidencia, otros procesos tafonómicos afectan alhueso en el nivel D, como la presencia de concreciones ymineralizaciones en la cortical (tabla 5.2). En este estrato,como en el resto de los niveles superiores, no se conservanevidencias de alteraciones térmicas sobre el hueso.

Desde el punto de vista tecnológico, uno de losaspectos más relevantes, en lo referente a la lectura de lashuellas tecnológicas, es el grado de erosión que ha sufridocada soporte. Así, se han dividido los retocadores según elestado de alteración de la cortical, en dos categorías (tabla5.1). Por una parte se agrupan aquellos soportes en los quelas alteraciones tafonómicas no afectan, de manera signifi-

cativa, a la lectura de las huellas de uso (cortical no altera-da). Y la denominación "cortical alterada" reúne aquellosretocadores en los que las alteraciones dificultan la lecturade las huellas tecnológicas, al haberlas modificado y, en

algunos casos, destruido en parte o en su totalidad. La tabla5.1 refleja el estado general de conservación de los retoca-dores, y se puede apreciar que algo más de la mitad(54,66%) presentan unas corticales muy bien conservadas.Pero no así el 45,33% restante.

55

Capítulo 5: Las industrias óseas de Axlor,niveles B-C-D.

Tabla 5.1Retocadores

Cortical alterada % Cortical noalterada

%

Nivel D 68 45,33 82 54,66Nivel C 6 60 4 40Nivel B 12 52,17 11 47,83

Tabla 5.2Retocadores

Presencia demineralizaciones/concrecciones

%

Nivel D 38 25,33Nivel C 6 60Nivel B 5 21,73

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Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Figura 20.1 Pseudo-artefacto AX.G8.2.8 del Nivel D, cara medular.

Figura 20.2 Pseudo-artefacto AX.G8.2.8 del Nivel D, cara cortical.

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 Millán Mozota Holgueras

Figura 21.1 Retocador óseo del Nivel D.

Figura 21.2 Retocador óseo del Nivel D.

Figura 22.2 Raspado sobre retocador,

adyacente a la zona de uso (del Nivel D).

Figura 22.1 Raspado sobre retocador(del Nivel D) en la zona de uso.

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Los retocadores de Axlor se presentan, en su

mayor parte, completos (tabla 5.3), pero en algunos casoshan aparecido también en forma de fragmentos de retoca-dor. En dichos casos, es muy difícil determinar el momen-to de fractura. Pero en bastantes casos esa rotura pareceasociarse al uso, antes que a la fractura postdeposicional(lo abordaremos en mayor detalle más adelante, al referir-nos a los estigmas de uso de los retocadores). En cualquiercaso, cabe destacar que en el nivel D, en torno al 87% delos retocadores hallados están completos.

- Huellas de carnívoros:

Son muy escasas, tan solo se detectaron tres posi-bles casos de marcas de roído entre los soportes de losretocadores del nivel D (y tan solo una de ellas suficiente-mente clara para ser atribuida sin dudas a un carnívoro). Entodo caso, parece que el acceso de carnívoros a los restosno es un agente de particular relevancia en la tafocenosis

de Axlor (ver el epígrafe dedicado a la fauna, con anterio-ridad).

- Pseudoartefactos:

Se halló un fragmento de costilla de herbívoromediano, de 105 mm. de longitud, 23 de anchura y 7,62 deespesor (AX.G8.2.8.54). Tiene algunos raspados no aso-ciados a la hipotética zona de uso. La conservación delhueso es regular, presentando la cortical un marcado gradode alteración. Dado que el principal elemento para consi-derarlo (a priori) como útil es morfológico, y las erosionessuperficiales no permiten observar huellas de uso, la atri-bución de este artefacto como utillaje es inviable (figuras20.1 y 20.2). Por ello, en el momento actual de las investi-gaciones, nos inclinamos a considerarlo másbien como un pseudoartefacto. Se ha recogidoaquí su descripción, no obstante, como ejemplode las dificultades que puede plantear el reco-nocimiento de artefactos de hueso delPaleolítico medio.

- Huellas tecnológicas no asociadas al uso de retocadores:

En los retocadores se detectaron, además de losestigmas derivados de su uso, una serie de huellas tecnoló-gicas, relacionadas con las labores de carnicería; es decircon el procesado de la fauna para aprovechar los recursosalimenticios (tabla 5.4). En el nivel D, en torno al 17% delos retocadores presentan huellas de percusión masiva,relacionada con la fractura de las diáfisis, y el 38% tienenmarcas incisas, de corte (figura 22.3), producidas por unfilo lítico.

Mención aparte merece el caso de los raspados,detectados en 47 de los retocadores y fragmentos del nivel

D (figuras 22.1 y 22.2). En ese grupo de soportes, se hapodido determinar, por la posición de las huellas y direc-ción de los trabajos, que al menos 16 de los raspados nopresentan ninguna relación con el uso como retocador, yse asocian a tareas de preparación carnicera (tabla 5.5).

Obtención y selección de los soportes:

La fase de obtención y selección de los soportesse ha estudiado a partir de dos aspectos de análisis diferen-ciados, que después se integran para dar una explicacióncompleta del proceso tecnológico. En primer lugar se estu-dian las dimensiones morfométricas de los retocadores(longitud, anchura, espesor, índices de curvatura y alarga-miento, y peso). Estos resultados se integran con la segun-da parte del análisis, centrado en el origen anatómico ytaxonómico de las piezas.

- Morfometría:

Se han comparado tres elementos de evidencia

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Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Tabla 5.3Retocadores

Retocadorescompletos

% Fragmentos deretocador

%

Nivel D 130 86,66 20 13,33Nivel C 7 70 3 30Nivel B 22 95,77 1 4,33

Tabla 5.4Retocadores

Total Huellas depercusión masiva

% Huellas incisas %

Nivel D 150 26 17,33 57 38Nivel C 10 3 30 4 40

Nivel B 23 3 13,04 7 30,43

Tabla 5.5Retocadores

TOTALRASPADOS

RASPADOS DE TAREASDE CARNICERÍA

%CARN.

Nivel D 47 16 34,04Nivel C 4 4 100

Nivel B 2 0 0

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entre sí, para obtener una visión de conjunto de la morfo-metría: Las dimensiones de los propios retocadores, lascaracterísticas del conjunto de esquirlas de fauna del nivelD, y los resultados del programa experimental.

Desde el punto de vista de la morfometría des-criptiva, los soportes de los retocadores son esquirlas alar-gadas, que provienen en su mayor parte de diáfisis óseas deungulados. Miden, en sus valores medios, unos 9 cm. delongitud, 3 de ancho (4 si medimos la anchura sobre la caracortical, siguiendo la curvatura del hueso), y en torno a 1cm. de espesor máximo. El peso medio es de unos 28 gra-mos (tabla 5.6).

En el programa experimental se abordó el estudiodel procesado del hueso, tanto en estado seco como enfresco. A partir de los resultados de la experimentación, yde los estudios sobre las diferencias del hueso seco y fres-co (BONNICHSEN y SORG, 1989; VILLA y E.MAHIEU, 1991), se ha determinado que los restos óseosde Axlor, fueron fracturados, en la mayor parte de loscasos, en fresco. Esta constatación se apoya en la frecuen-cia de huellas características de la fractura de huesos fres-cos (conos de percusión, fracturas en espiral, "hacklemarks", biseles de fractura lisos o ligeramente recurvados,etc.). Dichas trazas de procesado de huesos frescos se han

detectado tanto en la fauna de Axlor, como en los propios

retocadores.Como se explicó en el Capítulo 3, los soportesobtenidos en el marco del programa experimental, respon-den en su valores tipométricos y morfológicos, a un crite-rio de selección coyuntural o "sin selección". Es decir, quese utilizaron unos criterios muy generales e inmediatos,dando uso a todos aquellos soportes obtenidos que permi-tían la realización de retoques sin grandes dificultades.

Con esa base, se consideran los retocadores delnivel D de Axlor, y se plantea la hipótesis de una obtencióncoyuntural de los mismos, recogidos de forma directa entrelos restos abandonados de la fauna procesada. Es decir, sin

apenas selección ni modificación de los soportes, y sin queexista un procesado específico de la materia prima paraeste fin.

De haberse producido en el nivel D ese modo(improvisado) de obtención de soportes, al comparar lasmorfometrías de los retocadores arqueológicos y los expe-rimentales, corroboraríamos la existencia unas regularida-des y paralelos en ambas muestras. Asimismo, si respondea dichas características, la muestra de los retocadores sedistribuirá, en cuanto a sus dimensiones, de forma más omenos aleatoria, dentro del conjunto de las esquirlas defauna del nivel D - considerando las de un cierto tamaño,

mayores de 40 x 15 mm, que pueden ser utilizadas como

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 Millán Mozota Holgueras

Figura 22.3 Detalle de huellas incisas de corte, producidas por un útil lítico (Nivel D).

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retocadores.

Las medidas más destacadas para el estudio de lamorfometría de los soportes son la longitud, la anchura(recta y cortical), el espesor, y los índices de alargamientoy curvatura (para más detalles sobre los índices, ver elapartado dedicado al programa experimental). El peso esun valor relevante dentro de cada muestra, siempre que nose comparen los valores arqueológicos y experimentales,en términos absolutos. Es importante en términos tecnoló-gicos, como medida relacionada con la masa del percutor.Condiciona los trabajos que, potencialmente, se puedenrealizar con ese soporte. Pero, como es lógico, el peso delos retocadores arqueológicos no puede ser comparado en

la misma escala con los soportes de la experimentación,dado que los primeros han sufridoun proceso de fosilización. Dichoproceso puede haber variado deforma significativa el peso originalde las esquirlas (aunque la masaseguirá estando en relación a lasdimensiones y la densidad delhueso).

En cuanto a la longitud,espesor y anchura de los soportes,los gráficos 5.1 y 5.2 ya nos mues-

tran la existencia de varias diferen-cias significativas entre los distintos conjuntos considera-dos. Por un lado, el grupo de los retocadores completos sediferencia con claridad de las dimensiones obtenidas en unmuestreo de esquirlas de fauna del nivel D. A ello se sumaque, la mayor parte de las esquirlas de fauna son, de hecho,fragmentos mucho menores en su tamaño.

En el muestreo realizado, se separaron las esquir-las diafisiárias mayores de 40 x 15 mm., de una muestratomada aleatoriamente del nivel B, en tres sectores (cua-drículas de 50 x 50 cms.) de la excavación. Sólo el 4,44%de las 2387 esquirlas resultaron ser mayores de 40 x 15

mm (tabla 5.7; gráficos 5.1 y 5.2).

Según los datos, y con las precauciones queimplica el carácter limitado del muestreo, habría que con-siderar a los retocadores como valores residuales de la dis-tribución de la fauna. En cuanto a los conjuntos experi-mentales, muestran una dispersión más identificable conlos soportes arqueológicos, pero con dos sub-grupos dis-tintos, formados por los restos de bóvido y de ciervo.También hay otras diferencias, entre retocadores experi-mentales y soportes arqueológicos

Recordamos en este punto que la muestra experi-mental de restos de Cervus, al estar ausentes los metápo-dos, carece de la representatividad necesaria para compa-

rar, directamente, con los soportes de Axlor.

La diferencia más importante es que la morfome-tría sugiere una mayor homogeneidad y búsqueda de unamorfología predeterminada, entre los retocadores arqueo-lógicos. Es decir, podría darse una búsqueda de formas ydimensiones determinadas, frente a lo heterogéneo de lamuestra experimental.

La longitud (gráfico 5.1) es un valor algo varia-ble, y sus rangos de dispersión parecidos entre los retoca-dores experimentales y arqueológicos. Pero, según el grá-fico, el valor de la longitud es aún más heterogéneo entrelos soportes experimentales, por la falta de selección.

60

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Tabla 5.7: NIVEL D, MUESTREO DE LAS ESQUIRLAS mayores de 40 x 15 mm.106 esquirlas (4,44% del muestreo, el 95,56% restante es menor de 40 x 15 mm.)LARGO ANCHO ESPESOR

MEDIANA MEDIANA MEDIANA

49,8 21,06 7,23

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

53,86 21,93 7,64

DESVIACIÓN ESTANDAR DESVIACIÓN ESTANDAR DESVIACIÓN ESTANDAR

13,83 5,03 2,70

Tabla 5.6 Formatos de los retocadores arqueológicos. NIVEL D - completos (130)  LONGITUD ANCHURA ANCHO

MAX CORT.ESPESOR PESO INDICE

CURV.INDICEALARG.

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

89,37 30,33 40,52 10,40 28,73 1,34 2,37

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

86,29 28,79 39 9,8 24 1,30 2,13DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

24,22 8,12 13,47 3,90 19,02 0,32 0,84CORRELACIÓN ANCHURA Y LONGITUD R2 PEARSON

0,33819483 0,11437574

CORRELACIÓN ANCHO CORTICAL Y LONGITUD R2 PEARSON

0,40786143 0,16635095

CORRELACIÓN ESPESOR Y PESO R2 PEARSON

0,60882303 0,37066548

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 Millán Mozota Holgueras

Gráfico 5.1 Formato de los soportes - Anchura y longitud

10

15

20

25

30

35

40

45

50

55

60

30 50 70 90 110 130 150 170 190 210

Longitud (mm.)

   A  n  c   h  u  r  a   (  m  m .   )

Muestreo fauna (D)> 40 mm. x 15 mm. Retocadores Nivel D completos

Experimental h. fresco bóvido Experimental h. fresco ciervo

Gráfico 5.2 Formato de los soportes, anchura y espesor

0

5

10

15

20

25

10 20 30 40 50 60

Anchura (mm.)

   E  s  p  e

  s  o  r   (  m  m .   )

Muestreo fauna Nivel D (>40 mm. x 15 mm.) Retocadores Nivel D completos

Experimental, h. fresco de bóvido Experimental, h. fresco de c iervo

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El gráfico 5.2 muestra unadispersión de anchuras y espesores, delos distintos conjuntos. Aquí podemosapreciar como los soportes experi-mentales son algo más anchos y másespesos que los soportes arqueológi-cos (excluyendo los de Cervus).

Por otra parte, cabe recordar

el hecho de que la mayor parte de losretocadores están completos para elnivel D (tabla 5.3). Eso autoriza aminimizar el papel de la fragmenta-ción post-deposicional como elementode sesgo en este apartado.

Por todo ello, planteamos, apartir de una primera comparación delos retocadores con las esquirlas defauna y el conjunto experimental, quepuede existir, o bien una muy fuerteselección de las mayores esquirlas producidas, o bien una

serie de mecanismos de producción de soportes. Esa selec-ción/producción se realizaría a partir de los huesos largosde ungulados, que permiten obtener esquirlas de un tama-ño y forma determinados. El análisis en profundidad de losdatos morfométricos de los retocadores del nivel D, juntocon los datos experimentales y de fauna, nos va a permitirverificar esta nueva hipótesis.

La comparación entre los retocadores del nivel Dy el referente experimental (del que hemos consideradosólo los conjuntos y sub-conjuntos en hueso fresco) nosmuestra, cierto detalle, las diferencias existentes entre unaobtención y selección coyunturales, y lo que se aprecia en

la muestra fósil.La morfometría de los soportes experimentales se

muestra como un conjunto bastante heterogéneo. Si consi-deramos los datos morfométricos, esto se refleja -en parti-

cular- en la longitud media, y en el índice de curvatura.Al considerar la longitud de los soportes en inter-

valos (gráfico 5.3) se hacen más evidentes las diferenciasentre los retocadores del nivel D, y los obtenidos experi-mentalmente sobre huesos frescos de  Bos. El gráfico nosmuestra como, los criterios de escasa selección aplicadosen la experimentación dan lugar a una distribución diferen-te, más heterogénea, y con valores modales que se alejande los del nivel D. La agrupación de los valores de la lon-gitud, entre los retocadores arqueológicos, es mayor queentre los experimentales. Y, por otro lado, hay muchosmenos valores extremos hacia el final de la distribución.

El histograma de la longitud los retocadores del

nivel D muestra cierta voluntad de seleccionar longitudesregulares, aunque con bastante heterogeneidad en conjun-to. No parece que haya, por tanto, una selección muy fuer-te en la longitud, aunque si es mayor que la efectuada paralos soportes experimentales. Respecto a las esquirlas de

fauna, los retocadores son sensible-mente más largos y más regularesen esta variable (tablas 5.6 y 5.7).

Si consideramos la anchura delos soportes (gráfico 5.4) se apreciauna selección más fuerte respecto aesa variable. Los soportes experi-

mentales resultaron ser más anchosque los arqueológicos (y cabe recor-dar que no son más largos, en prin-cipio; es decir que no es simple-mente un conjunto de mayoresdimensiones). Existe una selección,de cierta intensidad, en ese aspecto,que lleva a elegir preferentementesoportes de una anchura concreta,entre 2 y 3 cms. En el histograma seaprecia, también, una segunda posi-ción modal, de menor importancia,

en torno al intervalo 41 a 45 mm, lo

62

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Gráfico 5.3 LONGITUD EN INTERVALOS

0

5

10

15

20

25

  4  1 -   5  0   m  m

   5  1 -  6  0   m  m

  6  1 -   7  0   m  m

   7  1 -  8  0   m  m

  8  1 -  9  0   m  m

  9  1 -  1  0  0

   m  m

  1  0  1 -  1  1

  0   m  m

  1  1  1 -  1  2

  0   m  m

  1  2  1 -  1  3

  0   m  m

  1  3  1 -  1  4

  0   m  m

  1  4  1 -  1   5

  0   m  m

  1   5  1 -  1  6

  0   m  m

  1  6  1 -  1   7

  0   m  m

  1   7  1 -  1  8

  0   m  m

  1  8  1 -  1  9

  0   m  m

   E   F   E   C

   T   I   V   O   S

NIVEL D - Retocadores completos

EXPERIMENTAL (BOS-FRESCO) *Selección coyuntural de los soportes

Gráfico 5.4 ANCHURA EN INTERVALOS

0

5

10

15

20

25

30

35

40

11-15mm

16-20mm

21-25mm

26-30mm

31-35mm

36-40mm

41-45mm

46-50mm

51-55mm

   E   F   E   C   T   I   V   O   S

NIVEL D - Retocadores completos

EXPERIMENTAL (BOS-FRESCO) *

Selección coyuntural de los s oportes

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 Millán Mozota Holgueras

que puede indicar que se busca, aunque en menor grado,esa segunda morfología. En todo caso, ambos conjuntos,experimental y nivel D, se revelan en la gráfica como muydistintos entre sí. Los datos de la muestra experimental tie-nen valores modales más altos (son más anchos, como diji-mos arriba), y no coincidentes con ninguna de las dosmodas observadas en el grupo del nivel D.

La anchura media de las esquirlas de fauna, mues-

treadas en el nivel D, es menor que la de los retocadores,como ya explicamos antes, y tiene una desviación estándarque es proporcionalmente mayor, lo que indica la mayorheterogeneidad de esa muestra (tablas 5.6 y 5.7). Este datotambién señala hacia una cierta normalización en la anchu-ra de los soportes, con una selección específica de lasesquirlas de unas dimensiones determinadas, y regulares.

El espesor de los soportes experimentales es, ensus valores medios, mayor que en los arqueológicos, perosus distribuciones son más o menos similares, con desvia-ciones típicas que son, en proporción, equivalentes.

Al explorar las diferencias en el índice de alarga-

miento de los soportes, entre los diferentes conjuntos con-siderados, cabe destacar que los retocadores del nivel Dson más finos y alargados, que los experimentales (tablas2.2, 2.4 y 5.6). Es decir, son formatos algo más "esbeltos"que los que se obtendrían de una selección coyuntural oimprovisada de esquirlas de fauna. Tambiénson más regulares en ese aspecto, con unamenor desviación estándar respecto a lossoportes experimentales (aunque, en términosabsolutos, la desviación estándar es alta).

El índice de curvatura de los retoca-dores del nivel D es menor que el de los expe-rimentales. La diferencia es significativa paralos rangos considerados (tablas 2.2, 2.4 y 5.6)y hace que los soportes arqueológicos seanmucho más planos. Además, la menor desvia-ción estándar de este grupo, señala a unamayor homogeneidad de la curvatura.

En cuanto al peso de los soportesarqueológicos, el histograma (gráfico 5.5) nosmuestra una distribución descendente quecomienza a partir del intervalo de los 11 a 20gramos. La gráfica parece indicar la existencia

de una masa mínima necesaria para realizar las tareas deretoque, que coincidiría con ese intervalo, que además es elvalor modal. Hay un pequeño número de retocadores quepesan menos de 10 gramos, por lo que se encuentran fueradel rango central de la distribución, y que podrían corres-ponder a usos en los que sólo se precise un retoque muyligero. También se aprecia la existencia de otro escasogrupo de efectivos en el final de la distribución, que pode-mos definir como retocadores muy pesados. Pero son tanescasos y heterogéneos que deben ser considerados, esta-dísticamente, como valores residuales. La masa máxima,dentro de la parte central de la distribución, se sitúa en

torno a los 50 gramos. La cuestión del peso está relaciona-

da con otro factor, el la densidad del hueso, que dependedel origen anatómico de la esquirla, y que tratamos másadelante.

Como balance, una vez analizada la evidencia,podemos concluir que los retocadores del nivel D respon-den a criterios de obtención y selección que no son arbitra-rios. Se diferencian de manera significativa de una mues-tra obtenida de manera coyuntural e improvisada. Dicha

selección de esquirlas parece centrarse en una morfologíaalargada, con una anchura muy regular, y una longitud algomás heterogénea, siendo los soportes particularmente pla-nos, con bajos índices de curvatura. Los retocadores tienentambién una masa mínima (en el conjunto arqueológico,unos 11 gramos), y máxima (unos 50 gramos) dentro de lascuáles se seleccionan la mayor parte de los soportes,dependiendo de las tareas a realizar - el valor modal sesitúa en el intervalo de los 11 a 20 gramos. Este peso estáen relación a la densidad del soporte, que viene condicio-nada por su origen anatómico.

Los resultados permiten descartar, como no váli-

da, la hipótesis inicial que planteamos, que consideraba losretocadores del nivel D como producto de una seleccióncoyuntural. La muestra arqueológica se diferencia neta-mente de los resultados de la experimentación y muestrauna serie de regularidades internas incompatibles con la

idea de una obtención improvisada.Por el contrario, la evidencia apunta a que existenfuertes criterios de selección de los formatos.

En este punto, la cuestión a discernir es si los ras-gos de las variables morfométricas (de los retocadoresarqueológicos) responden a una selección muy específicade los soportes, dentro de un conjunto muy rico en restosde fauna (nivel D); o bien se derivan de un procesado espe-cífico de determinadas partes del esqueleto animal, para laobtención de los útiles. Esta cuestión la abordamos en elsiguiente apartado, a partir de los datos aquí obtenidos, yal considerar el origen anatómico y taxonómico de los

soportes.

Gráfico 5.5 PESO EN INTERVALOS

0

5

10

15

2025

30

35

40

  1 -  1  0

   g   r  a  m

 o  s

  1  1 -  2  0 

  g   r  a  m

 o  s

  2  1 -  3  0 

  g   r  a  m

 o  s

  3  1 -  4  0 

  g   r  a  m

 o  s

  4  1 -   5  0 

  g   r  a  m

 o  s

   5  1 -  6  0 

  g   r  a  m

 o  s

  6  1 -   7  0 

  g   r  a  m

 o  s

   7  1 -  8  0 

  g   r  a  m

 o  s

  8  1 -  9  0 

  g   r  a  m

 o  s

  9  1 -  1  0  0

   g   r  a  m

 o  s

  1  0  1 +

   g   r  a  m

 o  s

Efectivos

Nivel D

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Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Ahora bien, la pregunta que cabe realizarse es larazón de la existencia de la selección (o producción) desoportes. Creemos que, en líneas generales, se puede rela-cionar con criterios técnicos, ligados a la utilización de losretocadores. Las principales variables que presentan mayorregularidad (y distancia respecto al conjunto experimental)son la anchura, el alargamiento del soporte, y el índice decurvatura. Alargamiento y anchura se pueden explicar en

términos de prensibilidad, y búsqueda de un formato ytamaño adecuado a las tareas de retoque. Es decir, la nece-sidad de obtener formas que se acomoden a la sujeción enla mano del tallador, y a los gestos implicados en las tare-as de percusión, que se van a realizar.

La búsqueda de formatos planos, se puede expli-car también en parte por estos términos: una excesiva cur-vatura dificulta la prensión, y una forma cóncava es prác-ticamente inviable. Pero también se debe considerar laimportancia de presentar una zona activa plana o ligera-mente convexa, al filo del útil lítico que se retoca. Esto esmuy eficaz en determinadas tareas de retoque, como la

configuración de filos continuos y curvos. Las zonas acti-vas semi-planas permiten, en general, la obtención deextracciones más delgadas, y anchas en planta, si lo com-paramos con el efecto de retocadores cuyas zonas activasson más estrechas y curvas. En todo caso, este aspecto par-ticular de la morfo-potencialidad del útil debe ser conside-rado una hipótesis viable, hasta que pueda contrastarse conuna experimentación específica.

- Origen anatómico y taxonómico:

En un análisis preliminar, se ha estudiado (P.

Castaños, com. personal) el origen anatómico y taxonómi-co de 40 retocadores del nivel D. Dichos útiles, provienenen 25 de los casos de bóvido, 1 de herbívoro grande (pro-bablemente, también de bóvido), 10 de ciervo, 1 de cabray 3 de herbívoro pequeño sin determinar.

Entre los restos de Bos/Bison, dos son costillas yel resto provienen de huesos de las extremidades. De estosúltimos, 6 son huesos largos indeterminados, 3 fémures, 1radio, 10 tibias y 3 metápodos.

Para los retocadores en hueso de Cervus, el origenanatómico es, en todos los casos, un hueso de las extremi-dades. Hay tres huesos largos indeterminados, y el restoson metápodos (3 metatarsos, 2 metacarpos y 2 metápodosindeterminados).

De estas determinaciones provisionales, se pue-den obtener varias conclusiones, que deberán corroborarse,en todo caso, con el estudio del origen anatómico/taxonó-mico del resto de la muestra de retocadores. Los resultadosmuestran una importancia específica de ciertos huesoscomo soporte preferido para la obtención de los soportes.En el caso de los bóvidos, se trata de la tibia, y en los cier-vos, los metápodos.

Si cruzamos esta información con los restos de

fauna determinada del nivel D, también estudiada por

CASTAÑOS (2005), encontramos una cierta correspon-dencia con las esquirlas determinadas. Hay una mayor pre-sencia de restos de metápodos de ciervo, y partes del zeu-gópodo de bóvido.

En el caso del Cervus, el factor tafonómico puedetener cierta importancia, dado que los metápodos son hue-sos muy densos y resistentes, y se reconocen con facilidadincluso en estado muy fragmentario. Sin embargo, en el

caso de los bóvidos, en el nivel D aparecen restos de todaslas partes de la extremidad (metápodos, húmeros, radios,fémures y tibias) y sin embargo, un origen para el soporteresulta elegido de modo preferente (tibias). Es cierto quelas tibias son la parte anatómica de extremidad de bóvidomás veces determinada en Axlor: En la descripción de lafauna de Axlor, niveles B-C-D, se detectó una cierta abun-dancia, en los bóvidos, de los huesos largos del zeugópodo(parte inferior de la extremidad), frente a los huesos largosdel stylópodo (parte superior). Y esa abundancia relativarecae, en buena medida, en el importante porcentaje de res-tos de tibia (tabla 4.3). Pero, con todo ello y basándonos en

los datos actuales, creemos que la elección de la tibia pararetocar es, en proporción, muy superior a su presenciabruta.

Podemos afirmar que los estudios de los retoca-dores y la fauna, en el actual estado de las investigaciones,señalan a una selección preferente de determinados hue-sos, como soportes tecnológicos. Se trata de los fragmen-tos de tibia de bóvido, y los metápodos de ciervo. Además,en general se prefieren los huesos del zeugópodo, frente alos del stylópodo de la extremidad animal.

Los fragmentos óseos que sirvieron como sopor-tes provienen -en esos casos- de porciones anatómicas

muy densas y resistentes. Se podría plantear la existenciade algún tipo de sesgo tafonómico, de conservación dife-rencial de los huesos más densos. Pero la representación delas partes del esqueleto presente en Axlor difiere, en gene-ral, respecto a un patrón de conservación diferencial de laspartes más densas (como explicamos en el apartado dedi-cado al contexto de la fauna de Axlor). En todo caso, ellimitado sesgo tafonómico del conjunto de la muestra no essuficiente para explicar la presencia de determinadas par-tes anatómicas entre los restos determinados (tibias) ymenos aún su marcada selección como retocadores.

Descartada una conservación con sesgo hacia loshuesos más densos, nos inclinamos a proponer una expli-cación en el ámbito tecnológico, que aúne los distintos ras-gos aislados hasta el momento. Los soportes son utilizadosen la elaboración y reavivado del utillaje lítico, labores quecondicionan el formato que se busca para los retocadores.Hay, por ello, una selección/producción de soportes espe-sos, densos y de un cierto tamaño y morfología, que estáintegrada en las tareas cotidianas de procesado de la faunay gestión del utillaje en piedra, de los Neandertales deAxlor. La obtención de soportes parte de la disponibilidadofrecida por el conjunto de la fauna consumida, y quizás

condiciona la forma en que se procesan los restos anima-

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les.Retomamos el dato de la existencia de una abun-

dancia relativa entre los restos de huesos, de fragmentos detibias de bóvido, respecto a otros huesos del zeugópodo, yde toda la extremidad en general (tabla 4.3). Es decir, haymás tibias representadas en la muestra de fauna consumi-da, respecto a otros huesos largos de las extremidades de Bos/Bison. Y, entre los soportes utilizados como retocado-

res (en proporción), los datos apuntan a que las tibias delNivel D son aún más abundantes.En nuestra opinión, estos datos señalan la existen-

cia de, o bien una aportación preferente al yacimiento delas tibias, o -con mayor probabilidad- un procesado espe-cífico de las tibias de Bos/Bison, que permite la obtenciónde fragmentos de mayor tamaño. Estos fragmentos grandesrepresentan en si mismos un sesgo analítico, ya que, amenudo, se pueden determinar en cuanto a la parte delesqueleto y el taxón. Esto les distingue de decenas de milesde otras esquirlas de fauna, no determinables.

Del mencionado procesado diferencial se obtie-

nen los fragmentos óseos que son utilizados como retoca-dores (y que forman, como se ha explicado, una poblaciónespecífica en cuento a sus dimensiones, mucho mayoresque el conjunto de las esquirlas de fauna). La selección dela tibia podría venir dada por la morfología, tamaño y den-sidad del hueso, que favorece la obtención de soportesgrandes, densos y plano-convexos. La densidad y el pesoson aspectos ya contrastados, pero los otros rasgos deberánser abordados, para su verificación, en un futuro cercano,mediante experimentación que detalle el modo de fracturade las tibias de grandes bóvidos. Podemos adelantar, comoprimeras observaciones, que entre los bóvidos la tibia pre-

senta una longitud mayor que el resto de huesos de lasextremidades. Y tiene varias facetas planas y plano-conve-xas.

Probablemente, además, pueda realizarse unafractura en la zona central de la diáfisis, que deje suficien-te materia ósea a ambas partes, como para obtener esquir-las de hueso de los dos fragmentos.

En el caso del Cervus, los mencionados aspectostafonómicos y de determinación, hacen imposible, en elactual momento de las investigaciones, discernir si existeuna producción específica, previa a la selección.

A la luz de los datos, concluimos que las regula-ridades en el formato de los restos de fauna (detectadas enel análisis cuantitativo de su morfometría) están en rela-ción a la producción y selección de los soportes. Existe unelemento de producción, que se materializa en el trata-miento diferencial de las diáfisis de las tibias (y, quizás,otros huesos largos) de los bóvidos. Este aspecto debe sercorroborado, como dijimos arriba, mediante la experimen-tación. Además, hay al menos una selección de metápodosde ciervo. Y, por fin, de manera más ocasional, existe unaselección (antes que producción) de otros huesos largos delas extremidades, y de costillas.

Los soportes más frecuentes, tibias de bóvido y

metápodos de ciervo, tienen varios rasgos morfológicosque pueden explicar su elección, como se ha adelantadoarriba. En ambos casos, son soportes densos, que provie-nen de huesos masivos, con espesores notables (en particu-lar los metápodos) y un formato más alargado de lo quecabe encontrar en el conjunto de las esquirlas de fauna. Enel caso de los metápodos de ciervo, probablemente sonseleccionados por su forma característica, con caras lisas y

una curvatura regular, que deja varias facetas aplanadas,sobre las que se concentran las zonas de uso.En las tibias de bóvido lo que se constata es que

son formatos regulares, pesados, y sobre todo, bastanteplanos. Esos soportes tienen un índice de curvatura entorno a 1,20 (frente al del conjunto de retocadores del nivelD, que es bastante más pronunciado, con un valor mediode 1,34 - tabla 5.6). Las tibias son huesos particularmentedensos, pero también se caracterizan por ser muy largos, ypresentar facetas alargadas, planas o plano-convexas en sucara cortical. La explicación de escoger las tibias comoelemento anatómico favorecido, que se procesa para obte-

ner retocadores, puede venir dada por esos condicionantesmorfotécnicos.En el apartado anterior se han esbozado las impli-

caciones funcionales que puede tener la morfología plano-convexa. En cuanto a la masa y densidad de los retocado-res, los datos apuntan a la búsqueda de un peso y densidadsuficientes para realizar un rango amplio de extracciones,dentro de las tareas de retoque, y quizás, producción deformatos líticos pequeños.

-Recapitulación:

Los retocadores del nivel D responden a criteriosde obtención que no son arbitrarios. Se diferencian demanera significativa de una muestra obtenida de maneracoyuntural o improvisada. Los rasgos específicos de lossoportes son: una morfología alargada (con una anchuramuy regular) y corticales muy planas, evidenciadas enbajos índices de curvatura. Tienen también una masa deter-minada, cuyo valor modal se sitúa en el intervalo de los 11a 20 gramos. La curtosis de la distribución del peso semuestra como un condicionante muy fuerte en contra delos más pequeños (gráfico 5.5).

Las regularidades se explican por las necesidadesmorfo-técnicas del utillaje, como el tamaño, la densidad yla morfología. Y se derivan del modo de obtención de lamayor parte de los soportes. Hay indicios de un procesadoespecífico de las tibias de bóvido (que podrían ser compro-bados experimentalmente), y de una selección de metápo-dos de ciervo.

Desde el punto de vista del comportamiento delos neandertales, las evidencias de los retocadores enAxlor, muestran varios aspectos que contradicen ciertasvisiónes de estas poblaciones. En particular, aquellas quecaracterizan al Neandertal como incapaz de comporta-

mientos de cierta complejidad (MELLARS, 2004; STRIN-

65

 Millán Mozota Holgueras

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GER y GAMBLE, 1993). Los elementos de selección yproducción documentados implican una gestión integral yplanificada de las partes de la carcasa animal aportadas al

yacimiento, desvelando una previsión más general de lasestrategias de subsistencia.Los datos indican la existencia una gestión espe-

cífica de parte de los restos óseos de fauna, para la produc-ción de un conjunto amplio de lascas o esquirlas óseas, deun tamaño adecuado para su uso como retocadores. Estecomportamiento implica una cierta previsión y planifica-ción de las tareas a realizar en el procesado de la fauna.Además, dicha producción y selección se refleja en unformato bastante regular de los rasgos morfotécnicos delos retocadores, como explicamos arriba.

Esta regularidad, producto de una serie de previ-

siones técnicas a la hora de elegir la parte anatómica, tra-bajar el hueso, y seleccionar los soportes, parece contra-decir ciertos presupuestos. Nos referimos a la argumenta-ción que se ha formulado para explicar las limitaciones,en el trabajo de la industria ósea, de los grupos neanderta-les (NOBLE Y DAVIDSON, 1996). La ausencia del con-cepto de forma final no parece compatible con la fuerteselección y los indicios de producción de soportes, evi-denciada en el estudio del nivel D. Sobre todo, porque enla gestión (fragmentación) de los huesos de fauna, parejaal procesado cárnico de la fauna consumida, parece que yaestá comprometida la obtención de soportes de retocado-

res, lo que indica una previsión anticipada de las formas

requeridas.La morfología/morfometría general y la densidad

del soporte son aspectos de selección importantes, perohemos visto como también es decisiva la delineación de laszonas activas. Se buscan formas plano-convexas, cuyaselección puede estar relacionada con las posibilidades queofrecen en las tareas de retoque.

La gestión preferencial del zeugópodo (parte infe-

rior) de los grandes ungulados, para la obtención de reto-cadores (frente a otras partes del animal) puede estar pre-sente en otros yacimientos sin que se haya reparado, hastael momento, en ello. La razón de este vacío vendría dadapor la ausencia de estudios tecnológicos sobre las indus-trias óseas musterienses. Este podría ser el caso de losniveles de Musteriense charentiense tipo Quina de Chez-Pinaud (BEAUVAL, 2004), o los de tipo La Ferrasie enArtenac (ARMAND y DELAGNES, 1998). En ChezPinaud hay una abundancia de retocadores cuyos soportesprovienen del zeugópodo (parte inferior de la extremidad)de grandes ungulados, en particular bóvidos. Y una situa-

ción paralela se da en Artenac, donde abundan los huesosdel zeugópodo, y muy especialmente, las tibias.

 Huellas y zonas de uso:

Aunque el estudio de la obtención y selección delos soportes ha permitido un primer acercamiento a lacuestión de la funcionalidad del utillaje, la principal línea

66

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Figura 23.1 Zona de uso muy lateralizadaen retocador del Nivel D.

Figura 23.2 Zona de uso ligeramente

lateralizada en retocador del Nivel D.

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de evidencia sobre este aspectoproviene del estudio traceológi-co de las zonas y huellas de uso.Al igualque en el caso experimental, lashuellas de uso se han estudiadocon microscopía de bajosaumentos (utilizando lupas

binoculares de gran profundidadde campo) y fotografía digitalintegrada en el visor, con lecturaen vivo desde un ordenador desobremesa.

- Zonas de uso:

Las zonas de utiliza-ción (figuras 23.1 y 23.2) hansido estudiadas en sus dimensio-nes, y posición, con el objetivo

de explicar estas acumulacionesde huellas de uso, en clave tec-nológica y funcional. De los 150retocadores (completos y parcia-les) del nivel D, 6 mostraban treszonas de uso, 32 eran retocado-res dobles, con dos zonas, 106 tenían una sola zona de uti-lización, y 6 presentaban huellas de uso, pero dispersas, sinque llegaran a formar una zona de utilización. Las zonas deuso se sitúan por lo general muy próximas a uno de los dosextremos del soporte, proximal o distal (gráfico 5.7). Estoderiva del uso del útil a modo de martillo, en percusión,

sujetándolo por uno de los extremos, y golpeando con elotro. En los retocadores dobles, las zonas de uso estánsituadas a uno y otro extremo del soporte, y cuando haytres zonas de uso, suele haber dos en los extremos y unatercera, de menor importancia, situada próxima a una delas anteriores. En los retocadores dobles, lo habitual es una

 jerarquización de la importan-cia de las zonas de uso: hay unaprincipal, algo más grande, conabundantes huellas de uso, ycon una superficie muy erosio-nada; y otra secundaria, conmenor intensidad de los estig-mas (gráfico 5.6).

En la realización delprograma experimental, comoaspecto cualitativo, se percibióque la acumulación de impre-siones de utilización provocauna erosión de las zonas de uso.Esta erosión hace menos efecti-va la percusión. Esa dificultadpuede soslayarse mediante eluso de otra zona para retocar, ocon el reavivado de la mismamediante la abrasión direccio-

nal (p.e. raspado). De los 47casos de retocadores que pre-sentan raspados (figuras 22.1 y22.2), 12 están directamenteasociados a las huellas de utili-zación y pueden explicarse

como parte de las tareas de reavivado.Las zonas más erosionadas son con frecuencia

aquellas que presentan "cúpulas" (figura 23.3) de uso,como se han descrito en el capítulo experimental. En elnivel D, 83 de los 150 retocadores y fragmentos presentanesas características "cúpulas" de uso (es decir, un 55% de

los soportes). Sin embargo, si consideramos el sub-conjun-to de los retocadores con dos o más zonas de uso, las"cúpulas" están presentes en las zonas de uso en 27 de 38(en torno al 71% de los casos). Para comprobar esta rela-ción entre "cúpulas" y número de zonas de uso, se ha rea-lizado un test del Chi-cuadrado (tabla 5.10).

El resultado indica laexistencia de una relación sig-nificativa entre ambas varia-bles, al umbral de significa-ción de 0.01. Este dato confir-ma que la presencia de cúpulasestá relacionada con la intensi-dad del trabajo y es uno de losfactores que condicionan elabandono de una zona de uso.

Para explicarlo endetalle: la existencia de cam-bios en la forma de sujetar elretocador deriva de una deci-sión tomada por el sujeto quelo emplea, a causa de la forma-ción de las cúpulas. Se forman

por la acumulación de impac-

67

 Millán Mozota Holgueras

Figura 23.3 “Cúpula de uso en retocador delNivel D (la pieza, además, ha

sufrido alteración postdeposicional)

Gráfico 5.6 TAMAÑO DE LAS ZONAS DE USO (NIVEL D)

0

5

10

15

20

25

30

35

40

0 10 20 30 40 50

LONGITUD (mm.)

   A   N   C   H   U   R   A   (  m  m .   )

Zonas de uso principalesZonas de uso secundarias

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tos que erosionan la superficie activa del útil, haciéndolomenos efectivo en el uso. Eso lleva a modificar la forma deprensión (a menudo, girándolo 180º y sujetándolo por elextremo opuesto), lo que tiene como consecuencia la for-

mación de una nueva zona de uso.Los retocadores con tres zonas de uso, es decir,

aquellos que tienen estigmas de una utilización más inten-sa, también presentan, en todos los casos, huellas de raspa-dos. En 5 de los seis casos las huellas se asocian a las zonasde uso. Esta asociación de estigmas señala la posible exis-

tencia de un grupo de útiles que han sido utili-zados de forma más intensa que el resto. Losraspados señalan a un fuerte reavivado de laszonas de uso, para alargar la vida de estos reto-cadores, reforzando esa idea de un uso másintenso.

Las zonas de uso de los retocadores delnivel D miden en torno a 20 mm de largo y 12

de ancho (gráfico 5.6), en sus valores medios,y se suelen situar, respecto al eje transversal,en la zona central del soporte, ligeramentelateralizados hacia la derecha. Esta lateraliza-ción es muy ligera, y sólo se aprecia con el tra-tamiento estadístico del conjunto de retocado-res (tabla 5.8; gráficos 5.8 y 5.10).

La lateralización hacia la derecha de laszonas de uso, presente en los retocadores del

nivel D, indica un uso predominante por parte de sujetosdiestros, al igual que los resultados obtenidos en la experi-mentación (tablas 3.1 a 3.6). El grado de lateralización pre-

sente en los retocadores arqueológicos del nivel D pareceindicar, por otro lado, un uso en el que predominan gestoscontrolados, bastante rectos, en los que la trayectoria delretocador hacia la pieza lítica no tiene una marcada incli-nación. Este tipo de gestos controlados, de trayectoriaspoco inclinadas respecto a la posición del sujeto, se ha aso-ciado a las distintas fases del retoque Quina (BOURGUIG-

68

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Gráfico 5.7 Posición de la zona de uso en eje vertical

0

10

2030

40

50

60

70

0 20 40 60 80 100 120

Distancia extremo proximal (mm.)

   d   i  s   t  a  n  c   i  a  e  x

   t  r  e  m  o   d   i  s   t  a   l   (  m  m .   ) Nivel D, todas las zonas de uso

Tabla 5.9: Nivel D, huellas de uso.

NÚMEROIMPRESIONESLINEALES

ORIENTACIÓN ENGRADOS(I. LINEALES )

LONGITUDMEDIA en mm.(IMPRESIONES)

ESTRIAS NÚMEROIMPRESIONESPUNTUALES

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO/MEDIANA

PROMEDIO/MEDIANA

24,71 82,58 2,76 3,80 / 2 0,96/ 0

MEDIANA MEDIANA MEDIANA PROMEDIO ENSOPORTES CONESTRIAS

PROMEDIO ENSOPORTES CONPUNTUALES

23 80 2,28 5,35 2,18

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

% PRESENCIAEN SOPORTES

% PRESENCIAEN SOPORTES

13,63 20,03 1,41 72 44

Tabla 5.8 : Nivel D, tipometría y localización de las zonas de uso

Long.zona deuso

Anchurazona deuso

Distanciaextremoizquierdo

Distanciaextremoderecho

Lateraliz. Lateraliz.seleccionada(soportes

más planos)

Distanciaextremoproximal

Distanciaextremodistal

MEDIA MEDIA MEDIA MEDIA MEDIA MEDIA MEDIA MEDIA

19,43 12,32 8,41 7,56 0,84 1,34 48,93 10,02

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

18,38 11,60 7,60 7 1,08 1,89 47,2 7,98

DESV.STD

DESV.STD

DESV. STD DESV.STD

DESV.STD

DESV. STD DESV.STD

DESV.STD

7,13 4,34 5,70 4,97 6,76 6,61 20,35 8,49

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 Millán Mozota Holgueras

Figura 24 Zona de uso con acumulación deimpresiones lineales (Nivel D).

Figura 25 Detalle de una impresión puntual(Nivel D).

Figura 26.1 Estrías asociadas a impresioneslineales de uso (Nivel D). 16x.

Figura 26.2 Más estrías asociadas a impresio-nes lineales de uso (Nivel D).12x.

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NON, 2001).

-Huellas de uso:

Las huellas de uso detectadas secategorizaron, a partir del referente experi-mental, como impresiones lineales, impresio-nes puntuales y estrías de utilización. La tabla

5.9 ofrece un resumen estadístico de dichascategorías para el nivel D. Las impresioneslineales (figura 24) han sido medidas en sulongitud, y su orientación respecto al eje prin-cipal del soporte, y se ha contabilizado sunúmero. La presencia -y número- de impre-siones puntuales (figura 25) y estrías (figuras26.1 y 26.2) han sido también registrados enel análisis. También se ha determinado la pro-porción de soportes en los que la reiteraciónde uso ha formado "cúpulas" o desconchadosmasivos en la zona de utilización (23.3).

Los retocadores tienen una media deunas 24 impresiones lineales por zona de uso,con una orientación en torno a los 80º, respec-to al eje longitudinal del soporte. La longitudmedia de las impresiones es de 2,76 mm (tabla 5.9). Lasestrías se constatan en 108 de los 150 retocadores, y lasimpresiones puntuales en 66 de los mismos. La presenciade ambos tipos de estigmas, sobre el mismo soporte, se da

en 56 casos.En este punto, cabe realizar una reflexión sobre el

sesgo que las alteraciones postdeposicionales pue-den introducir en la muestra estudiada. Los retoca-dores del nivel D están bastante completos (tabla5.3) pero en las corticales presentan un grado dealteración considerable (tablas 5.1 y 5.2). Dichosrasgos tafonómicos desaconsejan, a priori, recurrir

al referente experimental como elemento directo decomparación con las huellas de uso del nivel D.En otras palabras, aunque la conservación de la

fauna, en general, es buena, y la representación delas partes anatómicas no está sesgada, el estado de las cor-ticales no permite un estudio traceológico, con apoyoexperimental, de las huellas de uso en todas sus categorías.

Esto se debe a que la alteración de las superficies cortica-les, que no implica un sesgo en la representación de lamuestra anatómica, puede afectar de modo significativo ala legibilidad de los estigmas tecnológicos.

70

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Gráfico 5.8 Lateralización de las zonas de uso<-- Izquierda/Derecha -->

-30

-20

-10

0

10

20

30

1 51 101 151

Zonas de uso en soportes completos(efectivos ordenados por lateralización)

   L  a   t  e  r  a   l   i  z  a  c   i   ó  n   (  m  m .

Nivel D

Gráfico 5.9 No-Correlación de Impresiones Lineales yEstrías, Nivel D (Correlación: 0,29; R2 Pearson 0,08)

[Linea de Te ndencia Polinomial de tercer orden]

0

5

10

15

20

25

30

35

0 20 40 60 80 100

Impresiones Lineales

   E  s   t  r   í  a  s

Tabla 5.10: Análisis de Chi -cuadrado de las variables“Presencia de Cúpulas” y “Número de zonas de uso en los retocadores”  

PRESENCIA DE CÚPULAS AUSENCIA DE CÚPULASRETOCADORES 1 ZONA DE USO 49 57

RETOCADORES 2 O MÁS ZONAS 11 27

Prueba del Chi -cuadrado:

Chi-cuadrado (valor observado) 3,436

Chi-cuadrado (valor crítico) 2,706

GDL 1

p-value unilateral 0.64

Alpha 1

Conclusión: Al umbral de significación Alfa=0,010 se puede rechazar la hipótesis nula de independenciaentre las filas y columnas. Dicho de otro modo, la dependencia entre las filas y columnas es significativa .

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Las alteraciones no afectan por igual a todos losestigmas considerados. A dicho efecto, debemos conside-rar la profundidad y morfología de las huellas, que puedepermitir su supervivencia, a pesar de la alteración superfi-cial de las corticales del hueso.

En el presente estudiose ha considerado que el núme-ro de impresiones lineales, su

orientación en grados, y elnúmero de impresiones puntua-les, son variables menos afecta-das por las alteraciones superfi-ciales. Y por otro lado, las pre-sencia y número de estrías deuso y la longitud media de lasimpresiones puntuales sonaspectos que resultan afecta-dos, en gran medida, por elmencionado sesgo tafonómico.

El número de impre-

siones lineales (por zona deuso) muestra una distribucióncon valores modales en elintervalo de 21 a 30 efectivos,con una cola que agrupa uncierto número de valores superiores a 50 impresiones. Elhistograma (gráfico 5.11) puede reflejar un uso muy inten-so de determinadas zonas y soportes, en momentos puntua-les, junto a una utilización de intensidad media como modo

predominante. El sesgo tafonómico y la relación decre-ciente entre número de impactos reales y número de hue-llas -según se explica en el apartado del programa experi-mental- lleva a plantear que sólo se ha documentado unaproporción limitada de los trabajos de retoque, a partir de

huellas presentes en la muestra.

La abundancia relativa de impresiones linealespor zona de uso, no está relacionada con la presencia deestrías e impresiones puntuales (gráfico 5.9), en lo que serefiere a la muestra arqueológica del nivel D. La presenciadel sesgo tafonómico llama a la prudencia antes de realizar

inferencias tecnológicas de esta escasa correlación.La longitud de las impresiones lineales es un

aspecto que, de nuevo, es susceptible de un sesgo conside-rable, dada la alteración de las corticales. Las huellas del

nivel D, presentan un valor pro-medio de 2,76 mm de largo(mediana en 2,28), pero el valor

modal de su distribución sesitúa en el intervalo de 1,6 a 2mm.La orientación media de lasimpresiones de uso se sitúa entorno a los 80º (gráfico 5.10).Esta orientación es casi perpen-dicular al eje longitudinal delsoporte, lo que significa que lashuellas tienen una angulaciónpredominante que es sub-para-lela al eje transversal. La orien-tación depende, como explica-mos en el apartado experimen-tal, de las posiciones relativasdel retocador y la pieza lítica, enel momento del impacto. Yestas posiciones dependen, a su

vez, del modo de prensión de ambos útiles, y de la trayec-toria de percusión. La orientación predominante en losretocadores del nivel D parece indicar unos trabajos reali-zados con gestos controlados, con una escasa lateraliza-ción. La lateralidad, como explicamos en el apartado ante-

rior, es propia de un sujeto diestro, que imprime una tra-

71

 Millán Mozota Holgueras

  Gráfico 5.10: Lateralización de la zona de uso/orientación de las impresiones,

30

60

90

120

150

-20 -15 -10 -5 0 5 10 15 20

<-- Izquierda (LATERALIZACIÓN) Derecha -->

   O

   R   I   E   N   T   A   C   I    Ó   N   (  g  r  a   d  o  s   )

Nivel D Lineal (Nivel D)

Grafico 5.11: Número de impresiones

en cada zona de uso, por intervalos

0

10

20

30

40

50

60

70

1 A 10 11 A 20 21 A 30 31 A 40 41 A 50 51 A 60 61 o más

Nivel D

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yectoria ligeramente oblicua, al gesto de golpear con elretocador. Orientación y lateralidad son compatibles conlos condicionantes técnicos del retoque Quina.

Las estrías (figuras 26.1 y 26.2) aparecen en el72% de los retocadores, y hay una media de casi 4 estríaspor soporte (tabla 5.9). Este valor aumenta a algo más de 5estrías por soportes si consideramos sólo los retocadoresen que aparecen estos estigmas.

Las impresiones puntuales (figura 25) se dan en el44% de los soportes y coinciden, en un alto número decasos, con la presencia de estrías: Hasta 55 de los 66 sopor-tes con huellas puntuales presentan también estrías. Hayuna media de una impresión puntual por soporte, conside-rando todo el conjunto del nivel D, y dos si consideramossólo los soportes con este tipo de huellas.

Como adelantamos arriba, la existencia de ungrado considerable de alteración, en las superficies cortica-les de los retocadores desaconseja el tratar de inferir com-portamientos técnicos de detalle del conjunto de huellas, aun nivel estadístico y cuantitativo (contrastándolo con el

programa experimental). Sí que podemos subrayar la claraindependencia del número de impresiones lineales, respec-to a la aparición y número de los otros tipos de estigma. Laausencia de correlación entre impresiones lineales, y porotro lado, estrías e impresiones puntuales se interpretacomo producto de tareas de tipo Quina, y no de retoquesimple. Esta interpretación es tentativa, y se fundamenta en

los resultados del programa experimental. Además, eserasgo se suma a los ya explicados, la lateralidad de laszonas de uso y la orientación de las impresiones lineales.Los resultados del análisis de dichas variables también soncompatibles con una importancia de los trabajos Quina.

Se ha estudiado también posibilidad de la fractu-ra de los soportes durante el uso. Los soportes fracturadosen el nivel D (13,33% del total, tabla 5.3) siguen -en la

mayor parte de los casos- los mismos patrones de fragmen-tación. Se trata de fracturas en el eje transversal, situadasen la parte inferior de la zona de uso, o justo por debajo dela misma. O bien, son fracturas longitudinales cuya líneade fisuración divide en dos mitades a dichas zonas.

En un caso, se detectó una fractura latente del pri-mer tipo, en uno de los retocadores. Este patrón nos llevaa plantear, como hipótesis, que la mayor parte de los reto-cadores fracturados hallados en D, lo fueron en las tareasde utilización, o bien esas tareas produjeron fracturaslatentes que se manifestaron posteriormente, a lo largo delos procesos postdeposicionales que afectaron al estrato.

La experimentación en trabajos de retoque, en la que seprodujeron varias fracturas de uso similares a las descritas,apoya esta hipótesis.

- Recapitulación:

Nos encontramos con un conjunto que presenta

72

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Figura 27 Densidad de retocadores por sectores de 50 x 50 cms. (Nivel D).

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dificultades a la hora de inferir los tipos específicos detareas de retoque realizadas, a partir de las huellas de uso.La abundancia y tamaño de las huellas impresas puedenverse sesgados por las alteraciones superficiales de los res-tos óseos, en distinto grado. En líneas generales, creemosque puede existir a una fuerte subestimación del conjuntode estigmas a partir de las evidencias cuantificadas en elestudio. Del mismo modo, la relación entre los distintos

tipos de estigmas (impresiones lineales, puntuales y estrí-as) no puede ser juzgada con precisión, por el sesgo tafo-nómico.

La información contextual de la industria lítica, yalgunos rasgos del conjunto (intensidad de uso, peso y den-sidad de los retocadores, ausencia de correlación entreestrías, impresiones puntuales e impresiones lineales)sugieren que buena parte del conjunto está vinculado a lostrabajos de retoque Quina, sobre piezas líticas de sílex.

La posición de las zonas de uso, y la orientaciónpredominante de los estigmas señalan una ligera lateraliza-ción de los trabajos de retoque, con un gesto más bien con-

trolado, y ligeramente oblicuo. Las percusiones debieronser realizadas, en la mayor parte de los casos, por un suje-to diestro que sostiene el percutor en la mano derecha; y lapieza lítica, frente a él, en la mano izquierda.

La trayectoria de la percusión, cuya curvatura ylongitud varía en función del retoque a realizar, sería dearriba abajo y con un leve desplazamiento de derecha aizquierda, hasta impactar en el útil lítico. El ángulo de reto-que (posición en el que la zona activa del retocador impac-ta con el filo lítico) varía en función de los resultados espe-cíficos que se esperan de cada percusión. Pero, en conjun-to, se mantiene una cierta oblicuidad o inclinación, produc-

to de la trayectoria impresa al percutor. Para el nivel D, losgestos inferidos son los adecuados, en líneas generales,para el retoque Quina.

Los retocadores fracturados presentan patronesque señalan a una rotura durante el uso, en la mayor partede los casos. Se observan fracturas transversales, situadasen la parte inferior de la zona de uso, o justo por debajo dela misma. O en otros casos fracturas longitudinales, cuyalínea de fisuración divide en dos mitades iguales las zonasutilizadas. Además, en un caso, se detectó una fracturalatente del primer tipo, en uno de los retocadores.

 Distribución espacial:

En el actual estado de las investigaciones enAxlor, el estudio de la distribución espacial de los restos esdifícil de abordar. La superficie excavada es limitada, y laexistencia de una trinchera que corta el yacimiento a lolargo, que data de las excavaciones de J. M deBarandiarán, limita la continuidad de las áreas trabajadas.

Además, los atributos estratigráficos del nivel Dno hacen pensar que nos hallemos con un nivel en el quese puedan apreciar distribuciones espaciales con un alto

grado de definición.

A pesar de estos problemas, se ha ensayado unadistribución de los hallazgos de retocadores en el nivel D,contando con la ventaja del número (150 efectivos). Lafigura 27 nos muestra la distribución de hallazgos, según ladensidad de restos por sector (cuadrantes de 50 x 50 cm..).Los resultados señalan la presencia de dos posibles con-centraciones de este tipo de utillaje, en J9 cuadrante 1 y enG8 cuadrante 2. El total de útiles, de ambas concentracio-

nes, suma en torno al 25% del todos los hallados en elnivel D. Una excavación en extensión permitiría obtenerinformación mucho más detallada de la distribución espa-cial de los restos, y valorar la relevancia de las acumulacio-nes aquí expuestas.

 Reconstrucción de la cadena operativa de los retocadoresdel nivel D

1.Obtención: Los retocadores de hueso del nivel D seobtienen de los restos de grandes herbívoros, aportados yprocesados en el yacimiento. A partir del conjunto de fauna

disponible, se seleccionan (o producen) las esquirlas óseaspor el tamaño, la forma y la densidad.Estos criterios se explican en clave tecnológica, y

apuntan a la obtención de soportes aptos para tareas deretoque, con una masa suficiente y un tamaño y forma ade-cuados a su prensión y manipulación. La búsqueda de for-matos plano-convexos se relaciona con la prensibilidad delútil, y con la obtención de una morfología eficaz para elretoque. Para el caso de las tibias de bóvidos, existen ele-mentos que apuntan a la producción de los soportes, con untratamiento diferencial de dichos restos, a la hora de frac-turarlos. Las tibias de bóvido son huesos particularmente

largos, densos, y presentan facetas plano-convexas. En elcaso de los soportes de Cervus, se puede plantear, en elplano hipotético, también una producción específica; perola evidencia disponible sólo permite señalar la fuerte selec-ción de los soportes, con predominio de metápodos.

2. Preparación: No se han hallado evidencias inequívocasde modificaciones importantes o preparaciones anterioresal uso de los soportes en trabajos de retoque. Entre los 130retocadores completos del nivel D hay algunos casos (6) desoportes con posibles preparaciones por percusión,mediante el saltado de lascas óseas en sus laterales o en elextremo proximal. Pero en ninguno de estos casos las hue-llas se pueden asociar, de manera definitiva, a un trata-miento específico del soporte, posterior al procesado origi-nal del hueso.

3. Uso: El estudio de los estigmas de uso apunta a un usopredominante por parte de sujetos diestros, en tareas depercusión que implican el golpear sobre las piezas líticascon gestos más bien controlados, y no muy oblicuos. Se daun cierto sesgo tafonómico, en lo que se refiere a las corti-cales del hueso, que impide realizar un estudio traceológi-

co más determinante. Pero las evidencias disponibles

73

 Millán Mozota Holgueras

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(masa y morfología de los percutores, características de laszonas y huellas de uso descritas) y la información contex-tual nos lleva a vincular el conjunto de los retocadores conlos trabajos de retoque y reavivado del utillaje Quina delnivel D. Esa vinculación no tiene porqué ser exclusiva, yaque el conjunto de huellas presentes en los retocadorespuede corresponder a una variedad de tareas, en las que lasde tipo Quina tienen cierta preeminencia.

4.Mantenimiento: La presencia de dos o más zonas de usoen un número importante de retocadores del nivel D seña-la al uso consecutivo, en la percusión, de ambos extremosdel útil. La experimentación nos ha mostrado que la acu-mulación de estigmas provoca una erosión de las zonas deutilización, que hace menos efectivas las tareas. Esa difi-cultad puede soslayarse mediante el uso de otra zona pararetocar, o el reavivado de la misma mediante la abrasión.Una parte de los soportes (12 efectivos) muestra raspadosdirectamente asociados a las zonas de uso. Además, de lossoportes del nivel D, 32 son retocadores con dos zonas de

uso, y 6 son triples.Existe, por tanto un grupo limitado de retocadores

que muestran una fuerte intensidad de uso y evidencias delabores de mantenimiento. Y frente a esto, un conjuntomayor de restos, que parecen responder a una utilizaciónmás limitada y concreta.

5.Reciclado y abandono: En general, no se dan procesosde reciclado de los retocadores en otro tipo de útiles. Laúnica excepción que hemos hallado no pertenece al nivelD, sino al C. En ese caso, la pieza G8.1.2.535 presentaciertos aspectos tecnológicos que indican una utilización amodo de cincel. Sería en ese caso un útil múltiple. Lo tra-

taremos más adelante, en el apartado dedicado a las indus-

trias óseas del nivel C de Axlor.Un elemento que puede finalizar el uso del reto-

cador, es la rotura del mismo durante el uso. De hecho, lossoportes que aparecieron fracturados en el nivel D, mues-tran en general, idénticos patrones de fragmentación. Portanto hay un componente de fractura de los soportes, queafecta al momento de abandono de los mismos, aunqueeste solo aporta una parte pequeña de la explicación (6 de

150 retocadores). En líneas generales, los soportes fueronabandonados después de uno o varios usos, relativamenteintensos, que producen la formación de una o varias zonasde uso.

Los retocadores se desecharon después de su uso, junto con los restos que forman el nivel D. Una aproxima-ción, limitada y no exenta de problemas, a la distribuciónespacial, señala dos hipotéticas concentraciones de sopor-tes. Suman una cuarta parte del total de los útiles del nivel,pero sería recomendable una excavación en extensión paracomprobar la validez de las concentraciones.

Otras industrias óseas del nivel D:

En el nivel D, se hallaron dos artefactos que fue-ron utilizados en tareas repetitivas, con movimientos defrotación longitudinales, que producen una abrasión unifa-cial o bifacial. Presentamos aquí los datos morfométricos ydescriptivos de las piezas.

-Alisador AX.J9.2.15.26: Fragmento de costilla de bóvido,de 203 mm. de largo, 28 de ancho y 11 de espesor. El huesoestá bien conservado, con una superficie poco alterada.Los argumentos para considerarlo como un útil son morfo-lógicos y traceológicos. El extremo distal de la costilla

muestra un pulido bifacial, concentrado en un estrecho

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Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Figura 29 Frente de utilización del alisador AX.J9.2.15.26 (Nivel D).

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frente de utilización (figura 29). La pieza muestra tambiénpercusiones masivas de fractura, en el extremo proximal.

-Alisador AX.K13.1.5.49: Fragmento de tibia de bóvido,mide 144 mm de longitud, 40 de anchura y 9 de espesor.La superficie del hueso está bien conservada. Las huellasde uso documentadas son un pulido en la zona de uso delextremo distal, y estrías trasversales al frente activo, que

indican la dirección de los trabajos realizados, siguiendo eleje principal de la pieza.

Los fragmentos de costilla de grandes unguladoscon huellas de haber sido utilizados no son infrecuentes enel registro del Paleolítico medio europeo, si bien las evi-dencias no se han tratado, por el momento de forma siste-mática. Por ello forman un "corpus" de evidencias disper-so y que no ha llamado la atención de los investigadoressobre este tipo de utillaje. Ya se ha comentado la elabora-ción y uso de piezas sobre costillas de mamut, en el yaci-miento de Paleolítico medio de Salzgitter-Lebenstedt

(GAUDZINSKI, 1999). En Cueva Morín (GONZÁLEZECHERAGAY y FREEMAN, 1978) se cita la presencia deun alisador entre los huesos modificados y utillajeMusteriense. Para Canalettes nivel 3 (Francia) se ha publi-cado una costilla de herbívoro mediano, con un extremoredondeado y pulido por el uso (PATOU-MATHIS, 1993)muy similar a los alisadores de Axlor. En los inicios delPaleolítico superior, se ha estudiado un útil múltiple utili-zado como alisador en el Auriñaciense antiguo deBrassempouy, en Francia (TARTAR, 2003). Y, para elyacimiento alemán de Geissenklösterle, MÜNZEL (2001)ha documentado una costilla de megafauna (rinoceronte o

mamut) que pudo utilizarse del mismo modo, en elGravetiense.

No queremos, con los ejemplos del Paleolíticosuperior inicial proponer una relación filética entre lasindustrias de Axlor y los Auriñacienses más antiguos. Estálejos de la intención de este trabajo.

Pero es importante, como se ha señalado en losprimeros capítulos, resaltar la existencia de un utillaje, quese ha dado en llamar "poco elaborado", a lo largo de todoel Paleolítico. Una serie de útiles que, en el Paleolíticosuperior, convive con otra industria, mucho más conforma-da y trabajada, del hueso y del asta.

Los alisadores del Paleolítico medio, excluyendoel conjunto de Salzgitter-Lebenstedt (que ya ha sido estu-diado en cierta profundidad), conforman un utillaje carac-terístico que debe ser estudiado con mayor detalle, desdeun punto de vista global y sintético. Se han propuestovarias explicaciones funcionales para las huellas de uso deese utillaje. Para los materiales de Axlor, proponemos, amodo de hipótesis, el trabajo de una materia blanda o semi-blanda, que consiste en una fricción longitudinal conmovimientos de ida y vuelta. Estos trabajos pueden estarasociados al procesado de las materias animales (curtido

de la piel) o vegetales (descortezado de árboles).

Industrias óseas del nivel C

 Retocadores:

En el nivel C se hallaron un número muy restrin-gido de evidencias de industrias óseas, pero algunas de

ellas de gran interés. En el apartado de los retocadores(figura 30), se han estudiado 10 piezas, siete de las cuálesestán completas, y el resto son fragmentos de retocador.

Conservación:

- Integridad del material y conservación de las corticales:

Aunque la muestra es escasa, las condicionesgenerales de los soportes nos hablan de un cierto grado dealteración postdeposicional. No parece que se haya produ-cido un proceso de fragmentación como parte de la forma-

ción del estrato, al menos en lo que se refiere a estos úti-

75

 Millán Mozota Holgueras

Figura 30 Retocador del Nivel C, los biselesde fractura proximales y distales son típicos de

la fragmentación del hueso fresco.

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les. Las tres roturas presentes en los fragmentos, puedenatribuirse a una fractura de uso. Las superficies corticales,sin embargo, si que presentan cierto grado de alteración.Seis de las diez piezas están alteradas hasta el punto dedificultar la lectura tecnológica de las huellas de uso.

- Huellas tecnológicas no asociadas al uso de retocadores:

En tres de los soportes óseos se hallaron huellas

de percusiones masivas, asociadas a la fragmentación de lafauna, en las tareas carniceras. Las incisiones de corte(figura 31), producidas por útiles líticos, están presentes encuatro retocadores. Lo mismo sucede con los raspados(figuras 32), con cuatro casos, que no están asociados a laszonas de uso, pero sí, en un caso, a las incisiones de corte(figura 31).

En la mayor parte de los casos, la fragmentaciónde los huesos largos se produjo en fresco (por ejemplo, verel retocador de la figura 30), si bien otras fracturas parecenmás bien sobre hueso seco.

En el nivel C se ha hallado un posible útil múlti-

ple al que denominamos, a modo de hipótesis funcional,"cincel" (Figura 33.1).

Obtención y selección de los soportes:

- Morfometría:

Los soportes completos de los retocadores delnivel C (tabla 5.11) miden unos 80 mm. de longitud media,y tienen un promedio de 32 mm. de ancho (38 de anchuracortical), 9 mm. de espesor, y unos 23 gramos de peso.Tienen un índice de curvatura poco marcado (1.17) y bas-tante regular, con una baja desviación típica (0,15). El índi-ce de alargamiento es importante (2,21) y se aprecia bas-tante heterogeneidad (desviación típica de 0,88). En todocaso, la muestra es demasiado limitada en su número, y no

cabe realizar inferencias similares a las del nivel D, encuanto a la morfologíay regularidad de lossoportes.

- Origen anatómico ytaxonómico:

Sólo se hadeterminado el origenanatómico y taxonó-mico, en el momento

actual de las investiga-

76

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Figura 32 Raspado en retocador del Nivel C.No asociado a la zona de uso. x10.

Tabla 5.12: Nivel C, tipometría y localización de las zonas de usoLong.zona de uso

Anchura zonade uso

Distanciaextremoizquierdo

Distanciaextremoderecho

Distanciaextremoproximal

Distanciaextremodistal

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

16,28 11,99 7,48 6,86 46,98 11,53

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

15,8 12 6,3 7,19 43,48 7,71

DESV.ESTANDAR

DESV.ESTANDAR

DESV.ESTANDAR

DESV.ESTANDAR

DESV.ESTANDAR

DESV.ESTANDAR

3,84 3,25 6,83 4,79 19,31 9,60

Figura 31 Incisiones sobre raspado en retocadordel Nivel C. Estos estigmas no están asociados a lazona de uso (detalle del útil de la Figura 30). x16.

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ciones, de tres de los retocadores. Son una tibia, un fémury un hueso largo de extremidad de Bos/Bison.

- Recapitulación:

Los retocadores del nivel C se han obtenido dehuesos frescos, y varios de ellos presentan fracturas poste-

riores, que pueden asociarse a las tareas técnicas realizadas(percusión para el retoque y un caso de un posible "cin-cel"). Se trata de soportes más o menos regulares, alarga-dos, poco curvados, que con casi toda seguridad provienende huesos largos de grandes ungulados, con predominio delos bóvidos.

 Huellas y zonas de uso:

- Zonas de uso:

Las zonas de uso de los retocadores del nivel C sesitúan, como es habitual, en uno de los extremos (gráfico5.12); o en ambos, en los retocadores con dos zonas (estosucede en dos casos).

Dichas zonas de utilización tienen una media de16 mm. de largo y 12 mm. de ancho (tabla 5.12). En estenivel, no se da una correlación entre el número de zonas deuso, por soporte, y la presencia de "cúpulas", si bien lamuestra es muy escasa, como para valorar ese aspecto.

Las cuestiones relativas a la lateralización yorientación de los trabajos, a partir de las huellas, tampocoson abordables. Esto se debe a la escasez de la muestra y

la relativa heterogeneidad que presentan, para estos análi-sis, los soportes en hueso y la posición de los estigmas (quehace aconsejable contar con una muestra abundante de pie-zas, para obtener resultados fiables).

-Huellas de uso:

Debido a que seis de los diez retocadores (o frag-mentos) del nivel C presentan una cortical alterada, elsesgo tafonómico es importante, reforzado además por laescasez de la muestra.

Los soportes presentan un promedio de 26 impre-

siones lineales por zona de uso, con una longitud media de

2,94 mm. Las estrías están presentesen seis de los retocadores, y lasimpresiones puntuales en cinco.Estos datos, contrastados con elsesgo tafonómico existente, parecenapuntar a la existencia de unos traba- jos de bastante intensidad, que pro-ducen abundantes huellas tecnológi-

cas, e impresiones lineales relativa-mente grandes. Podría asociarse, demanera muy tentativa, a trabajos detipo Quina.

- Recapitulación:

Los datos, contrastados con el sesgo tafonómicoexistente, parecen apuntar a la existencia de unos trabajosde bastante intensidad, que producen abundantes huellastecnológicas, e impresiones lineales relativamente gran-des.

 Apuntes sobre la cadena operativa de los retocadores delnivel C:

1. Obtención: Se da una selección de soportes poco curva-dos, alargados, y más bien espesos, en esquirlas de huesoslargos de extremidad, en varios casos de bóvido.

2. Preparación: no hay evidencias de preparación.

3. Uso: Los datos contextuales y las escasas evidenciasdisponibles (por la escasez de la muestra y el sesgo tafonó-

mico) señalan a la realización de tareas de cierta intensi-dad, que producen impresiones lineales bastante grandes, yuna abundancia relativa de impresiones puntuales y estrí-as.

4. Mantenimiento: Los raspados detectados en los sopor-tes no se asocian directamente a las zonas de uso, por loque no se pueden considerar de mantenimiento o reaviva-do de las mismas. La presencia de dos zonas de uso en dosde los retocadores señala un cambio en el modo de utilizaresos soportes (como explicamos en el apartado dedicado alnivel D). En uno de los dos casos ese cambio puede estarrelacionado con la formación de una "cúpula", como efec-to de la erosión de la primera zona de uso.

5. Reciclado y abandono: Uno de los útiles puede presen-tar un uso doble, siendo la utilización del retocador, poste-rior al uso como "cincel" (ver el siguiente apartado).

Otras industrias óseas del nivel C:

-Útil doble "Cincel"/retocador AX.G8.1.2.535: Esta pieza,es un posible "cincel", denominación que presentamos

como hipótesis funcional, para explicar una serie de estig-

77

 Millán Mozota Holgueras

Tabla 5.13: Nivel C, huellas de uso.NÚMEROIMPRESIONESLINEALES

LONGITUDMEDIA en mm.(I.LINEALES)

NÚMERO DE ESTRIAS NÚMERO I.PUNTUALES

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO/ MEDIANA PROMEDIO/MEDIANA

26 2,94 2,63 / 4 0,45 / 0

MEDIANA MEDIANA PROMEDIO ENSOPORTESCON ESTRIAS

PROMEDIO ENSOPORTES CONI. PUNTUALES

25 2,08 4,16 1DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

% PRESENCIA ENSOPORTES

% PRESENCIA ENSOPORTES

9,72 1,57 60 50

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mas de percusión y abrasión presentes en la pieza (figura33.1).

Se trata de un fragmento de diáfisis de fémur debóvido, de unos 80 mm. de longitud, 40 de ancho y 14 deespesor. Es un soporte muy plano, y pesa 37 gramos. Elestado de conservación de la cortical es excelente, y pre-

senta tres incisiones de corte, asociadas a tareas carnice-ras.En el extremo proximal hay una fractura poste-

rior a la obtención del fragmento original (los bordes de lafractura son irregulares, y cortan los biseles laterales delsoporte).

En el extremo distal (figura 33.2) es donde seconcentran las evidencias de utilización, que llevan aplantear el uso, a modo de "cincel" para percutir y/o usara modo de palanca. Las fotografías de la lupa binocular A,B y C (figuras 33.3, 33.4 y 33.5) muestran los desconcha-dos y negativos de extracciones producidos a lo largo del

frente activo y de los laterales, hacia la cara ventral ointerna. La imagen B muestra (figura 33.4) además, laerosión y desgaste producidos en la zona central del útil.También hay una extracción, en la cara dorsal o corticaldel útil, como se muestra en la fotografía D (figura 33.6).También en la cara cortical, se documentó una serie depequeñas estrías longitudinales, en el frente de uso, aso-ciadas a un micro-desconchado (figura 33.7).

La hipótesis de utilización que planteamos impli-ca un uso a modo de "cincel", que finaliza con una fractu-ra en el extremo proximal. Esa interrupción del uso delextremo distal, en percusión y/o flexión (a modo de palan-

ca) iría seguido una reutilización del fragmento comoretocador.

No hemos encontrado paralelos de este tipo deútil, en el Paleolítico medio europeo. Un hallazgo que pre-senta ciertas similitudes es la pieza denominada "ós mar-telé" en fragmento de diáfisis de rinoceronte, de GrotteVaufrey (Francia). Si bien, en el trabajo en el que se publi-ca este artefacto (VINCENT, 1988) no hay un estudio tec-nológico o funcional del mismo. El ejemplo más cercanoal útil de Axlor, temporal y geográficamente, son las "piè-ces intérmediaires" descritas para el Auriñaciense antiguode la Grotte des Hyènes (Brassempouy, Francia) por TAR-

TAR (2003). Esas piezas son, de hecho, cinceles con hue-llas de uso similares al útil descrito en Axlor. Para las "piè-ces intérmediaires" Tartar propone un uso a modo de cuñay palanca, que implica trabajos de percusión y flexiónsobre asta, hueso o madera (TARTAR 2003, 144-145).Este tipo de tareas, sobre materias semi-duras, son las queproponemos a modo de hipótesis, para la explicación fun-cional de la pieza AX.G8.1.2.535. Un utillaje que muestra

ciertas similitudes con este tipo de "cincel" son los útilesdenominados "gouges" (termino que puede traducirsecomo cuña o "gubia") estudiados en el yacimiento africa-no de Broken Hill (Kabwe) Cave, Zambia, que data de laMSA antigua, con una antigüedad entre 140 y 300 Ka(BARHAM et al., 2002).

-Alisador AX.G8.1.2.539: Fragmento de tibia de bóvido,de unos 166 mm. de longitud, 45 de ancho y 16 de espesor,con un peso de 106 gramos. La zona activa es un frenteredondeado y pulido, en el extremo distal. Esta pieza esmuy similar a los alisadores del nivel D y del nivel B.

78

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Gráfico 5.12: Nivel C, posición de la zona de uso(eje vertical)

010

20

30

40

50

60

70

0 20 40 60 80 100 120

Distancia extremo proximal (mm.)

   D   i  s   t  a  n  c   i  a  e  x   t  r  e  m  o

   d   i  s   t  a   l   (  m  m .   ) Nivel C

Figura 33.1 Util doble “retocador/”cincel del Nivel C.Ver detalles en páginas siguientes.

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79

 Millán Mozota Holgueras

Figura 33.3 Extracción lateral con micro-flaking ,reflejada, hacia la cara medular.

Figura 33.2 Esquema de los detalles sobre elfrente de uso del útil AX.G8.1.2.535.

Figura 33.4 Desconchados, erosión y pulido,por el uso, del frente activo del útil “cincel”

(visto desde la cara medular).

Figura 33.5 Detalle del extremo del frenteactivo (cara medular) con negativo de cono

de percusión en parte inferior izquierda.

Figura 33.6 Negativo de saltado lateral,

hacia la cara cortical, en el lateral izquierdo.

Figura 33.7 Microdesconchado y estrías de uso en

la cara cortical del frente de utilización.

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Industrias óseas del nivel B

 Retocadores:

Al cierre del presente trabajo, y revisado elmaterial óseo de Axlor hasta 2006, se han estudiado 23retocadores del nivel B (figura 34), de los cuáles 22están completos, y el restante es un fragmento distal(tabla 5.3).

Conservación:

- Integridad del material y conservación de las cortica-les:

Como se puede deducir de los expuesto en el

punto anterior, la integridad del material óseo en el

nivel B es muy notable, incluso mayor que en el nivel D.Los artefactos óseos de este estrato, parecen estar prácti-camente intactos en sus dimensiones y morfología, aun-que las corticales, una vez más, presentan cierta altera-ción.

Se detecta, como sucede en D y en C, una altera-ción post-deposicional de la superficie ósea, al menos enlo que afecta a la lectura de las huellas de uso. Según

nuestro estudio, algo más de la mitad de los retocadores(tabla 5.1) están alterados en cuanto a la legibilidad de losestigmas de utilización.

La naturaleza de las alteraciones post-deposicio-nales de la cortical de los soportes es, a grandes rasgos,similar a la presente en el nivel D. Las diferencias vienendadas por una mayor incidencia de los procesos de erosiónasociados a la circulación de agua en los sedimentos; yuna menor incidencia de los procesos de pisoteo y arras-tre en seco.

La alteración no es importante "sensu estricto", aligual que sucede en el nivel D, pero como hemos dicho

afecta de manera específica, a la legibilidad e interpreta-ción traceológica del material. Además, como explicába-mos en el apartado del nivel D, no todos los estigmas deuso y sus variables se ven afectados en el mismo gradopor las alteraciones, lo que produce un sesgo considerable.Por otro lado, una de cada cinco piezas muestra minerali-zaciones o concreciones calcíticas sobre la cortical (tabla5.2).

- Huellas tecnológicas no asociadas al uso de retocadores:

Las huellas asociadas a tareas de carnicería y pro-

cesado del los huesos del animal, están presentes en losretocadores del nivel B. Su abundancia relativa es pareci-da a la que presenta el nivel D, si bien algo menor (tabla5.4), lo que puede estar en relación al sesgo tafonómicoque presentan las corticales de los huesos en este estrato(tabla 5.1). Tres de los 23 soportes tienen huellas de per-

cusión masiva, y siete presentan huellas incisas de corte,producidas por un filo lítico.

Hay evidencias de raspado en dos de los soportes,pero en ambos casos están asociados a las huellas de usocomo retocador.

Respecto al estado del hueso cuando fue procesa-do, los mismos elementos de análisis y comparación utili-

80

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Figura 34 Retocador del Nivel B.

Tabla 5.14: NIVEL B, MUESTREO DE LAS ESQUIRLASmayores de 40 x 15 mm. 70 esquirlas (4,26% delmuestreo, el 95,74% restante es menor de 40 x 15 mm.)  LARGO ANCHO ESPESOR

MEDIANA MEDIANA MEDIANA

54,1 22,01 7,01

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

54,86 21,20 7,49

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

9,31 3,58 2,17

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zados para el nivel D se aplican aquí, resultando una mues-tra que presenta sobre todo fracturas de huesos frescos.

Obtención y selección de los soportes:

- Morfometría:

Se han estudiado los valores morfométricos de 22soportes completos. Los soportes miden unos 93 mm delongitud media, y esa medida tiene algo de heterogeneidad.El ancho medio está en unos 31 mm. y la anchura sobre lacara cortical, en los 41. En cuanto al espesor, está en tornoa los 10 mm, y el peso medio es de unos 31 gramos.El índice de alargamiento es de 3,31 y el de curva-

tura de 1,33 (tabla 5.15).En términos generales, las dimensionesmedias de los retocadores del nivel B son muysimilares a las documentadas para el D. Los sopor-tes son sólo un poco mayores. La mayor diferencia,aun así escasa, se da en la longitud, algo superioren B. Los soportes son un poco más largos, presen-tando un índice algo mayor, producto de la mayorlongitud media en el conjunto del nivel B, ya quelas anchuras son prácticamente idénticas en ambosgrupos. En efecto, la anchura se configura como unelemento muy fuerte de selección en B, con una

desviación estándar baja. Y es equivalente en todossus valores (ancho max. cortical, anchura recta) alo documentado para el nivel D. Esta similitud refuerzaaún más el carácter, para la anchura, de rasgo importantede selección en los soportes.

También el espesor y el peso, con sus respectivasdesviaciones típicas, se encuentran en rangos muy simila-res en los dos conjuntos. El peso es ligeramente mayor enB, pero la variable se comporta de manera similar a la delnivel D. Lo mismo sucede con el espesor.

La morfología de la curvatura del retocador, conla búsqueda de formatos plano-convexos en la zona activase configura como otro de los elementos básicos de selec-

ción en ambos niveles. Esto se deduce del índice de curva-tura. En esa variable encontramos que, de nuevo, coinci-

den entre ambas muestras, de B y D, lo que hace aplicablesaquí los razonamientos planteados para el Nivel D (Tablas5.6 y 5.17).

Por todo ello, en términos generales, las conclu-siones sobre la morfometría de los retocadores del nivel Dson aplicables al B. En conclusión, creemos que las estra-tegias de obtención de los soportes son muy similares enambos niveles, y se dan, en B, los mismos condicionantesque indican una selección clara de unos formatos (morfo-logía, dimensiones, peso) determinados.

El gráfico 5.13 ilustra algunos de estos aspectos,y muestra con claridad las diferentes poblaciones a las quepertenecen, por un lado, la muestra que esquirlas de faunadel nivel B, y por el otro los retocadores de ese mismonivel. De nuevo hay un fuerte desmarque entre las dimen-siones de los retocadores y las esquirlas de hueso del nivel.

El muestreo de los fragmentos óseos se realizóigual que en D, resultando solamente el 4,26% de lasesquirlas mayores de 40 x 15 mm (tabla 5.14).

-Origen anatómico y taxonómico:

81

 Millán Mozota Holgueras

Tabla 5.15 Formatos de los retocadores arqueológicos. NIVEL B - completos (22)  LONGITUD ANCHURA ANCHO

MAXIMOCORTICAL

ESPESOR PESO INDICECURV.

INDICEALARG.

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO

93,10 30,83 41,09 10,34 31,40 1,33 3,31

MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

93,22 30,28 41 10,67 28 1,24 3,05DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

20,07 7,27 11,53 2,87 17,73 0,26 0,83CORRELACIÓN ANCHURA Y LONGITUD R2 PEARSON

0,38319162 0,14683582

CORRELACIÓN ANCHO CORTICAL Y LONGITUD R2 PEARSON

0,33251815 0,11056832

Gráfico 5.13 Formato de los soportes, Nivel B

20

25

30

35

40

45

50

20 40 60 80 100 120 140

Longitud (mm.)

   A  n  c   h  u  r  a   (  m  m .   )

Nivel B, soportes completos Muestreo de esquirlas de fauna > 40 x 15 mm. Nivel B

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Para los 23 retocadores del nivel B, la informa-ción sobre el origen anatómico y taxonómico, en el actualmomento de estudio, es muy limitada. Aunque todos lossoportes de B provienen de huesos largos de las extremida-des de ungulados, sólo disponemos de la determinación detres ejemplares. Dos de los retocadores son de bóvido, unatibia y un fémur; Y el otro es un metápodo de ciervo.

Con estos datos sólo podemos apuntar una posi-ble similitud, con los rasgos generales presentes en el nivelD, respecto al origen de los soportes. Sí que parece claro,no obstante, que ha habido una selección de grandesesquirlas (de hecho, las mayores) como soportes de losretocadores, obtenidas del procesado del los huesos largosde grandes ungulados, básicamente Bos y Cervus.

-Recapitulación:

Al igual que en el nivel D, los retocadores de Bsiguen criterios de selección que no se pueden calificar de

coyunturales, arbitrarios o aleatorios. Los soportes del

nivel B se caracterizan por una morfología alargada, concierta variación en la longitud, pero con anchuras y espe-sor regulares. Son formas planas, con índices de curvaturabajos, con un peso medio que ronda los 30 gramos.

Al igual que en D, las regularidades que se handocumentado se explican en función de las necesidadesmorfotécnicas del utillaje. Esas necesidades se concretanen tres variables: la mecánica básica del útil (densidad ymasa), la prensibilidad del soporte (forma y tamaño) y la

morfología de la zona activa (plano-convexa).La evidencia del nivel B refuerza la explicación

que hemos empezado a construir, a partir de los resultadosdel nivel D. Existe una planificación integral y previsora,de la gestión de las carcasas animales, a partir de las partesanatómicas llevadas al yacimiento. La gestión de la mate-ria prima ósea contrasta una vez más, con determinadasvisiónes sobre las incapacidades neandertales

(MELLARS, 2004; STRINGER y GAMBLE, 1993).Como se argumentó para el nivel D, la existencia de lasprevisiones técnicas que se detectan en el nivel B, a la horade obtener y utilizar los soportes de hueso, es incompatiblecon la carencia de "idea de la forma final" del utillaje, unalimitación que ha sido propuesta para los neandertales(NOBLE Y DAVIDSON, 1996).

Planteamos a modo de hipótesis, aunque no dis-ponemos aún de datos suficientes para el nivel B, que tam-bién puede existir un procesado específico (y no sólo una

selección) de los restos óseos de fauna. Ese proceso iríadestinado a la obtención de esquirlas aptas para su usocomo retocadores.

 Huellas y zonas de uso:

- Zonas de uso:

En los soportes del nivel B, las zonas utilizadas sesitúan, de nuevo, próximas al extremo distal del soporte(tabla 5.16). Y en los casos de retocadores con dos áreasactivas, las encontramos en ambos extremos. Hay 6 retoca-

dores dobles y 15 simples. No se documentan soportes con

82

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Tabla 5.16: Nivel B, tipometría y localización de las zonas de usoLong.zona de uso

Anchura zonade uso

Distanciaextremoizquierdo

Distanciaextremoderecho

Lateraliz. Distanciaextremoproximal

Distanciaextremo distal

MEDIA MEDIA MEDIA MEDIA MEDIA MEDIA MEDIA

21,94 14,40 9,53 6,70 2,83 57,23 8,26MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA MEDIANA

19,76 13,25 10,19 6,26 3,1 56,85 7,1DESV. STD DESV. STD DESV. STD DESV. STD DESV. STD DESV. STD DESV. STD

9,41 4,98 4,99 4,70 5,32 24,48 6,62

Gráfico 5.15 TAMAÑO ZONAS DE USO (NIVEL B)

5

10

15

20

25

30

35

40

5 15 25 35 45LONGITUD (mm.)

   A   N   C   H   U   R   A   (  m  m .   )

Zonas uso

Gráfico 5.16 Posición de la zona de uso (eje ve rtical)

0

10

20

30

40

50

60

0 20 40 60 80 100 120

Distancia extremo proximal (mm.)

   d   i  s   t  a  n  c   i  a  e  x   t  r  e  m  o   d   i  s   t  a   l

   (  m  m .   )

Nivel B

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más de dos zonas de utilización en el nivel B.Las zonas de uso son alargadas (22 mm de longi-

tud media, y 14 mm. de anchura) y sus dimensiones algoheterogéneas (gráfico 5.15), con desviaciones típicas altasen proporción a las medidas consideradas (tabla 5.16).

En el conjunto de retocadores del nivel B se apre-cia nítidamente la lateralización de las zonas de uso, sobreel eje transversal de los soportes (tabla 5.16; gráfico 5.17).

Este rasgo es más marcado aquí que en el nivel D. Estacaracterística podría estar en relación con algunas tareas deretoque, realizadas con un gesto más suelto.

Las huellas están lateralizadas hacia la derecha deforma consistente, lo que indica, como en D, el uso pordiestros. También sugiere que predominan, en el uso de losretocadores, gestos cuyatrayectoria (de longitud ycurvatura variable) supo-ne un movimiento de tras-lación de derecha aizquierda. Es decir, ges-tos que están lateraliza-dos: el útil se sostiene enla mano izquierda, en unaposición variable según laextracción de retoque quese desea conseguir, y el

percutor, sostenido en la

derecha, golpea el útil lítico no con el centrode la esquirla, sino con una zona un pocolateral. Ese lado, en el uso, es la parteizquierda del soporte. Pero cuando lo obser-vamos frontalmente, desde la cara cortical,es el lado derecho, hacia el que se agrupanlas zonas de uso.

Como apuntábamos arriba, la lateraliza-

ción presente en el nivel B parece correspon-derse con un conjunto de trabajos en los que,desde el punto de vista general, el gesto deretoque no es tan controlado y recto como en

el nivel D. Apuntamos, como hipótesis, la posibilidad de laconvivencia de los gestos típicos del retoque Quina(BOURGUIGNON, 2001) presente en el contexto líticodel nivel B, con otra serie gestos más lateralizados, ymenos controlados. Esos modos de utilización pueden aso-ciarse a algunas etapas del retoque Quina, y también alretoque simple sobre soportes poco espesos (por ejemplo,en las lascas de retoque Quina retocadas, frecuentes en el

nivel B).

- Huellas de uso:

Para el estudio de las huellas de uso del nivel B,el sesgo tafonómico limita, al igual que en D, la posibili-dad de comparación e interpretación de las diferentes cate-gorías consideradas. La alteración post-deposicional de lascorticales es aún algo mayor en el estrato B (tablas 5.1 y5.2). Las mismas precauciones y limitaciones que se expli-citaron para el estudio traceológico, y la inferencia funcio-nal del nivel D se aplican a este estrato.

Hay una media de 25 impresiones lineales porzona de uso (similar a la que se da en el nivel D), y laorientación predominante de las mismas está en torno alángulo recto. Es decir, que son transversales al eje princi-pal del soporte. Las impresiones tienen una longitud mediade 2,83 mm., algo mayor que la media del nivel D (si bieneste valor es particularmente susceptible de verse afectadopor el sesgo tafonómico).

En términos proporcionales, en los retocadoresdel nivel B hay una menor incidencia de las estrías de uso,respecto a D. Están presentes en el 56% de los casos, con

83

 Millán Mozota Holgueras

Gráfico 5.17 Lateralización de las zonas de uso

-10

-5

0

5

10

15

20

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22

Efectivos

   L  a   t  e  r  a   l   i  z  a  c   i   ó  n Nivel B

Tabla 5.17: Nivel B, huellas de uso.NÚMEROIMPRESIONESLINEALES

ORIENTACIÓN ENGRADOS (I.LINEALES)

LONGITUDMEDIA en mm.(I. LINEALES )

ESTRIAS NÚMEROIMPRESIONESPUNTUALES

PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO PROMEDIO/MEDIANA

PROMEDIO/MEDIANA

24,86 90,35 2,83 2,5 / 1 0,68 / 0

MEDIANA MEDIANA MEDIANA PROMEDIO ENSOPORTES CONESTRIAS

PROMEDIO ENSOPORTES CONPUNTUALES

21,5 90 2,61 4,23 1,45

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

DESVIACIÓNESTANDAR

% PRESENCIAEN SOPORTES

% PRESENCIAEN SOPORTES

14,69 13,65 1,27 56,52 47,82

Gráfico 5.18 Correlación de Impresiones Lineales yPuntuales, Nive l B (Correlación: 0,472370982; R2 Pearson

0,223134344) [Linea de Tendencia Polinomial de tercer orden]

0

1

2

3

4

0 20 40 60 80 100

Nº Impresiones Puntuales

   N   º   I  m  p  r  e  s   i  o  n  e  s   L   i  n  e  a   l  e

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un promedio de 4,2 estrías por soporte con ese tipo deestigmas (tablas 5.9 y 5.17). Las huellas puntuales apare-cen en mayor número de retocadores que en el nivel D, enproporción, pero son algo menos abundantes en su núme-

ro por soporte (tablas 5.9 y 5.17).No existe una correlación marcada entre el núme-ro de impresiones lineales y el de estrías o impresionespuntuales. Aunque el gráfico 5.18 sugiere una cierta rela-ción entre la presencia de impresiones puntuales y elnúmero de impresiones lineales contabilizadas, las diferen-tes categorías de estigmas muestran distribuciones muydiferentes entre sí.

Las "cúpulas" de uso se dan en 10 de los soportes.En los retocadores con dos zonas de uso, se apunta unamayor incidencia de la formación de "cúpulas", con 4 de8 casos (frente a 6 casos de 15, en los retocadores simples).

La muestra es demasiado escasa y los análisis de Chi-cua-

drado no señalan una dependencia significativa entreambas variables, para este caso.

Pero, en todo caso, parece razonable extender elrazonamiento aplicado en el nivel D, para explicar la rela-

ción entre cúpulas y múltiples zonas de uso: La erosión deuna zona provoca su desgaste, y eso lleva al cambio en laforma de empuñar el retocador, lo que desemboca en laformación de una nueva zona de utilización.

- Recapitulación:

En términos generales, las conclusiones sobre elsesgo tafonómico (y por tanto la posibilidad de inferir tare-as específicas) de los retocadores del nivel B son las mis-mas que las ofrecidas para el estrato D. Ese sesgo condi-ciona y limita la posibilidad de analizar cada categoría de

las huellas de uso, así como la comparación entre ellas y

84

Trabajo de Investigación de Tercer Ciclo

Gráfico 5.19 Distribución de retocadores, utillajeretocado y lascas de retoque, nivel B

50

100

150

200

250

300

350

400

450

500

100 200 300 400 500 600

X

   Y

Lascas de retoque Retocadores de huesoLascas retocadas Lascas de retoque, retocadas

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conl o s

85

 Millán Mozota Holgueras

Tabla 5.18:  Distancia al vecino más cercano de los retocadores de hueso del nivel B,respecto a las distintas categorías del utillaje líticoCategorías líticas Promedio de distancia

al vecino más cercano  Cociente de las categorías entre elpromedio de la distancia al vecino más

cercano de toda la industria lítica  Útiles retocados 38,97 mm. * 0,821 *

Lascas sin retocar 48,98 mm. 1,032

Lascas de retoque (sinretocar)

47,37 mm. 0,998

Lascas de retoque(retocadas)

59,56 mm. 1,255

Toda la industria lítica 47,44 mm. 1,00

Gráfico 5.20 Distribución de retocadores, núcleos líticosy lascas no retocadas

50

100

150

200

250

300

350

400

450

500

100 200 300 400 500 600

X

   Y

Nucleos Retocadores de hueso Lascas no retocadas

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referentes experimentales. Como en D, el sesgo tafonómi-co puede suponer que se infravaloren, de manera significa-tiva, la intensidad de las tareas de retoque realizadas, a par-tir de los estigmas presentes en el registro fósil.

La lateralización de las tareas de retoque es muyclara, y se corresponde a gestos oblicuos/laterales. Es posi-ble que esos gestos sean, además, menos controlados en suconjunto que los documentados para D. Las percusiones se

ejecutaron, en casi todos los casos, por sujetos diestros,con el percutor sostenido con la mano derecha; y la piezalítica sujeta en la mano izquierda. La trayectoria de la per-cusión viene de arriba a abajo y supone un desplazamien-to lateral, hasta impactar en el útil de piedra. El conjuntode gestos documentados podrían ser un tanto más sueltos (respecto al nivel D), lo que explicaría la lateralidad tanmarcada de los soportes del nivel B.

La información contextual del nivel B, en elaspecto de la industria lítica, nos indica la importancia delretoque de utillaje de sílex, y en particular del retoqueQuina, así como la obtención de lascas de retoque de cier-

to tamaño, a modo de producción secundaria, que despuésse retocan. Todas estas tareas son compatibles con los ras-gos presentes en los retocadores, si bien el sesgo post-deposicional, en lo que se refiere al análisis traceológico,impide una identificación más precisa de los trabajos.

 Distribución espacial

El número de retocadores, con una baja densidadtotal de hallazgos, y lo limitado del área excavada, dificul-tan el estudio de la distribución espacial de los restos. Unanálisis de densidad de restos, como el ensayado para el

nivel D, no resulta operativo en este caso. Se ha abordado,sin embargo, el grado de relación entre los retocadores deB y otras categorías de materiales, correspondientes a laindustria lítica.

Así, se ha estudiado la proximidad de los retoca-dores y los materiales líticos asociados a tareas de retoque:lascas de retoque (retocadas y sin retocar) y utillaje sobrelasca retocado. Los gráficos 5.19 y 5.20 muestran la distri-bución de las diferentes categorías líticas y los retocadoresarqueológicos, para parte del nivel B. El área consideradase circunscribe a las bandas horizontales H-I-J-K, y verti-cales 8 a 12, con el vacío de la trinchera excavada por J. M.de Barandiarán.

Para estudiar la proximidad, se ha aplicado unanálisis simple de vecino más cercano, entre los retocado-res de hueso, por un lado, y las distintas categorías líticas,por el otro (tabla 5.18). Los resultados apuntan a una aso-ciación espacial significativa entre los retocadores y laslascas retocadas del nivel B. Es decir los retocadores,como conjunto, se hallan más cerca de los productos queha sido retocados para su conformación y reavivado, quedel resto de las piezas líticas. No se ha hallado ningunacorrelación entre los demás productos líticos y los retoca-

dores de hueso.

En el caso de las lascas de retoque que han sido asu vez retocadas, el análisis sugiere que se encuentran par-ticularmente distantes de los retocadores. Entre los retoca-dores y las lascas de retoque sin retocar, que conforman elmayor sub-conjunto de la lítica, no parece existir tampoconinguna asociación significativa. Aún con estos resultados,lo heterogéneo en número y distribución de los conjuntosanalizados recomiendan cierta prudencia antes de validar

los resultados. La existencia de una asociación entre losretocadores y las lascas retocadas (esto es, las raederasQuina y otros útiles), debe ser confirmada por nuevas líne-as de evidencia que serán exploradas, en el futuro, desde elanálisis de la industria lítica y ósea.

 Apuntes sobre la cadena operativa de los retocadores delnivel B

1. Obtención: Los soportes de los retocadores del nivel Bse obtuvieron de huesos largos de grandes herbívoro, apor-tados y procesados en el yacimiento. Hay una clara selec-

ción de esquirlas óseas por su tamaño, morfología y densi-dad.Los criterios de selección tienen que ver con las

aptitudes de uso del utillaje. Se buscan soportes adecuadospara efectuar trabajos de retoque. Deben tener una masasuficiente y la morfología apropiada, hechos que se refle- jan en las dimensiones morfométricas estudiadas. Losescasos datos disponibles para el nivel B apuntan a unaselección de huesos largos de extremidades de bóvidos, ymetápodos de ciervos.

2. Preparación: como sucede en los otros niveles de

Axlor, no se han hallado evidencias claras de modificacio-nes o preparaciones, anteriores al uso de los soportes, queestuvieran orientadas a facilitar las tareas de retoque.

3. Uso: Como en el nivel D, el estudio de las huellas seña-la una utilización por parte de sujetos diestros. El soportese aplica en tareas de percusión, en las que se golpea sobrelas piezas líticas con trayectorias bastante oblicuas. Seapunta la posibilidad de una menor incidencia, respecto aD, de los gestos rectos y controlados (retoque Quina). Lapresencia de un considerable sesgo tafonómico, en el estu-dio de las corticales de hueso, limita las posibilidades delestudio traceológico.

4. Mantenimiento: Seis de los soportes del nivel B mues-tran dos zonas de uso, lo que indica, como ya se ha expli-cado, un uso consecutivo en percusión, que alcanza ambosextremos del retocador. En el nivel B no se han halladoevidencias que asocien otros estigmas tecnológicos -raspa-dos, "cúpulas" de uso o fracturas de utilización- a la pre-sencia de más de una zona de uso.5. Reciclado y abandono: No hay evidencias de recicladopara los retocadores del nivel B. Se ha estudiado la proxi-

midad de los retocadores a las distintas categorías de la

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industria lítica, a partir de un análisis de vecino más cerca-no. Los resultados señalan a una hipotética asociación porproximidad de los retocadores y el utillaje retocado sobrelasca (grupo que está compuesto, sobre todo, por raederasde tipo Quina). Esta posibilidad debe ser contrastada connuevas líneas de evidencia.

Otras industrias óseas del nivel B

- Alisador AX.G9.3.X.3: Esta pieza requiere un comenta-rio en cuanto a la atribución del nivel. La situación especí-fica del artefacto en el nivel B es sólo probable. La piezaproviene de un contacto estratigráfico entre los niveles B yD, que se acuñan y brechifican, siendo prácticamenteindistinguibles. En todo caso, el útil se encontraba selladopor sedimentos de la parte superior de la secuencia dePaleolítico medio, pertenecientes a los niveles B y D. Nocabe duda, por tanto, de su atribución Musteriense, pero sí del nivel.

La pieza es un gran fragmento de diáfisis de tibia

de bóvido (figura 35.1). Mide 221 mm de longitud, unos41 mm. de anchura y en torno a 16 de espesor. Pesa 146gramos.

El soporte ha sido utilizado en tareas de fricciónlongitudinal, lo que ha producido una serie de estigmasmuy marcados en su frente distal. La figura 35.2 ilustra elaspecto del pulido presente en la zona de uso, así como lasestrías que se observan en la periferia de la misma -queindican la dirección de los trabajos. La información dispo-nible no permite aventurar una hipótesis funcional, másallá de los argumentos ya propuestos para los "alisadores"del nivel D.

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Figura 35.1 Alisador, vista general del soporte.

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Figura 35.2 Detalle de las estrías longitudinales, adyacentes a la zona de mayor intensidad de uso

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Recapitulación y conclusiones:

- Historiografía y estado de la cuestión:

En los primeros capítulos de este trabajo hemosrealizado una revisión del estado de la cuestión, en cuantoa las industrias óseas paleolíticas, incidiendo en particularen el Paleolítico inferior y medio. Se ha esbozado el pano-rama obtenido de la revisión historiográfica, y para ellohemos dividido la historia de las investigaciones en dos

grandes etapas. La primera, anterior a los años 80, estuvocaracterizada por la investigación puntual, y la considera-ción aislada, a veces superficial, de las posibles evidencias;y desde los años 80 a la actualidad, tenemos un segundoperiodo, en el que se ha dado un importante salto cualitati-vo en cuanto a la crítica tafonómica.

Sin embargo, a pesar de los avances, persistenimportantes problemas estructurales en la investigación delas industrias óseas del llamado Paleolítico antiguo. Esosproblemas derivan, en parte, de la falta de estudios especí-ficos para el utillaje en hueso. Se ha evidenciado la ausen-cia de análisis que traten de comprender y explicar el pro-

ceso tecnológico de la obtención y uso de dichos útiles.Del mismo modo, se aprecian carencias a la hora de con-textualizar el recurso a la materia ósea en el marco del con-texto arqueológico. Es decir, de explicar su relación con elresto de las evidencias fósiles (fauna, otras industrias comola lítica, etc.).

Por ello, uno de los objetivos principales de nues-tra investigación ha sido proponer un marco de estudio delas evidencias de utillaje óseo para el Paleolítico antiguo,desde el análisis tecnológico y la reconstrucción de lacadena operativa, apoyado en la experimentación, el enfo-que morfométrico y el estudio de las huellas de uso.

Además, abogamos por recurrir, para el estudio de la mate-ria prima disponible (que son, de hecho, restos óseos defauna) a los análisis paleontológicos y arqueozoológicos.E indagar sobre las relaciones de las industrias en huesocon el resto de las evidencias fósiles, en particular aquellascon las que presentan una vinculación directa (por ejem-plo, los retocadores óseos respecto al utillaje retocado enpiedra).

En lo que se refiere al final del Musteriense,ámbito cronológico de nuestra investigación, la ausenciade estudios sobre el utillaje óseo se ha justificado por una

hipotética ausencia de industrias del hueso entre los últi-mos neandertales. Existe una tendencia historiográfica delarga tradición, que explica la transición entre elPaleolítico medio y el superior como una sustitución deNeandertales por "hombres anatómicamente modernos", u

 Homo sapiens, los tradicionalmente llamados cromañones.Los hombres modernos llegarían a Europa desde orienteproximo, trayendo una tecnología superior y -según algu-nas versiones- una anatomía o metabolismo más eficaces.Eso llevaría a un proceso de aislamiento y regresión hacia

zonas marginales, por parte de los neandertales, que finali-zaría con su extinción. Las formulaciones recientes puedenconsultarse en las obras de divulgación como el libro deSTRINGER y GAMBLE (1993) o artículos de síntesiscomo el de MELLARS (2004).

Para el ámbito de la Península Ibérica, los mode-los propuestos no inciden de forma específica, por líneageneral, en las incapacidades de los Neandertales, si biencasi todos ellos parten del a priori de una determinadasuperioridad (capacidad simbólica, mejor tecnología, ometabolismo mejor adaptado) de los sapiens respecto a losneandertales. Este rasgo es especialmente marcado en la

teoría de la Frontera del Ebro y sus diferentes versiones yreformulaciones. Se caracteriza una zona más rica enrecursos al norte del Ebro, frente a una zona sur más pobrey de condiciones climáticas desfavorables para las socieda-des de cazadores-recolectores (SANCHEZ GOÑI y D'E-RRICO, 2005). Ese modelo, por tanto, se apoya de mane-ra indirecta en las incapacidades de los neandertales comobase explicativa para el cambio histórico que supone elpaso del Paleolítico medio al superior. Lo mismo sucede,en general, con los modelos de sustitución progresiva deunas poblaciones por otras, y los que inciden en la ocupa-ción de nichos ecológicos distintos. Por su parte, la hipóte-

sis de la extinción autónoma de los neandertales (FINLAY-SON et al. 2004) no entra a considerar la cuestión de lacompetencia entre distintas especies, al menos en el marcode la Península Ibérica.

Ahora bien, para contrastar estos modelos de lasincapacidades en nuestra investigación, debíamos conside-rar en cierto detalle cuáles son los argumentos en los quese sustenta la menor capacidad de los neandertales, en loque se refiere a la industria ósea. Esa consideración serecoge en el segundo capítulo de este trabajo.

Existe un punto en común en todas las interpreta-

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Capítulo 6: Conclusiones finales

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ciones, que no cabe poner en duda: el surgimiento de unutillaje en hueso y asta, fabricado con nuevas técnicas ycon cierta carga simbólica, a partir del Paleolítico superiorinicial. Este utillaje, que -según los datos actuales- no estápresente en las sociedades del final del Musteriense, seconsidera parte del "kit" material e intelectual que hacesuperiores a los sapiens frente a los neandertales.

Pero por otro lado, el surgimiento de esa indus-tria, muy elaborada y que comienza a incorporar elemen-tos simbólicos, enmascara varias realidades que, de sertenidas en cuenta, darían lugar a una situación investigado-ra más amplia, rica y compleja.

Nos referimos a dos argumentos esenciales: Poruna parte, la existencia de industria ósea de tipo Paleolíticosuperior, asociada a neandertales en yacimientos europeos(Chatelperroniense y otras industrias "de transición"); Ypor otra, la presencia de toda una serie de "industrias óseaspoco elaboradas" tanto en el final del Musteriense como enlos inicios del Paleolítico superior. Dicho utillaje, de usodoméstico, puede tener tanta o más importancia económi-ca que las industrias más elaboradas. Tanto en su versióndel Paleolítico medio, como en los conjuntos delPaleolítico superior, la industria "poco elaborada" no hasido estudiada en profundidad.

Dichas realidades contradicen las visiones másevolucionistas (en el sentido de sustitución de una especiebiológica por otra) y más rupturistas, de la transición delPaleolítico medio al superior. No queremos negar, conesto, la existencia de cambios históricos transcendentalesen el Paleolítico superior inicial, que tienen un reflejo en lacultura material, ni debe tomarse como una defensa de losplanteamientos que plantean un origen “in situ” de lasindustrias auriñacienses europeas, a partir del sustratoMusteriense.

Lo que sí nos lleva a proponer nuestra revisióncrítica de la historiografía es que las formulaciones de lasincapacidades neandertales sólo encuentran un correlatoparcial, muy limitado, en la evidencia arqueológica.

Una revisión, aún pendiente, de ese utillaje “pocoelaborado” del que hacemos mención, podría aportarnueva luz sobre los cambios de las sociedades de cazado-res recolectores en el final del Musteriense, y sobre los ini-cios del Paleolítico superior.

Parte de los modelos de sustitución de neanderta-les por sapiens, han propuesto la ausencia total de unaindustria del hueso entre los primeros, como parte de lasincapacidades que les dejarían en una posición de inferio-ridad competitiva respecto a los humanos modernos. Esaausencia de industria ósea se justifica a través la compara-ción directa con las industrias del Paleolítico superior en suconjunto. Es decir, los conjuntos de azagayas, paletas, bas-tones perforados, y otros elementos con decoración, conacabados elaborados, y fabricados con técnicas de ranura-do, abrasión, pulido, etc. Pero en esa comparación no seconsidera el creciente número de evidencias de industrias

"poco elaboradas" (punzones, cinceles, retocadores, ele-mentos de yunque, alisadores, etc.) que se documentan enambos sentidos, hacia el Paleolítico superior y hacia elmedio.

Sobre la base de la ausencia de "industrias muyelaboradas", se construyó una interpretación que caracteri-zaba a los neandertales como homínidos de capacidadescognitivas muy limitadas, carentes de "idea de la formafinal" (NOBLE y DAVIDSON, 1996), es decir, incapacesde conceptualizar previamente, y por tanto llevar a cabo,los objetivos de una determinada acción planificada. En elcaso del utillaje en hueso, los neandertales serían incapa-ces de elaborar la industria que va a caracterizar elPaleolítico superior. Por su parte, DIBBLE (1989) yCHASE (1990) inciden en ideas similares desde el estudiode la industria lítica. Estos autores proponen que la secuen-cia de reducción del retoque en el Paleolítico medio, dalugar de una forma casi natural, sin intervención de unaplanificación previa de la producción, a toda la panoplia deutillaje encontrado en los yacimientos musterienses.Además, se caracterizan (CHASE, 1990) los retocadoresde hueso como útiles de fortuna, captados entre los restosde fauna, y utilizados puntualmente para las tareas de reto-que. Ya discutimos en el segundo capítulo de esta obra lavalidez actual de la formulación de Dibble y Chase, por loque no volveremos a insisitir aquí sobre ese particular.

Frente a estos planteamientos, encontramos porun lado pruebas del trabajo del hueso, con distintas técni-cas, desde los orígenes más remotos del nuestro género,como en el caso de las herramientas de Swartkrans (D'E-RRICO y BACKWELL, 2003), o - algo más modernos-los restos de Broken Hill (Kabwe) Cave, en Zambia (BAR-HAM et al. 2002). Y por otro lado, hay evidencias, cadavez más numerosas, de la existencia de un utillaje en huesoutilizado en las tareas cotidianas, a lo largo de todo elPaleolítico medio. Ese utillaje está presente en el yaci-miento alemán de Salzgitter-Lebenstedt donde se ha detec-tado además una cadena operativa compleja, con un trata-miento específico, con diversas técnicas, de la materia óseapara convertirla en útiles (GAUDZINSKI, 1999).

- La evidencia arqueológica de Axlor:

Como puede apreciarse, las distintas interpreta-ciones expuestas divergen de raíz en la imagen que se pro-yecta de las poblaciones de los últimos neandertales euro-peos. Como, además, son argumentos utilizados en losdiferentes programas abordados para explicar la transicióndel Paleolítico medio al superior, se hace necesario tratarde resolver esta cuestión mediante el análisis exhaustivo dela evidencia arqueológica.

Por ello se abordó el estudio del utillaje en huesode los niveles B-C-D de Axlor, en el presente trabajo, ydentro del marco de un proyecto investigador centrado enlas industrias óseas del final del Musteriense en la Región

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Cantábrica. La cuestión que, en último término, debíamosresponder es la siguiente: qué información nos ofrece elutillaje óseo de Axlor, en el marco de las diferentes líneasinterpretativas, y cuál es, por lo tanto, la explicación másadecuada para las evidencias arqueológicas que estudia-mos.

Del utillaje óseo hallado en los niveles superioresde Axlor se puede separar un conjunto principal, formadopor los retocadores de hueso, muy numerosos (en particu-lar, en el nivel D). En segundo lugar, encontramos ungrupo de evidencias de distinta naturaleza, con menor enti-dad numérica, formado por esquirlas óseas y fragmentosde costillas. A estos útiles los hemos denominado "alisado-res" a modo de hipótesis funcional. Y, por fin, en el nivelC se halló un útil de hueso doble, utilizado como retocadory a modo de "cincel", en labores que -hipotéticamente-combinaron movimientos de flexión y de percusión. Estosmateriales han sido analizados en detalle en los capítulosprecedentes, mediante el estudio del proceso de obtención,modificación, uso, reciclado y abandono de los productos,o lo que es lo mismo, su cadena operativa.

Además, se realizó un programa experimentalsobre la obtención y uso de retocadores -en esquirlas dia-fisiárias de herbívoros-, que sirve de elemento de compa-ración con la muestra arqueológica.

Los resultados de nuestras investigaciones pue-den ahora contrastarse con las diferentes interpretacionesdel comportamiento neandertal, y los postulados sobre laexistencia o no de un utillaje en hueso Musteriense.

Los retocadores aparecieron en los tres nivelesestudiados, pero son más numerosos en el nivel D, unestrato que está formado, en gran medida, por una potentebrecha de restos de fauna sin solución de continuidad. Seencontraron 150 retocadores en ese nivel (130 completos),10 en el C (7 completos) y 23 en el B (22 completos).

Para valorar el grado en que las alteraciones pos-tdeposicionales podían haber alterado la muestra de retoca-dores, se aplicó un análisis tafonómico de los restos, desdela perspectiva de la lectura tecnológica de los estigmas deutilización. Las conclusiones de dicho análisis nos llevan aplantear que los retocadores han sufrido una escasa frag-mentación postdeposicional (en particular, en el nivel B),pero las corticales han sufrido procesos erosivos de ciertaintensidad. Estos procesos erosivos no afectan a la integri-dad de la materia ósea ni modifican la morfología delhueso de manera importante, pero sí alteran los estigmasde uso y su legibilidad en clave tecnológica. En particular,supone un sesgo importante en determinadas variables delas huellas, como la longitud de las impresiones lineales, oel número de estrías asociadas a las zonas de utilización.

En el nivel D, el 45,33% de los soportes mostra-ban una cortical alterada; Ese porcentaje era en C del 60%,y en B del 52,17%. Los agentes tafonómicos implicados enla alteración de las corticales son los fenómenos de erosióny desgaste por circulación de agua, y el "charriage-a-sec"

o arrastre en seco, el tipo de alteración que los anglosajo-nes llaman "trampling-marks". Este último agente tienemayor papel en el nivel D, mientras que las alteracioneshídricas son más importantes en B.

Los retocadores de Axlor no responden a criteriosde obtención arbitrarios. Por el contrario, hay una selec-ción muy fuerte de las esquirlas utilizadas. Las dimensio-nes de los retocadores se diferencian de manera significa-tiva del tamaño medio de las esquirlas de fauna halladas encada nivel. De hecho, su longitud y anchura las sitúan entrelas mayores esquirlas del registro de fauna. Incluso si con-sideramos sólo las esquirlas con un tamaño mínimo paraser utilizadas como retocadores, los soportes usados sonlos más grandes dentro de esa escala. Asimismo, la experi-mentación nos ha mostrado como los retocadores arqueo-lógicos se diferencian notablemente de una muestra obte-nida de manera arbitraria, elegida de manera circunstancialdespués de fragmentar huesos largos de ungulados.

La selección se une, en parte, a un procesadoespecífico para obtener soportes, que se aplica a determi-nadas partes del hueso. Esa situación parece bastante claraen el caso de las tibias de bóvidos, y es algo más hipotéti-ca en los metápodos de ciervo. Además, podría existir unacierta preferencia por los huesos del zeugópodo (parteinferior de la extremidad), frente al stylópodo (parte supe-rior). Esta preferencia ayudaría a explicar la importanterepresentación de aquella parte anatómica entre los restosde fauna. Habría una aportación al yacimiento de las par-tes inferiores de la extremidad, que son menos ricas enpaquetes musculares, para ser procesadas y obtener sopor-tes de retocadores. Dicha situación puede darse en otrosyacimientos sin que se haya reparado en ello hasta elmomento, como en Chez-Pinaud (BEAUVAL, 2004) oArtenac (ARMAND y DELAGNES, 1998).

El formato buscado (esquirlas densas, de untamaño y peso mínimos, con especial importancia de laanchura, y con una forma plano-convexa) se puede expli-car en términos tecnológicos, relacionados con la prensibi-lidad, la mecánica de la percusión y la morfología de lazona activa, que condiciona la forma y longitud de lasextracciones realizadas durante el retoque. Estas cuestio-nes se constataron durante la experimentación, y se volve-rán a abordar, en mayor detalle, mediante la ampliación delprograma en el marco del presente proyecto de investiga-ción.

Las regularidades en las dimensiones, masa ydensidad de los retocadores, junto con el mencionadorecurso a una parte anatómica concreta (tibias de bóvido,metápodos de ciervo), muestran una obtención planificadade los soportes de los retocadores, con criterios de selec-ción muy marcados.

Por todo lo expuesto, creemos que el utillaje enhueso estudiado en los niveles superiores de Axlor trans-mite la imagen propia del producto de una actividad tecno-lógica planificada, integrada por completo en las tareas de

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subsistencia de los neandertales. La gestión de las carcasasanimales está condicionada por la concepción del huesocomo materia prima, y la obtención de soportes óseos pararetocar.

También se ha estudiado el utillaje desde un enfo-que traceológico, consistente en el estudio de las huellas deuso con apoyo experimental. Para los niveles superiores deAxlor, no ha sido posible inferir las tareas específicas deretoque realizadas, a partir de los estigmas presentes en lossoportes, excepto en un nivel muy general. El principalobstáculo ha sido el sesgo postdeposicional que afecta a lascorticales del hueso en los distintos niveles arqueológicos.En general, se ha documentado un uso por sujetos diestros,con gestos de percusión más o menos lateralizados.Creemos que en el nivel B, la lateralización y orientaciónde las impresiones, pueden señalar un uso algo más sueltode los retocadores que el documentado en D, donde lo quese documentan son movimientos más controlados y quizáscon mayor aplicación de fuerza y/o masa.

En términos muy generales, con las precaucionesque implica el sesgo tafonómico, se pueden interpretarestos rasgos como reflejo de una mayor importancia delretoque Quina en el nivel D, frente a una cierta presenciade otros tipos de retoque realizados con los útiles (p. e.simple) en el nivel B. Esta interpretación tiene cierto corre-lato en la industria lítica de dichos niveles (RIOS GARAI-ZAR, 2004) pero debe ser considerada, como hemos expli-cado, con las pertinentes reservas.

Sobre la finalización del uso y la duración de lavida útil de los soportes óseos, la información es tambiénescasa. Un fracción pequeña de los retocadores se frag-mentaron durante el uso, y eso explicaría su abandono. Porotro lado, 46 de 159 soportes completos muestran dos omás zonas de utilización, lo que implicaría un uso de cier-ta intensidad. Esto se infiere de la existencia de cambios enla forma de sujetar el retocador, que dan lugar a las sucesi-vas zonas de uso. Los cambios en el modo de prensión seexplican por el desgaste producido en las zonas que sonusadas muy intensamente. Esa erosión dificulta las tareasde retoque (como se ha constatado mediante experimenta-ción) y puede llevar a realizar el cambio de sujección. Así,en esa porción de los retocadores se percibe un uso inten-so con desgaste de una o varias zonas de uso, que puedenayudar a explicar su abandono final. En varios de los reto-cadores se ha detectado la existencia de raspados asociadosa la zona de uso, interpretados como tareas de reavivado delas zonas activas.

La cadena operativa de los retocadores arqueoló-gicos de cada nivel ha sido esbozada en el Capítulo 5.Entendemos que el proceso tecnológico que acompaña a laobtención, modificación, uso, reavivado y desechado delos soportes se comprende mejor con la contextualizaciónen el marco del resto de las evidencias del yacimiento,como son la industria lítica o los restos de presas captura-das y consumidas. Como hemos visto, el estudio de losdatos taxonómicos y anatómicos de la fauna nos ha propor-

cionado información vital para comprender y explicar lasregularidades de los formatos de los soportes, en clave tec-nológica. Y la industria lítica, en particular el material reto-cado, nos sirve como elemento de explicación e interpreta-ción del uso y desechado de los soportes. Resulta evidenteque la utilización de los retocadores está en relación conlas necesidades de reavivado del utillaje en piedra, particu-larmente las raederas y otros útiles que son retocados en elyacimiento. Así, los condicionantes técnicos, funcionales yde otro tipo que influyen en el abandono del utillaje reto-cado, también explicarían, en parte, el abandono de losretocadores de hueso.

En todos los casos, la información y las interpre-taciones realizadas se han contrastado con los resultadosdel programa experimental.

Junto con los retocadores, ya hemos expuesto quese documentaron en los niveles superiores de Axlor otrostipos de utillaje en hueso. Los tres estratos estudiados hanproporcionado piezas que hemos denominado, como hipó-tesis funcional, "alisadores". Estos útiles son fragmentosde costilla o esquirlas de diáfisis alargadas, de un tamañoconsiderable, entre 144 y 221 mm de longitud. Presentanun frente de utilización con un pulido de uso muy marca-do, que llega a modificar la morfología del hueso. Se hanpodido estudiar estrías en varios de estos artefactos, queaparecen agrupadas, paralelas y orientadas en el área adya-cente al pulido. Esas estrías marcan la dirección de los tra-bajos. Planteamos, en el plano hipotético, un uso de dichasherramientas en el tratamiento de materias blandas o semi-duras (como el trabajo de la piel, o el descortezado deárboles). La presencia de estos útiles en los distintos nive-les del Musteriense final de Axlor nos informa de que estetipo de utillaje formaba parte de las actividades económi-cas de los neandertales. No respondería, por tanto, a un usocoyuntural e improvisado de la materia ósea.

El último tipo de útil en hueso hallado en losniveles B-C-D de Axlor es un "cincel", en realidad un útildoble. Se ha planteado su uso, en primer lugar, a modo decincel, en tareas de percusión y flexión (golpeándolo yhaciendo palanca). Este útil habría sido reutilizado poste-riormente como retocador, después de sufrir una fracturaoblicua de utilización. El bisel de la fractura condiciona elmodo de prensión del retocador y, como consecuencia, laposición de la zona de uso.

El recurso al hueso como materia prima es, portanto, una realidad compleja en los niveles superiores deAxlor, planificada, e integrada en los procesos tecnológi-cos y la economía de los grupos neandertales. Se utilizanretocadores, que son cuidadosamente seleccionados y/oobtenidos de un procesado específico de determinadas par-tes anatómicas de las presas cazadas. Además, determina-das costillas y grandes esquirlas óseas son utilizadas como"alisadores", en un comportamiento que se repite en distin-tos niveles; y hay un caso de un fragmento óseo utilizadocomo "cincel".

La evidencia apunta a que es necesaria una revi-

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sión del concepto de industria ósea que se utiliza, por logeneral, en las investigaciones sobre el Musteriense.También deben replantearse las técnicas de estudio delhueso, considerándolo como materia prima, como elemen-to tecnológico, y en su dimensión funcional.

Por otro lado, a la luz de los rasgos de comporta-miento (complejidad, planificación, integración del utilla-

 je óseo en las actividades económicas, selección y concep-tualización de formatos, y rasgos morfotécnicos del utilla-

 je) que han sido inferidos del presente estudio, creemosque deben reformularse los planteamientos sobre las inca-pacidades de los neandertales, cuando menos en lo referi-do a la industria ósea (STRINGER y GAMBLE, 1993;NOBLE y DAVIDSON, 1996; MELLARS, 2004).

Perspectivas de futuro:

El presente trabajo de investigación es el resulta-do de una primera etapa de estudio, abordada en un pro-yecto sobre las industrias óseas del final del Musterienseen la Región Cantábrica. Hemos intentado resolver, con lamayor eficacia posible, los objetivos marcados para esteprimer tramo. A saber, el estudio de las industrias óseas delos niveles superiores de Axlor, en el marco de los distin-tos contextos arqueológicos e historiográficos referidos alyacimiento, a la etapa considerada, al marco geográfico delestudio, y sobre todo a la problemática histórica concreta.De dicha problemática, nos interesó en particular lo relati-vo a las incapacidades neandertales en el final delMusteriense, y la transición al Paleolítico superior. Sihemos tenido o no éxito en nuestros objetivos, deberá ser

 juzgado por el lector de estas líneas y las que preceden.La siguiente etapa de este proyecto se concretará

en nuestra Tesis Doctoral. En ese marco, el estudio seampliará en lo experimental, siguiendo las líneas quehemos señalado en las conclusiones del Capítulo 3; y tam-bién, por supuesto, se diversificarán los estudios de mate-rial arqueológico. Para ello, analizaremos las industriasóseas de los niveles inferiores de Axlor (E a N), y se exten-derá el estudio del utillaje en hueso Musteriense a otrosyacimientos del Cantábrico. Aunque aún no podemos pre-sentar un programa detallado de las colecciones que serevisarán, apuntamos la presencia de un nutrido conjuntode retocadores de hueso entre los restos de fauna de CuevaMorín (GONZÁLEZ ECHEGARAY y FREEMAN, 1978).También hemos constatado la presencia de varios de estosútiles en la revisión de la fauna del nivel Musteriense de laCueva de Amalda (Guipúzcoa). Ese utillaje está en proce-so de estudio por nuestra parte.

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 Millán Mozota Holgueras

Girona, 2 de Mayo de 2007Millán Mozota Holgueras

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Llevar adelante este trabajo de investiga-ción, como parte de mi programa de doctorado,no ha sido, con sinceridad, tarea fácil. Toda unaserie de inercias académicas y laborales se con- jugaron, en distintas proporciones y oportuni-dades, para plantear obstáculos. Estos, se dis-tribuyeron entre la realización de los análisis, y la redacción del volumen que el lector tieneahora entre sus manos (o lee en un ordenador,si ha accedido a la versión digital).

Y es porque he superado, siempre conayuda, todas esas dificultades, que este aparta-

do final es del todo necesario. Por decirlo llana-mente, sería demasiado egoísta e incluso algoidiota, si no agradeciera la ayuda, ánimos, cola-boración, amistad y soporte, que he recibido delas personas que me rodean, tanto en el ámbitoprofesional como en el personal.

El presente trabajo surgió, en un primermomento, de mi colaboración con el equipo deAxlor, a quienes quiero agradecer su confianza,ayuda y amistad. Gracias a Asier, Izaskun,Enkarni, Maria, Ane, Fredo, Igor, y todos losdemás. Perdonad si vuestro nombre no aparece

pero han sido muchas campañas y sería dema-siado largo nombrar a todos. En especial, gra-cias a mi director de tesis, Jesús EmilioGonzález Urquijo, profesor y amigo. Esta tanatareado en todo momento, que me resultaincreíble que siempre, siempre, encuentre unhueco para charlar sobre el trabajo, discutirideas, corregir conceptos o dirigirme en el

Debo dar gracias, asimismo, a tantosbuenos profesores y compañeros, por el consejo y apoyo recibidos. En especial Xavier Terradas,codirector de este trabajo, Javier Baena, amigo y mentor de buena pasta, como hay pocos; y  Juanjo Ibáñez, profesor incisivo y sincero comoninguno, que encontrará sin dudarlo todas lasgrietas de tu argumentación, por muy bien quelas hayas enlucido. También, por supuesto, atodos los compañeros de la facultad, del labora-torio, de la Garma, Esquilleu, Polvorín, losGitanos, Turó de la Batería, y del grupo arqueo-

lógico Attica. Vaya esto por Patricia, Antonio,Rafa, los dos Kinos, Diego Garate, Tapia,Chapas, Marian Cueto y Marian Barquín,Cristijarl, Miriam, Sergio, Alex, Juani, Chema, Tomás, Esteban Álvarez y Esteban Pereda,Ontañón, Diego Puig y Felipe Cuartero. Denuevo disculpas a los y las que no aparezcáis,no creáis que os olvido.

No podría dejar de lado a mi familia enlos agradecimientos, claro está. Ellos han sidosoporte en los momentos delicados, y una refe-rencia vital e intelectual durante toda mi vida.

Me han apoyado en todo momento en el comple- jo camino que se toma al iniciar una carrerainvestigadora. Gracias padre y madre, Teresa,Alberto, Jesús María, abuela Julia, abuela Teresa, abuelos Jesús y José Ramón, Maria y Concha, tíos, primos y los demás.

Gracias también a todos mis amigos y amigas de otros ámbitos, por el apoyo en los

 Millán Mozota Holgueras

Agradecimientos